Freud Lo Siniestro

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 ClX L O  S I N I S T R O * E  L s s en e s a ame e e cen de em e de nves e s é i as a q e se e e da e a es a a la d c n de s q e se a c s de e c m c e c a de as c a dades de e e dad La ac v d d s c a a c se en a hac a s es a s de e v d s q a e e escas c c c n s m s s em c a es - i h b d e !n am g ad s d ndi n s de an as ns e a nes s m e q e m m e a e a de a es a S n barg ede d e s ó de q e e e d es a s e a de e m n d e de e a d se e es ge e a en e d q e es m a q e e des d d e a a s é ca ame e d ha L U  snestro, fra un o  d e e s s d mini s. N cabe  d uda qu e  d ich c ncep  e s á  próximo a lo d lo s  pantable,  angust an spluz- nante p er n  e s men s  s gur o q u e e ér min se a p ica a menud e n  una a ce pc ón de e nada de m d q e cas s em e c de n l a g s ian e e S em a g de s a ga a es e a de q e e em e de n m e ec de a de e m ad c nc se j s ti fc ado p or e l hall azgo n él  de un úclo particular. En su ma: quisié r mo s sa e es ese úc e ese e d esenc a q u e m e d sce en a gu s a g q adem s es < s ni s r » P d e a es e s de a das ex s es es as q e a e e e en a se de e g a d s a a e e es de de s se e s de p iv de s d nes de a a ó de s bje s q e s des e a de de d e a efe enc a a s se m e s n r r s e s v s des g da es cuan e a m d psic óg ca n c a d se ó de E _ q e s e ena de e s a e as e de esa e d as q e m v s f c es de ad v na de end en es de l s circuns ancias ac ua s n de c ns a a f nd la l e a es e v c a en e a x r j r de m d q e g es e e de e n s s e g e e s ó de dad e sc e d ó q e d c d en e es d de s n es ede e q e c a d d ex e men es a dad sens va se da en d x r m d m d s en s d s s nd v d s m m de ch me n r id a es e c and se a m h ás c ven en e na s sens b da es desde hace mucho timpo no he experimn- " Das U/( en aleán el ognal !mao, 5 56, 974 99 Pmera publicación en es- añol en 94 Aeicana, Benos A1res. 146 Z Pnt hologie d Unhemlichn. (Sobe l psicología de lo siiesto) Pyrhth-Neuooh Wheh 906 eos 22 y 2

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  • ClX

    LO SINIESTRO *

    1919

    EL psicoanalista no siente sino raramente el incentiYo de emprender investigaciones estticas. aunque no se pretenda ce'.r la esttica a la doctrina de lo helio. sino que se la considere como ciencia de las cualidades de nuestra sensibilidad. La actividad psicoanal tica se orienta hacia otros estratos de nuest ra vida psquica y tiene escaso contacto con los impulsos emocionales ---inhibidos en su !in, amortiguados, dependientes de tantas constelaciones simultneas que forman por lo comn el materia l de la esttica. Sin embargo. puede darse la ocasin de que sea impelido a prestar su inters a determinado sector de b esttica. tratndose entonces generalmente de uno que est como a trasmano. que es descuidado por la literatura esttica propiamente dicha.

    Lo Unheimlich. lo siniestro, forma uno de estos dominios . No cabe duda que dicho concepto est prximo a los de lo espantable, angustiante, espeluznante. pero no es menos seguro que el trmino se aplica a menudo en una acepcin un tanto indeterminada. de modo que casi siempre coincide con lo angustiante en general . Sin embargo. podemos abrigar la esperanza de que el empleo de un trmino especial --unheimliclz para denotar determinado concepto. ser j ustificado por el hallazgo en l de un ncleo particular. En suma: quisiramos saber cul es ese ncleo, ese sentido esencial y propio que permite discernir, en lo angustioso, algo que adems es

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    tado ni conocido nada que me produjera la impresin de lo siniestro, ele modo que me es preciso evocar deliberadamente esta sensacin, despertar en m un estado de nimo propicio a ella. Sin embargo, dificultades de esta clase tambin son propias de muchos otros dominios de la esttica, y a causa de ellas no abandonaremos, por cierto, la esperanza de hallar casos que se presten para admitir en ellos, sin lugar a dudas y unnimemente, el fenmeno en cuestin.

    Podemos elegir ahora entre dos caminos : o bien averiguar el sentido que la evolucin del lenguaje ha depositado en el trmino unheimlich, o bien congregar todo lo que en las personas y en las cosas, en las impresiones sensoriales, vivencias y situaciones, nos produzca el sentimiento de lo siniestro, deduciendo as el carcter oculto de ste a travs de lo que todos esos casos tengan en comn. Confesamos sin tardanza que cualquiera de ambas vas nos llevar al mismo resultado: lo siniestro sera aquella suerte de espantoso que afecta las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrs. En lo que sigue se ver cmo ello es posible y bajo qu condiciones las cosas familiares pueden tornarse siniestras, espantosas. Quiero observar aun que en esta investigacin comenc por reunir una serie de casos particulares, hallando slo ms tarde una confirmacin en los giros del lenguaje. Al exponer el tema, en cambio, seguir el camino inverso.

    La voz alemana unheimlich es, sin duda, el antnimo de heimlich y de heimisch (ntimo, secreto, y familiar, hogareo, domstico), imponindose en consecuencia la deduccin de que lo siniestro causa espanto precisamente porque no es conocido, familiar. Pero, naturalmente, no todo lo que es nuevo e inslito es por ello espantoso, de modo que aquella relacin no es reversible. Cuanto se puede afirmar es que lo novedoso se torna fcilmente espantoso y siniestro; pero slo algunas cosas novedosas son espantosas ; de ningn modo lo son todas . Es menester que a lo nuevo y desacostumbrado se agregue algo para convertirlo en siniestro.

    Jentsch no ha pasado, en trminos generales, de esta relacin de lo siniestro con lo novedoso, no familiar. Ubica en la incertidumbre intelectual la condicin bsica para que se d el sentimiento de lo siniestro . Segn l, lo siniestro sera siempre algo en que uno se encuentra, por as decirlo, desconcertado, perdido. Cuanto ms orientado est un hombre en el mundo, tanto menos fcilmente las cosas y sucesos de ste le produci rn la impresin de lo siniestro.

    Pero comprobaremos sin dificultad que esta caracterizacin de lo siniestro no agota sus acepciones, de modo que intentaremos superar la ecuacin siniestro inslito. Dirijmonos ante todo a otras lenguas; pero he aqu que los diccionarios no nos dicen nada nuevo, quiz s implemente porque esas lenguas no son las nuestras . En efecto, hasta adquirimos la impresin de que muchas lenguas carecen de un trmino que exprese este matiz particular de lo espantable 1464.

    Latn (segn el pequeo diccionario alemn-latino de K. E. Georges, 1898): un lugar siniestro: /ocus suspectus; a una siniestra hora de la noche: intempesta nocte.

    Griego (diccionarios de Rost y de Schenkl): vuli -es decir: extranjero, extrao, desconocido. Ingls (segn los diccionarios de Lucas, Bellow, Flgel, Muret-Sanders): uncomfortab/e, uneasy,

    gloomy, dismal, uncanny, ghastly; refirindose a una casa: haunted; de un hombre: a repulsive fel/ow. Francs (Sachs-Villatte): inquitant, sinistre, lugubre, mal son aise. Espaol (Tollhausen, 1889): sospechoso de mal agero, lgubre, siniestro (*).

    1464 Estoy en deuda de gratitud con el Dr. Theodor Reik por las citas que siguen a continuacin.

    Un diccionario bilinge ms moderno, el de Slaby-Grossmann ( 1 932), da las siguientes versiones: que causa miedo, poco tranquilizador, inquietante. de

    aspecto sospechoso, fantstico, lgubre, trgico, sentirse inquietado. Agrego que unheimlich se usa vulgarmente como aumentativo admirante, en el sentido de los argentinismos brbaro)), brutah>: unheimlich schOn: brbaramente hermoso. (N. del T.)

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    Las lenguas italiana y portuguesa parecen conformarse con palabra que designaramos como circunlocuciones . En rabe y en hebreo, unheimlich coincide con demoniaco, espeluznante.

    Volvamos, por ello, a la lengua alemana. En el Wiirterbuch der Deutschen Sprache, de Daniel Sanders (1860), el artculo

    heimlich contiene las siguientes indicaciones, que reproducir ntegramente, destacando algunos pasajes (tomo 1, pgina 729) *:

    Heimlich, a. ( -keit, f -en) : J.--tambin heimelich, heimelig, propio de la casa, no extrao, familiar, dcil, ntimo, confidencial, lo que recuerda el hogar, etc .

    a) (arca smo) perteneciente a la casa, a la familia ; o bien: considerado como propio de tales ; cif. la t. familiaris , acostumbrado: Die Heimlichen, los ntimos ; die Hausgenossen, los cohabitantes de la casa ; der heimliche Rat, el consejo ntimo (Gn. , 41, 45; 2 . Samuel, 23, 23; l . Crn. 12, 25; Prov. 8, 4); trmino reemplazado ahora por Geheimer (ver: d 1) Rat ; vase : Heimlicher.

    b) Se dice de animales mansos, domesticados. Contrario de salvaj e ; por ejemplo: ''Animales que ni son salvajes, ni heimlich' ', etc. (Eppendorf, 88). "Animales salvajes . . . que se domestican para hacerlos heimlich y acostumbrados a las gentes'' (92). ''Cuando estas bestiecillas son criadas desde muy jvenes junto al hombre, se toman muy heimlich, afectuosas", etc. (Stumpf, 608 a). As tambin : ''El cordero es tan heimlich que come de mi mano'' (HO!ty). ''La cigea siempre ser un ave bella y heimlich" (Linck. Schl . , 146). Ver : Hiiuslich, 1, etctera.

    e) Intimo, familiar ; que evoca bienestar, etc. ; calma confortable y proteccin segura, como la casa confortable y abrigada (vase : Geheuer) : "An te puedes sentir heimlich en tu pas, cuando los extranjeros talan sus bosques?'' (Alexis H., 1, 1, 289). "Ella no se senta muy heimlich j unto a l" (Brentano Wehm. 92). "En un sendero sombreado y heimlich ... , junto al arroyuelo murmurante", etc. (Foster, tomo 1, 417). "Destruir la Heimlichkeit de la patria" (Gervinus, Lit. 5, 375). ''No encontrara fcilmente un rinconcito tan heimlich'' (G., 14, 14). "Nos sentamos tan cmodos, tan tranquilos y confortables, tan heimlich '' (15, 9). ''En tranquila Heimlichkeit, en los estrechos lmites del hogar'' (Haller). ''Una diligente ama de casa, que con poco sabe hacer una deliciosa Heimlichkeit" (Hartmann Unst., 1, 188). "Tanto ms heimlich parecale ahora el hombre, hasta haca poco extrao" (Kerner, 540). "Los propietarios protestantes no se sentan . . . heimlich, entre sus sbditos catlicos" (Kohl. Irl. l, 172). ''Cuando todo est heimlich y silencioso, oyndose slo la calma nocturna que rodea tu celda'' (Tiedge 2, 39). ''Silencioso y amable y heimlich , como para reposar se anhelara un lugar" (W. 11, 144). "No se senta nada heimlich en ese trance'' (27, 170, etc.). Adems : ''El lugar estaba tan calmo, tan solitario, tan heimlich y sombreado (Scherr. Pilg. l, 170): "Las olas avanzaban y se retiraban, soadoras y heimlich , mecedoras" (Korner, Sch. 3, 320, etc.). Vase: Unheimlich. En particular entre los autores suevos y suizos adopta con frecuencia tres slabas: "Cun heimelich se senta Ivo a la noche, cuando estaba acostado en su casa" (Auerbach, D. l, 249). "En esa casa me sent tan heimelig" ( 4, 307). "La habitacin tibia, la tarde heimelige" (Gotthelf, Sch. 127, 148). "He aqu

    En los ejemplos ilustrativos que contiene esta cita, muchas veces he dejado la voz alemana intercalada en ei texto castellano, a fin de librar al lector la eleccin

    del trmino que le parezca ms adecuado para el caso, trmino que en ocasiones he agregado a continuacin, sin parntesis. 1 N. del T.)

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    algo que es muy heimelig, cuando el hombre siente en el fondo de su corazn cun poca cosa es, cun grande es el Seor'' ( 14 7). ''Poco a poco uno se encontr ms cmodo y heimelig" (U. 1, 297). "La dulce Heimcligkeit" (380, 2, 86). ''Creo que en parte alguna me encontrar ms heimelich que aqu'' (327; Pestalozzi, 4, 240). "Quien acude de lejos ... no podr vivir muy heimelig (amistosamente, como vecino) con las gentes" (325). "La cabaa donde otrora se sentara, tan heimelig, tan alegre, entre los suyos'' (Reithard, 20). ''El cuerno del sereno suena tan heimelig desde la torre; su voz, tan hospitalaria, nos invita" (49). "Se duerme aqu tan tibiamente, tan maravillosamente heim 'lig (23, etc .). Esta acepcin habra merecido generalizarse, para evitar que tan adecuada palabra cayera en desuso , por su fcil confusin con 2). Por ejemplo: "Los Zeck son todos tan HEIMLICH (2)--HEIMLICH? Qu quiere decir usted con HEIMLICH? --Pues bien: que me siento con ellos como ante un pozo rellenado o un estanque seco. Uno no puede pasar junto a stos sin tener la impresin de que el agua brotar de nuevo, algn da. -Nosotros, aqu, le llamamos UNHEIMLICH: vosotros le decs HEIMLICH. En qu encuentra usted que esta familia tenga algo secreto e incierto?", etc. (Gutzkow, R. , 2, 61).

    d) (Vase: e). Especialmente en Silesia: alegre, jocoso; se dice tambin del tiempo; vase: Adelung und Weinhold.

    2.--Secreto, oculto, de modo que otros no puedan advertirlo, querer disimular algo; vase: Geheim (secreto) (2), voz de la cual no siempre es distinguido con precisin, especialmente en el nuevo alto alemn y en la lengua ms antigua, como, por ejemplo, en la Biblia: Job, 11, 6; 15, 8; Prov. 2, 22; 1 Corint. 2, 7; etc. Tambin: Heimlichkeit, en lugar de Geheimnis, secreto (Mat. 13, 35, etc.). Voces que no siempre son distinguidas con precisin, por ejemplo: Hacer algo heimlich (tras la espalda de otro); alejarse heimlich (furtivamente) ; reuniones heimlich (clandestinas); contemplar la desventura ajena con heimliche alegra; suspirar, l lorar heimlich (en secreto); conducirse heimlich (misteriosamente), como si se tuviese algo que ocultar; amor, pecado heimlich (secreto); lugares heimliche (que el recato obliga a ocultar), (1, Sam. 5, 6); el lugar heimlich (refirindose al retrete) (2. Reyes, 10, 27; Prov. 5, 256, etc.); tambin en: Der heimliche Stuhl (El asiento secreto), (Zinkgriif 1, 249); precipitar a alguien al pozo, a las Heimlichkeiten (3, 75; Rollenhagen Fr. 83, etc.). "Present le heimlich (en secreto) las yeguas a Leomedon" (B. 161, b, etc.). "Tan oculto, heimlich, prfido y artero contra los seores crueles .. . como franco, abierto, simptico y servicial frente al amigo que sufre". (Burmeister gB 2, 157). "Es preciso que sepas tambin lo que yo tengo de ms heimlich y sagrado'' (Chamisso 4, 56). ''E l arte heimlich (oculto), de la magia" (3, 224). "Donde la discusin pblica cesa, all comienza la heimliche intriga" (Forster, Br. 2, 135). "Libertad es la palabra de orden de los heimliche conspiradores, el grito de guerra de los revolucionarios declarados" (G. 4, 222). "Una santa, heimliche influencia" (15). "Tengo races que estn muy heimlich (escondidas); en la tierra ms profunda estoy arraigado" (2, 1 09). "Mi heimliche malicia" (vase: Heimtcke) (30, 344). ''Si l no lo acepta abierta y conscientemente, podra tomarlo heimlich (solapadamente) y sin escrpulos" (39, 22). "Hizo fabricar heimlich y secretamente unos anteojos acromticos'' (375). ''En adelante, quisiera que nada heimlich (secreto) hubiera entre nosotros" (Sch. 369 b). "Descubrir, publicar, traicionar las Heimlichkeiten (secretos) de alguno; tramar detrs de mis espaldas las Heimlichkeiten (Alevis, H. 2, 3, 168). "En mis tiempos, se sol a practicar la Heim-

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    /ichkeit (discrecin) (Hagedorn. 3, 92). La Hcimlichkeit (intriga) y maledicencia que se cometen a ocultas'' (Immermann, M. 3, 289). ''Slo la accin del conocimiento puede romper la accin de la Heim/ichkeit del oro oculto'' (Novalis. L 69). "'Dime dnde la guardas, en qu lugar de silenciosa Heim/ichkcit (Schr. 495. b). "Abejas que formis la llave de las Heim/ichkeiten" (cera para sellar cartas secretas) (Tieck, Cymb. 3, 2) . ''Ser experto en raras Hcimlichkciten'' (artes mgicas) (Schlegel, Sh., 6, 102, etc.) . Vase: Geheimnis L. 10: pgina 291 y siguientes .

    Al respecto. vase 1 e, as como, en particular. el antnimo Unheim/ich inquietante, que provoca un terror atroz: ''Que casi le pareci unheim/ich, siniestro, espectral'' (Chamisso, 3, 238) . ''Las unheimliche. siniestras y lgubres horas de la noche" (4, 148) . "Desde haca tiempo me senta unheimlich, espeluznado' (242) . ''Empiezo a sentirme unhcimlich. extraamente incmodo'' (Gutzkow, 2, 82). "Se siente un terror unheimlich" (Verm. L 5 1). "Unheimlich e inmviL como una estatua de piedra" (Reis, 1, 10). "La niebla unheim/ichc, l lamada Haarrauch '' (lmmermann, M., 3, 299). ''Estos plidos jvenes son unheimlich y meditan Dios sabe qu maldad'' ( La u be, tomo 1, 119) . ''Se denomina t!NHEIMLICH todo lo que, dehiendo permanecer secreto, oculto . . . no ohstante, se ha manifstado" (Schelling, 2, 2, 49). "Velar lo divino , rodearlo de cierta Unheimlichkcit" (misterio) (658, etc. ). No es empleado como antnimo de ( 2), como Campe lo presenta, sin fundamento alguno .

    D e esta larga cita se desprende para nosotros el hecho interesante de que la voz heimlich posee, entre los numerosos matices de su acepcin, uno en el cual coincide con su antnimo, unheimlich (recurdese el ejemplo de Gutzkmt: Nosotros, aqu, le l lamamos unheim/ich, vosotros le decs heim/ich). En lo restante, nos advierte que esta palabra, heimlich, no posee un sentido nico, sino que pertenece a dos grupos de representaciones que, sin ser precisamente antagnicas, estn, sin embargo, bastante alejadas entre s: se trata de lo que es familiar, confortable, por un lado; y de lo oculto, disimulado, por el otro . Unheimlich tan slo sera empleado como antnimo del primero de estos sentidos, y no como contrario del segundo. El diccionario de Sanders nada nos dice sobre una posible relacin gentica entre ambas acepciones . En cambio, nos llama la atencin una nota de Schelling, que enuncia algo completamente nuevo e inesperado sobre el contenido del concepto unheimlich: Unheim/ich sera todo lo que deba haher quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado.

    Parte de nuestras dudas, as despertadas, son resueltas por los datos que nos ofrece el Deutsches Wiirterhuch, de Jacob y Wilhelm Grimm (Leipzig, 1877; IV /2, pgina 874 y siguientes):

    Hcimlich; adj . y adv. vcrnaculus, occultus: alto alemn medio: heimc/ch, heim/ch. Pgina 874: en un sentido algo distinto: "me siento heimlich, bien, cmodo, sin temor. . . ' ' .

    h) Hcimlich designa tambin un lugar libre de fantasmas ... Pgina 875: fJ) familiar, amable, ntimo.

    4. de HLIMATLICH (propio de la comarca natal) , HAEUSLICH ( hogareio) , emana la nocin de lo oculto a ojos extraos, escondido, secreto, emplendose estos trminos en diversas relaciones . ..

    Pgina 876: "a la izquierda, j unto al lago, hay una pradera heimlich (escondida) en el bosque'' (Schiller, Tell I, 4) .

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    .. . en empleo un tanto libre y raro en la lengua moderna ... heimlich se agrega a un verbo que expresa ocultacin: ''me esconder heimlich en su tienda'' (Ps . 27. 5) . . . "partes heimlich (secretas) del cuerpo humano", pudenda ... "las gentes que no moran, fueron daadas en sus partes heimliche" (secretas, rganos genitales) (l. Samuel , 5, 12) ...

    e J Los funcionarios que deben suministrar, en cosas del gobierno, consejos importantes y geheim (secretos), se l laman heimliche Riithe (consejeros secretos), habiendo sido sustituido este adjetivo, por el ms corriente: geheim (vase ste): " ... El faran nombr (a Jos) heimlicha Rath" (consejero secreto) (Gn. 41, 45).

    Pgina 878. 6. Heimlich, en relacin con el conocimiento, significa mstico o alegrico: significacin heimliche (oculta) : mysticus, divinus, occultus,figuratus.

    Pgina 878 : en el ejemplo siguiente, la acepcin de heim/ich es otra: sustrado al conocimiento. inconsciente . . .

    Pero heimlich tambin significa impenetrable; cerrado a l a investigacin: "N o lo ves? No tienen confianza en m; temen el rostro heimlich (impenetrable) del duque de Friedland " . (El campamento de Wallenstein, acto II).

    9. El sentido de escondido, peligroso, oculto, que se expresa en la ref"erencia precedente. se destaca an ms, de modo que HEIMLICH acaba por aceptar la signi

    ficacin que habitualmente tiene UNHEIMLICH (derivado de HEIMLICH, 3 b, .sp. 874): 'Me siento a veces como un hombre que pasea por la noche y cree en fantasmas: todo rincn le parece heimlich (siniestro) y lgubre''. (Klinger, Teatro, III, 298). >>

    De modo que heimlich es una voz cuya acepcin evoluciona hacia la ambivalencia, hasta que termina por coincidir con la de su anttesis, unheimlich. Unheimlich es, de una manera cualquiera, una especie de heim/ich. Agreguemos este resultado, an insuficientemente aclarado, a la definicin que dio Schelling de lo Unheim/ich, y veamos cmo el examen sucesivo de distintos casos de lo siniestro nos permitir comprender las indicaciones anotadas.

    11

    Si ahora pasamos revista a las personas y cosas, a las impresiones, sucesos y situaciones susceptibles de despertar en nosotros el sentimiento de lo siniestro con intensidad y nit idez singulares, ser preciso que elijamos con acierto el primero de los ejemplos. E. Jentsch destac, como caso por excelencia de lo siniestro, la d uda de que un ser aparentemente animado, sea en efecto viviente; y a la inversa: de que un objeto sin vida est en alguna forma animado, aduciendo con tal fin, la impresin que despiertan las figuras de cera, las muecas sabias y los autmatas. Compara esta impresin con la que producen las crisis epilpticas y las manif"estaciones de la demencia, pues tales fenmenos evocaran en nosotros vagas nociones de procesos automticos, mecnicos, que podran ocultarse bajo el cuadro habitual de nuestra vida. Sin estar plenamente convencidos de que esta opinin de Jentsch sea acertada, haremos partir nuestra investigacin de las siguientes observaciones de dicho autor, en las que nos recuerda a un poeta que ha logrado provocar, como ningn otro, los efectos siniestros.

    Uno de los procedimientos ms seguros para evocar tclmente lo sm1estro mediante las narraciones, escribe Jentsch, consiste en dejar que el lector dude de si deter.minada figura que se ie presenta es una persona o un autmata. Esto debe hacerse de manera tal que la incertidumbre no se convierta en el punto cen-

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    tral de la atencin, porque es preciso que el lector no llegue a examinar y a verificar inmediatamente el asunto, cosa que. segn dijimos. disipara fcilmente su estado emotivo especiaL E. T. A . Hoffinann se sirvi con xito de esta maniobra psicolgica en varios de sus Cuentos fantsticos.

    Esta observacin, ciertamente justa, se refiere ante todo al cuento Der Sandmann (El arenero), que forma parte de los Nachtstiicke (Cuentos nocturnos 146) y del cual procede la figura de la mueca Olimpia que Offenbach hizo aparecer en el primer acto de su pera Los cuentos de Hofj'mann. Debo decir, sin embargo ---y espero contar con el asentimiento de casi todos los que hayan ledo este cuento---- que el tema de la mueca Olimpia, aparentemente animada, de ningn modo puede ser considerado como nico responsable del singular efecto siniestro que produce el cuento; ms an: que ni siquiera es el elemento al cual se podra atribuir en primer trmino este efecto. El ligero viso satrico que el poeta da al episodio de Olimpia, emplendolo para ridiculizar la presuncin de su joven enamorado, tampoco facilita aquella impresin. El centro del cuento lo ocupa ms bien otro tema, precisamente el que le ha dado ttulo y que siempre vuelve a ser destacado en los momentos culminantes: se trata del tema del arenero, el hombre de la arena que arranca los ojos a las criaturas.

    El estudiante Nataniel, con cuyos recuerdos de infancia comienza el cuento fantstico, a pesar de su felicidad actual no logra alejar de su nimo las reminiscencias vinculadas a la muerte horrible y misteriosa de su amado padre. En ciertas noches su madre sola acostar temprano a los nios, amenazndolos con que vendra el hombre de la arena 1466, y efectivamente, el nio oa cada vez los pesados pasos de un visitante que retena a su padre durante la noche entera. Interrogada la madre respecto a quin era ese arenero, neg que fuera algo ms que una manera de decir, pero una niera pudo darle informaciones ms concretas: Es un hombre malo que viene a ver a los nios cuando no quieren dormir, les arroja puados de arena a los ojos, hacindolos saltar ensangrentados de sus rbitas; luego se los guarda en una bolsa y se los lleva a la media luna como pasto para sus hijitos, que estn sentados en un nido y tienen picos curvos, como las lechuzas, con los cuales parten a picotazos los ojos de los nios que no se han portado bien.

    Aunque el pequeo Nataniel tena suficiente edad e inteligencia para no creer tan horripilantes cosas del arenero, el terror que ste le inspiraba qued, sin embargo, fijado en L Decidi descubrir qu aspecto tena el arenero, y una noche en que nuevamente se lo esperaba, escondise en el cuarto de trabajo de su padre. Reconoce entonces en el visitante al abogado Coppelius, personaje repulsivo que sola provocar temor a los nios cuando, en ocasiones, era invitado para almorzar; as, el espantoso arenero se identific para l con Coppelius. Ya en el resto de la escena, el poeta nos deja en suspenso sobre si nos encontramos ante el primer delirio de un nio posedo por la angustia o ante una narracin de hechos que, en el mundo ficticio del cuento, habran de ser considerados como reales. El padre y su husped estn junto al hogar, ocupados con unas brasas llamean tes. El pequeo espa oye exclamar a Coppelius: Vengan los ojos, vengan los ojos!>< se traiciona con un grito de pnico y es prendido por Coppelius, que quiere arrojarle unos granos ardientes del fuego a los ojos,

    1465 Tercer tomo de las obras completas de Hoffmann, editadas por Grisebach.

    1466 Der Sandmann kommil . . . >) (), es una de las amenazas que ms comnmente se emplean en los pases de habla alemana para inducir a los nios a dormirse. (N. del T.)

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    para echarlos luego a las llamas. El padre le suplica por los ojos de su hijo y el suceso termina con un desmayo seguido por larga enfermedad. Quien se decida por adoptar la interpretacin racionalista del arenero, no dejar de reconocer en esta fantasa infantil la influencia pertinaz de aquella narracin de la niera. En lugar de granos de arena, son ahora brasas encendidas las que quiere arrojarle a los ojos, en ambos casos para hacerlos saltar de sus rbitas. Un ao despus, en ocasin de una nueva visita del arenero, el padre muere en su cuarto de trabajo a consecuencia de una explosin y el abogado Coppelius desaparece de la regin sin dejar rastros.

    Esta terrorfica aparicin de sus aos infantiles, el estudiante Nataniel la cree reconocer en Giuseppe Coppola, un ptico ambulante italiano que en la ciudad universitaria donde se halla viene a ofrecerle unos barmetros, y que ante su negativa exclama en su jerga: Eh! Nienti barometri, ni ente barometri! --ma tengo tambene bello oco ... bello occ. El horror del estudiante se desvanece al advertir que los ojos ofrecidos no son sino inofensivas gafas; compra a Coppola un catalejo de bolsillo y con su ayuda escudria la casa vecina del profesor Spalanzani. lograPdo ver a la hija de ste, la bella pero misteriosamente silenciosa e inmvil O limpia. Al punto se enamora de ella, tan perdidamente que olvida a su sagaz y sensata novia. Pero Olimpia no es ms que una mueca automtica cuyo mecanismo es obra de Spalanzani y a la cual Coppola -el arenero-ha provisto de ojos. El estudiante acude en el instante en que ambos creadores se disputan su obra; el ptico se lleva la mueca de madera, privada de ojos, y el mecnico, Spalanzani, recoge del suelo los ensangrentados ojos de Olimpia, arrojndoselos a Nataniel y exclamando que es a l a quien Coppola se los ha robado. Nataniel cae en una nueva crisis de locura y, en su delirio, el recuerdo de la muerte del padre se junta con esta nueva impresin: Uh, uh, uh! Rueda de fuego. rueda de fuego! Gira, rueda de fuego! Lindo, lindo! Muequita de madera, uh! ... Hermosa muequita de madera, baila ... baila ... ! Con estas exclamaciones se precipita sobre el supuesto padre de Olimpia y trata de estrangularlo.

    Restablecido de su larga y grave enfermedad, Nataniel parece estar por fin curado. Anhela casarse con su novia, a quien ha vuelto a encontrar. Cierto da recorren juntos la ciudad, en cuya plaza principal la alta torre del ayuntamiento proyecta su sombra gigantesca. La joven propone a su novio subir a la torre, mientras el hermano de ella, que los acompaa, los aguardar en la plaza. Desde la altura, la atencin de Clara es atrada por un personaje singular que avanza por la calle. Nataniel lo examina a travs del anteojo de Coppola, que acaba de hallar en su bolsillo, y al punto es posedo nuevamente por la demencia, tratando de precipitar a la joven al abismo y gritando: Baila, baila, muequita de madera! El hermano, atrado por los gritos de la joven, la salva y la hace descender a toda prisa. Arriba, el posedo corre de un lado para otro, exclamando: Gira, rueda de fuego, gira!, palabras cuyo origen conocemos perfectamente. Entre la gente aglomerada en la plaza se destaca el abogado Coppelius, que acaba de aparecer nuevamente. Hemos de suponer que su visin es lo que ha desencadenado la locura en Nataniel. Quieren subir para dominar al demente, pero Coppelius 1467 dice, riendo: Esperad, pues ya bajar solo. Nataniel se detiene de pronto, advierte a Coppelius, y se precipita por sobre la balaustrada

    1467 Respecto a la etimologa de este nombre pro micos en cuyo curso muere el padre; coppo '""cavidad pi o: Cnppe/la =crisol (recurdese los experimentos qu- orbitaria (segn una observacin de la seora de Rank).

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    con un grito agudo: S! Bello oco, bello oco! Helo all, tendido sobre el pavimento, su cabeza destrozada . . . . pero el hombre de la arena ha desaparecido en la multitud.

    Esta breve resea no deja lugar a ninguna duda: el sentimiento de lo siniestro es inherente a la figura del arenero, es decir, a la idea de ser privado de los ojos, y nada tiene que hacer aqu una incertidumbre intelectual en el sentido en que Jentsch la concibe. La duda en cuanto al carcter animado o inanimado, aceptable en lo que a la mueca Olimpia se refiere, ni siquiera puede considerarse frente a este ejemplo, mucho ms significativo, de lo siniestro. Es verdad que el poeta provoca en nosotros al principio una especie de incertidumbre, al no dejarnos adivinar --seguramente con intencin-- si se propone conducirnos al mundo real o a un mundo fantstico, producto de su arbitrio. Desde luego, tiene el derecho de hacer una cosa o la otra, y si elegir por escenario de su narracin, pongamos por caso, un mundo en que se muevan espectros, demonios y fantasmas --como Shakespeare lo hace en Hamlet, en Macbeth y, en otro sentido, en La tempestad y El sueo de una noche de verano-- entonces habremos de someternos al poeta, aceptando como realidad ese mundo de su imaginacin, todo el tiempo que nos abandonemos a su historia. Pero en el transcurso del cuento de Hoffmann se disipa esa duda y nos damos cuenta de que el poeta quiere hacernos mirar a nosotros mismos a travs del diablico anteojo del ptico, o que quiz tambin l mismo en persona haya mirado por uno de esos instrumentos. El final del cuento nos demuestra a todas luces que el ptico Coppola es, en efecto, el abogado Coppelius, y en consecuencia, tambin el hombre de la arena.

    Ya no se trata aqu de una incertidumbre intelectual: sabemos ahora que no se pretendi presentarnos los delirios de un demente, tras los cuales nosotros, con nuestra superioridad racional, habramos de reconocer el verdadero estado de cosas; pero esta revelacin no reduce en lo ms mnimo la impresin de lo siniestro. De modo que la incertidumbre intelectual en nada nos facilita la comprensin de tan siniestro efecto.

    En cambio, la experiencia psicoanaltico nos recuerda que herirse los ojos o perder la vista es un motivo de terrible angustia infantil. Este temor persiste en muchos adultos, a quienes ninguna mutilacin espanta tanto como la de los ojos. Acaso no se tiene la costumbre de decir que se cuida algo como un ojo de la cara?*. El estudio de los sueos, de las fantasas y de los mitos nos ensea, adems, que el temor por la prdida de los ojos, el miedo a quedar ciego, es un sustituto frecuente de la angustia de castracin. Tambin el castigo que se impone Edipo, el mtico criminal, al enceguecerse, no es ms que una castracin atenuada, pena sta que de acuerdo con la ley del talin sera la nica adecuada a su crimen. Colocndose en un punto de vista racionalista, podra tratarse de negar que el temor por los ojos est relacionado con la angustia de castracin: se encontrar entonces perfectamente comprensible que un rgano tan precioso como el ojo sea protegido con una ansiedad correspondiente, ya hasta se podr afirmar que tampoco tras la angustia de castracin se esconde ningn secreto profundo, ninguna significacin distinta de la mutilacin en s. Pero con ello no se toma en cuenta la sustitucin mutua entre el ojo y el miembro

    Correspondera en castellano a: querer a alguien como la nia de los ojos)), o a alguna otra de las locuciones con ojos, quiz ms numerosas en nuestra lengua que en la alemana. (N. del T.)

  • S 1 G ,tt 1' ,-; f) F N F U /J O B R A S C O M P L E T A S

    viril. manifestada en sueos, fantasas y mitos, ni se lograr desvirtuar la impre" sin de que precisamente la amenaza de perder el rgano sexual de':pierta un sentimiento particularmente intenso y enigmtico, sentimiento que luego re, percute tambin en las representaciones de la prdida de otros rganos. Todas nuestras dudas desaparecen cuando, al analizar a los neurticos, nos enteramos de las particularidades de este complejo de castracin y del inmenso papel que desempea en la vida p'quica.

    Tampoco aconsejara a ningn adversario del psicoanlisis que adujera justamente el cuento del arenero, de Hoffmann, para afirmar que el temor por los ojos sera independiente del complejo de castracin. Pues si as fuera, por qu aparece aqu la angustia por los ojos ntimamente relacionada con la muerte del padre? Por qu el arenero retorna cada vez como aguafiestas del amor? Primero separa al desgraciado estudiante de su novia y del hermano de sta, su mejor amigo; luego destruye su segundo objeto de amor, la bella mueca O limpia; finalmente lo impulsa al suicidio, justamente antes de su feliz unin con Clara, a la que acaba de encontrar de nuevo. Estos elementos del cuento, como otros muchos, parecen arbitrarios y carentes de sentido si se rechaza la vinculacin entre el temor por los ojos y la castracin, pero en cambio se tornan plenos de significacin en cuanto, en lugar del arenero, se coloca al temido pa, dre, a quien se atribuye el propsito de la castracin 1468.

    As, nos atreveremos a referir el carcter siniestro del arenero al complejo de castracin infantil. Pero la mera idea de que semejante factor infantil haya podido engendrar este sentimiento nos incita a buscar una derivacin anloga que sea aplicable a otros ejemplos de lo siniestro. En el arenero aparece an el tema de la mueca aparentemente viva, que Jentsch sealaba. Segn este

    14R En efecto, la elaboracin imaginativa del poeta no ha llegado a confundir y desordenar los elementos del tema en medida tal que no se pueda restablecer su primitiva disposicin. En los recuerdos de infancia, el padre y Coppelius representan los dos elementos antagnicos de la imago paterna, descompuesta por la amhivalencia, uno de ellos amenaza con la ceguera (castracin), y el otro, el padre bueno, implora la salvacin de Jos ojos del nio. La parte del complejo ms intensamente reprimida -- el deseo de muerte contra el padre malo-- se encuentra representada en la muerte del padre bueno, achacada a Coppelius. A esta pareja paterna corresponden, en el curso ulterior de la vida del estudiante, el profesor Spalanzani y el ptico Coppola: el profesor, en calidad de tal, es ya una figura paterna; Coppola adquiere esta significacin al reconocerse su identidad con el abogado Coppelius. As como ambos laboraron una vez juntos en el misterioso brasero, as tambin construyen ahora, juntos, la mueca O limpia; el profesor tambin es designado como padre de Olimpia. Este doble parentesco demuestra que ambos son mitades de la imago paterna: es decir: tanto el mecnico como el ptico son el padre de Olimpia tanto como de Nataniel. En la angustiosa escena de la infancia, Coppelius, luego de renunciar al enceguecimiento del nio, le haba destornillado a manera de experimento los brazos y las piernas, tratndolo, pues, corno un mecnico a su mueco. Este rasgo enigmtico, que est en completo desacuerdo con la representacin del arenero)), plantea un nuevo equivalente de la castracin; adems, seala la identidad ntima de Coppelius con su antagonista futuro, el mecnico Spalanzani, y

    nos conduce mevitablemcnte a la interpretacin de Olimpia. Esta mueca automtica no puede ser sino la materializacin de la actitud .femenina de Nataniel frente a su padn', en la temprana infancia. Sus padres - Spalanzani y Coppola no son ms que nuevas versiones, reencarnaciones de la pareja paterna de Nataniel; la exclamacin de Spalanzani (incomprensible de otro modo), segn la cual el ptico habra robado los ojos a Nataniel (vase ms arriba) para colocrselos a la mueca, adquiere as importancia como prueba de la identidad entre Olimpia y Nataniel. Oiirnpia es, por decirlo as, un complejo de Nataniei separado de ste, que se le enfrenta como persona; el dominio de este complejo sobre su sujeto queda expresado en el amor por 0/irnpia, absurdamente obsesivo. Tenernos el derecho de llamar narcisistm'f a este amor y comprenderemos perfectamente que su vctima ha de alejarse del objeto amoroso reaL Por otra parte, la exactitud psicolgica de la inhibicin afectiva frente a la mujer que aqueja a este joven fijado al padre por el complejo di' castracin, queda demostrada por numerosos anlisis de neurticos cuyas historias, aunque menos fantsticas, son tan tristes como la del estudiante Nataniel.

    E. T. A. Hoffmann fue el hijo de un matrimonio desgraciado. Cuando contaba tres aos, el padre se separ de su pequea familia y jams volvi a ella. De acuerdo con los datos que E. Grisebach recoge en su introduccin biogrfica a las obras de Hoffmann, la relacin con el padre siempre fue uno de los puntos ms sensibles en la vida afectiva del poeta.

  • (} S N E S T R ()

    autor, la Circunstancia de que se despierte una incertidumbre intelectual respecto al carcter animado o inanimado de algo, o bien la de que un objeto privado de vida adopte una apariencia muy cercana a la misma, son sumamente favorables para la produccin de sentimientos de lo siniestro. Pero con las muecas nos hemos acercado bastante a la infancia. Recordaremos que el nio, en sus primeros aios de juego, no suele trazar un lmile muy preciso entre las cosas vivientes y los obietos inanimados, y que gusta tratar a su mueca como si fuera de carne y hueso. Hasta llegamos a or ocasionalmente, por boca de una paciente, que todava a la edad de ocho aos estaba convencida de que si mirase a sus muecas de una manera particularmente penetrante, stas adquiriran vida. As, el factor infantil tambin aqu puede ser demostrado con facilidad, pero, cosa extraa: en el caso del arenero se trataba de la reanimacin de una vieja angustia infantil; frente a la mueca viviente, en cambio, ya no hablamos de angustia: el nio no sinti miedo ante la idea de ver viva a su mueca, y quiz hasta lo haya deseado. De modo que en este caso la fuente del sentimiento de lo siniestro no se encontrara en una angustia infantil, sino en un deseo, o quiz tan slo en una creencia infantil. He aqu algo que parece contradictorio, pero es posible que slo se trate de una multiplicidad de manifestaciones que ms adelante pueda facilitar nuestra comprensin.

    E. T. A . Hoffmann es el maestro sin par de lo siniestro en la literatura. Su novela Los elixires del Diablo presenta todo un conjunto de temas a los cuales se podra atribuir el efecto siniestro de la narracin. El argumento de la novela es demasiado rico y entreverado como para que se pueda intentar referirlo en una resea. Al final del libro, cuando las convenciones sobre las cuales se fundaba la accin y que hasta entonces haban sido disimuladas al lector, le son finalmente comunicadas, he aqu que ste no queda informado, sino por el contrario completamente confundido. El poeta ha acumulado demasiados efectos semejantes; la impresin que produce el conjunto no sufre por ello, pero s nuestra comprensin. Es preciso que nos conformemos con seleccionar, entre estos temas que evocan un efecto siniestro, los ms destacados, a fin de investigar si tambin para ellos es posible hallar un origen en fuentes infantiles. Nos hallamos as, ante todo, con el tema del doble o del otro yo, en todas sus variaciones y desarrollos, es decir: con la aparicin de personas que a causa de su figura igual deben ser consideradas idnticas; con el acrecentamiento de esta relacin mediante la transmisin de los procesos anmicos de una persona a su doble --lo que nosotros llamaramos telepata--, de modo que uno participa en lo que el otro sabe, piensa y experimenta; con la identificacin de una persona con otra, de suerte que pierde el dominio sobre su propio yo y coloca el yo ajeno en lugar del propio, o sea: desdoblamiento del vo, partic1n del yo, sustitucin del ro; finalmente con el constanre retorno de lo semejante, con la repeticin de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, actos criminales, aun de los mismos nombres en varias generaciones suc!'sas.

    El tema del doble ha sido investigado minuciosamente, bajo este mismo ttulo, en un trabajo de O. Rank 1469. Este autor estudia las relaciones entre el doble y la imagen en el espejo o la sombra, los genios tutelares. las doctrinas animistas y el temor ante la muerte. Pero tambin echa viva luz sobre la sorprendente evolucin de este tema. En efecto, el doble fue primilivamente una

    1469 O. Rank. Der Doppe/gimger (El (doble), !mago. tomo III. 1914

  • c4Y4 S 1 (, .\1 [ V fJ F R E U D () 8 R A S C O M P L E T A S

    medida de sef{uridad contra la destruccin del yo, un enrgico ments a la omnipotencia de la muerte (0. Rank), y probablemente haya sido el alma inmortal el primer doble de nuestro cuerpo. La creacin de semejante desdoblamiento. destinado a conjurar la aniquilacin, tiene su parangn en un modismo expresivo del lenguaje onrico, consistente en representar la castracin por la duplicacin o multiplicacin del smbolo genital. En la cultura de los viejos egipcios esa tendencia compele a los artistas a modelar la imagen del muerto con una sustancia duradera. Pero estas representaciones surgieron en el terreno de la egofilia ilimitada, del narcisismo primitivo que domina el alma del nio tanto como la del hombre primitivo, y slo al superarse esta fase se modifica el signo algebraico del doble: de un asegurador de la supervivencia se convierte en un siniestro mensajero de la muerte.

    Pero la idea del doble no desaparece necesariamente con este protonarcisismo original, pues es posible que adquiera nuevos contenidos en las fases ulteriores de la evolucin del yo. En ste se desarrolla paulatinamente una instancia particular que se opone al resto del yo, que sirve a la autoobservacin y a la autocrtica, que cumple la funcin de censura psquica, y que nuestra consciencia conoce como conciencia *. En el caso patolgico del delirio de referencia, esta instancia es aislada, separada del yo, hacindose perceptible para el mdico. La existencia de semejante instancia susceptible de tratar al resto del yo como si fuera un objeto, o sea la posibilidad de que el hombre sea capaz de autoobservacin, permite que la vieja representacin del doble adquiera un nuevo contenido y que se le atribuya una serie de elementos: en primer lugar, todo aquello que la autocrtica considera perteneciente al superado narcisismo de los tiempos primitivos 1470

    Pero no slo este contenido ofensivo para la crtica yoica puede ser incorporado al doble, sino tambin todas las posibilidades de nuestra existencia que no han hallado realizacin y que la imaginacin no se resigna a abandonar, todas las aspiraciones del yo que no pudieron cumplirse a causa de adversas circunstancias exteriores, as como todas las decisiones volitivas coartadas que han producido la ilusin del libre albedro 147 1

    Pero una vez expuesta de este modo la motivacin manifiesta del doble, henos aqu obligados a confesarnos que nada de lo que hemos dicho basta para explicarnos el extraordinario grado del carcter siniestro que es propio de esa figura. Por otra parte, nuestro conocimiento de los procesos psquicos patolgicos nos permite agregar que nada hay en este contenido que alcance a dar razn de la tendencia defensiva que proyecta al doble fuera del yo, cual una

    * Ningn pasaje mejor que ste para demostrar la necesidad de introducir el precario neologismo consciencia. Corresponde al alemn Bewusstsein y, con sus derivados consciente)), conscientizan), conscientizad)), se refiere a la anttesis dinmica conscienteinconsciente (sistema cs-ics). Conciencia, equivalente al alemn Gewissen, ha de quedar reservado para designar una de las funciones de la instancia censuradora en el supery (concepto topogrfico). Respecto a otras innovaciones terminolgicas imprescindibles, consltese el prlogo de este tomo y el glosario del XXII. !N. del T.)

    1470 A mi modo de ver, cuando los poetas se lamentan de que en la entraa humana moran dos almas, y cuando los psiclogos populares hablan de la esci-

    s1n del yo en el hombre, piensan en esta divisin -materia de la psicologa del yo- entre la instancia

    crtica y el yo residual, y no aluden al antagonismo -descubierto por el psicoanlisis- entre el yo y lo inconsciente reprimido. Sin embargo, la diferencia entre ambos fenmenos es borrada por el hecho de que entre los elementos reprobados por la crtica yoica se encuentran, ante todo, los derivados de lo reprimido.

    1471 En la obra de H. H. Ewers, Der Student von Prag (El estudiante de Praga), que sirve de punto de partida al estudio de Rank sobre el dobleH, el hroe ha prometido a su novia que no matar a su adversario en el duelo. Dirigindose al lugar en el cual debe efectuarse el lance, se encuentra con el doble)), que le comunica que acaba de dar cuenta de su rival

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    cosa exrraiia. El carcter siniestro slo puede obedecer a que el doble es una formacin perrenecienre a las pocas psquicas primirims y superadas, en las cuales sin duda rena un sentido menos hosril. El doble se ha transformado en un espanrajo, as como los dioses se tornan demonios una re:: cadas sus religiones. (Heine, Die Gotter im Exil. Los dioses en el destierro.)

    Aplicando la pauta que nos suministra el tema del doble, es fcil apreciar los otros transtornos del yo que Hoffmann utiliza en sus cuentos. Consisten aqullos en un retorno a determinadas fases de la evolucin del sentimiento yoico, en una regresin a la poca en que el ro an no se haba demarcado netamente frente al mundo exterior y al prjimo. Creo que estos temas contribuyen a dar a los cuentos de Hoffmann su carcter siniestro, aunque no es fcil determinar la parte que les corresponde en la produccin de esa atmsfera.

    El factor de la repeticin de lo semejante quiz no sea aceptado por todos como fuente del sentimiento en cuestin. Segn mis observaciones, en ciertas condiciones y en combinacin con determinadas circunstancias, despierta sin duda la sensacin de lo siniestro, que por otra parte nos recuerda la sensacin de inermidad de muchos estados onricos. Cierto da, al recorrer en una clida tarde de verano las calles desiertas y desconocidas de una pequea ciudad italiana, vine a dar a un barrio sobre cuyo carcter no pude quedar mucho tiempo en duda, pues asomadas a las ventanas de las pequeas casas slo se vean mujeres pintarrajeadas, de modo que me apresur a abandonar la callejuela tomando por el primer atajo. Pero despus de haber errado sin gua durante algn rato, encontrme de pronto en la misma calle, donde ya comenzaba a llamar la atencin; mi apresurada retirada slo tuvo por consecuencia que, despus de un nuevo rodeo, vine a dar all por tercera vez. Mas entonces se apoder de m un sentimiento que slo podra calificar de siniestro, y me alegr cuando, renunciando a mis exploraciones, volv a encontrar la plaza de la cual haba partido. Otras situaciones que tienen en comn con la precedente el retorno involuntario a un mismo lugar, aunque difieran radicalmente en otros elementos, producen, sin embargo, la misma impresin de inermidad y de lo siniestro. Por ejemplo, cuando uno se pierde, sorprendido por la niebla en una montaa boscosa, y pese a todos sus esfuerzos por encontrar un camino marcado o conocido, vuelve varias veces al mismo lugar caracterizado por un aspecto determinado. O bien cuando se yerra por una habitacin desconocida y oscura, buscando la puerta o el interruptor de la luz, y se tropieza en cambio por dcima vez con un mismo mueble; situacin sta que Mark Twain, aunque mediante una grotesca exageracin. pudo dotar de irresistible comicidad.

    Tambin hallamos fcilmente este carcter en otra serie de hechos: slo el factor de la repeticin in volunraria es el que nos hace parecer siniestro lo que en otras circunstancias sera inocente, imponindonos as la idea de lo nefasto, de lo ineludible, donde en otro caso slo habramos hablado de casualidad. As, por ejemplo, seguramente es una vivencia indiferente si en el guardarropas nos dan, al entregar nuestro sombrero, un nmero determinado --digamos, el 62-- o si nos hallamos conque nuestro camarote del barco lleva ese nmero. Pero tal impresin cambia si ambos hechos, indiferentes en s, se aproximan, al punto que el nmero 62 se encuentra varias veces en un mismo da, o si an llega a suceder que cuanto lleva un nmero --direcciones, cuartos de hotel, coches de ferrocarril, etc.-- presenta siempre la misma cifra, por lo menos como elemento parcial. Se considera esto siniestro, y quien no est acorazado

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    contra la supersticin, ser tentado a atribuir un sentido misterioso a este obstinado retorno del mismo nmero, viendo en l, por ejemplo, una alusin a la edad que no ha de sobrevivir. O si, en otro caso, comenzando justamente a estudiar las obras del gran fisilogo H. Hering, se reciben, con pocos das de intervalo y procedentes de distintos pases, cartas de dos personas que llevan ese mismo nombre, mientras que hasta entonces jams se haba estado en relacin con individuos as llamados. Un inteligente investigador trat hace poco de reducir a ciertas leyes los hechos de esta clase, quitndoles as inevitablemente todo carcter siniestr. No me atrevera a decidir si ha tenido xito en su empresa 1472.

    En cuanto a lo siniestro evocado por el retorno de lo semejante y a la manera en que dicho estado de nimo se deriva de la vida psquica infantil, no puedo ms que mencionarlo en este conexo, remitindome en lo restante a una nueva exposicin del tema, en otras relaciones, que ya tengo preparada. Me limito, pues, a sealar que la actividad psquica inconsciente est dominada por un automatismo o impulso de repeticin (repeticin compulsiva) , inherente, con toda probabilidad, a la esencia misma de los instintos, provisto de podero suficiente para sobreponerse al principio del placer; un impulso que confiere a ciertas manifestaciones de la vida psquica un carcter demoniaco, que an se manifiesta con gran nitidez en las tendencias del nio pequeo, y que domina parte del curso que sigue el psicoanlisis del neurtico. Todas nuestras consideraciones precedentes nos disponen para aceptar que se sentir como siniestro cuanto sea susceptible de evocar este impulso de repeticin interior.

    Creo, empero, que ha llegado el momento de abandonar el comentario de estas condiciortes, un tanto diflciles de apreciar, para dedicarnos a la bsqueda de casos indudables de lo siniestro, cuyo anlisis nos permitir decidir definitivamente sobre el valor de nuestra hiptesis.

    En El anillo de Po/crates *, el husped se aparta horrorizado al advertir que todos los deseos del amigo se cumplen al instante, que cada una de sus preocupaciones es disipada sin tardanza por el destino. Su amigo se le ha tornado siniestro. La razn que para ello se da a s mismo --que quien es demasiado feliz debe temer la envidia de las dioses- nos parece demasiado oscura, pues su sentido est velado mitolgicamente. Acudamos por ello a otro ejemplo procedente de un territorio mucho ms sencillo. En la historia clnica de una neurosis obsesiva 147 3 cont que este enfermo haba pasado cierto tiempo en una estacin termal, con gran provecho para su persona, pero tuvo el tino de no atribuir su mejora a las propiedades curativas de las aguas, sino a la ubicacin de su cuarto, contiguo al de una amable enfermera. Al volver por segunda vez a ese establecimiento reclam el mismo cuarto, pero al or que ya haba sido ocupado por un viejo seor, dio libre curso a su disgusto, exclamando: Que se muera de un patats! Dos semanas ms tarde el seor efectivamente sufri un ataque de apopleja, hecho que para mi enfermo fue siniestro. Esta impresin habra sido aun ms intensa si entre su exclamacin y el accidente hubiera mediado un tiempo ms breve, o bien si a mi paciente le hubiesen ocurrido varios epi-

    1472 P. Kammerer, Das Gesetz der Serie (La ley de la serie), Wien, 1 9 1 9.

    Se trata de Polcrates. tirano de Samos, que ha hiendo gozado durante cuarenta aos de una felicidad no interrumpida, quiso conjurar los peligros de tal fortuna arrojando al mar su bien ms precioso : un a n i llo. Pero el sacrificio no fue aceptado, encontrndose

    el anillo en el estmago de un pescado; las presentidas calamidades no tardaron en ocurrir. El autor se refiere sin duda a la poesa de Schiller, en la cual el rey de Egipto aparece como comensal de Pol icratcs. (N. del T. )

    1473 Anlisis de un caso de neurosis obsesiva. (Tomo IV de estas Ohra.r completas. )

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    sodios similares. En efecto, no tuvo dificultad en suministrarme cof'firmaciones semejantes, y no slo l, sino todos los neurticos obsesivos que pude estudiar me narraron vivencias anlogas. De ningn modo se sorprendan al encontrarse regularmente con la persona en la cuaL q uiz por wz primera en mucho tiempo, acababan de pensar ; regularmente suce y manifestaciones anlogas), 2 tomos, Berln, 1 9 1 0 y 1 9 1 1 .

    * Se denomina cm este trmino melanesio (su homnimo latino es numen ) , la concepcin de lo divino como algo indefinible, ubicuo, no personificado, anterior a la adoracin de los dioses concretos. (Segn A. Haggerty Krappe. Mythologie Universelle.) (N. del T.

    147 Vase al respecto el captulo 1 1 1 ( Animismo, magia y omnipotencia de las ideas})) en la obra del autor Totem J' tab, 1 9 1 3 . Se encuentra all el siguiente pasaje : ((Parecera que concedemos carcter 'siniestro a aquellas impresiones que tienden a confirmar la omnipotencia de las ideas y el pensamiento animista en general. mientras que en nuestro juicio racional ya nos hemos alejado de stos)).

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    ltica tiene razn al afirmar que todo a(ecto de un impulso emocional, cualquiera que sea su naturaleza, es convertido por la represin en angustia, entonces es preciso que entre las formas de lo angustioso exista un grupo en el cual se pueda reconocer que esto, lo angustioso, es algo reprimido que retorna. Esta forma de la angustia sera precisamente lo siniestro, siendo entonces indiferente si ya tena en su origen ese carcter angustioso, o si fue portado por otro tono afectivo. En segundo lugar, si sta es realmente la esencia de lo siniestro, entonces comprenderemos que el lenguaje corriente pase insensiblemente de lo Heimlich a su contrario, lo Unheimlich, pues esto ltimo, Jo siniestro, no sera realmente nada nuevo, sino ms bien algo que siempre fue familiar a la vida psquica y que slo se torn extrao mediante el proceso de su represin . Y este vnculo con la represin nos ilumina ahora la definicin de Schelling, segn la cual lo siniestro sera algo que, debiendo haber quedado oculto, se ha manifestado.

    Slo nos resta aplicar el conocimiento que as hemos adquirido a la explicacin de otros ejemplos de lo siniestro.

    Muchas personas consideran siniestro en grado sumo cuanto est relacionado con la muerte, con cadveres, con la aparicin de los muertos, los espritus y los espectros. Hemos visto que varias lenguas modernas ni siquiera pueden reproducir nuestra expresin; ein unheimliches Haus (

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    muerte podramos preguntarnos ms bien dnde ha ido a parar la represin, condicin necesaria para que lo primitivo pueda retornar como algo siniestro. Pero no nos preocupemos : existe, en efecto, en nuestro ejemplo, pues oficialmente las personas que se consideran cultas ya no creen que los d ifuntos puedan aparecer como espritus ; han supeditado su aparicin a condiciones remotas y raramente realizadas, y la actitud afectiva frente al muerto, primitivamente muy equvoca, ambivalente, se ha atenuado en los niveles ms altos de la vida psquica, hasta convertirse en el sent i miento unvoco de la piedad 1 476 .

    Slo ser preciso que agreguemos unos pocos complementos, pues con el animismo, la magia y los encantamientos, la omnipotencia del pensamiento, las actitudes frente a la muerte, las repeticiones no intencionales y el complejo de castracin, casi hemos agotado el conjunto de los factores que transforman lo angustioso en siniestro.

    Tambin puede decirse de un ser viviente que es siniestro cuando se le atribuyen intenciones malvolas . Pero tal circunstancia no basta, pues es preciso agregar que stas, sus intenciones, se realicen para perjudicarnos con la ayuda de fuerzas particulares. El gettatore es un buen ejemplo. Se trata de un siniestro personaje de la supersticin romana que A lbert Schaffer, en su libro lose{ Montfort, ha transformado, con intuicin potica y con profunda inteligencia psicoanaltica, en una figura simptica . Pero estas fuerzas secretas nos llevan de nuevo al terreno del animismo . El presenti miento de tales fuerzas misteriosas es el que hace parecerle a la pa Margarita tan siniestra la figura de M efistfeles :

    Ella sospecha que yo debo ser un gen io Quiz aun el mismo Diablo.

    El carcter s iniestro de la epilepsia y de la demencia tiene idntico origen. El profano ve en el las la manifestacin de fuerzas que no sospechaba en el prj i mo, pero cuya existencia alcanza a presenti r oscuramente en los rincones recnditos de su propia personalidad . Con gran consecuencia --casi correctamente desde el punto de vista psicolgico-- la Edad Media atribua todas estas manifestaciones mrbidas a la influencia de los demonios. Hasta no me asombrara si me enterara de que el psicoanl is is , que se ocupa con la revelacin de tales fuerzas secretas, se convirtiese por ello en algo siniestro a los ojos de muchas gentes . En un caso en que llegu a curar, aunque lentamente, a una joven paraltica desde haca muchos aos, se lo o deci r a la propia madre, largo tiempo despus que se haba restablecido su hija .

    Los miembros separados, una cabeza cortada, una mano desprendida del brazo , como aparece en un cuento de Hauff: pies que danzan solos, como en el mencionado libro de A . Schaffer : son cosas que tienen algo sumamente siniestro, especialmente s i , como en el ltimo ejemplo mencionado, conservan actividad independiente. Ya sabemos que este carcter s iniestro se debe a su relacin con el complejo de castracin. Muchos otorgaran la corona de lo s iniestro a la idea de ser enterrados vivos en estado de catalepsia , pero el psicoanlis is nos ha enseado que esta terrible fantas a slo es la transformacin de otra que en su origen nada tuvo de espantoso, sino que, por el contrario , se apoyaba en cierta voluptuosidad : la fantasa de vivir en el vientre materno .

    * * *

    1 4 76 Vase : E l t a b y la a m bi v a lencia>> . en Totcm y tab. (Tomo V de estas Obras completas . }

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    Aunque en rigor ya se encuentra incluida en nuestras precedentes afirmaciones sobre el animismo y los mecanismos superados del aparato psquico, agregaremos aqu una observacin general que nos parece digna de ser destacada: la de que lo siniestro se da, frecuente y fcilmente, cuando se desvanecen los lmites entre fantasa y realidad ; cuando lo que habamos tenido por fant?.stico aparece ante nosotros como real; cuando un smbolo asume el lugar y la importancia de lo simbolizado, y as sucesivamente. A ello se debe tambin g1 an parte del carcter siniestro que tienen las prcticas de la magia. Lo que en ellas hay de infantil, lo que tambin domina la vida psquica de los neurticos, es la exageracin de la realidad psquica frente a la material, tendencia esta que tambin concierne a la omnipotencia de las ideas. En medio del bloqueo impuesto por la guerra mundial lleg a mis manos un nmero de la revista inglesa Strand, en la cual, entre otras lucubraciones bastante superfluas, hall la historia de una joven pareja que se instala en una vivienda amueblada donde se encuentra una mesa de forma extraa, con cocodrilos tallados en madera. Hacia el anochecer se difunde por la habitacin un hedor insoportable y caracterstico, se tropieza en la oscuridad con alguna cosa, se cree ver algo indefinible que escapa por la escalera: en suma, se trata de hacernos suponer que a causa de la presencia de esa mesa la casa est asolada por fantasmagricos cocodrilos, o que en la oscuridad los monstruos de madera adquieren vida, o que sucede alguna cosa similar . El cuento era bastante tonto, pero el efecto siniestro haba sido logrado magistralmente.

    Para poner broche final a esta serie de ejemplos, aun harto incompleta, mencionaremos una observacin que nos ha suministrado la labor psicoanaltica y que, si no reposa sobre una coincidencia fortuita, nos ofrecer la ms rotunda confirmacin de nuestro concepto sobre lo siniestro. Sucede con frecuencia que hombres neurticos declaran que los genitales femeninos son para ellos un tanto siniestros. Pero esa cosa siniestra es la puerta de entrada a una vieja morada de la criatura humana, al lugar en el cual cada uno de nosotros estuvo alojado alguna vez, la primera vez. Se suele decir jocosamente Liebe ist Heimweh (amor es nostalgia), y cuando alguien suea con una localidad o con un paisaje, pensando en el sueo : esto lo conozco, aqu ya estuve alguna vez, entonces la interpretacin onrica est autorizada a reemplazar ese lugar por los genitales o por el vientre de la madre. De modo que tambin en este caso lo unheimlich es lo que otrora fue heimisch, lo hogareo, lo familiar desde mucho tiempo atrs. El prefijo negativo un->> (in-), antepuesto a esta palabra, es, en cambio, el signo de la represin.

    III

    Al leer las pginas precedentes, seguramente se habrn despertado en el lector dudas que ahora tendrn oportunidad de condensarse y de expresarse.

    Puede ser verdad que lo unheimlich, !o siniestro, sea lo heimlich-heimisch, lo ntimo-hogareo que ha sido reprimido y ha retornado de la represin, y que cuanto es siniestro cumple esta condicin. Pero el enigma de lo siniestro no queda resuelto con esta frmula. Evidentemente, nuestra proposicin no puede ser invertida : no es siniestro todo lo que alude a deseos reprimidos y a formas del pensamiento superadas y pertenecientes a la prehistoria individual y colectiva.

    Tampoco pretendemos ocultar que a casi todos los ejemplos destinados a

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    demostrar nuestra proposicin pueden oponrseles casos anlogos que la contradicen. As, por ejemplo, la mano cortada en el cuento de Hauff, Die Geschichte von der abgehauenen Hand (Historia de la mano cortada), produce por cierto una impresin siniestra, que hemos referido al complejo de castracin. Pero en la narracin de El tesoro de Rhampsenit, de Herdoto, el genial ladrn que la princesa quiere asir de la mano le tiende la mano cortada de su hermano, y creo que otros juzgarn, como yo, que este rasgo no produce impresin siniestra alguna. La inmediata realizacin de los deseos en El anillo de Polcrates nos provoca una impresin tan siniestra como al propio rey de Egipto. Sin embargo, en nuestros cuentos populares abundan las instantneas realizaciones de deseos, y en ningn modo tenemos la impresin de lo siniestro. En el cuento de Los tres deseos, la mujer se deja seducir por la fragancia de una salchicha asada, manifestando que tambin ella deseara comer una. Al punto sta aparece en su plato. Lleno de clera contra la atolondrada mujer, el hombre desea que la salchicha le cuelgue de la nariz. Hela all, colgada de su nariz. Todo eso puede ser impresionante, pero de ningn modo es siniestro. En general, el cuento se coloca abiertamente en el terreno del animismo, de la omnipotencia del pensamiento y de los deseos, pero no podra citar ningn verdadero cuento de hadas donde suceda algo siniestro, Hemos visto que esta impresin es evocada en grado sumo cuando los objetos, imgenes o muecas inanimadas adquieren vida, pero en los cuentos de Andersen viven la vajilla, los muebles, el soldado de plomo, y nada puede estar ms lejos de ser siniestro. Tampoco la animacin de la bella estatua de Pigmalin podr considerarse siniestra.

    Hemos visto que la catalepsia y la resurreccin de los muertos son representaciones siniestras, pero, una vez ms, tales cosas son muy frecuentes en los sueos. Quin osara decir que es siniestro ver cmo, por ejemplo, Blanca Nieves abre los ojos en su atad ? Tambin la resurreccin de los muertos en las historias milagrosas, por ejemplo en las del Nuevo Testamento, evoca sentimientos que nada tienen que ver con lo siniestro. El retorno inesperado de lo idntico, que nos ha producido efectos tan manifiestamente siniestros, da origen en una serie de casos a reacciones muy distintas. Ya hemos citado un ejemplo en el cual sirve para provocar un efecto cmico y podramos acumular mltiples casos similares. Otras veces la repeticin est destinada a reforzar, a subrayar algo, etc. Adems: de dnde procede el carcter siniestro del silencio, de la soledad, de la oscuridad ? Acaso estos factores no indican la intervencin del peligro en la gnesis de lo siniestro, aunque son las mismas condiciones en las cuales vemos que los nios sienten miedo con mayor frecuencia ? Y podremos descartar realmente el factor de la incertidumbre intelectual, despus de haber admitido su importancia para el carcter siniestro de la muerte ?

    Henos aqu, pues, dispuestos a admitir que para provocar el sentimiento de lo siniestro es preciso que intervengan otras condiciones, adems de los factores temticos que hemos postulado. En rigor podra aceptarse que con lo dicho queda agotado el inters psicoanaltico en el problema; que lo restante probablemente requiera ser estudiado desde el punto de vista esttico; pero con ello abriramos la puerta a la duda respecto al valor de nuestro concepto, segn el cual lo unheimlich, lo siniestro, procede de lo heimisch, lo familiar, que ha sido reprimido.

    Una observacin quiz pueda sealarnos el camino para resolver estas incertidumbres. Casi todos los ejemplos que contradicen nuestra hiptesis perte-

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    necen al dominio de la ficcin, de la poesa . Esto nos indicara que debemos d iferenciar lo s iniestro que se vivencia, de lo s iniestro que nicamente se i magina o se conoce por referencias .

    Lo s iniestro vivenciado depende de condiciones mucho ms s imples, pero se da en casos menos numerosos . Yo creo que esta forma de lo siniestro acepta, casi sin excepcin, nuestras tentativas de solucin y puede en cada caso ser reducido a cosas antiguamente famil iares y ahora reprimidas . Sin embargo, tambin aqu es preciso establecer una d istincin i mportante y psicolgicamente significativa, que podr ser i lustrada mejor en ejemplos apropiados.

    Tomemos lo s iniestro que emana de la omnipotencia de las ideas, de la inmediata realizacin de deseos , de las ocultas fuerzas nefastas o del retorno de los muertos . Es i mposible confundir la condicin que en estos casos hace surgir el sentimiento de lo s iniestro . Nosotros mismos -o nuestros antepasados primitivos- hemos aceptado otrora estas tres eventualidades como realidades, estbamos convencidos del carcter real de esos procesos . Hoy ya no creemos en ellas, hemos superado esas maneras de pensar ; pero no nos sentimos muy seguros de nuestras nuevas concepciones, las antiguas creencias sobreviven en nosotros, al acecho de una confirmacin. Por consiguiente, en cuanto sucede algo en esta vida, susceptible de confirmar aquellas viejas convicciones abandonadas, experimentamos la sensacin de lo s iniestro, y es como s i d ijramos : De modo que es posible matar a otro por la s imple fuerza del deseo ; es posible que los muertos s igan viviendo y que reaparezcan en los lugares donde vivieron)}, y as sucesivamente . Quien, por el contrario , haya abandonado absoluta y definitivamente tales convicciones animistas, no ser capaz de experimentar esa forma de lo s iniestro . La ms extraordinaria coincidencia entre un deseo y su realizacin, la ms enigmtica repeticin de hechos anlogos en un mismo lugar o en idntica fecha, las ms engaosas percepciones v isuales y los ruidos ms sospechosos, no lo confundi rn, no despertarn en l un temor que podamos considerar como miedo a lo siniestro)} . De modo que aqu se trata exclusivamente de algo concerniente a la prueba de realidad, de una cuestin de realidad material 1 4 7 7

    Muy otro es lo s iniestro que emana de los complejos infantiles reprimidos, del complejo de castracin, de las fantasas i ntrauterinas, etc . Desde luego, no pueden ser muy frecuentes las vivencias reales susceptibles de despertar este gnero de lo s iniestro, ya que el sentimiento en cuestin, cuando se da en v ivencias reales, suele pertenecer al grupo anterior ; pero para la teora es importante d iferenciar ambas categoras . En lo s iniestro debido a complejos i nfantiles la

    Dado que e l c.l r Y o p u e d o n a r r a r una aventura a n l oga : U n a vez estaba sentado. solo, en u u compart i m ie n t o del coche dormitor io, cuando, a l abr i rse por una sacudida de l tren l a puerta del lavabo con-

    t i g u o , v i entrar a u n seor de cierta edad. envuel to en s u bata y cubierto con s u gorra de v iaje . Supuse q u e se habra e q u i vocado de p u e r t a a l a b a n d o n a r el lavabo q u e daba a dos compart i m ientos, de modo q u e me levant para i nfor m a r l o de s u error, pero me q ued a t n i t o a l reconocer que el i nvasor no era sino mi propia i m agen reflejada en el espejo que l levaba la puerta de c o m u nicac in . An recuerdo que el personaje me haba s i d o profundamente a n t i p t i c o . De modo q u e en l ugar de asustarnos a n t e l a apar ic in del doble, a m bos ---ta n t o M a c h c o m o yo-- n i s i q u i e ra l o habamos reconocido. Pero no ser e l desagrado q u e caus s u presentacin u n resto de a q u e l l a reacci n arcaica, de acuerdo con l a c u a l se perci be a l doble como algo s i n i est ro?

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    cuestin de la realidad material ni siquiera se plantea, apareciendo en su lugar la realidad psquica. Trtase en este caso de la represin efectiva de un contenido psquico y del retorno de lo reprimido, pero no de una simple abolicin de la crl'encia en la realidad di' este contenido. Podramos decir que mientras en un caso ha sido reprimido cierto contenido ideacional, en el otro lo ha sido la creencia en su realidad (material). Pero esta ltima formulacin quiz signifique una aplicacin del trmino represin)) que trasciende sus lmites legtimos. Sera ms correcto si en lo que a este problema se refiere tuvisemos en cuenta una sensible diferencia psicolgica, calificando el estado en que se encuentran las convicciones animistas del hombre civilizado como una superacin ms o menos completa. Nuestra formulacin final sera entonces la siguiente: lo siniestro en las vivencias se da cuando complejos infantiles reprimidos son reanimados por una impresin exterior, o cuando convicciones primitivas superadas parecen hallar una nueva confirmacin. Por fin, nuestra predileccin por las soluciones simples y por las exposiciones claras no ha de impedirnos reconocer que ambas formas de lo siniestro, aqu discernidas, no siempre se presentan netamente separadas en la vivencia. Si se tiene en cuenta que las convicciones primitivas estn ntimamente vinculadas a los complejos infantiles y que en realidad arraigan en ellos, no causar gran asombro ver cmo se confunden sus lmites.

    Lo siniestro en la ficcin en la fantasa, en la obra literaria- merece en efecto un examen separado. Ante todo, sus manifestaciones son mucho ms multiformes que las de lo siniestro vivencia!, pues lo abarca totalmente, amn de otros elementos que no se dan en las condiciones del vivenciar. El contraste entre lo reprimido y lo superado no puede aplicarse, sin profundas modificaciones, a Jo siniestro de la obra potica, pues el dominio de la fantasa presupone que su contenido sea dispensado de la prueba de realidad. Nuestra conclusin, aparentemente paradjica, reza as: mucho de lo que sera siniestro en la vida real no lo es en la poesa ; adems, la ficcin dispone de muchos medios para provocar efectos siniestros que no existen en la vida real.

    Entre las numerosas licencias de que goza el poeta tambin se cuenta la de poder elegir a su arbitrio el mundo de su evocacin, de modo que coincida con nuestra realidad familiar o se aleje en cualquier modo de ella. En todo caso, nosotros lo seguiremos. El mundo de los cuentos de hadas, por ejemplo, abandona desde el principio el terreno de la realidad y toma abiertamente el partido de las convicciones animistas. Realizaciones de deseos, fuerzas secretas, omnipotencia del pensamiento, animacin de lo inanimado, efectos todos muy corrientes en los cuentos, no pueden provocar en ellos una impresin siniestra, pues para que nazca este sentimiento es preciso, como vimos, que el juicio se encuentre en duda respecto a si lo increble, superado, no podra, a la postre, ser posible en la realidad, cuestin sta que desde el principio es decidida por las convenciones que rigen el mundo de los cuentos. De tal manera, el cuento de hadas, fuente de la mayor parte de los ejemplos que contradicen nuestra teora de lo siniestro, ilustra prcticamente el primero de los casos mencionados : en el dominio de la ficcin no son siniestras muchas cosas que lo seran en la vida real. A ste se agregan, en el cuento, otros factores que ms adelante mencionaremos con brevedad.

    El poeta tambin puede haberse creado un mundo que, si bien menos fantstico que el de los cuentos, se aparte, sin embargo, del mundo real, al admitir seres sobrenaturales, demonios o nimas de difuntos. Todo el carcter siniestro

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    que podran tener esas figuras desaparece entonces en la medida en que se extienden las convenciones de esta realidad potica. Las nimas del infierno dantesco o los espectros de Hamlet, Macbeth y Julio Csar, de Shakespeare, pueden ser todo lo truculentos y lgubres que se quiera, pero en el fondo son tan poco siniestros como, por ejemplo, el sereno mundo de los dioses homricos. Adaptamos nuestro j uicio a las condiciones de esta ficticia realidad del poeta, y consideramos a las almas, a los espritus y fantasmas, como si tuvieran en aqulla una existencia no menos justificada que la nuestra en la realidad material . He aqu un nuevo caso en el cual se evita el sentimiento de lo s iniestro .

    M uy distinto es, en cambio , si el poeta aparenta situarse en el terreno de la realidad comn. Adopta entonces todas las condiciones que en la vida real rigen la aparicin de lo siniestro, y cuanto en las vivencias tenga este carcter tambin lo tendr en la ficcin. Pero en este caso el poeta puede exaltar y multiplicar lo s iniestro mucho ms all de lo que es posible en la vida real, haciendo suceder lo que jams o raramente acaecera en la realidad. En cierta manera, nos lib entonces a nuestra supersticin, que habamos credo superada ; nos engaa al prometernos la realidad vulgar, para salirse luego de ella. Reaccionamos ante sus ficciones como lo haramos frente a nuestras propias vivencias ; una vez que nos damos cuenta de la mixtificacin, ya es demasiado tarde , pues el poeta ha logrado su objeto, pero por mi parte afirmo que no ha obtenido un efecto puro. Nos queda un sentimiento de insatisfaccin, una especie de rencor por el engao intentado, sensacin sta que experiment con particular claridad despus de haber ledo el cuento de Schnitzler Die Weissagung (La profeca) y otras producciones del gnero que coquetean con lo milagroso. El literato dispone todava de un recurso que le permite sustraerse a nuestra rebelin y mej orar al mismo tiempo las perspectivas de lograr sus propsitos. Este medio consiste en dej arnos en suspenso, durante largo tiempo, respecto a cules son las convenciones que rigen en el mundo por l adoptado ; o bien en esquivar hasta el fin, con arte y astucia, una explicacin decisiva al respecto. Pero, en todo caso, cmplese aqu la circunstancia anotada de que la ficcin crea nuevas posibilidades de lo siniestro, que no pueden existir en la vida real .

    Estrictamente hablando, todas estas formas diversas slo se observan en aquella categora de lo siniestro que procede de lo superado. Lo siniestro emanado de complejos reprimidos tiene mayor tenacidad y, prescindiendo de una nica condicin, conserva en la poesa todo el carcter siniestro que tena en la vivencia real . La otra forma, la nacida de lo superado, en cambio, presenta este carcter tanto en la realidad como en aquella ficcin que se ubica en el terreno de la realidad material, pero puede perderlo en las realidades ficticias creadas por la imaginacin del poeta.

    Es evidente que las licencias del poeta y, en consecuencia, los privilegios de la ficcin relacionados con la evocacin o la inhibicin del sentimiento de lo siniestro, no han sido agotados en las observaciones que anteceden. Frente a las vivencias reales solemos. adoptar una posicin uniformemente pasiva y nos encontramos sometidos a la influencia de los temas . En cambio , respondemos en una forma particular a la direccin del poeta : mediante el estado emocional en que nos coloca, merced a las expectativas que en nosotros despierta, logra apartar nuestra capacidad afectiva de un tono pasional para llevarla a otro, y muchas veces sabe obtener con un mismo tema muy distintos efectos . Todo esto es conocido desde hace tiempo y seguramente fue considerado detenida-

  • l . () S t S R )

    mente por lo s estticos idneos. Nosotros hemos s ido llevados , ca s i s in quererlo , a este terreno de la investigacin, cediendo al deseo de poner en c laro la contradiccin que frente a nuestra teora de lo siniestro presentan ciertos ejemplos antes mencionados. Por eso volveremos ahora a algunos de stos.

    Nos preguntbamos hace poco por qu la mano cercenada en El tesoro de Rhampsenit no produce la impresin de lo siniestro que despierta La historia de la mano cortada, de Hauff. Ahora que conocemos la mayor tenacidad de lo siniestro emanado de los complejos reprimidos, dicha pregunta nos parece ms plena de significacin. La respuesta puede ser formulada sin dificultades : en la primera de estas narraciones no estamos tan adaptados a las emociones de la princesa, como a la astucia soberana del magistral ladrn . A la princesa seguramente no le habr quedado evitada la sensacin de lo siniestro, y aun consideramos verosmil que haya cado desvanecida ; pero por nuestra parte no sentimos nada siniestro, porque no nos colocamos en su plaza, sino en la del ladrn. Otras circunstancias son las que nos privan de la impresin siniestra en la farsa de N estroy, Der Zerrissene (El andraj oso), cuando el fugi tivo que se tiene por asesino, cada vez que levanta un escoti l ln ve surgi r el supuesto espectro de su vctima, exclamando, desesperado : Pero si yo no mat ms que a uno! A qu viene esta atroz multiplicacin ? Nosotros estamos enterados de las circunstancias anteriores a esta escena y no podemos compartir el error del andrajoso, de modo que cuanto para l es siniestro, slo posee para nosotros irresistible comicidad . Hasta una aparicin verdadera, como la del cuento de Osear Wi lde El espectro de Canterville, pierde todos sus derechos a inspirar por lo menos terror, cuando el poeta se permite la broma de ridiculizarlo y de burlarse de l . Tal es la independencia que en e l mundo de la ficcin puede haber entre el efecto emocional y el asunto elegido . En cuanto a los cuentos de hadas, n i siquiera pretenden despertar sentimientos angustiosos, es decir. siniestros . Cosa que comprendemos perfectamente y que nos lleva a pasar por alto todas las ocasiones en que tal efecto sera quiz posible.

    N ada tenemos que deci r de la soledad, del si lencio y de la oscuridad, salvo que stos son realmente los factores con los cuales se vincula la angustia infanti l , jams extinguida totalmente en la mayora de los seres . La investigacin psicoanaltica se ha ocupado en otra ocasin de este problema.