Estrategias de batallas antiguas
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Fernando Alexis Fernández Fdz.
G2
Estrategias de Comunicación
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BATALLA DE ZAMA
La batalla de Zama (19 de octubre del 202 a. C.) representó el desenlace
de la Segunda Guerra Púnica. En ella se enfrentaron el
general cartaginés Aníbal Barca y el joven Publio Cornelio Escipión, «el
Africano Mayor», en las llanuras de Zama Regia.
A pesar de que Aníbal estaba en superioridad numérica al comienzo de la
batalla, Escipión concibió una estrategia para confundir y derrotar a sus
elefantes de guerra. Las caballerías de Masinisa y Lelio atacaron y
provocaron la huida de la caballería numida de Tiqueo, mientras que los
veteranos de Aníbal comenzaban a ganar terreno. Sin embargo, luego de
perseguir a Tiqueo, tanto Masinisa como Lelio volvieron al campo de
batalla y atacaron a los veteranos de Aníbal por la retaguardia,
provocando su casi completa aniquilación y el final de la batalla. A pesar
de la humillante derrota, Aníbal logró huir a Cartago.
PRELUDIO
Cruzando los Alpes, Aníbal llegó a la península italiana en el año 218 a. C. y logró varias victorias importantes contra los ejércitos
romanos. Al no haber podido derrotar a Aníbal o expulsarlo de
Italia, los romanos cambiaron de estrategia y decidieron atacar
directamente a Cartago, obligando a los cartagineses a llamar de
vuelta a Aníbal, el cual estaba todavía en Italia, aunque estaba
confinado al sur de la península. Escipion finalmente desembarcó
en África en el año 203 a. C.
Unos cuantos años antes de la invasión, la decisiva victoria de
Escipión en la batalla de Ilipa en España en el año 206 a. C. había asegurado a Roma el control de la península ibérica. En 205 a. C.,
Escipión regresó a Roma, donde fue elegido cónsul por voto
unánime. Escipión, que ahora era lo suficientemente poderoso,
propuso poner fin a la guerra al invadir directamente la tierra natal
del cartaginés.
LA BATALLA
Aníbal regresó a África desde el sur de Italia en auxilio de Cartago,
que en aquellos momentos había perdido batalla tras batalla
contra el ejército romano que había desembarcado en 204 a.C.
bajo el mando de Publio Cornelio Escipión. El general cartaginés
consiguió unir a los hombres que pudo traer de Italia, los restos del
ejército cartaginés en África, los evacuados del ejército de su
hermano Magón en Liguria, los 4000 soldados macedonios enviados por Filipo V y nuevos contingentes de caballería númida
de jefes tribales que aún permanecían fieles a Cartago. Igualmente
añadió un importante contingente de elefantes hasta un número
cifrado en 80 paquidermos, quienes protagonizarían la carga inicial
de la batalla. Los romanos realizaron la estrategia de abrir pasillos entre sus filas para dejar pasar a las bestias, aprovechando la
ocasión para saetearlas. Los que no fueron alcanzados y muertos
huyeron despavoridos hacia el desierto.
Neutralizado el ataque de los elefantes, la caballería romana y de
sus aliados númidas maesilios (Numidia Oriental) comenzaron a
perseguir a la caballería cartaginesa y de sus aliados númidas
masesilios (Numidia Occidental). Tras esto, se desarrolló una batalla
de infantería en tres fases, en la cual los infantes romanos fueron
destrozando cada una de las dos primeras líneas cartaginesas,
hasta que se produjo el encuentro con la tercera línea, formada
por los veteranos italianos de Aníbal. Este último combate permaneció igualado hasta que regresaron Cayo Lelio y Masinisa
al mando de la caballería y el ejército púnico sucumbió,
decidiéndose la batalla. Aníbal huyó con los restos de sus tropas.
PRIMERA FASE Con ambos ejércitos frente a frente, los romanos soplaron los cuernos de
batalla. Cundió el nerviosismo entre algunos de los elefantes, pues habían sido capturados recientemente, que retrocedieron en estampida contra la propia caballería númida de Tiqueo, creando un gran desorden.
Escipión tomó dos medidas geniales para contrarrestar el ataque de los elefantes: ordenó a sus hombres bruñir corazas, cascos y cualquier cosa de metal, de tal modo que el sol se reflejara en ellos y deslumbrara a los animales, y se hizo acompañar por músicos y los llevó a vanguardia, donde sus cuernos y trompetas espantaron a los animales de la izquierda, de tal modo que retrocedieron y sembraron la confusión entre la caballería númida.
Masinisa ordenó cargar a su caballería númida contra la menos numerosa de Tiqueo. Los elefantes, lanzados a la carga contra la infantería romana, tuvieron un efecto limitado gracias a los pasillos que había dejado Escipión. Atacados desde los flancos por las lanzas de los legionarios, los elefantes murieron o retrocedieron hacia las líneas cartaginesas. La caballería italiana de Lelio atacó, persiguiendo a los jinetes cartagineses fuera del campo de batalla.
SEGUNDA FASE Los supervivientes del ejército de Magón se lanzaron contra los hastati,
acabando con gran número de ellos. Aníbal ordenó avanzar a la segunda unidad para apoyar el ataque; sin embargo, los legionarios romanos comenzaron el contraataque antes de que llegara el apoyo. Provistos de sus escudos corporales, consiguieron rechazarles. Esta falta de cooperación sembró la semilla del caos en las filas púnicas, que se vieron obligadas a retroceder. Mientras tanto, los legionarios de Escipión acosaron a sus enemigos en retirada hasta que recibieron la orden de repliegue.
Una vez establecidos los cartagineses en posiciones más retrasadas, los romanos lanzaron una nueva ofensiva. Aníbal, deduciendo que sería necesaria una defensa firme, dispuso a su infantería veterana al frente, formando una fila perfecta de lanzas. Los oficiales púnicos dieron órdenes a las tropas en retirada de bordear a la tercera unidad.
El campo se hallaba cubierto de sangre y cadáveres, de modo que los veteranos hubieron de mantenerse a la defensiva. La entrada en combate de los veteranos de la guerra en Italia, desgastadas las menos numerosas tropas de infantería romanas, inclinó la balanza del lado de Aníbal, cuyas tropas empezaron a ganar terreno.
BATALLA DE CANNAS
La batalla de Cannas (o Cannæ) tuvo lugar el 2 de agosto del año 216 a. C., entre el ejército púnico, comandado por Aníbal
Barca, y las tropas romanas, dirigidas por los cónsules Cayo
Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, en el marco de la Segunda
Guerra Púnica.
Desarrollada en la ciudad de Cannas, en Apulia, al sudeste
de Italia, la batalla terminó con la victoria del ejército cartaginés, a
pesar de la acusada inferioridad numérica de éstos. Tras la
misma, Capua y varias otras ciudades estado italianas
abandonaron el bando de la República romana.
PRELUDIO En la primavera de 216 a. C., Aníbal tomó la iniciativa y asedió y tomó un
gran depósito de suministros ubicado en la ciudad de Cannas, en las llanuras de Apulia. Con ello se situó estratégicamente entre los romanos y una de sus principales fuentes de suministro. Polibio comenta que la captura de Cannas «causó una gran conmoción en el ejército romano; pues no sólo se trataba de la pérdida del lugar y de los almacenes, sino del hecho de que con ello se perdía todo el distrito». Los cónsules, decididos a enfrentarse a Aníbal, marcharon al sur en busca del cartaginés.
Tras dos días de marcha se encontraron con él en la ribera izquierda del río Aufidus, y acamparon a seis millas (unos 10 kilómetros) de distancia. Supuestamente, un oficial cartaginés llamado Gisgo hizo un comentario sobre el gran tamaño del ejército romano. Aníbal le contestó «Otra cosa que se te ha pasado, Gisgo, es todavía más sorprendente — que aunque haya tantos de ellos, no hay ninguno de entre todos ellos que se llame Gisgo». El comentario de Aníbal despertó la hilaridad de sus inquietos hombres.
BATALLA
Las fuerzas combinadas de los dos cónsules sumaban un total
75 000 soldados de infantería, 2 400 de caballería romana y 4 000
de caballería aliada, contando únicamente a la porción de tropas
que se utilizó en la batalla campal. Además, en los dos campamentos fortificados había otros 2 600 hombres de infantería
pesada y 7 400 de infantería ligera (un total de unos 10 000), por lo
que la fuerza total que los romanos llevaron a la guerra equivalía a
unos 86 400 hombres. En el otro bando, el ejército cartaginés
estaba compuesto aproximadamente por 40 000 hombres de
infantería pesada, 6 000 de infantería ligera y 8 000 de caballería.
El ejército cartaginés estaba compuesto por una amalgama de
soldados procedentes de distintas y numerosas regiones. No sabemos con certeza cuántos hombres había de cada
nacionalidad, aunque sí que existen algunas estimaciones sobre el
tamaño de los distintos contingentes. Contaba con unos 10 000
jinetes, entre los que se contaban unos 4000 galos al menos y varios
miles de hispanos. De las infantería, unos 40 000, parte eran
infantería ligera (8000 en la batalla de Trebia, puede que menos en
Cannas) y, del resto, la mayoría eran celtas, tropas que se habían
unido ya en Italia (Aníbal no había recibido nuevos refuerzos desde
Hispania o África desde el comienzo de la batalla). Es posible que hubiera entre 8000 y 10 000 libios y unos 4&000 hispanos.
DESPLIEGUE TÁCTICO El despliegue convencional de los ejércitos en aquella época consistía en
situar a la infantería en el centro de la formación, colocando a la caballería
en las dos alas o flancos laterales. Los romanos siguieron con este sistema de
despliegue de forma muy fiel, aunque añadieron una mayor profundidad a
su formación mediante la colocación de muchas cohortes, en lugar de
optar por dar mayor espacio a su infantería. Posiblemente los comandantes
romanos esperaban que esta concentración de fuerzas permitiese romper
rápidamente el centro de la línea enemiga. Varrón sabía que la infantería
romana había logrado romper el centro de la formación cartaginesa en
la batalla del Trebia, y su intención era recrear esto a mayor escala.
Los princeps se colocaron inmediatamente detrás de los hastati, preparados
para empujar hacia adelante en cuanto comenzara el contacto con el
enemigo, y asegurando con ello que los romanos presentaran un frente sin
huecos. Polibio escribió que los manípulos estaban más cercanos los unos a
los otros, los intervalos eran más cortos, y los manípulos mostraban una mayor
profundidad que frente. A pesar de superar ampliamente a los cartagineses
en cuanto a número de tropas, este despliegue suponía en la práctica que
las líneas romanas tuvieran aproximadamente la misma longitud que la de
sus oponentes.
BATALLA DE RAMSES
La batalla de Qadesh (también Qadeš), librada a finales de mayo
del año 1274 a. C, fue un combate de infantería y carros en la que
se enfrentaron las fuerzas egipcias del faraón Ramsés II y
las hititas de Muwatalli. La batalla ocurrió en las inmediaciones de la ciudad de Qadesh, en lo que hoy es territorio sirio, y tras haber
comenzado con ventaja para sus enemigos, se saldó según sus
propias fuentes con un gran éxito egipcio, aunque con numerosas
pérdidas. Realmente a nivel estratégico quizá supuso un empate
técnico con, incluso, notables ventajas geoestratégicas para el bando hitita; puede argumentarse que resultaron ganadores si se
tiene en cuenta que la batalla supuso el fin de la campaña de
invasión de Ramsés II sobre el Imperio hitita.
ORGANIZACIÓN TÁCTICA Al revés que el ejército egipcio, los hititas utilizaban a los carros como
arma ofensiva primaria. Esta actitud se evidencia desde el propio
diseño del carro en sí. Se la consideraba un arma de asalto básica,
creada para atravesar las filas de la infantería enemiga y abrir en ella
brechas que la propia infantería pudiese penetrar. Es por ello que,
aunque las tripulaciones estaban equipadas con potentes arcos
recurvados, el arma que utilizaban en toda ocasión era la lanza larga
arrojadiza.
El carro hitita, a diferencia del egipcio, tenía el eje ubicado en el
centro del chasis y era más pesado, puesto que su dotación era de
tres. Estas dos características lo hacían más lento y menos maniobrable
que el de su oponente, teniendo además una clara tendencia a
volcar si se pretendía que virase en ángulos cerrados. Por ello,
necesitaba amplísimos espacios vacíos para maniobrar. Su ventaja
consistía en su mayor masa e inercia, lo que lo hacía temible al
lanzarse en velocidad. Cuando el impulso y la inercia se disipaban (por
ejemplo, al atravesar lomadas u obstáculos), la ventaja del carro hitita
se diluía.
BATALLA DE TERMÓPILAS (LOS 300) Un ejército aliado formado por unos 7.000 hombres aproximadamente
marchó al norte para bloquear el paso en el verano de 480 a. C. El ejército
persa, que conforme a las estimaciones modernas estaría compuesto por
unos 250.000 hombres, llegó al paso a finales de agosto o a comienzos de
septiembre. Enormemente superados en número, los griegos detuvieron el
avance persa durante siete días en total (incluyendo tres de batalla),
antes de que la retaguardia fuera aniquilada. Durante dos días completos
de batalla, una pequeña fuerza comandada por el rey Leónidas I de
Esparta bloqueó el único camino que el inmenso ejército persa podía
utilizar para acceder a Grecia. Tras el segundo día de batalla, un residente
local llamado Efialtes traicionó a los griegos mostrando a los invasores un
pequeño camino que podían utilizar para acceder a la retaguardia de las
líneas griegas. Sabiendo que sus líneas iban a ser sobrepasadas, Leónidas
despidió a la mayoría del ejército griego, permaneciendo para proteger su
retirada junto con 300 espartanos, 700 tespios, 400 tebanos y posiblemente
algunos cientos de soldados más, la mayoría de los cuales murieron en la
batalla.
PRELUDIO Parece ser que el ejército persa se desplazó a un ritmo algo lento a través de
Tracia y Macedonia y que sería finalmente en agosto cuando llegaron a
Grecia las noticias de la inminente llegada de los persas. En aquella época
los espartanos, líderes militares de facto de la alianza, estaban celebrando la
festividad religiosa de las Carneas. Durante ese festival la actividad militar
estaba prohibida por la ley espartana y, de hecho, los espartanos no llegaron
a tiempo a la batalla de Maratón por estar celebrando el festival. También se
estaban celebrando los Juegos Olímpicos, por lo que debido a la tregua
imperante durante su celebración habría sido doblemente sacrílego para los
espartanos si marchasen en su totalidad a la guerra. En esta ocasión, sin
embargo, los éforos decidieron que la urgencia era lo suficientemente
importante como para justificar el envío de una expedición avanzada para
bloquear el paso; expedición que estaría comandada por uno de los dos
reyes espartanos, Leónidas I. Leónidas llevó consigo a 300 hombres de la
guardia real, los Hippeis, así como a un número mayor de tropas de apoyo
procedentes de otros lugares de Lacedemonia (incluyendo hilotas). La
expedición debería intentar agrupar el mayor número posible de aliados
sobre la marcha y esperar a la llegada del ejército espartano principal.
ESTRATEGIA
Desde un punto de vista estratégico, la defensa de las Termópilas
suponía para los aliados la mejor forma posible de emplear sus
fuerzas. Si lograban evitar que el ejército persa se internara dentro de Grecia, no tendrían necesidad de buscar una batalla decisiva,
y podrían simplemente permanecer a la defensiva. Además, y con
la defensa de dos pasos estrechos como las Termópilas y Artemisio,
la inferioridad numérica de los aliados era menos problemática. Por
su parte, los persas se enfrentaban al problema de
aprovisionamiento de un ejército tan grande, lo que significaba
que no podían permanecer en un mismo lugar durante mucho
tiempo. Los persas, por tanto, se veían obligados a retirarse o
avanzar, y avanzar implicaba atravesar las Termópilas por la fuerza.
La batalla se libraría en un lugar conocido como el paso de
las Termópilas, un angosto desfiladero de unos 100 m de anchura
(actualmente más de un km debido a la erosión). Tácticamente, el
paso de las Termópilas era ideal para el tipo de lucha del ejército
griego: la estrechez del paso anulaba la diferencia numérica, y la
formación de falange hoplita de los helenos podría ser capaz de
bloquear el estrecho paso con facilidad y, al tener los flancos cubiertos, no se veía amenazada por la caballería enemiga. En
esas circunstancias la falange supondría un enemigo muy difícil de
superar para la infantería ligera persa, equipada con
una panoplia mucho más ligera y por tanto menos
protectora. Además, las largas dory de la falange (lanzas de
falange, no tan largas como las sarissas utilizadas por
el ejército de Alejandro Magno) podrían ensartar a los enemigos
antes incluso de que estos pudieran tocarlos, tal y como había
sucedido en la confrontación de la batalla de Maratón. Por consiguiente, la lucha no tenía inicialmente por qué ser suicida, dado que había posibilidades reales de aguantar la posición.
CABALLO DE TROYA
El caballo de Troya fue un artilugio con forma de enorme caballo
de madera que se menciona en la historia de la guerra de Troya y
que según este relato fue usado por los griegos como una
estrategia para introducirse en la ciudad fortificada de Troya.
Tomado por los troyanos como un signo de su victoria, el caballo
fue llevado dentro de los gigantescos muros, sin saber que en su
interior se ocultaban varios soldados enemigos. Durante la noche,
los guerreros salieron del caballo, mataron a los centinelas y
abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada del
ejército griego, lo que provocó la caída definitiva de Troya. La fuente más antigua que menciona el caballo de Troya, aunque de
manera breve, es la Odisea de Homero. Posteriormente otros
autores ofrecieron relatos más amplios del mito, entre los que
destaca la narración que recoge la Eneida de Virgilio.
ESTRATEGIA
El adivino Calcante observó una paloma perseguida por un
halcón. La paloma se refugió en una grieta y el halcón permanecía
cerca del hueco, pero sin poder atrapar a la paloma. El halcón
entonces decidió fingir retirarse y se escondió fuera de la mirada
de la paloma, quien poco a poco asomó la cabeza para
cerciorarse de que el cazador había desistido pero entonces el halcón salió del escondite y culminó la cacería. Después de narrar
esta visión, Calcante dedujo que no deberían seguir tratando de
asaltar las murallas de Troya por la fuerza, sino que tendrían que
idear una estratagema para tomar la ciudad. Después de ello,
Odiseo concibió el plan de construir un caballo y ocultar dentro a los mejores guerreros. En otras versiones, el plan fue instigado
por Atenea y también existe una tradición que señala que Prilis, un
adivino de la isla de Lesbos, hijo de Hermes, profetizó que Troya solo
podría ser tomada con ayuda de un caballo de madera.
Bajo las instrucciones de Odiseo o de Atenea, el caballo fue
construido por Epeo el focidio, el mejor carpintero del
campamento. Tenía una escotilla escondida en el flanco derecho
y en el izquierdo tenía grabada la frase: Con la agradecida
esperanza de un retorno seguro a sus casas después de una ausencia de nueve años, los griegos dedican esta ofrenda a
Atenea. Los troyanos, grandes creyentes en los dioses, cayeron en
el engaño. Lo aceptaron para ofrendarlo a los dioses, ignorando
que era un ardid de los griegos para traspasar sus murallas puesto
que en su interior se escondía un selecto grupo de soldados. El caballo era de tal tamaño que los troyanos tuvieron que derribar
parte de los muros de su ciudad. Una vez introducido el caballo en
Troya, los soldados ocultos en él abrieron las puertas de la ciudad,
tras lo cual la fuerza invasora entró y la destruyó.