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RESPONSABLES

Detlef Nolte

Mariana Llanos

Jorge Gordin

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Rut Diamint y Laura Tedesco

La clave sigue siendo el sistema de partidos

Los países latinoamericanos ofrecenuna amplia diversidad de modelos dedemocracia. Tomando como tipo ideal lapoliarquía definida por Robert Dahl,podemos encontrar grandes diferenciasentre los países de la región. Mientrasalgunos casos producen fuertes debatessobre la calidad de la democracia existen-te, encontramos consenso en clasificar aUruguay como una democracia liberalestable y plena. Uruguay es uno de lospaíses con mayor índice de educación dela región y, junto con Chile, es el país demenor percepción de corrupción y con elmenor índice Gini para su distribución delingreso. Asimismo, es un país que ostentarelativa estabilidad en su sistema de parti-dos. En la mayoría de los países de laregión las crisis económicas han tenidoconsecuencias devastadoras para el siste-ma de partidos (Argentina, Ecuador, Vene-zuela y Bolivia), pero en el caso de Uru-guay ha salido casi indemne.

Este sistema político uruguayo pre-senta, no obstante, algunos rasgos deimperfección, por ejemplo, la falta derenovación de su clase política y la ausen-cia de jóvenes y mujeres entre sus dirigen-tes, aunque debemos reconocer que tantoel discurso como las prácticas políticashan sido transformadas. En una región endonde las crisis de representación handiversificado los modelos democráticos,es un desafío académico descubrir cuáleshan sido los procesos históricos que favo-recieron el desarrollo político uruguayoque combina estabilidad, consolidación yestancamiento. Con el fin de analizarestos procesos, estamos llevando a caboun estudio comparativo sobre liderazgo,

renovación y prácticas políticas que anali-za la clase política sudamericana y suimpacto en la calidad democrática. Nues-tra investigación analiza el grado de circu-lación de las élites políticas, el debate ide-ológico y las prácticas políticas en unestudio comparativo que incluye, en unaprimera etapa, Argentina, Ecuador y Uru-guay. El análisis se basa en entrevistas conlegisladores y dirigentes políticos y socia-les realizadas en Quito, Buenos Aires yMontevideo.

Argentina, Ecuador y Uruguay, pese aenfrentar experiencias similares, dieronlugar al surgimiento de experiencias políti-cas diferentes y la dirigencia reaccionó dedistintas maneras con consecuencias diver-sas. En Argentina, la clase política tradi-cional supo gestionar la crisis pero se frag-mentó y el antiguo sistema colapsó. Ecua-dor fue testigo de la desaparición de suantigua clase política y una casi completarenovación partidaria. En Uruguay, la cla-se política tradicional sobrevivió a la crisissin fragmentaciones o desapariciones perodando lugar al triunfo de la coalición decentro izquierda que modificó el biparti-dismo anterior. ¿Cuáles son las razonespor las cuales las clases políticas de estostres países generaron salidas tan diferentesa la crisis? ¿Hay algún criterio que permitaexplicar esas diferencias? En las páginasque siguen presentamos algunas ideas paraintentar entender este dilema.

El rol de los partidos

En Argentina y Ecuador las crisis eco-nómicas de la primera década de los 2000trajeron consigo la deslegitimación de lospartidos políticos y abrieron posibilidadespara una renovación de las élites políticas.Las diferencias entre los dos casos no fue-ron mínimas. En el caso argentino, la pro-funda crisis económica de 2001 ocurrió en Ib

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paralelo con una crisis de representaciónpolítica sintetizada en el eslogan “Que sevayan todos”. Esta crisis de representa-ción no llevó a la implosión del sistema departidos, sino que los partidos tradiciona-les lograron recuperar espacios y otorgarcierta estabilidad al sistema. A pesar delcuestionamiento profundo de las expe-riencias pasadas, la sociedad y su dirigen-cia continuaban apostando por el sistemapartidario para encontrar una salida.

Muchos de los legisladores entrevista-dos en Argentina coincidieron en que elpaís arrastra una profunda crisis de lide-razgo que se profundiza cada vez más porel deterioro de los partidos políticos. Lafragmentación de los partidos impide quese pueda compensar la falta de liderazgocon organizaciones que promueven pro-yectos colectivos. Algunos entrevistadossostuvieron que se debería poder superarel liderazgo individual y promover lide-razgos colectivos como los de la Concer-tación chilena o el Frente Amplio de Uru-guay. Un líder social, actualmente diputa-do nacional, sostuvo que amplios sectoresde la sociedad están buscando un lideraz-go de valores para reemplazar a los lide-razgos de acumulación que imperan a par-tir de las lógicas del clientelismo político.

Los problemas de los partidos políti-cos fueron analizados extensamente, enfa-tizando el vaciamiento ideológico y decontenido que han sufrido. La Unión Cívi-ca Radical y el Partido Justicialista se hanconvertido en agencias electorales y sevan desdibujando sin contenido doctrina-rio. La militancia está atravesada por labúsqueda de beneficios sin construcciónde identidades políticas. Algunos dirigen-tes sostuvieron que los mismos políticosson quienes deterioran a los partidos. Eneste punto es necesario recordar las dife-rencias entre los tres países. Los asamble-ístas ecuatorianos son muy críticos con lospartidos políticos y muy pocos coincidían

en la necesidad de reestructurarlos. Por elcontrario, los uruguayos coinciden en quela fortaleza del sistema de partidos y delos propios partidos políticos es lo queexplica la estabilidad democrática de supaís.

La fragmentación y el colapso de lospartidos surgen cuando estas institucionesno son capaces de transformarse, moder-nizarse o adaptarse frente a cambiosestructurales, coyunturales o a las prefe-rencias del electorado. Un proceso que seha dado de manera más evidente en Uru-guay que en Ecuador o Argentina.

En el país andino, desde mediados dela década de los noventa, se han sucedidoepisodios de convulsión social que hanterminado por pulverizar a los partidospolíticos. Continuando con los vaivenesque se inician con el nuevo siglo, en elaño 2005 una revuelta popular depuso alpresidente Lucio Gutiérrez. Un año des-pués, haciendo campaña en contra de la“vieja política”, llegó al poder RafaelCorrea. Una vez en el poder, Correa ins-taura un proceso de refundación constitu-yente, la llamada “Revolución Ciudada-na”, con el propósito de renovar la políticaterminando con la “partidocracia”, incor-porando nuevos actores (movimientossociales y jóvenes) y mejorando la trans-parencia de las instituciones públicasluchando contra la corrupción. El “que sevayan todos” ecuatoriano ha sido muchomás efectivo que el argentino. En lasentrevistas realizadas en Quito uno de losprincipales problemas mencionados, unay otra vez, fue la falta de movimientospolíticos. Sin embargo, la mayoría de losentrevistados mantenían un fuerte rechazoa los partidos políticos. Uno de ellos fuecontundente: “los partidos políticos ya noexisten”. Uno de los académicos entrevis-tados resumió la historia reciente de lospartidos. Cuando se inicia el procesodemocrático en 1979 se hizo una diferen-

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cia entre tres tipos de partidos: los parti-dos viejos o tradicionales, que teníanmuchos años de existencia, como el con-servador y el socialista; los partidos nue-vos, que se dividían en ideológicos(Izquierda Democrática y DemocraciaPopular) y los populistas (Concentraciónde Fuerzas Populares). Durante la demo-cracia, todos los partidos comienzan aadoptar las prácticas populistas mientrasque los partidos viejos desaparecen. Losnuevos partidos adoptan, además, prácti-cas clientelares con liderazgos fuertes,corporativismo y una visión de corto pla-zo de la política. El mencionado académi-co concluía afirmando que “la crisis de lospartidos tiene que ver en gran medida conla adopción de estas prácticas”.

De acuerdo con la Constitución de2008, todos los partidos tienen que volvera empezar. Para algunos partidos esto pue-de ser una oportunidad pero para otros,aquellos que han ido perdiendo fuerza,popularidad y credibilidad, significa sucasi segura desaparición. Para IzquierdaDemocrática, Unión Demócrata Cristiana,Partido Social Cristiano o DemocraciaPopular las perspectivas no parecen sermuy buenas. Un dirigente sostuvo que lospartidos políticos han sido muy débiles,con escasa penetración en la sociedad, porlo que los electores han podido moversede un partido a otro. Salvo una pequeñaproporción de ecuatorianos, parece noexistir un elector ideológico. Esto es unadiferencia importante con los otros casosde estudio. En Argentina se mantiene unvoto leal y casi cautivo hacia el Peronismoy el Radicalismo, aunque esas organiza-ciones han sufrido desmembraciones yreacomodos. En Uruguay la volatilidad escasi nula. Por el contrario, el Ecuadormuestra una diversidad y volatilidad queha ayudado a algunos partidos a crecerpara años más tarde desaparecer. Un diri-gente expresó que en los mejores momen-

tos de su partido político, el 90 por cientode los electores eran clientelares, estabana la expectativa de un premio o beneficiopor pertenecer y votar al partido. Sólo un10 por ciento podría ser considerado comoelectores ideológicos, lo que explica ladebacle tan rápida y contundente de esepartido.

Una de las afirmaciones más fuertesque se realizaban en las entrevistas enQuito era que el sistema de partidos habíasido muy débil por lo que se desplomaronlas estructuras; existen ciertos líderes,unos más grandes, otros más pequeños,que están deambulando. Esta es la dife-rencia más significativa con Uruguay,donde el sistema de partidos ha sido histó-ricamente estable y ha aumentado su for-taleza desde la caída de la dictadura. Uru-guay sobrellevó la crisis económica de2002 sin desestabilizar el sistema de parti-dos. La permanencia de los partidos polí-ticos aseguró el juego democrático conreglas y principios claros. El reflejo de lapolítica uruguaya muestra una democraciaque funciona donde existe debate, cons-trucción de consensos, políticas de Estado(en contraposición a políticas oficialistas)y un juego transparente de la política.Pero esa permanencia produce también unrelativo estancamiento reconocido porvarios legisladores al sostener que laincorporación de nuevos dirigentes yjóvenes es deficiente. Muchos concedie-ron que no modernizaron su discurso, niadoptaron el uso de nuevas tecnologías yque no tienen herramientas para incorpo-rar a los jóvenes. En ese sentido, se puededecir que, en Uruguay, al igual que enArgentina y Ecuador, la renovación políti-ca fue limitada. La diferencia que separó aUruguay de las turbulencias experimenta-das por Argentina y Ecuador parece estarrelacionada con la fortaleza no sólo de lospartidos políticos sino también del sistemade partidos. La sociedad uruguaya cree en

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sus instituciones, en su sistema normativo,y eso genera expectativas de largo plazoya que las reglas de juego no cambian concada presidente.

La estabilidad uruguaya

En Uruguay, los partidos políticossiguen siendo el espacio de mediación delos conflictos y articulación y canaliza-ción de las demandas sociales, políticas yeconómicas. Los entrevistados en Monte-video recalcaron una y otra vez la fortale-za de los partidos políticos y del sistemade partidos. Los partidos Colorado, Nacio-nal y Frente Amplio actúan como forma-dores de consensos entre organizaciones yasociaciones de base más pequeñas queson clave para la participación ciudadanay la construcción de consensos a través demúltiples canales de negociación. Por lotanto, existe una organización civil muyorganizada y activa políticamente en lacual todos tienen las mismas oportunida-des para acceder a un cargo. Por otra par-te, existe un pluralismo muy marcado quesurge como resultado del equilibrio queexiste entre las distintas fuerzas políticas ydel respeto a la existencia de división depoderes. Los legisladores recalcaban queel sistema político uruguayo no permite niaprueba que el ganador se lleve todo; yque el presidencialismo puede ser consi-derado como de compromiso, con unaautoridad limitada por las reglas y los mis-mos partidos políticos. No sólo se destacala fuerte institucionalidad de los partidos,sino también el alto grado de permanenciade los políticos en sus partidos. La volati-lidad de los electores es un sinsentido, adiferencia de Argentina y Ecuador. Asi-mismo, los entrevistados enfatizaban quelos partidos tienen un grado importante deautonomía respecto de los grupos de inte-rés. Por otra parte, la historia reciente está

signada por la cooperación y el consensoen lugar del enfrentamiento. Las diferen-cias con Argentina y Ecuador saltan a lavista.

En cuanto a la visión sobre liderazgoexisten también importantes contrastes.La mayoría de los entrevistados en Quitoy Buenos Aires hacían referencia a loslíderes como fuertes o débiles en base alpoder que sustentan y concentran. EnUruguay el liderazgo es entendido comouna capacidad positiva, capaz de orientara sus seguidores para la obtención delogros colectivos. Los entrevistados uru-guayos expresaron que la cultura políticanacional entiende que con liderazgos muyfuertes, la renovación se vuelve una trage-dia. Algunos legisladores coincidían endecir que “atrás de los líderes fuertes nocrece el pasto”.

A través de las entrevistas con loslegisladores fuimos percibiendo una cultu-ra política democrática y republicana conuna conciencia muy pronunciada en lasnecesarias limitaciones al poder. Asimis-mo, hubo un concepto que estuvo presenteen casi todas las entrevistas realizadas conpolíticos activos en Montevideo: aprendi-zaje. Los legisladores de todos los partidosenfatizaban el aprendizaje político quefueron realizando a través de sus añoscomo militantes partidarios. Quizás eseaprendizaje explica el cómo y por qué hoyUruguay puede ser gobernado por un anti-guo militante de un grupo revolucionarioarmado sin poner en juego ni la estabilidaddemocrática ni el sistema de partidos.

Este adiestramiento ayudó a la reno-vación del discurso político que tambiénfue impulsada por la creación del FrenteAmplio en 1971 y su acceso al poder. ElFrente Amplio renovó el sistema de parti-dos uruguayo y estructuró el sector decentro izquierda. Si bien es cierto que larenovación no parece ser una de las carac-terísticas más evidentes de este país, tam-

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bién es cierto que pese a la longevidad desus dirigentes la llegada del Frente impri-mió cambios. Por ejemplo, el reclutamien-to del Frente se diferencia de los partidosColorado y Nacional ya que el primerotiene en sus filas una mayor diversidadque incluye ciudadanos de profesionesliberales vinculadas a las ciencias socia-les, asalariados de distintos sectores ydirigentes gremiales. Por lo tanto, el Fren-te promueve una renovación, pero dentrodel sistema de partidos tradicional. ElFrente no llega para romper el sistemasino para sumarse a él. Su llegada al poderamplió la oferta electoral y ofreció unaalternativa al ciudadano uruguayo cuandoen 2002 la crisis económica golpeó alpaís. En 2004 el Frente ganó la presiden-cia con la coalición Encuentro Progresis-ta-Frente Amplio-Nueva Mayoría.

Resumiendo algunas ideas

Creemos que el proceso histórico másimportante de la clase política uruguaya hasido el de aprendizaje. Por un lado, laizquierda se adapta a las transformacionesglobales, especialmente con la tercera olademocratizadora y la caída de la UniónSoviética. Por otro lado, los partidos Colo-rado y Nacional también muestran unacapacidad de respuesta frente a los cam-bios, especialmente con la aparición delFrente Amplio como una alternativa degobierno. Los legisladores coinciden enhaber utilizado los años de la dictadurapara reflexionar y hacer autocrítica. Losantiguos revolucionarios, hoy legisladores,coincidían en que, de la derrota sufrida,surgieron importantes enseñanzas políti-cas. Esta mirada autocrítica y de aprendi-zaje histórico no estuvo presente en lasentrevistas con legisladores argentinos yecuatorianos, donde imperó una miradacortoplacista con una tendencia a encon-

trar siempre las culpas en los opositores.Mientras que la izquierda uruguaya pudoentender que después de la dictadura elciudadano había cambiado y, por lo tanto,los objetivos del Frente se debían adaptar aesos cambios, la Argentina sigue presa delas eternas contradicciones del peronismoy el antiperonismo y los ecuatorianos per-sisten en crear líderes fuertes que concen-tran el poder pero que duran poco tiempo yno crean rutinas institucionales. El presi-dencialismo y la figura paternalista de unlíder como vehículo de cambio parecenestar muy arraigadas en la cultura políticade Argentina y Ecuador. Un asambleístadel país andino lo expresó muy claramen-te: “la historia de los partidos se cuentacon la historia de sus líderes”. El presiden-te Correa repite esa historia.

El debate académico ha enfatizado lainfluencia de las instituciones formales einformales en el desarrollo y la calidad delestado democrático. La cultura políticaparece ser un conjunto de ambigüedades,pero en realidad es parte de las institucio-nes informales que moldean las prácticaspolíticas, es la realidad en la que se desa-rrolla el proceso de liderazgo y las clasespolíticas. Nuestro estudio muestra que lacultura política es una variable decisivaque explica las herramientas con las quelos políticos uruguayos, ecuatorianos yargentinos contaron para enfrentar las cri-sis económicas y políticas de principios deeste siglo. No se puede crear artificial-mente una cultura política, ni trasplantarlade una nación a otra. Pero sí se puedenhacer aprendizajes, tal como sucede enUruguay. Los jóvenes políticos que seestán incorporando actualmente al juegodemocrático tienen la posibilidad deaprender de experiencias recientes y dedistintos escenarios regionales. Uruguaymarca una tendencia y muestra los benefi-cios de una cultura política democrática yrepublicana donde el clientelismo, el cau-

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dillismo y la anulación del oponente polí-tico han sido superados por el diálogo y laconstrucción de consensos en el marco deliderazgos colectivos. En todos los paíseshay dirigentes que apuestan a un cambioen el que se suplante el cortoplacismo, laseducción del electorado y la anulacióndel oponente por reglas de juego másdemocráticas. Hemos encontrado jóvenesque apuestan a un nuevo estilo de hacerpolítica, más responsable ante los ciuda-danos y más comprometidos con el cum-plimiento de las normas. Es posible quepara ellos, aprender de la historia recientey regional los ayude a emprender un cami-no de cambios en el cual la democracia nosea un eslogan sino una práctica cotidiana.

Rut Diamint es profesora de la UniversidadTorcuato Di Tella, Buenos Aires, Argentina.Laura Tedesco es profesora asociada de laUniversidad Autónoma de Madrid y del Institu-to de Empresa. Ambas co-dirigen el proyecto“Liderazgo, renovación política y prácticasdemocráticas en América Latina”. Las autorasagradecen al Open Society Institute de Was-hington DC por el valioso aporte realizadopara llevar a cabo este estudio. Correo electró-nico: [email protected]; [email protected].

Daniel García González/Daniela García Sánchez

Haití o Waslala: en los límitesdel colapso

En enero de 2010, un terremoto de 7grados en la escala de Richter con epicen-tro a 12 km de Puerto Príncipe, la capitalde Haití, dejó sin hogar a un millón depersonas, más cientos de miles de muertosy heridos, causando una de las catástrofeshumanitarias más graves de la historia. El

movimiento sísmico en Haití, como enotros lugares y países del mundo (desdeItalia, pasando por Japón, Costa Rica,México, hasta Nicaragua y otros tantos) esproducto, como es de conocimiento bási-co, de las fallas geológicas y de la libera-ción de energía por el deslizamiento y fro-tamiento de placas tectónicas. Sin embar-go, los daños materiales y las víctimas delterremoto referido son consecuencia de lafalla sociopolítica e histórica que ha mar-cado y recorrido la evolución del pueblohaitiano y del deslizamiento y frotamientoconstante de las relaciones desiguales (lasplacas históricas) desde que asumiera laindependencia como país. Ese desliza-miento y frotamiento inmisericorde, lejosde traducirse en la liberación de energía,obstruye (reprime) el impulso y desplie-gue sostenible de sus ansias (energías) delibertad, de justicia y de dignidad.

Los “nudos gordianos” de la evolu-ción histórica del Estado haitiano desde suindependencia son los factores que expli-can esa especie de “falla estructural, histó-rica” en la que se asientan y deslizan cícli-camente las catástrofes y tragedias de unEstado que se percibe como “fallido” peroque, probablemente, en una aproximaciónde la lente crítica, se le descubre más biencomo imposible e inaceptable para losintereses dominantes del sistema econó-mico y político internacional. La lista deterremotos que pueden ser datados resal-tando algunos acontecimientos de la histo-ria sísmica y sociopolítica haitiana inclu-ye, entre otros: el terremoto de 1751, bajoel control francés; el de 1842, un añoantes de la salida del exilio del generalBoyer (creador de las bases del sistemaagrario actual); los terremotos de 1887 y1904, período durante el cual Haití tuvo22 diferentes jefes de Estado y sólo unofinalizó su gobierno; y el de 1946, doceaños después de la retirada de la ocupa-ción militar de los Estados Unidos.

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Entre un pasado turbulento y un futuroincierto, el presente de Haití, o Waslala, esel ejemplo de un país que se estrella con larealidad en los límites del colapso. “Was-lala” es un nombre indígena que significa“Río de la Plata”. Si bien corresponde aun municipio ubicado en el Atlántico deNicaragua, en la novela de Gioconda Bellies el “paraíso perdido, un lugar legendarioen el que los hombres viven en paz y queparece haberse esfumado dejando tan solola huella sutil de un ideal imposible, unsueño maravilloso grabado en el recuerdode unos pocos”. Los terremotos y tormen-tas, el monocultivo, la guerra, el pago dela deuda, la deforestación y las nuevasdeudas se conjugan dejando un país empo-brecido, desgastado y exangüe. Las ayu-das y la cooperación extranjera hoy tam-bién se organizan para rescatar a Haití.Pero, ¿Puede Haití emanciparse?, ¿es Hai-tí rescatable?, ¿es Haití un “Estado falli-do” o será un “Estado imposible”?

El futuro antes del colapso

Subirse al “tren del desarrollo” es unahazaña para cualquier país del mundo endesarrollo. Más aún cuando la concepcióny los parámetros del proyecto de “desarro-llo” que se persigue deben ajustarse a: (1)un modelo eurocentrista (y/o norteameri-cano), del cual también los países de lasperiferias son coautores; (2) una estructu-ra (el “motor de ese tren”) basada en ladestrucción de la naturaleza y en la explo-tación del trabajo humano; y a esto sesuma que, (3) partimos de países empo-brecidos por dictaduras y élites aristocráti-cas (o castas) que convierten las riquezasextraídas de la tierra y de la gente en supropia fortuna y ganancias personales.

Las corrientes de desarrollo diferentesal neoliberalismo conectadas al pensa-miento crítico latinoamericano (entre

ellas, la teoría de la dependencia, la teolo-gía de la liberación, el neoestructuralismo,y el poscolonialismo), han intentadodesentrañar mitos y concepciones, incor-porando nuevos conceptos y enfoques, yhan propuesto abandonar el modelo expor-tador basado en recursos naturales conpoca transformación y bajos salarios poruno con mayor valor agregado. Para ello,el neoestructuralismo, como un ejemplopromovido por la Comisión Económicapara América Latina (CEPAL) desde 1990hasta la actualidad, confía en la política yen las intervenciones de políticas dirigidasal apoyo de la innovación técnica y la pro-moción de alianzas estratégicas conempresas trasnacionales. Sin embargo,deja sin cuestionar el poder del capitaltrasnacional corporativo y olvida los avan-ces del paradigma centro-periferia respec-to a la conceptualización del desarrollo ysubdesarrollo como un solo proceso deinterrelación dentro de la economía mun-dial (como trataron de explicar las teoríasde la dependencia y el subdesarrollo).

Ya desde los años sesenta los proble-mas estructurales básicos latinoamerica-nos –intercambio desigual, desempleo ydependencia externa– fueron identificadoscon claridad por el modelo desarrollista desustitución de importaciones. Según Pre-bish y la CEPAL, mediante la promocióndel crecimiento de la industria y la agri-cultura nacionales sobre la base de la sus-titución de importaciones, el Estado esti-mularía también la formación de clasessociales modernas. Sin embargo, este mis-mo modelo también mostraba sus propioslímites y era deglutido por las mismaslógicas de los intereses del capitalismodominante de los países industrializados ytecnológicamente más avanzados.

Hoy día, la subordinación comercialque afrontan los países, principalmentelos más pobres, en relación con la institu-cionalidad global (OMC, GATT, acuerdos

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internacionales, el funcionamiento de losmercados y precios internacionales, elpapel de los intermediarios, la competen-cia por atraer inversión externa, los térmi-nos de derecho de propiedad y su efectosobre las decisiones de producción inter-na) limitan las posibilidades de acciónpolítica y económica para contrarrestar lapobreza, las profundas inequidades y eldaño ecológico. Es una paradoja que lospaíses en crisis, particularmente los consi-derados como “Estados fallidos” (statedefault), se vean obligados a incrementarlas exportaciones (y el extractivismo)como su fuente principal de ingresosnecesarios para conseguir los recursosfinancieros para pagar las reformas y lasdeudas. Esto no es nuevo, ya que es posi-ble ver líneas de continuidad y cambio enla lógica de crecimiento y en los modos deapropiarse de la naturaleza bajo regímenescoloniales y neoliberales de dominación;así como entre actuales regímenes de ide-ologías distintas. Violar las reglas comer-ciales y financieras establecidas por estainstitucionalidad podría tener consecuen-cias excesivamente costosas y probable-mente no sería factible.

Por otra parte, queda por demostrarse(si es que esto no se ha demostrado ya)que los impulsos de los modelos “neolibe-ral” y “neoestructuralista” hayan mejora-do la situación, o quizás incluso hayanprofundizado los problemas. Habría quever si hay un modelo de desarrollo capita-lista “alternativo”, que en países o situa-ciones como las de Haití sea siquiera pen-sable como una alternativa con viabilidad.

Haití o la historia de un rescate

En el caso de Haití, un modelo alter-nativo que permita la organización y eldesarrollo social no ha sido viable dentrodel modelo de acumulación ensayado en

su historia. Más aún, la factibilidad de esemodelo de acumulación ha tendido siste-máticamente a recurrir a un modelo socialde alta explotación y marginación de lapoblación haitiana. Si se plantea si Haitíes “rescatable” de “su situación” es por-que de alguna manera se asume que algúnpoder, alguna fuerza poderosa lo tieneatrapado. Y, por otra parte, si en una hipó-tesis se pudieran romper sus cadenas o losvínculos que mantiene al país en tal condi-ción, sería para llevarlo ¿a dónde, a qué“mundo feliz”?

Desde luego, lo primero que habríaque acotar es que no hay fuerzas ciegasque mantengan a Haití o a otro país o pue-blo en una situación tan deplorable. Son,primordialmente, las redes y entresijos deintereses de los poderes económicos ypolíticos, la inercia del sistema de domi-nación social imperante a escala nacionaly, en menor incidencia, a escala interna-cional, los que impiden, no ya el rescatesino simplemente el ejercicio del derechode emancipación del pueblo haitiano.

Haití fue un Estado independiente –en1804, el segundo de América, sólo prece-dido por Estados Unidos– surgido de lasansias de libertad de un pueblo sumido enla esclavitud y, por tanto, con un proyectopolítico y una vocación de servir a laconstrucción y desarrollo de un futurolibre y prometedor para su pueblo y pre-dispuesto a la solidaridad con otros pue-blos. Sin embargo, más pronto que tarde,la conjunción de fuerzas e intereses delpoder económico y político internacional,con sus resabios esclavistas y racistas,fueron fraguando las condiciones paraimpedir la consolidación y el desarrollo deese Estado sirviéndose de los sátrapas y degrupos cooptados de la propia sociedadhaitiana. Ésos son los factores de referen-cia, básicamente enunciados, que ayudana dar una explicación sobre el fondo de lacuestión: la imposibilidad histórica que

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construir y consolidar un Estado –unavoluntad política y un conjunto de instru-mentos institucionales– al servicio deldesarrollo y que, en consecuencia, hoy nohubiese necesidad de plantearse siquierauna “generosa y solidaria” convocatoriapara acudir al rescate de Haití.

¿Acaso cabría considerar “Estado falli-do” o, más bien, exitoso, a aquel Estado-aparato en el que se amparó la dictaduraduvalierista (1957-1986) y que gozó delrespaldo internacional? Hay aquí un ejem-plo de un Estado que ha sido “real y viable”durante varias etapas a lo largo de la histo-ria del “Haití independiente” y que se orga-nizó y funcionó para explotar y sojuzgar alas mayorías empobrecidas, en un procesolento pero inexorable de destrucción y dete-rioro de la condiciones ambientales (bos-que, suelos) y del hábitat urbano y rural,limitando así al extremo la viabilidad de unproyecto de desarrollo sostenible, al menossi no es precedido y sustentado en un pro-yecto político y social regido por otros prin-cipios y valores alejados de los que enmar-can la lógica del sistema de acumulación yde apropiación vigentes desde la proclama-ción de su independencia.

En definitiva, cabe preguntar: ¿qué eslo que se desea rescatar y prohijar?, ¿elEstado de vocación democrática, predis-puesto para estrategias solventes de equi-dad y solidaridad? Cuando el “movimien-to lavalas” catapultaba electoralmente aJean B. Aristide a la presidencia del país(1991), las fuerzas internas y externas sepreparaban social, política y militarmentepara fraguar las condiciones que impidie-sen el impulso y viabilidad de un poderpolítico y de un Estado alternativos parasustentar procesos sociales y económicosmás apegados a los intereses y expectati-vas de las mayorías populares del país.Finalmente, Aristide y el “lavalas” sondesprestigiados y apartados del poder. Seimponía así un proceso de “democracia

controlada” y de un Estado al servicio delos intereses del status quo nacional einternacional, al fin una suerte de “régi-men duvalierista” sin el coste de la “fran-quicia Duvalier”.

Un nuevo paradigma económico-ecológico

La economía global continúa depen-diendo de las actividades extractivistascomo la explotación de minerales, elpetróleo y el monocultivo para la exporta-ción. Estas actividades extractivistas estánacompañadas de profundos impactosnegativos sociales y ambientales en losterritorios, como la creación de enclaves,la fragmentación geográfica y el incre-mento de tensiones o conflictos. La posi-ción extractivista tiene serios límites, puesno considera que la extensión e intensidaddel uso de los sistemas ecológicos tiene untope y no contempla los efectos generadosen el entorno como razones imperativaspara detenerse.

En un momento del siglo XIX, Haitíllegó a producir el 75 por ciento del cafémundial, de cuyos impuestos indirectosderivaban casi enteramente los ingresospúblicos (Terry F. Buss, Haiti in the balan-ce: why foreign aid has failed and whatwe can do about it, Washington D. C.:Brookings Institution Press, 2008). Hoyen día, Haití es en un 60 por ciento rural,situación que está cambiando rápidamentedebido a la migración hacia la capital yotras áreas urbanas en la búsqueda deempleo. Una pequeña élite organizada engrupos familiares controla todas las impor-taciones y exportaciones, el turismo, laconstrucción y la manufactura. La sobre-explotación y la erosión del terreno, con-secuencia de una intensiva y descontrola-da deforestación y la mala gestión públicade los recursos naturales, ha llevado a que

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de las 30 cuencas existentes, 25 se encuen-tran sin cobertura de bosque natural, situa-ción que conduce a repetidas catástrofespor inundación y a la pérdida de vidas. Loanterior, sumado a la escasa infraestructu-ra y a la falta de inversiones sostenidas,ubican al país en la lista de Países PobresAltamente Endeudados (HIPC) en los pro-gramas de la AID y el FMI.

Como en la gran mayoría de los paíseslatinoamericanos, a pesar de los esfuerzosencaminados a diversificar las economíasde las antiguas colonias, por lo generalestas economías y sus Estados siguendependiendo de uno o unos pocos produc-tos primarios que los somete con frecuen-cia a ciclos similares de auge y crisis.Como ha sido estudiado por diversosautores, existen numerosos ejemplos delas acciones políticas y militares que hantenido como causa el abastecimiento derecursos naturales ampliando el espectrodel extractivismo a nivel global. Según loplantea Coronil F. en su libro El Estadomágico: Naturaleza, dinero y modernidaden Venezuela (Caracas: Nueva Sociedad yConsejo de Desarrollo Científico y Huma-nístico de la Universidad Central de Vene-zuela, 2002), en el futuro hablaremos deecopolítica y no de geopolítica, porque loslímites geográficos serán menos impor-tantes que los ecológicos para la defini-ción de áreas de interés y relaciones depoder.

Por ello, la inclusión de la naturalezaen los análisis del desarrollo, y particular-mente del desarrollo del capitalismo, per-mite teorizar y entender la importancia delas colonias para proveer los recursosnaturales, y cómo éstos continúan siendoesenciales para el desarrollo del capitalis-mo y sus instituciones. Como algunosinvestigadores críticos señalan, la socie-dad latinoamericana está atrapada porquela fuente de reproducirse a sí misma esvendiendo recursos naturales.

Viabilidad, factibilidad o Estadoimposible

¿Es factible un modelo capitalistaalternativo basado, por ejemplo, en unequilibrio entre la acumulación social y laprivada? Probablemente técnicamente sílo es, como demuestran algunos ensayosde economía mixta impulsados y desarro-llados en la región (México, Nicaragua).Sin embargo, lo que es más que cuestio-nable es su viabilidad en el marco de laconfrontación política y de intereses eco-nómicos de acumulación global, constre-ñidos por unos límites ecológicos cadavez más restrictivos. Las corrientes depensamiento sociológico y económicoseñaladas anteriormente han dado unaexplicación exhaustiva y certera sobre lainviabilidad y, a la postre, también sobrela no factibilidad de ese modelo alterna-tivo.

Construir un Haití nuevo es factible,pero no viable y no aceptable. Si fueseposible, si fuese viable, ¿por qué no cons-truir una nueva Dominicana, Honduras,Guatemala, etc.? hablando sólo de Améri-ca Latina. Tal vez sería posible y viable unnuevo continente, un nuevo mundo, unanueva utopía? Y esto no es, siquiera, unaopción deseable, por lo demás resultacomo proyecto (proceso) inviable e ina-ceptable. Por eso, las posibilidades desubsistencia de Haití pasan por temas queson frontera de ruptura con las ideologíasde la modernidad y de nuevos paradigmasde desarrollo, los cuales podrían marcarun derrotero distinto para Haití o paraWaslala.

Daniel García González es sociólogo y candi-dato a doctor por la Universidad Nacional deEducación a Distancia (UNED) de España.Actualmente es consultor y asesor en temasmunicipales del gobierno español. Correoelectrónico: [email protected].

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Daniela García Sánchez es economista.Actualmente es investigadora en el InstitutoAlemán de Estudios Globales y Regionales(GIGA), Hamburgo. Correo electrónico: [email protected].

Marcos Cueva Perus

¿Repúblicas imposibles de América?

Este breve artículo muestra que lasIndependencias latinoamericanas no des-montaron los tres grandes pilares de laColonia: la Iglesia, la gran propiedad de latierra y la sacralización del poder comofenómeno colectivo pero encarnado en laomnipotencia de una persona. Se conser-varon así intereses particulares a la vez quegrupales e individuales que imposibilita-ron la realización de ideales republicanos.

I

Cuando luego de las Independencias seformaron las repúblicas latinoamericanas,no podían encontrarse intereses objetivosque las hicieran cuajar sacralizando la“cosa pública”, colocándola por encima depoderes fácticos y subordinando a los inte-reses particulares más heterogéneos. Estosintereses creados podían incluso haberalentado la Independencia por ambiciónsocial y resistencia al afrancesamiento bor-bónico, que buscaba –y por ello se pensabaque los peninsulares desplazaban a los crio-llos– crear un cuerpo de funcionarios leal ala Corona antes que a redes familiares ylocales: un “cuerpo”, en suma, que fueraantecedente de una “cosa pública” que res-pondiera a algo más elevado que las muyterrenales fidelidades privadas. Los Borbo-nes bien pudieron haber tocado cotos de

poder y creado resquemores. En esta pers-pectiva se situó el historiador John Lynch(Las revoluciones hispanoamericanas),aunque para otros el período de los Borbo-nes fue útil a la sobrevivencia de la Corona.

La fuerza de esos intereses se recreócon el triunfo criollo, desde ambicionesmuy personales hasta regionalismos mar-cados. Los Estados nacionales latinoameri-canos en el siglo XIX surgieron tomando ladirección inversa a la de la modernidad: se“feudalizaron” o “medievalizaron”, comoquiera decirse, en vez de afianzar una efec-tiva centralización política, la homogenei-zación del territorio y la integración de unmercado interno entendido como mercadonacional. No había territorios económicosintegrados ni intereses que los representa-ran, capaces de echar a andar Estadosnacionales. En un libro de oportuna apari-ción en México (2010), Elegía criolla,Tomás Pérez Viejo ha hecho notar cuánsorprendente es hablar de que hubo algo asícomo “liberación nacional” donde no exis-tían previamente naciones –en 1810 nisiquiera España era una nación y la Monar-quía católica era a-nacional–. Tampoco estácompletamente probado que el conflictohaya sido exclusivamente entre criollos ypeninsulares, ya que más bien habría sidouna guerra civil entre americanos (¿acasode herederos peleándose en el “vacío depoder”?). Las Independencias latinoameri-canas no provocaron el derrumbe de lamonarquía ni del imperio; ocurrió al revés.

Los Estados nacionales latinoamerica-nos surgieron sin dar pasos objetivoshacia adelante; por el contrario, en vez delos proyectos integradores que excepcio-nalmente llegaron a anhelar los grandespróceres (Bolívar y la Gran Colombia oincluso una integración mayor, Morazán yla unión centroamericana, por ejemplo),se impusieron la atomización y la frag-mentación, en medio de pugnas intestinas;luego entonces, a diferencia de todo Esta-

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do nacional que aspira a serlo verdadera-mente cuando nace, lo que predominó enAmérica Latina fue la dispersión y no launificación, ni económica ni política. UnEstado nacional, si aspira a fortalecerseseguramente debe atemperar los regiona-lismos sin hacerlos desaparecer, mientrasque en América Latina el regionalismo esuno de los poderes fácticos que pronto sehizo notar en los territorios “liberados”.

Por si fuera poco, el único modo deasegurar cierta centralización y que no“gobernara” la anarquía absoluta, en laque se temía además el desbordamientopopular, era recurrir a los poderes fácticoscentralizadores a la mano, el de la Iglesiacatólica ante todo, que eran de origencolonial. Entretanto, como lo ha hechonotar Pérez Viejo, antiguas colonias conun mundo básicamente urbano se ruraliza-ron; lo cierto es que se fue recreando yfortaleciendo en el siglo XIX la hacienda,heredera de la encomienda. La Iglesiacatólica campeó por sus fueros en casitodas partes, con muy pocas excepcionescomo la mexicana, por Juárez y, finalmen-te, por el saldo de la rebelión cristera en lasegunda mitad de los años 20 del siglopasado. La hacienda perduró (también conexcepciones como la mexicana, luego dela Revolución de 1910) y, a muy grandesrasgos, no se modificó la estructura pri-mario-exportadora de los países latinoa-mericanos –que dura hasta hoy–.

II

Pérez Viejo sostiene que lo que estuvoen juego en la Independencia fue ante todola legitimidad del poder, no un problema depertenencia nacional que la Monarquíacatólica desconocía: hasta el siglo XIX seera súbdito de un monarca, no miembro deuna nación. Más allá de los próceres, no fal-tó el sueño de ser un “virrey con ventaja”,

es decir, ni siquiera dependiente de algúnpoder superior (¿un “rey”, entonces?) y,además, sacralizado –casi “canonizado”–por la Iglesia católica local. Con el agra-vante de que la burocracia imperial hastaentonces existente se vino abajo, lo que a lalarga tal vez volvió más fuerte la tentacióndel poder personalizado al extremo en cadapaís naciente. Por lo demás, en dicha buro-cracia se le juraba lealtad al rey. De Iturbidehasta San Martín, pasando por el mismísi-mo Bolívar, la tentación monárquica existióentre los independentistas. Pérez Viejo sos-tiene en su obra que se podría haber tenidonostalgia de la (¿idealizada?) monarquíapatrimonialista habsbúrgica, más que de laborbónica. ¿Acaso el diputado mexicanoLucas Alamán, por ejemplo, no defendíatodavía en 1821 en las Cortes de Cádiz laidea de crear “submonarquías” en Améri-ca? El criollismo aparece así como unasuplantación –más que como la búsquedade un cambio radical– en un momento deun vacío de poder, en el cual los más lealesproclamaron la Independencia… con vivasa Fernando VII. En cierto modo, era la oca-sión para que quienes se sentían ilegítimosse revistieran de legitimidad, lo que se hará“arte” de “gobierno”. Pero, en el fondo, nocambió el modo “personal” de entender elgobierno mismo.

Aunque se haya hablado de “revolu-ciones” de Independencia, a falta de sujetocapaz de encabezar una auténtica transfor-mación de las estructuras socioeconómicasse reprodujeron poderes fácticos de origencolonial, dándole a la “emancipación”–que en realidad no lo fue– un carácter for-mal y un contenido real retrógrado: con laIglesia y la hacienda, las estructuras y lasmentalidades coloniales siguieron actuan-do en un grado alarmante: el Estado nacio-nal fue muchas veces concebido como elfeudo o la “gran hacienda” de una persona,una familia o un grupo (una persona y susallegados, o unas pocas familias), y la muy

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supuesta emancipación nada pudo hacercontra el conservadurismo en las estructu-ras, en muchos casos hasta bien entrado elsiglo XX, y en otros tal vez hasta hoy. Seinstaló así una contradicción que hace quecon frecuencia el Estado nación suene fal-so. Cuando el rey no estaba, no se sabíaqué era la nación, sugiere el trabajo dePérez Viejo sobre el periodo independen-tista: se confundió crear Estados naciona-les con pequeños reinos para tal o cual.Hasta hoy, la vida pública en los paíseslatinoamericanos transcurre entonces conuna movilización mucho mayor en torno auna persona que a un proyecto (de nación,por ejemplo): dicho de otro modo, lo“compartido” tiende a encarnar más enuna figura que en la realización impersonalde una tarea, sea la de la nación misma ode las instituciones. Lo dicho vale para unfenómeno como el populismo, que se diopor moderno, pero en el cual se traslapannación y “feudo” de tal o cual líder “caris-mático”, aunque éste aparezca con investi-dura pública, legítima y legal. Se invoca al“nosotros” y “todos” nacional para ponerlo moderno al servicio de una estructura–política, en este caso del populismo– ina-movible. Ello ocurrió incluso en México,el país que mayor estabilidad institucionaltuvo en el siglo XX, al haber excluido lainjerencia de los estamentos –en particularreligioso y militar– en política: el periodosexenal mexicano suele hasta nuestros díasirse en poner a prueba, por lo menos unaño, las características personales del pre-sidente que llega, y en dos o a veces inclu-so más años de disputa en torno al sucesor;el lapso intermedio en que realmente segobierna es corto.

III

Los próceres de la Independencia noconfiaban demasiado en la posibilidad de

crear en América Latina verdaderas repú-blicas, aunque algunos –“americanistasrepublicanos” como Rocafuerte, Mier,Vidaurre y Varela– se adentraron en estecamino, bajo influencia estadounidense,como ha tratado de demostrarlo RafaelRojas, autor del laureado libro Las repú-blicas de aire (2009). Si bien terminaronpor llamarse repúblicas, los países latinoa-mericanos no llegaron a serlo realmente:la “cosa pública” fue “llevada y traída”por poderes fácticos que no le reconocie-ron ninguna existencia objetiva ni integri-dad. La verdadera República implicabacambios que no se produjeron luego de lasIndependencias y ni siquiera en el sigloXX. Mucho menos se instauraron repúbli-cas laicas, salvo excepciones. No está demás recordar que si algo se opone a lamonarquía, asunto de personas, es la repú-blica, “reino” de instituciones.

Aristóteles consideraba que dos con-diciones eran indispensables para la exis-tencia de la República: la observancia dela ley (no nada más el hecho de tener for-malmente leyes) y la modestia de las for-tunas. Para esta forma de gobierno lomejor era, a juicio de Aristóteles, la media-na propiedad. Nada de esto pudo prospe-rar en América Latina, lugar por excelen-cia del desacato a la ley (lugar, hasta hoy,más violento del mundo) y de la gran con-centración de la propiedad (lugar, tambiénhoy, más desigual del mundo). Puede pen-sarse que ese desacato está en relación conla ignorancia propia de una ausencia decultura cívica, pero Aristóteles tenía otraidea: consideraba en La política que dosclases extremas (los muy pobres y losmuy ricos) son negligentes en el cumpli-miento de sus deberes públicos, pero tam-bién, textualmente, que la extrema opu-lencia impide al hombre someterse a unaautoridad cualquiera. Así pues, concentrarpoder y riqueza se hace para no tener quetratar directamente con “cosas de este

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mundo”, como la ley (o incluso, como lasmás elementales reglas cívicas): no cum-plir no siempre es signo de desidia, sinode “distinción” de quien dispone y ha tras-cendido el límite. No cumplir ni sujetarsea la palabra –porque sujetarse suponesometerse– es ejercer un derecho deexcepción, así sea puramente aparentado.No hay “cosa pública” que funcione don-de el modelo a seguir es la instauracióngeneralizada de derechos de excepción.

IV

El tema de la mortalidad no se abordafácilmente en una región, la latinoameri-cana, en la cual sin embargo se mata bas-tante. En la canción ranchera “Sin fortu-na”, interpretada por el guerrerense mexi-cano Gerardo Reyes, el asunto es sinembargo otro: se le espeta al rico no enten-der que es mortal y que “su tumba es elmismo agujero” –a la letra– que la delpobre. La riqueza le da al rico la idea deque es inmortal, pero ello no puede conse-guirse sin la mediación de relaciones depoder y de un imaginario religioso católi-co –no necesariamente institucionalizado–al servicio del ungido. Las relaciones depoder construidas en torno a tal o cual per-sona tienen una impronta religiosa, y lafidelidad de los “súbditos” hace que seconsidere natural endiosar a la figura conpoderío: esta anulación del grupo frente alpoderío que el mismo grupo ha creado sindarse cuenta (aunque espere favores acambio), es también la colocación de uninterés particular (aun con sus allegadosen círculos concéntricos) por encima de lopúblico. En América Latina lo público nose encuentra amenazado en exclusiva porgrupos: un solo hombre puede llevar a unpaís al despeñadero sin que la sociedad seatreva siquiera a nombrar a quien lo hizo oa marcarle el límite. Hacerse de riquezas

(con frecuencia mal habidas) y de relacio-nes de poder serviles es también buscarser sacralizado e intocable en vida, inmu-ne e impune, pero además trascender y,por extraño que parezca, asegurarse unlugar jerárquico en el “más allá”, con talde ser recordado y no olvidado en el mun-do terrenal futuro, o incluso escribirse unaleyenda.

En el procedimiento de sacralizacióndel poder personal, quien no lo tiene per-cibe que desde el poder se le asigna que esun accidente, la nada de lo innecesariofrente al todo de la figura indispensable,algo que sabe cualquier sicario mexicanoo colombiano, o un pandillero salvadore-ño: la mortalidad pierde cualquier sentidoal no referirse a ninguna comunidad o a ungrupo social que admita cualquier vidairrepetible como necesaria –a lo sumo, elser es irrepetible en la familia–. Caer en elolvido en este mundo y después de estemundo es ser un accidente: es ser neutrali-zado y negado como sujeto y no es enton-ces de extrañar en la Historia latinoameri-cana la pasividad de grandes sectores de lapoblación, cuyo temor tal vez sea entendi-ble: temor no a la muerte, sino a todos losolvidos en una región donde no han sidotan casuales las desapariciones. Con suinvestidura sacra y la compra de la inmor-talidad, el poder personalizado deja entre-tanto de atender la realidad terrenal, a serresuelta por sirvientes que por ignoranciano pueden ir demasiado lejos. He aquí unaclave del inmovilismo de las estructurassocioeconómicas latinoamericanas. Pare-ciera no haber nadie en el espacio de lacosa pública: no hay inscripción humanaen la supuesta República.

V

“Trascender” es “no tener límite”. EnAmérica Latina difícilmente se logra fun-

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dar la República en la verdad de la finitudde quienes la integran y en la superioridadde las instituciones, lo que anheló porejemplo el presidente mexicano PlutarcoElías Calles; éste fue una excepción histó-rica que en su último informe de gobierno,en septiembre de 1928, pidió pasar de unpaís de “un solo hombre” a un país “deinstituciones y leyes”, serenas, augustas,frente a las cuales los individuos no debí-an tener mayor importancia. Tal vez sinquererlo, Calles fue un republicano laico.

Las sociedades latinoamericanas noforman comunidades reales, pese a losdiscursos que se eternizan en un insistente“nosotros”. Si la democracia tiene porobjetivo “producir la humanidad del Hom-bre” (Jean-Luc Nancy, Un pensamientofinito, 2002), no parece sencillo conse-guirlo donde unos están exentos de esahumanidad por haber trascendido lo sim-ple mortal y otros por no ser más que acci-dentes sin derecho a la vida y destinadosal inframundo. No existe “la verdad decada existencia” en un mundo de “singu-lares plurales”, parafraseando a Nancy; escasi imposible la singularización, distintadel derecho de excepción del que gozaquien es “único” porque tiene poder yriqueza. Si la finitud es responsabilidadpor el sentido, “responder de” y “respon-der a”, según Nancy, la trayectoria históri-ca latinoamericana pareciera carecer desentido: trascender es, para el poderoso,no tener que responder de nada, ni a nada.No se “com-parte” (no se parten las singu-laridades), ni la comunidad les presenta asus miembros sus respectivas verdadesmortales: el poderoso cree no estar con-signado a la muerte, sino a la eternidad.En la desigualdad extrema no hay nadiepara “permitirse” producir humanidad: niel opulento, como tal exento de “esascosas”, ni el pobre, que no tiene tiempo“ni para eso”. Donde prolifera el derechode excepción y no hay igualdad, o si la

hay es entre parecidos, no entre semejan-tes (entre semejantes hay un “entre”,mientras que los parecidos se identifican),y donde hay además un abismo entregrandes fortunas y mala fortuna, no se ins-tituye un espacio para la República. Con-cluimos que no hubo Repúblicas de ver-dad en la Historia latinoamericana y quehoy, para serlo, dependen de que se lleguea producir humanidad.

Marcos Cueva Perus es doctor por la Univer-sidad Pierre Mendés-France, Grenoble II,Francia, e investigador titular del Instituto deInvestigaciones Sociales, Universidad Nacio-nal Autónoma de México, México. Actualmen-te trabaja sobre historia de las mentalidadesen América Latina. Correo electrónico: [email protected].

José Carlos Sanabria Arias

La implementación de la política educativa en la escuela San Rafael, la discontinuidad del proceso

En Chile durante la década de los 80se descentralizó el sistema de educaciónpública y transformó la concepción del roldel Estado en la formulación de las políti-cas públicas educativas, con el fin demejorar la educación en el país. En esteproceso, el Estado transfirió las compe-tencias sobre la administración de losestablecimientos educacionales públicos alos municipios, incentivando paralela-mente a los agentes privados a incorporar-se como oferentes de servicios educativos.

El sistema normó un financiamientobasado en la asignación de la subvencióncentral en función del número de alumnosasistentes a clases para que los municipios

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lo administren, y el Ministerio de Educa-ción (MINEDUC) permanece con la atri-bución de definir el currículo, los criteriosde evaluación y promoción de los docen-tes, la norma de subvención, entre otros.En este sentido, los establecimientosdependen administrativamente de un actorpúblico (municipio), mixto (particularessubvencionados) o privado (sostenedoresprivados), y pedagógicamente y financie-ramente del Estado. Esto configura ladenominada “doble dependencia” de laeducación.

La administración y gestión de la polí-tica educativa en las comunas, en muchoscasos, no ha logrado el resultado espera-do, generando un proceso heterogéneo enlas escuelas del país donde se muestrasgrandes desigualdades en términos dedesarrollo institucional, financiero yadministrativo, con fuerte impacto en lacalidad de la educación que reciben losalumnos.

Los resultados han generado un deba-te sobre la importancia que tienen los pro-cesos de gestión en la implementación delas políticas educativas. Este estudio decaso se realiza en el contexto social de unacomuna semiurbana con un sistema edu-cativo pequeño, en el cual se identificanmodos particulares de interacción entrelos principales actores que implementanlas políticas y los programas educativosde la escuelas, y estos modos se considerainfluyen en los resultados de las políticaseducativas. La investigación identificaqué factores subjetivos influyen en la inte-racción de los actores que implementanlas políticas educativas en la escuela SanRafael, de la comuna San Rafael, Provin-cia de Talca, Región del Maule, Chile.Estos factores se han manifestado luegode la decisión comunal de impulsar en laescuela un proceso de cambio y transfor-mación que tiene el propósito de elevar lacalidad de la educación.

El análisis de la implementación de lapolítica educativa en la escuela permiteevidenciar las dificultades que enfrentanlos procesos de implementación de políti-cas públicas, los cuales están influencia-dos por procesos institucionales, históri-cos, contextuales y personales que com-plejizan un proceso que tradicionalmentese ha visto como lineal y procedimental.

Las herramientas analíticas: capital social, habitus, campus eimplementación de políticas públicas

Aproximarse a las dinámicas de ges-tión e implementación de políticas públi-cas, desde un enfoque estructural-relacio-nal del capital social, considerando ele-mentos teóricos como el habitus y campus,permite analizar a los actores y sus estrate-gias en la escuela, al tiempo que contribu-ye a identificar elementos subjetivos-cog-nitivos que no se expresan en números, nien funciones exponenciales, sino que res-ponde a procesos de interpretación, valora-ción e interacción entre sujetos sociales,que inciden e influyen en la gestión eimplementación de las políticas públicas.Este señalamiento confirma la necesidadde utilizar instrumentos analíticos capacesde comprender la complejidad, multiplici-dad y multidimensionalidad del fenómeno.

El capital social, bajo la noción cons-tructivista estructural de Bourdieu, sedefine como la acumulación de recursosque están vinculados a la posesión deredes, institucionalizadas o no, de relacio-nes entre los individuos de mutuo conoci-miento y reconocimiento, es decir, perte-nencia a un grupo (Pierre Bourdieu, Eloficio de científico. Ciencia de la cienciay reflexividad. Barcelona: Anagrama,2003). Las redes sociales, bajo esta pers-pectiva, se constituyen y mantienen a par-tir de las interacciones de sus miembros y

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de los actos de intercambio entre sí, debienes materiales y simbólicos que danlugar, presuponen conocimiento y recono-cimiento mutuo. De igual manera, el cam-po para Bourdieu es “un campo de fuerzasdotado de una estructura, así como uncampo de luchas para conservar o trans-formar ese campo de fuerzas”, lugar don-de los agentes interactúan y se relacionan.Este elemento apunta a clarificar que “lainteracción y relación” de los actores segenera en condiciones de desigualdad, yaque el peso asociado a un actor, que sopor-ta el campo al mismo tiempo que contri-buye a estructurarlo, depende de todos losrestantes actores, de todo el espacio y delas relaciones entre todos.

Por otro lado, habitus se entiendecomo un sistema de disposiciones dura-bles y transferibles (estructuras estructura-das predispuestas a funcionar como estruc-turas estructurantes) que integran lasexperiencias pasadas y funcionan en cadamomento como marco estructurante de laspercepciones, las apreciaciones y lasacciones de los agentes frente a una coyun-tura o acontecimiento y que contribuyen aproducir (Bourdieu 2003).

Las políticas públicas son el conjuntode objetivos, decisiones y acciones quelleva a cabo un gobierno para solucionarlos problemas en un momento determina-do de la sociedad; éstas se abordan comoun proceso cíclico compuesto de fasesinterdependientes: la fase de identifica-ción y definición del problema, la formu-lación de las alternativas de solución, laimplementación de la alternativa seleccio-nada y la evaluación de los resultadosobtenidos. Hay cuatro enfoques básicos,en la fase de implementación de la políti-ca, en esta investigación se adopta elmodelo bottom-up, que pone énfasis enlos procesos de decisión que se toman enlas instancias locales, aquellas que estánmás cerca del ciudadano.

El caso de las redes que apoyan yrechazan la nueva gestión en la escuelade San Rafael

La nueva gestión implementada en laescuela ha provocado diversas reaccionesde los actores involucrados en los progra-mas y las políticas educativas, que semanifiesta en dos posiciones, los queestán a favor (redapoyo) y los que estánen contra (redacontra). Las característicasde cada uno de los grupos o redes que setejen y forman en torno a la aprobación orechazo de la nueva gestión no son inmu-tables ni determinantes, pero al momentode la interacción influyen en la estrategiay postura de los actores en la implementa-ción de la política educativa. En funciónde lo expresado por los actores entrevista-dos, los elementos diferenciadores másimportantes están relacionados con lavisión y formación técnico-pedagógica, elejercicio profesional, la experiencia labo-ral (sistema público y privado), comotambién con la capacidad de los actores entérminos de flexibilidad y adaptabilidad.

Es importante recordar que los “habi-tus” de los actores contienen sus estrate-gias de acción, y es también a través deéstos que buscan transformar la estructurade poder de la escuela, es decir, de su“campus” de acción. Las dos redes (reda-poyo y redacontra) expresan, por un lado,la postura de apoyo a los cambios en laescuela con el nuevo estilo de gestión y,por otro, la que los rechazan. Esta dinámi-ca ha provocado enfrentamientos directose indirectos, señalamientos, boicots, desa-creditación y otras acciones que generanuna situación conflictiva y una estructura-ción bipolar. En este sentido, según Bour-dieu, el campo, en tanto espacio de juego,contribuye a determinar las estrategias delos agentes, es decir, las posibilidades ylas imposibilidades ofrecidas a sus dispo-siciones de capital.

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En este fenómeno también influyenvariables externas. Estas tienen una expre-sión micro-social pero responden a lastensiones macro-sociales de los procesosde modernización del Estado. En específi-co nos referimos a aquéllas que están vin-culadas con los esfuerzos por mejorar lascapacidades de los docentes para enseñary los equipos directivos y administrativoscomo gestores en las escuelas, todo en elmarco de la reforma al sistema educativochileno, que busca mejorar la calidad de laeducación, ya que contrapone modelostécnico- pedagógicos.

Características de las redes formadasen la escuela San Rafael

La redapoyo se manifiesta de múltiplesy diversas maneras. Incluye desde señala-mientos que respaldan los objetivos y losprocesos implementados hasta los que des-valorizan y descalifican a los actores queadoptan la postura de rechazo. La red queaprueba la nueva gestión está conformadapor algunos docentes y directores de áreaseducativas de la escuela, quienes conside-ran que las acciones de la nueva gestiónfortalecerán la educación y tendrá benefi-cios e impactos positivos en los niños, lasfamilias, escuela y comunidad. Uno de losentrevistados señala como muy positivo elobjetivo de constituir a la escuela comouna de la mejores cinco de la región. Sedestaca que el estilo de director se caracte-riza por ser más eficiente, innovador,menos personalista, descentralizador ycompetitivo. En muchos casos esta red sealimenta de experiencias en establecimien-tos educativos privados, que se materializamediante la delegación y atribución, deli-mitada, de actividades y una reformulación“programática” de otras, como es el casode las reuniones entre los profesores y apo-derados (padres de los alumnos).

La redacontra es el grupo de actoresque articula su dotación de capital socialpara bloquear las acciones de la nuevagestión, mediante la desacreditación, boi-cot y expresión de su descontento con lasactividades que se proponen. El grupo semuestra reticente e incluso bloquea losprocesos innovadores que intervienen laestructura tradicional de poder de la escue-la. Estos agentes tienen muchos años deejercicio profesional y, en general, sólohan trabajado en establecimientos públi-cos. Los argumentos de los agentes giranen torno a criticar los procesos de delega-ción de responsabilidades, la falta de pro-fesionalismo, el poco conocimiento sobrela administración pública escolar, el estilode liderazgo y gestión que se propone,dándole el adjetivo de autoritario.

Existe otro grupo de agentes que, apesar de ser pequeño y de encontrarserelativamente al margen de estos dos gru-pos (redapoya y redacontra) y que, deacuerdo con algunos entrevistados, enbuena medida busca cooperar para alcan-zar objetivos educativos planteados en laescuela. En ellos no priman característicasmuy específicas ni definidas, ya que seencuentran tanto agentes con y sin muchaexperiencia laboral, vista en temporalidad(años de servicio) y ámbito de acción(establecimientos públicos o privados).

Las relaciones entre los agentes estáninstitucionalizadas aunque se expresan, engran medida, en el plano de lo informal.No hay estructuras formales, como orga-nizaciones, clubes u otros espacios deinteracción que se forman para expresar elapoyo o rechazo a la nueva gestión. Por elcontrario, las interacciones entre los acto-res: - docentes y “tres cabezas” (Director,Inspector General y Jefe de la UnidadTécnica) se manifiestan en gran medidaen actos simbólicos, relacionales, repre-sentativos (algunos de ellos son: paseos,fiestas, comer juntos a la hora de almuer-

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zo, viajes en las unidades de trasportepúblico, conversaciones en los pasillos,entre otras), así como en el discurso, don-de se identifica el agrado o rechazo haciala nueva gestión.

Los miembros interactúan medianteactos simbólicos y de intercambio, en loscuales refuerzan estos lazos de conoci-miento y reconocimiento. En la escuela,las prácticas identificadas por los entrevis-tados como negativas (autoritarias, con-flictivas, entre otras) o positivas (cambiosen la gestión, delegación de responsabili-dades) refuerzan la posición de algunosactores, en términos de reconocimiento yadhesión hacia la redapoyo o redacontra.

La interacción de los actores en la escuela San Rafael

El análisis de la relación e interacciónde los agentes involucrados en la imple-mentación de las políticas y los programaseducativos en la escuela se realiza en cua-tro dimensiones: 1) docentes-director, 2)las “tres cabezas” (director, jefe de la uni-dad técnica e inspector general), 3) la rela-ción docentes-docentes, y 4) la de losactores en la gestión de la escuela. En lascuatro se identifican interacciones negati-vas y positivas que bloquean o facilitanlas acciones del nuevo director.

La orientación de la nueva gestión ylos procesos impulsados por ésta transfor-maron la estructura de poder en la escuelae incidieron en la pertenencia del agente,sea a la redapoyo o la redacontra, desde lacual se generaron estrategias que bloquea-ron o facilitaron el desarrollo de accionesy actividades de la nueva gestión. Sinembargo, no sólo los elementos de laescuela influyeron (la visión y formacióntécnico pedagógica, la experiencia laboraly los años de ejercicio profesional), sinoque éstos dibujaron, al contextualizarlos

en las enredadas dinámicas y tensionesmacrosociales (políticas nacionales demodernización de la gestión pública, entreotras), un panorama de creciente comple-jidad.

Ante esta dinámica, los resultadosmuestran la necesidad de impulsar un plande gestión para mejorar las interaccionesentre los agentes mediante espacios dediálogo y concertación que permitan solu-cionar los conflictos y las diferencias. Enellos deben primar principios y criteriosque promuevan la participación, el con-senso y la mediación; y que contribuyan aadecuar las políticas al contexto de laescuela, tomando en cuenta la influenciade las dimensiones, el “campus” de laescuela y cada uno de los “habitus” de losagentes.

El discontinuo y sucesivo proceso de implementación de la políticaeducativa

En este sentido, las técnicas y herra-mientas de gestión en la implementaciónde las políticas educativas en la escuelapodrían contribuir, entre otros aspectos, amejorar las interacciones entre los agen-tes, delimitar objetivos institucionales,identificar o crear nuevos estilos de lide-razgo, a configurar equipos operativos,etcétera. Es importante establecer mediosy procesos que consideren los elementossubjetivos presentes en las estrategias delos actores, expresados básicamente en lalucha que, bajo las motivaciones de loshabitus, se pueden generar para transfor-mar el “campus” y la estructura de poder,como también afectar de manera directalas actividades de implementación de laspolíticas.

Los actores rechazan las propuestas degestión diseñadas a nivel nacional desple-gando estrategias tendientes a mantener la

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estabilidad del sistema administrativo,financiero municipal y del sistema educa-tivo local. Tal es el caso de los actores dela redacontra, quienes a través de conduc-tas pragmáticas y utilitarias, manifiestansu rechazo ante los procesos implementa-dos por la nueva gestión y mediante éstostratan de conservar y dar continuidad a lasprácticas que han desarrollado histórica-mente, las que en algunos de los casos,pueden representar beneficios personaleso grupales.

Las estructuras de pensamiento, habi-tus, que orientan las acciones de los acto-res, las mismas que son producto de rela-ciones y contradicciones formadas históri-camente desde la experiencia de losagentes, no pueden quedar fuera de unanálisis de política pública, ni muchomenos ser objeto de acciones que preten-dan “borrarlas” repentinamente. Obviar lainfluencia que éstas tienen para conformary consolidar las acciones y estrategias delos actores puede ser un error fatal en laimplementación de las políticas.

Ante ello, es necesario resaltar lainfluencia que tienen los factores micro-contextuales en la implementación de laspolíticas públicas a nivel micro-local. Noobstante, para futuras políticas habránotros mini-campus (configuraciones yestructuras de poder) construidos y repro-ducidos por otros actores (influidos cadauno por su habitus), los cuales afectaránde manera particular la implementaciónde las políticas y los programas de educa-ción. Lo anterior presenta una herramientaanalítica que se aproxima a la lógica einteracción de los agentes.

Es importante indicar que los instru-mentos de gestión y política amparadosbajos principios democráticos de partici-pación e inclusión y desarrollados enespacios de diálogo, generan la oportuni-dad para contextualizar el proceso deimplementación de las políticas. Estas

acciones deberán trabajarse de maneraparalela al fortalecimiento de capacidadesinstitucionales a niveles regionales, pro-vinciales y comunales de Chile; para que através de éstos, los agentes contribuyan aotras fases del ciclo de las políticas desdelos contextos y las especificidades deestos niveles.

La comprensión de realidades distin-tas a las de comunas urbanas de la regiónmetropolitana en Chile abre el debate entorno al impacto diferencial de los facto-res subjetivos-contextuales y de los pro-cesos macro y micro sociales en las reali-dades regionales del país. Asimismo,invita a reflexionar sobre la brecha queexiste entre el diseño y planificación depolíticas.

En efecto, las políticas y programaseducativos son producto de una visióncentralista del desarrollo que convive conun discurso descentralizador que en lapráctica no se hace evidente y se alimentacon actores que tienen problemas y difi-cultades para asumir responsabilidades.Por otro lado, se considera que los proce-sos de gestión y estrategias son mecánicosy de pasos sucesivos lineales. Esta con-cepción no considera la multiplicidad deelementos y factores que pueden modifi-car las planificaciones previstas.

Los resultados de este estudio confir-man, por un lado, la necesidad de alertar yhacer un llamado a los policy makers paraque consideren instrumentos analíticosque tengan la capacidad de comprender yanalizar los procesos de política públicacomo no lineales, discontinuos, incremen-tales y sucesivos. Por otro lado, este análi-sis muestra que los procesos de imple-mentación están influenciados por estruc-turas macro-sociales y micro-sociales,materializadas y objetivadas en las estra-tegias de los actores que, analizadas bajolos supuestos del “campus” y “habitus” deBourdieu, revelan interesantes reflexiones

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y conclusiones para el análisis de imple-mentación de las políticas públicas.

José Carlos Sanabria Arias es politólogo de laUniversidad Rafael Landívar (Guatemala),con una maestría en gestión y políticas públi-cas por la Universidad de Chile. Actualmentees coordinador del Departamento de Investi-gaciones Sociopolíticas (DISOP) en la Asocia-

ción de Investigación de Estudios Sociales(ASIES), Guatemala. Correo electrónico:[email protected]; [email protected] estudio de caso se elaboró para obtener elgrado de magíster en Gestión y PolíticasPúblicas, del Departamento de IngenieríaIndustrial de la Facultad de Ciencias Físicas yMatemáticas de la Universidad de Chile endiciembre de 2010, con el apoyo del Institutode Investigación y Desarrollo Educacional(IIDE) de la Universidad de Talca.

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