Estrategia y Partido

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  • fuerzas nacionales, aunque cada vez ms estrechamente combinada con la segunda dimensin de la cuestin estratgica: la de unaestrategia a escala inter nacional, continentaly hoy mundial. ste ya era el caso a princi-pios del siglo XX y era el sentido de la ideade la revolucin permanente: comenzar a solu-cionar la cuestin de la revolucin en uno oen varios pases, aunque la cuestin del socia-lismo se planteaba inmediatamente por la extensin de la revolucin a un continente yal mundo entero.

    Esa idea era fundamental para los revolu-cionarios de la generacin de Lenin, Trotsky,Rosa Luxemburgo y lo es ms an para noso -tros. Y es posi ble comprobar su vigencia: enVenezuela se puede nacionalizar el petrleo,tener una determinada independencia con relacin al imperialismo, pero esta posibilidadtiene lmi tes si no se extiende el proceso revo-lucionario a Bolivia, a Ecuador, y con un pro-yecto para toda Amrica Latina de lo que es larevolucin bolivariana. Tenemos pues este do-ble problema: tomar el poder en algunos pa-ses con el fin de que sirvan como trampolnpara una extensin internacional de la revolu-cin social.

    Una ltima observacin introductoria: el pro-blema de la estrategia revolucionaria respondea un verdadero reto, que no se soluciona enMarx. Si se considera que los trabajadores engeneral, la clase obrera, son mutilados fsicay tambin moral e intelectualmente por lascondiciones de la explotacin y Marx des-cribe esto en pginas y pginas de El Capital,que tratan de la degradacin por el trabajo,de la ausencia de tiempos de ocio, de la impo-sibilidad de tener tiempo para vivir, leer, cul-tivarse , entonces se plantea la cuestin decmo una clase que sufre una opresin total po-

    rizados con la obra de Gramsci, los conceptosde guerra de desgaste, de guerra de movi-miento, etc., todo este vocabulario que se vol-vi parte del movimiento obrero a principiosdel siglo XX, se tom prestado del lenguaje delos militares y, en particular, de los manualesde historia militar.

    Dicho esto, no debemos equivocarnos: desdeel punto de vista de los revolucionarios, ha-blar de estrategia no es solamente hablar deconfrontaciones violentas o confrontacionesmilitares con el aparato de Estado, etc., sinoreferir una serie de consignas, de formas deorganizacin poltica, de una poltica que tratade transformar el mundo.

    Una segunda observacin: la cuestin estra -t gica tiene dos dimensiones complemen ta-rias en la historia del movimiento obrero. Trata,de entrada, de la cuestin de cmo tomar el poder en un pas. La idea de que la revolucincomienza por la conquista del poder en un pas,o en varios, pero en cualquier caso en nacionesen las cuales se organizaron las rela ciones declases, las relaciones de fuerzas, a partir deuna historia dada, a partir de conquistas socia-les, a partir de relaciones jurdicas. Esa cues-tin la conquista del poder en un pas, Boli-via, Venezuela, esperemos que el da demaana sea un pas europeo sigue siendouna cuestin a la orden del da y una cuestinfundamental.

    Contrariamente a lo que pretenden algu-nas corrientes, como las inspiradas por TonyNegri en Amrica Latina o en Italia, que pien-san que la cuestin de la conquista del poderen un pas es una cuestin pasada e inclusoeventualmente reaccionaria, ya que mantienelas luchas en los cuadros nacionales, pensa-mos que la cuestin de la lucha por el podercomienza sobre el ter reno de las relaciones de

    Daniel Bensad

    Estrategia y partido

    Reproducimos el registro del curso deformacin impartido por Daniel Bensad enel Campo de Jvenes de la IV Internacionalen julio de 2007 en Barbaste (France). Lossubttulos son de la redaccin de Inprecor.

    La palabra y la cuestin de la estrategia vuel-ven de nuevo en nuestros das. Ello puede pa-recer banal, pero ste no era el caso en losaos ochenta y en los principios de los aosnoventa: entonces se hablaba, sobre todo, de resistencia y los debates sobre la cuestin estratgica prcticamente haban desapare-cido. Se trataba de aguantar, sin necesaria-mente saber cmo se iba a salir de esa situa-cin defensiva. Si se reinicia hoy un debatesobre los problemas estratgicos ya se dirde qu tratan stos es que la propia situacinevolucion. Para decirlo de manera simple: apartir de los Foros Sociales, la consigna deotro mundo es posible se convirti en un slo-gan de masas o, en todo caso, una consigna extensamente difundida. Las cuestiones quese plantean ahora son: qu otro mundo es posible?, o: qu otro mundo queremos? Y so-bre todo: cmo llegar a ese otro mundo posi-ble y necesario? La cuestin de la estrategiaes sta: no se trata solamente de la necesidadde cambiar el mundo sino de encontrar la res-puesta a la cuestin de cmo cambiarlo: cmollegar a cambiarlo?

    Observaciones preliminaresUna primera observacin: el vocabulario quetrata de estrategia, tctica e incluso, en latradicin de los camaradas italianos familia-

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  • mar el mundo, que, justamente, cada vez ms,resulta ms injusto y ms violento. Y para cam-biar el mundo es preciso pasar por la conquistadel poder.

    Pero qu quiere decir tomar el poder? Noes apoderarse de una herramienta, no es alcan -zar puestos, no es ocupar los aparatos del Es-tado. Tomar el poder es: transformar las relaciones de poder y las relaciones de propie-dad. Es hacer que el poder sea cada vez menosel de los unos sobre los otros para que sea, cadavez ms, una accin colectiva y compartida. Ypor eso es necesario cambiar las relaciones depropiedad la propiedad privada de los me-dios de produccin, de los medios de inter cam -bio y, hoy cada vez ms, la propiedad de los sa-beres (porque por medio de las patentes o lapropiedad intelectual hay una privatizacinde los conocimientos que son un producto colec -tivo de la humanidad. llegando pronto a paten-tar genes, maana las frmulas matemticaso las lenguas), privatizacin del espacio (haycada vez menos espacio pblico: los camara-das mexicanos les contarn que en la ciudad deMxico las calles son privatizadas, y esto co-mienza a desarrollarse tambin en Europa),privatizacin de los medios de informacin, etc.

    Entonces, para nosotros, tomar el poder escambiar el poder y para cambiar el poder es ne-cesario cambiar radicalmente las relacionesde propiedad e invertir la tendencia actual a laprivatizacin del mundo. Cmo superar estedominio del Capital, que se reproduce casi na-turalmente a travs de la organizacin del tra-bajo, a travs de la divisin del trabajo, a tra-vs de la mercantilizacin de los ocios, etc.?Cmo salir de este crculo vicioso que hacefinalmente adherirse a los oprimidos al sis-tema que los oprime? Durante la ltima cam-paa electoral o a un obrero decir en la tele-visin en Francia: Cmo puede ser que los

    luchas espontneas contra la explotacin, con-tra la opresin, contra las discriminaciones,son necesarias. Ellas son, si se quiere, el com-bustible de la revolucin. Pero las luchas es-pontneas no bastan para romper el cr culovicioso de las relaciones entre el Capital y eltrabajo. Es necesaria que intervenga una partede conciencia, una parte de voluntad, un ele-mento consciente la parte de la accin pol-tica, de la decisin poltica que es llevada porun partido. Pero un partido no es extranjero ala sociedad en la cual est inserto. Incluso enla organizacin ms revolucionaria se pade-cen los efectos de la divisin del trabajo, se su-fren los efectos de la enajenacin de la ena-jenacin deportiva, por ejemplo, porque est ala orden del da este verano pero al menosuna organizacin revolucionaria se da los me-dios para resistir colectivamente y para rom-per el hechizo, el encanto, de la ideologa bur-guesa.

    Tomar el poder?A partir de lo anterior, es necesario decir algu-nas cosas simples. Se nos pregunta: Ququiere decir ser revolucionario en el siglo XXI?Estn a favor de la violencia?

    En primer lugar, como deca el PresidenteMao, la revolucin no es una cena de gala. Eladversario es feroz, es poderoso, por lo tanto, lalucha de clases es una lucha y una lucha enmuchos aspectos despiadada y no somos noso -tros quienes as lo decidieron. Por ello existeuna legtima violencia revolucionaria, a la queno es necesario rendir culto, porque no es loque caracteriza para nosotros principalmentela revolucin. Hasta se deseara ser pacfico yque se amaran los unos a los otros. Pero paraello es necesario, en primer lugar, crear las con-diciones que lo permitan. Por eso, lo que de-fine para nosotros una revolucin es transfor-

    dra, al mismo tiempo, ser capaz de concebiry construir una nueva sociedad.

    Haba en Marx la idea de que el problemase solucionara de manera casi natural, quela industrializacin de finales del siglo XIXcreara una clase obrera cada vez ms concen-trada, por lo tanto cada vez ms organizada,cada vez ms consciente, y que esta contradic-cin entre las condiciones de vida, donde esexplotada, y la necesidad de construir unnuevo mundo sera regulada por una suerte dedinmica casi espontnea de la historia. Ahorabien, toda la experiencia del ltimo siglo esque el Capital reproduce permanentementelas divisiones entre los explotados, que la ide-ologa dominante domina tambin a los do-minados, que no es solamente porque hay ma-nipulacin de la opinin por los medios decomunicacin que desempean un papelcada vez ms importante, es verdad sino quelas condiciones de dominacin y compromisoideolgico de los explotados encuentran susraces en las relaciones del propio trabajo, porel hecho de no ser propietarios de sus herra-mientas de trabajo, por no ser quienes deci-den los objetivos de la produccin, por ser como lo deca Marx instrumentos de las m-quinas, ms que sus amos.

    Todo eso hace que muchos fenmenos delmundo moderno se nos presenten, a los sereshumanos que somos, como potencias extraasy misteriosas. Se nos dice: no es necesario hacereso porque los mercados van a enfadarse, comosi los mercados fueran personajes omni -potentes, como si el propio dinero fuera unpersonaje omnipotente, etc. No puedo desar -rollar esta idea ms, pero es importante decirque las relaciones sociales capitalistas creanun mundo de ilusiones, un mundo fantstico,que sufren tambin los dominados y del quedeben liberarse. Esta es la razn por la cual las

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    En tercer lugar: resulta central la idea de laconquista de la mayora como condicin de larevolucin. Lo que distingue a la revolucinde un putsch o golpe de Estado es que la pri-mera es un movimiento mayoritario de la poblacin. Es necesario tomar al pie de la le-tra la idea de que la emancipacin de los tra-bajadores es la obra de los propios trabajado-res y que pese a lo determinados y valienteque sean los militantes revolucionarios, stosno hacen la revolucin en lugar de la mayorade la poblacin.

    En esto radica todo el debate de los prime-ros congresos de la Internacional Comunista,en particular del tercero y del cuarto, despusdel desastre de lo que se llam la accin demarzo de 1921 en Alemania, una accin efec-tivamente golpista, minoritaria (a escala de laAlemania de la poca, es decir, a pesar de queparticiparon cientos de millares de personas).Esto abri un debate en la Internacional Comunista respecto a los que crean poder copiar de manera simplista a la Revolucin

    mente revolucionaria o en qu me dida, etc. Setrata, en todo caso, de experiencias donde seve que la gente, como se dice, aprende ms enalgunos das que en aos y aos de discusio-nes, de escuelas de formacin, etc. Hay unaaceleracin en la toma de conciencia.

    Ritmos, auto-organizacin, conquistade la mayora, internacionalismoEn primer lugar: toda concepcin de estrategiarevolucionaria debe partir de la idea de quehay ritmos en la lucha de clases, hay acelera-ciones, hay reflujos, pero, sobre todo, existenperodos de crisis en los cuales las rela cionesde fuerzas pueden transformarse radical-mente y poner realmente en la orden del dala posibilidad de cambiar el mundo, o, en todocaso, de cambiar la sociedad.

    En segundo lugar: examinamos ideas muy generales, como la de que en todas las expe-riencias revolucionarias, victoriosas o venci-das, que se puede examinar del siglo XIX odel siglo XX, desde la Comuna de Pars hastala Revolucin de los claveles (de Portugal), oa la experiencia de la Unidad Popular en Chile,en todas las situaciones de crisis ms o me-nos revolucionaria, surgen formas de doble po-der, es decir, rganos de poder exteriores a lasinstituciones existentes. Tales son los conse-jos de fbrica en Italia en 1920-1921, los soviets en Rusia, los consejos obreros en Ale-mania en 1923, los cordones industriales y loscomandos comunales es decir, las asociacio-nes de vecinos en Chile en 1971-1973, las comisiones de moradores que ocupan las fbri -cas hasta la asamblea de Setubal en Portugalen 1975.

    Por lo tanto, en toda situacin intensa delucha de clase hacen su aparicin rganos quellamamos de auto-organizacin, de organiza-

    burgueses saben votar en funcin de sus inte-reses y que a menudo los trabajadores, o in-cluso una mayora de ellos, votan por interesesque les son contrarios? Es que, precisamente,estn bajo la dominacin de la ideologa domi-nante.

    Entonces, cmo salir de ese dominio? Larespuesta de los reformistas fue apostar por laerosin de ese poder: con un poco ms de orga -nizacin sindical, un poco ms de votos electo-rales, etc. Obviamente, todo eso es importante.El nivel de la organizacin sindical e inclusolos resultados electorales son ndices de lasrelaciones de fuerzas. En los pases capi -talistas desarrollados, que tienen ahora cercade un siglo o ms de un siglo de vida parla-mentaria, no se pasar de un grupo de algunoscentenares o millares de militantes al asaltodel poder si no se construyen relaciones defuerzas en el terreno sindical, social y tam-bin, incluso si est muy deformado, en el te-rreno electoral.

    Entonces, hay cambios. Pero la ilusin refor -mista es que, para retomar una frmula queya ha sido utilizada, la mayora electoral ter-minar por incorporarse a la mayora social y,en consecuencia, el cambio de la sociedadpuede ser el resultado de un simple procesoelectoral. Todas las experiencias del siglo XIXy del siglo XX muestran lo contrario. Slo hayposibilidades revolucionarias en ciertas con-diciones relativamente excepcionales. Hay con-diciones de crisis revolucionaria, de situacinrevolucionaria, donde se produce una verda-dera metamorfosis, no simplemente un pe-queo progreso sino una transformacin s-bita en la conciencia de centenares de millaresy millones de gentes. Los ltimos ejemplos enEuropa fueron Mayo de 68 en Francia, el Mayorampante italiano, 1974-1975 en Portugal. Sepuede discutir si la situacin era verdadera-

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  • todos los que estn dispuestos a luchar seria-mente por ellas. Es esta la razn por lo quelas demandas transitorias estn vinculadasal problema del frente nico. Se sabe muy bienque los reformistas no irn hasta el final. Sesabe muy bien que cedern al chantaje y quesi el Capital lanza un ultimtum, capitularn.Sin embargo, el camino que se habr hechotendr un valor de demostracin pedaggicaa los ojos de los que quieren realmente lucharhasta el final por las necesidades vitales, lasnecesidades culturales, los derechos a la vida,a la salud, a la educacin, al alojamiento, etc.,y a partir de all se puede avanzar.

    En cuarto lugar, porque no pensamos que larevolucin pueda conseguir una sociedad msigualitaria en un solo pas, cercado por el mer-cado mundial, desde el principio tenemos lapreocupacin de construir relaciones de fuer-zas internacionales favorables. El hecho deconstruir un movimiento internacional unaInternacional de ser posible, y tambin redes,una izquierda anti-capitalista europea, los encuentros de la izquierda revolucionaria enAmrica Latina, etc. es parte del programa,no es un mero instrumento tcnico, es la tra-duccin prctica de una visin poltica sobrela dimensin internacional de la revolucin.

    Dos hiptesis estratgicas y no un modeloEn lo que resta abordar los ltimos puntos.En primer lugar, se nos pregunta si acaso tenemos un modelo de sociedad. No tenemosun modelo de sociedad. No se puede decir almismo tiempo que la emancipacin de los tra-bajadores ser la obra de los propios trabaja-dores y pretender tener en nuestro equipajelos planes con las dimensiones de la ciudadfutura, etc.

    Tenemos, en cambio, la memoria de una

    mismas sino en una situacin dada, como ini-cio de una toma de conciencia. Cuando se dicehoy que no se puede vivir decentemente enun pas como Francia con menos de 1 500 eu-ros al mes, se va a responder que eso no es re-alista: si se elevan los salarios, los capi talesse van a ir. Eso plantea un nuevo problema:cmo impedir que los capitales se vayan? Esnecesario entonces atacar la especulacin fi-nanciera, es necesario atacar la propiedad. Elderecho al alojamiento plantea el problemade la propiedad de la tierra e inmobiliaria.Pues se trata de consignas que, en un mo-mento dado, cristalizan los problemas que pue-den ser comprendidos y que pueden ser unapalanca de movilizaciones para millares o cien-tos de millares de personas, a partir de lascuales se pueden hacer demostraciones pedaggicas, progresivas, en la accin y no solamente en el discurso, de lo que es la lgicadel sistema capitalista y por qu incluso demandas tan elementales y tan legtimaschocan de frente con la lgica del sistema.

    Esta discusin puede parecer elemental hoy.Pero en los debates de la Internacional Comu-nista aquellos que queran copiar a la Revo-lucin rusa avanzaban la consigna de armaral proletariado. S, por supuesto, si se quiere resistir al enemigo, es necesario llegar a eso.Pero antes de llegar all, es necesario, en pri-mer lugar, que est operando toda una tomade conciencia que parta de demandas ms ele-mentales, como la escala mvil de salarios, dela divisin del tiempo de trabajo, etc.

    Estas cosas que son banales para nosotrosdistaban mucho de ser compartidas, y fueronobjeto de debates muy violentos y muy dura-deros en la Internacional Comunista. Y entorno a estas demandas, que se sienten como necesarias y vitales por la mayora de las per-sonas, se propone la unidad ms amplia a

    rusa; se afirm entonces que era necesario con-quistar a la mayora, no en el sentido electoral no se trataba de ser legalistas diciendo quemientras no se tenga la mayora en el Parla-mento, no se puede hacer nada pero s comouna legitimidad mayoritaria en las masas, loque es una concepcin diferente.

    Aquellos entre ustedes que puedan leer siempre es til leerla la Historia de la Revo-lucin rusa de Trotsky, vern cmo est atentoincluso al menor movi miento en los munici-pios, en las elecciones loca les, etc., en tantoque ndices de lo que madura como posibili-dad en las masas. La conquista de la mayorase convirti en el problema en la InternacionalComunista a partir del tercer congreso de 1921e hizo aparecer los conceptos de frente nico,demandas transitorias y ms tarde, conGramsci en particular, de hegemona. Es decir,se trata de conquistar la hegemona: la revo-lucin no es simplemente la confrontacin capi -tal-trabajo en la empresa, es tambin la capa-cidad del proletariado de demostrar que otrasociedad es posible y que es ste la fuerza prin-cipal para construirla. Esta demostracin sehace, en parte, antes de la toma del poder, por-que si no es as es un mero salto en el vaco, esun salto de prtiga sin impulso o un golpe demano, un putsch. Es por eso que las ideas dedemandas transitorias y de frente nico sonherramientas para la conquista de la mayora.

    Las demandas transitorias pueden parecerelementales. En Francia estamos muy conten-tos de la campaa de Olivier Besancenot, pero,francamente, SMIC a 1500 euros y una me-jor distribucin de las riquezas, no son consig-nas muy revolucionarias; hace algunos aos in-cluso habran parecido muy reformistas.Parecen radicales hoy porque los reformistasni siquiera hacen ya ese trabajo. Las consig-nas no tienen un poder mgico, no valen en s

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  • acercarnos a l, y con eso aumentara la con-fusin y la falta de claridad. Evidentemente, sino tenemos el criterio para determinar quobjetivo queremos avanzar y si no se tiene almenos, si no la respuesta definitiva, s unaidea sobre la manera de avanzar, entonces vamos a ser sacudidos por el menor cambioen la situacin tctica, por la menor decepcinelectoral, por cualquier derrota, etc. Para cons-truir de manera duradera es necesario teneruna idea precisa de los objetivos, de las estra-tegias y las tcticas. Probablemente la revo-lucin nos sorprender. Las revoluciones fu-turas nunca sern la simple repeticin de lasltimas revoluciones, simplemente porque lassociedades no son ya las mismas.

    Repito a menudo que estamos un poco enla situacin de los militares: ellos aprendenen las escuelas de guerra a partir de las batal -las del pasado, pero las nuevas batallas nuncasern las mismas; es por eso que se dice quelos militares estn siempre retrasados en laguerra. Pero nosotros corremos siempre elriesgo de estar retrasados con respecto a larevolucin. Incluso los ms revolucionariosson sorprendidos por ella. Los bolcheviques, apesar de su reputacin, se dividieron en el mo-mento de pasar a la insurreccin en Octubre.Ninguna organizacin revolucionaria es unpartido de acero, monoltico. La prueba lti -ma ser cuando la ocasin se presente.

    La cuestin del partidoEl ltimo punto que quiero abordar es el dela cuestin del partido. Esta no es una meracuestin tcnica: si se tiene una estrategia,se va a construir una herramienta para lle-varla a cabo. La cuestin del partido formaparte de la cuestin estratgica. Intentar ima-ginar una estrategia sin partido, es como unmilitar que tiene en sus manos las cartas del

    la idea, para que se convierta casi en un re-flejo de respuesta del mundo asalariado anteuna agresin patronal, ante un golpe de Es-tado, ante una represin antidemocrtica.

    El levantamiento de julio de 1936 en Cata-lua y en Espaa contra el golpe de Estado, ha-bra sido difcilmente concebible sin el trabajoprevio, sin la experiencia de Asturias en 1934,sin el trabajo del POUM y los anarquistas, etc.Trabajar con una perspec tiva de huelga gene-ral no quiere decir que se le proclama est-pida y abstractamente en todo momento, sinoque se le intenta unir con todas las experien-cias de lucha que ya son habi tuales, se fami-liariza con la idea, se cultiva como reflejo enel movimiento obrero. Una insurreccin no esforzosamente la insur reccin de Octubre vistade manera lrica por la pelcula de Eisenstein no lo es, incluso si es magnfica; la insurrec-cin puede consistir en cosas muy simples: for-mar un piquete de autodefensa en una huelga,el trabajo en el ejrcito, formar Comits de soldados cuando haba reclutamiento en Fran-cia o Portugal, etc., es decir: todo lo que desor-ganiza las fuerzas de represin de la burgue-sa. Tales son, pues, los hilos conductores quenos permiten vincular las luchas diarias, in-cluso ms modestas, y el objetivo que perse-guimos.

    Actualmente muchos camaradas en Italia,en Francia y yo creo un poco por todas partes,insisten en la necesidad de organizacionesinde pendientes de los partidos sociales libe-rales, socialdemcratas, etc. Pero, por qu sequieren organizaciones independientes? Por-que perseguimos otro objetivo, porque tene-mos una idea de hacia dnde queremos ir. Sabemos que con participar en un gobiernoburgus junto con los socialdemcratas se podra quiz ganar una pequea reforma peronos alejaramos de nuestro objetivo en vez de

    serie de experiencias de luchas, revoluciones,victorias y derrotas, que podemos llevar, trans-mitir y no dejar que se borren. Lo que tene-mos no es un modelo de sociedad pero s las hiptesis de una estrategia revolucionaria.Para los pases capitalistas desarrollados, endonde los asalariados constituyen la gran ma-yora de la poblacin activa, se trabaja con laidea estratgica de una huelga general insur -reccional.

    Para algunos eso puede parecer una ideadel siglo XX, incluso del siglo XIX, pero eso noquiere decir que la revolucin tomar forzosa-mente la forma de una huelga general per-fecta, de una huelga general con piquetes armados y que ser insurreccional. Eso quieredecir, ms bien, que nuestro trabajo se orga -niza en esa perspectiva, que a travs de luchasy huelgas locales, huelgas regionales y huelgasde ramas, se intenta familiarizar a los traba-jadores con la idea de la huelga general. Estoes muy importante, porque en una situacinde crisis es eso lo que puede permitir que es-pontneamente haya una reaccin de masaen ese sentido.

    En Chile, en el momento del golpe de Estadode Pinochet en septiembre de 1973, el Presi-dente Allende, que dispona an de la radio,no llam a la huelga general. Si hubiera exis-tido un trabajo metdico, sistem tico, en estadireccin, habra estallado una huelga gene-ral espontnea con ocupacin de las fbricas,que quiz no habra impedido el golpe de Estado pero en cualquier caso lo hubieravuelto mucho ms difcil. Y una lucha que sepierde en la batalla, se recu pera siempre msrpidamente que una lucha que se pierde sindar batalla. Es una norma casi gene ral de to-das las experiencias del siglo XX. Trabajar conla idea de una huelga general no es procla-marla permanentemente sino hacer madurar

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  • o contra cualquier otro, es necesaria tambinpara que las distintas visiones del mundo pue-dan reconocerse. Pues la democracia es unacondicin y no un obstculo para la unidad. Yes tambin una cultura democrtica que ser-vir para el futuro, porque la burocracia y laburocratizacin no es solamente el estalinismo.Algunos se imaginan que el asunto de la bu-rocracia ha terminado con el fin del estali-nismo. No!

    Lo que produce la burocracia no es el par-tido o, como algunos dicen hoy, la forma par-tido, sino la divisin social del trabajo, la desi -gualdad. Las organizaciones sindicales, lasorganizaciones asociativas no son menos buro -crticas que los partidos, a menudo lo son anms, porque hay intereses materiales. Lasorga nizaciones no gubernamentales en el Ter-cer mundo, que viven de subvenciones de laFundacin Ford o de la Friedrich Ebertschif-tung, en gran parte tambin se burocratizany a veces se corrompen. No es la forma de orga -nizacin la que crea la burocracia. Las racesde la burocracia estn en la divisin del tra-bajo entre trabajo intelectual y manual, en ladesigualdad ante el tiempo libre, etc. Portanto, la democracia tanto en la sociedad comoen nuestras organizaciones es la nica armaque tenemos contra ella. Hoy esto es muy im-portante, y quiero terminar estas reflexionescon ello. La gente tiene una visin de que unpartido es un alistamiento, es mili tar, es ladisciplina, es la autoridad, es la prdida de suindividualidad, etc. Yo pienso exactamente locontrario. Hoy no se es libre solo, no se es bri-llante de manera aislada, no se despliega la in-dividualidad sino en una organizacin de lu-cha colectiva. Y si se toman las recientesexperiencias polticas, los partidos, con todossus inconvenientes, con sus riesgos de buro-cratizacin incluidos nuestros peque os par-

    Petrogrado y Mosc en julio de 1917, habrapodido ser definitiva si no hubiera habido elpartido para organizar la retirada y reanudarluego las iniciativas. Por ello, el partido no esuna herramienta cualquiera. Es indisociabledel programa y del objetivo que nos fijamos.En fin, y quiz sea la ltima palabra en lo queconcierne al partido, tenemos otra cosa quedecir al respecto.

    No se trata simplemente, para nosotros, deun partido de lucha, combate, accin, etc., setrata de un partido democrtico, pluralista. Aveces entre nosotros es un defecto, hay excesos,manas de formar tendencias, etc. A veces estil, a veces lo es menos. Sin embargo, y a pe-sar de los inconvenientes, ganamos mucho por-que el pluralismo en la organizacin signi ficaque no tenemos una verdad definitiva y quehay un intercambio permanente entre el par-tido que queremos construir y las experien-cias del movimiento de masas. Y como estas ex-periencias son diversas, esta diversidad puedetraducirse en tal o cual momento tambin enforma de corrientes en nuestras propias filas.Pero existe otra razn a su favor: si se est poruna sociedad pluralista, si se considera queexiste la posibilidad de una pluralidad de par-tidos, incluida una pluralidad de partidos quese reclaman del socialismo, si sta es una delas consecuencias sacada de la experiencia delestalinismo, entonces es necesario que de unadeterminada manera desarrollemos la demo-cracia en nuestras propias organizaciones, ennuestras organizaciones de juventud, en nues-tras secciones de la Internacional y tambinen la prctica que intentamos aplicar en lossindicatos y en las organizaciones.

    La democracia es necesaria desde ya, por-que es eficaz para las luchas, porque la uni-dad no va sin la democracia, porque si quere-mos construir frentes amplios contra Sarkozy

    estado mayor y los planes de guerra, pero sintener tropas ni ejrcito. Slo hay estrategiarealmente si hay, al mismo tiempo, la fuerzaque la lleva a cabo, que la encarna, que la tra-duce da a da en la prctica, etc. Aqu radicatoda la dife rencia entre la idea del partido enlos grandes partidos socialdemcratas antesde 1914 y la de Lenin (hoy da Lenin no esmuy popular, incluso en la izquierda y en lapropia izquierda radical, pues aparece comoautoritario, etc., y creo que hay all una graninjusticia, pero no es el tema hoy). En qucambi Lenin, de manera revolucionaria, laidea del partido? Para los grandes partidossocialdemcratas su tarea era esencialmentepedaggica, una tarea de educador, fundadasobre la concepcin de una suerte de lgicaespontnea del movimiento de masa en la queel partido aportaba ideas, con escuelas muyinte resantes, etc. Para retomar la frmula deun famoso dirigente socialdemcrata de an-tes de 1914, el partido no tena que prepararuna revolucin. La idea de Lenin es lo contra-rio: el partido no debe limitarse a acompaary esclarecer la experiencia de las masas, sinoque debe tomar iniciativas, proponer obje ti-vos de luchas, lanzar consignas que corres-pondan a una determinada situacin y, en unmomento dado, ser capaces de orientar la accin.

    Para resumirlo en una frmula: la idea quedominaba en la Segunda Internacional, en sugran poca, era la de un partido pedagogo oeducador; a partir de Lenin y la Tercera Inter -nacional, la idea es la de un partido estratega,un partido que organiza las luchas propo-niendo sus objetivos y que puede, por otraparte, organizar y limitar las derrotas, prepa-rando la retirada cuando fuera necesario. Hayun episodio famoso: una derrota, porque erauna derrota la sufrida por los trabajadores de

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  • gliatto en Italia, lo hacen siendo responsablesfrente a centenares y millares de militantes.No son individuos que hablan segn sus ca-prichos o lo que sienten en el momento; elloshablan en nombre de una colectividad y tie-nen responsabilidades frente a los militantesque los eligieron. Eso es para noso tros unaprueba de democracia. Contrariamente a loque se dice, los partidos polticos tal como losconcebimos sin tomar en cuenta a los gran-des aparatos electorales constituimos la me-jor resistencia justamente democrtica en unmundo que los es muy poco y es uno de los es-labones, una de las partes de lo que entende-mos por estrategia revolucionaria.

    Traduccin: Andrs Lund Medina15 novembre 2010

    la luz, aqulla es ms bien simptica, etc. Losfabrican.

    Nosotros queremos conservar el control denuestra palabra y de nuestros portavoces. Nocreemos en el salvador supremo ni en los individuos milagrosos. Sabemos que lo quehace mos es el resultado de una experiencia yde un pensamiento colectivo. sta es una lec-cin de responsabilidad y de humildad. El pesode los medios de comunicacin en nuestras so-ciedades slo des-responsabiliza a la gente.Cunto gente defiende en la televisin unaidea completamente excntrica y una semanams tarde pasan a otra cosa, sin nunca tenerque explicarse, o tener que rendir cuentas so-bre lo que dijeron. Lo que dicen nuestros por-tavoces, como Francisco Loua en Portugal,Olivar Besancenot en Francia o Franco Turi-

    tidos son, a pesar de todo, la mejor formapara resistir a formas todava peores de buro-cratizacin, de corrupcin por el dinero. Por-que se est en una sociedad donde el dineroest por todas partes y corrompe todo.

    Cmo resistir en una sociedad as? No porla mera moral, sino por una resistencia colec-tiva a la potencia del dinero. Adems, se tienetambin frente a nosotros, y a veces es el mismopoder, el poder de los medios de comunicacin.Los medios de comunicacin tienden a quitara las organizaciones sociales y a las orga -nizaciones revolucionarias de sus propias pa-labras y de sus propios portavoces.

    Hay un mecanismo de cooptacin del perso-nal poltico por los medios de comunicacin.Son las cadenas de televisin las que deciden:aqul tiene una buena cabeza, ste refleja bien

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