Fogoneros Prensa julio 2010

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    En un contexto de crisis profunda del capita-

    lismo cuyos alcances son todava imprevisi-

    bles en toda su magnitud, su expresin

    global, el imperialismo, ha iniciado una

    nueva ofensiva contra los pueblos del

    mundo, que esta vez incluye a los propios habitantes

    de los paises econmicamente ms poderosos.

    Trabajadores europeos, norteamericanos y asiticos que otrora fue-

    ron beneficiados por laspolticas de lo que llamaron Estado de bien-

    estar implementadas por sus gobiernos capitalistas, ya comenzaron

    a reaccionar ante la ofensiva del gran capital concentrado que les

    resta ingresos, los condena a la desocupacin, les quita conquistas

    sociales y les compromete el futuro mientras les arruina el presente.Algunos ejemplos de esto: en Francia por los ajustes en los ltimos

    meses millones de trabajadores participaron de huelgas y manifes-

    taciones. Ms de 1 milln de italianos pararon durante 4 horas de

    norte a sur y en Madrid pararon tres das los trabajadores de los

    subtes. Grecia y los pases europeos ms afectados son un reguero

    de plvora.

    Grecia, Italia, Espaa, Portugal, entre otros, son los eslabones ms

    dbiles de una burguesa europea que muestra sus colmillosy aban-

    dona la sonrisa mentirosa que intent mantener durante dcadas

    para evitar levantamientos populares en sus propios territorios.

    En Estados Unidos, el rostro ya sin maquillaje del sistema explota-dor causa estragos entre millones de norteamericanos que se des-

    piertan del sueo americano y empiezan a vivir la pesadilla yanqui

    que ya sufrimos desde hace ms de un siglo los pueblos deAmrica

    latina.

    Mientras el presidente Obama encabeza la histrica vocacin ex-

    pansionista de los EEUU y amenaza con desatar, junto a Israel, una

    guerra nuclear en varios lugares del mundo como Irn y Corea del

    Norte, en nuestro continente hay una invasin que comienza a des-

    plegar bases militares, tropas y especialistas en Inteligencia dise-

    minados en torno a los puntos estratgicos en materia de recursos

    naturales y reservas energticas.Los gobiernos claramente alineados con el imperialismo otorgan im-

    punidad a esta nueva modalidad de colonizacin, mientras varios

    gobiernos autoproclamados progresistas alimentan la voracidad de

    sus burguesas nativas.

    Del otro lado, los pueblos ofrecen resistencia. Las FARC-EP y el

    ELN combaten en Colombia sin pausa, enriqueciendo sus fuerzas

    con la cantera inestimable que representa el sindicalismo comba-

    tivo, los estudiantes y los campesinos organizados que defienden

    sus derechos de los atropellos del gobierno y de los paramilitares.

    En Mxico, varias fuerzas guerrilleras mantienen su actividad pol-

    tica y militar contra los partidos del sistema y las herramientas mili-

    tares de la burguesa, y paralelamente se consolidan y germinan

    nuevamente las experiencias de masas como la de Oaxaca; en Hon-

    duras, la resistencia popular se reorganiza despus de haber com-

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    probado, tras el golpe que destituy al liberal Manuel Zelaya, que la

    parodia democrtica termina apenas se vulnera uno solo de los in-

    tereses norteamericanos en la regin. En Bolivia, los trabajadores y

    los campesinos expresan un creciente descontento al ver que no se

    toman las medidas necesarias para terminar con la explotacin que

    desde hace ms de cinco siglos oprime al pueblo. La insurgencia y

    la rebelda activa comienzan a reinstalarse en Per y los campesi-

    nos se levantan una y otra vez a pesar de las masacres cometidas

    contra ellos. En Paraguay, los pobres no se resignan al estado decosas que no cambi en lo sustancial desde que termin el oscuro

    perodo dictatorial del Partido Colorado del general Alfredo Stroess-

    ner, al tiempo que surgen alternativas como el Ejrcito del Pueblo

    Paraguayo (EPP) que eligen combatir y no rendirse. Y as en distin-

    tos puntos del continente, una gran humanidad americana dice basta

    y echa a andar, al tiempo que diversos destacamentos revoluciona-

    rios han decidido retomar la iniciativa perdida tras el retroceso sufrido

    desde la dcada de los 80.

    Esta realidad y esa perspectiva indi-

    can que la cuestin del poder est

    nuevamente a la orden del da en

    Amrica, en la medida en que, por un

    lado, el imperialismo no deja espacios

    para mejorar las condiciones de vida

    de los pueblos por mtodos pacficos

    y por otro en que las fuerzas revolu-

    cionarias nos propongamos avanzar

    en la confrontacin contra el sistema.

    El imperialismo, la burguesa, no so-

    lamente no abandonarn sus privile-

    gios sino que intentan avanzar an

    ms sobre los pueblos para sostener

    sus tasas de ganancia mediante la ex-plotacin y la represin a quienes se

    opongan a sus planes, sea en el plano

    poltico como incluso en el reivindica-

    tivo. La construccin popular ya no se

    limita a un reclamo puntual, justo pero

    insuficiente, sino que es el conjunto del

    sistema lo que se pone en entredicho.

    Es en ese marco donde debe analizarse lo que ocurre en la Ar-

    gentina.

    Cristina Fernndez de Kirchner sigue gobernando en representa-

    cin de las grandes corporaciones locales y extranjeras que obtie-nen ganancias de los que producimos los trabajadores argentinos.

    La deuda externa pagada al da es la otra cara de la moneda de un

    pueblo cada da ms pauperizado que ve morir de hambre y enfer-

    medades curables a sus nios y a sus ancianos. Las secuelas de la

    pobreza extrema como la violencia familiar, el enfrentamiento entre

    pobres, la drogadiccin, el alcoholismo o la falta de educacin son

    rasgos centrales de un rgimen que en estos meses se prepara para

    encarar las campaas electorales en las que se ofrecer al pueblo

    la posibilidad de determinar quin administrar desde 2011 la ex-

    plotacin en Argentina.

    Sueldos que bajan, precios que suben; despidos a mansalva; sa-queo constante de los bienes naturales que pertenecen al pueblo;

    los subsidios millonarios del Estado a las grandes empresas, las

    persecuciones judiciales a los que luchan contra la injusticia, presos

    polticos como Karina Germano, Roberto Martino y Jos Vi-

    llalba, casi seis mil procesados, impunidad por las desapa-

    riciones de Julio Lpez y Luciano Arruga, fusilamientos cotidianos en

    los barrios populares, hechos de sangre como los ocurridos hace

    poco en Bariloche, torturas y represiones diversas; militarizacin de

    las calles y lugares de trabajo; criminalizacin de la protesta y de la

    lucha como la aplicada en Gualeguaych y Andalgal; aumento de

    la represin generalizada; son datos concretos de la realidad que

    padecemos.Ese es el capitalismo que las clases dominantes sostienen en los

    discursos y en los hechos. En ese sentido, oficialismo y oposicin

    electoral cumplen el mismo rol. El populismo y el reformismo siguen

    ejerciendo su papel de frenar la lucha popular, por lo que debemos

    seguir librando contra esas tendencias polticas que actan como

    contenedoras de la lucha de los desposedos y explotados, la ba-

    talla de las ideas que solamente es vlida si est respaldada por la

    batalla de la prctica; por el decir y el

    hacer como un conjunto inseparable y pa-

    ralelo.

    En este contexto, desde abajo suenan las

    voces de la protesta. Las luchas apare-

    cen en todos los rincones de nuestra Pa-

    tria y lo que hace falta para golpear a los

    enemigos de los trabajadores y el pueblo

    es organizacin y profundizacin de la re-

    belda.

    La zanahoria y el garrote que caracteri-

    zaron a las ltimas dcadas fueron des-

    legitimadas por la vida real. Las urnas ya

    se perciben como tachos de basura a

    donde van a parar las legtimas aspira-

    ciones de los argentinos. Y se vislumbracon ms claridad que no alcanza con la

    denuncia de la situacin, sino que hacen

    falta los hechos para cambiarla.

    Construyendo poder popular desde todos

    los frentes de masas; construyendo un

    partido que nuclee a los mejores entre los

    buenos y que encarne y represente la voluntad popular de una vida

    digna para todos; luchando contra el capitalismo, en todos los te-

    rrenos y con los mtodos necesarios sin darle tregua ni respiro: esas

    son las tareas de la hora.

    Las nicas tribunas populares para difundir nuestro descontento ynuestra propuesta de emancipacin social y poltica son las calles,

    los campos, las montaas, las fbricas y todos los lugares de trabajo,

    las universidades y los colegios.

    El socialismo es nuestra propuesta de sociedad. La barbarie capi-

    talista es nuestro enemigo declarado. Y la historia demuestra que los

    enemigos del pueblo no son invulnerables; que pueden ser derrota-

    dos, siempre que seamos capaces de organizarnos y unirnos para

    golpear como un solo puo a los explotadores y a sus criminales a

    sueldo.

    Por todo esto, el desafo sigue vigente:

    Poder Burgus o Poder RevolucionarioNo hay otra alternativa

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    La Universidad de los monopolios

    Histricamente el sistema educativo ha sido y es una he-

    rramienta de las clases dominantes para mantener sus privile-

    gios. Es tambin un espacio de disputa donde se expresa la lucha

    de clases.En Argentina, desde 1995 las Universidades de nuestro

    pas pasaron formalmente a ser parte de la planificacin econ-mica impulsada por los organismos internacionales de crdito e

    instituciones controladas por stos con la aplicacin de la Ley de

    Educacin Superior (LES) , por iniciativa del gobierno peronista

    de Carlos Menem.

    Una frase del documento del BM al respecto es elo-

    cuente, al sealar que el grado de participacin gubernamental en

    la educacin de tercer nivel (universitaria) ha excedido con cre-

    ces lo que se considera econmicamente eficiente.

    Este corto prrafo sintetiza con claridad la poltica apli-

    cada en materia educativa por los pases capitalistas: la educa-

    cin no es un derecho de los pueblos, sino una herramienta

    tcnica (y productora de subjetividad) destinada a servir a los in-

    tereses del capital privado, o lo que es lo mismo, una estructura

    del imperialismo. El objetivo es optimizar la inversin estatal y pri-

    vada para el logro de las metas econmicas del capitalismo glo-

    bal.

    La LES, no es un anda-

    miaje jurdico que empieza y ter-

    mina en si mismo, sino unapoltica encadenada a otros esla-

    bones que comienzan en la edu-

    cacin primaria, sigue en la

    secundaria y terciaria, y culminan

    en la Universidad.

    La exclusin de amplios

    sectores de la poblacin reduce al

    mximo posible la cantidad de es-

    tudiantes que pasan por la es-

    cuela primaria; lo mismo hace con

    la secundaria y deja la terciaria re-ducida a las necesidades tcnicas

    de las empresas y del aparato es-

    tatal capitalista. A su vez, la educacin superior cumple un papel

    fundamental en la generacin de un conocimiento y una forma

    de ver el mundo funcionales a la reproduccin del sistema. Mien-

    tras las carreras como Ingeniera, Biologa, Fsica, Medicina, etc

    cumplen el papel de generacin de nuevas tecnologas, las ca-

    rreras Humansticas tienen un rol importante en la generacin desubjetividad.

    La reduccin de presupuestos educativos (como parte

    de los ajustes dictaminados por los organismos internacionales

    de crdito) incide no solamente en la calidad de la enseanza y

    en la restriccin de hecho al acceso al conocimiento para la ma-

    yora de la poblacin, sino tambin en la calidad de vida de los tra-

    bajadores de la educacin docentes y no docentes- e

    investigadores, a partir de los bajos salarios, la precarizacin la-

    boral y las psimas condiciones de trabajo.

    Sin embargo, esos presupuestos recortados e insufi-

    cientes parecen no encontrar un techo cuando se trata de otor-gar subsidios a los establecimientos educativos privados en todos

    los niveles, sean estos laicos o religiosos.

    En definitiva, el mismo Estado que niega aportes al sis-

    tema educativo pblico, lo distribuye entre las empresas priva-

    das que se dedican abiertamente al negocio de la educacin con

    fines de lucro.

    El grado en que estas polticas educativas han sido im-

    plementadas depende en gran

    parte de la resistencia que el

    pueblo en su conjunto ha des-

    arrollado en todos los niveleseducativos.

    En la Universidad, las

    autoridades, cmplices de las

    polticas gubernamentales, bus-

    can cada vez ms la generacin

    de recursos propios (aranceles,

    venta de servicios, transferencia,

    etc.), justificndose en el ahogo

    presupuestario que sufren las

    Universidades. De esta manera

    avanzan sobre las polticas de

    entrega de la educacin a las

    grandes empresas. As, el es-

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    caso presupuesto se convierte en un arma de la burguesa para

    introducir la Ley de Educacin Superior. Es por ello que la lucha

    por mayor presupuesto ha sido intensa desde hace muchos aos.

    Sin embargo, esta lucha no debe darse sin el cuestionamiento

    del destino de esos fondos exigidos: ms presupuesto para qu

    Universidad? El estudiantado combativo no tiene la tarea de re-

    forzar o mejorar una institucin de la burguesa, sino de cuestio-

    nar y luchar contra ella, dejando en evidencia los intereses a los

    que responde y la necesidad de destruirla para construir sobresus cenizas, la Universidad del Pueblo.

    En la Universidad de hoy, es claro como se avanza en

    polticas que la ponen al servicio de los monopolios: en los pri-

    meros aos el bajo presupuesto excluye a amplios sectores del

    pueblo, por falta de polticas de Bienestar Estudiantil, ingresos

    restrictos, etc., mientras que en los ltimos aos se fomentan las

    pasantas de estudiantes como mano de obra barata para estas

    grandes empresas y los posgrados arancelados, armados exclu-

    sivamente para generar personal calificado en donde la empresa

    lo requiera.

    Asimismo la Universidad Pblica se pone al servicio delas grandes empresas a travs de convenios de investigacin y

    venta de servicios, lo cual es altamente redituable para la em-

    presa, ya que parte de los insumos (infraestructura, material, etc.)

    son costeados por el Estado.

    Los Polos tecnolgicos son un claro ejemplo de asocia-

    cin entre las universidades, los organismos de Ciencia y Tc-

    nica y las empresas privadas, las cuales buscan concentrar los

    recursos cientficos y maximizar las ganancias.

    Esta situacin muestra claramente el contenido de clase

    de la polticas educativas oficiales impuestas por el Estado capi-

    talista local, que a su vez son diseadas a escala mundial por losresortes de poder imperialista.

    Toda esta realidad no es nueva: se trata de la adecua-

    cin de las polticas a las necesidades del capitalismo, prctica

    que desde hace varias dcadas el estudiantado y los trabajado-

    res de la educacin en Argentina vienen resistiendo en la lucha

    contra los recortes presupuestarios, el descenso en la calidad de

    la enseanza, la precariedad edilicia, la falta de recursos y becas,

    el cierre o ausencia de comedores universitarios, la inexistencia

    de boletos estudiantiles, la adecuacin de los planes de estudio,

    las herramientas extorsivas como la CONEAU, y una larga lista

    de medidas que buscan direccionar

    la educacin en funcin de los inte-

    reses del capital privado y el estado

    burgus.

    La educacin como re-

    produccin de ideologa

    Esta poltica educativa

    contiene otro elemento que sirve

    nicamente a los intereses del ca-pitalismo: la reproduccin de ideo-

    loga burguesa entre el

    estudiantado y los trabajadores de la educacin.

    Los valores capitalistas son naturalizados, al

    mismo tiempo que se trata de convencer muchas veces con

    xito- a las diversas lneas de pensamiento poltico que conviven

    en la Universidad acerca de la inevitabilidad de las reglas de

    juego existentes. Esta lnea de accin tiene fronteras amplias que

    llegan a contener incluso a quienes expresan crticas al respecto

    de las cosas. De esta manera, las corrientes decididamente ali-

    neadas con el capitalismo no tienen demasiados problemas endesarrollar sus actividades tendientes a mantener el status quo.

    Existen corrientes o agrupaciones que ceden ante la pro-

    paganda y accin constantes del sistema; sectores que con dis-

    cursos progresistas o incluso de izquierda participan en el

    sostenimiento del rgimen poltico vigente tanto a nivel universi-

    tario como general.

    Esa poltica de cambiar algunas cosas para no cambiar

    nada es una prctica extendida que est basada en el populismo

    y en el reformismo, dos de los grandes enemigos del cambio re-

    volucionario, y constituye un obstculo para la construccin re-

    volucionaria en la Universidad. El autonomismo, que basa suconstruccin en la negacin del Poder y en prcticas antiparti-

    distas, tambin resulta sumamente daino.

    Estas corrientes contribuyen a alejar al estudiantado de

    sus verdaderos objetivos centrales, entre ellos, el de hacer de la

    educacin una parte de las legtimas reivindicaciones popu-

    lares, que slo habr de conseguirse en la medida que el

    cambio revolucionario se extienda en todos los sectores del

    pueblo; en la medida que las reivindicaciones sectoriales dejende ser parciales y aisladas y se conviertan en parte de una rei-

    vindicacin general: la construccin de poder popular para opo-nerlo al poder hoy hegemnico de las clase dominantes.

    La tarea del estudiantado combativo: fogonear las

    luchas por la Universidad del pueblo, generar conciencia,

    construir organizacin para la revolucinLa Universidad es una enorme catalizadora de inquietu-

    des y potencial generadora de conciencias. Est en manos del

    estudiantado conciente y organizado desde una perspectiva re-

    volucionaria, que esa potencialidad se convierta en un frente de

    masas combativo capaz de sentir como propia cualquier injusti-cia cometida contra cualquiera en

    cualquier parte del mundo (Che

    Guevara).

    La Universidad no es una

    burbuja aislada de la realidad so-

    cial: debemos transformarla para

    que deje de responder a las multi-

    nacionales, y que sea del pueblo.

    En cuanto a los centros de

    estudiantes debemos entenderlos

    como espacios amplios, una herra-mienta que permita la participacin,

    organizacin y discusin poltica de

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    los estudiantes. Las agrupaciones, en cambio, son espa-

    cios orgnicos donde se encuentran nucleados estudian-

    tes bajo ciertas definiciones. La construccin de agrupaciones

    debe tener una perspectiva clasista, anticapitalista, antiimperia-

    lista, antiburocrtica, combativas, que propaguen la unidad, y que

    contribuyan a la construccin del verdadero socialismo.

    El objetivo de los estudiantes revolucionarios no es ganar

    un lugarcito en el esquema de poder dentro de la Universidad,

    sino de construir poder popular en las facultades con el fin deaportar a la lucha de un pueblo entero por acabar para siempre

    con la explotacin capitalista y sus extensiones acadmicas. En

    este sentido, la conduccin de los Centros de Estudiantes o los

    rganos de co-gobierno son una herramienta de gran potencial,

    pero no es sta la finalidad ltima de las agrupaciones combati-

    vas. Ganar un Centro de Estudiantes o un lugar en los rganos

    de co-gobierno no implica necesariamente construir mas poder.

    Estudiar constantemente la doctrina marxista- leninista,

    educar, crear conciencia, organizar las luchas reivindicativas

    desde una perspectiva poltica, generar debate, poner al desnudo

    las contradicciones de las diversas variantes del capitalismo,construir talleres, seminarios, proyectos orientados segn nues-

    tra poltica, son algunas de las premisas que deben guiar nues-

    tro accionar.

    Otra premisa fundamental es la bsqueda de unificacin

    de las diferentes luchas. En este sentido, se debe articular con es-

    tudiantes de escuelas secundarias (que han demostrado tener

    una gran capacidad de lucha y organizacin), con estudiantes de

    terciarios y con los trabajadores de la educacin de todos los ni-

    veles, en defensa de la educacin del Pueblo.

    As tambin, se deben combinar los intereses directos

    de los estudiantes con los intereses de otros sectores del pueblo

    explotado, salir a las calles para apoyar luchas sectoriales que

    comparten con el estudiantado la necesidad de romper con la he-

    gemona capitalista. Generar de todas las luchas, una misma

    lucha, siendo consientes de que la nueva Universidad, ser po-

    sible slo en la medida en que se libere todo nuestro pueblo, por-

    que sin pueblo liberado no hay Universidad del Pueblo. Para el

    estudiantado combativo todas las luchas que desata nuestro pue-

    blo nos son propias y en este sentido debemos apoyarlas, rode-

    arlas de solidaridad y hacerlas una misma lucha llevndolas

    adelante hasta la victoria.No es el discurso, sino la prctica y el accionar conse-

    cuente lo que diferencia a un revolucionario de un reformista.

    Sobre las polticas de

    alianza

    Las alianzas en la Uni-

    versidad deben ser cuidadosa-

    mente analizadas en lo poltico,

    porque suele ser a travs de

    esas alianzas donde se truncan

    los esfuerzos de los estudiantes

    revolucionarios que terminan

    mediatizando su papel y su accin poltica para sostener acuer-

    dos con sectores vacilantes.

    En esto, es perfectamente aplicable una frase de Mario

    Roberto Santucho: no podemos apoyar sectores vacilantes, no

    podemos despertar esperanzas en polticos que no realicen una

    prctica revolucionaria. Coincidimos si, con ellos en la defensa

    de la democracia y la libertad, pero no los defendemos ni apoya-

    mos, siguiendo las enseanzas leninistas de que un pilar de la

    educacin revolucionaria es confiar nicamente en las autnti-cas fuerzas revolucionarias de proletariado y el pueblo y no con-

    fundirse por ningn demagogo, ningn vacilante, ningn partido

    ni dirigente que solo prometa y ceda ante presiones y est en

    todo momento bajo la influencia del enemigo

    Por ejemplo, si para obtener una victoria electoral nos

    aliamos con sectores con los que no compartimos al menos al-

    gunos puntos bsicos en lo poltico, o que tienen prcticas rei-

    das con nuestros principios, lo que estaremos haciendo es

    sumarnos al sistema, ya que ese centro de estudiantes , en lugar

    de ser una herramienta para la construccin de poder del pueblo,

    para la participacin, discusin y formacin poltica, ser un meroprestador de servicios o bien un nuevo grupo en busca de la

    caja implementando las mismas prcticas y mtodos que nues-

    tros enemigos de clase.

    As, en cada accin emprendida, las polticas de alianzas

    deben generarse pensando en la mayor unidad posible de los

    que luchan, pero siendo cuidadosos de no llevar nuestra poltica

    por caminos equivocados, de no terminar detrs de polticas re-

    formistas, populistas o autonomistas que despierten falsas ex-

    pectativas sobre la verdadera salida de nuestro pueblo.

    De esta manera, en determinadas luchas ser posible

    un marco de alianzas ms amplio, especialmente en las luchas

    de carcter ms reivindicativas, donde las consignas levantadas

    puedan ser comunes a pesar de las diferencias entre los distin-

    tos sectores encontrados. Por ejemplo: en defensa de la educa-

    cin, la salud, la vivienda. Esta amplitud en el marco de alianzas

    no debe hacernos olvidar dos cuestiones:

    1 en cada lucha, por ms carcter reivindicativo que

    posea, la tarea del revolucionario es desarrollar la lucha ms po-

    ltica, encararla desde una perspectiva revolucionaria.

    2 en la bsqueda de amplitud y el sostenimiento de ac-

    ciones conjuntas que potencien la lucha, pueden aceptarse dife-rencias polticas mientras ello no determine un alejamiento de

    nuestros objetivos, de los principios que defendemos, pero nunca

    el acuerdo con sectores que hayan demostrado la entrega siste-

    mtica de las luchas, la conciliacin con el enemigo de clase, las

    rupturas de espacios de unidad,

    etc, o bien que tengan acuerdos

    polticos con la burguesa.

    En las luchas de carc-

    ter ms poltico, el marco de

    alianzas ser necesariamente

    mas chico. Por ejemplo, no po-demos plantear una lucha en

    contra del pago a la deuda ex-

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    terna con aquellos que proponen una revisin de la misma. De-

    bemos dejar en claro cul es el camino para terminar con las in-

    justicias, evidenciar que la revolucin socialista es la nica salida

    para los trabajadores y el conjunto del pueblo explotado.

    Nuestra causa como estudiantes revolucionarios

    La Universidad, la educacin, no es para el pueblo sino

    del pueblo. No es algo que nosotros desde el llano, o un even-

    tual futuro Estado Revolucionario, o una vanguardia, ofrece al

    pueblo como regalo, sino el producto de una construccin popu-

    lar, la del estudiantado, que ha marcado con su sangre, con su

    esfuerzo y su enorme energa organizada, la historia de lucha de

    America Latina, junto a los sectores mas combativos del pueblo,

    en su lucha por la educacin, la salud, el trabajo en su lucha

    contra un sistema que nos oprime y aliena.

    Hay que recordar siempre que los estudiantes tuvieron

    un rol fundamental en el desarrollo de los procesos revoluciona-

    rios en Amrica Latina: la enorme cantidad de compaeros revo-lucionarios surgidos de las filas del estudiantado da una idea

    acabada de esto. El cubano Fidel Casto no era abogado, ni el ar-

    gentino Ernesto Guevara y el chileno Miguel Enriquez dos mdi-

    cos; Mario Roberto Santucho no era un contador, ni el

    nicaragense Carlos Fonseca un profesor; el brasileo Carlos

    Marighela no era estudiante del Politcnico, ni el subcomandante

    Marcos es un profesor de filosofa; Lucio Cabaas no era un

    maestro ni solamente fue Secretario General de la federacin de

    Estudiantes Camesinos Socialistas; el salvadoreo Roque Dalton

    no era un escritor. Todos los mencionados, y millares ms como

    ellos, iniciaron su militancia poltica en el mbito estudiantil.

    Lo mismo ocurre con la lista de cados en los

    grandes hechos de masas que registra la historia argen-

    tina: Santiago Pampilln (Crdoba), Norberto Blanco y Adolfo

    Bello (Rosariazo), Juan Jose Cabral (Correntinazo), son algunos

    de los cados por luchar durante la represin encabezada por la

    dictadura del General Ongana.

    Pero el origen de esa represin no fue un hecho aislado,

    ni el hecho de que hayan sido la mayora estudiantes quienes ca-yeron producto de la casualidad: fue el alto grado de organiza-

    cin y combatividad del movimiento estudiantil argentino,

    que junto al pueblo explotado, y producto de la conciencia

    adquirida de que solo la lucha nos hace libres, lo que deter-

    min la intervencin violenta de las fuerzas represivas con-

    tra el pueblo movilizado que desde las fbricas, las oficinas,

    las universidades y los colegios, sali a enfrentar a sus ene-

    migos de clase.

    Desde Fogoneros, llamamos a los es-tudiantes, graduados, docentes, trabajado-res de la Universidad, a comprometerse conla causa revolucionaria, a seguir constru-yendo junto al resto del pueblo el camino dela lucha y la organizacin por una sociedadsin opresores y oprimidos, una sociedad dehombres y mujeres nuevos, por el socia-lismo.

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    Desde 1880 la clase obrera argentina fue protagonista de gran-

    des levantamientos, rebeliones, y luchas por mejorar sus con-diciones materiales de vida, y en momentos lgidos levant la

    bandera de la liquidacin de la explotacin del hombre por el

    hombre contra el capitalismo, y a favor de la revolucin so-

    cialista.

    Para caracterizar correctamente a las centrales obreras ac-

    tuales es fundamental hacer un anlisis histrico del movi-

    miento obrero en nuestro pas. La intencin en esta primera

    nota (la siguiente se publicar en la prxima edicin) es des-

    cribir el origen de la burocracia sindical, que fue siempre uno

    de los mayores enemigos de la clase obrera y de las organi-zaciones que la representaron durante todo el siglo pasado.

    Por eso, abordaremos principalmente algunos aspectos de la

    rica historia de lucha de los trabajadores de la que nos reco-

    nocemos parte, y que en el presente nos lleva a continuar en

    un camino de liberacin de la clase trabajadora, que no es otra

    cosa que avanzar en la construccin de todas las herramien-

    tas de lucha y organizacin, de poder revolucionario, hacia la

    revolucin socialista.

    En ese largo trayecto, los sindicatos en manos de los trabaja-

    dores y con una perspectiva de independencia de clase y com-

    bativa, son una herramienta fundamental. Pondremos el eje,

    tomando en cuenta los objetivos de la nota, en la descripcin

    actual de la burocracia sindical y de cmo se fue conformando

    a lo largo de nuestra historia.

    Burocracia: una historia de traiciones

    El burcrata sindical no se define por su origen de clase, sino

    por los intereses de clase que su poltica representa y forma

    parte del sistema explotador capitalista.

    Desde la construccin de los primeros sindicatos en Argentina,

    la burguesa intent controlar sus direcciones o, cuando no pu-

    dieron porque fueron rebalsados por las bases de los trabaja-

    dores y sus organizaciones, desat la persecucin, la

    represin, la crcel y los asesinatos de activistas y militantes

    obreros consecuentes con los intereses de su clase.

    Una y otra vez el movimiento obrero ha logrado revertir los gol-

    pes con ms organizacin y ms lucha. Las represiones a las

    primeras grandes huelgas de 1904, la Semana Trgica de1919, la masacre en la Patagonia en 1921, la represin y per-

    secucin sufrida durante la dcada del 30, la cooptacin de

    las direcciones y de las estructuras sindicales profundizada

    durante el gobierno de Juan D. Pern, que inclua la persecu-cin a aquellos que no entraban en sus planes y cuestiona-

    ban; la dictadura de Ongana, Levingston y Lanusse; no

    pudieron impedir un ascenso en la conciencia y la organizacin

    de la clase trabajadora que se fue adueando de sus herra-

    mientas gremiales para ponerlas al servicio de la lucha, en una

    espiral en ascenso que fue de la mano de la construccin de

    organizaciones revolucionarias que planteaban claramente la

    cuestin del poder. Toda esa historia de represin, persecu-

    cin y cooptacin no logr impedir ese ascenso que se ex-

    pres en el Cordobazo, el Rosariazo, el Viborazo, lasexperiencias de Villa Constitucin, Sitrac Sitram, las coordina-

    doras de gremios en lucha, dentro de una larga lista de ex-

    presiones genuinas nacidas desde las bases. Todas esas

    experiencias y herramientas que se fueron desarrollando, y

    que fueron nuevamente golpeadas duramente la ltima dicta-

    dura y las democracias burguesas que continuaron la repre-

    sin, debemos tomarlas en este presente en que se abren

    nuevos procesos, para dar nuevos pasos.

    Desde la dcada de 1880 hasta 1916, el sindicalismo argen-

    tino se fue desarrollando con un carcter combativo, revolu-

    cionario, de independencia de clase. A una nota que en 1907

    enviara el recin creado Departamento Nacional del Trabajo a

    las dos centrales obreras entonces existentes, requirindoles

    su colaboracin, la Unin General de Trabajadores contest

    que para que en lo sucesivo no se molesten hacindonos pro-

    posiciones, manifestamos que no creemos necesaria la inter-vencin del Departamento Nacional del Trabajo en los asuntos

    que ataen a nuestra organizacin, por estar convencidos de

    MOVILIZACIN DE LA F.O.R.A.

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    que todo lo que se refiere al bienestar y mejoramiento de nues-

    tra clase depende nica y exclusivamente del esfuerzo que

    pueda desarrollar la accin obrera por medio de la lucha ejer-

    cida contra los que nos sumen en la ms cruel explotacin. La

    Federacin Obrera Regional Argentina (FORA) ni siquiera con-

    test.

    Posteriormente, el gobierno del radical Hiplito Yrigoyen inici

    una poltica de seduccin hacia el movimiento obrero, obli-

    gando en algunos conflictos a empresarios a reincorporar tra-

    bajadores despedidos, ordenando a la polica a no reprimir o

    recibiendo dirigentes obreros en huelga por primera vez en la

    Casa de Gobierno. De esa manera, otorg algunas concesio-

    nes para controlar a los trabajadores, disputando el poder de

    las direcciones combativas. Sin embargo, las fuerzas del Es-

    tado capitalista pusieron en evidencia su verdadera esencia

    ante cada accin independiente de la clase obrera. Cuando

    eso ocurra, el radicalismo masacraba al proletariado como el

    ms reaccionario de los gobiernos oligrquicos: tales los casos

    de la Semana Trgica y la represin y fusilamientos en la Pa-tagonia a los trabajadores rurales en lucha. En los aos 30

    se profundiz la represin sobre el movimiento obrero que a

    mediados de esa dcada tuvo momentos de ascenso en las lu-

    chas.

    En 1942 la CGT se dividi en dos organizaciones, una contro-

    lada por el Partido Comunista, y otra por los socialistas, ambas

    igualmente burocratizadas y extraas a los intereses, a las in-

    quietudes y a las aspiraciones de los trabajadores argentinos,

    en particular del nuevo proletariado fabril. En esa poca, la Se-

    gunda Guerra Mundial estaba en su apogeo y Argentina erauno de los pases con ms altos niveles de exportacin de ma-

    terias primas y alimentos. La izquierda de entonces, enmar-

    cada en los acuerdos vigentes entre los llamados aliados que

    confrontaban contra el nazismo y el fascismo por el control del

    mundo capitalista, y con la Unin Sovitica soportando el

    mayor peso de la lucha antifascista, opt por frenar los con-

    flictos en los principales centros de produccin relacionados

    con las exportaciones que provean de alimentos a las tropas

    aliadas, as como a los servicios de apoyo a esas exportacio-

    nes como los ferrocarriles que trasladaban la materia prima

    exportable desde las provincias hasta los puertos de embar-

    que.

    Esta situacin produjo frustracin y descreimiento en las filas

    obreras, que vean por ejemplo como los frigorficos ingleses

    podan contar con las direcciones reformistas que controlaban

    a los sindicatos para garantizar la continuidad de la produc-

    cin, sin atender los reclamos y reivindicaciones de los traba-

    jadores.

    Una burocracia autodenominada de izquierda garantizaba

    los negocios del capital extranjero, mientras la pobreza ex-

    trema en las provincias produca una gran migracin hacia losmayores centros urbanos en busca de trabajo y su consi-

    guiente proletarizacin. As fue que un nuevo fenmeno pol-

    tico se manifest con fuerza en nuestro pas: el refor-

    mismo cedi el lugar al populismo encarnado en la fi-

    gura de Juan Domingo Pern, un coronel del Ejrcito que

    mediante una limitada redistribucin de una parte de la riqueza

    producida exclusivamente por los trabajadores, logr la adhe-

    sin de enormes multitudes obreras, desvindolas por com-

    pleto de sus objetivos como clase y creando una central

    sindical nica de tipo paraestatal al servicio del sector popu-

    lista de la burguesa. Fue en ese perodo, el de Pern, cuando

    se consolid la burocracia sindical tal como la conocemos

    ahora.

    La ubicacin del general Pern en la sociedad fue explicada

    por l mismo. Para graficarla sin ambigedades, reproducimos

    abajo planteos textuales del fundador del peronismo:

    Se ha dicho seores, que soy un enemigo de los capitales y si us-

    tedes observan lo que les acabo de decir, no encontrarn ningn

    defensor, diramos, ms decidido que yo, porque s que la defensa

    de los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, delos comerciantes, es la defensa misma del estado.

    No se asusten de mi sindicalismo; nunca mejor que ahora estar se-

    guro el capitalismo, ya que yo tambin lo soy porque tengo estancia

    y en ella operarios. Lo que quiero es organizar estatalmente a los tra-

    bajadores para que el Estado los dirija y les marque rumbo, de esa

    manera se neutralizarn en su seno las corrientes ideolgicas y re-

    volucionarias que pueden poner en peligro nuestra sociedad capi-

    talista en la posguerra.Por eso creo que si yo fuera dueo de una fbrica, no me costara

    ganarme el afecto de mis obreros con una obra social realizada con

    inteligencia. Muchas veces ello se logra con el mdico que va a la

    casa de un obrero que tiene un hijo enfermo; con un pequeo regalo

    en un da particular, el patrn que pasa y palmea amablemente a

    sus hombres y les habla de cuando en cuando, as como nosotros

    lo hacemos con nuestros soldados.

    Con nosotros funcionar en la casa la Confederacin General del

    Trabajo y no tendremos ningn inconveniente, cuando queramos

    que los gremios equis o zeta procedan bien, a darles nuestros con-

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    sejos, nosotros se los transmitiremos por su comando na-

    tural; le diremos a la Confederacin General: hay que hacer

    tal cosa por tal gremio y ellos se encargarn de hacerlo. Les garan-

    tizo que son disciplinados y tienen buena voluntad para hacer las

    cosas.

    Eso sera el seguro, la organizacin de las masas. Ya el estado or-

    ganizara el reaseguro, que es la autoridad necesaria para que

    cuando est en su lugar, nadie pueda salirse de l, porque el orga-

    nismo estatal tiene el instrumento que, si es necesario por la fuerza,ponga las cosas en su quicio y no permitan que salgan de su curso .

    Despus del golpe de 1955, la esencia explotadora del capi-

    talismo volvi a ser motivo de reaccin por parte de los traba-

    jadores. En el marco de la llamada resistencia peronista que

    trataba de recuperar las conquistas sociales alcanzadas du-

    rante la etapa de gobierno peronista y anuladas por el golpe

    militar que derrib a Pern, la violencia como mtodo de lucha

    y la organizacin obrera independiente del Estado comenz a

    recomponerse.

    As, los programas de La Falda, de Huerta Grande y de la CGTde los Argentinos, implicaron un paulatino avance de las ideas

    de independencia de clase entre los trabajadores y el surgi-

    miento de importantes camadas de dirigentes clasistas que

    desde las bases lograron instalar nuevamente las reivindica-

    ciones histricas del movimiento obrero argentino.

    En el caso de la CGT de los Argentinos, vale la pena recordar

    algunos de los trminos de su Mensaje del 1 de mayo de 1968:

    La CGT de los Argentinos no ofrece a los trabajadores un ca-

    mino fcil, un panorama risueo, una mentira ms. Ofrece acada uno un puesto de lucha.Las direcciones indignas deben

    ser barridas desde las bases. En cada comisin interna, cada

    gremio, cada regional, los trabajadores deben asumir su res-

    ponsabilidad histrica hasta que no quede un vestigio de co-

    laboracionismo ni participacionismo. Esa es la forma de probar

    que la unidad sigue intacta y que los falsos caudillos no pue-

    den destruir desde arriba lo que se ha amasado desde abajo

    con el dolor de tantos. Si nos limitramos al enfrentamiento

    con esos dirigentes, an si los desalojramos de sus ltimas

    posiciones, seramos derrotados cuando en el momento deltriunfo cayeran sobre nosotros las sanciones que debemos es-

    perar para no temer. El movimiento obrero no es un edificio ni

    cien edificios; no es una personera ni cien personeras; no es

    un sello de goma ni un comit; no es una comisin delegada

    ni es un secretariado. El movimiento obrero es la voluntad or-

    ganizada del pueblo, y como tal no se puede clausurar ni in-

    tervenir () Y si cayeran sobre nosotros los retiros de

    personera, las intervenciones y las clausuras, ser el mo-

    mento de rcordar lo que dijimos () a la luz o en la clandesti-

    nidad, dentro de la ley o en las catacumbas (),

    Por otra parte, el rol jugado por el peronismo y el desarrollo

    del movimiento obrero en esos aos fue descripto por el diri-

    gente del PRT Luis Pujals en el artculo El papel de los sindi-

    catos, a fines de 1971: las formas actuales de la organizacin

    sindical argentina tienen su origen en la dcada del peronismo.

    La naturaleza bonapartista del gobierno de Pern, su necesi-

    dad de apoyarse en las masas () lo llev a crear una orga-

    nizacin que permitiera un rgido control de la clase obrera. La

    organizacin que se estructur, obedeca a estos propsitos a

    su vez, la aparicin de los dirigentes-funcionarios que poco te-

    nan de dirigentes obreros y s mucho de funcionarios estata-

    les, cuya misin era garantizar que la actividad de las masas

    cumpliera los objetivos que le fijaba la poltica del gobierno.

    Cado el gobierno peronista, desaparecidos los ms promi-

    nentes de estos funcionarios, la clase obrera organizndose

    en la clandestinidad libr una gran lucha por la recuperacin de

    los sindicatos intervenidos. Sobre la ola de esta lucha se en-

    caram un grupo de dirigentes que, logrado el objetivo sindi-

    cal de la recuperacin de las organizaciones gremiales, no

    vacil en negociar la fuerza organizada del movimiento obrero,

    recibiendo a cambio de ello una ley, la de Asociaciones Profe-

    sionales, que sent las bases econmicas para el desarrollo y

    consolidacin de una burocracia sindical poderosa que domin

    en la siguiente dcada toda la actividad sindical argentina. Se

    materializ as un fenmeno particular de la poca del impe-

    rialismo: la tendencia de los sindicatos legales a convertirse

    cada vez ms en instrumentos del rgimen burgus. Este fe-

    nmeno se produce a travs de la degeneracin de las direc-

    ciones sindicales. La burguesa mediante una poltica que

    otorga concesiones econmicas y privilegios de todo tipo, co-

    rrompe a los dirigentes venales, creando una aristocracia

    obrera ajena a los sufrimientos de las masas. De esta manera,

    los gobiernos burgueses consiguen ubicar en las primeras filas

    obreras a elementos que le son adictos y que transmiten den-

    tro de ellas la ideologa burguesa.

    Pujals agregaba que esto no significa que bajo estas direc-

    ciones no se libran importante luchas, significa slo, que esas

    luchas en la mayora de los casos fueron parte de las tcticaspolticas de algn sector de la burguesa en los enfrentamien-

    tos interburgueses y an en los casos en que se trat de au-

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    tnticas luchas reivindicativas econmicas, stas fueron trai-

    cionadas mediante la maniobra de la conciliacin, agravada

    por la instauracin de la dictadura militar en 1966 bajo cuya

    proteccin se desarroll un sector sindical que predica abier-

    tamente la integracin del movimiento obrero a la poltica bur-

    guesa y proimperialista de la dictadura, dio renovada vigencia

    a la recuperacin de los sindicatos. Esta tarea impulsada con

    firmeza por una camada de nuevos dirigentes tuvo un des-

    arrollo contradictorio, pero que se acentu positivamente a par-tir de 1969, lo que permiti la recuperacin de algunos

    sindicatos que pasaron a ser dirigidos por direcciones clasis-

    tas.

    Hacia mediados de la dcada del 60, las contradicciones entre

    dirigencias burocrticas participacionistas, esto es, que par-

    ticipaban del sistema capitalista como un engranaje destinado

    al control de las aspiraciones obreras, y los dirigentes clasis-

    tas, que impulsaban la organizacin independiente de la clase

    obrera y las luchas destinadas a avanzar sobre el poder bur-

    gus construyendo un poder revolucionario desde una pers-

    pectiva de clase, se profundizaron.

    As crecieron las tendencias clasistas que derivaron en las me-

    morables jornadas de los levantamientos populares como el

    Cordobazo, el Rosariazo, el Correntinazo y otras expresiones

    de lucha, y que inevitablemente, ante la feroz respuesta del

    Estado, condujeron al surgimiento de estructuras polticas pro-

    pias de los trabajadores: las organizaciones revolucionariasque se proponan superar la barrera de las reivindicaciones

    parciales y llevar la lucha de clases hasta un desenlace defi-

    nitivo: la toma del poder por parte de la clase obrera y el pue-

    blo.

    Gran parte de los trabajadores y diversas or-ganizaciones polticas llegaron a una con-clusin: el desafo de la hora era elegir entre

    el Poder Burgus o el Poder Revolucionario.

    En Argentina existen actualmente tres centrales sindicales: laConfederacin General del Trabajo (CGT) oficialista, liderada

    por Hugo Moyano (camioneros) con participacin en disidencia

    del grupo conocido como los Gordos (Armando Cavalieri,

    Jos Pedraza, Oscar Lescano, Carlos West Ocampo y Rodolfo

    Daer, entre otros); la CGT Celeste y Blanca encabezada por

    Luis Barrionuevo (gastronmicos), y la Central de Trabajado-

    res Argentinos (CTA) que tiene como Secretario General a

    Hugo Yasky (docentes-CTERA).

    Las tres centrales estn controladas por distintos sectores de

    la burocracia sindical, ligados a diferentes segmentos de la bur-guesa y sus partidos, principalmente al PJ, que trasladan las

    disputas interburguesas al seno del propio movimiento obrero.

    La burocracia, a pesar de que mantiene la direccin de la gran

    mayora de los sindicatos, est sin embargo cada vez ms se-

    parada de las bases. En trminos generales los burcratas

    estn cuestionados por su ligazn a la clase poltica burguesa,

    por sus negociados, por ponerse una y otra vez de espaldas a

    los trabajadores, por ser cmplices y parte de las polticas que

    nos llevan a vivir cada vez ms en la miseria mientras se con-

    centra la riqueza y se enriquecen los dirigentes burcratas, vi-

    viendo en un lujo an impune, a la vista de todos. Estos

    dirigentes burcratas nada tienen de trabajadores, no trabajan

    y se han consolidado como administradores de los sindicatos

    y las obras sociales, y son, en la mayora de los casos, em-

    presarios.

    El cuestionamiento cada vez ms evidente y extendido entre

    los trabajadores se expresa en desafiliaciones masivas, cuer-

    pos de delegados que encaran las luchas ms all de la direc-

    cin de los sindicatos, conducciones opositoras que se

    multiplican en todo el pas, cuestionamientos abiertos en mu-

    chos conflictos, escraches, y hasta en algunos casos la agre-sin directa hacia los burcratas. Pero esto no significa que

    peligren en lo inmediato sus privilegios, porque an los traba-

    jadores no hemos logrado altos niveles de organizacin y co-

    ordinacin en la base, ms all de las tendencias y corrientes

    que ganan experiencia en cada conflicto, pero que estn toda-

    va dispersas. Los sectores combativos del movimiento obrero

    son an muchas veces influenciados por direcciones reformis-

    tas o populistas que les impiden dar un salto en calidad hacia

    la conformacin de un nucleamiento clasista.

    Hoy, puntualmente, las CGT de Moyano y Barrionuevo estndisputndose espacios de poder en cada sector de trabajo, y

    esa pelea est directamente relacionada con la interna del PJ,

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    expresada principalmente en

    la puja entre Kirchner y Du-

    halde. Esta situacin no es nueva:

    basta recordar lo que pas en el ani-

    versario de la masacre de Ezeiza,

    cuando terminaron a los tiros entre

    ellos.

    En definitiva, las distintas facciones

    burocrticas de las dos CGT intentannuevos engaos para encubrir sus dis-

    putas por el poder econmico y pol-

    tico que significa el control de

    sindicatos y obras sociales. Las exi-

    gencias reivindicativas que esgrimen

    cada tanto los burcratas son manio-

    bras para contener la bronca que pro-

    duce en las bases la situacin real de

    los trabajadores, caracterizada por la

    cada del poder adquisitivo del salarioa causa de la inflacin, la prdida de

    derechos y antiguas conquistas labo-

    rales, el aumento de la precarizacin

    y los despidos, la imposibilidad a acc-

    ceder a la vivienda, la destruccin de

    la salud y educacin pblicas, lo que

    determina un permanente descenso

    del nivel de vida de los asalariados.

    Esas iniciativas por reivindicaciones

    justas que lanzan los burcratas ce-

    getistas forman parte de una poltica

    destinada a evitar la organizacin in-

    dependiente de los trabajadores, para

    mantener la aparente legitimidad de

    sus mandatos y garantizar no sola-

    mente sus propios privilegios sino tam-

    bin la gobernabilidad del sistema

    capitalista y la continuidad de la ex-

    plotacin.

    Tambin en la CTA hay internas ex-

    presadas en dos grandes lneas,cuyas cabezas son Hugo Yasqui y Vc-

    tor De Genaro. Ambas corrientes in-

    testinas expresan disputas entre

    burcratas que nada tienen que ver

    con los intereses y aspiraciones de los

    trabajadores.

    Si bien Yasqui se presenta abierta-

    mente alineado al Kirchnerismo y en

    coherencia con eso se lo ve de la

    mano de Moyano, De Genaro tambinha tenido esa poltica hacia el go-

    bierno, y hoy en parte se separa de

    ese camino pero no desde una pers-

    pectiva de clase sino detrs de la

    construccin de una herramienta pol-

    tica, la constituyente social, que desde

    hace largos aos se impulsa desde la

    CTA, que no es ms que una nueva

    expresin partidaria y electoral del re-

    formismo.

    Los intentos de la CTA por posicio-narse como una alternativa obrera al

    poder de las dos CGT y de sus com-

    ponentes es slo una cortina de

    humo, ya que se trata de otra pelea

    entre burcratas en la que brilla por su

    ausencia la democracia sindical y la

    opinin de las bases obreras.

    En ese sentido, para los trabajadores

    argentinos tiene vigencia en la vida

    cotidiana lo expresado hace ya mu-chos aos por el dirigente combativo

    Amado Olmos, quien en el texto del

    Mensaje de la CGT de los Argentinos

    del 1 de mayo de 1968 dijo que hay

    dirigentes que han adoptado las for-

    mas de vida, los automviles, las

    casas, las inversiones y los gustos de

    la oligarqua a la que dicen combatir.

    Desde luego con una actitud de este

    tipo no pueden encabezar a la clase

    obrera. En ese texto histrico que

    precedi al Cordobazo, Olmos agreg

    tambin: que se queden con sus pri-

    vilegios hasta el da inminente en que

    una rfaga de decencia los arranque

    del ltimo silln y de las ltimas re-

    presentaciones traicionadas.

    Esta realidad hace queante cualquier conflicto,

    los trabajadores debamosenfrentarnos no slo conla patronal y las institucio-nes del estado burgus(fuerzas represivas poli-ciales, militares y parami-litares, Ministerio deTrabajo, Poder judicial,medios de prensa y propa-ganda del sistema, etc),

    sino tambin con la buro-cracia.

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    Hace 45 aos, el 25 de mayo de 1965, fue fundado el Partido

    Revolucionario de los Trabajadores (PRT), como resultado deun proceso de unidad entre el Frente Revolucionario Indoameri-

    cano Popular (FRIP), una organizacin que se encuadraba en el

    nacionalismo revolucionario con una fuerte impronta antiimperia-

    lista, y Palabra Obrera, una organizacin trotskysta.

    Ms all de los acuerdos explcitos y tcitos entre ambos agru-

    pamientos, en pocos aos aparecieron las distintas concepcio-

    nes polticas e ideolgicas en el seno del flamante destacamento

    revolucionario, que se tradujeron en dos sectores: uno expresado

    en la referencia de Nahuel Moreno y otro por Mario Roberto San-

    tucho. El desenlace de estas profundas diferencias fue el naci-

    miento de dos corrientes conocidas entonces como PRT LaVerdad, encabezada por Moreno, y PRT El Combatiente que con-

    duca Santucho.

    Finalmente, tras el IV Congreso partidario se produjo la ruptura in-

    evitable, y con la realizacin del V Congreso se definieron los ras-

    gos que caracterizaron al PRT: un partido marxista leninista, un

    partido de combate, que cre herramientas polticas para hacer

    frente a los enemigos de los trabajadores y el pueblo en todos

    los terrenos, incluido el militar con la creacin del Ejrcito Revo-

    lucionario del Pueblo, y con la finalidad expresa de tomar el poder

    en Argentina para construir el socialismo.

    Precisamente la cuestin del poder fue uno de los aspectos que

    marcaron a fuego al PRT-ERP y lo diferenciaron de otras agru-

    paciones que con distintos argumentos basados en concepciones

    populistas y/o reformistas segn cada caso, rehuyeron la res-

    ponsabilidad de enfrentar de manera integral los desafos que

    planteaba el desarrollo de la guerra revolucionaria para la toma

    del poder y la construccin del socialismo.

    El carcter de clase de la revolucin, el partido de cuadros y de

    combate, la implementacin de todos los mtodos de lucha, la

    influencia de las ricas experiencias revolucionarias de todo el

    mundo, especialmente dela cubana y la vietnamita

    adecuadas a la historia y

    la realidad argentina, fue-

    ron algunos de los rasgos

    principales que caracteri-

    zaron al PRT.

    Toda la estrategia y las

    prcticas revolucionarias

    del PRT estuvieron siem-

    pre asentadas sobre su

    insercin de masas en di-versos sectores popula-

    res. Originalmente, sobre

    la base de los hacheros y de los trabajadores de ingenios azu-

    careros del norte argentino, con especial fuerza en Tucumn, y enlos grandes cordones industriales de Crdoba, Rosario y Buenos

    Aires. En las primeras dos ciudades, los militantes del PRT par-

    ticiparon activamente en la organizacin y desarrollo del cordo-

    bazo y el rosariazo, mientras en el conurbano bonaerense su

    trabajo se asent en las fbricas automotrices, de autopartes, y

    de otros gremios.

    En el rea cultural, la influencia perretista determin la integracin

    de numerosos intelectuales como Raymundo Gleyzer, fundador

    del clebre grupo Cine de la Base. A travs del trabajo poltico

    entre el estudiantado universitario, donde milit en sus orgenes

    el propio Santucho, muchos estudiantes se incorporaron al par-tido y a su ejrcito popular.

    Con ms de 400 clulas en las fbricas ms grandes del Gran

    Buenos Aires, Tucumn, Jujuy, Santiago del Estero, Crdoba, Ro-

    sario y entre los petroleros de las provincias patagnicas; con

    marcada influencia entre los algodoneros del Chaco y los em-

    pleados judiciales y docentes formoseos; con fuerte presencia

    en las ciudades del interior de la provincia de Crdoba y Santa Fe,

    en Mendoza, Paran, Neuqun, General Roca, Baha Blanca y

    otros puntos del pas, el PRT cre el Frente Antiimperialista por

    el Socialismo (FAS), nucleando a sectores marxistas y a lo ms

    combativo del peronismo de la poca.Su peridico El Combatiente lleg a distribuir 20.000 ejemplares

    por edicin, mientras el rgano de prensa del ERP, Estrella Roja,

    alcanz cifras similares. Por otra parte, el quincenario Nuevo

    Hombre, la revista terica Posicin y el diario El Mundo, forma-

    ron parte de su poltica de propaganda masiva y de su poltica

    de difusin de las ideas revolucionarias.

    De esta manera, el PRT-ERP fue la organizacin que encarn

    con mayor precisin el legado del guevarismo en la historia de

    nuestro pas, al tiempo que expres el nivel ms alto de la lucha

    de clases en Argentina, com-

    binando el impulso de las

    luchas de masas con el

    de las acciones de van-

    guardia.

    Su concepcin estrat-

    gica determinaba el des-

    arrollo de la guerra

    revolucionaria, enmar-

    cada dentro de una estra-

    tegia continental, y dentro

    de ella debe encuadrarsela construccin de herra-

    mientas regionales de

  • 8/9/2019 Fogoneros Prensa julio 2010

    14/20

    pagpag 1414

    unidad como la Junta de Coor-

    dinacin Revolucionaria -inte-

    grada por el PRT de Argentina, el MIR de

    Chile, el MLN Tupamaros de Uruguay y

    el PRT de Bolivia y su ejrcito, el ELN.

    Para el PRT-ERP la guerra era popular,

    era prolongada y al mismo tiempo era in-

    surreccional, particularmente en su des-

    enlace. Estos tres aspectos le daban uncontenido integral al enfrentamiento ar-

    mado entre las estructuras polticas y mi-

    litares de la clase obrera y el pueblo, y

    las de la burguesa.

    En la estrategia del partido encabezado

    por Santucho como mximo exponente,

    ocupaba un rol preponderante el des-

    arrollo de la guerrilla en el campo, asen-

    tada en los trabajadores rurales y en el

    campesinado del norte de nuestro pas.

    Si bien su desarrollo se asent con parti-cular fuerza en la provincia de Tucumn, la estrategia perretista

    se extendi a otras regiones norteas.

    Las concentraciones urbanas donde se aglomeraba el conjunto

    de la clase obrera, era el terreno frtil para desarrollar la guerri-

    lla urbana.

    Segn el anlisis del PRT-ERP, la derrota de las fuerzas militares

    de las burguesas locales, traera como consecuencia la inter-

    vencin directa de fuerzas extranjeras comandadas por la po-

    tencia hegemnica en esta parte del mundo: los Estados Unidos.

    Eso prolongara la guerra, pero al mismo tiempo le dara un ca-

    rcter continental al enfrentamiento, lo que determinaba, no so-

    lamente desde la ideologa sino desde el sentido comn y la

    prctica misma de la militancia revolucionaria, el carcter inter-

    nacionalista de la estrategia partidaria.

    La experiencia del PRT-ERP y sus aos

    de combate y esfuerzo se convirtieron en

    una referencia ineludible para los revolu-

    cionarios de Argentina y de toda Amrica

    latina, especialmente en momentos

    como los actuales, cuando la vacilacin y

    la renuncia a los postulados revoluciona-rios definen a tantas personas y organi-

    zaciones, en el marco de la vigencia de

    un capitalismo que contina explotando a

    los argentinos como lo haca en los aos

    sesenta y setenta, en ciertos aspectos

    con mayor brutalidad.

    La lucha ideolgica contra el populismo y

    el reformismo fue tambin una caracte-

    rstica de ese partido que supo encarar

    con decisin inquebrantable las tareas

    de la revolucin socialista.No puede obviarse en la historia del PRT

    el papel fundamental de su mximo ex-

    ponente, el Comandante Mario Roberto

    Santucho, quien condujo y sintetiz la po-

    tencialidad revolucionaria de miles de

    hombres y mujeres, llevndolos a integrar

    su individualidad en lo colectivo e insta-

    lando con su propio ejemplo a nivel pol-

    tico y humano la idea guevarista del

    hombre nuevo.

    No fue casual por ello, que este lder re-volucionario haya sido definido por los mi-

    litares argentinos que aplicaron el

    terrorismo de Estado desde 1976, como

    el comandante de los irrecuperables.

    Irrecuperables para el capitalismo en su

    totalidad, irrecuperables para la ideologa

    burguesa, irrecuperables tanto l como

    su partido y su ejrcito para el rgimen

    dictatorial y para el sistema eleccionario

    que hegemoniz gran parte de la historia

    poltica nacional en tanto mtodo de do-minacin.

    Una frase de Santucho define su pensamiento en torno a temas

    actuales que en la Argentina de hoy dividen aguas en el seno de

    la izquierda, como el electoralismo y las formas de lucha: El par-

    lamentarismo es una forma enmascarada de dictadura burguesa.

    Se basa en la organizacin de partidos polticos y en el sufragio

    universal. Aparentemente todo el pueblo elige sus gobernantes.

    Pero en realidad no es as, porque como todos sabemos las can-

    didaturas son determinadas por el poder del dinero...".

    Estos dos asuntos de mxima importancia tambin expresan la

    persistencia de dos enemigos mortales de la revolucin, el po-

    pulismo y el reformismo. Al respecto, Santucho opinaba que la

    lucha por el poder obrero y popular, por el socialismo y la libera-

    cin nacional, es inseparable de la lucha

    contra el populismo y el reformismo, gra-

    ves enfermedades polticas e ideolgicas

    existentes en el seno del campo popu-

    lar.

    Pasaron los aos y el capitalismo sigui

    hasta hoy haciendo estragos en las so-

    ciedades contemporneas, el imperia-lismo contina sometiendo pases y

    pueblos enteros; hay invasiones directas

    e indirectas, bloqueos econmicos, de-

    predacin y apropiacin de los recursos

    naturales, marginalidad e injusticias en

    todos los aspectos de la vida social; re-

    presin y muerte. El sistema electoral ca-

    pitalista predomina hoy como esquema

    poltico para sojuzgar a las mayoras y

    encubrir la explotacin y el saqueo. Las

    elecciones siguen siendo el mtodo paraengaar al pueblo con cada vez ms

    circo electoralista y cada vez menos pan.

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    15/20

    pagpag 1515

    En las ltimas dcadas, las fuerzas armadas del capitalismo en Am-

    rica latina han modificado sus estructuras siguiendo las nuevas doc-

    trinas trazadas desde los Estados Unidos. La reduccin numricade tropas y la profesionalizacin y tecnificacin de los ejrcitos res-

    ponden a necesidades econmicas, estratgicas y operativas del

    imperialismo en su poltica hacia el subcontinente.

    Uno de los elementos centrales de esta readecuacin es la incor-

    poracin de la teora de los espacios vacos al diagrama de de-

    fensa de los intereses norteamericanos en todo el mundo.

    De acuerdo a esa teora, existen en el mundo espacios estratgicos

    por su ubicacin geogrfica y por su riqueza en recursos naturales,

    que no son controlados, segn la visin estadounidense, por ningn

    gobierno alineado con Estados Unidos. Este concepto fue tomado

    como propio por las Naciones Unidas.

    Esta concepcin implica para los norteamericanos que esos territo-

    rios deberan ser ocupados por fuerzas yanquis o afines a la poltica

    exterior de los EEUU para preservar sus intereses econmicos, po-

    lticos y obviamente militares.

    Las definiciones centrales de esta poltica agresiva fueron sintetiza-

    das por Roger Pardo Maurer, quien fue asesor de la contra nica-

    raguense, veterano de la invasin de Afganistn y luego Sub

    Secretario de Defensa para Asuntos Latinoamericanos de George

    Bush (h), al decir que el pensamiento estratgico tradicional de los

    Estados Unidos, esto es, dividir la seguridad en nacional, hemisf-

    rica y global como tres esferas diferentes, ya no es correcta. Ahora

    es una continuidad de las tres. El fondo de la cuestin es que haylugares del mundo que no estn gobernados. No hay nadie a cargo

    all. Y cuando eso sucede, se crea un caldo de cultivo para agentes

    patolgicos como terroristas, contrabandistas, tratantes de escla-

    vos, traficantes de drogas, o sea, todo tipo de organizaciones crimi-

    nales.

    La defensa nacional de los Estados Unidos comienza en el exterior.

    En una era de armas de destruccin

    masiva no podemos darnos el lujo

    de no estar seguros si alguien es

    una amenaza o no. Debemos inver-

    tir la carga de la prueba, finalizMaurer, dejando en claro que para

    su pas, todos los pases y gobier-

    nos son culpables hasta que no de-

    muestren lo contrario.

    Siguiendo esos razonamientos que

    contienen una agresividad sin lmi-

    tes, desde el desmantelamiento de

    las bases yanquis del Comando Sur

    de los Estados Unidos en Panam

    la potencia del norte ha sembrado

    Amrica latina con bases militaresdesplegadas en cuatro regiones

    previamente delineadas por el Pen-

    tgono: Centroamrica, Caribe, Sistema Andino y Cono Sur. De esta

    manera, los yanquis cuadricularon su teatro de operaciones en la

    regin latinoamericana.Uno de los ejes en ese diagrama para la guerra de ocupacin es el

    Plan Colombia, un programa destinado a intentar derrotar a los gru-

    pos insurgentes que no solamente combaten en ese pas sino tam-

    bin en otras naciones del subcontinente. Colombia se transform

    as, en un engranaje fundamental del esquema de defensa de los in-

    tereses yanquis, y en un virtual portaaviones de las fuerzas militares

    de Estados Unidos, como alguna vez lo fue en Honduras en las d-

    cadas del 70 y 80 para contener la expansin de las organizacio-

    nes revolucionarias centroamericanas y agredir a la revolucin

    sandinista.

    Tras dejar Panam, las tropas y comandos militares se reconcen-

    traron inicialmente en Puerto Rico, para despus trasladarse a

    Miami, donde actualmente tiene su sede central el Comando Sur.

    Las fuerzas armadas del capitalismo yanqui sumaron numerosas

    bases ubicadas en toda Amrica latina: Manta (Ecuador), Aruba y

    Curaao (colonias holandesas); Comalapa (El Salvador), y Liberia

    (Costa Rica), son algunas de ellas. En el Cono Sur, Paraguay es el

    emplazamiento militar yanqui ms ostensible, especialmente la base

    Mariscal Estigarribia donde se concentraron ms de 2000 efectivos

    norteamericanos permanentes, pero con infraestructura suficiente

    para albergar a unos 16.000 efectivos desde un aeropuerto militar

    que tiene una pista de 3800 metros en condiciones de recibir y en-

    viar tropas a diversos puntos de la regin con aviones de gran vo-lumen, como el bombardero B 52, y de transporte como el Galaxy

    que puede trasladar tropas y carros blindados de combate en gran

    escala. Esta base est ubicada a menos de 200 kilmetros de la

    frontera con Bolivia y Argentina y a 300 de la frontera con Brasil.

    El Comando Sur opera tambin 17 bases de radar, mayormente en

    Per y Colombia.

    Las bases yanquis en Amrica la-

    tina no solamente generan condi-

    ciones para eventuales

    intervenciones directas en nues-

    tros pases, sino que tambin mo-nitorean los cielos y aguas de la

    regin y son piezas claves en las

    operaciones de vigilancia por parte

    de Washington.

    Las instalaciones militares men-

    cionadas se suman a las bases

    previamente existentes, que inclu-

    yen una estacin de rastreo de mi-

    siles en la isla caribea Ascensin,

    y la base area de Soto Cano, en

    Palmerola, Honduras, que co-menz su actividad como apoyo a

    los contras nicaragenses poco

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    16/20

    pagpag 1616

    despus del triunfo del sandinismo en 1979.

    La base naval de Baha Guantnamo, Cuba, sirve como ame-

    naza permanente al gobierno cubano y cumple funciones logsticas

    y de operaciones, adems de ser un centro clandestino de detencin

    de prisioneros trados desde los pases ocupados por los yanquis

    en Oriente Medio.

    Bases pertenecientes a fuerzas armadas latinoamericanas pero

    construidas y usadas por soldados estadounidenses, como el Cen-

    tro Peruano de Entrenamiento en el Ro de Iquitos, no son conside-radas bases de EEUU, pero forman parte del despliegue militar

    norteamericano.

    El pentagono sobre sus bases milita-

    res desparramadas en 130 paises

    dice posser 737 (699 pequeas, 22

    medianas y 16 principales) 25 mas

    que en el 2003.

    Los militares yanquis instalados en

    Colombia estuvieron durante aos

    asentados en bases nominalmente

    colombianas pero controladas direc-

    tamente por el Pentgono, aunque

    mediante la profundizacin del men-

    cionado Plan Colombia, se estn

    construyendo 7 bases militares (Ma-

    lambo Palanquero,Tolemaida, Lorandia, Apiay, Cartagenay Malaga).

    Desde la base Palanquero los yankis, pueden cubrir gran parte del

    continente sin necesidad de abastecerse de combustible y ser di-

    rectamente operadas por personal militar estadounidense. Tambien

    pueden utilizar, cuando quieran, todos los aeropuertos comerciales

    en todo el territorio colombiano.

    El gobierno de Uribe es el pas que mas dinero recibe en asistencia

    militar en america latina, a pesar de esto, no pueden doblegar a lasF.A.R.C.-E.P., E.L.N y otras organizaciones populares.

    En Argentina, desde 2001 se encuentra operando una base militar

    norteamericana en la zona de Tolhuin, Tierra del Fuego, y existen

    centros de vigilancia y control en Salta, Buenos Aires, Chubut y Ro

    Negro.

    Dentro de ese esquema de defensa estratgica, inteligencia e in-

    tervencin preventiva, se desarrollan las polticas que, ms all de

    ciertas contradicciones puntuales entre las administraciones norte-

    americanas y las burguesas locales latinoamericanas, apuntan a

    fortalecer liderazgos regionales para controlar futuras rebeliones po-

    pulares, el surgimiento de fuerzas beligerantes antiimperialistas y

    anticapitalistas en la regin, o bien la invasin lisa y llana de aque-

    llos espacios vacos con enormes riquezas naturales cuyo controldirecto es considerado imprescindible por la capitalismo yanqui.

    Todo este despliegue militar se refleja

    tambin al interior de cada uno de

    nuestros pases mediante un endure-

    cimiento del control social y la repre-

    sin. La mano dura que esgrimen los

    polticos y administradores de turno

    del orden burgus, es la mano ejecu-

    tora del imperialismo. As, se adecuan

    las leyes antiterroristas; se recortan

    los derechos individuales y colectivos,

    especialmente de los trabajadores, el

    pueblo pobre y los intelectuales ho-

    nestos; se destinan cada vez ms

    fondos para garantizar el orden esta-

    blecido por las clases dominantes; se cierran escuelas y se cons-

    truyen y amplan crceles.

    El concepto vigente hace dos dcadas que conocimos como de-

    mocracia con seguridad, se invirti: hoy se prev un sistema de se-

    guridad con democracia, pero la permanencia de sta ultima, como

    lo demostr el caso de Honduras y ya lo muestra desde hace aos

    Colombia con su democracia militarizada, est supeditada a los

    intereses de los grandes grupos econmicos y de su expresin mspoderosa en nuestro subcontinente: los Estados Unidos.

    La ocupacin directa de Amrica latina entonces, no es una cuestin

    del futuro. Los yanquis han profundizado la guerra y la invasin est

    en marcha.

    Despus de 30 das de vigencia del estado de sitio en 5 provincias

    del norte de Paraguay, los resultados negativos de las operaciones

    llevadas a cabo por miles de efectivos militares y policiales provo-

    caron el fin de la medida propiciada por el presidente Fernando

    Lugo.

    Hace un mes, el Senado del pas hermano vot por unanimidad apli-

    car el estado de excepcin en 5 departamentos norteos: Concep-

    cin, San Pedro, Amambay, Presidente Hayes y Alto Paraguay.

    De esta manera, las distintas facciones polticas del rgimen capi-

    talista gobernante coincidieron en dar va libre a una masiva movi-

    lizacin de policas y militares con el objetivo de exterminar al

    Ejercito del Pueblo Paraguayo (EPP) y reprimir a los pobladores que

    lo apoyen y a toda expresin de lucha del campesinado que vive

    desde hace ms de medio siglo en condiciones pauprrimas.

    La base jurdica para comenzar las operaciones antiguerrilleras en

    Paraguay se asienta sobre la legislacin antiterrorista que estuvo

    PARAGUAY

  • 8/9/2019 Fogoneros Prensa julio 2010

    17/20

    pagpag 1717

    vigente en ese pas durante ms

    de cuatro dcadas de la dictadura

    del general Alfredo Stroessner.

    Ese cuerpo legal fue actualizado

    en algunos de sus prrafos con el

    advenimiento del sistema elec-

    toralista hoy vigente, pero man-

    tenido en su esencia.

    Los artculos 79 y 181 de la legis-lacin represiva stroessnerista,

    autorizaban a aplicar el estado de

    sitio o excepcin en caso de con-

    flicto o guerra internacional, de in-

    vasin exterior, de conmocin

    interior, o de amenaza grave de

    uno de estos hechos, en todo el

    pas o en regiones determinadas

    y durante su vigencia se poda

    detener a las personas indicadas de participar en alguno de esos

    hechos, o trasladarlas de un punto a otro de la Repblica, y prohibir

    reuniones.

    Bsicamente, los conceptos y basamento legal del estado de sitio

    impuesto actualmente son los mismos que los indicados arriba y tie-

    nen un notable parecido con la Ley de Defensa de la Democracia vi-

    gente hoy en Argentina.

    Los cinco estados afectados fueron sugestivamente los que rodean

    al estado de Boquern, donde se encuentra emplazada la Base Ma-

    riscal Estigarribia, el enclave elegido por Estados Unidos para ins-

    talar a 2.000 militares y construir las pistas e infraestructura

    suficiente para el aterrizaje masivo de aviones de transporte de tro-

    pas, blindados y material blico en general.

    Un estado de excepcin que no es excepcional

    En Paraguay el estado de excepcin no es excepcional. Los suce-

    sivos gobiernos han mantenido un permanente control y hostiga-

    miento al campesinado y trabajadores rurales locales, con

    asesinatos, secuestros, intimidacin y torturas como mtodo usual,

    para tratar de impedir la orga-

    nizacin y movilizacin popu-

    lar, las protestas, las

    denuncias y las crticas.El estado de excepcin bus-

    caba cercenar la posibilidad

    de denunciar esos hechos

    aberrantes o de organizar

    protestas populares contra la

    represin y la injusticia social,

    al tiempo que se justificaba el

    traslado de tropas militares

    desde otros puntos del pas

    para aplicar los mtodos que

    se usaron en los tiempos devigencia de la doctrina de

    Seguridad Nacional en casi

    toda Amrica latina.

    El presidente Lugo, bajo el frgil

    paraguas de un discurso auto-

    denominado progresista, es

    quien condujo esta operacin

    poltico-militar contra los comba-

    tientes, colaboradores, simpati-

    zantes del EPP y contra todos

    aquellos que se organicen y lu-chen por cambiar las injusticias.

    Sin embargo, el resultado con-

    creto de las operaciones con-

    trainsurgentes fue la detencin

    de centenares de personas, en

    su inmensa mayora campesino

    pobres, sin que a ninguno de

    ellos se les haya podido demos-

    trar ninguna relacin con el EPP.

    Los nicos dos enfrentamientos armados en la zona operacional,

    con el saldo de varios uniformados muertos, fue entre militares y po-

    licas que diriman a balazos el manejo del crimen organizado en la

    regin, especialmente los prostbulos, el juego clandestino y el con-

    trabando.

    De todas maneras, pese a que el estado policial-militar no obtuvo

    triunfo alguno contra la lucha popular, el presidente Lugo asegur

    que buscaremos la figura legal para que los militares permanezcan

    de forma permanente en la zona.

    La existencia de un proyecto poltico que plantea cambios profundos

    en la estructura econmica, poltica y social, y de organizaciones

    que llevan adelante una prctica coherente con su lnea revolucio-

    naria, tuvo como respuesta inmediata la represin por parte de toda

    la estructura opresora del estado burgus.Ese fue el caso del EPP hoy en Paraguay, como lo es en diversos

    pases del continente, y lo ser en toda nuestra regin en la medida

    en que cada pueblo llegue a dotarse de estructuras, direcciones y

    estrategias de lucha por el poder, capaces de hacer temblar hasta

    los cimientos del sistema capitalista, que ha demostrado durante

    ms de un siglo su carcter inhumano y brutal.

    Por nuestra parte, en Ar-

    gentina, es necesario ratifi-

    car el compromiso de

    solidaridad con los hom-bres y mujeres del pueblo

    que han decidido no poner

    la otra mejilla ante la bar-

    barie en cualquier parte del

    mundo, y muy especial-

    mente en el teatro de ope-

    raciones elegido por el

    imperialismo para profundi-

    zar la miseria de las mayo-

    ras e impedir la

    instauracin de la justicia atravs del socialismo en

    toda nuestra Amrica.

  • 8/9/2019 Fogoneros Prensa julio 2010

    18/20

    pagpag 1818

    La llamada Operacin Cndor (o Plan Cndor, segn la inter-

    pretacin de cada uno) fue una iniciativa destinada a coordinar

    las actividades represivas basadas en la cooperacin y las ta-

    reas de Inteligencia entre las dictaduras latinoamericanas que

    asolaron nuestro continente en las dcadas del 70 y 80.

    A travs de su implementacin, los militares y civiles que par-

    ticiparon en esa cacera continental que extendi sus garras a

    los cinco continentes, pudieron capturar, secuestrar, asesinar,

    torturar y vigilar, todo eso

    paralelamente, a los revo-

    lucionarios americanos, a

    todos los que luchaban y

    se organizaban, y a los

    miles de exiliados que po-

    blaron el mundo huyendo

    -o combatiendo, segn el

    caso- del terror instalado

    como poltica de Estado.

    El fin de la era de las dic-

    taduras tradicionales enAmrica latina y su reem-

    plazo por administraciones

    civiles que se encuadra-

    ban en el mismo sistema

    econmico y poltico -el

    capitalismo- que sus ante-

    cesores uniformados, no

    cambi en lo esencial el

    rumbo y rasgos principales

    de las estructuras represi-vas, desde las militares

    hasta las policiales y judi-

    ciales, que las clases do-

    minantes crearon hace

    ms de un siglo para defender el rgimen de explotacin. La

    hiptesis de conflicto basada en el enemigo interno, esto es, en

    el pueblo, sigue siendo la principal hiptesis de guerra de las

    fuerzas armadas y de seguridad del capitalismo. La reade-

    cuacin de la estructura militar apunta en esa direccin, pro-

    fundizando el carcter represivo del conjunto del sistema, bajoun paraguas jurdico creado para ese fin, y con la participacin

    directa, activa y al descubierto de fuerzas paramilitares como

    la Gendarmera y la Prefectura en hechos y jurisdicciones que

    en otras pocas correspondan a las policas provinciales y fe-

    deral.

    En la actualidad, nuestro pas forma parte de una telaraa ex-

    tendida por todo el continente y con epicentro en los Estados

    Unidos, cuyos objetivos son idnticos a los que tenan hace

    tres dcadas.

    Las operaciones realizadas en ese sentido por la embajada

    colombiana en Argentina a

    travs del embajador Al-

    varo Garca Jimnez son

    un ejemplo claro de cmo

    funcionan en el plano pol-

    tico y diplomtico los ene-

    migos de los pueblos y sus

    Estados. (ver carta de

    Garca Jimnez a los resi-

    dentes colombianos en

    nuestra Patria).

    Esta poltica no es nueva.En los aos 80, bajo las

    presidencias de Ral Al-

    fonsn y Carlos Menem,

    connotados dirigentes del

    liberalismo en la Unin de

    Centro Democrtico

    (UCD) como Adelina

    Dalesio de Viola, con el

    respaldo explcito del lder

    de ese partido, el Inge-niero Militar del Ejrcito

    (retirado con el grado de

    Capitn) Alvaro Alsogaray

    y su hija Mara Julia, cons-

    truyeron en el Senado y en la Cmara de Diputados de la Na-

    cin un lobby a favor de los contrarrevolucionarios

    nicaragenses cuyo fin era acabar con la revolucin sandinista

    en Nicaragua.

    Actualmente, el lobby poltico contra la revolucin cubana est

    desplegado a lo largo y a lo ancho de toda la clase poltica ca-pitalista haciendo eje en los supuestos presos polticos en

    Cuba, cuando en realidad no son otra cosa que contrarrevolu-

  • 8/9/2019 Fogoneros Prensa julio 2010

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    cionarios a sueldo de los Estados Unidos que intentan resta-

    blecer el orden yanqui que exista en la isla antes de que la

    Revolucin Cubana arrasara con la burguesa local y sus apo-

    yos externos.

    Lo mismo ocurre con el lobby sionista en Argentina, cuyo ob-

    jetivo poltico, adems de defender los intereses econmicos

    israeles en nuestro pas, pasa por caracterizar como antise-

    mita a toda denuncia, manifestacin o accin contra el racismo

    aplicado por Israel contra el pueblo palestino, y justificar las

    matanzas que diariamente dejan vctimas palestinas a manos

    de las fuerzas armadas sionistas. El gobierno nacional res-

    palda esa iniciativa con beneficios comerciales a los productos

    israeles basados en tratados bilaterales que incluyen la ad-

    quisicin de tecnologa israel en materia militar y de seguridad.

    Hay varios ejemplos ms al respecto a lo largo de los aos de

    vigencia del parlamentarismo burgus que rige la vida de los

    argentinos desde 1983. Sin embargo, no se trat ni se trata

    ahora de iniciativas polticas y di-

    plomticas, sino de operacio-nes militares en el ms amplio

    y literal sentido del trmino.

    En la madrugada del ltimo 10

    de julio, una operacin de in-

    teligencia llevada adelante por

    la Polica Federal Argentina

    permiti la captura del mili-

    tante anarquista chileno Juan

    Aliste Vega en la estacin de

    mnibus de Retiro.Aliste Vega est acusado por

    el Estado chileno de varios delitos

    supuestamente cometidos en su

    pas. El operativo es la continui-

    dad del realizado contra los chile-

    nos Freddy Fuentevilla y Marcelo Villarroel, quienes fueron

    apresados en San Martn de los Andes, encarcelados, y en-

    tregados posteriormente a los militares de Chile para su juz-

    gamiento, mediante la decisin poltica y la participacin y

    connivencia de las presidentes de ese pas, Michel Bachelet,

    y de Argentina, Cristina Fernndez de Kirchner.

    La escalada represiva que desde hace tiempo apunta a los lu-

    chadores populares y mantiene a Karina Germano, Roberto

    Martino y Jos Villalba como presos polticos, y a casi 6000

    condenados y procesados en todo el pas, sigue su curso sin

    que ningn sector identificado con el parlamentarismo burgus

    se haya inmutado. Esto ltimo tiene su lgica: tanto el oficia-

    lismo como la oposicin parlamentaria comparten un inters

    comn, que es el mantenimiento del capitalismo como sistema,

    lo que implica por un lado la continuidad del rgimen explota-

    dor hegemnico en Amrica latina, y el combate sin pausa con-tra quienes se rebelan contra l.

    Es en ese contexto en el que debe analizarse la vigencia de la

    ley antiterrorista impuesta por los Estados Unidos en

    Argentina, y diversos marcos jurdicos establecidos por

    los gobernantes desde 1983 hasta hoy, destinados a reprimir

    las protestas populares y a castigar severamente la rotura de

    un vidrio mientras se consolida la impunidad para los respon-

    sables directos de asesinatos a sangre fra, torturas y secues-

    tros en las barriadas pobres y en los montes del norte

    argentino, y para sus autores intelectuales, como por ejemplo

    la responsabilidad de Eduardo Duhalde y Anbal Fernndez en

    los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Daro Santilln en el

    Puente Pueyrredn bonaerense.

    Cdigos contravencionales cada vez ms duros; nuevos cuer-

    pos de polica como la Metropolitana de Mauricio Macri en la

    capital argentina, y las nuevas estructuras policiales en La Ma-

    tanza (provincia de Buenos Aires) creadas por el PJ local; es-

    tructuras ilegales como la Unidad de Control del Espacio

    Pblico (UCEP) que se dedica a golpear y expulsar pobres

    que viven en la calle a causa, preci-

    samente, de las polticas de exclu-sin de los gobernantes

    capitalistas de diversa identidad

    poltica pero igual identidad de

    clase; son otros de los aspectos

    que sealan la tctica comn que

    llevan adelante contra el pueblo

    sus enemigos de siempre.

    Como se ve, la represin interna-

    cionalizada tiene su correlato en

    cada pas, mediante una doctrinacomn a las distintas naciones y

    una coordinacin sin fisuras en nues-

    tro continente, y an ms all de l.

    Se trata en definitiva de una ofensiva de

    ricos contra pobres; de opresores contra

    oprimidos; de explotadores contra explotados; que slo habr

    de detenerse en la medida en que los agredidos por el ham-

    bre, la exclusin y la represin, seamos capaces de organi-

    zarnos para enfrentar la matanza, el saqueo y la explotacin

    cada vez ms brutal.

    Albaro Garca recibe una condecoracin del co-

    mandante para-militar de las FFMM Fredy Padilla.

    Aquel Cndor que instal la dic-tadura del general Jorge Videla y suspares del continente sigue sobrevo-

    lando nuestros cielos y capturando asus presas con una voracidad cre-ciente. El pueblo es su enemigo y

    ellos son los enemigos del pueblo.Est en nosotros tomar la decisin

    de enfrentarlos, y accionar para ven-

    cerlos. La historia ha demostradoque no son invulnerables.

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