Etnografía de Los Archivos Locales Indígenas

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    LOQUENOSDICELAFORMA.

    Etnografa de los archivos locales indgenas

    SCARMUOZMORNDOCTORENANTROPOLOGAPORLAUNIVERSIDADDESALAMANCA, ESPAA

    INVESTIGADORCONTRATADODELAUNIVERSIDADCOMPLUTENSEDEMADRID

    [email protected]

    Resumen

    El componente diacrnico es un campo comn en gran parte de las investigacionesantropolgicas de los ltimos aos. Hoy se reclama la necesidad de hacer etnogra-

    fa de las formas locales, ms que del contenido, usadas para significar su propiahistoria, entre ellas los archivos. En estas pginas se encontrar un recorrido porcmo ciertos archivos comunales se han convertido en estructuras para interpretarel pasado y la actividad social.PALABRASCLAVE: historia, antropologa, archivo, etnografa, purpechas, conocimientolocal

    WHATTHEFORMTELLSUS.

    ETHNOGRAPHYOFINDIGENOUSLOCALARCHIVES

    Abstract

    The diachronic component is a common field in much of the anthropological researchin recent years. Today has been calling for the need for ethnography of local forms,

    rather than the content, used to signify the own history, including the archives. Onthese pages one will find a tour of how certain archives have become into communalstructures to interpret the past and social activity.

    KEYWORDS:history, anthropology, archive, ethnography, purpechas, local knowledge

    Rev i s ta Co lombiana de An t ropo log a

    Volumen 46 (2), julio-diciembre 2010, pp.353-377

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    INTRODUCCIN

    Desde hace ya unas dcadas es un lugar comn en la discipli-na antropolgica que los archivos entren a formar parte delquehacer etnogrfico.1Fue E. E. Evans-Pritchard quien pro-

    puso a la antropologa social britnica, en 1961, que la disciplinadeba comenzar a mirar con mayor interes y necesidad hacia

    la historia, as como ser mscrtica con el uso que haca de

    los archivos (1990); aunque comoapunta A. Stoler, sus sugerenciasno parecen haber sido realmenteatendidas hasta hace unos aos(Stoler, A., 2002, p. 90). En efec-to, desde los 70, la crisis de ladisciplina provoc la aperturade nuevas vas de investigacincon el fin de encarar los desafosque proyectaba un mundo cadavez ms global. Entre estas ten-dencias de nuevo cuo surgi elgiro histrico como uno de losde ms empuje.2El acceso de losetngrafos a los archivos de unaforma masiva fue paralelo, comoveremos ms adelante, al que

    tambin se dio entre los grupostnicos como nuevas fuerzasemergentes.

    A. Stoler afirma que este girohistrico fue, en sus inicios, msbien, una vuelta a los principiosbsicos en los que surgi la antro-pologa, es decir, a preguntarse

    por los procesos de produccincultural, pero sin la aspiracio-nes evolucionista del siglo XVIIIy principalmente del XIX (Stoler,A., 2002, p. 88. Traduccin delautor). Los antroplogos que se-

    1. Evidentemente no siempre ha sido as, enespecial durante la primera mitad del siglo XX,

    con el ya conocido rechazo del funcionalismoingls y con figuras como B. Malinowski o A. R.Radcliffe-Brown (ver los trabajos de Alcina, J.,1975; Axel, B. K., 2002., Cohn, B., 1981; Dube,S., 2007; Faubion, J. D., 1993, entre otros, comorepaso a la relacin tradicional entre historia yantropologa).

    2. En este trabajo se entiende que la antropo-loga histrica estadounidense y la etnohistoriamexicana el mbito etnogrfico al que mereferir ms adelante son disciplinas y/o

    metodologas diferentes. La primera es objetode atencin a lo largo del trabajo, por sentirmems cercano a ella, aunque no coincidente;la segunda hace referencia, principalmente,al estudio o anlisis etnogrfico de las fuenteshistricas (Carrasco, P., 1987a), en especial enlas escritas, aunque sin olvidar las orales y, porsupuesto, las arqueolgicas, de una larga tra-dicin en el pas mesoamericano. Un elementofundamental de la etnohistoria mexicana es queson los indgenas los sujetos de la mayor partede sus trabajos, aunque no se olvide del mundo

    hispano durante la poca colonial (Rojas, J. L.de., 2008a y 2008b). Las diferencias entre ambaspodran resumirse en: las escuelas de desarrollo,pues si bien ambas provienen de Estados Unidos,en los 70 tomaron caminos independientes,logrando la etnohistoria americanista su propioespacio dentro del mundo acadmico comodisciplina, lo que no parece haber alcanzadotodava la antropologa histrica; los mbitosgeogrficos donde trabajan, pues la primera sededica principalmente a Asia, frica y Oceanay la segunda a Amrica. Los tiempos histricos

    en los que centran sus estudios y que se tratarna lo largo de este trabajo; las fuentes usadas alefecto, incidiendo ms la antropologa histricaen las etnogrficas y la etnohistoria en las do-cumentales y arqueolgicas. Si bien reconozcoque en la actualidad, en este campo, la coinci-dencia es casi total, pues la primera, comoE

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    cundaron esta tendencia pretendan ubicar e incorporar en sus

    etnografas el proceso social temporal que haban seguido lasinstituciones culturales a las que dedicaban sus estudios.3El giro histrico, surgido en los aos 70, deriv poco a poco

    en escuelas ms complejas de anlisis del componente hist-rico, del pasado y del tiempo,desde la antropologa. B. Cohnque ya bastantes aos antestambin argument la idea del

    return to history(Cohn, B., 1981,pp. 233 y ss.) nos muestracomo la etnohistoria al menosen Norteamrica, frica, Asiay Oceana recogi el guantepropuesto por los etngrafos,dedicando sus esfuerzos a plan-tear una historia desde el puntode vista del nativo.4

    Una larga tradicin mexicanademuestra que los fundamentosmetodolgicos de la etnohistoriase aplicaban desde los aos 40,tanto en este pas como en losEstados Unidos (Alcina Franch,

    J., 1974, p. 36; Carrasco, P., 1987a,pp. 15-16; Martnez, C., 1987, p. 41). Aunque el uso del trmino

    comenz en los 70, esa historia desde el punto de vista del nativoes un esfuerzo ya realizado en Mxico incluso por los grandesidelogos del indigenismo desde la arqueologa, como A. Casoo el propio M. Gamio algunas dcadas antes.

    Aquellos antroplogos que sin hacer etnohistoria decidieronadentrarse en el pasado de las comunidades en las que realizabanestudios, plantearon que la cultura, como principal activo de ladisciplina, como bien reconocen algunos historiadores (Le Goff,

    J., 1992; Thomas, K., 1989; Thompson,E. P.,. 1997), debera fungircomo intermediaria entre el pasado histrico y el presente etno-grfico (Ohnuki-Tierney, E., 1990; Rosaldo, R., 1980; Sahlins, M.,1992y 1997; Taussig, M., 1986).

    B. Cohn muestra como ya en los aos 80 y 90 convivendos tendencias paralelas entre las que, en muchos casos, no

    E se ver, privilegia cada vez ms el documen-to y la segunda comienza a introducir aspectoscomo la tradicin oral o la ritualidad presenteen sus trabajos. Agradezco a J. L. de Rojas suscomentarios y sugerencias al respecto, aunquetodo lo que aparece en este artculo respecto ala etnohistoria mexicana es, por supuesto, miresponsabilidad. Tambin agradezco a los edi-tores y a los evaluadores annimos los valiososaportes y comentarios al texto.

    3. Para una visin ms amplia de cmo elconcepto de tiempo ha estado inserto en laantropologa y ha contribuido de una maneratranscendental al acercamiento a la historia,vase el trabajo de S. Dube (2007).

    4.Ya he planteado una idea ms o menos ge-neralizada de lo que podramos entender poretnohistoria. Soy conciente del debate que seinici en los aos 70y 80sobre la definicin dela misma y que todava hoy no se ha cerrado.No es la intencin de este trabajo participar delmismo. Tan solo quiero plantear cmo inicial-mente surgi en gran parte del mundo comoun modo de acercarse a la historia a travs delpunto de vista del indgena, hasta ese momentono estudiado.

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    existen diferencias, la historia

    antropolgica5

    y la antropologahistrica. La primera surge dela nueva historia de losAnnalesde dcadas antes, que cuestionay alarga el tiempo histrico,negando la ponderacin de losacontecimientos y reivindican-do mayor atencin a lo social y

    cultural (Cohn, B., 1981, p. 242). En Mxico, L. Gonzlez fue elpionero de esta tendencia con su precoz obra incluso a nivelmundial Pueblo en vilo (1984). El historiador michoacano hapropuesto, a lo largo de toda su carrera, la necesidad de hacerciencia con todo tipo de documento proporcionado por la socie-dad, independientemente de su carcter material o no (Cohn,B., 1999, p. 206).

    Historiadores como E. P. Thompson (1997) o C. Wickham(1989), afirman tambin que la etnografa le proporciona a la his-

    toria una lectura cultural de la que suele carecer, convirtiendolos temas tratados por los antroplogos, en grandes campos deconocimiento con los cuales completar la documentacin his-toriogrfica.

    La antropologa histrica, por su parte, aunque surgida tam-bin en los 80, conoce su apogeo a comienzos del siglo XXI.Existen muchas definiciones de antropologa histrica (Axel, B.K., 2002, III; Dube, S., 2007, p. 40; Wolf, E., 2001, p.176), pero de

    nuevo quiero hacer presente la del propio B.Cohn:

    En la antropologa histrica estar la delimitacin de las culturasy su ubicacin en el tiempo histrico, por medio del estudio delos acontecimientos que afectan y transforman sus estructuras, yexplicando las consecuencias de estas transformaciones (Cohn, B.,1981, p. 252. Traduccin del autor).

    Ahora bien, hay un componente de la antropologa histrica

    que no es explcito en esta definicin y que merece ser comen-tado aparte: el colonialismo. La antropologa histrica est ligadainevitablemente a lo colonial. As se definen sus propios segui-dores y as parece desprenderse de gran parte de sus trabajos.6La etnohistoria, los estudios subalternos e incluso de la historiaantropolgica son tambin herederas del colonialismo pero, a

    5.Como un buen ejemplo de historia antropol-

    gica, vase el volumen Qaraqara-Charka. Ma-llku, Inka y Rey en la provincia de Charcas (siglosXV-XVII), que Tristan Platt, Bouysse-Cassagne yOlivia Harris dedican a una regin del centro-surde Bolivia (2006).

    6.Es interesante de nuevo fijar la atencin enlos volmenes que se han editado en los ltimosaos. Muchos de ellos herederos del ya clsicode J. Comaroff y J. Comaroff (1992), donde ponenel acento en el condicionante que ha sido laE

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    diferencia de la antropologa histrica, s dedican parte de sus

    esfuerzos a rastrear la historia indgena precolonial.En las ltimas dos dcadas en Mxico, por ejemplo, parece serque la etnohistoria ha centrado ms su atencin en los estudioscoloniales aunque sin olvidarse de su clara herencia prehisp-nica (Rojas, J. L. de, 2008b), ya que hasta los aos 80los grandestrabajos etnohistricos tenan en esa poca (al menos en losltimos aos de la misma y al periodo del contacto) su campode anlisis (Rojas, J. L. de, 1989).7Incluso los que inicialmentese dieron a la tarea en el pas de definir el concepto, lo hicieroncomo sinnimo de etnografa prehispnica (Carrasco, P., 1989a).No obstante, para J. Alcina Franch la etnohistoria abarca desde lahistoria precolombina, pasando por la etnografa del precon-tacto o las culturas indgenas marginales, hasta el contactohispano-indgena (Alcina Franch, J., 1974, p.39).

    La antropologa histrica estadounidense, por su parte, secentra casi exclusivamente en las relaciones sociales y de poderestablecidas entre colonizados y colonizadores durante el perodode la ocupacin.8Reconocen que si bien la antropologa comodisciplina es un producto delcolonialismo europeo, la antro-pologa histrica como tenden-cia es un resultado del presentepostcolonial, de la crisis de ladisciplina tras las grandes desco-lonizaciones del siglo XX.

    Por qu este compromisode la antropologa histrica conel colonialismo? Por qu limi-tarse a un perodo de tiempoen concreto y dejar el tiempoanterior a la llegada de los euro-peos en manos de historiadoresy etnohistoriadores? Es en este

    punto donde hace su presenciael archivo. P. Pels afirma que esecompromiso es el resultado de lapropia gnesis de la disciplina.La antropologa, surgida en uncontexto colonial, se convirti en

    Esociedad colonial en el frica contempor-nea. Los trabajos editados por B. K. Axel (2002)y S. Dube (2007), o el artculo de P. Pels (1997),que uso en este ensayo, muestran como elpensamiento de la antropologa histrica estdeterminado por el componente colonial entodos sus aspectos.

    7.Como el mismo J. L. de Rojas ha sealado, la

    temporalidad a la que se dedica la etnohistoriaen Mxico es difcil de precisar. Esto se debe aque son los grupos indgenas los sujetos de susestudios y, evidentemente, estos predominan conmayor intensidad en los documentos relativosal contacto y los primeros aos de la Colonia.A medida que esta avanza el mestizaje de lapoblacin parece complicar la tarea del etno-historiador (Rojas, J. L. de., 1997, p. 61).

    8.No se puede conocer este componente colo-nial de la antropologa histrica sin acudir a laantropologa del colonialismo denominada

    por P. Pels como una subdisciplina y que pasde tener al trabajo de campo como mtodo decontrol poltico y social de las metrpolis, a poneren su debido contexto histrico y cuestionar,tanto la tcnica de la presencia en el lugar, comola observacin participante o, incluso la culturae historia mismas (Pels, P. 1997, p. 167).

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    una herramienta usada por las metrpolis para una mejor gober-

    nabilidad de sus colonias (Pels, P., 1997, pp. 164-165). Porque, comoafirma el mismo B. Cohn, los sistemas coloniales de control sebasaban en el conocimiento (Cohn, B., 1981, p. 231), el cual eranecesario para saber como se realizabael cambio nativo (Pels,P., 1997, p. 166). Por tanto, la antropologa dedic inicialmente suesfuerzo a las sociedades nativas coloniales, al discurso colonialy, hoy en da, tras la autocrtica de los aos 70, se ha visto obli-gada a revisar esos trabajos pioneros dotndoles de un punto deinvestigacin nuevo y un contexto diferente.

    Ahora bien, no creo que sea esta especie de deuda la nicarazn por la que la antropologa histrica ha centrado sus estu-dios en el colonialismo. Hay una ms de peso, relacionada conrazones de operatividad y que subyace, eso s, en todo lo vistoen el prrafo anterior. No es otra que la omnipresencia de losarchivos.

    Es comnmente admitido por los colegas que los archivosfueron una parte ms de la maquinaria de los estados colonia-les creada para ordenar la informacin de la poblacin nativa.9Los etngrafos, principalmente los primeros que dio la institu-cionalizacin de la disciplina en el siglo XIX, fueron grandes

    productores de archivos. Sustrabajos sobre las lejanas, des-conocidas y exticas poblacio-nes de las colonias, pasaron aformar parte de estos depsitos

    de conocimiento.Aunque la produccin de

    estos archivos no fue solo tareade etngrafos, tambin intervi-no el personal de la metrpoli,como nos presenta N. Dirks en

    su anlisis sobre la India. Al respecto, Dirks seala como C. Mac-kenzie, enviado por el gobierno britnico como experto gegrafo

    del ejrcito, dedic gran parte de su estancia a la recopilacin,no solo de objetos antiguos sino tambin de material histricorelativo a la India peninsular (Dirks, N., 2002, p.52. Traduccindel autor). Al margen del propio material que l se encarg debuscar, ordenar, registrar y almacenar, tuvo a sus rdenes unavariedad de asistentes locales que contribuyeron con sus

    9.A. Stoler, por ejemplo, y siguiendo la lnea de J.Derrida (1997) afirma que es obvio que los archivoscoloniales son productos de la maquinaria del Esta-do. Y es menos obvio que tambin son, por derechopropio, tecnologas que refuerzan la produccinde los estados mismos (Stoler, A., 2002, p. 98.

    Traduccin del autor). N. Dirks, por su parte, afir-ma que el archivo es la institucin que canoniza,cristaliza y clasifica el conocimiento requerido porel Estado [] (Gomes da Cunha, O. M., 2004, p.4. Traduccin del autor). Ver tambin el anlisis quehace el mismo N. Dirks de la formacin del archivoy de la disciplina antropolgica en el mbito deldominio colonial (Dirks, N., 2002, pp.56-63).

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    propias aportaciones e intereses al archivo de Mackenzie. El

    archivo colonial era en s mismo un proceso de colonizacin,que se reproduca incluso en los conceptos de antigedad y au-tenticidad que caracterizaron el archivo de Mackenzie (Dirks,N., 2002, p.54. Traduccin del autor).

    Gran parte, por tanto, de la informacin documentada con laque contamos de las sociedades indgenas es producto de estapoca. El archivo es colonial. Lo colonial est archivado, piensanlos antroplogos histricos. Hay que entender que en el inicio

    de esta nueva investigacin acadmica (Dube, S.,2007

    , p.2

    ),todava se heredaba la pesada losa de las sociedades fras, sinhistoria, porque no contaban con un pasado documentado. En-tonces, los etngrafos se encontraron con que, por primera vez,ese pasado estaba registrado, ordenado y clasificado; se tenaacceso al mismo. Es ese instante cuando se lanzaron al archivocon entusiasmo romntico ylo convirtieron en la principalherramienta de sus anlisis etno-

    grficos sobre ese pasado.10La diferencia de esta antropo-

    loga histrica con la etnohisto-ria mexicana, como hemos visto,se basa en que esta al ocuparseen parte de sociedades prehis-pnicas, aunque haciendo usode archivos coloniales, tena

    en las fuentes pictogrficas eincluso en el material arqueo-lgico, su principal activo (Al-cina Franch, J., 1974; Carrasco,P., 1989a y 1989b; Rojas, J. L. de,1989). Incluso en los albores dela disciplina, se plantea que dos de las principales particulari-dades de la etnohistoria estaban relacionadas con el archivo: la

    bsqueda de nuevos e inditos documentos (Carrasco, P., 1989a,p. 23) y el uso de fuentes en lengua indgena como novedadhistoriogrfica ms singular (Carrasco, P., 1989a, p.24y Rojas,

    J. L. de, 2008b, p.3).Retomando la situacin de la antropologa histrica estadouni-

    dense ante la aparicin de los archivos, lo que vengo a decir, es

    10. No me resisto a poner un ejemplo de narrati-va romntica del encuentro de un etngrafo con

    los archivos: [] Hace algunos veranos, en ladeslucida y polvorienta tierra de Chhattisgarhen India central, me vea a m mismo como unjoven optimista que hurgaba en la oficina localde archivos judiciales de la ciudad de Raipur[] Pero justo cuando toda esperanza parecaperdida conoc a Sattar [...] Y Sattar era un bo-rracho [] Lo haba visto antes, cuando entr porprimera vez a la oficina de archivos, y despuscuando solicitaba en vano permiso para echarun vistazo a los incontables archivos amarillentosy grisceos que yacan en innumerables y tristes

    pilas [] Todo esto cambiara una calurosa tardede viernes, cuando estaba parado cerca de laoficina de archivos esperando un autobs [],cualquier cosa que me llevara lejos de los destro-zados deseos que quedaban hechos pedacitos,esparcidos bajo mis pies y por dondequiera quemirara [] (Dube, S., 2001, p. 207).

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    que el nuevo giro histrico tiene al archivo como su herramienta

    de trabajo.11

    Si bien lo complementa con registros etnogrficos ycon cierta lectura hermenutica de los datos, estos se obtienen ensu mayora de los archivos. La principal fuente de conocimientode la antropologa histrica es el documento. Y, como hemos vis-to, el documento es colonial. Por tanto, la atencin puesta en elcolonialismo no se deriva solo de la deuda a la que antes hemoshecho alusin, sino al hecho de que el mtodo y las tcnicas deinvestigacin obligan a ello. Veamos un ejemplo.

    Abundan en la literatura producida por los antroplogoshistricos el anlisis de las genealogas, grandes linajes, monar-quas locales y relaciones de poder (Dirks, N., 2002, p. 52; Jain,R., 2007; Sahlins, M., 1990y 1992; Wolf, E., 2001.),12en gran medidaporque en los primeros tiempos los etngrafos interesados en el

    pasado intentaron leer este pormedio de estructuras universalesaplicadas a escala local, es decir,una historia poltica y social

    en la que los grandes nombreseran los protagonistas de losacontecimientos vividos por elgrupo. Esto tambin se debe aque, como afirma B. Cohn ejem-plificando en Fiji, la mayor partede la documentacin colonial(en especial la registrada por

    etngrafos) estaba destinada al conocimiento de estos sistemas

    sociales relativos al poder local, pues este resultaba esencial parallevar a cabo determinados preceptos coloniales como la compray venta de tierras, el reparto de las mismas o la administracinde los territorios (Cohn, B., 1981, p. 238-239).

    Parece obvio, por tanto, que si los antroplogos histricoso los etnohistoriadores acuden a los archivos como principalherramienta de trabajo, se encuentren con unos temas determi-nados para investigar y con un periodo concreto. Es por eso que

    la poca precolonial no abunda en los trabajos de estos colegasno as tanto en los de los mesoamericanistas porque no existeregistro en los archivos. Se continua, por tanto, manteniendola idea, en cierta forma, de que no hay historia sin documento.Por otra parte, hoy se est comenzando a tratar y reivindicar elestudio del presente histrico, de lo postcolonial como producto

    11. S. Dube, por ejemplo, afirma que las nuevastendencias histricas en la antropologa tienencomo principal caracterstica las lecturas etno-grficas de los archivos (Dube, S., 2007, p. 2). Y

    para el caso de Amrica, E. Wolf, en su estudiosobre los aztecas, afirma que las Crnicas sonlas nicas fuentes disponibles para conocer suforma de pensar y su conducta (Wolf, E.,2001, p. 176).

    12. De nuevo debo destacar los trabajos de P.Carrasco en Mxico, ya que es en este campodonde ha desarrollado sus principales investiga-ciones (Prez, J. A., 2001, p. 109).

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    casi independiente del tiempo anterior (Stoler, A., 2000, p. 5-6

    y 2002, p. 109).El archivo, como ya se ha reclamado (Manoff, M., 2004, p.14), tiene una serie de limitaciones que los etngrafos estamospreparados para enfrentar. En primer lugar, ya apuntado en esteensayo, ha pasado de ser muy criticado por el medio antropolgicoo bien por su inexistencia (Lvi-Strauss, C.,2005) o bien por la pocaimportancia del particularismo de su contenido (Lvi-Strauss, C.,2000), a su encumbramiento y a convertirlo en un medio indis-pensable para el conocimiento del pasado de los grupos indgenascon los que trabajamos. En segundo lugar, y como tambin ha sidosealado antes, trabajar con archivos de creacin colonial produceuna limitacin de temas que deja fuera del anlisis antropolgicodel pasado a perodos y acontecimientos que las propias comuni-dades indgenas consideran importantes. Es comn, adems, queestos periodos ms alejados, no registrados por escrito y que entre-mezclan hechos cotidianos con eventos sacralizados y personajespertenecientes al panten cosmognico, los antroplogos que

    miramos en nuestros trabajos hacia el pasado, los etiquetemos concategoras como tradicin, mito o cosmovisin. Estas categoras,ms del terreno de la antropologa social, parecen estar exentasde ser tratadas con el mismo rigor que los periodos histricos.13De acuerdo con esto, el lmite de temas es paralelo a la limitacinexistente en cuanto a los periodos o tiempos histricos. Todosaquellos que quedan fuera de lo que recogen los archivos colonia-les suelen ser marginados por losantroplogos.14Por ltimo, pare-ce evidente que trabajamos conpercepciones de la realidad, unahermenutica del tiempo presen-te (Geertz, C., 2003y Ricoeur, P.,2003), estando en la obligacin,por tanto, de aplicar la mismacrtica al archivo. El documen-to es una interpretacin de un

    acontecimiento que alguna vezsucedi, no es la realidad, sinoun reflejo de la misma (Derrida,

    J., 1997, p. 24; Manoff, M., 2004,p. 14; Ricoeur, P., 1995; Stoler, A.,2002, p. 91; White, H., 1992).

    13. Este comportamiento era ms comn en los

    primeros momentos del giro histrico, en los que,como he comentado, la existencia de archivosprovoc que los tiempos lejanos fueran parte dela tradicin y el mito, diferenciando con claridadentre unos y otros, como hace B. Cohn en untemprano trabajo (escrito originalmente en 1961),en el que distingue en la aldea india de Thakurentre el pasado tradicional y el pasado his-trico (Cohn, B., 1987). Tan solo como deudaacadmica, es necesario mencionar que enMxico los trabajos que conjugan lo diacrnicoy lo sincrnico para articular las categoras de

    mito y historia son herederos en su mayora deM. Len-Portilla o A. Lpez Austin.

    14. Existen excepciones en Amrica ms allde las fronteras mesoamericanas como, porejemplo, el trabajo de C. J. Allen (1993), T. Aber-crombie (1998) o N. Wachtel (2001) en los Andes oel realizado por R. Price en Surinam (2002).

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    Ante estas limitaciones, han sido muchos los que han rei-

    vindicado que los antroplogos debemos dar un paso ms allen el anlisis etnogrfico del contenido de los archivos. Es elmomento de poner la atencin en la forma (Pels, P., 1997, p.168;Stoler, A., 2002), pues es esta la que nos puede dar al menos lamisma calidad de informacin, ya que el contenido de la formaes, en muchas ocasiones, ms importante y valioso que el propiocontenido (White, H., 1992).

    Y es en esta postura en la que me posiciono. Ahora bien, con-sidero obligatorio mencionar que mi preferencia por este caminometodolgico incluye todas aquellas instituciones culturalesque un cierto grupo o sociedad usa para representar su historia.Partiendo de la idea de que son muchos los cdigos usados poruna cultura para interpretar su pasado, conservarlo y luego po-nerlo en accin en la cotidianidad, podemos, como etngrafos,presentar cules son esas instituciones y cmo logran articularseen su forma (Muoz, ., 2009a).

    Entre estas formas, el archivo o los archivos han funcionado en

    muchas sociedades, indgenas o no, como resortes del recuerdo(Stoler, A., 2000, p. 7) y como medios de construccin de unaconciencia histrica, social o poltica. Ahora bien, en muchoscasos es tan importante conocer las lecturas etnogrficas delpropio archivo como forma, y su contenido. En otros muchos,como ser este caso, ambas a la vez.

    Es en esta lnea, por tanto, en la que quiero centrar el anli-sis del acercamiento de los grupos indgenas a los archivos. Al

    principio del artculo mencion que paralelo al inters de losantroplogos por los documentos, se produjo un acceso a losmismos por parte de las diferentes etnias. Al menos en Amrica,que es el mbito de estudio de este texto, este fenmeno se hizopatente desde los aos 80y se consolid tras el Quinto Centenariodel descubrimiento en 1992.

    La crisis de la antropologa de los aos 70viene determinada,entre otras razones, porque los indgenas en los que centraban

    sus estudios los colegas, hasta el momento poblaciones exticas,desconocidas y aisladas, saltan a un primer plano como sujetospropios. Comienzan a adquirir una personalidad que se hacepblica, meditica y, sobre todo, organizada y reivindicativa. Sur-gen agrupaciones de colectivos indgenas, movimientos tnicosespecficos, luchas y acciones que les llevan a ocupar un lugar

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    social y poltico que hasta el momento no haban podido obte-

    ner en los pases americanos. Y muchos de estos movimientosorganizados, incluyendo a sus lderes, hacen uso de documentoshistricos, entran en los archivos nacionales, buscan y rastreanese pasado que les hace particulares y diferentes, un pasadoindgena diferente al nacional que, en la mayora de los casos,es el por el que luchan.15

    En muchos casos, los antroplogos nos hemos encontrado concomunidades donde esta conciencia de reivindicacin tnica auna escala grupal no existe o, al menos, no tiene la presencia ne-cesaria como para convertirse en importante para el pueblo. Qurelacin tienen estos grupos con los archivos y los documentos?Aquellos que hemos trabajado en comunidades amerindias sabe-mos de la importancia que se le concede al archivo, al documentoescrito y al registro, ms all de las formas propias de registro ytransmisin.16La importancia del archivo para estas comunidadesno viene determinada tanto porsu accesibilidad, es decir, por el

    uso que sus miembros puedanhacer de los mismos, si no por-que pueden ser invocados comofuentes literarias con autoridaden una posicin legal oralmentearticulada (Platt, T., 1992, p. 137.Traduccin del autor); as comopor el poder que se le atribuye ala palabra escrita.17

    Esta importancia no se refieresolo a los grandes archivos, do-cumentos o libros que los indge-nas saben que circulan y hablande su pasado, tambin se reflejaen los pequeos archivos localese individuales que ciertas comunidades atesoran. El manejo dedichos acervos es usado por el grupo para legitimar su posicin

    en las relaciones intertnicas (Rappaport, J., 2000y Salomon,F., 2001), pero tambin hacia el interior, convirtindose en uninstrumento por medio del que se construyen y afirman estatussociales y polticos comunitarios. J. Derrida nos mostr que enlas sociedades occidentales el archivo es, adems de un depsitode conocimiento, un medio usado por diferentes poderes para

    15. El trabajo que mejor presenta esta luchaindgena bajo la tutora de determinados lde-

    res que manejan y usan los archivos desde elpasado colonial hasta la actualidad es el de J.Rappaport (2000y 2005).

    16. Para aquellos que quieren profundizar msen este aspecto se pueden ver, entre otros, lostrabajos de J. Rappaport (2000y 2005), el de P.Pitarch respecto a la presencia colonial (y loscdigos de registro europeo) en la concepcinde las almas en Cancuc, Chiapas (1996) o los deT. Platt en relacin al uso conjunto de formas dememorizacin prehispnicas y coloniales entrepoblaciones de Bolivia (1992, 1997y 2006).

    17. Coincido con T. Platt (Platt, T., 1992, pp. 142yss) que esto no quiere decir que lo escrito ganarala batalla a lo oral, provocando un completoabandono de las formas mnemotcnicas ind-genas a la llegada de los espaoles, sino queuna convivencia de ambas se ha dado hastala actualidad.

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    afianzar sus posiciones y un instrumento ideolgico de gran

    alcance (Derrida, J., 1997). Algo parecido podemos encontrar enlas comunidades indgenas, con sus arenas polticas locales, susluchas internas y sus archivos locales.

    ETNOGRAFAYARCHIVO

    En el pueblo purpecha de Sevina, Estado de Michoacn (Mxi-

    co), me encontr con la referencia a tres tipos de archivos: enprimer lugar estaban los grandes archivos, aquellos donde se

    supona que estaba toda la informacin sobre la historia de lacomunidad.18Los propios sevinenses decan no entender porquiba a preguntarles por su historia, cuando, segn se comentaba,

    estaba toda disponible en losarchivos de la ciudades cercanas(Morelia, Guadalajara o el propio

    Mxico D.F.). Es ms, daban porsupuesto que yo saba ms queellos sobre lo que haba sucedidoen el pueblo en el pasado, porqueconoca a estos archivos. Inclusola biblioteca de mi universidadde acogida era tratada al mismonivel que el Archivo Generalde la Nacin, el Agrario o elDiocesano;19el segundo tipo dearchivos eran los que podramosdenominar regionales, es decir,todos aquellos que se encontra-ban dentro de la regin purpe-cha y que en algn momentoalguien de la comunidad habavisto. Hablamos de archivos

    parroquiales, los cuales recoganlibros o, ms concretamente,un libro, que haba pasadopor las manos de un sevinensesiempre amigos o familiares,nunca los narradores directa-

    18. Si bien en cierto que, por lo menos hastael momento, ni en Michoacn ni en Mxico seha hecho un esfuerzo por hacer una etnografade los archivos locales indgenas, creo que es

    lcito citar algunos trabajos que en la regin hanusado tanto la antropologa como la historiapara acercarse al universo purpecha y que hoyson un referente: no puedo dejar de sealar laobra indigenista de A. Beltrn dedicada a laCuenca del Tepalcatepec y en la que, como enmuchos de sus trabajos, la parte histrica juegaun importante papel (1952); el estudio tambinclsico de P. Carrasco donde analizada la reli-giosidad popular con una perspectiva diacrnica(1976); hasta los etnohistricos ms recientes deH. Roskamp (2003y 2004) o de A. Roth-Seneff,y H. Roskamp (2004); o los etnogrficos conun claro nfasis en el desarrollo histrico deCastilleja, Aida, et. al. (2003a y 2003b). Desdela historia, por supuesto, la deuda eterna de losestudios sociales mexicanos con L. Gonzlezy su trabajo ya citado Pueblo en vilo, donderealiza, por primera vez, una microhistoria (unaetnografa histrica, lo llaman algunos autores)del pueblo michoacano de San Jos de Gracia,con una importante presencia de la etnografa(incluso autobiogrfica) (1984).

    19. De estos tres grandes archivos nacionales enMxico, los habitantes de Sevina solo conoceny se refieren al segundo de ellos con el nombrede el Agrario. En la comunidad, el Agrarioes tambin esa institucin difusa y cambiante,que desde el periodo postrevolucionario se haencargado de todos los asuntos relativos a lastierras comunales.

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    mente y que haba podido ver en sus pginas que hablaba del

    pasado de Sevina. En el pueblo, me comentaron de tres de estosarchivos parroquiales: el de la cabecera municipal, Nahuatzen,el del pueblo casi vecino de Chern y el de la ciudad mestiza, unpoco ms alejada, de Zacapu;20y en ltimo lugar est el archivocomunal del que hablar ms adelante.

    Respecto a estos archivos comunales, J. Rappaport nos presentaen forma etnogrfica el papel que juega dentro de la conciencia his-trica de los cumbales. Ella ha mostrado a lo largo de sus trabajosla importancia de la alfabetizacin en las comunidades indgenasy en el surgimiento de memoristas (1985, 1988, 2000, 2005), comoBenjamn Cuaical, quien debido a su capacidad de leer y escribir seconvirti en un secretario cotizado por el cabildo de la comunidad(Rappaport, J., 2005, p. 110). Gran parte del conocimiento de estosmemoristas procede del archivo del cabildo, el cual al igual queveremos en la comunidad de Sevina no parece ser consultadocomnmente por el grueso de lapoblacin, aunque en realidad,

    casi todo lo que podra llamarsehistoria del cabildo se deriva deestos documentos escritos (Rap-paport, J., 2005, pp. 111-112).21

    J. Rappaport afirma que Benja-mn Cuaical obtiene gran parte desu saber del archivo local, aspectoque tambin podemos ver para

    los Andes peruanos en el casode Len Modesto Rojas Albercodel que nos habla F. Salomn(2001).

    Como bien demuestran J. Rappaport y F. Salomn gran partede la memoria histrica indgena est construida a partir delas fuentes escritas. Estas fuentes, excepto algunos memoristasespeciales, como los que presenta J. Rappaport en sus trabajos,

    se nutren de los archivos locales. La importancia de los mismosradica, por tanto, en que para comprender el alcance de la me-moria histrica indgena los etngrafos debemos conocer susfuentes y, entre ellas, los archivos comunales.

    Como sugiere J. Rappaport, por tanto, la importancia delarchivo local radica tanto en su antigedad los documentos

    20. Al archivo de la parroquia de Nahuatzennunca pude acceder pues tuve la mala suertede no encontrar nunca al prroco, que viajamucho por todo el pas, y no me dio acceso almismo. El de Chern lo consult sin problemasy el de Zacapu en realidad no exista, pues lacomunidad se refiere a uno ya desaparecido,que vieron mientras arreglaban hace muchosaos la antigua parroquia.

    21. Hay que tener en cuenta que lo que J. Rappa-port considera historia de la comunidad y quees la que trabaja en sus textos, es la manejadapor lo que tambin denomina historiadores lo-

    cales, es decir, un grupo de personas, letradas oal menos alfabetizadas que ha hecho uso de losmedios impresos para conseguir posicionar a suscomunidades indgenas en la arena nacional.

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    coloniales, como en la mayora de las comunidades indgenas de

    Amrica, se perdieron en algn momento del fragor de las luchasdecimonnicas o del siglo XX por el derecho sobre las tierras,como en su trascendencia territorial, de reclamo de determinadosespacios o, incluso, en las reproducciones de leyes nacionalesen las que las comunidades basan sus alegatos.

    Los trabajos de J. Rappaport tienen como objetivo mostrarcomo la historicidad de las comunidades indgenas colombianasest construida en base a unas cuantas personalidades importan-tes que, por medio del conocimiento de la escritura y la lectura,han podido tratar casi de igual a igual al Estado en sus negocia-ciones por una posicin privilegiada como indgenas ante unfuturo cambiante (Rappaport, J., 2000y 2005). Por tanto, aunquepresenta ejemplos de caciques historiadores de siglos atrs(Rappaport, J., 2000), es reciente la concientizacin comunitariadel valor de los documentos y de los archivos. Es producto dela progresiva educacin y puesta en escena de actores nuevossurgidos en las ltimas dcadas en las comunidades del pas

    andino. Es entendible que hasta estos aos el archivo comunalanduviera de mano en mano, en apariencia representando msun estatus simblico de poder local. Hoy en da, este poder seconserva dentro del conjunto de smbolos locales del que noshabla la autora, junto al bastn de mando o al escudo comuni-tario, pero ha adquirido importancia tambin el contenido delarchivo, pues cada vez son ms personas las que se encuentrancapacitadas ya no solo para leerlos, sino para sacarles provechopor su verdadero valor legislativo y constitucional.

    La comunidad de Sevina tambin tiene sus smbolos de poderparticular. Aunque entre los purpechas hace ya muchos aosque desapareci la figura del bastn del mando, s se conservanel archivo comunal y el sello como representacin del poderlocal.21El archivo comunal de Sevina, al menos hasta hace dosaos, era una simple y vieja maleta de piel que se guardaba encasa del Presidente del Comisariado de Bienes Comunales,22que

    era entregado junto al sello

    el da del cambio de cargo, cadatres aos. Es un puado de do-cumentos, en un muy mal estadode conservacin y conocidos enuna mnima parte, es decir, unpar de ellos que se consideran

    21. El sello comunitario es muy sencillo: en elcentro, el rostro de Benito Jurez; por encimaaparece la frase COMUNIDAD INDGENA; y por de-bajo, DESEVINA, MICH.

    22. Existen en Sevina dos tipos de cargos polticos:el poder civil y el poder agrario. El primero es larepresentacin de la cabecera municipal enE

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    en especial importantes en la misma lnea que F. Salomn vio

    en Tupicocha con el denominadoAuto de muertos(Salomn, F.,2001, p. 70). No recuerdo haber visto ni escuchado nunca deun inventario, aunque la preocupacin por su contenido s esalgo comn entre todos los Presidentes, que dicen querer orde-narlo, darle una forma y mejores condiciones de conservacin,pero que nunca realizan. Se conservan desde actuales actas deaprobacin de la llegada de la luz o el agua, pasando por docu-mentos muy interesantes de cmo el terrateniente de la reginse hizo con terrenos de los locales desde principios del siglo XX,hasta una copia del Ttulo Primordial de 1765y que yo mismosuger guardar en un soporte especial de plstico pues estabamuy deteriorado.

    En mi ltima estancia en la comunidad (abril de 2009), lasautoridades me aseguraron que se haba incorporado al archivo elhistorial que yo realic de la comunidad. Este historial parecehaberse convertido en un instrumento de legitimidad histricacomunitaria y, tambin, en un elemento de conflicto entre las

    dos partes polticas en las que est dividido el pueblo. Al llegara Sevina en marzo de 2002, las autoridades de entonces me so-licitaron un historial de la comunidad, es decir, una historiaal uso, positivista y lineal. Un ao despus de mi estancia, hiceentrega de dicho documento. En varias ocasiones me han comu-nicado la intencin de publicarlo con la ayuda de organizacionesindigenistas regionales.

    No pude comprobar que una de esas copias hubiera acabado en

    realidad en el archivo (las otras me dijeron que iran a las escue-las), pero s como la posesin de las mismas haba creado ciertosconflictos entre los dos grupos comunitarios (Muoz, O., 2009a,pp. 188-199) y hacia m. Inclusoen 2005, durante una temporadade campo, el entonces Presidentedel Comisariado me pidi que amedida que publicara artculos

    sobre Sevina se los mandara paraque pasaran a formar parte delarchivo comunal.

    En lo que respecta al TtuloPrimordial, es importante se-alar que es el documento ms

    E la tenencia, es decir, en el pueblo y eselegido en elecciones de formato nacional yoficial aunque tiene sus matices que no esel momento de detallar. Se le presupone elcontrol de todos los asuntos que surjan al interiordel pueblo, del espacio habitado. El Comisaria-do de Bienes Comunales es el agrario, por suparte, elegido cada tres aos, y es el herederode las autoridades indgenas tradicionales. Seelige en asamblea comunitaria y aunque deberaocuparse tan solo de los asuntos relativos alterritorio perteneciente al pueblo, su legitimidady aceptacin social lo convierten en el verdaderopoder en todos los asuntos comunitarios.

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    importante que contiene el archivo. Los Ttulos Primordiales

    fueron documentos redactados en el siglo XVIII, en su mayora,como si fueran de finales del siglo XVI y basados en testimoniosorales y acontecimientos considerados por entonces histricos,que dan validez a las posesiones territoriales de las comunida-des indgenas. E. Florescano ha sealado que estos documentos,aunque con claras deficiencias histricas, que los hacen errneosa ojos de un historiador, se han convertido en parte fundamentaldel imaginario indgena. Cada pueblo que posee uno no solo lomuestra como autntico, sino que su contenido incluso ha pasadoa formar parte de la memoria histrica local y han sido usadoscomo elementos uniformadores de las comunidades a travs dela defensa ante los peligros del exterior y como reforzadores de

    una identidad grupal (Floresca-no, E., 2002, pp.363y ss).23

    Es este el nico documentodel que parece que todos los co-muneros (al menos los hombres,

    pues las mujeres no tienen acce-so a ello y por lo general ignoraneste tipo de cuestiones) conocensu existencia y ubicacin. Es alque conceden ms valor y cuyocontenido no siempre exacto,casi nunca completo es difun-dido por los ms viejos cuando

    les preguntan por la historia deSevina, concretamente, por elms antes que es al perodo histrico al que pertenece el TituloPrimordial (Muoz, O., 2009a y 2009b).24

    A pesar de todo, el archivo comunal, su contenido, no es algoque goce de gran difusin y publicidad, ni a lo que los sevinensesque no sean autoridad dediquen ni siquiera un minuto de su vida.No obstante, resulta complicado acceder a l. En mi caso, obtuve

    el permiso de la autoridad competente despus de tres meses deestancia en la comunidad y cuando me lo dieron, siempre huboalguien vigilndome mientras revisaba el archivo. Tras variassemanas de dedicar algo de mi tiempo diario a los documentos,tuvieron a bien dejarme a solas con parte de la maleta, nuncacon todo su contenido.

    23. Por ejemplo, en casi todas las comunidadesindgenas, incluida Sevina, el uso del TtuloPrimordial result fundamental para conseguirla restitucin de las tierras comunales y el reco-nocimiento de la comunidad agraria. Este fue unlargo proceso postrevolucionario, que hunde susraces incluso en la lucha cristera y agrarista delos aos30, pero que se desarroll y consiguisus fines desde los 50, hasta la tarda dcada delos 90en algunos pueblos.

    24. El ms antes hace referencia al perodono conocido directamente por ningn miembrovivo de la comunidad, es decir, todo aquelloacontecido antes del nacimiento de la personams anciana de Sevina. En trminos histricoses un perodo de larga duracin, desde la pocaprehispnica hasta la Revolucin de 1910(Muoz,

    O., 2009c).

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    Al contrario de como sucede en las comunidades cumbales,

    los sevinenses no han adquirido una conciencia tnica que leslleve a considerar el contenido de su archivo como esencial paradefender sus intereses frente al Estado, aunque s existe, comocon toda conciencia histrica, cierto uso y utilizacin al interiordel pueblo, para consolidar losdos grupos polticos y socialesen que est dividido.25Lo hicie-ron en los aos 60y 70del siglopasado, cuando les fue necesario

    para pedir la restitucin de lastierras comunales que fue con-cedida en 1963. De todas formas,no estoy seguro que, al margendel Ttulo Primordial, hicieranrealmente uso de otros docu-mentos que ah conservan, puestambin realizaron una extensa

    bsqueda en el Agrario. Todasu argumentacin parece haber-se construido entorno al Ttulo.Con esto, el protagonismo de uncomunero y su grupo y el apoyocasi incondicional de las auto-ridades nacionales y regionalescorrespondientes, consiguieronla restitucin arrebatndole las tierras al terrateniente no local.

    Desde entonces, el archivo comunal cay en desuso y de-jadez que ha provocado su estado actual. Hoy en da su exis-tencia, ms que su contenido, funge como smbolo tradicionaldel poder comunitario. No solo del local, sino del tnico, pueses la representacin junto al sello de la autoridad agrariatradicional. El archivo es importante, ms que por su contenidopues aunque no se conozca por completo se le supone un saberfundamental sobre su pasado, por su existencia misma y su

    funcionalidad poltica, social y tnica, especialmente al interiorde la comunidad. De hecho, es comn que al preguntar por dndeconseguir informacin escrita de la comunidad, el archivo co-munal, de todos los que hemos comentado antes, fuera el ltimoen ser mencionado y en muchos casos hasta omitido. Hay, porsupuesto, una cierta reserva a revelar a un turiso extrao a la

    25. Esta situacin es algo comn en las comuni-dades indgenas de Mxico. Durante el ao 2009tuve la oportunidad de hacer trabajo de campoen el pueblo de Mezcala, Lago de Chapala, Es-tado de Jalisco, donde un nuevo movimiento dejvenes ha tomado las riendas de la comunidad

    para hacerse or como indgenas frente a todauna regin mestiza (es el nico pueblo que sedeclara indgena y conserva tierras comunalesde una amplia zona). Estos jvenes hacen uso nosolo de medios escritos para difundir su mensajeprensa, boletines y revistas locales, coordina-cin y eventos con miembros de la comunidaduniversitaria de Guadalajara sino que ellosmismos acuden a archivos, usan bibliografa eincluso escriben en medios acadmicos. Entreellos hay una licenciada en historia cuya tesis definal de carrera fue un estudio histrico y docu-mentado de su comunidad, donde defiende unorigen tnico de la misma, ya que a la llegadade los espaoles este grupo se asentaba en al-gunos lugares del entorno del Lado de Chapala.Tambin hay otras personas que conocen y hanestudiado ampliamente el Ttulo Primordial oVirreinal, como se conoce en el pueblo y lodifunden all donde se les quiera escuchar.

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    comunidad algo de tanta importancia local, algo que los identifica

    como comunidad indgena. Aunque se es conciente de su valorhistrico, se piensa, no obstante, que es mnimo respecto a losgrandes archivos o libros en las bibliotecas. El valor del archivocomo depsito de conocimiento histrico existe, pero no es elque se maneja por lo habitual. Su principal valor es el de repre-sentacin del poder local tradicional. Al respecto, mantengo quelo que comnmente se conoce en la comunidad como tradicines tambin una forma ms de interpretar y transmitir el pasado.La tradicin es aquel elemento del pasado que ha logrado llegar

    hasta el presente, transformado o no, pero que proporciona unainformacin sobre un tiempo atrs que es parte de la culturalocal (Muoz, O., 2009a, pp. 213-221).

    El archivo local es un smbolo de continuidad y representacinde un valor cultural propio de la comunidad que se considera tra-dicional. Como muchos mbitos de nuestra vida, no conocemos suorigen, no conocemos su verdadero contenido histrico, solo sa-bemos que es antiguo, que es nuestro y que nos representa hoy.

    Defiendo, por tanto, que hay ciertas fuentes que nutren a lascomunidades indgenas para crear su memoria histrica, queno realizan esa funcin nicamente por el contenido, sino porsu forma simblica. En la mayora de las ocasiones por ser unacontinuidad del pasado al presente, es decir, por asegurar una per-manencia en el tiempo y el espacio. El archivo comunal es, antetodo, una representacin del pasado que, en este caso, asegurauna condicin (el poder comunitario) que es parte de la identidad

    del grupo. Por medio de l y con su posesin se aseguran unasposiciones sociales y polticas tanto del grupo (como indgena)como al interior del mismo (como smbolo de poder por aquellafaccin que detenta la autoridad en su momento).

    CONCLUSIONES

    Creo que la tendencia antropolgica que surgi en los 70comorespuesta a la crisis de la disciplina, basada en el giro hist-rico y que despus se desarroll en la etnohistoria, la antro-

    pologa histrica o incluso la historia etnogrfica, ha llegado a unpunto en el que debe buscar nuevas perspectivas que incluyanms el conocimiento local (Geertz, C., 1994) en sus trabajos.

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    Es por ello que considero necesario que el estudio de la con-

    ciencia histrica de un grupo indgena, independiente de si tieneo no registrado su pasado, se debe basar en el anlisis etnogrficode las formas que ellos mismos usan para significar ese pasado.El archivo ha sido foco de atencin por muchos colegas a lolargo de las ltimas tres dcadas, ponindolo al frente de susinvestigaciones con mltiples objetivos: dar voz a los que hastael momento no la tenan, como ya hemos mencionado con losestudios subalternos; hacer una lectura etnogrfica del pasadoo, ms concretamente, poner el punto de atencin en aquellos

    aspectos sociales, por lo comn tratados por la antropologa yque haban quedado fuera del anlisis histrico por ejemplo,la etnohistoria mexicana; establecer las condiciones en lasque se ha dado el desarrollo o cambio social de un grupo o dedeterminada institucin cultural. O, algo ms reciente y creo quetodava minoritario, poner la atencin en las formas por mediode las cuales estos grupos interpretan su historia.

    En muchos casos este ltimo aspecto se ha limitado a categoras

    tradicionalmente terreno de la antropologa, como son el mito, lahistoria oral, la tradicin, el tiempo o inclusola costumbre. En otrosse ha ampliado de una forma novedosa a aspectos como el espacioo territorio (Allen, C. J., 1993; Cohn, B. y Silvio, T., 2002; Price, R.,2002; Rappaport, 1985, 2000y 2005, Sahlins, 1992. Para el caso deMxico Barabas, A. M. 2003y 2008o Broda, J., 2007), la narrativaescrita (Banerjee-Dube, I., , 2007; Rappaport, J., 2000) e inclusolos propios individuos (Cohn, B. y Silvio, T., 2002; Price, R., 2002;Visvanathan, S., 2007). A ellos, como ya se ha mencionado, se han

    sumado los archivos, entendidoscomo una construccin culturalque proyecta un sentido cognitivoestablecido, una forma de enten-der y enunciar los acontecimien-tos (Foucault, M., 1999, p. 219).26

    El caso de Sevina as como los cumbales demuestracomo los archivos no son solo depsitos de conocimiento hist-

    rico, sino que son una estructura utilizada para delimitar ciertoscdigos internos y dotar de una comprensin grupal determina-dos acontecimientos. Incluso cuando s son considerados comocontenedores de pasado, como sucede con los archivos regionalesy nacionales, no adquieren esta condicin por conocimiento, esdecir, porque los sevinenses los hayan consultado y visto, sino

    26. En la misma lnea se manifiesta A. Stoler en sutrabajo, que basndose tambin en los anterioresde J. Derrida (1997) y M. Foucault (1999) hace unmagnfico esfuerzo por ver en que estado seencuentra hoy en da la relacin entre archivo yetngrafa (2002).

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    porque poseen el peso y la importancia de la palabra escrita.

    Los archivos lejanos y desconocidos son parte del significadohistrico de la comunidad, no por lo que en ellos aparece, sinoporque en ellos aparece Sevina. Porque en alguna ocasin alguienpor ejemplo yo les ha comentado que en ellos se habla de laSevina de tiempo atrs. Eso da legitimidad a su pasado e historia,a su existencia en un tiempo anterior, porque est escrito, porqueest grabado en un medio en apariencia incorruptible que est alalcance y conocimiento, no de ellos, pero s de investigadores,de historiadores o antroplogos que los consultamos.

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