Fiebre en el ni+¦o con buena apariencia (pedia)
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Capitulo 32. FEVER IN THE WELL-APPEARING YOUNG INFANT pg. 291
Puntos clave
Las enfermedades febriles representan el 10% al 20% de las visitas pediátricas a los servicios de emergencia.
Debido a un sistema inmunológico deficiente, los neonatos y lactantes (<3 meses) son particularmente
susceptibles a las infecciones por ciertos organismos.
La detección clínica de infecciones graves es más complicada en el lactante pequeño que en otros grupos de
edad debido a un número más limitado de características clínicas.
Un niño con buena apariencia puede tener una grave enfermedad bacterial.
El uso prudente de los antibióticos y la hospitalización continúan siendo objetivos en el manejo y el
tratamiento de lactantes febriles.
Introducción y antecedentes
La fiebre es una de las razones más comunes para la visita al departamento de emergencias en niños
enfermos, y representa el 10% al 20% de las visitas pediátricas. Dos tercios de todos los niños habrán
visitado a un médico por evaluación de fiebre a los 2 años de edad. Debido a la inmadurez inmunológica y a
una clínica limitada, los lactantes febriles menores de 3 meses de edad son un grupo distinto al resto de la
población. Las características únicas de los infantes deben ser consideradas durante la evaluación y el
tratamiento.
Por convención, la fiebre en un niño pequeño se define como la temperatura rectal de 38 C˚
(100,4F˚) o superior. Aunque los termómetros axilares y timpánicos son convenientes, no son de fiar en los
bebés. En cualquier caso, la temperatura no debe ser el único factor que se utiliza para hacer una decisión
sobre el manejo. Esto es especialmente importante si el bebé no tiene temperatura pero tiene una historia
de irritabilidad, mala alimentación, letargo, o cualquier otro cambio en el comportamiento que sea de
interés para los padres. A pesar de que el valor predictivo de la hiperpirexia (temperatura > 40C˚/ 104F˚) es
baja para los lactantes, existe una correlación entre el grado de temperatura y el porcentaje de enfermedad
grave bacteriana (SBI). Según un estudio, el SBI se encuentra aproximadamente en el 26% de los bebes de 4
a 8 semanas de edad con temperaturas superiores a 40C˚. Sin embargo, el médico tiene que saber, que una
enfermedad grave también puede estar presente en los niños con temperatura normal o baja.
La Infección bacteriana grave se define como el crecimiento de un patógeno bacteriano en cultivos
de sangre, la orina, liquido cefalorraquídeo (LCR), huesos, articulaciones o heces. Los patógenos bacterianos
más comunes que causan SBI varían con la edad. En el primer mes de vida, Escherichia coli y estreptococos
del grupo B (GBS) son las fuentes habituales. De 1 a 3 meses, SBI es causada aún predominantemente por
estreptococos y E. coli, pero otros organismos tales como Listeria monocytogenes, Streptococcus
pneumoniae, Neisseria meningococemia, Salmonella y Haemophilus influenzae también se encuentran. Los
niños pequeños también están en riesgo de infecciones graves por virus, como virus del herpes simple (VHS)
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y enterovirus. El VHS es más común en los bebés nacidos de madres con infección primaria por herpes
simple que con secundaria. Dentro de los Estados Unidos, los enterovirus son la causa más común de la
meningitis aséptica infantil y enfermedad febril no especifica. VHS y enterovirus pueden causar
potencialmente meningitis mortal o encefalitis mortal.
Los niños son especialmente susceptibles a infecciones a causa de un sistema inmune inmaduro.
Los recién nacidos tienen deficiencias definidas de anticuerpos específicos, de complemento y otras
opsoninas, y en el número y función de los fagocitos. Estas deficiencias contribuyen a un aumento de la
susceptibilidad a los estreptococos piógenos y otras bacterias. Las infecciones graves por microorganismos
intracelulares es probablemente debido a la reducción de la quimiotaxis de los macrófagos, debido a
insuficiente generación de linfoquinas e interleucinas en los recién nacidos con un sistema inmune
inmaduro. La susceptibilidad del neonato a la infección por el VHS se cree que se debe a la falta de
anticuerpos adquiridos pasivamente y la disminución de la actividad de mecanismos citotoxicos celulares
inmunes y no inmunes. La edad exacta en la que el sistema inmunológico llega a la madurez se desconoce,
pero el riesgo de una infección severa en la mayoría de los patógenos parece desvanecerse hacia los 2 a 3
meses de edad
Reconocimiento y Enfoque
Basándose en los datos de un estudio prospectivo de
cohorte nacional realizado por la Oficina de Investigación
Pediátrica de la Academia Americana de Pediatría (PROS),
la tasa de bacteriemia y meningitis bacteriana en los
lactantes febriles parece disminuir con la edad. En
una muestra consecutiva de 3066 bebés de edades entre 3
meses o menos con temperaturas de por lo menos 38C˚
vistos por profesionales de la oficina, las tasas generales de
bacteriemia y meningitis bacteriana fueron de 1,8 % y 0,5
%, respectivamente. Para niños de hasta 1 mes de edad, la
tasa de bacteriemia fue del 3 %, de la meningitis
bacteriana fue de 1,2 %, y la de bacteriemia con meningitis
bacteriana fue del 4,1 %. Debido a la maduración, la tasa
va reduciendo. De 1 a 2 meses de edad, el riesgo de
bacteriemia fue del 1,5 %, de la meningitis bacteriana fue
de 0,4 % y la de bacteriemia/meningitis bacteriana fue del
1,9 %. Los bebés 2 a 3 meses tienen tasas de 0,7 % de
bacteriemia, 0% para la meningitis bacteriana, y el 0,7 % de bacteriemia/meningitis bacteriana (Fig. 32- 1).
Fueron asociados con un alto riesgo de bacteriemia/meningitis bacteriana: las edades menores de 30 días,
las temperaturas más altas, mala apariencia, llanto anormal y conteo anormal de leucocitos (<5000 o
>15.000 leucocitos/mm 3). Un bajo riesgo de bacteriemia/meningitis bacteriana (0,4 %) se encontró en los
que tenían buena apariencia, 25 días de edad o más, y con una temperatura inferior a 38,6C˚. La prevalencia
global de infección del tracto urinario (ITU) fue del 5% en toda la cohorte y 9% en aquellos que se
chequearon por ITU. La tasa fue más alta para las mujeres (11,9 %) y niños varones no circuncidados (19,5
%). Los niños menores de 30 días con una infección urinaria, la tasa de bacteriemia asociada fue de 17%. El
riesgo de infección urinaria asociada con bacteriemia disminuyó con la edad, con una tasa del 8% en bebes
de 1 a 2 meses de edad y del 6% en bebes de 2 a 3 meses de edad. Es importante señalar que todas las
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pruebas de laboratorio se llevaron a cabo con la discreción del médico después de registrar signos y
síntomas y una evaluación general de la aparición clínica. Este enfoque práctico funcionó muy bien en este
estudio, donde más de la mitad de los 1975 niños tratados como pacientes ambulatorios fueron examinados
en más de una ocasión. Sin embargo, en el contexto de emergencia, en donde los niños son evaluados en
una sola visita, un enfoque con más cuidado es justificado.
Una evaluación completa de sepsis se recomienda en un niño febril de ≤28 días de edad. La evaluación de la
sepsis debe incluir un recuento sanguíneo completo con recuento diferencial; un análisis de orina, examen
de LCR (células, glucosa, proteínas) y cultivos de sangre, orina y líquido cefalorraquídeo (LCR). Si hay
síntomas respiratorios o diarrea, una radiografía de tórax y un cultivo de heces, respectivamente, deben
obtenerse. La hospitalización y la administración de una combinación de antibióticos parenterales, como
ampicilina y cefotaxima o gentamicina generalmente se indican hasta que estén disponibles los resultados
del cultivo.
Si bien el enfoque para el bebé ≤28 días de edad es concreto y basado en datos actuales, existe
controversia y variación con respecto a la evaluación y manejo de los niños entre 29 a 60 días de edad con
fiebre. Muchos de estos bebés tienen infecciones virales autolimitadas. La hospitalización de rutina y la
administración de antibióticos por vía intravenosa puede no ser óptimo ya que esta práctica es costosa y
asociada con complicaciones iatrogénicas. La investigación prospectiva sobre esta población ha dado lugar a
criterios para diferenciar los pacientes de bajo riesgo para enfermedad bacteriana de los pacientes de alto
riesgo. El propósito de definir estos grupos es ayudar a identificar qué pacientes deben ser hospitalizados y
qué pacientes pueden ser tratados ambulatorios con o sin antibióticos. Las estrategias de Boston, Rochester,
y Philadelphia son los resultados de esta investigación. Aunque cada enfoque es ligeramente diferente en
términos de edad del paciente, componentes de evaluación y manejo, cualquiera de ellos es una guía
adecuada para ayudar a los médicos a identificar niños con bajo riesgo de SBI (Cuadro 32- 1).
El estudio llevado a cabo en Boston probó la seguridad y eficacia del manejo ambulatorio de 503
bebes de 1 a 3 meses considerados de bajo riesgo para enfermedad bacteriana por criterios de
clasificación. (Véase el Cuadro 32- 1). Todos los lactantes recibieron ceftriaxona intramuscular 50 mg/kg, a
las 24 y 48 horas junto con un seguimiento estrecho. Aunque el 5% de la población inicialmente considerada
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de bajo riesgo tenía enfermedad bacteriana, incluyendo
bacteriemia, infección urinaria y gastroenteritis, todos se
recuperaron sin incidentes y no se presentaron
complicaciones atribuibles a su manejo ambulatorio inicial.
Los autores concluyeron que, aunque los criterios clínicos
de selección no discriminaron satisfactoriamente entre los
lactantes con y sin SBI, todos los bebés con SBI recibieron
terapia apropiada y estaban bien en la fase de
seguimiento. Después de la evaluación completa de
sepsis, el manejo ambulatorio de lactantes febriles de bajo
riesgo con ceftriaxona intramuscular parece ser una
alternativa segura a la hospitalización. Es importante que
los pacientes manejados esta manera reciban una
evaluación completa de sepsis, incluyendo una punción
lumbar y estrecho seguimiento hasta que los resultados
del cultivo se encuentren disponibles.
Los investigadores de Philadelphia estudiaron inicialmente 747 recién nacidos a través de 56 días
para evaluar la eficiencia del manejo de la fiebre, sin la hospitalización de rutina y tratamiento antibiótico.
Los recién nacidos que no cumplieron con todos los criterios de bajo riesgo fueron hospitalizados
para tratamiento antimicrobiano parenteral. Aquellos que se consideraban de bajo riesgo fueron asignados
a observación hospitalaria sin antibióticos o ambulatorio sin antibióticos con una evaluación a las 24 y 48
horas. No hubo enfermedades graves en el grupo ambulatorio quienes fueron observados sin
antibióticos. Un estudio de seguimiento para evaluar la eficacia de esta estrategia 18 meses después,
constató que ninguno de los 43 lactantes febriles de 29 a 60 días de edad con SBI fue identificado como de
bajo riesgo. Por lo tanto, el protocolo Philadelphia para el manejo ambulatorio sin antibióticos de lactantes
febriles de 29 a 60 días de edad de bajo riesgo, ha demostrado ser práctico, fiable y seguro. Sin embargo,
cuando los criterios se aplicaron retroactivamente a 254 lactantes febriles de menos de 28 días de edad, 109
(42,9 %) de ellos habrían sido identificados como de bajo riesgo para enfermedad bacteriana. De estos 109
niños, 5 tenían enfermedades bacterianas (2 ITU, 2 bacteriemia, 1 gastroenteritis bacteriana). Los autores
concluyeron que el protocolo Philadelphia no permite predecir adecuadamente SBI en neonatos febriles.
Los criterios de Rochester, basados en datos de 233 bebés de 1 a 60 días de edad, se han
desarrollado para identificar niños que tienen bajo riesgo de SBI. Sólo uno de los niños clasificado como de
bajo riesgo se comprobó que tenía SBI (Gastroenteritis por Salmonella sin bacteriemia), en comparación con
el 25% de los bebés en el grupo de alto riesgo. A diferencia de los protocolos de Boston y Philadelphia, en
este estudio no se aborda el tema de la hospitalización o tratamiento antibiótico. Los criterios de Rochester
fueron evaluados prospectivamente en una muestra de 931 lactantes con buena apariencia. SBI (todas ITU)
ocurrieron en un 1% de los 511 niños que cumplieron todos los criterios de bajo riesgo, más de una tercera
parte de los lactantes de bajo riesgo fueron manejados inicialmente sin tratamiento antimicrobiano y no han
sufrido efectos adversos. El valor predictivo negativo de los criterios se encontró en 98,9 % para SBI y en
99,5 % para bacteriemia. Los autores recomendaron que lactantes febriles de menos de 60 días de edad,
que cumplen todos los criterios de bajo riesgo pueden ser administrados como pacientes ambulatorios o por
medio de observación sin antibióticos o con una sola dosis de ceftriaxona intramuscular después de que una
muestra de sangre, orina y de LCR han sido obtenidos para cultivo.
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Los protocolos de manejo tanto de Boston como de Philadelphia se han aplicado retroactivamente
a los bebés en el primer mes de vida. Dentro de este grupo de edad, estas estrategias tienen un 97% de
valor predictivo negativo. En otras palabras, cuando las estrategias fueron aplicadas a los recién nacidos
hasta los 28 días, el 3% de los recién nacidos que cumplían todos los criterios de bajo riesgo tenían SBI. Ya
que los recién nacidos de menos de 28 días de edad tienen el mayor riesgo de SBI y clínica limitada, esto
sugiere que todos los niños menores de 28 días de edad deben ser manejados con una completa evaluación
por sepsis y hospitalización.
Presentación clínica
El niño con fiebre es un reto diagnóstico. El médico debe tener un bajo umbral de preocupación debido a la
amplia gama de signos y síntomas asociados con infección neonatal (Tabla 32-2). Ya que el rango de
presentación va desde buena apariencia hasta apariencia tóxica, la historia y evaluación de laboratorio son
extremadamente importantes para orientar las decisiones de los médicos.
El diagnóstico diferencial de fiebre en los primeros meses de vida incluye infección bacteriana
adquirida en el útero, en el momento del nacimiento, en el hospital, en casa o una anomalía anatómica (p.
ej., reflujo vesicoureteral, válvulas uretrales posteriores, obstrucción de la unión ureteropélvica). Las
infecciones virales son también un factor a tener en cuenta. En particular, se debe considerar los virus que
se adquieren en el momento del nacimiento, como el VHS, y comúnmente por contacto, el enterovirus, virus
respiratorio sincitial (VRS) e influenza. Las vacunas a los 2 meses en los chequeos, la difteria, tétanos y tos
ferina acelular (DTPA) y H. Influenzae tipo b (Hib), pueden causar fiebre de 24 a 48 horas después de la
inoculación. Sin embargo, la vacunación no debe ser considerada la causa de la fiebre en un niño con
apariencia tóxica. Aunque es extremadamente raro que la fiebre en este grupo de edad sea por causas no
infecciosas, abrigar demasiado a un niño pequeño puede causar elevaciones temporales de la temperatura
corporal. Si un niño está bien, es razonable desabrigar el bebé de 15 a 30 minutos y evaluar la temperatura
antes de tomar decisiones sobre el manejo. Si la temperatura se regulariza, el bebé todavía parece saludable
y no ha recibido un antipirético, el bebé puede considerarse afebril.
Un niño con fiebre debe primero ser evaluado por aspecto tóxico. Un niño que parece tóxico es uno
que presenta un cuadro clínico de síndrome séptico: letargo, signos de mala perfusión, hipoventilación,
hiperventilación, o cianosis. Debido a que niños menores de 12 semanas con apariencia tóxica tienen un
17% de probabilidades de tener infección bacteriana, una rápida evaluación y tratamiento son vitales en
estos recién nacidos. Después de obtener cultivos de sangre, orina y LCR, los antibióticos parenterales deben
ser administrados. Un antibiótico de amplio espectro, como ceftriaxona es eficaz contra la mayoría de los
organismos que causan sepsis. La ampicilina es recomendada para cubrir Listeria monocytogenes. El
aciclovir debe añadirse si hay preocupación por herpes o meningitis herpética. La terapia no debe retrasarse
si la recolección de muestras es prolongada.
La evaluación rápida de la apariencia es compleja. Se han elaborado escalas de observación en un
intento de identificar rápidamente enfermedades graves en los niños febriles. Una de ellas, es la Puntuación
de la Observación del niño (IOS), fue creada a partir de datos de niños febriles menores de 24 meses. Los
pacientes se valoraron en calidad del llanto, reacción a estímulo parental, variación del estado, color,
hidratación y respuesta a los gestos. En los niños menores de 24 meses de edad, el resultado fue confiable,
predictivo, especifico y sensible para identificar enfermedades graves en los niños. Posteriormente, se probó
en lactantes febriles 4 a 8 semanas de edad, cuya inmadurez neurológica y clínica limitada hace difícil e
impreciso el puntaje. En este grupo de edad, 22% con una puntuación de bajo riesgo tenía enfermedad
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grave. Esto sugiere que el IOS por sí solo no es suficiente para identificar enfermedades graves en bebes de
4 a 8 semanas. Sin embargo, cuando se utiliza en combinación con otros exámenes y criterios de laboratorio,
que se encuentran en los criterios de Philadelphia, puede ser útil para definir una población de bajo riesgo.
Después de la evaluación inicial, una historia clínica minuciosa y una detallada exploración física
deben completarse. Las preguntas clave de la historia se centran en los cambios en el comportamiento del
bebé: aumento o disminución del sueño, disminución de la alimentación, irritabilidad, dificultad respiratoria,
agitación o letargo. Dado que estos bebés a menudo son de sólo unos pocos días o semanas de edad, los
cambios en el comportamiento pueden ser difíciles de apreciar para los padres nuevos a menos de que se
les pregunte acerca de ellos de manera específica. Un bebé con una historia de fiebre documentada en el
hogar y que está afebril en la unidad de emergencias debe ser manejado como febril.
Los bebés muy pequeños con enfermedades febriles tienen una presentación poco consistente. La
inmadurez neurológica y del comportamiento durante los primeros meses de vida puede también confundir
la presentación. En el primer mes de vida, la mayoría de los recién nacidos duermen alrededor de 16 a 18
horas al día. La cantidad de tiempo dedicado a dormir puede hacer que sea difícil determinar si un bebé
tiene más sueño de lo habitual. Debido a que el cerebro madura, la cantidad de tiempo despierto aumenta,
lo que hace que algunos cambios de comportamiento asociados con una enfermedad sean más evidentes.
Una comprensión del tiempo de algunas señales del desarrollo pueden ayudar a los médicos a evaluar el
cambio de comportamiento, lo que añade otra dimensión a la evaluación del recién nacido (Cuadro 32- 3).
Los lactantes y los niños tienen ciclos de sueño-vigilia más establecidos y una interacción social más
compleja, haciendo que desviaciones de lo normal sean más evidentes.
La elección de las pruebas diagnósticas debe ser guiada por la edad del bebé y de su presentación.
Un niño que parece tóxico o un bebé menor de 1 mes deben recibir una completa evaluación por sepsis con
una radiografía de tórax y cultivo de heces, de ser necesario. Los niños con buena apariencia y los mayores
de 1 mes pueden recibir una combinación de pruebas de la evaluación por sepsis basado en su presentación.
No existe una sola prueba de laboratorio que prediga una enfermedad bacteriana completamente y
tampoco existe una que descarte totalmente una enfermedad bacteriana.
Un conteo de leucocitos debe obtenerse para todos los recién nacidos que reciben una evaluación
por sepsis. En los lactantes de más edad y niños, un alto nivel absoluto de neutrófilos (>10.000 /mm 3) está
asociado con un mayor riesgo de bacteriemia. Aunque este no se ha reproducido en niños pequeños, los
resultados de los estudios realizados en Rochester y Philadelphia sugieren que un conteo de glóbulos
blancos normales (entre 5000 y 15.000/mm3) y un recuento de bandas bajo pueden ayudar a estratificar
pacientes de bajo riesgo de SBI. Específicamente, los investigadores de Philadelphia fueron capaces de
alcanzar el 100% de precisión en forma prospectiva identificando los bebés 1 a 2 meses de edad en bajo
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riesgo de enfermedad bacteriana mediante la incorporación de una relación de bandas-neutrófilos inferior a
0,2.
Los cultivos de sangre son el "gold standard" para determinación de la bacteriemia. Aunque los
resultados del cultivo no están disponibles inmediatamente, la mayoría de los verdaderos patógenos son
detectados a las 24 horas. En el niño que parece estar bien, los organismos no patogénicos pueden
considerarse contaminantes, especialmente si se recuperan después de 48 horas.
La punción lumbar (PL) se indica si se sospecha de sepsis o de meningitis, si el bebé tiene 28 días de
edad o menos, o si el médico planea administrar antibióticos. La evaluación del LCR debe incluir un recuento
celular diferencial, proteínas y medición de glucosa, y tinción de Gram y cultivo. A como los valores normales
del recuento de leucocitos en suero pueden variar ligeramente según la edad (Cuadro 32- 4), los valores
normales del fluido espinal también pueden variar (Cuadro 32- 5). Ya que el LCR normalmente no contiene
glóbulos rojos, su presencia indica una PL traumática o hemorragia del sistema nervioso central (SNC). Este
último es más probable si los glóbulos rojos no disminuyen entre el primer y el último tubo. La hemorragia
del SNC puede ser el resultado de un trauma o una infección, especialmente por herpes simple. En el recién
nacido sano, no es extraño ver de 8 a 10 leucocitos/mm3 .Normalmente hay un predominio de neutrófilos
en el LCR de pacientes con meningitis bacteriana. Los niños con meningitis bacteriana, a menudo tienen una
elevada proteína (>100 mg/dl) y una glucosa baja (<30 mg/dl). Sin embargo, en las primeras fases del curso
de la meningitis, los parámetros también pueden estar normales. Si se sospecha por la historia o la
exploración física, el LCR también debe ser enviado para PCR por herpes y enterovirus.
La decisión de ordenar una radiografía de tórax debe basarse en los síntomas del niño. Pedir de
rutina radiografías de tórax no está indicado en la ausencia de síntomas respiratorios. Sin embargo, la
presencia de retracciones, los estertores, roncus y taquipnea aislados o la presencia de tos con otro signo
respiratorio, como taquipnea o tiraje, es predictivo de cambios focalizados en una radiografía de tórax.
Las muestras de heces no son indicadas para todos los lactantes febriles. Sin embargo, si el niño
presenta diarrea aguada o sanguinolenta, una muestra de las heces fecales se debe obtener para su examen
microscópico y cultivo. La enteritis bacteriana se indica por la presencia de sangre o más de 5 leucos por
campo. Sangre en las heces se asocia con gastroenteritis bacteriana, pero es un hallazgo inespecífico ya que
también se observa con rotavirus y otras causas de diarrea viral. Aunque los glóbulos blancos pueden estar
presentes en el frotis de heces en los lactantes con gastroenteritis bacteriana, la ausencia de los glóbulos
blancos no indica ausencia de enfermedad bacteriana.
Las infecciones urinarias son las más comunes de las enfermedades bacterianas graves en los
lactantes febriles con buena apariencia, que ocurre en aproximadamente el 7,5% de lactantes febriles
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menores de 8 semanas de edad. Los varones incircuncisos y mujeres blancas están en alto riesgo. La ITU
debe ser considerada en todos los neonatos febriles por la asociación con bacteriemia y sepsis. Aunque el
análisis de orina sólo, se ha mostrado como un indicador sensible e independiente de la presencia de
infección urinaria en niños mayores, no es así en el caso de los bebés. Una evaluación apropiada de una
infección urinaria en niños incluye un análisis y cultivo de orina de una muestra obtenida por catéter
o aspiración suprapúbica.
Los virus son una causa común de fiebre en el período neonatal. Un hisopado nasofaríngeo por
anticuerpos fluorescentes y cultivo, deberán ser considerados en un bebé con fiebre y sibilancias, tos,
taquipnea, u otros síntomas respiratorios, especialmente durante los meses de invierno. La muestra debe
ser también probada por virus respiratorio sincitial; influenza A y B; parainfluenza 1, 2 y 3; y el adenovirus. El
enterovirus es la causa más común de meningitis aséptica. La detección de enterovirus por cultivo se ve
limitada por una sensibilidad de sólo 65% a 75% y el tiempo de procesamiento de 3 a 10 días. En
comparación con el cultivo de virus, la muestra de LCR testeado con PCR tuvo 100% de sensibilidad y un 90%
de especificidad para el diagnóstico de meningitis enteroviral en un estudio de lactantes febriles menores de
3 meses de edad. Los ensayos de PCR en suero y orina son también más sensibles que el cultivo, pero para la
detección de meningitis por enterovirus, la PCR de LCR es la adecuada. Aunque la enfermedad bacteriana y
viral contemporáneamente pueden ocurrir, la detección de enterovirus por PCR en un lactante con buena
apariencia con laboratorios normales puede ayudar a los médicos en ser juiciosos en el uso de antibióticos.
La PCR o cultivo por virus del herpes simple debe ser obtenida en los niños con una historia sospechosa o
con convulsiones; signos de sepsis; lesiones en piel, ojo o boca características; o hallazgos en el LCR que
sugieren la presencia de hemorragia. Si el médico sospecha de VHS, el aciclovir debe iniciarse
empíricamente.
Características clínicas importantes y consideraciones
Aproximadamente el 7% de los lactantes febriles menores de 3 meses de edad tienen SBI, y el resto se
presume que tiene una causa viral de fiebre. Es importante considerar si el bebé tiene una enfermedad viral
que coexiste con enfermedad bacteriana. En general, se considera que los niños con evidencia objetiva de
una infección viral no necesitan una completa evaluación por sepsis. El VRS es una causa común de
enfermedades respiratorias bajas en los bebés. Los pacientes suelen presentar síntomas como sibilancias,
taquipnea, dificultad respiratoria, apnea, y fiebre. Los estudios de lactantes mayores (>28 días) y los niños
sugieren que el riesgo de bacteriemia en los pacientes con apariencia tóxica con documentada infección por
el VSR es bastante infrecuente y por ello, cultivos de rutina en sangre y en fluido espinal no están
indicados. En la mayor parte de los estudios, la infección de las vías urinarias es la más común de las SBI. En
un estudio prospectivo sobre 1248 niños menores de 2 meses de edad, la tasa de SBI en bebes VRS-
negativos fue de un 12,5 % en comparación con el 7% de los pacientes con VRS. Un subanálisis de los datos
por edad revela que la tasa global de SBI en los bebés de 28 días o menos no difiere considerablemente
entre aquellos que estaban y los que no estaban infectados por el virus sincitial (10,1 % vs. 14,2 %). En los
bebes RSV-positivos, la tasa global de ITU fue del 5,4 % en comparación con el 10,1 % de las personas sin
VRS. Aunque existe una gran variabilidad en el campo de las pruebas de diagnóstico de los lactantes con
bronquiolitis, el riesgo de bacteriemia y meningitis en esta población parece ser bajo si el bebé no es tóxico
y tiene más de 28 días. Sin embargo, persiste un riesgo de ITU similar a este en el niño febril con buena
apariencia sin VRS. Por lo tanto, es prudente obtener un análisis y cultivo de orina de una muestra de orina
cateterizada del niño con fiebre. A pesar de los alentadores datos sobre el riesgo de bacteriemia y meningitis
en bebés menores de 90 días de edad con infección por VRS, en aquellos con 28 días de edad o menos, es
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mejor asumir que el riesgo de SBI no cambia por la presencia de VRS y se debe realizar una completa
evaluación por sepsis.
La otitis media aguda es la infección bacteriana más común en los niños. Los organismos
bacterianos son identificados en el 60% al 70% de los casos, cuando se realiza timpanocentesis como parte
de un protocolo de estudio. S. Pneumoniae, H. Influenzae y Moraxella catarrhalis son los microorganismos
predominantes en todos los grupos de edad, aunque gram negativos entéricos, Staphylococcus aureus y
bacilos también se pueden encontrar en el primer mes de vida. Pocos estudios asocian específicamente el
riesgo de bacteriemia asociada a la otitis media. En el desarrollo de los criterios de Rochester, los autores
observaron que el diagnóstico de la otitis media fue la única razón para considerar a nueve niños pequeños
en situación de alto riesgo, y ninguno tenía SBI. Sin embargo, un estudio de lactantes febriles menores de 8
semanas informó bacteriemia en 1 de 24 pacientes con otitis media. Aunque no es común, los niños
con otitis media al examen físico todavía están en riesgo de enfermedad invasiva. El diagnóstico de la otitis
media en lactantes febriles de 28 días o menos no debería influenciar la evaluación del paciente ni el
manejo. Es razonable ordenar un conteo de leucos, cultivo de sangre, de orina y cultivo de orina adecuado
antes de iniciar tratamiento con antibióticos por vía oral en lactantes febriles 29 a 60 días de edad con otitis
media. Una PL no es necesaria si el niño tiene buena apariencia, tiene un seguimiento fiable, cumple con
todos criterios de bajo riesgo y no recibirá antibióticos parenterales. Los bebés 2 a 3 meses de edad, con un
diagnóstico inequívoco de otitis media pueden ser tratados con terapia antibiótica oral apropiada sin una
evaluación de laboratorio. Es importante señalar que la otitis media es un difícil diagnóstico a realizar en
bebés muy pequeños ya que a menudo tienen canales auditivos estrechos y puntos de referencia
indistintos. Si el médico no está seguro acerca del diagnóstico de otitis media, lo mejor es manejar al
paciente como un niño febril sin una fuente.
La introducción de la vacuna antineumocócica heptavalente ha disminuido el riesgo de una
infección grave por Streptococcus pneumoniae. La vacuna se administra a los 2, 4, 6, y 12 a 15 meses de
edad. Las cuatro dosis son altamente eficaces contra enfermedades invasoras y algo eficaces contra la otitis
media y neumonía. En particular, la tasa de SBI en la población afroamericana ha disminuido drásticamente.
Sin embargo, el riesgo de infección invasiva por S. Pneumoniae en el niño menor de 3 meses de edad no ha
cambiado considerablemente, probablemente debido al hecho de que sólo una vacuna es dada durante este
tiempo. Por lo tanto, incluso si el niño ha recibido una vacuna contra el neumococo, es prudente considerar
que el niño esta, en efecto, no vacunado.
Manejo
A pesar de que en los primeros 28 días de vida, el riesgo de SBI en lactantes de bajo riesgo es pequeño, la
mayoría de los expertos recomiendan una evaluación por sepsis. Este enfoque conservador se basa en la
dificultad de evaluar el comportamiento de los recién nacidos, la inmadurez del sistema inmune, la rápida
evolución de las infecciones bacterianas en este grupo de edad, y la posibilidad infecciones por enterovirus o
herpes (meningoencefalitis) amenazantes para la vida. Basado en datos actuales, los lactantes febriles ≤28
días de edad deben recibir una completa evaluación por sepsis, ingreso en el hospital, y la administración
de antibióticos parenterales. Aunque el riesgo de infección por Listeria monocytogenes es bajo, todavía es
una posibilidad y está indicada la ampicilina. La elección de un segundo antibiótico puede variar. La
gentamicina es una buena opción para la mayoría de los pacientes ≤28 días de edad, a menos que exista un
motivo de preocupación por meningitis o de un patógeno inusual. Cefotaxime puede ser una mejor elección
si se sospecha de meningitis (Cuadro 32- 6).
![Page 10: Fiebre en el ni+¦o con buena apariencia (pedia)](https://reader030.fdocuments.ec/reader030/viewer/2022020311/577c809b1a28abe054a96791/html5/thumbnails/10.jpg)
Una combinación de evaluación clínica y estudios de laboratorio pueden ser utilizados para definir
una población específica de niños de 29 a 60 días de edad, que tengan buena apariencia y que están en bajo
riesgo de SBI. La probabilidad de tener un SBI en un niño febril que reúna todos los criterios de bajo riesgo
es aproximadamente de 0,2 % a 0,7 %. La mayoría de los expertos coinciden en que los bebés de bajo riesgo
de 28 a 90 días de edad con padres fiables y un buen seguimiento pueden ser manejados como pacientes
ambulatorios con reevaluación en 24 horas. Los bebés deben cumplir todos los criterios de bajo riesgo,
clínicos y de laboratorio, salvo los niños con otitis media que pueden estar incluidos en esta categoría. El
tratamiento ambulatorio empírico con ceftriaxona se debe considerar si la PL se ha realizado. Es opcional
dar una segunda dosis intramuscular de ceftriaxona. Si un niño recibe antimicrobianos antes de que la
muestra de LCR se obtenga, puede ser difícil distinguir si el LCR con pleocitosis con cultivo negativo se deba
a un virus o a meningitis parcialmente tratada. Si no se tiene claro, un curso completo de terapia antibiótica
parenteral está indicado.
![Page 11: Fiebre en el ni+¦o con buena apariencia (pedia)](https://reader030.fdocuments.ec/reader030/viewer/2022020311/577c809b1a28abe054a96791/html5/thumbnails/11.jpg)
Como la tasa de SBI en bebes de bajo riesgo entre las 4 y 8 semanas de edad es de
aproximadamente 0,2 % a 0,7 %, una estrategia alternativa para lactantes febriles de bajo riesgo sin una
fuente obvia de infección es observación ambulatoria sin antibióticos. Los niños manejados de esta manera
deben tener cultivos de muestras de orina y sangre, pero no necesariamente de médula espinal. Todos los
pacientes deben ser reevaluados dentro de las 24 horas. Aquellos que se deterioren deben recibir el resto
de la evaluación séptica, deben ser hospitalizados y recibir terapia antimicrobiana.
Los bebés de edades entre 29 a 60 días con otitis media deben recibir tratamiento adecuado con
antibióticos por vía oral. Un niño que tiene buena aperiencia con una ITU sin bacteriemia, que está afebril en
la reevaluación puede ser tratado ambulatoriamente con 10 días de antibióticos orales seleccionados en
función de los patrones de sensibilidad. Los bebés que tienen mala apariencia en la reevaluación o que
tienen sangre o cultivos positivos en líquido cefalorraquídeo deben ser admitidos para observación y
tratamiento antibiótico.
Resumen
La fiebre en el niño es un fenómeno común, y se ha comprobado que un bebé con buena apariencia puede
tener una SBI. La inmadurez inmunológica de los bebés los hace especialmente vulnerables a ciertos
organismos bacterianos y virales que pueden causar una enfermedad potencialmente mortal. El alcance
limitado de los comportamientos de los niños pequeños hace que el diagnóstico de enfermedades mediante
el examen físico sea un reto. Es necesario tener un conocimiento claro del riesgo de SBI y un enfoque
práctico y prudente para la evaluación y manejo. El riesgo global de SBI va desde un 7% para todos los niños
febriles de 1 a 3 meses de edad a un 0,2 % a 0,7 % si el bebé cumple todos los criterios de bajo riesgo
propuestos por cualquiera de los criterios de Boston, Philadelphia o Rochester.
Hay un acuerdo firme entre los expertos en relación con el enfoque de los lactantes menores de 28
días. Estos niños deben recibir una evaluación completa por sepsis, ser admitidos en el hospital, y recibir los
antimicrobianos parenterales. El aciclovir se debe considerar para cualquier bebé con historia sospechosa o
con convulsiones; signos de sepsis; lesiones de piel, ojos o boca características; o los hallazgos del
LCR sugieren la presencia de hemorragia.
Los bebés de edades entre 29 a 60 días también deben recibir una evaluación completa por sepsis.
Todos los pacientes con criterios de bajo riesgo de cualquiera de los estudios prospectivos mencionados
anteriormente pueden ser tratados como pacientes ambulatorios con ceftriaxona intramuscular y reexamen
a las 24 y 48 horas. Los bebes de bajo riesgo en esta categoría de edad también pueden dejarse en
observación sin antibióticos con reevaluación en 24 y 48 horas. Es aceptable aplazar la PL en pacientes de
bajo riesgo con edad superior a los 60 días que no recibirán antibióticos. Niños sin apariencia tóxica febriles
de 61 a 90 días de edad deben tener una historia médica y examen físico completos y una limitada
evaluación de laboratorio. Si cumplen los criterios de bajo riesgo, se puede observar a los pacientes sin
antibióticos, pero con reexamen a las 24 y 48 horas.
Este abordaje de los bebés entre las edades de 1 y 3 meses se ha visto seguro y fiable en la
investigación prospectiva. A pesar de que la población que se presenta en el servicio de urgencias puede ser
diferente a la que se presenta a la oficina del clínico, los estudios de la PROS sugieren que puede haber un
subconjunto de niños, incluso en el primer mes de vida, para los cuales la observación ambulatoria y
seguimiento de cerca puede ser una opción razonable. Este enfoque no ha sido probado en estos pacientes
más jóvenes, pero las investigaciones futuras pueden ayudar a aclarar este punto.