El Parque Regional Del Sureste de Madrid

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© 2006, JOSÉ MARÍA SENDARRUBIA. Textos © 2006, EL SENDERISTA

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FOTOGRAFÍAS: Carlos Sanz (53, 54, 57, 59, 61 , 62). Resto el autor DIBUJOS: Cristina Aguilera PORTADA Y CARTOGRAFÍA: Rafael Sanz DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Elena Lázaro

I.S.B.N.: 84-95368-36-6 Depósito Legal: M-16890-2006 Impreso en España/Prínted ¡n Spain: Villena

Está prohibida la reproducción o almacenamiento total o parcial del libro por cual­quier medio: fotográfico, mecánico, reprográfico, óptico, magnético o electrónico sin la autorización expresa y por escrito del propietario del copyright. Ley de la Pro­piedad Intelectual (1/1996).

INTRODUCCIÓN $&& 7

MEDIO FÍSICO 3 . 11

Localización ........... 11

Relieve y unidades de paisaje 11 Geología..., 16

Suelos 20 Hidrología 22 Clima 27

VEGETACIÓN 31

Biogeografia 31 Ecosistemas florísticos ............... 31 Especies introducidas .-. 46

FAUNA 49

Biotopos 49 Mamíferos 53 Aves 54

Reptiles y anfibios 59 Peces 61 Insectos 62

HISTORIA, ARTE Y CULTURA 65

FIGURAS DE PROTECCIÓN 73

EL CONFLICTO ECOLÓGICO...... 79

EXCURSIONES 85

Recomendaciones 85

Ficha técnica 86 1. HUMEDALES DEL RÍO HENARES "LAS ISUUAS" 89

2. CASERÍO DE HENARES / SOTO DE ALDOVEA 94

3. HUMEDALES DE VEULLA DE SAN ANTONIO " EL RASO" , . , . . „ . 101 4. LA POVEDA - HUMEDAL DE MIRALRÍO 106

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5. PASEO DE LOS CHOPOS - LA GUINDALERA 111

6. EL CARRASCAL DE ARGANDA 116

7. LAGUNAS DE LAS MADRES Y LA ESPERILLA 121

8. LA LAGUNA DE EL CAMPILLO 126

9. CASA EULOGIO - PRESA DEL REY 131

1 0 . CANTILES DE RIVAS 136

1 1 . ESPÁRTALES Y CERROS DEL TELÉGRAFO 141

12 . PINARES DE LA MARAÑOSA 146

13 . EL SOTO DE LAS JUNTAS 151

14 . CERROS DEL PINGARRÓN 156

1 5 . SOTO DE BAYONA 161

APÉNDICE 167 Direcciones de interés 167 Áreas recreativas 167 Centros ambientales 168 Información sobre transporte público 170

GLOSARIO DE TÉRMINOS 171 USTA DE ESPECIES INTERESANTES 173

Especies Vegetales 173 Especies Animales 177

BIBLIOGRAFÍA „ M 181

La velocidad de vértigo, en la que día a día nos vamos desvaneciendo, no deja un mi­núsculo momento para descubrir hermosos parajes llenos de vida, a veces, incluso al lado de casa. Pero, si olvidamos el ritmo que nos impone el acero y hormigón, y nos fijamos deteni­damente, hay un espacio plagado de sorprendentes rincones de gran valor natural al calor de una densa masa urbana como es Madrid y su extrarradio.

El conocido como Parque Regional del Sureste nos brinda la oportunidad de recuperar el aliento tras las frenéticas jornadas repletas de actividad con las que la gran ciudad nos obse­quia. Ahora permitidme que os recomiende una terapia rejuvenecedora y antiestrés en la que vuestras piernas transporten la mente a un lugar de extraña quietud. Quince itinerarios a tra­vés de un espacio natural con personalidad propia permitirá, a todo caminante que se atreva, conocer mejor un paraíso al que cada año se van añadiendo más personas interesadas.

Son paisajes con una gran diversidad de flora y fauna en los que, saliendo por la puerta de atrás de casa, encontraremos miles de aves surcando el cielo entre los perfiles de los cantiles esculpidos por el Jarama y sus afluentes, rodeados de extensas y fértiles vegas salpicadas por infinidad de humedales, que el tiempo va cubriendo de exuberante naturaleza, desafiante an­te el desmesurado crecimiento del tentáculo humano.

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He recorrido todo comino o senda posible buscando la muestro más vivo de lo que un dio fue y de lo que hoy debemos recuperar. Son sólo pequeños testigos de una riqueza asediada, en la que podemos hacer lectura de la evolución del territorio como soporte de la vida. Vida que si somos capaces de conservar nos enriquecerá con saludables entornos donde recrearnos en armonía y respeto mutuo. Por ello, os invito a degustar estas gratificantes rutas de fácil acceso, tanto si usamos el transporte público como el privado. Además su diseño permite adaptarse a personas de cualquier edad y condición física debido o su extrema sencillez ( e n la mayoría de los casos y según época del año).

Rutas, que se muestran como alternativa a los atascos y masificaciones cotidianas produ­cidos los fines de semana en las carreteras que buscan la montaña y la playa más tradicional, cada vez menos idílica y saturada.

Rutas cuyo diseño ha tenido en cuenta la posibilidad de satisfacer, desde las necesidades del más aventurero amante de una naturaleza recóndita, hasta las del menos experimentado, pasando por el paseo familiar distendido y observador. En unas, el pasado histórico muestra pequeños destellos de lo que fue un paraíso explotado por la realeza y nobleza de la época; en otras, nuevas y tímidas instalaciones ambientales prometen recuperar todo su esplendor para las futuras generaciones. La esperanza de mejorar tan interesante espacio pasa por la divulgación de sus valores, que no son pocos, y a su vez, sentirnos identificados con él.

Para su mejor comprensión he querido dar cierto interés a los primeros capítulos del libro facilitando la interpretación del paisaje que vamos a recorrer; además, las sugerentes foto­grafías e ilustraciones servirán de avanzadilla a la hora de sumergirnos en este interesante espacio natural.

Quizás sea demasiado arriesgado decirlo, pero, si participamos todos en su cuidado, pro­bablemente llegue a ser un lugar de referencia donde demostrar que hombre y naturaleza siempre fueron de la mano, y así tendrá que ser, si queremos garantizar nuestra propia su­pervivencia.

Por ello, os recomiendo como complemento indispensable a la lectura del libro que inten­téis recorrer cualquiera de los itinerarios propuestos; estoy seguro de que no será la última vez que lo hagáis.

Situado en el centro peninsular, el Parque Regional se encuentra localizado en el sureste de la Comunidad de Madrid. Este ámbito posee un marcado carácter periurbano que se acentúa en el sector noroeste del espacio protegido en contacto con los nuevos desarrollos urbanísticos de la capital y los municipios colindantes inmersos en el corredor industrial del Henares.

El área territorial mantiene una dirección dominante N-S paralela al eje fluvial del Jara-ma donde se incluyen los tramos finales de sus afluentes principales en la zona: Henares, Man­zanares y de forma casi testimonial el Tajuña. También hay que destacar la inclusión de áre­as de campiña cerealística en el oeste del Parque (campos de cereal y olivares al este de Pinto y Getafe), y un reducto de páramo calizo en su parte más oriental (Carrascal de Arganda).

El ámbito territorial del Parque Regional del Sureste comprende una superficie total de 31.550 hectáreas incluyendo áreas de los municipios de San Fernando de Henares, Torrejón de Ardoz, Cosloda, Mejorada del Campo, Vetilla de San Antonio, Rivas-Vaciamadrid, Arganda, Madrid, Getafe, Pinto, San Martín de lo Vega, Valdemoro, Titúlela, Ciempozuelos, Chinchón y Aranjuez.

Los límites del área protegida coinciden por el norte con la línea férrea Madrid-Barcelo­na, en su cruce con la vega del Jarama siguiendo su curso hacia el sur hasta llegar unos kiló­metros aguas abajo de la confluencia con el Tajuña, concretamente en el paso de la carretera M-305 con dirección a Aranjuez. En la parte más occidental el límite lo marca las proximida­des del núcleo urbano de Pinto cerca de la autovía A-5, mientras que por el este el límite se encuentra en Lo Dehesa del Corrosca/ perteneciente al municipio de Arganda del Rey.

Como se ha señalado anteriormente, el eje vertebrador del espacio natural es la cuenca baja del Jarama. Muestra su efecto cincelador del paisaje a través de un relieve suavemente ondulado, creando perfiles más abruptos donde la incisión vertical de la erosión fluvial da lu­gar a cortados de grandes dimensiones, llegando a desniveles próximos al centenar de me­tros. Incisiones que parten de las cumbres más altas del parque situadas en torno a los 750 m.

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(cerros del Carrascal de Arganda) hasta tocar fondo en la zona más meridional de la vega, aguas abajo de la confluencia entre el Jarama y el Tajuña que ronda los 500 metros de altitud.

En este rango altimétrico podemos encontrar desde ámbitos de un dominio claro de la lla­nura fluvial formada por los ejes de los principales ríos, pasando por la presencia de morfo­logías onduladas en las cuestas y páramos terciarios, hasta llegar a los perfiles de gran verti­calidad moldeados por la acción erosiva de los cursos fluviales en contacto con las citadas cuestas yesíferas.

La distribución de las morfologías estructurales se canaliza a través de los siguientes con­juntos geomorfológkos: el bloque mioceno Espartinas-Marañosa-Rivas cuya disposición N-S for­mo el sector occidental. Incluye la depresión Prados-Guatén originada por el paleocauce del Man­zanares (Pleistoceno inferior-medio) antes de su captura por un arroyo que vertía en el Jarama, aguas arriba, desviando su cauce y dando lugar al que conocemos actualmente. Paralelamen­te discurre la depresión del Jarama y afluentes, de disposición N-S, localizada en el centro del espacio protegido. Por último, flanqueando el sector sur-oriental, se levanta el bloque Pinga-rrón-Vallequillas-Arganda en contacto con los páramos alcarreños.

Las características propias de estos conjuntos geomorfológicos permiten diferenciar cua­tro unidades principales de paisaje detalladas a continuación:

FONDOS DE VALLE (VEGAS Y SOTOS). Los valles del Jarama y sus afluentes englobados den­tro del Parque son los auténticos distribuidores de exclusividad y diversidad biológica. A par­tir de este punto se van sucediendo los demás conjuntos fisiográficos dando lugar a un rico mosaico de paisajes en áreas relativamente pequeñas. Así, la presencia de agua en un espa­cio donde no abundan las precipitaciones marca la diferencia respecto a territorios cercanos. La alta disponibilidad de agua ¡unto al alto grado de desarrollo edáfico de los fondos de valle posibilita la profusión de importantes masas vegetales y comunidades animales a pesar de la hostilidad climática de la región.

El tipo de ecosistema dominante es el soto fluvial o bosque de galería, hoy día muy mer­mado por las continuas intervenciones humanas, que lo relega a escuetas franjas en las cer­canías de los ríos. Intercalando los sotos y ocupando amplias extensiones de la vega, los cam­pos de cultivo aprovechan el óptimo estival gracias al milagro de los sistemas de regadío instalados. Por último, entre sotos y cultivos se localizan numerosas láminas de agua (sobre­pasan ampliamente el centenar) con diferentes morfologías y grado de naturalización fruto del abandono de la actividad extractiva de áridos. Algunos trabajos de restauración y la rápi­

da recuperación que el medio ha hecho de ellas ofrecen en la actualidad uno de los máximos valores del parque.

Junto a las mencionadas llanuras de inundación, los abanicos fluviales y coluviales, se in­cluyen además de las terrazas bajas próximas al cauce de los ríos.

CANTILES YESÍFEROS. La unidad sedimentaria yesífera que flanquea las vegas fluviales con­forma un paisaje entre ondulaciones y abruptas incisiones del terreno. El singular relieve resul­tante posee personalidad propia, desarrollando una vegetación muy característica bajo suelos poco evolucionados y una geomorfología compuesta por cantiles, farallones y bloques de yeso que se desgajan del núcleo sedimentario. La diferencia altitudinal sobre los fondos de valle no es muy amplia, apenas sobrepasa el centenar de metros, pero es lo suficientemente importante como para embellecer e introducir importantes elementos enriquecedores del paisaje. Profundos barrancos de corta longitud y media pendiente se abren paso buscando el cercano cauce de los principales ríos e incidiendo en los cantiles que el Jarama y el Manzanares perfilan con su diná­mica erosiva. Así, la variedad de morfologías derivadas de todos estos procesos abre un amplio abanico de posibilidades para especies de fauna y flora especializadas en dichos medios.

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Ejemplos significativos son los cantiles de Rivas y La Marañosa levantados sobre los valles del Jarama y del Manzanares que albergan una engañosa riqueza biológica y que, con el pa­so del tiempo, van evolucionando positivamente a pesar de la histórica intervención de la ma­no del hombre y de la incesante actividad urbanística desarrollada en sus proximidades.

En algunos casos es fácil observar intercalados sobre los materiales yesíferos niveles de terrazas altas cuaternarias y pequeños reductos del páramo calizo culminante ofreciendo ma­yor variedad litológica a la unidad.

CAMPIÑAS Y LLANURAS CEREALÍSTICAS. La prolongación de cerros yesíferos hacia el oeste del Parque da lugar a una unidad dominada por terrenos llanos o con suaves lomas, tan sólo interrumpidas por algún que otro cerro testigo (Cerro de los Ángeles, 670 m) donde el factor más destacado es el uso agrícola de secano alternando cereal con olivar, este último en menor medida.

Se trata de espacios abiertos desprovistos de vegetación arbórea y transformados por la actividad humana en campos de cultivos, los cuales, tras su abandono, son colonizados por un matorral esencialmente compuesto de retamares y algún coscojar que en un futuro deberían

dar paso a un encinar mediterráneo. Los lugares más representativos se encuentran en las cam­piñas del este de Getafe, Pinto y Valdemoro.

A pesar de su escaso valor paisajístico y estético actual, son interesantes por albergar pre­ciadas poblaciones f aunísticas entre las que destacan colonias de dos especies amenazadas de gran valor ambiental como la avutarda y el cernícalo primilla.

PÁRAMOS CALIZOS. En el sector oriental del espacio natural protegido se ha incluido de for­ma un tanto representativa un reducto perteneciente a la serie del páramo compuesto de ca­lizas neógenas donde se hallan las altitudes máximas del parque (entre 650 y 750 metros). Se pueden considerar los relieves culminantes de la Fosa del Tajo y, desde aquí, se puede mar­car el límite entre las vertientes y laderas que bajan al Jarama y las puertas de La Alcarria madrileña. Es, por lo tanto, un espléndido mirador del Parque Regional localizado a los pies de estos seductores montes.

Sobre dicha tipología litológica se asienta un bosque mediterráneo compuesto esencial­mente de quercíneas como la coscoja, la encina o el quejigo acompañadas de un rico cortejo florístico dominado por matorrales y arbustos de gran diversidad entre los que cabe citar

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romeros, ¡oros, cornicabras, espantalobos, arces, etc. Sin embargo, el abuso y degradación sufrido en tiempos pasados ha tenido que ser contrarrestado con recientes reforestaciones de coniferas en un intento de recuperación de los valores de este rico ecosistema escasamente re­presentado en los espacios protegidos de la Comunidad de Madrid. Junto al bosque y el ma­torral se cultivan olivares, algunos de gran reputación como los de Campo Real y viñedos de reconocido prestigio como los de Arganda, sin olvidar los usos cerealísticos presentes en toda la zona. En general, forman un mosaico dominado por pequeñas y medianas parcelas que tien­den a ser cada vez más escasas por el avance de los procesos urbanizadores.

El Parque Regional del Sureste se caracteriza por tener una rica diversidad geológica, jun­to a otros elementos que condicionan unos rasgos geomorfológicos propios. Los grandes con­trastes se presentan fácilmente visibles en pequeñas distancias y cortos periodos de tiempo convirtiendo al paisaje en un marco increíblemente dinámico y cambiante.

Todo el conjunto forma parte del área centroseptentrional de la Cuenca de Madrid, que junto con la del Duero y la del Ebro componen las tres grandes cuencas terciarias del interior peninsular. Durante el periodo Mesozoico la cuenca de carácter endorreico, sin salida al mar, llegó a acumular grandes cantidades de material sedimentario. A partir de este momento, los materiales mesozoicos que cubrieron la zona fueron deformados a consecuencia de la oroge­nia alpina (Cretácico terminal-Paleoceno inferior), dando lugar a bloques hundidos (grabens) que recibieron los aportes sedimentarios procedentes de los bloques levantados (horsts) por el mismo proceso, formando actualmente el Sistema Central. Durante el Mioceno inferior y me­dio la cuenca interna facilitaba la formación de lagos y pantanos que depositaban yesos y car-bonatos en función de las condiciones climáticas dominantes. Posteriormente, un conjunto de fracturas tardihercínicas reactivadas por una serie de compresiones tectónicas, coincidiendo con el reajuste tectónico del zócalo, fueron aprovechadas para organizar una red de drenaje flu­vial con dirección final NNE-SSO terminando en el océano Atlántico.

Así, durante el periodo Cuaternario, los depósitos acumulados por la dinámica de transporte mediante grandes acarreos y mantos de aluvionamiento, junto a la sedimentación creada en la cuenca constituyen, hoy día, un conjunto de niveles de terrazas a distinta altitud sobre el cau­ce actual del Jarama.

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Como resultado, la mencionada evolución geológica ha dejado en la zona dos tipos de ma­teriales bien diferenciados:

MATERIALES DE ORIGEN TERCIARIO. La facies química y lagunar terciaria datada en el Bur-digaliense-Vindovoniense está constituida por arcillas, margas y yesos formados en condicio­nes evaporíticas hipersalinas que se acumulaban bajo extensos lagos poco profundos con una sedimentación fina en el centro de la cuenca. Los depósitos resultantes forman la unidad in­ferior del Mioceno (hace unos 15 millones de años) con espesores de hasta 600 metros.

Las rocas evaporitas integradas en los depósitos terciarios poseen un alto contenido en ye­sos, carbonatos (magnesita-dolomita), balitas, anhidritas y sulfatos sódicos. Su alta solubili­dad produce ciertos fenómenos parakársticos como oquedades en la roca y paleodolinas o pro­fundos barrancos de paredes casi verticales entre los cuales cabe destacar El Salobral de Titulda, donde el hundimiento de áreas cavernosas unido a la acción de un exiguo caudal de aguas salobres ha zanjado un estrecho y hondo barranco con abundantes depósitos de se­dimentos salinos.

La facilidad con la que estos blandos materiales se moldean queda patente en sus conti­nuas transformaciones morfológicas dando lugar a grandes desprendimientos en las zonas más vulnerables (en especial durante el periodo de lluvias más intensas) y dejando en pie desa­fiantes farallones alternados por profundas grietas, simas y cavernas. Un buen ejemplo de es­te tipo de formaciones se puede encontrar a lo largo de los aproximadamente 15 kilómetros que se prolongan les cantiles de La Marañosa. Mientras, en las vaguadas cuyo fondo suele ser plano y no tienen bien definida una red de drenaje, los encharcamientos temporales precipi­tan las sales formando auténticos saladares propios de estos ambientes singulares.

La unidad intermedia del Mioceno (Aragoniense medio-Vallesiense inferior) se sitúa de for­ma discordante sobre la anterior y su espesor máximo no llega al centenar de metros. Es des­tacaba la ausencia de facies salinas integrantes de la unidad inferior. Así, dominan princi­palmente calizas, margas y dolomías procedentes de una sedimentación lacustre diluida. La erosión ha dejado una interesante muestra de pequeñas plataformas en las partes más altas del parque a modo de testigo del espesor máximo que este tipo de sedimentación dejó por la zona. En el Cerro del Telégrafo la facies dominante está integrada típicamente por lutitas ver­des y carbonatos tableados, mientras que al otro lado del Jarama la facies dominante se com­pone de niveles de arcillas, limos laminados y cuerpos tabulares de arenas. Sobre esta unidad y formados en el último tercio del Plioceno (hace unos 5 millones de años), coincidiendo con

el basculamiento de la cuenca hacia el oeste, se sitúan unas series sedimentarias dominadas por materiales arcillosos y calcáreos, además de conglomerados cuarcíticos con incrustaciones y bloques desprendidos del periodo anterior y donde es fácil encontrar nodulos de silex muy apreciados en la industria lítica prehistórica. El conjunto forma la unidad superior o calizas del páramo con menor representación dentro del perímetro del Parque Regional.

DEPÓSITOS CUATERNARIOS. Sobre los materiales terciarios, los distintos depósitos cuaterna­rios (Pleistoceno y Holoceno) han dado lugar a diferentes niveles de terrazas, llanuras de inun­dación, conos de deyección y taludes bajo cantiles y farallones. Las terrazas se levantan hasta los 150 metros sobre el fondo del valle, muchas veces intercaladas entre los materiales tercia­rios. Las forman arenas, gravas y cantos cuarcíticos procedentes de los aportes de valles supe­riores. Mientras, los aportes más modernos dan lugar a conos fluviales y llanuras de inundación

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formadas en el Holoceno, es decir en los últimos 10.000 años. Están principalmente constitui­das a base de pequeñas gravas, arenas y limos.

Se pueden diferenciar tres niveles principales de terrazas cuya compleja organización, lo-calización y composición litológica varía notablemente:

-Las Terrazas bajas situadas en la llanura de inundación holocena, cuyo nivel se estima en torno a los +3-15 metros, están compuestas de materiales muy variables en función de la dinámica fluvial a la que se asocien. En general son materiales jóve­nes formados por gravas, limos y arenas situados en las inmediaciones de los cauces fluviales incluso de los arroyos más importantes con escasa elevación sobre los mis­mos. Son los mas apetecidos por las explotaciones de extracción de áridos. -Las Terrazas medias formadas durante el Pleistoceno superior contienen gravas, arenas y limos unidas por una matriz de carácter arcilloso. Se localizan ¡unto a las Te­rrazas bajas pero se pueden elevar hasta los +15-30 metros. Son frecuentes en las proximidades de los núcleos urbanos y campos de labor aledaños. -Las Terrazas altas forman extensiones intercaladas con el Cuaternario medio (Pleistoceno medio e inferior) y el Terciario fruto de la evolución erosiva de laderas y la red fluvial existente. Se sitúan normalmente entre los +30-90 metros y superan en algunos ámbitos los +120 metros, muchas de ellas colgadas y aisladas por la erosión. Poseen una escasa potencia de aluviones constituidos principalmente por gravas de distinto tamaño y conglomerados con diferente grado de compadación. Se observa un color más oscuro y una morfología más redondeada en los cantos.

La presencia de una cuenca fluvial de cierta magnitud como es la del Jarama aporta una interesante variedad de suelos a la zona. Su rango se extiende desde los más esqueléticos, si­tuados sobre los cerros y cuestas yesíferas, hasta los más ricos y profundos de origen aluvial formados en las vegas próximas a los cauces de agua principales. Con una gama de colores que van desde el ocre al blanquecino pasando por los marrones y grises, los suelos también configuran el paisaje y es de vital interés su análisis en la relación con el desarrollo vegetal y animal. Los principales factores que influyen en los complejos procesos de formación y trans­formación tanto física como química de los suelos comprenden desde el tipo de roca madre

hasta la características climatológicas de la zona pasando por el tipo y densidad de vegetación o los condicionantes fisiográficos existentes.

En este espacio geográfico de dinámica erosiva muy activa e intensa intervención huma­na, las continuas modificaciones a las que son sometidos advierten de su extrema fragilidad y de la importancia que poseen para albergar el lógico desarrollo biológico.

Entre los más comunes se encuentran los siguientes tipos:

-Incepfisoles: son suelos de mediano desarrollo formados a partir de rocas calizas. Poseen un color pardo con una textura franca o franco-arenosa y un alto contenido en carbonatos. La profundidad varía en función de la topografía normalmente ondulada. Abundan en las formaciones terciarias del páramo y sobre materiales margoarcillosos de las cuestas yesíferas. Son equiparables en la clasificación FAO a los leptosoles. -Aridisoles: son suelos poco productivos, de escaso desarrollo y con presencia de sales solubles en su composición. Dominan sobre materiales yesíferos ofreciendo un aspecto de marcada aridez edáf ica y siendo poco aptos para el cultivo debido a su pobreza y es­casa evolución. En la clasificación de la FAO se pueden equiparar a los gypsisoles.

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-Al f isoles: son suelos profundos de gran potencialidad productiva localizados prin­cipalmente sobre terrazas cuaternarias. Poseen una saturación media y un grado de alteración reducida. Dominan los colores claros y las texturas francas con moderado contenido de carbonatos. Constituyen las amplias vegas ubicadas en los márgenes del Jarama. Se pueden equiparar a los calcisoles definidos por la clasificación de la FAO. -Entisoles: se trata de suelos jóvenes, no evolucionados, con un marcado carácter arenoso y presencia de algunas sales que le otorga tonalidades claras. Desarrollados en los aluviones cuaternarios son frecuentes en las proximidades de los ríos Manza­nares y Jarama, así como de los arroyos de mayor dimensión. Se pueden equiparar a los fluvisoles según la clasificación FAO.

El territorio que ocupa el Parque pertenece a la Cuenca Hidrográfica del Tajo, concreta­mente a la subcuenca del Jarama, formando parte de los tributarios del norte del río Tajo. El Jarama, nacido en Somosterra cerca del pico Coto de Montejo (2047 m), es el río más impor­tante que discurre de norte a sur por la superficie del Parque.

A lo largo de sus 194 kilómetros, atraviesa terrenos de distinta naturaleza, correspondiendo principalmente a su tramo alto litologías de tipo ácido y a los tramos medio-bajo los suelos más básicos. La pendiente medio desde su nacimiento hasta su encuentro con el Tajo es de un 7% y su cuenca hidrográfica ocupa una extensión total de 11.597 km2.

Sin embargo, el discurrir en su tramo medio-bajo lo hace describiendo un trazado lineal con importantes meandros, favorecidos por su escasa pendiente y por los desprendimientos masi­vos en los cantiles yesíferos colindantes. Durante su caída obstaculizan el paso de las aguas des­viando la trayectoria que con el tiempo tiende a aproximarse de nuevo a los cantiles hasta la consecución de nuevos desprendimientos. Como ejemplo destacado se encuentra la Finca del Piúl situada en uno de ellos.

Con mayor dificultad es posible encontrar meandros abandonados como el situado en el Castillo de Aldovea de origen bastante reciente, ya que se formó en enero de 1970 tras un episodio de intensas lluvias. Suelen ser fruto de estrangulamientos y acortamientos produci­dos normalmente en épocas de grandes crecidas cuyo poder erosivo se incrementa de mane­ra espectacular. Pero la frecuencia de estos fenómenos parece disminuir en los últimos tiem­pos. La sensible reducción de la sinuosidad del Jarama influida por factores antrópicos está

produciendo una aceleración en los procesos de rectificación de su trazado, aumento de la pen­diente y un mayor encajamiento al aumentar su poder erosivo.

Junto al Jarama se encuentran también dentro del área protegida el tramo bajo del río Manzanares, la confluencia del Tajuña y los seis últimos kilómetros del Henares, todos afluen­tes del mismo.

En cuanto al régimen natural de los ríos, hay que decir que tienen un carácter pluvial ó pluvionival, así el caudal máximo se suele producir en los meses de febrero-marzo con acu­sados estiajes durante el verano llegando a los mínimos anuales en los meses de agosto-sep­tiembre. Sin embargo, los caudales naturales se hallan muy modificados debido a los em­balses existentes en sus cabeceras, cuyo destino principal es el abastecimiento urbano de Madrid, y a los pequeños azudes destinados al regadío influyendo notablemente en la rela­ción régimen de precipitaciones y caudal de los ríos.

Los estimaciones sobre las aportaciones medias anuales del río Jarama en régimen natu­ral en su tramo medio son de 841 hm3, que aumenta hasta los 873 hm3 antes de unirse con el río Henares. En la zona entre dicha confluencia y la del Manzanares se incrementa hasta

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1553 hm3 y alcanza los 1817 hm3 antes de recibir los aportes del Tajuña. finalmente el Jara-ma aporta al Tajo unos 2131 hm3 al año.

Por otro lado, la red de drenaje secundaria del área está formado por numerosos arroyos y barrancos de carácter estacional. Los dos arroyos con caudal permanente son, el de Pantue ña, nacido en la localidad de Anchuelo y que se une al Jarama en Velilla de San Antonio con unos aportes medios anuales de 25 hm3, y el arroyo Culebro con 13 hm3, afluente del Man­zanares, cuya confluencia se localiza en las proximidades de La Aldehuela.

Otros arroyos menos importantes a destacar son, el Vilches, situado al norte de Argan-da, el barranco de los Almendros, que desciende de las calizas del páramo para incorporarse al Jarama por su margen izquierda, y el arroyo de la Cañada que rodea Ciempozuelos por el norte.

En cuanto a las características hidrogeológicas de la zona destaca la presencia de dos siste­mas acuíferos: los denominados Sistema Terciario de Madrid-Toledo-Cáceres y las Calizas del Pá­ramo de la Alcarria, ambos dentro de la cuenca del Tajo. Dentro del primer sistema se distin­guen dos formaciones de características diferentes: el Terciario y los aluviales del Cuaternario.

El Terciario está formado por tres tipos de materiales de distinto comportamiento: acuífe-ro detrítico (gravas y arenas arcósicas), facies de transición (arcillas, calizas, margas y yesos) y facies químicas (yesos con intercalaciones de arcilla, caliza y margas).

El Cuaternario es la formación más importante por su extensión y características. Se ha­lla sobre los materiales terciarios siguiendo las vegas y terrazas de los ríos principales. Son aluviales y depósitos fluviales formados por gravas, arenas, limos y arcillas cuya permeabili­dad facilita la infiltración y circulación de un importante flujo de agua. El nivel superior del flujo de agua mencionado se conoce como nivel freático. Este varía dependiendo de las ca­racterísticas topográficas del terreno y fluctúa a lo largo del año en función de los aportes re­cibidos esencialmente por los principales cursos fluviales y, en menor medida, por pequeños acuíferos procedentes del conjunto terciario circundante. Así, la profundidad del nivel freático oscila entre 3 y 7 m según las zonas y época del año.

Ligado a la intensiva actividad de la extracción de áridos en la llanura cuaternaria, un in­cesante y demoledor fenómeno antrópico ha originado una importante concentración de hu­medales. La maquinaria empleada profundiza durante el proceso de excavación por debajo del nivel freático liberando el agua hacia el exterior y dando origen a más de un centenar de láminas de agua de distinto tamaño y profundidad. Constituyen un complejo sistema hidráu­lico estrechamente vinculado al fluvial en donde se suceden continuos intercambios de agua.

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Las lagunas reciben un aporte principal de agua procedente del acuífero fluvial en su ca­becera que, a su vez, ceden de nuevo en la parte inferior de las mismas o en las situadas aguas abajo del rio usando de nuevo el acuífero. Este proceso es lento y muchas veces ha provoca­do estados de marcada eutrofización favorecidos por la concentración de contaminantes de origen urbano y agrícola. Como solución al problema en muchas lagunas se han construido desagües artificiales facilitando la renovación de la masa de agua y mejorando su calidad. Se pueden citar a modo de ejemplo los casos de la Laguna del Campillo, El Raso y Las Islillas en­tre otros.

Las aguas de los ríos, especialmente las del Jarama, son aguas sulfatadas, bicarbonata-das y cloruradas con un pH medio de entre 7 y 9, además de poseer alto índice de conducti­vidad. Los flujos subterráneos existentes bajo la unidad yesífera junto a la escorrentía super­ficial sobre la misma van mineralizando sus aguas según se trasladan hacia el cauce principal al entrar en contacto con los materiales que la componen. De esta forma se incorporan ele­mentos como el sodio, magnesio, calcio y distintos sulfatos al proceso de circulación hidrológi­ca de la zona concediendo un importante grado de exclusividad al entorno que es aprovecha­do por numerosas especies difíciles de observar en otros ámbitos ecológicos.

Por último, es interesante resaltar los movimientos internos de agua en las lagunas de ma­yor dimensión, caracterizadas por un tipo de circulación invernal donde el enfriamiento del agua superficial aumenta su densidad haciéndola descender, mientras en verano se estratifi­ca en diferentes capas superpuestas de características térmicas diferentes más cálidas y me­nos densas según se aproxima a la superficie.

En cuanto a la calidad de las aguas, se puede apreciar una leve mejoría durante los últi­mos años debido a los planes de saneamiento, controles en los vertidos y recuperación de la vegetación ribereña en algunos tramos, aunque todavía se encuentre lejos de alcanzar la ca­lidad óptima que garantice el pleno desarrollo biológico correspondiente a este medio.

Las característicos climáticas del Parque Regional se encuadran dentro de un tipo medite­rráneo templado con un ombroclima seco.

Así, la precipitación media anual se sitúa en torno a los 450 mm con ligeras variaciones que descienden según nos desplazamos hacia el sur. De los 465 mm recogidos anualmente en Bara­jas, situado al norte del extremo superior del espacio natural, se baja hasta los 420 mm de me­dia anual en Aranjuez, justamente localizado en el extremo opuesto. Mientras, la evapotranspi-radón media anual oscila entre 700 y 800 mm según la altitud y la orientación de las laderas.

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Esta evaporación es especialmente intensa en los meses estivales, periodo de marcada sequía que puede durar de tres a cinco meses, en le» cuales se recoge una media inferior a los 50 mm.

La precipitación se reparte estacionalmente de forma muy similar entre el invierno, la pri­mavera y el otoño, con aproximadamente un 30 % de la precipitación total en cada estación dependiendo de los años, mientras que durante el verano se recoge sólo el 10 % restante. Los meses con mayor índice de precipitaciones son noviembre y abril superando los 50 mm de me-dia, mientras que julio y agosto registran los mínimos anuales por debajo de los 20 mm.

Las lluvias son producidas en su mayoría por la acción de sistemas frontales originados en el Atlántico y que se introducen en la península por el oeste y suroeste, ya que los proceden­tes del norte se topan con la, siempre difícil de franquear, barrera montañosa del Sistema Cen­tral. Por otro lado, las escasas lluvias estivales suelen ser de origen convectivo-tormentoso, muy locales, a veces intensas y muy irregulares. Los días con precipitación en forma de nieve o gra­nizo no superan la decena anual.

La irregularidad interanual que presenta el régimen pluviométrico es bastante marcada con la presencia de años secos donde las precipitaciones anuales no llegan a los 300 mm. No se observan diferencias significativas en la distribución de la precipitación atribuibles a facto­res topográficos ya que los desniveles no son lo suficientemente importantes como para rete­ner las masas nubosas que transitan por la zona, tan sólo se deduce un ligero aumento en las zonas de contacto con los páramos alcarreños donde pueden rondar los 500 mm anuales.

La temperatura media anual se sitúa en torno a los 12-14 °C, con medias estivales de 22 a 25 °C, e invernales entre 4 y 6 °C. La oscilación térmica media anual, por tanto, alcanza los 16-21 °C. La duración media del periodo de heladas es de tres a cinco meses, siendo seguras en diciembre, enero y febrero, mientras que en noviembre y marzo-abril son sólo probables. En contraste, la temperatura media de las máximas supera los 30 °C en julio y agosto llegan­do a superar los 40 °C en determinados días del verano. La amplitud térmica diaria es bastante acusada, muy notable al final del invierno y principios de otoño (marzo y octubre), con regis­tros de más de 20 °C de diferencia entre el día y la noche.

A diferencia de las precipitaciones, se aprecian variaciones locales ligadas a factores to­pográficos en las máximas y mínimas, sobre todo por inversión térmica en fondos de valle du­rante situaciones anticiclónicas invernales provocando heladas de cierta intensidad (se han re­gistrado mínimas por debajo de los -10 °C) y también por la aparición de nieblas persistentes en los mismos valles favorecidas por la humedad generada en los ríos y humedales.

Por último, hay que resaltar las direcciones de viento dominante, como es la componente suroeste de carácter húmedo y templado, con porcentajes superiores al 56 %, seguida de la componente sur, más cálida y seca, con valores próximos al 25 %.

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Corológicamente, hay que encuadrar al territorio ocupado por el Parque en la Región Mediterránea, provincia biogeográfica Castellano-Maestrazgo-Manchega y, en concreto, en el sector Manchego. A diferencia de otros espacios geográficos (principalmente los de montaña) y, debido a sus escasas diferencias altitudinales (250 metros entre el punto más alto y el más bajo del parque), éste queda incluido integramente en el piso bioclimático Mesomediterrá-neo. Así, el principal hecho diferencial de dicho territorio lo marco su pertenencia a una gran cuenca fluvial como es la del Jarama dando lugar a dos grandes conjuntos fitosociológicos: las series climatófilas y las series edafófilas.

Mientras las primeras dependen de las características climatológicas de la región donde se ubican, las edafófilas prosperan en medios excepcionales del suelo aprovechando normalmente condiciones o aportes hídricos extraclimáticos favorecidos por la presencia de ríos, humedales, manantiales o acuíferos próximos a la superficie.

Por lo tanto, lo que biogeográficamente debería ser un encinar mesomediterráneo com­puesto por la asociación Blupeuro regidi-Querceto rotundifoliae sigmetum con dominio de la encina (Quercos //ex bailóla), es precisamente la comunidad florística menos representada ac­tualmente en el Parque Regional. Tal circunstancia ha sido motivada por múltiples factores tan­to de origen natural como antrópico. La colonización de especies edafófilas, la extrema xeri-cidad de determinados ámbitos (series edafoxerófilas), y sobre todo, la intervención humana transformando los potenciales encinares en suelos para uso agrario y urbano relegan a dichas formaciones vegetales a puntos muy concretos y de reducidas dimensiones dominando un mo­saico de comunidades permanentes de carácter azonal.

Es en este apartado donde se puede realizar una detallada descripción de la vegetación en función de su grado de especialización en los diferentes ecosistemas que ocupa. Como se ha podido apreciar en el apartado anterior, los rasgos climáticos no son los grandes condicio­nantes de la distribución florística a diferencia de otros ámbitos de la geografía peninsular.

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En el Parque del Sureste la vegetación está íntimamente ligada al sustrato donde se asienta y a las diferencias sustanciales existentes en cuanto a composición y grado de desarrollo, todo ello al margen de la incombustible intervención humana. De esta forma se podrían distinguir tres grandes ecosistemas florísticos llenos de matices y con una gran variedad de formaciones vegetales distintas entre sí.

El primer ecosistema corresponde a sotos y humedales situados en los fondos de los va­lles de los principales ríos. Normalmente se localizan en las altitudes más bajas del parque en­tre las cotas 500 y 600 metros, pero sin grandes diferencias climáticas respecto a otras altitu­des de la región, tan sólo algunas oscilaciones en la temperatura debido a factores microclimáticos (presencia de láminas de agua, proximidad a cantiles rocosos, etc.).

La importancia de estos ecosistemas es vital por su función como corredores de biodiver-sidad y distribución biológica a través de una extensa red interconectada por los cauces flu­viales. Contribuyen a la colonización ininterrumpida de las poblaciones vegetales evitando su fragmentación y empobrecimiento, además de aportar una rica diversidad al medio que van atravesando.

Desde el punto de vista hidrológico cumplen una labor esencial en la regulación del ciclo controlando las inundaciones y el arrastre masivo de los sedimentos, que se complementa con la depuración de los contaminantes vertidos por las actividades propias del hombre. Pero, tam­bién, hay que añadir la contribución al embellecimiento paisajístico y a su valor como sopor­te de una gran variedad de habitat animales.

Sin embargo, la fracción de tan necesario ecosistema representada hoy día por el bosque de galería ó soto fluvial respecto a su extensión potencial es mínima. En la actualidad sólo se conserva apenas un 3% del mismo y en la mayoría de los casos bastante degradado. La regu­lación de los caudales en la cabecera ha permitido aumentar el porcentaje de tierras ganadas a los ríos debido a la menor incidencia de inundaciones en los últimos cincuenta años acercán­dose cada vez más a los cursos fluviales.

En condiciones no alteradas por la mano del hombre las amplias vegas del Jarama, He­nares y Manzanares se verían cubiertas por una impenetrable y densa maraña de árboles, ar­bustos, lianoides y herbáceas propias de un mundo ajeno al que el clima reinante impone en la región. La magia se recrearía en el interior de estos bosques de carácter fresco y umbroso haciéndolos apetecibles en cualquier época del año por su función termorreguladora.

Detrás de tan singular conjunto florístico se esconde un gran organismo vivo organizado en distintas bandas de vegetación según su proximidad a las masas acuáticas dependiendo de

la capacidad para tolerar en mayor ó menor medida las condiciones de exceso de humedad, aunque también influyen otros factores como la salinidad, granulometría y composición de los suelos, etc.

La banda de vegetación más próxima a la lámina ó cauce de agua estaría compuesta por saucedas y tarayales higrófilos conservados aún en determinados tramos de los grandes ríos, en los islotes que se forman en su interior y, también, en los últimos años colonizando las lagunas recién creadas tras las ya conocidos explotaciones de áridos.

En la mayoría de los casos éstas mantienen sus raíces bajo el agua gran parte del año y dejan caer sus ramas sobre la corriente de agua sirviendo de freno a la misma y sujetando el suelo cercano a la orilla. La fauna ribereña aprovecha esos ambientes creados como refugio ante los depredadores y para la observación de sus posibles presas. La extensión de dicha fran­ja depende mucho de la horizontalidad de las orillas y de su facilidad para ser inundada. A modo de ejemplo, es interesante citar las ¡untas del Henares-Jarama y Manzanares-Jarama como referente en la conservación de estos ecosistemas.

Las especies arbóreas y arbustivas que componen esta primera banda son: distintos tipos de sauce (Salix alba, Salix salvifolia, Salix triando y Salix fragilis principalmente), acompañados

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esporádicamente de tarays (Tamarix galilea), saúcos (Sambucas nigra), algún fresno (Fraxi-ñus angustifolia)y chopo (Populus alba) y casi de forma testimonial el aliso (Alnus glutinosa) en cierta desventaja respecto a sus competidores debido a sus apetencias por ambientes más ácidos y menos contaminados. Junto a ellas, se levanta un enmarañado estrato lianoide don­de nuezas {Brionia dioica), lúpulos (Humus lupulus), correhuelas (Caiysíegia sepium), dulca­maras (Solanum dulcamara), zarzamoras (Rubus ulmifolius) y hiedras (Hederá helix) tejen en los sotos mejor conservados un impenetrable manto verde ofreciendo cierta similitud al de los bosques tropicales. Sobre el suelo les acompañan herbáceas como la cicuta (Cicuta virosa, Conium maculatum), el sauquillo ó yezgo (Sambucus ebulus), ortigas (Urfica dioica), romazas (Rumex acetosa, Rumex palustris), aros (Arum italicum), plantagos (Plantago lanceolata, Plantago mayar), cenizos (Chenopodium opulifolium), etc.

La segunda banda de vegetación en relación con la proximidad al flujo acuático estaría re­presentada por una a lameda-tarayal edafohigrófila. La diferencia fundamental respecto a la anterior es su alejamiento de la masa de agua que es relativamente compensado con el ac­ceso al nivel freático bajo el suelo cercano a la superficie en numerosas áreas colindantes.

La menor periodicidad con la que actualmente estas zonas son inundadas por las creci­das, se ven ahora favorecidas por la presencia de numerosas láminas de agua de origen arti­ficial con distintas morfologías y tamaños dibujando un nuevo mosaico en la distribución de la vegetación.

La banda intermedia parece encontrar un periodo para la recuperación en algunos tramos de los ejes fluviales favorecidos por el abandono en ciertos puntos de antiguas tierras de cul­tivo y algunas explotaciones de áridos una vez restauradas.

De esta forma, son fácilmente visibles abundantes brotes de jóvenes álamos blancos (Po­pulus alba) junto a ejemplares adultos de esta especie de rápido crecimiento colonizando nue­vas superficies. Lo mismo se podría aplicar al taray (Tamarix gallica), especie que prolifera en distintos medios y que actualmente posee una mayor representación de lo que sería en condi­ciones normales, y en menor medida el fresno (Fraxinus angustifolia), el álamo negro (Popu­las nigra) y algún olmo (Ulmus minor) cuyo porte rara vez llega a ser arbóreo.

En cuanto al cortejo flortstico en estratos inferiores varía según las condiciones microto-pográficas (pequeñas vaguadas, taludes, etc.) que condicionan la mayor ó menor disponibili­dad de humedad y el grado de evolución de la masa vegetativa. Es destacable la presencia de

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especies pertenecientes a la primera banda coexistiendo con otros de exigencias más xéricas típicas de la banda más alejada. De esta manera pueden verse majuelos (Crataegus monogyna), el rosal silvestre ó escaramujo (Rosa canina, /?. Pouzinii), el cornejo [Comas sanguínea), el an­taño codiciado regaliz ó paloduz (Glycyrríhza glabra), la zarzamora (Rabas ulmifolius), sau­quillos (Sambucus ebulus), rubias (Rubia peregrina), el amor del hortelano (Gaiium aparíne) y gramadales de (ynodon dactilon junto a otras especies como el hinojo (henkulum valga-re), candileros (Pblomis lychnitis), esparragueras (Asparagus albus), gordolobos (Verbascum tbapsus), marrubios (Marrubium vulgare), etc.

Al igual que la banda anterior cumple un papel importante como lugar de cobijo a un nu­trido y diverso número de especies animales sobre todo en áreas bien conservadas.

Por último, en las zonas más alejadas de cauces y humedales se localiza la tercera banda perteneciente a las potenciales olmedas. Y, hay que poner énfasis en la palabra potencial de­bido a su lamentable estado de conservación ya que varios factores han influido en su degra­dación hasta dejarlas en términos de auténtica testimonialidad ó de reducto relídico. Dos son los grandes factores que han exterminado las olmedas hasta casi su desaparición como tal. El primero de ellos es la ocupación del territorio donde deberían desarrollarse de forma natural

por actividades principalmente agrarias, pero también por las urbanas, extractivas e indus­triales. El segundo motivo es la conocida enfermedad de la grafiosis que desde hace unas cuan­tas décadas viene padeciendo uno de los árboles más emblemáticos a lo largo de la historia, el olmo (Ulmus minor). Hoy día podemos apreciar el intento de esta especie por sobrevivir a tan nefasta enfermedad con la profusión de nuevos brotes que, al llegar a su madurez, caen inevitablemente victimas de la enfermedad dejando un tenebroso aspecto marchito tras de sí.

Pero, existen raros ejemplares que sobreviven milagrosamente a dicha enfermedad y que suscitan el interés científico en aras de solucionar el problema. Uno de esos reductos se sitúa en la olmeda de Casa de Eulogio a la vera del Manzanares, donde un alto porcentaje de ol­mos prosperan ajenos al mal que les acecha, desafiando las leyes de la naturaleza y ofreciendo una nueva oportunidad a su propia supervivencia. Distintos programas para la recuperación de la especie intentan la colonización con ejemplares cuyo material genético procede de este afortunado rincón del Parque Regional.

Como se ha mencionado anteriormente, la actividad agraria se apoderó de su háb i ta j j j&d ro en las franjas que quedan libres de la áreas cultivadas se puede contemplar la coayíyintia"" de especies climatófilas con especies edafófilas. En el caso de las acequias y canale^feri^gg,'^

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crean ambientes de mayor disponibilidad hídrica que atraen especies con una mayor necesi­dad de agua, mientras en taludes artificiales y áreas de tierras más compactadas especies más xéricas ó nitrófilas buscan su oportunidad. Así, álamos blancos y negros (Populus alba y Po-pulus nigra) crecen ¡unto a las valiosas retamas (Retama sphaerocarpa) fijadoras de nitróge­no atmosférico, majuelos (Crataegus monogyna) y tarayes (Tamarix gallica) ¡unto a algún ma­torral gypsófilo y una extensa representación de comunidades nitrófilas entre las que se podrían citar la malva (Malva sylvesiris), pepinillo del diablo (Eáallium elaterium), viboreras (Echium italicum), bolsa de pastor (Capsella bursa-pastoris), distintos tipos de cardo (Silybum marianum, Scolymus hispánicas, etc.), con especial interés por su gran porte capaz de alcan­zar más de dos metros en la toba gigante (Onopordum nervosvm), y así, un largo etcétera.

Antes de finalizar el apartado referente a sotos y humedales queda una interesante comu­nidad por analizar, es la correspondiente a los carrizales ó cañizares y la vegetación acuática. Los carrizales están constituidos por gramíneas de gran altura, las cuales pueden llegar a medir más de dos metros. Su habitat principal es el talud y orillas inundadas en torno a los humeda­les de la zona (ríos y lagunas) y su óptimo desarrollo lo alcanzan durante la época estival. Son interesantes por el papel primordial que poseen para la protección de la fauna ligada a dichos ámbitos y por su capacidad pionera en la colonización de ambientes degradados (graveras). Sin la existencia de estos carrizales sería muy difícil el normal desarrollo de actividades vitales para la fauna como la reproducción o el cobijo ante depredadores.

Las especies más representativas son el carrizo (Pbragmites avstralis), el junco acuático (Sapas locustas), la espadaña ó enea (Typba angustifolia y Typha áomingaensis) que poco a poco sustituye al carrizo según va aumentando la profundidad, el junco churrero (Scirpus ho-loscboenus) y el trébol (Trifoliom repens) ubicados en zonas de mayor variabilidad hídrica, la pamplina de agua (Samólas valerandi), la salicaria (Lythium salicaria) y la verónica acuática (verónica anagallis), estas últimas conviviendo entre los carrizales. Por último, inmersas en charcas y lagunas crecen berros (Nastorium officinale) o el Myriophyllum spicatam y flotan­do, la lenteja de agua (Lemna gibba) que en algunos remansos puede formar verdaderas al­fombras verdes.

El segundo gran ecosistema corresponde al matorral gypskola o aljezar (procede del árabe y significa el yesar). Se encuentra ligado generalmente a las cuestas y páramos mioce­nos próximos a las vegas fluviales y situados en torno a los 550-650 metros. Aunque la alti­tud no es un factor discriminatorio en la distribución de dicho matorral, si lo son las caracte­rísticas edáficas del sustrato, así como la orientación e inclinación de las laderas. Como indica

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la propia palabra, Gypsófilo es todo organismo amante de los ambientes yesíferos, muy ex­tendidos por el Parque Regional del Sureste. Son áreas con suelos poco evolucionados, con es­casa capacidad de retención hídrica y fuertes pendientes que dificultan el desarrollo de la ve­getación arbórea en la mayor parte de los casos, pero que ha constituido una rica aunque no muy densa cobertura (en torno al 50%) compuesta por matorrales especializados de diversas especies. Las extremas condiciones climáticos unidas a las duras características edáficas han obligado a las especies vegetales a desarrollar estrategias de adaptación al estrés hídrico y a las acusadas oscilaciones térmicas. Se pueden citar la pérdida de masa foliar estival (Rbam-nus lyáoides y Colutea arborescens), el recubrimiento por finas borras (Teucrium polium) o por concreciones cristalinas salinas (Heliantemum squamatum), floraciones invernóte (Gyp-sophila strutbium), etc. Las partes no cubiertas por el matorral permanecen libres de vegeta­ción la mayor parte del año salvo en primavera que es invadida por pastos generalmente te-rófitos. Históricamente han sido fielmente aprovechados para pastoreo, coincidiendo con las zonas con mayor representación de formaciones vivaces nitrófilas. De su conservación depende la regeneración de estos empobrecidos suelos capaces de albergar grandes sorpresas en cuan­to a diversidad y exclusividad botánica.

Entre los tipos de formaciones vegetales más comunes cobe destacar eljabunaly el onti-nar, una clase de matorral bajo y poco denso dominado por la ¡abuna (Cypsophila struthium) que convive con especies como la ontina (Artemisia berba-olta), sobre todo en llanos y hon­donadas de carácter nitrófilo y otras no menos interesantes como el tomillo sapero (Franke-nia thymifolia), el sisallo (Salsola verniculata), el zumillo (Tbapsia villoso), diferentes tomillos (Thymus zigis, Tbymus mastichina y Tbymus aranjuezü), este último endémico de la región, y asi, un largo etcétera.

Otra comunidad de interés es e\ orzaga!, asociación vegetal amante de ambientes nitrófi-los, yesíferos y salinos al igual que la anterior pero formada por orzagas (Atriplex balimus), limonios (Limonium dkhotomun), ajenjos ó escobillas pardas (Artemisia campestris) cuyos ta­llos rojizos le confieren un aspecto peculiar a este tipo de matorrales.

Muy ligados a las comunidades anteriores, los harmagales, no son muy difíciles de encontrar. La asociación dominante salsola-peganetum barmalae además de sisados (Salsola vernicula­ta) y alhormas ó harmagas (Peganum harmala) también cobija al arrancamoños (Xanthium spinosum) y a otras especies halófilas anteriormente citadas.

Pero si existe una comunidad que, tanto para la configuración estética del paisaje, como para la estabilización edáfica cumple un papel primordial, esa es la del atochar ó espartal cuyo referente principal es el esparto basto ó atocha (stipa tenacissima). Es una formación ca­paz de adaptarse a los rincones más áridos y menos apetecibles para el resto de especies y además se establece como etapa inicial de áreas degradadas favoreciendo el crecimiento de especies más exigentes. Se distribuye a lo largo y ancho de cuestas y páramos, pero en de­terminadas zonas de elevada pendiente y exposición solar, se queda sólo formando comuni­dades casi monoespecíficas mejorando en tan inhóspitos lugares las características microcli-máticas, captando el agua de escorrentía y enriqueciendo las condiciones esqueléticas del suelo donde se asienta. A todo lo anterior, habría que añadir el importante papel etnológico prota­gonizado por tan singular especie en la fabricación de cestería diversa, escobas, espuertas, cor­deles, para producir carbón e incluso papel. Su utilidad es conocida desde tiempos remotos, concretamente desde el periodo Neolítico y su nombre procede del griego sparton cuya deno­minación hacía referencia a cordajes trenzados que usaban incluso para construir puentes.

La intrincada topografía propia de los relieves de cuestas y páramos crea numerosos espa­cios para el desarrollo de una muy diversa vegetación, así en niveles avanzados de evolución el coscojar (Queráis coccihra) tapiza los lugares menos degradados escondiendo una rico variedad de especies a su alrededor. Numerosas leguminosas como el estrágalo (Astragalus alopecuroidesl

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el chucarro ó asnallo (Ononh fridentala), la garbancera (Ononk huticosa), la aulaga (Genista scorpius) y el arborescente espantalobos (Coluteo arborescens), cuya escasa presencia le relega a áreas muy concretas como ciertas laderas de los cantiles de Rivas-Vaciamadrid.

Junto a ellos se desarrolla una extensa lista de especies típicas como la gualda (Reseda suffruticosa), el ajo rosado (Alium roseum), el gamón (Asphodelus olbus y Asphodelus Ramossus), la hierba de las coyunturas (Ephedra fragilh), el albardín ó esparto fino (Lygeum spactum), el nazareno ó matacandiles (muscorí racemosum), además de numerosas especies pertene­cientes a las familias de las cruciferas, labiadas, compuestas, etc.

Antes de analizar el siguiente ecosistema hay que decir que, en los puntos donde las con­diciones geológicas y la naturaleza del roquedo facilitan la aparición de manantiales y sur-gencias de cgua, se crean nuevas condiciones para aumentar la rica diversidad ya existente, introduciendo especies de otros ecosistemas e incluso algunas arbóreas como tarays, álamos, olmos, majuelos y el protegido y difícil de encontrar tamujo (Securinega tinctoria). Aunque no se deben olvidar especies rupícolas tradicionales como la uva de gato ó pampajarito (Sedum sediforme) y el ombligo de venus (Umbilkus rupesíris) ocupando las grietas y oquedades, cier­tamente abundantes en las anteriormente citadas morfologías.

& evidente el interés que puede suscitar para cualquier aficionado a temas botánicos un paseo por estos ambientes, en especial durante los meses primaverales.

El último de los grandes ecosistemas representados en el Parque Regional del Sureste no es por ello el menos importante, pero si es el peor conservado de todos. El encinar manchego, al que hace referencia el siguiente apartado, muestra en los escasos reductos conservados en mejores condiciones un paisaje testimonio de lo que debería ser una amplia extensión del par­que y de otras regiones vecinas. Su área potencial se relaciona con un tipo de vegetación más climatófila que edafófila, pero con ciertos matices ya que puede desarrollarse tanto en el pá­ramo calizo como en las campiñas de secano, incluso en los cerros yesíferos cuando se reúnen las condiciones idóneas. Entre los mencionados lugares potenciales, hoy día, sólo se puede ci­tar un reducto bien conservado de encinar manchego dentro de ciertos puntos situados sobre el páramo calizo oriental. Las características del encinar manchego pueden variar según el t i­po de litología al que quede asociado. El problema radica en que, tanto en áreas de campiña, como en los cerros yesíferos, no existen masas representativas suficientemente evolucionadas, salvo alguna excepción en la zona de La Marañosa; sin embargo, en el páramo se localiza un

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mejor ejemplo de estos importantes ecosistemas. Es por dicho motivo por el cual el análisis se basa principalmente en las características del Carrascal de Arganda como mejor exponente de los encinares mediterráneos típicos de la región.

A pesar de la reciente intervención del hombre con la introducción de coniferas, la mues­tra es bastante fiel a la estructura de un encinar basófilo mediterráneo.

Se localiza a una altitud media entre los 650 y 750 metros, es decir en las zonas más ele­vadas incluidas dentro de los límites del Espacio Natural Protegido. Por la disposición de las la­deras situadas en la margen derecha del Jarama, al estar orientadas hacia el noroeste, la pre­disposición para el desarrollo de estas masas vegetales es mayor. No sólo se crea un ambiente con mejores condiciones de humedad al ser laderas más umbrosas que las situadas en la otra orilla del Jarama, sino que también las temperaturas son ligeramente más frescas que en al­titudes inferiores, lo que favorece el crecimiento de especies no existentes en otras partes del Parque. La última aportación viene dada por las características litológicas, que en gran medi­da ayuda al mantenimiento de la humedad requerida para el desarrollo vegetativo. Por estas circunstancias es fácil encontrar la presencia de un árbol más exigente hídricamente que la en­cina (Quercus //ex sp. bahía), y no es otro que el quejigo (Quercus faginea), con el que com­parte el dominio potencial arbóreo de la zona.

El quejigo cuando llega a su madurez crea un microclima muy favorable para el desa­rrollo de ciertas especies vegetales más sensibles a la aridez circundante, además su carácter caducifolio (marcescente) y la aparición de agallas (bolas producidas al inflamarse el tejido tumoral a causa de la picadura de un insecto de la familia de los cinípedos) le distinguen sen­siblemente de su pariente cercano la encina.

En cuanto al cortejo florístico acompañante hay que decir que es bastante rico y variado, incluso puede ofrecer un espectacular colorido en primavera.

El estrato arbóreo y arborescente lo forma, a parte del quejigo y la encina, la coscoja en etapas de mayor degradación y escaso desarrollo edafológico. Junto a ellos, son frecuentes los majuelos (Crataegus monogyna), y en menor medida el espantalobos (Colutea arborescens), ejemplares aislados de los vistosos arces de montpelier (Acer monspessulanum) e incluso el al­cornoque (Quercus súber). Trepando por troncos y ramas es fácil ver distintos tipos de ma­dreselvas (Lonicera etrusca, Lonicera Implexa), hiedras (Hederá belix) y rosales silvestres (Ro­sa canina, Rosapuzinii, Rosa micrantba) configurando el estrato lianoide.

En los claros de las zonas arboladas, el matorral se abre paso con gran vigorosidad en un variadísimo espectro de especies, muchas de ellas de agradables aromas. A parte de las más

comunes como la aulaga (Genista scorpius), el espino negro (Rbamnus lycioides), el jazmín (iazminum fructicans) y la retama de bolas (Retomo sphaerocarpa), aparecen otras difídles de localizar en otras partes del Parque como son el torvisco (Dopbne gnidium), algunas ¡aras ó estepas (Cistus salvifolius, Gstus albidus, Gstus clusii), labiérnagos (Phillyrea angustifolia), romeros (Rosmarinas ofíicinalis) y alguna cornicabra (Pistacia terebintbus).

Si el estrato se aproxima más aún al suelo, la variedad de matas pequeñas y plantas de menor envergadura aumenta nutriéndose con numerosas especies de jaguarzos y jaguarci-llos (Haiimium viscosum, Heliantbemum pilosuni, Helianthemun canum, etc), tomillos (Tby-mus mastkbina, Ibymus zygis), tomillos botoneros ó santolinas (Santolina cbamaecyparissus), espliegos (Lavandula latifolio), ajedreas (Satureja montana), siemprevivas (Helkbrysum se-

rotinum), etc. Dentro de las plantas vivaces se pueden destacar los milamores (Centrantbus calcitrapa),

la hierbacana (Senecio //V/di/sjy la pimpinela menor (Sanguisorba amor). Entre las bulbosas hay varias especies de orquídeas (Oréis paillonacea, Ophrys speculum, Umodorum abortivum), gamones (Asphodelus albus) y nazarenos (Uuscari comosum) entre otras.

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Por último y tapizando el suelo en pequeños rodales aislados se desarrolla la gayuba (Are-tostaphyllos uva-ursi), muy rara de encontrar pero de gran interés para la formación edáfica y como eficaz freno a la erosión.

Creo que se puede justificar un análisis por separado de la flora del Parque a partir de es­pecies introducidas artificialmente por el hombre y que han conseguido adaptarse al medio con mayor o menor facilidad según los casos.

Desde el periodo Neolítico, el hombre intervino en la configuración del paisaje haciéndo­se cada vez más patente con el paso del tiempo. En este caso sólo se hará especial hincapié en especies arbóreas y arbustivas que, a través de la historia y en los años más recientes, han te­nido un papel relevante en la composición florística actual.

Entre las que se cultivaron con fines agrarios y que hoy día colonizan distintas áreas de forma natural como el resto de especies se pueden citar la higuera (fícus carica), de apeten­cias rupícolas y tendencias caldcólas. Confinadas en espacios inverosímiles y desafiando en

muchos casos las leyes de la gravedad crecen en cantiles, grietas y oquedades de la roca (ye­sos y calizas), aunque también lo hacen en la vega ¡unto a acequias y canales de riego sin lle­gar a formar en ningún caso masas compactas. El almendro (Prunas dulck), también ha colo­nizado nuevos territorios a partir de las casi extintas zonas cultivadas. Se han adaptado a todo tipo de ambientes, incluso a los más áridos como los aljezares creciendo espontáneamente y desarrollando técnicas de adaptación al fuerte estío veraniego con importantes pérdidas de masa foliar. La caña común (Arundo donax), es otra especie introducida por el hombre desde épocas romanas cuyos usos han sido variados, principalmente en la construcción de techados, cobertizos, chozas, etc. Hoy día es frecuente en la llanura aluvial llegando a formar grandes rodales de gran altura en algunos casos (Lagunas de Velilla).

En épocas más recientes (Siglos xvm y xix), la búsqueda de espacios de recreo y esparci­miento en los fértiles y frescos valles de la zona propició la plantación de pinares, principal­mente de pino piñonero (Pinas pinea) y pino carrasco (Pinus balepensisl El primero conser­va algunos ejemplares centenarios de gran porte (Caserío de Henares, El Negralejo, etc.), pero su comportamiento no ha favorecido demasiado su colonización en la zona. Por el contrario el segundo se ha adaptado mejor al entorno debido a sus menores exigencias edáficas y cli­máticas, además se han llevado a cabo numerosas repoblaciones en los últimos 50 años, en especial sobre páramos calizos y terrenos yesíferos (La Marañosa, Cantiles de Rivas, Carras­cal de Arganda, etc). En su etapa más madura, y debido a la densidad de ejemplares en mu­chos casos, acaban empobreciendo los suelos, acidificándolos e impidiendo el crecimiento de las comunidades autóctonas. Sería necesario tomar medidas de mantenimiento y cortas selec­tivas con el fin de reducir dicha densidad y facilitar la recuperación de la flora nativa.

Junto con las coniferas se plantaron plátanos (platanus hispánica), robinias (Robinia pseu-doacacia), acacias tres espinas (Gleditsia triacanihos) y otras especies de sombra con una f i ­nalidad puramente ornamental embelleciendo paseos, palacetes y casas de campo. A partir de estos lugares y, siguiendo vías que favorecen la colonización, han ¡do adaptándose a los nue­vos territorios circundantes.

Más recientemente y ligadas a distintos planes de restauración ambiental, creación de áreas recreativas ó ajardinadas próximas, existen un nutrido grupo de especies que, en ma­yor o menor medida, han tenido facilidad en sus procesos colonizadores. Se pueden destacar el árbol del paraíso (Elaeagnus angustifoüa), sauce llorón (Salix babilónica), arce negundo (Acer negando), olmo de siberia (ülmus pumita), árbol de los dioses (Aiianíbus altíssima), etc. De los últimos citados, el olmo de siberia compite territorialmente con el autóctono olmo común,

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muy mermado por la grafiosis, hibridando en muchos casos con él y empobreciendo genéti­camente a la especie original, aunque le ayude a superar la enfermedad. El arce negundo, plantado en parques y jardines, aparece de forma silvestre en áreas de buenos suelos y cier­ta humedad pero sin llegar a dar lugar a comunidades extensas. Por el contrario, el árbol de los dioses procedente del continente asiático, se comporta como un verdadero invasor. De rá­pida colonización y crecimiento, muy resistente a los incendios y capaz de rebrotar fácilmen­te de cepa, puede formar grandes comunidades adaptándose a todo tipo de ambientes, inclu­so los más pobres y degradados.

También con fines silvícolas ó para moderar el efecto de inundaciones y crecidas se culti­van en la vega algunas especies híbridas de chopo entre las que destaca el populus x cana­dienses Moench (híbrido de populus nigra y populus deltoides) de rápido crecimiento, corta longevidad y con visibles procesos colonizadores.

Por último, hay especies de menor porte con cierto interés por su vistosidad, que han conseguido extenderse por el Parque Regional como la bella malvarrosa (Alcea rosea), el azu­lado lirio germano (Iris germánica), etc.

No se puede pasar por alto el incalculable valor ambiental que la gran representación de comunidades faunísticas del Parque Regional del Sureste aportan al territorio protegido. Esta situación hace que nos encontremos en uno de los puntos calientes en biodiversidad del cen­tro peninsular a pesar de las continuas injerencias ejercidas por la actividad humana. En total se encuentran catalogadas 21 especies de mamíferos, 179 especies de aves, 16 especies de anfibios y reptiles y 11 especies de peces. Expertos de distintas procedencias y disciplinas vi­sitan con asiduidad este verdadero santuario para muchas de ellas, difíciles de observar en otros territorios del país.

La diversidad de biotopos existentes en la zona facilita la especialización animal en estos ámbitos complementado con un complejo entramado de relaciones vitales entre unas especies y otras, siendo siempre necesarias e interdependientes. Quizás, el estudio y compresión de las mencionadas relaciones nos estén alertando de la extrema fragilidad del enmarañado ecosis­tema, sobre todo cuando sufre las continuas agresiones derivadas de nuestra actividad coti­diana. Pero también demuestra que cualquier intervención o modificación de dicho medio pue­de abrir nuevas oportunidades para el desarrollo de la vida, como es el caso de las graveras abandonadas tras su explotación.

Unos y otros factores hacen de este lugar un ámbito apasionante para la observación y se­guimiento de una rica y sorprendente variedad de biotopos y su correspondientes habitantes.

Antes de analizar los grupos faunísticos existentes, sería interesante describir las condi­ciones que hacen que las especies se relacionen con los diversos ecosistemas aquí representa­dos. Así, queda demostrado que cualquier elemento natural ó en muchos casos humano loca­lizado en el Parque puede llegar a convertirse en elemento necesario para el futuro desarrollo de una ó varias especies.

Es precisamente, el medio físico, el lugar donde van a reproducirse, aparearse, buscar ali­mento, esconderse de los depredadores y, en definitiva, desarrollar todas sus actividades. De esta forma, habrá especies que posean la capacidad de desenvolverse o utilizar los distintos biotopos hallados en la zona, mientras que otras, por el contrario, se aferran a un espacio más

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concreto e insustituible. Es por ello por lo que el complejo entrama­do de relaciones espacio-especie y presa-depredador, dentro de un variadísimo conjunto de ecosiste­mas, da cabida a un importante número de animales formando una red de cadenas tróficas en las que juegan todos, desde fitó­fagos hasta depredadores, pa­sando por carnívoros, necrófagos, parásitos, etc.

Distintos tipos de suelo y ve­getación; ambientes húmedos y de extrema aridez; perfiles lla­nos, ondulados ó verticales y áre­as más ó menos humanizadas, abren un amplio abanico de po­sibilidades a cualquier especie que quiera hacer de este singular te­rritorio su hogar preferido.

El humedal configura un es­pléndido ambiente para la acogi­da de especies acuáticas u otras que simplemente dependan en algún momento del líquido ele­

mento. La reciente recesión de la superficie ocupada por los humedales en el territorio espa­ñol han convertido a las lagunas del Parque Regional, situadas estratégicamente en el centro peninsular, en un lugar de gran atracción para un buen número de especies faunísticas. Reú­ne, por lo tanto, representantes de los diversos órdenes del reino como pueden ser mamífe­ros, aves, reptiles, anfibios, crustáceos, peces, gusanos, insectos, seres planctónicos, etc.

Cada uno de ellos se distribuyen por uno u otro rincón del humedal en función de sus ne­cesidades; así, por ejemplo, los animales bentónicos viven en el fondo de lagunas y áreas

encharcadas, ¡unto a ellos hay que destacar la presencia de insectos acuáticos como los dimi­nutos y saltarines colémbolos. Volando sobre el agua, libélulas y caballitos del diablo atacan a sus presas utilizando su feroz mandíbula. Nadando en las lagunas, los peces autóctonos com­parten espacio con los, cada vez más presentes, introducidos por el hombre, normalmente con fines recreativos. Unos dependen de los más pequeños para sobrevivir y estos, a su vez, son dieta esencial de un importante número de aves. Aprovechando los casi impenetrables carri­zales que orillan las masas de agua, además de las propias aves, se esconden, crían o alimentan distintos tipos de anfibios como la rana común ó el gallipato. También es posible ver al galá­pago leproso, culebras de agua buscando pequeños alevines de carpa, al cangrejo de río, es­quivos roedores como la rata de agua, etc.

En las orillas y zonas encharcadas poco profundas un grupo de aves de grandes patas y pico alargado pinchan continuamente sobre el fango para extraer insectos y lombrices, son las limícolas como cigüeñuelas, andarrrios, chorlitejos, etc. Tienen la osada particularidad de po­ner sus huevos en el suelo camuflados entre las redondeadas gravas con las que se suelen con­fundir para evitar ser expoliados.

En las riberas y sotos fluviales, los abundantes bosquetes dan cobijo a otras muchas espe­cies frecuentemente entrelazadas con humedales, cantiles u otros ecosistemas próximos. El re­ferente diferenciador de este biotopo es la gran densidad de biomasa y la alta capacidad de de­sarrollo de la masa arbórea, ámbito muy apetecible para determinadas especies como el milano negro y otras aves de presa donde suelen ubicar sus nidos. Posados en las ramas, el martín pes­cador y la oropéndola agudizan la vista para buscar peces bajo el agua o insectos y larvas es­condidos en las grietas de los troncos.

Bajo la sombra de los majestuosos chopos y sauces crecen pequeños arbustos y trepadoras (zarzamoras, saúcos, majuelos), que fructifican en otoño, suministrando alimento complemen­tario a mirlos, currucas, petirrojos, ruiseñores y todo un elenco de aves de escasa envergadura.

Sobre el suelo, diferentes necrófagos, erizos, topillos, comadrejas, conejos, liebres, zorros y algún jabalí buscan su oportuno momento para la caza, alimento ó simplemente descanso.

Flanqueando los cursos fluviales suelen levantarse los imponentes cantiles yesíferos y sus cerros colindantes con su propio cortejo faunístico. Merodeando por los taludes bajos del can­til, a parte de conejos y liebres, se puede observar la presencia de roedores más menudos co­mo el lirón careto y numerosos reptiles poco amigos del pequeño roedor como el lagarto oce-lado y la culebra de escalera. Al ser ésta la zona del cortado con menor pendiente, el suelo se desarrolla con mayor facilidad aumentando el grado de cobertura vegetal, en especial el de

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herbáceas. Esta situación determina la mayor presencia de herbívoros y de ganado (esencial­mente ovino y caprino) favoreciendo el nitrogenado del suelo.

Viajando por el territorio del Parque, aparece un lugar de aspecto yermo y estéril, pero que ofrece un excelente atractivo para especies tan espectaculares como la avutarda. Es evi­dente que se hace referencia a las denominadas llanuras cerealísticas, en especial las situadas al sureste del Manzanares, ya próximas a la localidad de Pinto. Son paisajes dotados de am­plios horizontes y desprovistos de vegetación arbórea (salvo alguna mancha dispersa de oli­var), con abundancia de gramíneas y leguminosas donde encuentran su alimento esencial y lugar ideal para instalar sus nidos. Junto a la avutarda, buscan refugio en las estepas cerea­lísticas sisones, ortegas, alcaravanes, y habitando edificios ruinosos como la iglesia de Perales del Río, el amenazado cernícalo primilla que puede llegar a formar importantes colonias en épocas de esplendor.

Por último, entre el matorral, coscojar y encinar mediterráneo, frecuentemente mezclado con pinares de repoblación, se refugian otras muchas especies que en algunos caso no son di­fíciles de ver en entornos próximos.

Se resguardan bajo la protección de ¡aras, retamas y chaparros dificultando sensiblemen­te su observación, con el inconveniente añadido de los hábitos nocturnos de gran parte de las mismas.

Unas, de mediano y gran tamaño como tejones, gatos monteses, zorros y ¡abolís pueden pasar ciertamente inadvertidos al ojo humano. Otras, como la palomas bravia, torcaz y zuri­ta, la perdiz roja, el gavilán, la abubilla o la urraca son más fáciles de observar. A veces, sólo se intuyen o se dejan oír ayudados por su capacidad mimética como mochuelos, buhos reales, cárabos, etc.

En definitiva, el universo de posibilidades se abre con el amplio abanico de biotopos creados para albergar un mundo rico en relaciones en las que, exclusividad e interdependencia, son características fundamentales en la búsqueda del equilibrio ecosistémico.

Históricamente las vegas del Henares, Manzanares y Jarama han sido un excelente hogar para mamíferos de todo tipo y envergadura. Si nos remitimos a datos bibliográficos, estos re­flejan que las vegas citadas fueron sede de importantes cazaderos donde nobleza y realeza

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practicaban sus habilidades cinegéticas durante los siglos pasados. También, quedan como tes­timonio cartográfico de otros épocas topónimos tan sutiles como "El Rincón de los Ciervos" ó "El Sotil de los Lobos" haciendo referencia a especies ya extinguidas en el Parque Regional, con­cretamente en las inmediaciones de la Finca del Porcal.

Regresando a tiempos más recientes, existen citas en las que la nutria (Lutra lutra) apa­rece en determinados puntos fluviales. Es una especie de gran interés pues permite evaluar el índice de calidad de las abundantes aguas de la región.

Entre los mamíferos de menor tamaño, son destacables el lirón careto (Eiiomys qoercinas), el cual debe su nombre a una especie de antifaz ó cubrimiento de pelo negro que envuelve la cara a la altura de los ojos. La rata de agua (Arvícola sapidus), emparentada con la familia de los topos y no de las ratas, el topo común (Taipa europaea), el ratón común (Apodemus syl-vaticus), el erizo común (Erinaceus europaeus) y la vivaz musaraña (Sorex granarías) confi­nada a espacios con cierta humedad y protegidos por la vegetación.

Un poco más grandes, el conejo (Oryctolaguscuniculus)y la liebre (Lepasgranatensis)ho-radon grandes extensiones de terrenos blandos para crear las innumerables madrigueras que invaden muchos puntos de la zona.

También la comadreja (Mastela nivalis), la garduña (Martes foina), la gineta (Genetta ge-netta), el tejón (Heles metes), el gato montes (Felissylvestris), catalogado de interés especial y el versátil zorro (Valpes valpes) se pueden llegar a dejar ver en algún momento, aunque los hábitos nocturnos de la mayoría pueden dificultar tan gratificante tarea.

El mamífero actual de mayor tamaño corresponde al jabalí (Sos scrofa), habitante habi­tual de los sotos y áreas arboladas de más difícil acceso para el hombre, su único depredador existente en la actualidad.

Por último, no hay que olvidarse de la única familia de mamíferos voladores presente en la zona, es la de los murciélagos, con dos especies representadas como son el murciélago co­mún (Pipistrellos pipistrellus) y el orejudo (Plecotos auritas), este último catalogado vulnera­ble en la región.

Si existe un motivo esencial por el cual el Parque Regional del Sureste fue declarado es­pacio natural protegido, ese no es otro que por el inmenso valor ornitológico de los territorios que ocupa.

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No es importante sólo por la gran cantidad de aves que pueblan la zona, tanto estacio-nalmente como permanentemente, sino por la gran diversidad y el hecho de contar con un buen número de especies amenazadas en el contexto europeo. Entre ellas se pueden citar pre-dadores como el halcón peregrino, el cernícalo primilla, el aguilucho lagunero ó el milano ne­gro; aves esteparias como el sisón ó la avutarda y otras tan singulares como el calamón, el avetoro, el martinete ó la cigüeñuela común.

Para empezar, se puede analizar el grupo perteneciente a las aves acuáticas, quizás las mejor estudiadas y las que reciben un seguimiento más intensivo por parte de los estudiosos en la materia.

La comunidad de aves acuáticas se compone de más de un centenar de especies distribui­das por los distintos humedales existentes. Casi la mitad poseen poblaciones con carácter se­dentario, un 20% serian estacionales invernantes, otro 20% aproximadamente serían esta­cionales estivales y el resto se repartiría entre aves migratorias de paso y unas pocas exóticas introducidas accidentalmente por el hombre.

Los espacios con mejor representación de aves son los humedales de mayor dimensión, entre los que destacan las Lagunas del Porcal, Soto de Pajares, El Campillo, Lagunas de Veti­lla, etc.

En cuanto a las especies más comunes se pueden citar: el ánade real (Anos Plantbyrrph chos) presente en todos los humedales con el verde característico de la cabeza en el macho; la focha común (Fúlica otra), de negro plumaje y frente y pico blanco, es abundante todo el año en ríos y lagunas; la parecida polla de agua ó gallineta común (Gallínula chloropus), pero con el pico rojo; el porrón común (Aythya ferina) que llega en otoño procedente del norte de Eu­ropa para pasar el invierno; el rechoncho zampullin chico (Thachybaptus ruficollis) capaz de permanecer bajo el agua varios minutos buscando su presa; el somormujo lavanco (Podiceps críslatus), residente permanente, el macho se viste con un colorido plumaje en torno a la ca­beza en época nupcial; el voraz cormorán grande (Phalacrocorax carbo) que suele posar en viejos troncos de árboles secos cercanos a los lagunas para secar sus alas; la garcilla bueyera (Bubulcus ibis), mediana ardeida que corre tras los tractores en busca de gusanos e insectos levantados por el arado sobre la tierra; la esbelta garza real (Árdea cinérea) capaza de per­manecer inmóvil largo tiempo junto al agua esperando una oportunidad para cazar a su pre­sa y el pato cuchara (Anas dypeata), es un ave invernante cuyo pico en forma de espátula le permite filtrar pequeños insectos y crustáceos hundiéndolo en el agua mientras balancea la cabeza de un lado para otro.

A modo de rarezas conviene citar la presencia ocasional de la escasísima y bella malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala) o el también elegante tarro blanco (Tadorna ¡adorna).

Otras aves invernantes de interés son el porrón moñudo (Aythya fuligulo), el porrón par­do (Aythya nyroca), el ánade friso [Anas strepera), ánade rabudo (Anos acata), ánade silbón (Anas Peneiope), pato colorado (Netta rufina), etc. También con la llegada del frío invernal acuden a la zona miles de gaviotas, en especial la reidora (Larus ridibundus) y la sombría (Lo­ros fuscus) llegando a formar verdaderos mantos blancos sobre el agua de las lagunas y so­brevolando los grandes vertederos próximos al Parque (Valdemingomez) en busca de alimento.

Junto a los abundantes carrizales se pueden observar dos especies de gran interés por su escasez, son el avetoro (Botaurus stellaris) y el avetorillo (¡xobrichvs nimutus), cuyo original canto nos hace recordar el mugido de toros y vacas.

Rondando áreas de encharcamiento temporal, donde se suelen crear fondos de sedimen­tación fina y lodazales, mezcladas con guijarrales e importantes concentraciones de gravas, aparecen los limícolas. Se pueden ver correteando de un lado a otro y hundiendo sus largos picos en el barro para obtener esos pequeños invertebrados de los que se alimentan. Entre

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ellas hay que destacar a la avócela común (Recurvirostra avocceta), la agachadiza común (Ga-llinago gallinago), el andarríos chico (Actitis hypoleucos), andarríos grande (Fringa ochorpus) y la aguja colinegra (Limosa limosa). Algunas llegan a preparar su nidada en medio de los canchales de grava para camuflar sus huevos como es el caso del chorliíejo chico [Charadríus dubius) y la cigüeñuela (Himantopus himantopus).

Entre las más vulnerables de estos ambientes cabría citar al atractivo calamón (Porphyrio porphyrio), cuyos alargados dedos de las patas, color azulado y rojo pico le hacen inconfun­dible. Recientes investigaciones sospechan que fue una especie domesticada en tiempos del Imperio Romano. Hoy día continúa su expansión hacia el centro y norte peninsular. También hay que prestar atención a la garza imperial (Árdea purpurea) que, a diferencia de la real, es mucho menos abundante y sólo reside en época estival. Para terminar no hay que olvidar otra especie interesante como es el martinete (Nycfkorax nycticorax), de costumbres crepuscula­res y la garceta grande (Egretta alba), de reciente aparición en la zona.

Si hacemos referencia a las aves de presa, la diversidad de ecosistemas presentes también contribuye a ofrecer una nutrida representación con una variada gama de hábitos y costum­bres. En las proximidades de los humedales, el aguilucho lagunero (Circus aeruginosus) bus­ca los ambientes de mayor pureza y conservación, pero existe otra bella rapaz que suele visitar los medios lacustres aunque se haya especializado en los de carácter marino, nos refe­rimos a la majestuosa águila pescadora [Pandion haliaetus).

Sobre los cortados y zonas escarpadas, la silueta del halcón peregrino (Falco peregrinos) se deja ver con cierta frecuencia buscando presa a velocidades de vértigo.

De hábitos nocturnos, algunas especies se esconden en la penumbra del bosque mientras que otras conviven en las inmediaciones de zonas urbanizadas. Así, el impresionante buho real (Buho hubo), quizás, debido a su vulnerable tamaño prefiere lugares tranquilos, sin em­bargo, la lechuza común (Tyto alba), el mochuelo (Athene noctuo) y el cárabo (Stríx aluco) no dudan en anidar cerca de poblaciones aprovechando viejos edificios e incluso parques y jardines.

Haciendo referencia a viejas o abandonadas edificaciones, hay un predador de gran inte­rés por su delicado estado de conservación y por su extraordinaria belleza que las ha aprove­chado para instalar su hogar, es el cernícalo primilla (Falco naumanni). Fue famosa la colonia localizada en la iglesia de Perales del Río, en franca regresión durante los últimos años.

Sobre los sotos y riberas, se puede avistar otra rapaz emblemática por su escasez que modificó sus costumbres llegando a anidar en los riscos y cortados yesíferos; es el caso del mi­

lano negro (l/lilvus migrans). Ya con mayor frecuencia aparece el ratonero común (Bufeo huleo) y, buscando reptiles y pequeños vertebrados, es posible observar al águila culebrera (Circaetus gallicus) formando parte de la comunidad que se sitúa en el escalón más alto de la cadena trófica local.

En el entorno del cantil rocoso el abanico de pobladores se ve incrementado con la pre­sencia del roquero solitario (Monticula solitarios), de canto alegre y atractivo; la chova piqui-rroja (Pyrrhocorax pyrrbocorax), que gusta de planear acrobáticamente aprovechando las co­rrientes generadas en los riscos y cortados del cantil; la collalba negra (Oenanthe leucura) y la ruidosa grajilla (Corvus monedóla) junto a otros córvidos típicos de estos abruptos perfiles.

En áreas arboladas el sonido del pico del pito real (Picus viridis) contra el tronco para ora­dor su nicho es sólo compartido en ciertas ocasiones por el del pico picapinos (Dendrocopos major), cada vez más abundante.

Mientras, en los cultivos cerealísticos, el dominio de aves denominadas esteparias lo en­cabeza la enorme y vistosa avutarda (Otis tarda), cuyo peso se puede aproximar a los veinte kilos. El sisón (Tetrax tetrax) es un pariente próximo de la avutarda pero de menor tamaño

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que se deja ver junto a ortegas [Pterocles orientalis), gangas [Pterocles alchata) o alcarava­nes [Burhinus oedicnemus).

Por último y vagando por diferentes ámbitos existen infinidad de paseriformes, fringíli­dos y otras especies de las cuales se pueden citar la abubilla [Upupa epops), el pájaro moscón [Remizpendulinus), el bigotudo [Panurus biarmicus), la oropéndola (Oriolus oriolus), el ca-rricero común (Acrocephalus scirpaceus), el escribano palustre (Emberiza schoeniclus) y hasta especies exóticas, introducidas por el hombre y adaptadas al entorno, como son las cotorras de kramer (Psittaculo kramerí) y argentina (Myopsitia monacbus) o el bengalí rojo [Aman-dava amandava).

La población de reptiles en la zona se muestra bastante interesante por albergar especies difíciles de localizar en otros puntos de la comunidad madrileña. Uno de los más llamativos es el corpulento lagarto ocelado [Lacerta lepida) que comparte espacio territorial en áreas escar­padas de matorral con distintas especies de culebra. Se tiene constancia de la existencia de sie­te especies pertenecientes a estos ámbitos: la culebra bastarda (Molpolon monspensulanus), cu­lebra de collar (Natrix natrix), culebra de escalera [Elapbe escalaris), culebra lisa meridional (Coronelía girondica), culebra de cogulla [Macroprotodon cucullatus) y culebrilla ciega [Blanus cinéreas), a las que se añade, extendiéndose por los más variados ecosistemas, especialmente en los humedales, la culebra viperina (Natrix maura) que utiliza una morfología similar a la de la víbora como su mejor mecanismo de defensa.

Junto a las culebras es posible divisar algún eslizón ibérico [Chalcides stríatus) y distintos tipos de lagartijas como la ibérica [Podareis hispánica), la colirrojo (Acantbodactilus erythru-rus), la cenicienta [Psammodromus bispankus) o la colilarga [Psammodromas algirus).

Por parte de la comunidad anfibia, los altos índices de contaminación en amplias áreas del Parque reducen considerablemente su presencia empobreciendo notablemente la de lis­ta de representantes. A pesar de todo cabe destacar la presencia del gallipato (Pleurodeles walt) rondando los humedales, la salamanquesa común [Tarentola mauritanka) cuyo perfil decora durante las horas nocturnas los muros y tapias de zonas urbanas, el sapillo moteado (Pelodytespunctatus) más propio de los aljezares, el sapo corredor (Bufo calamita), el sapo de espuelas (Pelobates cultripes) y la rana común [Rana rídibunda), próxima a las charcas y orillas de los ríos.

Los últimos protagonistas de este apartado son los galápagos leproso [Mauremys caspico) y europeo (Emys orbicularis). Son especies que se encuentran en situación de gran vulnerabilidad, aún así se les puede ver asomar sus cabezas sobre la lámina de agua de ríos y lagunas. En los últimos años les ha salido un duro competidor que es el galápago americano [Trachemys serip-ta) introducido artificialmente por el hombre.

La presencia de determinadas especies de peces en un ámbito tan ligado al agua como es el Parque Regional del Sureste están definidas por factores, tanto de carácter interno, como externos al medio. Entre los de carácter interno ligados a las condiciones del agua hay que te­ner en cuenta: la temperatura del agua, los niveles de contaminación existentes, el índice de acidez ó pH, la concentración de determinadas sales, la presencia de determinados microor­ganismos, etc.

Los externos, sin embargo, han sido esencialmente la introducción de individuos por par­te del hombre modificando de forma radical la estructura poblacional de la ictiofauna local.

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Según medios documentales se constata la presencia de 15 especies diferentes de las que sólo 6 son autóctonas. Otro doto importante es que todas las autóctonas son endemismos pe­ninsulares. La más abundante es el barbo común (Barbas bocageí) y la más amenazada co­rresponde al pequeño calandino [Squolius albumoides), en serio peligro de extinción por la con­taminación y la presencia de grandes peces depredadores. Las restantes especies autóctonas son el barbo cornizo [Barbos cornizo), la boga de río (Chondrostromapolylepis) que parece recu­perar poblaciones en áreas como el tramo bajo del Henares indicando una cierta mejoría en la calidad de las aguas, el cacho (Leuciscus cepbalus) y la bermejuela [Rutilas arcasií).

En lo referente a especies introducidas, su fácil adaptación a niveles bajos de oxígeno y alto grado de eutrofización, les garantiza su supervivencia y reproducción. Entre ellas cabe destacar la carpa [Ciprinas carpió) muy deseada por los pescadores, el más pequeño carpín (Carassius aaratus), el voraz pez gato (Maluras melas), la abundante percasol [Lepomisgib-bosas), el gobio (606/0 gobio) y la menor de todas, la gambusia (Gambusia holbrookí) que raramente supera los siete centímetros.

Otras especies foráneas cuya llegada vino de la mano de los pescadores que suelen fre­cuentar las zonas húmedas del Parque son: el black-bass (tMcrptews salmoides), el lucio (Exos

lacias) e incluso se cuenta con la presencia de un enorme depredador como es el siluro (Silu­ros glanis). Este poblador de grandes masas fluviales, fue localizado en la laguna de San Mar­tín de la Vega.

Como especie más exigente en cuanto a calidad de las aguas fue introducida en las lagu­nas de Las Madres la trucha arcoiris [Salmo gairdnerí).

La conservación de la ictiofauna se presenta como algo fundamental en el mantenimien­to de la calidad ambiental de aguas y riberas, así como en la alimentación de un número im­portante de aves y otras especies animales.

El mundo de los insectos, por ser el de los seres de menor tamaño, no es menos impor­tante que los demás. Cumplen un papel fundamental en la conservación de la flora y la fau­na de todos los ecosistemas presentes como elementos difusores en la polinización de las plan­tas, como dieta de otras especies y como descomponedores de materia orgánica. Son, también, los que mayor diversidad aportan al reino animal y de los que se tiene un menor conocimiento científico.

Esta situación provoca la constante aparición de nuevas especies incluido en el entorno del Parque Regional. Este es el caso de un escarabajo longicorne (Plogionotus marcorum) cuyo as­pecto está marcado por sus colores negro y amarillo a imitación de las avispas. Es propio de ambientes yesíferos y se pensaba que estaba extinguido. Además es posible encontrar esca­rabajos peloteros de la especie (Jekelis castellanas), el grillo de visera (Sáobia lusiianka), en­démico peninsular, la bella duende (Nemoptera bipennis) y el insecto palo ibérico (Leptynia hispánica).

El rico entorno existente atrae numerosas especies de mariposas, muchas de ellas endé­micas, otras raras, pero nunca nos dejan indiferentes, como las bellas papilónidas (Papilio ma-chaon y Iphklides feistamelii), la escasa mariposa espantalobos [Lolana ¡olas), la mariposa de los geranios (Cacyreos marsbalÜ), la mariposa olmera (Hympbalis polychloros), y así, hasta completar una importante representación de las halladas en la península.

Rondando los entornos acuáticos son frecuentes la libélula emperador (Anax imperator), el caballito del diablo (Coenagrion paella), junto a especies como la mantis (Mantis religiosa), el escarabajo de la plata (Hydrous piceos), etc.

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Para entender la evolución del paisaje hasta lo que hoy conocemos, no hay nada mejor que mirar hacia el pasado más remoto del valle del Jarama y situarnos en el Pleistoceno me­dio. De dicho periodo se conservan restos fósiles de la flora y fauna que ocupaban el territo­rio obtenidos en los numerosos yacimientos descubiertos en lugares como La Aldehuela o Ar-ganda del Rey.

Del yacimiento de Áridos, localizado en Arganda, se ha extraido uno de los registros más completos de la Comunidad de Madrid. Una amplia variedad de fósiles (peces, anfibios, rep­tiles, aves y mamíferos) fueron rescatados entre los que se puede destacar los de un castor (Castor fiber) y un elefante prehistórico (Elephos antiquus) extinguidos en nuestros días.

A partir de los yacimientos se reconstruye el paisaje que dominaba este espacio geográfi­co formado por una llanura aluvial recorrida por multitud de canales que provocaban áreas encharcadas, donde las praderas arboladas se mezclaban con multitud de plantas acuáticas y espacios abiertos esteparios. Es, sin duda, un medio apetecible para grandes poblaciones ani­males entre los que cabía contar con bóvidos de gran tamaño como el uro (Bos primigenios), caballos salvajes (Equus caballus), bisontes primitivos (Bison pricus), rinocerontes de Merck (Di-cerorhinus mercki), ciervos (Cervus elaphus), etc.

Durante el final del Pleistoceno, y coincidiendo con los distintos periodos glaciares acon­tecidos, aparecen otras especies más adaptadas al riguroso clima, entre ellas el mamut lanu­do (Mammuihus primigenius), rinoceronte lanudo (Coeodonta antiquatb)) ciervos gigantes (Megacerosgiganteusl

Instalados ya en el periodo Holoceno y finalizados los episodios de fríos anteriores, la fau­na se ve sensiblemente alterada. La extinción de especies como el elefante, el mamut o el bi­sonte aproxima poco a poco la evolución hacia las que conviven con nosotros en la actualidad (ciervos, corzos, ¡abolís, etc). En este periodo la cobertura vegetal pasa por distintas etapas en función de los cambios de tendencia climática acaecidos en cada momento. Así, durante el Pre-boreal (hace unos 10.000 años) predominarán los géneros pinus y quercus. Con la suavización de temperaturas del periodo Boreal (hace unos 8.000 años) las quercíneas pasan a dominar el territorio disminuyendo las coniferas. En el periodo Atlántico (hace unos 6.000 años) fagáceas y betuláceas, junto a una menor representación de quercíneas, compondrán el mosaico florístico.

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A partir de estas fechas el hombre comienza a jugar un papel importante en la modifica­ción del paisaje. Climáticamente coincide con el periodo Subboreal (hace unos 4.000 años) don­de la situación se endurece, el paisaje se aridifica y la vegetación arbórea representada por quercíneas y los géneros fraxinus y populus reducen su extensión.

La abundante proliferación de yacimientos arqueológicos de la zona muestra una evolu­ción histórica y prehistórica bastante detallada. Desde los restos más antiguos pertenecientes al Paleolítico inferior (Achelense) hace unos 300.000 años hasta la actualidad, el hombre ha sido un fiel visitante de este privilegiado entorno suministrándole todos los bienes necesarios para su supervivencia.

Durante la década de los "70" del pasado siglo XX se investigaron los yacimientos más im­portantes de la Comunidad de Madrid (Áridos I y II) situados en las estribaciones del puente de Arganda. La valiosa información obtenida ha sido utilizada para reconstruir un periodo don­de los homínidos (Homo erectas) establecieron grupos de caza en las proximidades de los ríos buscando principalmente herbívoros de los que obtenía carne, huesos y piel.

En un principio dominó la industria lítica cuyos materiales eran de procedencia local. En las vestigios encontrados en Áridos II (1976) quedaron al descubierto restos óseos de un Pa-laeoloxodon antiquus, así parte del cráneo, vértebras, costillas, dorsales y lumbares, junto a un bifaz, un hendedor y otros útiles de carácter lítico (lascas de sílex y cuarcita) demostraban la práctica de la caza en este periodo.

A medida que el Paleolítico avanza, la evolución de los homínidos es importante, hasta al­canzar el grado de evolución actual correspondiente con el Homo sapiens sapiens, aunque los modos de vida seguirán basados en sociedades de cazadores recolectores con un marcado ca­rácter nómada. Evidentemente la industria se diversifica y se hace cada vez más compleja uti­lizando huesos, astas, colmillos y una mayor especialización técnica.

La revolución neolítica (6000-3000 a.C.) introduce la ganadería y la agricultura traduci­das en notables transformaciones del paisaje que durarán hasta nuestros días. Yacimientos co­mo los hallados en el "Cerro del Piúl" (Rivas-Vaciamadrid) o en San Martín de la Vega descu­bren un tipo de asentamiento más sedentario al que se denomina Fondos de Cabana, con abundantes restos cerámicos.

En el yacimiento del "Cerro de la Cervera" (Mejorada del Campo), se confirma la domes­ticación de ovejas, cabras, cerdos y la práctica de actividades agrícolas. La interminable lista de yacimientos del periodo sacaron a la luz la Cultura Campaniforme (Ciempozuelos, 2000-1700 a.C), cuyos recipientes reflejan una mayor presencia de productos de elaboración más

compleja. Durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro se intensifican las relaciones cultu­rales. Los pueblos de origen celtíbero (Cárpetenos) se instalan por estas latitudes hasta la lle­gada de los romanos.

Con el inicio de la romanización en torno al siglo II a.C. se entra en el periodo histórico y las poblaciones se extienden y transforman al calor de la ciudad romana de Complutum si­tuada en Alcalá de Henares. De esta relación surgen hasta veinte pequeñas villas cuyos restos aparecen diseminados por la región del bajo Henares y el medio-bajo Jarama. Yacimientos co­mo "Cerro de la Horca" (San Fernando de Henares) y otros encontrados, en especial en las proximidades de la ¡unta del Henares con el Jarama, lo confirman.

La hegemonía del Imperio romano duró hasta el siglo v y en el periodo visigodo la es­tructura social y territorial de la comarca apenas sufrió modificaciones. No fue hasta el siglo ix, cuando, bajo el dominio árabe, se funda la que sería posteriormente capital madrileña, mien­tras, Alcalá es fortificada.

Entre ambas poblaciones se crea una extensa red de comunicaciones con dirección a la principal ciudad del momento que era Toledo. Estas redes estaban controladas por torres vigías o burles de los que se encontraron vestigios en Rivas-Vaciamadrid, Torrejón de Ardoz, Vetilla

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de San Antonio, etc. Restos de antiguos asentamientos árabes fueron localizados en lugares como La Marañosa o en las proximidades del Cristo de Rivas.

En la Edad Media, las comunidades campesinas de villa y tierra desarrollan sociedades al­deanas dependientes de Madrid y Alcalá. Con el paso del tiempo, estas tierras irán llamando la atención de importantes caballeros villanos de Madrid. Poco a poco los valiosos espacios de­clarados como bienes comunales, entre los que se contaba con bosques, dehesas, molinos, bue­nos pastos y otros lugares de gran utilidad, son cedidos en propiedad o jurisdicción a nobles o instituciones religiosas.

Una vez establecida la capitalidad de la corona en Madrid por Felipe II en el año 1561, las demandas de tierras para el cultivo, leña y madera inician un intensivo proceso de defo­restación en toda la región. La excepcional riqueza del entorno natural próximo a los ríos Ja-rama, Henares y Manzanares hizo que ciertos parajes fueran conservados con una finalidad recreativa principalmente. De esta manera, la actividad cinegética, la pesca o el frescor de los exuberantes sotos ribereños animaron a importantes personalidades a instalar su lugar resi­dencial de descanso. El arzobispo de Toledo se alojó en el soto y castillo de Aldovea, Felipe II ubicó su casa de recreo en las proximidades de Vaciamadrid y numerosos representantes de la alta nobleza disfrutaron largas jornadas en El Negralejo. Otros sotos de abundante caza, buenos pastos y aprovisionamiento de leña fueron también el de El Porcal, El Arzobispo, Co­berteras, San Marcos, El Piúl, etc.

Ya en el siglo xvm, la corona y Patrimonio Real incorporan el lugar de Torrejón de la Ri­vera, famoso entonces en la zona por su molino, a sus pertenencias con la finalidad de esta­blecer una fábrica de paños y la planificación de un nuevo poblado al que le denominarían San Fernando de Henares. A su vez, el rey Fernando VI utilizaría dicho territorio como área de descanso y recreo para la familia real.

Comenzaba de esta manera un proceso de industrialización, hoy día imparable, en el entorno del Parque Regional uniendo aprovechamiento de recursos naturales y demanda de suelo para expandir las nuevas poblaciones.

En 1775 se inaugura el puente de Viveros sobre el río Jarama por el que transita ac­tualmente la autovía de Barcelona. Una infraestructura de ese tipo debía ser costeada con la ayuda de los usuarios que pagaban unos seis reales por carro y ocho maravedíes por perso­na transportada.

Con las desamortizaciones de Mendizabal (1837) y Pascual Madoz (1855), los bienes pa­trimoniales pertenecientes a la corona y a distintas instituciones eclesiásticas pasan a manos

de particulares, entre ellos los sotos y el castillo-palacio de Aldovea (1869), la ermita y el con­vento de Cristo de Rivas, el palacio del Negralejo, etc.

A principios del siglo XX y ligado a la construcción de la fábrica azucarera de La Poveda (Arganda del Rey) se intensifica el cultivo de la remolacha en toda la vega del Jarama. Como recuerdo de aquellos tiempos nos queda hoy un pequeño tramo del ferrocarril construido pa­ra transportar la remolacha en las proximidades de la Laguna de El Campillo, reconvertido en tren turístico.

Metidos de lleno en el siglo xx, debido a la proximidad de la capital y a las magníficas ar­boledas y parajes llenos de frescor, hicieron concebir a los políticos de la República (1933) la posibilidad de establecer unos baños populares, conocidos como "Las Playas del Jarama". Fue todo un intento de crear lugares de esparcimiento para el descanso de los trabajadores de la época.

En ese año, el llamado Grupo Centro del GATEPAC presentó a Indalecio Prieto un proyec­to que comprendía piscinas, baños y zonas deportivas en las márgenes del río Jarama. El pro­yecto pretendía localizar tres zonas en diferentes tramos: la primera aguas arriba del puente

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de Paracuellos, la segunda entre San Fernando y la estación de ferrocarril actual, y la terce­ra en las proximidades de la estación de ferrocarril de La Poveda, en Arganda del Rey. Las instalaciones incluirían playas, hoteles, restaurantes, club de remo y natación, reservando la margen opuesta a viviendas económicas de reducida superficie en régimen de alquiler.

Las ideas del GATEPAC quedaron interrumpidas con la crisis de 1934 y la destitución del Ministro de Obras Públicas.

Sin embargo, el acontecimiento histórico que más honda huella dejó en el valle del Jara-ma durante la primera mitad de siglo fue la Guerra Civil. Aquí se fraguó una de las batallas más dura y sangrienta del malogrado periodo bélico, la famosa Batalla delJarama. Se estima que más de 15.000 almas quedaron sepultadas a la vera del valle y bajo la ruinosa arquitectura de poblaciones como Gempozuelos, Titúlela, San Martín de la Vega, Arganda, Perales del Río, Ri-vas o Vaciamadrid.

Hoy día se conserva, hendida en los yesares, la cicatriz que marca la tierra herida por la guerra. Infinidad de trincheras y galerías subterráneas sirvieron en aquellos momentos como

crueles corredores de lo muerte, ahogando sueños de libertad en un auténtico valle de lágri­mas allá por el invierno de 1937.

Recuperados del trágico periodo, en los años 50 y 60 el valle resurge de sus cenizos pa­ra erigirse de nuevo en uno de los preferidos por los madrileños para gozar de frescos baños y agradables paseos por sus riberas. Precisamente, la novelo de Rafael Sánchez Ferlosio, "El Jarama" (premio Nadal en 1955), recrea un día de excursión junto al río en las inmediacio­nes del puente del ferrocarril Madrid-Barcelona, próximo al extremo más septentrional del Par­que Regional.

No duró mucho tan floreciente momento, pues el caótico desarrollo industrial de los años 70 y 80 sepultó toda posibilidad de recuperar el patrimonio natural perdido. El valle era con­tinuamente saqueado por van­dálicas extracciones de áridos y humeantes instalaciones fa­briles vertían sin control miles de litros de aguas contamina­das convirtiéndolo en un apes­tado moribundo al que todo el mundo daba la espalda.

Solamente a mediados de los años 90 y bajo la crecien­te presión que por parte de co­lectivos ecologistas y vecinales ejercieron sobre la Adminis­tración, se pudo dar el primer paso en firme en aras de de­volver el esplendor que nun­ca debió perder este paraíso natural.

Con la declaración del Par­que Regional comienza una nueva etapa de esperanza que será analizada en los dos pró­ximos capítulos.

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Lejos quedaron los oños que impulsaron a ilustres personajes como Pedro Pidal a la apro­bación de la pionera ley conservacionista de Parques Nacionales en 1916, dando origen a los primeros espacios naturales protegidos del territorio español (Montaña de Covadonga y Valle de Ordesa, año 1918).

La historia del proteccionismo en España caminaba lenta y con notables vacilaciones hasta culminar en uno de los hechos que aceleró el proceso dotándolo de responsabilidad jurídica y compromiso en la gestión. Fue entonces cuando en el año 1989 se aprobó la Ley 4/89 de con­servación de los espacios naturales y de la ñora y fauna silvestres. Al amparo de dicha ley, el movimiento vecinal y ecologista ¡unto con la comunidad científica exige durante los primeros años de la década de los noventa la protección de una de las áreas más degradadas ambientalmente de la Comunidad de Madrid y, a su vez, con mayor riqueza potencial en valores naturales, ha­blamos evidentemente de los valles de los tramos bajos del Henares, Manzanares y Jarama.

El problema se acentuaba a medida que la gran urbe crecía y se agrandaba la polariza­ción entre un norte que ofrecía sobradas justificaciones para ser protegido y un sur, en este caso sureste, donde habría que ubicar todo tipo de instalaciones insalubres derivadas del pro­pio crecimiento urbano.

No tardó en dar sus primeros frutos la presión social ejercida sobre la administración y co­mo resultado se aprobó en la Asamblea de Madrid el 28 de Junio de 1994 la ley que crearía el Parque Regional en torno a ¡os ejes de los cursos bajos de los ríos manzanares y Jarama, conocido popularmente como Parque Regional del Sureste. Sin embargo, tuvieron que pasar cinco largos años hasta la aprobación del PORN (Plan de Ordenación de los Recursos Natura­les) según Decreto 27 /1999 del Gobierno Regional. Su objetivo es la planificación basada en el establecimiento de las medidas necesarias para asegurar la protección, conservación, me­jora y utilización racional del espacio natural contemplando el desarrollo socioeconómico de las poblaciones en él incluidas, así como la orientación de las actuaciones encaminadas a la re­generación y restitución de las áreas degradadas de su ámbito.

La Ley 6 /1994 establecía la obligación de aprobar el complementario instrumento de ges­tión (PRUG) a los seis meses de ser aprobado el PORN. Pues bien, el necesario PRUG (Plan Rector de Uso y Gestión) se encuentra todavía pendiente de su entrada en vigor habiendo pa­sado ya más de cinco años, aunque el borrador fuera presentado en diciembre de 2004.

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Dentro de las cuestiones legislativas hay que destacar también la modificación realizad sobre la Ley 6 /1994 por la Ley 7 /2003 donde se establece una nueva zonificación del Pai que Regional con la finalidad de establecer áreas con diferentes grados de protección segú la fragilidad de sus recursos naturales, la capacidad de soportar determinados usos o activ dades o la de regenerar espacios degradados. El resultado de la zonificación es el siguiente:

ZONAS A: De Reserva In tegra l Son aquellas que presentan ecosistemas, comuni­dades o elementos que por su rareza, importancia o vulnerabilidad merecen especial protección. Ocupan un 3% de la superficie del Parque. Se diferencian dos áreas en fun­ción de sus valores naturales abarcando los siguientes lugares:

- A l : Cantiles y cortados de Rivas y La Marañosa, Lagunas de Las Arriadas y El Porcal Norte. - A 2 : Pinares de La Marañosa.

ZONAS B: De Reserva Natura l . Son aquellas que han sido poco modificadas o en las que la explotación actual de los recursos naturales ha potenciado la existencia o desarrollo de comunidades o elementos naturales que merezcan su protección, res­tauración o mejora. Suponen el 25% de la superficie del Parque. Existen dos áreas di­ferenciadas en función de sus valores naturales que abarcan los siguientes lugares:

- B 1 : Sotos y riberos de los principales ríos y humedales próximos, cerros de Va-llequillas y cultivos cerealísticos de Pinto. - B 2 : Pinares de repoblación próximos a La Marañosa, Encinares y coscojares del El Pingarrón, Carrascal de Arganda y zonas con poblaciones de fauna esteparia.

ZONAS C: Degradadas a Regenerar. Son aquellas que utilizadas de forma inten­siva han sufrido graves deterioros de sus valores naturales, pero en razón de su vo­cación natural y proximidad a áreas de mayor valor merecen un mayor esfuerzo en su restauración. Ocupan el 9,7% del total protegido. Se diferencian dos áreas en fun­ción de sus valores naturales:

- C l : Matorral gypsícola de Rivas y Ciempozuelos y coscojares de San Martín de la Vega. - C 2 : Áreas de matorral con evolución hacia coscojares, encinares o quejigales y próximas a zonas de Reserva Integral o Reserva Natural.

ZONAS D: De Explotación Ordenada de los Recursos Naturales. Son aquellas áreas cuyas actividades se relacionan con la explotación agropecuaria o los recursos hídricos, mineros y forestales. Suponen el 45% del total protegido. Se subdividen en tres áreas diferenciadas:

- D I : Pinares del Portachuelo y entorno sur del Carrascal de Arganda. - D 2 : Suelos con buena capacidad agrícola, áreas próximas a los ríos y algún olivar. - D 3 : Terrenos con alta concentración de actividades extractivas.

ZONAS E: Con destino Agrario, Forestal, Recreativo, Educacional y / o Equi­pamientos Ambientales y / o Usos Especiales. Presentan menor valor ambien­tal pero con lugares de interés, están sometidas a una alta incidencia de impactos ne­gativos y son potenciales para albergar infraestructuras agrarias, recreativas, educativas o ambientales. Se favorecerá en ellas el desarrollo de la cubierta vegetal. Supone el 11,4% de la superficie protegida. Se encuentran divididas en tres áreas diferenciadas:

- E l : Entorno de la junta Jarama-Henares y proximidades de Valdemingómez. - E 2 : Áreas de menor valor ambiental próximas al Henares, a Valdemingómez, Arganda o La Marañosa. - E 3 : Instalaciones de Valdemingómez y fábrica de productos químicos de La Marañosa.

ZONAS F: Periférica de Protección. Constituye un área vinculado a las terrazas del Jarama condicionado por la explotaciones extractivas. Ocupa un 5,3% del suelo protegido.

ZONAS G: A Ordenar por el Planeamiento Urbanístico. Se creó para solucionar situaciones urbanísticas irregulares. Supone un porcentaje muy bajo del territorio cer­cano al 1%.

Por razones similares a la declaración del Parque Regional pero centradas en la conser­vación de determinadas especies animales, la Unión Europea a propuesta de la Comunidad de Madrid declaró 29.205 hectáreas de los cursos bajos del Jarama y Manzanares, así como de los cantiles y estepas cerealísticos colindantes con la figura de protección ZEPA (Zona de Espe­cial Protección para las Aves) H° 142 "Cortados y cantiles de los ríos Jarama y Manzanares".

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Estos espacios son creados para conservar los lugares donde habitan las especies más ame­nazadas del continente europeo según el artículo 3 de la Directiva 79/409/CEE. En el caso de la ZEPA N° 142 el número de especies protegidas por el Anexo I de dicha directiva es de 39 entre las que están representadas el cernícalo primilla, el halcón peregrino y el milano negro como especies más amenazadas y por otras de gran interés entre las que se podrían citar la avutarda, el sisón, la cigüeñuela, la garza imperial, el calamón, el aguilucho lagunero, etc.

En los años noventa la nueva Directiva europea Habitáis (92/43/CEE) establece que to­das los espacios declarados como ZEPA, junto con otras categorías de protección ambiental, pa­sen a formar parte de la recién creada Red Natura 2000. El objetivo de dicha red es constituir la mayor representación posible de biodiversidad en todo el territorio de la UE a través de la designación de LIC (Lugares de Interés Comunitario) y posteriormente ZEC (Zonas de Especial Conservación). La Comunidad de Madrid contribuye en la constitución de la red con varios LIC entre los que se encuentra el denominado "Vegas, cuestas y páramos del sureste de Madrid" (ES-3110006), cuya extensión supera las 50.000 hectáreas y en el que se engloban el Par­que Regional del Sureste, la ZEPA de los Carrizales y Sotos de Aranjuez, La Reserva Natural

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de El Regajal-Mar de Ontígola, La Laguna de San Juan y otros enclaves de valor ambiental próximos al valle del Tajuña.

Para terminar, no hay que olvidar que según la Ley 7/1990 de 28 de junio creada para la protección de embalses y zonas húmedas de la Comunidad de Madrid, revisada en septiembre de 2004, se incluyen como humedales protegidos dentro del Parque Regional del Sureste los siguientes:

-Lagunas de la Presa del río Henares en Mejorada del Campo -Lagunas de Cerro Gordo en San Fernando de Henares -Laguna de El Campillo en Rivas-Vaciamadrid -Humedal de Miralrío en Velilla de San Antonio -E l Soto de las Juntas en Rivas-Vaciamadrid -Lagunas del Sotillo y Picón de los Conejos en Velilla de San Antonio -Soto de las Cuevas en Aranjuez

Se puede alardear de declarar un espacio natural protegido a poco más de diez kilóme­tros de una gran capital de las dimensiones de Madrid, pero no sé seguro si se tuvieron en cuenta las amenazas que este hecho suponía para la conservación del mismo. El reto, pues, no está exento de grandes dificultades, al que voluntad y credibilidad en el proyecto son los mínimos exigibles para no caer en una evidente ambigüedad.

Desde este apartado se hace un llamamiento para que los planes de desarrollo regional y los instrumentos de gestión del Parque Regional tengan en cuenta todos esos desafortunados impactos y se tomen medidas verdaderamente efectivas.

El primer gran reto, quizás por la magnitud que alcanza en los últimos tiempos y por ser el motor de arrastre de la mayor parte de los demás impactos, es el control del desmedido cre­cimiento urbanístico experimentado en el entorno del Parque Regional. Un dato de interés; en la comunidad madrileña el espacio urbanizado ha crecido casi un 50% durante la última década. Los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU) de los municipios situados en el

HUMEDAL SUPERFICIE (has)

ELPORCAL 130 CIEMPOZUELOS 70 VELILLA DES. ANTONIO 50 SOTO DE PAJARES 50

EL CAMPILLO 45

US MADRES 20

LAESPERILLA 20

BAJO HENARES 12

MIRALRÍO 10

SOTO DE LAS JUNTAS 7

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ámbito del sureste proyectan rápidos crecimientos que doblan y triplican la población actual. Si se añaden los desarrollos urbanos del municipio de Madrid en su sector sureste (Valdeca-rros, Ensanche de Vallecas, Los Berrocales, Los Cerros, etc.) podríamos hablar de un cinturón urbano infranqueable rodeando el Parque del Sureste. En consecuencia y haciendo un símil, se estaría forjando posiblemente el nuevo Parque del Retiro del siglo xxi. Creo que ese no es el objetivo a seguir y, ante todo, se deberían respetar los esfuerzos que cientos de personas han derrochado por la conservación de este singular espacio, aunque para ciertos sectores so-dales haya nacido ya con los días contados.

No se puede pretender crear una isla de conservación donde existan intensos flujos diná­micos que comuniquen todas las zonas urbanas aledañas. Es la tendencia seguida en los últi­mos años y lo muestran las nuevas vías construidas (M-45, M-50, R-3, AVE, etc.), el aumento del tránsito aéreo, aumento de las depuradoras de aguas, tendidos eléctricos, oleoductos, ga-seoductos, y así hasta alcanzar un grado de asfixiante intromisión del área protegida.

La prueba es clara, si con el porcentaje urbanizado actual la situación es difícilmente so­portable, que ocurrirá en los próximos años.

En estrecha relación se encuentra la incesante actividad extractiva de áridos, presente en toda la plataforma aluvial y terrazas fluviales de la zona que han supuesto una enorme mo­dificación del paisaje y de los ecosistemas. Difícil solución se atisba ante la creciente demanda de este material, sino la de promover su traslado hacia áreas más periféricas donde antes rei­naba la paz y el sosiego.

La necesidad de cubrir la gran demanda energética prevista para un futuro próximo obli­ga a la Administración a proyectar varias centrales térmicas en el sureste madrileño con los inconvenientes y agresiones ambientales que conlleva.

La cantidad de deshechos y residuos urbanos por supuesto que también siguen en alza; y se busca totalización para grandes vertederos e incineradoras, también en el sureste, concre­tamente en Valdemingómez, aunque existan avispadas gaviotas y otras aves que aprovechen la engañosa circunstancia para alimentarse.

El mercado influye notablemente en los aprovechamientos agrarios de la vega exigien­do mayor rentabilidad al menor coste. La imagen resultante ha sido la especialización en el cultivo del maíz, llegando a formar un continuo casi monocultivista donde el masivo uso de

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productos fitosanitarios, muy contaminantes, intentan combatir todo tipo de plagas y enfer­medades. Múltiples estudios realizados demuestran la persistencia durante largos periodos de tiempo de dichos contaminantes y el paso a través de la cadena trófica hasta alcanzar a los depredadores, incluso al ser humano.

Tradicionalmente este espacio geográfico ha sido lugar muy apreciado por los cazadores que no terminan de encajar las nuevas reglas del juego y furtivamente continúan apuntando sus armas contra todo bicho viviente, incluso los más amenazados sin control alguno. No será nada difícil encontrar las nefastas huellas de estas temibles batidas en cualquiera de los itine­rarios propuestos en el libro.

Pero el elenco de agresiones y amenazas no acaba aquí. Ligado al creciente aumento ur­banístico se cometen ciertas atrocidades que demuestran el desconocimiento y la falta de res­ponsabilidad respecto al medio natural. Los frecuentes vertidos de escombros se pueden loca­lizar en cualquier rincón, incluso en los más inimaginables. Son más abundantes en las inmediaciones de poblaciones y polígonos industriales. El problema se encuentra estrechamente vinculado a la facilidad de acceso de los vehículos motorizados por las innumerables pistas y

caminos de todo el Parque, a pesar de que en muchos casos se advierte su prohibición me­diante señales o carteles.

No sólo supone una grave molestia para la fauna, sino que favorece la realización de otras muchas agresiones. Salta a la vista que los puntos con un mayor deterioro se vinculan a esos lugares donde se puede acceder con el vehículo privado.

Tampoco se puede desligar del tránsito de vehículos uno de los males endémicos de la geo­grafía mediterránea, en especial durante los meses estivales. Es, por supuesto, el tema de los incendios forestales del que el Parque del Sureste no está exento. No hay que viajar muy atrás en el tiempo y contabilizando los más recientes destacamos los de La Marañosa en junio de 2003 y en julio de 2004, Las Islillas en mayo de 2005 y un número muy elevado de peque­ños incendios que no sobrepasan unas pocas hectáreas. Las causas son de diversa índole y van desde los descuidos en la quema de rastrojos, hasta actos de vandalismo pasando por las clá­sicas colillas mal apagadas, barbacoas y hogueras en lugares de alto riesgo, etc.

En cuanto a los efectos de la contaminación de los suelos se han localizado numerosos pun­tos donde las concentraciones son muy altas. Según informes de carácter regional, algunos de los municipios inmersos en el área protegida presentan los índices más elevados de la CAM, destacando Torrejón de Ardoz con un 17%, Arganda del Rey con un 8% y San Fernando de He­nares con un 8% también.

Y no son los suelos los únicos perjudicados, las aguas de los ríos y de las lagunas sufren altas concentraciones de contaminantes procedentes de la actividad industrial, de la ubicación de vertederos ilegales, del uso abusivo de fitosanitarios, etc. Además son frecuentes los verti­dos de lodos y arenas por parte de las plantas de tratamiento de áridos colmatando lagunas y perturbando el agua de los ríos (Planta de áridos en puente de Mejorada y en Humedal de Miralrío).

En definitiva, el reto para alcanzar un desarrollo sostenible a corto plazo se presenta ver­daderamente complicado si no modificamos nuestros hábitos de conducta terriblemente vio­lentos y especialmente intensos en los ámbitos urbanos.

A continuación se incluye una lista de posibles sugerencias que pudieran paliar parte de los problemas citados anteriormente:

*» Prohibición real y efectiva de acceso en vehículos a motor a determinadas zonas de gran sensibilidad.

* Aumento de los efectivos que vigilan el Parque.

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*• Señalización e información de las rutas de mayor interés. *- Limpieza y acondicionamiento de áreas degradadas.

■* Reforestación con especies autóctonas seguidas de un mantenimiento inicial en áreas de gran valor ambiental como riberas, aljezares, páramos calizos, etc.

*• Difusión de los valores del Parque Regional entre la población mediante planes de edu­cación ambiental dirigido a todos los colectivos sociales.

*• Aumento de la publicitación del Parque utilizando diferentes vías de comunicación. *- Limitación en el uso de productos fitosanitarios (potenciar la agricultura ecológica). +- Creación de zonas de amortiguación de impactos en torno a los puntos de más valor

ecológico. +- Creación de una vía verde ciclista que elimine el riesgo padecido por este colectivo al

transitar las peligrosas carreteras de la zona. * Controlar la especulación urbanística mediante la aprobación de PGOU respetuosos con

la conservación ambiental. *» Aumentar los programas y ayudas para la recuperación de especies amenazadas. +- Promocionar el transporte público evitando la construcción de nuevas autopistas y

carreteras. *» Involucrar en la gestión y toma de decisiones a los ayuntamientos y otros colectivos

inmersos en el área protegida. ** Buscar vías de financiación alternativas al capital público. *- Impulsar campañas de ahorro de agua y cambio de técnicas de riego. *- Fomentar el uso de energías renovables y no contaminantes, comenzando por las do­

taciones de carácter público. *■ Mayor control en la pesca recreativa para evitar su abuso, la introducción de especies

exóticas, el abandono de residuos, etc.

■► Depuración y control de todas las aguas residuales que vierten a los ríos. *- Mayor control sobre la actividad extractiva de áridos y el vertido de lodos a ríos y

lagunas.

* Suavización y eliminación de escolleras, muros de contención, diques y otros elemen­tos que modifican artificialmente las orillas y trazado de los ríos.

El mejor método para profundizar en los sorprendentes espacios naturales que el Parque guar­da, esos mismos que pasan inadvertidos para una gran mayoría de la población, es a través de una serie de itinerarios de trazado y duración variables que incluso en algunos casos y, pensan­do en los senderistas más exigentes, se pueden enlazar prolongando aún más el recorrido.

Para garantizar y mejorar la conservación de un espacio natural de gran fragilidad como es el Parque Regional del Sureste, conviene recordar los siguientes consejos antes de realizar tu visita:

-Empieza por las rutas más fáciles. Para los no acostumbrados al senderismo es recomendable empezar por las rutas más cortas. Si hoy haces una excursión sencilla, mañana te costará menos hacer algo de mas alto nivel. -Prepara bien la mochila. Para cada excursión, y según la época del año, hay que llevar calzado y ropa adecuada. Se aconseja incluir un chubasquero, gorra o sombrero y no está de más llevar agua, fruta y algo para picar. Unos prismáticos o una cáma­ra de fotos serán muy útiles. -Piensa en el futuro. Visitamos lugares frágiles, ecosistemas muy delicados que han sobrevivido durante años. Lo ideal es que se los dejemos así a las generaciones futu­ras, para que también lo puedan disfrutar. -Manten el entorno l impio. Evita que se note tu paso por la naturaleza, no tires botes, papeles, envoltorios, etc. La basura dispersa por el monte, además de deterio­rar gravemente el paisaje, puede ser foco de infecciones, incendios, accidentes, etc. Procura dejar el entorno, si es posible, mejor que cuando llegaste. -Respeta la flora. No recojas plantas, ni maltrates los árboles, así todos podremos disfrutar de su belleza. Respeta la flora y la fauna. Si lo deseas, llévate una imagen o fotografía de recuerdo. -Respeta la fauna. No hagas ruido para no asustar a los animales. Disfruta, pero molesta lo mínimo. La mejor manera de observar la Naturaleza es con tranquilidad y en silencio. Los ruidos también son una forma de contaminación.

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- U s a los caminos. Camina por las sendas marcadas siguiendo las rutas que suge­rimos para evitar la erosión del terreno. Puedes utilizar los caminos, veredas y sen­das en tus excursiones procurando no salirte de ellos. -Renuncia al vehículo motorizado. Los desplazamientos en coche, motocicleta o los temibles quads son muy nocivos para la flora y fauna. Transita sólo por los cami­nos autorizados y camina todo lo que puedas, disfrutarás más del entorno. -Ev i t a los incendios. No hagas fuego y ten cuidado de no provocarlo por descuido. Puede destruir en pocos minutos lo que ha tardado muchos años en crecer. -Colabora. Si presencias cualquier agresión al medioambiente no dudes en avisar al SEPRONA, a los Agentes del Parque o al teléfono de emergencias 112.

En cada una de las excursiones se incluye una ficha técnica con las características prim pales del itinerario resumidas en los siguientes términos:

-DISTANCIA TOTAL: Hace referencia al trayecto de ida y vuelta. -DURACIÓN TOTAL: Hace referencia a todo el trayecto incluida la vuelta. - T I P O DE MARCHA: Indica si el recorrido es circular, lineal o de ida y vuelta. -TIEMPOS DE MARCHA: Se refiere a los tiempos empleados para cubrir cada una de las etapas en las que se dividen las rutas. -DESNIVEL: Referido a la diferencia máxima de altitud encontrada durante todo el trayecto. -DIFICULTAD: Marcada por la distancia, por la topografía de la zona, por el tipo de camino, por la presencia de zonas encharcadas o con corrientes de agua, vegetación espesa, etc. - T I P O DE CAMINO: Se establece según el ancho y calidad del firme, siendo los más ac­cesibles las pistas y caminos y los que poseen mayor dificultad las sendas. - A G U A POTABLE: Disponibilidad de un punto de abastecimiento. En el caso del Parque Regional del Sureste todos los lugares señalados se corresponden con fuentes de po­tabilidad garantizada. -ÉPOCA RECOMENDADA: Este apartado elige las estaciones del año más atractivas pa­ra realizar cada excursión.

-SUGERENCIAS: Incluye todo tipo de consejos para hacer más cómoda y eficaz la excursión. -CARTOGRAFÍA: Muy útil para situarse mejor en el contexto de la ruta, incluso para poder enlazar varias rutas próximas ampliando la duración y distancia. Aconsejable para los excursionistas más experimentados.

SIGNOS CONVENCIONALES

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DISTANCIA TOTAL: 3,5 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 1 hora aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de lo ruta - Presa del río Henares: 30 minutos. Presa del río Henares - Fin de la ruta: 30 minutos.

DESNIVEL: Nulo. DIFICULTAD: Baja.

T IPO DE CAMINO: Pista y senda. A G U A POTABLE: NO hay fuentes en todo el recorrido.

ÉPOCA RECOMENDADA: En primavera florecen numerosas especies con vistosos colores. En otoño las hojas de los árboles ofrecen gran matiz de color.

En invierno, al amanecer y al atardecer es más fácil avistar aves. SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger líneas interurbanas 282 (Madrid-

Mejorada del Campo) ó 285 (Madrid-Arganda) en el intercambiador de Avda. de América y bajarse en la parada de bus de la lavandería del Insalud (M-203). El acceso por carretera

se puede hacer a través de la M-45 desvío San Fernando de Henares-Mejorada del Campo en dirección a Mejorada y luego dirección Alcalá de Henares dejando el coche en la lavandería.

Existe además un parking a unos 300 metros en el área recreativa Las Islillas. Es recomendable llevar prismáticos y, desde mayo a octubre, repelente contra insectos. Evitar los horas centrales

del día en los meses de verano. Se puede realizar todo el trayecto en bicicleta. Si subimos por la pista que parte a la derecha, justo bajo las vías del AVE, ascenderemos al cantil

desde donde obtendremos unas amplias vistas de todo el conjunto. CARTOGRAFÍA: Hoja 560-111, escala 1:25.000 del I.G.N.

veces, resulta difícil ima- dedor. Pero, siempre quedan peque-ginar lugares de alto valor ños rescoldos que invitan a dar un pa-ambiental inmersos en la seo de inusitada tranquilidad, quebra-

gran masa urbana que Madrid extien- do, de vez en cuando, sólo por el sonido de como un cáncer por todo su aire- de algún que otro avión buscando su

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destino en el cercano aeropuerto de forma a ambos lados del río este con-Barajas. junto de pequeñas lagunas de escasa

Es este mágico escenario, donde el profundidad, agua se torna en protagonista esencial, El atractivo es irresistible para aves el que hace olvidarnos del insufrible como las anátidas, fochas, garzas rea-aliento de la ciudad para sentirnos un les, cormoranes, martinetes y otras es-poco más libres, escuchando el canto pecies típicas de zonas húmedas. Entre de las abundantes paseriformes bajo los ellas llama la atención la silueta de un frondosos bosquecillos de los sotos, que calamón que sin perder la compostura halagan el manso discurrir del Henares, parece ajeno a nuestra presencia.

Para comenzar nuestro itinerario Hoy día el paraje forma un amena-nos situamos en la carretera M-203 jun- zado conjunto hidrológico importante to a la parada de autobús de la línea 282 para flora y fauna, no exento de la te-que se encuentra en las inmediaciones mida presión humana garante de los de la lavandería del Insalud y de un aspectos más negativos a su lenta evo-puente peatonal que nos comunica con lución natural. la cercana localidad de Mejorada del Chopos de gran envergadura alter-Campo. nan con jóvenes álamos blancos, retor-

Andamos unos 300 metros por una cidos tarayales, pequeñas saucedas y pista de buen firme y llegamos a un otras muchas especies típicas de estos cruce de caminos bajo el enorme via- ricos ecosistemas tapizan el fértil fon-ducto sobre el que se desliza el AVE do del valle. Tantean las zonas enchar-Madrid-Barcelona, donde seguiremos cadas tupidas masas de carrizo, juncos, de frente. A nuestra derecha se alza el eneas o espadañas bordando en verde cantil horadado por el histórico avance la agostada estampa estival y en vivos del Henares hacia su inminente final y colores dorados el decrepitar del otoño, a nuestra izquierda nos iremos aden- Llegados a un antiguo puente de-trando en uno de los humedales que se rruido del ferrocarril azucarero que conserva en un estado más naturaliza- unía Ciempozuelos con Torrejón de Ar­do del Parque Regional del Sureste, doz y que estuvo activo hasta los años Atrás queda el origen de su formación setenta, tomamos el camino a la dere-diluyéndose con el paso del tiempo, el cha hasta llegar a la presa de la que par-mismo que hace olvidar el polvoriento te el caz de regantes, origen de la prin-transitar de grandes vehículos carga- cipal arteria que abastece de agua las dos de grava y arena. Nos quedamos, huertas de Mejorada y Velilla. La ima-porí^tanto, con el cuadro actual que gen del lugar es placentera, el río que­

da remansado, flanqueado por un frondoso soto car­gado con grandes chopos de un la­do y por los ergui­dos cantiles de ro­ca yesífera al otro. Conjunto en per­fecta armonía que se completa con el susurrar del agua cayendo por la presa aguas abajo. Una mirada pers­picaz delata la si­lueta de alguna tenca, barbo o in­cluso la apreciada boga de río. Alza­mos la mirada pa­ra ver cernido, col­gado del aire y batiendo ocasio­nalmente sus alas al cernícalo común o mendros y la llamativa presencia de a su pariente el halcón peregrino. Tras una planta singular en el parque, el pa-el deleitoso momento volvemos to- loduz, cuyas raíces constituyen un dul-mando el mismo camino, pero una vez ce manjar, nos introducen en el corazón alcanzado el puente derruido, prose- del humedal. El paloduz o regaliz, me-guimos ahora cerca de la orilla del río, dicinal, mágico, afrodisíaco, fue tradi-dejándole siempre a nuestra derecha. cionalmente vendido a las puertas de

El camino se estrecha invadido por los colegios llevándolo incluso al bor-una naturaleza que nos toca y que per- de de su extinción en la zona, pero el cibimos intensamente con sólo za- desarrollo de la chuchería industrial lo randear la cabeza hacia ambos lados, ha relegado a un segundo plano y j ^ Majuelos, tarayes, saúcos, rosales, al- día, es parte de la historia de dé^jtós

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de aquella infancia de rodilleras y ci- localiza la junta del Henares con el Ja-catrices en la piel, a la vez que vuelve rama en un frondoso paraje lleno de a cubrir grandes extensiones en las ve- vida. Nosotros continuamos bajo el gas de los ríos. Al otro lado del hume- puente del Ave de nuevo por el camino dal se puede distinguir un observatorio inicial con vistas a la huerta mejoreña no muy bien conservado donde pode- hasta llegar a la lavandería, punto de mos divisar las frecuentes aves que se partida y final de la ruta, dan cita diariamente. En definitiva, este corto paseo reco-

Continuando unos metros llegamos mendable para todo tipo de persona de al área recreativa "Las Islillas", lugar cualquier edad y condición, nos acerca apetecible para el descanso, más con- a un mundo próximo a nuestros hogares, currido los fines de semana por pesca- refugio de lo que en otros momentos dores, deportistas o familias que bus- fue un auténtico y extenso paraíso que can una pausa al bullicioso ritmo diario se esfuerza por recuperar todo su es-de vida. Escasos metros aguas abajo, se plendor, con nuestro permiso, claro.

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[ DISTANCIA TOTAL: Caserío de Henares: 4 f5 kilómetros. Soto de Aldovea: 3 Kilómetros. DURACIÓN TOTAL: Caserío de Henares: 1 hora y 30 minutos.

Soto de Aldovea: 1 hora aproximadamente. T I P O DE MARCHA: Circular en ambos casos.

DESNIVEL: Nulo en ambos casos. DIFICULTAD: Baja en ambos casos.

T IPO DE CAMINO: Pista forestal y senda. A G U A POTABLE: Hay fuente en las instalaciones del Centro de Educación Ambiental.

ÉPOCA RECOMENDADA: En cualquier época del año pero hay que evitar las horas centrales del día en los meses de verano. Mayor espectacularidad en otoño y primavera.

ADVERTENCIA IMPORTANTE: Para acceder al recorrido de la ruta del Caserío de Henares es necesario concertar alguna actividad organizada por el Centro de Educación Ambiental previa petición

telefónica al número 91 673 82 99. La ruta está habilitada para personas con discapacidad física. SUGERENCIAS: El acceso por carretera para el Caserío de Henares se puede hacer a través de la

M-45 desvío San Fernando de Henares-Torrejón de Ardoz, en dirección a Torrejón de Ardoz (existen indicaciones a pie de carretera), continuando hasta la rotonda que lleva al centro de

capacitación agraria; antes de llegar, nos encontramos con la entrada al recinto de los Huertos de Ocio y las instalaciones del Caserío de Henares. En transporte público usar el Cercanías, línea

Cl Atocha-Alcalá de Henares, parada en Torrejón y posteriormente coger la línea urbana L2 dirección B° del Castillo, a partir de aquí hay que andar por un camino que parte del castillo durante unos 30 minutos. El acceso por carretera para el Soto de Aldovea se puede hacer a

través de la M-45 desvío San Fernando de Henares-Torrejón de Ardoz en dirección a Torrejón de Ardoz, luego seguir dirección Loeches hasta la rotonda situada antes de llegar al río Henares,

coger el desvío de la derecha que lleva al barrio del Castillo. En transporte público hay que usar el Cercanías, línea Cl Atocha-Alcalá de Henares, parada en Torrejón y posteriormente coger la línea urbana L2 dirección B° del Castillo. Existe un aparcamiento ¡unto al palacio de Aldovea.

Desde mayo hasta octubre se recomienda llevar repelente contra insectos. Es recomendable lle­var prismáticos y guías para la observación e identificación de aves.

CARTOGRAFÍA: Hoja 560-1, escala 1:25.000 del I.G.N.

Debido a la necesidad de solicitar ruta descrita a continuación, se ofre-un permiso especial o participar en ce, al final de la misma, una ruta al-alguna actividad programada por el ternativa situada en sus proximida-Centro de Educación Ambiental de El des, concretamente en el Soto de Caserío de Henares para realizar la Aldovea.

CASERÍO DE HENARES

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta desde el Centro de Educación Ambiental (CEA) -Mirador del Castillo: 35 minutos. Mirador del Castillo - Meandro abandonado: 25 minutos.

Meandro abandonado - Fin de la ruta en CEA: 30 minutos.

a finca donde se ubica el agua y vida que evoluciona tranquilo Centro de Educación Am- entre el tumulto de uno de los taraya-biental "Caserío de Hena- les mejor conservados de la región,

res" es, con casi 200 hectáreas, uno de Impacientes por descubrir los se-esos escasos reductos del Parque cuya cretos que el Henares esconde en sus úl-titularidad pertenece al dominio pú- timos flirteos con el zarandeado valle blico. En un intento de conservar uno que le acoge comenzamos la ruta par-de los lugares de mayor valor ecológi- tiendo del Centro Ambiental. Los ins-co de la zona, el acceso libre queda tantes iniciales ofrecen un paisaje abier-restringido salvo petición previa o par- to, de cultivos dispersos y la presencia ticipación en las actividades organiza- de los primeros nidos de cigüeña, que das por el Centro. serán fieles compañeros de viaje du-

La particularidad geomorfológica rante casi todo el trayecto. Avanzamos de este espacio nos muestra un mean- por la pista entre pequeños rodales del dro abandonado de reciente formación, antiguo soto que engalanaba estas afor-que lo hace único y merecedor de un tunadas tierras evitando que el hacha y nivel de protección adecuado. Fue allá el arado no hicieran demasiada mella en por el año 1970 cuando, tras un mes de sus dominios. La hermética masa ve-enero de intensas lluvias, el río Hena- getal en determinados puntos no deja ni res, muy crecido y desmedidamente un minúsculo resquicio para facilitar embravecido, decidió buscar un atajo su exploración; la paz queda garanti-para mover sus aguas con mayor rapi- zada. Alternan los espacios más des-dez, dejando un arco independiente de pejados con los abundantes bosquetes

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que intentan extenderse por lo largo y sobre la fértil vega, cada vez más ago-ancho de la finca. tada ante la tozudez humana.

Se mantienen viejos ejemplares de Regresamos atravesando el pinar álamo blanco con la cubierta rugosa y hacia el camino de las Moreras aunque cuarteada, tapizada de musgos y otros tengamos que inmediatamente des-inquilinos engrosando la lista de ele- viarnos en una bifurcación situada a mentos seductores al observador. nuestra izquierda. Buscando el río pe-

Próximos a una curva, nos detene- netramos lentamente en un tarayal que mos, y alzamos la vista disfrutando de se va apretando con la marcha. Evi-una increíble adaptación del medio na- dencias de la vida animal se manifies-tural a los tiempos que corren. Varios tan en forma de excrementos, orificios nidos de cigüeña se encaraman a una en el suelo, sonidos dispares, crujir de torre de alta tensión transformando la ramas, etc. Vemos un Henares esquivo, fría arquitectura del metal en un cali- un poco alborotado pero con energía do hogar de vida salvaje. Después de revitalizadora. Llegamos entonces a un andar unos minutos nos topamos con observatorio situado junto a un frag-un paseo de sabores pretéritos. Nos di- mentó de ese meandro que hacía circu-rigimos hacia el castillo de Aldovea a lar el río hace escasos inviernos. Aho-través de un camino que ftxe real y de- ra es un remanso de calmado humedal bía, por ello, diferenciarse de los res- dispuesto a meterse en el bolsillo a te­tantes. Para agradar su tránsito se plan- do personal que, paciente y algo em-taron frondosas moreras acompañadas bobado, permanezca ante sí, contem-de acacias y otras especies más o me- piando la escena ataviada de ánades nos exóticas, ya bastante mermadas reales, cormoranes, porrones comunes, por el inevitable paso del tiempo. An- somormujos, garzas reales, martinetes tes de llegar al castillo, las huellas del o el mismísimo calamón común, pasado nos vuelven a recordar un va- Seguimos bordeando el fosilizado lioso entorno acondicionado para sa- meandro, abandonado, pero sólo por el tisfacer a las clases sociales antaño más curso actual del Henares y no por una relevantes. Todavía emergen grandes densa masa vegetal compuesta de tara-pinares de aromas centenarios tras los yes, sauces, carrizos, eneas, juncos chu-cuales se esconde el hoy día llamado rreros, álamos, etc. Nada más enlazar palacio de Aldovea, construido como con el camino principal, en un zona castillo en el siglo xi, quemado y va- aclarada de vegetación, giramos de nue-rias veces transformado, pero que no vo a la izquierda en aras de gozar bajo renuncia a perder su férrea vigilancia el velo de una reliquia botánica, un tan­

to malograda por un incendio todavía te invita a intimar con todo lo que nos reciente en su memoria. Hablamos de rodea; la complicidad es total, relaja-un tarayal muy evolucionado, con mos pues nuestros sentidos, ejemplares que retuercen sus troncos y Retrocedemos sobre nuestros pasos cruzan caóticamente sus ramas en to- saliendo al camino que nos lleva al pun-das direcciones. El porte considerable to de partida inicial de la ruta. Va sor-de sus ejemplares contrasta con el re- teando sotos y áreas de antiguos pastos ducido tamaño de la extensión que ocu- o cultivos, ahora apoyados en fase de re-pa. Al final, la sorpresa se materializa cuperación por reforestaciones efec-al llegar a un agazapado e idílico mira- tuadas con plantas de carácter autócto-dor de aves localizado junto a unos de no, además de contar con una recreación los humedales pertenecientes al mean- que imita un pequeño humedal flan-dro abandonado. La atmósfera reinan- queado por un observatorio.

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Nos dirigimos inevitablemente al en la ignorancia de los intensos flujos final de la excursión dejando atrás una urbanos que pasan de largo, teje que te-isla de armonía natural mantenida aún je el territorio aledaño.

SOTO DE ALDOVEA

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - monumento a los Mártires: 40 minutos. Monumento a los Mártires - fin de la ruta: 20 minutos.

orno alternativa a la ruta rrio del Castillo y un poco más allá al que dentro de la finca "Ca- palacio de Aldovea. Si las puertas de serio de Henares" necesi- acceso al recinto están cerradas pode-

ta desarrollarse de forma controlada y mos llegar al aparcamiento del palacio bajo petición previa, existe una opción siguiendo un camino situado al final de que recorre un tramo contiguo aguas la valla. arriba del Henares. Es un corto pero in- No creo que sea necesario señalar teresante paseo a través de un soto bien que, dar una vuelta alrededor del pala-conservado junto al palacio o castillo ció, también forma parte de la excur-de Aldovea. sión a pesar de que la entrada al mis-

La pena es que en los últimos tiem- mo no está permitida por ser éste de pos se vaya degradando por el aumen- propiedad particular. to de árboles enfermos y la aparición Podemos observar desde la puerta de basuras en algunos puntos. Aun así, principal un camino que desde nuestra merece la pena invertir unos escasos izquierda baja hasta el río de forma momentos del transcurrir cotidiano pa- paralela al castillo, ra asomarse a las últimas estribaciones En un instante el camino se diluye del Parque en uno de sus sectores más por momentos en el interior de las pri-orientales. meras estribaciones del soto. Un pa-

Para acceder salimos de la locali- norama de árboles envejecidos, enfer-dad de Torrejón de Ardoz en dirección mizos, conceden la caridad de la vida a Loeches. Justo antes de llegar al río a los abundantes yesqueros que se van Henares nos topamos con una rotonda adosando a las partes inertes del tron-de la que parte por la derecha una es- co para nutrirse. Continuamos de fren-trecha carretera que nos conduce alba- te hasta orientarnos en compañía de

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un ceñido sendero que va seseando en- tre las que se vislumbran la garza real, tre los primeros tarayales, algunos ala- la garceta común o el martinete. mos sueltos y los escasísimos olmos Transcurridos unos treinta minutos que resisten estoicamente su negro por- el panorama empieza a cambiar, se am-venir. Hay que insistir en alcanzar la plía el campo de visión, el dosel arbó-orilla del río, pues el trazado del ca- reo se aclara y el camino se ensancha, mino a partir de ese momento se hace Miramos a la izquierda y notamos la más evidente. presencia del maquiavélico aconteci-

Avanzamos mientras el tarayal se miento histórico plasmado en una cruz ajusta y cierra sobre nuestras cabezas, moldeada en granito. Es el monumen-a modo de bóveda inmutable, la mira- to a los Mártires de la Guerra Civil, da hacia el cielo. El rio es fiel compa- muertos y enterrados en noviembre de ñero a la derecha de nuestros pasos y 1936 Justamente en el mismo solar por de vez en cuando nos regala, en el ru- el que nos dejamos llevar. Continua-mor de sus aguas, bonitos recodos y gi- mos unos minutos río arriba y, pasado ros cubiertos de abundante vegetación, un corto repecho, enlazamos con otro Ocultas entre los sauces, cantan pe- camino que nos conduce de vuelta al quenas aves. Posadas en las silenciosas punto de partida, ya con la mirada pues-orillas se recrean algunas ardeidas en- ta en el palacio de Aldovea.

DISTANCIA TOTAL: 10 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 3 horas.

T IPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Río Jarama bajo los cantiles: 30 minutos. Río Jarama - Laguna El Soto: 40 minutos. Laguna El Soto - Laguna Picón de los Conejos:

70 minutos. Laguna Picón de los Conejos - Fin de la ruta: 40 minutos. DESNIVEL: Nulo.

DIFICULTAD: Baja. TIPO DE CAMINO: Pista forestal y senda.

A G U A POTABLE: NO hay fuentes en todo el recorrido. ÉPOCA RECOMENDADA: En primavera y en otoño el colorido es rico en matices.

En invierno es muy interesante la abundancia de aves en las lagunas. Evitar las horas centrales del día en los meses de verano.

SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger líneas interurbanas 284 (Madrid-Loeches) o 285 (Madrid-Arganda) en el intercambiador de Avda. de América y bajarse

en la segunda parada de bus de la Avenida de la Ilustración en Velilla de San Antonio. Después hoy que andar hacia el polígono industrial en dirección al río unos 15 minutos.

Es recomendable llevar prismáticos y guías para reconocer aves. Si usamos el transporte privado coger la autopista de peaje R-3, desviarse en Velilla de San Antonio y llegar hasta el polígono

industrial. Desde mayo hasta octubre se recomienda llevar repelente contra insectos. Se puede realizar todo el trayecto en bicicleta.

CARTOGRAFÍA: Hoja 560-111, escala 1:25.000 del I.G.N.

a presente ruta posee un co. Es, por lo tanto, una de las más atractivo especial respecto a completas y sugerentes de las incluidas otras propuestas en el libro, en esta guía,

ya que reúne en un solo itinerario una Partimos del parque situado junto gran riqueza faunística, diversidad de al polígono industrial que marca un paisajes e incluso patrimonio artísti- brusco cambio en el paisaje, pasando

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de la sobria arquitectura fabril y urba- lo que antes fue una de las muchas gra­na a las inmediaciones de la Laguna veras activas. del Raso en tan sólo unos breves pasos. Si alzamos la vista en la dirección Rodeamos la laguna por su lado iz- opuesta podemos divisar la silueta re-quierdo intuyendo pequeños anticipos cortada de los cantiles de Rivas como te-de vida salvaje hasta situarnos entre és- lón de fondo, flanqueando al Jarama en ta y el río Jarama. Mientras transita- su orilla izquierda. La vegetación que mos por la zona más humanizada del nos rodea es típica de los sotos ribere-itinerario, no es difícil ver a los veci- ños: sauces, álamos, tarayes, fresnos, nos de Velilla paseando o practicando olmos, bajo los cuales se desarrolla la pesca, entre otras actividades. un tupido manto de lianoides, herbá-

Avanzamos dejando atrás la Lagu- ceas y pequeños arbustos, contrastan na del Raso, donde seguro que ya he- con la imagen de elegante esterilidad mos podido avistar las primeras aves ofrecida por los quebrados cantiles. El que nos irán acompañando a lo largo de cuadro natural es capaz de serenar to-todo el recorrido. Primero encontramos dos los sentidos en un solo abrir y ce-otra laguna de tono verdoso y de menor rrar de ojos, dimensión, separada de la del Raso y de Al final de la laguna encontramos la del Picón de los Conejos por sendos una verja que no ofrece ninguna difí-taludes de tierra. Tras ella llegamos a la cuitad para traspasarla puesto que tie­rnas importante del conjunto por su be- ne una abertura lateral para paso de ca-lleza, grado de naturalización e impor- minantes y ciclistas. Continuamos en la tancia para las aves ya que en invierno misma dirección donde nos iremos in-logra concentrar aquí grandes cantida- traduciendo de nuevo en la espesura des, hablamos de la Laguna del Picón de del bosque ribereño, dejando entrever los Conejos. La superficie que ocupa es a nuestra derecha pequeñas charcas en­de unas veinticinco hectáreas siendo su vueltas en carrizos y tarays hasta al-forma irregular, con abundantes reco- canzar la última masa de agua lacustre vecos y de orillas suavizadas, lo que llamada El Soto. Quizás sea menos hace de ella un atractivo lugar para la atractiva que las anteriores, aunque es colonización animal y vegetal. Cormo- frecuente ver fochas en el agua, a los ranes, somormujos, patos cuchara, ana- coloridos abejarucos surcando el aire, des reales, porrones europeos, garzas al martín pescador encaramado en pe-reales, gaviotas reidora y sombría, y quenas atalayas y a alguna rapaz bus-otros tipos de especies pintan en el am- cando presa por sus alrededores. Los biente con tonos de frescura y vitalidad taludes que la bordean son más escar­

pados, y esa circunstancia dificulta el que se cubren de carrizos, eneas y al-crecimiento de la vegetación, aunque, gún arbolillo disperso, lentamente, los desprendimientos van Una vez pasada la laguna, el cami-acumulando tierra en las orillas a la vez no se bifurca pero no debemos dejar el

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cauce del rio. Seguimos aguas arriba dio cesar la actividad de la última gra-sin perder de vista por nuestra derecha vera funcional enclavada sobre estos una plantación de chopos. Si levanta- parajes de grandísimo valor. Giramos mos de nuevo la mirada hacia los can- otra vez a la derecha para seguir ro-tiles, podremos divisar en lo alto la deando la laguna y posteriormente hermosa ermita del Cristo de Rivas, pasar por una barra de tierra entre las erguida sobre un imponente cantil y lagunas hasta enlazar con el camino rodeada de un entorno de gran belle- inicial de regreso, que nos llevará al to­za. Los rejuvenecidos olmos asoman al gar del que partimos, cortado abrazando al monumento, Sobre el talud de tierra, que parte mientras un sosegado Jarama se sitúa en dos la masa de agua, se puede con­cón auténtico carácter sumiso a sus templar unas buenas vistas del conjun-pies. Es un buen momento para déte- to lagunar, al fondo los erguidos canti-nernos y tomar un oxigenador respiro, les y también un pequeño observatorio

Nada más pasar la ermita cogemos de aves cuyo acceso se va complican-un camino que sale a nuestra derecha do con el tiempo por la invasión de la siguiendo la plantación de chopos y vegetación en la vereda que conduce bordeándola en el camino de regreso, hasta allí. Al final de la misma pode-Campos de regadío, reses ganaderas y mos atravesar un rodal de altos caña-garcillas bueyeras nos acompañan verales que nos conducirán al camino hasta regresar a la Laguna del Soto por de vuelta junto al río, pasando de nue-donde seguiremos el camino que an- vo por la Laguna del Raso, damos en la ida hasta la verja. Antes de Así, tras una jornada de inesperados llegar a este punto giramos a la iz- y agradables entornos naturales, llega-quierda y rodeamos la Laguna del Pi- mos de nuevo a las puertas de una ci-cón de los Conejos por el otro lado. Es vilización que estrecha, cada vez más, una pista muy ancha, utilizada por los el cerco al hogar de miles de inocentes camiones que sacaban la grava hasta vidas, ajenas al amenazador mundo que dias muy recientes, en los que se deci- les rodea.

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DISTANCIA TOTAL: 10 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: Tres horas. TIPO DE MARCHA: Ida y vuelta.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Azud del Piúl: 30 minutos. Azud del Piúl - Humedal de Miralrío: 40 minutos. Recorrido por el Humedal

de Miralrío: 30 minutos. Humedal de Miralrío -fin de la ruta: 80 minutos.

DESNIVEL: Nulo. DIFICULTAD: Baja.

TIPO DE CAMINO: Pista forestal y senda. AGUA POTABLE: No hay fuentes en todo el recorrido.

ÉPOCA RECOMENDADA: En primavera y en otoño el colorido es más rico en matices. En invierno es interesante la abundancia de aves, aunque se pueden observar durante

todo el año. Evitar las horas centrales del dia en los meses de verano. SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público hay que coger la línea 9 del Metro

hasta la estación de La Poveda. Después hay que andar en dirección al ferrocarril turístico de Arganda por la carretera que le sigue paralela. Si usamos el transporte privado coger la A-3, desviarse en Arganda del Rey y continuar dirección La Poveda (carretera de Alcalá de Henares)

y luego girar a la izquierda donde estaba la antigua vía del tren hasta alcanzar un aparcamiento pasada una depuradora de aguas. Es recomendable llevar

prismáticos y guías para reconocer aves. Desde mayo hasta octubre se recomienda llevar repelente contra ínsitos.

CARTOGRAFÍA: Hoja 560-111 y 583-1, escala 1:25.000 del I.G.N.

lanear una ruta en la que to- do el trayecto sea atractivo, se plantea do el mundo pueda tener un ciertamente difícil, pero si desechamos, acceso fácil (transporte pú- en este caso, el primer tramo hasta la

bliccík en el que el camino esté siem- depuradora para los que vienen en el pre éüjiuenas condiciones y donde to- Metro, lo demás promete un itinerario

sosegado y con placente­ras vistas al río Jarama, los cantiles y el Humedal de Miralrío.

Una vez pasada la de­puradora por una estre­cha carretera en no muy buenas condiciones, lle­gamos a un pequeño aparcamiento donde de­bemos tomar un camino que sale por la derecha, en dirección a un puente de hierro que se observa a unos metros. Este puen­te cruza el río Jarama lle­vando un antiguo tren turístico heredero del his­tórico Tren del Tajuña, cuyo trazado es hoy día, en gran parte, una cono­cida vía verde cicloturís-tica. Debemos pasar por debajo del mismo para continuar a través de una senda rodeada de jóvenes tarayales. A nuestra iz­quierda se puede ver el majestuoso cantil for­mando un pronunciado ángulo, el río cambia bruscamente de direc­ción, a la vez que la dis­posición de los cantiles. El giro de casi noventa grados en la orientación

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de las laderas permite observar varia- explotación agraria cuyo destierro a ciones en la vegetación. modo de fortín natural la ubica entre la

En algunos tramos el sendero que- espada del Jarama y la pared del can­da algo desdibujado, pero si seguimos til, y donde el ganado pace sosegado al paralelos al curso del río no habrá nin- margen de cualquier perturbación. Ha-gún problema. Así, continuamos has- blando de perturbaciones, unos metros ta llegar a un azud de grandes dimen- más adelante nos toparemos con una de siones junto a la finca de El Piúl. En las poco deseables graveras cuyo final este lugar el agua se remansa y ensan- se intuye cercano. El estrecho camino cha el cauce dando sensación de am- pasa entre la gravera y el Jarama, pe-plitud. Las orillas muestran una desa- ro el continuo bullicio de aves cruzan-rrollada masa vegetal que da cobijo a do de un lado a otro nos aleja del pro-numerosas aves, entre las que cabe des- ducido por la actividad extractiva. El tacar una nutrida colonia de imponen- sendero sigue siendo escueto, los años tes garzas reales. húmedos, y en especial en primavera,

Atravesamos por un puente de ce- puede verse invadido de vegetación en mentó las compuertas que regulan el ciertos tramos pero sin ofrecer grandes paso del agua al caz de regantes de la dificultades. Subimos un pequeño des­zona y continuamos por un estrecho nivel y transitamos momentáneamen-sendero paralelo a la margen derecha te bordeando un rodal cultivado, que es del río. flanqueado en el lado opuesto por la

Aún permanecen restos de una ve- carretera que une Arganda con Mejo-getación que antaño era mucho más rada del Campo, evidente; como muestra cabe destacar Pronto bajamos un repecho que nos la difícil tarea de descubrir la presen- adentra de nuevo en los frescos y um-cia de ciertas especies como el aliso brosos sotos del Jarama. La mano del por estos lugares, relegadas a escasos hombre se deja notar con la presencia rincones y pies junto al río. Otras co- de especies introducidas entre las que rren mejor suerte y así, álamos, sauces hallamos robinias, olmos pumila y pi-y fresnos serpentean a lo largo del ca- nos carrasco. El camino se vuelve an-mino jugando entre el río y nuestro re- cho y apacible. Es un buen momento posado pasear. A lo largo del trayecto, para hacer una pausa en el área recre-situada entre los cantiles y el trazado ativa de La Riada. Tras el reposo, el ca-del curso fluvial, y aprovechando un mino continúa bajo la complaciente gran meandro será fiel compañera la compañía de esbeltos pinos y chopos emblemática finca de El Piúl. Es una que nos conducen directamente al

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Humedal de Miralrío. Es un humedal Vamos rodeando el conjunto la-catalogado de gran interés, pero cada custre sin abandonar la grata compañía día se encuentra más enturbiado por el de un Jarama poco generoso en vege-intenso discurrir de camiones y todo ti- tación arbórea hasta llegar a una de-po de vehículos en sus inmediaciones, rruida construcción, testimonio fre-Lo empezamos a bordear por el lado iz- cuente de la actividad extractiva antaño quierdo, siguiendo el curso del río que padecida y que fue germen involunta-dibuja una doble curva fruto del me- rio del hoy valioso humedal. Es una bo-andro originado tras uno de los fre- nita atalaya con sugerentes vistas a las cuentes desprendimientos de rocas pro- anegadas tierras, cubiertas en su mayor cedentes de los cantiles, que cierran parte de sustanciosas masas de carri-nuestro horizonte. zo, eneas y tarayes.

Sobrevuelan el cielo numerosas ci- De vuelta al camino, se sube una güeñas que anidan, en su mayoría, den- ligera cuesta para emprender poste-tro de la finca de El Piúl. Hay garzas re- nórmente el viaje de vuelta andando ales, aves limícolas hundiendo el pico paralelos a la bulliciosa carretera en en el fango; y en las tardes de invierno, dirección al río. Alcanzado este punto interminables bandadas de garcillas enlazamos con la pista que usamos en bueyeras regresan a buscar sus dor- un principio para acceder al humedal, mideros riñiendo de blanco viejos tron- justamente donde comienzan los pri-cos de arboles secos y los abundantes meros pinos, tarayes del humedal. No es difícil ver De ahora en adelante, sólo hay que liebres, conejos e incluso algún zorro; recorrer el mismo itinerario ya en sen-mientras, en el agua, anátidas, somor- tido contrario, pero disfrutando en to-mujos, fochas, pollas de agua, cormo- do momento de un entorno privile-ranes y distintas especies según época giado con tintes de gran contraste a del año amenizan la marcha. uno y otro lado del camino.

DISTANCIA TOTAL: 7 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 2 horas aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Puente del Jarama: 30 minutos. Puente del Jarama -Mirador Cerro Gordo: 30 minutos. Mirador Cerro Gordo - Fin de la ruta: 60 minutos.

DESNIVEL Nulo. DIFICULTAD: Baja.

TIPO DE CAMINO: Pista forestal y senda. AGUA POTABLE: Hay varias fuentes en el Paseo de los Chopos y en el parque

junto al puente del río Jarama. ÉPOCA RECOMENDADA: En cualquier época del año pero hay que evitar las horas centrales

del día en los meses de verano. Mayor colorido en otoño y primavera. SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger líneas interurbanas 281 o 288

(Madrid-San Fernando de Henares) en el intercambiador de Avda. de América y bajarse en la parada de la Avenida de San Sebastián (Parque Henares). En breve se podrá acceder en Metro con la ampliación de la línea 7, que nos dejo junto al parque Dolores Ibarruri, a tan sólo unos 400 metros del inicio de la ruta. El acceso por carretera se puede hacer a través de la M-45,

desvío San Fernando de Henares-Mejorada del Campo en dirección a San Fernando hasta la glorieta de Europa (carretera a Torrejón de Ardoz) dejando el coche en la entrada del Paseo

de los Chopos. Desde mayo hasta octubre se recomienda llevar repelente contra insectos. Es recomendable llevar prismáticos para la observación de aves. Evitar en verano

las calurosas horas centrales del día. Se puede realizar todo el trayecto en bicicleta CARTOGRAFÍA: Hoja 560-I/560-III y 559-ll/IV, escala 1:25.000 del I.G.N.

esde el corazón de la ciu- humedales; desde las fértiles huertas dad hasta la naturaleza que, en el rigor del verano, manchan de salvaje de los ricos sotos verde el agostado paisaje circundante,

salpicados por un sinfín de menudos hasta la recortada silueta de los cortados

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tallados en ocre y gris; desde el Jara- monta a tiempos del rey Fernando VI. ma hasta el Henares, pasando por el A través de sugerentes vistas de la ve-mal trago de las grandes vías que tren- ga y de las monumentales puertas de zan Madrid en todos los sentidos y el acceso a la Huerta Grande llegamos a no menos agradable hedor de alguna una pequeña plazoletilla donde gira-depuradora tan incomoda como nece- mos a la derecha bordeando los cam-saria, la ruta propuesta bajo estas líne- pos cultivados, as es el mejor exponente de una huida El ahora denominado Paseo de los silenciosa en búsqueda de lo imposible. Plátanos hace referencia a este tramo Porque, parece difícil cuando uno echa que todavía se suele mantener bastan-a andar por estos ámbitos, que final- te concurrido pero apacible. Su fértil mente podamos llegar a encontrar un entorno nos recuerda el lado más rural paraje tan sumido en el olvido urbano de la mole urbana. y tan cercano a un tranquilo fluir de Al final de este tramo nos situamos emociones naturales. en un parquecillo con fuente incluida,

El camino comienza en la entrada junto al río Jarama y ante uno de los es-del conocido por los vecinos de San casos puentes peatonales existentes en Fernando como Paseo de los Chopos, la zona. Una vez cruzado, hay que co-al que algún osado denomina Paseo ger la vereda que parte a nuestra de-del Colesterol por el continuo trasiego recha, enfilando la mirada hacia las de almas consagradas al mismo, ro- inmensas vigas de hormigón que sos-gando perdón a sus excesos cotidia- tienen la M-45 y M-50, y que pasarán nos. En este mismo lugar podemos de- sobre nuestras cabezas a modo de mi­jar el coche si no hemos llegado en dosa comparsa motorizada, transporte público. Una basta cadena Al traspasarlo se advierte un pau-de hierro nos da la bienvenida en una latino cambio que nos aleja del ruido y atmósfera de marcada frondosidad, nos adentra poco a poco en un ambiente parques para el recreo infantil y una, menos hostil y más acorde con este ti-envejecida por el paso del tiempo, ca- po de excursiones. El tránsito se hace sa de labor con olor a historia. El pa- por un camino bordeado por barandi-seo es flanqueado por sendas hileras de lias de madera, chopos dispuestos en in­plátanos jóvenes, pero de robusto y sa- termitentes rodales, salpicón de tara-ludable porte. Si elegimos la calzada yes, juncos, carrizos y otras muchas por la vía derecha iremos acompaña- especies recientemente repobladas que dos de la Real Acequia que riega la his- dan cobijo a un nutrido conjunto de pe-tórica Huerta Grande cuyo origen se re- quenas aves y pajarillos.

Llegados a una bifurcación elegi- canzan aquí gran madurez creando un mos el camino de la izquierda. Anda- ambiente que nos atrapa entre verdes mos diez minutos hasta la siguiente sensaciones. Casi sin percibirlo hemos donde giramos ahora a la derecha. El pasado de la compañía del hermano camino se estrecha y se interna en uno mayor Jarama al pequeño Henares más de los puntos más exuberantes del par- limpio y tranquilo. Tras unos veinte mi-que; se adivina la junta del Jarama con ñutos andando desde el anterior cruce el Henares. Álamos, fresnos, olmos, nos situamos en otra encrucijada, don-sauces y un extenso manto vegetal al- de hay que seguir de frente dejando el

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rio a la derecha. Sorteamos un conjun- un poco, a un lado se observa el Cen-to de recoletas lagunas que fueron tro de Capacitación Agraria y, esparci-acondicionadas durante los años 80 por dos a lo largo del mismo, jóvenes bro-la Comunidad de Madrid y que, me- tes de olmo intentan el difícil y esquivo diante un nuevo puente de madera so- milagro de la vida, bre el Henares, se podrá acceder en po- De nuevo hemos de desviarnos por co tiempo al otro lado del río. El lugar el amplio camino que sale a la izquier-es casi de ensueño, naturaleza por do- da y que nos llevará a través de los pra-quier; respiración profunda y lento ca- dos de La Guindalera hasta el puente pe-minar permiten un observador paseo, atonal del Jarama, pero al llegar al Se avanza hasta llegar a la última de las parquecillo hay que seguir de frente bor-charcas que está a nuestra izquierda y deando la Huerta Grande por el lado que hemos de atravesar por un puente contrario del inicio de la ruta. De nue-de madera casi oculto entre la tupida vo la acequia nos escolta con un corte-vegetación palustre. Subimos una cor- jo de maduros olmos, acacias y sueltos ta rampa que conduce a un medio es- chopos en el llamado Paseo de la Agu-condido mirador desde donde obtene- jeta, último tramo del cuadrilátero que mos bonitas vistas de dicho humedal y encierra la histórica Huerta Grande, de un arbolado regato de agua que co- Por el otro lado, el latido de la ciu-munica con otros humedales cerca- dad se siente próximo, la depuradora y nos. Ahora estamos en el ecuador del más tarde la carretera de circunvalación trayecto y hay que decidir el regreso si- pinta de gris la recta final a un itinera-guiendo el mismo camino hasta el an- rio que sufre la amenaza del crecimiento tenor cruce, donde se gira a la dere- urbano mientras intenta recuperar el es-cha, pasando entre charcas rodeadas plendor de un pasado pródigo en valo-de pinos y chopos. El camino se abre res naturales.

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DISTANCIA TOTAL: 5 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 1 hora y 40 minutos aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Loma de Vallejogato: 40 minutos. Loma de Vallejogato - Fin de la ruta: 60 minutos.

DESNIVEL: Unos 100 metros. DIFICULTAD: Baja.

TIPO DE CAMINO: Pista forestal y senda. A G U A POTABLE: NO hay fuentes en todo el recorrido.

ÉPOCA RECOMENDADA: En primavera florecen numerosas especies aromáticas de vistosos colores y en otoño, las hojas de árboles como el quepgo dan una nota interesante de color.

Evitar en verano los horas centrales del día por el calor excesivo. SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger la línea 9 de Metro hasta Arganda

y luego la línea de bus local (Argabus) número 3 hasta el cementerio nuevo; también se puede coger la línea interurbana 285 en el intercambiador de Avda. de América o la línea interurbana 31 len Conde de Casal hasta Arganda. Para acceder por carretera coger la A-3, desviarse en Arganda y conducir por la antigua N-lll hasta la rotonda donde se encuentra la carretera de Valdilecha, aquí hay que tomar el primer desvío a la derecha y después la

segunda rotonda a la izquierda hasta pasar el cementerio, justo aquí empieza la pista que lleva al Carrascal. Se puede realizar todo el trayecto en bicicleta.

CARTOGRAFÍA: Hoja 583-1, escala 1:25.000 del I.G.N.

1 intinerario propuesto en extensión de unas 240 hectáreas, su las siguientes páginas trans- especial interés se centra en la con­curre por la masa forestal servación de un joven bosque medite-

más importante del Parque, si excep- rráneo, testigo de lo que en otros tiem-tuamos los bosques de galería exis- pos fueron amplios territorios en el tentes en los valles fluviales. Con una este y sureste de la Comunidad de Ma-

drid; hoy día casi desnudos, indefen- muy lejanos perfiles urbanos metro-sos, especiantes ante un desconfiado politanos; tomamos aire y empezamos, devenir. Situado en el sur de Arganda, con-

En el techo del espacio natural pro- cretamente en la parte más alta de la tegido es fácil sentirse perdido por ciudad, hay que tomar dirección al ce-unos instantes, inundado de naturale- menterio del barrio de Los Almendros za, hasta que uno alcanza alguno de los y continuar de frente por una pista fo-balcones que nos asoman hacia los no restal hasta alcanzar el área recreativa

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de "La Dehesa del Carrascal". En es- yacentes ha sido dificultosa su conser­te mismo lugar podemos dejar el co- vación, siendo tranformado en eriales che. Después recuperamos de nuevo y campos de cultivo. Hoy día, además, la pista por la que accedimos al ca- el acero y hormigón, compañeros fie-rrascal durante unos trescientos me- les del hombre, llaman a sus puertas ca-tros para coger una senda que parte a da vez con mayor contundencia, nuestra izquierda en ligera pendiente Llegamos a un cruce de caminos hacia abajo y con bastantes piedras ubicado en una pequeña explanada en sueltas haciendo menos cómodo su donde hemos de continuar de frente. tránsito. El monte arbolado queda a nuestra iz-

En tan sólo unos instantes nos va- quierda, mientras, la vegetación va de­mos introduciendo en un pinar lleno de sapareciendo por el lado derecho dan-matices. Entre los pinos surge esa ve- do paso a viejos campos de labor de getación autóctona y espontánea que apariencia descuidada. El camino aho-ofrece al visitante un variopinto cuadro ra lo abandonamos saltando literal-plagado de matorrales, carrascas y, es- mente sobre otro de similares condi-cudados al abrigo de las frescas um- ciones que gira a nuestra izquierda. El brías, los valiosísimos quejigos. Y es llano que nos rodea se encuentra salpi­que el quejigo es un árbol injustamen- cado de olivos, almendros y algunos te marginado a pesar de los beneficios viñedos, paisajes típicamente medite-que produce sobre los austeros para- rráneos, pero pronto subiremos una li­mos madrileños donde debería crecer gera pendiente en el paraje de la Loma a sus anchas. de Vallejogato. La pista es ancha, pre-

En primavera, el ecléctico acervo de sume de estar bien acompañada por olores impregna cada paso del camino curtidos pinares a la izquierda y por sur-y nos guía embutidos en vivos colores tidos matorrales y carrascales a la de­que jazmines, jaguarzos, aulagas, ro- recha. Al final de la cuesta, el horizon-meros, manzanillas, labiérnagos y to- te nos brinda una excelente vista de los millos regalan al paseante. Las madre- montes cercanos y del valle de Jarama selvas enroscadas en las encinas buscan rematado en la lejanía por el quebrado el mejor escenario para mostrar sus lia- perfil de la gran urbe madrileña, mativas flores; entretanto, discreta la Comienza en este punto una suave gayuba, cubre en pequeños retazos un bajada hasta alcanzar el fondo de una va-sediento y empobrecido suelo. El tapiz guada con grandes quejigos bordeando vegetal es verdaderamente jugoso, y es el camino, sin complejos ante los ma-de agradecer, ya que en los lugares ad- duros pinos hallados en los alrededores.

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El camino corre paralelo, junto a un to. rizos de nube serpentean sobre un vallado de una finca particular que lin- cielo recortado por la silueta del pinar, da con nuestra derecha. Andamos has- en cuyo interior se esconde ese tesoro ta pasar una ftiente de estéril aparencia mediterráneo que busca recuperar su a lado de un colmenar. Así, vamos gi- luz invadida, rando poco a poco a nuestra izquierda Un consejo antes de acabar, si la ru-deshechando los caminos que salen por ta se hace en un fin de semana prima-la derecha hacia las fincas y cotos de veral podremos encontrarnos un mayor caza próximos. Los pinares de pino ca- bul 1 ic io en ciertas zonas, pero si elegi-rrasco alternan con algunos grandes mos cualquier otro momento menos ejemplares de pino piñonero cultiva- concurrido, la soledad y la musicalidad dos en los últimos 50 años. Entre ellos de los pequeños habitantes que por allí asoman jóvenes encinas y otras espe- merodean reconfortarán nuestro tran-cies arbustivas de gran valor botánico quilo caminar. Así, no será difícil ver (majuelos, arces de montpelier, coni- revolotear jilgeros, verderones, lavan-cabras, etc) salpicando de diversidad el deras, abubillas, mirlos, petirojos e in-empobrecido sotobosque que dará con cluso alguna perdiz, ganga ó sisón. el paso del tiempo el relevo a los pina- Al final de la cuesta volvemos a res que ahora apreciamos. El camino encontrar el área recreativa que fue el entra de nuevo en una ligera pendiente punto inicial de este sencillo y placen-haciendo un corto zig-zag a la vez que tero recorrido. Sólo es un botón de nos ofrece unas entretenidas vistas de muestra de lo que nuestros montes pue-los arbolados barrancos circundantes, den dar de sí, aunque sea en pequeños En algunos puntos, la desnuda roca ca- retazos llenos de vida y en reconfor-liza asoma tímidamente, sin grandes tantes recovecos para los que desea-pretensiones, sólo quiere hacer saber mos mayor comprensión y un más es-su inestimable existencia. Mientras tan- peranzador futuro.

DISTANCIA TOTAL: 3,5 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 1 hora aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Visita a las Lagunas de Las Madres: 30 minutos. Visita a las Lagunas de La Esperilla: 30 minutos.

DESNIVEL: Nulo. DIFICULTAD: Baja.

TIPO DE CAMINO: Pista, camino y senda. A G U A POTABLE: Hay fuentes en el recinto de la Laguna de Las Madres.

ÉPOCA RECOMENDADA: En primavera florecen numerosas especies de vistosos colores y en otoño por la variedad cromática. Evitar en verano las horas centrales del día por el calor excesivo. En el tramo de las lagunas de La Esperilla, el tránsito de camiones procedentes de las graveras cercanas pueden causar molestias durante la marcha,

por ese motivo se aconseja visitarlas en días festivos. SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger la línea de autobús interurbano

número 337 (Argabus) en Conde de Casal hasta la parada situada ¡unto a los repetidores de RNE. Para acceder por carretera coger la A-3, desviarse en la salida 21 con dirección

a Chinchón (M-832) parando a la altura del kilómetro dos. Está indicado. Se puede realizar todo el trayecto en bicicleta.

CARTOGRAFÍA: Hoja 583-1, escala 1:25.000 del I.G.N.

1 hecho de incluir esta ruta creativas y otro, totalmente abandona-posee un carácter más di- do y en crítica situación de deterioro, dáctico que poder de se- lo que de algún modo justifica este re­

ducción o valor ambiental, pero no por corrido singular donde los haya, ello pierde interés. Es, precisamente, el Las Lagunas de Las Madres re­contraste entre un espacio acondicio- presentan los primeros intentos de nado y regulado para actividades re- recuperar ambientalmente antiguas

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explotaciones de áridos una vez aban- Llegamos a un puente de madera donadas y compatibilizarlo con la ac- que nos traslada entre juncos, eneas y tividad recreativa. Comenzaron los tra- carrizos al otro lado de las lagunas. En bajos de rehabilitación allá por el año las inmediaciones, el trote lento de los 1985, erigiéndose como una de las más caballos cabalgados por jóvenes apren-veteranas iniciativas de este tipo en el dices de jinete delatan la presencia del Parque Regional del Sureste. Hoy día centro ecuestre. Buscamos una eleva­se complementa con múltiples activi- ción del terreno junto a las lagunas pa-dades que van desde la pesca deporti- ra observar mejor el conjunto lacustre, va hasta la equitación pasando por el La vista alcanza hacia el horizonte senderismo, los talleres de naturaleza un sinfín de lagunas sembradas en los o los tranquilos paseos en barca. últimos años que han ido germinando

Una vez estacionado el vehículo en floridos humedales repletos de vida, el aparcamiento situado frente a la en- Paradójicamente, el vacío dejado por el trada nos acercamos a la caseta de re- hombre en la fértil vega para edificar cepción donde abonaremos la simbó- su futuro sirve también de hogar para lica cantidad de un euro por acceder al multitud de nuevos inquilinos verda-recinto. Ante nosotros se extiende la la- deramente agradecidos. Muy cerca, el guna de mayor dimensión precedida Jarama y el Manzanares hacen juegos de un pequeño embarcadero que según de contorsionismo, como si quisieran caminamos dejaremos a nuestra iz- sortear ese continuo bombardeo de la-quierda. Enfilamos la orilla derecha, gunas que usurparon parte de su Uanu-mientras a lo largo del itinerario se ra, la misma que difícilmente ahora ofrece la posibilidad de identificar las puedan reivindicar, especies botánicas distribuidas por los Salimos, despedidos por el tumul-diferentes puntos del lugar. Así, pode- to de gansos, palomas y patos, del en-mos reconocer, tanto a las especies torno de Las Madres enfilando la ca-autóctonas, como a las introducidas ar- rretera que lleva a Chinchón. Cruzamos tifícialmente con sólo leer los carteles al otro lado y nos topamos con una pis-oportunos. A saber, tarayes, chopos de ta de tierra de grandes dimensiones. distintos tipos, fresnos, sauces, reta- Pronto, nos percatamos de la presencia mas y romeros como elementos pro- de una laguna injustamente marginada. pios de la zona y castaños de indias, ár- Se mantiene, a pesar del incomprensi-boles del paraíso, madroños, adelfas, ble abandono en el que se halla, con un arces y pinos como invitados al corte- luminoso color turquesa que atrae nues-jo florístico local. tra atención.

No hace mucho tiempo, el estruen- mente calmado, aunque sea sólo los do de las motos acuáticas añadían días festivos. Los continuos latigazos de mayor grado de perturbación al enra- engañosa modernidad eran sufridos en recido ambiente reinante, ahora ligera- la húmeda piel de un territorio siempre

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ambiguo, siempre polémico. Existen rigiéndonos hacia nuestra derecha, otros caminos que nos conducen al res- hasta alcanzar un rodal de tierras cul­to de lagunas próximas, también inte- tivadas. Lo debemos rodear entre la la-resantes, reforestadas, hundidas varios guna y la parte sembrada; bajamos de metros sobre el nivel del suelo. nuevo el talud conectando con un ca-

Bordeamos su perímetro por la pis- mino ya en las inmediaciones de la ta elevándonos unos metros sobre el ni- carretera. Por aquí, el estado de con-vel de las aguas e intentando llegar al servación es ciertamente deplorable, ya final de la laguna. Justamente delante que cualquier rincón es bueno para de-de una discreta construcción parte a positar un buen montón de escombros nuestra izquierda un estrecho sendero u objeto inservible, marchitando toda que baja hacia la orilla. intención de agradar lo que debería ser

Una pareja de fochas y otra de so- un placentero paseo campestre. Se pre-mormujos nos reciben, huidizas pero senta, por tanto, una oportuna situación confiadas, a la vez que un estridente para comparar dos suertes diferentes sonido surge del cielo procedente de un en un mismo entorno. La voluntad de grupo de cotorras que eligieron asen- conservación o desolación depende tarse por estos parajes. de nosotros mismos y no porque este la-

Para continuar la marcha hay que do de la carretera se merezca menos, afrontar un desnivel, más suavizado di- belleza no le falta si no hay olvido.

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DISTANCIA TOTAL: 7 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 2 horas aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Centro de Interpretación: 60 minutos. Centro de Interpretación - Rn de la ruta: 60 minutos.

DESNIVEL: Nulo. DIFICULTAD: Baja.

TIPO DE CAMINO: Carretera, pista y senda. AGUA POTABLE: Hay fuente en la entrada del Centro de Interpretación.

ÉPOCA RECOMENDADA: En primavera y en otoño la explosión de colores es mucho más llamativa, en invierno la concentración de aves es muy importante en la laguna.

Evitar en verano los horas centrales del día por el calor excesivo. SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger el Metro (línea 9) hasta

Rivas-Vaciamadrid y luego andar poco más de un kilómetro hasta llegar a la laguna. Para acceder por carretera coger la A-3, desviarse en Rivas-Vaciamadrid y conducir por

una carretera paralela a la A-3 hasta alcanzar el aparcamiento situado ¡unto a los viveros de la CAM. Los que hagan la ruta a partir de aquí reducen el recorrido a unos 5 km y

1 hora 30 minutos más o menos. Llevar prismáticos y guías para la identificación de aves. Obligatoria la visita al Centro de Interpretación. Desde mayo hasta octubre se recomienda

llevar repelente contra insectos. Se puede realizar todo el trayecto en bicicleta. CARTOGRAFÍA: Hoja 583-1, escala 1:25.000 del I.G.N.

omenzar un itinerario de menos. De esta importante suma po-gran valor ambiental des- blacional, probablemente, un 90% no de la mismísima boca de haya tenido oportunidad de haber sido

Metrede Rivas-Vaciamadrid es un pri- informado de dicha posibilidad; segu-wlegio al que pueden acceder unos cua- ramente una campaña de publicitación tro millones de personas poco más o respetuosa y bien planificada animaría

a muchos madrileños a disfrutar de és- pal situada justo al lado y que nos líe­te y otros espacios de interés dentro del va en dirección a la finca de El Piúl, Parque del Sureste sin perjudicar su de la que hablaremos en otra ocasión, conservación, más bien lo haría de for- Circulamos paralelos a la vía del Me­ma beneficiosa para todos. tro y la A-3 durante aproximadamente

Pero sin más dilaciones, hemos de un kilómetro hasta llegar a la zona de saltar al vacío a través de esas plata- viveros, donde hay una explanada pa-formas de hierro ó alquitrán haciendo ra aparcamiento de vehículos; lugar conducir nuestros deseos de libertad donde deben comenzar los que se acer-hasta verse consumados en otro para- quen en coche propio, je de inusual belleza sumido en el área Es la primera imagen panorámica metropolitana de Madrid. de la laguna, cuyo perfil izquierdoque-

El primer tramo, según salimos del da imponentemente rematad^i^^g^ Metro, se realiza por la carretera que cantiles que parecen sujetam^aranp comienza tras cruzar la rotonda princi- derramarse sobre la urbe <ff gsaqgflS

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Continuamos nuestro sosegado an- tos cuchara, fochas, cormoranes y algún dar por la orilla derecha de una exten- azulado calamón que esquivo se me­sa lámina de agua que supera las 40 hec- nea entre los juncos y carrizos, tareas. El sobrio muro por el cual se Subiendo de nuevo el talud toma-desliza el Metro, moviendo de allá pa- mos el camino anterior donde aprecia­ra acá miles de almas en búsqueda de remos un vallado construido con tra-su hogar, su trabajo, su lugar de ocio ó, viesas de vias férreas. Cruzamos por el quien sabe si un tranquilo ricón donde ancho camino que la atraviesa y elegi-meditar, nos deja entrever tras un aus- mos un sendero a nuestra izquierda que tero túnel el Jarama y su viejo puente nos lleva a un bonito observatorio es-metálico construido a principios de si- coltado por expléndidos ejemplares de glo para evitar lo engorroso que supo- sauce y chopo. nía cruzar el río usando una barcaza y Seguimos entre una rica variedad de el pago de su correspondiente peaje. plantas y árboles representativos de la

Eran otros tiempos en los que llegar zona, ideado a modo de jardín botá-a Arganda desde la capital se tornaba en nico, y nos encontramos con una so-periciosa aventura. En este caso y, mi- brecogedora reproducción a tamaño lagrosamente, se mantiene casi desa- real de un primitivo elefante (Palaeo-percibido entre la viva y refrescante ve- loxodon antiquus) que durante Pleisto-getación ribereña, un testimonio más ceno medio poblaba la región junto a de nuestra reciente historia, como si no otros grandes mamíferos. Es todo un quisiera participar en el acelerado jue- símbolo de los numerosos restos ar-go del paisaje actual. queológicos hallados en el entorno del

Tras unos trescientos metros es Parque Regional ofreciendo una im­preferible bajar por un estrecho sende- presionante recreación de cómo era el ro el pequeño talud que separa la lagu- medio hace casi un millón de años, na del camino y recorrerlo en un inten- La visita al centro ambiental del to de sentirla más cerca. Los puestos de Campillo es obligada, tanto por la ne-pescadores se van sucediendo entre re- cesaría información acerca de diferen-torcidos tarayales, jóvenes chopos, jun- tes aspectos ligados al espacio natural, eos y sauces. Entretanto, unos escasos como por su innovador diseño a modo espantalobos nos muestran sus vainas de palafito que se hunde e integra en el leguminosas colgando cual adorno na- paisaje junto al lago. videño. El horizonte se enriquece de Volvemos por el mismo camino aves posadas sobre el agua que pintan hasta conectar de nuevo con el paseo de color zampullines, somormujos, pa- perimetral de la laguna que ahora

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rodeamos en su sector más oriental. La luchos laguneros, águilas pescadoras, vegetación penetra en la refrescante in- halcones peregrinos y otras aves me-timidad de la gran charca y se hace más ñores que buscan su hogar en los hue-vigorosa. Aves de distinto signo sobre- eos y orificios del cantil: abejarucos, vuelan nuestras cabezas mareando el aviones zapadores, chovas piquirro-cielo. Internados en la parte más salvaje jas, etc. Como en muchos de los itine-del recorrido, el olor a humedad y el rarios propuestos, la huella nefasta del frescor del ambiente nos invade duran- hombre queda aquí reflejada por la fá-te un centenar de metros. brica de viguetas que presenciamos du-

Ahora ya bordeamos la laguna por rante los últimos metros del recorrido su otra orilla, la situada junto al cantil a modo de amarga despedida y recor-que la vigila receloso de su infinita fres- dando, una vez más, que las puertas de cura y verdor. Sin embargo, bajo tan casa y el cortejo urbano circundante se yermo aspecto es fácil adivinar siluetas encuentran a tan sólo unos cortos pa-de rapaces como milanos negros, agui- sos del final.

DISTANCIA TOTAL: 13 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 3 horas-3 horas y 30 minutos aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Ida y vuelta.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Cerros Coberteras: 35 minutos. Cerros Coberteras - Casa de los Conejos: 30 minutos. Casa de los Conejos - Presa del Rey:

30 minutos. Presa del Rey - Fin del trayecto: 90 minutos. DESNIVEL: Nulo.

DIFICULTAD: Baja. TIPO DE CAMINO: Pista forestal y camino.

A G U A POTABLE: NO hay fuentes en todo el recorrido. ÉPOCA RECOMENDADA: En cualquier ¿poca del año se pueden observar distintos tipos de aves.

El paisaje ofrece sus mejores galas en otoño y en primavera. Evitar en verano las horas centrales del día por el calor excesivo y cuidado con los mosquitos al caer la tarde.

SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger el Metro (línea 9) hasta Rivas-Vaciamadrid y luego cruzar por debajo de los puentes del Metro y de la autovía de

Valencia hasta encontrar la carretera de Casa Eulogio. El inconveniente es que hay que andar por ésta al menos tres kilómetros hasta llegar al puente del río Manzanares incrementando la

duración del trayecto. Para acceder por carretera coger la A-3, desviarse en Rivas-Vaciamadrid, ¡unto a la gasolinera, con direcdón a la carretera que lleva a Casa Eulogio o al Centro

de Protección Civil y dejar el coche cerca del puente sobre el Manzanares. Llevar prismáticos y guía de aves es muy recomendable. Se puede realizar todo el trayecto

en bicicleta, aunque hay un tramo de dificultad antes de llegar a la presa del Rey. CARTOGRAFÍA: Hoja 582-11, escala 1:25.000 del I.G.N.

1 río Manzanares nos dá la ambicioso. Dejamos pues, deseosos de bienvenida agonizando en comenzar el itinerario, el coche a ori-sus últimos suspiros antes Has del puente sobre el río tras rodar

de entregarse, titubeante, a un Jarama unos 500 metros por una pista de tierra

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una vez pasado el Centro de Protec- chorrean minúsculos hilillos de agua, ción Civil. bien aprovechados por las retorcidas

Emprender la marcha supone tam- raices de una multitud de higueras que bien agudizar los sentidos, orientar los se ciñen a la roca. Entre las grietas, re­detalles en espacio y tiempo. La olme- dondean el grisáceo fondo con verdes da que atravesamos de soslayo es todo tintes, agrupados, los ombligos de ve-un alarde de tozudez numantina; en ñus y otras pequeñas vistosas hierbas, tiempos difíciles muestra orgullosa to- En el otoño conviene dirigir la mi­do su esplendor resistiendo esa enfer- rada hacia los bosques ribereños. Jue-medad que acecha en cualquier rincón gan tenues contrastes de luz con los de nuestra geografía, la grafiosis. Sobre colores de las copas de los árboles. Ta-sus nutridos suelos pacen, ajenos a la pices de hojas variadas, esparcidas por bulliciosa proximidad del hombre, va- el suelo, dan cobijo a los hongos que cas y reses bravas. Compartiendo el in- brotan de la húmeda tierra verdeante sospechado refugio hallamos multitud tras el mal trago estival. de cigüeñas, garcillas bueyeras, milanos En el lado derecho del camino se negros y la momentánea silueta del cer- observan encajadas aberturas y aba­nícalo primilla. Avanzamos y, al topar- trancadas hondonadas rompiendo una nos con Casa Eulogio, giramos a la iz- y otra vez la verticalidad del cantil. Es quierda para enfilar la senda definitiva una oportunidad para reforzar el con­traspasando una cadena que impide el traste. A veces, el agua consigue brotar paso a vehículos a motor. La ceñida ve- en escuetas surgencias lo suficiente-ga del Manzanares rompe aquí su hori- mente interesantes como para albergar zontalidad, y así, izquierda y derecha signos de distinción. Podemos acercar-del camino oponen sus claras diferen- nos y curiosear en sus entrañas aunque cias. De los yesos próximos al camino sin desviarnos demasiado del trayecto surgen someras cuevas a distintos ni- principal. Continuamos por el camino veles. La vegetación no se prodiga en mientras describe una curva paralela al exceso; cuelgan algunos pinos, majue- discurrir del río y al pie de los cantiles, los y almendros en las laderas; mientras, Hay un dato interesante que evidencia se acurrucan contra el suelo pequeñas la transición de la umbría a la solana; matas esperando la primavera para des- ahora sobre los lomos bajos del cantil velar sus atractivos secretos rodeadas de crecen fresnos, almendros y otras es-un lustroso cortejo de plantas y flores, pecies arbustivas necesitadas de hume-cuyo contrato finaliza con los primeros dad. Giramos la curva; cambia la orien-calores veraniegos. De la mole pétrea tación y la aridez se acentúa. Ahora el

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aljezar se torna ralo y disperso. la tie- rada hacia el río que nos depara otra rra se descarna. Primero vemos un ta- sorpresa. Desde aquí se obtiene la me-lud tendido, que culmina bruscamente jor vista posible de la unión armónica en una férrea muralla de dispares fa- entre el Manzanares y el Jarama. Aho-rallones esculpidos con el cincel del ra, con sus aguas remansadas por la pre-paso del tiempo. Se sube ligeramente sa del Rey, el Jarama brinda sus aguas para obtener una visión en altura de las a una importante congregación de aves riberas de un ya renqueante Manzana- acuáticas. De aquí precisamente parte res. Llegamos así, a la Casa de los Co- valle abajo la Real Acequia del Jarama nejos, último y residual caserío de vo- mandada construir por Felipe II en el si-cación plenamente agraria decidido a glo xvi a modo de histórico elixir para resistir el envite del moderno desarro- la vida agraria de una vega caracteriza-11o circundante. da por una fertilidad y calidad venida a

A lo largo del camino se puede apre- menos desde entonces, ciar con gran facilidad la fragilidad de Bajamos en ligera pendiente en di-los elementos que nos rodean, pues apa- rección a la presa. Antes de llegar, a recen despeñadas grandes moles de ro- nuestra izquierda, vemos una especie ca, mientras otras, esperan su turno col- de garita vestida en ladrillo y encara-gadas de los verticales muros presentes mada sobre la orilla del río como si de a nuestra derecha. Uno de los grandes un privilegiado observatorio se tratara, desprendimientos acaecidos reciente- Por fin logramos situarnos en el ob-tnente imprime un cambio sustancial jetivo final, a los pies del río, cruzado en el viaje. El apacible y cómodo ca- por la presa que lo retiene a duras pe-mino se ve bruscamente interrumpido ñas. Al otro lado, la Finca del Porcal, por un caótico lecho de fragmentos ro- laberinto encharcado de vida salvaje cosos de mil tamaños y formas. El hom- cuyas tierras perdieron su virginidad bre, impasible ante el acontecimiento, para reverdecer de nuevo, quizás en se-cincela con su insistente tránsito un nue- nal de rebeldía, vo sendero que asciende y se amolda Es hogar de la mayor concentración hasta alcanzar el corazón de todo ese de aves de todo el Parque Regional, más desordenado catálogo de grandes pe- de cien mil durante la invernada en el fiascos. Los ciclistas se ven forzados a conjunto lacustre de mayor dimensión bajar de sus aparatos locomotores y car- y, esperemos todos, que también de me-gar temporalmente con sus bicicletas, jor conservación para el futuro. Ahora Mientras, apoyados en alguno de estos sólo nos queda regresar siguiendo el magníficos pedestales, dirigimos la mi- mismo trayecto, de vuelta en este caso.

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DISTANCIA TOTAL: 15 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 4 horas y 30 minutos aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Ida y vuelta.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Mirador de Arganda: 60 minutos. Mirador de Arganda -Vértice geodésico del Campillo: 30 minutos. Vértice geodésico del Campillo - Mirador Lagunas de

Velilla: 60 minutos. De aquí, en trayecto de vuelta, hasta el fin de la ruta: 2 horas más. DESNIVEL: Unos 100 metros aproximadamente.

DIFICULTAD: Baja. TIPO DE CAMINO: Carretera, pista y senda.

AGUA POTABLE: No hay fuentes a lo largo del recorrido. ÉPOCA RECOMENDADA: Especialmente en primavera, aunque en otoño las vistas sobre el valle del Jarama ofrecen un gran contraste de colores. Evitar en verano las horas centrales del día por el

calor excesivo. SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger el metro línea 9 hasta Rivas-Vaciamadrid y luego andar casi un kilómetro hasta llegar un camino que parte a nuestra izquierda. Para acce­der por carretera coger la A-3, desviarse en Rivas-Vaciamadrid y conducir por una carretera pa­ralela a la A-3 hasta alcanzar el aparcamiento situado ¡unto a los viveros de la CAM. Los que ha­

gan la ruta a partir de aquí reducen el recorrido en unos minutos. Llevar prismáticos y guías para la identificación de aves. Se puede realizar el trayecto en bicicleta.

CARTOGRAFÍA: Hojas 583-1 y 560-111, escala 1:25.000 del I.G.N.

1 punto de partida se sitúa Partiendo de la estación del metro en la parada de Metro de Ri- debemos continuar por una carretera que vas Vaciamadrid para los transita paralela al trazado viario. An-

usuanos de transporte público y en la dados unos 700 metros será fácil obser-explanada donde se ubican los viveros var a nuestra izquierda un camino que junto a la Laguna del Campillo para los sube hacia los cantiles con una cadena que utilicen automóvil. para impedir el paso de motorizados.

El comienzo destaca por su aspee- recomendable volver la vista hacia la toyermoydesoladotentadoporunfé- derecha donde, a medida que vamos rreo manto edificado que iremos olvi- ganando altura, las imponentes pano-dando según avancemos. Es, por tanto, rámicas de la vega del Jarama ganan en

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espectacularidad. Varios puntos estra- con el plano fondo del valle. Entre los tégicos nos elevan entre sinuosas y es- riscos, continuos aleteos de rupícolas y cultóricas moles de yeso moldeadas por córvidos. Grajillas, chovas piquirrojas, sucesivos episodios erosivos y los con- roqueros solitarios y collalbas negras tínuos ajetreos de la vida salvaje. Mag- rematan la arquitectura intrincada del nífico altar que permite adivinar en la yeso forjado. Llegamos a un punto don-distancia poblaciones como Arganda y de el cantil cambia de rumbo para mi-Campo Real engalanadas de surtidos rar hacia el este. La angular panorá-olivares, matorral variopinto y vine- mica divisa el valle desde su vertiente dos enjutos trepando hacia los cerros al- más septentrional hasta perderse aguas carreños. A nuestros pies, imagen casi abajo buscando la población de San aérea de aguas tranquilas y bullicio or- Martin de la Vega. Esta imagen sólo es nítico. La Laguna del Campillo verdea posible disfrutarla en un lugar tan pri-en el pajizo verano y amarillea con el vilegiado como desconocido. El tra-plomizo otoño para romper con los mo- yecto se torna ahora más llano. Ofrece notónos trazos del rígido e inalterable generosas vistas de la Finca de El Piúl cambio de estación del entramado ur- a nuestros pies. Entre tanto, conejos y baño, que se cuela con habilidad entre liebres corretean de chaparro en cha-sus dominios. parro. En las laderas más umbrías la

Tras un continuo ascenso el cami- vegetación se recupera lentamente for-no gira a la izquierda y desciende lige- mando en algunos casos almohadi-ramente. Se interna en las entrañas de liadas cubiertas de encinas, coscojas, lomas y cerros dominados por un am- aulagas, jazmines, espinos, tomillos y biente de áridos perfiles que nos tras- otras aromáticas, lada al sediento sureste peninsular. La Ya en el camino cruzamos un pe-pista se rodea de una maraña de reta- destal que sujeta una columna cilíndri-mas buscando las zonas más benignas, ca. Es el vértice geodésico del Cerro del Espartos, efedras, aulagas, sisallos y Campillo indicando que nos movemos otras variadas especies sufren el exilio en torno a unos modestos 670 metros de un vertiginoso suelo desmoronado y de altitud. Avanzamos para adentrar-con pendientes de dudoso equilibrio. nos en los Cerros de El Piúl cuya en-

Subimos de nuevo en ligera pen- revesada orografía permite apreciar un diente descifrando el pasado geológico paisaje más contrastado. En primave-descarnado en las rocas que van escol- ra, en especial durante el mes de ma­tando el camino. Profundos barrancos yo, la riqueza florística desborda nues-se afanan en precipitarse hasta toparse tros sentidos. Los gamones se espigan

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pasando del metro de altura, los ajos ro- bientes yesíferos y margosos aquí pre­sados se recluyen en frescos rincones; sentes. Paseamos entre espinos y el sin-junto a ellos, varias especies de orquí- guiar espantalobos; marcan los bordes dea ataviadas con atractivos disfraces del camino coscojas y jóvenes chapa-reclaman las presencia de insectos que rros de encina; en los claros dejados garanticen su futuro. La lista continúa: por los más corpulentos, tomillos, jaz-franjas de amapolas mezclan el rojo mines, espartos, albardines, y una nu-con el blanquecino rosado de algunas trida manifestación de terófítos, floridos adormideras, el blanco del lino juega estacionales, acomodan al excursionis-entre el amarillo de candileras y otras ta hechizado por los aromas dispares labiadas, azulados de cruciferas y na- que invaden nuestro olfato, zarenos van tapizando de efímero co- El sendero se expande y contrae, se lor el despertar del letargo invernal. asoma y se entretiene en pequeños re-

Poco a poco el Jarama se arrima a codos. Si tomamos alguna de las tro-nuestra vera, y con él una variada re- chas que parten hacia los bordes del presentación de conjuntos lacustres. La cantil, nos hará deleitar con un paisaje presencia de jóvenes pinos de recientes de vega rico en matices; profusión en reforestaciones es cada vez más nota- fauna y flora, agua, tierra y pastos de-ble. Bajamos ligeramente hasta topar- tienen el paso durante unos minutos, nos con una bifurcación que sale por luego vuelta a la marcha, nuestra derecha. Es una pista bien de- Así, continuamos hasta llegar a un finida que nos indica el inicio del ca- desvío que conduce a la Finca de El mino de vuelta. La opción de volver Piúl y que no seguiremos puesto que eligiendo este itinerario en el primer unos metros más adelante enlazaremos tramo del regreso está sobradamente con el camino que usamos en la ida. De justificada ya que nos aproxima aún nuevo nos encontramos subidos al can-más al cantil y nos sumerge en uno de tíl disfrutando de una apacible ruta con los rincones más interesantes del reco- marcados tintes panorámicos, más ní-rrido. Los primeros pasos denotan la tidos en días claros o con viento don-ransición de los jóvenes pinares hacia de la vista alcanza los extremos más a vegetación natural propia de los am- distantes.

DISTANCIA TOTAL: 5 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 2 horas aproximadamente. TlPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Primera atalaya: 25 minutos. Primera atalaya -Segunda atalaya: 30 minutos. Segunda atalaya - Empalme con pista forestal: 30 minutos.

Empalme con pista forestal - Fin de la ruta: 35 minutos. DESNIVEL: Unos 100 metros aproximadamente.

DIFICULTAD: Baja, pero con algunas pendientes pronunciadas. T IPO DE CAMINO: Pista forestal y senda.

A G U A POTABLE: Hay una fuente en el inicio de la ruta. ÉPOCA RECOMENDADA: En primavera florecen numerosas especies y en otoño la explosión de

colores divisada desde las atalayas es muy llamativa. En invierno algunos tramos pueden estar encharcados o embarrados. Evitar en verano las horas centrales del día por el calor excesivo.

SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger el Metro línea 9 hasta Rivas-urbanizaciones y andar poco más de un kilómetro hasta llegar a la base del Cerro del Telégrafo de donde parte

la ruta. Para acceder por carretera coger la A-3, desviarse en Rivas-urbanizaciones y atravesar el núcleo urbano hasta alcanzar el aparcamiento situado junto al Cerro del Telégrafo y el Centro

Ambiental Chico Mendes. Llevar prismáticos y guía para la identificación de aves. ORTOGRAFÍA: Hojas 559IV y 560-111, escala 1:25.000 del I.G.N.

1 itinerario que se describe a donde contemplar hermosas vistas de continuación posee un en- los parajes más frescos del valle del Ja-canto especial, casi salvaje, rama y perder con ellos la vista hasta

inmerso de lleno en los ambientes más alcanzar, franqueando el horizonte, las sorprendentes que los aljezares del su- alcarrias madrileñas. reste madrileño nos puedan regalar a los Iniciamos la ruta en el parking si-sentidos. Además tiene un interés aña- tuado al pie del Cerro del Telégrafo, dido, recorre numerosas atalayas desde muy cerca del Centro de Recursos

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Ambientales Chico Mendes. Justa- alguna. Continuamos y nos introduci-mente de aquí parte una pista ancha y nios en el pinar compuesto por piño-de buen firme enmarcada por una puer- ñeros y carrascos, de repoblación da­ta metálica que impide el acceso a los ro está. Se cruza una perdiz, saltan de vehículos motorizados. Hay que se- aquí para allá urracas, abubillas, palo-guiria unos metros hasta donde co- mas, vencejos, aviones zapadores y al-mienza el pinar. Existe incluso una guna carraca, fuente para abastecernos de agua antes Andados casi diez minutos parte de emprender la marcha muy cerca de otro sendero a nuestra izquierda que la pista. Al inicio del pinar veremos co- nos llevará embutidos entre espléndi-mo sale a nuestra izquierda un sende- dos espártales en busca de nuevo del ro con ligera pendiente hacia abajo que fondo del valle. De los suelos escar­io bordea dejándole a la derecha. Hay pados y semidesnudos cuelgan con sus que continuar por él, sin desviarnos, innumerables hojas alargadas y ergui-siempre metidos en el fondo de una das como plumeros las macollas del es-vaguada, hasta llegar a una pequeña parto o atocha. El barranco es angos-edificación situada junto a los vertica- to, en alguno de sus tramos sombrío, les cantiles que sirven como primera incluso fresco, ventana de aproximación al valle del Estas condiciones microclimáticas Jarama. Antes de proseguir el camino permiten el crecimiento de especies sería útil recordar el peligro que en- vegetales más exigentes hidricamente trañan estos endebles cortados roco- en un ambiente ciertamente hostil, sos, elevados varias decenas de metros Así, tarays, pequeños olmos, majue-sobre el nivel del río y las molestias que los, higueras, carrizos, saúcos y otras se pueden ocasionar a la fauna; por lo especies luchan por confinarse en los tanto, ser prudentes y no dejaros llevar fondos de estos barrancos buscando por el entusiasmo de alcanzar algún humedad edáfica y protección contra lugar arriesgado. los vientos y contra el implacable sol

En fin, ahora si observamos el ce- del verano. El perfil del barranco, al rro situado a la derecha, se puede ver igual que los del resto de la vertiente, una empinada senda que pondrá a es corto, encajado y con abrupto mo-prueba nuestras facultades físicas. La rir en el Jarama que, tranquilo y lleno subida es corta pero dura, el final gra- de vida, pace metros abajo tras salvar tífica el esfuerzo con un amplio mira- el infranqueable escalón de yeso que lo dor sobre el conjunto lacustre de Veli- cobija. Sin más solución que la de vol-11a. Es una imagen refrescante sin duda ver a buscar un nuevo sendero que su­

ba por otra vaguada, elegimos la si- envuelto en flores de variadas especies tuada a la derecha, salpicada de olmos como el ajo rosado, amapolas, orquí-adolescentes y pinos que se levantan deas, adormideras, gamones, etc. sobre un fondo herbáceo delator de tan Subimos con suave discurrir bus-necesaria humedad. Contrasta brutal- cando una nueva atalaya en la que mente con la aridez contemplada en aguardan inesperadas vistas llenas de los cerros colindantes envueltos en to- verdes y azules en contraste con el par-millos, efedras, interminables esparta- duzco tono del aljezar. Abundan este ti­les y alguna coscoja que pone un punto po de senderos que nos aproximan a de discordancia en el singular paisaje dichas atalayas para, una vez gozado el que nos rodea. Aun así, en primavera feliz momento, devolvernos al itinera-se transforma en un tapiz multicolor rio que vamos cursando.

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Avanzando por el camino de vuel- un camino llano y relajado, aunque al­ta del mirador debemos estar muy aten- go pedregoso. Pasadas unas viviendas tos porque a escasos metros parte un es- unifamiliares que asoman con cierto trecho y poco perceptible sendero con atrevimiento sobre las inestables lito-ligera pendiente hacia abajo que nos logias de la zona parte otro empinado sumerje en un nuevo barranco. Bajan- sendero, a la izquierda y entre los pinos, do por el sinuoso cordel descubrimos tratando de coronar la cima más alta de un cada vez más vivo Jarama, plagado todo el contorno. Son casi 700 metros de aves: acuáticas, rupícolas, rapaces, de altura, los del Telégrafo, donde an-grandes o pequeñas, todas le van arro- taño hubo una pista de vuelo sin motor pando. Los cantiles se pierden en la le- para lanzarse al vacío sin nada de pu-janía bien acompañados por el río y su dor y con mucho de satisfacción, la nutrido séquito biológico. misma que experimentamos desde es-

Damos la vuelta para comenzar te magnífico mirador acondicionado ahora a subir por la vaguada donde nos como parque periurbano del municipio encontramos entre un matorral bien de- de Rivas-Vaciamadrid. sarrollado que va poco a poco dando Ya sólo queda iniciar la bajada al paso a otro más laxo. La pendiente es aparcamiento, no sin antes pasar por el tendida. Pasamos a través de unos al- Centro de Recursos Ambientales Chi-mendros y más pinos de recientes re- co Mendes. Edificio de construcción poblaciones hasta enlazar con una pis- bioclimática que alberga interesantes ta que seguiremos hacia la derecha, exposiciones sobre ecología y medio Tomamos un poco de aire olvidando ambiente, aunque paradójicamente o, las cuestas que llevamos a nuestras es- quizás con intención, dirige su mirada paldas y emprendemos la marcha por hacia la gran urbe madrileña.

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DISTANCIA TOTAL: 6 kilómetros. DURACIÓN TOTAL: 2 horas aproximadamente.

TIPO DE MARCHA: Circular. TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Cerros Coberteras: 60 minutos.

Cerros Coberteras - Casa Eulogio: 60 minutos. DESNIVEL: Inferior a 100 metros.

DIFICULTAD: Baja. TIPO DE CAMINO: Pista forestal, camino y vereda.

A G U A POTABLE: No hay fuentes en todo el recorrido* ÉPOCA RECOMENDADA: Preferentemente en primavera y en otoño, aunque es uno

de los paisajes que menos variaciones ofrece de una estación a otra. Evitar en verano las horas centrales del día por el calor excesivo.

SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger el Metro (línea 9) hasta Rivas-Vaciamadríd y luego cruzar por debajo de los puentes del Metro y de la autovía de

Valencia hasta encontrar la carretera de Casa Eulogio. El inconveniente es que hay que andar por ésta más de dos kilómetros hasta llegar a Casa Eulogio, incrementando la duración del trayecto. Para acceder por carretera coger la A-3, desviarse en Rivas-Vaciamadrid, junto a la gasolinera,

con dirección a la carretera que lleva a Casa Eulogio o al Centro de Protección Civil y dejar el coche en Casa Eulogio. Uevar prismáticos y alguna guía de aves es recomendable.

CARTOGRAFÍA: Hoja 582-11, escala 1:25.000 del I.G.N.

1 itinerario propuesto a lo rodeados de grandes lagos de escasa largo de las siguientes lí- profundidad, ricos en sales que se de-neas se localiza en el sector positaban lentamente, capa tras capa,

oriental del conjunto margoyesífero de hasta formar la base de todo el conjun-La Marañosa en conexión con los Ce- ta Sobre dicha unidad, el transcurrir de rros de Coberteras. Viajamos al pasa- las aguas del Manzanares y el Jarama do geológico del lugar para sentirnos moldean en la actualidad un fortín ele-

vado, cuyo foso natural nos brinda un pista que nos cruza andando por nues-paisaje de esculpidos farallones roco- tra derecha. Pasados unos 300 metros sos coronados por un valioso pinar de se puede observar otra pista más estre-pino carrasco que ronda ya el medio cha que se interna en el pinar, esta vez centenar de años. por la izquierda.

Para comenzar la ruta debemos lie- Comenzamos una ligera pendien-gar en coche hasta Casa Eulogio por la te entre pequeños grupos de afortuna-carretera que, desde la autovía de Va- dos pinos aislados, y son afortunados lencia, se dirige a las instalaciones de porque salvaron sus vidas de los in-Protección Civil situadas en el munici- cendios ocurridos años atrás. Pronto, el pió de Rivas-Vaciamadrid. Abandona- bosque se hace más denso y el silencio mos el coche y nos adentramos por la se va apoderando de todo el ambiente

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circundante. Hay una belleza invisible tores nos advierte que la civilización que se deja sentir, oculta entre el rama- anda cerca. Una concurrida autovía je de la tupida vegetación. A veces se rompe el sepulcral silencio; desde los deja ver brevemente pero lo suficiente vehículos que fluyen a gran velocidad para reconocer al buho chico, petirrojo, el paisaje se hace borroso, se ignora, só-pizón vulgar, herrerillo común, puede lo se busca el ansiado destino, que incluso un azor o ratonero común. Tras una hora caminando por la

Llegados a un cruce con otra pista, sombra a través de una cómoda pista fo-continuamos de frente, envueltos en la restal nos topamos con dos veredas. umbrosa atmósfera que el pinar le con- Tomamos la situada a la derecha que as-fiere al lugar. El suelo es tapizado por ciende sorteando un matorral disperso un verde mosaico de musgos vivaces, hasta la cima de los cantiles. Al otro la-retorcidos tomillares y jóvenes maco- do, un geométrico ir y venir de líneas Has de esparto en una continua sucesión urbanizadas; cuadrícula y hormigón, de distintos estratos. Salpicados por el nos presenta en amplia panorámica al bosque se cuelan espinos negros, reta- municipio de Rivas-Vaciamadrid. Más mas de bolas y algún que otro majuelo cerca, bajo nuestros pies, la tierra cica-ofreciendo carnosos frutos a las aves triza las recientes llagas que la Guerra que tímidamente se dejan ver entre la Civil dejó en cada uno de estos cerros. espesura. Zanjas, antiguas trincheras, refugios y

En las laderas más húmedas el ver- puestos de vigilancia pierden la me-de muscinal se intensifica, contrasta moría de aquella cruel Batalla delJa-con el blanquecino atuendo de un sue- rama y ceden al desgaste que día a día lo dominado por los materiales margo- los hace alejarse hacia un pasado cada sos. El suave taqueteo de un pájaro car- vez más remoto, pintero pone fondo sonoro a un cerrado La estrecha vereda nos guía entre paisaje de sinuosos contrastes. Soledad imponentes riscos y aislados pinos, pro-y sonidos modulados en su justa puré- fundas grietas en la deleznable roca de za marginan cualquier intento de ser yeso y verticales paredes bajo las cua-alterados por el animado rintintín ur- les asoma un moribundo Manzanares, baño. A veces, el pinar se abre, dejan- Enfilamos la bajada hacia una ceñida do entrever zigzageantes barrancos de vaguada que se bordea de cuevas y corta vida, cuyo morir se vislumbra ca- oquedades forjadas en las pétreas mo-si antes de nacer. les circundantes. De la base del ba-

Parece que se sospechan cambios rranco brotan de forma espontánea en el trayecto. Un sonoro rugido de mo- jóvenes fresnos y chopos; aprovechan

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toda clase de hendiduras las higueras eos pastizales, sabor ganadero, comba-para retar a sus contrincantes; se acom- tivas olmedas y áridas colinas a su es-pañan de zarzas, majuelos y escara- palda. El cordel va penetrando en otra mujos; dibujan con tenacidad un pros- depresión del terreno. Giramos a la de­pero oasis en un medio difícil para las recha y nos lanzamos al encuentro de especies menos especializadas. un ancho camino donde seguiremos por

De nuevo, hay que levantar la vista la izquierda buscando el inicio del re­para remontar la vaguada por su otra corrido que se intuye próximo, vertiente. La pendiente es corta, aunque La jornada acaba tras un insólito pa­ño está exenta de cierta dureza. Se van seo por unos paisajes con sabor a histo-sorteando pequeños rodales de pinar ria todavía reciente, naturaleza domes-hasta alcanzar la cumbre de los canti- ticada por la mano del hombre y perfiles les con unas, siempre sorprendentes, rocosos exhalando aires de inconfundi-vistas sobre el Manzanares. Valle de ri- ble personalidad. Merece la pena.

DISTANCIA TOTAL: 4,5 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 1 hora y 30 minutos aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Laguna del soto: 25 minutos. Laguna del soto -Junta de los ríos: 20 minutos. Junta de los ríos - Fin de la ruta: 45 minutos.

DESNIVEL: Nulo. DIFICULTAD: Baja.

T IPO DE CAMINO: Pista y camino. A G U A POTABLE: No hay fuentes en todo el recorrido.

ÉPOCA RECOMENDADA: En cualquier época del año se pueden observar todo tipo de aves, aunque el paisaje ofrece sus mejores galas en otoño y en primavera. Evitar en verano las horas

centrales del día por el calor excesivo y cuidado con los mosquitos al caer la tarde. SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger el Metro (línea 9) hasta

Rivas-Vaciamadrid y luego cruzar por debajo de los puentes del Metro y de la autovía de Valencia hasta encontrar el desvío de la carretera de Casa Eulogio, a pocos metros encontraremos

la entrada al soto. Está bien indicado. Para acceder por carretera coger la A-3, desviarse en Rivas-Vaciamadrid, ¡unto a la gasolinera, con dirección a la carretera que lleva a Casa Eulogio o al Centro de Protección Civil. Llevar prismáticos y alguna guía de aves es muy recomendable.

Se puede realizar todo el trayecto en bicicleta. CARTOGRAFÍA: Hoja 582-11, escala 1:25.000 del I.G.N.

n el corazón del Parque Re- vial y llana, sin embargo no fue este gional del Sureste hay un lu- siempre el lugar donde se unieron, pe­gar que fue, no hace mucho ro eso ya forma parte del pasado geo-

tiempo, un auténtico vergel. La capri- lógico. Hasta prácticamente los años chosa curva descrita por el Manzana- ochenta del pasado siglo, la abundan-res, antes de juntarse con el Jarama, da cia de arbolado de gran porte y avape" origen a una especie de península alu- zada edad dominaba todos los riirapjfesv

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de este afortunado paraje madrileño, sendas formaciones de taray y, erguidos Un aciago día comenzó el desfile de ante nuestros ojos, se levantan surtidos camiones y palas escavadoras sem- caprichos de roca esculpidos por la ero-brando la desolación más impune, de- sión y el fluir del Manzanares en los rrumbando un oasis de vida con más Cerros de Coberteras, de doscientos años de resistencia a la Andados unos metros parte por la autoridad humana. Ahora, tras el arre- izquierda un camino que no debemos pentido hecho, damos un paso ade- tomar. Seguiremos, pues, de frente sor-lante y pagamos el error de nuestras teando alguno de los pocos retorcidos incoscientes acciones, una vez más, y vetustos álamos y fresnos testigos del destinando miles de euros en la recu- magnífico bosque que cubría la aho-peración de un dolido espacio cuya ex- ra yerma tierra. Llegamos a un cruce tensión apenas sobrepasa las ochenta en donde hay que girar a la izquierda en hectáreas. A pesar del desafortunado busca de la orilla derecha del Jarama. pasado no ponemos en duda su voca- Antes, alcanzamos una laguna fru-ción para contituirse como auténtico to de la explotación de áridos llevada a alma del parque. cabo hace unos años, cada vez más na-

Llegados al punto de partida, una turalizada al colonizar la vegetación vez abandonada la estación de Metro, sus orillas y con la frecuente visita de y tras atravesar la autovía de Valencia, todo tipo de aves. Flotan en el agua di­parte la carretera que se dirige a Casa ferentes anátidas, fochas y somormu-Eulogio. Nada más cogerla veremos un jos; recorren los limos numerosas y es­muro de piedra con una puerta metáli- beltas las cigüeñuelas; vuelan sobre ca a nuestra izquierda. Probablemente nuestras cabezas en continuas bandadas no muy lejos de este lugar se localiza- las garcillas bueyeras... ba la antaño casa palacio mandada Al otro lado, el Jarama es jalonado construir por Felipe II para descanso y por corpulentos sauces y chopos don-recreo del monarca y su familia. Es aquí de anidan cigüeñas y una de las joyas donde se puede dejar el vehículo pri- del parque, el milano negro. A veces, vado si hemos elegido esta opción. La se pueden juntar más de una decena aventura comienza a través de una pis- surcando el aire. No les asusta en ex-ta amplia y de buen firme. ceso nuestra presencia, si es respetuo-

En la entrada dejamos atrás una zo- sa, y pasan a menudo cerca de nosotros. na de aparcamiento y la primeras re- En el río es fácil ver la silueta de la poblaciones forestales de reciente eje- garza imperial, solitaria y menos con-cución. Nos acompañan a ambos lados fiada que el milano negro. Cruzan por

delante y en todas direc­ciones coloridos abeja­rucos, alguna abubilla, quien sabe si un bengalí rojo, chovas piquirrojas, grajillas, urracas y cente­nares de golondrinas. Hay momentos en que al le­vantar la vista el cielo es un clamor de aves de mil tipos y tamaños. No de­bemos perdernos ningún detalle. El camino descri­be una pronunciada curva a la derecha. Si continua­mos de frente por algún pequeño sendero pode­mos acercarnos a ver la re­frescante junta de los ríos. Si volvemos a nuestra ru­ta nos damos cuenta de que hemos alcanzado ya la orilla del Manzanares respaldado al fondo por los cantiles de La Mara­ñosa, donde también ani­da el milano negro. Los pinos carrasco lector más incrédulo. Mientras, una asoman hacia los escarpados mogotes enorme bandada de cigüeñas describe de yeso que forman esculpidos torreo- circuios en el aire; se pueden juntar en nes de frágil aspecto, tanto es así que verano fácilmente alrededor de un cen-cada cierto tiempo se desploma alguno tenar. La vegetación del Manzanares que otro renovando la aparente eterna es más austera y discontinua que la del estampa del lugar. El momento se tor- Jarama. Con la vista se alcanza la la­na atractivo para el visor de la cámara, guna de nuevo, pero en su otro lado, que dispara buscando una bucólica Tras pasar unos jóvenes olmos sale un imagen que llevar hasta la retina del camino a la izquierda que tomaremos

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para aproximarnos más al río y a los lado a otro esquivando nuestra pre-cortados que le protegen. sencia. El camino lo abandonamos si-

Según vamos describiendo una guiendo el curso del río, al pie del ta-abierta curva pasamos por un adehe- lud levantado en su día para evitar sado paisaje de chopos y fresnos re- inundaciones, hasta alcanzar una es­poblados hace unos años. Brotan, sem- tación de medición de aguas. Salta-brando el arenoso suelo, multitud de mos de nuevo a la pista para enlazar plantas de regaliz tapizándolo de fres- con el que fue camino de ida, buscan-eos tonos verdes que intentan desafiar do el punto de partida inicial y recor-a la implacable antorcha de fuego col- dando que queda bastante trabajo por gada del cielo estival. hacer si queremos devolver el anterior

Buscamos de nuevo la pista, a la encanto natural, perdido en este lugar vez que conejos y liebres cruzan de un no hace mucho tiempo.

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DISTANCIA TOTAL: 8 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 2 horas aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Ida y vuelta.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Senda Galiana: 50 minutos. Senda Galiana -Enlace con camino de vuelta: 40 minutos. Enlace con camino de vuelta

- Final de la ruta: 30 minutos más. DESNIVEL: Unos 50 metros.

DIFICULTAD: Baja. TIPO DE CAMINO: Pista forestal y camino.

AGUA POTABLE: NO hay fuentes en todo el recorrido. ÉPOCA RECOMENDADA: Preferentemente en primavera y en otoño, aunque es uno

de los paisajes que menos variaciones ofrece de una estación a otra. Evitar en verano las horas centrales del día por el calor excesivo.

SUGERENCIAS: Para acceder en transporte público coger el autobús interurbano 336 o 337 de la empresa La Veloz que parte de Conde de Casal con dirección Chinchón. Para acceder

por carretera coger la A-3, desviarse en el puente de Arganda con dirección Chinchón y luego dirección San Martín de la Vega o por la A-4 tomando la salida 20 a Pinto

y luego San Martín de la Vega, atravesar el pueblo y coger la M-506 hacia Morata de Tajuña. Al llegar al cruce con la carretera M-302 (Morata de Tajuña), cruzar y subir

la urbanización Vallequillas Sur hasta el final donde hay que abandonar el coche. Llevar prismáticos y alguna guía de aves es recomendable.

CARTOGRAFÍA: Hojas 582-IV y 583-111, escala 1:25.000 del I.G.N.

ingarrón es, ante todo, y pa- je montaraz, los aromas ajara y tomi-ra muchos lugareños, un to- lio que lo envuelven y el dulce clamor jpónimo con reminiscencias de los pájaros al amanecer.

a un pasado belicoso, de estruendos El recorrido que nos lleva a través sonoros y olor a pólvora que se diluye de los Cerros del Pingarrón indaga en con el paso del tiempo entre el paisa- uno de los escasos reductos de encinar

mediterráneo representado en el Parque Regional del Sureste. Los contornos de este monte enmarañado poseen un grado de conservación bastante acep­table recordando que los paisa­jes alcarreños ya merodean por la zona. Así, suaves colinas cu­biertas de encinas y coscojas nos irán acompañando durante prácticamente todo el camino.

Partimos del cruce entre la M-506 con la M-302 próximo a la urbanización Vallequillas que la divide en dos sectores, norte y sur. Todavía sin aban­donar el coche subimos por el sector sur hasta donde acaba el asfalto. Justo en este lugar estacionamos el vehículo y nos ponemos en marcha.

El primer tramo se caracte­riza por una ligera y continua pendiente entre un encinar sal­picado aún por casas aisladas y delimitado por los abundan­tes cotos de caza que práctica­mente invaden la totalidad del territorio.

El firme del camino es pe­dregoso pero no plantea difi­cultades. Son cantos y gravas pertenecientes a antiguas terra­zas fluviales que actualmente se elevan un centenar de me­tros sobre el nivel actual del río

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desvelando un pasado con notables buscando la parte alta del interfluvio diferencias respecto a lo que hoy día formado entre el Jarama y el Tajuña. vemos en el paisaje. La holgada pista Quiere de esta forma obsequiarnos con deja paso a un camino más sencillo. La tímidos guiños al valle del sinuoso y en-historia y los mapas dicen que era la vie- cogido Tajuña. Andados unos quince ja vía para llegar a Chinchón. minutos por esta histórica vía podemos

El terreno se vuelve más llano en la apreciar un camino que parte de nues-altura y es aprovechado por la mano tra izquierda. Lo cogemos y nos inter-del hombre trazando surcos en los lu- namos cuesta abajo siguiendo una va­gares menos laboriosos para su apro- guada enfundada en un mosaico de vechamiento agrícola. El verde del ce- campos de labor perfilados por un en-real oculta un terruño revuelto en ocres cinar cada vez más espléndido. En los y marrones. Las encinas, jóvenes pero primeros instantes de la bajada se pier­de buen porte en muchos casos, se su- de momentáneamente el camino para ceden en cualquier rincón. recuperarlo en el fondo de la vaguada.

Donde la pendiente se acelera, eos- Pasados unos quinientos metros sale cojas, romeros, espartos, aulagas, to- por la izquierda un nuevo camino que millos y otros matorrales sufren unas hay que tomar. Entramos paulatina-condiciones difíciles de adaptación al mente en el punto más interesante de la medio evitando la amarga desnudez del ruta. En el suelo quedan grabadas hue­sudo. Tras casi una hora de marcha al- lias de jabalí, movimiento de ramas canzamos la Cañada Real de Las Me- anuncian la presencia de perdices y He­rirías metidos entre olivares y almen- bres, sobre el cielo destaca la silueta de dros dispersos, que esperan impacientes varias rapaces... el final del invierno para anticiparse y El monte se cierra en un denso en-relucir sus hermosos vestidos florales, cinar. Un suave descenso nos aproxima La cañada es amplia, nos recuerda tiem- al fondo de una ligera hondonada nor-pos pretéritos donde el trasiego ganade- malmente seca salvo en época de abun-ro pedía grandes vías de comunicación, dantes lluvias. Lo abordamos para en-enclaves estratégicos para abastecí- carar una nueva cuesta, pero no importa miento pecuario y otros menesteres, el esfuerzo porque el silencio es salva-Ahora las pisadas unguladas son trans- je y estamos impregnados de naturale-formadas por la pesada rodadura de za en estado puro, grandes vehículos y el pueril sonido La vista viaja a través de una con-borreguil por el bronco rugido de sus tinua sucesión de lomas pardas que nos motores. Se mantiene dicha calzada hacen relajar cuerpo y alma. Seguimos,

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buscando ahora el camino que usamos es claro cierran el cuadro los perfiles de en la ida. Justo antes de enlazar con el la Sierra de Guadarrama poniendo bro-mismo, debemos atravesar un tramo de che final al horizonte de la región, terreno sembrado, de apenas unos vein- Así, casi sin enterarnos, el regreso te o treinta metros. se hace bastante llevadero. Comienzan

Por fin llegamos al cruce y giramos de nuevo las casas que todavía parecen a la derecha buscando el retorno mien- funcionar como retiro dominical, aun-tras deleitamos los sentidos con suge- que ya con muchos interrogantes. Des­rentes panorámicas. Los barrancos an- pedimos los tranquilos retazos de un dan buscando un valle del Jarama paisaje que requiere un gran esfuerzo protegido más allá por una intermina- para no verse invadido por la conquis-ble barrera de cantiles, que sirven de ta del ladrillo, que coloniza y germina pedestal a una quebradiza línea de mo- incesantemente hacia los virginales ex-dernos edificios desafiando el cielo to- tremos, temerosos ante este inquietan-mado por la capital madrileña. Si el día te porvenir.

DISTANCIA TOTAL: 5 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 1 hora y 30 minutos aproximadamente. TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Inicio de la ruta - Inicio barranco del Salobral: 40 minutos. Barranco del Salobral - Mirador del Soto: 30 minutos. Mirador del Soto - final de la ruta: 20 minutos más.

DESNIVEL: Unos 60 metros aproximadamente. DIFICULTAD: Baja, aunque pueden existir tramos con agua o barro.

TIPO DE CAMINO: Pista y camino. A G U A POTABLE: No hay fuentes en todo el recorrido.

ÉPOCA RECOMENDADA: Preferentemente en primavera y en otoño, por la variedad cromática y por tener unas condiciones meteorológicas más benignas. Evitar en verano las

horas centrales del día por el calor excesivo. SUGERENCIAS: Para acceder por carretera coger la A-4 tomando la salida a Gempozuelos

y luego continuar por la M-404 hacia Titulcia. Al llegar a la población dirigirse a las instalaciones del Exotarium (centro de acogida de animales silvestres) donde hay que abandonar el coche

y comenzar la ruta. En transporte público coger la línea interurbana 415 A de la empresa La Veloz. Si nos sobra tiempo, podemos acercarnos a la cercana Laguna de San Juan,

lugar interesante por sus valores ornitológicos, a través de la carretera que une Titulcia con Chinchón. Llevar prismáticos y alguna guía de aves es recomendable.

Durante el periodo estival usar repelente de insectos y sombrero. CARTOGRAFÍA: Hoja 605-11, escala 1:25.000 del I.G.N.

a ruta más meridional gen de las grandes vías de comunica-propuesta en los límites del ción con la capital y guardando las dis-Parque nos traslada a la tandas. En las numerosas cuevas ho-

pequeña población de Titulcia. Ha- radadas en el triste episodio histórico blamos de una localidad que conserva de la Guerra Civil, hoy día siguen vi-una atmósfera rural y apacible, al mar- viendo algunas familias en condiciones

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alejadas del confort ofrecido por las getación en sus riberas. Jóvenes álamos viviendas actuales. y dispersos rodales de un tarayal incí-

Pero el encanto del lugar radica en piente dibujan un paisaje adehesado la estrecha conjunción entre vega y can- en el soto. En la orilla semidesnuda tiles que se ve culminado por un case- los carrizos y eneas dan el primer pa­rió cabalgando a los lomos de las ele- so para que el tiempo la vaya cubrien-vaciones cercanas para no perderse este do con sauces, fresnos, chopos y demás seductor espectáculo. especies mayores.

Si llegamos en automóvil, que será En frente el desarrollo es más pro-lo más normal dada la escasez de op- fiíso. Por este lado, la ruta se acompa-ciones en transporte público, nos diri- ña de señales y paneles que facilitan la gimos en dirección al antiguo puente de interpretación de todo lo que nos rodea. hierro sobre el Jarama tomando un des- Avanzamos por el camino siempre pa-vío a la derecha unos doscientos metros ralelos al río mientras los cantiles se antes de llegar al mismo y dejando el vuelcan paulatinamente sobre nuestro coche donde acaba la calle, junto al sosegado pasear. El sendero reduce su Exotarium. Este centro se dedica a la re- tamaño y la distancia entre las vertica-cuperación de especies animales sal- les moles de roca y el discurrir del Ja-vajes, muchas de ellas exóticas y aban- rama también. Sobre las aguas fochas donadas sin nigún tipo de escrúpulo, y anátidas trazan surcos que se desva-Un panel explicativo ofrece informa- necen en un abrir y cerrar de ojos, ción acerca del lugar denominado So- El conjunto de tarayes se densifica to de Bayona. Nos dá la bienvenida un acosando al estrecho camino. De tanto recinto acondicionado para recreo y en tanto asoma algún saúco, majuelo o disfrute a orillas del Jarama. Aguas que higuera para colorear el ambiente. Lle­van contando sus últimas horas antes gamos a un punto donde se comienza de entregarse al padre Tajo después de una ligera subida ofreciendo nuevas bendecir casi doscientos kilómetros perspectivas de la fértil vega. La pen­de supremacía y dominio hidrológico diente se acentúa, los cantiles se tien-aportando un importante caudal que den a nuestros pies para invitarnos a enorgullecerá, sin duda, al más grande descubrir sus entrañas. En el suelo Ha­de los ríos peninsulares. Aunque todo man la atención hendiduras y socavo-hay que decirlo sin la pulcritud que uno nes con aires de familiaridad. Son res-hubiese deseado. tos de antiguas trincheras y puestos

La importante dimensión del cau- defensivos de la guerra. En las paredes ce contrasta con la exigüedad de la ve- de la roca se acompañan de cuevas ex­

cavadas con fines similares. Así, nos vamos introduciendo en un sendero que transcurre a través de una vaguada de escasa profundi­dad. Una vez culminado, atrave­samos un pequeño rodal cultiva­do para enlazar con un camino más amplio hasta llegar a las in­mediaciones de la Senda Galia­na actualmente separada por un vallado cinegético que bordea­mos a la derecha y nos guía a un barranco contiguo por el cual re­gresaremos hasta el río de nuevo. El denominado localmente como barranco del Salobral, nos depa­ra un paisaje diferente y original flanqueado en un principio en el lado izquierdo por otro vallado, elemento bastante común en los paisajes de estas comarcas ma­drileñas. El barranco profundiza con gran rapidez a la vez que se elevan las sinuosas paredes ver­ticales pintadas de un rugoso jue­go de ásperos grises y blancos.

Aparecen entonces tímidas sur- quebradizo lecho del barranco. De re­gencias de apa. El freático terciario se pente, el laberíntico momento se ve in-rompe en distintos puntos. De la ro- terrumpido con la salida al valle del Ja­ca alterada manan finos hilos de agua rama conectando con el camino que y lo saben higueras, tarays, carrizos y usamos anteriormente justo antes de otras especies que se apresuran para no iniciar la subida a los cantiles, quedar fuera del jugoso pastel. Con el La marcha de vuelta se hace du-suelo humedecido hay que prestar aten- rante un tramo de unos diez minutos ción para no resbalar, puesto que prác- por el mismo itinerario de la ida, pero ticamente transitamos por el fondo del al llegar al primer cruce de caminos

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hay que girar a la izquierda, hacia los Ahora hemos de bajar de nuevo hasta cantiles, siguiendo una ilustrativa sen- el cruce de caminos y elegir el que par­da botánica que nos llevará a un estu- te a nuestra izquierda atravesando el pendo mirador sobre el Soto de Bayo- adehesado soto linealmente hasta llegar na. Subimos entre paneles informativos al punto inicial de partida donde nos es-que indican la presencia de jabunas, pera el coche y la vuelta a casa, aunque ontinas, tomillos, retamas, espartos y si tenemos un rato es interesante visi-todo el elenco de ilustres expertas en los tar el viejo puente de hierro a unos po-peculiares aljezares que abundan en eos metros del lugar en el que nos en-la zona. contramos. Además, no hay que olvidar

Llegamos al mirador deshechando que a escasos kilómetros de Titulcia se un camino que previamente partía por encuentra el interesante Refugio de la izquierda. La perspectiva nos delei- Fauna de la Laguna de San Juan, cuya ta con un vistoso panorama del valle, visita seguro que no nos defraudará.

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OFICINA DEL PARQUE REGIONAL DEL SURESTE (AGENTES FORESTALES). I I . Miguel de Unamuno, 1. 28330. San Martín de la Vega, v 91 895 82 73. Para urgencias llamar al 112.

SEPRONA RIVAS-VACIAMADRID. -a 91 670 00 03. SEPRONA TORREJÓN DE ARDOZ. * 91 675 00 65. COMANDANCIA SEPRONA MADRID. Oficina técnica. ^ 9 1 5 1 4 69 87. ASOCIACIÓN ECOLOGISTA EL SOTO, www.elsoto.org. Apartado de correos 55,28840. Mejorada

del Campo, [email protected]. AMIGOS DE LA TIERRA, www.tierra.org. Carretera de Canillejas-Vicálvaro, 82,4o, 28022, Ma­

drid. ^ 91306 99 00. [email protected]. ARBA (ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DEL BOSQUE AUTÓCTONO), www.arba-s.org. Albergue

juvenil Richard Schirrmann. Casa de Campo. 28011. Madrid. ^ 91479 65 93. arba@ar ba-s.org.

GRAMA (GRUPO DE ACCIÓN PARA EL MEDIO AMBIENTE), www.asociaciongrama.org. ^ 675 569118. [email protected].

ASOCIACIÓN NAUMANNI. www.naumanni.org. C/Vía Láctea, s/n. 28529. Rivas Vaciamadrid. ^ 91 485 33 54. [email protected].

EUROPARC ESPAÑA, www.europarc-es.org. Rnca Más Ferré, edificio A, Campus de Somosa-guas. 28223 Madrid. « 9 1 3 9 4 2 5 2 2 / 2 5 5 1 Fax: [email protected].

LAS ISLILLAS (MEJORADA DEL CAMPO). Carretera M-203, acceso por pista situada ¡unto a la­vandería de la CAM. Instalaciones: bancos, mesas, aparcamiento, columpios, observatorio de aves, etc.

DEHESA DEL CARRASCAL (ARGANDA DEL REY) . Autovía A-3, desvío en kilómetro 28 para coger la carretera M-313 en dirección Arganda y posteriormente hacia la r e s i d e n c i a d l a -nos. Instalaciones: bancos, mesas, barbacoas. (¡^ j¿\

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BOLITAS DE AIRÓN (VALDEMORO). Desvío en A-5 con dirección al polideportivo municipal. Ins­talaciones: bancos, mesas, barbacoas.

LA RIADA (VELILLA DE SAN ANTONIO) . Carretera M 208 frente al polígono industrial de Miral-río. Kilómetro 3,5. Instalaciones: bancos, mesas, circuito para bicicletas.

Los PUENTES (SAN MARTÍN DE LA VEGA) . Carretera M-506 a la altura del kilómetro 37, ¡unto al puente sobre el río Jarama. Instalaciones: mesas, bancos, sendas, etc.

TIERNO GALVÁN (SAN MARTÍN DE LA VEGA) . Carretera M-506, kilómetro 35, en la entrada al municipio y frente al polideportivo. Instalaciones: mesas, bancos, columpios, aparcamiento, kiosco, puestos de pesca, senda, etc.

CENTRO DE EDUCACIÓN AMBIENTAL CASERÍO DE HENARES

Dirección: Camino de la vega s/n. CP 28830. San Fernando de Henares. Horario: Todos los días de 10:00 a 18:00 h. TeL: 9] 673 82 99. Página web: www.madrid.org. Correo electrónico: [email protected]. Actividades e instalaciones: Talleres ambientales, huertos de ocio, sendas ecológicas, observatorio de aves, actividades de fin de semana, seminarios, servicio de biblioteca, ex­posiciones, asesoramiento ambiental, área recreativa, sala de audiovisuales, accesibilidad para disminuidos físicos, club social, etc. Notas: Todas las actividades son gratuitas. Para participar en las actividades hay que ha­cer reserva por teléfono, e-mail o en el propio Centro.

CENTRO DE EDUCACIÓN AMBIENTAL EL CAMPILLO

Dirección: Camino Finca del Piúl s/n, desvío en km 19 de la A-3, Rivas Vaciamadrid pue­ble. CP 28529. Horario: Todos los días de 10:00 a 18:00 h. (acceso al recinto de 9:00 a 20:00 h). T e L 600 508 638. Página web: www.madrid.org. Correo electrónico: [email protected].

Actividades e instalaciones: Talleres ambientales, sendas ecológicas, actividades de fin de semana, sala de audiovisuales, servicio de biblioteca, exposiciones, asesoramiento am­biental, salón de actos, observatorio de aves, recreaciones arqueológicas, puestos para pes­ca deportiva, etc. Notas: Todas las actividades son gratuitas. Para participar en las actividades hay que ha­cer reserva por teléfono o e-mail o en el propio centro.

FINCA LAS MADRES

Dirección: Carretera M-832, Arganda del Rey-Chinchón, km 1,8. Arganda del Rey. CP 28500. Horario: Todos los días de 10:30 a 18:00 h en invierno y de 10:30 a 21:00 h en verano. TeL: 91 871 92 66 y 91739 85 43. Página web: www.madrid.org. Correo electrónico: [email protected]. Actividades e instalaciones: Talleres ambientales, senda ecológica, actividades de fin de semana, alquiler de barcas, escuela de equitación, campamentos urbanos, puestos pa­ra pesca deportiva, área recreativa, restaurante, etc. Notas: La entrada al recinto cuesta 1 euro, para la práctica de actividades consultar pre­viamente las distintas tarifas existentes. Para participar en las actividades hay que hacer reserva por teléfono, e-mail o en el propio centro.

CENTRO DE RECURSOS AMBIENTALES CHICO MENDES

Dirección: (/ Enebro s/n (Cerro del Telégrafo). CP 28529 Rivas Vaciamadrid. Horario: Lunes a viernes de 10:00 a 14:30 y de 17:00 a 20:00. Sábados de 10:00 a 18:00 y domingos de 10:00 a 14:30. Tf no: 91 660 27 90. Página web: www.rivas-vaciamadrid.org. Correo electrónico: [email protected]. Actividades e instalaciones: Sendas ecológicas, actividades de fin de semana, expo­sición permanente planeta sostenible, audiovisuales, exposiciones temporales, asesora­miento ambiental, etc. Notas: Todas las actividades son gratuitas. Para participar en las actividades hay que ha­cer reserva por teléfono, e-mail o en el propio Centro.

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Si desea obtener mayor información de horarios, trenes y autobuses que comunican la re­gión puede hacerlo en los siguientes lugares:

CONSORCIO REGIONAL DE TRANSPORTES DE MADRID . Plaza del Descubridor Diego de Ordos, n° 3, Madrid. 28003 www.ctm-Madrid.es « 0 1 2 .

METRO DE MADRID. » 902 444 403. www.metromadrid.es.

CERCANÍAS DE MADRID. « 9 0 2 240 202. www.renfe.es/empresa/cercanias. EMPRESA TURÍSTICA DE AUTOBUSES (ETASA). Juan de la Cierva, 46, Coslada. 28820.» 91 669

95 72. www.etasa.es. EMPRESA LA VELOZ. « 9 1 7 9 5 69 59.

EMPRESA ARGABUS. (/Real, 116, Arganda del Rey .«91 433 91 4 9 / 91 871 2 5 1 1 . www.ar gabus.com.

ALUVIAL: referente a los depósitos sedimentarios dejados por una corriente de agua al perder caudal o velocidad.

AMPLITUD TÉRMICA: es la diferencia entre las temperaturas máximas y mínimas durante un es­pacio de tiempo dado.

BENTÓNICO: conjunto de seres vivos que viven sobre el fondo del mar o agua dulce. BIODIVERSIDAD: Son todos los aspectos relacionados con la variedad y riqueza de los organis­

mos vivos. BIOTOPO: territorio con unas condiciones ambientales determinadas que permite el desarrollo

de organismos vivos específicos. CADENA TRÓFICA: conjunto de organismos que se alimentan de otros de un nivel anterior for­

mando niveles de sucesión en un ecosistema. CLIMAX O CUMÁCICO: etapa final a la que tiende un ecosistema durante su evolución natural. CUMOGRAMA: gráfico con dos o más variables climáticas (temperatura y precipitación media)

conjuntadas para cada uno de los meses del año. CONVECTIVO: relativo a los movimientos ascendentes de corrientes de aire llevados a cabo en

la atmósfera. COLUVIAL: depósito sedimentario de reciente formación formado en zonas bajas de ladera. ENDÉMICO: referente a especies vegetales o animales nativas distribuidas en un área restrin­

gida y sólo localizadas en dicho área. EDÁFICO: relativo a los suelos. EUTROFIZACIÓN: enriquecimiento natural o artificial de las aguas en materia orgánica. FITOSANITARIO: sustancia química utilizada para mejorar el rendimiento agrícola. FREÁTICO: son las aguas acumuladas entre distintas capas del subsuelo. GEOMORFOLÓGICO: relativo a las formas del relieve terrestre. HABITAT: corresponde al lugar donde vive o se encuentra un organismo o grupo de orga­

nismos. HALÓFITO: que requiere medios ricos en sales para vivir. HIDRÓFILO: denomina a las plantas que viven en las aguas o gustan de quedar sumergidas en

parte. HIGRÓFILO: denomina a las plantas que necesitan de medios muy húmedos para vivir.

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KÁRSTICO: morfología típica de fitologías calcáreas al disolver el agua el carbonato calcico que las componen.

LACUSTRE: hace referencia a lagos o lagunas. LIMÍCOLA: relativo a aves que se alimentan en áreas ricas en limos (orillas de ríos y lagunas

principalmente). NITRÓFILO: referente a las plantas que necesitan suelos ricos en nitrógeno para desarrollarse. PALEOCAUCE: restos no funcionales de un antiguo cauce fluvial. PALUSTRE: vegetación típica de zonas encharcadas como lagunas o pantanos. P H : medida de la concentración del ion hidrógeno en una solución. RUPÍCOLA: especie amante de los ambientes rocosos. TEXTURA FRANCA: composición del suelo donde arenas, limos y arcillas poseen una represen­

tación equilibrada. XERÓFITO: que se adapta a un medio de características áridas o secas.

NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE COMÚN ECOSISTEMA ABUNDANCIA

Ailanthus oltissima Ailanto Introducida Media Al cea roseo Malvarosa Introducida Baja Mismo plantago acuática Llantén de agua Sotos y riberas Media Alium soseum Ajo rosado Cantiles yesíferos Baja AcerNegundo Arce negundo Introducida Baja Acer monspessulonum Arce de Montpellier Encinar manchego Baja Arctostaphylos uva-ursi Gayuba Encinar manchego Baja Artemisia catnpestris Escobilla parda Cantiles yesíferos Media Artemisia glutinosa Ajenjo Cantiles yesíferos Media Artemisia herba-alba Ontina Cantiles yesíferos Alta Arum italicum Aro Sotos y riberas Media Arundo donax Caña Introducida Media Asparagus acutifolius Esparraguera Indiferente Aba Asphodelus albas Gamón Cantiles yesíferos Media Asphodelus romosissimus Gamón Cantiles yesíferos Baja Astrogolus alopecuroides Astrágalo Cantiles yesíferos Media Atríplex olimus Orzaga Cantiles yesíferos Media Br ionio dioica Nueza Sotos y riberas Media Calystegia sepium Correhuela mayor Sotos y riberas Media Capsella burso-postori Bolsa de pastor Cantiles yesíferos Media

Cicuta virosa Cicuta de agua Sotos y riberas Media

Cistus clusi Romerina Encinar manchego Baja

Colutea orborescens Espantalobos Cantiles yesíferos Baja

Conium macuiaium Cicuta menor Sotos y riberas Media

Cornos sanguíneo Cornejo Sotos y riberas Baja

Page 88: El Parque Regional Del Sureste de Madrid

NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE COMÚN ECOSISTEMA ABUNDANCIA Cratoegus monogyna Majuelo Indiferente Media (hamaemelum fuscatum Magarza Cantiles yesíferos Media (henopodium álbum Cenizo Indiferente Media (henopodium opulifolium Cenizo Sotos y riberas Media Dapbne gnidium Torvisco Encinar manchego Baja Daucus máximas Zanahoria silvestre Sotos y riberas Baja Dipcadi seroíinum Lirio de los yesos Cantiles yesíferos Baja Dipsacus fullonum Cardencha Sotos y riberas Media Ecballium elaterium Pepino del diablo Indiferente Media Ecbium italicum Viborera Cantiles yesíferos Media Elaeagnus angustifolia Árbol del paraíso Introducida Baja Ephedra fragilis Hierba de las coyunturas Cantiles yesíferos Baja Rcus carica Higuera Indiferente Baja Foeniculum vulgare Hinojo Indiferente Alta Frankenia tymi folia Tomillo sapero Cantiles yesíferos Media Fraxinus angustifolia Fresno Sotos y riberas Baja Galium aparine Azotalenguas Sotos y riberas Baja Genista scorpius Aulaga Cantiles yesíferos Media Gleditsia triacanthos Acacia tres espinas Introducida Baja Glycyrrihza glabra Regaliz Sotos y riberas Media Gypsophilla strutium Jabuna Cantiles yesíferos Media Halimium atriplicifolium Jara blanca o del diablo Encinar manchego Baja Halimium viscosum Jaguarcillo Encinar manchego Baja Hederá helix Hiedra Sotos y riberas Baja Helianthemum canum Jarilla Encinar manchego Baja Helianthemum squamatum Jarilla de escamas Cantiles yesíferos Baja Humulus lupulus Lúpulo Sotos y riberas Baja Jasminum fruticans Jazmín Encinar manchego Baja Lavandula latifolia Alhucema o espliego Encinar manchego Baja Lavándola salvifolia Espliego Encinar manchego Baja Lonicera etrusca Madreselva Encinar manchego Baja Linum suffriticosum Lino blanco Cantiles yesíferos Media

NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE COMÚN ECOSISTEMA ABUNDANCIA Lygeum spartum Albardín Cantiles yesíferos Alta Stipa tenacissima Esparto, atocha Cantiles yesíferos Alta Malva sylvestris Malva Indiferente Alta Marrobium vulgare Marrubio Indiferente Media Mattbiola fruíicosa Alhelí triste Cantiles yesíferos Media Muscari racemosum Matacandiles o nazarem ) Cantiles yesíferos Baja Nepeta beltranii Nébeda de Beltrán Cantiles yesíferos Baja Higella damascena Arañuela Cantiles yesíferos Baja Ononis tridentata Asnallo o chucarro Cantiles yesíferos Media Onopordon ilyrycum Cardo borriquero Indiferente Media Orchis paillonacea Orquídea Encinar manchego Baja Papaver somniferum adormidera Indiferente Baja Papaverrhoeas Amapola Indiferente Media Peganum bar mala Alhorma Cantiles yesíferos Media Phillyrea angustifolia Labiérnago Encinar manchego Baja Phlomis lychnitis Candilero Cantiles yesíferos Media Phragmites australis Carrizo Sotos y riberas Alta Pinus balepensis Pino carrasco Introducida Media Pinuspinea Pino piñonero Introducida Baja Pistacia terebinihus Cornicabra Encinar manchego Baja Plantago major Llantén mayor Sotos y riberas Media Populas alba Álamo blanco Sotos y riberas Alta Populas nigra Álamo negro Sotos y riberas Baja Prunas dulcís Almendro Introducida Media Quercus coccifera Coscoja Encinar manchego Media Quenas faginea Quejigo Encinar manchego Baja Quercus ¡lex bahía Encina Encinar manchego Baja Quercos súber Alcornoque Encinar manchego Baja Reseda suffruíicosa Gualda o reseda Cantiles yesíferos Baja Retama spbaerocarpa Retama Indiferente Alta Rhamnus alaternas Aladierno Indiferente Baja Rhamnus Lycioides Espino negro Cantiles yesíferos Media

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NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE COMÚN ECOSISTEMA ABUNDANCIA

Robinia pseudoacacia Robinia Introducida Baja Rosa canina Escaramujo Indiferente Baja Rosapouzinii Escaramujo Indiferente Baja Rosmarinas ofíicinalis Romero Indiferente Baja Rabia peregrina Rubia Sotos y riberas Media Rabas ulmi folias Zarzamora Sotos y riberas Media Rumex idrolapatbum Romaza grande Sotos y riberas Media Rascas acaleatas Rusco Encinar manchego Baja Salix alba Sauce blanco Sotos y riberas Media Salix babyIónica Sauce llorón Introducida Baja Salix eleagnos Sarga Sotos y riberas Baja Salix sal vi folia Sauce Sotos y riberas Baja Salix Manda Sauce Sotos y riberas Baja Salsola vermicalata Sisallo Cantiles yesíferos Media Sambucas ebalas Yezgo Sotos y riberas Media Sambucas nigra Saúco Sotos y riberas Baja Santolina cbamaecyparissus Tomillo botonero Encinar manchego Baja Scirpus holoschoenus Junco Sotos y riberas Media Securinega tinctoria Tamujo Sotos y riberas Baja Silybum maríanum Cardo mariano Indiferente Media Solanan dulcamara Dulcamara Sotos y riberas Baja Tamarix galilea Taray Sotos y riberas Alta Tbapsia villosa (añaheja, zumillo Cantiles yesíferos Alta Thymus aranjuezii Tomillo de Aranjuez Cantiles yesíferos Baja Thymus mastichina Tomillo Cantiles yesíferos Media Typba angustí folia Espadaña o enea Sotos y riberas Baja Ulmusminor Olmo Indiferente Baja Urtica dioica Ortiga mayor Sotos y riberas Media Verbascum thapsus Gordolobo Indiferente Media Verónica cbamaedrys Verónica Sotos y riberas Baja Xanthium spinosum Arrancamoños Cantiles yesíferos Baja

NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE COMÚN ECOSISTEMA ABUNDANCIA Acrocephalas scirpaceus Carricero común Humedal Común Actitis hypoleucos Andarríos chico Humedal Común Alcedo atbiis Martín pescador Humedal Común Alectoris rufa Perdiz común Matorral Común Anas acata Ánade rabudo Humedal Escasa Anas clypeata Pato cuchara Humedal Común Anas crecca Cerceta común Humedal Común Anas platyrbyncbos Ánade real Humedal Abundante Anas strepera Ánade friso Humedal Común Anseranser Ánsar común Humedal Escasa ApusApus Vencejo común Sotos y riberas Abundante Árdea cinérea Garza real Humedal Común Árdea purpurea Garza imperial Humedal Escasa Asió otus Buho chico Sotos y riberas Escasa Athene noctua Mochuelo Cantiles yesíferos Común Aythya nyroca Porrón pardo Humedal Escasa Barbas barbas bocagei Barbo común Lagunas y ríos Común Botaurusstellaris Avetoro común Humedal Escasa Babo buho Buho real Cantiles yesíferos Escasa Bubulcus ibis Garcilla bueyera Sotos y riberas Común Burbinus oedicnemus Alcaraván Llanuras cerealísticas Común Bateo buteo Ratonero común Zonas arboladas Escasa Caprimulgus ruficollis Chotacabras pardo Zonas arboladas Común Charadrius dubius Chorlitejo chico Humedal Común Cblidonias niger Fumarel común Humedal Escasa Chondrostroma polylepis Boga de río Lagunas Escasa Gconia ckonia Ggüeña blanca Sotos y riberas Abundante Ciprinas carpió Carpa Lagunas y ríos Abundante Grcaetus gallicus Águila culebrera Cantiles yesíferos Escasa Oreas ae ruginosas Aguilucho lagunero Humedal Escasa

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NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE COMÚN ECOSISTEMA ABUNDANCIA Circos pigargos Aguilucho cenizo Llanuras cerealísticas Escasa Cisticola juncidis Buitrón Llanuras cerealísticas Común Corados garrulus Carraca Llanuras cerealísticas Escasa Cuculus canorus Cuco Sotos y riberas Escasa Dendrocopos major Pico picapinos Zonas arboladas Escasa Egretta garcetla Garceta común Humedal Escasa Elapbe escalaris Culebra de escalera Cantiles yesíferos Común Eliomys quercinus Lirón careto Indiferente Escasa Emberiza schoeniclus Escribano palustre Humedal Abundante Falco naumonni Cernícalo primilla Llanuras cerealísticas Escasa Falco peregrinos Halcón común Cantiles yesíferos Escasa Falco tinnunculus Cernícalo vulgar Cantiles yesíferos Común Fringilla montifringilla Pinzón real Sotos y riberas Común Fúlica atra Focha común Humedal Abundante Gallínula chloropus Polla de agua Sotos y riberas Abundante Genefta genetta Gineta Zonas arboladas Escasa Híeraaetus pennatus Águila calzada Sotos y riberas Escasa Himantopus himantopus Cigüeñuela Humedal Escasa Hirundo rustica Golondrina común Humedal Común Ixobrychus minutas Avetorillo Humedal Escasa Jyns torquilla Torcecuello Sotos y riberas Escasa Lanius senator Alcaudón común Sotos y riberas Escasa Loras cachinnans Gaviota patiamarilla Humedal Escasa Larus tustús Gaviota sombría Humedal Abundante Lo rus ridibundus Gaviota reidora Humedal Abundante Lepus granatensis Liebre Indiferente Común limosa limosa Aguja colinegra Indiferente Escasa Luíro luirá Nutria Sotos y riberas Escasa Mauremys caspica Galápago leproso Humedal Común Merops apiaster Abejaruco Cantiles yesíferos Común Milvus migrans Milano negro Sotos y riberas Común Molpolon monspersulanus Culebra bastarda Cantiles yesíferos Común

NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE COMÚN ECOSISTEMA ABUNDANCIA Montícola solitarios Roquero solitario Cantiles yesíferos Escasa Motacilla alba Lavandera blanca Indiferente Abundante Muscícapa striata Papamoscas gris Zonas arboladas Escasa Mustela nivalis Comadreja Sotos y riberas Escasa Natrix maura Culebra viperina Humedal Común Hetta rufina Pato colorado Humedal Común Nycticorax nycticorax Martinete Humedal Escasa Oenantbe leucura Coliaba negra Cantiles yesíferos Escasa Oenanthe oenantbe Coliaba gris Llanuras cerealísticas Escasa Oriolus oriolus Oropéndola Sotos y riberas Escasa Oryctolagus cuniculus Conejo Indiferente Abundante Otis tarda Avutarda Llanuras cerealísticas Escasa Oxyura kucocephala Malvasía cabeciblanca Humedal Escasa Panurus biarmicus Bigotudo Humedal Escasa Phalacrocorax carbo Cormorán grande Humedal Común Pbylloscopus collybita Mosquitero común Sotos y riberas Común Picapica Urraca Sotos y riberas Abundante Picus viridis Pito real Sotos y riberas Común Platalea leucorodio Espátula común Humedal Escasa Pleurodeles walt Gallipato Humedal Escasa Podiceps cristatus Somormujo lavanco Humedal Común Porpbyrio porpbyrio Calamón común Humedal Escasa Procamburus ciarla Cangrejo americano Lagunas y ríos Escasa Prunello modularis Acentor común Humedal Escasa Pterocks orientalis Ortega Llanuras cerealísticas Escasa Piynoprogne rupestris Avión roquero Cantiles yesíferos Escasa Pyrrbocorax pyrrbocorax Chova piquirroja Cantiles yesíferos Común Rallos acuáticas Rascón Humedal Escasa Rana ridibunda Rana común Humedal Común Remiz pendulinos Pájaro moscón Sotos y riberas Común Rutilus alburnoides Calandino Lagunas E/3?S^i Rutilus arcasii Bermejuela Lagunas y ríos

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NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE COMÚN ECOSISTEMA ABUNDANCIA Silvia otrícapillo Curruca capirotada Sotos y riberas Común Sterna hirundo Charrán común Humedal Común Sturnus unicolor Estornino negro Indiferente Común Sus scrofa Jabalí Zonas arboladas Escasa Tadorna ¡adorna Tarro blanco Humedal Escasa Tetrax tetrax Sisón Llanuras cerealísticas Escasa Tringa ochropus Andarríos grande Humedal Común lardas merula Mirlo común Sotos y riberas Abundante Tyto alba Lechuza común Cantiles yesíferos Escasa Upupa epops Abubilla Indiferente Abundante Vanellus vanellus Avefría Indiferente Común y alpes vulpes Zorro rojo Indiferente Común

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