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En1926,unconvicto llegaaSanAlfonsoacumplirsucondena;unachicaviveallí la incógnitadesuhistoria.SoniaReusyBautistaPissanorecorrencaminosdistintosqueterminaránconfluyendoen lascallesdeSanAlfonso:lacausaanarquistamarcalavidadePissano;lacarenciaylabúsqueda,ladeSonia.

Laorfandadeslaentrañablehistoriadeamordedosseressolitarios,peroesademásel relatode losmodosde relaciónpropiosdeunpueblo rural quedejaoír lasvocesdesushabitantes—ununiversodepersonajesvisiblesyanónimos, con sus peripecias y sus sencillas mitologías— y el imperiosorumordeloscambiosquetraeelavancedelsiglo.

Esta notable novela recupera la pasión por narrar un mundo que siguesiendoelnuestro:unaArgentinainterior,dondesegestaronlasrealidadesylosmitosqueacompañaríannuestrahistoriacontemporánea.Explorando ladimensión política en lo hondo de los personajes, este nuevo relato de laautora de La tierra del fuego muestra cómo el amor puede transmutar lapérdida,elabandonoolaopresión.Yconfirmaellugarprivilegiadoqueentrenuestros narradores ocupa Sylvia Iparraguirre, quien nos entrega en estelibro una de las más conmovedoras y hermosas historias de amor de laliteraturaargentina.

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SylviaIparraguirre

LaorfandadePubr1.0

Titivillus01.03.16

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Uno

Viajaba junto a la ventanilla abierta, esposado. Ráfagas de cardales color púrpuracorrían junto al terraplén; al fondo, elhorizonte semovía enuna lenta curvahaciaadelante. El aire caliente le daba en la cara y él entrecerraba los ojos sin poderapartarlosdelosmatorralesdepastosaltosyamarillos,delasmanchasoscurasdelosmontes, lejos. Bajo el sol de diciembre, el campo, que nunca antes había visto, leprovocaba asombro; el estupor de que en esa inmensidad su padre no hubieralogrado,despuésdeañosdeespera,unaparcela.Tambiéneraciertoqueelviejohabíasidosiempreorgullosoyterco.Supadre,campesino,alentadoporlaspromesasdelosfolletosoficialesrepartidosenlaLiguria,habíaterminadoenunacurtiembrey,añosdespués, enfermo, en una casa de Barracas saturada del humo del brasero que sumadre mantenía encendido. Recordó la puerta abierta y en el marco el oficial dejusticia mostrando el despido. Sin saber cómo, a los catorce años, se encontróembistiéndoloaciegas;sumadrelosujetócomopudo,mientraselotrogritabaenlacalle:«Aver si lesaplico la leyde residencia,gringosanarquistas»,y levantabaelsombrero del barro. Algo encerrado en su interior, algo escondido que traía en lasangrehabíaestalladoaqueldía,tantempranoensuvida;unafuerzaocultayquizás,pensaba ahora,malsana.Tenía razón donMiguel: la iraminaba todo lo que hacía.Acciones que creyó justas, como su casamiento con Antonella, habían sidoproyeccionesdesuorgullo,desurebelión,talvezdesuresentimiento.Eldíadesucondenasehabíaprometidocambiar.Nosabíabiencómo,peroBautistaPissanoseregíaporpropósitos.Elprimerpasoseríacontemplarelcamposinrencor.Aflojólamandíbula.Susojoschocaronconlamiradadeunodeloscustodios,fijaensucara.Por la ventanilla entró de golpe un enjambre de flores ingrávidas y blancas quegiraronenloquecidassobresuscabezas.Unavinoaposarsesobrelagorraentresusmanosylafugadeimágenessecortó,devolviéndolodeltodoalvagóndetercera.Ibarumboasucondenaenunacárceldelaquenuncahabíaoídohablar,enSanAlfonso,unpueblodesconocido.«Paraquinceminutosacargaraguaysigue»,lecomentabaelguarda a uno de los custodios, el mismo que lo había estado mirando y que unmomentodespuésleofrecióuncigarrillo;unhombreflaco,decaralargayhuesuda,oscurecida por la barba. Los dos oficiales venían de civil. Pissano aceptó y fumóapoyando los codos sobre las rodillas. El otro hombre, de cara colorada y cuerpomacizo,sacóunpañuelodelbolsillotraserodelpantalónysesecóelsudordelcuello.Cuandoapagóelcigarrillo,Bautistavolvióasuposturaanterior.Conlagorraentrelasmanos,hubieracostadodarsecuentadequeviajabaesposado.Perosihabíaalgoqueelviajeronopretendíaocultarerasucondicióndepreso.

El campo se hizo arboledas, cercos y casas dispersas. El tren frenó un trecholargo,entreelestruendodehierrosyexplosionesqueresonóvibranteenelairellenodehumo.Unresplandoragudosealzabadelosrielesyheríalosojos.Enlapuertadelvagón,conelatadoderopabajoelbrazo,Bautistaleyóenletrasblancassobrefondo

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negro:SanAlfonso.Laestacióneragrande,enelestilodelosingleses; lasparedesmostrabanavisosdepropaganda:CompreustedenlamejorcasadeBuenosAires:A.Cabezas.Largosbancosdemaderacontralapared.HierroQuinaBisleri.Puertasdepostigosverdesdabanalhallcentralysaladeespera.APissanolegustaronelandénylaestación,tanamplios,pensadosparaeldesplazamientofácildegenteyequipajes.Elcustodioflacofueaaveriguarloshorariosderegreso;élyelotrooficialesperaron.Unasseñoritassedijeronalgoaloído.Lapocagentequehabíaadvirtiósusituación.Dosañosmástarde,BautistaleeríaenElImparcial,elperiódicolocal,laescenadesullegadaalpuebloylaversiónalaquehabíaquedadoreducidasuhistoria.Peroenaquel diciembre de 1926, bajo el sol de las cinco de la tarde que aplastaba lassombras contra la tierradura, levantó la cabezay sedispuso a enfrentar esanuevaetapadesuvida.

Laentradadelaestacióndabaaunaplacitatriangular.Pissanoviounpaisanoacaballo,uncochedeplazaconlacapotasubidaydossulkysatadosalpalenque.Auncostado,unFordnegro,cubiertodepolvo,losestabaesperando.FuelaprimeravezqueBautistavioalaGarzaGuzmán,elguardiacárcel;sucarasumidayratonilselevolvería tan familiar en los años siguientes como los horarios de las comidas y lapuertadesupropiacelda.Traíaunacarabinayestabadeuniforme,lomismoqueelchofer.Enesemomento,conunestampidoeltrensepusoenmarchayfuecomosiexhalara una ola de pánico: el caballo del paisano costaleó hacia la zanja, yblanquearon los ojos de los caballos atados al palenque, que arrastraron los sulkyssobrelagrava.Másallá,elhombresujetólasriendasconmanosegurayeldesordenseapagó.Enlaquietudrestablecida,loshombresvolvieronamoverse.Unpueblodecampo,pensóPissanomientrassubíaenlapartetraseradelautomóvilseguidoporlosdos custodios de la capital. El interior de cuero caliente olía a nafta, a sudor y apolvo.Bautistaaferróconlasdosmanoslacorreaquecolgabajuntoalaventanilla.Los custodios se quitaron los sombreros. El de cara colorada volvió a secarse elsudor.

—Quécalorpesado,¿iráallover?—No,quévaallover—contestólaGarzaconunasonrisaladeada—,acáaprieta

elverano.SeguroqueenBuenosAiresnohaceuncalorasí.Sediovuelta.Losojosastutosmiraronalpreso.—Vasatenerqueacostumbrarte,Pissano.Nadie dijo más nada. Dejaron atrás la estación con su deslucida placita y

enfilaronporunacallequeseinternabaenelpuebloyqueparecíasuejeprincipal.Pocas cuadras más adelante, Pissano tomaba nota de la plaza central, con sumunicipalidad y su iglesia, y de los plátanos de las calles, cuando la orilla de unamultitudlesentorpecióelpaso.Elautofueaminorandolamarchayelchoferesperóaquelagenteseapartara,peroalfintuvoquedetenerse.Entremurmullos,elcortejofúnebre se desplazaba incorporando gente de las veredas. Unos pocos prestaronatención al cochey a suspasajeros; lamayoría estiraba el cuello intentandover lo

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mássolemnedelcortejo,uncentrodonde,antesdequedesaparecieratragadoporloscuerposquesemovían,Pissanoalcanzóaverelféretrodemaderapulidaymanijasplateadas sobreuna cureña.Loempujabanhombresde levita.Detrásdel féretro seveían lacabezacalvadeunsacerdote,elsombreronegroconplumasdeunamujergorday las tocasblancasde lasmonjas; lasseguíaungrupocompactodehombresconelsombreroenlamano.Cerrandoelcortejoavanzabanfilasordenadasdeniñasyjóvenes con guardapolvos grises y moños de luto en la cabeza rodeadas por unheterogéneogrupodechicosydegentedelpueblo.UnaoleadaderezosyperfumeranciodefloresagostadasporelcalorinundóelautoyalcanzóaloscincohombresdelFord.ElchoferylaGarzasehabíanquitadorespetuosamentelasgorras.Pissanomiró pasar los guardapolvos grises y las cabezas conmoños negros flotando en lareverberación del sol. Le pareció una demostración apropiada a las circunstancias,algobienarmado.Erareconfortanteverenmediodeesaluzcegadora,laceremoniadelluto,elnegroentrajes,hábitos,moñosymedias.

—La hermana directora del Asilo de huérfanas —había informado la Garza,orgulloso de que el pueblomostrara, así, espontáneamente, a los porteños que sindudadisimulabansudesdén,unespectáculotanimportante—.Murióayer.—Esperóunmomentoyagregó—:Unapersonalidad.

Girólacarayclavólosojosenelhombreesposado.Pissanoadvirtióunachispaastutabajolavisera.Comosiselehubieraocurridoalgonotable,dijo:

—Noesmuybuenaugurio,¿no,Pissano?Ninguno de los hombres dijo nada. Pero él, ni siquiera pareció oírlo. Bautista

CristóbalPissanonocreíaenaugurios.—San Alfonso… —le dijo Bautista veinte años después, cuando su condena

estabacumplidayolvidadayhabíadecididovivirallí,cuandoyalahabíaelegidoaella,aSonia,sumujer,ypermanecíansentadosen lagalería,conversando todaesalargatardeynochedesuprimerdíajuntosenlacasa,contándoselosrecodosdesuhistoria,tratándosedeusted,comodesdeelprincipiolohabíanhecho—.Nuncahabíaoído nombrar a este pueblo.—El sol daba de lleno sobre las plantas del jardín yarmabaunjuegodeluzydesombraenlagaleríaatravésdelenrejadodemadera,elenrejadoconstruidoporél,porBautista—.Quieredecir—volvióahablardespuésdeunlargosilencio—…quefueesatardelaprimeravezquelavi,claroquesinsaberlo;despuéslaviunamañana,caminandoporlavereda,sola,tan…—seinterrumpió—,perolaprimeravezfueladelcortejo,ustederaunadelaschiquilinas.

Junto a él, a menor distancia que un brazo extendido, Sonia se recostó en elrespaldodelotrosillóndemimbre.

—Aquelveranodetantocalor.Ustedmedijoqueelautotuvoquepararseporelcortejo… fue en diciembre de 1926,me faltaba poco para cumplir doce años—lomiróconunasonrisa—.Yausted,paralosveinticuatro.

—Nuncacreíenaugurios—dijoBautistadeunmodoíntimo,comosinohablarayaconellasinoconlapipa,alaquehabíaempezadoacargarcongestospausados—.

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Nibuenos,nimalos.Enloscorredoresdemosaicosbrillantes,dondeseveíanlasmarcasdeeselargo

día,flotabanunsofocanteolorafloresmustias,casipodridas,yunzumbidolejano,comodeabejas.Deliahabíadicho:

—Sevadecabezaalinfierno.Eraunadelasmásgrandes,concuerpodemujeryganasdeabandonarelHogar

decualquiermanera.LasecundólarisitatontadeRamona,quehacíatodoloquelemandaban las grandes. Sonia se había sentido inquieta por esa idea. En el Hogaraprendíanquelasmonjasseibanalcielo,nuncaalinfierno.Peroahoralapreocupabaotracosa,algoquehabíadicholahermanaClara:SesuspendelaNavidad.Justoteníaque morirse una semana antes de Navidad. A Sonia le pareció un castigo, algoarbitrario que administraba la muerta desde el más allá. Delia repitió desafiante,comoparaquealguienlacontradijera:

—Laviejasevadirectoalinfierno.Otra vez las risitas de Ramona y el olor a podrido de las flores y el calor

sofocante.QuesevayaalinfiernoporqueporculpadeellasesuspendelaNavidad,pensóSonia.Sevelabaelcuerpoenlacapilla.Elentierroseríaalasseis,elhorariodeveranodelcementerio.

—Nodigasesodelantedelasmáschicas—opinóotradelasmayores.Deliaseencogiódehombros.Lascarasdelashuérfanas,exhaustasypálidaspor

elaburrimientoylaespera,sedestacabancomomanchasclarasenlapenumbradelcorredor.Soniahizoelgestodequémeimporta,peroestabaasustada.Elcastigodelinfiernolaaterraba.Diablosechandofuegoylospecadoresretorciéndoseenelaceitehirviendo.Comocuando lahermanaClarahacía tortadechicharrones.Los trocitosblancosdegrasavolcadosenlasarténsequedabanquietos,comoasustados,despuésseretorcíanychirriaban,sevolvíannegrosy largabanunolorque ledabaarcadas.Asídebíaquemarselagenteenelinfierno.

—Sonia, estás en Babia…—Delia le hablaba—. Andá a ver qué pasa. Hastacuándonosvanateneracáparadas.

Los cachetes ardiendo de calor, aquella tarde de diciembre, un poco antes deNavidad,diráSoniaen lagalería,cuandoellacaminabaporelcorredor rumboa lacapillaporquehabíamuertolahermanaMaríaEscolástica;teníasesentayseisaños.ASonialeparecíancien.Lanoticiadelamuerte,lanocheanterior,justodespuésdela cena, había volado como un fantasma por los corredores. Apuros, susurros,corridas,puertasquesecerrabanyvolvíanaabrirse,labrisanocturnaquedeprontointerveníayvolabaloscamisones.LahermanaClarapasabaentrelascamasdiciendoDiosmío y cierren la puerta hasta que las llamemos y que una de las grandes sequedeacargodeldormitoriodelasmáschicas.Sonia,ensucama,sehabíaasustado.Se murió. A la mañana estaba viva y ahora estaba muerta. ¿Cómo podía ser?Apagaronlaluz.Setapóconlasábanahastalosojos.Enlosvidriosesmerilados,lascopasdelosparaísosiluminadasporlaluzdelalunavibrabanmovidasporelviento.

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Lesdabaunefectomuylindo,pensabaSonia.Perolalunanoseveía.Lalunaestabaarribadetodo,comocolgadasobreeltechodelAsilo.Unadelasgrandescaminabaporelpasillodeldormitorioapantallándoseconunarevista.EraEster.Cuandopasóal ladodesucama,seagachóyledijo:Eldiabloandapor lacasa,Sonia.Cuidadoquenotellevejuntoconlavieja.Soniaapretólasrodillascontraelpechodebajodelcamisón y hundió la cara en la almohada. Las manos negras con uñas negrasagarradas al borde de la ventana y un jadeo como de chancho peromás fuerte, apuntodeasomarlacaradeunmuertodelcementerio,todacomidaporlosgusanos;cuidado,dijoEster,yellasepreguntaba¿dedóndesalíanlosgusanosquesecomíanalosmuertos?,¿vivíandebajodelatierraosehundíandesdearribahastaabajo,hastaencontraralmuertoymetérseleporlosojosylanariz?Sacólacabezadedebajodelasábanaporqueseahogaba.Eldormitoriorespirabaencalma,debíadehaberpasadounbuenratoporquehabíancerradolaventana.

Con un ademán de impaciencia,Delia la chistó. Sonia no sabía cómo se habíadistraído;seapuróporelcorredorenbuscadenoticias.Loszapatosrechinaban,unomásqueelotro.Doblóalfinalyseasomóalacapilla,repletadegente.Nadahabíacambiado:veíaelcajónconlamuertafrentealaltar,losvelonesyaconsumidosylasmonjas y toda la gente llenando la doble fila de bancos; muchos parados. Condisimulo,apoyólacaraenlapiladeaguabendita;eralindoelfríodelapiedra,enuncachetey en el otro.Volvió casi corriendoydio lasnovedades.Todoestaba igual.Faltabatodavíaparaelentierro.

—Quéesperan,conelcalorquehace.—Medescomponeeloloraflores.—Esoloramuerto.—NovaahaberNavidad.LutorigurosohabíadicholahermanaClara.Debensermásbajasquelahierba,

decíalamuerta.Másquehumildes,humildísimas,conlabocachingada.Ahoranolodiríamás.Medias negras, zapatos negros,moño negro en la cabeza, guardapolvosgrises con tablas y un lazo que anudaba atrás. No eran feos sus zapatos, pensabaSonia, un poco adormecida por el calor y el zumbido de lasmoscas revoloteandosobrelascoronasdeflores,sóloqueselesnotabalatinturanegradeapuro.Conellutonopodíanreírsenihablaraltonicantar,yalohabíaadvertidolahermanaClara.Derepente,elfondodelcorredorentróenmovimiento.Lashicieronformarcontralapared, bien derechas.Apretadas para hacer espacio.A lomejor a la vuelta servíanchocolate,comolosdomingos,seleocurrióaSonia.Quéeraaguantarelcaloryelolorapodridosiseguramente,contodaesagenteimportante,alavueltaibanatomarchocolate.Vosestásloca,chocolateconestecalor,dijoRamona.Ruidosdezapatosarrastrándosesobreelmosaico,viniendodesdelacapilla.Laspersonasmásnotablesdelpuebloestánacá,dijolahermanaClara,hastaelintendenteylaseñora,unagordacon sombrero de plumas que las había llevado una vez a pasear en automóvil.PasaronhombresqueSonianuncahabíavistollevandoelataúd.Detrajesoscurosy

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unoconunacadenadeoroque lecruzaba lapanza;adelante ibaelcapelláncon lacaratranspiradaleyendoenvozalta.Elcajónconlamuertahacíaunruidoraroyeraelchirridode las ruedasdebajodelpañonegro,que llegabacasihastael suelo.Lamonja a cargo dijo: «Media vuelta» y todas giraron, con torpeza pero giraron. SeabrieronlasdoshojasdelapuertaprincipaldelHogar,lasquenuncaseabrían.Laluzfue tan cegadora que los hombres y el cajón se adelgazaron y hundieron en elresplandor, así los recuerda Sonia después de tantos años, volviéndose invisibles.Hastaqueellasmismasllegaronalapuertagrande,sehundieronenlaluzysalieronalacalle,deslumbradasporelsoly lamultitudqueesperabaafuera.Nohabíacochefúnebre con los caballos negros con penachos en la cabeza que ella esperaba. Elcaminohastaelcementerio,ochocuadras,seharíaapie.Loshombresempujabanelcajón puesto sobre el paño negro que cubría la cureña, así les había explicado lahermanaClaraenunmomentodelalargaespera,yabajodelpañonegrolaspatasdehierroconlasruedas,queSoniavioyqueleparecieroncomolasdelacamilladelaenfermería,yquehacíanunquejidooxidado.Cruzaronelpasoanivelyelcajónconel paño y todo lo demás traqueteó fuerte al pasar sobre las cuatro vías con losdurmientes y la tierra despareja.Lo peor fue la cuesta abajo del terraplén.Ahí loshombressehabíanapuradoycondisimulohastaelcapellánhabíasostenidoelcajónqueselesiba.LahermanaClarasepusounamanosobrelaboca.Peronopasónadaysiguieron.Todoelpueblohabíasalidoalasveredasdelascasasylosmirabapasar;los hombres se descubrían y lasmujeres se persignaban.Cuando cruzaron la calleprincipal,Soniasesintióimportante.EraimportanteserhuérfanayestarenelAsiloporque la muerta era importante. Y las huérfanas tenían que marcar el paso, nodemasiadopero tampoco ir comoacadauna ledaba lagana.Soniabajó lacabezaparaque losquemirabanapreciaransuaflicción,ella,queeradelAsilocasidesdequenació.UnasiloejemplarenlaRepúblicaArgentina,decíalamuertaenlosactos,conlabocatorcida.Elsolpegabaconfuerza,comoapropósito;unperroamarilloseunióalafila,justoalladodeSonia.Leparecióquenoestababienqueelperrofueraenelcortejo,lovigilódereojoperoibabien,niseapurabaniseatrasaba.Yallegabanalarotondadelcementerioyalportóndeentrada.Ahísequedabanlosmuertoshastaque los gusanos empezaran a comerles la ropa y después la carne ¿y los huesos?Soniasacóelpañuelodobladoencuatroescondidoenelpuñodelamangaysesonólanariz,aunquesunarizestabaresecayardiendo.Lamarchasedetuvo.Alláadelantedisponíanalgoantesdeentrar,perodesdedondeellasestabannoseoíanada.Soniasedioun susto cuandovio aBiasi, el locodel cementerio, recorrer las filasde lashuérfanas, pidiendomananas. Lasmás grandes se rieron y empezaron a codearse.Mananas,repetíaeltonto,bajoycompacto,lacaraviolácea,elsacoconlamparones,lasmangasmuy por arriba de lasmuñecas; la cabeza subía y bajaba siguiendo laflexióndelasrodillas,característicadeBiasi.ElcorazóndeSoniasaltabademiedo,peroBiasipasóasuladosinmirarlaysiguióhaciaatrás,hacia lasfilasdelasmásgrandes.Adelante,juntoalarejadelportón,Labocachiquitaextendíaunbrazorígido

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conunramomezcladeyuyosyfloresdezanja,quenadierecibía.Soniaintentóverlabocaquelehabíaquedadocomomonedadediezcuandosecayódelcarro,peroelpañueloanudadoalacabezalehacíaunaviseracasihastalanarizylacaraestabaensombras.Labocachiquitaseguíaofreciendoelramoenvano,explicóSoniaaBautistaen la galería, hasta que una de las mujeres viejas, como para terminar con unproblema, se loaceptóyella sequedó tranquila,esperandoque todospasaranparaunirse,conesefantasmale imprevisiblecaminarde los locos,al finaldelcortejoyacompañaralamuertahastalatumba.

HabíanpasadoelportóncuandoRamonaletiródelamangayconuncuchicheoledijo:

—Miráallá,¿ves?—¿Quécosa?—Allá,contraeltapial,lacruztorcida.Soniamiróunrincóndelcementerioencompletoabandono.Lahiedradelmuro

reptabasobrelatierraytrepabaaunacruztorcidajuntoalahileradecipreses.—Quépasa—dijoconlaintuicióndealgodemiedo.—EnesatumbavivelaViuda,saledelcementerioalasdocedelanoche.—¿Quiéndijo?—bajoesesolparecíaimposible.—Me dijo Ester.Ahí está enterrado elmarido, ella lomató de una cuchillada.

Cuandoelrelojdelaiglesiadalasdoce,laViudasaleadarunavueltaporelpueblo,elqueselacruzacaefulminado.

La hermana Clara se les acercó con cara de enojada, les dijo que qué estabanpensando,quefueranconlasotras.Cuandosereunieronconlasdemásalrededordela sepultura haciendo un semicírculo, como lo había indicado la hermana, laformaciónserompió.Poraquíyporalláseabrieronhuecosysemezclótodalagentequenoqueríaperderseelentierrodesdelaprimerafila.Entonces,muchomáscercaqueloquenuncaibaatenerla,SoniavioaLabocachiquita,sucaradepasa,lasmanosinquietasyflacasqueseacomodabanunayotravezelbatónydebajodelbatónteníaotra cosa, como una tricota. No le había dadomiedo, recordaba Sonia, ni la caraoculta, ni las piernas secas como palos ni los pies descalzos del color de la tierra.Guardabaunaimagenalegredelcementerio:bajoelcielobrillante,elcortejoconsuscontrastesdetrajesnegrosytocasblancas,devestidosdecoloresdelasmujeresdelpuebloydesusguardapolvosgrisesy,muyarriba,detrásdeloscipresesydetrásdela tapiadelcementerio,bienalto,unpájaroquedabavueltasencírculo,unayotravez.TanaltoqueSoniahabíaentrecerradolosojosparapoderverlo.

Nohubochocolate.TampocohubofestejodeNavidad.Ellutodebieronllevarlounaño.Cuandoselosacaron,Soniayahabíacumplidolosdoce.

Si en aquellos primeros tiempos algún improbable viajero hubiera detenido sumarchaenesepuntoperdidoen la llanura,habría contadomás tardeque todos lospueblos de provincia se parecen: lugares monótonos, donde nunca sucede nada.Habría contribuido a esa visión el conocimiento superficial de los pobladores,

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semejantes a una familia numerosa deslizándose en armonía por el manso río deltiempo. De esta imagen idealizada y fugaz estaban excluidos aspectos menosbucólicosdelpueblo.Lacrueldaddeunamuerteviolenta,ladesconfianzahacialosforasteros, la condena perpetua a una madre soltera, la impunidad de un caudillolocal,laexplotaciónqueunoshombresejercíansobreotrosmuchasvecesdescubríanalaluzdeldíalamaldadinocenteperoferozconlaqueloshabitantescastigabanelpecado.Olaindiferenciacómpliceconlaquepermitíanmaledicenciasyabusos.Unalucha tenazentreelbienyelmalocupabaelespaciocelestedelpueblo, luchaqueterminaba dirimiéndose abajo en fábulas que rodaban de una generación a otra.Porque como en toda historia mitológica, en la de San Alfonso el imperativo detransmisiónseimponíasobreeldeveracidadyatendíaaloprincipal:perpetuarseeneltiempo.

San Alfonso, entonces, semejante a tantos otros pueblos de provincia en susplátanos, su plaza con su héroe largamente llovido y sus veredas altas comobarrancos,sedistinguíadesusgemelosdelallanuraporquehabíaenélunasilodehuérfanas y una cárcel. Hermanados por la vetustez y el estilo, los dos edificioshabíansidoconstruidoshacia1880,añosantesquelamunicipalidadylaiglesia.Elpropósitodeldobleemplazamiento,pergeñadodesdelacapitalydisimuladobajolaconsignadelgranfuturodelalocalidad,cumplíaconuncriterioporteñodelaépocaqueconsiderabaahuérfanosyaconvictoscomoseresquedebíanserapartadosdelasociedad,cuantomáslejos,mejor.Comoladistanciaesunvalorrelativo, la lejaníade Buenos Aires fue, para la aldea naciente, pura cercanía, y el efecto de laconstrucción, el opuesto. Si hasta ese momento el paraje había sido un huidizomontón de casas y ranchos que se deshacían en la reverberación de la tarde, losedificios altos y rojos hicieron sonar en los vastos campos desiertos el primeraldabonazo de la modernidad. Ajenos a cualquier especulación sobre huérfanos oconvictos, antiguos vecinos y pobladores recién llegados seguían con expectativaorgullosaelavancedelasconstrucciones.

Elarquitectohabíasido,enrealidad,uningeniero.Pormásquesebuscaraenlasfachadas no había lugar donde se perpetuara su nombre. En aquellos primeros ynebulosos tiempos, fueron, al fin, la curiosidad popular y la maledicencia las queguardaron el nombre de Ulriko Schmidt en el intangible limbo de la memoriacolectiva. El apellido italiano del constructor, en cambio, figuró con ahincadoscaracteresendintelesyfrentes,ycontinuóvivoyprolongándoseenvariasfamiliasdellugar.Eltiempo,laeconomíadelosrelatosyunacrecienteactituddeconfianzacampechanafuerondespojandoalnombredelingenieroprimerodeltítulo,luegodelapellidoyporúltimodelak,hastaconvertirloenUlrico,asecas.Sehablabade«lacárcel deUlrico» o de «el Asilo deUlrico» cuando semencionaban los edificios.Cosas excéntricas e imprecisas se contaban sobre este hombre singular: que eraaustríacooalemán,quesedecíadescendiente,aunqueconcambiodeletra,deuntalUlrikoSchmidl,viajerodenosesabíacuándo,quesupresenciaenestaslatitudesse

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debía a una amistad bullanguera con el más tarde presidente Juárez Celman (otraversiónapuntabaquesehabíatratadodeunabromadelministroWilde,quecumplíados propósitos: desembarazarse del ingeniero y, de paso, devolver a la embajadaalemanaunfavorotorgadoalcoronelMansilla),queteníaseisdedosenunamano,nosepodíaprecisarencuál,queestabaenfermodesífilisyqueundía,revueltaalvientolamelenagermánica,sehabíaprecipitadoalvacíodesdeunodelosaltosandamiosadosadosalagaritavigíadeledificiodelacárcel,enesemomentoenconstrucción.Lo sucedido en el andamio a persona tan principal, sobre todo cuando el puebloestabaensusalboresysushabitanteseranrespetuososde todoloquevinierade lacapital, siguió siendo un misterio desde entonces. Unos decían que, habiendoconocidoeldiagnósticodesumal,searrojóalvacío.Otros,queestabaenamoradodeuna mujer casada del pueblo que no le correspondía. La mayoría sospechaba queperdiópieycayóenestadodeebriedad,condiciónenqueselohabíavisto,aunqueenvaradoydistante,másdeunavez.Lociertoesquesumelenarubiaquedóaqueldíaseñaladodesparramadasobrela tierraflojaenelextremosurdeunacalledeloqueempezabaaserunpueblo.EltelégraforeciéninstaladoavisóaBuenosAireseldesgraciado suceso. Dos días más tarde, una comisión enlevitada de la capital sepresentóenSanAlfonso.Locambiarondeataúdy lodepositaronenuncarricochedonde, fuertemente sujeto con sogas, Ulrico fue llevado entre barquinazos, porcaminos de tierra dura, de regreso a Buenos Aires. Para aquelmomento, el Asiloestaba concluido y la cárcel, muy avanzada. Antes de partir, la comisión dejóexpresas órdenes oficiales: la construcción debía finalizarse tal como lo habíadispuesto el difunto. Por una inexplicable pero piadosa inclinación necrófila, elpuebloincipiente,quehastaentonceshabíallevadoelnombredeLaColoradaporelalmacén esquinero que parecía estar allí desde el principio de los tiempos, pasó allamarseSanAlfonso,díaque,enelsantoralcatólico,correspondióalqueUlricosedespeñódelandamio.

Consusgruesasparedesdeladrilloalavistadeunrojodeóxidoysuspuertasyventanas catedralicias, los edificios de Ulrico tenían un aire indefinible, de cosasajona, alemana o bávara, definitivamente extranjera. En el norte del pueblo,mandaba elAsilo; en el sur, la cárcel, cada uno levantado en los extremos de unacalle de tierra que corría a lo largo de veinte cuadras. En un plano invisible, losedificios obraron cuestiones más sorprendentes, si se quiere, ya que su ubicaciónentrañó una especie de principio teológico en la topografía original del pueblo.Porque hacia 1885, cuando el ferrocarril llegó a San Alfonso, las vías cortarontransversalmentelacallelargamarcandounanetaformadecruz,yseerigierondesdeentonces en inocentes y definitivas divisorias de aguas. A partir de ese momentocirculó, ambiguo al comienzo, pero preciso después y tomando forma de piedrafundacional,unplanomoraldelpueblo:haciaelnortedelasvías,reinabanelAsilodeHuérfanasyelbien,lugarnaturaldelagentedecente;haciaelsur,campeabanlacárcel, los hábitos delmal y la gente poco recomendable. Es casi seguro que esta

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versiónsedifundieraenelbarriodelnorte,cimentadaenlavisióndeloscontinuosreverberosdelfuegovislumbradosmásalládelasvías.Laschispasdelasprimitivaslocomotoras encendían los pajonales y en los ranchos miserables los braserosocupabanlospatiosdeadelante;estosfulgoresrojizosmásciertaslegendariaspeleasa cuchillo que se sucedían en aquellas cuadras desmanteladas le dieron al surcategoría de adyacencias del infierno. Las señoras del norte difundían que en esadirección perduraban, además, efluvios malignos de los herejes, hacía ya muchoexterminados.Todo locual fuemotivomásque suficienteparaqueelplanomoralpersistiera hasta mucho tiempo después que estos rasgos primitivos del barrio deabajohubierandesaparecido.

Siguiendo hacia el sur, después del cruce de las vías, las casas se volvíanmásmodestas,luegosehacíanprecarias,hastaterminarconloque,desdeelprincipiodelostiempos,sellamó«lafiladeranchos».Lugaragrestedondelacolumnavertebraldelpueblovolvíaalatierraelementalylaslamparitasmunicipales,cuandolashubo,apenas alcanzaron a disipar la oscuridad de las esquinas, pobladas de paraísos yladridosdeperros.Enunadeesascuadrascribadasdebaldíos,señaladaporlamúsicade guitarras y acordeones que en las noches de verano fluía de su interior, sedestacabaunacasadeladrillosinrevocaryconzaguánqueproyectabaunrectángulode luz en la vereda empinada: «Lo de Elvira», prostíbulo oficial del pueblo,hospitalarioy sinpretensiones, visitadodemanera clandestinapormuchos jóvenesdelnorte,conservaríasunombredécadasdespuésde ladesaparicióndesudueñayanimadora.SólounavezlodeElviraconocióelesplendordeunmomentodegloriayalcanzófamasimultáneaenlosdosbandosdelpueblo.Fueen1915,cuandopasóporSanAlfonsouncoronel retiradoqueconcentróporunmomento las esperanzasdelpuebloconlapromesadeinstalarunafábricadeembutidos.Fábricaquelanzaríaalalocalidad y a todos sus habitantes hacia un futuro de prosperidad sin fin.Hasta sellegó a hablar de exportación de embutidos a Chile y al Paraguay, países, dijo elcoronel, en los que una vaca holando-argentina de las más comunes y corrientes,habríacausadoasombro,cuantomás,loscerdosextraordinariamentedesarrolladosdela localidad. Nadie supo de qué cerdos hablaba, pero no importó. Estos y otrosdetallescomentabaelhuéspedlaúnicanochedesuestadíaenelpueblo,encasadelintendentemunicipal,dondeseledabaunarecepción.Mástarde,yenunapartedehombres,demostróvivointerésporvisitarlodeElvira.Conunadiligenciadignadelfin que se perseguía, las autoridades vecinales hicieron una rápida requisaconsiguiendo muebles y alfombras de las casas decentes para hermosear elprostíbulo,sóloporesanoche.Fuelaúnicavezquelosbarriosdearribaydeabajoestuvieron de acuerdo; el fin lo valía. El coronel retirado se llevó una buenaimpresiónypartió, satisfecho, reafirmandopromesas.Nunca se supo, sinembargo,que alguien tuviera la menor intención de levantar en aquel punto perdido de laprovinciaunafábricadeembutidos.Peroelmomentosehabíavivido,losplanessehabían hecho,Elvira había cumplido y huboun alivio general cuando el personaje

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subióal trenydejóatráslossaludosdesushuéspedes,queagitabanpañuelosenelandéndelaestación.

MásalládelodeElvira,lafiladeranchoslanguidecía,elpueblosevolvíacampoysobreveníalaoscuridadtotal.Antesdequeganaralacósmicanegruradelapampa,en la luz de la última lamparita, alzaba su vacilante sombra el almacén yamencionado, que no lindaba con nada y hacía su propia esquina. De ladrilloscarcomidosporlalluviayelsol,paredesaltasyazoteacoronadaconruinosasánforasde mampostería, La Colorada había sido pulpería visitada por gauchos, indios ysoldadosantesdecualquierotracosaquesehubieralevantadoeneldesiertoamarilloyverde.Vecinaaesascuadrasdesmadejadas,empinabasusombríasiluetalacárcel,delaquesobresalía,enloalto,lagarita,desdedondeUlricosehabíaprecipitadoalvacío,encontrandolamuerte.

Terminódepasarelcortejo,dejandounreguerodemurmullosyflorespisoteadas,yelFordremontódespaciolacalleprincipal.LaGarzayelchoferseencasquetaronlasgorras.Entrescuadras,elempedradodelcentroquedóatrásylacallesehizodetierra. Un poco más afuera, la humildad del pueblo en casitas de emparrados yligustrinas, casi en el límite con el campo, le gustó a Pissano, y por unmomentodisipólareflexiónenlaqueveníasumidoenel trenyqueahoravolvíaaasaltarlo,comosi lanovedaddelcampo,del solydelpueblo laecharanafuera,aplena luz,para dejarla expuesta. La contradicción entre un carácter violento y la elecciónpacifista, aquellono resistía elmenor examen, tenía razóndonMiguel.Aferró confuerzalacorreadecuero.Recorríanunaúltimacuadra,cuandoBautistavioerguirseadelante la silueta rojiza de la cárcel. Los ladrillos a la vista y las torretas devigilancialellamaronlaatención,comoalgoantiguoydeunestiloextraño.

—Tu nueva casa, Pissano. ¿Qué te parece?—LaGarza se había ladeado parahacer laobservación.La ironíano ibadirigidaaél, sinoa loscustodiosdeBuenosAires, ante los que el gendarme parecía sentir la necesidad demostrarse en plenodominio de la situación. Se abrió el enorme portón de rejas con ruido de goznesviejosysecerrótrasellos.Pocodespués,escoltadosporlaGarza,caminabanporunoscuroyabovedadopasillohastaeldespachodeldirector.Unahabitaciónde techoalto,conlaluzencendida.Elescritorio,llenodepapelesycarpetas,noestabaenelcentrosinohaciaunrincón,cercadeunacajafuertedehierro,altayangosta;todoalolargodeunapared,gruesosarchivosdemaderaoscura.Ungrancrucifijocolgabaaespaldasdelasilladeldirectorypresidíaelrecinto.ElpersonajequelosesperabaleinspiróaPissanounrechazoinstintivo.Bajo,vestidodecivil,elchalecocruzadoporla cadena del reloj, bigotes aceitados de puntas vueltas hacia arriba y el peloengominadodivididoporunarayanítida.Conlasmanosenlaespalda,Pardeiro,eldirectorde lacárcel,se leacercó.Pissanole llevabamásdemediacabeza,peronoeraalgoquepareciera inhibiralhombre.Losojososcuros,bordeadosdenegroporpestañas cortas y tupidas, lo miraron directamente a la cara. Sacó la mano de laespalda,sosteníaunpapel.

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—Pissano, Bautista Cristóbal. Veintitrés años, viudo. Ácrata, indocumentado.Sedicioso,vinculadoa lavoladuradelaembajadadelosEstadosUnidos…—Hizouna pausa, un marco para lo que iba a venir—. Nosotros te vamos a enderezar.Tenemosmucho tiempo. Te advierto solamente una cosa: acá no se jode; estamoslejosdelaCapitalperotenemosnuestrosmétodos,estasparedessonmuygruesas.

Pissano tuvo lamisma impresiónqueconGuzmán.Se representabaunaescenadestinada, más que a él, a los oficiales de Buenos Aires. Pardeiro le ordenó a laGarza: «Lléveselo». El oficial de cara colorada le abrió las esposas. El director sedespidiódeloscustodios,aquienesinvitóapasarporlacocinadelpersonalatomaralgo;yairíaélporalláasaludarlos,dijo,ycerrólapuerta.

Dosañosdespuésdeaquellaescenainicial,eldirector,imbuido,comolegustabadecir, del mandato de autoridades superiores —mandato inexistente ya que unaarcaica burocracia había enterrado en el olvido la provincial cárcel deUlrico—, lepermitió a Bautista Pissano leer. Un mediodía del verano de 1928, uno de losguardiaslollamóaparteyleentregóunrecortedeldiariolocalElImparcialjuntoaunatadochicodecartas.«DiceeldirectorPardeiroqueahorapodésleer».Tambiénseleautorizabaarecibirycontestarcartas.Elpresohabíamantenidounaconductaintachableyyanoparecíarevestirningúnpeligrodesedición,fugaomotín,miedosque habían precedido y acompañado su llegada a San Alfonso. El director habíaguardadoelrecortedeldiarioporque,deunmododifícildeexplicar—nadiehubierapodidoencontrar laspalabras—,Pissanoeraunorgullopara la cárcel.Enun lugardonde purgaban penas cuatreros, homicidas rurales, ladrones de gallinas, crotos ylocos mansos, la llegada de un preso político puso a todos en un estado dequisquillosa alarma a la vez que de franca expectativa. Pissano tuvo la virtud desacudirlainterminablesiestadeledificiodeUlrico.Sepensó—setuvolaesperanza—que la institución iba a poder demostrar su capacidad para una emergencia.Alcabodeunosmeses,lasilenciosareservadePissano,supuntualidadparalavarselaúnica muda de ropa que poseía, terminaron por tranquilizar y, de algún modo,defraudaralpersonal.Debióadmitirsequeel ácratanoproducíadisturbios,quenoiba a ser necesario hacer sonar la sirena, usada por única vez en 1904, cuando unconato de incendio amenazó propagarse por el edificio, ni pedir refuerzos depersonal.Elpresonodiomotivosparaelcelocarcelario.Yfueenesadirección,ladesucomportamiento tranquilo,quepoco tiempodespuésPardeiroempezóaalbergarsuspropiosplanesparaelrecluso.

Esanocheensucelda,PissanodesdoblóelrecortedeElImparcialyloaproximóa la vela. Los pobladores de San Alfonso no prestaban atención a los sucesos deafuera,absorbidosporcuestionesdomésticasdecomprayventadevacas,adulteriossospechadosyheladastardías.Dentrodeesamonotonía,aparecióensudimensióndeverdadera noticia, enEl Imparcial del 17 de diciembre de 1926, la nota sobre sullegada a San Alfonso como nuevo residente de la cárcel. El título decía:«Escarmiento.Unsedicioso llegaanuestraciudad».Sobrevolóelescrito.«Bautista

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Pissano,deveintitrésañosdeedad,viudo,trasladadoayerporferrocarrilprocedentedeBuenosAires…alojadoenlacárceldenuestraciudadporlosdelitosdesedición,desorden,resistenciaalaautoridadyparticipaciónenlossonadosincidentesdemayopróximo pasado contra la embajada de los EstadosUnidos deAmérica enBuenosAires…agravadosporelhechodequeelácrataes“indocumentado”ydesertordelEjército Argentino… de oficio carpintero… asiduo concurrente al local de laFederación Obrera Regional Argentina (FORA), panfletista, orador y asistente amitines…».La nota seguía a toda página. Sumirada fue al párrafo final, donde elcronistaanónimosepreguntaba—haciéndoseecodelopublicadoensumomentoporundiariodeBuenosAires—sinohabríansidolasideasdesviadasyateasdePissanolasquehabíanllevadoasujovenesposaaquitarselavida.

Retorcióelrecortecomosifueraunamechay loquemóenla llamade lavela.Porunossegundos,elfulgoriluminóalgomásallálaoscuridaddelacelda.Revisólascartas,todasabiertas.DosdesuhermanaMaría,unadesupadreconsutoscaletradecampesino:sealarmabanporsusilencio.Dosdelabogado.Tomóunaalazar.Erala primera, llegadapocodespuésde su ingreso.Nadaque él no supiera: había queesperar, la causa estaba demorada en una de las dependencias judiciales. La dejósobre la litera. La otra era de escasos dos meses atrás. No lo olvidaba, pero unaapelaciónsehacíadifícil.Lostiemposestabanrevueltos.Bautistarecorriólaslíneas.Un sentimiento de furor le tensó los músculos. Cuando se serenó volvió a leer:finalmente, los habían ejecutado en la silla eléctrica; habían ejecutado a Sacco yVanzetti. Le pareció imposible. Pensó en los compañeros, en las reuniones queseguramentesehabríanhecho,enloquehabríapublicadoLaProtesta,yaunqueeranhechos ya sucedidos y clausurados, por primera vez lo aplastó la impotencia delencierro.Apagó el pabilo entre el pulgar y el índice y se echó en la litera.Estuvomuchashorasdespierto, lasmanosbajolanuca, lamiradafijaenlosbarrotesdelaventana,recordandoloqueledolíarecordar.Cincomesesdespuésdesullegada,undía le anunciaron que tenía visita. Su hermana y su padre lo esperaban en la salaenorme y helada. Ni siquiera habían atinado a sentarse. Desconcertados por susilencio, sin saber que le habían prohibido escribir, habían temido lo peor.Veía elgestodesuhermanaMaríacubriendoloshombrosdesupadreconunachalina,yasupadre,tanviejoyaytangastado,próximoalamuertequesobrevendríapocosmesesdespués,intimidados,empequeñecidosentrelasgruesasparedesrojizas,obligadosalviajeinterminable,alafondadelaestación.Supadre,quehabíatomadountreny,alavejez,habíaconfirmadolainjusticiacometidaviendoaquelcampointerminableeinculto.Nohabíanhabladodelcampoenlavisita,peroBautista lovioensusojos.Tratabandeencontraralgoparadecirledesuexpediente,perolostressabíanquenohabíanadaquedecir;nohabíaexpediente.Sucasoquedaríaenterradoparasiempreenunarchivo.

Enesepueblodormidoenelpolvo,lossucesosenlosquesehabíavistoenvueltose volvían remotos, se despojaban de la resonancia que habían tenido en los

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tribunalesdeBuenosAiresyenbocadelabogadodeoficio.Aquellamañana,enelDepartamentoCentraldePolicía,laimagendesupadreconlagorraentrelasmanossesuperponíaaladesuúnicavisitaalacárceldeUlrico.Lasúltimasvecesquevioasupadre, reflexionóPissanoen la litera,había sidoentre lasparedesdeunacelda.«Anarquista, participante de los disturbios en el atentado contra la embajada deEE.UU.yenelactodeprotestaporlacondenaaSaccoyVanzetti»,habíaleídoelabogadoalmismo tiempoque leofrecíauncigarrillo.«¿Antecedentes?»,preguntó.Pissanofumóensilencio.Noteníaantecedentes,peronohabíacontestadonada;igualloibanacondenar,ibanainventarantecedentes,ibanainventarpruebas.AlahoradelabombapuestaporDiGiovanni,élestabaenlaotrapuntadelaciudad,enunmitindeestibadores,domingoalasoncedelanoche.Lohabíantenidodesnudoenelpatiodurante horas bajo la lluvia y después todo lo demás.El abogado lomiró;miró elcorte profundo que le abría la ceja izquierda, el ojo cerrado, los moretones en lamandíbulayenelcuello,elgolpeenlaclavículaysacudiólacabeza.«Porelboqueteque dejaron en la puerta pasa un hombre sin agacharse.Menos mal que no huboheridosnimuertos;porlahora»—comentó—.«¿ConoceaDiGiovanni, tienealgoqueverconél,conlosquelosiguenoconelperiódicoCulmine?».Pissanolomiródirecto a los ojos, con cara impasible. El abogado le devolvió la mirada. Con unsoplidodeimpacienciadijo:«Escuche:estonoesuninterrogatorio,nosoylapolicía,soysuabogado;sinomedicealgo,levaairmal».Bautistaalfinabriólaboca.«Nocompartolatácticadelatentado;lehacemalalmovimientoanarquista.AlasoncedelanochedeldomingoyoestabaenunmitinenBarracas;doscientosestibadoresselopuedendecir».Comosiporahífueranauncallejónsinsalida,elabogadocambiódetema.«Peroestosdíashizolahuelgadehambreconlosotrospresos».ComoPissanonoabriólaboca,elabogadodijo:«Lopeoreselasuntodelalibretadeenrolamiento,esocomplica todo.Cabe la figuradedesertor».Sehizounsilencio largo.Comoélseguía sin hablar, el abogado concluyó, fastidiado: «¿Me puede explicar por quécarajo está indocumentado a los veintitrés años?». «Mi hijo está contra la guerra»,intervinolavozroncadesupadre,conelduroacentoitaliano,«novaadejarquelometanenelejército,quelomandenamatarinocentes».Elabogadovolvióasacudirla cabeza: «Ahora no hay ninguna guerra», dijo condescendiente, sin mirarlo.«Siemprehayunaguerra»,sentenciósupadre.Bautistapidióalviejoquesefueraalacasa.Perosupadrenosemovióyasíhabíacontinuado laentrevista.«Talcomoestán las cosas, con Alvear en persona metido en el asunto y los de la embajadasupervisandolosprocedimientos,conrazziashastaenRosario,podíanhabertedado,fácil,veinteaños»,dijoelabogado,tuteándolo.Loqueleimputabanerafalso,hablóalfinBautista;habíapruebasycientosdetestigosdequeélestabaenunaasambleadeestibadores,enBarracas.Leshabíavenidobienlodelaembajada,dijo,sehabíanllevadoacientosdecompañeros.«Nadiequieretestificar»,dijoelabogado,tirándosehacia atrás en la silla, «hombres con familia. Las cosas están pesadas. La LigaPatrióticasepusoadisposicióndelaembajada,haycazadebrujas.Haymuchagente

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marcadaquemejorniaparezca».Lehabíandadodiezaños.«EljuezBonifattiquierehacerverque escarmienta.Quieren aleccionar: nadamenosqueunboquetededosmetrosenlapuertadelosnorteamericanos.Yvossindocumento.Tesalvastedequeteaplicaranlaleyderesidencia»,concluyóelabogado.«Tevanamandarbienlejos,seguramente aUshuaia», fue lo último que había dicho.Algo, sin embargo, habíalogradoelescritopresentadoporelabogadoanteeljuez.Lapena,excesivaenañosenrelaciónconunacausanoprobada,sintestigosyresueltaconfusamente,seatenuócon el lugar: en vez de confinarlo a Tierra del Fuego lo habían mandado a SanAlfonso, un pueblo olvidado en el oeste de la provincia, cerca del límite con LaPampa.Noeraunmalhombre,elabogado;lahabíasacadolomásbarataposible.

Siguiendolacurvadelsol,laluzatraviesaelenrejadodemaderaydibujarombosde sombra, alargados y nítidos, sobre los mosaicos amarillos. El gato atigrado sedesperezasinapuroybuscasulugarentrelasmacetascongeranios;alfin,seechajunto a la pared. Sonia detiene sumano sobre la de Bautista. En el follaje de losárbolesyplantasdeljardínculminaelveranoyseinsinúanloscoloresdelprincipiodelotoño.

—Mire cómo brilla el verde del azarero, las hojas parecen de esmalte—diceBautista, y hace un gesto benévolo mirando a Sonia, animándola a que hable—.CuéntemedelHogar,cómofueparaustedvivirahí…

—Loprimeroquerecuerdoeseltañidodelascampanas—dijoSoniadesviandolosojosdeljardín—.Comosiloescucharaflotarenelairesiguiendoladireccióndelviento.Enel principiode todoestá el tañidode las campanas.Yome levantaba alalba. Inviernooveranome levanté siempre a primerahora.Me lavaba la cara conagua helada, en un baño frío y enorme, blanco como un hospital. Desde que meacuerdo me gustó la limpieza, hasta la exageración. Aunque había capilla en elHogar, los domingos íbamos a misa a la iglesia del centro, que llamaba con unrepiquemuylindo.Teníamosquecruzar lasvías.ElAsiloestabaenlasafuerasdelpueblo, no como ahora, que lo rodean casas con jardines y el barrio de losferroviarios.Caminábamosdeados,enfila;lasmáschicasadelante,lasmonjasatrás,con las más grandes. Los guardapolvos grises, medias tres cuartos y los mejoreszapatosquecadaunatenía.Zapatosnegros.Sinoerannegros,habíaqueteñirlosdenegro. Un domingo tomé con otras compañeras la primera comunión. Ese día, laiglesia estaba adornada desde la entrada hasta el altar con flores blancas. Las delHogarnossentamosenlosbancosdelfondo,igualquecualquierdomingo.Noséporqué,esavezyohabíaesperadoalgo,nosé,otracosa.Enlosbancosdeadelantesesentaban las chicas de familia, con vestidos inmaculados hasta el piso, llenos depuntillasyvolados.Pasada lamisaydevueltaalHogar,unade lashermanasdijo:«Parecían ángeles». ¿Ynosotras? ¿Quéparecíamos?No lo dijeron.En lamesadelcomedor nos sirvieron el chocolate, lo más esperado del día. Como era chica, elchocolate y el olor a torta me hicieron olvidar lo que yo había esperado durantemeses: sentarme en los bancos de adelante, ver qué hacía el cura, qué eran esos

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movimientos que sucedían allá lejos, delante de todo, y que apenas alcancé a vercuandomedieronlacomunión,peroapenas,porquedebíamantenerlosojosbajos.

Lasmonjas andabanpor los corredoreshablando solas.Los corredoresdabanauna galería en forma de herradura que bordeaba el patio central. Ellas les decíanclaustros;nosotras,lagalería.Aellaslesgustabadecirlosclaustros.Enelcomedornosordenábamossegúnlasedades,enmesaslargasybancosdemaderaoscura.Lasmásgrandes cuchicheaban,querían irse, apurarse a cumplirveintiúnaños, salir delencierro. Las más chicas nos poníamos contentas con poca cosa. Aquel día de lacomunión,comootrastardesdedomingo,nosvisitaronlasseñorasdelaComisióndeDamas; se turnaban. Nos traían pasteles, tortas fritas, ropa lavada y adecentada,juguetes arreglados a medias. Me sentía incómoda en esas visitas; no sabía quéesperaban que hiciera, yme quedaba tiesa en la silla. Las señoras se cansaban desonreír y de acariciarme el pelo y después se iban, suspirando. Hogar de Niñas yAncianos Desamparados, así se llamó siempre. Nos unía eso de desamparados.Felizmente estábamos aparte, las niñas y los ancianos. (La mano de Bautistadescribióungiroy seposó sobre ladeSonia enelbordedel sillón).A losdoceotreceaños,lasmonjasnosofrecíanacasasdefamiliaparacuidaraloschicoscuandolos padres no estaban. Igual nos venían a buscar sin que nos ofrecieran porque elHogarteníafamadelimpiezayeducación.Lamitaddeloquenosdabaneraparalasmonjas, la otra mitad para nosotras. Era justo. La mayoría de las veces traíamosrevistasviejaso ropausada.Sinosdabanplata,queera loque todasqueríamos, ladespedidasehacíamásdifícil.Habíaquedecirunasfrasesaprendidasdememoria.Nosdabavergüenza,perolasmonjasnosobligabanylasteníamosquerepetir:«Loque usted considere será bienvenido. Gracias y que Dios bendiga su hogar.Rezaremosporsufamilia».Asíteníamosquedecir.

Laprimeravezquesalítuvemiedo.Nosabíasiharíabienlascosas.Loschicoseranunvaróndenueveyunachicadetrece,demiedad.Erangrandesysepodíancuidar solos, pero a esas señoras les gustaba que fuéramos a sus casas. En SanAlfonsoesodabatono.Alahijatambiénlegustabaquefueraunadenosotras.Yolaconocíadelaescuela;erapresumidaigualquelamadre,lapresidentadelaComisióndeDamas. Se daba aires de señorita.En cuanto nos quedamos los tres solos en lacasa,medijo:

—Tuspadresquiénesson,dóndeestán.—Murieron.—Pero,¿quiéneseran?,¿notenésparientes?¿PorquétedejaronenelHogarde

lasmonjas?Comoyonoteníarespuestas,tratédecambiardeconversación,noqueríaquela

presidenta de la Comisión de Damas presentara alguna queja, sobre todo en miprimera salida. Para cambiar de tema le dije que sabía coser, que el vestido quellevabapuestomelohabíahechoyo.

—Estápasadodemoda—dijo—.Esastablasnoseusanmás.

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Habíaidoalbañoysehabíapintadoloslabios.—Esastrenzastampocoseusanmás—siguió—.Ahoraseusaasí,alagarçon—

se tocaba el pelo cortísimo—. Va a cuarto grado con trece años —le explicó alhermano,sofocandounarisita.

Aunque lacarameardíanopudedecirnadaporqueeraverdad.Apesarde serhuérfanas teníamos un privilegio: íbamos al colegio de las monjas, el mejor delpueblo.Sinohabíabanco, lasdelHogar teníamosquerepetirelgradooubicarnosdondepudiéramosparadejarlugaralaschicasdefamilia.Lasmonjasdecían:«Malnolesvaahacer».Lamayoríasecansabaylespedíaalasmonjasdeabandonar,quenoqueríanseguir.Yohicedosvecesterceroydosvecesquinto,peroterminé.

De a ratos me miraban y cuchicheaban con el hermano; se reían. Tuve laimpresióndequeel chico se reíaa la fuerza.Después secansaron.Mesentéen lacocinaaesperarque llegara lamadre.Medieronunas revistasviejasyunapollerausada.

Devueltaeracasidenocheycorrítodaslascuadras.Corríadesaforada,derabia.Hubiera querido pegarle una bofetada. Dos o tres bofetadas hasta dejarle la caravioleta,hastaque lesangrara lanarizy lesalieranmoretones.Trepéel terraplénendos saltos y bajé de las vías dejándome ir por la pendiente.Cuandovi las paredesaltas con ese color de cuero y las ventanas enrejadas y la puerta alta cortando laesquina, corrímás rápido.Ése erami lugar.Megustabavolver.Megustaba, sobretodocuandosehacíadenoche,correresascuadrascomosialguienmepersiguiera,cruzarlasvías,llegarsinaliento,pegarlacaraalapuertaytocarlacampanillaquesonabalejos,comoenelmediodelcampomuerto.Apretabalosojosconterror:¿ysino me abrían? ¿A dónde iría si no me abrían la puerta? Con la cara pegada a lamadera,losgolpesdelcorazónmevolvíansorda.Noséporquémegustaba,perolohacía.Correrylaespera,lospasosqueseacercabanydespuéselaliviodelapuertacerrándoseamiespalda,dejandoafueralaoscuridad.

ElHogareramilugaryhastaquepasóloquepasónomesentíamalahí.Lacamadehierroylamesadeluzquemecorrespondían,entreotrascamasyotrasmesasdeluz,eranmiscosas,aunquenofueranmías.Dechicamehabíacostadoentenderlo;nadadeloqueusabaeramíoysialgunavezmeiba,lasquehabíansidomiscosasseríandeotra.Nomegustabaparanada la idea,peromeacostumbré.Entoncesnosabía, nome imaginé que iba a cambiar, porque cuando crecí, cuando fui grande,necesité desesperadamente tener algo, que algo fuera mío. Me di cuenta muchodespués de que era así; brotaba aquí y allá esa necesidad, un ansia que no podíasofocar,comounincendioenelpastoseco.Loúnicomíoeranmiscosasdebordaryuncuadroquehabíacolgadosobre lacama.Esascosas sí eranmíasy si algúndíasalía las podía poner en una valija y llevármelas conmigo; las monjas me habíandejadocomprarlasconmisahorros.ElcuadroeraunaláminarecortadadelarevistaElHogar:unacasacontechodetejasenmediodelamontaña,delachimeneasalíahumoy tenía todas lascosasqueunahermosacasadebe tener,hastaunacasitaen

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miniaturaparalospájaros,enlapartemásaltadeunposte,eneljardín.Mirarlamedabaalgoraro,unasganaslocasdemetermedentrodelacasa.Simepasabaalgofeootristemirabalacasaymeanimaba.

Esanoche,lademiprimerasalida,nopudedormir.Esperéconlosojosabiertos;cadatantolosapretabaporquemeparecíaquesemeagrandabanenlaoscuridad.Conlaprimeraluzmelevanté,dejéeldormitoriogeneraldescalzaparanodespertaramiscompañerasyfuialacocina.LahermanaClaraestabaencendiendolacocinaaleña.Seasustóalvermedegolpe.

—¿Quéhacéslevantadatantemprano?Deuntirónledijequequeríasaberquiéneseranmimadreymipadre,quiénme

había llevado al Hogar. Se sentó junto a la mesa. Yo me quedé parada, los piesdesnudos sobre las baldosas heladas, pero no me importó. Conocía esa mesa dememoria,hastalaúltimaveta,hastalamásmínimaherida,hastaelbordesuavequedoblaba hacia abajo; mis dedos la habían recorrido desde que tenía memoria. Nopodía levantar los ojos de lamadera, como si las vetas fueran a decirme algo. Sindarmecuenta,habíaempezadoapasareldedoporlajunturadelastablas.Lamonjametomólamano.

—Tetrajeronunosvecinos.Tuspadresmurieronenlaepidemia,cuandoelbrotedecólera,unoenseguidadelotro.Vivíanenunachacra.Noteníanparientes.Parecequetumamáeramuybonita.Teníasunañoymedio.

Sóloeso.Perofuesuficienteparamí;tanpocosdatosyelaliviofueenorme:yoteníaunpasado.Yhuboalgomás;algoextraordinario,quefuecomounadádiva,nosé.LahermanaClarasaliódelacocina;alospocosminutosvolvió,metomólamanoyenlapalmadepositóunacadenitadeoroconuncrucifijo.Mecerrólosdedos.«Erade tumamá, la teníapuesta cuandomurió»,dijo.«Te laguardábamosparacuandofueras más grande. Ahora la podés tener». La misma hermana me la pasó por elcuello.

(Sonia llevó unamano al pecho, sacó la cadenita y el crucifijo y los dejó caersobreelvestido).

LahermanaClarasiguióconeltrajíndeldesayunoynomemandóavestirme;devezencuandomemirabadereojo.Mesentéenelbancoalladodelaventana,encogílaspiernasyapoyélacaraenlasrodillas.Sentíelcontactodelacadenadebajodelcamisónymeparecióquelahabíallevadotodalavida:ahorateníaunpasado.Enelporvenirnopensabaporqueyonoteníaporvenir.Dependíadelasmonjasymásalládeellasnoeracapazdeimaginarnada.Eranellas lasquedecíancómoerayo:queera despierta, que podía enseñar el catecismo, que nadie bordaba comoyo, y ellaseranlasquedecíanqueeramodestaapesardetenerlindosojosylindopelo.Yomemirabaenelespejoparaversieraciertoperonoveíanada.Nosabíacómoera.Veíaloqueellasdecíanqueveían,peroyonomeveía.Tampocoalcanzoasabercuándoaprendíabordar,cómomeenseñaron;paramífuedesdesiempre.Cuandocumplíloscatorceañosmeencargaronelajuardelacapilla;lasmonjassedieroncuentadeque

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tenía idea,me dejaron hacer. Bordé pájaros. Bandadas de golondrinas demenor amayorrealzandolasesquinasyfloresmuychicas,apretadascomobotones,rodeandoramosde rosas,el ramoprincipalestabaenelcentro,atadoconunmoño,ydeahísalían dos cintas onduladas que recorrían el borde del mantel. Todo en blanco,alternandohilodesedaconhiloopaco.Enelcentrodecadarosatracéunospuntosdecolormatizado.LaComisióndeDamasmediounpremioporeltrabajo.Eraunlibrode tapasdurasyen laspáginas traíamotivosparabordar.Nodijequeamínomegustaba copiar los motivos, que me gustaba inventarlos. No sabía de dónde lossacaba,peromegustabainventarlos.

Sentadaenelbancodelaventanadelacocinapenséenmispadresmuertosenlaepidemia, enuna chacra, enuna casade la que salía humopor la chimeneay, porprimeravez,intentéimaginaramimadre.Erabonita,habíadicholahermana.Sentíelcalorde lacocinaen laespaldaynomeimportóserhuérfanayqueotrosmelodijeran. Tuve ganas de bordar los olmos y los cipreses que veía por la ventana yhubieraseguidoenelbancotodoeldíaescuchandolosruidosdetazasycucharassinohubierasidoporquelahermanaClaradijo:

—Andáavestirtequeenquinceminutossedesayuna.

FOTOGRAFÍASDEUNAEXPOSICIÓN

«Campamentodelferrocarril»,1884

Yfuehacia1884,cuando lamemoriadeUlricoy lacaídadelandamioestabanaúnfrescasenlamemoriacolectivaquellegarondesdeelestelasvíasdelferrocarril.Selevantaroncampamentosparecidosalosdelosgitanos,seacarrearondurmientesyseajustaronlosrielesparaseguirsiemprehaciaeloeste,dejandocadavezmásatráselpueblo,cuyaimperceptiblegibaenlallanuraseibaperdiendo,díatrasdía,hastadesaparecer. A veces, al costado de la vía, entre caballos y pilas de durmientes,moríanhombresquenadiesabíaquiéneseran.Hombresdeacentosextraños,llegadosdepaísesdistantes.Suscompañeros lesencontrabanun retratoborrosoenvueltoenunpañueloouncrucifijoenelbolsillointeriordelsacodebrinquelaempresavendíaa losobreros.Objetosquenoproporcionabanningún indiciosobre la identidaddelfallecido.El capataz revisaría entonces la listade los contratadospor elFerrocarrildelOesteytacharíaunnombre.Ytalvez,obligadoporlascircunstancias,diríaqueaquel hombre había sido fuerte como un buey para atornillar los rieles a losdurmientes.Haríaestecomentariomirandoelhorizonte,frentealascarasterrosasdelosotrospeones.Yesaspalabrasseríanunaespeciederéquiemanteelmuerto,paraquiensuscompañeroscavaronuna tumbaalcostadode lasvías.Lascircunstanciashabíandecididoquesushuesosquedaranallí,paratodalaeternidad,llevado,quizá,por el cólera o la tuberculosis. No obstante, semanas antes de ese día, hubo unmomentoenquelaenergíadelaluzestuvoporencimadeenfermedadesydesgracias

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ydecidióquelaimagendelhombreperduraraeneltiempo.Unamañanafría,entreelsonardelospicosdelacuadrilla,unhombrejoven,detrajenegrogastadoysombreroraído, llegó en un sulky,montó sobre un trípode una cámara, desapareció bajo unpañonegroy levantóunsoportequeexplotóprovocandounsegundode luzblancaenceguecedora.La luz atravesó la lente, impresionó laplacadevidrio cubiertaporunaemulsiónconhalurodeplatayprodujoelfenómenodeoxidación.Graciasaesteprodigioomilagro,indescifrableparalosobrerosdelferrocarril,elhombreanónimo,que poco después moriría, quedó para siempre, o al menos hasta tanto durase elsoportedecartón,juntoasuscompañerosaquellamañanadelúltimoterciodelsiglodiecinueve.

EnlavitrinadelMuseoMunicipal,cienañosdespués,loquellamaamirarloeslamínimacruzenvacilante tintanegraquealgunamano tambiénanónimaha trazadosobresucabeza.Bajolaluzdicroicaseráesacruzlaquesaltecomounsuavezarpazoalosojosdelespectador,capturesuatenciónyhagaquedemorelamiradasobreelhombre. De pie, serio, con los ojos fijos en el ojo de la cámara, el saco de brinabotonadohastaelvérticedelassolapascortas,lospantalonesdeformadosporelusoy los botines gruesos, cubiertos de polvo. El hombre, reducido a sus atributosvisibles, es pura imagen plana; la mano izquierda cuelga al costado del cuerpo,ahuecadaenlacostumbredelaherramienta,lamanoderechaseapoyaenelcabodelpico, la barbilla encajada un poco hacia abajo, en instintiva defensa de algunasorpresaquepudieravenirdel fotógrafoode lamáquina.Comolosdemás,vive laceremonia de la foto como un acto solemne. Rodean al grupo los bienes delferrocarrilquelosenmarcanconlaenumeracióndeloconcreto:caballos,durmientes,herramientas,vehículos.Cadahombreestádepiejuntoalosotrosy,alavez,soloyerguido contra el cielo. Aquel día sin fecha, el artilugio de la luz derrotóprovisoriamenteal tiempoyfueelportalpordondeelpresenteseescurrióhaciaelfuturollevandounfragmentodehombresyvidasdesconocidos.

«Descansodedomingo»,1912(Vecinosdeunachacra)

Desdeloscamposcircundantes,porencimadellotedetrigo,SanAlfonsoeraunalínea apenas quebrada sobre el horizonte. A veces, los domingos, se escuchabantraídasporelvientolascampanasdelaiglesia.Entonceslagentegirabalacara.Esloque se ve en la fotografía: unamujer joven de pie, junto a los que están sentadoscontralapared,enelfrentedelacasa.Lamujerjovennomiraalacámarasinohaciaarribayhaciaunlado,comosienelairevibrara,sostenido,unsonidoycomosiesesonido fuera más importante que la ceremonia de la foto. Y era así porque aqueltañido de campanas les daba la señal de que pertenecían a algo, de que no habíanvenido a esta tierra baldía para vivir como herejes; les fomentaba la esperanza ymitigabaladesazón,queserumiabaasolas.Aplacabalanostalgiadelasmontañas.Cuandoelsonido,fragmentarioperoinconfundible,cruzabaloscampos,hombresy

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mujeressequedabanmirandoendirecciónalpueblo;desconcertadosenelociodeldomingo,sintiendolainutilidaddelavidasineltrabajoembotador.Enlosjóvenes,eltañido despuntaba la nostalgia indefinible de algo desconocido, tal vez ligado alpueblo, al tren, a la compra de un pasaje. Más allá del pequeño abismo depensamiento enmedio del cual las caras de los retratadosmuestran una expresiónatónita, la boca un poco abierta y los oídos ávidos recibiendo el último eco decampanadadistante,nohaynada.Talvezráfagasdealgúnrecuerdo,perosobretodoesaliviandad,esesuspensodelséptimodíasinelcontrapesodeltrabajo,elanclaquelosatabaalatierra.Hombresseriosymujeresconelpañueloenlacabeza,sentadosjunto a las puertas de las casas blanqueadas, se dejaban estar, mudos, mirando laalturadelmaíz,elpatiodetierra,losperrosechadosbajolasombradelossauces.Lasmanos de esas personas son algo notable. Para el que lasmira décadasmás tarde,cuandoel centenariodeSanAlfonso, enunaocre fotografíadelMuseoMunicipal,aquellasmanos impresionan.Manosquesólohabíandescansadoen laenfermedad.Manos que habían lavado, atado, anudado, martillado, matado animales, roto laescarchadelinvierno;manoslastimadasporespinas,alambres,mordeduras,hachas,hierros candentes, tenazas, astillas de leña;manos que habían segado la espiga detrigo,escarbadolatierradura,quehabíansostenidolacabezadelniñosobreelpecho,quehabíanlevantadolahorquillayelpicoylapala,quehabíancocinado,amasadoelpanyelbarro,quehabíandadodecomeralosanimales,quehabíantrenzadotientosycuradoheridasyatajadogolpes.Manosgrandes,tostadasporelsol,llenasdevenascomosogas,desproporcionadasconrespectoalosflacosantebrazos,manosdededosgrandes,abiertos,depielagrietadayuñasromas,manosqueapenaspodíanadoptarlaactituddeentrelazarlosdedos;manosquietas,comoobjetosinútilessobreelregazo,ocolgandoalcostadodelasilla.Quedaríanenelpapel,impresasporelprecipitadoquímico,iluminadasporelhazdeluzqueapuntaalavitrinacuandoelMuseoyanofuemáselviejoMuseoMunicipalyfueelmodernoMuseoNuevo,cuandohubierasidoinconcebibleparaesoshombresyesasmujeressentadosenelfrentedelacasa,yparalamuchachadepieconlacaralevantadahaciaelsonidodelascampanas,quesus imágenes anónimas fueran exhibidas entre luces y ocuparan un lugar en unedificiotanimportantecomoaquél.

—Hábleme de sus padres…—Sonia acerca algo más el sillón de mimbre; leparececasimilagrosoqueBautistapuedarecuperarunpasadotanlargo,quesepierdemásalládepadresyabuelos;laposibilidadderestablecerhaciaatrásunacadena,derevivirnombresdepersonasydelugares.

Bautistaestádistraído;miraungorriónqueeneljardínsebañaenlatierrafloja.El sol de la tarde brilla en las plantas y se cuela por el enrejado de madera,adueñándosedelagaleríaydelpisodemosaicosamarillos.

—¿Dequétamañoseráelcorazóndeungorrión?—diceBautistayseríe.Soniatambiénsonríeyvuelveapedir:«Cuéntemedesuspadres».

A los cuarenta y dos años Bautista puede sentir que el pasado ha tomado una

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forma,casiunsentido,noestárotoenpedazoscomolepareció,aveces.Buscólaspalabrasyelhilodesuhistoria,másqueporelgustoderecordar,paracomplaceraSonia.

—Elcuradelaaldealehabíadichoqueerapeligrosoaprenderaleeryaescribir,queletraeríaproblemas.Peroelviejoinsistió;pororgullonoqueríallegaraAméricaanalfabeto, conmujer y cuatro hijos. Porfiaron los dos, porque el viejo no queríasabernadaconlareligión,peroelcurapusolacondicióndequeloslibrosfueranlosevangelios.Yaprendió.Siemprefueroncampesinos, toda lavida,él,misabuelosymisbisabuelos.Lamayoríavivía en la ignorancia, peromipadrevino esclarecido.Ibaaencuentrosclandestinosdondesediscutíasusituación,ladetodos.Noscontabaestas cosas amí y amis hermanos cuando pudimos entender, cuando vivíamos enBuenosAiresylaLiguriaeraunlugardejadoatráshacíaaños.Siempremepreguntécómopudohacerlo,trabajardesolasol,ahorrarcentavotrascentavoparatraernos,yquitarle horas al sueño para aprender a leer. Demasiado esfuerzo. A los cincuentaaños envejeciódegolpe.Entre1900y1901, la ideadevenir aAmérica empezóatrastornarlo. Uno de i compagni, un paisano, le pasó un folleto del gobiernoargentino.Ungauchoacaballomostrabaelcamposembrado,horizontesde trigoymaíz;elpaísnuevonohacíamásqueesperarlos,decía.Yoviel folleto,elviejo loconservó.Sehablabadeestatierra,allá,enItalia.Desdequesupoqueesperabanuncuartohijo,quefuiyo,ahorrócadacentavopara lacompañíanaviera.Reciénpudohacerloen1905.Nuncaconfióenlosagentesoficiales,algunoseranestafadoresquesehacíanpasarporagentesoficiales.Pululabanporlasaldeas,ofreciendoserviciosyayuda para todo tipo de cosas en América. Decían que representaban al gobiernoargentino,peroeranparásitosqueestafabanaloscampesinos.Cuandolemostraronunpapelalviejoyleseñalarondóndedebíafirmar,supoquevendríaporsucuenta.Sielcampesinoera tozudoydesconfiado,comoél, lepintabanunpanoramanegrodel viaje y la llegada a Buenos Aires. El viejo no cedió. No confiaba en lospantalonesacuadrosyelbigoteaceitadodelagenteoficialquesepaseabaentrelospobresconojosdelobo,decía.Sesentíaorgullosodenohabercaídoenunatrampaenlaquecayeronmuchos.Perocayóenotra,talvezporcabezaduranoquisocederyseenredó,juntoconotros,enlostrámitesdeuncontratodearrendamientodetierrasque nunca se cumplió; y él, que había venido a sembrar el campo, por necesidadterminóviviendoenlaciudad,trabajandoenunacurtiembre.Contabaqueenelviaje,despuésdeGibraltar,cuandoseabrióelAtlántico,yaparecíaotracosa,otromundo;hicimosdosescalas,unaenunaislaenelmediodelocéano,elviejonorecordabaelnombre,yotraenBrasil.TambiéncontabadelcrucedelEcuador.Muchoscreyeronqueseibanaencontrarconunalíneatrazadaenelmar,comounadivisión,vayaunoasaber,ysepasabaneldíaylanochemirandoelaguaporlaborda.Losdeprimeraclasefestejabanconbaileymúsica.Yonomeacuerdodenada,teníadosaños,peromihermanaMaríasí.Enelviajepasóalgoinesperado,yesto,elviejo,cadavezquelocontaba,conmimadresereían.EnlaescaladeBrasil,lasautoridadessepararona

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los hombres de las mujeres y los chicos. Dijeron que los hombres debían bajar atierra. Nadie explicó por qué. Los formaron en cubierta. Todos creían que losseparaban para siempre; lasmujeres y los chicos lloraban. Ella los abrazaba ymemiraba desesperada, decía el viejo, señalando a mi madre. Mi madre nuncaintervenía; siempre sonriente, le gustaba escuchar su propia historia contadapor elviejo.Deurgencia, loshombres tomaronunadecisión: sortearona tresparaque sequedaranconlasmujeresyconloschicos,porcualquiercosaquepudierapasar.Unodelossorteadosfuemipadre.Seafeitaron,sepusieronropasdemujerypañuelosenlacabezaysemezclaronconellas.Elviejolocontabaserio,despuésselargabaareírporque se acordaba de su compadre Giuliano, alto y flaco, vestido de mujer contremendosbigotes,quenohabíaqueridoafeitarse.Mimadretambiénsereía.Nadienosmirabaalacara,decíamipadre,noéramoshombres,éramosunhatodegente,bestias de trabajo, contadini. ¿Qué pasó? Los hombres bajaron, y volvieron, ydespués bajaron las mujeres con los chicos y también volvieron. Más tarde lesexplicaron: era la vacunación. La orden de vacunar a todos los del barco habíallegado desde Buenos Aires. En el puerto había habido casos de fiebre tifoidea ytemíanunaepidemia.Sinoestabanvacunados,nobajaban.

Pasaronlosmesesynofuimosalcampo.Ladecepcióndelviejofuegrande,peroladisimuló;nolealcanzósaberleeryescribirparalosembrollosdeuntrámitequeno entendía. Mi padre se encontró con una familia al borde del hambre.Recomendadoporunpaisanoentróenunacurtiembre,enBarracas.Yocomíalarabiademipadre,loveíaconsumirsevíctimadelaburocracia.Cuandoyoteníatreceañosseenfermó; tuvoquedejarde trabajar.No ledieronniuncentavo.Vinouncuraahablarledepartedelospatrones.Justoaél,uncura.Tuvimosquesujetarlo.Despuésvinoeloficialdejusticiaconeldespido.Yoconseguítrabajoenlacarpinteríadeunvasco,donMiguel,aquienlehabíallegadolanoticiadelamalasuertedemipadre.Elviejoteníametidoenlasangrelodelaletraynoshizoterminarlaescuela,atodos.Sinosmanteníamosenlaignorancianosibanasometer,aestafar.Asídecía,ynosobligabaalavarnoslacaraconaguaheladayaagarrarloslibros,siemprealanoche,también a María. Cuando estalló la gran guerra decía que, a pesar de todo, sefelicitaba,seconsiderabaafortunado,porque¿quéhubierasidoentoncesdemimadreydenosotrosallá,conélenelfrente,conlamiseriadelaguerra?Elviejosiempresiguió en la causa. Mis hermanos mayores, aunque amigos de la idea, buscarontrabajoynomilitaron;esamihermanaMaríaalaquesiempresentímáscerca.Seráporquefuimoslosquequedamosenlacasaconlosviejos.Yoseguídeaprendizenlacarpintería mientras terminaba la escuela. Un día, los compañeros me llevaron alcentro,cercadeplazaOnce.FuimosentranvíahastalaFORA,lafederaciónobreraregionalargentina.Eraunherviderodegente,detodoslosoficios,peonesportuarios,juntadoresdemaíz,casitodosanalfabetos;mepedíanquelesleyeralospanfletos,loscontratosdelapatronal.Ahíentendíelempecinamientodelviejo.Teníacatorceañosyeralaprimeravezqueibatanlejos,alcentro,quierodecir.VivíamosenBarracasal

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sur, que era como una frontera de Buenos Aires, un lugar donde la gente seencontraba.Losquebajabandelosbarcosylosqueveníandelinteriorcorridosporlamiseria.Curtiembresy talleresmetalúrgicos,esoeraBarracas.Losdomingos,enlos galpones, se reuníamucha gente a escuchar a los oradores de la FORA. Eranhombresparaaprenderdeellosyyoaprendí.Genteabnegada.Hombressolos,nosecasaban; no podían aceptar la responsabilidad de una familia. En una asambleaescuchéhablaradonMigueldeldinero,deldineroquecorrompe.Fueroncosasquemequedaronparatodalavida.Unoaprendíadirectamenteloqueteníaqueaprender:que un dirigente obrero no puede cobrar porque si cobra tiene un precio y enconsecuenciacualquieralopuedepagar.

—¿Y sumadre?—lo interrumpióSonia, como si temiera que se desviara y novolvieraahablardeella.

—Mimadre…—dijoBautista buscando la bolsita del tabaco y la pipa—, unamujerdemasiadocallada,vivióatravésdesumaridoysushijos.Jamáslaoíquejarsenilavienojada.Teníaungesto…

Bautistasedetuvo;Soniainsistió.—¿Cuál?—A lamañana, se arreglaba el pelo largo, suelto, tan fácil, enun santiamén lo

sujetaba conhorquillas, con un solomovimiento.Me acuerdo de su cara inclinadasobremicama,alamadrugada,despertándome.Abríalosojosyveíalacarademimadre.

Hizounapausa;exhalóunabocanadadehumo.—Aveces,cuandoalgúnmitineraenellocaldelcentromequedabaadormirpor

ahí,enunoscuchitrilesllenosdechinches.Mimadresepreocupaba.CuandovolvíaaBarracasestabaparadaenlapuerta,mirandolacalle,esperándomequiénsabedesdequéhora,lasmanosenvueltaseneldelantal.Enesosañosyonomedabacuentadeesosgestos,deesoscuidados,deloquepodíancostarle;nomedabacuentadenada,sóloqueríaactuar,queríaacción.¡Acción!Estuvemásdeunañopegandocartelesybarriendoelpiso,repartiendopanfletos,ydespuéshabíaqueleer,instruirse.Erafrío,cansancioysueño,peronoimportabaporque,comodecíadonMiguel,noessóloloquelepasaauno,sinoloquelespasaalosotros;nuncaessóloloquelepasaauno,Sonia.(Bautistahizoungestoconlamanoderecha,comosubrayandoloúltimoquehabíadicho).Esto locomprendímuchodespués,porque,comove,enesosañosnopodía pensar en mi madre; ella era alguien que estaba ahí y que estaría ahí parasiempre.

LavozgravedeBautista seapagó,comosihubiera idodemasiado lejos.Enelsilenciodelatarde,unabandadadegorrionesbuscaelfollajedeunplátanoconunrevuelosecodealeteos.Elsoliniciasudecliveyalargalosrombosdesombraenelmosaicodelagalería.Soniahaquedadopendientedelaprimerapartedelrelato;suvoz, aunque baja, suena con algún apremio cuando se decide a hablar después delsilencio,comosidesearadesprendersedelasimágenesquenombra.

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—Yo tuvealguien,unavez,que fue comodemi familia.Fueen1929, cuandocumplíquinceañosymehicemiprimervestido,comodecíamos,deseñorita.Yamehabíacortado las trenzas;mipelosiemprefueunpocorebelde,yRamona,queerahabilidosaconlastijeras,mediounaformademelenacorta.Meacuerdomuybien:ésefueelañoquetrajeronalaNené.Cuandoalgunanuevallegaba,lapresentabandegolpe, sin aviso, a la hora del desayuno. Una de las monjas la acompañaba y leindicaba su lugar en la mesa. Nunca venía nadie al Hogar a traer a una huérfanaduranteeldía,comosilasmonjaslasencontrarandenoche,dejadasahíporalguiensincaraninombre,enelumbral,despuésdesonarunayotravezlacampanilla,parasalir huyendo a esconderse en la oscuridad. Llegadas del aire, como por arte demagia, las descubrían cuando se abría la puerta. Así me lo imaginaba yo, y algoparecido debió pasar conmigo aunque nunca me lo dijeron, hasta que yo se lopregunté a la hermanaClara.Mi primer recuerdo es estar sentada en una silla altamientrasunamonjameenseñaasostenerlacuchara.

Dijeron que la Nené tenía siete años, pero parecía menos porque era muydelgadita.Vinoconunoszapatosgrandesparaella,selesalíancuandocaminaba,lecomíanloszoquetes.Cuandolepreguntabancómosellamaba,elladecía:

—LaNené.Llorabadenochecontralaalmohada.Teníamiedo.Yosabíaquetardeotemprano

seibaaacostumbrar,perounanochenoaguantémás,melevantéyfuihastasucama.Leagarrélamano.Unratodespuéssehabíadormido.Desdeesanochemesiguióatodas partes. Estaba cambiando los dientes, le dije que los pusiera debajo de laalmohada,queunángelleibaadejaralgo.Yoseloscambiabaporcaramelos.EsolohabíahechoconmigolahermanaClara.LaNenéseempezóareír.Cuandollegónosereíanunca.Eradelomáshabilidosa.Leenseñéabordar.Pedípermisoylecompréunpardezapatos.Diosmío,cuandolosvionoentendíaquefueranparaella;despuésdeunratomeabrazóporlacintura.Noimaginéquepudieratener tantafuerza;eraalgocomoyonuncahabíavisto,esesentimientoenuncuerpotanfrágil.Sentíquemeahogabaycorríaencerrarmeenelbaño.Enelespejomevilacaradesfigurada,yo,que nunca lloraba. Empecé a pensar que tal vez un día, conmimayoría de edad,podríamossalircomosifuéramoshermanasy tenerunacasa.Unacasapropia,concosasnuestras,míasydeella,yocuidaríadelaNenéhastaquesehicieragrande.Lemostrabami cuadro de la casa de la que salía humo por la chimenea yme hacíailusiones. A la siesta, en el verano, nos sentábamos en las baldosas frescas delcorredoryhablábamosdelacasa.Mejordicho,ellamepreguntabacómoibaaserlacasa y dónde iba a estar. Y yo (Sonia se llevó lamano a la boca.Después de unmomentocontinuó)…porprimeravez inventéalgo, ledecíacómoeracadaunadelaspartes,lacocina,losdormitorios,eljardín,ycómoíbamosavivir.Perolascosasno son como uno quiere. Cuando la Nené cumplió diez años una familia que semudabadelpuebloyquehabíavenidoaverlavariasvecesselallevó.Unamañananoestabamás.Corrípor lospasillos.Labusqué.Grité.¿Porquénomelodijeron?

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¿Acasonosepodíahacernada?¿Nosedabancuentadequenoseibaaacostumbrar?Gritaba sin poder parar. Las monjas querían contenerme, hacerme callar; cuandopudieron,meagarraronentredosymellevaronalbaño.Meecharonaguafríaenlacara.

—Vaaestarmejorqueacá—medecían.Desde el piso grité que no, que era mi hermana más chica, que la dejaran

conmigo,queyola ibaacuidar.Queundía íbamosasalir.Enningunapartehabíaairesuficienteparamispulmones;nadaenelmundomepodíaconsolar.

—No era tu hermana—me dijo una monja—. Ya deberías saber que las quepasanporacáavecessevan.Vaaestarbien,laadoptaron.

Queríasaberadóndehabíaido,conquiénestaba,enquélugarlapodíaencontrar.Hablabayllorabaalmismotiempoycadapalabramesacudíaelcuerpoentero.Miscompañerasespiabandesdelapuertaentornadadelbaño;lasmonjasseagarrabanlacabeza,setapabanlaboca.

—¡Quiero saber! —les volvía a gritar—. ¡Díganme dónde fue! ¡Dónde lallevaron!

—Paraqué—dijolamonja,talveztemíaqueyomeescapara—.Ellaahoratieneunafamilia.Tevasaacostumbrar.

Estuveencamauna semana.Nopodía levantarme.Meobligarona sentarme,avestirme,acomer.Laspiernasmepesabanylospárpadossemecerrabansolosenlosbancos del comedor. Igual no comía nada, solamente quería dormir. Un día melevantédistinta.Habíaadelgazadoymerodeabanlosojosunosbordesvioletas.Losojosestabanfijos.Mebañé,mepeiné;supequenunca,jamás,meibaaacostumbrar,entoncesguardéalaNenéenelfondodealgúnlugardentromío,tanenelfondo,quemuypocasveceslavolvíaencontrar.Ésefueuninviernomuylargo.

(Enelposabrazosdelsillón, lamanodeBautistasehacrispadoalrededordelapipa).

Paranocaerenladesesperación,mepuseabordarunlienzo.Enelcentroteníaun ramo grande de flores rojas circundado por un halo de espinas. En la línea deabajo había pájaros vueltos hacia arriba, con las patitas encogidas y el picoentreabierto, como había visto una vez en invierno, un gorrión muerto bajo losárboles. Bordé un cielo con el sol y la luna juntos donde los rayos oro y plata seentrelazaban.Loscoloreseranrabiosos,lospájarosverdes,colorados,azules.DelasrosascaíangotasdesangrecomolasdelSagradoCorazón,peroloquehabíahechono teníanadaquever con la religión.Lasmonjasmemiraron;medijeronque erahermoso pero que no servía para la capilla. Lo compró una de las Damas de laComisión,lamismaqueunosdíasdespuésmepreguntósiyoqueríabordarparaunacasadeBuenosAires.Amímedabatodoigualydijequesí.

Unos meses después pasó algo, no tiene mucha importancia pero para mí fuecomo si el destino quisiera ayudarme o de algúnmodo compensarme por lo de laNené.FuecuandovinieronlosBenefactoresdelaOrdenysupelodemiapellido.

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Laescenahabíaquedadofijaensumemoria,comosipudieraverladesdeafuera.…porquecuandonohubomásbroncequepulirnizapatoquelustrar,llegóeldía

en que los Benefactores de laOrden, trasladados desdeBuenosAires, llegaron devisitaalHogar.Elgrupo,severoycircunspecto,pasóatomarcaféeneldespachodelahermanadirectora.Inmóvilesparanoestropearelplanchadodelosguardapolvos,lashuérfanasformaronfilaenelsalónyesperaron.Unahoramástarde,losseñoresentraron a verlas. Uno de ellos, el señor García, presidente de los Benefactores,extraordinariamentebajo sin ser enano,debigotesengominados sobre labios rojos,ojos húmedos y afligidos, caminó a lo largo de la fila; cuando llegó a la altura deSonia,sedetuvo,lamiróyseacercómás.Losuficientementecercacomoparaqueella percibiera el aroma a agua de Colonia. A Sonia la desconcertó saber que loshombresseperfumaban.ElseñorGarcíalaobservó,levantóunamanoycomenzóapasarle el dedo índice por la cara, delineándola de un lado a otro. Lo que vio elbenefactorfueunachicadelgada,detezpálida,melenacastañatumultuosasobrelacara,ojosgrises,muyclaros,deformatártara.

—Lindamuchacha.¿Dedóndees?Elhombrelamirabafijo.Soniasesintiómolesta,peronosupoquéhacer.Bajó

los ojos y, sin que ella misma lo notara, su nariz realizó un leve aleteo denerviosismo.

—Deunachacradelosalrededores,señorGarcía.—contestólamonjaceladora.—¿Edad?—elhombrelehablabaalahermanaceladoraperomirabalosojosde

Soniaque,sinsabercómocontrolarelmalestar,empezóaenrojecer.—Dieciséis—señorGarcía.—¿Nombre?—Reus, Sonia Reus —replicó la hermana, incómoda por tanta curiosidad

dedicadaaunadelashuérfanas.Ellemaera:másbajasquelahierba,todas.—Catalán —dijo inesperadamente el hombre. Como si frente a ella un mago

sacaradegolpeunapalomadelagalera,Soniaenelactoprestóatención—,apellidocatalán.Tus padres debenhaber sido catalanes, criatura, o tus abuelos.—Lehabíadejadolamanopesadasobreelhombroysedabavueltaparamiraralamonja.Conun amago de sonrisa agregó—: Los catalanes suelen tener estos ojos, tan claros.AlgunosoriginariosdelCáucaso,georgianos,también…—elhombresuspiróantelacara bovina de la hermana como el entendido que acaba de malgastar un datoinestimable en alguien obtuso.Volvió a pasar el dedopor lamejilla deSonia. Fuevisiblequelecostabaapartarsedeellayseguirelritualdelainspección.Sehizounsilencioquenadieosóinterrumpir.Alfin,lasolemnecomitivadehombresdenegro,con lasmanos tomadas detrás de la espalda, dejó por ya vista la formación de lashuérfanasycontinuólavisitaalasinstalacionesdelHogar.Aldíasiguiente,habíanpartidoderegresoaBuenosAires.

—Entoncestuve,ademásdelacadenademimadreydemiscosasdebordar,algomásquemepertenecía:elorigendemiapellido.

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Lasombradelatardehacaídosobrelacalle.LasiluetadeSoniaseinclinasobrelamesaovalada.HaservidounvasodevinotintoaBautistayotrodelimonadaparaella; busca con lamirada al gato que ya no está entre lasmacetas y lo encuentraechado en el pasto del jardín, luego se acomoda otra vez en el sillón y cruza laspiernas.Losrombosdesombrahantrepadoporlaparedcreandouncuriosofrisoapuntodedesaparecer,quebradosobreelángulodeltecho.

—De a poco fui encontrando otra vez el gusto por bordar y charlar con miscompañeras.Alosdieciochoañosmesentíamuybien,salíayentrabasoladelHogarlas veces que quería. No cuidaba chicos. Desde lo de la Nené las monjas me loprohibieron;teníanmiedodequemeencariñaraotravez.Ibaalcentrosolaaentregarbordados,acomprarhilos,adarunavuelta,sóloteníaqueavisar.Undía,alasiesta,medemorabaenlaplazaesperandoqueabrieranlosnegocioscuandoviunagitana.Estabasentadaenunbanco,conlaspollerasencimadasquelecaíanhastalospiesycantidaddecollaresypulseras.Losaroseran losmásextraordinariosqueyohabíavisto enmi vida y le llegaban hasta los hombros. Se echaba aire con un abanico.Cuandoestuvecercamemiró.Lasmonjasnoshabíanadvertidosobrelosgitanos—aveces,dechicas,noshabíanaterrorizadoconesodequelosgitanosrobabanchicos—,peroyonosentíningúntemor.Alcontrario,mehubieragustadosentarmeconellaen el banco, tocar la tela de sus polleras. Los colores chillones de la ropa mefascinaban.Eraunamujergruesa,deunoscuarentaaños,ynoerafea.Mehacíaseñasdequemeacercara.Yomequedéparada,sinsaberquéhacer;entoncesfueellalaqueselevantódelbancoyseacercó.Hacíacalorynohabíanadieenlaplaza.

—Tedigolabuenaventura,bonita.Sindarmecuenta,yomehabíallevadolamanoalpecho.Lagitanasonreía.—Damelamano.Notevaacostarnada.Notienesquedarmenada,lohagopor

gusto.Quieromostrarteelfuturo.Mequedécomounanimalencandilado.Medejósinalientoquemehablaradel

futuro.Yonoteníafuturo.EnelpresenteyenelpasadoyoveíalapuertadelHogar,pero en el futuro no veía nada. En el momento supe que era lo único que meinteresaba en la vida. La gitaname inspiraba cada vezmás confianza, como si laconociera desde siempre. Miraba mi palma entre sus manos, toscas y llenas deanillos.Fruncióelceñoyquedéensuspenso.Desarrugólacaraysonrióotravez.

—Eresmuyhabilidosa,muycalladita,peropordebajohayunvolcán.Aquíestá,aquí está loquebuscamos—sudedo seguíaunade las líneas—.¿Hasconocidoelmar?¿No?Aquíestáqueconoceráselmarmuyprontoyelmar traeunmuchachohermosocomounpríncipe.Sí,aquíestán.Muypronto,elmuchachoyelmar.Paratuperdiciónoparatusalvación,peroaquíestán.Lodemásvendráporañadidura.

Mesoltólamano.—Adiós,rica—dijoyvolvió,contoneándosedespacio,albanco.Enlosdíasque

siguieronnopudepensarenotracosaqueenlagitana.Quedéesperandoalgunaseñalde loquemehabíadicho.Pero,¿cómoibayoaconocerelmar?Nohuboninguna

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señal.Pasóoctubre,pasónoviembre,llegóNavidadypasóelAñoNuevo.Mesentabaa

lassiestassobrelasbaldosasfríasdelagalería,comolohabíamoshechoconlaNené.AvecesconRamona,peroyono teníaganasdehablar.Ni siquiera teníaganasdebordar.ParaReyes,laComisióndeDamasvinoatraerjuguetesparalasmáschicas.La secretaria de la Comisión,Marta Rossi, se encerró con la monja. Después memandaronllamar.

—LaseñoraMartasaledevacaciones—dijolahermana—,sevaporunmesymedio a Mar del Plata y quiere una muchacha de total confianza para que losacompañeysehagacargodeloschicos.Comoteconocebienpensóquesoslamásindicada.

LahermanaClaramemirabaconunagransonrisa.DebíponerunacaramuyraraporqueMartadijo:—Tambiénparavosvanaserunasvacaciones,Sonia.—Nuncafuialmar—dijesindarmecuentadeloquedecía.Lamonja y la señoraMarta se rieron.Dijeron que había puesto una caramuy

rara, y que justamente eso era lo bueno, que iba a conocer el mar, algo que megustaríamucho.

Soniasedetiene,haceunapausa,peronoescuchaelcompásdelosgrillosquesehanpuestoacantar;estáensimismadaenloquecuenta,enlaurgenciadeencontrarlaspalabras.AlcontrariodeBautista,ellanomedita,nopiensa.Quierequetodoelrelatosalgarápido,afuera,quelaabandonenlaspalabrasquehallevadotantotiempoguardadas,sincompartirconnadie.Dejaelvasosobrelamesaytomaaliento.

—Losdíasvolaron.Cuandoquiseacordarmeestábamosenlaestación,alladodeltren.AbracéfuertealahermanaClara,quehabíavenidoadespedirnos,yenseguidamediovergüenza.Nuncahabíahechounacosaasí,otalvezlohabíahechodechica,nosé.Estabanerviosa.Cuandoel trensemoviómequedépasmada.Ahíestabamivalija entre las demás valijas,mi asiento entre los demás asientos y el campo quecorríacomo locohacíaatrás. Ibaaconocerelmar.Martamehabíapedidoque losllamara Marta y Oscar; a ella no me costaba, pero al marido me salía decirle«contador». Cada vez que la miraba, ella sonreía como alentándome o comoqueriendodeciralgo,noséqué.Yoteníaojossolamenteparamirarafuera,mecomíaelcampoconlosojosyteníaqueobligarmeavigilaraloschicos,arecordarparaquéestabaenesetren.Cayólatarde,pasamosporpueblosyporestacionescongentequese despedía, enmedio de paquetes y valijas, como si fueran a una fiesta. En unaestación,unachicadeunosdiezañosseacercóalasventanillasofreciendopastelesenunacanasta.Tuveganasdecompraryconvidarlosperonosupecómo lo ibanatomar,podíanpensarqueerauncapricho.Antesdequepudieradecidirnadaeltrense movía otra vez y la chica quedaba atrás, en el andén, y después se perdían laestaciónyelpueblo.Encendieronlaslucesdelvagónyfuecomoestarenunacasaabrigada.Los chicos se habían dormido,Marta y el contador cabeceaban contra el

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asiento.Yoseguímirandoelcampoconlacarapegadaalvidrio.Hubieraqueridoquetodamividafueraeseviaje,nadamásqueeseasientojuntoalaventanilla.Nosabíaloquemeibaapasar,noteníaideadequeeseviajeibaacambiartodoparamí,mividaentera.

DeBuenosAiresconocí solamente lasestacionesde trenes; llegamosauna,enPlazadeMiserere,nosbajamos,ydebimos tomaruncochedealquilerpara ir a laotra.Elviajeporlaciudadfuelargo,peronovinadaporqueibaentreloschicosyelequipaje. Cuando entramos a la otra estación, la estación Constitución, no mealcanzabanlosojosparamirar,nuncahabíavistonadatangrande,lainmensidaddeeseedificiomeimpresionó,measustólaideadequepodíaperdermeynomemovídel banco, donde el contador y un changarín habían acomodado las valijas.Esperamosunahorasentadosysubimosaotrotren.

Oscar, el marido deMarta, era serio y hosco, con el pelo tirante para atrás yanteojosredondos,decontador.Comotambiénerasecoconsushijosesoqueríadecirquenoteníanadacontramí,queésaerasuformanaturaldeser,ymepareciómuchomejor que apenas se diera cuenta de mi existencia. La casa enMar del Plata eragrandeycómoda,aunqueMartadijoquenoera loqueesperabayencontróqueelbaño no tenía bien la ducha y que en el dormitorio de los chicos había pocaventilación;conunarisitaterminódiciendoqueseibaacallarlabocaporqueselashabía prestado un cliente de Oscar, de Buenos Aires, que tenía negocios en SanAlfonso y que a caballo regalado… Yo tenía mi propio cuarto aparte y esto meprodujounaliviotangrandequedebiónotarseenmicaraporqueMarta,quesehabíaquedadoenlapuertaenvezdeirseadeshacerlasvalijas,entróymetomódelamanoymehizosentarenlacamaalladodeellayempezóahablar.Dijoquequeríasermiamiga,quenohabíatantadiferenciadeedad,quepodíaconfiarenellaaunquesabíaqueyoeramuyreservada,queestabadecididaaquemesintierabienyquecualquiercosa que no me gustara debía decírselo, que yo tendría pocas obligaciones y quemañana mismo saldría a comprarme un traje de baño, que ya le había dicho lahermanaClara que yo no tenía, pero que nome preocupara por nada.Comopuderetirélamano;meproducíaincomodidadestarmirándolahablarmientrasmesosteníaapretadalamanoymimanoibasintiendoelcalordelasuyaahí,sobrelacama,hastaque al fin la liberé. Cuando salió sentí que debía decirle algo;Marta tenía buenaintención,erayolaquedebíaacostumbrarmeavivircongentequeapenasconocía.Lo que quería decirle era que no iba a ponerme unamalla. Sin embargo, no supedecirle nada. Saqué las cosas de mi valija y las fui colgando en el ropero. Losvestidosmeparecieronfeosylasvocesqueescuchabaenlacasa,desconocidas.Degolpe,hubieradadocualquiercosaporestarotravezenmicamadehierrojuntoalascamasdemiscompañeras.Nolograbacomponermeyalahoradelaprimeracenaenesacasadevacacionestodomechocaba,hastaloschistesqueMartahacíayenlosquequeríahacerparticiparalmarido,comosiquisieraromper lacáscaraantipáticadesucarácterparaqueyomesintieramejor.Porsuerte,conelcaféelmaridoabrióel

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diario y se puso a leer, lo que me dio un gran alivio porque ella lo dejó en paz.Justamenteloqueyonoqueríaerafamiliaridad,esomeintimidaba;losgestosentreellos,lacabezadelanenasobrelafaldadeMarta,lacercaníadesudormitorioconlacamagrande,todomeincomodaba.

—Oscaresunhombreunpocoserioperomuybueno.Yavasaver.Terminábamosdesecarlosplatos.Ledijequeparamíestabamuybiencomoera.

Mevencíaelsueñoporelviajeyporelnerviosismoacumuladoenesedíaquemeparecióinterminable.

AldíasiguienteMartamehizoprobaruntrajedebaño.—Tequedamuybien.Tenésunafiguradelgada,unaspiernasregias.Hizo una broma hablándole en voz alta al marido, que estaba en el comedor

conectando la radio. Por suerte no nos prestó atención. Pensé que me tenía queacostumbraryaqueibaapasarunmesymedioconellosymetraguélavergüenza.Sin embargo, hasta que dejaron de mirarme, me pareció un suplicio estar mediodesnudafrenteagentealaquenoconocía.

Elmarfuealgo…asombroso.Martamepreguntabasincesarquémeparecíayyono encontraba palabras para decirle. Quedé aturdida y la primera noche no pudedormir.Alamanecermedespertéacongojada,metemblabanlasmanos,tantoquesihubierallevadoalgúnbordadonohabríapodidosostenerlaaguja.Elruidodelmarsemehabíametidodentrodelacabezaypensarenesainmensidadmeprodujoterror.Aldíasiguientemeaniméaqueelaguamellegaraalasrodillas.Enunasemanamehabíaacostumbradopero,sinsaberporqué,alanochemedespertabaconesaextrañacongoja en el pecho. Elmarme daba congoja, como unas ganas extrañas de irmelejos,deestarenotraparte,pero¿dónde?Por lamañanaeracomosinadahubierapasado.Unmesymediomeempezóaparecerun tiempomuy largo.Nome ibaaacostumbrar.

Delaserie«CasasdeSanAlfonso»,1925-1935

Laseriedequincefotografíasmuestraelfrenteylosinterioresdedistintascasas,residenciadelasfamiliasdestacadasdeSanAlfonso.Compartenrasgosgeneralesdeestiloymobiliario.Casasdelargoszaguanes,concuartosalzadosyvariospatiosconárboleseuropeosyenormesmagnoliasqueperfumabanconahíncolastardesdelasgalerías. Se vendormitorios con roperos de lunas biseladas, cocinas amplias comosalonesypatioscolmadosdehelechos.Lasventanasdevisillosbordadossecierranpor la noche con postigos de madera. Comedores para veinte o más comensales,relojesdepéndulo, cepillosdemangodeplata.Tarjeterosdonde se anunciaban lasvisitas. A la noche, se trancaban las puertas y se encendían las velas de laspalmatorias. Casas pioneras, hondas y hospitalarias, de familias numerosas, con laentradaempedradaparacarruajes,degranportón,pordondesalíanlasseñoritasdelacasarumboalbaileanual.Mástarde,cuandoesaentradafuecruzadaporelBuick,elPackardoelNash,laamericanayelbreakquedaronarrumbadosenunrincóndela

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cochera. Sin embargo, ni las casas hospitalarias ni el Buick ni el Packard ni loscuartosnilosespejosnilafrescaoscuridadnielbaileanualnilosedificiosrojosdeUlrico alcanzaban a dar lamedida de un pueblo.O era unamedidamuy precaria,porque SanAlfonso, al atardecer, volvía a ser campo.Como si luchara demaneradesigual contra la fuerza centrípeta de la tierra que, al anochecer, imponíacíclicamentesudominiosobretodoloquesealzarasobreella.Lostrémulosfarolesakerosén de las esquinas desafiaban la noche durante un momento y luegolanguidecían y morían tragados por la oscuridad. El pueblo sucumbía. Con lainauguracióndelausina,en1912,lallegadadelaluzeléctricaabolióesesentimientotácito de derrumbe nocturno, y fuemotivo de celebración sin precedentes. La luzeléctricamarcó un antes y un después en la historia de SanAlfonso y le dio unadefinitiva e irreversible conciencia de civilización. Podía caer la noche pero lospuntos de luz lo clavaban a la existencia, trazaban un signo en la tierra negra,desafiabanalcampo,decíanqueallíhabitabanhombresymujeres,nomerasbestiascuyas vidas eran sepultadas cada noche, barridas de la existencia por la oscuridaduniversal.Aquellaredtrémulademinúsculospuntosluminososfueloqueloseparóparasiempredelmiedoadesaparecer.

«CasadelafamiliaZuloaga»,1933

Enlafotografía«CasadelafamiliaZuloaga»sevencuatromujeresjóvenes—talvez de los veinte a los treinta y cinco años—, sentadas en una glorieta en el patiointeriordeunacasa.Enlosrasgosseadvierteelairedefamilia—ojoschicos,frentealta,bocafina—,suavizadoenlaquesindudaeslamásjoven,laúnicaquesonríealacámara.Estánsentadasenunjuegodesillonesdevarillasdemadera,entregrandesmacetasdehelechos;sobrelamesitaaltasealcanzanaverlapava,laazucarerayelmatedeplata.

—Doña Elisa tuvo que hacerle unas alforzas debajo del busto para que no senotara.AyerSaritamemostróelvestido,cuandodoñaElisadormíalasiesta.

—Otraquealforzas,tablastendríanqueser.—Québarbaridad…Paramíponelemásazúcar.—Nuncaestásconformecómocebo.—Dicen que a él se le presentó el padre exigiendo el casamiento.Unviajante,

nadamenos.Pareceque tenía lavalijapreparada.Hablaronsolamente loshombres,ellaylamadresequedaronenelauto.¡Loquehabrásidoeso!PerodespuéslagenteseolvidaySantasPascuas.

—Talespalabras…—Amanda me dijo que sacó el vals completo. Lo va a tocar el sábado en la

tertulia.Nosécómohace,conlaasmáticaallado.Letienequeponersordina.Lavezpasadatuvoqueatarelpedal.Quécruzlleva.

—¿TecontóAmandalodelaBiblioteca?Medijoqueelotrodíafueasacarunlibro para donBartolo y vio a un hombre que no conocía, bastante interesante, un

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morocho alto, tipo italiano pero bien, no tosco… y ¿quién era? Juanita le dijo: elanarquista.

—¡Siestápreso!—Parecequeeldirectorlodejasalir.DiceAmandaquediceJuanitaqueesdelo

máscorrecto,peroqueundíaselevantódelamesayseleacercó,yqueellanosabíaqué iba a hacer y se puso nerviosa porque estaban solos en laBiblioteca y que lepidiópermisoparafumarlapipaenelpatio.

—¡Yencimafuma!¿AdóndevamosairapararconelácrataenlaBiblioteca?Yvosnodigasqueesinteresante,mirásiteoyepapá…

—Dicenquelosácratassoncapacesdecualquiercosa,quesinoveníaUriburu,alpaísnolosalvabanadie,queestabainfestadodeanarquistas.

—DicepapáqueelgeneralJustovaaenderezarelpaís.—ContalquenosedespierteelPeludo…EnMartínGarcíahastahabíaratasen

laceldadondelopusieron,salióenLaNación.Quéquerés,amínomeparecebien,alfinyalcaboYrigoyenfueunpresidentedelarepública.

—Dejálapolíticaqueesaburridora.MemostróSaritaelvestido:alforzasdesdeabajo del pecho hasta la altura de la cintura, ahí se abren y quedan amplios, paradisimular.Esosí,enestadoperodeblanco.Elcura,nimu.

—¡Deblanco!Sifueraunadelashuérfanas,quenotienenquiénlasaconsejeosifueraunadelbarriodelasmorochas,perounachicadebuenafamilia.

—DicedoñaElisaquetomóelvestidoporqueledabalástimalamadre…porqueella,comounamula.Nodicepalabra.

—Porquénosecasarádenegroyporelcostadodelaiglesia,digoyo.—LacasaMuriel trajo los figurinesde temporada.DiceAmandaquehayunos

trajesyunossombrerosregios.Parecequesalenmuchasmujeresfumando.—CosasdeParísydeLondres.—Sipapánosvieraconuncigarrilloenlamano…Nilosvaroneshanpodido.—¿Yqué?AcasolaabuelaFranciscanofumabatoscano,bienquesefumabaun

charuto,comodecíadonTiburcio.PobredonTiburcio,quéhombretanbuenoycómosabíadeplantas…Sefumabauncharutoahí,enlasillapetiza,conelpañueloenlacabezaynadiedecíanimu.

—Nodigascharutoquequedafeo,quelodijeradonTiburciovayaypase,perovosesotracosa.¿Cuándolavistevosfumar,aver?,sinitedebésacordardeella.

—DecíaeltíoPepequeeramedioindialaabuelaFrancisca,quelohabíacazadoalabuelocuandollegódeEspaña.

—Pavadas. No se te ocurra repetirlo… ésta es capaz de decir cualquier cosadelantedelagente.

—PerosieltíoPepedecía…—TienerazónAdela.Norepitasesascosas.Desdequequedóviudo,eltíoPepe

no anduvo bien de la cabeza, dormía sobre elmostrador abrazado a la escopeta…siempretuvoalgoconlosindios.Acáyanohayindios,aDiosgracias,yseacabó.

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—Yotendríaochoaños.Cigarrodechala,dijo,ahoraquemeacuerdo.—Si tenías ocho, hace doce. Justo un poco antes de que se muriera, cuando

andabapeorquenunca.—AcordatequeunavezdijoquehabíavistoalHombresinCabeza.—¡Cómo!,¿cuándo?—Unanochequebajódeltren,porelladodelossilos.Amímehizoimpresión.

Asíquenorepitas.—Sí,porqueéstaescapazde…che,estemateestáfrío.—Seríamosmedioindias…quéasco.—¡Querés terminar con eso! Dice Sarita que las sábanas y camisones se los

encargarondeapuroaSonia,quehubounrevueloenelAsilo.Lashermanasnoselos querían dejar tomar, que una que se casa en estado es mal ejemplo para lashuérfanas,perodespuésladejaron,por lamadre.Peroagarrate:Soniabordaa todovaporporqueladeRossiselallevaaMardelPlata.

—Mirávos,yyoenayunas.Al final, lahuérfanaestámejorquenosotras, conestacanículaterrible…

—Yo creo que la de Rossi exagera, que la lleva para darse corte de que tienepersonal.¡YaMardelPlata,nadamenos!

—Dicenqueelcontadorestáhaciendomuchaplata.Yonosé…—LavezpasadalaencontréaSoniacomprandohilosenlodeYapur.Senotala

educaciónquelesdanlasmonjasyquélindosojostiene.Lepreguntésimetomaríala blusa blanca, ymedijo que sí, que en cuanto terminara con un trabajo urgente.Resulta que el trabajo urgente era éste, pero ella nomedijo nada.Ni unapalabra.MenosquemenoslodeMardelPlata.

—Esalgoquenosésiestábien…—Lacuestiónesquebordadíaynoche.Parecequeeligierontodoelajuarentre

lamadreySonia.—Casileencarganelajuardelchico.—Ay,éstamedarisa…quésalvaje,quécosasseteocurren.Sonia ha llegado a un punto difícil de abordar. Su voz adquiere una sonoridad

metálica,comosiquisieraocultarsedetrásdeuntonoimpersonal.Eslapartecentralde su historia, la que se resiste a ser formulada y le causa inquietud. Bautista lopercibe:ahíestáelgestoqueloprueba,elmínimopalpitardelasaletasdelanariz,que ella ignora y que él quiere confiarle cuánto le ha gustado siempre; pero secontiene. Sonia está ahora sumergida por completo en su propia historia. Trata,entonces,Bautista,dequeelrelatodeellaentreenuncaucemásgrande,másamplio,quesevuelva,enloposible,másinofensivo.

—El amor puede asumir muchas formas. Es lo que creo —dice Bautista;deliberadamenteledauntonoexplicativo,casiimpersonalaloquedice—.Elquehasentidohondounaformadeamor,puedesentir lasotras.Ynohablosolamentedelamorentreunhombreyunamujer.Digoamoresmásanchos,comocuandounollega

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a comprender ciertas cosas comunes a todos los hombres, o amores más chicos,menos…porejemplo,yoamolosárboles,soycarpinteroyamolosárboles.Sevaareír,peroconozcotodosloárbolesdeSanAlfonso.Loquehagotienequeestarbienhecho,hastaser…digamos,dealgunaforma,hermoso;comolosárboles.Mireaquelfresno,quécopaimponente.

Anocheceylosárbolessonyasiluetasoscuras,peroSoniaentiendelaintenciónyresponde:

—Nuncasupelosnombresdelasplantas.—Yoselosvoyaensañar—Bautistaletomalamano—.Haymuchasformasde

amor,Sonia;yocreoquenohayquenegarseaninguna.—Paramítuvounasolaforma.Seabrióunsilencioenlagalería.Dilatandoelmomentodeseguirotalvezpara

mitigarloqueacabadedecir,Soniapregunta:—¿CómofuesuamorporAntonella?Bautistapiensa,despuésdice:—Fueunamorhechodeamorydeaflicción.SoniabuscaenlavozdeBautistauntonodistante,peronoencuentranadaquela

inquiete.—Quisedecirquedurantemucho tiempoelamor tuvoparamíunasola forma.

Nosupedeotracosa.—Entiendo—diceBautista—.Entendíloquequisodecir.Soniasientequetodavíafaltaalgo:—Aunquelanochequevolvíaenel trenaSanAlfonso,solaenelvagón,sentí

algoasí,comoloqueusteddice,algodistinto…Seinterrumpeyenunimpulsodice:—QuieroquemecuentedeAntonella.Antonella,frágilyarisca,corríaaescondersedetodos.Condieciséisañosnadie

sabía qué hacer con ella. Tantos hermanos, tanta pobreza, no parecían despertarpiedad.Lasmujeresdelbarrio,pobresinmigrantestodas,endurecidasporunavidadeprivaciones y celosas de alguien tan joven, opinaban que no era decente cómoAntonellaandabaconelpelosueltohastalamitaddelaespalda.Pareceunanimalitosalvaje,decían.UnasseñorasdelcentroqueveníanalhospitalpúblicodeBarracasopinaron que estaba para el loquero. Ser testigo de estas miserias le generaba aBautista aquella furia, lamisma de cuando dejaron a su padre en la calle. Para unhombredelacausa,elcasamientoeraunaclaudicación,algoqueleimpediríatomardecisiones y actuar, pero en esemomento no lo pensó así; su acto impulsivo, quecreyó justo y hasta noble, pretendía salvar a Antonella. Después comprendió quehabía tenidomuchodedesafío,deorgullo,de insultopara los jerarcasdelhospital,para las damas burguesas de caridad que miraban. La miseria había puesto a lospadres deAntonella ante la decisión de internarla en la parte cerrada del hospital.Seríaunabocamenos,sincontarconqueyahabíaintentadohacersedañounavez.

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Antesdequelainternaran,Pissanosecasóconella.Lospadresnohabíandisimuladoelalivio:selahabíanregalado.ÉlsabíaqueconayudaAntonellahabríapodidosaliradelante,vivirsintemor.Aloúnicoquedebiótenerlemiedoeraaellamisma,decíaahoraBautista.Nohubotiempodequeloaprendierayéltampocopudoayudarla.LaentregadeAntonellahabíasidoinocenteytotal.ConellaBautistahabíasentidoquetocaba algo que estaba por encima de sus vidas, de Barracas, de la locura, de lapobreza,algoquelosenvolvíayloselevabaalosdos.

—Saquétijeras,cuchillos,todomenosloquenosabía:lasogaescondida.Serecordabaabriendolapuertadelapieza.Abrirlapuerta,seestremecíaahoraal

dejarfluirelrecuerdo,ychocarconeldesorden,lasropasylostrastosdelacocinapor el piso, y verla ahí, en un rincón, semidesnuda, la cabeza entre las rodillasencogidas. Después de un tiempo que Pissano nunca supo medir, los ojos de ellavolvíanalacalma,alestupor,mirándoselosbrazosamoratadoscomosivolvieradeunlugardesconocido,inaccesibleparaél.Enlastreguas,Bautistalaobservabadesdelacamarecogerseelpelo,ladestrezaparafijarlashorquillas,quelerecordabaasumadre,lanucatersayblanca,lasorejasdecriatura,tanjoven.Luegoellasalíadelapieza.Él tensaba el oído para escucharla intercambiar un saludo, ir a buscar agua,algo al almacén, para sentir la ilusión de que esta vez quizá la vida fuera posible.Porquehubo, sí,decíaBautistaen lanochede lagalería, algopeoroalmenos tantremendo como el final: eran los ojos de ella mirándolo desde ese bordeincomprensible.Éllesujetabalasmanosyellalomirabadespavorida,pendiendoenelvacío,conunatristezaquelemarchitabalosojosylospárpadosylavolvíaotroser, exhausta y desconcertada, una mirada fija, como de flor quemada, arrastradahacia ese remolino al que caía. Seguía allí pero caía, tragada por el vacío hastadesaparecer.Ensulugarquedabaunserdesconocidoqueaullabaysesentabaenelrincónmásoscurode lapieza,donde losojos fulgurabansinencontrarpazninadadondeposarse,comosielmundoabrasara,sinsosiego.Pobrecita,estapalabraeralaúnica que acudía cuando Bautista recordaba las manos de Antonella cosiendo susropasenlastreguasoacariciándolelacaraconaquellainocenciaradiante.Supiedad,entonces,noconocíalímites.

—Pobrecita—dijoBautista.Yaesdenoche.Unabrisasuavelevantaunperfumeindiscerniblearocío,atierra

húmeda,afloresnocturnas.—Dejemos a los muertos en paz—habla Bautista. Con una voz animada que

quiereclausurardefinitivamenteloqueacabadecontar,dice:—Recuerdolamañana,unamañanahermosa,desol,temprano,lavicaminando

sola por la vereda de la «Tokio», cuando se estaba construyendo;me quedé comoparalizado —Bautista se rió—. Nunca había visto una chica tan linda, con susombrerito,tanseria.DespuésmedicuentadequeverlaesedíaydecidirquedarmeenSanAlfonsofuelomismo.

—Yotambiénmeacuerdo—diceSoniayleaprietasuavementelamano—.Yel

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díadelalluvia,enlapuertadelBanco…Conustedtodofuetandistintoparamí,tannuevo.Alprincipioleteníaunpocodemiedo.

—Comolanochedelapérgola,medabacuentadequenoqueríaquedarseasolasconmigo… —dice Bautista y se ríe otra vez, aliviado de que ella pueda hablar,seguirlosinencerrarse.

Comosihubieradadouncautelosorodeo,vuelvealprincipio:—Entonces,¿nocreequeelamorpuedealcanzarmuchasformas?Absortaenlapregunta,Soniarepite:—Sí,peroparamí,pormuchotiempo,tuvounasolaforma.Surgiendodelamansaoscuridadlesllegaelsonidoapagadodemúsicaderadio.—Yoloviaélantesdequeélmevieraamí.Viunmuchachoalto,depelooscuro

peinadoparaatrás,sentadosoloenunamesa.Parecíaunpocotristeytalvezesofuelo queme dio en el corazón. Era hermoso. Sonia bajó la cabeza como si hubieradicho una imprudencia pero se obligó a seguir, quiero decir delgado, con un trajecomo de sastrería, que le quedaba tan bien al cuerpo, tan bien cortado. Hubieraqueridoacercarmeypreguntarlequélepasaba,sipodíahaceralgoporél,cualquiercosa,lehubieraacariciadolacabezaylacara,ahímismo,sinconocerloydelantedetodos.Esosentílaprimeravezquelovi,antesdequeélmemiraraporprimeravez.Yrecordéloquemehabíadicholagitana.

Dos noches atrás,Marta y el contador jugaban a las cartas con una pareja quehabíavenidoacenar.Mellamaronalcomedor.Habíantomadocoñacyestabanmuyalegres.Enelsillónestabasentadaunachicademiedad.

—Sonia—dijoMarta—,elsábadovasairalbaileconMaríaLuisa.Sonjóvenes,tienenquedivertirse.Esunclubsobrelacosta,acácerca.

—Misobrina…—dijoelcontadorlevantandoelíndicealtecho.ComoMartalointerrumpióhablandodelosvestidos,nosupesiloqueélquería

decir era que dejaba ir al baile a su sobrina con una chica del orfelinato, o comoadvertenciadequeyoibaparacuidarla,lomismoquealoschicosdelacasa,aunqueéramosdelamismaedad.NopudesaberloporquelaconversaciónpasóaotrostemasyempezaronahablartodosjuntossobrebailesycómosehabíanconocidomientrasMaríaLuisayyonosmiramosunpococohibidas,sinsaberquédecirnos.

Entoncespasó.Ahíestábamos,yyoloviantesdequeélmevieraamí.SentadasunpocorígidasconMaríaLuisa,enunamesadelatercerafiladesdeelbordedelapista. Lo descubrí de golpe, un poco al costado de nosotras, más adelante, en laprimerafila.Eraunlugaralairelibre,conpérgolasquecomunicabanconjardinesasíquesepodíamirarelcielo,peronolasestrellas,quenoseveían,loqueseveíaeranbanderines,triángulosdetodoscoloresquecruzabandeunladoalotrosobrelapistaylasmesas,yquesuspendidosdehilosinvisibleshacíanuncuadriculado.Yosentíael oscuro aire delmar en la cara y el ruido de las conversaciones y,más bajo, elondeardelosbanderinesenelviento,lasrisasylossonidosdelaorquestaqueestabaporempezaratocaryahí,enesemomento,sentíunafelicidaddesconocida,dolorosa.

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Miraba todo y volvía amirarlo a él en sumesa porque no podía hacer otra cosa.Quierodecirlagenteylaslucesparecíanconmásbrillocomodespuésquesecorreunveloyeraporquelohabíavistoaél.Supequemeestabapasandoalgoparatodalavida.Entonceseldestino,comohabíadicho lagitana,quisoqueél sedieravuelta,comoelquemiraalrededorsinesperarencontrarnadaespecial, solamentecomoelqueestáenunbaileyquiereverlagentequelorodea,diovueltalacaraconelbrazocruzado sobre el respaldo de una silla vacía yme vio. Y primero fue asombro, ydespués,lasegundavezquegirólacabeza,intriga,porqueyonohabíaapartadolosojosnihabíadadovueltalacara.Nopodíahacerlo.

EnesemomentoMaríaLuisadijo:—Alláestámihermano—ylehizoseñasdequeseacercaraanuestramesa.Entoncesélselevantóyvinoymesostuvolamanoysesentóalladomíoypasó

unbrazosobreelrespaldodemisilla.Ylodemásnolorecuerdo,quierodecirlodealrededor;nisiquieraaMaríaLuisa.

Es como si ahora contara un sueño.Aquel verano después que lo conocí, vivíaturdida. Por primera vez tuve un secreto, algo mío que no quería compartir connadie. En la casa,Marta se daba cuenta de que algome pasaba, era imposible nodarsecuenta.Elespejo,quenuncamehabíadichonada,ahoramemostrabaunacaraquesehabíapuestomásafilada,losojosmásbrillantes;loqueantesnomegustabaempezó agustarmenadamásqueporque él decíaque le gustaba.Si no le hubieragustadomipelo—perolegustaba—melohabríarapadoporquenoerayolaquemeveíasinoél.Medecíaquelegustabanmismanosyamíempezaronagustarmemismanos.Andabacomosonámbula,meocupabadeloschicosperocasisinsaberloquehacía.Élmedecíaquenodijéramosnadaanadie,queéseeranuestrosecreto.Yeracierto,fueelgransecretodemivida.

Soniasequedóensilencio.EnlasemioscuridadBautistaescuchósurespiración.Undíaledije,sinvergüenzanimiedo:—Soyhuérfana,noconocíamispadres,vivísiempreenunorfelinato.Élsequedómirándomecomoelquemiraalfondodelosojosydijo:—Entoncestequieromás.Sentí que podía morirme en ese momento, no sé. Creía que nunca en la vida

volveríaasentiralgoasí,algoquetequemaelpecho.Soniasedetuvo.Bautistaestabainmóvil.—Unodeesosdías—siguióSonia—Martahablóconmigo.Medijoqueestaba

alarmada, ésa fue la palabra que usó; que me veía desconocida, que cómo habíacambiado en unas pocas semanas, que hasta sumarido lo había notado y le habíapreguntadoquémepasaba.Laspalabrasmesalieronsolasymentíporprimeravezenmivida.Ledijequeeraelmar,quetodoeranuevoparamí,queeralaprimeravezque conocía a tanta gente. Me acarició el pelo; se tranquilizó. Me dijo que meentendía perfectamente. Esa tarde pedí permiso para salir a caminar; quería ver elcentro, volví a mentir. A Marta no le gustó, pero no pudo decirme nada; era la

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primeravezque lepedíaalgoyencuatromesesyocumpliríadiecinueveaños.Meencontré con él. Se hizo de noche. El lugar donde nos habíamos conocido estabacerradoyvacío;lassillasapiladassobrelasmesas.Losbanderinesondeabanfuriososconelvientodelmar.Caminamosporlacostaymástardefuimosalaplaya.Faltabaunasemanaparavolvernos.

Aquelotoño,devueltaenelHogar,medicuentadequenohabíaDios.Fuealgoinesperadoy,almismotiempo,comounpresagioquemehubieraestadoesperando.NohabíaDios,ni santos,ni infierno,ni cieloninada.Solamentehabíahombresymujeres.Todoloquevivíadesperdigadoporelmundoloencontrabaenmíyalavezyoerapartedetodolodemás.Esdifícildeexplicar.Fueunalivio.AlnohaberDiossemefueunpesodeencima.Noselodijeanadie.Estaballenadesecretos.Yaeraunamujerquevivíaenelmundoterrenal,yelmundoterrenalparecíamásancho,conmásaire,másclaro.Alrevés,elAsiloseachicóyseoscureció.Setransformóenloqueera,unedificioantiguoyfeo,tristeyhúmedo.Salvolagalería,dondedechicamesentabaalahoradelasiesta,buscandoelfrescodelosmosaicos.

Hacemuchoquedejódeoírse lamúsicade radioy lanochederiva lentamentehacialamadrugada.Hanpermanecidoensilenciolargorato.Sólolosgrillospersistenen el largo verano de San Alfonso. Bautista ha alcanzado la mano de Sonia yentrelazasusdedosconlossuyos.Soniadejaqueelcuerposelevaya;seabandonaydescansa en el respaldo del sillón con la seguridad de sumano en la de él, con laserena complacencia de los anillos nuevos. La quietud nocturna gravita sobre eljardín.Lalunasubedespaciopordetrásdelgalpóndelacarpinteríaysuluzempiezaadiferenciararbustosyplantas,queunmomentoanteseransombrasindefinidas.

—Conlunallena,elenrejadotambiénvaahacersombra—diceBautista—.Losrombossoncomounreloj,vancorriéndoseconlashoras;tenemosunrelojdesolydeluna.

Seríebajodeloqueacabadedecirysigue:—Habríaquetenerencuentalasestaciones,lainclinacióndelsol,laposiciónde

lacasa…Soniaajustasumanoenladeélylointerrumpe:—Cuéntemedelosañosqueestuvosolo,delacárceldeUlrico.

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Dos

Con el correr de losmeses,Pissano se volvió silencioso.Consiguió hundirse en larutinaeimpedirquelaimpacienciadelasprimerassemanaslovenciera.Surelaciónconeltiempoexperimentóunacuriosametamorfosis:yanolomedíaendíasymesessino enuna sucesiónde fragmentos, a vecesmuy cortos, a los quedebía, uno trasotro,dominar.Laúnicaactividadqueleinteresó,apartirdequeselopermitieron,fuecontestar las esporádicascartasde suhermanaMaría.Tomóalgodeldineroconelque había ingresado y le pidió a uno de los guardias que le comprara dos libretasgrandes,unportaplumas,plumas,tinta,unlápiz,unaregla.Dosdíasdespués,teníaelpaqueteenlacelda.Esanoche,alaluzdelavela,apoyadoenelcajónquelehacíademesa,Pissanoabriólalibretanuevaymirólargoratoelblancodelapáginacomosiallísedesarrollaraunaescena.UnsilenciopacíficoinvadíaeledificiodeUlricoporlasnoches,sólo interrumpidopor lospasosmonótonosdelguardia,que terminabantambién apagándose, vencidos por el sopor general, cuando el gendarme caíadormidoenlasilla.Rodeadodeesesilencio,entintólaplumayescribió:Lalibertad,lamoral y la dignidad del hombre consisten en que hace el bien, no porque le esordenado, sino porque lo concibe, lo quiere y lo persigue. Escribía con cuidado ydelectacióncadapalabra.Miróloescrito,reconociósuletra;recuperóelplacerqueleproporcionaba trazar cada palabra y lo tomó como la reconversión serena de unfracaso.En laescritura sucabeza seordenaba.AgregóAnarquistaesaquelquenoquiereestaroprimidoniquiereseropresor,aquelquequiereelmáximobienestar,lamáximalibertad,elmáximodesarrolloparatodoslossereshumanos.LadefinicióndeMalatesta salió sola comouna prolongación de sumemoria en cuanto apoyó laplumaenelpapel.¿Paraquéescribía?Paraobligarmeapensar,paraevitarquemeaniquilen,hablóconsigomismoPissanoalaluzvacilantedelavela;paraeducarme.Los casi cuatro años de celda solitaria le habían demostrado una verdad simple:durantemucho tiempopensóquevivíapara la causa (seviogesticulante, violento,activo,seviocasándoseconAntonella;cadaactosostenidoporeseconvencimiento);laverdadllanaeralainversa:habíausadolacausaparavivir.Sequedóunmomentoen suspenso, escuchando el débil rumor del viento en el patio, como si ahí seexpresara la formulación de esa verdad. Leyó lo escrito y siguió escribiendo: laprimerafrasepartíadeunapeticióndeprincipios:entantoelhombreconteníaelbieneracapazdereconocerlofueradeél.Tambiénconteníaelmal,escierto,perobuscabael bien voluntariamente. Era un principio como cualquier otro; una vez puesto enprimertérmino,habíaquetomarladecisióndecreerenél.Elrazonamientoleparecióinocuo.¿Ysisevolvíaimbécil?¿Siseleembotabaelcerebro?Carecíadedatos.Paraél, la realidad había quedado petrificada en 1926. Tenía el deber de pensar haciadelante,almenosdeespecular,paranomimetizarseconlosmurosdeledificio.Deuntirón,escribióunanálisisde lopasadoenelaño26, lascontradiccionesen lasquehabíancaído;elenfrentamientoentrelosqueadoptabanlaviolenciacomométodoy

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los que confiaban en la agrupación, en la acción colectiva; las insuperablesdiferencias entre Arango y Acha. Una época terminaba y no era fácil pensar entiemposmejoresporvenir.Sólodoceañosatrás lagranoladelmovimientoobrerohabía recorridoelmundo impulsadapor la revolucióndeoctubre.Lashuelgaspararesponderalaopresiónseorganizabansindificultad,comoladel19convocadaporla FORA por lo de los talleres Vasena, y daban una medida de la fuerza delmovimiento. Pero había sido allí mismo, escribía Pissano con urgencia viendoconsumirse el cabode la vela, en elmomento de la plena demostración de fuerza,cuando se hicieron evidentes los signos de la ruptura, de las luchas internas quepresagiabandivisionesimposiblesdesuperar.Tardeenlamadrugada,seechóhaciaatrásenlalitera.Comodespuésdeunaccesodefiebre,leparecióqueveíalascosasconmayorclaridady,dealgúnmodo,sesintióaliviado.Elpabiloseextinguíaenelúltimobrillodelacera:arrancólashojasescritas,hizounamechaylasquemó.

Como si un pensamiento amargo tuviera la facultad de arrastrar a otro, elrecuerdo deAntonella subió a la superficie produciéndole un dolor comode brasasobrelapiel.Noexperimentólarabiadelprincipio.Elrecuerdosehabíaapaciguado.Unadelascosasquelamonotoníadelacárcelhabíaconseguidoaplacareraeseodioirradiante. En el fondo de su conciencia, había logrado darlo vuelta, revertirlo,mediante unminucioso trabajo invisible.Ahora podía dejar entrar otra vez aquellaamarga piedad. Bajo el macizo edificio de Ulrico, entre paredes de extraordinariogrosor,Pissano,porfin,seveíaenelpasado.

Noche tras noche, escribía y quemaba lo escrito. Unamañana a primera hora,antesdeque lossacaranparaelbaño,Pardeiroenpersonasepresentóensucelda.Sindecirunapalabra,diovueltadeun ladoydelotro lasescasaspertenenciasdelpreso y revisó, minuciosamente, los papeles y la libreta, página por página. Fueevidentesusorpresaalencontrardibujosdetalladosdemueblesylistasdecálculos,yhastatuvoqueelogiarunarepresentacióndeldesmanteladocomedordelacárcelalque le había agregado una estantería larga y bien dibujada. «Así que ebanista»,comentó. Sólo eso, pero Pissano se dio cuenta de que había entrado en unatransacciónconeldirector.

Pasóaescribir lascartasysolicitudesdelospresosanalfabetos;algunas,delosmismos guardias. Como si lo probara, Pardeiro le encargó la contabilidad delalmacéndelacárcel,loque,enpocosmeses,lepermitióalaadministraciónahorrar,disimulando la sangría constante ejercida por el director.Cuatromeses después, loponíaacargodelacarpintería,unlugarabandonadoeneledificiodeUlrico.Pissanolimpió rincones y paredes; recuperó las mesas de trabajo, arrumbadas y llenas depolvo,reparóyordenólasherramientas.Previendolacodiciadeldirector,construyóprimerobancosymesasparaelcomedoryunsillóndeescritorio.Trabajabaconlaimagendeunmonje en la cabeza; su temperamento se había enfriado.Enparte loatribuía a la escritura nocturna, que quemaba; en parte, al contacto con lamadera.Sentado en el flamante sillón, Pardeiro le comunicó una tarde que en el Hospital

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Municipal, recientemente inaugurado, necesitaban un archivo grande, con cajones.Sinningúnmiramiento,comentóqueselosibaacobrarmuybien.Conunrestodeescrúpuloqueloenaltecíaantesímismo,agregó:

—Laplatasedestinaráarefaccionesennuestroedificio.Pissanodijoquenecesitaría salir a tomar lasmedidas.Nohabíaproblemascon

eso;saldríaconelchofercomocustodia.A fines de 1929 entró un preso nuevo; era un linyera detenido por vagancia y

supuestodesacatoalaautoridad.Enelcomedor,mesapormedio,elnuevolomiró.Pissanoledevolviólamirada,serio.Eraunhombrebajo,redondo,unpococalvo,deapariencia inofensiva.Ameno y locuaz, contaba cuentos de su vida de croto, y deMendozaydelChaco,dondetenía,decía,innumerablesamigos.Repetíasincesarsucuento favorito: la reciente hazaña de dos caballos criollos, Gato y Mancha, quehabíanvueltoconsudueñoaBuenosAiresdespuésderecorrerAmérica.¡Veinticincomilkilómetros!,exclamaba,einmediatamentepedíacigarrillos,comosiesperaraquesu interlocutor, distraído con la cifra, se los ofreciera sin resistencia.Un día, en elpatio, el nuevo esperó un momento en el que estuvieron relativamente apartados,entonces abordó a Pissano, esta vez sin ninguna broma. Era un «hombre de loscaminos», los que se canjeaban por los más comprometidos, y reemplazaba a uncompañero.ConocíaaDonMiguel,dijo,sabíaloquehabíapasadoconmuchosenel26.Ahoraestabatodoconvulsionado:unmesymedioatráshabíanasesinadoatirosaLópezArangoenlapuertadesucasa.MuchosseñalabanaDiGiovanni;nosesabíaacienciacierta.Nopuedeser,articulóBautista,bajolafulminacióndelanoticia.Porlamanoagarrotadadelotrosobrelasuyapropia,sediocuentadequelohabíaaferradoporelcuellodelacasacadepresoycasilososteníaenelaire.Unguardialosestabamirando.ElbárbaroDiGiovanni;nosesabesifueélomandóaalguien,susurróelnuevo. Di Giovanni nomanda a alguien, dijo Pissano, recuperando el sentido ysoltándolelacasaca.Nosesabeconseguridad,repitióelotro.Sintenertiempoparapreguntartodoloquelesurgía,inconexoyapremiante,Bautistaapenassehizocargodeloqueacababadeescucharyyadebíaatenderaloqueseguíadiciéndoleelnuevopreso,urgidoporqueenunmomentodebíanvolveralasceldas:queloscompañerosnoloolvidaban.Segestabantiempososcuros.Loibanacontactarenlabibliotecadelpueblo,enlaBibliotecaAlberdi.LópezArango,serepetíaBautista,ellúcidodirectorde La Protesta, un hombre de paz, de letras, de estudio, el hombre que queríaesclarecer, pensaba, tratando de reaccionar, uno de los hombres bajo cuya ayudaintelectual se había formado, el que condenaba la táctica de atentados en elmovimientolibertario.¿EraposiblequeDiGiovanniestuvieratanloco?AhoraelquelosmirabafijoeralaGarza;hizosonarelsilbato.Elcompañerosealejóyvolvióaloschistesyalpedidodecigarrillos,mientrasformabanlasfilasparaentrar.Pissanoprocesaba la irrupción brutal de la realidad de afuera. Le llevaría varias nochesasimilarlanoticia.

Pocosdíasmástarde,elcompañerorecobrabalalibertad,sinquehubierantenido

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otra ocasión de hablar. Pissano no pudo impedir que los hechos que anotaba yanalizaba en las hojas luego destruidas de su libreta, como un rompecabezasdesbaratadoydisperso,volvieranacobrarforma.Yestavezeraunaimagendecortesiniestro,untelónnegrosobreelqueserecortabaunfuturoimposible.

Yahabíasalidovariasvecesalpuebloporencargosdeldirectorcuandoen1930,conelgolpemilitardeUriburu,undespachodelgobierno,encartaconfidencialaladirección de la cárcel, recomendó una mayor vigilancia sobre el preso del quealguien,asombrosamente,sehabíaacordadoenBuenosAires.Estabanrevisandolascausas de los anarcosindicalistas y buscando a los cabecillas en la Capital y enMontevideo. No era nuevo que los ácratas, ayudados por cómplices del exterior,intentaranlafuga,decíalacomunicación.Respetuosodelasórdenes,Pardeiropusoun custodia en la puerta de la celda de Pissano, y lo separó de las cartas y de lacarpintería.TambiénseacabaronlasvisitasalpuebloenelFordA.Prontoeldirectorvioqueeraunaprecaucióninútily,sobretodo,unamedidaquelecausabapérdidas.Tresmesesdespués,Pissanovolvíaasaliralacasadelintendenteodelcomisarioahacerreparacionesoaentregarmueblesfabricadosenlacarpinteríadelacárcel,enunacadenadefavores,influenciasycorrupciónquePardeirotejíaconlosnotablesdeSanAlfonso.EldirectorteníaunasolapasiónquePissanollegóaconocermuybien:laavidezporeldinero.

En el invierno de 1931, sucedieron dos cosas. No por azar, sino meditadascuidadosamenteporelpreso.PorescritopidióaladirecciónpermisoparavisitarlaBiblioteca pública Alberdi y retirar libros. Se lo concedieron, se lo había ganado.Solicitó,además,almuchachodelaceldacontiguaalasuya,quehabíaentradohacíaunosmesesyaquienledecíanelBoyero,comoayudanteenlacarpintería.AunquePardeiro opinó que no le iba a servir para nada, que era, como dijo, «un guachorenegadoeinservible»,seloconcedió.

Con laviserahasta lascejas,elnuevochofer,ungendarmemuy joven, lomiróacercarseconrecelo.Pissanoacomodólacajadeherramientasenlapartedeatrásyse sentó en el asiento del acompañante. Clavó la vista en el portón de salida.Terminadosutrabajo,teníapermisoparabajarenlaBiblioteca,ledijoalchofer.Elmuchacho,quehabíaestadolustrandoelauto,guardóel trapoyfueacorroborar laautorización con laGarza.Volvió, puso el cambio y salieron.Una horamás tarde,despuésdecumplirconelencargodeldirector,elchoferestacionabaenlaBiblioteca.AntesdequePissanopudierapedirunlibro,elmuchachoentróabuscarlo:elFordAno arrancaba. Le pidió ayuda, pero no pudieron solucionarlo. Nervioso por suinexperiencia—soloyacargodeunpreso—,elchoferleordenóquesemantuvieradentrodeledificiohastaqueélfueraabuscarunmecánicoyarreglaraeldesperfecto.Pissanoobedeció.Miraba los librosen losanaqueles,cuandounhombredelgadoysólido, de boina ajustada a la cabeza, abrió la puerta de la sala que daba al patio.Pissano lomiró acercarse: de bombachas grises, una faja alrededor de la cintura yalpargatasmanchadasdecal,comolasmanos,lediodiezañosmásqueél.Cuandolo

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tuvo cerca vio que estaba prematuramente envejecido; el hombre causaba unaimpresión de autoridad, pero la mirada era benevolente y comprensiva, lo que aPissanolehizobajarlasdefensas.Labibliotecaria,unamujerbastantesorda,tomabamatemirandoelaire.Envozbajayfirme,elhombredijoquesellamabaRafael,quepertenecíaalasociedadderesistenciadeobrerospanaderos,quehacíaunachangadealbañilporlastardesenlaBibliotecayqueloscompañeroslehabíanencomendadoque lo contactara. Bautista no abrió la boca. El otro dijo que trabajaría en laBiblioteca por seis meses y que esperaba poder conversar con él, más adelante.Debajodelafaja,dobladosencuatro,traíadosejemplaresdeLaProtesta.AntesdequePissanopudieradarsecuenta,seloshabíapuestoenlasmanosysalíaotravezalpatio.Labibliotecaria,mediodormidaenelsopordelsilencio,nosehabíaenteradodenada.Pissanoleyólosejemplaresdecaboarabo:elmásviejotraíalanoticiadelfusilamiento deDiGiovanni por el gobierno deUriburu.Los dobló en cuatro otravez,seasomóalpatiodondeelotrorevolvíalamezcladecementoenelsueloyconungesto rápidose losdevolvió sinunapalabra.En la salade lectura, se sentóconRecuerdosdeprovinciaabiertosobrelamesayasíloencontróelchofer,queentróalaBibliotecaalarmadoporsupropiatardanza.Enlavueltaalacárcel,elmuchacholedabaexplicacionesaPissanoporlademoraenlareparación,comosielpresopudieraacusarlofrentealdirector.Bautistapensabaenelhombrequeacababadeconocer.

Ésehabía sidoel primerodeuna larga seriede encuentrosquemantendría conRafael,elúnicoamigoconelquecontaríaenSanAlfonso.

Si a alguien le hubiera interesado hacer una investigación, la fichacorrespondiente a los libros retirados por el preso durante el año 1931 en laBibliotecaPopularAlberdihabríaarrojado losiguiente:Recuerdosdeprovincia,deSarmiento,Elcrimendelaguerra,deAlberdi,Cuentospopulares,deTolstói,MartínFierro, de Hernández,El apoyo mutuo, del príncipe Piotr Kropotkin; este último,resabioinadvertidodelosorígenesmasónicosdelaBiblioteca,fuepedidodeformaininterrumpidaporPissanoduranteaños,únicolectordellibrodesdesuentradaenelinventariodelaBiblioteca.

Cincoañosdespuésdesu ingreso,pocosrecordabanya,entreguardiacárcelesyprisioneros, el motivo por el que Pissano estaba en la cárcel. Fue entonces queBautistaemprendiólatareaconsuvecinodecelda.Elmuchacho,deunosdieciochoaños,acusadodecuatrero,eraduroybastocomounladrillo;criadoenelcampodecualquier manera, tenía una mirada huidiza de animal acorralado que, según lasituación,se tornabaastuta.Suúnicamaneradeserodecomunicarseeraelalardeviolento.Bautista averiguóque sunombreeraTadeoy apartir de esemomento lollamóasíyno«Boyero»,comoledecíantodos.Unatarde,enlacarpintería,Pissanolopresionóparaquedejaradeserunbruto,asíledijo,yaprendieraaleeryaescribir.Ofendido, elmuchacho levantó una estaca para partírsela en la cabeza.APissano,acostumbradodesdeloscatorceañosaalzarvigasdecincometrosenlacarpinteríadedonMiguel,lefuemuyfácildoblegarlo.Estabansolosyelenfrentamientohabía

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sidounapruebabuscadaporPissanodespuésdemesesdeagresivaindiferenciaporpartedelBoyero:sielchicoseresentía,nadapodíahacerse.Peronofueasíyalgoparecido a un sentimiento de amistad permitió, al fin, que elmuchacho tomara ellápiz.Alosochomeses,podíaleeryescribiralgunaspalabras.

Tadeonoteníapasado,siesquepasadoseconsiderabaunlugarounestadoenelque hubiera existido de algún modo positivo para él, reflexionaba Pissano, nitampoco tenía futuro, salvo bajo la forma de la repetición de actos más o menoscriminalesqueformabanelencadenamientosinrumbodesuvida.Vivíaaciegasynohabíaresquicioporelquelellegaraunaluz.Suconfianzaenraizabaensusaptitudesfísicas; el más puro instinto estaba en él completamente despierto y tan alerta ycentelleantecomoeldeungatomontés.

Unañomástardedeldíaenquetomóunlápizporprimeravez,almuchachoselehabíadespejadolacarazorruna,sehabíavueltomáslimpioypodíaleeratropezoneslíneasdeunlibro,loquelollenabadeunavanidadtanevidentecomoinfantil.Pocodespués,estuvoencondicionesdeescribircartas,peronoteníaaquién.Bautista lopusoacontestar lascartasde losotrospresosparaquesintieraque laescrituraeraalgo útil y apreciado. Pero los otros no lo aceptaron, querían que las cartas lassiguiera escribiendoPissano.Entonces lo puso a pasar números en el almacén.Lehizoleerpartesdel librodeSarmientoRecuerdosdeprovincia,alqueelmuchachoencaraba con una concentración dolorosa, haciendo unos giros de cabeza y unosacomodamientosdebrazoscomosieltrabajodeleerlecrisparatodoelcuerpo.Parasalir de la marginalidad, la instrucción era el único camino posible, murmurabaPissanomientrastrabajabanenlacarpintería,confiadoenquelarepeticióncontinuadeciertasverdadesllegaríaadejaralgunahuellaenlamenteevasivadelchico.Peroparaelquehavividoaciegasesdifícildiscernirlasformasdelasumisión,escribíaBautistaalanoche,ensulibreta;noestabasegurodequeelmuchachoentendiera;nisiquieraestabasegurodequeloescuchara.Sucarapermanecíaceñudayconcentradaenlamadera.Sinsaberporqué,TadeolerecordabaaAntonella;lamismajuventud,elmismodesamparo.

Al final del segundo año, elmuchacho estaba listopara empezar a entender susituación, igual a la de miles como él: quién era, por qué robaba, qué destino loesperabafueradelacárcel.Bautistaloproveyódeunalibretaydeunlápiz.Deloqueibaatratardeexplicarle, ledijo,debíapreguntar todoloquenoentendieraydebíacuestionar todo loque fueraencontradesusconviccionesmásprofundasodesusideas. El muchacho lo miró con asombro o cierta alarma en los ojos. No estabamadurotodavía,perosaldríaenlibertadenunospocosmesesyhabíaqueaprovecharel tiempo con el que se contaba.Bautista empezó con la explicaciónde la palabra«libertad»,queelmuchachoanotóconcuidadoenloaltodelaprimerapáginadesulibreta.Lapaciencia deBautista era inacabable, como losminutos y segundosquetodavíalefaltabanvivireneledificiodeUlrico.Nadalohacíadesistirniretroceder.Aunsilehubierandichoquetresañosmástarde,unanochedefogatasypendencias,

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en unmiserable boliche de las afueras de un pueblo anónimo, el muchacho iba arecibir un tiro e iba a morir desangrado en un galpón, entre bolsas y arnesespolvorientos,Pissanohabríacontinuadosutrabajo.Muydevezencuando,Tadeolomirabaconunachispadeentendimientoyesobastaba.Nadajustificaelrobo.Elrobonolohacéscontraeldueñodeloscamposydelasvacas,telohacésavos,lerepetía,porquedejásquetetransformenendelincuente.Elquequieredominarte,loconsigueembruteciéndote. Tenés que educarte y salir de la marginalidad. Educarte y, en lamedidade loposible, educaraotros, ¿entendés?Lamarginalidadesunpozoenelquetehundís,noloolvides.

PeromarginalidaderaunapalabrademasiadodifícilyTadeolahabíaescritomal.Dos semanas más tarde quedó en libertad. Cuando se despidieron, el muchachorealizó un torpe acercamiento afectivo: un abrazo desgarbado. El gesto regocijó aPissano. Algo había roto la dura cáscara y había hecho asomar la persona que elmuchachollevabaadentro,aunquesupoqueleibaasermuydifícilsobrevivir.

«Hospital»,1929

De trajes oscuros y cuello duro debajo de los guardapolvos largos, blancos yabiertos, los médicos posan junto a las enfermeras en la entrada del HospitalMunicipal. Están formados en doble hilera, los cuatro médicos adelante, las diezenfermeras de rígidas cofias blancas atrás, sobre el primer escalón de la dilatadaescaleraque,ensuavecurva,subehasta laentradaprincipal.Aespaldasde losqueposan,lapuertadegrantamañoseabreaunhallconmamparadevidriosdecolores.A derecha e izquierda, se extienden los pabellones de las grandes salas comunes.Ampliasescalerasdemármoldanalúnicopisodealtos,dondeseenfilanlascuatrohabitaciones individuales que posee el Hospital. Bajo la luz cenital de la lámparadicroica,elquemiraconatenciónlospersonajesylaescenaadviertequelaarmoníadel encuadre se rompe en el ángulo inferior derecho, lugar en el que irrumpen encuadro, demodo incongruente, el fragmento de la rueda de un sulky y parte de lacabezadelcaballo.Estoselementosenprimerplanodesordenanlacomposicióndelafoto.

Son lasseisde la tarde.Lachicahabajadodelsulky,hasubido lasescalerasyrecorre ahora los metros de la galería sin levantar la mirada del piso. Esperando,quedaronsuhermanodedoceañosysupadre.Lachicahatenidomiedotodosesosdías, pero ahora, desde que supo que no va a Buenos Aires, que se queda en elcampo,elmiedohadesaparecido.Esunachicadecabellocastañoclaroypecassobrelanariz,deunostreceocatorceaños,hijadeunospuesterosdelaestanciagrande.Laestancia,muchoantesdequelaschacrasparcelaranelcampoparalainmigración,eraposesióndegentequenuncaseveíaenSanAlfonso.RemotosypoderososseñoresdelaCapitalqueempezaronalambrandoleguatraslegua,llenandodevacasaquelloscampos interminables en los que construyeronmansiones fabulosas, a las que sólomuy pocos en el pueblo habían accedido alguna vez, como el intendente, para la

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ocasióndeunasadoalquehabíaasistidoelpatrónenpersona.Esesehombre—elpatrón—,aureoladoporelmisterioqueda la riquezaen la

imaginacióndelagentesencilla,quiendescansatraslapuertadelcuartodelHospital.Alossesentaycuatroañosunataquedeapendicitisagudalohapostradoencama,ypuede ser mortal. Los médicos, conscientes de la indeseada responsabilidad,deliberaneneldespachodeldirector.ElviajehastaBuenosAiresesimposibleenelestadoenqueseencuentraelenfermo.Lagravedadimpidequesepuedaesperarlallegada del médico personal del paciente. Habrá que operarlo aquí mismo, en elpueblo. El intendente ha venido dos veces a preguntar por su salud. Es unacontrariedad que puede salir muy mal, consideran los médicos, si se llegara aproducir alguna complicación.Mientras tanto, la chica camina sin producir ningúnruido sobre el piso de mosaicos ocres con una guarda de flores junto a la paredblanca.Algoincongruentesaltaalavistaentresuvestidoalamoda,detalleablusadoa lacadera,y lasalpargatasviejasydeshilachadasquecalza.Frentea lapuertadeunodeloscuartosindividuales,lachicasedetieneycontimidezgolpea.Lapuertaseabreyellaentra.En lacamaestáelhombreque,cuando lave,cambiaelgestodecólera y fastidio o dolor por otro gesto curioso, una posición de la boca cerradaestirada hacia delante que puede querer decir satisfacción y también gula. Doshombres,quehanestadohablandohastaeseinstanteconelenfermo,fumanhabanosapesardelaadvertenciadelaenfermera.Esunodeellosquienhaabiertolapuertayahora losdosmiranirónicosa lachicaqueasu ladoparece loquees,unacriaturadisfrazada con un vestido de mujer. Se retiran a conversar junto a la ventana devisillos. El que abrió la puertamurmura: «Si la vieraDelfina». Los hombros y elvientredeloshombressesacudenporlarisaapenasdisimulada.Distendidos,danlaespalda a la cama y vuelven a hablar de vacas. El enfermo se endereza sobre lasalmohadasylehaceungestoalachicadequeseacerque.Ellaobedeceycuandolatienealladoelhombreleacariciaelbrazoyelantebrazomientraslamirayrepiteelgestode laboca,que indicaahoracierta ternuraposesiva.Esunhombredelgadoydistinguido.«Michiquita»,dice,comosiestuvieransolos,indiferenteporcompletoalosotrosdos,«¿tegustóelvestido?».Lachica,sonriendo,dicequesíconlacabezayacariciaasuvezlamanodelhombre.«Avercómotequeda».Lachicaretrocedeunpaso.Elhombredagolpecitosconlamanosobrelasmantas.Lachica,dócilmente,sesientaamediasenlacama.Elhombreletocalospechosqueapenassenotanentrelosfruncesampulososdelvestido.«Parecequemevoyatenerquequedaracá»,dice.Unapunzadarepentinadedolorloobligaarecostarsesobrelasalmohadas.Lachica,alarmada,bajadelacama.«NovamosairaBuenosAires,porahora»,continúaelhombreconlosdientesapretados.«Mevasaveniraveracá;decileaTerencioquetetraiga,entendés,quedejeenelpuestoatuhermanoyquetetraigatodoslosdías,queyolodigo».Lachicadice«bueno»ysequedaparadajuntoalacama,mirandoconojosasustadoselgestodedoloren lacaracontraídadelhombre.Lamanoresecayardientevuelvearecorrerlapielfrescadebrazosycuello.Alrato,lahacensalir.Tan

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silenciosacomohallegado,lachicacaminaporelcorredor,bajalasescalerasysalealagaleríaquebordeaelpatiodelanterodelHospital,yluegoafuera.Allí,enelsulky,estánsupadreysuhermano,talcomolosdejó,sóloqueahorasuscarassepierden,desdibujadasenlaoscuridadcrecientedelanochecer.Enunimpulsoelástico,infantil,la chicacorre losúltimosmetrosyconelmismoenviónpisael estriboy se sientajuntoasuhermano.Elpadre tirade lasriendas.Unrechinarde lasruedassobre lagrava,elsulkygirasobresímismoysalealacalledetierra.Prontonosedistingueenlaoscuridaddelasúltimascallesdelpueblo,salvoporelladridodelosperrosaltrotedelcaballo.

«FrentedelperiódicoElImparcialysudirector,elSr.Bravante»,1936.

Enestafotografía(acompañadaporunvolumenencuadernadoconlosprimeros50números)seveelfrentedelviejoedificio,demolidoen1945,delúnicoperiódicodeSanAlfonso:ElImparcial.Enlapuerta,lospulgaresenlassisasdelchaleco,unhabanoentreelíndiceyelmayordelamanoderecha,posa,mirandodirectamenteacámara, su propietario y director. Espejo de los habitantes de San Alfonso desde1918,nadasucedíagrandeopequeño,importanteofrívolo,quenoquedararegistradoenlaspáginasdelúnicomediodeprensalocal;mediosindeclaradaopiniónpolítica,perodeexplícitaprofesióncatólica.Deestoúltimohabíadadomuestrasudirectoren1934,cuandotirólacasaporlaventanacubriendolallegadademonseñorPacellialaArgentina,alaquededicóelejemplarcompleto.Eltitularreproducíaatodapáginalaspomposaspalabras con lasqueel intendentedeBuenosAireshabía recibidoalenviado papal: «Saludo en vos al soberanomás poderoso de la Tierra». Algo quemuchoshabitantesdeSanAlfonsoconsideraronapropiadísimo.

El periódico dedicaba una atención casi nula a las noticias nacionales einternacionales, pero otorgaba gran espacio a los avatares de la existencia de losvecinos:loslargosinviernosytórridosveranosquedabanregistradosensuinefableydesorientadacolumna«Estadodeltiempo»;recepciones,matrimonios,bodasdeoro,lista de invitados, cambios de domicilio, defunciones, viajeros, nacimientos yenfermedades, avisos de pérdidas de objetos o animales domésticos, menudenciassobrelosrumoresmásdestacadosdelpueblo,todosepublica.Muchosvecinoshacenuna cuestión de buen linaje aparecer con frecuencia en El Imparcial. Llama laatención—alquesehadetenidoyojealosejemplares—unaépocaque,añotrasaño,queda profusamente registrada en El Imparcial: el carnaval. Sin duda, con estedesplieguedefotografíasacompañadodeloscomentariosderigor,elseñorBravantecomplacía,unavezmás,elgustodesusfieleslectores.

ElcarnavaleselmomentoenqueSanAlfonsoconoceladiversióncolectiva.Sevivía en esas semanasde febreroun climamásdistendidoypermisivo, sobre todoparalosjóvenes.Familiasenterasdeloscamposvecinosveníanalpuebloaparticipardel corso.Las serpentinas se lanzaban de un coche a otro formando una trenza decolores(variasfotografías).Searrojabamuchopapelpicado,signodediversión.Los

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jóvenesmirabanaudazmentealasmuchachas,quereíanantelamenorcircunstanciasentadas desprejuiciadamente en los respaldos de los asientos de los coches sincapota. Se averiguabannombres, familias y ascendencias, se acudía a lucirse en elbailedelaSociedadItaliana,elmásanimadoyprestigioso,mástardesuplantadoporel del Club San Alfonso, que modernizó las costumbres. En un momento de suhistoria, el destino demográfico del pueblo estuvo firmemente ligado al baile decarnaval.Paraelcorso,elbarriodelnortepresentabacarrozasalegóricas.Nosiemprelosmotivossoncomprensiblesalprimergolpedeojo.Podíanserde tipoalegóricosublime:Elamora laPatriaoLalibertad,ode tipocómicogrotesco:Laescuela,dondelosalumnos,depantalóncorto,ylasmaestraseranhombresdebarbaybigote.Los del barrio del sur presentaban invariablemente murgas deslucidas y algunasmáscaraserráticasysolitarias,queserepetíanañotrasaño:«elbichocanasto»,«elvigilante»,«lasuegra»,«elpenado14»,«JuanMoreira»,yotros.Deéstas,elseñorBravantepublicabauna foto como jocosanotade color.Loshijospequeñosde lasfamiliasacomodadaseranllevadosalmodernoEstudioFotográficodeFanussiHnos.,frente a la plaza principal, para participar en el concurso «Los infantes en susdisfraces»,queorganizabaypublicabaElImparcial.

Cuando el paroxismo de la fiesta pagana había sido enterrado, los bailes,celebrados, las fotografías, sacadas y publicadas, los disfraces, colgados, y lasserpentinasyelpapelpicado,barridosporelvientodemarzo,seapoderabadeSanAlfonsolairrevocableapatíadelfindelverano,apenasdistraídaporelbrilloverdeyaltoconqueelsolseñalabaunhorizontedehojasdemaíz.

EntoncesElImparcialvolvíaasutranquilarutinadelosanunciosdelacuaresma,de nacimientos y defunciones, de casamientos y viajeros, inercia sólo sacudida detantoentantoporelrelámpagofulgurantedeunanoticiaverdadera:unahorcadoenun rancho en ruinas, el sepelio de una personalidad local o un nuevo preso en lacárceldeUlrico.

Al regreso del viaje, aquel verano de sus dieciocho años, Sonia cambió porcompletoelsentidoquehastaentonceslehabíadadoasuvida.Ahoracreíaaciegasen el destino, que había cumplido su vaticinio compensándola de años deindiferencia.Sesintióunaelegida.Enladistanciayenlaausencia,suamorsecretocreciócomounárboljoveneimpetuosodelquebrotabanramasnuevassincesar.Encadacosaencontrabaunecoqueleconfirmabaqueaquélera,alfin,suamor,suyo,suúnicogranamor,laposesióndesuvida,encontradocomountesorojuntoalmar,como le había profetizado la gitana. Ocupaba todas sus horas en perfeccionar surecuerdo, como quien adora un fetiche. Su cara en el espejo se transformó. Ellamismasevolviólivianaydistante,casiinvisibleparalasotraschicas,másdeloquesiempre lo había sido.Empezó a bordar condevoción, su imaginaciónvolaba.Lasformas que aparecían en el subir y bajar de la aguja despertaban admiración.Unanoche,encerradaenelbaño,empezóunacarta:Miamoradorado…Quenotuvieradirecciónadondeenviarlanoselecruzóporlacabeza.Laspalabraslasofocaron.No

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erancomoelbordado.Sussentimientosnoencontrabanmolde,nohabíamotivonidibujoparaloquequeríadecir.Eracomounaexaltación,quedescubríaentodaslascosas y en ninguna en especial, y cuando quería atraparla y expresarla nada erasuficiente.Ningunapalabra.

SiguióbordandoparaBuenosAires.Siguióahorrandotodoloqueganaba.Enelpueblo se había abierto una nueva tienda, La Ideal, y pronto le hicieron encargos.Pudoahorrarmás.Aquelinviernorecibióinvitacionesdesuscompañerasadarunavueltaalaplazalosdomingos,oavereldesfileylabandamunicipalparael25deMayo,oa ira laestaciónaver la llegadadel tren.Las rechazaba.Supensamientotenía un solomotivo, una sola obsesión: volvía incansable a su noche de amor; albaile,alamúsica,acómolohabíavistoporprimeravez.Cómoéllahabíaabrazadopara bailar, la primera vez que había bailado en su vida. Pasaba por alto losmomentosdelaplayaquelainquietaban—lacaradeélsobrelasuya,sualientoensucuello—,queselehicieronextraños,amenazantes.Supensamientoibaalaescenaen general y sólo se detenía en las imágenes que más la emocionaban. HabíanacompañadoaMaríaLuisaydespuéséllahabíainvitadoacaminarporlaplaya.Lasalidadelbaile,lamúsica,losbanderinescruzandoelcielosobrelapista,suvestidoqueflotabaenelairenocturno,elbrazodeélsobresushombros.Elmomento—éllepidióquehicieraloqueélhacía—enquesehabíansacadoloszapatosenlaarena.Elruido oscuro delmar que no le resultó temible porque estaba con él y no le teníamiedoanada.Elaguanegraconunalínealívidadeespumaqueseperdíatodoalolargo, en la oscuridad. La línea de luces de la bahía y las estrellas silenciosas. Elmomento concreto en que sin saber cómo le había entregado su cuerpo, Sonia loquitabadelmediocomoalgoopresivo,molesto,algoqueirrumpíadeunamaneraquenohubierapodidonuncallamarbrutal,peroloera,enlaarmoníadeesanoche.Fueelmomentoenqueellasehabíaalejadodesupropiocuerpo.Habíaexperimentadoundesdoblamiento llenodeconsideraciónparaconel cuerpodeél,quebuscabaenelsuyounplacerqueellaignorabaquepodíadarle.Elgocedeellahabíasidointenso,peronohabíaestadoeneseabrazo.Estabaeneldescubrimientoylaconfirmacióndeldeseoqueélexpresabaporella.Sucuerpopropiohabíapermanecido,a lavezquedistanteydormido,dócilaloqueéllepedía.Sucuerpoera,sobretodo,algoqueélhabíadeseado,entoncesselevolviódiferenciadoyvisible.Almismotiempo,jamáshabía experimentado una cercanía tan violenta, una violación tan brutal de supersona, una intimidad tan humillante. Y este impulso de rechazo que su cuerpoinicióinstintivamentelehabíahechocerrarlospárpadoscontodasufuerza;laarenasevolvióextrañaensuspiesyensuespalda,molestaensupelo;elsonidodelmar,áspero;elviento,demasiadofuerte,igualquelarespiracióndeél.ElmundosecerróenunpuntorígidoySoniasevolvióparadentroapretandolospuños.Cuandoél ladejó, ella abrió los ojos y el cristal de oscuridad y silencio bajo el que se habíarefugiadosequebrócomoelhuesodeunpájaro.Hubieraqueridodesaparecer.Lossegundossiguienteshabíansidounaprueba:unpuenteacruzarparapoderllegarala

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otraorilla,olvidarlosucedidoyrecuperarparasiemprelaimagendeél,antesdelaarenayelalientocalienteensucuello.Peroasídebíadeserelamorconunhombre,se decía Sonia, meses después, de vuelta en el Asilo, en la oscuridad del cuartogeneral,asalvoensucamajuntoalasotrascamasidénticas,losojosclavadosenelvidrio esmerilado de la ventana,mientras hundía esas imágenes y levantaba otras.Cuandobailarony él la abrazópor primeravez.O elmomento enque él se habíareídodeunrecuerdodecuandoerachico.ÉsaeralaimagenqueSoniamásamaba,laqueborrabatodolodemás.Sonreíaenlaoscuridaddeldormitoriogeneralcontagiadade la risadeél.Porprimeravez tuvoalgoverdaderamentesuyoyno locompartiócon nadie. Le hubiera parecido blasfemo dejar que alguien siquiera rozara esasimágenesperfectas.

A principios de la primavera, en medio de una charla intrascendente con suscompañerasydeunmodoinesperado, inclusoparaella,dejócaerelcomentariodequetalvezsecasaraelañopróximo.Lasexclamacionesylaincredulidaddelasotraschicaslasorprendieron.Lasorpresadiopasoalplacer.Teníaalgopropio,unahistoriapersonal, mejor todavía, una historia de amor con la que podía provocar interés,sorpresaytambiénlaenvidiadelasotraschicasquenohabíantenidoesasuerte.Dosdíasmástarde,lahermanaClaraledijoquequeríahablarconella.Enlacocinadesuinfanciaydesuadolescencia,lamonjahablódesuposesiónmássecreta.

—Es verdad lo que dicen tus compañeras, que pensás casarte, pero ¿desdecuándo?,¿conquién?

Soniaapretólosdientesysequedómuda,sintiendolaprofanación.Nadiedebíainmiscuirse.

—Falta un año y medio, pero cuando cumpla los veintiuno, me voy. Queríaavisarle.

—Adóndevas,quévasahacer.—VoyaalquilarunapiezaenlapensiónNoguer.Fue en ese mismomomento que lo decidió. Como una luz extraordinaria que

iluminarasu futuro,allíquedaba formulada la idea, ladecisión.Se ibaysecasaríaconél,peroestoúltimonolodijo.

—Tengoahorros.Bordémuchoestosúltimosañosypuedoseguirtrabajandoparamantenerme.

Las manos cruzadas sobre el abdomen, la hermana Clara la miraba concuriosidad.

—Esverdad, tefaltapocoparacumplirveintiúnaños—dijo,comoconstatandocontristezaundatoquelasorprendía—.Hemoshecholomejorquepudimos,peronopodemosretenerte.Megustaríaquetequedaras.

—Milugarpuedeserocupadoporalgunachicamásnecesitada.—Escierto—concediólahermana—.Pero,¿quéesesodelcasamiento?—Eso es algo mío —respondió evasiva Sonia, y tuvo por primera vez plena

conciencia de que su posesión la salvaba, podía esgrimirla contra elmundo, podía

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ocultarseenella.Podíavivirparasuhistoria.Así fue cómo,mucho antes de dejarlo, el Hogar empezó a formar parte de su

pasado.Faltabatodavíaunañoymedio.EnelveranoviajaríaotravezconMartaysufamiliaaMardelPlata,seencontraríaconél.Planearíantodasuvidajuntos.

Endiciembre,Soniaselevantabaalascincodelamañanaparabordarhastalasdiez.Evitabalashorasdecalor.Nuncahabíahechocosastanmaravillosas,decíanlasmonjas y sus compañeras. En esas horas su concentración era absoluta. Perdía laconcienciadel lugarenqueestaba.Desaparecíanloscontornosdelmundomientraslos ojos seguían el movimiento de la aguja, que subía y bajaba como por propiavoluntad.El blanco la enceguecía.Cuandodos o tres horasmás tarde levantaba lacabeza,todoledabavueltasyunospuntosblancossemovíanfrenteaellaenelaire.La nuca le ardía. Era completamente feliz. Los motivos y detalles del bordadoaparecíandenosabíadónde.Unaaldeaconárboles,animalesyhastaunaiglesiaconsu campanario rodeaban a una pareja de aldeanos que se iban por el caminoenlazadosporlacintura.Elfrisoadornabatodoeldoblezdeunasábana.

Una noche, se despertó gritando en la oscuridad. En algún lugar, una fuerzaextrañaymalignahabía tocadoel lugarsagradoe inaccesible.Sumundoeracomoesos esféricos mundos de vidrio donde una casa con sus habitantes, sus pinos enminiaturaysucercaquedabancubiertosporunatormentadenievequeestallabaencuantoalguieninvertíalaesfera.Unacriaturainformealaquenopodíadarlenombrehabía intentado un daño, que en el centro del sueño le resultó indeciblementedoloroso,comoeldesgarrodeunfilamentonerviosocuyodolorfulguranteletaladrólaconciencia,despertándolaconungrito.

Aldía siguientevio supalidezenel espejo.Demalhumorycon sueño,Soniaayudóaponerlasmesasyseubicóenloslargosbancosdeldesayuno.Escuchabaloscuchicheosdesuscompañeras.Enelfondodelcomedor,lasmáschicasnohablaban,suscaritasdesaparecíandetrásdelostazonesapretadosentrelasmanos.Degolpe,enun lugar intermedio entre dos caras, como un hachazo, volvió la pesadilla. Unacertezaladejósinrespiración.Sellevólamanoalagarganta.Habíasidounpresagio,una premonición. Algo terrible le había sucedido a él. Se levantó temblando yrecorrióaciegaslospasillos.Entróeneldormitorioyfueasucama.Sesentóenelbordetratandodedominareltemblornerviosoquelasacudíadesdeadentro.Algolepodíahaberpasadoaél.¿Porquéno?¿Aquésedebíaesapesadillasiellanosoñabanunca?Unaccidente.Estaidealatranquilizóycesóeltemblor.Comolaideadesumuerte leera inconcebible, sencillamente ladesechóporabsurda.Peroalgunacosapodíahaberlepasado.Talvezenel intentodevenirabuscarla.Estaverdad ladejóinmóvil y le levantó una tormenta en el pecho donde, remoto y agudísimo, elrecuerdo de la Nené fulguró como un brote de sangre y desapareció. Lloródesconsoladamenteagarradaalosbarrotesdehierrodesucama.Laternuraylapenaqueexperimentabaantelavisióndeélbuscándolaydequeeneseintentolehubierapasadoalgodoloroso,algúnaccidente,ladesgarraban,leproducíanramalazosdeun

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estremecimientoinsoportable.Incapazdedominarsesetapólabocaconlaalmohadaydesugargantasalióungritoáspero,ronco.Despuéssecalmó.Fuealbañoytomóun vaso de agua. En el espejo vio las ojeras oscuras, los párpados hinchados. Losazulejosblancos lerodearon lacara,apretándosela;elcírculosehizocadavezmásblanco.Cuandoabriólosojosestabaenelsuelo.Despaciopudopararse.Golpearonlapuerta.Dijoquesesentíamaldelestómago,queyasalía.Pasólatardeenlacama.Unadelasintermedias,unachicaalegredeunosdoceaños,letrajounté.Sesintiómejor, aunquenopodíamover el brazo izquierdo.Nodijo nada.A los pocosdías,cuandolopeordelbrazohabíapasado,Soniaalcanzólamadurezdeunaidea:iríaalacasa de Marta y le preguntaría por él. La sola formulación de este plan la dejóespantada.Todoseconocería,saldríaa la luz.Suúnicaposesiónseríaexaminadayjuzgada. Él y ella, los dos, analizados. Esa tarde dijo a la monja que necesitabacomprarunoshilos,yfueaveralagitana.

Al otro lado de la vía, en el extremo opuesto al del Asilo, estaba la casamiserable.La rodeaban perros y chicos descalzos y sucios.Al costado de la únicahabitacióndeladrillossinrevocar,unalonaremendadacolgaba,amaneradetoldo,sostenidaenunosparantesoxidados.Formabaunalerocontraelsol implacabledelverano.Bajolasombra,unhombregordoencamiseta,conunasgargantillasdoradasqueseperdíanenelespesovellodelpecho,seabanicabasentadoenunasillaenana.Lamanovelludaespantabalasmoscas;lacinturaylabraguetadelpantalónparecíanapuntodereventarporlapresióndelabdomen.Conungestodelacabezaleseñalóla entrada. La gitana le sonrió, dijo que se acordaba de ella, de aquella vez en laplaza,ylainvitóapasaryasentarsedelotroladodelamesa.Barrióconelantebrazounplatodelatayunosrestosdepanylepreguntócómoestaba.Despuéslevantóelíndice en señal de que esperara y revolvió en un cajón. Puso un mazo de naipessobadosobrelamesa.

—Cortá—fuetodoloquedijo.Semojó el pulgar con la lengua y lamiró seria. Le dio dos golpecitos en las

manos. Sin darse cuenta, Sonia tenía los dedos enlazados como si rezara, sobre elbordedelamesa.

—Notepreocupes,guapa,queyotediréquéesloquevasahacer—lavozdelamujersonócasialegre.

Unbálsamo.EsofueronaquellaspalabrasparaSonia, lasquenecesitabaoír.Lainquietuddesaparecióyladulzuradeunaentregaciegaaldestinolasostuvocomosesostieneunaplumaenlapalmadelamano.Nuevamentelagitanapasóelpulgarporlalenguayestavezsacóunnaipesucioymanchado.Loacomodóbocaarribasobrelamesa,despuésotroydespuésotro;siguióasíunrato.Cadatantoasentía,comosilascartasconfirmaransospechas;onegaba, frunciendo laboca,comosipusieraenteladejuicioloqueveía.Elíndicemorenodeuñasuciaseñalóunacarta.

—Dolor—dijo—.Fuertedolordelcorazón.Setehamezcladolasuerte,niña.Siguióunsilencio.Señalóelcaballodeespadas.

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—Un príncipe—lamiró—. Sí, sí, un príncipe, pero cuidado con la espada.Yaquí,¿quéhay?Unaaveriguación.

Lagitanaleclavólosojos,peroellamirólamesa.—Quieresaveriguarsobreelpríncipe…¿algunaotramujer?Sonianegórápidamenteconlacabeza.—Aver,aver…¿porquédemora?¿Porquénollega…?Talvez…—¿Sí…?—seleescapóaSonia,ysecallódegolpe.—Ah,seestádemorando.Noviene.No tepreocupes,guapa,a loshombres les

gustahacerseesperar.Averquémás…—lagitanamirabalascartasydespuésaella,unvistazo rápido—.Porquésedemora,qué lodetiene…—canturreóconunavozinesperadamente grave y engolada—. Aquí sale, guapa: trabajo. Nada de quepreocuparse.Tienemuchotrabajo.¿Quéhaceestehombre?

Lagitanaseechóparaatrásyacomodólasnalgasenlasilla.Lamiraba.Soniasedesconcertó.Nolohabíapensadoperoahoraeraevidente.Claroqueeraeso.Ellanosabíaquéhacíanienqué trabajaba,ni siquieradóndevivía.Élexistíaenunplanoseparadodelmundo,repitiendolaescenadelbaileydelaplaya.Selevantóconunasonrisa,completamentesatisfecha.Ledijoalagitanaqueconesoestababien.Dejóel dinero sobre la mesa y salió. Afuera todo había renacido. Él estaba bien, erancuestionesdetrabajo,algúndisgustoeneltrabajo,¿cómonolohabíapensadoantes?Sinduda,estabaocupado,teníaquehacerarreglos,trámites.RespiróhondoycaminódevueltaalHogarbajoelsolquemantedelasiesta.

—LaviraraaSoniaelotrodía.—Yolaviigualquesiempre.Elmantelquedódivino;mamálovaaestrenarpara

Navidad.¡Loquesonesasvainillasdecincohilos!—No,estácambiada,unpocotristonalanoté.—Contalquenoestéenestadointeresante.—Lasmonjaslasvigilanbiendecerca,medijoLucrecia.—CuandodirigíaelAsilolahermanaMaríaEscolásticahabíarespeto.—Paramíesamonjaerainaguantable.—Voscomosiempreencontradetodo.DiceLucreciaqueladeRossifaltóalas

últimasdosreunionesdelaComisióndeDamas.LahermanaClaraledijoqueestabaenferma,perohayuncomentario…

—¿Qué?—Que el contador está comprometido en algo y que en el lío está metido el

administradordelaestanciagrande.—Ynosotrasenayunas.¿Habrásidocuandosemudaronaloschalets?—Parecequesetapótodo,despuéslagenteseolvidaySantasPacuas.¿Quémás

dijoLucrecia?—DicequeenlodeGómezlaqueestámalesIsolina,lamenor,quelodeGardel

lahaafectadoalpecho,peroqueparaellaestáneurasténica.Dicequenohayotrotemaenlacasayqueselevantadelasiestagritando«mandenelcadáver»ymaldice

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a los colombianos; las hermanas tienen que andar cerrando las ventanas. ¿Seráposible?

—Quépicardía,esachica;siemprefueunpocorara.—No es tan raro, acordate de Chola, que duerme con la foto de Corsini, el

Caballero Cantor, debajo de la almohada. ¿Por qué no vendrá más seguido,Lucrecia?,estáenteradadetodo,¡yquécatólicaes!Demisadiaria.

—Noteolvidesquecuidaenfermos;trabajaentantascasas…—Quécadávervanamandar,digoyo,siloreconocieronporlosdientes.¡Yqué

dentadura,quésonrisa!Amímegustabamucho…pornodecirconlocura…eldíaquemequieras…desdeelazuldelcielo…lasestrellascelosas…

—Quélindocantás,Adela,seguilounpoquitomás.—No, aver si lodespierto apapá.Quévas a comparar,Corsiniparamí suena

como si, no sé, como si cantara un tuberculoso. ¿Yqué contabaLucrecia de lo deFerrari?Meloperdíporcalentarelagua.

—DicequecuandocuidabaadoñaQuinota,elácratafueaentregarlamesadelcomedoryqueconFerrarituvieronuncambiodepalabras,quehastadoñaQuinotaqueessordacomountapiasediocuentadequealgoestabapasando.Eraalgodelospeonesmunicipales,queFerrarihablabacomoconcejal,peroqueelácrataalfinallecontestódemanerairrespetuosaparaunpreso.Diceque,cuandosefue,elácratasesacólagorraparasaludarlas,aellayadoñaQuinota.

—¡Elácrata contestándole aunconcejal!Papá tendríaquemandarunacarta alImparcial.Asíempiezanaarruinarselospueblos,asísevaaarruinarSanAlfonso.

—¡Quédiciembretenemos!¿Traésunpocodelimonada,Mecha?Conestecalorno está para mate. Y pensar que Gardel estuvo por venir una vez a cantar a SanAlfonso.Nopudoser.Eseldestino.

Pasaron lasfiestas.PasóeneroyafinesdefebreroSoniaempezóa inquietarse.LepreguntóalahermanaClarasiMartanosalíadevacaciones,sinoibanaMardelPlata. La monja contestó que no le había dicho nada del veraneo, pero, se habíaolvidado,hacíapocolehabíapreguntadoporella;queríaverla.ASoniaselecortóelaliento. Él la buscaba a través de Marta y esto, supo, era una premonición. Sufelicidad que hasta entonces era etérea y dispersa se centró en un sentimientoconcreto, enunpuntodensode expectativaque lavolvió aplomada.Se sintiómuytranquilacuandoledijoalahermanaClara:

—Estasemanavoyairaverla.Dejópasarunosdíassumergiéndoseenlasensacióndeplenitudqueledabasaber

que no faltabamucho para que volvieran a encontrarse. Cuando estaba sola en ellargodormitoriodecamasdehierroalineadassobreelpisodemosaicogris,sacabalacajaymirabasucontenido.Camisones,blusas,sábanas,erandesplegadosentodasubelleza sobre el pobre acolchado. Si alguien hubiera podido ver aquello habríaquedado admirado: delicadas tramas de flores, arabescos, pájaros, guardasgeométricas, cada pieza era única y de una extremada perfección. Un tesoro que

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Soniahabíaconstruidopara servistoporunasolapersona.Elcontenidode lacajaestabadestinadoaél.Elviernesdelaúltimasemanadefebrero,alassietedelatarde,estabatocandotimbreencasadeMarta.Sehabíaesmeradoenelarregloylehabíandichounpiropoenlacalle.

—¡Sonia,tantotiemposinverte!—lacaradeMartasehabíailuminado.Soniaseasombró; de verdad Marta se alegraba de verla—. Pasá, pasá. Le pregunté a lahermanaClaraporvos,peromedijoqueestabasocupada,quetrabajabasmuchoparaafuera,quenosalíasnialavereda.Esperabaquealgúndíanosvinierasaverentodoestetiempo.

Martahablabamientraspasabanalrecibidorydeahíalossillonesdelliving.—¿Queréstomaralgo?—No,muchasgracias.—Pero qué bien estás, estás más linda que en Mar del Plata. ¿No te habrás

enamorado,vos?Candidatosnotedebenfaltar.—Martasereía.Soniaenrojeció.SindudaMartasospechabaalgo.Seloibaadecir.Otalvezél

mismoyaselohabíacomunicadoalafamilia.Tomóaliento:—Vineporque…—almismotiempoMartadijo.—Queríahablarte…Lasdosrieron.—Dígame,dígame…—exclamóSonia,queahoranopodíareprimirunasonrisa

constante.—Dígame. ¿Nunca voy a conseguir que me tutees? Al fin y al cabo te llevo

quinceañossolamente,tumadrenopuedoser.Porahítuhermanamayor.Volvieronareírse.—Bueno—dijo Sonia y con un sentimiento de violencia inició el tuteo—.Me

dijolahermanaClaraquelepreguntastepormí.—Tevoyanecesitar.Estuvistetanbienelveranopasado.Aunquenovolvierona

verte,loschicosterecuerdansiempre.¿YSonia?,mepreguntan.—Son los mejores chicos que he conocido. Muy buenos —la pregunta se le

escapósinquepudieraimpedirlo—.¿VanesteañoaMardelPlata?—No, Oscar no quiso ir por lo del incendio de la Rambla, dice que no es lo

mismoMar del Plata con la rambla de La Perla toda quemada—con una sonrisaincrédulamirólaexpresióndeSonia—.Aquenoteenteraste.Sonia,Sonia,vivísenlaluna…

Marta sacudía la cabeza y sacaba un cigarrillo de una cajita sobre lamesa; loencendióconsoltura.LosojosdeSoniaseredondearon.

—Ay,nomemirésasí—laexplosiónderisadeMartafuesincera—.Sitevierasla cara—los hombros se le sacudían.Cuando se calmó siguió hablando—.Fue elinviernopasadoquemedecidí.Fumabaaescondidas.Estamosen1933,ledijeamimarido; al finy al cabo soyunamujermoderna, ¿noviste en el cine?, el tango sebailaenEuropaylosEstadosUnidos,lasmujeresfumanenboquilla,quedatanbien,

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eselegante.AlprincipionolegustónadaaOscar,peroahoraseacostumbró.Esosí,nomedejafumarsolafueradecasa,tengoqueestarconél.¿Querésprobaruno?

Sonianegóconlacabeza.—Tenemosquehacerunviajecitocorto—seguíadiciendoahoraMarta—,unfin

desemanaaBuenosAires.Novoyallevaraloschicos.Pensabaquepodíasquedarteenlacasaconellos.

Soniadisimulócomopudoladecepción.—Sí,cómono.—Se casa un sobrino de Oscar, en Buenos Aires; vamos a hacer un viaje

relámpago.Nopodemosfaltar,eselahijadodemimarido.VosloconocisteenMardelPlata.HermanodeMaríaLuisa,Alberto,elmorochoalto,buenmozo.Alfinsedecidió.Esmás tarambana,uncalavera, lachica lo llevaesperandosieteaños.¿Teacordásdeél?Unaveztesacóabailar,meparecequemecontóMaríaLuisa.

Soniaseguíasonriendo.Queelnombredeélfuerapronunciadoasí,degolpe,enlarealidadviva,fueintolerable.Ungolpesecoenlacaraqueleprodujounabrumosasomnolencia; los pies y lasmanos se le helaron.Marta hablaba, le decía lo que leestabadiciendo,yaSonialaenvolvióunalevefamiliaridad,comosilaescenayalahubiera vivido antes. Las palabras, que habían quedado colgadas del aire,súbitamentecayeronsobreella,afiladascomoescalpelos,abriéndosepasohasta lascapasmásprofundasensuconciencia.Lamujerseveíararafumandoyhablando,lepareciódesconocida.Lacaraylosdientes,lossillones,eljarrón,yhastaelhumodelcigarrillohabíanadquiridounanitidezinsoportable.Soniasemiróloszapatosjuntosporquesemareaba.Sepusodepie.

—¿Yatevas,tanpronto?Eselfindesemanaqueviene.¿Podrásquedarteconloschicos?

—Sí,cómono—Soniacaminóhacialasalida.Martaselevantóapuradaparaseguirla.Hablabadealgoysiguióhablandohasta

queSonia, ya en la puerta, apenas se dio vuelta para despedirse y salió a la calle.Caminóhastalaesquina,pegadaalapared.Comositropezaraconalgo,sedetuvoensecoyvolvióatrás.Tocótimbre.LacaraextrañadadeMartavolvióaaparecerenelmarco.

—¿Porquémedijoqueviajan?—supropiavozlesonólejanayaguda,comoelgritodeunpájaroalcanzadoporunapiedra.

—Porquesecasamisobrino.Alberto,teacordás,elque…Sin despedirse, Sonia dio la vuelta y caminó de regreso alAsilo.Eranmuchas

cuadras.Caminabacadavezmásrápido.Yaeradenoche,sehabíanhechocomolasnueve.HermanaClaranomecierrelapuerta.Amedidaqueseapuraba,Soniarepetíaen voz baja, como un rezo: No me cierren la puerta. Pasaban las cuadras y lasbocacallescadavezmásrápido.Subióelterrapléndelasvíascorriendo.Amenosdecien metros del paso a nivel, en la estación estaba el tren detenido. El andén,iluminadoenlanoche,parecíaunescenariodeteatrodondedoshombresyunamujer

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sedistinguíancomoactores inmóviles.Elviento trajoel jadeode la locomotora,elvaporescapándoseachorrosdesdeabajocomoel resuellodeunmonstruoextraño.Lapoderosaluzdelamáquinaseintensificóytrazóunbrillofilosoenlasvías.Soniatropezóyperdióunzapato.Elcuerpocayócontodoelpeso.Lacaragolpeócontraunodelosrielesysintióundoloragudoenlapierna.Atientas,enlaluzdeltren,queemitióunlargopitido,buscóelzapato.Eltacosehabíaenredadoenelpastosecoyrastrero.Volvióaponérseloybajóel terraplénabriendolosbrazoscomoloschicosenelcuestaabajo.Alláestabalaesquina,casiasualcance.Conlacarapegadaalapuerta y la respiración entrecortada, tiró de la cuerda. Lejos, la campanilla dio suseñal.Comouneco respondióel silbatodelguardaen laestaciónyel fragorde lamáquinaqueseponíaenmarcha.Abranlapuerta,abranlapuerta,pedíaSoniaenvozbaja, la boca pegada a la madera maciza de la puerta del edificio de Ulrico. Seescuchóotrolargoyagónicopitidodelalocomotoraarrastrandolosvagones;enelpaso a nivel bajaban lentamente las barreras. El corazón de Sonia retumbaba alcompásdelospistonesquehacíangirarlasruedas,cadavezmásrápido.Elestruendodel tren tapó el chirrido de la puerta al abrirse. Sonia agradeció que no hubieranencendidolaluzdelcorredor.Desdelejos,atrás,lellegaronlosgritosdelahermanaClara.¿Quéestabapasando?Laluzlaencegueció.

—¿Quéesesto?—lahermanaClaraseagarrabalacaraconlasmanos—.¿Quétepasó?

UnreguerodesangreenelquesemarcabanlassuelasdeloszapatosseextendíaporlosmosaicosalpasodeSonia.Ensupantorrilla,asomabalapuntaverdeygruesadeunvidrioenlaheridaabierta.

—¡Hermana enfermera! —el grito agudo de la hermana Clara retumbó en elcorredor. Algunas de sus compañeras se asomaron alarmadas en la puerta delcomedor—.¡Ustedes,entren,inmediatamente!

LahermanaClaralahabíatomadoporlacintura.Enlacamilla,Soniamirabaconojossecosel techomientrascurabanlaherida.Laextraccióndelvidriodiotrabajo.Lahermana enfermera se arregló con lo que había en el botiquín.Cosió la herida.Descubrierontambiénunosmoretones;unovioláceorojizoseibaextendiendoarribadelacejaderechayotromásabajo,delmismoladodelacara.Lavía,fueloúnicoquepensóSonia.

Por tres días se quedó en cama; al cuarto se levantó: rengueaba.Avisaron a laseñora Marta que otra chica tomaría el lugar de Sonia. A los quince días, losmoretones eran más azules, pero podía caminar. A las tres semanas empezó aocuparse de las tareas que le correspondían. Llegó y pasó su cumpleaños númeroveinte.LahermanaClarahizounatortaqueSoniaapenasprobó.

Enlosmesessiguientes,apesardelosesfuerzosdesuscompañerasque,apedidode la hermana Clara, trataban de animarla, Sonia se concentró en el trabajo y nomostraba interésporotracosa. Igualqueel añoanterior,bordaba incansablemente,pero de manera mecánica, sin alegría. Así le decía Ramona, su compañera más

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cercana,laúnicaque,comoella,habíavividotodasuvidaenelAsilo,ylaquelogrósacarladesuensimismamientoyhacerquesalieraadarunavueltaporlaplaza,alaestación a ver la llegada del tren. Aunque hablaba con ella, Sonia permanecíaausente. Terminaron acostumbrándose a sus silencios y Ramona, junto a ella,monologaba.Unavez,paralaprimavera,salieronacaminarporelcentroytuvieronque correr para llegar antes del cierre de la puerta. Los veinte años de las dos lasmostraroncomoeran,enlasrisasentrecortadasdelacarrera.AlfinSoniasereía.Ellargo verano de 1935 se estiró soñoliento por el patio y por los corredores, por elsilenciooscurodelcomedor,porlassiestastórridasdelahuerta,llenodelzumbidodelasabejas,delbulliciodelospájarosalatardecer.Soniahabíaretomadoelbordado;unablusa,unregaloqueconRamonaleharíanaunachicaqueseiba,sacadaporunatía.Sinqueellamismasedieracuenta, suaspectohabíacambiado: losojosclaroshabían adquirido una nueva profundidad, la cara se le había afilado. En el otoño,empezóaprepararsuscosas.

Paramayo,unmesantesdecumplirveintiúnaños,SoniadijoqueteníaquesaliryfueaconocerlapensiónNoguer,lademejorreputaciónenSanAlfonso.Ladueña,laseñoraOfeliadeNoguer,lahizopasarylemostróunahabitaciónchicaquedabaalprimerpatio,concamayroperoyunapequeñamesaconunasilla.LepresentóasuhijaRosa,perocuandoquisomostrarlelacasaentera,Soniadijoquedebíairse.LaseñoraNoguerprometióqueleibaareservarlapiezaporquelecaíasimpática.

El 11 de junio, su cumpleaños veintiuno fue festejado sencillamente en elalmuerzo;amediatarde,SoniabuscóalahermanaClaraenlacocina.Entróycerróla puerta.A esa hora, la cocina de hierro estaba apagaday unolormustio de leñaviejaycenizaimpregnabalascuatroparedessilenciosas:éseeraelolorinconfundibleque había inundado su ropa, su pelo y hasta lo que soñaba; el que la habíaacompañadotodasuvida,desdequepodíaacordarse.Lahermanasacudíalacabeza,trataba de persuadirla de una manera en la que se adivinaba más afecto quepreocupación.Porquéno sequedaba, insistía, intentandounaúltimavez.Además,unachicasola,cómoibaavivir,quéibanadecirenelpueblodondelasmuchachasdel Asilo tenían una reputación tan buena. Desde la Nené, había ahorrado,argumentaba Sonia en voz baja,monocorde; aun si no le daban trabajo suficiente,teníaunañopagadoporadelantado.Teveotantriste,habíadicholahermanaClara,pasándole la mano por el pelo, si irte te hace feliz, voy a hablar con la hermanasuperiora. Soniamiraba absorta lamadera desnuda de lamesa.No importa lo quedigalahermanasuperiora,susurró,hoycumploveintiúnaños,soymayordeedad…Sin que pudiera evitarlo, su mano recomenzó el camino de las vetas que conocíadesdequeteníausoderazón.Pasabayrepasabaensilenciolashuellasdesuspropiosdedos,hastaquelasmanosdelahermanaClararodearonlasuyacomosiapresaranunpájaro.

—Estábien,entonces,siesesoloquedecidistenotepodemosretener—lepusounamanosobre lacara—.Connosotraspasaste toda tuvida,hubomuchosbuenos

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momentos.Deacátambiéntepodésllevarlindosrecuerdos.Losojosviejoslamiraronesperanzados.Esanoche,despuésde lacenaen laquenodijonada,sentadaen lacamaen la

oscuridadsinpoderdormir,Soniameditaenlaconversacióndeesatardeenlacocinay, sin sabermuybienporqué,quizápor temora lodesconocidoopor lealtada lahermanaClara o porque quiere armarse una última noche con lomejor que puedaencontrar, algo compartido, le dice a Ramona, que en la cama de al lado estádespiertaigualqueella:

—¿Teacordásdelavezquelaseñoradelintendentenosllevóapasearencoche?Ramona tardaunmomentoencontestar;primero se ríeySonia también se ríe.

Giranenlascamasysetapanlabocaporquenopuedenmásdelarisa.—Cuando vino la gorda, la intendenta… con las plumas en la cabeza—dice

Ramona,conlavozahogadabajolassábanas—,yonotuvesuerte…fuistevoslaquepudoir.

Aturdida, Sonia había formado parte del grupo elegido con equidad por lahermana Clara: una de las más grandes, una de las intermedias y una de las máschicas.La señora del intendente se preocupaba por ellas, tenía en consideración alAsilo, así explicaba la hermana la noche previa, paseándose por el dormitoriogeneral.Lasvendríaabuscarparaunpaseoenautomóvil.Casinadieteníaautomóvilen aquel tiempo. En SanAlfonso debía haber cuatro o cinco, en total. Ese día lasprepararon para la salida. El guardapolvo gris de los domingos y unmoño que leanudaron en la punta de la cabeza, el pelo mojado agarrado atrás. La hermanarepasabaconunhisopoembebidoentinturanegrasuszapatos.Aunqueeraveranoyelcalorsofocaba,aSonialepusieronunosguantesblancosparaunamanodosvecesmásgrande.Cuandoestuvo lista lamandaronal recibidor,aquenosemovieradelbanco. Los guantes terminaban con las puntas de los dedos vacías y torcidas.Balanceaba los pies en el aire. Vos sos puro ojo, le había dicho la intermedia,contenta, cuandoa suvez se sentó juntoaSonia enelbancode la espera.Lamásgrandellegóúltima.Faltabamediahoraparalacitayesperaronsinhablar.

—Parecíantresestatuas,yolasespié—dijoRamonadesdelaotracama—.Vos,conlosdedoslargosytorcidosdelosguantesblancos.

Zumbaban lasmoscas.Seescuchó, lejos,unportazoy lospasos inconfundiblesdelahermanadirectora.Sufiguraenlapenumbradelcorredorteníaelvolumenyelprestigiodeunaaparición.Veníaconunramodecalas.Recortadasenlasombra,lascalasnosesabíaquéeran,parecíanextrañospinchesquelesalíandelaespaldaydela cabeza. Las tres de pie junto al banco. Ella las miró de arriba abajo. Dijo:Recuerden suhumilde lugar;nohablen.Deben sermásbajasque lahierba. Todoestoconelsibilanteacentoespañoldelabocatorcida.Lamayoríadelasveces,Sonianoentendía loquedecía.Cuando siguió sucamino, respiraron.Revisó supañuelo,debajodelpuñodelguardapolvo.Lehabíandichoquenodejaradelimpiarselanariz.El solde lacalleproyectabauna líneadoradadebajode lapuertayhacíabrillarel

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mosaico.Enelsilencio,seescuchó,cadavezmáscercano,elruidodeunmotor.Conunrevuelodelhábito,lahermanaClaraseasomóalapuerta.Alláviene,alláviene,anunció y les acomodó el moño, el pelo; a Sonia la tomó del hombro con unainesperadabrusquedadque la sacudió.Abrió la puerta depar enpar.El auto, gris,magnífico,conlacapotaplegadaatrás,sobreelrespaldodelosdosúltimosasientos,sedetuvoexactamenteenlaochava.Yeraaquellaimagenencuadradaporelmarcodelapuerta,bajolaplenaluzdelsol,laquehabíaaparecidoprimeroenelrecuerdodeSonia:enelasientodelconductor,elchofercongorra;sentadaatrás,unpocomásarriba, una mujer imponente. Coronada con un gran sombrero de dos plumas, laseñora del intendente esperó que el chofer apagara el motor, diera la vuelta y leabriera la puerta. El polvo terminaba de posarse. Visto desde adentro, el choferdesaparecióyvolvióaaparecer,abriólapuertadelautoyestiróelbrazoparaquelaseñoraseapoyaraenélybajarapisandolosdospeldañosdesplegados,hastatocarlavereda. Las tres huérfanas y, quizás, también la hermana Clara habían pensado:«Comouna reina».La intendentaeragordayelegante.Llevabaunvestidodesedaazul con drapeados, un broche cerca del hombro y unos collares de perlas caíancurvados sobre el pecho prominente. Sonia sintió el perfume de la mano que leacariciólacara.«Hayquehacerlo,hayquehacerlo,hermana»,repetíalaseñora,«hayquedarleseducaciónaestaslindasniñas.¿Cuántosañostienen?».FueunmomentoembarazosoqueSoniaasimilócon losojosmuyabiertosporque inmediatamente laseñorahabía inclinadolacabezahacia lahermanaClarayhabíacuchicheado:«¿Sesabe?». «Sí, sí», se apresuró a contestar la hermana.Sonia convoz apenas audiblehabía respondido: «Ocho». Después, empujada por la mano de la hermana Clara,caminóapretandolosdedosdelospiesparaquenoselesalieranloszapatos.Pisóenel estribo y se sentó en el asiento que le indicaron. Era altísimo. Como ir en elelefante de la lámina del aula. Olor a cuero y algo fuerte, el combustible. Sonia,anonadada,juntólasrodillasylospiesysequedóderecha.Enelúltimoasiento,conla espalda contra la capota recogida, iban sus dos compañeras; en el asiento delmedio,Sonia,lahermanaClaraylaseñoradelintendente;adelante,solo,elchofer.Despuésdecerrar laspuertas,elhombreabrió lasuyaysacódedebajodelasientouna manivela, fue hacia la parte delantera, ensartó la manivela en algún lugar yempezó a subir y a bajar. El auto vibró, el hombre subía y bajaba cada vez másrápido.Todasvibraronysesacudieron.Conunaexplosión,elautomóvilsepusoenmarcha.Elhombreteníalacararoja.Fueunmomentoglorioso.Incapazdequedarseinmóvil, conunasonrisadebocaabierta,Soniagiróymiróa suscompañeras,queaguantaban la risanerviosacon las caras coloradas, comoel chofer.«Llévenosportodoelpueblo,Balbino»,ordenólaseñora.Sonianohabíaestadonuncatancontenta,percibíatodoalavez,lasnubesblancascontraelcieloazul,eldelicadoaromadelosparaísos, lagentequeen lasveredasmirabapasarelauto, lasvocesde lahermanaClaraydelaseñoraqueseentrecruzabanysuperponían.Dieronunavueltacompletaalaplaza.Paraimponersealruidodelmotor,laseñorahablabagritando:«Éstaesla

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Municipalidad,laIglesia,laEscuelanúmerouno».Señalabaconelabanico,comosiellas fueran visitantes de otro lugar. «Enfile para el barrio del sur, Balbino». Lascallesempedradasterminaronyempezólatierra.Laseñorasellevóunpañueloalanariz y Sonia se acordó de que debía usar el suyo. La señora hablaba de BuenosAires,delasdamasqueatendíansindescansoapobresyhuérfanos,dejandodeladoactividades sociales, acompañando a susmaridos en la sacrificada funciónpública.«Hay que prepararlas, hermana», decía la señora. La hermana Clara asentíaconstantemente,nibienseponíaahablarlaseñora,lahermanaasentía.Enlascallesdetierrahabíacasasconalambretejidoycaballosatadosenlavereda.Derepente,lamanodelahermanaClaracayósobrelacaradeSoniaapretándolelosojosydándoleun susto tremendo. «Miren para allá», ordenó la hermana a lasmayores. «Perdoneque la contradiga, hermana, pero tienen que mirar, las mayores, se entiende. Quéquiere, es la vida, hermana», decía la señora. «Tienen que saber qué les puedeesperar».Entreelruidodelmotorylatrepidación,laseñoraseñalóunacasacerraday con la ventana abierta, y gritó: «Ésta es una casamala, no lo olviden. Llena demujeresdescarriadasdelabuenasenda,mujeresdelavida».Soniaveíamanchonesblancosenlonegrodelosojos.Cuandolahermanasacólamanoestabancasienlasafueras del pueblo. Unas cuadras más allá empezaba el alambrado del campo.«Doble, doble, Balbino», decía la señora agitada por el movimiento constante delasiento.Todosemovía,igualquelasplumasdelsombrero.ASonialegustabanlosbarquinazosquelahacíansaltardelasientoyleproducíanuncosquilleoirreprimiblederisa.«Cuidadoconlacriatura,aversilaperdemos»,comentólaseñora,alaqueno se le pasaba nada. Sonia creyó que ya habían vuelto al Asilo y no era así. Eledificioseparecíamucho,eradelmismocolor,peroteníadostorres.«Miren,niñas»,laseñorahablabaotravezconelpañuelosobrelaboca:«Miren,niñas»—señalabacon el abanico—, «la cárcel, aquí pagan los delincuentes de nuestra…». No seescuchóloquedijoylahermanaClaragritó:«¿Cómo?».«Sociedad»,gritólaseñora,«acá pagan los que ofenden a la sociedad con sus actos criminales». Giró condificultad y miró a las más grandes. «¿Comprenden?». «Sí, señora», dijeron aespaldasdeSoniasuscompañeras.Soniatambiénrepitió:«Sí,señora».Sermásbajasquelahierba,asídecíaladirectora,pero¿quéqueríadecir?Soniasacósupañuelodelpuñoy se limpió lanarizpor lasdudas.Susguantesblancos tenían tierraentre losdedostorcidosyelbotónle lastimabalamuñeca.Elautomóvilhacíavolar la tierrasuelta.Volvieronporlacallelargahaciaelbarriodelnorte.Unosmuchachosparadosenunaesquinadelaplazasesacaronlasgorrasalpasodelauto.SereíanySoniasedio vuelta. Sus compañeras también reían.Con el polvo, las plumas del sombrero,quehabíansidolabanderadelviaje,sehabíanpuestomustias.Laseñoralassaludósinbajarsedelauto;lahermanaClarasedeshacíaensaludosyagradecimientos.Alfin,Soniapudosacarselosguantesyaflojarseelmoñodelpelo.Eneldormitorio,lasotras chicas rodearon a las afortunadas. La señora había dicho que en cualquiermomentovolvíaabuscaraotrasinternasparadarunavueltaeducativa.Peronunca

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volvió.Ramonasehabíadormido.Conlosojosinsomnesenelvidrioesmerilado,Sonia

admitióquelahermanaClarateníarazón.Teníabuenosrecuerdos,siquería.Yteníamemoriapararecuperarlos.

Alamañanasiguiente,lahermanaClarayRamonalaacompañaronhastaelcrucede las vías. Las dos la abrazaron; Ramona tenía los ojos llenos de lágrimas, peroSonia estaba como galvanizada, sostenida por su decisión, y todo lo que sucedíadesde que se había despertado esa mañana casi al alba era como si no estuvierapasando,quedabaafueradelnúcleocerradodesuinterior.LahermanaClaraledijoquelaesperaban,quevolvieralosdomingosaalmorzarconellas,quesiempreibanaquerer saber cómo estaba, que la iban a extrañar.Ramona dijo que iría a visitarla.Soniamiróelcielodenubesbajas.Hacíafríoyestabaporllover.Enlavalijaviejaquelehabíanprestadolashermanas,habíapuestosuropa,elajuar,elcuadro,ytodolodebordarenunacajademaderaquehabíacompradoespecialmente.

Sin mirar atrás, hizo las quince cuadras hasta la pensión. Salió a recibirla ladueña.LaseñoraNoguereraunamujertodavíajoven,viuda,consuhijaRosa,casidelaedaddeSonia.Sonriente,amableydicharachera,inicióelritodemostrarlecondetallelacasa,unplacerquenohabíapodidodarseenlacortavisitaanteriordesunuevainquilina.Loscuartossesucedíanunojuntoalotroylaspuertasdabanaunagalería de columnas finas de hierro; la casa estaba en una esquina rodeada por uncercodeligustrina.ElcuartovolvióaparecerlemuychicoaSoniacomparadoconeldormitorio general; en compensación, la animaron el ropero, la cama, la pequeñamesaylasillaqueseríanexclusivamenteparaella.Suscosas.Laventanaaltadoble,de postigos y cortinas de crochet, se abría a la calle lateral. Detrás de los visillosSoniapodíaverelcercocubiertodemadreselvaquedabavueltaenlaesquina,hastaelfondodelacasa.Enelcrucedelasdoscallesdetierrasehamacabalabombitadeluz.Sesintióabrumadapor lamaneradeconversarde laseñoraNoguer,quehacíapreguntasyselascontestabaellamismayfueunaliviocuandopudocerrarlapuertayquedarse sola.El ropero teníaoloranaftalina, enel cajóndeabajoacomodó lospaquetesdepapeldesedablancoqueconteníansuajuar.Distribuyóelrestodesuscosas,elcuadrodelacasasobrelamesitaapoyadoenlapared,ysesentóenelbordedelacama.

A las nueve ymedia, la señoraNoguer le había golpeado la puerta y la habíainvitado a comer con ellas. Sonia le agradeció pero dijo que estaba cansada. Esanoche, la primera de su vida que pasaba en soledad, en un lugar nuevo y extraño,estuvo largo rato prendiendo y apagando la luz del velador. El insignificante actomecánico la asombrabahasta aturdirla.La primera consecuencia de su libertad: nomolestabaanadie,nadieveníaareprenderla.Teníaluzpropia.Casienpuntasdepierecorríadeunextremoaotrolospocosmetrosqueeranahorasucasa,acomodabalasilla, disponía las cosas de una forma y después de otra. Ordenaba de diferentesmodossuropaenelropero,abríaycerrabalospostigossumergiéndoseporquesíen

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lanocheyenlacalledesierta.Portemoramolestar,alasonceapagólaluz.Vestidasetiróenlacama;elbordedelaventanacerradatrazabaunalíneadeladébilluzdela esquina. Escuchó el trote de un caballo que pasó y se fue.A su pesar, echó demenoslossusurrosdesuscompañeras,larondadelahermanaClara,lassombrasdelosparaísosenlaventanadeldormitoriogeneral.

Lahermanahabíadichoquepodíarecuperarbuenosrecuerdos.Convocójuegosde la infancia,elpaseoenautomóvil, lavezquehabíaencontradounamoneda, lascharlas con sus compañeras, pero las imágenes eran esquivas y no alcanzaron aformarseporqueelvientooscurodelmar,elbaileylasonrisadeélmirándolaenlaplayalasdesplazaron,ocupandoporprimeravezelespaciocompletodesucuartoenlapensiónNoguer,tomandoposesióndeél.EramuytardecuandoSonia,venciendolasensacióndeextrañezaqueleprovocabaellugar,consiguiódormirse.Yamevoyaacostumbrar,seobligóapensarunossegundosantes,yapretóconfuerzalosojos.

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Tres

Lamañanademarzode1936cuandolaspuertasdelacárcelseabrieronparadejarenlibertadaBautistaPissano,unasnubesplomizasybajasencapotabanelcielo.Enlaluzopaca,elrojoennegrecidodelacárcelresaltabadeunamanerainusualcontraloseucaliptosinmóviles.Unahoraanteshabíatenidolugarelúltimoepisodioqueviviríaenel despachodeldirector.Desde laprimera frase,Bautista fue conscientedequePardeirohabíaurdidodeantemanoaquellaescena,delaqueesperabaalgúntipoderevanchaportodosesosañosenlosquenohabíalogradoarrancarleunsologestodeobsecuencia.Acontinuacióndeundiscursomoral,eldirectorpasóaexplicarqueeldinero correspondiente al salario por esos años de trabajo como carpintero de lacárcel,inclusocomoebanistadesuspropiosmueblesydelosmueblesdevariosdesusallegados,genteimportantedeSanAlfonso—«Muybienhechos,esosí,soscasiunartista,Pissano,lástimaesacabeza»,ysonriósocarrón—,quedaríaadisposiciónde lacárcel.Habíadedicado tiempoa revisar los reglamentos,aclaró,yexistíaunanorma penitenciaria firme, dado el motivo de su condena por «graves disturbiosapátridas».Porlotanto,estabayadecididoquelasumaseibaadestinararefaccioneseneláreadelascocinas.

Losañosdetratoylasescaramuzasdetorpeironíaalasqueeraafectoeldirectory que Pissano vivía con indiferencia no evitaron que sin darse cuenta cerrara lospuños.

—¡Ah! —dijo Pardeiro, ávido de esos triunfos sobre el temperamento de lospresos—.Laviejarebeldíatodavíaestáahí.—Seleensombreciólacara—.Vossabésloquepienso.Sifueraley,sifuerajuez,yo—yagrandóelyoelevandoeltorsoyelmentón—a la sediciónácrata ledoyperpetua.MenosmalqueenestepaísexistenpatriotascomoelgeneralUriburu.

Bautistalomiródirectoalosojostodoeltiempoqueelotroquisorepresentarlaescena del hombre recto y escarmentador. Una cortina de humo que nunca logróocultarsurapiña,suincontrolableaficiónalrobo«legal».Pissanosabíahastadóndeese hombre era un corrupto. Podría haber armado una célula bajo la tolerancia dePardeiro con tal de que siguiera fabricando muebles y él cobrándolos. Farsante,pensó.Eldirectorpasódetrásdelescritorio.

—Para que veas que te tenemos consideración, como última muestra delestablecimientoydelordenquecombatís…ocombatías—dijo,yenarcóunaceja—,esta cárcel construida en 1880 por el ingenieroUlriko Schmidt, y dirigida pormídesdehace23años,notevaadejarenlaindigencia.

Abrióuncajónydepositóunsobreenelescritorio.Pissanorecogióelsobre,loguardóenelbolsillointeriordelsaco,ysindecirpalabradiomediavueltaysalió.

Deespaldasalportón,mirabaahoralacallelargaquellevabaalaplazacentraldeSanAlfonso.Diounospasosy,aunquesehabíaprometidonohacerlo,girólacabeza.AhíestabalamuecaenlabocaratonildelaGarza.Ungrupo,entrepresosypersonal,

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insistióenacompañarloalasalida.APissanonolegustabanesascosas,peroaceptó.LaGarza lomirócomodiciendo:«¿Y?».Bautistaacomodóelpaquetedepapeldediario bajo el brazo y la mochila de tela con las herramientas que había logradoreunir,hizouncortogestodedespedidayempezóacaminarporlacallelarga.

Unmolino,unacasa,elladridodelosperros,ahoraveníanlasdospalmerasaltasde una quinta. Una mañana de agosto, le había pedido al chofer desviarse unascuadras sólo para ver la imponente copa amarilla de un aromo florecido. Laenumeracióndelosárbolesasupaso,sauces,fresnos,álamos,acacias,unnogal, lebrindabaunatranquilafelicidad.NopodíadecirqueencontrabaelpueblocambiadoyqueloscambioslosorprendíanporquealolargodeesosañossehabíaidoadueñandopocoapocodeSanAlfonso. Infinidadde trabajosen la intendencia,en lacasadelcomisario,avecesencasasparticularesdeamigosdePardeiroomerastransaccionescomercialesdeldirectorlehabíanhechoconoceramuchagentedelpueblo.Tambiénhabía llegado a sabermultitud de cosas de sus vidas, pero aquellas personas eranjustamentelasquenoleinteresaban.Pissanohabíalogradoalgoque,enlosprimerostiempos, le pareció imposible: vivir en elmomento y el lugar presentes; domar sucarácter. No recordaba y no proyectaba. Las noticias de los compañeros, queesporádicamente recibía a través de Rafael en la Biblioteca Alberdi, lo hacíanmeditar.Algo era distinto ahora, sin embargo.O todo era distinto; era otra vez unhombrelibreydentrodeestalibertadlasmismascosasvistasmuchasvecesseveíanahoradiferentes:volvíaacaminarasuenteravoluntadporlascalles;lascuadrassesucedían una tras otra y el edificio de Ulrico quedaba definitivamente atrás. Losgastados zapatos de trabajo que había recuperado, abandonando al fin los botinesnegrosdelacárcel,fueronelúltimoempuje,comosihubieraterminadodearmarse,desentirsecompleto.Unaráfagadeairesúbitaymásfrescaletrajooloratrébol,acampoabierto.Respiróhondo:lasgruesasparedesnohabíanpodidovencerloyéseerasuorgullo,elúnicoquesepermitiríaporahora.Untruenoempezólejosyrodósobreelpuebloalborotandoalosgorriones.Lalluviaque,aunquenocaíayasentíaen la piel, era la causa de un sentimiento profundo, inexpresable, de júbilo: era elgustodelalibertad.

LlegóalaesquinadelHotelCentralydecidióqueesedíayesanochelospasaríaahí,aunqueeraunlujoquesólopodíapermitirseporunanoche.Ledieronlapiezadelfondoysesintióagradecido.Noteníaganasniqueríadaranadielaocasióndealternar. Sus ropas eran viejas pero estaban perfectamente limpias; el primer deberque se había impuesto, no abandonarse, había sido observado obstinadamente.Tambiénhabíaerradicadodesucabezalapreguntadesiaalguienleimportaríaolonotaría.Filosóficamente,dabaporsentadoquesí.Unratomástarde,acomodándoseen la cama junto a la mesa de luz, arrancó una hoja de la libreta y escribió a suhermanaMaría: qué era de los compañeros, cómo estaban los hermanos, si teníannoticiasdeEspaña,quésabíadedonMiguel.Separóalgodedinerodelsobre,salióyfueacomprarsedosmudasderopa,unacamisayunpantalón.Compró tambiénel

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diario,variossobresydespachólacarta.Almediodía,sinapuro,selargóacruzarelpueblohastacercadelasquintas,dondelascallesdetierrasehacíanhondasycorríanentreveredasaltasycercosdeligustrina.Golpeólasmanosenunaviviendamodesta;lerespondieronlosladridosdelperro,quesalióarecibirlohastalapuertadealambretejido.Rafaelseasomóy lehizoelgestodequepasara.Bautistapalmeólacabezadel perro y se encaminó a la cocina. En cada uno de sus gestos, hasta en el másmínimo,sentíalasigilosasatisfaccióndela libertad.Seencontróagustoenlacasadespojadaypulcradeestehombresolocomoél.Rafaelpusolapavaparaelmateydepositósobrelamesaunpandechicharronesparacelebrar.Bautistasacólabolsitadecuerodeltabacoycargólapipa.Porprimeraveznadielosvigilabayteníantodoel tiempopordelante.Unúnico tema losconvocabaesa tardeenquepodíanal finhablar sin testigos: las noticias de España. Buenaventura Durruti encabezaba lasbrigadasyeraseguroquetodoibaaestallarencualquiermomentoenBarcelona.

—EsperonoticiasdemihermanaMaría—dijoBautista.—Querésirte—másquepreguntar,afirmóRafael.Lafuerzamasculinadesushombrosybrazosnoatenuabalabondaddelosojos

quelointerrogaban.—Nolopenséa fondo, todavía—dijoPissano—; loquepaseenEspañapuede

cambiarlahistoria,vaacambiarla.—Nosoyquiénparadecirte loquedebéshacer,peroEspañahaceunsigloque

lucha. Acá hay mucha ignorancia. Tenés que hablarles a los camaradas, contar tuexperiencia.

Rafael era un puro de corazón, la duda no cabía en él, hubiera sido un crimenplantearlequeavivaresosfuegos,cadavezmás inciertosydispersos, lo llenabadepreguntas.Españaeraunfrenteseguro,mientrasqueacáseencontrabadesorientado.Noledijoqueahorateníalibretadeenrolamiento.

—Hayquealertarsobreelfascismo,queseabrepasoentodaspartesyacá,másquenunca.Esohayquehacer.

Rafael estuvo de acuerdo. Discutieron largamente las noticias y la situacióngeneral. De regreso al hotel, pasadas las seis de la tarde, Bautista se quedó en lapuerta,alladodelmozo.Seentretuvomirandolagentepasar,esperandolalluviaquetardaba.Porotrodelosmozosque,ocioso,vinoaconversarconellos,seenteródeque, cruzando la plaza, se construía un edificio nuevo. Tal vez necesitaran uncarpintero.Bautistaagradeció la informaciónysefueasupieza.Buscóotravezelsobre en el bolsillo del saco. Además del dinero, adentro estaba la libreta deenrolamientoquelehabíanhechoenlacárcel.Lamiróunratolargo,leyótodaslasinscripciones.Allí constaba,porprimeravez, sucondicióndeciudadanoargentino.Deunmodoraro,contradictorio,sesintióconmovidoalavezqueatrapado.Cuandoa eso de las ocho tuvo hambre, eludió el sopor de ese largo día que empezaba avencerlo y salió del hotel. Conocía una fonda frente a la plaza de la estación deferrocarril donde iban trabajadores y peones y dondeRafael se reunía con algunos

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compañeros.Pasófrentealparapetodechapasdeledificioenconstruccióndelquelehabíahabladoelmozo.Cuandoregresaba,selargóallover.Pissanonoapuróelpaso,dejóquelalluvialecayerasobrelacarayelcuerpo.Apesardelcansancio,pudomássudeseodecaminarbajolalluviaydiounlargorodeoantesdevolveralhotelconlaropaempapada.Yaensupieza,colgólaropaasecarysedurmiósindarsecuenta.Alamanecerabriólosojosenlaoscuridad,extrañadodenosaberdóndeestaba.Tanteó,buscandolapared,yencontróelvacío.Tardóunossegundosenrecobrarse;recuperólaentradadelhotelylapiezadelfondoquelehabíanasignado.Encendiólaluzysesentóenlacama.Todolefueextraño,hostil,yapesardequelapiezaerasencilla,lamesadeluz,lapalanganaconlajarra,latoalla,losvisillosdetrásdelospostigosleparecieron lujos excesivos. Desvelado, extrañó su celda. Un gallo cantó, no muylejos.Selevantó,selavólacarayelcuelloenlapalangana,sepusolacamisayelpantalónnuevosysalió.Elpueblotodavíadormía.

Paradojuntoa laventanadesupiezaquedaalpatiodeatrás,Bautistacomeelpanyelquesodesudesayuno.Hacetressemanasqueviveenlafondadelaestaciónyesaventanaqueseabreaunaparra,aunviejonogalyalcantodelosgallosesunadelasmejorescosasquelehadadolalibertad.Escuchalostrenesyesolegusta.Lapoderosapuestaenmarchadelosengranajeshacíatemblarlosvidrios.Elestrépitoleproducíaunafelicidadfísica,comoelruidodelalluviaoelbulliciodelospájarosala mañana. El Nocturno, el expreso de las diez de la noche, lo despierta, y esotambiénlegusta.Ahoraesconscientedeunamultituddesonidosquehabíadejadodeoír hacía años; tirado en la cama se queda despierto, clasificándolos, hasta que lanocheseadueñadelpuebloyunsilenciodecampobajadesdelasestrellas.Conlosruidos volvieron recuerdos dispersos, repentinos. A veces Bautista recuerda alBoyero,susmanostoscassosteniendoellápiz,lovetrabajosamenteinclinadosobreR y sepreguntaqué serádeél.Seacuerdade símismoen la cárcel comosi fueraotro. Piensa que es un hombre todavía joven, un hombre que acaba de cumplir 34años,sinmujer.Losúltimosañossehabíandesvanecidosinquesedieracuenta.LaavariciadePardeirohabíaimpedidoelacortamientodelapenaporbuenaconducta,yhabíasalidosólonuevemesesantes.Bautistaapartaesepensamientoqueloenconayno lo lleva a ninguna parte. Sobre lamesa de luz está el libro de Darwin que haretiradodelaBibliotecaAlberdi;loabreysacalacartadesuhermanaMaríaquelehallegadoeldíaanterior.Vuelvealeerla.DonMiguelhamuerto,murióenelbarcoquelollevabaaEspaña,estabaenfermoynoaguantóelviaje;loscompañerosestándispersos.Unodeellosleaconsejaquenosemueva,quelosvigilan.EnlacárceldeMontevideohahabidounafugaimportanteybuscancamaradasenBuenosAires,queaél,consusantecedentes,lovanadetenerencuantosemueva.Quesequededondeestá. No eran tiempos para volver. Pissano siente que las novedades lo afectan.Luchaba para que las cosas volvieran a encontrar su lugar y eso quería decir:volvieran a encontrar un sentido.Miró su pieza como buscando algo, las paredesdesnudas.Cuandopudieraseibaahacerdosestantesparalibros,eraalgoquequería

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tener. Del bolsillo de la camisa sacó un papel y lo estudió. La tarima es simple,considera. Más que una tarima, es un palco con una escalerita lateral. Pidió unamaderaduraqueelcapatazencargaráaBuenosAires.Lastablasdebíanquedarbienparejasycepilladas,machihembradasconapenasunmínimodejunturayconlavetaen orden.El capataz dijo que después la iban a pintar. Era una lástima, lamaderapintada. Guarda otra vez el diagrama de la tarima que le entregaron junto con unplanodelaobra,sindudaparaseñalarleenquéedificioimportanteestátrabajando,él,quehasalidodelacárcelhaceapenasunassemanasyaquienlehanencargadolomásdelicado:elpalcoparalaorquestadeseñoritas.Bautistaenvuelveloquerestadepan y queso en el papel. La cárcel le ha dado una forma a sus días, unmodo delevantarseydecaminar,unmoldeque,despuésdelasnoticiasdelacarta,apesardelimpulsodelasprimerassemanasyapesardetodosuesfuerzo,havueltoacaersobreél.Descuelgaelsaco.Vaalapalangana,selimpialosdientesconelpolvodentífricoyselavalacara.Seanudaelpañueloalcuelloysale.

Atravesólaplazaendiagonalyalamediacuadrallegóalaobraenconstrucción.Siempreprimeroporlacostumbredelevantarsealalba.Nohabíanadieenlacalle.La escalerita conun pasamanos de balaustres era lomás difícil de tornear, pero elcapatazdijoqueestabanlasmáquinas.Teníaquecalcularlaestructuradeapoyodelpalco pensando en cuatro mujeres más el piano. Algún día podría poner unacarpinteríaporsucuenta.Pissanodesplegóelbosquejoyloestudióotravez.Cuandovolvíaaguardarloenelbolsillo,enlaesquinadesiertaviodoblaraunamujer.Unamuchachamuyjoven,deairereconcentrado,delgada,lindaspiernas,aprecióBautistade un solo vistazo. Fue tan repentino elmaterializarse de la chica en el aire de lamañana que creyó en alguna clase de aparición, de milagro, esa figura femeninaviniendohaciaélenelprimersoldeldía.Sobrelamelenacorta,rebeldeycastaña,llevaba encasquetado un sombrerito negro que a Bautista le causó gracia. Sólocuando estuvo cerca, la chica advirtió que la miraba y bajó los ojos con unperceptiblesobresalto,unsegundodespuésdequeBautistasequitaralagorraenunsaludo silencioso. Lo conquistó el respingo de la muchacha, los ojos tan clarostrasparentando alarma. La miró pasar y siguió mirándola a su gusto mientras ellacruzabalacalleysedeteníaenlaesquinadelaplaza,enlaparadadeloscochesdealquiler.Lachicaesperóqueseacercaraunodeloschoferes,queconversabaconlosotros,sentadosenunbanco.Seguíaconunaactitudcomocontrariadayapretabalacarterabajoelbrazo.Porlamismaveredadelaplaza,BautistavioveniraBiasi,elloco que deambulaba sin descanso por el pueblo. Pobre infeliz, pensómientras lasiluetacompactaseacercabaconelsubirybajardelaflexióndelasrodillas.Lachicadio muestras de ponerse nerviosa por la aparición del loco del cementerio y seapresuróaentraren lapartedeatrásdelcochedealquilerque,unminutodespués,doblabaenlaesquina,dejandoatráslaplaza.Bautistasequedómirandohaciadondeelcochehabíadesaparecido.Biasicruzabalacallecomosicaminaraporelmediodelcampo. Cuando estuvo frente a Pissano, dijo: Mananas, clavándole una mirada

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perdida desde un interior poblado vaya a saber por qué sombras de imágenes.Nohabíanadieentodalacuadra,salvoellosdos.Pissano,recostadocontralapared,lomiró. Mananas, repitió el loco. ¿Querés queso?, dijo Pissano. Mananas, fue larespuesta.Pissanodesenvolvióelpaqueteypartióuntrozodequesoyotrodepan.Volvió a envolver todoy extendió lamano.El idiotamiró lamanounmomentoydespuéslevantólasuya,suciayapopléjica.Losdedosseagarrotaronsobreelpanyelqueso y empezó a comer. Hizo un gesto indeciso y terminó apoyándose contra lapared, al lado de Pissano. Respiraba con un estertor sordo y masticaba con lamansedumbredeunavaca.Bautistamiróparaotrolado.Elrelojdelaiglesiadiolasocho de esa mañana límpida de abril. Bandadas de gorriones volaron entre losplátanos.SupadreysuhermanaeranlosúnicosquehabíanconocidoSanAlfonso.Su padre hacía nueve años que habíamuerto. Sumadre, seis.Echar raíces en estelugar,comolosplátanos,pensó,aloqueseacopló,fugazyluminosa,lavisióndelachicaconsusombrerito.Lostiemposhabíancambiado.Meditabaprofundamenteenesto,queríaencontrarunsentidoverdaderoaloquedecidierahacer.Lacuestiónparaseguir adelante era imaginarse un futuro, y el futuro ahora era el palco para laorquestadeseñoritas.Mañanatendríaqueinventarseotro.Cuandoelcapatazabriólaobra,Biasi, como si supiera que lo iban a echar—era su destino el ser echadodetodaspartes—,emprendiónuevamentesurondaqueterminaría,alcaerlatarde,enlapuertadelcementerio.

Soniapidióalchoferquelaesperaraenelcamino,juntoalalambrado.Bajódelauto,quitólatrabadelatranquera,pasóyvolvióacerrar.Laavenidadeeucaliptossealzósobreella, intimidándola.Reunió lopocoque tenía, revisadounaymilveces:suspadresmuertoscuandoelbrotedecólera, lachacra,elseñorGarcíadiciéndole:«Reus es un apellido catalán».Los tacos sehundían en los terronesdesparejos.Alfondoviolacasa.Larodeabauncercodealambretejido.Amedidaqueseacercaba,auncostadodelacasa,fueronapareciendounapalmerayunmolinotocadosporelsol de la mañana. Creyó recordar la palmera o por lo menos tuvo un impulsoinstantáneo de reconocimiento. Tal vez había estado alguna vez allí, pero cómosaberlositeníasólounañoymedio.Losperrosladraron.Loszapatos,tanlustradosla noche anterior, se hundían en la parte húmeda de la huella. Escuchó el sonidometálicodelaruedadelmolinoyelvientolaenvolvióconelolorásperodelcampo.Losperrosladrabanconmásfuria.Cuandolosviodetrásdelalambretejido,avanzódecidida.Frentealapuertadelacasa,golpeólasmanos.Miróalrededor:almácigosdeunaquinta,elmolino,quegirabaalladodeuntanquedeaguadechapa.Lavozdeun hombre, desde adentro, mandó a callar a los perros. Un hombre alto, de tezcolorada, pelo y bigotes canosos, en bombachas grises y camiseta, apareció en lapuerta.

—Buendía—dijoSonia.—Buenas…—contestóelhombreysequedósosteniendolapuertadealambrede

fiambrera.

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—¿Usted es el señor Reus? —siguió Sonia con un nudo de nervios en elestómago.

Lacarteray loszapatosyelsombrero, todoloqueteníapuestoestabafueradelugar.Igualqueella,sintió.Tomóaire.

—Sí—contestóelhombresaliendodelacasa.Elhombrenolamirabaaellasinohacialaentradadeeucaliptosymásallá,hacia

el camino donde esperaban el auto y el chofer. Cada vez más nerviosa, Sonia seobligóaseguir:

—¿Podríahablarconusted?Unmomentitonadamás.¿Suseñoranoestá?Elhombretitubeó.Alfindijo:—Sí,pase…¡¡Fuera!!—gritóalosperros,quehabíanvueltoaladrar.Unamujerdecararedondaybondadosaseacercócuandoentraron.Aunqueera

dematerial,adentrolacasaseveíaprecariayestabadesordenada.Leacercaronunasilla.

—¿Quiere un vaso de agua? —preguntó la mujer con voz grave y tierna, deacentoitaliano—.Esdelmolino.

Soniaaceptóparanodesairarla.Sequedaronensilenciomientraslamujertrajoelvasodelacocina.Bebióunossorbos.Losdoslamiraban.Elvientodebiócambiardedirecciónporqueelmolinoemitióunchirridobrusco,metálico.

—Gracias—dijoSonia;sinsabercómoempezarahablar,volvióalsilencio.—Yaestáhaciendofresco—dijoelhombre.—Tengosumismoapellido…—dijoSonia—.MinombreesSoniaReus,esun

apellidoraro,medijeronqueescatalán.Unavezunhombremedijoquepodíasercatalán.

La mujer se había sentado, las manos juntas sobre el delantal; el hombrepermanecíadepie.Losdoslamirabansinexpresión.

—Estoyaveriguandosituvieronparientesporacá,oenelpueblo.Mispadres…—Soniasedetuvo,asombradadehaberpronunciadoesaspalabras.Ahoratodopodíasermásfácil—.Mispadresvivíanenunachacra.Murieron.Queríasabersiustedesnoseránparientes,sonlosúnicosReus,poracá.

—¿UstedsellamaReus?—dijoelhombre.—Sí.Asímellamo.—SabíahaberReusparaelladodeMendoza.Acánosabía.Sonialomirabaconunaatenciónconcentrada.—Nosotrosnosomosdeacá—dijolamujer—.SomosdeSantaFe.Esperaron,peroSonianodijonada.Elhombresiguió:—AlláenSantaFeestámifamilia—dijo—.AlgunosReushay.Peroporacáno

sabía.—SantaFe…—repitióSonia.—Queyo sepa—continuó el hombre—somos los únicosque se vinieronpara

estelado.Catalanes,sí;asídecíamifinadopadre.DecercadeSabadell.

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—Sabadell…—dijootravezenunecoSonia,comosiesenombredesconocidopudierarevelaralgo.

Quedaron en silencio.Afuera seguía su giro la rueda delmolino, los perros sehabíancalmado.Soniasepusodepie.Queríairse,caminardevuelta,desaparecer.

—Ydígame,¿nomeencuentraalgúnparecidoconalguiendesufamilia…?—lasacudióunaagitaciónnerviosa.Nosupocómosehabíaatrevidoallegartanlejos.

Elhombrelamiróyenseguidadesviólosojos,comosileparecierairrespetuosomirarlaabiertamente.

—Yocreoqueno—miróasumujerparaqueconfirmaraodesmintiera.—Ellos son todos rubios, les dicen los colorados, allá —la mujer sonreía,

apretabauntrapoenlamano—.Ahora,nosé.—Que yo sepa—intervino el hombre como si hubiera estado meditando algo

difícilderesolver—enSanAlfonsosomoslosúnicos.Yahora,usted.Quécosa,¿no?Unvientito frío le pegó en la cara, el cuerpo se le iba enunbalanceo flojo, la

cartera lecolgabade lamano.De loseucaliptos le llegóun sonidode susurros,deráfagas.Másatrás,escuchóelmolino.Lasalpargatasdelhombreenlabostadevaca.Había visto cómopisó allí cuando salieronde la casay la acompañóunosmetros.Ordeñaríalasvacasélmismo.Gorrionesymirlos,bandadasalborotadasdeunárbolalotro.Debíandesercercadelasnueveymedia.Vioalchoferpasándoleunplumeroalauto.Paraqué lohará,pensóSonia, si ahora se levaa llenarde tierraotravez.Toda la visita le parecióuna torpeza, pero tapó ese sentimiento.Mesesdespuésdeinstalarse en la pensión, había experimentado el placer de la primera dádiva de sumayoría de edad, el primer atisbo de su nueva vida: hacer algo porque sí, porquequería hacerlo.Uno de los pensionistas, cajero delBanco,mencionó a una familiaReusyunachacracercana.Comocon todo loquehacía,Soniase tomóun tiempoparaacostumbrarsealaidea,hastaqueesamañanadeldíaseñalado,seesmeróensuarreglo y salió, con una mezcla de miedo y determinación, a buscar un coche dealquiler.Yconlasecretasatisfaccióndeeseprimeractodeindependencia.Ahorasedecía que debió preguntar mejor, que debía haberle dado una explicación máscompleta a esa gente queparecía tanbuena, sobre todo lamujer.Sehabía portadocomounaestúpida.Elarreglo,elsombreroylacarteraestabanfueradelugar,Soniavolvíaunayotravezsobresuropaconvergüenza,sintiendocalorenlacara.Pisabaconfuerzaelpastohúmedoderocío,sentíaplacerenhundirlostacosenelbarro.Elmundo se le reveló comoun lugarmúltiple, confuso, un desorden en el que podíapasarcualquiercosa;unlugardondepodíaperderse.

CuandoestuvoderegresoensucuartodelapensiónNoguer,supoquenohabíanada.NingúnReusdeaquíodeotrolado.Nadieatrás,salvoelAsiloylasmonjas.Nadieadelante. Juntoconelbarro secoquedesprendíade loszapatosmientras loslimpiaba se deshacía de su última necesidad de saber quién era. Como si hubieraestado esperando librarse de ese último lastre, su secreta historia de amor tomóposesióndellugarnaturalquelecorrespondía:eldelcentroabsolutodelaescenade

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suvida.—Pobrechica,tansola,parecequenotieneamigas,tancallada,quécosa.—EnelAsilotendráalguna.—No,dice ladelcorreoque ledijoRositaNoguerqueno tieneninguna,yme

dijoalgoraro.—¿Qué?—DicequeundíalaseñoraNoguersalióenseguidadespuésqueSoniayquede

casualidad iba para el mismo lado y vio que Sonia agarraba para el lado de losgitanos,cruzandolavíadetrásdelgalpóndelacooperativa.

—¿Sola,paraelladodelosgitanos…?—En cualquier momento se pierde, los hombres averiguan enseguida si una

mujerestásola,yesbastanteinteresantelapobre.—Soniaesunachicabuenaydecente…Esperen,¿aquénosabenconquienme

encontréestamañanaenlacasaMuriel?—Perodigoyo,cómoseráserhuérfana,nosaberquéairedefamiliatenés.—Sonia llama laatención.Dice ladelcorreoque la señoraNoguer lepideque

salgaconellayconRosita,quenosalgasola.Peroella,nada.—¡Québiencantó ladeFlorimontienelbeneficio!Amí loquemegustaríaes

cantarvalses,polcas…Aloshombreslesgustaunamujerquecantabien.Adorna.—Sí,alomejorpapáteibaadejarcantar.—Sevieneelbailedetemporada.Vos,Margarita,podríasempezaraablandarlo,

vossoszalamera.—Sí, vos le podrías ir diciendo.Siempre con lamenor el padre esmás bueno.

Parecequeesteañoelcotillón lo traendeBuenosAires.DicenquevaahaberdosorquestasyqueAdolfitovaaserelmaestrodeceremonias.

—Yalodijisteveinteveces.—Paramíeselmásindicado.Eselegante,tieneclaseysabeabrirelbailedelo

mejor.Bailadivinamente,eselmuchachoquemejorbailadeSanAlfonso.—Amínomegusta.Esrelamido.—Escuchen…hoyenlacasaMurielmeencontrécon…—¿Cómoseráserhuérfana,sinnadieenelmundo?Comolachinitaquecrióla

tíaMaruca, siempre tan callada, tanmoscamuerta, laRomilda, y ahí tenés que secasóytodo.

—Talespalabras…Secasódeblancoytodo,unvestiditosencilloperodeblanco,consuramitoysuvelo.

—Parecíaunamona.—Yasalióésta.—Siesverdad;negradepelopirincho,petiza,feacomounbagre,peroconsiguió

unoysecasóporiglesia.—¡Callatequemedescompongo…!—¡Ah,latíaMaruca…!NuncasequisocasarporqueestabaenamoradadeJorge

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Newbery,hastallevólutocuandoseestrelló.Decíaquenuncaquisoalentaraningúnpretendienteporeso.

—¿Quépretendiente?EstoyseguradequelateníaalaRomildaapropósito.SalíalaRomildaaabrirtelapuertaydespuésdeesocualquiercosateparecíaunsueño.

—Decime, ¿vos tenés algo contra la familia? Qué sabrás vos. La tía Maruca,finísima.Laúnicahermanamujerdepapá,lateníancomoaunareina.

—Nolehagascaso,Adela,lohaceapropósito.—¿Quéfueeso?—¡Qué!—Meparecióquepodíaserpapáqueselevantabadelasiesta.Mirásiteescucha.—Papánuncasevaalevantarantesquemamá.—¿AquéhoraletraenLaNación?—Sieltrenvieneahorario,alaseisselaalcanzaAdolfito.Adolfitodicequesi

papáquieretambiénloafeita,quetraelascosasporlasdudas.—Perosiyaloafeitóestamañana.—Comoessábado,alomejorqueríaunrepaso,dice,porsilovienenasaludar.—Quéinterésporafeitarlo.Ésetearrastraelala.—Estásloca,¿amí?—Sí,avos.MedijoTeodoqueelotrodíacuandopasaronporlodeMurielyvos

tepusisteamirarlosfigurines,notequitabaelojodeencima.Dicequesileponíaunfósforodelantedelosojos,seprendíafuego.

—Mirálaspavadasquecomentalaasmática…yaselarga,estátodoencapotado.—Quétrueno,cómosonaronlosvidrios.—Mevienenganasdecomertortasfritas…Dale,Sofi,hacéalgunas.—Nisoñando,metermeahoraenlacocina.—Dale,Mecha, hacelas vos, yo te ayudo, cuandomamá se levanta tiene unas

calentitas.—Bueno, esperá, ¿me escuchan de una vez? ¿A que no saben con quién me

encontréhoyenlacasaMuriel?—¿Con…?—CondonGambettaylaseñora,lospadresdeDelia.Quéhombretancorrecto,

quéseñor.Medice:¿ustedeslaseñoritahijadedonVicenteydoñaLuisa?,¿cómoestán sus padres?Muybien, gracias, le digoyo.Dígale a supapáqueprontova atenerqueinvitarasumamáalaconfitería.Acámequedoheladaymedice:prontoinauguramos en la calle Belgrano y ahí me da una cachetadita y me dice, a verm’hijitasimehacepropagandaentrelajuventud,sevaallamarLaTokio,todaslasamistadesdemihijaestáninvitadas.

—¡Ah!—¡Ay!—¡LaTokio,quéregio,todolochinoestádemoda!—¿Porquénolocontasteantes?¡Quécalladoselotenían!Adolfitoyamehabía

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dichoquedonGambettaeselhombremásricodeSanAlfonso.—Esolosabetodoelmundo.LaTokio,quénombrejusto,quémoderna.—Trae un cuarteto de señoritas deBuenosAires: piano, guitarra, bandoneón y

violín.DeboserlaprimeraquelosabeenSanAlfonso.—¿Lastraeconpianoytodo?—No.ElpianoloproporcionadonGambetta.Delia,sencilla.Lamadre,conun

tapado de entretiempomarrón,muy de ahora, con solapas de terciopelo. Y yo sinpodercontarlodesdeestamañana,mesaquéunpesodeencima.

—Algosecomentaba,unosdijeronuncine,unsalóndanzante.—Queríaelgolpedeefecto.—Dicenquealosalbañileslesordenaronquenoselodijerannialafamilia,que

silocomentabanperdíaneltrabajo.—Amímehabíadichoelrepartidordepanquecuandofueallevarelpedidoala

fondade laestaciónestabandiciendoquePissanohaceun trabajo importanteen laobra,peroquecomoestanreservadonadielehabíapodidosacarpalabra.

—¿Elanarquista?—Parecequeseestáregenerando.—Dicepapáqueésosnoseregenerannunca,quelasideaslessiguenenlacabeza

yquenohayquequitarleselojo.—Amímegustaríaquevinieraaarreglarlavigadelacochera,loespiaríaaver

cómoes.AcordateloquedijoAmanda,queesbieninteresante.—Loúnicoquefaltaba.Vosytusideaslocas.¿Mecebásotrobiendulce,Mecha?Ensupiezadelafondadelaestación,Bautistaesperaaduraspenaselpasodelas

horashastalatarde,cuandoseencontraráconRafael.Laimpaciencialohacesentirseenjaulado;lasnoticiasqueesemediodíadedomingohabíaescuchadoporlaradiosesucedían y estallaban en su imaginación como los mismos morteros quedespedazaban hombres, puentes y casas. La vieja energía dormida, su energíaaletargadadesdehacíaaños,volvíaalasuperficieconunafuerzaqueloimpulsabaamoverse, a pensar con rapidez.Había estado comomuerto, sentía eso ahora; habíaestadoacomodándoseaunarealidadínfima,mezquina.Alfin,lareaccionariasiestapueblerinahabíasidosacudidaporunterremoto,invisibleparacasitodos,salvoparaél. Como una tormenta incubada largo tiempo acababa de explotar la guerra enEspaña.Sesentóenlacama.España,allísedecidíaeldestinodeOccidente.Yélacá,haciendo que se preocupaba por una tarima, por su subsistencia, mientras allá losobuses cruzaban el cielo y estallaban haciendo pedazos los cuerpos de loscompañerosque se jugaban lavida.Tratóde serenarse, calcularbien suspróximospasos para comentárselos a Rafael, un plan cuyo fin sería realizar su propósito:trasladarse, ponerse en contacto con lasbrigadasy, en loposible, alistarsebajo lasórdenesdeDurruti.EnSanAlfonso apenas sehabían enterado, ¡qué les importabaEspaña!Apesardelacontrapropagandadelgobiernofascistadeturno,losdiariosyla radio dejaban saber lo que pasaba. San Alfonso, como tantos otros pueblos,

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dormitaba aletargado, reprimido por esos años de elecciones fraudulentas, demilitaresiluminadosdenacionalismo.Abrióelcajóndelamesadeluzyrevisó,unavezmás,elescasodineroquetenía.Loprimero,averiguardealgúnbuquedecargaen el puerto de Buenos Aires para contratarse de peón. Golpearon la puerta; lobuscabanadelante.EraRafael.Se sentaronaunamesa juntoa laventana, condoscañasdeduraznoyunas aceitunas.Sinpoder estarse calladoante lapasividadconque Rafael recibió los primeros comentarios, Bautista habló de todo lo que habíapensado esa tarde, con pasión, como si hubiera recuperado el fuego juvenil, algoperdido hacía mucho y que estaba nuevamente orgulloso de poseer y, tal vez, deexhibir. Después de años, sentía otra vez que le corría sangre por las venas, dijo.Rafael lomiraba sinhablar; apenas si intercalaba algúnmonosílabo. ¿Dóndehabíaquedadosupacifismo?,preguntóporfin.¿Eraalgosincero?Pissanoestabapreparadoparaestapreguntayexplicósusrazones,cuidadosamentemeditadas.Aquelloeralarevolución,nounaguerra,notampocoactosindividuales.Entonces,dijoimpasiblesuamigo, la guerra de España está en todas partes. Salieron a relucir cuestionesideológicasdebaseenlasqueeradifícilencontrarunagrietaenlaargumentacióndeRafael.Eraunhombreacostumbradoaladialécticayaverloshechosdeauno,yenconjunto, y desde todos los ángulos, sin perder nunca un tranquilo sentido de larealidad.AmedidaquePissanoseenardecía,Rafaeldemolíaunaaunasusrazonescon frialdad, como si él, Bautista, tropezara en la argumentación al no podermantenerlacabezafría.Pidieronotravueltaysequedaroncallados.Caíalanocheyel salón de la fonda se había puesto oscuro. El patrón no encendía las luces hastatarde.Impaciente,sindarsecuentadequesuamigojuzgabanosólosusrazonessinosucarácter,Bautista intentóvolver al iniciode la conversación.Algo lo inquietabasin que terminara de tomar una forma definida, algo que subyacía en toda ladiscusión: su interés,opodíadarsecuentaahora, sunecesidadde la aprobacióndeRafael; y éste era el foco principal de su irritación, porque estaba visto que no lalograbaenteramenteyeso le importabamuchomásde loquehabíacreídocuando,unashorasantes,asolasensupieza,exponíamentalmentesusplanesyrazones,quetriunfaban sobre los argumentos de Rafael con una claridad que le parecíainobjetable. Pissano esperaba una respuesta que no llegaba. Como dándose unatregua, volvieron la cabeza hacia afuera, donde caía la noche sobre la plaza de laestación.

En la vereda, un hombre de aspecto miserable, seguramente un peón, mirabahaciaadentroconindiferencia.

En los segundos de silencio que siguieron, se oyó la voz del patrón desde elmostrador:

—Echados del campo. No tienen a dónde ir. Hoy les doy de comer, pero ¿ymañana?

—Mañanalesdamosnosotros—lecontestó,calmo,Rafaelsindarvueltalacara,seguíamirandoparaafuera—.Ypasadoyalesencontraremosalgo.

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Terminó la caña de un trago, se levantó y salió a la vereda. Bautista lo vioacercarseyhablarunratolargoconelhombre.Después,enlaveredadeenfrente,viounamujerydoschicos.Lamujermirabaconlosojosagrandados.Loschicos,conlascarasvueltashaciaarriba,seagarrabanalaspollerasdelamadre.

Añosmás tarde,Bautista volveríamuchas veces a esemomento de su vida; alinstante en que un mundo vibrante de tormentas bélicas e ideales universales sedeshizo silenciosamente en la penumbra de la fonda de la estación, fonda de unpuebloperdidoenelpolvoenelque,sinembargo,loshombresylasmujerestambiénvivíanymoríanypadecían,losmismoshombresymujerespostergadosporlosquese peleaba allá. La exaltación de los obuses y lamuerte heroica se eclipsaron; unmantodecenizacayósobreel fuegode lasbrigadas.Sinproponérselo,sinsiquieraconsiderarlo, Rafael acababa de demostrarle algo que tardaría muchos años encomprender del todo.Miró un rato largo las aceitunas hasta que el plato fue unadifusa mancha blanquecina sobre la madera de la mesa, confundida con zonasvioláceas demanchas de vino, y seguíamirando el plato cuando el patrón, al fin,decidióprenderlasluces.

Esanoche,tarde,casialamadrugada,tiradoenlacamaconlasmanosdetrásdelanuca, sin fervorpero con claridad,Pissanodecidióquedarse enSanAlfonso.Elpropósitoeraloúnicofirme.Enunpuntotodavíaconfuso,laconclusióndesuvigilialeprovocóciertoalivio,alquevinoamezclarsedemanerainesperadalaimagendelachicadelsombreritoylosojosclaros.

«InauguracióndelaConfiteríaTokio»,1938EstafotografíaformapartedelaseriepublicadaporelperiódicoElImparcial,en

enerode1938.Lospiesdefotosregistranlosnombresdelaspersonasfotografiadasendiferentespartesdelsalón.Enésta,sehatomadoelsectordondesealzaelpalcodelaorquestadeseñoritas.Arriba,traslabalaustradadelatarima,unamujerjoven,demelena corta y anteojos, sostiene junto a la cintura un violín. Detrás se ven elpianoyunfragmentodebrazofemeninoapoyadoenelbordedelteclado.Abajo,enhilera contra la pared, varios hombres de ropasmodestas, con aspecto de obreros,parecenformarpartelateraldelfestejo;elpiedefotoconsigna,juntoasusnombres,susoficios.Delantedeellos,tresmesasconmantelesblancoshastaelpisoformanelcentrodelaescena.Seadvierteunagraniluminaciónentodoellocal.Laspersonassentadas han girado sus cuerpos para mirar la cámara; la mayoría son mujeres yhombresjóvenesyalgunasparejasmayores.Llevantrajesyvestidoselegantes,quecontrastanconlosdeloshombrescontralapared,notoriamentemásmodestos.Delalistadenombresdeestosúltimos,unoeseldeBautistaPissano(carpintero-ebanista).Alto, de pelo oscuro peinado para atrás, caramás bien redonda de pómulos altos,frenteampliaybigotes,llevaunsaconegroigualqueelchalecoyunacamisablancadesabrochada.Depie,enelánguloquehacenelpalcoylapared,conunpieapoyadoenelprimerescalón,miraacámaraconexpresióntranquila,talvezalgoirónica;la

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mano derecha se cierra alrededor de uno de los balaustres del pasamanos de laescaleraquesubealpalco.Enlamesamáscercana,seveaungruposonrientedetresmujeresyunhombrejoven.Unadeellas,mayorqueelresto,sonríeampliamente:setratadelaseñoraOfeliadeNoguer;asuizquierda,siguiendoelordendelpiedefoto,estásentadalaseñoritaSoniaReus,dealgomásdeveinteaños,demelenaoscurayojos que se adivinan claros. Tiene la espaldamuy derecha y lasmanos se apoyansobreelbordedelamesa;lasonrisanoalcanzaadisimularciertaexpresiónderecelootimidez;llevaunvestidoblancoconunacintamásoscuraenlacintura.

En un aparte, la nota del periódicoEl Imparcial, que acompaña la serie en elMuseo Nuevo, señala la amplitud de criterio demostrada por el señor Gambetta,propietario de la nueva Confitería Tokio, al invitar al ágape a los operarios ytrabajadoresquehanparticipadoenlaconstruccióndeledificio.

Lasvocesdeunadiscusiónondulabanenmediodeunvientofuerte,detorbellino.Degolpe,enelaireinmóvildelapieza,sonóunacordeagudoseguidoporunaescaladenotasgravesque fueron amorir al piedeunaspalabras incomprensibles.Soniaquedóconelpeineenalto,escuchandoporlapuertaabierta,peronopudoentenderquéhabíadichoBeltrán.Saliódelapiezayfuealacocina.Aunladoyaotrodelaradio,RositaylaseñoraNoguerlehicieronseñasdesilencio.Casienpuntasdepie,Soniaseacercóalamesadayvertiólecheenunjarrito.Debrazoscruzados,esperóquelalechehirviera;luegoleechóadentrounabarradechocolate.Losirvióenunatazaylarodeóconlasdosmanosmientrassucabezaeraotravezarrastradaporlasvoces del radioteatro; volvía el ruido del viento entre los árboles, pero se distrajo.Disimuladabajounaaparienciadepasividad,laexaltacióndehaberllegadoalbordedealgo,alainminenciadeunaseñaldesdelacualellasearrojaríaalfuturo,ladejabaensuspenso,haciendocomoqueescuchabaperosinescuchar,mirandounpuntoenelvacío. Veinticinco años. La señora Noguer y Rosita, embelesadas con los últimoscapítulos, no se habían acordado. Era mejor. El aroma del chocolate le trajo unaimagen efímera del Hogar. Había vuelto sólo una vez, a ver a la hermana Claracuandoenfermó.Lasorprendióloextrañoqueleresultabatodo,lolejano;aquelolordepisoslavados,detristeza.Suvidaallíeraunperíodocerradoquenoteníainterésenrecordar.Cuandocruzólasvíasderegreso,aquellatarde,sediovueltaamirarporúltimavezeledificiodeUlrico,alquenisiquieraelsolqueiluminabalacopadelosárbolespodíaembellecer.Novolviómás.Ramonahabíavenidounavezacontarleque se casaba con unmuchacho del campo, pero que no hacía festejo porque sussuegros querían que dejara atrás el Asilo. Poco después de eso, la hermana Claramurió. Una interna que Sonia no conocía le alcanzó a la pensión unmisal que lahermanahabíadejadoparaella;adentro,encontróunatarjeta,decía:«Porsialgunavez precisás algo», había escrito la hermana Clara; debajo, la dirección de unpensionadoenBuenosAiresyelnombredesuhermanamásjoven,tambiénmonja:hermanaSofía.ASonialaconmovióeseúltimomensaje,noasíelmisal;lomirósinningún sentimiento definido. Guardó la tarjetita, y terminó regalándole el misal a

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Rosa, que era muy devota. Junto a la mesada de la cocina, consciente en todo elcuerpo de sus flamantes veinticinco años, Sonia revivió el alivio que habíarepresentadodesprendersedeeseobjeto,comosihubierarotoelúltimoeslabónquelauníaaunaetapadesuvidaquequeríasepultar.Enlabocalerenacíaelgustodelchocolate.CreoqueBeltrán levaadescubrir todoadonIgnacio,comentabaRosa.¿YEstercita?,preguntóSoniaporcontestaralgo.ParecequedoñaJulianaselallevaaviviralcampo,pobrechica.Rosaretomóeltejidoysequedócallada.Sonialamiróagradecida;lehacíabienlapresenciatranquiladeRosa.Terminadoelradioteatro,laseñoraNoguerapagabalaradioconunsuspiroyseretirabaparareaparecer«vestidaparalatarde»;estoincluíaprofusióndepulseras,arosylabiospintados.«Apesardemisaños»,decíaconfalsamodestia,«soyunamujercoqueta,mipobreRosanosacónadadelamadre»,yconunaformararadedesdéncariñoso,comosisuhijaconsufalta de gracia proyectara alguna sombra sobre ella, pasaba a hablar de otra cosa.OfeliadeNoguerllevabasucasacondedicación,comosilalimpieza,lapuntualidadenloshorariosylaformalidadfueranotrostantosatributosdesupersona.Usabaunacordialidadhuecaeimparcialcontodoslospensionistas.Apesardequesolíatenerloque llamaba «arranques de carácter», a la señora Noguer le gustaban las bromas,muchas veces de doble sentido. Casi todos festejaban sus salidas y la tenían porconfidente.NoeraelcasodeSonia,quesiemprehabíasentidouninstintivorechazoalos contactos demasiado cercanos con otras personas, sobre todo con las que sejactaban de un carácter amigable, como la señora Noguer. Escudada en esacomprensiónqueproclamaba, ladueñade lapensiónhabíaqueridoaveriguarsobresu vida y sobre elAsilo, hasta que, cansada o aburrida de la timidez de Sonia, lahabía dejado tranquila.No había nada en esa chica de la que pudiera sacarse algopara comentar, habría pensado.Undía, pocodespués de haberse instalado, cuandotodavíalaadmirabanelclimadeconfianzaylasconversacionesenlamesa,llenasdebromas,Soniaestabatendiendoropaenelúltimopatiocuandoescuchóhablaradosde los pensionistas, que no la veían; tardó en darse cuenta, con asombro, de quecuandodecían«elcaboprimero»se referíana laseñoraNoguer.Yerandosde losquemáslahalagaban.Lohacíansinmalicia,riéndose,peroSoniaempezóadescubrirqueestas inocenteshipocresías formabanpartedelmundoen el queahoravivía, yque,libradaasupropiaopinión,debíaempezarajuzgarlascosasylaspersonassinlamediacióndenadie.Desdeesedíahastahoy,habíaaprendidomuchascosasdelaconvivenciaconextraños,entreotrasareírsementalmentedelapodocuandoladueñadecasasacabaarelucirunodesus«arranquesdecarácter».Golpearonlasmanosyfuecomosielsonido ladespertara.Por laventana,vioa laseñoraNoguerabrir lapuertadecalleyhablarconunhombre.YahabíaoscurecidoycuandopasaronalaluzdelagaleríaSonialoreconoció.Eneseprecisomomento,elhombregirólacarahacialaventanadelacocinayseencontróconlamiradadeSonia.Fueunsegundo,ungolpeenlosojos,uninvoluntariosobresaltodelasdospartes.Soniabajólacaraalataza.LadueñadelapensiónlehablabaaPissanodeunapérgolaquequeríahacer

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paralaprimavera;enelveranolospensionistaspodríansentarseenelpatio,eraalgoquelefaltabaalacasa.AntesdequeSoniapudierairseasupieza,laseñoraNoguerhabíahechopasaraBautistaalacocinaylopresentaba,primeroaRosa,despuésaella.Pissano,laseñoritaSoniaReus.LatimidezcasiparalizóaSonia,comosiemprele pasaba ante desconocidos, aunque el hombre que acababa de entrar no era undesconocido. Extendió dócilmente la mano que Bautista estrechó con fuerza. LaseñoraNoguerhablabasincesar.¡Quédistraídasos,Sonia!Sivosloconocés,igualqueRosa,repetíariéndose.NospresentaronenlainauguracióndelaTokio.Pissanoeselebanistaquehizoelpalcodelaorquesta,¡unsueño!Fueelcomentariogeneral,todavíasecomenta.LaseñoraNoguerjuntólasmanoscomosirezarayexclamóqueteníalaesperanzadequesupérgolafueraotraobramaestra.Aturdida,Soniadijoquesí,queleparecíaqueyasehabíanconocidoyantelamiradacalmadeBautista,fijaenella,sequedómuda.Asulado,Rosaeracomosiempreunafigurainsignificanteallado de la exuberancia de la madre. Se habían cruzado en la calle algunas veces,recordabaSonia;yhacíamuypoco,parael25deMayo,lohabíavistoenlaplaza,cuandofueronconRosaaescucharlabandamunicipal:elgestotranquilodeinclinarla cabeza para saludarla. El ademán le resultaba ya familiar. La señoraNoguer seentusiasmaba.Para laprimaveraestaría lapérgola lista,había tenidounagran idea,¿no,Rosita?, ¿qué le parecía a Sonia?Ante los silencios deRosa, la conversaciónrecayósobreellaylasituaciónselevolvióintolerable.Disculpándose,dijoqueteníaalgoquehacer.Dejólacocinaysefueasucuarto.

Un momento después, sentada en la cama, escuchaba las voces, la aguda deOfeliadeNoguery el tonogravey tranquilodelhombre,deBautistaPissano.PorprimeravezSoniaadmitióesenombreensuuniversomental.Desasosegadasinsaberpor qué, buscó el costurero y lo abrió sobre la mesa. Dispuso los carreteles decolores;loshilosdesedaenpequeñosovillosproyectabanunasombradecolorsobrelacarpetablanca.Alfin,escuchólapuertadecallecerrándose.Enhebróunaagujayextendióunatelaamediobordar.Sonreíasindarsecuenta,mirandolapared.Elruidointenso delmar se ahuecaba en un delgado túnel de tiempo y rearmaba la escenadonde ellos bailaban envueltos en lamúsica hasta que el cielo oscuro y lamúsicaempezaronafundirseeneltumultopesadodelasolas.Suvestidoflotaba,adheridoasuspiernas, y el pelo tenía un sabor amargo en la boca.Sequitó las sandalias.Laarenafríaenlospies.Lamiradadeélirradiabaunamorqueestabamásalládetodo.«Mi amor va más allá de todo y de todos», dijo él, materializando las palabrasescuchadas en la radio, dándole a lanocheunaprofundidadnueva.La frase formópartedelaescenademaneratannaturalqueSonialaadoptósinviolencia,comosihubiera estado allí, dicha por él, desde el principio. Palabras que ella no se habíaatrevido nunca a decirle salían ahora de su boca con tal aplomo y facilidad queinmediatamentepensabaquelashabíadicho.Descubríaunaperfecciónenlacaradeélqueantesnohabíanotado.Ladulzuraconlaquebajabalosbretelesdesuvestidotambién era nueva, mientras pronunciaba palabras que la llenaban de una extraña

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felicidad,vecinaalllanto.Queloesperara,quenodejaradeesperarlo,quevendríaabuscarla.Dealgúnmodo,élconsumabacosasnuevas, imperceptiblescambios,queellacreíanorecordaryqueahorarecuperaba.Noerangrandescosas;laescena,enloesencial,eralamisma.Mínimasvariacionesquesignificabanmucho,quedabanunanueva luz,más cálida ymatizada, a un tramo.Una alegría infantil la impulsaba aescudriñar esos fragmentoshastadescubrirungestonuevo,una intensidaddistinta.Cuando María Luisa los presentó, él inclinó la cara hacia ella, lo recordabaperfectamente pero recién ahora percibía el tono de sorpresa que había tenido suexpresión,unenarcarsedelascejasporelhechoinesperadodeverlaporprimeravez.Ahoraloadvertíaconclaridad,comolosdetallesdeunbordado,elcolordeloshilosdesedaquecambiamuygradualmenteycuyomatiznosepercibeaprimeravista.Cómo había tendido la mano para tomar la suya. Era una mano inolvidable,masculina y fuerte. Sus sentimientos, se indagaba Sonia, ¿cuáles habían sidoexactamente?Deentrega.Sí,yaeneseprimercontactoellasehabíaentregadoaél.Perpleja, reconocía ese impulsoque sehabíamanifestado en su interior sin lamásmínima cautela desde el primer momento. Sonia apoyaba la nuca en la pared y,sonriente,mirabasinvereltechodelapiezasobreelqueseabríanelbulevarhaciaelmarylasestrellas.Comounpintordedicadoalartedelretoque,conojossuspendidosycaradesonámbula,SoniadejabaelcuartodelapensiónNoguerparaperfeccionarelmundodeunasolanochedesupreciadaposesión.

Conlaespaldacontralapared,lacabezatorcidahaciauncostado,Soniasequedódormida. Sin que llegara a darse cuenta, terminaba su cumpleaños númeroveinticinco. Afuera hacía rato que era noche cerrada y la luz de la esquina sebalanceabaenelairenocturnocreandolucesysombrasenlacalledesierta.

LachicaprovocabaenBautistaunasganasintensasdeabrazarla,deabrazaraunamujerdeverdad.Enocasionesaisladas,un tantoparsimoniosas,enqueconRafaeltomaban el rumbo de alguna de las casas malas, Bautista reconocía en esasmuchachas cuerpos concretos que él poseía, pero eran irreales, se desvanecíanapenas, en la calle otra vez, dejaban atrás el zaguán conmúsica y los cuartos conbanderolasaltas,caminandobajolosparaísos.Inmunesalaespontáneacomprensiónque sentía por esas muchachas, con las que a veces conversaba, sus cuerposdesaparecían, seborraban.EncambioSonia, apesarde la lejaníaque la rodeabayqueellainterponíaentrelosdos,otalvezacausadeesadistanciainexplicable,seleimponíaconunarealidadavasallante.Ellaexistíadeunamaneraúnica,tanúnicaquese había instalado entre él y lo que hacía, entre él y sus compañeros, entre él y lamadera.Cuando la teníaenfrente,el impulsodeabrazarlaeracasi intolerable,o talvezdeprotegerla,meditabaBautista,mesesdespuésfrentealapuertadelapensiónNoguer.Eracasidenoche,elcielomostrabasuúltimaclaridadmalvaylasprimerasestrellas;enelairepesabaelperfumedelasmadreselvasmezcladoconelgritodeloschicos que jugaban en la calle. La inminencia de verla le provocaba una emociónfuerte,quetodavíalodesconcertaba.

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—Pase,Bautista,pase—laseñoraNoguerlotratabaconunaconfianzacrecienteque Pissano trataba de esquivar; su simpatía no iba a lamadre sino a la hija, queadivinabacohibidapor laefusiónciegaquedespachabahacia todos lados laseñoraNoguer—. ¡Quedó regia pintada de blanco! Pase. Allá están todos, tomando unvermut…Venga.

La dueña de la pensión se había llenado de pulseras y el pelo tenía un colornuevo, rojizo. Lo miraba con complicidad y una cierta insinuación que Pissanoempezabaalamentar.Enelpatiodeatrás,bajolapérgola,pintadadeblancoyreciénestrenada,elgrupodelosdiezpensionistasconversabaconelfondodemúsicadelaradio.Mientrassaludabaengeneral,BautistavioaSonia,untantoapartadaysentadaal lado deRosita.La señoraNoguer pidió un aplauso para el carpintero e hizo unpequeñodiscurso:

—Carpintero le queda chico, Pissano, usted es un verdadero artista. Y quécumplidor;dijoparalaprimaverayacáestamos,25deseptiembre,25deseptiembrede1939,tendríamosqueponerunaplacadeinauguración,¿quéleparece?—serióytodosfestejaronlaocurrencia—.Ladereunionesquevamosahaceracá,¿no,Rosita?

Sinesperarlacontestacióndesuhija,fueaservirleelvaso.Bautista,lasmanosen los bolsillos, se quedó a un costado, apoyado el hombro contra uno de losparantes.TeníalaagudapercepcióndequesupresenciaincomodabaaSoniayestabasegurodequeellaibaatratardeevitarlo,comootrasveceslohabíahechoalolargode ese tiempo en que había venido a la pensión a hacer el trabajo. Casi sin darsecuenta,Sonialomirófugazmentedesdeelotroextremo.Bautistasintióelrelámpagoclaropasarporsucarayadivinóelgestomínimoquetantolegustaba,ellevealetearde la nariz de cuando estaba tensa o se sentía tímida. Bautista asociaba ese latidoinvoluntario con un temperamento apasionado que, sin embargo, le provocabaternura,comoeldeunchicocuyosecretoquedaraaldescubiertoporlaindiscreciónotonteríadealguiencercano.SabíaqueRosaloibaarecibirbienyseacercó.

Conunsentidodeinminenciaenelcuerpo,casideamenazaenlavibracióndelaire, Sonia buscó a los costados por dónde escapar a su pieza. No sabía si aquelhombre la asustaba o la incomodaba; de cualquier modo, era como un intruso.Alguienqueirrumpíaensumundoprivado.Nopodíareprocharlenada,peronopodíaestardemasiadotiempoconél;parecíaquelamiradadeBautistadescubríaplieguessecretosdesuvidadelosqueellamismanosabíanada.Ésaeralacarayésoseranlos ojos que venían directo hacia ella, abriéndose paso en medio de los queconversabanparadosconlossentadosenlosbancosinterioresdelapérgola,alguienaquien,nosuponielcómonielporqué,veíaacercarsecomounadversario.Notuvotiempode levantarsee irseporqueélyasaludabaaRosayveníahaciaella.Enesemomento,laseñoraNoguerseinterpusoylotomóperentoriamentedelbrazo.

—Sucopa,Pissano—laseñoraNoguerdejólamanosobreelantebrazo.Como al descuido, Bautista recuperó el brazo, agradeció la bebida y se sentó

juntoaella.

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—¿Cómoleva,Sonia?Perosiellanohuía,conBautistaadelantelasensacióndeincomodidadmoríaallí

mismo,admitíacasisinpensarSoniadadalavelocidadconquesucedíanlascosas,yotrosentimientoselevantabaensulugar,algoparecidoaunaansiosaexpectativa.

—Bien,¿yusted?

«Cementerio»,1939LafotografíadebordesonduladosmuestralacarrozafúnebredelaCasaLozano

detenidaenlapuertadelcementerio.Loscuatrocaballosnegrosconsuspenachosdeplumasseventrasloshombresque,depie,solemnes,sostienenlossombreroscontrael pecho. Las tres mujeres de la foto están de riguroso luto. Es invierno, algunostapados llevancuellosdepieles,y las faldas llegan,como lodicta lamoda,apenasdebajodelasrodillas.Alfondo,aladerecha,deperfilalacámara,unamujerflaca,depañueloenlacabeza,largobatónybrazoscruzadossobreelpecho,pareceabsortaen un punto que escapa al encuadre de la foto, más allá de su borde ondulado,invisibleparaelespectador:esLabocachiquita.Enprimerplano,a la izquierda,unempleadodelaempresa,delevitaygalera,sostienedelfrenoalaprimeraparejadecaballos.Asuladoyllegándolemuchomásabajodelhombro,mirandofijoacámara,losbrazoscolgandoaloscostadosdelcuerpo,lasmangasdelsacoporarribadelasmuñecas desnudas, se ve a Biasi, a quien ningún deudo ha atinado a apartar. Unacualidaddistintivaproyectasu imagenhacia lamiradadelespectador:nohayenélningunaartificiosidad,cosaquesíocurre,enmayoromenormedida,conlosdemás.Biasi muestra, absorto, su cara tumefacta e inocente, con un ligero blanqueo desobresaltoenlosojosanteelrepentinofulgordelmagnesio.

Laexplanadareducidadelaentradadelcementerioylosescalonesdegranitosonellugarnaturaldedosseresquecuidancomomansoscancerberoselpasofinaldeloshabitantesdelpueblo.Personajes sin los cuales lahistoriadeSanAlfonso severíairremediablementemutilada.LabocachiquitayBiasi,ellocodelcementerio,formanpartede laspompasfúnebres localesysusmiradas indiferentessonelúltimogestoqueeldifuntosellevaráalaotravida.Labocachiquitaeslaviejamendigaapretadadearrugas,debrazosypiernascomopalossecos,deeternopañueloenlacabeza.Suapodo se debía a las consecuencias de un accidente sufrido en la niñez. Así secontaba lahistoria,porque lasvidasdeestosdosseressehabían tejidoydestejido,crecidoysolidificadoenlamemoriapública,yformabanparte,juntoalosorígenesimprecisos del pueblo, de algo colectivo y elemental. Bien se sabía queLabocachiquitaeradeallí,quenopodríahaberpertenecidoaotrolugar,queeraunaposesión del pueblo y que casi había nacido con él, aunque nadie podía precisardóndenicuándo.Serelatabaqueunavezlainconcebibleniñaquehabíasidolaviejahabía sufrido un accidente (rodada de un carro, aspas demolino) y alguien habíarealizado la cura cerrando la heridade cualquiermanera, dejándole la boca«comomonedadediez»,segúnelcanturreoinfantil.Subocasindientes,orificiosibilantey

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hundido entre lasmejillas arrugadas, farfullaba, alimentando la superstición de losgrandesyasustandoaloschicos,queconteníanlarespiracióncuandoselacruzabanparanoinhalarelmismoairequeLabocachiquitae impedirelcontagionadiesabíade qué, ya que no parecía enferma de nada salvo de flacura y vejez. Un impulsoazaroso que el pueblo había elevado a categoría de designio llevaba a veces aLabocachiquita a juntar un ramodesordenadode flores de zanja y entregarlo a losdeudos.Fueesaactitudarbitrarialaque,conelcorrerdelasdécadas,creólaleyendadequeerabuenasuerteparaeldifuntoysuposteriorbienaventuranzaenelmásallácontarconeseramoofrendadoporlaraídadivinidaddelcementerio.

Enunapiezabajadeadobe,malolientedehumode leña,másalláde la filaderanchos,entreunrevoltijodetrastoseincestospocodiscernidos,habíanacido,nosesabíabiencuándoyenmediodeunapléyadedehermanos,Biasi, infaltablepardeLabocachiquita en los acompañamientos fúnebres de San Alfonso. Aumentaba elmisterio del brumoso advenimiento de Biasi el hecho de que su apellido noconcordabaconeldenadieconocidoenelpueblo.Habíaquedadosoloenelmundoynadie más que él llevaba ese nombre. Bajo y compacto, Biasi caminaba con sucaracterísticaflexióndelasrodillas,loqueledabaunextrañoairedeavemacizaytorpe.Nuncaacobardadopor las tormentasolosvientos inclementesdel inviernooporelsolapocalípticode lassiestasde losveranos,cuandoniunalmaseatrevíaadejarelamparodelostechosaltos,Biasirecorríacomounguardiánlascallesheladaso ardientes de San Alfonso para instalarse a la caída de la tarde en la puerta delcementerio. Su único, monótono, incansable modo de comunicarse con los demásconsistíaenunasolapalabra:«mananas».Biasipedíasincesarmananasyagradecíamananasaunqueseleotorgaraunapatadecorderoasada.Apesardeestevocabularioextremadamentelimitado,laexpresiónconocíaunavariedadenormedeinflexionesypor ellas podía saberse del ánimo decaído, patético o imperativo del loco delcementerio.

Su docilidad lo había hecho blanco de bromas y emboscadas de sucesivasgeneraciones,porqueBiasi,comoLabocachiquita,vivió,imperturbable,unaenormecantidaddetiempoycuandoloenterraronenelúltimorincóndelquehabíasidosuhogar, bajo una tosca cruz demadera pronto corroída por el viento y la lluvia, elpueblo había cambiado tanto que el propio Biasi, de haber contado con eldiscernimientonecesario,hubierapodidomorirsedelaimpresiónporloextrañoquelehabrían resultadoel asfalto, los cinesy laprofusióndecochesyde lucesen lascalles de San Alfonso. Sin contar con que, para cuando Biasi y Labocachiquitadesaparecierondelafazdelatierra,aquellosquenohubieranpodidoimaginarseelpueblosinelloshacíaañosquedormíanelsueñoeterno.

«Taperadelahorcado»,1941Lafotografía,delarchivopolicialdeSanAlfonsocomoindicalabrevenoticia,es

plana,sinprofundidad;sólopretendedocumentarellugardondeunhombreseahorcó

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yfuedescolgado.Muestraunranchoruinoso,detechodesfondadoyventanafueradeescuadra,comidopor lamalezayacompañado,yes loúnicoque llamalaatencióndelquemira la foto,porunespléndido,enormesauce,cuyas ramasparecenquerercubrir piadosamente la ruina de esa devastada habitación humana. Sin embargo, elsaucenologramitigarciertofulgorsiniestroenelabandonodellugar.Laimagen,sutristenotoriedad, condensaalgo tácito, intangible,que lapercepcióndel espectadorabsorbe: cierta aureola de temor que envuelve el lugar y lo asocia con ecos dehistorias siniestras, de hechos inexplicables y queSanAlfonso poseía. Porque SanAlfonsoguardaba,comolasantiguascasasabandonadas,rinconescomoése,ceñidopor una densa telaraña de miedos. Miedos supersticiosos en los que emergía laancestralzozobraantelodesconocidoyantelamuerte.Crímeneshorrendoscomoelde ladescuartizada,unahorcadobalanceándoseenun ranchoenunauradepálidofulgor,aparicionesmisteriosas,sucesosinexplicablesterminabanformandoleyendasqueeltiempopulíacomocantosrodados,perfectasensuprimitivoeinocentehorror.La arena fina de estas historias se posaba tempranamente sobre cada nuevageneración.En los largos inviernos, cuandoa las seisde la tardeeradenoche, loschicos,mandadosaúltimahoraalalmacén,corríanespantadosporlainminenciadealgunaapariciónen lasesquinasoscuras,en lasqueelvientoarmaba remolinosdepolvo.Todossabían,desdetiempoinmemorial,quelasalmasenpenadelaViudaodel Hombre sin Cabeza rondaban las calles del pueblo a la medianoche, comoconocían sucesos misteriosos, fenómenos extraños ocurridos en el pueblo que losmismos protagonistas no atinaban a explicar. Se sabía que laViuda era unamujeralta, descarnada, vestida enteramente de negro, con un velo sobre la cara que noocultaba la fosforescencia de unos ojos febriles, cuyo fulgormaligno traspasaba aldesdichado que llegara amirarla,matándolo de terror. En un pasado impreciso, lamujer—quehabíaexistido—,presadeunataquesúbitodelocura,habíadegolladoasumarido.Sulugareraelcementerio,juntoalatumbadelasesinado.Desdeallísalíacuandoelrelojdelaiglesiadabalasdocedelanoche,vagabadeunconfínaotrodelpueblo,yallívolvía,antesdequeelalbalívidaladescubriera.Nadiepodíaasegurarque no lo esperaba en alguna esquina con sus manos afiladas y su largo traje,arrastradoenlatierradelasúltimascalles.LaViudaemitíaunquejidotenebroso,unlamento que en las noches de tormenta podía confundirse con el ulular del vientoentrelosárboles.

Porsuparte,elHombresinCabezarondabalaestacióndetrenesporqueeraallídondehabíaocurrido sudesgracia.Muchosdecíanquehabía sido alpasodel tren,unanochedeniebladehacíamuchísimotiempo,tantoquepodíaconfundirseconlallegadadelferrocarrilaSanAlfonso.Cumpliendoconunpropósitosecreto,alguienlo había empujado bajo las ruedas, que lo decapitaron. El hombre había quedadomuertosobre lasvías; lacabeza,unosmetrosmásallá.Desdeentonces,merodeabaporlasadyacenciasoscurasdelpasoanivelylosgalponesdelferrocarril.Susombra,agigantada sobre la enorme estructura de los galpones ymás tarde sobre los silos,

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buscabaalculpable.Lodelasombrasobrelaaltaparednoeraalgoprobado,perolaimagensindudaimpresionababienalagente,querepetíaeldetalleenlosrelatosunayotravez,demostrandocierta inclinaciónestética inconscienteycolectivayciertoapego a la verdad, porque era más probable ver la sombra del decapitado que aldecapitadomismo.ElHombresinCabezaeraunhombrecomún,nibajonialtonigordoniflaco,sóloquesincabeza.Yconlacamisaempapadadesangre.Asídecíanlosquejurabanhaberloentrevistoalgunanoche,apenasreveladoporlaluzmacilentadelalamparitadeunaúltimacalle,cercanaalcrucedelasvías.Oasídecíanlosquedecíanconoceraalguienqueconocíaalquelohabíavistoalgunavez.LavoluntaddelHombresinCabezaeralavenganza,todosenSanAlfonsolosabían,comosabíanquesillegabaaatraparaunhabitantedelpuebloloretendríaconfuerzasobrehumanahasta arrojarlo al paso del tren. Era lo que había ocurrido, se aseguraba, con lamisteriosa muerte de Pedro Sarrasín, el colchonero, que moraba más allá de lospastizales del paso a nivel con su nutrida familia y cuyo cadáver apareció unamadrugada, destrozado por el tren nocturno.No se encontró justificación alguna aestadesgraciayaqueelcolchoneroeraunhombreintachable,padredenuevehijos,no tomaba ni se le conocía vicio alguno salvo el del trabajo, no tenía enemigos yhubierasidoimposibleimaginarlocruzandodistraídolasvíasbajolaluzimponentedelalocomotora.ElmisteriosacudióaSanAlfonso.Confuerzainconteniblecrecióla ideade laconsumaciónde lavenganzadelHombresinCabeza.Yasíseaceptó.Habíamotivosypruebas,hechosquepodíanverificarse;sedijoqueelmuertoteníamarcasdesogasenlostobillosyenlasmuñecas.Ellinyeraquedormíaenelbancode laestaciónyque lohabíaencontradoaseveróqueSarrasínhabíasidoarrastradohastaelpasoanivelatadodepiesymanos,«comounlechónparaelmatadero».Esteúltimopunto,quepodíallegarateneralgúnvisoreiderodedía,dadoelaspectofísicodeSarrasín, y según quien lo contara, cuando caía la noche en las sombrías callescercanas a la estación perdía toda su superficial jocosidad y adquiría proporcionesominosas.Deestosededucelanaturalaprensióndelospobladores,chicosygrandes,acruzarlasvíasdespuésdelacaídadelanoche.AprensiónqueimpregnóellugardeunindefiniblehalosiniestroquelosinducíaahacerunrodeoparaevitarlosdominiosdelHombresinCabeza.

Porunalógicadiamantinaqueestabamásalládelacomprensiónhumanayporlotantoeraaceptadaconlamismapasividadquelosfenómenosnaturales,nadiesupusojamás (hubiera sido una blasfemia) que la Viuda y el Hombre sin Cabeza podíanllegaracruzarseenunaesquinaperdidadeSanAlfonso.

Lasversionessobreestaspálidasdeidadesyotrosfenómenosmenorescirculabandesde siempre, mezcladas con relatos de sucesos naturales extraordinarios ydesgraciasnotables,comohabíasidoelbrotedecólera.Olosrelatosdemalonesydecautivasquenohabíanqueridovolver,quedetanantiguossobrevivíanenunoodosdetallesdesvaídos,como lascarasen las fotografíasviejasyborrosas, todo locualformabapartedeunacorrientede sucesosperpetuadoscomoparte inmaterialde la

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historiadeSanAlfonso.Unaespeciedetara,y,comotal,amediasgraveyamediasjocosa.

Paralasnuevasgeneraciones,esepasadoimaginarioycolectivo,espejonocturnodelpueblohechodevisionesingenuamentemacabras,fuequedando,juntoconBiasiy Labocachiquita, en el cementerio viejo, como el polvo adherido a las tumbasolvidadas de los que habían creído en él. Con los edificios nuevos y ciertaprosperidad,SanAlfonsocreónuevashistorias,másexplícitas,quesediferenciabandelasviejasleyendasporlacontundenciadesurealidad,losnombresyapellidosdesusactores,ylaausenciacasitotaldemisterio.

Alaluzdelalamparitadelacocina,lascarasjóvenes,crédulas,juntoaotrasyacurtidas, a pesar de todo lo conmovieron. Le dio la mano a cada uno. Pensabaempezar diciendo lo que creía: que aquello no iba a servir para nada, que tal vezpodíanhablardelacatástrofedeEspañaydelaguerramundial,ensayadaenEspañapor Alemania e Italia, o del congreso del 35, en Rosario, pero las expresiones deatención lo desarmaron. Quién sabe qué esperaban de él, qué revelaciones, pensóBautista.Rafaelpreparóelmate.Mientraslohacía,consuparsimoniahabitual,dijoamodo de introducción que lo primero que tenían que saber era que elmovimientoahoraestabaen repliegue, acosadopor el fascismo,peroquehubounmomentoenque elmovimientoobrero argentino fueunode losmásgrandesdelmundo,yqueaquí tenían a un compañero que había padecido cárcel y que había estado en elcorazón de los acontecimientos para que contara su experiencia y ayudara alesclarecimiento de todos. Todo lo cual sonó demasiado solemne, sobre todo a losoídosdePissano,quenoacababadedesprendersedeunasensacióndeincomodidadque combatía por insincera y que no podía desterrar.Aquellos hombres, nacidos ycriados en el campo, hijos de inmigrantes como él, ya que entre los criollos,muydesconfiados, había pocos a quienes les interesara la causa, aquellos hombres ymuchachos¿quéteníanqueverconél?Otalvezlapreguntajustafueralainversa:¿qué tenía que ver él con ellos? Ante el silencio que duraba demasiado, Bautistaempezóconloprimeroquelevinoa lacabeza,sabiendoyaqueloderevelacioneseraporlejosexagerado.Noesperabanningunarevelación.Lomirabany,sinduda,loevaluaban.

—Cuando fui por primera vez a la FORA era el año 20, ese año se hizo uncongresoextraordinario.Sereunierondoscientossindicatos.

ApedidodeRafael,Bautistaocupólacabecera.Loshombressehabíanubicadoalrededor de la mesa, algunos sentados en las pocas sillas y bancos que había, lamayorparteestabadepie,colmandotodoelespaciodelacocina.Pissanonopodíasacarse de encima aquella sensación de incomodidad. Había aceptado esa reuniónluegodeunadiscusiónconRafael.Hayquebuscarotroscaminos,no ir alpasado,había argumentado él. Pero Rafael creía que su experiencia les serviría a losmásjóvenes.

—EnelCongresoseanalizabalaposicióndelmovimientoobreroargentinofrente

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larevoluciónrusa—continuóBautista—.Enel20tambiénestuvoDurrutienBuenosAires,BuenaventuraDurruti.Acálocondenaronamuerte.Secomentabasuaccionaren España y se hablaba del grupo que había formado: Los Solidarios. Nosotrosestábamos sumergidos en las contradicciones internas. En este congreso seenfrentaronlasposicionesdelaFORAanarquistaylaFORAsindicalista.LosdelaFORAanarquistasosteníamosalgoqueestáenlabasedeladoctrina,queessuejeideológico: lavariedadentodoslosaspectosdelavida,contra laxenofobia,contralos prejuicios, contra la discriminación —Bautista se sentía como repitiendo unpanfletodebarricada,dealgoqueenelfondonoleimportabaanadie.Tomóalientoymiróunespaciovacíoentredoscaras—:Ladoctrinaproponeaceptaralotrocomoes,ypor encimade eso,nada.Unhombre junto aotroshombres, y sobre todos lalibertad.Estaban los que admitían comométodo la violencia individual, y los que,como López Arango, la condenábamos y estábamos por la organización y por ladifusióndelasideas.Elmovimientoserompíaenpedazos.Previendoladisolución,laFORAanarquista lepropusoa laFORAsindicalistaunpactosolidarioporsobrelasdiferencias.Rechazaronelplan.Quéindignación,ladedonMiguel.

Bautista encendió la pipa para darse tiempo.Qué sabían ellos quién había sidodonMiguel.Todoloquehabíadichopertenecíaalpasado.ConscientedelamiradadeRafael,siguióhablando:

—DonMiguel, elmejor carpinteroque conocí, el queme enseñó el oficio.Unhombresabio,muchomásqueunhombresabio:unhombrebueno.Tengograbadascadaunade sus palabras. «No confíes en elmundooficial, los parlamentarios, losperiodistas, loscuras,nolescreas.Mientenacostillasdelpueblo, loamordazan;alpuebloselodomaporhambreyselodesangraenlaguerra.Untrabajadornodebeaburguesarse jamás, de lo contrario le hace el juego almundo oficial».—Bautistahizo otra pausa—. Pero esmejor hablar sobre el periódico que quieren fundar loscompañeros. Eso sí vale la pena.—Buscó aprobación en los ojos de Rafael, paracederleporfinlapalabra,peroRafaellehizoelgestodequesiguiera.Bautistamiróaloshombresquelorodeaban;nopodíasabersilesimportabadequéestabahablando,si leencontrabanalgunarelaciónconsusvidas.Viocarasquenoborrabanelgestoadustoorecelosodelqueoyedemasiadaspalabras.Sonhombrescallados,delcampo,pensóBautistaysintióotravezqueesareunióneraunerror.

—Cuandoteencarcelaron,porlodeSaccoyVanzetti;ocuandolabombadeDiGiovanni—vinoensuauxilio,inconmovible,Rafael.

Encarcelar,bombas.Bautistapercibió,exageradas,laspalabras;yloquedecían,remoto.PeroRafaelsabíaqueaaquellosnombreslosconocíantodos.Bautistahizounresumendeloquehabíavividodesdelanochedel16demayodel26,suprocesoy su condena.Habló del asesinato deLópezArango, de la violencia inútil y de laviolenciaentendidacomo legítimadefensa,ymientrashablabapodíapercibir enelaire la atención concentrada de los hombres, atentos no tanto a las cuestionesideológicas implícitas sinoa lanatural inclinaciónaescuchar lasperipeciaspor las

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quehapasadootrohombre.—Apesar de las diferencias, para el 30—continuó—, laFORA tenía cienmil

afiliadosyésefueunodelosmotivosdelgolpemilitar,noeldesgobiernodelviejoYrigoyen.Ahora todo eso ya no importa.Ahora vivimos el fraude permanente, elengañoalpueblo,loscoronelesfascistas,lasalianzasconloscuras…

Unhombreentradoenañossehabíapuestodepie.Sehizounsilenciopesado.—Acánosabemosmuchodeeso,setrabajaenelcampo…Acá,loqueanadiele

importaes lavidadelpeón.Vea,élperdióelbrazoen la trilladora—señalócon lacabezaaunhombrejoven,depie—ynadieledionada.Niledijeronnada.Yahora,¿dequévaatrabajar?

Bautistalomiró:deunostreintaaños,flacoyríspido,letrajounafugazimagendelBoyero.Elhombrenoabriólaboca.Alverqueningunodelospresentestomabalapalabra,dijo:

—Poresonosjuntamos;nosjuntamosparadefendernos.Enel silencioespesode lanoche,seoyóel ladridode losperrosal trotedeun

caballo.Rafaelintervino.—Explicales,Bautista,porquénoteníaslibreta.Esoesimportante,compañeros.—Noteníalibretadeenrolamientoporpropiadecisión,conelconsentimientode

mipadre.Despuésde lagranguerra, elmovimiento lanzóunacampañaantibélica,pacifista.DonMiguelmehacíaleeralcondeTolstói,Elcrimendelaguerra,deJuanBautistaAlberdi,lasleccionesdehistoriapublicadasenLaProtesta.Mehablabadelaresponsabilidaddelostrabajadores:silosalbañilessenegaranaconstruircárceles;los metalúrgicos, armas de guerra; si los trabajadores se negaran a trabajar decarceleros,depolicíasy los soldadosdesertaran, losdueñosdelpoderperderían sufuerza y la sociedad basada en la explotación se cambiaría por otra fundada en lalibertadylajusticia,yestopodríarealizarsesinnecesidadderecurriralamatanzania ladestrucción.Dicenqueelmétodode lahuelgageneralparaevitar laguerrahafracasado, bueno, entonces es uno, es cadaunodenosotros, el quedebenegarse aparticipardelcrimendelaguerra.Odelcrimenindividualparacambiarlarealidad.Desdelosdieciochoaños,yopensabadeesamaneraycreíqueeramidebernegarmeahacerelserviciomilitar,empezandopornosacarlalibretadeenrolamiento.

Pasaronsegundosenlosquetodospermanecieroncallados.—Laguerra,no—dijounode losqueestabadepie—.Perosinose levantael

grano,sinosnegamosalevantarlo,elgranosepudre…Bautistapensóensupadre.—Sí,esonoestábien.Noestábienenningunaparte.Estas palabras parecieron distender la reunión, destrabar una desconfianza que

Bautistahabíapercibidodesdeelcomienzo.Peroerajustamenteesarespuestaloqueinvalidabalareunión,envezdejustificarla.Habríaqueempezartododenuevo.¿Quésabíaéldelcampo?

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Algunosselargaronahablar;dosmuchachosexpusieronsuproyectodesacarLaPalabra,unperiódicoparaelqueinvitaronacolaboraraBautista.Otrosexplicaronsusituaciónenelcampooenlostalleresdelpueblo.

Alcabodeunrato,Rafaelpidiólapalabra.Dijoqueteníaparaexponeruntemalocal: quería hablar de las trabajadoras del cuerpo. Y de los lugares a los queconcurríanloshombres:lodeElviraylaCasaMala.EnlaCasaMalahabíahabidounaquejapormaltratoyeraunavergüenzaquequienhabíasidoechadoporborrachoyagresorfueraalguiendelasfilas.

Los hombres se acomodaron en las sillas. Tratando de no mirarse ni sonreír,buscaronporloscostadosdelamesa.Losparadoshicieroncircularelmate.

—Hay que ser comprensivos, compañeros—el tono admonitorio de Rafael seelevó sobre las cabezas—. El poder hipócrita y burgués alienta la esclavitudencubiertadelamujercaída.Hayqueredimiraesascompañeras.Sialgunosedecidea buscarmujer, puede liberar a una hermana de ese trabajo infamante al que llega¿porqué?Porquenotieneotrasalida.Queyonosepaquealgúncamaradatratamalaunamujer en esas circunstancias—siguió adelanteRafael con la autoridad naturalqueBautista admiraba en él—.El que lasmaltrate de palabra o de hechono tienelugarenlacausa.Sinlamujeralapardelhombre,nohayliberación.

—Camarada—protestó uno de los que estaban parados—, amí una de las deElviramerobótodoloqueteníaylevantóvueloconunlechero…

—Se jode por zonzo. Eso no cambia en nada lo que estoy diciendo, ésas soncircunstanciasdelavida.Aversiloentienden,estoesunacuestióndeideas.

—¿Lo de las putas?—inquirió, incrédulo, un hombre de boina, de cara muyquemadaporelsoldondelasarrugasmarcabanlíneasblancas.

—Síseñor,lodelastrabajadorasdelcuerpo.Afuera era noche cerrada pero nadie se movía, los hombres se sentían más

cómodos; circuló el mate y se cortó un salame que alguien puso sobre la mesa.Bautistapreguntósialgunodelospresentesqueríahablar,haceralgunapregunta,talvez cuestionar algo.Como sorprendidos en falta, los hombres volvieron amirar lamesa.

Cuando, tarde en la noche, quedaron solos en la vereda hablando bajo laoscuridaddelosparaísos,Bautistadijo:

—Novalelapena,Rafael.Cadaunotienequebuscarsupropiocamino.Sonotroslostiempos;hayqueempezarporloquelespasatodoslosdías.Simehacéshablarasí,voyaterminarcomoBiasi,otrolocomásdelpueblo.

Esperó,sinsabersialotroleibaacaerbienlabroma.Conalivio,oyóelbreveresuellodelarisaenlaoscuridad.Rafaelleapoyólamanoenelhombro.

—Esbuenoquetehayanconocido.Porlomenosescucharon,aprendieronquelascosasnoempiezanyterminanenelcampo;quehaygentequeluchaencondicionesmuydistintas.Sonbuenoshombres.Valiólapena,Bautista.Siemprevalelapena.

Caminó de vuelta por calles tranquilas y oscuras, desiertas a esa hora,

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sobresaltadassóloporlosperrosquesalíanaladrarlealpaso.TalvezhabíavalidolapenaporqueRafael lo llamóBautista, no compañeroni camarada.Casi sinpensar,tomóelrumbodelapensiónNoguer.Erademasiadotardesiquieraparaquehubieseunaluzprendida,perolaesperanzadeveraSoniaaunquefueradetrásdelaventanalo impulsó a seguir. Reflexionó en lo que venía pensando desde hacía días: debíadejar de ir por aquella casa, la atenciónque leprestaba ladueñade lapensión eragrotesca y alarmante, y se había vuelto evidente para todos, salvo, creía, para lamismaSonia.Su inclinaciónpor ella lehabíahechoaceptarotro trabajopropuestopor ladueña, sóloparaverla,parapoderestar cercadeellaunosmomentos.Soniapresentíaloquelepasaba,estabaseguro,ydeunmodolejano,secreto,comoeratodoenella,lecorrespondía.Sonia,tanremota,loenternecíaalavezquecrecíaeldeseoqueteníadeella,undeseoenelquesemezclabantantoelcuerpocomolanecesidaddealcanzaryposeeraquellazonainaccesible,infranqueable,yqueseresumíaensusganascasiinconteniblesdeabrazarlacuandolateníacerca.Nodeberíairmásporlapensión.Eraunequilibriodemasiadoprecarioelquesosteníayestabasegurodequetodosederrumbaríaencualquiermomentoy, talvez,de lapeormanera.LaseñoraNoguernoeraunamujerdiscretaynoestabaaceptandobiensusevasivas.

La señora Noguer salió comentando lo bueno que era que en el Cine CrystalPalacehubieranpuestoventiladores.

—Yanosepodíaveniralcineenverano,conelcalorquehace.Se daba aire con un abanico heredado de su madre que cuidaba como una

reliquia. «Éste va a ser para vos, Rosita», decía invariablemente cuando lo abría.Caminabanlastresdelbrazo,laseñoraNoguerenelmedioyaloscostadosRosaySonia,porlascallesqueseibanvaciandodegente,despuésdelafuncióndecinedela noche. Pasaron por el Club Social, donde grupos de hombres solos fumaban ytomabanbebidas enmesas en lavereda.Lasmiraron.La señoraNoguer semostrócondescendienteantelaapreciaciónmasculina.Enmuchascasastodavíahabíagentesentadaensillasybancosenlavereda,tomandoelfrescodelanoche.

—¡Adiós! —saludaba con voz clara y alta Ofelia de Noguer. Rosita y Soniasecundabanelsaludoenvozmásbaja.

Caminabanconelpasoacopladodevueltaalapensióny,aunquelaoscuridadseibaadueñandodelascalles,OfeliadeNoguerparecíanotenermiedoanada,pensabaSonia, y menos que menos a algún hombre atrevido que quisiera abordarlas oasustarlas.Yasehabíaexplayadovariasvecessobreeltemayacercadeloqueharíade inmediato y de lo que deberían hacer ellas en tales casos. «Nunca falta algúndegenerado», repetía;enesosmomentossalíaa relucirel temperamentovehementedelaseñoraNoguer,quedabadetallesdelmodoexpeditivoconquelopondríaensulugar. «Loshombresnomeasustan», exponíadesafiante, «todo lo contrario».Estoeraloqueibacomentandomientrasdejabanatráslascallesdelcentro.Soniaapenaslaescuchaba,lejosdelaconversaciónpensabaenlapelícula,asociadaensumemoriaaunasensaciónplacenteradelaquenoqueríadesprenderse.Elcineeraalgoaloque

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nuncasenegabacuandolainvitaban.Laprimeravezquefue,cuandoyavivíaenlodelaseñoraNoguer,lehabíaproducidounaconmociónsemejantealaquelecausóelmar,perosinaquellacongoja;comosilapantallafueraunespacioenelquesepodíasumergir tranquila, con toda confianza. A su lado, la señora Noguer taconeabamarcando el paso y no dejaba que nadie semetiera para adentro, abandonando laconversación así porque sí. Solicitaba, riéndose pero firme, la participación de susinterlocutoras.AhorasóloteníaalabanzasparaGaryCooper.Quéhombre,decía,québienestabaenelpapel.Elsecretodevivir:estabamuylindoeltítulo.Yélhaciendodemuchacho simple cuando en realidad debía sabérselas todas, opinaba la señoraNoguer. La chica, la JeanArthur,muy sosa parami gusto, nome convenció paranada. Sonia no abrió la boca; a ella la chica le había parecido perfecta, cómo searrepiente al final cuando debe admitir en el juicio que lo engañó, que era unaperiodistafingiendoserunapobrechicaabandonadanadamásqueparaaveriguarlahistoriadeélyhacervendermuchosdiariosyganarselasvacacionespagas.Peroerabuena,porquealfinalsearrepiente.¿Cuálseríaelsecretodevivir,eldelainocenciadeesebuenmuchachodepueblooeldelarrepentimientodelachica?Sonianopudocontestárselo porque en esemomento la señoraNoguer decía queGary Cooper lehacíaacordaraPissano.

—¿El carpintero? —preguntó en el colmo del asombro Rosita—. Pero si notienen nada que ver, si Pissano esmás bajo ymásmacizo y éste es flaco y alto yPissanotienebigotesylacaramásredonda…

—Quésabrásvosdehombres…—contestó lamadre—.¿Noviste lasonrisadeGaryCooper,cómoselemarcandosrayitasaloscostadosdelabocacuandosonríe?,igualqueaPissano.

ComoRosa,Sonianosalíade suasombro.Lasobresaltó la intuicióndeque laseñora Noguer hablaba por hablar. Mejor dicho, lo que había dicho era cierto, aPissanoselemarcabandoslíneasaloscostadosdelabocacuandosonreía,peronoeraverdadlodelparecido,lohabíadichopordecir,solamenteparatraeraPissanoalaconversación,porelsologustodenombrarlo,dehablardeél.Soniaperdióelpaso.¿PorquéhacíaesolaseñoraNoguer?

—Qué sabrán ustedes de la vida. EsteGaryCooper igual que Pissano son doshombres… tremendos —concluyó la mujer con una risita que a Sonia le resultódesagradable,ofensiva.

—¡Mamá!,noseparecenennada—protestóRosa,casigritando.EralaprimeravezqueSonialaveíatanalterada.

Del brazo, las tres debían llevar el pasoquemarcabaOfelia deNoguer, al queSonia tratabaotra vezde acomodarse, cadavezmásmolesta.La realidad escondíaoscuros recovecosexactamentea sualrededoryellanoqueríaenterarse.Soltóconbrusquedadsubrazo.Dijoquese le salía la sandaliayseparóaajustar lapresilla.Igualquelachicadelapelícula,estabafingiendo.Mentía,ylamentira,queleeraporcompleto ajena, la intranquilizaba. En el claroscuro de la vereda, la silueta de la

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señoraNoguer,derechacomountubosobresustacos,sincintura,depechoabultadoygestoaltanero, ledio lasensacióndeunaesfinge llenade intencionesocultas,deoscurospensamientos,depecado.LaimagendePissanovinoconfuerzaasumenteyrecordóescenascasiimperceptiblesqueahoraadquiríanalgúnsentido.¿YBautista?¿Respondíaélaaquellaactitud?

Cuando llegaron a la casa, Rosa y Sonia se despidieron rápidamente con unasensacióndemalestar.LaúnicaquenoseenterófuelaseñoraNoguer,quesesentóen la pérgola a tomar un vaso de limonada porque, como dijo, aquélla no era unanocheparadormir.

Y Sonia tardómucho en dormirse. Había abierto la ventana de su cuarto y lanoche de verano la cubrió de un silencio pacífico, atravesado por el canto de losgrillos, por el ladrido lejano de un perro. Creyó que bastaba decirse que no leimportaban las alusiones de la señoraNoguer, pero por alguna razónmisteriosa laasociación de la dueña de la pensión conBautista la desasosegaba, le producía undespechoinexplicable.Diovueltasyvueltasenlacama;muchomástardebuscóunvasodeaguaenlacocinasilenciosa,llenadelassombrasmóvilesdelashojasdelaparra.Alamadrugada,porprimeravezdesdehacíamuchotiempo,Soniaseencontróllorandocontralaalmohada.Casialamanecerdescubrióquesehabíaequivocado;nosupoelcómonielporquéperosehabíadesviadodesucamino,habíacedidoa losotros, habíadejadoque entraran en sumundoprivado cuando ella sólodebíavivirparaelrecuerdodesunoche,parasuencuentrofuturoconél,consuamor,elúnicoamordesuvida.Unsentimientoderechazogeneral,derepugnancia,creciódentrodeellacontraelmundoimpurodeafuera,evidenteahoraentodasucrudeza.Sindarsecuentasehabíasentadoen lacama, losmovimientos llenosdeunaenergía,deunaconvicciónquevolvíanasostenerla.Encontrabaotravezsulugar,enelruidooscurodelmar,enlosbanderinesdecoloressobrelosdoscuandobailaban,enlosgestosdelasmanos de él, en la felicidad del verano que lo conoció. Sonia bajó una pesadacompuertayvolvió aquedar a solas con la compañía clandestinade suhistoriadeamor.

Por laventanaabierta,SoniaescuchóelpasodelNocturnoysupoqueeran lasdiez.La noche se extendía hacia delante comoun desierto negro, interminable.Lacasa estaba alborotada; era febrero, carnaval, y la señora Noguer había hechoprogramaconalgunosdelospensionistasparairalbailedelClubSanAlfonso.HabíainvitadoaSonia,pero sindemasiadoentusiasmo.Sonia se excusó.Laqueno tuvoopción fueRosa.Para algún lugar u otro, todos en la pensión salían.Se asomóenenagua a la puerta de su cuarto. En la pérgola del último patio, la señoraNoguerconversabaysereíaconlosdosmuchachosdelBancoqueiríanconellayRosaalbaile; debajo de la puerta del vendedor de la casaMuriel se veía una raya de luz.Sonialoescuchósilbarmientrassepreparaba,urgidoporlosllamadosdeladueñadelapensión.Cuandosalió,llevabasobreeltrajeunacaparojaybaratadediablo,unavinchaconcuernosyunantifazmefistofélico.Sullegadaalgrupofuemuyfestejada.

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Mediahoradespués,entrerisasycomentarios,cerrabanlapuertadecalle.Soniasaliósigilosamente a la galería.En algún lugar sonabaunamúsicaque se volcaba en elpatio y circulaba por la casa, tenue pero con toda claridad. Los grillos daban sucanciónuniformeyelperfumedelasmadreselvaseratanintensoacausadequeseregabaeljardíndenoche,quenoquisovolverasupieza.Descalzayenenagua,conlacortamelenadesordenada,losveintisieteañosdeSoniarevelaronsubellezaparanadie.Ibayveníasinrumbo,contentadeestarsola,conlacasaenteraparaella.Fueal segundo patio y apoyó a propósito los pies en la tierra húmeda; se sentó en unbanco de la pérgola. No le pesaba estar sola, en la espera. A veces recordabafragmentos de conversaciones, palabras de algunos hombres que trataron deacercársele,proposicionesveladas,chistesintencionados,piroposoelogiossinceros.Todocaíaenunsilenciomuerto,sinecoderecepción.Nirechazodirectonidisgustoni signo alguno de complicidad. Sencillamente nada. Como si su interlocutor sehubiera dirigido a unamujer invisible, a un costado de Sonia. Salvo conBautista,admitióSonia;peroesohabíaquedadoatrás,habíasidounerror.Eraalgoenloqueno legustabapensar.Sedetuvoyescuchó.Labrisanocturna le trajoun fragmentolejanodemúsica,sindudadealgunodelosbailesquesecelebrabanenSanAlfonsoesanoche.Conelcambiodelviento,seapagó.Elbailedecarnavalnolaatraía,¿quépodía hacer ella ahí? No estaba acostumbrada a fiestas ni a reuniones. Estabaacostumbrada a los días tranquilos, que se sucedían livianos e iguales, de unamonotonía perfecta. Había vuelto a bordar, no ya aquellos extraños motivos queahoraleparecíancomosalidosdeunvértigodefiebrequenuncavolvióasentir,sinoloqueleencargaban.Teníasupropiamáquinadecoser.Unavezmásvolvióapensarenalquilarunacasa;habíavistounaconuncartelenlacalleEspañaquelegustaba.Sivolvíanaencontrarsedebíantenerdóndevivir,estoeraalgoquetomabacadavezmásfuerza.Seentregóaesaideaylatraspasólafelicidaddeempezaraconstruirunhogarparalosdos.

El recuerdo perfeccionado de su historia de amor había crecido y proliferabacomounaenredaderasalvaje.Repetíapasoapasosinpermitirsesaltos,elbaile,losbanderinesenelcielonocturno,suvestidoflotando,elvientomarino,lasmanosdeéla las que había dotado de una perfección sorprendente. Sin previo aviso, desvíosinesperados lahacíanretrocederoavanzar,siguiendofrasesogestosnuevosqueseacomodaban rápidamente al relato.Algohabía empezado a insinuarse en lo que éldecía, sin embargo. En las palabras de amor de él, en el tono crispado de algunaspalabrasqueéldecíamientrascaminabanporlaarena,selehacíacadavezmásclaroaSoniaquedebíacumplirconuncompromisoindeseado;eraesclavodealgo.Yestaideaarrastrabaotrasqueserelacionabanconella,laideadequeélteníaunafamilia,aunqueSonianoqueríadetenerseenestoniimaginarnada,debíaexistir,allíestaba.Ella lo comprendía perfectamente aunque nada de eso tenía importancia; loverdaderamenteimportanteeraquedebíaesperarlo.Noleinteresabacuántotiempo.Sola en la noche de verano, la mutua promesa de esperarse la conmovía como

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ningunaotracosa.Esperareraloúnicoquecreabaunfuturo.Sentadaenlapérgola,Sonia miraba el cielo estrellado sumergida, sin preguntas, en la constancia de suposesión.

Alotroladodelpueblo,frentealaestación,Bautistadejóelsalóndelafondaysefuea supieza.Laalegría fácildel carnaval, lagentedel campoquedesde la tardellegaba sincesarparael corso,yqueal comienzo lehabíaproducidouna simpatíagenuina,esaschicasconsusmejoresvestidos,loojosdispuestos,losmuchachosquelasmiraban, engalanados comoparauna reuniónde laque esperabanvayaa saberqué novedades, terminaron por apartarlo y al fin lo hicieron buscar su pieza delfondo.Abriólaventanadeparenparysequedóescuchandolanoche,atravesadaporlas risas y exclamaciones que venían desde el salón de adelante. No creía que sudestinofueraquedarsesolo,peroesanochelasoledadlepesaba.Salióalpatioymirólas estrellas entre las hojas de los fresnos. Escuchando los grillos, a veces comoahora, entraba en otro tiempo, un tiempo más grande que su vida, más ancho yextenso,eltiempodetodoslosque,aligualqueél,enalgúnmomentodesusvidaspadecíanlasoledadovivíanlaalegríayunasuertedeconsuelodescendíasobreél.Estanocheese sentimientonoerabastante;necesitómoverse,hacer algoconcreto.Sonia, pensó, y se le hicieron vívidos sus ojos claros, el corte de su cara, el pelocastaño un tanto salvaje en el que deseaba hundir las manos, su actitud distante.Caminó hasta el fondo del patio, hasta el tapial. Apoyó una mano abierta en losladrillos desnudos, socavados, viejos; luego la otra.Habíamiradomuchas veces labondadescondidadeesetapial.Dedía,eradeuncolororoopaco,semejantealdelashojasdelosplátanos.Lamateriabastahacíamuchoquehabíaadoptadolacalmadela pared; una calma antigua, íntima, piensa Bautista; lisa y suave por el paso deltiempo, que terminaba puliendo sus aristas, sus enemistades con el mundo. Comootrasveceslehabíasucedido,elcontactolocalmó,comosideesagredaprimordialsedesprendieraalgunaremotaconfortación.Sonia,repitió,Sonia.Luegodeunciertoacercamiento,nuevamenteleeraesquiva,sehabíaretiradolejos.Algunacosahabíapasadoydebíatomarladeterminacióndehablarle,dedecirleloquesentíaporella.Algohabría vistoo sospechado en lamaneradesatinadade conducirsede la viudaNoguer, ¿había acaso otro modo de explicar su actitud, primero de tímidoacercamiento y después de una distancia terminante?No le era posible verla en lapensión y Sonia apenas salía. SanAlfonso se le había vuelto gris en esos últimosmeses. Por sobre el tapial le llegó el alboroto de un auto lleno de voces y gritos,alguientocabaunaguitarra.Cuandoelbullicioseperdióenlascalles,elsilenciosehizomáshondo.Todavíalejos,escuchóelacercarsedeltren.Loatravesólasoledad.Sonia,pensóotravez.HabíaalgoenellaquePissanonopodíadescifrar,algoveladoqueloatraía,algúntipodesufrimientoamordazado.Queríaacercársele,peronosabíacómo;sería,seguramente,malinterpretado.Apesardequeloinquietabacomomujer,eraotracosaloqueBautistaqueríadescubrir,unacosamásenelfondoquedealgúnmodoteníaqueverconél,quelollamaba.Amuchascuadrasdedondeélestaba,El

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Nocturnoentrabaenelpuebloconunbrevesaludoyseaproximabavelozmentealaestación;elsonidoduro,áspero,elfragordelhierroylacompresióndelospistonesinvadieronelandén,lacalleyelpatio.Suánimofuealzadoporunpuroimpulsodeemociónvital.Podíanosertardetodavía.

—Elcorsoyanoesloqueera.—¿Te acordás, Adela, cuando papá nos llevó al primer corso?, las cadenas de

serpentinas,elpomoconaguaperfumada,lascarrozasalegóricas…¡loqueeraeso!Ahorasetiranbaldazosdeagua.

—Noestámalconelcalorquehace;anochenopudedormir, tuvequesalirunratoalpatio.

—MecontóTeodoquehoyalasiestajugaronalcarnavalenlacuadrayquealade Musante le quedó todo el vestido pegado al cuerpo. Los del taller mecánicosalieronparaverla.

—QuéquerésconladeMusante.Yoledoyvueltalacaraencuantolaveo.Amínomeasustaesaguaranga.Papádecíaquehabríaquedarleunsosegate.

—Yo escuché hoy los gritos en la vereda. ¡Y cómo se reían! Amí lo quemehubieragustadoesiralbaile.

—Ellutonolopermite.EsasíySantasPascuas.—ParecequeAdolfitoestabaconlaseñora…Dicenqueesunacabezaalegre.—Dejáesetema.AsísonlasdeBuenosAires.—Noteperdistenada.—Dicenqueeslasombradeloqueera.Yocreoqueestátuberculoso.—Vistevos,delaquetesalvaste.—Meacuerdodelcorsodel24,cuandoparticipédelacarrozaalegóricadelclub,

papámedejóporquevinieronapedírselolosdelacomisiónenpleno.¡Quécarroza!Laalegoríadelareinadelmar.ConAmandahacíamosdeolas,convestidosverdesyunaorladetulblancoqueeralaespuma.¡Loquefueeso!

—AAmandaledijodoñaFaustinaqueenelbailelaqueeraunapurachafaloníaeraOfeliaNoguer.Dicequeestápelirroja,¿avosteparece?

—Ésaperdiólacabeza.—AcordateloquedecíaeltíoPepe:Attentialasviudas,quesonlaspeores.—Pensarquenuncadioquehablaryahoradegrandeselecalentólacabeza.—Si hace algo debe hacerlo fuera de la pensión, porque el lugar sigue siendo

intachable;delospensionistasnosepuededecirnada.—Agarrate:parecequeélnoledanilahora.—Parecequeélnovamásporlapensión.Hayquetenerganasdeandarconun

hombreparafijarseenunanarquista.—Eselúltimobailedecarnaval,megustaríair.Megustaríadisfrazarme.—Ahsí,sipapálevantaralacabezaledaunsíncope.—En el centrome encontré conSarita; llevaba los chicos del hermano a lo de

Fanussiasacarleslafoto.Hayqueverloqueson:lanenadedamaantiguayelnenito

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detorero.Laabuelaleshizolostrajes.¡Divinos!Seguroquegananelconcurso.—¿Esverdadloquedicen?—Esverdad,secasaparalaprimavera.—Lo que va a ser el vestido, hecho por lamadre.Dice que después de Sarita

cuelgalaaguja.—Quécalorterrible,anochenopudedormir.—¿Traésunpocodelimonada,Mecha?El11dejunio,díadesucumpleaños,amaneciólloviendotorrencialmente.Enla

cama, semidormida, Sonia escuchó un rato largo la lluvia. Ya despierta del todo,empezó avestirse.Lospiesdesnudos sobre el piso le produjeronun escalofrío.Sepusolasmediasybuscóloszapatosbajolacama.Susmanostropezaronconlavalija;hacía tres años que sus camisones y sábanas vegetaban otra vez en la valija, y lavalijadebajodelacama,peroSonianoreparóenesto.Suatenciónestabapuestaenelsonidodelaventana:habíaparadodellover.Frentealespejodelroperosepeinóapuradaysededicóunamiradaindiferente.Alolargodeesosañosysinqueellaloadvirtiera, su aspecto había ido tomado un curioso aire atemporal. A Sonia no leinteresabaestaralamoda.Distraída,mirabalasvidrierasdelatiendaGalverodeLaIdealycopiabaalazaralgúndetalleparaunvestidooparaunablusa.Yesoeratodo.Rápidamente,hizolacama,ordenólapiezaysalió.ApesardelfríoydelasprotestasdelaseñoraNoguer,alasdiezSoniadijoquedebíaentregaruntrabajourgenteyfuehasta el centro.A la vuelta, un suceso insignificante iba a cambiar el rumbode suvida.Sinparaguas,caminabaapuradacontralaparedcuandoenunaesquinaescuchóel grito desesperado de un animal. Un gato minúsculo, arrinconado y empapadocontralapareddeladrillos,maullabacondesesperación.Soniasedetuvo;nohabíaunalma en la calle. Era horrible el pobre animal. Los ojos redondos la miraban, elcuerpoínfimotemblaba.EnelinteriordeSonia,nosupocómoniporqué,seprodujoun leve desmoronamiento, el abrirse de una grieta. Fue sólo un instante, unasensación de ahogo le cerró la garganta y el nombre de la Nené se encendió ydesvaneció como una chispa en la lluvia. Sin darse cuenta, se había agachado. Sugestodeaproximaciónfuerespondidodeinmediatoporelanimalqueseaferróasumangacomounnáufrago.Sonialocubriócomopudoconelsacoyreemprendiólamarcha.A la señoraNoguer no le gustó el gato y dijo que quería ser clara: se lopermitía pero como una excepción, sólo por su comportamiento intachable. Elladeberíahacersecargodecualquiersuciedadomolestiaquepudieracausarelanimal.Sorprendidaporloqueacababadehacer,Soniaentróensupieza,pusountrapoviejosobrelacama,depositóallíelgatoylosecó.Despuésfueabuscarunplatodelechealacocina.Comosisupieraquedesusilenciodependíasunuevaexistencia,elgatocesódemaullar,tragóhastalaúltimagotaypocodespuéssedurmió.Sonianopodíaquitarlosojosdelminúsculoabdomenquesubíaybajaba.Amedidaquesesecaba,elpelosevolvíatupidoysuaveyeldibujoatigradomostróundiseñoqueibadelgrisoscuroaunvellónblancoenelpechoylapanza.Seagachójuntoalacamaypasóun

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dedoporelpelosuave.Unaternurainesperadafundiósureservayladejóperpleja.Aéllegustaría,pensóderepenteSonia.Fueunarevelaciónpasmosa.Siélentraraporesa puerta —lo vio entrar, vio su sonrisa— y ella le mostrara el gato, estabaconvencidadequeaél legustaría; esmás, la elogiaríaporhaberlo rescatadode lalluvia. Sonia sonrió. Ampliamente. Volvió a la insólita imagen de él abriendo lapuerta, entrando en su pieza. Sentimientos confusos primero, claros y violentosdespuéspulverizaronlaescenadelaplayaconlaimpiedaddeunzarpazo.Sesentóenlacama.Eralaprimeravezqueéldejabalaarenayelruidodelmar,quesalíadeese lugar sin bordes para aparecer en su vida, para compartir un momento aquímismo,ahora.Asombrosamentelosentíaahí,juntoaella;intuíasupresencia.Noeraundelirioniunaalucinación.Eralalógicanaturalqueencadenabaloshechos.Sonianosepreguntabasiesa lógicaa laqueobedecía la largahistoria inmóvilquehabíacomenzadounanochedesusdieciochoañoseraposibleosicoincidíaconlarealidaddelosotros.Eraasí.Sellevólasmanosalpecho,caminóporelcuartoenunestadodecrecienteagitación.¿Cómonolohabíapensadoantes?Élrespirabayvivíafueradeaquellosdías;élllevabaunavidaenalgúnlado,talvez,conunafamilia;borródeinmediato esa idea. Era evidente que él participaba de hechos, hacía cosas en larealidad.Cosas como tomarun treno tenerunperroo tratardebuscarla.Élpodíaaveriguardóndeellavivíaypresentarseencualquiermomento,golpearlelapuerta.Oalainversa,yaquíelalientoselehizounsoplobajolascostillas:serellalaquelobuscara a él. Una sacudida nerviosa la puso otra vez en movimiento. Buscarlo,volveraestarjuntos,empezarunavidanueva.¿Quéhabíaestadoesperando?¿Cómose había despreocupado de esa forma? Tenía que averiguar dónde vivía, tenía quehablarconél.Habíanpasadodiezaños,eranecesario,eraimperiosodecirlecómolohabíaesperado,talcomoélselohabíapedido.Teníanmuchotiempopordelante.Suhistoria de amor volvió a cobrar el ímpetu, la intensidad incontenible que habíatenidoalcomienzodetodo,aquelveranodesuvida.Eracomosinohubieravivido,sedijoSonia,comosihubieraestadosoñando.Separóanteelespejo.¿Ésaeraella?Losgrandesojossesgadosymuyclaroseranlosmismos,seguíadelgada,peroestabapáliday llevabaelpelocomounamujerdecincuentaaños.Ysuszapatos…¡Diosmío!Teníaquearreglarse,comprarseotraropa,otroszapatos.Siibaabuscarlo,élnopodíaverlaasí.Conunaclaridaddefinitivasupoquedebíaconsultaralagitana.Miróafuera, todavía llovía. Se puso el saco y salió rápido y sin despedirse. Desde lacocina,laseñoraNoguerlamiróalbordedelaalarma.

No le importó embarrarse los zapatos. Caminaba apurada, con unadespreocupación eufórica; se mojó las medias y la pollera contra unos arbustosempapados.Ibaatirartodoloqueteníapuesto,todalaropaqueteníacolgadaenelropero.Estabadecidido.Elvértigoenlabocadelestómagocasilahacereír.Seibaadestacar,seibaaembellecerparaél,parabuscarlo.Lesgustabaaloshombres—laimagen deBautista cruzó como un relámpago su cabeza y con lamisma fuerza ladesechó—,sabíaquelesgustabaaloshombres.Siguiócuadratrascuadra,bordeóel

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galpón de la cooperativa y cruzó la calle. El lugar estaba distinto a como lorecordaba.Elcarroyeltoldosepudríancontrauntapial,semienterradosenelbarro.Otra pieza dematerial había sido adosada a la primera.Una chica de unos quinceaños tomaba mate en la puerta y la miraba acercarse. Por debajo de las pollerasfruncidas le asomaban los pies descalzos, uno apoyado sobre el empeine del otro.AntesdequeSoniaalcanzaraaanunciarse,elcuerpodelagitanatapólaaberturadelapuertapordetrásdelachica.Sehabíapuestoobesayensustrenzasseveíancanas.Sonia la reconoció de inmediato.No le pasó lomismo a la gitana, que lamiró dearriba abajo, hasta que el gesto de asombro fue rápidamente cambiado por unasonrisa.

—Hola,guapa,tantotiemposinvenirporaquí—lamujerapartabaalachica,laempujabaparadentro—,creíquetehabíasidodelpueblo.

La pieza olía a kerosén de una estufa desportillada y a algomás, indefinido yrancio.Unmomentodespuésvolvíanasentarsefrenteafrente,alamismamesa,talcomo la última vez. Sólo que ahora Sonia tenía algo concreto que preguntar. Lagitanasesirviómediovasodevinoyleofreció.Sonianegóconlacabeza.Lamujersetomóelvasodeuntragoydejólabotellaauncostado.

—Vamosaver,guapa,quétetraeporaquí—conelantebrazolimpióelcentrodelamesa;lamirófijomientrasmezclabalascartas.

—Buscoaunhombre—dijoSonia.—Ah sí. Ya veremos qué nos dice la fortuna, qué nos traen las cartas. Ya lo

vamosaencontrar.Lamujerempezóacanturrearunaespeciedemelodíanasal,algoparecidoaun

lamento, que subía y bajaba. Los ojos oscuros, hundidos en la cara abotargada,miraronlascuatrobarajasdispuestasenlamesa:

—Noestálejos,perteneceaotramujer.Noesfeliz.—¿Dóndeestá?Lamujervolvióaservirsevinoyvolvióatomárselodeuntrago.—Nadiepuedeesconderse,guapa.Pero tengoquever,déjameverdóndepuede

estarestemalnacido—lagitanaquitólavistadelascartasylamiróabiertamente—.Porqueésteesunmalnacido,¿ono?

ASoniaelinsultolesonócomounapedrada.—Ningúnmalnacido.Solamentedígamedóndeestá.Lagitanavolvióalascartas.—No está lejos, pero tampoco es a la vuelta de la esquina. Te va a llevar su

tiempoencontrarlo.Aver,aver…Soniaapretólosdedosalbordedelamesa.—Aparece una mujer, una mujer que sabe. No podrás ir directamente a él.

Alguien,talvezestamujer,tevaaguiar.Lagitanapusodeungolpeelmazobocaabajo.—Estodoloquetepuedodecir,porahora.

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Soniapagóy salió; lloviznabaotravez.Antesdedoblar, diovuelta la cara.Lagitanaylachicalamirabandesdeelmarcodelapuerta.

Esa noche no pudo dormir. La escena de la playa se deshacía. Alzó el gato yoprimiósutibiezacontrasupecho.Unainquietudpunzanteleimpedíaestarsequieta.Selevantóymiróporlaventana.Habíadejadodelloveryunasnubesbajasyoscurascorríanporelcielodejandover,arachas,laluna.Cerrólospostigosyelcuartoquedóhundidoenunaoscuridadprofunda.Tiritando,seacostó.

Alamañanatemprano,Soniaporprimeravezseocupódealgoquenofueraellamismaysacóelgatoalpatio.Despuéssaliódelapensión.Suspasoslallevaronhastalacasaqueconocíatanbien.Cuandotocóeltimbresucabezaestabafría,aunquenosabíaquéibaadecir.Aparecióunamujerconunturbantealunares.SoniapreguntóporlaseñoraMarta.¿QuéMarta?,dijolamujer.EllamencionóalcontadorRossi.

—Hace años que se mudaron—dijo la mujer y se metió un mechón de pelodebajodelturbante—.Ahoravivenporelladodeloschalets.

Lamujer la estudió unmomento y después cerró la puerta. Sonia se quedó unmomento en la vereda, titubeando. Se largó a caminar. No la sorprendió lo de lamudanzaalbarriodeloschalets;habíaescuchadoqueleibamuybienalcontador.Alo largo de esos años los había visto algunas veces, la última, en un coche nuevo.Marta la saludó con la mano. También los había encontrado aquella vez, en lainauguracióndelaconfiteríaTokio,enunamesadematrimoniosquesereíanmucho.Martafumabaconunaboquilla.Perocadavezquelosveía,despuéseracomosiseborraran o como si no quisiera recordarlos y los olvidara. Marta se podía haberofendidoporelmodoenqueella sehabía idode lacasa, aquellavez.Soniahabíahechodesaparecerdesumemoriatodaesaescena,hastaahoraenque,apenasrozólasuperficiedeloqueveníapensando,fueotravezhundidaenlaprofundaoscuridad.Elbarriodeloschalets,repitió.Sabíadóndequedaban«loschalets».Unbarrionuevodegente rica.Empezóacaminar,despacioporqueeraprecisoordenar loque ibaadecir.Marta se ibaa sorprenderyella teníaqueconseguir loquenecesitaba saber.Cruzó la plaza y dobló por la calle principal. Por sumisma vereda avanzaban delbrazo dos de las señoritas Zuloaga. «Adiós, Sonia». «Adiós», respondió Soniamecánicamente.Tenía veintiocho años; en poco tiempoSanAlfonso se la tragaría,comoaellas,quedaríasola,sincasa,sinfuturo,sinnada.Apuróelpaso.Doscuadrasmásallá,cruzabaelbulevarnuevo,concasascomolasdelasrevistas.Enlaprimera,llamóypreguntó.Leseñalaronunjardín.Allítocóyesperó.Unachicadesconocidaleabrió lapuertay ledijoque ibaaversi la señoraestaba.Unmomentodespués,Martacorríalacortinaylamirabapordetrásdelvidrio.

Una hora más tarde, nuevamente en su pieza de la pensión Noguer, con latranquilizadora tibiezadelgatosobresu falday laespaldaderechacontra lapared,Sonia se felicitaba por su audacia. No había sido tan difícil, después de todo. Sí,Marta estaba sorprendidadevolverla aver; sí, quequébien estaba; sí, que elmásgrandeestabaenelserviciomilitarylamáschicadenovia,quecómonohabíaidoen

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todosesosaños,queparecíamentira,vivirenelmismopuebloy,despuésdeaqueldía, hacía años, en que se fue tan rara, le había dicho a su marido qué le habríapasado. Sonia sacudió la cabeza. Sí, el del casamiento de su sobrino; sí, tenía doschicos y vivían enCastelar, había puesto un negocio de fotografía, pero pensabanmudarseal interior. ¿La fotografía?Se llamabaSocial,FotografíaSocial. ¿Yaquéviene todo esto, Sonia?Qué le importaba a ella a qué venía todo esto, pensó conferocidadSonia.Acaricióbruscamentealgato.Laescenadelaplayasevolvíagris.Sonia la reemplazó por una plaza de Castelar. ¿Cómo la vería después de tantotiempo?¿Lahabíaesperado?¿Habíapensadoenellatodosesosaños?Unaurgenciadolorosa la llevaba a perfeccionar este nuevo encuentro, pero la escena habíacambiadoporcompletoynoteníalosdetalles.Nohabíabanderinescuadriculandoelcielonocturno,yelruidodelmarhabíacambiadoalruidodelagravabajosuspasosenunaplazaconárbolesaltoscomotorresybancosexageradamentegrandesdondelagitana,muypálida,losojoscomoranurasnegras,seerguía,selevantabadeunodelosbancosyseleacercabasintocarelpiso,comosivolaraarasdelsuelo.Eldolorenelcuelloladespertó.Sehabíadormidosentadaysentíalaespaldarígida.

Aldíasiguienteselevantótarde.LaseñoraNoguersemostrópreocupada,teníamala cara, le dijo; le ofreció unmate antes de salir. Sonia se sentó en la cocina yaceptóelmate.Mirólamesacubiertaconunhule.Talvezdebajohabíagrietasenlamadera.Cruzarlasvíasypegarlacaraalapuertahastaescucharlacampanillaquesonabatanlejos.LaNenétendríaahoraveinteaños,ella,ochomás.Comosivinieradeotraparte,lasorprendiósupropioquejido.Lepesaronlaspiernasallevantarse.EnsordinaoyólavozdelaseñoraNoguerquehablabayhablabadeunaalacenanuevaquequeríaencargar.Ensupiezasequedóquietaal ladodelaventana,mirandosinveratravésdelascortinasdecrochet.Llególaamericanadellechero,oyólavozdeRosa,laamericanasefue,acompañadaporloscascabelesdelayegua.Lacallequedóquietaysola.Eldíapasósinqueellasedieracuenta.AlanochelaseñoraNoguerletocólapuertaparasabercómosesentía.Sinabrir,lecontestóqueestababien,quelaveríaporlamañana.Ovilladoasuladoelgatodormía,unapequeñamanchagrisyblancaenlaescasaclaridaddelaventana.

MientrasRafaelhablabaconloshombresdelachacra,Bautistasealejó.Elcieloabierto sobre el campo revivía su vieja raíz campesina y ese impulso lo llevó ainternarseenel lote conunaespeciedeavidez.El trigoyapor cosechar leparecíaalgoprodigioso,unadádivadelatierraqueexaltabaeltrabajohumano.Parado,laspalmasabiertasal áspero rocede lasespigas,dejabaque la inmensidadamarilla lollenaradelautópicailusióndeabundanciaparatodos.Eraunatierrainconcebible,nopodíadejardeamarsugenerosidad.Erala tentacióndelamolicie,delapereza,dedejar todo como estaba. Era el canto de sirena más peligroso que Bautista habíapodidoreconocerensucrecienteamorporelpuebloyelcampo,yelmáshermoso.¿Paraquéhacerelesfuerzodecambiarlascosassiacátodofinalmentesedaba,tardeotempranotodoscomían?Eraunespejismoperturbador.Unaráfagadevientohizo

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ondular el trigo hasta el horizonte, las espigas le acariciaron lasmanos.Gente delcampo,divagabaBautistaembriagadoporloqueveía,dormíanysoñabansobrelasparvasamarillas.Enlossueñoshabíaunatormentavioleta,casinegra,yuncorteenel horizonte por el que se filtraba la luz del sol que resaltaba los plumeros colorcremadelascañadas,elplumajedelospatosvolandoalrasdelagua,loshilosdelalluvia. La maternidad de la tierra era una corriente fecunda que fluía, irresistiblecomouna crecida, igualando loshechosy loshombres.Hombres aletargados en eltiempocíclicodelasestaciones,delafecundidad,delamuerteydelavida.Romperesa molicie, esa pereza, ese espejismo, ese canto ilusorio, por momentos parecíaimposible. Como tratar de detener la rueda de los días que giraba inmutableimpulsando lo que sucedía en el pueblo y en el campo, unomirándose en el otro,sumidosensuspropiasysecretascavilaciones.Nacimientosymuertes,casamientosy entierros. Así pasaba la vida como un sueño. Y siempre esa red que se seguíatejiendo,décadatrasdécada,depadresahijos,degeneraciónengeneración.Ydetrásdel transcurrir y del bello espejismo, como siempre, como en todos lados, los quetenían todo y los que no tenían nada.El grito deRafael llamándolo lo volvió a larealidad.

Saliódelcampodetrigoyseacercóalacasaporelsenderojuntoalalambrado.Subieron al auto que les habían prestado y volvieron al pueblo. Por el camino detierra,conelbrazofueradelaventanilla,Bautistadejabaqueelveranolellenaralospulmones y le provocara ideas, planes, proyectos indecibles, apenas esbozados.Rafael comentaba la guerra en Europa, la actitud del gobierno; él se obligaba acontestar por una cuestióndedeber.Bajo la superficie de sus voces, llegaba a unasilenciosa confirmación: comprendía, al fin, al pueblo; comprendía su manera deviviradheridoaloshechoselementalesdelavida,alamaterialidaddelosobjetos,alainmediatez;todascosasquehabíacriticadoacerbamenteenunprincipio,quehabíadespreciadopornarcotizantes,pormezquinas,porcontrariasalareflexión.SinhacerningunaconcesiónalamoralburguesadeSanAlfonso,sesentíaahoramáscercadelarealidaddeloquenuncahabíaestadoantes,yesoteníaqueverconlaproximidadde la tierra, con la forma en que la gente vivía allí sus vidas. Pequeñas, tal vez,estrechasy cruelesmuchasveces, pero francasy evidentes justamenteporque esosestigmas no se enmascaraban en la multitud, se mostraban individualizados yfinalmenteconocidospor todosy,poresomismo,creía,másinocentesyalalcancedel juicio general; y donde las opuestas virtudes tocaban a veces un grado dehumanidadqueensu juventudnohabíaconocido.Yestonodejabadeasombrarlo.Aunque la palabra verdadera era conmoverlo. Sin darse cuenta, había llegado aquereraSanAlfonso;habíallegadoaconocersuhistoria,suscasas,cadaunodesusárboles,cadarincónperdidodesuscalles.Susrencoreshabíanmuerto.Pardeiro,conelquesehabíacruzadoalgunasvecesenelpueblo,se leaparecíacomoelhombreinsignificantequeera,ylacorrupciónqueencarnabayahabíasidocondenadaporsusvecinos.Tanto era así que, finalmente, habíadesaparecido.Suúnica frustración, la

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máspenosa,eraSonia,lodefinitivamentedistantequesehabíavueltosupresencia,casiinalcanzable.

Rafael le reprochó ladistracción,quehabíanotado,dijo,desdeque subieronalauto. Entraron al pueblo por el antiguo camino donde todavía se levantaba LaColorada. Bautista le indicó la calle y llegaron a una casa, cerca del barrio de laestación. El dueño lesmostró el cobertizo que alquilaba. En los últimos dos años,Bautista había trabajado en los fondos de la casa de Rafael y había llegado elmomentodetenerunlugarpropio.Cuandosalieron,lepidióasuamigoquelodejaraenellocaldeLaPalabra.

Unratomástarde,tomabamateenlatrastiendadondeelperiódicoseimprimíamanualmente. Tres muchachos y un hombre de su edad, el director, hablaban,exaltados, sobre todo losmás jóvenes,de losacontecimientosdeBuenosAires.Lagente estaba tomando coraje; se avecinaban cambios. Un coronel y la causa delpueblo,quépensabaél.

Bautistasetomóuntiempoparacontestar.—Unmilitar juntoa la causadelpuebloes,por lomenos, confuso.Yunoque

estuvoconelgolpedel30…Esajuntanopuedeproducirningúncambioverdadero.Laconfusiónvienedequeestánlevantandobanderasajenasyhastaalgunasnuestras.

—Hay que pensar muy bien las cosas, actuar con mucho cuidado; sobre todonosotros—concluyóBautista—,quevenimos luchandodesdehace tanto tiempo,yustedes,quehandecididopublicarideas.

Frentealespejo,Soniasepintócuidadosamenteloslabios.Elpeloalamoda,unamelena corta con flequillo abierto conseguida en una peluquería que era la últimanovedad de San Alfonso, la hace sentirse diferente, moderna. Era otra, así decíanRosita y la señoraNoguer, que intentaba con disimulo averiguar a qué se debía elcambio. Se puso los zapatos de salir y estiró lasmedias de seda, sacó al gato unmomentoalpatiotrasero,lovolvióaentrar.Saliósinavisaradóndeiba.Luegodeuntiempodeindecisión,denochesdesveladasydetemoralfracasoporelpasodecisivoque ibaadar,había llegadoeldía.Hacíauncaloraplastante,propiodelveranoenSanAlfonso.Enunosmesescumpliríaveintinueveaños,perodentrodeella sentíacon fuerza que no era tarde. ¿Y si no contestaba él? ¿Si otra persona levantaba elteléfono?Porunsegundo,estaideamalignalogrófiltrarseporladelgadarendija.Laespantó y caminó decidida, cuadra tras cuadra. Era la primera hora de lamañana,pero ya había gente en las veredas. Por la ventana abierta de la casa de AmandaMarchisotti,laprofesoradepiano,salíanunasescalasrápidasqueibanyvenían.SupensamientovolóaCastelar,laFotografíayadebíaestarabiertaoestaríaporabrir.Sinocontestaban,esperaríayvolveríaallamar.SoniasedetuvofrentealapuertadelaUnión Telefónica. Estaba cerrada; un cartelito indicaba que abrían a las nueve.Esperó en la vereda, hasta que la empleada llegó, abrió la puerta con aire deimportancia y, seguida por Sonia, entró y pasó detrás delmostrador.A un costadohabíaunconmutadorllenodecablesqueSoniaveíaporprimeravez.Latelefonista

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fue hacia el fondo y reapareció abrochándose el guardapolvo. ¿Cómo podía hacerparahablaralalocalidaddeCastelar?¿Cómosehacíaparaaveriguarunnúmerodeteléfono?Laempleadatomóunpapelyunalapiceraymojólaplumaenel tintero.¿Nombre de la persona? No importa el nombre, dijo Sonia, es un negocio, unafotografía. Fotografía Social. ¿Eso es todo lo que sabe?, dijo la mujer con falsoasombro.No sé si vamos a poder alcanzar ese destino.Hay que llamar primero aBuenosAires,a laCentral,a informaciónde largadistanciayahíver.Puedehaberunabuenademora,leaviso.Noimporta,dijoSonia,espero.Lamujersesentófrentealaconsola,secalzóunosauricularesydiovuelta lamanivela.Después levantóelauricular. ¿Era posible que fuera tan simple? Clavada en el piso, Sonia estabapendientedelasmanosdelatelefonistaenlaconsola.Alfin,lamujerleinformóquehabíamediahoradedemora.Leadvirtióquehabíatormentaparaelladodelacapitalyquenoseoíabien.Noimporta,espero,dijoSonia.Veinteminutosdespués,sonabael teléfono. El timbre rebotó en las paredes y en los vidrios de la puerta,sobresaltándola.Lamujerdecía:¿Holá?,manipulabaloscables.Holá,sí,operadora¿cómo?Sonialediolaespaldaydegolpesevioenelvidriodelapuerta,laqueteníael postigo cerrado, vio una mujer que no era la chica de la playa, una mujer dehombros caídos, se enderezó y sujetó la cartera contra el estómago. Señorita,escuchó, éste es el número. ¿Va a hablar? Perdone, ¿o señora? Señorita, contestóSonia volviéndose hacia la operadora. ¿Va a hablar?, dijo impaciente lamujer. Alfinal del mostrador, había una cabina estrecha de madera oscura con parte de lapuertadevidrio.¡Levante,levanteelaparato!,leordenólatelefonista.Conlamanoagarrotada,sinsaberbienloquehacía,Sonialevantóelauricular.¡Hablen!¡Hablen!,ordenólatelefonista.Seoíaunruidodedescarga,comodevientoychisporroteodecables.Detrásdelzumbido,porsobreelcampoylosalambrados,unavozdehombredijo:¿Hola?,¿quiénhabla?Ladescargasehizomásfuerte.Hola,repitióentonomásalto la voz, Fotografía Social, ¿quién habla?Desde el fondo del estómago, la vozdébildeSoniadijo:Soyyo.¡Grite!,gritólatelefonista,noseescuchabien,tienequegritar,¿entiende?¿Quiénhabla?,volvióarepetirlavozdeél,tanlejosqueaSoniaselellenaronlosojosdelágrimas.Noseescuchabien.Elruidoborrólavoz.Cuandovolvióentredescargas, lavozpreguntó:¿Esde largadistancia?¿Quiénhabla?ConvozapenasaudibleSoniadijo:Sonia.Peronopudoseguir.Delotroladosehizounsilencio blanco, sin ruidos. Después volvió el chirrido informe.Muy lejos, la vozrepitiócansada:¿Quiénhabla?Noseescucha.Depronto,niruidonivoz.Secortó,dijolavoztriunfantedelatelefonistafrentealaconsola.Soniatardóunmomentoenpoderdejarelauricularycolocarloenlahorquilla.Lohizoconuncuidadosupremo.Otravezelvidrio.Estabaligeramenteencogida,comosihubierarecibidoungolpe.Cuandoconsiguiósalir,llevabaenlacarteraelpapelconelnúmero.Alcabodeunascuadras,respirabamejor.Leparecíaimposibleloquehabíahecho,habíaescuchadosu voz, después de tantos años, había escuchado su voz. Tenía el papel con unnúmero,allíestabantodosesosañosdeespera,agazapadosdetrásdeunpapelconun

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número.Enlacalle,lastiendasestabanabiertasylagenteyaandabaporlasveredasyrealizabadistintastareasoibadealgúnlugaraotro.Pasóuncamiónydespuésunajardinera.Elsollediodeplenoenlacaray,sindarsecuentadeloquehacía,serió.Sereíadesuaudacia,deloqueacababadehacer,delacertezadequetodocambiaríaapartirdeahora.Despuésdehaberescuchadosuvoz,seanimabaatodo.Habíadadoel primer paso, el definitivo. En la esquina había doblado Biasi, el loco delcementerio;caminabahaciaellaconsupasoquebrado.Soniaseapresuróacruzarlacalle.

Soniaestudiólacuadra;habíapasadoyavariasvecesporallí,peroahoralamirócon otros ojos. Le gustaba esa calle de San Alfonso. Los plátanos alzaban lasenormescopasquese juntabanen loaltoformandoun túnel.Miró lacasadesde lavereda de enfrente, con el cartel de «Se alquila». Esa mañana, en la oficina delmartillero,elhombrelehabíadichoquenoestabaparaalquilardeinmediato,queseloexplicaríaalatarde,quefueraalascinco.Lacasaenfilabahaciaatrásdoscuartosquedaban,porelladoderecho,aunagaleríalateralabiertasobreeljardín.Eljardínrodeabalacasapordelanteyporelcostado,prolongándosehastaelpatiodeatrás.Yaavanzadoelotoño,descuidadoylibre,eljardínmostrabaunaspectoabandonadoqueaSonialegustó.Seveíacomounrefugiounpocosalvaje.Lacasaestablecióconellauna correspondencia cálida, instantánea. Pilares bajos y una puertita de maderascruzadas separaban el jardín de la vereda. Las cincomenos diez de la tarde y encualquiermomentoselargaríaallover.Soniahabíallegadounosminutosantesparapoderverlacasaasugusto,peroapenashabíacruzadolapuertaquedabaalaveredacuandoelhombresepresentó.Lemostró lasdoshabitacionesy lacocinacomedorquecerrabaenánguloelfondodelagalería.Erasencilla,peroteníatodoloqueellanecesitaba.Allado,haciendolamedianeradeljardín,sealzabaunampliogalpónquesecomunicabaconlacasaporlosfondos.Elpropietariolatranquilizó:alquilabalacasa y el galpón por separado. La galería fue lo quemás le gustó a Sonia: por elcostadoabierto,corríaunpilardeunmetrodealto,dejandoenelmediounespaciopara bajar los dos escalones que la separaban del jardín, ya que la casa estabaligeramenteelevadasobreelterreno.LoprimeroquepensóSoniafuequelegustaríacerrarelcostadodelagalería,delpilaraltecho,conunenrejadodemaderapintadodeverde.Seentretuvoponiendoimaginariossillonesymacetasenunladoyenotro.Faltaba arreglo en el jardín, desmalezar, explicaba ahora el hombre, mientras lemostraba el fondo con una bomba y un lugar para lavar y tender ropa; se veíanladrillos,arenayunpozoabierto.Habíaqueterminarlasconexionessanitariasyelbaño entre las piezas, que estaba por lamitad. Pueden ser unos dos o tresmeses.Nuncasesabe,dijo.Conunmesdealquilerdedepósito,se lareservoparacuandoesté lista.Lamiraba.Soniapercibió su impaciencia.Despuésdedarle el precio, eldueñodijoque teníaque irse.Sonia ledijoque la casa le interesabayque enunasemanairíaalaoficinaadarlelarespuesta.Elhombredijoquelaesperaríaysefue.

PorprimeravezenmuchotiempoSoniasesintiófeliz.Nopudopensarenvolver

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a la pensión a encerrarse en su cuarto; necesitaba moverse, caminar. Iría hasta elcentro,eranpocascuadras,ycompraríaunoshilosquelehacíanfalta.Lainvadióunagradable sosiego, una calma centelleante. Se sentía extraña, con una disposiciónmagnánima hacia afuera, hacia lo que veía, hacia la vida. Tendría tiempo de ircomprando las cosas que le iban a hacer falta; cosas para su casa. Casi no podíacreerlo,perohabíahabladoconélyestohacíaposiblecualquieridea.Lagenteconlaque se cruzaba, corrida por la inminencia de la lluvia, le resultaba amigable yconfiabaenella.Noseapuró,quisoanalizaresatransformaciónqueexperimentabayse dijo que se debía a la casa, a la decisión que había tomado, porque ya estabadecidida: la semana siguiente llevaría el dinero a la oficina del martillero.Súbitamentesediocuentadeque,desdequehabíarecorridolacasahastaahora,nohabíapensadoenélniunasolavez.Sedetuvo.Eracomouna traición.Recordósuvoz.Lareconfortópensarquehabíaescuchadosuvoz,sólofaltaballamarlootravez,contarledelacasa,irabuscarlo.Insensiblemente,apuróelpaso;cuandoestabaaunacuadra de la plaza, se descargó la lluvia.Corrió losmetros que la separaban de laesquinadelBanco,subiólosescalonesyserefugióenlaprofundidaddelaentrada.Procurónopensarmásenélyensupróximopaso,yatendríatiempodeanalizarloqueharíacuandollegaraasucuartodelapensiónNoguer.Mirólalluviaqueahoracaía con fuerza sobre los plátanos ocres y los bancos desiertos. Unos pasosapresurados, chasqueantes, yunhombre entródegolpe en el portal; sepasabaunamano abierta por el pelomojado y sonreía a la vez que golpeaba el piso con loszapatos empapados. Levantó la cabeza y Sonia sintió una punzada de alarma alreconocerlo.Lasonrisasuspendidaenlacara,Bautistalamirósinpoderreaccionar,sinpodercreer,todavía,quelaestabaviendo.Conelpelocorto,mojado,yloslabiospintadosSonialegustómásquenunca.Siguiendoelimpulsoquelollevabaareírseporelencuentroinesperado,algoenloquehabíapensadomilvecesyqueahoraselepresentabaasí,deimproviso,Bautistaletendiólamano.

—Quéchaparrón.¿Cómoleva,Sonia?Porunactoreflejo,Soniatambiénsonrió.—Bien—contestó,yvolvióasentirelapretóndemanoscálidodeotrasveces—.

¿Yusted?—Bien. Hacía mucho que no la veía, sale muy poco —Bautista entraba sin

querer,sinpoderevitarlo,enunterrenoresbaladizo—.¿Legustólaalacena?Eraloúltimoquehabíahechoantesderetirarsedefinitivamentedelacasadela

señoraNoguer.—Sí, mucho —contestó Sonia, admirada de la facilidad con la que estaba

hablandoconesehombrequevolvíaaprovocarleelinstintodehuir—.Quedómuybien.

Élnodijonada,solamentelamiraba.Ahíestabaesemínimopalpitardelanarizde Sonia que parecía contradecirla, su nariz revelaba lo que ella quería ocultar.Nerviosa,ellaagrególoprimeroqueseleocurrió:

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—Encuantoempiezaelbuen tiempo, lospensionistasvan todosa lapérgola,asentarseenlosbancos.Yaesunacostumbre.

—Québien—dijoBautista.Sequedaronensilencio;Soniabajólacabezaysearreglólablusa.—Parecequenovaaparar,porahora—dijoBautista, recriminándosenosaber

aprovecharestaoportunidad,pensandoque teníaquedecirlealgodefinitivo, loquesentía,rápido,antesdequefueratarde.Decirlealgoahoramismo.Dejólaparedenlaquesehabíaapoyadoyseacercó:

—Mire,Sonia,hacemuchoqueyo…Nerviosa,sinsaberexactamenteporquéperopresintiendoquenodebíadejarque

élhablara,Soniatuvounaideasúbita.—¿Siguetrabajando?—Siempre.Así es—desconcertado,Bautista reprimió el impulso y volvió a la

actitudanterior,debrazoscruzados,recostadocontralapared.—Comonofuemásporlapensión…Voyaalquilar…—Soniavaciló—.Talvez

alquileunacasa.Esacácerca.Megustaríaquevierasisepuedehacerunenrejadodemadera.

—Cómono.¿Paraponerdónde?—peroantesdequeSoniacontestara,élescuchósupropia,indisimulableansiosavoz,quepreguntabaporsucuenta—.¿Sevaamudardelapensión?¿Cuándo?—leeraimposiblenomirarlacomoélsabíaqueloestabahaciendo.

Soniaabriógrandeslosojosclaros.—Sí,enunosmeses…Paracerrarpartedelagalería—dijoconunaespeciede

vértigoydesviólosojosporquenopudosostenerlaintensidaddelamiradadeél.Elsonidodeuntruenorodódeunextremoalotrodelcieloylalluviasehizomás

vehemente y, a la vez,más íntima.Los dosmiraron las calles desiertas.Nadie.Nisiquieraalguienenalgunaventana,notóSonia.Nisiquierauncoche.Refugiadosenelgranportaldelaesquina,parecíanlosúltimoshabitantesdeunpuebloabandonadomirandolascallesdesoladas,dondelalluvialosencantabairresistiblemente.Elaguacorría en rápidos arroyos siguiendo un declive imperceptible, buscando su nivel,uniendo su sonido de pequeño torrente al afelpado ruido de la lluvia, ahora másmansa.Unaluzgrisclaraimpregnabaelaire.Laniebladeaguafluíaunmetrosobrelatierraydiluíaloscontornos.

Mirabanparaafueraensilenciocuando,sinprevioaviso,lapuertadelaiglesiaseabrióconbrusquedadyunachiquilinadenomásdeochoaños,conunvestidoazulyunasbotascortas,blancas,degoma,salióyselanzóacruzarlacalle,corriendohacialaplaza.BautistaySonialamiraron,incapacesdeapartarlavistadeella,pendientesdeloqueparecíaelvuelobajodeunpájaro.Eratanmenuda,tangraciosalamaneraen que corría y saltaba los charcos con los brazos extendidos a los costados comobuscandoequilibrioylasmanosdelicadas,abiertascomopequeñasalas,lanzándosehacia delante con la cabeza inclinada para evitar la lluvia en la carita pálida, que

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Sonia estuvo a punto de decir algo pero no supo cómo expresarlo. Abrió y cerrólevementelaboca.

—Unángelseescapódelaiglesia—hablóBautistasinpensar.—Sí,sí—repitióSonia.Asombradadequeporprimeravezalguiendieraformay

palabras a algo propio, inexpresable, y se rió. Se rió para él, paraBautista, con laíntimacomplicidaddelosquehancompartidounmomentoperfecto.

La chica, como una visión creada por la lluvia, había desaparecido en la otraesquinadelaplaza.Quedaronensilencio.

—Sonia—dijoBautista.Habíadisminuidolaintensidaddelalluvia.—Tengoqueirme,ahoraqueparótengoqueirme.—Iniciabaelgestodesalirdel

portalacruzarlacalle.—Espere—exclamóBautista—,hayalgoquetienequedecirme.Soniasediovuelta,sinpoderocultarelsobresalto.—¿Qué?—¿Dónde queda la casa? —preguntó Pissano, con apenas una sonrisa entre

irónicaypaternal.Soniatardóunsegundoenreaccionar.—Ah, claro—dijo, y le dio la dirección. Cuando ella ya estaba amitad de la

calle,élgritó:—Cuandovealacasa,labuscoenlodeNoguer.PeroSoniayacorríahaciaelnegociodeloshilosdebordar.Másarribadebíasoplarunvientofuerte.Lasnubesvolabanblancas,níveas,sobre

uncieloazul intenso.Si lasmirabamucho tenía la sensaciónde irseparaatrás, endirección de las nubes, de perder la cabeza. «Adiós, Sonia». «Adiós», respondiómecánicamente,enderezándoseenelbancodelaplaza.PasabandosdelasseñoritasZuloaga.Habíabordadomuchoparaellas,inclusounavezleshabíahechounajuar,pero ninguna se había casado. Como yo, pensó Sonia. Sus camisones y sábanasdormían un lento sueño de polillas debajo de la cama, devueltos a aquella valijaprestadaporelAsilo,comoenunataúd.Eseinviernohabíacumplidotreintaaños.LahermanaClara habíamuerto. La gitana habíamuerto. El crédulo afecto que creyósentirporlaseñoraNoguerhabíadesaparecido.Cuandoleconfióquehabíaalquiladounacasaperoqueseguiríaunosmesesenlapensiónhastaqueestuvieraarregladaylista,laseñoraNogueropinóqueesonoestababien.Queenelpuebloseríamalvistoqueunamuchachavivierasola.YanodecíachicaporqueSoniahabíadejadodeserlo.Aunquehayastenidounaconductaintachable,seguíalaseñoraNoguer.Nosólohayque ser buena, hay que aparentarlo. Si no es en la fila de ranchos, ¿qué mujerrespetable, soltera, vive sola en este pueblo, a ver?, la desafiaba. Pero Soniasospechaba que no quería perder una inquilina. Jamás había dejado de pagarle, nisiquierasehabíaatrasadoenelpago,niunasolavez.Nohaynadiedeltodobueno,deltododesinteresado,pensóSonia.SalvolahermanaClara.Lamanodelahermana

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Clara tapándole los ojos para que no viera lo malo, aquella tarde de hacía tantotiempo.Comoentonces,enelbancodelaplaza,Soniajuntóconfuerzalasrodillasylospies.LahermanaClara, el vidrio en laheridade lapierna, laNené, el fríodelcomedor los domingos de invierno, los juguetes usados, su existencia obcecada yvacía.Unaoleadadeansiedadlesubióalacabeza.Unmiedodespavoridolealeteóen la garganta, un terror pánico a ese sentimiento que anidabamaligno debajo detodo,debajodelamiradadeélenlaplayaytodavíamásatrás,debajodelosaños,delosbordadosmuertos,delosencuentrosconlagitana,deloscorredoresvacíoslatíaesesentimientooscuro,inconfesable.Sentadasola,enunbancodelaplazaesatardedelveranode1945,Soniasintióquelaorfandademanabadeellaylacubríacomounmanto.Laorfandaderaelhuecoalrededordelcualhabíahechosuvida,elbordedesombraporelquehabíacaminado.Habíaaprendidoasersola.Nadieenelprincipio,nadieaquienencontrarsalvolassábanasfríasdelAsilo,nadaqueposeersalvoasímisma.Desasida de todo, se aferró a lo único que tenía: la escena ideal fuera deltiempoyde lamuerte,su talismándeniebla.Quedó inmóvil, la ruedade lasangresusurraba en su oído, una y otra vez. Volvió a mirar las nubes que pasaban y seperdíanuna tras otra como los años de su vida y, sin embargo, tan hermosas.Unapenatensaqueseestirabadentrodeellahastadolerleenelpechosesoltódegolpeysu cuerpo cobró impulso. Como si el tiempo de su propia ceremonia se hubieraconsumado,comosiyaestuvieracumplido,selevantódelbancoconunrevuelodepalomasycruzólacalle.DoblóenlaesquinayentróenlaUniónTelefónica.

Buenastardes,dijoSonia.Latelefonistalamiró.NoeralamismaSonia,laquehabía venido meses atrás. Ahora tenía coraje, antes no lo tenía. La voz de él laesperaba en cuanto se animara a levantar el auricular. Era un trámite sencillo, tansimple que no imaginaba por qué, teniendo el número, había demorado todo esetiempoenvolveryconcluirlo.Miedo,sesusurróSoniaasímisma.Tapórápidamentelagrietapor laquese filtraban loscontornosvagosdepensamientosquenoqueríaoír.Prontotendríasucasa,sehabíaabiertocamino…¿Tieneelnúmero?,preguntólatelefonista.Sí,dijoSoniayleextendióelpapel.Mediahoradedemora.Espero,dijoSonia.Porsuerte,nohabíanadie.Seescuchóeltraqueteardelrelojdepared.Soniaevitóelvidriodelapuerta.Latelefonistaseabanicaba;sacóunpañuelitodelbolsilloy se secó el sudor del labio superior.Qué calor, ¿no? Sonia no contestó. Entró unmuchacho.Buenastardes.¿SabequédemorahayaLuján?Puedeserunahora.Entróunamujer. ¿ACapital?Treintaminutos.Que sevayan,pensóSonia,que sevayan,quesevayan.Lamujersequedó.Llevabaunaboinacolormarrónqueletapabaunaoreja, una pollera con vuelo y zapatos de varias presillas sobre el empeine. LoszapatoshipnotizaronaSonia.Lamujerhabíaconseguidolacomunicaciónantesdeloesperadoydentrodelacabinagritaba:Mamáyaestábien,saliódelhospital…¿Vasavenir?…EnlodeJosé…¡EnlodeJosé!Noseescuchanada,lesdijoaSoniayalatelefonista. Había dejado la puerta de la cabina abierta como si quisiera hacerlasparticipar. ¡Te digo que en lo de José! ¡No se escucha! ¡Ya salió del hospital! La

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mujercolgó.Noseescuchabanada,aclaró.Abrióunmonedero.¿Cuántoes,querida?Mientraslaoperadoralecobrabalamujerempezóahablarmirandoelaire.DicenqueparaelaniversariodelBancoProvinciavieneelgobernadoryquevanadarunbaileenlaSociedadItaliana.Hablabaconlatelefonistay,alavez,engeneral.¿Ustednoeslaseñoritaquebordatanbien?Soniasesobresaltó.Nosehabíadadocuentadequelamujer tenía intenciónde dirigirse a ella. ¿Novive en la pensiónNoguer?Sí, sí.¿Sigue bordando, querida? Bueno… si es que se hace un baile, digo,me gustaríaencargarlealgoparamihija.¿Quémedice?Lamiraba torciendo lacara,conunosojitosvivacesyastutos,llenosderimel.Conestecalorllevaunaboina,pensóSonia.Usted es la señorita… la que vivía en elAsilo, bueno hace yamuchos años, ¿no?DicenquesivieneelgobernadorvanadarunlunchenlaTokio.Haychicasdeacáqueseanotaronparaformarlaorquesta.Nosésiestarábienvisto.EnBuenosAireshacen furor, pero acá no sé. Bueno, ¿le llevo la tela? El timbre estridente de laconsolarebotóenlasparedes.Lamujersalióasegurando:lellevolatela,undíadeestos le llevo la tela.En la cabina, Sonia cerró la puerta y levantó el auricular.Laoperadora la miró a través del vidrio. No se escuchaba tanto ruido como la vezanterior.Lavozdelatelefonistaordenó:¡Hablen!¿Holá?,dijolamismavoz,lavozdeél,lejanaperonítida,nodesfiguradaporladescarga.Hola,dijoSonialomásaltoquepudo,¿habloconlaFotografíaSocial?Sí,señorita,¿quiénhabla?Debíapensarquesetratabadeunaclienta,alguienquepedíaunfotógrafoparauncasamientoounbautismo:¿Quiénhabla?, repitió lavoz.SoySonia,suvozsonófuerteyclara.Delotro lado se produjo un silencio corto, perfecto, sin ruidos. ¿Quién? Sonia. ¿QuéSonia?,dijolavozdeél.SoniaReus,seacuerda…Titubeó,perolaideadetutearloleresultóabsurda,incómoda.Sonia;yoestabaenlacasadesutía,deMartayOscar,enMardelPlata.Lediolaespaldacompletaalvidriodelacabina.¿Holá?,dijolavozdeél.Sonia,repitióSonia,¿seacuerdadelbaile?,susurró,lanochequefuimos…Yoteníaunvestidoazulclaro…Laescenasedesvanecióenelespacionegroentre lasvoces. Se le cerró la garganta: Hace mucho…, alcanzó a decir. ¿Mar del Plata?¡Ahhh!,dijoalfinlavoz,usteddebequererhablarconAlberto,peroAlbertosefue,semudóconlafamilia.Mevendióelnegocio,hacedosaños.¿Cómo?No,yonosoyAlberto… Sí, señorita, le repito, se mudó, ahora vive en Nueve de Julio, tienefotografía allá. Sí, también se llama Social. Fotografía Social. Ahora, si medisculpa…¿Holá?Bueno,adiós.Unzumbidomonocordefluyóporlargossegundosensuoído.Deespaldasalatelefonista,Soniabajólahorquillaycolgóelauricularcasisinmoverlasmanos.Cuandopudodarsevuelta,preguntó:¿Cuántoes?

Bautistagolpeólasmanosyesperó.LaseñoraNoguerseasomódesdelacocina;de inmediatosuexpresióncambió.Searreglóelpeloenunademánnerviosoyfuehastalapuertadecalle.

—Tantotiempo,Pissano,ustedsíquenostieneolvidadas,cómoleva.—Bien,muybien.CómoestáRosa.—Comosiempre,bien.Hacíatiempoquenoloveía,justamentequeríahablarle.

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Mire,sinosepresentabaibaallegarmehastalafondadelaestación.—EstoybuscandoaSonia.—¿ASonia?—lasonrisasecongelóenlacaradeladueñadelapensión—,para

quélanecesitaaSonia,sisepuedesaber.—Poruntrabajo—dijoBautistaysequedócompletamenteserio.—Quétrabajo lepuededarSonia…—dijodesconcertadaycomosipensaraen

vozaltalaseñoraNoguer.Detrásdeella,BautistaveíaacercarseaRosay lesonrió;sumadrenosehabía

dadocuentay,creyendoquetodoeraunabroma,tambiénsonrió.—¿Ellaestá?—lainterrumpióBautista.LaseñoraNoguerlomiró,disimulandocomopudolamolestiaquelecausabael

insistenterumbodelaconversación.—No, ahora no está y no sé a qué hora va a volver porque no le gusta dar

explicaciones.Asícomolave…—Hola,Rosa—dijoBautista.LaseñoraNoguertorcióabruptamentelacara,sorprendidadeencontrarasuhija

juntoaella.—Cómoleva,Bautista…—dijoRosa.—Entoncescuandovuelvadígalequeestuve,quequierohablarconella.Ladueñadelapensióntratabadereaccionar,intuyendoalgoqueseleescapaba;

setocóelcollarconungestodedisgusto,comodandoaentenderquenoeraseguroquedieraelmensaje.

—SoniafueaNuevedeJulio.VuelveenElNocturnodelasdiez—ledijoRosaaBautista.

—¿ANuevedeJulio?—preguntóatónitalaseñoraNoguer;eldesconciertocrecíay daba paso a la alarma; la pérdida de autoridad se llevaba parte de su seducciónpersonal. Se le iban las riendas de su casa—. ¿Cómo sabés algo vos que yo nosepa…?

El tono quiso recuperar algo de subordinación por parte de su hija.Bautista lesonrióalachica.

—Gracias.Antesdeque laescena seprolongara, saludóa lasdosydio lavuelta.Caminó

variascuadrastratandodeentenderlanovedad,deencontrarleunaexplicaciónaeseinsólitosuceso:elviajedeSonia.Ellanoteníaanadie.¿NuevedeJulio?,¿aqué?Noencontróningunarespuesta,nilamásdescabellada.Algodecisivoestabapasandoyella, tal vez sin saberlo, lo necesitaba ahoramás que nunca. Sonia había vuelto adesaparecereneseinviernointerminable,despuésdesuencuentrolatardedelluvia,ylohabíaevitadolaúnicavezquesecruzaronyélintentóhablarle,envueltaensupropiohalode soledad,queaBautista lepareciómás impenetrablequenunca.Sinque pudiera razonarlo, sin una causa evidente que lo justificara, un sentimientodefinitivo lo impulsaba en esos días a buscarla, a decirle lo que hacía tanto quería

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decirle.Elviajeselerevelócomounaúltimadilación.HabíacaminadoaladerivaporlascallesdeSanAlfonsoyahoraseencontraba

frentealacasa.Lahabíavistomuchasveces.Habíaestudiadolagalería.Elgalpónlepareció perfecto. Se quedó largo rato contemplándola. Ésa sería su casa, decidióBautista.SucasayladeSonia.

Durante las últimas dos semanas, con una eficiencia mecánica, Sonia habíaaveriguado horarios de ómnibus y trenes. Supo primero que Nueve de Julio noquedabalejos.Alfinlogrócombinarundíaenquecoincidíanloshorariosdeidaenómnibusyderegresoentren.Lodemáslopensaríasobrelamarcha.Esejuevessesintiótranquila.Searreglócuidadosamente,sacóyentróalgato,yenfrentósinunapalabralamiradainquisitivadelaseñoraNoguer.Laúnicaqueconocíasudecisión,porcualquiercosaquepudierapasar,eraRosa.

Eran las diez de la mañana cuando el ómnibus dejó atrás el centro de SanAlfonso.Casien lasalida,enunviejoalmacénydespachodebebidas,sedetuvoalevantarpasajeros.Nuevamenteenmarcha,Soniaviopasar lacárceldeUlrico, losmismosladrillosrojizosdesuinfancia.Traselportónderejas,elpatiodeentradaseveíaabandonado,papelesdediariogirabanenunlentoremolino.Lacárcel la llenódeunaoscuradesazón,ysinpoderevitarlopensóenBautista.Conbrusquedadgirólacarahacialaventanilla,lamelenacastañadejócaerunmechónsobrelosojosclaros.Nadamásqueenél,pensarnadamásqueenél,sepropuso,conunmartilleoférreo,empecinado.Traspusieronellímitedelpuebloyelcolectivoseinternóenuncaminovecinal,dejandoatrásunaesteladepolvo.Bajoelcielodeverano,elcampoverdeyamarillosedesplegótraslosvidrios,rodeándolos.Empezóapesarelcalor.Aturdidaporelesplendordelcampo,alquehacíatantonoveía,Soniadejóqueseformularaun conjuro: Bajo este cielo las cosas no pueden salirmal. Quedó un rato absorta,sordaaloquelarodeaba,sólomirandoporlaventanilla,hastaque,conunafrenadaque lasacudió,elcolectivosedetuvoenelbordedeunpequeñopueblo,nadamásqueunaspocas casas, del queSoniano supo el nombre.Subíaybajabagentequehablabaentre sí,comosi seconocierade toda lavida;chicosdeunaescuela rural,festejandoelúltimodíadeclase.Hubootrospueblitos.Seestacionaronjuntoaunatranquera donde el acompañante del chofer entregó un paquete a un hombre acaballo. Un clima alegre animaba a los pasajeros, personas que hacían trayectoscortosperiódicamente,yseconocíanyconocíanalasfamiliasdecadauno.Elchoferyelacompañantehacíanbromasconelpasaje.Lasmujeresconvestidoslivianos,decolores, las festejaban y hablaban entre sí. Sonia permanecía aislada, involuntariatestigodetodoloquesedecía,delasrisasenlasquecreíadescubriralgorecónditoquelainvolucraba.Observabaelbordedelcaminodetierra,esperandoverelcartelindicador de su destino. Una tropilla de caballos corrió por el campo paralela alcamino; corrían por el puro gusto de correr, pensó Sonia, y esto le transmitió unamomentáneaalegría.

Luegodecasicuatrohorasdeviaje,alolejos,selevantaronunossilosyelchofer

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anunció:NuevedeJulio.Mediahoradespués,elcolectivoatravesabaelpuebloysedetenía en un bar, frente a la plaza principal. El chofer y el acompañante bajaron,seguidosporlospasajeros.Soniaesperóybajóúltima.Desdelaventanadelbar,loshombresdeunamesalamiraron.YasabíaSoniaqueelhorariodellegadaeraalasdos de la tarde y que los negocios estaban cerrados. Entró al bar, caminó derechahastael fondoy se sentóa laúltimamesa, contra lapared.Loshombres sedieronvuelta y la estudiaron. Uno de ellos, que se hacía lustrar los zapatos, deslizó uncomentarioyellustrabotasgirólacarahaciaelladesdeabajo.

Aunquesenotabamásgrande,elpuebloeraparecidoaSanAlfonso.Sinduda,esacalledelaparadadelcolectivoeralacalleprincipal.Loshombresdelamesadela ventana habían dejado de ocuparse de ella. Sentada frente a su café, bajo losventiladoresdetechoquegirabanlentos,Soniaintentabaaparentarindiferencia,perosu pensamiento saltaba hacia fuera, adhería a lo que miraba; no era capaz dedetenerseenningunacosaoidea,simplementeestabaallísentada,esperandobajoellevefrescodelventilador,enesebarlargoyoscuro,sinpoderreflexionarenloqueibaasucederporquenopodía.Cuandopasóunahora,pagósusdoscafés,selevantóy salió. Siguiendo su instinto caminó hacia lo que imaginó era el centro. Prontoadvirtióqueelcentronoeraenesadirección.Volvióatrás,vioelcarteldelcorreoyentró.

—LaFotografíaSocial,¿dóndequeda?Le indicarondos cuadrasderechopor la calle principal ymedia, doblando a la

izquierda.Lostacosresonaronhuecosenlasveredasvacíasdelahoradelasiesta.Elsolespejabaelasfalto,siempreunpocomáslejos.Laesquinaenquedebíadoblarerauna tienda con toldos verdes como capotas para proteger las vidrieras del sol. Laentradaen laochavaestaba totalmenteensombrasgraciasal toldo.Soniasubió losescalones y se ocultó unmomento a serenarse.Era profunday flanqueadapor dosescaparateschicosconmaniquíes;alfondo,juntoalapuertadobledevidrio,unperroamarillo se había refugiado del calor y dormía estirado.De improviso había caídosobreellaunainquietud,undesasosiegoquelatomódesprevenida,comosielmiedohubiera estadoagazapado, esperandoqueella llegara justamentehasta ahí, apocosmetrosdedondedebía llegar,parasaltarleencima.¿Quélediríaprimero?¿Ysinoestabasolo?Noseatrevíatodavíaaasomarse.Porunossegundosdescansólafrenteen el vidrio escuchando el zureo de las palomas. El maniquí, de ojos ciegos deestatua, le ofrecía un vestido floreado, la mano tendida hacia ella, dolorosamentetorcida,comoquebrada.Elperromoviólacolaysedesperezósin levantarse.Todoigual, pensó Sonia. El sol inclemente del verano sobre las calles, aplastando lassombras, y la gente en sus casas. El terraplén, el cruce de las vías y la puerta delHogarsemostraronydesaparecieron.Sesintiódesprotegida,extraña.Quisoimaginarque su vida había sido hecha allí, que se habían casado y que estaba esperándolo,comotodoslosdías.Notuvofuerzasparadarvidaalaescenayeldestellomurióenel resplandor del sol sobre los mosaicos blancos y negros. Los mostradores

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abandonados,conalgunosrollosdetelayunareglalarga,esperabanenelsilencioylapenumbraquelatiendacobraravidaotravez.Casinorecordabalacaradeél,perounsegundoseríasuficientepararecobrarla.Habíaluchadocontraelolvido.Lascarasseolvidanconfacilidad,sevanborrando;losgestosylaspalabras,no.Cerrólosojos,invocandoalmuchachodehermosasonrisa,queabríalosbrazosdecaraalaoleadanegradelmar,alruidoturbulentodelagua,alvientonocturnoyalamúsicalejanadela costa, unanoche suspendida en el tiempo.Aquelhombre eraperfecto, intocado,susmanossosteniendolassuyas,suabrazo.Soniaabriólosojossobrelosojosvacíosdelmaniquí:porprimeravezlaspalabrasquelonombrabannoeransuficientesysupropia existencia se cargó de irrealidad. Salió del refugio de la tienda, dobló y, amitaddecuadra,vioelcartel:FotografíaSocial.Cruzó.Hastalascuatronoabrían,lehabíandichoenelcorreo.EnlaceBagliatti-Robledo.Lanoviaseveíaasustada;elnovio,serio,derayamuymarcadaenelcostadodelpelonegro.Cortandolatorta,lamano de él sobre la de ella, ella con los ojos bajos. Una pareja de ancianoslevantandolascopas,lamujermuyfea,elhombrehermoso,conelpeloenteramenteblanco. Se enderezó y quedó absorta, shas, shas, shas, el golpe latía y latía en elcuello, losdienteschocabansiguiendoeldisparodel torrentequeibayveníaenuncircuito cada vezmás rápido; con las dosmanos se apretó el pecho. Que todo secallara, que quedara todo en silencio. ¿Se animaría a mirarlo? Él lo sabría deinmediato,sabríaqueeraella,queveníaabuscarlo,asuencuentro.Levantólacaraconciertodesafío.Enelvidrio,viounamujerparadaenlaveredadeunacallevacía,en un pueblo desierto. Los brazos agarrotados contra el cuerpo, sobre ella caía apiqueuntorrentedeluz.Lamujerpensó:Nuncatuvenada,salvoesterecuerdo.Miróel cielodeunazulprofundo.Unanube tanblancaqueera casi imposibledemirarnavegaba,lenta,solitaria.Cruzórápidolacalle,llegóalaesquina,volvióarefugiarseen la entradade la tienda, comoenunacueva segura,yallí esperó.A las cuatroydiez,unamujerdoblóenlaesquinayseacercóalnegocio.Unamujerbaja,másbienrellena,conunvestidomarrónclarodehiloyunacarteranegra.Cuando llegóa lapuerta de la Fotografía, la mujer sacó unmanojo de llaves de la cartera, abrió lacerradurayentró.Soniasaliódesurefugioycaminóunosmetros.Desdelaveredaopuesta, laviodejar lacarterasobreelmostradorydesaparecerenelfondo.Enunmomento, reapareció conunospapelesque sepuso ahojear.Devez en cuando, lamujerlevantabalacabezaymirabaparaafuera.Empezóapasargenteporlamismavereda en la que Sonia había quedado estática, como dejada allí por una voluntaddistintadelasuya.Élnohabíamuerto,Soniasabíaquevivíaallí,queallírespirabayque allí había recordado cada uno de los gestos y palabras que durante todo esetiempoloshabíanmantenidounidos.Cuandomiróelreloj,eranlascincoymediadela tarde.Alassietepasabael tren.Elperroasuladogimióylamirótímidamente.Soniasevioenlosojosdelperro.Ladesesperanzalahizotiritar.¿Habíavividoparaesto?¿Parallegaraestepuntoydeshacersusueño?Nodeboverlo,pensócomounrelámpago.Esunpecado,nodeboverlo.Viveconmigohacemuchosaños,ahorano

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debo verlo. ¡No debí venir, no debí venir!, gritaba por dentro. Sus piernas habíanempezadoamoverseylallevabanatravésdelacalle,elperroselevantóylasiguió,terminabadecruzarypasabaahorapordelantedelavidrieradelaFotografíaalaquenomiró.¡Nodebívenir,nodebívenir!,¡esunpecado,nopuedohaceresto!Soniaseapuraba, la cartera contra el pecho y la cabeza baja, como protegiéndose de lodesconocido.Debíallegarcuantoantesalaestación,tomareltrenyvolver,volveraSanAlfonso.Lorecordaríatalcualélera,aquelmuchachohermoso,¿comoquéera?comounsol,sí,comounsol,quelahabíaamadoyhabíatomadosusmanosyhabíadichopalabrasinolvidables,sí,aunquelasoledaddespuéslasfueconsumiendoperoqué importabay lahabíaabrazadobajo las estrellasyhabíanvivido juntosaquellanoche que había quedado en el tiempo bordada con hilos de oro y así debíapermanecer, como en un altar. Sonia se detuvo en esas palabras y sintió un granconsuelo,comoenunaltar,serepitió,viendolaperfeccióndeaquellaimagen.Sólodebíaalcanzarlaesquinaydespuéscaminarlomásrápidamenteposibleysubirsealtren.Unhombredoblóensudirección,pocosmetrosantesdequeellaalcanzara laesquina.Unhombrealto,depelooscuroconalgunascanasygrandesentradasenlafrente,dehombrosagobiados,unomásarribaqueelotro,alcanzóaverSoniaconlacabeza gacha, y su empeño en no querer ver se estrelló ciegamente contra esaimperfección,comosiesehombrosehubieradeformadodellevarconstantementeelportafolio sujeto bajo el brazo, como lo llevaba, contra un abdomen pronunciado,aunque era delgado, un hombre marchito, con una camisa también marchita, quecaminaba abstraído, mirando el suelo. Aquel muchacho, se dijo Sonia cuando secruzaron—elperrotrotabajuntoaelladelladodelcordón—,quelahabíaabrazadoalbailarcuandoellaalzólacarahacialasestrellasconsuvestidoazulclaroagitadopor el viento en la cercaníadelmary lasmutuaspromesas, en aquella escenaqueahora le pareció indescifrable. Dobló sinmirar atrás. El hombre se detuvo, se diovueltaylamiró,mirólaespaldadeSoniahastaqueelladesaparecióenlaesquina;quedóunossegundospendientedelvacío,despuésgiró,avanzóunospasosyentróenlaFotografíaSocial.

AhoraSoniacaminaba registrando todo loquesepresentabaasupasoconunanitidezfulgurante.Enunmomentopreguntó:¿Laestacióndetrenes?Ysiguió.Genteenlasveredas.Algunasmujeresconversabanenlaspuertasdelascasas;unoschicosjugabanconuncachorro,yellaibabajolafrondosidaddelascopas,peronocomoenSanAlfonso,enSanAlfonsolosárboleseranmásgrandes,másañejos.Estepueblono era como el suyo; San Alfonso tenía otra cosa; a su lado éste parecía nuevo,trivial, sinhistoria, sinelpesode losedificios rojosdeUlrico.Elverano,de todosmodos, era igual en todas partes. Iguales los gorriones que se perseguían entre elfollaje,iguallaindolenciadelagenteenlasveredas.Ungatosobreuntapiallamirópasar,volviendolacarahaciaella,lasorejasatentas.Unamujerconlabolsadelascompras vacía. Dos chicos en una bicicleta, uno llevando al otro sentado en elmanubrio.Unpecado,repitióSonia,unpecado.Surecuerdoresplandecía.Sabíaque

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estaríasiempreallí.Teníatodalavidaparavolveraaquellanoche.Mirósuspies,sussandalias blancas, su vestido liviano, azul claro, especialmente hecho para aquelviaje.Jamásvolveríaausarlos.Laplazadelaestacióndetrenestambiénlerecordóladesupueblo,peroSoniaadvirtiómayordedicaciónenelcuidadodeloscanteros;unapequeñafuentedemamposteríaconcuatroranasdeyesopintadasdeverdedelasquebrotabancuatrochorrosdeagualedabanciertagracia.Elmismoandénanchoconelamplioalero,losladrillosalavistaylasaladeesperaconelmismoespejo.Faltabaunahoraparaquellegaraeltren.Sesentóenelbancolargomirandolasvías.Estabasola.Elperroamarillofueatomaraguadeunbaldejuntoaunacanilla,volvióyseechó bajo el banco. Cuando se abrió la ventanilla, fue la primera en comprar unboleto. Poco a poco fue llegando gente. La rodearon voces y fragmentos deconversacionesa losquenoprestóatención,hastaqueel ruidodel tren, suentradaestrepitosaen laestación, lo invadió todo.Soniasepusodepieysubió.Caminabaentrelosasientoscuandosonólacampanayluegoelsilbatodelguardayeltrensepusoenmarcha.Loúltimoque se llevódeNuevede Julio fue lamiradadelperroamarillo.

Enlapenumbradelvagón,juntoalaventanilla,sufiguraserecortósola.Conungestomínimoabrió lacartera, sacóelpañueloy se sonó lanariz, las rodillasy lospiesjuntos.Respiróhondo;porprimeravezdesdequesehabíabajadodelómnibusesatardesesintióentera,comosihubieravueltoensí.Laganaronlamagiadeltrenyel campo atardecido. Estaba volviendo, volviendo a su pueblo, a SanAlfonso. Lohabíahecho;habíalogradohaceraquelloquehabíaimaginadotantasveces,yahoraelrecuerdodelaplayaseconvertíarápidamenteenotracosa.Elrecuerdoviejoyloque acababa de vivir semezclaban y deshacían, se descomponían a una velocidadparejaaladeltren,yelvacíoladejabasinaliento,comosilequitarantodoelairedelcuerpodeunsologolpe,comosilearrancaranalgoquellevabaadheridodentro.Nohabríarecuerdoparasiempre,nialtar;lodelaltareraridículo.Podíadarsecuentacontoda claridad lo ridículo de esa imagen, y algo peor: esa claridad ponía de relievehaciaatráselaislamientoenelquehabíavivido.Desechólaescenaenteracomounlastre.Un lastrequedejaba finalmente caer, comosi lo tirarapor laventanilla.Unpesoquelehabíaimpedidocaminar,respirar,vivir,sedijoSonia.Habíaalimentadoaunfantasma,días,meses,años.Eratriste,peroeralavida,suvida.Porlapuertadelvagónabierta,unaráfagafuertedeviento,llenadelolorbenignodelcampo,ledioenlacara,lerevolvióelpelo.Anochecíaylosmontessevolvíanmanchasoscurasenelhorizonte.Elcampocorríaenvueltoenlaúltimaclaridad.Laluzparecíasuspendidaen la veloz líneapúrpuraque, junto al tren, trazaban las flores de cardo; pequeñoscálicesencendidos,atentosalamiradadelosviajeros,floresrústicas,casisalvajes,en lasqueSoniacreyóverunaseñal.LaSoniaquehabía sidosedeshacía sincasinotarlo;aparecíansensacionesdesconocidasentodasufragilidaddereciénnacidas,en todo el brillo de su alumbramiento, como las flores de cardo, y Sonia lascomprendiódeinmediatoenunaaceptaciónnaturaldelooculto,delodesconocido

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quealfinsemuestra.Comprendiócuántohabíaamadosinsaberloasupueblo,aSanAlfonso,cuántotambiénsinsaberlohabíaqueridoalAsilo,sulugarenelmundo,yasus compañeras y a la hermana Clara. ¿Por qué no había ido a verla? Un ahogoirreprimible le subióa lagarganta.Apretóelpañuelo sobre laboca.Lloró sobreelpañuelo,elcuerpoatravesadoporespasmos,flojoenelbalanceodeltren.Eraamorloque había sentido sin saberlo, sin reconocerlo, y ahora la corteza que lo habíasofocadoserompía,caíacomounmoldeviejoyladejabatrémula,conlanecesidaddellegarcuantoantesa lascarasconocidas,asucuartode lapensión,algato;a lacasaquehabíaelegidoyseríasucasa.Pensóenlagalería,enelenrejadodemadera.Noeratarde.Noeratardetodavía.

Las diez de la noche cuando llegó a San Alfonso. Contra el siseo de lalocomotora, losgritos contenidosde losquebajaban los sacosde correspondencia.Un solo pasajero además de ella dejó el tren. La recibieron la familiaridad de laestaciónylaluzmortecinadelasaladeespera.Todoleparecióviejoylejano.Saliódelaestación.Lapequeñaplazatriangularnoeralindaniestabatancuidadacomolaotra,ni tenía ranasdemamposteríaperoera laqueellaconocía, laquehabíavistodesde siempre, cuando formadas en fila las hermanas las sacaban los domingos acaminarporelpueblo.Ylarecibíaconlacalidezdelofamiliar.Sesentíaexhaustayliviana.Advirtióqueunhombreseleacercabaporelcostado.Esperó.

—Sonia.La voz de Bautista y ahora su cuerpo junto a ella, tan real que le produjo un

sobresalto.—Perdone,noquiseasustarla—dijoBautista.—No,nomeasustó—dijoSonia.—¿Fuebuenoelviaje?—Sí,fuebueno.—Queríadecirlequemañanavoyalacasa.Lacasa,elenrejado:suscosas.Suvidareal.—Loespero.Sequedaroninmóviles,ensilencio.—Loesperomañanaen lacasa, almediodía—repitióSoniaenelmomentoen

queelmundoterminódeordenarse,elpasadofueelpasadoyelpresente,elpresente.Laspalabrasselevolvieronnaturales,comosaliralfrescodelamañanadespuésdeunanochedesueñoangustioso.Seescuchóelprolongadoaullidodelalocomotora,suanunciodepartida.Losdosmiraronhacia laestación,haciaelestrépitodel trenqueseponíaenmarcha.Élvolvióanteslacabezaysiguiómirándola.Soniasedejóestarenesosojostranquilos,quealavezlaindagaban.

—¿Lepasaalgo?—lavozdeBautistasonófamiliar.—Estaba pensando…—empezó Sonia sin saber qué era lo que iba a decir a

continuación—.No,nada.El tren se perdía en la noche.Laspocaspersonasque a esa hora estaban en la

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estaciónyahabíanpasadoasu lado.Laplazadescansaba inmóvilbajo lanochedeverano.Habíaungransilencio,unagranpazynoeratarde,pensóSonia.Levantólacaraylomiródellenoalosojos.Bautistaseacercóylaabrazó.Unabrazocálido,interminable.Soniasedejóabrazar,apoyólacabezaenelpechodeBautistayconlosbrazos le rodeó la cintura.Un sollozo seco le sacudió la espalda.Él la sostuvo, laestrechó más contra su cuerpo hasta que la respiración de ella se tranquilizó.Permanecieronabrazadosenlasoledaddelaplaza.Bautistalesecólacara,comosehaceconloschicos.

—Laacompaño,estarde.—No,noestarde—dijoSonia—,noestarde.Sí,acompáñeme.—Megustaríaunenrejado…—lavozdeSoniasequebró,peroserehízoysiguió

adelante—,megustaríaunenrejadoparaelcostadodelagalería…,paracuandoentreelsol,enelverano,ylaluzhagaesosdibujostanlindos.

Bautistaleenmarcólacaraentrelasmanos,lospulgaresdespejaronotravezlaslágrimas.Laabrazómásfuerte.Sinsoltarla,sobreelpelo,eneloído,ledijo:

—Vaaquedarmuybien,Sonia,vaaquedarmuybienlagalería.Caminaronunidos, dejando atrás la plazade la estación.Muy lejosde la calle,

escucharonelsilbatodeltrencruzandoelcampo.Y en el yermo o desierto de altos pastizales y aguadas que fue una vez aquel

paraje,unanochedevientosur,antesdelAsiloylacárcel,antesdelferrocarrilylascasasprimeras,antesdelmaízy losmolinosdeviento,antesdecualquiercosaquefuera más tarde establecida, en el cruce de tres estacas clavadas en la tierra lossoldadoscolgaronuncandilcuyodébilyparpadeanteresplandoriluminóelsilencioyla soledad. Los caballos se desensillaron y ataron en un espinillo. Los terronesresecos crujieron y en el pajonal cercano unos chajás volaron cuando un soldado,cualquier soldado, se acercó a buscar leña. Alrededor del fuego, los hombrescomieronytomaronmate,bajounasestrellasquedabamiedomirar.Hablaronpoco.Laspalabrasdesaparecíannibiendichas,tragadasporlainmensidaddelanochequelos circundaba. Con los días, se alzó en aquel lugar un fortín precario y torcido,construidoconempalizadadepaloapiquetraídoencarretas,yconundestartaladomangrullo que duró poco.Esta escena, originaria e incierta, esbozada en las cartasentre el gobernador y el jefe de la línea de fortines, a fines del primer tercio delsigloXIX,secontabacomolaprotohistoriadelpueblo.Almenosasíhabíaquedadoseñaladoellugardonde,añosdespués,selevantóSanAlfonsodelrasdelatierrayprodujo casas y maíz y calles empedradas y arboladas e historias anónimas oseñaladas y sucesos colectivos hasta alcanzar cierta certeza de perduración. O defuturo.

—Sí—dijoSoniaenelsillóndemimbre,laprimeratardedespuésdeesamañanadeabrilenquesehabíancasado,yconRafaelyRosavinieronainaugurarlacasayellasirvióloquehabíapreparadoparaloscuatro.Despuésquedaronsolosytodalatardeyelanochecerhabíantrascurridoeneltranquilolaberintodesucharla,viendo

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alsolestirarlosrombosenelpisoamarillohastadesaparecer—.Ustedsiempretuvorazón.

—¿Razónenqué?—diceBautista.Esdemadrugada.Lamúsicade la radiovecina se apagóhace rato.Sólo sigue

constanteelcantodelosgrillos.Nohanencendidolaluzysussiluetas,lossillonesylasplantasdeljardínsedistinguenquietosenelrebordequelesdalaclaridaddelaluna.SoniatomaentresusmanoslamanodeBautista.

—Enquehaydistintasformasdeamor,muchas.Yolosupelanochequevolvíeneltren,sentadaenelvagón.Lohabíasentidoantes,peronosabíaentenderlo.

AprietalamanodeBautistacontrasucara.Alrato,éldice:—¿Porquénoquisounafoto?,esunrecuerdo.—No me gustan las fotos —dice Sonia, pero en el tono él supo que la

convencería.—Esunrecuerdo—repitió.Sonialomiró;losojosalcanzaronundestelloenlaoscuridad.—Estábien,mañana,unafoto,siesolohacefeliz.

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Epílogo

Cincuenta años más tarde, para 1995, las dos construcciones que fundaron lanotoriedad de San Alfonso y de Ulrico han naufragado en un confuso mar deedificiosaltos,casasnuevasdedospisos,negociosycartelesdepropaganda.Loqueantaño parecía imponente, quedó, disminuido y silencioso, refugiado en su propiahistoria.AlHogarlorodeaahoraunbarriodecasasigualesconjardines.Lacárcel,desafectadahace décadas, ha sido campode pruebade intendentes visionarios.UnúltimointentodetransformarlaencentroculturalfracasóydesdeentonceseledificiodeUlricolanguideceenpaz.Peseatodo,siguereinandotodavíaenigmáticoconsustorresdeunrojotiznadoenelbarriosur,elbordedelpuebloquehapermanecidomásfielalpasado.

Cincuentaañosdespués,lagaleríadelacasa,sinembargo,eslamisma;sonlosmismos sillones de mimbre y el mismo enrejado de madera que perduran en eltiempo, tenazmente conservados por su habitante solitario. Un hombre anciano,erguido, de pelo completamente blanco y cara tostada por el sol camina entre lasplantasrevisandolasramas,quitandoalgunahojaseca.Haquedadosolo,peroesunasoledadaparente.DeunamaneramisteriosaBautistahaseguidosiempreacompañadosinoportodosloshombres,porunamayoría,quesientecercana.HaperdidoaSonia,pero él persiste en la costumbre de sentarse a la tarde en el sillón de la galería arecordarla. Muchas veces ha dado en hablar solo, con ella o con Rafael. Lacarpinteríayanotrabajaperoéltrabaja,hacecosasquelegustanporquesí.Eltiemposehadesdibujadoenunacorrientemansaquelollevacongentileza.Nosabecuántomás.Siempre piensa que su salud se la debe a sus abuelos, a aquellos campesinositalianos acostumbrados al trabajo sin tregua, al sol de laLiguria.Bautistamuchasvecesrecuerdaasuhijayasunieto,losextraña;perolascosassedaráncomodebandarse,piensa.Lacasahaidoquedandomáscercadelcentroenlamedidaenqueelpueblo se ha extendido, abierto en avenidas y bulevares que lo prolongan hacia elcampo,hacialasrutas.UnadeesasavenidaseslaentradaoficialdeSanAlfonso,ypor ella se balancea este mediodía de fines de septiembre un ómnibus de largadistanciadedospisos.

Enelpisosuperiordelómnibus,enelprimerasiento,unmuchachoderevueltopelocastañoterminadedespertarseyseponeamirarlascallesanchasdecasasbajasyárbolesenlasveredas,queelchofervadejandoatrásrumboalcentrodelpueblo.Sedesperezaysacalamochiladelportaequipaje.Bajaenlaterminalysequedaunosminutosmirandoalrededor.Sinsaberbienquéhacerprimero,sesientaenunbancoapensarelpróximomovimiento.Buscalafotografíaenlamochila.Estudiaalaparejaenblancoynegroy la inscripción en el reverso.Nopuede saber todavíaqueunashoras más tarde o quizá unos días más tarde, entrará en posesión de una partefundamental de su historia, y que su historia está ligada a esa fotografía. En elreverso,sólodospalabrasyuna fecha;ningunadirección.Talvez lacarpinteríano

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existamás. Son las dos de la tarde de undía brillante, sin nubes.ElmuchachohaviajadodesdeBuenosAiresseishoras.TienediecisieteañosysellamaCristóbal.

DespuésdeladeSonia,laausenciamássentidaporBautistaesladeRafael.Suhijaysunietonocuentanenesto,ellosestánvivos.Setratadeotrotipodeausencia,laausenciadequienesloacompañaronalolargodelavidayyahanmuerto;losqueconélcompartieronunpasadoquesigueclaroensumemoria,aúnasusnoventaydosaños.Pensarenellosesunsentimientoconstante,quesubealasuperficiecuandosepreparaelmateenlacocina,fielcomounhábito.Larealidadsehaenrarecido,seha vuelto cruel de una manera inimaginable; él, a pesar de todo, conserva elempecinamientodeseguirpensandocomohapensadosiempre:queelhombrepuedeidentificaryelegirelbien,paraélyparalosotros.Llenaelmatedeyerbayponelapavaalfuego.Vaabuscarlapipayeltabacoalapieza.Semuevelentamenteporsucasa,dememoria,comounviejobarcoenlaniebla.

Lasdosymediadelatarde.Genteenbicicleta;negocioscerradoshastaelfindelasiesta;veredasarboladasdeacacias.Elmuchachoquebajóenlaterminalpasaporelfrentedeuncineminúsculoyseacercaamirarlacartelera:enunpequeñonichoconvidrioseexhibeelprograma:unsolohorariotodoslosdías,alanoche,ydoslossábadosydomingos.JurasicPark.Seacercaaunhombremayorque,unosmetrosmásallá,leeeldiarioenunbancocomolosdeplazajuntoalapuertadeunzaguán.Lepreguntacuálessonlascarpinteríasmásviejasdelpueblo.Elhombrebajaunpocolosbrazosylomiraporencimadelosanteojosydeldiario.Despuésdice:

—Unaes ladeTorrens.Ésayaestabacuandovivíamipadre.Pero lamejor, laquesigueestandoaunquenotrabajamás,esladePissano.

—Sí,ésa.—DonBautistayaestámuyviejo.Soncomodiezcuadras.—Noimporta.—Seguísporacácincocuadras,cruzáslaavenida,hacésunacuadra,doblásala

derechayhacésdosotresmás.Nomeacuerdo,peroporahíestá.¿VosloconocésadonPissano?

—Esmiabuelo—diceCristóbal.Empieza a caminar en esa dirección. Querría ir y no ir; ¿y si a su abuelo le

hubiera pasado alguna cosa?, ¿y si su abuelo se hubiera vuelto chocho o hubieraperdidolamemoriaolohubieraninternadoconunataquedealgo?Cruzaunbulevarycuandodoblaentraenunapartemásantiguadelpueblo,esose lehaceevidente.Las copas de los grandes plátanos con sus hojas recién brotadas se tocan arriba yformanuntúnelverdeclaro.Casasyveredasantiguas,callesempedradas.Degolpe,másqueverlacasa,Cristóballaadivina.Porelgalpónyporelfrenteconjardín.Unainquietudenaumentoleimpidecruzar.¿Ysisuabuelonoquierehablarle?Haceonceañosquenolove,desdequeteníaseis.Peroporquénoibaaquererhablarle,élnoteníanadaqueverconloquehubierapasado.¿Habíapasadoalgo,enrealidad?¿Porqué su madre nunca le había contado bien de sus abuelos? Vuelve a sacar la

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fotografíaymiralacasaendetalle.Eslamisma,aunquenosabesiparecemáschicaomásangostaomenosalgoquenosabequées,peroésaeslacasa.Aladerechaselevantaelgalpóndondedice«Carpintería».Elmuchachovequeelportóndechapacorredizoestáentreabierto.Porlaabertura,degolpesaleunperro,olfateaporahíylevantalapatajuntoalárboldelavereda.ACristóballegustaelperro.Loasociaconunabienvenida;queelperrohayasalidojustocuandoélllega,esoesalgo,sepuedeinterpretarcomounaseñal.

Cruza.Por la abertura del portón, mira hacia la oscuridad de adentro y es el olor a

maderaloqueloarrastra,eseseolormezcladoconcolayotrosoloresquenosabediscernir pero que permanecen en sumemoria conmás persistencia que cualquierimagen,eloloralaceitedelino,alavirutaesparcidaporelpiso,alaserrín,loquelollevairresistiblementealafiguradelhombreacontraluz,suabuelo,queseinclinayledauncamióndemaderapintadode rojo.Nohay timbre.Cristóbal se encuentragolpeandolasmanos,observadodecercaporelperro.Lacarpinteríaesgrande,peronotantocomoleparecerecordar.Allívivióélensuinfanciadurantealgunassemanasomeses de algún verano, o de varios, se confunde en esto.En el otro extremo, lapuertadelfondoestáabiertadeparenparalaluz,yallíserecortaunasilueta.

—Pase…—diceunavozdeviejotodavíasonora.Cristóbaldaunpasohaciaelinterioryescomosisuniñezloabrazara;ahíhabía

estado él, empinándose sobre esa mesa larga que ve ahora, con las herramientascolgadasenuntablerocontralapared.

Bautista ve al chico asomándose y un sobresalto le indica algo, difuso alprincipio.Daunospasoscautelosos,sabiendoquenoesnadaquetengaqueverconningunacosahabitual.

—SoyCristóbal…—diceunavozqueapenasseescucha.—¿Qué?, ¿quién es…?—vuelve a preguntar el viejo, mientras hace correr un

pocomáselportón.—Soyyo,Cristóbal.—¿Cristóbal?Sale a la vereda. El pelo completamente blanco igual que los bigotes, la cara

franca,redonda,curtidaporelsol,loshombroscansadosperotodavíapoderososdelafotografía.Bautistamiraalmuchachoydespuéslohacegirarparaquelaluzledédefrente.OtraoleadaderecuerdosdispersostraseloloratabacodepipaenvuelveaCristóbal.

—¿Cristóbal?—Bautista levanta lamanoy lasostienealcostadodesucara, ladeslizayleaprietalanuca—.¡Cristóbal!—lepasalamanoporelpeloylotomaporlosbrazosconsusfuertesmanosdeviejo.Loseparaylomiraconojosincrédulos.Alfinpuededecir:

—Vamos, vamos adentro—y lo arrastra con leve firmeza hacia el fondo de lacarpintería,alpatiodeatrásquesecomunicaconlacasamientrasCristóbalrecupera

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tumultuosamenteimágenesdeobjetosquehanguardadounlugarensumemoriasinque él lo sepa: unamaceta de cuatro patas con un helecho, el patio de atrás y elgallinero, la galería, sillones anchos, panzudos, de mimbre, a los que él se habíatrepadoylamanodeBautistaensubrazo,quenolosuelta,comosituvieratemordeque desapareciera en el aire; se le han enrojecido los ojos y sacude la cabeza.Cristóbalquieredeciralgoperonosabequé.

—Teníalafotoyquiseveniraverte—seoyedecir.—Peroquébien,québien…—DelotroladodelafotodiceSanAlfonso…—Cristóbalsacalafotografíadel

bolsillo—.¿Vosloescribiste?—¿Quécosa,quéfoto?—diceBautista,quehaceaparecerunpañueloacuadros,

gigantesco,delbolsillodeatrásdelpantalónyselopasaporlacarayelcuello.Tomala fotografía.Secalza losanteojosque lecuelgandel cuello sólidamenteanudadosconunpiolíndeferreteríaylamira.

—Ves,ahí—diceCristóbal,señalandoelreverso—:SanAlfonso,1946.Bautistasostieneunratolargolafotofrenteasucara;ladavuelta.Cuandoparece

encontrarsuvoz,dice:—No,éstaeslaletradeSonia.Detuabuela.Esdecuandonoscasamos;fueal

día siguiente de cuando nos casamos…—se queda ensimismado observándola—.Creíquesehabíaperdido.

Cristóbalmiraatodaspartesesagaleríainundadadesolenlaquehajugadodechico.Empiezaasentirsebien.Dejalamochilasobreunodelossillones.Suabuelole devuelve la fotografía, pero él hace un gesto negativo: se la ha traído para él.Bautistarepite:

—Ésaeslaletradeella,deSonia.Vamos,pasá,pasáalacocina.Yenesemomento,comosihubieralogradoalfinserenarse, lomirayledaun

largoabrazo.En la cocina se sientan a lamesa. Es unamesa sólida, igual que las sillas, de

maderaoscurecidaporlosañosyeltacto,debordestorneados,quellamaatocarla,apasar lamano sobre la superficie suave y cepillada, y eso haceCristóbal, casi sindarse cuenta pasa los dedos siguiendo el dibujo de las vetas mientras observa lacocinaausteraypulcra,enorden,dondenadapareceestardemás.

—Tumadre,¿sabequeviniste?—Sí, pero venir es cosamía, nadieme dijo que viniera—Cristóbal palmea la

cabezadelperroqueselehaacercado—.¿Cómosellama?—Indio…—diceBautista;loúnicoquehahechoenlosúltimosminutosesmirar

asunieto.Cristóbalestiralaspiernasdebajodelamesaysedejaestar.Suabueloseponedepie.

—¿Teacordásdelacasa?AntesdequeCristóbalresponda,Bautistaloempujahaciaunapuertaquellevaa

laprimeradelaspiezas.Unacamagrandedemaderaderespaldotorneadoyenuna

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delasparedesunabibliotecasimple,compacta,cargadadelibrosqueaCristóballeparecenmuyviejos.Siguenporuncortopasillo,aladerechahayunbaño;enelotroextremoseabrelapuertaalasegundapieza,dondelosmueblessonmáslivianosydeunamadera clara.Hay una cama chica, repisas, lo quemás le llama la atención aCristóbalesunroperodedospuertastorneadas.Pasalamanoporlasmolduras.

—Roble—diceBautista—.Lapiezadetumadre;podéstraertuscosasparaacá,después.

Salena lagaleríayCristóbaldicequesí,queahoraseacuerdade lacasa,peroque de lo que más se acuerda es de la galería y de la carpintería. En la cocina,Bautistaocupaotravezlasilladerespaldocurvo.Cristóbalsesientafrenteaél.

—¿Tomásmateoquétegustatomar?¿Querésuncaféconleche?¿Quéedadtendrásuabuelo?Haciendounoscálculosapresuradossegúnlaedad

desumadreysuabuelo,queeragrandecuandolatuvo,Cristóbalcalculaunos…—Noventaydos—dicesonriendoBautista.Seponedepie,vahastalamesada

queestádebajodelaventana.—¿Cómo supiste?—se asombraCristóbal—.Estaría bueno un café con leche,

tengounpocodehambre…Indio,Indio…—elperrodeinmediatoestáalladodelasilla. El chico quiere decirle algo lindo a su abuelo, algo que al viejo lo pongacontento—:Megustaríaaprendercarpintería—dice.

Bautista se quedamirando la ventana; de pronto, como si todo lo hecho anteshubierasidoganartiempo,deespaldasdice:

—Oseaquevossosminieto.Entonceshayalgoquetengoquedecirte.Elmuchachoseenvaraenlasilla.—Notienequeserahora—dice—,vineparaquedarmeuntiempo.—Peronadiesabecuántotiempomevoyaquedaryo.Hayunaodoscosasque

tenésquesaber—Bautistaenciendeunadelashornallasycolocalapavaenelfuego—. Tu madre hace mucho que no me quiere, ni a mí ni a lo que pienso, yseguramentelaculpaesmía.

Cristóbalsequedacallado.Bautistaespera.—Estábien—diceCristóbal.Talveztambiénhabíavenidoporesto.—Siempremeculpódelamuertedetupadre.—Cómoqueteculpó,porqué.Cristóbalsesobresaltaporunrepentinoademándesuabuelo;elviejoespantacon

elbrazoaunagallinaque,afuera,sehasubidoalmarcodelaventana.—Cuando tu madre tenía poco más de tu edad, unos amigos trajeron a un

muchachodeBuenosAiresapasarelveranoaSanAlfonso;eraMartín,tupadre.Alaño siguiente volvió y se pusieron de novios.Me gustabaMartín; tenía sus ideas,buenasideas.Tupadreeraunbuenhombre.

Cristóbalrecuerdaaljovendepelolargodelafotografía,elquelosostieneentresuspiernasmientraséltratadedarlosprimerospasos.

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—Teníaideasclarasyerageneroso.Nosedanmuchoestasdoscosasjuntasentrenosotros—haceunapausasinexplicarelsentidodeestasúltimaspalabras;apagalahornalla y vuelve a la silla; toma la pipa que, junto a la bolsita de tabaco y losfósforos,estásobrelamesa—.Nosquedábamosnochesenterashablando.TumadresefueaBuenosAires,queríaestudiarperosobre todoqueríavivirconél.Despuésque naciste vos te traían en los veranos. Eran perfectos, los tres. Tu abuela Soniaestabalocaconvos.¿Teacordásdetuabuela?Teníascuatroañoscuandomurió.

Cristóbal sacude la cabeza. Un gesto raro, algo que es como un sí y un no almismo tiempo.Vagas sombras o intuiciones que no son recuerdos, nada que tengaunaforma.

—Tupadreeraunodelospocosjóvenesconlosqueenesaépocasepodíahablar.Hablábamosmucho,compartíamosmuchascosas.Tumadreestabacelosadeeso.O,losupedespués,teníamiedo.

—¿Miedodequé?—lapreguntadeCristóballesalesinesfuerzo.—Imprimían un periódico clandestino que él dirigía. Ya habían tenido una

advertenciaenel75,perosiguieron.Laimprentaerachica;lohacíandenoche,sóloélconotrodelosmuchachosyunlinotipista.Enel79alguienlesavisóquedejarantodo;laimprentaestabaidentificada.Mandóatumadreconvosparaacáysequedódestruyendopapeles.Vostendríasalgomásdeunaño.Yadesdeantes,tumadrehabíaempezadoatomarlesodioanuestrasconversaciones.Yyolacomprendía.Onosésila comprendía.—La cara de Bautista hace un gesto concentrado, duro, el mismogesto de las discusiones con Rafael—. Entraron a la madrugada, inutilizaron lasmáquinas, se llevaronal linotipistaqueestabacon tupadre.DeMartínnosupimosnada.Dijeronque se había resistido.No se sabe simurió ahí o después.Nunca sesupo.Tumadrenomeloperdonó.Eracomosimeculparaamí…—Bautistahaceunapausalarga—.DespuésvinomientrasvivíaSonia.Cuandosevolvióacasarnovinomás.Alomejortecostóentenderlodeesecasamiento…Amímecostó.Puedequelohayahechopensandoenvos,enalguienquelossostuvierasinrecurriramí.Notetrajomás.

—Yvos,¿nuncaquisistevernos?—Lallamé,leescribí.Fuiabuscarlos,avosyaella,dosveces,peronuncaquiso

verme.Bautistaserecuestaenlasilla.Sacaelpañueloyvuelveapasárseloporlacaray

elcuello.Losañoshanvueltoapesarsobreél,todosycadaunodesusaños.Cristóbalsequedaensilencio,sinsaberquédecir.Velasimágenes,peroescomo

si le hubieran contado una película, como si no terminara de darse cuenta de queaquella historia es también la suya.Al fin, estira lamano sobre lamesahasta casitocarelbrazodeBautista:

—Abuelo…—Bautistalevantalosojos,sorprendido—.¿Mepuedohacerelcaféconleche?

Tres o cuatro días después, Bautista Pissano ya sabe lo que Cristóbal piensa.

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Cristóbal piensa que nunca ha estado más cómodo en su vida, en ninguna parte.Bautistano lepreguntanadani ledicequédebeonohacer,ni leponehorarios,nihace comentarios sobre su pelo o sí, pero sólo para decirle que se parece al de suabuela.Cuandoelviejoleindicaelnombredealgúnárbol,Cristóbalseleadelanta.Para asombro de Bautista, su hija le ha enseñado a su nieto los nombres de losárboles.

Estatarde,seacabandesentarenlossillonesdelagaleríacuandoenunhuecodesilencioseescuchaelsonidodelascampanas.Elmuchacholevantalacara.

—Las campanas deSanAlfonso—explicaBautista—.Aque enBuenosAiresnuncaprestasteatenciónalascampanas.

Saca del bolsillo de la camisa la bolsita de cuero y empieza a cargarparsimoniosamentelapipa.

—¿Cuándoempezaste…?—preguntaCristóbal.Bautista, interrogante, levanta la pipa y lo mira. Cristóbal hace que sí con la

cabeza.—Cuandoestuvepreso.Cristóbalseenderezaenlasilla.—¿Vosestuvistepreso?¿Cuándoestuvistepreso?Bautistamira el airede la tardeun rato largo. ¿Eraposibleque suhijahubiera

negado todo hasta tal punto que no le hubiera contado a su hijo la historia de suabuelo?Serespondequesí,queesposible.Cristóbalpodíaserunpuente.Otalvezlegustaimaginarqueseráasí.Desdelaaparicióndelchicotodotieneotrocolor;hastaha llegado a pensar que su vida alcanza ahora una especie de compensación final.Habíaresistidocambiosygolpesytodavíaseguíaenpie.Estoledaciertosderechos,pocos,nadamásomenosqueaotrohombrecualquiera.

—Entrelosveintitrésylostreintaytres.—¡Diezaños!¿Porquéestuvistepreso?Bautista termina despacio de cargar la pipa. El aire de la galería queda en

suspenso. Cristóbal tal vez no debería haber preguntado. ¿Y si su abuelo habíamatadoaalguien?Bautistainesperadamentedice:

—¿SabésquiéneraelpríncipeKropotkin?Elmuchachosequedamirándolo.—Sí, me parece que en el colegio un profesor me lo nombró alguna vez, el

profesorMentasti.Nomeacuerdoporqué.Elviejomuevelacabeza.—No,nocreoquetelohayannombradoenelcolegio.Cristóbalpiensaquesí,queselohannombrado.Decualquiermodo,dice:—Entoncescontamevos.Bautistadejaescaparunatranquilabocanadadehumo.—ElpríncipeKropotkin…La voz gastada por los años pero todavía firme deBautista Pissano empieza a

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oírseenlagalería.Casihabajadoelsolyelenrejadodemaderaproyectarombosdesombrayluzqueseadelgazanhacialanoche.

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