El Origen Del Absolutismo Frances

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El origen del absolutismo francés: golpes de Estado y neutralidad religiosa Antonio Rivera García La malice du temps How shall we find the concord of this discord? 1 A propósito de GABRIEL NAUDÉ, Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado, Estudio preliminar, traducción y notas de Carlos Gómez Ro- dríguez, Tecnos, Madrid, 1998, XLI + 241 pp. Y de BERNARD COTTRET, 1598. L’Édit de Nantes, Perrin, 1998, 491 pp. Res Publica estaba obligada a hacerse eco de la primera edición española de Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado (1639), «el más fa- moso tratado —según Meinecke— de arte político del siglo XVII, de entre to- dos los que mantienen la doctrina de Maquiavelo» 2 . Esta sorprendente laguna 3 es todo un símbolo del secular desinterés de la teoría jurídico-políti- ca española, durante demasiado tiempo apegada al iusnaturalismo católico, por los grandes clásicos de la razón de Estado. Gabriel Naudé es también uno de los actores del libro de Bernard Cottret dedicado a un período fundamen- tal de la historia francesa, el iniciado con las guerras civiles religiosas de la segunda mitad del siglo XVI y terminado con la revocación del Edicto de Nantes en 1685, durante el cual se gesta el primer Estado moderno, absoluto, centralizado y patrimonial de Europa. El interés de este libro radica básica- mente en su empeño por derrumbar uno de los grandes mitos que, junto al de la Revolución francesa, dan sentido y fundamento histórico al actual Estado 133 Res publica, 5, 2000, pp. 133-153 1 W. SHAKESPEARE, Midsummer-Night’s dream, V, 1. 2 F. MEINECKE, La idea de la razón de Estado en la edad moderna (IRE), CEC, Madrid, 1997 3 , p. 200. 3 Tan sólo en lengua castellana contábamos hasta ahora con una edición venezolana de los años sesenta. Cf. G. NAUDÉ, Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado, Introd. y trad. de J.C. Rey, Caracas, 1964.

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  • El origen del absolutismo francs: golpes de Estadoy neutralidad religiosa

    Antonio Rivera Garca

    La malice du temps

    How shall we find the concord of this discord?1

    A propsito de GABRIEL NAUD, Consideraciones polticas sobre los golpesde Estado, Estudio preliminar, traduccin y notas de Carlos Gmez Ro-drguez, Tecnos, Madrid, 1998, XLI + 241 pp. Y de BERNARD COTTRET,1598. Ldit de Nantes, Perrin, 1998, 491 pp.

    Res Publica estaba obligada a hacerse eco de la primera edicin espaolade Consideraciones polticas sobre los golpes de Estado (1639), el ms fa-moso tratado segn Meinecke de arte poltico del siglo XVII, de entre to-dos los que mantienen la doctrina de Maquiavelo2. Esta sorprendentelaguna3 es todo un smbolo del secular desinters de la teora jurdico-polti-ca espaola, durante demasiado tiempo apegada al iusnaturalismo catlico,por los grandes clsicos de la razn de Estado. Gabriel Naud es tambin unode los actores del libro de Bernard Cottret dedicado a un perodo fundamen-tal de la historia francesa, el iniciado con las guerras civiles religiosas de lasegunda mitad del siglo XVI y terminado con la revocacin del Edicto deNantes en 1685, durante el cual se gesta el primer Estado moderno, absoluto,centralizado y patrimonial de Europa. El inters de este libro radica bsica-mente en su empeo por derrumbar uno de los grandes mitos que, junto al dela Revolucin francesa, dan sentido y fundamento histrico al actual Estado

    133Res publica, 5, 2000, pp. 133-153

    1 W. SHAKESPEARE, Midsummer-Nights dream, V, 1.2 F. MEINECKE, La idea de la razn de Estado en la edad moderna (IRE), CEC, Madrid,

    19973, p. 200.3 Tan slo en lengua castellana contbamos hasta ahora con una edicin venezolana de los

    aos sesenta. Cf. G. NAUD, Consideraciones polticas sobre los golpes de Estado, Introd. y trad.de J.C. Rey, Caracas, 1964.

  • 4 Cf. B. COTTRET, 1598. Ldit de Nantes (EN), Perrin, 1998, p. 336.5 V. HUGO, Declaracin de paz, en Paris, Paris, 1867, p. 124.6 Esta idealizacin de Enrique IV y de su Edicto se produce enseguida desde diferentes

    bandos. Sirvan de ejemplo los siguientes libros: Confrences des dits de pacification (1600) delroyaliste Pierre de Beloy; Dcade contenant la vie et gestes de Henry le Grand (1614) del cat-lico Jean-Baptiste Legrain, y la Histoire de ldit de Nantes (1693-1695) del hugonote lie Be-noist. Cf. EN, pp. 186-193. Falta en el libro de Cottret el otro aspecto sobre el cual se construyeel mito de Enrique IV: el proyecto de una sociedad europea y de una paz perpetua que, en la po-

    francs: el edicto de Nantes como origen de la tolerancia, y como ley funda-mental o pacto entre el rey y sus sbditos. Pues bien, todo lo contrario, elEdicto es el fruto del nuevo poder soberano del monarca y el primer paso pa-ra la instauracin de un solo culto religioso.

    Muy lejos de la verdad se encontraba el presidente Miterrand cuando enel ao 1985, en la sede de la Unesco, deca que este edicto navait eu dau-tre but que dinstaurer la coexistence entre la majorit catholique et la mino-rit huguenote, en excluant la victoire de lun sur lautre. En realidad, suprincipal funcin consista en facilitar la reconquista catlica del territorio4.Tambin Michel Rocard se equivocaba profundamente cuando en 1989 expo-na que el edicto jugeait en avance sur son temps. Por contra, estableca unrgimen casi feudal y un Estado dentro del Estado que, como el propio Enri-que IV haba previsto, deba ser superado en cuanto fuera posible por unanueva unidad galicana de todos los franceses. Tales errores ponen de relieveque estos discursos tienen mucho de factor y poco de ndice: los dos polticosfranceses forzaban interesadamente la similitud entre la pluralidad religiosatolerada por Enrique IV y nuestra Europa caracterizada por la concurrencia dedistintas razas, religiones o culturas. Pues esta equiparacin permite, una vezms, hacer compatibles trminos tan opuestos como nacionalismo francs ymulticulturalismo o cosmopolitismo moderno. El historiador de los concep-tos polticos debe denunciar esta confusin y sealar que nuestros polticossiguen concibiendo la humanidad a partir del modelo de la nacin. La invo-cacin de Vctor Hugo (Oh Francia, adis! Eres demasiado grande para serslo una patria (). T, Francia, convirtete en el mundo!)5 sigue resonan-do en las exaltaciones actuales del Edicto. Slo un riguroso examen histricopodra deshacer la errnea imagen de un Enrique IV tolerante o favorecedordel pluralismo religioso. Recordemos: es el mismo rey que en 1610 promul-ga un edicto por el cual se prohibe la entrada de los moriscos en Francia. Noobstante, difcilmente podr ser modificada su imagen, incluso en un pasdonde es tan visible la presencia rabe, dada la penetracin del mito sobre lasconciencias. Los mitos, porque estn hechos para el futuro, casi siempre ga-nan sobre el pasado. Por eso, Enrique IV seguir siendo el rey tolerante en elimaginario popular y en la propaganda institucional6, y Felipe II, a pesar de

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  • los recientes homenajes oficiales, el represor de los moriscos en las Alpuja-rras. Sin duda, los franceses han tenido ms xito con sus mitos que los espa-oles. De ah, quiz, la salud de la nacin francesa.

    1. REFORMA Y ESTADO MODERNO

    En este artculo voy a mantener la tesis de que no debemos buscar en Ma-quiavelo el origen de la poltica moderna. El florentino tan slo lega el artepoltico que ha de seguirse en situaciones excepcionales o de extremo peligropara la conservacin de un Estado. A esta tcnica Naud la ha denominadogolpes de Estado (coups dtat). Pero la poltica nunca ha sido un simple con-junto de medios o instrumentos: como cualquier otra esfera de accin, gene-ra un ethos o un sistema de valores con sus fines especficos y sus mediosadecuados. En el siglo XVII estos valores coinciden en parte con la doctrinadel inters de los Estados, a cuya definicin tanto contribuir el hugonoteHenri de Rohan. En mi opinin, el ethos de la poltica moderna no se enten-dera sin la influencia de la Reforma calvinista tanto sobre las tendencias re-publicanas, desarrolladas con mayor o menor fortuna en Suiza, ProvinciasUnidas, Gran Bretaa, y luego en los Estados Unidos, como incluso sobre elabsolutismo de los ms destacados publicistas franceses. Nos hallamos asmuy lejos del ethos poltico de Maquiavelo, el del republicanismo antiguo,que tan slo ve en la religin cristiana un obstculo para el libre desplieguede los fines de la res publica.

    En el Estado moderno francs, las mximas calvinistas, el ascetismo in-tramundano, se convierten en la gua de los buenos ministros o de la clase go-bernante reclamada por los grandes tericos de la razn de Estado comoNaud y Rohan. Asimismo, la religin galicana del rey concibe el catolicis-mo a la manera calvinista, esto es, como una religin universal que incluye atodos los cristianos franceses y no est subordinada al mandato del Papa7.Cottret tiene razn cuando expresa que en Francia los reformados siemprefueron galicanos. Aunque los hugonotes, como partido religioso y aristocrti-co, sean los grandes perdedores tras la instauracin por Enrique IV y Riche-lieu de un Estado moderno, el calvinismo influye decisivamente en lasuperacin de un ethos catlico completamente contrario a un Estado que pre-cisa de unos medios flexibles o adaptables a las circunstancias cambiantes de

    ca de la Revolucin, nos recordar, a pesar de las crticas de Rousseau, Thomas Paine. En nues-tro siglo, quiz sea el afrancesado Heinrich Mann quien mejor haya relatado el mito Enrique IVen sus dos novelas sobre la juventud y madurez de este monarca, tanto en su aspecto interior (to-lerancia) como exterior (paz perpetua).

    7 Dans la ligne calviniste, Henri IV entend par catholique, non pas une glise particu-lire, mais lglise universelle, appele englober tous les croyants (EN, p. 145).

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  • la vida pblica. Pues, como es sabido, los grandes juristas catlicos convert-an las normas jurdicas, reglas o instrumentos polticos en fines o imperativosticos. El calvinismo tambin influye en la aparicin de una religin galicanaque rechaza ese catolicismo romano sustentando sobre la supremaca directadel Papa en el mbito religioso, e indirecta en el mbito civil.

    2. EL NUEVO ARTE POLTICO DEL ESTADO ABSOLUTO

    Naud divide la ciencia poltica en tres partes. La primera, la ciencia ge-neral del establecimiento y conservacin de los Estados e imperios, abarca to-das las mximas legitimadas en virtud del derecho natural, de gentes y civil.La segunda y la tercera, las mximas de Estado o ragion di stato y los golpesde Estado, exigen incumplir el derecho o actuar en los mrgenes de la lex porrazn del bien y de la utilidad pblica. Esta parte de la ciencia poltica de-pende de la nueva nocin bodiniana de soberana (rex facit legem) que per-mite, cuando la necesidad es urgente, actuar contra legem. Por eso, elprncipe verdaderamente sabio y capaz escribe Naud debe no slo go-bernar segn las leyes, sino incluso por encima de las leyes, si la necesidadas lo requiere8.

    Las acciones llevadas a cabo de acuerdo con las mximas de Estado pue-den ser objeto de publicidad, de modo que las formalidades, el proceso o lasrazones para ponerlas en prctica preceden a sus efectos y ejecucin. La leySlica, la institucin griega del ostracismo, la Inquisicin en Espaa e Italia,abatir a los prisioneros cuando sea muy costoso o difcil mantenerlos, y ata-car a un Estado que amenaza con desestabilizar el equilibrio interestatal, sondiversos ejemplos de mximas de Estado sin ms fundamento jurdico que elde la ragion di stato9. En cambio, el golpe de Estado no slo se caracterizapor ir contra el derecho comn, sino tambin por mantenerse en secreto has-ta su trmino. En este caso, las declaraciones, formalidades o justificacionessiguen, salvo si se profanan las creencias religiosas, a la ejecucin10, pues losmedios utilizados son tan severos y radicales que slo el xito puede legiti-marlos.

    Siguiendo el orden expositivo de Naud, primero analizar esta tcnicapoltica extraordinaria, tradicionalmente asociada al nombre de Maquiavelo,y despus el ethos que debe animar al gobernante para emplear con justicia

    8 G. NAUD, Consideraciones polticas sobre los golpes de Estado (GE), Tecnos, Madrid,1998, p. 16.

    9 Cf. GE, p. 82.10 Cf. GE, p. 83.

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  • tanto los medios ordinarios (praeter legem) como los extraordinarios (extra ycontra legem).

    2.1. Maquiavelismo sin republicanismo

    La obra Consideraciones sobre los golpes de Estado es el mejor ejemplode maquiavelismo al servicio del nuevo Estado absoluto. Segn Naud, el ele-vado nmero de coups dtat extrados de la historia reciente pone de mani-fiesto que la doctrina de Maquiavelo, aun estando prohibidos sus escritos, nodeja de ser practicada incluso por quienes autorizan su censura y prohibi-cin11. Mas el publicista francs slo ha recibido de Maquiavelo el arte o tc-nica poltica empleada durante las crisis de las instituciones o en lassituaciones de necesidad. La otra dimensin inseparable de su obra, la del re-publicanismo antiguo que otorga un ethos, unos valores o fines determinadosa la actividad poltica, ya ha sido olvidada. El bibliotecario de Mazarin sequeda nicamente con El Prncipe y abandona el saber republicano de losDiscursos.

    Cabe, por tanto, preguntarse por qu en este momento se separa la tcni-ca poltica del principe nuovo, adecuada slo para el extremus necessitatis ca-sus, de su fin, la constitucin de la civitas, cuando resulta indiscutible que Ilprincipe y los Discorsi se encuentran profundamente imbricados en el pensa-miento del secretario florentino. Segn Jos Luis Villacaas, el error de Ma-quiavelo, y la causa de su parcial, polmica y maldita recepcin, se debe a queintent hacer compatible el Estado moderno regido por un monarca soberano,y cuyo mejor exponente nos presentar Francia, con el antiguo ideal ciudada-no12. Maquiavelo, consciente de la situacin excepcional en la cual vive, pien-sa que slo el prncipe nuevo puede volver a fundar la repblica clsica. Demanera extremadamente ingenua, y contradiciendo su legendaria agudeza, elflorentino confa en que el hombre de letras, el consejero, pueda influir sobreeste prncipe y lograr su transformacin en un uomo buono que devuelva elpoder supremo al pueblo. Esta fe nos muestra a un Maquiavelo sin la perspi-cacia suficiente para comprender la situacin de la Europa moderna, en don-de ya no ser posible la conversin de ese monarca nuevo y capaz de actuarcontra legem en un prncipe bueno y sometido al imperio de la lex. El sigloXVII es el tiempo de los representantes soberanos, de los monarcas absolu-tos, y no de la civitas anhelada por el secretario florentino.

    11 GE, p. 92.12 Cf. J. L. VILLACAAS, Excepcionalidad y modernidad: Principe nuovo y vivere politico,

    en R.R. ARAMAYO y J.L. VILLACAAS (comps.), La herencia de Maquiavelo. Modernidad y vo-luntad de poder, FCE, Madrid, 1999, pp. 15-42.

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  • 2.2. La fractura entre la concepcin clsica de la historia y la poltica mo-derna

    A pesar del tpico, Maquiavelo todava no despliega una genuina y em-prica razn de Estado. Su nocin cclica de la historia y su admiracin por laantigedad le impiden reconocer la novedad de su poca y abandonar las ca-tegoras republicanas de la Roma antigua. Segn Meinecke, en el paso de lateora de la ragion di stato desarrollada por Botero, e interesada fundamen-talmente por el estudio de las formas polticas y por el ideal ahistrico del Es-tado ptimo, al realismo de la teora de los intereses de Estados, preocupadapor los Estados tal como son en un momento histrico preciso, juega un pa-pel muy importante el fin de esa concepcin cclica fundada en el eterno re-torno o repeticin de las cosas, esto es, en que todo lo nuevo, individual ypeculiar es un ejemplo de una generalidad tpica. Indudablemente, esta con-cepcin histrica acaba otorgando ms importancia a lo comn o general quea lo singular o individual de cada perodo.

    El mismo Naud crea en la teora cclica y en la ausencia de novedad. Apesar del constante devenir o cambio, la tesis de la repeticin de hechos se-mejantes le permita establecer reglas o normas inmutables sobre los golpesde Estado. Ni siquiera la situacin excepcional indispensable para recurrir aesta tcnica dificultaba su clasificacin en un cuadro general e intemporal,dentro del cual se mezclan sin solucin de continuidad los ejemplos de la an-tigedad con los de la historia reciente. Con esta metodologa ahistrica,Naud ocultaba que su concepto de golpe de Estado slo puede originarse enel contexto de las guerras civiles religiosas y del Estado absolutista.

    Son Montaigne y el hugonote Rohan quienes comienzan a superar esta te-sis histrica y a sealar el error de extender el saber del pasado a las circuns-tancias del presente. El escepticismo de Montaigne, o la imposibilidad de llegara normas universales o apropiadas para todos los tiempos y lugares, es uno delos hitos fundamentales de la razn de Estado moderna. A diferencia de Ma-quiavelo y Bodino, el autor de los Essais niega el magisterio poltico y cientfi-co de una historia incapaz de suministrar reglas generales; y, a diferencia de losjuristas catlicos, niega la existencia de una ley natural, eterna e inmutable quefundamente las leyes positivas. No obstante, Montaigne todava siente una granadmiracin por la antigedad clsica y hace un uso constante de citas en latn.Su escepticismo tampoco altera la verdad de la frmula historia magistra vitae:no aprender nada de las historias del pasado sigue siendo escribe Kose-lleck, finalmente una certeza de experiencia, una enseanza histrica que (se)puede hacer a los iniciados ms agudos, ms inteligentes o ms sabios13. Ro-

    13 R. KOSELLECK, Futuro pasado, Paids, Barcelona, 1993, p. 48. Segn Koselleck, Mon-taigne pretenda de los ejemplos pasados aproximadamente lo contrario de lo que se propona

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  • han, el lder de los hugonotes en las ltimas guerras de religin, ni siquiera es,en contraste con Montaigne, un erudito. Formado en la escuela de la propia ac-cin14, primero como jefe militar de los hugonotes, y, despus, tras ser perdo-nado y entrar al servicio de Richelieu, como diplomtico, es el hombre queignora los exempla del pasado y nos proporciona en su obra Del inters de losPrncipes y Estados de la Cristiandad un mtodo puramente emprico o sus-tentado en la fuente fresca y eternamente renovada de la vida que le rodea15.Esto le lleva a dar incluso una definicin formal de los intereses estatales: todoslos Estados se guan por un inters peculiar, pero su contenido cambia con eltiempo16.

    2.3. Teologa poltica y excepcionalidad: el golpe de Estado justo

    Para Naud, los normativos espejos de prncipes, los discursos sobre eldeber ser o el ideal, no bastan para comprender la compleja ciencia poltica.Por este motivo debe examinarse tambin el problema, muy poco estudiadosi excluimos a Maquiavelo, Charron o Cardano, de los secretos golpes de Es-tado, cuya legitimidad siempre depende de un cmulo de circunstancias sin-gulares e irrepetibles. De nuevo, en este aspecto se desvela la contradiccinentre el objeto del libro de Naud, la poltica en su dimensin ms real, em-prica o singular, y su teora histrica que le lleva a encerrar en un conjuntode reglas esta materia tan excepcional y reacia a su generalizacin.

    Segn el autor de Consideraciones polticas sobre los golpes de Estado,no se debe llamar secretum o arcanum a las mximas que pueden ser divul-gadas. El secreto es ms bien una tcnica poltica empleada y conocida ni-camente por expertos, por los buenos gobernantes, y regida por criteriosinstrumentales o de eficacia. De ah que sea pertinente compararlo con lasocultas fuentes del Nilo: en ambos casos lo nico importante es el provechoobtenido por el pueblo, quien admira las benficas consecuencias de los gol-pes de mano de sus jefes sin conocer cosa alguna de sus causas y diversos re-sortes17. Los autnticos secretos de Estado son muy distintos de la prudenciacompuesta o mezclada con fraude de Lipsius o de los arcana imperiorum deClapmario que, en el fondo, apenas se diferencian de las reglas comunes pa-

    Bodin. Para aqul las Historien (historias) mostraban cmo derrocar cualquier generalizacin;para ste servan para encontrar reglas generales. Pero ambos ofrecieron Historien como ejem-plos para la vida. La aplicacin es, pues, formal; como dice una cita: De la historia puede dedu-cirse todo (Ibidem, p. 43).

    14 IRE, p. 165.15 IRE, p. 169.16 La loy des Estats change selon le temps. On ny peut donner de Maximes certaines. Ce

    qui est utile un Roy, est dommageable un autre (cit. en IRE, p. 188).17 GE, p. 53.

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  • ra gobernar los reinos. Los coups dtat se acercan ms a lo que Clapmariodenomina, usando las palabras de Tcito, flagitia imperiorum. No obstante, setrata de un trmino inadecuado en tanto slo hace referencia a las accionespolticas urdidas en consideracin de un beneficio particular, y por algn ti-rano, y no a las gestadas en bien del inters pblico y con el concurso detoda la equidad18 posible.

    Adems de secretos, los golpes de Estado son extraordinarios o para rea-lizar empresas difciles, contrarios al derecho comn o emprendidos sin guar-dar ningn orden o justicia, y arriesgan el inters de los particulares por elbien general19. Y a diferencia de los tirnicos, los golpes de Estado realizadoscon honor, justicia, utilidad y decoro deben cumplir las siguientes reglasque el francs extrae de Charron (De la sagesse, III, 2): deben ejecutarse a ladefensiva, buscando la conservacin y para prevenir daos; emprenderse pornecesidad o por evidente e importante utilidad pblica del Estado o Prncipe;ser excepcionales y, como lo extraordinario no se presenta a diario, minucio-samente planeados; emplearse los medios ms suaves y simples, y procedercomo juez imparcial y no como parte; como mdico y no como verdugo, co-mo hombre contenido, prudente, sabio y discreto, y no como colrico, ven-gativo y entregado a pasiones extremas y violentas20; y, por ltimo,ejecutarse con pesar y entre suspiros, como aquel padre que hace cauterizaro amputar un miembro a su propio hijo para salvarle la vida21. Precisamen-te, la poltica pacificadora de Enrique IV es descrita por sus contemporneoscomo la de un padre, juez o mdico sabio, prudente y discreto.

    Naud acenta el carcter excepcional, milagroso, de los golpes de Esta-do estableciendo una analoga entre el soberano temporal y el Deus ex ma-china del teatro griego: slo se debe hacer uso de estos grandes remedios dela forma como dice Horacio que se procede con los dioses, quienes se intro-ducen en las tragedias para acabar y zanjar aquello que los hombres no pue-den llevar a trmino22. En numerosos fragmentos de sus escritos, CarlSchmitt no slo ha subrayado la analoga entre el nuevo soberano de Jean Bo-din y el Dios personal y voluntarista de Calvino23, sino tambin la semejanza

    18 GE, pp. 58-59.19 Cf. GE, p. 82.20 GE, p. 102.21 GE, p. 103.22 GE, p. 155.23 Tanto el concepto de Dios absoluto de Calvino (Dios es lege solutus, ipse sibi lex,

    summa maiestas), como en su teora de la predestinacin aparecen concepciones teolgicas quehan influido con su decisionismo intrnseco en el concepto de soberana del siglo XVI, particu-larmente en Bodino (C. SCHMITT, Sobre los tres modos de pensar la ciencia jurdica, Tecnos,Madrid, 1996, pp. 28-29). En cambio, a juicio de Hermann Heller, indebidamente se apoya Sch-mitt en Bodino al intentar determinar la relacin entre soberana y estado de necesidad; el autor

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  • entre el milagro y el estado excepcional o de necesidad24. Por todo ello, la te-ora sobre los golpes de Estado constituye una clara muestra de la schmittia-na teologa poltica.

    En seis ocasiones excepcionales admite Naud la ejecucin de coupsdtat. Las dos primeras se producen cuando se trata de instaurar o fundar unnuevo Estado, y cuando se ha de conservar o restaurar el rgimen ya existen-te. Su doctrina histrica explica esta ltima circunstancia: por el simple pasodel tiempo, el cual todo lo destruye y consume, los Estados inician el cursohacia su ruina y a sentir la amenaza de una cada prxima25. Las cuatro res-tantes oportunidades idneas para ejecutar un golpe de mano se podran en-globar dentro de este lance. Pues slo la conservacin del Estado justifica lasacciones que consisten en quitar los derechos gozados por los sbditos en per-juicio del soberano (la discutible abolicin de los privilegios de Aragn conmotivo del asunto Antonio Prez); en socavar una potencia demasiado gran-de, numerosa o extendida, cuando no puede ser abatida por procedimientosordinarios (la matanza de San Bartolom); en reforzar la autoridad o mandosoberano del prncipe (conversin de Enrique IV); o en limitar el poder de unsbdito que, como Antonio Rincn, Andrea Doria, Wallenstein o el duque deGuisa, se convierte en un peligro para el soberano.

    La extensa lista de ejemplos aportados confirma que el medio excepcio-nal, el golpe de Estado, sigue siendo una tcnica empleada en las dos cir-cunstancias crticas analizadas por Maquiavelo: la fundacin de un Estado yla conservacin de un rgimen en peligro. Pero Naud, a diferencia del flo-rentino, presta ms importancia a la conservacin o restauracin que a la fun-dacin. La razn es muy sencilla: un publicista, en la Francia de Luis XIII,estaba obligado a centrar su atencin en los medios necesarios para conservary fortalecer el nuevo Estado. No obstante, vuelve a disimular su inters par-ticular con la metodologa ahistrica: en este caso, con el argumento tico dela mayor justicia de la conservacin26. Asimismo, el error de aadir a la fun-dacin y conservacin otras ocasiones de emergencia es una consecuenciams de la aludida contradiccin o necesidad de generalizar la infinita varie-dad de situaciones de crisis institucional. Esta contradiccin llega hasta el n-cleo del concepto bodiniano de souverainet. Los publicistas de esta poca

    de los Seis libros de la Repblica, a diferencia del escritor alemn, ve en la legislacin la marcaesencial de la soberana (H. HELLER, La Soberana, FCE, Mxico, 19952, p. 157). Heller niegaque la analoga teolgica schmittiana se pueda extender a la obra de Bodin: el Dios del francsacta sobre la totalidad del orden natural antes que de una forma milagrosa.

    24 Cf. C. SCHMITT, Teologa poltica, Cultura espaola, Madrid, 1941, p. 73.25 Cf. GE, p. 114.26 Antes de que un Estado sea formado y constituido, ninguna necesidad hay de estable-

    cerlo, pero cuando un Estado est ya instaurado y puesto en orden, se est obligado a mante-nerlo despus (GE, p. 115).

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  • todava no advierten que las facultades o competencias del soberano son ili-mitadas o absolutas porque la decisin tomada en una situacin extremada-mente peligrosa para la subsistencia del Estado se caracteriza siempre por serimprevisible. Para darse cuenta de ello, Naud debera haber renunciado a suteora cclica de la historia y admitir la innovacin o ruptura con el pasado enel ncleo del golpe de Estado. Mas slo el saber escptico de Montaigne ocalvinista de Rohan estaba en condiciones de entender que la excepcionalidaddel golpe de Estado no slo afecta a la regularidad o normalidad jurdica, si-no tambin a la misma regularidad histrica.

    2.4. La religin en el centro de los golpes de Estado

    Ms all de su declaracin de principios, o de su propsito de establecerlas reglas intemporales de los golpes de Estado, el libro de Naud es un tra-tado profundamente afectado por las guerras civiles religiosas y por el nuevoEstado moderno: el surgido tras la aparicin de un monarca (Enrique IV) y,un poco despus, de un ministro (Richelieu) con el poder suficiente para neu-tralizar los valores religiosos generadores de los conflictos internos. Sin estepoder absoluto, bautizado por Bodino como souverainet, no se habra pues-to fin al enfrentamiento entre las facciones religiosas y aristocrticas. Lasguerras de los siglos XVI y XVII son fundamentales para entender el con-cepto, ms histrico que nunca, de coup dtat. En la mayora de los golpesde Estado analizados por Naud, la religin o la supersticin juega un papelesencial: o bien, cuando es tomada como un fin, es la causa de las guerras ci-viles; o bien es el mejor medio para dominar a los sbditos, a la plebe o a esemonstruo errante que es el pueblo. Naud, en sintona con el parecer de unapoca para la cual maquiavelismo implica sobre todo un uso instrumental dela religin, considera que la utilizacin poltica de las convicciones religiosassiempre supone la ejecucin de un golpe de Estado. Por este motivo, loscoups dtat no son tan raros como pretende Naud. Ms bien parecen for-mar parte de la prctica cotidiana, especialmente si tenemos en cuenta que,segn la teora francesa de los intereses de Estado, el gran enemigo, los Habs-burgo espaoles, emplea la religin para lograr su mximo inters: la monar-qua universal27.

    Veamos el papel ambivalente jugado por la religin en el tratado de Ga-briel Naud. Cuando la religin es la causa de las guerras civiles y, como ex-presa el verso de Lucrecio, engendra crmenes e impiedades (religio peperitscelerata atque impia facta)28, el golpe de Estado se convierte en el medio

    27 Cf. GE, p. 194.28 LUCRECIO, De rerum natura, I, 83, cit. en GE, p. 148.

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  • ms adecuado para evitar o poner trmino a estas guerras. Naud, a pesar dela admiracin profesada hacia Carlos V, atribuye a este emperador la mayorresponsabilidad en el estallido de la guerra civil europea. Siguiendo una ex-tendida opinin francesa29, estima que el emperador favoreci al principio elluteranismo con la finalidad de provocar la divisin entre los prncipes elec-tores y, aprovechndose de las disputas, acabar con el derecho de eleccin yasegurar el imperio para su familia. Su mayor error consisti en no atajar atiempo la revuelta desencadenada: a su primer golpe de Estado deba habersucedido un segundo golpe que detuviera la Reforma del telogo de Wittem-berg. Naud juzga que el emperador cometi tres errores con respecto a Lu-tero: permitir que pasara de la correccin de las costumbres a la de ladoctrina30, arrogndose el poder del Papa y de los concilios; no haber acep-tado la primera y moderada peticin del reformador, la de callarse si se im-pona un silencio recproco a sus adversarios; y, por ltimo, cuando ya seconstat la rebelin abierta de Lutero, no haber recurrido a un golpe de Esta-do, esto es, no haberlo corrompido, encerrado o asesinado.

    La famosa matanza de San Bartolom, estigmatizada como uno de los pe-ores actos de intolerancia consumados por el hombre, es otro ejemplo de gol-pe de Estado cuyo objetivo radica en frenar las guerras civiles. Naud estimaque el error de este coup emprendido para eliminar al bando hugonote no sehalla en su planteamiento (esa accin fue muy justa y muy notable, causadapor motivos ms que legtimos y de los que hubieran derivado consecuenciasverdaderamente peligrosas y fuera de lo comn)31, sino en su ejecucin (denada vale el partir bien si no se apura el trayecto entero), es decir, en que nologr exterminar al enemigo. A su entender, ninguna de las causas por las cua-les este golpe se presenta extremadamente odioso a la posteridad son ver-dad: ni el procedimiento utilizado era ilegtimo, pues el prncipe puede actuarcon perfidia y mentir, y an ms si se trata de herejes, por razn del bien p-blico; ni se produjo excesivo derramamiento de sangre, sobre todo si se com-para con otras matanzas de los protestantes o de los espaoles en Amrica; nila muerte de muchos inocentes mezclados con los culpables es razn sufi-ciente para condenarlo, dado que el bien general compensa los abusos infli-gidos a los particulares. La autntica razn del descrdito se debe a que laempresa se ejecut a medias, a la vista de todos y a que los protestantes hanganado la batalla de la propaganda. El fracaso y la publicidad explican, portanto, la mala fama de la noche de San Bartolom. Por lo dems, esta justifi-cacin de la matanza demuestra que la lgica exterminadora de las guerras ci-

    29 Cf. Apologie (1527) de Francisco I y Trait des causes et des raisons de la prise des ar-mes faite en 1589 et des moyens pour appaiser nos presentes afflictions (1665) de Nevers.

    30 GE, p. 149.31 GE, p. 129.

    143El origen del absolutismo francs: golpes de estado y neutralidad

  • viles termina penetrando en el corazn del maquiavelismo imperante en lapoca del Estado absoluto. Mas con una diferencia: el objetivo pblico de hu-guenots y ligueurs, la aniquilacin del enemigo, se convierte ahora en un se-creto de Estado.

    La religin, adems de sembrar la discordia civil, tambin es un magn-fico instrumentum regni para dominar a los sbditos. Naud utiliza un con-cepto de pueblo muy distinto del republicano: nos lo presenta como unmonstruo de cien cabezas, vagabundo, errante, loco, atolondrado, sin reglasde conducta, sin espritu ni juicio32, y cuyas bajas pasiones son excitadas poresos reformadores radicales (Postel, David Joris o Thomas Mntzer) que pre-dican la incompatibilidad entre la autoridad de Dios y la del hombre, y pro-pugnan la rebelin abierta contra los gobiernos temporales. Por eso, lospolticos, con el fin de controlar a esta plebe o ganar crdito y reputacin en-tre su auditorio, deben servirse de la religin como si fuera una droga33, si-mulando milagros, inventado sueos, extendiendo falsos rumores,revelaciones y profecas o convenciendo a sus pueblos de que estn en co-municacin con los dioses.

    El atribuir un origen divino o milagroso a un reino siempre aglutina y ha-ce ms obediente al pueblo. Naud seala que el mito del origen religioso hajugado un papel fundamental en cada una de las ocasiones en que Francia, yasea con Clodoveo, Carlos VII o Enrique IV, ha vuelto a fundarse. La conver-sin al catolicismo del primero fue un golpe de Estado porque utiliz la reli-gin como un medio para conseguir el aumento y unificacin de Francia.Carlos VII increment el crdito de Juana de Arco con la intencin de expul-sar a los ingleses. Y la abjuracin de Enrique IV result muy beneficiosa pa-ra acabar con la obstinada resistencia del lder de la Liga, el duque deMayenne. El bibliotecario no llega tan lejos como los politiques, quienes pre-suman que la conversin del rey slo se debi a razones de inters pblico,pero s la considera un golpe de Estado desde un punto de vista exclusiva-mente poltico (aunque debemos tener la conversin por muy verdadera ysegura (), si nos tomamos la libertad de considerar la cuestin en clave po-ltica). Adems, casi da la razn a los politiques cuando incluye, entre losmotivos principales de su retractacin, el famoso consejo dado por Sully (lacorona de Francia vala la pena de una misa), y el hecho de ser instruido ycatequizado por Renato Benot, el cual encauz la conversin ms comohombre avezado y experto en poltica que como un telogo escrupuloso y su-persticioso34. Todo ello no obsta para que Gabriel Naud, a pesar de la opi-

    32 GE, p. 171.33 GE, p. 197.34 GE, p. 141.

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  • nin de Meinecke35, distinga entre religin y supersticin. En caso contrario,no pondra el asunto de Marthe Brossier como prueba de que el catolicismode Enrique IV no era supersticioso.

    2.5. La afinidad del ethos poltico moderno con el calvinismo

    El ltimo captulo de Consideraciones sobre los golpes de Estado, dedi-cado a describir las virtudes que, como la merecida reputacin, la fuerza, lajusticia o la prudencia, han de acompaar al buen gobernante o consejero,contrasta con el realismo y la crudeza de los captulos anteriores, y demues-tra que la fra razn de Estado, el maquiavelismo de los medios, no puede serseparado de un severo ethos poltico. Sin esta conciencia moral, el buen pol-tico, cuyo mejor representante es Richelieu, se convertira en un tirano movi-do nicamente por sus intereses particulares y, en consecuencia, sloejecutara golpes de Estado injustos. Naud asume en el siguiente fragmentocomo reconoce acertadamente Meinecke, la calvinista asctica intra-mundana del gran poltico36: quiero que el ministro () viva en el mundocomo si estuviera fuera de l, y debajo del cielo como si estuviera encima, pa-ra que no tenga que hacer como aquellos Galos que slo saben ver la ruina deesta gran mquina del mundo (). Quienquiera que posea esta primera uni-versal y general disposicin de nimo, que conduce al hombre a vivir en unacierta imperturbabilidad, en la libertad de espritu y en la bondad natural, de-sembocar por aadidura en la fidelidad37.

    Vivir en el mundo como si se estuviera fuera de l o usar de este mundocomo si no usramos de l es una de la cuatro reglas simples mediante lascuales el reformador ginebrino define la asctica o la relacin instrumentalcon las cosas temporales38. Esa regla, aplicada al mbito pblico, permite quelos intereses polticos alcancen racionalidad y no sean meros apetitos instin-tivos. La askesis, el dominio del hombre sobre s mismo, conseguida con ta-les reglas sirve de este modo para mantener la lucidez del entendimiento o elimperio de la razn sobre los sentidos. Este conjunto de pautas calvinistasexigen, dicho en terminologa weberiana, un comportamiento racional conarreglo a fines; en terminologa kantiana, podramos aadir que estas reglasno son asumidas por el individuo como leyes morales incondicionales (la m-xima de la accin no coincide con la ley del deber), sino ms bien como im-perativos tcnicos del tipo pragmtico. Usar de este mundo como si no

    35 Cf. IRE, p. 204.36 Cf. IRE, p. 206.37 GE, pp. 222-223.38 Cf. J. CALVINO, Institucin de la Religin Cristiana, Fundacin Editorial de Literatura

    Reformada, Rijswijk, 1967, III, X, pp. 553-556.

    145El origen del absolutismo francs: golpes de estado y neutralidad

  • usramos de l es simplemente otra manera de expresar que la accin huma-na debe realizarse siempre de acuerdo con fines que la transciendan. Esto ha-r posible incluso apreciar la religin de una manera puramente utilitaria, sibien con la reserva tcita escribe Meinecke de que por encima de todapoltica se halla la gloria de Dios lempire de Dieu restant en son entier, co-mo rezaba la frmula de los hugonotes al servicio del rey, y de que, en l-timo trmino, toda poltica tambin tiene que servir a la gloria divina39.

    La virtud adquirida a travs de esa asctica intramundana es muy distin-ta de la obtenida por la concesin de la gracia divina: no es una virtud gra-tuita, donada, sino conseguida por el propio individuo despus de un diarioentrenamiento, esto es, tras haber sometido su voluntad y sus pasiones a unargida disciplina o autocontrol. Sin embargo, la otra virtud, la unida a la li-bertad cristiana, no precisa de reglas. Esta diferencia entre la relacin ins-trumental con el mundo y la relacin moral, intencional o desinteresadaprocede de la separacin calvinista entre el reino poltico y el reino espiri-tual, entre las cosas de este mundo y la vida del alma, entre el hombre gene-ral o abstracto, el hombre cado o valorado antes de tener en cuenta el hechode la doble predestinacin, y el verdadero cristiano o elegido. No podemosconfundir esta doctrina con la Zwei-Reiche-Lehre de Lutero, pues el de Wit-temberg no consideraba los dos reinos o jurisdicciones en s mismos, comohace Calvino; antes bien, mostraba un continuo desinters por uno de ellos,el temporal.

    Segn el reformador de Ginebra, mientras las cosas de este mundo serigen por el criterio de la utilidad y de la legalidad externa, el discurso teo-lgico sobre el elegido, sobre el hombre justificado desde siempre y libera-do de la servidumbre de la justicia legal, nos introduce, por el contrario, enel plano de la moralidad y de la libertad intrnseca, all donde se acta deforma desinteresada. En este mbito, ni cabe hablar de una accin racionalcon arreglo a fines, ni de una asctica o gimnasia para que el individuo do-mine sus pasiones. El cambio del ethos intramundano por la teologa llevalo necesario adonde antes slo era posible, y de un libero arbitrio de cortepelagiano pasamos a una libertad cristiana vinculada a la idea de predesti-nacin. No obstante, la imposibilidad de saber por medios externos quin esel justificado, nos obliga a sostener para todos, y no slo para quienes noson autnticos cristianos, el principio de que hay que regalarse lo menosposible.

    Desde un punto de vista catlico resulta, sin embargo, absurdo separar latica religiosa de la poltica, la vida del alma de las cosas temporales. De ah

    39 IRE, p. 191.

    146 Antonio Rivera Garca

  • que los juristas catlicos deban moralizar los imperativos jurdico-polticos yhayan de afirmar su obligacin en conciencia. Lo cual no conduce a una ma-yor integridad de los polticos y de los ciudadanos o sbditos, sino a una ra-zn de Estado heternoma. En cambio, desde el enfoque de la Reformacalvinista, ninguna norma creada por el hombre o referida al mbito indife-rente y contingente de las cosas de este mundo puede obligar en concienciarespecto a su contenido. Por esta razn, la modernidad poltica, en tanto ca-mina estrechamente unida a la transformacin del derecho y de la poltica enun dctil instrumento al servicio de los fines superiores del Estado, encuentraen el ethos intramundano calvinista un magnfico aliado.

    3. LA CONSTITUCIN DE UN ESTADO MODERNO EN FRANCIA

    En este ltimo punto, la teora de Naud sobre los golpes de Estado nosresultar muy til para comprender los acontecimientos histricos que dan lu-gar a la aparicin del nuevo Estado francs. De Enrique IV a Luis XIV se vaconstituyendo un Estado centralizado y absoluto. El primer rey Borbn yaaparece descrito por sus contemporneos con los atributos propios del sobe-rano. Adems, este monarca identifica los que sern los intereses de Franciadurante el siglo XVII: en el exterior, la lucha contra la monarqua universalde los Habsburgo espaoles y austracos; y en el interior, la unidad religiosa,poltica, militar y administrativa. Para ello se deba acabar con las faccionesreligiosas y con los excesivos privilegios, de estirpe feudal, disfrutados toda-va por la nobleza.

    Enrique IV ya sabe cmo ha de ser el nuevo Estado, pero tambin esconsciente de las fuertes resistencias que debe vencer para culminar su pro-yecto. Ante todo, no puede presentarse como un rey soberano si no es capazde poner trmino a las guerras civiles, incluso al precio de sacrificar tempo-ralmente el fin de la unidad poltica y religiosa. Por esta causa debi promul-gar primeramente los Edictos de reduccin o pacificacin (1593-1598) enfavor de la Liga. Y, despus, en 1598, debi conceder el Edicto de Nantes, envirtud del cual se creaba prcticamente un Estado dentro del Estado. En con-creto, se reconoca alrededor de ciento cincuenta plazas de seguridad hugo-notas y permita, en aquellas ciudades donde los protestantes fueran mayora,la organizacin de asambleas religiosas y polticas autnomas. Sin embargo,la mayora de los contemporneos admita que los ms favorecidos con elEdicto eran los catlicos. Pues, aunque garantizara la libertad de concienciaen todo el territorio francs, slo los catlicos gozaban de una completa li-bertad de culto. Por otro lado, los Edictos nicamente suponan una tcticapara neutralizar los factores generadores del conflicto y, en consecuencia,eran leyes nacidas con una suerte efmera.

    147El origen del absolutismo francs: golpes de estado y neutralidad

  • 3.1. Neutralidad positiva y golpe de Estado

    La poltica emprendida por Enrique IV en el ltimo tramo de las guerrasciviles puede ser perfectamente descrita con el concepto schmittiano de neu-tralizacin. Carl Schmitt distingue entre una neutralidad negativa o inhibi-dora de la decisin poltica y una neutralidad positiva o favorecedora de latoma de decisiones. La positiva se obtiene con la sentencia del juez (en elsentido de objetividad sobre la base de una norma reconocida), con el dic-tamen del experto (sobre la base de un conocimiento objetivo y no egostade las cosas), con el arbitraje de un tercero que, en caso de necesidad, pue-de dar causa a la decisin y lograr la unidad (la de Pilatos frente a las que-rellas religiosas de los judos), y, fundamentalmente, con la decisin delsoberano que hace valer el inters del conjunto del Estado frente a la disgre-gacin o divisin de la comunidad estatal40. Este ltimo tipo de neutralidadparece describir con suma claridad la accin poltica de Enrique IV o las me-didas adoptadas para detener las ansias de venganza y borrar el recuerdo la-cerante de las matanzas. Entre las medidas destinadas a combatir la malicedu temps, a romper con el pasado e imponer el olvido sobre la dolorosa me-moria de las guerras civiles se encuentra su conversin al catolicismo, as co-mo la promulgacin, con el objeto de atraerse a ligueurs y huguenots, de losEdictos de pacificacin y de Nantes. Mas tales remedios surtieron efectoporque el rey ya tena el suficiente poder y autoridad para ser obedecido, oen otras palabras, gozaba de la soberana que le faltaba a su predecesorEnrique III.

    Otras dos muestras de esta poltica son el asunto Brossier y el famosodebate teolgico entre Duplessis y Duperron. La primera supone un casode neutralidad basada en el dictamen objetivo de los expertos. Los catli-cos fervorosos pretendan aprovechar la acusacin de brujera contra Mart-he Brossier para culpar a los hugonotes y reiniciar las guerras civiles. MasEnrique IV la hizo encerrar en la Bastilla, y orden, con el propsito decomprobar si realmente estaba endemoniada, que fuera examinada por losmdicos de la Corte. stos rechazaron que los tormentos (naturalia multa,ficta plurima, a demone nulla)41 de Marthe tuvieran una causa sobrenatu-ral o diablica, y acabaron confindola a la tutela de su padre. La utiliza-cin por el rey de una ciencia objetiva o natural sirvi para resolver unasunto que, en manos de los telogos, habra vuelto a generar disputasinternas.

    40 Cf. C. SCHMITT, El concepto de lo poltico, Alianza, Madrid, 1991, pp. 125-130.41 Cf. A. MARESCOT, Discours veritable sur le faict de M. Brossier de Remorantin, pre-

    tendue demoniaque, Paris, 1599.

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  • En el segundo ejemplo de neutralizacin, nos encontramos con el de-bate pblico que, en torno a la cuestin de la Eucarista, tuvo lugar en Fon-tainebleau, durante la primavera de 1600, entre el calvinistaDuplessis-Mornay y el obispo catlico Jacques Davy Duperron. El sobera-no pretenda a travs de este medio que las disputas religiosas se resolvie-ran en la ctedra y entre telogos, y no en los campos de batalla. Slo enapariencia se trataba de un caso de neutralidad negativa: en primer lugar,Enrique IV haba prohibido los debates teolgicos sobre el fondo, de mane-ra que el catlico y el hugonote solamente podan discutir sobre cuestionesformales, como los errores materiales en las citas aportadas. Este lmite im-peda la victoria definitiva de una fe sobre otra. De ah la similitud de estacontroversia teolgica con el nuevo derecho internacional basado en la gue-rra formal entre iusti hostes o entre adversarios que, al reconocer la legiti-midad de sus intereses respectivos, pueden concluir las guerras sin llegar alextermino o derrota total del enemigo. Y, en segundo lugar, el rey actu consuma habilidad para lograr la victoria del catlico: rog a Duperron quepredicara el da de Pentecosts, dando a entender que favoreca a la partecatlica. El leal Mornay as lo comprendi, e inmediatamente decidi aban-donar el lugar del enfrentamiento.

    Sin embargo, Bernard Cottret, por no emplear los conceptos ms apro-piados, comete numerosos errores al describir esta poltica pacificadora deEnrique IV. Adems, todava est demasiado afectado por el mito de Nantes.En su opinin, el Edicto no solamente devuelve la paz a un reino exange des-pus de medio siglo de guerras; tambin se adelanta a 1789 y contribuye, me-diante la separacin entre la Iglesia y el Estado, a la creacin de la lacitfrancesa42. Desde este punto de vista, la superioridad del Edicto de Nantes so-bre la Confesin de Augsburgo y el monopolio eclesistico anglicano se de-be a que Francia rompe, por primera vez, con el adagio una fe, una ley, un reye implanta un Estado no confesional. Mas Cottret ignora completamente quelas soluciones francesa, alemana e inglesa responden a la misma poltica deneutralizacin: tan slo son distintos medios pblicos para conseguir el mis-mo fin.

    La utilizacin del concepto de lacit, en lugar de neutralidad, le hace in-currir en numerosas contradicciones y errores. Se equivoca cuando escribeque la religin del prncipe ya no es la condition essentielle dun comporte-

    42 Lon peut se demander () si lAncien Rgime na pas fourni la Rvolution, outrela centralisation administrative, une partie de ses rfrences idologiques (EN, p. 167). La la-cit, qui ne se confond ni avec lathisme ni avec la scularisation, est une invention franaise.Elle nat tout particulirement de laffrontement des catholiques et des protestants, ou du moinsde la rsolution du conflit (EN, p. 200).

    149El origen del absolutismo francs: golpes de estado y neutralidad

  • ment loyal envers le souverain43: olvida que el galicanismo, y no el Edictode Nantes, es la solucin aorada por Enrique IV, como deja claro en su dis-curso del Louvre de 1599. En esta alocucin confiesa su ms aorado pro-yecto: reformar la Iglesia con el objeto de integrar a todos los buenosfranceses en la misma unidad religiosa. Pues, en el fondo, el primer rey Bor-bn se haba convertido ms al galicanismo que al catolicismo. Su afirmacinje suis roi catholique, et non catholique jsuite debe ser interpretada en elcontexto galicano de lucha por una Iglesia ms independiente de Roma44. Porotra parte, el rey promulga el Edicto teniendo cuenta, como el mismo Cottretha sealado reiteradamente en su libro, el carcter provisional de esta parti-cularidad francesa. Por ello tampoco tiene mucho sentido contraponer Enri-que IV a Luis XIV: la persecucin de protestantes se produce en una poca enla cual se puede acelerar y concluir el proyecto de Enrique IV.

    A pesar de reconocer que el Edicto no consagra el valor de la tolerancia,el autor de 1598 no es plenamente consciente de que tal norma es slo un me-dio, una tcnica poltica, para neutralizar las diferencias religiosas e imponerel fin de la paz y de la unidad estatal. En este sentido es una medida idnticaal cuius regio, eius religio de Augsburgo. Indudablemente, la Paz de Augs-burgo establece un compromiso territorial (en virtud del principio cuius regio,eius religio se crean en Alemania Estados luteranos y catlicos, en los cualesla libertad de conciencia se garantiza mediante el ius emigrandi o derecho deemigrar por conviccin religiosa), mientras que el Edicto de Nantes permitea catlicos y hugonotes convivir en el mismo espacio o Estado. Mas esto sedebe a la diferencia entre la unidad del reino francs y la fragmentacin delImperio alemn en mltiples Estados y ciudades libres.

    El Edicto y las dems medidas caracterizadas por hacer un uso instru-mental de la religin pueden ser incluidas dentro del campo semntico decoup dtat. A travs de ellas, el rey est dispuesto a sacrificar los fines cat-licos por el fin poltico, y reconocer de este modo al hereje hugonote. SegnNaud, las formalidades o justificaciones del golpe de Estado pueden darseen algunas ocasiones antes de su ejecucin, como cuando los venecianos pro-clamaron somo venetiani dopo chrestiani, o un prncipe cristiano llam al tur-

    43 EN, p. 167.44 Il ne faut plus faire seala Enrique IV de distinction de catholique et de huguenot.

    Il faut que tous soient bons Franais, et que les catholiques convertissent les huguenots par le-xemple de leur bonne vie (). Jai un dessein ds longtemps, et dsire de lexcuter: cest de r-former lglise. Je ne le puis faire sans la paix: il nest pas possible de convertir les huguenotspar violence. Je le vous dirai encore une fois: je suis roi et berger, qui ne veux rpandre le sangde mes brebis, mais les veux rassembler avec douceur et non par force. Je vous dis encore: je suisroi catholique, et non catholique jsuite (Discours de Henri IV Messieurs du Parlement le16 fvrier 1599, cit. en EN, p. 386).

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  • co en su ayuda, o Enrique VIII llev su reino a la rebelin contra la Santa Se-de, o el duque de Sajonia foment la hereja luterana45. A esta lista debemosaadir el Edicto de Nantes. En la comentada arenga del Louvre, pronunciadacon el objeto de obtener la ratificacin del Edicto por el Parlamento de Pars,el monarca justifica esta ley no por su contenido mismo, contradictorio con lareligin del rey y el absolutismo, sino por ser una decisin procedente del so-berano, del rey sabio y prudente a quien se debe la restauracin del Estadofrancs. En este sentido deben interpretarse las siguientes palabras del dis-curso: ma volont devrait servir de raison46. Los parlamentarios, los sbditos,slo deben tener en consideracin los beneficios finales y no ese caduco r-gimen de privilegios militares, polticos y religiosos, que tan slo permane-cer mientras dure la situacin de emergencia. Para subrayar la lejana de estegolpe de Estado, basado en la concesin de derechos subjetivos a sus sbdi-tos, con respecto a la lgica exterminadora de la matanza de San Bartolom,el rey se compara con el buen pastor que rechaza los mtodos crueles y re-ne a sus ovejas con dulzura.

    Ciertamente, los valores pblicos se imponen, en principio, sobre los re-ligiosos, y la libertad o diferencia de cultos, pese a refutar la religin del reyy ser una tctica temporal, es reconocida o tolerada. Ahora bien, este usoinstrumental de la religin se concilia en ltima instancia con esa especie desntesis de patriotismo y fe religiosa que son las creencias galicanas del mo-narca. En primer lugar, porque, cuando se convierte al catolicismo, EnriqueIV tambin est seguro de alcanzar la salvacin a travs de esta nueva Iglesiaque, no obstante, enseguida pretende reformar y convertir en una ecclesiagalicana, en cuyo seno se integren luteranos, hugonotes y papistas. Y ensegundo lugar, porque el Edicto, y el consiguiente reconocimiento del hereje,como todo coup dtat, tiene un doble carcter excepcional: se da para supe-rar una situacin de inestabilidad o de amenaza de guerra civil, y posee uncarcter transitorio, pues en cuanto cese el peligro habr de restaurarse la uni-dad poltica, militar y religiosa de Francia.

    Aun siendo sus ms fieles sbditos los politiques, Enrique IV no lo es: nose conforma con seguir la religin de la mayora para alejar el espectro de ladesunin. No es la suya una postura acomodaticia. Aparentemente, su abjura-cin responde a la consigna de los politiques que, como Montaigne o Grave-lle, aconsejan separar el mbito interno de la conciencia o del corazn, endonde uno puede conducirse con la mayor libertad, del mbito externo o p-blico, en donde uno debe someterse a las ideas comunes o mayoritarias. A es-ta indiferencia religiosa en el plano externo, u ocultamiento de las autnticas

    45 Cf. GE, pp. 85-86.46 Cit. en EN, p. 210.

    151El origen del absolutismo francs: golpes de estado y neutralidad

  • creencias por temor a sus inconvenientes sociales, Calvino la llama nicode-mismo. Sin embargo, la postura de Enrique IV est ms cerca del ethos calvi-nista y de un uso instrumental o responsable de las creencias. Sin el pathosreligioso y patritico de su galicanismo no se podra entender la accin de es-te rey. Naud es conocedor de ello, y por eso rebate a quienes, como los po-litiques, dudan de la sincera conversin del soberano. Sabe que la nuevareligin del rey no es un catolicismo fantico en las antpodas del calvinismoprofesado anteriormente. Pues el Borbn slo fue instruido por Benot en losprincipales misterios, no abundando en lo relativo a las ceremonias y tradi-ciones. Incluso el terico de los golpes de Estado insina, lo cual resulta sor-prendente si tenemos en cuenta el protagonismo de la Eucarista en lascontroversias entre telogos calvinistas y catlicos, que el monarca no creaen el misterio de la transustanciacin47.

    3.2. El fin de la excepcionalidad

    La nueva monarqua no poda admitir indefinidamente ese Estado hugo-note o cuerpo cuasi-estatal establecido por el Edicto de Nantes. Se trataba deuna anomala o de una situacin excepcional que impeda el completo desa-rrollo del Estado francs. La solucin del Edicto haba sido vlida mientrasdur el reinado de Enrique IV, pero despus no pudo evitar el estallido de nue-vos conflictos poltico-religiosos. Richelieu, consciente de la necesidad deponer punto final al proyecto aplazado por el Gran Enrique, ya haba repara-do en que el inters estatal central no poda imponerse mientras existieranotros poderes autnomos o intereses polticos singulares48. Para ello, el car-denal deba proseguir la poltica de Enrique IV: en el exterior, estableceralianzas con las potencias protestantes para frenar a los Habsburgo; y, en elinterior, intentar una paulatina reduccin de los excesivos privilegios de no-bles y cuerpos constituidos. Esto explica por qu slo con el fracaso del par-tido hugonote, y la abolicin tras las ltimas guerras civiles (1620-1629) desus privilegios militares y polticos, se produce temporalmente una armoni-zacin, como testimonian los escritos del calvinista Henri de Rohan, entre elinters de Francia y el inters hugonote. Por fin tenan un mismo objetivo: laoposicin contra la monarqua catlica de Espaa. Asimismo Richelieu era unfirme convencido del galicanismo y de la necesidad, como demostr en el s-nodo de Charenton (1631), de unir las dos Iglesias. Mas ser Luis XIV a quienle corresponda acabar con la excepcionalidad francesa y llevar a su mximaexpresin el Estado absoluto de la dinasta borbnica. No obstante, el Edicto

    47 Cf. GE, p. 141.48 Cf. IRE, p. 193.

    152 Antonio Rivera Garca

  • de Fontainebleau (1685), por el cual se revoca el de Nantes, tambin es elprincipio del fin del Antiguo Rgimen. A partir de ahora, muchos de los refu-giados hugonotes, que en lneas generales se haban mantenido fieles a la cau-sa real durante la Fronda y la Revolucin inglesa, contribuirn desde elextranjero a la guerra literaria contra el absolutismo y a sentar las bases de unrepublicanismo que habr de tener su ocasin en 1789.

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