En un viaje de 30 días en barco por el río Amazonas, desde Belém … · 2014. 3. 1. · con el...

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M anaus. Los mosaicos de la cúpula se empo- tran en el cielo vacío por la fortísima lluvia nocturna. El teatro Amazonas es uno de los símbolos de Manaus y, por lo tanto, meta de los turistas. Pero la metrópoli amazónica no es so- lo su teatro, aunque su belleza lo resalta. Entramos en una cabina telefónica para hacer una llamada. Nos hemos enterado del trabajo desarrolla- do por un grupo llamado Équipe Itinerante (Equipo Iti- nerante). Después de algunos intentos, nos comunican con el responsable, el padre Juan Fernando López Pé- rez, jesuita originario de las islas Canarias. “Vengan al almuerzo. Estamos en el barrio San Geraldo en una casa construida sobre palafitos”. El barrio no está le- jos del centro, pero luego de bajar del autobús, pa- REPORTAJE En un viaje de 30 días en barco por el río Amazonas, desde Belém (Brasil) hasta Iquitos (Perú), llegamos a Manaus, ciudad brasileña que hace un tiempo fue riquísima gracias al caucho. De aquella época quedan pocos vestigios: un famoso teatro, algún edificio. Hoy la metrópoli crece sobre el río Negro y atraviesa un nuevo periodo de expansión debido a los proyectos de desarrollo que implican la Amazonia. Proyectos que están devastando el ecosistema e incrementando la lucha entre los pobres, como bien lo saben los religiosos que conforman el Equipo Itinerante. Texto y fotos: Paolo Moiola, periodista Teatro Amazonas, Manaus.

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Manaus. Los mosaicos de la cúpula se empo-tran en el cielo vacío por la fortísima lluvia nocturna. El teatro Amazonas es uno de los símbolos de Manaus y, por lo tanto, meta

de los turistas. Pero la metrópoli amazónica no es so-lo su teatro, aunque su belleza lo resalta.

Entramos en una cabina telefónica para hacer una llamada. Nos hemos enterado del trabajo desarrolla-do por un grupo llamado Équipe Itinerante (Equipo Iti-nerante). Después de algunos intentos, nos comunican con el responsable, el padre Juan Fernando López Pé-rez, jesuita originario de las islas Canarias. “Vengan al almuerzo. Estamos en el barrio San Geraldo en una casa construida sobre palafitos”. El barrio no está le-jos del centro, pero luego de bajar del autobús, pa-

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En un viaje de 30 días en barco por el río Amazonas, desde Belém (Brasil) hasta Iquitos

(Perú), llegamos a Manaus, ciudad brasileña que hace un tiempo fue riquísima gracias al caucho. De aquella época quedan pocos vestigios: un famoso

teatro, algún edificio. Hoy la metrópoli crece sobre el río Negro y atraviesa un nuevo periodo

de expansión debido a los proyectos de desarrollo que implican la Amazonia. Proyectos que están

devastando el ecosistema e incrementando la lucha entre los pobres, como bien lo saben los religiosos

que conforman el Equipo Itinerante.

Texto y fotos: Paolo Moiola, periodista

Teatro Amazonas, Manaus.

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ra llegar, tenemos que hacer otra llamada. “Espérenme allí. Voy a su encuentro”.

Después de pocos minutos, lle-ga un hombre delgado, camiseta verde sin mangas, pantalones cor-tos y sandalias. El padre Fernando se presenta, regalándonos una lar-ga sonrisa y un abrazo afectuoso.

De nuevo comienza a llover y debemos apresurar el paso detrás del misionero. Antes de un puen-te, giramos a la izquierda; es como entrar de repente en otro mundo:

la comunidad Artur Bernardes, un barrio sobre palafitos. Se camina sobre puentes de madera, coloca-dos a algunos metros de la tierra. A derecha y a izquierda casas de un piso, al mismo nivel, construi-das con tablas de madera y techos de lámina. Algunas están pinta-das de azul o verde, pero la mayor parte de marrón, un color todavía más oscuro que el del agua y la humedad. Cables para la ropa, an-tenas parabólicas, plantas y flores delante de algunas puertas. Las

ventanas no tienen vidrio y se pue-de mirar de reojo con facilidad: mujeres que trabajan, televisores encendidos, niños, algún hombre, pero no muchos.

Las casas se apoyan sobre pa-los altos clavados en el terreno. Debajo no hay agua, solamente un poco de pantano, en el cual no faltan los desechos. Extrañamen-te el agua del igarapé1 no ha inva-dido todavía el barrio. Tanto que el campo de fútbol, puesto en me-dio de los palafitos, es utilizable. Para alcanzarlo se necesita bajar las escaleras de madera, resbalo-sas y tambaleantes.

“Cuando hay agua –nos expli-ca el padre Fernando, mientras lo atravesamos– el campo de juego se transforma en un pequeño la-go”.

Regresamos al puente, pero antes de ir a su casa, el padre Fer-nando nos acompaña a una edi-ficación cercana, utilizada como lugar de encuentro y oración. En sus dos habitaciones hay pocas cosas, pero significativas: un tapiz de Chile sobre el cual resalta una frase “con los pobres de mi tierra quiero yo mi suerte echar”; una cruz de El Salvador con los ros-tros de los mártires de la Uca2;

La cancha de fútbol de la comunidad Artur Bernardes en el barrio San Geraldo.

El P. Fernando López.

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un tambor de tradición africana, muy difundido en Salvador de Ba-hía (atabaque o tambaque).

Para atendernos está Herta Farias, presidente de la Asocia-ción de los habitantes, Asociación de los moradores de la Comunidad Artur Bernardes.3 Herta es la voz del barrio. El panorama que nos pinta no es atractivo. La gran ma-yoría de los habitantes –350 fa-milias para un total de cerca de 1.500 personas– tienen trabajos informales, sobre todo en el co-mercio ambulante. Algunos viven con la bolsa familia4. Hay proble-mas de alcoholismo, prostitución y drogadicción. Pero el proble-ma sobre el cual la asociación se centra es la vivienda. “Luchamos por tener casas dignas”, nos ex-plica con un tono de voz pacato pero decisivo.

Fronteras simbólicas y geográficas

De la ventana de la cocina del pa-dre Fernando se ve claramente el ramal de un igarapé, túrbido y lle-no de detritos, sobre todo, bote-llas plásticas. Esto no impide que algunos niños jueguen sobre la ri-bera. Uno de ellos hasta ha meti-do un pie en un flotador y conduce con un bastón este barquillo im-provisado. Desde lo alto de su palafito el padre Fernando los ob-serva, mientras con una mano mezcla el alimento que cocina so-

bre su hornillo y con la otra aviva la conversación con las personas, que se agolpan en la pequeña co-cina panorámica. Están presentes dos religiosas del Equipo Itineran-te: Arizate y María Luisa. Y tam-bién dos chicas voluntarias que permanecerán en el lugar algunos meses: una psicóloga española y una antropóloga belga.

La decisión de vivir en esta co-munidad es coherente con la idea que originó el Equipo Itineran-te. Su fundador, el jesuita italiano Claudio Perani, describía así la fi-nalidad del proyecto: “Dedíquen-se a ir por la Amazonia. Visiten las comunidades, las Iglesias locales, las organizaciones. Observen todo con atención y escuchen bien todo lo que la gente dice: sus pregun-tas y esperanzas, sus problemas y soluciones, sus utopías y sueños. Participen de la vida cotidiana de las personas”.

La misión del Equipo se concre-ta entre las personas que viven en las periferias degradadas (como el barrio Artur Bernardes), a través de los ríos y en las aldeas indíge-nas. Fronteras simbólicas al lado de fronteras geográficas. Actual-mente el grupo se articula en tres núcleos operativos: uno en Rorai-ma (en los límites entre Venezuela y Guyana), otro en Tabatinga (en la triple frontera de Brasil, Colombia y Perú) y el de Manaus. En el futuro próximo, se abrirá otra base en la frontera entre Brasil, Bolivia y Perú.

El Equipo Itinerante –y esto re-presenta una segunda caracterís-tica– está compuesto por hombres y mujeres de diversas congrega-ciones religiosas. Hoy cuenta con unas quince personas.

Cómo entender la Amazonia y su gente

Cada integrante del núcleo de Manaus ha llegado al Equipo por caminos distintos.

Fernando López llegó a Amé-rica Latina en 1985, como vo-luntario laico. Trabajó y estudió con los jesuitas en Paraguay. “En 1998 me llamaron para pregun-tarme si quería ir a Brasil; el pa-dre Claudio Perani me invitaba a trabajar en el Equipo Itinerante.

Niño jugando en el igarapé que pasa cerca del barrio San Geraldo.

Herta Farias, presidente de la Asociación de habitantes de la comunidad Artur Bernardes.

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veles de consumo practicados en los países del norte no son uni-versalizables, porque el planeta no lo permite. En otros términos, si continuamos con la cultura pre-dadora de Occidente, el planeta no podrá sobrevivir para las próxi-mas generaciones”.

El bioma5 amazónico concen-tra el 20 por ciento del agua dulce (no congelada) del planeta; alber-ga millares de especies vegetales y animales; es fundamental para el equilibrio climático global, pro-cesando millares de toneladas de carbono al año.

El padre Fernando está segu-ro: “Si se pierde la Amazonia, no estará más, sea para el pobre o el rico, para el Norte o el Sur”.

¿Qué hacer? Según el análisis del Equipo Itinerante, se necesi-ta una lógica más cooperativa, so-lidaria, fraterna, con relaciones diferentes con la Madre Tierra, re-cuperando la espiritualidad fran-ciscana de “hermano sol, hermana agua”. Como la que practican, desde siempre, los pueblos indí-genas. Arizete, que tiene cromo-somas indígenas, está de acuerdo con el padre Fernando. “La Ama-zonia –dice– es un espacio sacro como una gran maloca. Aquí hay una gran diversidad de vida; hay posibilidades para todo y para to-dos. Desafortunadamente, para el mundo de afuera, la Amazonia es vista como un lugar para depredar y expropiar, para obtener ganan-

La idea era hacer una Iglesia del camino, del río, de la gente”. “Es-taba bastante asustado: si había sido difícil aprender el guaraní, imaginaba cómo sería yendo por la Amazonia con tantos grupos indígenas. Entré en crisis y por eso pedí un mes para reflexionar. Claudio me había dado el mapa de la Amazonia pero yo –asustado por la labor– no me atreví a abrir-lo. Me levantaba temprano, hacia las 4 o 5 de la mañana. Y pen-saba: Dios debes darme la fuer-za para decidir. Al final, acepté”.

María Luiza Mendes Fernandes es portuguesa. Después de algu-nos años en África, entró en una congregación religiosa y estudió teología en Belo Orizonte. Traba-ja en la Amazonia desde el 2006.

“Esta es una experiencia muy be-lla e interesante –explica– pero es difícil realizarla. Para un europeo o para un estadounidense es muy complicado entrar en el mundo amazónico. Es otra mentalidad, otra cultura. Después de cinco años, yo todavía no he tomado ple-na conciencia”.

Arizete Miranda Dinella, naci-da en una familia ribereña, es la brasileña del grupo. Desde 1981 está en Manaus, donde inicialmen-te trabajó como profesora en una escuela municipal. “Con la ayuda de mi congregación religiosa –nos cuenta– he podido recuperar mis raíces indígenas. Mi historia perso-nal me ha hecho entender y apre-ciar cada día más el trabajo del Equipo Itinerante.”

La Amazonia vista (y despojada) desde afuera

Trabajar sobre heridas socio-am-bientales donde la vida está más amenazada. Privilegiar a los po-bres (y los empobrecidos, como los pueblos indígenas), buscar el bien común deben pasar a través de la defensa de la Madre Tierra de la agresión y el rechazo del mo-delo de desarrollo importado en esta parte del mundo. Estos son los objetivos que se propone el Equipo Itinerante.

“Después de 26 años en Amé-rica –cuenta el P. Fernando– he llegado a una conclusión: los ni-

Un puente de palafitos en la comunidad Artur Bernardes.Arizete Miranda.

El igarapé visto desde la ventana de la cocina del P. Fernando.

María Luiza Fernandes.

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Notas:1. Igarapés: pequeños y medianos afluentes del Amazonas.2. En noviembre de 1989 fueron asesi-nados seis jesuitas de la Universidad de Centro América, El Salvador.3. Ver www.conam.org.br.4. Bolsa familia es un programa que ofrece apoyo económico a las familias más pobres, Introducido por el presi-dente Lula da Silva en 2003. Es conside-rado innovador porque los beneficiarios, para recibir el dinero, deben mandar sus hijos a la escuela.5. Un bioma es un espacio ecológico ca-racterizado por diversas particularida-des geográficas como las temperaturas medias y las precipitaciones anuales, además de las comunidades vegetales y animales que viven en él.6. Ver: www.iirsa.org.7. Ver: www.brasil.gov.br/pac.8. Sobre el número de etnias y personas indígenas no hay cifras unánimes.

cias. La tierra no es sentida co-mo vida, sentimiento, pertenencia, solo como lucro. Todo esto se ha-ce sin pensar en las personas, las plantas, todas las creaturas que están sobre la tierra. Desgracia-damente, el avance de los grandes proyectos es muy veloz”.

Arizete se refiere a los proyec-tos programados en el plano lati-noamericano del Iirsa (Iniciativa para la Integración de la Infraes-tructura Regional Suramericana), que incluye a 12 países6 y del pla-no brasileño del Pac (Programa de aceleración del Crecimiento).7 En ambos casos la Amazonia es la re-gión más implicada. Los proyectos prevén grandes obras para el trans-porte, la energía y las comunica-ciones. El consiguiente crecimiento

económico traerá –esto está pro-metido– beneficios para todos. En el Equipo Itinerante nadie lo cree, porque todos han visto la Amazo-nia saqueada por las empresas madereras, compañías mineras y petroleras, industrias agroalimen-tarias. Provocando conflictos so-ciales entre los pueblos autóctonos (grupos indígenas en primer lugar, pero también comunidad de ribe-reños y de afrodescendientes) y los migrantes de otras regiones.

Vivir mejor o vivir bien

En la Amazonia viven centenares de etnias indígenas.8 Unas cien comunidades están aisladas (en el sentido que no tuvieron contac-to con el mundo occidental). El

Equipo considera los pueblos indí-genas como el presente y el futu-ro de la humanidad y del planeta. “La desacralización y mercantili-zación de Occidente –afirma el P. Fernando– es un suicidio. Todo se compra. Todo tiene un precio. Los pueblos indígenas son los únicos que pueden hacernos recuperar un espíritu de trascendencia y de sacralidad de la vida. También por esto, cada vez que desaparece un grupo indígena, la humanidad se empobrece”.

“Los indígenas –señala Arize-te– tienen una máxima que dice: ‘Nosotros no pedimos vivir mejor, sólo vivir bien’. Porque cuando una parte vive mejor, existe otra que vive peor”.

La misión es complicada

Es difícil no estar de acuerdo con el Equipo Itinerante, pero es igual-mente difícil negar cuán ardua, casi imposible, es la tarea que se fijan. Abrazamos al padre Fernan-do, Arizete y María Luiza con un saludo que es también un augurio de éxito en su labor. Recorremos de nuevo los puentes de la comuni-dad Artur Bernardes. Cuando pa-samos, nos saluda Pablo, el único que tiene una casa construida de dos pisos. ISF

Planta Victoria regia, Amazonia.

Ejemplo de desmatamento en la Amazonia.