Ética Política - John Hospers

download Ética Política - John Hospers

of 26

Transcript of Ética Política - John Hospers

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    1/26

    Editorial Pi

    John Hospers

    TICA POLTICA

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    2/26

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    3/26

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    4/26

    TICA POLTICA

    John Hospers

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    5/26

    TICA POLTICA

    Informacin tcnica

    Revisin de textos y asesora editorial: Jos Ral Jaramillo Restrepo

    Diagramacin: Mery Murillo lvarezLa impresin fue dirigida por Carlos Villa ngelFormato: 12 x 21 cms.Nmero de pginas: 24.Todogrficas Ltda. Tel.: 412 8601.Impreso en Medelln, Colombia.Printed in Colombia.En su composicin se utiliz tipo Minion de 23,5, 18 y 11 puntos.Se us papel Propalmate de 90 gramos

    y cartulina de 200 gramos.

    tica Poltica hace parte del libro La Conducta Humanade John Hospers, publicadaoriginalmente por Editorial Tecnos de Madrid en 1964.Ilustracin de la portada: Un espacio abierto por L.S. Lowry, 1887-1976.Galera Christie, Londres.Editorial Pi.Editor: lvaro Lobo U.Comentarios a: [email protected]

    Esta es una publicacin sin fines lucrativos.Ninguno de los ejemplares ser puesto a la venta.Pgina web: www.editorialpi.com

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    6/26

    TICA POLTICA

    Supongamos que yo sea el nico ser humano del mun-do; vivo como Robinson Crusoe, en una isla desierta. Ten-go muchos problemas: cmo sobrevivir solo, cmo encon-trar comida y cobijo, cmo entretenerme, cmo cuidarmecuando est enfermo. En estas condiciones es indudableque empezar a actuar como total egosta, satisfaciendoaquel deseo que sea ms acuciante en cada momento;pero, segn se vaya haciendo mi vida ms estable y mspredecible, empezar a negarme a m mismo placeres pre-sentes a fin de impedir catstrofes futuras. Ahora bien, notendra que pensar en nadie ms y, por tanto, no tendraninguno de los problemas morales con los que se enfren-

    tan los seres humanos en una sociedad compuesta porotros seres humanos. Mis reglas de vida seran estricta-mente prudenciales. Por supuesto, se plantearan proble-mas por lo que se refiere a mis relaciones con los animalesque pudieran existir en mi isla.

    Pero en el mundo existen muchos seres y muy pocos de

    ellos viven solitarios. Por consiguiente, hay que encontraralgn medio de que se lleven bien con otros seres. Si los

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    7/26

    www.editorialpi.com

    6 tica poltica

    intereses de la gente no entraran nunca en conflicto segui-ra sin plantearse problema alguno. Pero es evidente que

    los intereses entran, de hecho, en conflicto con gran fre-cuencia. Muchas personas desean la misma cosa y no to-das ellas pueden tenerla; hay cosas que nadie desea como,por ejemplo, recoger basuras pero que alguien tiene quehacer; y los medios encaminados a la felicidad de alguienentran a menudo en conflicto con los de otros.

    Toda persona podra intentar vivir en un estado de es-plndido aislamiento, actuando como si no existieran otraspersonas, pero el aislamiento sera muy difcil puesto quelos seres de la tierra son muy numerosos y no hay bastanteespacio vital para que cada uno de ellos vagabundee por elmundo a su gusto sin tropezar con los dems. Por otra par-

    te, ese aislamiento sera desagradable porque a la mayorade las personas no les gusta estar solos; desean la compaade otros, y, adems, la perpetuacin de la especie humanarequiere un contacto, por lo menos ocasional, entre ambossexos. As, pues, aunque fuera deseable una regla basada enla ausencia de contactos, resultara imposible. Cuando

    existan pocos seres humanos y los territorios eran vastosresultaba posible dicha regla, hasta cierto punto; cada caza-dor poda tener su propio coto, en el que no entrara ningu-no de los dems cazadores, y cuanto menos contactos hayaentre cazadores tanto mejor para todos; pero incluso en-tonces podan surgir problemas cuando un cazador se in-

    troduca en el terreno de otro.Aunque seamos numerosos y condenados a tropezar-

    nos los unos contra los otros, podra vivirse con una au-sencia completa de todo acuerdo sancionable: esto es, se-gn la ley de la jungla o, dicho en otras palabras, conausencia de cualquier tipo de estatutos. En una situacin

    semejante la gente vivira guindose por la fuerza y por laastucia; si le pareciera interesante a alguien matar a otro orobar su grano o su ganado, no existira ley alguna que

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    8/26

    www.editorialpi.com

    7

    protegiera a la parte agraviada. Cada uno intentara con-seguir lo mximo posible para s mismo, y, al no existir

    leyes que pudieran contenerle, hara todo lo que se le anto-jara, siempre que no le matara la parte agraviada o su fa-milia. Podra robar y asesinar libremente con tal de ser lobastante fuerte como para matar a sus atacantes y lo bas-tante astuto como para superarlos en sus estratagemas.Esta situacin constituira lo que el filsofo ingls Thomas

    Hobbes llamaba el estado de naturaleza.1

    En un primer momento el estado de naturaleza podraparecer ser muy atractivo. No habra leyes para controlarnuestras acciones, ni ningn riesgo de polica o de tribu-nales, ni trabas a nuestros saqueos, ni nada que impidierahacer todo dentro de los lmites de las posibilidades fsicaslo que nuestra imaginacin pudiera discurrir. Pero habraque comprar a un alto precio esa libertad. Somos librespara matar a otro (o para intentarlo) sin que nadie puedarecurrir ante la ley; pero, al mismo tiempo, tambin sonlibres los dems para matarnos (o para intentarlo) y notendremos tampoco nosotros medios de recurrir ante la

    ley. Mientras seamos ms fuertes y ms inteligentes quelos dems este sistema nos convendr; pero cuando apa-rezca otro con una mayor proporcin de estas cualidadesestaremos perdidos: como lo estaramos tambin si variaspersonas dbiles decidieran unirse para eliminarnos.

    En un estado de naturaleza nadie tiene responsabilidadpara con los dems, pero tampoco tiene nadie derecho al-guno: cada uno tiene que ser su propia ley y su propia po-lica, siempre en acecho contra los actos destructivos de

    1Thomas Hobbes (5 de abril de 1588 4 de diciembre de 1679),

    filsofo ingls, cuya obra Leviatn(1651) fund la filosofa po-ltica occidental. Es el terico por excelencia del absolutismopoltico.

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    9/26

    www.editorialpi.com

    8 tica poltica

    otros. No existen deberes pero tampoco derechos. No hayninguna manera de obtener reparacin por los agravios a

    no ser la venganza privada. Existen un miedo y una inse-guridad constantes, debido a la falta de una autoridad cen-tral que garantice la seguridad de la vida y la integridadfsica; y, sin proteccin, la vida en un estado de naturalezaes como lo expres Hobbes sucia, brutal y mezquina.

    Para empeorar an ms las cosas, el hecho de que cadapersona en un estado de naturaleza sepa que los demstienen libertad ilimitada para explotarla la mueve a hacerlo propio. Aunque no nos apetezca matar al vecino puedeque decidamos hacerlo a fin de ganarle de mano, en la ideade que si no le matamos primero nos matar l a nosotros.

    Evidentemente, es posible que a l se le haya ocurrido lamisma idea y que, por tanto, intente matarnos primero.Ninguno de los dos desea quiz la muerte del otro, perouno y otro se esfuerzan por matar a su vecino, nicamentecon el objeto de impedir que ste lo mate antes. As, pues,el estado de naturaleza es todava peor, porque cada parteprev una conducta destructiva en la otra, conducta quequiz no se hubiera dado nunca ni en uno ni en otro, a noser por estas previsiones.

    Parece, pues, evidente que no se obtiene ninguna ga-nancia a largo plazo viviendo en un estado de naturaleza.Aunque seamos egostas ticos que es lo que hemos su-

    puesto en esta breve descripcin ser mejor que vivamosconforme a unas reglas que restringirn nuestra libertadpero que tambin restringirn la de los dems. Si hay unaorganizacin el Estado que promulga leyes y las san-ciona, impidindonos matar, robar e importunar a los de-ms, esta sancin supondr en ocasiones una prdida o

    frustracin para nosotros; pero, al mismo tiempo, nos pro-teger contra los dems tanto como los protege a ellos denosotros. Exceptuando a unos pocos espritus aventureros

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    10/26

    www.editorialpi.com

    9

    que prefieren vivir de forma peligrosaaunque sea fugaz-mente y jugar siempre fuerte en la vida, para cualquier

    otra persona la ganancia resulta mayor que la prdida. Elhecho de sentirnos protegidos frente a los ataques de otraspersonas vale para nosotros ms que nuestro deseo ocasio-nal de atacar a otras personas. En particular, cuando nosdamos cuenta de que la accin anticipada o preventiva con-tra ellos, que habramos de adoptar en un estado de natu-

    raleza, ha cesado de ser necesaria. Las ganancias compen-san el sacrificio. Nuestra libertad es limitada, pero dentrode ciertos lmites podemos realizarnos a nosotros mismoscon menos temor y mayor seguridad.

    El estado de naturaleza parece atrayente en un princi-

    pio, porque en l se tiene una libertad sin barreras y sepuede hacer todo lo que redunde en beneficio propio sininterferencia alguna. Pero, como otras personas tienen lamisma libertad, resulta muy pronto que sus ataques contram teniendo en cuenta que ellos son muchos y yo sola-mente una persona pueden sobrepasar a mis ataquescontra ellos. Y, de este modo, lo que parece redundar enmi propio beneficio el estado de naturaleza resultacarecer por completo de todo lo que me interesa. En unasociedad civilizada, con leyes y con sanciones para ellas,nos abstenemos de hacer cosas que redundaran en nues-tro provecho si no hubiera leyes, y hacemos, en lugar deello, lo que redunda en provecho mutuo de los miembros

    del grupo.

    En general, la mayora de las personas no es del todoegosta; a veces, la gente desea el bienestar de otras perso-nas aunque con ello no aumente su propio bienestar. Pero,aunque todo el mundo fuera egosta completo Hobbes

    supona que todo el mundo lo era, seguira interesndo-nos pertenecer a un grupo social en el cual ciertas reglasde conducta, codificadas en textos legales y sancionadas

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    11/26

    www.editorialpi.com

    10 tica poltica

    por un poder central el Estado, fueran adoptadas yaplicadas en la prctica. El Estado proporciona un control

    sobre los deseos agresivos, tanto los de los dems como losnuestros. El Estado se lleva mucho, pero devuelve todavams. La felicidad posible para un milln de seres en unestado de naturaleza, aterrorizados por los dems, pla-neando guerras preventivas contra los otros, es muchomenor que la felicidad posible en una sociedad organiza-

    da, gobernada por leyes que restringen en ciertos sentidosel comportamiento de cada uno de sus individuos. Aun-que pueda parecer paradjico, un sistema que supone re-nunciar a ciertos intereses es el nico que hace posible quetodos satisfagan la mxima escala posible de intereses. Siestamos en peligro constante habremos de dedicar la ma-

    yor parte de nuestras energas a la defensa propia, y nopodremos desarrollar nuestro potencial de intereses. Laslimitaciones que impone el Estado representan un preciobajo para pagar una ampliacin tan grande del mbito denuestros intereses.

    Nos sometemos, pues, a ser gobernados en algunasde nuestras acciones por una autoridad central que, afin de defender a todos, prescribe ciertas reglas de conduc-ta y las convierte en leyes. Algunas de estas reglas se con-vierten en leyes; otras tienen solo la fuerza que les da lacostumbre o la opinin pblica. Nos sometemos a fin deque con ello pueda aumentar nuestro bienestar total. No

    debemos suponer, sin embargo, que todas las reglas en to-dos los casos operen de modo que lleven al mximo nues-tros intereses particulares. Obedecer la regla en contra delrobo con diferentes grados de las reglas para los casoscomo el de robar para no morirse de hambrees ventajo-so, en general; y tener unas reglas semejantes es mejor que

    carecer de ellas. Pero existen casos, por ejemplo cuandola probabilidad de ser descubiertos es mnima, en los

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    12/26

    www.editorialpi.com

    11

    que nos interesararobar, y en los que no redundara enprovecho nuestro acatar la ley. Sin embargo, la regla que

    nos exige que nos abstengamos de robar, incluso en esecaso, es la mejor regla posible. Aqu enlazamos claramentecon el utilitarismo.

    Ahora bien, cmo habr que formar una sociedad se-mejante? Sobre qu clase de situaciones tendr esta socie-

    dad que legislar y cmo ha de ser gobernada?Segn el anlisis tradicional de Hobbes, un cierto n-

    mero de individuos cada uno de los cuales es egostase congrega para formar un contrato, consciente de que,si bien cada uno habr de renunciar a algo, ganar muchoms que lo que pierde. Como cada persona es egosta, no

    valdra la pena comprometerse con el contrato si la ganan-cia no fuera a ser superior. Renunciar a ciertas cosas supo-ne un aumento de beneficios sobre todo, de seguridad,que es la condicin que hace que sea posible una vida civi-lizada tan grande que a todos les interesa ser parte en elcontrato.

    La teora de Hobbes del contrato social se ha presen-tado a veces como si el contrato hubiese sido un hecho his-trico: como si en cierto momento de la historia del hom-bre algunos individuos se hubiesen congregado paraconstituir una autoridad centralizada. A la tica no le im-porta esta cuestin histrica, suponiendo que Hobbes se laplanteara realmente, y lo ms probable es que no lo hicie-ra. No existe, que sepamos, ninguna poca histrica en lacual los hombres no vivieran en grupos ordenados, conreglas y reglamentos que gobernaran sus comportamien-tos y con penas para las infracciones de esas reglas queno eran necesariamente reglas estrictas, sino costumbres

    con fuerza de ley; pero este hecho histrico no tiene im-portancia. Lo que interesa es que la explicacin de Hobbes

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    13/26

    www.editorialpi.com

    12 tica poltica

    cualquiera que haya sido la sucesin histrica de losacontecimientos es la razn de ser del Estado: es la con-

    sideracin que justifica la existencia del Estado.

    No todas las rbitas de la actividad humana estn me-jor si caen dentro del marco de la ley. Qu ramas de laactividad humana habr de controlar el gobierno? Siem-pre han variado las opiniones sobre este punto; y la opi-

    nin dominante vara de poca a poca. En la concepcinde Hobbes y en la de sus contemporneos, la finalidad delgobierno era proporcionar el mnimo beneficio de seguri-dad, y por seguridad se entenda no solo la seguridadsocial o los subsidios de paro, o cosas parecidas, sino, sim-plemente, la seguridad fsica y la integridad corporal, la

    proteccin contra el crimen, los ataques, el robo y la prdi-da de los frutos del propio trabajo. En nuestros das la fun-cin del gobierno se concibe usualmente no solo como laprevencin de contingencias no deseadas, sino tambincomo la obtencin positiva de cosas deseables: beneficiosmdicos, reparto equitativo de los bienes econmicos, culti-vo de las artes, cuidado de los necesitados y de las personas

    ancianas. El hecho de que se consiga un bien total mayorcuando el gobierno realiza alguna de estas varias funcio-nes o que se consiga cuando se confan esas funciones a losindividuos, a sus familias y a las organizaciones volunta-rias es una cuestin emprica muy detallada y complejapara que entremos ahora en su anlisis.

    Sin embargo, valdr la pena insistir sobre un punto:existen muchas cosas cuya realizacin no redundara enprovecho individual y que, sin embargo, interesa poseer demodo colectivo. Es decir, la suma total de bien de una so-ciedad llega al mximo si posee esas cosas. Cuando unatarea es muy grande y supera el poder de la persona o

    cuando est dentro de ese poder, pero afecta a un grannmero de personas (por lo que sera poco honrado queuno solo tuviera que hacerlo para todos) el Estado debe

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    14/26

    www.editorialpi.com

    13

    asumir ese trabajo en beneficio de los individuos en cues-tin. Los sistemas de enjuiciamiento civil y criminal pro-

    porcionan un caso evidente de este campo legislativo.Cuando hay que solventar disputas es preciso que haga derbitro un organismo imparcial y no los individuos impli-cados en el caso o sus familias que se sentiran inclina-dos a ser parciales en sus propias causas . Adems, el Es-tado dirime el caso de una vez y para siempre, a fin de que

    ya no sea ni deseable ni necesaria ninguna venganza priva-da. Otro ejemplo obvio es la proteccin de los individuoscontra los ataques a mano armada, los asesinatos y los ro-bos: ningn individuo podra protegerse a s mismo contrauna muchedumbre de individuos. Si se confiara la protec-cin a organizaciones que no fueran el Estado como,por ejemplo, grupos privados, clubes, etc. esas organi-zaciones no tendran jurisdiccin fuera de su propio mbi-to. Tiene que existir, pues, alguna organizacin total elEstadoque trascienda los lmites de las diversas organi-zaciones planeadas para propsitos especficos queoperan en su seno.

    Existen muchas tareas, desde la construccin de carre-teras a la financiacin de una guerra, que solopuede reali-zar el Estado porque tiene para ello los medios, la persona-lidad y la posibilidad de coaccin. Hume nos da un ejemploexcelente:

    Dos vecinos estn de acuerdo en drenar un arroyo que

    poseen en comn; porque es fcil para ellos conocer las in-tenciones del otro; y cada uno de ellos tiene que percatarse

    de que si l dejara de hacer su parte esto supondra inme-

    diatamente el abandono de todo el proyecto. Pero es muy

    difcil, e incluso imposible, que mil personas llegaran a un

    acuerdo para una accin semejante; es difcil que se concer-

    taran en un proyecto tan complicado, y, ms difcil todava,que lo ejecutaran; cada uno de ellos buscara un pretexto

    para librarse de las molestias y de los gastos, y procurara

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    15/26

    www.editorialpi.com

    14 tica poltica

    que toda la carga recayera en los dems. La sociedad polti-

    ca remedia fcilmente estos inconvenientes... As, pues, se

    construyen puentes, se abren puertos, se levantan fortifica-ciones, se trazan canales, se equipan tropas y ejrcitos, en

    todos los pases, a cargo del gobierno, que aunque est

    compuesto de hombres sujetos a toda clase de defectos hu-

    manosse convierten, gracias a las ms sutiles e ingeniosas

    invenciones, en una composicin que est exenta en

    cierta medida de todas esas debilidades humanas2.

    Hay que construir puentes para salvar los ros y los la-gos, pero, puesto que todo el mundo los emplea, sera pocohonrado que tuviera que construirlos un individuo o unaorganizacin. Redundar en beneficio de todos el que seelimine el humo de las chimeneas fabriles; pero si el dueode una fbrica tuviera que correr con los gastos enormesque le supone esa operacin cuando los propietarios res-tantes se abstienen de hacerlo, el beneficio que se obten-dra con ello sera muy escaso; as, pues, tiene que existirun poder central, el Estado, que exija que todos eliminenpor igual el humo, legislando y coaccionando para que serealice lo que interesa a todos incluyendo a los dueosde fbricas, considerados de forma colectiva,aunqueello no redundara en provecho de una persona heroica queactuara sola.

    Qu clase de gobierno ha de tener el Estado? Un go-

    bierno desempeado por todo el pueblo congregado no esfactible porque es demasiado difcil de manejar; tiene quehaber, por consiguiente, una persona o un nmero relati-

    2 David Hume (Edimburgo, 7 de mayo de 1711 - Ibdem. 25 deagosto de 1776). Filsofo, economista e historiador escocs. Esuna de las figuras ms importantes de la filosofa occidental y de

    la Ilustracin Escocesa.La cita corresponde al Tratado de la naturaleza humana. Libro2, parte segunda, seccin 8.

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    16/26

    www.editorialpi.com

    15

    vamente pequeo de personas que elaboren y administrenlas leyes que van a vincular a la mayora. En la antigua

    Atenas participaban en el gobierno todos los ciudadanos,pero constituan solo la minora de la poblacin adulta yde sexo masculino; los esclavos y los residentes nacidos enel extranjero que les superaban en nmero con mu-cho no tenan intervencin alguna en el gobierno. Aho-ra bien, cmo va a escogerse a esa persona o personas? Es

    evidente que los que estn en el poder tienen una respon-sabilidad enorme. Necesitamos a personas en cargos ele-vados y con autoridad; pero a quin confiaremos ese granpoder? Todo depender de la clase de persona que sea. Ladireccin (el liderazgo) es vital en cualquier organizacinya sea una escuela, una Iglesia o una prisin; pero lo

    es an ms en el gobierno, puesto que el gobierno ha detener una cierta medida de control sobre todas las demsorganizaciones, incluyendo a sus propios lderes.

    En este punto entra en juego el comn impulso huma-no hacia el poder. Algunas personas no sienten deseos deasumir poder sobre otras y no buscan conseguir posicio-nes elevadas en el gobierno; pero la mayora de las perso-nas que ocupan posiciones semejantes sienten una granansiedad por el poder y se sienten todava ms ansiosas deconservarlo, una vez que han llegado a l. Existe un peli-gro enorme en todo tema de poder.

    Detengmonos por un momento para considerar cu-les son los deseos humanos que tienen importancia en lavida poltica. En el ejercicio de muchos impulsos humanoshay un peligro como, por ejemplo, en el deseo sexual: sumanifestacin puede implicar celos, amargura, raptos,asesinatos, y otras clases de desgracias humanas. Sin em-

    bargo, el impulso sexual no es importante polticamente;es posible que arruine muchas vidas individuales, pero por lo general no arruinar la vida de un Estado.

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    17/26

    www.editorialpi.com

    16 tica poltica

    El impulso de adquirir dinero tambin puede ser peli-groso: y tanto ms cuanto que es un deseo que no se satis-

    face fcilmente. Por regla general, cuanto ms dinero setiene ms se desea. Intentamos conseguir una cierta canti-dad de dinero a fin de alcanzar confort y felicidad mate-rial; pero en cuanto lo tenemos surgen en nosotros otrosdeseos que solo pueden satisfacerse con ms dinero, en lamayora de los casos, porque hemos subido a otro estrato

    social en el cual se necesita ms dinero para mantenernosal nivel de nuestros iguales. As, pues, la meta original hasubido a un plano superior, y cuando se la consigue vuelvede nuevo a remontarse; y este proceso puede seguir de for-ma indefinida. El deseo del dinero es empleando un tr-mino mdicouna enfermedad progresiva y no una en-

    fermedad que se autolimite. Sin embargo, el deseo deprosperar econmicamente no es la principal fuerza quemueve a la gente a la adquisicin de poder en el gobierno.Las personas inteligentes pueden ganar mucho ms dineroen industrias privadas o en negocios y pueden tener mayo-res esperanzas de poseer bienes. All donde prevalezca la

    corrupcin, o en el caso de que el jefe del Estado no estsometido a un control institucional y pueda desplazar mi-llones de dlares impunemente, podr ser muy lucrativotener un puesto en el gobierno; pero incluso en ese casoresulta muy poco seguro.

    Sin embargo, el deseo del dinero no solo es progresivo,

    sino tambin, por lo general, competitivo: se le satisface aexpensas de otras personas. Si alguien tiene ms, otros de-bern tener menos. Las personas no solo ansan tener msdinero sino que desean tener ms que el que tienen otraspersonas. Esa ansia competitiva hace que el deseo del di-nero sea (a partir de cierto lmite) muy desafortunado,

    porque, incluso en una nacin prspera en la que sea posi-ble que muchos tengan mucho, ser imposible que muchos

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    18/26

    www.editorialpi.com

    17

    tengan ms que lo que tiene la mayora de los dems; ysolo ser posible que una sola persona tenga ms dinero

    que cualquiera otra persona. Al igual que todos los deseoscompetitivos, el deseo de tener ms dinero que la mayorade los dems es un deseo que est condenado por su propianaturaleza a la frustracin para la inmensa mayora de lagente. Y, sin embargo, aunque este hecho es muy perjudi-cial para la felicidad de las personas en tanto en cuanto

    su felicidad depende de la satisfaccin de ese deseo tiendea no tener una importancia poltica muy grande.

    Existe tambin el impulso de la vanidad, que lleva a lagente a desear puestos, posiciones de fama, gloria o presti-gio. El impulso de ser famoso o brillante es tambin pro-

    gresivo: nunca podemos ser lo bastante famosos para con-tentarnos a nosotros mismos: cuanto ms famosos seamostanto ms famosos desearemos ser. Y el impulso de ser fa-moso es tambin competitivo, puesto que deseamos serms famosos o ms brillantes que otras personas y solo unpequeo nmero de personas podr ser ms famosa que lamayora. Pero la vida poltica no es la mejor por lo que serefiere a la satisfaccin de ese impulso. La vida de una es-trella de cine o del teatro lo satisface, en mucha mayor me-dida, o bien la vida de un campen de boxeo o de un juga-dor de bisbol. En los Estados Unidos estas profesionessuponen un mximo de fama y de brillantez, mucho ma-

    yor que la de un presidente o de un primer ministro yun mnimo de responsabilidad. Aunque este impulsoes manifiesto en la vida poltica, no tiene una importanciapoltica primordial, puesto que se le puede satisfacer mu-cho ms fcil en cualquier otro campo.

    Existe, por ltimo, el impulso de poder. Muchas perso-

    nas que no ansan de un modo especial el dinero, ansancon frecuencia tener ms poder; y los que ansan el dinero

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    19/26

    www.editorialpi.com

    18 tica poltica

    tienden a desear ese dinero a fin de ejercitar ms poder. Acasi todo el mundo le gusta ejercer poder, pero aquellos

    que se han visto frustrados en otros terrenos hombrespequeos que no pueden competir en el campo intelectualcon los dems; los que han adquirido el dinero pero no sehan sentido satisfechos con l; los que han sido rechazadoso engaados y piensan que ya no les queda ninguna otracosa por la que valga la pena luchar; los que han sido repu-

    diados o humillados durante sus vidas , todas estas per-sonas desean normalmente tener poder ms que cual-quier otra cosa a fin de usarlo para dirigir las vidas delos dems, en particular de aquellos que fueron humilla-dos o vejados. T tenas xito en el amor y no te fijabasentonces en m, pero ahora tendrs que fijarte porque voy

    a lanzar sobre ti todo mi podero: si quiero puedo aniqui-larte: esto es lo que muchos de los que buscan el poderdesean ser capaces de decir.

    El deseo del poder tiene incluso en un grado muchomayor las desafortunadas caractersticas de los impul-

    sos que ya hemos mencionado. Es progresivo; cuanto mspoder se tiene ms se desear tener; muy pocas personasque estn en puestos de poder se sienten satisfechas con lacantidad que ya tienen. Nada puede satisfacerles a no ser laomnipotencia. Adems, es muy competitivo: cuanto mspoder tiene una persona menos tendrn las dems; soloun pequeo nmero puede poseer una gran cantidad depoder y solo una persona puede ser lo que muchos anhe-lan ser, esto es, la persona ms poderosa del mundo.

    El poder tiende a atraer justo a aquella gente que estmenos calificada para ejercerlo. Los riesgos que implicanson tan grandes en especial si uno desea ser un tirano o

    un dictador que la mayora de la gente, incluso aquellosque anhelan el poder, dudar antes de asumir esos riesgos.

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    20/26

    www.editorialpi.com

    19

    Pretendern vivir vidas ms seguras aunque con menospoder. Con frecuencia, el hombre que correr con los ries-

    gos requeridos ser el hombre patolgicamente hambrien-to de poder. Se sentir tan ansioso de compensar antiguasfrustraciones reales o imaginadas, y de llegar a la altura deaquellos que (segn l) le han humillado, que se arriesgara la muerte y a la destruccin con tal de conseguir unpuesto poderoso desde el cual pueda l despreciarlos. En

    cuanto un hombre se convierte en dirigente absoluto, mu-chos que codician ese mismo puesto empezarn aconspirar para derribarlo. A fin de protegerse a s mismo,tendr que rodearse de guardias armadas y de una granfuerza de polica secreta y eliminar a todos aquellos queanhelaban su poder. Pero, al rodearse as de seguridades,

    es posible que est cavando su propia fosa, porque loshombres que l mata tienen amigos que sabrn asesinarle.Por cada uno que mate o haya matado surgirn otros cienpara cubrir sus puestos; adems a medida que vaya au-mentando esta tendencia, un pblico excitado ayudara los rebeldes y pedir la cabeza del tirano. As, pues, paga-

    r un precio muy elevado por su poder; en cualquier mo-mento pueden quitarle la vida, y mientras viva estar enconstante inseguridad. Cuanto ms inseguro y amenaza-do se sienta, tanto ms suprimir a la oposicin y matar asus enemigos, lo cual tender, a su vez, a aumentar laamargura y el odio contra l hasta que, por fin, lo asesinen

    y surja otro tirano hambriento de poder para cubrir supuesto, volvindose a repetir todo el ciclo. No es por elloasombroso que haya pocas personas ante los peligrosque tiene el poder que estn dispuestas a arriesgarse acambio de ello; ni tampoco puede asombrarnos el hechode que los que desean el poder, a pesar de estos riesgos

    tremendos, sean raras veces personas calificadas por sucarcter y por su formacin para ejercerlo de un modo jui-cioso.

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    21/26

    www.editorialpi.com

    20 tica poltica

    As, pues, descubrimos aqu la tragedia del poder. In-cluso cuando los lderes que aspiran a l tienen nobles mo-

    tivos, esos motivos suyos sern interpretados simplementecomo egostas y, a fin de conservar su poder que essiempre precario en un principio, se vern obligados arecurrir a los mismos sistemas protectores que empleabael tirano. Si no se protegen a s mismos, los matarn o,cuando menos, los relevarn de su puesto otros que no

    vacilen en emplear la fuerza a fin de alcanzar sus objetivos.Podramos decir que el mero dirigente benvolo no deseaemplearla, pero tendr que hacerlo a fin de combatir con-tra las fuerzas del mal que se enfrentan a l; y, al combatir-las, se convertir muy pronto en un ser tan corrompidocomo aquellos a los que sustituy. El poder es insidioso:

    las personas malas no dudan en emplearlo al servicio defines egostas y las personas buenas tienen que emplear-lo para combatir a las malas personas y, al obrar as, sevuelven tan malas como sus propios enemigos. El podercorrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente.En los primeros momentos, un rgimen nuevo, lleno de

    idealismo y de autntica preocupacin por un puebloaplastado, rene las esperanzas de un pueblo que acaba deliberarse de las garras de un dictador; pero algunas perso-nas quiz por falta de juicio y de informacin inter-pretan mal los propsitos del nuevo rgimen, y se oponena l y luchan en contra suya. El rgimen tendr entoncesque emplear la fuerza para acabar con la oposicin; peroen cuanto se emplea la fuerza tan solo una vez se creanenemigos, y, como el nuevo rgimen tiene que emplearuna fuerza mayor para protegerse de estos enemigos, elnmero de ellos ir en aumento. A consecuencia de todoesto aumentarn el ejrcito y la polica secreta medidastransitorias siempre hasta que el nuevo rgimen se

    vuelva tan tirnico como el antiguo. Este proceso se harepetido en la historia humana.

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    22/26

    www.editorialpi.com

    21

    Sin embargo, es preciso que el poder sea detentado poralguien. Alguien tiene que hacer las leyes, alguien tiene

    que ejecutarlas, alguien tiene que crear la polica y alguientiene que sancionar esas leyes si no queremos volver al es-tado de naturaleza. Es fcil hacerse moralista y condenarel poder en todas sus manifestaciones, censurando a aque-llos que lo detentan y llamndoles perversos como hanhecho eternamente los predicadores y los moralistas. Pero

    obrar as no supone ms que rehuir las responsabilidadesdel poder y abandonarlo en manos de otros, permitiendoas que la misma clase de gente que condenamos sea la queelabore la poltica nacional. Existe, en realidad, una satis-faccin humana considerable en el hecho de retirarse de lalucha pblica y de condenar acto seguido a aquellos que

    siguen en ella, en censurar a los que detentan el poder yconsolarnos despus a nosotros mismos con una moral deimpotencia, a la que llamaremos virtud. Condenar el po-derper seno es en modo alguno una solucin; el poder noes malo en s mismo; solo el uso que se haga de l puederesultar bueno o malo. Y si los buenos no ocupan posicio-

    nes de poder, sern ciertamente los malos los que lo hagan.Cul ser entonces la solucin? Parece claro que la

    nica solucin consistir en asegurarse de que aquellosque asuman un poder sobre otros seres humanos (y estotiene que hacerlo alguien) sean de una condicin escogida

    y noble, a fin de que no puedan separarse de su alto prop-

    sito o ser corrompidos por muy diversos medios; o biensi este ideal no es posiblediscurrir un sistema en elcual, aunque puedan llegar al poder hombres de segundafila, sea posible remplazarlos sin que resulte ninguna ca-tstrofe. Resumiendo: parece que la solucin ha de ser lademocracia.

    Nosotros, que vivimos en una democracia, nos senti-mos inclinados a razonar del modo siguiente: Mantenga-

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    23/26

    www.editorialpi.com

    22 tica poltica

    mos el poder en manos del pueblo. Este no desea ser go-bernado por dspotas; por consiguiente, hagamos que sea

    imposible que surjan dictadores y tiranos, manteniendosiempre las llaves del poder en manos del pueblo. Permita-mos que se elija para el poder a aquellos hombres que pa-recen los ms adecuados para detentarlo; y demos al pue-blo, a intervalos fijados de antemano, el privilegio de votarla continuacin de esos hombres en su puesto si lo hacen

    bien, o de sustituirlos si no lo hacen. El poder tiene queestar, en ltima instancia, en manos del pueblo, y nica-mente estar delegadoen ciertos hombres: en los gober-nantes que detentan el poder. Esos hombres tienen querepresentar la voluntad popular: no son los amos del pue-blo, sino sus servidores. El pueblo no se pondr a s mismo

    voluntariamente en una posicin de servidumbre paracon los gobernantes. Si las riendas del poder estn en ma-nos del pueblo, todo estar seguro, porque nadie desea ha-cerse desgraciado a s mismo. La respuesta al problema delpoder no consiste en tener a un grupo en el extremo activodel poder y a otro en el pasivo; los que estn en el extremo

    pasivo es decir, el pueblotienen que ser precisamenteaquellos que (por medio de los representantes elegidos)sean los detentadores del poder. Una monarqua absoluta,en la cual un rey gobierna desde arriba, se diferencia deuna democracia en la cual un presidente o un primerministro lleva a cabo la voluntad del pueblo, que est aba-

    jo en que la fuente de poder est en manos distintas.

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    24/26

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    25/26

  • 7/25/2019 tica Poltica - John Hospers

    26/26

    Mantengamos el poder en manos del pueblo. Este no desea ser

    gobernado por dspotas; por consiguiente, hagamos que sea

    imposible que surjan dictadores y tiranos, manteniendo siempre

    las llaves del poder en manos del pueblo. Permitamos que se elija

    para el poder a aquellos hombres que parecen los ms adecuados

    para detentarlo; y demos al pueblo, a intervalos fijados de

    antemano, el privilegio de votar la continuacin de esoshombres en su puesto si lo hacen bien, o de sustituirlos si no lo

    hacen. El poder tiene que estar, en ltima instancia, en manos del

    pueblo, y nicamente estar delegadoen ciertos hombres: en los

    gobernantes que detentan el poder. Esos hombres tienen que

    representar la voluntad popular: no son los amos del pueblo, sino

    sus servidores. El pueblo no se pondr a s mismovoluntariamente en una posicin de servidumbre para con los

    gobernantes. Si las riendas del poder estn en manos del pueblo,

    todo estar seguro, porque nadie desea hacerse desgraciado a s

    mismo. La respuesta al problema del poder no consiste en tener a

    un grupo en el extremo activo del poder y a otro en el pasivo; los

    que estn en el extremo pasivo es decir, el pueblotienen que

    ser precisamente aquellos que (por medio de los representantes

    elegidos) sean los detentadores del poder. Una monarqua

    absoluta, en la cual un rey gobierna desde arriba, se diferencia de

    una democracia en la cual un presidente o un primer ministro

    lleva a cabo la voluntad del pueblo, que est abajo en que lafuente de poder est en manos distintas.