Elección+..

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Dos son las circunstancias que pueden

dar lugar al final de un Pontificado,

iniciándose con ello el periodo de

“Sede Vacante” y la necesidad de

convocar el cónclave: el fallecimiento

del Papa o su abdicación.

Durante la Sede Vacante, los

Cardenales desarrollan sus funciones

mediante dos tipos de comisiones,

llamadas “Congregaciones”: la

Particular y la General.

La Sede VacanteIntegran la Congregación Particular el

Cardenal Camarlengo y otros tres cardenales

elegidos por sorteo entre los electores (es decir,

los que no han cumplido los 80 años). Cada tres

días se procede a un nuevo sorteo para renovar a

los cardenales asistentes. La Congregación

Particular se ocupa de los asuntos ordinarios de

menor entidad que se vayan presentando durante

la Sede Vacante. La Congregación Particular cesa

en sus funciones en el mismo momento en que

se elige un nuevo Papa.

La Congregación General está compuesta por

la totalidad del Colegio Cardenalicio y está en

funciones hasta el momento de iniciarse el

Cónclave. Los Cardenales Electores tienen

obligación de incorporarse a la Congregación

General tan pronto como haya sede vacante. En

cambio, a los no electores se les permite

abstenerse de participar si así lo desean. Sus

encuentros se celebran a diario y los preside el

Cardenal Decano.

El día señalado por la Congregación

General de tiene lugar por la mañana

una solemne misa votiva “Pro

eligendo pontificem” (para la

elección del Pontífice), presidida por

el Cardenal Decano, en la que se pide

a Dios que ilumine las mentes de los

electores.

.

INICIO DEL CÓNCLAVE

Ya por la tarde, los cardenales,

reunidos en la Capilla Paulina, se

encaminan en procesión solemne a la

Capilla Sixtina cantando las letanías de

los Santos de Oriente y Occidente.

Una vez llegados a la Capilla Sixtina,

los electores entonan a coro el “Veni

Creator, oración con la que se invoca

al Espíritu Santo, y proceden a prestar

juramento solemne de guardar las

normas que rigen el Cónclave,

cumplir fielmente el ministerio

petrino en caso de ser elegidos, y

mantener el secreto de todo cuanto se

refiera a la elección del nuevo

Pontífice.

Una vez prestado el juramento, leído

conjuntamente y ratificado de forma

individual ante los Evangelios, el

Maestro de las Celebraciones Litúrgicas

Pontificias da la solemne orden de

“Extra omnes” (¡Fuera todos!),

indicando que todos aquellos ajenos al

Cónclave deben salir del recinto.

Sólo permanecen él mismo y el

eclesiástico encargado de predicar a los

Cardenales la segunda de las

meditaciones sobre los problemas de la

Iglesia contemporánea.

Terminada ésta, tanto el predicador

como el Maestro de las Celebraciones

deben salir también. Las puertas

quedarán cerradas y con Guardias

Suizos protegiéndolas.

A partir de ese momento se puede

proceder a la primera votación (única

del día) o aplazarla hasta el día

siguiente.

VOTACIONES

El proceso de votación en el cónclave se divide en

tres partes: pre-escrutinio, escrutinio propiamente

dicho y post-escrutinio.

Comienza la fase de pre-escrutinio cuando, antes de

cada sesión de votaciones (diariamente hay dos

sesiones, una por la mañana y otra por la tarde, con

dos votaciones en cada una, salvo resultado positivo

en la primera), el último Cardenal Diácono extrae por

sorteo público los nombres de tres Escrutadores, tres

Enfermeros y tres Revisores.

Se distribuyen entonces a los Electores dos papeletas

de forma rectangular, que llevan impresa la frase:

“Eligo in Summum Pontificem” (“Elijo como Sumo

Pontífice”), y debajo un espacio en blanco para el

nombre del elegido. Los Cardenales deben escribirlo

con letra clara, pero lo más anónima posible. Si se

escribe más de un nombre el voto es declarado nulo.

La fase de escrutinio se inicia cuando

cada Cardenal, por orden de

precedencia, habiendo doblado dos

veces su papeleta de voto, la lleva en

alto hasta el altar, delante del cual están

los Escrutadores y sobre el que se ha

colocado una urna cubierta con un

plato para recoger los votos. Una vez

allí, el Cardenal votante pronuncia en

voz alta el juramento: “Pongo por

testigo a Cristo Señor, el cual me

juzgará, que doy mi voto a quien, en

presencia de Dios, creo que debe ser

elegido”. Deposita entonces la papeleta

en el plato y con éste la introduce en la

urna. Se inclina luego ante el altar y

regresa a su sitio.

Si un Cardenal –enfermo o anciano– no

puede acercarse hasta el altar, un Escrutador

se acerca a él, recoge su juramento y su voto

y se encarga de depositar la papeleta en la

urna. Si su enfermedad le obliga a

permanecer en la Casa de Santa Marta, son

entonces los Enfermeros los que acuden a

recoger su voto siguiendo un procedimiento

similar al descrito.

El post-escrutinio lo llevan a cabo los

tres Cardenales Escrutadores, elegidos al

azar, contabilizando delante de todos los

Electores los votos recogidos.

Los nombres de los votantes se van

anotando en una relación, mientras que

los votos contabilizados se van cosiendo

con aguja e hilo para mantenerlos unidos.

A continuación, los tres Revisores revisan

los votos, para asegurarse de que aquéllos

han cumplido correctamente su cometido.

Si ninguno de los candidatos obtiene la

mayoría de dos tercios, concluida cada

sesión (dos votaciones) se queman en una

estufa las papeletas de los votos junto con

las notas de los Escrutadores. Se agregan

sustancias químicas al fuego para que el

humo sea negro e indique una elección sin

éxito.

El cónclave dura todo el tiempo que

sea necesario. Sin embargo, hay

establecidos periodos de descanso y

coloquio si no se alcanza acuerdo

(día 5º, tarde del 7º, tarde del 9º), con

una exhortación del Cardenal

Decano. En ningún caso se

contempla la abstención de los

Electores.

Elección y aceptaciónConseguida la mayoría necesaria en cualquier votación, el candidato elegido debe

expresar de inmediato su aceptación o no del ministerio. El último de los Cardenales

Diáconos convoca a la Capilla Sixtina al Secretario del Colegio de Cardenales y al

Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias. Presentes éstos, el Cardenal

Decano pide el consentimiento al elegido con la siguiente pregunta: “Acceptasneelectionem de te canonice factam in Summum Pontificem?” (“¿Aceptas tu

elección canónica como Sumo Pontífice?”).

Si el candidato electo da el consentimiento, se le pregunta entonces:“Quo nominevis vocari?” (“¿Con qué nombre deseas ser conocido?”)

El ya Papa indica el nombre que ha escogido con

estas palabras: “Vocabor N.” (“Me llamaré N.”).

Entonces el Maestro de las Celebraciones, en

funciones de notario, levanta acta de la

aceptación del nuevo Pontífice y de su nombre.

En el caso de que el elegido no sea uno de

los Cardenales presentes, se avisa al

Sustituto de la Secretaría de Estado, quien

se encargará de que el escogido como

nuevo Papa llegue al Vaticano lo antes

posible, evitando absolutamente que se

enteren los medios de comunicación. Una

vez llegado al cónclave, el Cardenal

Decano convocará al resto de los electores

a la Capilla Sixtina para proceder al mismo

ritual de aceptación. Si el elegido acepta y

no es obispo, el Cardenal Decano le

ordenará de inmediato como tal.

A partir del momento de la

aceptación –y ordenación en su

caso– el elegido pasa a ser Obispo

de Roma, Papa y Cabeza del

Colegio Episcopal. En ese mismo

momento adquiere la plena y

suprema potestad sobre la Iglesia

universal.

Una vez aceptada la

responsabilidad, los papeles se

queman usando paja seca, lo que da

lugar a un humo de color blanco.

Es la señal que anuncia al mundo la

elección de un nuevo Papa y se la

denomina “fumata blanca”.

Vestimenta

El nuevo Papa es conducido a la

sacristía de la Capilla Sixtina, llamada

comúnmente “Sala de las lágrimas”,

ya que parece que todos los elegidos,

sin excepción, lloran allí ante la

magnitud de la responsabilidad que

acaban de asumir.

En la sala se encuentran tres

maniquíes con sotanas blancas de

diversos tamaños: grande, mediana y

pequeña. De ser necesario, un equipo

de religiosas hacen los arreglos

pertinentes. También hay a mano un

barbero por si el Papa necesita un

afeitado antes de presentarse ante el

pueblo.

Inmediatamente, el Cardenal

Protodiácono se dirige al

balcón principal de la Basílica

de San Pedro y allí hará

público el anuncio de la

elección con la expresión

“habemus papam”.

La primera bendición

Pocos instantes después el nuevo Papa,

precedido por la cruz procesional y por

los primeros de los Cardenales entre los

órdenes de los Obispos, Presbíteros y

Diáconos, sale al balcón y desde allí

saluda al pueblo con las primeras palabras

de su pontificado.

A continuación imparte la bendición apostólica

“Urbi et Orbi” (“para la ciudad y para el mundo”),

que en adelante sólo dará de ordinario en Navidad

y Pascua.

La Misa de Inauguración del Pontificado y el escudo de armas

El Pontificado se inaugura de modo

oficial con una misa solemne que se

celebra a los pocos días de concluido el

cónclave, normalmente en la explanada

de la Basílica de San Pedro. En esa

celebración, el nuevo Papa es investido

de sus nuevos símbolos: su Palio, y su

anillo del Pescador.

Es tradición que cada Papa tenga su

escudo de armas que es personal y lo

diseña cada Pontífice a su gusto. Sin

embargo, siempre aparecen las Llaves

del Cielo entregadas a San Pedro y la Tiara

Papal.