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“El sentido de toda cultura consiste en hacer de ese animal rapaz llamado “hombre” un animal dócil, civilizado y doméstico, mediante la crianza. Habría que pensar, sin reserva alguna, que los instintos de reacción y de resentimiento, en virtud de los cuales se llegó a humillar y a dominar a las razas nobles y a todos sus ideales, han constituido los verdaderos instrumentos de la cultura” (Genealogía de la moral 11).

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“El sentido de toda cultura consiste en hacer de ese animal rapaz llamado “hombre” un animal dócil, civilizado y doméstico, mediante la crianza. Habría que pensar, sin reserva alguna, que los instintos de reacción y de resentimiento, en virtud de los cuales se llegó a humillar y a dominar a las razas nobles y a todos sus ideales, han constituido los verdaderos instrumentos de la cultura” (Genealogía de la moral 11).

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PENSAMIENTO DE NIETZSCHE.

0.- INTRODUCCIÓN: COORDENADAS DE SU PENSAMIENTO.

SU BIOGRAFÍA Los datos biográficos de Nietzsche apuntan a un enfermo y disgustado profesor de filología que murió loco y con la frustración de no haber podido llegar a ser profesor de filosofía. Pero estos mismos datos pueden llevarnos a engaño. De hecho es posible que enmascaren al genio que ha asombrado a una generación tras otra. Fue Nietzsche un hombre afable y comunicativo, aunque amigo de la soledad, con una sensibilidad y un gusto artístico excepcional, amante de la música y de una inteligencia y lucidez crítica envidiable. Un escritor brillante y un excelente lector. En definitiva: un auténtico artista con la capacidad de ver el mundo con otros ojos y oler el mundo con otra nariz, motivo más que suficiente para ser en vida un incomprendido. Nietzsche era consciente de todo esto. De hecho siempre entendió que no escribía para los hombres de su tiempo, sino para un hombre que todavía estaba por venir (¿Seré yo, maestro?). Desde entonces han sido muchos los lectores que, al mirarse en sus escritos, se han autorreconocido como destinatarios de los mismos. LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE COMO CRÍTICA A LA CULTURA OCCIDENTAL.

Nietzsche ha pasado a la historia como uno de los grandes críticos de la cultura. Nuestro autor se proponía, nada más y nada menos que derribar a martillazos la tradición europea occidental. Una cultura, en su opinión, decadente y enferma que ha hecho del hombre una terrible vergüenza, convirtiéndolo en una sombra de lo que en realidad debería ser. Por eso Nietzsche va a ser un filósofo fundamentalmente crítico frente a la moral, la filosofía, la religión judeo-cristiana y la ciencia occidental.

Hemos visto que con la Ilustración el “análisis” o la “crítica” se convierte en la principal tarea de la filosofía. La herramienta clave utilizada por los filósofos ilustrados para llevar a cabo esta crítica era la razón (recordar a Kant). La critica ilustrada es, por tanto, una crítica racional. Pues bien: la crítica nietzscheniana es distinta a la ilustrada: Nietzsche ya no empleará la razón, la lógica, los conceptos, ni respetará los principios del discurso lógico (el principio de identidad y el de no-contradicción). En Nietzsche la “razón” no va a ser el instrumento de la crítica, sino la VIDA. El lenguaje lógico y científico es sustituido por el lenguaje poético, los conceptos por metáforas y aforismos. Y lo hace porque considera que la Razón, el discurso lógico de los filósofos, moralistas y científicos, ha sido un gran engaño. Mediante este engaño se ha conseguido falsear, someter y anular la auténtica realidad: la Vida; la Vida con todas sus contradicciones, sus monstruosidades, sus tragedias pero también sus alegrías y grandeza1.

1 Sea como sea Nietzsche tenía razón en una cosa: su filosofía no deja impasible, exige una toma de postura. Sea el más radical rechazo o la pura admiración, la filosofía nietzscheana ha tenido un profundo eco en la filosofía contemporánea. Y en cierta forma su vaticinio de una ruptura con la historia y una nueva época donde temblarían los cimientos de la sociedad occidental se ha cumplido... y se sigue cumpliendo. Tenemos en el siglo XX, siglo

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EL VITALISMO DE NIETZSCHE. Se entiende por “vitalismo” aquella corriente filosófica que considera la Vida como el centro de todo (en lugar de Dios o de la Razón...). La corriente vitalista tuvo éxito en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, precisamente cuando los valores ilustrados comienzan a fracasar. La confianza absoluta en la razón (característica fundamental del siglo XVIII) no ha llevado como se creía a la emancipación y liberación del hombre. Más bien ha ocurrido todo lo contrario. Los ilustrados habían anunciado el triunfo definitivo de la Razón sobre todas las fuerzas políticas (Antiguo Régimen) e ideológicas ( tradición, superstición...) que se le oponían. Sostenían que el progreso técnico llevaría aparejado un progreso moral y social, pues en ambos casos se trata de una sola razón la que está “trabajando”. Todo ello les hacía mirar al futuro con la esperanza e ilusión de que algo mejor aguarda a la humanidad, de que la “Luces” de la Ilustración orientarían a los hombres hacía una sociedad más justa, libre, igualitaria y fraternal. Pues bien, en el siglo XIX los “intelectuales” (escritores, artistas, filósofos, científicos...) son conscientes de que nada de eso se ha producido. El proyecto ilustrado ha fracasado. Los ideales de la Ilustración, defendidos en la revolución francesa (libertad, igualdad y fraternidad), están cada vez más lejos de alcanzarse.

• Empecemos con la libertad. El siglo XIX es el siglo de la revolución industrial, grandes masas de población se trasladaron desde el campo a las incipientes ciudades industriales en busca de una vida mejor. Como ya no eran siervos, como eran hombres libres, pudieron firmar libremente contratos de trabajo en virtud de los cuales trabajarían setenta (o más )horas de trabajo en una fábrica en condiciones pésimas para sustentar a su familia, a su prole (así nacieron los proletarios). La verdad era que un esclavo de la antigua Roma vivía bastante mejor que un proletario (libre, ¡eso sí!) europeo de mediados del siglo XIX. La libertad política se había convertido en una trampa. En el Antiguo Régimen el noble era responsable del bienestar de sus siervos, ahora el proletario podía morirse de hambre y nadie era responsable de su situación.

• Continuemos con la igualdad. Las leyes liberales garantizan la igualdad jurídica de los ciudadanos ¿Es el siglo XIX más igualitario que los anteriores? Vamos con los hechos: la revolución industrial propició un aumento de la productividad y, consiguientemente, de los beneficios y de la riqueza ¿Cómo se repartió? La alta, burguesía aumentó muy considerablemente su nivel de vida, mientras que los proletarios continuaron una vida de mera subsistencia en el mejor de los casos. Conclusión: en el siglo XIX no hay más igualdad que en los siglos anteriores, sino menos,.

• Finalmente la fraternidad. En ningún periodo histórico los hombres se han comportado fraternalmente (y esto será destacado por nuestro filósofo) pero el siglo XIX es, en este aspecto, también peor. Pensemos que este es el siglo del colonialismo: las potencias europeas se lanzan a la conquista de lo que hoy llamamos tercer mundo para hacerse con el control de las materias primas y así asegurarse su prosperidad económica. También es el siglo de los enfrentamientos por motivos nacionalistas e imperialistas y el siglo de las revoluciones sociales.

A todo esto habría que añadir el vacío, la crisis de ideales, la pérdida de sentido, en la que se encuentra el hombre del siglo XIX (“NIHILISMO”). Un hombre explotado económicamente, manejado y domesticado por los hilos de las “ideologías” (nacionalismo, democracia...), convertido en borrego o en masa. Un hombre en crisis que, ante la “muerte de Dios”, busca refugio en el hedonismo fácil; o en el dinero, la posición social y las posibilidades que ofrece de consumo; o en la ciencia (la nueva religión de la época); o que opta por refugiarse en épocas pasadas. Ante tanto desencanto, se produce una reacción. Dicha reacción se hace en nombre, no de la Razón (que es la culpable de esta situación), sino de otra instancia: la Vida. A partir de este momento será la Vida la encargada de interpretar al mundo, a la sociedad y al individuo, con el fin de sacar a éste de la crisis. De este modo, todo aquello que había sido olvidado, negado y postergado por la Razón (la Vida), se convierte en la clave de todo. Nace así la corriente vitalista en la filosofía2.

que comenzó con la muerte de este filósofo, una demostración de cómo los valores que sirvieron de base para los hombres de la cultura occidental, dieron lugar a guerras terribles e impresionantes demostraciones de crueldad. 2 Las corrientes vitalistas se diferencian por su concepto de vida: la comprensión de la vida en el sentido biológico subraya el papel del cuerpo, los instintos, lo irracional, la naturaleza, la fuerza y la lucha por la subsistencia; el vitalismo de Nietzsche se incluye en este grupo. Por su parte, la vida en el sentido biográfico e histórico entiende la vida como conjunto de experiencias humanas dadas en el tiempo, tanto en su dimensión personal o biográfico como en su dimensión social o histórica; Ortega y Gasset es vitalista en este sentido. El vitalismo es una doctrina contraria al racionalismo, y sus conceptos más importantes son: temporalidad, historia, vivencia, instintos, irracionalidad, corporeidad, subjetividad, perspectiva, valor de lo individual, cambio, enfermedad, muerte, finitud... Cabe entender la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de

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A lo largo de estas páginas vamos a intentar desarrollar un poco el pensamiento de Nietzsche. Toda su filosofía persigue un objetivo claro: afirmar la Vida. Ante el “nihilismo” dominante en su tiempo (cansancio, vacío, pérdida de ideales...), Nietzsche pretende afirmar la Vida con todas sus consecuencias. Para lograr esto, cree necesario previamente desenmascarar todos los intentos llevados a cabo en la cultura occidental por negarla. Y es que, según Nietzsche, la esencia misma de la Vida ha sido negada una y otra vez bajo el pretexto del “Bien”, de la “verdad” y de “Dios” (esto es: mediante la moral, la filosofía, la ciencia, y la religión occidentales). Para Nietzsche “Bien”, “verdad” y “Dios” no son más que falsificaciones que esconden un resentimiento hacia la Vida, con las que se pretende dominar y someter al hombre, con el fin de hacerlo esclavo. Ante esta situación, nuestro autor propone resituar las cosas: devolver a la Vida la importancia que le ha sido robada, trasmutando todos los valores. Se trata de dar origen a unos nuevos valores que en lugar de asfixiar la vida, la desarrollen y amplíen. Ello será obra del superhombre gracias a la voluntad de poder. I.- LA VIDA Y SU AFIRMACIÓN. La Vida es lo primero y originario y, al mismo tiempo, lo único “absoluto” (término que sería válido si no fuera porque Nietzsche niega todo Absoluto). Lo abarca y rodea todo, y, antes o después, todo comparece ante ella. La Vida, a diferencia de la razón, se manifiesta como “impulso”, “instinto irracional y espontáneo”, como una fuerza ciega que se enfrenta a otras fuerzas en una lucha constante, dando lugar a ese proceso de vida y muerte (creación y destrucción). Con esto quiere decir Nietzsche que la vida no es ni “lógica” ni “racional” (tampoco justa): la vida es terrible e incoherente. La Vida no es una plantilla racional que se ajusta a los planes de dios, o de la Razón humana. Por el contrario, la vida es desmesura, incoherencia, un cambio constante, una variedad infinita, una suma de contradicciones, una constante creación y destrucción. Por esta razón, la Vida es siempre algo trágico. Por otra parte, en la vida nada permanece estable, todo está en un continuo devenir. En este sentido, afirmar la Vida significa “aceptarla tal y como es”: trágica, paradójica, instintiva, espontánea y creadora3. Pues bien, dirá Nietzsche que la esencia misma de la Vida es “voluntad de poder”: una fuerza instintiva, ciega, creadora que anima a cada viviente. LA AFIRMACIÓN DE LA VIDA y SU EXPONENTE: LA TRAGEDIA. Hemos visto cómo afirmar la vida significa aceptarla tal como es: trágica, paradójica, instintiva, espontánea y creadora. Pues bien: nuestro autor encuentra un ejemplo claro de su afirmación en la cultura griega, concretamente en la tragedia4. Según Nietzsche la cultura griega es el resultado de una tensión, de una lucha, entre dos fuerzas opuestas: lo apolíneo (Apolo) y lo dionisiaco (Dionisos); una lucha que alcanza su síntesis en la “tragedia”.

hacer de la vida lo Absoluto. La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma; y la vida entendida fundamentalmente en su dimensión biológica, instintiva, irracional. La vida como creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche creyó posible medir el valor de la metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir de su negación o afirmación de la vida. 3 Sin embargo los filósofos nos han tratado de convencer con sus mentiras, de que la vida es lógica, coherente, justa,... moral. Platón nos decía que existía un mundo ideal, perfecto e inmutable, perfectamente racional y moral donde el ser humano alcanzaría su realización y su felicidad. Descartes nos hablaba de que el mundo es una perfecta cuadrícula matemática, un universo racional y geométrico diseñado por el mejor de los matemáticos: Dios. Nos decía además que Dios es bueno y que no puede permitir que nos engañemos y nos confundamos con respecto a la realidad. Kant, en una vuelta de tuerca, se empeña en hacernos mostrar lo perfectamente racional y moral que es el mundo “para nosotros”. Nietzsche va a romper con todas estas tradiciones y va a defender abiertamente la incoherencia de la realidad, y a denunciar el discurso de los filósofos como el de mentirosos que falsean la vida para rebajarnos y convertirnos en borregos, esclavos, en siervos de nuestros amos. 4 La meditación filosófica de Nietzsche comienza por Grecia. Cuando aún estudiaba en Lepizig el joven estudiante leyó “El mundo como voluntad y como representación” de Schopenhauer, lectura que dejó una huella decisiva en el futuro filósofo. En esta lectura descubrió dos ideas que van a estar presentes en toda su obra:

1. Que la vida es una irracional, cruel y ciega, un constante fluir donde las cosas se crean y se destruyen sin seguir una lógica sino que lo hacen por pura lucha irracional de fuerzas.

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• Dionisos es el dios de la fuerza instintiva, el dios de le ebriedad y la desmesura, el dios de la pasión sensual y el dios de la creatividad. Dionisos representa, por tanto, la Vida como pura fuerza, instinto, desmesura, creatividad, ebriedad5.

• Pero junto a lo dionisiaco el espíritu griego desarrolla lo apolíneo. Apolo es, según Nietzsche, el dios intelectual, el dios de la medida y la moderación y el sentido, pero es sobre todo el dios de la armonía.

Nietzsche considera que la grandeza de la tragedia griega consistió en saber captar la síntesis entre esas dos fuerzas creadoras opuestas (Apolo y Dionisos)6. En la tragedia encontramos la afirmación de la vida tal como es, sin exclusiones ni prejuicios. Estos griegos (llamados por Nietzsche presocráticos o pre-platónicos) supieron afirmar la vida íntegramente, con todos sus peligros e incertidumbres, a pesar de lo que de inexplicable y doloroso hay en la existencia7. Pero esta situación no tardaría mucho en cambiar: Eurípides (s. V a.C) rompe este equilibrio característico de la tragedia en favor de lo apolíneo8. Junto a él, Sócrates y los filósofos posteriores, comienzan a afirmar toda una serie de valores enemigos de la vida9. Será el principio de la negación de ésta; una negación que ha estado presente a lo largo de toda la cultura occidental.

2. Y que lo único que puede salvar al hombre de esta crueldad ciega es el arte (la música y la poesía).

5 Expliquemos qué quiere decir esto: que la vida es fuerza y desmesura significa que la vida no se contiene, sino que es una constante e ilimitada demostración de fuerza: miremos una tempestad, ésta no se limita, no dice “destruiré sólo hasta aquí... limitaré mi fuerza” la tempestad se impone, agota hasta su última gota de fuerza. Miremos al reino animal, a la fuerza del león, por ejemplo... el león tampoco reprime sus impulsos sino que, si su fuerza se lo permite, impone su voluntad. Que la vida es ebriedad significa que la vida es inconsciente, e irracional. Como el impulso del borracho, no piensa en consecuencias, ni dispone de una conciencia que le diga “no debes”, sólo dispone de un impulso que le dice “haz”. Esta idea la ve perfectamente reflejada Nietzsche en las fiestas dionisiacas griegas, las fiestas destinadas a honrar a Dionisos (los romanos las llamarán “Bacanales”). En estas fiestas los griegos dedicaban un mes a “dejarse llevar”... se embriagaban con vino, con poesía, con teatro y dejaban que les poseyera el espíritu de Dionisos, es decir, se abandonaban a sus impulsos vitales. El vino y el ambiente hacían que los valores morales, la conciencia, los prejuicios se relajaran y saliese fuera lo verdaderamente vital, los impulsos realmente originales que hay dentro de cada hombre. Por eso también la vida es sensualidad, porque el impulso sensual y erótico sale cuando las barreras de los prejuicios caen. Que la vida es creatividad significa que la vida está constantemente creando y recreando lo nuevo. La vida es constante creación. Si no, echemos un vistazo a la naturaleza, miremos la variedad de formas vitales que ha creado la vida y el incesante aparecer de “lo nuevo” constantemente. La vida se comporta como el mejor de los artistas, con una creatividad, una fuerza y una belleza inagotables. 6 Según Nietzsche, la cultura griega está dividida entre Dionisos y Apolo, entre la pasión y la armonía. Sería injusto decir que los griegos son meramente dionisiacos. Mediante lo dionisiaco se puede entender la pasión poética, el éxtasis musical, la valentía, pero no se puede entender el arte, el refinado gusto por la medida, la filosofía, la moral de la mesura. Los griegos son el resultado de esta lucha entre lo apolíneo y lo dionisiaco: por una parte sus vidas expresan la aceptación del sin-sentido de la vida, de su fuerza, su pasión, su creatividad, y se dejan llevar por ella (Dionisos). Pero por otra parte están dominados también por un deseo de encontrar el sentido, de poner límites, de hallar razones para todas las cosas: por esta razón inventan la filosofía, las matemáticas y desarrollan el arte geométrico (Apolo). 7 En la tragedia) se mezcla lo dionisiaco y lo apolíneo: los personajes de la escena expresan de forma clara el espíritu apolíneo mientras que en el coro y en la música queda reflejado el espíritu dionisiaco. Las Tragedias griegas son la expresión de un héroe, fuerte y vital, que se ve arrastrado por las fuerzas vitales, ciegas e irracionales, pero esto no le hace negar la vida, sino afirmarla, aceptar trágicamente su destino. 8 Eurípides intenta eliminar en la tragedia el elemento dionisiaco en favor de lo apolíneo y transforma las representaciones en fábulas morales. El héroe deja de aceptar su destino, dejando de ser trágico, para ser abiertamente moral; se arrepiente de su mala conducta y vuelve al “redil” de la “buena sociedad”. 9 Sócrates introduce la idea de que la vida se puede “dominar” racionalmente. Platón irá más allá al hablar de “dos mundos” y diciendo que este mundo (la Vida) no es la verdadera realidad.

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II.- EL MÉTODO NIETZSCHEANO: LA GENEAOLOGÍA Y EL MARTILLAZO. Si la negación de la vida ha sido el destino de la cultura occidental, es necesario desenmascar todas las falsificaciones empleadas para su negación. Para tal propósito necesitamos un método. Nietzsche cree encontrarlo en la filología (método genealógico). A partir de él, Nietzsche se propone “destruir” o destrozar todo lo que vaya en contra de la Vida, para después “construir” unos verdaderos valores vitales (método del martillazo). a.- El método genealógico. Consiste en ir a la “génesis” u “origen” de algo (valores, conceptos...), con el fin de ver:

• Cómo nace ese “algo”. • Cómo se va desarrollando. • Cómo se modifica.

Nietzsche cree que de este modo es posible descubrir lo que hay detrás de los valores e ideas presentes en la cultura occidental (= desenmascarar). b.- Método del martillazo. Nietzsche se considera el “nuevo Moisés” llamado a romper las antiguas tablas de la Ley y levantar posteriormente algo nuevo. El método del martillazo consta de dos momentos

• Criticar y destruir... • Para afirmar y crear.

De este modo, se puede afirmar que la filosofía de nuestro autor comienza siendo una filosofía del martillo (con todo lo que es enemigo de la vida), para terminar siendo una filosofía vitalista (esto es: una filosofía que defiende los verdaderos valores vitales). III.- EL DESENMASCARAMIENTO DE LAS FALSIFICACIONES DE LA CULTURA OCCIDENTAL: MORAL Y TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.

III.1.- LA CRÍTICA A LA MORAL. En el prólogo de la “Genealogía de la moral”, Nietzsche se propone llevar a cabo un estudio de los “valores morales”, con el fin de:

1. Determinar la valoración que merecen esos “valores morales” (ver si son signos de fuerza, de vida, de voluntad de vivir, o si, por el contrario, son signos de decadencia, de empobrecimiento y de degeneración de la vida).

2. Encontrar la procedencia de los valores (¿de dónde proceden?) 3. Investigar la “génesis” u “origen” de los valores morales, mostrando en qué circunstancias nacen, cómo

se desarrollan y modifican con el paso del tiempo (método genealógico).

a.- Valoración. La conclusión a la que llega nuestro autor no puede ser más demoledora: la moral tradicional (aquella que más adelante identificaremos con la “moral de esclavos”), ha llevado al hombre a la decadencia, al empobrecimiento y a la negación de la vida. b.- Procedencia de los valores morales. Según Nietzsche, la moral tradicional, con el fin de asegurar la validez, universalidad y obligatoriedad de los valores, ha buscado siempre un fundamento absoluto, eterno y sobrehumano para los mismos (unas veces Dios, otras la Razón, y, en último término,

la METAFÍSICA). Con ello, nos ha hecho creer que el lugar del que proceden dichos valores está situado más allá de esta vida. Ese supuesto lugar sería el ámbito de lo suprasensible, de lo transcedental o metafísico. Desde aquí Nietzsche pretende desenmasacar el pretendido fundamento de los valores, mostrando el verdadero lugar del que proceden:

• Dirá que los valores “no han caído del cielo” (= no vienen de Dios), ni de ningún “otro lugar elevado” (Razón, Idea,... ámbito de lo metafísico). Son los hombres enfrentados entre sí los que se “dan” a sí mismos, su “bien” y su “mal”.

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• En consecuencia, el lugar del que “emergen” los valores no es otro que la “voluntad de poder”: un combate incesante de instintos y fuerzas que luchan entre sí para conseguir la dominación y el poder. Dicho poder (o lucha por la “dominación” y “sometimiento” de unos hacia otros) es el responsable de la moral.

• Pero según Nietzsche, en la moral occidental, la voluntad de poder sólo ha manifestado su aspecto más “negativo”

o No sólo por haber identificado lo “bueno” con lo “decadente” (esto es, con todo aquello que niega la vida), sino sobre todo porque dichos valores son producto del “resentimiento”, esto es: han surgido como reacción a la propuesta creador del “señor” (“voluntad de poder reactiva”).

o Por otra parte, la moral occidental, al enmascarar la verdadera procedencia de los valores ha provocado que el hombre olvide su poder creador, sea incapaz de darse sus propios valores, acepte y asimile los ajenos y se convierta en un esclavo de ellos.

c.- Génesis, desarrollo y modificación de los valores morales. Una vez vista la verdadera procedencia de los valores, Nietzsche aplica el método “genealógico” a los términos “bueno” y “malo”, con el fin de desentrañar el “origen”, “desarrollo” y la “modificación” de dichos valores. Filología, lo bueno y lo malo:

En todas las lenguas “bueno” significó originariamente “lo noble y aristocrático”, en contraposición a “malo” que hacía referencia a lo “simple, vulgar y plebeyo”. Tenemos así que, mientras lo “bueno” pertenece al “señor”, lo “malo” es propio del “esclavo.

• El “esclavo” es el individuo que no es capaz de valorarse a sí mismo, por lo que necesita de la opinión y el reconocimiento de los demás (del “amo”) para estimarse. Es el “señor” el que tiene que decirle lo que ha de hacer (heteronomía moral...).

• El “señor”, por el contrario, es aquel que, por su propia fuerza, se manda a sí mismo; confía en su valía y no necesita que nadie le ponga metas. A diferencia del esclavo, el señor necesita crear, engendrar...

Todo esto le lleva a nuestro autor a afirmar la existencia de una “moral de los

señores” afirmativa, creadora, noble y aristocrática10. La cuestión es ¿cómo hemos llegado (desde esta “moral de los señores”) a la moral occidental (decadente y

enemiga de la Vida)? Según Nietzsche por una “inversión” o “transmutación” de los valores. Inversión o transmutación de los valores. Posteriormente, por resentimiento, surgieron toda una serie de valores morales enemigos de la vida (y es que el “resentimiento” se vuelve creador y es capaz de producir valores). Dicha “creación” fue obra también de la “voluntad de poder” pero reactiva (esto es: como reacción frente a la “moral de los señores”). De este modo se produce una nueva comprensión de lo “bueno” y de lo “malo”: “bueno” = compasión (=esclavo); “malo” = crueldad (=señor). Es la sublevación y

10 Cuando habla de la “moral de los señores”, Nietzsche está pensando en la Grecia preclásica ¿Qué valores morales había, según Nietzsche, en ella? Evidentemente los “valores homéricos”. Si a un griego le preguntasen “¿qué es lo bueno?, respondería fijándose en algún héroe de la Antigüedad. Seguramente le vendrían a la cabeza las figuras de Ulises y de Aquiles, se acordaría de los últimos ganadores de la Olimpiada o del gran rey Agamenón de Mecenas. Lo bueno, para los griegos, hace referencia a lo fuerte y noble. Esta moralidad la denomina Nietzsche moral de señores o moral aristocrática. Esta moral es una moral que, según nuestro autor, afirma la Vida. La Vida, como hemos dicho, es fortaleza, es creatividad, es desmesura. Y los héroes griegos expresan precisamente esto: fuerza, creatividad, tensión... pasión.

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victoria de los esclavos (moral de los esclavos), en la que el débil quiere dominar y someter al fuerte11. Esta transmutación fue llevada a cabo por Sócrates y la religión judeo-cristiana (la casta sacerdotal judía y el cristianismo).

Según nuestro autor, Cristo y su evangelio son enemigos de la Vida. La moral cristiana es una “moral de esclavos” que odia la Vida:

• De un lado afirma como “bienaventurados” a los pobres, los humildes...(= esclavos).

• Considera “malo” cualquier impulso vital que hay en el ser humano: reprime su sexualidad por considerarla pecaminosa, se avergüenza de su fortaleza llamándola “soberbia”...

• Quita valor a esta Vida, exigiendo al cristiano “renunciar” a este mundo para conseguir “otro” mundo mejor (la otra VIDA).

• Introduce el concepto de “pecado” y “culpa”, esto es: reprocha al hombre hacer uso de sus impulsos vitales...

“En verdad, los hombres se dieron a sí mismos su bien y su mal. En verdad, no los tomaron ni los encontraron ni los escucharon como una voz caída del cielo. El hombre fue quien puso los valores sobre las cosas a fin de sobrevivir. ¡Fue él quien creó el sentido de las cosas, un sentido humano! (...) Valorar es crear. (...) Los valores cambian cuando el creador se transforma. Quien debe crear tiene también que destruir” (Así hablaba Zaratustra, Primera parte, “De los mil y un objetos”, pp. 81-82). “Quien quiera ser creador en el bien y en el mal, deberá comenzar por destruir y por romper los valores” (Así hablaba Zaratustra, Primera parte, “De la victoria sobre sí mismo”, pag. 129). “La rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve creador y engendra valores: el resentimiento de aquellos seres a quienes les está vedada la auténtica reacción, la reacción de la acción, y que se desquitan únicamente con una venganza imaginaria. Mientras que toda moral noble nace de una triunfante afirmación de sí misma, la moral de los esclavos dice “no”, ya de antemano, a un “afuera”, a un “otro”, a un “no-yo”; y ese “no” es lo que constituye su acción creadora. Esta inversión de la mirada que establece valores – esta necesidad de dirigirse hacia fuera en lugar de volverse hacia sí - forma parte precisamente del resentimiento. Para surgir, la moral de los esclavos necesita siempre primero de un mundo opuesto y externo (...), su acción es reacción. Lo contrario ocurre en la manera noble de valorar: ésta actúa y brota espontáneamente, busca su opuesto tan sólo para decirse sí a sí misma con mayor agradecimiento, con mayor júbilo”(Genealogía de la moral 10). “Han sido los judíos quienes, siguiendo una lógica terrible, se han atrevido a invertir la identificación aristocrática de los vales (bueno = noble = poderoso = bello = feliz = amado de Dios), y han mantenido... la inversión de que “los miserables son los buenos; los pobres, los impotentes, los bajos son los únicos buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los deformes son asimismo piadosos, los únicos a los que bendice Dios”” (Genealogía de la moral 7). “Una raza de resentidos terminará siendo necesariamente más inteligente que cualquier raza noble, dado que venerará la inteligencia de una forma distinta a como lo hace una raza noble: a saber, como la más importante condición de existencia. Por el contrario, entre hombres nobles, lo más fácil es que se vea la inteligencia como lujo y refinamiento delicados. Para los nobles la inteligencia no es algo tan esencial como lo son (...) los instintos inconscientes; incluso valoran como positivo una cierta falta de inteligencia, por ejemplo en situaciones tales como cuando el valiente se lanza a ciegas hacia el peligro o hacia su enemigo, o cuando hace gala espontaneidad

11 Esta moral de esclavos (la moral occidental) nace con una “voluntad de dominio” por parte del débil hacia el fuerte. Ocurre que el débil tiene miedo de enfrentarse al fuerte con sus propias armas, las armas de la vitalidad, ya que evidentemente perdería. Ahora bien, tiene una carta en su favor: la inteligencia. Los débiles son más inteligentes, simplemente porque necesitan serlo. Ésta es su única baza en la batalla por la vida. El noble siempre vio en la inteligencia un lujo, algo accesorio, cuya exhibición era considerada de mal gusto. A partir de aquí, los débiles, los resentidos, crean una moral que tiene como objetivo invertir los términos y conseguir que el fuerte sienta “vergüenza” al usar su fortaleza. Para poder imponer esta moral, los débiles crean toda una serie de justificaciones metafísicas destinadas a hacer renunciar a los fuertes de su fortaleza. Estas construcciones metafísicas son fundamentalmente la teoría de las ideas de Platón, y su versión popular: la religión judeo-cristiana (platonismo para el pueblo).

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en los sentimientos de ira, amor, respeto, agradecimiento y venganza, sentimientos que han caracterizado siempre a las almas nobles”. (Genealogía de la moral 10).

III.2.- LA CRÍTICA A LA RAZÓN.

El origen del conocimiento. Afirma nuestro autor que la forma más básica de conocimiento es la intuición (= sensación). Gracias a ella tenemos un conocimiento directo, inmediato e individual de la realidad. Ésta, la intuición, es la única forma de captar la Vida. A pesar de todo, la intuición se limita a captar la relación de las cosas con el hombre, no la cosa en-sí. Pues bien: estas intuiciones son expresadas por medio del lenguaje. El lenguaje crea metáforas (palabras) para expresar las intuiciones12. Pero las palabras (aunque lo pretendan) no son la realidad, dado que la esencia de las cosas (la cosa en-sí) queda siempre oculta. Más aún: las palabras son “metáforas” aceptadas socialmente, esto es, una designación de las cosas uniforme, obligatoria y válida para los miembros de una sociedad. En adelante, todo aquello que coincida con la metáfora será considerado verdadero, y lo que no, falso. Esta es la primera falsificación.

Pero la metáfora se transforma en concepto. El concepto se forma por la “comparación” de casos particulares, en los que las diferencias individuales son “desechadas”. Pongamos un ejemplo: el concepto “hoja”. Mediante este concepto pensamos que representamos a todas las hojas del mundo. Sin embargo esta operación es mentirosa: el concepto “hoja” se refiere a realidades que en el lenguaje resultan iguales, pero que en la realidad cada una de ellas es absolutamente individual y distinta, y, además, en constante cambio. También con el concepto creemos llegar a la “esencia” a lo “en-sí”, cuando esto es imposible. Se produce así una segunda falsificación: si la metáfora falsea la intuición, el concepto falsea la metáfora (“Los conceptos son necrópolis de intuiciones”).

De todo lo dicho hasta aquí se deriva una visión perspectivista del conocimiento humano:

• Los hechos en-sí son incognoscibles, • Sólo contamos con interpretaciones o perspectivas plurales y diversas. • Consecuentemente, lo que llamamos “verdad” no es más que el triunfo de una “perspectiva” sobre

otras. • Dicho triunfo es el producto de una voluntad de poder, pero no afirmativa sino reactiva, dado que, al

presentar nuestros conocimientos como verdaderos (esto es: como absolutos y definitivos), falsean el lugar del que surgen y conducen a un extrañamiento de la voluntad de poder del individuo (le hacen olvidar su poder creador).

III.3.- LA CRÍTICA A LA FILOSOFÍA (Metafísica platónica).

Ya hemos adelantado algo de todo esto: los filósofos que surgieron a partir de Sócrates (en concreto Platón) propusieron unos ideales que negaban ese carácter ambicioso de los griegos, creando hombres miedosos, inseguros e inauténticos. Las ideas platónicas hicieron depender al hombre de un mundo extraño, renegando de sí mismos, de su independencia y de su alegría de vivir. Según Nietzsche, dos son los errores de Platón:

12 Según Nietzsche, el lenguaje une un estímulo con una imagen y, después, la imagen con un sonido (palabra).

De la misma manera que la moral, con el fin de asegurar la universalidad y obligatoriedad de los valores, ha recurrido a un fundamento último y sobrehumano, así también la razón, para asegurar la universalidad y verdad de los conocimientos ha recurrido a “lo suprasensible”, lo “transcendental” o lo “metafísico” como lugar del que nacen dichos conocimientos. Esta es la razón por la que Nietzsche cree necesario preguntarse por el verdadero origen de éstos.

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• Haber despreciado este mundo (sensible y cambiante). • Haber dado origen a un dualismo, al afirmar la existencia de dos mundos:

o El sensible, que para él sería el del no-ser, el falso; o Y el inteligible, el del ser, el verdadero.

Este dualismo traería consigo un desprecio por las cosas, por la realidad y por la vida. III.3.- LA CRÍTICA A LA METAFÍSICA.

Nietzsche critica la metafísica tradicional y, más en concreto, a Platón. Según nuestro autor, los filósofos han cometido el error de considerar el “ser” como algo fijo e inmutable. Por esta razón se han inventado “otro” mundo -al que consideran “verdadero” y “real”-, en oposición a éste -al que desprecian por considerarlo”aparente”-. Esta invención ha sido obra de un “resentimiento” hacia la vida, hacia el devenir, hacia todo lo instintivo e irracional. Una vez creado ese otro mundo han situado allí el fundamento de la verdad y de los valores morales (= el lugar del que estos nacen), haciéndonos creer en la existencia de algo (conocimientos, valores...) universal e inmutable13. Frente a todo esto, Nietzsche afirma que tan sólo es real mundo aparente y que el devenir captado por los sentidos constituye la verdadera y única realidad. Todas estas falsificaciones y negaciones de la vida presentes en la cultura occidental, son las responsables del nihilismo en el que se encuentra el hombre actual, un nihilismo que se ha hecho patente tras la “muerte de Dios”. IV.- EL NIHILISMO Y LA MUERTE DE DIOS.

“¿ No habéis oído hablar de ese hombre loco que, en pleno día, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando sin cesar, “busco a Dios, busco a Dios”? Como allí había muchos que no creían en Dios, su grito provocó la risa. “Qué, ¿se ha perdido Dios?”, decía uno. “¿Se ha perdido como un niño pequeño?”, preguntaba otro. “¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?” Así gritaban y reían con gran confusión. El loco se precipitó en medio de ellos y los traspasó con la mirada: “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos podido hacer eso? (...) ¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? (...). Lo que el mundo poseía de más sagrado y poderoso se ha desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esa sangre? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia.

13 Como los conocimientos y los valores morales provienen no de este mundo, sino del otro (ámbito de lo suprasensible, transcendental o metafísico), sólo ellos son universales e inmutables.

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Aquí calló el loco y miró de nuevo a sus oyentes; ellos también callaron y le contemplaron con extrañeza. Por último, arrojó al suelo la linterna, que se apagó y rompió en mil pedazos: “He llegado demasiado pronto, dijo. No es aún mi hora. Este gran acontecimiento está en camino, todavía no ha llegado a oídos de los hombres (...). Este acto está más lejos de los hombres que el acto más distante; y, sin embargo, ellos lo han realizado.”

(“La gaya ciencia”)

Según Nietzsche el hombre del siglo XIX ha asistido a un acontecimiento fundamental: la muerte de Dios. “Dios ha muerto” y, en consecuencia, los “valores supremos” de la cultura occidental se han desmoronado, han perdido su valor. Lo que hasta entonces se había considerado como verdadero o valioso, ahora es “nada” (nihilismo). Por esta razón nuestro autor considera que el término “nihilismo” resume muy bien lo que ha sido la cultura occidental: la historia de Occidente ha sido la historia de una decadencia, de una constante negación (moral, filosófica, religiosa y científica) de los auténticos valores vitales, y ahora es cuando nos hemos dado cuenta de ello. Como se puede observar, el nihilismo del que aquí habla nuestro autor es un “nihilismo negativo” o “reactivo”, pues a esta situación nos ha llevado aquella “voluntad de poder reactiva” que ha estado detrás de todas las creaciones de la cultura occidental. A partir de aquí, son dos las posibilidades que se abren ante nosotros: permanecer en ese vacío o nada que ha dejado ante nuestros ojos la muerte de Dios (“nihilismo pasivo”) o afrontar su muerte y sacar de ella un impulso creativo que afirme la vida (“nihilismo activo”). Esto último será lo que proponga nuestro autor. V.- LA AFIRMACIÓN DE LA VIDA (NIHILISMO ACTIVO). La propuesta de Nietzsche para afirmar la vida se concreta en tres puntos: la llegada del superhombre, la voluntad de poder y el eterno retorno.

V.I.- La llegada del superhombre y la voluntad de poder. Recordaremos cómo Nietzsche afirmaba que “hablaba para un hombre que aún no había llegado”. Ese hombre es el superhombre (Nietzsche decía que “el hombre es algo que debe ser superado” y que “el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre” – Así hablaba Zaratustra-). A él corresponde la tarea de destruir y derribar los fundamentos de la cultura occidental (filosofía del martillazo), con el fin de crear unos nuevos valores que afirmen la Vida. Esto sólo lo logrará dejando actuar su voluntad de poder, esto es: su poder creativo. Pero para que llegue el superhombre, el hombre tiene que pasar por tres metamorfosis o transformaciones14: del camello obediente (metáfora del hombre occidental, aplastado por el peso de la moral, la metafísica... –nihilismo reactivo-), al león destructor (metáfora del Nietzsche del martillazo), hasta que,

14 Las tres metamorfosis son las del “camello”, el “león” y el “niño”:

1. El camello es un animal manso y dócil, que puede llevar una pesada carga. Hace referencia al hombre occidental que ha tenido que soportar durante más de dos mil años la “pesada carga” de la religión, la moral, la metafísica... (nihilismo reactivo)

2. Pero la humanidad no puede soportar indefinidamente esta situación, por eso llegará un momento en que, igual que un león, el hombre se manifestará en toda su fiereza y acabará con todo lo que hasta entonces se había tenido por seguro y sagrado. Es el momento de la filosofía del martillazo.

3. A partir de aquí, Nietzsche anuncia la llegada del niño y, con él, de una nueva era. El niño (superhombre) se caracterizará por la libertad, el juego y la creatividad: Es preciso construir un nuevo mundo, una nueva cultura y el punto de partida es el de la inocencia y alegría de un niño que no respeta ninguna regla impuesta desde el exterior: el juego genera de forma espontánea sus propias reglas, que en ningún caso hay que tomar demasiado en serio: siempre pueden ser cambiadas por otras más divertidas o emocionantes (pero no más justas o verdaderas).

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por fin, llegue el niño, imagen de aquel que, haciendo uso de su “voluntad de poder afirmativa o activa”, crea sus propios valores, valores que afirman la Vida (nihilismo activo).

V.II.- El eterno retorno.

La idea del eterno retorno se encuadra dentro de la voluntad de Nietzsche por afirmar la Vida, esta vida, como la única que existe. Se impone así una imagen cíclica del tiempo, frente a otra lineal (característica de la tradición judeo-cristiana). Pero afirmar el eterno retorno no significa apostar por la constante repetición de lo mismo. Lo que “se repite” con el eterno retorno es la “capacidad creadora” del superhombre, esto es: su “voluntad de poder” para afirmar la Vida.

En definitiva, el superhombre es aquel que tras conocer la “muerte de Dios” y, con ello, la ausencia de normas y valores absolutos, no queda sumido en el vacío que su muerte deja, ni busca nuevos refugios, sino que logra sacar de todo ello un impulso

creador de cara a afirmar la Vida.

“Esta es mi doctrina: el que quiera llegar a aprender a volar un día, debe, de antemano, aprender a tenerse en pie, a andar, a correr, a saltar, a trepar y a bailar. ¡No se aprende a volar de buenas a primeras! He aprendido a escalar más de una ventana con escalas de cuerda; con ágiles piernas he trepado a elevados mástiles del conocimiento, qué felicidad!...; flamear como diminutas llamas sobre elevados mástiles: solamente una lucecita; pero, sin embargo, ¡qué consuelo tan grande para los buques encallados y para los náufragos!... He llegado a mi verdad por muchos caminos y de muchas maneras: no he ascendido por una sola escala a la altura desde la que mi vista mira hacia lo lejano. Y cuando he preguntado por mi camino ha sido siempre contra mi voluntad... y ¡esto me contrarió siempre! He preferido siempre preguntar y probar a los mismos caminos. Probar y preguntar: tal fue toda mi manera de caminar: y ¡en verdad, necesario es también responder a semejantes preguntas! Pues esto es de mi gusto: ... no es bueno ni mal gusto, pero es mi gusto, del cual no tengo por qué sentir vergüenza ni ocultarme. Tal es a hora mi camino... ¿dónde está el vuestro? Esto es lo que yo respondía a los que me preguntaban por “el camino”. Porque el camino..., el camino no existe”.

(Así hablaba Zaratustra, Segunda parte, “Del espíritu de la pesadez 2”, pp. 200-201).

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