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El Discurso del método (Le Discours de la Méthode en francés), cuyo nombre completo es Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias es la principal obra escrita por René Descartes y una obra fundamental de la filosofía occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia. Se publicó de forma anónima en Leiden (Holanda) en el año 1637. Constituía, en realidad, el prólogo a tres ensayos: Dióptrica, Meteoros y Geometría; agrupados bajo el título conjunto de Ensayos filosóficos. Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa. En una carta que dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino sólo de hablar. Con esto Descartes trata de alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por las ideas vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no consideraba desaceCOMENTARIO. 4º parte, párrafo 2. DISCURSO DEL MÉTODO I) Se trata de un texto de carácter ontológico fundamentalmente, aunque, con consideraciones epistemológicas. Es la duda como acto de pensamiento (aspecto epistemológico) lo que le conduce a la afirmación de que él existe como substancia (aspecto ontológico) Descartes nos presenta qué le conduce a concebir la existencia de sí mismo como substancia mental, independiente del cuerpo y del resto del mundo físico. II) Se puede dividir en dos partes bastante claras. La primera iría hasta la línea 8 (hasta “...no tenía ya razón alguna para creer que yo fuese”) y la segunda desde ahí hasta el final. En la primera parte destaca que es la duda y la reflexión sobre la duda, es decir el pensamiento, la actividad de pensar, la que le permite descubrir que hay algo indudable y esto es que él existe como cosa pensante, hasta el punto de que con sólo dejar de pensar pierde la posibilidad de identificarse a sí mismo como algo real que piensa. A su vez, la actividad de pensar es lógicamente independiente (no requiere para ser concebida de la

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El Discurso del método (Le Discours de la Méthode en francés), cuyo nombre completo es

Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias

es la principal obra escrita por René Descartes y una obra fundamental de la filosofía

occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia.

Se publicó de forma anónima en Leiden (Holanda) en el año 1637. Constituía, en realidad,

el prólogo a tres ensayos: Dióptrica, Meteoros y Geometría; agrupados bajo el título

conjunto de Ensayos filosóficos.

Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa. En una carta que

dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de

manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino sólo de hablar. Con esto Descartes

trata de alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por

las ideas vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica

como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no

consideraba desaceCOMENTARIO. 4º parte, párrafo 2. DISCURSO DEL MÉTODO 

I) 

Se trata de un texto de carácter ontológico fundamentalmente, aunque, con 

consideraciones epistemológicas. Es la duda como acto de pensamiento (aspecto

epistemológico) lo que le conduce a la afirmación de que él existe como substancia 

(aspecto ontológico) 

Descartes nos presenta qué le conduce a concebir la existencia de sí mismo como 

substancia mental, independiente del cuerpo y del resto del mundo físico. 

II) 

Se puede dividir en dos partes bastante claras. La primera iría hasta la línea 8 (hasta 

“...no tenía ya razón alguna para creer que yo fuese”) y la segunda desde ahí hasta el 

final. 

En la primera parte destaca que es la duda y la reflexión sobre la duda, es decir el 

pensamiento, la actividad de pensar, la que le permite descubrir que hay algo indudable y 

esto es que él existe como cosa pensante, hasta el punto de que con sólo dejar de pensar 

pierde la posibilidad de identificarse a sí mismo como algo real que piensa. A su vez, la 

actividad de pensar es lógicamente independiente (no requiere para ser concebida de la 

idea de ninguna otra realidad o ámbito ontológico) de que exista el mundo o la extensión 

[“podía fingir que no tenía cuerpo y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo me 

encontrase”] Pero con sólo dejar de pensar ya era imposible concebirse a sí mismo. Esto 

le permite descubrir que la noción de sí mismo es inseparable de la de pensamiento. Son 

dos nociones lógicamente inseparables, no pueden concebirse de forma independiente. 

Por eso el atributo esencial del alma es el pensamiento. 

Por tanto, y esta es la segunda parte, afirma que su naturaleza ontológica, la manera en 

que se da su existencia, es pensamiento, y el pensamiento no necesita de nada físico. 

Por tanto, lo que es el sujeto es esencialmente un alma inmaterial, que me hace “ser lo 

que soy”, mi identidad como persona, y ello es enteramente distinto del cuerpo. El cuerpo 

es extenso, pero el alma no supone la extensión, como ya ha dicho en la primera parte. 

Por tanto, es más fácil de conocer que el cuerpo: hay un acceso privilegiado del yo a sus 

propios contenidos mentales, a sus propios estados mentales: pensamientos, deseos, 

dolores, placeres, todo lo que constituye la vida mental subjetiva y privada de cada 

persona. El alma permanecerá inaccesible al investigador que con los métodos propios de 

la ciencia natural pretenda violar la intimidad del sujeto. [Algunos filósofos han inventado, 

como experimento mental, el cerebroscopio, un aparato imaginario que permitiría escrutar 

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nuestros pensamientos una vez que nos lo colocasen en la cabeza. Pero como los 

pensamientos tienen lugar en el alma, ningún cerebroscopio podrá nunca registrar nuestra 

vida mental, si no queremos compartirla. Por tanto, el ámbito de lo mental es el de la 

privacidad más absoluta, a diferencia del ámbito de lo físico, que es público y accesible a 

todos] Podrá verse qué ocurre en el cerebro, pero no qué contenido mental tienen esos 

sucesos cerebrales. Esto es algo espiritual. 

Esta es la base del dualismo ontológico de Descartes. Puesto que son substancias 

independientes, “aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es”

El propio René Descartes, como aparece en el prefacio, divide su Discurso en seis

partes:rtadas. editar]Primera parte

Constituye una autobiografía intelectual en la que Descartes pone en duda todos los

conocimientos aprendidos a lo largo de su educación. En esta primera parte Descartes

propone un nuevo método para llegar a un saber que sea seguro. Al mismo tiempo realiza

una rotunda crítica de las ciencias y de la filosofía escolástica de su tiempo. Tras este

rechazo admite que sólo las matemáticas y el conocimiento de otras personas, mediante

los viajes, ofrecen un saber seguro, pero Descartes termina rechazando también los viajes

debido a que las contradicciones que existen entre unos pueblos y otros no le permiten

descubrir la verdad. Concluye diciendo que la única forma de encontrar la verdad es en

uno mismo.

[editar]Segunda parte

Al principio de esta segunda parte nos habla del invierno en el que junto a una estufa

dispuso de la tranquilidad necesaria para empezar a elaborar su método. Señala a

continuación que las ciencias al haber sido realizadas por múltiples autores, cada uno con

su diferente opinión, no son portadoras de un verdadero saber. Propone renunciar a esta

diversidad de opiniones que nos han sido enseñadas y en su lugar elegir otras con nuestra

propia razón, ya que las creencias a las que nos han educado desde nuestro nacimiento

dependen del entorno en el que hayamos nacido y de las personas que nos las hayan

inculcado. Debemos reformar estas creencias distinguiendo lo verdadero de lo falso pero

manteniendo un cimiento personal. Descartes aclara que esta reforma no está encaminada

a reformar la enseñanza oficial, ni el orden social, sino que sólo expone cómo él ha llevado

a cabo una reforma de su propio pensamiento. Una vez aclarado esto, toma la decisión

radical de dudar de forma metódica y provisional de todo lo que le rodea. A continuación

expone de forma muy breve los fundamentos de su nuevo método, los cuales ha

encontrado en la lógica, en el análisis geométrico y en el álgebra. Estos fundamentos son

tan sólo cuatro reglas:

“El primero, no admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido con

evidencia que así era."

“El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinare, en tantas partes fuere

posible y en cuantas requiriese su mejor solución.”

“El tercero, en conducir con orden mis pensamientos, empezando por los objetos más

simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el

conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se

preceden naturalmente"

“Y el último, en hacer en todo recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales,

que llegase a estar seguro de no omitir nada."

[editar]Tercera parte

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Descartes en la segunda parte había establecido la duda metódica para poder llegar a la

verdad, pero él explica, en la tercera parte que, mientras se dedica a dudar de todo, tiene

que crear una moral provisional que rija su vida. Esta moral provisional tenía una serie de

máximas.

La primera consistía en obedecer las leyes y costumbres de su país, conservar la religión y

guiarse por las opiniones más moderadas.

La segunda máxima consistía en ser lo más firme y lo más decidido en las acciones y en

seguir, con no menos firmeza, las opiniones más dudosas como si hubieran sido

verdaderas.

La tercera máxima consistía en cambiar los propios deseos antes que el orden del mundo.

Afirma que nada excepto los pensamientos están enteramente en nuestro poder.

Como conclusión a su moral provisional el primer pensador moderno decide dedicar toda

su vida a cultivar la razón y a avanzar en el conocimiento mediante el uso de su método.

Para ponerlo en práctica, Descartes decide ponerse a viajar y conversar con los hombres.

Durante nueve años se encarga de esta tarea. Sin embargo, durante este tiempo aunque

avanza mucho en el conocimiento de la verdad no consigue encontrar los fundamentos de

una filosofía “más cierta que la vulgar”. Para realizar esta nueva filosofía se dirige hacia

Holanda huyendo de la Guerra de los Treinta Años que le ofrece el marco ideal para

dedicarse a esta tarea. [editar]Cuarta parte

La cuarta parte es el capítulo central del Discurso del método y en ella Descartes crea una

nueva filosofía. Crea un primer principio para su nueva filosofia. "Pienso, luego existo": a

partir de este primer principio Descartes establece la existencia de Dios.

El primer argumento que da para justificar la existencia de Dios es, que si tenemos

conciencia de nuestra naturaleza imperfecta, es porque sabemos en qué consiste una

naturaleza perfecta.

El segundo argumento parte de nuestra propia imperfección, puesto que, si nosotros que

conocemos lo que es perfecto, nos hubiésemos creado a nosotros mismos como seres

perfectos. Por lo tanto se requiere un creador de nuestro ser, que tiene en sí esas

perfecciones, Dios, del cual depende todo y sin el cual nada podría existir.

El último argumento que da para justificar la existencia de Dios es que Dios, entendido

éste como la perfección, es lo mayor que puede pensarse. Dios tiene que existir

("argumento ontológico" - tomado de San Anselmo) puesto que si no, podría pensarse en

algo más perfecto y entonces, eso sería Dios.

La existencia de Dios a su vez nos demuestra la existencia del mundo, puesto que Dios al

ser infinitamente bueno y veraz no puede permitir que nos engañemos al creer que el

mundo no existe, es así como Dios nos garantiza la evidencia de nuestras ideas.

Pero Descartes, al final, aún teniendo en cuenta lo dicho, afirma que es nuestro deber y no

el de Dios, liberarnos de las ilusiones y evitar los errores.

[editar]Quinta parte

En este capítulo explica brevemente el contenido de Le monde. Aborda la explicación de la

formación del mundo organizándolo todo en torno al problema de la luz: el sol la produce,

los cielos la transmiten, la tierra y los planetas la reflejan, y el hombre es su espectador.

Tras esto establece las principales funciones del ser vivo. Sostiene que el corazón se

dilata y se contrae debido al calor que emana y gracias a eso los “espíritus animales” son

transportados a los diferentes órganos. Por último, Descartes prueba la distinción del

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hombre frente a los animales porque éstos carecen de pensamiento o alma racional.

Afirma que el organismo de los animales es sólo una compleja máquina automática. Se

explica que los animales si tienen alma, sin embargo es inferior a la humana dado al nivel

cognitivo de los animales comparado al humano, a causa de que los animales no hacen

uso de la razon, y que el alma del hombre es independiente del cuerpo e inmortal.

[editar]Sexta parte

En este último capítulo Descartes establece una serie de reflexiones sobre el alcance de la

investigación científica e incluso se cuestiona la publicación de sus investigaciones

sopesando las razones a favor y en contra. Así, en primer lugar, el progreso de la ciencia

reporta múltiples beneficios materiales y morales. En segundo lugar, el progreso científico

necesita la comunicación de las experiencias de otras personas.

Por el contrario, Descartes es reacio a la publicación de sus investigaciones, porque éstas

pueden verse mezcladas en grandes controversias con el espíritu religioso emanado de

los teólogos de la época, que lo llevarían a malgastar su tiempo

Todas estas razones llevan a Descartes a publicar tan sólo el Discurso del método y los

ensayos que lo acompañan. Ya, al final de la obra, afirma que va a consagrarse a la

medicina y de nuevo afirma que él no quiere ser importante en el mundo, para poder así

dedicarse al estudio sin obstáculos y sin distracciones.

[editar] El Discurso del método (Discours de la méthode en francés), cuyo título completo

esDiscurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las

ciencias (Discour de la méthode pour bien conduire sa raison, et chercher la vérité dans les

sciences) es la principal obra escrita por René Descartes y una obra fundamental de

la filosofía occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia.

Se publicó de forma anónima en Leiden (Holanda) en el año 1637. Constituía, en realidad, el

prólogo a tres ensayos: Dióptrica, Meteoros y Geometría; agrupados bajo el título conjunto

de Ensayos filosóficos.

Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa. En una carta que

dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de

manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino sólo de hablar. Con esto Descartes trata de

alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por las ideas

vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica como había

ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no consideraba desacertadas.[cita 

Constituye una autobiografía intelectual en la que Descartes pone en duda todos los

conocimientos aprendidos a lo largo de su educación. En esta primera parte Descartes propone

un nuevo método para llegar a un saber que sea seguro. Al mismo tiempo realiza una rotunda

crítica de las ciencias y de la filosofía escolástica de su tiempo. Tras este rechazo admite que

sólo las matemáticas y el conocimiento de otras personas, mediante los viajes, ofrecen un

saber seguro, pero Descartes termina rechazando también los viajes debido a que las

contradicciones que existen entre unos pueblos y otros no le permiten descubrir la verdad.

Concluye diciendo que la única forma de encontrar la verdad es en uno mismo.[cita requerida]

Segunda parte[editar · editar fuente]

Al principio de esta segunda parte nos habla del invierno en el que junto a una estufa dispuso

de la tranquilidad necesaria para empezar a elaborar su método. Señala a continuación que las

ciencias al haber sido realizadas por múltiples autores, cada uno con su diferente opinión, no

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son portadoras de un verdadero saber. Propone renunciar a esta diversidad de opiniones que

nos han sido enseñadas y en su lugar elegir otras con nuestra propia razón, ya que las

creencias a las que nos han educado desde nuestro nacimiento dependen del entorno en el

que hayamos nacido y de las personas que nos las hayan inculcado. Debemos reformar estas

creencias distinguiendo lo verdadero de lo falso pero manteniendo un cimiento personal.

Descartes aclara que esta reforma no está encaminada a reformar la enseñanza oficial, ni el

orden social, sino que sólo expone cómo él ha llevado a cabo una reforma de su

propio pensamiento. Una vez aclarado esto, toma la decisión radical de dudar de forma

metódica y provisional de todo lo que le rodea. A continuación expone de forma muy breve los

fundamentos de su nuevo método, los cuales ha encontrado en la lógica, en el análisis

geométrico y en el álgebra. Estos fundamentos son tan sólo cuatro reglas:[cita requerida]

1. «El primero, no admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido con

evidencia que así era».

2. «El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinare, en tantas partes

fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución».

3. «El tercero, en conducir con orden mis pensamientos, empezando por los objetos más

simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el

conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no

se preceden naturalmente».

4. «Y el último, en hacer en todo recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales,

que llegase a estar seguro de no omitir nada».

Tercera parte[editar · editar fuente]

Descartes en la segunda parte había establecido la duda metódica para poder llegar a

la verdad, pero él explica, en la tercera parte que, mientras se dedica a dudar de todo, tiene

que crear una moral provisional que rija su vida. Esta moral provisional tenía una serie de

máximas.[cita requerida]

1. La primera consistía en obedecer las leyes y costumbres de su país, conservar la

religión y guiarse por las opiniones más moderadas.

2. La segunda máxima consistía en ser lo más firme y lo más decidido en las acciones y

en seguir, con no menos firmeza, las opiniones más dudosas como si hubieran sido

verdaderas.

3. La tercera máxima consistía en cambiar los propios deseos antes que el orden del

mundo. Afirma que nada excepto los pensamientos están enteramente en nuestro

poder.

Como conclusión a su moral provisional el primer pensador moderno decide dedicar toda su

vida a cultivar la razón y a avanzar en el conocimiento mediante el uso de su método. Para

ponerlo en práctica, Descartes decide ponerse a viajar y conversar con los hombres. Durante

nueve años se encarga de esta tarea. Sin embargo, durante este tiempo aunque avanza mucho

en el conocimiento de la verdad no consigue encontrar los fundamentos de una filosofía «más

cierta que la vulgar». Para realizar esta nueva filosofía se dirige hacia Holanda huyendo de

la Guerra de los Treinta Años que le ofrece el marco ideal para dedicarse a esta tarea.[cita requerida]

Cuarta parte[editar · editar fuente]

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La cuarta parte es el capítulo central del Discurso del método y en ella Descartes crea un

primer principio para su nueva filosofía, «Pienso, luego existo»: a partir de este primer principio

Descartes establece la existencia de Dios.

1. El primer argumento que da para justificar la existencia de Dios es, que si tenemos

conciencia de nuestra naturaleza imperfecta, es porque sabemos en qué consiste una

naturaleza perfecta.

2. El segundo argumento parte de nuestra propia imperfección, puesto que, si nosotros

que conocemos lo que es perfecto, nos hubiésemos creado a nosotros mismos como

seres perfectos. Por lo tanto se requiere un creador de nuestro ser, que tiene en sí

esas perfecciones, Dios, del cual depende todo y sin el cual nada podría existir.

3. El último argumento que da para justificar la existencia de Dios es que Dios, entendido

éste como la perfección, es lo mayor que puede pensarse. Dios tiene que existir

(«argumento ontológico», tomado de San Anselmo) puesto que si no, podría pensarse

en algo más perfecto y entonces, eso sería Dios.

La existencia de Dios a su vez nos demuestra la existencia del mundo, puesto que Dios al ser

infinitamente bueno y veraz no puede permitir que nos engañemos al creer que el mundo

existe, es así como Dios nos garantiza la evidencia de nuestras ideas.

Pero Descartes, al final, aún teniendo en cuenta lo dicho, afirma que «es nuestro deber y no el

de Dios, liberarnos de las ilusiones y evitar los errores».[cita requerida]

Quinta parte[editar · editar fuente]

En este capítulo explica brevemente el contenido del mundo. Aborda la explicación de la

formación del mundo organizándolo todo en torno al problema de la luz: el sol la produce, los

cielos la transmiten, la tierra y los planetas la reflejan, y el hombre es su espectador.

Tras esto establece las principales funciones del ser vivo. Sostiene que el corazón se dilata y

se contrae debido al calor que emana y gracias a eso los «espíritus animales» son

transportados a los diferentes órganos.

Por último, Descartes prueba la distinción del hombre frente a los animales porque éstos

carecen de pensamiento o alma racional. Afirma que el organismo de los animales es sólo una

compleja máquina automática. Se explica que los animales si tienen alma, sin embargo es

inferior a la humana dado al nivel cognitivo de los animales comparado al humano, a causa de

que los animales no hacen uso de la razón, y que el alma del hombre es independiente del

cuerpo e inmortal.[cita requerida]

Sexta parte[editar · editar fuente]

En este último capítulo Descartes establece una serie de reflexiones sobre el alcance de la

investigación científica e incluso se cuestiona la publicación de sus investigaciones sopesando

las razones a favor y en contra. Así, en primer lugar, el progreso de la ciencia reporta múltiples

beneficios materiales y morales. En segundo lugar, el progreso científico necesita la

comunicación de las experiencias de otras personas.

Por el contrario, Descartes es reacio a la publicación de sus investigaciones, porque éstas

pueden verse mezcladas en grandes controversias con el espíritu religioso emanado de los

teólogos de la época, que lo llevarían a malgastar su tiempo.

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Todas estas razones llevan a Descartes a publicar tan sólo el Discurso del método y los

ensayos que lo acompañan. Ya, al final de la obra, afirma que va a consagrarse a la medicina y

de nuevo afirma que él no quiere ser importante en el mundo, para poder así dedicarse al

estudio sin obstáculos y sin distracciones.[cita requerida]

Consideraciones[editar · editar fuente]

René Descartes, autor del Discurso del método, en su escritorio.

El Discurso del método trata de ir más allá de la simple forma literaria, es el relato de la vida de

Descartes y de las circunstancias que tuvo que atravesar para llegar a conocer un nuevo

método que uniría todo el saber. Escrito en francés, el título Discurso del método (Discours de

la méthode), por el que es conocido, es la forma abreviada del que constituía el original de la

obra, Discours de la méthode pour bien conduire la raison et chercher la vérité dans les

sciènces (Discurso del método para guiar bien la razón y buscar la verdad en las ciencias).[cita requerida]

El hecho de que el Discurso estuviera escrito en lengua francesa rompía implícitamente con la

tradición que hacía del latín la lengua culta. Descartes pretendía con ello hacer una obra que

fuese accesible a todo el mundo, incluso a quienes fueran desconocedores del latín, que eran

la mayoría de la población. Descartes inauguraba así una nueva forma de comunicación que

sería fundamental para la formación de las llamadas escuelas filosóficas nacionales y que

elevaría la lengua vernácula a la categoría de medio adecuado para expresar la complejidad de

la investigación filosófica. Una de las consecuencias de este hecho fue que muchos

intelectuales no conocedores del latín elaboraran escritos de gran calidad. Dentro de esta gran

gama de genios del arte de la retórica, y a la vez mejor discípulo de Descartes, se encuentra

Rodrigo del Trucco Fouchè.[cita requerida]

En 1644 se publicó en Ámsterdam la traducción latina del Discurso a cargo de Etienne de

Courcelles, titulada Specimina Philosophiae, firmada por Descartes y que no incluía

la Geometría, que sería traducida al latín en 1649.[cita requerida]

Pese a su brevedad, el autor expuso en ella de manera ejemplar algunos de los principios

esenciales de su filosofía y planteó temas que serían posteriormente desarrollados por él en

otros ensayos. Lo que hizo Descartes fue percatarse de la necesidad de una reforma del

entendimiento, para que la nueva ciencia, que se estaba fraguando al amparo del conocimiento

matemático, pudiera triunfar. Para llevar a cabo esta reforma el primer pensador moderno creó

un método de investigación que reunía las ventajas del análisis geométrico y del álgebra, pero

sin sus defectos, gracias al cual hacía fácil lo difícil y descubría lo oculto.[cita requerida]

El Discurso del método es, por tanto, una de las primeras obras de la filosofía moderna.

Defendía la ruptura con el viejo mundomedieval y la configuración de otro nuevo, el mundo de

la Edad Moderna. En especial, planteaba la necesidad de fomentar una actitud de investigación

libre, alejada de los argumentos de la decadente tradición escolástica que se enseñaba todavía

en las universidades y que Descartes había aprendido y de la que había comprendido su

inutilidad. Asimismo, cabe señalar que en esta obra Descartes asumió plenamente los

principios de la nueva ciencia y del valor de las matemáticas, y es esto lo que ha llevado

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a Eduardo Bello Reguera a afirmar que «el Discurso es la construcción teórica que inaugura el

pensamiento moderno»