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405 ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 7 Nº 13. Julio-Diciembre 2013 / 405-424 EL DOCENTE NECESARIO Recibido: 13/05/2013 Aceptado: 01/07/2013 Elida Maritza Segura RESUMEN Se plantea una reflexión acerca de la diatriba que se suscita en relación con la calidad educativa y las funciones de docencia, investigación extensión y servicio, se describe el escenario actual donde se desempeña el educador universitario, el cual está supeditado a los cambios económicos, sociales y políticos que durante décadas se han registrado en Venezuela. En cualquier momento histórico, la figura del docente se ha visto debilitada con una pérdida de valor como intelectual, materializándose en deficiencias en el proceso educativo. Se plantea la necesidad de un nuevo docente el cual surgirá de la necesaria mejora en la formación docente, con cualidades propias que lo hagan competitivos en el campo de la investigación, liderazgo, innovación, creatividad, democracia y valores Palabras clave: docente universitario, calidad educativa, rol del docente.

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EL DOCENTE NECESARIO

Recibido: 13/05/2013 Aceptado: 01/07/2013

Elida Maritza Segura

RESUMEN

Se plantea una refl exión acerca de la diatriba que se suscita en relación con la calidad educativa y las funciones de docencia, investigación extensión y servicio, se describe el escenario actual donde se desempeña el educador universitario, el cual está supeditado a los cambios económicos, sociales y políticos que durante décadas se han registrado en Venezuela. En cualquier momento histórico, la fi gura del docente se ha visto debilitada con una pérdida de valor como intelectual, materializándose en defi ciencias en el proceso educativo. Se plantea la necesidad de un nuevo docente el cual surgirá de la necesaria mejora en la formación docente, con cualidades propias que lo hagan competitivos en el campo de la investigación, liderazgo, innovación, creatividad, democracia y valores

Palabras clave: docente universitario, calidad educativa, rol del docente.

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THE TEACHER NEEDED

ABSTRACT

The purpose is to reflect on the educative quality and different functions of teaching, research, extension and service. It is described the current context where the university educator works, which is subject to economic, social and politicians changes, that have occurred for decades in Venezuela. At any historical moment, the figure of the teacher has been weakened with intellectual impairment as, materializing in deficiencies in the educational process. It raises the need of a new teacher who will emerge from the necessary improvement in teacher training, with qualities that make him/her competitive in the field of research, leadership, innovation, creativity, democracy and values.

Key words: professor, educative quality, teacher’s role.

El docente necesario

A lo largo de la historia, la universidad ha tenido como función fundamental preservar el conocimiento y propiciar el desarrollo científico necesario para su evolución. La misión de la nueva universidad debe atender a las exigencias de pertinencia social, entendida como respuesta coherente a las necesidades de la sociedad.

La diatriba que se suscita en relación con la calidad educativa toma espacios dentro de escenarios económicos, políticos y sociales, como punto focal para ahondar en las necesidades de las sociedades cada vez más pluralistas.

La adopción de nuevos paradigmas ha constituido canales de acceso para incursionar en espacios incrementados en exigencia y complejidad, orientados a la creación de campos educativos acordes con el acelerado proceso tecnológico e informático existente. No en vano, la globalización apunta a criterios de excelencia en el recurso humano, considerándolo como “capital intelectual de las organizaciones”.

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Estos nuevos escenarios, sin duda marcan el ritmo de todas las organizaciones, particularmente las de carácter educativo de nivel superior como son las universidades. Estas tienden a desarrollar un papel protagónico creciente en las estructuras sociales y económicas de los países, que está asociado a diversos factores tales como: el carácter prioritario que reviste la formación de cuadros profesionales en áreas fundamentales para el desarrollo y la demanda en continuo ascenso por el conocimiento científico, tecnológico y humanístico, adaptados a particularidades y características de los sujetos en los que influirá.

En consideración a estos planteamientos, las funciones de docencia, investigación, extensión y servicio, constituyen la base para el éxito de las organizaciones universitarias, ya que al lograr un mejor desempeño profesional logran mejorar la educación y con ello la calidad de vida de la sociedad venezolana.

En este orden de ideas, Pineda (1999), hace referencia a la necesidad de abordar los retos condicionantes del postmodernismo, como una forma de alcanzar un nuevo estadio a nivel de políticas científicas, tecnológicas y educativas. Su premisa plantea que uno de los grandes retos para el educador, se orienta al diseño de un sistema de enseñanza y aprendizaje que se apoye en la acción comunicativa de todos sus miembros, con la identificación de las prioridades sociales y como la única posibilidad de generar conocimiento para abordar la multiplicidad de problemas y entrar al proceso de globalización de la economía a partir de sus verdaderas ventajas comparativas.

En este mismo contexto, González (1999), señala que los cambios en el ámbito educativo, deben ser más visibles en la labor del docente hoy en día, dado que “…el incremento desaforado de los conocimientos amenaza por desbordarse de las aulas, las bibliotecas y los laboratorios de las mejores universidades del mundo. Hoy en día el saber se produce más rápidamente de lo que puede imprimirse” (p. 83). Esto conlleva a que los modelos educativos deban converger en un punto sinérgico donde docentes y estudiantes se orienten hacia un camino común.

Bajo esta misma óptica, Rugarcía (2001), toma como punto de inflexión la misión del profesor, la cual debe promover en el

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participante la captación de conceptos sobre la profesión y la cultura, a la par del desarrollo de habilidades y el reforzamiento de determinadas actitudes que lo impulsen a ejercer su vocación profesional y humana de cierta manera. Por ello, quien ejecute la labor docente, debe tener como centro el crecimiento del estudiante, no solo en el tema que se imparte, sino en su desarrollo como individuo.

En el caso de Venezuela, desde finales de la década de los setenta en el siglo pasado, el modelo educativo comenzó a dar signos de desgaste y a través de las subsiguientes décadas, ha dejado de ser la vía indicada para acceder a una mejor calidad de vida. La búsqueda de nuevas orientaciones ha estado signada por intervenciones puntuales del Estado, más que por proyectos conscientes de reforma total, orientados a verdaderos y significativos cambios, no sólo en la concepción del docente sino del participante y su integralidad.

Es muy difícil por complejo, señalar las causas del deterioro de la educación; han aflorado muchos factores influyentes: la masificación, la escasez de personal docente capacitado, la crisis económica y los cambios políticos, entre otros, en su contexto cada uno, ha dejado una estela que marca el rumbo y situación de la educación en el país. Es allí donde se pierde el sentido, acota Ledezma (1995), cuando expresa que muchos esfuerzos se han centrado en la cantidad perdiéndose calidad. Surge así la inquietud de hacer una revisión para conocer debilidades y fortalezas de las instituciones educativas, particularmente orientadas a configurar el perfil profesional del educador en la Universidad de Carabobo.

Haciendo una revisión al respecto, se comprueba que a pesar de los interesantes cambios en la ciencia, la tecnología y en el acceso a la información y al conocimiento, el sistema educativo venezolano se quedó en el ritmo de estos avances, particularmente las universidades no se han incorporado de manera definitiva y total al urgido cambio que el país requiere, teniendo como elementos concomitantes la actualización, renovación y mejora de la función docente.

Esta mejora necesaria debe orientarse hacia la formación de un nuevo profesional, no sólo con conocimientos demostrados, sino con cualidades propias que le hagan competitivo en el campo de

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la investigación, liderazgo, innovación, creatividad, democracia y valores en fin, un docente acorde con la época actual y capaz de adaptarse a los cambios por venir.

En relación directa con este planteamiento Torres (1999), destaca que el docente que se exige dentro de los esquemas educativos actuales debería ser un sujeto polivalente, profesional competente, agente de cambio, practicante reflexivo, profesor investigador, intelectual crítico y transformador.

Partiendo del escenario anterior en referencia al deber ser del profesional de la docencia y en atención a los nuevos planteamientos de la universidad, la autora realizó una investigación que se orientó a generar perspectivas teóricas que contribuyan a transformar la gestión docente en la Universidad de Carabobo. La misma, parte de la revisión del escenario que envuelve el desempeño docente del profesional universitario dentro de diferentes parámetros y del contexto en el cual se desenvuelve.

La universidad venezolana, de alguna manera ha dirigido sus esfuerzos hacia la búsqueda de ese docente ideal que formará a los profesionales que requiere el país, por lo que es imperativo afianzar el rol de las universidades en el contexto actual del país, destacando la significativa importancia en la intensificación de los esfuerzos por vislumbrar un mejor futuro para los venezolanos, donde se superen las desviaciones políticas que han alejado a las propias universidades de sus fines esenciales. En este mismo orden de ideas, Navarro (2002), afirma: “El país cambió radicalmente y las universidades ni se dieron cuenta” (p. C-1).

Al unir estos planteamientos con la postura de Hargreaves (1996), quien afirma que los instrumentos de transformación de la educación, se anulan porque se encajan en modelos mecanicistas y rutinarios que no favorecen la educación, convirtiéndola en un proceso monótono y tedioso. Sin embargo, el mundo cada vez más postindustrial y postmoderno -caracterizado por el cambio acelerado, una intensa compresión de tiempo y espacio, la diversidad cultural, la complejidad tecnológica, la inseguridad nacional y la incertidumbre científica-requiere un sistema educativo dinámico cuyos profesionales de la docencia tengan una reserva de ideas y conocimientos que les permita dimensionar al ser humano hacia

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la evolución de los aspectos básicos de comunicación e integración como individuos de una sociedad.

Al asumir estas aseveraciones, se destaca que la vigencia de la Universidad se justifica cuando viabilice y garantice su permanencia como institución de avanzada dentro del contexto económico, político y social donde está inserta. Esto significa que la organización no debe ni puede soslayar su entorno, requiriendo de todo su “capital intelectual”, para seguir brindando sus espacios como agente de cambio. Así lo recalca Rugarcía (1994), cuando afirma que el papel del profesor en una empresa educativa, es determinante. Es él quien hace germinar las semillas vertidas en el currículo.

La realidad en algunos casos la gestión docente muestra signos de gran debilidad de acuerdo con los planteamientos estudiantiles. Sus voces de censura manifiestan que las estrategias de aprendizaje de algunos de sus profesores, el ambiente físico en que reciben clases y el terrorismo académico, aún cuando puede estar cargado de subjetividad, debe revisarse. Al parecer el sistema no le ha dado respuesta a esta problemática.

Sin duda este análisis muestra la gravedad y complejidad del problema, marcando una línea de trabajo importante a desarrollar, sobre todo si se sustenta en la afirmación de las fallas que presentan los profesionales llamados a educar, lo cual se agudiza con la creciente problemática social y económica del docente, donde las luchas reivindicativas por mejoras salariales y de formación, son cada vez más frecuentes.

Adicionalmente, las escasas posibilidades de promoción del docente universitario alimentan la problemática, ya que este profesional de la enseñanza sólo cuenta con su sueldo y los exigüos incrementos salariales asignados por antigüedad, ascensos en el escalafón y doctorado. Esto origina una presión económica incrementada en los últimos años por una situación política que no percibe a la Educación Superior como factor de prioridad para salir de la crisis que envuelve al país y lo traduce en un ahogamiento presupuestario para las universidades.

Bajo estas apreciaciones vale destacar el planteamiento de Racamonde (1998), quien en su investigación relacionada con la

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práctica instruccional realizada en la Universidad de Carabobo, expresa en su diagnóstico que un alto porcentaje de la matrícula de bachilleres en condición de alumnos regulares, manifestaron que más del 65 por ciento de la acción instruccional por parte de los docentes, se encuentra cargada de contenido e información, soslayando aspectos como la innovación, creación y motivación.

Esta tendencia permitió inferir que la praxis instruccional en la Universidad de Carabobo, está cargada de contenido e información, desaprovechándose muchos recursos necesarios para abordar los nuevos conceptos educativos, orientados a la búsqueda de creatividad e innovación de la actividad docente, donde domine el pensamiento reflexivo.

La misma autora señala como una marcada deficiencia, el someter a los estudiantes a escuchar, memorizar contenidos programáticos fundamentados en una metodología expositiva, que enfatiza una instrucción vertical y unidireccional centrada en una sola línea de transmisión de información, la cual constituye la denominada abulia instruccional, que debe entenderse como una ausencia de acción que no permite la construcción de procesos mentales necesarios para el óptimo provecho andragógico obteniendo como producto final “abúlicos instruccionales”.

Esta problemática está en discordancia con el postulado básico y principal de la docencia superior que se proyecta sobre escenarios regidos por las teorías de la educación de adultos (Andragogía) que considera al participante con capacidad y desarrollo biológico intelectual, emocional, social y ecológico; con un perfil de hombre ya constituido, y soslaya los criterios pedagógicos que ignoran la condición de adultos del estudiante universitario.

Sin embargo, la realidad puede ser alarmante, por los cuestionamientos tácitos de la docencia en la Educación Superior. Al respecto Zurita citado por Silva (1993), llama la atención acerca de los estilos docentes dominantes en este nivel educativo, en el cual según él, prevalecen relaciones de dominación y control y muy escasamente relación de comunicación creadora, por lo cual resalta el error que se comete, al no intentar vencer aunque sea parcialmente esta tendencia descrita por el autor como “…pedagogismo castrante, autoritario y aberrante, regida por los principios de la dependencia”. (p. 176)

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Dentro de estas aseveraciones, el planteamiento de Pérez Gómez y otros (1999), destaca que la superación del estado de decadencia en la cual se encuentra la formación del profesor requiere una nueva praxis educativa, que atienda las necesidades de la sociedad del tercer milenio. De ahí que este profesional tiene que ser un intelectual preparado para emplear el conocimiento científico en la orientación de sus educandos, de acuerdo con los intereses y necesidades de éstos.

Asimismo, este autor sugiere considerar los intereses cognitivos del docente, como punto importante para su desenvolvimiento de autonomía intelectual, lo cual le permitirá ser crítico, creativo y reflexivo en la construcción del aprendizaje, sobre todo ahora, en la llamada era de la información, donde la pertinencia supera a la simple reproducción de conocimientos.

La educación como valor y centro del conocimiento para discernir la valoración de cada cosa, no puede subordinar su labor a tareas simplemente técnicas o mecánicas. Le corresponde un campo más ambicioso y polémico, donde se puedan confrontar las individualidades y luego las generalidades. El educador en su quehacer diario, tiene el deber de estimular, configurar, ser modelo que imitar pues de acuerdo a lo expresado por El Libertador Simón Bolívar: “… El maestro debe ser un hombre distinguido por su educación, por la pureza de sus costumbres, por la naturalidad de sus modales, jovial, accesible, franco, en fin en quien se encuentre mucho que imitar y poco que corregir” (p.45). Estos criterios formarán parte de su pensamiento educativo y ratificará en diversas circunstancias la necesidad de que los educadores den más importancia a la formación que a la instrucción, destaca Ramos (2000).

La importancia de la investigación que se abordó, se sustentó en la firme consideración de un cambio fundamental en las estrategias de aprendizaje y en las competencias personales del docente que contribuyan en alto grado a la formación de un profesional para la postmodernidad, donde el estilo docente autoritario, represivo y alienante así como la actividad pedagógica unidireccional, constituya sólo parte de la historia educativa.

Esto indica la necesidad de ir a la búsqueda de un profesor universitario creativo, innovador, auténtico, optimista, con

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capacidad para inspirar confianza personal, apertura, respeto hacia las personas y perseverante. En fin, un docente capaz de desempeñar y asumir el papel que la sociedad le ha otorgado, y que el entorno donde se desenvuelve la universidad le exige.

Por otro lado, la búsqueda de la excelencia universitaria abre nuevos derroteros para incorporar elementos novedosos, que forman parte de organizaciones exitosas y que fácilmente pueden ser extrapolados a las instituciones educativas. Asimismo, la revisión de aspectos teóricos y prácticos, pueden servir de apoyo para crear una planta de profesores investigadores que al conjugar con otros planteamientos, se marque el camino hacia una verdadera calidad educativa no sólo en el ámbito institucional, sino también, que rebase las fronteras de la universidad.

Desde un punto de vista más pragmático, debe considerarse que cualquier aporte para mejorar la función del docente universitario, pasa necesariamente por la revisión de los factores que condicionan tanto su entrada a la universidad como su permanencia en la escena académica. Esto forma parte de la sinergia que como profesional de la enseñanza posee el investigador, lo cual se orienta a deslindarse de esquemas retóricos y poco eficientes, que aún permanecen en el ámbito educativo.

En torno a esta problemática, los estudios que orientan la revisión tanto de aspectos de docencia como de funcionamiento institucional. Asimismo, no son exclusividad de la estructura educativa del estado venezolano, sino que por el contrario, rebasa las barreras geográficas, marcando sin duda, la preocupación por alcanzar niveles de calidad educativa en cualquier rincón del planeta.

En relación con este planteamiento, Estacio (1993), señala que el docente o trabajador de la enseñanza se encuentra sumergido en un proceso de crisis que anuncia y requiere transformaciones tanto en lo político, económico y moral, como naturalmente en lo educativo. Por lo tanto, el educador no se puede aislar de ese proceso que se gesta en la sociedad, lo cual significa que él debe conocer y tiene que desarrollar las nuevas teorías que se están discutiendo en materia de educación, procurando actualizarse, para responder a las necesarias transformaciones que se dan a su alrededor.

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Esta misma temática fue tratada en la Conferencia Mundial sobre Educación Superior realizada en octubre de 1998, en la cual se analizó como punto focal el papel de los docentes en la formación profesional y las dificultades que deben enfrentar para mantenerse actualizados en otros temas, sobre todo al considerar que en algunas esferas académicas, la totalidad del conocimiento humano se duplica cada cinco o diez años.

Partiendo de las reflexiones anteriores, es válido y esencial revisar el desenvolvimiento de los docentes universitarios, a fin de identificar los elementos concomitantes que caracterizan su función dentro de la Universidad de Carabobo y proyectar un escenario posible, conjuntamente con un modelo de perfil profesional y académico que se ajuste a los requerimientos estimados.

En este sentido, Sierra (2001), señala que “…el docente tiene y tendrá una relevancia fundamental en el estudio de la calidad de la enseñanza y su influencia es innegable en el rendimiento académico de los estudiantes” (p. 17), de allí que el autor acote de forma categórica que todo cambio debe ser iniciado por el docente y debe terminar con él.

Como actividad fundamental de estos planteamientos, destaca la necesidad de evaluar el desempeño tanto a nivel institucional como individual; sin embargo, en el campo educativo y particularmente dentro del contexto venezolano, se dificulta por el grado de subjetividad que se le confiere, agravado adicionalmente, por una relación no unidireccional, dado que los docentes mantienen autonomía dentro del aula o espacios de aprendizaje, confiriéndoles condiciones particulares a su desempeño, de allí que valorarlo estará en función tanto de las competencias profesionales como las individuales que posea cada docente.

Sin duda, la caracterización anterior se materializa en un profesional de la enseñanza que tenga una visión integral de las situaciones y de las cosas, con amplitud de pensamiento, y sobre todo, que destaque por su ética y rectitud, que sea modelo y transmita seguridad, garantizando resultados a la institución, a su equipo de trabajo y a él, en su desarrollo estructural.

En este orden de ideas, Salcedo (1999), en su disertación acerca del perfil integral del docente, afirma que la nueva visión de la universidad

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supone la presencia de ciertos rasgos fundamentales, entre los cuales se destacan, la capacidad de adaptación permanente a las nuevas circunstancias y demandas del entorno social, la tolerancia de la ambigüedad y la capacidad de afrontar situaciones confusas, es decir, de emplear exitosamente tácticas de sobrevivencia a corto plazo, así como estrategias de largo alcance, guiado por una visión amplia de la universidad y un sistema de valores concordantes con la institución.

Dentro de marco de reflexión, la existencia de un perfil integral del profesor universitario contribuirá a orientar a la institución en la formulación y ejecución de programas de desarrollo, perfeccionamiento y evaluación del profesorado, en la medida en que ésta disponga de lineamientos claros acerca de las estrategias, acciones, operaciones y tareas requeridas por tales programas, dentro de la puesta en práctica de políticas orientadas a asegurar no sólo la sobrevivencia de la institución, sino su permanencia y proyección futuras.

Atendiendo a estas consideraciones y ante la interrogante acerca de sí el profesional de la educación del siglo XXI, posee ya sus características y perfiles definidos, Acevedo (2002), expone la necesidad de afianzar las características claras de liderazgo y talento humano, con cualidad para integrar equipos de trabajo altamente comprometidos, que puedan percibir las necesidades de los demás y se orienten a la satisfacción de las mismas, destacando en ellos la capacidad para compartir metas personales y profesionales.

Al visualizar al educador universitario del nuevo milenio, debe pensarse entonces, en una persona capaz de afrontar los retos y adversidades, con conocimientos, responsabilidad y ética, que por demás, serán bandera para situarse ante las exigencias del saber del mundo actual sin soslayar las grandes líneas teóricas de la problemática educativa contemporánea.

Desde el marco general esbozado, ¿cómo definir entonces un perfil integral del profesor universitario? La respuesta a esta pregunta supone riesgos de índole diversa, asociados unos a la teoría y la práctica curricular, y otros, a consideraciones vinculadas a la naturaleza misma de la universidad, su ethos, su vigencia y su proyección.

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La forma de enfrentar el nuevo orden educativo, subyace al reto que se le presenta a la Universidad de Carabobo para el siglo XXI, donde el docente que ingrese y permanezca en su ámbito, debe asumir el cambio como parte de su ser y quehacer, reflexionando, creando y recreándose en ambientes que tendrán los atributos diversos relacionados con su conocimiento y destrezas andragógicas, alto nivel de competencias, conocimiento y dominio de las tecnologías de la información y comunicación, altos estándares de calidad, destrezas gerenciales e innovación y creatividad, En el campo educativo, el desempeño docente, aún cuando se ha manejado en diferentes ámbitos, los estándares son difíciles de establecer. Ya lo reseñaba Prieto Figueroa (1990), cuando afirmó que en numerosos estudios, un gran problema está representado por la poca disponibilidad de personal entrenado o competente.

Desde esta óptica, se impone una reflexión que pone de manifiesto la necesidad de tener en cuenta la propia perspectiva de los profesores, atendiendo a una dimensión personal de cambio, que permita identificar aquellos factores de evolución profesional que exteriorizan incrementos significativos en la disposición, el compromiso o la capacitación de los docentes.

Para ahondar sobre el nivel de competencia de los educadores, Fernández (1995), refiere la necesidad de analizar cuatro aspectos fundamentales, que inciden sobre el nivel de competencias del docente. Estos aspectos son: los cambios en la carrera profesional, las características de la institución, la trayectoria individual y la expresión e historia personal del docente.

Los cambios en la carrera profesional

A lo largo de su carrera, y como parte normal de su vida ocupacional, se producen cambios significativos en el comportamiento profesional del profesor. Parece innegable que se produzcan cambios sistemáticos importantes en el comportamiento profesional a medida que transcurre la carrera docente. Estos cambios, además, no ocurren sólo como respuesta a acontecimientos extraordinarios de la vida del profesor, sino que están integrados en el transcurso ordinario de su carrera.

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La base de estos cambios se explica, con distinto énfasis desde cada uno de los campos de conocimiento implicados, como interacción de factores fisiológicos, psicológicos, sociales y de acumulación de experiencia en la enseñanza.

Adicionalmente, la consideración de este proceso de crecimiento se encuentra en el origen de la fundamentación sobre la que los formadores de profesores pueden diagnosticar necesidades y ofrecer ayuda al profesor para enfocar a corto y largo plazo su crecimiento personal.

Las características de la institución

La institución como contexto organizativo afecta y se ve afectada por los cambios que le suceden al profesor a lo largo del tiempo. El profesor desarrolla un sentimiento de pertinencia profesional a la institución educativa en la que trabaja, de tal manera que vincula la cultura de la institución con la cultura profesional. El estudio de las relaciones entre el desarrollo de la profesión y el desarrollo de la institución ha puesto de manifiesto paralelismos entre la percepción organizativa y las actitudes profesionales y entre la crisis de la identidad institucional y la crisis de la identidad profesional.

Desde esta conceptualización de la dimensión cultural del centro educativo se le atribuye la capacidad de generar un marco de referencia común al pensamiento y la acción de los profesores, la implicación mutua entre lo colectivo y lo personal, es muy fuerte y esto resulta así porque las experiencias prácticas y las explicaciones construidas sobre ellas, sólo son significativas en el contexto cultural, social, político e histórico que dan forma a la experiencia cotidiana.

Algunas implicaciones de la consideración contextual de la enseñanza como profesión se pueden analizar en la línea que reclama el origen de los conflictos en las organizaciones, desde una perspectiva psicosocial, siendo también válido estudiar en el nivel de la interacción entre el individuo y la organización, como una visión superadora de lo meramente personal y de la exclusiva determinación social de la que parten las teorías funcionalistas. Es orientar la búsqueda de la excelencia desde una perspectiva

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integradora, donde el recurso humano, es decir, el docente universitario sea el punto de inicio.

Dentro de esta aseveración, las posibilidades de cambio y mejora educativa relacionadas con la capacidad de impulso de los profesores de una institución, están mediatizadas por la cultura organizacional que otorga sentido a las acciones que realizan tanto la plantilla docente, como las autoridades de la institución.

En este contexto, Beynon (1985), recalca la atención sobre la micropolítica institucional y sus vinculaciones con la vida profesional de los profesores universitarios. Aduce el autor, la necesidad de utilizar la indagación biográfica en educación, la cual permitirá conocer, entre otros: a) factores de la micropolítica educativa y sus efectos a largo plazo en los profesores; b) presiones (interpersonales, institucionales y externas) que reciben los profesores para modificar su enseñanza; c) procesos de socialización ocupacional de los profesores; d) los recursos con los que un grupo mantiene su identidad dentro de un medio hostil, e) la influencia de líderes en la carrera de los profesores; y f) el impacto de incidentes críticos en la historia institucional para los profesores.

La interacción de estos elementos puede marcar una vía para las políticas institucionales en relación con la competitividad del personal docente.

La trayectoria individual

Es posible ajustar las trayectorias individuales a modelos comunes de desarrollo profesional que inspiren una teoría del cambio en el profesor. La edad, la experiencia y desarrollo profesional están estrechamente ligados. De tal manera que cada historia personal parece seguir unas pautas comunes de desarrollo que permiten discernir fases, ciclos o etapas asociadas con la evaluación y, quizá redefinición y/o reorganización de intereses, compromisos y actitudes.

Para este análisis, teóricos del desarrollo adulto, entre quienes destacan: Loevinger (1976) Levinsosn 1978) y Erickson (1985), intentan determinar si existen preocupaciones, problemas y tareas comunes a la mayoría de los adultos u otras características

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asociadas a la edad. Estas teorías han encontrado repercusión en la investigación educativa en trabajos como los de Sikes (ya citado), Huberman (1989) y Oja (1989). Mediante recopilación de historias profesionales en trabajos transversales, estos autores han tratado de ajustar las coincidencias en las trayectorias individuales a modelos comunes de desarrollo profesional. A pesar de los riesgos que entraña la naturaleza de este tipo de investigación, la perspectiva teórica parece sugestiva por su poder de orientación a los profesores sobre su propio desarrollo.

La expresión y la historia personal del docente

Las historias personales de la experiencia, proporcionan el marco biográfico que hace inteligible el desarrollo profesional de los docentes. Al respecto Tochon, (1992), afirma que la aproximación narrativa que suponen las historias personales de la experiencia es consustancial a la indagación biográfica, añadiéndole la experiencia que se sitúa en la prolongación de la aproximación fenomenológica adoptando una posición más intervencionista en la indagación que en el campo. Autores como Butt y Raymond (1989); Conelly y Clandinin, (1988); Van Manen, (1990) y Elbaz, (1991), destacan que el estudio narrativo ha sido empleado para desvelar las claves del conocimiento personal y la construcción de ese conocimiento basándose en la experiencia que acumula cada profesional de la docencia.

En relación con ello, cabe preguntarse cuántos docentes de la Universidad de Carabobo, van sistematizando su historia personal, y a través de la experiencia -como marco conceptual y metodológico- analizan aspectos esenciales de la enseñanza que realizan y de su desarrollo en el tiempo. Esta sistematización y codificación escrita de sus vivencias durante la enseñanza, le proporcionan al docente una visión contextual de su actividad y desempeño, capaz de revelarle aspectos de su práctica difícilmente perceptibles de otro modo y, por tanto, le facilita la sistematización de su conocimiento práctico y la reconstrucción de su experiencia pasada.

Además, la revisión de la historia personal del docente, puede mostrar de sujetivo, idiosincrásico y significativo tienen sus experiencias. Los informes narrativos parciales pueden integrarse en el ejercicio de la docencia donde lo esencial no sean los hechos

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relatados, sino el significado que el educador les atribuye. Estos elementos sin duda, se relacionan con la producción y nivel investigativo del docente, considerado como indicador de su competencia

El proceso educativo lleva implícito postulados y enfoques diversos, que al conjugarse, construyen el andamiaje psicológico y filosófico de la investigación, es este sentido, el aprendizaje es un cambio permanente en la vida de una persona. Su forma de actuar, desarrollar actividades y desempeñarse en una función está condicionada por el cúmulo de conocimientos que ha ido adquiriendo a lo largo de su vida. En el campo educativo el estudio de las teorías del aprendizaje y su desarrollo histórico brinda al docente herramientas para conocer las armonías y conflictos que prevalecen en el proceso educativo, llevándolo a la aplicación de sus propias teorías, bajo la premisa de una previa revisión crítica y cuidadosa de lo ya establecido por especialistas en esta área.

En este marco referencial, es importante destacar que la relación docente –alumno, en un entorno de aprendizaje, estará marcada tanto por la conducta profesional del docente como por la conducta del estudiante. Al respecto Good y Brophy (1997), señalan que los docentes verán afectada su conducta dentro del aula de clase por la percepción que tengan sobre el papel que desempeñan, sus capacidades y objetivos. Al respecto Ames, según refieren los mismos autores, sostiene que los docentes autoevalúan su efectividad en la enseñanza por medio de un sistema de creencias organizado alrededor de valores personales, y que sus evaluaciones causales para el desempeño del estudiante influyen en el hecho de que consideren necesario cambiar su método de enseñanza o no.

Estos especialistas afirman además, que aquellos docentes que creen que la enseñanza es importante y valoran su competencia como profesores, tendrán mayor probabilidad de considerar su propia conducta como posible fuente de influencia sobre los participantes, a diferencia de aquellos que perciben lo contrario. De allí la necesidad de que los docentes desarrollen la interpretación de atribución y respuestas emocionales relacionadas con la conducta del participante, aún cuando éstas respuestas contraríen su profesionalismo.

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ELIDA MARITZA SEGURA: Profesora jubilada de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad

de Carabobo. Doctora en Educación. Docente de Postgrado en la FaCE U.C. Decana de la Facultad de

Ciencias de la Educación UJAP. Valencia. Venezuela. [email protected]