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En este libro el autor aborda en susprincipales episodios la rápidatrayectoria de la Primera RepúblicaEspañola. Este periodo de laHistoria de España duró menos dedos años, tuvo cuatro presidentes yuna vida tan breve como intensa,llena de incidentes, disturbios einestabilidad. La visión estrecha,partidista y personalista impidió quecuajara un régimen que la revoluciónde 1868 había presentado comoposible.

Francisco Martí Gilabert

La PrimeraRepúblicaEspañola 1873-1874

ePub r1.0Titivillus 14.02.15

Título original: La Primera RepúblicaEspañola 1873-1874Francisco Martí Gilabert, 2007

Editor digital: TitivillusePub base r1.2

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PRÓLOGO

a revolución de 1868 destronó a Isabel II de Borbón, y con ella seacababa un capítulo largo de la Historiade España: la monarquía, que sepensaba que no volvería más.

Posteriormente se trataba de volvera la estabilidad, con una nueva forma deGobierno, aunque los republicanosestaban en minoría: «Yo he creído

siempre que la revolución deSeptiembre, llevaba en su seno laRepública, como la semilla la raíz de laplanta, como la planta el fruto», decíaCastelar.

Con todo, el clima que se respirabaera monárquico; no había republicanos,pese a la impopularidad de la reinadestronada. Cuando se votó en lasCortes la Monarquía en España, se tratóde buscar un monarca para el tronoespañol. «Entonces —escribe Aunós—se produjo uno de los episodios máslamentables de la Historia de España.Los españoles salieron por esos mundosa mendigar un rey, y el mundo se negabaa dárselo: tal era el miedo que las

continuas convulsiones internas del paísinfundían a todas las cancillerías ycortes extranjeras. Apenas se sacaba arelucir con timidez una candidatura, yenseguida, las potencias interesadas enque no triunfase comenzaban a moversee intrigar contra ella».

Entre los muchos candidatos a lacorona española figuraba Antonio deOrleáns, duque de Montpensier (casadocon la infanta Luisa Fernanda, hermanade la reina destronada), al que defendíanalgunos generales. Pero Prim, quegozaba de mucha popularidad, habíaproclamado en las Cortes que «larestauración de don Alfonso (deBorbón), ¡jamás, jamás, jamás!». Los

Borbones estaban, pues, completamentedescartados.

En vista de lo cual pensó el generalPrim en una familia real que por suscaracterísticas liberales gozara de lassimpatías revolucionarias españolas.Así vino a reinar, en el segundo intentode la propuesta, Amadeo de Saboya,aunque su reinado fuera efímero: del 3de noviembre de 1870 al 11 de febrerode 1873.

Para aprovechar democráticamenteel momento, que se estimaba único, Primmanifestó al conde Keratry —llegadoespecialmente de Francia paraconvencer al general de un régimenrepublicano—, que en su opinión,

España era esencialmente monárquica, ylos principales republicanos «son misamigos, pero viven de ilusiones. Songenerales sin soldados». Por eso sebuscaba desesperadamente un rey. Enefecto, en las elecciones para reunirunas cortes republicanas constituyentes,solamente votarían el 39%.

El reinado de D. Amadeo fue muyaccidentado. Desde la violenta muertede Prim —su valedor—, le hicieron elvacío en Madrid unos y otros —especialmente los nobles—, sufrióatentados, la prensa lo humillaba, tuvoque disolver el cuerpo de artillería…hasta que, cansado de tantos problemas,presentó irrevocablemente la renuncia y

se volvió a Italia.A la caída de don Amadeo fue

proclamado el nuevo régimen: laRepública —que era el régimen quefaltaba experimentar—. El Parlamentovotó la República por 256 votos contra32, pasando a ser ministros republicanosmuchos que lo habían sido en lamonarquía saboyana. La República eraun poder muy débil, impotente ante eldesorden y la anarquía, al que lasambiciones personales alejaban de todafortaleza necesaria y estabilidad.

Cronológicamente, la PrimeraRepública es uno de los períodos máscortos de la historia de España, pues noduró más que 11 meses, y tuvo cuatro

Presidentes: Figueras, Pi y Margall,Salmerón y Castelar. Fue un períodobreve pero con gran intensidad ytrascendencia, de continuos sobresaltos,y volvió con la Restauración a lamonarquía borbónica.

Acerca de la pintura de laRepública, disponemos de la pluma dePérez Galdós, pues, como dice JoverZamora:

«Encontramos un intento dehonesta aproximación histórica ala realidad de aquellos hechos,poniendo a contribución delempeño no pocas lecturas y,sobre todo, un conjunto de

fuentes orales y testimoniosvivos que confieren al relatogaldosiano, todavía hoy,caracteres de fuente histórica nodesechada por los historiadoresprofesionales. Encontramos unafina sensibilidad histórica yestética para captar, y paraexpresar, el aliento épico vivoen la esforzada defensa de laplaza (Cartagena)».

Había mucha demagogia en el nuevorégimen, de la que se lamentabafrecuentemente Castelar: «La demagogiaera la perdición de la democracia (…)el país espera actos y no discursos».

Cierto es que el régimen parlamentariofavorecía mucho la elocuencia. ACastelar, por ejemplo, se le llamó elnuevo Demóstenes, tal era la brillantezde su palabra, que entusiasmaba a unos yotros. Sin embargo, para gobernar todoeran problemas, a todos los gobernantesse le señalaban sus deficiencias, y lavisión pequeña, partidista de suactuación explica el rápido desfile depresidentes.

La Primera República fue uno de losperíodos más agitados y turbulentos queregistra la Historia hispana, ya quepuede decirse que «ni un solo díaEspaña respiró tranquila: el erarioesquilmado; el Ejército, en completa

indisciplina; perdido ante el extranjeroel prestigio nacional; la anarquíaenseñoreándose en gran número deciudades, ensangrentándolas concrímenes horrendos, la unidad deEspaña conquistada a través de laHistoria tras de enormes sacrificios,próxima a perderse por los brotescantonales». Así, con esos tonos negros,pinta el conde de Romanones elpanorama republicano.

Por eso en los días de la PrimeraRepública se acuñó una frase peyorativapara el nuevo régimen que ha hechofortuna: «aquello parecía unaRepública». La práctica señalaba, así, alugares y situaciones donde imperaba el

desorden o el libertinaje: la anarquía. Lacalificación ciertamente era injusta, peronacía de la experiencia tenida en 1873 oen 1931.

Ciertamente, «la República comoforma de gobierno no se adapta, esinadecuada para España» —dice elcitado Conde—. Y añade que «en otrospaíses (la República) tiene hondasraíces y a su sombra se desarrolla lavida del Estado con normalidad (…). LaRepública exige un clima social y racialadecuado que no existe en España». Porsu parte, Carmen Llorca expresa razonesque no tienen mucha entidad, pero síresponde a un hecho: «la monarquíatiene una vistosidad que se alía bien con

la imaginación popular, creadora demitos multicolores».

En un gráfico sobre la evolución delvoto republicano se advierte que en1873 reviste el voto más abundante paracaer vertiginosamente en 1874.

Los demócratas tuvieron una reuniónen el circo Price el 11 de octubre de1868 —un mes después de laRevolución— y acordaron, con un votoen contra, que la República federal erala forma de gobierno que adoptaba lademocracia, sin embargo, no resultó elfederalismo.

Comellas, al estudiar este agitadoperíodo que va del destronamiento a larestauración pasando por la república,

todo en el plazo de seis años, dice quepodría dársele el título de «período delos ensayos», pues no hay forma degobierno que no se ensayara.

En este libro nos hemos propuestover la rápida trayectoria de la PrimeraRepública española de 1873 a 1874. Lavisión estrecha, partidista,personalista… impidió que cuajara en elpaís un régimen que la revolución de1868 había presentado como posible.

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I. DE AMADEO DESABOYA A LAREPÚBLICA

1. Amadeo de Saboya

a escuadra anclada en la bahía deCádiz, dirigida por el almirante Topete,

pero pilotada por los generales Serranoy Prim, en septiembre de 1868 sesublevó contra la monarquía encamadaen Isabel II.

Los muchos descontentos con elgobierno de la reina destronada losdivide Comellas en tres grupos: «losunionistas, monárquicos y partidarios dela síntesis entre libertad y orden», «losprogresistas, defensores de la soberaníapopular y la milicia nacional: eran, demomento, capaces de movilizar mássimpatizantes. Se mostraban partidariosde la monarquía, pero estaban decididosa acabar con los Borbones» y «losdemócratas, en su mayoría republicanos;intelectuales y teorizantes, eran pocos en

número, pero algunos de ellos se habíanhecho demagogos, y confiaban alcanzaren un futuro próximo la simpatíapopular».

Estos grupos habían firmado en 1866la convención de Ostende, y secomprometían a derribar el régimen de Isabel II, convocar CortesExtraordinarias y que esas Cortesdeterminaran la naturaleza del nuevorégimen.

En la batalla de Alcolea entre lastropas sublevadas y lasgubernamentales, vencieron lossublevados, e Isabel II, sin renunciar ala corona, se marchó desterrada aFrancia.

En la Constitución de 1869 se decíaque el régimen del Estado sería lamonarquía, y que la persona del reysería elegida por las Cortes. Demomento, España era una monarquía,pero no tenía rey. Las Cortes, trasapasionados debates, aprobaron, por214 votos contra 55, el artículo 33, quedeclaraba que la forma de gobiernosería la monarquía.

La elección de un rey no parecíafácil ni inmediata; por lo pronto, el 15de junio de 1869, se instauró unaregencia presidida por el generalSerrano, que cedió la presidencia delgobierno al general Prim. Éste,hábilmente dio entrada al gobierno a los

demócratas monárquicos.En España había ambiente de

república federal y proliferaron lospactos que suponían aprobar normaspolíticas.

El 15 de julio se suspendieron lasCortes y dejaron a Prim dueño de lasituación. Al reanudarse las sesiones, ysuspendida la supresión de garantías,solicitada por Prim, se produjo unretraimiento de los republicanos.

Con la dimisión de Martos y Zorrillay la ascensión de Rivero y Topete, lasfuerzas de Prim eran numerosas y supoder extraordinario.

Descartada Isabel II, había quebuscar un rey. Entre los candidatos que

se barajaron figuraban: el duque deMontpensier, el príncipe Alfonso deBorbón, Fernando de Coburgo, el duquede Aosta, Leopoldo de Hohenzollern,Baldomero Espartero. Hasta se pensó enlas cortes escandinavas, peroinútilmente. Hay que reconocer quenadie quería ser rey de España.

Después de muchas gestiones, porfin aceptó (tras una primera negativa)ser rey Amadeo de Saboya, por voluntadde Prim, que era el primer ministro.Amadeo era el segundo hijo varón deVíctor Manuel II de Italia. En las Cortesde 3 de noviembre de 1870, Primpresentó oficialmente su candidatura;votada el 16 de noviembre, de 311

diputados. 191 votaron a Amadeo, 27 aMontpensier, 8 a Espartero, 63 a laRepública, 1 a la infanta María Luisa, 2al príncipe Alfonso, y 19 papeletas enblanco. Embarcado don Amadeo, seenteró de la muerte violenta de Prim, suvaledor, pero no se volvió atrás.

El 2 de enero de 1871 el nuevo reyentraba a caballo en Madrid. Fue enprimer lugar a la basílica de Atochapara orar ante el cadáver de Prim, ydespués al Congreso a prestar eljuramento de rigor; al palacio deBuenavista a darle el pésame a la viudade Prim, y al palacio de Oriente, dondese cantó el Te Deum. Se instauraba conél una nueva dinastía extranjera.

A

Fernández Almagro dice que aparte desus cualidades o limitaciones, «la faltade Prim privaba al trono de la manoexperta que, por haberlo levantado, erala más indicada para mantenerlo yafirmarlo».

2. Impopularidad

madeo I no cayó bien a losespañoles; era extranjero, parecía un reyintruso, un rey prefabricado; era ademáshijo del carcelero del Papa, que estabaexcomulgado. La opinión pública leacogió con indiferencia.

El día de la apertura de Cortes, se

dio cuenta el rey de que los balcones delas casas aristocráticas estaban sincolgaduras. Querían significar eldesagrado absoluto hacia el nuevomonarca. Se negaron a presentarse comocuerpo a don Amadeo. El clero se opusoal rey impuesto.

En cuanto a los militares, pudocomprobar el monarca que al publicarsela Real Orden de 24 de enero de 1871,la clase militar debería prestarjuramento de obediencia y fidelidad adon Amadeo. Se aplicaron laspenalidades previstas a los generales,jefes y oficiales que se negaron a prestarel indicado juramento.

Como hemos visto, la aristocracia se

opuso a la dinastía. Cuando el reypasaba por las calles, la nobleza cerrabalas puertas y ventanas de sus casas. Unatarde las señoras acudieron en suscarruajes a la Fuente Castellanaataviadas con mantillas y peineta; ymuchas lucían la flor emblemática delis, para humillar a los reyes.

Después comprobó el monarca queen el pueblo no provocaba entusiasmoalguno. Los políticos se disputaban lalugartenencia de Prim. No podíaapoyarse en nadie.

Las Cortes, parecía que no teníanotro fin que herir la susceptibilidad delrey y desprestigio de su dinastía.

El propio Castelar, republicano de

siempre, humilló fuertemente a losSaboyas en el discurso de 20 de abril de1871:

«Esta nación, cuya gloria nocabe en los espacios, cuyo geniotuvo, como Dios, fuerza creadorapara lanzar un nuevo mundo, unanueva tierra en la soledad delocéano; esta nación que cuandoiba en carro veía tras de sí a losreyes de Francia, a losemperadores de Alemania seguirhumildes sus estandartes; estanación de la cual eranalabarderos, maceros, y nadamás que maceros, los pobres, los

oscuros, los hambrientos duquesde Saboya, los fundadores de ladinastía (…)[1]».

A pesar de los esfuerzos de donAmadeo y su esposa —María Victoriadel Pozo—[2], no lograban hacersepopulares. El Rey paseaba a pie, sinescolta; trato sencillo con sus ministros,haciéndoles preguntas, y contrastaba susopiniones; asistía a las corridas detoros, aunque no le gustaban; presidía laprocesión del Corpus… Desde unprincipio, «fue blanco de sátiras yburlas en conversaciones, periódicos yrevistas teatrales, si no se prefería darle

un trato de glacial indiferencia». Seestrenó una revista bufa: Macarroni I.

Comellas tiene en cuenta lasdifíciles circunstancias en que le tocóreinar, y nos dice que «era un hombresencillo, bien intencionado ysinceramente demócrata. Vino a Españaconvencido —y éste sí que fue un errorsuyo— de que era rey por la voluntaddel pueblo, y prometió desde el primermomento no oponerse jamás a esavoluntad».

3. Abdicación de donAmadeo

El Rey pensó apoyarse en los mayorespartidos estableciendo un turno de

sucesión entre los constitucionales deSagasta y los radicales de Zorrilla. Perola idea no prosperó, ya que Zorrilla noquiso reconocer al otro partido losmismos derechos que defendía para elsuyo. El Rey se apoyaba exclusivamenteen un partido, el antiguo progresista, elpartido radical de Prim, sin su caudillo.El descontento y enemistad entrezorrillistas y sagastinos presagiaba undesenlace fatal que no tardaría enpresentarse.

Amadeo de Saboya estaba cada vezmás solo. El turno que había pensado fueun fracaso. Los reyes sufrieron un

atentado en la calle del Arenal, aunquesalieron ilesos. Los asesinos eranrepublicanos. Un hecho decisivo para larenuncia de don Amadeo fue la cuestiónde los artilleros, que el 7 de febrero, undiputado republicano suscitó.

Se nombró para la Capitanía generalde las Provincias Vascongadas aBaltasar Hidalgo de Quintana, a quienatribuían los del Cuerpo de Artilleríacierta responsabilidad en el asesinato devarios artilleros que perpetraron lossargentos del cuartel de San Gil en1866. En contra de las Ordenanzas, losjefes y oficiales no hicieron supresentación de guarnición en Vitoria algeneral Hidalgo de Quintana con el

pretexto de estar todos enfermos. Tuvoque renunciar al cargo, pues el ministrode la Guerra le negó la autorización parallevar a los supuestos enfermos alcastillo de la Mota, en San Sebastián. Elpresidente del Gobierno, Ruiz Zorrilla,le confirió un cargo en Cataluña. EnBarcelona se reprodujo el plante, y aúnse agravó. Los jefes y oficiales deartillería pidieron en masa el retiro. ElRey no estaba dispuesto a admitirles larenuncia, mientras los Ministrossostenían que era preciso admitirla yreorganizar el Cuerpo. Era un callejónsin salida: Si firmaba el decreto seponía en contra de los militares, si senegaba a ello se ponía en contra de los

políticos. Cuando el Gobierno lepresentó el decreto de disolución delCuerpo de Artillería, don Amadeo lofirmó, pero anunció al presidente sufirme decisión de abdicar, dando alGobierno un plazo de cuarenta y ochohoras para tomar las decisionesoportunas [3].

Temiendo Zorrilla que el rey senegara a firmar la disolución del cuerpode artillería, planteó la cuestión en elCongreso, obteniendo de los diputadosel voto favorable para la reforma delarma. Cuando al día siguiente, escuchóAmadeo lo ocurrido, suspendió lasesión. Quedó sólo Zorrilla. Amadeo sequejó del proceder del gobierno al

procurar y obtener la votación de laCámara que coaccionaba la voluntadreal. Zorrilla ofreció su dimisión si nofirmaba el decreto, y Amadeo:

«No será usted sólo quiendimita. También yo me marcho.Mañana le entregaré el Mensajea las Cortes, abdicando lacorona[4]».

Cuando el Consejo de ministros sereunió el día 10 para deliberar, lanoticia estaba ya en la calle. RuizZorrilla quiso impedir que elParlamento se reuniera, a lo que Rivera

se opuso. Los ministros se presentaronal Congreso, a los que Figuerasinterpeló. El Parlamento, constituido ensesión permanente, esperaba losacontecimientos.

Seguramente el conflicto fueestimulado, y quizá dirigido, con elpropósito político para llegar a laabdicación de don Amadeo yproclamarse la República.

Rivera, presidente del Congreso, fueel autor de una intriga, junto conFigueras. Advirtió que la suerte de donAmadeo estaba a punto de ser juzgada, yque si el Gobierno era sustituido porotro de franca reacción autoritaria, laRepública se alejaría indefinidamente.

Había que aprovecharse deldisentimiento entre Ruiz Zorrilla —partidario de la autoridad del Gobierno— y don Amadeo, que como militar seinclinaba a los artilleros. Rivera seconcertó con primates de las dosCámaras, y con ocasión del debateparlamentario, la Cámara otorgó suconfianza al Gobierno. Con lo que sepusieron frente a frente el Gobierno deRuiz Zorrilla y el Rey [5].

Figueras —el futuro presidente de laRepública-en su discurso al Congreso,calificó de «menguados, antipatriotas,imbéciles», a los republicanos si noobraban con rapidez.

El 10 de febrero de 1873 Zorrilla y

Martos recogieron el acta de abdicaciónde don Amadeo y su renuncia a lacorona de España, en un mensaje alCongreso.

El 11 de febrero de 1873, se leyó elmensaje del Rey abdicando la Coronade España y se acordó deliberarjuntamente con el Senado. El mensajedecía así:

«Dos años largos que ciño laCorona de España, y Españavive en constante lucha, viendocada día más lejana la era de pazy de ventura que tanardientemente anhelo. Si fuesenextranjeros los enemigos de su

dicha, entonces, al frente deestos soldados tan valientescomo sufridos, sería el primeroen combatirlos; pero todos losque con la espada, con la pluma,con la palabra, agravan yperpetúan los males de laNación son españoles, todosinvocan el dulce nombre de laPatria, todos pelean y se agitanpor su bien; y entre el fragor delcombate, entre el confusoatronador y contradictorioclamor de los partidos, entretantas y tan opuestasmanifestaciones de la opiniónpública, es imposible atinar cuál

es la verdadera, y más imposibletodavía hallar el remedio paratamaños males. Lo he buscadoávidamente dentro de la ley y nolo he hallado. Fuera de la ley noha de buscarlo quien prometióobservarla [6]».

Se acordó aceptar la renuncia de donAmadeo, y se le envió una contestacióna nombre de las Cortes, muy laudatoria,redactada por Castelar, «como puente deplata tendido al enemigo»:

«Bien puede V. M. decir enel silencio de su retiro, en el

seno de su hermosa patria, en elhogar de su familia, que si algúnhumano fuese capaz de atajar elcurso incontrastable de losacontecimientos, V. M. con sueducación constitucional, con surespeto al derecho constituido,los hubiera completa yabsolutamente atajado. LasCortes, penetradas de tal verdad,hubieran hecho, a estar en susmanos, los mayores sacrificiospara conseguir que V. M.desistiera de su resolución yretirase su renuncia. Pero elconocimiento que tienen delinquebrantable carácter de V. M.,

la justicia que hacen a lamadurez de sus ideas y a laperseverancia de sus propósitos,impiden a las Cortes rogar aV. M. que vuelva sobre suacuerdo y las deciden anotificarle que han asumido en síel Poder supremo y la soberaníade la Nación (…)[7]».

Al día siguiente, de madrugadasalieron, los ya duques de Aosta, haciaLisboa, donde les esperaba la familiareal, ya que la reina, María Pía, erahermana de don Amadeo. Fuerondespedidos «con descortesía manifiesta

P

y aun con cierta hostilidad». Lesdespidieron un reducido número deamigos y cortesanos fieles.

Su reinado fue efímero, ya que habíadurado tan sólo dos años y dos meses.

4. Proclamación de laRepública

rim tenía mucho ascendiente enEspaña, por eso se le animaba para queaprovechara la ocasión y estableciera laRepública, convirtiéndose en supresidente.

En octubre de 1870 —tres añosantes de la abdicación de don Amadeo

— el gobierno francés envió a Madridal conde de Keratry para concertar unaayuda militar. En la entrevista con Primle había dicho el francés:

«Creedme: ha llegado lahora de que toméis la iniciativa yconservéis la gloria de unmovimiento liberal del que ya nopodríais ser el dueño ni elregulador de aquí a tres semanas(…) Poneos valerosamente a lacabeza del movimiento; sed elPresidente de una Repúblicabasada sobre la unión ibérica,fundada en el consentimiento dedos pueblos…; declaraos

Presidente de la República y osprometo, debidamenteautorizado, el apoyo delDirectorio republicano y delGobierno francés[8]».

La respuesta de Prim fue ésta:«mientras yo viva no habrá Repúblicaen España». Realmente resultaba difícilestablecer la República en un paísdonde no había republicanos.

El 11 de febrero de 1873 José MaríaRivero —presidente del Congreso y delarvado republicanismo—, hizo estapropuesta:

«La renuncia de don Amadeode Saboya a la Corona deEspaña devuelve a las Cortesespañolas la integridad de lasoberanía y de la autoridad. Yodiría que este suceso es grave, siante la majestad de las Corteshubiera nada grave y nadadifícil; pero como quiera que elCongreso de los Diputados noconstituye solamente las Cortes,sino que además, está el Senado,tengo el honor de proponer alCongreso que le dirija unmensaje, que ya está redactado,para que unidos ambos Cuerposcolegisladores y representando

la soberanía nacional, acuerdenlo conveniente acerca de estedocumento y acerca del ejerciciode su autoridad[9]».

Con esto, Rivero liquidaba elreinado de don Amadeo, e inauguraba laRepública, aunque por táctica sepresentó como monárquico.

La propuesta fue aprobada porunanimidad. A pesar de que laConstitución prohibía que el Congreso yel Senado deliberasen juntos. Que sefacultase al Consejo de ministros paragobernar en ausencia del rey. No setendría en cuenta que la reforma de la

Constitución no podía permitir el pasode la Monarquía a la República.

Se trasladaron, pues, los senadoresal Congreso y se instalaron, junto conlos diputados. Y los dos cuerposreunidos, el Senado y el Congreso,quedaron constituidos en AsambleaNacional.

La fusión de las dos Cámaras no eraconstitucional; tampoco podían éstasalterar la forma de gobierno, so pena deviolar las leyes fundamentales delEstado. La ilegalidad del nuevorégimen, es puesta de manifiesto por Pi:

«Es verdad que la Repúblicano había nacido de combates ni

de tumultos; pero no lo es menos,que tampoco debía a la Ley suorigen[10]».

La ilegalidad de la proclamación dela República, lo afirma claramente eldiputado moderado-conservador,Álvarez Bugallal:

«La proposición que sediscute es abiertamente contrariaa la Constitución vigente; laproposición que se discutesomete a la deliberación de lasdos Cámaras reunidas lo que lasdos Cámaras ni reunidas ni

separadas pueden acordar porcarencia notoria y absoluta decompetencia y de atribuciones,con arreglo a la ley fundamentaldel Estado (…) Si vuestroprimer acto, al establecer laRepública, constituye unatentado contra la leyfundamental del país, ¿con quétítulos, con qué prestigiospensáis dominar lasfacciones?»[11].

El gobierno resignó los poderesrecibidos por el rey, aunque elpresidente del Congreso, exigió que los

ministros siguieran ocupando el bancoazul hasta que la Asamblea proveyera.Rivero, de temperamento autoritario, secondujo de tal manera, que protestóMartos, y como Rivero insistiera,replicó aquél: «No está bien, señoresrepresentantes de la Nación española,que, contra la voluntad de todos, parezcaque empiezan las formas de la tiranía eldía que la Monarquía acaba». Riverotuvo que dejar el cargo de presidente delCongreso y enseguida abandonó lapresidencia. En la misma sesión, ya demadrugada, se proclamó la República.

La alegría de los diputados eraenorme. La Asamblea, en la que dostercios habían sido elegidos como

monárquicos, quería cuanto antes votarpor la República.

Tras la lectura del mensaje de donAmadeo a la Asamblea, se presentó unabreve proposición:

«La Asamblea Nacionalreasume todos los poderes ydeclara como forma de Gobiernola República, dejando a lasCortes Constituyentes laorganización de esta forma deGobierno. Se elegirá pornombramiento directo de lasCortes un Poder ejecutivo queserá amovible y responsable antelas Cortes mismas». Firmaban la

proposición Pi y Margall,Salmerón y Figueras, y dos más.La proposición fue aprobada por258 votos contra 32; yproclamada la PrimeraRepública española, traída másque por favor de sus fieles, porla conversión de los«monárquicos de la víspera».

El momento político, lo describe Piy Margall así:

«Vacío el trono, malpreparadas aún las cosas para larestauración de los Borbones,

sin más príncipes a quien volverlos ojos, los hombres políticos,sin distinción de bandos, vencasi todos como una necesidadla proclamación de laRepública. Resueltos aestablecerla se hallaban ya losque habían previsto y tal vezacelerado el suceso; y comohombres que llevaban unpensamiento y se habíanproporcionado medios deejecutarlo, empujan los unos alos tímidos, deciden otros a losvacilantes, e inutilizan todos alos que aún pretenden salvar delas ruinas de la dinastía el

principio monárquico[12]»

La República fue en realidad laconsumación del proceso revolucionariode 1868. Derribada la monarquía de Isabel II, y fracasada la extranjeramonarquía saboyana, el paso lógico erael régimen republicano.

Como afirmaba Castelar: «nadie traela República; la traen todas lascircunstancias». La Monarquía habíaagotado todas sus posibilidades. Lospartidos monárquicos no aceptabanencamar el principio monárquico ni endon Alfonso ni en don Carlos ni en unnuevo rey, y «así —como dice Badía—,

los republicanos —minoría política dela situación— se encontraron con el paísen las manos».

Proclamada la República, se votópara presidir el Poder ejecutivo alabogado catalán Estanislao Figueras.Rivero había pactado con losrepublicanos que el jefe de su minoríapresidiera la Asamblea.

El fracaso de los últimosexperimentos monárquicos llevaba, porexclusión, a la República. De ésta, haescrito García Escudero que era «unarepública sin republicanos», o, comoprefiere Comellas, «una República, enla que los republicanos se encontrabanen minoría».

La Asamblea efectuó votaciónnominal para la formación del primergobierno del régimen. Los ministros delGobierno republicano fueron: Presidentedel Poder ejecutivo, EstanislaoFigueras; de Estado, Emilio Castelar; deGracia y Justicia, Nicolás Salmerón; deGuerra, Fernández de Córdoba; deMarina, José María Beránger; deGobernación, Pi y Margall; de Fomento,Manuel Becerra, y de Ultramar,Francisco Salmerón. Algunos ministros—cuatro— pasaron de la Monarquía ala República.

De todas formas, la República era laúnica opción que podían ensayar losrevolucionarios. El fracaso de los

últimos experimentos llevaba porexclusión a la República. Antes habíahabido: Junta Revolucionaria, GobiernoProvisional, Regencia y Monarquía.

Las manifestaciones callejeras deacatamiento y adhesión al nuevo régimense generalizaron por todo el país. Sesubrayó el hecho de que apenas seprodujeron incidentes, lo que abona elalto espíritu cívico.

De todas formas, al proclamarse laRepública se vieron desórdenes decierta importancia en Sevilla, Málaga,Córdoba, Soria, Valladolid…, queculminaron en Barcelona. En Montilla(Córdoba) las turbas, en su odio por elcaciquismo de los terratenientes,

saquearon la casa del alcalde y matarona varias personas [13].

En Barcelona las clasesconservadoras, la burguesía,concedieron un crédito de confianza a lanueva situación si conseguía mantener elorden y la paz social. El federalismo eraallí potente.

El Capitán General de Barcelonadispuso que se concentraran en laCiudad Condal parte de las fuerzas queoperaban en Cataluña contra loscarlistas, para dar un golpe de Estado.Pero se frustró el movimiento, y con lacolaboración de elementos federales,lanzaron la tropa a la calle al grito de¡Viva la República! Desbordados los

mandos del Ejército, huyeron muchosjefes y oficiales, ya que la tropa lesincrepaba diciendo: ¡Que bailen!Algunos batallones fueron mandados porun sargento. La indisciplina cundió portodo el Principado. Sofocada larebelión, la ciudad quedó a merced deunas tropas victoriosas, peroindisciplinadas.

Los únicos que reconocieron alGobierno español fueron las repúblicasde Estados Unidos —Mr. Sieckles lohizo en seguida— y Suiza.Posteriormente lo hicieron Costa Rica yGuatemala. Europa valoraba todo en laseguridad y en el fortalecimiento de losresortes del poder del Estado. «Era

lógico, escribe Comellas, que mirasencon desconfianza a una España queaparecía en aquellos momentos, porexcepción, como un foco de continuas eimprevisibles agitaciones».

Aunque el porvenir para la Iglesiano se veía con optimismo, ésta procurómantener a nivel oficial una actitud derespeto hacia las autoridadesrepublicanas. El arzobispo de Granada,contestando al Gobernador sobre elestablecimiento de la República,escribía:

«La Iglesia no rechaza enprincipio ninguna de las formasde Gobierno incluso la

republicana; y que hoy, comosiempre, sabe vivir en perfectaarmonía, lo mismo con losgrandes imperios y tradicionalesmonarquías del antiguo mundo,que con las modernas repúblicasde América; respetando yacatando en todas partes, salvarlas leyes de Dios y de la Iglesia,los poderes públicos y lasautoridades constituidas, ycontribuyendo cuando pueda porsu parte al mantenimiento delorden y del sosiego público. Asílo han hecho hasta aquí elprelado y el clero de Granada, yasí piensan hacerlo con la gracia

de Dios en adelante, esperando ala vez la protección de laautoridad de V. E., para todocuando pueda necesitar[14]».

II. LOS PRIMEROSPRESIDENTES:

FIGUERAS, Y PI yMARGALL

1. Estanislao Figueras

Los republicanos tenían, como dice

Hennessy, tres conceptos básicos«consistentes en la creencia de que laRepública era la antítesis de laMonarquía, de que aquélla erainseparable de la descentralización y deque era completamente secular».

«El credo fundamental delrepublicanismo español (…), era el deque “la Monarquía era sinónimo decentralización política y administrativa;que creyeron como una verdad históricaevidente, que había sido (dichaMonarquía centralizada) la responsablede todos los males de España desde laascensión al trono de Carlos I”. Por eso,propugnando una República federal

creían defender una solución alendémico desgobierno de España»[15].

«El federalismo fue una granutopía —sostiene Badía—.Porque la realización de suprograma movilizó a diversosgrupos sociales españoles quevieron en ello el cumplimientode sus aspiraciones. LaRepública de 1873 fue sucoyuntura política (…). Y,aunque fracasó políticamente,influyó de forma decisiva en laconciencia política española,pues encontró en la persona y el

pensamiento de Francisco Pi yMargall una sistematización queiba a conformar la mentalidad dedos grandes movimientosespañoles: el regionalismo y elanarquismo[16]».

Con la abdicación de don Amadeose impuso la República, y loscandidatos a la Presidencia entablaronuna justa para conquistarla: Figueras, Piy Margall, Salmerón y Castelar. En ella,escribe el Conde de Romanones,«venció Figueras, no por reunir lasexcelsas condiciones, sino por ser elmás hábil, el que inspiraba mayores

simpatías y, sobre todo, menos celos,porque su personalidad no se imponíacon la fuerza manifiesta de susrivales[17]». Se ha preguntado si era lapersona más indicada para presidir elPoder Ejecutivo de la República, enaquellos momentos tan trascendentales.

«El triunfo de Figuerasprodujo honda amargura en Pi yMargall, quien se creía muysuperior a él. La hostilidad de Pipara con Figueras, con granperjuicio para la República,persistió latente desde aquelmomento».

Don Estanislao Figueras y Moragas,fue, pues, el presidente del Poderejecutivo. Había nacido en Barcelona en1810. Republicano desde su juventud,excelente abogado que gozaba de muchoprestigio como jurista, político y orador.En 1848 se fue a Madrid para ejercer suprofesión. Al triunfar la Revoluciónmantuvo campaña con gran empuje afavor de la República. En las Cortes de1869 dirigió la minoría republicana. Enel anterior reinado formó con Pi yMargall y Castelar el directoriorepublicano. La mi noria de UniónRepublicana le proclamó su jefe y a susórdenes quedaron Castelar y Pi yMargall. Con ocasión del artículo 33 del

Proyecto de Constitución y la forma deGobierno de la Nación, hizo una grancrítica de la Monarquía y una exaltaciónde la República.

Según la generalidad de autores,Figueras tenía un carácter débil, y suesposa, muy dominante, ejerció muchainfluencia sobre él. Así escribeRomanones:

«La debilidad de su carácter,en él ingénita, constituía su másgrave defecto; él mismo loreconoció cuando, al ser acusadoen la Cámara de aspirante a ladictadura, exclamó: “Dictadoryo, que no mando ni aún en mi

casa”».

«Estaba, dice otro autor, a mercedde los acontecimientos. Ni salud, nivallada. Carecía de ese temple viril quees necesario al gobernante endeterminados momentos de sugestión[18]».

Figueras tenía auténtico pánico deser considerado como autoritario. Enocasiones, sin ejercer la autoridad queel momento requería, dependía de losdemás: su mujer y Pi y Margall. Eljuicio que hace monseñor Bianchi,encargado de los negocios de la SantaSede, es éste:

«Algunos dicen que esverdaderamente católico y quepractica los deberes del buencristiano; reza el rosario, llevael escapulario de la Virgen,observa los preceptos de laIglesia. En cambio, otrosaseguran que cumple estas cosaspara mantener la paz en sufamilia, pues su esposa es unacatólica muy fervorosa».

En las Constituyentes del 54,Figueras fue uno de los diputados quevotó contra la monarquía. Era ya en1856 francamente republicano —dentrodel partido demócrata—. En la sesión

del Congreso de 7 de enero de 1856pronunció un violento discurso, de tonorepublicano. Dicho discurso amotinó alos milicianos nacionales,«prorrumpiendo en gritos contra losdiputados reaccionarios y en favor de laRepública». Participó en losmovimientos revolucionarios del 66 al68. Cuando triunfó la Revolución de1868, Figueras hizo campaña a favor dela República.

A pesar de algunos incidentes,principalmente en Andalucía, Figueras,que era un auténtico republicano, podíaafirmar:

«Cuando un pueblo verifica

una transformación tan honda yesto se hace no sólo sin efusiónde sangre, sino sin el más ligerodesorden, este pueblo da laprueba más evidente de que esapto para la libertad y da lagarantía más eficaz de que laforma republicana es ya la formadefinitiva de España».

Los hechos desmentirían el excesivooptimismo de Figueras. Un periódicosatírico republicano, La Flaca, señalabalos obstáculos que se iba a encontrar laRepública: «el primer cáncer, laempleomanía; el segundo cáncer, laclerigalla; el tercer cáncer, la

indiferencia: si no la secundan losespañoles, la república caerá, como lamonarquía, por su propio peso; el cuartocáncer, el ejército político; quintocáncer, el falso patriotismo (…) latorpeza de los que confunden a cadapaso el amor patrio con el odiosointerés personal; sexto cáncer, tal vez elpeor de todos, la impaciencia[19]».Todos esos problemas debería resolverel régimen, pero la dificultad estaba enlas contradicciones de los propiosrepublicanos.

El primer Gabinete de la Repúblicaduró quince días, y en este corto tiempose demostró que era imposible laconvivencia de los republicanos con los

radicales. Explicó la crisis Martos,presidente de la Asamblea, que seconvirtió en árbitro de los destinos deEspaña y se apoderó del Poder por ladimisión de los individuos del PoderEjecutivo. Nombró Presidente del PoderEjecutivo a Figueras y confirmó a losdemás ministros. Además nombróCapitán general de Madrid a Moriones,que ocupó el Congreso y ordenó que laGuardia Civil rodeara el Ministerio dela Gobernación, lo que constituía ungolpe de Estado, pero Pi y Margall,impidió que prevaleciera el golpe deEstado conociendo la debilidad deFigueras y de Martos. Figueras se diocuenta de que, de hecho, la Presidencia

ya era de Pi y Margall.Pi, ministro de la Gobernación,

penetró lleno de ira en el despacho delPresidente, le increpó, descubriendointentos improcedentes a la confianzaque el Gobierno había puesto en él.Figueras se dio cuenta de que laPresidencia del Gobierno, de hecho,había pasado a Pi.

Las Cortes, al día siguiente,eligieron un nuevo Gobierno:Presidencia, Figueras; Estado, Castelar;Gobernación, Pi; Gracia y Justicia,Salmerón; Fomento, Chao; Hacienda,Tutao; Ultramar, Somí; Guerra, Acostay Marina, Oteiro [20].

En muchos pueblos, grupos armados

se entregaron al destrozo de losemblemas monárquicos y al vejamen delas gentes de orden, al saqueo, alincendio y al asesinato.

En el momento de advenir elsegundo Gobierno de la República, lasituación de España era muy grave. Seoían gritos contra la unidad nacional,contra la propiedad, contra la autoridad,contra la familia y contra el culto.

Cataluña creía que era el momentopara conseguir la autonomía política, yen la Diputación Provincial, paralograrlo se preparó un golpe que seestimaba decisivo. Figueras, porsugerencia de Pi, fue a Barcelona paradeshacer la conspiración.

Aparentemente lo consiguió, pero laguarnición se hallaba complicada en elmovimiento, y en los cuarteles segritaba: «¡Viva la Federal!», y lossoldados indisciplinados, desobedecíane insultaban a sus Jefes.

En las grandes ciudades seorganizaron cuerpos para-militares, querecordaban las Milicias nacionales, ytenían un doble objetivo: laconsolidación burguesa y la revoluciónproletaria. Figueras decretó laformación de Voluntarios de laRepública. Se intentó robustecer estevoluntariado eliminando el Ejércitoregular y sustituyéndolo por adictos a laRepública.

El ambiente antimilitarista se tradujoen la indisciplina militar, que llevaba agritar: «¡que bailen!», lanzado este gritopor la tropa a sus jefes, en cualesquieraguarnición. Figueras no podía detener larelajación. Se produjeron algunosasesinatos.

El Gobierno tenía que luchar enmuchos frentes. Entre otros la sordarivalidad de Figueras y Pi y Margall,que estuvo latente desde el primermomento. La crisis era inevitable, yFigueras la planteó en un mensaje a laAsamblea el día 24 de febrero. Pero laAsamblea le reiteró su confianza.

Eran muchísimos los problemas queel Gobierno debía abordar, y que

Fernández Almagro enuncia:«Aumentaban por días lasperturbaciones de orden público,hallándose en peligro continuo de asaltoy destrucción —si es que no seconsumaba el desmán— conventos eiglesias, registros de la propiedad,fincas particulares (…) La seguridadpersonal había desaparecido». Ademásde la guerra de Cuba y la del norte deEspaña, se produjo el intento separatistade la Diputación provincial deBarcelona.

Figueras, ante tantos problemas,perdió la ilusión que tenía por eladvenimiento republicano. Por esto, ypor la muerte de su esposa, «cayó en tal

depresión física y moral que hubieraabandonado su investidura si Castelarno media». Pidió un descanso einterinamente dejó la presidencia en Pi yMargall.

Cuando Figueras visitó a Pi parapedirle explicaciones por una frasepeyorativa hacia él, dicha en elCongreso por Joaquín Pi y Margall —que Figueras creyó que había recogidode su hermano Francisco—, Pi lerecibió fríamente y, aumentando suenojo, Figueras decidió abandonarlotodo. Con gran reserva dispuso suequipaje y, procurando pasarinadvertido, tomó el tren que le llevaríaa Francia [21]. Se comentó que su marcha

obedecía sólo al miedo.Previamente había presentado su

dimisión como Presidente de laRepública al primer vicepresidente delas Cortes, Eduardo Palanca, para quediera cuenta a la Cámara al díasiguiente.

La renuncia cundió en el Congreso.Figueras no veía otra salida: si seguía enel gobierno tendría que apartar a Pi, loque era casi imposible, y si continuabaquedaría como humillado y vencido;creía que la única salida era la huida. Encuanto al apoyo de Castelar y Salmerón,no era franco, no le perdonaban quehubiera sido él y no ellos Presidente dela República. Ahora esperaban

sucederle. Por eso la huida se le ofreciócomo único camino, secretamente pasóla frontera y se fue a Francia.

La Comisión permanente, al margendel Gobierno, convocó la AsambleaNacional para el 23 de abril. En ella sepuso definitivamente en contra de laRepública a los conservadores o deorden que habían contribuido a suadvenimiento.

El Gobierno llevó a cabo laselecciones a Cortes Constituyentes. Peroaunque Pi y Margall se abstuvo, loscomités federales de las provincias nofueron neutrales y recurrieron aviolencias y falsedades para obteneraplastante mayoría.

Figueras devolvió sus poderes a lasnuevas Cortes. Había recibido el poderen malas condiciones: «los ánimosagitados, las pasiones exaltadas, lospartidos disueltos, la Administracióndesordenada, la Hacienda exhausta, elEjército perturbado, la guerra civil engran pujanza». En esas circunstancias,«en Europa —como reconoció el propioFigueras— hubiera sido recibida laRepública con desconfianza». «Conjúbilo, por el contrario, en América».En las Cortes quedó proclamada la«República democrática federal».

El conde de Romanones, al analizarla trayectoria de Figueras hasta lapresidencia de la República, concluye:

«se percibe con claridad que sin lainfluencia de Pi y Margall, quizáshubiera resultado un buen Presidente,pero que la sombra constante de suantiguo amigo y compañero de bufete,ejerciendo sobre él una acciónavasalladora, le fue funesta[22]».

Abandonando el despachoministerial, al despedirse de Pi yMargall le dijo Figueras: «Me voy, mevoy de España, y así no seré obstáculopara usted y para nadie». Figueras,asustado por la anarquía del país, huyó atoda prisa, y sin dimitir, a Francia. Allídeclaró a los periodistas, no sólo parajustificarse, que en España estaban «losánimos agitados, las pasiones exaltadas,

los partidos disueltos, la administracióndesordenada, el ejército perturbado, laguerra civil en gran pujanza y el créditoen gran mengua».

Al morir, a pesar de haber rechazadoel supuesto ateísmo, por imposición desu esposa, fue enterrado en elcementerio civil, ya que se considerabacomo uno de los mayoreslibrepensadores de su época.

Había sido Presidente de laRepública del 11 de febrero de 1873 al12 de junio de ese mismo año. Totalnada más que cuatro meses.

2. Francisco Pi y Margall

AFigueras le afectó mucho la muerte de suesposa. No tuvieron hijos, y tan abatidoquedó, que pensó en renunciar a supuesto, pero se lo impidió, como vimos,Castelar. Interinamente, dejó lapresidencia en manos de Pi y Margall.Pero el 1 de junio, ante las Cortes,Figueras presentó la renuncia definitivade su cargo.

Figueras, desde Gobernaciónmarchó al Congreso, donde extendió larenuncia presidencial y la envió aPalanca, vicepresidente para que lacomunicara a la Cámara al día siguiente.La huida se presentaba como la únicasolución, pero era necesario que nadie

lo supiera hasta que pasara la frontera.El verdadero amo del Gobierno de

Figueras había sido Pi y Margall.Cuando fue nombrado presidenteFigueras, impuso sus directivos en elGobierno, el Presidente estabatotalmente subordinado a Pi, hasta elpunto que de muchas resolucionesimportantes del Gobierno se enterabaFigueras por los periódicos.

Una comisión, robustecida por unpiquete, se presentó en el Congreso paraque Pi y Margall se hiciera cargo delPoder con los ministros votados por lasCortes. Su nombre se había impuestocomo sucesor de Figueras, por eso losprincipales personajes le pidieron que

aceptara la sucesión.Pi y Margall nació en Barcelona en

1824, en un hogar muy modesto.Autodidacta desde sus años mozos.Siendo niño, empezó sus estudios en elSeminario de Barcelona, dondeaprendió las lenguas clásicas. En 1847,en Madrid trabajó en el despacho deFigueras durante cinco años y se doctoróen Derecho. Emigró a París en 1866,estudió la política y sociología de sutiempo, tradujo El Principio federativode Proudhon, y se considera el defensordel federalismo. Además de este autor,influyeron en él Hegel y Rousseau.

Tenía mucho prestigio por suautoridad, justicia y austeridad. Era el

«incorruptible en una sociedadcorrompida», «el pontificado infalible»,dice Hennessy. Un catalanista, Almirall,hablando de la probidad y fracasopolítico de Pi y Margall, dice: «Si Piera tan honrado, tan honrado comodecían, debieron quitarlo de laPresidencia y hacerlo cajero de laRepública». Ortega y Gasset, despuésde elogiar su popularidad, escribe:«pero de dotes escasísimas, se nutría delos ridículos desplantes a que solíaentregarse».

Se le ha achacado que, como eracatalán, sus enemigos consideraban queanteponía los intereses catalanes a losde España.

No le faltaron los panegiristas; asíPablo Correa escribe:

«Sirve a los intereses delpueblo, fiel a la democracia ycombate los privilegios de todaslas clases: esclavo, empero, dela verdad, no adula jamás a lasmuchedumbres; ni le detienen loshalagos, ni la impopularidad, niel desprestigio de sunombre[23]».

Era francamente enemigo de losejércitos permanentes y partidario de lasmilicias voluntarias (aunque no

resultaron frente a los carlistas), elcantonalismo y el mantenimiento delorden.

Se habla de su tenacidad en susconvicciones, que no cedía por nada nipor nadie: ni las circunstancias, ni suscorreligionarios, ni sus amigos; suespíritu era rectilíneo. Le faltaba instintopolítico, procedía siempre conreflexión, siendo así que losacontecimientos se desarrollan conrapidez, por lo que se impone laimprovisación [24].

Sobre su personalidad, El Pueblo,del 13 de mayo de 1870 lo describíaasí:

«Tiene poco de político,mucho de doctrinario; no pareceun diputado hablando en unaasamblea, sino un catedráticoexplicando en una clase».

En Historia de la Pintura en España,por su sentido heterodoxo hirió lossentimientos de muchos, y fue prohibidapor los obispos [25]. Fue ministro deGobernación en el primer gobiernorepublicano. Posteriormente, al mismotiempo que la presidencia, ocupó elministerio de la Gobernación, y teníafama de frío. El hombre de hielo fuellamado.

Pi y Figueras eran amigos desde lainfancia, pero cuando éste fue nombradoPresidente de la República, fue grandesu decepción. Se le censuró a Figuerasel haberse dejado suplantar por Pi.Aparte de las cosas positivas delsegundo presidente: honradez, árbitro dela política nacional, desinteréspersonal…, «le faltaba capacidad demando, habilidad para realizar eimponer su pensamiento». No podía serbuen gobernante.

Creyéndose árbitro de los destinosde España, puso algunas condiciones,como la designación de los Ministros,en contra del nombramiento por laAsamblea. Propuso el siguiente Poder

Ejecutivo: Presidente y Gobernación, Pi;Estado, Rafael Cervera; Gracia yJusticia, Manuel Pedregal; Fomento,Eduardo Palanca; Hacienda, José deCarvajal. Marina, ContraalmiranteOreiro, y Ultramar, José Cristóbal Somí.Ante las críticas de la Cámara, Pi retiróla propuesta. Para salir de la difícilsituación creada, la Cámara acordó quecontinuara en sus funciones el Gobiernoque había presidido Figueras. Ésteaceptó el sacrificio, pero a las cuarentay ocho horas, la Cámara eligió porvotación un Ministerio nuevo, aunqueantes de los diez días se declaró elGabinete en crisis por sus divergencias.

Por fin obtuvo de la Cámara un voto

de confianza, y pudo directamente Pi yMargall nombrar el Gobierno.

Quería Pi formar un Gabinete contodos los republicanos, pero no pudolograrlo, ya que tuvo que admitir losnombres sugeridos por Salmerón yCastelar. Éstos estaban convencidos dela incapacidad de Pi, y con el deseo desustituirle.

La extrema izquierda se negó aentrar en el Gabinete. Al fin, elministerio fue éste: Presidencia yGobernación, Pi; Estado, Maissonave;Justicia, Gil Bergés; Fomento, PérezCostales; Hacienda, Carvajal; Guerra,González Iscar; Marina, Anrich, yUltramar, Suñer y Capdevila. Pi y

Margall tuvo que confesar su fracaso:«no he podido resolver la crisis conarreglo a lo que me prescribían mi razóny mi conciencia (…), renuncio no sólo ala autorización para resolver la crisis,sino también al cargo de Presidente delGobierno[26]».

El 13 de junio Pi y Margall presentóa las Constituyentes su programa degobierno. En el problema carlista, queconsideraba fundamental, no pasó depropósitos, eludiendo su obligación deatacarlos militarmente. Expresó sudisposición de implantar la disciplina enel ejército y recompensar a los jefes yoficiales que llevaran más de un año encampaña.

En cuanto a la Hacienda, que era elpunto más difícil, dijo que resultabaimposible presentar un presupuesto delaño económico 1873-1874, porque«¿qué presupuesto hemos de hacer sinque sepamos cuáles son las funcionespropias del Estado, las de la provincia ylas del municipio?». La organización delpresupuesto «dependerá de la forma dela República», de las disposiciones delcentro federal.

Acerca de la separación de laIglesia y el Estado, reconocía que la«Iglesia hoy, a pesar de sus alardes deindependencia, no se puede leer enEspaña una bula de su Pontífice sin elpase del Estado, ni nombrar por sí

misma a sus obispos, ni establecer lasenseñanzas que le convienen». Encambio, después de la separaciónindicada «la Iglesia será completamentelibre para regirse como quiera, sinnecesidad de que el Estado intervengaen sus actos».

«Cierto que el Estado no ledará entonces las subvencionesde antes. Y si llegara un día enque esta Iglesia se rebelaracontra el Estado; si llegase undía en que abusara de laindependencia que tratamos dedarle; como habría perdido elcarácter que hoy tiene, y no sería

más que una asociación comootra cualquiera, tendríamos elderecho de coger al más alto delos poderes y colocarle en elbanquillo como el último de losculpables».

«Desde el momento en queen un pueblo hay absolutalibertad de cultos, las iglesiastodas pasan a ser merasasociaciones, sujetas a las leyesgenerales del Estado. En esto,por cierto, no ganará solamenteel Estado, sino también laIglesia».

Sobre el problema social, anunció la

creación de jurados mixtos, laregulación del trabajo infantil y lanecesidad de que la venta de los bienesnacionales supongan un beneficio paralos obreros. Recomendó, finalmente, laformación de una comisión queredactara el proyecto de ConstituciónFederal.

En la misma sesión, Salmerón fueelegido presidente de las Cortes.Salmerón mostró la necesidad de que laRepública fuera «para todos».

Pi y Margall se vio obligado aplantear la cuestión de confianza,ratificándola las Cortes. Había rocesentre el ministerio y ciertos sectores dela Cámara, a los que se adherían los

conservadores de la mayoríarepublicana.

A pesar de la guerra carlista y delseparatismo de Cuba, Pi y Margal sedeclaró enemigo de los Ejércitospermanentes y partidario de las miliciasvoluntarias, que se implantaron enEspaña durante su mandato y quefracasaron frente a los carlistas y elcantonalismo.

El 5 de mayo dirigió a losgobernadores unas instrucciones —quereproduce Romanones [27]—prohibiendo toda intervención en laspróximas elecciones.

El 30 de junio, ante la guerracarlista, las cantonales, y el desorden en

muchas partes, Pi pidió Poderesdictatoriales que obtuvo de la Cámara,pero la izquierda le combatió y laderecha le llamó el Rey Pi. Y comentaRomanones que no bastaba la concesiónde estos Poderes dictatoriales, pues «eloficio de dictador no está al alcance detodos los temperamentos, y Pi no habíanacido para serlo».

Además del Cantón de Cartagena —al que nos referimos en otro capítulo—el Gobierno tenía que enfrentarse congraves desórdenes y violencias.Insurrección de los núcleosrepublicanos del Sur: Sevilla, Málaga,Cádiz y Córdoba; anarquía militar,disturbios de Valencia, huelga de Alcoy

—con la primera participación de LaInternacional, aunque últimamente seniega—, donde las turbas mataron alalcalde republicano Albors, diputadoque había sido de las Constituyentes yvotado la República. En Alcoy hubo unahuelga planteada por aumento de salarioy disminución de jornada. El alcalde senegó a las pretensiones de loshuelguistas, quienes le dieron tres horasde plazo para dimitir, amenazándole demuerte si no abandonaba el puesto.Hubo incendios de fábricas y de casas.Como se oyera un disparo que seatribuyó a Albors, que se habíarefugiado en el Ayuntamiento, loshuelguistas lo mataron y arrastraron por

la ciudad.Pi y Margall, incapaz de dominar la

situación, débil en su labor de Gobierno,dimitió a los dos meses de presidencia.El fracaso de Pi el día 18 de julio, seprodujo por el apoyo de la izquierdaintransigente hacia la Revolucióncantonal.

El 18 de julio se leyó unacomunicación de Pi a las Cortes,reconociendo que no había podidoresolver la crisis, la guerra carlista ni elcantonalismo, por lo que presentaba surenuncia:

«A las Cortes. Por decretode las Cortes del 21 de julio

último, se me autorizó pararesolver por mí mismo las crisisque ocurriesen en el Ministerioque presidía. Ha llegado el casode hacer uso de esta autorizacióny no he podido resolver la crisiscon arreglo a lo que meprescribían mi razón y miconciencia. Entiendo yo quedada la grave situación del paísy los grandes peligros queamenazan a la República y a laPatria, sólo será posible unMinisterio en que aunadas en unsentimiento común todas lasfracciones de la Cámara, pudiesehacer frente a las necesidades de

la guerra y contener elmovimiento de disgregación queha empezado en algunasprovincias. No me ha sidoposible realizarlo. Pocoafortunado para llevar a cabo mipensamiento, que después detodo puede ser desacertado;blanco en las mismas Cortes noya de censura, sino de ultrajes ycalumnias; temeroso de que porquererme sostener en mi puestose me atribuyese una ambiciónque nunca he sentido y secomprometiera tal vez la suertede la República, renuncio nosólo la autorización para

resolver la crisis sino también alcargo de Presidente delGobierno[28]».

Admitida la renuncia de Pi, se alejóde la Asamblea por un tiempo. Un fuerteataque de Ríos Rosas le hizo de nuevoocupar su escaño. Ríos Rosas acusó a Pipor sus responsabilidades contraídasdurante su Gobierno: el crecimiento dela guerra carlista y las cantonales,presentándole como enemigo de launidad de la Patria: «lasresponsabilidades de S. S. consisten enno haber combatido ni sofocado ningunainsurrección».

El juicio que se ha hecho al gobiernode Pi y Margall —como ministro deGobernación y como jefe de Gobierno—es totalmente negativo, así ComínColomer dice que «toda su labor fue taninútil, insensata más bien, que nada hizoa derechas, ya que a cuantos conflictossurgían, a los motines y escandalerasefectuadas por los republicanos, jamásopuso la fuerza, ni razón legal alguna: secontentó con dirigir largos telegramascargados de consideracionesdogmáticas». Como jefe de Gobierno,tampoco hizo cosa positiva [29].

Y en cuanto a la concesión que lehiciera la Asamblea de Poderesdictatoriales, «le costó, dice el conde de

Romanones, que la izquierda lecombatiese con violencia y la derecha lellamase con el remoquete del ReyPi[30]».

El 14 de julio, el diputado porCartagena José Profumo Dodero decíaen la Asamblea, relatando los hechos deCartagena, que en la mañana del día 12,unos republicanos, o no republicanos, sepropusieron destituir al Ayuntamiento,«tuvo noticia el señor ministro de laGobernación (Pi y Margall, que era a lavez ministro y presidente), en lasprimeras horas del día 12, de que enCartagena había este movimiento; tuvonoticia el señor ministro de la guerra,por conducto del gobernador militar de

la plaza, de que el alcalde y elAyuntamiento se ponían de su lado yestaban allí para sostener el orden. ¿Yqué hizo el señor Presidente del PoderEjecutivo? Como de ordinario, se cruzóde brazos y se mesó la barba[31]».

Además del Cantón de Cartagena,contribuyeron a su caída los sucesos quehemos comentado de Alcoy.

Suñer y Capdevila [32], ministro deUltramar, fue el que promovió ladimisión del Gobierno. Al debatir sobreel Cantón de Cartagena, dijo; «Me hallodispuesto a castigar de un modo rudo einexorable a los asesinos, a losincendiarios de Alcoy y a cuantos comoellos se presentan en otros puntos».

E

Frente a los sublevados de Cartagena nohabía más que dos caminos: o la políticade resistencia o de las concesiones: «yodeclaro desde el banco del Gobiernoque soy partidario para miscorreligionarios levantados enCartagena y en cuantos puntos puedalevantarse, de la política deconcesiones».

3. El federalismo

l Estado Federal ejerció graninfluencia en la revolución deseptiembre. Pi, entusiasta delfederalismo, lo propagó con todas las

medidas a su alcance, por eso se haconsiderado como un «verdaderoapóstol».

La doctrina federal de Pi a la quenos referiremos, que defendió desde1854, se sintetiza en estas palabras:

«Es la República Federaluna República sinalagmáticaconmutada con la eminencia dela Justicia en la humanidad y elpuro motivo de su naturaleza enDios y hasta encuentra la síntesisfundamental del yo».

Es verdad que nuestra historia

ofrecía precedentes de un federalismoembrionario. Sin embargo, escribeBadía: «creemos poder afirmar que fueel federalismo de Pi el que dominó a lafracción republicana del Partidodemocrático español. Fue precisamentea partir de esta fecha (Revolución de1868), y bajo el influjo del federalismopimargaliano, cuando esta doctrina seconvirtió en credo y en mito federal dela pequeña burguesía y de lostrabajadores[33]».

Brenan explica por qué elfederalismo de Pi tenía tantos adeptos:

«Las razones de su

popularidad en España en estaépoca no resultan difíciles deaveriguar. El federalismorepresentaba ante todo unaexpresión de la devociónespañola a la patria chica y unaprotesta contra la políticafuertemente centralizadora delrégimen liberal (…) Perorepresentaba también unaprotesta contra el dominioautocrático y opresivo deaquellos gobiernos que sóloresultaría posible mientraspudieran seguir amañando laselecciones a su arbitrio. Y paraesto necesitaban una

administración fuertementecentralizadora. El federalismo,por consiguiente, eraconsiderado como el sistemamás apropiado para preservarlos derechos de los municipios ypara acabar con los caciques(…), en realidad, el libro deProudhon, Du principe fédératifproporcionó a los federalistasespañoles el fondo teórico quenecesitaban[34]».

Los diputados federales,aprovechando el momento político —España sin rey—, crearon en las

provincias una fuerte corriente deopinión republicana. El entusiasmofederalista empezó a encenderse entodos los elementos sociales que veníana enrolarse en el partido. El manifiestode la Asamblea Federal de 1870 —redactado por Pi— presentó a la luzpública los sentimientos del partido.«La República demócrata federal —decía— ha sido aceptada y acatada conentusiasmo por el partido desde losprimeros días de la Revolución deseptiembre. La Asamblea ha declaradoque ésta, y no la República unitaria, es ydebe ser nuestra forma de gobierno[35]».

En la revolución cantonal se quisoimponer el principio federativo de

forma violenta y desde abajo. LaRepública y los políticos en Madridintentaron la federación desde arriba.Pero fue un fracaso en los dos frentes.

Las circunstancias de laproclamación de la República obligarona Pi y Margall a adoptar elprocedimiento de arriba abajo, en contrade su teoría inicial, con lo que sedistanció de la masa federal de susideólogos, pasándose a la burguesía deagitación, partidaria de la federacióndesde abajo.

«Este divorcio entre losintelectuales y la masa esterilizóla ocasión federal de la

República».«Ni los ideólogos

revolucionarios pequeñosburgueses tuvieron fuerza yapara imponer una políticaenérgica, sintiéndose apoyadospor las masas; ni éstas, faltas deuna dirección moderadora,consiguieron su objetivo derealizar su Repúblicademocrática federal, al tomar elcamino de la violencia y de larevolución[36]».

«La conciencia de federacióndesde abajo, que tenía queconducir a la cantonal, tuvo sugénesis en el desencanto popular,

al ver como la palabraRepública no respondía a susaspiraciones».

La adhesión de la masa federaldesde abajo, se explica por tresfactores:

«Primero: la románticaimpaciencia de las masas porencontrar inmediatamente lafelicidad social en el Estadofederal. Segundo: la tendenciadescentralizadora de losregionalistas, que deseaban, antetodo, la proclamación de los

estados regionales. Tercero: elactivismo de la burguesía deagitación que en elprocedimiento de abajo arriba,encontraba un medio deentregarse a la acción por laacción misma[37]».

E

III. PROYECTO DELA CONSTITUCIÓN

FEDERAL

1. Programa del ministerio

n la sesión preparatoria de las Cortes(31 de mayo de 1869) quedaron

establecidos tres bandos: derecha, conEmilio Castelar como cabeza; centro, acargo del marqués de Albaida; eizquierda, de carácter fuertementefederalista e intransigente.

El Parlamento era plenamentefederal, hasta el punto que cuando undiputado pronunció unas palabrasasegurando que la Asamblea eracompletamente republicana, se oyó unavoz que añadió: «Federal».

Los diputados eran 390. Cuando seconsignó la forma de Gobierno, 180diputados votaron por la monarquía, y61 por la República Federal, de loscuales sólo unos 30 eran consideradosno-federales, y unos 12, monárquicos.

En cuanto a la «pureza» de laselecciones, 21 gobernadores civilesobtuvieron acta de diputado, porque,como dice Vera:

«algunos de los cualesrecurrieron al medio nada lícitode convenirse unos con otrospara presentarse candidatos porsus respectivas provincias; porlo que pudo decirse que habíanfirmado una sociedad de segurosmutuos sobre elecciones[38]».

El 13 de junio de 1873 formuló elpresidente Pi su programa, enunciando

la Constitución proyectada: «Separaciónde la Iglesia y el Estado, concesión detodas las libertades a las provinciasultramarinas, enseñanza gratuita yobligatoria». Que posteriormentecuajarían en artículos.

La doctrina federal de Pi era másfilosófica que política; era la de que elpoder circula de abajo arriba, y cadafederación depende de la inmediatainferior del individuo, que es soberano,hasta el Estado, que es servidor detodos; y la de que la sociedad se articulaa partir de sus células más sencillas, lafamilia, hasta las más complicadas: elEstado, la federación de Estados.

Algunos puntos, como el

restablecimiento de la disciplina en elejército y la defensa del orden público,requerirían más tiempo que el señalado,para lo cual era necesario que elGobierno se liberase de loscompromisos revolucionarios con losrepublicanos, autores de los sucesosdelictivos. Las reformas de tipo social yeconómico: jurados mixtos de obreros yfabricantes, venta a censo reservativo delos bienes nacionales, regulación deltrabajo de los niños… «requerían untiempo que el Gobierno no alcanzaría,seguramente, a vivir. Una crisisdeterminó la renovación del Gobierno.Este Gobierno, como el anterior, no durómás que unos días».

L

Para sofocar el alzamiento cantonal,que veremos en páginas posteriores, leestorbaba a Pi y Margall su federalismo,que daba alas a las subversioneslocales; si bien esperaba más de lapersuasión moral que de la coacciónjurídica. Sin embargo, encareció a lasautoridades la necesidad de «cerrar elcamino a la disgregación de España».

2. Las elecciones

as Cortes Constituyentes seconvocaron en marzo de 1873, y por unaserie de razones, no resultaron ser eléxito que se esperaba.

Durante el tiempo transcurrido desdela convocatoria a la celebración de loscomicios, aparte de la escisión entrerepublicanos y radicales, el Gobiernoquiso aparecer no sólo como neutral,sino auténticamente respetuoso con lapreparación y desarrollo de laselecciones.

Pi y Margall, ministro de laGobernación, dirigió una circular a losgobernadores civiles, que comenta asíFernández Rúa: «hoy ya histórica, por suejemplaridad, que difícilmente serepetirá en tales términos». En elladecía: «No tiene el ministro quesuscribe por el mejor de losgobernadores al que procure el triunfo

de más candidatos adictos a su causa,sino al que sepa conservarse más neutralen medio de la contienda de todos lospartidos. El que más respete la ley, elque mejor garantice el derecho de todoslos candidatos y la libertad de todos loselectores, ése será el que se muestre másmerecedor de ganar una provincia. Noha venido la República para perpetuarabusos, sino para corregirlos yextirparlos». Si alguien emplease lafuerza con la oposición, «no vacile V. S.en castigarle con mano fírme, tomandolas necesarias precauciones paraevitarlo».

Y comenta el conde de Romanones:«¡que aquellas elecciones fueron puras!

Puras no, pero mejores que otras,indudable[39]».

La ley electoral de 1 de junio de1873 establecía en el artículo tercero lamayoría de edad a los 21 años,rebajando en cuatro años la anterioredad mínima. Sólo tenían derecho avotar los hombres. Se quería con talmedida atraerse al electorado joven másradicalizado, con lo que aumentaría laopción republicana y el número devotantes.

«Los candidatos republicanos-federales obtuvieron 343 actas, con untotal de 1 690 906 votos; losrepublicanos— unitarios, 1 acta con4091 votos; los radicales, 20 actas; los

conservadores-constitucionales, 7, y losalfonsinos, 3, con una suma de 160 118votos».

Sin embargo, la abstención fue muyalta. Se calcula que votó sólo el 39%,porque los partidos no republicanoshicieron campaña por la abstención y,por otra parte, no se veía claro elcamino de aquella República. Estaabstención hizo que los enemigos delrégimen les negaran representatividad.El triunfo fue para los republicanosfederalistas. El escaso número deelectores para respaldar el triunfo de losfederales propició a éstos un clímax detriunfalismo.

En una circular firmada por todos

los miembros del Gabinete, que elGobierno envió a los electores el 3 demayo, subrayaba que «las raíces delrégimen constitucional se han podrido enEspaña por el falseamiento y lacorrupción de las elecciones». Señalabael Gobierno que veía «con profundapena y denuncia que aquí los partidosmás necesitados de la legalidadprefieren los motines a los comicios, yse desaniman prontamente de lacontienda electoral si no les protege lasombra de la pública administración».

Aunque predominaban losextremistas: carlistas einternacionalistas. El grupo máshomogéneo era el republicano

federalista. Los demás: los demócratasradicales, los conservadoresconstitucionales, los alfonsinos, loscarlistas apenas pesaban en el resultadoelectoral. El desarrollo de laselecciones fue calificado de «apatía yfalta de interés», ya que la abstenciónfue más del 60 por 100 del censoelectoral, y más acusada en Madrid.

Las Cortes, que Pi y Margall definiócomo «inexpertas», resultaron de bajonivel intelectual, sin aspiraciones niprincipios fijos. Cortes, en fin, queofrecieron una mayoría, dividida enmúltiples grupos que se combatían confiereza. «A estas Cortes confiaba Pi lasalvación de la República y la

L

aprobación de la Constitución federal,cuya discusión no pasó del primerartículo», observa Romanones.

3. Proyecto de Constitución

as Cortes Constituyentes se reunieronel 1 de junio de 1873 para darorganización y forma a la incipienteRepública.

No pudo salir un proyectoconstitucional coherente, viable, tantopor acoso exterior carlista ycantonalista, como por la fragmentacióne incoherencia de los propios grupospolíticos. La mayoría federalista era

sólo aparente. «El impreciso ycontradictorio federalismo de susmiembros tenía, al menos, dosdirecciones irreconciliables, que semanifestaban en una mayoría derepublicanos benevolentes, partidariosde un proceso descentralizadorencaminado a un federalismo organizadodesde el poder, y en una minoríaintransigente, defensora de un inmediatoproceso federalista realizado de abajoarriba. En realidad, se trataba de unenfrentamiento entre una forma federaldel Estado y una versión confederal dela República, como resultado de launión voluntaria de varios Estados[40]».

Todos los problemas

desaparecerían, decía Pi, si seelaboraba una Constitución de consenso,pero esto era imposible, por la divisiónde los federales. Castelar presentó unaConstitución redactada en una noche,que fue desaprobada por todos losdemás.

El 17 de julio se leyó en las Cortesel proyecto de Constitución, para quepropuestas las enmiendas se comenzasela discusión, que tuvo lugar el 11 deagosto. La Comisión encargada deredactar el proyecto estaba formada por27 miembros y presidida por Castelar.Muchos de ellos eran juristas, y lamayoría federales.

El proyecto, formado por 17 títulos

se desarrollaba en 117 artículos. Sebasaban en la Constitución española de1869, y para el estado federalista, en lade Estados Unidos.

El punto principal estaba en lostítulos tercero y cuarto, que tratabansobre cómo se iba a contemplar en eltexto la división territorial de España,de acuerdo con el criteriodescentralizador y federalista.

El artículo primero, en contra de launidad nacional, decía:

«Comprenden la naciónespañola los Estados deAndalucía alta, Andalucía baja,Aragón, Asturias, Baleares,

Canarias, Castilla la Nueva,Castilla la Vieja, Cataluña,Cuba, Extremadura, Galicia,Murcia, Navarra, Puerto Rico,Provincias Vascongadas yValencia[41]».

En el artículo segundo se anunciabaque las islas Filipinas, Fernando Poo,Annobón, Coriseo y losestablecimientos de África seríanEstados o poderes políticos «a medidade sus progresos». El hablar de estadosen vez de provincias o regiones, «no erauna simple cuestión de vocabulario» —dice Fernández Almagro— porque «a

las unidades territoriales así calificadasles eran concedidas facultades supremasen todos los órdenes, sin otro límite queel previsto por el artículo 92», que seprestaba a diversas interpretaciones.

El proyecto respetaba la realidadhistórica de los antiguos reinos,constituyéndolos en Estados,estableciendo que «los Estados podránconservar las actuales provincias ymodificarlas según sus necesidadesterritoriales». Aunque privó el sentidohistórico, se pretendía mediante la formafederal corregir «los vicios sociales,políticos, económicos, administrativos,jurídicos…».

Este Código subrayaba los derechos

individuales y libertades públicas. En laestructura federal, estaban en primerlugar los municipios y más arriba losEstados, que tendrían su constituciónpropia, siempre que estuvieran deacuerdo con la Constitución federal. Elmunicipio tenía autoridadadministrativa, económica y política, y,en su seno se delimitan los tres poderes:el legislativo, que corresponde alAyuntamiento; el ejecutivo, lopersonifica el alcalde, y el judicial, quelo encama un tribunal municipalnombrado por sufragio universaldirecto, como también son elegidos asíel alcalde y los concejales.

En cuanto al Estado, el poder de

relación correspondía al presidente dela República, que tendría que serfederal. Así la hizo proclamar JoséMaría Orense en las Cortes. Dando porcierto que el pueblo quería la Repúblicafederal, y «siempre ha sido un sistemafuera de duda que lo mejor es aquelloque es más popular».

Se advierte aquí la influencia delmodelo constitucional americano:elegido por sufragio universal directopor un período de cuatro años, que tieneiniciativa legislativa, promulga leyes ypuede convocar con carácterextraordinario a las Cortes.

El poder legislativo reside en lasCortes. Había un Congreso y un Senado.

El poder judicial residía en el TribunalSupremo, que debía velar por la

constitucionalidad de las leyes y estabaformado por tres magistrados por cadauno de los Estados.

La discusión del proyecto deConstitución apenas se inició, ya que aldía siguiente de la lectura —17 de julio— cayó el Gobierno. Por lo tanto, lanueva Constitución no llegó apromulgarse. La Primera Repúblicamoriría con la constitución de 1869.

4. Nicolás Salmerón

l 17 de julio, reunida la Asamblea, se

Einstó a Pi y Margall a que abandonase elPoder. Se solicitó que se leyera una

propuesta de voto de censura algobierno, y la sesión acabó con durosataques a Pi, y se pensó que la únicasolución era el nombramiento deNicolás Salmerón, que tenía muchoprestigio como orador y por su créditomoral.

Al aceptar las Cortes porunanimidad la dimisión de Pi y Margall(18 de julio), fue elegido NicolásSalmerón. Aunque algunos —93—diputados votaron a favor de lacontinuidad que representaba Pi yMargall —cosa sorprendente cuando sehabía aprobado por unanimidad su

dimisión—, 119 lo hicieron porSalmerón, de tendencia relativamentemoderada; mostraban un viraje de lasCortes hacia el principio de autoridad.

Nicolás Salmerón y Alonso nació enAlhama la Seca (Almería) en 1838.Abogado prestigioso, catedrático deMetafísica de la universidad Central, dela escuela de Krause, que enseñaba losprincipios ateos y panteístas de dichofilósofo; libre pensador, negaba todareligión positiva. Tomó parte, aunqueaccesoria, en la Revolución de 1868 porlo que estuvo en la cárcel y fuedesterrado por algunos meses. Durantela presidencia de Figueras fue ministrode Gracia y Justicia, donde se prestigió

políticamente. Por mayoría de laCámara fue elegido presidente de laRepública.

Salmerón fue el teórico delfederalismo español. Estaba convencidode la capacidad del pueblo paraasociarse libremente.

Romanones, después de reconocersus positivas condiciones, añade: «Lefaltaba, como a su antecesor inmediato,sentido político y conocimiento de loshombres, por eso su paso por el Poderfue tan breve como estéril». Tan breveque desempeñó la Presidencia tan sólotreinta y siete días.

Salmerón, en las Cortes, con sentidorealista y consciente de los problemas

que le esperaban, se expresó así:

«El Gobierno de laRepública lleva seis largosmeses de existencia y no ha sidoaún elevado a la categoría de unGobierno de derecho en laapreciación de los Gobiernos deEuropa; vivimos en un completoaislamiento; nos estiman casitodas las naciones de Europacomo un verdadero peligro (…).A una sola condición podemosesperar el reconocimiento y elconcurso de la Europa paranuestra República, y estacondición es mostrar que no es

inherente a la organizaciónrepublicana el virus de lademagogia y que hay virtudbastante en nuestro Gobiernopara vencerla, castigarla yextirparla[42]».

El día 19 de julio se presentó elnuevo Gobierno: presidente del Poderejecutivo, don Nicolás Salmerón;Estado, don Santiago Soler y Pía;Gobernación, don EleuterioMaisonnave; Gracia y Justicia, donPedro José Moreno Rodríguez;Fomento, don José Fernando González;Hacienda, don José Carvajal; Guerra,

don Eulogio Fernández Iscar; Marina,don Jacobo Oreiro, y Ultramar, donEduardo Palanca.

En esa sesión, Salmerón expuso suprograma de gobierno a las Cortes.Criticó duramente el movimientocantonal, por poner en peligro la unidadde la patria, y afirmó que, aunquellevaría a cabo las reformas, ante todose imponía restablecer el orden.

Al presentar el programa deGobierno, se mostró como partidario delorden, de recuperar el orden públicoperdido por el régimen. El orden debíaprevalecer sobre la política dereformas, a las que, por otro lado, norenunciaba:

«Algunos republicanos hanllevado sus torpes propósitos, suobcecación, su verdaderodelirio, rayano en el paroxismohasta el extremo de sublevaralgunas provincias erigiéndolasen Estados independientes y encantones (…). Nosotros somostan reformistas como los que másde esta Cámara; (…) nosotrostenemos principiosprofundamente radicalesrespecto a las reformas; peroqueremos procedimientosconservadores, que las reformasse hagan de manera pacífica ygradual, por virtud de la

discusión y por el imperio de lasideas en la conciencia de loshombres (…); todo aquel que decualquier manera intentedesconocer el imperio de la leyha de sufrir inexorablamente elcastigo de su delito[43]».

Y en esta línea, se dieron mandos agenerales hostiles a la República, perobuenos profesionales y de absolutaconfianza. Así, el general Ripoll quedórelevado de la jefatura de Andalucía, yfue nombrado el general Pavía, quedesarmó a los insurrectos de Córdoba,conquistó Sevilla y rindió a Cádiz, y con

ella muchas otras plazas. Nombró aMartínez Campos, que redujo a Valenciaa la obediencia, bombarbeando laciudad primero y tomándola al asaltodespués. La caída de la capital levantinaen poder del Gobierno precipitó elderrumbamiento de otros cantones de laregión.

Salmerón se apresuró a tomarmedidas enérgicas contra elcantonalismo, ya que, a imitación deCartagena, iban surgiendo centros delmovimiento en Valencia, Sevilla, Cádizy otras poblaciones. Para ello había querestablecer la disciplina. No se disponíadel Ejército, porque los mandos eranmirados con recelo por los republicanos

intransigentes, y por la degradación dela tropa; los soldados se negaban acumplir las órdenes que lesdesagradaban y a salir contra loscarlistas. Se requería con urgencia quehubiera Ejército, por eso Salmerónllamó a filas a 80 000 reclutas.

Aunque hubo cantones en Sevilla,Cádiz, Jaén y Granada, sofocados, semantenían irreductibles los de Málaga yCartagena. El jefe del cantón malagueñoera amigo del ministro de Ultramar,Eduardo Palanca, que exigió que lastropas no entraran violentamente y laocuparan aduciendo un acuerdo. Elgeneral Pavía no se avino a ello, yMálaga fue ocupada el 18 de

septiembre. La conquista de Cartagenano fue tan fácil, como veremos.

Madrid fue el centro y motor detodo. Roque Barcia, editor de LaJusticia Federal, publicó un manifiestodel Comité de Salud Pública de Madriden el que se establecía:

«1.º Que en todos los puntosen donde el partido federal tengala fuerza necesaria, se formenComités de Salud Pública,representantes de laimprescriptible soberanía delpueblo. 2.º Que bajo la autoridadde esos Comités revolucionariosse proclame la autonomía

administrativa y económica delMunicipio, de la provincia y delCantón, a la cual corresponde laelección de jueces,ayuntamientos, diputaciones olegislaturas, gobernadores,grandes asambleas cantonales yagentes económicos yadministrativos, y 3.º Que esosComités no se disolverán hastaquince días después de habersepromulgado el pacto federal,para evitar que el pueblo seaengañado, como ha sucedidohasta aquí[44]».

Como remedio para acabarenérgicamente con los insurrectos deCartagena, declaró el 28 de julio elministro de Marina que la escuadra allísublevada, era pirata. Se publicó estadisposición: «Algunos buques de laArmada surtos en el puerto deCartagena, haciendo causa común conlas masas insurrecionadas en aquelDepartamento marítimo, handesconocido la legítima autoridad de susComandantes y Oficiales; y ya en abiertasublevación contra el Poder únicoconstituido por la voluntad de lasCortes, se han hecho a la mar, y alverificarlo se proponen llevar a términosus criminales propósitos en las costas

del Mediterráneo», con lo queestablecía el oportuno decreto[45].Salmerón sabía que esa medida atentabacontra la soberanía de las Cortes, peroera prioritaria la defensa del interéssupremo.

La facción izquierdista de la Cámarasuscribió una enérgica protesta contra elGobierno, «para que nadie puedasospechar siquiera que aceptamos hoy lamás leve complicidad».

Salmerón trató con dureza a losfederalistas, y calificó a los cantones de«miembros disgregados»; para aplicarlas reformas quería «procedimientosconservadores» con lo que provocó laruptura en los lados de la Cámara y el

alejamiento de los federales, comoobserva Badía.

Como la insurrección de Cartagenaproseguía, y hubo combates entresitiados y sitiadores, Salmerónabandonó el poder a consecuencia deuna proposición de Martínez Pachecopara el restablecimiento de la pena demuerte y para poner fin a la indisciplinamilitar. Salmerón tenía que firmar laejecución de dos artilleros, pero aunreconociendo la necesidad de dictarlas,le repugnaba hacerlo porque eracontrario a la pena capital, y dimitió.

El hecho fue que habían sidocondenados a muerte —un cabo y unsoldado—, los dos de Artillería que se

pasaron a las filas carlistas e hicieronfuego contra sus antiguos compañeros.Salmerón se negó a firmar la ejecuciónde las sentencias, como había mantenidosiempre, y prefirió dimitir, como hizo el6 de septiembre.

Su proceder ha sido duramenteenjuiciado. Así Romanones escribe: «Susalida del Gobierno era una inhibicióncobarde; nuevo Pilatos, no es posibleque su proceder reciba de la historia unveredicto favorable». Su gobierno vadel 18 de julio al 6 de septiembre.

Salmerón parecía que era el hombreoportuno para el Gobierno, pero suproceder defraudó completamente a losque habían puesto en él sus esperanzas.

Cuando Castelar, su sucesor, ocupóla Presidencia del Poder Ejecutivo,fueron fusilados los dos artilleros.Fusilamiento que constituía un símbolo,el mantenimiento de la disciplina parasalvarguardar al Ejército.

Tres presidentes republicanos sehabían sucedido a lo largo de cincomeses. La República se resquebrajaba.

5. Las cantonales

a) Extensión del movimiento

La palabra cantonal es la creación de lasautonomías de las regiones o pueblos

que proclaman su propio cantón. Elcantonalismo es toda tendencia violentadescentralizadora del poder central.

Es uno de los acontecimientos «másdesconcertantes» de la historiacontemporánea de España, que va dejulio de 1873 a enero de 1874. Se hadestacado su inoportunidad porque pusoen situación crítica a la República yfavoreció la causa carlista.

Un diputado en las Cortes afirmóque «el cantón es la consecuencia lógicade la república federal». Entoncesfederal y cantonal eran voces sinónimas.El federalismo fue predicado como

panacea que curaría radicalmente todoslos males. La orientación social seríamás radical y avanzada.

Hay que destacar —observaComellas— el particularismo ibéricoque se relaciona con el anticentralismo.Los gobiernos anteriores habían creadouna frondosa administración: provincias,gobernador civil, audiencia, diputación,delegaciones ministeriales que sesuperponían a una realidad multisecular[46].

Con frecuencia el alzamiento no vatanto contra Madrid como contra lacapital de provincia. El municipio, pordiversas circunstancias, se da cuenta deque tiene la posibilidad de rehacer su

autonomía. Así Alcoy, Vinaroz,Betanzos…

Los pobres vieron en la subversiónuna oportunidad, una ocasión para lareivindicación [47]. Se observa laausencia de un programa social en losdistintos partidos políticos. Sólo elrepublicano federal, aunquetímidamente, se interesó por elproblema. Con todo, Pi y Margall quisomejorar la condición de los obreros yreglamentó el trabajo de los niños.

La revolución de septiembre de1868, inclinada al federalismo,favorecía el «afán localista, insolidarioy suspicaz, a la vez que ingenuo y detono sentimental». Todo el movimiento

federalista iba en contra de la historia.

«Pero no se trataba sólo dela reacción contra el centralismoestatal —escribe EspadasBurgos—, sino contra laorganización provincial eincluso municipal, contra lacapital de provincia, contra lacabeza de partido». Ahí seentiende ese aspecto anecdóticoy resumen caricaturesco delcomplejo fenómeno, de cuandola escuadra insurrecta deCartagena dice poner rumbo«hacia una potencia extranjera:Alicante», o cuando el cantón de

Jumilla se proclamaindependiente y declara que«desea estar en paz con lasnaciones extranjeras y, sobretodo, con la nación murciana».

La doctrina federal la entendían losaprovechadores de una revolución de«campanario». Llenaba el vacío en quese agitaba la República que llevaba alcantón. Lo que atraía al cantón, no eraasociarse para una superior unidad, sino«romper el vínculo del pueblo con lacapital de provincia, y de ésta con elPoder central». «Se ponía la unidadnacional en entredicho o la impugnabana fondo, alzándose en pro de poderes

autónomos, por corto que fuese su radio,y no ya donde los tradicionalesdiferencias —de lengua, institucionesjurídicas, antecedentes históricos—pudieran explicar el fenómeno[47b]».Así Granada y Jaén litigaban por suslímites. Utrera se hizo independiente deSevilla. Betanzos quiso separarse de LaCoruña, etc.

Algunos veían en la Repúblicafederal la descentralización y con ella laprosperidad material y moral; ya nosaldrían las sumas a la capital delReino.

Juan Femando Badía señala tresfactores en la acción de la masa federal:

«En la revolución cantonalestarán implicadas tres distintasrevoluciones. Una revoluciónregional de tipo autonomista.Una revolución social queexigirá unas determinadasreformas, aspirando por último asubvertir el orden socialestablecido. Una revoluciónpolítica que, a la vez quereivindique ciertos principios,pretenderá sustituir la influenciapolítica de los ideológosrevolucionarios pequeños-burgueses por la burguesía deagitación[48]».

«Paralelamente a estosintentos autonómicos, correrá laagitación social. Los clubs setransformarán en centrosrevolucionarios, y elproletariado federal exigiráconcesiones económicas alamparo de la bandera reformistade la República. Peticiones queestallarán, a veces, en violentoschispazos de odio de clasescomo los sucesos de julio enAlcoy[49]».

Eran un estímulo para la revolucióncantonal los extremismos de los

republicanos. Algunos, como Engels yKropotquin, han defendido la influenciade la Internacional, pero ha sido negadapor Hennessy. Parece que laInternacional dejó en libertad a susafiliados para que se unieran o no a larevuelta. El ambiente de confusión eindisciplina era el caldo de cultivo delcantón. Málaga, Granada, Cádiz, Sevillaestaban perturbadas. Aquí, siguiendo elejemplo de Cataluña, querían que losCentros republicanos ganaran a todacosta al ejército.

Lo mismo se podía decir de Levantey Castilla: Valencia, Castellón, Alicante,Torrevieja, Vinaroz, Cartagena, Murcia,Jumilla, Granada, Toledo. Salamanca,

Béjar, Toro, Ávila… Si en el Norte y enCataluña, no se registraron fenómenoscantonales, su ausencia se ha explicadopor la guerra carlista.

El Comité madrileño de SaludPública, presidido por Roque Barcia,ordenó, en fecha de 18 de julio, «que entodos los puntos en donde el partidofederal tenga la fuerza necesaria, seformen Comités de Salud Pública,representantes de la imprescriptiblesoberanía del pueblo» y se proclamasen«la autonomía administrativa yeconómica del municipio, de laprovincia y del cantón».

El alzamiento cantonal iba contra elGobierno de Madrid, contra el Ejército

y contra la Iglesia. Cuando seproclamaba un cantón, se desarmaba a lafuerza pública, se incautaba deMaestranzas y Parques militares y seponían en práctica distintos programas.Así el de Granada era éste:

«1.º Imponer unacontribución de cien mil duroscontra los ricos. 2.º Proceder alderribo de las iglesias. 3.ºFundir todas las campanas yestablecer una fábrica demoneda para acuñarla con elbronce de aquéllas. 4.ºIncautarse de la Administraciónde Hacienda y de todos los

bienes del Estado, y 5.º Dejarcesantes a todos los magistradosde la Audiencia[50]».

El decreto de 20 de julio de 1873especificaba en el artículo 1.º:

«Las tripulaciones de lasfragatas de la Armada Nacional,Almansa, Vitoria y MéndezNuñez, la del vapor Femando elCatólico y la del cualquier otrobuque de guerra de lossublevados en el Departamentode Cartagena serán consideradoscomo piratas al encontrárseles

B

en los mares jurisdiccionales deEspaña o fuera de ellos porfuerzas navales españolas oextranjeras, con arreglo a losartículos 4.º, 5.º y 6.º título V, tratado VI, de las ordenanzasgenerales de la Armada[51]».

b) La sublevación deCartagena

adía comienza esta sublevación deCartagena así:

«El cantón murciano, máspropiamente el cantón deCartagena, constituye por símismo una sugestiva página dehistoria cálida y humana. En surecinto y en su peripecia, larevolución cantonal alcanzóacentos de epopeya[52]».

En Cartagena el cantón tuvo mayorpujanza y extensión, porque los mediosde que pudo disponer eran máseficientes, como subraya FernándezAlmagro: plaza fuerte, base naval bienpertrechada y guarnecida. Fueproclamado el cantón el 12 de julio, por

iniciativa del diputado federal porCartagena, Antonio Gálvez Arce,Toñete, secundado por el generalContreras San Román [53]. Proclamadoel cantón desde el ayuntamiento, variosgenerales más y diputados llegan deMadrid, y es amparada esta sublevacióncartagenera por el gobernador civil deMurcia, Altaill.

Se constituyó un «Comité de SaludPública», primero, y posteriormente unGobierno, presidido por el generalContreras y algunos agitadoresmadrileños y locales. Gálvez se erigióen general y se arrogó la jefatura de laMilicia, Ejército y Marina. Dispuso de8000 hombres y de los barcos surtos en

el puerto, que constituían la mayor partede la escuadra. Sublevada la marinería yevacuada la oficialidad leal al Gobiernode Madrid, Roque Barcia se hizo cargode la presidencia del Gobierno para queContreras aplicara su esfuerzo a laorganización militar.

Con los barcos, apoderados porTopete y Contreras hicieron variascorrerías por las costas, al norte yponiente de Cartagena, para propagar lasublevación y arbitrar medioseconómicos y requisar víveres.Bombardearon Almería exigiendo dosmillones de reales a las autoridades,pero la Ciudad resistió y no pagó dichosmillones.

El desaliento ganaba los espíritus,después de cuatro meses de sublevación.Una proclama de Gálvez de septiembrede 1873, decía:

«Esta plaza no se entregaránunca: si alguno lo espera seengaña. Estamos resueltos amorir antes que sufrir esadeshonra. En esta plaza empeñóla federación cantonal y en estaplaza, con nuestra constancia ynuestra decisión, haremos que lafederación triunfe y se propaguea toda España[54]».

El vapor Vigilante fue apresado porla fragata alemana Federico-Carlos.Días después lo fueron las fragatasVictoria y la Almansa por la mismafragata alemana y la inglesa Swifesureque las condujeron a Gibraltar. Huboprotestas de las autoridades cantonalesante los cónsules respectivos.

Se decretó por Salmerón —el 20 dejulio— que las fragatas Almansa,Victoria y Méndez Núñez y el vaporFernando el Católico fuesenconsiderados «como piratas alencontrárseles en los maresjurisdiccionales de España o fuera deellos por fuerzas navales españolas oextranjeras». Seguramente no había

llegado ese decreto a conocimiento delas flotas extranjeras que realizaron laaprehensión; lo cierto es que dañó elprestigio nacional.

El Gobierno de Madrid organizó laEscuadra en Algeciras al mando delcontraalmirante Lobo. Se enfrentaron lasfuerzas gubernamentales, mandadas porSalcedo, con los cantonales al mando deContreras que fueron derrotados. Huboalgunas bajas, más de trescientosprisioneros y requisadas muchas armas ymuniciones.

El Presidente de la República no sedejó influir por la filiación política delque, por su capacidad, debiera sernombrado, y nombró comandante

general del Ejército de operaciones deMurcia y Alicante al general Salcedo.

Los diputados intransigentesesperaban que el movimiento cantonalles daría el poder en las mismas Cortes,pero éstas se inclinaron hacia laderecha, con lo que la burguesía deagitación perdió toda esperanza detriunfo con la legalidad política [55].

Efectivamente, las Cortes, a pesar dela oposición extremista, mostraronbuena disposición, o, por lo menos,dejaron hacer al Gobierno. Un diputadocastelarino por Cartagena —Profumo—presentó el 30 de julio una proposiciónpara que las Cortes declarasen habervisto «con profundo disgusto» la

conducta de los diputados levantados enarmas «contra su poder y su soberanía».La proposición fue aprobada por 125votos contra 15 [56].

Los cantonalistas publicaron undecreto de 22 de julio, condenandocomo traidor al gobierno de Madrid. Noreconociéndolo, formaron el verdaderoGobierno de la federación, que tendríasu base en el mismo pueblo, con laautonomía económica y administrativa.

El Gobierno de Cartagena forzó elarbitrismo recaudatorio, elracionamiento de víveres, relacionesexteriores a través del Cuerpo consular,etc., y se dispuso a acuñar moneda:total, una serie de actos que

manifestaran su presunta soberanía.Por la acción cantonal se esperaba

conseguir el desmoronamiento de laRepública unitaria y el triunfo del credofederal. Badía señala dos etapas en elcantón de Cartagena:

«Primera: del 13 de julio del73 al 10 de agosto del mismoaño. En ella los federales deCartagena intentarán propagar elmovimiento cantonal, por mediode las armas y elpronunciamiento, a las otrasregiones de Levante (…)Segunda: A la acción cantonalsucederá la defensa cantonal. El

10 de agosto las tropascantonales sufrirán un inmensodescalabro ante el generalSalcedo, y se planteará el sitiode Cartagena[57]».

El 18 de julio se formalizaba el sitiode Cartagena; el 13 de agosto, elalmirante Lobo iniciaba las operacionesnavales contra la escuadra. Del 18 deagosto al 12 de enero del 74, Cartagenaresistió tres sitios. López Domínguezlograría la capitulación del Cantón, el12 de enero de 1874.

«Por fin la capitulación se

impuso —escribe Badía—. Lacontrarrevolución habíatriunfado, llevada de la mano porlos propios republicanosfederales, por los ideólogosrevolucionarios pequeño-burgueses. La cantonal habíaconcluido».

Aunque hemos llegado al final delcantón, tenemos que recordar que elCantón de Cartagena era uno de losproblemas que dejaba pendientesSalmerón al cesar como presidente delPoder ejecutivo. Tampoco consiguió susucesor Castelar acabar con laresistencia de Cartagena; finalmente, los

cantonalistas se rindieron al Gobiernosurgido del golpe de estado de Pavía, alserles concedido el indulto general y elreintegro en el ejército de los militares.Entre los cantonales de segunda filafueron encarcelados o deportados a lasAntillas y Filipinas.

IV. ESPAÑA ENGUERRA

1. La guerra carlista

a) La campaña de 1873

Con el advenimiento de la República elcarlismo recibió un nuevo impulso. Laguerra carlista estaba muy agravada,sobre todo en las Provincias Vascas yNavarra, pero también en el Maestrazgo,en Cataluña y Levante, con suscaracterísticas especiales.

La República, en esta tercera guerracarlista (1872— 1876), dio el mandodel Ejercito del Norte al general Pavía,que sustituyó a Moriones —tildado dedesafecto al régimen— que prometió alos vascos y navarros: Paz y Fueros. Aldía siguiente, el mariscal de campocarlista Dorregaray, que había entradoen España por Dancharinea, dirigió otra

proclama: «¡La campaña comienzadesde hoy!» Fue un acierto sunombramiento de comandante generalcarlista.

El duelo Pavía-Dorregaray durósolamente días, por traslado del generalde la República a la Capitanía Generalde Castilla la Nueva; fue sustituido porNouvillas. Hubo victorias y derrotas.Por una parte Dorregaray venció enEraul, cerca de Estella, donde fueronhechos prisioneros algunos jefes, porotra fracasa en la persecución delenemigo. Las rápidas marchasfacilitadas por el conocimientoexperimental del terreno y por la naturalmovilidad del guerrillero hacían que los

carlistas escapasen muchas vecesindemnes.

Lizárraga, nombrado general de loscarlistas de Guipúzcoa, trató de arreglarlas diferencias con el cabecilla curaSanta Cruz, sin conseguirlo [58]. Es más,Santa Cruz fue sumariado y condenado amuerte, aunque fue indultado por laintervención de otros jefes.

Luchaban los carlistas con losliberales; pero también en su propioseno combatían entre sí los voluntarioscon espíritu de cruzados y losconsabidos «latro-facciosos».

Había cesado Nouvillas, general enjefe del Ejército del Norte, al sernombrado ministro de la Guerra en el

Gobierno de Pi y Margall. Elcontratiempo de Eraul hizo quereasumiera el mando. Como no contócon los recursos prometidos por elGobierno, no tuvo el éxito esperado.Mientras los carlistas dominaban enNavarra, Guipúzcoa y Vizcaya. ANouvillas le sucedió el general SánchezBregua, con menos experiencia que susantecesores, por lo que los carlistastomaron Oñate y Estella y establecieronel sitio de Bilbao, amenazando Vitoria.

Los carlistas se afirmaron, y donCarlos volvió a entrar en España porDancharinea. En Zugarramundi recordóa los voluntarios «que la única banderaverdaderamente monárquica» era la

suya: «la bandera de la legitimidad y delderecho». Tras unas victorias de sustropas, fue hasta Guernica a jurar losFueros, y a Loyola a rezar a San Ignacio.La presencia de don Carlos enfervorizóa sus huestes en distintos lugares, ymuchos combatientes de las filasenemigas, jefes y oficiales, alcomprobar la indisciplina, desertaronpara incorporarse a las filas carlistas.Con lo que aumentaron las aportacionesde dinero —frecuentemente debido a laexacción— y eso permitió la compra dearmas a Francia, sobre todo desde quela regía el mariscal Mac-Mahón, quequería contribuir a terminar con lapeligrosa situación causada en España

por la República [59].Durante el gobierno Castelar, el 13

de septiembre de 1873, mandó en elejército del Norte el general Moriones,que avivó la esperanza. Este conocíabien el problema, pues había hecho laguerra en ese mismo territorio. Dijo asus soldados: «Vuelvo a verme entrevosotros como el padre al lado de sushijos. Siento que la fortuna se os hayamostrado veleidosa; pero de hoy más,estad seguros de que nos sonreirápropicia». Hizo un oportunollamamiento «a la más severadisciplina[60]».

Moriones liberó Tolosa, sitiada porlos carlistas, y continuó a Navarra.

Concentrados los carlistas en Estella, seriñó un combate muy duro en las faldasde Monte Jurra —7 de noviembre—, enel que Moriones, enfermo en Tafalla, yElío —general en jefe del Ejércitocarlista de Navarra—, se atribuyeronlos dos la victoria. Los liberalesdesalojaron a los carlistas de susposiciones de primera línea, pero loscarlistas cerraron a los liberales elcamino de la codiciada Estella. Huboataques y contraataques. Nopersiguieron a Moriones por falta decaballería y pudo retirarse el jefe liberalordenadamente. El 8 de marzo entrabadon Carlos en Tolosa.

En Cataluña, la República dio el

mando superior a Contreras,«republicano federal intransigente»,como le califica Fernández Almagro,que poco después se pondría al frentedel cantón de Cartagena. Muy difícildebió resultar a Contreras su autoridadsobre soldados que acusaban en suindisciplina las consecuencias de lasideas profesadas por el general mismo.Los gritos «¡Que bailen!» y «¡Abajo losgalones!» estaban en Cataluña a la ordendel día. Ya era bastante grave quevejasen, recusaran y hasta expulsarandel mando a los jefes que no eran de suagrado; es que además, hacían fuegocontra ellos como ocurrió en Berga conun batallón de Extremadura que tiroteó a

su coronel: pedían en masa la licenciaabsoluta; o se alzaban en francasedición, cual hizo el regimiento deAmérica al grito de «¡No forméis!¡Fuera listas! ¡Abajo los entorchados delgeneral, que es un tirano!»[61].

Un discurso parlamentario deMartínez Campos pinta al soldadorepublicano en Cataluña así:

«Allí iban los soldados conla levita abierta por el pecho,con el gorro frigio; muchascolumnas quemando las casas, yotras cometiendo todo género deviolencias (…). Al día siguiente

de mandar las fuerzas que tresdías antes habían arrojadocáscaras de naranja al general enjefe, y que se habían sentado enel camino no queriendo continuarla marcha que aquél lesordenaba; al día siguiente,repito, de encargarme yo delmando, aquellas fuerzasquedaron sujetas a la disciplina.Cinco coroneles y seis tenientescoroneles separé del mando porno haber sabido sostener ladisciplina que yo mantuve sinfusilar a nadie, sin enviar a nadiea presidio, y aquellos batallonesindisciplinados que se me

entregaron (…), ¡cuánta gloriano han dado a la patria desdeque yo los discipliné!»[62].

Del mismo modo procedieron enCataluña otros generales a los queimportaba muchísimo obtener esosresultados, ya que la indisciplina delejército liberal hacía mucho más por eltriunfo de los carlistas en Cataluña, queel general en jefe del Ejército realista,su Estado Mayor y comandantesgenerales.

Savalls, guerrillero graduado demariscal de campo, sacó mucho partidode la situación y, con sus sorpresas y

ardides, venció a jefes liberales. TomóBerga el 27 de marzo de 1873, perorecuperaron la plaza Martínez Campos yCabrinety.

Savalls tuvo éxitos y fracasos. Erasuperior a Santa Cruz en «dotesmilitares e intuición política».Representó Savalls en Cataluña un papelanálogo, por el terror, al cura deHernialde en Guizpúzcoa, siendoreprendido y arrestado por don Carlos.Savalls prometió a su rey fidelidad ysumisión absoluta, a cambio de olvidarel pasado.

Savalls había vencido a unascompañías gubernamentales. Cabrinetyacudió inútilmente en su ayuda, con unas

fuerzas indisciplinadas, y al ponerse alfrente de su tropa, fue muerto a traición.Este desconcierto de las fuerzasrepublicanas fue aprovechado por loscarlistas, que ocuparon media brigada,que dejó armamento y dinero ynovecientos prisioneros en poder deSavalls, a quien el pretendiente le hizomarqués de Alpens.

Comín Colomer destaca lapersecución religiosa con la profanaciónde las iglesias; algunas se destinaron acuarteles como venganza por lasvictorias carlistas en Ripoll y Berga.Estas acciones, al parecer de los«incontrolados», operaban con lasmáximas garantías.

Cb) El sitio de Bilbao

omo en la primera guerra carlista,también ahora los carlistas queríanconquistar una gran ciudad que les dieramucho prestigio. Aunque Vitoria ofrecíamayor posibilidad para ser tomada, y elvalor estratégico era muy grande, sedecidieron por Bilbao, que tenía mayorrenombre en todas partes [63].

El primer objetivo del Gobierno eraconseguir la incomunicación de la villa,que al principio fracasó. A fines del 73se dominaba sobre toda la provincia

vizcaína menos Bilbao, Portugalete yotros destacamentos liberales.

Cuando en febrero de 1874 caePortugalete, comienza el bombardeo deBilbao. Se habían dado unas horas deplazo para que pudieran salir distintaspersonas antes del asedio.

Desde febrero de 1874, San Juan deSomorrostro fue el principal enclave enlas facciones de los dos ejércitos entorno a Bilbao. Ése fue el centro deoperaciones de Moriones. Por el ladocarlista, cerca de Somorrostro seestableció una línea defensiva en tornoal pueblo de San Pedro de Avanto.«Apoyábanse en el mar por nuestraderecha, en la cadena de montes que

desde Sopuerta conducen a Valmasedapor la izquierda —escribía uno de loscombatientes—, por nuestra espalda enla ría de Bilbao, y la ría deSomorrostro, desde la parte de lasCortes hasta su desembocadura en elmar, era nuestro frente». En esasposiciones se libró en los últimos díasde febrero un duro combate, con muchaparticipación artillera, que causómuchas bajas en los dos bandos y en elque Moriones no pudo romper lasdefensas carlistas.

Moriones pedía refuerzos, material,y el nombramiento de un nuevo jefe. Enefecto, fue designado el general Serrano.En el mando carlista se produjo también

un relevo: el general Elío sustituía aDorregaray.

Entre los días 24 y 28 de marzo, losgenerales Loma, Letona y Primo deRivera dirigieron una operación contraSan Pedro Avanto, que fue una derrotapara el Gobierno: varios batallonesfueron destrozados y hubo cerca de 4000bajas. Los carlistas aunque vencieron,perdían más de 2000 hombres y cayerondos de sus jefes más célebres: NicolásOllo y Rada, que era muy popular.

Manuel Gutiérrez de la Concha, unode los generales más prestigiosos delEjército, dirigía las fuerzasgubernamentales. Si bien se le suponíanproclividades alfonsinas, se le

consideraba el mejor estratega delmomento. Según Pavón:

«El raro conjunto de dotespara la complejidad del mandolas poseyó, en el campo carlista,don Tomás Zumalacárregui, yentre los generales isabelinos oliberales, don Manuel Gutiérrezde la Concha».

El plan de Concha estaba basado enla sorpresa y en el riesgo. La primera yexitosa operación se dirigió al puerto deMuñecas, donde se destacó MartínezCampos. La toma de Avellaneda y el

esfuerzo para penetrar por el estrecho ydefendido desfiladero que conducía aSan Pedro de Galdamés le permitieronel paso a Bilbao. El 2 de mayo lastropas de Serrano entraban en la villa.El general, al comunicar el triunfo aMadrid, puntualizaba:

«Tan brillante éxito esdebido muy principalmente a lainteligencia, bravura y geniomilitar del marqués del Duero».

La liberación de Bilbao tuvoresonancia en España y Europa. En ellado carlista, por el contrario,

significaba una gran decepción.El 15 de mayo de 1874 el general

Serrano regresaba triunfante a Madrid.Concha quedaba como jefe del Ejércitodel norte. Protegido Bilbao e iniciada sureconstrucción, quiso tomar el últimoreducto importante del carlismo: Estella.Mientras, perdió la vida el generalConcha en Monte Muru. La operación sehabía preparado cuidadosamente. En laRibera de Navarra se habían situado50 000 soldados, 2500 de caballería y80 cañones. La muerte del generalsignificó una gran desmoralización en suejército. Tomó el mando el generalEchagüe, que se retiró hacia Tafalla yLogroño. El Ejército perdió más de

1000 hombres, convoyes deabastecimiento, cientos de oficialesheridos o prisioneros, recibiendo untrato duro de los carlistas.

A lo largo de 1874 se adivinaba laderrota del carlismo en la mayor partede España, ajena a la guerra. Sólo unascuantas provincias sostenían la guerra enpuntos muy determinados. La falta deambiente nacional hizo disolverse a lashuestes de don Carlos.

2. La guerra de Cuba

Los españoles de la península,preocupados con los problemas de la

República: el carlismo y elcantonalismo, no podían atender losasuntos cubanos. Si eran españoles losdos bandos que propugnaban laemancipación, aquí hay que considerarel elemento de raza de color.

«El negro y el mulatomantenían en Cuba una guerracontra España que, a más deconstituir en sí misma un hechopolítico-militar, avivaba, alproyectarse sobre la gobernacióngeneral del país, un problemaque, en todo caso, veníadecidiendo a la opinión nacionalen bandos numéricamente

desiguales: muy escaso el de losabolicionistas de la esclavitud—que a este problema nosreferiremos—, frente a lospartidarios de conservarla, conalgún piadoso retoque a lo sumo.Las clases conservadoras, en sumás amplio sentido, eranopuestas, desde luego, a que seaboliera institución tan útil almayor rendimiento de susingenios[64]».

Se tenía la impresión de que«España no podía conceder cosa alguna,en lo político o administrativo, sin

correr el peligro de que su generosidado buen sentido se tomara por flaqueza, yasí, la insurrección se crecía bajo lacondescendencia de un Estado débil».Se pensaba que España perderíaprestigio si no contestaba a la guerra conla guerra. De esta idea participaban,señala Fernández Almagro, inclusoalgunos liberales y republicanos,partidarios de toda clase de reformascon tal de que no alterasen el régimenestablecido por España.

Las reformas que convinieraintroducir en el Gobierno de Cuba yPuerto Rico, no se habían tocado desde1865 por Cánovas, ministro de Ultramar,y la resistencia cubana proclamaba que

si acaso se propiciaría el status quo.Al advenimiento de la República

estaba vacante la Capitanía General deCuba. El general Ceballos ladesempeñaba interinamente y elGobierno de la República nombró —25de marzo de 1873— capitán general adon Cándido Pieltain. Ceballos nodisimuló la desconfianza que leinspiraba el nuevo régimen, y sepronunció en «contra de cualquierreforma que pudiera poner en peligro laintegridad del territorio o el modo deser esta sociedad»: la cubana.

«El general Pieltain encontróal enemigo muy envalentonado y

los mandos del Ejército algomovidos por la renuncia deaquellos jefes que no quisieronaceptar el nuevo régimen.Subsistía, desde luego, elproblema político de losvoluntarios y el del mal ambientecausado por los vicios ycorruptelas de laAdministración, de que eranseñal, entre tantas otras, lasdeficiencias del transporte[65]».

En el combate de Jimaguayú murióIgnacio Agramonte, alma de lasublevación en el Camagüey.

La muerte de Agramonte motivónuevos mandos en el ejército, discutidospor los insurrectos, recelosos por elpoder temporal, que ejercía el llamadopresidente de la República cubanaCéspedes. Éste con «el grito de Yara»dio comienzo a la insurrección.Céspedes fue acusado de dictador,depuesto por la Cámara derepresentantes —27 de octubre de 1873—, y sustituido por Salvador CisnerosBethancurt, marqués de Santa Lucía,presidente de aquélla.

a) La abolición de la

Uesclavitud

no de los puntos programados por laRepública era la abolición de laesclavitud en Puerto Rico y Cuba, pormucho que lo impidiese la suspicacia delas innegables e interesadas presionesdel Gobierno de los Estados Unidos.

La abolición de la esclavitud deCuba no salió adelante por los interesescreados y por la actitud de losconservadores. Más fácil resultó la dePuerto Rico.

Cuando se planteó en la AsambleaNacional el proyecto de la abolición dela esclavitud en Puerto Rico, todo se iba

en enmiendas y discursos. Rafael Maríade Larra abogó por que se rectificase«la peregrina especie de que esasreformas hubieran de servir a la causade la separación de aquellos países delregazo materno».

Defendía Larra la suspensión de losembargos de bienes de los llamadosinfidentes. Y se decretaron otrasdisposiciones limitando las atribucionesde los capitanes generales y semodificaron algunas leyes.

La abolición de la esclavitud no fuefácil. Castelar persuadió a la oposiciónpara que depusiera su actitud:

«Si no se vota la abolición,

yo lo declararé ante Europa; yolo declararé ante América; yo lodeclararé ante el mundo; no se havotado, porque aquellaAsamblea que nació bajo laMonarquía, trajo la abolición dela esclavitud por comprometer yaún deshonrar a una República».

Finalmente la abolición de laesclavitud fue aprobada por laAsamblea nacional el 22 de marzo. Elartículo de la ley decía: «Queda abolidapara siempre la esclavitud en la isla dePuerto Rico». Se comunicó a lasAntillas y a todos los Gobiernos deEuropa, y se acordó poner en el

Congreso una lápida con la fecha delacuerdo y esta inscripción: Este día fuerota la cadena del esclavo [66].

El movimiento de la abolición de laesclavitud había comenzado en GranBretaña (1807). En España los primerosGobiernos de la Revolución (1868-1874) promulgaron la abolición:en la Península en 1870 y en Puerto Ricoen 1873.

En Cuba se tenía miedo a la falta deapoyo de los propietarios cubanos, puesaquí el movimiento esclavista tenía másfuerza que en Puerto Rico, por eso no sedio libertad a los esclavos hasta 1880,reinando ya Alfonso XII.

Lb) El sexenio revolucionario

a revolución de septiembre de 1868supuso para los cubanos muchasesperanzas. Hasta entonces el régimenmonárquico les había sido presentadocomo genuina encamación del poderdespótico; y encontrándose con uno que,aunque provisional alardeaba de liberal,la esperanza de grandes cambios fueenorme. Algunos pensaron en radicalesreformas, pero otros querían una totalindependencia.

Distintas circunstanciascontribuyeron a la primera gran crisis

cubana: el crecimiento del interés de laascendiente burguesía peninsular por lasamplias posibilidades que ofrecía elespacio antillano, como productor deazúcar y como mercado reservado yseguro para los productos españoles.

Dentro de Cuba había una importanteburguesía criolla y peninsular, dueña deplantaciones de caña de azúcar y de cafétrabajadas por mano de obra esclava, yuna clase media de funcionarios y depequeños propietarios agrícolas yganaderos.

El proceso cubano iba desde elinmovilismo a la independencia. Y hayque destacar el viejo interés y laconstante presión de los Estados Unidos

sobre la población cubana y sobreEspaña.

La primera guerra cubana (1868-1878) arruinó a muchos de losplantadores criollos, que empezaron aser sustituidos por empresasnorteamericanas interesadas en laproducción azucarera, de las quellegarían a ser el primer cliente losEstados Unidos.

Las tendencias antiesclavistas seiban imponiendo. Distintaspublicaciones tuvieron especialincidencia en el proceso abolicionista.Lincoln por la ley de 1 de enero de 1863que disponía la libertad de todos loseslavos; esta ley tuvo inmediata

repercusión en Cuba.El poder y la influencia de los

capitanes generales habían aumentadosensiblemente desde tiempos de Fernando VII. En ocasiones llegaron aadoptar una actitud de virreyes nadapropicia a la consulta con el Gobiernode Madrid, cuyo desconocimiento de larealidad cubana era proverbial. Loscapitanes generales tuvieron que adoptarun difícil equilibrio, situándose en unproblemático justo medio entre unreformismo a ultranza y un inmovilismoradical.

En principio, el movimientorevolucionario del 68 no fue ninacionalista ni abolicionista. «La

revolución no agitaba la bandera de laemancipación inmediata y absoluta.Reconocía, simplemente, a lospropietarios el derecho absoluto deinsumisión». Libertad al esclavo,escribe Raúl Cepero.

«Aquí donde hay diversidad derazas y derechos… —se proclamaba enun manifiesto—, es peligroso elestablecimiento de libertades políticasque faciliten medios de acción yconcierto a los que se interesen enarrancar este territorio del nacional».

Creado el Casino Español de laHabana en 1869, nació como unasociedad patriótica, «consagrada adespertar el sentimiento de la madre

patria en Cuba y a reunir esfuerzos paracombatir a los enemigos». A ejemplodel Casino de La Habana, se crearonotros en Matanzas, Cienfuegos,Santiago… centros impulsores delconservadurismo cubano, desde dondese orientó la política del partidoespañolista y se financió y dirigió elmovimiento de voluntarios de Cuba.

Cuerpo de combatientes paralelo alejército regular, los voluntarios deCuba, nacieron al servicio delantirreformismo colonial, comodefensores del orden social establecidoy de una Cuba española.

En España, los asuntos cubanos, laguerra iniciada con el «grito de Iara» y

el dilema esclavismo-aboliciónconstituyeron un capítulo de especialimportancia en el sexeniorevolucionario.

La proliferación de círculoshispano-ultramarinos por la geografíanacional y su inmediata adhesión alejemplo dado por Madrid muestranhasta qué punto iban unidos los intereseseconómicos peninsulares en Cuba y lapatriótica defensa de su unión conEspaña.

De los centros hispano-ultramarinossalió la creación de una Liga Nacionalpara combatir las reformas de Ultramar,que se constituyó en un verdadero podercontra el Gobierno. «No basta —se

decía en su primer manifiesto— que enla capital del Reino, unidos el moderadoy el carlista, el conservador y elrepublicano unitario, hayan realizado laLiga Nacional para mantener laintegridad del territorio; preciso es queen todas las ciudades, que en cadapueblo se haga igual fusión por esalucha, de cuyo éxito depende el bien denuestra Patria».

Desde el Casino Español de LaHabana y desde todos los centroscoloniales de las principales ciudadesespañolas se apoyó la política de laLiga y se afirmó la adhesión al generalSerrano, cuyo concurso se requeríacomo brazo armado del integrismo

colonial.Proclamada la República, y cuando

el gobierno de Figueras aprobó laabolición de la esclavitud en lasAntillas, la reacción de la Liga no sehizo esperar, y se acentuó el alejamientode las clases conservadoras del régimenrepublicano, que atentaba contra susintereses. «La abolición inmediata de laesclavitud en Cuba y Puerto Rico darápor resultado que no vengan de allá elazúcar, el café, y los demás productosque allí se producen, y que de aquí nopuedan ir las harinas, el trigo, los vinos,el aguardiente, los tejidos, quedando enconsecuencia nosotros reducidos a lamayor miseria, y lo mismo nuestros

hermanos de las Antillas», argumentabaEsteban Collantes en la sesión de Cortesdel 18 de febrero de 1873. Sin embargo,la esclavitud fue abolida de momento,como vimos, sólo en Puerto Rico.

«Los Gobiernos del sexeniotuvieron siempre grandesdificultades económicas paraatender debidamente lasnecesidades de hombres, dearmamento, de equipo y deabastecimientos que requería lafuerza combatiente de la isla,cuyas condiciones de vida y delucha fueron más que precarias.En realidad, los graves

trastornos internos que vivió lapenínsula, especialmente laguerra carlista y el fugaz peroviolento fenómeno cantonalista,impidieron que se atendieseadecuadamente la soluciónarmada del conflicto cubano».

V. CASTELAR,PRESIDENTE DEL

PODER EJECUTIVO

1. Comienzos de supresidencia

Castelar destaca sobre los tres

presidentes que le precedieron, tantopor su espíritu nacional como pormuchas otras condiciones: energía yprudencia, madera de hombre de Estado,la coherencia política —la republicana— en toda su trayectoria, es «tal vez unode los raros ejemplos de políticoespañol que no cambia de partido». Isabel II quiso conocerlo. Ante losofrecimientos de la reina, le diceabiertamente que él profesa ideasrepublicanas y que está seguro del fin desu monarquía.

Castelar fue el mejor orador del siglo XIX, como ha sido reconocidounánimemente; florido y retórico, cuyos

discursos se sabían muchos españoles[67]. Como político fue completamenteleal con el país, aunque tuviera querectificar a su planteamiento inicial,cuando lo pedían las circunstancias.

Emilio Castelar y Ripoll, deascendencia valenciana, había nacido enCádiz en 1858. Su padre, liberal, tuvoque marcharse de Levante huyendo de lareacción absolutista, y con toda lafamilia se fue a Cádiz, ciudad que teníamucha fama liberal. Fue educado por sumadre, ya que, siendo él niño, su padrese fue seguramente a Gibraltar y nadamás se supo de él. Castelar se resentiráde esta ausencia paterna en su formación[68].

A los veinticinco años eracatedrático de Historia de España en laUniversidad Central. Condenado amuerte por su intento revolucionario,huyó a París, volviendo a España a raízde la revolución de septiembre en 1868.Aunque este año pudo alcanzar puestosimportantes, su convencimientorepublicano le distanció de losdirectores del nuevo régimen, y lealejaron de España.

En cuanto a su religiosidad, no hayunanimidad. Para el encargado denegocios de la Santa Sede, Castelar noprofesaba religión alguna, aunque en sujuventud practicó como cristiano. ParaMenéndez Pelayo no pasa de un

cristianismo estético y contradictorio.Sin embargo, espigando en sus discursosse puede sacar una impresión diferente:«Yo creo en Dios: porque he encontradoa Dios siempre en el fondo de laHistoria, porque he encontrado a Diossiempre en el fondo de la Ciencia,porque he encontrado a Dios siempre enel fondo de la Naturaleza; y noextrañéis, no tomaréis a mal que yolevante mis brazos al cielo y le pida aDios sus bendiciones para estaCámara». Después de todo —decía en1857—, «lo confieso, la idea másarraigada en mi alma, es la ideareligiosa. Una cruz, la aguja de uncampanario, una capilla de piedra, de

esas que se levantan en la entrada de lospueblos, el eco de las campanas en laoración en la hora del crepúsculo, todome llama a orar, todo me revela con susencantos la verdad del sentimientoreligioso que me enseñó mi madre».

Cuando habla de ella, lo hacesiempre en términos apologéticos yrecuerda su papel de educadora: lamadre, dice, «reduce las ideas mássublimes a expresiones menores (…),habla de Dios como no hablan losgrandes teólogos; cuando despierta a sushijos y los viste, les dice cosas dereligión que jamás han dicho ninguno delos predicadores más grandes ni máselocuentes».

Castelar combatió la Monarquía deAmadeo de Saboya, y al renunciar elRey, contribuyó a la rápidaproclamación de la República. Fueministro de Estado con Figueras,Presidente de las Cortes, sustituyendo aSalmerón, y finalmente, Presidente de laRepública del 6 de septiembre del 73 al3 de enero del 74.

Había tomado parte activa en todaslas conspiraciones que se preparabancontra los Borbones. La República,según Castelar, era fruto de laRevolución de septiembre, ésta «llevabaen su mano la República, como lasemilla la raíz, como la raíz la planta,como la planta el fruto».

El 7 de septiembre de 1873 renuncióSalmerón a la Presidencia, ya quesiempre fue partidario de la aboliciónde la pena de muerte, y le sucedióCastelar. Salmerón se refirió a laimposibilidad de formar un Gobierno deconciliación y sugirió a su sucesor:Emilio Castelar.

«Hay un hombre que no cedeciertamente a cuantos hanservido hasta ahora a la Patria—dice el conde de Roma nones—, que no sólo brilla comoorador sin igual hasta hoy, no yaen España sino en los fastosparlamentarios del mundo, que

representa el espíritu de lamayoría y responde exacta yfielmente a la opinión del país enestos momentos, ése es elhombre que debe, no conciliar loinconciliable, sino formar unGobierno homogéneo, el únicoposible a mi entender, y a mientender el único que puedesalvar la libertad y la honra de laPatria y en quien yo fío la últimasuprema esperanza de que lademocracia se afirme y laRepública se consolide[69]».

Pi y Margall, que estaba retirado de

la política, volvió para disputarle lapresidencia a Castelar. Pero éste fueelegido el 25 de agosto por 133 votoscontra 64 que fueron otorgados a Pi.

El nuevo ministerio quedó formadoasí: Presidencia, Emilio Castelar;Estado, José Carvajal; Gobernación,Eleuterio Maisonnave; Gracia yJusticia, Luis del Río; Fomento,Joaquín Gil; Hacienda, ManuelPedregal; Marina, Jacobo Oteiro;Ultramar, Santiago Soler, y Guerra,José Sánchez Bregua.

Como Castelar expuso en las Cortes,se propuso al tomar el mando, defendercompletamente la unidad e integridad dela Patria. El ejemplo cantonalista avivó

su disposición, y fue completamenteconsecuente. Quería una «República detodos, para todos y por todos».

Sabía que infundiendo al régimenese espíritu nacional, se jugaba suprestigio personal y político,considerado traidor por los exaltadosrepublicanos. «He defendido laRepública federal —dijo—: he rendidosiempre en mi corazón un culto religiosoa todos estos principios, pero lo queahora necesitamos, porque la política noes nada o es la transacción entre el idealy la realidad, lo que necesitamos esorden, autoridad y Gobierno[70]».

Castelar era partidario de darlemucha importancia al Ejército, con las

garantías técnicas y morales de losejércitos permanentes. En este sentido sepuede hablar de evolución en supensamiento. Defendió la OrdenanzaCastrense y el restablecimiento de lasDirecciones generales. El Ejércitoespañol, declaraba: «en 1868 salvótodas las libertades; ese Ejército sobrio,sufrido, modelo de todas las virtudesmilitares, parece haber perdido lacabeza a la sombra de la bandera deldeber, de la bandera de la República, yes necesario restablecer la autoridad enel Ejército». Por eso en todos loscódigos militares figura la pena demuerte. Proclamó que daría mando atodos los generales, de cualquier partido

que fueran, atendiendo a su prestigioprofesional, y que sería completamentefiel a las Cortes. Entre sus sensatasdisposiciones figuraba la abolición ametálico de los reclutas.

Pero Castelar el 13 de septiembrehizo esa petición: «Si no tengo, si noposeo la autoridad legal necesaria paradefender la democracia, la libertad y laRepública de la mayor crisis que haatravesado en los tiempos modernos; sino tengo este poder, no tendré laresponsabilidad, e inmediatamentemandaré mi dimisión y la dimisión detodo este gobierno al Presidente de estaCámara. Sin estos medios no estaré unahora en el Poder». Plenos poderes que

eran en la práctica la dictadura.Con lo que a las pocas horas de la

formación del Gobierno se leconcedieron poderes extraordinarios.Era el 9 de septiembre en cuya sesiónfue elegido presidente de las Cortes,Salmerón. La fórmula autoritaria era laúnica que podía devolver a lademocracia su prestigio.

«Castelar, al igual que Pi,para mantener el orden tenía quesalirse de la legalidad y paraevitarla se vio obligado a pedira las Cortes plenos poderes —comenta el Conde de Romanones—, es decir, la dictadura.

Castelar, hay que proclamarlo enhonor suyo, tenía madera dedictador y haciendo uso de lasfacultades que las Cortes leconcedieron, logró por algúntiempo imponer el orden enEspaña[71]».

Las medidas que tomó el nuevoPresidente fueron:

«La ejecución de las penascapitales que dejó pendientesSalmerón y la rehabilitación dela Ordenanza militar en todo surigor; el restablecimiento de las

antiguas Direcciones generalesde las distintas armas; la vueltadel Cuerpo de Artillería a laorganización de que le privara eldecreto de don Amadeo y RuizZorrilla; el criterio seguido paraproveer los altos mandosmilitares, habida cuenta delpatriotismo y la capacidad; elllamamiento a filas a ochenta milreclutas, aboliendo la redencióna metálico y poniendo lasreservas en pie de guerra; lasuspensión de garantíasconstitucionales en todo elterritorio[72]».

Se propuso por algunos diputados, lasuspensión de las sesiones de las Cortesel día 20 de septiembre hasta el día 2 deenero de 1874. Tomada en cuenta estaproposición, fue aprobada por 124 votoscontra 68.

Cuatro nuevos decretos venían arespaldar los poderes dictatoriales deCastelar. Entre otros, se disponía acontrolar la prensa en unos términos queél mismo había calificado de tiránicos.Se comprende que toda la prensa, aexcepción de la gubernamental, y notoda, criticó el rigor con que iniciaba sugobierno.

Hubo una reunión en casa deFigueras, con Salmerón y Pi y Margall, y

decretaron la muerte política deCastelar. Salmerón, árbitro de lasCortes, prefirió, como veremos, elhundimiento de la República antes quela salvara Castelar.

El general Martínez Campos,después de sus éxitos en Valencia, sedesplazó a Murcia. Hubo contactos entreMartínez Campos y Contreras, pararendir Cartagena, pero al disentir aquéldel Gobierno, fue sustituido por elgeneral Ceballos.

«El Gobierno faccioso de Cartagena—dice Fernández Almagro—continuaba defendiéndose y atacandohasta apurar los medios de que disponía,aunque sólo fuese para hacer valer más

su capitulación llegada la hora derendirse a la evidencia. A fin de impedirque la escuadra nacional de Lobollegase a hacer efectivo el bloqueo, ladel cantón, mandada por Contreras,salió a su encuentro, entablándose rudoy encarnizado combate —10 de octubre— a la altura del cabo de Palos. LaVictoria intenta embestir a su antiguahermana la Numancia —cuenta untestigo del bando cantonal—. Quizáhubiese tenido lugar el gigantescochoque, pero la fragata francesaSemiramis, que con otras extranjeras sehabía mantenido como simpleespectador, interpónese de repente entrelos dos colosos y apacigua con su

intervención el furor de ambas. A lasdos horas y cuarto cesa el fuego. Ellosse dirigen a Pormán, y nosotros aCartagena[73]». La victoria quedóindecisa.

La intranquilidad del Gobierno seunía con la del país; y Castelar, lodeseaba más que nadie, por eso le decíael 13 de noviembre al general Ceballosque si los emisarios del Poder ejecutivono consiguen resultado; «es necesarioproceder con energía al bombardeo deCartagena. La opinión es suspicaz yllega a creer que el Gobierno tieneinterés político en prolongarindefinitivamente el sitio. “Energía,energía, energía”». Y el día 23 le urgía:

«No se puede retrasar más tiempo lasoperaciones sobre la plaza. Precisa quesean inmediatas, incontrastables (…) Leencargo operaciones vigorosísimas, detoda energía como lo reclama el interésde la patria, como merecen los crímenesde los insurrectos. De otro modo,peligra tanto como la libertad nuestrahonra[74]». Y el día 26 Ceballoscomenzó a bombardear Cartagena.

Los representantes del Cantónmurciano pretendían para el cese deactitud, tratar al gobierno de poder apoder, exigían una total amnistía y lapromesa firme de discutir y aprobar laConstitución federal. Presentada porCeballos la dimisión, por divergencias

con el Gobierno, quedó nombrado elgeneral López Domínguez. Publicó unbando en el que decía:

«os aconsejo que depongáislas armas y abandonéis a los quecon sus disolventes ideas hanllevado el luto, la miseria y ladesolación a esta ciudad (…)Pensadlo bien y escuchad unavoz, todavía amiga, que ennombre del Gobiernorepublicano os ofrece libertadverdadera, orden, paz y sosiego(…). Se acerca el término devuestra resistencia, porque elataque ha de ser rudo y

sangriento (…). El Gobierno,como liberal, es generoso, y noquiere el derramamiento desangre: no le obliguéis a laseveridad que repugna a lossentimientos de mi alma».

En tanto los cantonalistascontinuaban la resistencia, aunque nocon el ardor primitivo.

López Domínguez bloqueó laCiudad, que por una serie decircunstancias, el Ejército sitiador tuvoque ocupar una línea extensísima.Además, pensaban los sitiados que loscambios políticos podían suponer enbreve su triunfo, por lo que extremaban

E

la desesperada resistencia. Cartagenacapituló el 12 de enero de 1874 y LópezDomínguez entró en la plaza el 12 deenero de 1874. Castelar ya no erapresidente, pero a él correspondía elacabar con el alzamiento cantonal.

2. El asunto del Virginius

l 31 de octubre el buque de guerraespañol Tornado apresó al vapornorteamericano Virginius, consideradofilibustero, que fue conducido a Cuba; yse ejecutó a 53 pasajeros o tripulantespor decisión del comandante general deSantiago de Cuba, sin conocimiento del

Gobierno de Madrid. El Gobierno deWashington protestó enérgicamente, perono llegó a tiempo de impedir elfusilamiento

El Capitán General de la isla deCuba, general Jovellar, justificó elhecho porque los tripulantes erancaracterizados separatistas, jefes defuerzas armadas o miembros de la Juntade Nueva York, y transportar elVirginius víveres y pertrechos deguerra: armas, municiones, mercenarios(…). El Gobierno norteamericano adujoque el apresamiento no se había hechoen aguas jurisdiccionales de España, yque las ejecuciones iban contra elDerecho internacional y contra los

convenios entre ambos países.El Gobierno español tuvo que

negociar con el de Estados Unidos conmucha delicadeza e imponer suautoridad a los españoles de Cuba, queno querían reconocer nuestrainferioridad.

En Cuba y en Madrid la noticiaprodujo gran satisfacción que, enprincipio compartió el Gobierno. Peroéste pronto entrevió las fatalesconsecuencias, que la ligereza de lasautoridades cubanas, podían acarrear alrégimen español. Nuestro embajador enWashington recogió la actitud de laprensa norteamericana ante elapresamiento y ejecución de algunos

tripulantes: «fue un deseo general devengar esos hechos sumariamente».Todo hacía pensar en un próximoenfrentamiento.

Las únicas actitudes oficiales delpresidente Castelar y del embajadorespañol destacan por su realismo ysensatez. A un despacho del generalJovellar —30 de noviembre—, Castelarcontestó:

«En España nadie comprende que nien pensamiento se resista a cumplir uncompromiso internacional del Gobierno,y no comprendo que quiera ser Cubamás España que España. Una guerra conlos Estados Unidos sería hoy unademencia, una verdadera demencia, y

aunque fuese popularísima la guerra,para eso están los Gobiernos, paraimpedir las locuras de los pueblos. Recuerde V. E. lo que hizo Thierscuando los franceses gritaban “¡ABerlín!”: demostrarles que la guerrasería un desastre; y ahí se ha capturadoun buque en alta mar, se ha fusilado aespañoles y a extranjeros sin esperar aconocer la opinión del Gobierno central,que preveía grandes catástrofes, y ahorase quiere cometer la última demencia,desobedecer al Gobierno nacional.Todos los argumentos de los EstadosUnidos consisten en decir que España nomanda en Cuba y van ahora a confirmarese argumento. No se puede discutir un

acto de Gobierno. Hay que obedecerlo.Inflúyase en la opinión, tómense lasdebidas precauciones, entréguese elVirginius y la tripulación supervivientede la manera que menos pueda herir elsentimiento público, pero entréguese sindilación ni excusa. El servicio mayorque puede prestarse a la patria esobedecerla ciegamente[75]».

El Congreso de Washington desechóuna proposición por la que se declarababeligerantes a los insurrectos cubanos.Dicha proposición era un argumento queCastelar aducía al capitán general deCuba en abono del acuerdo conNorteamérica.

Jovellar estaba dispuesto a cumplir

las órdenes recibidas, pero había queexigirse a Washington «que en lospuertos de la Unión Americana no secontinuara preparando expediciones enfavor de la insurrección».

Dadas las circunstancias, era muy«difícil que Castelar lograse un acuerdomás honroso del que, por su propiaautoridad personal, a nombre de un paísdestrozado por tres guerras civiles, hubode conseguir, ya que, a cambio dedevolver el Virginius y dar libertad alos supervivientes de la tripulación opasaje de dicho buque al tiempo de sucaptura, el Gobierno de los EstadosUnidos prescindía de la reparaciónmoral del saludo a la bandera en

Santiago de Cuba —condición tambiénexigida, en un principio, por elsecretario de Estado, Fish—, en tantoEspaña pudiese probar que el Virginiusno tenía derecho a llevar la bandera delos Estados Unidos». Éste era elprotocolo firmado en Washington por losrepresentantes español ynorteamericano.

Hubo diferencias de interpretación.El «atorney» general de los EstadosUnidos emitió un informe declarandoque el Virginius arboleaba la banderanorteamericana sin derecho el día de suapresamiento. El enojoso asunto quedóvirtualmente resuelto, y en los sucesivosmomentos de negociación, Castelar

había contrastado su criterio con los deSerrano, Cánovas, López de Ayala yotros primates de la política, que semostraron conformes.

La caída de Castelar dejó pendientela reclamación del Gobierno españolrespecto a los daños y perjuicios que elVirginius había causado a España. Estanota de nuestra Cancillería, no tuvo eléxito deseado. En 1874 «hubo desustanciarse también la reclamación delGobierno de la Gran Bretaña para quefueran indemnizadas las familias de los16 súbditos ingleses fusilados a la vezque los norteamericanos (…)[76]».

Con este precedente, el Gobierno delos Estados Unidos reclamó también y

aceptó el punto de vista del Gobierno deMadrid, dispuesto a «socorrer», no aindemnizar a las familias de losfusilados.

La cuestión del Virginius había sidouna de las muchas dificultades de laRepública, pero hay que subrayar laprudencia y el realismo de Castelar. Lacrisis era un claro antecedente de laguerra del 98.

Frente a los estrategas de café, sealzaron posteriormente elogios aCastelar por su realista actitud. El 2 dediciembre de 1876 el ministro deEstado, Calderón Collantes, seexpresaba así en el Senado: «mienemigo político es el señor Castelar,

pero yo me complazco en reconocer queuna de sus mayores glorias, uno de losmejores títulos que tiene el señorCastelar al reconocimiento del país es elhaber evitado en aquella ocasión unaguerra que parecía inminente[77]».

* * *

El Gobierno de Castelar quería queel Vaticano reconociera a la Repúblicaespañola el derecho a la presentación deobispos. Se llegó a un modus vivendi yse nombraron arzobispos de Toledo,Santiago y Tarragona, que veremos encapítulo posterior.

«La aproximación alVaticano les dio (a sus antiguoscorreligionarios), no ya Pi yMargall y Figueras —que habíavuelto a España, rehecho elánimo y atenuada la concienciade su fracaso— sino también aSalmerón, que más templado enlo estrictamente político,participaba del espírituanticatólico de aquéllos.Castelar, en efecto, habíaquedado muy a la derecha de losrepublicanos genuinos, y si lefallaba el centro que Salmerónsignificaba, dado el equilibrioinestable de las fuerzas

parlamentarias, sólo tardaría encaer el tiempo que durase laclausura de las Cortes[78]».

El Congreso aprobó el 5 deseptiembre la proposición de MartínezPacheco por la que entraba en vigor denuevo la pena de muerte. Castelar habíapromovido esta disposición. De aquíprovino la salida y retirada deSalmerón.

Los generales escribían a Castelarinsistiendo en su aprobación, oamenazando con no estar al frente delEjército. Entonces una parte delMinisterio, que representaba a Castelar

o la tendencia conservadora, impuso lanecesidad de que aprobase el proyectode ley. Pero Salmerón, dirá Castelar enel Congreso el 14 de enero de 1889,«encasillado en la conciencia filosóficasuya y en lo que él llamaba lealtad a losprincipios, negose con grave obstinacióna pasar porque la propuesta de ley seaprobara». Aunque Castelar le insistiópara que no se quedara al frente delPoder, fue inútil.

3. Memorádumgubernamental

l día 2 de enero de 1874 Castelar dio

Ecuenta en las Cortes, con unMemorándum que leyó, de lo

realizado por el Gobierno durante elinterregno parlamentario. Expresó en élsu deseo de una República, «no deescuela o de partido, sino nacional,ajustada por la flexibilidad a lascircunstancias, transigente con lascreencias y costumbres que encuentre asu alrededor, sensata para no alarmar aninguna clase, fuerte para intentar todaslas reformas necesarias, garantía de losintereses legítimos y esperanza de lasgeneraciones que nacen impacientes porrealizar nuevos progresos en lassociedades humanas[79]».

Aunque las generaciones educadas

en la libertad y la democracia —decíaCastelar en el citado Memorándum—detestan las revoluciones y los golpes deEstado, «si el desorden, si la anarquíase apodera de ellas y quiere someterlasa su odioso despotismo, el instintoconservador se vela de súbito y laslleva a salvarse por la creación casiinstantánea de una verdaderaautoridad[80]».

Se justifica Castelar de cómo utilizóla amplitud de poderes que le fueronconcedidos:

«El Gobierno ha ejercidoestos poderes, que eran

omnímodos, con prudencia,atento a vencer las dificultadesextrañas más que a extremar supropia autoridad».

En cuanto a las cantonales quepretendían romper la unidad patria, si nose había atajado totalmente, había sidopor la falta de tropas y de recursos,aunque se mostraba optimista para suvencimiento.

Refiriéndose al aumento de lastropas carlistas y a sus éxitos, decía elPresidente, con claridad, que «la guerracarlista se ha gravado de una maneraterrible. Todas las ventajas que le dieronla desorganización de nuestras fuerzas,

la indisciplina de nuestro Ejército, elfraccionamiento de la patria, loscantones erigidos en pequeñas tiraníasfeudales, la alarma de todas las clases ylas divisiones profundísimas entre losliberales, ha venido a recogerlas ymanifestarlas en este adversísimoperíodo».

Hace el Presidente un análisis delpoderío carlista, y reconoce que «lasconsecuencias de los errores de todos sehan tocado a su debido tiempo», por loque la República pasa por durísimaspruebas. Por eso no se puede olvidarque estamos guerra; «que todo a laguerra ha de subrogarse. Que peligran laRepública y la libertad, los derechos a

ser un pueblo moderno».Elogia al Ejército, antes

indisciplinado, pero que ahora «hahecho en todas partes prodigios deheroísmo»; por la República «haengendrado en su fecundo seno nuevoshéroes y ha tenido en sus gloriososanales nuevos mártires».

Igualmente alaba al pueblo armadoque «ha contribuido también a sostenerla causa de la libertad, desvanecidos losdelirios separatistas». El Gobiernoformó una milicia en la que toman partetodos los ciudadanos y contribuirán a la«defensa nacional y equilibrarán susfuerzas; que no hemos salido de latiranía de los reyes para entrar en la

tiranía de los partidos».Pasa revista Castelar a las cosas

positivas:

«El orden se halla másasegurado, el respeto a laautoridad más exigido arriba ymás observado abajo. La fuerzapública ha recobrado sudisciplina y subordinación. Losmotines diarios han cesado porcompleto. Ya nadie se atreve adespojar de sus armas alEjército ni el Ejército las arrojapara entregarse a la orgía deldesorden. Los ayuntamientos nose declaran independientes del

poder central ni erigen esasdictaduras locales».

Respecto a las medidasimpopulares, que mostraban algunasrestricciones de la libertad, dice que «silas desgracias de una doble guerra (lacarlista y la de Cuba) han exigido lasuspensión de algunos derechos, eleclipse de alguna libertad en el seno dela República, dejadla en su movimientopacífico, y veréis con qué prontitud ycon qué solidez recobra su propianaturaleza».

Por último, proponía una conductade conciliación y de paz que aplacaralos ánimos y que no los enconara, que

fuera al mismo tiempo libertad yautoridad, que apelaran los diputados«de las injusticias presentes a la justiciadefinitiva, y podrán esperar de lahistoria el título de “propagadores,fundadores de la República enEspaña”».

Castelar no admite que la votaciónde la Asamblea le pueda ser adversa.Por eso cuando —en vísperas dereanudarse las sesiones de las Cortes—algún general le propone un golpe defuerza, lo rechaza, tanto por demócratacomo porque confía plenamente en quelas Cortes apoyarán su gestión.

C4. Derrota parlamentaria

astelar, convencido de que era muydifícil con aquellas Cortes gobernar, el20 de septiembre con la votación de suspartidarios y con el apoyo de Salmerón—presidente de las Cortes— lassuspendió para reanudarlas el 3 deenero de 1874.

Mientras, los periódicos radicalesde Madrid comentan adversamente el«despotismo temporal» de Castelar, apesar que ese despotismo resultara nosólo beneficioso sino necesario.

En cuanto al ejército, Castelar

consigue la colaboración de Serrano yTopete; el general Pavía había sidonombrado capitán general de Madridpor el presidente Salmerón. ElPresidente seguía el criterio parapromover los altos mandos militares detener en cuenta su patriotismo y sucapacidad, más que su filiación política.

En el orden político, regresaron aMadrid: Figueras, Serrano, Topete,Echegaray, Manuel Silvela,representantes de distintas tendencias,que se habían exiliado a Francia.

Algunos diputados de Madridconsideraban a Cartagena como símbolode la idea federal y deseaban suexistencia hasta la reanudación de las

S

Cortes, el 3 de enero, seguros de quederribarían a Castelar y podríanconseguir para Cartagena una completaamnistía. Como el Presidente no erapartidario de otorgar dicha amnistía yles exigía una rendición incondicional,provocaron su derrota, como veremos,el 3 de enero.

a) Duelo Salmerón-Castelar

almerón es la figura más importantede la oposición. Los esfuerzos deCastelar por atraérselo fueronineficaces. Por una parte se encontraba

Castelar en discordia con losintransigentes por los nombramientosque hizo: Martínez Campos, CapitánGeneral de Cataluña, y el general LópezDomínguez, director de las operacionesde Cartagena. A pesar de todo losmoderados y radicales decían queCastelar los utilizaba para cargossecundarios, pero que no quería darlesel Poder. La verdad es que Castelar notenía a un partido propio, pues creíaingenuamente que la República seríaaceptada por todos. Despuéscomprenderá que era imposiblegobernar sin un partido.

El golpe de Estado de Pavía se veíavenir, pues se tenía la evidencia de su

necesidad, ante la abundancia depronunciamentos. Castelar sabe que siSalmerón persiste en su actitud enemiga,se tiene que identificar con unaAsamblea de fanáticos y deincendiarios, lo que no cree queSalmerón corra ese riesgo. Por esopiensa que el entredicho que pesa sobreSalmerón le va a salvar.

Todos saben a dónde van, y sinembargo van hacia el precipicio.Castelar dice «no» a los radicales quesugieren una República federal, y dice«no» al Ejército que ofrece su apoyopara defender el orden y la patria. ElPresidente exige la defensa de laRepública.

Castelar hace una invitación aSalmerón a través de La Discusión paraque considere la gravedad de lasituación, se aparte de la izquierda de laCámara y que le preste su apoyo. Y diceCastelar «que la opinión nacional va ajugar un gran papel y que Salmerón nose comprometerá frente a la mismahaciendo causa común con laoposición». Pero hay que reconocer queno están de acuerdo. Castelar no para dehacerle consideraciones a Salmerón,partiendo de su periódico, pero comosubraya Llorca, «nada puede contra laobcecación de Salmerón en su actitudirreconciliable, (…) era una cuestiónpersonal, de prioridad de influencias y

de poder; era el hecho que Salmerón noiba a dejar que Castelar salieratriunfante de aquella crisis y seconvirtiera en el presidente indiscutiblede una República salvada por él[81]».

Salmerón exige un cambio deministros a su gusto, a lo que Castelar seniega, diciendo que se presentará en laCámara con el mismo Gobierno. Lapolémica entre La Discusión, órgano deCastelar, y La República, órgano deSalmerón, resulta cada vez másagresiva. Este último dice «que ladictadura de Castelar ha sido ineficaz detodo punto y que si ha conseguidodisciplinar el Ejército no ha conseguidoel mismo resultado con los

L

generales[82]».Castelar cree en la opinión pública.

Pero Salmerón «no quiere que laRepública se salve si ha de ser obra deCastelar. Se muere de envidia y, comotodos los débiles, mata con ella».

Se explica la actitud de Pavía. Lapopularidad de Castelar es grande, yeste hombre está en manos de Castelar,no obstante Salmerón le niega su vidapolítica.

b) El 2 de enero de 1874

a Cámara está trabajada por los

enemigos de Castelar que capitanea lamayoría, y lo derrotará.

Castelar da cuenta a la Asamblea delo que ha hecho el Gobierno desde el 20de septiembre, y rectifica sobre elEjército y la Federal. La Cámara estádividida en dos fracciones: los amigosde Castelar y los enemigos,capitaneados por Salmerón. Losprimeros piden a la Cámara que declareque ha oído con grata satisfacción elmensaje de Castelar y que de un voto degracias por el «celo, inteligencia yelevado patriotismo que ha desplegadodurante el interregno parlamentario».

Los amigos de Castelar, al presentartal proposición, querían que se

discutieran los actos del Gobierno deCastelar para que saliera completamentejustificado. Pero Salmerón tiene otraproposición en sentido contrario.

Creía Castelar que si se hubierapuesto a votar después de la lectura desu mensaje, hubiera ganado, por lo queSalmerón aceptó irregularmente laproposición que contrarrestaba con laproposición favorable.

Castelar no encontró en la Cámara elcalor que esperaba: con lo que se sintiódefraudado, ya que admiraba su propiotalento y su arte de gobernar. Mayordefraudación experimentó al oír laproposición, presentada por susenemigos:

«Los diputados quesuscriben, ruegan a las CortesConstituyentes se sirvan acordarque no hay lugar para deliberarsobre la proposición deconfianza al Gobierno».

Unos generales aseguraron aCastelar que no obedecerían más que aél. Ellos sabían que si caía Castelarnadie podría seguir adelante con unaRepública moderada y democrática, nodemagógica.

Salmerón, «ciego en su odio y en suenvidia», hace derribar a Castelar. Alser preguntado, si no está con Castelar,¿con quién está? Salmerón había votado

para que le dieran el Gobierno aCastelar que había votado la pena demuerte, pero ahora «echa encima de loshombros de Castelar todas lasresponsabilidades que se tomaron deacuerdo con la Asamblea, ledesprestigia ante la misma y pretendeseguir con la República adelante[83]».

León y Castillo —que es del partidoalfonsino— tiene la valentía demanifestar que Castelar «a pesar de queno simboliza en el Gobierno nuestrapolítica, es la única bandera que hayaquí de orden posible en estosmomentos; por eso le apoyamos (…); hacombatido la insurrección cantonal, quecombate la insurrección carlista, que ha

reorganizado el Ejército, que harestablecido la disciplina, que ha creadolos medios de gobierno para poderluchar contra la demagogia, salvando lasociedad, salva la República, que lasalve[84]».

Francisco de Paula Canalejas, amigode Castelar, resume el estado caótico,sereno y exacto. Hace un llamamiento alos diputados que concedan nuevamenteel Poder a Castelar, pues de lo contrarioirá a la izquierda, «y desde allí cae enun abismo tan hondo, que no volveremosa ver libertad ni República, que novolveremos a gozar ni República nilibertad en lo que nos queda de vida, yseremos responsables ante Dios, ante

nuestro partido y ante la Historia de quepor pasiones mezquinas, por rivalidadesindignas, por escisiones y por luchasinexplicables hemos arrojado al abismolo que tantos y tantos años costó alantiguo republicano edificar yennoblecer[85]».

Aunque Castelar pidió la palabra,Salmerón le rogó que le dejara hablar aél. En su decisión de derribar a Castelar,dice abiertamente: «si no podemosgobernar con nuestros principios, connuestros medios, con nuestrosprocedimientos; y con el patriotismo aque siempre ha respondido esta Cámara,decida que vengan otros hombres y otrospartidos[86]».

Salmerón no puede permitir que elGobierno de Castelar haya sido un éxito,que cuente con los militares, con losmonárquicos y con la Iglesia.

Y antes que hable Castelar,Salmerón le dice:

«Sepa el Presidente delPoder Ejecutivo que todavíaestoy dispuesto a apoyarle si,por fortuna, se decidiera a haceruna política que no contradigalos principios y las conviccionesque toda mi vida he profesado.Mas, por doloroso que sea,tratándose de un antiguo maestroy amigo, si se aparta de mis

ideas, tendré que negarle mihumilde voto, porque sobre elculto que tributo a la amistadestá el debido a la propiaconciencia».

Castelar daba cuenta de su labor enlos cuatro meses de interregno y dijoque «desde el momento en que laexistencia del Gobierno estácompletamente en tela de juicio yamenazada de muerte segura y próxima,el Gobierno no puede responder con lamisma fuerza y con la misma autoridadque ha respondido hasta aquí del ordenpúblico; por consiguiente, se necesitaque inmediatamente le sustituyáis con

P

otro Gobierno».

5. Defensa del propioCastelar

ara cada uno de los que le hanatacado tiene Castelar unas palabras,que son un ataque y una defensa propia.

A la Cámara le dice:

«El Poder que acepté, casiimpuesto; el Poder que hemantenido vigorosamente en mismanos; el Poder que no entrego aningún factor nuevo ni

desconocido, sino que entregoíntegro, total, sin mengua, a estaCámara, a una Cámaracompletamente republicana».

Contra el partido republicanodefiende su republicanismo:

«Sin embargo, yo tengo quedecir una cosa: yo no he sidonunca sospechoso al partidorepublicano en la oposición, y enla desgracia; le soy sospechosocuando es el árbitro de lafortuna, de los tesoros de lanación, cuando reparte todos los

honores; y si aquí soysospechoso, es porque le digoque él sólo no puede salvar laRepública; es porque le digo queestá hondamente dividido yperturbado; es porque le digo laverdad, como se la dije a losreyes, y porque le digo que él nogobernará como no condeneenérgicamente y para siempre aesta demagogia (…) ¿quién seextraña, quién tiene derecho aextrañarse de que yo representeen el partido republicano elelemento conservador?»

A Salmerón —su mortal enemigo—

le recuerda, sin nombrarlo:

«Con vuestro aislamiento oshabríais consumido en vuestracátedra, en vuestros periódicos yen vuestras academias; con micoalición han venido la libertad,la democracia y la República».

Como la Cámara acusaba a Castelarporque era poco republicano por susconcomitanzas con los radicales, afirma:

«Y (…) vino la República,no traída por los republicanos,que no tienen derecho a llamarse

fundadores de la República,ninguno de ellos tiene esederecho: la República la trajeronlos radicales».

A los que le reprochan el habercogido el Poder, cuando lo dejóSalmerón, les responde:

«¿Por qué lo acepté? ¿Porelección mía? ¿Por impulso mío?¿Por deseo mío? ¡Ah, no,señores diputados! Bajé encumplimiento de un deberdoloroso; bajé porque yo nopodía volver la cara al peligro ni

rehuir grandes y tremendasresponsabilidades».

E, historiando su ejecutoria, diceCastelar que llegó la revolución deSeptiembre; él teóricamente republicanoy federal, dijo a los promotoreshablando de los convenios contraídoscon los demócratas:

«soy más conservador queellos, yo deseo el sufragiouniversal, yo deseo los derechosindividuales; pero no tengoinconveniente ninguno en que melimitéis el sufragio y me limitéis

los derechos individuales, contal que me deis la forma degobierno propia de lasdemocracias, con tal que me deissobre todo y ante todo nuestraquerida República».

Cuando vino la Monarquía —dice—«busqué los procedimientos legales deacabar con aquella Monarquía». Yestallaron las divisiones: una parte delos republicanos se inclinaba a losprogresistas; y «yo, como másconservador, me inclinaba a losprocedimientos parlamentarios. Y no fui—añade— un aliado del partidoradical».

Recapitulando, afirma que habíaapoyado a Figueras, a Pi y Margall y aSalmerón. Después de elogiarcalurosamente a Salmerón, que loconsidera «como uno de los filósofosque más ilustran nuestra Patria», diceque empleó todos los medios de fuerza,pero Salmerón «se encontró al mes ymedio de Gabinete con que no podíavencer ciertos obstáculos y ciertosescrúpulos nacidos de su conciencia».

Justificó las medidas que empleópara salvar a la República: «Yo pongola República sobre la libertad; yo pongola República sobre la democracia».Castelar se presentó como liberal ycomo demócrata: «yo soy liberal y muy

liberal, y se conoce que soy liberal enque, habiendo tenido toda clase depoderes, casi no he usado de ellos; quesi tienta la tiranía cuando no se posee,¡cuán tentadora será la tiranía poseída!».

Castelar se presentaba sobre todocomo republicano:

«prefiero la peor de lasRepúblicas a la mejor de lasmonarquías (…) (pues) está enla naturaleza de las Repúblicas,les sucede a las Repúblicas, quetarde o temprano admiten elespíritu de siglo. Más parasalvar y fundar realmente esaRepública urge fundar el partido

conservador republicano».

En cuanto a la Iglesia será objeto deotro capítulo. Y respecto al Ejército, sehizo lo que se podía en aquel momento.Reconoce lo hecho en el pasado y lo quese necesita en lo futuro.

La mayoría de los republicanos sesintieron alarmados ante la políticacastelarina y juzgaron peyorativamentesus medidas. Comellas sintetiza la fuerteoposición a Castelar:

«La represión se les antojóarbitrariedad, la pena de muerteun crimen, la censura de prensa

un acto de despotismo, elrecurso al Ejército una políticamilitarista, y las negociacionesemprendidas con el Vaticano,simple clericalismo[87]».

«Y ahora —dice Castelar—,puesto que soy sospechoso alpartido republicano, puesto quesoy un dictador estéril, puestoque traigo los partidos enemigosde la República a este sitio,puesto que me he convertido encometa sin órbita yendo a otroscielos y a otras regiones, yo ospido, ya que tratáis desustituirme, que me sustituyáispronto, porque si algo me apena

es el poder, y si algo me halagaes el retiro, a donde al irmetendré la seguridad de haberosdado la paz y el orden posible;¡y quiera Dios que os leconserve!». Y convencido de suleal y acertado proceder, agrega:«no os le conservará si no seguísmi política, porque mi políticaes la natural, y podréismaldecirla, pero no podéissustituirla[88]».

Algunos diputados gritaron: A votar,a votar. Así se hizo, y con la propuesta,el gobierno Castelar fue derrotado por

120 votos contra 100. Eran las cinco dela mañana del 3 de enero de 1874.

* * *

En los distintos discursos deCastelar se advierte, junto a su carácterespañol, la simpatía por todas lasregiones españolas: su cariño porValencia, de donde procedía su estirpe;Cádiz, donde nació, o Murcia, dondepasó algunas temporadas veraniegas ydonde moriría.

En el discurso de la AcademiaEspañola de la Lengua, contestando aVíctor Balaguer, hacía Castelar un

elogio a la lengua catalana: decía que sehabía elegido en él «al catalán denacimiento y corazón, para que diga ensu lengua natal a los suyos cómo aquí noexisten diferencias de provincias, niprivilegios, ni jerarquías, antes bien, unaigualdad fundamental de todos losespañoles, en la que se alza fuertemente,así la unidad material de nuestro suelo,en cuyos surcos mezclaron mil batallasla fecunda sangre de todos sus hijos,como la unidad intelectual y moral denuestro espíritu (…). No pretendemossuprimir las variedades engendradas porel movimiento desarrollo de la vida(…). ¿Quién será osado a proponer quedesaparezcan lenguas tan primitivas

como el vasco, tan tiernas como elgallego, tan dulces como el bable, tanmúsicas como el valenciano, tanvigorosas y onomatopéyicas como elcatalán?»

Al criticar los esfuerzos de Primpara buscar un rey después deldestronamiento de Isabel II, ya quepromulgada la Constitución de 1869,España era una monarquía sin monarca,en las Cortes de 3 de noviembre de1870, se pregunta: «¿Y vais a lanzarsobre un pueblo así a un monarcaextranjero? Si no lo siente, si no seremueve, si no se levanta la naciónespañola de su indiferencia, ¡ah!,demostrará algo bien triste, bien

doloroso para todos nosotros:demostrará que España ha muerto». Yadvertía a los futuros reyes: «Yo nopuedo comprender cómo hay quien seatreva a traer un rey extranjero aEspaña. Yo no puedo comprender cómohay un rey extranjero que se atreva avenir a España[89]».

Las cantonales le ofrecían a Castelarmanifestar su condición. Los dosprimeros presidentes de la Repúblicaeran catalanes, por eso Cataluña hablabade declararse en cantón. Como dijimos,muchas provincias se levantaron másque contra el Poder central, contra lacapital de provincia. Dentro de cadareducto se producían nuevas

separaciones, así por ejemplo, Lorca noquiso someterse a Murcia, Betanzosquiso separarse de La Coruña, comoCádiz y Sevilla no querían nada conMadrid.

En el debate de 30 de julio, Castelarexpresó la actitud —su españolismo—que había adoptado contra la doctrinafederal y el cantón:

«Yo quiero ser español ysólo español; yo quiero hablar elidioma de Cervantes; quierorecitar los versos de Calderón;quiero teñir mi fantasía con losmatices que llevaban en suspaletas Murillo y Velázquez; yo

amo con exaltación a mi patria, yantes que la Libertad, antes quela República, antes que a laFederación, antes que a laDemocracia, pertenezco a miidolatrada España, y me opondrésiempre, con todas mis fuerzas, ala más pequeña, a la más mínimadesmembración de este sueloque íntegro recibimos de lasgeneraciones pasadas, y queíntegro debemos legar a lasgeneraciones venideras[90]».

Y comentando este texto, concluíaFernández Almagro en 1968: «En las

catastróficas circunstancias que Españaatravesaba, ese lirismo oratorio nodejaba de ser útil y tonificante[91]».

T

VI. EL GENERALPAVÍA Y CASTELAR

1. Opinión de los generales

al como estaban las cosas, se veía elgolpe de estado como una necesidad queno podía tardar. Así escribe C. Llorca:

«El golpe de Estado dePavía, o de cualquier otro, seveía venir, no porque se tuvierannoticias de su preparación, sinoporque tenían la evidencia de sunecesidad en un país donde lospronunciamientos eran unamedicina tan usada como lassangrías en otro tiempo (…). Unmes antes del golpe de Pavía, elperiódico del conde de Toreno,El Tiempo, anunciaba, sin quefuera desmentido por nadie, quese produciría un golpe deEstado».

En el mes de diciembre, a pesar de

que continuaba la insurrección enCartagena, se creía que el Gobierno erafuerte, y decidió aplicar medidasgubernativas en algunos puntos. El 22 dediciembre, el ministro de GobernaciónMaisonnave dio un decreto autorizandoa los gobernadores civiles a suspenderperiódicos, Diputaciones yAyuntamientos. Y entonces se entrevistóCastelar con el Capitán general deMadrid, el gaditano Manuel Pavía yRodríguez de Alburquerque, quien lemanifestó, que en el caso de que laAsamblea derrotara al Gobierno,«disolvería las Cortes para salvar lasociedad amenazada por la demagogia».

El conde de Romanones hace una

presentación, física y moral, del generalPavía, autor material de la muerte de laPrimera República: Había nacido enCádiz en 1827; su carrera militar fuebrillante y rápida, a los cuarenta añosllegó a Mariscal de Campo. TantoFigueras como Salmerón, encircunstancias difíciles —posiblemovimiento alfonsino y los cantonalesandaluces— que acabaronpositivamente, mostraron sucompetencia. «Ejemplar acabado delmilitar español —dice el Conde— contodas sus condiciones y todos susdefectos. Dotado de valor personalnotorio, en ocasiones temerario, y deamor abnegado a su Patria, caballeroso,

culto como buen oficial deArtillería[92]».

Pero Castelar escribió una carta alos generales jefes de los ejércitos parasaber su opinión. Esa carta permiteconocer perfectamente el pensamientocastelarino. Así le decía a LópezDomínguez:

«Querido amigo: lo grave delas circunstancias me obliga aescribirle y hablarle como a mipropia conciencia en estemomento supremo. Yo estoyresuelto a fundar la República enel orden, aumentar el ejército, a

salvar la disciplina, a todoaquello que pueda darnos Patria.Pero yo estoy resuelto aemprender todo esto dentro de lalegalidad. Si las Cortes meexpulsan del Poder, yéndome ala oposición recuperaré todo loperdido. Si las Cortes mesostienen yo sostendré esapolítica. Pero no salgamos de lalegalidad. Yo le conjuro por laamistad que le profeso, por laconfianza que me inspira, por mihonor y por el suyo, que sea fielobediente a esa legalidad.Cerremos el período de lospronunciamientos militares,

como debemos cerrar el períodode las sublevaciones populares.

Una vez rota la legalidad,¿dónde iríamos a parar? Iríamosa parar hasta la más exageradareacción. ¡Qué vergüenza! ¡Quéignominia sería cosa de morirsey de dejar un nombre horrible enla historia! Yo creo que por elespíritu de mi siglo que meanima, yo creo que la legalidadlo regulará todo y la Asambleano desoirá a la voz de la opiniónpública. Los diputados quellegan de provincias vienenanimadísimos, y todos estándecididos a sostener mi política.

Legalidad, legalidad, aunquenombren a Pi y Margall. Yo se loruego a usted en nombre de lomás sagrado; yo lo espero de suconciencia, de su amistad, de supatriotismo[93]».

La contestación del general LópezDomínguez decía que «con mucho gustoescucho y siento sus exhortaciones,aunque me temo que la Cámara puedatomar el camino que la legalidad sea ladeshonra de la Patria, y entonces ¡cuántaresponsabilidad podrá cabernos a losque hayamos tenido medios de volverpor los fueros de la honra y de la

dignidad de la Patria! (…) Me inspiraréen ella (la carta), procurandocorresponder a los nobles sentimientosque se la han dictado».

Si Castelar intentaba llamar alcamino de la legalidad, Figueras, Pi yMargall y Salmerón —los tresexpresidentes del Poder Ejecutivo— seconstituyeron en contubernio paraimponer a la Cámara su voluntad: lacaída del Gobierno Castelar.

Enterado Pavía —al dar porterminada su campaña en Andalucía—de que Castelar «estaba decidido ahacer patria, país y ejército, y a concluirlas tres guerras civiles», le dijo:«Cuente usted conmigo[94]».

Al quedar dimitido el Gobierno,como vimos, se pensó nombrar a otrodiputado Presidente del PoderEjecutivo, por votación. El nuevoPresidente del Poder ejecutivo recaeríaen el diputado malagueño EduardoPalanca, que Fernández Almagropresenta como «exministro federal ydiputado malagueño de opacapersonalidad».

De momento se suspendió la sesión,que se reanudaría poco después.

Pavía, al conocer la derrota deCastelar, envió a Salmerón, presidentede la Cámara, una misiva diciéndole que«desaloje el local». Estaban en lavotación para el nuevo presidente del

Poder Ejecutivo. Y al dar cuenta de lamisiva, Salmerón aboga por seguir ensesión permanente, hasta que lesdesalojen por la fuerza.

Castelar defiende la continuacióndel escrutinio: «sin que el Presidenterehuya ninguna responsabilidad. Yo hereorganizado el Ejército, pero lo hereorganizado, no para que se volvieracontra la legalidad, sino para que lamantuviera».

Un diputado propone que se de unvoto de confianza al Ministeriodimitido, y Castelar, dice:

«De ninguna manera: aunquela Cámara lo votara, este

Gobierno no puede serGobierno, para que no se dijeranunca que había sido impuestopor temor de las armas a unaAsamblea soberana. Lo que estápasando me inhabilita a míperpetuamente, no sólo para serPoder, sino para ser hombrepolítico».

Alguien sugiere que la Cámara y elpresidente expidan un decretodeclarando fuera de ley al generalPavía, y que se someta a un Consejo deguerra, pero no prospera.

La Guardia Civil entra en el edificiodiciendo que se desaloje el edificio por

orden del capitán general de Madrid. Undiputado, que ha votado contra lapolítica de Castelar, ahora propone quela Cámara entera le de un voto deconfianza. Pero éste comenta: «Ya notendría fuerza y no me obedecerán».

El Presidente de la Cámara —Salmerón— ruega que todos losdiputados ocupen sus asientos.«¿Acuerdan los señores diputados quedebemos resistir? ¿Nos dejamos mataren nuestros asientos?» Varios diputadoscontestan: «Sí, sí, todos». Y mientraseso decían, se precipitaban a salir.

Al entrar la fuerza armada en elsalón, algunos diputados apostrofan alos soldados: se oyen algunos disparos,

queda terminada la sesión. Pavía, por siera necesario hacer un mayor alarde defuerza, había ordenado que se hicieranunos cartuchos de cañón sin bala, paralo cual estaba preparada en la calle unapieza de artillería, pero no hizo falta.Eran las siete y media de la mañana. LaRepública había terminado. El marquésde Villa-Urrutia subraya que todos losdiputados habían abandonado el salóncon más o menos precipitación y decoro,y añade con humor comentando ladisposición de morir en sus asientos:«prefiriendo morir de muerte naturalcuando les llegase su hora[95]».

Alguien alentó a Castelar para que éldiera el golpe de Estado que esperaban

los elementos de orden, o para quedemorase la apertura de las Cortes, peroel presidente del Poder ejecutivo losrechazó.

En el ambiente había unpresentimiento de una intervenciónmilitar. Proliferaban los augurios y loscomentarios.

Castelar presentó su dimisión al serdesechada la proposición de confianzaal Gobierno. Había llegado el momento.Cuando Pavía supo que Castelar habíasido derrotado, mandó salir las tropasde los cuarteles y ocupar los puntosestratégicos de Madrid, pues laRepública disponía de unos diez milvoluntarios armados. Pavía se situó

frente a las Cortes y envió a susayudantes para que en su nombreconminasen al presidente de la Cámarapara que la desalojaran en el plazo decinco minutos.

El interés partidista les llevaba aSalmerón y a la Cámara a nocomprender la trascendencia delmomento. Salmerón declaró que lavotación no podía continuar, y que seconstituían las Cortes en sesiónpermanente.

El fracaso de la República al noencontrar solución al orden público,hizo que sólo Estados Unidos y Suiza,fueron las únicas potencias quereconocieron inmediatamente al nuevo

C

régimen Las otras naciones adoptaronuna política de espera.

Castelar había sido presidente de laRepública desde el 20 de septiembre de1873 al 2 de enero de 1874.

2. Pavía y Castelar

astelar, cuando los soldados entraronen las Cortes, permaneció en su puesto.Al coronel Iglesias —enviado de Pavía— le recuerda que él es todavía elpresidente del Poder Ejecutivo de laRepública. Pero Iglesias le dice que élsólo obedece órdenes del capitángeneral de Madrid. Entonces los

ministros, diputados y amigos le obligana salir de la Cámara.

Cuando estaban en la calle, elexministro Oreyro, en nombre de Pavía,le suplica a Castelar que acepte elGobierno, nombrando ministro aMaisonnave. Pero Castelar se negórotundamente. No podía aceptar elGobierno de manos de un General aquien la Asamblea republicana acababade exonerar.

Para que quedara clara su actitudnegativa al golpe de Pavía, Castelar hizoesta declaración:

«A la nación. Protesto contoda la energía de mi alma contra

el atentado que ha herido de unamanera brutal a la AsambleaConstituyente. De la demagogiame separa mi conciencia; de lasituación que acaban de levantarlas bayonetas, mi conciencia ymi honra. Madrid, 3 de enero de1874».

¿Hubo acuerdo entre Pavía yCastelar? Categóricamente no. AunqueCastelar conocía sus intenciones, ya queel mismo general se las había dado aconocer. Por lo demás, todos sabían elpropósito de Pavía; era un secreto avoces.

Se sabía en Madrid que los de

Cartagena habían recibido órdenes paramantenerse sobre las armas hasta el 3 deenero, fecha de la intervención de Pavía.

A pesar de la promesa que le exigióCastelar a Pavía de respetar lasdecisiones de la AsambleaConstituyente, según Carmen Llorca,creía Pavía que colocando a Castelarante los hechos consumados, ésteaceptaría seguir en el Gobierno.

En 1876, en la sesión del 17 demarzo de las primeras Cortes de laRestauración, Pavía explicó su golpe deEstado:

«En el reducido gabinete demi casa, yo solo, porque no

consulté con nadieabsolutamente, reflexioné lo queiba a ocurrir si el señor Castelarcaía del Poder y era sustituidopor un Gabinete cantonal o porla anarquía; esto último era paramí indudable, puesto que pormás esfuerzos que hice no pudesaber quién era el que le iba asustituir, y los mismos diputadosamigos míos me aseguraban queno podían ponerse de acuerdopara la sustitución».

Pavía quedó alerta, procurándoselos recursos militares y políticos quenecesitaría si Castelar caía del Poder.

«Creía que Castelar era el único quepudiera pacificar el país, y que tenía talfuerza que los republicanos ymonárquicos le apoyarían». Y continúaPavía: «Durante aquel período(suspensión de las sesiones de lasCortes), la izquierda y centro de laCámara, que sumaban mayor número devotos que la derecha, se habíanconjurado contra el señor Castelar yhabían decidido derrotarle el mismo díaque se reanudaran las sesiones. El paísestaba aterrorizado de que pudierarealizar esto, y yo no podía creer que elacuerdo fuera definitivo. Pero pronto meconvencí que la izquierda y centro de laCámara, ciegos de coraje, compactos

como un solo hombre, ansiaban quellegara el día 2 para derrotar al señorCastelar; y me convencí también queaquellos señores diputados que iban aderrotar al señor Castelar se iban amanejar después como lo hacen siemprelos políticos españoles: que aunque sedetestan, están unidos, asidosfuertemente de la mano, compactoscomo un solo hombre y bravos paradestruir, pero sin pensamiento y endesacuerdo para crear[96]».

Ante esta situación, Pavía fue ahablar con Castelar y a rogarleencarecidamente que salvara a lasociedad. Que diera un decretoordenando la suspensión de las sesiones

y que él se comprometía a mantener elorden. Castelar se negó rotundamente:

«No quiero perder, noperderé un átomo de legalidad;el día 2 de enero me presentaré alas Cortes, explicaré miconducta, y derrotado que sea,con amargura grande, llorandosobre mi patria, me retiraré a micasa».

Y Pavía se preguntó: «¿Debo yopermitir que estalle la anarquía?» Y, sinconsultar con nadie, por patriotismo sedecidió a llevar a cabo el acto del día 3.

Pavía habló a los jefes de lospartidos, y les exigió que no conspirarancontra Castelar; convino con ellos ladisolución de la Asamblea y les dijo quecuando disolviera la Asamblea, «losllamaría y les entregaría el tableropolítico tal como lo recogiera, para queformaran un Gobierno que salvara elpaís, que salvara la sociedad (…)».

Después del golpe, Pavía dio uncomunicado al Ejército y otra al CuerpoDiplomático. Convocó a los jefes de lospartidos políticos para que formaranGobierno —Castelar se negó a acudir—, y Pavía declinó ante ellos el Poder.

Pavía no quería hacerse cargo delGobierno; lo suyo era lo militar. Por

eso, cuando los diputados abandonaronel Congreso, citó en aquel mismo lugar alos capitanes generales residentes enMadrid: Serrano, duque de la Torre,Manuel Gutiérrez de la Concha, marquésdel Duero, su hermano José, marqués dela Habana, y Zabala; a los generales dela Armada Topete y Beránguer, y a losjefes de los partidos políticos másrepresentativos: los constitucionalesSagasta y Alonso Martínez; los radicalesMartos, Rivero, Becerra y MonteroRíos; el republicano unitario GarcíaRuiz y los monárquicos alfonsinosCánovas del Castillo y Elduayen.Castelar no quiso asistir [97].

También estuvieron muchos

generales, brigadieres, otros mandosmilitares. La concurrencia era muynumerosa. Predominaban en la reuniónlos radicales, por lo que la solución enfavor de Serrano, podía ser positiva.

Pavía les anticipó que estabadecidido a quedar al margen delGobierno que formasen; sólo les hacíaun ruego, que dieran una de las carterasa su amigo Eugenio García Ruiz,republicano auténtico, unitario, pero que«carecía de autoridad y de prestigio».Aunque los reunidos pensaban desairaral general, Sagasta dijo:

«Lo menos que podemoshacer con el General es darle

una propina, bien se lo merecepor lo que acaba de hacer».

Como la mayoría de los allícongregados eran monárquicos, habíados tendencias, sostenidas por Cánovasy Martos. D. Manuel de la Concha,creyó que era oportuno preguntar aPavía cuál era su intención al disolverlas Cortes. Al acudir Pavía, manifestóque era enemigo de la RepúblicaFederal, pero partidario de la RepúblicaUnitaria. Y por unanimidad, se designópresidente al General Serrano.

La solución de Serrano, grata aPavía, era viable y formó un Gobiernohomogéneo y no nacional. La

continuidad de la República era unasolución momentánea, sí repugnaba atodos la República federal.

Castelar, al hablar de estos hechos,dice categóricamente:

«Yo nada he tenido que ver,ni directa ni indirectamente, enel golpe del 3 de enero. Si yohubiera sabido que aquello seintentaba, si yo lo hubierasabido, queriéndole muchoentonces al general Pavía, lehubiera fusilado».

La acusación de connivencia entre

Castelar y Pavía partió de Salmerón. EnLa Discusión, órgano de Castelar, el 3de enero de 1874 se lee:

«No podemos menos deachacar la responsabilidad detodo lo que sucede al señorSalmerón, que ha ocasionado elconflicto gravísimo queúltimamente ha trabajado alpartido republicano».

3. Regencia de Serrano

Castelar comprendió desde el comienzo

de su gobierno la necesidad de obrarcon energía jugándose su prestigio

personal y político; no quería hacersecargo de la opinión del ala izquierdarepublicana. Su actuación fue tachada dedespotismo, de militarismo y deteocracia.

Ya vimos la pérdida de confianzadel Gobierno al desechar unaproposición presentada, la dimisión deCastelar y la intervención de Pavía conla ocupación de las Cortes.

Aunque Pavía pudo erigirse endictador o constituir un Gobiernonacional, no lo hizo, no quiso formarparte del mismo. Cuando supo que

Castelar había rechazado el hacersecargo de la Presidencia, encargó queformara Gobierno al general Serrano,duque de la Torre. Serrano ha tenido engeneral mala prensa. Así Carmen Llorcadice que «se hace el insustituible y nosolamente lo hace creer a los demás,sino que acaba por creérselo él mismo.Se le consideraba no el salvador delpaís, sino el salvador de la situaciónhacia la que él se inclinase (…); era másbien el hombre que se reservaba hasta elfinal: es decir, hasta que veía consuficiente claridad hacia qué lado estabael triunfo para ponerse a su lado[98]».

Cuando Serrano, tras la toma deBilbao, regresó a Madrid, todos querían

que se decidiera a proclamar claramentela forma del régimen que había de regira España. Castelar confiaba en queSerrano se proclamaría presidente de laRepública y le designaría a él jefe delGobierno. Pero la indecisión de Serranobirló a los republicanos el régimen.

Se llegó por un acuerdo general alnombramiento de Serrano. El nuevoPresidente del Poder ejecutivo sedispuso a gobernar con poderesdictatoriales. Esta nueva presidencia deSerrano constituyó un régimenindefinido. Alonso Martínez lo llamóRespública, y los contemporáneos lallamaron la Interinidad, palabra que hahecho fortuna. En realidad fue la

transición hacia la restauraciónborbónica (28-XII-1874).

Pavía hizo muchas gestiones paraque Castelar se incorporara al Gobiernodel país, a la República, de una maneraactiva. Todos unánimemente,condenaban a Salmerón y ensalzaban aCastelar. Pero Castelar estaba enfermo,y pensaba que su vida política habíaterminado para siempre, después de lohecho por Pavía.

Descartado Castelar, no le quedabaa Pavía otro remedio que recurrir aotros hombres para que se viera que nohabía dado el golpe en provecho propio,sino en bien del orden del país. Mantuvoel calificativo de República, al menos

nominalmente. El general Serrano «fueen verdad, el quinto presidente delPoder Ejecutivo de la República, y locierto es que lo fue durante más tiempoque ninguno de los otros cuatropresidentes auténticamenterepublicanos[99]».

Cánovas llama mac-mahonismo dela época, o sea «aspiración perpetua alpoder supremo de un soldado defortuna», escribía al príncipe donAlfonso el 17 de enero. Le habíaimpresionado a Serrano la elevación delmariscal Mac-Mahon a la presidenciade la República francesa, con unmandato de siete años. Los radicalesquerían investir al duque de la Torre por

tiempo indefinido. Así se desprende dela carta de Cánovas a la reina Isabel de9 de enero:

«El propósito del duque dela Torre es consolidar laRepública unitaria con supresidencia vitalicia. Tiene elpropósito desde Biarriz y hastadonde alcance, tratará deejecutarlo. Ahora aplaza supropósito hasta la reunión deCortes, que serán elegidas a vivafuerza (…). Desde que enBiarriz le ofrecieron losradicales la jefatura de supartido a condición de que

mantuviera la República, enninguna otra cosa ha pensado quemantenerla y ser su cabeza».

En el Manifiesto del nuevo Gobiernoa la Nación firmado por el generalSerrano, como Presidente del PoderEjecutivo, y los diferentes ministros, de8 de enero de 1874, se refiere a lascircunstancias anormales porque elPoder Ejecutivo reasumió todaautoridad política revestido defacultades extraordinarias. Explica elorigen y la división de las CortesConstituyentes, «privadas de todaopinión, porque eran, para elsentimiento popular, objeto de tibia

indiferencia (…), incapaces de formarun nuevo Gobierno duradero» que nosllevaría a la anarquía, alentronizamiento del «absolutismocarlista o a la desmembración deEspaña en pequeños y agitadoscantones».

La guarnición de Madrid no ha sidomás que «instrumento y el brazo de laopinión pública unánime; la ejecutivafiel y resuelta de la voluntad de unanación divorciada por completo de susfalsos representantes, cuya desapariciónanhelaba, porque iban a matarla».

«Reunidos y consultados loshombres de importancia que residen enMadrid y representan dignamente a

todos los partidos liberales, aclamaron yreconocieron al general Serrano por Jefedel Poder Ejecutivo (…). El generalSerrano entonces ha formado el nuevoMinisterio».

Con el advenimiento de este poder—indicaba el Manifiesto— «no sedestruye la ley fundamental; se suspendesólo para que, en realidad y en verdad,resplandezca y domine una vez vencida,como esperamos, la anarquía material ymoral que hoy nos devora».

Señalaba el carácter transitorio, yaque después de la resolución de estosproblemas, «volverá la Constitución de1869 a dar al pueblo todos los derechosque en ella se consignan», y los

ciudadanos votarán la forma de elegir alSupremo Magistrado de la Nación.

Tras decir que «la nobleza y lasclases acomodadas no deben recelar dela democracia», añadía, dándose cuentade la realidad española, mayormentecatólica: «menos aún deben recelar losbuenos católicos y los hombressinceramente religiosos (…). Ya hacesado, por dicha, la corriente que enotras edades pudo llevamos alprotestantismo, y es fácil augurar que lalibertad de cultos no ha de romper entrenosotros la unidad católica de lasconciencias, antes ha de afirmarla yennoblecerla, fundándola en unaespontánea concordancia en la fe, y no

en la comprensión tiránica y en laviolencia. El Estado, pues, no puededesatender ni ofender a la Iglesia,desatendiendo y ofendiendo así lascreencias de la inmensa mayoría de losespañoles, y poniéndose en abierta luchacon una de las fuerzas más poderosas,persistentes y organizadas que encierrala sociedad en su seno[100]».

Y, en consecuencia decretaba:

«Artículo 1.º Se declarandisueltas las CortesConstituyentes de 1873.

Artículo 2.º El Gobierno dela República convocará a Cortes

Ordinarias tan luego como,satisfechas las necesidades delorden, pueda funcionarlibremente el sufragiouniversal».

Cánovas permanecía respecto algeneral Serrano «receloso y reservado»,aunque políticamente —decía a la Reina— no hay que abrir «abismosinnecesarios».

Sin embargo, Fernández Almagrohace de Serrano este elogio: «Ningunode los jefes de partido o grupo quevenían representando la oposición a laRepública, (…) aventajaba al duque dela Torre en talla y servicios, aparte la

fuerza de que le dotaba su inteligenciacon los radicales». Carmen Llorca, porel contrario, nos presenta una imagenpeyorativa del general: «Serrano, elenigmático, es de mucho cuidado, yaunque nunca haga una oposición clara yabierta, es el hombre de la resistenciapasiva. Sigue su política, que es ni másni menos que personal».

Fernández Rúa comenta:

«Tras la fallida experienciarepublicana, el Poder habíavuelto a manos del duque de laTorre (Serrano) y de los partidosque provocaron la Revoluciónde 1868. Se volvía, pues, al

punto de partida y, al parecer, sinque la aleccionadora experienciahubiera servido de nada. Eranlos mismos hombres (…) queimposibilitaron la continuidad delos Gobiernos, que elevaron ydejaron caer en el vacío a donAmadeo, y cuyas ambicionespartidistas hicieron posible laproclamación de la República, ala que tampoco sirvieron conlealtad[101]».

El 3 de enero, el Gobierno quedóasí: Presidencia, Serrano; Estado,Sagasta; Gracia y Justicia, Martos;

Gobernación, García Ruiz; Guerra,Zabala; Marina, Topete; Hacienda,Echegaray; Fomento, Mosquera, yUltramar, Balaguer.

Aunque el espíritu de la Revoluciónde septiembre se contraía muchísimo ensus posibilidades políticas, se manteníala ficción de que regía el espíriturevolucionario de Cádiz y Alcolea. ElManifiesto del Gobierno a la Naciónrespondía a ese propósito, seguramenteno compartido por todos. «La concesiónque hacían explícitamente a la bruscarealidad sobrevenida estribaba enrechazar cuanto habían hecho las CortesConstituyentes de la República». Elpueblo y el ejército así como las

provincias se adhirieronentusiastamente. El nuevo Gobiernoreconocía la necesidad de «un Poderrobusto, cuyas deliberaciones seanrápidas y sigilosas, donde el discutir noretarde el obrar[102]».

Los radicales, que predominaban enla reunión de Pavía, deseaban que elgeneral Zabala, por designación deSerrano, ocupara la presidencia dedicho Consejo de Ministros [103].

El general Zabala, el 13 de mayo,reorganizó así el Gabinete: AugustoUlloa fue a Estado, Alonso Martínez, aGracia y Justicia—, Sagasta aGobernación, el contralmiranteRodríguez de Arias, a Marina, Juan

Francisco Camacho, a Hacienda, AlonsoColmenares, a Fomento, y Romero Ortiza Ultramar. Zabala se reservó la carterade Guerra.

Provocó la crisis la oposición de losradicales por el carácter monárquico deZabala y por el nombramiento delmarqués del Duero para mandar ladivisión al frente de Bilbao, y el delgeneral Martínez Campos para lajefatura del Estado Mayor del Ejércitodel Norte. Serrano se reintegró aldesempeño de la presidencia del Poderejecutivo. El levantamiento del sitio deBilbao le dio mucha popularidad.Zabala, al morir el marqués del Duero,tomó el mando del Ejército del Norte.

Fracasado en dicha campaña, planteó lacrisis —3 de septiembre— y le sustituyóSagasta en la jefatura del Gobierno.

* * *

En 1872, la reina Isabel quería ganara Serrano —distanciado entonces de donAmadeo— para la causa de donAlfonso. «Consideró Serranoaventurado el levantar la bandera delpríncipe pública y resueltamente sincontar alguna garantía de éxito, ya quemuchos elementos no se hallabandispuestos a secundarle mientras noviesen a don Amadeo en trance de

inminente caída. Había que empezar, ajuicio de Serrano, por organizar unmovimiento contra el Gobierno, en elque entrasen todos, carlistas inclusive, ydar la batalla sin prejuzgarexpresamente la causa alfonsina[104]».

Al fracasar la intentona del 23 deabril. Serrano tuvo que huir y seestableció en Biarriz. En principio eludeuna entrevista con la reina, pero a unrecado que la envía la soberana, le dice:

«Yo pienso, hoy como ayer,que no hay más solución que donAlfonso, pero tengo quedisimular mi actitud en obsequio

de la causa; que no me ostiguen,que me dejen elegir elmomento».

El partido alfonsino necesitaba unacabeza para organizarse. Al fin seimpuso el buen sentido y Cánovas sehizo cargo: era el único capaz dedominar a los demás.

El general Martínez Camposprocedió de forma diferente a Cánovas:impaciencia de Martínez Campos, yreflexión de Cánovas; éste huía de todahipoteca castrense.

Y el 29 de diciembre de 1874 cercade Sagunto proclamó rey de España a Alfonso XII. Aunque no había antipatía

política, sí distintos modos de proceder.El Presidente del Poder ejecutivo,

Serrano, estaba al frente del Ejército delNorte, no disponía de éste sino paracombatir a los carlistas, y sabía laopinión dominante en los militares y elconjunto del país. Por eso Serrano, enconferencia telegráfica, se mostróopuesto a que el Gobierno resistiera.Los ministros querían «salvaguar lalegalidad de su investidura, frente alpoder que surgía». Y Serrano contestóque su patriotismo le vedaba queluchasen tres Gobiernos españoles entresí. Y los ministros le declararon: que erasu deber hacer saber a su presidente queestaban dispuestos a resistir, pero que se

sometían a su criterio de aceptar elhecho consumado. Y Serrano,entregando el mando al general Laserna,que mandaba el primer Cuerpo delejército del Norte, retirose a Biarriz.

La conducta del Rey Alfonso XII yde su primer Ministro, Cánovas,movieron al Duque de la Torre aregresar a España. Y tuvo el propósito,apenas llegado a Madrid, de presentarseal Rey y ponerse a su disposición, «perofue disuadido por las notabilidades delpartido constitucional, y el Duque —comenta A. Borrego— tomó mansamenteel camino de sus posesiones enAndalucía», en Escañuela (Jaén).

Se cerraba así el paréntesis abierto

por la Revolución de septiembre.

E

VII. LA REPÚBLICAY LA IGLESIA

1. Sentido antirreligioso

n los distintos estudios sobre laPrimera República, los autores sedetienen casi exclusivamente en los

hechos políticos, quizá por la escasaduración del nuevo régimen. Sinembargo, a través de las revistaseclesiásticas y de los periódicos de laépoca, hay datos suficientes paraestudiar lo que supuso la República ensus relaciones con la Iglesia.

Aunque ésta procuró mantenerbuenas relaciones con las autoridadesrepublicanas, ya que en principio laIglesia no se identifica con ningunaforma de Gobierno, pronto se hizo verque el porvenir de la Iglesia en el nuevorégimen no era ciertamente optimista. Loque no nos puede extrañar si recordamosla ideología de los tres primerospresidentes, claramente puesta de

manifiesto en las Cortes.En efecto, el Gobierno parecía tener

prisa en provocar roces con la Iglesia.Salmerón —el tercer presidente— loexpuso sin eufemismos:

«Sustentamos la absoluta, lairremisible imposición denuestro tiempo de secularizarplenamente en todas susrelaciones la vida del Estado, deafirmar la propia independenciade la Iglesia en el cumplimientode su fin religioso[105]».

En El Pensamiento Español de ese

período aparecía una sección titulada«Orden Público» en la que se recogíandistintos hechos de persecuciónreligiosa en los diferentes lugares deEspaña: asesinatos, destrucción deiglesias, profanaciones…

El programa anticatólico delGobierno se acentuaba con la actuaciónde los carlistas, vengándose las turbasen los sacerdotes y en los templos, conla cooperación o pasividad del ejército.

La toma de Berga por los carlistas,con incendios y fusilamientos, produjoen Barcelona gran indignación. En vezde improvisarse un ejército devoluntarios para vengar los atentadoscometidos, el 30 de marzo se dedicaron

en Barcelona al asalto de los templos:San Jaime, el Pino, Belén, San Justo,etc. Algún templo fue convertido encuartel, otros fueron devueltos al culto.

En cuanto a las profanaciones hubode todo: desde cubrir con gorro frigio alas imágenes, a bailes organizados porel ejército indisciplinado y beodo, a losque asistían personas constituidas enautoridad.

Se prohibió en algunos lugaresadministrar el viático a los moribundos.En varios puntos de Cataluña fueronasesinados varios sacerdotes [106].

L

a) Problemas sobre lapredicación

a predicación fue objeto de roces conlas autoridades civiles. El BoletínOficial de Lugo de 5 de julio de 1873publicaba una circular del Gobernadordiciendo que le llegaban muchas quejassobre párrocos que, desconociendo porcompleto la misión que les estabaencomendada, hacían del púlpito tribunapolítica. El obispo protestóenérgicamente de las acusacionescalumniosas contra el clero, y decía en

su contestación al Gobernador:

«V. E. encarga muyparticularmente a los alcaldespara que, valiéndose de losforáneos, vigilen constantementeestos desmanes y le den parte delos párrocos que se excedan ensus predicaciones a fin deproceder contra ellos (…). Estoymás seguro de que habrá porparte de algunos pedáneos,siniestras, torcidas y arbitrariasinterpretaciones de las palabrasde los párrocos en el púlpito,que de éstos se propasesen allevar a la cátedra del Espíritu

Santo que Dios ha dejado a lasdisputas de los hombres». Unanueva circular del Gobernadordecía que los sacerdotescalumniaban al Gobierno, de laRepública, reclutaban gente,pagada acaso con el dinero de laIglesia, para encender la guerracivil. El obispo esta vezcomentaba con humor: «decirque esta recluta la pagan loscuras con el suyo propio,excitaría la risa de todos, porquesabido es que hace treinta y ochomeses que no han percibido uncéntimo de su dotación».

Lb) Persecución al clero

a persecución al clero se recrudecióen todas partes desde la proclamaciónde la República, colocando a lossacerdotes en una situación difícil. Aparte de algunos asesinatos, se leía en laprensa que «de varios puntos deprovincias, nos comentan atropellos quehacen estremecer el ánimo y caer elpapel de las manos; en algunaspoblaciones ningún sacerdote se atrevea salir a la calle, a no ser disfrazado ypor grande necesidad. Parece que la

sotana sea ahora símbolo del mal».El obispo de Gerona decía en una

comunicación al Gobernador civil el 30de julio de 1873:

«La mayor parte de lasparroquias del arciprestazgo deFigueras, algunas de esta capitaly otras de La Bispa, han sidoabandonadas por sus respectivoscuras párrocos, estando presos,muchos de ellos, tratados sinconsideración alguna, y siendoconducidos a la prisión,maniatados, como si fuesenfacinerosos (…), otros antes quela prisión y exposición de verse

quizás confundidos con loscriminales, prefieren laemigración a la vecinaRepública francesa[107]».

A mediados de noviembre, a la unade la madrugada, el alcalde de Orihuelay un delegado del Gobernador deAlicante, acompañados de una compañíade la Guardia Civil, se presentaron en elcolegio de los jesuitas. Se les dijo que«en cumplimiento de orden superior»estaban presos, concediéndoles doceminutos para marchar; lo que hicieron alas dos, camino de Murcia, sinmanifestarles la causa del atropello. Los

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llevaron al Gobierno Civil, siendo muybien tratados por el Gobernador. Aldivulgarse la noticia en la ciudadacudieron muchas familias a intercederpor ellos; se les autorizó a permaneceren las familias, presos bajo palabra dehonor. Aunque se dijo que iban amandarles a Cádiz y de allí a Ultramar,pudieron regresar a Orihuela [108].

c) Sectarismo andaluz

n Málaga fueron derribados losconventos de los capuchinos y de laMerced el 6 de marzo de 1873 [109]. En

Cádiz, el Ayuntamiento regido porFermín Salvoechea —revolucionarioque había tomado parte activa en larevuelta de San Gil y en la revoluciónde 1868—, diputado y alma delmovimiento cantonal de Cádiz, cometiómuchas atrocidades. Arrojó a las monjasde la Candelaria y se anunció el derribode su iglesia, con el objeto de hacer enel ensanche un buen negocio. Con talmotivo hubo una manifestación deseñoras gaditanas que invadió las CasasConsistoriales. El Ayuntamientoorganizó otra manifestación de mujeres afavor del derribo, parodia de la primera,que llevaba carteles en los que se leía:¡Abajo los conventos! La manifestación

anticatólica, precedida de una banda,recorrió las principales calles. Alcompás de la Marsellesa gritaban: ¡Vivala libertad de cultos! ¡Abajo las monjas!¡Mueran los curas! Desalojado ya elconvento, penetró una turba destrozandoy profanando las celdas. El convento fuederribado [110].

El municipio gaditano sustituyó enlas escuelas la enseñanza de la Religiónpor la de la Moral universal,prohibiendo severamente dogma algunopositivo. Las escuelas que teníannombres de santos, las cambiaron porlos de La Razón, La Igualdad, LaArmonía (…). Así mismo cambiaron elnombre de las calles con santo, por

otros profanos como Voltaire, Juárez,Jacobinos, etc. Se suprimieron lasfiestas religiosas y se creó una fiestacívica del advenimiento de la RepúblicaFederal. Se destruyeron todas lasimágenes y todos los signos religiososque había en las calles (…). Y otrasmuchas medidas en este sentido [111].

No se entiende cómo con todos losproblemas que tenía el Gobierno, seenfrentaran con el sentimiento de lamayoría del país. El sectarismo leshacía ocultar la realidad.

Medidas antieclesiásticas setomaron en otras muchas ciudades.Como la demolición de monumentos ibaen aumento, unos días antes de concluir

el período republicano, el director de laAcademia de Bellas Artes, presididapor Federico Madrazo, dirigió unaexposición al Ministro de laGobernación, quejándose de que todoslos días se veía en la necesidad dedirigir peticiones a diferentesorganismos para paralizar con supersuasión «los tristes efectos de esefunesto afán de destruir, que parecehaberse apoderado de todos los ánimos,que ha echado por tierra riquísimosmonumentos de arte en crecido número,y que parece amenazar la existencia detodos los que quedan». Pero lasnumerosas exposiciones dirigidas alGobierno obtuvieron «pocos y exiguos

resultados[112]».Las distintas profanaciones y los

discursos de Castelar, Suñer, DíazQuintero —con sus manifestaciones deateísmo— vinieron a hacer creer agrandes sectores de opinión laincompatibilidad de la República con elcatolicismo y dar lugar a una campañacontra la misma, promovida por losadversarios políticos. Paracontrarrestarla, Joaquín

Riera publicó en 1873 Elcatolicismo y la República federal, en elque sostiene que la República noexcluye la esencia y la forma de lareligión, y que los dogmas delcatolicismo «en manera alguna se

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oponen a los del gobierno republicano,como no se oponen a la existencia ydesenvolvimiento legítimo de gobiernoalguno».

2. Hacia la separación de laIglesia y el Estado

a separación de la Iglesia y el Estadotenía bastantes partidarios entre losrepublicanos, que hicieron de ella unacuestión de honor. Así escribía ElImparcial el 25 de enero de 1869 quedicha separación es «la única medidaconforme al programa de laRevolución».

Ya en la sesión de la Constitución de31 de enero de 1870, desde distintospuntos de vista Castelar y Montero Ríosdefendieron «absolutamente» laseparación de las dos sociedades [113].El propio Montero Ríos presentó unproyecto de ley, que fue duramentecombatido y rechazado. En 1871, JoséMaría Orense y otros diputados pedíanal Congreso dicha separación, para laque habían redactado un proyecto de leyque también fue rechazado. La propuestaobedecía, según Fernández Almagro, aclara influencia masónica, aunquetampoco faltaban entre los católicospartidarios de la separación [114].

El ministro de Gracia y Justicia,

Pedro José Moreno Rodríguez, decía el10 de abril de 1873, que en laRepública habían proclamado laindependencia de la Iglesia, y habían dedarle la independencia y libertad que nohabía podido tener nunca con el«nefando contubernio», entre la Iglesia yel Estado fraguado para consagrar lascadenas de la tierra. Se estabapreparando lo necesario para conseguir«la ansiada independencia de la Iglesiay del Estado a fin de que en adelante nosea la Iglesia un obstáculo a la librerealización del progreso humano, ytendría la más alta de las honras enpoder decir a la Iglesia cuando llegue elcaso: Eres definitivamente libre; se

acabó para siempre el imperio de lasregalías que tanto has condenado, y quesin embargo conservas a trueque de unpedazo de pan». «La República nopodía vivir —añadía— sin que fuera unhecho la independencia de la Iglesia ydel Estado, y fueran igualmenterespetadas todas las creencias y todaslas reuniones religiosas[115]».

Jové y Hevia manifestó que habíaoído con profunda pena proclamar laseparación de la Iglesia y del Estado, ycombatir a la Iglesia desde las alturasdel poder: y protestaba:

«¿Es posible que el

Gobierno español quiera realizarla triste separación de la Iglesiay del Estado, llevándola a unpunto al que no lo ha llevadoninguna gran Nación de Europa?,¿los separáis en son de guerra?».

Monseñor Bianchi —auditor de laNunciatura—, comentando el 15 dejunio el proyecto de separación, decíapreocupado:

«Como los hombres quecontrolan la actual situación sondesgraciadamente enemigosacérrimos de la Iglesia podemos

temerlo todo. Pi y Margall,arrabiato socialista, hace todo locontrario de lo que dice: por unaparte decreta la separación de laIglesia del Estado y al mismotiempo nombra personalmente alos obispos[116]».

La Comisión constitucional presentóel 17 de julio de 1873 un proyecto deConstitución, firmado por Castelar, entreotros, en el que se decía: «Quedaseparada la Iglesia y el Estado» (art.35), y «Queda prohibido a la Nación oEstado federal, a los Estados regionalesy a los Municipios subvencionar directa

o indirectamente ningún culto». Elproyecto, que comenzó a discutirse el11, tuvo un tumo a favor y otro en contrade la totalidad, sin que el debate pasarade ahí.

El 2 de agosto el ministro de Graciay Justicia presentó a las Cortes unproyecto de ley declarando laindependencia de la Iglesia, yrenunciando el Estado a toda regalía:

«El Estado reconoce a laIglesia Católica el derecho deregirse con plena independencia,y de ejercer libremente su culto;y por tanto, los derechos deasociación, manifestación,

apropiación y enseñanza». «LaIglesia Católica española ydemás corporaciones religiosasadquirirán y conservarán lapropiedad en la forma que lasleyes determinen». «El Estadorenuncia: al ejercicio delderecho de presentación detodos los cargos eclesiásticosvacantes (…) sin perjuicio delos derechos del Patronato, al“pase regio”, a toda intervenciónen las dispensas». «Todos losmiembros de la Iglesia Católica,en calidad de ciudadanos,quedan sometidos al derechocomún». «Todo lo relativo a los

bienes y derechos que posee hoyla Iglesia, así como lo referentea las asignaciones que hasta laactualidad ha venidopercibiendo del Estado porvarios conceptos, será objeto deuna ley especial[117]».

El 1 de agosto de 1873, los obisposde la provincia eclesiástica deValladolid protestaban a las Cortes porel proyecto de separación de la Iglesia yel Estado.

«El objeto verdadero de esaseparación es el de que se

prescinda o contraríen, en todolo relativo al régimen ygobernación del Estado, loseternos principios del ordenreligioso, político y social, queenseña la Iglesia Católica (…).Significa el empeño de expulsióna Dios del Estado, o constituir unEstado sin Dios (…). Significatener a la institución en quereside su autoridad comoextranjera o advenediza, sinderechos de ninguna claseSignifica relegar a una esferapuramente privada, la ReligiónCatólica (…). Significacolocarla con desdén al nivel de

una creación humana deescasísima importancia (…).Significa borrar de lasinstituciones y de las leyes todaidea cristiana (…). Significa, enfin, la solemne proclamación delateísmo».

Los obispos pedían, enconsecuencia, a los diputados que«negaran su aprobación al proyecto, o,en caso contrario, admitieran la másenérgica protesta[118]».

La República se encontraba conproblemas más urgentes: las propiasdivisiones de los republicanos, la

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oposición y conspiracionesmonárquicas, la nueva guerra carlista,las dificultades en las provincias deUltramar…, por lo que Castelar, el 13de agosto, pidió el aplazamiento de ladiscusión de la Constitución. Ladisolución de las Cortes por el generalPavía impidió que se llevara a cabo elproyecto de separación de la Iglesia y elEstado.

3. El Regium exequátur

uprimidas las Órdenes militares poranacrónicas, el 9 de marzo de 1873, erapreciso atender al gobierno eclesiástico

del territorio exento, y Pío IX, por lasbulas Quo gravius invalescunt y Quaediversa civilis indoles declarósuprimidas las jurisdiccionesprivilegiadas y exentas, y agregó a lasdiócesis más cercanas su territorio,encargando su ejecución al arzobispo deValladolid, cardenal Juan IgnacioMoreno.

El 26 de agosto de 1873 el Cardenaldio conocimiento al Gobierno delcontenido de las bulas y se apresuró adarles cumplimiento —trascomunicárselo a los obispos—,haciéndolas publicar oficialmente en losperiódicos de Madrid y de otros lugares.

Cuatro días después, el Gobierno

previno al Cardenal que interrumpieralas gestiones del cumplimiento de lasbulas, hasta que se concediera el pase.Monseñor Moreno envió el 6 deseptiembre una larga y enérgicaexposición al ministro de Gracia yJusticia, defendiendo la doctrinacanónica y señalando la inconsecuenciagubernamental de su proceder.

Decía en primer lugar que elGobierno de la República no habíatenido en cuenta que el Regiumexequátur o pase estaba abolido enEspaña. El Código penal, en su reformade 1870, de acuerdo con los principiosproclamados por la Revolución,suprimió las disposiciones anteriores

que señalaban penas a los que sin elpase ejecutaran, dieran curso opublicaran documentos pontificios.«Nada más contrario que el odiosoRegium exequátur a la libertad absolutade cultos, a la ilimitada libertad deconciencia y a la idea de separar laIglesia del Estado»; principios que eranfundamentales en el orden político de laNación.

Si la Iglesia había sido privada enEspaña de sus derechos —decía elCardenal—, prerrogativas ypreeminencias, «sólo faltaba ya que,para acabar de oprimirla, se pretendieraahora restablecer en perjuicio de sulibertad e independencia el Regium

exequátur, ese gran abuso del poder real;que el de la República no se atrevería ahacerlo extensivo al judaísmo, alprotestantismo (…), porque sabe que nopuede legalmente impedir su libreejercicio a los que lo profesan, y porconsiguiente oponerles el menorobstáculo que estorbe el cumplimientode los mandatos de sus superioresjerárquicos. La Iglesia Católica enEspaña tiene, por lo menos, el derechode que, en el particular que se trata, sela iguale con las sectas, y el Gobierno eldeber de no hacerla de peor condiciónque éstas». El Cardenal concluía que nopodía prestarse a la supresión de laejecución de las bulas interim no se les

concedía el pase, por estimarla lícita deacuerdo a la ley, y que estaba obligado aobedecer al Vicario de Cristo.

Disueltas y extinguidas las Ordenesmilitares, quedaban también disueltas yextinguidas la dignidad de GranMaestre, el tribunal especial de lasmismas y todas las altas instituciones aque estaba aneja la jurisdiccióneclesiástica. ¿Qué iba a hacer la SantaSede?: igualar a los caballeros y demásfieles de los territorios dependientes delas mismas con los otros católicosespañoles, sometiéndolos a lajurisdicción de los obispos másinmediatos.

Por la bula Quo gravius se declaraba

abolida de modo absoluto y terminantela jurisdicción especial de las Ordenesmilitares. Y por la Quae diversa sesuprimían las demás jurisdiccionesespeciales. Y si a pesar de no estartodavía sancionada como ley el proyectode separación de la Iglesia del Estado—le decía el Cardenal al Ministro— élse consideraba libre de las obligacionesque el Estado tenía contraídas con laIglesia, la lógica y la justicia exigíanque se considerase también abolido denuevo el pase, en unión del patronatoreal, de los derechos y regalías quedisfrutaron los Reyes Católicos.

Esperaba el Cardenal que ningúncatólico se opondría a la ejecución de

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las bulas, sin echar de menos el pasepara su cumplimiento, pues era un errorcondenado en el Concilio Vaticano I,sostener que se puede lícitamenteimpedir la libre comunicación del Papacon los obispos y los fieles, o que sin elbeneplácito secular, no tiene fuerzaalguna cuanto se establezca por la SedeApostólica para el gobierno de laIglesia.

4. Pequeño cisma

a disolución de las Órdenes militaresprodujo un cisma. Dichas Órdenes en elúltimo cuarto del siglo XIX no eran más

que un recuerdo histórico, pero en loeclesiástico conservaban la jurisdicciónexenta como verdaderas órdenesmilitares: jurisdicción que se ejercía pormedio de los Prioratos.

Los Prioratos eran distritos, a modode diócesis, el prior —que algunasveces estaba investido de laconsagración episcopal—, teníajurisdicción eclesiástica sobrenumerosas parroquias, diseminadas endistantes y lejanas provincias [119].

Al incorporarse los maestrazgos a laCorona se creó el Consejo de Órdenes,que conocía los asuntos en últimainstancia. Cuando vacaba la dignidad deprior, asumía la jurisdicción, con título

de Gobernador eclesiástico, elsacerdote designado por el Consejo deÓrdenes, en nombre del rey, como GranMaestre; a veces esa jurisdicción eraejercida por un titulado del Gobernador

Esa jurisdicción tenía muchosinconvenientes. Entendiéndolo así, elConcordato de 1851 designó en la nuevademarcación eclesiástica «undeterminado número de pueblos queformen un coto redondo, para que ejerzaen él, como hasta aquí, el gran maestrela jurisdicción eclesiástica (…). Elnuevo territorio se titulará Priorato delas Ordenes militares, y el prior tendráel carácter episcopal con título deiglesia “in partibus”. Las cuatro Ordenes

de Santiago, Calatrava, Alcántara yMontesa subsistieron; y se dispuso quemientras no se determinaran los nuevoslímites, continuasen ejerciendo laexención como antes».

La nueva demarcación no llegó allevarse a cabo. No todos se sometieron.¿Cómo habían de someterse?, sepregunta Menéndez Pelayo. «A unpelotón de clérigos díscolos, irregularesy aseglarados, se les acababan las ollasde Egipto, con acabárseles la selváticaindependencia de que disfrutaban bajoel tribunal ultrarregalista de las órdenes.Los dos prioratos de la Orden deAlcántara (Magacela y Zalamea),administrados de tiempo atrás por un

solo prior, que solía residir enVillanueva de la Serena, se agregaronsin dificultad al obispado de Badajoz(algunos pueblos al de Córdoba); perono sucedió lo mismo en el vastísimo ydesconcertado territorio de la casa deSan Marcos, de León, Orden deSantiago, que tenía pueblos enclavadosen diez provincias civiles, cuya capitaleclesiástica, puede decirse, que eraLlerena, de cuyo partido dependíanhasta cincuenta parroquias, siendoademás residencia habitual del prior,que, por medio de dos provisoresadministraba las que tenía la Ordendispersas en Mérida y Montánchez, enLeón, Galicia, Salamanca y Zamora.

¡Hasta ochenta pueblos en Extremadurasola!»[120].

El cardenal Moreno ordenó laentrega de las parroquias exentas alobispo de Badajoz. Pero en Llerena, donFrancisco Maeso y Durán, que hacía deprovisor, resistió y protestó de laentrega, excusado con órdenes que decíatener del Ministro de Gracia y Justicia,arrastrando a mucha gente del clero ydel pueblo de una docena de parroquias.Al ser requerido oficialmente por eldelegado del obispo para que cesara enla jurisdicción y entregara los sellos,libros y objetos existentes en elgobierno eclesiástico, se negó a laentrega y al reconocimiento del obispo

como prelado. Firmó el acta denotificación, si bien añadió sudisconformidad y su decisión de seguirejerciendo sus funciones. Hizocomparecer ante sí a los párrocos quehabían prestado sumisión al delegadodel obispo, pidiéndoles que lereconocieran por superior, y como senegaran a ello, les persiguió y encarcelócon ayuda de la fuerza armada,nombrando regentes de las parroquias alos clérigos afectos al cisma. Arrojó delterritorio al fiscal de la Curia delobispado de Badajoz, que en nombre delobispo se había presentado a tomarposesión. Hizo encausar y conducirpreso a don Genaro de Alday, freire de

la Orden de Santiago y gobernador quehabía sido del Obispado-priorato, porhaber prestado sumisión a lasdisposiciones pontificias.

El Gobierno de la Repúblicaprotegió al clero rebelde, ordenando alas autoridades locales que prestaran, siera preciso, el auxilio de la fuerzapública para dejar en posesión de lostemplos al clero cismático, desalojandoa los que reconocían a la autoridadlegítima. En algunos lugares seencarceló a los sacerdotes que seoponían al cisma.

Tal como estaban las cosas, Pío IXtuvo que excomulgar a don FranciscoMaeso. En Llerena, en la misa en la que

se iba a leer la excomunión, seacercaron al altar los guardiasmunicipales, armados de sables yrevólver, para impedir la lectura deexcomunión.

Duró el cisma hasta 1875. Durante laRestauración —reanudadas lasrelaciones con la Santa Sede— sedesalojó de los templos a los sacerdotescismáticos, restableciendo a los quehabían permanecido fieles a la autoridadpontificia.

VIII. DE LAREPÚBLICA A LARESTAURACIÓN

1. Gestiones republicanaspara el nombramiento de

obispos

El ministro de Ultramar, Francisco Suñery Capdevilla, y su sucesor, SantiagoSoler y Pía, con el propósito deprovocar un cisma en la Iglesia deEspaña, prepararon un proyecto depresentación de los obispos que nopodía ser aceptado por Pío IX.

El 8 de septiembre, bajo lapresidencia de Salmerón, elrepresentante oficioso de la Santa Sede,Luis de Llanos, recibió unacomunicación de la sección política dedicho ministerio, ordenándole que, deacuerdo con el cardenal Franchi —antiguo nuncio en Madrid— procuraseel beneplácito del Papa para don Benito

Isbert y Cuyás. El ministro Soler lopresentaba como «hombre de ciencia yvirtud, de dignos merecimientos, ajeno ala política», canónigo de la colegiata deAlicante [121].

Isbert, nombrado recientemente, porintrigas, obispo de Cebú, en lasFilipinas, deseaba obtener la venia de laSanta Sede para ir a desempeñar suelevado cargo. Se le indicaba que era unacto puramente particular y que debíaimprimir el mismo carácter a susgestiones. Lo cual iba mal con la formaoficial de la comunicación, el carácterde que se hallaba revestido Llanos cercade la Santa Sede y lo grave del asunto,que de ningún modo era para ser tratado

«con semejante ligereza».Llanos no pudo menos de hacer

presente al ministro de Estado «lodificilísimo de la misión encomendada,dadas las especiales circunstancias».Tres eran las principales dificultades:

1. No estar reconocido por la SantaSede el Patronato español para laprovisión de sedes;

2. El proyecto presentado en lasCortes de separación de la Iglesia yel Estado;

3. El Papa se informaría de laidoneidad de la persona pormonseñor Franchi.

Centrando el tema para la posibleadmisión de Roma, añadía Llanos:

«Si el Gobierno español notiene inconveniente en que no sehaga la mención del Patronatodel Gobierno de la República enel Breve de Su Santidad, es deesperar que se logre el objetodeseado por V. E. (ministro deEstado), aunque no sin trabajo ydificultades, y necesitándose porlo menos tiempo preciso paraimprescindible demanda deinformes a España[122]».

El Gobierno aceptó,telegráficamente, las condicionesapuntadas por Llanos. Pero aunque lareacción de Pío IX fue negativa, ante laposibilidad apuntada por el enviadoespañol de dar origen a un cisma enFilipinas, el Papa accedió a entrar ennegociaciones, exigiendo que elGobierno acabara con el cisma de Cuba[123].

Los primeros contactos con la SantaSede comenzaron con Pi y Margall ycontinuaron en la presidencia deSalmerón, pero el nuevo presidente,Castelar, le impondría un nuevo ritmo alas relaciones hispano-pontificias.

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2. Política religiosa deCastelar

milio Castelar representa las ideasmoderadas o conservadoras llevadas acabo en los cuatro meses de Gobierno,por eso fue más fácil el entendimientocon Roma.

El nuevo Presidente, con gransentido realista, rectificó el laicismo dela República, rectificación que fuecalificada por los republicanos detraición, y por otros sectores decontradictorio e inconsecuente.

Aunque Castelar había declaradoanteriormente que la fe y la libertad eran

incompatibles, ya Presidente, sostuvoque sin el acuerdo con la Iglesia, no eraposible en España la democracia. Y elque había sido defensor de laindependencia, de la separación de laIglesia y el Estado, sucumbiría porsostener el nombramiento de unosobispos.

Castelar daba mucha importancia alrestablecimiento de la paz religiosa,pues reconocía que los católicos estabanalarmados a consecuencia de lasrecientes disposiciones. Enconversaciones familiares concedía quela Revolución se había dejado arrastrarpor las exageraciones de los fanáticos, yque en España, herir la fe equivalía a

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herir el sentimiento nacional. «Hemosherido el sentimiento nacional —decía—; cicatricemos esta herida, puesaliviando a la Nación salvamos laRepública».

Dos problemas preocupaban aCastelar en el orden eclesiástico, elnombramiento de los obispos y elcontrarrestar la influencia carlista en elVaticano.

a) Nombramiento de losobispos

l Presidente se acercó a la Iglesia y

empezó vivamente a negociar con Pío IXpara obtener una benevolencia que nohabía obtenido don Amadeo. Castelarhabló sinceramente. No pretendía nadacontra la Iglesia; la quería libre y digna.No pretendía relaciones oficiales delEstado con la Iglesia, porque no queríahacerle pagar la proteccióndeshonrándola, como hicieron losradicales al nombrar obisposinadmisibles. Mandaría que el sacerdoteque a título de una presentación noadmitida para el Arzobispado de Cuba,fomentaba el cisma, regresara a Madrid.El Papa nombraría obispos a los quequisiera, dentro de una lista desacerdotes dignísimos que le

presentarían, y que serían muy bienacogidos por los diocesanos. QueríaCastelar llegar a un acuerdo para larestauración moral del país.

A Roma le agradó la actitud francade Castelar, por eso le dispensó unaacogida mejor de la que éste esperaba alcomenzar las negociaciones. El Papahabía reunido datos abundantes sobrelos miembros del clero español paranombrar entre ellos a los obispos quedebían regir las Diócesis vacantes, tanpronto la Constituyente declarara laindependencia de la Iglesia. Para cubrirlas veintidós vacantes se formó una listade sesenta nombres, mandada por todoslos obispos. En correspondencia a la

benevolencia obtenida, Castelar semostró deferente con la Curia romana enlas recomendaciones sobredeterminadas provisiones.

El ministro de Estado, José deCarvajal, propuso llevar elnombramiento de los obispos para lassedes vacantes, e hizo que se sometierana la aprobación del Papa, en formaconfidencial, las siguientes bases:

1. El Gobierno presentaráconfidencialmente a la aprobaciónpreliminar de Su Santidadsacerdotes ilustrados y ajenos atoda pasión política para lasDiócesis. Para las sedes

arzobispales se propondríanobispos, y las vacantes se cubriránde forma simultánea por el mismoprocedimiento.

2. La Santa Sede daráconfidencialmente su aceptación alas personas que reúnan dichascircunstancias.

3. El Gobierno hará entonces losnombramientos con las reservasque considere necesarias.

4. La Santa Sede preconizará, tambiéncon las reservas necesarias.

5. Los ministros de Estado y Ultramarse pondrán de acuerdo para retirardel Arzobispado de Cuba a

Llorente, el que tomó posesión sinconsentimiento y aun con laoposición de la Santa Sede [124].

Pío IX aceptó, en principio, estasbases y anunció su propósito de nombrarvarios obispos. Siguieron lasnegociaciones, y al final el enviadoespañol convino en los siguientespuntos:

1. El Gobierno español propondráoficialmente los candidatos.

2. Su Santidad dirá confidencialmentecuáles le convienen.

3. Éstos, entonces, serán propuestos ypresentados oficialmente por el

Gobierno a Su Santidad,directamente, por pliego abierto ocerrado, que entregará al encargadode Negocios.

4. Su Santidad preconizará motuproprio y contestará oficialmente alGobierno español.

Entre estas bases y las propuestaspor el Gobierno de Madrid habíadiferencias fundamentales. Frente al«nombramiento» hecho por el Gobiernoespañol, de que hablaba éste, la SantaSede decía: propuesta y presentación, yfrente a que la Santa Sede preconizará,Roma añadió: motu proprio. ElGobierno lo hizo notar, pero acabó por

aceptarlas. Castelar, ya por disposiciónfavorable al catolicismo, o porquepensase en el proyecto de separación dela Iglesia y el Estado, no dio —al menosen apariencia— toda la importancia quetenía el Patronato, y no dejó porcompleto a salvo los derechos deEspaña, con lo que el Gobiernorepublicano resultó más complacientecon la Santa Sede que todos losmonárquicos anteriores.

Reconocido a la República elderecho de presentación, el Gobierno seapresuró a publicar el 19 de diciembrede 1873 los decretos «nombrando»arzobispos de Toledo, Santiago yTarragona, a don Manuel Barrio

(arzobispo de Valencia), a don MiguelPayá (obispo de Cuenca) y a donEsteban José Pérez (obispo de Málaga),respectivamente. Hacía seis años que nohabía habido preconizaciones enEspaña.

Este paso concitó contra Castelar asus correligionarios de la izquierda ydel centro, quedándose sólo con el aladerecha republicana [125].

No ya Figueras y Pi y Margall, sinotambién Salmerón participaban de dichoespíritu anticatólico. Al conocerSalmerón los decretos sobre elnombramiento de metropolitanosexclamó: «¡Guerra sin cuartel! ¿Qué nosqueda de la República?» Salmerón,

según La Política, le escribió una cartagrave a Castelar, especie de memorialde agravios, expresándole su disgustopor el nombramiento, y otros diputadosrepublicanos censuraron al Gobiernopor tratar de resolver la cuestióneclesiástica de acuerdo con el Vaticano.Salmerón exigía de Castelar laanulación de los decretos depresentación de obispos. Sellada laalianza del grupo de Salmerón con elcentro parlamentario presidido porSuñer y Capdevila, declararon funesta eintolerante la política de Castelar, eignominosa su conducta de deferencia ala Iglesia [126].

Verificado el Consistorio el 16 de

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enero, tuvieron lugar laspreconizaciones de los prelados, y serecibieron en España las bulas, pero eldía 2 de enero el capitán general deMadrid, Pavía, había disuelto elCongreso, poniendo fin, de hecho, a laRepública. Así pasó el tiempo sin quese despachasen las bulas.

b) Resistencia a los carlistas

astelar quiso contrarrestar lainfluencia carlista en el Vaticano,facilitada por el laicismo republicano.

Pío IX daba a Don Carlos el

tratamiento de rey de España,tratamiento que preocupó seriamente alos partidarios de la reina destronada.Las diplomacias isabelina y Carolinalibraban continuas luchas en lasantecámaras pontificias [127]. Elambiente vaticano estaba principalmentea favor del pretendiente carlista.

«Hasta en la Corte Pontificia—dirá Castelar— se hacíapropaganda carlista. Yo, alcomprender lasresponsabilidades en queincurriríamos todos si pornuestros desaciertos o por

nuestra ignoranciaocasionábamos el triunfo de loscarlistas, que era el triunfo de lareacción clerical, busqué y hallémedios de venir a un acuerdocon la Santa Sede para elnombramiento de nuevos obisposque llenaran las vacantes, sinque fueran republicanos, sinoque fueran menos carlistas, o nofueran más que obispos, que eralo que debían ser[128]».

A pesar de que el Papa tenía pocasimpatía por la República, debido a suactitud con la Iglesia [129], Castelar

quiso atraerse la benevolencia vaticana.Contaba con la baza más importante:sólo él era el representante legítimo deEspaña, y no podía menos de jugarla conéxito.

En cuanto se supo en el campocarlista la presentación de obisposhecha por Castelar, se envió a Roma adon Vicente Manterola a protestar, ennombre de D. Carlos, «contra el acto depresentación hecho por Castelar».Recibido Manterola por el cardenalsecretario, Antonelli, el 28 de enero de1875, le contestó:

«Autorizo a usted para asegurar alRey que la Santa Sede ha nombradodirectamente preconizados sin que

Castelar haya en nada concurrido a esteacto. S. S. hizo saber al gobierno deMadrid la resolución de nombrarlos, eindicó sus nombres, preguntando si algotendría que oponer contra alguno de esoscandidatos, y lo hizo con el objeto deevitar que el Gobierno cerrase laspuertas de sus respectivas diócesis a losnuevos prelados. La Santa Sede no hapodido reconocer derecho depresentación en el Gobierno presididopor Castelar, no habiendo reconocido elGobierno de Madrid. S. S. porconsiguiente, no ha reconocido enmanera alguna el nombramiento deobispos que ha aparecido en la Gacetade Madrid; y ha cuidado de consignar

muy expresamente en el consistorio quenombraba los nuevos obispos motuproprio et exbenignitate SedisApostilicae[130]».

De todas formas, fue un éxito deCastelar y de su política realista. Elenviado español podía felicitar alministro de Estado:

«Felicito a V. E. por el felizresultado de nuestras gestionesen Roma, por este primer pasoconseguido de acuerdo con SuSantidad en favor de la Iglesiaespañola, que hacía más de seisaños se esperaba y que sobre

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todo en los seis últimos años setenía por imposible».

3. La Restauración

l nombre de Restauración designó alprincipio el regreso de los Borbones altrono, pero no puede considerarse comouna vuelta atrás. Se restaura lamonarquía y la dinastía, pero, como diceCánovas, aquel sistema era «del todonuevo». Es cierto que se volvía a lalegitimidad de antes, pero no a lasituación de antes.

Cánovas, el artífice de la

Restauración, trabajó mucho hastaconseguir la abdicación de Isabel II ensu hijo Alfonso. Se pretendía dejarla almargen, ya que era muy impopular yrepresentaba lo viejo.

El Príncipe de Asturias estaba enInglaterra, pues Cánovas era partidariode este país, ya que Viena, donde estabaanteriormente, tenía demasiado carácterconservador.

Don Alfonso cumplió 17 años y eraalumno de la escuela militar inglesa deSandhurst; y con ese motivo, ennoviembre de 1874, contestando a lasfelicitaciones de su cumpleaños,enviaba un manifiesto a los españoles,redactado por Cánovas, que decía así:

«Por virtud de la espontáneay solemne abdicación de mimadre, soy el único yarepresentante del derechomonárquico de España. Arrancaéste de una legislación secularconfirmada por todos losprecedentes históricos y estáindisolublemente unido a lasinstituciones representativas quenunca dejaron de funcionar,legalmente, durante los treinta ycinco años transcurridos desdeque comenzó el reinado de mimadre hasta que, niño aún, piséyo con todos los míos el sueloextranjero».

Subraya la orfandad nacional detodo derecho público; el valor de laMonarquía «hereditaria yrepresentativa»; afrontar el porvenir conlibre decisión y procurando el acuerdode los votos y el interés patrio; y la duralección de las clases populares,«víctimas de sofismas pérfidos o deabsurdas ilusiones».

Y, finalmente, con sentido realista,habla de la política conciliadora de laRestauración:

«Sea la que sea mi propiasuerte, ni dejaré de ser buenespañol, ni, como todos misantepasados, buen católico, ni,

como hombre del sigloverdaderamente liberal[131]».

Un mes después, al general MartínezCampos le constaba que Cánovas eraenemigo de que los militaresprotagonizaran la restauración —tal erael espíritu legalista y civil—. Disentidode él, y considerando que el ambienteestaba preparado, le pidió al brigadierLuis Dabán que le prestase sus fuerzas,pues él no tenía mando de tropa.

Al salir Martínez Campos paraValencia, el 27 de diciembre de 1875,en carta a Cánovas le habla de laproclamación de Alfonso XII, de su

personal responsabilidad, del momentooportuno…: «No me arrojo por amorpropio ni por derecho; lo hago porqueustedes aseguran que la opinión estáhecha». Y añade: «No me mezclo enpolítica (…). Exijo, sí, que si elmovimiento triunfa en Madrid, sea ustedel que se ponga al frente del Gobierno».«Tengo el firme propósito —continúa—de no aceptar mando, ni ascenso, nitítulo, ni remuneración alguna». Yconcluye: «La diferencia entre usted yyo estriba en los distintos modos deprocedimiento en la cuestión delalzamiento».

El 29 de diciembre en LasAlquerietas, lugar cercano a Sagunto,

Martínez Campos proclamó rey deEspaña a Don Alfonso XII, y tras unabreve arenga, los soldados gritaronunánimemente: «¡Viva Alfonso XII!».

Después, Martínez Campos locomunicó telegráficamente a Cánovas.Si Martínez Campos dio ese paso, eltriunfo fue posible por la disposiciónfavorable al espíritu nacional, obraindiscutible de Cánovas.

La primera impresión de Cánovasfue de disgusto, pensando que con esaproclamación pudiera perderse cuanto élvenía preparando. Después se dio cuentadel acierto.

El hecho de la proclamación, loconoció don Alfonso en París, donde

había llegado el 30 de diciembre,dispuesto a pasar los últimos días devacaciones de Navidad con su madre.No conocía el pronunciamiento deSagunto. Don Alfonso se enteró por unescrito anónimo: «Sire: Votre Majesté aéte proclamé Roi hier soir par l’Arméeespagnole. ¡Vive le Roi!»[132]

Posteriormente, doña Isabel recibióel telegrama en que Primo de Rivera yCánovas le comunicaban oficialmente eléxito del pronunciamiento, y felicitabana Sus Majestades «por este gran triunfo,alcanzado sin lucha ni derramamiento desangre».

En el ministerio de la Guerra,Cánovas constituyó el Gobierno

Provisional, al que llamó Ministerio-Regencia, en virtud de los poderes dedon Alfonso. El 5 de enero se embarcó Alfonso XII en la fragata Navas deTolosa, rumbo a Barcelona, donde llegóel día 9 de enero; entre aclamacionesentusiastas, se dirigió a la catedral,donde se cantó el Te Deum. En la ciudadcondal firmó el decreto de ratificacióndel ministerio. Allí nombró su primerGobierno, confirmando a Cánovas y losministros. Pasó el 11 por Valencia y el14 entró en Madrid.

Pío IX había sido padrino delbautismo del príncipe Alfonso, y lehabía dado la primera Comunión, de ahíque al enterarse de la proclamación

Alfonso le envió un telegramapidiéndole su bendición:

«Proclamado Rey de Españapor toda la Nación y el ejército,ruego a Vuestra Santidad sedigne bendecir al pisar el suelode su Patria, y al ocupar el tronode sus mayores, a su ahijado, quesea un defensor de la Iglesia y desu Santo Padrino».

El Papa, en despacho a la reinaIsabel, expresaba sus sentimientos, quepedía fueran transmitidos a don Alfonso:

«Envía su bendiciónapostólica y queda pidiendo alAltísimo le conceda la mayorventura en la difícil obra que vaa emprender».

Las Gacetas de aquellos días traíanlas felicitaciones de los obispos. El deCuenca «manifesta que ha dado graciasa Dios porque de una maneraverdaderamente providencial, y sinefusión de sangre, se ha realizado elventuroso suceso del advenimiento de Alfonso XII; evolución que a la vez quetermina un período histórico desastrosopara la Iglesia y la Nación, inaugura unnueva era de reparación, de orden, de

justicia, de protección a la únicareligión verdadera y de constantearmonía entre la Iglesia y el Estado;ofrece el homenaje de obediencia,sumisión y fidelidad al Rey, y su másdecidida cooperación para promover laventura y prosperidad de la Patria[133]».

El 14 de enero recibía Madrid aljoven rey con manifiesta alegría. Laprimera visita fue a la basílica deAtocha, siguiendo la costumbreborbónica, donde se cantó también el TeDeum.

Se cerraba así el círculo quecomenzaba en 1868, con eldestronamiento de Isabel II, y concluíacon el advenimiento de Alfonso XII en

1875. Atrás quedaban aquellas palabrastan populares de Prim: «Los Borbones,jamás, jamás, jamás».

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FRANCISCO MARTÍ GILABERT esDoctor en Ciencias Históricas, y hadirigido su investigación hacia el mundocontemporáneo; también ha estudiadolas relaciones entre la Iglesia y elEstado, en las que es un especialista. Hapublicado, entre otros títulos: El motínde Aranjuez; Política Religiosa de laSegunda República Española; Amadeode Saboya y la política religiosa, yCarlos III y la política religiosa.

NOTAS

[1] M. Fernández Almagro. Historiapolítica de la España contemporánea(Madrid, 1972), 1.1., p. 114. <<

[2] Hija del príncipe Carlos del Pozzo dela Cisterna y de la condesa LuisaGhislain de Mérode, tenía 24 años deedad al venir a España, y fama de bella,religiosa y culta. <<

[3] Fernández Almagro, op. cit., p. 153 yss; J. Vigón, Historia de la Artilleríaespañola (Madrid, 1947). <<

[4] Conde de Romanones, Amadeo deSaboya (Madrid, 1940) p. 142. <<

[5] Poco antes, se suspendió la solemnepresentación de un hijo del monarca —Luis Amadeo— cuando ya estaban en laantecámara el Gobierno y lasComisiones del Senado y del Congresosin recibirles el Rey, ni excusarse. Laceremonia quedó suprimida. Estaba donAmadeo muy molesto por la negativa delos duques de la Torre a apadrinar a suhijo, y que la duquesa declinó el sercamarera mayor. Además, muchos de losinvitados le hicieron el desaire de noacudir a la comida de gala del día deReyes. Había un divorcio entre lospolíticos y la casa real. <<

[6] Fernández Almagro, op. cit., p. 158.<<

[7] Ibidem., p. 159. <<

[8] E. Comín Colomer, Historia de laPrimera República (Barcelona 1956),p. 139. <<

[9] Fernández Almagro, op. cit., p. 161.<<

[10] La República de 1873. Apuntes paraescribir su Historia (Madrid, 1874), p.7; Figueras escribió en cartajustificando, como veremos, su huida:«La República se hizo ilegalmente y poruna Asamblea que no tenía mandato paraello y que debió disolverse después deaceptada la renuncia de don Amadeo».<<

[11] Diario de Sesiones. 11 de febrero de1873, p. 45. <<

[12] La República de 1873, pp. 12-13.<<

[13] «En muchos pueblos, al grito de“¡Viva la República federal!” gruposarmados se impusieron al vecindario,entregándose, donde menos, al destrozode los emblemas monárquicos y alvejamen de las gentes de orden, y en nopocos lugares, al saqueo, el incendio yasesinato», Fernández Almagro, op. cit.,p. 165. En algunos lugares se destruyó elretrato de don Amadeo, hubo un repiquede campanas, se vieron impunesmalhechores. <<

[14] La Cruz, 1874, t. I. p. 296. <<

[15] Badía, J. F. citando a Hennessy,Historia parlamentaría de la Repúblicade 1873 (Madrid, 1973), p. 66. <<

[16] Badía, La Primera República(Madrid, 1975), p. 67. <<

[17] Los cuatro presidentes de laPrimera República española(Santander, 1939). p. 27. <<

[18] Fernández Rúa, op. cit., p. 260;«Mas cuando en vez de discursos loindispensable era gobernar, mandar conautoridad, resultó inferior a lasfunciones que asumía», en opinión deRomanones. <<

[19] Cit. por Espada Burgos, en laHistoria General de España y Américat. XVI-2, p. 211. <<

[20] La impresión que Pi y Margall leprodujo a Layard, embajador británicoen Madrid, era: «el peor y el máspeligroso (…) Pertenecía al extremistapartido republicano rojo, con una aptituddeterminada y resoluta, que, aunqueaparentemente tranquilo e impasible, eraintransigente en sus opiniones ydispuesto a recurrir a cuantos mediosnecesitara para llevarlas a cabo», op.cit., p. 177. Por las asonancias de loscuatro apellidos: Pi. Tutao, Chao ySomí, se llamó a este Gabinete como«Gabinete Pajarero». <<

[21] Con mucho detalle cuenta Figuerasla marcha a Francia en carta a un amigode la Habana, reproducida por el Condede Romanones, en op. cit., pp. 41-48. <<

[22] Op. cit., pp. 50-51. <<

[23] La Federación 1880, p. 19. <<

[24] Romanones, op. cit., pp. 64 y 72. <<

[25] «Este agitador catalán es elpersonaje de más cuenta que laheterodoxia española ha producido enestos últimos años». En cuanto a suHistoria, «escandalizados variosobispos, subcriptores de la obra, de lasinauditas herejías, que en ella leyeron,comenzaron a excomulgarla y a prohibirla lectura en sus respectivas diócesis»,Menéndez Pelayo, Heterodoxos, t. II, p.926. <<

[26] Romanones, op. cit., pp. 77-78. <<

[27] Op. cit., pp. 67-69. <<

[28] Romanones, op. cit., pp. 77-78. <<

[29] Comín Colomer, Historia de laPrimera República (Barcelona, 1956),p. 310; «como político carecía de lasmínimas condiciones, pues adolecía decarácter y entereza», Ibidem., p. 352. <<

[30] Op. cit., p. 78. <<

[31] Diario de Sesiones. «Si el Gobiernono puede responder de los gobernadores—dijo Profumo—, no sé por qué sellama Gobierno, ni dónde gobierne; dejeSu Señoría ese banco» p. 356. Pi yMargall desaparecía del Poder cuatrodías después de ese ataque. En muchoslugares dejó constancia de su actuación,presumiendo de buen sentido yhonradez. <<

[32] Fernández Almagro lo califica de«orate más que sectario». En las Cortesse declaró enemigo de Jesucristo, y queno era el único hijo de María, queprodujo la indignación general,especialmente impugnado porManterola. <<

[33] Badía, op. cit., p. 86. Elcantonalismo tenía un «afán localista,insolidario y suspicaz, a la vez queingenuo y de tono sentimental»,Fernández Almagro, op. cit., p. 177. <<

[34] El laberinto español, p. 119. <<

[35] Pi y Margall, La República de 1873,p. 140; Badia, op. cit., p. 128. <<

[36] Badia, op. cit., p. 322. <<

[37] Badia, op. cit., p. 323. <<

[38] Pi y Margall y la políticacontemporánea (Barcelona, 1886), p.525. <<

[39] Op. cit., p. 67; «Si pudo ser cierta lainhibición del ministro, poco trabajo setomó por vigilar si se cumplían susórdenes (…). no tuvo verdaderavigencia»; Comín Colomer, op. cit, p.262. <<

[40] Espadas, op. cit., 215-216. <<

[41] Fernández Almagro, op. cit., p. 173,y Espadas, op. cit., 216. <<

[42] Fernández Almagro, op. cit., p. 175.<<

[43] Diario de Sesiones, 19 de julio de1873, pp. 798-801. <<

[44] Cit. por Comín Colomer, op. cit., p.380. <<

[45] «Los tripulantes de las fragatas de laArmada Nacional “Almansa”, “Vitoria”y “Méndez Nuñez”, los del vapor“Fernando el Católico” seránconsiderados como piratas. Loscomandantes de los buques de guerra delas potencias amigas de España, quedanautorizados para detener a los buquesmencionados y juzgar a los individuosque los tripulen, reservándose elgobierno español la propiedad de losbuques», Decreto completo en ComínColomer, op. cit., p. 383. <<

[46] J. L. Cornelias, Histora de EspañaContemporánea (Madrid, 1988). p. 244.<<

[47] La Revista Social, 14.1.1873; LaFederación, 15.11.1873; El Condenado,21.VI. 1873. <<

[48] Op. cit., p. 327[47b]. FernándezAlmagro, op. cit., p. 178.

<<

[49] Ibidem, p. 32. En Alcoy (Alicante)se dio un conato de huelga y un choquesangriento entre la autoridad municipal ylos obreros rebeldes. Asesinaron alalcalde Agustín Albors, diputadorepublicano; fue paseada en una pica lacabeza del jefe de la Guardia civil; yhubo 35 víctimas, entre muertos yheridos, e incendiaron varias fábricas yedificios civiles. <<

[50] Fernández Almagro, op. cit., p. 180.<<

[51] Decreto en A. Puig Campillo, ElCantón murciano (Murcia. 1986). pp. 134-135. <<

[52] Op. cit., p. 365. <<

[53] A Contreras lo presenta Hennessycomo: «general incompetente, famosopor su oportunismo e informalidad»,aventurero de lealtad discutible, op. cit.,p. 163; Fernández Almagro, op. cit., pp.182 y ss. <<

[54] Puig Campillo, op. cit., p. 280. <<

[55] Badía, op. cit., p. 368. <<

[56] Castelar intervino en el debate e hizoalarde de patriotismo, con lacorrespondiente cólera del alaizquierda. «Yo amo con exaltación a mipatria, y antes que la Libertad, antes quela República, antes que a la Federación,antes que a la Democracia, pertenezco ami idolatrada España, y me opondrésiempre, con todas mis fuerzas, a la máspequeña, a la más mínimadesmembración de este suelo queíntegro recibimos de las generacionespasadas, y que íntegro debemos legar alas generaciones venideras», FernándezAlmagro, op. cit., p. 184. <<

[57] Badía, op. cit., p. 373. <<

[58] Don Carlos le desautorizó, y fuejuzgado y condenado a muerte. Peroobtuvo el indulto y volvió a susirresponsables operaciones. Santa Cruzse ha presentado como «un tipo perfectode fanático individualista y montaraz» yllegó a mandar cerca de un millar dehombres. <<

[59] Fernández Almagro, op. cit., pp. 189-190. <<

[60] Ibidem. <<

[61] Ibidem, pp. 191-192. <<

[62] Diario de Sesiones del Senado, 5 deabril de 1890. Citado por FérnándezAlmagro, op. cit., p. 192. <<

[63] Férnandez Almagro, op. cit., pp. 220y ss. <<

[64] Ibidem., p. 194. <<

[65] Ibidem. pp. 196 y ss. <<

[66] J. L. Fernández Rúa, La PrimeraRepública (Madrid, 1975), pp. 286-288.<<

[67] Menéndez Pelayo hace un expresivocanto a «las condiciones geniales deorador» y añade: «Alguna intrínsecavirtud o fuerza debe tener escondida suoratoria para que yendo, como va,contra el ideal de sencillez y pureza, queyo tengo por norma eterna del arte,produzca, dentro y fuera de España entremuchedumbres doctas o legas, y en elmismo crítico que ahora la estájuzgando, un efecto inmediato, que seríamala fe negar» Heterodoxos (Madrid,1987), t. II. p. 95. El periódico genovésLa Bandiera escribía: «Comprendemosel tumulto y la agitación producida por

el afán del pueblo genovés en oír aldivino moderno Demóstenes (…). Poresto comprendemos también con cuántarazón los españoles han proclamado aCastelar el primer orador del mundo».<<

[68] Muchos detalles biográficoscastelarinos en C. Llorca, EmilioCastelar (Alicante, 1999), passim. <<

[69] Romanones, op. cit., pp. 125-126.<<

[70] Fernández Almagro, op. cit., p. 198.<<

[71] Op. cit., p. 134. <<

[72] Fernández Almagro, op. cit., p. 199.<<

[73] Ibidem, p. 200. <<

[74] A. Puig Campillo, El cantónmurciano (Cartagena, 1932). <<

[75] Fernández Almagro, op. cit., pp. 202-203. <<

[76] Ibidem, p. 204. <<

[77] Llorca, op. cit., p. 193 <<

[78] Fernández Almagro, op. cit., p. 205.<<

[79] Ibidem., p. 207. <<

[80] Seguimos a C. Llorca que estudiacon mucho detalle la intervención deCastelar. <<

[81] Ibidem., p. 202. <<

[82] Ibidem, p. 205. <<

[83] Ibidem, pp. 209-210. <<

[84] Ibidem, pp. 210-211. <<

[85] Ibidem, p. 212. <<

[86] Ibidem, 213. <<

[87] Op. cit., p. 247. <<

[88] Fernández-Rúa, op. cit., p. 505. <<

[89] Llorca. op. cit., p. 160. <<

[90] Fernández Almagro, op. cit., p. 184;E. Oliver Sanz de Bremond, Castelar yel período revolucionario español (1868-1874). <<

[91] Ibidem. p. 185. <<

[92] Op. cit., p. 163. <<

[93] Comín Colomer, op. cit., pp. 482-483. <<

[94] Fernández Almagro, op. cit., p. 205.<<

[95] Marqués de Villa-Urrutia, Serrano,el Duque de la Torre (Madrid. 1929), p.210. <<

[96] Diario de las Sesiones del Congresode los Diputados, 17 de marzo de 1876;Fernández Almagro, op. cit., p. 206, citaparte del discurso. <<

[97] Fernández Almagro, op. cit., pp. 213-214; Comín Colomer trae unarelación completa de los asistentes, op.cit., p. 570. <<

[98] Llorca, op. cit., p. 165. <<

[99] Ibidem, p. 235-36; Hennessy lopresenta así: Serrano «era un oportunistapolítico, un intrigante inveterado,vacilante y dominado por su mujer,cubana criolla», p. 146. <<

[100] La Gaceta de Madrid, 9-1-187;Fernández Rúa, op. cit., pp. 515— 518.<<

[101] Op. cit., p. 521 <<

[102] Fernández Almagro, op. cit., p. 215.<<

[103] Fernández Almagro lo describe así:«era un militar valeroso e instruido (…);irreductible en su concepto de ladisciplina castrense, ya que, deantecedentes isabelinos sirvió a Amadeocomo ministro de la Guerra». Comopolítico fue considerado inhábil, y fueacusado de desleal pero, «en el fondo nohabía otra cuestión que el antagonismode republicanos y monárquicos», op. cit.p. 218. <<

[104] Fernández Almagro, op. cit., p. 235.<<

[105] A. Llopis y Pérez, Historia políticay parlamentaria de D. NicolásSalmerón y Alonso (Madrid, 1915). <<

[106] Vilarrasa y Gatell, Historia de larevolución de septiembre (Barcelona,1875) t. I, pp. 732-734; De la Fuente,Retrato político de la Repúblicaespañola de 1873. p. 26. <<

[107] La Cruz. 1873, t. II (Madrid, 1898).<<

[108] La Cruz. t. I (Madrid, 1875), p. 29.<<

[109] El alcalde de Málaga ofició al«Ciudadano obispo» que «acordado porel Ayuntamiento de mi presidencia lademolición de todos los conventos deesta capital, espero dará Vd. las órdenesoportunas a fin que en todo el día demañana queden desalojados para llevara efecto dicho acuerdo. Salud yRepública federal». La Cruz, 1873,1.1,p. 123. Al día siguiente se decretó queel Obispo abandonase el palacioepiscopal en el término de tres días, quese destinaría para «el cabildo de lasoberanía popular». <<

[110] El Pensamiento Español del 2-IV-1873. <<

[111] La Cruz, 1.1 (Madrid, 1873), p. 45;Menéndez Pelayo. Heterodoxos, I, p.989. <<

[112] La Cruz, t. I (Madrid, 1874), p.174. <<

[113] Gaceta de Madrid. 2-II-1870; V. M.Arbeloa, Intentos de separación de laIglesia y el Estado, Scriptoriumvictoriense (Vitoria, 1972). t. XIX, pp.296 y ss. <<

[114] Op. cit., p. 148 <<

[115] La Gaceta. I1 —III-1873, p. 827.<<

[116] V. Cárcel Ortí, La Iglesia en latormenta, «Historia y vida» (Barcelona,1974), p. 55. <<

[117] Diario de Sesiones de las Cortes,n.º 42, p. 4; Ibid, t. 56, apéndice. <<

[118] La Cruz (1873) t. II, pp. 234 y ss.<<

[119] A. Manzano Ganas, El Cisma delpriorato y sus repercusiones en Azuaga,con Llerena y Mérida, «Revista deEstudios Extemeños» (Badajoz, 1960), t.XV. <<

[120] Heterodoxos (Madrid, 1987), t. II,p. 991. <<

[121] Los informes que Mons. Bianchi —encargado de Negocios de la Santa Sede— transmitió al Cardenal Franchi erancontundentes: «Con verdadero disgustodebo manifestarle que no hay personaque hable bien de este joveneclesiástico. Prescindiendo de su vidaprivada, que deja mucho que desear,Isbert se ordenó sacerdote en Barcelonatres meses antes de la Revolución del68, y poco después marchó a Madrid,donde mostró sus principiosrevolucionarios y sus amistades con loscorifeos de la misma. Se trata de unjoven poco serio, ambicioso, de ideas

no católicas» V. Cárcel Orti, Iglesia yRevolución en España 1868-1870(Pamplona, 1979), p. 322. <<

[122] Despacho del 8-VII-1873, leg.1180. <<

[123] «El Papa mostró deseos de conocerpersonalmente a Isbert. Le recibió conlas mayores pruebas de cariño yestimación personal, y a consecuenciade la entrevista renunció al Obispado,pues Pío IX dijo necesitarlo “por ahoraen Madrid”. Le nombró prelado de laCorte Pontificia en forma extraordinariay desusada» Cárcel Orti, La Iglesia enla tormenta, p. 55. <<

[124] Bécker, J., Relaciones diplomáticasentre España y la Santa Sede durante elsiglo XIX (Madrid, 1908). <<

[125] «El Gobierno quiso aparecercatólico, para no ser rechazado por laopinión —decía el Pensamiento políticoespañol—. No cabe hoy gobernar deotra manera. O muere la Repúblicaaplastada bajo el peso de la opinión delpaís, o prescinde de ciertoscompromisos para salvarse». Lairritación de La República era tal queescribió: «Se ha atropellado por todogénero de consideraciones y respetos alas Cortes, única autoridad llamada adecidir en el asunto(…); el partidorepublicano, que no consentirá nitolerará nunca, que de esa suerte se

desconozcan y se desvirtúen losprincipios fundamentales consignados ensu bandera». <<

[126] «Roma —escribe Castelar— aceptómi modus vivendi preconizando losobispos que nombré: pero nuestrosamigos, fanatizados por la autoridad quepor sorpresa ejercían, en vez deaplaudirme robusteciendo mi autoridadpara consolidar la República,debilitando la fuerza reaccionaria, mecombatieron cruelmente hasta ofendermeen mi honor personal», M. GonzálezAraco, Castelar. Su vida y su muerte(Madrid, 1900), p. 399. <<

[127] E. Oliver Sanz de Bremón, Castelary el período revolucionario español (1869-1874) (Madrid, 1971), pp. 263-264. <<

[128] González Araco, op. cit., p. 399.Cuando en octubre de 1894 Castelar,que no ostentaba cargo político alguno,fue recibido por León XIII, se ledispensaron honores de jefe de Estado.En aquella larga entrevista, el Papa lequedó reconocido «por su actuaciónhabilísima y tolerante al frente de lajefatura del Estado español al facilitarel nombramiento de los obispos quetanto suavizó las relaciones de la Iglesiacon la República», Oliver, op. cit., p.264. <<

[129] «Yo no tengo preferencias ni porDon Carlos ni por Doña Isabel —decíaPío IX—, si bien con esta señora meunen lazos de parentesco espiritual y elhermano de aquél, D. Alfonso, me haprestado servicios personales. Perodesde luego no me gusta la República».AMAE, leg. 1180. despacho IV. <<

[130] A. Pirala, Historia contemporánea:Anales desde 1843 hasta la conclusiónde la actual guerra carlista (1875), t.III, p. 290. <<

[131] Fernández Almagro, op. cit., p. 241.Para la política de la Restauración, vidFernández Almagro, Cánovas, su vida ypolítica (Madrid, 1951) y J. L.Cornelias, Cánovas (Madrid, 1965). <<

[132] Era una letra femenina y tenía porfirma el anagrama de Cristo, FernándezAlmagro, op. cit., p. 246. <<

[133] La Gaceta, 11-1-1875. <<