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Extra vagancia hermeneuticocriptogeográfica y vagancia quijotil CHRISTIAN ANDRÉS Universidad de Picardía. Francia eomme on voit ces routes d'Espagne qui ne sont nulle part décrites! (FLAUBERT, Correspondancf, II, 395) Y A EN 1864 denunciaba el crítico J. M. Guardia, en su larga «Introduction» a la primera traducción francesa del Viaje al Parnaso, a los «commentateurs maniaques et désireux de se singulariser par des interprétations extrava- gantes» 1, Y me parece que tal enfoque sigue siempre vigente en materia de crítica quijotesca, como voy a tratar de demos- trarlo. En efecto, una reciente lectura del Quijote pretende una vez más racionalizar el itinerario seguido por el caballe- ro andante, y lo que no es poco, darle un sentido simbólico velado, incluso gráfico'. Nada muy nuevo desde la primera edición del Quijote por la Real Academia Española acompa- ñada de un mapa tomando muy en serio el itinerario quijotil 1 Le V tryage au Pamasse de Michel de Cervantes, chcz J ules Gay, Editeur, París, 1864, p. CXXII. 2 Véase la comunicación de JosÉ LUIS MARTIN GARcfA-ARISTA titu- lada «Interpretación simbólica del itinerario de don Quijote» en Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro, Actas del II Congreso Internacional de Hispanistas del Siglo de Oro, Volumen n, 1993, pp. (,ZI-6,8.

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Extra vagancia hermeneuticocriptogeográfica

y vagancia quijotil

CHRISTIAN ANDRÉS Universidad de Picardía. Francia

eomme on voit ces routes d'Espagne qui ne sont nulle part décrites!

(FLAUBERT, Correspondancf, II, 395)

Y A EN 1864 denunciaba el crítico J. M. Guardia, en su larga «Introduction» a la primera traducción francesa

del Viaje al Parnaso, a los «commentateurs maniaques et désireux de se singulariser par des interprétations extrava­gantes» 1, Y me parece que tal enfoque sigue siempre vigente en materia de crítica quijotesca, como voy a tratar de demos­trarlo. En efecto, una reciente lectura del Quijote pretende una vez más racionalizar el itinerario seguido por el caballe­ro andante, y lo que no es poco, darle un sentido simbólico velado, incluso gráfico'. Nada muy nuevo desde la primera edición del Quijote por la Real Academia Española acompa­ñada de un mapa tomando muy en serio el itinerario quijotil

1 Le V tryage au Pamasse de Michel de Cervantes, chcz J ules Gay, Editeur, París, 1864, p. CXXII.

2 Véase la comunicación de JosÉ LUIS MARTIN GARcfA-ARISTA titu­lada «Interpretación simbólica del itinerario de don Quijote» en Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro, Actas del II Congreso Internacional de Hispanistas del Siglo de Oro, Volumen n, 1993, pp. (,ZI-6,8.

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(1790)' Para conseguir tal resultado, el autor de dicha tesis, José Luis Martín García-Arista, se apoya sobre unos cuantos elementos que se revelan todos poco convincentes para mí. O, por lo menos, aparte de ciertas consideraciones no siem­pre equivocadas en sí rÍlÍsmas es su «montaje» lo que me pare­ce exagerado, por no decir estrambótico. Resumiéndolos, son los siguientes: la adjetivación cervantina de «peregrina» en la designación de «esta peregrina historia» 3, una «actuali­zacióm> de la lectura que incluya la geografía y una frase de Américo Castro «mada fue escrito al azar en el Quijote»), los datos proporcionados por el mismo texto, el saber geográfi­co de Cervantes, la autoridad de varios críticos (por ejemplo, Fermín Caballero, J. Terrero, Agostini Banús). Pues no, en absoluto, y no será el mapa dibujado y anejado a la ponencia en cuestión con su cruz simbólica lo que me pueda conven­cer definitivamente 4. Entonces, primero propongo un exa­men de todos aquellos elementos para refutar tal tesis, luego, daré mi propia opinión en materia de vagancia quijotil y de significación posible.

El adjetivo «peregrino» lo encontramos, por cierto, en la exclamación quijotesca del segundo capítulo: «¡Oh tú, sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser coronista de esta peregrina historial» Pero, no resulta impres­cindible calificarlo de «ambiguo» invitándonos a descubrir un sentido más oculto relacionado con la peregrinación, es decir, como reza el diccionario, el de «viaje que se hace a un santuario por voto o por devoción» 5. No se puede admitir tal acepción en una novela que propone desde el principio la imitación paródica de las aventuras caballerescas, y fuera del pueblo del Toboso y de la figura vacía y fantástica de Dulci­nea ningún santuario ni imagen de santo o santa por adorar de modo particular. En cambio, bien se entiende que tal sen­tido le permite al comunicante, José Luis Martín García­Arista, en seguida sugerir la existencia de una geografía críp-

3 Cito por la edición crítica del Quijote debida a Luis Andrés Murillo (Clásicos Castalia, Madrid, '987, núm. 77 y 78). Para lo de «peregrina histo­ria», véase el tomo l, p. 8r.

4 Véase supra nota 2. El dibujo en forma de cruz se encuentra en la p.626.

j Definición recordada por el mismo comentarista, p. 621.

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tica en el Quijote, y más exactamente aún, darle un sentido simbólico crístico latente al itinerario del héroe manchego, papel que a él le tocaba llevar a bien. El calificativo de «pere­grina» se tomará de modo irónico o satírico en la primera acepción del Diccionario de Autoridades (<< ... que se aplica al que anda por tierras extrañas o lejos de su patria», según la etimología latina de «peron-agros-ire», ir más allá de las tie­rras cultivadas) o, quizás más adecuadamente, en la tercera (<<Por extensión se toma algunas veces por extraño, raro, especial en su línea, o pocas veces visto»),

El segundo elemento por considerar es lo de la «actuali­zaciófi» de la lectura y la frase de Américo Castro anterior­mente citada. El que se deba o pueda actualizar el sentido de un texto cualquiera no es nada reprehensible. Es lo que van haciendo varios lectores y críticos del Quijote desde varias generaciones. Sería casi el cuento de nunca acabar enfocar los ejemplos de «actualización» en cada época, y me contentaré con aducir un solo ejemplo interpretativo: el de Maeztu rela­cionando a don Quijote con la decadencia histórica de España. Sin embargo, «actualizar» tampoco significará leer el Quijote como a cada uno le dé la real gana con pretensiones didácticas y universalizantes, mitificando y mistificando aparentando una pseudo-profundidad hermenéutica. Perso­nalmente, encuentro muy razonables y justas estas palabras de Migue! Salas: «La torre de suposiciones que han ido levantando [los estudiosos 1 ha llevado a la nueva crítica a prescindir de mucho de lo dicho hasta ahora para juzgar e! texto única y exclusivamente en base a lo que e! propio Cervantes escribió» 6. Y en cuanto a la frase de Américo Cas­tro, aislada de su contexto, «Nada fue escrito al azar en elQui­jote» 7, poco tiene que ver con consideraciones geográficas cualesquiera y toponímicas y mucho con unas históricas, y, más concretamente con una ascendencia probable de cris­tiano nuevo ... O sea, que al escribir tal frase, Américo Castro

(, En e/avesd, Don Quijote de la Mancha, Ciclo Editorial, Madrid, 1990,

P·299 7 Garda-Arista la cita en p, 622, Y nos indica su fuente y la edición

donde la leyó (<<La palabra escrita y el Quijote»). Personalmente me refiero al texto de América Castro publicado en Hacia Cúvantes, Taurus Ediciones, Madrid, 1957 (primera edición). Leí tal frase en la tercera edición (<<conside­rablemente renovada}») de 1967, p. 407.

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hacía hincapié en la relación entre el pasado no mencionado, voluntariamente ignorado, omitido, de don Quijote y la invención de una genealogía caballeresca ridícula: «El no poseer el Hidalgo de la Mancha un pasado mencionable le situaba, ab initio, en una situación literaria distinta de la caba­lleresca o la picaresca: tuvo así que inventarse una genealogía de libro, y afirmado en sus páginas, emprender grandes aventuras en un mundo de cosas visibles y tangibles inexis­tente en aquéllas» 8. Por lo contrario, omite mencionar José Luis Martín-Arista en el mismo estudio de Américo Castro todo un pasaje muy revelador, pero molesto por contrariar la tesis expuesta y es el siguiente que me parece esencial recordar en este momento:

... Inició el Hidalgo-Caballero su peregnnaclOn mayor por los caminos del mundo (1, 2); recorrió durante todo un día espacios indeterminados, «sin acontecerle cosa que de contar fuese» -estilo elusivo-; miró «a todas partes por ver si descubría algún castillo o alguna mq¡ada de pastores)) -estilo de límites extremos-o ¿Por qué no espe­rar a que aparezca una aldea, o un poblado cualquiera (cortijo, alquería), y sólo se busca un castillo señorial (límite supremo) o una majada de pastores (límite ínfi­mo)? ... No se recuerda el nombre del lugar de la Mancha en donde moraba el Hidalgo, ni el exacto nombre de éste, porque «importa poco a nuestro cuento» (1, 1 ) ... 9

Américo Castro sólo ve en esas indeterminaciones una intención estilística y la atención por lo que se está escribien­do o viviendo el personaje, y un pretendido «realismo» espa­cial por una parte, y una interpretación simbólica erística basada en tan pocos lugares mencionados no pueden venir al pelo. Volveré sobre el asunto dentro de poco tiempo.

Pasemos al examen del tercer elemento, los datos espar­cidos por el mismo texto quijotesco que autorizarían a asen­tar tal tesis: y empezamos por la misma «patria» de don Qui­jote acerca de la que dice José Luis Martín García-Arista: «sin duda, el aspecto más discutido de la geografía cervanti­na» 10. Puedo aceptar sin ninguna objeción tal aseveración,

8 En Hacia Cervantes, ibídem, p. 407 9 lb/dom, p. 368.

10 En su comunicación, p. 622 (véase nuestra nota 2).

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pero no la siguiente, inadmisible en mi opinión: «y sin embargo es el propio autor el que nos da una pista importan­tísima, pues los misteriosos versos que cierran la parte pri­mera están firmados por los académicos de Argamasilla» !l.

Nada serio en materia de ubicación concreta ni de «genealo­gía» quijotesca puede inferirse de tales poemas burlescos atribuidos a ficticios «académicos de la Argamasilla» con nombres tan altisonantes y ridículos como «el Monicongo», «el Paniaguado», «el Cachidiablo» o «el Tiquitoc». Nada fuera de una intención cervantina deliberadamente festiva y doblemente satírica (en contra de las Academias españolas existentes en aquel entonces o de ciertos académicos, y res­pecto a su propio personaje del que pretende así distanciarse una vez más). José Luis Martín García-"\rista se apoya en la autoridad de Fermín Caballero para volver a decidir que Argamasilla de Alba sea el pueblo (y el lugar de nacimiento) de don Quijote, y califica a dicho autor de «máximo defen­sor de esta postura» 12, Recuerda que éste aduce nueve argumentos en favor de tal tesis, siendo los tres últimos «muy significativos», y los refiere de este modo:

«Cervantes habla de los académicos de la Argamasilla, ésta está cerca (y eCluidistante) de Puerto Lápice, Cueva de Montesinos y El Toboso, los lugares, evidentemente cer­canos, a los que va don Quijote, y el propio Avellaneda, contemporáneo de Cervantes y por lo tanto mejor situado que nosotros, hizo de Argamasilla de Alba la patria decla­rada de su Quijote» 13.

Los dos primeros argumentos que aquí se citan no prue­ban nada: que hable Cervantes de ficticios académicos de Argamasilla (de hecho, ¿cuál de las dos: Argamasilla de Alba o Argamasilla de Calatrava?, Cervantes, mucho más fino y socarrón que numerosos lectores contemporáneos suyos y nuestros y por venir no nos lo dice ... ) no significa que sea un punto geográfico básico por admitir en el itinerario quijotes­co, ni que sea -como lo pretende el misterioso y poco amigo

11 Ibidem, ¡bid. 12 Ibídem, ¡bid. IJ Ihidem, pp. 622-623.

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Avellaneda- el lugar de nacimiento y donde mora nuestro Hidalgo manchego. Además Cervantes en ninguna parte afirma tal cosa, si no es que juega con la indeterminación de modo irónico y magistral. José Luis Martín García-Arista no ignora la dificultad de concretar el lugar manchego en cues­tión y empezaba más razonablemente en ponderar el dato con estas palabras:

La patria de don Qujote es, sin duda, el aspecto más discutido de la geografía cervantina; el propio Cervantes preveía que los manchegos se disputarían el parentesco del protagonista, gracias a la indeterminación de su pue­blo natal... 14

y cita a continuación el renglón famoso del capítulo 74 de la segunda parte del Quijote que equipara la contienda de siete ciudades de Grecia por reivindicar el lugar de nacimien­to de Homero con villas manchegas respecto al de don Qui­jote. Pero lo malo es que no se respete tal «anonimato» y que se pretenda a toda costa descifrarlo, ver un lugar preciso voluntariamente ocultado ... Y ahí viene la autoridad de Fer­mín Caballero, y sus nueve argumentos que en mi opinión carecen de toda objetividad y de fuerza persuasoria. Perso­nalmente encuentro mucho más atinado y propio de la índo­le de Cervantes el pequeño comentario que da en nota a su edición del Quijote Luis Andrés Murillo y del que quiero acordarme:

Cervantes, pues, no precisaba aquí ningún lugar determinado. Hoy sólo tiene interés de curiosidad históri­ca la leyenda o tradición de que Cervantes se refería a Argamasilla de Alba y en la frase no quiero acordarme a su prisión en la cárcel pública de dicho pueblo I j.

y nos cita Andrés Murillo a Clemencín y J. E. Harzen­busch como partidarios decimonónicos de esta tradición. Además nos dice el mismo editor que la frasecilla «de cuyo nombre no quiero acordarme» no esconde un determinado

14 Ibídem, p. 622. 15 En la edición ya citada en mi nota 3, léase la nota 293, p. 70

(tomo 1).

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nombre de lugar conocido por el autor, sino que sería una fórmula característica de la narración oral medieval, a seme­janza de lo que se puede leer en el Conde Lucanor con «En una tierra de que me non acuerdo el nombre, avia un rey ... (ExeJ1l­plo JI). Vicente Gaos, por su parte, atribuye a Clemente Cor­tejón la destrucción de tal leyenda, lo que parece ignorar José Luis Martín García-Arista 16. Para acabar con esta cuestión, señalo que la «insistencia» de Cervantes al respecto, ya que empezó su novela sin «querer» acordarse del nombre del lugar es, sobre todo, un modo juguetón y armonioso de aca­bar con su novela y su personaje, cerrando en cierta manera el círculo abierto desde un nacimiento oscuro y una existen­cia «anónima» en un lugar cualquiera de la Mancha -manera paródica de presentar una genealogía caballeresca y épica­que va a desembocar en una muerte memorable y digna de recordarse eternamente. Y el que se evoque entonces a Homero y lo de las siete ciudades de Grecia es un guiño iró­nico más, ya que no sólo así se burlará de su propio persona­je, de las pretendidas «patrias» manchegas rivales en lo que toca al nacimiento falsamente «histórico» de don Quijote, sino que también, de hecho, tal muerte del «héroe» le abre el acceso a la posteridad, sin que sea indispensable designar un lugar preciso. Además parece burlarse de este modo Cervan­tes de todos los futuros lectores de su novela -y de Fermín Caballero, y de José Luis Martín Garcia-Arista entre ellos­que toman demasiado en serio tal punto de partida. Otra consecuencia (molesta) para el defensor de esta tesis: si Arga­masilla (de Alba) no es el pueblo de don Quijote, el eje de sus salidas, entonces se va desmoronando todo el edificio simbó­lico ideado por José Luis Martín García-Arista, ya que no podrá hacer de él el punto cero que le sirve milagrosamente de «axis J1lundí» y de «cruce de los palos» según el dibujo sim­bólico erístico propuesto. Su via crucis carecería entonces de centro y no podría dibujar ninguna cruz o por lo menos una cruz tan providencial... I7 Por una parte se nos afirma sin ninguna prueba fehaciente el que Argamasilla de Alba sea «el

16 Remito a su Edición crítica y comentario del Quijote, J, Editorial Gre­dos, Madrid, 1987, nota 4b, p. 50.

17 Véase en su comunicación las pp. 62j-627.

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eje geográfico de la obra» 18, por otra parte se requiere «la participación activa del lector» y se relaciona tal simbolismo con «la moda de procedimientos ingeniosos del Barroco» '9, y cita el anagrama, otra afirmación que me parece todavía más peliaguda. Ahora bien, antes de discutir y refutar tal curiosa «visión» de las cosas, tengo que hablar de los demás puntos -lugares mencionados en el Quijote- ya que los hace figurar en su dibujo y parece comentarlos objetivamente apoyándose en su lectura de críticos pasados como Fermín Caballero, o actuales como José Terrero, Agostini Banús, A. Blázquez.

Lo que propongo ahora es leer de nuevo el texto quijo­tesco comparando los comentarios de GarcÍa-Arista con la realidad de las palabras y la probable finalidad cervantina de las escasas alusiones geográficas presentes en el Quijote. No puedo no aceptar la comprobación que hace GarcÍa-Arista -como cualquier otro lector de la novela- en lo tocante a los demás puntos señalados en el Quijote, que en efecto son y serán siete (fuera de la mención de «la Argamasilla, lugar de la Mancha» en el título de la serie poética que cierra la prime­ra parte de la obra), o sea: Puerto Lápice, Viso del Marqués, Almodóvar del Campo, El Toboso, Cueva de Montesinos, Zaragoza, Barcelona w. Luego se nos afirma que «En la pri­mera salida no es posible fijar el destino, por más que A. Bláz­quez defienda la ruta noroeste, no muy lejos de Quintanar, o Terrero la sitúe en el camino Toledo-Murcia, por parecerle más razonable» 21. En realidad resulta imposible descubrir un itinerario preciso ya desde la primera salida por serle ajena al novelista una intención descriptiva objetiva. Desde el princi­pio será justamente la imprecisión lo que destaca y le da cier­to encanto a la narración: « ... y por la puerta falsa de un corral salió al campo ... y comenzó a caminar por el antiguo y cono­cido campo de Montiel» (1, 2). Otra vez me voy a referir a una nota de Luis Andrés Murillo que me parece mejor captar el sentido mismo de la imprecisión geográfica cervantina que

18 J. L. MARTÍN GARCiA-ARISTA, ibídem, p. 625.

19 Idem, ibídem (p. 625)' 20 Idem, ibídem, p. 623.

21 Idem, ibídem, ibíd.

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las aseveraciones extravagantes (y extravagantes por querer ser demasiado precisas) de José Luis Martín García-Arista:

En la primera salida ... Cervantes situó las distintas escenas de este episodio según coincidían la geografía de la Mancha y su fantasía. No hace falta, ni se propuso, ima­ginar un itinerario exacto, lo cual no ha impedido que sus críticos y lectores conciban la ruta que sigue don Quijote en términos exactos de espacio y tiempo 22.

y también remite a la lectura del artículo de J osé Terre­ro, utilizado por García-Arista, y a los escritos de Azorín a quien nunca se cíta en la ponencia discutida aquí. Sin embar­go, Azorín en 1 944 (en Los valores fiterarioJ) se refería a un viaje realizado en 1848 por J. Giménez Serrano, un joven escritor romántico que se propuso pisar las huellas del héroe paródico. Recuerda un poco tal actitud romántica la de nues­tro comentarista moderno, con una diferencia notable: Giménez Serrano quería ver e informar a sus lectores sobre el itinerario que creía haber seguido don Quijote, esbozando a veces sitios y casas muy precísos (como la venta donde se hubiera manteado a Sancho Pan7a, la casa de Medrano, ete.), y lo recorrió andando, mientras que García-Arista cree descubrir un sentido hermético y simbólico anagramático desplazando sólo su pluma y dando alas a su propia fantasía, pero dibujando también, en este caso sólo un mapa.

Ahora bien, sigamos con el texto cervantino y las obser­vaciones de García-Arista. Afirma éste clue «Sólo en la segunda salida, en el capítulo 23, conocemos el primer punto, Puerto Lápice ... » 'l, lo que no es exacto. Ya desde el segundo capítulo, nos dice la voz omnisciente del narrador:

Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice; otros dicen '-lue la de los molinos de viento; pero lo que yo he podido averiguar en este caso ... vio, no lejos del camino por donde iba, una venta ... '4

22 En el tomo 1 de la edición de Andrés Murillo, nota 8, p. HI. 2) En ,<Interpretación simbólica ... », o/>. cit., p. 62).

2-1 En la ed. de L. ¡\ndrés Muril1o, p_ H2.

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En cambio, lo que he hallado como referencia geográfi­ca mencionada explícitamente en el capítulo 23 es lo que dice a continuación García-Arista, es decir, la doble posibilidad de elección al escribir Cervantes: «Subió don Quijote, ... se entraron por una parte de Sierra Morena, que allí junto esta­ba, llevando Sancho intención de atravesarla toda e ir a salir al Viso, o a Almodóvar del Campo ... » 25. Pasa por alto la difi­cultad que consiste en admitir la necesidad de atravesar toda la Sierra Morena para salir al Viso del Marqués o a Almodó­var del Campo (provincia actual de Ciudad Real), lo que tomaba por un disparate Clemencín. Si García-Arista hubie­ra tenido en cuenta al respecto el comentario sensato de Vicente Gaos no hubiera visto tampoco «misteriosa coinci­dencia», porque al decir esto no es posible que caiga Cervan­tes en tamaña distracción por conocer de sobra la región en cuestión. Así que podemos ver en tal vacilación y contradic­ción más bien un disparate atribuible a Sancho, un ejemplo más del punto de vista irónico del novelista para con su fic­ción. A no ser que se admita la explicación de Cortejón según la cual Sancho -que quiere desorientar a sus perseguidores, los cuadrilleros de la Santa Hermandad- pudo querer dar tal insólito rodeo. Y Gaos apunta que «atravesarla» no significa pasar la Sierra Morena de Norte a Sur, sino «recorrerla» de Este a Oeste, y añade con razón: «Cualquier explicación es mejor que la de un Cervs continuamente distraídO) 26.

Si bien lo entiendo, no importa mucho saber dónde pasa la primera aventura, ni las demás, con precisión de Índole realista, porque a Cervantes lo que le interesa es justamente dejar libre a su lector de imaginar lo que se le antoje. Varias veces ocurre semejante indeterminación, y el artículo indefi­nido se ve privilegiado: «una venta» (1, 2), « ... aún no hubo andado una pequeña legua, cuando le deparó el camino, en el cual descubrió una venta ... » (1, 15), «En esto, llegó a un cami­no que en cuatro se dividía» (1, 4), «a dos millas del lugar [del Toboso] hallaron una floresta o bosque» (n, !O). Incluso el artículo definido no aclara mucho al lector, ni la precisión del nombre toponímico, porque al escribir Cervantes: « ... y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de

25 lbidem, p. 278. 26 Véase supra nota 16. Remito a su nota 39, p. 457-

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Montiel» (1, 2), nos resulta imposible situar al héroe por no saber de dónde sale en busca de aventuras. Y no será más aclaradora una consideración de este género: « ... añadiéndose a todo esto el ignorar el lugar donde se hallaban» (1, 20). Otro ejemplo de la indeterminación que responde a otros criterios que lo del descuido es la escueta mención de la aldea y de la casa de don Diego mientras van siguiendo nuestros héroes el camino de Zaragoza: «y picado mas de lo que hasta enton­ces, ... cuando llegaron a la aldea y a la casa de don Diego, a quien don Quijote llamaba el Caballero del Verde Gabán» (n, 17). No sabremos, pues, de qué aldea se trata, y me pare­ce mejor dejarlo así. Tampoco eon Quiteria se mencionará con precisión el nombre del lugar, y el lector tendrá que con­tentarse con la somera designación «la aldea de Quiteria» (n, 19), o «la aldea de Basilio» (II, 2I). Desde luego, se puede entender la tentación de ver en tanta indeterminación un designio cervantino muy consciente de dejar despistado a su lector, o por lo menos no permitirle reconocer un itinerario muy neto, y esto fuera (o además) de la deliberada intención paródica de los libros de caballerías. Es lo que le ocurre a Garda-Arista, al puntualizar:

Ante esta confusión, la postura más sencilla es acha­car las imprecisiones a fallos o descuidos del autor, como hace Terrero, que le supone un genio descuidado e inclu­so debilitado por una enfermedad, o reducirlo todo a la voluntad dc parodiar la geografía fantasiosa de los libros de caballerías. Pero también podemos intentar explicar los datos que tenemos, suponiendo en Cervantes la intención de comunicar con ellos algo que no se ha sabi­do captar 27.

Estoy de acuerdo con lo que se dice de «la postura más sencilla», pero no con lo que sigue. Sin «reducirlo todm) a la intención paródica, me parece sospechoso negarla para dar por la misma ocasión acceso a la interpretación que califi­caré de «hermenéutico-criptogeográfica» tal como la que pretende brindarnos José Luis Martín García-Arista. No se olvide algo esencial anteriormente dicho: la afirmación dogmática (ya que no descansa en ninguna prueba racional

27 En «Interpretación slmbólic8._ .. ), oJ? cil.~ p. ()2.4.

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determinante) según la que Argamasilla de Alba es la patria de don Quijote, antigua creencia que vemos resucitar pero que la mayoría de los lectores y críticos serios de Cervantes no admiten ya. Sin este «punto cero» -nexo de la via crucis descubierta por él- se esfuma e! dibujo de la cruz ... y vuelvo a lo del anagrama y del Barroco, lo que justificaría tal modo de ver. Según el Diccionario de la Lengua Española, «ana­grama» ofrece dos acepciones: «Transposición de las letras de una palabra o sentencia, de que resulta otra palabra o sentencia distinta. 2. Palabra o sentencia, que resulta de esta transposición de letras; como de amor, Roma; o viceversa» 28.

Así que no veo tampoco cómo lo de la «via crucis» puede encajar con esta definición, por tratarse de otra cosa que de letras y de transposición de palabras. Otra afirmación suya me deja aún más perplejo, y es la siguiente:

Podrá objetarse que resulta ridículo convertir a Arga­masilla de Alba en un axis mundi, pero se trata de un sím­bolo ligado a un vecino del pueblo, vecino cuyo aspecto, comportamiento y aventuras no son ni más serias ni menos chocantes '9.

Parece dudar el comentarista de la gran parte de exagera­ción y extravagancia propias de su tesis formulando él mismo una objeción, pero, otra vez, la objeción mayor con­siste en decidir dogmáticamente que Argamasilla de Alba es e! pueblo donde vive don Quijote. Además, no entiendo la relación que establece entre dicho falso simbolismo y la figu­ra estrambótica de! personaje que va mucho más allá de todo lo que se puede decir de Argamasilla de Alba (que en realidad hasta el día de hoyes muy poco).

En materia de andanzas quijotescas, afirma, pues, rotundamente José Luis :Martín García-Arista: «Para noso­tros, el plan es necesario, evidente y significativo» lO. Voy a seguir refutando tal enfoque con otros argumentos que no pretenden ser muy originales ni personales. Ante todo, es de ver que en el Quijote el tratamiento del espacio y del tiempo

28 Cito por la vigésima edición de '984, tomo l, p. 89a. 29 «Interpretación simbólica ... », p. 627. 30 Ibfdem,p.62j.

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no es muy común, ni obedece a intenciones, digamos, «rea­listas», objetivas. Se practica desde el principio el anacronis­mo (un «caballero andante» transplantado a la sociedad del Siglo de Oro), y su correlato, el anatopismo, En realidad, lo que cuenta para Cervantes es crear un ambiente, esbozar un marco para la acción aventurera y los diálogos de sus personajes, y no describir detalladamente un espacio, un iti­nerario, ni aún menos sugerir un espacio ni un itinerario simbólicos por decriptar. ¿Qué sabemos del Toboso, de Barcelona, por ejemplo? En cambio, se nos describen luga­res insólitos como la Cueva de Montesinos y utópicos como la «Ínsula» de Barataria, es decir, que tenemos que hacer en un caso, y a partir de un espacio geográfico real, con una visión o un sueño quijotesco narrado como si fuera un dato objetivo, y en el otro caso con una evocación de una realidad utópica que no pretende tampoco ser objetiva porque con­cierne al deseo imaginario del escudero algo crédulo. Y es evidente que el anatopismo es en el Quijote esencialmente paródico sin ir a buscarle tres pies al gato. Todos sabemos que las novelas de caballerías se caracterizan por una repre­sentación espacial utópica o ideal, mientras que en el Quijote la acción se sitúa en espacios en principio «reales» y familia­res a sus lectores. Pero Cervantes los va tratando como si fueran espacios caballerescos, invierte la perspectiva: inte­grar la materia caballeresca en un espacio español que vamos a calificar rápidamente de «realista» es una manera paródica de escribir una novela de caballerías cortándola de su contexto des realizador tradicional. Es lo que se puede lla­mar con Miguel Salas «anatopismo».

Las andanzas de don Quijote no tienen que correspon­der con un «plan» preestablecido o sólo conocido de su autor por ser, precisamente, don Quijote una resurgencia del modelo del caballero andante, y remitirnos de hecho a una concepción medieval del espacio. Si nos referimos al Amadís de Cau/a, ya veremos que el espacio se ve tratado de modo des realizador aun'lue de vez en cuando se nos mencione un nombre concreto. Juan Manuel Cacho Blecua nos dice a pro­pósito del espacio en el Amadis:

El mundo de la Cban.ron de Roland, o el del Cantar del /vfio Cid. es homogéneo, localizable con relativa facilidad

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y perfectamente conocido. En las novelas artúricas se trata de un mundo diferente, en el que el peligro se extien­de desde la Gran Bretaña hasta Constantinopla. El espa­cio se alarga y se complica.

Nos encontramos, pues, ante unos espacios literarios y ficticios, cuya importancia no radicará en su concreción real, sino en el funcionamiento interno en cuanto lugares adecuados para el desarrollo de las aventuras 31.

Ahora bien, no veo al respecto gran diferencia con el tra­tamiento del espacio en el Quijote, siendo éste ante todo un marco que se adapta a cada aventura del héroe, que se trate de los molinos de viento-gigantes, de la Sierra Morena pretexto para imitar la penitencia de Amadís-Beltenebros, de la Cueva de Montesinos donde cree ver a Dulcinea ... El espacio no sirve sino para eso, para permitir la aventura, el enfrenta­miento con el peligro, y en este sentido puede decirse que la misma casa de don Quijote (que muy poco se nos describe) también es un espacio peligroso, si no olvidamos el escruti­nio de la biblioteca y el violento auto de fe que se realiza en ella. Lo esencial es la aventura, y no importa la «realidad» -geográfica o esotérica- del itinerario quijotesco. Es lo que vio atinadamente José Ortega y Gasset en sus MeditacioneJ del Quijote, al escribir:

La aventura quiebra como un cristal la opresora, insistente realidad. Es lo imprevisto, lo impensado, lo nuevo. Cada aventura es un nuevo nacer del mundo, un proceso único. ¿No ha de ser interesante? 32

Ahora bien, la vagancia quijotil es conforme a las andan­zas de los caballeros andantes antiguos. Juan Manuel Cacho Blecua nos dice de ellos lo siguiente:

Este continuo deambular por unos lugares y otros, en el Amadís, como en múltiples modelos literarios y no sólo medievales, se produce desde el nacimiento. Por diversos

31 Amadisde Cal/la, J, Cátedra, Letras Hispánicas, núm. 255, Madrid, segunda edición, 1991, p. 159.

32 En la edición de Julián Marías, Cátedra, Letras Hispánicas, núm. 206, segunda edición, 1990, p. 207 (la primera edición del libro de Ortega es de 1914).

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avatares los héroes desde su nacimiento se verán alejados de su núcleo familiar; .... Desde el punto de vista literario este continuo desplazamiento se convierte en expresión de la esencia del prototipo artístico ~~,

La genialidad de Cervantes estriba en la aplicación a tiempos modernos de tal modelo, pero con variaciones importantísimas. La vagancia quijotil ocurre cuando el héroe se ha vuelto un cincuentón, y lo ha decidido él mismo. Lo que puede equivaler a un nuevo nacimiento, por el cam­bio radical de existencia que supone de parte del hidalgo manchego, sin hablar del nombre que él mismo se atribuye. Dejo sacar todas las conclusiones que se quieran de estos meros apuntes para llamar la atención, por fin, sobre una última consideración quizás mía: cuando regresa don Quijo­te a su aldea (¡que se quede eternamente indeterminada para materializar la ironía y el genial sentido artístico de Cervan­tes!), es como caballero andante malparado o vencido. ¿Por qué no ver entonces -y no será el último capítulo el que me desmienta- en tal hecho un simbolismo nada hermético de sufrimiento, decadencia y muerte? La vuelta al lugar natal aproxima cada vez más a don Quijote a su muerte, siendo su ímpetu vital la vagancia misma. Todo pasa como si sólo viviera nuestro héroe en sus aventuras (cómicas para los demás personajes y sus lectores), sus recuerdos librescos yen su fantasía, mientras que el lugar natal y la casa propia -inde­terminados pero 'lue corresponden al «realismo» cotidiano, a la sensatez del cura y del barbero, pongamos por ejemplo- se han vuelto sinónimos de fracaso, aburrimiento, no vivir, muerte. De ahí, para mí, la estupenda fuerza de la indetermi­nación y ambigüedad cervantinas 'lue es de respetar, y que no requiere alguna determinación y fijación extravagantes, por ser precisamente lo que odia Cervantes: el monolitismo rígido y mortífero de un solo punto de vista, el de una vida sin sueños, de un destino impuesto por los demás o la falta de voluntad comhativa, el sinsabor aburrido de un itinerario querido por los otros, la letárgica tiranía de una verdad mayoritaria agobiante \' castradora.

33 ."ltJJrJd/rde e'allfa, op. cit.) p. lGO.