El sabor del bicentenario

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Enrique Condés Lara. Año I, Número 2, 1a. quincena de Octubre 2010 Bicentenario Gloria Tirado Villegas Desde la facultad Mariano Torres Bautista Estela Munguía Escamilla Rosario Torres Domínguez Surtido rico Demetrios Carcharias Musica para camaleones Oscar López Hernández Engaño El fraude del eslabón perdido Documentos Sentimientos de la Nación Plan de Iguala REINCIGRAMA Torcuato Serapio E l mole se volvió imprescindible en las fies- tas: la del pueblo, la del santo patrono, la del casamiento, el bautizo, y hasta en los velorios. La receta original del mole, atri- buida a una monja del convento de Santa Rosa, pasó de familia en familia, de generación en ge- neración, hasta lograr tantas versiones como textura y picor distintos hay. Se atribuye también a San Pascual Bailón, cocinero de un convento, el lograr tan excelentes manjares, leyendas construidas una y otra vez que nos llevan a esos espacios de recogimiento y menesteres casi milagrosos. Es el caso también de los chiles en nogada, que a diferencia del mole se elaboran solamente en el mes de agosto, cuando se cosechan todas las frutas que inte- gran la receta. “Una cocina como la poblana no podría existir sin la presencia de la gente del cielo”, dice Paco Ignacio Taibo en El mole de todos los moles. Tampo- co sin las monjas, agrego. Cuenta la historia que fue don Agustín de Iturbide a quien le prepararon por vez primera los chiles en nogada, creados, para variar, por las monjas o madres contemplativas agustinas del Convento de Santa Mó- nica. Iturbide no imaginó la veneración que se tendría a este manjar con que se deleitó sin conocer el inge- nio de las madres. La leyenda relatada una y otra vez, no resulta ingenua en una ciudad donde mayoritaria- mente hicieron presencia las fuerzas realistas y donde imperó un sistema de autodefensa de los insurgentes. En esta ciudad fue bien recibido el personaje más con- troversial de este episodio histórico, pues era la plaza más importante en la estrategia para ser reconocido como Emperador. Según don Enrique Cordero y Torres, la leyenda cuenta que eran tres hermanas, hijas de legítimos pa- dres criollos, que se encontraban en la ciudad de Méxi- co cuando entró a esa ciudad el Ejército de las Tres Garantías. Las hermanas fueron enamoradas por tres apuestos oficiales. Cuando la familia regresó a Puebla, las jóvenes quedaron de verse allá con sus enamorados, pues muy pronto don Agustín iría a Puebla, la primera ciudad de la nación proclamada libre. Las jóvenes pidieron a las monjas un platillo para halagar a Iturbide. Uno de los oficiales les dijo que al generalísimo le agradan mucho los guisos regionales, “es un excelente gastrónomo; obséquienle un platillo en el que se empleen materiales que tengan los colo- res de la recién instituida bandera mexicana. ¡Será una gran sorpresa!” Y así lo hicieron. Las monjitas emplearon chiles del tiempo, de San Martín Texmelucan; les quitaron las venas y la capa que cubre el chile. Los rellenaron con picadillo menudito de carne de res o de puerco, de la matanza famosa de San Antonio del Puente o de Cholula, y en su caso de Tecali, ya que los animales de ahí eran bien cebados. Mezclaron la carne con mil sa- bores: jugo de clavo y canela; pasta semiseca de la mo- lienda; duraznos de las huertas de Huejotzingo, man- zanas, de las mejores de Zacatlán; peras de la famosa huerta de los padres carmelitas, de esta levítica Puebla (todo esto molido), y como aderezo piñones, pasas, al- mendras, etc. Pasta única que ni el propio patrono de las cocineras, San Pascual Bailón, hubiera imaginado. Después “capiaron” los chiles con huevos de los ranchos de Tepeaca, Amozoc o Acajete, friéndolos, aunque fuese muy costoso, con la deliciosa mantequi- lla de Chipilo. ¡Aquí ya estaba el color v erde! Hicieron una salsa de nuez, de preferencia de Cal- pan, donde hay muy buenas y abundantes nogaleras, como en otras partes del territorio poblano; la licuaron un poco con el mejor de los vinos, también regional, que los hay rivales de los extranjeros. La tarea más pe- sada y tardada de todo era pelar cientos de nueces y en ella emplearon una legión de ayudantes. La salsa se echó en abundancia sobre los chiles, cubriéndolos totalmente. Aquí estaba ya, también, el color blanco. Por último, sobre la nogada pusieron abundante- mente sépalos o dientecillos de granadas, de las únicas para esta exquisitez: de Tehuacán, que por su exclusi- vidad se le llama a esta importante ciudad “de las gra- nadas”. Finalmente el color rojo estaba aquí. Y más aderezo: hojitas frescas, verdes, de perejil, esparcidas en el platillo poblano. Y ¡cumplido en abso- luto el encargo!, amén. El 3 de agosto arribó a Puebla don Agustín de Iturbide, cabeza de la primera Regencia de la Nación Mexicana, ya libre y soberana. Fue la apoteosis. En el banquete le sirvieron los chiles en nogada, el platillo guisado ex profeso para él en un banquete de ciento cincuenta cubiertos, servido en la casa de las tres her- mosas jóvenes de nuestra relación. Realmente fue una sorpresa para el Libertador, para sus ayudantes que promovieron la hechura del exquisito platillo y para todos los comensales. El ofrecimiento tocó hacerlo al Superior de los Agustinos, quien advirtió que en este mes se celebraba al santo Patrono de la Orden, el día 28, y que “en nom- bre de esa comunidad religiosa, principalmente de las madrecitas de Santa Mónica, se adelantaba la cuelga al Excelentísimo Señor Jefe del Estado Mexicano, ya que su nombre era Agustín”. Los chiles en nogada no podían haber nacido en mejor momento, y representar los tres colores de la bandera. Son el crisol del mestizaje, de esa extraña combinación de dulce, picante y salado. Es el platillo barroco por excelencia. En Puebla se sigue la tradi- ción, aunque de la receta original a la actual hay pe- queñas variaciones. Hoy, a favor de las amas de casa, ya se pueden adquirir las nueces peladas y disminuir el tiempo de elaboración sin el auxilio de una legión de ayudantes. Los chiles en nogada son un platillo caro por los ingredientes que lleva y el tiempo de elaboración. Re- quiere de muchas manos que al mismo tiempo estén pelando, desvenando o capeando. Es sin duda el pla- tillo más representativo de nuestra ciudad. El chile ya desflemado disminuye el picor y el extranjero lo puede comer sin reparo alguno. El mexicano está acostum- brado a que el extranjero pregunte: “¿esto pica?”, y le aseguramos que lo comerá sin problema, pero el mexi- cano lo preferirá con el picor acostumbrado en nuestra cultura gastronómica. Elegidos como el platillo que representa a Puebla en sabor del Bi-Centenario, se ofrecen en todos los restaurantes de la ciudad. * La autora, Doctora en Historia por la UNAM, es in- vestigadora del ICS y H de la BUAP. Gloria A. Tirado Villegas* Después “capiaron” los chiles con huevos de los ranchos de Tepeaca, Amozoc o Acajete, friéndolos, aunque fuese muy costoso, con la deliciosa mantequilla de Chipilo. ¡Aquí ya estaba el color verde! En nuestra herencia gastronómica los chiles en Nogada han logrado desde hace años el respeto de muchos paladares de vecinos y avecindados. El mole, el pipián y los chiles en nogada ocupan su lugar entre los platillos preferidos. Estos platillos se volvieron comida de grandes fiestas apenas fueron creados. Enrique Condés Lara. Año I, Número 1, 2a. quincena de Septiembre 2010 E l mole se volvió imprescindible en las fies- tas: la del pueblo, la del santo patrono, la del casamiento, el bautizo, y hasta en los velorios. La receta original del mole, atri- buida a una monja del convento de Santa Rosa, pasó de familia en familia, de generación en ge- neración, hasta lograr tantas versiones como textura y picor distintos hay. Se atribuye también a San Pascual Bailón, cocinero de un convento, el lograr tan excelentes manjares, leyendas construidas una y otra vez que nos llevan a esos espacios de recogimiento y menesteres casi milagrosos. Es el caso también de los chiles en nogada, que a diferencia del mole se elaboran solamente en el mes de agosto, cuando se cosechan todas las frutas que inte- gran la receta. “Una cocina como la poblana no podría existir sin la presencia de la gente del cielo”, dice Paco Ignacio Taibo en El mole de todos los moles. Tampo- co sin las monjas, agrego. Cuenta la historia que fue don Agustín de Iturbide a quien le prepararon por vez primera los chiles en nogada, creados, para variar, por las monjas o madres contemplativas agustinas del Convento de Santa Mó- nica. Iturbide no imaginó la veneración que se tendría a este manjar con que se deleitó sin conocer el inge- nio de las madres. La leyenda relatada una y otra vez, no resulta ingenua en una ciudad donde mayoritaria- mente hicieron presencia las fuerzas realistas y donde imperó un sistema de autodefensa de los insurgentes. En esta ciudad fue bien recibido el personaje más con- troversial de este episodio histórico, pues era la plaza más importante en la estrategia para ser reconocido como Emperador. Según don Enrique Cordero y Torres, la leyenda cuenta que eran tres hermanas, hijas de legítimos pa- se encontraban en la ciudad de Méxi- co cuando entró a esa ciudad el Ejército de las Tres Garantías. Las hermanas fueron enamoradas por tres apuestos oficiales. Cuando la familia regresó a Puebla, las jóvenes quedaron de verse allá con sus enamorados, pues muy pronto don Agustín iría a Puebla, la primera ciudad de la nación proclamada libre. Las jóvenes pidieron a las monjas un platillo para halagar a Iturbide. Uno de los oficiales les dijo que al generalísimo le agradan mucho los guisos regionales, “es un excelente gastrónomo; obséquienle un platillo en el que se empleen materiales que tengan los colo- res de la recién instituida bandera mexicana. ¡Será una gran sorpresa!” Y así lo hicieron. Las monjitas emplearon chiles del tiempo, de San Martín Texmelucan; les quitaron las venas y la capa que cubre el chile. Los rellenaron con picadillo menudito de carne de res o de puerco, de la matanza famosa de San Antonio del Puente o de Cholula, y en su caso de Tecali, ya que los animales de ahí eran bien cebados. Mezclaron la carne con mil sa- bores: jugo de clavo y canela; pasta semiseca de la mo- lienda; duraznos de las huertas de Huejotzingo, man- zanas, de las mejores de Zacatlán; peras de la famosa huerta de los padres carmelitas, de esta levítica Puebla (todo esto molido), y como aderezo piñones, pasas, al- mendras, etc. Pasta única que ni el propio patrono de las cocineras, San Pascual Bailón, hubiera imaginado. Después “capiaron” los chiles con huevos de los ranchos de Tepeaca, Amozoc o Acajete, friéndolos, aunque fuese muy costoso, con la deliciosa mantequi- lla de Chipilo. ¡Aquí ya estaba el color v erde! Hicieron una salsa de nuez, de preferencia de Cal- pan, donde hay muy buenas y abundantes nogaleras, como en otras partes del territorio poblano; la licuaron un poco con el mejor de los vinos, también regional, que los hay rivales de los extranjeros. La tarea más pe- sada y tardada de todo era pelar cientos de nueces y en ella emplearon una legión de ayudantes. La salsa se echó en abundancia sobre los chiles, cubriéndolos totalmente. Aquí estaba ya, también, el color blanco. Por último, sobre la nogada pusieron abundante- mente sépalos o dientecillos de granadas, de las únicas para esta exquisitez: de Tehuacán, que por su exclusi- vidad se le llama a esta importante ciudad “de las gra- nadas”. Finalmente el color rojo estaba aquí. Y más aderezo: hojitas frescas, verdes, de perejil, esparcidas en el platillo poblano. Y ¡cumplido en abso- luto el encargo!, amén. El 3 de agosto arribó a Puebla don Agustín de Iturbide, cabeza de la primera Regencia de la Nación Mexicana, ya libre y soberana. Fue la apoteosis. En el banquete le sirvieron los chiles en nogada, el platillo guisado ex profeso para él en un banquete de ciento cincuenta cubiertos, servido en la casa de las tres her- mosas jóvenes de nuestra relación. Realmente fue una sorpresa para el Libertador, para sus ayudantes que promovieron la hechura del exquisito platillo y para todos los comensales. El ofrecimiento tocó hacerlo al Superior de los Agustinos, quien advirtió que en este mes se celebraba al santo Patrono de la Orden, el día 28, y que “en nom- bre de esa comunidad religiosa, principalmente de las madrecitas de Santa Mónica, se adelantaba la cuelga al Excelentísimo Señor Jefe del Estado Mexicano, ya que su nombre era Agustín”. Los chiles en nogada no podían haber nacido en mejor momento, y representar los tres colores de la bandera. Son el crisol del mestizaje, de esa extraña combinación de dulce, picante y salado. Es el platillo barroco por excelencia. En Puebla se sigue la tradi- ción, aunque de la receta original a la actual hay pe- queñas variaciones. Hoy, a favor de las amas de casa, ya se pueden adquirir las nueces peladas y disminuir el tiempo de elaboración sin el auxilio de una legión de ayudantes. Los chiles en nogada son un platillo caro por los ingredientes que lleva y el tiempo de elaboración. Re- quiere de muchas manos que al mismo tiempo estén pelando, desvenando o capeando. Es sin duda el pla- tillo más representativo de nuestra ciudad. El chile ya desflemado disminuye el picor y el extranjero lo puede comer sin reparo alguno. El mexicano está acostum- brado a que el extranjero pregunte: “¿esto pica?”, y le aseguramos que lo comerá sin problema, pero el mexi- cano lo preferirá con el picor acostumbrado en nuestra cultura gastronómica. Elegidos como el platillo que representa a Puebla en sabor del Bi-Centenario, se ofrecen en todos los restaurantes de la ciudad. * La autora, Doctora en Historia por la UNAM, es in- vestigadora del ICS y H de la BUAP. Gloria A. Tirado Villegas* Después “capiaron” los chiles con huevos de los ranchos de Tepeaca, Amozoc o Acajete, friéndolos, aunque fuese muy costoso, con la deliciosa mantequilla de Chipilo. ¡Aquí ya estaba el color verde! En nuestra herencia gastronómica los chiles en Nogada han logrado desde hace años el respeto de muchos paladares de vecinos y avecindados. El mole, el pipián y los chiles en nogada ocupan su lugar entre los platillos preferidos. Estos platillos se volvieron comida de grandes fiestas apenas fueron creados. * Reincidente no incluye sección de Sociales reincidentes 2 ok.indd 1 06/10/2010 04:20:41 p.m.

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En nuestra herencia gastronómica los chiles en Nogada han logrado desde hace años el respeto de muchos paladares de vecinos y avecindados. El mole, el pipián y los chiles en nogada ocupan su lugar preferidos. Estos platillos se volvieron comida de grandes fiestas apenas fueron creados.

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Page 1: El sabor del bicentenario

Enrique Condés Lara.

Año I, Número 2, 1a. quincena de Octubre 2010

BicentenarioGloria Tirado Villegas

Desde la facultadMariano Torres Bautista

Estela Munguía EscamillaRosario Torres Domínguez

Surtido ricoDemetrios Carcharias

Musica para camaleonesOscar López Hernández

EngañoEl fraude del eslabón perdido

DocumentosSentimientos de la Nación

Plan de Iguala

REINCIGRAMATorcuato Serapio

El mole se volvió imprescindible en las fies-tas: la del pueblo, la del santo patrono, la del casamiento, el bautizo, y hasta en los velorios. La receta original del mole, atri-buida a una monja del convento de Santa

Rosa, pasó de familia en familia, de generación en ge-neración, hasta lograr tantas versiones como textura y picor distintos hay. Se atribuye también a San Pascual Bailón, cocinero de un convento, el lograr tan excelentes manjares, leyendas construidas una y otra vez que nos llevan a esos espacios de recogimiento y menesteres casi milagrosos.

Es el caso también de los chiles en nogada, que a diferencia del mole se elaboran solamente en el mes de agosto, cuando se cosechan todas las frutas que inte-gran la receta. “Una cocina como la poblana no podría existir sin la presencia de la gente del cielo”, dice Paco Ignacio Taibo en El mole de todos los moles. Tampo-co sin las monjas, agrego.

Cuenta la historia que fue don Agustín de Iturbide a quien le prepararon por vez primera los chiles en nogada, creados, para variar, por las monjas o madres contemplativas agustinas del Convento de Santa Mó-nica. Iturbide no imaginó la veneración que se tendría a este manjar con que se deleitó sin conocer el inge-nio de las madres. La leyenda relatada una y otra vez, no resulta ingenua en una ciudad donde mayoritaria-

mente hicieron presencia las fuerzas realistas y donde imperó un sistema de autodefensa de los insurgentes. En esta ciudad fue bien recibido el personaje más con-troversial de este episodio histórico, pues era la plaza más importante en la estrategia para ser reconocido como Emperador.

Según don Enrique Cordero y Torres, la leyenda cuenta que eran tres hermanas, hijas de legítimos pa-dres criollos, que se encontraban en la ciudad de Méxi-

co cuando entró a esa ciudad el Ejército de las Tres Garantías. Las hermanas fueron enamoradas por tres apuestos oficiales. Cuando la familia regresó a Puebla, las jóvenes quedaron de verse allá con sus enamorados, pues muy pronto don Agustín iría a Puebla, la primera ciudad de la nación proclamada libre.

Las jóvenes pidieron a las monjas un platillo para halagar a Iturbide. Uno de los oficiales les dijo que al generalísimo le agradan mucho los guisos regionales, “es un excelente gastrónomo; obséquienle un platillo en el que se empleen materiales que tengan los colo-res de la recién instituida bandera mexicana. ¡Será una gran sorpresa!”

Y así lo hicieron. Las monjitas emplearon chiles del tiempo, de San Martín Texmelucan; les quitaron las venas y la capa que cubre el chile. Los rellenaron con picadillo menudito de carne de res o de puerco, de la matanza famosa de San Antonio del Puente o de Cholula, y en su caso de Tecali, ya que los animales de ahí eran bien cebados. Mezclaron la carne con mil sa-bores: jugo de clavo y canela; pasta semiseca de la mo-lienda; duraznos de las huertas de Huejotzingo, man-zanas, de las mejores de Zacatlán; peras de la famosa huerta de los padres carmelitas, de esta levítica Puebla (todo esto molido), y como aderezo piñones, pasas, al-mendras, etc. Pasta única que ni el propio patrono de las cocineras, San Pascual Bailón, hubiera imaginado.

Después “capiaron” los chiles con huevos de los ranchos de Tepeaca, Amozoc o Acajete, friéndolos, aunque fuese muy costoso, con la deliciosa mantequi-lla de Chipilo. ¡Aquí ya estaba el color v erde!

Hicieron una salsa de nuez, de preferencia de Cal-pan, donde hay muy buenas y abundantes nogaleras, como en otras partes del territorio poblano; la licuaron un poco con el mejor de los vinos, también regional, que los hay rivales de los extranjeros. La tarea más pe-sada y tardada de todo era pelar cientos de nueces y en ella emplearon una legión de ayudantes. La salsa se echó en abundancia sobre los chiles, cubriéndolos

totalmente. Aquí estaba ya, también, el color blanco.Por último, sobre la nogada pusieron abundante-

mente sépalos o dientecillos de granadas, de las únicas para esta exquisitez: de Tehuacán, que por su exclusi-vidad se le llama a esta importante ciudad “de las gra-nadas”. Finalmente el color rojo estaba aquí.

Y más aderezo: hojitas frescas, verdes, de perejil, esparcidas en el platillo poblano. Y ¡cumplido en abso-luto el encargo!, amén.

El 3 de agosto arribó a Puebla don Agustín de Iturbide, cabeza de la primera Regencia de la Nación Mexicana, ya libre y soberana. Fue la apoteosis. En el banquete le sirvieron los chiles en nogada, el platillo guisado ex profeso para él en un banquete de ciento cincuenta cubiertos, servido en la casa de las tres her-mosas jóvenes de nuestra relación. Realmente fue una sorpresa para el Libertador, para sus ayudantes que promovieron la hechura del exquisito platillo y para todos los comensales.

El ofrecimiento tocó hacerlo al Superior de los Agustinos, quien advirtió que en este mes se celebraba al santo Patrono de la Orden, el día 28, y que “en nom-bre de esa comunidad religiosa, principalmente de las madrecitas de Santa Mónica, se adelantaba la cuelga al Excelentísimo Señor Jefe del Estado Mexicano, ya que su nombre era Agustín”.

Los chiles en nogada no podían haber nacido en mejor momento, y representar los tres colores de la bandera. Son el crisol del mestizaje, de esa extraña combinación de dulce, picante y salado. Es el platillo barroco por excelencia. En Puebla se sigue la tradi-ción, aunque de la receta original a la actual hay pe-queñas variaciones. Hoy, a favor de las amas de casa, ya se pueden adquirir las nueces peladas y disminuir el tiempo de elaboración sin el auxilio de una legión de ayudantes.

Los chiles en nogada son un platillo caro por los ingredientes que lleva y el tiempo de elaboración. Re-quiere de muchas manos que al mismo tiempo estén pelando, desvenando o capeando. Es sin duda el pla-tillo más representativo de nuestra ciudad. El chile ya desflemado disminuye el picor y el extranjero lo puede comer sin reparo alguno. El mexicano está acostum-brado a que el extranjero pregunte: “¿esto pica?”, y le aseguramos que lo comerá sin problema, pero el mexi-cano lo preferirá con el picor acostumbrado en nuestra cultura gastronómica. Elegidos como el platillo que representa a Puebla en sabor del Bi-Centenario, se ofrecen en todos los restaurantes de la ciudad.

* La autora, Doctora en Historia por la UNAM, es in-vestigadora del ICS y H de la BUAP.

Gloria A. Tirado Villegas*

Después “capiaron” los chiles con huevos de los ranchos de Tepeaca, Amozoc o Acajete,

friéndolos, aunque fuese muy costoso, con la deliciosa

mantequilla de Chipilo. ¡Aquí ya estaba el color verde!

En nuestra herencia gastronómica los chiles en Nogada han logrado desde hace años el respeto de muchos paladares de vecinos y avecindados. El mole, el pipián y los chiles en nogada ocupan su lugar entre los platillos preferidos. Estos platillos se volvieron comida de grandes fiestas apenas fueron creados.

Enrique Condés Lara.

Año I, Número 1, 2a. quincena de Septiembre 2010

BicentenarioGloria Tirado Villegas

Desde la facultad

Mariano Torres Bautista

Estela Munguía Escamilla

Rosario Torres Domínguez

Surtido ricoDemetrios Carcharias

Musica para camaleones

Oscar López Hernández

Engaño

El fraude del eslabón perdido

Documentos

Sentimientos de la NaciónPlan de Iguala

REINCIGRAMATorcuato Serapio

El mole se volvió imprescindible en las fies-

tas: la del pueblo, la del santo patrono, la

del casamiento, el bautizo, y hasta en los

velorios. La receta original del mole, atri-

buida a una monja del convento de Santa

Rosa, pasó de familia en familia, de generación en ge-

neración, hasta lograr tantas versiones como textura y

picor distintos hay. Se atribuye también a San Pascual

Bailón, cocinero de un convento, el lograr tan excelentes

manjares, leyendas construidas una y otra vez que nos

llevan a esos espacios de recogimiento y menesteres casi

milagrosos. Es el caso también de los chiles en nogada, que a

diferencia del mole se elaboran solamente en el mes de

agosto, cuando se cosechan todas las frutas que inte-

gran la receta. “Una cocina como la poblana no podría

existir sin la presencia de la gente del cielo”, dice Paco

Ignacio Taibo en El mole de todos los moles. Tampo-

co sin las monjas, agrego.

Cuenta la historia que fue don Agustín de Iturbide

a quien le prepararon por vez primera los chiles en

nogada, creados, para variar, por las monjas o madres

contemplativas agustinas del Convento de Santa Mó-

nica. Iturbide no imaginó la veneración que se tendría

a este manjar con que se deleitó sin conocer el inge-

nio de las madres. La leyenda relatada una y otra vez,

no resulta ingenua en una ciudad donde mayoritaria-

mente hicieron presencia las fuerzas realistas y donde

imperó un sistema de autodefensa de los insurgentes.

En esta ciudad fue bien recibido el personaje más con-

troversial de este episodio histórico, pues era la plaza

más importante en la estrategia para ser reconocido

como Emperador. Según don Enrique Cordero y Torres, la leyenda

cuenta que eran tres hermanas, hijas de legítimos pa-

dres criollos, que se encontraban en la ciudad de Méxi-

co cuando entró a esa ciudad el Ejército de las Tres

Garantías. Las hermanas fueron enamoradas por tres

apuestos oficiales. Cuando la familia regresó a Puebla,

las jóvenes quedaron de verse allá con sus enamorados,

pues muy pronto don Agustín iría a Puebla, la primera

ciudad de la nación proclamada libre.

Las jóvenes pidieron a las monjas un platillo para

halagar a Iturbide. Uno de los oficiales les dijo que al

generalísimo le agradan mucho los guisos regionales,

“es un excelente gastrónomo; obséquienle un platillo

en el que se empleen materiales que tengan los colo-

res de la recién instituida bandera mexicana. ¡Será una

gran sorpresa!”

Y así lo hicieron. Las monjitas emplearon chiles

del tiempo, de San Martín Texmelucan; les quitaron

las venas y la capa que cubre el chile. Los rellenaron

con picadillo menudito de carne de res o de puerco,

de la matanza famosa de San Antonio del Puente o de

Cholula, y en su caso de Tecali, ya que los animales de

ahí eran bien cebados. Mezclaron la carne con mil sa-

bores: jugo de clavo y canela; pasta semiseca de la mo-

lienda; duraznos de las huertas de Huejotzingo, man-

zanas, de las mejores de Zacatlán; peras de la famosa

huerta de los padres carmelitas, de esta levítica Puebla

(todo esto molido), y como aderezo piñones, pasas, al-

mendras, etc. Pasta única que ni el propio patrono de

las cocineras, San Pascual Bailón, hubiera imaginado.

Después “capiaron” los chiles con huevos de los

ranchos de Tepeaca, Amozoc o Acajete, friéndolos,

aunque fuese muy costoso, con la deliciosa mantequi-

lla de Chipilo. ¡Aquí ya estaba el color v erde!

Hicieron una salsa de nuez, de preferencia de Cal-

pan, donde hay muy buenas y abundantes nogaleras,

como en otras partes del territorio poblano; la licuaron

un poco con el mejor de los vinos, también regional,

que los hay rivales de los extranjeros. La tarea más pe-

sada y tardada de todo era pelar cientos de nueces y

en ella emplearon una legión de ayudantes. La salsa

se echó en abundancia sobre los chiles, cubriéndolos

totalmente. Aquí estaba ya, también, el color blanco.

Por último, sobre la nogada pusieron abundante-

mente sépalos o dientecillos de granadas, de las únicas

para esta exquisitez: de Tehuacán, que por su exclusi-

vidad se le llama a esta importante ciudad “de las gra-

nadas”. Finalmente el color rojo estaba aquí.

Y más aderezo: hojitas frescas, verdes, de perejil,

esparcidas en el platillo poblano. Y ¡cumplido en abso-

luto el encargo!, amén.

El 3 de agosto arribó a Puebla don Agustín de

Iturbide, cabeza de la primera Regencia de la Nación

Mexicana, ya libre y soberana. Fue la apoteosis. En el

banquete le sirvieron los chiles en nogada, el platillo

guisado ex profeso para él en un banquete de ciento

cincuenta cubiertos, servido en la casa de las tres her-

mosas jóvenes de nuestra relación. Realmente fue una

sorpresa para el Libertador, para sus ayudantes que

promovieron la hechura del exquisito platillo y para

todos los comensales.El ofrecimiento tocó hacerlo al Superior de los

Agustinos, quien advirtió que en este mes se celebraba

al santo Patrono de la Orden, el día 28, y que “en nom-

bre de esa comunidad religiosa, principalmente de las

madrecitas de Santa Mónica, se adelantaba la cuelga al

Excelentísimo Señor Jefe del Estado Mexicano, ya que

su nombre era Agustín”.

Los chiles en nogada no podían haber nacido en

mejor momento, y representar los tres colores de la

bandera. Son el crisol del mestizaje, de esa extraña

combinación de dulce, picante y salado. Es el platillo

barroco por excelencia. En Puebla se sigue la tradi-

ción, aunque de la receta original a la actual hay pe-

queñas variaciones. Hoy, a favor de las amas de casa,

ya se pueden adquirir las nueces peladas y disminuir el

tiempo de elaboración sin el auxilio de una legión de

ayudantes. Los chiles en nogada son un platillo caro por los

ingredientes que lleva y el tiempo de elaboración. Re-

quiere de muchas manos que al mismo tiempo estén

pelando, desvenando o capeando. Es sin duda el pla-

tillo más representativo de nuestra ciudad. El chile ya

desflemado disminuye el picor y el extranjero lo puede

comer sin reparo alguno. El mexicano está acostum-

brado a que el extranjero pregunte: “¿esto pica?”, y le

aseguramos que lo comerá sin problema, pero el mexi-

cano lo preferirá con el picor acostumbrado en nuestra

cultura gastronómica. Elegidos como el platillo que

representa a Puebla en sabor del Bi-Centenario, se

ofrecen en todos los restaurantes de la ciudad.

* La autora, Doctora en Historia por la UNAM, es in-

vestigadora del ICS y H de la BUAP.

Gloria A. Tirado Villegas*

Después “capiaron” los chiles

con huevos de los ranchos de

Tepeaca, Amozoc o Acajete,

friéndolos, aunque fuese

muy costoso, con la deliciosa

mantequilla de Chipilo. ¡Aquí

ya estaba el color verde!

En nuestra herencia gastronómica los chiles en Nogada han logrado desde hace años el respeto de muchos

paladares de vecinos y avecindados. El mole, el pipián y los chiles en nogada ocupan su lugar entre los platillos

preferidos. Estos platillos se volvieron comida de grandes fiestas apenas fueron creados.

A partir de la selección de algunos hechos, de

la calificación de acontecimientos y perso-

najes, de la valoración de procesos y resulta-

dos, que se explican o atribuyen a causas o

designios divinos, o bien a leyes y tendencias sociales,

a necesidades sociales, o a las aspiraciones de los pue-

blos y a la acción arrojada, perseverante o visionaria

de ciertos hombres o agrupamientos, la historia oficial

desemboca invariablemente en una justificación de

largo aliento del status social y político, de la conduc-

ción de una institución o del predominio de un grupo

o un personaje en un partido político.

Dicha visión no oculta necesariamente deficien-

cias, carencias o males; sin embargo, las endosa a los

enemigos, a las fuerzas del mal, al atraso, a los destruc-

tores sin corrección y corrompidos, a los herejes; que

no serían los enemigos de la clase o grupo director,

sino de todos.

Las fuerzas malignas y los destructores sin reme-

dio no serían desde esta óptica las que se oponen al

proyecto e ideología del grupo que ha sentado sus rea-

les en un país, en una institución o en un partido, sino

al bien de todos, de la civilización y los más profundos

valores y creencias de una nación; de las normas, fun-

damentos y fines de una institución; de la ortodoxia y

programa de un partido. En cambio, los intereses de la

clase, grupo o personalidad en el poder, serían identifi-

cados como los intereses de todos; su papel conductor

y guía estaría entonces legitimado, ni más ni menos,

que por la historia; su presencia en el poder se enten-

dería y aceptaría y su permanencia en él se justificaría

y, más aún, sería necesaria.

La historia oficial se erige en LA HISTORIA

cuando prevalece un gran consenso en torno a los va-

lores, concepción o visión de la vida del grupo o clase

social que detenta el poder; cuando su forma de ver las

cosas, de actuar, de definir lo correcto y lo incorrecto,

de entender las relaciones sociales y legales se han ex-

tendido y penetrado en todas las capas de la sociedad

o en buena parte de ellas. Se resquebraja cuando se

pierde o retrocede ese gran consenso.

QUIEBRE DEL CONSENSO

El punto de partida a partir del que se empieza a po-

ner en entredicho verdades consagradas, puede ser

consecuencia de una gran catástrofe social como una

guerra o una crisis económica mayúscula, de una frac-

tura en las elites gobernantes, como ocurrió en México

en 1910 y en 1987, de la aparición de actores sociales

con nuevas expectativas. Paulatinamente, emergen

entonces nuevos héroes al lado de los más acreditados,

algunos villanos ya no lo son tanto y algunos próceres

tampoco lo son en la misma medida. No solamente se

empiezan a colocar de otra manera las piezas sino que

aparecen otras nuevas; hay una revaloración de he-

chos históricos clave, surgen nuevos elementos, dudas,

cuestionamientos; se abren paso versiones alternativas,

se replantean responsabilidades, atributos y saldos. La

historia oficial no satisface ya, como antes, de la mis-

ma manera; se le encuentran fallas y defectos. Cobran

relieve datos y sujetos poco apreciados anteriormente.

Hay debates, discusiones y contribuciones. Empiezan

a verse las cosas de otra forma. Pasan a un primer pla-

no y se extienden los cuestionamientos sobre el pasa-

do y el presente; cada vez son más los que demandan

explicaciones, construidas sobre bases, argumentos y

perspectivas que no puede ofrecer, ni caben, en la ya la

resquebrajada historia oficial. Y queda en entredicho

la legitimidad histórica del grupo en el poder.

LA POLÉMICA SE EXTIENDE

La quiebra de lo que hasta hace unos cuantos años fue

la historia oficial, no la única, pero sí la que predomi-

naba sobre otros enfoques y versiones, ha dado lugar a

una controversia que desborda con mucho los ámbitos

académicos y en la que están involucrados muchísimos

más mexicanos de los que a primera vista apreciamos.

Se encuentra en la prensa escrita y en la audiovisual;

en las opiniones de la gente; en las maneras de referis-

te al pasado y al presente.

Se expresa en las pretensiones, aparentemente ino-

centes por rebautizar calles y avenidas con los nombres

de Juan Pablo II, la Virgen de Guadalupe, Agustín de

Iturbide (afortunadamente se le pasó la oportunidad

a Marcial Maciel), en lugar de Benito Juárez, Lázaro

Cárdenas y otros; en los intentos por desaparecer al

Pípila y a los Niños Héroes de los libros de texto gra-

tuito y, más recientemente, en la eliminación de toda

nuestra historia prehispánica para ceder esos espacios

a otros personajes y a otras materias. En los importan-

tes conatos por reacomodar, ocultar o minusvalorar los

procesos inquisitoriales de condena, excomulgación y

ejecución de Miguel Hidalgo. En Puebla, por suerte,

cambiaron el nombre de la avenida Maximino Ávila

Camacho, señor de horca y cuchillo, por el de Juan de

Palafox y Mendoza.

Los embates en contra del estado laico se apoyan en

un enfoque de nuestro pasado y del presente sobre el pa-

pel de la religión católica y la misión conductora de la

iglesia que revisa, viendo hacia atrás y no solamente hacia

el lado derecho, la vapuleada historia oficial priísta. Pero,

lo que hay que destacar en todo caso es cómo las fuerzas

sociales disputan su visión de la historia en los libros, las

calles y avenidas, el calendario cívico, los monumentos, el

nombre de las escuelas, de los puentes y de los museos.

UNA CONTIENDA POR EL FUTURO

No es una contienda por el pasado del país, por apro-

piarse del patrimonio o la autoría de lo ocurrido (de

lo bueno naturalmente, no de lo malo); sino del futuro,

de cómo deben o deberían ser las cosas, del rumbo que

habría que seguir, de las medidas a tomar. Cada mo-

numento, cada nombre de una calle o de una escue-

la, cada contenido de un libro de texto gratuito, cada

programa escolar o plan de estudios, cada programa

de televisión incide en el imaginario colectivo; crea o

recrea sentimientos, identidades, afinidades, adhesio-

nes o repulsiones; forja las imágenes, las referencias,

los valores y símbolos que integran la personalidad de

un individuo, un grupo social o una nación.

Y es en ese marco en el que están situados el Bi-

centenario del inicio de la Guerra de Independencia y

el Centenario del inicio de la Revolución Mexicana.

¿Qué hay que celebrar?, preguntan algunos, si el país

está hecho un tiradero. Qué nos aportaron, preguntan

de otro lado, otros; para qué sirve eso, con qué se come.

Apologético parece ser que esta vez, quebrado el con-

senso básico que sustentó la historia oficial durante

décadas, no lo será, aun cuando hay quienes desearían

que no se hiciera mucho ruido.

Los caminos de la vida no son como los imaginá-

bamos, dice filosófica canción. Porque además de lo

anterior, lo relevante en esta ocasión reside en que las

cosas están un poco “alrrevesadas”. En efecto, la vida

ha llevado a los herederos de los grupos contrarios de lo

que se va a celebrar, a organizar los festejos y los eventos

correspondientes. Realistas festejando la independencia

y el establecimiento del republicanismo; conservadores

festinando el triunfo de liberales; porfiristas agasajando

a zapatistas, villistas y carrancistas por igual; cristeros

aplaudiendo la educación laica y la separación Estado-

Religión. La comedia se anuncia interesante, aunque con

riesgos de terminar en una gran farsa. A ver cómo le ha-

cen. Y a ver cómo nos va a todos.

Enrique Condés Lara.

Bicentenario

María del lourdes Herrera Feria

Gloria Tirado VilleGas

lidia e. GóMez García

Desde la facultad

Mariano Torres BauTisTa

Reincigrama

TorcuaTo serapio

Música para camaleones

oscar lópez Hernández

Canasta básica

deMesTrios cacHarias

La Historia Oficial, esto es la que se hace

desde el poder, tiene un propósito legitima-

dor; pretende justificar el presente a partir

del pasado. Destacar la obra, realizaciones,

misión histórica, bondades y aciertos en la

construcción de una nación, una institución,

algún partido político desde la óptica e inte-

reses de una clase social en el poder, o de un

grupo o cierta personalidad que maneja un or-

ganismo o determinada formación política.

A partir de la selección de algunos hechos, de la calificación de acontecimientos y personajes, de la va-loración de procesos y resultados, que se explican o atribuyen a causas o designios divinos, o bien a leyes y tendencias sociales, a necesidades sociales, o a las aspi-raciones de los pueblos y a la acción arrojada, perseve-rante o visionaria de ciertos hombres o agrupamientos, la historia oficial desemboca invariablemente en una justificación de largo aliento del status social y político, de la conducción de una institución o del predominio de un grupo o un personaje en un partido político. Dicha visión no oculta necesariamente deficien-cias, carencias o males; sin embargo, las endosa a los enemigos, a las fuerzas del mal, al atraso, a los destruc-tores sin corrección y corrompidos, a los herejes; que no serían los enemigos de la clase o grupo director, sino de todos. Las fuerzas malignas y los destructores sin reme-dio no serían desde esta óptica las que se oponen al proyecto e ideología del grupo que ha sentado sus rea-les en un país, en una institución o en un partido, sino al bien de todos, de la civilización y los más profundos valores y creencias de una nación; de las normas, fun-damentos y fines de una institución; de la ortodoxia y programa de un partido. En cambio, los intereses de la clase, grupo o personalidad en el poder, serían identifi-cados como los intereses de todos; su papel conductor y guía estaría entonces legitimado, ni más ni menos, que por la historia; su presencia en el poder se enten-dería y aceptaría y su permanencia en él se justificaría y, más aún, sería necesaria. La historia oficial se erige en LA HISTORIA cuando prevalece un gran consenso en torno a los va-lores, concepción o visión de la vida del grupo o clase social que detenta el poder; cuando su forma de ver las cosas, de actuar, de definir lo correcto y lo incorrecto, de entender las relaciones sociales y legales se han ex-tendido y penetrado en todas las capas de la sociedad o en buena parte de ellas. Se resquebraja cuando se pierde o retrocede ese gran consenso. QUIEBRE DEL CONSENSOEl punto de partida a partir del que se empieza a po-

ner en entredicho verdades consagradas, puede ser consecuencia de una gran catástrofe social como una guerra o una crisis económica mayúscula, de una frac-tura en las elites gobernantes, como ocurrió en México en 1910 y en 1987, de la aparición de actores sociales con nuevas expectativas. Paulatinamente, emergen entonces nuevos héroes al lado de los más acreditados, algunos villanos ya no lo son tanto y algunos próceres tampoco lo son en la misma medida. No solamente se empiezan a colocar de otra manera las piezas sino que aparecen otras nuevas; hay una revaloración de he-chos históricos clave, surgen nuevos elementos, dudas, cuestionamientos; se abren paso versiones alternativas, se replantean responsabilidades, atributos y saldos. La historia oficial no satisface ya, como antes, de la mis-ma manera; se le encuentran fallas y defectos. Cobran relieve datos y sujetos poco apreciados anteriormente. Hay debates, discusiones y contribuciones. Empiezan a verse las cosas de otra forma. Pasan a un primer pla-no y se extienden los cuestionamientos sobre el pasa-do y el presente; cada vez son más los que demandan explicaciones, construidas sobre bases, argumentos y perspectivas que no puede ofrecer, ni caben, en la ya la resquebrajada historia oficial. Y queda en entredicho la legitimidad histórica del grupo en el poder.LA POLÉMICA SE EXTIENDELa quiebra de lo que hasta hace unos cuantos años fue la historia oficial, no la única, pero sí la que predomi-naba sobre otros enfoques y versiones, ha dado lugar a una controversia que desborda con mucho los ámbitos académicos y en la que están involucrados muchísimos más mexicanos de los que a primera vista apreciamos. Se encuentra en la prensa escrita y en la audiovisual; en las opiniones de la gente; en las maneras de referis-te al pasado y al presente. Se expresa en las pretensiones, aparentemente ino-centes por rebautizar calles y avenidas con los nombres de Juan Pablo II, la Virgen de Guadalupe, Agustín de Iturbide (afortunadamente se le pasó la oportunidad a Marcial Maciel), en lugar de Benito Juárez, Lázaro Cárdenas y otros; en los intentos por desaparecer al Pípila y a los Niños Héroes de los libros de texto gra-tuito y, más recientemente, en la eliminación de toda

nuestra historia prehispánica para ceder esos espacios a otros personajes y a otras materias. En los importan-tes conatos por reacomodar, ocultar o minusvalorar los procesos inquisitoriales de condena, excomulgación y ejecución de Miguel Hidalgo. En Puebla, por suerte, cambiaron el nombre de la avenida Maximino Ávila Camacho, señor de horca y cuchillo, por el de Juan de Palafox y Mendoza. Los embates en contra del estado laico se apoyan en un enfoque de nuestro pasado y del presente sobre el papel de la religión católica y la misión conductora de la iglesia que revisa, viendo hacia atrás y no sola-mente hacia el lado derecho, la vapuleada historia ofi-cial priísta. Pero, lo que hay que destacar en todo caso es cómo las fuerzas sociales disputan su visión de la historia en los libros, las calles y avenidas, el calendario cívico, los monumentos, el nombre de las escuelas, de los puentes y de los museos. UNA CONTIENDA POR EL FUTURONo es una contienda por el pasado del país, por apro-piarse del patrimonio o la autoría de lo ocurrido (de lo bueno naturalmente, no de lo malo); sino del futuro, de cómo deben o deberían ser las cosas, del rumbo que habría que seguir, de las medidas a tomar. Cada mo-numento, cada nombre de una calle o de una escue-la, cada contenido de un libro de texto gratuito, cada programa escolar o plan de estudios, cada programa de televisión incide en el imaginario colectivo; crea o recrea sentimientos, identidades, afinidades, adhesio-nes o repulsiones; forja las imágenes, las referencias, los valores y símbolos que integran la personalidad de un individuo, un grupo social o una nación. Y es en ese marco en el que están situados el Bi-centenario del inicio de la Guerra de Independencia y el Centenario del inicio de la Revolución Mexicana. ¿Qué hay que celebrar?, preguntan algunos, si el país está hecho un tiradero. Qué nos aportaron, preguntan de otro lado, otros; para qué sirve eso, con qué se come. Apologético parece ser que esta vez, quebrado el con-senso básico que sustentó la historia oficial durante décadas, no lo será, aun cuando hay quienes desearían que no se hiciera mucho ruido. Los caminos de la vida no son como los imaginá-

Enrique Condés Lara.

BicentenarioM l H FG T Vl e. G GDesde la facultadM T BReincigramaT sMúsica para camaleoneso l HCanasta básicad c La Historia Oficial, esto es la que se hace desde el poder, tiene un propósito legitima-dor; pretende justificar el presente a partir del pasado. Destacar la obra, realizaciones, misión histórica, bondades y aciertos en la construcción de una nación, una institución, algún partido político desde la óptica e inte-reses de una clase social en el poder, o de un grupo o cierta personalidad que maneja un or-ganismo o determinada formación política.

Año I, Número 1, 2a. quincena de Septiembre 2010

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* Reincidente no incluye sección de Sociales

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Page 2: El sabor del bicentenario

Mariano E. Torres Bautista*

2

*Mariano E. Torres es Doctor en Historia por la Universidad de París I, Panteón-Sorbonne. Actualmente es investigador del Programa de Estudios Universitarios Comparados de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Muchos son los casos de engaño de-liberado que registra la historia. Hablaremos ahora del que monta-

ron distinguidos ingleses, entre los cuales se encontraba Sir Arthur Conan Doyle, sobre el origen del eslabón perdido.

A lo largo de la segunda mitad del si-glo XIX y durante las primeras décadas del XX, ingleses, franceses, alemanes, norte-americanos, italianos y japoneses disputa-ron la preeminencia cultural y civilizatoria. Sojuzgados los “pueblos inferiores”, sentían que eran lo mejor, lo más acabado del género humano, los destinados a dominar y dirigir el planeta. Pensadores, intelectuales, religiosos, científicos, escritores, periodistas, y no sólo magnates de las finanzas y de la industria, políticos, militares y diplomáticos, hacían en cada país lo posible por demostrar y afianzar tales “verdades”.

El autor de Sherlock Colmes, ante todo inglés para gloria de Su Majestad, apasiona-do de la arqueología y la paleontología, junto con el médico y paleoantropólogo aficiona-do Charles Dawson, el eminente paleontó-logo Arthur Smith Woordward y Sir Arthur Keith, anatomista y antropólogo físico, pre-sidente del Real Instituto de Antropología

(1914-1917), miembro de la Royal Society (1913) y presidente de la Sociedad Británica para el Avance de la Ciencia (1927), decidie-ron otorgar al Reino Unido el privilegio de ser la cuna del género humano. Confirmar que, en tanto Asia y África estaban habita-das por humanoides de feroz naturaleza, en Europa habría ya aparecido el ser humano. “Igual que ahora”, añadirían los colonialistas en esa dorada época de los imperios. Cien-tíficamente, la supremacía blanca quedaría con ello corroborada.

En el verano de 1912, en un pueblo de Sussex, Inglaterra, llamado Piltdown, cerca-no a donde vivía Conan Doyle, Dawson y Woordward encontraron partes de un crá-neo y huesos, además de restos de animales y piedras talladas, que presentaron en la Socie-dad Geológica de Londres asegurando que tenían unos 500 mil años de antigüedad y pertenecían a una forma humana muy pri-mitiva, “la aurora de la humanidad”; los bau-tizaron como Eoanthropus dawsonii (Hom-bre de la Aurora de Dawson). La prensa británica resaltó el hallazgo y lo denominó el Hombre de Piltdown, como se le cono-ció en adelante. Las evidencias concordaban con la ya anunciada hipótesis de Sir Arthur

Keith consistente en que el ancestro más directo del hombre contaba con un cerebro de tamaño moderno instalado en un cuerpo simiesco. Durante cuarenta años se mantuvo, aunque con algunas dudas que esporádica-mente presentaron diversos científicos, tal creencia. ¡Adán había sido británico!

Sin embargo, todo fue un montaje. La mandíbula del Hombre de Piltdown había sido tratada con una solución de bicromato potásico para oscurecerla y conservarla; su diente canino pertenecía a un chimpancé; el cráneo era mucho más antiguo que la man-díbula que, finalmente, se demostró era de un orangután. En noviembre de 1953, una co-misión científica formada por W.S. Weiner del Dpto. de Anatomía de la Universidad de Oxford, K.P. Oakley del Dpto. de Geología del Museo Británico y W.E. Le Gros Clark del Dpto. de Anatomía de la Universidad de Oxford concluyeron que se trató de un ela-borado fraude: “la falsificación de la mandí-bula es tan extraordinariamente habilidosa y el montaje del fraude tan inescrupuloso e inexplicable, que no se encuentra paralelo en la paleontología”. (La solución del problema de Piltdown. Boletín del Museo Británico, His-toria Natural, Geología, 11, 1953).

Uno de los mejores atributos de una institución de educación superior es sin duda la calidad de sus docentes; ya sea por la manera en que

destacan en sus distintas especialidades proyectando la imagen de la institución a la que están adscritos, ana-lizando, estudiando e incluso proponiendo soluciones para los problemas contemporáneos, pero sobretodo por la huella que dejan en el estudiantado día a día en el aula.

Sobre las habilidades didácticas se debate entre los pedagogos si se trata de un arte o es el resultado de técnicas precisas y una práctica sistemática.

Existen dos casos paradigmáticos que son el resul-tado de considerar que la calidad docente y la habili-dad didáctica son susceptibles de generarse de manera sistemática: los procesos de “habilitación” que siguen las universidades alemanas y el sistema de “agréga-tion”, diríamos preparación de un docente superior.

En el primer caso se trata de un proceso de espe-cialización. Después de terminar el doctorado, es nece-sario buscar un profesor que considere las capacidades del novel doctor para ser docente universitario; luego de que el profesor ha constatado el desempeño durante el doctorado, la participación en proyectos de investi-gación y como ayudante docente. Y entonces la habili-tación consiste en que tienes que trabajar tutoreado de forma dependiente durante unos cinco, seis o más años, en los que tienes que hacer una serie de actividades do-centes y desarrollar una tesis más especializada aún que la del doctorado. En Alemania es fácil determinar quien es el titular de alguna cátedra ya que se le anota siem-pre el prefijo de “Profesor”, al lado del grado de “Doc-tor”. Es decir, el hecho de tener el doctorado no hace a ningún alemán profesor universitario. En este país que tradicionalmente ha enfatizado la formación técnica y que sufrió la barbarie cultural del nazismo contra las humanidades y ciencias sociales, el mundo universitario en estas últimas disciplinas es relativamente reducido, por lo que este complicado sistema funciona con una eficacia razonable. En los años sesenta, durante el mini-boom universitario las habilitaciones se realizaron de manera mucho más expedita, pero conforme la apertura de plazas universitarias se ha estancado, el camino para lograr la habilitación, requisito para colocarse en alguna cátedra, se alarga más y más.

El mundo educativo francés, más extenso en el área humanística, tiene en el sistema de la “agrégation” un mecanismo de formación docente regular mucho más extensivo, diríamos mucho más masificado. Una de sus vertientes es el famoso CAPES. (Le Certifi-cat d’Aptitude au Professorat de l’Enseignement du Second Degré) El plan de reformas de la Ministro de Educación Valérie Pécresse busca reducir signifi-cativamente el financiamiento para obtener  CAPES, reduciendo el programa de dos a un año, eliminando las prácticas pagadas y obligando a los estudiantes a compartir clases con estudiantes de magisterio para reducir el tiempo de enseñanza. Los efectos previsibles de la reforma Pécresse será demeritar a los profesores de la educación secundaria al minimizar el proceso de formación didáctica. El CAPES garantizaba que sólo el número de profesores necesarios en las escuelas pasaban cada año el curso, era un sistema de asigna-ción de plazas por mérito en una especie de concurso. Las reformas aplicarán el libre mercado a este otrora cuidadoso sistema, con algunos profesores peor cua-lificados que otros cuya colocación ya no dependerá solamente de sus evaluaciones al momento de asignar las plazas. Dentro del nivel Universitario el sistema de formación y certificación de aptitudes mantiene dos ámbitos; el que permanentemente manejan las propias universidades con sus cursos de formación y actualiza-ción docente para aquellos que tienen ya una maestría y buscan lograr su doctorado en alguna disciplina, y el más intensivo sistema de la École Normal Supérieur. Pero no nos confundamos, la napoleónica Escuela Normal en Francia es el ámbito de formación del “que enseña”, es decir el nivel de rigor y especialización pe-dagógica francés no es equiparable con nuestro me-diocre sistema normalista, a pesar de que aquel haya inspirado el establecimiento de este en México.

Es así como se consigue dar un nivel respetable a la práctica docente universitaria, no se depende sola-mente de la buena fortuna de contar con individua-lidades brillantes o bien relacionadas para conseguir calidad y alto nivel en la enseñanza, sino de un camino bien trazado, riguroso, pero abierto a cualquiera que logre cumplir con los requisitos de formación univer-sitaria bien entendidos.

Estrategias de formación docente a nivel superior

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Page 3: El sabor del bicentenario

3

Con nombre de calle…Oscar López Hernández *

El libro “Libertadores y revolucionarios con nombre de calle” del escritor Héctor Anaya, (editado por Secretaría de Cultura) nos ofrece la opción de decidir entre la historia oficial siempre magnificada, maniatada, o

una mirada más certera a una realidad que aunque dolorosa en ocasiones, im-plica de una vez por todas, tomar la historia en nuestras manos y hacerla nues-tra –con todo los que esto implica- desasosiego, incertidumbre, pero también, una suerte de tregua y confrontación. ¿Story o History? como se pronuncia en inglés. Hoy en día es una discusión que rebasa las academias universitarias. Subes a un taxi y el operador te pregunta si hay que festejar o celebrar el Bicen-tenario de la Independencia o el Centenario de la Revolución, y contra-ataca preguntándose, si tendrá mayor credibilidad entre el público el personaje his-tórico que interpreta Jiménez Cacho o hubiera sido pertinente otro actor que prestara voz y cuerpo a tal o cual personaje. Este hombre, que conoce como la palma de su mano a los libertadores y revolucionarios con nombre de calle, que se los sabe de memoria, pues repite sus nombres más de diez veces al día, y aún así, no le significan nada.

Quizá vivimos una discusión nunca antes vista en la historia de nuestro país. Es aquí donde se inserta el libro de Héctor. Re-significar a los héroes patrios, liberarlos del libro de texto y de la televisión. Porque a estas alturas del partido, ¿quien cree el discurso oficial?. Es pues, creerse la irónica vuelta de tuercas, en donde ahora, los realistas festejan a los independentistas.

El libro de Héctor es una propuesta humanista donde la literatura no es aje-na a la reflexión histórica; siguiendo al escritor norteamericano John Updike, Anaya nos muestra a los independentistas y revolucionarios en momentos de decisión, en una suerte de anagnórisis donde los personajes son sorprendidos por acciones políticas, militares etc. que los obligan a modificar sus decisiones y desenlaces. Este es un libro que debe estar en las bibliotecas públicas, en cada salón de clases y en cada casa, antes, que la telenovela nocturna, donde hombres y mujeres se refugian viviendo vidas paralelas. Es una lástima que no se reparta entre los ciudadanos.

Con este libro realizamos el feliz hallazgo: encontrar que los nombres de las calles no son sustantivos vacíos, fueron personas reales que crearon este país que hoy llamamos México. Quizá algunos integrantes de la generación I Pad ya no imaginen que con sus 43 años y 15 hijos, sin teléfono celular ni avatar, La Corregidora arriesgara su femenina integridad en su enigmático trabajo conspirador.

La historia no debería ser territorio exclusivo de los investigadores. Este libro tendría que estar en las conversaciones de sobremesa, en los cafés, en los bares. Ya Vasconcelos contra su voluntad demostró que los libros prisioneros en las bibliotecas no hacen caminar la historia, y Anaya, como propone con Praxedis Guerrero, podemos correr hacia la libertad.

Los ciudadanos tendríamos que agregar y cambiar nombres a las calles de Puebla, Apropiarnos de los sitios y lugares comunes por el que transitamos co-tidianamente. Va mi pequeña propuesta aunque no todos sean indendentistas:

Una de las avenidas eje de Puebla llevó por nombre Maximino Ávila Ca-macho y desde hace algunos años sus placas en las paredes indican que se llama Juan de Palafox y Mendoza; propongo que se llame Rodríguez Alconedo como el artista que preso en España, contribuyó al movimiento independentista. Así del otro lado del edificio central de la Universidad, la calle 3 Oriente, a la que llamamos desde hace tiempo Plaza John Lennon. Uniría a estas dos, la que nombraron los movimientos estudiantiles de finales de los años 60, Plaza de la Democracia (frente al Carolino). Al boulevard “Gustavo Díaz Ordaz” sólo llamémosle “2 de octubre”. Y dada la innegable influencia que ejerció la Universidad Autónoma de Puebla, tanto en lo académico como en lo político desde los años 60, propongo que otras calles lleven los nombres de “Ing. Luis Rivera Terrazas”, científico que trabajó en el observatorio de Tonanzintla y fue uno de los rectores que encabezaron la transformación de la Universidad, en un sentido democrático. Otros nombres que podrían sumarse a la lista son el Ar-quitecto Joel Ariaga, dirigente estudiantil del 68, Alfonso Vélez Pliego, rector de BUAP y artífice de la creación del barrio universitario y del centro histórico de Puebla como Patrimonio de la Humanidad.

O ustedes propongan, antes que sigamos teniendo más avenidas Juan Pablo II o a alguien se le ocurra bautizar una calle con el nombre de El Señor de los Cielos, por ejemplo.

*El autor es comunicador y conductor del programa Movimiento Perpetuo de radio BUAP.

Según la descripción de Alejandro de Humboldt, la Nueva España com-prendía el territorio que se extendía desde la Misión de San Francisco por el occidente y Nuevo México por el oriente hasta Louisiana y por el sur

hasta Guatemala.De acuerdo a la Constitución Federal de 1824, el territorio quedó dividido

en 19 estados: Chiapas, Chihuahua, Coahuila con Texas, Durango, Guanajua-to, Interno de Occidente integrado por Sonora y Sinaloa, México, Michoacán, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas, Tabasco, Veracruz, Jalisco, Yucatán (y/o Campeche) y Zacatecas, más tres territorios: Alta y Baja California, Colima y Nuevo México. Una ley posterior fijaría tal carácter a Tlaxcala.

Fuente: Territorio y población de la Nueva España de fines del siglo XVIII al México Independiente. Hira de Gortari Rabiela, tomo III de El Poblamiento de México, Secretaría de Gobernación, México, 1993.

Población en México en 1823 6 204 000

Ciudad de México 165 000Guanajuato 36 000Puebla 50 000Guadalajara 47 000San Luis 15 000Durango 22 096Monterrey 11 000Veracruz 30 000

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

11 12 13 14

15 16 17

18 19 20 21 22

23 24 25 26 27

28 29 30

31 32

33 34 35 36

37 38 39 40 41 42 43

44 45 46 47 48

49 50 51 52

3 54 55 56 57 58

59

B M A R C E L I N O A

E Y A D R I A N A C T

N U A A D I C H E

D R A A S E R A T A N

I I L A U R E N T L A

T F Z S A L A S

J E A N R U D I

D A R A A S A S

U R A L L E N D E A I

B I O S O L A R E N E

C O S A E T L A R

E S K R I V I N E S R

K C E R V A N T E S A

SOLUCION

REINCIGRAMATORCUATO SERAPIO

Solución alcrucigrama del número anterior de Reincidente

reincidentes 2 ok.indd 3 06/10/2010 04:20:48 p.m.

Page 4: El sabor del bicentenario

4

Si bien en las ciudades de la Nueva España, no todos los niños recibían instrucción elemen-tal, había escuelas donde podían adquirirla; la educación para niñas y niños novohispanos se

encontraba sumamente estratificada.La Corona dispuso que los mejores colegios de en-

señanza fueran para los varones, los preceptores de los niños. Para las mujeres, la categoría social y la posición económica, determinaba la forma de cómo debían ser instruidas, por lo que la educación cumplía con la tarea de moldear los hábitos y controlar desde la infancia los posibles intentos de rebeldía, logrando que la propia conciencia fuera el juez de sus actos y pensamientos. Su instrucción estaba orientada, básicamente, hacia la doctrina cristiana sin importar su estatus social, ya fuera en las parroquias para las de escasos recursos o en los conventos más aristocráticos, en donde sólo ad-mitían a españolas o criollas.

Algunas niñas, principalmente de las ciudades, recibían instrucción elemental en las escuelas deno-minadas amigas, establecimientos que no tenían aulas ni aspecto formal de institución, en la mayoría de los casos funcionaban en una casa particular, manejadas por mujeres, comúnmente mayores de edad, ya fueran viudas o solteras, pues se suponía que por su experien-cia en la vida podían instruir a las niñas, aunque en realidad sabían poco más que sus alumnas. La ense-ñanza de las primeras letras se convirtió en un medio de vida para ellas, sólo sabían los mandamientos de la Iglesia, algunas primeras letras y costura.

Antes del movimiento de independencia en Méxi-co, sólo algunas ciudades tenían amigas; las escuelas municipales aumentaron después de 1821. La ciudad de México contaba con amigas, escuelas municipales e internados heredados de la Colonia, como el Colegio de Niñas de San Ignacio, también llamado de las Viz-caínas, donde en 1826 se ofrecía enseñanza gratuita a 300 alumnas externas pobres.

En el momento de la Independencia, educar al pueblo fue tarea urgente y estaba en la mente de to-dos los hombres conscientes; pero, entre los mayores problemas a los que se enfrentarían los gobiernos pos-independentistas sería el intentar transformar la edu-cación dogmática y constituirla bajo nuevas bases en todo diferente a la antigua.

Sin embargo, el anhelo educativo, uno de los más constantes en nuestra historia, no apareció con nitidez en ese momento. Las asignaturas siguieron siendo las de años pasados, lo que prevaleció fue enseñar a leer, escribir y contar, con algunas modalidades que permi-tían una mejor habilidad en la escritura. La educación siguió siendo un importante transmisor de valores re-ligiosos.

La importancia que adquirió la educación para los grupos políticos del México independiente, los llevo a desdeñar todo lo que se había hecho en años pasados por ella; sobre todo lo que concernía a educación fe-menina, recibió fuertes críticas en el ámbito nacional y también en Puebla.

Quizá, tratando de responder a estas reprobacio-nes respecto a la educación femenina, en 1824 la for-mación de maestras para niñas quedó a cargo de la Junta de Caridad y Sociedad Patriótica para la Buena Educación de la Ciudad de la Puebla de los Ángeles, bajo el patrocinio y advocación de la Purísima Con-cepción de Nuestra Señora la Virgen María y del glo-rioso Patriarca San José Calasans.

Uno de los propósitos primordiales de esta insti-tución fue fomentar la educación de las jóvenes en los sólidos rudimentos de la fe católica, en las reglas del bien obrar, en el ejercicio de las virtudes y en las labo-res propias de su sexo, desde su tierna infancia hasta

que su progreso en las virtudes, le permitieran el ma-nejo de “sus cosas”; pero, cuya finalidad fundamental sería la conservación y aumento, desde luego, de la “Santa Relijión”.

La educación para las mujeres en Puebla, al igual que en la capital mexicana y en otras provincias, se impartía bajo una rigurosa separación de sexos; aparte niñas y lejos los niños y casi siempre funcionaban con

horarios diferentes.Se utilizaron los conventos y las capillas como

espacios escolares; ya en el año de 1829, el obispado de Puebla mantenía cinco colegios para unas cuantas niñas internas: el de Jesús María, San José de Gracia, Las Vírgenes, Nuestra Señora de Guadalupe y el de Enseñanza de Nuestra Señora de los Gozos, con lu-gares de gracia y pensionistas que cubrían sus propios gastos. Sin embargo no eran suficientes.

Por su parte, el ayuntamiento de Puebla utiliza-ba algunas casas particulares y cuartos en vecindades para establecer escuelas, áreas que debían adaptarse a las necesidades escolares. Los inconvenientes en estos lugares eran la falta de luz, ventilación e instalacio-nes sanitarias, éstas últimas siempre constituyeron una dificultad no sólo para los preceptores sino también para las autoridades, ya que al no existir dentro de la escuela, los niños salían a la calle, lo que significó para la sociedad de ese momento un problema moral como también sanitario.

La creación de nuevas escuelas para niñas en la ciudad de Puebla, tropezó con la constante falta de presupuesto gubernamental; aunque percibimos que no así, con la consideración mostrada ante esta pro-blemática por algunos solicitantes poblanos para que se atendiera la escasez de establecimientos para aten-derlas.

De este manera, en 1831, el presbítero José María Gutiérrez de la Huerta, rector del Colegio de los Go-zos, solicitaba al ayuntamiento de la ciudad apoyo eco-nómico, una “mesada” de veinticuatro pesos para una nueva maestra para el establecimiento de enseñanza de primeras letras que dirigía, ya que se trataba de una institución indigente. Asímismo, pedía que en la capi-tal poblana se establecieran otras amigas gratuitas, en atención a que sólo había una pagada con fondos del convento, otra en el barrio de Xonaca, y dos en el cen-tro de la ciudad, la de los Gozos y la de la Academia.

El presbítero Gutiérrez de la Huerta en su de-manda hacía notar a las autoridades locales la despro-porción notable que había entre la enseñanza gratuita dedicada a los hombres y la dedicada a las mujeres, la cual era ventajosa para los primeros. Por ello, solicitaba el fomento de la “ilustración pública” hacia la educa-ción femenina.

Tal parece que el impulso a la educación femenina en el municipio de Puebla se fue dando ya que para

los años de 1838-1839. Este organismo reportaba el apoyo económico que en ese momento brindaban a seis escuelas para niñas y dos amigas: una situada en la calle de Torreblanca núm. 17, y la otra en la segunda calle de Tepetlapa. Asímismo, señalaba que brindaba ayuda a las que funcionaban en: los bajos de la Aca-demia de la Junta de Caridad, en la calle de la Acequia y otra en la de San Gerónimo, en los Barrios de Ntra. Sra. de la Luz, del Santo Ángel y de Xonaca.

Sin embargo, ante la entrada de las dos escuelas amigas mencionadas bajo la vigilancia del Ayunta-miento, en 1840 se hizo necesario echar mano de otros recursos públicos para seguir sosteniéndolas. Éstos se sacaron de los fondos de los diversos ramos munici-pales, ya fuera los destinados a obras publicas, policía o empedrado y alumbrado, para poder pagar rentas, sueldos de las preceptoras y materiales escolares; tal situación no fue más que el reflejo del cambiante mo-mento político que vivía México y por ende Puebla. Así, en 1842 las primarias pasaron a la jurisdicción de la Compañía Lancasteriana y cuatro años más tarde volverían a los ayuntamientos para que las financiaran, pero los mismos se encontraban con las arcas munici-pales vacías.

En 1847, la invasión norteamericana no sólo sig-nificó la perdida de los fondos municipales para el Ayuntamiento de la ciudad, sino un aumento de gas-tos en las obras publicas, el cierre de escuelas munici-pales, y la suspensión de sueldos a los preceptores de dichas escuelas.

De esta manera, aun cuando en Puebla hubo opi-niones a favor de educar a las mujeres, no sería sino hasta la época de la Reforma, 1857-1861, cuando se vislumbraría la posibilidad de que la educación se convirtiera en el medio más eficaz para la transfor-mación de la República, y como recurso para terminar con el monopolio educativo que por muchos años ha-bía sustentado la Iglesia.

*La autora, historiadora, es actualmente investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP.

Estela Munguía Escamilla*

En México, a inicios del siglo XIX, no tenían cabida las mujeres en el sistema de escuelas públicas; los gremios de maestros eran campos concebidos para los varones. Las escuelas denominadas amigas, eran los espacios donde las mujeres funcionaban en esta época; sin embargo, aun sabemos poco sobre la labor educativa desarrollada en ellas, fundamentalmente en Puebla. Por lo que nos hemos propuesto dilucidar qué tipo de enseñanza se impartía a las mujeres en los establecimientos poblanos durante este periodo de nuestra historia.

La educación para las mujeres en Puebla, al igual que en la capital mexicana y en otras

provincias, se impartía bajo una rigurosa separación de sexos;

aparte niñas y lejos los niños y casi siempre funcionaban con horarios

diferentes.

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5

TorcuaTo Serapio

Hace unos días salió en la prensa cientí-fica una noticia que pasó desapercibida por los medios masivos de comunica-ción, pero cuyo significado para el futu-

ro de nuestra especie es abrumador.Como todos ustedes saben, la población femeni-

na de la mayoría de los países supera ligeramente a la masculina. Sin embargo, esto no sucede en China, ahí, según el último censo hay 110 hombres por cada 100 mujeres, lo cual, afirman algunos analistas, está creando una situación potencialmente explosiva. La razón de esta singularidad poblacional se atribuyó hasta hace poco a la prohibición del gobierno co-munista chino de que las parejas tuvieran más de un hijo. Si sólo podían tener un hijo, las familias prefe-rían, según un estudio de la OMS, que este fuera del género masculino, pues pensaban que sólo los hom-bres podrían sostener a sus padres en la vejez. De ahí que muchos padres chinos, cuando veían que el hijo que esperaban era niña, la mataban. Y las pocas familias que tenían acceso a ultrasonidos y conocían antes del nacimiento el sexo femenino del feto recu-rrían al aborto para deshacerse del producto.

Ahora se sabe que el infanticidio tiene también otra explicación y que este no es atribuible sólo a los padres, como se pensaba, sino a las autoridades comunistas.

Sucede que hace algunos años comenzó a dar-se un fenómeno bastante extraño en las provincias de Changchun, Harbin y Shenyan: algunas muje-res embarazadas no podían atribuir su embarazo al hecho de haber mantenido relaciones sexuales. La mayoría eran solteras y muy jóvenes, de 13 a 17 años. No es necesario abordar aquí los problemas sociales y emocionales en los que se vieron inmersas estas mujeres, sino únicamente los datos científicos o cuando menos los físicamente objetivos: Las hijas eran copias exactas de las madres y de estos emba-razos no explicados nunca nacían hombres. Otro hecho que llamó la atención es que las mujeres que, después de haber tenido una hija espontáneamente, se casaban y tenían relaciones sexuales podían tener hijos o hijas que, como los de cualquiera, se parecían más o menos a sus madres pero no eran sus copias idénticas. El fenómeno de una hija que se parece extraordinariamente a la madre, aunque infrecuen-te, es conocido en todo el mundo, pero nunca se puso en duda que el origen de la criatura fuera la actividad sexual de los padres. Lo novedoso de lo que sucedía y sigue sucediendo en China, es que las mujeres involucradas en el fenómeno del embarazo espontáneo no habían tenido las correspondientes relaciones sexuales que explicaran la gestación. El gobierno encargó a la Academia de Ciencias una investigación exhaustiva. De ella resultó que, 1) en efecto, algunas de las mujeres involucradas en ese ex-traño fenómeno eran sexualmente vírgenes y 2) que su mapa genético mostraba una variación, aparen-temente insignificante, de un gene del cromosoma X, pero idéntica en todas las mujeres investigadas. La Academia de Ciencias en su informe, manifestó algo sorprendente: por primera vez, desde la sepa-ración del Hombre de Neandertal del hombre ac-tual, nos enfrentamos a la posible aparición de lo que podría ser una nueva especie humana. Sabemos, gracias a Darwin, que la evolución es el resultado de una constante adaptación al medio. Las mutaciones pueden condenar a los seres que las padecen a la extinción o permitirles la supervivencia. La causa de

las mutaciones, al menos que sean producidas por un elemento perfectamente identificado –como la Talidomida hace muchos años-, se desconoce, pero conocemos el efecto que tuvieron en algunas espe-cies. En ciertos casos, por ejemplo cuando las condi-ciones climáticas cambiaron radicalmente, algo que, por cierto, ha sucedido en incontables ocasiones en la historia de nuestro planeta, las mutaciones les permitieron sobrevivir, en otros fue la causa de su extinción. En suma, a menos que la mutación se ex-tinga con el individuo que por primera vez la pade-ció, el efecto que a largo plazo tendrá para la especie es imposible de predecir. En el caso chino, las pre-guntas que surgen son innumerables. ¿Desde cuan-do existe esa mutación? ¿Qué la provocó? ¿Por qué ahora se manifiesta de forma tan abierta? ¿Estamos viendo una expresión de la adaptabilidad de la espe-cie humana a nuevas condiciones en las que la exis-tencia del macho es innecesaria? Algunos científicos consideran que la explicación de la maternidad au-toinducida, o embarazo espontáneo, podía haberse previsto desde que se descubrió la inutilidad del cro-mosoma Y (el cual se creía que determinaba el sexo de los niños hombres). Otros científicos consideran que la desaparición de los machos es sencillamente una consecuencia lógica de nuestro desarrollo. ¿El hombre es necesario para la reproducción de nuestra especie?, se preguntaban. La respuesta hasta ahora había sido que sí, que es necesaria. Pero la verdad es que es mucho menos necesaria de lo que creemos. Un hombre puede sustituir perfectamente a otro, o a otros muchos, en la actividad reproductiva. La mujer es insustituible. Si disminuye drásticamente el número de hombres, la tasa de nacimientos ape-nas disminuirá, como se ha observado una y otra vez en las guerras. Si el número de hembras disminuye drásticamente la población se encontrará en inmi-nente peligro de extinción. El hombre, si se conser-van sus espermatozoides, puede seguir engendrando aun después de muerto. Una mujer muerta, si deja un óvulo requerirá de una mujer viva para desarro-llarlo. Por otro lado, las condiciones de inseguridad que durante cientos de miles de años hicieron nece-saria la existencia del macho junto a la hembra y sus crías paran proteger su descendencia han desapare-cido. En suma, todo estaba servido para la aparición del embarazo espontáneo.

Después de conocer el informe de la Academia de Ciencias, las autoridades chinas se enfrentaron a una disyuntiva: permitir la proliferación de la nueva especie y convertirse en el primer país del mundo constituido sólo por mujeres con todo lo ello sig-nifica para un gobierno patriarcal y gerontológico y su respectivo proyecto de dominación mundial, o cortar el problema de raíz. Optó, como sabemos, por esta última salida. Desde que fue adoptada, la tasa de crecimiento de la población china ha disminuido desde casi un 6 por ciento a apenas un poco más de 2 por ciento aunque eso le ha costado la vida, literalmente, a millones de niñas o, si se confirma la existencia del informe de la Academia de Ciencias de la República Popular de China, a millones de es-pecimenes de una nueva especie.

*Doctor en Sociología por la Universidad de Ca-magüey, Cuba. Es autor de los libros: Las ONGs a la vanguardia en la lucha por el socialismo; Crear dos, tres, muchas ONGs; y Fidel, mi papá; los tres publicados por la Universidad Iberoamericana de Puebla.

Demetrios Carcharias*

HORIZONTALES2. (García Barragán), secre-tario de la Defensa Nacional cuando el movimiento estu-diantil de 196811. Símbolos del electrón e itrio13. (Ferranda), dirigente juvenil italiana de los años 60, una de las fundadoras de las Brigadas Rojas14. Congreso del trabajo (inic.)15. Todavía (inv.)17. Guerrillero argentino muerto en Bolivia18. Río de Marruecos que nace en el Alto Atlas20. Ente22. Amarran, lían23. Dos en números romanos24. (Yves Saint), modista fran-cés, en los años 60 revolucionó la moda masculina27. Nota musical28. Símbolos del flúor, impe-dancia y azufre29. Dios entre los mahome-tanos31. (Pierre Duteuil), dirigente juvenil vasco-francés de los años sesenta32. (Dutschke), dirigente radi-cal juvenil alemán.34. Altar35. Parte saliente de la vasija37. Antigua ciudad de los caldeos39. (Pascual), uno de los dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile, en los años 6043. Perezoso, mamífero44. Conjunto de los seres vivos46. Ondulación47. (Descartes), filósofo y matemático francés, autor de Discurso del método49. Patria de Hipócrates52. Hogar53. Existe54. (Alain), dirigente de la trotskista Liga Comunista Revolucionaria cuando el movimiento estudiantil de Francia (1968)58. Abreviatura de señor59. (Cabeza de Vaca), uno de los dirigentes del movimien-to estudiantil en 1968, en México VERTICALES1. (Daniel Cohn-), principal dirigente estudiantil del movi-

miento del 68 en Francia3. Alcohólicos Anónimos4. República Democrática Alemana (inic.)5. Símbolo del cromo6. Ave anseriforme de los aná-tidos, el plumón de la hembra se usa para rellenar almohadas7. Artículo determinado8. Instituto Nacional Indige-nista (inic.)9. Símbolo del sodio10.Capital de Grecia12. (Gagarin), cosmonauta soviético, primero en viajar por el espacio sideral (1961)14. Prenda de vestir femeni-na que cubre la espalda y los hombros16. Símbolos del amperio y ángstrom17. Abreviaturas de culombio y tera19. Levantarás20. Pronombre posesivo21. Isla francesa del océano Atlántico22. Del verbo resultar (inv.)25. Relativo al asno26. Regalarán obsequiarán (inv.)28. Que carece de belleza30. Un lenguaje de progra-mación33. (Alexander), reformador checoslovaco, fue cercado por las tropas soviéticas en 1968 y obligado a renunciar en 1970 a la dirección del partido comunista36. (Barros), rector de la UNAM cuando el movimien-to estudiantil, encabezó una marcha38. Caudal de agua (pl.)40. Artículo neutro41. Sube, alza una cosa42. No apto (inic.)43. Sumo sacerdote judío, in-tervino con Caifás en el juicio de Jesús (Biblia)45. Forma de pronombre48. Pronombre personal50. Símbolos del argón y resis-tencia eléctrica51. Trinitrotolueno54. Símbolos del potasio y fuerza electromotriz55. Cuatro en números romanos56. Prefijo privativo57. Símbolos de la intensidad del campo magnético y del número de Euler

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

11 12 13 14

15 16 17

18 19 20 21 22

23 24 25 26 27

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33 34 35 36

37 38 39 40 41 42 43

44 45 46 47 48

49 50 51 52

3 54 55 56 57 58

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B M A R C E L I N O A

E Y A D R I A N A C T

N U A A D I C H E

D R A A S E R A T A N

I I L A U R E N T L A

T F Z S A L A S

J E A N R U D I

D A R A A S A S

U R A L L E N D E A I

B I O S O L A R E N E

C O S A E T L A R

E S K R I V I N E S R

K C E R V A N T E S A

SOLUCION

REINCIGRAMATORCUATO SERAPIO

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6

La propuesta incluía, además de la enseñanza religiosa, asignaturas técnicas y cívicas. Mel-chor de Jovellanos, insistía en que la instruc-ción pública “era el medio directo, seguro e

infalible, la condición original de la prosperidad de las naciones” para ello insistía en la necesidad de popula-rizar la enseñanza y hacerla gratuita.

Durante los años de lucha por la independencia, estas ideas no desaparecieron, quedaron en la men-te de la elite política. Ramos Arizpe, por ejemplo en su Memoria ante las Cortes de Cádiz consideraba a la educación como la base de la felicidad general y la misma Constitución expedida por las Cortes de Cádiz en 1812, dejó en manos de los ayuntamientos el cui-dado de las escuelas elementales, señalaba como una de las obligaciones de las Diputaciones Provinciales, promover la educación. La idea misma de mejorar a la sociedad alejando la ignorancia, fomentando la cons-tancia y el patriotismo estuvieron presentes también en los “Sentimientos de la Nación” de Morelos. El mismo espíritu prevaleció en el artículo 39 y 117 de la Cons-titución de Apatzingán: “la instrucción, como necesa-ria a todos los ciudadanos, debe ser favorecida por la sociedad con todo su poder” “El Soberano Congreso debe cuidar con singular esmero la ilustración de los pueblos”.

Gracias a esta actitud, el cabildo de México y otros municipios establecieron escuelas gratuitas. En 1790 el cabildo municipal de Puebla ordenó a los conventos de San Francisco, San Agustín, Santo Domingo, La Merced, El Carmen y San Antonio y a las parroquias, que abrieran escuelas. En 1802, el propio ayuntamien-to abrió una escuela gratuita para niños con el nombre de Escuela Real del Seminario Tridentino Palafoxia-no. Este impulso inicial educativo se vio frenado en parte, al iniciar el siglo XIX, por la aplicación de la Real Cedula de Consolidación de Vales Reales, que dejó sin dinero a la Iglesia y las cajas de comunidad.

Grupos de laicos retomaron entonces la tarea, y formaron Juntas de Caridad o Patrióticas, en julio de 1813 se instaló en Puebla la Junta de Caridad y Socie-dad de la Buena Educación de la Juventud, que abriría también una escuela de primeras letras.

Al consumarse la Independencia la preocupación por la educación persiste, sin embargo la falta de re-cursos y la atención de otros problemas inmediatos obligan al gobierno a dejar esta tarea en manos de la Compañía Lancasteriana, fundada en México en 1822. Bajo la dirección de esta institución quedó la tarea de fundar escuelas de primeras letras y norma-les. Su novedoso sistema funcionaba con la ayuda de los alumnos más adelantados que instruían a grupos pequeños, así un profesor podía atender a cientos de alumnos; gracias al uso de materiales de trabajo “no-vedosos” como cajillas con arena y una especie de telé-

grafos, no requerían de mucho papel y tinta, disminu-yendo los gastos de operación.

Una vez creada la República, el interés de las au-toridades por fomentar la instrucción, principalmente la elemental, tomó nuevos matices en México después de 1821, pues entonces la educación tenía que ver con un nuevo gobierno, con la formación de ciudadanos y con la forja de una nueva identidad. Uno de los prin-cipales objetivos fue que los individuos supieran leer y escribir, con la intención de generar “un público” de entre la población que fuera capaz de generar opinión pública. La importancia dada a la facultad de saber leer y escribir se debía a que dichos conocimientos permitirían a los mexicanos participar con plena ca-pacidad en el nuevo régimen republicano en el cual tenían deberes y derechos que ejercer y debían hacerlo con pleno conocimiento, por ejemplo, el ejercicio del voto para elegir a los gobernantes: un gobernante elec-to por ciudadanos ilustrados daba mayor legitimidad y autoridad.

La lectoescritura haría posible a la población acer-carse a la prensa, el conocimiento de las noticias sobre los acontecimientos y problemas del entorno público darían elementos a los ciudadanos para discutir, dia-logar y hacer propuestas sobre la forma de gobierno, la administración u oponerse a ellas. Además, en las escuelas primarias por medio de catecismos o cartillas políticas podrían trasmitirse principios cívicos y reli-giosos uniformes y homogéneos que garantizaran el

conocimiento de la Constitución y los principios del nuevo gobierno. La celebración de ceremonias cívicas y ceremonias escolares de inauguración o clausura de cursos, permitiría ir creando sentimientos patrióticos y de lealtad a las nuevas autoridades. Esos conocimien-tos en las mentes infantiles se quedarían grabados para toda su vida. La escuela se convirtió para el nuevo go-bierno en un medio para ir forjando la unidad nacio-nal y la identidad mexicana, proceso al que le faltaban todavía muchos años pero que en el México Indepen-diente ya se venía venir.

Para los hombres del periodo la fe en la educación era grande, confiaban en ella y la veían como la solu-ción mágica para muchos problemas que aquejaban al país. Pensaban en ella como el medio para integrar a los indígenas a la sociedad, para acabar con la explo-tación y los abusos, para difundir medidas de higiene y urbanidad, para preservar valores y buenas costum-bres, para transformar a la sociedad y acabar con el mal gobierno.

A Puebla el método Lancasteriano llegó en 1818, casi en igual fecha que a la ciudad de México. Para 1820, un informe oficial habla de catorce escuelas gra-tuitas de los conventos, con asistencia de 1,380 alumnos y ocho escuelas particulares con un total de 331 alum-nos. Desde finales de 1824, se acordó la creación de una “sociedad protectora del sistema mutuo”, sostenida por contribuciones voluntarias y con la promesa de fondos estatales, que nunca llegaron. En la década de 1840, el

estado pensó dedicar sus fondos de instrucción prima-ria a una normal. Sin embargo el dinero tuvo que gas-tarlo en la impresión de la cartilla lancasteriana para no comprarla en la ciudad de México, esto provocó un conflicto con la dirección central. Gracias a la labor de la Compañía Lancasteriana, el número de escuelas se extendió por varias ciudades importantes del país. Tan importante fue su tarea que en 1842 se convirtió en Di-rección General de Instrucción Primaria.

En 1871, se publicó un decreto que convertía la enseñanza primaria en obligatoria, se declaró “que el descuido en la instrucción de la juventud era delito de pena correccional”, En virtud de esta disposición, “los padres, tutores, curadores, amos, maestros y demás personas que tengan a su cargo a un niño ó a un jo-ven y no hagan que este reciba la instrucción primaria, serán consignados a un juez y a la discreción de este queda aplicar la pena correccional que haya merecido.” Ese mismo año el informe del Ministro de Educación José Díaz Covarrubias, nos dice que en el Estado de Puebla había 697,788 habitantes y el número de ni-ños que concurren a las escuelas y colegios que hay en el Estado es de 34,549. Las noticias sobre educación eran muy optimistas, pues si bien la enseñanza de la lectura y escritura aumentó durante el transcurso del siglo XIX, el número de escuelas se concentraron en las ciudades importantes del país, beneficiando a los niños de ellas. No así en las áreas rurales donde la po-breza, la falta de vías de comunicación y la limitación a la autonomía de los ayuntamientos impidieron su difusión.

Los hombres pensantes de la época, sean cual fue-ran sus inclinaciones políticas, reconocían la imperio-sa necesidad de extender la enseñanza de las primeras letras. Comprendían que no sería posible modernizar el país sin la participación del pueblo y sin actualizar la cultura de las minorías letradas, únicas capaces de dirigir los destinos del país. Esto implicaba no sólo extender la educación primaria en forma masiva sino también, remplazar la estructura mental producto del dogmatismo y de la disputa por un espíritu de investi-gación y de duda, más apropiado para poner en prácti-ca modernas soluciones pragmáticas.

El Ministro porfirista Joaquín Baranda no olvida-ba la importancia de la instrucción para la indepen-dencia nacional al señalar que “un pueblo ignorante es más fácil de dominar que un pueblo ilustrado”.

Hoy que México conmemora el “bi-centenario de su Independencia”, sería bueno dejar tantos festejos por decreto y volver la mente hacia la educación, y preguntarnos si en su mejoramiento y extensión no estará la transformación que tanta falta le hace a nues-tro México.

*La autora es Maestra en Historia de México por la UNAM. Profesora-Investigadora de Tiempo Com-pleto en el Colegio de Historia FFyL-BUAP

Rosario Torres Domínguez*

La idea de extender la educación al pueblo no vino con la Independencia. Fue desde el siglo XVIII, aun dentro del régimen colonial, cuando el pensamiento ilustrado español empezó a proyectar la educación como un medio para mejorar a la sociedad. Se propuso entonces limitar los gremios y liberar el ejercicio de la enseñanza para poder aumentar el número de escuelas y llevar la enseñanza de las primeras letras al mayor número de individuos.

El Ministro porfirista Joaquín Ba-randa no olvidaba la importancia de la instrucción para la independencia nacional al señalar que “un pueblo ignorante es más fácil de dominar

que un pueblo ilustrado”.

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Rosario Torres Domínguez*

1º Que la América es libre independiente de Espa-ña y de toda otra Nación, Gobierno o Monar-quía, y que así se sancione, dando al Mundo las razones.

2º Que la Religión Católica sea la única, sin tole-rancia de otra.

3º Que todos sus Ministros se sustenten de todos y solos los Diezmos y Primicias, y el Pueblo no tenga que pagar más obvenciones que las de su devoción y ofrenda.

4º Que el Dogma sea sostenido por la Jerarquía de la Iglesia, que son el Papa, los Obispos y los Cu-ras, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó: omnis plantatis quam non plantabit Pa-ter meus Celestis cradicabitur. Mat. Cap. XV.

5º Que la Soberanía dimana inmediatamente del Pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Su-premo Congreso Nacional Americano, compues-to de representantes de las Provincias en igualdad de números.

6º Que los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial estén divididos en los cuerpos compatibles para ejercerlos.

7º Que funcionarán cuatro años los Vocales turnán-dose, saliendo los más antiguos, para que ocupen el lugar los nuevos electos.

8º La dotación de los Vocales será una congrua su-ficiente y no superflua, y no pasará por ahora de 8.000 pesos.

9º Que los empleos sólo los Americanos los obten-gan.

10º Que no se admitan extranjeros, si no son Artesa-nos capaces de instruir, y libres de toda sospecha.

11º Que los Estados mudan costumbres, y por consi-guiente la Patria no será del todo libre y nuestra, mientras no se reforme el Gobierno, abatiendo el tiránico, substituyendo el liberal, e igualmente echando fuera de nuestro suelo al enemigo es-pañol, que tanto se ha declarado contra (nuestra Patria / esta nación).

12º Que como la buena Ley es superior a todo hom-bre, las que dicte nuestro Congreso deben ser ta-les, que obliguen a constancia y patriotismo, mo-deren la opulencia y la indigencia; y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.

13º Que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados; y que éstos sólo lo sean en cuanto al uso de su ministerio.

14º Que para dictar una Ley se haga Junta de Sabios, en el número posible, para que proceda con más acierto y exonere de algunos cargos que pudieran resultarles.

15º Que la Esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de Castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un Americano de otro el vicio y la virtud.

16º Que nuestros Puertos se franqueen a las Nacio-nes extranjeras amigas, pero que éstas no se inter-nen al Reino, por más amigas que sean, y sólo ha-brá Puertos señalados para el efecto, prohibiendo el desembarque en todos los demás, señalando el diez por ciento.

17º Que a cada uno se le guarden sus propiedades, y respete en su Casa como en un asilo sagrado, señalando penas a los infractores.

18º Que en la nueva legislación no se admita la tor-tura.

19º Que en la misma se establezca por Ley Consti-tucional la celebración del día doce de Diciembre en todos los Pueblos, dedicado a la Patrona de nuestra Libertad, María Santísima de Guadalu-pe, encargando a todos los Pueblos la devoción mensual.

20º Que las tropas extranjeras, o de otro Reino, no pisen nuestro suelo, y si fuere en ayuda, no esta-rán donde la Suprema Junta.

21º Que no se hagan expediciones fuera de los lími-tes del Reino, especialmente ultramarinas, pero que no son de esta clase propagar la fe a nuestros hermanos de tierra dentro.

22º Que se quite la infinidad de tributos, pechos e imposiciones que nos agobian, y se señale a cada individuo un cinco por ciento de semillas y de-más efectos u otra carga igual de ligera, que no oprima tanto, como la alcabala, el Estanco, el Tri-buto y otros; pues con esta ligera contribución, y la buena administración de los bienes confiscados al enemigo, podrá llevarse el peso de la Guerra, y honorarios de empleados.

Chilpancingo, 14 septiembre 1813.José Mª Morelos.

23º Que igualmente se solemnice el día 16 de sep-tiembre, todos los años, como el día Aniversario en que se levantó la Voz de la Independencia, y nuestra Santa Libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se desplegaron los labios de la Nación para reclamar sus derechos con Espada en mano para ser oída: recordando siempre el mérito del grande Héroe el señor Don Miguel Hidalgo y su compañero Don Ignacio Allende.

Repuestas en 21 de noviembre de 1813. Y por tanto, quedan abolidas éstas, quedando siempre sujetos al parecer de S.[u] A.[alteza] S.[erenísima]

[Transcripción íntegra del original manuscrito con-servado en el Archivo General de la Nación]

José María Morelos y Pavón14 de septiembre de 1813

Decía Humboldt en su Ensayo político so-bre el Reino de la Nueva España: Hay siete castas distintas: 1. los individuos nacidos en Europa, llamados vulgarmen-

te gachupines; 2. los españoles criollos o los blancos de raza europea nacidos en América; 3. los mestizos descendientes de blancos y de indios; los mulatos des-cendientes de blancos y de negros; 5. los zambos des-cendientes de negros y de indios; 6. los mismos indios […] y 7. los negros africanos. Dejando a un lado las subdivisiones, resultan cuatro castas principales: los blancos, comprendidos bajo la denominación general de españoles; los negros; los indios y los hombres de raza mixta, mezclados de europeos, de africanos, de indios americanos y de malayos.

En 1810, de acuerdo a cálculos elaborados por Fernando Navarro y Noriega, contador general de ar-bitrios de la Nueva España, la población de ese reino ascendía a 6 122 354, de los cuales 3 676 281 eran indígenas y constituían el 60% del total; 1 338 706 eran clasificados como castas (21%) y finalmente los españoles, aquí agrupados tanto los nacidos en Espa-ña como los novohispanos, que sumaban 1 097 928, cifra que representa el 18% del total*.

* Los porcentajes no ajustan al cien por ciento debido a que en los cálculos de la población total, Navarro y Noriega incorporó a los religiosos sin distinguir su origen.

Fuente: Territorio y población de la Nueva España de fines del siglo XVIII al México independiente de Hira de Gortari Rabiela, en el tomo III de El Poblamiento de México, Secretaría de Gobernación, México, 1993.

Aparece cada quince días

Director: Enrique Condés LaraConsejo Editorial: Mariano E. Torres Bautista,

Jaime Cid Monjarraz, Gloria A. Tirado Villegas, Oscar López Hernández y María de Lourdes

Herrera Feria.Diseño: Israel Hernández Cedeño

*No incluye sección de SocialesSe imprime en los talleres de El Errante, Editor.

Priv. Emiliano Zapata 5947, San BaltasarCampeche, Puebla.

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Las Naciones que se llaman grandes en la extensión del Globo fueron dominadas por otras y hasta que sus luces no les permitieron fijar su propia opinión, no se emanciparon.

Las europeas, que llegaron a su mayor ilustración y política, fueron esclavas de la Romana; y este Imperio, el mayor que reconoce la historia, asemejó al padre de la familia, que en su ancianidad mira separarse de su casa a los hijos y los nietos, por estar ya en edad de formar otras, y fijarse por sí, conservándole todo el res-peto, veneración y amor, como a su primitivo origen.

Trescientos años hace la América Septentrio-nal de estar bajo la tutela de la Nación más Católica y piadosa, heroica y magnánima. La España la educó y engrandeció, formando esas ciudades opulentas, esos pueblos hermosos, esas provincias y reinos dilatados, que en la historia del Universo van a ocupar lugar muy distinguido, aumentándose las poblaciones y las luces, conocidos todos los ramos de la natural opulencia del suelo, su riqueza metálica, las ventajas de su situación topográfica; los daños que origina la distancia del cen-tro de unidad y viendo que la rama es igual al tronco: la opinión pública y la general de todos los pueblos, es la independencia absoluta de la España y de toda otra Nación. Así piensa el europeo, y así piensa los ameri-canos de todo origen.

Esta misma voz que resonó en el pueblo de Dolo-res el año de 1810, y que tantas desgracias originó al pueblo de las delicias, por el desorden, el abandono, y otra multitud de vicios, fijó también la opinión pública, de que la unión general entre europeos y americanos, indios e indígenas, es la única base sólida en que puede descansar nuestra común felicidad. ¿Y quién pondrá en duda que, después de la experiencia horrorosa de tantos desastres, no hay uno siquiera que deje de pres-tarse a la unión para conseguir tanto bien? ¡Españoles europeos: vuestra patria es la América porque en ella vivís; en ella tenéis comercio y bienes! Americanos: ¿Quién de vosotros puede decir que no desciende de español? Ved la cadena dulcísima que nos une, añadid los otros lazos de amistad, la dependencia de intereses, la educación e idioma, y la conformidad de sentimien-tos; y veréis son tan estrechas y poderosas, que la feli-cidad del Reino es necesario la hagan todos reunidos en una sola opinión y en una sola voz.

Es llegado el momento en que manifestéis la uniformidad de vuestros sentimientos, y que nuestra unión sea la mano poderosa que emancipe a la Amé-rica sin necesidad de auxilios extraños. ¡Al frente de un ejército valiente y resuelto, he proclamado la Inde-pendencia de la América Septentrional! Es ya libre, es ya Señora de sí misma, ya no reconoce ni depende de la España, ni de otra Nación alguna. Saludadla todos como Independientes, y sean nuestros corazones biza-rros los que sostengan esta dulce voz, unidos con las tropas que han resuelto morir, antes que separarse de tan heroica empresa. No anima otro deseo al Ejército,

que el conservar pura la Santa Religión que profesa-mos, y hacer la felicidad general. Oíd, escuchad las ba-ses sólidas en que funda su resolución.

1. La religión Católica Apostólica Romana, sin to-lerancia de otra alguna.

2. La absoluta Independencia de este Reino.3. Gobierno Monárquico, templado por una Cons-

titución análoga al país.4. Fernando VII y en sus casos los de su dinastía

o de otra reinante serán los Emperadores, para hallarnos con un monarca ya hecho y precaver los atentados de ambición.

5. Habrá una junta, ínterin, se reúnen las Cortes que hagan efectivo este Plan.

6. Esta se nombrará Gubernativa, y se compondrá de los vocales ya propuestos al Señor Virrey.

7. Gobernará en virtud del juramento que tiene prestado al Rey, ínterin este se presenta en Méxi-co y los presta, y entonces se suspenderán todas las ulteriores órdenes.

8. Si Fernando VII no se resolviere a venir a Méxi-co, la Junta de la Regencia mandará a nombre de la Nación mientras se resuelva la testa que debe coronarse.

9. Será sostenido este Gobierno por el Ejército de las Tres Garantías.

10. Las Cortes resolverán si ha de continuar esta Junta o sustituirse una Regencia, mientras llega el Emperador.

11. Trabajarán luego que se unan, la Constitución del Imperio Mexicano.

12. Todos los habitantes de él, sin otra distinción que su mérito y virtudes, son ciudadanos idóneos para optar cualquier empleo.

13. Sus personas y propiedades, serán respetadas y protegidas.

14. El Claro Secular y Regular, conservado en todos sus fueros y propiedades.

15. Todos los ramos del Estado, y empleados públi-cos, subsistirán como en el día, y sólo serán remo-vidos los que se opongan a este Plan, y sustituidos por los que más se distingan en su adhesión, vir-tud y mérito.

16. Se formará un Ejército protector, que se denomi-nará de las Tres Garantías, y que se sacrificará del primero al último de sus individuos, ante la más ligera infracción de ellas.

17. Este Ejército observará a la letra la Ordenanza, y sus Jefes y Oficiales continúan en el pie que es-tán con la expectativa no obstante, a los empleos vacantes y a los que se estimen de necesidad o conveniencia.

18. Las tropas de que se compongan se considerarán como de línea y lo mismo las que abracen luego este Plan; las que lo difieran y los paisanos que quieran alistarse, se mirarán como milicia Nacio-

nal, y el arreglo y forma de todas, lo dictarán las Cortes.

19. Los empleos se darán en virtud de informes de los respectivos Jefes, y a nombre de la Nación provisionalmente.

20. Ínterin se reúnen las Cortes se procederá en los delitos con total arreglo a la Constitución Espa-ñola.

21. En el de conspiración contra la Independencia se procederá a prisión, sin pasar a otra cosa hasta que las Cortes dicten la pena correspondiente al mayor de los delitos, después del de lesa Majestad Divina.

22. Se vigilará sobre los que intenten sembrar la divi-sión y se reputarán como conspiradores contra la Independencia.

23. Como las Cortes que se han de formar son Cons-tituyentes, deben ser elegidos los Diputados bajo este concepto. La Junta determinará las reglas y el tiempo necesario para tal efecto.

Americanos:He aquí el establecimiento y la creación de un nue-

vo Imperio. He aquí lo que ha jurado el ejército de las Tres Garantías, cuya voz lleva el que tiene el honor de distinguirla. He aquí el objeto para cuya cooperación os incita. No os pide otra cosa que la que vosotros mis-mos debéis pedir y apetecer: unión, fraternidad, orden, quietud interior, vigilancia y horror a cualquiera mo-vimiento turbulento. Estos guerreros no quieren otra cosa que la felicidad común. Uníos con su valor para llevar adelante una empresa que por todos aspectos (si no es por la pequeña parte que en ella he tenido) debo llamar heroica. No teniendo enemigos que batir, confiemos en el Dios de los Ejércitos, que lo es tam-bién de la paz, que cuantos componemos este cuerpo de fuerzas combinadas, de europeos y americanos, de disidentes y realistas, seremos unos meros protectores, unos simples espectadores de la obra grandiosa que hoy he trazado, y retocarán y perfeccionarán los padres de la Patria.

Asombrad a las Naciones de la culta Europa, vean que la América Septentrional se emancipó sin derra-mar una sola gota de sangre. En el transporte de vues-tro júbilo decid: ¡Viva la Religión Santa que profesa-mos! ¡Viva la América Septentrional Independiente de todas las Naciones del Globo! ¡Viva la unión que hizo nuestra felicidad!

Americanos:Bajo cuyo nombre comprendo no sólo a los nacidos en América, sino a los europeos, africanos y asiáticos, que en ella residen: tened la bondad de oirme:

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