El Discurso del método (Le Discours de la Méthode en francés), cuyo nombre completo es
Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias
es la principal obra escrita por René Descartes y una obra fundamental de la filosofía
occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia.
Se publicó de forma anónima en Leiden (Holanda) en el año 1637. Constituía, en realidad,
el prólogo a tres ensayos: Dióptrica, Meteoros y Geometría; agrupados bajo el título
conjunto de Ensayos filosóficos.
Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa. En una carta que
dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de
manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino sólo de hablar. Con esto Descartes
trata de alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por
las ideas vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica
como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no
consideraba desaceCOMENTARIO. 4º parte, párrafo 2. DISCURSO DEL MÉTODO
I)
Se trata de un texto de carácter ontológico fundamentalmente, aunque, con
consideraciones epistemológicas. Es la duda como acto de pensamiento (aspecto
epistemológico) lo que le conduce a la afirmación de que él existe como substancia
(aspecto ontológico)
Descartes nos presenta qué le conduce a concebir la existencia de sí mismo como
substancia mental, independiente del cuerpo y del resto del mundo físico.
II)
Se puede dividir en dos partes bastante claras. La primera iría hasta la línea 8 (hasta
“...no tenía ya razón alguna para creer que yo fuese”) y la segunda desde ahí hasta el
final.
En la primera parte destaca que es la duda y la reflexión sobre la duda, es decir el
pensamiento, la actividad de pensar, la que le permite descubrir que hay algo indudable y
esto es que él existe como cosa pensante, hasta el punto de que con sólo dejar de pensar
pierde la posibilidad de identificarse a sí mismo como algo real que piensa. A su vez, la
actividad de pensar es lógicamente independiente (no requiere para ser concebida de la
idea de ninguna otra realidad o ámbito ontológico) de que exista el mundo o la extensión
[“podía fingir que no tenía cuerpo y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo me
encontrase”] Pero con sólo dejar de pensar ya era imposible concebirse a sí mismo. Esto
le permite descubrir que la noción de sí mismo es inseparable de la de pensamiento. Son
dos nociones lógicamente inseparables, no pueden concebirse de forma independiente.
Por eso el atributo esencial del alma es el pensamiento.
Por tanto, y esta es la segunda parte, afirma que su naturaleza ontológica, la manera en
que se da su existencia, es pensamiento, y el pensamiento no necesita de nada físico.
Por tanto, lo que es el sujeto es esencialmente un alma inmaterial, que me hace “ser lo
que soy”, mi identidad como persona, y ello es enteramente distinto del cuerpo. El cuerpo
es extenso, pero el alma no supone la extensión, como ya ha dicho en la primera parte.
Por tanto, es más fácil de conocer que el cuerpo: hay un acceso privilegiado del yo a sus
propios contenidos mentales, a sus propios estados mentales: pensamientos, deseos,
dolores, placeres, todo lo que constituye la vida mental subjetiva y privada de cada
persona. El alma permanecerá inaccesible al investigador que con los métodos propios de
la ciencia natural pretenda violar la intimidad del sujeto. [Algunos filósofos han inventado,
como experimento mental, el cerebroscopio, un aparato imaginario que permitiría escrutar
nuestros pensamientos una vez que nos lo colocasen en la cabeza. Pero como los
pensamientos tienen lugar en el alma, ningún cerebroscopio podrá nunca registrar nuestra
vida mental, si no queremos compartirla. Por tanto, el ámbito de lo mental es el de la
privacidad más absoluta, a diferencia del ámbito de lo físico, que es público y accesible a
todos] Podrá verse qué ocurre en el cerebro, pero no qué contenido mental tienen esos
sucesos cerebrales. Esto es algo espiritual.
Esta es la base del dualismo ontológico de Descartes. Puesto que son substancias
independientes, “aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es”
El propio René Descartes, como aparece en el prefacio, divide su Discurso en seis
partes:rtadas. editar]Primera parte
Constituye una autobiografía intelectual en la que Descartes pone en duda todos los
conocimientos aprendidos a lo largo de su educación. En esta primera parte Descartes
propone un nuevo método para llegar a un saber que sea seguro. Al mismo tiempo realiza
una rotunda crítica de las ciencias y de la filosofía escolástica de su tiempo. Tras este
rechazo admite que sólo las matemáticas y el conocimiento de otras personas, mediante
los viajes, ofrecen un saber seguro, pero Descartes termina rechazando también los viajes
debido a que las contradicciones que existen entre unos pueblos y otros no le permiten
descubrir la verdad. Concluye diciendo que la única forma de encontrar la verdad es en
uno mismo.
[editar]Segunda parte
Al principio de esta segunda parte nos habla del invierno en el que junto a una estufa
dispuso de la tranquilidad necesaria para empezar a elaborar su método. Señala a
continuación que las ciencias al haber sido realizadas por múltiples autores, cada uno con
su diferente opinión, no son portadoras de un verdadero saber. Propone renunciar a esta
diversidad de opiniones que nos han sido enseñadas y en su lugar elegir otras con nuestra
propia razón, ya que las creencias a las que nos han educado desde nuestro nacimiento
dependen del entorno en el que hayamos nacido y de las personas que nos las hayan
inculcado. Debemos reformar estas creencias distinguiendo lo verdadero de lo falso pero
manteniendo un cimiento personal. Descartes aclara que esta reforma no está encaminada
a reformar la enseñanza oficial, ni el orden social, sino que sólo expone cómo él ha llevado
a cabo una reforma de su propio pensamiento. Una vez aclarado esto, toma la decisión
radical de dudar de forma metódica y provisional de todo lo que le rodea. A continuación
expone de forma muy breve los fundamentos de su nuevo método, los cuales ha
encontrado en la lógica, en el análisis geométrico y en el álgebra. Estos fundamentos son
tan sólo cuatro reglas:
“El primero, no admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido con
evidencia que así era."
“El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinare, en tantas partes fuere
posible y en cuantas requiriese su mejor solución.”
“El tercero, en conducir con orden mis pensamientos, empezando por los objetos más
simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el
conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se
preceden naturalmente"
“Y el último, en hacer en todo recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales,
que llegase a estar seguro de no omitir nada."
[editar]Tercera parte
Descartes en la segunda parte había establecido la duda metódica para poder llegar a la
verdad, pero él explica, en la tercera parte que, mientras se dedica a dudar de todo, tiene
que crear una moral provisional que rija su vida. Esta moral provisional tenía una serie de
máximas.
La primera consistía en obedecer las leyes y costumbres de su país, conservar la religión y
guiarse por las opiniones más moderadas.
La segunda máxima consistía en ser lo más firme y lo más decidido en las acciones y en
seguir, con no menos firmeza, las opiniones más dudosas como si hubieran sido
verdaderas.
La tercera máxima consistía en cambiar los propios deseos antes que el orden del mundo.
Afirma que nada excepto los pensamientos están enteramente en nuestro poder.
Como conclusión a su moral provisional el primer pensador moderno decide dedicar toda
su vida a cultivar la razón y a avanzar en el conocimiento mediante el uso de su método.
Para ponerlo en práctica, Descartes decide ponerse a viajar y conversar con los hombres.
Durante nueve años se encarga de esta tarea. Sin embargo, durante este tiempo aunque
avanza mucho en el conocimiento de la verdad no consigue encontrar los fundamentos de
una filosofía “más cierta que la vulgar”. Para realizar esta nueva filosofía se dirige hacia
Holanda huyendo de la Guerra de los Treinta Años que le ofrece el marco ideal para
dedicarse a esta tarea. [editar]Cuarta parte
La cuarta parte es el capítulo central del Discurso del método y en ella Descartes crea una
nueva filosofía. Crea un primer principio para su nueva filosofia. "Pienso, luego existo": a
partir de este primer principio Descartes establece la existencia de Dios.
El primer argumento que da para justificar la existencia de Dios es, que si tenemos
conciencia de nuestra naturaleza imperfecta, es porque sabemos en qué consiste una
naturaleza perfecta.
El segundo argumento parte de nuestra propia imperfección, puesto que, si nosotros que
conocemos lo que es perfecto, nos hubiésemos creado a nosotros mismos como seres
perfectos. Por lo tanto se requiere un creador de nuestro ser, que tiene en sí esas
perfecciones, Dios, del cual depende todo y sin el cual nada podría existir.
El último argumento que da para justificar la existencia de Dios es que Dios, entendido
éste como la perfección, es lo mayor que puede pensarse. Dios tiene que existir
("argumento ontológico" - tomado de San Anselmo) puesto que si no, podría pensarse en
algo más perfecto y entonces, eso sería Dios.
La existencia de Dios a su vez nos demuestra la existencia del mundo, puesto que Dios al
ser infinitamente bueno y veraz no puede permitir que nos engañemos al creer que el
mundo no existe, es así como Dios nos garantiza la evidencia de nuestras ideas.
Pero Descartes, al final, aún teniendo en cuenta lo dicho, afirma que es nuestro deber y no
el de Dios, liberarnos de las ilusiones y evitar los errores.
[editar]Quinta parte
En este capítulo explica brevemente el contenido de Le monde. Aborda la explicación de la
formación del mundo organizándolo todo en torno al problema de la luz: el sol la produce,
los cielos la transmiten, la tierra y los planetas la reflejan, y el hombre es su espectador.
Tras esto establece las principales funciones del ser vivo. Sostiene que el corazón se
dilata y se contrae debido al calor que emana y gracias a eso los “espíritus animales” son
transportados a los diferentes órganos. Por último, Descartes prueba la distinción del
hombre frente a los animales porque éstos carecen de pensamiento o alma racional.
Afirma que el organismo de los animales es sólo una compleja máquina automática. Se
explica que los animales si tienen alma, sin embargo es inferior a la humana dado al nivel
cognitivo de los animales comparado al humano, a causa de que los animales no hacen
uso de la razon, y que el alma del hombre es independiente del cuerpo e inmortal.
[editar]Sexta parte
En este último capítulo Descartes establece una serie de reflexiones sobre el alcance de la
investigación científica e incluso se cuestiona la publicación de sus investigaciones
sopesando las razones a favor y en contra. Así, en primer lugar, el progreso de la ciencia
reporta múltiples beneficios materiales y morales. En segundo lugar, el progreso científico
necesita la comunicación de las experiencias de otras personas.
Por el contrario, Descartes es reacio a la publicación de sus investigaciones, porque éstas
pueden verse mezcladas en grandes controversias con el espíritu religioso emanado de
los teólogos de la época, que lo llevarían a malgastar su tiempo
Todas estas razones llevan a Descartes a publicar tan sólo el Discurso del método y los
ensayos que lo acompañan. Ya, al final de la obra, afirma que va a consagrarse a la
medicina y de nuevo afirma que él no quiere ser importante en el mundo, para poder así
dedicarse al estudio sin obstáculos y sin distracciones.
[editar] El Discurso del método (Discours de la méthode en francés), cuyo título completo
esDiscurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las
ciencias (Discour de la méthode pour bien conduire sa raison, et chercher la vérité dans les
sciences) es la principal obra escrita por René Descartes y una obra fundamental de
la filosofía occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia.
Se publicó de forma anónima en Leiden (Holanda) en el año 1637. Constituía, en realidad, el
prólogo a tres ensayos: Dióptrica, Meteoros y Geometría; agrupados bajo el título conjunto
de Ensayos filosóficos.
Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa. En una carta que
dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de
manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino sólo de hablar. Con esto Descartes trata de
alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por las ideas
vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica como había
ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no consideraba desacertadas.[cita
Constituye una autobiografía intelectual en la que Descartes pone en duda todos los
conocimientos aprendidos a lo largo de su educación. En esta primera parte Descartes propone
un nuevo método para llegar a un saber que sea seguro. Al mismo tiempo realiza una rotunda
crítica de las ciencias y de la filosofía escolástica de su tiempo. Tras este rechazo admite que
sólo las matemáticas y el conocimiento de otras personas, mediante los viajes, ofrecen un
saber seguro, pero Descartes termina rechazando también los viajes debido a que las
contradicciones que existen entre unos pueblos y otros no le permiten descubrir la verdad.
Concluye diciendo que la única forma de encontrar la verdad es en uno mismo.[cita requerida]
Segunda parte[editar · editar fuente]
Al principio de esta segunda parte nos habla del invierno en el que junto a una estufa dispuso
de la tranquilidad necesaria para empezar a elaborar su método. Señala a continuación que las
ciencias al haber sido realizadas por múltiples autores, cada uno con su diferente opinión, no
son portadoras de un verdadero saber. Propone renunciar a esta diversidad de opiniones que
nos han sido enseñadas y en su lugar elegir otras con nuestra propia razón, ya que las
creencias a las que nos han educado desde nuestro nacimiento dependen del entorno en el
que hayamos nacido y de las personas que nos las hayan inculcado. Debemos reformar estas
creencias distinguiendo lo verdadero de lo falso pero manteniendo un cimiento personal.
Descartes aclara que esta reforma no está encaminada a reformar la enseñanza oficial, ni el
orden social, sino que sólo expone cómo él ha llevado a cabo una reforma de su
propio pensamiento. Una vez aclarado esto, toma la decisión radical de dudar de forma
metódica y provisional de todo lo que le rodea. A continuación expone de forma muy breve los
fundamentos de su nuevo método, los cuales ha encontrado en la lógica, en el análisis
geométrico y en el álgebra. Estos fundamentos son tan sólo cuatro reglas:[cita requerida]
1. «El primero, no admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido con
evidencia que así era».
2. «El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinare, en tantas partes
fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución».
3. «El tercero, en conducir con orden mis pensamientos, empezando por los objetos más
simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el
conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no
se preceden naturalmente».
4. «Y el último, en hacer en todo recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales,
que llegase a estar seguro de no omitir nada».
Tercera parte[editar · editar fuente]
Descartes en la segunda parte había establecido la duda metódica para poder llegar a
la verdad, pero él explica, en la tercera parte que, mientras se dedica a dudar de todo, tiene
que crear una moral provisional que rija su vida. Esta moral provisional tenía una serie de
máximas.[cita requerida]
1. La primera consistía en obedecer las leyes y costumbres de su país, conservar la
religión y guiarse por las opiniones más moderadas.
2. La segunda máxima consistía en ser lo más firme y lo más decidido en las acciones y
en seguir, con no menos firmeza, las opiniones más dudosas como si hubieran sido
verdaderas.
3. La tercera máxima consistía en cambiar los propios deseos antes que el orden del
mundo. Afirma que nada excepto los pensamientos están enteramente en nuestro
poder.
Como conclusión a su moral provisional el primer pensador moderno decide dedicar toda su
vida a cultivar la razón y a avanzar en el conocimiento mediante el uso de su método. Para
ponerlo en práctica, Descartes decide ponerse a viajar y conversar con los hombres. Durante
nueve años se encarga de esta tarea. Sin embargo, durante este tiempo aunque avanza mucho
en el conocimiento de la verdad no consigue encontrar los fundamentos de una filosofía «más
cierta que la vulgar». Para realizar esta nueva filosofía se dirige hacia Holanda huyendo de
la Guerra de los Treinta Años que le ofrece el marco ideal para dedicarse a esta tarea.[cita requerida]
Cuarta parte[editar · editar fuente]
La cuarta parte es el capítulo central del Discurso del método y en ella Descartes crea un
primer principio para su nueva filosofía, «Pienso, luego existo»: a partir de este primer principio
Descartes establece la existencia de Dios.
1. El primer argumento que da para justificar la existencia de Dios es, que si tenemos
conciencia de nuestra naturaleza imperfecta, es porque sabemos en qué consiste una
naturaleza perfecta.
2. El segundo argumento parte de nuestra propia imperfección, puesto que, si nosotros
que conocemos lo que es perfecto, nos hubiésemos creado a nosotros mismos como
seres perfectos. Por lo tanto se requiere un creador de nuestro ser, que tiene en sí
esas perfecciones, Dios, del cual depende todo y sin el cual nada podría existir.
3. El último argumento que da para justificar la existencia de Dios es que Dios, entendido
éste como la perfección, es lo mayor que puede pensarse. Dios tiene que existir
(«argumento ontológico», tomado de San Anselmo) puesto que si no, podría pensarse
en algo más perfecto y entonces, eso sería Dios.
La existencia de Dios a su vez nos demuestra la existencia del mundo, puesto que Dios al ser
infinitamente bueno y veraz no puede permitir que nos engañemos al creer que el mundo
existe, es así como Dios nos garantiza la evidencia de nuestras ideas.
Pero Descartes, al final, aún teniendo en cuenta lo dicho, afirma que «es nuestro deber y no el
de Dios, liberarnos de las ilusiones y evitar los errores».[cita requerida]
Quinta parte[editar · editar fuente]
En este capítulo explica brevemente el contenido del mundo. Aborda la explicación de la
formación del mundo organizándolo todo en torno al problema de la luz: el sol la produce, los
cielos la transmiten, la tierra y los planetas la reflejan, y el hombre es su espectador.
Tras esto establece las principales funciones del ser vivo. Sostiene que el corazón se dilata y
se contrae debido al calor que emana y gracias a eso los «espíritus animales» son
transportados a los diferentes órganos.
Por último, Descartes prueba la distinción del hombre frente a los animales porque éstos
carecen de pensamiento o alma racional. Afirma que el organismo de los animales es sólo una
compleja máquina automática. Se explica que los animales si tienen alma, sin embargo es
inferior a la humana dado al nivel cognitivo de los animales comparado al humano, a causa de
que los animales no hacen uso de la razón, y que el alma del hombre es independiente del
cuerpo e inmortal.[cita requerida]
Sexta parte[editar · editar fuente]
En este último capítulo Descartes establece una serie de reflexiones sobre el alcance de la
investigación científica e incluso se cuestiona la publicación de sus investigaciones sopesando
las razones a favor y en contra. Así, en primer lugar, el progreso de la ciencia reporta múltiples
beneficios materiales y morales. En segundo lugar, el progreso científico necesita la
comunicación de las experiencias de otras personas.
Por el contrario, Descartes es reacio a la publicación de sus investigaciones, porque éstas
pueden verse mezcladas en grandes controversias con el espíritu religioso emanado de los
teólogos de la época, que lo llevarían a malgastar su tiempo.
Todas estas razones llevan a Descartes a publicar tan sólo el Discurso del método y los
ensayos que lo acompañan. Ya, al final de la obra, afirma que va a consagrarse a la medicina y
de nuevo afirma que él no quiere ser importante en el mundo, para poder así dedicarse al
estudio sin obstáculos y sin distracciones.[cita requerida]
Consideraciones[editar · editar fuente]
René Descartes, autor del Discurso del método, en su escritorio.
El Discurso del método trata de ir más allá de la simple forma literaria, es el relato de la vida de
Descartes y de las circunstancias que tuvo que atravesar para llegar a conocer un nuevo
método que uniría todo el saber. Escrito en francés, el título Discurso del método (Discours de
la méthode), por el que es conocido, es la forma abreviada del que constituía el original de la
obra, Discours de la méthode pour bien conduire la raison et chercher la vérité dans les
sciènces (Discurso del método para guiar bien la razón y buscar la verdad en las ciencias).[cita requerida]
El hecho de que el Discurso estuviera escrito en lengua francesa rompía implícitamente con la
tradición que hacía del latín la lengua culta. Descartes pretendía con ello hacer una obra que
fuese accesible a todo el mundo, incluso a quienes fueran desconocedores del latín, que eran
la mayoría de la población. Descartes inauguraba así una nueva forma de comunicación que
sería fundamental para la formación de las llamadas escuelas filosóficas nacionales y que
elevaría la lengua vernácula a la categoría de medio adecuado para expresar la complejidad de
la investigación filosófica. Una de las consecuencias de este hecho fue que muchos
intelectuales no conocedores del latín elaboraran escritos de gran calidad. Dentro de esta gran
gama de genios del arte de la retórica, y a la vez mejor discípulo de Descartes, se encuentra
Rodrigo del Trucco Fouchè.[cita requerida]
En 1644 se publicó en Ámsterdam la traducción latina del Discurso a cargo de Etienne de
Courcelles, titulada Specimina Philosophiae, firmada por Descartes y que no incluía
la Geometría, que sería traducida al latín en 1649.[cita requerida]
Pese a su brevedad, el autor expuso en ella de manera ejemplar algunos de los principios
esenciales de su filosofía y planteó temas que serían posteriormente desarrollados por él en
otros ensayos. Lo que hizo Descartes fue percatarse de la necesidad de una reforma del
entendimiento, para que la nueva ciencia, que se estaba fraguando al amparo del conocimiento
matemático, pudiera triunfar. Para llevar a cabo esta reforma el primer pensador moderno creó
un método de investigación que reunía las ventajas del análisis geométrico y del álgebra, pero
sin sus defectos, gracias al cual hacía fácil lo difícil y descubría lo oculto.[cita requerida]
El Discurso del método es, por tanto, una de las primeras obras de la filosofía moderna.
Defendía la ruptura con el viejo mundomedieval y la configuración de otro nuevo, el mundo de
la Edad Moderna. En especial, planteaba la necesidad de fomentar una actitud de investigación
libre, alejada de los argumentos de la decadente tradición escolástica que se enseñaba todavía
en las universidades y que Descartes había aprendido y de la que había comprendido su
inutilidad. Asimismo, cabe señalar que en esta obra Descartes asumió plenamente los
principios de la nueva ciencia y del valor de las matemáticas, y es esto lo que ha llevado
a Eduardo Bello Reguera a afirmar que «el Discurso es la construcción teórica que inaugura el
pensamiento moderno»
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