El rol de la mujer en China, Corea y Japón

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Mujer y familia luego de 1945 en China, Corea y Japón. Natalia Silvia Sánchez – DNI 34.536.042 China El modelo extenso de familia fue la norma en China hasta 1949, cuando se instaura la República Popular China, proclamada por Mao Zedong, presidente del Partido Comunista. Este modelo era patriarcal y jerárquico, y los miembros más jóvenes y sobre todo las mujeres estaban oprimidos. A su vez, el patriarca tenía un poder absoluto y decidía sobre los bienes y el matrimonio de sus hijos. Este modelo constaba en varias generaciones viviendo bajo el mismo techo y se reconocía la autoridad de un jefe único que era el miembro hombre más viejo. Pero con el triunfo comunista, la familia pasa a ser parte central de la planificación del Estado y de la revolución, y con ello, en 1950 se promulga la primera Ley de Matrimonio de la República Popular China, la cual implica una “nueva ideología del matrimonio, revolucionando la estructura, funciones e intereses de la unidad familiar” (Evans, p.15). Con esta ley se abolen los arreglos arbitrarios y la supremacía del hombre sobre la mujer, y se introduce un nuevo contrato conyugal basado en la libertad de elección, la monogamia y la protección de los intereses de mujeres y niños. En especial esta ley facilita la posibilidad de divorcio para las mujeres y brinda la custodia de los hijos en caso de ruptura del matrimonio. Esta nueva estructura matrimonial y familiar se cristalizó en lo económico con la Ley de Reforma Agraria, promulgada ese mismo año, la cual redistribuía la tierra a todos los miembros de la población rural mayores de dieciséis años (sin distinción de sexo) y fomentaba la independencia económica de mujeres y jóvenes. Esta ley sin duda fue un hito en la sociedad china, dado que a partir de ella surge la mujer trabajadora más allá de su contribución histórica en la economía familiar doméstica: ahora se insertaban en las relaciones de producción al igual 1

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Breve análisis histórico de la evolución del rol de la mujer en los países orientales de China, Corea y Japón.

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Mujer y familia luego de 1945 en China, Corea y Japón.

Natalia Silvia Sánchez – DNI 34.536.042

China

El modelo extenso de familia fue la norma en China hasta 1949, cuando se instaura la República Popular

China, proclamada por Mao Zedong, presidente del Partido Comunista. Este modelo era patriarcal y

jerárquico, y los miembros más jóvenes y sobre todo las mujeres estaban oprimidos. A su vez, el patriarca

tenía un poder absoluto y decidía sobre los bienes y el matrimonio de sus hijos. Este modelo constaba en

varias generaciones viviendo bajo el mismo techo y se reconocía la autoridad de un jefe único que era el

miembro hombre más viejo. Pero con el triunfo comunista, la familia pasa a ser parte central de la

planificación del Estado y de la revolución, y con ello, en 1950 se promulga la primera Ley de Matrimonio

de la República Popular China, la cual implica una “nueva ideología del matrimonio, revolucionando la

estructura, funciones e intereses de la unidad familiar” (Evans, p.15). Con esta ley se abolen los arreglos

arbitrarios y la supremacía del hombre sobre la mujer, y se introduce un nuevo contrato conyugal basado en

la libertad de elección, la monogamia y la protección de los intereses de mujeres y niños. En especial esta

ley facilita la posibilidad de divorcio para las mujeres y brinda la custodia de los hijos en caso de ruptura del

matrimonio.

Esta nueva estructura matrimonial y familiar se cristalizó en lo económico con la Ley de Reforma Agraria,

promulgada ese mismo año, la cual redistribuía la tierra a todos los miembros de la población rural mayores

de dieciséis años (sin distinción de sexo) y fomentaba la independencia económica de mujeres y jóvenes.

Esta ley sin duda fue un hito en la sociedad china, dado que a partir de ella surge la mujer trabajadora más

allá de su contribución histórica en la economía familiar doméstica: ahora se insertaban en las relaciones de

producción al igual que los hombres. En paralelo, se desarrollaron campañas ideológicas para extirpar los

derechos de propiedad tradicionales de la generación vieja sobre jóvenes y mujeres, lo cual en conjunto con

la Ley de Reforma Agraria y la Ley de Matrimonio significó una redefinición de las relaciones de poder

dentro de la familiai.

Por otra parte es importante señalar otra política pública clave para entender a la familia china, que es la

política del hijo único de 1979. Ésta se justifica en la necesidad de la planificación socialista de disminuir la

cantidad de población e incrementar la producción de bienes y servicios, en consonancia con el plan

modernizador del partido. Sin embargo, la población rural muestra su descontento, ya que la reducción de

miembros implica una menor cantidad de tierras cultivables para la familia, con lo cual en la práctica estos

sectores no respetaron la normativa legal. En general fue la población urbana la que cumplimentó mejor la

regla, sobre todo aquellas mujeres que trabajaban en las empresas estatales y se veían sometidas a un control

mayor.

Los medios de comunicación también han jugado un importante rol al transmitir los nuevos valores de la

sociedad “socialista de mercado”, en la cual se valora por igual la capacidad independientemente del sexo. 1

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Todo este conjunto de cosas ha desembocado en una familia más afectiva que la del pasado, donde los

padres suelen tener en cuenta las opiniones de los hijos casados sobre los asuntos familiares, así como se

mantiene una buena relación con las hijas casadas, permitiéndoles conservar sus ingresos intactos si trabajan

fuera de la casa con el fin de proporcionarles una buena dote cuando se casen. Una de las transformaciones

más importantes es el rol de la hija que “han pasado de ser las extrañas, destinadas a dar hijos a otras

familias, a desempeñar un papel central en la vida madura de los padres” (Saiz López: 2010; p. 181)

Asimismo, la transformación del rol de la mujer es claro en la etapa maoísta, cuando comienzan a ser

imprescindibles como mano de obra. La inversión de capital extranjero y su consecuente deslocalización de

la industria, la demanda de trabajo intensivo en el sureste del país y la demanda urbana de trabajadores no

cualificados generó un movimiento de migración interna del cual no escaparon las mujeres, integrándose

estas a la población flotanteii. La mano de obra femenina flotante ha cubierto sobre todo puestos de trabajo

nuevos, caracterizados sobre todo por condiciones laborales más precarias que en las empresas estatales (o

danwei). Sin embargo las mujeres se vieron obligadas a aceptar estos trabajos debido a que las empresas

estatales paulatinamente dejaron de contratar mujeres por el alto costo que implicaba (dado que la ley

estipulaba permisos de baja y descansos laborales para los períodos críticos de las mujeres tales como

menstruación, lactancia, embarazo, etc). Esta situación tuvo grandes impactos para las mujeres: en primer

lugar ellas representan a la mayor parte de la población desempleada de China; pero por otra parte esto dio

lugar al fomento de la iniciativa privada de las mujeres, estas mujeres empresarias demostraron que estaban

preparadas para contribuir al crecimiento y enriquecimiento del país.

Por último cabe destacar la importante labor llevada a cabo por la Federación de Mujeres, la mayor

asociación de mujeres de China, que tiene presencia en todo el territorio y que a lo largo de los años no sólo

ha realizado campañas de promoción de los derechos de la mujer, sino que también ha sabido articularse con

el Estado, llevando a cabo políticas públicas conjuntas iii. El Estado, que a pesar de seguir teniendo una

perspectiva machista con el hombre como cabeza de familia, ha integrado al movimiento de mujeres y hasta

ha ido evolucionando su pensamiento, siendo relevante en este sentido nombrar la celebración en China de

la IV conferencia Mundial sobre Mujeres hacia 1993, donde el gobierno implementa medidas que ponen

atención en la liberación de las mujeres, tales como la creación de cuotas femeninas en la administración

pública, la focalización en aquellas que son despedidas o desocupadas, el surgimiento de leyes que protegen

los intereses femeninos, o el tratamiento de cuestiones de salud reproductiva.

Japón

La Segunda Guerra Mundial marca un punto de inflexión en la historia del Japón, no sólo por las

consecuencias negativas en cuanto a pérdidas humanas y financieras y la occidentalización de su cultura 2

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consecuencia de la ocupación a manos de EEUU; sino también por las consecuencias positivas que esto

acarreó para las mujeres. El sufragio femenino y los derechos civiles, la igualdad entre sexos, la promoción

de la educación superior para mujeres, y sobre todo la abolición del sistema patriarcal (denominado “ie”);

fueron las políticas que fueron liberando a las mujeres japonesas, lo cual a su vez explicar el mayor apoyo

otorgado a la ocupación estadounidense en comparación con los hombres.

El sistema familiar patriarcal “ie” se expandió por todo el territorio en el siglo XIX, y otorgaba a las

mujeres un status limitado; no pudiendo heredar bienes, ni tener la custodia de los hijos; por otra parte las

mujeres no podían divorciarse de los hombres por iniciativa propia, pero sí sucedía al revés sin el

consentimiento de la mujer. El Código Civil revisado en 1947 abolió el sistema ie y democratizó la familia,

dando lugar a lo que se puede denominar como “familia ideal de posguerra”: estructura familiar nuclear en

lugar de una extensa, habitualmente formada por el marido, la esposa y dos o tres hijos, donde generalmente

el hombre es el único sostén económico y la mujer es ama de casa; con el hijo varón que logra acceder a la

educación superior y la hija mujer que suele obtener un título intermedio. El vínculo entre el esposo y la

esposa es de interdependencia, dado que la mujer depende del hombre económicamente, mientras que el

hombre depende de la mujer para la crianza de los hijos y el mantenimiento del hogar. Por otra parte, el

vínculo entre madres e hijos suele ser muy fuerte, con una extrema dependencia de los hijos con respecto a

la madre, al punto de que es hoy día un problema real en Japón el de los “solteros parásitos”, es decir, hijos

que viven con sus padres pasados los treinta años para evitar tener gastos y así utilizarlo en gastos propios o

ahorro, con el fin de asegurarse económicamente el futuro.

Es importante recalcar como el Estado, a diferencia de China, propicia el hecho de que la mujer se quede en

la casa a través de diferentes instrumentos como beneficios impositivos y diferencias en las jubilaciones

(mujeres que trabajaron en ocasiones gozan de una jubilación menor que las que no trabajaron), entre otros.

Las empresas privadas también hacen lo propio, recompensando a los empleados cuyas mujeres son amas de

casa o poseen salarios bajos (esto obviamente degeneró en la precarización laboral de las mujeres que

decidían trabajar, ya que lo hacían por sueldos muy bajos en pos de que la familia no perdiera dicha

“recompensa”). En general, el hecho de que una mujer trabaje implica una pérdida monetaria para la familia.

Esto puede explicar el hecho contradictorio de que, a diferencia de lo que se creería, luego de la liberación

de la mujer que tuvo lugar en la posguerra, la mujer japonesa tendió a dedicarse a los quehaceres domésticos

y al cuidado de los niños. Otra situación contradictoria interesante de nombrar es que el nuevo Código Civil

permitía a los esposos adoptar un apellido, ya sea el de la esposa o el marido, para que sea el apellido

familiar (en el anterior Código Civil era la mujer la que se integraba a la familia del hombre bajo su

apellido); sin embargo aumentó año a año la cantidad de mujeres que decidían adoptar el apellido del

marido. Respecto de la educación puede decirse lo mismo, dado que las mujeres de la posguerra gozaron de

mayores posibilidades de acceder a la educación superior, sin embargo más mujeres deciden, como dije 3

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anteriormente, quedarse en la casa, aceptando esta división sexual del trabajo. Es decir, la democratización y

la liberación de las mujeres al fin y al cabo terminaron propiciando la segregación de género y la

homogeneización de las familias japonesas.

Sin embargo, este “modelo ideal” comenzó a mostrar fisuras con el declive ininterrumpido de la tasa de

natalidad en Japón, debido en primera instancia a que la crisis económica que tocó a Japón a fines de los ’80

supuso el agotamiento del sistema de seguridad social que otorgaba privilegios económicos a las amas de

casa que, aunque no fueron eliminados en su totalidad, sí se han visto reducidos de forma notable. En

segundo lugar, la división sexual del trabajo tal y como estaba planteada en Japón, comenzó a volverse poco

funcional para una mujer que debe abandonar sus expectativas de crecimiento profesional y personal en pos

de cumplir el rol premeditado de “buena madre”. Además, la exigencia laboral implica muchas veces que los

hombres no puedan tener un rol presente en la crianza, lo cual sobrecarga a las mujeres, que prefieren

entonces evitar tener muchos hijos (e incluso no tenerlos). Estas circunstancias, más el hecho anteriormente

nombrado de los “hijos parásitos” (quienes se resisten a formar familias jóvenes, o en muchos casos, ni

siquiera formarlas), genera por una parte, la caída sostenida de la tasa de natalidad, y por otra parte, el

envejecimiento de la población.

Finalmente es relevante hablar de la “Ley Básica para la Igualdad de Género”, promulgada en 1999, cuyo

objetivo es “promover oportunidades de igualdad para las mujeres y un entorno social no discriminatorio”

(Saiz López: 2006; p. 33). Resulta indiscutible hablar de esta ley como es un logro del movimiento feminista

japonés, aunque en la práctica, la prioridad de la misma no es la promoción de los derechos de la mujer sino

el aumento de la tasa de natalidad y de un nuevo modelo de familia: un marido y una esposa, ambos con

ingresos, y con uno o dos hijos. Al fin y al cabo podría decirse que la nueva ley viene a hacer lo mismo que

hizo el Estado de la posguerra: promover un prototipo de familia funcional a la economía japonesa. Sin

embargo esto no desacredita el significativo paso dado por las feministas japonesas, que aun así deben

enfrentarse con duras críticas por parte de las facciones más conservadoras del país.

Corea

Hasta 1945 Corea se encontraba bajo la órbita de dominio japonesa, allí es que se constituye como Estado, y

en 1953 se divide en Corea del Norte y del Sur, siendo esta última la que mayor desarrollo industrial y

urbanización que van a afectar directamente al tipo familiar coreano. En el trabajo que nos ocupa

hablaremos en todo momento de Corea del Sur.

Si tenemos en cuenta la influencia histórica de China en la sociedad coreana, no puede parecer rara la

similitud entre los modelos tradicionales de familia en ambos países, es más, puede verse a la familia

coreana como una variante del sistema patriarcal chino: el hijo mayor es el que debe proveer de sustento 4

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económico a sus padres, es quien continuará con el linaje familiar y a la vez el que se espera cuide de sus

padres en la vejez. Por otra parte, el rol de la mujer de la sociedad tradicional consistía en criar a los hijos,

tener el control de los asuntos domésticos, recibir respeto como persona mayor y seguir las reglas del

matrimonioiv.

A pesar de que al establecerse la República de Corea en 1948 se proclama el principio de igualdad humana,

las costumbres quedaron intactas. Al igual que en China y en Japón, el gobierno incentiva el orden

doméstico nuclear, incrementándose su composición por una sola generación, aunque los valores

tradicionales siguen teniendo gran preponderancia por encima de otros que son propios de las sociedades

industriales. De esta forma, en 1958 se promulga la Ley de la Familia que establece la institución “amo de

familia”, la cual simboliza a la estructura patriarcal y patrilineal moderna de Corea. En 1969 se instaura el

“Programa de Planificación Familiar”, enmarcado en el proceso de modernización y occidentalización de

Corea, pensado como un mecanismo de control del crecimiento de la población con fines económicos. De

esta forma, se logró el objetivo de implantar como modelo ideal de familia el de marido, esposa y dos hijos.

En este sentido, al igual que en Japón, se crearon incentivos como reducción de impuestos a familias de dos

hijos o menos, prioridad en la asignación de viviendas, etc.

A partir de los años ’70 las mujeres comienzan a participar de manifestaciones de la sociedad civil, aunque

los temas de género y la lucha por la igualdad de sexos quedaron relegados, debido a que la sociedad era aun

fuertemente patriarcal y marcada por la ideología confucianav. Se pueden distinguir dos etapas en el proceso

de incorporación de las mujeres: la primer etapa se extiende desde 1970 hasta comienzos de los ’80, período

de participación marginal y focalizada de las mujeres en determinados niveles de la sociedad (sobre todo en

el ámbito universitario); y una segunda etapa que comienza en los años ’80, especialmente en el año 1987,

con la transición a la democracia y el consecuente resurgimiento de la sociedad civil. Esto impacta también

en las mujeres, quienes comienzan a formar organizaciones y a lograr que los temas de género obtengan una

presencia cada vez mayor en la agenda de las organizaciones sociales. Es de hecho en ese año que las

mujeres se agrupan en la “Unión de Asociaciones de Mujeres de Corea”. La UAMC ha sido primordial en la

tarea de control de la legislación sobre mujeres y está comprometida fehacientemente con el

empoderamiento de las mujeres, desempeñando un papel clave en la promulgación de varias leyesvi.

También es importante recalcar la importancia de la lucha de la UAMC en la abolición del hoju, el sistema

legal de jefe de familia, y el hojeok, el sistema de registro familiar. Estas prácticas, impuestas por Japón en

el período colonial, legalizaba la sucesión patrilineal del nombre familiar, el registro familiar, el matrimonio

patrilocal, y la representación de las familias a través del patriarca; definiendo a su vez la normalidad de la

familia, considerando al creciente número de familias monoparentales, el concubinato, etc., como

“anormales”.

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Sin embargo el movimiento de mujeres fue descentralizándose hacia otras organizaciones de mujeres que

consideran a la UAMC como una organización conservadora. Estas nuevas organizaciones hacen hincapié

sobre todo en los derechos de minorías sociales como lesbianas, trabajadoras sexuales, mujeres solteras, etc.

Aun así es claro que este desplazamiento de la atención no podría haber sido posible sin el rol cumplido por

la UAMC en la mejora legal de la situación de las mujeres coreanas.

Por su parte, el gobierno asumió la integración de la temática de género y mujer con el Ministerio de

Asuntos Políticos, que en 1988 se convirtió en Comisión Especial de la Mujer, en 2001 en Ministerio para la

Equidad de Género, y luego en Ministerio de Equidad de Género y Familiar en 2005.

Conclusiones

Queda claro que las sociedades asiáticas son fuertemente machistas, y resulta muy complicado para los

movimientos de mujeres romper con tradiciones milenarias. Sin embargo, puede notarse como a partir de la

posguerra comienza a haber una liberación paulatina de la mujer. A pesar de esto no podemos obviar el

hecho de que los derechos de las mujeres vinieron en muchos casos acompañados de políticas de

planificación familiar que intentaron configurar un modelo familiar funcional a la economía y la

modernización de estos países. La mujer, la familia y la planificación familiar dejaron de ser asunto privado

para convertirse en asunto público y mercantil.

Como bien se ha mostrado en el caso de Japón, la posguerra significó un avance en materia de derechos

formales, pero en cierto punto un retroceso en cuanto a prácticas reales (por ejemplo, en lo que respecta a la

incorporación de un apellido u otro en el matrimonio). Por otra parte, en lo que respecta a la mujer

trabajadora, vemos que un ascenso de precarización laboral, impulsada en el caso de China y Japón por las

políticas de incentivos tendientes a limitar a las mujeres al ámbito doméstico.

Es innegable ver en todas partes el avance en materia de derechos que ha conseguido el movimiento de

mujeres de estos países. Sin embargo, la práctica suele ser más difícil de cambiar que la norma legal, y en

muchos casos es en este punto donde las diferentes organizaciones de mujeres deberían hacer foco.

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i Hacia 1980 se realiza una nueva Ley del Matrimonio que modifica algunos de los aspectos de la anterior, entre ellos, la edad para casarse, la responsabilidad de los esposos ante los métodos de natalidad, el cuidado de jóvenes y ancianos, más flexibilidad para el divorcio. Es en el año 2001 cuando se sanciona la última ley al respecto, la cual realiza grandes aportes a las luchas femeninas, prohibiendo la bigamia, la violencia familiar y las relaciones por fuera del matrimonio.ii A partir de 1980 es la población femenina la que mayormente alimenta los flujos de migración interna en el país.iii En este sentido podemos nombrar por ejemplo los programas de micro-créditos para trabajadoras despedidas; el programa de “economía de patio”, el programa “Aprendizaje dual y competencia dual”, entre otros.iv León García, María Alejandra (2000), ‘La mujer en la sociedad coreana’, México y la Cuenca del Pacífico, 3 (11); p. 60v Para el confucionismo, una familia era una prefiguración del Estado. Así, la familia era vista como un pequeño reino con jerarquías, protocolos y métodos de gobierno, y el Estado como una gran familia en la que debe haber afectos, relaciones y obligaciones morales. En la familia, los miembros están jerarquizados mediante un complejo sistema. Para el confucianismo, el aprecio, el amor y las relaciones que había entre los miembros debían estar graduadas según cada persona, su puesto, etc. En consecuencia, había términos para significar el amor por los padres o piedad filial, el amor de los padres por su hijos, etc.vi Podríamos nombrar a la Ley de Protección de la Infancia (1991), la Ley Especial contra la Violencia Sexual (1993) y la Ley de Prevención de la Violencia Doméstica (1998), así como en la revisión de la Ley Especia l contra la Violencia Sexual (1997) y de la Ley de Igualdad en el Empleo; entre otras.

Bibliografía

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