El Render de los Farallones

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El render de los farallones Por Miguel Tejada ¿Algunos de ustedes ha perdido un amigo? Yo sí. Y lo entiendo todo. Todo. Muy claro. Pero solo cuando estoy en sus zapatos. Cuando estoy en los míos, lo puteo. Estas cosas pasan todos los días. Le pasan a todo el mundo. La reflexión que pretendo esbozar en aquellas siete líneas puede sonar como basura motivacional. Y lo es. Pero déjenme recordarles algo: hay gente–mucha gente, de hecho– que vive de la basura. La basura está viva. Es vida. Es trabajo. Es riqueza [ bueno, esta pequeña conferencia podría centrarse únicamente en este aspecto: los monopolios del reciclaje, las mafias, los políticos detrás del negocio, sacando al reciclador, o afiliándolo como esclavo, como siervo. Y ni hablar del problema ambiental, de la irresponsabilidad... ] mirada con desprecio. Aquí viene el punto de giro en el guión. El cambio de perspectiva. La elección. Así que empecemos a considerar algunas cosas. Aprovechemos esta oportunidad [Cali una ciudad digital] para hacernos algunas preguntas sobre lo inminente: la digitalización. Díganle hola al señor Paulo Cohelho.

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Siguiendo el interesante planteamiento del recientemente fallecido escritor norteamericano David Foster Wallace en su conferencia "This is water/ "Esto es agua" (http://www.sisabianovenia.com/LoLeido/NoFiccion/DavidFosterWallaceDiscurso.htm) quiero trasladar a nuestro contexto una reflexión muy simple pero certera, a propósito del uso consciente y responsable que hacemos de las herramientas que el avance tecnológico nos pone en las manos; es decir: la consciencia atómica, granulada y microscópica de la cotidianidad en la calle y en las redes sociales; la nueva forma de entender el mundo, con sus realidades; cambios, sus retos.Con el apoyo de material visual, propondré elementos de reflexión, a veces irónicos, a veces crudos, a veces absurdos.

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El render de los farallones

Por Miguel Tejada

¿Algunos de ustedes ha perdido un amigo?Yo sí.Y lo entiendo todo.Todo.Muy claro.Pero solo cuando estoy en sus zapatos.Cuando estoy en los míos, lo puteo.Estas cosas pasan todos los días. Le pasan a todo el mundo.

La reflexión que pretendo esbozar en aquellas siete líneas puede sonar como basura motivacional.

Y lo es.

Pero déjenme recordarles algo: hay gente–mucha gente, de hecho– que vive de la basura. La basura está viva. Es vida. Es trabajo. Es riqueza [ bueno, esta pequeña conferencia podría centrarse únicamente en este aspecto: los monopolios del reciclaje, las mafias, los políticos detrás del negocio, sacando al reciclador, o afiliándolo como esclavo, como siervo. Y ni hablar del problema ambiental, de la irresponsabilidad... ] mirada con desprecio. Aquí viene el punto de giro en el guión. El cambio de perspectiva. La elección.

Así que empecemos a considerar algunas cosas. Aprovechemos esta oportunidad [Cali una ciudad digital] para hacernos algunas preguntas sobre lo inminente: la digitalización.

Díganle hola al señor Paulo Cohelho.

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Yo prefiero decirle otras cosas, que me reservo, porque soy un tipo finísimo. Un tipo educado y prudente...

Que alguien me diga por qué el señor Cohelo es un modelo de éxito, según innumerables reseñas, artículos, propagandas, testimonios, manifiestos, clubs de fans, etc ¿Por qué, ah?

Muy bien, yo tengo una sugerencia: INFELICIDAD.

No sé cómo llamarle a esto, más allá de la dimensión filosófica, social, o biológica que escojamos para abordar el asunto. No sé; ¿tendencia? ¿Trend? ¿Neuro-química? ¿Marketing espiritual? ¿Meme? (Más adelante volveremos sobre este término)... no sé.

¿Y esto qué tiene que ver con el motivo que nos reúne hoy a todos, en esta hermosa mañana de mayo?

Bueno, les presento al señor Kevin Kelly.

Kelly es el fundador y director ejecutivo de la revista Wired. Conocen la revista Wired, supongo.

Hace un par de días estaba viendo una conferencia de este señor en el evento TED. Conocen TED, supongo. Gente importante, autoridades hablando– con autoridad –sobre temas claves. En fin. Este señor tiene una conferencia sobre la evolución de la tecnología. Interesante, en general. Nos muestra datos curiosos sobre lo que yo llamaría la eternidad de la tecnología, y el llama el juego infinito. La tecnología no muere. Se renueva, se replica

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[como los Memes, como los genes de los que habla Richrd Dawkins]. El código informatico, la huella, pasa entre generaciones; la tecnología permanece.

Y bien, pregunta Kelly: ¿Qué es lo que quiere la tecnología? ¿Cuál es su propósito? Aquí ustedes empezarán a mirarme raro, por andar citando a un tipo que habla de la tecnología como si fuera una especie de entidad autosuficiente, pensante y, por lo demás, bastante poderosa. Sí, suena bastante chiflado todo esto. Pero es cierto. Dejemos la pregunta de Kelly un momento en el aire: ¿Qué es lo que quiere la tecnología?, y conozcamos a otros dos invitados.

Buenos días, señor Dawkins.

Richard Dawkins es un científico británico. Es el culpable de una serie de debates interesantísimos, donde se enfrentan distintas posturas dentro de la misma ciencia, y en un contexto más amplio, encontramos debates con las ciencias sociales y la religión. A Dawkins lo catalogan como un defensor a ultranza de la teoría evolucionista, como un defensor rabioso de Darwin, etc. Pero lo importante aquí, esta mañana, es referirnos a un aspecto clave de su libro “El gen egoista” No sé si han oído hablar de él. Un libro escrito por allá en 1976. En síntesis, Dawkins centra su visión evolucionista en los genes. Aquí es importante que revisemos lo que se deriva de esto: el ejercicio de la replicación. Dawkins utilizó el término Memes, (Del latín mimëma: “aquello que se imita”) para referirse a estas “entidades” replicadoras, que pasan a través del tiempo y de nuestra existencia, copiándose y repoduciéndose, como archivos digitales hoy en día. Transmisión, réplica, pero a la vez variación y selección. Diseño. Esto es la evolución, resumida de manera muy pobre.

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Perfeccionamiento cruel y despiadado. Egoista, a la manera que quiso pensarlo Dawkins, porque los genes nos usan como vehículos para lograr su cometido: evolucionar. Ser inmortales. Así pues, somos simplemente costales de huesos y grasa que albergan un deseo oculto: el deseo de la inmortalidad, no como humanidad, sino como especie, como algoritmo, como una secuencia de pasos y condiciones para lograr un resultado.

Tomemos un poco de aire

¿Ya no empieza a sonarnos tan amigable el tema de la evolución, verdad?

Volvamos al punto: ¿Y qué pasa con la tecnología?

Que pase la siguiente invitada:

Ella es Susan Blackmore. Replicadora (para seguir con esta jerga de la memética) de la obra de Dawkins. Igualmente tachada de reduccionista, igualmente criticada ampliamente por distintas autoridades. No viene al caso. Ayer estaba viendo una conferencia suya, también en este sitio TED, y constantemente me pasó esto:

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Error. Error. Error.

No sé ustedes, pero en los ultimos tiempos, cada vez que esto me pasa trato de pensar en un hombre muriendo de hambre. O en la señora que acaba de recibir un diagnóstico médico nefasto.

El error en la informática, como la enfermedad del cuerpo humano, es temido. Claro: es combatido, es perseguido. Y yo me pregunto, como William Ospina en un texto sobre la medicina y la felicidad del mundo (“La mirada de hielo”, se llama el texto) ¿Por qué se le teme tanto? Hay un asunto oscuro, vergonzoso, que le cae muy mal a este discurso positivista del progreso. Pero, dice Ospina, la enfermedad es reflexión, es un encuentro, un momento revelador; la conciencia. Este tema lo dejaré para el final, pero para que nos hagamos una idea, pensemos en algo que suena muy básico, pero que nos cuesta bastante. La vida revelada en su dimensión más profunda (buena o mala, aburrida o alegre según sea nuestra filosofía); este momento de ruptura, la enfermedad o el error informático, es una oportunidad para pensar en el curso de los acontecimentos, para bajarnos, por un momento, de este tren de alta velocidad ¿Nos estamos dando cuenta de cómo está el mundo, realmente, a través de todas estas plataformas, redes, comunidades virtuales? Tal vez sí.

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Eso quiero creer. Miremos el caso de las revoluciones recientes, las revoluciones gestadas desde las redes virtuales, desde los teléfonos celulares. Ahí nos queda una duda. Habrá qué ver el resultado en un mediano plazo. Blogs, redes sociales, foros, el mundo está quedando registrado ahí. Los sentimientos de inconformidad, de euforia o de dolor, van quedando diseminados en el espacio, como partículas flotantes y caóticas. La enfermedad, la certeza de la muerte, el miedo al fallo tecnológico, son momentos de crisis, pero también son revelaciones.

Bueno, me perdonará la señora Blackmore el paréntesis.

Tuve paciencia con el error en el streaming, además que tenía la necesidad de ver la conferencia, para preparar esta charla. ¿Y bien? Sí, la pude ver. Simple: Blackmore habla de una nueva categoría, o una “evolución” del término Meme. Una cruza entre el término Meme y la palabra tecnología. Estos Temes, dice ella, son los replicadores responsables del avance tecnológico. Los responsables del cambio y de la evolución. Tomemos aire otra vez: ¿Y esto cómo nos hace felices? ¿Cómo nos ayuda esto a sentirnos mejor en este mundo? La respuesta de Susan Blackmore es que esto no importa, porque los Temes son solo información; datos, códigos que se perfeccionan a diario, y para lograr esto nos usan. Somos sus siervos, sus fábricas, sus estancias. Así pues, no importa que el planeta esté siendo consumido, que nuestros cuerpos y nuestra salud sufran las consecuencias del sedentarismo y del insomnio. No. Eso solo debería importarnos a nosotros, en un plano consciente.

Nuestro último invitado ya no está en esta tierra de memes, computadores y teléfonos inteligentes. El escritor norteamericano David Foster Wallace,

fallecido en septiembre de 2008. Tenía 46 años al momento de su muerte. Perdió la batalla contra la depresión y se suicidó en su casa junto al mar, en California.

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Dije hace un momento que finalizaría esta charla con el tema de la conciencia. Bueno, ése fue el tema medular en la obra literaria de Foster Wallace. El reto de luchar contra el egoísmo que nos hace tan humanos, tan naturales. Claro, planteado esto, es correcto decir que Foster Wallace no perdió su lucha contra la depresión clínica que padeció durante buena parte de su vida. No, su lucha fue contra el egoísmo. Y perdió. Pensemos en la paradoja que hay en todo esto: Foster Wallace se la pasa escribiendo tremendas novelas y relatos donde expone el tema de la lucha contra ese “excelente sirviente pero un pésimo amo.” La mente. No es una casualidad, dijo Foster Wallace en un famoso discurso que pronunció ante unos universitarios recién graduados, que la mayoría de los suicidas de disparen en a cabeza. Dicho esto, el hombre se mata, en un acto de egoísmo puro. No aguantó.

Así pues, Foster Wallace se despacha frente a este grupo de jóvenes que están a punto de salir al mundo, con sus bolsillos y sus mejillas llenos de conocimientos, y les dice: no es lo que aprendieron aquí lo que determinará sus vidas. Es un plus, sí, un privilegio, pero lo verdaderamente crucial, lo que los separará a ustedes de lo ordinario, será la capacidad que puedan tener para escoger cómo pensar. Para tomar aire y ponerse en los zapatos del otro. Para putear menos al tipo que te pisa en el metro o en el bar. Para imaginar, finalmente, para crear mundos posibles. Porque esa señora que te saca de quicio puede estar somatizando el infierno que lleva adentro, y por eso nunca se calla, o te mira con ojos rasgados. Y tú no lo sabes, porque crees que eres el centro del universo.

Recuerdo muy bien la anécdota con la que empieza Foster Wallace aquel discurso. Es más bien una pequeña fábula: van dos peces jóvenes nadando tranquilamente, cuando se topan con un pez más viejo, que los saluda así: “buenos días, chicos, ¿cómo está el agua?” Los dos peces jóvenes se miran, desconcertados, y se preguntan: “Qué carajos es el agua”

Y con estas líneas finaliza el discurso:

“Es acerca de los valores que implica la real educación, que no tiene nada que ver con el acumular conocimiento y sí con la simple atención, atención a lo que es real y esencial, tan oculto a plena vista, a nuestro alrededor, todo el tiempo, que tenemos que estar constantemente recordándonos a nosotros mismos, una y otra vez: Esto es agua. Esto es agua. Esto es agua.”

Así pues, amigos, recuerden dónde estamos. Es todo, así de simple. Yo trato de hacerlo con frecuencia. Trato de levantar la cabeza y alejar la mirada de la pantalla, y siempre busco los farallones de Cali, de alguna manera trato de renderizarlos otra vez. Trato de interpretarlos.

Gracias.