Estudio Del Folclor Hispanoamericano

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    N O T A S

    ALGUNAS INSINUACIONES METODOLGICAS

    CON ESPECIAL REFERENCIA AL ESTUDIO

    DEL FOLCLOR HISPANOAMERICANO

    1. El avance de los estudios folclricos en la Amrica del Sur

    y en la Amrica Central en los ltimos decenios es enorme

    y digno de todo elogio.

    En la Argentina, la tradicin cimentada en el pasado por los

    trabajos de F. Khn y R. Lehmann-Nitsche, por los estudios sobre

    los gauchos de Ricardo Rojas, J. N. Furt, N. Leguizamn y J. C.

    Dvalos, por el libro de F. D. Aparicio sobre la vivienda de la regin

    serrana de Crdoba y el de R. Cano sobre el extremo norte

    Del

    tiempo de aupa,

    Buenos Aires, 1930), se contina en los das que

    corren en las colecciones de cantos populares de varias regiones, de

    J. A. Carrizo, en el estudio sobre las danzas por C. Vega y L. Flury

    y en los trabajos sobre la vida material en el Valle de Nono por

    A. Dornheim, para no mencionar sino algunas obras sobresalientes. No

    podra hoy prescindirsc de las obras de conjunto de Flix Coluccio,

    Diccionario del folklore americano, I, Buenos Aires, 1954;Dicciona-

    rio del folklore argentino, Buenos Aires, 1948 (2' ed., 1950) yDiccio-

    nario folklrico argentino (edicin popular en dos tomos), Buenos

    Aires,

    1964, de gran utilidad y sumo valor. Las obras de divulgacin

    de Coluccio, especialmente su

    Antologa ibrica y americana del

    folk-

    lore, Buenos Aires, 1953, y el Folklore de las Amricas, Buenos

    Aires,

    1949, estn en todas las manos.

    En Chile, sucesores de los famosos trabajos de R. Lenz, J. Vicua

    Cifuentes y R. A. Laval (especialmente los de este ltimo sobre cuentos

    chilenos) son los estudios de O. Plath y Y. Pino Saavedra. El Ar-

    chivo de Folklore Chileno, dirigido por Pino Saavedra, registra las

    labores que se realizan en este campo y los tres tomos de

    Cuentos

    folklricos de Chile

    (Santiago, 1960, 1961 y 1963), por el citado

    folclorista, revelan la gran riqueza de cuentos tradicionales conser-

    vados en Chile hasta el presente.

    Del Per mencionamos los trabajos de E. Morte Best, J. M.

    Arguedas y P. Verger y las revistas Tradicin y Folklore Americano.

    De Bolivia podemos citar a M. R. Paredes y J. F. Costas Arguedas.

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    En Colombia la investigacin est centrada en la Revista Colombiana

    de Folclor

    y en el Instituto Caro y Cuervo que adelanta el Atlas

    Lingstico-Etnogrfico del pas. Venezuela publica su Revista Vene-

    zolana del Fol\lore.

    En Ecuador trabaja el incansable folclorista

    brasileo P. de Carvalho Neto que organiza all actualmente los estu-

    dios folclricos y quien tambin ha laborado en Uruguay y Paraguay.

    De las numerosas publicaciones de Carvalho Neto mencionamos nica-

    mente dos obras fundamentales: Folklore del Paraguay, Quito, 1961,

    y D iccionario de folklore ecuatoriano,Quito , 1964. De Mxico sea-

    lamos a H. Vzquez Santana y R. M. Campos y, de Nuevo Mxico,

    al gran folclorista Aurelio Mara Espinosa.

    Muy numerosa e importante es la contribucin del Brasil, pas

    que cuenta con varios centros de trabajo: Manaos, Fortaleza (Cear),

    Natal, Piracicaba, Florianpolis, Porto Alegre. La lnea de los Couto

    de Magalhes, S. Romero y Mel Moris Filho se contina con J.

    Cezimbra Jacques, Jos Ribeiro, A. Peixoto, E. da Cunha y los afri-

    canistas Nina Rodrigues, A. Ramos y M. Querino, hasta llegar a

    Souza Varneiro, M. Ypiranga Monteiro, F. de Seraine, Verssimo

    de Mel, G. Freyre, R. Almeida, O. R. Cabral, C. Galvo Krebs y

    W. F. Piazza. Pero hay que destacar particularmente las obras de

    un gran maestro del folclor brasileo: L. da Cmara Cascudo, que

    tiene varias publicaciones sobre cuentos populares y a quien se le

    deben, adems,

    Meleagro,

    Ro, 1951;

    Anubis,

    Ro, 1951;

    Jangadeiros,

    Ro, 1957, y las tres obras fundamentales: Geo grafa dos m itos brasi-

    leiros, Ro, 1947; Literatura oral, Ro, 1952, y Dicionrio do jolclore

    brasileiro,Ro , 1954.

    2. Es laudable en los sudamericanos su preocupacin respecto

    a la parte terica del folclor que coincide con el gran inters que

    en estos pases se siente por la filosofa y la teora en general. Recorda-

    mos en este sentido el libro de Oswaldo R. Cabral,

    Cultura e jolclore:

    Bases cientficas do folclore, Florianpolis, 1954, y el de Paulo de

    Carvalho Neto, Con cepto de folclore, Montevideo, 1955.

    3. Mucho ms importante nos parece la bsqueda sur place,

    la recoleccin de materiales (objetos, cantos, cuentos, supersticiones,

    vida religiosa, social y econmica) y la investigacin de las condi-

    ciones de la cultura popular en ciertos lugares o regiones. Sin duda,

    hay en la Amrica actual muchas comarcas donde la vida tradicional

    mengua cada da ms.

    4. Debe igualmente formar parte de la investigacin el folclor

    de los grandes ncleos urbanos, porque existe tambin un folclor de

    Buenos Aires, de Lima o de Bogot, as como hay un folclor de

    Pars o de Roma. Hay que tomar en cuenta la sociologa y el pen-

    samiento popular de los nuevos sectores industriales de la poblacin.

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    5. En lo que respecta a los mtodos de investigacin, stos

    sern muy diferentes, segn el material que se estudie. Los ms fa-

    vorables resultados se obtienen estudiando la cultura popular

    sur place

    y verificando luego todas sus condiciones de existencia.

    El trabajo hecho a base de los objetos, como las colecciones de

    los museos, etc., el que se ejecuta a base de cuadros y dibujos y el

    fundado en la literatura cientfica ya existente o en los datos fol-

    clricos que se pueden extractar de obras de literatura amena, exigen

    otros mtodos.

    6. El mtodo de la investigacin folclrica puede ser un m-

    todo geogrfico, esto es un mtodo espacial que conduce a la ela-

    boracin de atlas etnogrficos de ciertas regiones, de un Estado e

    incluso de un subcontinente. Dichos atlas no representarn el resul-

    tado final de la investigacin, porque necesariamente trabajan con

    una red de puntos ms o menos amplia y espaciada. Tampoco excluyen

    los atlas el trabajo monogrfico sino, al contrario, darn nuevo im-

    pulso a la realizacin de monografas.

    7. A nuestro parecer las monografas son de la mayor impor-

    tancia. Estas pueden ser de varias clases:

    a) Monografas del folclor de un lugar o de una comarca. Un

    ejemplo importante de esta modalidad es la reciente obra del inves-

    tigador brasileo W. F. Piazza, Folclore de Brusque, Sao Paulo, 1960.

    b) Monografas de cosas. Como modelo puede servir la obra defolclor comparado de F. Krger (Universidad de Mendoza):

    El mo-

    biliario popular en los pases romn icos: Los asientos Anales del

    Instituto Lingstico,

    t. VII), 1959, y, tambin, el libro del mismo

    autor,

    La cuna RDTP,

    XVI,

    1-114),

    Madrid, 1960.

    c) La monografa puede incluir una parte lexicolgica. En ese

    caso se sigue el mtodo de 'cosas y palabras'. Son muy numerosos

    los ejemplos de dicho mtodo en obras alemanas, francesas, espao-

    las y portuguesas. En Amrica sealamos como modelo el libro del

    colombiano Luis Flrez,

    Habla y cultura popular de Antioquia,

    Bogot, 1957. Citamos, adems, una obra maestra francesa: J. Gar-

    neret,

    Lanterne, un village comtois,

    Pars, 1959. Naturalmente, parapoder trabajar por este mtodo, es necesario ser lingista o dialec-

    tlogo, a ms de folclorista. Esto, es cierto, no puede exigirse de

    todo folclorista, pero siempre los lexiclogos agradecern a ste que

    indique la terminologa de los objetos.

    8. Los trabajos folclricos, sea que sigan el mtodo geogr-

    fico o el monogrfico, nos conducirn en ltimo trmino a la historia:

    bien a la historia del pueblo o pas en que se verifica la investiga-

    cin, bien a la historia universal, vale decir, a la historia del hom-

    bre y de la humanidad.

    Para terminar, quiero hacer algunas insinuaciones en lo to-

    cante a la recoleccin de cuentos y cantos populares:

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    9. Recoleccin de cuentos populares:

    a) Los cuentos deben publicarse en su forma dialectal, no en

    traduccin a la lengua literaria. Dicha traduccin se puede publicar

    aparte como obra de divulgacin. Sera bueno publicar dos o tres

    cuentos en transcripcin fontica y adoptar para los restantes una

    grafa comprensible para los que no son lingistas.

    b) Se deben consignar tambin las frmulas introductorias y

    finales de los cuentos como tambin las frases intercaladas que se

    dirigen a los oyentes, las alusiones que se hacen a la propina que

    espera el narrador, etc. Sobre frmulas introductorias y finales, vanse,

    entre

    otros

    trabajos, mis contribuciones incluidas respectivamente en

    Miscelnea filolgica dedicada a D . Antonio M a. A lcover, Palma de

    Mallorca, 1932, pgs. 19-59;

    Voifotum und K ultur der Romanen

    (Hamburgo), XV (1942-1943), pgs. 172-185, yCahiers Sextil Pufcariu,

    vol.

    I, fase. 1, Valle Hermoso, 1952, pgs. 137-150. Por las citadas

    publicaciones puede el lector enterarse de los problemas que ofrecen

    estos elementos formales.

    c) El colector debe prestar atencin al ambiente de la narracin.

    Quin es el narrador o narradora? Cundo se cuentan los cuentos?

    Son cuentos para adultos o para nios? Hay ocasiones especiales

    para contar cuentos? En ciertas comarcas de Francia, Italia, Espaa,

    Alemania y en los pases eslavos, todava en los primeros decenios

    de este siglo, se efectuaban reuniones o tertulias nocturnas, durante

    las cuales las mujeres y las muchachas de la aldea hilaban o realizaban

    otros trabajos. Estaban presentes tambin los mozos y se contaban

    cuentos o se cantaban las canciones tradicionales. En los pases rabes

    y entre los chilhas del sur de Marruecos, en los mercados y calles

    y en los cementerios, hombres y mujeres hasta hoy forman crculo

    alrededor del narrador de cuentos. As, pues, el estudio del ambiente,

    con todos sus detalles, es una tarea importante del investigador, cuyos

    resultados sern tambin valiosa aportacin a la sociologa del pueblo

    respectivo.

    10. Recoleccin de cantos populares:

    a) En la recoleccin de cantos populares hay igualmente que es-

    tudiar el ambiente y deben describirse los bailes, cuando los cantos

    son acompaados de baile.

    b) Hay que prestar mayor atencin a la fijacin de las melodas,

    que se pueden transcribir con el sistema musical usual, empleando los

    signos de 'ms' y 'menos', cuando se trate de sonidos que no se en-

    cuentren en nuestra escala. No es necesario hablar de la ayuda que

    pueden prestar los discos, los aparatos magnetofnicos o de cine par-

    lante.

    c) Tambin se debe prestar mayor atencin a los instrumentos

    que acompaan el canto. Se requiere una descripcin de ellos: indica-

    ciones de su material, de su fabricacin, de la manera de tocarlos,

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    de la tesitura y de la extensin de los sonidos que pueden producir,

    del carcter de los sonidos producidos, de las tonalidades usuales

    o preferidas. Finalmente, es necesario sealar las combinaciones de los

    instrumentos que se usan para acompaar los cantos.

    El investigador que quisiera seguir todas estas recomendaciones

    tendra que ser musiclogo, lo que tampoco se le puede exigir a todo

    folclorista. Quizs en ste ms que en ningn otro ramo de la inves-

    tigacin folclrica, ser til repartir la investigacin entre un equipo

    de investigadores.

    WILHELM GIESE.

    Hamburgo.

    LE POR LES UN CASO DE ECONOMA MORFOLGICA?

    El concepto de 'economa' ha sido ampliamente utilizado en lin-

    gstica para la explicacin de muchos fenmenos sincrnicos y proce-

    sos evolutivos, no slo en la fontica y la fonologa donde sin duda

    ha tenido su ms vasto campo de aplicacin

    1

    sino tambin en la

    morfologa y la sintaxis, y en general como una de las fuerzas deter-

    minantes del cambio lingstico. No es raro que cuando se trata de

    expresar juicios de valor sobre una lengua dada o sobre el lenguaje

    en general se aplique el concepto de economa, como cuando se dice

    que el mejor lenguaje es el que logra cumplir ms cabalmente su

    funcin expresiva o comunicativa con los medios ms sencillos y fciles

    2

    .

    Sin duda, algunos de los problemas gramaticales que inquietan

    a los puristas podran explicarse y justificarse satisfactoriamente con la

    aplicacin de tal concepto.

    1

    Recurdese el libro de

    ANDR MABTINET, Economie des c/iangemen/s phon-

    tiques: Traite de phonologie diachronique

    Bcrne, A. Francke, 1955.

    5

    Vase por ejemplo O.

    JESPERSEN, Humanidad nacin e individuo desde el

    punto

    de vista lingstico

    Buenos Aires, Revista de Occidente, 1947, pgs. 113-

    114:

    En realidad, es un criterio oportunista que desemboca en esta frmula:

    'Lo

    mejor es lo que puede ser aprehendido ms exacta y mis rpidamente por

    la

    audiencia presente y puede ser producido ms fcilmente por el que habla' [...]

    Como

    Noreen ha reconocido, el criterio ha sido formulado ya antes por Es.

    Tcgnr:

    'Lo que expresado ms fcilmente es ms fcilmente comprendido',

    una

    frmula que de acuerdo con la propia definicin de Noreen merece

    sel

    preferida a la suya porque sta no sera captada por mucha gente tan exacta

    y

    tan fcilmente como la de Tegnr.

    Nos

    encontramos, pues, con un criterio o norma de utilidad o, como lo he

    llamado

    en otra ocasin, un caso de 'energtica', pues gira sobre una economa

    del

    esfuerzo (o del gasto de energa) tanto por parte del que produce

    como

    del que recibe .

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