Fertilizante de ideas // Revista Horizontes Nº 0

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Fertilizante de Ciudades desafinadas ¿Quiénes son los Ignicionistas? Proyecto Extiércol

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Fertilizante de

Ciudades desafinadas

¿Quiénes son los Ignicionistas?

Proyecto Extiércol

INDICE

REDACCIÓN

Nº1 Fertilizante de ideas

-Editorial

-Ciudades desafinadas Relatos de la música y su

destierrro hacia ninguna parte.

-Fertilizante de nuevas ideasEl proyecto Extiércol propone unaalternativa laboral para jóvenes en el medio rural.

-¿Quiénes son los Ignicionistas?Entrevista a Claudio Molinari,,creador de este manifiesto artístico.

-Fotografía

-Muro Libre

Queremos que cualquier interesado forme parte de este proyecto. Si te gusta la idea y quieres proponer algo escríbenos a:

[email protected]

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Edición/redacciónIvan RuizArturo Triviño

MaquetaciónArturo Triviño

Diseño de portadaSin Prisas

FotografíaJaime Cinca

Todos los contenidos propios están sujetos bajo esta licencia:

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EDITORIAL

Revueltas, fraudes, corrupción. El impacto semántico de estas palabras se ha neutralizado. Lo que anterior-

mente considerábamos hechos insólitos a tener en cuenta, hoy, por su redundante presencia en los medios, parecen más bien parte de una cotidianidad irremediable. La vio-lencia nos paraliza, la indignación caduca nuestra espe-ranza, y la realidad se escapa a nuestro alcance. Después de pasar por el túnel mediático, nuestras fuerzas se des-vanecen y la virtualidad conduce toda voluntad creativa al infinito. Cantidades ingentes de imágenes, palabras y sonidos, no hacen más que absorber la energía del indi-viduo hacia la inconcreta realidad del desconcierto.

Las ciudades se van quedando cada vez más huecas. El silencio y el ruido predominan. Todo sea por la seguri-dad de los viandantes, que van de un lugar a otro sin más función que mostrar su consentimiento perplejo. “Gente en sitios”, como titula Juan Cavestany a esa radiografía de la metrópoli deshumanizada. Y es que los únicos que muestran una actitud diferente son los turistas o a los que les conviene la miseria de muchos. Mientras tanto, los que quedamos aquí debemos publicitar el derrumbe, la caída de la bolsa, el precipicio de aristas afiladas. La catástrofe es éxito de ventas y las distopías vuelven a fascinar. Todo sale redondo y así, mientras tanto, se prohíbe, se legisla, se de-sahucia. La música es la última afectada. Ya no le quedan ni calles para armonizar pasos de compases compartidos. Es alto el riesgo de contagio.

Lo que no saben es que para el cambio sobra la violencia. Que se lo digan a los terroristas de Gamonal. Valen los pequeños gestos, que revuelven la corriente y unen per-spectivas diferentes. Si entras en conflicto formas parte de su tablero de juego, y más convendría alimentar en los jóvenes la esperanza de ver florecer en sus comunidades ideas nuevas para “que no nos echen de nuestros pueblos”. Cultivar es siempre la mejor solución, que diría Cándido después de darse una vuelta por el mundo. Fertilizar la tierra con el mejor Extiercol y así los árboles crecerán más sanos, mientras sus raíces se expanden por el suelo crean-do un vergel a su alrededor.

Nadie lo explica y todos se resignan con la cabeza gacha, pateando su suerte. La norma es, frente al cambio, frente a la crisis, imparables dosis de frustración. Ante esta actitud, hay quienes han decidido tomar ignífugas medidas al re-specto y salir con un bidón de gasolina para darle fuego a todo aquello que nos “contamina”. Estos, según los servici-os secretos, están catalogados como grupo psicoterrorista de tendencia sarcástica, que usan peligrosos métodos anti-

discreción promoviendo el vandalismo cultural. La alerta es evidente, y ya todos los periódicos se hacen eco. Nunca se sabe quién será uno de ellos.

Para no caer en presentaciones, y al ser esta la primera vez que nos encontráis, debemos decir algo... Horizontes nace sin pretensiones, dejando preámbulos a un lado y adentrándose en lo que de verdad pueda contener haces de luz entre tanta sombra mediática. No creemos en la norma de que “cuando las noticias son malas, son buenas noticias”, ni seguimos criterio alguno más que nuestra modesta estancia en el mundo. Mirar hacia otros Horizon-tes es ver más allá, siempre consciente de la universalidad de esa fina línea en la distancia, que nunca alcanzaremos, pero que guiará nuestras intenciones.

Sin publicidad, sin dueños a los que rendir cuentas, nuestra satisfacción es la de poder ofrecer al mayor núme-ro de personas posibles relatos que desafían la nulidad, que no se estancan en la superficie, relatos de humanidad. Somos portavoces de nuestra inquietud, sin más rumbo que el de la casualidad y la curiosidad. Dos ideas de un mismo seno. Renunciamos a los criterios periodísticos y huimos de los formalismos académicos. Baluartes de una honestidad periodística que no cuenta con la exactitud del número, pero sí con la de la subjetiva intención de ex-pandir realidades. Una actitud que no nos deja hueco en otros medios, por lo que hemos decidido crear el propio, con poca experiencia pero mucha integridad.

Pero todo esto no se podría conseguir sin la ayuda de un lector que le dé un valor a este trabajo desinteresado. Somos un colectivo de personas que tratamos de promov-er la cultura y la creación porque confiamos en su poder redentor, sobre todo en tiempos tan turbios donde se den-osta todo aquello que no produce beneficios. Los nues-tros, con el precio de esta revista, no nos harán mejores personas, ni más trabajadoras, pero sí que permitirán que la idea que cobra forma a través de estas páginas pueda mantenerse en el tiempo e ir siempre mejorando. Tocamos la realidad, no sólo nos mantenemos como espectadores, por eso confiamos en el papel como soporte de las ideas.

Si ha llegado hasta aquí, no nos queda más remedio que desearle buena suerte. Esta es nuestra modesta contribu-ción para tratar de construir donde las paredes se derrum-baron y el ladrillo terminó aplastando a sus inquilinos. Nos vemos en la posición de pedirle un favor. Si puede, vuélvalo a copiar o coménteselo a su vecino para que siga buscando nuevos Horizontes y así, quizás, podamos perd-er el testigo de su destino.

Más ruido para el silencio

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E l mástil de una guitarra se com-pone de sonidos sin nombre, un diccionario compartido en

el que se fraguan infinidad de uni-versos al simple roce de seis cuerdas. Desconozco lo que los físicos dicen al respecto, pero en esa vibración es ci-erto se altera la consciencia y se viaja a través de los sentidos por el tiempo y el espacio. El hombre deshace sus diferencias y comparte la experiencia, de orígenes tan primitivos como es la armonía, presente en la naturaleza an-tes de que cualquier pentagrama diera constancia de ella. Así, se podría de-cir que el sonido de una cigarra y el saxofón de Paul Desmond hablan esta misma lengua ubicua y atemporal.

Sin embargo, la espontaneidad con-natural a este arte está en peligro de ex-tinción, puesto que cada vez son más los cotos y las restricciones a su libre ejercicio. El eje por el que se mueve toda esta nueva ola de políticas es el problema que supone la música en las calles como “contaminante acústico”. En la orquesta metropolitana no to-dos pueden participar, y poco a poco esa melodía que embalsamaba antaño las calles va siendo absorbida por el ruido crónico de una avalancha de percusión motorizada.

Cristerios de idoneidadResulta paradójico esta progresiva criminalización de la música ya que, por suerte, nuestros legisladores son

letrados humanistas y conciben la importancia del sonido para las ci-udades: ”El sonido es una parte im-portante de la comunicación, de la cultura y de la vida en general. Desde el momento en que nacemos, estamos inmersos en un universo de sonidos, cada parte de la ciudad en la que vivi-mos tiene los suyos propios y carac-terísticos, que definen su paisaje so-noro, y que nos acompañan a lo largo de todo el día”.1 Este texto forma par-te de la introducción a una de las leyes que más controversia ha suscitado. En septiembre de 2012 se aprobaba en Madrid una normativa por la que se considera Zona de Protección Acústi-ca Especial (ZPAE) casi todo el centro de la ciudad, con una serie de restric-ciones que afectan tanto a músicos callejeros como a locales nocturnos. Teniendo en cuenta el carácter fun-damental del sonido, el interés común y el bienestar de la población, “toda actuación musical o asimilable” den-tro de estos márgenes espaciales será regulada a través de una “autorización municipal” 2.

Autorización sin requisitos ni parámetros concretos, tan subjetiva que finalmente se ha convertido en un verdadero casting de músicos. Y es que así, el Ayuntamiento de Madrid se posiciona como el director de orques-ta que pretende “concertar” el espacio público más que ofrecer sinfónicas melodías por sus calles. A través de un “Comité de Idoneidad” se super-visa la calidad e interés interpretativo de las actuaciones que se ofertarán gratuitamente por el centro de la ciu-dad. Algunos de los que han intenta-do suerte en este nuevo “reality” de las calles madrileñas son Gerardo Yllera

y Laura Nadal con su Potato Omelette Band. Montaron un dúo de calle para “vivir la experiencia de enfrentarte al público directamente” y acudieron a estas pruebas en diciembre de 2013 con bastante ironía, dedicando la can-ción de Calle 13 “No hay nadie como tú” a la alcaldesa de Madrid. Dos se-manas más tarde se publicaron los re-sultados: 318 músicos (69,1% del to-tal) son admitidos para tocar, dejando en la calle -errata, ni siquiera en la calle- a otros 142, la mayoría de ellos profesionales. Gerardo y Laura, para su sorpresa, sí consiguieron el título.

Uno que no tuvo tanta suerte fue El Loren. Él hace un espectáculo de per-cusión reciclada, sirviéndose de un par de baquetas y un variado set de objetos supuestamente inservibles. Ha estado tocando en países como Fran-cia, Suiza, Alemania, etc, pero ahora no puede en su país, o al menos en Madrid, porque la percusión ha que-dado terminantemente prohibida con esta última ley de protección acústi-ca. A pesar todo, asegura que seguirá tocando donde pueda, arrastrando así esa cadena de ilegalidad perpetua que condena su per-se-cusión. Como él, muchos otros siguen tomando el riesgo de armarse de notas, buscar la afinidad del ritmo y saltarse las barreras de la incongruencia. Cara a cara, sin intermediarios. Y es que ahí fuera el filtro de “idoneidad” es el de las monedas que consigues llevarte a casa al final del día, y los únicos que pueden juzgar el trabajo son todos los que pasan a tu lado.

Alguna viejita seguro que se anima a acercarse, con la sonrisa nostálgica, acordándose de ese nieto que vive le-jos pero que lleva sus mismas pintas;

Ciudades desafinadasLas restricciones a la música son cada vez mayores mien-tras el ruido impera perniciosamente en las calles

“Mi patria es un rinconcito, el canto de una cigarra

Los dos primeros acordes que yo supe en la guitarra”

J. Drexler

I.R. / A.T.

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los niños disfrutarán sin miedo e in-sistirán para que les dejen darle algo a ese extraño, en realidad sin saber aún el valor del dinero ni la noción de de-sconocido; pero, sobre todo, los que con más insistencia vendrán a acom-pañar al músico en sus largas tardes de trabajo serán los cuerpos de segu-ridad, que, preocupados por el bien común, harán saber los delitos come-tidos por el malhechor y lo invitarán a cesar su actividad. Arma en mano, el músico dispara a los agentes un par de notas. El homicida será arrestado in situ. Por suerte, la población descansa ahora con la seguridad de que la razón abanderada por la ley se ha vuelto a imponer ante ese cuerpo informe y disoluto que los distraía camino a al-guna parte.

Music is not a crimeQuitándose competencia, ahora son los propios policías los que, sin pasar ningún casting, se apuntan a dem-ostrar sus virtudes musicales en la calle. Es el caso de los Mossos d’Es-quadra que en los últimos tiempos han cambiado sus pelotas de goma disuasorias para concentraciones por unos “cañones acústicos”3. ¿Instru-mentos o armas? Que se lo pregun-

ten a muchos a los que en ocasiones requisaron sus inofensivos “lanzano-tas”. Por ejemplo a Ion, violinista que trabaja por las calles de Valencia des-de hace más de seis años y que sufre constantemente la incautación de sus herramientas de trabajo al no ten-er autorización: “me han quitado 16 violines ya”4. La paradoja es que le sale más barato comprarse otro violín que pagar la multa.

Algunos de estos delincuentes se es-conden en sus propios domicilios para llevar a cabo sus actuaciones ilegales, aunque, gracias a la colaboración ve- cinal, se han descubierto reciente-mente casos escandalosos como el de la pianista Laia Martín de Puigcerdà, que llevaba a cabo clandestinamente sesiones de piano de ocho horas, cin-co días a la semana. Como es lógico, se tomaron medidas penales y la fiscal pidió siete años y medio de cárcel. Más tarde, sin embargo, desgraciadamente para la salud pública, ésta fue absuel-ta y seguramente en estos momentos sigue corrompiendo la tranquilidad del valle del Segre en la Cerdaña ca- talana5 .

Ante este acoso normativo que pre-tende criminalizar la música hay mu-chos que se están organizando para

reivindicar la dignifi-cación de este modo de expresión. “The music is not a crime” es el mani-fiesto sonoro de Glen Da-vid Andrews y una banda de más de 300 músicos de Nueva Orleans que se presentaron en el consis-torio de la ciudad para protestar por las últimas medidas legales que ha-cen cada vez más difícil la ejecución de una parte fundamental de su cul-tura6. No se podría en-tender a esta ciudad sin su Mardi Gras, sin esa música que rebosa desde cualquier esquina y que supone uno de los ejes por los que se compone la comunidad, sobretodo en los barrios con menos recursos, como se refle-ja en la serie televisiva “Treme”.

EpílogoTodo esto son sólo al-gunos casos para tratar de reflexionar sobre el

cerco legislativo y penal que cada vez restringe más las libertades artísticas, indiscriminadamente y sin dejar alter-nativas en muchos casos. De manera paulatina y silenciosa va desapareci-endo de la calle la espontaneidad, la posibilidad de mostrar en ese espacio común sentimientos libremente, sin necesidad de una burocracia previa que estreche la intuición. Cada uno muestra sus virtudes y sus defec-tos, y el juicio sólo puede quedar en aquel que se agacha para agradecer el regalo de un puñado de notas que lo han cautivado mientras, distraído, detenía su marcha cotidiana. Echar a los músicos de las calles, último refu-gio en el que poder actuar, convierte a estos profesionales en verdaderos clandestinos.

Occidente tiende a ver “la paja en ojo ajeno”, criminalizando el islamis-mo radical de países como Irán y su censura a las libertades humanas sin analizar primero los defectos propios. Allí, es cierto, la música no acorde con la religión debe ser ocultada y muchos jóvenes se esconden en sótanos para hacer conciertos y ensayar, como bien se ve en la película “Nadie sabe nada de gatos persas” de Bahman Ghoba-di. Mientras se critica, parece que en nuestro país el camino es el mismo, siendo ahora, gracias a la tecnología, un momento muy especial en el que se puede consumir ingentes cantidades de este arte, y cada vez más personas se inician en tocar un instrumento, pues se ha hecho mucho más accesi-ble. No se pueden poner fronteras a la música, y así como el río vuelve a mar-car su camino por donde le impusier-on una barrera, los sonidos seguirán escapando las normas y los cercos para desembocar una y otra vez en el fondo de los oídos.

Referencias1. Introducción de la Memoria Justificativa de la Zona de Protección Acústica Especial del distrito Centro, aprobado el 26 de sep-tiembre de 2012.2. Artículo 17 de la ZPAE3. “Los Mossos utilizan por primera vez cañones de sonido en disturbios” El Mundo Javier Oms, 18/01/2014.4. “Me han quitado 16 violines” El País, Cristina Vázquez, 17/10/2013.5. “Absuelta la pianista que el fiscal quería encarcelar por molestar a una vecina” Europa Press 26/11/20136. “Musicians, protesters denounce sound ordinance” The New Orleans Advocate, Alex Rawls, 21/01/2014

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El sonido de las calles

Alberto Rosado del Nogal y Sabrina Hanhoff son los realizadores del documental “El sonido de las calles”. Una película sin ánimo de lucro, expuesta

en Youtube para todo el mundo, en la que se muestra la situación de los músicos callejeros en Andalucía. Un pro-ducto con pocos medios que busca simplemente acercarse a la realidad de este gremio, “ni más ni menos”.

¿Cuál es la principal dificultad a la que se enfrentan los músi-cos en la calle?Quizá la mayor dificultad es la carencia de las dificultades comunes a otros ciudadanos. La libertad que la calle ofrece puede, en muchos casos, suponer asumir la responsabili-dad total de los actos. Su libertad provoca que los vecinos vean peligrar la suya, que la policía tenga envidia, que la sociedad crea que su propia vida de esclavitud es supe-rior a la de los músicos. La libertad absoluta no encaja en nuestras categorías: salario fijo, hipotecas, pensiones. Al-gunos ven eso como dificultades, otros como difíciles retos para una superación personal. El músico callejero tiene la soledad de la libertad, somos el resto los que tenemos que transformar esa soledad en alegría.

¿Cualquier músico puede buscarse la vida en la calle tocando o es la calidad del músico la que determina su permanencia?Regalar música, podemos todos; vivir de ella, algunos. Todo el acto de altruismo, de expresión máxima de liber-tad y conexión con el público se traduce en forma de una moneda. Pero esa moneda no suele premiar tan solo el re-galo, sino la calidad del regalo. Porque, además, hay regalos

que no nos gustan, músicos que no son músicos y personas que carecen de empatía con otras. Hay muchos factores que determinan que la moneda o la compra de un disco se una al acto del músico callejero y el transeúnte común. Lo que sin lugar a dudas ocurre es que para tú dedicar, no solo tiempo, sino también un mínimo esfuerzo económi-co, la música que escuchas ha de enamorarte. Pagamos por beber buen vino, visitar paradisiacos y recónditos lugares, vivir un concierto en directo, etc. ¿Por qué íbamos a pagar por algo que no nos gusta? No tendría sentido, más allá de la caridad. Es la calidad, nuestro gusto y el momento en el que recibimos justo ese tipo de música y no otro, lo que hará que nos llevemos la mano al bolsillo o no. Hay mu-chos músicos, muchos gustos y muchos momentos, pero si el músico es bueno, todo se volverá más sencillo.

¿Cuál es la reivindicación de los músicos callejeros hoy en día?Que no son un problema, sino una solución. Que no venden su música, la regalan. Que no prejuzgan al oyente, pero ellos si son prejuzgados. Que la policía no los ataque, porque no son delincuentes. Que la sociedad no los menosprecie, porque son personas. Que la envidia social no los perjudique, porque es una opción más. Que no se corten las alas de su música, y que siga retando a la industria. Que se les escuche, porque es descortés rechazar regalos. Que se les respete, porque no debería no ser así. Que el músico callejero sea, en definitiva, tan aceptado y querido por su función como cualquier otro trabajador. Ni más, ni menos.

Portada del documental / CC El Sonido de las Calles

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Las flores más bellas nacen en los terrenos más áridos. Como las ideas, en los contextos de mayor

dificultad surgen las propuestas más frescas. El componente esencial no se encuentra en complicadas fórmu-las que la ciencia trate de descifrar, sino en los residuos. Lo que desecha la materia por no serle útil es recogi-do como fuente de energía para otros elementos, completando el equilibrio cíclico de la naturaleza. Así, en una pequeña localidad de la comarca del Guadalteba, Málaga, surge un proyec-to que trata de ser abono para un pro-ceso de reconstrucción social desde el medio rural: EXTIÉRCOL (Experien-cias en Tierras Colectivas).

De la Asociación Juvenil “El Peñon-cillo”, en la localidad de Cuevas del Becerro, nace esta propuesta consist-ente en aprovechar unos terrenos pú-blicos para “rejuvenecer” el trabajo en la agricultura como una salida posible a la falta de empleo, además de una forma de concienciar sobre el consu-mo, los recursos y las desigualdades de un sistema económico que acorra-la cualquier propuesta de apoderamien-to de los me-dios naturales.

Su propues-ta aúna formación, integración e in-novación. Algunos de ellos vienen de estudiar en la universidad, y ahora tratan de encontrar la conciliación entre estos dos mundos tan distantes como es la burbuja académica y la

realidad rural. A través de su proyec-to están realizando encuentros de jóvenes rurales “para labrar un futuro digno en los pueblos”, como rezaba el título de una de estas jornadas. Y es que muchos de éstos jóvenes en los últimos tiempos se han tenido que exiliar forzadamente por falta de posibilidades en sus lugares de ori-gen. Desde Extiércol se busca revertir esta corriente, y así, tratan de crear es-pacios en los que se pueda desarrollar un tejido laboral que, al menos, dé la oportunidad de elegir a aquellos que quieran quedarse en sus pueblos.

Dando ejemplo de buena orga- nización, carecen de jerarquías y to-das las decisiones se toman de forma asamblearia. Incluso el tiempo de tra-bajo se reparte según las posibilidades de cada uno, teniendo en cuenta otras responsabilidades laborales, para que todos los que participan mantengan vivo el proyecto. Además, no sólo los jóvenes participan de sus talleres y cursos, sino todo tipo de personas, incluso mayores, que se interesan por estos nuevos hábitos que, casual-

mente, se parecen mucho a lo que su sentido común les llevaba hacer antes del “boom” químico.

El impulso a esta idea fue el acce-so a una financiación de 5.000 euros por el programa europeo Youth In

Action (Juventud en acción), que les permitió arreglar un invernadero en desuso y poner en funcionamiento los pilares de esta idea. Sin embargo, ese dinero sólo les ha permitido dar los primeros pasos y todavía que-da mucho trabajo por hacer. Ahora mismo pueden mantenerse a través de una financiación propia, a través de algunas ventas que realizan en su propio establecimiento, de las que su producto estrella es el biofertilizante. Además, ofrecen productos ecológi-cos sin intermediarios, con lo que desaparece el sobrecoste de los mer-cados, proponiendo para los locales una alternativa barata casi al par de las grandes superficies, pero con una calidad incomparable.

Con estos ingresos ahora mis-mo pueden mantener el proyec-to, aunque su objetivo pasa por conseguir un germen de puestos de trabajo para los jóvenes de las zonas rurales y así impedir el éxodo masivo al extranjero. “Lo más revolucionario hoy en día es quedarte en tu pueblo a vivir”,

que asegu-ra Cristóbal, uno de los i n t e g r a nt e s de Extiércol. Una iniciati-

va de la que podréis conocer más en el video que presentamos en la página web de Horizontes: www.colectivohorizontes.com o a través de nuestros canales de Vimeo y Youtube.

Fertilizante de nuevas ideasExtiércol es un proyecto de jóvenes en el medio rural que defienden reciclar la agricultura como alternativa laboral

Video reportaje

I.R. / A.T.

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El Ignicionismo no es una nueva ideología, no es una corriente intelectual, ni tampoco es una

nueva terapia de autoayuda que nos traerá la solución a un devenir mental no elegido. Claudio Molinari Dassat-ti, escritor y traductor argentino afin-cado en Madrid, tampoco es el líder de nada más que de su propia inquie-tud artística, digamos, humana. Ger-men de una corriente de escritos que tendrán al hombre y su modernidad como centro, nace el Manifiesto Igni-cionista, recordando a los de las van-guardias del siglo pasado, en el que se reparten bofetadas intelectuales para despertar de la pasiva distrac-ción, cuestionar la industria del arte y la misma relación del hombre con su creación. “Nosotros no multipli-camos la nada. Nuestros actos serán únicos o ningúnicos”.

Frente a la preponderancia de la difusión sobre la creación, del diseño sobre el contenido y de la repetición constante en vez de la originalidad, los ignicionistas nos invitan a que-mar todo lo que creamos innecesario para evitar perdernos en la confusión del arte institucionalizado.

Cuando el arte deja de convertirse en una creación espontánea, ¿de qué po-dríamos estar hablando? El arte o un asesinato pueden ser es-pontáneos. El tema no es cómo nace la idea sino qué se hace con ella, si la dejamos macerar en el cajón o la soltamos cruda, si la engalanamos de modo que tenga más capas, más pro-fundidad, más fractalidad... Después están las ideas repentinas, esas que

hacemos por diversión y punto. Pero no son lo mismo y no pueden justific-arse del mismo modo.

Si arte y pensamiento es reproducido, ¿qué papel tiene el ser humano?El ser humano tiene el papel de per-catarse de ese detalle. No se puede crear sin tener en cuenta la realidad, de la misma manera que o se crea ig-norando el punto de vista del lector. Perdón, pero yo siempre enfoco des-de el punto de vista del que escribe…

¿Cuál es el idioma de los ignicionistas?Creo que sería un idioma para hablar de cómo crear, una estética conse-cuente con el medio hipersaturado con el que interactuamos, e incluiría el amor por lo sucinto, el desprecio de la obviedad y el recorte sin piedad de lo innecesario.

Cuando se ironiza lo absurdo, al menos, parece que se desvela el manto de obviedad, ¿no crees?Cuando veo que la gente se espanta y se pone humanitaria, es inevitable que me de la risa, porque nosotros somos lo absurdo, los humanos. Somos la raza que mata y destruye todo lo que encuentra a su paso. Lo envenenam-os todo y lo que no envenenamos lo matamos. Expoliamos y explotamos para que no nos expolien y exploten. Somos nuestros propios verdugos, verdugos-suicidas, y la historia no es más que un compendio de destruc-ción, muerte y horror, de autoflagel-

ació. Y quien diga que no es parte de ello es porque tiene alguna casta de intocables que lo hace por él. Eso so-mos los humanos.

Ahora bien, si partimos de ahí quizá podemos empezar a hablar de la obviedad. Los rusos tienen un di-cho: ‘todo chiste contiene un poco de humor’. Lo dicen porque el resto es solo verdad ignorada.

El Ignicionismo como una corriente ideológica, pero ¿se cumple la parado-ja que ironizaba Groucho Marx acerca de no pertenecer a un grupo que tuvi-era a uno mismo por socio?Yo traduje a Groucho y tuve que leer mucho sobre él. Groucho era ante todo un tipo muy sincero. Una vez le preguntaron: ‘¿Cuál es la principal causa del divorcio?’ El contestó: ‘El casamiento’. Como ves, volvemos a la teoría rusa del humor.

Volviendo a tu pregunta, cuando hice la primera tirada del manifiesto, salí a pegarlo con la idea de que quien lo considerara útil lo despegara y se lo llevara a su casa. Cada uno toma lo que necesita y creo que somos mu-chos los que nos sentimos estafados con esta producción masiva de cultu-ra, o ‘contenido’, que es como se llama ahora a este alud de desasosiego.

El fuego, ¿único aliado para inter-rumpir la deriva contradictoria de la contemporaneidad?La contemporaneidad no es nada

Fuego para el arte efímeroEntrevistamos a Claudio Molinari, propulsor del Ignicionismo, un manifiesto cínico y sin tapujos sobre el estado del arte

A.T.

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contradictoria, lo que vivimos es fordismo cultural a tope y se nota. Fíjate en Dan Brown, por ejemplo (“Código Da Vinci”). Alcanza el éxi-to con una novela, pero seguramente firmó un contrato para escribir dos novelas más. Dos repeticiones o re-fritos sin ningún otro sentido que el de hacer dinero. Porque Dan Brown no trabaja para una editorial sino para una multinacion-al que fabrica con-tenido. Y no es lo mismo. El problema es que muchos cr-eadores ya em-piezan a pensar de ese modo, y esa no es una actitud artística. Si lo fuera, la frase ‘por amor al arte’ no existiría. El asunto es meterle tiempo a tu obra, no a su difusión.

En cuanto al fue-go, es una metáfora. Aunque me gustaría hacer una barba-coa ignicionis-ta en la que todos lleváramos alguna obra propia que no esté a la altura, para hacerla arder.

Vanguardia es el frente, lo más veloz, ¿lo más fugaz?Vanguardia, como decía Pound, es lo ‘eternamente fresco’. Pero para que algo sea eternamente fresco debe tocar una fibra, un sen-timiento universal. No se puede mirar una obra de Mon-drian y pensar “esto lo hizo para sal-ir en las revistas o conquistar a una modelo”. Uno ve esas obras y pien-sa: “aquí necesariamente tiene que haber algo”.

Según los ignicionistas, ¿existe un manual de acción para contrarrestar

las constantes interrupciones comu-nicativas entre seres pegados a sus terminales portátiles?Convertirse en una interrupción sublime.

Es evidente, cada vez más, la pres-encia de una nueva generación de Hikikomoris en España, donde sin

trabajo, muchos huyen de su hu-millación social escondiéndose en el refugio tan confortable que ofrecen hoy los medios digitales…”rejas para protegerse del miedo”. También es evidente que el exterior es cada vez más agresivo. La gente consume más alcohol, más drogas y

más fármacos, o sea drogas legales, pero no por vicio sino porque este planeta es cada vez más insoport-able para las almas sensibles. Es como vivir constantemente en una discoteca llena de gente, ¿quién en su sano juicio quiere vivir constan-temente rodeado de ruido, humo y gente propulsada por sus instintos

más básicos? Mejor drogarse en casa y asomarse al mundo desde ahí, para al menos poder do-sificar la violencia imperante.

Yo soy hikkiko-mori… y a mucha honra.

Más que virtuali-dad aumentada, re-alidad disminuida? La realidad aumen-tada es hacia donde se dirige la corri-ente. Pero quien se dedique a un que-hacer artístico o creativo jamás debe hacer lo que hace la masa. No por esnobismo sino porque para pod-er estudiar la so-ciedad -y por tanto vernos a nosotros mismos- uno debe plantarse lo más afuera de ella que le sea posible. Esa es la tarea de un artis-ta. El resto es el tra-bajo de los grandes productores de música, televisión y cine, además de los gestores de los museos de arte contemporáneo, el

nuevo opio de las masas.

¿Existe el silencio en la era digital?Encontrarlo es la única meta de la in-teligencia. Sin silencio no hay posi-bilidad de discernimiento, que es la materia prima necesaria para difer-enciar el ruido del conocimiento

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FotografiaJaime Cinca

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muro libreOtorguémosle a nuestra imaginación la calificación de único sen-tido por un momento. Es la única virtud imprescindible para los próximos cinco minutos de su vida, los que dedicará a leer esto. Sitúese en la esquina y prepárense para dar el salto y zambullirse en todas las letras que ve. Aparecerá en una de esas calles que nadie cree que existe, de esas del cine y las películas de terror. Si observa bien, verá a lo lejos un coche con las puertas abiertas y agujeros de bala, una mujer que grita golpeando el capó con los ojos cerrados y, por último, un gran lago de sangre rodean-do la rueda izquierda del mismo. Dé unos pocos pasos y detrás del coche verá una figura difuminada por la oscuridad y notará cómo el calor que desprendía se va como aspirado por un extrac-tor. Ya suena la sirena, presumiblemente de la policía; a esos sitios nunca va la ambulancia, es inútil. Cuando vislumbre los primeros destellos azules todo empezará a volverse negro, soplará un vien-to terrible, como el de los huracanes, y cuando vuelva a ver estará en mitad de un campo de batalla y el griterío lo asustará. Correrá a esconderse a la roca que está detrás de usted y quedará absorto mirando el esperpento. El enorme griterío se lo tragará como la barbarie. La sangre rozará su piel salpicada de cualquier cuerpo e intentará salir, pero no podrá. Tendrá que presenciar el com-bate y se hará partícipe de él. Viendo como unos ganan y otros pierden, o lo que es lo mismo, viendo como todos mueren.

Ese remolino oscuro aparecerá de nuevo y le comerá sin que haya puesto objeción alguna por el simple hecho de que desea saber qué será lo siguiente. Cuando se vaya la oscuridad notará la cálida arena de una playa desierta, la típica de las fotos de las agencias de viajes con la palmera, la hamaca y todo ese conjunto de vacaciones de agosto. No es esa la escena que tiene delante, la playa está vacía y ahora es justo cuando el sol más pega. Busque una esquina de sombra debajo de la palmera y contemple el ir y venir de las olas. Tranquilidad, sonidos naturales. ¿Qué es eso que se oye?, ¿no lo oye?. Un ruido constante, de un motor posi-blemente, inundará su tímpano y lo reconocerá al instante. El helicóptero aparecerá de la nada y de él comenzará a bajar gente. Se refugiará, en silencio, atendiendo a lo que sucede, sintiendo toda la agitación que la intriga va proporcionando por su cuerpo. Verá como los cuatro hombres que se lanzaron a la arena desde el helicóptero se quedan en la playa mientras el ruido se va con las hélices lejos de ella. Cuando comience a ver lo que traman esos individuos volverá el remolino y se lo llevará. Ahora abrirá los ojos y se verá leyendo esto. Recupere sus sentidos, el paseo por las letras ha acabado. Si le ha gustado, busque un buen libro y deje que el remolino vuelva a aparecer.

Antonio Ruiz

Como la rosa indemne frente al vientometiculoso que la anima y resplandece,

como la visita inesperada que acudey solivianta el tiempo,

se alza la poesía en vanidad.

La poesía es como el primer beso,lleno de inocencia, la virtud más profunda,

o puede ser oscura como la muerte,que de misterio sus alas embebeceal vuelo un día alzando su mirada.

Hoy, inerte, espera un soplo que le dé la vidapara alcanzar de nuevo por vez primera

unos ojos sensibles a su tacto,a su pasión desmesurada,

a su cuerpo imposible deseado.

Así en sombra permanece,cerrada tras su limbo de azares lleno,

desconocida y huérfana,anónima para las manos que no supieron

flotar por encima del muro por ella impuesto.

La anónima voz que va dictando otro ritmodesde el fondo de algún abismo,

desnuda de frío, cansada de llorar.

No soporté la verdad del alma hecha para la muerteno quiero mirar a esa sombra, a ese negro abismo.

No oigo otra voz cuando leo, más sientouna firme plegaria en mi íntimo sentimiento,

un jardín al que la avispa acudedejando morir su aguijón en la sangre.

No busco ser comprendido, ni esa sangre,pero hallo cierta usura en tu interior

que besos presta sin saberlo,que miradas da desde el rincón abandonado,

confundiendo al alma con la esencia,quedando mi razón en manos de tan alta locuraque someto con paciencia al juego que nos une.

Solo el fuego puede desvelar un díala ley que no concierne a los mortales,que su crueldad rechaza con ahínco.

Única ley que reconozco sobre el antiguo juego del miedo,

donde uno pretende ser, pero el motivo temeroso se le impone:

su olvido nos salva de la última esperanza.

Carlos Cabello