Filmin.es-15 Claves Que Quizs No Conozcas Sobre Uno Dos Tres

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15 claves que quizás no conozcas sobre "Uno, dos, tres" filmin.es /blog/15-claves-que-quizas-no-conozcas-sobre-uno-dos-tres 12 de Diciembre del 2012 | etiquetas: Cine clásico Uno: C. R. Macnamara es un importante ejecutivo de la Coca-Cola en plena guerra fría. Casado, con hijos preciosos, una vida acomodada… un horror, vamos. Macnamara está hasta el moño de vivir en Berlín oeste, en medio de una ciudad aún en ruinas y a cinco minutos de los pelmazos de Berlín este con sus manifestaciones constantes y sus cartelones con la cara de Khruschev. Un día, el presidente de la compañía le pide que cuide a su alocada hija, de visita en la ciudad. ¿Una oportunidad de oro para un ascenso? Eso es lo que a él le gustaría… Dos: Billy Wilder dirige a Horst Buchholz, Pamela Tiffin, Arlene Francis y sobretodo a James Cagney en una endiablada partitura que utiliza como base la Danza del sable de AramKachaturyan. El guión es de locos, el ritmo es de locos, los personajes están locos y, efectivamente, el espectador se vuelve loco con tanta carcajada. Tres: Uno de los puntales de la filmografía de Wilder, en el que se mezclan pasado y presente de una Europa herida, por un lado, y los fantasmas personales del genio de la comedia, por el otro. Con un Cagney pletórico, lanzado y exigente en todos y cada uno de sus planos, encarnando la quintaesencia del entrañable capitalista norteamericano.

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Acerca de Un, dos, tres de Billy Wilder

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15 claves que quizás no conozcas sobre "Uno, dos,tres"

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12 de Diciembre del 2012 | etiquetas: Cine clásico

Uno: C. R. Macnamara es un importante ejecutivo de la Coca-Cola en plena guerra fría. Casado,con hijos preciosos, una vida acomodada… un horror, vamos. Macnamara está hasta el moñode vivir en Berlín oeste, en medio de una ciudad aún en ruinas y a cinco minutos de lospelmazos de Berlín este con sus manifestaciones constantes y sus cartelones con la cara deKhruschev. Un día, el presidente de la compañía le pide que cuide a su alocada hija, de visita enla ciudad. ¿Una oportunidad de oro para un ascenso? Eso es lo que a él le gustaría…

Dos: Billy Wilder dirige a Horst Buchholz, Pamela Tiffin, Arlene Francis y sobretodo a James Cagney en unaendiablada partitura que utiliza como base la Danza del sable de AramKachaturyan. El guión es de locos, elritmo es de locos, los personajes están locos y, efectivamente, el espectador se vuelve loco con tantacarcajada.

Tres: Uno de los puntales de la filmografía de Wilder, en el que se mezclan pasado y presente de una Europaherida, por un lado, y los fantasmas personales del genio de la comedia, por el otro. Con un Cagney pletórico,lanzado y exigente en todos y cada uno de sus planos, encarnando la quintaesencia del entrañable capitalistanorteamericano.

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Puede que ni el propio director lo supiera en su momento, pero en sus manos tenía una bomba de vitriolo puro,una coreografía descacharrante con un mensaje de fondode los que carga el diablo. Ni tirios ni troyanos: todosson unos imbéciles. Claro que desde su perspectiva hay un bando más miserable que el otro, pero hasta elapuntador sale más o menos escaldado, en fondo o forma. Por todo ello, no es de extrañar que Wilder tuvieramás de un problema durante el rodaje e inmediatamente después. Hay muchas y muy variadas historiasalrededor de esta película que sigue tan joven como el primer día pese a hablar de una época ya lejana. Lo quees innegable es que es una de las mejores muescas de una filmografía repleta de ellas. Un motivo más parahacer una colecta, comprar un gran bloque de hormigón y esculpir la estatua que Billy Wilder se merece, con lagorra de felpa, las gafas de culo de vaso y unos altavoces por los que suenen sus frases más ingeniosas, quetiene un montón. La podríamos colocar al lado de la Estatua de la Libertad, o de la torre Eiffel, o de Cibeles…

1-Frenesí: En el guión de Wilder y de I.A. L. Diamond se puede leer: “Esta partitura debe interpretarsemoltofurioso. Velocidad aconsejada: 110 millas la hora en las curvas y 140 en las rectas”. En otros trabajos deldirector el guión respira, permite pausas para que el espectador ría los chistes sin perder información. Aquí no.La velocidad es endiablada, siempre al límite de la hiperventilación. No hay ninguna broma especialmentesignificativa, sino un bombardeo constante de elementos que crean un estado de hilaridad que marca lapelícula y nos acompaña de principio a fin, como en una histérica carrera a 110 millas en las curvas y 140 enlas rectas.

2-La sombra de Lubitsch: Antes, mucho antes, de rodar Uno, dos, tres Wilder ya había trabajado estemotivo desde el guión de Ninotchka (1939) . Por todos es bien conocida la influencia que Ernst Lubitsch ejerceen su colaborador, pero más allá de su famoso “toque”, las dos películas que citamos tienen paralelismosevidentes: ambas tratan el choque entre dos modelos económicos y sociales, con un inflexible personajesurgido del frío (allí Greta Garbo, aquí Horst Buchholz) y un tramposo encantador empeñado en seducirlo paraque cambie de bando (James Cagney por Melvyn Douglas). Incluso los tres funcionarios soviéticos tienen sucorrespondencia en los tres simpáticos aliados de la Garbo en el film de Lubitsch.

3-De un tirón: JamesCagney entiende a la perfección el ritmo que necesita la película. Wilder le pide recitalesmaratonianos, textos eternos ejecutados en un plano, y Cagney responde a la perfección. No es de extrañarque el director lo considere el hombre perfecto para el papel, alguien nacido para ser C.R. Macnamara. Tal cualse lo dice a Cameron Crowe en Conversaciones con Billy Wilder : “Muchas frases necesitaban un pie, ynosotros pasábamos por encima del pie. Brrrumm, sin parar. Tal cual, a veces nueve páginas de un tirón, y élno se trababa jamás, ni una sola equivocación.

4-La caricatura: Macnamara, capitalista redomado, sólo piensa en subir peldaños. Otto, comunista dogmático,limita su discurso a una colección de iradas consignas. Schlemmer, de pasado nazi, golpea marcialmente susbotas. El presidente de la Coca-Cola, provinciano de Atlanta, luce sombrero vaquero y groseros modales denuevo rico. Los funcionarios soviéticos, mezquinos y peripatéticos, venden su sistema de valores por unasfaldas... Y podríamos seguir. La tendencia de Wilder a construir personajes desde la caricatura, exagerando deuna sola pincelada un rasgo de su carácter, tiene su máximo exponente en Uno, dos, tres .

5-Un gran consejo: Pamela Tiffin se siente muy intimidada al lado de actores de tanto talento. Al ver sunerviosismo, James Cagney le da un consejo que merece ser enmarcado: “Entra en la habitación. Ponteerguida. Mira al otro tipo a los ojos y di la verdad”. Tan simple. Tan sabio.

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6-¿Esto ha estado siempre aquí?: Billy Wilder se va a dormir la noche del doce de agosto de 1961 y selevanta la mañana del trece… con una pared de más. Al abrigo de la oscuridad, mientras Berlín duerme, elejército de la RDA levanta un muro que separará la ciudad durante casi treinta años. El telón de acero del quehablaba Winston Churchill se vuelve de hormigón. No hace falta decir que es un drama para el conjunto de lapoblación alemana, pero también para el equipo de rodaje.El muro se erige justo en uno de los sets de rodajede la película. También es mala suerte, demonios. La puerta de Brandenburgo, otro de los escenariosprincipales del film, también es cerrada a cal y canto. Wilder y su equipo se trasladan a los estudios de laBavaria Film en Múnich y recrean el set para poder acabar las escenas. Así las cosas, los ánimos no estánpara comedias sobre la Guerra Fría y menos si se sitúan en Berlín. La película es un fracaso en los EstadosUnidos y en Alemania. En otras partes va muchísimo mejor y de hecho, tras la caída del muro, los alemanesllenan las salas para volver a verla, ahora sí con el ánimo dispuesto a reírse de las propias miserias.

7-El robaplanos: James Cagney empezó su carrera en 1930 y la finalizó en 1981. Eso hace un total de 51años trabajando (con un parón de dos décadas, es cierto) al lado de complicadas personalidades comoHumphrey Bogart, Michael Curtiz, John Ford o Henry Fonda. Pues bien, el peor tipo con el que se cruza en sucarrera es Horst Buchholz. El joven actor alemán se pasa todo el rodaje intentando destacar por encima deCagney, que no sólo es el verdadero protagonista de la película, sino que además (qué demonios) es JamesCagney. Acaba hasta el gorro, más aún si tenemos en cuenta que, en su opinión, Billy Wilder no pone encintura con suficiente vehemencia al impertinente jovencito. Señor Cagney, tiene que hacer como suspersonajes de cine negro: saca una pistola, pone cara de malo y suelta una réplica temible. Pocos como ustedsabían coger con tanta elegancia una pistola.

8-La cólera de Joan Crawford: Un día Wilder recibe una llamada temible. Al otro lado del hilo, nada más ynada menos que una furiosa Joan Crawford, que tiene un puesto en el consejo de PepsiCo. La extraordinariaactriz protesta por la campaña de publicidad que la película brinda a Coca-Cola en bandeja de plata. Wilderrespira hondo y, como el gran guionista que es, saca partido de la situación con un último gag: Macnamaracompra varias botellas de Coca-Cola de una maquina expendedora y para su asombro la última que sale es…una Pepsi. Asunto zanjado.

9-La foto de Khruschev: Una de las escenas más famosas de la película es el bamboleo de la secretaria deMacnamara subida sobre la mesa al ritmo de la Danza del sable, mientras los tres funcionarios soviéticos danpalmas encantados de la vida.De repente, uno de ellos se saca un zapato y empieza a aporrear la mesa. En unextremo de la sala un retrato de NikitaKhruschev baila al son de la música, cae al suelo y revela una foto deStalin escondida detrás. La escena puede leerse como un guiño (homenaje sería decir mucho) a uno de losepisodios más famosos de la vida del por entonces mandatario soviético. Un año antes, en una sesión de laONU, Khruschev se sacó el zapato en señal de protesta y lo golpeó en repetidas ocasiones contra la mesa. Undespiporre digno de una comedia de Wilder, en el seno de las Naciones Unidas.

10-Tributos: La película está llena de referencias al cine y a la época de juventud de James Cagney. Por citaralgunas: en el reloj de cuco suena el “YankeeDoodle”, cuyo compositor fue interpretado por Cagney (conOscar incluido) en Yanqui Dandy (1942) ; Macnamara está a punto de golpear a Otto con medio pomelo, comoen El enemigo público (1931); incluso Red Buttons imita al actor en una breve aparición. Hay más, unamuestra inesperada dela importancia clave de este actor en particular para llevar el film a buen puerto.

11-El accidente: En los últimos días de rodaje Horst Buchholz tiene un accidente de coche en Múnich,

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borracho como una cuba, y debe ser hospitalizado de urgencia. Casi no lo cuenta. Wilder decide trasladar elequipo a un plató de Hollywood. Sólo son dos días de rodaje en un hangar, exactamente los que correspondenal final de la película, pero tras el susto con Buchholz las aseguradoras no quieren correr más riesgos ydeciden que eso de Europa es muy peligroso. Como en casa, en ningún sitio.

12-La crisis de Cuba: Los funcionarios rusos ofrecen un habano a Macnamara y dicen que tienen un acuerdocon Castro. Él les manda cigarros y ellos misiles. Un año más tarde los Estados Unidos descubren que laURSS ha instalado bases de misiles en Cuba, dando lugar a la peor crisis de la Guerra Fría. Wilder, el vidente.

13-El retiro de la estrella: Wilder se lo pasa en grande trabajando con James Cagney. Sin embargo, y pese arendirse a su inmenso talento, lo cierto es que no se llevan bien. En palabras del director, Cagney es unrepublicano tradicional que vive en su granja y huye del mundanal ruido. Durante el rodaje Wilder lo invita acenar, pero éste prefiere quedarse con su mujer. Tienen ideas muy distintas. Tras rodarUno, dos, tres uno delas mayores estrellas del Hollywood dorado decide retirarse, argumentando que la complejidad del guión y lasexigencias de Wilder lo han agotado. Puede que su experiencia con Buchholz también tuviera algo que ver. Encualquier caso, no volverá a pisar un plató de cine hasta veinte años más tarde, en el rodaje de Ragtime(1981).

14-Wilder y los comunistas: Wilder nace en Austria y no se instala en los Estados Unidos hasta los 28 añosde edad, pero su filmografía revela hasta qué punto comulga con los ideales (y los traumas) del estilo de vidaamericano. Por ello a nadie le debería extrañar que Uno, dos, tres muestre una mayor simpatía por el bloquecapitalista que por el comunista. Sin embargo, Wilder no es, ni muchísimo menos, un reaccionario: durante laCaza de Brujas del senador McCarthy, en una reunión de directores de Hollywood, un importante directivo retaa la sala a levantar la mano si están en contra de las políticas anticomunistas, seguro de que nadie se atreveráa decir ni mu. Para su sorpresa se levantan dos manos solitarias: John Huston… y Billy Wilder.

15-Wilder y los nazis: Pocos directores en todo el cine norteamericano están tan legitimados para bromearsobre los nazis. Wilder perdió a su madre, a su abuela y a su padrastro en los campos de concentración ydurante toda su vida fue muy reacio a hablar sobre el tema. Por eso se puede permitir a personajes comoSchlemmer y el periodista, ambos de pasado nazi. Uno, dos, tres contiene varias referencias a la historiareciente de Alemania, sembradas con ingenio lacerante en una época en la que las heridas aún no estáncerradas. Años más tarde intenta dirigir La lista de Schindler (1992) y aunque Spielberg se lleva el gato alagua se rumorea que el ya anciano director echa una mano con el guión. Wilder va a ver la película una, dos,tres, cuatro veces… Cuando Fernando Trueba le pregunta por qué repite una y otra vez, su respuesta esdesarmante: “A lo largo de toda mi vida he intentado averiguar cómo murió exactamente mi madre. Y no lo helogrado. En La lista de Schindler aparecen muchos extras judíos y siempre la busco entre ellos. Cuando mesiento en la sala, se apagan las luces y empieza la película… busco a mi madre”.

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Autor/Fuente: Manel CarrascoPELÍCULAS RELACIONADAS

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