espiriual - OCD COLOMBIA · 2020. 7. 27. · Claudia Llano (Tita Pabla del Espíritu Santo) Toda...

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Orden de Carmelitas Descalzos Vida espiri ual Vida Espiritual # 186 Diciembre 2018 Marzo 2019 Orden de Carmelitas Descalzos Provincia de Colombia CONVERSACIÓN A SOLAS CON EL MAESTRO ECKHART Claudia Victoria Llano (Tita) AMOR, ÉTICA Y DESCALCEZ Padre Jorge Antonio Zurek Lequerica ocd ACERCAMIENTO A UNA ANTROPOLOGÍA EN SANTA TERESA DE JESÚS Padre Luis Fernando Tellez ocd SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS: AMANTE DE LA IGLESIA Padre Jorge Luis Mendoza Corvis ocd

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  • Orden de Carmelitas Descalzos

    Vidaespiri ualVida Espiritual # 186Diciembre 2018 • Marzo 2019Orden de Carmelitas DescalzosProvincia de Colombia

    CONVERSACIÓN A SOLAS CON EL MAESTRO ECKHARTClaudia Victoria Llano (Tita)

    AMOR, ÉTICA Y DESCALCEZPadre Jorge Antonio Zurek Lequerica ocd

    ACERCAMIENTO A UNA ANTROPOLOGÍA EN SANTA TERESA DE JESÚSPadre Luis Fernando Tellez ocd

    SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS: AMANTE DE LA IGLESIAPadre Jorge Luis Mendoza Corvis ocd

  • Vida Espiritual 186 Diciembre / 18 • Marzo / 19

    Revista Vida Espiritual® # 186

    Una publicación de la Orden de Carmelitas Descalzos, Provincia de Colombia

    Instituto Carmelitano de Espiritualidad Carrera 18 A # 43 A – 59 / Tel. (+57) 7904227 Bogotá

    [email protected]

    Superior Provincial: Padre Miguel Ángel Díaz Granados ocd

    Director de la revista: Padre Jorge Antonio Zurek Lequerica ocd

    [email protected]

    Editor: Padre Jorge Antonio Zurek Lequerica ocd

    Consejo Editorial:Padre Jorge Antonio Zurek Lequerica ocd

    Catalina Schuth B. Claudia Victoria Llano (Tita)

    Nelly Ortiz LópezPadre Jorge Iván Duque Jurado ocd

    Jerson Fabián Cárdenas Sandoval ocd

    Colaboradores en esta edición:Jorge Luis Mendoza Corvis ocd

    Jorge Antonio Zurek Lequerica ocdLuis Fernando Tellez ocdJosé Raúl Suárez Alfonso

    Tita LlanoJerson Fabián Cárdenas Sandoval ocd

    Diseño:AdMark

    Diagramación:Isabela Lara Martínez

    Giovanna Moreno Quintero

    Impresión: U2PRINTER SAS

    Fotografías:www.shutterstock.comwww.gettyimages.com

    www.freepik.es

    ISSN 0120- 811X / Resolución No 00535 Mayo 1962 / Mingobierno Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial.

    Bogotá / Marzo 28 de 2019

    Vidaespiri ual

    CONTENIDO

    Editorial

    Conversación a solas con el Maestro EckhartTita Llano

    Amor, ética y descalcezPadre Jorge Antonio Zurek Lequerica ocd

    Acercamiento a una antropología en santa Teresa de JesúsPadre Luis Fernando Tellez ocd

    Santa Teresita del Niño Jesús: Amante de la IglesiaPadre Jorge Luis Mendoza Corvis ocd

    Todo está conectado: El cuidado de la casa comúnJosé Raúl Suárez Alfonso

    Madre Merceditas, siempre por los caminos de DiosPadre Jorge Luis Mendoza Corvis ocd

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    Que no se nos pierda el servicio…

    La grandeza y autenticidad de nuestra herencia espiritual es el servicio, la entrega generosa y desinteresada al otro. Jesús, en el último encuentro con sus amigos, en el momento de dejar su “patrimonio”, les enseña en la intimidad de la mesa y en el interior de su casa que lo verdaderamente importante en la vida de todo cristiano es el amor y el servicio a los hermanos (Jn, 13). Es un amor que se entrega, se dona sin medir límites o barreras, y un servicio que se despoja de todo apego, egoísmo, individualismo y se queda en la desnudez de la gracia, un servicio capaz de abajarse para tocar la realidad del hermano y limpiar su vida.

    El servicio es también la regla de vida que Jesús les da a sus

    discípulos, es la clave para vivir a plenitud la ética cristiana. En el momento en que los

    discípulos discutían quién era el más importante entre ellos

    y el mejor de todos, el Maestro los exhorta: si uno quiere ser el

    primero, que sea el último de todos y el servidor de todos (Mc 9:35).

    Pero, ¿es posible vivir en la actualidad un servicio desinteresado?, ¿cómo se puede servir en una sociedad donde impera el “yo”, donde lo único y ciertamente importante son los propios intereses?, ¿cómo hablar de servicio cuando la cultura moderna nos impulsa a vivir en el individualismo y la egolatría?

    En este marco, las páginas de esta edición son una respuesta a esos interrogantes, son una invitación a reflexionar sobre nuestra experiencia de oración y de encuentro con el Amado, que nos lleva a ser hombres y mujeres místicos con los ojos bien abiertos y el corazón desnudo para ser capaces de salir de nosotros mismos y darnos sin reserva. Cada artículo es una buena oportunidad para evaluar nuestro compromiso con los hermanos y con el medio ambiente, con la casa común. Son, además, algunas de estas páginas un testimonio de vida de mujeres que han creído en la acción de Dios en sus vidas y se han dispuesto a la acción transformante de la oración, para vivir en entrega y servicio sin importar los claroscuros de la vida.

    Esta edición de la revista es una invitación a tener una efectiva Vida Espiritual y a no dejar perder nuestro patrimonio espiritual, la herencia del Maestro. Nos motiva a no dejarnos robar lo más esencial y primordial de nuestra fe, ser hermanos servidores, por ese ritmo tan acelerado de nuestra cotidianidad. Este ejemplar es una exhortación fraterna para no conformarnos con ser buenos creyentes de oraciones, meditaciones y celebraciones litúrgicas, pero con nada de obras, nada de entrega y donación. Es una llamada a no admitir una vida sin fruto, sin sentido, sin Dios, es decir, una vida sin servicio, porque estaríamos siendo esos hombre y mujeres que, en palabras del papa Francisco, no sirven para vivir.

    Los artículos de esta revista están dedicados a los hombres, mujeres, niños, jóvenes y adultos que quieran aceptar y vivir el legado espiritual del “AMOR” y el “SERVICIO”.

    Editorial

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    Nuestro Padre Dios no sabe hacer otra cosa que querernos y echarnos ganas, y empujarnos, y llevarnos adelante, no sabe hacer otra cosa, porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es

    entrega, su nombre es misericordia

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    Todas las mañanas, como parte de mi rutina, abro el libro “Ecos de la edad media” (frases para cada día del maestro Eckhart), medito y, en seguida, como una ayuda a mi corazón (o más bien para hacerle una trampa a la razón), escribo la frase en un pedazo de cinta adhesiva y la pego al ruedo de mi falda o camisa, para acudir a ella durante el día. Pero hoy, escribiendo estas líneas, también quiero tratar ya no solo de coser a mi exterioridad una frase más, una nueva, sino de dialogar con el místico renano sobre algunos de sus textos originales, y de grabarlo -no en cinta- sino en mi corazón, para que tengan resonancia en mi vida, en mi existencia como hija de Dios. Por eso, el carácter de este artículo no es ni intelectual, ni académico, sino subjetivo, afectivo, dejándome interpelar por algunas de sus “verdades” -como él mismo las llama- plasmadas en La virginidad del alma, Marta y María, El fruto de la nada, La imagen desnuda de Dios y El templo vacío. Escribo además desde mí misma, desde el yo, no desde el nosotros, pues no soy teóloga; algún análisis filosófico se me antojará desde mi formación, pero será de soslayo para relacionarlo con algún autor.

    Del maestro Eckhart (1260-1328), -dominico alemán, que predicaba la posibilidad de que el hombre alcance aquí en la tierra una vida bienaventurada, asumiendo su origen y filiación divinas- aprendo muchas cosas, me siento cautivada y movida a la acción de mi fe, a la

    realización en la cotidianidad, en mi vida propia. Asumo, junto con el maestro renano, el nacimiento del Hijo de Dios en el alma, en la mía; y el vacío interior como muerte necesaria o como el exilio del alma noble. A mí, aquí y ahora, este místico me invita, me enseña, me exhorta, me “impone”.

    El maestro Eckhart me enseña la aceptación armónica y la humildad

    En el Sermón sobre el templo vacío2, el místico me comenta que El templo en el que Dios quiere dominar según su voluntad es el alma del

    Conversación a solas con el maestro Eckhart

    Claudia Llano (Tita Pabla del Espíritu Santo)

    Toda persona debe cumplir con todo cuanto exige el ser-hombre en este mundo; uno debe aprender a estar interiormente libre en plena actividad1

    1 Maestro Eckhart. EL FRUTO DE LA NADA. Madrid, Ed. Siruela, 2006, 6ª ed p.79

    2 Incluido en el compendio de sermones “El fruto de la nada”

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    hombre… esa es la razón por la que Dios quiere tener el templo vacío, para que ahí dentro no haya nada que no sea él”.3

    Si aprendo de este sermón, seré capaz de vaciarme, practicar el anonadamiento de apegos intelectuales que vayan teniendo ya el viso de capricho intelectual, tozudez o dogma, me vaciaré más para llenarme más, dejándolo obrar a Él, para ser más esencia.

    advierte sobre la tergiversación de su afirmación: En tanto se sueña todavía con la idea de que se puede cumplir mejor con la voluntad divina hallándose aislado de los hombres, huyendo de tal o cual ambiente, no se ha comprendido nada del desasimiento verdadero. Esos hombres acaso tienen buena voluntad, pero una voluntad ajena a la de Dios. Hay que distinguir entre las dos formas de manifestación que tiene la voluntad. Una es contingente y no esencial, otra es decisiva y creadora y habitual.6 Esta última es la que se vuelve deiforme. La primera, en cambio, no puede lograr nada en el reino del espíritu divino, porque proviene del individuo y Dios nunca se entregó, ni se entregará jamás, a una voluntad ajena.7

    Incluso en una de sus prédicas, Eckhart enseña a sus oyentes -y a mí, hoy- que sería mejor decirle a Dios Hágase tuya la voluntad, en vez de Hágase tu voluntad8, porque así la voluntad humana se calla por completo, ni siquiera pretende existir conforme a la voluntad divina.

    El maestro Eckhart me enseña la posibilidad en el vacío

    3 Op. Cit. p.394 A la manera de Teresa de Ávila en “Vuestra soy, para vos

    nací”5 Op. Cit. p.77

    6 Op. Cit. p.78 7 Op. Cit. p.518 Op. Cit. p.52 9 Op. Cit. p.41

    Quiero ponerme en la presencia del Señor, sentirme impregnada en Él como sor Isabel, sumergirme en Él. Puedo vaciarme, dejando

    obrar su voluntad, o, como dice el maestro, que sea una

    sola la voluntad, sea tuya la voluntad, no la divina y la mía, sino la única.

    Puedo disponerme a trabajar, arando el surco, confiada y abandonada en Él: Tuya soy, para vos nací, decidme qué mandáis hacer de mí4 y aceptaré el resultado incluso cuando sea diferente al esperado por mí. Aceptar no estoica, sino armónicamente, viendo qué puede haber allí de Dios para mí, o teniendo la capacidad de esperar, en el tiempo del Señor y no en el mío, la voluntad, la armonía de Dios, el regalo de Él para mí.

    Quien renuncia a su voluntad y a sí mismo, ha renunciado tan efectivamente a todas las cosas como si hubieran sido de su libre propiedad y él las hubiese poseído con pleno poder.5 Eckhart se burla un poco de la gente que aunque reza en el Padrenuestro Hágase tu voluntad, cuando la voluntad divina se cumple y es opuesta a la de ellos, se enojan en lugar de hacerse imagen y forma dentro de la voluntad divina. Y también

    En el sermón La virginidad del alma el maestro me revela que virgen indica alguien que está vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no era. (…) Si estuviera en el ahora presente, libre y vacío,

    por amor de la voluntad divina, para cumplirla sin interrupción,

    entonces verdaderamente ninguna imagen se interpondría

    y yo sería, verdaderamente, virgen como lo era cuando

    todavía no era.9

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    En el mismo sermón, recordando a Lucas (10, 38) Nuestro Señor Jesucristo subió a una ciudadela y fue recibido por una virgen, que era mujer; el autor explica magistralmente que quien recibió a Jesús tenía que ser necesariamente virgen. Así debo estar yo, desapegada de cuantas cosas, acciones, aficiones me pudieran hacer perder mi centro divino, vacía de vanidad o seguridad terrena o propia, confiando en que Todo lo puedo en Cristo que me fortalece10 no por mí sino por Él, en quien me esfuerzo.

    Estar vacía es estar abierta a todo, y a nada, siendo fiel a vivir “jesusmente”, a mostrarlo a Él y verlo a Él en el otro, de múltiples, disímiles y extrañas formas. Es también ejercitarme en la aceptación de cosas que no puedo cambiar o que aun pudiéndolas cambiar, no hace falta, solo porque sea mi gusto. Debo andar en mis proyectos “sin prisa y sin pausa”.

    Leo en el tratado Del hombre noble, que el maestro recuerda a San Agustín cuando habla de los grados del hombre interior, del hombre nuevo. Puntualmente, en el sexto grado –explica el renano- el hombre ha sido desnudado de su propia imagen y transfigurado por la eternidad divina, y ha conseguido un olvido totalmente perfecto de la vida perecedera y temporal y ha sido raptado y transformado en una imagen divina, al llegar a ser hijo de Dios. Por encima no hay más grados, y allí hay paz eterna y bienaventuranza, pues el objeto último del hombre interior y del hombre nuevo es la vida eterna.11

    A mí me han sacado muchas astillas, me he ido dejando modelar, he tratado, incluso, de no añadir y más bien, vaciar, “poner quitando”, es decir, lo que pongo a mi vida quitando, algunas veces, con buril, otras, con golpes suaves, en ocasiones, a martillazos. Y no hay un solo escultor en mi vida, sino varios, los otros vienen a tallarme.

    Ser virgen no significará privarme en absoluto de las obras que ya he realizado; nada me impide ser virginal y libre, sin impedimento alguno frente a la verdad que es Dios y es amor, de la misma manera que Jesús está vacío y es libre y virgi-nal en sí mismo. Entiendo que, ya teniendo yo formación intelectual, no tengo que renunciar a ella (no se trata de eso, sería además ingrati-tud por los dones recibidos), sino trabajar en no sentir apego por esto (ideas, opiniones, juicios propios), no es el hacer, ni el dejar de hacer, sino estar en el ahora presente, libre y vacío, por amor de la voluntad divina, para cumplirla sin in-

    10 Filipenses 4,1311 Op. Cit. p.11812 Op. cit. p.118

    Según Eckhart, cuando un artista hace una imagen de madera o piedra, no introduce la imagen en la madera, sino que corta

    las astillas que han ocultado y recubierto la imagen; no añade

    nada a la madera, golpea y esculpe la cobertura y saca la

    escoria y entonces resplandece lo que estaba oculto debajo.12

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    terrupción; entonces, verdade-ramente nada se interpondría entre mi Padre y yo, y, siendo virgen, podré llenarme de Él (Llena eres de Gracia, Lc 1,42).

    El maestro Eckhart me recuerda ser con Él en mis talentos

    Volviendo a la tesis de virginidad del alma, el maestro me alerta en que no me puedo quedar siempre virgen, porque entonces no daría ningún fruto, debo hacerme fecunda, “mujer” (que es según él, la palabra más noble que puede atribuirse al alma y mucho más noble que “virgen”). Debo concebir a Dios en mí misma, y en esa concepción Dios fructificará en mí. Explica: pues la fecundidad del don no es más que la gratitud del don, y así el espíritu se hace mujer en la gratitud que renace y en la cual el hombre engendra, de nuevo,

    a Jesús en el corazón paterno de Dios. La virginidad de mi alma, la nada abandonada de ella, para nada sirve, si no llega a ser una mujer plenamente fecunda. Por eso recuerda el maestro a Lucas: “Jesús subió a una ciudadela y fue recibido por una virgen, que era mujer”. Lo que Dios ha concebido en mí, debe engendrarse de nuevo en Dios por la fecundidad en una alabanza de gratitud (Ser “Alabanza de Gloria”13).

    Los esposos raramente dan más de un fruto al año, y así expone el maestro otra metáfora; hay otra clase de esposos, todos los que se hallan apegados a las oraciones, los ayunos, las vigilias y los diversos ejercicios y penitencias exteriores. Debo permanecer virgen y mujer, virgen y no “esposa” es la metáfora usada por Eckhart para alertar sobre el casamiento con

    13 San Pablo y Sor Isabel de la Trinidad 14 Maestro Eckhart. EL FRUTO DE LA

    NADA. Madrid, Ed. Siruela, 2006, 6ª ed p.43

    los apegos que me impedirían dar frutos frecuentes: Todo apego en la acción que te prive de la libertad de estar en ese ahora presente al servicio de Dios y de seguirlo solo a él en la luz por la cual te guiaría en el hacer y en el dejar de hacer, libre y nuevo en cada instante, como si no tuvieras otra cosa, ni la quisieras o pudieras hacer; todo apego y toda intención en la acción, siempre que te prive de la nueva libertad (...) con todo, el fruto es pequeño pues no procede de la libertad, sino del apego en la acción. A esa gente es a quien llamo “esposos”, porque están apegados a lo propio y dan poco fruto que, además, es pequeño, como ya he dicho.14

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    Una virgen que es mujer es libre y está desapegada de lo propio y siempre se halla tan cerca de Dios como de sí misma. Da muchos frutos, y son grandes, ni más ni menos que Dios mismo. Ese fruto y ese nacimiento proceden de una virgen que es mujer y da frutos todos los días, cien o mil veces, incontables veces, dando a luz y siendo fecunda desde el fondo más noble; mejor dicho: llega a ser fecunda co-engendrando a partir del mismo fondo del que el Padre da nacimiento a su Verbo eterno.15

    Cuando el alma llega al punto de la “descreación”, entonces pierde su nombre y Dios la atrae hacia sí, de manera que se anonada, así como el sol atrae hacia sí a la aurora para que se aniquile (…) pero la paz absoluta no está en ninguna parte, excepto en un corazón separado, no apegado (...).16 El error no reside en la valoración y cuidado de los propios talentos -además dados generosamente por Dios a cada uno-, sino en el uso, en la entronización o adoración de los mismos; hay que vivir sirviéndose de ellos, es decir, que sean gracia, luz, pero sin abusar de los mismos como herramientas de poder, de exclusión, de vanidad, o de tanto autocentramiento que termine uno olvidándose del creador, del dador de donde los talentos proceden. Qué hago yo con ellos es lo que importa, creo que hay que cultivarlos para su gloria porque es nuestra obligación con el “dueño del arado” (recordando el mensaje de la parábola de los talentos, en Mt 25, 14-30).

    Eckhart es vocero de la libertad ilimitada con unas palabras que pueden interpretarse mal: Si tengo a Dios y el amor de Dios, puedo hacer muy bien todo cuanto quiero17, que recuerda a San Agustín cuando dice Ama y haz lo que quieras; pero así como éste lo dice después de que ha explicado el amor benevolente, el primero lo hace advirtiendo la necesidad previa de enseñar qué es tener a Dios y cómo caminar y llegar a Él, porque cuando se habla de Dios sin la virtud verdadera, no se pronuncia sino un nombre vacío, se tiene “un Dios pensado” en vez de un “Dios esencial”.

    15 Op. Cit. p.4316 Op. Cit. 4417 Op. cit. p. 11918 Op. cit. p120

    Ahora bien, en el corazón de Dios se hallan las virtudes. Sin embargo, y aquí viene una importante advertencia que nos aleja del pietismo en el que estaríamos en riesgo de caer a esta altura del discurso: tomarás la virtud en ese fondo primigenio donde es una sola con la naturaleza divina. Mediante las virtudes cualquier cosa que ve el hombre bueno, lo perfecciona.18 Resucitar por completo con Cristo equivale en el autor al nacimiento del Hijo en el alma. Eckhart rechaza la concepción simplista y miope de la virtud, una disposición que se contenta fácilmente con lo logrado, que quiere “poseer méritos” y recibir “recompensas”. Si alguien tiene determinada virtud, lo demuestra por su reacción instantánea, por su estar en el mundo, por su forma de relación con los otros.

    Queda muy claro pues, para mí, y no solo desde Eckhart sino también desde muchos otros autores místicos y desde el mismo Pablo, que la virtud es manifestación de Dios en mí, y no simple acción para alcanzarlo, para retribuirle cosa alguna,

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    pues ya todo está dado por Él gratuitamente. Mi vida buena, en la bondad, es resultado, es efecto, no causa, ni provocación de una gracia o de un favor.

    El maestro Eckhart me enseña la docilidad a la vida y al amor

    En el sermón Vivir sin porqué, el místico argumenta: el fondo de Dios es mi fondo, y mi fondo es el fondo de Dios… Desde este fondo interior debes hacer todas tus obras, sin porqué… 19 Puedo entonces yo preguntarme más

    bien el para qué, o qué puedo yo sacar de provecho de allí, qué tengo que aprender yo allí…

    Si alguien se imagina, verdaderamente, que, por la interioridad, la devoción y la gracia especial va a recibir más de Dios que junto al hogar o en el establo, entonces no hace algo distinto

    19 Op. cit. p.4920 Op. cit. p.11820 Op. cit. p.49

    que si tomara a Dios y le cubriera la cabeza con una manta… Quien busca a Dios sin modo, lo comprende tal como es en sí mismo… Ahora Dios no te pide otra cosa, sino que salgas de tu modo de ser creatural y que dejes a Dios ser Dios en ti.20 Puedo dejarme modelar por Él, y muchas veces ese modelar es a través del otro, en la oposición, a través de la adversidad, a través del hecho diferente al esperado…

    En La imagen desnuda de Dios se sugiere que el hombre no acepte a Dios por su bondad o su justicia, sino que lo comprenda en la sustancia pura y limpia pues aquellos atributos son solo un vestido de Dios que realmente le ocultan. Por eso, hay que apartar de Dios todo cuanto lo reviste y tomarlo puro en el vestidor en donde está descubierto y desnudo en sí mismo. Solo así podremos permanecer en Él.21 Ya desde niña, yo, y solo por intuición, no pido nada a Dios, más que aceptación de lo que Él “me da”: que yo quiera lo que tú quieres22, en el sentido de una certeza plena de que Él siempre sabe lo que necesito y de que todo lo que me sucede, o, que yo hago que suceda, puedo aprovecharlo para aprender algo.

    21 Op. Cit. p.67 22 A la manera de Pedro Poveda y Teresa de Jesús

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    Desde muy joven a Dios le pido fuerzas para poder hacer lo que debo hacer (sobrellevar, realizar, planear, soportar, sentir, responder, etc.). Me sirve sentir que en todo estoy con Dios, en la adversidad y en la alegría; y que de todo saldré victoriosa con Él y por Él (Todo lo puedo en Cristo que me fortalece23).

    En el fruto de la nada aprendo que cuando el alma llega a lo uno y allí entra en un rechazo puro de sí misma, encuentra a Dios como en una nada. A un hombre le pareció en un sueño – era un sueño de vigilia – que estaba preñado de la nada, como una mujer lo está de un niño, y en esa nada había nacido Dios; él era el fruto de la nada. Dios había nacido de la nada. (…) Veía a Dios, en quien todas las criaturas son nada. Veía a todas las criaturas como una nada, pues Dios tiene en sí a todos los seres… La nada era Dios. Cuando el alma es ciega y no ve nada más, entonces ve a Dios… Un maestro dice: en su pureza más alta, el ojo, en donde no tiene color (en sí mismo), ve todos los colores… A través de lo que no tiene color se ven todos los colores.24

    Quiero cantar la canción Espíritu de Dios, llena mi vida, llena mi alma, llena mi ser. Lléname, lléname, de tu presencia. Lléname, lléname, con tu dulzura. Lléname, lléname, con tu poder... Quiero para mi vida el poema del renano El grano de mostaza: ¡Oh alma mía, sal fuera, Dios ¡entra! Hunde todo mi ser en la nada de Dios ¡Húndete en el caudal sin fondo! Si salgo de ti, tú vienes a mí, si yo me pierdo, a ti te encuentro. ¡Oh Bien más allá del ser!25

    Colofón

    De la misma manera que el verbo eterno es un nacimiento del padre celestial, así también la voluntad de Dios es un nacimiento y un llegar a ser de todas las criaturas. Este es el albergue del maestro renano.26 Agradezco a este maestro su invitación -a través de su palabra- a disfrutar con un poco de su albergue, que también es mío.

    Mi oración personal inspirada en el maestro Eckhart sería:

    23 Filipenses 4, 1324 Op. Cit. p.9325 Op. Cit. p. 13926 Op. Cit. p. 17327 A la manera sugerida por Orígenes28 A la manera de Sor Isabel de la Trinidad

    Padre “mío”27, que estás en el cielo,

    este “cielo aquí en la tierra”28,

    santifico tu nombre

    y la nobleza del alma que me has dado

    hágase tuya la voluntad,

    vacía mi alma para llenarla,

    hazme pobre para enriquecerme,

    hazme ciudadela para que arribes a ella,

    hazme templo donde tú habites,

    hazme fecunda para que, vacía a tu espera, pueda dar tus frutos,

    hazme conscientemente abierta a tu permeabilidad,

    hazme orante con los otros, y en medio de ellos,

    permíteme encontrar la posibilidad, que tú mismo me das con mi libertad y mi sacralidad,

    de trascender la contemplación de tu rostro en la experiencia de vida,

    con los otros, haciendo tu Reino aquí en la tierra.

    Photo by Kent Pilcher

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    Amor, ética y descalcez

    Jorge Antonio Zurek Lequerica, OCDDirector Instituto Carmelitano de Espiritualidad

    Con gran alegría y sentimiento de aprobación, santa Teresa de Jesús pone por escrito sus memorias de la visita al Convento de Duruelo en el año 1568 y recuerda que los frailes de dicho convento iban a predicar a muchos lugares que están por allí comarcanos sin ninguna doctrina, que por esto también me holgué se hiciese allí la casa; que me dijeron, que ni había cerca monasterio ni de dónde la tener, que era gran lástima. En tan poco tiempo era tanto el crédito que tenían, que a mí me hizo grandísimo consuelo cuando lo supe1. Ella emocionada recuerda el comienzo de los Carmelitas Descalzos y resalta su actividad apostólica de predicación. Este acontecimiento representaba el amanecer de un carisma religioso contemplativo con proyección apostólica y con fundamento en una espiritualidad encarnada y comprometida.

    Hoy, el Carmelo Descalzo sigue vivo gracias a que

    continúa bebiendo de la veta del amor misericordioso de Dios

    y así poder mantener el espíritu de servicio.

    Teresa ha experimentado la misericordia de Dios que la ha llevado a una vida de servicio

    Santa Teresa de Jesús ha vivido la misericordia de Dios en su vida como la experiencia privilegiada

    del Misterio de Dios, de un Dios que no está deseando otra cosa sino tener a quien dar2.

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    La acción gratuita de Dios en ella la ha llevado a reconocer el desarrollo espiritual inmerecido en ella: ¡Oh, qué grandísima misericordia, y qué favor tan sin poderlo nosotras merecer! ¡Y que todo esto olvidemos los mortales! Acordaos Vos, Dios mío, de tanta miseria, y mirad nuestra flaqueza, pues de todo sois sabedor3. Este camino de transformación la ha llevado a la cumbre de madurez espiritual, en las Séptimas moradas, donde ella reconoce que su camino y término se deben a la misericordia divina: Plega a Su Majestad, si es servido, menee la pluma y me dé a entender cómo yo os diga algo de lo mucho que hay que decir y da Dios a entender a quien mete en esta morada [Séptimas moradas]. Harto lo he suplicado a Su Majestad, pues sabe que mi intento es que no estén ocultas sus misericordias, para que más sea alabado y glorificado su nombre4.

    La misericordia de Dios se ha manifestado en la vida de Teresa, mediante todas las gracias místicas recibidas, que la han transformado y que le han permitido crecer y desarrollarse como persona; la ha llevado a configurarse con Cristo y vivir principalmente de la presencia y la influencia benéfica de Dios Trino en su historia.La transformación mística que ella ha vivido, merced la misericordia de Dios, ha intensificado su intimidad con Dios, de tal forma que ella experimenta una compenetración profunda entre los dos: su interioridad se troca en divina por participación en la comunión de la Trinidad. De esta manera, ella se autotrasciende hacia Dios progresivamente para alcanzar la identificación con Cristo y la plenitud existencial. Vive con olvido de sí, y más bien dedicada a amar a Dios y al prójimo. En este proceso espiritual, ella se empodera en el arte de amar mediante el servicio desinteresado hacia los demás. Finalmente, su progreso espiritual lleva a un compromiso fuerte y firme con los otros para ayudarlos con sus necesidades. Teresa ha vivido un desarrollo espiritual que ha implicado una transformación integral de su ser para configurarse con Cristo y vivir del amor y servicio.

    Juan de la Cruz ha experimentado la condescendencia de Dios que le ha transformado para capacitarlo para la misión apostólica

    Por su parte, Juan de la Cruz también es un testigo cualificado de la experiencia del Misterio y de la transformación mística. Da razón en sus escritos de los encuentros transformantes de amor. San Juan de la Cruz canta en una de las estrofas del Cántico Espiritual este deseo de encuentro con Dios, el Amado:

    ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo que quiero.

    Juan de la Cruz lo comenta así:

    …yo a ti todo quiero, y ellos no me saben ni pueden decir a ti todo; porque ninguna cosa de la tierra ni del cielo pueden dar al alma la noticia que ella desea tener de ti, y así no saben decirme lo que quiero. En lugar, pues, de estos mensajeros, tú seas el mensajero y los mensajes5.

    El místico ansía encontrarse con Dios, sin mediaciones. Tiene sed de infinito.

    Según San Juan de la Cruz, Dios es condescendiente y se abaja, para tener un encuentro gratuito con la persona:

    1 F 14,8

    2 6M 4,12.

    3 E 7,1.

    4 7M 1,1.

    5 CB 6,7.

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    Es, pues, de saber que el alma, después que determinadamente se convierte a servir a Dios, ordinariamente la va Dios criando en espíritu y regalando, al modo que la amorosa madre hace al niño tierno, al cual al calor de sus pechos le calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce cría, y en sus brazos le trae y le regala. Pero, a la medida que va creciendo, le va la madre quitando el regalo y, escondiendo el tierno amor, pone el amargo acíbar en el dulce pecho, y, abajándole de los brazos, le hace andar por su pie, porque, perdiendo las propiedades de niño, se dé a cosas más grandes y sustanciales…6

    El místico vive el misterio de Dios en su cotidianidad. Es un encuentro de amor, una relación de inmediatez con Dios, que es comparado con una “madre amorosa”. Es un encuentro plenificante del amor incondicional de Dios: sacia nuestra sed de infinito y la desborda con un amor que nos satisface más allá de nuestras expectativas.

    Es un encuentro transformante, que lo une al Amado y lo transforma en el Amado. Nuestra existencia cambia de rumbo, hace un giro de 180 grados. Es una transformación existencial que se verifica en lo concreto de la vida: Por sus frutos los conoceréis. Todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos (Mt 7, 16.17). Se constata cuando la persona sale de sí,

    autotrasciende, y vive una vida auténtica y de entrega amorosa a los demás 7.

    A juicio de Juan de la Cruz, el encuentro de amor con el Dios condescendiente y paciente cambia paulatinamente a la persona para amar hasta tal punto que luego solo se dedica a amar. A su vez, la persona opta por seguir a Cristo y se dispone para ir en pos de sus pasos, desprendiéndose poco a poco de los apetitos y conformándose progresivamente con la voluntad de Dios. Ante todo, Dios es condescendiente y respeta el proceso humano de crecimiento y guía suavemente a la persona según sus posibilidades a la unión con Dios. Dios sorprende al ser humano al manifestar una ternura sin límites, al manifestarse como una “amorosa madre”, que condesciende abajándose hasta la altura de su hijo, del ser humano, para atraerlo hacia sí y levantarlo a la dignidad que le ha concedido:

    Comunícase Dios en esta interior unión al alma con tantas veras de amor, que no hay afición de madre que con tanta ternura acaricie a su hijo, ni amor de hermano ni amistad de amigo que se le compare. Porque aún llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma, ¡oh cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración!, que se sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si él fuese su siervo y ella fuese su señor. Y está tan solícito en la regalar, como si él fuese su esclavo y ella fuese su Dios: ¡tan profunda es la humildad y dulzura de Dios!”8

    Al levantar Dios a la persona al estado de estar enamorada de Dios, la centra en el mandamiento del amor. Amar a Dios es el valor supremo de la vida personal y del servicio de la Iglesia. La persona se capacita para hacer la misión apostólica en la Iglesia

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    centrada en su capacidad de amar. La auténtica misión apostólica que propone Juan de la Cruz es la que nace del amor de Dios, que se realiza por amor y para amar. El mayor servicio que se hace la Iglesia es el puro amor: tener como única motivación el querer de Dios, estar unido a su voluntad, no buscando un interés personal o entremezclando otras falsas motivaciones, sino únicamente el amor puro y desinteresado por el bien de los otros:

    Donde es de notar que, en tanto que el alma no llega a este estado de unión de amor, le conviene ejercitar el amor así en la vida activa como en la contemplativa. Pero, cuando ya llegase a él, no le es conveniente ocuparse en otras obras y ejercicios exteriores que le puedan impedir un punto de aquella asistencia de amor en Dios, aunque sean de gran servicio de Dios, porque es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor y más provecho hace a la Iglesia. Aunque parece que no hace nada, que todas esas otras obras juntas.9

    Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta. Cierto, entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño.10

    La mística como fundamento de una “ética paradójica”

    En santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz la vida mística desemboca en una vida espiritual madura que implica una ética cristiana de servicio. Para ambos santos, el proceso de transformación mística va capacitando y potenciando a la persona a realizarse a través de una ética de servicio.

    Hay una supuesta paradoja entre mística usualmente concebida como experiencia sui generis de contemplación intimista y huida del mundo- y ética –entendida como práctica terrenal–. Esta supuesta paradoja se supera con la propuesta de estos dos santos de una mística auténtica. Por eso, esta mística descrita por santa Teresa y san Juan, no se queda en la pura contemplación, sino que es una actividad de creación, que redunda en la transformación de la misma persona hasta convertirla en un agente ético. Esto es lo que entendemos por “ética paradójica”. Teresa y Juan coinciden con Henri Bergson cuando afirma en Les deux sources de la morale et de la religión: las figuras místicas, que manifiestan un “heroísmo inventivo y simple”, pueden constituirse en una reserva de modelos ejemplares a seguir, que son capaces de intensificar también la acción moral de otros hombres; en otras palabras, se constituyen en una energía, una palabra que concibe y realiza, y un modelo de valentía y creatividad ética extraordinario11.

    Según Alain Cugno, la mística es fundamento de la ética.12 Esto coincide con Teresa y Juan, quienes afirman que la mística se convierte en el cimiento de la ética. Más aún, la mística es la fuente de la ética.

    La mística se abre a las posibilidades de Dios, y permite

    a la persona tener una ética cristiana, una ética que se

    sustenta en las posibilidades abiertas por la divinidad.

    6 1N 1,2 y cf. 1N 12,1. 7 Lonergan, Método en teología, 111-113. 8 CB 27,1. 9 CB 29,2.10 CB 29,3.11 Monique Broc-Lapeyre et al., La mystique, une éthique

    paradoxale? (Paris: L´Harmattan, 2002),12 Ibid., 79.

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    La mística está vinculada con la ética, de tal manera que la persona “sufre” la transformación mística que la capacita para obrar éticamente. Maximiliano Herraiz habla así de esta comunicación de Dios:

    Dios pre-viene siempre, en todas las etapas del proceso, al hombre. Hay una comunicación de gracia o una actuación de Dios que, acogida por el hombre, le capacita para actuar lo recibido. Donación de Dios que compromete al hombre. Y esto en un crescendo constante, en profundidad y en extensión, hasta llegar a la plena comunión. 13 Por un lado, Teresa creció en lo personal por la transformación que sufrió en su proceso místico.

    Experimentó un empoderamiento, que le permitió realizar obras virtuosas y amorosas, y una profunda motivación para

    comprometerse a favor del otro.

    En las Séptimas moradas, ella reconoce que la meta de la oración es fortalecer la capacidad de la persona para servir a Dios.14 El propósito últi-mo de la mística y la oración es para que nazcan siempre obras, obras.15 Teresa se convierte en una persona-sujeto de una “ética paradójica” en cuanto vive en carne propia el ideal cristiano de caridad y de servicio.

    Por su parte, Juan de la Cruz propone que la co-munión íntima con Dios es fuente de la moral cristiana. Con la transformación mística emer-ge la persona-sujeto de “ética paradójica”, que vive una ética teónoma. Dios condescendiente y paciente nos invita a configurarnos con Cristo y nos anima a vivir una vida ética centrada en el amor. La transformación del proceso místico lleva a formar una persona-sujeto ético que se mueve solamente por amor:

    13 Maximiliano Herraiz, “Donación de Dios y compromiso del hombre: En la raíz de la experiencia y de la palabra de Te-resa de Jesús” http://theoesis.blogspot.com/2017/12/donacion-de-dios-y-compromiso-del-hombre.html (Últi-mo acceso 26 septiembre 2018).

    14 7 M 4,12. 16 CB 28.15 7 M 4,6. 17 CB 28,8.

    En este sentido, Juan de la Cruz interpreta la siguiente estrofa de la poesía Cántico Espiritual:

    Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal, en su servicio; ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi ejercicio.16 Y la comenta así:

    Como si dijera: que ya todos estos oficios están puestos en ejercicio de amor de Dios, es a saber: que toda la habilidad de mi alma y cuerpo, memoria, entendimiento y voluntad, sentidos interiores y exteriores y apetitos de la parte sensitiva y espiritual, todo se mueve por amor y en el amor, haciendo todo lo que hago con amor y padeciendo todo lo que padezco con sabor de amor. Esto quiso dar a entender David (Sal. 58, 10) cuando dijo: «Mi fortaleza guardaré para ti».17

    A juicio de Juan de la Cruz, la persona se configura con Cristo y ya no actúa por el deber u obligación externa, sino por puro amor proveniente del interior. De este modo, la ética se convierte en una praxis de transformación basada en la libertad y el amor.

    En resumen, la mística ha hecho aflorar “una ética paradójica” en nuestra familia del Carmelo Descalzo. Estamos llamados a proyectarnos en la misión apostólica como sujetos éticos, motivados solamente por el amor.

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    Acercamiento a una antropología en santa Teresa de Jesús

    Luis Fernando Téllez Arredondo, OCD Superior del Convento San Joaquín, Ciudad de México

    La antropología filosófica atiende cuestiones que pueden resultar cercanas a la llamada antropología cultural, pero su tarea específica es centrarse en el problema de la naturaleza del hombre en el mundo. En nuestra manera de hacer teología las consideraciones sobre lo humano no solo han de verse confirmadas por la Palabra de Dios, sino que tienen que brotar de esta palabra; lo mismo que de la revelación en sus diversas etapas históricas.

    Una teología del hombre no puede ignorar los interrogantes y las convicciones que dominan en la conciencia de la comunidad a la que pertenece el teólogo. Por ello, es su misión escudriñar los signos de los tiempos, interpretándolos a la luz del evangelio “de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura» (Gaudium et Spes, 1965, 4). La antropología teológica mira desde la perspectiva de la Palabra de Dios, los interrogantes perennes del ser humano.

    Así que, la consideración teológica del hombre se extiende en cierto modo por toda la teología, constituyendo una de sus tareas fundamentales. Es verdad que la teología tiene como objeto central a Dios en su vida íntima, pero esa vida íntima ha sido revelada en cuanto que se comunica al hombre. Por tanto, la teología habla siempre del ser humano.

    Perspectivas de la antropología teológica

    El Concilio Vaticano II acoge las orientaciones de la teología contemporánea sobre cómo es posible en la actualidad construir una antropología teológica, basada sólidamente en la palabra de Dios y en plena correspondencia con la vida eclesial de hoy. Los textos principales son:

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    1. Lumen Gentium, 2: El Padre Eterno, por una disposición libérrima y arcana de su sabiduría y bondad, creó todo el universo, decretó elevar a los hombres a participar de la vida divina, y como ellos hubieran pecado en Adán, no los abandonó, antes bien les dispensó siempre los auxilios para la salvación, en atención a Cristo Redentor, que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col 1,15). A todos los elegidos, el Padre, antes de todos los siglos, los conoció de antemano y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29). Y estableció convocar a quienes creen en Cristo en la santa Iglesia, que ya fue prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza, constituida en los tiempos definitivos, manifestada por la efusión del Espíritu y que se consumará gloriosamente al final de los tiempos. Entonces, como se lee en los Santos Padres, todos los justos desde Adán, «desde el justo Abel hasta el último elegido», serán congregados en una Iglesia universal en la casa del Padre.

    2. Nostra Aetate, 5: No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. la relación del hombre para con Dios Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la Escritura: “el que no ama, no ha conocido a Dios” (1 Jn 4,8). Así se elimina el fundamento de toda teoría o práctica que introduce discriminación entre los hombres y entre los pueblos, en lo que toca a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan. La Iglesia, por consiguiente, reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión. Por esto, el sagrado Concilio, siguiendo las huellas de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, ruega ardientemente a los fieles que, “observando en medio de las naciones una conducta ejemplar”, si es posible, en cuanto de ellos depende, tengan

    paz con todos los hombres, para que sean verdaderamente hijos del Padre que está en los cielos.

    3. Dei Verbum, 2: Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación.

    En este orden de ideas, el hombre es considerado como inmerso en la historia. La historia de la humanidad es historia de la salvación en cuanto que cada uno de los hombres, bajo el influjo de Cristo y por la gloria de Cristo, están llamados a la unión con Cristo crucificado, esto es, a la participación del misterio pascual.

    La historia de la salvación se convierte para nosotros en el desarrollo del compromiso libre,

    con que el hombre responde a la llamada de Dios.

    Finalmente, la antropología teológica tiene que considerar la índole comunitaria de la imagen de Dios.

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    Orden de Carmelitas Descalzos

    Bosquejo de la antropología teresiana

    La antropología implícita en la obra de Teresa de Jesús se va descubriendo al leer el texto, y aunque interesa el texto explícito, es aun más relevante la obra que el Espíritu realiza en ella: su ser transformado.

    Por eso, en términos de antropología teológica, se trata de descubrir qué tipo de mujer nueva es la Santa, de tal forma que podamos encontrar rasgos de la antropología pneumatológica en su ser mujer configurada en Cristo, viviendo plenamente según el Espíritu.

    Este proceso de adecuación de la criatura humana al modelo perfecto que es Jesús, va generando una persona cada vez más configurada con Cristo, y

    ese es el testimonio del Espíritu Santo en la fragilidad humana. La antropología teresiana resulta ser una teología existencial manifiesta en la acción del Espíritu en su existencia, siendo así la Doctora transparencia de Cristo. La antropología teresiana se entiende desde la perspectiva del actuar de Cristo en la historia humana y en la creación.

    Esta creación que es finita se ve plenificada con la acción del Hijo, segunda persona de la trinidad. Así como la función del Padre es crear, la función del Hijo es Redimir, palabra que la teología contemporánea la decodifica como «humanizar» (Serrano Pérez, 2011). Al decir que Teresa quiere modelarse en la persona de Cristo, lo que estamos diciendo es que quiere, repetir las acciones que realiza

    el Hijo de Dios y que podemos identificar esas acciones de los relatos Evangélicos.

    El Señor Jesús humaniza cuan-do perdona, ya que el perdón reintegra a la comunidad y res-taura la relación con el Padre; humaniza cuando cura a los en-fermos ya que con esta acción restaura la humanidad del do-liente, lo pone de nuevo en las relaciones con la comunidad y retira el estigma de la época del primer siglo de nuestra era que pensaba que el enfermo lo estaba por su pecado; huma-niza cuando incluye, cuando toma en cuenta al diferente, al despreciado, esta también será una acción humanizante del Padre que al resucitar a su Hijo de una muerte injusta, no se pone del lado de los victima-rios castigándolos, sino que se pone del lado de la víctima re-

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    sucitándolo; humaniza cuando comparte, se sienta a la mesa con las personas es para la cul-tura mediterránea y ahora para el cristianismo y para la misma humanidad un tema de encuen-tro de apropiación de identidad (Andrade, 1999).

    El Espíritu vive en Teresa y desborda una imagen estrecha de ser humano y de mundo, abriéndose a un proceso evolu-tivo de cambio y superación que cuenta con la complejidad de lo humano. La autora, sabiendo sus límites, se arriesga a la sa-lida permanente sin detenerse y, emergiendo de sí, logra una plena humanización. Para ella, el ser humano se va haciendo en un proceso paulatino de li-bertad y el encuentro. (Serrano Pérez, 2011, p. 34). Por otro lado, junto a la continuidad hay ruptura: el hombre viejo muere para que nazca el nue-vo ser humano y, para hablar de esta transformación no le es suficiente la imagen del casti-llo; por esto, acude al símbolo del gusano de seda que evoca el cambio profundo del sujeto como a la letra lo menciona en 5 Moradas número 2:

    Ya habréis oído sus maravillas en cómo se cría la seda, que solo Él pudo hacer semejante invención, y cómo de una simiente, que dicen que es a manera de granos de pimienta pequeños (que yo nunca la he visto, sino oído, y así si algo fuere torcido no es mía la culpa), con el calor, en comenzando a haber hoja en los morales, comienza esta

    simiente a vivir; que hasta que hay este mantenimiento de que se sustentan, se está muerta; y con hojas de moral se crían, hasta que, después de grandes, les ponen unas ramillas y allí con las boquillas van de sí mismos hilando la seda y hacen unos capuchillos muy apretados adonde se encierran; y acaba este gusano que es grande y feo, y sale del mismo capucho una mariposica blanca, muy graciosa. Mas si esto no se viese, sino que nos lo contaran de otros tiempos, ¿quién lo pudiera creer? ¿Ni con qué razones pudiéramos sacar que una cosa tan sin razón como es un gusano y una abeja, sean tan diligentes en trabajar para nuestro provecho y con tanta industria, y el pobre gusanillo pierda la vida en la demanda? Para un rato de meditación basta esto, hermanas, aunque no os diga más, que en ello podéis considerar las maravillas y sabiduría de nuestro Dios. Pues ¿qué será si supiésemos la propiedad de todas las cosas? De gran provecho es ocuparnos

    en pensar estas grandezas y regalarnos en ser esposas de Rey tan sabio y poderoso.

    La antropología teresiana es altamente positiva porque la imagen de ser humano que refleja está armonizada por la visión que tiene de Dios. Teresa refleja lucidez para detectar el misterio del mal que desordena al ser humano y puede romper el proyecto relacional de Dios. Por eso relativiza lo transitorio y accidental sin ignorarlo, y entiende los males como pasajeros, ya que nada puede cambiar el concepto de ser humano revelado en Cristo, en quien el pecado ha sido vencido por amor.

    Por otra parte, en Teresa, el autoconocimiento de la grandeza y la miseria es a la luz de Dios y por eso puede vivir como resucitada. El dinamismo del conocimiento humano es el don que ya está en nosotros por el Espíritu (Serrano Pérez, 2011). Y así ahora podemos decir una palabra sobre la acción

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    Orden de Carmelitas Descalzos

    del Espíritu Santo en la comunidad Trinitaria que, entre otras muchas cosas, es quien, al estar en medio del abrazo amoroso entre el Padre y el Hijo, dinamiza, organiza, construye y reconstruye a la persona dándole una dimensión de comunidad, de encuentro con el otro, los otros seres humanos, con el completamente Otro, que es Dios Trinidad, con el cosmos, la creación, lo que los autores contemporáneos llaman la eco teología, y con él mismo.

    Este es un acercamiento sencillo de la comprensión del hombre según santa Teresa, siendo su mensaje y experiencia un gran

    aporte para la antropología y la espiritualidad.

    Bibliografía

    Andrade, B. (1999). Dios en medio de nosotros: esbozo de una teología trinitaria kerygmática. Salamanca: Secretariado Trinitario.

    Boyer, C. (1957). (5a ed.). Roma: Universidad Gregoriana.

    Santa Teresa de Jesús (2000). Castillo Interior. En E. Llamas Martínez & A. Barrientos (Eds.), Obras completas (5. ed, pp. 805–967). Madrid: Editorial de Espiritualidad.

    Ferrater Mora, J. (2004). Antropología Filosófica. En Diccionario de filosofía (pp. 185–187). Barcelona: Ariel.

    Flick, M., & Alszeghy, Z. (1982). Antropología teológica (4a ed.). Salamanca: Sígueme.

    Concilio Vaticano II (1965). Constitución Dei Verbum. Constitución Gaudium et Spes, Constitución Lumen Gentium, declaración Nostra Aetate, Recuperado de http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents.

    Serrano Pérez, A. (2011). La antropología teresiana desde el texto y más allá del texto. En Una propuesta de antropología teológica en el “castillo interior” de Santa Teresa (pp. 34–37). Ávila: Diputación de Ávila, Institución Gran Duque de Alba.

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    Santa Teresita del niño Jesús: amante de la iglesia

    Jorge Luis Mendoza Corvis, OCD

    Uno de los escritos más importantes de Santa Teresa de Lisieux es el Manuscrito B, en

    Historia de un Alma, en el que encontramos el pensamiento de la Doctora de la Iglesia, y nos

    descubre su legado

    Corresponde a la respuesta dada bajo el permiso de la priora María de Gonzaga, a su hermana de sangre y hermana de comunidad religiosa, sor María del Sagrado Corazón, con fecha del 13 de septiembre de 1896, cuando ésta le pide que le comparta la experiencia vivida en un retiro espiritual, y la segunda parte corresponde a una carta a la misma destinataria con fecha 8 de septiembre de 1896.

    ¡Oh, hermana mía querida! Desearíais escuchar los secretos que Jesús confía a su hijita. Esos secretos, lo sé, os los confía también a vos (Ms B 1ro). Esos secretos que infunde Dios le llenan de un conocimiento que no se da a través de altos estudios

    o reflexiones teológicas, sino, a través de la fe: Jesús me instruye en secreto; no por medio de libros, pues no entiendo lo que leo (Ms B 1ro).

    Teresita le comparte a su hermana que en su cotidianidad no todo es consuelo, por eso manifiesta: no creáis que nado en consuelos. Oh no. Mi consuelo es no tener nada en la tierra (Ms B 1ro). Estas palabras hablan de su fuerte personalidad, de una determinación en la entrega y una confianza plena en Dios. Toda esa fuerza que la caracteriza nace del amor, es una invitación al abandono que se realiza a través de la fe, y del agradecimiento, a través del amor: este camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedos en brazo de su padre (Ms B 1ro).

    En definitiva, Teresita le quiere transmitir a su hermana, que

    ame a Jesús, se deje amar por Él, incluso, pone ese amor por encima de las obras, pues si estas no están arraigadas en el amor de Dios, serían vanas. He aquí lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad alguna de nuestras obras, solamente de nuestro amor (Ms B 1ro).

    Amor: plenitud en la entrega

    Santa Teresita vive la experien-cia del amor como plenitud en la entrega a Jesucristo y en su vocación como religiosa en el Carmelo Descalzo. Ambas rea-lidades constituyen su realiza-ción. En el lenguaje de los mís-ticos hay un deseo constante de estar en la plenitud con el Amado, que solo será cumpli-do por la manifestación de la presencia divina, así lo expresa ella cuando afirma: Jesús mío, si digo desatinos al querer ex-

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    Orden de Carmelitas Descalzos

    presarte mis deseos, mis esperanzas que rayan el infinito, ¡¡¡perdóname y cura mi alma dándole lo que espera...!!! (Ms B 2 ro).

    Fruto de la confianza y amistad con Jesús, suplica por amor; no pide riquezas, ni títulos, solo desea la consumación del amor que le invade, se siente preparada para la divina unión, por eso en ansias inflamadas dice: Ser tu esposa oh Jesús, ser carmelita, ser por mi unión contigo madre de las almas, debería bastarme… No es así… ciertamente estos tres deseos constituyen mi vocación: Carmelita, Esposa y Madre. (Ms B, 2vo).

    El amor de Teresita por su Esposo no es estéril, todo lo contrario, está cargado de fecundidad, pues la relación con Dios fertiliza y genera un dinamismo fructífero. Ella quiere ser apóstol, para ayudar en la labor misionera de la Iglesia, llevando el mensaje del evangelio a todos los rincones de la tierra, anunciando el amor.

    La aspiración de Teresita es grande, no se limita

    simplemente a ser religiosa encerrada en un monasterio, sino que ambiciona todos los oficios de la evangelización

    y que están fuera de los muros del claustro e implican el

    camino de la Cruz.

    Su deseo es inmolarse, realizando las acciones más heroicas de todas las vocaciones: guerrero, sacerdote, apóstol, doctor, mártir, misionera y acompañante espiritual […] quisiera iluminar las almas como los profetas y doctores […] (Ms B 2ro).

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    La consagración de Santa Teresita manifiesta la grandeza de una entrega que quiere dar frutos; sin embargo, ella es consciente de su pequeñez y por eso exclama ¡Oh, Jesús mío, vida mía! … ¿Cómo hermanar estos contrastes? ¿Cómo realizar los deseos de mi pobrecita alma? (Ms B 2ro). Sin esperar la respuesta de Dios se lanza a una petición mayor donde manifiesta el deseo de una actividad eterna. Tiene la osadía de pedirle a Dios ser sempiterna misionera: […] Quisiera ser misionero no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguirlo siendo hasta la consumación de los siglos […] (Ms B 3ro).

    No conforme con su deseo, ahora quiere concretar su misión eclesial. De la mano con el apóstol san Pablo, va a encontrar la clave de su vocación: la caridad. Ella desea llenar de amor al cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia:

    Teresita quiere ser, en el corazón de la Iglesia, el amor, y empieza concretando su vocación intercediendo por todos los que trabajan por el Reino de Dios; también, en el compromiso de hacer todas las obras con amor, así sean las más pequeñas o difíciles; y, finalmente, en la búsqueda de la verdad, como camino que agrada a su Amado.

    La joven doctora de la Iglesia experimenta su condición de criatura limitada. La pequeñez, expresada en la fragilidad del pajarillo, se transforma en la trascendencia, representada por el águila y su alto vuelo. Se identifica con un pajarillo de ligero plumón que quiere volar al firmamento, pero sabe que por sí solo no puede, por eso esperará respuestas, como un signo de confianza, que le ayudará en cada una de las pruebas e impotencias. Sus ojos y el corazón son de águila y su mirada apunta al divino sol,

    esperando que Él en sus alas la lleve a la plenitud del amor:

    ¡Oh, Verbo divino!, tú eres el Águila adorada que yo amo, la que atrae. Eres tú quien, precipitándote sobre la tierra del exilio, quisiste sufrir y morir a fin de atraer a las almas hasta el centro del Foco eterno de la Trinidad bienaventurada. Eres tú quien, remontándote hacia la Luz inaccesible que será ya para siempre tu morada, sigues viviendo en este valle de lágrimas, escondido bajo las apariencias de una blanca hostia…Águila eterna, tú quieres alimentarme con tu sustancia divina, a mí, pobre e insignificante ser que volvería a la nada si tu mirada divina no me diese la vida a cada instante. Jesús, déjame que te diga, en el exceso de mi gratitud, déjame, sí, que te diga que tu amor llega hasta la locura […]” (Ms B 5vo).

    Fecundidad: amor por la Iglesia

    Santa Teresita del Niño Jesús es una de las santas más conocidas dentro de la Iglesia. Bajo la imagen de la niña tierna que lleva rosas en sus manos, se ha ganado el cariño de muchos. Más allá de esa figura, al encontrarnos con sus escritos, descubrimos la riqueza espiritual de una mujer madura, que, en su pequeñez, nos muestra el amor como camino seguro para ir al Padre.

    Dentro de la espiritualidad de la Santa de Lisieux, el

    ¡Oh Jesús, amor mío! por fin, he hallado mi vocación,

    ¡MI VOCACIÓN ES EL AMOR!... Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto,

    Dios mío, eres tú quien me lo ha dado… En el corazón

    de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor… Así lo seré todo… ¡¡¡Así mi sueño se verá

    hecho realidad…!!! (Ms B 3vo).

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    término pequeñez, no puede relacionarse con infantilismos, sino que hace referencia a los amigos de Jesús, a los que conservan la transparencia y no conocen odio o maldad, es decir los niños, aquellos que siempre esperan todo de su madre o padre; pues bien, lo dijo nuestro señor Jesucristo que quien se haga pequeño como un niño podrá entrar en el Reino de los cielos (cf. Mt 18,3). Desde esta mirada evangélica, la pequeñez será dentro del discurso de Teresita un signo de bienaventuranza: “la pequeñez es el clima vital de Teresa, pero adivinamos cuánta nobleza se esconde en esa palabra-clima. Pequeñez es aquí hondura de humildad, olvido de sí, espacio libre para ese Dios infinitamente más grande que ella, verdad, libertad para el servicio1.

    Su contexto familiar vivió marcado por una espiritualidad enfocada por el amor a lo sagrado. En esa época, los círculos religiosos afirmaban que Francia había blasfemado en contra de Dios al haber apoyado los ideales de la revolución, ideales que llevaron a la persecución de la Iglesia. Superado este período doloroso, se vive un momento especial en el plano religioso, el cual se caracteriza por una gran fecundidad en cuanto a expresiones de fe, porque se da el fortalecimiento de la piedad mariana y de la adoración eucarística. Las familias católicas, inculcaban en sus hogares el amor al Santísimo Sacramento. La familia Martin no fue ajena a este momento, tal como lo expresa la Santa: todas las tardes iba a dar un paseíto con papá; hacíamos juntos nuestra visita al Santísimo Sacramento, visitando cada día una iglesia distinta (Ms A 14rº).

    Esta costumbre deja una huella profunda en la vida de la santica:

    Muchos han dedicado largas horas de investigación histórica a la situación del Carmelo de Lisieux al ingreso de Teresa Martín en 1888, entre otros Alberto Barrios Moneo, Francisco de Santa María, Urs Von Baltasar, Jean François Fix… Pero el Carmelo vive el contexto de una peculiar situación ambiental general, con sus características

    propias. El P. María Eugenio del Niño Jesús afirma que la Revolución francesa «había dejado, por decirlo así, un sentido de pecado, quizá también un sentimiento de culpabilidad, que se hace sentir en toda la espiritualidad. Así, por ejemplo, en la devoción al Sagrado Corazón, nacida originalmente para honrar el amor de Cristo, dominaba netamente el aspecto reparador». Predominaba la espiritualidad ascética porque se quería «preservar a las almas», especialmente de las religiosas, condicionados, quizá, por las muchas defecciones, que fue otro de los motivos para suprimir los votos solemnes por más de siglo y medio. A propósito, la comunidad de Lisieux emitió por primera vez profesión solemne el 19 de marzo de 19512.

    El ambiente religioso marcado por el movimiento jansenista estaba caracterizado por un excesivo rigorismo, todo era pecado. Se desdibujó el rostro del Padre bueno y se le veía como a un castigador; sin embargo, Teresita descubre que no es a través del camino áspero del castigo y privación como se agrada a Dios y gestará un nuevo sendero marcado por el amor. Vive su

    1 MEESTER, Conrad. Las manos vacías: El mensaje de Te-resa de Lisieux. Burgos. Monte Carmelo, 2003, p. 116.

    2 Rómulo, CUARTAS, una propuesta de esperanza fundada en la experiencia de la misericordia, apuntes de clases, Centro Internacional Teresiano-sanjuanista. Mayo 18 de 2018.

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    consagración apuntándole a la misericordia, la confianza y al abandono, al estilo del evangelio, pues al igual que Jesús, ella quiere darle prioridad al ser humano y no al precepto, quiere que prevalezca la ley del amor: Pero a la ley del temor le ha sucedido la ley del amor (Ms B 4ro).

    La santa carmelita conoce el ambiente de la Iglesia y en su corazón crece un amor eclesial: yo soy la HIJA de la Iglesia, y la Iglesia es Reina, pues es tu Esposa, oh, divino Rey de reyes […] (Ms B 4ro). Soñará con grandes obras heroicas en pro de su reconstrucción; ella quiere reparar cada peldaño dañado, a través del amor y la confianza. Su deseo va más allá de lo que signifique el dolor o la cruz, y quiere ser misionera, para llevar un mensaje fresco de evangelio; ser guerrera, para defender la Iglesia con valentía; y ser sacerdote para consagrar y adorar a Jesús Eucaristía en reparación de toda profanación: en una palabra, siento la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, las más heroicas hazañas… Siento en mi alma el valor de un cruzado, de un zuavo pontificio (Ms B 3 ro).

    Las “locuras amorosas” de Teresita superan toda razón humana. Es ilógico pensar que una mujer de apariencia débil, que siempre fue protegida por su familia y que vive encerrada en un claustro como Carmelita Descalza, tenga la

    osadía de querer lo que solo se pueden realizar en el peregrinar de la calle; esto demuestra su entrega y fecundidad en la oración apostólica. La santa de Lisieux desea una Iglesia en salida, profética, que recuerde que su fundamento es el amor y que su función es continuar con la obra salvadora de Cristo.

    El amor de Teresita ha alcanzado su madurez,

    por eso el deseo de ir en salida, pues el amor siempre está en movimiento en torno

    de lo que ama.

    Ya es el momento de las obras; ella quiere concretar su sueño y qué mejor que inmortalizar su deseo, lanzándose a ser el amor dentro de la Iglesia; allí escondida en su Amado acompañará a la Iglesia hasta el fin de los tiempos: El amor que anhela Teresa, y que es la virtud teologal de la caridad, es el amor como ideal. No es simplemente una continuación de su forma actual de amar, sino la búsqueda de un amor cada vez mayor, pero que ese amor sea cada vez más fecundo y pueda hacer realidad mejor su sueño de serlo todo3.

    La vida de Teresita demuestra su unidad con Cristo a través del amor, que le permite vivir en la libertad propia de los hijos de Dios. De forma audaz, en un acto de entrega generosa por los otros hace suya la oración sacerdotal de Cristo, y la sintoniza con sus sentimientos, respecto a la misión que ha recibido: […] Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo y que el mundo sepa que tú los has amado como me has amado a mí (Ms C, 34 v0). Su pasión eclesial la hace prisionera de amor, para vencer sus miedos, su egoísmo y, libre de esas realidades, sale de sí y puede ir al encuentro de los necesitados de salvación. Ella, movida por el amor, será Iglesia

    3 Conrad, De MEESTER, Dinámica de la Confianza, edito-rial Monte Carmelo, 1995, 244.

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    Orden de Carmelitas Descalzos

    haciendo los actos más sencillos con sus hermanas.

    Su corazón sacerdotal agudiza su mirada y le permite identificar la presencia divina en cada ser que camina junto a ella, incluso cuando la propia naturaleza la incita a rechazar al otro: ¡Ay!, lo que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma [Ms C, 13 v0].

    Su misión será cuidar a la madre Iglesia, interceder

    por todos sus miembros y delante del trono de Dios

    arrojar flores perfumadas para después lanzarlas

    como gracias especiales para los que trabaja por el

    Reino.

    ¿Y de qué te servirán, Jesús, mis flores y mis cantos…? Sí, lo sé muy bien: esa lluvia perfumada, esos pétalos frágiles y sin valor alguno, esos cánticos de amor del más pequeño de los corazones te fascinarán. Sí, esas naderías te gustarán y harán sonreír a la Iglesia triunfante, que recogerá mis flores deshojadas por amor y las pasará por tus divinas manos, Jesús. Y luego esa Iglesia del cielo, queriendo jugar con su hijito, arrojará también ella esas flores –que habrán adquirido a tu toque divino un valor infinito- arrojará esas flores sobre la Iglesia sufriente para apagar sus llamas, y las arrojará también sobre la Iglesia militante para hacerla alcanzar la victoria… ¡Jesús mío, te amo! Amo a la Iglesia, mi Madre. Recuerdo que «el más pequeño movimiento de puro amor es más útil a la Iglesia que todas las demás obras juntas».

    ¿Pero hay de verdad puro amor en mi corazón…? Mis inmensos deseos ¿no serán un sueño, una locura…? ¡Ay!, si así fuera,

    dame luz tú, Jesús. Tú sabes que busco la verdad… Si mis deseos son temerarios, hazlos tú desaparecer, pues estos deseos son para mí el mayor de los martirios… Sin embargo, Jesús, siento en mi interior que, si después de haber ansiado con toda el alma llegar a las más elevadas regiones del amor, no llegase un día a alcanzarlas, habré saboreado una mayor dulzura en medio de mi martirio, en medio de mi locura, que la que gozaría en el seno de los gozos de la patria; a no ser que, por un milagro, me dejes conservar allí el recuerdo de las esperanzas que he tenido en la tierra. Así pues, déjame gozar durante mi destierro las delicias del amor. Déjame saborear las dulces amarguras de mi martirio… Jesús, Jesús, si tan delicioso es el deseo de amarte, ¿qué será poseer al Amor, gozar del Amor…? ¿Cómo puede aspirar un alma tan imperfecta como la mía a poseer la plenitud del Amor…? (Ms B 4v0).

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    Todo está conectado El cuidado de la casa común

    José Raúl Suárez Alfonso

    Hasta hace poco, pareció que compromiso con el cuidado de la casa común o creación, por parte de los cristianos en general, hubiera estado en desuso. En reuniones, congresos y encuentros eclesiales, se venía observando un descuido en las instalaciones y se usaban elementos considerados dañinos para el medio ambiente, entre ellos, uno tan reconocido como el plástico.

    Sin embargo, el panorama está mejorando: hay grupos de personas creyentes que comienzan a cambiar sus actitudes.

    Muchos son los cambios operados en las comu-nidades cristianas; empezando por el Papa Be-nedicto XVI que acuñó el término de “pecados ambientales”.

    Actualmente hay preocupación por el impacto de los residuos y se ha extendido la concien-cia de dónde desecharlos de manera ecológica, particularmente las basuras del hogar y las tec-nológicas. Las primeras, para la producción de abonos y, las segundas, para la reutilización de sus componentes.

    Todavía, a nivel del hogar, hay derroche de recursos: se compran artículos en épocas de promociones de grandes cadenas, y la mayoría

    de estos, aún sin uso, son botados a la basura. También, en las comunidades, es muy común que esto suceda especialmente con

    materiales escritos, libros y folletos.

    El cuidado del agua

    Entre los ecosistemas más frágiles que podemos encontrar está el hábitat del páramo y humedal, que tiene que ver con la producción de agua. Estos actúan dinámicamente y con funciones

    1 Magíster en Teología, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá; Ingeniero Agrónomo, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Ecoteólogo, Miembro de la Comunidad Parroquial de la Parroquia N. S. del Carmen, Iglesia de Santa Teresita, Bogotá. Consultor e investigador independiente. Cofundador del Equipo de Investigación en Ecoteología, Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana. [email protected]

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    alternas: inicialmente, el páramo capta el agua atmosférica, que luego, va a ser regulada por el humedal. Buena parte de la supervivencia en el planeta depende de esta relación, por lo menos en lo que corresponde a la zona andina colombiana. El reto es entender la importancia que tiene este ecosistema y actuar con responsabilidad ecológica.

    La recuperación de los bosques

    5. Cocinar solo lo que razonablemente se podrá comer.

    6. Tratar con cuidado a los demás seres vivos.

    7. Utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas.

    8. Plantar árboles (en Colombia, incrementar la siembra de árboles)

    9. Apagar las luces innecesarias.

    10. Dar gracias a Dios antes y después de las comidas.

    Francisco recuerda que merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo. (Papa Francisco, Laudato sí, 13).

    El Papa busca que todos puedan renovar la adhe-sión personal a la propia vocación de custodios de la creación. Para ello, recurre a la figura bíblica de san José, quien fue fiel custodio de la Sagrada Familia, como modelo de cuidador y custodio de toda la creación. Dice el Papa, ¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una

    La recuperación de los bosques es la tarea más importante del cuidado de la creación. Se requieren de acciones inmediatas, de un diálogo

    asertivo y de la financiación de siembra de árboles con pequeños campesinos para

    lograr la recuperación de estos agroecosistemas.

    Responsabilidad Ecológica

    Al respetar el medio ambiente correspondemos al proyecto de Dios sobre la humanidad y el cosmos. Al cuidar el medio ambiente, estamos amando a Dios, al prójimo y a uno mismo. Ese amor a Dios pasa por el cuidado de lo que Él ha creado, y, a su vez, se respeta al prójimo al no destruir la casa común.

    En su encíclica “Laudato si”, el Papa Francisco invita a través de diez consejos a cuidar la casa común. Estos son:

    1. Calefacción: nos aconsejó abrigarnos más y evitar prenderla. (En el trópico: minimizar el uso de aires acondicionados, construir insta-laciones que generen flujos de aire frío).

    2. Evitar el uso de material plástico y de papel.

    3. Reducir el consumo de agua.

    4. Separar los residuos.2 SOLEMNE INICIO DEL MINISTERIO PETRINO DEL OBISPO DE

    ROMA, HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO. Martes 19 de marzo de 2013, Solemnidad de San José.

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    fidelidad total, aun cuando no comprende2. Con esto, se puede hacer la analogía de que, así como san José fue custodio constante y fiel de la Sa-grada Familia, nosotros seamos custodios con esas mismas actitudes de la Creación.

    El Papa alienta a colaborar con la protección y el cuidado de la casa común con algunos con-sejos concretos, los cuales son recomendaciones que pueden generar un bien en la sociedad. Esta práctica del cuidado del cosmos debe tener en cuenta el contexto y región propia. Por ejemplo, en el primer consejo, para reemplazar la cale-facción, propone abrigarse más y evitar prender-la. En el trópico, recomienda minimizar el uso de aires acondicionados y construir instalaciones que generen flujos de aire frio dentro de los es-pacios de la casa.

    El cuidado de la casa común interactúa íntima-mente con la economía de la salvación propuesta en la Revelación: recordar la narración bíblica de la creación es obligante para entender las líneas comunes no solo para la reflexión y la acción, sino principalmente para la defensa de la vida en su totalidad. Separar la Redención antropológica de la cosmológica, no es más que una tergiversa-ción de la presencia soteriológica del Resucitado (cfr. Ap 21, 5). Contribuir al cuidado de la casa común y la conversión ecológica es hacer posible que todo tenga a Cristo por Cabeza (Ef 1, 9-10).

    La conversión ecológica no es de ninguna manera individualista y escapista, es más una conversión que privilegia la construcción de lo fraternal y del amor

    comunitario.

    Por eso tiene tanta importancia promover comunidades convertidas, también en lo ecológico. Precisamente de este enfoque surgen las experiencias como las caminatas ecológicas orantes, las convivencias o retiros ecológicos, las

    eucaristías en campo abierto. De esta manera, las comunidades descubren la experiencia de la interconexión entre los seres vivos.

    Todo está conectado, la espiritualidad católica descubre cómo el ser humano puede conectar y unir todo lo creado, por lo tanto, se reconoce esencialmente humano y, por lo mismo, se re-concilia con Dios.

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    Orden de Carmelitas Descalzos

    Quienes hayamos tenido el privilegio de cono-cer personalmente a la insigne madre carmeli-ta descalza, Mercedes de Santa Teresita Reyes Sánchez, hija de Teresa de Jesús, damos infinitas gracias a Dios porque nos permi-tió compartir de cerca con una mujer aguerrida, fervorosa, valiente, revolu-cionaria, evangélica, orante, carmeli-ta y mística.

    Es maravilloso que las palabras no alcancen a contener lo que en esencia es el ser humano y lo que Dios hace en él. Las palabras se quedan cortas para describir con alguna certeza quién era la Madre Merceditas. Solo nos queda, como diría Edith Stein: balbucir y callar. Es esta la actitud propia de quien contempla con tanta claridad la santidad de Dios hecha vida, esperanza, acogida, sosiego, tranquilidad, confianza, paz, infinitud…

    El Misterio nos sobrecoge y así también nos sobrecogió el misterio del amor que abrazó la vida de la Madre Mercedes. En ella, descubrimos el rostro, la figura, el abrazo, la oración, la presencia, la sonrisa, la picardía, la sobreabundancia de Dios desprendida por Teresa. Merceditas, como la llamábamos cariñosamente, fue un fiel reflejo de la santa Madre Teresa: graciosa, amable, tierna, acogedora, fuerte, valerosa, decidida, siempre por los caminos de Dios y cumpliendo lo que Dios quería y esperaba de ella.

    Compartieron suertes y juntas, Teresa y Merce-ditas, se quedaron en algún camino, en el único camino posible para una Carmelita: el de Dios, el del amor, el de la entrega, el de la generosidad.

    Vivieron, viviendo a Dios; amaron, amando a Dios; sir-vieron, sirviendo a Dios; y, finalmente, ambas en un abra-

    zo bendito, se encontraron en Dios.

    ¿Quién era?

    La madre Mercedes de Santa Teresita nació en Tunja, el 18 de noviembre de 1930, fue bautiza-da cuatro días después en la parroquia de Santa Bárbara de la misma ciudad.

    Hija de Pablo Alfredo del Carmen Reyes Corso y de Matilde Sánchez Salcedo, Merceditas fue la primogénita y única hija de dicho hogar, ya que cuatro hermanos fallecieron al nacer; fatal cir-cunstancia que promovió una dedicación absolu-ta a la niña por parte de sus padres y familiares, para mantenerla con buena salud, por su frágil condición física.

    Sus padres la educaron con esmero. Estudió kín-der y primaria en el Liceo Santa Teresita bajo la dirección de su tía Emita Reyes.

    Hizo la Primera Comunión el 16 de julio, fiesta de la santísima Virgen del Carmen, del año 1938. Cuenta la señora María Asenet Dueñas Ángel,

    Madre Merceditas,siempre por los caminos de Dios

    Compilación de Fray Jorge Luis Mendoza, ocd

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    Vida Espiritual 186 Diciembre / 18 • Marzo / 19

    quien fue su compañera de estudio, que para prepararse para el sacramento se realizaban tres días de retiros espirituales; una de esas mañanas de retiro mientras iban rezando el rosario de aurora a las cuatro de la mañana frías de Tunja, vio que Merceditas caminaba descalza por la acera. La señora María dice: desde entonces, Merceditas fue una Santa descalza, con una ternura, una alegría y una sonrisa en su rostro que siempre la acompañó y cuando en el año 1974, después de 36 años sin verla, encontré que era una monjita feliz con una energía, un entusiasmo, una bondad y una alegría que siempre se reflejó en su rostro, entregando su vida al Señor.

    Merceditas comenzó bachillera-to en la Normal Superior Feme-nina y pasó después al Colegio del Rosario de las Terciarias Dominicas de Santa Catalina donde estudió hasta tercero, y luego tuvo un profesor particu-lar en su casa.

    Se dedicó al aprendizaje del piano desde los 10 años. Asistió a la academia de manualidades del profesor José del Carmen Hernández, donde aprendió, entre otras cosas, repujado en cuero y cobre, encuadernación, costura, bordado y decoración.

    Vocación religiosa

    En la Iglesia de las Nieves, donde era catequista de los niños y ayudaba a la reconstrucción del templo vendiendo tintos a la salida de las misas los

    sábados y domingos, conoció al padre párroco Carlos María Carli, salesiano italiano, quien orientó y encauzó su vida al servicio de Dios.

    A los 16 años se hizo miembro de la Acción Católica. A escondidas de sus padres, hizo todos los preparativos para ingresar a la comunidad de las Hermanitas de los Pobres. Cuando su padre se enteró, habló con el obispo Ángel María Ocampo Berrío para que no la recibieran por ser ella hija única; para evitar esto, sus padres planearon enviarla a Francia a estudiar incluso con planes de no regreso. Intentaron persuadirla, pero ella, en expresión de Teresa de Jesús, se negó a renunciar a su determinada determinación de consagrarse al Señor.

    De nada le valieron los halagos, los placenteros viajes que le ofrecían a Europa, ni las lágri-

    mas de sus padres para disua-dirla de su vocación. Cuando estaba a punto de ingresar al convento de las Carmelitas Descalzas del Poblado en Mede-llín, sus padres le sugirieron el monasterio de Villa de Leyva, porque les quedaba más cerca para visitarla.

    El padre Carli, sin que lo supiera Merceditas, escribió a la madre Margarita María de San Juan de la Cruz (Castellanos), priora del Monasterio de Villa de Leyva, preguntándole si había una plaza libre para su dirigida, agregando: esa niña es una santica, no hace sino suspirar por su convento, tiene 22 años y está muy resuelta. A informes solicitados por la Madre Margarita, la madre María Angélica de la Cruz, superiora del Colegio Nuestra Señora del Rosario, respondió diciendo: es persona de admirables cualidades morales y suavidad

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    Orden de Carmelitas Descalzos

    de carácter. El salesiano Padre Bernardo Vélez R., entonces párroco de Las Nieves, escribió que es persona de admirables cualidades morales de las que ha dado prueba a través de sus actividades apostólicas como miembro que es de la Acción Católica de esta parroquia. El padre Carli la recomendó nuevamente con estas palabras: puede llegar a ser una santa Carmelita, cumplidora de todos sus deberes y que ciertamente sabrá corresponder a su santa vocación.

    Cuando pidió los informes médicos, como era de salud tan precaria, el homeópata que le practicó el examen dijo: esta señorita parece hecha de desperdicios, con esta respuesta su padre Pablo se puso feliz: así de enferma no me la recibirán en ningún convento. Paradójicamente, desde que entró al monasterio hasta su muerte, podemos afirmar que gozó de buena salud.

    Dueña de sí misma y de sus sueños, con la sonrisa que siempre la distinguió, Merceditas ingresó el 7 de diciembre de 1952 al Real Monasterio del Carmen de San José de Villa de Leyva. Realizó su Profesión Simple el 7 de junio de 1954 y la Profesión Solemne tuvo lugar el 7 de junio de 1957.

    En el monasterio de Villa de Leyva, fue priora durante ocho trienios para un total de 24 años al servicio de sus hermanas, en los que mostró la caridad perfecta con el deseo de que todas amaran a Jesucristo con determinación.

    Cumplidos sus 76 años de vida, como buena hija de Santa Teresa de Jesús, el 28 de enero del año 2007 sale a fundar un monasterio en la ciudad de Garagoa, donde vivió hasta el 19 de mayo del año 2012 cuando volvió a la casa del Padre.

    Votos y virtudes

    Con su fe, Merceditas supo unir su intensa vida espiritual con la simplicidad en el trato, gracias al exquisito don de gentes que El Señor tuvo a bien concederle.

    El solo hecho de que haya sido priora en Villa de Leyva durante ocho trienios intermitentes y fundadora del Monasterio en Garagoa, nos

    habla de una monja Carmelita Descalza al estilo de nuestra santa Madre de Jesús, con determinada determinación. Tenía grandes cualidades humanas, inteligencia extraordinaria, capacidad de organizar, disponer y dirigir, alegría que contagiaba porque le venía de una vida de intimidad con Dios. Todos estos dones ella los supo poner siempre al servicio de la comunidad porque a ellos se juntaba su profundo espíritu de oración.

    Era una verdadera contemplativa sumergida siempre en el misterio trinitario, por eso pudo escribir en el proyecto comunitario para el Car-melo de Garagoa: la comunidad Trinitaria será el modelo y ejemplo de la comunidad, es el mismo Jesús quien nos propone este modelo. Padre que todos sean uno como yo en ti y tú en mí (Juan 17,21), en el misterio trinitario las tres divinas personas viven en una comunión tan íntima que forman un solo ser, Dios. Este es el ejemplo para la comunidad que tiene que trabajar para lograr un trato tan fraterno con las hermanas de modo que se pueda realmente decir: que son un solo corazón y una sola alma…

    La fraternidad en la comunidad fue lo que más construyó

    Merceditas y la más mínima discordia entre las hermanas la

    hacía sufrir.

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    Vida Espiritual 186 Diciembre / 18 • Marzo / 19

    Después de su paso al Padre nos enteramos por su director espiritual, el padre Rafael Mejía OCD, -y luego lo encontramos escrito en una libreta- que había prometido hacer siempre lo más perfecto y hacerlo todo por amor. Voto imposible de cumplir con las fuerzas humanas. Era Cristo quien obraba en ella, era de este pozo de donde sacaba la fortaleza inquebrantable para permanecer en pie, cumpliendo todo por amor.

    A través de una vida de oración fecunda, la madre Merceditas se destacó en la práctica de las virtudes y gracias a ello y a los favores que alcanzó de Dios. Por eso, en 2017, la Orden de Carmelitas Descalzos abrió el proceso de postulación para la Beatificación –etapa Sierva de Dios.

    A sus 82 años y con su voto espiritual intacto de hacerlo todo por amor, regresa a la casa del Padre el 19 de mayo de 2012.

    Aguante, paciencia, mansedumbre, alegría sobrenatural y buen humor, fueron las manifestaciones del amor de Dios en la madre Merceditas.

    Cuando Dios me hunde en el dolor, en el sufrimiento… cuando todo es oscuro

    y no tengo más salida que gritar…. ¡Padre!, ¡Padre!, Entonces Él me tiende los brazos y me ama.

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