fanzine BASURA #2

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- Sergio Almendro - Rostyn - Nathaly Bonilla "lemur" - Hensli Rahn - Karlos David "KAD" - Fuzuku - Móder - Florencio Quintero - John Moore

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Alemanes

Por Hensli Rahn

El puente 9 de diciembre se eleva sobre el río

Guaire y sobre el barrio La Coromoto. Hay unos

pliegues entre las vigas del puente y los techos de

algunas construcciones, ahí duermen los recogelatas.

Sarah no podía creer eso. Mejor dicho, le costaba

trabajo entenderlo. Ella caminaba el trayecto desde el

Teatro San Martín hasta el hotel junto a sus

compatriotas alemanes de la compañía Die Schotte.

Justo en la mitad del puente salieron un par de

indigentes del suelo. Les robaron todo el dinero, aunque

no llevaban mucho. Los alemanes más que asustados

estaban curiosos de sus atracadores que volvieron a

trepar las barandas para escabullirse en sus hogares

pliegues. Son ratas, dijo Sarah. Bueno, dije yo. Nos

comunicábamos en un inglés agugutata, acompañado de

muchas señas y morisquetas.

El Teatro celebraba su primer festival

internacional y habían varios grupos: checos, croatas,

franceses, alemanes, colombianos y cubanos. Yo fui a la

versión alemana de la obra de Lorca Amor de Don

Perimplín con Belisa en su jardín. Los brincos y

contorsiones de Belisa dibujaban sus senos con bastante

exactitud. Tenía una bata holgada y blanca. No lo pude

evitar; se me ensangrentó el palo. A la salida hubo una

suerte de fiesta en el lobby del edificio. Mucha salsa y

cerveza barata. Estaba solo pero decidí quedarme. Dos

birras después vi a Don Perimplín sentado en la

escalinata. Con unos ojos tristes como no he visto más

nunca, observaba a las parejas frotándose en clave

tropical. Hola, me le acerqué. Parloteamos un minuto y

le dije que me presentara a Belisa. Me reí de sus

verdaderos nombres porque pensé que serían

impronunciables y resultaron simplísimos: Martin y

Sarah.

Como pude aparté a Sarah en una mesa y fue

cuando me contó lo del atraco. ¿Cómo es el hotel?, dije.

Bastantes cucarachas, resumió. Bailamos un poco, no

tenía ritmo. La besé y se dejó. Al rato nos sentamos. Vi

que sólo quedaban los alemanes y un croata de dos

metros, muy blanco y muy borracho. Salió un maricón

hablando en inglés machucado. Nos invitaba a su bar,

pero quedaba un poco lejos y había que ir en carro. En

un taxi largo y roído como un barco fantasma, nos

apretujamos seis alemanes, el anfitrión gay y yo. No sé

qué pasó con el croata. El maricón me examinó con la

vista y se indignó de que fuera venezolano. Refunfuñó

algo, no quise escuchar. Ya en el bar nos brindaron

varias rondas de cerveza. En la bullaranga escuché a

Martin gritar. Me preguntaba si yo era chavista. Intenté

explicar algunos episodios de la política nacional y fue

en vano. Si no se entiende en español, menos en inglés.

Le pregunté si tenía familia nazi. Se ofendió. Me

confesó que era gay y que se había emocionado cuando

lo abordé en las escaleras. Yo sólo trataba de llegar a

Belisa, a Sarah.

Al día siguiente la cité en una panadería. Le

mostré la zona; una universidad, un zoológico y el

McDonalds. Hacía un sol africano y la invité a guarecer

en la casa. Revisé el calentador, había agua tibia. Nos

besuqueamos y ya sin ropa le pregunté si quería

bañarse. Cómo no. Prensamos un buen rato y luego me

apartó, algo le dolía. Apagué el chorro de agua que ya

tenía tiempo saliendo fría. Nos secamos y la eché en mi

cama. Todavía no me bajaba la pinga. Me preguntó de

dónde salía el agua bajo el puente.

Cañerías.

No.

Sí. El río atraviesa casi toda la ciudad.

Eso no es un río. Es una tubería destapada, algo

artificial.

Se llama Guaire, por cierto.

¿Hay un río de mierda que cruza esta ciudad?

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