El Precio de La Sangre

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    EL PRECIO DE LA SANGRE

    (Serie: "Saga de La Sangre", vol.01) Tanya Huff

    Blood Price Traduccin: Manuel Mata lvarez

    _____ 1 _____ Ian se introdujo las manos en los bolsillos y recorri con miradaceuda el vaco andn del metro. Tena las manos heladas, se encontraba deun humor de perros y no saba por qu haba accedido a encontrarse conCoreen en su apartamento. Considerndolo todo, hubiera sido mejor idea elegirun lugar neutral. Su mirada se fue a posar sobre el reloj luminoso que pendadel techo. Las 12:17. Trece minutos para ir desde Englinton Oeste hasta laestacin Wilson, seis manzanas en autobs y luego una caminata de tresmanzanas hasta casa de Coreen. Imposible. Voy a llegar tarde. Va a estarmosqueada. Adis a la posibilidad de reconciliacin. Suspir. Le haba costado

    dos horas de splicas y argumentaciones telefnicas conseguir que ellaaccediera a encontrarse con l. Mantener una relacin con Coreen podarequerir mucho tiempo, pero ciertamente no era nada aburrido. Dios, tena untemperamento... Casi sin desearlo, una sonrisa se dibuj en sus labios; la partemala de aquel temperamento poda hacer que uno desease encontrarse en lamontaa rusa en vez de en su compaa. Para ser una mujer de apenas metrosesenta de estatura tena una buena pegada. Volvi a consultar el reloj.Dnde narices estaba el tren? 12:20. Estate aqu a las 12:30 u olvdalo, habadicho, ignorando por completo el hecho de que en domingo, la Comisin de

    Trnsito de Toronto, la ubicua CTT, reduca drsticamente el nmero de metrosen circulacin y de que a esas horas tendra suerte si poda coger el ltimo quepasaba. La parte buena era que, cuando finalmente llegase, dada la hora que

    sera y dado que ambos tenan una clase a las ocho de la maana, tendra quequedarse. Suspir. Si me dejase pasar la noche en su apartamento... Deambulpor el andn hasta llegar al extremo sur y se asom al tnel. No se vea luzalguna, pero poda sentir en el rostro el viento que significaba normalmenteque el tren no estaba lejos. Tosi con disgusto y apart la cara. Ola como sialgo hubiese muerto en el interior de aquel tnel; como cuando en la casa decampo se qued un ratn atrapado entre las paredes y acab por pudrirse.--Menudo ratn... --musit, frotndose la nariz con el puo. El hedor parecahaberse adherido a sus fosas nasales. Volvi a toser. Eran graciosas las malaspasadas que te jugaba la mente. Ahora que se haba apercibido de l, el olorpareca estar hacindose ms intenso. Y entonces escuch lo que parecan serpasos, acercndose desde la oscuridad del interior del tnel. Pesadas

    zancadas, no como las de un trabajador que se apresurase para coger el trendespus de un largo da de trabajo ni las de un vagabundo tambaleante quebuscase la seguridad del andn. Pesadas zancadas, avanzando directamentehacia su espalda. Deleitado ante la inesperada punzada de terror que se habaapoderado de l, haciendo retumbar su corazn en el pecho y robndole elaliento de la garganta, y consciente de que cuando se volviera la explicacinde todo ello resultara prosaica, Ian se mantuvo inmvil. Mientras lodesconocido siguiera sindolo, la furiosa descarga de adrenalina seguirahaciendo que cada sentido pareciera estar ms vivo y que los segundos se

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    prolongasen como si fuesen horas. No se volvi hasta que las pisadascomenzaron a ascender la media docena de escalones de cemento queconducan al andn. Y ya era demasiado tarde. Casi no tuvo tiempo de gritar.*** Embozada en su abrigo hasta la barbilla --puede que ya fuera abril, pero entodo caso era un abril hmedo y helado y la primavera

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    no daba todava seales de vida--, Vicki baj del autobs de Eglinton y seencamin a la entrada del metro. --Menudo desastre --murmur. El anciano quehaba bajado del autobs detrs de ella la mir, interrogante. Ella le devolvi lamirada durante un instante y luego sigui su camino. As que no slo soy "unacompaa horrible capaz de crisparle los nervios a cualquiera" sino quetambin hablo sola. Lawrence era guapo, pero no era su tipo. De hecho nohaba encontrado a nadie que fuera su tipo desde que dejara la Polica, ochomeses atrs. Deba haber sabido que esto iba a ocurrir desde que acced a salircon un hombre mucho ms guapo que yo. No s por qu acept la invitacin.Esto ltimo no era del todo cierto; haba aceptado porque se encontraba sola.Lo saba, slo que no tena la menor intencin de admitirlo. Se encontraba amitad del primer tramo de las escaleras que conducan al andn sur cuandoescuch el grito. O, para ser ms exactos, aquel grito a medias. Se extingui,sofocado en medio de un aullido, como cortado en seco. De un salto, Vickialcanz el primer recodo. Desde donde se encontraba slo poda ver la mitadde cada andn a travs de los cristales, y no tena forma de saber dnde seestaba produciendo el problema. El andn sur estaba ms cercano.Retrocediendo dos pasos y luego un tercero, exclam: "Avisen a la polica!"Incluso en el caso de que nadie la oyera, poda ahuyentar al causante de aquelgrito. En nueve aos que haba pasado en el cuerpo no haba utilizado su armauna sola vez. Ahora le hubiera gustado tenerla consigo. Durante aquellosnueve aos no haba escuchado jams un grito como aquel. Qu demonios tecrees que ests haciendo? protest la parte ms racional de su cerebro. Notienes un arma! No cuentas con apoyo! No tienes la menor idea de lo queest pasando ah abajo! Ocho meses fuera del cuerpo y ya se te ha olvidadotodo lo que aprendiste? Qu pretendes demostrar? Vicki ignor la voz ycontinu avanzando. Puede que s estuviese intentando demostrar algo. Yqu? Cuando por fin lleg al andn, se dio cuenta inmediatamente de que seencontraba en el lado equivocado, y por un instante se alegr. Los azulejoscolor naranja de la pared de la estacin parecan haber sido rociados consangre. Haba una gran mancha de la que brotaba un delicado patrn de gotascarmes. Debajo de ella, en el suelo, con los ojos y la boca abiertos y lagarganta destrozada, se encontraba un joven. No: el cadver de un joven. Lacena que acababa de tomar se encaram a su garganta, pero la experienciaacumulada durante la investigacin de otras muertes la oblig a volver alestmago. Comenz a levantarse un viento desde el tnel y pudo or el metroaproximndose al andn en direccin norte. Pareca estar muy cerca. Jess,

    justo lo que necesitamos. A las 12:35, una noche de domingo, eraperfectamente posible que el metro no tuviera un solo pasajero, que nadie sebajara de l y que nadie reparara en el cadver y la mancha de sangreesparcida sobre la pared en el extremo sur del andn norte. No obstante y tal ycomo andaba el mundo, era ms probable que un grupo de nios y unaanciana con el corazn dbil se bajasen del ltimo vagn y se topasen defrente con aquel cadver reciente, con ojos abiertos y cuya boca entonaba unmudo aullido. Slo haba una solucin. Mientras el rugido del metro inundaba lasala, Vicki, con el corazn palpitando con furia y la adrenalina cantndole enlos odos, salt a la va. El paso de madera sobre los rales se encontrabademasiado lejos, centrado prcticamente sobre los pilares de cemento, as queella salt, tratando de no pensar en la posibilidad de que los muchos millones

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    de voltios que pasaban por all la redujeran a cenizas. Por un momento setambale sobre el extremo de la lnea divisoria, maldiciendo su largo abrigo ydeseando haber llevado una chaqueta; y entonces, pese a saber que era lacosa ms estpida que poda hacer, se volvi hacia el tren. Cmo ha llegadotan cerca? La luz era cegadora. El ruido, ensordecedor. Se detuvo, helada,deslumbrada, segura de que si continuaba tropezara y las ruedas metlicas dela bestia la haran pedazos. Entonces, algo con forma de hombre apareci en eltnel sur. No pudo ver mucho, apenas una sombra parpadeante, negra contrala creciente luz de los faros del metro, pero fue suficiente para arrancarla de lainmovilidad y empujarla hacia delante. Saltaron chispas bajo sus botas, se alzun chirrido metlico y entonces Vicki apoy las manos sobre el extremo de laplataforma y se impuls hacia arriba con todas sus fuerzas. El mundo se llende luz y sonido y algo le roz las plantas de los pies. Sus manos estabanpegajosas y cubiertas de sangre. Pero no era la suya, y de momento eso eratodo lo que importaba. Antes de que el tren se detuviera, haba cubierto elcadver con su abrigo y tena su placa de identificacin en la mano. El revisorasom la cabeza. Vicki agit la cartera de cuero en su direccin y grit: --Cierre las puertas! Ya! Las puertas, que an no haban terminado de abrirse,se cerraron. Reapareci el revisor y Vicki, mientras trataba de recobrar elaliento, orden secamente: --Haga que el conductor avise a la Polica. Que lesdiga que se trata de un 10-33... No importa lo que eso sea! --dijo al advertir suinminente pregunta--. Ellos lo saben! Y no olvide decirles dnde ha ocurrido--haba visto a la gente cometer estupideces todava mayores en situacionesde emergencia. Mientras el hombre regresaba apresuradamente al metro, echun vistazo a la cartera, suspir y entonces volvi a colocarse las gafas en susitio con un dedo ensangrentado. Una tarjeta de identificacin de investigadorprivado no significaba absolutamente nada en un caso como aquel, pero lagente responda a la apariencia de autoridad, no a los detalles formales. Seapart unos pasos del cadver. A tan poca distancia, el hedor de sangre y orina--la parte delantera de los vaqueros del joven estaba empapada-- ocultaba porcompleto los olores metlicos del metro. Un solitario rostro la observaba desdeel interior del ms cercano de los vagones. Le gru y se volvi para seguiresperando. Menos de tres minutos ms tarde, Vicki escuch el familiar sonidode las sirenas provenientes de la calle. Poco le falt para dar saltos de alegra.Haban sido los tres minutos ms largos de su vida. Los haba pasadoreflexionando. En sus pensamientos haba sumado la sangre que rociaba lapared con la posicin del cuerpo y el resultado no le gustaba nada. Ningunacriatura que ella conociese podra haber propinado un simple golpe con talfuerza como para desgarrar la carne como papel higinico y con tal velocidadque la vctima no hubiese tenido tiempo de resistirse. Ninguna. Pero algo oalguien lo haba hecho. Y estaba all, en el tnel. Se inclin hasta que pudo verla oscuridad que se abra en el interior del tnel. El pelo de su nuca se le eriz,y no slo por el fro. Se pregunt qu escondan las sombras. Nunca se habaconsiderado una mujer fantasiosa y saba perfectamente que el asesino debade haberse marchado haca ya mucho, pero algo se demoraba en aquel tnel.El caracterstico sonido de las botas de polica contra las baldosas le hizovolverse, con las manos apartadas cuidadosamente de los costados. No serade extraar que un polica que se presentase en la escena de un crimenviolento y se encontrase con alguien cubierto de sangre sobre el cadverllegase a alguna conclusin equivocada. La situacin result confusa durante

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    algunos minutos, pero afortunadamente cuatro de los seis agentes haban odohablar de "Victoria" Nelson, y despus del preceptivo intercambio de excusasse pusieron a trabajar. --...mi abrigo sobre el cadver, hice que el conductorllamase a la polica y esper --Vicki contemplaba al agente de polica Westtomar notas de forma frentica y tuvo que reprimir una sonrisa. Todava podarecordar un tiempo en el que ella era tan joven como l y trabajaba con lamisma intensidad. O casi. Cuando l alz la mirada, ella seal el cadver conun gesto de la cabeza y pregunt--. Quiere verlo? --Eh, no --despus de uninstante, aadi, con cierta timidez--. Quiero decir... no debemos tocar nadaantes de que lleguen los de Homicidios. Homicidios. El estmago de Vicki seencogi y su humor se agri. Haba olvidado que no estaba al mando. Habaolvidado que no era ms que una simple testigo: la primera persona presenteen la escena del crimen. Y eso slo porque haba hecho algunas cosas bastanteestpidas para encontrarse all. Por un instante los uniformes le haban dado laimpresin de que se encontraba en los viejos tiempos. Pero Homicidios... sudepartamento. No, ya no. Se coloc las gafas en su sitio con el envs de lamueca. Al alzar la vista descubri que el agente West la estaba mirandofijamente. ste agach la vista, confundido. --Este... no creo que pase nada sise limpia la sangre de las manos. --Gracias --Vicki consigui esbozar unasonrisa pero ignor su tcita pregunta. Lo bien o mal que poda ver no eraasunto de nadie ms que de ella. Poco importaba que otra salva de rumores seextendiese por el Cuerpo. --Si fuese tan amable de acercarme unos pocospauelos de mi bolso... El joven agente introdujo una mano en el enorme bolsode cuero negro y busc a tientas. Encontr los pauelos los sac y, al ver quesu mano estaba todava intacta, pareci aliviado. El bolso de Vicki haba sidofamoso en toda la ciudad y sos alrededores. La mayora de la sangre de susmanos se haba secado, convirtindose en grumos marrones. A la poca que nolo haba hecho, los pauelos no hicieron sino extenderla. A pesar de ello siguirestregndose las manos, sintindose al hacerlo como Lady Macbeth. --Destruyendo pruebas? Celluci, pens. Tenan que enviara Celluci. Esebastardo siempre fue muy silencioso. Mike Celluci y ella no se haba separadoen trminos demasiado amistosos, pero a pesar de ello, al volverse, pudocontrolar la expresin de su rostro. --Slo trataba de hacerte la vida un pocoms difcil --tanto la voz como la sonrisa que la acompaaba resultaban falsasde forma patente. l sonri, mientras un largo mechn de pelo castao le caasobre el rostro. --Es buena idea hacer aquello que a uno se le da bien--entonces sus ojos la abandonaron para posarse sobre el cuerpo--. Haz tudeclaracin con Dave --detrs de l, su compaero agit dos dedos a modo desaludo--. Luego hablar contigo. Es este tu abrigo? --S, es mo. Vicki loobserv mientras levantaba la prenda empapada de sangre, sabiendo que enaquel momento no exista para l otra cosa que el cuerpo y sus inmediatosalrededores. Pese a que sus mtodos diferan, saba que l era tan dedicado eintenso en el desempeo de sus obligaciones como lo era ella misma --o lohaba sido, se corrigi en silencio--, y la competencia no declarada entre amboshaba aadido un elemento de inters a numerosas investigaciones. Incluyendomuchas a las que ninguno de los dos estaba asignado. --Vicki? Relaj lamandbula y sigui a Dave Graham al otro lado del andn. Todava seguafrotndose las manos. Dave, que slo llevaba un mes siendo compaero deMike Celluci cuando Vicki dejara el Cuerpo y se produjera el ltimoencontronazo entre ambos, sonri con cierta displicencia y dijo: --Qu tal si lo

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    hacemos todo segn el manual? Vicki dej escapar un suspiro que no saba quehaba estado conteniendo. --Claro. Estupendo --buscando refugio de lasemociones en los procedimientos policiales. Una tcnica conocida y practicadaen todo el mundo. Mientras hablaban, el metro, libre ahora de pasajeros,abandon lentamente la estacin. --...respondiendo al grito corres hacia elandn sur y entonces cruzas las vas enfrente del tren que viene del norte paraalcanzar el cadver. Mientras cruzas las vas... --Para sus adentros, Vicki seencogi. Dave Graham era uno de los hombres con menos tendencia a juzgarque conoca, pero ni siquiera l poda impedir que la opinin que su insensataacrobacia le mereca se transmitiese a sus palabras. ...ves cruzar entre lasluces y t a una forma de hombre ataviada con lo que aparentan ser unasropas sueltas y anchas. Es as? --En lo esencial, s --su accin, desprovista detodos los detalles que tan cuidadosamente recordaba, aparentaba no ser msque una gran estupidez. --Perfecto --cerr su libreta y se rasc el extremo de lanariz--. T... eh... vas a quedarte a echar un vistazo? Con la mirada entornada,Vicki examin la escena del crimen mientras el fotgrafo de la Polica sacabaotra serie de rpidas fotografas. No poda ver a Mike, pero escuchaba encambio su voz, llegada desde el interior del tnel, impartiendo rdenes almejor estilo "regalo de Dios al Departamento de Investigacin Criminal". Elinterior del tnel. El pelo de su nuca volvi a erizarse cuando record lasensacin de que algo haba estado all, esperando, demorndose, algo oscuro,algo tenebroso y, bien, si tena que darle algn nombre, algo malvado.Repentinamente quiso poner sobre aviso a Celluci. No lo hizo. Saba cmohabra reaccionado l. Cmo habra reaccionado ella si la situacin fuera lainversa. --Vicki? Vas a quedarte a echar un vistazo? Estuvo a punto decontestar que no, que si la necesitaban para algo ya saban dnde encontrarla,pero la curiosidad --curiosidad por saber lo que podra encontrar la Polica, porsaber cunto tiempo podra permanecer tan prxima a aquel trabajo que habaamado sin derrumbarse-- convirti su negativa en un "un rato" entonado aregaadientes. De ningn modo iba a salir huyendo. Mientras observaba,Celluci regres del tnel, subi las escaleras, volvi al andn e intercambialgunas palabras con el agente que se ocupaba de las huellas, sealando conun brazo hacia atrs, hacia los rales. El otro protest, diciendo que necesitabaalgo ms de luz para realizar su trabajo, pero Celluci cort su rplica en seco.Con un bufido disgustado, cogi su maletn y se encamin hacia el tnel.

    Tan encantador como siempre, pens Vicki, mientras Celluci recoga su abrigodel suelo y se acercaba hacia ella. El polica se demor unos instantes con losagentes del juez de instruccin, que finalmente estaban guardando el cadveren su correspondiente bolsa de plstico naranja. --No me digas --le espet tanpronto como estuvo lo suficientemente cerca con voz seca, sarcstica, perodeseando al mismo tiempo con todas sus fuerzas que su voz no tradujera lascontradictorias emociones que acababan de provocar que se le hiciera un nudoen la garganta-- que las nicas huellas que hay en la escena del crimen son lasmas. Haba, naturalmente, gran cantidad de huellas presentes, ninguna de lascuales haba sido identificada (eso quedaba para la Polica Metropolitana) perolas sangrientas huellas dactilares que Vicki haba diseminado por todas partesresultaban obvias. --Bravo, Sherlock --le arroj su abrigo--. Y todas las huellasconducen hasta el dormitorio de una mujer y all se detienen. Vicki frunci elceo, tratando de reconstruir mentalmente lo que habra ocurrido justo antes

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    de que ella llegase al andn. --Has revisado el andn sur? --Ah es donde sepierde el rastro --y su tono aadi no le vaciles a papi. Levant una mano paraatajar la siguiente pregunta--. He hecho que uno de los chicos de uniformeinterrogue al viejo, pero est histrico. No para de hablar del Armagedn. Suyerno viene hacia aqu para llevrselo a casa. Maana hablar con l. Vickilanz una mirada por toda la estacin. Al otro extremo, el hombre que habadescendido con ella del autobs y que la sigui al interior del metro se sentabay conversaba con una polica. Incluso a tanta distancia poda advertirse que nose encontraba bien. Su rostro estaba ceniciento y pareca farfullar sin control.Su mano, delgada, de nudillos hinchados, se aferraba a la manga de la agente.Volviendo de nuevo su atencin a Celluci, pregunt: --Qu hay del metro? Lohabis clausurado por esta noche? --S --Mike sealo con un gesto hacia el finaldel andn--. Quiero que Jake limpie toda la sala --destellos intermitentes de luzindicaban que el fotgrafo segua trabajando--. No es el tipo de caso en el quepodemos entrar y salir en un par de minutos --introdujo las manos en losbolsillos y frunci el ceo--. Aunque por la manera en que han graznado los dela comisin de trnsito uno creera que hemos ordenado cerrar en hora puntapara detener a alguien por tirar desperdicios. --Y qu... eh, tipo de caso eseste? --pregunt Vicki, tan cerca como poda permitirse estarlo de preguntar sitambin l poda sentir eso... lo que quiera que fuese eso. l se encogi dehombros. --Dmelo t; pareces haberte empeado con todas tus fuerzas paraverte metida en medio. --Estaba aqu --le espet--. Preferiras que lo hubieraignorado? --No tenas arma, ni apoyo, ni la menor idea de lo que estabapasando --le recrimin l de la misma manera en que ella misma haba hechoun rato antes--. No puedo creer que lo hayas olvidado todo en slo ocho meses.--Y qu habras hecho t? --escupi con los dientes apretados. --Lo que nohubiera hecho es tratar de matarme slo para demostrar que todava podahacerlo. El silencio que sigui a sus palabras era tan pesado como un centenarde bloques de cemento y le hizo a Vicki apretar los dientes an con ms fuerza.Era eso lo que ella haba hecho? Se mir las puntas de los pies y entonceslevant la vista hacia Mike. Con su casi metro ochenta de estatura, eran pocoslos hombres a los que tena que mirar desde abajo, pero Mike, que superabalos dos metros, le haca parecer una nia. Odiaba parecer una nia. --Si vamosa volver sobre el tema de mi salida del Cuerpo, me largo de aqu. l levantambas manos en un gesto de capitulacin. --Tienes razn. Como de costumbre.No vamos a volver sobre nada. --T sacaste el tema --su tono resultaba hostil;no le importaba. Tendra que haber obedecido a su instinto y marcharsedespus de realizar su declaracin. Deba de estar loca para ponerse ensemejante situacin, al alcance de Celluci. La mandbula de Mike se tens. --Yahe dicho que lo senta. Pero adelante, s una herona si quieres. Es slo quepuede ser --aadi en voz baja-- que no quiera que te maten. Puede ser que nome apetezca tirar ocho aos de amistad a la basura... --Amistad? --Vicki alzlas cejas. Celluci se pas una mano por los cabellos, un gesto queacostumbraba a hacer cuando le costaba mantenerse calmado. --Puede que noquiera tirar a la basura cuatro aos de amistad y cuatro aos de sexo por culpade una estpida discrepancia. --Slo sexo? Eso es para ti? --Vicki tom elcamino ms sencillo, ignorando el ms prometedor tema de la discrepancia.Entre los problemas de su relacin no se haba contado nunca la falta de temasde discusin--. Bien, pues para mi no fue slo sexo, detective. Ahora gritabanlos dos. --Acaso he dicho que fuera slo sexo? --extendi los brazos y su voz

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    retumb contra los azulejos de las paredes del metro--. Era sexo estupendo,vale? Era sexo maravilloso! Era... qu? El agente West, ruborizado hasta lascejas, dio un respingo. --Estn impidiendo que saquen el cuerpo --balbuci.Lanzando un gruido ininteligible por toda respuesta, Celluci se apoy contra lapared. Mientras la camilla pasaba junto a ellos y el contenido de la bolsanaranja fluorescente se bamboleaba ligeramente de un lado a otro, Vicki cerrlos puos y consider la posibilidad de lanzar un derechazo directo a lahermosa nariz de corte clsico de Mike. Por qu permita que le afectara deaquella manera? Tena ciertamente una inslita habilidad para burlar escudosque ella haba erigido cuidadosamente y conmocionar emociones que createner bajo control. Que se vaya a la mierda de todas formas. Daba igual que,esta, vez, l tuviera razn. Un tic nervioso hizo temblar el borde de sus labios.Al menos haban vuelto a hablar... Cuando la camilla hubo pasado, ella abri elpuo, pos las manos sobre el brazo de l y dijo: --La prxima vez lo harsiguiendo las reglas. Era lo ms cercano a una disculpa que poda permitirse yl lo saba. --Dejmoslo estar --suspir--. Mira, sobre lo de dejar el Cuerpo... noests ciega, Vicki. Podas haberte quedado... --Celluci... --sise ella apretandolos dientes. Siempre tena que hacer un ltimo y desafortunado comentario.--No importa --alarg la mano y le coloc las gafas en su sitio--. Quieres que telleve a la ciudad? Ella lanz una mirada a la ruina de su abrigo. --Por qu no?Mientras seguan a los camilleros escaleras arriba, l le dio un suave golpe enel brazo. --Es bueno poder pelearse de nuevo contigo. Ella se rindi. Losltimos ocho meses no haban sido, en el mejor de los casos, ms que unavictoria prrica. Sonri abiertamente. --Yo tambin te he echado de menos. ***Los peridicos del lunes reflejaron el caso del asesinato en sus portadas. Undiario sensacionalista incluso mostraba una foto a todo color de la camilla,mientras sta sala de la estacin, en la que poda verse la bolsa del cuerpocomo un obsceno manchn de color rodeado de oscuros azules y grises. Vickiarroj el peridico a la cada vez ms crecida pila "para reciclar" que seamontonaba en la parte izquierda de su escritorio y se mordisque el pulgar.La teora de Celluci, que le haba referido a regaadientes mientras regresabanal centro de la ciudad, inclua el uso de feniciclidina u otra droga semejante yalguna clase de garras cosidas a la ropa. "Como el to ese de la pelcula". "Esoeran guantes con cuchillas, Celluci". "Lo que sea". Vicki no se lo tragaba ysaba que, en el fondo, l tampoco. No era ms que la mejor especulacindisponible hasta que dispusiese de ms evidencias. A menudo la respuestafinal no guardaba relacin alguna con la teora con la que haba comenzado,pero es que odiaba partir de cero. En cambio, ella prefera dejar que los hechoscayeran al vaco para ver cmo se ordenaban por s solos. El problema era que,en esta ocasin, seguan cayendo y cayendo. Necesitaba ms pistas. Su manose encontraba a medio camino del telfono, cuando record que no haba nadaque ella pudiera hacer y la apart. Ya haba hecho su declaracin y esa eratoda su implicacin en el asunto. Se quit las gafas y limpi los cristales con unpliegue de su suter. Los extremos de su mundo se hicieron borrosos hastaque le pareci que se encontraba mirando fijamente a un tnel lleno de niebla;un tnel muy amplio, ms que adecuado para la vida cotidiana. Hasta elmomento no haba perdido ms que un tercio de su visin perifrica. Hasta elmomento. Pero no hara ms que empeorar. Las gafas slo corrigieron sumiopa en parte. Nada poda corregir el resto. --Muy bien, esto es por culpa deCelluci. Magnfico. Tengo un trabajo propio que hacer --se dijo con firmeza--.

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    deba ser destituido, puesto que los Leafs volvan a encontrarse en lasposiciones de cola de la peor divisin de la Liga. Esta clase de asociacinextraa era una de las especialidades del peridico en cuestin. --Despedid aldueo --murmur Vicki, colocndose las gafas sobre la nariz mientras lea laletra pequea que acompaaba al titular: "historia en pgina dos". En efecto enla pgina dos, acompaada de una foto del garaje subterrneo y de ladeclaracin histrica de la mujer que haba encontrado el cuerpo, se facilitabala descripcin de un cadver mutilado que se asemejaba con inquietanteexactitud al

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    encontrado por Vicki en la estacin de Eglinton Oeste. --Maldita sea... Eldetective de Homicidios, Mike Celluci, continuaba la historia, dice que no creeque se trate de un caso de imitacin, y que alberga pocas dudas sobre que,quienquiera que asesin a Terri Neal, es el mismo que mat a Ion Reddick lanoche del domingo. Vicki tena la seria sospecha de que Mike no haba hechotales declaraciones, aunque entraba dentro de lo posible que la informacinprocediera efectivamente de l. Raramente encontraba Mike necesariocolaborar con la prensa o siquiera ocultar el desagrado que le produca. Ynunca se hubiera mostrado tan diplomtico. Mientras lea los detalles, unmiedo inefable comenz a palpar su columna vertebral con dedos helados.Recordaba la persistente presencia que haba sentido en el tnel y supo queste no sera el ltimo asesinato. Estaba marcando el nmero antes siquiera dehaber decidido conscientemente hacer la llamada. --Mike Celluci, por favor?Qu? No, no quiero dejar ningn mensaje. Y qu iba a decirle, se preguntmientras colgaba. Qu tengo el presentimiento de que no es ms que elprincipio? Eso le encantara. Arrojando el peridico a un lado, Vicki cogi el otrodiario de la ciudad. En la pgina cuatro se narraba la misma historia, privadaaproximadamente de la mitad de los adjetivos y casi toda la histeria. Ningunode ellos mencionaba que destrozar una garganta de un simple golpe era pocomenos que imposible. Si pudiese sencillamente recordar lo que le faltaba alcuerpo. Suspir y se frot los ojos. Entretanto, haba cinco Foo Chan a los quevisitar... *** Algo se mova en el pozo. DeVerne Jones se apoy contra la cercade alambre y exhal efluvios de cerveza a la oscuridad, mientras sepreguntaba qu deba hacer. Era su pozo. El primero desde que le habannombrado capataz. Deberan comenzar con los armazones a la maanasiguiente, de manera que para cuando llegase la primavera estuvieranpreparados para recibir el cemento. Agazapado entre las formas sombras de lamaquinaria, escudri el pozo. Haba algo all. En su pozo. Por un instantedese no haber tomado la decisin de pararse un momento cuando regresabaa casa desde el bar. Era ms de medianoche y la sombra que habavislumbrado no era probablemente ms que otro desgraciado vagabundo enbusca de un lugar clido en el que descansar a salvo de los polis. Los obreros loecharan a la calle por la maana y no habra pasado nada. Salvo que all guardaban un montn de equipo carsimo y poda ser algo ms. --Maldita sea.Extrajo su juego de llaves y abri la puerta. El candado estaba abierto. A vecesno cerraba bien a causa del fro y la humedad, pero l haba sido el ltimo enmarcharse y se haba asegurado personalmente de que estaba correctamentecerrado. O no lo haba hecho? --Maldita sea dos veces --despus de todo,quiz hubiese sido una suerte el que decidiera pararse a echar un vistazo. Lasbisagras chirriaron como protesta y la puerta se abri. DeVerne aguard unsegundo para ver si alguien reaccionaba al sonido. Nada. Te llenas el estmagode cerveza y ya eres un hroe. Un hroe lo suficientemente sobrio como paradarse cuenta de que poda estarse metiendo en problemas y no tanto comopara que le importase. Cuando se encontraba a medio camino del interior delpozo y sus ojos comenzaban a acostumbrarse a la oscuridad, volvi a verlo.Una forma humana, demasiado rpida como para ser un vagabundo,desapareci detrs de una de la excavadoras. Tan silenciosamente como le eraposible, DeVerne aceler el paso. Haba cogido al hijo de puta con las manosen la masa. Se detuvo un instante para tomar una tubera de un metro de

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    longitud de una montn de chatarra. No tena sentido arriesgarse. Hasta unarata acorralada poda ofrecer resistencia y luchar. El roce del metal contra elmetal levant un gran estrpito, que reson en las paredes del pozo. Supresencia haba sido anunciada, as que corri al otro lado de la excavadora,con su arma en alto y vociferando un desafo. Alguien yaca sobre el suelo.DeVerne poda ver sus zapatos emergiendo de una nube de oscuridad. En elinterior de aquella nube --o crendola, DeVerne no poda estar seguro-- seagazapaba otra figura. Volvi a gritar. La figura se incorpor y se volvi,envuelta en la oscuridad. No se dio cuenta de que el otro se haba movidohasta que la

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    tubera le haba sido arrancada de la mano. Apenas tuvo tiempo de levantar laotra mano en un ftil intento por salvar su vida. No puede existir tal cosa!Gimi en silencio mientras mora. *** La maana del mircoles, con un titularde diez centmetros de altura, el peridico sensacionalista anunciaba: "UNVAMPIRO ACECHA EN LA CIUDAD".

    _____ 2 _____

    Levant el brazo de la mujer y desliz su lengua a lo largo de la suave piel delinterior de su mueca. Ella gimi y ech la cabeza hacia atrs. Respirabaentrecortadamente. Casi. La observaba con toda su atencin, y cuando suxtasis comenz a levantar el vuelo, cuando su cuerpo se arque dulcementedebajo del suyo, tom entre sus afilados dientes la diminuta vena pulsante quehaba en la base de su pulgar y mordi. El leve dolor no era ms que otra

    sensacin para un cuerpo ya emborrachado de ellas; y mientras ella se sacudaentre las olas de su orgasmo, l bebi. Acabaron al mismo tiempo. l levant eltorso y con gentileza apart una hmedo mechn de pelo color caoba delrostro de la mujer. --Gracias --dijo suavemente. --No. Gracias a ti --murmurella como respuesta. Tom su mano y plant un delicado beso sobre la palma.Despus se mantuvieron en silencio durante algn tiempo. Ella iba y vena, alborde del sueo. l describa con caricias dibujos sobre las suaves curvas de supecho, siguiendo las lneas azules de las venas bajo la piel con las yemas delos dedos. Ahora que se haba alimentado ya no distraan su atencin. Cuandoestuvo seguro de que la sustancia coagulante de su saliva haba hecho efecto ylas diminutas laceraciones de su mueca no sangraran ms, desenred suspiernas de las de ella y se dirigi hacia el bao para asearse.

    Ella despert mientras se vesta. --Henry? --An estoy aqu, Caroline. --Ahoras. Pero te marchas. --Tengo trabajo que hacer. Se puso un suter y reaparecien la habitacin, parpadeando por causa de la repentina luz proveniente de lalmpara de la mesita de noche. Largos aos de prctica le haban enseado ano retroceder en circunstancias como esta, pero de todos modos tuvo queapartar el rostro para darle a sus sensibles ojos el tiempo de recuperarse. --Por qu no puedes trabajar durante el da, como una persona normal?--protest Caroline, recogiendo el edredn de los pies de la cama yarrebujndose debajo de l--. Entonces podras concederme todas las noches am. l sonri y contest con absoluta sinceridad: --No puedo pensar durante elda. --Escritores --suspir. --Escritores --concedi l. Se inclin y pos un beso

    sobre su nariz--. Somos una raza diferente. --Me vas a llamar? --Tan prontocomo tenga tiempo. --Hombres! l se acerc a la mesilla de noche y apag lalmpara. --Eso tambin. Evitando con destreza las manos que lo buscaban atientas, le dio un beso de despedida y abandon en silencio el dormitorio. Elapartamento estaba a oscuras. Detrs de l, el ritmo de la respiracin de lamuchacha cambi casi de inmediato. Supo que se haba quedado dormida.Normalmente le ocurra inmediatamente despus de que acabaran, y no solaestar consciente cuando l se marchaba. Era una de las cosas que ms legustaba de ella, porque significaba que no tena que improvisar incmodos

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    argumentos sobre las razones de que jams se quedase a pasar la noche. Sepuso el abrigo y las botas y sali del apartamento. El sonido de la cerradura alcerrar la puerta chasque en uno de sus odos. En ciertos aspectos, sta era lapoca ms segura en la que haba vivido. En otros, la ms peligrosa. Carolineno albergaba sospechas sobre lo que l era realmente. Para ella no era msque un placentero interludio, un compaero eventual, sexo sin culpa. Nisiquiera haba tenido que esforzarse demasiado para que las cosas fueran deaquella manera. Frunci el ceo al encontrarse con su imagen en el espejo delascensor. "Quiero ms". La inquietud haba estado creciendo en su interiordurante algn tiempo, araando las paredes de su alma, robndole la poca pazcon que contaba. El acto de alimentarse le haba ayudado a aliviarla, pero no losuficiente. Ahogando un grito de frustracin, gir sobre sus talones y golpe lasparedes de plstico con las palmas de las manos. En aquel espacio cerrado, elgolpe reson como un disparo. Un patrn de intrincadas grietas emergi a lasuperficie de sus manos. Las palmas le ardan, pero el estallido de violenciapareca haber limado la agudeza de su inquietud. Nadie esperaba en elvestbulo para investigar la causa del sonido y Henry abandon el edificio de unhumor casi alegre. Haca fro en la calle. Se anud la bufanda y se levant elcuello de la gabardina. Su naturaleza le haca menos susceptible que losmortales a las inclemencias del tiempo, pero eso no significaba que le gustasesentir el roce del viento helado arrastrndose por su espalda. Recorri el cortotrecho que separaba la manzana de Bloor, gir hacia el este y se encaminhacia su casa, con el extremo de su gabardina de cuero agitndose a la alturade sus pies. Pese a que casi era ya la una de la madrugada y a quedefinitivamente la primavera haba decidido retrasarse aquel ao, las calles noestaban todava vacas. An poda verse un cierto tranco desplazndose conrutinaria regularidad a lo largo del eje este-oeste de la ciudad, y cuanto ms seacercaba a Yonge y Bloor, la interseccin principal de la ciudad, ms numerosaera la gente que poblaba las aceras. Era una de las cosas que ms le gustabade esta parte de la ciudad, el hecho de que nunca pareca dormir del todo; yera precisamente la razn de que hubiese querido tener su casa lo mscercana posible a ella. Dos manzanas ms all de Yonge gir en una rotonda ysigui la curva que describa hasta el portal de su edificio. En su momentohaba habitado toda clase de castillos imaginables, un buen nmero de casasde campo muy apartadas e incluso una cripta o dos durante los malos tiempos,pero haban pasado siglos desde la ltima vez que poseyera un refugio que seadaptara tan bien a sus necesidades como el apartamento que haba adquiridoen el corazn de Toronto. --Buenas noches, seor Fitzroy. --Buenas noches,Greg. Alguna novedad? El guardia de seguridad sonri y alarg la mano haciael sistema de apertura de la puerta. --Esto est tranquilo como una tumba,seor. Henry Fitzroy levant una ceja de color rubio rojizo pero esper a que elguardia hubiese abierto la puerta y el timbre cesase en su cacofonaelectrnica antes de preguntar: --Cmo puedes estar tan seguro? Greg sonride oreja a oreja. --Trabaj como guardia de seguridad en el cementerio delMonte Pleasant. Henry sacudi la cabeza y le devolvi la sonrisa. --Deb suponer que tendras una respuesta preparada. --S, seor. As es. Buenasnoches, seor. La pesada puerta de cristal dio por terminada la conversacin,as que mientras Greg volva a coger su peridico, Henry musit un silenciosobuenas noches y se dirigi hacia los ascensores. Entonces se detuvo. Se volvihacia la puerta de cristal. "UN VAMPIRO ACECHA EN LA CIUDAD". Moviendo los

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    labios mientras lea, Greg deposit el peridico sobre su mesa. El titular ya noestaba a la vista. Henry abri la puerta, sintiendo que su vida haba quedadoreducida a seis palabras. --Ha olvidado algo, seor Fitzroy? --El peridico.Djamelo ver. Sobrecogido por el tono, Greg obedeci la orden. Levant eldiario de la mesa y Henry se lo arrebat de las manos. "UN VAMPIRO ACECHAEN LA CIUDAD". Lentamente, sin hacer movimientos bruscos, Greg ech la sillahacia atrs, poniendo tanta distancia como le era posible entre l y el hombreque haba al otro lado de la mesa. No estaba seguro de por qu lo hacia, salvoacaso porque en sus sesenta y tres aos, y despus de haber sobrevivido a dosguerras, no haba visto jams una expresin como la que ahora poda leerse enel rostro de Henry Fitzroy. Y esperaba no volver a verla, porque la furia quemostraba era ms que humana y el terror que provocaba resultaba ms de loque el espritu humano poda resistir. Dios mo, por favor, que no se vuelvahacia m... Los minutos se estiraban y el papel se combaba bajo unos dedostensos. --Eh, seor Fitzroy...

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    Unos ojos de color avellana, como humo helado, abandonaron su lectura.Paralizado por la intensidad de su brillo, el aterrorizado guardia tuvo que tragarsaliva una; dos veces, antes de poder continuar. --...puede, eh, quedarse con elperidico. El miedo que revelaban las palabras del guardia de seguridad seabri camino sobre la furia de Henry. Haba peligro en el miedo. Con unesfuerzo, Henry envolvi de nuevo a su alma de depredador con el barnizcivilizado que tan cuidadosamente haba construido a lo largo de los aos. --Odio esta clase de sensacionalismos! --arroj el peridico con fuerza sobre lamesa. Greg dio un respingo y la silla, impulsada hacia atrs, fue a chocarcontra la pared. --Jugar tan alegremente con los miedos del pblico es unamuestra de irresponsabilidad periodstica --Henry suspir y cubri su furia conuna ptina de hastiado enojo. Cuatrocientos cincuenta aos de prctica lehaban permitido elaborar una mscara verosmil, a pesar de lo incmodo quele resultaba llevarla en los ltimos tiempos--. Nos hacen parecer malos a todos.Greg suspir a su vez y se palme los muslos con las manos, aceptandoaparentemente la explicacin. --Supongo que para los escritores resulta untema muy delicado -ofreci. --Para algunos s --contest Henry--. Est segurode lo del peridico? No le importa que me lo quede? --Por supuesto, seorFitzroy. Ya he visto los resultados del hockey --su mente haba comenzado ya aracionalizar lo que acababa de ver, aadiendo explicaciones que lo hacanposible, que lo hacan soportable, pero a pesar de ello no volvi a acercarse ala mesa hasta que la puerta del ascensor se hubo cerrado y el indicadorluminoso comenz a ascender. Henry, los msculos agarrotados por el esfuerzode mantenerse en calma, se concentraba en respirar, en controlar la furia envez de dejar que sta le controlase a l. En esta poca los de su raza slopodan tener esperanzas de sobrevivir si se mezclaban y pasaban inadvertidosy l haba cometido un error fatal al dejar que su espontnea reaccin frente altitular fuera presenciada. El permitir que aflorara su verdadera naturaleza en laprivacidad de un ascensor vaco no poda hacer mucho dao, pero hacerlodelante de un testigo mortal era ciertamente harina de otro costal. No es queesperase que Greg comenzara a sealarlo con el dedo gritando "vampiro"... Laculpa que senta por aterrorizar al anciano colabor tambin a dulcificar suclera. Le gustaba Greg; en este mundo de igualdad y democracia era buenoencontrarse con un hombre dispuesto a servir. Su actitud le recordabaconstantemente a un hombre que viva en sus tierras cuando l era pequeo.Este recuerdo le devolvi por un instante a una poca ms sencilla. Cuando laspuertas del ascensor se cerraron, lo hizo subir hasta el decimocuarto piso. Unavez all, sostuvo las puertas para que la seora Hughes y su mastn pudieranentrar. Como de costumbre, el perro pas a su lado completamente rgido, conel pelaje erizado y un gruido sordo en el fondo de la garganta. La seoraHughes, tambin como de costumbre, esboz una disculpa. --Realmente no melo explico, seor Fitzroy. Normalmente Owen es un perro tan carioso. lnunca... Owen! El mastn, agitado por el deseo de atacar, maniobr paracolocar su enorme cuerpo entre su duea y el hombre de la puerta, como sitratase de poner la mxima distancia posible entre ella y la amenaza queperciba. --No se preocupe por ello, seora Hughes --Henry apart la mano y laspuertas comenzaron a cerrarse--. No todo el mundo tiene por qu gustarle aOwen. --Un instante antes de que las puertas se cerrasen por completo, lededic una sonrisa al animal y le ense los dientes. El mastn reconoci el

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    gesto como lo que era y trat de abalanzarse sobre l. Mientras los frenticosladridos se apagaban descendiendo hacia el vestbulo, Henry esboz unanueva sonrisa, esta vez ms honesta. Diez minutos a solas con aquel perro ylos problemas que haba entre ambos quedaran solucionados. La ley de lamanada era muy simple: el ms fuerte dominaba. Pero Owen siempreacompaaba a la seora Hughes y Henry dudaba que ella comprendiese estasencilla verdad. Puesto que no quera llamar la atencin de su vecina, tolerabala animosidad del animal. Era una lstima. Le gustaban los perros y no lecostara demasiado poner a Owen en su lugar. Una vez en su apartamento, conlas puertas bien cerradas detrs de s, volvi a dedicar su atencin al peridicoy gru. "UN VAMPIRO ACECHA EN LA CIUDAD". La sangre de los cuerpos de

    Terri Neal y DeVerne Jones haba sido drenada por completo.

    Y l saba que no era el responsable. Con un brusco giro de su mueca, arrojel diario al otro lado de la habitacin, sintiendo una leve satisfaccin al ver sushojas revoloteando hasta el suelo como pjaros heridos. --Maldita sea, malditasea, MALDITA SEA! Se aproxim a la ventana, se quit el abrigo y lo colg en elperchero. Entonces corri las cortinas que ocultaban la ciudad a la vista. Losvampiros eran una raza solitaria, seres que no se buscaban entre s y que no sepreocupaban de dnde vagaban sus hermanos y hermanas. Pese a quesospechaba que comparta su territorio con otros de su raza, lo cierto es quepoda haber una decena de ellos movindose, viviendo, alimentndose entrelos patrones de luz y sombra que formaban la noche, y Henry no sera msconsciente de su presencia que cualquiera de los mortales entre los que seescondan. Y lo peor de todo era que si el asesino era en efecto un vampiro,deba de ser uno de los nios, uno de los recin creados, porque slo los queacababan de experimentar la transformacin necesitaban sangre en talescantidades y podran matar con tan brutal abandono. --No puede ser mo --dijoa la noche, apoyando la frente contra el helado cristal. Era tanto una plegaracomo una afirmacin. Todos los de su raza teman el dar a luz a talesmonstruos, un nio accidental, un cambio fortuito. Pero l haba sidocuidadoso; nunca se alimentaba de la misma presa hasta asegurarse de que lasangre hubiese tenido tiempo de renovarse, nunca se arriesgaba a que supropia sangre pasase al otro. Algn da tendra un hijo, s, pero ste cambiarapor eleccin, como l mismo haba hecho, y cuando lo hiciese le tendra all para guiarlo, para mantenerlo a salvo. No. No era suyo. Pero a pesar de ello nopoda dejar que siguiera aterrorizando a la ciudad. El miedo no haba cambiadocon el paso de los siglos, como tampoco lo haban hecho las reacciones de lagente frente a l. Y en una ciudad aterrorizada podran brotar las antorchas ylas estacas afiladas... o los equivalentes proporcionados por la ciencia del sigloXX. --Y yo deseo menos que nadie pasarme lo que me resta de vida atado auna mesa de operaciones hasta que decidan cortarme la cabeza y llenarme laboca de ajo --le cont a la noche. Encontrara al nio antes de que lo hiciera laPolica. Antes de que la solucin del enigma engendrase ms preguntas de lasque resolvera. Encontrara al nio y lo destruira, porque sin un lazo de sangreno podra controlarlo. --Y entonces --levant la cabeza y mostr los dientes--encontrar a su progenitor. *** --Buenos das, seora Kopolous. --Hola cario.Esta maana llegas temprano. --No poda dormir --le cont Vicki mientras seaproximaba a la parte trasera de la tienda, donde se encontraban losrefrigeradores--. Y me haba quedado sin leche. --Coge los cartones. Estn de

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    oferta. --No me gustan los cartones --con el rabillo del ojo pudo ver a la seoraKopolous expresando silenciosamente la no demasiado favorable opinin quele mereca alguien que se negaba a ahorrarse cuarenta y nueve centavos.

    Tom una botella y volvi a la caja--. No han llegado los peridicos? --S, s.Estn aqu mismo, cario --se inclin sobre los montones, ocultando con suvoluminoso cuerpo los titulares. Cuando se enderez llevaba consigo unejemplar de cada uno de los diarios matutinos. Los coloc junto a la cajaregistradora. "LOS SABERS VENCEN A LOS LEAFS POR 10-2". Vicki, que no eraconsciente de que haba estado conteniendo la respiracin, dej escapar unsuspiro. Si la prensa no haca mencin de otro asesinato --dejando aparte lacarnicera que aparentemente tena lugar en las eliminatorias de la divisin--significaba que la ciudad haba conseguido pasar una noche a salvo. --Esascosas horribles... ests metida en ello, verdad? --Qu cosas horribles, seoraKopolous? --recogi su cambio y entonces compr un huevo de Pascua concrema. Qu demonios. Despus de todo haba algo que celebrar. La seoraKopolous sacudi la cabeza, pero si su gesto se deba a lo del huevo o hacareferencia a la vida en general, resultaba imposible de saber para Vicki. --Esque ests mirando los peridicos con la misma expresin que tenas cuandoaquellas nias fueron asesinadas. --Eso fue hace dos aos! --dos aos y unavida entera. --Lo s, dos aos. Pero esta vez no te toca a ti involucrarte en esteasunto de bebedores de sangre --cerr la caja registradora con fuerza--. Estavez es algo sucio.

    --Es que nunca ha sido algo limpio --protest Vicki, alojando los peridicos bajosu brazo. --Ya sabes lo que quiero decir. Su tono no dejaba lugar a laargumentacin. --S. Lo s --se volvi para marcharse, se detuvo y entonces sevolvi de nuevo hacia el mostrador--. Seora Kopolous, cree usted envampiros? La anciana agit la mano en un gesto expresivo. --No creo que seatodo una fantasa --dijo, arrugando las cejas para darle ms nfasis a suspalabras--. Hay ms cosas en el Cielo y en la Tierra... Vicki sonri. --Shakespeare? La expresin de la seora Kopolous no se dulcific. --Sloporque lo dijera un poeta no significa que sea menos cierto. *** A las 7:14 Vickiestaba de vuelta en su edificio, una construccin de piedra rojiza ubicada enpleno centro de Chinatown. El vecindario comenzaba a despertar. Consider laposibilidad de ir a correr un rato antes de que los niveles de monxido decarbono aumentaran, pero la abandon despus de una inhalacinexperimental. Tericamente era primavera, pero ya habra tiempo ms quesuficiente para correr cuando la temperatura se ajustase a la estacin.Mientras ascenda las escaleras de dos en dos, agradeci al cielo la afortunadacombinacin gentica que le proporcionaba un cuerpo de atleta a cambio deun mnimo de mantenimiento. Aunque, a la edad de treinta y uno, no podadecirse cunto tiempo le durara esa suerte... Acosada por una punzada deremordimiento, realiz una tabla de ejercicios mientras escuchaba las noticiasde las 7:30. A las 8:28 haba ojeado los tres peridicos, se haba bebido unatetera y media y ya tena preparada la factura por el asunto de Foo Chan paraser enviada por correo. Echando la silla para atrs, se limpi las gafas, dejandoque su mundo se estrechase, convertido en un crculo con un techo de estuco.Ms cosas en el Cielo y en la Tierra... No saba si crea en los vampiros, pero enlo que s crea sin ningn gnero de dudas era en lo que le decan sus sentidos,a pesar de que uno de ellos se hubiese vuelto menos fiable en los ltimos

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    tiempos. Haba algo extrao en el interior de aquel tnel y ningn ser humanopodra haber propinado un golpe como aquel. En su cabeza le daba vueltas auna frase leda en el artculo del peridico del mircoles: una fuente bieninformada de la Oficina del Juez informa de que los cuerpos de Terri Neal yDeVerne Jones haban sido vaciados de sangre. Era consciente de que la cosano le incumba... Brandon Singh se encontraba normalmente en su despachode la Oficina del Juez desde las 8:30. Acompaado de su inevitable taza de t ysu bizcocho, resultaba una persona encantadora y abordable hasta por lomenos las 8:45. Pese a que ella ya no tena ningn tipo de autoridad oficial queinvocar, los jueces de instruccin eran de hecho cargos pblicos, y ella seguasiendo uno de los ciudadanos que pagaban su sueldo con sus impuestos. Tomsu agenda de direcciones. Diablos, despus de lo de Celluci, nada puede serdemasiado malo. --Con el seor Singh, por favor. S, espero --Porqu hacansiempre la misma pregunta estpida?, se dijo mientras se colocaba las gafasen su sitio. Como si tuvieras otra opcin... --Aqu el doctor Singh. --Brandon?Soy Vicki Nelson. Su pesado acento de Oxford --la voz que adoptaba altelfono-se aliger. --Victoria? Qu alegra orte de nuevo. Has estado ocupadadesde que dejaste el Cuerpo... --Bastante, s --admiti ella, apoyando uno desus pies contra la esquina de su escritorio. Desde que muriera su abuela, allpor los setenta, el doctor Brandon Singh era la nica persona que le haballamado Victoria. Ella nunca haba sido capaz de determinar si era por aquelencanto del viejo mundo que lo adornaba o si, conocedor del hecho de que aella le molestaba escuchar su nombre completo, lo haca por pura y simpleperversidad--. He abierto mi propia agencia de investigacin. --O un rumor alrespecto, s. Pero los rumores... --en su mente, Vicki poda verlo cortando elaire con los gestos de sus largas manos de cirujano--, los rumores tambin tecolocaban, ciega como una piedra, vendiendo lpices en una esquina. --No.

    Todava no hemos llegado a eso --el enfado le rob la vida a su voz. Encontraste, la voz de Brandon se hizo ms clida. --Victoria, lo siento. Sabes queno soy un hombre de tacto. Nunca he tenido demasiadas oportunidades dedesarrollar mis buenos modales... --era un viejo chiste, uno que ambosrecordaban desde su primer encuentro, en plena autopsia de un conocidotraficante de drogas--. Pero, cambiando de tema --se detuvo para dar un sorbo,a cierta distancia del aparato, a juzgar por el volumen del sonido--, qu puedohacer por ti? Vicki era una de las pocas personas a quienes no desconcertabael hbito de Brandon de ir al grano en los asuntos sin mediar apenas unmnimo de conversacin intrascendente y apreciaba el hecho de que l, que nomostraba tacto frente a los dems, tampoco lo reclamara a su vez. Una de susfrases favoritas para establecer el tono de una conversacin era No malgastesmi tiempo. Soy un hombre muy ocupado. --Ese artculo del peridico de ayer, elque hablaba de la prdida de sangre de los cadveres de Neal y Jones. Decala verdad? Su tono formal regres. --No tena noticias de que estuviesesocupndote del caso. --No lo hago, exactamente. Pero fui la que encontr elprimer cuerpo. --Cuntamelo. Y ella lo hizo; el intercambio de informacin erala moneda con que se pagaban los favores entre los funcionarios municipales yel hecho de que ella hubiese dejado de serlo careca de importancia en estecaso particular. --Y en tu opinin profesional? --pregunt Brandon cuando ellahubo acabado su relato, con tono cuidadosamente neutral. --En mi opininprofesional --Vicki imit su tono y sus palabras--, basada en mis tres aos deexperiencia en Homicidios, no tengo ni una sola pista sobre lo qu pudo haber

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    causado la herida que vi. No es posible que un solo golpe desgarrara deaquella manera la piel, los msculos y los cartlagos. Al otro lado de la lnea,Brandon suspir. --S, s. S lo que ocurri y, francamente, no lo tengo msclaro que t. Y he estado tratando con este tipo de cosas bastante ms tiempoque tres aos. Pero para responder a tu pregunta inicial, la historia delperidico era esencialmente cierta; ignoro si se trataba de un vampiro o de unaspirador muy potente, pero los cuerpos de Neal y Jones fueron drenados hastaquedar casi secos. --Drenados? --entonces no se trataba slo de una prdidamasiva de sangre, algo que uno podra esperar en una herida de aquellascaractersticas--. Oh, Dios mo.

    Escuch a Brandon tomar otro trago. --S, verdad? --admiti l con sequedad--.Naturalmente, esto debe quedar entre t y yo. --Naturalmente. --Entonces, siya tienes toda la informacin que necesitabas... --Si. Gracias, Brandon. --Hasido un placer, Victoria. Durante algunos segundos se qued sentada sin mirara ningn lugar en particular, considerando las posibles implicaciones de lo queacababa de escuchar. Entonces unos pitidos provenientes del telfono lerecordaron que no haba colgado, y al mismo tiempo la arrancaron de susensoaciones. --Drenados... --repiti--. Mierda --se preguntaba qu iba a hacercon ello la investigacin oficial. No, s honesta. Te ests preguntando que harMike Celluci con ello. Bien, no pensaba llamar para descubrirlo. Aunque era laclase de cosa qu unos viejos amigos podran discutir si uno de ellos haba sidopolica y el otro continuaba sindolo. Salvo que, sin duda, l me dir cualquiercosa desagradable, especialmente si piensa que estoy utilizando el asuntocomo excusa para poder mantener algn tipo de contacto con el Cuerpo. Loestaba haciendo? Pens en ello mientras escuchaba las pisadas del nio detres aos del piso de arriba corretear de un lado a otro por el comedor. Era unsonido tranquilizador, la clase de sonido que te dice todo-va-bienen-el-universo, y utiliz su ritmo acompasado para mantener sus pensamientos enmovimiento, para apartarse del pantano de lamentacin en el que habapasado la mayor parte de los ltimos ocho meses. No, decidi por fin, noestaba utilizando aquel rosario de muertes como medio de tratar de aferrarse alo que se haba visto obligada a abandonar. Lo suyo era curiosidad, lisa yllanamente. La misma curiosidad que cualquier otro sentira en circunstanciassimilares. La nica diferencia era que ella contaba con un medio parasatisfacerla. --Y si Celluci no lo entiende as --murmur mientras marcaba sunmero--, puede irse a tomar por... Buenos das. Mike Celluci, por favor. S,esperar --algn da, se dijo mientras trataba de quitarle el papel a un viejocaramelo, voy a decir que no, no esperar y le provocar a la secretaria dealguien un ataque de histeria muy serio. --Celluci. --Buenos das. Soy Vicki.

    --Ya. Y bien? --definitivamente no poda decirse que pareciera encantado deescucharla--. La cosa va de complicar mi vida con otro cadver o se trata deuna llamada amistosa a las... Vicki consult su reloj mientras l lo haca con elsuyo. --...nueve y dos... --Ocho cincuenta y ocho. l la ignor. --...un jueves porla maana? --No hay ningn cuerpo, Celluci. Slo quera saber cmo marchabala investigacin hasta el momento. --Eso es informacin policial, Vicki, y en elcaso de que lo hayas olvidado debo recordarte que ya no eres polica. Larplica doli, pero no tanto como ella haba esperado. Bien, dos podan jugar almismo juego. --As que estis en un callejn sin salida, eh? Sin ninguna

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    salida? --pas las pginas de uno de los peridicos con la suficiente fuerzacomo para que l pudiera escuchar el inconfundible crujido--. Los peridicosparecen haber dado con una respuesta --sacudiendo la cabeza, apart elreceptor de su odo para no resultar ensordecida por la rplica, expresada demanera enrgica, acerca de la opinin que le merecan ciertos periodistas, susparientes y antecesores y sus descendientes. Sonri. Aquello le estabaencantando. --Buen intento, Mike, pero habl con la Oficina del Juez y me haconfirmado la veracidad de la informacin. --Estupendo. Por qu no te leoentonces mi informe por telfono? O, mejor an, podra enviarte a alguien conuna copia de la informacin sobre el caso y sin duda t lo habrs resuelto,utilizando tu juego de detective Nancy Drew, para la hora de comer. --Por quno discutimos el asunto como seres inteligentes mientras cenamos? --Mientras cenamos? Dios, Dios. Ha sido esa mi boca? --Cenar? Oh, bien, deperdidos al ro, como sola decir la abuela. --S, cenar. Ya sabes. Cuando tesientas por la noche y te metes comida en la boca. --Oh, cenar. Por qu no hasempezado por ah? --Vicki pudo notar alegra en su voz y su propia sonrisa securv a modo de respuesta. Mike Celluci era el nico hombre al que habaconocido cuyo humor cambiase tan rpidamente como el de ella. Puede quefuera por eso por lo que...--. Invitas t? --tambin era bsicamente unbastardo rooso. --Por qu no? Lo deducir como comida de negocios;consultando con el mejor funcionario de la ciudad. l buf. --Supongo que teacuerdas de que salgo a las siete. --All estar. Colg, volvi a colocarse lasgafas y se pregunt qu era exactamente lo que se crea que estaba haciendo.Mientras hablaban --falso, mientras nos enzarzamos en el enfrentamientoverbal que utilizamos a modo de conversacin--, casi haba parecido como silos ltimos ocho meses y las peleas anteriores no hubieran ocurrido nunca. Opuede que su amistad fuera lo suficientemente fuerte como para emergerintacta desde donde ellos la haban abandonado. O poda ser, slo poda ser,que ella hubiese encontrado un asidero para su vida. --Y espero no habermordido ms de lo que puedo masticar -susurr al vaco apartamento.

    _____ 3 _____

    Escorndose hacia la derecha para evitar ser completamente aniquilado poruna mochila llena hasta los topes, Norman Birdwell choc contra un fornido

    joven ataviado con una chaqueta de cuero de la universidad de York y seencontr de vuelta en el corredor que haba a la salida del aula. Aferrando ancon ms fuerza el asa de plstico de su maletn, cuadr sus estrechos hombrosy volvi a intentarlo. Siempre haba pensado que se deba obligar a los

    estudiantes a salir de las clases formando filas ordenadas que discurriesen porel lado izquierdo de la puerta de entrada, de manera que los que llegasentarde a la siguiente clase pudiesen entrar por la derecha sin ser estorbados.Escurrindose al lado de dos chicas que, ignorando su presencia, continuarondiscutiendo sobre las injusticias sexistas del control de la natalidad y lossecadores de pelo, consigui entrar en el aula y se dirigi hacia su sitio. ANorman le gustaba llegar pronto para poder sentarse en el centro exacto de latercera fila. Consideraba este lugar su asiento de la suerte desde que enPrimero realizase en l un examen de clculo perfecto. Se haba matriculado

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    preguntado. --Maldita sea, Vicki --arroj la cuchara contra el platillo--.Tenemos que discutir esto mientras cenamos? La cena no tena nada que ver;haban discutido sobre cada caso en el que haban participado, por separado yen comn, durante las comidas. Vicki hizo a un lado su tazn vaco y junt lasmanos. Era posible que, ahora que ella haba abandonado el Cuerpo, l noquisiese discutir los casos. Era posible, pero poco probable. O al menos ellarez porque no lo fuera. --Si puedes mirarme a los ojos --dijo tranquilamente-- ydecirme que no quieres hablar de esto conmigo, me marchar ahora mismo.

    Tericamente, l saba que eso --mirarla directamente a los ojos y decirle queno quera hablar del tema con ella-- era lo que deba hacer. El Departamentode Investigacin Criminal no tena muy buena opinin sobre los investigadoresque no eran capaces de mantener la boca cerrada. Pero Vicki haba sido una delas mejores; en su expediente figuraban tres promociones anticipadas y dosmenciones y, lo que era ms importante, su historial de casos resueltos habasido uno de los de ms xito del departamento. La honestidad deba forzarle aadmitir, aunque fuera en silencio, que desde un punto de vista estadstico estehistorial era tan bueno como el suyo, solo que l haba pasado en eldepartamento tres aos ms. Debo prescindir de esta oportunidad? sepregunt en medio de un prolongado silencio. Debo renunciar aaprovecharme de su talento y su habilidad slo porque el dueo de estetalento y esta habilidad es un civil? Trataba de mantener sus sentimientospersonales al margen de las decisiones. La mir directamente a los ojos y dijocon lentitud: --Muy bien, genio. Tienes una teora mejor que la del PCP y lasgarras? --Sera difcil dar con una peor --se burl ella, mientras se apoyaba ensu asiento para permitir que el camarero sustituyera los cuencos vacos porplatos humeantes llenos de comida. Agradecida por la oportunidad que se lebrindaba para recobrar la compostura, Vicki se entretuvo jugando con un palilloy esper que l no advirtiera lo mucho que esto significaba para ella. De hecho,ella misma no se haba dado cuenta hasta que la respuesta de Mike habavuelto a poner en funcionamiento su corazn y al mismo tiempo comenzaba adevolver lentamente a la vida una parte de ella que crea que haba muertocuando abandon el Cuerpo. Su reaccin, lo saba, habra pasado inadvertidapara un observador cualquiera, pero Mike Celluci era cualquier cosa menoseso. Por favor, Seor, haz que piense que se est aprovechando de misconocimientos. No le dejes saber lo mucho que necesito esto.

    Por primera vez desde haca mucho tiempo, Dios pareca estar escuchando. --Y tu idea? --pregunt Mike intencionadamente cuando volvieron a quedarsesolos con la comida. Si haba notado su alivio, no dio muestras de ello. ParaVicki, esto era suficiente. --Es un poco difcil aventurar una hiptesis sin contarcon toda la informacin --dijo, tratando de empujarlo a hablar. l esboz unasonrisa que hizo que ella comprendiera, y no por primera vez, por qu lostestigos de ambos sexos estaban dispuestos a contarle a este hombre hasta laltima palabra de lo que saban. --Hiptesis. Bonita palabra. Has estado otravez haciendo crucigramas? --S. En los momentos libres que me dejaba elperseguir a ladrones internacionales de joyas. Escpelo, Celluci. Si tal cosaresultaba posible, haban aparecido an menos pistas en la escena delsegundo crimen que en el primero. Ninguna huella, salvo las de la vctima,ningn rastro, nadie vio salir o entrar del garaje al asesino... --...y cuandollegamos haban pasado varias horas desde el crimen. --Dices que el rastro

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    que se internaba en el tnel conduca a una sala de mantenimiento? l asinti,mirando con rostro preocupado a un guisante. --Haba sangre por toda la pareddel fondo. El rastro llevaba a la habitacin, pero nada sala de ella. --Tal vezdetrs de la pared? --Ests pensando en pasadizos secretos? Ella asinti concierta timidez. --Considerndolo todo, esa podra ser una respuesta con la quepodra vivir --agit la cabeza y el rizo volvi a interponerse delante de susojos--. Pero no haba nada. Lo comprobamos. Aunque DeVerne Jones haba sidoencontrado con un jirn de cuero aferrado en su puo, en la tercera escena delcrimen haba poco ms que suciedad. Suciedad y un vagabundo que farfullabasobre el Apocalipsis. --Espera un minuto --Vicki arrug la frente mientras seconcentraba y entonces volvi a colocar las gafas en su lugar--. No menciontambin el viejo del metro algo sobre el Apocalipsis? --No. Armagedn.

    --Es lo mismo. --Ests tratando de decirme que no se trata de un asesino, sinode cuatro asesinos a caballo? Gracias. Has sido de gran ayuda. --Supongo quehabis investigado las posibles conexiones entre las vctimas. Alguna cosaque suponga algn mvil? --Mvil? --se golpe la frente con la palma de lamano--. Cmo no se me habr ocurrido eso? Vicki acuchill una seta ymurmur: --Imbcil. --No. No haba conexiones. No haba mvil aparente.

    Todava lo estamos investigando --se encogi de hombros, expresin sucintade su opinin sobre los posibles resultados de esta investigacin. --Tal vez unasecta? --Vicki, en los ltimos das he hablado con ms chalados e iluminadosque en muchos aos --sonri abiertamente--. Mejorando lo presente, claro.Caminaban de vuelta a casa. Ella apoyaba la mano sobre el codo de l,permitiendo que la guiara a travs de la oscuridad. Casi se encontraban junto asu apartamento cuando ella pregunt: --Has considerado la posibilidad de queesa teora del vampiro esconda algo de verdad? Se detuvo en seco comorespuesta a su carcajada. --Lo digo en serio, Celluci. --No. Yo soy Serio Celluci.

    T has perdido la cabeza --tir de ella para que volviera a ponerse en camino--.Los vampiros no existen. --Ests seguro de eso? Hay ms cosas... --Noempieces --advirti l-- a citarme a Shakespeare. ltimamente he escuchadoesa cita tan a menudo que comienzo a pensar que la brutalidad policial no estan mala idea. Reemprendieron el paseo hacia el edificio de Vicki. --Tienes queadmitir que un vampiro se ajusta a la perfeccin a todos los parmetros --Vickino crea en la teora del vampiro ms que Celluci, pero siempre haba resultadotan deliciosamente sencillo desconcertarlo... l dej escapar un bufido.--Perfecto. Alguien vaga por la ciudad vestido de esmoquin y susurrando:"quiero beberme tu sangre". --Acaso tienes un sospechoso mejor? --Ya lo creo.Un to puesto de PCP hasta las orejas con unas garras cosidas en la ropa.

    --Vas a volver a esa estpida teora tuya de nuevo? --Estpida! --S. Estpida.--No reconoceras una sucesin lgica de hechos ni aunque te diera unapatada en el culo! --Al menos no estoy tan cegada por mi propia inteligenciacomo para cerrarme a cualquier posibilidad que no se me haya ocurrido a m!--Posibilidades? No tienes la menor idea de lo que est pasando! --Ni t! Sequedaron en silencio unos instantes, el uno frente al otro, jadeantes. EntoncesVicki volvi a colocarse las gafas en su sitio y busc las llaves en su bolsillo. --Te quedas a pasar la noche? Sonaba como un desafo. --Claro. Tambin lo erasu respuesta. Algo ms tarde, Vicki se movi para alcanzar un reaparticularmente sensible y decidi, mientras reciba una elocuente pero

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    silenciosa respuesta, que hay ocasiones en las que no necesitas ver lo queests haciendo y que, en la oscuridad, la ceguera nocturna no tiene la menorimportancia. *** El capitn Raymond Roxborough contempl la forma gil yencogida de su grumete y se pregunt cmo poda haber estado tan ciego.Cierto, haba pensado que el joven Smith era muy hermoso, con aquellos rizosdespeinados de un negro azulado y aquellos ojos como zafiros, pero nunca, nipor un solo momento, haba llegado a sospechar que el muchacho no era enrealidad un muchacho. Aunque, tambin tena que admitirlo, resultaba unacmoda solucin para los sentimientos algo perturbadores que habacomenzado a abrigar ltimamente. --Supongo que tiene una buena explicacinpara esto --dijo lenta y cansinamente, mientras se apoyaba contra la puerta delcamarote y cruzaba los brazos bronceados por el sol sobre su bien musculadopecho. La joven dama --jovencita, en realidad, porque no deba pasar de losdiecisiete-- se cubri con su camisa de algodn el voluminoso y blanco senoque la haba traicionado y con la otra mano recogi sus hmedos cabellos, elotro legado de su interrumpido bao y se los apart de la cara. --Necesitaballegar a Jamaica --dijo orgullosamente, a pesar de que de que el bajo tono desu voz esconda la traza de un temblor--, y este fue el nico medio que se meocurri. --Podrais haber pagado el pasaje --sugiri el capitn secamentemientras con una mirada que revelaba deseo recorra la suave curva de sushombros. --No tena con lo que pagar. l se enderez y comenz a acercarse aella, sonriendo. --Creo que subestimis el valor de vuestros encantos. --Vamos,Smith, dale una buena patada en su deseo azotado por el viento --HenryFitzroy se recost sobre el respaldo de su silla y se acarici la sienes. Cuanrepugnante deba resultar el capitn? Debera la naturaleza ms elevada delhroe sobreponerse a su lascivia o acaso careca de naturaleza elevada? Yqu tipo de hroe sera sin una? --Y, francamente, querido --suspir--, eso nome importa. Salv el trabajo de la noche y cerr el sistema. Normalmente, loscaptulos iniciales de un nuevo libro le divertan. Resultaba muy excitantecomenzar a conocer a los personajes, modelndolos para ajustarse a lasdemandas de la trama. Pero esta vez... Apart la silla del escritorio y se acerca la ventana de la oficina. Debajo de l, la ciudad dorma. En algn lugar deella, escondido por la oscuridad, acechaba un cazador; cegado, enloquecido,consumido de hambre y lujuria de sangre. Se haba jurado que lo detendra,pero todava no tena la menor idea sobre cmo empezar la bsqueda. Cmopoda uno anticiparse a un asesinato cometido al azar? Con un nuevo suspiro,se levant. Durante las ltimas veinticuatro horas no se haba producido otroataque. Quiz el problema se hubiera resuelto por s solo. Agarr su abrigo ysali del apartamento. Los peridicos matutinos ya deben de haber salido.Comprar uno y... Mientras esperaba al ascensor, consult su reloj. Las 6:10.Era mucho ms tarde de lo que haba credo... y me apuesto algo a que puedosalir a la calle y volver sin arder como una tea. Si no estaba equivocado, lasalida del sol se produca hacia las 6:30. Contaba con poco tiempo, pero tenaque saber s se haba producido otro asesinato, si la carga de remordimientoscompletamente irracionales que pesaba sobre l por no haber podidoencontrar y detener al nio se haba hecho un poco ms pesada. El peridiconacional tena un punto de venta justo a la entrada de su edificio. El titular serefera al discurso que el Primer Ministro acababa de pronunciar en las Filipinasconcerniente a las relaciones entre el norte y el sur. --Algo me dice quetrabajar en el sur hasta por lo menos mediados de mayo --dijo Henry mientras

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    se arrebujaba en su gabardina de cuero, buscando cobijo frente a la brisahelada que soplaba alrededor del edificio y que le arrancaba lgrimas a susojos. El expendedor del peridico sensacionalista se encontraba al final de lamanzana y al otro extremo de la calle. En realidad no haba necesidad deconsultar el otro peridico local. Henry tena todas sus esperanzas puestas enlos titulares de la prensa amarilla. Esper a que el semforo se pusiera enverde mientras la apertura de la hora punta de la maana arrojaba unadescarga de acero casi slida a lo largo de la calle Bloor y entonces cruz,mientras registraba sus bolsillos en busca de unas monedas. "LOS LEAFSPIERDEN POR PALIZA". Quiz fuera la muerte de las esperanzas de alcanzar laseliminatorias, pero no era un muerte de la que Henry tuviese que preocuparse.Sintiendo un profundo alivio --mezclado con una cierta desesperacin; los Leafsmilitaban en la peor divisin de la Liga, despus de todo--, pleg el diario bajosu brazo, se volvi y entonces se dio cuenta de que el sol estaba a punto deasomar sobre el horizonte. Lo senta palpitando sobre el filo del mundo y lehizo falta toda su fuerza de voluntad para doblegar el pnico que amenazabacon apoderarse de l. El ascensor, cruzar la calle, los titulares, todo ello lehaba llevado ms tiempo del que dispona. El cmo haba dejado que ocurrieradespus de ms de cuatrocientos aos de burlar la persecucin del sol era algoque careca ahora de importancia. Lo nico que importaba era ganar el refugiode su apartamento. Poda sentir el calor del sol sobre los lindes de suconsciencia. No era un presencia fsica, todava no, pese a que tanto esto comola quemazn llegaran muy pronto, sino ms bien una percepcin de lamagnitud de la amenaza, de lo cerca que se encontraba de la muerte. La luzdel semforo volva a estar en rojo, una pequea burla del sol dentro de unacaja. Mientras los latidos de su corazn contaban uno tras otro los segundos,Henry se abalanz sobre la calle. Hubo muchos frenazos y el parachoques deuna furgoneta que haba tenido que dar un volantazo roz su muslo como sifuera una caricia. Ignor el brusco dolor y los insultos de los conductores,golpe con la mano el cap de un coche casi tan pequeo como para superarlode un salto y consigui deslizarse a travs de un resquicio apenas una plegariams ancho que su retorcido cuerpo. El sol se hizo gris, luego rosa, luegodorado. Golpeando con sus suelas de cuero contra el pavimento, Henry corrientre las sombras, consciente de que el sol las devoraba detrs de s y sepegaba a sus talones. En su interior lucharon el terror y el letargo que lallegada de la maana impona a los de su raza y gan el terror. Alcanz lapuerta de cristal tintado que conduca a su edificio apenas unos segundosantes que el sol. Slo le roz la palma de una mano, conducida a la seguridadcon demasiada lentitud. Aferrndose la ampollada mano contra el pecho,Henry utiliz el insistente dolor para impulsarse hacia el ascensor. Pese a quela difusa luz que penetraba en el vestbulo no poda quemarlo, todava seencontraba en peligro. --Est usted bien, seor Fitzroy? --el guardia lo mircon la frente arrugada por la preocupacin mientras pasaba a su lado endireccin a la puerta interior. Incapaz de concentrarse, Henry oblig a sucabeza a girarse en la direccin en la que saba que se deba de encontrarse elguardia. --Jaqueca --murmur y sigui avanzando a sacudidas. La luz artificialdel ascensor lo revivi un poco y consigui atravesar el corredor apoyando sloparte de su peso contra la pared. Por un momento temi que su destrezaestuviera demasiado debilitada como para recuperar las llaves, pero de algnmodo logr abrir la pesada puerta de entrada, cerrarla y echar el cerrojo detrs

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    de s. Aqu se encontraba a salvo. A salvo. Estas simples palabras lo condujeronal abrigo de su dormitorio, donde gruesas persianas le negaban el paso al sol.Se balance, suspir y finalmente se dej ir, derrumbndose sobre la cama.Slo entonces se entreg al letrgico reclamo del da. *** --Vicki, por favor!Vicki frunci el ceo. Una visita al oftalmlogo no era algo que la pusiera debuen humor, y todo ese enfocar el ojo derecho y el ojo izquierdo le estabaprovocando un dolor de cabeza de primera magnitud. --Qu? --gru a travsde los dientes apretados, slo en parte a causa del soporte sobre el quedescansaba su mandbula. --Ests mirando directamente al objetivo delexamen. --Y? El doctor Anderson, armado con la paciencia que la educacinde dos hijos le haba proporcionado, refren un suspiro y explic, no por vezprimera, en un tono desapasionado y vagamente tranquilizador: --El mirardirectamente a los objetivos del examen invalida los resultados del examen, ysi eso ocurre tendremos que comenzar de nuevo. Y lo haran, sin duda. Una yotra vez si era necesario. Reprimiendo un comentario que amenazaba conemerger entre la fina lnea de sus labios, Vicki hizo un esfuerzo por cooperar. --Bien? --pregunt al fin, mientras el doctor Anderson apagaba la luz depermetro y le indicaba con un gesto que poda levantar la cabeza. --No haempeorado... Vicki se ech hacia atrs, observando el rostro del doctor. --Y hamejorado? --pregunt sin rodeos. Esta vez el doctor Anderson no se molest enocultar su suspiro. --Vicki. Como ya te he explicado antes, la retinitispigmentosa no mejora. Jams. Slo empeora. O bien --ella empuj la partetrasera del permetro contra la pared--, con mucha suerte, la degeneracinalcanza un punto y se detiene. --He alcanzado yo ese punto? --Slo el tiempolo dir. Ya has sido bastante afortunada hasta el momento --continu,levantando una mano para atajar el siguiente comentario de Vicki--. En muchoscasos, esta enfermedad viene acompaada de otros tipos de condicionesneurodegenerativas. --Sordera, retardos leves, senilidad prematura y obesidadtroncal --Vicki buf--. Ya pasamos por todo esto al principio, doctor, y lo ciertoes que nada de ello cambia el hecho de que carezco de visin nocturna, elextremo exterior de mi visin perifrica se ha desplazado cuarenta y cincogrados y que de pronto me he vuelto miope. --Eso poda haber ocurrido detodas maneras. Vicki empuj sus gafas hacia lo alto de su nariz.

    --Muy reconfortante. Cundo calcula que me quedar ciega? Las uas de lamano derecha del doctor Anderson tamborilearon contra su cuadernillo derecetas. --Puede que nunca te quedes ciega y, al margen de tu condicinactual, todava posees una visin perfectamente funcional. No debes dejar queesto te amargue. --Mi condicin --se quej Vicki, levantndose y cogiendo suabrigo--, como usted la llama, fue la causa de que abandonara un trabajo queamaba, un trabajo que poda suponer una diferencia para mejor en lo que serefiere a la cloaca en que esta ciudad se est convirtiendo. Y si eso le da iguala usted, doctor, por mi parte yo prefiero amargarme un poco. Abandon lahabitacin dando un portazo. *** --Qu te ocurre cario? No eres feliz? --Noha sido un buen da para m, seora Kopoluos. La anciana chasque la lengua ysacudi la cabeza mientras observaba la bolsa tamao familiar de bolitas dequeso que Vicki acababa de depositar sobre el mostrador. --Ya veo, ya veo.Deberas comer comida de verdad, cario, si lo que quieres es sentirte mejor.Estas cosas no son buenas para ti. Y hacen que los dedos se te pongannaranjas. Vicki recogi su cambio y lo dej caer en las profundidades de su

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    bolso. Algn da tendra que ocuparse de la pequea fortuna que deba deestarse acumulando all dentro. --Algunas penas, seora Kopolous, slo puedecurarlas la comida. Cuando lleg a su apartamento el telfono estaba sonando.--S, qu? --Hay algo en el sonido de tu dulce tono que hace que estemiserable da merezca la pena. --Cierra la boca, Celluci --sosteniendo eltelfono entre el hombro y la cabeza, Vicki trataba desesperadamente dequitarse el abrigo--. Qu quieres? --Oh-oh. Parece que alguien se ha puesto loszapatos del obispo. Contra todo lo que su estado de nimo le dictaba, Vickisonri. El uso que l sola hacer de ese chiste siempre le provocaba el mismoefecto y l lo saba. --No, no me he levantado por el lado equivocado de lacama le dijo, acercando su silla de oficina y arrojndose sobre ella--, comomuy bien deberas saber. Es slo que acabo de venir de visitar al oftalmlogo.--Ah --poda imaginrselo apoyado contra el respaldo de su silla, con los piessobre el escritorio. Cada uno de los superiores a los que haba conocido a lolargo de sus muchos aos de servicio haba tratado de erradicar este hbito.Ninguno de ellos haba tenido xito--. El oculista de la muerte. Alguna mejora?Si su tono hubiera sido compasivo, ella habra arrojado el telfono al otroextremo de la habitacin. Pero slo pareca interesado. --Eso no mejora,Celluci. --Bueno, no lo s. He ledo un artculo que dice que grandes dosis devitaminas A y E pueden desarrollar el campo visual y mejorar la adaptacin a laoscuridad --obviamente estaba citando. Vicki no poda asegurar si el hecho deque l hubiese estado leyendo acerca de su problema la haca sentirseconmovida o furiosa. Dado su estado de nimo... --Haz algo til con tu tiempo,Celluci. La abetalipoproteninaemia RP slo corrige los defectos bioqumicos --lno era el nico que haba estado informndose--, y eso no es lo que yo tengo.--Abetalipoproteinaemia --le corrigi su pronunciacin--. Y perdname porpreocuparme. Tambin he ledo que un montn de gente lleva una vidacompletamente normal con lo que t tienes --hizo una pausa y ella pudoescuchar cmo tomaba un sorbo de lo que sin ninguna duda sera caf fro--. Yno es que pretenda sugerir -continu-- que t hayas vivido alguna vez algo quepueda definirse como "vida normal". Ella ignor este ltimo comentario,mientras tomaba un rotulador negro y comenzaba a desahogar susfrustraciones sobre la parte trasera de una factura de su tarjeta de crdito.--Vivo una vida completamente normal --contest bruscamente. --Corriendo yescondindote? --a su tono le faltaba muy poco para resultar sarcstico--.Podras haberte quedado en el Cuerpo. --Saba que volveras a empezar coneso --con los dientes apretados, casi escupi las palabras, pero la enojada vozde Mike Celluci ataj la diatriba que estaba a punto de comenzar y la amarguraque haba en ella la hizo callarse. --...pero, oh no, no podas soportar la idea deque dejaras de ser la investigadora estrella, la chica de pelo rubio con todaslas respuestas, que no seras ms que una parte del equipo. Lo dejaste porqueno podas soportar no ser la primera de la lista. Y si no ibas a estar en lo alto,si no podas estar en lo alto, ya no te interesaba el juego! Cogiste tu cubo y tupala y tu jodida renuncia! Me abandonaste a m, Nelson, y no slo al trabajo!As que durante todas aquellas peleas --despus del diagnstico y despus desu renuncia-- aquello era lo que l haba querido decir. Era la conclusin, elsumario de las horas de argumentaciones, los concursos de gritos y losportazos. Todo ello se resuma en aquella ltima frase. Lo contena todo. --Tuhabras hecho lo mismo, Celluci --dijo tranquilamente. Y aunque los nudillos dela mano que aferraba el receptor estaban blancos por la tensin, colg con

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    suavidad. Luego arroj el rotulador al otro extremo de la habitacin. Su rabiase fue con l. l se preocupa realmente por ti, Vicki. Por qu es eso unproblema? Porque los amantes son fciles de conseguir y, en cambio, losamigos lo suficientemente buenos como para gritarles son muchsimo msraros. Pasndose ambas manos por los cabellos, suspir. l tena razn, claro, ycon su respuesta, ella haba admitido todo cuanto le era posible. Tan prontocomo se diese cuenta de que ella tambin estaba en lo cierto, podrancomenzar a construir los parmetros de su relacin. A menos, se le ocurri derepente, que la ltima noche no fuese ms que la actuacin de despedida quele permitiese abandonarla definitivamente con la conciencia tranquila. Si lo fue,volvi a colocarse las gafas sobre la nariz, al menos he dicho la ltima palabra.

    Tal y como andaban las cosas, ste era ms bien un magro consuelo. ***--Vaya. Si es el viejo Norman. Cmo te va, Norman? Te importa si nossentamos? Sin esperar respuesta, el joven apart una silla de la mesa y tomasiento. Los otros cuatro miembros del grupo siguieron rpida yestrepitosamente su ejemplo. Cuando la pelea por el espacio hubo terminado,Norman se encontr, arrinconado entre dos tipos a los que slo conoca comoRoger y Bill, mirando a las tres jvenes muchachas que se encontraban al otrolado de la mesa redonda. Reconoci a la rubia. Sola verla colgada del brazodel Roger. La chica que se sentaba la lado de Bill se mostraba tan amigablecon l que supuso que era su acompaante. Eso dejaba una libre. Le dedicuna sonrisa lobuna que haba estado practicando en el espejo del lavabo decaballeros. Ella pareci confundida, entonces buf y volvi la mirada. --Ha sidorealmente amable por parte del viejo Norman guardamos esta mesa, nocrees, Bill? --Por supuesto --Bill se inclin un poco ms hacia l y Norman jade,falto de aliento, mientras el espacio disponible se reduca drsticamente--. Sino fuera por el viejo Norman estaramos sentados en el suelo. Norman mir enderredor. Era viernes por la noche y una multitud abarrotaba el Gallo y el Toro.--Bien, yo, eh... --se encogi de hombros-- saba que ibais a venir. --Claro que losabas --Bill le sonri, un poco desconcertado al descubrir que el pringado deBirdwell era por lo menos tan alto como l--. Se lo estaba diciendo a Roger

    justo antes de que llegramos. Le deca, no sera un viernes por la noche deverdad si no pasramos parte de l con el viejo Norman. Roger se carcaje ylas tres chicas sonrieron complacidas. Norman no haba cogido el chiste, perola atencin de que era objeto le agradaba. Pag la primera ronda de cerveza.--Despus de todo, es mi mesa. --Y la nica disponible del local --murmur larubia. Pag tambin la segunda ronda. --Porque estoy forrado. El fajo debilletes de veinte que extrajo del bolsillo de su cazadora --cinco mil dlares enbilletes sin marcar era la tercera cosa que haba pedido-- dej boquiabiertos alresto de los ocupantes de la mesa. --Jess, Norman. Qu has hecho? Robarun banco? --No ha sido necesario --dijo con aire de suficiencia--. Y hay muchoms en el mismo lugar del que sali este. Insisti en pagar la tercera y lacuarta rondas, as como en que se pasasen a la cerveza de importacin. --Lacerveza de importacin tiene ms clase --asegur a Roger, que haba apartadoel rostro, apoyndose sobre el hombro de su chaqueta de cuero--. A las pollitasles encanta. --Pollitas? --haba algo amenazante en el eco.

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    --Considerando su fuente, Helen --la chica haba alzado el brazo de maneraamenazante. Sostena una de las jarras de cerveza. Bill le sujet el brazo, learrebat la jarra y la apur--, estaras desperdiciando la cerveza. Los cincocomenzaron a lanzar insistentes carcajadas. Sin comprender, Norman se lesuni. Nadie podra decir que no lo haba cogido. Cuando comenzaron a ponerseen pie, Norman se levant con ellos. La habitacin se balanceaba. Nunca sehaba tomado cuatro cervezas tan seguido. De hecho, ni siquiera estaba segurode haberse tomado cuatro cervezas alguna vez en su vida. --Adnde vamos?--Nosotros vamos a una fiesta privada --contest Bill, empujndolo con sugruesa mano de vuelta al asiento. --T te quedas aqu, Norman --Roger le pusouna mano sobre el otro hombro. Confuso, Norman mir alternativamente a unoy otro. Se iban sin l? --Jess, es como darle patadas a un peluche --murmurBill. Roger asinti. --Este... mira, Norman. Es estrictamente con invitacin. Tellevaramos con nosotros si pudiramos... Se estaban yendo sin l. Levant undedo para sealar a una de las chicas. Su voz era un gemido acusador. --Perose supona que ella iba a ser para m... Las expresiones de simpata culpable setrocaron por otras de disgusto y Norman se encontr rpidamente solo. Dealgn modo, por encima del tumulto ensordecedor del pub, la voz de Helen searrastr hasta l: --Le devolvera toda su cerveza si no odiase tanto vomitar.Despus de tratar infructuosamente de llamar la atencin de la camarera,Norman enterr la mirada en el corro de cervezas que haba quedado sobre lamesa. Se supona que ella iba a ser para l. l saba que era cierto. Lo estabanengaando. Con la yema de un dedo tembloroso, dibuj con el lquido quehaba sido derramado sobre la mesa una estrella de cinco puntas. Acababa deolvidar su promesa. l les enseara. Repentinamente, su estmago comenz aprotestar y tuvo que correr tambaleante hacia el bao, tapndose la boca conlas manos. Yo les ensear, pens con la cabeza enterrada en el inodoro.

    Pero puede que... no esta noche. *** Henry tendi un billete de veinte alhombre que se sentaba justo al otro lado de la puerta. --Qu tenemos estanoche? --no tuvo que gritar demasiado para que se le escuchara por encima dela msica, pero es que la noche era joven todava. --Lo habitual --el hombreextrajo tres rollos de tiques del abultado bolsillo izquierdo de una chaquetademasiado grande para su tamao mientras deslizaba el dinero en el interiordel derecho. Cada vez eran ms los locales que adoptaban el sistema de lostiques para que en el caso de que, o mejor dicho, cuando se produjera unaredada de la Polica, pudiesen argumentar que no estaban vendiendo bebidas.Slo tiques. --Supongo que entonces tendr que tomar lo habitual. --Exacto.Dos aguas de moda --un par de tiques cambiaron de manos--. Sabes, Henry?Ests pagando una barbaridad por un poco de pis y burbujas. Henry le sonri yseal todo el desvn con un gesto amplio de su brazo. --Pago por el ambiente,

    Thomas. --Ambintame el culo --buf Thomas--. Oye, acabo de acordarme. Alextiene una caja de un Borgoa medio decente... No hubiera hecho falta unhombre ms fuerte que Henry Fitzroy para resistirse a tan tentadora oferta.--No, gracias, Thomas. Nunca bebo... vino --se volvi para contemplar lahabitacin y, por un instante, se encontr frente a otra reunin. Los atavos,terciopelos brillantes de pavo real, satenes y lazos trocaban la alargada sala enun centelleante calidoscopio de co