ENRIQUE PÉREZ ARBELÁEZ O LA SEGUNDA EXPEDICIÓN …

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205 NÓMADAS ENRIQUE PÉREZ ARBELÁEZ O LA SEGUNDA EXPEDICIÓN BOTÁNICA Santiago Mutis Durán * * Director Editorial del Instituto Colombiano de Cultura (1975-1985) y del Depto. Editorial de la Universidad Nacional (1987-1993). Editor, para Colcultura y el Fondo FEN Colombia de las siguientes obras de Pérez Arbeláez: Humboldt en Colombia; José Celestino Mutis y la Expedi- ción Botánica; Cuencas Hidrográficas; Plantas útiles de Colombia y de su biografía de Teresa Arango Bueno. Dirigió el documental de televisión: El paraíso incendiado, dedicado a la obra de Pérez Arbeláez. Actualmente realiza el diseño y documentación gráfica de Nómadas.

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ENRIQUE PÉREZARBELÁEZ

O LA SEGUNDAEXPEDICIÓN BOTÁNICA

Santiago Mutis Durán*

* Director Editorial del Instituto Colombiano de Cultura (1975-1985) y del Depto. Editorial dela Universidad Nacional (1987-1993). Editor, para Colcultura y el Fondo FEN Colombia delas siguientes obras de Pérez Arbeláez: Humboldt en Colombia; José Celestino Mutis y la Expedi-ción Botánica; Cuencas Hidrográficas; Plantas útiles de Colombia y de su biografía de Teresa ArangoBueno. Dirigió el documental de televisión: El paraíso incendiado, dedicado a la obra de PérezArbeláez. Actualmente realiza el diseño y documentación gráfica de Nómadas.

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En busca de la continuidad

La verdadera biografía de don Enrique Pérez Arbeláez(Medellín, 1896 - Bogotá, 1972) comienza un siglo ymedio antes de su nacimiento, en el momento en queJosé Celestino Mutis (Cádiz, 1732 – Santa Fe de Bogotá,1808) tomó el rumbo de nuestra América (1760).

La historiadora y botánica gaditana Paz MartínFerrero, en su amplia y reciente biografía (s.f.) sobre donJosé Celestino, comete a mi parecer un solo pero graveerror: interrumpir la historia de la Expedición Botánicadel Nuevo Reino de Granada con la muerte de Mutis,ignorando su resurrección, la de la Expedición y la delpropio Mutis, en la obra y la vida de Pérez Arbeláez, enel momento en que éste decidió regresar a Co-lombia (1928).

En una caprichosa crítica del arte escritapor el gran politólogo, y también escritor,Antonio Caballero, se acuña una expresiónsobre Leonardo Da Vinci con la que biólo-gos y astrónomos colombianos sepultan en cadahomenaje la existencia de Mutis: “El hombre prácti-co, que prácticamente no hizo nada” (hay que acla-rar, para salvar al menos uno o dos puntos, que enColombia entendemos “prácticamente” como “casicasi”). Sin intentar quitarle por ahora esta banderillaa Mutis, digamos que su nombre y el de Pérez Arbeláezson uno solo, el nombre de una sola obra, separada porla ancha herida de la Independencia.

Enrique Pérez Arbeláez encaminó su vida a rea-lizar el propósito planteado por la Expedición Bo-tánica del Nuevo Reino, torpemente cegado,además de absolutamente incomprendido, por ladesdeñosa política económica y social de la Españacolonialista.

Martín Ferrero cierra su biografía de Mutis conun cuerpo de documentos muy interesante para lahistoria de Colombia, de la Independencia, de nues-tras ciencias naturales y de sus consecuencias, esdecir, de la Expedición Botánica, cuyo programa,contrario a los intereses y a las autoridades españo-las, acoge en pleno siglo XX Enrique Pérez Arbeláez:emprender el estudio integral de la naturaleza, arrai-gar las ciencias en la sociedad, buscar autonomíade criterio y una autosuficiencia económica, darle

el manejo de los problemas a la ciencia, buscar la pros-peridad material y afianzarla en el conocimiento, elestudio, la investigación y el planeamiento... Las cien-cias como parteras legítimas del futuro, y del presente.Es decir, fundir poder, conocimiento y bien colectivo,una extraordinaria utopía, que sacrificará “una genera-ción heroica”. ¡Y brillante!

Los documentos en cuestión, son las actas y la co-rrespondencia relativas a la formación de la Sociedad Pa-triótica del Nuevo Reino de Granada en Santa Fe deBogotá, cuya primera sesión, “bajo la presidencia deMutis”, está fechada en 1801. Dicha Sociedad se inspiró,no sin oposición, en las sociedades patrióticas organiza-

das por los jesuitas en Europa “desde mediadosdel siglo XVIII”, las cuales, según la primer acta,

fueron de un incalculable beneficio para lapropia España:

Sin subir a tiempos muy remotos bastarátraer a la memoria la enorme distanciaen que se hallaba la España de la épocaanterior a los modernos establecimien-tos de sus sociedades patrióticas. Estre-

mece su pintura y [mejor] corramos un velo alcuadro de su abatimiento y miseria.

[España] Se cayó de su primitivo esplendor y opu-lencia al ínfimo estado de inactiva hasta ser tachadade esencialmente perezosa, y bárbara en las cienciasexactas, [hasta que gracias a las Sociedades Patrióti-cas] la vemos ya transformada en pocos años en la-boriosa, instruida y civilizada, capaz de alternar porsu cultura y luces con las demás naciones europeas.

Mutis sabía necesario dirigir las “fuerzas de los ciu-dadanos” y de las ciencias -no ya de la teología y de-más saberes encaminados a la salvación del alma- haciael bien común, lo cual alertaba el dominio eclesiásti-co e irritaba al gobierno español. La Expedición Botá-nica se había consagrado “desde su principio [laautorización y respaldo reales tardaron 23 años en lle-gar a la Nueva Granada] a la ilustración de la juven-tud americana, y en beneficio del Reino”. Es decir,los temas de la instrucción pública, el comercio [li-bre], la minería, los estudios de las ciencias de aplica-ción práctica, la investigación... “la Historia Natural,la física, la agricultura y la economía rural” debíanprocurar la ilustración general. En España, las

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iniciativas de las asociaciones se centraban en elfomento de la agricultura, la cría de ganados, lamejora de la industria popular, de los oficios, delas artes, de las máquinas para facilitar manio-bras y en la prohibición de importar objetos ma-nufacturados... Incluso se fundó un Monte dePiedad destinado a suministrar materias primas amujeres pobres, para que tuvieran ocupacionesque garantizasen su subsistencia y adquiriesen há-bitos de trabajo.

La Expedición Botá-nica, que no era una ex-pedición botánica sinouna institución fija dedi-cada al estudio botánico,zoológico, mineralógico,climático, geográfico, eco-nómico, astronómico...quiere fundirse en la So-ciedad Patriótica. Se leeen el acta de fundación:

... los principales ramosde agricultura, crianza deganado, y oficios son laprimera atención; y tanenlazados entre sí, quesin ellos bien ordenados,no puede conservar susubsistencia y decoro lacapital que reclamarápara su arreglo (nuestras)incesantes tareas.

Aún ceñida todavía a es-tos límites podríamos talvez desmayar a presenciade las dificultades querealmente existen y delos obstáculos que nosopondrán algunos políti-cos fundados en la enorme diferencia de cultura lite-raria y civil, que se imaginan entre la matriz y suscolonias [...]. Los imaginados obstáculos de la faltade instrucción y cultura civil, no son tan ciertos comolo suponen; ni tan insuperables que dentro de pocosaños no llegará el Reino a mantener el equilibrio delas naciones más cultas.

España no entendió la madurez ni la civilizacióncontenidas en esta propuesta de su colonia, o lo enten-dió demasiado bien y prefirió no otorgarle “las provi-dencias benéficas de un ilustrado gobierno”, como pedíaMutis.

Con la muerte, y aún antes, con el decaimiento dela vitalidad de Mutis, la Sociedad Patriótica se hacemás política y comienza a sesionar clandestinamenteen el Observatorio Astronómico de la Expedición,construido por Mutis sin autorización oficial y con sus

propios dineros, y para elcual había pedido, en undocumento consideradosu “testamento científi-co”, se abriera “una puer-ta a la calle por la parteposterior de la casa [...]para que don José Caldastenga expedita a cual-quier hora la entrada ysalida al Observatorio”,que ya no sólo cumpliríacon la optimista misiónde mostrarle al mundocientífico la otra mitaddel Universo, sino la departicipar en la separa-ción de una España quese negaba a cosechar losfrutos de su propia Expe-dición Botánica.

De aquí saldrían laIndependencia y el sacri-ficio de la primera cama-da de científicos del país,que pospondría los traba-jos de la Expedición has-ta el siglo XX, cuandootro de sus hijos empren-dería la titánica labor de

continuarla: Enrique Pérez Arbeláez.

Es así como Pérez da comienzo a sus trabajos,que no deben ser vistos en forma aislada, sino comolas luminosas piezas de un complejo, inteligentísi-mo y ambicioso plan, que fundaría la Ecología enColombia.

Observatorio astronómico, Santafé de Bogotá. Grabado de A. González

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Destruida la Casa de la Expedición Botánica, clau-surado el Observatorio Astronómico, inéditos sus ma-nuscritos (o perdidos), guardados en cajas selladas pormás de un siglo los “papeles”, los fósiles, semillas, ma-deras, minerales... y las láminas de la flora del sabioMutis, desaprovechada la que fuera la más importantebiblioteca de América en Ciencias Naturales, olvidadoel jardín botánico... Pérez Arbeláez resuelve revivir laExpedición para fundar sobre ella una tradición, la dela Botánica en Colombia, dándole así una alta jerar-quía, pues sabe que sobre ella recaerán graves proble-mas de alcance nacional, como lo había planteado laSociedad Patriótica, y tenía que prepararse y prepararal país para intentar afrontarlos.

Cuando se ve el conjuntode su trabajo, nos deslumbra lacoherencia, la magnífica rela-ción que hay entre todo lo em-prendido –e incluso lo que nologró llevar a cabo–. Aquí esnecesario repetir ante la vaste-dad del plan trazado por PérezArbeláez, las palabras deHumboldt cuando visitó al vie-jo botánico don José Celestino:

Es ya un viejo y estoy sorpren-dido de los trabajos que haejecutado y de los que piensallevar a cabo; es admirableque un hombre... sea capaz deconcebir y poner en obra unplan tan vasto.

Pero Pérez Arbeláez es joven, viaja a Alemania a “es-tudiar filosofía y ciencias biológicas” –nos dice su biógra-fa y colaboradora, doña Teresa Arango Bueno– en laUniversidad del Rey Luis Maximiliano de Baviera enMunich (cuya especialización hizo “bajo la vigilanciaíntima de Karl von Goebel”, el creador genial, junto conJulius Sachs, de la Organografía Comparada de los Vege-tales), después de haber cursado latín, griego, literatura yhumanidades en Bogotá, y filosofía, biología, química,matemáticas, mineralogía, cosmografía y técnica micros-cópica en España (además de sismografía en Granada yde haberse ordenado sacerdote). Doctorado en Alema-nia, empieza por esbozar el plan de trabajo que le recla-mará cincuenta años de su vida:

Buscar vocaciones para la botánica, proporcionarlos materiales y las condiciones para realizarlas, fun-dar la academia, abrir el camino a la investigación,plantear los grandes problemas del desarrollo, formarla opinión pública para que sea capaz de asimilar lonuevo y de intervenir con criterio, crear relación en-tre la ciudadanía y la ciencia, conocer y aprovecharlos conocimientos populares sobre las plantas, hacerrespetar ante las entidades oficiales la ecología y sucapacidad para asesorar y planear el desarrollo, pro-piciar la divulgación científica para formar cultura,además, por supuesto, de emprender el estudio de losrecursos naturales de Colombia: “Para tener patria espreciso planear el bien humano a partir de la poten-

cialidad del suelo poseído”. ParaPérez Arbeláez, ciencia y ética es-tán fundidas en la Ecología, visiónfilosófica que encontrará grandescontradictores. La sola proposiciónde un plan semejante asombra, y enél radica la grandeza de su pensa-miento; realizarlo, es una lecciónde trabajo, dedicación, sacrificio yconstancia que constituye su heren-cia, que podría traducirse como lanecesidad del trabajo colectivo di-rigido a formar una cultura y unanación.

El antropólogo Gerardo ReichelDolmatoff, al regresar a Colombiadespués de un congreso de arqueó-logos del mundo entero, hizo infor-malmente una observación muy

lúcida, útil para valorar la importancia del trabajo rea-lizado por la generación de científicos a la que pertene-ció Pérez Arbeláez. Afirmó el profesor Reichel que sehabía hecho evidente la separación entre la arqueolo-gía oriental y la occidental, pues la primera estudia losperíodos de plenitud de una cultura, su afirmación ymáximo desarrollo, mientras que la arqueología en Oc-cidente se ocupaba de las fisuras, de la ruptura, de lacrisis de una cultura.

Este encandilamiento con la ruptura, ha hecho in-cluso que lleguemos a valorarla como fuente única devigor, como su más nítida manifestación, haciendo deella una apología. Pérez Arbeláez se enfrenta a estatendencia, buscando cohesión y continuidad, buscan-

Passiflora mixta. Dibujo Pérez Arbeláez

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do el diálogo y haciendo confluir todos los esfuerzos ylogros en una tradición aprovechable, en busca de lamadurez.

Comencemos por el principio

Aunque la realización de la obra de Pérez Arbeláezno es cronológicamente la aquí expuesta, ésta facilitala comprensión. En realidad, la magnitud de los traba-jos hizo que se emprendieran en forma paralela y que sefueran llevando a cabo a medida que cedían los obstá-culos que los rodeaban, ya que comprometían gente,instituciones, presupuestos...

Pérez Arbeláez se ocupa de to-dos los niveles de la educación, yescribe e ilustra para la enseñanzaescolar de la botánica el primermanual de botánica colombiana,para reemplazar los textos extran-jeros (que desaprovechan “milideas y mil relaciones”: Es –dice él–como si se enseñara la lengua cas-tellana en libros ingleses o japone-ses). Esta Botánica ElementalColombiana (Editorial Voluntad,Bogotá, 1942), se convierte en laintroducción al estudio de las plan-tas de nuestra geografía (suelos, ani-males, plantas...). Ya había escritopara el Ministerio de EducaciónNacional un estudio sobre la floracolombiana, que el ministro López de Mesa publicó enla “Biblioteca Campesina Colombiana”: “él –dijo de Pé-rez Arbeláez– conoce dónde empieza la vida y dónde debeiniciarse la educación”. La formación de un pensamien-to genuino –les dice Pérez Arbeláez a los maestros– debearrancar del conocimiento de nuestro medio. “Si algotenemos que aportar los colombianos a la gran cienciauniversal es el conocimiento de nuestra propia realidad”,y la verdad es que “de los conocimientos botánicos arrancala solución de los problemas más importantes que hoytiene la humanidad. La agricultura y el amor a ella sefundan en premisas botánicas. La conservación del sue-lo, la selección, la industrialización racional, la alimen-tación mejor, la lucha contra las plagas y enfermedadesde los cultivos, todos son problemas vitales que el niñodebe comprender a su medida y que sin ideas botánicas

no le es dado penetrar. Sin formación botánica no hayconciencia agrícola”.

Con este breve discurso –para profesores de escuela,niños y ministros– Pérez ata el primer eslabón de la cade-na a su pensamiento y proyecto de nación. Colombia noestá aislada, tiene mucho que aportar al conocimientodel mundo y los problemas no los resuelve una sola gene-ración. Pérez dice que “la razón de la enseñanza es lavida” y que a una “defectuosa información se debe tam-bién atribuir la incomprensión general por las labores deinvestigación científica; incomprensión que se asienta aveces en los sillones más altos del gobierno y de la mismauniversidad”.

El periodismocientífico

Por lo anterior, Pérez Arbeláezno sólo interviene en la educaciónde la juventud sino también en lade los adultos (campesinos, pro-fesionales, ciudadanos, miembrosde todas las estancias del poder...)Publica innumerables ensayos dedivulgación en revistas técnicas ycientíficas, del país y extranjeras,pero también en Pan, Crítica, Bo-lívar, De las Indias, De las Améri-cas . . . para que las revistasculturales no ignoren los temascientíficos (“ciencia, educación ycultura”, es también su lema).

Funda en 1950 la revista Naturaleza y Técnica con elpropósito de que los científicos rompan el cascarón de suaislamiento y “el desconocimiento mutuo”; tengan acce-so a temas que sus especializaciones les impide investigarpor sí mismos y se enteren de lo que están realizando suscolegas; sepan cómo lo están haciendo y “para qué loestán haciendo”. Naturaleza y Técnica sería el órgano delComité Organizador del III Congreso BotánicoSuramericano y de la Asociación Colombiana para elProgreso de las Ciencias (que reuniría “a cuantos enColombia, nacionales o extranjeros, trabajan por el avan-ce de las ciencias”). La revista publicaría además las po-nencias, las principales discusiones “y las conclusiones”del Congreso, abruptamente cancelado por la Presiden-cia de la República.

Citrus aurantium. Dibujo de Pérez Arbeláez

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Escribe en Antioquia los Cuadernos para una Cam-paña en Defensa de los Recursos Naturales: los Suelos,las Aguas, los Bosques, la Fauna... (20.000 ejemplares decada uno) para explicarle a la gente cómo funciona lanaturaleza: “El suelo que en todo el país se convierte encafé es muy poco en comparación con el que arrastra laerosión (200 millones de toneladas anuales) a morir enlas aguas salobres del mar Caribe”. Cuando el campesinodice de una mala cosecha que se le cansó la tierra, Pérezle contesta: la tierra no se cansa, se va.

Se dirige a periodistas, educadores, alcaldes... huyen-do del uso excesivo del lenguaje técnico: “Las asignatu-ras de ciencias naturales se han convertidoentre nosotros enpesada sistemáti-ca, en nombressin contenidoemocional y hu-mano. Nos faltavirar hacia leccio-nes más aplicablesa la vida, haciaaquello que da me-jor comprensión dela naturaleza, haciauna íntima simpatíapor los seres...”. Ha-bía que hablarle a lagente y evitar que loserrores se propaga-ran, como la erosión.“Todo cuanto diga-mos sobre conserva-ción de recursosnaturales... sería inútilsi se quedara en leyes,reglamentaciones, en-señanzas doctas que nopenetran en el pueblo y se infiltraran en la niñez”. Poreso se toma el trabajo de escribir para quienes puedenreproducir los errores, y también corregirlos, para que pue-dan entender el significado y las consecuencias de la cons-trucción de una represa1 , de una carretera; de una quema,de una tala, de una arborización mal hecha, de la cons-trucción de un ferrocarril... “En Antioquia hemos con-vertido en polines de ferrocarril las maderas más finas”,dice en el folleto financiado por el Ferrocarril deAntioquia; “la posesión de la tierra no se funda en el

desmonte”, como legisló el Estado. En otro folleto trazóun plan para la arborización de Bogotá y de otras ciuda-des de Colombia, plan que tardó 50 años en ser aplicado,mal y despóticamente.

Pero de toda esta actividad, lo más importante es elhaber iniciado el “periodismo científico” en Colombia(1932), en el periódico capitalino de El Tiempo, y haberlomantenido durante 40 años.

Pérez Arbeláez sostiene que las ciencias deben ven-cer la incomunicación, que “no pueden alzarse sino so-bre bastiones de popularidad”. Es natural que el pueblo

no quiera la ciencia –dice– si ésta nollega al pueblo.La gente “ne-cesita estar me-jor enterada deltrabajo científi-co” y la investi-gación necesitade la gente, puessi la ciencia seconfina arriesga-rá su apoyo, suavance y hasta suporvenir: Es “lamasa anónima laque elabora lospresupuestos”, laque decide la edi-ción de los libroscientíficos, la quehace la divulgaciónde las ideas y lasprioridades, la queelige, la que educa...

Pérez Arbeláezexpuso innumerables temas en su columna de perio-dista científico, y procuró que otros científicos lo hi-cieran. En el Primer Seminario Interamericano dePeriodismo Científico en América (Chile, 1962), alcual asistió como delegado colombiano, habló del pe-riodismo científico como de un deber de los hombresde ciencia, y de la urgencia de trazar una estrategiainteligente para crear una realidad inteligente. Creíaque logrando una relación tangible con la sociedad, laciencia podrá ir saliendo de una situación demasiado

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frágil, en donde todavía es “una actividad individual,sometida a todas las vicisitudes que afectan la empresapersonal”:

No creo que haya en Colombia un solo trabajadorcientífico satisfecho de haber podido dedicar su vidaa una especialidad en forma exhaustiva de sus pro-pias capacidades. Cuando hemos tenido la fortunade prepararnos para un trabajo científico, muchasveces, para poder vivir, hemos de hacer otro y, aúnen ese forzado, se ve uno sometido a la ignorancia oa las veleidades de quienes nos emplean o tienen ensus manos las compuer-tas para irrigar, con lospresupuestos, estos o losotros programas,

y esto propicia tam-bién la “discontinui-dad”, “el mal más graveque puede afectar y anu-lar el trabajo científicoy sus efectos favorables”:“Discontinuidad en lasespecializaciones y ca-rreras, discontinuidaden el apoyo a los hom-bres, discontinuidad delas instituciones... dis-continuidad en las pu-blicaciones... abandonode lo adquirido”, etc.Hay que dar para recibir,dice Pérez Arbeláez, me-jorando la Ley delTalión2 .

Las aspiraciones de laciencia jamás se cumpli-rán si ésta se aparta delvulgo (“el científico espropenso a distanciar-se”), si no hace la “de-claración de los valoreshumanos del hallazgo científico”, si se olvida de “lasangustias del pueblo”: “Las selecciones demasiado pri-vilegiadas de la sangre, de la influencia o de la eco-nomía, restan savia a la felicidad común; contrarrestanlas corrientes que sigue el mundo actual hacia la dis-tribución del bienestar y de las oportunidades”, poreso, dice Pérez, cada vez más “se considera la difusión

de los resultados como parte integrante del proceso deinvestigación y la noticia de los adelantos técnicos,como condición para que estos penetren en la masa ymejoren la vida”. En ningún caso “puede la cienciacrecer de espaldas al pueblo que va a sufrir su impac-to”. Museos, jardines botánicos, planetarios, exposi-ciones educativas, zoológicos... los medios son muchosy requieren capital, “trabajo en equipo, continuidaden el esfuerzo”. Pérez no desmaya; constantemente sepregunta “¿Cómo se puede desarrollar la ciencia; cómopuede la ciencia cumplir sus finalidades humanas, en

un país rico en talentos,poblado de temasinvestigativos, interesantehasta lo pasional... que sedesarrolla en un procesoacelerado?”. Y con su tra-bajo responde: “La situa-ción de los pueblos queevolucionan ambicio-samente se define así: Ten-dencia a consumir comodesarrollados y producciónobligada de subdesarrolla-dos. Este ciclo no se rompesino hilo a hilo, medianteuna educación, en virtudde la comunicación de ma-sas; vale decir del periodis-mo científico”.

Pérez Arbeláez atizael ambiente para que loscientíficos escriban, ytambién para que apren-dan a hacerlo, para quesean capaces de expre-sarse en la brillantez dela claridad, en la con-tundenc ia de l a b re-vedad, en la eficacia.Pretende no despojar la

argumentación ni la inteligencia de lo emocio-nal, ni tampoco de la belleza. Mientras el cientí-fico se explica debe saber traducir todo a valoreshumanos. De otra manera la comunicación no seráreal, o será riesgosamente incompleta. La cienciatenía que crear el diálogo.

Jardín Botánico de Bogotá, José Celestino Mutis

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Ciencia y ciudad

Por esta misma razón propuso la creación de un Jar-dín Botánico en Bogotá, que debería, además de impul-sar la creación de una Red de Jardines en todo el país, serun laboratorio de investigación biológica y ecológica, uncentro educativo sobre la vegetación andina, dirigir laarborización de la capital y proporcionar placer, descan-so y conocimientos a sus visitantes. El Jardín debería es-tar situado en un sitio céntrico, privilegiado de la ciudad,para que su convivencia con Bogotá fuera diaria, inelu-dible, importante, hastaconvertirse en un moti-vo de orgullo ciudadano.La belleza urbanística noes un lujo, es una metade la civilización. Comosiempre: “educación,ciencia y cultura”. Si elciudadano recibía de susbotánicos un beneficiocomo éste, tendría tam-bién un motivo de grati-tud con la ciencia, real ypermanente.

El Jardín Botánicode Bogotá “JoséCelestino Mutis” se in-auguró en 1955, no en ellugar estratégico por elque tanto luchó su fun-dador, sino en el occi-dente de la ciudad.Algún día, pensaba Pé-rez Arbeláez, la cienciano tendrá que mendigarpor su existencia.

Eliminar fronteras, derribarobstáculos

Otro muro combatido por Pérez Arbeláez fue el dela desconfianza y hasta el desprecio de la ciencia por elconocimiento popular de las plantas. Esto fue algo quePérez nunca supo hacer: despreciar. Tampoco supo le-vantar obstáculos ni construir recintos cerrados. Por estarazón, emprende la enorme labor de estudiar, describir,

clasificar, historiar, sistematizar... dibujar, escribir y pu-blicar un libro que consulte lo mismo a la ciencia que alos campesinos, a los yerbateros, los curanderos indíge-nas; sabe que allí hay un “milenario trasegar con el me-dio americano” que debe ser oído. Plantas útiles de Colombia(1947) no es un libro para botánicos y especialistas (lanomenclatura científica se desactualiza) sino todo unacervo de conocimientos dedicado a los colombianos,“cultos y profanos”, sean arquitectos paisajistas, ecólogos,ganaderos, escritores, profesores o cocineros... Se tratapues del único Diccionario de la Flora Colombiana, que

recoge y “hereda lastentativas dispersas delpasado” –Mutis, Triana,Santiago Cortés–, comodice Teresa ArangoBueno, escrito con be-lleza y claridad: “un li-bro excepcional por lamasa de datos científi-cos y conocimientosque atesora”. Plantasmedicinales, alimenti-cias, venenosas, made-reras , industriales,alucinógenas, orna-mentales...: 832 pági-nas, 752 ilustraciones,índice lexicográfico(nombres científicos,vulgares y regionales),listas sistemáticas, estu-dios... Un trabajo quecon dificultad hubie-ran logrado juntos elInstituto Caro y Cuer-vo, el Ministerio de laCultura y la Universi-dad Nacional de Co-

lombia, si se lo hubieran propuesto.

Esta obra –escribió Pérez Arbeláez para su cuartaedición (1964)–, donde se estudian más de 1900 es-pecies vegetales, nativas y exóticas, interesantes parala economía y las aplicaciones humanas, agrícolas,silviculturales e industriales de la República de Co-lombia, es una guía para medir, aprovechar y defenderlos recursos etnobotánicos de los países intertropicalesdel Hemisferio Occidental,

Alejandro de Humboldt. Grabado de Barreto

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escrita por un ecólogo, es decir por un hombre quecomprende que toda planta forma parte del “sistemafilogenético”, y que por tanto hasta las “más insignifi-cantes tienen valor en la conservación y renovación delos recursos naturales del planeta”. Como quien dice, todaplanta es útil.

El Herbario Nacional de Colombia

Paralelo a su labor educativa y de divulgación,Pérez Arbeláez continúa sus investigaciones, sus es-tudios y, sobre todo, suplan de formar profesio-nales capaces de asesoraral país en lo que aún hoyno hemos logrado: eldesarrollo, y menos aún,el desarrollo sostenible.

Hay que fundar insti-tuciones, proporcionarmateriales de estudio,crear una tradición. JoséCelestino Mutis, José Je-rónimo Triana, SantiagoCortés... han realizadoestudios, escrito obras,organizado herbarios,pero todo está disperso,inconcluso u olvidado.Se debe comenzar pordesempolvar lo ya he-cho, traerlo al país, or-ganizarlo, publicarlo,historiarlo, estudiarlo,aprovecharlo. Es asícomo escribe sobre los botánicos anteriores a él, tra-baja por sacar de las cajas selladas del Real Jardín Bo-tánico de Madrid nuestra herencia colonial, edita obrasque habían quedado inéditas; recopila, traduce y pu-blica la obra de Humboldt sobre Colombia; escribe unabiografía sobre Mutis y la Expedición Botánica y mue-ve mar y tierra para publicar los innumerables tomosde las láminas de la Flora del Nuevo Reino de Grana-da, en cuya edición participarán España y Colombia:“los gobiernos deben sentirse orgullosos de este traba-jo”, asumir, publicar y divulgar la obra fundacional denuestros estudios naturalistas; de aquí saldrá la Botá-

nica aprestigiada como ciencia y aceptada como teso-ro y acervo cultural de Colombia.

Al mismo tiempo, Pérez Arbeláez, en compañíadel médico y biólogo César Uribe Piedrahita, realizalas excursiones para recolectar las primeras plantascon que fundarán el Herbario Nacional Colombiano(“fundamento de los estudios... de la más rica floradel mundo”), el cual irá creciendo lentamente, y alque más tarde incorporará el herbario de José Jeróni-mo Triana. Consigue el indispensable decreto presi-dencial, el edificio y la incorporación de científicos

colombianos y extran-jeros. Al crearse la Ciu-dad Universitaria, “elHerbario será el primeredificio en levantarse”,para el cual planeará unMuseo y un Institutobotánicos.

Revisar la tradiciónde los estudios botánicosen el país, fundar la aca-demia que forme loscientíficos, proporcionarmateriales de estudio so-bre Colombia, reunir alos científicos, exaltar laBotánica por encima deotros intereses, atraer laatención (y el com-promiso) del Estado, des-pertar el interés delpúblico... El plan va co-brando realidad.

El semillero de las cienciasnaturales

En 1936 se funda el Departamento de Botánicade la Universidad Nacional “gracias a la amplia ex-posición de motivos que presentó en la sesión delConsejo el doctor Pérez Arbeláez”, que en 1939 cam-bia su nombre por el de Instituto de Botánica, que en1940 pasó a llamarse Instituto de Ciencias Naturalesque, según su fundador, “ha sido la base, el semillerode todo lo que hay en ciencias naturales en el país”.

Grabado de Greñas

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El agua – manos a la obra

El agua es una de las preocupaciones primordiales dePérez Arbeláez, en vista de la serie de problemas que se levendrían encima al país con su “acelerado crecimientodemográfico” y con la absorción de poblaciones ruralespor parte de los centros urbanos, arrancadas a la provin-cia por las carreteras3 , por los problemas sociales, políti-cos, laborales...

La presión de esta población creciente combinadacon la tala de bosquesaltoandinos, crearía crisisen el suministro de aguapotable. Se dedicó enton-ces, con el profesor Ernes-to Guhl, al estudio de lospáramos, surtidores deagua: “con el avance de lacolonización incontroladase acaban las madres deagua”. Ante la ignoranciadel gobierno sobre seme-jante problema, redactamanuales y cartillas, escri-be en los periódicos, pro-pone investigaciones...: “Elpaís podrá importar todoslos bienes de consumo queapetezca, menos agua”, es-cribió en la prensa capita-lina. Pero su principalrespuesta ante tan insegu-ro porvenir fue práctica yaleccionadora: preparó unestudio que presentó(1951) a las Empresas Pú-blicas sobre la CuencaHidrográfica del Acueduc-to de Manizales:

En la empresa de lograr agua para los habitantes delpaís se puede decir que no hemos nacido. Lo peor esque estamos en peligro de morir antes de nacer. Por-que es tan imprevisora nuestra actitud ante los re-cursos naturales de aguas y los que en ella tieneninfluencia decisiva... La tendencia de nuestros im-pulsos actuales para el aprovisionamiento de aguas,de energía hidráulica, de riegos, es a invertir en obras

de ingeniería. Parecen más vistosas, satisfacen máspronto las aspiraciones del profesional universitarioy del político que quiere un rápido influjo en la ciu-dadanía. Pero las fuentes de la vida están más allá,más adentro, en la montaña; más altas, en las nubes.

En este estudio (publicado por el doctor Víctor Ma-nuel Patiño en su revista científica Cespedesia en 1979)está “contenida la vegetación que protege el suelo, queprotege el clima, que protege el agua, que mantiene elrégimen de lluvias y que garantiza la existencia del agua,

de la cual todos depende-mos”. Ya sabemos, habíaescrito el doctor Pérez enuna de sus cartillas paraevitar que el campesino“desmonte donde sólo losárboles podrían salvaraguas y suelos”, que “losbosques exhalan humedadque se levanta invisible, seconvierte en neblina, as-ciende en nubes y engen-dra la lluvia”. En esteinforme del doctor PérezArbeláez, el ingeniero hi-dráulico Fernando Mejíavio, en un “exquisito esti-lo didáctico y profundasencillez científica”, la ideade un visionario y un mo-delo para el país.

El RíoMagdalena

Pérez Arbeláez escribeel libro Hilea Magdalenesa- Prospección económica delvalle tropical del Río Mag-

dalena (hilea es el conjunto de la selva fluvial del trópi-co americano), en un momento crítico del Río y de lainmensa zona de su influencia, para buscar soluciones,señalar puntos neurálgicos y “llamar los esfuerzos in-vestigadores”. Las nutridas 200 páginas del estudio(1949) se ocupan, en 18 capítulos, de sus aguas, del valle,del hombre, de los bosques, la agricultura, la ganadería,la pesca... de la inmigración, del comercio, de los estu-

Enrique Pérez Arbeláez en el Herbáreo Nacional

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dios científicos que se le han dedicado, de su historia,del petróleo, de la navegación... para exponer un cono-cimiento integral hombre/naturaleza. Se trata del “másconstructivo, ambicioso y serio de los planteamientoshechos sobre el Valle del Magdalena”, dice AntonioGarcía en su Introducción. Pérez Arbeláez quiere pro-porcionarle a hombres y gobierno los conocimientos quedeben guiarlos, y sin los cuales no puede –no debería–haber una política; esta es la aventura de su pensamien-to, de su planteamiento: toda política debe dirigirse enel sentido de formar nación, y planificar de la mano dela ciencia. Desarrollo real, integral y sostenible, en be-neficio de una realidad global, de una cultura, de unpueblo, de un presente, de un futuro y de un país. Poresto, Antonio García considera esta obra como un “pro-yecto político”, con una “trascendental y generosa pro-yección”. Pérez Arbeláez quiere determinar la accióndel Estado a valores perennes, y siguiendo este idealaporta los conocimientos indispensables. Un “impul-so transformador... alienta todas las páginas de estaobra”. Tal vez nuestra actual situación tiña de utopíavarios planteamientos de este libro y muchos otros dePérez Arbeláez. Pero ¿cómo puede ser utópica la ideade formar una nación de “hombres libres de angustiasy dueños de su destino”? Pérez Arbeláez analiza prime-ro los motivos que han llevado al Río a su devalua-ción y proporciona después elementos de juicio ysoluciones (“este es un libro acerca del futuro”); “novamos solos ni sin guías –dice– nos ampara la sabidu-ría de muchos hombres”:

La ruptura del eje social Barranquilla-Honda se con-sumó al pasar de Barranquilla a otros centros el con-trol de las compañías navieras. Las compañíasanónimas, esfinges sin alma, buscan dividendos ycosechan odiosidades. El río Magdalena quedó sinmística, sin personería y sin cabeza, o con muchascabezas distantes; con centros de manejo olvidadi-zos, sin visión geográfica, descuidados de él como víay más aún como zona de producción.

Otra mala decisión contribuyó a la crisis, dice Pérez:el absurdo de convertir el Río (con dos excepciones) enlímite departamental, es decir, “se hizo separación lo quees máxima unión; las incomodidades administrativas ysociales [mínimas cuando no se ejercía ningún gobierno]irán creciendo a medida que las capitales de los departa-mentos quieran influir en sus secciones respectivas”. Laaviación también influye en la muerte del Río. Trans-

porte de urgencia, sigue la ruta del Magdalena, y al cre-cer le hurta

al río los viajeros más capaces de interesarse en sumejora. Colombia quedó muy satisfecha de habereliminado de la publicidad internacional las mise-rias del viaje por el Magdalena, de haber cubiertocon esparadrapos de nubes una dolencia de la vidanacional. Pero también, como la cometa sin viento,cayó a tierra la emoción colombiana sobre el río.

Una vez depreciado el Río, y “encarecida la vida”, lalenta devaluación del Río se hace más grave al perder elcaudal para los navíos: “la deforestación en todo el terri-torio andino de la República que ha disminuido las llu-vias y el caudal de las aguas deslizadas y ha vuelto lascrecientes más repentinas y fugaces”. Las carreteras ledisputan al Río, con su poderosa industria automotora,“la carga que no transportan los aviones”.

Amarrados en el terminal de Barranquilla, “comoasnos en cuneta, se ven numerosos barcos, los antes ga-llardos barcos del Magdalena, causando gastos sin ningu-na utilidad. Los que viajan, llevan casi vacíos sus hermososcamarotes”. Pérez ya había analizado la insensata falta deplaneación que hacía que las calderas de los buques con-sumieran los bosques de las riberas:

Sobre la navegación en el Magdalena había escri-to acerca del despilfarro de maderas finas de las riberaspara alimentar las calderas de los barcos, que “conver-tían en humo riqueza y futuro. Bosques enteros redu-cidos por grupos de leñadores palúdicos y valientes quedescuajaron montaña, para volver leña las maderas másfinas, que son las que dan más calorías: caoba, roble,dividivi, tolú”, y cobran por cada metro cúbico unospocos pesos que se “convertirán en sustento, bebida yvestido”, pero “nunca en mejores bienes de culturaestable”. Hubiera sido fácil calcular “la leña necesa-ria, medir el desgaste de la selva magdalenesa... peronada se hizo”. Y se acabó el bosque, se erosionaron lasriberas, se acabaron los vapores, “se acabó la navega-ción y se acabó el Río”.

Se muere el Río, y se le pide al Gobierno que “repri-ma las exportaciones”, que podría “centuplicar”. El siste-ma vial se convierte en incoherente, porque supreocupación general “era la de abrirse paso al Río”, quedecae en forma trágica. Pérez cree que podemos conver-

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tir la devaluada vida magdalenesa en prosperidad: “es yael momento, que no volverá, de medir nuestras fuerzas,de probar si podemos dirigir en una amplia zona, el desa-rrollo integral de la civilización”. Durante muchos añosPérez le dijo al país que debía volver los ojos al Río, poreso publicó su Hilea Magdalenesa y expuso, en innumera-bles artículos de prensa, las consecuencias negativas dealgunos proyectos oficiales.

La realidad actual, tal vez sea la medida de su derro-ta, que es la nuestra.

Algunas frustraciones

Los malos críticos de arte llaman influencias al pla-gio o a la comunión, a la presencia de la obra de un artis-ta en la de otro, pero los artistas saben que una influenciaes el aprendizaje que se hace de hasta dónde es posible ir,cuánto hay que exigirse a sí mismos. La frustración estodo lo contrario, es el tener que aceptar obstáculos ma-yores a nuestras fuerzas. Para el caso de Enrique PérezArbeláez, voy a relatar sólo dos de ellos:

1. “Impresionado por la destrucción que se estaba lle-vando a cabo en los bosques del río Magdalena, escribí [unartículo titulado “El paraíso incendiado”]. En élanatematizaba las talas y las quemas... el desperdicio in-gente de madera; la preparación de erosiones; la ignoran-cia general de las interacciones y el descuido de lasautoridades que debieran velar porque tales desafueros con-tra los recursos naturales de Colombia no se cometieran”.

El ex ministro de Agricultura, Oliverio Lara, “repli-có... que las tierras eran para aprovecharlas, que su pri-mer destino era ganadero... que el bosque era un estorbo[y] que el mejor medio para eliminarlo eran las talasindiscriminadas y el incendio”. Contra el “método quese quería implantar y el ejemplo que se daba a nuestroscolonizadores”, el doctor Pérez Arbeláez continuó su ar-gumentación, diciendo que eran métodos económicos dehoy y desastre para mañana, y le hizo a don Oliveriovarias profecías que, lamentablemente, “han ido cum-pliéndose”.

Es una aberración suponer que “toda área cubierta debosque vale menos que desmontada y representa menosréditos para el terrateniente. Generalmente se la da porinútil y por no incorporada a la economía”.

“Los pontífices del desmonte creen que para su pro-vecho, todo árbol, toda planta, todo helecho debe des-aparecer –escribió Pérez Arbeláez muchos años después–.Estos tampoco prevén los daños que se hacen a sí mis-mos y a su región”.

Estas quejas por la “destrucción incontrolada de bos-ques” determinaron la salida de Pérez Arbeláez del Her-bario Nacional y del Instituto de Ciencias, creados porél, pues “al Secretario del Ministerio de Agricultura y alConsejo Directivo de la Universidad Nacional [de Co-lombia] pareció intolerable tal inconformidad”. Su “vidacientífica” no estuvo exenta de episodios dolorosos. Lautopía tiene enemigos poderosos, y también la ciencia.

2. En 1946 el profesor Berredo Carneiro, del Brasil,propuso en la Conferencia de la UNESCO en París lacreación de un Instituto Científico Internacional para elEstudio de la Hilea Amazónica, propuesta que fue cele-brada por el doctor Pérez Arbeláez, por tratarse de la“mayor hoya fluvial del mundo” (7.050.000 Km2): Bra-sil, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Fran-cia, Gran Bretaña, Holanda y Estados Unidos entraríana formar parte del Instituto, “un proyecto piloto para elmundo”, según Pérez Arbeláez.

El doctor Pérez gestionó ante el Congreso Nacionalel ingreso de Colombia como Estado a la UNESCO y suparticipación en la creación del proyecto del Instituto.Era demasiado importante esta colaboración internacio-nal, por múltiples razones:

“Los tratados internacionales, han cercenado ante losojos de los que hemos vivido largo tiempo, el mapa delpaís”; “los pueblos vecinos hemos roído [la Amazonia]por los bordes” con nuestras miles de hachas; hay queluchar contra los celos, intereses e individualidades queimpiden el trabajo colectivo; debemos demostrarles anuestros detractores la madurez de Suramérica en sus re-laciones internacionales; tenemos que aprender a con-fiar en la metodología científica; debemos valorar y darleoportunidades a nuestros hombres de ciencia...

Si “se juzga que nos debemos unir en algo –escribió–,y que hay utilidad en reunir a las naciones americanaspara algo, ese algo es la labor científica, donde la unión esmás esencial y los hombres más coordinables”. PérezArbeláez reunió una bibliografía de 5.000 escritos sobre laAmazonia, trabajó en “la constitución del Instituto, en la

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elaboración de sus propósitos, en su organización, sus ofi-cinas, sus estaciones, sus institutos asociados, su programapara 1949-1954, sus colecciones, sus publicaciones, sus fi-nanzas, sus transportes... el trabajo del personal investiga-dor... la edición de un informe para el público...”. ElInstituto, decía Pérez Arbeláez, es “la más importante obrapromovida por la UNESCO” en estos países, él hará la“promoción científica” de las instituciones investigadoresy de los hombres de ciencia de Suramérica, que necesitaurgentemente “una seguridad mayor” en la “comprensióny colaboración internacional de su frontera amazónica”.Para Pérez Arbeláez, la Amazonia le ofrecía a los científi-cos de nuestros países el conjunto de conocimientos másinteresante en ciencias naturales en la historia de la hu-manidad, que debería dirigir y controlar la “colonizaciónratonesca que pasa por donde todavía no se han abiertolas puertas... y sólo sirve para que se pongan antecedentesirremediables a la reglamentación jurídica óptima, paraque se degrade la fertilidad del suelo y se acabe con la fau-na silvestre...”. Esta es la última oportunidad de un“planeamiento integral de la cultura”, de ordenar la te-nencia de la tierra y la localización de las futuras poblacio-nes, de fijar las altas miras...

Pero todo esto murió en la Comisión de SeguridadNacional de la Cámara de Diputados del Brasil, cuyogobierno “no quiso que se internacionalizara” laAmazonia. Muchos años después, Pérez Arbeláez propon-dría la creación de un Instituto Colombiano de Investi-gaciones Amazónicas: “la inactividad de cerebroscientíficos es uno de los delitos más graves que comete-mos los colombianos contra nuestra sociedad”.

Colombia, ¿un país posible?

La sola enumeración de las obras, los ensayos, lasconferencias, folletos, artículos, las responsabilidadesinstitucionales, libros, etc. del doctor Pérez Arbeláez ocu-paría el espacio de este ensayo, en el cual ni siquierallegué a mencionar su obra principal: Recursos Naturalesde Colombia (2 tomos). Por tal razón, remito a su biblio-grafía y a su hoja de vida, preparadas por el botánico ehistoriador Víctor Manuel Patiño y reproducidos en lareciente edición del libro Cuencas hidrográficas del Fon-do FEN “José Celestino Mutis”, Bogotá, 1996.

También remito al lector a la biografía escrita pordoña Teresa Arango Bueno, ex-directora y cofundadora

del Jardín Botánico de Bogotá: Enrique Pérez Arbeláez –Su vida y su obra, Fondo FEN, 1992, publicado dentro dela colección “Biografía de las Ciencias en Colombia”,dirigida por el doctor Víctor Manuel Patiño.

Pérez Arbeláez recibió en vida múltiples honores,“espadas de dos filos” las definió en su discurso al recibirla Medalla Alejandro de Humboldt del gobierno alemán,de quien citó:

“... haced de mí una biografía y no un elogio: que-riéndome honrar, me harías un mal”.

Perteneció a una generación que amplió las fronte-ras de Colombia, ensanchando los conocimientos que setenían de su realidad; antropólogos, geógrafos, botáni-cos, geólogos, historiadores, etc. (“nuevos órganos parapercibir el mundo”)... nos revelaron otro país, o, al me-nos, sus posibilidades de serlo.

Citas

1 El Nilo, el río más largo de la tierra, sobretodo en historia, “debía” ser represado

para encauzar su poder en benefi-

cio del progreso de Egipto, ne-cesitado y ansioso de cre-

cimiento. Adminis-trar sus aguas,

controlar las

i n u n d a -ciones,

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domesticar su poder, para remediar los problemas

alimentarios, producir más energía, suministrar aguas de rie-go, impulsar el desarrollo...

Al cumplirse 40 años de la construcción de la Represa de

Asuán, el naturalista Jacques Cousteau se interrogó sobre lasmetas que se propusieron alcanzar con la Represa y realizó un

documental con las respuestas obtenidas. Los resultados de este

documental son aleccionadores, y yo diría que trágicos, trági-cos para el pueblo, para las ciencias rusas que hicieron y pla-

nearon la descomunal obra y trágico para Egipto, para sus sue-los, la fauna, los poblados costeros... para el progreso.

Al retener las aguas del Nilo, el mar, sin tener ya la podero-sa presión del río, invadió las costas con una indetenible

marea alta que conquistó extensos territorios; al cesar lasinundaciones del Río libre, cambió la composición química

del suelo y la tierra se salinizó, causando graves y descono-

cidos problemas; una vez detenidas las aguas, la falta demovimiento propició el crecimiento desmesurado de la ve-

getación acuática ribereña, que comenzó a colonizar el ríoy hubo que combatirlas con costosos y peligrosos químicos;

las tierras indudables dejaron de recibir el cieno, tierra fe-

cunda arrastrada por la erosión, que el río devolvía con lasinundaciones fertilizando los campos, sin él estériles para

la agricultura, así que el Gobierno tuvo que levantar unafábrica de fertilizantes químicos, utilizando para su funcio-

namiento buena parte de la energía producida por la Repre-

sa; sin embargo, jamás se volvieron a alcanzar los índicesde producción anteriores.

Hoy Egipto, con su población duplicada y hasta triplicada por

la Represa, con una fábrica de fertilizantes químicos, la migra-

ción de animales salvajes interrumpida a lo largo de 300 kiló-metros por los canales de riego, con las aguas del río contami-

nadas con miles de toneladas anuales de defoliantes para com-batir la “plaga” de buchones y con un multimillonario proyec-

to cuya vida útil está calculada, como toda represa, para 50

años, se pregunta si valió la pena una obra de ingeniería seme-jante para encadenar el Río a sus propósitos.

El antiguo dios del Nilo, hoy es el “río más desprotegido del

mundo”.

2 Un año antes, Gabriel García Márquez había publicado suartículo “La literatura colombiana, un fraude a la nación”,

más o menos apuntando en el mismo sentido de PérezArbeláez: La literatura colombiana de todos los tiempos es

“una literatura de hombres cansados”, escribió García

Márquez, porque la “creación literaria queda (entre noso-tros) relegada al tiempo que dejan libre las ocupaciones” de

sobrevivencia. Los verdaderos escritores colombianos, tie-nen que vivir de oficios ajenos a su vocación, por eso, con-

cluye García Márquez, nuestros mejores escritores son au-

tores de un solo libro. El resto, es decir toda la literaturacolombiana –dice García Márquez– está escrita por los “ma-

los escritores”, razón por la cual, concluye nuestro maestroy novelista, no hay una tradición literaria en Colombia: No

existen en el país “las condiciones para que se produzca el

escritor profesional”. Condiciones que Pérez Arbeláez bus-có para la ciencia, como los escritores deberían haber bus-

cado para las letras.

3 En un artículo de prensa de octubre de 1948, “Debate sobre el

futuro”, Pérez Arbeláez argumenta los pro y los contra de losferrocarriles y los pro y los contra de las carreteras, concluyen-

do que el país debe buscar el equilibrio entre ambas vías decomunicación, y no, como se proponía, abandonar sin mayo-

res estudios el ferrocarril.

Las carreteras, decía Pérez, influyen demasiado sobre los pue-

blos que comunican, destruyendo su urbanismo, cambiandosus expectativas de vida, su economía, sus fuentes de trabajo,

sus oficios y terminan por alterar en forma definitiva el equili-

brio logrado por una región.

Pero el negocio de las carreteras, la industria automotora, losmercados de aceites, gasolina, repuestos, etc., asfixiaron el ferro-

carril y desestabilizaron el campo, con su influencia arrasadora.En Colombia no se planea el desarrollo, se hacen despóticos ne-

gocios multimillonarios que arrastran la economía nacional ha-

cia la dependencia, los privilegios excesivos y el caos.