Estudios Sobre Identidades y Cultura Material en La Región Maya_ Héctor Hernández y Marcos Pool

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    ESTUDIOS SOBRE IDENTIDADES Y CULTURA MATERIAL EN LA REGIÓN

    MAYA

    HÉCTOR HERNÁNDEZ ÁLVAREZ Y MARCOS NOÉ POOL CAB

    EDITORES

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    INDICE 

    IDENTIDADES Y CULTURA MATERIAL EN LA REGION MAYA: UNA

    INTRODUCCIÓN

    Marcos Noé Pool Cab y Héctor Hernández Álvarez. . . . 5

    ETNICIDAD EN ARQUEOLOGÍA. UNA APROXIMACIÓN TEÓRICO-

    METODOLÓGICA PARA EL ÁREA MAYA

    Marcos Noé Pool Cab. . . . . . . . 15

    GÉNERO Y ESTATUS EN LA MANUFACTURA DEL PAPEL: LOS

    MACERADORES ARQUEOLÓGICOS DEL NORTE DE YUCATÁN

    Nancy Peniche May. . . . . . . . . 31

    OFRENDAS DE INFANTES E IDENTIDAD DE LOS NIÑOS MAYAS DEL

    PERIODO CLÁSICO DE CHICHÉN ITZÁ

    Traci Ardren . . . . . . . . . 49

    SER O NO SER: CULTURA MATERIAL E IDENTIDAD INDIVIDUAL ENTRE

    LOS MAYAS DEL CLÁSICO

    Lilia Fernández Souza . . . . . . . 61

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    ATAVIANDO SU IDENTIDAD: LA MUJER PREHISPANICA DE JONUTA,

    TABASCO, MÉXICO

    Miriam Judith Gallegos Gómora. . . . . . 76

    UNA MIRADA ZOOARQUEOLÓGICA A LOS MODOS ALIMENTICIOS DE LOS

    MAYAS DE LAS TIERRAS BAJAS DEL NORTE

    Christopher Götz . . . . . . . . 98

    LA DEFORMACIÓN CRANEANA COMO EMBLEMA DE IDENTIDAD Y

    REPRODUCCIÓN CULTURAL FEMENINA ENTRE LOS MAYAS DEL CLÁSICO

    Vera Tiesler y Andrea Cucina . . . . . . 123

    TEXTO, VOZ, ESPACIO Y CONTINUIDAD CULTURAL EN YUCATÁN,

    MÉXICO

    Fernando Armstrong-Fumero . . . . . . 151

    IDENTIDAD SOCIAL Y CULTURA MATERIAL DE LOS GRUPOS DOMÉSTICOS

    DE YAXUNÁ, YUCATÁN, MÉXICO

    Héctor Hernández Álvarez . . . . . . . 165

    EL LAK 

    : CONTINUIDAD CULTURAL E IDENTIDAD ENTRE LOS MAYASYUCATECOS

    Julio Cesar Hoil Gutiérrez . . . . . . . 188

      .

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    COMENTARIOS SOBRE LA CULTURA MATERIAL Y LA IDENTIDAD SOCIAL

    Julia Hendon . . . . . . . . . 204

    IDENTIDAD Y CULTURA MATERIAL EN EL ÁREA MAYA: UN COMENTARIO

    Rani T. Alexander . . . . . . . . 212

    BIBLIOGRAFIA . . . . . . . . 225

    ACERCA DE LOS AUTORES . . . . . . 260

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    IDENTIDADES Y CULTURA MATERIAL EN LA REGIÓN MAYA: UNA

    INTRODUCCIÓN

    Marcos Noé Pool Cab y Héctor Hernández Álvarez

    El presente volumen se trata de un conjunto de trabajos que surgieron producto de un

    simposio organizado con motivo de la 73rd Annual Meeting de la Society for American

     Archaeology  que se llevó a cabo en la hermosa y fría ciudad de Vancouver, British

    Columbia, Canadá en 2008. El volumen que se presenta está dedicado a analizar la

    forma en que se construyen las identidades sociales y las relaciones que tienen estos

    fenómenos con los sistemas materiales pasados y presentes. El objetivo particular es

    mostrar la importancia que ha adquirido recientemente, en la interpretación

    antropológica-arqueológica, el estudio de las identidades a través de un enfoque que

    toma en cuenta la cultura material en contextos prehistóricos, históricos y

    contemporáneos. Por lo tanto, producto de nuestras disertaciones, en este libro nos

    interesa discutir cómo esta marcada la vida social por experiencias individuales y

    sociales de corporalidad, género y etnicidad y cómo se manifiestan estos aspectos a

    través de la cultura material proveniente de distintos sitios del área maya.

    También se incluyen discusiones sobre las contribuciones de la antropología aldebate posmoderno sobre la construcción teórico-metodológica y la actitud auto-

    reflexiva con respecto a los distintos tipos de identidades y señalar el papel que juega la

    arqueología en la construcción social de otros grupos, es decir, se observa de qué

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    Por su parte, el enfoque del estudio hacia la cultura material, donde se manifiesta

    una pluralidad disciplinaria, se centra en la idea de que la materialidad es una dimensión

    integral de la cultura y que hay dimensiones de existencia social que no pueden ser

    entendidas sin ésta. Por eso se considera que “…material culture studies might be

    regarded as an academic manifestation of characterizations of our contemporary

    culture conditions as posmodern involving indeterminancy, immanence of becoming,

    ambiguity, heterodoxy and pluralism” (Tilley, et al. 2006:1).

    En la arqueología, hasta antes de los años sesentas, la cultura material era tratada

    primeramente como un reflejo de la identidad étnica; se le veía como una forma de

    difusión de las ideas entre diferentes grupos, como reflejo de invasiones, migración y

    cambio social. De manera alternativa, había estudios en términos de las tecnologías

    requeridas para hacerlas y entenderlas en términos de grandes esquemas de evolución

    social. Para la nueva arqueología de los años 60’s, la cultura material se le concibió en

    términos de su contribución a la adaptación medioambiental o para el funcionamiento

    adecuado de los sistemas sociales. A partir de esta etapa surgen en los estudios

    etnoarqueológicos y los estudios de la cultura material moderna. En los ochentas, la

    influencia de los enfoques simbólicos, estructuralistas, la arqueología marxista y las

    conceptualizaciones arqueológicas sobre la cultura material propiciaron la aparición de

    un amplio campo de estudios sobre la cultura material (Tilley, et al. 2006). En las

    últimas décadas, el interés en la dimensión material de la vida social ha aumentado. En

    varias disciplinas además de la arqueología, se han presentado muchos trabajos dondese observa un nuevo interés en el potencial de los papeles sociales de las materialidades

    más allá de un simple simbolismo (Fahlander y Oestigaard 2004).

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    Con respecto al volumen que aquí presentamos, resaltamos el hecho de que los

    autores emplean diferentes fuentes de información para el estudio de la identidad y la

    cultura material. Así tenemos el primer capítulo denominado “etnicidad en arqueología”

    donde se comenta que uno de los niveles de la identidad más problemáticos, de los

    tratados en el presente volumen, es el de la etnicidad. Marcos Pool Cab, propone que el

    estudio de la identidad étnica es posible en arqueología mediante una metodología

    adecuada. Sin considerar más ni menos las diferentes corrientes que han pretendido

    estudiar la etnicidad, propone un enfoque multivariable, a través del cual la información

    arqueológica pueda ser contrastada con los distintos enfoques teóricos tales como el

    primordialista, el situacionalista o el procesualista. De manera específica, considera que

    la aplicación complementaria de estos enfoques debe de realizarse en contextos

    arqueológicos específicos como son los contextos de interacción. Menciona como un

    ejemplo potencial de estudio Isla Cerritos, avanzada costera itzá en la costa norte de la

    península de Yucatán. La cultura material que se propone estudiar es aquella

    relacionada con los bienes de intercambio en el Yucatán prehispánico, como vasijas de

    fina manufactura, jade, obsidiana, oro y conchas que llegaron al norte de la península

    producto del comercio.

    El segundo trabajo, que se inscribe dentro de la teoría de la práctica y la acción,

    es el que presenta Nancy Peniche May. Empleando un enfoque múltiple que incluye

    información arqueológica, etnohistórica y etnográfica, la autora trata la actividad

    humana como factor de identidad de género en la época prehispánica en sitios del nortede Yucatán. Con ello observamos que ciertos elementos encontrados en el contexto

    arqueológico -como son los maceradores-, suelen reflejar la “manera normal de hacer

    las cosas”. En este caso, se comenta sobre las acciones relacionadas con respecto a la

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    elaboración del papel a partir de la presencia de maceradores provenientes de sitios

    como Dzibilchaltún, Kabah, Sihó, Ek’ Balam y Jaina, entre otros.

    No podía faltar en un libro, cuya característica es el trato diverso de una temática

    como es la identidad, hablar de la identidad con respecto a la edad, en este caso se trata

    de un ensayo sobre los niños mayas de la época prehispánica. En éste volumen, Traci

    Ardren es la exponente de este tema. Utilizando fuentes etnohistóricas y datos

    bioarqueológicos sobre los niños sacrificados en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, en

    el tercer capítulo del libro la autora concluye que los infantes mayas eran considerados

    como objetos preciados y sagrados. De esta manera, los niños en el pasado prehispánico

    ocuparon un estatus vulnerable pero inherentemente poderoso basado en una gran

    autoridad espiritual. Este trabajo permite también considerar que la identidad no es fija,

    es más bien dinámica y maleable, construida de acuerdo a la situación. Los elementos

    de cultura material usados por Ardren estarían constituidos por los mismos huesos de

    los individuos obtenidos del Cenote Sagrado y la información escrita proveniente de la

    época del contacto europeo.

    Como ya se mencionó, la identidad también puede abordarse desde la teoría de

    la agencia y de la acción. Esta es la postura de Lilia Fernández Souza, quien además

    considera que la identidad individual no puede estar aislada de lo social, en vista de que

    en todo individuo se cruzan, diferentes variables como son el género, el estatus, la

    ocupación, la edad, la etnicidad, el territorio, etc. En el capítulo 4, la autora desafía a los

    arqueólogos a entender las identidades de los individuos en el pasado pues consideraque en última instancia lo que estudiamos desde el dato material en arqueología es al

    individuo o los individuos. Su trabajo parte de una visión de la identidad como

    fenómeno psico-social, como una relación entre la mismidad y la otredad, que les

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    permite a los individuos construir su realidad, insertarse en ella, actuar en ella. Esta es

    una postura estructuralista de la identidad. La cultura material de estudio la constituyen

    las estelas mayas de la época prehispánica y algunos elementos de la vida cotidiana de

    las mujeres mayas actuales.

    La identidad de género femenino es uno de los aspectos más abordados en el

    presente libro. Sin embargo, la ideología de género puede ser expresada en diferentes

    formas como pueden ser la vestimenta y el atuendo femenino. En el trabajo de Miriam

    Gallegos Gómora, que conforma el quinto capítulo, la vestimenta viene a ser la

    expresión de identidad entre las mujeres de Jonuta, Tabasco durante la época

    prehispánica. Este acercamiento esencialista de la identidad, permite considerar que, a

    través del estudio de la vestimenta y atuendo de las figurillas de barro, podemos

    descubrir los parámetros culturales establecidos por los mayas del Clásico Tardío

    respecto a la identidad femenina, esto es, la forma en cómo era vista la mujer y los

    papeles que desempeñaba en la sociedad. Como se mencionó líneas atrás, la identidad

    de los individuos se construye mediante un cruce de diferentes variables como son la

    edad, el género, la clase social, por mencionar algunos. Los objetos materiales

    estudiados por Gallegos Gómora son las figurillas ricamente modeladas provenientes

    del sitio de Jonuta en la región de Tabasco.

    La comida como marcador de identidad social es otro tema abordado en el sexto

    capítulo del presente libro, su enfoque parte desde el estudio de la zooarqueología. En

    su ensayo, Christopher M. Götz parte de la idea de que la alimentación, y en especial elmodo de preparar y consumir alimentos, pueden fungir como marcadores de identidad.

    El concepto que utiliza es el de identidad social. Götz plantea que la identidad y la

    cultura están íntimamente relacionadas. Cultura e identidad permiten entender por qué

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    ciertas prácticas sociales han permanecido con correspondientes ajustes en diferentes

    sociedades y en otras no. Este es el caso de la comida. El estudio zooarqueológico de

    Christopher M. Götz se apoya además en fuentes etnohistóricas y recetarios

    contemporáneos. El trabajo es interesante en vista de que, en la actualidad, muchos

    teóricos de la etnicidad consideran que uno de los elementos más importantes en la

    distinción de los grupos étnicos es la comida. Además de que los estudios sobre los

    festines y las comidas rituales en arqueología han comenzado a tener buena

    participación en el debate sobre las identidades (Dietler 2001; Hayden 2003; Mills

    2007, 2008). Lo que aún comienza a explorarse, donde Götz hace su aportación al

    volumen, son las grandes posibilidades de los huesos de animales, vistos como

    elementos de cultura material, para acercarnos a los procedimientos, contenidos y

    preferencias culinarias de un grupo humano, siendo todos estos procedimientos los que

    actúan como marcadores de identidad social.

    El séptimo capítulo que presentan Tiesler y Cucina versa sobre la deformación

    craneana intencional, realizada por las mujeres mayas del período Clásico, que pudo

    haber fungido como un marcador de identificación étnico, por su ostensible visibilidad y

    la distribución regional de sus tipos. Lo interesante en el argumento es el tratamiento de

    la cabeza de los infantes como un “objeto” maleable, cuya modificación tuvo un hondo

    significado entre los grupos mayas de la época prehispánica. Para los autores, la

    modificación del cráneo de los individuos mayas fungió como un símbolo de

    pertenencia cultural para el período Clásico. La cultura material que utilizaron para suestudio correspondió a muestras óseas provenientes de sitios como Copán, en la frontera

    sur del área maya, y el sitio de Xcambó, situado en el límite norte de la península de

    Yucatán.

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    Partiendo desde una perspectiva diferente con respecto a la cultura material y la

    identidad tenemos que el trabajo de Fernando Armstrong-Fumero que, utilizando

    información etnográfica y etnohistórica, trata la identidad maya contemporánea del

    medio rural a través de la narrativa, ya que la considera (haciendo alusión a Paul

    Ricoeur) como una de las principales formas de expresión y experiencias a través de la

    cual los humanos articulan sus identidades. En este octavo capítulo se concibe a la

    identidad como resultado de procesos históricos y sociales. La regularidad en esta

    narrativa a través del tiempo, es producto de las interacciones entre personas y objetos,

    nos dice el autor.

    Por otra parte, la perspectiva estructuralista también se presenta en el trabajo de

    Héctor Hernández Álvarez en el noveno capítulo. En su ensayo –al igual que Lilia

    Fernández– se percibe a la identidad como una categoría que hace alusión a las

    relaciones psico-sociales de los individuos, pero considerándola también como

    resultado de procesos históricos. La identidad sirve para insertarse y comprender la

    realidad que en este caso es experimentada en la vida cotidiana de los habitantes de

    Yaxuná, Yucatán. En el estudio etnoarqueológico de Hernández, el espacio principal

    donde se construye y refleja la identidad social es el grupo doméstico. Con respecto a la

    cultura material abordada en el estudio, los objetos utilizados en la vida cotidiana, la

    arquitectura y los espacios domésticos forman un conjunto material que es expresión de

    la identidad social de los campesinos mayas.

    Otro trabajo que tiende a la misma concepción procesual histórica de laidentidad, es el de Julio Cesar Hoil Gutiérrez. En este décimo capítulo se percibe la idea

    de la identidad como resultado de procesos históricos manifestada en la continuidad de

    uso de ciertos objetos cerámicos, como lo es el lak , entre los mayas yucatecos. El autor

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    demuestra cómo un objeto, en este caso el lak , ha permanecido hasta hoy en día

    teniendo su origen en la época prehispánica. La tradición en el uso de este objeto para

    momentos especiales de la vida cotidiana representa un marcador de identidad para los

    mayas yucatecos contemporáneos, ya que al utilizar este objeto en ciertos banquetes se

    identifican con su pasado y con sus ancestros. Vemos finalmente que la perspectiva

    primordialista también está presente y es útil para comprender la construcción de la

    identidad social.

    La onceava entrega del presente volumen está dedicada a los atinados

    comentarios de la Dra. Julia Hendon, quien también colaboró con sus valiosas

    aportaciones en el simposio de Vancouver. Ella nos menciona que la cultura material

    aparentemente poco valiosa socialmente hablando, aquella de la que hablan la mayoría

    de los trabajos presentados aquí, es portadora de gran cantidad de información referente

    a la identidad social. Los comentarios de Hendon nos demuestran que la identidad debe

    ser estudiada como un proceso histórico que se desarrolla en contextos sociales

    específicos, a través de los objetos asociados y los interlocutores involucrados.

    Por último, pero no por ello menos importante, partiendo del concepto de robo

    de la identidad, la Dra. Alexander nos cuestiona acerca de la posibilidad de emprender

    estudios sobre la identidad en la arqueología. Después de demostrarnos que los referidos

    estudios son necesarios en nuestra disciplina, la autora nos pregunta si es necesaria y

    relevante una arqueología sobre la identidad. Los comentarios de Alexander mencionan

    que las contribuciones de este volumen son relevantes porque analizan el registromaterial y revelan las relaciones entre la contingencia histórica y las identidades en una

    región como Yucatán. Además menciona que los autores ofrecen una nueva perspectiva

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    sobre el papel que desempeña la cultura material en los procesos de la construcción de

    la identidad maya.

    Por lo tanto, partiendo desde diferentes tipos de información, los colaboradores

    del presente volumen demuestran como diferentes facetas y expresiones de la identidad

    pueden abordarse sin las tensiones teóricas e interdisciplinarias tradicionales.

    Esperamos que el lector no sólo se entere como los individuos de diferentes contextos

    culturales construían su identidad se insertaban en su realidad mundana, llevaban a cabo

    sus prácticas y se diferenciaban de otros, sino también reflexione sobre su propia

    identidad individual y social. Esto nos debe llevar a construir formas de convivencia

    donde la tolerancia a la diversidad sea la base de nuestras relaciones. Tolerancia que en

    las sociedades contemporáneas aún está lejos de alcanzarse.

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    ETNICIDAD EN ARQUEOLOGÍA. UNA APROXIMACIÓN TEÓRICO-

    METODOLÓGICA PARA EL ÁREA MAYA

    Marcos Noé Pool Cab

    Aproximaciones teóricas sobre la etnicidad

    En el seno de las ciencias sociales categorías analíticas como la identidad, en sus

    diferentes acepciones, seguirán en constante discusión. No existe una teoría unificada

    sobre la identidad en general y la etnicidad en particular. Por el contrario, existen

    distintas definiciones que parten de posturas teóricas y disciplinas diversas.

    En la literatura antropológica, sociológica y psicológica existe un acuerdo en

    inscribir conceptualmente a la identidad étnica o etnicidad como un proceso social y

    cultural, fuente de apego personal y colectivo. Pero a la vez se reconoce dicha etnicidad

    como una construcción social e histórica asociada al surgimiento de los estados

    nacionales.

    De acuerdo a la postura procesualista, la identidad étnica es algo que está en

    constante construcción y, en esta perspectiva, dicho nivel de identidad no es un atributo

    o cualidad. Es un proceso que se define de manera histórica y que permite la

    construcción del ser social.Durante su proceso varios aspectos de la identidad se modifican y otros

    permanecen. Hoy en día lo que observamos y aceptamos como la manifestación de

    diferentes identidades étnicas, no siempre han tenido la misma configuración, ni las

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    relaciones han sido siempre iguales. Los científicos sociales pueden encontrar

    configuraciones específicas de relaciones inter-étnicas en cada periodo de la historia y

    así entenderlas según las diferentes épocas.

    La identidad aunque es histórica, se manifiesta en los diferentes espacios de

    integración de la sociedad, como la escuela, la familia, el trabajo, los medios de

    comunicación, los espacios de gobierno, entre otros. Pero en el estudio de las

    sociedades pasadas estos espacios pueden entenderse en los grupos domésticos, en las

    familias, en los espacios rituales, los espacios políticos, en los económicos, etc.

    Por entenderse en los espacios de integración social, el análisis de las relaciones

    étnicas se establece en un marco de relaciones de poder estructural. En esa dinámica, la

    etnicidad, como categoría de estructuración de las relaciones sociales, se cruza con otras

    como la clase social, el género, la edad o la preferencia sexual (Velasco Ortiz s/f).

    En las aproximaciones antropológicas de los años sesenta, en México y en el

    mundo académico, dominó una visión sustancialista de la etnicidad. Esta visión

    postulaba una serie de atributos culturales como señas de los grupos étnicos. Tal vez la

    reacción más elocuente a esa visión la constituya el trabajo de Frederik Barth (1969).

    Bajo la mirada de este autor, la etnicidad no se define por sus contenidos culturales, sino

    por la forma como se organizan socialmente las diferencias culturales y el significado

    que esas diferencias cobran en la construcción de las fronteras entre nosotros y ellos.

    Barth (1969) definió a la etnicidad como una forma de organización de las diferencias

    culturales. Ello supone que tales diferencias se construyen de acuerdo con su significadoy de acuerdo con la situación. Esta definición hizo que tal aproximación fuera bautizada

    como "situacionalista", en la medida que ató la etnicidad a esta condición, haciéndola

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    aparecer como fluida y maleable de acuerdo con la situación en la que se construyen

    tales fronteras culturales (Velasco Ortiz s/f).

    No obstante este aporte, para autores como Roosens (1994, en Velasco Ortiz s/f),

    la definición de etnicidad de Barth (1969) no permite diferenciarla de otras identidades

    sociales. Según este autor, todas las identidades sociales pueden ser definidas como un

    proceso a través del cual las diferencias culturales se hacen significativas. Así, para

    Roosens (1994:83, en Velasco Ortiz s/f) lo característico de un grupo étnico es su

    dimensión genealógica, la cual inevitablemente se refiere al origen y siempre implica

    alguna forma de parentesco o de alusión metafórica a la familia.

    Roosens (1994:84, en Velasco Ortiz s/f), en la misma línea que De Vos

    (1972:6), asegura que entre las características que pueden definir a un grupo étnico

    están el sentido de pertenencia y el sentido de continuidad histórica con los ancestros,

    un lugar de origen y tradiciones culturales comunes. Según Roosens (1994:83, en

    Velasco Ortiz s/f) la referencia al origen es la fuente primaria de etnicidad con la cual

    una frontera socio-cultural se convierte en una frontera étnica.

    Esta aparente postura primordialista, tiene su paralelo con la polémica en el seno

    de la psicología social en torno a la prioridad del patrimonio o la paternidad para definir

    la pertenencia étnica. Para Roosens tanto los mitos de origen como la metáfora familiar,

    son construcciones que no sólo tienen como fuente los intereses del propio grupo, sino

    también son producto de la construcción externa (como hetero-adscripción) de las

    identidades étnicas (Velasco Ortiz s/f).Hasta aquí, se cuentan con algunos elementos para definir la identidad étnica

    como un proceso histórico, sensible a la situación socio espacial, y cruzada por

    relaciones de poder que articulan diferentes adscripciones de los colectivos sociales.

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    En el presente ensayo se pretende exponer los argumentos analíticos suficientes

    que demuestren que la etnicidad, la identidad étnica, el grupo étnico y otras categorías

    afines y/o relacionadas, tienen un gran potencial de estudio en arqueología,

    independientemente de los marcos teóricos que han surgido en las ciencias sociales.

    Considero que este proceder queda enmarcado dentro de la llamada arqueología

    procesual. Se evita en gran medida el debate principal entre la posición primordialista y

    situacionalista a mi parecer estéril, en vista de que ambas posiciones pueden ser

    complementarias y no excluyentes.

    En general para las ciencias sociales lo étnico es un tema fascinante que no sólo

    atañe al mundo contemporáneo, sino también a sociedades pasadas. La etnicidad puede

    ser entendida desde diferentes ángulos y por lo mismo ha tenido varias vías de análisis.

    Condensando las diferentes posturas existentes en el mundo académico sobre la

    etnicidad, el modelo básico se basa en una serie de supuestos interrelacionados:

    1.- La cultura se relaciona directamente con la etnicidad.

    2.- La diferenciación cultural se relaciona con la diferenciación étnica.

    3.- La etnicidad no es estable, es considerada un proceso cambiante e histórico.

    4.- La etnicidad se manifiesta tanto en lo colectivo como en lo individual.

    5.- La etnicidad es un lenguaje de identidades múltiples.

    6.- La etnicidad estratégicamente pretende un sentimiento de pertenencia y diferencia.

    Como menciona Gutiérrez Martínez (2008:13), el hablar de la etnicidad es tratar de unacuestión muy resbaladiza, las identidades y los grupos diferenciados de pertenencia. Es

    un problema de las alteridades; sin embargo, no debe confundirse identidad con

    etnicidad, problema persistente en los diferentes enfoques que tratan sobre el tema.

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    La etnicidad en arqueología 

    Desde una base culturalista, los enfoques teóricos que parecen ser de mayor ayuda para

    entender la etnicidad en arqueología son el esencialismo, el primordialismo y el

    situacionalismo. Sin embargo, no debemos perder de vista que los “aspectos étnicos”

    posibles de rastrear en la arqueología, debido a la naturaleza misma de la disciplina, son

    resultado de procesos históricos e ideológicos que se dieron en el pasado.

    Sin tomar una posición exclusiva sobre ninguna de las propuestas teóricas que

    explican la identidad étnica –una concepción lo suficientemente amplia para ser

    utilizada y rastreada para las ciencias sociales en general y para la arqueología en

    particular-, mi consideración es que la categoría de grupo étnico designa a un grupo

    social que:

    1) Se perpetúa principalmente por medios biológicos.

    2) Comparte valores culturales fundamentales exteriorizados en formas culturales.

    3) Constituye un campo de comunicación e interacción manifestada en la forma como se

    organizan.

    4) Posee un grupo de miembros que se auto-identifican y son identificados por otros (Barth

    en Cardoso de Olivera 1992:20).

    5) Una condición de la presencia de todo grupo étnico es la coexistencia con otras

    representaciones sociales.

    6) Otro aspecto que hay que agregar es el origen común, o bien, la auto-adscripción

    ancestral que puede ser mitológica o parental (ver De Vos 1972; Roosens 1994 en Velasco

    Ortiz s/f). Estos mitos de origen van unidos a la continuidad histórica (Jones en Insoll

    2007:44).

    7) Las identidades y supervivencia de tales grupos se desarrollan en espacios territoriales

    considerados como sagrados.

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    La anterior no es propiamente una definición, es una forma hasta cierto punto holística

    de entender lo que caracteriza a un grupo étnico. Comprendiéndolo de esta manera no

    discriminamos ninguna de las propuestas teóricas que han surgido para el estudio de la

    etnicidad. Al contrario se rescatan las aportaciones principales esencialistas,

    situacionalistas, primordialistas, procesualistas y estructuralistas, y a mi parecer la

    hacemos una categoría lo suficientemente operativa para ser tratada en arqueología. Lo

    atractivo del concepto de grupo étnico, es que cada uno de los puntos contemplados en

    el mismo, pueden ser analizados en el registro arqueológico.

    De acuerdo al primer punto, la relación biológica debe de encontrarse en

    estudios óseos. Para ello el análisis de ADN puede ser de suma utilidad. Por otra parte,

    la utilización del método osteobiográfico en el que se toman en cuenta datos

    morfológicos craneales y dentales, puede ayudarnos a conocer quiénes eran los

    individuos analizados, sus orígenes, filiaciones y condiciones de vida.

    Los valores culturales compartidos deben observarse en el registro material en

    general: cerámico, arquitectónico, lítico, textil, habitacional. Otros aspectos como las

    creencias religiosas así como la cosmovisión de la vida, pueden ser manifestados en los

    ajuares funerarios, así como en la escultura, en la decoración arquitectónica, en las

    representaciones iconográficas y tipos de escritura.

    El campo de comunicación e interacción es un resultado final de las relaciones

    que se pueden dar entre individuos que se identifican entre sí y comparten los valoresculturales.

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      Si bien en arqueología es sumamente difícil llegar al cuarto y quinto punto, la

    identificación y auto identificación debe deducirse si se encuentran patrones culturales

    compartidos pero diferenciados.

    Con respecto a los mitos de origen y continuidad histórica, en arqueología maya

    existen evidencias de lo importante que era la alusión al pasado en los grupos

    prehispánicos. En muchos sitios arqueológicos son mencionados en dinteles, jambas o

    estelas, tanto ancestros históricos como ancestros mitológicos (ver por ejemplo Fash

    1991; Martin y Grube 2000). Por otra parte la continuidad de ciertas actividades

    funerarias y ceremoniales son posibles de distinguir en el contexto arqueológico (ver

    Pool Cab 2003, 2006). Dicha continuidad es posible gracias a que en el pasado los

    procesos de cambio eran lentos y las identidades colectivas estaban más desarrolladas

    que las individuales (ver Hernando 2002).

    El último punto puede ser entendido bajo un estricto análisis de los patrones de

    asentamiento. Según Cardoso de Olivera (1992:20), la característica que ha sido

    considerada de importancia central para definir a los grupos étnicos es la de compartir

    una cultura común. Sin embargo considero -al igual que Barth (en Cardoso de Olivera

    1992)- que dicha cultura común es una consecuencia o resultado, más que una

    característica definitoria de la organización de los grupos étnicos. 

    Los contextos de interacción y la construcción de las identidades 

    Las identidades son el resultado de “procesos ideológicos constitutivos de la realidadsocial, que buscan organizar en un universo coherente –a través de un conjunto de

    representaciones culturales, normas, valores, creencias y signos– el conjunto de

    relaciones reales e imaginarias que los hombres han establecido entre sí y con el mundo

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    material…” (Pérez Ruíz 1992:65). En este sentido la etnicidad puede ser concebida

    como el resultado de estas relaciones. Esto es, como el sentimiento conciente de

    pertenencia a un grupo reflejado en la práctica y experiencia social y que se estructura

    en referencia a los habitus de los individuos.

    Como hemos visto, en arqueología es posible el estudio de las identidades

    étnicas. Pero no se trata de dar por un hecho que la etnicidad puede verse en toda

    manifestación de la cultural material. Propongo que la etnicidad entendida como

    construcción y proceso debe de analizarse y entenderse en los contextos de interacción.

    En los contextos de interacción ocurre el proceso de des diferenciación, esto es, el

    reconocimiento conciente de uno mismo en relación al otro. En estos contextos se

    establece un juego constante en el que las semejanzas y diferencias dialogan entre sí.

    Por lo tanto considero que isla cerritos es un buen laboratorio para entender las

    relaciones entre grupos de individuos a través de la llamada cultura material.

    Isla Cerritos como contexto de interacción para entender las relaciones inter-

    étnicas 

    Isla Cerritos es una porción de tierra de 200 m de diámetro, localizada a 500 m de la

    Costa Norte de Yucatán, a 5 km hacia el poniente del puerto de San Felipe, y a 90 km

    tierra adentro de Chichén Itzá (Andrews, et al. 1984:1; Andrews, et al. 1986:1,

    1988:196; Gallareta Negrón, et al. 1989:311, ver Figura 2). La isla se encuentra

    registrada en el Atlas Arqueológico del Estado de Yucatán

     con el número 1 en la hoja deYalkubul 16Qd(3), como un sitio de rango IV, y como parte del municipio de San

    Felipe (Garza Tarazona y Kurjack 1980:89).

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      En la isla y en la costa frente a ella se encuentran los vestigios de un complejo

    portuario prehispánico con una larga historia de ocupación humana que data desde el

    Preclásico Tardío (100 a.C.) hasta la época colonial temprana, del siglo XVI. Los

    recorridos aéreos y el reconocimiento arqueológico, efectuado tanto en la isla como en

    la porción costera frente a ella durante los años sesentas y setentas, aportaron evidencia

    de una ocupación importante durante el Clásico Terminal/Posclásico Temprano (ver

    Figura 2). Dichas evidencias dieron base a la idea que hoy en día se maneja: Isla

    Cerritos fue una avanzada costera de los “itzá” (Eaton 1978) y posiblemente el puerto

    principal de Chichén Itzá (Andrews y Robles 1986; Gallareta Negrón, et al. 1989).

    Figura 1. Ubicación de Isla Cerritos en relación con Mesoamérica(Tomado de Arqueología mexicana 11:55)

    De acuerdo a las investigaciones que se realizaron en los años ochenta ciertas

    cantidades de material alóctono indican nexos comerciales con el Altiplano Central, las

    Tierras Altas de Guatemala y Centro América. Estos materiales son principalmente

    cerámicas de las costas del Golfo y del Caribe, de la región central del área maya y de

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    los altos de Guatemala; piedras verdes de las Tierras Altas de Guatemala y Basalto,

    proveniente posiblemente de Veracruz o de Belice; obsidiana verde proveniente

    posiblemente de Hidalgo, en el Altiplano Central; obsidiana gris/negra posiblemente

    proveniente de Veracruz, Puebla o Michoacán, o de Guatemala (ver Figura 4). La mayor

    parte del material alóctono se encontró en niveles estratigráficos del período Clásico

    Terminal/Posclásico Temprano (Gallareta Negrón y Andrews 1988:11).

    Figura 2. Vista aérea de Isla Cerritos (Tomada de Cobos et al 2007)

    El material disperso en superficie proveniente de diferentes lugares refuerza la

    idea de que en esta isla se dieron relaciones de intercambio comercial con gente de otras

    partes de Mesoamérica y de Centroamérica (ver Gallareta Negrón y Andrews 1988:4).

    Hoy en día Isla Cerritos es ampliamente reconocida entre los mesoamericanistas como

    una importante avanzada costera de los mayas, específicamente de los “Itzaes”. De

    acuerdo al análisis de la cerámica y de la arquitectura, se sabe que el desarrollo, auge y

    decadencia de Isla Cerritos estuvo ligado a Chichén Itzá.

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    En las excavaciones realizadas en los años de 1984 y 1985, se recuperaron 9

    entierros que contenían restos de 15 individuos. El hallazgo principal fue un entierro

    múltiple compuesto de 4 individuos, asociados a tres vasijas Tohil Plumbate y dos

    Naranja Fina Silhó, un incensario Posclásico Temprano, una mano y un metate de

    basalto, tres collares (formados por cuentas de Spondylus, jade y obsidiana verde) y

    otros artefactos (ver Figura 3). En la última temporada de campo (2006), se encontraron

    3 entierros más, para hacer un total actual de 18 individuos (Cobos 2007, comunicación

    personal).

    Figura 3. Entierro de posible “comerciante” en Isla Cerritos (Tomado de Cobos et al, 2007).

    Desde que se dieron los primeros estudios en Isla Cerritos siempre se contempló

    que era un espacio de interés para comprender la arqueología del norte de Yucatán

    durante el Clásico Tardío/Posclásico Temprano. Este interés siempre estuvo ligado a

    comprender el papel (que la mayoría de los investigadores comparten) que dicha ínsula

     jugó en las relaciones políticas y económicas, que los “itzaes” supuestamente

    establecieron con otros grupos de Mesoamérica. En esta isla se ha encontrado material

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    proveniente de diferentes partes de Mesoamérica, Centroamérica y Aridoamérica

    (Andrews, et al. 1984; Andrews, et al. 1986; Cobos 2007, Tabla 1).

    Material Región de procedencia

    Tohil Plomizo Costa de GuatemalaPiedra verde Tierras altas de GuatemalaBasalto Veracruz y/o BeliceObsidiana Verde Altiplano Central (Hidalgo)Obsidiana Gris Veracruz, Puebla y/o Michoacán

    TurquesaNorte de México y/o Suroeste deE.U.

    OroCentroamérica (Costa Rica oPanamá)

    Cerámica depasta fina

    Costa del Golfo (Tabasco) y/oChiapas

    Tabla 1.- Material arqueológico que manifiesta contacto de Isla Cerritos con otras regiones culturales(Tomado de Pool Cab 2007).

    Isla cerritos

     Figura 4. Regiones culturales de origen de los productos de

    intercambio encontrados en Isla Cerritos.

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    Para muchos investigadores es prácticamente un hecho la hegemonía “itzá” y el

    control que éstos tuvieron sobre la isla. Al respecto se han formulado diferentes

    conjeturas acerca de los “itzaes”. Una de las principales, sugiere que fueron un grupo

    étnico poderoso afiliado a grupos del Centro de México. Como resultado de estos

    contactos inter-étnicos, los modelos sociales y culturales nativos (en el norte de la

    península) debieron de ser reemplazados por otros u otro. Isla Cerritos entonces formó

    parte de la creación e implementación de estos modelos.

    Es imposible negar la diversidad étnica existente en Mesoamérica y en el área

    maya durante toda la época prehispánica. Mi pregunta es ¿cómo estudiar y entender esta

    aparente diversidad?

    En el caso de Isla Cerritos, parecen ser claros los contactos entre individuos de

    diferente filiación étnica durante Clásico Terminal/Posclásico Temprano. Parto de la

    idea de que es a través del contacto intercultural reflejado en los contextos

    arqueológicos que podemos entender las relaciones entre grupos étnicos. Por lo tanto

    propongo que este tipo de estudios deben de llevarse a cabo utilizando una metodología

    adecuada en los que se tomen en cuenta diferentes variables, así como una apropiada

    estrategia conceptual.

    Tradicionalmente en la identificación de grupos locales y de individuos se pone

    énfasis en el aspecto cultural. Para ciertos antropólogos esta manera de identificación

    crea problemas ya que cuando no se observan prácticamente rasgos culturales, dicho

    criterio no puede ser aplicado para la identificación étnica. No obstante en lainvestigación arqueológica tenemos que basarnos en el registro físico para hacer

    inferencias.

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    Las culturas materiales son un reflejo inequívoco de la etnicidad. Por lo tanto las

    semejanzas y las diferencias en los restos materiales pueden correlacionarse con las

    similitudes y las diferencias de la etnicidad. Una definición clara de los rasgos culturales

    en los materiales podría reflejar la presencia de grupos étnicos determinados.

    Siendo Isla Cerritos uno de los centros de intercambio comercial más

    importantes durante el Clásico Terminal/Posclásico Temprano, los contactos inter-

    étnicos entre grupos mayas y otros grupos (e individuos) de Mesoamérica deben de

    reflejarse en los vestigios arqueológicos. Los vestigios arqueológicos en esta isla

    pueden distinguir las diferentes identidades étnicas de los diferentes grupos e individuos

    que interactuaron y que de manera directa e indirecta participaron en las relaciones de

    intercambio.

    En Isla Cerritos se tienen ciertos marcadores arqueológicos que pueden

    ayudarnos a entender las relaciones inter-étnicas. Tal es el caso de la cerámica.

    Mediante el análisis cerámico es posible detectar diferencias estilísticas y tecnológicas

    que nos puedan reflejar también procedencias regionales. Este ejercicio es importante,

    ya que la alfarería es una actividad especializada, y la comunidad de alfareros es la

    unidad de población que utiliza una combinación de pasta y engobe relativamente

    uniforme.

    Al menos hoy en día se sabe que cerámica del complejo Sotuta suplió a la

    cerámica Ceh Pech después del 900 d.C. (ver Cobos Palma 1998:918). La cerámica del

    horizonte Sotuta se asocia con el máximo apogeo de Chichén Itzá, y corresponde, almenos, con la llamada arquitectura "tolteca" del sitio. Así la cerámica Sotuta

    correspondería a una manifestación étnico-cultural de los itzaes. Si bien la cerámica

    Chichén Sin Engobe, Chichén Rojo y Chichén Pizarra, manifiestan originarse de

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    tradiciones alfareras locales maya-yucatecas, la diferencia formal y estilística es muy

    clara. La cerámica Plomiza y Naranja Fina de procedencia foránea hablan de contactos

    culturales con otras áreas.

    Por otra parte, como el espacio puede ser visto como factor de identidad ya que

    es un eje prioritario de ordenación de la realidad (ver Hernando 2002:10), la utilización

    y apropiación de los mismos (en la vida cotidiana), también pueden ser analizados en

    referencia a otros grupos. Para ello es importante analizar las relaciones espaciales en

    los conjuntos arquitectónicos. Rasgos de tipo doméstico y funerario deben ser

    contrastados en relación a los espacios utilizados. La importancia de este indicador es

    que el espacio es un referente importante del estilo de vida.

    Comentarios finales

    La aplicación de una propuesta como la que acabo de mencionar, puede ayudarnos a ser

    más específicos y menos obvios al tratar sobre los mayas prehispánicos. Más cuando

    pensamos en lo maya, como una categoría que engloba una gran diversidad cultural. No

    obstante que muchos académicos la siguen empleando como si fuera fija y cerrada.

    Dos preguntas con orientación metodológica estrechamente ligadas son las

    siguientes: ¿quiénes eran los mayas prehispánicos?, o bien, ¿qué eran los mayas

    prehispánicos? Pero estas preguntas deben hacerse para tiempos y contextos específicos,

    propongo que los contextos de interacción identificados en arqueología son

    primordiales.Planteo que, para estudiar la etnicidad en arqueología, no debemos basarnos

    únicamente en una propuesta teórica que la explique. Las diferentes teorías que han

    surgido para estudiar la identidad y la etnicidad, no me parecen totalmente

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    contradictorias, pero comprometerse con alguna podría provocar una visión sesgada

    sobre la misma. Por lo tanto propongo un enfoque multivariable, en el que sea posible

    establecer un diálogo entre las diferentes propuestas teóricas. De tal manera que los

    datos arqueológicos que apunten a la comprensión de las identidades étnicas y de los

    grupos étnicos tengan la libertad de ser contrastados con las teorías preexistentes. El

    llamado es realizar un ejercicio de contrastación teórica transdisciplinaria.

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    GÉNERO Y ESTATUS EN LA MANUFACTURA DEL PAPEL:

    LOS MACERADORES ARQUEOLÓGICOS DEL NORTE DE YUCATÁN

    Nancy Peniche May

    Introducción

    Entre las múltiples actividades artesanales que realizaron los antiguos mesoamericanos

    se encuentra la manufactura del papel a partir de las cortezas internas de diversos

    árboles. La selección de la materia prima dependía de su disponibilidad en las diferentes

    regiones en donde se elaboraba el papel corteza. Sin embargo, los árboles

    principalmente empleados pertenecieron a los géneros Ficus  (Ficus cotinifolia, Ficus

     podifolia, Ficus petiolaris),  Morus  ( Morus celtidifolia) y  Agave ( Agave americana)

    (Lenz 1973; Vander Meeren 1997). En el área maya, el Ficus cotinifolia o kopó fue la

    materia prima empleada para la elaboración del papel.

    Este papel denominado amatl  en náhuatl o hu’un  en maya fue empleado para

    una variedad de propósitos, tales como ofrendas rituales; atavíos de dioses, de personas

    importantes y de personas destinadas al sacrificio; pago de tributo y como soporte para

    la elaboración de códices. A pesar de la importancia política, económica o religiosa que

    pudo haber tenido, los diferentes aspectos de su manufactura, identificada en el registroarqueológico mediante los maceradores, se encuentran pobremente estudiados,

    principalmente en las tierras bajas mayas de norte. Esto se debe en parte a la paupérrima

    preservación del papel, a la escasez de información etnohistórica y etnográfica sobre los

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    diversos aspectos del proceso de manufactura y de sus usos –especialmente en el área

    maya– y principalmente a la baja frecuencia en el registro arqueológico de los

    implementos con los cuales se procesaban las fibras de corteza para obtener la hoja de

    papel. Sabiendo de esta carencia de información, nos hemos dado la tarea de reunir y

    analizar una muestra de 40 maceradores de piedra procedentes de trece sitios de la

    península de Yucatán, específicamente de los estados de Yucatán y Campeche. Algunos

    de estos especimenes son inéditos, mientras que otros han sido mencionados en otras

    publicaciones (Figura 1).

    Figura 1. Sitios arqueológicos de donde proceden los maceradores que componen la muestra. 

    El objetivo principal de la ponencia es presentar una propuesta de identificación

    de los actores sociales, en términos de género y estatus, asociados a las diversas tareas

    relacionadas con la elaboración y el uso del papel, así como los contextos en los cuales

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    fueron realizadas tales actividades. Para ello, se emplea un enfoque múltiple que incluye

    información arqueológica, etnohistórica y etnográfica.

    Los maceradores arqueológicos del norte de la Península de Yucatán

    El principal rasgo de los maceradores es ser herramientas líticas de sección oval o

    rectangular con superficies inferiores planas, de las cuales al menos una presenta una

    serie de estrías longitudinales. En el caso de exhibir estrías en ambas superficies,

    generalmente en una de las facetas, las ranuras son gruesas y separadas, mientras que en

    la otra son delgadas y juntas. Adicionalmente, estos implementos tienen una

    acanaladura más ancha que corre a lo largo de su circunferencia ecuatorial,

    específicamente en los dos lados más largos y en uno angosto, aunque en ocasiones se

    presenta en toda su extensión. Esta hendidura provee un medio para enmangar la pieza

    con el objetivo de habilitarla para un mejor manejo durante el macerado (Clark 1989;

    Lenz 1973; Nelson 2001; Rovner y Lewenstein 1997). En cuanto a la materia prima con

    la cual se manufacturaban predominan los materiales líticos, como la caliza, el basalto,

    la andesita, el granito, la diorita, entre otros. Sin embargo, en sitios arqueológicos de

    Chiapas se han recuperado maceradores elaborados en madera (Clark 1988). Asimismo,

    en Veracruz se ha reportado que el macerado de las fibras se puede realizar con olotes

    (Lenz 1973). Tanto los maceradores de madera como los olotes no dejan huella en el

    registro arqueológico lo que genera un problema de representatividad al momento de

    estudiar esta actividad que es importante tener en cuenta. A continuación, se describiránlos maceradores que componen la colección, que incluye 40 ejemplares procedentes de

    exploraciones arqueológicas efectuadas en trece sitios del norte de la península de

    Yucatán (Figura 2; Tabla 1).

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    Chicanná  (Campeche). En este sitio se recuperaron cinco maceradores  durante las

    exploraciones de edificios principales, los cuales han sido datados para el periodo

    Clásico. Los cinco elementos fueron recuperados en el mismo contexto y se considera

    que ellos representan un conjunto de herramientas o menos probablemente un escondite

    (Rovner y Lewenstein 1997). Por desgracia, se desconocen las funciones de los

    edificios intervenidos, sin embargo, lo que sí se puede afirmar es que éstos fueron

    estructuras pertenecientes a la elite. 

    Figura 2. Maceradores del norte de la Península de Yucatán: A) Ciudad Caucel (Peniche 2008); B) Ek’Balam (Peniche 2007); C) Flor de Mayo (Peniche 2008); D) Isla de Jaina (Peniche, et al. 2005);E) Sihó (Fernández y Peniche 2005). 

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    Ciudad Caucel   (Yucatán). En la colección de artefactos de caliza del área de Ciudad

    Caucel se registraron once maceradores, tres completos y ocho fragmentos, de los

    cuales tres fueron reutilizados como alisadores. En cuanto a su temporalidad, cuatro de

    los implementos datan para el periodo Preclásico Medio, los otros elementos proceden

    de contextos mezclados de los periodos Preclásico Medio-Clásico Temprano, Preclásico

    Medio-Clásico Tardío y Clásico Temprano-Clásico Tardío (Peniche 2008). En cuanto al

    contexto de los elementos, de manera preliminar se puede mencionar que éstos

    procedieron de estructuras principalmente domésticas de elite o de estatus medio,

    aunque al menos uno de ellos que data en el periodo Preclásico Medio fue hallado en

    una estructura de probable carácter administrativo.

     Dzibilchaltún  (Yucatán). Un total de cinco maceradores se han reportado durante las

    intervenciones realizadas en este sitio, todos ellos manufacturados en caliza densa. De

    tales artefactos, cuatro de ellos fueron hallados durante las exploraciones efectuadas por

    el  Middle American Research Institute  en el centro del asentamiento. En cuanto a su

    temporalidad, un espécimen aparece en un contexto del Preclásico Tardío, pero los otros

    tres pertenecen al Clásico Terminal (Rovner y Lewenstein 1997). El quinto elemento

    procede de la Estructura 3 la cual forma parte de una unidad habitacional ubicada al

    centro de la Plaza Sur o Grupo del Palacio, esta unidad habitacional es una reutilización

    de este grupo durante el Posclásico Temprano. La ubicación del grupo, los materiales

    culturales recuperados, así como las características arquitectónicas del edificio indicanun estatus “alto” (Santiago Lastra 2004).

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     Flor de Mayo (Yucatán). En este sitio se han reportado dos fragmentos de maceradores

    y uno completo procedentes de las estructuras 29, 70 y 385, edificios habitacionales del

    periodo Clásico Tardío habitado probablemente por gente de estatus alto en la jerarquía

    del sitio (Hernández Hernández 2006). Uno de estos artefactos se caracteriza por haber

    sido reutilizado como un alisador, de hecho aún conserva restos de estuco en las facetas

    que funcionaron para los trabajos de albañilería.

     Ek Balam  (Yucatán). La colección de artefactos de este sitio cuenta con tres

    maceradores, un espécimen completo y dos fragmentos. Los tres ejemplares fueron

    recuperados durante las exploraciones de la Estructura 1 o Acrópolis y probablemente

    datan para el periodo Clásico Tardío (Peniche 2007).

     Kabah  (Yucatán). En el edificio Manos Rojas se hallaron  tres maceradores de caliza,

    los cuales probablemente daten para el Clásico Terminal o el Posclásico Temprano

    (Pérez de Heredia 2001). Aunque un análisis funcional no se encuentra disponible, con

    base en los materiales artefactuales recuperados durante las exploraciones esta

    estructura debió fungir como habitación de elite.

     Isla Cerritos  (Yucatán). Un sólo macerador de caliza densa fue hallado durante las

    exploraciones de la estructura 15, específicamente en la capa 5 del pozo de prueba 4.

    Este artefacto data en el periodo Clásico Terminal (Cervera Rivero 1996).

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     Isla de Jaina  (Campeche). Dos maceradores fueron hallados en este sitio, uno en el

    Juego de Pelota y otro en el pozo de prueba 8. Estos implementos datan en el periodo

    Clásico Tardío- Terminal (Peniche, et al. 2005).

     Isla Piedras  (Campeche). En este sitio se recuperó un macerador durante las

    actividades de prospección. Por desgracia, este material fue recuperado en superficie

    por lo cual no es posible hablar mucho acerca de su contexto de procedencia (Peniche

    2004).

    Oxkintok (Yucatán). En el Chultún 4 del Grupo Ah Canul se recuperó un fragmento de

    macerador cuya temporalidad no es clara. El Grupo Ah Canul, claramente se trata de un

    grupo de elite (Hurtado Cen 2003). Cabe señalar que durante las intervenciones en el

    grupo May no se reportó ningún macerador (Fernández 1993).

    Sihó  (Yucatán). Tres maceradores se hallaron en este sitio. Uno completo y uno

    fragmentado fueron recuperados en la Estructura 5D2 mientras que en 5D16 se recuperó

    un artefacto de este tipo. Las investigaciones realizadas en tales estructuras han arrojado

    evidencia de que se trata de edificios de carácter habitacional de elite. Asimismo, se ha

    podido determinar que los tres implementos datan para el periodo Clásico Terminal

    (Fernández y Peniche 2005).

    Uaymil (Campeche). En la Estructura 5, una columnata, se recuperó un macerador que

    data para el periodo Clásico Terminal. Esta estructura es de carácter no doméstico, de

    hecho se ha considerado que este edificio pudo haber servido como un espacio en donde

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    personas dedicadas al intercambio quienes arribaban a la isla eran recibidos y

    homenajeados con bebidas y alimentos cocinados en otra parte (Cobos Palma, et al.

    2005).

     Xcochkax (Yucatán). En la superficie del chultún del conjunto XCOCH-C14 se

    recuperó un macerador de caliza. Este conjunto se ha considerado como un conjunto

    habitacional de mediana importancia en la jerarquía del sitio que fue habitado durante el

    lapso de 750/800-1000 d. C. (Michelet, et al. 2000:438).

    SITIO NChicanná 5Ciudad Caucel 11Dzibilchaltún 5Flor de Mayo 3Ek Balam 2Kabah 3Isla Cerritos 2Isla de Jaina 2Isla Piedras 1

    Oxkintok 1Sihó 3Uaymil 1Xcochkax 1

    TOTAL 40Tabla 1. Maceradores del norte de la Península de Yucatán.

    Discusión

    A pesar de que la muestra de maceradores con la que se cuenta actualmente es muy

    pequeña, existen ciertas tendencias que es posible observar cuando se toman en cuenta

    la temporalidad y los contextos de procedencia de los implementos.

    En primera lugar, podemos sugerir con base en la muestra recuperada en Ciudad

    Caucel que, al igual que en los sitios del norte de Belice como K’axob (McAnany y

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    Ebersole 2004) y Cuello (Hammond 1991), en el norte de la península de Yucatán la

    tecnología de manufactura de papel apareció tan temprano como el Preclásico Medio y

    no hasta el Preclásico Tardío como se ha planteado previamente (Lenz 1973; Gaber

    2001 en McAnany y Ebersole 2004; Rovner y Lewenstein 1997).

    La muestra también nos permite corroborar la persistencia de esta tecnología

    hasta el periodo Clásico Terminal. La muestra de Chicanná, Dzibilchaltún (Rovner y

    Lewenstein 1997), Flor de Mayo (Hernández Hernández 2006), Xcochkax (Michelet, et

    al. 2000) y Sihó (Fernández y Peniche 2005) son ejemplos de maceradores del periodo

    Clásico. Cabe mencionar que con base en los registros etnohistóricos (Landa 2003) y la

    muestra de Dzibilchaltún (Rovner y Lewenstein 1997; Santiago Lastra 2004), se puede

    afirmar la presencia de la manufactura de papel corteza en el norte de Yucatán hasta el

    periodo Posclásico (Tabla 2).

    Sitio PreclásicoMedio

    PreclásicoTardío

    ClásicoTemprano

    ClásicoTardío

    ClásicoTerminal Posclásico Total

    Chicanná ---- ---- ---- ---- 5 ---- 5

    CiudadCaucel 3 ---- ---- ---- ---- ---- 3

    Dzibilchaltún ---- 1 ---- ---- 3 1 5Flor de Mayo ---- ---- ---- 3 ---- ---- 3

    Ek’ Balam ---- ---- ---- 3 ---- ---- 3Kabah ---- ---- ---- ---- ---- ---- 0

    Isla Cerritos ---- ---- ---- ---- 1 ---- 1Isla de Jaina ---- ---- ---- 2 ---- ---- 2Isla Piedras ---- ---- ---- ---- ---- ---- 0Oxkintok ---- ---- ---- ---- ---- ---- 0

    Sihó ---- ---- ---- ---- 3 ---- 3

    Uaymil ---- ---- ---- ---- 1 ---- 1

    Xcochkax ---- ---- ---- 1 ---- ---- 1

    Total 3 1 0 9 13 1 27

    Tabla 2. Maceradores por temporalidad. 

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    Como se puede observar en todos los sitios, excepto en Ciudad Caucel, se

    reportaron pocos especimenes. Sin embargo, hay que considerar la posibilidad de que la

    pequeña cantidad de maceradores, se deba al tamaño de las áreas exploradas en cada

    asentamiento, aunque en otros sitios del área maya se ha reportado una tendencia similar

    de baja frecuencia de este tipo de elementos. Por ejemplo, en los sitios guatemaltecos de

    Piedras Negras (Nelson 2001) y Aguateca (Inomata y Stiver 1998) únicamente se han

    recuperado dos ejemplares en cada sitio a pesar de las excavaciones extensivas que se

    han realizado; del mismo modo en Cancuén sólo se han reportado tres especimenes

    (Kovacevich 2006). En el sitio hondureño de Copán también se registran pocos

    maceradores, ya que en el Grupo 6-2 de Copán, Honduras se recuperaron sólo dos

    (Fung 1995) y en los basureros del palacio del rey decimosexto Yax Pasah se reportaron

    también en bajas cantidades (Doonan 1996). Esto contrasta con la cantidad de

    maceradores de Cuello, Belice en donde se halló un total de diez maceradores

    (Hammond 1991). Yaxchilán parece ser otra gran excepción ya que ahí se han reportado

    39 objetos datando para el Clásico Tardío (Kaneko 2003). La baja frecuencia de

    ejemplares en la mayoría de los sitios nos permite sugerir que la manufactura de papel

    era una actividad practicada con poca frecuencia y probablemente el volumen de papel

    manufacturado era limitado (Nelson 2001). Una de las razones de la baja intensidad de

    producción pudo ser que el conocimiento para manufacturar el papel corteza   era

    controlado por pocas personas o grupos domésticos, siendo tal conocimiento

    transmitido únicamente de madre a hija tal como lo reportó Lenz (1973) en Veracruz.Asimismo, este conocimiento pudo haber sido controlado por cierto estrato de la

    población, como se evidenció en Ixhuatlán de Madero (Veracruz) en donde el papel

    corteza era hecho únicamente por las mujeres de los brujos (Lenz 1973).

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      Por otra parte, la baja producción del papel corteza pudo estar relacionada con

    sus usos, los cuales estuvieron limitados a diversas actividades religiosas y rituales, así

    como a la elaboración de códices (Lenz 1973; Vander Meeren 1997). Los mexicas, por

    ejemplo, consumían grandes cantidades de papel, pero la mayoría era empleado como

    ornamentos en rituales y atavíos para dioses, sacerdotes, humanos destinados al

    sacrificio o cadáveres de personas muertas en circunstancias especiales. El papel

    goteado con hule, llamado amateteuitl, podía ser empleado para representar a los dioses

    y fue usado, al mismo tiempo, como ofrenda y como ornamento. Igualmente, el papel

    amate era dado como ofrenda en determinadas ceremonias. Los tlaxcaltecas y los

    otomíes también ofrendaban papel corteza (Lenz 1973; Motolinía 2001; Sahagún 1999).

    De manera similar, en el área maya se quemaban rollos de papel que servían de

    receptáculos para la sangre en los rituales para llamar a la Serpiente Visión tal y como

    se aprecia en algunos monumentos de Yaxchilán (Benavides 1998; Schele y Freidel

    1990). En tiempos más recientes, desde la década de 1970’s y hasta finales de los

    1990’s, el papel corteza que era producido en poblaciones otomíes se empleaba casi

    exclusivamente en la “brujería” o ceremonias de curación (Christensen y Martí 1971 en

    Clark 1988; Hernández 1959 en Lenz 1973; López 2003; Vander Meeren 1997). Los

    lacandones, en los 1940s, también utilizaban el papel corteza durante el “culto”, aunque

    en forma de bandas para rodear sus cabezas, vasijas sagradas y sonajas que utilizan sus

    sacerdotes. De manera similar, en las Relaciones de Yucatán se reporta que un sacerdote

    maya empleaba bandas de papel hecho del árbol “copo” (Lenz 1973). Tanto lainformación etnohistórica, iconográfica y etnográfica señala que el papel corteza tuvo

    un carácter sagrado ya que actuó como un “tipo de mensajero o nexo, proveyendo un

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    medio de comunicación entre los humanos y el mundo espiritual” (Sandstrom y

    Sandstrom 1986 en Tate 1999).

    Otro factor afectando a la intensidad de producción de papel es el estatus de los

    consumidores. Se ha propuesto que gente no elite pudo haber empleado ropas hechas de

    papel corteza (McAnany y Plank 2001). Los cakchiqueles, por ejemplo, usaban ropa de

    papel corteza en épocas de carestía (Recinos y Goetz 1953 en Clark 1988) y se sabe que

    los lacandones también la empleaban a principios del siglo XX (Clark 1988). El empleo

    del papel corteza por parte de gente maya no elite es sugerida por la presencia de

    maceradores en contextos no elite (McAnany y Plank 2001). Gonlin (2007 en

    Kovacevich 2006) sugiere pueden ser representativos de rituales domésticos no elite.

    Sin embargo, con base en la muestra analizada en el presente trabajo podemos observar

    que los maceradores aparecen predominantemente en contextos domésticos de elite o de

    estatus medio, aunque en ciertas ocasiones pueden recuperarse en estructuras de carácter

    no habitacional, como es en el caso de Uaymil (Cobos Palma, et al. 2005), en Ciudad

    Caucel (Peniche 2008) e Isla de Jaina (Peniche, et al. 2005). En Aguateca (Inomata y

    Stiver 1998), Cancuén (Kovacevich 2006), Copán (Doonan 1996; Fung 1995), Piedras

    Negras (Nelson 2001) y Yaxchilán (Kaneko 2003) también se reporta una tendencia

    semejante ya que en esos sitios se han registrado maceradores procedentes únicamente

    de estructuras habitacionales de elite. Lo anterior parece sugerir que la manufactura de

    papel era una actividad realizada ya sea por la elite misma o bajo su supervisión. De

    hecho, con base en la evidencia obtenida en Cancuén se ha sugerido que losmaceradores –y, por lo tanto, la manufactura de papel– fueron un marcador de elite

    relacionado a rituales domésticos exclusivos de la elite (Kovacevich 2006). En ese

    sentido, el papel debería considerarse como un bien de prestigio. Algo semejante

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    sucedía en el Centro de México, en donde se ha sugerido que el papel era ofrendado

    únicamente por personas “con cierto poder adquisitivo” (Oliver 1997). El papel era

    codiciado en el Centro de México, ya que cerca de 40 pueblos –la mayoría en el actual

    estado de Morelos- lo tributaban a la Triple Alianza (Lenz 1973; López 2003). El sector

    real era el encargado de distribuirlo y era empleado como regalos en ocasiones

    especiales, como recompensas a guerreros, como parte del suministro a los templos y

    sacerdotes o como soportes para los códices (López 2003).

    Aunque las fuentes etnohistóricas no mencionan quién estuvo a cargo de la

    manufactura o de si la labor estuvo dividida de acuerdo a los diferentes estadios del

    proceso, el contexto de procedencia de los maceradores nos sugiere el género de quiénes

    manufacturaban el papel. El hecho de que se recuperen principalmente en contextos

    domésticos sugiere que eran las mujeres las encargadas de la elaboración de este bien.

    Como Tate (1999) menciona, los maceradores raramente son encontrados en entierros

    masculinos de elite o en escondites y el hecho de que haya una ausencia de imágenes de

    la producción sustenta la idea de que fue un trabajo femenino. Sin embargo, hay que

    considerar que la imagen pudo haber sido más compleja de lo que se ha planteado ya

    que cada etapa del proceso de manufactura pudo haber sido realizada por actores

    sociales diferentes si se toman en cuenta los aspectos tanto de género como de estatus.

    De acuerdo con la evidencia etnohistórica y etnográfica, el proceso de

    manufactura del papel comienza con la recolección de la materia prima, para lo cual se

    cortaban únicamente las ramas gruesas de los árboles dejando los renuevos (Hernández1959 en Lenz 1973; Vander Meeren 1997). De acuerdo con Christensen y Martí (1971

    en Clark 1988), esto se hacía en primavera preferentemente cuando la luna es nueva

    debido a que esto facilita el trabajo y daña menos a los árboles. El registro etnohistórico

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    señala que posteriormente se reblandecían las cortezas con el objetivo de separar la

    corteza interna de la externa (Hernández 1959 en Lenz 1973). El registro etnográfico,

    sin embargo, menciona procesos diferentes en la cual se separaba la corteza interna y

    posteriormente se cocían en agua con cal o ceniza; luego, se procedía a enjuagarlas y se

    dejaban reposar en recipientes con agua (Lenz 1973; López 2003; Vander Meeren

    1997). Cualquiera que haya sido el procedimiento empleado, la evidencia etnográfica

    señala que hombres y mujeres pudieron haber realizado esta etapa del proceso de

    manufactura. Por ejemplo, los otomíes del pueblo de San Pablito (Puebla) dicen que

    hombres y mujeres por igual recolectan la materia prima; sin embargo, López (2003)

    encuentra que la recolección de la materia prima la realizan únicamente los hombres,

    aunque Lenz (1973) señaló que, en la década de 1940s, en todo el proceso de

    fabricación sólo intervenían las mujeres1. En los otros lugares visitados por Lenz (1973)

    en Veracruz, Hidalgo y Puebla, era exclusivamente la mujer quien recolectaba la

    corteza. Por otra parte, el estatus de quienes realizaban este proceso en tiempos

    prehispánicos es algo más difícil de establecer, pero hay que considerar la posibilidad de

    que mujeres u hombres de otros grupos domésticos de estatus inferior pudieran haber

    realizado la recolección de la corteza y los primeros estadios de la manufactura del

    papel; en este caso, las mujeres de elite pudieron haber actuado como supervisoras tal y

    como señala McAnany y Plank (2001) para el procesamiento de alimentos. En el

    registro arqueológico estas etapas del proceso de manufactura podrían ser evidenciadas

    por la presencia de lascas casuales empleadas para separar la corteza de las ramas y para

    1  A partir de la década de 1970’s, hay registros de que en San Pablito hombres ajenos a los gruposdomésticos eran quienes recolectaban la corteza y realizaban su separación en interna y externa paraposteriormente vendérsela a las mujeres. Sin embargo, en este caso los niveles de producción del papelson más altos que en tiempos prehispánicos (Christensen y Martí 1971 en Clark 1988; Vander Meeren1997) ya que por políticas gubernamentales se incentivo a aumentar la producción como un medio desupervivencia alternativo a las labores agrícolas.

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    raspar las fibras, así como por jarras con cuello empleadas para almacenar agua

    indispensable para el remojo (Fung 1995).

    La segunda etapa del proceso de manufactura del papel corteza era la

    elaboración en sí de la hoja. Para ello, se empleaba una tabla de madera sobre la cual se

    depositaban haces de fibra formando una cuadrícula. Estas fibras eran golpeadas con un

    macerador con el objetivo de entrelazarlas. Posteriormente, las hojas eran puestas a

    secar al sol (López 2003; Vander Meeren 1997). En todos los registros etnográficos, las

    mujeres son las encargadas de realizar esta etapa (Lenz 1973; López 2003; Starr 1898

    en Tate 1999; Vander Meeren 1997), aunque Lenz (1973) evidenció un caso en

    Amatepec (Veracruz) en el que un hombre quien lo aprendió de su padre,

    manufacturaba papel corteza. Como Starr (1898 en Tate 1999) señaló “el trabajo es

    hecho por las mujeres y usualmente en las casas con cierto grado de secreto 2”

    (traducción de la autora), lo cual puede estar relacionado a la función sagrada que el

    papel corteza tuvo (Tate 1999). Debido al sagrado del papel corteza, el conocimiento de

    su manufactura debió ser celosamente guardado y posiblemente estuvo restringido a

    mujeres de la elite.

    Cabe señalar que esta división de las etapas del proceso de manufactura por

    estatus ya ha sido planteada para la manufactura de ornamentos de jade en Cancuén. La

    evidencia recuperada en este sitio ha permitido sugerir que los primeros estadios de

    producción de los ornamentos se realizaron por gente no elite, pero las etapas finales se

    llevaron a cabo por la elite misma debido a que para ello era necesario ciertoconocimiento restringido y exclusivo de la elite (Kovacevich 2006).

    2  En el trabajo de Lenz (1973) se puede observar que Starr se refiere únicamente al proceso deelaboración de la hoja del papel y no a la recolección de la corteza ni a su separación y limpieza.

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      Finalmente, podemos señalar que eran hombres principalmente quienes

    empleaban este material tanto en prácticas rituales –ya sea como ofrendas o como

    atavíos u ornamentos– como en la elaboración de códices (Inomata 2001; Inomata y

    Triadan 2000). En San Pablito, por ejemplo, eran y son los chamanes los únicos quienes

    tienen el conocimiento para utilizar el poder procedente del papel corteza cortado en

    figurillas representados a “dioses” (Lenz 1973; López 2003). Sin embargo, existe

    evidencia iconográfica y etnográfica que indica que las mujeres también pudieron haber

    empleado el papel durante los rituales de autosacrificio (Benavides 1998; Tate 1999), en

    ofrendas (Lenz 1973) y se ha propuesto que inclusive en la elaboración de códices

    (Coggins 1998).

    Consideraciones finales

    El estudio de los maceradores arqueológicos aún está en sus inicios. Sin embargo,

    conjuntando la información arqueológica, etnohistórica y etnográfica sobre los

    implementos y el proceso de elaboración del papel se ha podido proponer qué actores

    sociales estuvieron asociados a las diversas tareas relacionadas con la elaboración y el

    uso del papel, tradición que se remonta en el norte de la península de Yucatán desde el

    periodo Preclásico Medio.

    Por el momento, se puede establecer que la baja frecuencia en la que se

    presentan los maceradores en las colecciones artefactuales parecen sugerir que la

    intensidad de producción del papel fue generalmente baja. No obstante, el relativamentealto número de maceradores en algunos sitios implicando niveles intensos de

    producción puede estar relacionado con una mayor disponibilidad de árboles

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    convenientes para la elaboración de papel corteza o quizá al uso de este bien como

    forma de intercambio (Fung 1995).

    En la mayoría de los sitios, sin embargo, la baja frecuencia de los maceradores

    puede indicar que las personas con el conocimiento de la manera de procesar las

    cortezas para convertirlas en hojas de papel o hu’un eran pocas y, por lo tanto, éste era

    privilegiado. Con base en el registro etnográfico se ha sugerido que estas personas

    fueron predominante mujeres y con base en los contextos de procedencia de los

    implementos de manufactura, los maceradores, se sugiere que estas mujeres pertenecían

    a la elite, aunque mujeres y, de manera secundaria, hombres de estatus inferior pudieron

    haber participado en esta actividad durante las etapas de recolección de la materia prima

    y la separación y limpieza de las cortezas, por lo que estaríamos hablando de relaciones

    de subordinación. La integración de la información proporcionada por los análisis de los

    maceradores con la obtenida con otros artefactos como las clases de vasijas cerámicas y

    los tipos tecnológicos de artefactos de sílex y obsidiana, así como los contextos de

    recuperación podría ayudar a esclarecer esta incógnita. La división de labor por estatus

    ha sido planteada también para la producción de ornamentos de jade en Cancuén

    (Kovacevich 2006). El hecho de que las mujeres de elite hayan sido las encargadas de la

    manufactura del papel refuerza la idea de que las elites tuvieron diversas identidades,

    estando entre ellas la de artesanos (Inomata 2001).

    Por otra parte, se puede plantear que las mujeres mediante la manufactura del

    papel contribuyeron a prácticas importantes consideradas predominantementemasculinas como es la elaboración de códices por parte de los artistas/escribanos.

    Asimismo, mediante la elaboración del papel, las mujeres de elite participaban de algún

    modo en las diversas prácticas religiosas en las cuales este objeto de prestigio era

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    empleado, aunque también ellas lo emplearon en sus rituales de autosacrificio y

    ofrendas. De esa manera, las mujeres tuvieron un papel relevante manufacturando

    objetos que eran utilizados por los hombres para reforzar su estatus, lo que habla

    finalmente de la complementariedad que existía entre los géneros.

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    OFRENDAS INFANTILES E IDENTIDAD DE LOS NIÑOS MAYAS EN EL

    PERIODO CLASICO DE CHICHEN ITZA3 

    Traci Ardren

    El sacrificio de la vida humana, para ecualizar el balance del poder entre los humanos y

    los dioses, fue uno de los aspectos más dramáticos de la vida política y religiosa del

    Clásico maya. En este artículo se exploran datos arqueológicos e históricos de uno de

    los lugares más famosos, aunque mal comprendido, donde se llevaba a cabo el sacrificio

    humano –el Pozo Sagrado de los itzaes, también conocido como el Gran Cenote de

    Chichén Itzá. Los niños jugaron un papel clave en las ofrendas de vidas humanas en el

    Gran Cenote, y mientras estudios previos (Beck y Sievert 2005; De Anda, et al. 2004)

    han utilizado los recuentos históricos para sugerir que esto se debió a que representaban

    una población marginal, nuevas investigaciones sobre el poder de los niños en la

    antigua Mesoamérica, y especialmente sus habilidades para contactar con lo divino, nos

    han forzado a replantear sus papeles como ofrendas de sacrificio y nos sugieren que su

    identidad como niños los calificaba de manera singular para tomar parte en estos

    eventos.

    3 Traducción de Héctor Hernández

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    sus pares –un rey que sacrificó a sus cautivos de alto estatus actuó deliberadamente para

    reforzar una posición de privilegio a pesar de que ciertamente este sacrificio estuvo

    formulado a veces en fraseología religiosa (Schele 1984). El sacrificio no fue un

    asesinato, fue poner la vida del individuo en manos de las deidades (Stavrakopoulou

    2007).

    El Pozo Sagrado o Gran Cenote es quizás el lugar más notorio donde se llevaba

    a cabo el sacrificio en Chichén Itzá. Fue dragado en 1904 por Edward H. Thompson,

    uno de los primeros propietarios del sitio y cónsul de los Estados Unidos (Hooten 1940;

    Tozzer 1957; Willard 1926). Los métodos de Thompson fueron toscos, aún para los

    estándares de su tiempo, sin embargo, recuperó extraordinarios tesoros, previos al

    contacto europeo, que están albergados actualmente en el Museo Peabody de la

    Universidad de Harvard. Además de jade, oro, madera y otras ofrendas preciosas se

    encontraron los restos de más de 100 individuos (Beck y Sievert 2005). En los años

    1960’s un proyecto mexicano dirigido por Román Piña Chan condujo excavaciones en

    el cenote con métodos un poco más sofisticados y de igual manera recuperó una muestra

    excepcional de objetos sacrificiales, una vez más incluyendo los restos de más de 100

    individuos (De Anda 2007; Piña Chan 1970).

    Ambas colecciones de restos humanos han sido recientemente analizadas por

    bioarqueólogos interesados en el fenómeno del sacrificio humano (Beck y Sievert 2005;

    De Anda 2007). Las colecciones presentan un número importante de similitudes. Ambas

    fueron recuperadas a través del dragado, por lo que la información y la asociaciónestratigráfica entre los elementos de hueso están totalmente ausentes. Sin embargo, el

    material esquelético está relativamente bien preservado y son visibles algunos

    indicadores sobre patologías y traumas. Lo más significativo para el presente estudio es

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    que en ambas colecciones predominan los sub-adultos y los infantes con edades que van

    entre los 4-12 años y que parecen haber sido las ofrendas sacrificiales más comunes en

    el cenote (Beck y Sievert 2005:292; De Anda 2007:193). En la colección del Peabody,

    51 de los 101 individuos fueron juveniles y en la colección mexicana 76 de los 121

    individuos identificados fueron determinados como juveniles.

    Los restos humanos de niños fueron ofrendas comunes por todo Chichén –en

    contextos arquitectónicos, en tumbas y criptas– la evidencia esquelética de individuos

     juveniles es extensiva. Y aún mientras el sacrificio es un tema recurrente en el arte de

    Chichén, no se conocen imágenes de infantes ni tampoco se sabe de imágenes en el

    corpus  artístico de niños siendo sacrificados. Existen representaciones ocasionales de

    sacrificio infantil en el arte portátil de las tempranas ciudades mayas del Clásico, casi

    siempre interpretadas como escenas de una narrativa mitológica. Lo que resulta curioso

    es que, dados los altos porcentajes de restos materiales de sub-adultos provenientes de

    todos los contextos de Chichén y la importancia que se le da al sacrificio en el arte

    público de la ciudad, el sacrificio infantil no fue hecho explícito por parte del estado o la

    ideología de la elite que se refleja en el arte público.

    ¿Por qué entonces los restos de infantes son las ofrendas más comunes

    encontradas en el cenote? ¿Cuál es la base ideológica para un sacrificio infantil tan

    permisivo, si es que se trata de sacrificio lo que se refleja en los restos? Para responder a

    esto, ahora podemos examinar tanto el registro arqueológico regional como los registros

    históricos coloniales tempranos para buscar información específica acerca de lasnociones mayas sobre la niñez al igual que sobre los rituales y la mitología asociada con

    el c