El pensamiento filosófico de Keynes

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  • MIENTO FlLOSFIO DE KEYNES

    Descubrir la meloda RICARDO F.CRESPO

  • EL PENSAMIENTO FILOSFICO DE KEYNES

    Descubrir la meloda

    Por qu un libTO sobTe el pensamiento filosfico de Keynes? Porque su formacin y actitud fueron principalmente filosficas. Esta es para Ricardo Crespo la puerta de acceso al ncleo profundo del pensamiento econmico y poltico

    r keynesiano, que tanto ha influido en la historia de la economa de nuestro tiempo. Tras exponer los rasgos ms caractersticos de la vida y personalidad de Keynes, el autor pasa a desentraar sus ideas gnoseolgicas, metafsicas, antropolgicas, ticas y epistemolgicas. Estas ideas inciden de modo decisivo en su visin de la economa. "Descubrir la meloda", al decir de Keynes, es penetrar lo esencial y aprender a manejarse de modo razonable en medio de la complejidad e incertidumbre propias de lo humano.

    RICARDO F. CRESPO, Profesor Titular en la Universidad Austral (Buenos Aires) y en la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza), es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (Argentina). Su campo prioritario de estudio es la filosofa de la economa.

  • RICARDO F. CRESPO

    EL PENSAMIENTO FILOSFICO DE KEYNES

    Descubrir la meloda

    EDICIONES INTERNACIONALES UNIVERSITARIAS MADRID

  • Primera edicin: Octubre 2005

    Copyright 2005: Ricardo F. Crespo Ediciones Internacionales Universitarias, S.A. Pantoja, 14 - 28002 Madrid Tfno.: +34 91 519 39 07 - Fax: +34 91 413 68 08 e-mail: [email protected]

    Queda prohibida, salvo excepcin prevista en la ley, cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica y transformacin, total o parcial, de esta obra sin contar con autorizacin es-crita de los titulares del Copyright. La infraccin de los derechos mencionados puede ser constituti-va de delito contra la propiedad intelectual (Artculos 270 y ss. del Cdigo Penal).

    ISBN: 84-8469-158-6 Depsito Legal: NA 2.415-2005

    Tratamiento: PRETEXTO. Estafeta, 60. Pamplona Imprime: GRFICAS LZATE, S.L. Pol. Ipertegui II. Orcoyen (Navarra)

    Printed in Spain - Impreso en Espaa

    I-

    En memoria de Vicente Vzquez Presedo

  • NDICE

    PRLOGO 13

    I KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS

    1. LAPOCA 28 2. VIDA 31

    3. FAMILIA Y AMIGOS 34

    4. PREOCUPACIONES TICAS 40 5. APTITUDES Y CARCTER 43 6. ACTIVIDADES 52

    7. A MODO DE CONCLUSIN 57

    II TEORA DEL CONOCIMIENTO: ANTECEDENTES

    1. METAFSICA Y GNOSEOLOGA 59 2. REALISMO 61

    3. VERDAD 63

    4. ANTECEDENTES DE KEYNES 71

    4.1. Brentano 74 4.2. Moore 79 4.3. Russell 89

  • 10 EL PENSAMIENTO FILOSFICO DE KEYNES

    III LA TEORA DEL CONOCIMIENTO DE KEYNES

    1. SU TEORA DEL CONOCIMIENTO 96 1.1. Una rama de la lgica 96 1.2. El conocimiento 98 1.3. Certeza y verdad 101

    2. RASTREO DE ANTECEDENTES 108

    2.1. Russell 108 2.2. Moore 109 2.3. Brentano 112

    3. EL PENSAMIENTO LGICO Y GNOSEOLGICO DE KEYNES 115 4. CONCLUSIN 130

    IV LA METAFSICA IMPLCITA

    EN EL PENSAMIENTO KEYNESIANO

    1. ANTECEDENTES 136

    2. KEYNES 142

    3. CONCLUSIN 151

    V LA IDEA DEL HOMBRE EN KEYNES

    1. ELEMENTOS BIOLGICOS Y LOS ANIMAL SPIRITS 158 2. ELEMENTOS PSICOLGICOS 161 3. ALGUNAS PASIONES: EL AMOR POR EL DINERO 165

    4. ELEMENTOS DE VOLUNTARIEDAD RACIONAL Y ESPIRITUALIDAD 170

    5. ORDENACIN JERRQUICA 177 6. CONCLUSIN 178

    NDICE 11

    VI TICA ESPECULATIVA Y TICA PRCTICA

    EN KEYNES

    1. TICA ESPECULATIVA 183 2. TICA PRCTICA 192

    VII EPISTEMOLOGA DE LAS CIENCIAS

    Y DE LA ECONOMA 1. ALGUNAS IDEAS EPISTEMOLGICAS FUNDAMENTALES 209 2. E L MATERIAL ECONMICO 214 3. EPISTEMOLOGA Y METODOLOGA DE LA ECONOMA 220 4. MEDIDAS DE POLTICA ECONMICA Y ANTROPOLOGA 230

    VIII CONCLUSIONES

    APNDICE: MARSHALL Y KEYNES 255

    BIBLIOGRAFA 263

    NDICE ONOMSTICO 277

  • w

    PROLOGO

    Conozco un planeta donde hay un seor enrojecido. Nunca ha olido una flor. Nunca ha mirado una estrella. Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumas. Y repite todo el da como t: Yo soy un hombre serio! Yo soy un hombre serio! y eso lo hace hincharse de orgullo. Pero eso no es un hombre, es un hongo!

    Antoine de Saint-Exupry, El Principito, captulo VII.

    En su ensayo La Gran Depresin de 1930, publicado ori-ginalmente en el Nation and Athenaeum los das 20 y 27 de di-ciembre de 1930 (luego recogido en los Ensayos de Persuasin), Keynes, luego de explicar un fenmeno econmico complejo, concluye:

    Esta es una descripcin excesivamente simplificada de un fe-nmeno complejo. Pero creo que contiene la verdad esencial. Pue-den sobreponerse muchas variaciones, fugas y orquestaciones, pero la meloda es esta'.

    1. Ensayos de Persuasin [1972] 1988, p. 139 (abreviado EP). A partir de ahora pondr el nmero de pgina de las obras citadas de Keynes en el texto

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    He sacado de aqu -no sin olvidar las resonancias del texto que eligi para su epitafio- el ttulo de este libro. Buscaba una metfora, puesto que esto me pareca muy adecuado para un libro sobre el pensamiento de Keynes, quien tanto las us. Pero quera una metfora que sonara bien y que expresara -sin estar gastada-algo fundamental de su pensamiento. Quiz haya otra mejor, pero, despus de evaluar varias, fue sta la que ms me conven-ci. Pienso que es muy representativa de su actitud: la bsqueda constante e insegura de la verdad esencial de fenmenos que son complejos por lo inciertos, por lo imprevisibles, por lo enmaraa-dos o porque an no han llegado -son futuros- y son demasiadas las variables, entre otras la libertad humana, que determinarn su curso. Pero Keynes pensaba, y ste es quizs su mensaje princi-pal, que podemos manejarnos con razonabilidad en esta tormenta de contingencia que es la vida humana. Por eso asigna un rol par-ticular a la probabilidad, a la intuicin, terica y prctica, y a la convencin. A medida que transcurre su vida y se enfrenta con re-alidades diversas, el nfasis se pone ms en una u otra. Pero la constante es la creencia en que vale la pena intentar descubrir la meloda que est oculta detrs de las variaciones, fugas y orques-taciones2. Es decir, podemos acceder a lo esencial, dentro de un

    para evitar multiplicar las notas al pi. Todas las cursivas consignadas estn en los textos originales. Slo agregar cursiva cuando haga constar el trmino in-gls o alemn usado. Se debe tener en cuenta que Keynes usa mucho las cursi-vas. En cuanto al Treatise on Probability uso la reimpresin de 1952 de la pri-mera edicin de MacMillan de 1921. Adopto las siguientes abreviaturas: TP para el Treatise on Probability, TG para la Teora General, (la traduccin es la consignada en la bibliografa), EB para My Early Beliefs, QJE/37, para el ar-tculo de Keynes en la Quarterly Journal of Economics de 1937 y PE, Princi-pia Ethica de Moore (Cito esta obra segn la antigua traduccin, consignando el nmero de pargrafo y la paginacin). El resto de las obras de Keynes (in-cluido My Early Beliefs) las cito segn la paginacin de los Collected Wri-tings (CW) u otra fuente indicada en las referencias. A los llamados Apostles papers y otros escritos inditos -especialmente cartas-, archivados en la bi-blioteca de King's College, los cito segn su referencia en obras de otros auto-res como Skidelsky, Davis, Bateman, O'Donnell, Hession y otros.

    2. El trmino ingls para meloda, traducido as tanto en el libro de Ski-delsky como en la siguiente cita que lo contiene, en el de Hession, es tune. Tune

    PROLOGO 15

    margen de duda razonable, y transmitirlo. Por supuesto, esto no es fcil, sobre todo en algunos campos.

    Quiz haya alguna previsin o intuicin de esta dificultad en la frase que el lector estar esperando, la del epitafio. El pasaje fue tomado por Keynes del De contemptu mundi del monje Ber-nardo de Cluny. Keynes lo haba ledo siendo muy joven (17 aos), alumno de Eton, en 1901. Con este pasaje culmin un en-sayo que ley a la Sociedad Literaria de Eton el 3 de mayo de 1902. Dice as:

    No slo aquellos que retienen ecos claros de la voz divina son honorables -benditos son, en verdad, cualquiera que sea el juicio del mundo- sino aquellos que oyen hermosos ecos tenues, que la multitud no escucha, y contemplan las vestiduras de los dioses blancos en las coli-

    nas, que la muchedumbre no ve, aunque puede que no encuentren una msica apropiada para sus visiones, benditos son, no despreciables3.

    Keynes, a pesar de su aparente seguridad, siempre fue cons-ciente de sus limitaciones. Pero aspiraba a or, al menos, esos hermosos ecos tenues, que tambin son divinos. La msica de la naturaleza y la naturaleza como obra de arte de Dios son temas recurrentes en los autores religiosos, especialmente en los padres de la Iglesia.

    Por qu escribir un libro sobre la filosofa de Keynes? Por-que Keynes fue un filsofo4. Tambin fue economista, y an ms

    es una sucesin de sonidos musicales que forman un aire o meloda, con o sin armona (Webster's Encyclopedic UnabridgedDictionary).

    3. Segn la versin recogida en Skidelsky (1996) 1998, p. 63, con alguna modificacin y siguiendo los datos histricos tambin consignados por Ski-delsky en (1983) 1986,pp.115-116.

    4. Quizs alguien pueda pensar que la consideracin de Keynes como fi-lsofo sea una deformacin profesional del autor de este libro. No lo culpo,

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    cosas (cuya enunciacin dejo para el primer captulo). Pero para quienes, como l, tenemos al menos estas dos profesiones, no nos queda duda acerca de que lo primero es la filosofa. El 7 de febre-ro de 1906 le escriba a su amigo Lytton Strachey: El amor es lo primero, la Filosofa lo segundo, la Poesa lo tercero y la Poltica ocupa el cuarto lugar: la economa no aparece en la lista (citado por Skidelsky (1983) 1986, p. 173). Leyendo sus obras se percibe que, como dice Rod O'Donnell, est claro que su amor predo-minante fue la filosofa, ms que la economa (1989, p. 11).

    La filosofa confiere unidad, un norte, a todo pensador. Por eso pienso, como O'Donnell, que la clave para una comprensin ms profunda y comprehensiva del pensamiento de Keynes es su filosofa (1991, p. 3). Ms ampliamente seala l mismo:

    [M]i tesis es que la filosofa de Keynes provee un centro uni-ficador respecto al cual se pueden relacionar provechosamente to-dos los aspectos de su pensamiento. No importa si se trata de la eco-noma, poltica, sociedad, poblacin, arte o cultura: a travs de una consideracin de su filosofa se arroja una luz especial a sus diver-sas visiones (O'Donnell 1989, p. 2).

    Aun para comprender su economa, la filosofa aporta la ra-zn de fondo de muchas de sus propuestas. Como tambin dice O'Donnell, para comprender adecuadamente al economista po-ltico primero debemos entender al filsofo (1989, p. 2). Quiz sea debido en parte a la omisin de atencin a su filosofa por lo que la economa de Keynes ha provocado tantos malentendidos y confusiones5. Esto no significa que no hayan influido en la eco-

    pues la figura de Keynes no pas a la historia precisamente por la filosofa. Sin embargo, recientemente se est rescatando este aspecto de Keynes, no slo des-de la filosofa de la economa, sino desde la misma filosofa pura. Prueba de ello es, por ejemplo, la inclusin de la voz Keynes, John Maynard (1883-1946) en la Routledge Enciclopedia ofPhilosophy (cfr. Schabas, M., 1998).

    5. Obsrvese que evitar cuidadosamente usar el adjetivo keynesiano, pues keynesiano trae consigo una deformacin de la doctrina original de Keynes. Se dice que Keynes dijo el ltimo ao de su vida: yo no soy keynesia-

    PRLOGO 17

    noma de Keynes otros factores, como las enseanzas de su maestro, Alfred Marshall, su experiencia laboral, su posicin so-cial, etc. Pero, como tambin dice Allin Cottrell, la economa de Keynes tiene una carga filosfica particular. Debido a sus antece-dentes filosficos, agrega, la discusin sobre la economa de Keynes tiene una tendencia natural a derivar en aspectos funda-cionales (cfr. 1998, pp. 262-263). Tambin Robert Skidelsky, su bigrafo principal, afirma: La economa de Keynes -al revs que la economa keynesiana- tena un impulso filosfico. Estaba informada por su visin de la "buena vida" [antropologa y tica], y permeada por su teora de la probabilidad [teora del conoci-miento y epistemologa]. (...) La filosofa vino antes que la eco-noma ([1996] 1998, p. 64). Entonces, un libro sobre la filosofa de Keynes ilumina su pensamiento econmico. Pero, adems, la filosofa de Keynes es interesante en s misma, especialmente en materia gnoseolgica y epistemolgica. Finalmente, pienso que su visin filosfica de la necesidad de una reforma del capitalis-mo an tiene vigencia. En fin, sirvan las palabras anteriores como justificacin y acentuacin de la relevancia de un libro sobre la fi-losofa de Keynes6.

    Descubrir la meloda es conocer la realidad. En rigor de ver-dad, no basta con conocer la meloda. El 13 de marzo de 1945 Keypes escriba a su discpulo Richard Kahn desde Savannah, Estados Unidos: Los norteamericanos creen que tienen el dere-

    no. El origen de la afirmacin, que se origina en Colin Clark y pasa por Teren-ce Hutchison 1977 (p. 23) y muchos ms, tiene un origen dudoso (cfr. Colander 1984). Sin embargo, hay otras afirmaciones, como por ejemplo el recuerdo de Hayek 1982 sobre Keynes, que avalaran al menos este pensamiento.

    6. Que, por otra parte, no es, ni mucho menos, el primero. Se vienen pu-blicando libros sobre este tema desde la dcada del 80. Varios estn citados en la bibliografa. Los ms importantes, a mi juicio, son los de Anna Carabelli 1988,AtholFitzgibbons 1988, Rod O'Donnell 1989 y 1991, John Davis 1994, Bradley Bateman 1996 y John Coates 1996. Hay artculos de numerosos estu-diosos adems de los anteriores. Adems, se deberan agregar las bibliografas de Robert Skidelsky (1983) 1985, (1992) 1994 y 2000 y Donald Moggridge 1992, que tienen muchos elementos filosficos.

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    cho de imponer la meloda prcticamente en todos los puntos. Si conocieran la msica, eso no importara tanto; pero lamentable-mente no es as7. La meloda es slo una parte de la msica; y hay que conocerla completa: ese ser el intento de este libro.

    Una aclaracin antes de resear el contenido de los captulos. Debo declarar mi definicin acerca del famoso tpico de la inten-ded audience: a qu lector va dirigido el libro. La intencin es cu-brir varios pblicos: los economistas, los filsofos y tambin un subgrupo ms pequeo de filsofos o epistemlogos de la econo-ma. Esto tiene sus ventajas -un universo ms amplio-, pero tam-bin sus inconvenientes: no todo va venir bien a todos. Por eso, debo advertirlo desde ahora. Al economista algunos captulos le van a resultar arduos y puede que se quede con sabor a poco en otros: lo aclaro unas lneas ms abajo. Al filsofo, supuesto que quiera conocer el pensamiento de Keynes (no ser lo ms habitual pues se debe reconocer que no es un nmero uno de la filosofa), le debera interesar todo el libro. Algunos captulos son especiales para el filsofo de la economa. Otros le parecern slo informati-vos, aunque tendrn tambin alguna precisin que le atraiga.

    El libro comienza clsicamente, con un captulo introductorio sobre la vida, poca, formacin, escritos y metforas, carcter y actividades de Keynes. A la luz de las biografas recientes, espe-cialmente la obra monumental de Robert Skidelsky, la tarea de este captulo no ser fcil.

    El libro avanzar luego sobre la teora del descubrimiento (te-ora del conocimiento o gnoseologa) de la meloda y la msica (ontologa o metafsica). Sern los captulos ms arduos y difci-les del libro para el economista. No es buena poltica empezar por lo ms dificultoso. Pero quien avisa no es traidor. No pretendo es-

    7. Citado por Charles Hession (1984) 1985, p. 372 y por Skidelsky 2000, p. 467. Como deca antes, el trmino ingls para meloda es tune, y Keynes juega con la relacin entre el significado figurado de la expresin cali the tune, decidir cuestiones de poltica, controlar (Webster's Encyclopedic Una-bridged Dictionary) y su significado literal. La msica, adems de meloda, tie-ne ritmo y armona.

    PROLOGO 19

    pantar al lector economista, sino, al contrario, animarlo a la lectu-ra de algo que no ser especialmente llevadero, pero que conside-ro clave). Sin embargo, quiero aadir que el libro est diseado de modo tal que pueden saltearse momentneamente estos tres captulos y volver a ellos al final. El lector me preguntar, en-tonces, por qu estn al comienzo? Porque se debe seguir el or-den lgico. Esto requiere una explicacin. Me parece muy impor-tante que los economistas se familiaricen con la filosofa de Keynes. Ahora bien, este libro pretende ser ameno e informativo, pero tambin cientfico. El tema consagra necesariamente a la fi-losofa como la ciencia rectora, por eso debe ser un libro filosfi-camente riguroso. Por tanto, para llegar a los campos ms ama-bles de la antropologa, la tica y la epistemologa, no hay ms remedio que pasar por los de la teora del conocimiento y la me-tafsica. Por eso el lector no filsofo, o que no tenga la inquietud de seguir la prueba filosfica de las cuestiones gnoseolgicas y ontolgicas, puede pasar por sobre estos tres captulos y retornar a ellos al final. Mientras, la breve sntesis que encontrar a conti-nuacin y otras referencias a estas cuestiones colocadas en aque-llos sitios del resto del libro en los que hacan falta les ayudar a no perder el hilo. En cambio, estos captulos sern los ms intere-santes para el filsofo de la economa, pues pretende aportar al-guna propuestas nuevas para el estado de la cuestin.

    Keynes es realista. Lo es en los tres sentidos del trmino que analizamos en esos captulos. Es realista ontolgico, es decir, piensa que hay una realidad independiente de nuestro pensamien-to. Es realista lgico-semntico, es decir, piensa que hay criterios objetivos de verdad. Finalmente es realista epistmico: considera que se puede conocer esa realidad con mayor o menor verdad, de acuerdo a la materia de que se trate. Ms an, para Keynes todo conocimiento, si es tal, supone captacin de la verdad. Su univer-so ontolgico es amplio, incluyendo realidades fsicas, lgicas y espirituales. La lgica cuenta con criterios para determinar la va-lidez de los razonamientos. Su teora del conocimiento provee las facultades humanas que permiten penetrar la realidad y conocer su naturaleza. Su arma ms poderosa es la intuicin intelectual, una captacin directa. Pero no es la nica. Estos son los temas

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    que se desarrollan en los captulos II y III, dedicando la extensin del segundo al pensamiento de quienes pueden haber influido para que Keynes tuviera esas ideas. Dos autores son reconocidos por todos los estudiosos de la filosofa de Keynes como influen-cias previas: el ms importante es su maestro George Moore y el segundo es Bertrand Russell. En este libro incluyo un tercero -y lo fundamento-: Franz Brentano.

    A medida que nos adentramos en la realidad humana la me-loda se complica: es como encontrarle la vuelta al hard rock o al heavy metal. De hecho, la visin del hombre evoluciona du-rante la vida de Keynes. A mi juicio, el resultado es muy intere-sante. Aunque mejorable, no he encontrado una antropologa ms rica detrs de ninguna teora econmica. Keynes nos pre-senta un hombre de carne y hueso, con biologa, pasiones, senti-mientos, razones, amores y quereres incluso sublimes. No dice que se d todo en todos los nombres necesariamente. Hay que reconocerlo -les costar a los que tengan una visin de Keynes sesgada hacia la izquierda-: Keynes tiene una concepcin esta-mental, jerrquica, en la que hay hombres virtuosos y hombres viciosos. En algunos pasajes parece un clsico. Como dice Ri-chard Braithwaite en el obituario de Keynes que escribe para Mind, Lord Keynes manifest ms perfectamente que cual-quier otro estadista contemporneo las cualidades del Rey fil-sofo de Platn (1946, p. 283).

    Algo de esto pasa tambin cuando llegamos al campo tico. Divide la tica en dos: tica especulativa y tica prctica. La pri-mera es una teora de la tica o meta-tica con un fuerte tono sub-jetivista, pero claramente anti-utilitarista y anti-kantiana. La se-gunda es la tica misma que incluye su pensamiento poltico: un liberalismo reformado. Lo interesante, en ambas materias, es, a pesar de ciertas incongruencias, qu bien suena la meloda. Key-nes a veces parece un utpico, un idealista: quiz un nuevo clsi-co o un romntico. Tiene cosas de todos. Suea con una nueva sociedad donde las virtudes vuelvan a reinar, donde la codicia sea codicia y las verdaderas virtudes sean las de siempre, donde los fines estn sobre los medios y sobre lo til. No fue, dejmoslo claro desde ahora, un socialista, sino un liberal reformista.

    PROLOGO 21

    El captulo final del libro se dedica a la epistemologa de las ciencias, el anlisis de lo econmico (el objeto de la economa), la epistemologa de la economa, y la relacin entre la filosofa de Keynes y sus propuestas de poltica econmica (ya vistas parcial-mente en el captulo anterior). Hay relacin entre filosofa-teo-ra-poltica econmica? Hasta qu punto? Se ensayar una res-puesta all. Despus del necesario repaso de elementos de teora del conocimiento, tambin nos encontramos con el descubri-miento de una meloda. Pienso que todo cientfico real se sentir ms identificado con las visiones de Keynes que con las de los epistemlogos ms prestigiosos del siglo XX; ms an, cuando lleguemos a la epistemologa y al mtodo (cmo se hace real-mente) econmicos.

    Keynes tena motivos de fondo para romper con la economa que l conoca. No es posible enmarcar el captulo XII de la Teo-ra General en el esquema neoclsico. Por eso, la tentativa de sn-tesis neoclsico-keynesiana proviene de una comprensin incom-pleta del ncleo duro de la propuesta de Keynes. Hay culpa en el mismo Keynes, por el carcter confuso de la Teora General. Pero si se lee a la luz de las otras obras se puede captar la meloda prin-cipal. La antropologa subyacente a su teora determina el papel clave de la incertidumbre frente a un futuro que an no es. Cmo nos podemos manejar razonablemente en esta situacin? sta es la pregunta a la que Keynes trata de ofrecer una respuesta. Aqu nos movemos a nivel de visin, ms que de teora, para seguir la divisin propuesta por Schumpeter (1946, p. 501 y 1949, pp. 355-6). Sus propuestas de teora y poltica econmicas, vistas a esta luz, resultan no slo coherentes, sino sus consecuencias obvias para un momento y situacin dadas. Como bien explican Hutchi-son y Shackle -para nombrar a dos autores ya clsicos en este sentido-, Keynes fue muy mal comprendido. Como deca, el mis-mo Keynes tiene parte de la culpa; pero tambin ha sido manipu-lado ideolgicamente. La palabra "Keynes" dice su discpulo y amigo Richard Kahn, se ha transformado en un trmino de abuso" (1978, p. 545). Es querido por los polticos demagogos o inescru-pulosos, que lo usan de escudo justificativo de sus arbitrariedades. Es denostado por los liberales ortodoxos. Es mal interpretado por

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    los keynesianos y por los anti-keynesianos. Unos y otros no lo en-tendieron, se quedaron en la superficie, se fueron por alguna fuga, no entendieron la meloda8. Para no caer en el mismo error, evito cuidadosamente discutir las polticas econmicas pro-puestas por Keynes, (o las interpretaciones que se han hecho de stas). Slo aparecen en el captulo VII con el fin de relacionarlas con sus ideas filosficas -especialmente antropolgicas y ticas-. Por eso, el economista que busque en este libro juicios sobre esto quedar defraudado.

    Lo esencial de Keynes es su propuesta metdica. Como le gustaba decir al profesor Vicente Vzquez Presedo, lo importante es el keynesianismo metodolgico: posiblemente ste es el nico keynesianismo realmente keynesiano (cfr. 1995, p. 108). Esto es lo general de la Teora General. La teora econmica, para Keynes, no es una doctrina, sino un mtodo, un modo de pensar, una lgica. Qu economista rescata este aspecto de Key-nes? Sin embargo, es el ms rescatable, el ms perdurable, el que hace que su teora sea realmente general9. Deca el mismo Key-nes -entre otros tantos lugares que irn saliendo a lo largo del li-bro- en la Introduccin a las series 1922-1923 de los Cambridge Economic Handbooks:

    La teora econmica no provee un cuerpo de conclusiones es-tablecidas aplicables a la poltica econmica inmediatamente. Es un mtodo ms que una doctrina, un instrumento de la mente, una tc-nica de pensamiento, que ayuda al que la posee a arribar a conclu-siones correctas (CW, XII, p. 856). Es un mtodo donde cabe un concepto de racionalidad ms

    amplio. Todo esto tiene relacin con la validez y estatuto de la

    8. Un clsico, en este sentido, es Hutchison 1977. Togati 1998 contiene una buena resea y valoracin crtica actualizada de las interpretaciones de Keynes supuestas por las diversas formas de sntesis neoclsicas y de las tenta-tivas de encontrar microfundaciones de la macroeconoma, desde Hicks hasta nuestros das.

    9. En este sentido es muy destacable, por ejemplo la aportacin de A. Ver-celli 1991: cfr. pp. 5,219-224,237.

    PRLOGO 23

    macroeconoma. Este ser el tema del captulo final y de parte de las conclusiones.

    Aclaro que este es un libro en que habr repeticiones: es un libro difcil, tanto para filsofos como para economistas. Las ide-as son abstractas; por eso ser necesario volver sobre ellas. Me apoyo mucho en las citas textuales. Tambin stas se repiten, como sucede en tantos libros. Esto es necesario por varios moti-vos. Primero, porque supongo que efectivamente algunos salta-rn los captulos segundo, tercero y cuarto, y esto requerir vol-ver a consignar algunas de sus citas donde hacen falta. Segundo, porque a veces se har necesario ver la cita de nuevo para recor-dar la idea. Tercero, porque otras veces ser conveniente analizar la misma cita desde diversos puntos de vista.

    En cuanto a la fuente de las citas, siempre que he dispuesto de una traduccin espaola, la he usado -ya que es el uso acadmico habitual-, a pesar de que algunas -sobre todo la de la Teora Ge-neral- no son muy buenas. He preferido resignar claridad o ele-gancia a cambio de rigor. Para las traducciones que hice yo mis-mo, en algunos casos ms relevantes agregu el texto en ingls en nota al pie.

    Otra aclaracin: se trata de un trabajo arqueolgico. Mu-cho de lo que se dice, a pesar de tanta cita, ser hipottico. Key-nes no escribi mucho de filosofa. Fue filsofo, y eso se nota en toda su obra, pero no lo explcita ms que en pocos lugares. Su li-bro ms importante desde la filosofa es, sin duda, el Treatise on Probability. Pero se encuentran vestigios de su filosofa en mu-chas otras obras. Ms que nunca, creo, he encarado una investiga-cin (in-vestigare, es decir, ir detrs de los vestigios, para descu-brir la verdad): para muchas conclusiones slo puedo basarme en vestigios. Esta visin da una pauta de mi posicin frente a un pro-blema que se han planteado muchos estudiosos de la filosofa de Keynes: el Das Keynes Problem. Al igual que en el Das Smith Problem (hay dos Smith, el de la Teora del los Sentimientos Morales y el de la Riqueza de las Naciones1?), algunos se han pre-guntado y han postulado dos Keynes, el del Treatise on Probabi-lity y el de la Teora General. Yo pienso que puede haber un cam-

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    bio de nfasis, pero no un viraje fuerte, salvo, quizs, en el aspec-to antropolgico. De algn modo todo estaba incoado -eso tratar de mostrar- en el Treatise. Claro que en esa fecha -1921 y antes-Keynes an no haba vivido las experiencias econmicas, polti-cas y sociales que le toc enfrentar luego y que le hicieron, madu-rando, considerar como ms relevante una posibilidad que haba quedado casi escondida en el Treatise.

    Pienso que este problema -el de la continuidad o no de su pensamiento-, el de si la probabilidad es subjetiva u objetiva, el del carcter de lo orgnico y su mbito y otras discusiones ms, que han constituido el campo de batalla de los estudiosos, pecan de escolasticismo. Aparte de que el calificativo de arqueolgi-co tambin se puede aplicar a esas digresiones, considero que se pierden lo esencial. Como deca el fantstico literato argentino Leopoldo Marechal, en expresin muy local, el exceso de salsa tap los fideos. He ledo miles y miles de pginas para escribir este libro. Podra contarlas, y tambin las horas que le he dedica-do en los ltimos seis aos. Pero sera tan escolasticista como lo anterior. Aqu he tratado de extraer y presentar lo que considero fundamental, tratando de escapar a esas discusiones algo vanas. Si se me obliga a pronunciarme, la posicin que ms me conven-ce en cuanto a lo que algunos han llamado el das Maynard Key-nes problem (una aparente disociacin entre el Treatise on Pro-bability y la Teora General) es la que Bill Gerrard (2003, p. 243) ha denominado continuidad dinmica.

    Ms aclaraciones. No creo en la neutralidad valorativa -pien-so que ningn cientfico social sensato lo hace a estas alturas-. Todos escribimos desde una postura. Por ms que nos esforcemos ascticamente en evitar cualquier punto de vista valorativo, esos esfuerzos, a pesar de ser meritorios y debidos, nunca alcanzan la requerida neutralidad. Por eso me parece correcto avisar quin soy. Estudi economa en la correspondiente Facultad de la Uni-versidad Catlica Argentina entre los aos 1974 y 1979. La orien-tacin, ms an en aquella poca, en que la Universidad Nacional estaba inundada de marxistas, fue liberal clsica. Luego trabaj en Buenos Aires, en el mercado financiero, entre 1979 y 1987. Fueron aos convulsionados del pas y, consiguientemente, ricos

    PRLOGO 25

    en experiencias econmicas, que repercutan en las variables fi-nancieras. Aprend mucha economa. Sin embargo tambin me suscitaron planteos internos fuertes, pues lo que aprenda en la calle coincida slo parcialmente con lo que me haban enseado en la Facultad. El tema haba que analizarlo ms a fondo y, como siempre me haba interesado la filosofa -incluso haba hecho va-rios cursos de la correspondiente carrera de grado- decid reto-marla. Lo hice en la Facultad de Filosofa de la Universidad Na-cional de Cuyo, entre los aos 1988 y 1991. All mismo hice el doctorado. Se trata de una Facultad metafsica. Los pensadores son Aristteles, Kant, Hegel y Heidegger. Para mis profesores no existan -no eran filosofa- ni la escuela crtica ni los analticos. Despus de los estudios de filosofa vino la vida acadmica ya centrado en la filosofa de la economa. Dediqu mucho tiempo y escritos a Aristteles. Estudi a Adam Smith, Lionel Robbins, los neoclsicos, los austracos y el resto de los economistas heterodo-xos. Llegu a Keynes desde Shackle y los post-keynesianos. A ellos, desde los austracos. En fin, creo que es suficiente: el libro es sobre Keynes, no sobre Crespo. Pero era necesario decirlo, por honestidad.

    Llega el agradable momento de los agradecimientos. El pri-mero es al difunto profesor Vicente Vzquez Presedo, en cuya memoria escribo este libro. l me anim a adentrarme en Keynes y en lo que l denomin keynesianismo metodolgico, me pro-vey generosamente con varios escritos suyos e ideas (cfr. 1987, 1990 y 1995). Tambin alent este proyecto mi maestro y amigo Carlos Ignacio Massini Correas. Fue clave un seminario que di en 2003 a un selecto grupo -Javier Gonzlez Fraga, Marcelo Impe-riale, Daphne McGrawth, Mara Jos Iribarne, y Mario Silar-sobre el pensamiento filosfico de Keynes. Me supuso un esfuer-zo de sistematizacin y adems me enriquec con los comenta-rios, preguntas y trabajos de ellos. Cecilia Adrogu ley todo el libro, descubri errores e incoherencias, hizo ponderadas indica-ciones y me ayud en aspectos materiales y formales. Miguel Al-fonso Martnez-Echevarra tambin ley el borrador del libro y me hizo observaciones y sugerencias muy valiosas. Jos Toms Alvarado, Daniel Gamarra, Patricia Saporiti y Gabriel Zanotti le-

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    yeron los captulos II, III y IV. Jaime Nubiola el captulo III. Asis-t a unas clases de un curso y convers con Rafael Rubio de Ur-qua sobre Keynes: me aport especialmente para los captulos V, VII y la conclusin. El mismo Rubio de Urqua y Juan Carlos de Pablo leyeron el libro e hicieron reflexiones agudas. Isolina Ger-vn y Marina Martnez leyeron el Prlogo y el captulo I y me brindaron atinadas sugerencias. Joaqun Garca Huidobro me dio consejos editoriales. Dirig el trabajo de seminario en la Uni-versidad Nacional de Cuyo de Natalia Fischetti sobre un tema afn.

    Present trabajos sobre distintos aspectos de la filosofa de Keynes en el Simposio de la Sociedad Iberoamericana de Meto-dologa de la Economa (Buenos Aires, 2003), en las X Jornadas de Epistemologa de las Ciencias Econmicas (Buenos Aires, 2004), en la XXXIX Reunin de la Asociacin Argentina de Eco-noma Poltica (Buenos Aires, 2004), en las Jornadas de Filosofa del Departamento de Filosofa de la correspondiente Facultad de la UNC (Mendoza, 2004), en las Jornadas de la International As-sociation for Critical Realism (Cambridge, 2004) y de la Interna-tional Network for Economic Methodology (Amsterdam, 2004), en la Academia Nacional de Ciencias Morales y Polticas (Bue-nos Aires, 2004). Agradezco a todos los comentaristas del caso, especialmente a Victoria Chick, John Davis, Sheila Dow, Javier Finkman, Margaret Moussa, Eugenia Perona y Miguel Verstraete.

    No quisiera dejar de mencionar al Instituto Empresa y Huma-nismo de la Universidad de Navarra, que desde la distancia me anima y apoya solcitamente, en especial a Marina Martnez. Fi-nalmente va mi agradecimiento para mis colegas y alumnos del IAE-Universidad Austral y de la Universidad Nacional de Cuyo, y al Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas. Mi familia tuvo que soportar ms de un cuento soporfero sobre Keynes (que a mi me habr resultado sumamente interesante). Como deca Keynes, el amor es lo primero y es capaz de transfor-mar lo tedioso o aburrido en entretenido y entusiasmante.

    I KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS *

    / oftenfound myself thinking that Keynes must be one ofthe most remarkable men that ever lived.

    Lord Robbins, Howson y Moggridge 1990, p. 158.

    El ttulo de este captulo parece parafrasear a Ortega. Algo de esto hay. Pero la famosa expresin del ensayista espaol no estu-vo en su gnesis. Hace unos aos el socilogo argentino Jos Luis de Imaz public un interesante ensayo en el que mostraba, en 55 casos de pensadores clebres, cmo las circunstancias per-sonales, la educacin, los hechos histricos contemporneos, el proceso de socializacin, etc. haban influido en su trabajo inte-lectual (De Imaz, 1990). La imagen paterna o materna, la condi-cin de hijos nicos o primognitos, los estudios cursados, el cruce de un gur o de un enemigo, el compromiso poltico, o el amor son una parte, a veces importante, de las races de sus

    *. Este artculo fue publicado como artculo en la revista Empresa y Hu-manismo, 1/05,2005, con pequeas variantes. Se agradece el permiso para re-producirlo.

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    ideas. Entre los 55 estaba Keynes y, a juzgar por la bibliografa del ensayo, De Imaz se bas en la biografa de Hession para sus comentarios acerca del famoso economista ingls (Charles Hes-sion (1984) 1985). Catorce aos despus tenemos muchos ms elementos sobre su vida. Por eso, me propongo presentar una sn-tesis actualizada de su ambiente cultural y de los hechos que a mi juicio son ms destacados en cuanto a incidencia en sus ideas.

    Quiero aclarar desde ahora que este captulo tendr un final abierto. Aunque como De Imaz, pienso que la vida y las circuns-tancias de un autor influyen sobre su pensamiento, tambin consi-dero que cualquier conclusin en este sentido no puede ser ms que hipottica. Una conclusin necesaria supondra la aceptacin de un cierto determinismo cultural o psicolgico, con la que no estara de acuerdo. Significara quizs tambin admitir un avance excesivo del contexto de descubrimiento sobre el de justificacin no admiti-do por buena parte de la filosofa de las ciencias actual. Tratar simplemente de sealar unas pistas que pueda sugerir al lector una cierta explicacin del pensamiento de Keynes. Se ver que le doy un espacio mayor a sus primeros aos. Como dice Fillion, en la educacin y formacin de los hombres ordinarios y an de los mayores genios ejercen considerable influjo circunstancias ex-teriores de distinto gnero. Todos, no es posible negarlo, somos en cierta medida fruto del medio en que han transcurrido nuestra ado-lescencia y nuestra juventud (Fillion (1922) 2000, p. 221).

    1. La poca

    John Maynard Keynes (Maynard) naci el 5 de junio de 1883 en su casa paterna de Harvey Road, 6, Cambridge y muri el 21 de abril de 1946 en su casa de vacaciones de Tilton (Sus-sex). Vivi una poca especialmente interesante tanto por su cambio continuo en todos los mbitos como por la riqueza de acontecimientos fuertes que se sucedieron. Basta con que nom-bremos las tres guerras terribles -la Gran Guerra, cuyo recuer-do era reciente, y la Primera y la Segunda Guerras mundiales-, la ltima de las cuales culmin con el estallido de dos bombas at-

    KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS 29

    micas, para hacerse una idea de la intensidad de los impactos que recibieron los hombres que vivieron durante esos aos. En lo eco-nmico la crisis del patrn oro y la del 30 fueron hechos que ob-viamente marcaron.

    En cuanto a procesos histrico-polticos podemos pensar en la decadencia de Inglaterra, el afianzamiento de Estados Unidos como primera potencia internacional, el surgimiento y la alta-mente traumtica consolidacin del comunismo, la adquisicin y prdida de las colonias, la implantacin de la democracia como cuasi-religin, la universalizacin de la instruccin... En cuanto a los sociales y econmicos, la llamada segunda revolucin indus-trial, el desarrollo del capitalismo, la expansin del comercio in-ternacional, los movimientos financieros, el increble adelanto tecnolgico, el afianzamiento de los sindicatos, etc.

    En cuanto a ideas, se trata de una era de predominio del posi-tivismo en el mbito cientfico, de surgimiento del positivismo lgico, que coexiste con las crticas al racionalismo. La influencia tanto de un Schlick, Carnap o Neurath como de un Marx, Freud o Nietzsche nos hace pensar en la mlange de ideas que se produjo. En Inglaterra podemos pensar en la coincidencia de idealistas como Bradley, Bosanquet y luego McTaggart con realistas como Moore y Russell (quien deriva luego hacia las ideas del positivis-mo lgico). Sin embargo, todava est viva la tradicin empirista (Hume), la positivista clsica (Mili), la utilitarista (Bentham y Mili) y la liberal clsica (Locke). En Keynes tambin inciden los racionalistas continentales como Descartes, Leibniz y Spinoza. Ms tarde vienen pensadores como Heidegger en el continente y Wittgenstein, quien influye a ambas mrgenes del Canal. El ao anterior al nacimiento de Keynes haba muerto Darwin y sus ide-as estaban en el apogeo. La estrella de la ciencia se elevaba cada vez ms.

    Para un ingls de aquella poca la cada de su Imperio debe haber sido terrible. Partimos del mximo predominio de la poca victoriana para terminar en las humillantes negociaciones de em-prstitos con Estados Unidos en las que le toc participar al mis-mo Keynes. La vida moral y religiosa ya se vena derrumbando.

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    La nueva era eduardiana desenmascar la hipocresa victoriana. Estas pocas requieren que nos detengamos mnimamente a carac-terizarlas. La The New Webster's Internacional Encyclopedia (1998) describe a la era eduardiana del siguiente modo: perodo que va del acceso al trono de Eduardo VII al comienzo de la I Guerra Mundial, 1901-1914. Aparte de la paz general, la opulen-cia y elegancia, se caracteriza por una creciente conciencia de los problemas sociales, el cuestionamiento de la autoridad establecida y la desatencin a las tradiciones (p. 341). No tiene una voz para la poca victoriana, cuyos rasgos son ms conocidos. El Webster's Encyclopedic Unabridged Dictionary le asigna mojigatera o puri-tanismo, observancia de los convencionalismos, pedantera, es-trictez y escrupulosidad, estiramiento y formalidad, rigidez exce-siva en la conducta o la moralidad, pulcritud, presuncin, autocomplacencia, minuciosidad, estrechez. Pero en gran parte se trata del cuidado de formalismos: por dentro la moral est corrom-pida. En un sentido peyorativo, tiene mucho de hipocresa, como deca ms arriba. Pero estos cambios no son repentinos sino pro-cesos, de modo que suelen convivir los dos estilos, dando lugar a la coexistencia de doctrinas contrarias en un mismo cuerpo de pensamiento, que resulta as poco convincente. Encontraremos este problema, por ejemplo, en materia antropolgica y tica.

    Hay mucho de Victoriano -adems de falta de sentido comn, mezquindad y conveniencias personales y polticas- en toda la cuestin del Tratado de Paz posterior a la Primera Guerra. Es bien conocida la reaccin de Keynes, quien renunci a su posicin en la delegacin britnica en Pars y escribi Las consecuencias eco-nmicas de la Paz, un clsico de las crticas al Tratado. Encontra-mos las mismas reacciones y sentimientos de injusticia del Trata-do en personas tan dismiles como Paul Ricoeur o Ernst Jnger'.

    1. Dice Jnger: La primera y segunda guerra son como dos continentes en llamas unidos, no separados, por una cadena de volcanes. La parte del trata-do de paz dedicada a la unin se qued parte en retrica de fachada, parte en te-ora vaca de sentido (1946, p. 92. Cfr. tambin 1990, p. 63). De Ricoeur, cfr. 1997,p.21.

    KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS 31

    Durante la llamada belle poque (1871-1914), en el marco de la relativa paz que el mundo goz entre la Gran Guerra y la Pri-mera Guerra Mundial, florecen el arte y la literatura. Tiene rasgos Victorianos pero que se van diluyendo y dejando paso a la crtica, en Inglaterra, de la era eduardiana, desde 1901. Asimilamos con frecuencia la belle poque a un clima artificial de frivolidad: hay mucho de esto. Keynes nace, an reinando Victoria I, en plena belle poque, y su juventud y adolescencia se inscriben en este espritu.

    En cualquier caso, a pesar del efecto algo narcotizante de la be-lle poque, el mundo se torna incomprensible. Aparecen los ensa-yos que contienen la palabra crisis en sus ttulos. La crisis de la cultura se manifiesta en todas sus formas. La Primera Guerra pro-fundiza el golpe. Lo nico que se salva es la tecnologa, pero se desarrolla al margen de los valores humanos. Esto profundiza la crisis y plantea amenazas inditas. Las viejas certezas se transfor-man en incertidumbres. Einstein, Bohr, Planck y Heisenberg trans-forman las percepciones del espacio y el tiempo. Aparecen formas nuevas, con la misma impronta difusa, en todos los mbitos del arte: Picasso y Czanne, James Joyce, T.S. Eliot, Virginia Woolf y Lytton Strachey, Igor Stravinsky. Sigmund Freud y James Stra-chey, su traductor al ingls, revolucionan la psicologa.

    Aunque a veces da la impresin de que no se atreve a plantarle cara abiertamente, Keynes tambin enfrenta esta situacin. Cono-ce a muchos de los mencionados, a algunos muy ntimamente; se casa con una bailarina de la compaa del ruso Sergei Diaghilev, quien revolucion el ballet. El pesimismo que inunda su obra prin-cipal, la Teora General de la ocupacin, el inters y el dinero, tie-ne relacin tanto con la decadencia de la economa inglesa como con este ambiente general de la poca. Es el Keynes maduro.

    2. Vida

    Ahora presentar un breve curriculum vitae dispuesto crono-lgicamente y luego me detendr en algunas pocas de su vida y en rasgos de su personalidad. Fantaseando un poco, como han he-

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    cho otros autores con otros personajes, los pondr en primera per-sona por motivos retricos. Es relevante que conozcamos estos hechos, pues Keynes propondr como ideales para el economista y el hombre pblico mucho de lo que l mismo vivi y fue.

    Curriculum vitae breve:

    1883, 5-VI. Soy Maynard Keynes. Nac en Cambridge. Mi padre se ocup esmeradamente de mi educacin; con mi madre nos quisimos y admiramos mutuamente desde siempre.

    1897. Gan una beca para estudiar en Eton, el mbito de la lite intelectual inglesa. Tuve un desarrollo brillante en todos los aspectos: matemticas, clsicos e historia, deportes, artes, y tam-bin en los afectos.

    1902. Gan otra beca para estudiar matemticas (que aprob con la calificacin mxima) y clsicos en King's College, Cam-bridge. Profundic en filosofa moral, metafsica, historia y lgi-ca. Dediqu slo ocho semanas a estudiar economa bajo la gua de mi maestro Alfred Marshall (1905). En cuanto a la poltica, mis lecturas de Edmund Burke fueron claves.

    1903,28-11. Me incorpor a la Sociedad de los Apstoles, selecto grupo secreto de debates filosficos de Cambridge. La es-trella en ese momento era el filsofo moral George E. Moore, apstol desde 1894. Fue el pensador que dej una huella ms pro-funda en m.

    1906,16-X. Tras el correspondiente examen para el servicio civil, ingres en la Oficina de la India, donde trabaj hasta junio de 1908. Dediqu buena parte de mi tiempo en Londres a escribir la tesis en la que presento mi teora de la probabilidad, reaccin frente a varias ideas de Moore. Contino viajando a Cambridge y frecuentando la sociedad de los Apstoles.

    1909, III. Aprobada esa tesis en una segunda instancia, fui elegido fellow de King's College. Haba vuelto all el 22-VII-1908 para hacerme cargo de una plaza docente en economa, conseguida por iniciativa de Marshall y Pigou. Di mi primera

    KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS 33

    clase el 19 de enero. El 22 de octubre fund el Political Eco-nomy Club, que se reuna semanalmente a discutir trabajos de economa.

    1910. Finalmente fui aceptado en el grupo Bloomsbury de Londres, que convocaba un conjunto artistas, escritores e intelec-tuales que se reunan desde 1905 en casa de Vanessa Bell, Ste-phen de soltera, a discutir temas de arte, literatura y de la vida en general. Escriban y pintaban. Eran ateos e inmorales para los c-nones de la poca. Les quise -y quiero- mucho.

    1911,17-X. Fui nombrado editor del Economic Journal -car-go que conserv hasta febrero de 1945-; en 1913 me eligieron se-cretario de la Royal Economic Society.

    1913. Publiqu Iridian Currency and Finance. 1914-1918. Primera Guerra Mundial. Trabaj en el Tesoro. A

    partir de entonces repart mi tiempo entre la funcin pblica y la acadmica, hasta hoy mismo.

    1919. Fui representante del Tesoro en la conferencia de Paz de Pars. Renunci por desacuerdo con las exigencias aliadas. Pu-bliqu luego Las consecuencias econmicas de la Paz. Result un best-seller.

    1921. Finalmente, tras mucho trabajo, publiqu el Treatise on Probability.

    1923. Publiqu el Tract on Monetary Reform. 1925,4-VIII. Acabados los trmites de su divorcio, finalmen-

    te puedo casarme con Lydia Lopokova, una bailarina rusa. 1929. Me nombran miembro de la Academia Britnica. 1930. Publiqu el Treatise on Money. 1931. Recopil unos escritos previos y los publiqu bajo el t-

    tulo de Essays in Persuasin. 1932,21-1. Muere mi gran amigo Lytton Strachey. 1932. Publique los Essays in Biography, coleccin de breves

    ensayos biogrficos.

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    1931-1936. Gracias a mucho trabajo y a la colaboracin de varios discpulos, especialmente de Richard Kahn, pude preparar y publicar la Teora General.

    1938, 11-IX. Pronunci mi conferencia My Early Beliefs en el Memoir Club.

    1940. Fui nombrado Chairman del Council for the Encoura-gement of Music and the Arts.

    1942. Fui nombrado por el Rey, por recomendacin de Wins-ton Churchill, Barn Keynes de Tilton.

    1944. Represent a mi muy querido pas en la cumbre de BrettonWoods.

    1945. Recib el ttulo de Doctor honoris causa de ciencias de mi apreciada Universidad.

    1946. 21-IV. Estoy en Tilton, acompaado por mi madre y por mi esposa, en el lecho de muerte. Sufro del corazn desde hace aos; tuve la primera trombosis coronaria en 1937.

    3. Familia y amigos

    Una vez reseados los hechos claves, me detendr algo en ciertas etapas de su vida, comenzando por el entorno familiar. Lo describe Skidelsky excelentemente:

    Maynard Keynes fue el producto de una no inusual historia de triunfo Victoriano. Fue el mayor de los tres hijos de una familia aco-modada de acadmicos de Cambridge (...). Los Keynes se remonta-ban hasta un caballero normando que haba llegado con Guillermo el Conquistador. Pero el abuelo paterno de Maynard Keynes fue el que rescat a la familia de la pobreza, al amasar una pequea fortu-na gracias a una explotacin hortcola en Salisbury. Su nico hijo, John Neville, se instal en Cambridge en los aos de 1870 como miembro del Pembroke College. Fue filsofo y un economista, au-tor de obras reconocidas sobre lgica y metodologa econmica; ms tarde fue archivero de la Universidad. En 1882 se cas con Flo-rence Ada Brown, hija de un afamado ministro congregacionalista del norte del pas y de una maestra de escuela devota de la causa de

    KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS 35

    la educacin femenina. Los antecedentes de ambas familias eran "capilla y comercio": la llegada a Cambridge fue parte de la asimi-lacin del inconformismo provinciano a las instituciones de la In-glaterra victoriana.

    Los padres de Keynes encarnaban las virtudes victorianas de forma relajada. John Neville Keynes se permita ciertas aficiones. De l tom Maynard Keynes la precisin intelectual y la eficiencia administrativa combinadas con un cierto aire juguetn, aunque es-taba misericordiosamente libre de las ansiedades de su padre. Flo-rence Keynes acometa "buenas causas" pero jams a expensas de su familia. Tanto ella como, en general, los Brown representaban el lado "predicador" y "bienhechor" de la herencia de Maynard; tam-bin posean una veta de inclinacin intelectual. El genio de Keynes fue suyo propio pero sinti que tena que ajustarse a una tradicin social e intelectual.

    La atmsfera familiar en el nmero 6 de la calle Harvey era de alto nivel. El crculo de los Keynes inclua a algunos de los econo-mistas y filsofos ms importantes del momento -Alfred Marshall, Herbert Foxwell, Henry Sidgwick, W. E. Johnson, James Ward-. De joven, Maynard jug al golf con Sidgwick y escribi sobre l con prfida precisin (a su amigo Bernard Swithinbank, el 27 de marzo de 1906): "No ha hecho otra cosa que preguntarse si el cris-tianismo era verdad, demostrar que no lo era y esperar que lo fue-se". Cambridge era menos mundano que Oxford. Aunque Maynard se mezclara con el mundo, sus patrones no fueron mundanos. Juz-g su propia vida y la de otros con criterios intelectuales y estticos. Se impuso al mundo de los asuntos importantes por la fuerza del in-telecto y la imaginacin, pero no fue absorbido por l (Skidelsky (1996) 1998, pp. 33-34).

    Florence no se quedaba quieta afanada tras sus ideales refor-mistas y feministas. Adoraba a Maynard. Neville se ocup escru-pulosamente de su formacin intelectual2. Los Keynes tuvieron dos hijos ms: Margaret y Geoffrey. Margaret se casa en 1913 con Archibald Hill, cientfico de Trinity College, Premio Nobel de Fisiologa y Medicina en 1922. Geoffrey va a Pembroke Co-

    2. Neville es el apellido de su madre (cfr. Harrod 1958, p. 57).

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    llege, como su padre, y es un brillante mdico y bigrafo. Se casa con Margaret Darwin, nieta del famoso Charles e hija de George, eminente astrnomo de Trinity College. Esto nos da una idea del ambiente selecto en que se mova Keynes. Por supuesto, tambin fue selecta su compaa en Eton y en King's.

    Corresponde, si no con el detalle a veces desagradable de Ski-delsky, hacer una mencin a un aspecto de la vida de Keynes que puede tener alguna importancia para comprender mejor sus incli-naciones intelectuales y sus acciones: su homosexualidad. Algu-nos autores como Charles Hession y Ted Winslow le dan una gran importancia. Skidelsky lo desarrolla in extenso. Harrod, cuya bio-grafa de Keynes data de 1951, ni lo menciona, posiblemente por su veneracin y la cercana de su muerte. La actitud habitual de un hombre de bien es pasar por alto las cuestiones privadas. El problema es que lo privado ya se ha hecho pblico. De cualquier modo, se debe reconocer que la principal fuente para este tema son las mismas cartas de Keynes3. Adems, a pesar de la viola-cin que supone su publicacin parcial, es verdad que tiene algu-na ventaja pues, para entender a fondo el pensamiento de una per-sona, hay que conocerla ntegramente. Algunos ven una conexin entre este aspecto de su personalidad y sus contradicciones y es-pritu contestatario, trasgresor, una especie de necesidad de ha-cerse notar. Teorizar sobre este aspecto, como hacen Winslow y

    3. A pesar de que Harrod evita cuidadosamente este tema, pienso que l mismo tiene cierta culpa de su divulgacin por dos motivos. Primero, porque gracias a l la fuente principal para este asunto -correspondencia- se salv de ser quemada (cfr. Skidelsky 2000, p. 493). Segundo, porque Harrod cit algu-nas de esas cartas en su biografa, pero de modo tal que con frecuencia tergiver-sa su sentido, faltando as a la verdad histrica. Si quera ocultar el tema, no po-da hacer este juego. Al manipularlas, obliga a la correccin. El engao respecto a la relacin de Keynes con D. Grant, por ejemplo, es indignante para cualquier historiador que tenga acceso a la documentacin en cuestin. Tam-bin el uso engaoso de citas de las cartas de y a Swithinbank y Strachey. Ms an, Harrod da a entender -sin tener ninguna necesidad de ello- una inclina-cin de Keynes hacia el sexo opuesto, en una poca de su vida en que la historia era muy distinta (cfr. Harrod 1958, pp. 147 y 212).

    KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS 37

    Hession, sera muy aventurado. Yo no soy psiclogo y an si lo fuera, debera argumentar una relacin causal entre estos elemen-tos desde alguna teora psicolgica, lo que sera discutible. En privado, muchas personas me han manifestado que lo ven como un dato clave para entender su pensamiento4. Yo slo me animo a decir que puede haber algo. Agrego que de ningn modo adhiero a un determinismo psicolgico, de modo que pienso que Keynes pudo haber pensado lo que pens al margen de estos condiciona-mientos. Por otra parte, pienso que no sera sensato restar credibi-lidad a sus teoras, fundamentadas en otros terrenos, por una po-sible influencia de su homosexualidad en su formulacin. An en el caso de que hipotticamente esta orientacin hubiera dispara-do, por su creatividad, sensibilidad especial, espritu de contra-diccin o lo que fuera la idea de sus teoras, stas estn basadas en argumentos racionales. Concretamente, pienso que no resta autoridad a su teora del conocimiento ni a su antropologa ni a sus propuestas epistemolgicas. Sin embargo, reconozco que al-gunos rasgos de estas teoras pueden ser ledos e interpretados desde el conocimiento de esta circunstancia y debo dejar abierta la posibilidad de que el lector lo haga as. Slo debo advertirle que su conclusin slo podr ser hipottica. Tratar este punto con brevedad, pero deslizar algn ejemplo o dato, para que se pueda vislumbrar el carcter marcado de esta orientacin y el ca-rcter relajado de algunos de los ambientes en que se mova Key-nes5. Hoy da, yo mismo no sera honesto si no mencionara este asunto.

    Skidelsky piensa, con bastante fundamento, que Keynes tuvo sus primeras experiencias sentimentales en Eton con Alfred Dilwyn Dilly Knox (hijo del obispo de Manchester y hermano del famoso Ronald), quien tambin pas a King's, y con Bernard

    4. Especialmente psiquiatras y psiclogos. Agradezco la ayuda que me dieron en la Sociedad Psicoanaltica Argentina para buscar artculos sobre este tema. Ninguno me pareci concluyente.

    5. Se puede encontrar un buen resumen de los datos relevantes en Hession 1993.

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    Swithinbank quien luego se fue a Oxford (Balliol College). Lo que queda claro es que de igual modo que en mi poca (los aos 70) -y posiblemente en todas las pocas- el tema de los cole-gios de varones eran las mujeres (y a la inversa), el tema del crcu-lo de varones de Keynes eran las posibles variadas experiencias con hombres. Esta especie de sofisticacin se daba entre gente perteneciente a una clase cientfica, intelectual o artsticamente encumbrada. Obviamente en aquella poca todo esto era debida-mente ocultado y daba lugar a una especie de doble vida. Es im-pactante el contraste, por ejemplo, entre el Keynes pblico y el que se esconde en su correspondencia con quien ser, con sus vai-venes, su mejor amigo, Giles Lytton Strachey. La prioridad, sin duda, la tena la esfera privada, donde entraban el amor y la filoso-fa. El 7 de febrero de 1906 escriba a Strachey: el amor es lo pri-mero, la Filosofa lo segundo, la Poesa lo tercero y la Poltica ocupa el cuarto lugar (citado por Skidelsky (1983) 1986, p. 173).

    El amor es lo primero: Keynes va y vuelve de Cambridge a Londres constantemente. Buena parte de los motivos de estas idas y venidas, como muestra Skidelsky, es el amor. Cuando Key-nes dice que lo primero es el amor es que en su vida prctica el amor, sin dudas, tena prioridad sobre cualquier otra ocupacin. Probablemente, adems, no se trate de un amor platnico.

    El ambiente de homosexualidad se contina y acenta en Cambridge, especialmente en esa poca de la Sociedad de los Apstoles, en la que, incluso, se constituye en uno de los crite-rios de seleccin de los nuevos embriones o candidatos, que eran cuidadosamente inspeccionados. Fue precisamente Lytton Strachey, acompaado del luego politlogo Leonard Woolf, quien fue a visitar a Keynes para estudiarlo. Entre Strachey y Keynes, a su vez, seleccionaron a Arthur Lee Hobhouse, quien fue la causa del alejamiento temporal de los dos amigos, pues Keynes se vin-cul afectivamente con l. Pero todo esto no iba en menoscabo del nivel intelectual de las discusiones de los apstoles. En esa poca los apstoles mayores eran pensadores de la talla de White-head, McTaggart, Bertrand Russell y Moore.

    Paralelamente, un buen grupo de apstoles se reunan en Londres en el barrio de Bloomsbury. Este grupo era artsticamen-

    KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS 39

    te muy valioso y an ms libertino que los apstoles. Una enu-meracin de los integrantes nos puede dar una idea. Vanessa Ste-phen perteneca a una de las principales familias de la Inglaterra victoriana que ejemplifica muy bien, como seala Skidelsky, la transicin de un agnosticismo piadoso al atesmo impo (cfr. Ski-delsky (1983) 1986, p. 422). Vanessa se cas con Clive Bell, co-nocido crtico de arte, con quien tuvo dos hijos, Julin y Quentin, poetas, escritores y artistas. Vanessa tuvo otra hija -Anglica, ac-triz y artista- con el pintor Duncan Grant (quien haba sido aman-te de Keynes y de Strachey). A su vez, Clive tena otra amante, Mary Hutchison, escritora, quien encarg murales para su casa de Regent Park a la misma Vanessa y a Duncan. Hacia 1914 Duncan estaba enamorado de David Garnett. Anglica termin casndose con Garnett, el amante de su padre, y no supo hasta los 19 aos que no era la hija de Clive Bell. La hermana de Vanessa, Virginia, se cas con Leonard Woolf y es conocida como escritora bajo el nombre de Virginia Woolf. Se suicid en 1941. Tambin se suici-d la pintora Dora Carrington en 1932, al morir Lytton Strachey, a quien amaba platnicamente. De Lytton digamos que fue un ex-celente bigrafo. Sus obras ms conocidas son la coleccin de s-tiras biogrficas Eminentes Victorianos de 1918 y la excelente biografa de la reina Victoria de 19216.

    Keynes tard en ser aceptado en Bloomsbury, tanto por su in-ters en cuestiones prcticas y polticas como, quiz, por sus pro-blemas afectivos con Strachey -ms grave que el alejamiento por Hobhouse fue el que se produjo cuando le arrebat a Duncan Grant, primo de Lytton-. En 1910 fue incorporndose, fue el mis-mo Grant quien le introdujo en este selecto crculo. En la dcada de 1920 Keynes fue estabilizndose afectivamente hasta que, fi-nalmente, se cas con Lydia en 1925.

    6. Conozco la edicin espaola de Eminentes Victorianos que consta en la bibliografa, de 1937. Celebro la reciente traduccin al espaol de Reina Victo-ria: Strachey 2004.

  • 40 EL PENSAMIENTO FILOSFICO DE KEYNES

    4. Preocupaciones ticas

    Lo ms notable del caso es que este grupo tena -al menos eso decan- preocupaciones ticas, y sus miembros estaban fasci-nados por las enseanzas de Moore. Pensaban que su moral era excelsa y que superaba cualquiera previa. Les interesaba espe-cialmente que, gracias a sta, haban logrado escapar del bentha-mismo. Keynes recuerda la atraccin que sentan por las ideas de Moore en My Early Beliefs:

    Llegu a Cambridge para los Michaelmas de 1902 y los Prin-cipia Ethica de Moore aparecieron al final de mi primer ao. No he odo nunca que esta generacin los haya ledo. Pero, sin duda, su

    j efecto en nosotros, y las conversaciones que los precedieron y pro-siguieron dominaron, y an hoy dominan, todo lo dems (...) Slo para nosotros, los que estbamos activos en 1903, Moore desaloj completamente a McTaggart, Dickinson y Russell. La influencia no slo era irresistible; pero estaba en el otro extremo de lo que Stra-

    j chey sola llamar funesto; era excitante, estimulante, el comienzo de un renacimiento, la apertura de un nuevo cielo en una nueva tie-rra (Keynes, 1971-1989, CW, X, p. 435). Moore era un ferviente creyente en su juventud. Luego per-

    di la fe. Sin embargo, aunque era ateo, no tena ninguna inclina-cin ni comportamiento extraos. Era un pensador auto-exigente, muy preciso y riguroso. En palabras del mismo Keynes, era un puritano. Quiz por eso mismo les causara respeto.

    I Una interesante conversacin con el filsofo moral Geoffrey Warnock ilustra las relaciones entre Moore y los miembros de la Sociedad de los Apstoles y Bloomsbury. Para comenzar opina que lo que ms impresionaba de Moore, aparte de la extrema exactitud y rigurosidad de sus argumentos, era su personalidad. Le preguntan a Warnock cmo Moore lleg a influir en esta gen-te. Responde que el asunto le parece tan cmico como perplejo. La gente influida por los Principia Ethica de Moore era tan dis-tinta a l, y los Principia mismos tan ridos, que la explicacin no est en una adhesin al libro completo y a su mismo espritu

    I muchas veces convencional. Agrega Warnock:

    1

    KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS 41

    Pero tambin est la conclusin a que llega Moore acerca de lo que finalmente es de valor superior en el mundo, es decir, ciertos estados de conciencia asociados a las relaciones personales y al gozo de objetos bellos -lo que ciertamente "suena" a Bloomsbury-. Y luego est su intuicionismo -es decir el rechazo de todo tipo de autoridad en moral; ciertamente la negacin de la posibilidad de cualquier tipo de argumentacin como base del juicio moral-. El juicio moral era para Moore, segn pareca, mucho ms una cues-tin de intuicin final personal o directa, y supongo que esto podra resultar tambin agradable para ese grupo de personas (Bryan Ma-geel971,p.85).

    En efecto, hay dos puntos que encajan muy bien: primero, lo bueno son estados de conciencia asociados a las relaciones per-sonales -a lo que ellos se dedicaban con gran fervor-, y, segundo, el intuicionismo destrona a los principios utilitaristas y victoria-nos como criterios ticos. En efecto, podemos hablar de un con-junto de factores. Sin duda, la honestidad y seriedad de Moore les impresion. Quizs lo ms genuino sea lo que expresa Keynes en sus cartas a Strachey acerca de Moore:

    Es demasiado remoto para tener una relacin agradable o nti-ma, pero desde luego es imposible tratarle como a un extrao (20-XII-1905) y para m, Moore se ha convertido en un mito de impo-sible inclusin en la lista de los apstoles a los que puedo amar. Tengo la sensacin de conocerle slo por referencias, y de que habi-ta con Scrates, Shakespeare y Tomlinson, la trinidad de nuestra santa fe (25-1-1906) (cit. en Skidelsky (1983) 1986, p. 147).

    Por otra parte, eran anti-victorianos pero de races profunda-mente victorianas. No queran creer pero no podan dejar de ha-cerlo. Aunque parezca curioso, encontraban en su desenfreno algo de moral. Era la moralidad de no estar atado a reglas utilita-ristas. Mirando retrospectivamente Keynes le deca a Virginia Woolf en 1934:

    Comienzo a percibir que nuestra generacin, la tuya y la ma... debi mucho a la religin de nuestros padres. Los jvenes... que son educados sin ella, nunca le sacarn tanto provecho a la

  • 42 EL PENSAMIENTO FILOSFICO DE KEYNES

    vida. Son triviales, como perros en su lujuria. Nosotros gozamos de lo mejor de ambos mundos. Destruimos el cristianismo pero disfru-tamos sus ventajas (cit. en Skidelsky (1996) 1998, p. 19).

    Estas interpretaciones coinciden con las del filsofo moral Alasdair Maclntyre (1985, pp. 14 y ss). El profesor escocs sea-la que el pensamiento de Moore es para una poca, y muestra sus falacias. Me parece que el siguiente pasaje de su obra Tras la vir-tud arroja luz respecto a la cuestin que nos ocupa aqu. Est ha-blando de la aceptacin de las doctrinas de Moore por parte de Keynes, Strachey, Leonard y Virginia Woolf:

    Es una gran insensatez, por supuesto, pero es la gran insensa-tez de gente muy inteligente y perspicaz. Por ello vale la pena pre-guntarse si es posible discernir por qu motivo aceptaron la ingenua y autosatisfecha escatologa de Moore. Hay uno que se propone por s mismo: porque quienes llegaron a formar el grupo de Blooms-bury haban aceptado ya las valoraciones expresadas por Moore en su captulo sexto [el que habla de los estados mentales consistentes en afectos personales y goces estticos como los mayores bienes], pero no podan aceptarlas como meras expresiones de sus preferen-cias personales. Necesitaban encontrar una justificacin objetiva e impersonal para rechazar cualquier imperativo excepto el de las re-laciones personales y el de la belleza. Qu rechazaban estricta-mente? No, en realidad, las doctrinas de Platn o de San Pablo, ni las de cualquier otro gran hombre de los catalogados por Woolf o Strachey, diciendo haberse librado de ellos, sino de los nombres mismos en tanto que smbolos de la cultura de finales del siglo XIX. Sidgwick y Leslie Stephen [padre de Vanessa, Virginia, Thoby y Adrin] son descartados junto con Spencer y Bradley, y el conjunto pasado visto como una carga de la que Moore les haba ayudado a desprenderse Maclntyre (1984) 2001, pp. 31-32.

    Es decir, rechazan el proyecto ilustrado de justificacin de la moral, tanto en su vertiente utilitarista como kantiana, que se ha-ba encarnado en el espritu Victoriano. Adoptan junto al intuicio-nismo una moral subjetivista que se equilibra -como se puede percibir en la cita de su carta a Virginia Woolf- con el paso de los aos. Finalmente da lugar a una especie de victorianismo filtra-

    KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS 43

    do que recoge, quizs inconscientemente, muchos valores clsi-cos. Nuestro Ideal, dice en My Early Beliefs, era un Dios mi-sericordioso (CW, X, 442)7. No avanzo ms en este punto pues se retomar en el captulo dedicado a la tica (VI). Lo claro es, paradjicamente, que estamos en un perodo de transicin, que lo es tambin de confusin: los extremos siempre son malos. Por otra parte, nos ayudar a entender varios aspectos del pensamien-to de Keynes.

    La Primera Guerra y las negociaciones de paz son como un punto de inflexin en el que las realidades comienzan a tomar un aspecto ms realista, y Keynes a sentar cabeza. Sin embargo, no va a perder de vista sus preocupaciones ticas y su sentido es-ttico.

    5. Aptitudes y carcter

    Su enorme inters e inquietudes le hicieron preocuparse de una variadsima gama de asuntos aplicando a todos ellos su gran talento. Esta es la palabra: Keynes fue un hombre enormemente talentoso. Andaba por la vida a gran velocidad, con un pluriem-pleo notable, pero sus extraordinarias condiciones le permitan hacer un papel, si no brillante en todos los campos, al menos ra-zonable, y no dar sensacin de velocidad.

    El filsofo de Cambridge Richard B. Braithwaite, quien co-noci bien a Keynes, escribe la nota Editorial de la edicin del Treatise on Probability en los Collected Writtings (volumen VIII). Tambin haba escrito su obituario para Mind en julio de 1946. All sostiene que ningn otro economista haba tenido tanta influencia desde Adam Smith, otro filsofo. Agrega:

    Keynes logr esta influencia por la razonabilidad de su argu-mentacin y la persuasin de su estilo literario, y tambin por su

    7. Agradezco a Mara Jos Iribarne, quien me hizo notar esta preciosa re-ferencia.

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    constante y pronta disposicin a reconsiderar y modificar sus teo-ras generales a la luz de su aplicacin detallada a los problemas ac-tuales. Su mente fue la completa refutacin del error habitual de sostener que un intelecto crtico es incompatible con uno creativo: su continua autocrtica estimulaba su imaginacin constructiva, y sus intereses omnvoros le permitan percibir conexiones que hu-bieran permanecido ocultas a una mente limitada.

    Braithwaite culmina su obituario diciendo: No toc ningn campo de la actividad humana sin adornarlo8. Russell ha escrito en su Autobiografa que el intelecto de Keynes fue el ms agudo y claro que he conocido. Cuando discuta con l senta que estaba en juego mi vida y rara vez terminaba sin sentirme algo tonto (Russell (1967-1969) 1995, p. 69). Lionel Robbins, quien se opu-so a varias ideas suyas pero comparti muchos momentos con l, expresa tambin la admiracin que le tena:

    Ver a Keynes en accin, ser testigo de esas cadas en picado" de los pjaros de su intuicin con los que abra un tema, or su voz nica explayndose con ingenio, comprensin y compasin acerca de los problemas de la vida y la poltica y gozar su compaa genial en los momentos de relax, eran sin duda privilegios que dejaron momentos de oro y ocurrencias en el recuerdo (...) [Haba otros economistas] pero, sin embargo, haba un solo Keynes. Lo que lo distingua a l y le haca estar por encima de todos los de su genera-cin eran ms bien cualidades ms generales de su inteligencia y carcter: la velocidad de su pensamiento y sus percepciones; las ca-dencias de su voz y el estilo de su prosa; su idealismo y fervor mo-ral; sobre todo su presencia que realzaba la vida -como alguien (pienso que fue Sir Roy Harrod) dijo una vez, cuando Keynes entra-ba en un cuarto, todos nos animbamos-. Si busco en mi mente al-gn paralelismo no puedo pensar en nada ms apto que la descrip-

    8. 1946, pp. 283-284. Aado una cita de Braithwaite en cuanto a los auto-res que influyeron en Keynes: Le gustaba considerarse como parte de la tradi-cin que denomin "la alta Intelligentsia de Inglaterra" (que inclua a Locke, Malthus, Mili, Sidgwick, Alfred Marshall), y su propia tica era esencialmente la de los Principa Ethica de Moore (p. 283).

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    cin de Alcibades en El Banquete de la influencia personal de S-crates -el mago que lo pona a uno en trance, an contra el propio juicio y voluntad-. (...) [C]iertamente, considerara a Keynes como el hombre ms notable que he conocido (Robbins 1971, pp. 151 y 193).

    Braithwaite, aunque pensaba distinto, fue discpulo suyo; Russell fue su amigo. Quizs sea ms valioso or lo que dice de l quien es tenido, con cierta razn, por enemigo. Me refiero a Ha-yek. No siempre se citan estos recuerdos suyos -que transcribo eligiendo los pasajes relevantes- en los que, sin dejar de criticar sus posturas econmicas, reconoce sus dotes:

    [Especialmente para mi generacin -l era diecisis aos ma-yor que yo- fue un hroe mucho antes de lograr verdadera fama como terico de economa. No era el hombre que haba tenido el coraje de pronunciarse en contra de las clusulas econmicas de los tratados de paz de 1919? Admirbamos sus libros brillantemente es-critos por su franqueza e independencia de pensamiento (...) [T]ena total confianza en sus poderes de persuasin y crea que poda pulsar la opinin pblica como un virtuoso pulsa su instrumento. Era, por dote y por temperamento, ms un artista y un poltico que un erudito o un estudioso. Aunque dotado de poderes mentales supremos, su pensamiento estaba tan influido por factores estticos e intuitivos como por otros puramente racionales. Aprenda con facilidad y po-sea una memoria notable (...) Era tan polifactico, que cuando al-guien llegaba a estimarlo como hombre resultaba casi irrelevante que pensara que su teora econmica era falsa y a la vez peligrosa (...) Podra haber sido recordado como un gran hombre por todos aquellos que lo conocieron, aun cuando jams hubiese escrito sobre economa poltica (Hayek (1978) 1981, pp. 249,252-253).

    Hayek recuerda que le consigui lugar para vivir en King's en 1940 y que se reunan a conversar los fines de semana. En esos momentos pudo apreciar sus intereses y sensibilidad esttica, his-trica, literaria, bibliogrfica y su patriotismo. Se sorprende de cmo, en l, lo esttico mandaba sobre lo intelectual.

    La lista de alabanzas llenara pginas. Skidelsky recoge mu-chas. Hasta el caso de James Meade, luego premio Nobel, que a

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    pesar de sus conflictos con l, le llamaba My God (cfr. Ski-delsky 2000, pp. 469 y 472 y ss.). Estos testimonios nos hablan de muchas cosas. Una primera, puesto que son posteriores a su muerte, de la maduracin de Keynes. Otra, de que la intuicin era una de sus grandes dotes. Tambin, de un importante componente esttico: sus intereses, su voz y su retrica, su estilo escrito. Fi-nalmente, su magnetismo. Detengmonos entonces un poco en su carcter, cualidades, intereses y aficiones. Skidelsky habla de los dos lados de la mente de Keynes: imagining y counting (Ski-delsky (1992) 1994, p. xxxiii). Me parece que lo retrata muy bien.

    Dentro de su talento, deca, tiene especial importancia su ca-pacidad intuitiva. De esa manera a pesar de las pistas falsas, se-ala su amigo Oswald Falk, capturaba el sentido de los aconte-cimientos ms rpido que los dems (cit. en Skidelsky (1996) 1998, p. 17). Esta cualidad consolidaba su evidente inteligencia. l mismo la propondr como clave en su teora del conocimiento, en su tica y en la economa.

    De natural fue optimista, alegre, an frente a los aconteci-mientos que le afectan personalmente. Su mdico, Janos Plesch, relata de Einstein (y Keynes):

    Disfrutaba un chiste y poda captar el lado gracioso de las situa-ciones que la mayora vea como contundentemente trgicas; y no me refiero a situaciones trgicas para otros, sino para s mismo. Le he visto rer an cuando un contratiempo o desgracia le haba conmo-cionado. A propsito, he notado el mismo fenmeno con otros gran-des espritus -por ejemplo, Lord Keynes- (Plesch 1947, p. 206). Fue generoso con los amigos, los parientes y los artistas. Fue

    un gran pragmtico, para nada dogmtico; dispuesto a cambiar de opinin siempre que lo vea realista, necesario o conveniente. Se manifiesta, por ejemplo, en la siguiente descripcin de P. D. Proctor, asesor del Tesoro:

    Era un abogado sumamente inescrupuloso, manejaba las esta-dsticas como si fuesen goma, y usaba su lengua afilada pero no acre para bromear con sus antagonistas; era absolutamente contra-

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    dictorio, y defenda tesis contrapuestas con la misma virulencia en dos correspondencias simultneas; haca pedazos a un colega por-que aplicaba una poltica que l mismo le haba impuesto un mes o dos atrs. Qu importaba? Todo era parte del maravilloso proceso de invertir las cosas, y sobre todo de pensar con la propia cabeza donde antes uno haba aceptado las cosas por fe, y todo esto con un maravilloso despliegue de ingenio y acrobacia mental incorporados al conjunto (citado por Hession (1984) 1985, p. 352). Fue un gran trabajador. Siempre hizo ms de lo que poda.

    An en sus excursiones veraniegas, en compaa de su familia o de sus amigos, trabajaba muchas horas al da especialmente en sus escritos. Se daba en l esa curiosa capacidad del sajn de ser al mismo tiempo desenfrenado en algunos aspectos o momentos y disciplinado en otros. Se manejaba con soltura en la multiplici-dad, cambiando de un tema a otro con gran facilidad.

    Prefiero que sea Skidelsky quien seale una caracterstica ms bien desagradable: Padeci la maldicin de Oxbridge [Ox-ford-Cambridge] y crey que toda la inteligencia del mundo esta-ba localizada en ese lugar y en sus productos. Con ello vena una visin del mundo profundamente anglocntrica (Skidelsky (1996) 1998, p. 24). En efecto, por ejemplo tena un desprecio muy grande por los norteamericanos. Lo manifest en numerosas ocasiones. Un modo muy suyo de expresarlo es la siguiente afir-macin que tambin recoge Skidelsky: Los negros son la nica cosa original y agradable en Amrica; son encantadores9. Tam-poco quera a los judos (son tan poco asimilables para la civiliza-cin occidental, seala, como lo son los gatos para los perros)l0, ni a los marxistas ". Tiene actitudes arrogantes y pedantes, y un

    9. Skidelsky (1983) 1986, p. 331 y cfr. p. 332. Tambin cfr. Hession (1984)1985,pp.203,230,260,367,372.

    10. Cfr. Skidelsky (1983) 1986, p. 107; tambin cfr. p. 348. Cfr. tambin Skidelsky (1992) 1994, pp. 238-239. Hession (1984) 1985, pp. 240,241,256, 261.

    11. Cfr. Hession (1984) 1985, pp. 277, 290-292, Skidelsky (1992) 1994, pp. 226,236,514-523 y 2000, p. 169. John Strachey (primo de Lytton), quien

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    sentido de su superioridad bien consolidado (cfr. Skidelsky (1992) 1994, pp. 422-423,426). Vale la pena recoger un largo pa-saje de Rafael Rubio de Urqua en el que describe estos aspectos de su carcter y algunas de las incongruencias de su pensamiento y actuacin que mencionamos:

    Keynes nos da, en varios de sus escritos, especialmente en los de carcter biogrfico, autobiogrfico y testimonial, una imagen de s mismo que poco tiene que envidiar, por lo que respecta a rasgos negativos, a las representaciones ms caricaturescas (las esbozadas por Lytton Strachey, por ejemplo) del ingls imperial soberbio y po-sedo de s mismo. Keynes se muestra cargado de "prejuicios insu-lares", de tpicos de gacetilla, de xenofobia (en ocasiones ocultas tras el juicio esttico), de menosprecio consciente por culturas y formas de vida que conoca mal y no entenda, de permanente preo-cupacin por la apariencia ajena, la clase y el rango (incurriendo a veces en esnobismo) y no exento en ocasiones de rudeza y prepo-tencia conscientes. La actitud crtica de Keynes hacia el "viejo or-den" fue, pues, no solamente selectiva, sino prcticamente ambi-gua. Pero esta actitud es, adems, decamos, contradictoria en el sentido de que Keynes valoraba muy positivamente cosas que eran el producto histrico de la concurrencia de elementos (valores, ras-gos de organizacin social, actitudes) que, simultneamente, com-bata y cuya vigencia prctica deseaba contribuir a eliminar. No se trata solamente de inconsecuencia, de no saber relacionar dentro de un esquema causal unas cosas y otras. Se trata de una actitud valo-rad va subjetiva inconsistente. Las caractersticas de estabilidad y buen funcionamiento de las instituciones, orden social, seguridad jurdica, libertad intelectual y otros rasgos sociales que Keynes va-loraba muy positivamente y aun daba por supuesto, no son el pro-ducto natural de cualquier tipo de proceso histrico. Son el produc-to natural de procesos histricos en los que concurre, entre otros, el siguiente elemento: sistemas de normas objetivas orgnicamente coherentes y capaces de reglar prcticamente la conducta de los in-dividuos en el trfico social de modo compatible con la vigencia de

    era muy prximo a Keynes, lo critica por su oposicin al marxismo: cfr. 1935, pp. 206 y ss.

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    un sistema de valores objetivo que, transmitido socialmente, goce de la aceptacin de los individuos. Sistemas de normas y valores de ese tipo (nos estamos refiriendo ahora a propiedades abstractas de stos y no a contenidos especficos) no son compatibles con la con-cepcin de "lo bueno", la moral y los valores sustentada por Key-nes (Rubio de Urqua 1988, pp. 27-28).

    Pero uno podra agregar, en qu poca? No hay que olvidar que Keynes evolucion en este sentido desde su tica subjetivista intuicionista a un cierto nfasis en un convencionalismo pragm-tico. Sin embargo, hay que reconocerlo, l mismo siempre sostu-vo que segua siendo intuicionista. En fin, son incongruencias propias de estos cambios de paradigma.

    Keynes tena un fuerte sentido crtico y en ocasiones lo mani-festaba despiadadamente. Otras era cnico. Las ancdotas al res-pecto tambin son numerosas. En cualquier caso, aplicaba a la conversacin su sentido esttico, tambin para atacar. En cuanto a la crtica a sus posturas, su reaccin dependa de la inteligencia del crtico y de la crtica. Cuando los juzgaba pertinentes, los aceptaba (cfr. Hession (1984) 1985, pp. 281, 286, 302, 348). En cambio, cuando los consideraba torpes, se mostraba agresivo, arrogante o cnico (cfr. Hession (1984) 1985, pp. 83,203,272).

    Skidelsky se detiene tambin en su frivolidad. Dijo de la pol-tica a Swithinbank: Me estoy interesando cada vez ms por la poltica; es un juego divertido que puede sustituir perfectamente al bridge (citado por Skidelsky (1983) 1986, p. 132). Le escribi a Strachey sobre la economa (15-XI-1905): Encuentro la Eco-noma cada vez ms satisfactoria y creo valer para ella. Me gusta-ra dirigir un ferrocarril, organizar un banco o, al menos, estafar al pblico que invierte. Es sencillo y fascinante dominar los principios de estas cosas! (Skidelsky (1983) 1986, p. 171). Acerca del oficio de profesor tambin le escribe a Strachey: Querido Lytton: me alegr mucho recibir tu carta. Hoy cen por segunda vez en la Mesa Presidencial. La comida es excelente y ciertamente uno se siente un profesor. Interpret mi papel admira-blemente; sin embargo, y tal vez porque esto sea tpico de m, el caso es que me hubiera gustado violar a un estudiante en la Sala

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    de Juntas slo para que vieran las cosas en una perspectiva algo ms autntica (21-111-1909) (Skidelsky (1983) 1986, p. 206). Tambin escribe a Lytton (5-VII-1907): Me parece que lo nico que me preocupa de las personas es que tengan una apariencia ra-zonablemente atractiva y una conducta razonablemente amistosa conmigo (citado por Skidelsky (1983) 1986, p. 184). Son relatos de su juventud. Obviamente, con el paso de los aos fue madu-rando; pero siempre conservar ese fondo frivolo y algo burln. Hession recoge el relato de una visita al Presidente Roosevelt en 1934. Aparte de los desprecios usuales relacionados con el hecho de ser estadounidense, estuvo buena parte de la entrevista obser-vndole y pensando acerca de sus manos (decepcionantes), una vieja costumbre de sus aos mozos (cfr. Roy Harrod 1958, p. 42 y Charles Hession (1984) 1985, p. 287). Las ancdotas al respecto podran multiplicarse enormemente.

    La retrica al hablar le resultaba casi necesaria. Tambin al escribir, lo haca con elegancia, estilo y brillantez. Muchos se quejan -con razn- de lo mal escrita que est la Teora General. En efecto, en ella hay un problema de desorden en la exposicin, de mezcla de niveles que implica hacer distinciones sin las que resulta un libro con tesis inconsistentes. Sin embargo, el proble-ma no es de redaccin. Usaba el ejemplo, la metfora, la irona; contaba cuentos, acuaba trminos. Lo haca todo deliberada-mente tanto por sentido esttico como para darse a entender me-jor. Es decir, no usaba la metfora por la metfora misma, por puro esteticismo, sino como camino para el conocimiento. Como seala John Coates (1996, p. 147), Entre las alternativas de la jouissance metafrica y la anotacin cannica austera hay un ca-mino intermedio, y su viabilidad ha sido argumentada y desple-gada por Keynes. Su manejo del ingls es exquisito. Me alegra ver que Skidelsky lo ha destacado:

    Keynes posea maestra en el uso del ingls. Esta fue la clave para su persuasin. Su lenguaje, lgico y robusto, podra sbita-mente tomar vuelo mientras su mente se alzaba ms all de los re-querimientos estrictos de su argumento. Est pendiente un estudio del uso de la retrica por parte de Keynes (Skidelsky 2000, p. xx).

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    Cita, entre otros, a Harry Johnson:

    [Tena] una conversacin muy elegante, hermosamente cons-truida, cada oracin una pieza de buena prosa inglesa y cada prrafo cadenciado: un desarrollo maravilloso (Skidelsky 2000, p. 460). En este sentido, ya en el Treatise on Probability -en la nota

    final del captulo segundo- alaba el estilo de Moore (tiene fuerza y belleza) y critica el de Russell (exageradamente preciso y pe-dante). He reunido una jugosa seleccin de giros y metforas a medida que lea sus escritos. No puedo contarlas todas, pero mencionar algunas de sus obras principales. A veces fueron mal interpretadas: hay que releerlas en el contexto.

    Del gnero de las metforas y ejemplos son famosas la cons-truccin de pirmides, de mansiones poderosas, catedrales, mo-nasterios, misiones extranjeras, y de pozos en el suelo (TG, p. 129, 131 y 212), becerros de oro altos como rascacielos, nuevos Midas (EP, p. 52), jirafas con cuellos ms o menos largos (EP, pp. 286), graznidos de cuervos y cantos de ranas (EP, p. 9), el juego de las sillas y los concursos de belleza por el peridico (TG, p. 154), la burbuja (TG, p. 157), viajes peligrosos y dinosau-rios (EP, p. 318), caballos que necesitan beber (EP, p. 357). Compara el ahorro con la medicina y el consumo con la merme-lada, y dice que han de ser proporcionales (TG, p. 118). Aparece el agricultor que mira el barmetro para ridiculizar comporta-mientos burstiles (TG, p. 149). Propone una inversin perma-nente e indisoluble como el matrimonio (TG, p. 158). El dinero es un tnico, pero el vino se puede caer entre la copa y la boca (TG, p. 170). La desocupacin prospera porque la gente quiere agarrar la luna con las manos; el dinero se parece al queso verde y hay que poner una fbrica de ese queso (un banco central) (TG, p. 226). El pato salvaje se sumergi tan hondo que no podr salir (TG, p. 179)...

    Muchas comparaciones provienen de la medicina; hay reme-dios que curan la enfermedad matando al paciente (TG, p. 3J9). .. Agitar el fantasma de la inflacin como reparo a la inversin en './- [, el momento actual es como advertir de la excesiva corpulencia^ ;: '-i

  • 52 EL PENSAMIENTO FILOSFICO DE KEYNES

    un paciente que se est quedando en los huesos (EP, p. 126). El paciente no necesita reposo sino ejercicio (EP, p. 146). El oro es el nico profilctico contra las monedas convertibles (EP, p. 170). Nos presenta epidemias y gripes (EP, p. 216).

    Otros ejemplos son mecnicos. El hecho de que tengamos problemas con la batera no nos debe hacer suponer que el auto-mvil no sirve y que es preciso volver al tranva tirado por caba-llos (EP, p. 137). Van desfilando excursiones al Polo Sur, minas de cobre, lneas transatlnticas, edificios en la City de Londres, casinos, etctera. Pasando a las ironas, los trabajadores son, por instinto, economistas ms razonables que los de la escuela clsica (TG, p. 27). Los especuladores son lobos, y el pblico, corderos (TG, p. 154). Tambin usa con frecuencia expresiones latinas que nos hablan de su cultura general.

    6. Actividades

    Con todas estas cualidades, a qu se dedic Keynes? Fue fi-lsofo, funcionario pblico, poltico, profesor, economista profe-sional y acadmico, especulador burstil, columnista periodsti-co, empresario, granjero, promotor de artistas y coleccionista de obras de arte y de libros y manuscritos antiguos. Compr cuadros de Delacroix, Picasso, Matisse, Signac, Derain e incluso un Re-noir (cfr. Skidelsky (1992) 1994, p. 29). Tambin compr manus-critos de Newton (cfr. Parsons 1997, p. 46). Ayud siempre a sus amigos de Bloomsbury y a otros muchos ms. Digamos unas pa-labras de algunas de estas ocupaciones, siguiendo su citado orden de prioridades: amor, filosofa, arte y poltica.

    No vuelvo sobre el amor: es suficiente con lo dicho. Ya expli-qu en el prlogo cmo su filosofa empapa todo su pensamiento. Keynes fue un filsofo, y no lo fue malo, aunque no haya pasado a la historia por ello. Muchos han criticado su Treatise on Proba-bility por su indeterminacin en algunos puntos, por la teora mis-ma que propone, y por cierta incorreccin en los aspectos forma-les (por ejemplo, el mismo Braithwaite, Bertrand Russell y Frank Ramsey, entre los contemporneos suyos). La primera imperfec-

    KEYNES Y SUS CIRCUNSTANCIAS 53

    cin me parece una virtud. Cuando no est Keynes seguro lo dice. Un libro no tiene porqu ser perfecto. El autor es honesto cuando expresa sus dudas, y esto no resta mrito al libro. En cuanto a las otras dos, no soy especialista en probabilidad, por lo que no pue-do decir nada. De todos modos, segn mi opinin, la aportacin del libro no debe buscarse en esos