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Los Cuadernos de Música EL NUEVO POP UN COMPROMISO VOLUNTARIO J. M. Costa e oo toda ola, la nueva ola del pop· es- pañol está compuesta por miles de go- titas, granitos de ena, pedacillos de brea y algún que otro cangrejo. Sólo que vista de lejos parece algo homogéneo, algo concreto sobre lo que se puede (y debe) hablar, filosor, investigar y despotricar. Es, por así de- cio, un ntástico tema de conversación, que únicamente nuestros políticos no han sabido ex- plotar llevándolo al parlamento, con lo que todos nos habríamos divertido la mar. Pero es que ya se sabe: los políticos le tienen miedo a todo lo que se mueve así que nunca sabrán hablar de la nueva ola. Ni de la vieja. Verán ustedes. Todo comenzó en Inglaterra y en América, que es donde suelen comenzar las cosas que pasan en España. La década de los setenta había estado marcada por algunos hechos: la definitiva institucionalización del porrito, la de- 58 cadencia de la contracultura que ya previera Fer- nández de la Mora, la sofisticación de los jóvenes beatlemaníacos y el convencimiento por parte de las multinaciones del disco de que todo el monte es orgasmo y de que más vale marketing en mano que creatividad volando. Resultado: algo de muy buena música (King Crimson, Weather Report, Roxy Music, Allman Broth e rs...) y un amogollo- niento de productos torpes, romos, ígidos y absurdos que como en el caso de Fleetwood Mac, Supertramp o Electric Light Orchestra, hacían pa- sar por música lo que era autocomplacencia y abulía vestida de elegancia y sonido brillante. Algo, en lo que picó mucha gente, dicho sea de paso. Bueno, pues los jóvenes se aburrían y sieron los Sex Pistols que hacían canciones de tres minu- tos y eran extremadamente desagradables. En América estaban los Ramones y en España Kaka de Luxe y í está la clave. Kaka de Luxe sacaron un single de lo más rtil e imaginativo, que regado con el éxito comercial de Tequila (un grupo que no es nada más que ellos y buen rockanroll) dio lugar a un cierto movi- miento. Las gentes que no eran músicos, que para eso hay que estudiar (dicen), empezaron a pensar que los Brincos lo habían hecho muy bien y que eos mismos podían montarse un grupete ha- ciendo música sencilla, la más adecuada para sus

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Los Cuadernos de Música

EL NUEVO POP

UN COMPROMISO

VOLUNTARIO

J. M. Costa

e orno toda ola, la nueva ola del pop· es­pañol está compuesta por miles de go­titas, granitos de arena, pedacillos de brea y algún que otro cangrejo. Sólo

que vista de lejos parece algo homogéneo, algo concreto sobre lo que se puede (y debe) hablar, filosofar, investigar y despotricar. Es, por así de­cirlo, un fantástico tema de conversación, que únicamente nuestros políticos no han sabido ex­plotar llevándolo al parlamento, con lo que todos nos habríamos divertido la mar. Pero es que ya se sabe: los políticos le tienen miedo a todo lo que se mueve así que nunca sabrán hablar de la nueva ola. Ni de la vieja.

Verán ustedes. Todo comenzó en Inglaterra y en América, que es donde suelen comenzar las cosas que pasan en España. La década de los setenta había estado marcada por algunos hechos: la definitiva institucionalización del porrito, la de-

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cadencia de la contracultura que ya previera Fer­nández de la Mora, la sofisticación de los jóvenes beatlemaníacos y el convencimiento por parte de las multinacionales del disco de que todo el monte es orgasmo y de que más vale marketing en mano que creatividad volando. Resultado: algo de muy buena música (King Crimson, Weather Report, Roxy Music, Allman Brothers ... ) y un amogollo­namiento de productos torpes, romos, frígidos y absurdos que como en el caso de Fleetwood Mac, Supertramp o Electric Light Orchestra, hacían pa­sar por música lo que era autocomplacencia y abulía vestida de elegancia y sonido brillante. Algo, en lo que picó mucha gente, dicho sea de paso.

Bueno, pues los jóvenes se aburrían y salieron los Sex Pistols que hacían canciones de tres minu­tos y eran extremadamente desagradables. En América estaban los Ramones y en España Kaka de Luxe y ahí está la clave.

Kaka de Luxe sacaron un single de lo más fértil e imaginativo, que regado con el éxito comercial de Tequila (un grupo que no es nada más que ellos y buen rockanroll) dio lugar a un cierto movi­miento. Las gentes que no eran músicos, que para eso hay que estudiar (dicen), empezaron a pensar que los Brincos lo habían hecho muy bien y que ellos mismos podían montarse un grupete ha­ciendo música sencilla, la más adecuada para sus

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conocimientos. Que tocar una guitarra va desde las virguerías John Me Laughlin hasta los tres acordes, depende de lo que se quiera hacer. Y fueron para delante. A todo esto, en la capital del Reino había unas emisoras de FM (sobre todo una, Onda 2, pero también alguna más) cuyos disc-jockeys acepta­ban encantados las cintas de los grupos y que programándolas ya se veían como Johnes Peeles o Charlies Guillettes redivivos y mesetarios (estos dos hombrecillos son de lo poco que merece la pena en la escena crítica y radiofónica inglesa). Esas emisiones radiofónicas suplen en cierta forma lo que no hay: actuaciones. Los grupos son nuevos!, en algunos casos apenas llevan más de dos meses unidos y no ven cómo salir de su cutre local de ensayos (cuando ese local existe). A todo esto, las casas discográficas empiezan a pensar que eso es pop y que el pop vende, de tal manera que fichan a conjuntos con apenas siete actuacio­nes sobre sus espaldas y una muy ligera idea de que es lo que verdaderamente quieren hacer. Es así como el nuevo pop llega a los oídos de los consumidores, envuelto muchas veces en el celofán de una publicidad confusa que le atribuye valores musicales y extramusicales difíciles de en­contrar por parte del no iniciado. Y es que, para entender este pop hay que en­tender también lo que es el compromiso con algo,

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con una música. Frente a los productos ingleses o americanos que nos llegan con la vitola del nom­bre y de la calidad, lo que se da alrededor del nuevo pop reviste todo el carácter de una apuesta y una esperanza. Ya sabemos que van a salir grabaciones malísimas (los discos se graban dema­siado pronto en la vida de un grupo), que los grupos casi no saben tocar, etcétera, etcétera ... Pero resulta más estimulante seguir la carrera, los progresos y los fracasos de una gente a la que puedes ver y con la que puedes hablar, una gente que vive en tu mismo entorno y se refiere (no tan estúpidamente como se pretende) a las mismas cosas que uno conoce, que recibir por ejemplo las última gran parida de Yes. Sobre todo, porque de Yes y de su desarrollo, nadie en España es prota­gonista, mientras el nuevo pop depende por com­pleto de nosotros, de que lo comprendamos, de que, en fin, nos comprometamos. Pero ¿por qué comprometerse e identificarse con algo que a uno no le interesa? Ese es el punto, oiga. Nadie va a obligar a nadie y si usted pasa de todo esto, hará tan bien como si no pasa. Eso sí, deje a quienes se ilusionan con su ilusión: lo peor que se puede ser en esta vida es chafón o, Jo que viene a ser lo mismo: criticar, descalificar y desbaratar unas alegres expectativas " que usted no entiende. Resígnese a no entender algo. No es pecado.