El Ruiseñor y La Rosa y otros cuentos

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El ruiseñor y la rosa -Ha dicho que bailaría conmigo si le llevaba unas rosas rojas -se lamentaba el joven estudiante-, pero no hay en todo mi jardín una sola rosa roja. Desde su nido de la encina oyole el ruiseñor. Miró por entre las hojas asombrado. -¡No hay una sola rosa roja en todo mi jardín! -gritaba el estudiante. Y sus bellos ojos se llenaban de lágrimas. -¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leído todo cuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía y tengo que ver mi vida destrozada por falta de una rosa roja. -He aquí por fin el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Le he cantado todas las noches, aun sin conocerle; todas las noches repito su historia a las estrellas, y ahora le veo. Su cabellera es oscura como la flor del jacinto y sus labios rojos como la rosa que desea; pero la pasión ha tornado su rostro pálido como el marfil y la pena le ha marcado en la frente con su sello. -El príncipe da un baile mañana por la noche -murmuraba el joven estudiante-, y mi adorada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendré en mis brazos. Reclinará su cabeza sobre mi hombro y su mano estrechará la mía. Pero no hay rosas rojas en mi jardín. Por lo tanto, tendré que estar solo y no me hará caso ninguno. No se fiará en mí para nada y mi corazón se desgarrará. -He aquí el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es alegría para mí, para él es pena. Realmente el amor es una cosa maravillosa: es más precioso que las esmeraldas y más caro que los finos ópalos. Perlas y granates no pueden pagarle porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor, ni pesarlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro. -Los músicos estarán en su estrado -decía el joven estudiante-. Tocarán sus instrumentos de cuerdas y mi adorada bailará a los sones del arpa y del violín. Bailará tan vaporosamente que su pie no tocará el suelo, y los cortesanos con sus alegres atavíos la rodearán solícitos; pero conmigo no bailará porque no tengo rosas rojas que darle. Y dejándose caer sobre el césped, hundía su cara en sus manos y lloraba.

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Serie de libros de Oscar Wild

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El ruiseor y la rosa-Ha dicho que bailara conmigo si le llevaba unas rosas rojas -se lamentaba el joven estudiante-, pero no hay en todo mi jardn una sola rosa roja.Desde su nido de la encina oyole el ruiseor. Mir por entre las hojas asombrado.-No hay una sola rosa roja en todo mi jardn! -gritaba el estudiante.Y sus bellos ojos se llenaban de lgrimas.-Ah, de qu cosa ms insignificante depende la felicidad! He ledo todo cuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofa y tengo que ver mi vida destrozada por falta de una rosa roja.-He aqu por fin el verdadero enamorado -dijo el ruiseor-. Le he cantado todas las noches, aun sin conocerle; todas las noches repito su historia a las estrellas, y ahora le veo. Su cabellera es oscura como la flor del jacinto y sus labios rojos como la rosa que desea; pero la pasin ha tornado su rostro plido como el marfil y la pena le ha marcado en la frente con su sello.-El prncipe da un baile maana por la noche -murmuraba el joven estudiante-, y mi adorada asistir a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailar conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendr en mis brazos. Reclinar su cabeza sobre mi hombro y su mano estrechar la ma. Pero no hay rosas rojas en mi jardn. Por lo tanto, tendr que estar solo y no me har caso ninguno. No se fiar en m para nada y mi corazn se desgarrar.-He aqu el verdadero enamorado -dijo el ruiseor-. Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es alegra para m, para l es pena. Realmente el amor es una cosa maravillosa: es ms precioso que las esmeraldas y ms caro que los finos palos. Perlas y granates no pueden pagarle porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor, ni pesarlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro.-Los msicos estarn en su estrado -deca el joven estudiante-. Tocarn sus instrumentos de cuerdas y mi adorada bailar a los sones del arpa y del violn. Bailar tan vaporosamente que su pie no tocar el suelo, y los cortesanos con sus alegres atavos la rodearn solcitos; pero conmigo no bailar porque no tengo rosas rojas que darle.Y dejndose caer sobre el csped, hunda su cara en sus manos y lloraba.-Por qu lloras? -preguntaba una lagartija verde correteando cerca de l con su cola levantada.-S, por qu? -deca una mariposa que revoloteaba persiguiendo un rayo de sol.-Eso es, por qu? -murmur una margarita a su vecina, con una dulce vocecilla.-Llora por una rosa roja.-Por una rosa roja? Qu ridiculez!Y la lagartija, que era algo cnica, se ech a rer con todas sus ganas.Pero el ruiseor, que comprenda el secreto de la pena del estudiante, permaneci silencioso en la encina, reflexionando en el misterio del amor.De pronto despleg sus alas oscuras y emprendi el vuelo.Pas por el bosque como una sombra, y como una sombra atraves el jardn.En el centro del parterre se levantaba un hermoso rosal, y al verle vol hacia l y se pos sobre una ramita.-Dame una rosa roja -le grit- y te cantar mis canciones ms dulces.Pero el rosal sacudi su cabeza.-Mis rosas son blancas -contest-, blancas como la espuma del mar, ms blancas que la nieve en la montaa. Pero ve en busca del hermano mo que crece alrededor del viejo reloj de sol y quiz l te d lo que pides.Entonces el ruiseor vol al rosal que creca en torno del viejo reloj de sol.-Dame una rosa roja -le grit- y te cantar mis canciones ms dulces.Pero el rosal sacudi su cabeza.-Mis rosas son amarillas -respondi-, tan amarillas como los cabellos de las sirenas que se sientan sobre un tronco de rbol, ms amarillas que el narciso que florece en los prados, antes de que llegue el segador con su hoz. Pero ve en busca de mi hermano, el que crece debajo de la ventana del estudiante y quiz l te d lo que pides.Entonces el ruiseor vol al rosal que creca debajo de la ventana del estudiante.-Dame una rosa roja -le grit- y te cantar mis canciones ms dulces.Pero el arbusto sacudi su cabeza.-Mis rosas son rojas -respondi-, tan rojas como las patas de las palomas, ms rojas que los grandes abanicos de coral que el ocano mece en sus abismos; pero el invierno ha helado mis venas, las heladas han marchitado mis botones, el huracn ha partido mis ramas, y no tendr ya rosas en todo este ao.-No necesito ms que una rosa roja -grit el ruiseor-, una sola rosa roja. No hay ningn medio para que yo la consiga?-Hay un medio -respondi el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decrtelo.-Dmelo -contest el ruiseor-. No soy asustadizo.-Si necesitas una rosa roja -dijo el rosal-, tienes que hacerla con notas de msica, al claro de luna, y teirla con la sangre de tu propio corazn. Cantars para m, con el pecho apoyado en mis espinas. Cantars para m durante toda la noche y las espinas te atravesarn el corazn: la sangre de tu vida correr por mis venas y se convertir en sangre ma.-La muerte es un buen precio por una rosa roja -replic el ruiseor- y todo el mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perlas. Dulce es el olor de los nobles espinos. Dulces son las campanillas que se esconden en el valle y los brezos que cubren la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida. Y qu es el corazn de un pjaro comparado con el de un hombre?Entonces despleg sus alas oscuras y emprendi el vuelo. Pas por el jardn como una sombra y como una sombra cruz el bosque.El joven estudiante permaneca tendido sobre el csped, all donde el ruiseor le dej, y las lgrimas no se haban secado an en sus bellos ojos.-Sed feliz -le grit el ruiseor-, sed feliz; tendris vuestra rosa roja. La crear con notas de msica al claro de luna y la teir con la sangre de mi propio corazn. Lo nico que os pido en cambio es que seis un verdadero enamorado, porque el amor es ms sabio que la filosofa, aunque sta lo sea. Y ms fuerte que el poder, aunque ste tambin lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su aliento es como el incienso.El estudiante levant los ojos del csped y prest atencin; pero no pudo comprender lo que le deca el ruiseor, pues nicamente saba las cosas que estn escritas en los libros.Pero la encina lo comprendi y se puso triste, porque amaba mucho al ruiseorcito que haba construido el nido en sus ramas.-Cntame la ltima cancin -murmur-. Me quedar tan triste cuando te vayas!Entonces el ruiseor cant para la encina; y su voz era como el agua reidora de una fuente argentina.Al terminar su cancin, el estudiante se levant, sacando al mismo tiempo su cuadernito de notas y su lpiz de bolsillo.-El ruiseor -se deca pasendose por la alameda-, el ruiseor posee una belleza innegable, pero siente? Me temo que no. Despus de todo, es como muchos artistas, todo estilo sin nada de sinceridad. No se sacrifica por los dems. No piensa ms que en la msica y en el arte; como todo el mundo sabe, es egosta. Ciertamente, no puede negarse que su voz tiene notas muy bellas. Qu lstima que todo eso no tenga sentido alguno, que no persiga ningn fin prctico!Y volviendo a su habitacin se acost sobre su jergoncito y se puso a pensar en su adorada.Al poco rato se durmi.Y cuando la luna brillaba en los cielos, el ruiseor vol al rosal y coloc su pecho contra las espinas.Y toda la noche cant con el pecho apoyado sobre las espinas; y la fra luna de cristal se detuvo y estuvo escuchando toda la noche.Cant durante toda la noche y las espinas penetraron cada vez ms en su pecho y la sangre de su vida flua de su pecho.Al principio cant el nacimiento del amor en el corazn de un joven y de una muchacha; y sobre la rama ms alta del rosal floreci una rosa maravillosa, ptalo tras ptalo, cancin tras cancin.Primero era plida como la bruma que flota sobre el ro, plida como los pies de la maana y argentada como las alas de la aurora.La rosa que floreca sobre la rama ms alta del rosal, pareca la sombra de una rosa en un espejo de plata, la sombra de la rosa en un lago.Pero el rosal grit al ruiseor que se apretase ms contra las espinas.-Apritate ms, pequeo ruiseor -le deca-, o llegar el da antes de que la rosa est terminada. Entonces el ruiseor se apret ms contra las espinas y su canto fluy ms sonoro, porque cantaba el nacimiento de la pasin en el alma de un hombre y de una virgen.Y un delicado rubor apareci sobre los ptalos de la rosa, lo mismo que enrojece la cara de un enamorado que besa los labios de su prometida.Pero las espinas no haban llegado an al corazn del ruiseor; por eso el corazn de la rosa segua blanco; porque slo la sangre de un ruiseor puede colorear el corazn de una rosa.Y el rosal grit al ruiseor que se apretase ms contra las espinas.-Apritate ms, pequeo ruiseor -le deca-, o llegar el da antes de que la rosa est terminada. Entonces el ruiseor se apret an ms contra las espinas, y las espinas tocaron su corazn y l sinti en su interior un cruel tormento de dolor.Cuanto ms acerbo era su dolor, ms impetuoso sala su canto, porque cantaba el amor sublimizado por la muerte, el amor que no acaba en la tumba.Y la rosa maravillosa enrojeci como las rosas de Bengala. Purpreo era el color de los ptalos y purpreo como un rub era su corazn.Pero la voz del ruiseor desfalleci. Sus breves alas empezaron a batir y una nube se extendi sobre sus ojos.Su canto se fue debilitando cada vez ms. Sinti que algo se ahogaba en la garganta.Entonces su canto tuvo un ltimo fulgor. La blanca luna le oy y olvidndose de la aurora se detuvo en el cielo.La rosa roja le oy; tembl toda ella de arrobamiento y abri sus ptalos al aire fro de la maana. El eco le condujo hacia su caverna purprea de las colinas, despertando de sus sueos a los rebaos dormidos.El canto flot entre los caaverales del ro, que llevaron su mensaje al mar.-Mira, mira -grit el rosal-, ya est terminada la rosa.Pero el ruiseor no respondi: yaca muerto sobre las altas hierbas, con el corazn traspasado de espinas.A medioda el estudiante abri su ventana y mir hacia afuera.-Qu extraa buena suerte! -exclam-. He aqu una rosa roja! No he visto una rosa semejante en toda mi vida. Es tan bella, que estoy seguro de que debe tener en latn un nombre enrevesado.E inclinndose, la cogi.En seguida se puso el sombrero y corri a casa del profesor con su rosa en la mano.La hija del profesor estaba sentada a la puerta. Devanaba seda azul sobre un carrete, con un perrito echado a sus pies.-Dijisteis que bailarais conmigo si os traa una rosa roja -le dijo el estudiante-. He aqu la rosa ms roja del mundo. Esta noche la prenderis cerca de vuestro corazn, y cuando bailemos juntos, ella os dir lo mucho que os amo.Pero la joven frunci las cejas.-Temo que esta rosa no se armonice bien con mi vestido -respondi-. Adems, el sobrino del chambeln me ha enviado varias joyas de verdad y ya se sabe que las joyas cuestan ms que las flores.-Oh, a fe ma que sois una ingrata! -dijo el estudiante lleno de clera.Y tir la rosa al arroyo. Un pesado carro la aplast.-Ingrato! -dijo la joven-. Os dir que os portis como un grosero, y despus de todo, qu sois? Un simple estudiante. Bah! No creo que podis tener nunca hebillas de plata en los zapatos como las del sobrino del chambeln.Y levantndose de su silla, se meti en su casa. -Qu bobera es el amor! -se deca el estudiante a su regreso-. No es ni la mitad de til que la Lgica, porque no puede probar nada; habla siempre de cosas que no sucedern y hace creer a la gente cosas que no son ciertas. Realmente, no es nada prctico, y como en nuestra poca todo estriba en ser prctico, voy a volver a la filosofa y al estudio de la metafsica.Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitacin, abri un gran libro polvoriento y se puso a leer.

El prncipe felizEn la parte ms alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Prncipe Feliz.Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tena, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rub rojo arda en el puo de su espada.Por todo lo cual era muy admirada.-Es tan hermoso como una veleta -observ uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputacin de conocedor en el arte-. Ahora, que no es tan til -aadi, temiendo que le tomaran por un hombre poco prctico.Y realmente no lo era.-Por qu no eres como el Prncipe Feliz? -preguntaba una madre cariosa a su hijito, que peda la luna-. El Prncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.-Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.-Verdaderamente parece un ngel -decan los nios hospicianos al salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas blancas.-En qu lo conocis -replicaba el profesor de matemticas- si no habis visto uno nunca?-Oh! Los hemos visto en sueos -respondieron los nios.Y el profesor de matemticas frunca las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no poda aprobar que unos nios se permitiesen soar.Una noche vol una golondrinita sin descanso hacia la ciudad.Seis semanas antes haban partido sus amigas para Egipto; pero ella se qued atrs.Estaba enamorada del ms hermoso de los juncos. Lo encontr al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el ro persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.-Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.Y el Junco le hizo un profundo saludo.Entonces la Golondrina revolote a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.Era su manera de hacer la corte. Y as transcurri todo el verano.-Es un enamoramiento ridculo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobretn y tiene realmente demasiada familia.Y en efecto, el ro estaba todo cubierto de juncos. Cuando lleg el otoo, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.Una vez que se fueron sus amigas, sintiose muy sola y empez a cansarse de su amante.-No sabe hablar -deca ella-. Y adems temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus ms graciosas reverencias.-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A m me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.-Quieres seguirme? -pregunt por ltimo la Golondrina al Junco.Pero el Junco movi la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.-Te has burlado de m! -le grit la Golondrina-. Me marcho a las Pirmides. Adis!Y la Golondrina se fue.Vol durante todo el da y al caer la noche lleg a la ciudad.-Dnde buscar un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habr hecho preparativos para recibirme.Entonces divis la estatua sobre la columnita.-Voy a cobijarme all -grit- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.Y se dej caer precisamente entre los pies del Prncipe Feliz.-Tengo una habitacin dorada -se dijo quedamente, despus de mirar en torno suyo.Y se dispuso a dormir.Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aqu que le cay encima una pesada gota de agua.-Qu curioso! -exclam-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas estn claras y brillantes, y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extrao. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en l era puro egosmo.Entonces cay una nueva gota.-Para qu sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.Y se dispuso a volar ms lejos. Pero antes de que abriese las alas, cay una tercera gota.La Golondrina mir hacia arriba y vio... Ah, lo que vio!Los ojos del Prncipe Feliz estaban arrasados de lgrimas, que corran sobre sus mejillas de oro.Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintiose llena de piedad.-Quin sois? -dijo.-Soy el Prncipe Feliz.-Entonces, por qu lloriqueis de ese modo? -pregunt la Golondrina-. Me habis empapado casi.-Cuando estaba yo vivo y tena un corazn de hombre -repiti la estatua-, no saba lo que eran las lgrimas porque viva en el Palacio de la Despreocupacin, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el da jugaba con mis compaeros en el jardn y por la noche bailaba en el gran saln. Alrededor del jardn se alzaba una muralla altsima, pero nunca me preocup lo que haba detrs de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermossimo. Mis cortesanos me llamaban el Prncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. As viv y as mor, y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazn sea de plomo, no me queda ms recurso que llorar.Cmo! No es de oro de buena ley?, pens la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observacin en voz alta sobre las personas.-All abajo -continu la estatua con su voz baja y musical-, all abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas est abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro est enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el prximo baile de corte, la ms bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincn del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle ms que agua del ro. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, no quieres llevarla el rub del puo de mi espada? Mis pies estn sujetos al pedestal, y no me puedo mover.-Me esperan en Egipto -respondi la Golondrina-. Mis amigas revolotean de aqu para all sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irn a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey est all en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromticas. Tiene una cadena de jade verde plido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Prncipe-, no te quedars conmigo una noche y sers mi mensajera? Tiene tanta sed el nio y tanta tristeza la madre!-No creo que me agraden los nios -contest la Golondrina-. El invierno ltimo, cuando viva yo a orillas del ro, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras, las golondrinas, volamos demasiado bien para eso y adems yo pertenezco a una familia clebre por su agilidad; mas, a pesar de todo, era una falta de respeto.Pero la mirada del Prncipe Feliz era tan triste que la Golondrinita se qued apenada.-Mucho fro hace aqu -le dijo-; pero me quedar una noche con vos y ser vuestra mensajera.-Gracias, Golondrinita -respondi el Prncipe. Entonces la Golondrinita arranc el gran rub de la espada del Prncipe y llevndolo en el pico, vol sobre los tejados de la ciudad.Pas sobre la torre de la catedral, donde haba unos ngeles esculpidos en mrmol blanco.Pas sobre el palacio real y oy la msica de baile. Una bella muchacha apareci en el balcn con su novio.-Qu hermosas son las estrellas -la dijo- y qu poderosa es la fuerza del amor!-Querra que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial -respondi ella-. He mandado bordar en l unas pasionarias, pero son tan perezosas las costureras!Pas sobre el ro y vio los fanales colgados en los mstiles de los barcos. Pas sobre elghettoy vio a los judos viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.Al fin lleg a la pobre vivienda y ech un vistazo dentro. El nio se agitaba febrilmente en su camita y su madre habase quedado dormida de cansancio.La Golondrina salt a la habitacin y puso el gran rub en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revolote suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del nio.-Qu fresco ms dulce siento! -murmur el nio-. Debo estar mejor.Y cay en un delicioso sueo.Entonces la Golondrina se dirigi a todo vuelo hacia el Prncipe Feliz y le cont lo que haba hecho.-Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho fro.Y la Golondrinita empez a reflexionar y entonces se durmi. Cuantas veces reflexionaba se dorma. Al despuntar el alba vol hacia el ro y tom un bao.-Notable fenmeno! -exclam el profesor de ornitologa que pasaba por el puente-.Una golondrina en invierno!Y escribi sobre aquel tema una larga carta a un peridico local.Todo el mundo la cit. Estaba plagada de palabras que no se podan comprender!...-Esta noche parto para Egipto -se deca la Golondrina.Y slo de pensarlo se pona muy alegre.Visit todos los monumentos pblicos y descans un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia. Por todas partes adonde iba piaban los gorriones, dicindose unos a otros:-Qu extranjera ms distinguida!Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvi a todo vuelo hacia el Prncipe Feliz.-Tenis algn encargo para Egipto? -le grit-. Voy a emprender la marcha.-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Prncipe-, no te quedars otra noche conmigo?-Me esperan en Egipto -respondi la Golondrina-. Maana mis amigas volarn hacia la segunda catarata. All el hipoptamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnn se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegra y luego calla. A medioda, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del ro. Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos ms atronadores que los rugidos de la catarata.-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Prncipe-, all abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Est inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos de granada. Tiene unos grandes ojos soadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado fro para escribir ms. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.-Me quedar otra noche con vos -dijo la Golondrina, que tena realmente buen corazn-. Debo llevarle otro rub?-Ay! No tengo ms rubes -dijo el Prncipe-. Mis ojos es lo nico que me queda. Son unos zafiros extraordinarios trados de la India hace un millar de aos. Arranca uno de ellos y llvaselo. Lo vender a un joyero, se comprar alimento y combustible y concluir su obra.-Amado Prncipe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso.Y se puso a llorar.-Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Prncipe-. Haz lo que te pido.Entonces la Golondrina arranc el ojo del Prncipe y vol hacia la buhardilla del estudiante. Era fcil penetrar en ella porque haba un agujero en el techo. La Golondrina entr por l como una flecha y se encontr en la habitacin.El joven tena la cabeza hundida en sus manos. No oy el aleteo del pjaro y cuando levant la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.-Empiezo a ser estimado -exclam-. Esto proviene de algn rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.Y pareca completamente feliz.Al da siguiente la Golondrina vol hacia el puerto. Descans sobre el mstil de un gran navo y contempl a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.-Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.-Me voy a Egipto! -les grit la Golondrina.Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvi hacia el Prncipe Feliz.-He venido para deciros adis -le dijo.-Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclam el Prncipe-. No te quedars conmigo una noche ms?-Es invierno -replic la Golondrina- y pronto estar aqu la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los rboles, a orillas del ro. Mis compaeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Prncipe, tengo que dejaros, pero no os olvidar nunca y la primavera prxima os traer de all dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que disteis. El rub ser ms rojo que una rosa roja y el zafiro ser tan azul como el ocano.-All abajo, en la plazoleta -contest el Prncipe Feliz-, tiene su puesto una nia vendedora de cerillas. Se le han cado las cerillas al arroyo, estropendose todas. Su padre le pegar si no lleva algn dinero a casa, y est llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arrncame el otro ojo, dselo y su padre no le pegar.-Pasar otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancaros el ojo porque entonces os quedarais ciego del todo.-Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Prncipe-. Haz lo que te mando.Entonces la Golondrina volvi de nuevo hacia el Prncipe y emprendi el vuelo llevndoselo.Se pos sobre el hombro de la vendedorcita de cerillas y desliz la joya en la palma de su mano.-Qu bonito pedazo de cristal! -exclam la nia. Y corri a su casa muy alegre.Entonces la Golondrina volvi de nuevo hacia el Prncipe.-Ahora estis ciego. Por eso me quedar con vos para siempre.-No, Golondrinita -dijo el pobre Prncipe-. Tienes que ir a Egipto.-Me quedar con vos para siempre -dijo la Golondrina.Y se durmi entre los pies del Prncipe. Al da siguiente se coloc sobre el hombro del Prncipe y le refiri lo que haba visto en pases extraos.Le habl de los ibis rojos que se sitan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de mbar en sus manos; del rey de las montaas de la Luna, que es negro como el bano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual estn encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y estn siempre en guerra con las mariposas.-Querida Golondrinita -dijo el Prncipe-, me cuentas cosas maravillosas, pero ms maravilloso an es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio ms grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.Entonces la Golondrinita vol por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magnficos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.Vol por los barrios sombros y vio las plidas caras de los nios que se moran de hambre, mirando con apata las calles negras.Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niitos abrazados uno a otro para calentarse.-Qu hambre tenemos! -decan.-No se puede estar tumbado aqu! -les grit un guardia.Y se alejaron bajo la lluvia.Entonces la Golondrina reanud su vuelo y fue a contar al Prncipe lo que haba visto.-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Prncipe-; desprndelo hoja por hoja y dselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.Hoja por hoja arranc la Golondrina el oro fino hasta que el Prncipe Feliz se qued sin brillo ni belleza. Hoja por hoja lo distribuy entre los pobres, y las caritas de los nios se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.-Ya tenemos pan! -gritaban.Entonces lleg la nieve y despus de la nieve el hielo. Las calles parecan empedradas de plata por lo que brillaban y relucan.Largos carmbanos, semejantes a puales de cristal, pendan de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubra de pieles y los nios llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.La pobre Golondrina tena fro, cada vez ms fro, pero no quera abandonar al Prncipe: le amaba demasiado para hacerlo.Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando ste no la vea, e intentaba calentarse batiendo las alas.Pero, al fin, sinti que iba a morir. No tuvo fuerzas ms que para volar una vez ms sobre el hombro del Prncipe.-Adis, amado Prncipe! -murmur-. Permitid que os bese la mano.-Me da mucha alegra que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Prncipe-. Has permanecido aqu demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueo, verdad?Y besando al Prncipe Feliz en los labios, cay muerta a sus pies.En el mismo instante son un extrao crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.El hecho es que la coraza de plomo se haba partido en dos. Realmente haca un fro terrible.A la maana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad. Al pasar junto al pedestal, levant sus ojos hacia la estatua.-Dios mo! -exclam-. Qu andrajoso parece el Prncipe Feliz!-S, est verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinin del alcalde.Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.-El rub de su espada se ha cado y ya no tiene ojos, ni es dorado -dijo el alcalde-. En resumidas cuentas, que est lo mismo que un pordiosero.-Lo mismo que un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.-Y tiene a sus pies un pjaro muerto -prosigui el alcalde-. Realmente habr que promulgar un bando prohibiendo a los pjaros que mueran aqu.Y el secretario del Ayuntamiento tom nota para aquella idea.Entonces fue derribada la estatua del Prncipe Feliz.-Al no ser ya bello, de nada sirve! -dijo el profesor de esttica de la Universidad.Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reuni al Concejo en sesin para decidir lo que deba hacerse con el metal.-Podramos -propuso- hacer otra estatua. La ma, por ejemplo.-O la ma -dijo cada uno de los concejales. Y acabaron disputando.-Qu cosa ms rara! -dijo el oficial primero de la fundicin-. Este corazn de plomo no quiere fundirse en el horno; habr que tirarlo como desecho.Los fundidores lo arrojaron al montn de basura en que yaca la golondrina muerta.-Treme las dos cosas ms preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus ngeles.Y el ngel se llev el corazn de plomo y el pjaro muerto.-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardn del Paraso este pajarillo cantar eternamente, y en mi ciudad de oro el Prncipe Feliz repetir mis alabanzas.

El amigo fielUna maana, la vieja rata de agua sac la cabeza por su agujero. Tena unos ojos redondos muy vivarachos y unos tupidos bigotes grises. Su cola pareca un largo elstico negro.Unos patitos nadaban en el estanque semejantes a una bandada de canarios amarillos, y su madre, toda blanca con patas rojas, esforzbase en ensearles a hundir la cabeza en el agua.-No podris ir nunca a la buena sociedad si no aprendis a meter la cabeza -les deca.Y les enseaba de nuevo cmo tenan que hacerlo. Pero los patitos no prestaban ninguna atencin a sus lecciones. Eran tan jvenes que no saban las ventajas que reporta la vida de sociedad.-Qu criaturas ms desobedientes! -exclam la rata de agua-. Merecan ahogarse verdaderamente!-No lo quiera Dios! -replic la pata-. Todo tiene sus comienzos y nunca es demasiada la paciencia de los padres.-Ah! No tengo la menor idea de los sentimientos paternos -dijo la rata de agua-. No soy padre de familia. Jams me he casado, ni he pensado en hacerlo. Indudablemente el amor es una buena cosa a su manera; pero la amistad vale ms. Le aseguro que no conozco en el mundo nada ms noble o ms raro que una fiel amistad.Y, dgame, se lo ruego, qu idea se forma usted de los deberes de un amigo fiel? -pregunt un pardillo verde que haba escuchado la conversacin posado sobre un sauce retorcido.-S, eso es precisamente lo que quisiera yo saber -dijo la pata, y nadando hacia el extremo del estanque, hundi su cabeza en el agua para dar buen ejemplo a sus hijos.-Necia pregunta! -grit la rata de agua-. Como es natural, entiendo por amigo fiel al que me demuestra fidelidad!-Y qu har usted en cambio? -dijo la avecilla columpindose sobre una ramita plateada y moviendo sus alitas.-No le comprendo a usted -respondi la rata de agua.-Permitidme que les cuente una historia sobre el asunto -dijo el pardillo.-Se refiere a m esa historia? -pregunt la rata de agua-. Si es as, la escuchar gustosa, porque a m me vuelven loca los cuentos.-Puede aplicarse a usted -respondi el pardillo.Y abriendo las alas, se pos en la orilla del estanque y cont la historia del amigo fiel.-Haba una vez -empez el pardillo- un honrado mozo llamado Hans.-Era un hombre verdaderamente distinguido? -pregunt la rata de agua.-No -respondi el pardillo-. No creo que fuese nada distinguido, excepto por su buen corazn y por su redonda cara morena y afable.Viva en una pobre casita de campo y todos los das trabajaba en su jardn.En toda la comarca no haba jardn tan hermoso como el suyo. Crecan en l claveles, alheles, capselas, saxfragas, as como rosas de Damasco y rosas amarillas, azafranadas, lilas y oro y alheles rojos y blancos.Y segn los meses y por su orden florecan agavanzos y cardaminas, mejoranas y albahacas silvestres, velloritas e iris de Alemania, asfdelos y claveros.Una flor sustitua a otra. Por lo cual haba siempre cosas bonitas a la vista y olores agradables que respirar.El pequeo Hans tena muchos amigos, pero el ms allegado a l era el gran Hugo, el molinero. Realmente, el rico molinero era tan allegado al pequeo Hans, que no visitaba nunca su jardn sin inclinarse sobre los macizos y coger un gran ramo de flores o un buen puado de lechugas suculentas o sin llenarse los bolsillos de ciruelas y de cerezas, segn la estacin.-Los amigos verdaderos lo comparten todo entre s -acostumbraba decir el molinero.Y el pequeo Hans asenta con la cabeza, sonriente, sintindose orgulloso de tener un amigo que pensaba tan noblemente.Algunas veces, sin embargo, el vecindario encontraba raro que el rico molinero no diese nunca nada en cambio al pequeo Hans, aunque tuviera cien sacos de harina almacenados en su molino, seis vacas lecheras y un gran nmero de ganado lanar; pero Hans no se preocup nunca por semejante cosa.Nada le encantaba tanto como or las bellas cosas que el molinero acostumbraba decir sobre la solidaridad de los verdaderos amigos.As, pues, el pequeo Hans cultivaba su jardn. En primavera, en verano y en otoo, sentase muy feliz; pero cuando llegaba el invierno y no tena ni frutos ni flores que llevar al mercado, padeca mucho fro y mucha hambre, acostndose con frecuencia sin haber comido ms que unas peras secas y algunas nueces rancias.Adems, en invierno, encontrbase muy solo, porque el molinero no iba nunca a verle durante aquella estacin.-No est bien que vaya a ver al pequeo Hans mientras duren las nieves -deca muchas veces el molinero a su mujer-. Cuando las personas pasan apuros hay que dejarlas solas y no atormentarlas con visitas. sa es por lo menos mi opinin sobre la amistad, y estoy seguro de que es acertada. Por eso esperar la primavera y entonces ir a verle; podr darme un gran cesto de velloritas y eso le alegrar.-Eres realmente solcito con los dems -le responda su mujer, sentada en un cmodo silln junto a un buen fuego de lea-. Resulta un verdadero placer orte hablar de la amistad. Estoy segura de que el cura no dira sobre ella tan bellas cosas como t, aunque viva en una casa de tres pisos y lleve un anillo de oro en el meique.-Y no podramos invitar al pequeo Hans a venir aqu? -preguntaba el hijo del molinero-. Si el pobre Hans pasa apuros, le dar la mitad de mi sopa y le ensear mis conejos blancos.-Qu bobo eres! -exclam el molinero-. Verdaderamente, no s para qu sirve mandarte a la escuela. Parece que no aprendes nada. Si el pequeo Hans viniese aqu, pardiez!, y viera nuestro buen fuego, nuestra excelente cena y nuestra gran barrica de vino tinto, podra sentir envidia. Y la envidia es una cosa terrible que estropea los mejores caracteres. Realmente, no podra yo sufrir que el carcter de Hans se estropeara. Soy su mejor amigo, velar siempre por l y tendr buen cuidado de no exponerle a ninguna tentacin. Adems, si Hans viniese aqu, podra pedirme que le diese un poco de harina fiada, lo cual no puedo hacer. La harina es una cosa y la amistad es otra, y no deben confundirse. Esas dos palabras se escriben de un modo diferente y significan cosas muy distintas, como todo el mundo sabe.-Qu bien hablas! -dijo la mujer del molinero sirvindose un gran vaso de cerveza caliente-. Me siento verdaderamente como adormecida, lo mismo que en la iglesia.-Muchos obran bien -replic el molinero-, pero pocos saben hablar bien, lo que prueba que hablar es, con mucho, la cosa ms difcil, as como la ms hermosa de las dos.Y mir severamente por encima de la mesa a su hijo, que sinti tal vergenza de s mismo, que baj la cabeza, se puso casi escarlata y empez a llorar encima de su t.Era tan joven, que bien pueden ustedes dispensarle!-se es el final de la historia? -pregunt la rata de agua.-Nada de eso -contest el pardillo-. se es el comienzo.-Entonces est usted muy atrasado con relacin a su tiempo -repuso la rata de agua-. Hoy da todo buen cuentista empieza por el final, prosigue por el comienzo y termina por la mitad. Es el nuevo mtodo. Lo he odo as de labios de un crtico que se paseaba alrededor del estanque con un joven. Trataba el asunto magistralmente y estoy segura de que tena razn, porque llevaba unas gafas azules y era calvo; y cuando el joven le haca alguna observacin contestaba siempre: Ps! Pero contine usted su historia, se lo ruego. Me agrada mucho el molinero. Yo tambin encierro toda clase de bellos sentimientos: por eso hay una gran simpata entre l y yo.-Bien! -dijo el pardillo brincando sobre sus dos patitas-. No bien pas el invierno, en cuanto las velloritas empezaron a abrir sus estrellas amarillas plidas, el molinero dijo a su mujer que iba a salir y visitar al pequeo Hans.-Ah, qu buen corazn tienes! -le grit su mujer-. Piensas siempre en los dems. No te olvides de llevar el cesto grande para traer las flores.Entonces el molinero at unas con otras las aspas del molino con una fuerte cadena de hierro y baj la colina con la cesta al brazo.-Buenos das, pequeo Hans -dijo el molinero. -Buenos das -contest Hans, apoyndose en su azadn y sonriendo con toda su boca.-Cmo has pasado el invierno? -pregunt el molinero.-Bien, bien! -repuso Hans-. Muchas gracias por tu inters. He pasado mis malos ratos, pero ahora ha vuelto la primavera y me siento casi feliz... Adems, mis flores van muy bien.-Hemos hablado de ti con mucha frecuencia este invierno, Hans -prosigui el molinero-, preguntndonos que sera de ti.-Qu amable eres! -dijo Hans-. Tem que me hubieras olvidado.-Hans, me sorprende orte hablar de ese modo -dijo el molinero-. La amistad no olvida nunca. Eso es lo que tiene de admirable, aunque me temo que no comprendas la poesa de la amistad... Y entre parntesis, qu bellas estn tus velloritas!-S, verdaderamente estn muy bellas -dijo Hans-, y es para m una gran suerte tener tantas. Voy a llevarlas al mercarlo, donde las vender a la hija del burgomaestre y con ese dinero comprar otra vez mi carretilla.-Qu comprars otra vez tu carretilla? Quieres decir entonces que la has vendido? Es un acto bien necio.-Con toda seguridad, pero el hecho es -replic Hans- que me vi obligado a ello. Como sabes, el invierno es una estacin mala para m y no tena ningn dinero para comprar pan. As es que vend primero los botones de plata de mi traje de los domingos; luego vend mi cadena de plata y despus mi flauta. Por ltimo vend mi carretilla. Pero ahora voy a rescatarlo todo.-Hans -dijo el molinero-, te dar mi carretilla. No est en muy buen estado. Uno de los lados se ha roto y estn algo torcidos los radios de la rueda, pero a pesar de esto te la dar. S que es muy generoso por mi parte y a mucha gente le parecer una locura que me desprenda de ella, pero yo no soy como el resto del mundo. Creo que la generosidad es la esencia de la amistad, y adems, me he comprado una carretilla nueva. S, puedes estar tranquilo... Te dar mi carretilla.-Gracias, eres muy generoso -dijo el pequeo Hans. Y su afable cara redonda resplandeci de placer-. Puedo arreglarla fcilmente porque tengo una tabla en mi casa.-Una tabla! -exclam el molinero-. Muy bien! Eso es precisamente lo que necesito para la techumbre de mi granero. Hay una gran brecha y se me mojar todo el trigo si no la tapo. Qu oportuno has estado! Realmente es de notar que una buena accin engendra otra siempre. Te he dado mi carretilla y ahora t vas a darme tu tabla. Claro es que la carretilla vale mucho ms que la tabla, pero la amistad sincera no repara nunca en esas cosas. Dame en seguida la tabla y hoy mismo me pondr a la obra para arreglar mi granero.-Ya lo creo! -replic el pequeo Hans.Fue corriendo a su vivienda y sac la tabla.-No es una tabla muy grande -dijo el molinero examinndola- y me temo que una vez hecho el arreglo de la techumbre del granero no quedar madera suficiente para el arreglo de la carretilla, pero claro es que no tengo la culpa de eso... Y ahora, en vista de que te he dado mi carretilla, estoy seguro de que acceders a darme en cambio unas flores... Aqu tienes el cesto; procura llenarlo casi por completo.-Casi por completo? -dijo el pequeo Hans, bastante afligido porque el cesto era de grandes dimensiones y comprenda que si lo llenaba, no tendra ya flores para llevar al mercado y estaba deseando rescatar sus botones de plata.-A fe ma -respondi el molinero-, una vez que te doy mi carretilla no cre que fuese mucho pedirte unas cuantas flores. Podr estar equivocado, pero yo me figur que la amistad, la verdadera amistad, estaba exenta de toda clase de egosmo.-Mi querido amigo, mi mejor amigo -protest el pequeo Hans-, todas las flores de mi jardn estn a tu disposicin, porque me importa mucho ms tu estimacin que mis botones de plata.Y corri a coger las lindas velloritas y a llenar el cesto del molinero.-Adis, pequeo Hans! -dijo el molinero subiendo de nuevo la colina con su tabla al hombro y su gran cesto al brazo.-Adis! -dijo el pequeo Hans.Y se puso a cavar alegremente: estaba tan contento de tener una carretilla!A la maana siguiente, cuando estaba sujetando unas madreselvas sobre su puerta, oy la voz del molinero que le llamaba desde el camino. Entonces salt de su escalera y corriendo al final del jardn mir por encima del muro.Era el molinero con un gran saco de harina a su espalda.-Pequeo Hans -dijo el molinero-, querras llevarme este saco de harina al mercado?-Oh, lo siento mucho! -dijo Hans-; pero verdaderamente me encuentro hoy ocupadsimo. Tengo que sujetar todas mis enredaderas, que regar todas mis flores y que segar todo el csped.-Pardiez! -replic el molinero-; cre que en consideracin a que te he dado mi carretilla no te negaras a complacerme.-Oh, si no me niego! -protest el pequeo Hans-. Por nada del mundo dejara yo de obrar como amigo tratndose de ti.Y fue a coger su gorra y parti con el gran saco sobre el hombro.Era un da muy caluroso y la carretera estaba terriblemente polvorienta. Antes de que Hans llegara al mojn que marcaba la sexta milla, hallbase tan fatigado que tuvo que sentarse a descansar. Sin embargo, no tard mucho en continuar animosamente su camino, llegando por fin al mercado.Despus de esperar un rato, vendi el saco de harina a un buen precio y regres a su casa de un tirn, porque tema encontrarse a algn salteador en el camino si se retrasaba mucho.-Qu da ms duro! -se dijo Hans al meterse en la cama-. Pero me alegra mucho no haberme negado, porque el molinero es mi mejor amigo y, adems, va a darme su carretilla.A la maana siguiente, muy temprano, el molinero lleg por el dinero de su saco de harina, pero el pequeo Hans estaba tan rendido, que no se haba levantado an de la cama.-Palabra! -exclam el molinero-. Eres muy perezoso. Cuando pienso que acabo de darte mi carretilla, creo que podras trabajar con ms ardor. La pereza es un gran vicio y no quisiera yo que ninguno de mis amigos fuera perezoso o aptico. No creas que te hablo sin miramientos. Claro es que no te hablara as si no fuese amigo tuyo. Pero, de qu servira la amistad si no pudiera uno decir claramente lo que piensa? Todo el mundo puede decir cosas amables y esforzarse en ser agradable y en halagar, pero un amigo sincero dice cosas molestas y no teme causar pesadumbre. Por el contrario, si es un amigo verdadero, lo prefiere, porque sabe que as hace bien.-Lo siento mucho -respondi el pequeo Hans, restregndose los ojos y quitndose el gorro de dormir-. Pero estaba tan rendido, que crea haberme acostado hace poco y escuchaba cantar a los pjaros. No sabes que trabajo siempre mejor cuando he odo cantar a los pjaros?-Bueno, tanto mejor! -replic el molinero dndole una palmada en el hombro-; porque necesito que arregles la techumbre de mi granero.El pequeo Hans tena gran necesidad de ir a trabajar a su jardn porque haca dos das que no regaba sus flores, pero no quiso decir que no al molinero, que era un buen amigo para l.-Crees que no sera amistoso decirte que tengo que hacer? -pregunt con voz humilde y tmida. -No cre nunca, a fe ma -contest el molinero-, que fuese mucho pedirte, teniendo en cuenta que acabo de regalarte mi carretilla, pero claro es que lo har yo mismo si te niegas.-Oh, de ningn modo! -exclam el pequeo Hans, saltando de su cama.Se visti y fue al granero.Trabaj all durante todo el da hasta el anochecer, y al ponerse el sol, vino el molinero a ver hasta dnde haba llegado.-Has tapado el boquete del techo, pequeo Hans? -grit el molinero con tono alegre.-Est casi terminado -respondi Hans, bajando de la escalera.-Ah! -dijo el molinero-. No hay trabajo tan delicioso como el que se hace por otro.-Es un encanto orte hablar! -respondi el pequeo Hans, que descansaba secndose la frente-. Es un encanto, pero temo no tener yo nunca ideas tan hermosas como t.-Oh, ya las tendrs! -dijo el molinero-; pero habrs de tomarte ms trabajo. Por ahora no posees ms que la prctica de la amistad. Algn da poseers tambin la teora.-Crees eso de verdad? -pregunt el pequeo Hans.-Indudablemente -contest el molinero-. Pero ahora que has arreglado el techo, mejor hars en volverte a tu casa a descansar, pues maana necesito que lleves mis carneros a la montaa.El pobre Hans no se atrevi a protestar, y al da siguiente, al amanecer, el molinero condujo sus carneros hasta cerca de su casita y Hans se march con ellos a la montaa. Entre ir y volver se le fue el da, y cuando regres estaba tan cansado, que se durmi en su silla y no se despert hasta entrada la maana.-Qu tiempo ms delicioso tendr mi jardn! -se dijo, e iba a ponerse a trabajar; pero por un motivo u otro no tuvo tiempo de echar un vistazo a sus flores; llegaba su amigo el molinero y le mandaba muy lejos a recados o le peda que fuese a ayudar en el molino. Algunas veces el pequeo Hans se apuraba grandemente al pensar que sus flores creeran que las haba olvidado; pero se consolaba pensando que el molinero era su mejor amigo.-Adems -acostumbraba a decirse- va a darme su carretilla, lo cual es un acto de puro desprendimiento. Y el pequeo Hans trabajaba para el molinero, y ste deca muchas cosas bellas sobre la amistad, cosas que Hans copiaba en su libro verde y que relea por la noche, pues era culto.Ahora bien; sucedi que una noche, estando el pequeo Hans sentado junto al fuego, dieron un aldabonazo en la puerta.La noche era negrsima. El viento soplaba y ruga en torno de la casa de un modo tan terrible, que Hans pens al principio si sera el huracn el que sacuda la puerta.Pero son un segundo golpe y despus un tercero ms violento que los otros.-Ser de algn pobre viajero -se dijo el pequeo Hans y corri a la puerta.El molinero estaba en el umbral con una linterna en una mano y un grueso garrote en la otra.-Querido Hans -grit el molinero-, me aflige un gran pesar. Mi chico se ha cado de una escalera, hirindose. Voy a buscar al mdico. Pero vive lejos de aqu y la noche es tan mala, que he pensado que fueses t en mi lugar. Ya sabes que te doy mi carretilla. Por eso estara muy bien que hicieses algo por m en cambio.-Seguramente -exclam el pequeo Hans-; me alegra mucho que se te haya ocurrido venir. Ir en seguida. Pero debas dejarme tu linterna, porque la noche es tan oscura, que temo caer en alguna zanja.-Lo siento muchsimo -respondi el molinero-, pero es mi linterna nueva y sera una gran prdida que le ocurriese algo.-Bueno, no hablemos ms! Me pasar sin ella -dijo el pequeo Hans.Se puso su gran capa de pieles, su gorro encarnado de gran abrigo, se enroll su tapabocas alrededor del cuello y parti.Qu terrible tempestad se desencadenaba!La noche era tan negra, que el pequeo Hans no vea apenas, y el viento tan fuerte, que le costaba gran trabajo andar.Sin embargo, l era muy animoso, y despus de caminar cerca de tres horas, lleg a casa del mdico y llam a su puerta.-Quin es? -grit el doctor, asomando la cabeza a la ventana de su habitacin.-El pequeo Hans, doctor!-Y qu deseas, pequeo Hans?-El hijo del molinero se ha cado de una escalera y se ha herido y es necesario que vaya usted en seguida.-Muy bien! -replic el doctor.Enjaez en el acto su caballo, se calz sus grandes botas, y, cogiendo su linterna, baj la escalera. Se dirigi a casa del molinero, llevando al pequeo Hans a pie, detrs de l.Pero la tormenta arreci. Llova a torrentes y el pequeo Hans no poda ni ver por dnde iba, ni seguir al caballo.Finalmente, perdi su camino, estuvo vagando por el pramo, que era un paraje peligroso lleno de hoyos profundos, cay en uno de ellos el pobre Hans y se ahog.A la maana siguiente, unos pastores encontraron su cuerpo flotando en una gran charca y le llevaron a su casita.Todo el mundo asisti al entierro del pequeo Hans porque era muy querido. Y el molinero figur a la cabeza del duelo.-Era yo su mejor amigo -deca el molinero-; justo es que ocupe el sitio de honor.As es que fue a la cabeza del cortejo con una larga capa negra; de cuando en cuando se enjugaba los ojos con un gran pauelo de hierbas.-El pequeo Hans representa ciertamente una gran prdida para todos nosotros -dijo el hojalatero una vez terminados los funerales y cuando el acompaamiento estuvo cmodamente instalado en la posada, bebiendo vino dulce y comiendo buenos pasteles.-Es una gran prdida, sobre todo para m -contest el molinero-. A fe ma que fui lo bastante bueno para comprometerme a darle mi carretilla y ahora no s qu hacer de ella. Me estorba en casa, y est en tal mal estado, que si la vendiera no sacara nada. Os aseguro que de aqu en adelante no dar nada a nadie. Se pagan siempre las consecuencias de haber sido generoso.-Y es verdad -replic la rata de agua despus de una larga pausa.-Bueno! Pues nada ms -dijo el pardillo.-Y qu fue del molinero? -dijo la rata de agua.-Oh! No lo s a punto fijo -contesto el pardillo y verdaderamente me da igual.-Es evidente que su carcter de usted no es nada simptico -dijo la rata de agua.-Temo que no haya usted comprendido la moraleja de la historia -replic el pardillo.-La qu? -grit la rata de agua.-La moraleja.-Quiere eso decir que la historia tiene una moraleja?-Claro que s! -afirm el pardillo.-Caramba! -dijo la rata con tono iracundo-. Poda usted habrmelo dicho antes de empezar. De ser as no le hubiera escuchado, con toda seguridad. Le hubiese dicho indudablemente: Ps!, como el crtico. Pero an estoy a tiempo de hacerlo.Grit su Ps! a toda voz, y dando un coletazo, se volvi a su agujero.-Qu le parece a usted la rata de agua? -pregunt la pata, que lleg chapoteando algunos minutos despus-. Tiene muchas buenas cualidades, pero yo, por mi parte, tengo sentimientos de madre y no puedo ver a un soltern empedernido sin que se me salten las lgrimas.-Temo haberle molestado -respondi el pardillo-. El hecho es que le he contado una historia que tiene su moraleja.-Ah, eso es siempre una cosa peligrossima! -dijo la pata.-Y yo comparto su opinin en absoluto.

El gigante egostaTodas las tardes al volver del colegio tenan los nios la costumbre de ir a jugar al jardn del gigante. Era un gran jardn solitario, con un suave y verde csped. Brillaban aqu y all lindas flores sobre el suelo, y haba doce melocotoneros que en primavera se cubran con una delicada floracin blanquirrosada y que, en otoo, daban hermosos frutos.Los pjaros, posados sobre las ramas, cantaban tan deliciosamente, que los nios interrumpan habitualmente sus juegos para escucharlos.-Qu dichosos somos aqu! -se decan unos a otros.Un da volvi el gigante. Haba ido a visitar a su amigo el ogro de Cornualles, residiendo siete aos en su casa. Al cabo de los siete aos dijo todo lo que tena que decir, pues su conversacin era limitada, y decidi regresar a su castillo.Al llegar, vio a los nios que jugaban en su jardn.-Qu hacis ah? -les grit con voz agria.Y los nios huyeron.-Mi jardn es para m solo -prosigui el gigante-. Todos deben entenderlo as, y no permitir que nadie que no sea yo se solace en l.Entonces le cerc con un alto muro y puso el siguiente carteln:QUEDA PROHIBIDA LA ENTRADABAJO LAS PENAS LEGALESCORRESPONDIENTESEra un gigante egosta.Los pobres nios no tenan ya sitio de recreo.Intentaron jugar en la carretera; pero la carretera estaba muy polvorienta, toda llena de agudas piedras, y no les gustaba.Tomaron la costumbre de pasearse, una vez terminadas sus lecciones, alrededor del alto muro, para hablar del hermoso jardn que haba al otro lado.Entonces lleg la primavera y en todo el pas hubo pjaros y florecillas.Slo en el jardn del gigante egosta continuaba siendo invierno.Los pjaros, desde que no haba nios, no tenan inters en cantar y los rboles olvidbanse de florecer.En cierta ocasin una bonita flor levant su cabeza sobre el csped; pero al ver el carteln se entristeci tanto pensando en los nios, que se dej caer a tierra, volvindose a dormir.Los nicos que se alegraron fueron el hielo y la nieve.-La primavera se ha olvidado de este jardn -exclamaban-. Gracias a esto vamos a vivir en l todo el ao.La nieve extendi su gran manto blanco sobre el csped y el hielo revisti de plata todos los rboles. Entonces invitaron al viento del Norte a que viniese a pasar una temporada con ellos.El viento del Norte acept y vino. Estaba envuelto en pieles. Bramaba durante todo el da por el jardn, derribando a cada momento chimeneas.-ste es un sitio delicioso -deca-. Invitemos tambin al granizo.Y lleg asimismo el granizo.Todos los das, durante tres horas, tocaba el tambor sobre la techumbre del castillo, hasta que rompi muchas pizarras. Entonces se puso a dar vueltas alrededor del jardn, lo ms de prisa que pudo. Iba vestido de gris y su aliento era de hielo.-No comprendo por qu la primavera tarda tanto en llegar -deca el gigante egosta cuando se asomaba a la ventana y vea su jardn blanco y fro-. Ojal cambie el tiempo!Pero la primavera no llegaba ni el verano tampoco. El otoo trajo frutos de oro a todos los jardines, pero no dio ninguno al del gigante.-Es demasiado egosta -dijo.Y era siempre invierno en casa del gigante, y el viento del Norte, el granizo, el hielo y la nieve danzaban en medio de los rboles.Una maana el gigante, acostado en su lecho, pero despierto ya, oy una msica deliciosa. Son tan dulcemente en sus odos, que hizo imaginarse que los msicos del rey pasaban por all.En realidad, era un pardillo que cantaba ante su ventana; pero como no haba odo a un pjaro en su jardn haca mucho tiempo, le pareci la msica ms bella del mundo.Entonces el granizo dej de bailar sobre su cabeza y el viento del Norte de rugir. Un perfume delicioso lleg hasta l por la ventana abierta.-Creo que ha llegado al fin la primavera -dijo el gigante.Y saltando del lecho se asom a la ventana y mir. Qu fue lo que vio?Pues vio un espectculo extraordinario.Por una brecha abierta en el muro, los nios habanse deslizado en el jardn encaramndose a las ramas. Sobre todos los rboles que alcanzaba l a ver haba un nio, y los arboles sentanse tan dichosos de sostener nuevamente a los nios, que se haban cubierto de flores y agitaban graciosamente sus brazos sobre las cabezas infantiles.Los pjaros revoloteaban de unos para otros cantando con delicia, y las flores rean irguiendo sus cabezas sobre el csped.Era un bonito cuadro.Slo en un rincn, en el rincn ms apartado del jardn, segua siendo invierno.All se encontraba un nio muy pequeo. Tan pequeo era, que no haba podido llegar a las ramas del rbol y se paseaba a su alrededor llorando amargamente.El pobre rbol estaba an cubierto de hielo y de nieve, y el viento del Norte soplaba y ruga por encima de l.-Sube ya, muchacho -deca el rbol.Y le alargaba sus ramas, inclinndose todo lo que poda, pero el nio era demasiado pequeo.El corazn del gigante se enterneci al mirar hacia afuera.Qu egosta he sido! -pens-. Ya s por qu la primavera no ha querido venir aqu. Voy a colocar a ese pobre pequeuelo sobre la cima del rbol, luego tirar el muro, y mi jardn ser ya siempre el sitio de recreo de los nios.Estaba verdaderamente arrepentido de lo que haba hecho.Entonces baj las escaleras, abri nuevamente la puerta y entr en el jardn.Pero cuando los nios le vieron, se quedaron tan aterrorizados que huyeron y el jardn se qued otra vez invernal.nicamente el nio pequeito no haba huido porque sus ojos estaban tan llenos de lgrimas que no le vio venir.Y el gigante se desliz hasta l, le cogi cariosamente con sus manos y lo deposit sobre el rbol.Y el rbol inmediatamente floreci, los pjaros vinieron a posarse y a cantar sobre l y el niito extendi sus brazos, rode con ellos cl cuello del gigante y le bes.Y los otros nios, viendo que ya no era malo el gigante, se acercaron y la primavera los acompa.-Desde ahora ste es vuestro jardn, pequeuelos -dijo el gigante.Y cogiendo un martillo muy grande, ech abajo el muro.Y cuando los campesinos fueron a medioda al mercado, vieron al gigante jugando con los nios en el jardn ms hermoso que pueda imaginarse.Estuvieron jugando durante todo el da, y por la noche fueron a decir adis al gigante.-Pero dnde est vuestro compaerito? -les pregunt-. Aquel muchacho que sub al rbol?A l era a quien quera ms el gigante, porque le haba abrazado y besado.-No sabemos -respondieron los nios-; se ha ido.-Decidle que venga maana sin falta -repuso el gigante.Pero los nios contestaron que no saban dnde viva y hasta entonces no le haban visto nunca.Y el gigante se qued muy triste. Todas las tardes a la salida del colegio venan los nios a jugar con el gigante, pero ste ya no volvi a ver el pequeuelo a quien quera tanto. Era muy bondadoso con todos los nios, pero echaba de menos a su primer amiguito y hablaba de l con frecuencia.-Cmo me gustara verle! -sola decir.Pasaron los aos y el gigante envejeci y fue debilitndose. Ya no poda tomar parte en los juegos; permaneca sentado en un gran silln viendo jugar a los nios.-Tengo muchas flores bellas -deca-; pero los nios son las flores ms bellas.Una maana de invierno, mientras se vesta, mir por la ventana.Ya no detestaba el invierno; saba que no es sino el sueo de la primavera y el reposo de las flores.De pronto se frot los ojos, atnito, y mir con atencin.Realmente era una visin maravillosa. En un extremo del jardn haba un rbol casi cubierto de flores blancas. Sus ramas eran todas de oro y colgaban de ellas frutos de plata; bajo el rbol aqul estaba el pequeuelo a quien quera tanto.El gigante se precipit por las escaleras lleno de alegra y entr en el jardn. Corri por el csped y se acerc al nio. Y cuando estuvo junto a l, su cara enrojeci de clera y exclam-Quin se ha atrevido a herirte?En las palmas de la mano del nio y en sus piececitos veanse las seales sangrientas de dos clavos.-Quin se ha atrevido a herirte? -grit el gigante-. Dmelo. Ir a coger mi espada y le matar.-No -respondi el nio-, stas son las heridas del Amor.-Y quin es se? -dijo el gigante.Un temor respetuoso le invadi, hacindole caer de rodillas ante el pequeuelo.Y el nio sonri al gigante y le dijo:-Me dejaste jugar una vez en tu jardn. Hoy vendrs conmigo a mi jardn, que es el Paraso.Y cuando llegaron los nios aquella tarde encontraron al gigante tendido, muerto, bajo el rbol, todo cubierto de flores blancas.

El famoso coheteEl hijo del rey estaba en vsperas de casarse. Con este motivo el regocijo era general.Estuvo esperando un ao entero a su prometida, y al fin lleg sta.Era una princesa rusa que haba hecho el viaje desde Finlandia en un trineo tirado por seis renos, que tena la forma de un gran cisne de oro; la princesita iba acostada entre las alas del cisne.Su largo manto de armio caa recto sobre sus pies. Llevaba en la cabeza un gorrito de tis de plata y era plida como el palacio de nieve en que haba vivido siempre.Era tan plida que al pasar por las calles quedbanse admiradas las gentes.-Parece una rosa blanca -decan.Y le echaban flores desde los balcones.A la puerta del castillo estaba el prncipe para recibirla. Tena unos ojos violeta y soadores y sus cabellos eran como oro fino.Al verla hinc una rodilla en tierra y bes su mano.-Vuestro retrato era bello -murmur-, pero vos sois ms bella que vuestro retrato.Y la princesita se ruboriz.-Hace un momento pareca una rosa blanca -dijo un pajecillo a su vecino-, pero ahora parece una rosa roja.Y toda la Corte se qued extasiada.Durante los tres das siguientes todo el mundo no ces de repetir:-Rosa blanca, rosa roja! Rosa roja, rosa blanca! Y el rey orden que diesen doble paga al paje. Como l no perciba paga alguna, su posicin no mejor mucho por eso; pero todos lo consideraron como un gran honor y el real decreto fue publicado con todo requisito en laGaceta de la Corte.Transcurridos aquellos tres das, celebrronse las bodas.Fue una ceremonia magnfica.Los recin casados pasaron, cogidos de la mano, bajo un dosel de terciopelo granate, bordado de perlitas. Luego se celebr un banquete oficial que dur cinco horas.El prncipe y la princesa, sentados al extremo del gran saln, bebieron en una copa de cristal pursimo. nicamente los verdaderos enamorados porfan beber de esa copa, porque si la tocaban unos labios falsos, el cristal se empaaba, quedndose gris y manchoso.-Es evidente que se aman -dijo el pajecillo-. Resultan tan claros como el cristal.Y el rey volvi a doblarle la paga.-Qu honor! -exclamaron todos los cortesanos. Despus del banquete hubo baile.Los recin casados deban bailar juntos la danza de las rosas, y el rey tena que tocar la flauta.La tocaba muy mal, pero nadie se haba atrevido a decrselo nunca, porque era el rey. La verdad es que no saba ms que dos piezas y no estaba seguro nunca de la que interpretaba, aunque esto no le preocupase, pues hiciera lo que hiciera todo el mundo gritaba:-Delicioso! Encantador!El ltimo nmero del programa consista en unos fuegos artificiales que deban empezar exactamente a medianoche.La princesita no haba visto fuegos artificiales en su vida. Por eso el rey encarg al pirotcnico real que pusiera en juego todos los recursos de su arte el da del casamiento de la princesa.-A qu se parecen los fuegos artificiales? -pregunt ella al prncipe, mientras se paseaban por la terraza.-Se parecen a la aurora boreal -dijo el rey, que responda siempre a las preguntas dirigidas a los dems-. Slo que son ms naturales. Yo los prefiero a las estrellas, porque sabe uno siempre cundo van a empezar a brillar y son, adems, tan agradables como la msica de mi flauta. Ya veris... Ya veris...As, pues, levantaron un tablado en el fondo del jardn real; y no bien acab de prepararlo todo el pirotcnico real, cuando los fuegos artificiales se pusieron a charlar entre s.-El mundo es seguramente muy hermoso -dijo un pequeo buscapis-. Mirad esos tulipanes amarillos. A fe ma, ni aun siendo petardos de verdad podran resultar ms bonitos! Me alegro mucho de haber viajado. Los viajes desarrollan el espritu de una manera asombrosa y acaban con todos los prejuicios que haya uno podido conservar.-El jardn del rey no es el mundo, joven alocado -dijo una gruesa candela romana-. El mundo es una extensin enorme y necesitaras tres das para recorrerlo por entero.-Todo el lugar que amamos es para nosotros el mundo -dijo una rueda unida en otro tiempo a una vieja caja de pino y muy orgullosa de su corazn destrozado-; pero el amor no est de moda; los poetas lo han matado. Han escrito tanto sobre l, que nadie los cree ya, cosa que no me extraa. El verdadero amor sufre y calla... Recuerdo que yo misma, una vez..., pero no se trata de eso aqu. El romanticismo es algo del pasado.-Qu estupidez! -exclam la candela romana-. La novela no muere nunca. Se parece a la luna: vive siempre! Realmente, los recin casados se aman tiernamente. He sabido todo lo concerniente a ellos esta maana por un cartucho de papel oscuro que estaba en el mismo cajn que yo y que sabe las ltimas noticias de la Corte.Pero la rueda mene la cabeza.-El romanticismo ha muerto! El romanticismo ha muerto! El romanticismo ha muerto! -murmur.Era una de esas personas que creen que repitiendo una cosa cierto nmero de veces acaba por ser verdad. De pronto oyose una voz fuerte y seca y todos miraron a su alrededor. Era un pequeo cohete de altivo continente atado a la punta de un palo. Tosa siempre antes de hacer una advertencia, como para llamar la atencin.-Ejem! Ejem! -exclam.Y todo el mundo se dispuso a escucharle, menos la pobre rueda, que segua moviendo la cabeza y murmurando:-El romanticismo ha muerto!-Orden! Orden! -grit un petardo.Tena algo de poltico y haba tomado siempre parte importante en las elecciones locales. Por eso conoca las frases empleadas en el Parlamento.-Ha muerto del todo! -suspir la rueda. Y se volvi a dormir.No bien se restableci por completo el silencio, el cohete tosi por tercera vez y comenz. Hablaba con una voz clara y lenta, como si dictase sus memorias, y miraba siempre por encima del hombro a la persona a quien se diriga. Realmente, tena unos modales distinguidsimos.-Qu feliz es el hijo del rey -observ-, por casarse el mismo da en que me van a disparar! Ni preparndolo de antemano podra resultar mejor para l; aunque los prncipes siempre tienen suerte.-Ah, s? -dijo el pequeo buscapis-. Yo cre que era precisamente lo contrario y que era a vos a quien se disparaba en honor del prncipe.-Ese quiz sea vuestro caso -replic el cohete-. Casi dirase que estoy seguro de ello; pero en cuanto a m, ya es diferente. Soy un cohete distinguido y desciendo de padres igualmente distinguidos. Mi madre era la girndula ms clebre de su poca. Tena fama por la gracia de su danza. Cuando hizo su gran aparicin en pblico, dio diecinueve vueltas antes de apagarse, lanzando por el aire siete estrellas rojas a cada vuelta. Tena tres pies y medio de dimetro y estaba fabricada con plvora de la mejor. Mi padre era cohete como yo y de origen francs. Volaba tan alto, que la gente tema que no volviese a descender. Descenda, sin embargo, porque era de excelente constitucin e hizo una cada brillantsima, en forma de lluvia, de chispas de oro. Los peridicos se ocuparon de l en trminos muy halageos, y hasta laGaceta de la Cortedijo que sealaba el triunfo del arte pilotcnico.-Pirotcnico, pirotcnico, querris decir -interrumpi una bengala-. S que es pirotcnico porque he visto la palabra escrita sobre mi caja de hojalata.-Pues yo digo pilotcnico -replic el cohete en tono severo.Y la bengala se qued tan apabullada, que empez inmediatamente a mortificar a los buscapis pequeos para demostrar que ella tambin era persona de bastante importancia.-Deca yo... -prosigui el cohete-, deca yo..., qu es lo que yo deca?-Hablabais de vos mismo -repuso la candela romana.-Naturalmente. S que parlaba de alguna cosa interesante cuando he sido groseramente interrumpido. Odio la grosera y las malas maneras, porque soy extremadamente sensible. No hay nadie en el mundo tan sensible como yo, estoy seguro de ello.-Qu es una persona sensible? -pregunt el petardo a la candela romana.-Una persona que porque tiene callos pisa siempre los pies a los dems -respondi la candela en un dbil murmullo.Y el petardo casi estall de risa.-Perdn! De qu os res? -pregunt el cohete-.Yo no me ro.-Me ro porque soy feliz -replic el petardo.-Es un motivo bien egosta -dijo el cohete con ira-. Qu derecho tenis para ser feliz? Debierais pensar en los dems, debierais pensar en m. Yo pienso siempre en m y creo que todo el mundo debera hacer lo mismo. Eso es lo que se llama simpata. Es una hermosa virtud y yo la poseo en alto grado. Suponed, por ejemplo, que me sucediese algn percance esta noche. Qu desgracia para todo el mundo! El prncipe y la princesa no podran ya ser felices: se habra acabado su vida de matrimonio. En cuanto al rey, creo que no podra soportarlo. Realmente, cuando empiezo a pensar en la importancia de mi papel, me emociono hasta casi llorar.-Si queris agradar a los dems -exclam la candela romana-, harais mejor en manteneros en seco.-Ciertamente! -exclam la bengala, que no estaba de muy buen humor-, eso es sencillamente de sentido comn.-Creis que es de sentido comn? -replic el cohete indignado-. Olvidis que yo no tengo nada de comn y que soy muy distinguido. A fe ma todo el mundo puede tener sentido comn con tal de carecer de imaginacin! Pero yo tengo imaginacin, porque nunca veo las cosas como son. Las veo siempre muy diferentes de lo que son. En cuanto a eso de mantenerme en seco, es que no hay aqu, con toda seguridad, nadie que sepa apreciar a fondo un temperamento delicado. Afortunadamente para m, no me importa nada. La nica cosa que le sostiene a uno en la vida es el convencimiento de la enorme inferioridad de sus semejantes, y ste es un sentimiento que he mantenido siempre en m. Pero ninguno de vosotros tiene corazn. Gritis y os regocijis como si el prncipe y la princesa no estuviesen celebrando sus bodas.-Eh! -exclam un pequeo globo de fuego-. Y por qu no? Es una alegre ocasin, y cuando estalle yo en el aire pienso comunicrselo a todas las estrellas. Ya veris cmo brillarn cuando les hable de la bella recin casada.-Oh, qu concepto ms banal de la vida! -dijo el cohete-. Pero no me esperaba yo menos. No hay nada en vos. Sois hueco y vaco. Bah! Quiz el prncipe y la princesa se vayan a vivir en un pas en que haya un ro profundo, quiz tengan un solo hijo, un pequeuelo de pelo rizado y de ojos violeta como los del prncipe. Quiz vaya algn da a pasearse con su nodriza. Quiz la nodriza se duerma debajo de un gran sauce. Quiz el nio se caiga al ro y se ahogue. Qu terrible desgracia! Los pobres, perder su nico hijo! Es terrible, realmente. No podr soportarlo nunca.-Pero no han perdido su nico hijo -dijo la candela romana-. No les ha sucedido ninguna desgracia.-No he dicho que les haya sucedido -replic el cohete-. He dicho que poda sucederles. Si hubiesen perdido a su hijo nico, sera intil decir nada sobre el suceso. Detesto a las personas que lloran por su cntaro de leche roto. Pero cuando pienso que han perdido a su hijo nico, me siento verdaderamente tristsimo.-Ya lo veo -exclam la bengala-. Realmente sois la persona ms afectada que he visto en mi vida.-Y vos la persona ms grosera que he conocido -dijo el cohete-. No podis comprender mi afecto por el prncipe.Bah! Ni siquiera le conocis... -chisporrote la candela romana.-No, nunca dije que le conociera -respondi el cohete-. Me atrevo a decir que si le conociese sera de ningn modo amigo suyo. Es cosa peligrosa conocer uno a sus amigos.-Mejor harais en manteneros seco -dijo el globo de fuego-. Eso es lo ms importante.-Para vos no dudo que ser importantsimo -respondi el cohete-. Pero yo llorar si me viene en gana.Y el cohete estall en lgrimas que corrieron sobre su vara en gotas de lluvia, ahogando casi a dos pequeos escarabajos que pensaban precisamente en fundar una familia y buscaban un bonito sitio seco para instalarse.-Debe tener un temperamento verdaderamente romntico, pues llora cuando no hay por qu llorar -dijo la rueda.Y lanzando un profundo suspiro, se puso a pensar en la caja de madera.Pero la candela romana y la bengala estaban indignadas. Gritaban con toda su fuerza:-Pamplinas! Pamplinas!Eran muy prcticas y cuando se oponan a algo lo denominaban pamplinas.Entonces apareci la luna como un soberbio escudo de plata y las estrellas comenzaron a brillar y llegaron al palacio los sones de una msica.El prncipe y la princesa dirigan el baile. Bailaban tan bien que los pequeos lirios blancos echaban un vistazo por la ventana contemplndolos, y las grandes amapolas rojas movan la cabeza, llevando el comps. En aquel momento sonaron las diez, luego las once y luego las doce, y a la ltima campanada de medianoche todo el mundo fue a la terraza y el rey hizo llamar al pirotcnico real.-Empezad los fuegos artificiales -dijo el rey.Y el pirotcnico real hizo un profundo saludo y se dirigi al fondo del jardn. Tena seis ayudantes. Cada uno llevaba una antorcha encendida sujeta a la punta de una larga prtiga.Fue realmente una soberbia irradiacin de luz.-Ssss! Ssss! -hizo la rueda, que empez a girar.-Bum! Bum! -replic la candela romana.Entonces los buscapis entraron en danza y las bengalas colorearon todo de rojo.-Adis! -grit el globo de fuego mientras se elevaba haciendo llover chispitas azules.-Bang! Bang! -respondieron los petardos, que se divertan muchsimo.Todos tuvieron un gran xito, menos el cohete. Estaba tan hmedo por haber llorado que no pudo arder.Lo mejor que haba en l era la plvora, y sta se hallaba tan mojada por las lgrimas que estaba inservible. Toda su pobre parentela, a la que no se dignaba hablar sin una sonrisa despectiva, produjo un gran alboroto por el cielo, como si fuesen magnficos ramilletes de oro floreciendo en fuego.-Bravo! Bravo! -gritaba la Corte. Y la princesita rea de placer.-Creo que me reservan para alguna gran ocasin -dijo el cohete-. Indudablemente es eso.Y miraba a su alrededor con aire ms orgulloso que nunca.Al da siguiente vinieron los obreros a colocarlo todo de nuevo en su sitio.Evidentemente es una comisin -se dijo el cohete-. Los recibir con una tranquila dignidad.Y engallndose empez a fruncir las cejas como si pensase en algo muy importante. Pero los obreros no se dieron cuenta de su presencia hasta dejarlo atrs. Entonces uno de ellos le vio.-Ah! -grit-. Qu mal cohete!Y le tir por encima del muro.-Mal cohete! Mal cohete! -dijo ste girando por el aire-. Imposible! Famoso cohete, eso es lo que han querido decir. Mal y famoso suenan para m casi mismo, y a veces ambas cosas son idnticas.Y cay en el lodo.-No es esto muy cmodo -observ-, pero sin duda es algn balneario de moda a donde me han enviado para que reponga mi salud. Mis nervios estn muy desgastados y necesito descanso.Entonces una ranita de ojillos brillantes, de traje verde moteado, nad hacia l.-Ya veo que es un recin llegado -dijo la rana-. Bueno! Despus de todo no hay nada como el fango. Dadme un tiempo lluvioso y un hoyo y soy completamente feliz... Creis que la tarde ser calurosa? As lo espero, porque el cielo est todo azul y despejado. Qu lstima!-Ejem! Ejem! -dijo el cohete.-Qu voz ms deliciosa tenis! -grit la rana-. Parece el croar de una rana y croar es la cosa ms musical del mundo. Ya oiris nuestros coros esta noche. Nos colocamos en el antiguo estanque de los patos junto a la alquera y en cuanto aparece la luna empezamos. El concierto es tan sublime que todo el mundo viene a ornos. Ayer, sin ir ms lejos, o a la mujer del colono decir a la madre que no pudo dormir ni un segundo durante la noche por nuestra causa. Es muy agradable ver lo popular que es una.-Ejem! Ejem! -dijo el cohete.Estaba muy molesto de no poder salir de su mutismo.-S, una voz deliciosa! -prosigui la rana-. Espero que vendris al estanque de los patos. Voy a echar un vistazo a mis hijas. Tengo seis hijas soberbias y me inquieta mucho que el sollo tope con ellas... Es un verdadero monstruo y no sentira el menor escrpulo en jamrselas. As es que adis! Me agrada mucho vuestra conversacin, os lo aseguro.-Y llamis conversacin a esto? -dijo el cohete-. Habis charlado vos sola todo el rato. Eso no es conversacin.-Alguien tiene que escuchar siempre -replic la rana-, y a m me gusta llevar la voz cantante en la conversacin. As se ahorra tiempo y se evitan disputas.-Pues a m me gusta la discusin -dijo el cohete.-No lo creo -replic la rana con aire compasivo-. Las discusiones son completamente vulgares, porque en la buena sociedad todo el mundo tiene exactamente las mismas opiniones. Adis otra vez. Veo a mis hijas all abajo.Y la ranita se puso a nadar nuevamente.-Sois una persona antiptica -dijo el cohete.- y mal educada. Detesto a las gentes que hablan de s mismas como vos, cuando necesita uno hablar de uno mismo, como en mi caso. Eso es lo que se llama egosmo, y el egosmo es una cosa aborrecible, sobre todo para los que son como yo, pues bien conocen todos mi carcter simptico. Debierais tomar ejemplo de m. No podrais encontrar un modelo mejor. Ahora que tenis esa oportunidad, aprovechadla sin tardanza, porque voy a la Corte en seguida. Soy muy estimado en la Corte. Ayer, el prncipe y la princesa se casaron en m honor. Seguramente no estaris enterada de nada de esto, como sois provinciana!-No os molestis en hablarla -dijo la liblula posada en la punta de una espadaa-. Se ha ido.-Bueno, ella se lo pierde y yo no! No voy a dejar de hablar slo porque no me escuche. Me gusta orme hablar. Es uno de mis mayores placeres. Sostengo a menudo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan profundo, que a veces no comprendo ni una palabra de lo que digo.-Entonces debis ser licenciado en Filosofa -dijo la liblula.Y desplegando sus lindas alas de gasa, se elev hacia el cielo.-Qu necedad demuestra al no quedarse aqu! -dijo el cohete-. Estoy seguro de que no habr tenido muy a menudo la oportunidad de educar su espritu; aunque despus de todo me es igual. Un genio como el mo ser apreciado con toda seguridad algn da.Y se hundi un poco ms en el fango.Pasado un rato, una gran pata blanca nad hacia l. Tena las patas amarillas, los pies palmeados y la consideraban como una gran belleza por su contoneo.-Cuac!, cuac!, cuac! -dijo-. Qu tipo ms raro tenis! Puedo preguntaros si habis nacido as o si es de resultas de algn accidente?-Cmo se ve que habis vivido siempre en el campo! De otro modo sabrais quin soy. Sin embargo, disculpo vuestra ignorancia. Sera descabellado querer que los dems fueran tan extraordinarios como uno mismo. Sin duda os sorprender saber que vuelo por el cielo y que caigo en una lluvia de chispas de oro.-No lo considero muy estimable -dijo la pata-, pues no veo en qu puede ser eso til a nadie. Ah! Si araseis los campos como un buey; si arrastraseis un carro como el caballo; si guardaseis un rebao como el perro del ganado, entonces ya sera otra cosa.-Buena mujer -dijo el cohete con tono muy altivo-, veo que pertenecis a la clase baja. Las personas de mi rango no sirven nunca para nada. Tenemos un encanto especial y con eso basta. Yo mismo no siento la menor inclinacin por ningn trabajo y menos an por esa clase de trabajos que enumeris. Adems, siempre he sido de opinin que el trabajo rudo es simplemente el refugio de la gente que no tiene otra cosa que hacer en la vida.-Bien, bien! -dijo la pata, que era de temperamento pacfico y no rea nunca con nadie-. Cada cual tiene gustos diferentes. De todas maneras, deseo que vengis a establecer aqu vuestra residencia.-Nada de eso! -exclam el cohete-. Soy un visitante, un visitante distinguido y nada ms. El hecho es que encuentro este sitio muy aburrido. No hay aqu ni sociedad ni soledad. Resulta completamente de barrio bajo... Volver seguramente a la Corte, pues estoy destinado a causar sensacin en el mundo.-Yo tambin pens en entrar en la vida pblica -observ la pata-. Hay tantas cosas que piden reforma! As, pues, presid, no hace mucho, un mitin en el que votamos unas proposiciones condenando todo lo que nos desagradaba. Sin embargo, no parecen haber surtido gran efecto. Ahora me ocupo ole cosas domsticas y velo por mi familia.-Yo he nacido para la vida pblica y en ella figuran todos mis parientes, hasta los ms humildes. All donde aparecemos, llamamos extraordinariamente la atencin. Esta vez no he figurado personalmente, pero cuando lo hago, resulta un espectculo magnfico. En cuanto a las cosas domsticas, hacen envejecer y apartan el espritu de otras cosas ms altas.-Oh qu bellas son las cosas altas de la vida! -dijo la pata-. Esto me recuerda el hambre que tengo!Y la pata volvi a nadar por el ro, continuando sus cuac..., cuac..., cuac!-Volved, volved! -grit el cohete-. Tengo muchas cosas que deciros.Pero la pata no le haca caso alguno.-Me alegro de que se haya ido. Tiene realmente un espritu mediocre.Y hundindose un poco ms en el fango, empezaba a reflexionar en la belleza del genio, cuando de repente dos chiquillos con blusas llegaron al borde de la cuneta con un caldero y unos leos.-sta debe ser la comisin -dijo el cohete. Y adopt una digna compostura.-Oh! -grit uno de ellos-. Mira este palo viejo. Qu raro es que haya venido a parar aqu!Y sac el cohete de la cuneta.-Palo viejo! -refunfu el cohete-. Imposible! Habr querido decir palo precioso. Palo precioso es un cumplido. Me toma por un personaje de la Corte.-Echmosle al fuego! -dijo el otro muchacho-. As ayudar a que hierva la caldera.Amontonaron los leos, colocaron el cohete sobre ellos y prendieron fuego.-Magnfico! -grit el cohete-. Me colocan a plena luz. As todos me vern.-Ahora vamos a dormir -dijeron los nios- y cuando nos despertemos estar ya hirviendo la caldera.Y acostndose sobre la hierba cerraron los ojos.El cohete estaba muy hmedo. Pas un buen rato antes de que ardiese. Sin embargo, al fin, prendi el fuego en l.-Ahora voy a partir! -gritaba.Y se ergua y se estiraba.-S que voy a subir ms alto que las estrellas, ms alto que la luna, ms alto que el sol. Subir tan arriba que...-Fisss! Fisss! Fisss!Y se elev en el aire.-Delicioso! -gritaba-. Seguir subiendo as siempre. Qu xito tengo!Pero nadie le vea.Entonces comenz a sentir una extraa impresin de hormigueo.-Voy a estallar! -gritaba-. Incendiar el mundo entero y har tanto ruido, que no se hablar de otra cosa en un ao.Y, en efecto, estall.-Bang! Bang! Bang! -hizo la plvora. La plvora no poda hacer otra cosa.Pero nadie la oy, ni siquiera los dos muchachos que dorman profundamente.No qued del cohete ms que el palo, que cay sobre la espalda de una oca que daba su paseo alrededor de la zanja.-Cielos! -exclam-. Ahora llueven palos!Y se tir al agua.-Me parece que he causado una gran sensacin! -musit el cohete.Y expir.

Old Bishop's1Fue una noche en elEpatant.Aquel manitico Loiselier charlaba en uno de los amplios canaps con lordStephenAlgernonSydney, el extrao desterrado por su gusto, que huy al otro lado de la Mancha ante las denuncias furibundas de un padre como se encuentran poqusimos.De pronto, AlgernonSydneytir el cigarrillo que sostena siempre entre sus dedos sin encenderlo nunca, y dijo, levantando la voz:-Seores, conocen ustedesNottingham? Como no sean fabricantes de encajes, tejedores de tul o vendedores de carbn, es muy probable que me respondan con una negativa.-Permtame -interrumpi Cerneval, el globetrotter2, a quien los laureles han desvelado tantas veces y que el ao pasado consigui, despus de tres tentativas menos afortunadas, dar la vuelta al mundo en 76 das, 22 horas, 37 minutos y 9 segundos-, permtame decirle que no soy ni fabricante, ni tejedor, ni carbonero, y conozco Nottingham, sin embargo; Nottingham, en la confluencia del Leen y del Trent, a 200 kilmetros alNO.de Londres, ciudad antiqusima, fortificada por Guillermo el Conquistador, sede de varias cortes. Fbricas de chales, sederas, laneras, tules, encajes, porcelanas, cereales, carbones, quesos y... ganado. Ruinas, castillo y museo; magnficos hospitales, 193.591 habitantes. Todo esto para probarle a usted, mi querido lord, que hay por lo menos un francs en Epatant que se sabe su geografa.-Crea usted, mi querido conde, que no se me ha ocurrido nunca poner en entredicho sus conocimientos geogrficos, as como tampoco ignoro que ha recorrido usted, probablemente, diez veces ms camino del que recorrer yo en todos los aos de mi vida; pero la ciencia geogrfica y la vida en los salones de un edificio pblico son cosas diferentes, y no crea yo encontrar aqu un hombre para quien la caverna de RobinHoody The Forest no tienen ya secretos.Cerneval, que estaba de muy mal humor aquella noche, inici un gesto burln:-Valientes secretos los de esa caverna, o, mejor dicho, gruta de RobinHoody los de esa selva, que no es sino un vulgar campo de carreras.-Un campo de carreras, mi querido conde, donde se...flirteaa las nueve de la noche, como no se flirtea enLongchamps; y digoflirtearporque estamos en Inglaterra, el pas delcant3. En Italia eso se llamara de otra manera. En ltimo caso, poco importa, pues all se flirtea a las nueve de la noche, ante la faz de la luna y a las de lospolicemen, a quienes les falta poco para pedir perdn a los flirteadores por la molestia; a medianoche se asesina, o, mejor dicho, se asesinaba hace todava unos aos, porque las buenas tradiciones se pierden en todas partes, como sabr usted, mi querido conde, usted que ha pasado por las plazas de Montevideo y por las calles de Buenos Aires, sin temor al lazo de los caballeros de la noche.-Si nos pasea usted de ese modo, Algernon, visitaremos esta noche en su compaa los camposantos de Italia y las plazas de la Constitucin de todas las ciudades sudamericanas, sin haber adelantado nada -interrumpi a su vez el obeso Loiselier, a quien la conocida antipata de Cerneval hacia lord Algernon no pareca ya divertir-. Tiene usted una manera de contar perfectamente inglesa, aunque se parezca bastante a la del Demandado4que

Dice con gran detalle lo que no importa

y paga a gran galope sobre los hechos.

Y este sistema es muy desagradable para un hombre que digiere. Cuente, cuente usted, no me opongo a ello, pero hgalo de una manera armnica, como deca aquel animal de Lippmann.-No se enfade usted,Loiselier, no se enfade. Enfadarse es cosa aun peor para un hombre que digiere, y ya sabe usted, amigo mo, que le acecha la apopleja al primer rapto de clera. As es que esccheme tranquilamente, con calma y afabilidad, como si fuese yo una gentil canzonetista. Estoy, por lo dems, en lo ms culminante de mi relato, y cuando le hablo a usted de los caballeros de la noche de Montevideo, se necesita ser tan miope como usted es para creerme alejado de los caballeros de la niebla deNottingham, que son los hroes de mi ancdota, porque no es sino una ancdota lo que cuento.Como saben ustedes, he frecuentado en mi vida una buena cantidad de gente mal afamada. No profeso los prejuicios vulgares sobre esta cuestin.Siento ms aprecio por un Jack el Destripador, que por un opulento joyero. Estrecho con ms gusto la mano de un profesional que la de un estafador como ese Ladislas Teligny, a quien expulsaron ustedes el mes pasado y que haba engaado hasta al seor Cerneval.Pocas veces he conocido en este mundo tan poco cristiano a una persona que me haya inspirado de buenas a primeras tanta simpata como el antiguo carcelero Dickson. Este honrado canalla, cien veces peor, con toda seguridad, que el peor de los hombres que estaba l encargado de mantener en la hmeda paja de los calabozos, tena un repertorio de recuerdos a cul ms atrayente; y cuando se le dejaba en compaa de dos o tres buenas botellas de ron autntico, soltaba una verdadera fanfarria.He ledo las memorias de nuestro verdugo Barry, el hombre que ahorc 973 criminales en quince aos. Bueno: pues eso es una minucia al lado de los recuerdos del Dickson de mi relato. No me refiero al talento del cuentista: Barry o su Cirineo carecen de l en absoluto. La educacin de los verdugos est muy descuidada en nuestros das. Dickson, por el contrario, posea el don de la presentacin en su ms alto grado; haca vivir los hroes de sus historias.Pobre Dickson! Era como la virgen del poeta de ustedes que amaba demasiado el baile y que muri a causa de l; a Dickson le gustaba demasiado el ron y ste fue el que le mat. A m me entusiasmaban mucho sus relatos. Por eso un da que la emprendamos con la quinta botella, Dickson cay en pleno, y no se ha despertado ms. Fue una lstima realmente, porque para varias semanas, slo con sus recuerdos delOld Bishop'sdeNottingham, donde haba transcurrido su infancia junto a su padre el carcelero.Pens levantarle una estatua frente a la de William Morfield, aquel filntropo que ganaba 400 libras esterlinas anuales explotando a sus obreros y quera restituirles 500 en forma de subvenciones a los hospitales y asilos de ancianos.El Ayuntamiento deNottinghamha juzgado impropio ese paralelo entre el ms grande hombre regional y el borracho no menos original; a m ese paralelo es lo que me encantaba.Mi excelente padre, en su querella contra m, ha colocado esa proposicin, que califica de infame, a la cabeza de las pruebas irrefutables de mi inmoralidad.Loiselier esboz una sonrisa mientras Cerneval lanzaba una franca carcajada.-Bueno, seores, vuelvo a los caballeros de la niebla de The Forest. Har unos ochenta o cien aos -no lo s con exactitud- hallbanse seis o siete penados bajo las pesadas bvedas deOld Bishop'sentregados a las dulzuras del padre de mi amigo Dickson, cuando ste recibi la visita de un conocido cirujano deNottingham.Debo advertir a ustedes, seores, que en Inglaterra se profesa un porfiado culto a lo que llaman all derechos individuales.Entre ustedes, cuando se habla de la dignidad humana, se luce, creo yo, desde un punto de vista puramente moral; allende el Estrecho colocan la dignidad humana en otro lado. Cuestin de latitud simplemente.A pesar de lo cual, guillotinan y ahorcan lo mismo; as es que no veo qu diferencia encontrar el guillotinado o el ahorcado.Pero, en tanto que en Pars el cuerpo de un guillotinado pertenece -casi legalmente- a las experiencias de la Facultad, y los muertos de los hospitales de ustedes pertenecen a las salas de diseccin (lo cual es mucho ms natural, ya que por el solo hecho de ser indigentes son ms culpables que los malhechores), en Inglaterra, en cambio, no se atreven a disponer del cuerpo de un ahorcado sin su voluntario consentimiento.De aqu la necesidad en que se ven los cirujanos amantes del estudio de visitar nuestras prisiones para hacer la corte a losgentlemencondenados, con el fin de decidirles a firmar un pequeo contrato con todos los requisitos, a fin de que vendan, no su alma, sino su carroa.A eso conduce el respeto a la dignidad humana, en el pas de mi verdadero padre.Los caballeros de la niebla deOld Bishop'sestaban tan compenetrados como nuestra legislacin con ese sentimiento de la dignidad humana; accedan a que les ahorcasen, porque no podan hacer otra cosa; pero vender su cuerpo al cirujano, eso nunca, seores!Ni oro, ni cheques, ni tentadoras promesas de trasiegos ni comilonas de gorra, como dice su