En Los Extramuros Del Mundo Carlos Villacorta

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entrevista/ensayo/comentarios del autor

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En los extramuros del mundo: muro y

encierro en un poemario de Enrique

Verástegui

Carlos Villacorta Gonzales

Hobart and William Smith Colleges

Villacorta González, Carlos(2011), En los extramuros del mundo: muro yencierro en un poemario de Enrique Verástegui, The Korean J ournal ofHispanic Studies, 4,

En este artículo, estudio cómo se representa la ciudad de Lima y

cómo se construye la identidad del sujeto a partir de la idea del

encierro con el muro y los extramuros en la década de los setenta en

la capital peruana presentado en el libro En los extramuros del mundo(Lima, 1971) de Enrique Verástegui (Lima, 1950). Se puede resumir

esta relación cómo la ciudad amurallada sin muros, donde los

habitantes de la ciudad conviven encerrados sin capacidad de

expresión. De esta manera, la poética de Enrique Verástegui propone la

desaparición de un centro que solo remite a la muerte de sus propios

habitantes y que solo al atravesar el muro, llegar a los extramuros,

permitiría la construcción de una identidad y de un lenguaje nuevo.

Este libro de Verástegui desde el inicio de la década expone sin lugar

a dudas las contradicciones de la propuesta estética del grupo poético

al que perteneció, Hora Zero, ya que su propio lenguaje cuestiona la

inserción social que a la época misma le interesa llevar a cabo, así

como cuestiona la política implantada en 1968, con el Gobierno

Revolucionario de las Fuerzas Armadas (1968-1980) instaurado por el

General Juan Velasco Alvarado.

Key words: Poesía peruana/ El grupo Hora Zero/

Estudios urbanos/ En los extramuros delmundo (1971) de Enrique Verástegui.

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En 1971, el poeta peruano Enrique Verástegui publica su

primer libro, En los extramuros del mundo, y se circunscribe al

lenguaje de su generación (la de los setenta) que muchos

críticos han asociado con un lenguaje callejero y con influencia

de la poesía norteamericana.1) En el presente trabajo nos

interesa analizar la visión que se construye de Lima y de su

modernidad ocurrida en Perú en su expresión poética durante

esa década. En ese sentido, el poemario de Enrique Verástegui

es importante ya que plantea un espacio “moderno” que no se

explica a través de un discurso celebratorio de la modernidad

sino que, por el contrario, muestra un espacio que ha quedado

estancado. Es decir, la ciudad capital es un lugar que ya no

posee posibilidades para sus habitantes. Lima, como centro de

poder, ha anulado esa modernidad al establecer desde muchos

años atrás la marginación social y, como consecuencia, la

inmovilidad social.2) En los extramuros del mundo se inscribe

como el poemario que enfatiza esta situación. Como veremos en

el presente análisis, Verástegui propone un sujeto que es

incapaz de formar parte de la urbe y de una nueva modernidad

a través de un lenguaje y una poética inéditos. En el presente

artículo, buscaremos entender y explicar su propuesta.

1) El crítico peruano Ricardo González Vigil afirma que también están presentes

la influencia de José María Arguedas, de los beatnik norteamericanos, deErnesto Cardenal, del neorrealismo norteamericano y de la novela del Boom(Poesía peruana siglo XX 27). José Miguel Oviedo afirma que es la

“exaltada inmersión en el mundo del poeta” la que termina produciendo un

lenguaje “en bruto, una brasa ardiendo en vulgarismos, gruesas salidas de

tono, jerga criolla, obscenidades varias que el poeta reproduce con la fruición

de quien estampa graffiti en la calle” (Estos 13 22).

2) Esta misma situación ya es manifestada en los poetas de generaciones

anteriores. Así afirma el poeta Abelardo Sánchez León (Presencia de Lima48).

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1. Marginalidad y poesía

Es importante conocer la posición de Verástegui dentro del

discurso literario de la época, pues así entenderemos mejor cuál

es su propuesta poética no sólo en su primer libro sino en toda

su obra. En una entrevista de 1972, Verástegui afirma acerca

de su relación con el grupo Hora Zero3): “Pienso que un

escritor en cualquier momento histórico debe de ser marginal en

cuanto a lo oficial y Hora Zero es antioficial.”4) Esta entrevista

manifiesta el deseo del poeta de definirse en términos de una

marginalidad que se opone a cierta “oficialidad”. ¿Pero qué es lo

que entiende el poeta por “oficialidad”? Es importante, para esta

aproximación a la representación de Lima, entender a qué se

refiere Verástegui cuando habla de su posición como poeta

marginal en un momento específico de la historia peruana.

En Verástegui, la marginalidad aparece sujeta a varios

aspectos de su persona, no sólo como migrante de la ciudad de

Cañete sino como parte de un lenguaje poético. Aunque

3) En 1970, los jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional Federico

Villareal, Jorge Pimentel (Lima, 1944) y Juan Ramírez Ruiz (Chiclayo, 1946)

escriben “Palabras urgentes”, manifiesto que se publicaría en la ciudad de

Chiclayo el mismo año en el primer número de la revista Hora Zero, dandoasí nacimiento a este grupo poético. Hora Zero buscó incorporar en su

propuesta un nuevo tipo de poesía: aquella que se basaba en las

experiencias de los migrantes y provincianos. Los poetas vieron en ellos

(mismos) al nuevo sujeto de la revolución poética que, de manera paralela,

es semejante al ‘nuevo hombre’ que propugnaba la revolución cubana y el

gobierno militar peruano del General Juan Velasco. Simultáneamente, el

espacio urbano emerge como el espacio donde es posible esa revolución.

Será la primera vez que aparecerá una nueva ciudad en la poesía peruana

ya que estos poetas “no escriben tanto sobre Lima, sino desde Lima”

(Presencia de Lima 66).

4) Oviedo, José Miguel(1973), Estos 13: Manuel Morales, Antonio Cilloniz,Jorge Nájar, José Watanabe, Oscar Málaga, Elqui Burgos, Juan RamírezRuiz, Abelardo Sánchez León, Feliciano Mejía, Tulio Mora, José RosasRibeyro, José Cerna, Enrique Verástegui. Lima: Mosca Azul, 178.

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Verástegui nació en Lima, vivió su niñez en la ciudad de

Cañete, provincia de Lima situada al sur de la ciudad capital.

Sus estudios universitarios los llevó a cabo en la Universidad

de San Marcos donde estudió en la Facultad de Economía. Fue

ahí donde entró en contacto con el grupo Hora Zero y fue en

esos años (1969-1971) que escribe sus primeros poemas así

como su primer libro En los extramuros del mundo. No pasó

mucho tiempo antes de que Verástegui decidiera salir de la

capital y volver a Cañete para emprender la escritura de su

segundo elogiado libro, Monte de goce (1991). En el prólogo

del mismo, Verástegui cuenta la relación entre su pueblo y la

ciudad de Lima:

Cañete es como un suburbio anticipado de Lima: la radio, los

periódicos, la televisión, las revistas, los vespertinos, los

chismes, todo te llega con tanta o más prontitud que a las

mismas urbanizaciones, balnearios o barriadas de la gran

Lima. Como se ve no necesitaba vivir físicamente en Lima

para palpar el hervor de su vida literaria, claro con la ventaja

de evitarme la sordidez de su bohemia. No dejé pues de

respirar la actualidad cultural de Lima, por más que para

algunos yo no sea más que un provincianito de mierda.5)

Años después, gracias a la beca Guggenheim, partiría a

Europa con su entonces esposa, la poeta Carmen Ollé. Luego de

varios años en Francia, regresó a vivir nuevamente a la

provincia de Cañete en un nuevo exilio autoimpuesto desde

donde siguió publicando libros en las siguientes décadas. Por lo

tanto, su preferencia por la provincia no es gratuita, sino que

responde a motivaciones que radican principalmente en la

5) Verástegui, Enrique(1991) Monte de goce. Lima: Jaime. Campodónico, 7.

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escritura. Su constante fluctuación entre el centro y la periferia

enmarca su literatura, una literatura escrita, literalmente, desde

las márgenes.

Si bien en un momento inicial Verástegui pertenece a la

primera formación del grupo Hora Zero por ser un grupo

“antioficial”, rápidamente sus propias preocupaciones como

creador excedieron a las de su grupo:

Desde que ingresé a “Hora Zero” yo había sido su parte

teórica discrepante. Estaba siempre por la alucinación en la

textura del verso, por el dominio técnico perfecto del poema

(“nada de formalismo, ni de tecnicismos”, me respondían).6)

La preocupación formal por un nuevo lenguaje escapa a la

finalidad del grupo Hora Zero. Mientras que para Jorge

Pimentel y los miembros del grupo la intención de escribir una

nueva poesía era la de retratar cabalmente al nuevo sujeto

migrante (el sujeto marginal) y a la ciudad (el espacio poco

retratado por la poesía peruana) y al lenguaje urbano, a

Verástegui le interesa más el valor del lenguaje como

construcción, como estructura, como forma. Para Verástegui, la

poesía no es un reflejo de la realidad sino su recomposición en

texto literario, es decir, en lenguaje, pues para él “hay dos

niveles de discurso: quien dice algo, y quien dice bellamente.”.7)

Con esto, Verástegui, formula al menos dos tipos de emisor

bien diferenciados: aquel que habla sin preocuparse ni de la

forma, sino sólo del fondo y aquel que se preocupa sobre todo

de la forma para crear belleza. Esto confirma los límites de su

compromiso con las propuestas de su grupo formativo.

6) Luchting, Wolfgang(1977), Escritores peruanos, qué piensan, qué dicen.Lima: Editorial ECOMA, 331.

7) Oviedo, José Miguel(1973), Estos 13, op. cit., 162.

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Podríamos decir que para Verástegui, Hora Zero está más cerca

de aquellos que “dicen” solamente y él, en cambio, busca

aproximarse a ese “decir bellamente” que no es otra cosa que

el lenguaje de la poesía.

Esta posición sobre la literatura lo lleva también a repensar

la situación tanto del creador, la obra y el lector. Según

Verástegui, el énfasis lo tiene el lenguaje utilizado y el texto

creado. Es por esta razón que afirma sobre la relación de su

obra y el lector: “Quien quiera gozar del arte necesita ser un

hombre artísticamente culto.”.8) De esta manera, Verástegui

excluye a un tipo de lector: aquel que no esté preparado en

términos de conocimientos, por una parte, y que no tenga una

sensibilidad para apreciar el arte, por otra. Son iguales de

sintomáticas sus ideas sobre el tema de las generaciones,

especialmente sobre las del sesenta y setenta, donde los autores

dejan de ser relevantes pues lo que interesa, finalmente, es el

diálogo que establecerán los textos:

“Yo creo que dentro de algunos años, la generación del

sesenta, y la generación del setenta, se disolverán hasta

conformar un sólo bloque conjunto. Es más: creo que estas

dos generaciones no existen, sencillamente. Tampoco creo que

existan otras generaciones. Existen sólo textos que se atraen

y se niegan”.9)

Aquí se cuestiona la preocupación de los críticos por agrupar

a los poetas y a la poesía en décadas. Al mismo tiempo,

Verástegui se plantea la posibilidad de ver y analizar los textos

por aquellos temas, preocupaciones estéticas y/o éticas que

8) Luchting, Wolfgang(1977), Escritores peruanos, qué piensan, qué dicen, op.cit., 362.

9) Ibid., 367.

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tienen en común así como por aquellos mismos temas que

muchos libros no comparten. Leer poesía, parece decirnos, es

encontrar en los textos los distintos diálogos que ellos mismos

formulan.

¿En qué medida esto lo aleja o lo acerca de la propuesta de

Hora Zero? Verástegui tiene en común con Hora Zero la idea

de destruir un lenguaje que considera caduco: por un lado, una

retórica nacida en el siglo XIX, vigente en la primera parte del

siglo XX; por otro, el lenguaje elitista y distanciado de la

generación del sesenta. Dice Verástegui: “Lo que queremos es

liquidar una retórica: un por liquidar la infraestructura

económica del lenguaje” (sic).10) Su propuesta es la de una

poesía que, como un fiel espejo, muestre todas las caras de ese

nuevo peruano migrante que ha llegado a la ciudad. Dentro de

ese nuevo proyecto, sin embargo, Verástegui irrumpe con su

primer libro con el tan esperado nuevo lenguaje: el migrante

que habla sobre su experiencia del centro. Pero, al mismo

tiempo, socava las posibilidades de ese lenguaje. No son

gratuitas, entonces, sus palabras sobre su relación con el grupo

que lo ampara en sus inicios: “[José] Cerna y yo no podíamos

seguir en ‘Hora Zero’, habíamos sobrepasado largamente su

esquema teológico de la representación, su teoría del reflejo”.11)

Para Verástegui, las preocupaciones de Hora Zero son sólo un

punto de partida en un proyecto más ambicioso, porque lo que

finalmente le interesa, más allá de la forma, es destruir un

lenguaje y al mismo tiempo destruir los límites impuestos entre

los géneros literarios a través del deseo. Si hay dos discursos,

lo que se enuncia y la belleza de lo enunciado, entonces: “la

literatura deja de ser un medio para transformarse en su propia

10) Ibid., 335.

11) Ibid., 332.

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finitud, es decir: asume la infinitud. Y el lector deja de ser un

simple receptor porque siendo el deleite la función básica de la

escritura, éste ha de participar operativamente en tal función.

”.12) Para Verástegui, la experiencia del texto es una “búsqueda

del deleite en la escritura”13) en donde el deseo de ese deleite

tanto por parte del narrador como por el mismo autor terminará

por derrumbar “los conceptos de narrativa y de poesía. Es

decir: la abolición misma de lo que pudo ser hasta ahora toda

una concepción decimonónica de la escritura.”.14)

Hay que entender, entonces, que para Verástegui, los

conceptos que limitan las formas y los géneros literarios son un

obstáculo, un interdicto que no le permiten desarrollar su propia

escritura. Como veremos, su literatura no se restringe a un

género literario, mucho menos a una infraestructura

“decimonónica”.15) Si bien parte de un hecho concreto ―su

experiencia como sujeto migrante que ingresa a la urbe y a

cierta cuestionable modernidad―, su interés como escritor

escapa a la relación inequívoca entre sujeto, objeto y lenguaje

que propone, al menos en un inicio, Hora Zero. Esa propuesta,

como veremos, arrincona y limita las ideas de Verástegui, pues

si siguiera esas ideas al pie de la letra, estas sólo le permitirían

“liquidar una retórica” pero no expandir “su búsqueda del

deleite en la escritura”. Esta última preocupación no es parte de

la propuesta de Hora Zero y, por esta razón, esta idea del

deleite distancia a nuestro poeta del proyecto horazeriano y lo

coloca en las márgenes del proyecto poético de la época.

12) Ibid., 162.

13) Ibid., 163.

14) Ibid., 162.

15) Parece que Verástegui se refiere al uso de la literatura como un espejo que

retrata de manera fiel la realidad. Su crítica a la relación mundo=lenguaje

será uno de los cuestionamientos que redefinirán su posición frente a la

libertad que ofrece el texto poético.

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Podemos afirmar que la marginalidad de Verástegui no es

únicamente la del provinciano que llega a la gran ciudad, sino

sobre todo la del escritor que intenta romper los moldes

considerados obsoletos de la literatura de ese momento, para así

poder abrirse, expandirse. Para esto será necesario derribar los

muros y fronteras que no permiten que su escritura se

desborde. Esta situación lo coloca, efectivamente, en los

“extramuros del mundo”.

Entender su teoría de la poesía y de la literatura nos permite

entender mejor cómo escribe Verástegui la ciudad de Lima. En

este sentido, hay que recordar que recorrer la ciudad significa

enunciarla. Como afirma Michel de Certeau, caminar la ciudad

es recorrer sus posibilidades y sus interdictos.16) Si, como

menciona, “the act of walking is to the urban system what the

speech act is to language or to statements uttered”17), la

escritura de En los extramuros del mundo es la formulación de

una ciudad tanto en sus promesas como en sus obstáculos en

el recorrido. Caminarla significará crear un lenguaje nuevo que

supere los interdictos de la ciudad como las propuestas del

lenguaje de generaciones anteriores e incluso las de Hora Zero,

y así expresar las posibilidades poéticas del poeta de Cañete.

2. De los extramuros a la capital: el poeta

migrante

En los extramuros del mundo está dividida en dos grandes

secciones. La primera sección sin título posee doce poemas,

cuyo último poema se subdivide en tres partes. Toda esta

16) Certeau, Michel de(1984), The Practice of Everyday Life, Trad, StevensRandall, Berkeley: U California P. 98.

17) Ibid., P.97

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primera parte se centra en el recorrido del poeta por la ciudad

de Lima, donde el “Poema escrito sobre una impresión causada

por ‘El Remolino de los Amantes’ ― una pintura de William

Blake” desarrolla específicamente una teorización sobre el tema

del amor. La segunda sección, “Un encuentro con Sonja/ En los

extramuros del mundo”, es un poema largo que, como su

nombre lo indica, se centra en el encuentro que se produce

entre el poeta y la mujer amada en los extramuros del mundo,

es decir, de la ciudad. Para el presente análisis nos centraremos

en la primera parte del texto, es decir, en su recorrido por la

ciudad.

En el texto, el sujeto no es un flâneur en el sentido

benjaminiano; esto es, que recorre la ciudad con la mirada,

observándola y nombrándola. Su relación con la urbe estará

marcada, sobre todo, por el uso del acto de "decir"

(especialmente ‘gritar’) como consecuencia al acto de "ver". Este

cambio se impone sobre el poeta en la medida en que el sujeto

no descubre una hermosa nueva ciudad donde sentirse cómodo

sino un espacio apocalíptico, un espacio sometido a la

destrucción. El poeta se instala en el centro de la ciudad de

Lima para, desde ahí, iniciar su recorrido con la finalidad de

establecer su discurso, escritura que será minada y limitada e

impedirá alguna posible convivencia al interior de la ciudad.

Como vemos, hay un desencuentro —me atrevería a decir un

desfase— enorme entre el poeta y la ciudad y, más aún, entre

ciudad y lenguaje.

Los primeros poemas del libro “Primer encuentro con

Lezama”, “Segundo encuentro con Lezama o pequeña

introducción a en los maceteros de la ciudad” y “Datizbao”

enuncian la característica más importante de este sujeto: el

saberse perdido. Cada nueva salida por la ciudad comenzará de

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la misma manera: “Otra vez perdido esta noche”18). Esta

sensación de pérdida es la que marcará todo su recorrido. Como

afirma Certeau “to walk is to lack a place”.19) ¿Qué es lo que

le falta a este nuevo sujeto?

Los primeros versos con que abre el poemario no pueden ser

más elocuentes. En “Primer encuentro con Lezama” se dice:

“Llevo un sol en mis bolsillos/ pero ya no tengo nada en mí

”20). La mención al “sol” implica dos connotaciones: la primera,

a la moneda del país; la segunda, al astro rey. Ambos

conceptos son semejantes en tanto son elementos dotados de

una característica común: el brillo. Pero mientras que uno

explica la situación económica del sujeto poético, la segunda,

antagónicamente, alude a una característica interior. En otras

palabras, lo primero que no tiene es dinero en esta nueva

sociedad. En ese sentido, es un excluido económicamente de la

ciudad y esto no le permite establecer relaciones con los demás

habitantes. Este hecho remarca que la ciudad que se recorre es

una que tiene el dinero como medio de transacción y de

comunicación. Es el dinero el lenguaje de la moderna

metrópolis. Como afirma George Simmel: “Money is concerned

only with what is common to all: it asks for the exchange

value, it reduces all quality and individuality to: How much?”21)

Tener un sol sería su valor real en la urbe moderna. Al saber

que es solo eso lo que tiene, busca reemplazar la pobreza

económica con una virtud más poderosa: el sol interior ¿Pero

qué es este brillo interior al que se refiere? Retomaremos este

punto luego.

18) Verástegui, Enrique(1971), En los extramuros del mundo, Lima: CMB, 11.

19) Certeau, Michel de(1984), The Practice of Everyday Life, op. cit., 103.

20) Verástegui, Enrique(1971), En los extramuros del mundo, op. cit., 9.

21) Simmel, Georg(1997), Simmel on Culture: Selected Writings, Ed. DavidFrisby y Mike Featherstone, London: SAGE,176.

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No es solo dinero lo que le falta a este sujeto. También ha

perdido facultades que lo caracterizan como individuo y lo

alejan del habitante común de la ciudad: “no puedo soñar,

cantar, pensar en cosas concretas/ no puedo soñar cantar

escribir ese poema para ti mi gatita”22). Así, son dos pobrezas

las que enmarcan al sujeto del poemario. Por un lado, la

pobreza económica; por otro, la pérdida de sus capacidades.

Podemos decir que su incursión en la ciudad implica

necesariamente su exclusión económica y la muerte de

facultades que no estarían acordes con la estética de la ciudad.

El no poder cantar, ni soñar, ni escribir, son tres facultades

necesarias de la identidad de este sujeto que es ante todo un

poeta. Al desaparecer toda posibilidad de expresión, la ciudad

junto con sus habitantes se convierte en un encierro.23) El

encierro implica que este sujeto es un peligro para la sociedad.

Ya que, como hemos visto, hay un brillo interior, es decir

existen las ganas de cantar y de soñar y de escribir en una

sociedad que no posibilita estas opciones. En este sentido, la

amenaza que es el sujeto es la amenaza de la enfermedad que

podría acabar con la nueva urbe: “mis vecinos me tienen

controlado/ me ven llegar como una peste”24). Lo interesante es

el problema que implica estar en la metrópolis. Si el sujeto no

puede hacer prácticamente nada y se haya sin dinero, ¿qué es

lo que puede hacer en la ciudad? Este punto es importante pues

desde su llegada, el sujeto asume su actividad creadora. Es

decir, ha llegado a la ciudad para cantar en ella, soñar con ella

y escribir sobre ella. Pero esto implica ya un discurso a prior

22) Verástegui, Enrique(1971), En los extramuros del mundo, op. cit., 9.

23) Una cuarta facultad, la de escuchar, no existe pues no hay “nadie con quien

cruzar una palabra, una idea” (En los extramuros 10), situación que remarcaaún más el encierro

24) Ibid., 9.

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i.25) Al cancelar todas estas posibilidades, y al mismo tiempo al

ser encerrado, la ciudad y sus habitantes se imponen sobre el

individuo no para que la cante sino para que la grite, no para

que la sueñe sino para que tenga pesadillas con ella, no para

que la escriba o recorra sino para que encuentre sus obstáculos

e impases. Si quiere pertenecer a la urbe, tendrá que aceptar

estas condiciones impuestas que lo volverían semejante a todos

los habitantes, pues ellos tampoco tienen estas facultades. Es el

requisito para vivir en la metrópoli, es decir, en aquella urbe

que une a sus habitantes bajo relaciones estrictamente

económicas.

Si caminar es “to lack a place”, al mismo tiempo recorrer la

ciudad implica buscar aquello que le falta, tanto a la ciudad

como al sujeto que la transita. Aunque hay una pobreza

económica, la búsqueda no es monetaria. Si lo que ha perdido

son sus facultades, buscará recuperarlas. Si el sujeto ha sido

encerrado, buscará liberarse de ese encierro al recorrer la

ciudad. Por último, pero no por eso menos importante, buscará

recuperar un destinatario a su discurso.

En estos primeros versos ya aparece el destinatario del

poema: “para ti mi gatita”. Encerrado por los otros, el sujeto

sólo puede tratar de asir en la memoria a un otro que le

permite recuperar lo perdido: “y corro por estas calles de Lima/

buscando recordando a Vivian/ cayéndome en pedazos

consumido por mí mismo”26). Al no poder cantar, ni soñar ni

mucho menos escribir, lo único que le queda al sujeto es el uso

de la memoria. Será ella quien le permita recuperar la imagen

de Vivian, esa gata que se extravía en la ciudad mientras el

25) Ha llegado de la provincia a la urbe con un discurso que no sirve para

representar a una sociedad que con la promesa de ser una ciudad moderna

nunca llegó, en su historia republicana, a tal modernización. Ver nota 12.

26) Ibid., 9.

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sujeto la recorre. En ese sentido, la memoria inscribe, en el

recorrido por la ciudad, su pasado y busca un futuro. La

distancia que se tiende entre el sujeto y el objeto del deseo

debe ser reducida y es la memoria la encargada de hacerlo.

Pero al mismo tiempo esta escritura implica una destrucción de

quien recuerda o escribe. No es posible, parece decirnos

Verástegui, escribir el recorrido que recupere al objeto amado

sin la destrucción del sujeto que ama. Veremos más adelante

qué consecuencias tiene este punto en su texto.

Al mismo tiempo, en su búsqueda por Vivian aparece la

figura del poeta José Lezama Lima. Su aparición no es casual.

Si bien está recordando a la mujer, la figura de Lezama emerge

de ese pasado inmediato que le permitirá escribir un discurso

sobre la ciudad. Este “viejo corsario escondido detrás de los

semáforos”27) reaparecerá cuantas veces sea necesario, o en

otras palabras, cuantas veces el sujeto se sienta perdido en la

selva de la gran urbe. El recorrido por la ciudad no se produce

solo sino en compañía de otro. No es posible trazar un camino

en la ciudad sino se posee un compañero que al mismo tiempo

sea herramienta en la escritura de la ciudad. Pueden haber

desaparecido las facultades de imaginar, escribir y de cantar,

pero no el trazo por la metrópoli. En este sentido, así como

ahora tiene la memoria como arma en el proceso de escritura

de la ciudad, la aparición de Lezama no representa sino el

lenguaje que el poeta necesita para escribir la urbe.

La influencia de la poesía de Lezama es evidente en

Verástegui. Su aprendizaje de un lenguaje barroco tuvo en

Lezama una base fundamental. Este fue un lenguaje poético que

experimentaba con el mismo castellano y con sus posibilidades

27) Ibid., 11.

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de expresión y que, específicamente, cuestionaba un lenguaje

coloquial de auge en los años cincuenta en Latinoamérica y

sesenta en Perú.28) La poesía de Lezama fue ante todo una de

tipo metaliterario, es decir, una donde la preocupación principal

era el lenguaje como fin en sí mismo. Como ya mencioné, a

Verástegui le “interesa la poesía como una experiencia de

lenguaje, de estructuras, de ritmos”29). Esta preocupación está

en las bases del neobarroco latinoamericano en los sesenta y

setenta. El recordar la tradición poética de Lezama implicaría

que sea esta la guía dentro del poemario. Así, Lezama se

convertiría en guía de este nuevo Dante perdido no en la selva

oscura sino en la oscura e infernal selva de la ciudad

moderna.30) No es el poeta el que ha perdido la aureola como

en el caso de Baudelaire sino la ciudad. Pero, a diferencia de lo

que ocurre en el infierno de Dante, no es Virgilio-Lezama quien

guiará al poeta por el espacio infernal sino al revés: “y tú no

hacías nada / por mí, viejo Lezama, estás ya viejo, pero te guío

por estos / sitios”31). ¿Por qué Lezama no es el guía?

28) Nos referimos a la poesía posterior a la vanguardia como la poesía de

Ernesto Cardenal, Roque Dalton y, en el caso peruano, Antonio Cisneros.

29) Oviedo, José Miguel(1973), Estos 13, op. cit., 176.

30) Las relaciones entre En los extramuros del mundo y la Divina Comediason varias. La que más se va a resaltar aquí es la idea de viaje que

Verástegui retoma de Dante. Lezama sería Virgilio, y Vivian/Sonja

(personaje que aparece en la última parte del poemario) sería Beatriz. Los

primeros poemas retratarían a Lima como el Infierno mientras que la

plenitud y unidad, el Paraíso, solo se podrían dar fuera de ese mismo

espacio. Con respecto a Dante, Verástegui dice: “Al hablar de Dante no

me refiero a imitar su manera de escribir sino a la seriedad con respecto a

su arte que le hizo construir un monumento” (Estos 13 178). Es claro,entonces, que la valoración de Dante es tanto como el oficio de escritor (en

la perseverancia para crear obras maestras) pero también en la arquitectura

de un objeto que sobreviva a los años. Bajo ese criterio, la estructura de Enlos extramuros del mundo busca reproducir también esa monumentalidad y,por ende, crear un objeto artístico, un objeto atemporal.

31) Verástegui, Enrique(1971), En los extramuros del mundo, op. cit., 9.

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Desde los primeros poemas, Verástegui enfatiza la

incompatibilidad del discurso poético de Lezama con la urbe que

el poeta peruano transita en sus poemas. En primer lugar,

Lezama aparece como el poeta que es guiado por otro. Al

colocar a Lezama en un segundo lugar, se enfatiza el lenguaje

del sujeto peruano sobre el del poeta cubano. Es el primero

quien va a ser el guía, el que le va a enseñar la ciudad. De ahí

que Verástegui use una voz imperativa sobre Lezama: “Sal un

poco de tus páginas”32), pues aquel es el que está más vivo, el

que puede afirmar que habita “más que el infierno”33). Al ser el

guía, el sujeto ya ha escogido una manera de escribir la ciudad,

así como el discurso con el que la va a describir: es una

ciudad infernal donde solo habitan los condenados, los muertos

o los muertos en vida. De esta manera, el lenguaje de Lezama

y sus posibilidades en la urbe quedan relegados a la mera

observación; es el lenguaje del libro que, enfrentado a la

monstruosa realidad de la urbe, poco o nada tiene que decir. En

este sentido, el lenguaje de Lezama no puede ser guía y su

objetivo no será llevar a su homólogo a atravesar la ciudad

infernal a salvo para seguir avanzando a algún paraíso sino que

es, el viaje por la ciudad, un fin en sí mismo, donde la urbe es

básicamente un lugar de encierro en el que el sujeto peruano

solo puede mostrar a Lezama (y a la Poesía) el horror de la

metrópoli que ha empezado a destruirse. Al anular un lugar

paradisíaco exterior a la ciudad a la cual llegar, será la misma

metrópoli la que se convertirá en el texto sobre el cual se

debería escribir ese lugar idílico.

32) Ibid., 9.

33) Ibid., 9.

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En segundo lugar, el lenguaje de Lezama pierde legitimidad

pues se ha vuelto ininteligible. El segundo poema del libro

“Segundo encuentro con Lezama” confirma este hecho:

son más de las doce y caminamos pisando este cielo

de golondrinas agitándose

entre lo que tú tratas de decirme y lo que en realidad me

dices

porque ya nada se agita más acá en el silencio34)

La diferencia entre lo que Lezama intenta decir y lo que dice

muestra una inconsistencia entre lo formulado y lo expresado,

entre el interior y el exterior. Si lo que se piensa no se traduce

en lo que se dice, entonces ¿cómo confiar en este lenguaje para

nombrar el recorrido por la ciudad? Este punto muestra cuál es

la idea que tiene Verástegui del lenguaje: es un espejo claro y

diáfano del pensamiento. La diferencia entre uno y otro es un

problema que revela la tensión entre las ideas estéticas sobre

Lezama que tiene a priori Verástegui y la experiencia de la

ciudad que no permite la escritura de un tipo de poética, a

saber la de lo “dicho bellamente”. En este sentido, el lenguaje

de Lezama es incapaz de dar un mensaje o de usar un lenguaje

claro que guíe a su compañero y así dé sentido al espacio

recorrido. Por este motivo, mientras se vaya escribiendo irá

apareciendo la incertidumbre frente al lenguaje usado y la

nostalgia por ese lenguaje que se irá perdiendo al enfrentarse a

la urbe. La duda en este lenguaje se expande al sujeto poético

quien trata de nombrar pero la incertidumbre sobre la validez

del lenguaje también lo asalta: “Muerte es un verso cuyas

ramas se tuercen como un lago seco. / ¿Muerte es un verso

34) Ibid., 11.

- 18 -

cuyas ramas se tuercen como un lago seco?”35). Al tratar de

dar sentido a las palabras, se cae en la repetición de las

mismas que únicamente acentúan el encierro de quien nombra.

La repetición que buscaba afianzar un significado termina por

vaciar de sentido al lenguaje mismo: el sujeto no estará más

“atado a los más raros principios / a la vida / a la vida / a la

vida”36) porque la incredulidad del poder de la palabra poética

sólo permitirá la murmuración, el vaciamiento y la duda que es

muerte y que, como muerte, se convierte en un eje

estructurador del texto. Si recordamos la posición que tiene

Verástegui sobre el lenguaje, es decir, que hay aquellos que

“dicen” y aquellos que “dicen bellamente”, entonces no solo se

ha perdido la comunicación sino la posibilidad de hacer poesía.

Es el lenguaje poético el que, al no ser un espejo del

pensamiento, ha caído irremediablemente en la locura. Por este

motivo, el lenguaje que Verástegui retoma de Lezama solo

nombra lo inconexo, el sin sentido, la muerte de los espacios de

la urbe, el reflejo de su pensamiento.37) En este sentido, el

lenguaje de Lezama se puede leer también como un lenguaje en

el umbral de la muerte, es decir, un lenguaje caduco por haber

caído en la locura.

Por este motivo, enfrentado a la metrópoli el lenguaje de

Lezama termina transformándose en un objeto, es decir, en un

fetiche: “mientras me alejo y llevo a Lezama prendido como un

35) Ibid., 11.

36) Ibid., 11.

37) Otro poema que hace mención a la locura de la ciudad es “Poema escrito

sobre una impresión causada de Dulle Griet – una pintura de Breughel”

(sic). El cuadro (1562) enfatiza a la joven Griet combatiendo a los demonios

que destruyen la ciudad. En un espacio apocalíptico, vestida de soldado,

Griet se enfrenta a la boca del infierno que se abre a su frente. Verástegui

escoge a Brueghel como su semejante. Ambos retratan ese espacio infernal

al que sus personajes deben de enfrentar desde su propia locura.

- 19 -

laurel / sobre el ojal de mi camisa”38). Su transformación no es

un proceso azaroso sino que responde a las posibilidades

estéticas de Verástegui frente a la ciudad. Así como en los

primeros versos, el sujeto avanzaba destruyéndose a sí mismo

en su intento de recuperar al objeto amado, ahora esto mismo

le sucede a Lezama, que termina siendo un adorno que recuerda

un lenguaje pasado, y que muestra cuáles son las verdaderas y

últimas posibilidades estéticas de la generación anterior. El

lenguaje de Lezama, un lenguaje barroco que tiene al lenguaje

como fin en sí mismo, es insuficiente para escribir la ciudad.

Ahora solo es una reliquia, es decir, un lenguaje y compañero

de viaje muerto. Podríamos afirmar, entonces, que la aparición

de Lezama en el texto revelaría la nostalgia de Verástegui por

utilizar un lenguaje que, finalmente, enfrentado a la ciudad, no

servirá para representar la experiencia urbana.

Son estos tres elementos —el sujeto poético, Vivian o el

objeto amado, y el lenguaje de Lezama— los determinantes para

escribir la ciudad. Como veremos, transitar por ella no es un

proceso fácil, pues desde el primer verso, el sujeto posee pocas

herramientas para su representación.

3. Lima: la ciudad como encierro

La urbe aparece como un espacio que limita al que la recorre.

La primera afirmación concreta sobre este encierro proviene de

la fotografía: “mira acá esta foto: es Jericó devastada por el

mal uso de los sebos,/ por la droga, las flores de plástico”39).

La ciudad en la fotografía, Jericó, es destruida por el mal uso

de sus recursos (los sebos), por el consumismo (enfatizado

38) Ibid., 11.

39) Ibid., 9.

- 20 -

como acción y objeto de la compra en la droga), y por último

por la copia, lo falso que ha ocupado el espacio de los objetos

verdaderos (las flores de plástico). Los tres objetos son los

momentos necesarios en todo proceso de producción. En otras

palabras, para el sujeto que observa la fotografía, la ciudad en

ella no es la ciudad bíblica, sino la ciudad moderna donde la

revolución industrial la ha llevado a la producción de objetos

falsos y al consumismo de los habitantes como una adicción.

Su relación con Jericó nace en este punto. Jericó es la ciudad

que ha dejado de ser sagrada, es decir, que ha perdido el

vínculo religioso entre Dios y sus habitantes. El vínculo entre

ambos le otorgaba la opción de ser habitada40). ¿Qué es lo que

se ha perdido en la Jericó de la fotografía? Un vínculo: aquel

que une al habitante con su ciudad, al ciudadano con otro

ciudadano, al ser humano con la naturaleza. La modernidad solo

ha producido el aislamiento de aquellos que conviven en la

40) Acerca de la historia de Jericó, ésta se narra en el capítulo 6 del libro de

Josué en el Antiguo Testamento. Josué obedeció a Dios en Jericó para

comenzar la conquista israelí de Canaán. Después de cuarenta años de vagar

en el yermo, Josué y el pueblo de Israel habían cruzado las aguas del Río

Jordán para tomar la ciudad de Jericó que había incurrido en el pecado. Los

ejércitos de Israel la rodearon de tal forma que nadie podía entrar o salir de

ella. Por seis días, el ejército circundaría la ciudad mientras los sacerdotes

soplarían las trompetas. Al séptimo día, darían vuelta a la ciudad siete veces

de la misma manera, para al final hacer sonar las trompetas y dar un gran

grito con lo que las murallas que protegían a la ciudad se caerían para

luego quemar todo y a cada uno de sus habitantes. La única familia que

sobrevivió dentro de Jericó fue la de Rahab. Ella había ayudado a los espías

que Josué había enviado días antes de la toma. La historia de Josué termina

con la maldición de éste a la ciudad de Jericó y a cualquiera que se le

ocurra reconstruirla: “Que Yavé maldiga al que reconstruya Jericó. Que los

cimientos se levanten sobre el cuerpo de su hijo mayor, y las puertas sobre

el de su hijo menor.” (Josué 6:26). Otro ejemplo concreto es la ciudad de

Sodoma y la ciudad de Gomorra, cuyos habitantes incurren en el pecado, y

por ende deben de ser destruidas. En el libro del Apocalipsis, se retoma esta

misma idea de la destrucción de las ciudades pecadoras en el final de los

tiempos.

- 21 -

metrópoli. Dentro de la fotografía se reafirma su encierro en

sus dimensiones espacial y temporal. No es posible cambiar el

pasado de la ciudad. La fotografía es el elemento que ha

encerrado a la ciudad como en una botella de vidrio, y así, ha

evitado que su imagen se altere. En este sentido, la foto de

Jericó es un ejemplo para otras ciudades y habitantes: es la

ciudad del pasado que se actualiza en el presente como Lima.

Al mismo tiempo funciona como una postal que borra cualquier

elemento ético sobre ella para recalcar lo estético. Esta

situación coloca a quienes ven la foto como extranjeros a la

ciudad. Por este motivo, la fascinación por la fotografía de

Jericó tiene una tensión entre imagen y mirada: el ojo que

observa la ciudad castigada (por perder sus vínculos con el

otro) y, al mismo tiempo, contempla la belleza en su

destrucción. El sujeto poético, entonces, está doblemente

encerrado: en la ciudad que observa como una profecía de su

espacio y situación actual, y por la inmovilización que esa

imagen, como objeto de arte, provoca en él. Este es el primer

momento de la aparición del deleite.

La segunda afirmación de su encierro proviene nuevamente

de una fotografía. Sin embargo, a diferencia del verso anterior,

aquí se recalca la acción de tomar una imagen en la ciudad de

Lima. Mientras que el sujeto recorre la ciudad, llega a una de

las plazas públicas de la capital donde aparecen otros sujetos

distintos a los habitantes de la urbe:

y otra vez estamos en la plaza San Martín frente al caballo

inmovilizado por las cámaras de los turistas

sin saber dónde ir ni qué ómnibus tomar.41)

41) Verástegui, Enrique(1971), En los extramuros del mundo, op. cit., 9.

- 22 -

En este punto es necesario analizar los tres elementos que

son la fotografía, la estatua y nuevamente la sensación de estar

perdido sin saber a dónde ir. En el caso de la foto, son los

turistas los que inmovilizan a la ciudad a través del uso de la

cámara. Como en el caso de Jericó, Lima está encerrada

espacial y temporalmente. Pero, ¿qué es lo que se encierra esta

vez? Una lectura rápida establecería semejanzas entre la foto

anterior y, por eso, se podría afirmar que es la ciudad destruida

por el consumismo la que se representa en la foto. Sin

embargo, los turistas encuadran la figura de José de San

Martín. Tomar la fotografía de la estatua implica no retratar

una ciudad sujeta a la destrucción sino más bien buscar un

elemento que se alce o se imponga sobre el resto, un elemento

en perfecto estado de conservación y que haya resistido al paso

del tiempo. Así, la fotografía fijaría la imagen de San Martín

como un elemento aún válido en la representación de la

identidad de la ciudad. Sin embargo, en esta figura se detiene

el recorrido de la ciudad. ¿Cómo así? Revisemos el recorrido del

sujeto hasta su llegada a esta plaza pública.

Como hemos dicho anteriormente, el sujeto está encerrado por

los otros. El encierro físico que aparece en En los extramuros

del mundo se construye como un obstáculo que margina al

sujeto y que le imposibilita escribir su espacio en la urbe. Su

movimiento por ella comienza desde la marginalidad42) y desde

ahí camina por la zona de Lima. Circunscrito básicamente a lo

que se conoce como Centro de Lima, o la zona del Cercado, el

sujeto camina por un centro que ha dejado de serlo y que se

ha convertido en un espacio donde él solo puede moverse

42) Como ya se mencionó, Verástegui residió en Cañete hasta que años más

tarde vino a Lima a estudiar. Es decir, que vino desde el espacio de afuera

para poder hacerse visible en el centro de poder del país.

- 23 -

perdido, sin facultades, y en círculos.43) Estos lugares ahora en

destrucción son lugares marginales que se nombran en el

poemario: Tacora, la plaza San Martín, el café Palermo, la

avenida la Colmena, el parque de la Exposición, el parque

Universitario, la Avenida Abancay, Azángaro, entre otros. Estos

lugares muestran la decadencia de un espacio, un lugar

sometido a la muerte y a la descomposición por incomunicación.

En ese deambular por los espacios moribundos, el sujeto camina

“atado a los más raros principios/ a la vida/ a la vida/ a la

vida”44). En ese espacio es imposible hacer sentir una voz pues

el lenguaje de Lezama es insuficiente. La frase “a la vida”

busca afirmar no solo el derecho a vivir sino al de un lenguaje

pero cuya repetición termina por tachar ambos significados y

finalmente por anularlos. Caminar es afirmar la incomunicación

y el silencio que rodea al sujeto pues no hay nadie “con quien

cruzar una palabra, una idea”45). Para Verástegui, el obstáculo

que existe entre el sujeto y la urbe es el habitante de la ciudad

moderna. Es aquél el que no permite la inclusión del otro a

partir de su individualidad y que, al mismo tiempo, anula la

posibilidad de diálogo con sus semejantes al encerrarlo y

eliminar sus facultades como individuo. En el contexto de un

gobierno reformista y preocupado por la inserción social, y de

la búsqueda de una renovación poética por parte de toda una

generación, es un ciudadano común a estos proyectos el que

desde su primer poemario cuestiona las posibilidades de este

sueño de modernidad, pues anular sus facultades, callar su voz,

43) Esto evidencia el fracaso de la modernización de Lima que empezó durante

el Oncenio de Leguía (1919-1930). Las siguientes décadas no permitieron un

desarrollo de la industria nacional ni de una integración social que el país

necesitaba con miras a dar el tan ansiado salto a la modernidad. Esta

situación devino en una sensación de encierro permanente.

44) Ibid., 11.

45) Ibid., 10.

- 24 -

sus sueños como individuo son los pasos necesarios para este

proceso de democratización tan esperado por los habitantes no

solo de la ciudad sino del país entero.46) Este es justamente el

problema del habitante de la nueva metrópoli, pues lo que

interesa a Verástegui es “to preserve the autonomy and

individuality of his existence in the face of overwhelming social

forces, of historical heritage, of external culture, and of the

technique of life.”47).

Si el habitante de la ciudad anula las posibilidades de

inserción desde la individualidad, entonces la urbe como espacio

de denuncia social (de una clase social que no perteneció a un

país) desaparece porque la ciudad ya no es más un lugar de

debate y de discusión sino el lugar en el que para pertenecer

hay que eliminar primero todo rasgo que haga único al

individuo. Se traslada, así, la denuncia política y social por una

denuncia que atañe al cuestionamiento de una realidad alienante

donde es imposible reconocerse en un otro: “yo no quiero brillar

como esa intensidad de aviso Phillips/ yo tengo un brillo en las

pupilas”48). Nuevamente, el sujeto hace hincapié en el brillo,

esta vez en sus pupilas, que lo diferencian de los elementos

urbanos que observa en la ciudad. La mención al aviso

publicitario se contrapone al brillo solar mencionado en el

primer verso, pero se acerca al significado económico de la

moneda nacional. Tanto el brillo del aviso Phillips como el brillo

46) El 3 de octubre de 1968, el General Juan Velasco Alvarado asumía el poder

luego de un golpe de estado al presidente de la República Fernando

Belaúnde Terry. Sus objetivos inmediatos eran: “eliminar ‘la dependencia

externa y la dominación interna’, causantes de la ‘desunión nacional’ y el

‘desencuentro entre pueblo y Fuerzas Armadas’” (Cotler, Política y Sociedad

78). La promesa de una participación social más igualitaria parece ser la

base para una nueva sociedad, hecho largamente esperado por muchos de

los sectores y provincias olvidados por el Estado.

47) Simmel, Georg(1997), Simmel on Culture: Selected Writings, op. cit., 174.

48) Verástegui, Enrique(1971), En los extramuros del mundo, op. cit., 10.

- 25 -

de la moneda enfatizan la distancia entre el sujeto y el objeto,

donde el primero es opacado por el segundo. El sujeto no busca

poseer ese brillo, sino más bien hacer que el suyo propio se

deje ver en medio de la oscuridad de la urbe limeña. Esta

nostalgia es la del poeta que está perdiendo el aura de lo

sagrado.

Todo este recorrido se detiene frente a la estatua de San

Martín. Mientras que la fotografía, tomada por los turistas,

inmoviliza el tiempo, la estatua paraliza ―ante todo― el

espacio. El recorrido en círculos acaba frente a la estatua de

San Martín que, silencioso, anuncia el fin de un camino.49)

Con relación al monumento, son claves las ideas de Lefebvre:

“The monument is essentially repressive. It is the seat of an

institution (the church, the state, the university). Any space

that is organized around the monument is colonized and

oppressed.”. Y también afirma: “It is the only conceivable or

imaginable site of collective (social) life. It controls people, yes,

but does so to bring them together”50). Si el monumento es al

mismo tiempo el elemento de la ciudad que une a sus

habitantes y el que los reprime, ¿qué es exactamente lo que

une y lo que reprime? En la mentalidad peruana, San Martín es

símbolo de la independencia, independencia de una clase social

que no tenía en sus planes la inserción social de la comunidad

indígena, mucho menos del resto del país. San Martín es el

49) En este sentido, las similitudes entre En los extramuros del mundo y laDivina Comedia de Dante salen a la luz, pues Verástegui entiende a laciudad como el Infierno del poeta italiano donde se avanza en círculos hasta

llegar al punto más bajo donde no existe el movimiento. Ahí, donde habitan

los tres traidores por excelencia, yace inmóvil Lucifer devorándolos.

Entiéndase, entonces, que para Verástegui no moverse por la ciudad y, en

ese sentido, no escribir ni producir lenguaje, no es una posibilidad sino la

muerte misma.

50) Lefebvre, Henry(2003), The Urban Revolution, Trad. Robert Bononno,Minneapolis: University of Minnesota Press, 21.

- 26 -

libertador, padre de la patria y promesa de la construcción de la

nación. En el contexto del gobierno de Velasco, para que el

proyecto de nación sea posible, es necesario reunir a los

diferentes habitantes del país para luego reprimir, tal vez

incluso desaparecer, las particularidades y facultades de los

propios habitantes. El monumento, entonces, censura y

desmorona la posibilidad de ser escuchado y de formar parte de

una comunidad mucho más grande, de una integración como

nación a partir de las diferencias de los individuos. La imagen

de San Martín se convierte, entonces, en la única voz silenciosa

que se reescribe en el nuevo discurso de la época. Se convierte

en el nuevo padre al que hay que obedecer y el único lenguaje

válido para escribir la ciudad.51)

Es esta situación la que los turistas inmovilizan con su

cámara, tanto espacial como temporalmente. Ellos no lo

cuestionan, solo toman un registro material de la situación. Pero

serán ellos los únicos con voz para retratar la ciudad no como

espacio político sino como espacio estético (como sucede con la

fotografía de Jericó). Como los turistas, el sujeto es otro

extranjero pero éste solo puede ver y no retratar su ciudad. Su

viaje desde los extramuros del mundo es un viaje que lo define

como un ser que no pertenece al espacio que nombra, como los

turistas, y del que más bien huye. El sujeto queda inmovilizado

frente a la estatua que, con el discurso de su silencio, lo

silencia. En ese sentido, su recorrido por la ciudad también se

acalla y, de esta manera, anula una ruta, un camino, una

escritura, la del poema que busca llegar al objeto amado. En

51) Si, como dijimos, la inmovilización total es el punto más bajo del Infierno,

¿quién sería para Verástegui este Lucifer-San Martín sino el propio Velasco

o su mismo grupo Hora Zero?

- 27 -

otras palabras, lo que se va creando es una escritura del

encierro.

Tanto la fotografía de Jericó como la fotografía de San

Martín detienen el recorrido del sujeto poético. Mientras que la

primera reconoce las causas de la destrucción de la ciudad, la

segunda revela el discurso oficial al cual hay que someterse

para poder ser parte de la metrópolis. Ambos discursos se

complementan en la medida en que existen principalmente

consumidores que obedecen un único discurso oficial: eliminar

cualquier característica de individualidad que cuestione el estado

de la urbe. Ser parte del discurso nacional significa ser como

todos, previo encierro en la ciudad.

Si recordamos la posición de Verástegui acerca de la poesía,

habrá que reconocer que, en su poética, el lenguaje es la única

salida al encierro. El problema es que el lenguaje que conoce y

usa, el lenguaje de Lezama, es un lenguaje incompatible. En ese

sentido, es necesario encontrar otro lenguaje para enfrentarse al

de la ciudad. Uno de ellos, es sin duda el lenguaje del poeta

norteamericano Allen Ginsberg de quien Verástegui retoma su

estética, especialmente la utilizada en el poemario Howl.

Escrito en la década de los años cincuenta, Howl es un grito

desesperado en contra de la modernidad que ha destruido a

toda una generación y que solo ha provocado la locura, la

pobreza, la destrucción del mundo entero. Es la visión

apocalíptica en la que conviven todos los discursos y ninguno

al mismo tiempo. Es la muerte luego de la Segunda Guerra

Mundial. En el caso peruano, Verástegui encuentra en Ginsberg

la alternativa estética para poder recorrer o representar la

ciudad. Ya que el enclaustramiento del sujeto en términos de

tiempo y de espacio produce una limitación del individuo,

Verástegui entiende que retratar la ciudad es retratar un lugar

- 28 -

sometido a la enfermedad: neurosis, psicosis, la locura. Esta es

la principal similitud entre Ginsberg y Verástegui. Ambos son

críticos de la ciudad en la medida en que denuncian un estado

de decadencia y de muerte de la sociedad contemporánea.

Mientras Ginsberg afirma: “I saw the best minds of my

generation destroyed by madness, starving hysterical naked,/

dragging themselves through the negro streets at dawn looking

for an angry fix”52),Verástegui describe lo visto en la ciudad de

Lima en el poema “Salmo”: “Yo vi caminar por calles de Lima

a hombres y mujeres/ carcomidos por la neurosis,/ hombre y

mujeres de cemento pegados al cemento aletargados/

confundiéndose y riéndose de todo”53). En ambos poemas, existe

una necesidad de afirmar el yo, pues al hacerlo, es posible

afirmar que es uno quien ve y recorre la ciudad. El uso de la

primera persona implica, entonces, que se puede trazar un

camino en la ciudad, que se la puede escribir y que no se está

más encerrado sin lenguaje. Sin embargo, esta escritura no es,

como dice el poema de Verástegui, una alabanza a Dios sino,

más bien una prédica en contra de los espacios públicos que

han terminado por destruir y carcomer a sus habitantes: “Yo vi

sufrir a esta gente con los ruidos de los claxons/ sapos

girasoles sarna asma avisos de neón/ noticias de muerte por

millares una visión en la Colmena”54). Al mismo tiempo,

podemos decir que escribir la ciudad también se asemeja a la

historia de las ciudades bíblicas, donde siempre hay alguien que

ingresa a la ciudad para ver con sus ojos el pecado y la

maldad que en ellas se ha construido. Es gracias al discurso de

52) Ginsberg, Allen(1959), Howl, and Other Poems, San Francisco: City LightsBooks, 9.

53) Verástegui, Enrique(1971), En los extramuros del mundo, op. cit., 13.

54) Ibid., 13.

- 29 -

Ginsberg que el recorrido por la urbe no solo implica

contemplarla sino denunciar su decadencia. Veremos más

adelante cómo reformula estas ideas Verástegui.

La idea de ver y de gritar lo visto implica que el recorrido

de la ciudad solo se puede escribir en la medida en que se

anule la voz de los habitantes. Esta situación implica a su vez

la destrucción del espacio de la ciudad. Si se grita en la ciudad,

y si esa parece ser la única manera de escribir el yo en ella, la

escritura y el lenguaje se reduce a un ataque violento hacia el

exterior. Esto se afirma en el poema “Artaud en un verano

caliente/ Enero Ciudad Universitaria”.

8.30 en la C.U.

Ahora solo tengo tiempo para gritar

en los mercados.

Para cinco horas de sueño

Para deambular en una lata de sardinas,

con mi eterna flacura

como un escarabajo ahuyentado por la risa

y la alegría de este verano es un sol reluciente

recién acuñado por el Banco Central de Reserva

8.30 en la C.U.

8.30/ 8.30/ 8.30/ 8.30/ 8.30

Voy a estallar55)

La imposibilidad de movimiento remarca el encierro interior.

La única manera de salir de ese encierro sería gritar o explotar

como una bomba. La repetición de la hora enfatiza la hora de

la explosión; es el tiempo inmóvil que destruye el espacio, el

cuerpo encerrado. Estallar para derruir un muro, el lenguaje

impuesto de la ciudad, parecería ser la consigna para escapar

55) Ibid., 14.

- 30 -

del encierro. Es importante notar que esta destrucción no

sucede en cualquier lugar (no es el centro de Lima), sino que

toma el espacio de la universidad como el lugar donde hacer

sentir esta voz de destrucción. Si se toma en cuenta que este

libro es escrito a pocos años del mayo del 68 y que su

influencia se dejó sentir también en América Latina, salta a la

vista la diferencia entre una revolución estudiantil que retomó

las calles y el planteamiento de este poemario de inamovilidad

que destruye cualquier posibilidad de diálogo. No es únicamente

el estudiante que sale a la calle sino el poeta el que también

interviene en ella. Debido al encierro en el que vive, incluso en

el espacio público, solo le queda el estallido. La calle ya no es

el espacio donde hacer sentir la voz, la protesta de un grupo

determinado clamando por sus derechos (Hora Zero, por

ejemplo), sino el espacio donde se debe de anular todo. La

universidad, con todo lo que ella implica (la juventud

estudiantil, la educación como posibilidad de desarrollo y de

inserción social), es otro espacio moderno más que ha perdido

su validez y debe de ser destruido.56)

En este sentido, retomar la escritura de Ginsberg significa

llevarla hasta sus últimas consecuencias, es decir, no solo

denunciar la ciudad sino destruirla. Y en este sentido, podemos

56) Hay que recordar que durante el segundo gobierno de Manuel Prado y

Ugarteche (1956-1962) y el principio del primer gobierno de Fernando

Belaúnde (1963-1968) el sector universitario se vio expandido, lo que

significó que existía una nueva clase social con acceso a la universidad:

“The emergence of poets and writers of humble background in recent

decades is closely linked to the expansion of the university where most of

them began their literary activity” (Vilanova 29). El cuestionamiento de

Verástegui de la educación, sobre todo superior, está ligado, finalmente, a la

incongruencia entre el recinto universitario que prepara para conseguir un

trabajo a futuro y la realidad del desempleo. De esta manera, muchos

jóvenes migrantes que accedieron a la educación durante la década de los

sesenta tuvieron que enfrentarse a la dura realidad: no encontrar un trabajo

en la siguiente década.

- 31 -

afirmar que Verástegui escapa a la propuesta de Hora Zero,

pues para él las calles de la ciudad no son sólo espacios donde

“speech becomes writing”57) sino sobre todo estallido, silencio y

muerte. Acerca de la calle en el siglo XIX, también Marshall

Berman dice: “la diferencia entre el modernista y el

antimodernista es que el modernista se siente aquí en su casa.

Mientras que el antimoderno busca en la calle una salida.”58).

Pero, ¿qué sucede cuando la calle no posibilita una salida y no

puede volverse más que grito desencantado? La anulación de la

calle y de sus espacios (sea porque son ruinas o porque se van

a convertir en una) ¿terminaría por anular también a un sujeto?

Si esto es cierto, ¿se puede llamar a este sujeto antimoderno en

los términos en que Berman lo define? Y si es así, ¿no sería

Hora Zero una propuesta moderna imposible en la medida que

trae consigo su propia contradicción, es decir, su propia

antimodernidad?

4. Conclusiones

¿Cómo solucionar todos estos callejones sin salida? Es decir,

¿cómo vencer estos obstáculos, a saber el encierro, el silencio,

la caducidad de un lenguaje, y así poder escribir desde el yo el

recorrido de la ciudad sin perderlo todo? Escribir desde dentro

de la ciudad supone un descubrimiento del sujeto de los

problemas de la representación, ya sea tanto de él mismo como

del objeto de su deseo. Entendemos por esto no sólo la figura

57) Lefebvre, Henry(2003), The Urban Revolution, op. cit., 19.

58) Berman, Marshall(1989), Todo lo sólido se desvanece en el aire: laexperiencia de la modernidad, Trad. de Andrea Morales Vidal 3a ed,Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 163.

- 32 -

de la amada Vivian sino también el de la misma ciudad que se

presenta como una urbe que no ha permitido que el sujeto se

reconozca ni mucho menos se integre a ella más que como

sujeto en constante desestructuración y destrucción. Su encierro

por el discurso de la ciudad impone un obstáculo que debe de

ser superado para poder inscribir en la urbe y en los demás su

individualidad. Hasta cierto punto, incluso, el tratar de usar

otros lenguajes, el de Lezama o el de Ginsberg, también son

lenguajes sin mayores posibilidades y por ende que terminan en

otro encierro. Podemos afirmar que es el discurso de la poesía

el que se ha sido eliminado de la metrópoli por el objetivo

democratizador del nuevo gobierno. Debido a que es un

lenguaje donde lo que se prioriza es la individualidad, este no

es válido en un espacio que busca borrar las diferencias para

afirmar un único discurso oficial.

Por este motivo, aunque Verástegui está inmerso en las

preocupaciones de su propio grupo, la escritura de En los

extramuros del mundo lo coloca fuera de la propuesta de Hora

Zero. Para él no se trata de anunciar la ciudad como espacio

de comunión y de igualdad sino denunciarla como un espacio

imposible donde vivir porque no posibilita las condiciones

necesarias para insertarse social, económica o políticamente, y

al mismo tiempo porque constriñe el accionar de sus habitantes

así como sus propios discursos, incluyendo el lenguaje poético.

Bibliografía

- 33 -

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Carlos Villacorta Gonzáles

Dept. of Spanish and Hispanic Studies

Hobart and William Smith Colleges

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