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El nuevo Hollywood

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Paidós Comunicación CineColección dirigida por Josep Lluís Fecé

Últimos libros publicados

73. S. Kracauer - De Caligari a Hitler75. F. Vanoye - Guiones modelo y modelos de guión76. P. Sorlin - Cines europeos, sociedades europeas 1939-199078. J. Aumont - El ojo interminable80. R. Amheim - El cine como arte81. S. Kracauer - Teoría del cine84. J. C. Carriere - La película que no se ve86. Vicente Sánchez-Biosca - El montaje cinematográfico93. B. Nichols - La representación de la realidad94. D. Villain - El encuadre cinematográfico95. F. Albera (comp.) - Los formalistas rusos y el cine96. P. W. Evans - Las películas de Luis Buñuel98. A. Bazin - lean Renoir

102. VV. AA. - Alain Resnais: viaje al centro de un demiurgo103. O. Mongin - Violencia y cine contemporáneo104. S. Cavell - La búsqueda de la felicidad106. R. Stam, R. Burgoyne y S. Flitterman-Lewis - Nuevos conceptos de la teorí

del cine108. VV. AA. - Profondo Argento110. J. L. Castro de paz - El surgimiento del telefilme111. D. Bordwell - El cine de Eisenstein113. J. Augros - El dinero de Hollywood114. R. Altman - Los géneros cinematográficos117. R. Dyer - Las estrellas cinematográficas118. J. L. Sánchez Noriega - De la literatura al cine119. L. Seger - Cómo crear personajes inolvidables122. N. Bou y X. Pérez - El tiempo del héroe126. R. Starn - Teorías del cine127. E. Morin - El cine o el hombre imaginario128. J. M. Catalá - La puesta en imágenes129. C. Metz - El significante imaginario130. E. Shohat y R. Starn - Multiculturalismo, cine y medios de comunicación131. G. de Lucas - Yida secreta de las sombras133. C. Metz - Ensayos sobre la significación en el cine (1964-1968), vol. 1134. C. Metz - Ensayos sobre la significación en el cine (1968-1972). vol. II145. A. de Baecque (comp.) - La política de los autores146. H. A. Giroux - Cine y entretenimiento149. L. Tirard - Lecciones de cine15J. AA. VV. - El principio del fin152. V. J. Benet - La cultura del cine155. J. Aumont - Las teorías de los cineastas156. A. de Baecque y Charles Tesson (comps.) - Una cinefilia a contracorriente159. J. Ranciere - Lafábula cinematográfica161. A. de Baecque (comp.) - Teoría y crítica del cine162. T. Miller, N. Govil, J. McMurria y R. Maxwell- El nuevo Hollywood

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Toby Miller, Nitin Govil, John McMurriay Richard Maxwell

El nuevo HollywoodDel imperialismo culturala las leyes del marketing

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Título original: Global HollywoodOriginalmente publicado en inglés, en 200 1, por el British Film Institute, Londres

Traducción de Núria Pujol i Valls

Cubierta de Mario Eskenazi

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del «copyright», bajolas sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquiermedio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y ladistribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

© 2001 Toby Miller, Nitin Govil, John McMurria and Richard Maxwell© 2005 de la traducción, Núria Pujol i Valls© 2005 de todas las ediciones en castellano

Ediciones Paidós Ibérica, S. A..Mariano Cubí, 92 • 08021 Barcelonahttp://www.paidos.com

ISBN: 84-493-1757-6Depósito legal: B-19.07912005

Impreso en Gráfiques 92. S.A.Avda. Can Sucarrats, 91 - 08191 Rubí (Barcelona)

Impreso en España - Printed in Spain

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Sumario

Agradecimientos / Nota sobre los autores 9Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . 11

1. Historia de Hollywood, imperialismo cultural y globalización 31Historia de Hollywood 39Imperialismo cultural 45Globalización: el GATI, la üMC y el Diálogo Financiero Global 53Conclusión . . . . .. 61

2. La nueva división internacional del trabajo 651. ¿Libertad de entrada a los nuevos? 672. ¿Sin ayudas estatales? 683. ¿Existe una relación entre el coste de la producción

y el consumo? . . . . 694. ¿Diversidad textual? 70Australia . . . . . . 92Italia . . . . . . . . 96La República Checa 98Reino Unido lOOMéxico 103Conclusión 105

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3. El Hollywood coproductor .Economías de escala: culturas de dineroCoproducciones por tratado y HollywoodGénero, escala y provisión cultural . .Coproducción por aportación de capitalConglomerados europeos y HollywoodConclusión .

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113118120126131133143

4. Los derechos en el Hollywood global . . . . . . . . . . . . 147Copyright: «¿Leyendo dentro de la longitud de la cadena?». '156La compleja lógica de lo mismo: la piratería y los imperativos

internacionales de Hollywood 168La labor de Hollywood en la época de la reproducción digital 176Conclusión 188

5. Distribución, mercadotecnia y exhibición ..... 191Las condiciones de la mercadotecnia cinematográfica 196Guardianes de los textos: posicionamiento, playability

y comerciabilidad . . . . . . . . . . 199Mercadotecnia de apoyo y demás . . . 210La respuesta de los estudios de pantalla 216Conclusión 220

6. Públicos . 223El ciudador 232Vigilancia 236Conclusión 249

Conclusión . . . . . . . . . . 253Bibliografía 285Índice analítico y de nombres 335

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Agradecimientos / Nota sobre los autores

Los autores quieren dar las gracias a las siguientes personas e institucio­nes por su ayuda durante la elaboración de este proyecto: Manuel Alvarado,el US Bureau of Labor Statistics, Edward Buscombe, el Departamento deComercio de Estados Unidos, Glenn Creeber, Sean Delaney, James Hay,John Hil!, Geoffrey Lawrence, Marie Leger, Andrew Lockett (del BFI, asícomo a aquellos de sus colaboradores que de un modo u otro participaron enel libro), Anna McCarthy, Denise McKenna, Petra y Luke Maxwell, AlbertMoran, Julia Nevarez, Calleen Petruzzi, Dana Polan, Deborah Wuliger yGeorge Yúdice, El aliento de Jack Valenti ha inspirado cada paso de nues­tro camino.

El nuevo Hollywood es un proyecto escrito en colaboración entre cuatroautores, que se han repartido tanto la investigación como las ideas y el re­dactado. Los responsables principales para cada uno de los capítulos son lossiguientes: Toby Mil!er para la introducción y los capítulos l y 2; John Me­Murria para el capítulo 3; Nitin Govil para el capítulo 4; Richard Maxwellpara el capítulo 5; Miller y Maxwell para el capítulo 6; y todos ellos para laconclusión.

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Introducción

Los americanos han colonizado nuestro subcons­ciente.

WIM WENDERS, 1991, pág. 98

Es un hecho, afortunadamente confirmado, quecualquier película de Hollywood es recibida afectuo­samente por un público de todas las razas, culturas ycredos en todos los continentes; entre tumultos y frene­sí, as! como entre esperanza y promesas. Y no es porcasualidad. Sino por la confluencia de una capacidadcreativa, una habilidad narrativa y la toma de decisio­nes de los altos ejecutivos de un estudio y los esfuerzoscombinados de distribución y de los artesanos de lamercadotecnia.

JACK VALENTI, 1998a

Hollywood es un lugar que no se puede definir geo­gráficamente. En realidad no sabemos dónde está.

JOHN FORO en la BBC Television, 1964,citado en Bordwel1 y otros, 1988, xiii

Todos somos expertos en la comprensión de las películas de Hollywood.Tenemos que serlo, dada su presencia en la mayoría de las pantallas televi­sivas y de cine. Hollywood es una invitación a la réplica y a la dominación,una invitación a la vez deseada y rechazada; una invitación ante la que mu­chos de nosotros nos resistimos o dudamos. ¿Qué tendrá el défi americain

que lo hace hegemónico y que tanto perturba a la gente? Estas preguntastrascienden las arenas del cine y la televisión. Abordan nuestras verdaderasestructuras del gusto y del pensamiento político.

En las citas que se consignan al principio, vemos múltiples facetas de lasactitudes de las industrias de la pantalla respecto del poder de Hollywood yde las grandes dimensiones que éste adquiere en la cultura popular de Esta­dos Unidos (valorada en 31 mil millones de dólares USA en el 2000) «<Sa­ving Hollywood», 2001). Mientras el auteur paneuropeo Wim Wenders nosofrece una lacónica evocación de la desesperación frente al dominio cultu­ral norteamericano, el experto de la MPAA Valenti 1 nos dispensa un pano-

1. La MPAA engloba a los estudios más importantes de Hollywood. La definición de«independientes» de la industria cinematográfica norteamericana incluye a todas las pelícu-

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rama extremadamente optimista de talento elevado a sus más altas cumbres.Si Wenders es el representante de una estética supuestamente superior quequisiera ungir a la civilización occidental europea para llevarla hasta ellide­razgo cultural mundial, Valenti supone un espectro humano de presenciaobsesiva en el mundo del cine y la televisión, la personificación del popu­lismo norteamericano campechano y masticador de chicle. Ambas ocurren­cias contienen visos de verdad aunque van en la dirección del fuste de la«madera» de cada uno de ellos. Tanto el elitismo de Wenders como la eufo­ria de Valenti son tan insatisfactorios desde el punto de vista político comoanalítico. Esperemos que podamos realizar una lectura que vaya en contradel fuste de ambas.

Este libro pretende explicar el éxito nacional e internacional de Holly­wood. La mayoría de los estudios contemporáneos sobre el Hollywood glo­bal oscilan entre la celebración carente de crítica (Olson, 1999; Demers,1999), el conservadurismo económico neoclásico (Hoskins y otros, 1997) Ylos archiveros de signo apolítico (Thompson, 1985; Jarvie, 1998)2 Todosafirman que el éxito internacional de Hollywood es el resultado de la «trans­parencia narrativa» de la continuidad de su relato, junto con un público inter­no vasto e internamente diferenciado compuesto de inmigrantes procedentesde diversas culturas. Al parecer, ésta es la mezcla que logra la alquimia uni­versal del entretenimiento que atrae a los públicos extranjeros; aunque, segúnafirma un destacado consultor en materia de entretenimiento, «la imaginaciónhumana» es lo que explica mejor el dominio de Estados Unidos (Wolf, 1999,pág. 296).

No obstante, y precisamente porque los productos culturales de Holly­wood viajan a través del tiempo, el espacio y las poblaciones, deben abor­darse sus cualidades materiales y sus prácticas de circulación de modo queaúnen las perspectivas disciplinares en lugar de limitarse a obedecer dichasrestrictivas órdenes de discursos. Así, a diferencia de los economistas neo­conservadores, nosotros no damos por sentada la primacía de los mercadosa la hora de asignar preferencias. A diferencia de los especialistas del mer­cado, no aceptamos la versión que Hollywood da de sí mismo como narra­dor de historias universales. A diferencia de los economistas políticos, no

las realizadas por productores que no son miembros de la MPAA y que, en su mayoría. estánrepresentados por la American Film Marketing Association (AFMA). Pese a que las dos en­tidades son responsables del estreno de aproximadamente el mismo número de películas(más de 200 cada una, anualmente), los miembros de la MPAA gastan más que los de laAFMA en proporción de once a uno (Departamento de Comercio, 2001, 14).

2. Una importante aunque anterior excepción la constituye la obra de Thomas Guback(1969.1974,1984,1985 Y 1987).

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INTRODUCCIÓN 13

partimos de la centralidad de la economía para avanzar hasta la exclusióndel significado. A diferencia de los partidarios de la reducción textual, noasumimos que sea adecuado interpretar las cualidades internas de un filme osu supuesto «posicionamiento» en los espectadores míticos. Y, a diferenciadel complejo de la psi (psicología, psicoanálisis, psicoterapia y psiquiatría),no pretendemos adivinar qué ocurre en el interior de las cabezas de los es­pectadores. Por el contrario, abordamos el estudio del Hollywood globaltanto teórica como empíricamente, con el despliegue de una combinación demétodos que parten de los estudios de pantalla (las humanidades de la iz­quierda liberal unidas a los que se da en llamar estudios de películas, cine ymedios de comunicación) y las comunicaciones (las perspectivas radicalesy social-científica), mediante una aportación de la crítica de la economía po­lítica y de los estudios culturales. Pretendemos desafiar tanto las euforias delaissez-faire como las denuncias étatistes de Hollywood.

Los textos de pantalla son artículos de consumo la clave de cuyo atracti­vo reside en sus significados. Por consiguiente, el análisis socioeconómicoes un aliado natural de los análisis de representación en su pretensión expli­cativa del Hollywood global. Sin embargo, una determinada tendencia deambas partes ha sostenido que son mutuamente excluyentes a partir de unaperspectiva que se ocupa de las estructuras de la economía y otra de las es­tructuras del significado. No tiene por qué ser así. Históricamente, la mejorcrítica en términos políticos y económicos y los mejores estudios culturaleshan operado mediante la imbricación del poder y la significación en todoslos estadios del continuo cultural. Graham Murdock define muy adecuada­mente en qué consiste la tarea:

La crítica política y económica alcanza su cúspide cuando explica quiénconsigue hablarle a quiény qué formas adquieren esos encuentros simbólicosen los principales espacios de la cultura pública. Sin embargo, las mejoresmuestras de estudios culturales realizanaportaciones relevantesrespecto [...]a cómo se organizan los discursosy la imaginería en complejos y cambiantespatrones de significado y cómo se reproducen, negocian o qué oposición seles ofreceen el caudaly el flujode la vida diaria.

MURDOCH, 1995, pág. 94

Idealmente, aunar las dos perspectivas superará las divisiones entre he­cho e interpretación y entre las ciencias sociales y las humanidades, bajo elsigno de una perspectiva basada en firmes principios de democracia cultu­ral. Para tal fin, Lawrence Grossberg recomienda «politizar la teoría y teo­rizar la política» para combinar la abstracción y el análisis basado en loshechos. Ello requiere centrarse en las contradicciones de las estructuras or-

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ganizativas, en sus articulaciones con la vida cotidiana y con la textualidad,y su intrincación con las formas de gobierno y la economía, y el rechazo detoda forma de bifurcación que se oponga al estudio de la producción y delconsumo o que no aborde los ejes de estratificación social (Grossberg, 1997,págs. 4-5, 9-10). Ése es el corte teórico en que se inspira el presente trabajo.Parece la mejor manera de comprender el acertijo que subyace en nuestrostres epígrafes fundacionales; la provocación de Ford en el sentido de queHollywood «no está en ninguna parte», de que no existen «soluciones fáci­les» o, tal como lo expresó Robert Park hace sesenta años, que es «visiblepero remoto» incluso desde Los Ángeles (1943, pág. 732). Los conservado­res de nuestros días sostienen que «Hollywood se ha convertido en una es­tética y ya no es un lugar en California» porque hoy por hoy existen múlti­ples emplazamientos del poder de las pantallas en todo el mundo (Olson,2000). Nosotros proponemos una respuesta menos fantástica: la verdaderaubicación de Hollywood reside en su división del trabajo.

El nuevo Hollywood empieza con un análisis de la historia de la indus­tria de la globalización y de los dilemas que plantea en cuanto símbolo de laideología norteamericana y de cómo las culturas nacionales la percibencomo una amenaza, tal como refleja el discurso del imperialismo cultural.Consideramos, por lo tanto, el poder explicativo de las alternativas al impe­rialismo cultural, como las ideas convencionales de la misma industria y dela economía neoclásica, así corno la labor que se halla de manifiesto en elconcepto antagónico a una New International Division of Cultural Labour(NICL)' [Nueva División Internacional del Trabajo Cultural].Tras estos ca­pítulos que pretenden sentar unas bases, el libro se concentra en la realidadbásica de cómo viven y mueren los textos de Hollywood, en su existenciacomo cadenas de artículos de consumo (Wallerstein, 2000), con capítulosque abordan los temas de la coproducción, el copyright, la mercadotecnia ylos públicos. Nos proponemos responder a dos preguntas: ¿es Hollywoodglobal y en qué sentido? Y ¿cuáles son las implicaciones de este dominio?A grandes rasgos, nos hemos centrado en las naciones ricas, dado que nosproporcionaban un mayor volumen de capital para Estados Unidos median­te la comercialización en pantalla y a través de la propiedad extranjera, yporque son cruciales para la NICL, pese a que también reflejamos las cues­tiones trascendentes en países menos desarrollados.

3. Optamos por el acrónimo NIeL. en lugar de NIDCL, paraofrecer un homónimo delnickel, la moneda de cinco centavos dedólar en Estados Unidos.

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INTRODUCCIÓN 15

Producciunes par a la región mundi al en 1997

AustralasiaLatinoaméricaEuropa Oriental

. 900,- - - ---- - ------ -,,_ - ---- - - ..,§ 800 .¡.!'!~~!!E!'!!!!!!~-!.~!'!!!!!.~'é---­

oc: 700u= 600

"2 500e- 400-ee 3005 200:¿ 100

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Figura 1. Fuente: Hancock, 1999.

El telón de fondo estadistico

Hollywood posee entre el 40 y el 90 % de las películas que se exhiben enla mayor parte del mundo. Aunque eso no desmiente la importancia de otrasculturas de la pantalla: las poblaciones de color no estadounidenses consti­tuyen el grueso de la cinematografía global y presentan proyectos ideológi­cos y modelos de distribución más diversos que Hollywood. No obstante, ypese a su vasta distribución,la cuantía de su comercio exterior y una extraor­dinaria tradición en la producción cinematográfica, el total de las ventas ex­teriores de películas chinas entre 1996 y 2000 sólo ascendía a 13,86 millo­nes de dólares «<Chinese Film Industry», 2(01).

Sin embargo, la cultura y el comercio del eje Nueva York-Los Ángelesdomina el entretenimiento audiovisual de todo el globo, ya sea directamen­te o a través de otro, y el éxito dramático de las películas estadounidensesdesde la primera guerra mundial ha sido un modelo para la exportación de lamúsica, la televisión, Internet y los deportes norteamericanos. Los virajeshacia un clima de inversiones neoliberales y multinacionales de la décadapasada han reforzado el poder estratégico del Hollywood global sobre laNICL mediante la privatización de la propiedad de los medios de comuni­cación, un mercado occidental europeo unificado, una apertura respecto delantiguo bloque soviético y la difusión de la televisión por satélite, la Red yel grabador de vídeo, combinado con la liberalización de las emisiones na­cionales en Europa y Latinoamérica (Rockwell, 1994; H 1; Shohat y Starn,1994, pág. 27; Wasko, 1994, pág. 233).

El mercado mundial es crucial para Estados Unidos.' En 1998, los prin­cipales estudios cinematográficos estadounidenses incrementaron sus ingre-

4. Las cifras de asistencia al cine y de ingresos son extremadamente difíciles de calcularcon seguridad. Francia, Alemania, Suecia. España e Italia dejan las declaraciones de ingresos

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SOS extranjeros con una quinta parte más de los obtenidos en 1997; los in­gresos en taquilla del extranjero, que ascendían a 6,281 billones de dólares,se equiparaban literalmente a las cifras nacionales, que eran de 6,877 billo­nes de dólares. Las treinta y nueve películas más populares en todo el mun­do del año 1998 salieron de Estados Unidos y, a medida que todo esto ocu­rría, las condiciones de la industria de los demás países productores de cineiban deteriorándose: el porcentaje de los ingresos en taquilla de las películasautóctonas bajó un 10% en Alemania, un 12% en Gran Bretaña, el 26 % enFrancia, 12 % en España, 2 % en Canadá, 4 % en Australia y 5 % en Brasil;todas ellas disminuciones dramáticas, que en algunos casos registraban ni­veles bajos. Ciertamente, estas cifras se deben en parte al fenomenal impac­to de Titanic (Titanic, J. Cameron, 1997), que recaudó mil millones de dó­lares fuera de Estados Unidos, aunque representan un cambio significativorespecto de los primeros años de la pasada década (Screen Digest, agosto de1997, págs. 177, 183; Foreman y otros, 1999). La proporción que Holly­wood ocupa en el mercado mundial es del doble que en 1990, y la industriacinematográfica europea es una novena parte de lo que era en 1945. Los in­gresos extranjeros de Hollywood eran de 6,600 billones de dólares en 1999y de 6,400 billones en el 2000 (la reducción fue debida a la devaluación delcambio extranjero y no a un descenso de las entradas vendidas [Groves,2oolb]). En el año 2000, la mayoría de los productos cinematográficos deHollywood basados en la presencia de una estrella en su reparto obtuvieronmás ingresos en el exterior que en el país, y sólo ocho películas acumularonunos cien millones de dólares internacionalmente, cifras que no había alcan­zado película alguna procedente de ninguna otra cinematografía nacional(Groves, ZOOOb). PriceWaterhouse Coopers (PWC) estima que las compañí­as norteamericanas obtienen casi once mil millones de dólares de la exporta­ción de una película PWC predice que, en el 2004, Hollywood ingresarácerca de catorce mil millones de las exportaciones (Winslow, 2001). Euro­pa es un emplazamiento clave para dichos ingresos.

En el 2000, el reestreno de El exorcista (The exorcist, W. Friedkin,1973) ¡recaudó más dinero en Italia que el título local de más éxito (Daw­trey y otros, 20oo)! Consideremos la situación general de Italia en la últimamitad de la década de los noventa:

en manos de los propietarios de las salas. Algunos países europeos, como Portugal, Grecia.Islandia, Luxemburgo, Rusia, Hungría y "lamayor parte del tercer mundo no presentan esta­dos de cuentas. Otros se remiten a los datos arrojados por las asociaciones profesionales (losholandeses), los distribuidores (Eslovaquia, Suiza y la República Checa), revistas y compa­ñías privadas (Estados Unidos, Irlanda, Gran Bretaña. Bélgica, Francia. España, Alemania eItalia) o por estadísticas gubernamentales (Finlandia y Dinamarca) (Lumiere, s. f.).

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INTRODUCCIÓN

In versi ón cine ma tográfica globa l por region es(Millones de dólares)

17

10.000

8.000

6.000

4.000

2.000

ONortea- Europa Europa Latinea- Asiamérica Occidenta l Oriental méric a

Lejano Austra-Oriente tasia

EJ 1996

.1997

Figura 2, Fuente: Hancock, 1998.

Colapso de las admision es de 1996 en el mercado de la Unfén Eu rop easegún el or igen de la producción

Resto del mundo(RM) Alemania2,3% 3%

Figura 3. Fuente: Laboratorio Audiovisual Europeo, 1998.

Cuota demercado 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998

Cinematografíaitaliana 21% 26,8% 24,4% 17.3% 23,7% 21,1% 24,8% 32,9% 24,7%Películas EE.UU, 70% 58,6% 59,4% 70% 61;4% 63,2% 59,7% 46,7% 63,8%PelículasdelRM 9% 14,6% 16,2% 12,7% 14,9% 15,7% 15,5% 20,4% 11,5%

Figura 4. Fuente: Boda, 2000.

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18 EL NUEVO HOLLYWOOD

Evolución del comercio audiovi sual entre la Unión Europea y Norteam érica(1988-1996)

(Millones de dólare s)

8.000

6.281

4.647 4.886 5 .3373.820 3.947 4.106

6.000

4.000

2.000

o

-2.000

-4.000

-6 .000

~~ LL.lm...J:l'" LJ:l.I:ru4"' l."9 565

532 623

D Ingresos norteamericanos en la Unión Europea

Ingresos de la Unión Europea en Estados Unidos.

• Balance de comercio

Figura 5. Fuente: LaboratorioAudiovisualEuropeo, 1998.

Para hacernos una idea de lo novedoso de esta tendencia, en 1980 la in­dustria cinematográfica norteamericana contaba con las exportaciones parala obtención de un tercio de sus ingresos anuales; la misma proporción queen 1950. De modo que la década pasada ha asistido a un verdadero cambiofundacional. En el 2001, los estudios destituyeron a sus expertos represen­tantes en el exterior con el argumento de que los ingresos globales no erantan cruciales como para que precisaran de sus propios sistemas de adminis­tración o presupuestos de promoción, y de que podían incorporarse a la pla­nificación nacional en Estados Unidos (Dunkley y Harris, 2001). Hay quie­nes han interpretado estos cambios como síntomas del desmesurado orgullode los «zares de la distribución interna», una ceguera que no consiguió re­conocer la diferencia que iba a socavar el dominio hollywoodiense (Wi­lliams-Jones, 2001; véase también Lewis, 2001). Sea esta «coordinación»un breve capricho de hechicería gerencial o no, la simultaneidad global delos estrenos parece asegurada. Si bien antes solía haber demoras de seis me­ses o más entre el estreno de una película en Estados Unidos y en el resto depaíses, la tendencia dicta ahora que se estrenen en todas partes al cabo de unmes de estar en la cartelera nacional, a despecho de consideraciones como elclima o las vacaciones locales (DiOrio, 2001, pág. 16).

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INTRODUCCIÓN

Coste medio de producción de un largometraje (1990-1997)(Millones de dólares)

~ EE.UU. (sólo majors ) c:::::J Australia _ Reino Unido_ Francia _ Italia

Figura 6. Fuente: LaboratorioAudiovisualEuropeo, 1998.

19

Esas enormes desigualdades en el comercio textual se reflejan en laspantallas, y la mayor parte, y la más acaudalada, del público nacional esta­dounidense de películas para televisión y versiones en vídeo es crucial a lahora de permitir que asciendan los presupuestos de los estrenos en sala, aun­que son pocas las películas rentables por su exhibición en sala (Waterman yJayakar, 2(00). En 1999. los consumidores nacionales gastaron 40.7 millo,nes de dólares en entretenimiento fílmico en estos sectores. un 5 % más queen 1998 (Veronis Suhler, 2(00). Cuando comparamos los presupuestos delas películas de Hollywood con los de otras naciones ricas, las diferenciasentre las cifras que están en y más allá de las pantallas saltan a la vista.

La tendencia al dominio de Estados Unidos es indudable. Por ejemplo,en 1985, el4l % de las entradas de cine que se compraron en Europa Oc­cidental fueron para las arcas hollywoodienses. En 1995, la proporción erade un 75 %. Calculado en ingresos en taquilla, Europa es el territorio máspreciado para Hollywood. Los ingresos totales que se obtuvieron ahí en1997 constituían la mitad de los norteamericanos. pero el doble de los asiá­ticos y cuatro veces más que los latinoamericanos. Los majors* recaudaronmás del 60 % de sus ingresos en taquilla fuera de Estados Unidos, en los cin-

* En el lenguaje gremial de la producción cinematográfica se entiende por majors losgrandes estudios hollywoodienses. (N. de la r.)

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co principales mercados europeos, y la participación de Hollywood en elmercado fue del 45-55 % en Francia, Italia y España y del 70-80 % en Ale­mania y Gran Bretaña. La proporción total de los ingresos de Hollywood porla venta de vídeos se reflejó en la taquilla; entre un 60 y un 80 % en el terri­torio europeo (Screen Digest, septiembre de 1999, pág. 232; Screen Digest,noviembre de 1999, pág. 296; Screen Digest, enero de 2000, pág. 30; DeBens y De Smaele, 2001). En 1997, el balance del comercio cinematográfi­co entre Estados Unidos y Europa favoreció a los primeros con una propor­ción de un tercio (UNESCO, 20ooa).

En otras partes, el porcentaje de las importaciones de Hollywood mostróun crecimiento sorprendente: las películas estadounidenses supusieron un57,4 % de las proyecciones en Barbados en 1970 y un 97,8 % en 1991; el39.7 % en Canadá en 1970 y el 63,9 % en Cuba en 1970 y el 40,9 % en 1993.África es, proporcionalmente, el mayor importador de las películas de Ho­llywood, con el 70 % de la exhibición en las naciones anglófonas y el 40 %en las francófonas. Hoy por hoyes más fácil que se proyecte una películaafricana en Europa o en Estados Unidos que en su territorio de origen. Deacuerdo con la hiperinflación de los años setenta y ochenta, que diezmó laproducción cinematográfica en México y Argentina. el porcentaje de las pe­lículas de Hollywood exhibidas en Latinoamérica ha aumentado dramática­mente (gracias a la labor del MPA-América Latina) «<Home Alone», 1997;Woods, 2000; UNESCO, zoooe Hayes, 2001; UNESCO, zooo» Primo,1999, pág. 190; Amin, 1997, págs. 322-324, 326; Armes, 1987, pág. 49;Mattelart, 1979, pág. 194; Diawara, 1992, pág. 106; Ukadike, 1994, pág. 63;Himpele, 1996, pág. 52; MPA-LA, 2000; O'Regan, 1992, pág. 304). Y, apartir de mediados de los años ochenta, Japón ha sido una fuente de ingre­sos de Hollywood un tanto crítica. Japón proporciona el 10-20 % de los in­gresos brutos mundiales en estrenos de superventas (Hayes, 2001).

India y China suponen más de los dos tercios de las pantallas cinemato­gráficas de todo el mundo (Guider, 2ooob). Hollywood es optimista acercadel mercado potencial de las 140.000 salas de cine de China, a pesar de lasseveras restricciones a la importación que se impusieron a partir de la revo­lución de 1949. Pese a que los ingresos estadounidenses a partir de la Repú­blica Popular China son sólo de 20 millones de dólares anuales con un lími­te de diez películas importadas, muchos esperan que un buen porcentaje desus 1.300 millones de habitantes, que están acostumbrados a un flujo conti­nuo de productos mediáticos pirateados, se conviertan en consumidores«convencionales». En enero del 2001, la mitad de las recaudaciones en ta­quilla en Shanghai procedieron de sus 130 salas, y el 80 % de sus proyec­ciones eran de productos hollywoodienses (pese a que el anuncio en el 2000de que las importaciones anuales iban a ascender a 20 películas en calidad

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de quid pro qua por haber entrado en la OMC fue, a su vez, un.cambio míni­mo y aparentemente descartado desde el momento en que se emprendió)(Groves, 2001a; «Chinese Film», 2001). Incluso en India, donde Bollywoody otras industrias regionales copan la pantalla, el precio de referencia paraun estreno de éxito de una película de Hollywood se había disparado casi un100 % a partir de los años anteriores, de los 100.000 dólares al millón. Ha­cia el 2015, Asia puede suponer el 60 % de los ingresos en taquilla de Ho­llywood (Major, 1997).

Naturalmente, la exhibición en salas supone apenas una cuarta parte delos ingresos globales de Hollywood (29 % en 1999). El vídeo constituye el25 %, y la televisión el 46 % «<Global Media Breakdown», 2001). En 1995,el 89 % de las películas proyectadas en los canales por cable de Brasil eranimportaciones de Estados Unidos, mientras que, en Egipto, los últimos vein­te años han asistido al dominio hollywoodiense de los cines nacionales ára­bes, tanto en salas como en alquileres de vídeo. La tendencia no ha perdidonunca intensidad y domina el prime time. Lo mismo cabe decir de Sri Lan­ka y las Filipinas, donde las películas locales raramente se ven en televisión(Duke, 2000; Nain, 1996, págs. 168, 170; Mahendra, 1996, pág. 223; Kennyy Pernia, 1998, págs. 84, 99). El análisis que Eurodata TV hizo en 1999 de laspelículas que se emitían por televisión calculó que catorce películas de Ho­llywood habían tenido la mayor audiencia en veintisiete naciones de todoslos continentes. Y los espacios dramáticos para televisión supusieron casi el50 % de los intercambios televisivos en todo el mundo en el año 2000 (« 1999:Une Année», 2000; «FaIl20oo», 2001).

Los espacios dramáticos muestran en general la misma tendencia. En1998, Europa compró programación estadounidense por valor de dos milmillones anuales. El único intercambio en el otro sentido fueron las insigni­ficantes cifras de exportación de Gran Bretaña, 85 millones. Sumando la te­levisión, el vídeo y las exhibiciones en sala de cine, la proporción total delos ingresos de Hollywood a partir de fuentes externas subió del 35 % a prin­cipios de los ochenta hasta el 53 % en 1997. El único fracaso fue la deca­dencia de los melodramas norteamericanos debido a la aparición de produc­ciones autóctonas que los imitaban, y la pérdida de la audiencia nacional enprime time. Pero incluso el mercado interno de telenovelas en Latinoaméri­ca dictó que sólo el 6 % de la televisión importada fuera pancontinental en1996; el 86 % eran producciones estadounidenses (Foreman y otros, 1999;Screen Digest, septiembre de 1999, pág. 232; Screen Digest, noviembre de1999, pág. 296; Screen Digest, enero de 2000, pág. 30; Durie y otros, 2000,pág. 87; Olson, 1999, pág. 1; «A World View», 1997; European AudiovisualObservatory, 1998; O'Donnell, 1999, pág. 213; Sinclair, 1999, pág. 156).

Y, pese a que la tendencia creciente de su dominio es evidente, los go-

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biernos y las empresas de Estados Unidos siguen atacando los intentos deotros países por afirmar sus derechos a la autodeterminación nacional en laspantallas mediante restricciones a la importación. Washington le comunicóal mundo que iba a utilizar las célebres disposiciones del Acta de Comerciode 1974 contra cualquier proteccionismo cultural que le desfavoreciera.Hong Kong, por ejemplo, ha sido acusado a menudo de lo que Estados Uni­dos se complace en llamar «piratería» de pantallas.' La Unión Europea (UE)es un objetivo particular dado su elevado nivel de vida y su continuada in­sistencia en el apoyo público a las alternativas no estadounidenses a los pro­ductos de pantalla.

En capítulos posteriores intentaremos comprender el clima que genero ysostiene el Hollywood global, y las medidas políticas que lo mantienen. Estaintroducción se cuestiona si el estado de los estudios contemporáneos sobrelos productos de pantalla nos capacita para abordar estos temas. Tal comoseñalamos anteriormente, los estudios de pantalla al uso son una mezcla deanálisis textual, complejos psicológicos e historia de las finanzas burguesas.Dichas tendencias no nos han capacitado para contribuir de manera signifi­cativa al debate público en materia cultural. Tomemos en consideración unreciente análisis de contenidos publicado por la American Medical Association(AMA). Es relativo a los largometrajes de animación producidos en EstadosUnidos entre 1937 y 1997 Yal modo en que asocian las drogas recreativaslegales pero perjudiciales con los personajes heroicos (Goldstein y otros,1999). El estudio recibió una gran atención pública por medio de la aproba­ción de la AMA, una conferencia de prensa, el eco de los medios de comu­nicación y la respuesta formal de la Disney. Una historia similar rodea lapresentación de descubrimientos que, a pesar de que la industria del cine ylas «grandes» compañías tabacaleras habían accedido a la proscripción vo­luntaria de la colocación del producto en 1989, desde entonces la incidenciade estrellas que aparecían en pantalla fumándose un cigarrillo creció onceveces más, básicamente para llegar por fin a la cuestión de las prohibicionesen los anuncios televisivos. Ello constituye una cuestión clave para la mer­cadotecnia global que, una vez más, no han abordado ni tratado los estudiosde pantalla (Laurance, 2(01). Si se examina con detenimiento el programaMediaMattersde la American Academy of Pediatrics (2001), especialmen­te su llamamiento a una campaña para que se escribieran cartas sobre el cineen los medios de comunicación y de apoyo al egregio «TV-Turnoff Week»(véase también Mittell, 2000), no se suscriben ninguna de las posiciones de­rivadas de los estudios de pantalla, y con razón, dado que tampoco nosotros

5. Es curioso que este concepto no haya sido sometido a un debate dialéctico con el de­sarrollo de las leyes sobre libre intercambio de ideas y comunicación abierta. ¿no les parece?

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suscribimos el discurso dominante. Con todo, hay ejemplos deestudios cul­turales que han intervenido en el discurso político, como el de Stuart Cun­nigham sobre la violencia en la pantalla. En él, Cunnigham bosqueja pers­pectivas convencionales a la vez que suma la teorización del Estado, elcapital y los movimientos sociales a la ciencia habitual de investigación delos efectos (Cunningham, 1992, págs. 137-167). Dejemos que ése sea unafortunado precedente.

En otro orden de cosas, ¿en qué medida la labor académica que se ha rea­lizado sobre la historia y la significación de Hollywood aborda el alcance yel significado de las comisiones sobre cine y televisión, costeadas con fon­dos públicos, en las que se basa la llamada industria dellaissez-faire? En el2000, eran 205 y seguían aumentando (Stevens, 2000, págs. 797-804), y sulabor constituye una importante subvención. Por ejemplo, la New York CityOffice of Film, Theatre and Broadcasting (2000) ofrece exenciones para losimpuestos sobre la venta de artículos de consumo, alquileres y compras. ElMinnesota Film Board (2000) tiene una «Minnesota Film Jobs Fund» queofrece el 5% de descuento en los salarios, por no mencionar que costea losbilletes de avión de los productores en primera clase y que les aloja gratui­tamente, y a sus trabajadores, con costes libres de impuestos, así como pro­gramas de exención de impuestos. La Californian Film Commission (2000)reembolsa los gastos públicos de personal y los de autorización e infraes­tructura. Los descuentos en hoteles y en IVA son prácticamente universalesen todo el país, y estos servicios se extienden en algunos casos a la cons­trucción de las instalaciones de los estudios, como en Carolina del Norte(Rettig, 1998; Ross y Walker, 2000). Puestas así las cosas, ¿qué respuestapodría ofrecer la mayoría de nosotros al comentario de cuáles son las implica­ciones de estas instancias en la política cultural, o respecto de las reivindica­ciones de la ideología económica neoliberal sobre el cine en Estados Unidos?

El motivo de dicha incapacidad para contribuir al debate es el compro­miso histórico de los estudios de pantalla con la formación del gusto. Con­sideremos el manual práctico titulado Going to the Cinema, que parte de unaserie británica de los años cincuenta que instruye a los lectores de clase me­dia acerca de cómo disfrutar de la cultura. Promete «mayores poderes depercepción» que intensificarán el placer de los espectadores al concederlesun mayor criterio. También se incluye una lista de «las películas que todo elmundo debería ver» (Buchanan y Reed, 1957, págs. 13, 155-157). Se tratade una obra singular parecida a la mayoría de los estudios de pantalla, pro­gramas y libros de texto contemporáneos, aunque con la política textualcomo coartada reciente que descarta una formación del gusto supuestamen­te trascendental. Tanto los proyectos políticos como los trascendentales in­sisten en el interés a largo plazo de la teoría del cine, desde la fe de la era del

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cine mudo en lo que el crítico de ética Vachel Lindsay llama «el hombre delas películas en cuanto fuerza social local [...] la mera fórmula de cuyas ac­tividades» mantiene al público de buen humor (Lindsay, 1970, pág. 243);pasando por la investigación social de los años treinta acerca del impacto delcine sobre la juventud americana a través de los Payne Fund Studies (Blu­mer, 1933; Blumer y Hauser, 1933); hasta llegar a las inquietudes propias dela posguerra de la segunda conflagración mundial, que se hacen evidentesen la antropología de Hortense Powdermaker y la sociología de J. P. Mayeracerca de la implicación de Hollywood en la educación y el entretenimientoy la necesidad de un conocimiento crítico de la población (Powdermaker,1950, págs. 12-15; Mayer, 1946, pág. 24). Dicha historia podría haber con­ducido a la formación de intelectuales públicos que realizaran importantescontribuciones políticas y críticas capaces de transformar Hollywood. Sinembargo, no ha sido ésta la suerte de los estudios de pantalla hegemónicosen Estados Unidos y Gran Bretaña.

En la actualidad oímos a menudo que -para citar una reciente antologíade la teoría cinematográfica- ha habido «un movimiento general de pers­pectivas sobre el cine que van desde la preocupación por la autoría (defini­da a grandes rasgos), pasando por una concentración en el texto y la textua­lidad, hasta una investigación de las audiencias» (Hollows y Jancovich,1995, pág. 8). O, para parafrasear la quinta edición de una antología muyconsultada, ha tenido lugar, consecutivamente, una búsqueda del conoci­miento de la forma de las películas, luego del realismo, seguido por el dellenguaje y, finalmente, de la política cultural (Braudy y Cohen, 1999, págs.xv-xvi). Eso explica aproximadamente la historia de algunas obras acadé­micas inspiradas en las humanidades, pero deja a un lado las poderosasconstantes de la crítica del cine popular, la técnica de las ciencias sociales yla política cultural aplicada a la pantalla mediante el análisis formal de laspelículas, la identificación de los directores con las películas, los estudios dela audiencia basados en la psicología y en el psicoanálisis, los análisis dellu­gar de trabajo en la industria, y los programas gubernamentales de investi­gación y apoyo. Todos ellos han estado operando, de un modo bastante tenaz,durante casi un siglo (Worth, 1981, pág. 39), aunque la notable continuidadde su preocupación por los públicos queda oculta en favor de una narrativaheroica, liberal y relativa al desarrollo teleológico y textualista que informala doxa de la Academia de las humanidades en pantalla.

Las dos tareas de exaltación identificadas en Going lo the Cinema (véa­se también Manvell, 1950) ----estudiara los espectadores y examinar los tex­tos- han sido las dominantes de los estudios de pantalla. Repetimos, dichastareas se centran en las categorías de las audiencias y los textos. Las catego­rías textuales incluyen la autoría, el género, la forma, el estilo y la política

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de la representación. Las dos tareas se cruzan en el área de lamimesis, quelleva a las audiencias a interpretar las películas en contra de sus propiosmundos de raza, género, clase, región, edad, religión, lenguaje, política ynación. Sin embargo, la mayor parte de los estudios de pantalla han fracasa­do en su intento de articular esos temas en contra de los intereses de la polí­tica cultural y la economía política crítica.

No se puede negar que ha habido interesantes desarrollos en los estudiosde pantalla. Las cuestiones del placer y de la supresión, por ejemplo, han pa­sado a ser cruciales recientemente, a medida que los analistas han intentadodar razón de y resistirse a la vez a las exclusiones y estereotipos narrativos. Yhan explicado, en palabras de Richard Dyer, «por qué a los socialistas y a lasfeministas les gustaban cosas que ellos creían que no deberían gustarles»(I992, pág. 4), Ypor qué algunas voces e imágenes han sido excluidas o sis­temáticamente distorsionadas. Esa dificultad respecto del placer, la presenciay la ausencia, explica por qué la teoría del cine es tan crítica con las repre­sentaciones predominantes, pero no se concreta jamás en el puritanismo porel que abogan los críticos de lo políticamente correcto. La extraordinaria di­versidad de las antologías cinematográficas más recientes lo evidencia. Elgrueso de las películas feministas contemporáneas se centran en los temas dela representación y produéción de intereses comunes a muchas mujeres, perotambién prestan atención, aunque rutinaria, a las diferencias de raza, clase,sexualidad y nación, en consonancia y como parte de una diferencia teórica(Carson y otros, 1994), mientras que las películas de gente de raza negra sedividen en las dimensiones de espectador y estética (Diawara, 1993), y losexcéntricos establecen relaciones entre la opresión social y la práctica delcine y el vídeo (Gever y otros, 1993; Holmlund y Fuchs, 1997).

La masculinidad implícita o explícita, el eurocentrismo y el universalis­mo de la teoría anterior han sido cuestionados por los movimientos socialesy por los discursos del tercer y el cuarto mundo que subrayan exclusiones ygeneran nuevos métodos (Shohat y Stam, 1994; Carson y Friedman, 1995).Incluso ahí, sin embargo, existe un largo historial de protestas debidas, porejemplo, a la representación de Hollywood de los extranjeros y las minorías,que se remonta a los medios de prensa escrita afroamericanos y a muchosgobiernos extranjeros durante la época del cine mudo y principios del sono­ro (Vasey, 1997). De modo que el interés por la representación y la audien­cia permanece relativamente estable a lo largo de los tiempos, aunque condistintos cambios de foco.

No obstante, hay elementos cruciales que se ignoran en los discursosdominantes de los estudios de pantalla de la actualidad: las publicaciones delos majors, las colecciones editoriales, las conferencias y los programaspara graduados. Nuestra anécdota acerca del AMA señala la falta de rele-

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vancia en la producción de los estudios de pantalla tanto de la discusión depelículas basada en términos políticos como de las discusiones populares,fruto de una falta de compromiso con las prácticas creadoras de sentido delacrítica y la investigación conducida fuera de los ámbitos textualistas e his­tóricos de las humanidades. Por ejemplo, el tratamiento que raramente handispensado las humanidades al estrellato es difícilmente equiparable a la ex­celente búsqueda que en dicho tema han realizado las ciencias sociales.' Su­mando dicho material a las preferencias textuales, teóricas y biográficas delas humanidades, los críticos podrian arrojar cierta luz acerca del impacto delas estrellas en la taquilla, mediante el análisis de la regresión, y de las prác­ticas laborales, por medio de los estudios sobre el trabajo. Dicha negligen­cia es sintomática; los estudios de pantalla yerran a menudo debido a su in­tento de compaginar la historia política y social y la teoría social con elsujeto humano, la nación, la política cultural, la ley y la economía.

A pesar de la continuidad de los ejes centrados en lo textual y en laaudiencia dentro de la teoría cinematográfica, por razones de academicismoprofesional crematístico --en todos los ámbitos- las líneas más recientesse han trazado siguiendo la división entre estudios de comunicación, cultu­rales y de pantalla. La teorización de la producción y de las relaciones de lacondición de espectador entre películas y televisión, por ejemplo, sigue evi­tándose mediante la separación del interés de los medios de comunicaciónde masas por la economía, la tecnología y la política a partir de la preocupa­ción de la teoría cinematográfica por la estética y el discurso cultural, pese alo que hay intentos en marcha por transformar ambas partes de la división(Hill y McLoone, s. f.). Naturalmente, buena parte de la labor de las cienciassociales sobre los medios de comunicación contrae una onerosa deuda conel positivismo que no para de contar aunque no interpreta ni un ápice y estáinspirado en una dudosa metodología de los efectos de los medios que des­mantelaremos en el capítulo 6. En el frente económico, se ha establecidouna distinción igual de inhabilitante entre la elección como un medio de ac­ción (economía) y un lugar de acción (política). Esta distinción ha cancela­do una perspectiva político-económica. Sin embargo, la división disciplina­ria del trabajo que se realiza en los estudios de pantalla y de la que esvaledora la ortodoxia crematística también corre peligro debido a la exce­lente labor realizada, por ejemplo, acerca de la raza y los medios de comu­nicación por Thomas Nakayama y sus colaboradores (1994 y 1997; Naka-

6. Véase Simonet, 1980; Rosen. 1981; Adler, 1985; Chung y Cox, 1994; Wallace yotros, 1993; Albert, 1998; Peters, 1974; Peters y Cantor, 1982; Levy, 1989; Baker y Faulk­ner, 1991; De Vany y Walls, 1996 y 1997; Lauzen y Dozier. 1999; Clark, 1995; Marvasti,2000; Nelson y otros, zoor.

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yama y Krizek, 1995; Nakayama y Martin, 1999; Martin y Nakayama,2000) y OSCaI Gandy (1992a, 1992b y 1998; Gandy y Matabane, 1989). Es­tos estudiosos han ignorado dichas divisiones. En segundo lugar, muchos delos estudios universitarios sobre cine que se realizan en la actualidad no soniniciativa del sospechoso habitual -un departamento de Literatura en bus­ca de una renovación parcial- sino también de los estudios sobre comuni­cación y medios. Y en tercero, la influencia de la globalización ha instado ala economía neoclásica y a la ciencia política de la elección racional a uncierto reconocimiento de la necesidad de permitir realmente que la políticasocial y las transacciones financieras existan y se interpenetren, ya que el«negocio del gobierno se está organizando en todas partes conforme al go­bierno de los negocios» (Higgot, 1999,20-30; véase también Ollman, 2000).

Tal vez la innovación más significativa que precisamos -y que inspiraeste libro-s- tiene que proceder de la economía crítica política y de los estu­dios culturales. Dichas áreas han asistido a una perspectiva histórica radicaldel contexto, de modo que al análisis de las propiedades textuales y los pro­cesos del espectador debe sumárseles hoy una relación de lo ocasional quedetalle las condiciones bajo las cuales se elabora, circula, se recibe, se inter­preta y es criticado un texto. La vida de cualquier película popular o cele­brada por la crítica constituye una travesía a través del espacio y el tiempo,una vida reelaborada una y otra vez por las instituciones, discursos y prácti­cas de distribución y recepción. Así, para entender los textos, debemos teneren cuenta todos los cambios y conmociones que caracterizan su existen­cia en cuanto bien de consumo cultural, su continua renovación en cuanto«propiedad» temporal de distintos y productivos trabajadores y públicos yen cuanto «propiedad» perdurable de los artífices de las finanzas. .

A este empujón hacia la contextualización radical de la interpretaciónviene a sumarse un sorprendente giro: se está recuperando la historia de losinicios del cine como parte del cartel de un vodevil. La imagen en movi­miento es, de nuevo, parte de una red multiforme de entretenimiento, me­diante CD-ROM, juegos de ordenador, la Red, DVD y multicines. El brevemomento en que el cine podía ser considerado un fenómeno netamente uni­tario en términos de exhibición (pongamos, de 1920 a 1950) estableció laperspectiva conceptual de su conversión en fetiche textual en la academia,lo que fue tecnológicamente factible gracias a los grabadores de casetes devídeo, ¡justo cuando dicha popularidad tecnológica comprometía el mismodiscurso del proceso de conversión estética estable! En la actualidad, cuan­do las perspectivas acerca de entornos, audiencias, tecnologías y génerosson tan múltiples, se devuelve al cine a una mezcla de medios artísticos. Enla clasificación oficial del Gobierno Federal de Estados Unidos de las pro­ducciones para pantalla (Departamento de Comercio, 2001, págs. 14, 16, nº

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12) se incluyen largometrajes, telefilmes, series televisivas, spots publicita­rios y vídeos musicales; y la «clasificación oficial» de los estudios de pan­talla debería contemplar 10mismo.

En definitiva, si se trata de hacer mella en el poder y el estatus del Ho­llywood global, los estudios de pantalla necesitan de una revisión general.La ortodoxia actual dicta: (1) el uso de ciertas teorías de formación del suje­to limitadas y aparentemente seleccionadas de modo arbitrario, (2) el análi­sis textual a título individual o en el aula de «películas» que se ven en la pan­talla de un televisor, un análisis que, mágicamente, se propone representarotras audiencias, subjetividades, culturas y circunstancias de visionado; y(3) el abandono de los burócratas culturales y trabajadores industriales enfavor de la atención a los individuos y a las colectividades o (por poderesmágicos) a los movimientos sociales, porque se privilegia a los artistas porencima de los gobiernos y los sindicatos, y los críticos eruditos se nombrana sí mismos intérpretes divinos del significado para todas las clases de la po­blación, y se privilegia desmesuradamente la espectacularidad por encimade lo mundano. Éstas son lecturas interesantes, pero insuficientes en calidad deinformes de lo político, lo económico, lo textual y lo antropológico, y suscriterios políticos suelen estar limitados a los de la Academia.

En cambio, debemos reconocer los protocolos de política de empresa, dedistribución, promoción y exhibición de la pantalla en cada emplazamiento,así como los textuales. Basta de discursos sobre el «reduccionismo económi­co» si no van acompañados también del cuestionamiento del «reduccionismotextual». Basta de valorar las lecturas detenidas y los relatos de gabinete acer­ca de la interioridad humana sin una consideración ética y política de las con­diciones de la labor cultural global y el significado de las obras, textos y sub­jetividades dentro de los movimientos sociales y las cohortes demográficas.Basta ya de negación del papel del Gobierno. Basta de dar clases sobre ani­mación, por ejemplo, sin referencia a cómo operan sus efectos, los análisis decontenido y la economía política internacional que vive un episodio de LosSimpsons en el que se desacredita la globalización cuando el mismo progra­ma es obra de animadores no-sindicados del Sudeste Asiático. Estas cuestio­nes -la labor cultural, las estructuras de la industria, las experiencias de laaudiencia y la política cultural- deben ser integrales. Las instituciones notienen que ser áridas áreas de estudio, y los vínculos con la vida cotidiana sonreales. Las notables acciones internacionales de los jóvenes contra la globa­lización justo cuando ingresamos en el siglo XXI muestran que pueden acti­varse alrededor de estos asuntos, particularmente de la división mundial deltrabajo. Además, esperamos que los estudios de pantalla «se tomen» reales.

Debemos contemplar la pantalla a través de dos prismas teóricos. Poruna parte, cabe considerarla el componente más reciente de la soberanía,

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una aportación del siglo xx a las nociones de patrimonio y derechos que vande la mano de temas tan tradicionales como el territorio, la lengua, la histo­ria y la enseñanza. Por otra parte, la pantalla es un ámbito en tomo al cual sereúnen las industrias de la cultura. Como tal, está sujeto a las mismas prác­ticas crematísticas y a los protocolos exclusivistas de representación que ca­racterizan las relaciones entre Estado y capital. Debemos preguntamos: ¿es­tán los estudios de pantalla al servicio de las proyecciones fantasmagóricasdel narcisismo de los críticos de las humanidades o se implican activamen­te en la política de los movimientos sociales? ¿De verdad les está dando Ho­llywood a las gentes del mundo lo que ellos quieren o es que opera median­te una forma brutal de práctica financiera capitalista y monopolista? ¿Acasola cultura cinematográfica que no sale de Hollywood, que recibe ayuda delEstado, está ampliando la visión y el acceso a la buena vida para que inclu­ya la capacidad de las personas de controlar su representación en la panta­lla? ¿O se trata de una cultura que no es más que una carta blanca para frac­ciones de una burguesía factótum local, cosmopolita o de movimientosocial? ¿Hasta qué punto sus cinematografías nacionales sí atraen a la gen­te? ¿Pasan más tiempo viendo importaciones que sus «propias» películas?La auditoría política a la que sometemos un espacio audiovisual debe con­siderar su apertura, tanto dentro como fuera de la cámara, a la demografía delos que viven en él. Ninguna cinematografía que apele a la resistencia anteHollywood en nombre de las especificidades nacionales o las propias de unmovimiento social merece aprobación si no se hace eco de la situación de lasminorías sexual y racial y de las mujeres, además de las de la política de cla­se. La obra de Jeffrey Himpele (1996) acerca de la etnografía y la economíapolítica de Bolivia, y la de Preminda Jacob (1998) sobre la India, son ejem­plares al respecto. Aunque ¿son esos los trabajos ejemplares o los de los au­tores de la AMA, a los que hacen referencia los que tienen la hegemonía ylos acólitos de los estudios de pantalla?

¿Qué deberían hacer los estudios de pantalla para llegar a ser más rele­vantes? Tenemos tres propuestas: a) influir en el discurso de los medios pú­blicos en la pantalla; b) influir en la política pública y la práctica sin-ánimo­de-lucro y comercial; y c) dejar de reproducir esa cosa llamada «estudio depantalla» y, en su lugar, hacer un trabajo que estudie la pantalla, indepen­dientemente de su procedencia intelectual. Cuando se trata de las cuestionesclave de la audiencia y los textos ---qué es lo que llega producirse y circula ycómo se lee-, los análisis políticos, la economía política, la etnografía, elactivismo y el uso del archivo de la ciencia social son básicos. Esperamos,por consiguiente, que este libro contribuya no sólo al debate acerca del Ho­llywood global, sino también acerca de cómo operan los estudios de pantalla.

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1. Historia de Hollywood, imperialismocultural y globalización

El imperialismo cultural es una perspectiva que seidentifica mayoritariamente con los analistas izquier­distas [...] y por ello se menosprecia a menudo [...](porque supuestamente) anula cualquier capacidadde los ciudadanos de resistirse o de apropiarse a sumanera de los mensajes de la publicidad global o dela televisión de Estados Unidos, y presume ademásque cualquier inquietud en materia de supervivenciacultural es fruto únicamente de la politica de las gran­des potencias; y no en la misma medida de la de lasnaciones-Estado contra las minorías étnicas dentrode sus propias fronteras.

JOHN H. DOWNING, 1996, pág. 223

Vivimos en un momento concebido popularmente, en palabras de EricHobsbawm, como «el triunfo global de Estados Unidos y su modo de vida»(1998, pág. 1). Desde una perspectiva muy distinta, Henry Kissinger llegahasta el punto de afirmar que «la globalización es en realidad otra palabrapara designar el papel dominante de Estados Unidos». Su empresa de con­sultada, Kissinger Associates, prevé que esta era asistirá al «triunfo de Esta­dos Unidos en la batalla de los flujos de información mundiales, dominando.las ondas igual que en otro tiempo Gran Bretaña controló los mares», cuan­do menos porque «los americanos no deben negar el hecho de que, de todaslas naciones en la historia del mundo, la suya es la más justa, la más tole­rante, la más dispuesta a reafirmarse constantemente y a mejorar, y el mejormodelo para el futuro» (Rothkopf, 1997, págs. 38, 47). El Wall Street Jour­nal se complace en hacerse eco a bombo y platillo de la proclamación de que«Estados Unidos ingresa en el siglo XXI en una posición de dominio sinparangón que supera todo lo experimentado en el xx [...] La ideología ame­ricana del libre mercado es hoy la ideología mundial; y las industrias de In­ternet y de biotecnología de la nación están siendo pioneras de las tecnolo­gías del mañana» (Murray, 1999). Por más penurias internas que haya enEstados Unidos (en el año 2000, el 74 % de los universitarios esperaban con­vertirse en millonarios, pero 44 millones de personas carecían de seguro mé­dico), ejerce una influencia internacional que supera el alcance de otros re­gímenes, una supremacía de la que son claves la potencia militar y la cultura

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popular. Además, la velocidad a la que se puede extender la cultura por todoel mundo se está acelerando. Mientras que la radio tuvo que esperar cuaren­ta años para llegar a 50 millones de hogares, la televisión sólo ha tardadotreinta, e Internet ha alcanzado esa cifra en cuatro años (OIT, 2000a). Con lacreciente homogeneización de la propiedad y el control y la rapidez con quese desarrollan las economías de escala, la capacidad para dominar el inter­cambio de ideas se ha intensificado, y el Hollywood global es crucial paraesta misión.

El origen del poder de Hollywood se remonta a mucho antes de la histo­ria del cine, hasta el complejo de comunicaciones culturales que ha venidosiendo un componente integral del intercambio capitalista desde finales delsiglo XIX. En la segunda mitad del siglo XX, los activistas en pro del tercermundo, los artistas, escritores y economistas políticamente críticos han lla­mado imperialismo cultural a este complejo. Hacia finales del siglo XX, es­tuvo en boga pensar en ese poder en términos de globalización, un términoexasperantemente eufemístico cargado de deseo, fantasía, miedo, atracción;y una imprecisión intelectual respecto de lo que se supone que describe (Jac­ka, 1992; 5, 2; Jameson, 2(00). «Hollywood» aparece en prácticamente to­das las descripciones de los efectos de la globalización -las de la derecha,las de la izquierda y las de la tercera vía- como un indicador flotante, unasuerte de humo que surge de los fuegos económicos de la exitosa cruzadaque Estados Unidos ha emprendido para convertir el mundo al capitalismo.Cuestionamos esta floja descripción de Hollywood en cuanto signo indica­tivo de la globalización económica porque no reconoce que los imperativosdel Hollywood global son cruciales para la economía política contemporá­nea, y que tanto la estimulan como son estimulados por ella. Lo que distin­gue a Hollywood de otras industrias en el presente estadio de la expansióncapitalista es su dominio sobre la nueva división internacional del trabajocultural.

Vamos a iniciar aquí la descripción que se seguirá en los siguientes ca­pítulos acerca de cómo Hollywood reproduce y regula la NICL mediante sucontrol sobre los mercados del trabajo cultural, la coproducción internacional,la propiedad intelectual, la mercadotecnia, la distribución y la exhibición.La atención que prestamos a las condiciones socio-espaciales que han hechoposible la NICL (y la resistencia ante ella) es una innovación respecto de laversión dominante de Hollywood, que las considera un mero efecto pantallade la «lógica universal de la modernidad» propia de la globalización. MikeFeatherstone y SCOtl Lash sostienen que dicha posición presume «medidasde abstracción sustanciales [...] [que] socavan y vacían [...] el sentido en lavida diaria». Nos resistimos a estos sesgos temporales y a su obsesión por loefímero de la cultura visual con la esperanza de contar una historia que sea

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«sensible a los distintos poderes potenciales de los distintos jugadores queparticipan en [...] las luchas globales» (Featherstone y Lash, 1995, pág. 3).Nuestro objetivo es incrementar el peso de las teorías existentes acerca delpoder del Hollywood global, y modificar el pensamiento actual sobre las po­líticas culturales, tanto las que lo hacen posible como las que se oponen.

El primer capitalismo era un depredador de la existencia de los Estados,y las culturas se solían organizar en tomo a otros puntos de afinidad, comola religión o la lengua. Las redes de información y de comercio conectabanel Pacífico, Asia, el Mediterráneo y África a lo largo del siglo xv. La escla­vitud, el militarismo y la tecnología del imperialismo europeo borraron esasrutas. Las comunicaciones intracontinentales se basaron en Europa comoconducto, y se siguieron nuevas ideologías, tales como la supremacía racialy la misión evangelizadora de la cristiandad (Harnelink, 1990, págs. 223­224). Las redes eurocéntricas hacían circular los supuestos de los evolucio­nistas sociales, no sólo en su narcisismo, sino también en su búsqueda deuna unanimidad que trabara el destino de la humanidad en direcciones y for­mas de desarrollo singulares. Este discurso capacitó a sus postulantes paraobservarse a sí mismos en un estadio temprano de maduración, investigan­do la vida en el hemisferio sur, y para supervisar y coordinar lo que allí ha­llaron, manteniendo una orientación hacia la uniformidad y optimización dela definición humana, la consecución y la organización (Axtmann, 1993,págs. 64-65).

La difusión cultural ha sido siempre internacional, pero la velocidad yprofundidad de sus procesos parece estar aumentando (Mann, 1993, pág.119). Por esta razón, tal vez, las teorías de la globalización ponen el espacioy la velocidad en el centro tanto de las preocupaciones analíticas como ern­presariales: la teoría social relaciona la comercialización crítica con las prác­ticas publicitarias en un alocado proceso parecido a la experiencia de con­templar el combate climático de una película de acción y aventura. EI,capitalse mueve a una gran velocidad, y prende en zonas y países de un rr;~d;;p;o­miscuo, y el modo en que se intercambian simultáneamente materialesygen­tes por todo elglobo esproñuidamente asi.tnétticoJSankowski, 1992, pág. 6;Rockwell, 1994, pág. Hl; Frow, 1992, págs. 14-15). Dicho de otra manera, eldominio militar del imperio sufrido por los nativos se experimenta hoy en día-<le modo más leve- en cuanto dominio corporativo por parte de los anti­guos colonizadores así como de los colonizados; la «americanizaciór» a laque Charles Baudelaire se refería como «una enorme jaula, un gran estable­cimiento de contabilidad» (citado en Grantham, 1998, pág. 60).

Cabe afirmar que las coordenadas para la compresión del espacio y eltiempo bajo la globalización contemporánea derivan de tres sucesos clave:el tratado de Tordesillas de 1494 y las conferencias de Washington y Berlín

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de 1884. El tratado de Tordesillas reconocía la emergencia del imperio, y elPapa medió en las rivalidades entre Portugal y España gracias a una bifur­cación del mundo: la primera conceptualización de la que tenemos constan­cia del globo como emplazamiento de conquista y explotación. La confe­rencia de Washington estableció Greenwich como el meridiano del tiempoy la cartografía, el mismo año de la división imperial de África en la confe­rencia de Berlín. Esos acontecimientos marcaron efectivamente el mundocomo emplazamiento de gobierno y comercio interconectado (Schaeffer,1997, págs. 2,7,10-11), Ycolocaron a Europa Occidental y Estados Unidosen el epicentro dominante.

El desarrollo irregular y desigual del capitalismo ha ido en paralelo conla violenta cartografía de Tordesillas, Washington y Berlín. La acumulaciónmercantilista y el imperialismo de 1500 a 1800 vinieron seguidos de la eraclásica del capital y su Revolución Industrial, basada en el uso de los recur­sos naturales para la manufactura del cobre, el acero y los carburantes. Eldesarrollo industrial del norte y el cambio agrario fueron simultáneos a laemigración europea a las Américas (por mencionar los flujos de población)y la división de África y Asia (que proporcionaban materias primas y manode obra fruto de la esclavitud) (Amin, 1997, pág. 1, x; Reich, 1999). La tec­nología del cine y la narrativa surgieron en tomo a la misma época, a medi­da que Estados Unidos inventaba y se apropiaba de una vasta selección demáquinas culturales: aeroplanos, la máquina de escribir, la luz eléctrica y elteléfono. Las convirtieron en la auténtica imagen del sueño o la pesadillamecánica, dependiendo del lugar en que se hallara uno (Grantham, 2000,pág. 13). También se dieron transformaciones en la política colonial: Esta­dos Unidos se apoderó de las Filipinas y Cuba, los poderes europeos ocupa­ron África y se aplastó la resistencia de los nativos americanos. Y, mientrasse pisoteaban los derechos de los pueblos indígenas, se sincronizaban la ex­portación comercial cultural y la autoridad soberana (y se llevaban a la pan­talla un abanico de historias genocidas). Entre 1870 Y1914 también tuvo lu­gar un cambio económico clave: la producción global mediática por año y elintercambio creció más del 3 por ciento; una cifra sin precedentes (Hirst,1997, pág. 411). No es sorprendente que Bahá'u'lIah acuñara el término«Nuevo Orden Mundial» en 1873 (citado en Calkins y Vézina, 1996, pág.311).' Como respuesta a esos desarrollos gubernamentales y empresariales,los socialistas europeos y estadounidenses, los sindicalistas y los anarquis­tas formaron amplias asociaciones internacionales de trabajadores (Herod,1997, pág. 167).

Hacia la Segunda Guerra Mundial, el comercio internacional se centró

1. George Bush padre tardó casi un siglo en captar la idea.

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en los capitales nacionales, controlados por las naciones-Estado, El períodode 1945 a 1973 supuso un «interregno entre la era de los poderes imperialesen competencia y el advenimiento de la economía global» (Teeple, 1995,pág. 57), a la vez que el régimen internacional que se siguió de la SegundaGuerra Mundial estaba basado en la hegemonía militar y diplomática de Es­tados Unidos articulada según las necesidades expansionistas de sus corpo­raciones, A medida que fueron creciendo otras economías, ocurrió otro tan­to con la independencia entre naciones, y entre las compañías dentro de lasnaciones, Después de 1950, el comercio mundial estaba bajo el dominio dela tríada Europa, Japón y Estados Unidos, «cada uno de ellos con su vastoterritorio de Estados satélites» (Jameson, 1996, pág. 2). Entre 1950 y 1973,el comercio total se incrementó casi un 10% anual, y la producción más deun 5 %, buena parte de ello en las naciones integrantes de la tríada (Hirst,1997, pág. 411). Mientras que las técnicas modernas de manufactura se ha­bían restringido en el siglo XtX a Europa y al nordeste de Estados Unidos,empezaron a proliferar por todo el mundo, a medida que se le fue robandoterritorio al intelecto aplicado y a la ciencia (Hindley, 1999; Reich, 1999).Políticamente, la Guerra Fría construyó un mundo polarizado en dos ideolo­gías totalitarias que combatieron por el control igual que habían hecho losimperios en los siglos anteriores. Dicha totalidad, que ocultaba otras dife­rencias, alentó la opinión de que el futuro iba a asistir al triunfo de uno delos polos (Bauman, 1998, pág. 58). Así, los expertos de nuestros días dellaissez-faire celebran el deceso del Estado; esa sensación de que la seguri­dad policial antisoviética de los Estados Unidos de la «contención- ha sidodesplazada por el «entretenimiento», ya que «la MTV ha llegado a lugaresen los que la CIA no podría haber penetrado jamás» (Gardels, 1998, pág. 21.Estados Unidos se ha convertido en un muy significativo exportador de ser­vicios tales como la cultura popular a los otros integrantes de la tríada. En1999, las cifras del sector privado de ventas de servicios a Europa Occiden­tal ascendieron a 85 mil millones de dólares y las que se realizaron en el Ja­pón a 30 mil millones (Oficina de Representantes de Comercio de EstadosUnidos,200Ic).

El trasfondo de esta división tripartita es efectivamente complejo, y noera necesario hacerlo del modo en que se hizo. A partir de 1945, los gobier­nos establecidos y emergentes formularon dos promesas históricas: garanti­zar (a) el bienestar económico de los ciudadanos y (b) su soberanía política.A finales de la Segunda Guerra Mundial, la promesa del bienestar económi­co parecía localmente operativa, gracias a una gestión de los recursos y lademanda por parte del Estado y la creación de industrias que sustituyeran lasimportaciones con productos de producción nacional. La promesa de la so­beranía política requería una acción internacional concertada para conven-

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cer a los poderes coloniales (principalmente Gran Bretaña, Holanda, Bélgi­ca, Francia y Portugal) de que debían concederles el derecho a la autodeter­minación mediante el nacionalismo a las mismas las gentes a las que habíanesclavizado. Esta última se convirtió en una poderosa ideología de movili­zación política en cuanto supuesta precursora de la liberación. Cuando la se­gunda promesa fue un hecho, los gobiernos poscoloniales resultantes secomprometieron a cumplir con la primera. La mayoría siguieron una indus­trialización sustituta de las importaciones (lSI), las más de las veces a travésde empresas estatales o en la estela de corporaciones multinacionales (MNC)que establecían una presencia local. Sin embargo, los Estados del tercermundo sufrieron un subdesarrollo dependiente y fueron incapaces de crecereconómicamente. Su poscolonialidad política formal muy raramente se con­virtió en económica, aparte de algunos Estados asiáticos que siguieron unaindustrialización orientada hacia la exportación (EOl) y una expansión ba­sada en los servicios. La ISI de los años cincuenta y sesenta vio crecer susproblemas y se fue desmantelando a partir de la década de los setenta y has­ta nuestros días, una tendencia que aumentó en velocidad y en espectro conla erosión del socialismo de Estado.

Con las crisis de los años setenta, incluso aquellos Estados occidentalesque contaban con una bourgeoisie con la suficiente formación de capitalcomo para permitir un sistema de bienestar basado en la estagflación soca­varon su capacidad de dar cobertura de empleo contra la inflación. Conoce­mos las consecuencias: «El espacio de gestión económica de la acumulacióndel capital [ya no] coincidía con el de sus dimensiones políticas y sociales»(Amín, 1997, pág. xi). Hoy en día, se supone que los gobiernos tienen quecumplir con las dos promesas ante sus votantes mediante una creciente so­beranía formal y el control de los mercados financieros, pero la ortodoxianeoclásica y las prioridades empresariales requieren la liberalización de losmercados internacionales del capital. La conclusión de todo ello es lo queThe Economist da en llamar una «trinidad imposible» «<Global Finance»,1999, pág. 4, Survey Global Finance).

En suma, hace mucho tiempo que el intercambio global funciona entrenosotros. No obstante, desde la década de los setenta, las decisiones financie­ras y gerenciales que se toman en una parte del mundo tienen efectos real­mente rápidos en las otras partes. Los nuevos mercados de divisas internacio­nales se expandieron en ese momento coincidiendo con el declive de un tipode cambio fijo, y combinaron los sistemas regulados con instituciones finan­cieras de prácticas piratas que cruzaban fronteras. La especulación obtuvomayores recompensas que la producción, a medida que el comercio de valo­res y deudas sobrepasaba los beneficios de vender coches o construir casas.La circulación mundial del dinero creó las condiciones para imponer contro-

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les internacionales que determinaran los méritos de un país para la obtenciónde créditos. En el ámbito político, eso puso fin a la ISI y a la verdadera legiti­mación de las economías nacionales, que fueron suplantadas por EOI y laidea de una economía internacional. Dado que las inversiones productivaseran menos provechosas que las financieras y que las compañías racionali­zaban la producción, los mundos de la mercadotecnia, el trabajo y la admi­nistración fueron concebidos de nuevo a escala internacional, y los servi­cios, especialmente el entretenimiento, Se convirtieron en una categoríacrucial. Estados Unidos Se ha convertido en un comerciante extraordinario;hasta llegar a la cifra de 3.400 millones de dólares en el año 2000, un 15 %más de exportaciones que el año anterior. La expansión anual en comercioentre 1970 y el 2000 tenía una media del 11,4 %, comparada con el 7,8 % decrecimiento anual en Producto Nacional Bruto (PNB). Estados Unidos tiene86 millones de puestos de trabajo en el sector privado de los servicios. Creaun dólar de cada siete del total de producción mundial y exportaron 295.000millones en el año 2000, produciendo 80.000 millones de dólares de exce­dente en la balanza de pagos de la industria de servicios (Oficina de Repre­sentantes de Comercio de Estados Unidos, 200la, págs. 1,10,15). El bancocomercial para la industria mediática Veronis Suhler (2000) afirma que el delas comunicaciones ha sido el componente de crecimiento más rápido de laeconomía estadounidense en los cinco años anteriores a 1999 y que seguiríasiendo así hasta 2004.

De este modo, el requerimiento de abandonar la ISI en favor de la EOI

Importancia crecientedel eomen:ioen la ncuperación de EstadosUnidosTotal de las importaciones y exportaciones comoporcentaje del valordel US GDP

35-.-------------------,

~ 30

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'"::>..~ 20.~

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\0 -f-=-¡--+--t---+-+---+-+--i--+--11970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

-- Bienes y servicios y pagos y beneficios sobre las inversiones

- - - Bienes y servicios solamente

Figura 7. Fuente: Oficina de Representantes de Comercio de Estados Unidos, 2001.

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ha favorecido claramente a Estados Unidos. Sin embargo, cabe repetirlo, elcorolario de un mercado abierto es que los gohiernos nacionales no puedengarantizar el bienestar económico de sus ciudadanos. La capacidad crediti­cia del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FM1) ha for­zado un viraje a partir del aprovisionamiento local de necesidades básicas.Ha cambiado la dirección de las inversiones públicas hacia sectores supues­tamente dotados de una ventaja comparativa. En el ámbito de la pantalla,eso significa que «si tus trabajadores culturales ya no están haciendo pelícu­las rentables, no las hagas o serás castigado». Así, la globalización no supo­ne el fin de las desigualdades centro-periferia, la competencia entre Estadoso la toma de decisiones en términos de macroeconomía de las corporacio­nes; sólo recorta la capacidades del sistema estatal para controlar dichastransacciones, y relega la responsabilidad de la protección y el bienestar dela fuerza de trabajo a entidades corporativas multinacionales y a institucio­nes financieras (McMichael, 1996, págs. 27-29; Marshall, 1996; Connelly,1996, págs. 12-13; Wallerstein, 1989, págs. 10-11). En la siguiente sección,examinaremos los corolarios de la micropantalla a la luz de estos aconteci­mientos macrohistóricos.

Servicio de exportaciones de Estados Unidos

1997 1998 1999 2000' 99-00' 90-00'

Exportaciones: Miles de millones Cambioded6/ares porcentual

Total (sobre la basede la balanzade pagos) 257,2 262,7 271,9 295,0 8,5 99,5Viaje 73,4 71,3 74,9 84,8 13,3 97,2Pasajes 20,9 20,1 19,8 21,3 7,9 39,5Otros transportes 27,0 25,6 27,0 29,9 10,7 36,0Roya/ties y costesde licitación 33,6 36,2 36,5 37,7 3,3 120,3

Otros servicios privados 84,5 90,9 96,5 106,0 9,8 163,0Transferencias contractuales de ven-

tas militares de Estados Unidos 16,8 17,6 16,3 14,5 -11,5 49,1Serviciosvarios del Gobiernode Estados Unidos 1,0 0,9 0,9 0,8 -4,2 21,1

* Actualizado con los datos de enero-noviembre de 2000.

Figura 8. Fuente: Oficinade Representantes de Comerciode Estados Unidos,2001.

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Historia de Hollywood

Cuando Saddam Hussein escogió la globalmenteconocida «My Way» de Frank Sinatra como la canciónde la fiesta de su 54 aniversario, no fue como conse­cuencia de la presión imperialista americana.

MICHAEL EISNER, citado en Costa-Gavrasy otros, 1995,pág. 10

Al abordar el conflictivo relato resultante de una perspectiva hist6ricaacerca del capitalismo, nos encontramos con que el balance del comerciotextual no siempre ha sido como en la actualidad: Francia lleg6 a vender unadocena de películas a la semana a Estados Unidos a principios del siglo xx,y en 19l4la mayoría de las películas y buena parte de la tecnología de pro­ducci6n de películas de Norteamérica eran importadas, mientras que Italia yFrancia dominaban la exhibición en Latinoamérica. Por otra parte, la pro­ductora cinematográfica estadounidense Vitagraph producía dos negativospara cada bobina en 1907, uno para uso europeo y otro para uso nacional.Hacia 1909, las compañías norteamericanas podían contar con el mercadolocal para recuperar los costes, y adaptaban sus precios para la exportaciónpara competir en otros mercados. Las batallas legales por las patentes de cá­mara cinematográfica en Estados Unidos durante los primeros años del siglopasado, que fueron monopolio de The Edison Company y de su patentadacámara Biograph,amenazaron la distribución de películas extranjeras en Es­tados Unidos a menos que las compañías no nacionales cedieran ante la re­cién formada Motion Picture Patents Company (MPPC). Hasta que sucum.­bi6 a la legislaci6n anti-fideicomiso de Estados Unidos a principios de lasegunda década del siglo xx, el cartel de la MPPC autoriz6 tecnología cine­matográfica a los productores y proyectores a los exhibidores, La compañíapermiti6 que se autorizaran a unos pocos productores extranjeros. En apa­riencia, parecía que el cartel había sido creado con el fin de disuadir a losadvenedizos a la tecnología cinematográfica (firm6 un acuerdo exclusivocon Eastrnan Kodak para que s6lo vendiera material virgen a los autorizadosde bona fide). En realidad, la MPPC pretendía contener el flujo de importa­ci6n de películas extranjeras que dominaba las pantallas americanas en laprimera década de 1900 (Bowser, 1990, págs. 21-36). A esa tendencia hacialo que Richard Abel (1999) llama, citando a Baudelaire, la «americaniza­cións del mercado nacional, contribuyó la codificación legal de las pelícu­las en cuanto propiedad intelectual y las misteriosas confiscaciones deequipos franceses en las aduanas estadounidenses (Grantham, 2000, pág.44). Desde entonces, la industria cinematográfica de Estados Unidos ha

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prosperado internacionalmente porque ha comprendido que la protección dela propiedad intelectual forma parte de la infraestructura que une a las com­pañías que, de otro modo, entrarían en competencia, y porque ha sido un sir­viente diligente del Estado. Hacia 1990, Estados Unidos suministraba alre­dedor del 80% de la producción cinematográfica mundial (Olson, 1999,pág. 60).

Entre 1915 y 1916, las exportaciones de Estados Unidos ascendieron delos 10,973 millones de metro de película a los 48,463 millones, mientras quelas importaciones bajaron de 4,877 millones antes de la primera guerra mun­dial a los 2,134 millones a mediados de los años veinte. Coincidiendo con laaparición de los largometrajes, Hollywood empezó a vender a Asia y a Lati­noamérica, barriendo prácticamente la producción brasileña, por ejemplo,al comprar a sus distribuidores locales. El Departamento de Estado inauguróuna sección dedicada a la cinematografía en 1916. En 1918, el Congreso apro­bó la Ley Webb-Pomerene, que permitía fideicomisos en el exterior que eranilegales en el interior de la nación. Ello autorizó un cartel de distribución in­ternacional durante los siguientes cuarenta años. Los precios de exportación ylos términos comerciales se determinaban centralmente en la Motion PictureExport Association (MPEA), que también controlaba el sistema de licitacióna ciegas y el de reservas en bloque. Desde 1919, los ingresos del extranjero en­traron a formar parte de los presupuestos de Hollywood. En 1920, los princi­pales receptores de las exportaciones de Hollywood eran Gran Bretaña, Aus­tralia, Argentina y Brasil, y el Gobierno Federal institucionalizó agregadoscomerciales en sus embajadas. Era muy propio de las retóricamente no inter­vencionistas administraciones republicanas del momento recunir a las finan­zas de Estados Unidos, a la cinematografía y a la industria para conseguir susobjetivos políticos. Hacia 1930, las ventas en el extranjero proporcionaban en­tre un tercio y la mitad de los ingresos de la industria cinematográfica. Cuan­do se estandarizó el sonido, a los espectadores de habla no inglesa los corteja­ron con los musicales, los estudios abrieron sucursales en los países clave ycrearon versiones de Jos éxitos nacionales en lenguas extranjeras. La industriatambién consiguió la integración horizontal al vincular la venta de radios ygrabaciones con las películas musicales: la música de Estados Unidos ha sidoa menudo precursora de los filmes norteamericanos. En 1939, el Departamen­to de Comercio estimó que Hollywood suministraba el 65 % de las películasque se exhibían en todo el mundo (Balio, 1993, págs. 32-33; Grantham, 2000,pág. 53; De Grazia, 1989, pág. 57; Bjork, 2000; O'Regan, 1992, pág. 313; Lit­man, 1998, pág. 91; Ulff-Moller, 1999, págs. 182-183; Hoskins y otros, 1997,págs. 46-47; King, 1990, págs. 10,22; Shohat y Stam, 1994, pág. 28; Armes,1987, pág. 48; Tunstall, 1981, págs. 175,91; Harley, 1940, pág. 21).

Naturalmente, parte de ese éxito era debido al atractivo textual. En lahttp://www.esnips.com/web/Moviola

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Italia de la década de los veinte y treinta, por ejemplo, Hollywood proyectóuna modernidad fabulosa que fascinó a Mussolini. La belleza, la juventud yla riqueza emergían bajo el signo de la diversión. La mercadotecnia localexageraba los extraordinarios placeres de ese mundo, y sus diferencias conla vida tradicional italiana. Asimismo, la industria local quedaba refrenadapor el crecimiento de la distribución de propiedad estadounidense, los nue­vos impuestos gubernamentales y la dependencia de la importación de latecnología de Hollywood (Hay, 1987, págs. 66-71). Además, las dos guerrasmundiales complicaron cualquier idea de transparencia narrativa, sofistica­ción gerencial o preferencias de los consumidores globales que explicaran eldominio americano. Los conflictos de 1914-1918 y de 1939-1945 provoca­ron que las producciones nacionales de los distintos países europeos se ra­lentizaran o quedaran canceladas. Había todo un abanico de existencias delinventario norteamericano que estaban a la espera de sus espectadores (enlos cuatros años siguientes a 1945, se enviaron 2.000 largometrajes a Italia)mientras el desarrollo de la industria naviera de Estados Unidos mejoraba lainfraestructura de los transportes. La MPEA se refería a sí misma como al«Pequeño Departamento de Estado» en los años cuarenta, tan isomorfoseran sus métodos y su ideología con los criterios y la política de EstadosUnidos. También fue la era en que el Código de Producción autorreguladorde la industria adjuntó a su extravagante letanía de ansiedades sexuales unrequisito del «otro» Departamento de Estado: vender el modo de vida ame­ricano a todo el mundo. El productor Walter Wanger (1950) anunció a bom­bo y platillo la combinación de lo que dio en llamar «el Pato Donald y la di­plomacia» en calidad de «Plan Marshall para las ideas [...] una verdaderaAtenas de celuloide» (444), que significaba que el Estado necesitaba más aHollywood «que a la bomba H» (446). El compulsivo desmantelamiento delas instituciones cinematográficas del Estado entre los poderes del eje redun­dó en provecho de los planes de Hollywood basados en programas políticosantifascistas y anticomunistas que aseguraban que los regímenes derrotadosabandonaran la legislación proteccionista en materia cinematográfica yaceptaran el grueso de la producción hollywoodiense que se habían perdidodurante esos años. No obstante, y pese a toda su retórica acerca de la puracompetencia, el Gobierno de Estados Unidos había dedicado recursos masi­vos a generar y sostener su «sector privado» en la industria cinematográfica eninterés de la ideología y el dinero.

Mientras tanto, con los beneficios amenazados en casa con las leyes an­timonopolio y el advenimiento de la televisión, el mercado mundial cobróuna gran importancia para Hollywood durante los años cincuenta. La inte­gración vertical mediante la propiedad de la producción, la distribución y laexhibición podían haberse declarado ilegales en el mercado nacional, pero

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no a escala global. Gran Bretaña y Latinoamérica fueron los importadoresmás lucrativos de Hollywood hasta los años setenta. En ambos casos, el re­troceso económico y el hecho de no haber invertido en nuevas salas dismi­nuyeron la asistencia. Como consecuencia, Hollywood se inclinó por nue­vas formas de explotación comercial interna (como, durante la década de lossetenta, el «descubrimiento» del público afroamericano y la emergencia dela blaxplotation). Tras la recapitalización y la adquisición de los estudiospor parte de multinacionales que podían repartir el riesgo entre distintas ac­tividades empresariales -desde la extracción de minerales a las inmobilia­rias- se desarrollaron estrategias para hacerse con el público mundial. Elgobierno y la industria de Estados Unidos crearon nuevos carteles para ven­der las películas en todas partes, y se establecieron agencias especiales parael África anglófona y francófona. La American Motion Picture Export Com­pany of Africa de Hollywood, por ejemplo, controló las salas de cine de lasantiguas colonias británicas a partir de los años sesenta, cuando en el conti­nente se proyectaban alrededor de 350 películas al año, tal vez la mitad deellas americanas (Armes, 1987, pág. 49; Mattelart, 1979, págs. 194-208; Dia­wara, 1992, pág. 106; Balio, 1998 a, pág. 61; Ukadike, 1994, pág. 63; Sama,1996, pág. 150).

En fecha tan temprana como 1912,Ios exportadores de Hollywood co­braron conciencia de que allá donde viajaban sus películas, se creaba de­manda de otros productos estadounidenses. En la década de los veinte, el se­cretario de comercio Herbert Hoover elogió la industria por presentar «ideasintelectuales e ideales nacionales», por sus ingresos por comercio y «encuanto poderosa influencia en bien de los productos americanos». Su apoyoa las ayudas estatales a las industrias que se proponían exportar resultó sercrucial. El por aquel entonces jefe de la MPAA, Will Hays, que trabajaba enestrecha colaboración con Hoover para garantizar que los estudios operarancomo cartel de distribución en ultramar que tratara con los recalcitrantes po­deres extranjeros, le dijo a la agencia de publicidad de J. Walter Thompsonen 1930 que «cada metro de película americana vende manufactura ameri­cana por valor de un dólar en algún lugar del mundo». Hacia finales de la dé­cada de los treinta, las historias de mercadotecnia heroica por la vinculacióndel cine y las ventas eran legión, como las del nuevo mercado javanés paramáquinas de coser americanas como consecuencia de una proyección enque aparecían las condiciones de las fábricas americanas, el estilo de vidahollywoodiense y la preferencia de los brasileños por los bungalows que re­medaban la lujosa vida de Los Ángeles. Wanger incluso se manifestó en­cantado ante la huelga de los estenógrafos parisinos en protesta por la dife­rencia que existía entre sus condiciones de trabajo y las de los oficinistas quehabían observado en las películas americanas, el impacto de lo que él dio en

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llamar <<l20.000 embajadores americanos» (en referencia alnúmero de co­pias exportadas anualmente). La capacidad de Estados Unidos para la pro­ducción en masa y para la mercadotecnia transformó los valores. Por unaparte, porque requería una disciplina intensa y productiva; por la otra, por supromesa de trascendencia a través de un consumo de productos de placerigualmente intenso. Esas conexiones quedan resumidas en dos famosas es­cenas en las que participó Clark Gable. En la década de los treinta, una de­legación de hombres de negocios argentinos protestó ante la embajada deEstados Unidos por Sucedió una noche (It Happened One Night, F. Capra,1934), porque en una escena aparecía Clark Gable quitándose la camisa y nollevaba camiseta debajo. Supuestamente, eso creó excedente de ropa interioren sus inventarios, ¡de la noche a la mañana! Un cuarto de siglo después,Capri (It Started in Naples, M. Shalveson, 1960) presentaba a Gable ense­ñándole cómo comerse una hamburguesa a un chico del país, lo que creóuna controversia pública acerca de si suponía una amenaza para la cocinamediterránea. Al cabo de treinta años, la labor consistente en vincular deter­minados productos con el estreno de películas se completó con otro tipo deenviado, cuando Disney acompañó la presentación de Pocahontas (Poca­hontas, M. Gabriel y E. Goldberg, 1995) con el nuevo «McChief Burgers deMcDonalds; el primer fruto de su acuerdo para un período de diez años enmateria de promoción cruzada en 109 países (Hays, 1931, pág. 15; Hoover,citado en Bjork, 2000 y Grantham, 2000, pág. 53; Grantham, 1998, pág. 62;Wanger, 1939, pág. 50, 45; King, 1990, pág. 32; Sardar, 1998, pág. 26; Mc­Chesney, 1999, pág. 108).

La política de las imágenes de Hollywood ha suscitado reacciones críti­cas procedentes de distintos espectros. Aunque las inquietudes relativas.alos estereotipos generados por la pantalla se suelen identificar con la sensi­bilidad liberal contemporánea, en realidad han constituido también unapreocupación largo tiempo expresada por los conservadores. A partir de ladécada de los veinte, Hollywood supervisó el grado en que las representa­ciones afectaban a los espectadores. México decretó embargos sobre la im­portación de películas debido a esta cuestión en 1922, y otros países latino­americanos se sumaron a su decisión, así como Canadá, Francia y España(De Los Reyes, 1996, págs. 29-31). También son de esa década las quejasoficiales de Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y España por los des­precios culturales de que eran objeto (Vasey, 1992, págs. 618, 620-621, 624,627, 631). (Aún en la actualidad, Tailandia prohíbe las torpes representacio­nes que Hollywood hace de su monarquía [«Tailandia», 1999].) En 1926, elGabinete Ministerial Británico emitió un documento destinado a sus partici­pantes en la Conferencia Económica Imperial advirtiéndoles de los peligrosimplícitos en el hecho de que «una proporción tan elevada de las películas

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que se exhibían a lo largo del Imperio presentaran modos de vida y formasde conducta que no eran típicamente británicas». Al año siguiente, el perió­dico Daily Express expresaba su preocupación ante el hecho de que laexposición de los jóvenes británicos a los productos de entretenimiento deEstados Unidos los estaba convirtiendo en «ciudadanos americanos tempo­rales» (citado en De Grazia, 1989, pág. 53). La Oficina de Clasificación Ci­nematográfica Británica insistía en que las películas de Hollywood estrena­das en las posesiones imperiales debían seguir la norma de que «loshombres blancos no aparecieran en un estado de degradación en un entornonativo» (citado en Barker, 1993, pág. 11). La lista de «lo que no había quehacer y aquello con lo que había que ser cuidadoso» en la industria de 1927instruía a los productores acerca del imperativo de «evitar la descripción dela religión, la historia, las instituciones, sus notables y la ciudadanía bajouna luz desfavorable» y se contrataba a extranjeros para que vetaran las pro­ducciones potencialmente ofensivas. Los británicos insistían en la no repre­sentatividad de Cristo, por lo que estuvo ausente en Los últimos días dePompeya (The Last Days of Pompeii, E. B. Shoedsack, 1935), mientras queSamuel Goldwyn lamentaba que «el único malvado que nos atrevemos amostrar en la actualidad [19361 es un blanco americano» (citado en Harley,1940, pág. 23) YSiegfried Kracauer (1949, pág. 56) sostenía que la industriavivía permanentemente en el temor de arriesgar sus ingresos en ultramar porculpa de una representación engañosa. Por otra parte, en los años cuarenta seamenazó a los japoneses con utilizar el estereotipo narrativo de presentarloscomo criminales si no permitían el acceso de los filmes de Hollywood a suspantallas. La España de Franco abrazó con entusiasmo el sesgo procapita­lista de Hollywood a la vez que abjuraba de sus películas proobreristas, an­tifascistas y libertarias. Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath, J. Ford,1940), Ser o no ser (To Be or Not lo Be, E. Lubitsch, 1942), El gran dicta­dor (The Great Dictator, C. Chaplin, 1940), Con faldas y a lo loco (SorneLike 11 Hot, B. Wilder, 1959) y ¡Qué verde era mi valle! (How Green WasMy Valley, J. Ford, 1941) se consideraban peligrosas y algunas de ellas ni si­quiera pudieron verse antes de la muerte de Franco en 1975, mientras que elpasado como miembro de las Brigadas Internacionales de Orson Welles fueeliminado de La dama de Shanghai (The Lady ofShanghai, O. Welles, 1948)(Wanger, 1950, pág. 445; Bosch y Del Rincón, 2000, págs. 108-109, 111).

El poder de Hollywood desencadenó respuestas tanto por parte de la de­recha como de la izquierda. Los progresistas europeos admiraban a EstadosUnidos por su modernidad secular, su igualitarismo y su capacidad de cam­bio, pese a que lamentaban su racismo, su capitalismo monopolista y la ex­plotación de clase y sus corolarios acerca de la cámara. La derecha se sentíainquieta ante las cualidades mestizas de las contribuciones afroamericanas y

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judías a la cultura popular (Wagnleitner y May, 2000, págs. 5-6). Tras la Se­gunda Guerra Mundial, la reacción generalizada contra los discursos de mo­dernización subrayó el papel de los medios de comunicación capitalistas encuanto componentes cruciales en la formación de las mercancías, la cultu­ra de masas y la organización económica y política del tercer mundo. Entrelos ejemplos se incluían la exportación de los productos y la infraestructuranorteamericana en materia cinematográfica, así como el dominio americanode la tecnología internacional de comunicaciones (Nigeria, por ejemplo,creó un primer vínculo con la televisión estadounidense a través de la com­pra de equipos, que conllevaba la venta de programas, géneros y formatos[Owens-Ibie, 2000, pág. 133]). Los críticos afirmaron que la retórica del de­sarrollo mediante el mercantilismo era la responsable de la deceleración delcrecimiento económico y la privación de los derechos de la cultura local,con la emergencia de clases dirigentes en las naciones dependientes que úni­camente ejercían su poder a costa de confiar en el capital y la ideología ex­tranjeros. En Berlín Occidente (A Foreign Affair, B. Wilder, 1948), un con­gresista estadounidense se refiere al apoyo económico que se prestó aEuropa en la posguerra en los siguientes términos: «Si les das comida, es de­mocracia. Si dejas las etiquetas pegadas, es imperialismo». Tenía razón, ylas quejas se iban a hacer oír con voz aún más alta.

Imperialismo cultural

América no sólo está interesada en exportar suspelículas. También está interesada en exportar ~u

modo de vida.

GILLES JACOB, director del Festival de Cine deCannes, citado en «Culture Wars», 1998

Estados Unidos constituyó un temprano exponente moderno del senti-'miento imperialista anticultural, constructor de una nación. Herman Melvi­lle expresó su firme oposición a la devoción indiscutible que el establish­ment literario norteamericano de principios a mediados del siglo XIX

expresaba ante todo lo inglés, especialmente Shakespeare. Melville cuestio­naba la compatibilidad de esa cultura importada, eurocéntricamente servil,con los esfuerzos por «llevar el republicanismo a la literatura». Pese a lo cual,su propia obra es un tropo de Shakespeare (Newcornb, 1996, pág. 94). Amediados del siglo XIX, cuando se estaban negociando los primeros tratadosinternacionales sobre copyright en el continente europeo, Estados Unidos senegó a proteger las obras literarias extranjeras; una actitud beligerante que

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hoy en día se denunciaría como práctica pirata. En cuanto importador netode libros que pretendían desarrollar un patrimonio literario nacional--una «literatura americanas-s-, Washington no estaba interesado en exten­der su protección a las obras extranjeras que fueran susceptibles de perjudi­car los beneficios de sus propios impresores, editores y autores. Es estacombinación de agradecimiento y ressentiment lo que caracteriza la relaciónde las culturas de importación y las de exportación, en la que el gusto y ladominación versus la elección de mercado y el control cultural constituyenantinomias torpes. También caracteriza la relación dependiente del desarro­llo, una lección que Estados Unidos aprendió rápidamente y utilizó para ha­cer a los demás lo que les habían hecho a ellos.

No obstante, Estados Unidos había alcanzado un dominio internacionalpolítico-económico hacia finales de la Segunda Guerra Mundial. La consi­guiente exportación de modernización ignoró el modo en que se había defi­nido la verdadera vida de lo moderno en la experiencia colonial e interna­cional, tanto distinguiendo la metrópoli de la periferia como importandoideas, modas y personas de vuelta al centro. En los años cincuenta, la mo­dernidad fue designada como una compleja imbricación de desarrollo in­dustrial, económico, social, cultural y político, hacia el que avanzaban pro­gresivamente todos los pueblos del mundo. Los descubridores y garantes deeste discurso fueron los científicos, políticos y economistas del primer mun­do, la mayoría de ellos asociados a las universidades, los institutos de in­vestigación, las formaciones y corporaciones de Estados Unidos o a las or­ganizaciones internacionales. Entre las premisas de esta modernidad secontaban el sentimiento de camaradería nacionalista y la soberanía indivi­dual y estatal como hábitos de pensamiento. El ruego diario apelaba a un«individuo moderno» que no cayera en la tentación del marxismo-leninis­mo. El desarrollo precisaba del desplazamiento de las «normas particu1aris­taso> de la tradición mediante mezclas «más universalistas» de lo moderno,como parte de la creación de una sociedad «orientada hacia el éxito» (Pye,1965, pág. 19). La lograda importación de tecnologías mediáticas y de for­mas de comunicación por parte de Estados Unidos fue pregonada comocomponente crítico en esta figura replicante, a medida que se formó a lossectores de élite de la sociedad para que fueran ejemplares y líderes para unapoblación más amplia que se consideraba atascada en formas de pensa­miento atrasadas y folclóricas y carentes de la confianza en las organizacio­nes internacionales que se requería para la modernización.

La teoría del imperialismo cultural desafiaba comprehensivamente estemodelo solipsista e inviable. Aparte del narcisismo no reconstruido del pue­blo llano, sus preceptos rechazaban la división del trabajo internacionalexistente y el éxito de los poderes imperiales y comerciales al anexionar Es-

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tados y/o sus fuerzas laborales. Pese a que los teóricos de la difusión y otrosesgrimieron modelos de neomodernización que eran más localmente sensi­bles a los conflictos en torno a la riqueza, la influencia y el estatus, no estu­vieron a la altura de las teorías críticas del desarrollo dependiente, el subde­sarrollo, el intercambio desigual, la historia de los sistemas mundiales, lasrelaciones centro-periferia y el imperialismo cultural y de los medios de co­municación. Dichas críticas radicales a la modernización capitalista com­partían la opinión de que la transferencia de la tecnología, la política y laeconomía se había hecho inalcanzable, dado que la emergencia de las mul­tinacionales corporativas unió a negocios y gobierno en la regulación de losmercados de mano de obra barata, la producción de nuevos consumidores yla garantía de regímenes flexibles (Reeves, 1993, págs. 24-25, 30). El desa­rrollo de las tesis del imperialismo cultural durante IQs años sesenta argu­mentó que Estados Unidos, en cuanto líder de las exportaciones mundialespara pantalla, estaba transfiriendo su sistema de valores dominantes a losdemás, con la correspondiente disminución de la vitalidad y la posición delas lenguas y las tradiciones locales que amenazaba la identidad nacional.

Las últimas décadas de la hegemonía cultural de Estados Unidos hansido atribuidas al control de las agencias de noticias, la publicidad, los estu­dios de mercado y de la opinión pública, el comercio de pantalla, la tecno­logía, la propaganda, las telecomunicaciones y la seguridad (Primo, 1999,pág. 183). Inevitablemente, ha habido reacciones. La implicación de Esta­dos Unidos en las guerras acaecidas en el Sudeste Asiático durante los se­senta conllevó críticas por sus intervenciones militares contra las luchas deliberación nacional. Dichas críticas se dirigieron cada vez más a señalar losvínculos entre los complejos industriales militares y de comunicaciones ylos modos en que las corporaciones multinacionales en materia de comuni­caciones y cultura inspiraban una política exterior y una estrategia militar ypermitían una mayor expansión de dichas multinacionales, que considera­ban que tenían una influencia y un poder considerables. No eran ésas preo­cupaciones relativas únicamente al tercer mundo. En la Mondiacult 1982, laconferencia sobre producción cultural que se celebró en México D. F., el mi­nistro de cultura francés Jack Lang hizo la siguiente observación:

Esperamos que esta conferencia nos brinde la ocasión para que los pue­blos, a través de sus gobiernos, hagan un llamamientoen favor de una resis­tenciacultural genuina, unaverdadera cruzada contra esta dominación, con­tra-llamemos a las cosas por su nombre- este imperialismo financiero eintelectual.

(Citadoen Mallelart y otros, 1988, págs. 19-20)

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Pese a que las connotaciones izquierdistas de esta retórica no fueron uni­versalmente bien recibidas, su fervor moral resonó amplia e intensamente, ysu eco se hace sentir en la actualidad en los países de Europa Occidental.La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático elaboró una declaracióndurante la década de los noventa en la que apelaba a «una respuesta unidaante el fenómeno de la globalización cultural con el fin de proteger y hacerprogresar los entrañables valores asiáticos y sus tradiciones que están ame­nazados por la proliferación de los contenidos mediáticos occidentales» (ci­tado en Chadha y Kavoori, 2000, pág. 417). Esos Estados están atrapadosentre el deseo de controlar las representaciones y las lenguas a partir de cri­terios religiosos y raciales y sus compromisos financieros con el intemacio­nalismo (Hamilton, 1992, págs. 82-85, 90; Fitzpatrick, 1993, pág. 22).

A partir de este complejo telón de fondo, los estudios más notables pro­cedentes de las observaciones de la crítica del imperialismo cultural se hancentrado en el control que Estados Unidos ejerce sobre los medios de co­municación mundiales, el papel de las agencias de prensa intemacionales, elflujo de los programas de televisión, los valores locales frente a los corpora­tivos, la exportación de los productos norteamericanos para pantalla y de lossistemas de distribución, y el dominio norteamericano de la tecnología in­temacional de comunicaciones y de su infraestructura. Otra de las principa­les áreas de trabajo ha deconstruido la retórica del desarrollo por medio delmercantilismo, especialmente en el sect?r de la publicidad, que se creó paradesalentar el asentamiento de recursos para la industrialización (Reeves,1993, págs. 30-35; Roach, 1997, pág. 47; Mowlana, 1993).

Durante la década de los sesenta y los setenta, el discurso del imperialis­mo cultural halló una voz en el Movimiento de No Alineados y en la UNESCO(una ironía, dado la dura lucha que Estados Unidos había librado tras la Se­gunda Guerra Mundial para que la Organización intensificara el impacto delos medios de comunicación de masas y los flujos de información [Sewell,1974, págs. 142-143]). En la década de los setenta, la UNESCO fue presididapor el francés lean Maheu y el senegalés Amadou Mahtar M'Bow, quienescrearon la Comisión MacBride para investigar los problemas culturales y decomunicación ocasionados por los flujos Norte-Sur y el poder. En la mismaépoca, los países del tercer mundo presionaron por la creación de un NuevoOrden Internacional de la Información, el NWICO, que se hizo eco de lasapelaciones a un Nuevo Orden Económico Mundial y de la revisión de undiálogo Norte-Sur. La Comisión MacBride señaló en 1980 la necesidad deuna distribución igualitaria del espectro electrónico, la reducción de los cos­tes postales para los textos internacionales, la protección ante el cruce de lasfronteras de los satélites e insistió en el papel de los medios de comunica­ción en cuanto herramientas del desarrollo y de la democracia, y no del co-

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mercio. Siguen celebrándose mesas redondas anuales acerc~ del legado dela Comisión MacBride, pero la insistencia por parte de Estados Unidos en elparadigma del libre flujo fue una exitosa respuesta a las estrategias y las pe­ticiones del NWICO (Mattelart y Mattelart, 1998, págs. 94-97; Roach, 1997,pág. 48; Mowlana, 1993, pág. 61)). La UNESCO ha dejado de ser el empla­zamiento crítico para el debate del NWICO. Tanto Estados Unidos comoGran Bretaña retiraron la financiación y el apoyo a la UNESCO en 1985 conel argumento de que estaba ilegítimamente politizada, extremo supuesta­mente evidenciado a partir de su denuncia del racismo sionisla y de su apo­yo a la intervención estatal contra la hegemonía de la prensa privada. La dé­cada pasada ha asistido al distanciamiento de los burócratas de la UNESCOdel NWICO con la esperanza de acallar dichas críticas. La ONU también haminimizado su anterior compromiso con el Nuevo Orden (Gerbner, 1994,págs. 112-113; Gerbner y otros, 1994, págs. xi-xii).

No es sorprendente, pues, que las apelaciones al NWICO hayan perdi­do influencia en los registros políticos e intelectuales a partir de entonces.La postura del NWICO era vulnerable a todo tipo de críticas dada su inade­cuada teorización de: el capitalismo, la condición poscolonial, las relacionesde clase internas e internacionales, el papel del Estado y el poder de media­ción de la cultura indígena; yen virtud de su complejo frottage, un pluralis­mo que insistía en la equivalencia relativista de todas las culturas y desafia­ba al chauvinismo, pero iba a contrapelo de una ecuación poderosamentedistintiva de la identidad nacional con las formas culturales (Schlesinger,1991, pág. 145). En una reveladora adaptación, la ONU empezó a patroci­nar amplias conferencias internacionales a finales de los noventa, como elForo Mundial de la Televisión, a promover asociaciones entre gerentes co­merciales de los medios de comunicación, empresarios e inversores de Es­tados Unidos y de Europa y sus equivalentes, más pobres, de África, Asia yLatinoamérica. Así, aunque la UNESCO apoya la iniciativa «Pantallas sinFronteras» (2()()()) que pretende facilitar «el reajuste del movimiento de losintercambios de información Norte-SUD) bajo la rúbrica de la calidad y elservicio público, por ejemplo, anima a las cadenas del primer mundo a emi­tir programas cuyo fin no es el de crear un producto para la venta; hasta esteproyecto fue aprobado siempre que no se pagara de los presupuestos de laUNESCO (Tricot, 2()()().

También existían limitaciones a los análisis del imperialismo cultural dela cultura trasplantada, que tendían a concentrarse en Hollywood en un mer­cado, aislado de las otras regiones, o a adoptar una postura realmente totali­zante, que no es lo bastante consciente de las especificidades (O'Regan,1992, pág. 75). La cuestión de la adaptación a los gustos del consumidor esparticularmente crítica aquí, tal como se pone de manifiesto en la capacidad

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de fusionar elementos importados de la cultura popular con elementos indí­genas (por ejemplo, el juju nigeriano y el afrobeat), para redescubrir y re­modelar una herencia mediante intersecciones con géneros musicales im­portados. Se han dirigido críticas a la MTV Asia, por ejemplo, debidas a lapreponderancia de material occidental en su programación. Sus directivosdefendieron que no se trataba de una cuestión de precios, sino de la lógicade la comunicación: las audiencias saudíes y taiwanesas podían sentirsealienadas ante la plasmación de lo «extranjero» de la cultura de cada una deellas en la pantalla, pero estaban familiarizadas con el «internacionalismo»del producto americano. Asimismo, cuando Rupert Murdoch compró la casamatriz de la STAR TV, insistió en que el éxito de una programación autóc­tona quedaba en entredicho en China, Indonesia e India (Reeves, 1993,págs. 36, 62; Fitzpatrick, 1993, pág. 22; Heilemann, 1994, pág. Survey 12).

Parte del valor que cobra la forma de mercancía cultural consiste en quetiene larga vida y puede ser reciclada para ajustarse a nuevas circunstancias.Tal como Liberace expresó en una ocasión: «Si interpreto a Chaikovski, in­terpreto sus melodías y dejo a un lado sus luchas espirituales [...] Tengo quesaber cuántas notas puede tolerar mi audiencia» (citado en Hall y Whannell,1965, pág. 70). Dada la frecuencia con que lo que damos en llamar culturapresenta una reivindicación de discriminación estética y no de intercambiomonetario, la cultura es a la vez la clave para el comercio textual internacio­nal y uno de sus factores limitantes. La ética, el afecto, la costumbre y otrasformas de conocimiento permiten y restringen al mismo tiempo los procesosde mercantilización (Frow, 1992, págs. 18-20). Así, la General Motors, pro­pietaria de la General Motors Holden de Australia, tradujo su jingle «perri­tos calientes, béisbol, pastel de manzana y Chevrolet» por «pastel de carne,fútbol, canguros y coches Holdens para el mercado australiano. Ese extre­mo puede considerarse indicativo de la paradigmática naturaleza de lo na­cional en una era de compañías globales, o el requisito de la referencia a lolocal para todo lo que pretenda hacer algo con puntos de encuentro entre locultural y lo económico. A fin de cuentas, la venta es siempre local. Por otraparte, el hecho de que la enorme compañía de posproducción alemana DasWerk cree una filial de producción cinematográfica en España y la llame«42nd Streetx indica su ambivalencia y la fuerza que sigue ejerciendo Esta­dos Unidos en cuanto índice del entretenimiento capitalista, sea cual sea suorigen (HopewelI, 2001).

La versión NWICO del imperialismo cultural también corre el riesgo deencubrir los intereses de las burguesías emergentes que pretenden progresar ensu propio poder de mercado bajo el signo del alegato en favor de la autodeter­minación nacional cultural. Dicha estructura rechaza la NICL, y la desplazajunto con el problema de la identidad cultural nacional. Eso alentó a los teóri-

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ros del imperialismo cultural a aboga! por las interpretaciones jerárquicas y li­mitadas de la cultura como fenómenos discretos y muy legitimados que, comono tardaron en descubrir, servían primordialmente como justificación de la as­fixiante estrechez de miras creada y controlada por los burócratas de la cultura(Matterlart y Mattelart, 1992, págs. 175·177; Roach, 1997, pág. 49). Tambiéndejamos de tener presente la NICL si identificamos automáticamente los efec­tos económicos de la globalización con sus efectos culturales (Golding y Ha­rris, 1997, pág. 5). Porque entonces percibimos sólo las oposiciones superfi­ciales, como la que el columnista de finanzas neoliberal «Lexingtonx (2000)discierne en el placer y la tristeza de «la pokemonmanía contra la globofobia».

En lugar de limitar nuestro pensamiento a una opción entre la falsa con­ciencia o la polisemia, la divergencia de dimensiones mundiales de las tareasde interpretación y juicio de los espectadores de cine debe llama! nuestra aten­ción respecto del modo en que la NICL interactúa con las diferencias de gus­to incluso cuando regula su reproducción. Efectivamente, las inquietudes re­lativas a las confrontaciones locales con la NICL se suelen expresa! entérminos de preocupación por los efectos espurios que puede tener sobre lasculturas nacionales o regionales o las identidades que pueden ser, a su vez, re­presivas o fantasmagóricas. En el pasado, los que se oponen a la crítica del im­perialismo cultural han tomado en consideración esas inquietudes de unmodo únicamente superficial, argumentando que esas preocupaciones, y elproteccionismo cultural que éstas inspiran, derivan de un puritanismo queniega los aspectos liberadores de buena parte del entretenimiento norteameri­cano pala las rígidas estructuras de clase (es famosa la cita de Federico Felli­ni en la que equiparaba «América, la democracia [oo.] Fred Astaire» [citado enHay, 1987, pág. 64 D. Cuando los cines nacionales se niegan a abordar el cinede Hollywood desde la misma distancia con que lo observan otros, pretendien­do en cambio imitarlo --especialmente el ciclo Si boy de los ailos ochenta enIndonesia, con su cultura juvenil de coches veloces y sirvientes anglófonos-,están fundiendo elementos importados de cultura popular con el trabajo cultu­ral autóctono. En cambio, esa adhesión a los textos importados de Hollywoodpodría reelaborar la identidad cultural, como en el cine irlandés, o actuar comoamortiguadores contra el impacto de las importaciones culturales cuya cerca­nía resulta incómoda, o cuando los paquistanies prefieren la diferencia con Es­tados Unidos a la similitud con India (Sen, 1994, págs. 64, 73, 129·130; Roe­kett y otros, 1988, pág. 147; O'Regan, 1992, pág. 343). Una vez más, pensarla identidad en términos estrictos nos llama a engailo respecto de la normati­vidad de la NICL y del modo en que las prácticas culturales se generan y re­producen de maneras que facilitan la anexión fluida del trabajo cultural.

Diferencia y sensibilidad a la especificidad cultural pueden ser un mediomás hacia la homogeneización de la producción cultural y su incorporación

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a la NICL. Los neoconservadores que hacen proselitismo de lo plural suelenconfundir la lógica con sus apelaciones simultáneas a que la historia de mi­graciones de Estados Unidos y su contemporaneidad constituyen una formaúnica de transparencia narrativa (por otro nombre, complejidad mínima delos diálogos) que posee un atractivo universal, dado que su polisemia está alalcance de las «lecturas indígenas», pese a que nos digan que esas narrativasabordan únicamente temas universales y que el mismo Estados Unidos ex­cluye las cinematografías de otras naciones porque son completamente an­glo-insulares (Olson, 1999).

En contra de la idea tan en boga de que la globalización erradica la dife­rencia en una dialéctica de homogeneización/integración cultural versushe­terogeneidad/fragmentación, Featherstone defiende que debemos cuestionara quién sirve la globalización (1990, págs. 1-2). Seguimos insistiendo aquíen el poder de Hollywood más allá de las coordenadas geográficas de laNICL. Tal como lo expresó Herbert Schilter, «el componente mediaculturaIen una economía desarrollada y corporativa apoya los objetivos económicosde sectores industriales-financieros decisivos (por ejemplo, la creación y ex­tensión de la sociedad de consumo)» (1976). Dicha observación debe con­trarrestar retóricas encantadoramente hiperbólicas como la afirmación deMasao Miyoshi en el sentido de que «la formación de una red altamentecompleja que cruce fronteras nacionales de producción y distribución in­dustrial (transnacionalización) invalida en buena medida las disputas acercade los excedentes y los déficit comerciales» (1993, pág. 745). En una res­puesta mordaz a esta pax mundo imaginada, los trabajadores culturales po­drían reírse alegremente y replicar: «Sí, claro».

En cierto modo, existen en la actualidad tres variedades distintas de dis­curso imperialista cultural. En primer lugar, África, Oriente Próximo y La­tinoamérica siguen debatiendo acerca de la participación y el control de lademocracia local. En segundo, los principales poderes económicos de Euro­pa Occidental aducen la necesidad de construir un paneuropeísmo que con­trarreste las fuerzas homogeneizadoras de la americanización. Y tercero, losgobiernos de los antiguos Estados socialistas de Europa Central y del Estepretenden desarrollar sociedades civiles con medios de comunicación priva­tizados (Mowlana, 1993, págs. 66-67). No cabe mejor ilustración de la du­rabilidad de los análisis imperialistas culturales. En la actualidad, tal vez laprincipal fuerza que opera en bien del imperialismo cultural y por el domi­nio geográfico de Hollywood sobre la NICL sea la OMC (OrganizaciónMundial del Comercio) establecida en 1955 a partir del General Agreementon Tariffs and Trade (GATT-Acuerdo General sobre Aranceles Aduanerosy Comercio).

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Globalización: el GATI, la OMC y el Diálogo Financiero Global

Si los gobiernos de la Comisión Europea se preo­cuparan realmente por las preferencias culturales desus ciudadanos, les concederian la libertad de ver y es­cuchar las obras que ellos eligieran; si estuvieranrealmente inquietos por la herencia cultural de la na­ción, estimularían la distribución de una programa­ción en la que se reflejara dicha herencia. Jack Golod­ner, presidente del Departamento para EmpleadosProfesionales, Federación Americana de AFL-ClO.

AFL-CIO, 1994, pág. H6

Desde su creación a finales de los años cuarenta como uno de tantos nue­vos protocolos internacionales en materia financiera y de comercio, elGATI encamaba en términos contractuales las normas de prosperidad eco­nómica surgidas de la Primera Guerra Mundial: no discriminación, regula­ciones codificadas controladas fuera del terreno de los Estados soberanosindividuales y multilateralidad. Nacido a partir de la lógica del crecimientodel evangelismo en Norteamérica -para el que los métodos industriales es­tandarizados, la producción a gran escala y una infinita expansión de losmercados generarían la recuperación económica y el desarrollo de los detri­tos de la Segunda Guerra Mundial en Europa del Este y cancelaría el riesgode un viraje hacia el marxismo-leninismo--, el GATT contribuyó a rees­tructurar el capitalismo. El General Agreement era un eco paradójicamenteburocrático de la economía neoclásica, que rechazaba los intereses naciona­les de miras estrechas y la intervención estatal en favor del libre comercio.Los funcionarios operaban como puritanos a las órdenes de un destino inte­lectualmente manifiesto que los llevaba a desmantelar bloques comercialesy a restringir las interrupciones en bien de los supuestos ritmos naturales dela oferta y la demanda tal como vienen determinados por la soberanía delconsumidor y la ventaja comparativa,

Estados Unidos pretendió cubrir inmediatamente el cine, y posteriormen­te la televisión, aunque sin éxito. Un acuerdo firmado en 1948, el Acuerdo deBeirut, eliminaba los costes de los derechos de aduanas y de la autorizaciónpara las importaciones audiovisuales educativas, pero no para los textosconsiderados culturales o populares (Marvasti, 2000, pág. 108 n. 3) porquelos europeos mantuvieron, en contra de Estados Unidos, que esos textospara pantallas eran servicios, no mercancías. En todo caso, las exportacionesnorteamericanas se incrementaron rápidamente. Incluso durante la décadade los cincuenta, cuando Gran Bretaña era el único país con un volumen pa-

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recido a la proporción de televisión nacional que tenía Estados Unidos, notardó en convertirse en un cliente primordial de las programaciones nortea­mericanas. Eso estableció una tendencia al déficit de la financiación de losmateriales estadounidenses basados en las ventas exteriores que le obligó aseguir presionando por la «apertura» de los mercados (Tunstall y Machín,1999, pág. 26; Jarvie, 1998, págs. 38-39; McDonald, 1999). Aunque en1961 tuvo brevemente un panel de programas televisivos, el GATI fue re­conociendo lentamente el comercio de servicios - TlS-Trade in Services(Comercio de Servicios: entretenimiento, finanzas, salud y otras industriasno productivas, no manufacturadas y de no subsistencia). Ello era debido, enparte, a que los frecuentes intercambios no relacionados con objetos que ca­racterizan el aspecto «humano» del sector (los restaurantes, por ejemplo) noeran precisamente susceptibles de ser conceptualizados y enumerados. Sinembargo, a medida que los poderes occidentales fueron viendo cómo el ca­pital se les iba en manufactura, pretendieron convertirse en exportadores ne­tos de servicios descubriendo maneras de abrir el área a la vigilancia buro­crática. La Declaración de Punta del Este de septiembre de 1968 inició laRonda de Uruguay del GATI, que iba a durar siete años. Ahí se colocó alTlS en el centro de las negociaciones del GATI por primera vez, dada lapresión que ejercían Estados Unidos (siempre el principal representante enlas negociaciones) al servicio de los cabilderos de American Express, Citi­bank, mM y Hollywood (Loeb, 2000, pág. 308; Sjolander, 1992-1993, pág.54 n. 5; Grey, 1990, págs. 6-9).

Una década después, el TlS representaba el 60 % del PlB en las econo­mías de mercado industrializadas (IMECS) y más de un cuarto del comerciomundial. En 1999, el TlS total mundial estaba valorado en 1,350 billones dedólares, y Estados Unidos era el responsable del 38,8 %. El entretenimientoera uno de los subsectores significativos. Tras el fracaso de Estados Unidosen su intento por incorporar las industrias culturales al Acuerdo de Libre Co­mercio de 1988 con Canadá, sus diplomáticos y sus funcionarios de comer­cio intentaron impedir los planes norteamericanos relativos a cuotas de im­portación de textos audiovisuales. La ley estadounidense engloba la libertadde expresión a través del acceso a los medios de comunicación; excusa queadujo la Unión para implantar cuotas de pantalla sobre los textos de panta­llas estadounidenses, así como para seguir afirmando que la pantalla no esun bien sino un servicio. La directiva de Estados Unidos «Televisión Sin[dentro de Europa Occidental] Fronteras» (adoptada en 1989 y enmendadaen 1997) se mostraba particularmente colérica ante el límite anual en textosimportados por naciones miembro al 49 % del tiempo de emisión (OMe,2000; Theiler, 1999, pág. 558; McDonald, 1999). Pero los intentos de Es­tados Unidos de que la Ronda de Uruguay del GATT acabara con estos con-

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troles se enfrentaron a la oposición prácticamente universal en nombre dela soberanía cultural, con una significativa participación de Canadá, Japón,Australia, más toda Europa y el tercer mundo. Dicha posición equiparó lasindustrias culturales con la protección del medio ambiente o de los ejérci­tos, en cuanto esferas que existen más allá del neoclasicismo: su impactosocial no puede reducirse a un precio. En 1993, miles de artistas europeos,intelectuales y productores firmaron una petición en los principales perió­dicos para que la cultura quedara exenta de la mercantilización sin cortapi­sas del GATI (Van Elteren, 1996a, pág. 47), en lo que se conoció como eldebate «Cola y Zola» (Kakabadse, 1995). La coalición de 1993 se opuso ala idea de que el GATT garantizara el acceso abierto a los mercados de pan­talla, con el argumento de que la cultura es inalienable (no comerciali­zable).

Para los críticos de Estados Unidos, sin embargo, los derechos cultura­les ocultaban la protección de industrias deficientes y un dirigismo anticua­do (Kessler, 1995; Van Elteren, 1996b; Venturelli, 1998, pág. 61). EstadosUnidos se remitió a una posición de laissez-faire, manteniendo que la reve­lación de las preferencias de los consumidores debería ser el factor decisivopara determinar quién posee ventajas comparativas en la producción de ciney televisión; de si Los Ángeles o Sydney son lugares lógicos donde produ­cir textos audiovisuales. «Washwood» argüía que no había espacio para elsector público en la producción para pantalla, porque excluía la inversiónprivada, que estaba necesariamente más a tono con el gusto popular. Tantola cara activa de la subvención pública (cines nacionales y cadenas de tele­visión) como la cara negativa de la proscripción (barreras a la importaciónpara fomentar la producción local) fueron ridiculizadas por obstruir las fuer­zas del mercado. Esa cortina de humo disimulaba la naturaleza constitutivade laNICL respecto de la decisión entre Los Ángeles o Sydney. Como siem­pre, el moralismo de Washwood al respecto es contingente; a Israel no le vamal excluir determinados productos y prácticas del libre comercio, dado queEstados Unidos se basa en la especificidad cultural (Loeb, 2000, pág. 305).Sin embargo, dicha naturaleza condicional no se toma jamás como prece­dente en los casos en los que están implicados Estados que no son los com­pinches del sistema internacional.

El conflicto entre la Unión Europea (contraria al imperialismo cultural)y Estados Unidos (partidario de un libre acceso a los mercados) vio cómo seexcluía la pantalla del GATI en 1993. Más de cuarenta países excluyeronlos sectores audiovisuales de su eventual adhesión al Acuerdo; ¡incluidoEstados Unidos! (World Trade Organization, 1998). Pero dicha exclusiónno impidió que Hollywood andara vendiendo sus mercancías por todo el es­pectro internacional. Tal como hemos señalado en nuestra introducción, la

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mitad de los ingresos de Hollywood proceden del mercado exterior. EstadosUnidos abastece los tres cuartos del mercado de Europa Occidental, algomás de la mitad hace una década. La consolidación de la Europa «adinera­da» como un emplazamiento para las ventas había supuesto una enormeventaja para Hollywood, junto con la liberalización de la televisión. En losprimeros ocho años de «Televisión sin Fronteras», el comercio neto audio­visual entre la Unión Europea y Estados Unidos asistió al crecimiento deldéficit anual de las industrias culturales de 2.000 millones de dólares a 5.600millones. El balance de comercio de pantalla creció de 4.800 millones a5.650 millones entre 1995 y 1996 (<<After GATT», 1994, pág. 16; «CultureWars», 1998; Van Elteren, 1996 b; Observatorio Visual Europeo, 1998;Hill, 1994 b, págs. 2, 7, n. 4; «Déja Vu», 1994, pág. 3). Mientras tanto, los es­tudios estaban molestos por el hecho de que su proporción del 5 % de los in­gresos de taquilla de esas otras naciones ¡fuera reducido por los controles dedivisas y las distintas barreras a un 42-43 %! «<You're Not», 1995).

En enero de 1995, la OMC sustituyó al GATI Ycompró los servicios desus burócratas. La OMC posee una personalidad legal, un secretariado y ce­lebra una conferencia ministerial bienal. Esta nueva maquinaria facilitó quelas corporaciones multinacionales dominaran el comercio a través de losservicios diplomáticos de los representantes de sus gobiernos nacionales. Lapreocupación por el medio ambiente y otras materias de interés público ya notuvieron el acceso que el GATI concedía a las organizaciones no guberna­mentales y sin ánimo de lucro. Para las multinacionales también fue más fá­cil que se las considerara firmas locales en sus países anfitriones, y la pro­ducción agrícola del tercer mundo se abrió aún más a la propiedadextranjera (Lang y Hines, 1993, págs. 48-50; Dobson, 1993, págs. 573-576).

Los protocolos operativos de la OMC insisten en la transparencia, lospreceptos de las naciones más favorecidas, el tratamiento nacional (idénti­cos controles sobre las mercancías importadas y las locales), aranceles comomedidas de protección preferente, y métodos formales de zanjar disputas.La atención preferente que la Organización dedicó en sus inicios a las in­dustrias de servicios puso de manifiesto el lucrativo mercado de las teleco­municaciones, pero su untuosa mano se está volviendo hacia la cultura.Cuando Canadá y Francia intentaron arrebatar los asuntos culturales a laOMC y colocarlos bajo la supervisión de la UNESCO, se encontraron conmuy pocos apoyos (Departamento de Comercio, 2001, pág. 82). Mercancíasy conocimientos previamente excluidos del GATI, como las obras de arte ylos controles internacionales de la exportación, han sido incluidos en el co­metido de la OMC, y las cuestiones extraeconómicas de la soberanía nacio­nal eluden la palabra escrita de la negociación comercial, aunque difunden afondo su ejecución y sus consecuencias. En 1997, la OMC realizó su primer

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movimiento hacia las industrias de la cultura, en casos relativos al sistematributario turco sobre los ingresos de las películas norteamericanos (WT/DS43,posteriormente acordados en privado) y la versión canadiense de la revistaSports JIlustrated. La Organización dictó que Canadá no podía imponeraranceles a la revista porque estaba induciendo engañosamente a los anun­ciantes a abandonar los periódicos locales. Se considera que ése fue el casoque inició la ofensiva cultural en la OMC (World Trade Organization, 2001;Valentine, 1997; Magder, 1998). La nueva estrategia de Estados Unidos con­sistió en agrupar las cuestiones culturales bajo la rúbrica omnicomprehensi­va de la propiedad intelectual, lo que dio lugar a que, a través de la üMC, seformularan reclamaciones contra Grecia por permitir la reemisión de pro­gramas de la televisión norteamericana sin tener en cuenta el copyright. Esoacució al gobierno griego a elaborar una legislación en materia de copyrighttelevisivo y luego a cerrar cadenas televisivas que violaban dicha ley (Ven­turelli, 1998, págs. 62, 66; World Trade Organization, 2001, 51; «Adminis­tration Settles», 200 1)2

Pese a que el Tratado General sobre Comercio de Servicios (GATS) (elprotocolo de la üMC acerca del TlS salido de la Ronda de Uruguay) esta­blece que debe haber una mayor facilidad de acceso a los mercados y que nodeben existir diferencias' de trato entre los proveedores de servicios nacio­nales y extranjeros, deja espacio para la exención de determinados serviciosde estos principios. Este margen de maniobra lo suele utilizar, por ejemplo,Estados Unidos para establecer cupos para las películas (Hoskins y otros,1997, págs. 5-7). No obstante, desde enero del 2000, la OMC ha estado di­rigiendo GATS 2000, una ronda de negociaciones que dura hasta finales del2002 y que aborda en mayor profundidad la liberalización de los bienes <leconsumo y de los servicios «para atrincherar la privatización y la desregula­ción en todo el mundo» (Gould, 2000) y refrenar los controles democráticossobre las corporaciones mediante un amplio abanico de actividades empre­sariales (Sinclair, 2000; véase también Oficina de Representantes de Co­mercio de Estados Unidos, 2oolc). Una de las cuestiones principales son losbienes virtuales. A medida que los servicios audiovisuales van siendo ab­sorbidos por conceptos como el de comercio electrónico, información y en­tretenimiento, la distinción entre bienes y servicios empieza a emborronar­se. La Unión Europea teme que Estados Unidos se introduzca por la fuerzaen el cine y la televisión mediante su insistencia en el acceso al libre merca-

2. Irónicamente, el primer caso de esta naturaleza (WTIDS160/1) fue en contra de Esta­dos Unidos. La aMC consideró que la ley de copyright norteamericana violaba las normasdel comercio global permitiendo que numerosas empresas interpretaranversiones musicalesde artistas extranjeros sin pagar roya/ríes (Newman y Phillips, 2000; aMC, 2001, 20).

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do para los nuevos servicios de comunicación, y utilizando «Internet comoun caballo de Troya para minar la directiva "Televisión Sin Fronteras" de laComunidad» (Wheeler, 2000, 258). Estados Unidos se ha comportado comoun niño con un juguete con la OMC, y se ha mostrado orgulloso de haber lo­grado presentar más quejas que ningún otro país y que éstas hayan prospe­rado (Barshefsky, 1998). Y, por si no consiguiera eliminar los controles cul­turales a través de las instituciones de comercio internacional, ha albergadoa la Unión Europea en su Special 301 «Priority Watch List- para sanciones(USIA, 1997). Una vez más, ha incurrido en una conducta infantil, en estaocasión llevando una lista de sus pares más odiados y de una «maldad» realo imaginada.

En la actualidad, a pesar de su compromiso altamente teórico con lacompetencia pura/perfecta, las presiones políticas van en el sentido de queel GATI acceda al menos a las excepciones arqueológicas, artísticas e his­tóricas a las totalizaciones del libre mercado (Chartrand, 1992, pág. 137).Hoy en día, la política no consiste sólo en un asunto de presiones políticas;es una categoría más de la mercantilización. En diciembre del 2000, Wa­shington mandó una comunicación oficial al Consejo para el TIS sobre«Audiovisual and Related Papers» de la OMC con la esperanza de propor­cionar a la Organización un marco de referencia para contribuir al «creci­miento continuo del sector garantizándole un entorno abierto y predecible»que supuestamente permitiría una mayor diversidad de producción artística.Ésa era, evidentemente, la clave de la política del laissez-faire de EstadosUnidos Aunque para entonces ya se reconocía una legitimidad compensato­ria, es decir, que el entorno debe prestar atención a «la preservación y la pro­moción de los valores y la identidad culturales», al igual que las nacionesconservan el control sobre normas locales prudentes para sus sistemas fi­nancieros nacionales (Estados Unidos, 20(0). Queda por ver si es una invo­cación más de los asuntos nacionales en nombre de una burguesía, en con­sonancia con el cínico uso del culturalismo que realizan los productores demedios de comunicación de otros países en favor de un apoyo estatal a lascinematografías nacionales y de las emisoras.

Además de poner a los funcionarios públicos a trabajar en su provechoen la OMC, la clase dirigente internacional también celebra sus propias reu­niones. El Diálogo Financiero Global sobre Comercio Electrónico, que ce­lebró su primer encuentro en septiembre de 1999, colabora en paralelo conla OMe. Cees Hamelink (2001, pág. 15) describe dicho encuentro de «500altos ejecutivos de los medios de comunicación y de la industria infonnáti­ca (entre otros, directores ejecutivos de la Time Wamer, Bertelsmann, No­kia, AOL y la NTI japonesa) en el que las multinacionales culturales líde­res discutieron temas políticos como la tasación, la protección de datos, los

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derechos de la propiedad intelectual, las tarifas, la seguridad de la informa­ción y la autentificación [...] En definitiva, los líderes de los'negocios glo­bales dijeron a los gobiernos cómo tenían que gobernar el ciberespacio», Aninguno de los cientos de representantes gubernamentales presentes en lareunión se le concedió más tratamiento que el de observador. Este liderazgode las multinacionales creó «un comité directivo de 29 miembros con repre­sentantes únicamente del sector privado» con el fin de elaborar estrategias ycontrolar iniciativas. Entre las principales iniciativas industriales se halla­ban la reducción de los costes de Internet, la eliminación de las restriccionesa la exportación de software codificado así como «el arbitraje de una terce­ra parte en las disputas de comercio electrónico», y la relajación de las leyesprivadas de la Unión Europea, que el Diálogo Financiero Global rechaza porconstituir una barrera al comercio global.

En el sistema económico global que ha evolucionado desde mediados delos años setenta, la división de clase norteña apoya a un capital transnacio­nal que ha desplazado a los sistemas no capitalistas en todas partes (Robín­son, 1996, págs. 14-15). Se han creado mecanismos reguladores y de otrasíndoles para liberalizar el comercio mundial, contener el socialismo y pro­mover una legislación favorable a la expansión capitalista y anexionar mer­cados mundiales (para la·armonización del copyright, véase el capítulo 4).Los mercados mundiales, incluido el de la Unión Europea y de otras agru­paciones comerciales, han sido primordiales para la promoción de regíme­nes de libre mercado durante los años ochenta y siguientes (pese a que, des­de entonces, el comercio no ha excedido el del cuarto de siglo de posguerra[Hirst, 1997, pág. 412]). El crecimiento del poder corporativo es tan fuerteque las corporaciones pueden exigir la desaparición de las barreras naciona­les al comercio, de modo que la expansión del capital extranjero y de losmercados monetarios conlleva que las decisiones económicas se toman fue­ra del contexto de la nación-Estado, y en favor del mercado. Ya para 1994,la mitad de las cien mayores economías del mundo no «pertenecían» a na­ciones-Estado sino a las corporaciones multinacionales (Donnelly, 1996,pág. 239). Cuatrocientas de estas multinacionales representaban dos terciosde los activos fijos y el 70 % del comercio (Robinson, 1996, pág. 20). Noobstante, Estados Unidos, Europa Occidental y Japón son realmente los úni­cos emplazamientos clave de actividad de las corporaciones multinaciona­les, y alojan más de los dos tercios de sus ventas y los activos. La inversiónextranjera directa está limitada en otras partes (Horst, 1997, pág. 418; Ko­zul-Wright y Rowthorn, 1998). Tal vez la proporción sea que una de cadaveinte multinacionales corporativas funciona de verdad globalmente (Gib­son-Graham, 19%-1997, págs. 7-8). Las multinacionales andan buscandoutilidad marginal y luego se refugian en lo conocido y controlable; así, la ex-

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plosión de inversiones extranjeras que se vivió durante los tres años si­guientes a 1994 asistió a un incremento del 40 % en el dinero de las corpo­raciones multinacionales que entraba en Estados Unidos, mientras que losotros tipos de inversión se destinaban primordialmente a Gran Bretaña, Ho­landa, Canadá, Francia y Australia «<Trade Barriers», 1997).

Contemplar el mercado como un movimiento de desterritorialización noimplica un mundo sin fronteras, sino que significa una transformación delEstado. Mediante el ajuste estructural y la liberalización, el Estado adoptacriterios políticos para manejar las relaciones económicas globales, y no lasnacionales. Dichos criterios facilitan los circuitos globales de dinero y demercancías a expensas de la estabilidad social y de la seguridad medioam­biental dentro de la nación-Estado. Fundamentalmente, toman violentas me­didas de presión que fuerzan el debate acerca de la dirección de programaspolíticos culturales nacionales y globales que promueven la malevolencia yel desdén hacia cualquier política cultural que no facilite la NICL.

El «Washington Consensus» neoliberal que impera hoy en día ha venci­do en las cuestiones político-económicas clave de la última mitad de siglo(en la actualidad, ya no hay tanta necesidad de «Conferencias», dada la exis­tencia de la aMC y del Diálogo Financiero Global). Dominante desde finalesde los setenta, el «Consensus» favorece el comercio abierto, la ventaja com­parativa, la desregulación de los mercados financieros y los índices bajos deinflación. Naturalmente, ha presidido el crecimiento mundial más lento y lamayor desigualdad mundial desde los tiempos de la Depresión. La garantíade trabajo y los salarios reales están bajando y las horas de trabajo suben.Hacia el año 2000, los norteamericanos estaban trabajando una media de2.000 horas anuales, el único país desarrollado junto con Suecia en el que sehan incrementado las horas de trabajo obligatorio (la media de horas anua­les bajó de 1.809 a 1.656 en Francia, de 2.121 a 1.889 en Japón y de 1.512 a1.399 en Noruega) (OIT, 1999, pág. 166). Asimismo, el 20 % de las perso­nas más ricas del mundo poseía setenta y cuatro veces lo que los más pobresen 1997, más de sesenta veces en 1990 y treinta veces en 1960 (UNDP,1999, pág. 3). Con todo, y a pesar de las múltiples catástrofes del «consen­sus» en los últimos años de la década de los noventa -México, el SudesteAsiático, Rusia y Brasil- sigue teniéndose por una política ejemplar. Losapologistas consideran que los repetidos fracasos son casos aislados, y es­peran confiados «que esté vigente durante mucho tiempo», y que con ello seconsiga el equilibrio (Palley, 1999, pág. 49; Levinson, 1999, pág. 21; Gal­braith, 1999, pág. 13). El «Consensus- se inspira en el mantra neoliberal dela libertad individual, el mercado y la mínima intervención gubernamentalen materia económica. Eso les proporciona la coartada intelectual para unflujo de capital comparativamente sin cortapisas a través de los límites na-

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cionales, y el rechazo de que el trabajo, el capital y el Estado controlen jun­tos la economía.

Algunos críticos aducen que se ha exagerado la naturaleza promiscuadel capital, que la nación-Estado, lejos de constituir una serie de «autoridadeslocales glorificadas» (Hirst, 1997, pág. 409), es en realidad crucial para laregulación de las corporaciones multinacionales, y que los bloques regiona­les refuerzan, en lugar de debilitar, la capacidad del Estado para gobernar.Sin embargo, hay gente en todo el mundo que sigue contando con el Estadotanto para la sanción económica como para los réditos (Smith, 1996, pág.580). Mientras la «relación entre capitalismo y territorialidad» ha cambiado(Robinson, 1996, pág. 18), sigue estando gobernada por corporaciones inte­restatales, aunque dominadas por el 08 (Hirst, 1997, pág. 413; McMichael,2000a, pág. 177). Los mercados del capital, por ejemplo, operan internacio­nalmente a pesar de ser supervisados y regulados nacionalmente; cualquierplan concebible para abordar su alcance transnacional sigue precisando deuna forma de gobierno formal «<Global Finance», 1999). Espécimen su­puestamente ejemplar del mercado abierto, el Tratado de Libre ComercioNorteamericano precisa de un compendio de normas gubernamentales deapenas mil páginas para «operar» (Palley, 1999, pág. 50), ¡mientras que losprotocolos del último OATI sumaban veinte mil páginas y pesaban 850 ki­los! En materia de inversiones, ésta es una era internacional, no global; losgobiernos siguen siendo importantes. Lo mismo cabe decir de los desem­bolsos de Hollywood.

Conclusión

El elemento central de la globalización es la con­secución de Ja hegemonía económica de unos pocosEstados ricos, especialmente los Estados Unidos deAmérica, así como la hegemonía de la cultura del con­sumo occidental, amenazando las culturas de los pue­blos, sus maneras de vivir y sus valores espirituales.

TARIQ AZIZ, primer ministro de Irak,citadoen Landers, 2000

Hemos llegado a un punto en que se ha afirmado que «el Estado siguesiendo un actor político preeminente del estadio global» aunque «la reuniónde Estados [...] ya no controla el proceso político global». Ha ocupado su lu­gar un sistema fundamentalmente no normativo, controlado por los bancos,corporaciones y financieros (Falk, 1997, págs. 124-125, 129-130). Se han

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difuminado las nociones de centro y periferia, se ha intensificado la movili­dad espacial del capital, se ha socavado la fortaleza estratégica de la fuerzade trabajo, y el poder del Estado ha quedado circunscrito a la capacidad delcapital para moverse a través de las fronteras. Se ha facilitado un viraje fun­damental en la negociación y las relaciones de poder entre el capital y el tra­bajo gracias a las tecnologías de transporte e información, y la tendencia alo informal, pese a lo que sigue mostrando resquicios de los modos especí­ficos de integración nacional a la NICL. Profundizaremos en este particularen el capítulo 2 (Ross y Trachte, 1990, pág. 63; Thompson y Smith, 1999,pág. 197; Broad, 1995a).

A lo largo del último siglo, se ha venido prediciendo rutinaria, y errónea­mente, el ocaso de la nación-Estado y la emergencia de la soberanía inter­nacional. No dejan de aparecer nuevos Estados, a pesar de que el discursoque anuncia su desaparición es cada vez más insistente (Miller, 1981, 16­18). Sin embargo, tal como hemos visto, el internacionalismo de las nuevastecnologías de la comunicación y los modelos de propiedad y control, y elincremento en variedad y extensión de las diásporas globales, amplían el sig­nificado del Estado en cuanto entidad reguladora y estimulante. El corolarioes una necesidad en vías de desarrollo de que cada Estado cree una subjeti­vidad nacional a partir de identidades dispares. Tal vez donde mejor seejemplifique la intemacionalización sea en la labor realizada por los Estadospara reconstruir el legado entre sus poblaciones multiétnicas, y la protago­nizada por dichas poblaciones en busca de nuevas formas de representaciónestatal. Es evidente que las industrias de la pantalla son sectores cruciales deesta esfera, no sólo por su implicación en la identidad colectiva, sino en elreino material de generar y reproducir la NICL. Las corporaciones majorsque están en activo en Hollywood siguen la especificación de la AOL-TimeWamer acerca de la globalización: la expansión horizontal para entrar ennuevos mercados de todo el mundo, la expansión vertical para trabajar conproductores independientes, y la asociación con inversores extranjeros pararepartir riesgos e incrementar la capitalización (Balio, 1998a, pág. 58).

En este capítulo, hemos pretendido explicar la presencia del Hollywoodglobal, y su poder. Pese a que esta posición dominante está vinculada a lafortuna y los proyectos de la expansión capitalista liderada por Estados Uni­dos, dicho dominio es accidentado; se topa con resistencias, vive fracasos ycompetencias. Otras nociones de Estado de la soberanía cultural secundan in­quietudes respecto de Estados Unidos, pero eso también contribuye a la mo­nopolización del capital (Burgelman y Pauwels, 1992). Que, hasta ciertopunto, Estados Unidos tenga que configurar sus mercados de trabajo cultu­ral según la NICL y entregarle su fuerza de trabajo cultural sólo contribuyea mantener la lucha de las industrias culturales de Estados Unidos con Ho-

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HISTORIA DE HOLLYWOOD, IMPERIALISMO CULTURAL Y GLOBALIZACIÓN 63

lIywood por el control de la NIeL. Es más obvio todavía en el área de las co­producciones internacionales, tal como se muestra en el capítulo 3. Mientrastanto, las viejas nociones de soberanía cultural estatal que fueron crucialespara las tradiciones políticas europeas están siendo atenuadas por las fuerzasgemelas de la «centralización bruselense» desde afuera y las característicasétnicas separatistas desde dentro (Berman, 1992, pág. 1.515).

Los efectos del comercio de pantallas no se registran únicamente en lasidentidades culturales, sino en los verdaderos cuerpos y predisposiciones delos trabajadores culturales. Tal como Dana Polan sugirió: «La doctrina glo­bal no es una abstracción sino una actividad concreta cuyo modo de ser afec­ta el cuerpo local. Aunque estén representados en términos abstractos, losmodos de la doctrina global están encarnados, y esa encarnación se da lo­calmente» (1996, pág. 258). El Hollywood global es una institución del ca­pitalismo global que pretende reproducir cuerpos que sean inteligibles ysensibles a la nueva división internacional del trabajo cultural.

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2. La nueva división internacional del trabajo.

Devolvamos Hollywood a Estados Unidos.

Film and Television Action Committee[FTAC], Banner,2000

El 9 de octubre de 1999, tres días antes del que dio en llamarse QuintoCentenario de Cristóbal Colón, la Paramount Pictures presentó 1492: Laconquista del paraíso (1492: Conquest of Paradise, R. Scott, 1992) en másde 3.000 salas de treinta países distintos. El actor francés Gérard Depardieudaba vida al explorador español nacido en Italia, bajo la dirección del ex rea­lizador de spots para la televisión inglesa Ridley Scott. Coproducida por losvenerables estudios Gaumont franceses en vísperas de su propio centenario.1492 fue el primero de una serie de largometrajes de habla inglesa de Gau­mont que pretendían abordar el mercado estadounidense y el público mun­dial, a través del cartel de distribución del Hollywood global. Rodada en Es­paña y en Costa Rica, la producción contrató a 170 indios de Costa Rica (a35 dólares por día) y a 6 indios waunana de Colombia que habían actuado yaen La misión (The Mission, R. Jaffe, 1986). Si bien Costa Rica proporcio­naba tanto las poblaciones indígenas como el trabajo barato que mantuvo elpresupuesto por debajo de los 40 millones de dólares, tal vez también la eli­gieron a instancias del marido de la productora ejecutiva, jefe de la reciéncreada Costa Rica Film Comission. Coproducción británico-franco-españo­la, 1492 pudo optar a fondos públicos amparándose en tratados de copro­ducción de los tres países que habían decidido proteger la expresión culturalnacional y apoyar las industrias culturales nacionales. A pesar de que la re­lación de la herencia cultural española con esta historia es evidente, el esta­tuto trinacional de la película la alinea con mayor claridad a los imperativos

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de la industria y el trabajo que a los de la protección cultural: un director yun trabajo de posproducción ingleses, un actor y una empresa de producciónfranceses, y localizaciones y equipos españoles o ex españoles. La pelícu­la fracasó en Estados Unidos, pero llegó a la cima de la taquilla europea (ex­cepto en Italia, donde en Génova, lugar de nacimiento de Colón, la recauda­ción fue especialmente pobre) (Williams, 1994; Berkman, 1992; Jackel,1996; Groves, 1992).

Si el año 1492 nos recuerda los legados coloniales que han estructuradola larga historia de la globalización a partir de la conquista del oro, mercan­cías y mano de obra (Broad, 1995b), la película 1492 ejemplifica el legadodel dominio económico norteamericano del siglo xx, incluido un legado cul­tural que descubre que las naciones-Estado de todo el mundo están compi­tiendo por el espacio expresivo y la industrialización cultural frente a la con­tinua proliferación de Hollywood. Al igual que el nacimiento de lasnaciones-Estado en el mundo colonizado se dio a través de luchas por la in­dependencia del dominio cultural, los protocolos de coproducción que lle­varon 1492 a la pantalla se cuentan entre más de 135 tratados bilaterales ymultilaterales establecidos por unos ochenta y cinco países fuera de EstadosUnidos Estos tratados, pensados para combatir el dominio que Hollywoodejerce sobre la cultura de pantalla, frecuentemente establecen las condicio­nes que permiten el funcionamiento de la misma NICL que los ratifican(Taylor, 1998, pág. 134; véase capítulo 3).

La economía convencional explica el éxito histórico de Hollywood entérminos de «una cultura gerencial flexible y un sistema financiero abierto einnovador» (Acheson y Maule, 1994, págs. 271-273) que se han adaptado alas condiciones económicas y sociales cambiantes. En este sentido, la eradel cine mudo asistió a la posibilidad de que películas realizadas para elmercado nacional norteamericano se vendieran a otros países de habla ingle­sa. Dado que el inglés era la verdadera lengua internacional del primer mun­do por contraste con esos otros grupos lingüísticos ricos, el advenimientodel sonido contribuyó al proceso, mientras que la mezcla de las diversas et­nias de la población estadounidense estimuló un modo universal de narra­ción. Tal como lo formuló Terry Ramsaye hace casi medio siglo, «la indus­tria cinematográfica norteamericana nacida para servir a un modelo deprotección ampliamente políglota se tomó internacional dentro de su propiomercado nacional- (1947, pág. 8). El argumento es que esas fuerzas que seestablecieron entonces, bajo el principio rector de la competencia de la libreempresa, crearon un producto que se popularizó entre los públicos (Wild­man y Siwek, 1993; Dupagne y Waterman, 1998; y, para un ejemplo espe­cialmente egregio, Noam, 1993). Las corporaciones mediáticas globales seconsideran soluciones a la baja productividad y a la ineficacia del mercado;

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un medio efectivo de hacer llegar a los consumidores lo que ellos quieren, ala vez que se abren las culturas al cambio de tal modo que fomentan la de­mocracia liberal a través de nuevas ideas (Derners, 1999, pág. 5). La con­cepción que Hollywood tiene de sí mismo interseca con esos nostra econó­micos neoliberales en la afirmación de que la ventaja comparativadetermina la ubicación de un cine de éxito global. Hollywood «gana» por­que está rodeado de una sociedad en formación plural y obedece a los pro­tocolos dellaissez,faire (Pollock en Peres y Pollack, 1998).

Por el contrario, el presente capítulo cuestiona: a) que Hollywood esrealmente un mercado libre basado únicamente en las demandas del consu­midor; y b) que la industria comprenda las pretensiones expuestas de unapolítica pública basada en los dogmas de la economía neoclásica. Utiliza­mos cuatro criterios de validez, que señalamos a continuación, basados enlas promesas y las premisas de dicho discurso.

1. ¿Libertad de entrada a los nuevos?

La economía neoclásica dicta que el grado de competencia real en unaindustria puede calibrarse a partir de la apertura de sus mercados a los reciénllegados. Es cierto que ha habido nuevos propietarios de los estudios másimportantes de Hollywood a lo largo de la última década, como el ChannelSeven australiano y la New Corporation. Canada's Seagrams, el CanalPlus/Vivendi de Francia y la Sony japonesa, además de una nueva empresade Dreamwork en el mercado interno, pero el control de la producción de losestudios sigue estando en California y Nueva York. Lo relevante en términosde espacio no es el emplazamiento de los cuarteles generales de la compa­ñía o de la residencia de sus accionistas, sino el domicilio donde se desarro­llan sus productos y su gestión. Dado que el entretenimiento anti-fideicomi­so en Estados Unidos es una mera broma desde los años ochenta, y losestrechos vínculos que se han trabado entre la televisión y el cine tras la li­beralización de las normas de la Federal Communications Comission, lalimitación gubernamental continua al 25 % de la propiedad extranjera de la.emisoras de radio y cadenas televisivas de Estados Unidos ha permitido unaparticipación externa limitada, a pesar de que se estimula la creación de oli­gopolios nacionales (Stokes, 1999). Así pues, la mayoría de las inversionesdirectas en Hollywood se realizan a través de carteras de acciones (Marvas­ti, 20(0). Aunque los grandes conglomerados poseen los estudios y las ca­denas de televisión, y en Wall Street se les exige un éxito habitual y regulara industrias acostumbradas al hábito de los fracasos, existe una tendenciacreciente a que las películas se hagan con inversión extranjera (Groves y

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D'Alessandro, 2(01). Casi el 20 % de los 15.000 millones de dólares dispen­sados en la producción hollywoodiense de 2000 era, por ejemplo, alemán, yestaba basado en subvenciones fiscales (Zwick, 2000; Kirschbaum, 200 1).El control de esos fondos sigue estando firmemente asido por manos «ame­ricanas», igual que durante la pretensión fallida de compra de estudios porparte de otros durante la década anterior.

2. ¿Sin ayudas estatales?

Los reaccionarios neoclásicos afirman que las ayudas estatales que sehan emprendido en otros países en nombre de la soberanía cultural dificul­tan el flujo del libre mercado y generan desventajas para otras naciones por­que, supuestamente ipsoJacto, dichas intervenciones asfixian la innovacióny, por lo tanto, contribuyen al dominio de Estados Unidos (Marvasti, 2000).No obstante, con ello se malinterpreta lamentablemente la naturaleza cons­titutiva de la asistencia gubernamental norteamericana a Hollywood. La in­dustria cinematográfica local ha recibido durante décadas ayudas en formade esquemas de créditos fiscales, representaciones del Departamento de Es­tado y Comercio, la subvención para operaciones en divisas del Informatio­na! Media Guaranty Program (lzod, 1988, págs. 61-63, 82, 118; Guback,1987, págs. 92-93; Schatz, 1988, págs. 160; Muscio, 2000, págs. 117-119;Powdermaker, 1950, págs. 6; Harley, 1940, págs. 3; Elsaesser, 1989, págs.10-11) Y prácticas oligopólicas de compra nacional y venta exterior quemantenían el mercado primario esencialmente cerrado a las importacionesaduciendo los gustos populares (sin tener grandes evidencias para ello). ElDepartamento de Comercio de Estados Unidos sigue produciendo materia­les acerca de la globalización de los medios de comunicación para el Con­greso que trazan directrices tanto de desarrollo económico como de influen­cia ideológica, y cuestionan las afirmaciones de que Hollywood es unaempresa totalmente libre y de que el Gobierno de Estados Unidos no está in­teresado en combinar el comercio con el cambio cultural. Estados Unidosdispone de un amplio abanico de comisiones estatales, regionales y metro­politanas en materia cinematográfica, subsidios encubiertos a la industriadel cine (mediante la reducción de los impuestos locales, libre acceso a losservicios de la policía y los cortes de las vías públicas), la Small BusinessAdministration --que financia a través de préstamos y apoyos a los inde­pendientes-- y un Departamento de Comercio que realiza los informes y larepresentación plenipotenciaria. Una de las consecuencias de las negocia­ciones sobre lo que se considera piratería de vídeos ha sido que se ha ame­nazado a los ofensores de la PCR con decapitarlos, por más que Estados

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Unidos afirme fiscalizar el respeto de los derechos humanos en China comoparte de un tratamiento de las naciones más favorecidas, mientras que las pro­testas de los cineastas indonesios contra Hollywood, que obtuvieron el apo­yo de su gobierno, vieron cómo Washington amenazaba con emprender re­presalias contra Indonesia a través de toda una serie de sanciones industriales,y Estados Unidos presionó a Corea del Sur para que eliminara sus cuotas depantalla como parte de las negociaciones de 1998-1999 para un Tratado Bi­lateral sobre Inversión. Las limitaciones al copyright impiden el libre flujode la información, y es costumbre obtener los fondos extranjeros gracias areducciones impositivas especiales en ultramar (Acheson y Maule, 1991;Guback, 1984, 1985 Y 1987; «Commerce Secretary», 2001; Robinson, 2000,pág. 51; Kim, 2000, pág. 362). El Estado también tiene una larga historia departicipación directa en la producción (Hearon, 1938). Finalmente, el nuevohíbrido de SiliWood mezcla la tecnología del norte de California, los méto­dos de Hollywood y la financiación militar, mientras que el Gobierno del es­tado de California ofrece un «Film California First Program» (Hozic, 1999;Directors Guild of America, 2000; «Americans», 2001). No es de extrañarque la revista Canadian Business -astutamente, y con una hipocresía pro­fundamente entrañable- se refiera a «el falso armamento de Hollywood»(Chidley,2ooo).

3. ¿Existe una relación entre el coste de la producción y el consumo?

A diferencia de la mayoría de las formas de manufactura, la producciónde dramas cinematográficos está en manos de un pequeño número de gran­des compañías con una producción limitada e individualmente diferenciada.Muchas inversiones resultan ser fracasos absolutos, un riesgo que sólo pue­den afrontar las grandes firmas, La absoluta trascendencia de las historiaspor encima de los costes para los públicos --que están acostumbrados a pa­gar lo mismo por todos los estrenos- contradice las presunciones habitua­les de la economía neoclásica acerca del papel que desempeña el precio enla regulación de la oferta y la demanda. Dada la centralidad del significadotextual para las películas, y también a diferencia de los bienes manufactura­dos, los textos de pantalla son productos de vida breve que tienen pocasoportunidades de reutilizarse por «partes» ya existentes. Por el contrario, laspelículas se transforman de servicios en productos y luego de nuevo en ser­vicios cuando se mueven entre las formas de vida teatrales, de vídeo, televi­suales y las propias de Internet (Litman, 1998, pág. 25,1). Los costes no sereflejan en la entrada a los cines ni en el precio de las conexiones por cable.Se amortizan a través de una gran variedad de ingresos, tan reutilizable es

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cada copia completa de cada texto, a diferencia de un coche o una pintura.Pese a que los medios de producción están estandarizados, las economías aescala son escasas cuando cada uno de los proyectos es oneroso y proclivetanto al éxito como al fracaso. Existe una clara correlación entre GDP, emi­siones en el sector público y la compra de televisión estadounidense tanto enAsia como en Europa; cuanto más rica sea una nación y más fuertes sus me­dios de comunicación públicos, menos necesidad tiene de materiales de Ho­llywood (Dupagne y Waterman, 1998). Ello indica que el poder económicoexplota a los países pobres, no que los precios vengan determinados por eldeseo del consumidor.

4. ¿Diversidad textual?

Los mercados abiertos apuestan supuestamente por diversos productos,con lo que permiten libertad de acción a sus clientes. ¿Es eso lo que se re­fleja en las pantallas norteamericanas? En la década de los sesenta, las im­portaciones suponían un 10% del mercado cinematográfico estadounidense.En 1986, la cifra era del 7 %. Hoy en día, del 0,75 %. Las películas extranje­ras están esencialmente excluidas de Estados Unidos como nunca antes. Losreaccionarios neoclásicos lo atribuyen al público de Estados Unidos, del quese dice que es «inusualmente insular e intolerante con las programaciones olas películas extranjeras, porque históricamente ha estado muy poco ex­puesto a ellas» (Hoskins y otros, 1997, pág. 45). En cuanto país con unenorme uso diario de lenguas no inglesas y un próspero mercado cultural enlengua española, esa visión de Estados Unidos es tan ridícula al respectocomo podíamos esperar de estos ideólogos. La mínima diversidad de la pan­talla se debe a que la exhibición del cine ha pasado a manos corporativas,además de al incremento de los costes inmobiliarios y de producción paralos exbibidores y distribuidores independientes y las exigencias, más eleva­das, de los productores originales, que han tenido que poner cada vez másdinero en la pantalla para competir con el/ook de Hollywood. Por todo ellose ha llegado a un punto en que el subtitulado y el doblaje ya no se puedencostear; como media, las películas de Hollywood han tenido un presupuestode 21 millones de dólares para su publicidad en 1999, una cifra impensablepara los poseedores de los derechos europeos (Stanbery, 2001), y los costesde una película media se han doblado en menos de una década (Walters,1999), incrementándose en un 6,5 % entre 1999 y el 2000 hasta llegar a la ci­fra de 54,8 millones de dólares (Valenti, 2oolc). En televisión, la prolifera­ción de canales en Estados Unidos a lo largo de los últimos diez años ha re­querido que las compañías cambien significativamente su oferta en dramas.

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En 1990, las aventuras de acción, el género televisivo más caro, ocupaba el20 % del prime time en las emisiones; cuatro años después, la cifra era de un1% (Balio, 1998b, pág. 65; Schwab, 1994; Martín, 1995). La televisión delo real, establecida por críticos culturales que o bien la lamentan como re­presentativa del declive de los estándares periodísticos, o la celebran comoel signo de una esfera pública recientemente feminizada, debe interpretarseabiertamente como un recurso destinado al recorte de costes y un ejemplo demercadotecnia de sectores especializados. Y todo eso no ha comportadocambios significativos ni en la variedad ni en la calidad.

Resumiendo, la visión neoclásica de Hollywood afirma que el mecanis­mo supuestamente neutral de competencia de mercado intercambia materialesa costes que garantizan que los que están produciendo son los más eficien­tes, y que sus clientes están contentos. Este modelo puede llegar a describirocasionalmente la vitalidad existente en algunos mercados de frutas y ver­duras de la actualidad. No obstante, y en cuanto relato histórico, no tiene va­lor alguno: los ritmos de la oferta y la demanda, que operan sin trabas porparte de los Estados, las religiones, los sindicatos, la superstición y la moda,no han existido nunca como tales. O, más bien, han existido como signosprescriptivos de una gran influencia en la retórica de las organizaciones fi­nancieras internacionales, los burócratas y los periodistas, al menos desdeque los economistas alcanzaron su hegemonía mediante el fin keynesiano dela Gran Depresión, y luego trabajaron para mantenerla, a pesar de la estag­flación de los años setenta, a partir de su conversión en masa de las doctri­nas que hacen hincapié en la demanda a las que priman la oferta.

Existen formas alternativas de teoría a la economía burguesa. La eco­nomía política sugiere que el éxito de Hollywood ha estado coordinado porun intento -si bien en algunas ocasiones conflictivo y caótico- por partedel capital y del Estado de establecer y mantener una posición de mercadoy de dominio ideológico, de modo que revela que los gobiernos de EstadosUnidos han sido tan cruciales como los públicos y las firmas. Dicha críticaradical se centra en la división del trabajo, tal como se deriva de sus oríge­nes clásicos:

Unhombre tiradel alambre. el otroloendereza, un tercero lo corta, uncuar­to le sacapunta, un quintolo aplana para quese ajuste a la cabeza; parahacerlacabezase requieren doso tres operaciones distintas: colocarla es unatareaespe­cial,esmaltare! alfiler, otra; yhastameterlos enel papel constituye unoficio [oo.]

La división del trabajo [oo.] ocasiona, en todas las artes, un incrementoprofesional de los poderesproductivos de la mano de obra.

SMITH. 1970, pág. 110

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Hoy en día se utiliza la expresión «división del trabajo» para describirlas diferencias sectoriales en una economía, por ejemplo entre el sector de lapesca y los restaurantes, o las ocupaciones y habilidades requeridas para unafuerza de trabajo, o la organización de una tarea dentro de una empresa. Talcomo Émile Durkheim señaló escépticamente hace un siglo, los economis­tas contemplan la división del trabajo como «una muy elevada ley de las so­ciedades humanas y una condición para el progreso» (1984, pág. 1). Pero,analizada a partir de su superficial mérito de eficiencia, descubrimos que ladivisión del trabajo de la actualidad se organiza en tomo a ocho realidades.Primero, el incremento de los salarios con los años, pero con un índice cadavez menor. Segundo, los niveles de desempleo están en relación con los ni­veles de calificación profesional. Tercero, los trabajadores del Sur globaltienen menos control sobre los medios de producción. Cuarto, los jóvenescambian más a menudo de empleo y están más concienciados de la necesi­dad de la formación continua. Quinto, los sueldos no están en consonanciacon los niveles de calificación profesional. Sexto, la gente con una forma­ción superior suele ser la que sigue beneficiándose de la formación conti­nua. Séptimo, el mercado determina la división del trabajo. Y, por último,las inversiones en capital humano son de un valor menos predecible que lasinversiones más materiales. Dichas características de la división del trabajollevaron a algunos teóricos a sumarse a una perspectiva basada en el valorde la inversión en formación para todos los participantes del proceso econó­mico (Becker, 1983, pág. 16). Para nosotros, dicha realidad conduce a unanálisis de la situación política de explotación y a la generación de una de­sigualdad estratificada en Hollywood. Tal como señaló el Departamento deComercio en un informe del 2001 :

Dado que no hay ubicaciones claras y físicas para hacer cine, es difícilcuantificar todas las habilidades, equipos, tecnología o incluso el número detrabajadores que contribuyen a la producción de una película o un espectácu­lo televisivo. Las películas y las producciones televisivas tienden a ser pro­yectos a corto plazo que sólo duran unos meses. Suele haber distintas combi­naciones de equipos y de trabajadores implicados en los distintos proyectos.Dados todos estos factores, la producción cinematográfica o televisiva es me­nos visible que unas instalaciones fijas para la manufactura, como una plantade fabricación de automóviles. Por otra parte, los trabajadores del cine quetrabajan en «factorías flotantes» tienden a estar relativamente fragmentados,a pertenecer literalmente a docenas de asociaciones profesionales y sindica­tos, y a carecer de una identidad nacional unificada parecida a la de los tra­bajadores del acero o de la industria del automóvil.

Consiguientemente, cuando se deja de producir, ni se genera la mismaimagen tangible, visual, de los trabajadores de pie en la parte de afuera de la

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verja de una factoría físicamente cerrada, ni se suscitauna respuesta cohesio­nada en el ámbito nacional de la industria. No obstante, el impacto económi­co y la pérdida de puestos de trabajo no son menos reales o menos importan­tes para las comunidades locales.

Departamentode Comercio, 2001, pág. 12

El periódico conservador inglés Financial Times lo llamó «informe que­jica», y señaló que Hollywood tiene «sindicatos farisaicos» «<Why Holly­wood», 2001). Esta respuesta histérica significa que el Departamento de Co­mercio de Estados Unidos estaba tocando una materia que afecta loscimientos de una verdad histórica profunda.

Remitiéndonos al producto finalizado, está claro que los objetos y servi­cios obtienen su superávit en cuanto mercancía mediante la explotación delvalor derivado del trabajo combinado generado por distintos tipos de ofi­cios. Una vez que estas mercancías entran en circulación con un precio, ob­tienen también el valor de cambio. El poder logrado por el capitalismo a travésde un intercambio cada vez más amplio incluye tanto el valor del superávit,comprendido como beneficio, como la autoridad sobre las condiciones y po­sibilidades del trabajo. La división del trabajo es el mecanismo mediante elque se consigue esta articulación de la productividad, la explotación y el con­trol social. A medida que sus subdivisiones se multiplican y se expanden geo­gráficamente, adquiere el talento necesario para ocultar la cooperación detrabajo que lo ha constituido (Marx, 1906, págs. 49, 83). Pero el proceso esvisible para aquellos que lo administran: a buena distancia del marxismo, elFondo Monetario Internacional (FMI) coloca la división del trabajo en el cen­tro de la globalización.

El desarrollo de una producción de superávit y la división del trabajo secorresponden con cuatro fases distintas de la historia del comercio. En lossiglos XIV Yxv, nació un sistema mercantil a partir de cálculos del clima, lageografía, la flora y la fauna. El intercambio de bienes se convirtió en inter­cambio de trabajo. En tanto que los productos de alimentación circulabanpor el globo, las personas hacían lo propio, las más de las veces los esclavos.Cuando se desarrolló la maquinaria, el trabajo se escindió en modos indus­triales. A lo largo de los siglos XVI, XVII YXVIII, las ciudades se convirtieronen emplazamientos de manufacturas, poblaciones urbanizadas, y los salariosdesplazaron a la agricultura como base de la subsistencia (Lang y Hines,1993, pág. 15). Entonces cobra sentido el momento del famoso ejemplo deAdam Smith de cómo se hace un alfiler citado anteriormente.

Cuando los países desarrollados pasaron a un estadio global, las nuevasformas de trabajo se institucionalizaron en un imperio. La manufactura si-

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guió siendo el centro, y los productos de alimentación y la materia prima seimportaban de la periferia durante los siglos XVtIt y XtX. Surgieron diferen­cias de opinión acerca del significado de equilibrar el comercio con el bie­nestar de un país. Los mercantilistas pensaron que debían controlarlo, perolos comerciantes libres querían que mandaran las fuerzas del mercado, enconsonancia con la dotación de factores y una división del trabajo interna­cional. Las respuestas keynesianas a la Depresión hicieron del proteccionismouna posición más legítima dentro de la teoría económica, hasta que emergióla estagflación de la fase transnacional que se inició después de la guerra. Amediados de la década de los ochenta del siglo xx, el volumen de la pro­ducción de las multinacionales en el extranjero excedió las cifras del co­mercio entre Estados por primera vez. Hoy en día, los modelos de ciclo vi­tal de los productos internacionales sugieren que se hacen y consumen enprimer lugar en el centro, en una economía industrial mayor, luego se ex­portan a la periferia y finalmente se producen y consumen «allá», una vezque la tecnología está estandarizada y puede ahorrarse en costes de mano deobra. Los bienes y los servicios que se poseen y se venden en la periferia ra­ramente llegan al centro en calidad de importaciones. La econornfa del ca­pitalismo global depende de la integración de los procesos de producción,incluso cuando están geográficamente dispersos pero gobernados por Esta­dos e instituciones paraestatales al servicio de la acumulación del capital(Strange, 1995b, pág. 293; Keynes, 1957, págs. 333-334; Cohen, 1991,págs. 129, 133-139; Evans, 1979, págs. 27-28; Wallerstein, 1989).

Tal como hemos visto, los economistas burgueses teorizan la combina­ción de un PIB elevado, sofisticación gerencial, claridad narrativa y el esta­tus de lingua franca del inglés como la dotación de factores que contribuyena la hegemonía de Hollywood. Nuestra crítica argumenta, por el contrario,que la hegemonía de Hollywood se construye a partir y se sostiene en la su­presión interna de los derechos del trabajador, la explotación de una divisiónglobal del trabajo, y el impacto del colonialismo en la lengua; de modo queHollywood puede asimilar la diferencia, no tan amenazante, de un directorpakeha de Nueva Zelanda que trabaja en Estados Unidos (Roger Donald­son), o de un actor escocés que es residente inglés en España, trabaja en Es­tados Unidos y evade las leyes fiscales inglesas con un trato especial que li­mita su tiempo de residencia en ese país (Sean Connery) con las credencialesde un ex alumno de la Universidad de California del Sur (Hoskins y otros,1997, págs. 40-43; Tunstall y Machin, 1999, pág. 18).

El modelo neoclásico no consigue explicar la violencia inherente en laexplotación y la estratificación del trabajo en el Hollywood global. Un aná­lisis más adecuado de la división del trabajo daría cuenta de cómo las prác­ticas y los jornaleros se concentran en un lugar y se disciplinan mediante su

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acceso a los mercados del trabajo locales, a la vez que establecen «medioscrecientemente globalizados para la coordinación y el control bajo la despó­tica autoridad del capitalista». Este poder distante reacciona a la «progresivaconcentración de la actividad (hasta que, presumiblemente, todas las econo­mías a escala queden exhaustas)» de la competencia «reforzando las estruc­turas de autoridad y los mecanismos del control dentro del lugar de trabajo».Esto conduce nuestro análisis de la NICL hacia un planteamiento crítico delos procesos del Hollywood global que van de la mano con la globalizaciónde la «organización jerárquica y las formas de especialización que estratifi­can la clase trabajadora y crean un estrato social de administrativos e ins­pectores que controlan --en nombre del capital-las operaciones diarias enel lugar de trabajo» (Harvey, 1999, pág. 31).

Al pretender una concepción más politizada del trabajo en el Hollywoodglobal ---{;ómo se vincula una división internacional del trabajo con la pro­ductividad, la explotación y el control social-, exponemos el concepto dela NICL para dar cuenta de la diferenciación del trabajo cultural, la globali­zación de los procesos laborales, los medios a través de los cuales Holly­wood coordina y defiende su autoridad sobre los mercados del trabajo cul­tural, y el papel que desempeñan los gobiernos nacionales en connivenciacon las multinacionales corporativas. La NICL está pensada para dar cober­tura a una gran variedad de trabajadores dentro de las industrias culturales,sea cual sea el papel que desempeñen en la cadena del producto. Así, englo­ba a conserjes, contables, conductores y agentes de turismo en la misma me­dida que a guionistas, ayudantes de rodaje y anunciantes de radio (Throsby,2001, pág. 256). La NICL es una adaptación de la idea de una Nueva Divi­sión Internacional del Trabajo (NIDL): el desarrollo de mercados para el tra­bajo y las ventas, y el cambio de las sensibilidades espaciales de lo eléctricoa las insensibilidades espaciales de la electrónica, llevaron a los financierosa considerar que los países del tercer mundo eran proveedores de materiaprima, a contemplarlos como agentes determinantes ocultos del precio deltrabajo, que compiten entre ellos y con el primer mundo por empleo. A me­dida que la producción se dividió entre los continentes, la anterior divisióndel globo en un pequeño número de IMEC (Industrialized Market Econo­mies) y una mayoría de países subdesarrollados quedó en entredicho. FolkerFrobel y sus colaboradores (1980) bautizaron esta tendencia de la NIDL. Elresultado ha sido que cualquier decisión por parte de una empresa multina­cional de invertir en una formación nacional particular acarrea la semilla dela inseguridad, dado que las compañías se trasladan cuando los incentivosfiscales y otros factores de producción atraen su atención (Allan, 1988,págs. 325-326; Browett y Leaver, 1989, pág. 38; Welch y Luostarinen,1988; Friibel y otros, 1980, págs. 2-8, 13-15, 45-48).

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Dada su movilidad, las multinacionales corporativas pueden disciplinartanto el trabajo como al Estado, de modo que este último es reticente a im­poner nuevos impuestos y cortapisas o políticas que favorezcan al trabaja­dor frente a la posibilidad de dejar escapar una inversión (por no hablar delestablecimiento de un estatus para el espectador en el Diálogo FinancieroGlobal). A los movimientos laborales de los Estados postsocialistas lesaconseja la AFL-CIü acerca de las formas «apropiadas» de vida, de acuer­do con la fuerte oposición que planteó esta última al marxismo-leninismodurante décadas (Herod, 1997, págs. 172, 175). Los países «no competiti­vos» del mundo árabe y África tienen sus fuerzas laborales atadas de pies ymanos por las multinacionales corporativas a modo de ejército en la reservade trabajadores potenciales a bajo coste que el Norte importa cuando lo re­quiere (Amin, 1997, pág. ix), mientras que, por todo el mundo, se incre­menta «el sector de actividades domésticas o informales para sostener la repro­ducción global» (Peterson, 1996, pág. 10). El Estado socava el movimientosindical en bien del capital mediante políticas diseñadas para «liberar» eltrabajo de las leyes del empleo. Mientras tanto, el sistema de bienestar key­nesiano, que contribuía a redistribuir fondos entre la clase trabajadora, estásiendo desmantelado. Ralph Nader se refiere a ello como a «un coup d' étata baja velocidad»; las conquistas históricas respecto de la discusión repre­sentativa y el bienestar social realizadas por los trabajadores y grupos su­balternos están siendo desplazadas por el poder corporativo (1999, pág. 7).Las gentes del tercer mundo viven la «ventaja comparativa» como explota­ción, largas jornadas de trabajo por una paga exigua en artículos que expo­nen a sus países a los avatares de los mercados globales cambiantes e ines­tables de un modo que constituye una forma de «taylorismo primitivo»(Robles, 1994, págs. 1-2, 136-137). El reclutamiento contemporáneo de tra­bajo internacional a través de Internet, por ejemplo, ya ha ejemplificado es­tereotipos culturales racistas y sexistas (Tyner, 1998).

Pese a que la mayor parte de la literatura sobre la migración se centra enlos pobres, el intercambio internacional de calificación profesional se haacelerado a lo largo de los últimos veinte años, y la fuga de profesionalesconstituye a menudo una pérdida onerosa: el 60 % de los doctores de Ghanase marcharon a principios de los ochenta, y el continente africano pierdecada año 20.000 profesionales (Stalker, 2000, pág. 107). La producción cul­tural también se ha reubicado, pese a que en buena medida dentro de IMEede habla inglesa, a la vez que los factores de producción, incluida la asisten­cia del Estado, atraen los negocios. Eso está ocurriendo en los ámbitos de laproducción popular textual, la mercadotecnia, la información -el procesa­miento de datos de todo tipo, desde la lista de pasajeros de un avión y las ga­rantías de los clientes hasta el canon literario y las novelas pornográficas-

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LA NUEVA DIVISiÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO 77

y la labor de edición limitada de la alta cultura. El Programa de Desarrollode la ONU estima el valor de la información off-shore y los servicios de in­serción de chips en 30-40.000 millones anuales, y un crecimiento del dobledel nivel del resto de la economía mundial. La competencia por este merca­do suele comportar condiciones de trabajo grotescas y trabajo contingente,«desechable»: el Asian Monitor Resource Center señalaba en 1999 que losmontadores de los juguetes Mattel eran chinos que trabajaban siete días porsemana, de diez a dieciséis horas diarias, mientras que el dramático éxito deIndia a la hora de recortar los salarios que perciben los técnicos de softwarevive la amenaza de México, Hungría, China, Irlanda, las Filipinas, Israel ySingapur. El tiempo y el espacio se reforman mediante la explotación de lostrabajadores (Greider, 2000, págs. 152-153; Dicken, 1998, pág. 398; «Tech­nology-Labour», 1999; Burawoy y otros, 2000, págs. 175-202).

La inactividad del mercado laboral, el incremento de los beneficios y losdesarrollos en el transporte global y la tecnología de las comunicaciones hanhecho disminuir la necesidad de co-locación de esos factores, paralizandolos costes laborales y deteriorando la calificación profesional de los trabaja­dores. Ello ha sido particularmente cierto aplicado al cine y a la televisión enel período posterior a la década de los ochenta, cuando la proporción de in­cremento del componente anual de producción para pantalla ha superadocon mucho la inflación. El cine de animación, por ejemplo, suelen realizar­lo en el Sudeste Asiático trabajadores que perciben un salario menor al de losnorteamericanos (que todavía viven bien porque hay un problema de sumi­nistro como consecuencia del estímulo hacia los dibujos animados generadopor la creación de canales temáticos en la televisión estadounidense deriva­dos de la liberalización del sector). Existen 239 productores majors repartidospor treinta y nueve países, y el 90 % de los dibujos animados televisivos sehacen en Asia, de Los Simpson a las Tortugas Ninja. Los estudios de Mani­la producen media hora por un presupuesto de 120 a 160.000 dólares, mien­tras que en Estados Unidos el coste es de 300.000 dólares. China y Vietnamestán aún peor pagados. Hasta el Public Broadcasting Service de Estados Uni­dos manda hacer sus dibujos animados afuera. Algunas veces se ha afirma­do que los cambios introducidos por la alta tecnología en los oficios han re­patriado trabajo al sur de California, pero las naciones del Sudeste Asiáticoestán modernizando constantemente sus equipos y degradando el trabajo(Vogel, 1998, pág. 72, «Asia's», 1997; Lent, 1998; «Anirnation», 2001; Free­rnan, 2000, págs. 2, 9; «Cartoonist», 2000; Scott, 1998a, pág. 147).

La tendencia a largo plazo en Hollywood es que Estados Unidos atraigao, de otro modo, explote los talentos desarrollados por las cinematografíasnacionales para competir con éstas. Los intentos de la industria del cinefrancés a lo largo de los años ochenta por atraer inversiones de Hollywood

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pueden haber sido el efecto último de las adquisiciones de los estudios nor­teamericanos (Hayward, 1993, pág. 385). Los procesos de posproducción delas películas de Peter Weir El show de Truman (The Truman Show, 1998) oÚnico testigo (Witness, 1985) podían haberse realizado en Australia, satis­faciendo los índices de localismo fuera de pantalla con el fin de obtener fi­nanciación del Estado, ¿pero significa eso que existe una alternativa real aEstados Unidos? ¿Qué significa que Michael Apted, director de la serie deJames Bond y de 7 up pueda hablar con optimismo de una «europeizaciónde Hollywood", cuando Gaumont señala que «una coproducción con los ame­ricanos suele convertirse en otra película norteamericana rodada en exterio­res", y que Guíllermo del Toro convierta el éxito de su película mexicanaCronos (Cronos, 1995) en una carrera con grandes presupuestos en Hollywoodcon Mimic (Mimic, 1997) «<Top", 1994; Apted, citado en Dawtrey, 1994,pág. 75; Gaumont, citado en Kessler, 1995, nO 143; López, 2000, pág. 434)?

La novedad es un mal endémico a la propensión del capitalismo a la dis­rupción continua de la producción, una incansable dinámica de expansión­contracción-expansión que contempla cómo las compañías se mueven se­gún la revisión de las condiciones sociales que han contribuido a generar, yque en última instancia conducen a la elevación de las expectativas del tra­bajador y, por lo tanto, a la necesidad de que los negocios se muevan con elfin de evitar tener que enfrentarse a dichas expectativas. En este sentido, enlugar de en una escala nacional del crecimiento económico, nuestro modeloestá basado en la creación de tres instituciones internacionales: en primer lu­gar, un centro mundial; segundo, zonas intermedias cercanas de importanciasecundaria; y, tercero, regiones lejanas de trabajo subordinado al centro(Mattelart y Mattelart, 1998, pág. 92). Estas tres instancias pueden interpre­tarse como, respectivamente, Hollywood; Europa del Este, Norteamérica yAustralia; y el resto del mundo.

¿Cómo se realiza dicha globalización de los procesos laborales? El ar­gumento estándar acerca de la historia industrial de Hollywood es el si­guiente: un sistema artesanal obtenido en Nueva York a principios de 1900hasta el cambio masivo a California en 1920 (irónicamente emprendido enparte para eludir el poderoso movimiento sindical del Este y debido a que elOeste se caracterizaba por ser un estado antisindicatos). Siguiendo el estí­mulo de la legislación del New Deal, especialmente la Wagner Act, la in­dustria cinematográfica californiana se sindicó rápidamente durante la últi­ma mitad de la década de los treinta (Milkman, 2000; Ross, 1947, pág. 58).Se siguió una industrialización verticalmente integrada, bajo la forma de sis­tema de estudios que hacían y distribuían las películas al igual que los fabri­cantes de automóviles hacían y distribuían cacharros, es decir, mediante téc­nicas racionalizadas de producción en masa. En los años cuarenta, las leyes

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gubernamentales anti-fideicorniso y los procesos de televisuahzación y desuburbanización socavaron el sistema: el Estado llamó a Hollywood a de­sinvertir en la propiedad de las salas de cine, a pesar de que la populariza­ción de la televisión y los emplazamientos lejanos al centro de la ciudad re,percutían en un descenso de los ingresos en taquilla. Algunos consideranque los estudios entraron entonces en una fase posfordista de especializa­ción flexible, mediante la diferenciación del producto y la desintegraciónvertical basadas en géneros high-end, la subcontratación de productores in­dependientes, empresas de pre y posproducción y localizaciones globales,más que extensos servicios dentro de la empresa. Hay, por ejemplo, literal­mente cientos de empresas de producción multimedia en el sur de Califor­nia, y la mayoría de empresas dedicadas a la cinematografía y a la distribu­ción dan empleo a menos de diez trabajadores. Se suman a una masa críticainterconectada, un cluster de tecnología, trabajo y capital que opera a travésde contratos con los estudios e inversiones, pero no forma parte de su pro­piedad. El sistema funciona gracias a cuatro factores: entrega flexible de losservicios por parte de compañías especializadas; intensa interacción entrelas pequeñas unidades que forman parte de un dinámico sector global in­dustrial; trabajo cualificado y altamente diversificado, e infraestructura ins­titucional. El cluster ha evolucionado mediante la articulación a partir demediados de los ochenta, de manufacturas de ordenadores y semiconducto­res del norte y el sur de California y sistemas y desarrollo de software (unaindustria masivamente controlada y subvencionada por capital militar hastadespués de la Guerra Fría) hasta los contenidos de pantalla de Hollywood.Los hangares en desuso donde otrora se habían fabricado aviones vivieronuna simbólica conversión como emplazamientos del entretenimiento (Ak­soy y Robins, 1992; SCOlt, 1998b, pág. 31; Porter, 1998; Bureau of LabourStatistics, 2000a; Vogel, 1998; Scott, 1998a; OIT, 2oo0a; Raco, 1999; Wal­ters, 1999). A pesar de esta diversificación, el poder siguió en manos de unpequeño número de compañías que reúnen las mismas entidades que esta­ban supuestamente abiertas a la competencia hace cincuenta años mediantela ley anti-fideicomiso, porque lograron controlar la salida comercial al ciney a la televisión que hacía dinero de verdad con un mínimo desembolso: ladistribución. El mero hecho de la existencia de este control centralizadopone en duda la NICL, cuya necesidad es aún más perentoria.

La industria del cine de Estados Unidos ha importado siempre produc­tores culturales, como por ejemplo los expresionistas alemanes. (AlfredHitchcock acostumbraba a reconvenir a los ingleses contrarios a Hollywoodcon el comentario: «No hay americanos. América está llena de extranjeros»[citado en Truffaut con Scott, 1967, pág. 54J.) Durante su mandato como an­tecesor de Valenti antes de la guerra. Hays se refería a ello como a «atraer

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hacia la industria del arte americana el talento de otras naciones con el finde hacerla verdaderamente más universal» (citado en Higson y Maltby, 1999,pág. 5). De ahí la referencia de Antonio Gramsci a las 30.000 italianas quemandaron sus fotografías en bañador a Hollywood cuando se rodó Ben Hur(Ben-Hur, F. Niblo y A. Raboch, 1925) en Italia en calidad de «mamíferasde lujo» (1978, pág. 306). Con ello se estableció un tráfico de una sola víadurante la era del cine clásico en Hollywood, pese a que, ya en 1938, cuan­do la MGM estaba estableciendo unos estudios en Gran Bretaña, los sindi­catos de Los Ángeles expresaron su preocupación ante la fuga de puestos detrabajo al extranjero, y, en 1941, el Gobierno Federal aconsejó a la Disneyque se marchara al exterior, en parte para romper el movimiento huelguistade los trabajadores. La década de 1946 vivió un incremento de la producciónen el exterior. Los rodajes en exteriores pasaron a ser una manera de dife­renciar las historias, una vez que el color y los formatos de pantalla ampliase generalizaron y se dispuso de tecnología de grabación portátil. Los estu­dios compraron instalaciones en todas partes del mundo para utilizar unafuerza de trabajo más barata y dócil. Invirtiendo en la industria local, Holly­wood evitaba las inconvenientes normas del tráfico de divisas que prohibíanla expatriación de los beneficios, a la vez que se beneficiaba de la subven­ción del Estado anfitrión a las películas «locales», «Producción fugitiva» erael término periodístico e industrial con que se designaba el continuado éxo­do de la producción hollywoodiense. En 1949 hubo noventa producciones

100

50

1990 1992 1994 1996 19981991 1993 1995 1997

150 I-- - - ----jjrl--

200 1-- - ----_- -

Figura 9. Fuente: Departamento de Comercio, 2001,pág.26.http: / /www.esnips.com/web/Moviola

250 I---- - --- - - ---Q!f---- -

300 r-- - - - ---- - - ------,

Películas desarro lladas en Estados Unidos y producidas en el exteriorRazones para las localizaciones en el extranjero

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LA NUEVA DIVISIÓN INT ERNACIONAL DEL TRABAJO

Tota l de producciones de Estad os Unidos fugitivas creativas y económicas

81

450 ,---- - --- - ---- - -----,o Prod ucciones fugitivas creativas

• Producciones fugitivaseconómica s ''''

1990-1998Cambio porcentual

399 +91.0 % (TOla!)

350120 JJ2 114 +5 % (Creativo)

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250

ISO

50

o

+ 185 % (Económico)

1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998

Figura lO. Fuente: Monitor, 1999.

fugitivas . Veinte años después, la cifra era de 183, la mayor parte a Europa,mientras que los creadores de dibujos animados japoneses atraían ya pro- ,ducciones americanas de dibujos animados desde principios de los sesenta.Entre 1950 y 1973 sólo el 60 % de los filmes producidos por Hollywood em­pezaban sus vidas en Estados Unidos. La inversión externa directa de Es­tados Unidos en las producciones se multiplicó por cinco entre 1977 y 1993_En 1984, 151 de los 3 18 principales largometrajes hollywoodienses eranproducc iones fugitiv as (Townson, 1999, pág. 9 ; Leff, 2000; Kehr, 1999;Smoodin, 1993, pág. 147; Chri stopherson y Stoper, 1986; Marv asti, 2000).

Muchas de las películas eran desagradables y de mal gusto comparadasCon las que se rodaban en casa. Esta aura de producción de serie B quedó es­tablecida de una forma particularmente severa en un episodio del programatelevisivo I Spy. protagonizado por Robert Culp y BilI Cos by. «The Troublewilh Temple», rodado efectivamente afuera en bien de una imagen cosmo­polita, está ambientado en España, durante la producción de un filme de Ho­llywood de serie B. En la película aparece un productor-estrella a quien supartenaire femenina tacha de «muchacho genuinamente americano con el

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tiempo chasqueando en sus talones», que posteriormente se convierte en untraidor en la vida «real». Como veremos, esta acepción de la producción fu­gitiva como desleal tiene resonancias aún hoy en día, cuando la oposición ala creatividad y los criterios económicos siguen siendo las razones caracte­rísticas para rodar en el exterior.

Por ejemplo, motivada por la posibilidad de vender directamente susmuchos programas televisivos a una cadena televisiva independiente, la Co­lumbia/Tristar de Sony está en fase de producción de una versión putonghuade Los ángeles de Charlie para China y una película de época para la India,dos lugares tradicionalmente hostiles hacia el negocio de Hollywood. Así,mientras la mayoría de las exportaciones de Hollywood siguen doblándoseal alemán, italiano, español y francés, y en el resto del mundo las subtitulan,existe una tendencia a contratar actores «locales- pertenecientes al grupo delas treinta lenguas más habladas para doblar las películas de gran presu­puesto (Orwall, 2(00).

Los defensores consideran que la NICL es síntoma de la exitosa acumu­lación flexible posfordista, mientras que los sindicatos trabajan con las em­presas y el Gobierno para operar competitivamente en un paraíso tripartito(Murphy, 1997; Shatilla, 1996). Para los críticos, las industrias creadas apartir de respuestas políticas al dominio cultural externo no hacen sino con­tribuir a dicho dominio, ya que es un ámbito filtrado por lo gubernamental ymercantilizado en cuanto emplazamiento industrial de lugares y servicios.Su estatuto como espacio cultural e histórico ha sido y es arrasado. Dichades-localización permite una re-territorializacion a ojos de un extranjero,que hace, por ejemplo, que Canadá sea «el norte de Hollywood» en la mis­ma medida en que es «el norte de México» (Gasher, 1995). Por primera vez,el año 2000 marcó en Toronto la producción de más películas extranjerasque locales y la reducción del dinero que se destinaba a películas canadien­ses. En la actualidad, las historias canadienses constituyen menos del l % dela producción nacional en lengua inglesa (Menan, 2001; Mokhiber y Weiss­man, 1999). La NICL también supone un motivo de preocupación para lostrabajadores de Hollywood. El Gobierno Federal de Estados Unidos inves­tigó por primera vez la cuestión de la producción fugitiva en la década de lossesenta, cuando algunos congresistas propusieron clasificaciones que iden­tificaran las películas rodadas en Estados Unidos. En 1979, los creadores dedibujos animados de Estados Unidos fueron a la huelga en contra de las pro­ducciones fugitivas, y consiguieron que se incluyera una cláusula en loscontratos por la que los animadores sindicados en Los Ángeles debían teneruna primera opción sobre los trabajos. No obstante, los productores la igno­raron alegremente, a pesar de las exorbitantes multas que se les impusieron(Lent, 1998, pág. 240). Hoy sigue siendo un motivo de inquietud. La pro-

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Resu men del desarrollo de la producción fugiti va : 19911 y 199H

600:'>41 534

500

~o397 Produc cióno 400'C 312 nacional en Producciónu EE.UU . nacional en,

343

"ª3 19 EE.UU.

o- 31XIo

286Prod ucción-efugitivaE Producción

~ 21JO creanva en 223 fugitivaEE.UU. creativa en"

Z EE.UU.

lOOProdu cción

Producciónfugitivaeconómica en fugitiva

EE.UU. económica enEE.UU.

O1990 1998 1990 1998

Producciones televisivas Películas para exhibición en saladesarrolladas en Estados Unidos desarroll adas en Estados Unidos

Figura 1L Fuente: Monitor, 1999,

+ 185% Total-3,11%+260 ,0 %+66.7 ~

+2M ,3 ')f.

282

produccio nes fugitivas ecoll~micas an ua les de Esta dos Unidos por tocal lzact óu

1990- 1998Cambio porcentual

o

100

W Olrosc:J Austral ia

300 Gran Bretaña

• Canadá

200

63 % 65 % 75% 76 % 71 % 76% 7 1% 78 % 8 1%

Figura 12, Fuente: Monitor, 1999.

ducción fugitiva de cine y de televisión de Estados Unidos se cifró en 500 mi­llones de dólares en 1990 y en 2,800 millones en 1998, Hacia finales de losnoventa, la NICL le estaba costando supuestamente 7.500 millones de dóla­res al año a Los Ángeles en efectos multiplicadores, además de 20,000 pues­tos de trabajo, La proporción de la producción de Hollywood en el exterior

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durante la última década fue del 7 % de su total al 27 %, según un estudio ela­borado por el Monitor Group for the Directors and Screen Actors Guilds.

El 81 % de las fugitivas se fue a Canadá, un total de 232 en 1998 com­paradas con las 63 de 1990, y ellO % a Gran Bretaña y Australia.

Buena parte de esa pérdida fue en miniseries y en telefilmes, la clave delsector en términos de fuerza de trabajo de producción regular para las redes decable. En 1999, Canadá alardeaba de haber tenido 696 semanas de producciónde telefilmes, California sólo 152 (Departamento de Comercio, 200 1, pág.31). La industria está trabajando para el desarrollo de medios que amplíen susopciones en el extranjero. Por ejemplo, después de que los servidores de Va­lenti en el gobierno de Estados Unidos hubieran requerido que Seúl minimi­zara sus cuotas sobre la exhibición nacional de películas como contrapartida aotros ajustes industriales, éste se comprometió a formar a los cineastas corea­nos, para que pudieran entrar en la NICL (Kim, 2000, pág. 363). Por consi­guiente, a la vez que se obtenía un mayor acceso al estreno de películas, tam­bién se construía una nueva fuerza de trabajo, barata, para producirlas.

El número de películas de gran presupuesto realizadas en el exteriorpasó de ninguna en 1990 a veinticuatro en 1998. Toronto ha sido la ciudadde Nueva York en un centenar de películas, y cuando fingió ser Chicago enBlues Brothers 2000 (Blues Brothers 2000, J. Landis, 1998), los funciona­rios tuvieron la desfachatez de llamar a la Chicago Film Commission parapedirle consejo, mientras que los productores se vanagloriaban de la rapidezcon que importaban árboles en camiones refrigerados cuando se necesitabaque pareciera California. En televisión, se consideró que el uso que DueSouth hace de Toronto como Chicago les había ahorrado un 40 % en costesde producción. El número de telefilmes que escaparon de la NICL subió de30 en 1990 a 139 en 1998, un 363 % de incremento. El share norteamerica­no de películas semanales en la televisión estadounidense bajó del 62 % en1994-1995 al41 % en 1999-2000, y el 45 % del género se estaba rodando enCanadá en 1998-1999. Los detractores están más preocupados por este sec­tor que por los ocasionales largometrajes high-profil que se realizan allí. Delas \.075 películas de ficción realizadas con capital norteamericano y losprogramas emitidos por la televisión estadounidense en 1998, el 27 % se fil­mó fuera, el doble de la proporción de 1990 «<Culture Wars», 1998; Masury Shea, 1999; Weller, 1999 y 2000; Entertainment Industry DevelopmentCorporation, 2001; Gasher, 1995; Grumiau, 2000; Connell, 2000). Los pri­meros seis meses del 2000 asistieron a un incremento del valor de la pro­ducción cinematográfica en Toronto del 15,2 % sobre el período correspon­diente del año anterior, lo que suponía 352,8 millones de dólares (Brown,2000). Varias provincias canadienses disponen en la actualidad de alta tec­nología de posproducción e instalaciones de montaje y de facilidades fisca-

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Películas desarrolladasen Esta dos Unidos

Localizaciones de la producción

Programas televisivos desarrolladosen Estados Unidos

Localizaciones de la producc ión

1990 (Tutal 719) ]Y99 (Tola l t (72) 1990 (Total 327 1 ]999 (Tota l 541)

D Extranjero Estados Unidos D Extranjero Estados Unidos

Figura 13. Fuente: Departamento de Comercio,2001, págs. 24-25.

les para esa parte del proceso cinematográfico, con lo que se pueden afron­tar más fases de la producción (Connell, 2000).

Por más que la tendencia a la producción fugitiva constituya una ame­naza relativamente menor para los trabajadores de Hollywood comparadacon el cierre de plantas y la fuga de puestos de trabajo al exterior en secto­res como el textil y de la indumentaria (Bronfenbrenner, 2000, pág. 25), lossindicatos del sector del entretenimiento en Estados Unidos han expresadosu temor de que, ante la generalización de la NICL, haya más paro en laconstrucción, los hoteles, el catering, los conductores, la carpintería y loselectricistas. Se considera que 270.000 puestos de trabajo en Estados Unidosestán directamente relacionados con la producción para pantalla. Muchos deellos forman parte de sectores de debajo de la línea que la NICL puede su­plir sin dificultad in situ (Departamento de Comercio, 2001, págs. 5, 10).

Películas de la sema na para las emisiones norteamericanasLocalización de la producción

1994-1996 1996 -2000

D Extranjero Estado s Unidos

Figura 14. Fuente: Departamento de Comercio,2001, 24-25.

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Por mucho que la administración de Clinton se preciara de que la tecno­logía de la información era la responsable de la multiplicación por tres de lospuestos de trabajo en Estados Unidos entre 1995 y el 2000, no ha habido unanálisis creíble de la pérdida de puestos de trabajo en el sector durante eseperíodo, o de la pérdida de «buenos» puestos de trabajo que se han conver­tido en ocupaciones eventuales o se han proletarizado en empleo de freelan­ces (Anderson, 2001). La Oficina Internacional del Trabajo (2000b) sugiereque la producción fugitiva ocasionó la pérdida de 125.100 puestos de traba­jo entre 1990 y 1998, la mayor parte de los cuales pasaron a manos de tra­bajadores por debajo de la línea, y es práctica común de las empresas multi­media complementar el trabajo de un pequeño grupo de empleados en plenadedicación con contratados a tiempo parcial y freelances en un mismo régi­men laboral (Scott, J998a, págs. 150-151).

Vancouver y Toronto son los emplazamientos que más producción depantalla norteamericana concentran después de Los Ángeles y Nueva York,debido a la debilidad de la moneda canadiense y a las reducciones de im­puestos que pueden llegar al 50 % de los costes laborales, dependiendo de laprovincia. Se han dado importantes disminuciones de producción desde1995 en varios enclaves norteamericanos (Carolina del Norte perdió un36 %, Illinois un 20 %, Tejas un 31 % y Washington un 37 %). Sin embargo,los índices de producción de los centros canadienses en 1998 suman menosde J.500 millones de dólares y están muy por debajo del total de California,28.000 millones de dólares, que englobaba prácticamente el 70 % de la pro­ducción cinematográfica norteamericana de ese año y el 60 % de los puestosde trabajo de la pantalla nacional. El gasto en producción para pantalla delcondado de Los Ángeles fue de 29.400 millones de dólares en 1999, y deunos 31.200 millones en el 2000, y multiplica por cinco el número de díasde rodaje de Toronto. En los doce años anteriores a 1999, el número depuestos de trabajo de la industria de la cultura en California creció un 137 %,mientras que el empleo nacional en el sector del entretenimiento aumentó deJ14.000 a 240.000 en diez años. Y los funcionarios canadienses señalan que,mientras que ellos representan el 10% del público mundial de los textos esta­dounidenses, sólo el 3 % de la producción cinematográfica tiene lugar allí(Kempster, 2001 y Bates, 2000; Madigan, 2000; Monitor, 1999). En 1999, lossindicatos canadienses subieron la apuesta accediendo a un recorte del 13 %de los salarios (Ryan, 1999; Brinsley, 1999; Madigan, 1999c; Swift, 1999;Brown, 2000; Departamento de Comercio, 2001, pág. 19; Lowry, 2000).

La tendencia a la producción fugitiva de Hollywood depende de las na­ciones periféricas que tienen la calificación profesional, la técnica, la lenguay la familiaridad adecuadas, contactos comerciales y un cambio de divisasque favorezca -lo que se ha dado en considerar una forma de «taylorismo

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LA NUEVA DIVISiÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO

Proyectos de la rgometrajes en Los Angeles1996-2000*

600 ,--- --- - - - - - --- - - - - - - - -

87

5.8

500

400

300

200

100

O1996 1997 . 1998 1999 2000"La s cifras de l año 2000 .se basan únicamente en los datos recogi dos de enero a junio.

Figura 15. Fuente: Entertainment Industry Development Corporation, 200(.

Pro yect os tele visivos en Los Ánge les1996-2000 *

600

500

400

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100

O1996 1997 1998 1999 2000" Las cifras de l afio 2000 se basan únicamente en los dato s recogid os de enero a junio.

Figura 16. Fuente: Entertainment Industry Development Corporation, 200 l.

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88 EL NUEVO HOLLYWOOD

Total de empleo en la industria cinematográfica de Estados Unidos (en miles)

Año Número de empleados Cambio anual 2000 Versus

2000 (p) 630,8 3,4% N/A1999 609,8 5,9% 3,4%1998 576,0 4,7% 9,5%1997 550,4 4,9% 14,6%1996 524,7 7,6% 20,2%1995 487,6 10,5% 29,3%1994 441,2 7,1 % 42,9%1993 412,0 2,8% 53,1 %1992 400,9 -2,4% 57,3%1991 410,9 0,8% 53,5%1990 407,7 8,8% 54,7%1989 374,7 9,9% 68,3%1988 340,9 85,0%

(p) Estimación preliminar.

Figura 17, Fuente: MolionPictureAssocialion of Arnerica, 2001, pág. 24.

periférico», pues se puede recurrir a un nivel de eficiencia altamente desa­rrollado por una clase trabajadora cualificada en lugares que, no obstante, si­guen importando lo que se produce en «su» territorio-- pero que nunca sehallan bajo su control (Robles, 1994, págs. 137, 151), La decisión del go­bierno inglés de dejar la libra sujeta a un cambio flotante y liberar el Bancode Gran Bretaña de un control democrático, en 1988 contribuyó a una situa­ción en la que el fortalecimiento de su moneda aumentó los costes para losinversores extranjeros y estimuló a los nacionales a gastar en otras partes, loque acarreó severas implicaciones para las películas financiadas en el ex­tranjero. Las monedas de Gran Bretaña, Australia y Canadá bajaron entre un15 y un 23 % en relación con el dólar a lo largo de la década de los noventa.

Así, el auge de la producción extranjera en Australia y Canadá a finalesde los años noventa, motivado en parte por las características del paisaje, lasinfraestructuras, la lengua, las subvenciones y los salarios más bajos que enEstados Unidos -aunque con niveles de calificación profesional equivalen­tes-, seguía dependiendo de la debilidad de la moneda anfitriona y, en elaño 2000, de trabajadores que no estaban preparados para apoyar la huelgade 135.000 actores estadounidenses en su campaña en pro de los derechosresiduales del actor en publicidad. Ésos son los temas clave para las nacio­nes que pretenden usurpar el espacio de las antiguas colonias británicas, y losestudios británicos RSVP hacían propaganda de Filipinas como un «lugar

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LA NUEVA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO 89

-15,1%

-23,4%-19,5%

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J1J9O.1998,---=0-----------------, Cambio

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O,5+--.---.--.--~-~~~__,-___.---,--~

1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996, 1997 1998

-e- Oran Bretaña _ Canadá . -. - Australia

Figura 18. Fuente: Monitor, 1999.

sin sindicatos donde la fuerza de trabajo es deliciosamente barata» y «rodar16 horas diarias no es tan raro» (Woods, 1999b; Monitor, 1999; Pendakur,1998, pág. 229; Brown, 2000; RSVP, s. f.).

No toda la explotación que Hollywood hace de la NICL está directa­mente relacionada con la producción para pantalla, naturalmente. Entreotros elementos clave están la distribución, la exhibición, el copyright y lasmercancías. La Disney asegura que saca provecho de las películas que notienen éxito gracias al merchandising --{;omercialización de productos aso­ciados- (el 46 % de sus ingresos anuales procede de estas ventas), Buena.parte de estas manufacturas se realizan en países del tercer mundo dondeempresas subcontratadas explotan a las mujeres pagándoles un salario míse­ro. El jorobado de Natre Dame (The Hunchback of Notre Dame, G, Trous­dale y K.Wise, 1996) no dio muy buenos frutos de taquilla pero sí en lastiendas de juguetes, con productos realizados en Taiwán, Hong Kong, Mé­xico, Brasil, El Salvador, Tailandia, Malasia, SI. Lucia, Colombia, Filipinas,Honduras, República Dominicana, la India, Bangladesh, Sri Lanka, China,Haití, Estados Unidos, Japón, Dinamarca y Canadá. Los abusos laborales dela Disney en China (dieciséis horas al día, semanas de siete días, de 0,135 a0,36 dólares por hora), descubiertos por el Honk Kong Christian IndustrialCommittee, mostraron cómo la explotación genera ingentes ingresos a lacompañía a través de 660 puntos de venta al por menor repartidos por todoel mundo a la espera de vender los productos fabricados por trabajadores ex­plotados. La animación es un sector especialmente atractivo para lucrarsecon actividades relacionadas con las licencias porque ofrece una vía directa

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a los niños a través del texto original (McCann, 1998; Madigan, 1999a y1999b; «Culture Wars», 1998; Tracy, 1999; McChesney, 2000, pág. 94;«Animation», 2001; «Disney Labor», 1999).

Las instituciones financieras americanas también compran salas de cineen el extranjero y compañías de distribución, con lo que comparten riesgosy provechos con los negocios locales. Ello está en consonancia con la estre­cha relación histórica que ha habido siempre entre la industria del cine y elcapital financiero: los bancos norteamericanos buscaron fuentes de ingresosen el extranjero a lo largo de la década de los sesenta, así que aprobaron yapoyaron los esfuerzos de Hollywood por compartir riesgos e inversionescon el mayor número de socios. Hacia finales de los años ochenta, las em­presas extranjeras eran abastecedoras cruciales de fondos invertidos en laspelículas norteamericanas o de préstamos contra los derechos de distribuciónen sus países de origen. En la actualidad existen acuerdos de producción con­junta bien establecidos entre empresas norteamericanas y francesas, ingle­sas, suecas, australianas e italianas, con conexiones con televisión, parquestemáticos, satélite, vídeo e Internet (Lent, 1998, pág. 243; Wasser, 1995,págs. 424, 431; Monitor, 1999; Buck, 1992, págs. 119, 123; Briller, 1990,págs. 75-78; Wasko, 1994, pág. 33; Miege, 1989, pág. 46; Wasko, 1982,págs. 206-207; Marvasti, 1994; Kessler, 1995; «The Polygram Test», 1998;Wasko, 1998, pág. 180-181; Punnam con Watson, 1998, págs. 202-205).

La NICL también tiene sus efectos sobre el copyright (véase capítulo 4).Como parte del marco de referencia de la NICL, las cuestiones del territoriode la primera publicación de un texto, el domicilio de su productor y la ubi­cación de la sede central corporativa de su propietario suelen ser crucialesen las disputas en tomo a la propiedad intelectual internacional, como cuan­do el Estado afirmó de John Huston y Ben Maddows que, en cuanto direc­tor y guionista respectivamente de La jungla del asfalto (The Asphalt Jun­gle, 1950), sus derechos morales habían sido infringidos cuando una cadenade televisión francesa progranaó la emisión de una versión coloreada de lapelícula en 1988. Bajo la ley de Estados Unidos, sus herederos hubieran te­nido pocos recursos legales, dado que la Turner Entertainment Companyposeía el copyright de la película porque se lo había comprado a MGM-Lo­ews en 1986 (que, a su vez, había requerido los servicios de Huston y Mad­dows como «trabajadores bajo contrato»). La Turner hubiera podido hacerlo que quisiera con la película, incluso colorearla. Tras un mandato que im­pidió la emisión de la televisión francesa, los tribunales dictaminaron que,según la ley civil de derechos morales, el coloreado no había sido autorizadapor parte de aquellos que tenían un derecho moral perpetuo sobre la pelícu­la (es decir, Huston y Maddows). Después de que se confirmara la sentenciatras una apelación a las normas del tratamiento nacional, un tribunal supe-

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rior revocó la decisión invocando el domicilio del autor, sobre el que al pa­recer había jurisprudencia en Estados Unidos. Finalmente, el Tribunal Su­premo francés confirmó la decisión inicial, sobre la base de que sólo las per­sonas naturales (no entidades corporativas) reunían las condicionesnecesarias para que se les adjudicara la autoría asociada con la ley francesaen materia de copyright. Jane Ginsburg y Pierre Sirinelli (1991) sugierenque el fallo Huston no necesariamente ocasionaría un flujo de denuncias porvulneraciones del copyright en el extranjero por parte de artistas afincadosen Estados Unidos que llevaran a juicio a las corporaciones propietarias delcopyright en países amigos de los derechos morales. Por el contrario, las cor­poraciones propietarias podían sencillamente consolidar un lenguaje con­tractual relativo al acuerdo de «trabajo bajo contrato» que desarrollara el tras­paso de derechos. Dicha consolidación del lenguaje contribuiría, en el casode La jungla del asfalto, a los acuerdos de «trabajo bajo contrato» de EstadosUnidos con el reconocimiento de Francia de un traspaso por escrito de los de­rechos de explotación. Aparte de la armonización, el reconocimiento de lassutilezas de la diferencia legislativa intemacional puede vacunar a los pro­pietarios de los medios de comunicación contra la vulneración internacionalde sus intereses. Mientras la legitimidad moral de custodiar una cultura na­cional subraya las demandas de los descendientes de los directores en el sen­tido de que el coloreado es una «conspiración para degradar nuestro carácternacional», y el American Film Institute afirma que «el coloreado destruirála historia de nuestra cinematografía nacional» (Grainge, 1999, pág. 627), lainternacionalización del copyright cinematográfico está armonizando losvalores que subyacen en las políticas culturales de cada país de acuerdo conla necesidad de un conjunto universal de normas que propicien la NICL.

Los productores de Hollywood y las cadenas también están buscando unespacio satélite y emitir por toda Europa, y la AOL-Time Warner, Disney­ABC, Viacom, NBC y otras están abriéndose paso a empujones hacia el centrode una vasta y creciente industria de Europa Occidental como emplazamientode producción, así como vertedero de materiales viejos. Las nuevas cadenas te­levisivas de toda Europa invierten en programación local con ahorro de costeslogrado mediante la planificación de un inversor americano (Stevenson, 1994,pág. 6). Un enorme incremento del número de canales y sistemas de abasteci­miento y pago está produciendo asimismo una concentración sin precedentesde la propiedad televisiva, de la concesión horizontal de licencias y de aventu­ras conjuntas que son reflejo de los sistemas de venta al detalle de cada país(Schwab, 1994, pág. 14;Roddick, 1994,pág. 30; Markusen, 1995,pág. 170).

Los gobiernos también contemplan las implicaciones positivas de la NICL,así como las negativas, y buscan formas de usar el nuevo internacionalismopara crear o atender sus propias industrias de pantalla y su turismo. Entre

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1990 Y 1998, se crearon treinta y una comisiones nacionales de cinemato­grafía alrededor del globo, muchas de ellas exclusivamente interesadas enatraer capital extranjero (Guttridge, 1996). Pasemos ahora a considerar elestudio de algunos casos que abordan el papel del Estado a la hora de facili­tar la NICL, y cuál es el estado de la cuestión en Australia, Italia, la Repú­blica Checa, Gran Bretaña y México.

Australia

La ley del látigo (Kangaroo, L. Milestone, 1952) y The Return ofCaptainlnvincible (P. Mora, 1983) nOS proporcionan sendos casos lfmite conceptua­les y cronológicos de la inversión norteamericana en pantalla en la industriacinematográfica. La ley del látigo fue el primero de varios largometrajes deHollywood que se rodaron en Australia durante la década de los cincuenta.La 20th-Century-Fox mandó un equipo y la mayor parte del reparto porquesus reservas basadas en capital australiano habían sido congeladas para evi­tar que las divisas abandonaran el país. El rodaje tuvo lugar en Zanuckville,muy imaginativamente bautizada en honor del jefe de los estudios. La pelí­cula, un western al uso, fue un fracaso, aunque entonces la necesidad de uti­lizar el dinero improductivo probablemente fuera el único motivo que impul­sara su producción. Tres décadas después, The Return 01Captain lnvinciblefue otra consecuencia de las condiciones de producción estatales para la ci­nematografía extranjera. Los incentivos fiscales diseñados para que el cineaustraliano estuviera más atento al sector privado contemplaron cómo la ha­cienda local subvencionaba a Hollywood en la producción de una películaque prácticamente no estaba ambientada «en ninguna parte». El texto nospresenta a un superhéroe norteamericano retirado, al que daba vida Alan Arkin,que emigra a Australia y a la dipsomanía como consecuencia de una perse­cución mccartista, pero que recupera sus poderes y su sobriedad para frustrarlos planes de Un malvado Christopher Lee. Montada de nuevo por sus produc­tores debido a las dificultades para obtener una distribución en Estados Uni­dos, el texto fue rechazado por su director Philippe Mora y el Gobierno aus­traliano le negó el certificado por ser insuficientemente local en relación conel guión original. Un tribunal recusó dicho fallo pero, dado que los impues­tos habían sido establecidos para fomentar la producción comercial, estabapolftica y cultutalmente comprometido en ese sentido. Los gobiernos austra­lianos han seguido proporcionando capital de riesgo a los jefazos extranjeros,pero generalmente a escala estatal, a pesar de que el Gobierno Federal tieneuna institución llamada Ausfilm, residente en Los Ángeles, cuyo cometidoconsiste en promover la NICL (Departamento de Comercio, 2001, pág. 50).

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Cuando Dino de LaurenIiis estaba escogiendo entre Sydney y la CostaDorada de Queensland como ubicaciones de unos estudios UTE con la com­pañía australiana Village Roadshow en 1987, uno de los criterios que le lle­varon a decidirse por la segunda fue el hecho de que la Queensland FilmCorporation reunió un préstamo de 7,5 millones de dólares australianos abajo interés y atrajo 55 millones de dólares australianos mediante una emi­sión de acciones. Su compañía quebró tras un desplome de la bolsa de eseaño, y el espacio parecía destinado al fracaso. Intentaron promocionarlopara unas nuevas instalaciones de Disneylandia o corno polis multifuncional,pero ninguno de los planes llegó a concretarse. Sin embargo, en 1988, unahuelga de 150 días de la Writers ' Guide of America relacionada con el pagode los derechos creativos y residuales ocasionó una deficiencia crónica denuevos programas. Village Roadshow respondió financiando de nuevo suinversión a través de la Warner Bross, y buscando negocio en el extranjero.La primera serie importante rodada en la Costa Dorada fue el espectáculo te­levisivo Mission: lmpossible en 1988. La Queensland Film DevelopmentOffice publicitó inmediatamente ante el Estado a productores en perspectivacomo el siguiente: «La compañía productora de una serie reciente del primetime de la televisión norteamericana halló un diverso abanico de "exterioresinternacionales" que van desde Londres a las islas griegas en Queensland».Village Roadshow-Warner Bross anunció una expansión de su estudio en1989. El Estado estaba dispuesto a contribuir con una subvención a la cons­trucción que se convirtió en parte del material promocional de los estudios.Bien podía la Queensland Tourist and Travel Corporation referirse a sí mis­ma como «la última frontera», repleta de «lugareños sonrientes». Para Stan­ley O'Toole, director gerente de lo que luego se convirtió en un estudio,Queensland era «Los Ángeles sin la niebla tóxica». El estudio perteneceparcialmente a la Warner Bross y se llama Warner Roadshow. La Pacific Filmand Televisión Commission, creada para promocionar el Estado ante los pro­ductores cinematográficos australianos e internacionales, ofrece un fondocirculante para préstamos de bajo interés pignorados contra las garantías ypreventas, desgravaciones en el impuesto sobre rentas de trabajo, y subven­ciones para gastos de contratación (Miller, 1998a). En los trece años que lle­va funcionando, el estudio ha atraído inversiones NICL de la CBS, Viacom,ABC, Fax TV, Disney TV, Disney Channel, Fax y Warner Bross, y el Go­bierno australiano le ha estado ayudando con créditos fiscales por empleo demás de un 10 %. El total de la producción fugitiva en Australia ha crecidouna media de un 26 % a lo largo de la década de los noventa (Hanrahan,2000; Monitor, 1999).

Naturalmente, no todas las jurisdicciones son tan proclives a ser explo­tadas. Los productores de la serie televisiva de Los vigilantes de la playa

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(Baywatch), que luego se ha emitido en 144 países, decidieron trasladarse aAustralia a finales de Jos noventa. Allí las playas son propiedad pública, ylos habitantes de Avalon, en Sydney, protestaron cuando sus políticos loca­les se ofrecieron a firmar el traspaso del espacio. Pero la Costa Dorada deQueensland se mantuvo firme en su voluntad de ayudar «<Baywatch»,1999). Dicha necesidad ha ocasionado que los productores de Hollywood serefieran a los habitantes de Queensland como «mexicanos con móviles», loque levantó ampollas entre la Screen Directors'Guild local (citado en «Aus­tralia», 1998; Fitzgerald, 2000). El rodaje de películas de primera fila comoMisión imposihle 2 (Mission Impossible 2, J. Woo, 2000) y de Matrix (TheMatrix, A. y L. Wachowski, 1999) en Australia supuso ahorros respecto de losprecios de Los Ángeles de más de un 30 %, por no mencionar que 100 mi­llones de dólares norteamericanos del presupuesto eran alemanes (Waxman,1999; Zwick, 2000).

Tabla costes 1999

Estudio de grabación*

Roulotte de maquillaje

Tráiler

Actor de reparto

Rodaje en ciudad

Los Ángeles

8.000 $ australianosdiarios

5.000 $ australianossemanales

4.000 $ australianossemanales

880 $ australianosdiarios

15.000 $ australianosdiarios

Australia

2.000 $ australianosdiarios

1.500$ australianossemanales

1.000 $ australianossemanales

300 $ australianosdiarios

10.000 $ australianosdiarios

'" Estados Unidos suele contratar jefes de producción en las localizaciones y los equipos deiluminadores y sus costes.Fuente: Idaho, 1999.

Los costes laborales pueden rebajarse aún un 20 % en Sudáfrica, el ma­yor competidor de Australia en la zona. Ciento ochenta y dos spots publici­tarios de televisiones extranjeras se rodaron en el año anterior a marzo de1997, más de un 40 % que el año anterior, apoyados por subvenciones gu­bernamentales sustanciosas. En cuanto las expectativas de los trabajadores ysus demandas crecen, se sigue su sindicación y llega el momento de mar­charse a otra parte (por ejemplo, a Zimbabue) (Grurnaiu, 1998; Departa­mento de Comercio, 1997; «África' s», 1997; Guider, 2001; «Telenovela deCaracol», 2001). De un modo parecido, a mediados de los años noventa Mé-

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xico D. F. YRio de Janeiro perdieron su monopolio sobre el doblaje de la te­levisión de habla inglesa al español y el portugués en bien de Los Ángeles yMiami (Sinclair, 1999, pág. 165).

Rich McCallum, coproductor de las secuelas de La guerra de las galaxiasproducidas en Australia, la prefiere a Hollywood, que «representa todo lo re­pugnante... hay tanto sindicato». A él Y a su colega George Lucas les gustatanto Australia que «me he comprometido a realizar dos películas más allí»,señal de que «no se trata de violación y pillaje» (citado en Fitzgerald, 2000).

La capacidad profesional de la que se dispone en Australia es fruto deuna política cultural nacional a largo plazo. Tomemos en consideración laGrundy Organisation. A partir de los años cincuenta produjo dramas televi­sivos australianos y programas-concurso que fueron comprados a través delicencia desde Estados Unidos. Luego la compañía creció vendiendo dichostextos por todo el mundo, operando con una estrategia llamada «internacio­nalismo limitado» que significaba marcharse de Australia en lugar de ex­portar de manera aislada a partir de relevantes marcos de referencia indus­triales, de gusto y reguladores. Siguiendo modelos establecidos en laindustria de la publicidad, compró empresas de producción por todo el mun­do, y realizó programas en las lenguas locales basados en formatos impor­tados de Australia e inspirados originalmente en modelos norteamericanos.Con base en Bermudas, la organización produjo unas cincuenta horas de te­levisión por semana en setenta países distintos de Europa, Oceanía, Asia yNorteamérica, hasta que fue vendida en 1995 a Pearson por 280 millones dedólares. Eso ejemplificó la NICL off-shore: una compañía utilizaba su ex­periencia en la industria de la reproducción industrial australiana para ma­nufacturar palimpsestos norteamericanos en países relativamente nuevos enla televisión basada en el beneficio. Los beneficios para Australia, donde elmarco de referencia regulador dio lugar a estas competencias al requerirel apoyo de las cadenas para dichas producciones como parte de la protec­ción cultural, no están claros. Tal como Greg Dyke, ejecutivo de la Pearsonresponsable de la compra de la Grundy y posteriormente presidente de laBBC, expresó orgullosamente, el famoso programa de la Grundy Man OMan «no tiene ningún valor social que lo redima» (Cunningham y Jacka,1996, pág. 81-87; Moran, 1998, págs. 41-71; Short, 1996; Stevenson, 1994,pág. 1; Tunstall y Machin, 1999, pág. 30; Dyke, citado en Short, 1996).

En esos casos, la política cultural se limita a apoyar a las burguesías cul­turales locales e internacionales. Y Estados Unidos aprende de esos satélitesy de su desarrollo de las técnicas palimpsésticas. El modelo Grundy se haconvertido en uno de los estándares de Hollywood, mientras que la Sony, laWarners y la Disney producen todos los años miles de horas de textos tele­visivos en los mercados extranjeros, destinados al público nacional. Lo mis-

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Producción cinematog ráfica a ustraliana

Producción de pelícu las independientes y de espacios dramáticos televisivos

300-,-----===---- - - --- - - -----

Te íemovíesLargometrajes

O...L--'-

50

250 + ---c=

c=:J 1997·1998 l1li 1998·1999

Figura 19. Fuente: Departamentode Comercio, 2001, pág. 50.

mo cabe decir del material producido por la empresa de propiedad españolaEndemol en Holanda, Actino Time, Granada y Al! American Fremantle. Gra­nada, por ejemplo, ha adaptado el melodrama inglés Coronation Street losgustos de los espectadores de China (Joy Luck Street), y Hollywood ganó final­mente a un segmento clave del mercado indio para su causa con una Who Wantsto be a Millionaire? Joy Luck Street se emite en abierto por cable, y los ingresosen publicidad son para Granada. Eso significa que las pequeñas redes de ca­ble pueden suplir tiempo de emisión y las compañías globales pueden mo­verse con facilidad y bajos costes entre mercados (Landler, 2001; Fry, 2(01).

Italia

Italia tiene una larga historia de producción fugitiva; en los años veinte,varios estudios de Hollywood tenían centros de posproducción en ese país(Nowell-Smith y otros, 1996, pág. 2). Sin embargo, el giro gradual de Mus­solini en contra de la política cultural de Estados Unidos disminuyó el volu­men del negocio durante muchos años. Como parte de la reconstrucción dela posguerra, el Gobierno aprobó una Ley de Cine en 1949 que garantizabaespacios para la proyección de películas realizadas en Italia (como habíasido el caso desde la década de los veinte hasta la ocupación aliada) pero,por lo demás, no tomaron medidas para asegurar la protección culturaL Pese

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a que este aspecto de la legislación fue observado más en la infracción queen el cumplimiento, la ley también requería que los ingresos de los estrenosde Hollywood se quedaran en Italia, lo que estimulaba el desembolso en ins­talaciones y producción por parte de Hollywood a modo de sustituto de laposibilidad de repatriar los beneficios de taquilla. Los majors invirtieron enCinecitta y empezaron a coproducir, y la capacidad profesional de los equi­pos y la novedad de las localizaciones se convirtieron en un medio más deendulzar la inversión aprobada. A principios de la década de los cincuenta,y después de la producción de Quo Vadis? (Qua Vadis?, M. Le Roy, 1951),«Hollywood en el Tíber» fue un fenómeno afamado, y los estudios obtuvie­ron sus buenos ingresos, tanto de las cuentas bloqueadas como de la dócilmano de obra. Las estrellas se trasladaron a Italia, los productores indepen­dientes buscaron nuevos emplazamientos y los trabajadores estadouniden­ses a los que les negaron el derecho al trabajo en casa debido a su ideologíaizquierdista fueron bienvenidos: Jules Dassin, John Berry, Michael Wilson,Cy Endfield, Bernard Vorhaus, Joseph Losey y Ben Barzman trabajaron enItalia, junto a Welles, Huston y Robert Rossen. Entre las películas de granrenombre con extravagantes narrativas tanto dentro como fuera de cámarase incluyen Alejandro Magno (Alexander The Great, R. Rossen, 1956) BenHur (Ben-Hur, William Wyler, 1959), Lawrenee de Arabia (Lawrence ofArabia, D. Lean, 1962) y 55 días en Pequín (55 Days at Peking, N. Ray,1962). En total, se produjeron veintisiete películas de Hollywood en Italiaentre 1950 y 1965 (Nowell-Srnith y otros, 1996, págs. 5, 140; Muscio, 2000,págs. 120-121; Bono, 1995). A la vez que se convertía en puerto donde re­calar para los radicales que no encontraban empleo en Hollywood, el país setransformó también en un lujoso centro de excesos, tal como lo inmortalizó,Fellini en La dolee vita (La Dolce Vita, F. Fellini, 1960). La tendencia cul­minó con Cleopatra (Cleopatra, J. L. Mankiewicz, 1963), que se salió tanpronto del presupuesto que se erigió en leyenda. Sus dificultades financierasy la paridad de los costes laborales con las producciones basadas en Holly­wood pusieron punto final al «Hollywood en el Tíber». La redención no lle­gó hasta finales de los setenta con los spaghetti western, que utilizaron Ita­lia y España a modo de México y California y presentaron a estrellastelevisivas como Clint Eastwood. Luego se inició un cierto retomo al mer­cado mundial hasta que los productores se inquietaron presuntamente anteel terrorismo de las Brigadas Rojas, y luego se dejaron seducir por la priva­tización de los Estados postsocialistas, mientras que la liberalización de latelevisión producía un efecto propio de los periódicos sensacionalistas que setradujo en recortes de producción cinematográfica y empleo (Weil, 1998;Boda, 2000). Cinecitta es en la actualidad un lugar dedicado básicamente ala producción televisiva y muestra últimamente cierto atractivo para las pro-

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ducciones fugitivas: los ídolos de Hollywood que se abstienen de hacerspots publicitarios estadounidenses porque los consideran un síntoma de de­cadencia aparecen en la televisión italiana promocionando productos a cam­bio de sumas enormes y enérgicas garantías de que no se vea en su país. Porejemplo, Brad Pitt (joyería), Kevin Costner (zapatillas deportivas), HarrisonFord y Catherine Zeta Iones (coches), Marlon Brando, Leonardo DiCaprioy Woody Allen (telecomunicaciones), Richard Gere (dulces) y Sharon Stoney George Clooney (alcohol) aparecieron en la televisión italiana en 2000(Lyman, 2000), a la vez que al público italiano se le incrementaban enor­memente los costes en publicidad añadidos al precio de sus productos deconsumo, y el dinero se iba a otra parte. Cinecitta fue reestructurada en1997, pasando parcialmente a manos privadas, y se construyeron estudiosde sonido y se desarrolló la imagen digital. Las estrellas de los anuncios pu­blicitarios no fueron las únicas: Martin Scorsese rodó Gangs 01New York(Gangs of New York, 2002) y George Lucas filmó partes de la segunda pre­cuela de La guerra de las galaxías en estudio para eludir los salarios de lossindicatos de Hollywood y capitalizar la convención de que los trabajadoresde la industria de la pantalla deben trabajar de 50 a 70 horas semanales an­tes de tener tiempo libre, y con el salario fijado en relación con los presu­puestos y no con la calificación profesional o con cuestiones relativas a esetema (Hancock, 1999). Mientras tanto, Miramax buscaba textos locales ba­ratos para crear un nuevo género: la míramaxizzazione (Coletti, 2(00).

La República Checa

En 2001, Wesley Snipes y un cuadro de los profesionales más desta­cados de Hollywood llegaron a Praga para rodar la película de acción BladeIl (Blade 2: Bloodlust, G. del Toro, 2001). Los estudios Barrandov, que an­teriormente estaban en manos del Estado y que son el mayor centro de pro­ducción en Europa, con un equipo de 500 profesionales cualificados y des­tacados, once estudios de sonido y laboratorios en las mismas dependencias,dieron la bienvenida a la producción de New Line Cinema y a los de 10 a 15millones de dólares que les reportaron a los estudios. La debilidad de la mo­neda checa y la disponibilidad de mano de obra barata y cualificada hizo elrodaje un 30 % más barato que en el Oeste, y constituye el último destinopara las producciones de gran presupuesto de Hollywood. Seis de los sietemajors han estado rodando en ese país entre 1999 y el 2000. Stillking Filmsy Milk and Honey Films, dos compañías internacionales de servicios de pro­ducción con vínculos con clientes norteamericanos e ingleses, facilitaron lallegada de un flujo de producción a Praga, en primer lugar con anuncios pu-

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blicitarios a mediados de la década de los noventa y luego con telefilmes,mini series y largometrajes. Entre las producciones se incluyen las minise­ries The Scarlet Pimpernel (coproducción BBC/A&E), Dune (Sci-Fi Channel)y Mists of Avalon (TNT) y los largometrajes Juana de Arco (Messenger:The Story of Joan of Are, Luc Besson, 1999), Dragones y mazmorras (Dun­geons and Dragons, C. Solomon, 2(00) y El caso Bourne (The Bourne Iden­tity, D. Liman, 2(01) (Meils, 1998, 2000a, 2000b y 2000c). Los estudiosalemanes y checos se prepararon para realizar producciones en lengua in­glesa, pendientes de la posibilidad de huelgas gremiales en Hollywood en laprimavera del 2001 (Meils, 20ü0c), y el Gobierno se preparó para seguir consus serviles bienvenidas, como la de permitir que los productores realizaranun espectáculo de fuegos artificiales en el centro de la ciudad y en plena no­che desviando el tráfico aéreo durante varias horas en bien de «el silencio enla localización» (Krosnar y otros, 200 I ).

En esos casos, la NICL facilita la libre circulación del capital para pro­ducción de pantalla hacia lugares de producción baratos, contiene la movili­dad laboral y socava el internacionalismo obrero; todo ello negociado sobrela base de la explotación de la calificación profesional y las instalacionescreadas bajo el socialismo de Estado. La República Checa constituye unejemplo recurrente de privatización sin pérdida de empleo masiva. Sin em­bargo, esa historia oculta grandes retrocesos en la participación de la fuerzaobrera (Gitter y Scheuer, 1998). Barrandov es un ejemplo de lo dudoso deesta historia. En cierto modo representa el «Washington Consensus- sobreel trabajo en el lugar de rodaje. La decisión del gobierno de vender el 75 %de sus estudios se encontró con la oposición del sindicato de trabajadores dela industria cinematográfica local, que señaló la ilegalidad de la transacción:El proceso se había iniciado en 1991, dos años antes de la aprobación de laley que ponía fin al monopolio estatal de la cinematografía. En 1994, a losdirectores que habían hecho películas bajo el régimen anterior, y que apela­ban a la preservación de una política cultural nacional, les dijo el primer mi­nistro Vaclav Klaus, bajo cuyo mandato las películas nacionales bajaron aun 2 % de la producción de los estudios: «Ni os lo planteéis siquiera». Ar­tistas de tanto renombre como Jiri Menzel y Vera Chytilova fueron exclui­dos de la cinematografía (Hames, 2(00).

Desde dentro, uno de los artífices de la privatización, Michael Millea(1997), da una versión distinta de la historia cuando cuenta cómo llegó aPraga con la US Agency for Intemational Development (USAID) y se en­contró con que «la antigua Checoslovaquia era el paraíso de los aventurerosbuscafortunas venidos de fuera» (489). Debía referirse a los artífices delcine de Hollywood, aunque naturalmente el buscafortunas forastero de estahistoria era él. El plan de privatizar era lo que pregonaba la USAID basán-

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dose en las cifras que ponían en correlación el favorable cambio de moneday los presupuestos comparativamente más bajos con las decisiones de rodaren el extranjero. Basándose en las perspectivas de la Agency, la exitosaoferta de compra proponía traducir los Barrandov de los textos connotadosnacionalmente a los estadounidenses, e incluso proponía convertir el espa­cio de los estudios en centros comerciales y hoteles para los equipos que es­tuvieran de paso. La otra alternativa, un plan trazado por los cineastas parafavorecer la producción nacional, fue rechazada por la Agency. MiIlea con­cluye su ensayo con la triunfante observación de que el rodaje de la primerade las .entregas de Misión imposible (Mission Impossible, B. De Palma,1996) en Praga indica que «el capitalismo ha enraizado firmemente en laRepública Checa» (1997, pág. 504). .

El «capitalismo», condujo inmediatamente a la suspensión de empleo del75 % del personal de los estudios. Después de Londres, Praga es hoy en día el«segundo centro» de Hollywood en Europa. De acuerdo con los precios del2001, el trabajo era un 40 % más barato que en Los Ángeles; por ejemplo, alos pintores sindicados se les paga menos de 3 dólares por hora, mientras queel «comando» de extras cobra 15 al día, comparados con los 100 que se paganen Hollywood «<Hollywood on the Vltava», 2001; «Hollywood Cashes Ru­naway Checks», s. f.; Hejma, 2000; Holley, 2(00). Un gerente de los estudiosse vanagloriaba en el 2000 de que «uno de los artistas que trabajaron constru­yendo decorados durante dos meses y que ganaba en una semana lo que suscolegas ingleses en un día resultó ser un famoso escultor checo», mientrasque contratar mano de obra no sindicada significa que, en caso de accidentelaboral, la empresa no tiene que hacerse cargo de ninguna indemnización (ci­tado en l'Anson-Sparks, 2000). Debido a que la República Checa se anexio­na a la Uni6n Europea en el 2004, la industria cinematográfica estadouniden­se ya está buscando nuevos emplazamientos donde eludir las protecciones altrabajador y las expectativas de dicho sistema (Krosnar, 2001).

Reino Unido

Las producciones fugitivas de posguerra se iniciaron gracias al Anglo­American Film Agreement de 1948, que requería que los majars dejaran 40millones de d61ares anuales de sus ingresos en cuentas bloqueadas (Nowell­Smith y otros, 1996, pág. 139). Esta política invitó a Hollywood a utilizar esedinero produciendo películas en Gran Bretaña e, incluso cuando se abando­nó, posteriores incentivos estatales siguieron alentando la producción fugi­tiva en el país. La mayoría de las formas de apoyo a la producción de des­pués de la Segunda Guerra Mundial recompensaron las películas con éxito

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realizadas en Gran Bretaña con ayuda estatal, así que Superman II (Super­man n, R. Lester, 1980) y Flash Gordon (Flash Gordon, M. Hodges, 1980)vendieron sobre la base de medidas que habían sido planificadas para esti­mular la producción local (HUI, 1999, pág. 36, n" 18,43). Con el fin de man­tener el funcionamiento de los usos y evitar a la vez dicho mal uso, a me­diados de los noventa se promulgaron regulaciones que implicaban que laspelículas realizadas íntegramente en Gran Bretaña contaban como inglesas,independientemente del tema, el lugar donde se situara o las estrellas que in­tervinieran en ellas. Eso significó que El juez Dredd (Judge Dredd, D. Can­non, 1995), con Sylvester Stallone, fuera «inglesa», pero El paciente inglés(The English Patient, A. Minghella, 1996), cuya posproducción se realizóbásicamente fuera, no fue clasificada como tal. Hasta 1998, el 92 % de unapelícula tenía que haber sido creado en Gran Bretaña. A finales de ese año,el Gobierno redujo el requisito al 75 % para estimular a las empresas esta­dounidenses a hacer sus películas en Gran Bretaña (Woolf, 1998). En la ac­tualidad se puede contar con una depreciación contable a efectos tributariosdel 100 % para la producción de televisión y cine, siempre que la mayoría delos miembros del equipo sean ciudadanos de la Unión Europea y la mitadde los equipos técnicos que se utilicen sean propiedad de empresas inglesas.El incumplimiento de algunos de estos términos tampoco significa la exclu­sión si se trata de un modelo de subarriendo; una compañía local compra losderechos cinematográficos y se los subarrienda a un productor (Departa­mento de Comercio, 2001, pág. 72).

La estrategia a largo plazo de sucesivos gobiernos ingleses desde 1979ha consistido en romper los sindicatos dentro de los medios de comunica­ción para convertirse en un EuroHollywood por defecto: la calificación pro­fesional generada en un dominio regulado de la pantalla se podía mantenersin la «ineficiencia» de la llamada fuerza de trabajo del «factor X». En defi­nitiva, la «flexibilidad» ha suplantado a la estabilidad salarial, las negocia­ciones al margen de los sindicatos se establecen de forma altamente individual,y los textos tienen que orientarse a la exportación. Como consecuencia,Gran Bretaña tiene en la actualidad un balance negativo de comercio de pan­talla por primera vez en su historia. La asociación no regulada produjo unaproliferación de cadenas de televisión y la inevitable búsqueda de conteni­dos extranjeros baratos (Cornford y Robins, 1998, págs. 207-209; Hancock,1999; Ursell, 2000).

La British Film Commission (BFC) lleva al mercado la experiencia enproducción de Gran Bretaña y sus localizaciones proporcionando producto­res extranjeros con un servicio libre de costes que articula los talentos, loslugares y las subvenciones, y genera una red nacional de comisiones cine­matográficas urbanas y regionales. En 1997, siete películas de Hollywood

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supusieron el 54 % del gasto en producción de largometrajes en Gran Breta­ña. El Gobierno inglés abrió una British Fi1m Office en Los Ángeles paranormalizar el tráfico con Hollywood ofreciendo servicios de enlace con laindustria y promocionando los equipos y las localizaciones inglesas. Suprioridad era «atraer la industria cinematográfica extranjera» (Hiscock,1998; British Film Cornmission, s, f.). También se formó la London FilmCommission para promocionar la capital ante los cineastas extranjeros, con­seguir las autorizaciones de la policía y negociar con los residentes localesy con los financieros. Su momento definitivo fue la primera película de Misiónimposible, cuando la comisión se manifestó orgullosa de esa película de pro­ductores de Hollywood: «Vinieron con todas esas exigencias y yo no deja­ba de insistirles en que, en cuanto nos dieran aviso, lo podíamos programar»(Jury, 1996). Para que no lo olvidemos. Después de todo, el Tráiler de la pe­lícula no se distinguía del anuncio publicitario de la versión de «Mission:Impossible. The Web Adventure» de Macintosh ni en sus respectivas frasesclave: o «Espera lo imposible el 22 de mayo de 1996» O «Tu misión, si op­tas por aceptarla, empieza en http://www.mission.apple.com>>. La conver­sión en mercancía emprendida en nombre de la cultura local. ¡Cuán dramá­ticamente distinto del discurso con el que J. M. Keynes se dirigió a la nacióncuando inauguró el Arts Council en 1945 con estas palabras: «Dejemos quecada parte de la Feliz Gran Bretaña sea feliz a su manera. Muerte a Holly­wood» (citado en Mayer, 1946, pág. 4O)!

Éste tampoco es un fenómeno propio del sudeste. Según David Broce:

Los rodajes en exteriores de compañías extranjeras en 1995 [...l alcanza­ron un nivel récord y Escocia aparecerá en las pantallas por derecho propio,o doblando para otros, en todo el mundo. (Alguien dijo que si hubiera habidoun Osear en 1996 para el «mejor país secundario» lo hubiera ganado Escocia.)

Broce, 1996, pág.4.

En parte, la avidez con que se codicia esa atención adopta formas bas­tante odiosas, como cuando la Liverpool Film Commission se publicita in­ternacionalmente como «imagen parecida a la Alemania nazi, y a las ciuda­des del bloque del Este» (Afilrn.com, 1998). La amenaza inminente de ir ala huelga de actores y guionistas en Hollywood a lo largo del 2001 compor­tó que los estudios y las instalaciones de producción ingleses estuvieranmuy ocupados en cuanto emplazamientos extranjeros cuyos movimientossindicales habían sido desmantelados. Con todo, la producción off-shorenorteamericana en Gran Bretaña se triplicó durante el período en que gober­naron los laboristas (a partir de 1997). El empleo de la posproducción y de

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Producción extra nje ra inglesa de cin e y televisión

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1996 1997 1998 1999

Figura20. Fuente: Departamento de Comercio,2001, pág. 49.

los efectos especiales así como de los estudios y la producción cinemato­gráfica crecieron un 30 % en el 2000, gracias a la inversión norteamericana(Richard, 2000; Gibbons, 2000; Departamento de Comercio, 200 1, pág. 49,«Film Production Soars», 2(01).

México

La participación de Estados Unidos ha sido crucial para la cinematogra­fía mexicana durante sesenta años. La «Época de Oro» que va de los añoscuarenta a los cincuenta se basó en la infraestructura de la Segunda GuerraMundial que proporcionó Estados Unidos para estimular la producción depropaganda antifascista y pronorteamericana (Roomson, 2000). En los se­senta y setenta, auteurs como John Huston y Sam Peckinpah rodaban enMéxico por sus escenarios naturales, y Richard Burton, Elizabeth Taylor ylos papurazzi que los rodeaban convirtieron Puerto Vallarta en un destino tu­rístico (Tegel, 2001). Durango fue el lugar donde se rodaron más de cienwesterns y películas de género en las mismas décadas, porque no había tra­bajadores sindicados, aunque las producciones fugitivas cambiaron a medi­da que otros emplazamientos compitieron por la atención de los estudios«<Hollywood Heads South», 2000).

El éxito de Titanic (Titanic, J. Cameron, 1997) vio cómo México se con­vertía de nuevo en un lugar clave para la producción extranjera. Devolver aMéxico al mapa hollywoodiense le granjeó a James Cameron la Orden del

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Águila Azteca como muestra de gratitud del Gobierno, que ofrece a Holly­wood una mano de obra dócil, mínima burocracia, un peso débil, muchostécnicos formados en Estados Unidos y una nueva comisión cinematográfi­ca que le proporciona servicios de enlace. La película es un reflejo en la pan­talla del espíritu del Tratado de Libre Comercio de América del Norte(TLC), que ha visto cómo el número medio anual de producciones extranjerasen México se incrementaba de siete a diecisiete cuando se facilitó el trans­porte de material cinematográfico y equipos de efectos especiales, sobretodo para producciones de bajo presupuesto (LaFranchi, 1999; Riley, 1999).Los trabajadores locales de Titanic en Rosarito, una maquiladora sesentamillas al sur de la frontera, relataban niveles horrorosos de explotación y demalos tratos cuando el Estado echó a los sindicalistas de izquierdas en favorde los hombres de paja del management, El nuevo sindicato del cine mexi­cano incluso mantiene una oficina en Los Ángeles para tranquilizar a los ex­pertos de la industria acerca de sus ganas de cooperar y está al día de los suel­dos estadounidenses, con el fin de saber cómo recortarlos (Sutter, 1998a y b,Swift, 1999; Bacon, 1999, 2000a y 2000b). Las redes de televisión de hablaespañola con sede en Estados Unidos producen frecuentemente voz en offpara anuncios publicitarios en el extranjero por medio de líneas telefónicasde gran calidad, para utilizar mano de obra no sindicada (Porter, 2000). TheMexican (The Mexican, G. Verbinski, 2(01) fue rodada parcialmente enReal de Catorce, la primera localización en San Luis Potosí utilizada porHollywood. En buena parte, era fruto del hecho de que la producción habíainvertido 10.000 dólares en nuevas cañerías del agua para explotar el ma­nantial de una mina abandonada -sin duda porque así sus estrellas BradPitt y Julia Roberts tenían la mejor agua cada mañana- y de que las ventasdel tendero aumentaron un 20 % durante el rodaje. Mientras tanto, a los tra­bajadores de la construcción se les pagaba 12 dólares al día para que estu­vieran en consonancia con los salarios de 40 millones de Pitt y Roberts(Pfister, 2000). En 1999, un carpintero sindicado en Hollywood ganaba 216dólares por cincuenta y cinco horas. «México se está convirtiendo en una"maquiladora" para películas de la semana» (Riley, 1999), del mismo modoque es un centro de compra y venta de automóviles baratos. Incluso ofreceextras menonitas no mestizos para compensar el hecho de que «la gente pa­rece distinta» (Riley, 1999).

No es, pues, sorprendente que Rupert Murdoch (1998) cite complacidolos números de los trabajadores europeos invisiblemente empleados en laproducción de Titanic: «Esta cooperación cultural más al1á de las fronterasno es el resultado de la regulación sino de las fuerzas del mercado. Es la li­bertad de hacer circular el capital, la tecnología y el talento por todo el mun­do, lo que valora y fortalece los mercados debilitados y crea otros nuevos».

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Cuán irónico resulta que los trabajadores sumergidos al fondo de los créditos(o que no constan en absoluto en ellos) tengan que «deberles» sus modos devida a un barco varado en hielo invisible y a un orgullo comercial. Y que elmodo de vida habitual de la gente de Popotla haya sido perjudicado por Tita­nic; desde la producción, la pesca local ha bajado un tercio por el proyectode la cloración de las aguas de la Fox (Pfister, 2000). Mientras tanto, la Natio­nal Public Radio informaba de que la misma Fox propiedad de Murdoch esta­ba pidiendo al Gobierno mexicano incentivos para las producciones fugitivas(emitido el 24 de marzo del 2000) y la privatización de la industria cinema­tográfica durante los noventa ha diezmado la producción local (Riley, 1999).

Conclusión

Cabe r.. .} argüir que se trata menos de que Holly­wood corrompa el mundo que de que el mundo co­rrompa Hollywood. Cuanto más se preocupa Holly­wood del mercado global, más blockbusters de géneroproduce que tanto se pueden ver en Pisa como en Pea­tia. Esas pellculas están basadas en efectos especialesque puedan apreciar personas con el minimo de cono­cimientos de inglés más que en unos diálogos y un ar­gumento {...}. No hay nada particularmente americanoen los barcos que chocan con icebergs o en asteroidesque amenazan con erradicar la vida humana.

«Culture Wars», 1998

En cuanto el credo de la compañía de motores Ford «<Para ser un grupomultinacional, hay que ser nacional en todas partes») se extendió por el cinede Hollywood en los años setenta, los textos empezaron a hacerse a medidapara el consumo extranjero (Mattelart, 1979, pág. 218). Del mismo modoque las voces detractoras de Estados Unidos caracterizan la fuga de capita­les como una reacción al comercio injusto que ve cómo las subvenciones es­tatales excluyen la competencia abierta sobre la base de la eficiencia y laefectividad, también existen inquietudes equivalentes que priman lo cultu­ral. El American Film Institute está preocupado por la pérdida de herenciacultural en bien del internacionalismo. Los lamentos de que las películas deépoca inglesas ocupan el espacio de una producción autóctona de «calidad»afirman que había más espacios dramáticos high-end australianos en la tele­visión estadounidense en los años ochenta que material producido local­mente (Quester, 1990, pág. 57). Los economistas políticos defienden que el

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reciente Hollywood transnacional ya no se dirige a su público nominal(Wasser, 1995, pág. 433). La revista The Economist advierte de que «rnu­cbos neoconservadores americanos (y algunos liberales) consideran que [eldominio cultural norteamericano] es un peligroso disolvente que actúa sobreel mismo Estados Unidos», dada la especificidad étnica de la mercadotecnialocal y el hecho de que los medios de comunicación y el cine ya no exhibanvalores y subjetividades «neurálgicarnente» noreuropeos. El Film and Tele­vision Action Comminee (FTAC), una coalición hollywoodiense que se en­frenta a la producción fugitiva, protesta porque «la industria del cine y de latelevisión estadounidense forma parte de nuestra herencia cultural nacional,no debe entregarse a otra nación». iPrácticamente un ejemplo de inquietudante el imperialismo cultural! «<Culture Wars», 1998; Film and TelevisionAct Committee, 1999). Hasta el Gobierno de Estados Unidos se expresaahora en esos términos, como puede verse a continuación.

Más que una cuestión económicaAlgunos expertos en el mundo industrial consideran que el incremento

significativo de la producción de cine y televisión estadounidense que semarchan al extranjero constituye algo más que una cuestión económica. Conello señalan que, a lo largo del siglo xx, los ideales del mercado libre y de­mocrático eran la piedra angular de las películas estadounidenses que se pro­ducían, exhibían y distribuían con éxito por todo el mundo. Además de seruna de las exportaciones más lucrativas, la industria del entretenimiento haproporcionado a la población de todo el mundo un claro entendimiento deuna sociedad democrática. América ha exportado historias que definían unsistema de gobierno que podía afrontar la crítica abierta y salir fortalecido deella [Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington, F. Capra, 1939)],La barrera invisible (Gentleman's Agreement, E. Kazan, 1947); historias quedemostraban que el talento y el trabajo arduo pueden superar la cuna o la cla­se social como determinantes de la riqueza o la fama [Rocky (Rocky, J. G.Avildsen, 1976)J; historias acerca de la capacidad de ser distinta de una per­sona [Norma Rae (Norma Rae, M. Rítt, 1979)] Yde superar las persecucionesy los prejuicios [Malar a un ruiseñor (To Kili a Mockingbird, R. Mulligan,1962)]; historias que exploran el impacto de la esclavitud americana y losprejuicios y la lucha por transformar la sociedad en igual para todos [Raíces(Roots)]. Muchos de estos filmes y programas televisivos han participado enla promoción de la libertad y los valores democráticos, los mismos valoresque han alentado a muchedumbres de todo el mundo a levantarse y a desafiargobiernos represores, contribuyendo al fin de la Guerra Fría, la destruccióndel muro de Berlín y los acontecimientos de la plaza de Tiananmen antes dela ola represiva. Inicialmente se crearon muchos programas para incentivar laexportación que estimularan una producción extranjera que reflejara el len­guaje local y las características de esta población. Sin embargo, dichos in-

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centivos, especialmente cuando van acompañados de cuotas, suelen requerirque los principales creadores y artistas sean ciudadanos o tengan pasaportesde los países que proporcionan los fondos, limitando las oportunidades deque los norteamericanos participen en la producción. Además, esos progra­mas de incentivos comportan el requisito de tomar en consideración las opi­niones creativas del socio local. ya sea un radiodífusor O una entidad guber­namental. A algunos narradores norteamericanos se les ha cuestionado elcambio de sus mensajes para que coincidieran con los incentivos creados porlos inversores extranjeros.

Departamento de Comercio, 200l , pág. 6, adaptado de unensayodeMeryl Marshall, presidente de la Board y jefe ejecutivode la Academia de las Artes y las Ciencias Televisivas

El Congreso consideró la creación de una legislación en 1991 que limi­tara la propiedad extranjera de las industrias de la cultura a un 50 %, una Xe­nofobia que Sebatió en retirada a la VeZ que la economía japonesa, pero queregresó con las producciones fugitivas canadienses. La Cámara de Repre­sentantes contempló un proyecto de ley en el 2000 que garantizaba subven­ciones a las películas de bajo presupuesto, y se espera que después del 107Congreso existan nuevos incentivos salariales para inversiones en nuevasproducciones o créditos fiscales para la investigación y el desarrollo (Stein­bock, 1995, pág. 21; Blankstein, 2001; Goldman, 2000; «Congress to Ad­dress», 2001). FrAC y otros grupos activistas de la izquierda dudan de laeficacia de la asistencia social local corporativa o complementaria en cuan­to contraria a la asistencia social corporativa extranjera, puesto que los gi­gantes de los medios de comunicación que utilizaban dichos subsidios soninternacionales en sus modus operandi. Los activistas están a favor de erra­dicar todas esas medidas políticas (Cooper, 20ü0b) -<:asi recuerda el idealneoclásico- en bien de salvar a Hollywood del estatuto de «cinturón in­dustrial» en que lo coloca el TLC (Bacon, 1999, véase también Talcin, s. f.).

La pantalla ha regresado al lugar donde estaban las industrias extractivasy de valor añadido en la década de los sesenta, ante la necesidad de tener quelomar decisiones no sólo acerca de la exportación, sino también del lugar deproducción, Los avances en la tecnología de las comunicaciones permitenun montaje electrónico fuera de línea, efectos especiales sincronizados ybandas sonoras que circulan por todo el mundo a través de redes digitales(OIT, 2000b), pero también efectos especiales, lo cual cuestiona la necesi­dad de lugares donde rodar al aire libre:

En la actualidad, en cuanto se ha rodado una película, se transporta a unformato de vídeo, se digitaliza, se transmite por Internet y un montador sen-

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tadoen cualquierlugarde mundopuedeutilizarpoderosos ordenadoresy so­fisticados programas de software para realizar su tarea. El montador puedeobtener prácticamente de inmediato la respuesta a su trabajo de directores,actores y otros, estén donde estén, y montar de nuevo la «película» para pro­ducir el productofinal. Las largas distanciasy las fronteras geográficas son,en definitiva, menos importantes de lo que eran antes. El fenómeno se ponetambién de manifiesto entre otros especialistas relacionados con la produc­ción cinematográfica, especialmentecon los que realizanlabores de pospro­ducción.

Departamento de Comercio, 2001,pág. 4.

La siguiente generación de trabajadores de la pantalla serán synthes­pians o vactors, es decir, actores generados por ordenador o virtuales. El tra­bajo ha ido derivando hacia el fetiche como nunca antes cuando las imáge­nes de los rostros de las estrellas muertas se han reanimado y convertido enimágenes de actores «somatotípicamente» vivos. La ley sugiere ante este úl­timo estadio que los depositarios de los copyrights tendrán mayor control ar­tístico y financiero sobre los resultados que sobre los bienes inmuebles delos difuntos, y que los derechos residuales del actor no serían abonables alos vivos, dado que no es exactamente «su interpretación» la que está en lapantalla (Oficina lnternational del Trabajo, 2000bj.

El conductor de un talk-show de madrugada de la televisión norteameri­cana de mediados de los noventa, Jay Lena, prometía en un anuncio de pro­moción del Pan-European Super Channel de la NBC: «Arruinaremos vues­tra cultura igual que arruinamos la nuestra». El discurso del imperialismocultural es ahora tan de sentido común, dada la NleL, que se ha convertidoen un material propio de los monólogos cómicos.

En una industria que requiere tanto trabajo intensivo como la de la pan­talla, sabemos que la promesa de «ruina» de Leno estará relacionada con al­rededor de un millón de trabajadores sólo en Estados Unidos, la mayoría delos cuales tienen sueldos semanales muy bajos. Al parecer, la mano de obraorganizada se ha convertido en una especie en peligro de extinción a partirde los ochenta, a un paso de la fosilización (White, 200I j. Según las san­guijuelas de los negocios y sus emisarios, la alta tecnología ha vuelto ana­crónicas las reuniones. En el 2000, cuando los trabajadores de Internet semostraban encantados de cambiar regularmente de empresarios y la nuevatecnología les capacitaba para ver un futuro de «meritocracia» más que de«antigüedad», esa nueva flexibilidad era supuestamente una gran ventaja.Así que se acabaron las negociaciones colectivas y la seguridad del lugar detrabajo. Harris Míller, presidente de la Information Technology Associationof America, sugería orgullosamente que «la filosofía consiste en que el

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"Hasta que la muerte nos separe" es ahora el "Hasta que me salga una ofertamejor"» (citado en Dreazen, 2000a, B1). Pero muchos de los que trabajabanen la industria de la alta tecnología vieron cómo el suelo se abría bajo suspies, y leyeron los signos del franco comentario del jefe de la Reserva Fe­deral Alan Greenspan en el sentido de que las inversiones nacionales euro­peas y japonesas en la «Nueva Economía» no habían sido tan provechosascomo las de Estados Unidos, donde es tan fácil contratar y despedir y hayuna cobertura sanitaria mínima (Petras, 2(00).

La pertenencia a un sindicato en Estados Unidos es mayor ahora que enlas dos últimas décadas (265.000 nuevos miembros en 1999), en parte debi­do a las fusiones que fingen realizar las funciones del capital. Existen en laactualidad 16,5 millones de trabajadores sindicados en Estados Unidos(Dreazen, 2000b). Los ejecutivos del sector de la alta tecnología están orga­nizados (aunque no en un sindicato) en la Association of Internet Professio­nals (AIP), un casi gremio que incluye a los ejecutivos así como a los «crea­tivos» y a los trabajadores freelance. Los Communication Workers ofAmerica (CWA) triunfaron en el 2000 sobre Verizon, el nuevo apodo espe­rantista de Bell Atlantic, escogido para señalar la emergencia de la compa­ñía como parte de la «Nueva Economía». La misma semana que se anuncióese apodo, los miembros de la CWA pusieron a prueba la magia yendo a lahuelga, y ganando su lucha de la noche a la mañana. La CWA pretende asis­tir a los trabajadores de Microsoft y Amazon.com en su trato con un empre­sario mañoso que les otorga la categoría de empleados temporales o contra­tistas independientes como una manera de negarles la jubilación o lacobertura sanitaria (Dreazen, 2000a). Estas prácticas brutales han llevado aMicrosoft ante los tribunales por una denuncia colectiva y de clase de sus6.000 empleados temporales (Greenhouse, 1999a). La Washington AIlianceof Technological Workers está luchando por el derecho de los trabajadoresde Amazon.com a sindicarse. La compañía tomó represalias trasladandoparte de sus servicios al cliente a Delhi y a zonas de Estados Unidos menosacondicionadas que sus instalaciones en el nordeste del Pacífico, donde lavida es satirizada cada noche por un veterano ex empleado Mike Daisey, encuya comedia de un solo hombre aparece siempre una silla vacante para elemperador de Amazon, Jeff Bezos (McNary, 2001; Gumbel, 2001; Presten,2(01). Mientras tanto, la AFL-Clü tiene una agencia de empleo temporalsin ánimo de lucro en Silicon Valley que ofrece cobertura sanitaria a los tra­bajadores, y ha presionado con éxito para la legislación del máximo de sala­rio mínimo en el país (el doble de lo que les pagaban) (Greenhouse, 1996b).

Los principales sindicatos de la industria de la pantalla en Hollywoodson la American Federation of Television and Radio Artists (AFTRA), laDirectors Guild of America (DGA), la International Alliance of Theatrical

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and Stage Employees (IATSE), la Intemational Brotherhood of Teamsters,la Producers Guild of America (PGA), la Screen Actors Guild (SAG) y laWriters Guild of America (WGA). En diciembre del 2000, la SAG, la AF­TRA Yla DGA obtuvieron jurisdicción sobre Internet para sus miembros.Todos esos grupos tienen importantes divisiones en sus senos entre los asíllamados «talentos» y los «artesanos» y entre los que están fuertemente sin­dicados (trabajadores del cine y del mundo de las emisiones) y la mano deobra no sindicada (como los menos pagados pero cada vez más numerosostrabajadores del cable). Las mujeres y las minorías están proporcionalmen­te subrepresentadas y aisladas en mercados laborales secundarios.

El crecimiento numérico de los sindicatos de la industria de la pantalla ysu disposición a ir a huelga durante el mandato de los republicanos especia­lizados en romper sindicatos fue un faro a lo largo de los años ochenta. Seopusieron a una virulenta legislación anti-sindicatos en los estados deE.E.U.U. llamados «estados del derecho al trabajo», el atractivo del capitalde la NICL, y la presión para que los trabajadores de Hollywood abandona­ran los sindicatos para mantener su puesto de trabajo. (Los analistas indus­triales utilizan los términos «territorios sin sindicatos o con sindicatos flexi­bles fuera de Hollywood» para referirse a la mano de obra esquirol,señalando que hay hasta un 40 % de reducción de costes para las produccio­nes que evaden a los sindicatos.) La SAG tiene 135.000 miembros en vein­tiséis centros de producción nacionales y la WGA representa a 11.000miembros. No constituyen la aristocracia del trabajo: los ingresos medios delos actores en la industria en el año 1999 fueron de 26.000 dólares, pese aque la paga por hora de 20,57 dólares se compara favorablemente con la me­dia de lo percibido en la industria privada, 13,44 dólares por hora. Añadien­do todos los directores y los productores a los actores nos encontramos conun humilde salario de sólo 27.400 dólares. El 80 % de los actores sindicadosde Estados Unidos que hacen publicidad televisiva cobran menos de 5.000dólares por año en derechos residuales, por ejemplo, y en el 2000 libraronuna batalla por este tema que les relacionó tan novedosa y estrechamentecon los consejos laborales centrales en los que se superaron las divisionesprofesionales/proletarios. Un poco por encima en la escala de retribuciones,el conflicto por los anuncios televisivos consiguió donaciones para un fon­do de Britney Spears y de 'N Sync (aunque, por otra parte, a Tiger Woodsno le planteó ningún problema irse a Canadá a rodar publicidad para laBuick y Elizabeth Hurley también rompió el piquete, aunque afirmó que nosabía nada de las protestas). El elevado número de personajes que se iban alextranjero a hacer publicidad era, en sí mismo y para muchos observadores,síntoma de una estrategia destinada a romper la unión sindical. La SAG si­tuó la producción fugitiva «en el lugar más elevado de nuestra agenda legis-

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lativa y organizativa» (Gray y Seeber, 1996a, pág. 34; Gray y Seeber,1996b. pág. 4. 7; Crisropherson, 1996, págs. 117, 105-106; Lauzen y Dossier,1999; Wasko, 1998. págs. 179,184 nº 4. págs. 185-186; Vogel, 1998. pág.75; Tato, 2000; Screen Actors Guild, 2000; Mallet, 2001; Bureau of LaborStatistics 2000b, pág. 256; Cooper, 2000b; Association of Internet Profes­sionals, 2000; Barrett, 2000; Departamento de Comercio. 2001, pág. 17;Weller, 1999; Johnson, 2000; la SAG citada en Cooper, 2000a). Las cami­setas con el dibujo de unas hojas de arce y la leyenda «¿Qué tal un poco detrabajo, eh?» proliferaron entre los trabajadores desempleados y en el sectorde la industria de la pantalla de Los Ángeles (Ryan, 1999). Jack Degovia, di­rector de la FTAC dijo del Gobierno y la industria canadiense: «Nos busca­ron. y nos encontraron. Los efectos sobre las compañías de Silicon Valleyvendrán a continuación» (citado en Stroud, 1999). Éste podría ser el co­mienzo de una gran reacción violenta en contra de la NICL (Madigan,1999b; Screen Actors Guild, 2000).

También hay signos de un creciente sentimiento nacionalista entre lossindicatos, a medida que se empieza a advertir la globalización del capital:los cocineros de Los Ángeles de visita en Tokio en el marco de una acciónsindical pan-pacífica contra una corporación hotelera, los trabajadores fran­ceses y alemanes del métal organizándose y colaborando, los trabajadoresde las granjas mexicanas trabajando con el Farm Labor Organizing Corn­mittee de Estados Unidos contra la importación a precios muy bajos de unafábrica de pasta de tomate mexicana, un consejo de los trabajadores de laFord representando los intereses laborales de mexicanos, canadienses y es­tadounidenses; redes laborales transnacionales que son necesarias para ga­rantizar niveles aceptables del control y la afluencia del trabajo. En mayosjunio del 2000 hubo seis grandes huelgas en India, Argentina, Uruguayy Sudáfrica contra la globalización, la OMC y la FMI (Smithsirnon, 1999;O'Brien, 2000a; Munck, 2000; Howard, 1995, Brecher y otros, 2000, pág.105; Buckley, 2000; Frundt, 2000; Burbach, 2001, pág. 145; Stevis y Bos­well, 1997; O'Brien. 2000b).

Algunos sindicatos del mundo del cine en Canadá han mostrado su soli­daridad internacional «<Solidarity», 2000; «Defend», 1999) y la Internatio­nal Federation of Actors buscó la paridad de la escala de retribuciones (Gru­miau, 1998), pese a que los sindicatos de Estados Unidos se sumaron a laAFMA y a la MPAA en su oposición al GATT, con lo que abandonaron asus hermanos y hermanas del grupo europeo de la International Federationof Actors y adoptaron una postura neutral acerca del TLC. Yeso aparte dela inquietud que manifestó la IATSE (International Alliance of TheatricalStage Employees) acerca de un nuevo estudio mexicano (Wasko, 1998, pág.183-11l7). La razón de ser del North American Agreement on Labor Coope-

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ration era velar por el respeto de los derechos de los trabajadores bajo elacuerdo marco, pero no se ha dado curso a ninguna de estas denuncias. Algoocurrió, sin embargo, entre los activistas sindicales de Hollywood que final­mente desembocó en manifestaciones anti-TLC, que fueron las primeras ac­ciones políticas coordinadas entre varios sindicatos en los últimos cincuen­ta años. Aunque muchos activistas se desesperaron ante el efectivo radicalismosindical y señalaron la segregación racial como un problema de las empre­sas que sólo emplean a trabajadores afiliados al sindicato pertinente (Bacon,1999; Everett, 1999; Wuliger, 2000; Malcolm, 2(00). En el año 2000, seformó la Union Network International para aunar todas las divisiones posi­bles de los trabajadores de la industria de la pantalla con el fin de enfrentar­se a la movilidad del capital y la impotencia del Gobierno (Oficina Interna­tional del Trabajo, 2000a). El marco para zanjar la discusión de lascuestiones laborales sigue siendo problemático. Otras secciones del TLCtrabajaron por el contrarío a través de la ILO (International Labour Organi­zation), que tiene modelos de contrato laboral severos. No obstante, sumar­se a los estándares laborales internacionalmente acordados y democráticosparece más de lo que la Oficina de Representantes de Comercio de EstadosUnidos puede soportar (200 lb). Y cabe aplicar los mismos conflictos a laOMC y a sus consecuencias sobre el mundo del trabajo (Hughes y WiIkin­son, 1998).

Es más, a la vez que el productor Peter Sussman convertía en fetiches alos trabajadores canadienses -«como cualquier reserva de mano de obra,mantiene el clonaje y la reproducción por sí misma» (citado en Kirkland yBuckley, 2001)- el último día de la Administración Clinton, el Departa­mento de Comercio de Estados Unidos presentó un informe acerca de los ro­dajes en el extranjero. El secretario Norman Mineta salmodió con tono gra­ve que «la producción fugitiva ha afectado a miles de trabajadores en lasindustrias que van desde el grafismo informático hasta la construcción y elcatering» (citado en Gentile, 2001).No se trata de que la aristocracia del mun­do laboral esté sufriendo una incomodidad temporal.

Lo evidente es que la NlCL es desigual. Se basa en la consanguinidadcultural, las proporciones favorables del cambio de divisas, los gobiernosserviles, el mínimo internacionalismo de los trabajadores y los elevados ni­veles de equivalencia en la calificación profesional, pero es real. En el si­guiente capítulo, rastrearemos una práctica específica de la NICL -la co­producción- que ejemplifica las complejidades de los negocios culturalestransnacionales y su utilización de fondos públicos supuestamente destina­dos a preservar y desarrollar la herencia nacional.

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3. El Hollywood coproductor

Hemos creado un producto al que, digamos, su·marle el nombre de la Wamer Brothers le supone unsello de credibilidad. Aunque podría tratarse de unapelícula de Aman Milchan, dirigida por Paul Verhoe­ven, protagonizada por Gérard Depardieu y AnthonyHopkins, filmada en Francia y en Italia, y producidacondinero extranjero.

JOHN PTAK, Creative ArtistsAgencyofHollywood, citadoen Weinraub, 1993, L24.

Tal como hemos señalado, la producción para pantalla es muy cara. Elcoste medio de una nueva película hollywoodiense era de 75,6 millones dedólares en 1997, un escandallo al que Valenti se refirió como «una gran bes­tia peluda que ronda por el bosque cinematográfico, un Godzilla fiscal queanda arrastrando los pies hacia nuestro futuro» (citado en Fuson, 1998). De­tengámonos ahora a considerar la colaboración de esfuerzos que las indus­trias nacionales de la cultura han reunido para plantear un desafío a Godzi-.lIa. Hasta ahora hemos trazado la trayectoria del ascendente que tieneHollywood sobre los modelos históricos de sistemas económicos globalesque han creado jerarquías relativas a la especialización laboral en zonas co­merciales geográficas centrales, intermedias y periféricas. Somos de la opi­nión de que el legado subvencionado por el Estado y el control sobre laN1CL contribuyen más al éxito continuado de Hollywood que a la persis­tente ecuación acerca de las excepciones debidas al lugar de nacimiento: de­mocracias migratorias + mercados libres =universalismo textual.

La coproducción internacional es un producto de, y una respuesta a, laN1CL y las barreras cada vez más insalvables que bloquean la entrada a lasindustrias de la pantalla. En ocasiones, los resultados sorprenden: JFK: casoabierto (JFK, O. Stone, 1991) fue financiada por un estudio de Hollywood,una cadena de cable francesa, una productora alemana y un financiero ho­landés, mientras que The Fu" Monty (The Full Monty, P. Cananeo, 1997),supuestamente el prototipo de filme británico de su generación, es natural-

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mente propiedad de la Fax. La coproducción implica la NICL de dos mane­ras: mediante el trabajo, en el sentido de que la industria nacional de la pan­talla y las medidas políticas relativas a ella proporcionan la oportunidad depuestos de trabajo a los residentes; y mediante la cultura, por cuanto regulalos modos de expresión audiovisuales. Lo que se cuestiona son las oportuni­dades de los productores de medios de comunicación y de sus receptorespara implicarse de distintas maneras en la principal forma mundial de diri­girse a la colectividad. Los neoliberales dicen que las necesidades humanasse satisfacen mejor cuando las ventajas comparativas se unen a la soberaníadel consumidor (por ejemplo, Estados Unidos es el mejor haciendo lo quemás nos gusta ver: dinosaurios y barcos que se hunden). Los más de ochen­ta y cinco países que firmaron los tratados de coproducción registran lasgrandes insuficiencias de esta fórmula. y las reivindicaciones de la ventajacomparativa pasan por alto el acelerado nivel de las participaciones en capi­tal que los conglomerados de medios de comunicación no estadounidenseshan adquirido en Hollywood a lo largo de los noventa; un síntoma de podercomercial más que de excepción nacional.

En este capítulo tomaremos en consideración cómo se han desarrolladolas actividades de coproducción por tratado y por aportación de capital. Laprimera modalidad es una estrategia por parte de las industrias no estadou­nidenses para combatir el sostenido dominio de Hollywood sobre la circula­ción y producción de largometrajes, y la segunda un índice de los avataresde la producción multinacional de Hollywood a lo largo de los noventa. Lascoproducciones por tratado nos conducen a ámbitos de debate acerca de ladiversidad en la expresión cultural, un debate constituido a través de inicia­tivas políticas que apelan a la protección y la preservación de la cultura na­cional. Las coproducciones por aportación de capital señalan cambios en ladistribución de las películas, dado que los conglomerados de las cadenas depago de la rica Europa financian cada vez más las producciones cinemato­gráficas de Hollywood.

Empezaremos con un bosquejo del mundo de la coproducción, luegonos centraremos en las políticas gubernamentales y en la transformación in­dustrial en la Unión Europea, la región más productiva en cuanto a copro­ducciones, y la zona intermediaria más valiosa de la NICL. Consideramos laeficacia de procedimientos de financiación para las coproducciones por tra­tado y otras disposiciones gubernamentales a la hora de trazar estrategiaspara combatir la proliferación hollywoodiense, luego nos preguntamos cómola perspectiva orientada a la NICL puede concebir de nuevo objetivos polí­ticos habitualmente basados en el apoyo a artistas a título individual y la afi­liación al entorno cultural mediante los bloques comerciales económicos. Encuanto a la coproducción por aportación de capital. seguimos el crecimien-

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to del poder económico de los conglomerados europeos de televisión por ca­ble, y tomamos en consideración el papel que desempeñan en la promoción,más que en el desafío, de la NICL de Hollywood. Estudiaremos el caso delCanal Plus, con base en Francia. entidad a la que fluye dinero procedente delos independientes de Hollywood en Los Ángeles y franquicias de lotería enLondres. Nuestra conclusión se plantea los problemas a los que tienen queenfrentarse las políticas mediáticas europeas dados los desiguales balancesque arrojan las cifras de la inversión europea en Hollywood con relación alas previsiones que les llegan por tratado para impedir su continuado creci­miento.

A pesar de que las estadísticas de coproducción se difunden de maneramuy desigual, según la revista de la industria Screen Digest (véase la tabla3.1), al menos el 35 % de todos los largometrajes europeos que se rodaronen Europa en 1998 eran coproducciones. Hong Kong es el coproductor másactivo en Asia, con un 22 % de corpoducciones ese mismo año, seguido deChina con un 7 % (bajo en relación al 19 % de 1996) y sólo 8 produccionesde 249 para Japón. Francia, España y Alemania son los centros de copro­ducción en Europa, dado que otros mercados cinematográficos más peque­ños intentan aprovechar las disposiciones, más amplias, de esas industriasdel cine europeas. A pesar de que las coproducciones pueden fluctuar mu­cho de año en año, entre 1994 y 1998 las coproducciones francesas supusie­ron un 49 % del total de la producción, las españolas un 28 % y las alemanasun 29 %. Gran Bretaña coproduce con Estados Unidos y Canadá más quecon el resto de Europa, y la coproducción supone entre el 37 y el 47 % de sutotal a lo largo de los noventa. Argentina coprodujo seis de 23 largometrajesen 1998, cuatro de ellos con España, uno con México y otro con Malí (Screen:Digest, mayo de 1997, pág. 105; Screen Digest, junio de 1999, págs. 129-135;Screen Digest, junio del 2000, págs. 182-183).

Television Business International recopiló una base de datos de unas2.000 producciones de 1978 a 1995 (véase la tabla 3.2). La mayor parte dela actividad coproductora estaba concentrada en los espacios dramáticos y losdocumentales para televisión, mientras que el 21 % era producción de lar­gometrajes. Los coproductores más frecuentes eran Gran Bretaña y Francia,que juntos suponían el32 % de todas las coproducciones. Estados Unidos esun productor más activo de programas de televisión (14 %) que de largome­trajes (1 %). Ello es debido, en buena medida, a la proliferación de los siste­mas de televisión por cable y por satélite durante la pasada década, lo quefragmentó los públicos. Las ventas internacionales son ahora más crucialesque nunca. Las coproducciones documentales en Estados Unidos se en­cuentran en las redes de televisión pública y en los canales temáticos basa­dos en la realidad como el Discovery Channel. Las coproducciones dramá-

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Tabla 3.1. Coproducciones de largometrajes

Países que Largometrajes Cifras y porcentajesaportan datos producidos de coproducción

/998 199/ /998 % /99/ %

Estados Unidos 661 583 9 n/aEuropa:

Francia 183 156 81 44 83 53Italia 92 129 13 14 18 14Gran Bretaña 87 46 24 28 22 48España 65 64 18 28 18 28Alemania 50 72 11 22 19 26Polonia 25 25 2 8 9 36Suecia 20 27 7 35 17 63Rumanía 12 19 8 67 4 21

Latinoamérica:México 23 32 n/a 1 3Argentina 23 21 6 26 6 29Chile 4 n/a 2 50 n/a

Asia:Japón 249 230 8 3 n/aHong Kong 92 211 20 22 4 2China 82 100 6 7 n/aAustralia 38 27 I 3 4 15

Fuente: datos recogidos de Sereen Digest (mayo 1997, págs. 105-106; junio 2000, págs.182-183).

ricas son básicamente de películas de perfilelevado hechas para televisión yminiseries que se emiten en las principales cadenas y en las redes de televi­sión por cable, y series de acción y aventura que se emiten a través de ven­tas a cadenas independientes y en redes de televisión por cable como USA ySci.Fi. Canadá (7%) YAustralia (4%) son los coproductores más frecuentesaparte de Europa y de Estados Unidos, a menudo entre sí y con Gran Breta­ña. Muchas de estas coproducciones en lengua inglesa buscan valores deproducción más elevados para vender en el mercado de Estados Unidos(Brown, 1995,2.1.1.-2,1.3).

Las cifras que citamos más arriba son, en general, para las coproduccio­nes «oficiales», lo que significa que el gobierno nacional de cada uno de losparticipantes reconoció ese trabajo como un producto de la cultura nacional,y que, consecuentemente, donó subvenciones y realizó exenciones fiscales

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El HOllYWOOD COPRODUCTOR

Tabla 3.2. Television Business International:base de datos de coproducciones (TV/filmes), 1978-1995

Por pals % Por género %

Gran Bretaña 16 Drama(todos) 41Francia 16 Documentales 24EstadosUnidos 14 Largometrajes 21Alemania 10 Drama: mini-series 8Canadá 7 Drama: películaspara TV 7Italia 6 Animación 7España 4 Drama: series 6Australia 4 Programación infantil 3Japón 3 Comedia lSuiza 2Bélgica 2

Fuente: Brown, 1995.

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en nombre de la protección de la cultura nacional o del fortalecimiento de laindustria nacional. Sin embargo, las cifras también incluyen las coproduc­ciones que no se realizan por tratado, en las que los socios internacionalesobtienen beneficios económicos y culturales al compartir recursos a pesarde no acogerse a los criterios de las disposiciones por tratado. En esos casos,los socios suelen estar equiparados, lo que significa que ostentan la propie­dad por tanto por ciento de un proyecto o de una compañía productora, enlugar de comprar los derechos territoriales para la distribución inicial. Losparticipantes en un proyecto sobre la base de aportación de capitales tienenvoz acerca de los proyectos que se llevan a cabo, pero el grado de determi­nación sobre las decisiones creativas puede variar considerablemente. Si lasindustrias audiovisuales suelen usar indistintamente los términos cofinan­ciación y coproducción, la distinción conceptual acostumbra a basarse en siexiste un componente creativo compartido en la planificación o ejecuciónde un proyecto (Light, 1994, págs. 79-80). Es difícil colegir la cuota de mer­cado de las coproducciones, dado que las estadísticas que se recogen a escalanacional tienden a considerar dichos textos como propios (Goldeneye [Gol­deneye, M. Campbell, 1995] se considera inglesa, por ejemplo). En cuantoporcentaje total de las admisiones de taquilla en Estados Unidos, las copro­ducciones norteamericanas tuvieron un escaso 5,6 % de cuota de mercadoen 1996, y menos de un 3 % en 1997. Ello contrasta con la creciente presen­cia de las coproducciones Estados Unidos-Europa, de entre las que los éxi­tos de taquilla El paciente inglés (The English Patient, A. Minghella, 1996), El

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mañana nunca muere (Tomorrow Never Dies, R. Spottiswoode, 1997) yEvita (Evita, A. Parker, 1996) contribuyen de un 4 a un 5 % a la cuota delmercado europeo en 1996, y a un 6 % de la cuota en 1997 (Lange, 1998).

Economías de escala: culturas de dinero

Diría que [...J la industria del entretenimiento deeste país no está tanto americanizando el mundo cuan­to «planetizando» el entretenimiento.

MICHAEL EISNER en Costa-Gavras y otros,1995, pág. 9.

La coproducción internacional en la industria de la pantalla exige que to­memos en consideración el origen cultural y nacional. En cuanto práctica decolaboración cultural internacional, la coproducción desestabiliza las medi­das nacionales de identidad cultural, a la vez que las reinscribe en un len­guaje de tratados que se debate por hallar descriptores nacionales que leayuden a preservar el valor cultural. La coproducción determina un empla­zamiento de transformación a escala cultural, de lo local a 10 nacional y delos regional a 10 global. Tal como afirma Eric Swyngedouw: «La escala seconvierte en la arena y el momento, ambos discursiva y materialmente, enque las relaciones de poder socioespaciales se contestan y se negocian y seregulan compromisos» (1997, pág. 140). Las secciones que siguen acerca dela coproducción por tratado y por aportación de capita! se plantean distintospuntos de transformación a través de dichas escalas de producción cultural.Dado que «la prioridad teórica y política [...] nunca radica en una escala par­ticular geográfica, sino en el proceso a través del cual las escalas particula­res pasan a ser (rejconstituidas» (Swyngedouw, 1997, pág. 141), pretende­mos identificar las instituciones, desde los ministerios de cultura a losconglomerados corporativos, que reconstituyen la escala política de la co­producción audiovisual.

Las coproducciones por tratado y por aportación de capital insertan es­calas de modernidad política (lo super y supranacional), escalas verticalesindustriales (producción, distribución y exhibición) y escalas industriales ho­rizontales (conglomeración y sinergias). Los economistas neoclásicos tiendena separar las relaciones entre dichas escalas cuando defienden que los pro­ductos audiovisuales siguen leyes económicas únicas que incumben a losproductos «de consumo conjunto», los que tienen elevados costes inicialesy pocos gastos de reproducción. Se supone que dichas leyes explican «elelevado volumen de comercio (audiovisual)», porque los costes de produc-

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ción «están relativamente al margen del número de espectadores» y EstadosUnidos disfruta de una ventaja económica en el comercio de cine y televi­sión dada la riqueza del mercado de habla inglesa, y una ventaja competitivafruto de un mercado libre nacional potente en el que «los compradores de pe­lículas sofisticados y exigentes» tienen que hacer concesiones a una audien­cia estadounidense «políglota» cuyo resultado es la «nueva forma de arteuniversal» que constituye Hollywood. Con todo, los espectadores me/ringopor de América también son «insólitamente insulares e intolerantes con lasprogramaciones o los filmes extranjeros». Pese a que estos microeconomis­tas reconocen el cartel de Hollywood en el mundo de la distribución cine­matográfica, se centran metodológicamente en unidades económicamentesegmentadas, y el comportamiento de la industria conduce a esas notoriascontradicciones al atribuir los éxitos de Hollywood (Hoskins y otros, 1997,págs. 31-36,44-45,51-67).

Tal como vimos en el capítulo 2, la consideración de la economía políti­ca de escala en las industrias audiovisuales nos conduce a la conclusiónopuesta de que los modelos históricos de propiedad y control sobre la distri­bución han determinado en buena medida las escalas de producción. AsuAksoy y Kevin Robins defienden que «los estudios de Hollywood deben laposición que ocupan desde hace mucho tiempo en la industria del cine a suestrategia consistente en controlar los ejes críticos en la industria del cine, esdecir, la distribución y la financiación», y la historia ha revelado que la cla­ve para garantizar 10 segundo es el control sobre lo primero (1992, pág. 15).Así, la clave que explica el elevado volumen de comercio audiovisual noson unos costes de producción baratos, sino las vastas infraestructuras dedistribución que aseguran financiación para la producción. Además, a medio'da que aumentan los gastos en mercadotecnia en cuanto porcentaje de loscostes de producción, por los costes de reproducción en su conjunto no lesafectan (véase capítulo 5).

También hallamos indicadores económicos neoclásicos de la diferenciacultural, como el artificial concepto de «descuento cultural» que cuantificala imperceptibilidad de la programación importada, con el fin de codificarlos rígidos índices culturales nacionales midiendo los valores culturales demanera predominante a partir de fragmentos económicos nacionales vulga­res (Hoskins y otros, 1997, págs. 32-33,40). Por el contrario, nos inclina­mos por lo que John Frow describe como perspectivas de «regímenes de va­Ion>, que consideran los contextos institucionales que producen conjuntosde criterios, el grado en el que dichos criterios están abiertos a una diversi­dad de participantes, y la eficacia de las decisiones políticas sobre la base deeste criterio (1995, págs. 144-145). Dicha perspectiva, que mezcla el interésque muestra la economía política por la estructura con un punto de vista cul-

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tural sobre los análisis institucionales, refleja mejor las complejidades de loscontextos de coproducción.

Coproducciones por tratado y Hollywood

Los críticos del proteccionismo cuestionan la rea­lidad de una [ ...} cultura europea, y se plantean si Es­paña tiene más en común culturalmente con Sueciaque con Argentina [ ...] señalando que buena parte delcontenido cultural inglés. incluida su lengua, es máspropio de Estados Unidos que de Grecia.

EDWIN C. BAKER, 2000, pág. 1373.

Los tratados de coproducción son acuerdos entre dos o más gobiernos na­cionales que establecen normas para proyectos de colaboración que los cali­fiquen para las subvenciones y cumplan con la cuota de restricciones en cadapaís. En calidad de claros legados de la formación de las naciones-Estadomodernas, los tratados miden la especificidad cultural a partir de las fronte­ras nacionales, una demarcación que precisa doblegar la diversidad culturalintranacional bajo un exclusivo signo de unidad, con lo cual deja de lado lasafiliaciones culturales supranacionales que cruzan las fronteras. Así, pese aque las industrias audiovisuales se han pasado a la coproducción internacio­nal para detener el dominio de Hollywood creando fuentes de recursos co­munes que se puedan plantear la creación de productos con mayor atractivointernacional, los tratados de coproducción internacionales también estable­cen límites que distinguen el producto de una expresión cultural del que no loes. Dichos tratados institucionalizan concepciones normativas y estáticas dela cultura nacional en el mismo proceso de colaboración internacional.

Los tratados multilaterales pretenden armonizar las disposiciones inter­nacionales por tratado con los ejes de los bloques económicos de comercioo con los mercados de lenguas regionales. La Conferencia de AutoridadesIberoamericanas abarca los países de Latinoamérica y el Pacific Rim Con­sortium for Public Broadcasting (PACRIM) facilita las coproduccionestranspacíficas (Taylor, 1995). En el contexto europeo, el Consejo de Europaestableció una armonización de las normas de coproducción para que a losproductores les fuera más fácil el acceso a los fondos creando el fondo decoproducción paneuropeo Eurimages en 1989, y creando un Convenio Euro­peo de Coproducción Cinematográfica en 1992 para establecer criterios co­munes para la elegibilidad. Dichas iniciativas culturales paneuropeas enraí­zan en los deseos europeos de formar un mercado común, que se expresaron

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en primer lugar en la formación del Consejo de Europa en 1949, y la Comu­nidad Europea, fundada por el Tratado de Roma en 1957. Mientras que laComunidad Europea pretende la unidad económica de Europa, el Consejode Europa se ocupa de la misión cultural de «salvaguardar y dar curso a losideales y principios que constituyen nuestra herencia común». El cine fueconsiderado un medio importante para la expresión de la «identidad euro­pea». Y cuando, en 1992, el Tratado de Maastricht incluyó la ComunidadEuropea en la Unión Europea (UE), la cultura se abordó en el artículo 128:«La Comunidad debe contribuir al florecimiento de las culturas de los Esta­dos miembros, respetando su identidad nacional y regional y, a la vez, des­tacando su herencia cultural común», Las políticas audiovisuales del Con­sejo de Europa y de la UE se han propuesto hacer frente a los imperativoseconómicos de la unificación mediante imperativos culturales, con el fin dealentar lo que se ha defendido ampliamente como «unidad en la diversidad»(Hainsworth, 1994, págs. 13-15,29).

El objetivo manifiesto de Eurimages es «promocionar la industria cine­matográfica europea». Tiene programas de apoyo a la distribución yexhibi­ción de películas, pero adonde más dinero destina es a la coproducción. Di­señado para aumentar los tratados bilaterales ya existentes entre paísesmiembros, Eurimages inicialmente sólo subvencionaba coproducciones contres o más países participantes, aunque en 1997 empezó a aceptar coproduc­ciones bilaterales. La mayor parte de la financiación total de esos proyectosdebe proceder de los miembros de Eurimages, no puede haber más de un30 % de capital no europeo, y ningún socio puede exceder el 80 % de parti­cipación. En el 2001 el Fondo tenía veinticinco Estados miembros en Euro­pa Central, del Este y del Oeste. Francia proporciona la mitad del presu­puesto y ha sido coproductora de la mitad de los proyectos que se hanrealizado hasta la fecha. Gran Bretaña no firmó hasta 1993, y dejó el Fondoen 1995. El presupuesto para coproducciones bajó de 22 millones de euros en1994 a 20 millones en 1999 y, a pesar de que todos los fondos son reembol­sables a partir de los ingresos netos en taquilla, no se han devuelto más deun millón de euros al año. El Fondo ha concedido asistencia en la copro­ducción a directores tan afamados internacionalmente como Lars Von Trier(Europa [Europa, 1991]), Chantal Akerman (Nuit et jour, 1991), KrysztofKieslowski (Azul [Trois couleurs: bleu, 1993]), Emir Kusturica (Under­ground [Underground; 1996]), Theo Angelopoulos (La eternidad y un día[Mia aiwniothta kai mia mera, 1998]) y Peter Greenaway (Eight and a HaifWomen, 2(00) (Jackel, 1999, págs. 187-188; Taylor, 1998, pág. 137; ScreenDigest, julio 1999, Consejo de Europa, 2000a, págs. 9-18).

Eurimages está gestionado por una oficina con un representante de cadapaís miembro. Para determinar si cada uno de los proyectos cumple debida-

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mente con el grado suficiente de «carácter europeo», la oficina sigue un siste­ma de puntos establecido por la Convención Europea sobre Cooperación Ci­nematográfica, que pondera el valor de los trabajadores culturales individua­les según sus asignaciones de producción. El proyecto debe tener un directorque sea residente europeo. El director, el guionista y el actor protagonista re­ciben tres puntos de una escala de diecinueve. Se conceden dos puntos porcada actor de reparto y un punto por cada uno de los trabajadores cualificados,como el operador de cámara, el técnico de sonido, el montador o el director ar­tístico. Se otorga también un punto por la ubicación del estudio o el rodaje deexteriores y otro por el emplazamiento de la posproducción. Se requieren untotal de cincuenta puntos para que un texto de pantalla sea calificado como«europeo» (Consejo de Europa, 2000a, págs. 6-8, Consejo de Europa, 1992).

Dicho esquema pretende regular la NICL a través de dos ejes, el trabajo«<promocionar la industria cinematográfica europea») y la cultura (alentarel «carácter europeo»), a partir del lugar de residencia de los que interven­gan en la producción. A la «cultura» se le da un peso expresivo en el traba­jo que realizan unos pocos trabajadores culturales destacados (el director, elguionista y los actores protagonistas), un sistema de puntuación que califi­caría el superventas de Hollywood El quinto elemento (The Fifth Element,L. Besson, 1997) como europea. Los miembros de la oficina gestora tam­bién aportan sus propias preferencias culturales y las de los países que re­presentan e intentan que sean determinantes en la toma de decisiones. Sinembargo, la política del Fondo privilegia la toma de decisiones de las élitesburocráticas basadas en medidas de valor cultural que se le adjudican al autor.Es decir, el locus de la expresión cultural se halla en el potencial trascen­dental y creativo de los «artistas», una noción que se nutre del concepto desubjetividad occidental que valora el individuo en cuanto productor de valorcultural a través de su expresión personal (Crofts, 1998, págs. 310-313). Di­cha medida cultural ha tenido una larga historia en Europa, desde los influ­yentes críticos y cineastas franceses de los años cincuenta vinculados aCahiers du cinéma -que ponderaron el valor cultural de la. películas me­diante la firma creativa del director O auteur-, hasta el cine de arte y ensa­yo de cineastas del norte de Asia y de Europa Occidental y del Este. Privile­giando a menudo la visión personal sobre el argumento, la experimentaciónformal sobre las formas de género, y matizado por el carácter de los estudiosmás que por las narrativas casuales, el cine de auteur y de arte y ensayo sólotiene garantizada una distribución limitada y no puede financiarse para unmercado competitivo. En escasas ocasiones ha tenido tirón entre los públi­cos europeos (Nowell-Smith, 1998, pág. 6).

En parte para abordar estas cuestiones, Eurimage emprendió reformasen el 2000 que dividieron la financiación en dos líneas. La primera concede

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dinero de acuerdo con la «circulación potencial» y la segunda en función del«valor artístico». El primer esquema establece la viabilidad comercial de unproyecto en virtud de las «preventas y las ventas estimadas, el número y lacalidad de los compromisos de distribución, el porcentaje de financiación demercado confirmado y la experiencia de los productores y del director»(Consejo de Europa, 2000b, pág. 12). El segundo financia presupuestos me­nores de «películas de arte y ensayo con elevado potencial artístico, y pelí­culas que son más innovadoras en su forma y en su temática» (Consejo deEuropa, 2000a, pág. 9). Las decisiones relativas al potencial para atraer a unpúblico más amplio no están basadas en criterios sobre los contenidos, sinoque se desprenden de los cancerberos del mercado, y sugieren que si bienesos comités de élite están más cualificados e intentan tomar en considera­ción el potencial artístico, carecen de criterios a la hora de juzgar el atracti­vo popular fuera de los mecanismos del mercado existente.

Esta política de pantalla omite f1agrantemente las consideraciones de lostrabajadores culturales que están entre el arte y los mercados o, en términosindustriales, de los trabajadores que están por debajo de la línea. Esta vastamayoría de trabajadores de la pantalla reciben como máximo dos puntos porsu asociación indirecta con los emplazamientos de producción y/o pospro­ducción. Anclados en la planta física de las infraestructuras de producción,esos trabajadores cualificados son rehenes de las vicisitudes fiscales de losmercados monetarios nacionales y de la producción fugitiva. Al típicamen­te bien compensado talento que se halla por encima de la línea de produc­ción se le garantiza un billete gratis al emplazamiento de producción dujour. La política de pantalla debe abordar esta desigualdad fundamental en­tre trabajo y movilidad del capital en la NICL. Mientras que la producciónde pantalla europea está sujeta a las vicisitudes de los mercados monetarios(tal como vimos en Gran Bretaña en el capítulo 2), los incentivos fiscales(como en el esquema holandés citado abajo), las instalaciones de produc­ción a costes menores (tal como vimos en Praga en el capítulo 2) y los es­tándares de la fuerza de trabajo internacional deben ser un aspecto funda­mental de la política de pantalla paneuropea.

Eurimages, perteneciente al Consejo de Europa, ha trabajado en tándemcon la VE, más orientada hacia lo económico, que ha emprendido dos gran­des líneas de política audiovisual para crear un mercado europeo unificado.En primer lugar, como hemos visto, la directiva «Televisión Sin Fronteras»pretende formar un único mercado televisivo europeo liberalizando el co­mercio de emisiones entre los países miembros y estableciendo cuotas decontenido para la televisión europea. La directiva ha sido criticada por fo­mentar la expansión de Jos canales comerciales a mayor velocidad de lo quela base tributaria europea y su infraestructura de producción podían asimi-

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lar. Eso ha ocasionado un influjo de programas importados a costes baratosdesde Estados Unidos que no ha podido detenerse dada la debilidad del len­guaje de la provisión de cuotas (Collins, 1999, págs. 200-202). Naturalmen­te, las políticas de disposiciones no son ajenas a las fronteras. Los paráme­tros fronterizos han cambiado sencillamente de los nacionales a loseuropeos (un descriptor cultural que todavía no ha sido definido en ningúndocumento político ni ejemplificado suficientemente por las fórmulas deprogramación). Tras seis años de intentar la unión de todas las cadenas pú­blicas de televisión europeas para crear series dramáticas deliberadamenteeuropeas, los productores siguen hallando dificultades en las nociones dedramaturgias nacionales discretas y enfrentándose al temor de crear un in­sulso europudding que con tanto ahínco se esfuerza por incluir normas demultiplicidad lingüística, de público y de producción que pierde forma. Elestrepitoso fracaso de la adaptación de Nostromo de Joseph Conrad consti­tuye un ejemplo clásico. Fue financiada por tres cadenas televisivas públi­cas europeas (la BBC, la RAI italiana y TVE) Ypresentaba a estrellas ingle­sas e italianas. Dichos intentos fallidos de aunar los textos televisivos europeosdio lugar a una iniciativa política con el mejor de los acrónimos: BABELBroadcasting Across the Barriers of European Languages (Ungureit, 1991,pág. 16;McDonald, 1999, pág. 2004; Field, 2000, pág. 100;Theiler, 1999, pág.570). Sony Entertaínment publicó un informe a mediados de 1994 que ar­gumentaba su oposición a las cuotas diciendo que eran perjudiciales para losmismos productores a los que debían proteger, y muchas cadenas televisivascomerciales no respetan las cuotas de producción nacionales (Stern, 1994a;Zecchinelli, 1994; Stern, 1994b, pág. 1).

En segundo lugar, los programas MEDIA han financiado la distribucióny exhibición de películas europeas y han fortalecido la capacidad tecnológi­ca audiovisual de la Comunidad. Iniciados en 1990, estaban diseñados para«estimular la liberalización del mercado a la vez que evitar la uniformidadcultural» pero no se les ha dotado de la fmanciación necesaria, y han creadoconflictos entre Francia, que los apoya, y Gran Bretaña, que no. En 1995,MEDIA TI asignó 265 millones de euros a lo largo de cinco años, un 55 % deincremento respecto del MEDIA 1 pero, pese a ello, apenas un 0,5 % del to­tal del sector audiovisual europeo. MEDIA TI tiene tres prioridades: «La for­mación vocacional, el desarrollo de proyectos y negocios, la distribución in­ternacional de filmes y programas audiovisuales». Para 1998, se habíanterminado o estaban en vías de culminación cuarenta proyectos, entre ellosElizabeth (S. Kapur, 1998) y El hotel del millón de dólares (The Million Do­llar Hotel, W. Wenders, 2000). Esta última forjó una combinación un tantoinverosímil entre un director de arte y ensayo y el ex residente australiano,estrella de Hollywood y coproductor MeJ Gibson, quien dijo que la película

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«era aburrida como el culo de un perro» (citado en Mackenzie, 2(00). Cien­to diez películas etiquetadas como «obras difíciles» percibieron 2,3 millonesde euros para la distribución fuera de su país de origen, entre ellas Rompien­do las olas (Breaking the Waves, L.V. Trier, 1996), Carne trémula (P. AI­modóvar, 1997) y Secretos y mentiras (Secrets and Lies, M. Leigh, 1996).El programa incluye un sistema automático de reinversión a través de lacompra de los derechos para televisión que las cadenas devuelven a la in­dustria. En dos años, el programa ayudó al cine europeo a encontrar 75 mi­llones de espectadores de cine fuera de sus territorios nacionales y, a travésde estas admisiones, reinvirtió 19 millones de euros (Hainsworth, 1994, pág.19; «Comisión», 1999, págs. 2, 8-10). Las coproducciones europeas llega­ron a su apogeo en 1995 con un 50,2 % y bajaron a un 36 % en 1998 iScreenDigest, mayo de 1997; Screen Digest, junio de 1999).

Los extremadamente limitados recursos de programas como MEDIA yEurimages suponen que las disposiciones cinematográficas locales han es­tado nadando a contracorriente de un flujo de películas hollywoodienses confinanciación europea, tal como veremos. Y, justo cuando el total de recau­dación en el país de los productos nacionales de los cincos mercados euro­peos más amplios se esforzaba por retener su participación en el mercado,los cines enraizados en contextos culturales nacionales se esforzaban porcircular más allá de las fronteras. Las razones para ello incluyen la limita­da circulación de lo paneuropeo, los pequeños presupuestos de mercadotec­nia o su limitado atractivo para el público. Por ejemplo, las películas alerna­nas y españolas no obtuvieron más de un 0,3 % de la taquilla nacional en loscinco mercados europeos neurálgicos aparte del suyo propio, y las películasfrancesas no suponen más de11,5 % de taquilla en cualquier país. Los filmesingleses corren mejor suerte en otros países europeos, una tasa que va del 4al 6 % de la taquilla en cada uno de ellos. Las películas italianas constituyenel 4 % del mercado español, pero no más de12 % en otras partes. No obstan­te, a las coproducciones europeas les va mucho mejor en mercados en pers­pectiva, y logran prácticamente la paridad con los mercados nacionales enFrancia, Alemania y España. Consecuentemente, las coproducciones euro­peas son relativamente prometedoras respecto de la sostenibilidad económicaregional en Europa, tal vez por cuanto el lugar donde las identificacionesmás allá de las fronteras y las expresiones culturales populares paneuropeaspueden tener lugar al margen de lo que parece ser una industria cinernato­gráfica europea más bien fragmentada tScreen Digest, junio del 2000, pág.189).

Por más éxito que haya cosechado el programa MEDIA II al hacer cir­cular películas por la VE, la escala de provisión empequeñece al competirCon los incentivos fiscales nacionales, como por ejemplo en el caso de un

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proyecto holandés de 1999 de cancelación y depreciación que inyectó unasuma estimada en 150 millones de dólares a la industria local. Es sorpren­dente que uno de los primeros proyectos en recibir asistencia fuera Holly­wood Sign (Sonke Wortmann, 2000), protagonizado por Rod Steiger y BurtReynolds. Cuando se iniciaron las negociaciones con el sucesor de MEDIA11, MEDIA plus, el Gobierno holandés presionó para que se redujera el pre­supuesto dada su recién adquirida fuente de financiación cinematográfica(Edmunds, 2000a y b), Desde el punto de vista de la industria, los programasMEDIA, con presupuestos proporcionalmente pequeños, son en buena me­dida ineficaces para combatir el déficit del comercio audiovisual de EstadosUnidos, que alcanzó los 8.000 millones de dólares en 1998 «<Commission»,1999, pág. 1).

Género, escala y provisión cultural

Si los europeo.'! produjeran buenaspeliculas en lu­gar de tonterías intelectuales / ...Jla gente acudiría entropel a verlas.

JEAN-PAUL VIGNON, Asociación de ActoresFranceses de Hollywood, citadoen la Agencia

FrancePresse, 1998.

El 3 de febrero de 1999 se produjo el estreno récord en 764 salas de cinede toda Europa de un superventas europeo distinto. Astérix y Obélix contraCésar (Astérix et Obélix contre César, C. Zidi) que se rodó en francés con45 millones de dólares y recaudó unos 111 millones en ingresos de taquillade todo el mundo, menos de un millón de los cuales procedía del mercadoestadounidense (Rawsthorn, 1997; Frater, 2000; D'Alessandro, 2000). Co­producción francesa (51 %), alemana (33 %) e italiana (16%) que reunió losrequisitos para recibir financiación de Eurimages, Astérix está basado en unpopular personaje de cómic francés que defendió a los galos frente a la in­vasión romana allá por el 50 a. C. (Elley, 1999). El cómic ha vendido unos280 millones de copias desde 1959, principalmente en Francia y Alemania,aunque también en Gran Bretaña y la Commonwealth. En Estados Unidosse ha distribuido limitadamente desde 1994 (Riding, 1999). El Parque Asté­rix, de aires muy disneyescos, se construyó en las afueras de París en 1989y en el año 2000 se produjo un videojuego de Astérix (Cox, 2000).

¿Representan estos intrusos personajes de cómic la promesa de una eco­nómicamente autogenerada cultura expresiva de la pantalla paneuropea quepueda combatir el dominio de Hollywood? El periódico francés Le Monde

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parecía ser de esa opinión cuando celebraba Astérix como «la imagen de laresistencia al imperialismo cinematográfico norteamericano» (citado en Ri­ding, 1999, pág. 2). Con más de sesenta actores, 1.500 extras y caros efec­tos especiales, Astérix tomó prestadas las tácticas propias de Hollywoodpara crear una fórmula de espectaculares aventuras de acción destinada a losmercados internacionales. Aunque ¿significa eso que Astérix representa unfuturo cine europeo que remeda Hollywood a expensas de un cine alternati­vo diverso de presupuestos menores y expresividad local? John Hill ha insi­nuado que las estrategias para llevar adelante cine paneuropeo de gran pre­supuesto no son ni económicamente factibles ni culturalmente deseables.Sostiene que Hollywood representa un tipo de cine que no está anclado enninguna cualidad particular de la cultura americana que suponga un reclamouniversal, pero que se trata de un «evento más global» basado en una largahistoria de control sobre la distribución global, cuya resultante es una am­plia familiaridad con las formas de planteamiento cultural propias de Holly­wood. Además, las políticas europeas basadas en conceptos como la heren­cia común o la identidad europea son sospechosas dada su herencia de«condición de raza blanca.,colonialismo, cristiandad y Alta Cultura». Dadoque los países europeos, a diferencia de Estados Unidos, no comparten sen­sibilidades o tradiciones populares más allá de las que emanan del mismoHollywood, HíII y otros han abogado en favor de que en lugar de costear laproducción de películas internacionales de gran presupuesto en Europa, «esa través de la movilización de los recursos transnacionales con el fin de queapoyen los cines nacionales y regionales que están enraizados en culturasespecíficas como podrá avanzar con éxito la causa de un cine europeo» (Hilly otros, 1994, págs. 1-7; Hill, 1994a, págs. 59-68).

Teniendo en cuenta la importancia de esos asuntos, vale la pena consi­derar Astérix como un ejemplo, aunque excepcional, de una película de granpresupuesto basada en corrientes de cultura popular paneuropea no estadou­nidenses. Tal como señaló Tom Ryall: «Es irónico que la aceptación críticadel cine de Hollywood se lograra inicialmente a través de su intensivo ma­peo por parte de los críticos de Cahiers du cinéma en términos de obras deautor más que en términos de géneros que, junto con las estrellas, han defi­nido su imagen para el espectador de cine» (1998, pág. 327). Si el auteur ylas tradiciones textuales citadas más arriba calibran la diversidad conocien­do a los artistas y a los lectores, la crítica de género ha colocado el signifi­cado cultural dentro de contextos sociales más amplios, donde las formasculturales y la textualidad han aparecido en la intersección de las industriasde la cultura y de los públicos en directo. El género es un sistema de refe­rencias culturales que proporciona placer a los espectadores así como for­mas de preventa a las estrategias de compensación de riesgos de la industria.

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Las formas culturales genéricas son productos de la modernidad en las quelas tecnologías de la producción en masa y de la distribución privilegian laestandarización formal. Dichos imperativos industriales regulan la produc­ción cultural dentro de contextos históricos que atraen el reconocimiento yel consentimiento de un público mayoritario. En este sentido, los génerosconfiguran y son configurados a la vez por especificidades culturales en mo­mentos particulares y a través de varias escalas geográficas. La verosimili­tud y la variación son igualmente importantes para el género, por cuanto losespectadores hallan placer en el reconocimiento de una serie de protocolosestilísticos y temáticos, y en la experimentación de la novedad y la diferen­cia (Neale, 1995). Los géneros de Hollywood como el western, el musical,la película de terror, la comedia romántica o el filme de acción se conside­ran variantes de un género más amplio de narrativas cinematográficas holly­woodienses, integradas por características básicas como el hilo argumentallineal y trepidante, protagonistas centrales orientados hacia unos objetivos,estrellas y una narrativa cerrada. Las películas de gran presupuesto desplie­gan también un uso creciente de efectos especiales y de espectaculares se­cuencias de acción (Ryall, 1998, pág. 332). Tal como hemos visto, tambiénse ha dicho que esta particular forma narrativa, experimentada y comproba­da en el mercado competitivo y diversas culturas de Estados Unidos, tienetirón universal. Las codificaciones narrativas y genéricas de Astérix nos pro­porcionan un caso interesante, ya que la película tuvo una enorme populari­dad en Europa pero no en Estados Unidos

Astérix es un producto de tres sistemas genéricos de codificación: las ti­ras del cómic de Astérix, las populares películas épicas de romanos y griegosmusculosos de la posguerra europea, y la narrativa cinematográfica de Ho­llywood. En consonancia con la reciente tendencia hollywoodiense a pro­ducir películas basadas en series de cómic (Batman [Balman, T. Burton,1989], Dick Tracy [Dick Tracy, W. Beatty, 1990] y X-Men [X-men, B. Sin­ger, 2000]), Astérix crea verosimilitudes genéricas mediante la reproducciónde la mise-en-scéne de la tira de cómic con decorados y vestuario elaboradosy, naturalmente, basándose en la historia de los personajes principales en elcómic. En el 50 a. C., Astérix, Obélix y sus estrafalarios amigos impiden queel César llegue al Canal de la Mancha gracias a la ayuda de la poción mágicade un druida que les convierte en guerreros superiores. Astérix también tienereminiscencias del peplum, un género popular ambientado en la era greco­rromana que contempla la rebelión de campesinos forzudos que defienden alpueblo contra los políticos corruptos. El peplum surgió en Italia en la era delcine mudo, pero durante los años de posguerra se hizo popular en toda Europa.A medida que los costes y los públicos internacionales aumentaron, la mayo­ría de los peplums se coproducían con otros países europeos (Lagny, 1992).

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Si Astérix comparte los rasgos genéricos hollywoodienses por su ritmotrepidante, sus personajes orientados hacia un objetivo y encamados porestrellas (Christian Clavier, Gérard Depardieu y Roberto Benigni), especta­culares efectos especiales y secuencias de acción, también comparte conHollywood su orientación hacia un público popular. Del mismo modo queHollywood nos presenta adaptaciones de cómic s con héroes que son típica­mente desamparados o marginados con poderes especiales para combatirdistintas fuerzas de opresión institucional, Astérix y el peplum les confierena sus héroes cotidianos la fortaleza necesaria para resistir ante fuerzas máspoderosas. Narrativa que uno de los críticos de Astérix describió como «unimpertinente desamparado que vence a un enemigo más fuerte» (Elley, 1999).Éstos no son temas insólitos en Hollywood, es más, proliferaron en otras in­dustrias líderes exportadoras de cine como la de la India o Hong Kong. Noobstante, las películas populares que se hacen eco de estas relaciones de po­der pueden sugerir que lo universal reside en la injusticia social vivida másque en la transparencia narrativa de Hollywood. No obstante, esta orienta­ción populista suele expresarse en términos de una ideología liberal huma­nista por la que los individuos tienen la capacidad de alzarse contra la opre­sión gracias a su perseverancia, más que gracias a ninguna lucha unificadacontra el poder y el dominio sistemáticos.

Así pues, ¿qué nos dicen estas medidas genéricas de producción textualy circulación acerca de la relación que existe entre la escala presupuestaria yla diversidad cultural dentro del contexto de la política audiovisual paneu­ropea? El éxito en taquilla de Astérix, sin precedentes en toda Europa, es de­bido en parte a que conecta con los registros de género de cultura popularpaneuropeos (el cómic, el peplum y Hollywood) de los que no cabe decir.que se limitan a imitar la fórmula narrativa del Hollywood global. Despuésde todo, a pesar de la estrecha relación que guarda Astérix con las caracte­rísticas narrativas de Hollywood, la película sólo fue objeto de un extrema­damente limitado estreno en Estados Unidos, y constituye la prueba de quelas películas europeas de gran presupuesto pueden tener éxito sin necesidadde que atiendan los requisitos de la sensibilidad popular de los estadouniden­ses. También es una evidencia de que, mientras el auge y declive de las sa­las de cine de arte y ensayo de Estados Unidos es correlativa al volumen deimportaciones intelectuales europeas, las películas populistas europeas hanquedado fuera de la distribución cinematográfica en Estados Unidos, con­trolada por Hollywood.

Astérix se yergue así como un severo correctivo a las afirmaciones deque el políglota y competitivo mercado estadounidense es un caldo de culti­vo excepcional para el universalismo textual. Las narrativas de ritmo trepi­dante, las estrellas y las secuencias de acción no son menos específicas y di-

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versas culturalmente de lo que lo son las visiones personales de la autoría enel cine de arte y ensayo. Los presupuestos pequeños y las medidas relacio­nadas con la cultura elevada no deberían ser burocráticas pruebas de fuegorelativas a la diversidad cultural europea, del mismo modo que el disfrutedel género, la identificación con las estrellas y los temas populares no debe­rían dejarse exclusivamente en manos de Hollywood. Cabe dudar de que eseslapstick en que convirtieron el popular cómic Astérix sea lo que los crea­dores de un marco de referencia para la política cultural de la VE tengan enmente cuando se refieren a «dar mayor protagonismo a la herencia culturalcomún» del continente, aunque difícilmente hallaríamos un ejemplo másidóneo. También es complicado hallar un ejemplo más adecuado de cómo laliberalización y la integración horizontal en el contexto de los medios de co­municación europeos han dado lugar a formas sinérgicas de mercancías crea­das para estar presentes en todos los medios de comunicación (libros de có­mies, películas, videojuegos) y más allá de ellos (parques temáticos). Esteproceso pretende colonizar la audiencia más amplia posible en concurridosentornos mediáticos en un intento de estar en todas partes a la vez. Sigue conello la lógica dual de la industria comercial: estandarización textual (género,secuelas, serie, seriales, remakes, reposiciones y sinergias mediáticas) y di­ferenciación (espectáculo, estrellas, posproducción y una mercadotecnia deelevado diseño), no la prescripción deseada de diversificar el cine europeobajo el estandarte de defenderse de Hollywood.

Con el fin expreso de promocionar un mercado audiovisual paneuropeo,las políticas mediáticas de la Unión Europea y de la Comunidad Europeahan puesto enjuego dos regímenes de valoración opuestos, que quedan ilus­trados en la pretensión de MEDIA de «unirse a la liberalización aunque sinuniformidad» y la dividida apropiación de las palabras de Eurimages cuan­do distingue entre «circulación potencial» y «valor artístico». Pese a que di­cho lenguaje revela un reconocimiento tácito de que la liberalización favo­rece los mercados dominantes PIB y las importaciones norteamericanasbaratas, el valor cultural se halla en el apoyo a «difíciles» obras experimen­tales de artistas mientras que las formas más comerciales de cine se valoranmás por su potencial económico que por su valía cultural. Esta jerarquía devalores divide la toma de decisiones culturales que queda en manos de al­gunos dirigistes que juzgan la valía artística y la herencia cultural, y la sal­vaguarda de los mercados financieros y de los distribuidores que calculan elmenor de los riesgos y un incremento de la eficacia y de la comerciabilidad.Establecida esta división, queda poco espacio fuera de los mecanismos demercado para una política que aborde el placer genérico que enraíza en his­torias colectivas, la memoria y la cultura popular, y ofrece el placer visceraldel espectáculo y la acción, o los sentimientos populistas que proporcionan

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espacios para imaginar un incremento de la autoridad de cada día. Así,mientras la política cinematográfica paneuropea ignora en buena medida lascorrientes de cultura popular, la liberalización ha alentado el crecimiento deconglomerados mediáticos transnacionales europeos que han apostado porel ascendente que Hollywood tiene sobre la expresión cultural paneuropeamediante la inversión en el mismo Hollywood, tal como nos demostrará elcaso de las coproducciones por aportación de capital.

Coproducción por aportación de capital

Las películas deHollywood se mueven, las europeasse demoran y las asiáticas se sientan y contemplan.

«Not the Last», 1995

En enero de 1998, la Paramount estrenó Hard rain (Hard Rain, M. Salo­mon) en 2.100 salas de cine de Estados Unidos La película era un high-con­cept genérico híbrido que mezclaba las convenciones del western del asaltoa una diligencia con las películas de desastres y se inspiraba en las inunda­ciones del verano de 1993 en el Midwest norteamericano. El guarda de se­guridad de automóviles Christian Slater se enfrenta al proscrito Morgan Fre­eman y a sus secuaces por un botín bancario sobre el telón de fondo de unagran inundación, mientras la actriz inglesa Minnie Driver hace gala de unacento del Midwest y el director danés Salomon firmaba con sus credencia­les de películas acuáticas (fue el cámara de Abyss [The Abyss, J. Cameron,1989]). Hard Rain era decididamente producto de la reserva de talentos deLos Ángeles. Orquestada por la independiente Mutual Film Company, las500 personas del reparto, el equipo y otro personal clave se reunió a travésde las redes personales informales que caracterizan la flexibilidad de lasprácticas de producción del Hollywood postestudios de la NICL (Bates,1998; London Economics, 1992).

La Mutual financia sus proyectos a través de un consorcio internacionalque les da posiciones a partir de aportación de capital a seis gigantes de ladistribución en Europa y Japón. La financiación europea de Hard rain pro­cedió de la Union Générale Cinématographique (UGC), la cadena de televi­sión más importante de Francia; la televisión pública inglesa, la BBC; la Poly­gram Film Entertainment, compañía distribuidora francesa anteriormente depropiedad holandesa; el distribuidor de derechos televisivos alemán Tele­munchen (TMG); y el estudio danés Nordisk Film. La financiación japonesallegó de la Marubeni Corporation, distribuidor de derechos de vídeo y tele­visión, y de la distribuidora cinematográfica Toho-Towa Company «<Para-

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mount», 1996; Hindes, 1998a; Herskovitz, 1998). Pese a que los indepen­dientes estadounidenses han buscado financiación en el exterior durante dé­cadas, incluidos DeLaurentiis durante los setenta, Cannon en los ochenta yCaroleo en los noventa, los proyectos de la Mutual les ofrecen participaciónen capital a sus socios, en lugar de limitarse a darles derechos territoriales.En otras palabras, los socios de la Mutual tienen voz y voto en el tipo de pro­yectos que se desarrollan, y realizan propuestas creativas como el tipo deproyecto que puede atraer al público en sus respectivas regiones. Por ejem­plo, Toho-Towa optó por no invertir en Blues Brothers 2000 (Blues Bross2000, J. Landis, 1998), pero decidió apoyar Primary Colors, de Mike Ni­chols (1998). Tal como dijo un ejecutivo de la Toho: "Si te limitas a ver Pri­mary Colors como una sátira política, es un problema. Pero nosotros la ve­mos como un drama humano de buena factura, dirigido por un directorgrande, famoso» (citado en Hindes, 1998a). El consorcio de la Mutual haproducido filmes de gran presupuesto, incluidos Doce monos (12 Monkeys,T. Gilliam, 1995), Chacal (The Jackal, M. Caton-Jones, 1997), The relic(The Relic, P. Hyarns, 1997) y Virus (Virus, J. Bruno, 1999), así como pelí­culas de presupuesto medio como Un plan sencillo (A simple plan, S. Rai­mi, 1998), Jóvenes peligrosos (Wonder Boys, C. Hanson, 2000), y Man onthe moon (Man on the Moon, M. Forman, 1999). Pero determinados pro­yectos de la Mutual han sido menos arriesgados, y tal vez demasiado ameri­canos, como para obtener dinero internacional basado en la diferencia. LaMutual consideró la posibilidad de producir Salvad al soldado Ryan (SavingPrivate Ryan, S. Spielberg, 1998) antes de que Spielberg se interesara por ella.Posteriormente, la Mutual perdió toda participación en los beneficios de lapelícula, y la coprodujo por una cifra con Dreamworks y Paramount (ElIer,1998). Lo mismo ocurrió con El patriota (The Patriot, R. Emmerich, 2000),que la Mutual coprodujo con Sony. Desde entonces, Mutual, TMG, Toho­Towa y la BBC han creado un crédito a tres años renovable por 200 millo­nes de dólares para financiar películas fuera de los estudios (Guider, 2ooob).

El consorcio Mutual es sólo un ejemplo de cómo los distribuidores decine y televisión altamente capitalizados en los principales mercados de ex­portación de productos de Hollywood como Europa y Japón se han conver­tido en agentes integrales en la propiciación, y no en el desafío del Holly­wood NIeL. Veinte conglomerados de medios de comunicación de Jap6n yEuropa han aportado financiación para películas de gran presupuesto de Ho­llywood a razón de un 70 % (Graves y D'Alessandro, 2(01). El flujo más re­ciente de financiaci6n ha llegado del Neuer Markt alemán, la nueva bolsa demedios de comunicación y tecnología con base en Francfort. En 1999 y el2000, trece compañías de licencia cinematográfica alemanas consiguieron1.900 millones de euros en el Neuer Markt, 1.300 millones de los cuales fue-

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ron para películas de gran presupuesto de Hollywood (Harding, 2(00). Conel colapso del mercado en el año 2001, muchos de estos propietarios de de­rechos (Senator, Kinowelt, Helkon) se consideraron preparados para tomarposesión de los conglomerados de Hollywood y europeos, tal como ejem­plifica la adquisición del Kirsh Group en febrero del 2001 por parte deEM.TV (Dawtrey y Foreman, 2001).

Esta prometedora fuente de financiación de nuevos medios de comuni­cación (cable, satélite e Internet) ha cambiado la fórmula de apoyo a Holly­wood con capital extranjero por la de los distribuidores que persiguen lapropiedad de los derechos. Las fuentes de ingresos de los largometrajes deHollywood han dejado de ser las salas de cine y los alquileres de vídeo y sonahora las televisiones abiertas y las de pago, especialmente en Europa.Mientras que un estreno en sala acompañado de una concienzuda campañade mercadotecnia sirve para promocionar la vida de la película a través detodas las ventanas, y que actualmente es una de las medidas que dan valor alos derechos de distribución fuera de las salas, los compradores de televisióneuropeos crearon una fuente de ingresos muy estable para Hollywood a fi­nales de los noventa que en la actualidad es básica para la oleada de copro­ducciones basadas en aportación de capital con los majors de Hollywood yuna nueva generación de independientes de Hollywood. En la medida enque los acuerdos de producción por aportación de capitales entre Hollywoody estos conglomerados de medios de comunicación europeos menguan lasdisposiciones para la coproducción por tratado, se justifica una supervisiónde este crecimiento que cuestiona la eficacia de la política mediática euro­pea a la hora de sumarse a la liberalización con el fin de apoyar e incentivarla expresión cultural de Europa.

Conglomerados europeos y Hollywood

El comercio es mucho más que mercancías y servi­cios. Es intercambio de ideas. Las ideas llegan adondelos ejércitos no pueden aventurarse. El resultado de laidea de intercambio, así como la de comercio, es siem­pre el colapso de las fronteras entre naciones.

JACK V ALENTI, 2000

Hace ya una década que los espectadores de toda Europa gastan más enpelículas en formato vídeo que yendo a los cines. En 1998, pagaron 4.800millones de dólares en taquilla y 7.200 millones ya fuera comprando o al­quilando vídeos (Screen Digest, noviembre de 1999, pág. 296). Sin embar-

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go, la pieza clave de la nueva moda de consumo de películas en todo el mun­do ha sido la televisión de pago, que ha crecido un 23 % durante los últimoscinco años de la década de los noventa (Screen Digest, agosto de 1999, pág.2). En cuanto a la Unión Europea, el gasto en televisión de pago como por·centaje del total del gasto en cine creció de un 14 % en 1998 a un 34 % en1996, mientras que la venta de vídeos cayó de un 45 % a un 35 %, Ylos in­gresos de taquilla bajaron de un 41 % a un 31 %. De los cinco grandes mer­cados cinematográficos europeos, la televisión de pago en términos de por­centaje del gasto en cine es considerablemente mayor en Francia y en GranBretaña que en España, Italia y Alemania. En Francia, la televisión de pagoconstituyó un 48 % del gasto en películas de 1996, la taquilla un 27 % Yelvídeo un 25 %, mientras que, en Gran Bretaña, la televisión de pago supusoun 42 %, el vídeo un 39 % y la taquilla un 19 % (Screen Digest, enero de 1997,págs. 11, 13). De los 9.000 millones de dólares en que se estimó el mercadode televisión de pago de Europa Occidental en 1999, el 68 % procedió deFrancia y Gran Bretaña tScreen Digest, noviembre de 1999, pág. 301).

Este cambio de tendencia en los ingresos por película de las salas de ciney el vídeo a la televisión de pago ha tenido repercusiones en la distribución ylas finanzas de Hollywood. Pues, mientras que Hollywood ha mantenido elcontrol propio de un cartel sobre el mundo de la distribución en salas decine, carece de dominio sobre la distribución televisiva. Las estructuras re­guIadoras de la televisión en Europa, y también en Estados Unidos, tienensu origen en la difusión nacional como manera de proteger y aumentar el in­terés público, una política lógica que ha restringido la propiedad extranjeray ha alentado la regulación del Estado y de los monopolios de difusión na­cionales privados (Negrine y Papathanassopoulos, 1990, págs. 15-24). Porejemplo, el cartel de distribución en salas de Hollywood UlP, una UTE queinicialmente incluyó la Pararnount Pictures, la Universal Studios y MGM,ejerció presión sobre las autoridades antimonopolísticas de Estados Unidosdurante cinco años para ampliar su estatus de exención anti-fideicomiso, yfinalmente logró una extensión hasta el 2004 (Variety, 20-26 septiembre de1999, pág. 30). Cuando, en 1997, Estados Unidos ordenó el cierre de la di­visión de televisión de pago de la UIP, ello tuvo pocas consecuencias sobrelos miembros de los estudios UIP, dado que la mayoría de los contratos quetenían con los emisores europeos y el resto del mundo habían sido negocia­dos a título individual, al margen del cartel; señal del compromiso históricode la emisión con la expresión nacional cultural (Daily Yariety, 14 de mar­zo de 1997, pág. 50).

La liberalización, la comercialización y el auge de las televisiones porsatélite o por cable en Europa han transformado esta cultura de la televisiónnacional pública regulada por el Estado, y los modelos reguladores han fa­

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cilitado el crecimiento de conglomerados audiovisuales nacionales y paneu­ropeos como el de Leo Kirsch en Alemania, Mediaset y Telipiu en Italia,Canal Plus en Francia y Murdoch's BSkyB en Estados Unidos. Esos gigan­tes de los medios de comunicación, con propiedad en la televisión abierta yen la de pago, constituyen una fuente cada vez más importante de financia­ción para Hollywood, y han firmado valiosos contratos por muchos añospara los derechos de las películas de Hollywood en las televisiones europeas.Por ejemplo, en 1996, Kirsch firmó contratos con los majors de Hollywoodpor valor de mil millones de dólares por derechos cinematográficos, am­pliables hasta diez años, y pagó una cifra que ha sido calculada en 30 millo­nes de dólares por los derechos en lengua alemana de Parque Jurásico (Ju­rassic Park, S. Spielberg, 1993) y La lista de Schindler (Schlinder's List, S.Spielberg, 1993) (Screen Digest, julio de 1997). Para tomar en considera­ción el lugar que ocupan estos emergentes difusores europeos y su relacióncon la coproducción y la financiación en Hollywood, nos fijaremos en elcaso de Canal Plus, el mayor servicio europeo de televisión de pago.

Canal Plus es propiedad de Vivendi, que en 2000 adquirió Seagram/ Uni­versal por 33.000 millones de dólares, con lo que constituye el tercer caso enla pasada década en que un estudio major de Hollywood pasa a ser propie­dad de un conglomerado extranjero. La compañía electrónica japonesa Mat­sushita y después la canadiense de licores Seagram fueron las propietarias,aunque sólo para dar paso a los franceses de Vivendi, suministradores deagua, electricidad y compañía inmobiliaria. Pese a que no es la primera vezque los franceses invierten en Hollywood, el emparejamiento los convierteen extraños compañeros de cama que constituyen una metáfora de la guerraque se ha utilizado ampliamente para describir las relaciones francoameri­canas en el terreno del cine: empezando con la batalla entre Pathé y Edisonpor las patentes en la era del cine mudo, pasando por el polémico acuerdoentre Blum y Byrnes en 1946 que dispuso el escenario para una política ci­nematográfica francesa centrada en el Estado y basada en las cuotas y lassubvenciones a la producción, y hasta la exclusión de servicios de la RondaUruguay del GATI en nombre de la protección cultural, tal como vimos enel capítulo I (Jeancolas, 1998; MiIler, 1996). El que fuera durante tiempoeditor de Variety, Peter Bart, se quejaba irónica aunque amargamente de queVivendi acostumbre a representar el reverso del «imperialismo cultural», sehacía eco del compromiso semanal del comercio con base en Los Ángelescon el impulso a Hollywood, y reflejaba la mayoritariamente xenófoba res­puesta a las inversiones japonesas en Hollywood a lo largo de la década delos ochenta. A la vez, los cineastas franceses protestaron ante la fusión pormiedo a que «la emisión se disolviera en un gigante global y americaniza­do». El presidente de Canal Plus, Pierre Lescure, dijo que éste constituiría

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un movimiento que redundaría en bien de Hollywood, no así el hecho de quela MGM pasara a manos extranjeras, y que estuviera «dirigida por un exóti­co y sulfúrico italiano» (citado en Tartaglione, 2000).

Desde su lanzamiento como un canal francés de televisión de pago te­rrestre y apoyado por el Gobierno en 1984, Canal Plus ha crecido hasta con­vertirse en el mayor servicio de televisión de pago de Europa, con 14 millo­nes de abonados entre Bélgica (1989), Alemania (1989), España (1990), lazona francófona del Norte de África (\991), Polonia (1995), Italia (\997),Holanda (\997) y Escandinavia (\997). El canal de abonados francés siguesiendo un generador de beneficios. Atrae a la mitad de todos los abonadoseuropeos y reúne el 63 % de los ingresos corporativos. Las películas y los de­portes constituyen el grueso de la programación, y se emiten 4.000 pelícu­las por año, 300 de las cuales son estrenos (Canal Plus 1999, Annual Report).

A finales de la década de los ochenta, Canal Plus empezó a crear cana­les temáticos por cable y por satélite, entre los que se incluyen Planete, Ca­nal Jimmy, Ciné Cinémas, Ciné Classics y Canal Seasons, un canal de natu­raleza y deportes al aire libre. Canal Plus, utilizó esos canales para lanzar unservicio análogo por satélite en 1992 y un paquete digital en 1996. Para elaño 2000, Canal Plus poseía participaciones en veintidós canales temáticosen catorce países europeos (Canal Plus 30 %; Vivendi, 30 %; YLiberty Me­dia, 30 %). El Canal Satélite organiza su oferta de treinta y nueve serviciosbásicos en nueve temas (Deportes, Discovery, Entretenimiento, Música. Ju­ventud, Noticias, Interés General, Servicios y Juegos) y ofrece 2.000 serviciosde pay-per-view y servicios interactivos que incluyen la consulta bancariadesde casa, la posibilidad de realizar apuestas, las noticias locales, la bolsa detrabajo, anuncios clasificados y servicio de e-mail. En buena medida, el éxi­to de Canal Plus en toda Europa parte de su control sobre la descodificacióninteractiva y las tecnologías de encriptación, y Canal Plus tiene contratospara su sistema de acceso digital y tecnologías de software interactivas conimportantes proveedores de servicios mediáticos en Estados Unidos (Media­One), la India (Zee TV) y Japón (Pioneer) (Canal Plus 1999, Annual Report).

El ascenso de Canal Plus a la preeminencia paneuropea en televisión yen acceso a Internet no persigue únicamente el fin de superar la liberaliza­ción y la privatización del monopolio estatal de la difusión en toda Europa.Hay que agradecérselo al sistema francés de regulación de la difusión al quealgunos se han referido como «capitalismo propietario de tierras». En esepaís, el Gobierno concede licencias basándose en las afiliaciones políticas yen la discreción de los burócratas más que en una perspectiva empresarialcapitalista basada en un concurso entre distintos presupuestos. Por ejemplo,el monopolio del Estado sobre la difusión en Francia se terminó cuandoFrancois Miuerrand y su gobierno socialista concedieron la primera licencia

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comercial a Canal Plus en 1984. Entonces Mitterrand nombró presidente ydirector gerente a Andre Rousselet, su jefe de Estado. También se le conce­dió a Canal Plus una extensión de licencia por diez años en 1994 sin que seprodujera un nuevo concurso de preselección de ofertas (Regourd, 1999,págs. 35-36). Y, sin embargo, tanto la ruta del capitalismo aventurero comola del capitalismo propietario de tierras hacia la liberalización y la privatiza­ción en Europa han creado concentración de propiedades a través de la con­glomeración. A finales de los años noventa, Canal Plus perdió su monopo­lio de Jacto sobre la televisión de pago en Francia cuando se lanzaron unaserie de canales por satélite (TPS) a partir de una alianza de canales de tele­visiones franceses privados y públicos (France Television TF 1), una compa­ñía de suministro público, France Telecom, y el gigante mediático alemánBertelsmann (Palmer, 1999, págs. 153-154).

No obstante, esta relación integral entre el Estado y el capital en Franciaha beneficiado la producción cinematográfica europea así como al CanalPlus y la expansión paneuropea. Bajo el acuerdo especial del Conseil Supé­rieur de l'Audiovisuel, se concedió a Canal Plus el derecho a emitir pelícu­las recientes a partir de un año después de la fecha de su estreno en salas, yde uno a dos años antes de que otros canales puedan hacerlo. Como contra­partida, Canal Plus debe dedicar el 60 % del gasto en derechos cinematográ­ficos a obras europeas, el 45 % de los cuales deben ser películas de hablafrancesa. Y, pese a que Canal Plus accedió a no usar la publicidad comocontrapartida a este acceso especial a películas recientes, en 1985 asignóuna porción de la parrilla de emisión del prime-time a publicidad descodifi­cada que patrocinaba la programación, una combinación que le proporcionóuna valiosa ventana promocional para lanzar su programación de pagoco­dificada (Jackel, 1999, pág. 180; Palmer, 1999, pág. 149).

Canal Plus participa con un 80 % en la financiación de todas las películasfrancesas actuales y ha gestionado el asentamiento de un estudio cinematográ­fico major en Europa y una red de distribución a los cines. Le Studio CanalPlus produce películas en lengua francesa de presupuesto medio con socios encoproducción o con productores independientes, y la financiación de CanalPlus ha respaldado obras de cineastas tan conocidos como Nanni Moretti enItalia, Alejandro Amenábar en España y Tom Tywker en Alemania. Le StudioCanal Plus también coproduce y financia películas independientes estadouni­denses como Ghost Dog: el camino del samurai (Ghost Dog: The Way of theSamurai, J. Jarmusch, 1999) y Una historia verdadera (The Straight Story, D.Lynch, 1999) y tiene los derechos para Europa de las películas del estudio Zo­etrope de Francis Ford Coppola a lo largo de 2001 (WiIliams, 1999).

El ascenso, auspiciado por el Estado, de Canal Plus hasta convertirse enla red de televisión de pago paneuropea más importante. financiera mayori­

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taria del cine en lengua francesa, y una infraestructura de producción y dis­tribución ha dado lugar a una fundación de apoyo al cine europeo. Sin em­bargo, Canal Plus también ha sido la fuente más sustancial de financiacióneuropea para Hollywood, incluidas dos fases de coproducción por aporta­ción de capitales en la década de los noventa. La primera, a principios de losnoventa, consistió en tres acuerdos de coproducción y cofinanciación conlos independientes y los majors de Hollywood, y una fase posterior que con­llevaba una serie de tratos con los independientes recién llegados. En mayode 1990, Canal Plus pagó 30 millones de dólares por un 5 % de inversión enCarolco Pictures, productor de la exitosa franquicia de Rambo y una entreotras compañías cinematográficas independientes de finales de los ochentay principios de los noventa que comercializaban películas de alto presu­puesto, protagonizadas por estrellas y caracterizadas por el uso de los efec­tos especiales, financiados con las preventas de los derechos de distribuciónextranjeros a los compradores europeos y japoneses. Carolco logró su buennombre con este cambio hacia las películas de muy elevado presupuesto y elaumento de los sueldos de las estrellas, como los 12 millones de dólares quese le pagaron a Michael Douglas por su papel en Instinto básico (Basic Ins­tinct, P. Verhoeven, 1992). A pesar del éxito de Instinto básico y de Termi­nator JI: El Día del Juicio (Terminator 11: Judgement Day, J. Cameron,1991), Carolco perdió 353 millones de dólares entre 1991 y 1992. En octu­bre de 1993, Canal Plus aumentó su inversión en Carolco hasta un 17 % e in­virtió en películas individuales que necesitaran de otra fuente de financia­ción. Con sus acreedores presionando para forzar la bancarrota en 1994,Carolco se apresuró a terminar su última película, un filme de piratas, Laisla de las cabezas cortadas (Cutthroat Island, R. Harlin, 1995), que perdióa su estrella Michael Douglas y se convirtió en el mayor fracaso de la histo­ria del cine hasta la fecha, pues llegó a perder 100 millones de dólares.Mientras los ejecutivos de Carolco recibían sueldos mínimos multimillona­rios para llevar la película al mercado, y por lo tanto no tenían nada que per­der pues todo el mundo comprendía que ésa iba a ser la última película deCarolco, los inversores extranjeros como Canal Plus perdieron enormes su­mas de dinero apostando por películas de Hollywood de gran presupuesto; yello a pesar de que la cifra recaudada en taquilla por las veintitrés películasde Carolco ascendía a 115 millones de dólares. Carolco se vendió en 1995 ala 20Th Century Fax por 50 millones de dólares, y Canal Plus compró el fon­do cinematográfico de Carolco en 1996 (Eller, 2000b; Balio, 1998a; Wi­lliam y Citron, 1992; Sterngold, 1996; Parkes, 1995; «Canal», 1999).

Canal Plus entró en una sociedad por aportación de capitales en enero de1991 con la Wamer Bross y el grupo de televisión de pago alemán Scriba &Deyhle para producir veinte películas a través de Regency Intemational Pie­

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tures, del productor independiente Amon Milchan. La Wamer Bross ofreció400 millones para cubrir los costes de mercado a cambio de los derechos na­cionales y obtuvieron 600 millones de dólares de Canal Plus y Scriba, quie­nes recibieron los derechos para sala y televisión de pago en sus respectivosterritorios y acceso a la red de distribución en salas europeas. Dado que losderechos regresan a la sociedad conjunta tras su distribución inicial, los so­cios tienen inversiones por aportación de capitales en el fondo cinematográ­fico producido por Milchan, una importante ventaja para los distribuidoresde televisión europeos. Además, en vísperas del programa «Televisión SinFronteras» de la UE, la Wamer Bross se benefició de los contratos con lascompañías de televisión de pago más importantes de Europa. El entoncespresidente de los estudios Wamer afirmó: «Si hay nuevas regulaciones en1992, tendremos a socios fuertes de nuestro lado» (citado.en Nussbaum, 1991).

El acuerdo de producción entre Canal Plus y Carolco representó un as­pecto de la globalización de Hollywood que significaba un giro hacia pelí­culas de elevado presupuesto protagonizadas por estrellas y con uso de efectosespeciales que constituyeron un evento global ampliamente comercializable.La afiliación del Plus con Milchan presenta una trayectoria distinta, un Ho­llywood global que descubre que los gigantes europeos de los medios de co­municación invierten menos en proyectos de eventos globales que en ungrupo selecto de productores que han demostrado su pericia atrayendo a ta­lentos creativos y acuerdos de venta por paquetes. Milchan llegó a Holly­wood desde Israel, donde amasó una fortuna con compañías fabricantes deplásticos y productos químicos y donde se hizo famoso como el mayor tra­ficante de armas del país. A principios de los noventa, había logrado una re­putación como productor de películas de directores tan prestigiosos cOIVOMartín Scorsese (El rey de la comedia [King of comedy, 1993]) Y SergioLeone (Érase una vez en América [Once Upon a Time in America, 1984]),así como películas de presupuesto medio como La guerra de los Rose (Waroí Roses, D. DeVito, 1989) y Pretty Woman (Pretty Woman, G. Marshall,1990). La relación de Canal Plus con el consorcio fue breve porque, pese aque durante dos años el grupo tuvo éxitos de taquilla comoJFK: caso abier­to (JFK, O. Stone, 1991) y Alerta máxima (Under Siege, A. Davis, 1992),una serie de fracasos como Memorias de un hombre invisible (Memoirs ofan Invisible Man, J. Carpenter, 1992), El poder de uno (The Power of One,J. G. Avildsen, 1992) y Los reyes del mambo tocan canciones de amor(Mambo Kings, A. Glimcher, 1992) les ocasionaron grandes pérdidas (Bar­dach, 2000; Bates, 1993). Los tres acuerdos de coproducción de Canal Plusfueron con la Universal. y les dieron a ambas partes la libertad de escoger enqué proyectos participar. La primera corproducción supuso el debut de Ro­bert De Niro como director, Una historia del Bronx (A Bronx Tale, 1993),

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pero el acuerdo duró poco, tal vez debido a los grandes compromisos que te­nía con Caro\co y Regency «<Principal», 1992; West, 1991).

Las tempranas incursiones de Canal Plus en la coproducción por aporta­ción de capitales de Hollywood mostraron los riesgos y los costes de apos­tar millones en unos cuantos productos estéticos que comportaban pocas ga­rantías de atraer y gustar al público, ni siquiera aque1los high-concepts conamplia distribución y buenos presupuestos de mercadotecnia, o presupues­tos medios y productores estrellas. Buena parte de la industria culpó a lostratos que había hecho Canal Plus a principios de los noventa pues conside­raron que habían dado mucho a cambio de poco aceptando los derechos li­mitados para salas y televisión de pago a cambio de un 17% de inversiónpor cinco años. No obstante, a mediados de los noventa Canal Plus ampliósus operaciones de televisión de pago por toda Europa, y tuvo intereses en ladistribución muy superiores a los derechos franceses que se le habían con­cedido a principios de los noventa.

Mientras tanto, surgió una nueva generación de independientes de Ho­llywood que tenía acuerdos para compartir riesgos con los estudios y, pore1lo,proyectos más estables y ventajosos que la Caro leo, además de fuentesadicionales de capital a través de los conglomerados emergentes en los me­dios de comunicación europeos y japoneses. En 1998, Canal Plus firmó acuer­dos de aportación de capitales con tres de estos independientes: Bel Air En­tertainment (Warner Bross), Mandalay (Paramount) y Spyglass (Disney).Cada uno de ellos estaba dirigido por notables productores o antiguos jefesde estudio: Steven Reuther (New Regency), Peter Guber (Sony) y Gary Bar­ber y Robert Bimbaum (20th Century Fax). Los acuerdos auspiciaron unasociedad al cincuenta por ciento entre Canal Plus y Warner Bross para BelAir pictures, que incluían Mensaje en una botella (Message in a bottle, L.Mandoki, 1999) y Equipo a la fuerza (The Replacements, H. Deutch, 2(00)con Keanu Reeves, un trato para doce filmes con Mandalay que incluía SleepyHollow (Sleepy Hollow, T. Burton, 1999) y la película de Jean-Jacques An­naud sobre la guerra de Stalingrado Enemigo a las puertas (Enemy at theGates, 2001), Yotro para quince películas con Spyglass que produjo El sex­to sentido (The Sixth Sense, M. N. Shyamalan, 1999) y Shanghai kid: deleste al oeste (Shanghai Noon, T. Dey, 2(00), de Jackie Chan. En julio de2000, Canal Plus firmó un trato de 900 millones con la nueva compañía deproducción de Michael Ovitz por quince películas durante tres años, sumán­dose a una tendencia consistente en la financiación con dinero extranjero deproductores conocidos a través de nuevas compañías independientes reciénaparecidas (Carver, 1999; Hindes, 1998b; Eller, 2000a; James, 2(00).

La emergencia de estos y otros independientes de Hollywood como laMutual (véase más arriba), Franchise, Hyde Park, LakeShore y Beacon Pie­

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tures es debida, en parte, a las medidas destinadas a rebajar los costes em­prendidas por los estudios por orden de los ejecutivos de los conglomerados.Por ejemplo, Summer Redstone de Viacom redujo el presupuesto cinemato­gráfico de la Paramount de 600 a 300 millones de dólares en dos años, y laEisner de Disney recortó 200 millones de su presupuesto para largometrajes.Los estudios también empezaron a coproducir pelfculas de presupuestosmás elevados como Novia a lafuga (Runaway Bride, G. Marshall, 1999) dela Paramount y Buenavista y Payback (Payback, B. Helgeland, 1999) ySouth park: más grande. más largo y sin cortes (Southpark: Bigger, Longerand Uncut, T. Parker, 1999) (ElIen, 2000b; Carver, 1999b; «Canal», 1999;Williams, 1999; Brodesser y Lyons, 2(00).

Mientras Canal Plus firmaba acuerdos de coproducción por aportaciónde capitales con independientes con base en Los Ángeles, también se con­virtió en el centro galo para las películas de habla inglesa que se proyecta­ban al mercado internacional. En 1998, Canal Plus estableció una sociedadal cincuenta por ciento con Universal Pictures para cofinanciar Working Ti­tle, la productora con base en Londres de Cuatro bodas y un funeral (FourWeddings and a Funeral, M. Newell, 1994), Bean: lo último en cine catas­trófico (Bean, M. Smith, 1997), Elizabeth (S. Kapur, 1998) y Notting Hill(Notting Hill, R. Mitchell, 1999). El contrato de cinco años dio a Canal Pluslos derechos continentales para televisión de todas las pelfculas de la Wor­king Title por una inversión de entre 100 Y150 millones de dólares anuales.La primera película que se produjo dentro de este marco fue O Brother! (OBrother, Where Art Thou?, 2(00) de los hermanos Coen, una historia deconvictos fugados en el Mississippi rural, y un claro indicativo de que el tra­to cinematográfico francobritánico tenía los ojos puestos en el mercado nor­teamericano (Carver, 1998; Cox, 1998; Rawsthorn, 1999; Dawtrey, 1999;Fry, 1998; WilIiams, 1999).

Más controvertido fue el compromiso de Canal Plus con proyectos confondos públicos. En mayo de 1998 el Arts Council ofBritain cambió su po­lítica de financiar películas sobre la base de cada proyecto por la de invertirdinero de la lotería en tres consorcios de producción en un intento de cons­truir grupos de producción y distribución más estables, unos miniestudioscomo Hollywood. El Arts Council concedió a tres franquicias el acceso a153 millones de dólares de los fondos de la lotería para producir películasinglesas a lo largo de los siguientes seis años, con la idea de que estos gru­pos fueran estudios autosuficientes al cabo de ese tiempo. Canal Plus finan­ció la franquicia de Pathé Pictures, concediéndole acceso a 55 millones paratreinta y cinco películas a lo largo de los siguientes seis años. Pathé, la vete­rana compañía francesa de producción y exhibición, había estado presenteen la producción de películas inglesas a través de sus Pathé Productions con

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sede en Londres. Pathé y Canal Plus han mantenido relaciones con CanalPlus a través de su 20 % de propiedad del Canal Satélite y una UTE firmadaen mayo de 1997 que establece una red de distribución cinematográfica pa­neuropea que cubre Francia, Gran Bretaña, Alemania y España (Dawtrey,1998; WilIiams, 1997).

La prensa inglesa fue casi unánime en su crítica al Arts Council por ha­ber subvencionado con 1.400 millones de dólares un conglomerado gestio­nado por «una familia de multimillonarios franceses», una compañía que te­nía el 17 % de inversión en la lucrativa BSkyB de Murdoch (Pumell, 1999;Walker, 1999; Norman, 2000). Para enero del 2001, sólo una de las catorcepelículas financiadas por las tres franquicias de lotería había hecho dinero,Un marido ideal (An Ideal Husband, O. Parker 1, 1999) (Stringer, 2001).Este viraje político hacia la franquicia patrocinada suscitó disputas en la in­dustria que se oponía a los «Dinosaurios» que «habían estado trabajando du­rante décadas para crear una industria genuinamente autóctona» y amones­tó a una generación más joven de «rrashtafaris- de cuyas sensibilidades sedecía que eran «modernas, guais, juveniles y comerciales» (Walker, 2000).Dichas invectivas desmienten una directiva racista de la condición del ciu­dadano inglés y el fracaso del proyecto de construir un Eurowood con éxito.El British Film Council (BFC) apareció en este contexto en mayo del 2000. ElBFC consolidó la provisión cinematográfica inglesa bajo la nueva misión deproducir películas populares para el público nacional y extranjero. Las apor­taciones presupuestarias del Consejo se orientan a partir de criterios como eldesarrollo del guión (5 millones de libras), la formación de nuevos talentos(5 millones de libras) y las películas internacionales de mayor presupuesto(10 millones de libras). Aunque el BFC reivindica haber producido un am­plio abanico de películas que van desde Orlando (Orlando, S. Potter, 1992)a Gladiator (Gladiator, R. Scott, 2000) y haber comprometido el 20 % de supresupuesto en coproducciones europeas, todavía no tiene estrategias de dis­tribución o exhibición, y a los críticos les preocupa que aparezcan realmen­te éxitos comerciales o creativos (James, 2001). Dichas coproducciones poraportación de capitales indican que los nuevos y poderosos gigantes de la te­levisión de pago europea están ganando influencia, pero que siguen siendomás socios que adversarios de la proliferación continuada de Hollywood.

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Conclusión

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Los países de Europa. gravados como están portodo tipo de fronteras históricas, lingidsticas y socio­lógicas, eran más o menos impenetrables entre sí.mientras que el mercado europeo -unificado-- sóloexistia para los americanos.

JACK LANG. citadoen Collins, 1999.págs. 200-201

La coproducción determina un importante eje de transformación socio­espacial en las industrias audiovisuales. en cuanto espacio en el que la eco­nomía del libre mercado que borra las fronteras se encuentra con iniciativasculturales que las definen bajo el inestable signo de la nación. La coproduc­ción opera de acuerdo con la NICL para facilitar una autopista de inversióntransatlántica atravesada al oeste por los gigantes europeos de la televisiónde pago y al este por los productores de Hollywood seducidos por los in­centivos fiscales y la mano de obra barata. Estos mermados tratado, subsi­dio y disposiciones de cuota europeos pretendían crear alternativas al domi­nio de Hollywood. Los principios centrales de esta defensa apelaban a laliberalización económica para crear unespacio audiovisual paneuropeo uni­ficado, fortalecido culturalmente por la unión de la herencia común europea,débiles disposiciones de cuota y subsidios para la expresión artística de unospocos residentes europeos que están por encima de la línea. Consideramosque esta fórmula no es la adecuada para desafiar la supremacía reguladorade la NICL por las siguientes razones.

En primer lugar, los incentivos fiscales, el desequilibrio entre las mone­das y los buenos tratos laborales que atraen a Hollywood al suelo europeoproporcionan incentivos financieros que exceden con mucho las disposicio­nes de tratado, subsidio y cuota en apoyo a la expresión audiovisual euro­pea. El estudio al que hemos sometido las relaciones entre los distribuidoresde televisión paneuropeos y Hollywood revela que la liberalización audio­visual europea alienta con mucho en lugar de desafiar los aspectos más im­portantes de la NICL de Hollywood. Mientras que la expansión de las tec­nologías de cable y satélite han cambiado la influencia de la distribución yla han desplazado de la distribución en sala controlada por Hollywood a losconglomerados de televisión de pago de propiedad europea, estos compra­dores de derechos han aumentado su participación por aportación de capita­les en Hollywood, alentando la NICL que coloca el desarrollo del productoen manos de algunos pocos antiguos jefes de estudios con base en LosÁngeles y productores estrellas. ¿Por qué deberíamos confiar a estos excep-

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cionales guardianes la preservación de la diversidad de nuestras necesida­des? Un ejecutivo de mercadotecnia de la 20th Century Fox Intemationaladmitía que en realidad Europa no es un mercado homogéneo, dado que losalemanes se inclinan por la comedia mientras que en los países latinos seprefieren las historias románticas (Field, 2000, pág. 100). Mientras los estu­dios operan de acuerdo con pronunciamientos vulgares acerca de la diferen­cia cultural, los trabajadores de debajo de la línea siguen teniendo que en­frentarse a regímenes de capital de niveles salariales y a las fluctuacionesdel cambio de divisa y de los impuestos. Una primera perspectiva sobre al­guna de las políticas culturales supranacionales inauguraría un foro político­cultural en el que podrían participar los cuerpos colectivos que representana la mayoría de los trabajadores de la industria cultural. Con ello no sólo seplantearían las cuestiones fundamentales de las condiciones de trabajo equi­tativas, la estabilidad laboral y la remuneración justa, sino que se llevaríanuna diversidad de afiliaciones culturales hasta los despachos de burócratasexclusivistas y de gustos rígidos que han determinado la toma de decisionesen materia de política cultural. Capacitar un ámbito más amplio de trabaja­dores culturales para tomar decisiones políticas también estaría en conso­nancia con los referentes culturales populares que circulan a través de regis­tros genéricos, estrellas y narrativas dirigidas a un público popular.

En segundo lugar, la política de pantalla no debe ajustarse a la afiliacióncultural a partir de la nación o las fronteras nacionales de los bloques comer­ciales. Los modelos globales y las historias de imperio, comercio y migracióndetallados en el capítulo dan cuenta de lo poco convincente y nada deseableque resulta confinar las relaciones de coproducción y las cuotas a los límitesterritoriales de los miembros de la Unión Europea. En su enjuiciamiento dela coproducción europea, Murdock comenta que «la simple dicotomía entrelas soluciones de mercado y las subvenciones» no informa acerca de las mu­chas alianzas lingüísticas e históricas con los territorios de fuera de Europa.Reclama políticas que «consideren unas relaciones más fluidas» (Murdock,1996, pág. 114). Las disposiciones de cuota existentes han revelado resulta­dos igual de inflexibles. «Televisión Sin Fronteras» hizo que TNT y el Car­toon Channel no se emitieran por cable al igual que otros canales en árabe yen turco (Sergeant, 1999, pág. 109). Los grupos de ciudadanos multicultura­les deberían ser considerados determinantes para los subvenciones de panta­lla, y no los sistemas de puntos basados en la residencia. La política de co­producción paneuropea puede fomentar, en lugar de prohibir, los acuerdosentre Francia y el Norte de África, o entre España/Portugal con Latinoaméri­ca. Más iniciativas como las del BFC y Scottish Screen que apoyaron Love,Love, Love (Pyar Ishq aur Mohabbat, Rajiv Rai, 2000), la primera película enlengua hindi rodada completamente en Gran Bretaña, indican esa dirección.

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El caso de Canal Plus demuestra la relevancia del Estado como patroci­nadar crítico del cine local y propiciador de las expansiones transnacionalesde la televisión de pago. Nuestro tercer punto insiste en que este rol integraldel Estado no se pierda en el discurso frenético e irresponsable dellaissez­[aire, de la promesa ilimitada de la liberación. A medida que el cable y el sa­télite van sustituyendo las infraestructuras de difusión, nos hallamos ante elimperativo de conjugar de nuevo nociones de ondas públicas en nuestros fu­turos digitales. Estos conductos de distribución son los centros críticos quecanalizarán nuestra experiencia de pantalla colectiva, y las decisiones relati­vas al acceso a esos pasadizos públicos deben abrirse a la diversidad de losparticipantes. Mientras los sistemas europeos de cable estén cayendo en ma­nos del control de los conglomerados como Canal Plus y la United GlobalCommunications, cada uno de ellos con vínculos verticales para los propie­tarios de contenidos, el Estado será un árbitro importante para asegurar elacceso a los productores de contenidos locales y nacionales (Fabrikant,2001). Los programas MEDIA han tenido éxito en la distribución de pelícu­las nacionales fuera de sus países de origen, pero hasta cierto punto, dada larestringida distribución y financiación. Los distribuidores de televisión ­sea por cable, satélite, cadena televisiva o Internet- deben seguirse consi­derando custodios de las ondas y cables públicos, y por lo tanto los recursosclave para asegurar que las producciones culturales tengan distribución y fi­nanciación en todas las escalas locales, nacionales y regionales.

La leyes uno de los elementos complejos del aspecto de la NICL relati­vo a los detalles de coproducción, mediante la obligatoriedad de tratados, cuo­tas, subvenciones y modelos y sistemas de propiedad. En el capítulo 4 nospreguntaremos acerca de la piedra angular legal más importante de la NICL;el copyright. La armonización de los distintos regímenes nacionales de de­rechos que Hollywood opera a través de su musculatura diplomática y eco­nómica se comprende mejor dentro del contexto de la historia de la protec­ción intelectual y la producción y distribución de tecnologías que genera.Asimismo, consideramos que las cuestiones estatutarias de la piratería yotras formas de apropiación indebida tienen mucho que decirnos acerca dela tarea de los creadores y usuarios, y el estrecho filo que los separa en laépoca de la reproducción digital.

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4. Los derechos en el Hollywood global

«La ley, chico,es lo que nos mete en todaspartes»

ALPACINO en Pactar con el diablo(The Devil's Advocate, T. Hackford, 1997)

Vámonos ahora a un mercado de venta al por mayor chino a inicios delsiglo XXI, pongamos el mercado de Yiwu, que mueve 3.000 millones de dó­lares al año y atrae a 200,000 visitantes por día. Relojes Rolex, cuchillas deafeitar Gillette, televisores Sony, lavabos estándar americanos, Beani Ba­bies, píldoras de Viagra (incluso sopa Viagra), motocicletas Suzuki, aguaembotellada Evian, pilas Duracell, botas Timberland, tejanos Levi's, ciga­rrillos Marlboro y Windows de Microsoft. Tal como los compradores regu- .lares saben de antemano -entre otras cosas, probablemente sea el principalmotivo por el que van- se considera que el 80 % de la mercancía que sevende en Yiwu es falsificada. Ratificando el deseo internacional de falsifi­caciones, los distribuidores de Yiwu han abierto sucursales en Brasil y Su­dáfrica, y tienen planes para expandirse a Nigeria, Pakistán y Tailandia. Labandera de Hollywood ondea en el palo mayor de ese barco pirata: Titanic,pirateada pocos días después de su estreno en Estados Unidos y nueve me­ses antes de su fecha de estreno en China, se puede encontrar en la calle porel equivalente a de 2 a 4 dólares; Gladiator y Shanghai kid: del este al oes­le por 2 dólares. Misión imposible 2, estrenada en Estados Unidos el 24 demayo del 2000, estaba en China el 27 de mayo, con un subtitulado rápidocortesía de los guiones robados que pudieron viajar a través de las antiguasrutas de contrabando de heroína; hasta un 90 % de los discos de vídeo soncopias ilegales. En Pekín, el Hollywood pirata está justo en la misma esqui­na de la Embajada Americana en Xiushui Street (más conocida por los tu-

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ristas extranjeros como Silk Alley), un enoone aparato de falsificación ymercado electrónico. Pese a que uno puede encontrar fácilmente la versiónpirateada de la película anticorrupción patrocinada por el Partido Comunis­ta Life and Death Choice, el guión para el Hollywood de la falsificación noestá cargado de ironía dramática. Haciendo gala de una sabiduría conven­cional neoliberal que vincula la protección de la propiedad intelectual conlas economías fuertes, la piratería vende. Y el mundo entero está compran­do (Behar, 2000; Long, 1998; Smith, 2000, pág. 13).

Debatiéndose por mantener tecnologías en constante desarrollo, nego­ciando la diferencia legislativa nacional, estimulando el desarrollo de gru­pos de educación para consumidores locales en la inmoralidad cívica de in­fringir el copyright, coordinando entre varias clientelas y departamentos deimpuestos en centros decisivos de la piratería como Indonesia, Singapur,Hong Kong, Macao, Europa del Este y del Centro, la Motion Pictures Asso­ciation (MPA), que siempre vela por sus intereses, ha emprendido una agre­siva campaña para defender la considerable parte de los 3.500 millones dedólares en que se estiman las pérdidas de Hollywood debidas a la pirateríaen el 2000. Naturalmente, es especialmente difícil medir el comercio inter­nacional en productos audiovisuales dado que tanto se trata de mercancías(películas materializadas en deteoninados soportes como la copia cinemato­gráfica, el vídeo o el OVO) como de servicios (por ejemplo, los derechos delicencia o difusión). Dado que el paso del audio, el vídeo y las señales digi­tales no se ve impedido por fronteras ni aduanas, pronosticar la pérdida deingresos es una empresa relativamente fácil; no obstante, las estimacionesnuméricas desempeñan un importante rol retórico en la obtención de presu­puestos de realización (véase Acheson y Maule, 1989).

Ubicando los nuevos imperativos legales dentro de la historia y la filo­sofía de la ley del copyright, y señalando las tensiones que existen entre elpúblico y los derechos de propiedad corporativa, el presente capítulo mues­tra cómo Hollywood utiliza la ley de la propiedad intelectual (PI) para faci­litar su perfil internacional. El advenimiento de nuevas tecnologías de dis­tribución y de duplicación de pantalla desafía y hace peligrar a la vez lalucha de Hollywood por extender su mercado hasta las arenas de una nuevadistribución digital como Internet. La protección de la PI es especialmenteimportante en el presente, porque las industrias del copyright son los secto­res con un crecimiento más rápido de la economía estadounidense. Dichasindustrias -<¡ue incluyen las películas, las grabaciones de sonido, el soft­ware y los Iibros- recaudan en ventas exteriores y exportaciones unos60.000 millones de dólares al año, con lo que superan la exportación de au­tomóviles e incluso el aeroespacio, que había ostentado el número uno du­rante varios años (Stern, 1998). La exportación de material con copyright

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estadounidense es ahora «el mejor premio al comercio de América», lo queValenti llama «la joya de la corona del comercio en América» «<ProtectingAmerica's Grandest», 1998; «MPAA Identifies», 2000).

Los derechos en el Hollywood global interseccionan con la NICL demodos complicados. Estados Unidos y la Unión Europea han hecho desca­rrilar una Conferencia Mundial sobre la PI al no ponerse de acuerdo sobrelos royolties de los actores de cine en el comercio audiovisual. La espinosacuestión era la transferencia de los derechos de los actores (que afirma queun actor tiene derecho a «objetar cualquier distorsión, mutilación o modifi­cación de sus interpretaciones que pudiera ser perjudicial para su reputación»)de la protección del terreno amigo de la ley de copyright europeo, con unafuerza de trabajo rica y creativa, al paisaje de producción y de duro litigio deEstados Unidos (McClintock, 2000). Evidentemente, el equipo de negocia­ción estadounidense vio frustrado su deseo de extender las disposiciones na­cionales del copyright a otros lugares, con el fin de llevar la NICL al míni­mo común denominador de la protección legal. Las diferencias en laprotección territorial de los derechos de los actores puede dar como resulta­do una de esas intrincadas historias de litigio internacional como la contro­versia por el coloreado de La jungla del asfalto descrita en el capítulo 2.

Por otra parte, la tendencia de la NICL a sumar datos sobre inversionesen producción corre el riesgo de teorizar inadecuadamente el resbaladizo te­rreno distribucional que es lo más relevante en una industria con costes deno producción casi nulos: la piratería mediática. Recordemos que los pro­blemas de PI en la historia del cine siempre han estado relacionados con ladistribución, y tal como indicaba la guerra de patentes que se libró en los ini­cios de la industria americana del cine, asegurar los derechos de monopoliode nuevas tecnologías fue una estrategia diseñada para allanar el terreno a lahegemonía en la distribución. La distribución es clave cuando se trata de pi­ratería mediática moderna, que burla las protecciones a la ciudadanía nacio­nal, los derechos laborales y la subvención estatal --precisamente esas are­nas en las que se precisa de diferencias para poder explotar la NICL- ycuyos despreciables costes de producción funcionan según el modelo de lamanufactura a pequeña escala. El comercio mundial de falsificaciones hacesombra a la NlCL gracias a los esfuerzos ingentes de los trabajadores malpagados en las enormes factorías subterráneas de China. Sin embargo, in­gresar en el mercado del disco de vídeo pirata sólo requiere de un cierto gra­do de espíritu de empresa y pericia en el manejo de los ordenadores, maqui­naria para duplicar, un pequeño espacio con aire acondicionado en el querealizar el proceso, y una tabla en la que organizar las comandas que lleganpor correo y que distribuyen el producto a vendedores y consumidores. Lapiratería mediática, más completa y flexible que cualquier otra manufactu-

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ra, saca ventaja de su infinita reproductibilidad del producto. Nunca ha sidotan fácil ni tan barato -gracias a lo digital- enrolarse en el barco pirata.Existe una razón por la que la mayoría de las aplicaciones del copyrighr sematerializan en la venta al por menor: es mucho más difícil apresar a los pi­ratas en el momento de la producción dada la dispersión de la manufactura;las operaciones son pequeñas y las redes de distribución muy informales.A la vez, hay circuitos internacionales dedicados a la producción ilegal de lamercancía medíática, y la piratería está tan enraizada en algunas localidadescomo las formas tradicionales del trabajo cultural: grabar la película en unasala de cine de Estados Unidos, mandar el doblaje y el realce de la foto delas cintas a China, estampar los discos en Taiwán y venderlos al por menor enLatinoamérica. Las diferencias nacionales en la ley de la PI suelen dictar alládonde se da la producción de piratería, y la distribución pirata está concen­trada en sectores que son los últimos de la fila de la exhibición hard-top en sa­las de cine (que es el motivo por el que las tácticas antipiratería de los majorsde Hollywood consisten en estrenar la película en todo el mundo a la vez).

En cuanto teoría, la NICL podría esforzarse por explicar el mercado ne­gro y el atractivo de los programas de origen ilegal y la alternativa de esasredes de distribución paralelas, informales e ilegales a través de las cualesHollywood fluye a sus más problemáticos -y crecientes en importancia-­mercados. Que estas agendas de distribución sean agentes determinantesocultos del modo en que Hollywood gestiona sus negocios ilegales es unacomplejidad que este capítulo sólo empieza a plantearse (quizá, al igual queel mismo Hollywood, hay que esperar la secuela). Por otra parte, además deexplicar la explotación del desarrollo desigual en el terreno de la fuerza detrabajo internacional que facilita la envolvente expansión de Hollywood al­rededor del mundo, la NICL tiene mucho que decirnos acerca del sistemanacional específico de las disposiciones sobre PI explotadas por los posee­dores de los copyrights de los productos medios de comunicación. Final­mente, el copyright plantea fundamentalmente un interrogante en el corazónde la NICL: ¿qué tienen que ver la cultura y la propiedad entre sí?

La cuestión de la propiedad cultural motiva que cierto número de na­ciones no occidentales socaven la homogeneidad legislativa internacional(especialmente la noción de trato nacional equitativo). Diagnostican co­rrectamente iniciativas occidentales en materia de internacionalización delcopyright como una recapitulación apenas encubierta de la dependencia tra­dicional, e intentan evitar la monopolización extranjera de la propiedad cul­tural o de la evasión de divisas. Mientras que algunos economistas consideranque el refuerzo de la protección de la PI en los países menos desarrolladosaumenta a medida que crece la inversión extranjera directa de países másdesarrollados (Lai, 1998; Seyoum, 1996), Irán, por ejemplo, tiene nuevas le-

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yes que protegen a los productores de software nacionales, no el softwareestadounidense. Efectivamente, el rechazo' del copyright puede captarsecomo una instantánea de cámara oscura de la percepción que Hollywood tie­ne de si misma como cumbre de la cadena de alimentación de la NICL: des­pués de que su película fuera retirada de la edición de 1998 del New YorkFilm Festival por su supuesto parecido a Franny y Zooey; deJ. D. Salinger,el director iraní Dariush Mehruji dijo: «En nuestro país no tenemos copy­rights, y nos sentimos libres de leer y hacer lo que nos apetezca» (citado en«lP Watch», 1999).

Dado que el cine es un arte de colaboración, afianzarlo como una formade PI (basada en la noción de autoría singular) parece contrario a lo que dic­ta la intuición. Pero Hollywood también es una empresa comercial, corpo­rativa e industrial. y ésas son circunscripciones que siempre han sacado másprovecho del control del copyright. El viejo mantra de la Motion Picture As­sociation acerca de Hollywood es que su éxito internacional está basado enel talento y los mercados. De ahí la ubicuidad del copyright. que establecelos parámetros de la creatividad así como el terreno de distribución. El copy­right y el control de IP han respaldado el internacionalismo de Hollywoodporque establecen el mercado y lo hacen predecible, un factor crucial dadolos tremendos costes de producción de un largometraje.

Las economías a escala implicadas en la industria del cine, en la que loscostes de duplicación carecen de importancia comparados con los enormesdesembolsos iniciales de la producción, confieren estatuto de mercancía alas formas mediáticas de conocimiento. Los productos de los medios de co­municación de masas tienen la característica de un bien público en el senti­do de que su valor no disminuye a medida que aumenta el número de usua­rios. Las mercancías mediáticas también son bienes intangibles; pese a queestán encamados en productos materiales como las cintas de vídeo, las nue­vas tecnologías de la distribución como el satélite e Internet están engrana­dos con los medios de comunicación en cuanto formas inmateriales de ser­vicio, en cuanto señal (Duarte y Cavusgil, 1996). Tal como la complejidadde la distinción entre contenido y soporte sugiere, los propietarios de los me­dios de comunicación tienen problemas para anticipar los usos de los bienesmateriales excepto a título retroactivo, es decir. en términos de contextos desu uso (Frow, 1997, pág. 188). Ésta es precisamente la razón por la que elcontrol de la distribución es de una importancia primordial para la MPA,que se dedica a la compra-venta de productos mediáticos a través de la pro­tección de la PI y permite el acceso a los conocimientos culturales por me­dio de un elaborado sistema de generar escasez mediante el alquiler del ac­ceso a los consumidores. Tal como señala Frow, la propiedad de los mediosde comunicación lucha continuamente con los «problemas duales de definir

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y aplicar derechos de propiedad exclusivos a algo intangible» y «atribuir va­lor de cambio a una entidad que tiene un valor de uso prácticamente ilimita­do». Naturalmente, hay infraestructuras que proveen ante la escasez de losmedios de comunicación mediante el copyright, el control de los canales dedistribución, la obsolescencia, las subvenciones estatales y la «institución dela autoría, que sigue siendo el único canal importante para la creación de undeseo textual y la minimización de la escasez del mercado» (Frow, 1997,págs. 188-190). Sin embargo, y últimamente, las tecnologías mediáticasemergentes nos recuerdan las contradicciones fundamentales que subyacenen el mismo corazón de la ley del copyright. La ley del copyright está basa­da en la seguridad y la individualización de los frutos del trabajo artísticopara estimular y diversificar la innovación creativa. No obstante, la ejecu­ción histórica del copyright sólo pone de relieve la tendencia hacia el con­trol de los monopolios y la privatización de la PI por parte de un número re­ducido y cada vez más pequeño de conglomerados multinacionales de losmedios de comunicación. Además, la transformación del conocimiento enpropiedad que opera la PI acostumbra a priorizar la propiedad al uso, loscreadores a los públicos y las prácticas de producción a la recepción.

La internacionalización del copyright cinematográfico tiene una historiaturbulenta. En algunos países, el escritor de guiones es el que está más íntima­mente relacionado con la protección del copyright, y las películas se consideranadaptaciones de la labor literaria encamada en los guiones. La revisión de laConvención de Berna que tuvo lugar en Berlín en 1908 por parte de la Protec­tion of Literary and Artistic Works clasificó el cine bajo la rúbrica de la adapta­ción y no reconocía las películas como una categoría independiente hasta su re­visión en Bruselas en 1948. En su revisión de Estocolmo en 1967, laConvención incluyó un nuevo artículo que intentaba resolver la cuestión de laautoría cinematográfica cambiando la protección del autor por la de la obra, conlo que despejaba bruscamente la cuestión de los «derechos morales» individua­les en favor de aquellos que poseen la obra, es decir, hacia la propiedad corpo­rntiva. Tras señalar que la «propiedad del copyright en una obra cinematográfi­ca debe ser materia para legislar en el país donde sereclama dicha protección»,la Sección 2b del nuevo artículo 14 bis de la Convención de Berna afirma:

No obstante, en los países de la Unión, en los que, por legislación, se in­cluyen entre los propietariosdel copyrightde una obra cinematográficaa losautores que han aportado contribuciones a la realización de la obra, dichosau­tores, si se han comprometido a aportar esas contribuciones, pueden, enausencia de otra estipulación contraria o especial, no objetar nada a la repro­ducción, distribución, interpretación pública, comunicación al público porcable. difusión o cualquier otra comunicación al público, o el subtitulado y eldoblaje de los textos, de la obra.

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La revisión de Estocolmo consideró extender la protección del copyrightal filme en su transmisión no fijada, por ejemplo en la televisión en directo,y decidió dejar el asunto a discreción nacional a pesar de que se podía dis­poner de cobertura bajo revisión. El crucial cambio político se expresó en unsutil cambio de lenguaje: la revisión de 1948 protegía la «reproducción oproducción obtenida por cualquier otro proceso análogo a la cinematogra­fía; la revisión del 1967 protegía obras expresadas en un proceso análogo ala cinematografía" (Salokannel, 1997, págs. 66-67). Estas distinciones for­man parte de una gimnasia gramática de la política del comercio internacio­nal, y esas contorsiones lingüísticas se debaten por equilibrar la (siempre re­ducida) distancia que media entre la extensión de la protección legal y sunegativa.

Hollywood siempre ha articulado sus iniciativas en materia de copyrightcon una lengua bífida. Los propietarios de PI con sede en Norteamérica in­curren en infracciones características de sus derechos en cuanto barreras alcomercio desde hace ya más de medio siglo. Escuchamos a menudo que es­tas barreras restringen el libre flujo de las películas estadounidenses y el en­tretenimiento televisivo portodo el mundo. En realidad, tal como señala Ro­nald Betting, «las nuevas tecnologías de la comunicación han provocadoque esta programación fluya con demasiada libertad» (Belting, 1990, pág.65): la producción digital y la capacidad distributiva de Internet se abrenpaso a través de un buen número de restricciones legales y geográficas.Mientras que la historia internacional del Hollywood de los inicios consisteen una serie de intentos por eliminar esas barreras que impedían el libre flu­jo de sus formas mediáticas, la proliferación de nuevos medios de comuni­cación y las tecnologías reprográficas suponen un desafío precisamentedada su excesiva libertad de distribución. Está claro que el discurso del «li­bre flujo de la información y el entretenimiento nunca significó que ¡se hi­ciera sin cargo alguno!". En la práctica, el «libre flujo» ha sido siempre unaestratagema retórica para justificar los esfuerzos del gobierno y de las multi­nacionales corporativas por entrometerse en los mercados extranjeros abier­tos a las exportaciones estadounidenses relacionadas con el copyright (Bet­ting, 1990, pág. 65). Así, el levantamiento retórico de las restricciones pasaa un segundo plano cuando la propiedad y el comercio se enfrentan a los flu­jos de datos que no conocen barreras gracias a la política paralela de la dis­tribución de la piratería.

El copyright preocupa, sin embargo, menos que la propiedad. La mismaleyes normativa; al margen de la esfera estatutaria, el copyright impregnanuestros supuestos diarios sobre los usos de la cultura. El copyright condi­ciona nuestras ideas relativas a la autenticidad y originalidad y traza líneasdivisorias entre los ganadores y los perdedores en la producción cultural;

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sistematiza la «afluencia semiótica» de las prácticas de recepción mediantela enumeración, el gobierno y el acto de disciplinar a los públicos (Hartley,1996, pág. 66). Desde sus comienzos, el copyright ha fragmentado la se­mioesfera del consumo de los medios de comunicación en el terreno públi­co y en el privado, a menudo con complejos resultados. Por ejemplo, mien­tras la ley inglesa del copyright del siglo XVIll suspendía la protección delmismo (que permite la diseminación del público de pago) de las obras im­presas consideradas pornográficas, el resultado de esta carencia de protec­ción aseguraba la colocación de una obra en el dominio público. Así, el pú­blico al que deberían servir los imperativos comerciales de un copyright(que recompensan a los creadores legítimos con un incentivo económico), yal que debería proteger ostensiblemente de la inmoralidad de la literatura«obscena», es la misma circunscripción que puede piratear la pornografíatanto para su libre uso privado como público (véase Saunders, 1990). Lasecuaciones características del copyright de lo comercial con lo público sue­len tener como resultado proactivas protecciones de la privacidad. En Esta­dos Unidos, los casos relativos a la legalidad de la copia privada, ya sea fo­tocopiando o copiando a vídeo, ratifican la mayoría de las decisiones que sehan tomado respecto del copyright en Estados Unidos en los dos últimos si­glos, que generalmente se concibe como una ley «de lugares públicos y deintereses comerciales». Eso significa que lo único que puede violar dichaley son las representaciones públicas. Su uso no comercial es más proclivea ser protegido por las cláusulas del uso legítimo que por las del uso comer­cial, dado que, de acuerdo con éstas, se puede demostrar el perjuicio econó­mico (Goldstein, 1994, pág. 131). Planteándose la cuestión de la propiedadcultural, el copyright legitima determinadas formas de consumo mediático yprohíbe otras. Mientras que el historiador del arte Otto Kurz señala que lasfalsificaciones «traducen las obras al lenguaje del presente», y que lo falso«sirve al mismo propósito que las traducciones y la modernización en lite­ratura» (1967, pág. 320), el copyright se niega tradicionalmente a concederlegitimidad al producto pirateado como forma de bien de consumo social.Para Frow, «la tensión entre la libre provisión pública y las presiones paratratar la información en cuanto producto con un precio [.oo] son un aspectode la aporía que organiza las teorías del mercado liberal y neoliberab (1997,pág. 209). A través de la construcción del consumo y la prohibición en la es­fera pública, la ley del copyright ha desempeñado un importante rol institu­cional en la formación histórica de los públicos y las prácticas de recepción.Ello es debido, en primer lugar, al hecho de que «la ley nunca es un simplereflejo o instrumento de los procesos socioeconómicos [y, por lo tanto] pue­de registrar con [oo.] detallada exactitud la lenta transformación histórica encategorías sociales» (Frow, 1997, pág. 132). La consecuencia más significa-

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tiva de las presiones continuas que se ejercen sobre la existente ley del copy­right es el cuestionamiento de las formas sociales de privacidad, interés pú­blico, acceso y beneficio económico.

Las teorías político-económicas de la protección del copyright han sidoinstrumentos para el reconocimiento de las condiciones históricas que con­dujeron a la protección de los productos culturales como formas de propie­dad intelectual y privada. Con todo, los imperativos económicos y un análi­sis de la intervención del Estado no bastan para explicar las complejidadesdel compromiso que tiene Hollywood con el copyright. Por un lado, Holly­wood está comprometido con la lógica de propiedad exclusiva para apoyarsu mecánica de la distribución. Por otra parte, Hollywood se suma estratégi­camente a una libertad de diseminación que reconoce que la piratería de­sempeña un papel decisivo en la creación de públicos y en la demanda deproductos mediáticos. Efectivamente, esas culturas de anticipación expli­can en buena medida tanto la popularidad de Hollywood como los éxitos desus estrategias de mercadotecnia en todo el mundo.

Abordando el discurso del copyright de los medios a partir de su formainstitucional, este capítulo reconoce el estatus proliferado de propiedad cul­tural, la transitoria, palimpséstica y permeable naturaleza de las categoríasde productor y consumidor, y de los modos en que la política legal, públicay cultural se ha planteado el público como un ficticio, aunque constitutivo,indicador de la diferencia, la acción y la movilización sociales. Pese a queestamos claramente interesados en los giros disciplinares hacia el análisisinstitucional y político en los estudios culturales, no queremos limitamos areinscribir la provocación de Tonny Bennet, más bien intolerante, en el sen­tido de que «las redes de relaciones que caen bajo la comprensión teórica.adecuada de la política tienen una prioridad sustancial sobre las propieda­des semióticas de dichas prácticas» (\992, pág. 28). Si esta prescripción esel resultado de su interés por «cortar la conexión entre la estética y los aná­lisis socioeconómicos marxistas» (Bennett, 1990, págs. 117-119), las distin­ciones entre textualidad y política son insostenibles cuando uno opera a partirdel copyright y la PI. La semiótica de la imagen y el análisis de contenidosson absolutamente críticos con las determinaciones políticas sobre la dupli­cación, la determinación legal de lo que constituye el uso justo y las nocio­nes jurídicas de sustancial similitud que se convierten en el parecido textual.Además, apelando a una relación productiva entre teoría literaria poses­tructuralista y ley, hay quienes han sugerido que la evocación del copyrightde una obra concreta puede convertirse en una concepción de una textuali­dad dinámica, que no esté monopolizada por sus propietarios y que reco­nozca la naturaleza fundamentalmente incompleta de todas las formas deprotección cultural y conciba de nuevo a los públicos como co-creadores

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de las formas textuales (véase Rotstein, 1992, y Aoki, 1993b). Este capítulodefiende una metodología híbrida que se plantee la política y las institucio­nes imbricadas tanto en la economía política de la enumeración culturalcomo en el tremendamente significativo poder de la propiedad en la vida co­tidiana de la cultura.

Copyright: «¿Leyendo dentro de la longitud de la cadena?»

Los merodeadores de Internet sostienen que elcopyrightestá pasado de moda, que es una reliquia de­cadente de un mundo sin Internet. Pero supongamosque algún genio inventara una llave mágica que pu­diera abrir la puerta de todas las casas de América yquisiera que todo el mundo tuviera una llave en la quehubiera una tarjetita que dijera: «Es un nuevo mundo,coge lo que quieras».

VALENTI, 2000b

Incluso antes de que la «invención» estatutaria del copyright en el sigloXVlII fuera la comadrona del nacimiento del autor en cuanto categoría depersona con significación legal, los propietarios de los textos idearon mane­ras de controlar la diseminación de la palabra impresa. Los monasterios, porejemplo, donde tenía lugar el grueso de la transcripción y copia de escritos(libre de la servidumbre legal de un escriba original), se aprovecharon de suaislamiento geográfico e instituyeron complejos procedimientos de présta­mos para seguir el paradero de los libros. Posterionnente, las bibliotecas de lasuniversidades europeas tomaron nota de las estrategias de protección de susantiguos predecesores, asegurando los libros en series entre sí y finalmenteen atriles altos hasta el busto por medio de una cadena, de modo que llevar­se un libro requería el complejo y engorroso proceso de soltarlo de anillas yvarillas. En realidad, «íeer dentro del largo de la cadena» sigue siendo una me­táfora apta para los imperativos centrales del copyright en nuestros días (Pe­troski, 1999, pág. 60).

El copyright es, literalmente, el derecho a hacer copias de una obradada a la vez que se impide que otros la copien sin permiso. Los orígeneshistóricos del copyright como determinación legal están íntimamente rela­cionados con el desarrollo industrial de las tecnologías de la duplicación,empezando por la imprenta. El copyright es una forma de PI que protegeesos productos a menudo intangibles de la mente humana; la PI es una for­ma de propiedad «fugitiva», dado que se resiste a la circunscripción legal.

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La metáfora espacial es adecuada, dado que la ley del copyright se decretaterritorialmente, basándose en el lugar donde ocurre la infracción. Por lotanto, un estudio de Hollywood que denuncia a New Zealander/Aotearoanpor violación del copyright por haber pirateado videocasetes tendría quepleitear según las leyes de New Zealander/Aotearoan y no según las leyesamericanas. Dichas diferencias territoriales han incrementado el deseo delos poseedores de copyright de una armonización internacional de las dis­posiciones nacionales en materia de copyright. Además de la articulaciónde un espacio bajo regímenes como la protección del copyright, se estánoperando cambios complejos con el advenimiento y la proliferación de latecnología digital, dado que Internet fractura la tradicional infraestructuraespacial del TIS. Mientras que la simultaneidad es la condición general decualquier servicio --en el que la producción del servicio y su consumo sonsinónimos- la innovación en el campo de las tecnologías de la informa­ción produce flujos de datos que cruzan fronteras y reconfiguran los pará­metros espaciales del comercio entre el consumidor y el productor que talvez fueran más «concretas» en las formas tradicionales de comercio comoel turismo, la migración de la mano de obra, el deporte y el sistema fiscal(Nayyar, 1988).

El copyright, que es esencialmente una ley de autoría, es una de las tresformas tradicionales de PI. El terreno restante está cubierto por la ley de pa­tentes, que abarca la invención tecnológica y protege el trabajo intelectualrelacionado con la creación de nuevos productos, y la ley de marcas regis­tradas, que controla la mercadotecnia y la publicidad y protege los símbolosque identifican un producto único O la procedencia del producto. Dicho deun modo simple, el copyright cubre las leyes de la duplicación, las patentesson leyes de la invención, y las marcas registradas son leyes del reconoci­miento y la discriminación (Goldstein, 1994). Sólo las patentes protegen lasideas, las marcas registradas y los copyrights protegen sólo la expresión ma­terial de las ideas. Las distinciones entre contenido y transporte son, sin em­bargo y a menudo, indicadores provisionales de protección más que límitesdefinidos de clasificación.

Las mercancías de información tienen las cualidades de un bien públicoen el sentido de que cada acto de uso no disminuye la calidad del objeto quees consumido; a diferencia de una hamburguesa cuyo valor disminuye si secomparte entre cinco personas, en el sentido más simple del término una pe­lícula no pierde valor por el hecho de que se proyecte a un público numero­so. En la arena legal, el imperativo del producto invalida el criterio de bienpúblico, y la propiedad de materiales sujetos a un copyright se concedecomo un incentivo económico para ser creativo. La problemática posicióndel bien público --<¡ue revela las tensiones entre bien público y privado--

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genera la crucial distinción del copyright entre idea y expresión (Boyle,1996, págs. 57-58): las ideas no están sujetas a la protección del copyright,pero su plasmaciónmaterial sí. Las leyes de PI se esfuerzan por trazar lími­tes entre la propiedad privada y el ámbito público y abordan las contradic­ciones esenciales entre libertad de expresión y el imperativo capitalista deun libre mercado. En realidad, en los años más recientes, junto a la privati­zación del ámbito público~ue «convierte la superautopista de la informa­ción en un carretera de peaje» (Venturelli, 1997, pág. 69)-, se han evoca­do las denuncias por infracciones del copyright dado que la información seha vuelto «demasiado libre». No obstante, las cuestiones de propiedad legalse ban vuelto no sólo bacia el dónde y el cómo trazar líneas divisorias, sinotambién hacia por qué trazarlas.

Para merecer copyright, una expresión debe ser fijada como obra, lo quenos lleva a la exclusión de las obras de la tradición oral. Dado que el copy­right se aplica sólo a la obra «original», niega la protección del folclore y deotros aspectos de la herencia cultural. Asimismo, la intensidad de la protec­ción extendida a las producciones que se califican como obras de autoríatiende a impedir su uso para nuevos propósitos creativos, situando al mar­gen de la ley a los que recurren a dichas obras en busca de materia prima.Dado que deriva de principios sobre los derechos de autor occidentales, es­pecialmente continentales, el régimen internacional de copyright que go­bierna las relaciones entre las naciones desarrolladas y las que están en víasde desarrollo plantea enormes problemas. Una de las características estruc­turales de la NlCL es que, mientras que las producciones tradicionales, fol­clóricas y de colaboración de estas naciones circulan internacionalmente,convirtiéndose en sujeto de apropiación por parte de las industrias de la cul­tura del mundo desarrollado, en su mayor parte están desprotegidas tantopor las leyes nacionales como por el sistema internacional del copyright (véa­se Jaszi y Woodmansee, 1996; véase también Brush y Stabinsky, 1996, paracuestiones clave de la PI farmacológica). Como James Boyle resume astuta­mente, el «concepto de autor» es una

puerta que tiende a favorecer desproporcionadamente la contribución de lospaíses desmallados al mundo científicoy a la cultura, El curare, el batik ylos mitos, el baile de la «lambada», salen de los paísesen víasde desarrollo,sin protección de leyes de PI, mientrasque el Prozac, los Levi's, Grisham yla película Lambada! entran, protegidos por una serie de leyes sobre la PIque, a su vez, están respaldadas por la amenazade sanciones comerciales.

BOYLE, 1996.págs. 124-128.

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El primer indicador de la protección en la diseminación textual erige alautor en cuanto marco privilegiado o nodo, y las consideraciones temporalesy espaciales de la autoría y del control son cruciales en la producción de co­nocimientos jurídicos. Mientras que la reproducción tiene distintas valencias,taxonomías formales y diferenciales de repetición y duplicación, la ley delcopyright aborda la reproducción como una práctica social. Tal como señalaCelia Lury, la reproducción está regulada «a través de regímenes específicosde derechos de copia» que, aunque estén jurídicamente determinados, son«la consecuencia de conflictos económicos, políticos y culturales entre losparticipantes en los ciclos de reproducción cultural». Imbricados en la cons­titución de tipos particulares de trabajo cultural como PI, dichos regímenes«definen los términos bajo los cuales tal propiedad puede ser copiada y dis­tribuida para su recepción- (Lury, 1993, pág. 4). Bajo la rúbrica de «origina­lidad», «innovación» y «novedad», la ley del copyright

adjudica, entre la necesidad de asegurar la libre circulación de ideas, unproceso que es comúnmente aceptado como integral al funcionamiento de laesfera pública democrática, y la demanda comercial de derechos monopoli­zadosen la copia y la creación asociada de los mercados de mercancías cul­turales [...j. Los regímenes de derechos de copyright pueden considerarsepues tanto en términos de las posibilidades y los impedimentos que planteana los productores culturales en la organización de los procesosde interioriza­ción, como de los impedimentos que plantean a la reactivación.

LURY, 1993, pág. 8.

Tanto las posibilidades legales como los impedimentos constituyen elcampo del consumo cultural así como las nociones interiorizadas de público(en el sentido de que la ley de copyright adjudica el reino de la conductaaceptable en el consumo cultural). El supuesto central en el que se basan lossistemas de copyright es que los creadores de trabajo intelectual necesitande un incentivo económico para ser creativos. La recompensa económicaestá implícita en el derecho exclusivo a explotar una obra sujeta a copyrighty pretende proporcionar la motivación para la actividad intelectual o artísti­ca y asegurar una fuente de ingresos. El argumento es que si el sistema decopyright funciona de este modo, funciona por el bien social, porque esti­mula la creatividad. Ello no equivale a afirmar que la duplicación es unacuestión restringida a las salas de los tribunales. Las formas de cita culturaly de reciclaje como el género también son modos de abordar la diferencia yla repetición. El género clarifica las delimitaciones culturales de la textuali­dad y la obligación junto con los parámetros, más jurídicos, de la propiedady el uso.

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Las formas genéricas emergen, en parte, de obras que las preceden. Poreso Rick Altman bromea cuando dice que «en el mundo del género, cada díaes el día de Jurassic Park» (1998, pág. 24). Los géneros son nuevas formasde combinación que juegan con antecedentes históricos (aunque no burlandel todo los orígenes evolutivos). El género en cuanto modo histórico estácontemplado dentro de las tecnologías de la duplicación como la imprenta,que junto con la emergencia del utilitarismo (que apoyó el copyright en suforma original) engendraron el auge de la novela, y de la grabadora de video­casetes, que sigue influyendo en el estilo del montaje de muchos programasde televisión. Además, el género está en deuda con una concepción legal deldominio público que concibe la creatividad como un proceso colectivo. Ya en1845, los tribunales de Estados Unidos reconocieron que «todo libro de lite­ratura, ciencia y arte toma prestado, y debe necesariamente tomar prestado,y utiliza lo que se conocía y se usaba ya antes» (citado en Cohen, 1996, pág.\.006). Muchas decisiones relativas al copyright de principios del siglo xxcomprendían que la materia textual del género --«argumentos, títulos, per­sonajes, ideas, situaciones y estilü»- eran parte del dominio público, aligual que las similitudes textuales entre las obras que pueden considerarseelementos de la lingua franca social: como manidos, comunes, idiomáticoso clichés (Litman, 1990, págs. 986-993).

En un discurso pronunciado en el año 2000 en el que se detallaba la es­trategia corporativa en el nuevo entorno digital, el director ejecutivo de laDisney y mosquetero mayor Eisner realizó una presentación visual que de­mostraba la relación que guardaba Dinosaurio (Dinosaur, E. Leighton y R.Zondag, 2000) con las películas que la habían precedido: El mundo perdido(The lost world, H. O. Hoyt, 1925), King Kong (King Kong, M. C. Coopery E. B. Shoedsack, 1933), Godzilla (Godzilla, R. Emmerich, 1998) y Par­que jurásico. Señalando que la Disney había obtenido acreditación de copy­right para mostrar clips de la mayoría de esas películas (excepto de Parquejurásico), Eisner explicaba que la ley de PI proporcionaba un mareo de re­ferencia tanto económico como moral para el incentivo de crear obras dearte cinematográfico. Omitió mencionar los huecos de la ley de patentes yque permiten que los estudios reviertan el código de software en las tecno­logías patentadas de efectos especiales de alta tecnología y ahorren tiempoy dinero en investigación y desarrollo. También se le olvidó mencionar elmodo en que el género se aprovecha de las competencias culturales que segeneran con el paso del tiempo, hábitos que dan a los espectadores el len­guaje común a través del que apreciar y conectar con los filmes. Mientrasque todo el arte es en cierto modo derivativo, términos como originalidad,capacidad y trabajo tienen valencias complejas cuando hay que determinarla propiedad legal (véase Van Camp, 1994). y los grandes propietarios cor-

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porativos suelen estar del otro lado de la valla del litigio: la misma Disneyha sido denunciada por violación del copyright (aunque casi siempre infruc­tuosamente), acusada de robar la idea de un complejo deportivo, de robar lamarca registrada «tinkerbell» de una empresa de perfumes, de robar trata­mientos de pantalla, formatos de revistas para niños y conceptos que estándetrás de El rey león (The Lion King, R. Allers y R. Minkoff, 1994). Natu­ralmente, el celo de la Disney respecto de su propia PI no es una cuestiónnada novedosa; en 1989, la Casa del Ratón detectó tres parvularios del surde Florida que habían pintado algunos personajes de Disney en las paredesexteriores y persiguió ser retribuida en los tribunales (Verrier, 2000).

El plan de cinco puntos de Eisner para la protección del copyright --evi­tar extender la licencia obligatoria (lo que requiere, por ejemplo, emisorasque hagan que la señal llegue a las compañías de cable), coordinar esfuerzoslegales globales, fomentar la educación cívica, erigir cortafuegos tecnológi­cos y presionar por unos precios justos- supone una prerrogativa tanto mo­ral como económica. Pone agudamente de relieve los límites entre el co­mercio y el arte que se establecen en la ley de la PI. La cuestión central y(para seguir dentro del alcance de la Disney) animada es la siguiente: ¿quiénfija los precios y establece la lógica de la distribución, los trabajadores queinvierten su labor intelectual y su creatividad en la manufactura de un obje­to artístico, las corporaciones que financian e invierten en la producción ma­terial de esos objetos o el público que los consume? ¿Y cómo pueden tra­zarse líneas divisorias en tomo a estos campos?

El éxito de la mayoría de pleitos por infracciones del copyright conectacon la relación entre economía y uso. La sección 107 de la US CopyrightAct de 1976 excluye determinadas formas de uso de la categoría de infrac- ,ción. Dichas formas de «uso justo» permiten la copia para unas actividadesdeterminadas (la enseñanza y el estudio, la crítica social y el comentario, ylos reportajes de noticias) siempre y cuando dichas actividades no causenperjuicio económico al poseedor del copyright. La sección relativa al usojusto estatutario de la Copyright Act consigna cuatro factores por los que eluso constituye una infracción: el propósito y carácter del uso (ya sea de na­turaleza comercial o para propósitos educativos sin ánimo de lucro); la natu­raleza de la obra sujeta a copyright; la fracción/sustancialidad de la parte uti­lizada relativa a la obra sujeta a copyright como totalidad; y el efecto del usosobre el mercado potencial para el valor de la obra sujeta a copyright. En laevocación histórica de la sección 107, el elemento clave que separa el usojusto de la infracción ha venido siendo la cuestión última: la comerciabili­dad. Dado que el estatuto deja claro que existen formas de uso que son pú­blicas y formas que son privadas, el principal problema que se les plantea alos poseedores corporativos de copyright como los estudios de Hollywood

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es cómo establecer la categoría clave del «efecto perjudicial»: ¿pueden losposeedores corporativos de materiales sujetos a copyright como las cancio­nes y las películas determinar la cantidad de dinero que pierden dada la pro­liferación de una nueva tecnología de la duplicación? Una vez que el efectopotencial sobre el mercado queda determinado por el propietario del copy­right, sin embargo. ha sido muy difícil revocar las limitaciones comercialesdel uso justo.

En Universal City Studios, lnc. versus Sony Corp 01America (l979),lospropietarios corporativos de imágenes sujetas a copyright alegaron «infrac­ción contributiva» y pretendían que la responsabilidad recayera sobre elconsumidor de manufacturas electrónicas de VCR. El tribunal decidió quela mayoría de los usos del VCR, como la costumbre de grabar para un vi­sionado posterior o el almacenamiento en las videotecas privadas, estabanprotegidos por el uso justo. Apelada en 1981, la decisión cambió en favor dela Universal (a la que se unió la Disney). Cuando el caso llegó al arbitraje fi­nal en el Tribunal Supremo, la MPAA sugirió la imposición de un royaltyfijo sobre los VCR y las cintas de vídeo vírgenes con el fin de compensarlespor las pérdidas alegadas. A principios de 1983. la apelación final de la Sonyen el caso de Sony versus Universa/llegó al Tribunal Supremo de EstadosUnidos La cuestión clave, una vez más, es la copia privada y la grabaciónpara el visionado posterior, y el tribunal decidió que esos eran usos que noincurrían en infracción y falló a favor de la apelación de la Sony (5-4). Enotras palabras, pese a que el hardware VCR pueda utilizarse para propósitosque incurran en infracciones, los usos legales de la tecnología pesan más quecualquier infracción posiblemente generada por éstos. El caso de la Sonyocupa los debates presentes acerca de la encriptación de las transmisiones dela televisión digital y el control de otras formas de contenido digital. Casosrecientes relativos a los multimedia digitales han perseguido la protecciónlegal de los «usos transformadores»; por ejemplo, que el uso cambia signi­ficativamente las dimensiones del original y que los que se dedican al desa­rrollo de los multimedia también son autores (véase Goldberg, 1995). La in­dustria de consumo electrónico se ve envuelta una vez más en las luchasentre los propietarios corporativos de materiales sujetos a copyright, y el usojusto determinará el resultado (Goldstein, 1994).

Pese a que los directores de cine protestan cuando «su» obra se ve alte­rada por el vídeo, la televisión o la exhibición en las compañías aéreas, lamayoría de pleitos por infracción son cosa de los propietarios corporativosde copyright cinematográfico, dado que los directores carecen esencialmen­te de derechos de autoría; pues la ley de Estados Unidos los considera «tra­bajadores bajo contrato». La idea de ciudadanía corporativa, en la que lascorporaciones tienen un estatuto legal similar al de los individuos, ha sido

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crucial en las batallas que se han emprendido por el copyright, especialmen­te en la industria de la grabación. Las mismas compañías de grabación ini­ciaron acciones contra las infracciones de Napster.com, un centro de distri­bución de datos de Internet para compartir archivos digitales musicales, apesar de la implicación de alto perfil de actos musicales como Metallica (queson uno de los pocos grupos que tiene la propiedad de sus canciones). Losservicios de Internet como los que prestan Scour, IMesh, Gnutella y las inge­niosamente llamadas Metallicster y Wrapster permiten a los usuarios locali­zar y bajar material digital de los discos duros de otros. Dichas compañíastambién aprendieron las lecciones que se desprendieron de la experiencia deNapster: que alguna forma de cooperación con los propietarios corporativosde materiales sujetos a copyright es la mejor manera de navegar por el terre­no legal. La misma Scour, a pesar de que está enfrentándose a una denunciapor infracción de copyright interpuesta contra ella por los majors de Holly­wood y por ciertas compañías de grabación, está negociando una licencia conMiramax (considerada una querellante en la denuncia). Miramax tambiénestá autorizando a Sightsound.com a distribuir un buen número de sus títulospor Internet. Mientras que la jurisprudencia ha tenido ciertos problemas conlos casos anti-Napster, la MPA ha hallado una fuente de retórica antipirate­ría. Tal como dijo recientemente Valenti (2000), «unos rateros fanáticos dis­puestos a incluir las películas en el mismo abrazo que está asfixiando el mun­do de la música hacen circular por Internet cierto número de películasnuevas, las mismas que se proyectan ahora mismo en las salas».

El control de los copyrights permite a los estudios cinematográficos co­ordinar y maximizar las inversiones de los programas de estreno de las pelí­culas a través de distintas salas y plataformas de exhibición: la exhibición.nacional en Estados Unidos es seguida por una demora (cada vez más bre­ve) de la exhibición internacional, seguida por el estreno en vídeo y OVO,el PPV, el cable y luego las cadenas televisivas (véase el capítulo 5). Juntoa los programas de coordinación de la exhibición, el copyright desempeñaun papel en las nuevas iniciativas de Hollywood para terminar con la distri­bución de las copias a las salas concretas y pasar a una distribución directaa la sala vía satélite o Internet. La distribución digital reduciría unos 10 mi­llones en costes de manufactura de imprenta de posproducción nacional deuna película de gran presupuesto de Hollywood como Godzi/la (Godzilla,Natale, 2000). Si 39.000 pantallas de Norteamérica se pasaran hoya la pro­yección digital, los estudios de cine se ahorrarían los 800 millones de dóla­res que se gastan anualmente en la realización, los seguros y los costes deenvío de las copias de las películas (Sabin, 2000).

El copyright es una bestia extraña y contradictoria. Por una parte, abor­da la necesidad de asegurar la libre circulación de ideas, un proceso que co-

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múnmente se acepta como parte integral de la esfera pública democrática.Asimismo, el copyright manufactura la demanda comercial de derechos demonopolio en la copia y la creación asociada de mercados para las mercan­cías culturales. En Estados Unidos, por ejemplo, el copyright promete a losinnovadores que sus ideas pueden volver a la fuente del dominio público,por ejemplo, cincuenta años después de su publicación o tras la muerte de suautor. Ello supone una materialización del reconocimiento de que remitirsea obras previas motiva la labor creativa. Jane Gaines denomina a esta duali­dad propia de la doctrina del copyright «el doble movimiento de la circula­ción y la restricciónx (1991, pág. 9). En la práctica, sin embargo, la ley delcopyright ha dado como resultado una tendencia hacia la concesión del con­trol de monopolios a los propietarios corporativos de información.

En un comentario sobre la ley agraria de Gran Bretaña en el siglo XVIII,

E. P. Thompson (1975) señala que la ley está tan imbricada en la producciónde relaciones que no se puede distinguir del modo de producción. Cabeaplicar este principio de realismo legal a Hollywood: la ley de la PI garan­tiza la consolidación del control textual en manos de los propietarios cor­porativos de la imagen de pantalla. La ferviente interacción de Hollywoodcon las nuevas entidades gubernamentales internacionales (como la OMC)los reunió para organizar los distintos regímenes nacionales acerca del copy­right y, con ello, ampliar claramente una estrategia nacional. Aunque ¿tansimple es? Después de todo, <<00 hacer nada» es una de las muchas estrate­gias legítimas que tienen los propietarios corporativos cuando se trata deproteger la PI. Cuando trata con productos culturales falsificados en unazona de baja exportación legal, Hollywood puede optar con mayor facili­dad (incluso en términos de un simple análisis de costes-beneficios) porevitar la mala publicidad y aprovechar la oportunidad de la promoción gra­tuita de un producto que será suplantado por muchos otros down the lineoTal vez las infracciones del copyright no sean más que una tasa no oficialque se paga por hacer negocios en, pongamos, China o India. Retirar la pro­tección del copyright puede alentar determinadas aspiraciones que contri­buyan a las culturas de la anticipación que refuerzan los mercados subordi­nados de comercialización con el fin de que las afinidades por las imágenesde marca pirateadas «puedan convertirse en productos auténticos cuando elmercado pasa a ser más desarrollado» (Schultz y Saporito, 1996, pág. 22).Las nuevas direcciones que adopta Hollywood en su esfuerzo por ponersede acuerdo con mercados en los que la protección de la PI es escasa (espe­cialmente en China) pueden comportar la pérdida del derecho a manteneruna garra de hierro sobre la propiedad de los medios de comunicación ycontribuir a establecer la infraestructura de un sistema de distribución quefunciona tranquilamente. Es lo que Thomas Streeter llama <da conciencia de

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los sistemas», la «coordinación burocrática de flujos de programas y bene­ficios con un ojo puesto en el mantenimiento del sistema en su conjunto»(1996, pág. 273). En el 2001, con China a punto de doblar la cuota de pelí­culas de Hollywood (a veinte) tras años de batallas comerciales con Esta­dos Unidos, la piratería de hardware no se aborda de manera significativaen un tratado comercial entre China y Estados Unidos que pasó por el se­nado norteamericano en el 2000, aunque sí el copyright. Hollywood sabeque, para que funcione el software sujeto a copyright, se necesita el hard­ware, falsificado o no.

El sutil cambio de la protección total del copyright se refleja en una re­ciente escuela de pensamiento legal que sostiene que ha habido un cambionotable de la ley del copyright a la ley de la marca registrada a medida quelas películas, los superventas en particular, se han empezado a juzgar cadavez más en términos de su capacidad de actuar como logotipos o de teneruna imagen distinta como producto. En esos casos, la misma película nosólo es una mercancía que puede venderse mediante su circulación sino que,además, se utiliza para vender grabaciones, ropa, juguetes, videojuegos, li­bros, revistas, bebidas y comida. Aquí, la marca registrada está relacionadacon la imagen de producto de la película. Este cambio deliberado en la prác­tica legislativa desde 1940, de la concepción de la propiedad textual comosujeta a copyright a la codificación de su valor como marca registrada, se di­seña para abordar la textualidad en su modalidad más inmediatamente icó­nica, y no mediante el compromiso que la pone en relación con una prácticamaterial. En otras palabras, sistematizar la regulación a través del reconoci­miento de los símbolos y no a través de la semiosis por lectura. A pesar deque las alegaciones iniciales de gestión cívica de las marcas registradas con-.templaban «una deferencia al contexto, la convención y el género» en su in­tento por evitar la confusión del consumidor entre productos comerciales, laatribución de derechos similares a los de la propiedad por parte de los due­ños de una marca (incrementados con el paso del tiempo por decisiones es­tatutarias) ha «aplastado frecuentemente el interés por la libertad de expre­sión en varios casos de ley antielusión en la ley estatal estadounidense queha fallado contra las "grabaciones" o subsecuentes usos no autorizados demarcas, incluso en ausencia de confusión por parte del consumidor» (Aoki,1993b, pág. 832; véase también Denicola, 1999). La reciente promulgaciónde acuerdos en materia de Comercio Relacionado con la PI (lRlP) a escalainternacional da la medida del gran alcance global de la provisión en marcasregistradas:

Cualquier signo, o combinación de signos. capaz de distinguir las mer­cancías y los servicios de una empresa de los de otras empresas, debe ser ca­

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paz de constituir una marca registrada. Dichos signos, en particular las pala­bras queincluyen nombres personales, letras, números, elementos figurativosy combinaciones de colores, así como cualquier combinación de dichos sig­nos, debe tener derecho a registrarse como marca. Ahí donde los signos noson inherentemente capaces de distinguir las mercancías o serviciosrelevan­tes, los miembrosdeben hacer que la calidad de registrabledependa de la pe­culiaridadadquiridamedianteel uso. Los miembrospueden requerir,a modode condiciónde registro, que Jos signos sean visualmenteperceptibles.

Artículo 15 de la TRIP

Una definición tan detallada plantea a su vez una pregunta: ¿qué esexactamente lo que no está cubierto por una marca registrada?

El inevitable cambio del copyright a la marea registrada en cuanto in­fraestructura legal para abordar la reproducción digital puede remitirse a lavieja noción de marea registrada como forma de registro de marca que pre­tende dar buena imagen, una marea de diferenciación que garantiza un pro­ducto de calidad a la vez que establece los términos para la evaluación de lacalidad. Efectivamente, la educación relativa al producto ha sido una de lasnuevas iniciativas internacionales antipiratería de Hollywood, y la caveatemptor es el llamamiento a la motivación de las MPA. Incluso en el merea­do ilegal de las películas en Internet, las copias «con marca registrada» deLa amenazafantasma (The Phantom Menace, G. Lucas, 1999) sirven comosignos de calidad.

El esfuerzo de Valenti por educar a los públicos de todo el mundo aceroca de la inferior calidad del producto Hollywood pirateado utiliza de unmodo distinto la razón fundamental de la ley de marcas registradas del sigloXIX que, tal como explicó Keilh Aoki, «evitaba la confusión del consumidorentre marcas en compelencia», y abogaba por un enfoque más moderno queprotegía a los propietarios corporativos de PI de la «elusión y apropiación deuna serie de sentidos positivos que han sido creados por la inversión del pro­pietario de la marea registrada» (1993a, pág. 4). La asimilación de la legiti­midad de la autoría y la protección del consumidor dentro del discurso de lamoderación civil es parte de la historia de la ley de marcas registradas queseñala la garantía de calidad y la consistencia en el campo de la adquisiciónde la mercancía. Mientras la industria del cine siga manejando transaccionesdigitales, la reputación de los vendedores se hará cada vez más importante amedida que proliferan los disIribuidores (tanto los legales como los otros); yla clave no será la sobreprotección sino la maximización de la diferencia­ción del producto, cerciorándose de que la gente comprenda que TÚ has sa­cado un producto superior y de calidad (aunque TÚ tienes que defmir tam­bién el criterio de superioridad, naturalmente). Las nuevas tecnologías de

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marcas al agua digitales se predican a partir de casi los mismos principiosque las marcas registradas incrustadas en las escenas de las primeras pelícu­las mudas. El fundador de Digimarc, una empresa de marcado al agua digi­tal es un antiguo médico que desarrolló un proceso para limpiar las imáge­nes digitales del espacio exterior. Ante la preocupación de que sus imágenesmanipuladas pudieran considerarse propiedad pública, añadió una marca depropiedad casi imperceptible a las fotografías. Ello le condujo al desarrollotanto de técnicas de marcado al agua (que, a su vez, han sido patentadas)como de sofisticados aparatos de búsqueda que pueden registrar Internet enbusca de materiales sujetos a copyright (Golden, 1998). Eso no es nuevoen la historia del cine: la compañía cinematográfica francesa Pathé estam­pó en una ocasión el gallo rojo que constituye su marca registrada en los car­teles de los intertítulos de las películas mudas; no específicamente para di­suadir el copyright (Pathé nunca pretendió la protección del copyright de suspelículas en Estados Unidos, y el Acta Americana sobre Copyright de 1790relegaba automáticamente las obras extranjeras al dominio público) sinopara hacerlo circular «como símbolo recurrente de deseo de buena imagenque, al garantizar la calidad del rendimiento de su producto en los escena­rios o en la pantalla, incitara una creciente demanda por parte del consumi­dor» (Abel, 1999, pág. 18-19). Hollywood podría tomar ejemplo del gigan­te cinematográfico al que desterró con éxito de sus orillas nacionales muchoantes de la introducción del sonido.

Así pues, y fundamentalmente, el copyright establece relaciones entre latextualidad, la propiedad y el uso. Proporciona los mecanismos para distin­guir entre textos y para articular las relaciones entre el trabajo de produccióntextual como forma de propiedad y las restricciones que se les imponen a los.términos de la recepción textual. Asegurarse de la existencia de nodos de re­cepción cobra importancia precisamente dada la indeterminación del uso deuna mercancía de información, Establecer la escasez a través de la exclusi­vidad es uno de los propósitos permanentes de la protección del copyright.Las mercancías de la información se basan en su circulación en cuanto for­ma protegida de propiedad legal que puede utilizarse como subvención paralos enormes costes de su producción. La distribución (y la predictibilidad)se convierten en decisivas para el control corporativo de la PI desviando laley (al menos en su invocación americana) de la autoría hacia la propiedad.

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La compleja lógica de lo mismo: la piratería y los imperativosinternacionales de Hollywood

¿Quién puede ser ciego hoy en dia a la amenaza deun mundo gradualmente invadido por una culturaidéntica. la cultura anglosajona. al abrigo de/libera­lismo económico?

FRAN~OIS MITTERRAND. citadoen Brooks,1994, pág. 35

No existe el Hollywood libre.

JACK VALENTI, citado en Streif, 2000

La Motion Picture Association (MPA) es una asociación comercial nogubernamental con base en Estados Unidos que representa a sus miembrosen el comercio internacional. Los estudios miembros de la MPA son BuenaVista International (Disney), Columbia Tristar Film Distributors, 20th Cen­tury Fox International, Metro-GoIdwyn-Mayer, Paramount Pictures, Uni­versal International Films y Warner Bross International Theatrical Distribu­tion. La MPA se creó originalmente para combatir la marea creciente derestricciones y barreras al entretenimiento audiovisual que constreñían la ex­portación cinematográfica norteamericana después de la Segunda GuerraMundial (véase Guback, 1984 y 1985). Proyectada para fortalecer la protec­ción del copyright ya existente, coordinar los esfuerzos entre los gobiernoslocales y las agencias, y para proporcionar apoyo logístico, técnico y legis­lativo durante y después de los litigios, la ofensiva antipiratería de la MPAha coordinado en la actualidad operaciones en setenta países. Se han reali­zado operaciones antipiratería de vídeo a gran escala y operaciones sting*en Malasia, México, Polonia, Italia, Israel, Alemania, Perú, Panamá, Brasily Grecia, y se han emprendido nuevas iniciativas de la MPA en Rusia, Chi­nae Irlanda desde 1997. En 1999, las relaciones de la MPA con las agenciasgubernamentales dieron como resultado supresiones masivas de las redesdel cable en Pakistán, donde las leyes del copyright son relativamente laxas,y la MPA desempeñó un papel destacado en un fallo de Nueva Delhi quepersiguió a los dos proveedores más importantes de cable de la India portransmisión ilegal de películas. En China, uno de los enclaves más impor­tantes de la piratería dada la proliferación de discos de vídeo importadosdesde las plantas de producción en Hong Kong y Macao, el endurecimiento

* Sting operations: Consisten en estafas encubiertas que identifican los establecimientosde venta al por menor para vender a agentes comerciales menores. (N. de la t.)

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de la protección del copyright se considera un corolario necesario para suascendente de cuarenta años sobre la OMC, como en el caso de Taiwán,Además, la MPA coordina los esfuerzos legislativos en todo el mundo, y au­menta las sanciones por violación del copyright en, por ejemplo, Méxicodonde, bajo la estrecha supervisión de la Oficina de Representantes de Co­mercio de Estados Unidos y la MPA, el código penal aumentó recientemen­te una condena por piratería de delito menor a delito mayor, agilizó los cri­terios para las órdenes de registro y restringió severamente la fianza y laexcarcelación antes del juicio de los detenidos por delitos de piratería.

En su manida evocación de la «totalidad que hace época», la globaliza­ción «proyecta una unión lateral del espacio/tiempo a través de una red geo­política totalmente interconectada» junto al «isomorfismo vertical de los ni­veles económico, político y cultural» (Frow, 2000, pág. 174). Con el fin deasegurar sus intereses en el proceso de convertir Hollywood a una formaglobal, sin embargo, la MPA sabe que esas evocaciones tópicas de la metá­fora espacial no son lo bastante fluidas y se centra en los referentes geográ­fico y político-territorial que abundan en el lenguaje estatutario estadouni­dense del copyright, la marca registrada y las patentes (Aoki 1996, pág.1.300). Además de adoptar derechos que albergan la noción de produccióncultural -fijados mediante marcadores de autenticidad y de propiedad entiempos y espacios especificados- la MPA aborda su flexibilidad espacialsimultánea. La Motion Pictures Export Association of America cambió sunombre por el de Motion Pictures Association en 1994 con el fin de «repre­sentar más adecuadamente la naturaleza global del entretenimiento audiovi­sual en el mercado mediático global actual» (citado en <www.mpaa.org/about/content.html». Sin embargo, el destronamiento de la denominaciónterritorial «América» sugiere más bien que la prioridad de Hollywwod es unmercado internacional. Por más que «América» se haya caído del acrónimo,la territorialidad y la especificidad nacional siguen garantizando la infraes­tructura de litigio de la MPA. Por ejemplo, en Malasia, los piratas de mediosde comunicación de masas, igual que en muchos otros sitios, han sido acu­sados por las Trade Descriptions Acts que persiguen casos basándose en eti­quetas fraudulentas de «Made in USA». Dada la caracterización de la NICLdel producto de Hollywood como algo que está dispersado por todo el mun­do, el deseo de fijar la autenticidad nacional a través de una marca distinti­va forma parte de los protocolos de la distinción americana. También cabeaplicar dichas restricciones al terreno nacional. Los estatutos «True Nameand Address», que constituyen la piedra angular de los pleitos nacionalespor piratería de vídeos de la MPAA, imponen «castigos penales al alquiler ola venta de videocasetes que no lleven el verdadero nombre y dirección delfabricante».

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Pese a que puede ser cada vez más difícil especificar los orígenes nacio­nales de las mercancías manufacturadas dada la dispersión de la producciónque ocasiona la NICL, la preocupación nacional por el balance de comerciosigue siendo de peso. Hollywood sigue inquietándose por las restriccionesa la importación que impiden que el 90 % de los largometrajes producidospor la MPA entre en los canales legales de exhibición bajo la capa del man­tenimiento del «carácter nacional». Las ideas de coherencia nacional se evo­can normalmente en el lenguaje de la burguesía factótum local de élite quese sienta en la OMC. Contribuye a complicarlo todo el hecho de que inclu­so a través de la reivindicación de Hollywood de la racionalización de laprotección de la PI -«ecualizar» los imperativos globales legales en líneacon los intereses corporativos de Estados Unidos- la «homogeneización»es una estrategia basada en el abordaje productivo del terreno de la diferen­cia nacional. En otras palabras, la espacialización del desarrollo desigual delcomercio internacional de mercancías y servicios articula formas de dife­rencia nacional a la vez que engendra dichas formas de «sincronización cul­tural» vagamente teorizadas como el jaque mate del juego de la globaJiza­ción. La concepción unitaria de la protección de la PI, por consiguiente, sebasa en los límites territoriales con el fin de «producir no sólo los concep­tuales sino también los verdaderos espacios físicos en la era de la informa­ción» (Aoki 19%, pág. 1.297). Tal como dijo Kevin Cox, la organizaciónespacial -no su tradicional aniquilación teorizada por muchos de los dis­cursos de la globalización mediática- «se convierte en una fuerza produc­tiva más que en un discreto conjunto de oportunidades y ofrece capital conventajas competitivas. Consecuentemente, el capital puede verse impedidoen algunas localidades en particular y ser dependiente respecto de su repro­ducción» (\997, pág. 131).

Ciertamente, la legislatura norteamericana ha ayudado a Hollywood alrespecto. El apoyo del Gobierno de Estados Unidos a la industria cinemato­gráfica de su país en su guerra antipiratería puede relacionarse con el papel,más amplio, que desempeña el Gobierno al contribuir a que el capital esta­dounidense pueda explotar los mercados extranjeros. Como una estrategiamás en su combate contra la piratería, la Oficina del Copyright de EstadosUnidos reclama de las embajadas estadounidenses que sistematicen los con­juntos de datos de los países extranjeros acerca de cuestiones como los índi­ces de copyright local, la actividad de las patentes y marcas registradas y lasinfraestructuras para la publicación, distribución y ejecución de obras prote­gidas. Bajo la sección 301 del Acta de Comercio de 1988, la Oficina de Re­presentantes de Comercio de Estados Unidos tiene autoridad para poner alas naciones extranjeras en una lista de la comisión de seguimiento durantedos años, transcurridos los cuales se requiere que el presidente emprenda al-

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gún tipo de represalias, que van de la suspensión de los acuerdos de comer­cio a la suspensión de los beneficios al comercio que habían sido concedi­dos a la nación importadora. A menudo, las lógicas que subyacen en la pro­tección de la PI y la amenaza de una sanción por parte de Estados Unidosson más que un plan Marshall simbólico: son parte esencial de la diploma­cia internacional norteamericana. Por ejemplo. cuando la India. junto conChina, se convirtió en el punto de mira de la investigación de la sección 301a finales de los ochenta, la piratería de productos estadounidenses estaba re­lacionada con las preocupaciones propias de la Guerra Fría relativas a la im­portación de superordenadores y la proliferación de las tecnologías atómi­cas. Así, ir a la zaga de los 66 millones de dólares que la MPA perdió con lapiratería india en 1997 forma parte de una herencia diplomática que incluyela no proliferación nuclear y nuevas entradas para el sector bancario y de se­guros de Estados Unidos, además del levantamiento de la restricciones y lascuotas de Hollywood al mercado indio (Thomas, 1999, págs. 281, 284). Y,en ocasiones, garantizar la protección de la PI en un país como China esprioritario respecto de las preocupaciones citadas acerca de la venta de tec­nología nuclear y la violación de 10$ derechos humanos.

A mediados de 19%, la Oficina de Representantes de Comercio de Es­tados Unidos amenazó a China con sanciones al comercio por valor de 2.000millones de dólares, aduciendo sus pobres registros en aplicación de la PI yla piratería a gran escala de material sujeto a copyright propiedad de EstadosUnidos por la bonita suma de 2.300 millones de dólares (Atkinson, 1997 b).La amenaza de sanción fue retirada después de que el Departamento de Pro­paganda Chino y la Administración de Prensa y Publicaciones tomaran me­didas enérgicas contra nuevas factorías de pirateo de CD y la Oficina de Se;guridad Pública prometiera reforzar los controles sobre PI en puntos clavede la piratería en China como Guangdong. Las conversaciones sobre co­mercio también dieron como resultado la liberalización de las cuotas de im­portación de Hollywood en China. Dado que Estados Unidos absorbe casiuna tercera parte de las exportaciones de China, no es de extrañar que elnombre del juego comercial sea equivalencia (Crock y otros, 1997). Mien­tras Hollywood negociaba en frenéticas sesiones de cabildeo de veinticuatrohoras acerca de la normalización de las relaciones comerciales con China aprincipios del verano del 2000, los sindicatos de Estados Unidos y muchosrepresentantes del sur de California en el Congreso protestaron ante la posi­bilidad de que, sencillamente, se creara otra fuente de mano de obra baratapara las manufacturas estadounidenses. Mientras existe quien. dentro de laindustria cinematográfica, se opone a la normalización -la actriz GoldieHawn es una de las caras conocidas de este frente de protestas-, los jefesde los estudios, liderados por Eisner, ven la normalización del comercio

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como el resultado natural de la protección de la PI reforzada (Hook, 2000,Al). Además, la PI es la mayor preocupación de la MPA en estas fechas; talcomo lo expresó Valenti, en su característico alineamiento entre la cultura yla diplomacia «la perspectiva de la piratería es aterrorizante» (citado en Ma­chan, 1997). Es propio de la amnesia histórica que caracteriza a la MPA queValenti nunca admita cuál es la actitud de Estados Unidos respecto del pira­teo de películas extranjeras (especialmente las francesas). Y de acuerdo conel estilo de la NICL, los estudios de Hollywood siguen grabando las bandassonoras de sus películas fuera del país para evitar tener que pagar royaltiesa los artistas estadounidenses.

Además, Estados Unidos acostumbra a reclamar la eliminación de las ba­rreras al comercio de los productos norteamericanos exportados a países quequieren adherirse a la OMC. Aunque Valenti haya afirmado que pensarque los gobiernos saben cómo construir una industria cinematográfica flore­ciente es un «engaño» obsoleto (citado en «Clarity», 1999), durante su man­dato como presidente del mayor grupo de presión de la industria del cineamericano, fue él quien gestionó la cancelación de los impuestos para las pe­lículas realizadas en Estados Unidos y las reducciones impositivas para losestudios con el fin de que aplazaran el pago de los impuestos de la mitad desus ingresos del exterior. Dado que los derechos sobre PI son en realidad«privilegios concedidos por el Estado a través de una forma de subvenciónestatutaria» (Raghavan, 1990, pág. 116), la intervención gubernamental en laesfera de la ley de la PI ha sido crucial para Holllywood. Uno de los esfuer­zos de cabildeo más importantes de la MPA en la década de los noventa cul­minó con la ampliación de plazo del copyright de veinte a setenta y cincoaños por parte del Congreso en 1998. Ello impidió, por ejemplo, que el pri­mer cómic de Mickey Mouse de la Disney entrara en el dominio público en el2003. Atrapados entre las tres presiones en conflicto de la expansión, la esta­bilidad y la legitimidad política (Streeter, 1996, pág. 264), los estudios deHollywood han realizado abundantes donaciones a los fondos para las cam­pañas de políticos que apoyan las ampliaciones del copyright, el hecho deque la OMC ratifique la PI, y las tecnologías antipiratería. La industria delentretenimiento ha doblado sus contribuciones a las campañas políticas fede­rales desde el período electoral de 1995-1996, Yen julio del 2000 ya se habíanrealizado donaciones por valor de 17,5 millones de dólares (Boliek, 2(00).

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en el ex­portador neto de materiales sujetos a copyright y, dado que la contención re­tórica del Plan Marshall comportaba prerrogativas culturales definidas, pro­puso un tratado internacional sobre el copyright, la Convención Universal delCopyright. Antes de la Ronda de Uruguay del GATI Yla formación de la OMC,los acuerdos internacionales en materia de copyright como los de la Conven-

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ción de Berna y la Convención Internacional del Copyright no contenían pro­cedimientos de ejecución. Los derechos de PI sólo quedaron sujetos a la ne­gociación y armonización del comercio internacional a escala regional (porejemplo, Estados Unidos) y al global a lo largo de la década pasada. Las con­venciones internacionales sobre copyright que precedieron al GATI Y a laOMC no requerían la armonización universal de Josderechos de propiedad, amenos que las naciones no ofrecieran una mayor protección a las obras ex­tranjeras que a las suyas propias. Durante mucho tiempo, la negativa a re­conocer o a aplicar los derechos de PI constituyó una política deliberada demuchos países que no formaban parte ni de Estados Unidos ni de Europa Oc­cidental, cuyo interés consistía en impedir que se formaran monopolios ex­tranjeros de propiedad cultural y la evasión de divisa extranjera. Los recientesmovimientos hacia la armonización de la PI distinguen entre distintas tradi­ciones nacionales y prácticas de consumo, que van desde las mercancías co­merciales que implican la existencia de un genio creativo individual hasta laproducción de la comunidad y el uso compartido (Chartrand, 1996).

La piratería internacional, la falsificación y otras expropiaciones no auto­rizadas en la PI de Estados Unidos pasaron a la vanguardia de las preocupa­ciones de la política comercial de Estados Unidos a principios de los ochen­ta, cuando el hecho de qué el futuro del entretenimiento global liderado porEstados Unidos estaba basado en la producción, la propiedad y la mercado­tecnia de mercancías y servicios basados en la PI pasó a ser conocido por to­dos. Consecuentemente, los esfuerzos estatales por promover ayudas a losintereses de copyright de la industria del entretenimiento formaban parte deun intento más amplio de instituir la infraestructura legal internacional queapoyara a las industrias basadas en la PI. A medida que las industrias norte-oamericanas basadas en la PI buscaron el modo de asegurar sus derechos enlos mercados extranjeros, fueron capaces de establecer alianzas con capita­listas extranjeros que perseguían el mismo objetivo. Sumados al GATI bajoel apoyo inicial de Estados Unidos, Europa y Japón, los acuerdos TRIP am­pliaron una hasta ahora ambigua cobertura de la propiedad a las personasnaturales y legales; es decir, tanto a los autores a título individual como a lospropietarios corporativos. No abordaron específicamente el componente delos derechos morales de la Convención de Berna. Y cuando Estados Unidosfirmó finalmente la Convención a finales de los ochenta, la distinción de losderechos morales que había ofrecido resistencias a su firma durante un siglofue efectivamente anulada, dado que Berna concedió al autor de una obraderechos morales, mientras que, en Estados Unidos, la propiedad era sinó­nimo de autoría. En consonancia con ello, el Acta de Ejecución de la Con­vención de Berna autorizó el mantenimiento de derechos bajo el mandatofederal y del Estado que estaban en contradicción con su propio lenguaje. re-

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lativamente fuerte, referente a los derechos morales. No obstante, la conti­nuada conformidad de Estados Unidos con Berna bien podría ser contin­gente respecto de su ampliación a los derechos morales de los autores (Chin­ni, 1997). ¿Cómo es posible que eso se dé en el entorno de la reproduccióndigital? La ampliación de los derechos morales no basta como panacea paralos problemas de copyright; el mecanismo de distribución de las películasdificulta que los rebeldes de la autoría se puedan acoger a la protección delos derechos morales. En palabras del director Mareel Ophuls, «si nos aco­giéramos a la noción de los derechos morales no trabajaríamos jamás» (ci­tado en Puttnam y Watson, 1998, pág. 242).

Puestos en vigor a principios de 1995, los TRIP establecen estándaresmínimos para la protección (definiendo el objeto a proteger, los derechosque conlleva su propiedad, las excepciones y la duración mínima de la pro­tección), la ejecución (procedimientos civiles y administrativos, las perse­cuciones y las sanciones) y el arreglo de disputas. El incumplimiento de lasdisposiciones de la PI somete ahora a las naciones ofensoras a las represa­lias por disposiciones comerciales improcedentes. La sección «copyright y de­rechos referentes» de los TRIP (que otros abordan como «marcas registra­das», «destinos geográficos» y «patentes») incorpora la Convención de Bernade 1971, cuyo articulo 10 preveía la protección de los programas de ordena­dor (en código objeto y código fuente) como obras literarias; la culminaciónde un esfuerzo mantenido durante una década por parte de los fabricantes desoftware occidental. Además, los TRIP proporcionan protección en el cam­po de los derechos referentes o colindantes, como las grabaciones de sonidoy las señales de emisión.

Dado el voraz apetito del capital por los nuevos mercados, tal vez seainevitable que las formas existentes y emergentes de creatividad humana ar­tística e intelectual sean integradas en el sistema de mercadotecnia global.Tanto es así que las presiones de los gobiernos nacionales por una mayorprotección del copyright surgen tanto de las industrias mediáticas en régi­men de monopolio con base local como de las compañías mediáticas multi­nacionales. Las multinacionales mediáticas que operan dentro de EstadosUnidos han llegado a esperar que el Gobierno de la nación aplique esta pre­sión desde fuera; y la idea de que la protección y el reconocimiento de losderechos de la PI es una condición previa necesaria de la modernidad y delfuncionamiento de un Estado capitalista cobra una poderosa influencia entodo el mundo. En ocasiones, Estados Unidos ha pagado un precio por el in­ternacionalismo. Por ejemplo, en cuanto parte de la infraestructura de eje­cución tanto del TLC como del GATT, Estados Unidos concedió una pro­tección retroactiva al copyright de las obras extranjeras que habían llegadoa ser de dominio público en el país debido a la ignorancia extranjera de de-

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terminadas formalidades burocráticas o a la carencia de un acuerdo bilateralentre Estados Unidos y el país extranjero. Naturalmente, Estados Unidos es­pera a cambio dicha protección rehabilitante del copyright de sus propiasobras en los países extranjeros (Sobel, 1995). El Gobierno de Estados Uni­dos ha seguido tres estrategias para erradicar la piratería en los mercados ex­tranjeros: apalancarniento comercial bilateral contra los países donde la pira­tería es galopante; acuerdos de libre comercio con socios selectos queincorporan la protección de la PI en sus esquemas; y esfuerzos multilatera­les como el GATI.

Asia ha sido, con mucho, la región más importante del nuevo internacio­nalismo de Hollywood, y la cuestión clave ha sido la PI. Sólo en la India hayentre 40.000 y 70.000 operadores de cable, 2.000 de ellos en Delhi; la mayo­ría de ellos no están regulados y no tienen firmes procedimientos de licenciapara la exhibición de películas (Lall, 1999). La Malasia de Johor Baru alber­ga un buen número de redes de distribución de vídeos piratas, y Hollywoodestá preocupado por un reciente fallo de los tribunales malayos en el sentidode que los propietarios de copyright deben estar presentes para ejecutar lasdeclaraciones juradas como propietarios en los juicios por infracciones delcopyright, y que ya no basta con que se personen a través de los representan­tes locales de la compañía. La Alianza Internacional de la PI, que representaa las industrias clave del copyright en Estados Unidos, informa de que Ma­lasia es el principal proveedor de productos pirateados de toda Asia e inclu­so de Latinoamérica, y que la MPA considera que las pérdidas por pirateríaen Malasia sólo las supera China (unos 40 millones de dólares en 1998) (Oh,2000). La MPA estima que la piratería de vídeos supuso a los estudios unaspérdidas de unos 550 millones de dólares en el año 2000 y que el 90 % de laindustria del vídeo está ilegalmente controlada en China e Indonesia, el 85 %en Malasia, el 52 % en Tailandia y el 25 % en Singapur (Groves, 2ooob). Unade las características significativas del Asia-Pacific Economic CooperationForum fue la ampliación de los acuerdos de libre comercio como el TLC y elGATI a la región. La MPA afirma que el libre comercio depende de la flexibi­lización de las barreras nacionales protectoras y de la garantía de disposicio­nes en materia de PI. Las recientes medidas para granjearse el apoyo de Esta­dos Unidos al ingreso de China en la OMC han autorizado tecnologías deOVO patentadas y logos de marcas registradas a nuevos fabricantes chinosde OVO y -quizá lo que sea aún más importante-- ofrecen un 49 % de pro­piedad extranjera (probablemente sujeta a una regulación flexible) de los ci­nes, que podría suponer la construcción frenética de nuevas mu1tisalasHolly­wood (Groves, 2000a y b). No obstante, tras la visita de BilI Clinton a Chinaen 1998, los piratas callejeros a los que habían trasladado a los grandes cen­tros urbanos durante su estancia en el país recuperaron sus puestos habituales.

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Hollywood no es el único cine que persigue la regulación de la pirateríacinematográfica. Pese a que la mayoría de los países son importadores netosde programación mediática, las escasas regiones que gozan de una relativaautosuficiencia industrial, como las industrias cinematográficas de HongKong y Bombay, tienen sus propios y significativos intereses en la protec­ción del copyright. Recientemente ambas industrias llevaron a cabo paronesde producción como medida de protesta contra la piratería nacional de suspelículas. Incluso en Tailandia, donde Hollywood se queda con el 85 % delos ingresos por cine, la industria cinematográfica nacional, que tenía pro­gramados los estrenos de siete grandes producciones de los majors en el2001, ha creado un fondo de 3 millones de bahts para luchar contra las vio­laciones del copyright «<B3m Fund Will fight Piracy», 2000). Sin embargo,y dado que la venta de copias de contrabando de Titanic recaudó más de 2millones de dólares antes de que se pusieran a la venta los vídeos legales enRusia, el impacto generalizado de las copias digitales de vídeo en disco y larapidez con que se han generado tecnologías de alta calidad de subtitulado ydoblaje de las películas pirateadas corroboran la realidad de una importanteamenaza financiera; Hollywood tiene sus mayores intereses en la proteccióndel copyright internacional, y ha emprendido una estrategia sin precedentesde estandarización legislativa para asegurarse de que sus productos están tanprotegidos en el exterior como dentro de sus fronteras.

La labor de Hollywood en la época de la reproducción digital

protección de copias. n.Tipo de metodología utilizado para impedir que

los piratas incompetentes roben software y que losusuarios lo utilicen. Se considera absurdo.

The Nf!WHacker's Dictionary,<http:/www.tuxedo.org/-esr/jargon/jargon/html>

Me gustan las películas, pero son un invento del si­glo XIX. El siglo del cine ya ha pasado.

GEORGE LUCAS, citado en Sabin, 2000

Como consecuencia de los experimentos realizados en compresión delvídeo digital, a principios de la década de los noventa se crearon en EstadosUnidos las patentes de los sistemas de software diseñados para visionar pe­lículas en Internet. Hollywood ha sido relativamente lento a la hora de tomarnota de ello, hasta que un reciente aumento en la piratería en Internet hizo

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que unas sesenta películas, entre ellas Armageddon (Armageddon, MichaelBay, 1998), Godzilla, Matrix, La trampa (Entrapment, J. Amiel, 1999), Sal­var al soldado Ryan y La amenaza fantasma, quedaran a la disposición delusuario para que las bajara gratis de la red. La MPAA considera que, a lolargo de un día normal, se bajan unas 275.000 películas pirateadas de la red,y se preveía que el número iba a ser de un millón en el 2002 (Graharn,200la, 3D). Pese a que Internet ha sido hasta la fecha notablemente difícilde controlar, la MPAA ha creado su propia unidad de vigilancia en Internet.Remitiéndose a la imagen medieval de los cinturones de castidad, Valentillama a esta unidad «una armadura blindada que protege nuestras películasde que las descargue de manera pródiga cualquiera que tenga un ordena­dor». El desarrollo de los nuevos modelos de encriptación y las tecnologíasde «invisibles marcas al agua», que comportan información acerca de losderechos, refleja el reconocimiento de Hollywood de las dimensiones de lapiratería en Internet en las industrias de la grabación y la edición. Reforzan­do su propio, y siempre creciente, cuadro de asesores legales y pidiendo laayuda de la Oficina Federal de Investigación (tal como Lucasfilm ha hechorecientemente), Hollywood y sus estudios han mov i1izado toda una nuevaserie de relaciones entre las distintas fuerzas de policía nacionales y los go­biernos locales para controlar la diseminación relativamente ilimitada dematerial pirateado en Internet. ¿Cómo ha manejado Hollywood los tres fac­tores que han contribuido a la proliferación de la forma digital: fidelidad,compresión y maleabilidad (Goldstein, 1994, pág. 197)?

Hollywood parece temer y odiar Internet. Un ejecutivo de la industriadel cine se refería a los ordenadores como «nuestra némesis» (Alexander,2000). La Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas ha dictadoque las películas que se exhiben en Internet antes de su estreno en salas nopuedan optar a los premios Osear. Blockbuster Video está proyectando ge­neralizar el vídeo para eludir del todo Internet en favor de una red privadaproporcionada por una alianza con las compañías telefónicas. Frente a lamasiva huelga de los talentos de Hollywood tras las negociaciones de con­tratos en el 2001, los miembros de la Directors Guild of America, la WritersGuild of America, la Cartoonist Union Local 839 y la Screen Actors Guildfirmaron acuerdos con los productores de contenidos de Internet que no es­taban incluidos en la Alliance of Motion Picture and Televisión Producers(Swanson, 2000).

No cabe sorprenderse, pues, de que la apropiación que Hollywood hahecho de lo digital sea cuando menos binaria. Miedo y odio aparte, Internetejerce un poderoso atractivo sobre Hollywood. Existen planes en marchapara la creación de páginas en Internet que comercien con la industria delcine y con la especulación de los beneficios así como con la venta de las

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«cuotas» de producción que granjeen a los productores ejecutivos virtualesy pequeños una mención en los títulos de crédito de los estrenos en OVO delas películas de Hollywood (Whitaker, 2000, pág. 2). Además de ser una he­rramienta de búsqueda de mercados muy útil (véase el capítulo 6), Internetfacilita tanto la supervisión de la gestión (no hay nada como el e-mail paraseguir la pista a los empleados y al resultado financiero) como que se pue­dan compartir diariamente los rushes digitalizados a medida que la NICLlleva la producción a todo el mundo. Los estudios pueden mandar tráilerscomprimidos digitalmente a todo el mundo y coordinar los estrenos interna­cionales con mayor precisión. La MPA anunció recientemente en una reu­nión de la Intemational Trademark Association que los estudios empezaríana distribuir películas en Internet a mediados de 2001 (Soriano, 2001, pág.ID). Éste es el futuro más prometedor tanto para Internet como para Holly­wood. Con el objetivo de duplicar sus éxitos en el mercado de la televisióninternacional multicanales (que siguió a la liberalización de la industria dela televisión europea y la proliferación de los nuevos sistemas de pago a fi­nales de los ochenta), los estudios de Hollywood pudieron lanzar sus pro­pios canales de pago por Internet. El satélite, la televisión digital, la bandaancha, el vídeo a la carta y otras tecnologías de distribución digital (como eldispositivo híbrido entre televisión y Pe, previsto por los tecnofuturistas asícomo por los jefes de los estudios) permiten que los estudios desconectenautomáticamente a los intermediarios que facilitan la distribución de Holly­wood por los países extranjeros. Sony Pictures, que ha tenido éxito en elmercado de la televisión multicanales con treinta y tres cadenas en todo elmundo (que recaudan cerca de 150 millones de dólares por publicidad, elSO % en Asia) y un enorme negocio de venta directa de programas a las ca­denas independientes, creó Sony Pictures Digital Entertainment para lanzarla programación de Sony en el entorno digital (Galetto y Dalias, 2(00).Sony también cuenta con un servicio online de vídeo a la carta llamado Mo­viefly, diseñado para sustituir el cable de PPV y las empresas vía satélite quesucumbieron a la primera especulación como plataforma para el estreno depelículas (Graham, 200lb, pág. 3D). Dada la necesidad de maximizar el va­lor de sus contenidos, los estudios de Hollywood volvieron la vista hacia In­ternet y compañías como i8eam y CinemaNow, elementos capitales de ladistribución cinematográfica en Internet (Winslow, 2001; «i8eam and Ci­nemaNow Partner», 2000). Y con cientos de millones de usuarios online yel 95 % de las principales compañías de emisión mediática a través de Inter­net, el comercio electrónico es un juego con muchas apuestas y muy pocasnormas (Pham, 2000).

En 1987, el Motion Pictures Experts Group (MPEG) de la OrganizaciónInternacional por la Estandarización con sede en Ginebra empezó a buscar

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maneras de comprimir el vídeo digital, lo que en 1992 dio como resultado elformato MPEG, cuya versión Layer-3les proporcionó el conocidísimo moteMP3. Así, aunque las patentes de sistemas de software diseñadas para visio­nar películas en Internet fueron expedidas por Estados Unidos a principiosde los noventa (como el «Method for Transmitting a Desired Digital Videoor Audio Signalx de Scott Sander y Arthur Hair, que se convirtió en la basede su web sightsound.com), Hollywood no tomó nota de ello hasta un re­ciente aumento de la piratería en Internet que puso sesenta películas, inclui­da La amenaza fantasma, online. Los meses de mayo y junio de 1999 fue­ron muy ajetreados para Lucasfilm LId. y para sus nuevos socios en el FBIyen el Departamento de Justicia. Con la colaboración adicional de la MPA,Lucasfilm cerró más de 300 páginas de Internet que ofrecían copias piratasde su última entrega de La guerra de las galaxias. Las versiones falsifica­das de la película estuvieron en la calle en Malasia dos días después del 19de mayo de 1999, fecha del estreno en Estados Unidos; y pocos días despuésen Hong Kong con sobrecubiertas en chino (por el equivalente de menos de3 dólaresl, cortesía de una de las cuatro imprentas de CD en Hong Kong ca­paces de producir cada una de ellas 20.000 discos por día (Michael, 1999).Filmada con una cámara de vídeo casera en una sala de cine de Estados Uni­dos, dicha versión fue sustituida rápidamente por copias realizadas a partirde una copia de la película robada en una sala de Wisconsin. La política a lasombra de la distribución de la piratería digital ha honrado La amenaza fan­tasma con el récord de ser el primer largometraje que se ha bajado ilegal­mente de Internet en Gran Bretaña a través de servidores de Europa del Este.

El hecho de que se haya contratado a un antiguo ejecutivo de una com­pañía de escaneo y creación de imágenes digitales para el cargo de director.general de tecnología refleja la orden de la MPA de que «se creen estánda­res técnicos para la transmisión y la distribución digital de las películas» yla salvaguarda contra la piratería digital (<<MPA Appoints», 1999). Al crearsu propia unidad de vigilancia en Internet, la MPA cumple con el recientemandato de Valenti en el sentido de que «derrotar de la faz de la tierra y delciberespacio a los ladrones es mi mayor prioridad en el siglo XXI» «<Cla­rity», 1999). El desarrollo de nuevos modelos de encriptación y de marcas alagua invisibles da fe del reconocimiento de Hollywood de la proliferaciónde la piratería de Internet en las industrias subsidiarias.

Como consecuencia de las fuertes presiones ejercidas tanto por la MPAcomo por la Consumer Electronics Manufacturers Association por la elabo­ración de un proyecto de ley anticopia digital para proteger la «santidad delcopyright», el Congreso de Estados Unidos emprendió una serie de medi­das. Tras aprobar la No Electronic Theft Act en 1997, aprobó también la Di­gital MíIlennium Copyright Act (DMCAl en verano de 1998, que pone en

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práctica en mayor medida las disposiciones de los Tratados de la Organiza­ción Mundial de la Propiedad Intelectual firmados en Ginebra a finales de1996. La DMCA es una ley especial de copyright, al margen de la FederalCopyright Act principal, diseñada para dar cobertura legal a las nuevas tec­nologías digitales. Contiene una «disposición antielusiónx que prohíbe ladistribución de componentes de hardware que rompan la encriptación decopyright, la exoneración de los usuarios de los servicios online por infrac­ciones del copyright cometidas en el sistema por los abonados, y una codi­ficación de las sanciones y las penas de prisión para los infractores convic­tos. Tal como sugiere Pamela Samuelson, «la banda es mucho más anchaque eso y amenaza con provocar una avalancha de litigios en los que estéimplicado un amplio abanico de tecnologías, por más que no haya pruebasde que las tecnologías han sido o, en términos realistas, serán ampliamenteutilizadas para usos de piratería» (1999, págs. 563-564). En el nivel más bá­sico, la DMCA da la clave para que las tecnologías de monitoraje corporati­vas abran la puerta de su PC en un intento por determinar si se está incu­rriendo en infracción o no.

La elaboración de una nueva ley del entorno digital es complicada. Ac­tualizar viejas formas de protección de la PI para cubrir las nuevas tecnolo­gías es aún más difícil. El reconocímiento de Hollywood de dicha dificultadha dado corno fruto algunas iniciativas políticas curiosas. La postura de laMPAA en los debates acerca de la piratería digital que se celebraron en elCongreso de Estados Unidos perseguía más el objetivo de crear disposi­ciones en las que pudieran basarse las denuncias por infracción que ir inme­diatamente a su aplicación. Corno dijo Valenti, «lo que estarnos diciendo esque las dos cuestiones -protección del copyright y aplicación del copy­right- no tienen por qué ir atadas por el cordón umbilical» (citado en Ma­chan, 1997). Las perspectivas divergentes al respecto ponen de manifiesto ladificultad de «significar» Internet, que tantos usos posibles ofrece a Holly­wood. Internet es simultáneamente un conducto de entrega y un empla­zamiento de exhibición, una filosofía de la distribución, una reunión de con­tenidos y un dispositivo diferenciador de talentos, una plataforma para lapublicidad y una red globalmente vinculada a las máquinas de copiar. In­cluso el acto de bajarse medios de comunicación visuales de Internet puedesignificar un buen número de distintos y simultáneos esquemas de hacer di­nero para Hollywood, desde una venta (Internet corno punto de compra)hasta el visionado (Internet corno tecnología de la transmisión) pasando poruna copia mecánica (Internet corno centro de realización de copias) (véaseMann, 2000).

Las iniciativas digitales de la MPA insisten en la erradicación económi­ca del espacio geográfico además de en su reterritorialización. Valenti seña­

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la que «la furia del futuro ya se ha abatido sobre nosotros. La explosión de lacapacidad de los canales, el lanzamiento del satélite directo a las casas, la mul­tiplicidad de la fibra óptica, entre otras magias, son los nuevos centurionesde la época digital, que marchan sobre los continentes y a través de límitesgeográficos, rompiendo las barreras impuestas artificialmente por los go­biernos, los ejércitos audiovisuales más poderosos que se hayan conocidojamás» «<Quo Vadis?», 1996). Sin embargo, al llamar a los copyrights ofi­ciales «guardianes de las puertas» que «construyen barricadas sólidas yenérgicas para defender la santidad del copyright»,' Valenti parece sumarsea las formas característicamente contradictorias del discurso institucional(<<With a Wild», 1996). Internet es una fuerza espacial que es tanto centri­peta, en el sentido de que protege puertas y barreras, como centrífuga, en elsentido de que nos lanza hacia nuevas relaciones entre los productores y losconsumidores. La MPA hapodido resolver las especializaciones centrípetasy centrifugas de la tecnología digital abordando la historicidad del «genio deautor» que es moralmente libre de quedar circunscrito a un emplazamientonacional. El autor es un híbrido legal/económico, lo que David Saunders yIan Hunter han dado en tlamar una «monstruosa contingencia», que enraízaen la verdadera formación de la ley del copyright (1991, pág. 485; véasetambién Foucault, 1977). En otro ejemplo de su retórica mítico-poética, Va­lenti (1998) señala que la «PI que salta hecha y derecha e imaginada del ce­rebro del talento creativo es antagónica a las barreras artificiales, a los desa­fíos de la regulación, y se resiste a una definición oficial». Esta articulaciónde la autoría -un tajo retórico a la división del trabajo cultural- ha sido in-

1, Carey Heckman, codirector del Stanford Law and Technology Policy Center, compa­ra las nuevas cuestiones relativas al copyright de Internet con la verja alambrada que prote­gía los derechos de propiedad del territorio abierto del Salvaje Oeste a finales del siglo XIX.

Véase Jonathan Rabinovitz, «Internet Becomes New Frontier in Copyright Battles», SanJosé MercuryNews (7 de noviembre de 1999). Efectivamente, los habitantes del Oeste pro­porcionaron a los pistoleros una Iingua franca, dado que la MPA ofrece un programa con­curso a toque de pito llamado «The Bounty for Pirates Program», que permite que los intere­sados combatan los males cívicos de la violación del copyright--«un cáncer que engaña alconsumidor», en palabras de Valenti- para perseguir la delegación temporal bajo el eje le­gal de la MPAA (citado en el informe de prensa de la MPAA, «Almost 18.000 Pirare VideosSeized Nationwide», 8 de febrero de 1995). La piratería es una formade contagio en la retó­rica del MPAA, un «cáncer», las factorías ilegales de discos de vídeo de China son «el nú­cleo canceroso de los problemas de piratería», que producen «productos envenenados»; la pi­ratería es el «cáncer en el vientre del negocio global», una «toxina para la que no hay cura»más allá de una legislación más fuerte, penalizaciones y decisiones en el ámbito nacional(MPAA informe de prensa: «Valenti Announces Enhanced MPAANSDA Anti-Piracy Ho­rline». 21 de mayo de 1995; «Valent¡ Testimony Before the Senare Subcornmittee on EastAsian and Pacific Affaire», 29 de noviembre de 1995; «Que Vadis?», 23 de mayo de 1996).

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vocada durante los últimos doscientos años cada vez que la fragmentacióngeográfica ofrecía un conducto para la acumulación flexible.

Motivada por las exigencias de establecer un mercado internacional paralas obras literarias y redefinir las dimensiones del mundo editorial, la inter­nacionalización del copyright del siglo XIX formó parte de una tendenciaque pretendía crear un mercado mundial superando las barreras espaciales ytemporales que pudieran poner cortapisas a la productividad del capital edi­torial (Feltes, 1994). Además de la regulación de la edición internacional, afinales del siglo XIX la «creación de productores nacionales autóctonos pa­recía haber adquirido importancia en cuanto producto exportable y fuente dela legitimidad cultural», el incentivo económico de un patrimonio nacionalliterario (una «literatura nacional») que podía ser legitimada mediante la ex­portación a otros Estados (Saunders, 1992, pág. 171). Las naciones difirie­ron en sus respectivas articulaciones domésticas acerca del domicilio del au­tor. Algunas utilizaron la territorialidad como definición del umbral de losderechos de autoría, otras adoptaron un criterio de ciudadanía. No obstante,las motivaciones primarias que se hallaban detrás de la internacionalizaciónestaban restringiendo la piratería de la propiedad literaria y codificando unanoción universalista de autoría. Consideremos, por ejemplo, la estimulanteinvitación del Gobierno suizo a «todas las naciones civilizadas» para que sesumaran a una convención internacional sobre el copyright en 1883, y re­cordemos la retórica de Valenti anteriormente citada: «Efectivamente, estáen la naturaleza de las cosas que la obra de un hombre genial, una vez queha visto la luz, ya no pueda quedar restringida a una país o una nacionalidad.Si posee algún valor, no tardará en extenderse por todos los países, bajo for­mas que pueden variar más o menos pero que, sin embargo, no omiten en suesencia y en sus principales manifestaciones la idea creativa» (Ricketson,1987, pág. 54).'

Si esta historia demuestra que el «genio» tiene libertad para transitar enlo supranacional, también se beneficia de la restricción espacial. Las raíces

2. La ley internacional del copyright se creó en los años inmediatamente posteriores a laRevolución Francesa, cuandola ley nacional francesa no hacíadistinciones entre los autoresfranceses y los extranjeros y proporcionaba libremente copyright francés a las obras extran­jeras. Se esperaba que dicha reciprocidad generara una protección similar de las obras fran­cesas en otras naciones. Sin embargo, y subyacente en esta reciprocidad, estaba el idealismode una modernidad emergente, ilustrada en el empujón hacia la unilateralidad. Una ley uni­versal del copyrighttrascendería la nacionalidad y la territorialidad y, tal corno Sam Ricket­son señala, «concordaría directamente con la concepción de derecho natural a la propiedadde un autor sobre su obra, que existe independiente y previamente a las normas formales y alas sanciones de la ley positiva y que no admite restricciones artificiales tales como un plazolimitado. la protección o los límites nacionales» (1987. pág. 40).

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históricas del copyright en la reconceptualización de la tierra como «el pa­radigma de la propiedad alienable y comerciable» en el siglo XVIII clarificanlas relaciones entre tierra y autor. Los primeros estatutos ingleses sobrecopyright le sacaban partido a «la transformación de la tierra en el modelo apartir del cual los otros tipos de intereses se utilizaban como analogía o erancomparados para establecer el valor de mercado» (Aoki, 19%, pág. 1.327).Respecto de lo que él llama «la invasión de los ladrones de copyright», Va­lenti admite que la piratería digital se aprovecha de un redefinido «panora­ma relativo a la PI en el que no hay señales protectoras que adviertan a losintrusos: «ÉSTA ES UNA PROPIEDAD PRIVADA SUJETA ACOPYRIGHT» (citado en«Protecting America's», 1998).

Los tribunales de Estados Unidos han circunscrito la materialidad pre­servadora de los datos digitales. A través de un buen número de casos que seremontan a 1993, los tribunales han afirmado que el derecho a la reproduc­ción contenido en la ley del copyright es objeto de infracción cuando se al­macena una copia digital en la memoria del ordenador (Sullivan, 1996). An­ticipando la distribución directa digital de sus películas a Internet o a losaparatos que acompañan la televisión digital para tal fin, Hollywood se haasociado recientemente con fabricantes de ordenadores tales como lBMpara desarrollar tecnología que proteja los derechos y que utilice únicamen­te los números de serie en los medios de comunicación que se puedan gra­bar para crear claves de encriptación únicas, que garanticen que el materialque se baja de la red sólo pueda salvarse a través de una única fuente. En ungesto preocupante que ha hecho estremecer tanto a los defensores del soft­ware libre como a los del privado, el actual responsable técnico de la MPAAmantiene que dicha tecnología se extenderá también al material de hard, demodo que «la protección de la copia única de la tecnología va más allá delmodelo de negocio del PPV o del de PPC (pago por copia)» (Chmielewski,2000). Así, Hollywood está revisitando la innovación del hardware de la ra­dio comercial a partir de los aparatos sellados que hizo que el medio no fue­ra tanto una tecnología de transmisión como de la recepción.

A medida que la distribución empieza a reconocer la siempre crecientecurva de la tecnología de la duplicación, la PI en las películas se tiene queenfrentar a cuestiones más tradicionalmente asociadas con la ley de softwa­re. No obstante, el terreno legal de la protección del software es más bienangustioso. Por ejemplo, ¿acaso los juegos de ordenador cumplen con el cri­terio de la «representación estética» que mantienen muchos países; o acasola interactividad hace obsoleta la noción tradicional del derecho de autor?En Francia, bastión del apoyo a los derechos de autor, las nuevas disposi­ciones acerca del software en la ley nacional de copyright guardan parecidocon la doctrina del «trabajo bajo contrato» de la ley del copyright de Esta-

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dos Unidos, donde el empleador se queda con «todos los derechos» de un«autor» que trabaje para él bajo contrato (McColley, 1997). Algunos paíseshan elaborado criterios sobre la «obra compuesta», y protegieron distintosaspectos del mismo objeto mediático bajo determinadas disposiciones de laPI (que significa que las partituras y los fotogramas de los videojuegos estánprotegidos bajo criterios distintos). La lógica de crecer mediante la agrega­ción de protección legal está diseñada, naturalmente, para limitar el accesoal campo de juego del diseño. Además, los países que Hollywood persiguepara la armonización de la PI también están entre los lugares elevados de lalista de piratería de software; por ejemplo, la Software Publishers Associa­tion ha acusado a China de haber vendido piratería de software por valor de1.500 millones de dólares en 1997 mediante «compilación de CD-RüMS»(que contienen cientos de miles de dólares de software al por menor) y quese vendían por unos 10 dólares. En las Filipinas, se considera que el 80 %del software es pirateado, y los mayores infractores son los despachos gu­bernamentales (Tanzer, 1998).

Estudiar los contextos de la historia legal y cultural puede ayudamos aentender estas formas de duplicación de imágenes y los públicos que éstashan constituido. Por ejemplo, a finales de los sesenta en Estados Unidos seexaminó un caso (Williams y Wilkins Co. contra Estados Unidos) relativo aluso de la nueva tecnología de copia Xerox que permitía que las bibliotecashicieran fotocopias de los periódicos para sus hemerotecas sin compensar aleditor. El consecuente desarrollo del copyright en las copisterías y el esta­blecimiento de una pequeña cuota de licencia por fotocopia pudo sentar elprecedente de bajar películas digitales de la red y de las transformaciones apartir del modelo del uso justo, dado que estas tecnologías de la duplicaciónpermiten la creación de obras derivadas. La copia y la creatividad converge­rán como formas de uso digital. Exceptuando esta radical redefinición de re­cepción -que se inicia con la aceptación fundacional del uso justo más queen su invocación como bache en el camino de la explotación comercial ple­na de la obra-o Hollywood puede tomar prestados los modelos de licenciageneral de la American Society of Composers, Authors and Publishers conel fin de generar y controlar los ingresos de royalties por cada material ba­jado de la red. Los sistemas digitales integrados diseñados para las transac­ciones online y la generación de bases de datos de usuarios con el objetivode trazar su perfil también son maneras de poner en práctica las restriccio­nes tecnológicas y de precio sobre los usos de obras sujetas a copyright (Co­hen, 1996, pág. 984).

La tecnología «sistema fiable», diseñada para seguir la pista de una obramediante la aplicación del lenguaje de los derechos de la propiedad digital,se está desarrollando en empresas como IBM o Xerox. Las formas de hard­

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ware de sistema fiable podrían parecer y percibirse como una plataforma deduplicación normal (por ejemplo, una impresora, una grabadora de vídeo,un estéreo) pero tendrían la capacidad de aplicar las restricciones del posee­dor del copyright acerca de su utilización en determinados ámbitos: inter­pretación (interpretar, imprimir o exportar material de medios de comunica­ción mediante la traducción de un código digital a una forma utilizable);transmisión (copiar, transferir o prestar obras digitales entre sistemas segu­ros); y derivación (extraer, editar o incrustar una obra sujeta a copyright conun uso derivativo). Junto con la aplicación de las tecnologías de marcas alagua digitales, la tecnología de los sistemas seguros permite un elevado ni­vel de control sobre el uso de la obra digital (Gimbel, 1998, págs. 1.677­1.680). Mientras que antes se consideraba comúnmente que la mercancía deinformación «nunca podía estar provista de una verdadera escasez, dado quesu cualidad más importante es su inagotable reproductibilidad» (Frow,1997, pág. 188), la gestión tecno-burocrática del cine mediante amenazas demedidas en pro de la escasez y la imposición de métodos complejos y visio­nes utópicas de la democracia.

Cuando el adolescente noruego Jon Johansen y dos amigos crearon unprograma que descodificó el Contents Scrambling System (CSS) antipirate­ría, con el que Hollywood encripta OVO, y lo colgaron en Internet, desata­ron la ira de la MPAA. Y después de que la revista web 2600: The HackerQuarterly colgara el software descodificador (llamado DeCSS) en su web,Hollywood la demandó ateniéndose a las nuevas directrices de la OMCA.Lo interesante es que las mismas cuestiones de la creatividad y la originalidadpasaron a ser relevantes cuando un científico informático afirmó desde el es­trado de los testigos que «si el tribunal acepta este requerimiento, lo que,ocurrirá será que determinados usos del lenguaje de los ordenadores -mimedio de expresión favorito- serán ilegales» (Harmon, 2000). El copyrighty las garantías que la Primera Enmienda de la Constitución de los EstadosUnidos otorga a la libertad de expresión coinciden cuando Seconsidera queun código de computación es una forma de expresión personal. En el caso dela OeCSS, un juez de un tribunal de Estados Unidos negó la protección a uncódigo de computación en cuanto manera de hablar, señalando que un «có­digo de computación no es más puramente expresivo de lo que el asesinatode un líder político es una pura afirmación política». ¿Cómo se van a cali­brar estas formas de expresión respecto de formas más tradicionales de PI,como el copyright, que aseguraban el contenido expresivo de su propieta­rio? Conocedor de los cambios que Seestán experimentado en la determina­ción de la expresividad, el director de asuntos legales de la MPA señala que«éste no es un caso relativo a infracción del copyright, sino al rastreo ilegalen el dispositivo (código) que hace copias ilegales» (Alexander, 2000). No

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obstante, hay copias del DeCSS disponibles en portales de Internet con baseen la República Checa, Finlandia, Rusia, Eslovenia, Israel, Grecia y México(VerSteeg, 2000; pág. 12a).

En un esfuerzo por plantearse las posibilidades comerciales de la distri­bución digital con las formas concomitantes de la piratería de alta fidelidad,la MPA, junto con el Gobierno de Estados Unidos, está intentando ampliarlas protecciones relacionadas con los TRIP cuando aún no se secado la tintacon la que firmaron los acuerdos. En la Conferencia Mundial sobre Copy­right celebrada en Ginebra en 1996, las negociaciones de Estados Unidosbosquejaron un futuro posible para el copyright en la era de la sociedad dela información global. Pese a que hicieron descarrilar las sugerencias políti­cas que defendieron con mayor ahínco (la WIPO [World Intellectual Pro­perty Organization] se había alineado siempre con organizaciones relativa­mente amigas del tercer mundo, como la UNESCO y la UNCfAD [UnitedNations Conference on Trade and Developmentj), los negociadores trabaja­ron en la línea de elaborar un borrador que hallara apoyos poderosos tantoen las industrias del copyright estadourúdense como en su Gobierno (y po­siblemente para futuros acuerdos OMC/GATS, alineadas mucho más estre­chamente al FMI y al Banco Mundial). En su defensa de la protección de lasreproducciones temporales de obras sujetas a copyright en la memoria RAMinterna de un PC (y por lo tanto tratando las transmisiones digitales comocopias de distribución), los representantes de Estados Unidos defendieron elinforme oficial del presidente Clinton «Information Infraestructure TaskForce», redactado en 1995, que «privaba al público de los "derechos deprimera venta" de los que había gozado en el mundo de la impresión [...] [yconcebía] la reexpedición electrónica como una violación tanto de los dere­chos de reproducción como de los de distribución de la ley del copyright»(Samuelson, 1996, pág. 136). El estatuto de «primera venta», garantizado enla sección 109(a) del Acta de Copyright de Estados Unidos de 1976, se rati­ficaba en el sentido de que el comprador de una obra particular está autori­zado, sin el permiso del propietario del copyright, «a vender o, de otromodo, disponer de la posesión de dicha copia»; pese a que los propietariosde copyright habían luchado contra el estatuto durante años, impidieron sinembargo que los estudios cinematográficos reclamaran un royalty por los al­quileres de vídeo, o que los propietarios de libros o grabaciones reivindica­ran un royalty sobre las copias dejadas en préstamo en las bibliotecas públi­cas. Al conceptuar la distribución de las obras digitales como formasinherentes de copiar, el equipo WIPO de Estados Unidos eludió sutilmentelas restricciones a la primera compra. Los redactores de las iniciativas sobreel copyright digital podrían por lo tanto abogar por una eliminación de losderechos de uso justo en aquellos casos en que fuera posible un uso autoriza-

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do, así como apoyar sus peticiones de software de encriptación de pistas di­señado para controlar el uso de los medios de comunicación digitales (Sa­muelson, 1996, pág. 136).

Estados Unidos caracteriza la transmisión digital como la distribuciónde copias porque es preciso copiar una obra digital con el fin de reproducir­la. Por eso dicha. transferencias son responsables de la protección del copy­right. Entre otros puntos de una agenda más amplia, la WIPO se proponelimitar los derechos del usuario y recortar «el uso justo y los privilegios aná­logos en los que la copia privada o personal de obras protegidas ha acos­tumbrado a escudarse» (Samuelson, 1997, pág. 398). Dicha postura ha he­cho retroceder efectivamente los preceptos del uso justo que defendían lostribunales de Estados Unidos cuando permitían la copia privada de vídeo dela programación audiovisual a principios de los ochenta. Observamos tam­bién cómo los espabilados propietarios corporativos de copyright utilizan ladistintiva tecnología de lo digital en contra de sí misma, dado que hay quecopiar un texto para leerlo (por ejemplo, materializarlo de algún modo, aun­que sea en señales RAM). Muy oportunamente, «el umbral de la originali­dad legal del copyright es un simple requisito de creación sin copia alguna»(Litman, 1990, pág. 1.(00). La infracción es asimilable a cualquier acto derecepción; la «reproducción efímera en el uso» a la que se refirió EstadosUnidos en el WIPO. Cada uno de los actos de lectura digital es, por lo tanto,un acto de copia. Tal como dijo recientemente el presidente de la ConsumerElectronics Association de Estados Unidos, «si la industria de los conteni­dos se sale con la suya, el botón del "play" se convertirá en el botón del"pay"» (Zinder, 2001, pág. 1D). Por ejemplo, pongamos que está viendouna película (a la que ha accedido legalmente a través de la web de un estu­dio) en su ordenador. Mientras se está viendo, partes del filme quedan al­macenadas en la memoria RAM del ordenador y como se está creando (encierto modo) una copia, el estudio tiene derecho a cerciorarse de que no seestán burlando sus programas de gestión de derechos encriptados, algo quesólo pueden hacer entrando en el dominio de su PC. La privacidad se eva­pora en un soplo de lógica. Mientras que estos marcos hipotéticos son mate­ria para los activistas de Internet, asegurarse de que los medios de comuni­cación digitales tengan mayor protección que las formas tradicionales demedios de comunicación es la embriagadora materia de los partidarios de unapolítica neoliberal. Las presentes negociaciones de los GATS pretenden sermás hábiles que las excepciones culturales europeas a través de la liberali­zación de los servicios on-line. Bajo la liberalización, la MPA está estraté­gicamente colocada para entrar en los nuevos mercados de servicios de co­municación y deberá «desafiar la libertad de maniobra de la CE y regular losservicios emergentes debido a su masivo potencial económico» (Wheeler.

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2000, pág. 258). En un entorno digital globalizado, en el que la üMC ga­rantiza que los impuestos de aduanas no serán gravados en las transmisioneselectrónicas, y Estados Unidos es líder en la «creación de una arquitecturapolítica impulsada por el mercado para su nueva economía digital» (Gobier­no de Estados Unidos, 1998, pág. 30), se avecina el peligro de que los su­puestos neoclásicos sobre el copyright (fundamentales para que el imperati­vo económico de la PI sea prioritario) arrollen las protecciones del dominiopúblico y del libre uso.

Conclusión

A medida que Internet y las formas de tecnología de duplicación digitalsiguen desarticulando las sensibilidades geográficas de la MPA, la regula­ción y las políticas de aplicación de las leyes recapitulan el imperativo es­pacial del capital corporativo. Clifford Schultz y BilI Saporito (1996) sugie­ren que existen algunas estrategias posibles para la protección de la PI, queavanzan a escala jerárquica (a saber, intentarlo con el primero, y, con los be­neficios de éste, ir a por el segundo); «sonreír y aguantarse» y confiar en lamítica «igualdad de oportunidades» del capitalismo; cooptar con los infrac­tores y ofrecerles oportunidades de negocio legítimas; educar al público;erradicar la demanda de piratería a través de campañas publicitarias; esta­blecer procedimientos de investigación y supervisión; crear etiquetaje dealta tecnología y tecnologías antipiratería incrustadas; desarrollar un pro­ducto en evolución constante; agruparse y presionar por la legislación de laPI; hacer coaliciones con organizaciones internacionales, gobiernos extran­jeros y agencias locales de aplicación de la ley; luego ceder ante determina­dos sectores de la industria. La prioridad del control de la PI se manifiestaen la reciente proliferación de alianzas y consorcios en el comercio de me­dios de comunicación (por ejemplo, el vínculo entre Dreamworks y Micro­soft y la formación de la AOL-Time Warner). Dichas transformaciones per­miten que los productores de contenidos obtengan acceso a los conductos dela información digital sin comprometer su PI (véase Bettig, 1997). Cómo vaa convivir esto con el intento de Hollywood de entrar en el terreno digital,que hasta hoy se le ha mostrado hostil, es algo que aún está por ver, pero to­das estas estrategias que convergen bajo la influencia de la NICL para laconsolidación de las fuerzas del trabajo creativas -racionalizada mediantela «integración vertical de nueva producción con la gestión de inventarios deinformación que se tiene en propiedad» (Benkler, 1999, pág. 401)- semueve inexorablemente en la dirección de una mayor privatización y delcerco de la producción de información.

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Al principio de este capítulo planteamos la espinosa cuestión de si Ho­llywood debía reconocer la piratería como forma viable de distribución ci­nematográfica. En la conclusión, mantenemos que la política cultural debereformular las formas tradicionales de propiedad de PI como reconocimien­to del proliferado estatus de la lectura de los medios de comunicación. Esosignifica que, junto con la fractura de la singularidad, la política de las regu­laciones debe reconocer la multiplicidad de lectores. Tal como John Hartleyseñala, leer no es «un solitario, individualista, enfermizo, suplementarioacto de silencio sujeto a una serie de impresiones gráficas imperiales». Con­tradiciendo esta epifenoménica delineación, leer es un «social, comunal,productivo, acto de escritura, un proceso dialógico que tan fundamental es(y que incluso puede llegar a ser) para la cultura popular» (Hartley, 1996,pág. 51). Existen pocas dudas respecto a que la intensa proliferación de laréplica digital garantice que la MPA haga uso del lenguaje altamente signi­ficativo de la piratería; lo único que quiere la cultura en todas partes es serlibre. Asimismo, en la medida en que intenta ampliar sus mercados a lugaresdonde normalmente ha estado presente como una cultura minoritaria -ycuriosamente mercados que frecuenta casi la mitad del globo----,Hollywoodtendrá que ser más innovador con su manera de desembarazar a los mediosde comunicación de su propiedad exclusiva y comprender las diferenciasque presentan estos nuevos mercados. Si tomara prestadas las observacionesrealizadas durante el anteriormente mencionado caso Sony, Hollywood po­dría reconocer que la piratería tiene formas de uso justo en zonas donde lasformas tradicionales de distribución/exhibición han dado como resultado unfracaso de mercado. En mercados como India y China, en los que los facto­res socioeconómicos impiden la distribución «legítima» de Hollywood, eluso justo provisional debería ampliarse a la piratería por tres razones: haydefectos en el mercado; la transferencia del uso es social y económicamen­te deseable (crea la cultura de la anticipación que respalda los mercados decomercialización de Hollywood); y el daño económico sustancial no es real­mente un factor que deba tenerse en cuenta (Gordon, 1982, pág. 1.614). Na­turalmente, Hollywood y sus representantes en la USTA serían los primerosen eliminar abruptamente esos privilegios provisionales del uso justo unavez que el mercado se hubiera mostrado beneficioso. Con el advenimientode las nuevas tecnologías digitales, la ley internacional de PI y la políticapública que conlleva podrían estructurar la propiedad textual a través de unterreno abigarrado en lugar de uncirlo a anticuadas y dudosas nociones desingular genio de autor. Por ejemplo, los esquemas fiscales y de autoriza­ción, leyes privadas horizontales y relaciones de compra centralizadas «pu­dieran ser preferibles a la fuerte interferencia por parte del Estado en la con­figuración de las relaciones verticales» establecidas por el copyright

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tradicional (Van der Merwe, 1999, pág. 313). Con todo, y en definitiva, setiene que dar algo aún más fuerte y fundamental. Con la explosiva interrela­ción de convergencia y diversificación generada por nuevas formas de tec­nología de la distribución y duplicación, habrá que tener más en cuenta losderechos básicos del consumidor; con sus prácticas de recepción reconoci­das como formas de trabajo creativo: «Se mueve dentro de una interaccióny no como puntos finales de entrega del producto» (Benkler, 2000, pág.564). Abordaremos estos temas con mayor detalle en nuestra conclusión. Demomento, señalamos que la política cultural puede incluso empezar por pre­guntar a la gente qué es lo que ésta pretende de los medios audiovisuales.Naturalmente, Hollywood lleva tiempo haciéndolo. Los dos siguientes capí­tulos muestran cómo.

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5. Distribución, mercadotecnia y exhibición

FB/ + e/A = TWA + Pan Am

Graffiti escrito por Eve Democracyen One +One, de Jean-Luc Gadard

Las mercancías provocan el deseo seduciendo a los consumidores, olien­do, sonando, sabiendo o pareciendo atractivas de modos que se toman presta­dos al amor romántico pero que luego revierten la relación: la gente aprendelas formas correctas del amor romántico a partir de las mismas mercancías(Haug, 1986, págs. 14, 17, 19). El término «estética del producto» cubre la di­visión entre lo que promete el producto (placer) y lo que lo anima(el lucro)(Haug, 1986, pág. 35). En el encuentro de 1913 de la US Nacional Associa­tion of Advertisers, un rótulo eléctrico estampaba la palabra «VERDAD» en le­tras de diez pies de altura; una provocación en una industria basada en la men­tira del etiquetaje. La reunión dio sus frutos en la «Baltimore TruthDeclaration», un código de conducta que especificaba y denunciaba la publi­cidad engañosa. Este compromiso con la verdad como fuerza productiva y es­tandarte para las industrias de la persuasión tenía un doble filo. Combinabauna incertidumbre interna-lo que era «verdad» en un mundo en constante yrápido cambio caracterizado por las definiciones que se hallan entre la necesi­dad y la capacidad de intervenir-e- con una ansiedad externa: el Estado puedeintervenir en los negocios de la Asociación a través de la regulación inoportu­na (Lears, 1983, pág. 20). Este cambio, entre el autogobierno y el gobierno pú­blico de lo popular, es la clave de la mercadotecnia de Hollywood tal como haemergido de esta industria tan estadounidense.

Tal como hemos visto, son muchas las razones que se han avanzado parala soberanía del cine de Hollywood en todo el mundo: valores de producción

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superiores, conducta de cartel, el hecho de que el imperialismo cultural fa­brique la transferencia del gusto más que de la tecnología o de la inversión,y el que los valores de signo americano estén en el epicentro de modernidadtrascendental; fijando los problemas sociales e individuales mediante el amor,el sexo y las mercancías,

Con el respeto que nos merece Godard y la cita que abre el capítulo, he­mos evitado las ecuaciones simples que explican el poder de Hollywood y,por el contrario, nos hemos esforzado en repensar este poder como contin­gente respecto del control refutable que Hollywood ejerce sobre la NICL, yque se sostiene mediante la explotación de los mercados de trabajo culturalnacional, la reproducción a través de la coproducción internacional de unacultura comercial que beneficie a Hollywood, y la aplicación y ejecución delos derechos de propiedad intelectual a modo de estrategia coercitiva en prodel comercio de pantalla de Hollywood. En este capítulo, abordamos lacuarta y más prosaica de las series de procesos y prácticas que han permiti­do que Hollywood ejerciera su control sobre las condiciones y las posibili­dades de la labor cultural: la venta.

Hollywood ha experimentado cuatro fases de propiedad y concentraciónen mercadotecnia, distribución y exhibición. Hasta 1948, tuvo lugar una in­tensa integración del negocio de la exhibición con la producción y la distri­bución. La mayoría de las salas de cine de Norteamérica estaban ubicadas enlucrativos mercados urbanos y proyectaban lo que hacían sus estudios, demodo que había menos necesidad de una promoción organizada y agresivade las películas como la que vemos hoy. Ello vino seguido de una década dedes inversión por una resolución dictada en transacción con las fuerzas fede­rales antifideicomiso. La distribución se convirtió en ellocus del poder de laindustria, y la mercadotecnia del cine empezó su inexorable avance hacia elcentro de las actividades de la industria. Llegó la televisión, compitiendopor el público de las salas de cine, e innovaciones técnicas que incluían lapantalla panorámica, el 3-D y otros ardides salieron a la superficie como es­tratagemas de mercadotecnia. La creciente consolidación tuvo lugar desdeentonces hasta la década de los ochenta, momento en que la desregulacióndio paso a la reintegración (Steinbock, 1995, págs. 109-110).

Excepto por un breve período en los sesenta en que los majors flirtearoncon la experimentación y con películas basadas en el prestigio de sus direc­tores, un ethos de aversión al riesgo les inclinó a favor de estrategias comoel uso repetido de las fórmulas, las secuelas, las películas acontecimiento, ylas estrellas, los directores y los guionistas «taquilleros» (Litman, 1998, pág.26; Wyatt, 1994, págs. 69-94). Estas estrategias de reducción de riesgos noconseguían eliminarlos; eran meros síntomas del creciente frenesí que habíacreado la «demanda de incertidumbre» en la cultura financiera de Holly-

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wood (Litrnan y Ahn, 1998, pág. 173). No obstante, la incertidumbre es­tructural empezó a atraer una creciente inversión en mercadotecnia y enestudios de audiencia a lo largo de los años setenta. Hollywood se había con­vertido en «una ciudad industrial dominada por conglomerados de mediosde comunicación más cómodos con la MBA que con los jefazos del cine. Elnuevo cultivo de ejecutivos de estudio ya hablaba el lenguaje de la investi­gación de mercado. Varias empresas de mercadotecnia se trasladaron a Ho­llywood para ir tomando posiciones ventajosas en lo que prometía ser unaescalada de las oportunidades de negocios» «<Lemen>, 1999, pág. 18). Lamercadotecnia se apoderó con mano firme del Hollywood global en la eraReagan de los ochenta. Para entonces, los técnicos en mercadotecnia se ha­bían infiltrado en la industria a través de los «estratos burocráticos» del sec­tor de la distribución (Litman, 1998, pág. 24), que formaron rápidamente undenso sedimento ocupacional dentro de la NICL, y que fueron clasificadoscon los «contables, personal de ventas, gerentes de almacén y otros» (Moran,1996, pág. 2). Tal como observa Albert Moran (1996), los trabajadores delsector de la distribución tienen «poco glamour» y son invisibles al público, apesar de que trabajan en todos los lugares donde está presente el Hollywoodglobal, desde la distribución global a la nacional a salas de cine y mercadossubsidiarios de cable de pago, PPV, televisión comercial y vídeo casero.

Los estudios norteamericanos operan con redes de distribución vertical­mente integradas, y utilizan el masivo mercado de la televisión nacionalpara garantizar la recuperación rápida de las inversiones, incluso de susmúltiples fracasos en la exhibición de primera línea. Cada estudio majar yla mayoría de los más importantes entre los así llamados independientes tie­nen acuerdos de producción con distribuidores asociados que suponen quela tercera parte de los costes se recuperará de un modo u otro. La United In- 'ternacional Pictures (UIP), la Fox, la Wamer Bross, Buena Vista (Disney) yColumbia (Sony) operan todas de este modo. En Estados Unidos, la distri­bución es básicamente un oligopolio, mientras que en el resto del mundoestá un tanto dividida (World Trade Organization, 1998). La Warner Bross,Fox y Columbia TriStar tienen sus propias redes de distribución internacio­nales. Otros estudios funcionan a partir de UTE. La UIP, que ha sido objetode investigaciones por conducta de cartel por parte de Estados Unidos, es­trena para la MOM, la Pararnount y la Universal desde que la MOM dejó laFax International. En Canadá, los distribuidores actuaron en connivenciapara asistir a los propietarios multinacionales de las multisalas, mientras queen España no hay ni un solo distribuidor que no sea subsidiario de un majarde Hollywood (Durie y otros, 2000, pág. 87; Short, 1997; Moerk, 2000;«Cariada Probes», 2000). Tanto dentro del tetritorio nacional como fuera, ladistribución está concentrada masivamente (Litrnan, 1998, págs. 22-23).

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Un buen ejemplo de este poder concentrado en el currículo cultural deuna nación es la notable película británica Riff-Raff (Riff-Raff, K. Loach,1990), que estaba teniendo un éxito de taquilla en el país hasta que pidieronal exhibidor que la quitara de cartel para poner Llamaradas (Backdraft,R. Howard, 1991), que ya había cosechado un espectacular fracaso en Esta­dos Unidos y seguía con esa tendencia en todas partes. Angus Finney (1996,págs. 70, 140-141, 145) señala que hicieron saltar Herida (Damage, L. Ma­lle, 1993) del cartel de una sala inglesa tras una semana de proyección, pesea que había batido todos los récords de taquilla en favor de material nortea­mericano comprado a través de un sistema de reserva previa. Y tomando enconsideración el caso de The Full Monty, que recaudó sumas fenomenales yfue nominada para un Premio de la Academia a la mejor película, ¿cabe atri­buir su éxito a que, de pronto, a los ingleses les salió por arte de magia unapelícula comercial? No, todo dependió de la decisión de la Fax de estrenarla película. El santo grial del estreno mundial a través de un distribuidor es­tadounidense garantizó un público y una oportunidad justa para que elatractivo del texto llegara hasta él. En Gran Bretaña, The Full Monty era eltipo de película -un relato del sombrío panorama del paro industrial en el nor­te de Gran Bretaña- que exigía recorrer cincuenta millas para ir a verla.Pero la exhibición en muhisalas que aportaba la Fax supuso cientos de pan­tallas en todo el país. El productor de la película, Uberto Pasolini, lo cuentacomo sigue:

Distribución, distribución, distribución, ése es el tema [oo.] todo ese asun­to que les dice la gente a los productoreseuropeos de que lo que necesitaneshacer películas que el público quiera ver es una tontería absoluta. Hay pelí­culas americanasque no deberíanestar en 100salas, películasespantosasconunas críticas terribles que no le importan a nadie, pero como un major tieneinfluencia, las aguantan en las pantallas.

Pasolini, citado en Dawtrey, 1997,pág. 9

La distribución es igual de importante en el mercado del vídeo, que haconseguido consolidarse firmemente desde finales de los noventa. En esteterreno los majors compran los derechos para la distribución en vídeo y ven­den las cintas a los minoristas, la mayoría de ellos tiendas de alquiler. Porejemplo, la Universal es la distribuidora al por mayor en el mercado de ví­deo de DreamWorks, Lion's Gate y Playboy. Artisan distribuye HallmarkEntertainment, Trimark, Family Home Video y otras. La Warner distribuyeNew Line y se prevé que le llegará su tumo como distribuidora de Dream­works en 2002. La MGM distribuye sus propios productos de vídeo, peroutiliza las redes de expedición de la Warner. Mientras que los distribuidores

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de vídeo son vendedores al por mayor, los distribuidores a las salas de cinese convierten, efectivamente, en productores una vez que «sus» productoshan entrado en el estadio vídeo de su vida, momento en que se transformanmágicamente en fabricantes y proveedores con derechos sobre el título queanteriormente pertenecía a los productores (Wasko, 1994, pág. 138-140).Los productores más pequeños se benefician de la venta de un porcentaje desu película a los distribuidores majors de vídeo por medio del ahorro total delos costes de distribución y el espaldarazo que reciben sus productos de laeconomía de escala de los majors en manufactura, expedición, departamen­tos de venta, ventajas relativas a la fama de la marca registrada y, en el casode vender a detallistas majors, que la película sea incluida en primera líneacon el fin de captar espacio en la parrilla de programación. J Pero incluso esenivel de distinción entre el proceso de producción creativa y la distribuciónde un intermediario gris es engañosa. Pues ya en etapas muy tempranas dela vida de una película ésta puede obtener financiación mediante una pre­venta, de modo que los distribuidores están lo bastante encantados con unapropuesta cuya difusión garantizan a través de acuerdos de exhibición ya es­tablecidos o potenciales.

Con el advenimiento de la distribución a través de Internet, o el así lla­mado vídeo a la carta, los estudios majors probablemente distribuirán laspelículas directamente a servidores domésticos para evitar la piratería, parareducir costes a la vez que lograrán un vínculo directo con los públicos paracuando quieran realizar un estudio de los mismos (véase el capítulo 6), ypara defendersu posición como principales distribuidores de entretenimien­to nacionales contra la competencia de la televisión de pago y los serviciosde alquiler de vídeo (Peers, 2001; Mathews, 2(01). Hacia el 2001, Sony,Disney y Wamer Bross iniciaron proyectos de vídeo a la carta, y se están lle­vando a cabo experimentos en empresas de hardware (tal como vimos en elcapítulo 4) y en Miramax y en varias compañías norteamericanas de Inter­net que utilizan la tecnología de la encriptación que hacen que las películasde PPD sean imposibles de copiar y, al cabo de veinticuatro horas, imposi­bles de ejecutar. Dicho formato fue diseñado para impedir que se bajaran pe­lículas de Internet en países donde hay restricciones a la distribución (Art­hur, 200 1). De dichos experimentos se desprende que la distribución enInternet reemplazará la televisión de pago y el vídeo, como ocurrió con lapornografía industrial, aunque la distribución en salas sobrevivirá a estecambio tecnológico, del mismo modo que capeó el impacto de la televisióny de las grabadoras de vídeo (Moore, 2000, págs. 202-205).

1. Gracias a Culleen Petruzzi, productor ejecutivo de Universal Music and Video Distri­bution, por estas observaciones.

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Las condiciones de la mercadotecnia cinematográfica

El jefe de la Viacom Sumner Redstone le dijo re­cientemente a Bill Kartozian, presidente de la Nacio­nal Association o! Theatre Owners, que había dadocon la fórmula para reducir los gastos en produccióncinematográfica. «Ya no haremos más peliculas ma­las», dijo.

«Hollywood's Incredible TurkeyMachine», 1999

La distribución internacional a las salas de cine es muy cara, debido a loscostes de las copias, la publicidad y la mano de obra; la multiplicidad de me­dios de comunicación y lugares requiere de mucha burocracia. Y, sin em­bargo, a medida que los costes de producción siguen aumentando para laspelículas de Hollywood, el coste relativo del ciclo de la distribución física(tanto legal como ilegal) se está reduciendo. Ése es especialmente el caso delos conglomerados de entretenimiento altamente capitalizados e integradosque poseen los estudios de Hollywood, porque están estructurados para sub­vencionar los fracasos y los riesgos de las empresas mediáticas de maneraconjunta y asegurar flujos de capital, y pueden coordinar la mercadotecniaen distintos territorios con el fin de recortar los costes de los estudios demercado y de las actividades de promoción (Durie y otros, 2000, págs. 89­90; Litman, 1998, pág. 24). A la vez, el coste de distribución que se gasta enla mercadotecnia de las películas ha aumentado en espiral, hasta el punto deque se ha convertido en un «drenado de beneficios» (Litman, 1998, pág. 59).La industria cinematográfica invierte de media casi el doble en actividadesde mercadotecnia que las otras industrias comparables. Según AdvertisingAge, si los estudios majors, incluidos Dreamworks y MGM/UA, se agrupa­ran bajo una única categoría, su gasto de 2.550 millones de dólares en pu­blicidad en 1999 los colocaría en el tercer lugar después de las industrias delautomóvil y los minoristas (Endicott, 2000, pág. S12). Los costes medios deHollywood en promoción crecieron de 19,8 millones de dólares en 1996 a22,2 millones en 1997, a diferencia de lo que ocurrió en otras industrias y ci­nes nacionales (European Audiovisual Observatory, 1998).

Inicialmente, el gasto en mercadotecnia en la promoción de las películascreció porque la competencia de precios no era un factor que les hiciera ob­tener una mayor cuota de mercado, como en el caso del mercado cinemato­gráfico de estreno de primera hornada en salas de Estados Unidos. Bajo di­chas circunstancias, las empresas rivales compiten con campañas demercadotecnia para diferenciar sus películas de las de sus competidores. Loscostes en mercadotecnia escalan cuando un oligopolio de cinco o seis em-

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presas controla el mercado de la distribución cinematográfica utilizando ca­rísimas campañas de mercadotecnia para derrotar a sus rivales y frenar elavance y el radio potencial de sus nuevos competidores, en la medida enque, colectivamente, construyen y mantienen lo que los economistas danen llamar «una barrera de entrada por diferenciación del producto» (Litman,1998, págs. 277, 59). Una barrera de entrada por diferenciación de productopuede concebirse como una acumulación extra de preferencias del consumi­dor (Hoskins y otros, 1997, pág. 61). La que se denomina «preferencia acu­mulativa» de los consumidores se basa en clichés de publicidad «de los ge­nios creativos de Walt Disney» o «de los productores de Titanio>. Elloconcede a los majors el hipotético monopolio de la conciencia del especta­dor de cine. Sin embargo, sólo con la «preferencia acumulativa» no se man­tiene la hegemonía de Hollywood ni se justifican los costes en mercadotecnia.

En primer lugar, la estrategia de reducción de riesgos de la producciónpor paquetes de proyectos tiene como consecuencia que los estudios estánhaciendo un número ingente de películas, inspirada en la correcta presun­ción de que no saben absolutamente nada acerca de los gustos del público yde que aproximadamente el 95 % de las películas fracasarán estrepitosa­mente. No existe otra economía cinematográfica que tenga una formaciónde capital suficiente para embarcarse en estas estrategias de alto riesgo. Estaeconomía de escala crea una barrera de entrada para la competencia en ladistribución, que les permite forzar a los exhibidores extranjeros a someter­se a las reservas en bloque: sólo te dan la película de Spielberg si te quedastambién con la de Jean-CIaude Van Damme. Segundo, la escala precisa deuna gran estructura de mercadotecnia para cerciorarse de que la diferencia­ción es continuada y sistemática. Ello implica un esfuerzo masivo de ventaspor una película concreta, que utiliza las herramientas convencionales de lamercadotecnia: publicidad, promociones, logística y distribución al por me­nor, innovación y diseño del producto. Sin embargo, también comporta unaampliación de las tareas de mercadotecnia de apoyo (publicidad corporati­va, relaciones públicas y alianzas políticas -véase más abaj<r-) y, dadoque no saben nada de audiencias, una supervisión exhaustiva «<conducta»del consumidor e investigaciones de público y de mercado -véase el capítulo6-). Finalmente, ayuda a recordar que el fracaso inminente de mercado noes ningún secretito que sólo sepan los economistas, es un secreto a voces; esfundamental para la filosofía de los negocios que impera en Hollywood. Laescalada de ansiedad que conlleva el negocio del cine provoca una extraor­dinaria necesidad de ritualizar el uso de la mercadotecnia en todas las fasesde la vida de una película. Barry Litman y Hoekyuhn Ahn (1998, pág. 173)han sugerido que el miedo a hacer una película sin un conocimiento delmercado es comparable al miedo a construir un rascacielos para, el día de la

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inauguración, descubrir que no le gusta a nadie. Con unas apuestas tan altas,no cabe sorprenderse de que, tal como dijo un antiguo ejecutivo de merca­dotecnia, «una campaña de mercadotecnia se aborde con el mismo celo yplanificación melódica con que un general prepara una invasión» (Lukk,1997, pág. ix).

Así pues, enormes sumas de dinero van a parar a la mercadotecnia cine­matográfica por razones (y sinrazones) que trascienden la labor convencio­nal de promoción que consiste en proporcionar «preferencia acumulativa» alos distribuidores majors: consuela a los ejecutivos cinematográficos queconviven con el riesgo del fracaso en taquilla; sistematiza la barrera compe­titiva de diferenciación del producto bajo condiciones de oligopolio; regulapoblaciones de espectadores de cine mediante operaciones de supervisióndel consuntidor, y, a través de su mercadotecnia de apoyo, promueve lasasociaciones positivas, generalmente con el cartel de distribución de Holly­wood. Fundamentalmente, el persistente y creciente aumento de la inversiónen mercadotecnia refuerza la ya existente barrera de la escala económica delos majors respecto de los nuevos competidores en la distribución cinema­tográfica mundial (véase Hoskins y otros, 1997, págs. 61-62).

A un nivel estructural, pues, el aumento de los costes de la mercadotec­nia de una película salvaguarda el poder sobre el mercado de los distribui­dores majors y la hegemonía de Hollywood. Sólo en teoría pueden los dis­tribuidores de pequeñas especialidades y de películas de serie B utilizar lamercadotecnia para desafiar a los majors. En la práctica, una mercadotecniacompetitiva requiere en la actualidad de inversiones a una escala que estéfuera del alcance de los distribuidores más pequeños de cualquier parte delmundo. En realidad, socavar el 75 u 85 % de la cuota del mercado de los ma­jors puede significar gastar más en mercadotecnia que en hacer una pelícu­la. Ésa fue la razón por la que Gramercy Pictures pagó el doble de lo que ha­bía invertido en la producción de Cuatro bodas y un funeral para podercomercializar la película en Estados Unidos (Lukk, 1997). Naturalmente,Gramercy era una UTE (unión temporal de empresas) de Polygram Film En­tertainment y Universal Pictures, que mantuvo la tranquilizadora cancionci­lla de que había dinero a espuertas para que lo escuchara el distribuidor deesta especialidad. Finalmente, con la acelerada capitalización y con el al­cance organizativo de la mercadotecnia cinematográfica, los técnicos enmercadotecnia han escalado del escalafón de la autoría hasta llegar a ocuparposiciones estratégicas dentro de la maquinaria de la pantalla en el Holly­wood global.

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Guardianes de los textos: posicionamiento, playabiUtyy comerciabilidad

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Los cineastas ingleses tienen que aprender queuna gran calidad no garantiza un éxito en taquilla. De­ben añadir un toque de grupo muestra elegido y de en­cuestas. y estar preparados para cambiar sus produc­tos, si es necesario, igual que hacen los estudios majorsde Hollywood. O eso, o mantener su integridad y se­guir siendo pobres.

DARJUS SANAI, 1999, pág. 12

Para cualquiera que piense en ir al cine, la mercadotecnia de promociónaparece en primera instancia como servicio. Cada anuncio, crítica de pelí­cula o evento publicitario proporciona información a partir de la que tomaruna decisión relativa a lo que hay que ver. En cierto modo, la informaciónde la mercadotecnia parece reducir los riesgos de la vida diaria que conllevagastar dinero. Después de todo, no se puede comprobar cómo es una pelícu­la sin pagar por verla, a diferencia de un jersey en unos grandes almacenes.Por ello, se puede decir que la mercadotecnia de las películas es un plus in­formativo que le ayuda a uno a realizar una compra racional de una entradade cine bajo circunstancias que en realidad le fuerzan a hacer algo muy irra­cional: a saber, comprar un producto a ciegas. Con todo, a estas alturas de­bería ser obvio que la mercadotecnia no está del lado de la protección del con­sumidor. Los técnicos en mercadotecnia no trabajan para uno, y sus clientesciertamente no desean que uno tome una decisión independiente acerca decómo gastar su dinero. Los técnicos en mercadotecnia y sus ejecutivos de­sempeñan un papel estratégico como guardianes de Hollywood, y sólo ledan su bendición a aquellos proyectos cinematográficos con potencial comer­cial Yposibilidades para la mercadotecnia, y se cercioran de que dichas pe­lículas lleguen a los circuitos de publicidad y a las salas más cercanas a uno.

Las barreras más insalvables a las que tienen que enfrentarse los cineastasde fuera de Estados Unidos cuando quieren entrar en el Hollywood global denuestros días son Jos técnicos de mercadotecnia (Lukk, 1997, págs. x-xi). Lostécnicos en mercadotecnia leen las historias y ven las películas de un mododistinto a como lo hace la mayoría de la gente. Son capaces de escrutar en laspantallas y las páginas en busca de elementos llamados de posicionamiento yde playability que les dan acceso a una concepción del proyecto cinemato­gráfico en términos de potencial comercial norteamericano. El posiciona­miento no es relativo a la localización de una película ni a su exhibición, sinoa lo que los técnicos en mercadotecnia quieren «hacer con la mente del posi-

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ble cliente». Es decir, «posicionar el producto en la mente del posible cliente»(Ries y Trout, 1981, pág. 2). Los inventores del concepto de posicionamientonos dicen que su «perspectiva básica [...] no consiste en crear algo nuevo ydistinto, sino en manipular lo que ya está en la mente, atar de nuevo las cone­xiones que ya existen» (Ries y Trout, 1981, pág. 5). La mente de un público,en cuanto posible cliente, se concibe como un órgano que busca respuestassimples en un mercado atestado de información-entretenimiento. «La únicadefensa que tiene una persona en ésta nuestra sociedad tan comunicada en ex­ceso», dicen Al Ries y Jack Trout (1981, pág. 6), «es una mente simplificadaen exceso». Posicionar una película para la mente simplificada en exceso delpúblico significa hallar elementos de la historia de una película que sean fáci­les de comunicar en términos simples. Éstos son los aspectos que la haránvendible. Los técnicos en mercadotecnia explotan las historias y las películaspor los aspectos que las hacen vendibles y que posibilitan el posicionamiento.

Los ejecutivos de mercadotecnia de Gramercy Pictures, por ejemplo,posicionaron Cuatro bodas y un funeral de muchas maneras. Para un públi­co probable, era la historia de «dos personas que se pertenecen la una a laotra pero nunca se tienen»; para otro, era una historia de unos amigos que seencuentran en bodas muy curiosas y de la serie de cosas divertidas que lesocurren. Posicionar se simplifica aún más con la reducción de estos públicosprobables a lo que los técnicos en mercadotecnia llaman segmentos. La seg­mentación clasifica a los públicos en secciones demográficas para distintosposicionamientos de la misma película. Cuatro bodas... se posicionó paraun segmento de entre 18 y 24 años como «una mirada cómica acerca de lospeligros de estar soltero», mientras que para el segmento de 25 a 34 años era«una comedia romántica de humor inglés, un producto high concept expre­sado como un cruce de los Monty Python con Algo para recordar (Sleeplessin Seattle, N, Ephron, 1993), y al segmento de mayores de 35 años se la pre­sentaron como «un Mucho ruido y pocas nueces no shakespeariano» (Lukk,1997, pág. 5). De un modo similar, a cada película norteamericana se le ad­judican cien descripciones genéricas para utilizar en mercados específicos.Bailando con lobos (Dances with Wolves, K. Costner, 1990) se vendió enFrancia como una dramatización de estilo documental de la vida de los na­tivos americanos, y Malcolm X (Malcolm X, S. Lee, 1991) se promocionóen ese país con carteles de la bandera de las barras y estrellas en llamas (Da­nan, 1995, págs. 131-132, 137). Gérard Depardieu consiguió entrar en el re­parto de 102 dálmatas (102 Dalmatians, K. Lima, 2000), Michelle Yeoh enEl mañana nunca muere y Tcheky Karyo en El patriota para apoyar el atrac­tivo de la película fuera de Estados Unidos (Martin, 2000). Las coproduc­ciones internacionales también realizan cruces entre las preferencias cultu­rales con el fin de posicionar películas en las pantallas de muchos países.

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Las interpretaciones arbitrarias del posicionamiento simplifican los sig­nificados de una película con el objetivo de apelar a los impulsos simples,imaginarios, de los distintos públicos nacionales. Aunque las películas ca­rezcan de aspectos que las hagan vendibles, se les sigue aplicando imperio­samente el posicionamiento. A los públicos de las proyecciones de sondeode Pulp Fiction (Pulp Fiction, Q. Tarantino, 1994) o les encantó o se salie­ron de la sala. Los que dijeron que les había gustado no pertenecían a ningúnsegmento diferenciado por la mercadotecnia, lo que para los genios de lamercadotecnia de Miramax sólo significó una cosa: «era diferente» y «teníaalgo para todo el mundo» (<<Lerner», 1999, pág. 18; Lukk, 1997, pág. 22).Esos ejecutivos decidieron asignar al azar numerosos posicionamientos dePulp Fiction (los que la odiaron no entraron en el cómputo) para el públicodividido en categorías tanto de clases pudientes como de obreros, cada unade las cuales estaba subdividida, además, en segmentos geográficos y deedad.

Obviamente, esta labor de conjeturar al azar puede incurrir en bastanteserrores. La versión en lengua española de El emperador y sus locuras (TheEmperor's New Groove, Mark Díndal, 2(00), fracasó entre el público his­panohablante de Estados Unidos, que optó por ver la versión inglesa. Ese in­tento fallido de cultivar' al público latino (el 75 % de los latinos de EstadosUnidos no van al cine) mediante una estrategia de posicionamiento aparen­temente a prueba de fracasos fue especialmente vergonzoso para los técni­cos en mercadotecnia de Los Ángeles, donde casi la mitad de los espectado­res de cine potenciales son latinos o latinas. Tal como señaló un corresponsalde la agencia de noticias española EFE, «a Hollywood lo que le pasa es queno sabe cómo dirigirse a su público bilingüe» «<Fracasa el último estreno»,2001). Esperando un respiro (Waiting to Exhale, F. Whitaker, 1995) se po­sicionó primero ampliamente como «pelea de chicas» (sic) pero, cuando elpúblico no reaccionó, la reposicionaron a la retrospectiva para el segmentode público que sí 10 hizo: «una pelea de chicas afroarnericana» (Lukk, 1997,pág. 39). Dicho «descubrimiento» tenía más que ver con defender las débi­les técnicas de mercadotecnia que con identificar la mente del espectador decine de raza negra de clase media de Estados Unidos, para quien Hollywoodempezó a posicionar una o dos películas al año.

Mientras que el posicionamiento tiene que ver con hallar el lugar co­rrecto donde colocar una película en la mente colectiva de un público, laplayability es relativa a la predicción de cuán satisfecho quedará el públicocon el posicionamiento. Cuando se trata de determinar la playability de unapelícula, los técnicos en mercadotecnia dejan de fijarse en la película paraempezar a dirigir estudios, y optan por preguntar a la gente cuáles son las ca­racterísticas externas que están acorde con las del público que sospechan

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que está predispuesto a ver la película o la idea de película que están posi­cionando. Ahí es donde las pruebas previas, las proyecciones de prueba(examen sistemático de las películas entre públicos preseleccionados) y losrastreos cobran importancia (para más información al respecto, véase el capí­tulo 6). Las proyecciones de prueba y los rastreos se suelen utilizar para eva­luar lo que los técnicos en mercadotecnia llaman overcome y el «quierover­la». El overcome es un sustantivo que describe un obstáculo en el caminodel claro posicionamiento (Lukk, 1997. pág. 85), como en «hemos tenidomuchas dificultades en overcome al público para Meshes in the Afternoon»(Maya Deren y Alexander Hammid, 1943). El «quieroverla» que tan a me­nudo se pronuncia se refiere al nivel de conciencia y de deseo que rodea unapelícula concreta. como en «Titanic tuvo mucho "quieroverla", (Lukk, 1997.págs. 8-9). La prueba de playability de Pulp Fiction, que tuvo «buena pun­tuación» entre los segmentos de público estadounidense «urbano» y «étni­co». ayudó a los técnicos en mercadotecnia a concebir el «quieroverla» de lapelícula. Como comentó un ejecutivo, «el público se volvió loco» cuandosalió el tráiler con el volumen «a tope» de la canción «Jungle Boggie» (cita­do en Lukk, 1997. pág. 26). Se estaba refiriendo a un tráiler que recibió laclasificación R, ya en sí mismo un signo adverso para posicionar una pelí­cula en las mentes del público con relación a las películas de acción y aven­turas o thrillers. El tráiler también pretendía posicionarse en las mentes delos que en su día fueron baby-boomers combinando clips de escenas de ac­ción. un elemento siempre muy explotable comercialmente, con una bandasonora de música retro de los setenta. Otras maneras de crear un «quiero­verla» han surgido a partir de promociones por la red que publicitan nuevos es­trenos de películas a través de Internet, de la que se considera que ofrece suspropias y poderosas capacidades de posicionamiento. Por ejemplo, la películade aventuras fantásticas El señor de los anillos: la comunidad del anillo (Lordofthe Rings: The Fellowship of the Ring, Peter Jackson, 2001) tuvo el mayoríndice de descargas en un día de una promoción cinematográfica en Internet,con 1,6 millones de descargas, que batió el récord anterior, 1 millón de des­cargas por día de La amenaza fantasma «<New Une Cinema Verifies», 2000).

La comerciabilidad difiere del potencial comercial de una película (po­sicionamiento y playability) porque está basada en los cálculos de un téc­nico en mercadotecnia a partir de todos los elementos de una película quepueden utilizarse para su promoción y publicidad a través de sus tráilers,carteles, televisión, radio, revistas e Internet. También están condicionadospor el hecho de que la película ya ha sido objeto de acuerdos previos de pro­moción cruzada que conllevan la gestión de los detallistas, los restaurantesde comida rápida y otros medios de comunicación de entretenimiento, espe­cialmente las grabaciones de música. Cuanto mayor sea el número de ele-

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memos afines a la publicidad -incluidos las imágenes de la película, el ar­gumento, el género y la estilización- mayor será su comerciabilidad (Wyatt,1994; Lukk, 1997). Desde la perspectiva de un técnico en mercadotecnia,una película puede tener una elevada playahility y un gran potencial comer­cial pero carecer de comerciabilidad, un problema al que se enfrentaban lostécnicos de mercadotecnia en la película documental Hoop Dreams (SteveJames, 1994) (Lukk, 1997, pág. 97).

Hasta ahora hemos visto cómo la evaluación del potencial comercial(posicionamiento y playability) y la comerciabilidad están basadas en crite­rios de mercado restrictivos, y también cómo dicho proceso alimenta unajerga técnica que confiere credibilidad, o como mínimo un aura de profesio­nalidad, a los juicios de los técnicos de mercadotecnia y a su interpretaciónde los valores de una película. No obstante, la influencia de la mercadotec­nia no está confinada a las fases de la posproducción y el estreno. El poten­cial comercial y la comerciabilidad están afirmados y manipulados en loselementos textuales de un filme durante la preproducción y la producción,fusionando efectivamente la distribución con la producción y difuminandolas viejas divisiones escalares y espaciales de este proceso.

Los cálculos de preproducción y de manipulación de la comerciabilidadse realizan con un ojo en·cada uno de los niveles de interés de una películamientras todavía está en producción y en los futuros productos asociados ypromociones cruzadas de las grabaciones musicales, comida rápida, video­juegos, muñecos y otros productos que pueden incorporarse a los elementosde producción del diseño visual de una película. A menudo, en este estadio,la película no es más que un título. Por ejemplo, Armageddon de la Disneyera el nombre de un concepto de mercadotecnia que todavía está por escri­bir (McChesney, 1999, pág. 39). Incluso los técnicos en mercadotecnia tie­nen irónica conciencia de esta tendencia de Hollywood. Un reciente anunciopublicitario de un refresco para la televisión que se hizo muy popular se ba­saba en este proceso y describía a una serie de ejecutivos de mercadotecniadiseñando tudos los detalles asquerosos de una campaña de publicidad y co­mercialización de una película sobre un hombre gigante que comía babosas.Lo único que quedaba por hacer era la película de verdad (Lowe & Partners,para la marca Sprite).

Una de las consecuencias más conocidas de la comerciabilidad planifi­cada es la colocación del producto (Wasko, 1994). Los distribuidores ma­jors contratan a especialistas en colocación y a compañías independientesde colocación del producto para asegurarse de que «literalmente todo cuan­to usted vea (en una película), aparte de los detalles de fondo, está ahí porun acuerdo» (Herman, 2000, pág. 48). Algunos directores incluso intentanmeter sus productos favoritos en las películas. Hay treinta y cinco compa-

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ñías de colocación del producto en Estados Unidos. Los detallistas y pro­ductores de bienes de consumo pagan anualmente a las compañías de colo­cación del producto anticipos sobre los honorarios de SO.OOO dólares o máspara que estudien detenidamente miles de guiones al año en busca de esce­nas en las que puedan colocar sus marcas registradas. El director de una em­presa de colocación se jactaba de que la colocación del producto es «legíti­mamente la única manera de pagar una vez por un "anuncio" que aparecerápara siempre» (Herman, 2000, pág. 48).

Las promociones cruzadas y los productos asociados a la comercializa­ción, se planifiquen durante la fase de producción o de distribución, partende los elementos comercializables de la película para suscitar la concien­cia de la misma en los medios de comunicación y en los canales de publici­dad no mediáticos. Por ejemplo, a los ejecutivos de mercadotecnia en'Gra­merey se les ocurrió la idea de realizar una promoción cruzada de Cuatrobodas y un funeral con la participación en un concurso para ganar unas va­caciones. Formaron una sociedad con una línea aérea francesa y una agen­cia de viajes para ofrecer a los ganadores una luna de miel gratuita en Tahi­tí. La promoción se vendió también en las cafeterías Starbucks, una agenciamatrimonial de ámbito nacional, tiendas de trajes de novias y floristas. Gra­merey organizó proyecciones de promoción con la misma agencia matrimo­nial estadounidense y con floristerías mediante correo electrónico y resultóque algunas cadenas de televisión estaban dispuestas a promocionar la pelí­cula en programas concurso en los que se competía por el mejor vídeo deboda (Lukk, 1997, pág. IS). Tal vez con mucho más éxito, los productosasociados a la comercialización del mercado global han promocionado pelí­culas recientes de la serie de James Bond vendiendo la franquicia de la pu­blicidad de vodka, coches deportivos, teléfonos móviles, lociones, tarjetasde crédito y cerveza (McChesney, 1999, pág. 39). Para otra película de fan­tasías de espionaje, Spy Kids (Spy Kids, Robert Rodríguez, 2001), los ele­mentos comercializables de la película estaban vinculados a un montón demuñecos espía de alta tecnología de Compaq, RCA, Sprint y otras compa­ñías fabricantes de artefactos, y se promocionaron en anuncios del minoris­ta en productos electrónicos Radio Shack.

Naturalmente, el objetivo de la promoción cruzada y de asociar una se­rie de productos a la comercialización es vender tanto la película como losproductos que se le asocian. Sony Signatures, el departamento de productosde consumo de Sony Picture Entertainment, dispuso que el director y las es­trellas de Stuart Little, un ratón en la familia (Stuart Little, R. Minkof, 1999)aparecieran en una importante feria de juguetes, dado que «el personaje deStuart se presta a un mundo de posibilidades de licencia y comercialización»para sus socios en la promoción cruzada Hasbro (juguetes en general), Har-

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perCollins (edición de libros) y Learning Curve (juguetes específicos) (<<Co­lumbia Pictures», «Stuart Little», ]999). Escogieron una serie de productospara asociarlos a las campañas de «marcas» como Godzilla. Men in Black:hombres de negro (Men in Black, B. Sonenfeld, 1997), La máscara del zo­rro (The Mask ofZorro, M. Campbell, 1998), «Godzilla: The Series», «Menin Black: The Series», Dawson Creek y «Extreme Ghostbusters», Asimis­mo, la Burger King Corporation gastó una cifra que se estima en 40 millo­nes de dólares en publicidad y comida temática, juguetes y embalaje basa­dos en la historia y los personajes de Chicken Run: evasión en la granja(Chicken Run, P. Lord y N. Park, 2000). Los niños pudieron escuchar la vozde Mel Gibson por televisión pidiéndoles que salvaran a los pollos comien­do los whoopers del Burger King. Según un comunicado de prensa de Bur­ger King, se animó a los jóvenes consumidores a visitar Jos restaurantes decomida rápida de la compañía para «poner en escena las secuencias de lahuida de la película consumiendo un menú de chicken tenders con forma deavión». La British Airways también invirtió en Chicken Run con la campaña«Vuele con el gallinero hasta Londres». En total, la Dreamworks percibió100 millones de dólares en concepto de asociaciones o promoción conjunta,que incluían también la de la compañía petrolífera Chevron, Clorox Co., GoldCircle Farms y una cadena de supermercados de California (Friedman,2000a, pág. 3).

Lucas es el líder indiscutible en promoción cruzada y la creación de unaserie de productos asociados a la comercialización. Semanas antes de que seestrenara el superventas de la LucasFilm Ltd. La amenaza fantasma, la mer­cancía autorizada asociada a su mercadotecnia «inundó las tiendas de mu­ñecos, los portales de Internet, los restaurantes de comida rápida, las tiendas.de informática, las de música, los supermercados, las librerías y los quios­cos». Hasbro Toys, que le aseguró a Lucas 500 millones de dólares de ro­yalties por los muñecos de La amenaza fantasma, las «espadas luminosas»y las «naves espaciales», creó incluso una oficina especial para un «vice­presidente ejecutivo de La guerra de las galaxias» (Elliot, 1999, pág. 1). LaPepsi-Cola Company, una unidad de la Pepsi-Co, gastó 2.000 millones dedólares para patrocinar La amenaza fantasma y sus secuelas. No es sorpren­dente, pues, que el relativamente pequeño presupuesto de promoción de Laamenaza fantasma, de 20 millones de dólares (de los que finalmente sólo segastaron 14 millones), se beneficiara de las campañas de mercadotecnia delos que compran licencias, los que comercializan los productos asociados asu promoción y los minoristas. Además, habiendo convertido este evento ci­nematográfico en un evento de mercadotecnia cinematográfica, LucasFilmatrajo una cantidad sin precedentes de publicidad en los medios, acumulóartículos en Entertainment Weekly, GQ, Newsweek, Premiere, Time, Vanity

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Fair, Wired, Popular Mechanics «<The Machines of "Star Wars"»), Vogue«<"Star Wars" Couture») y TV Guide. Tal como describió una revista espe­cializada el fenómeno de La guerra de las galaxias, «la historia ya no es tan­to el producto de entretenimiento en sí cuanto la mercadotecnia del mismo»(Elliot, 1999, pág. 1).

Así, compre uno finalmente la entrada para ver una película o no, losejecutivos de la mercadotecnia ya han decidido que existe un público parauna película que posea la combinación adecuada de elevada playability, po­sicionamiento claro y una comerciabilidad abundante. Si los especialistas demercado no perciben la presencia de esta trinidad, pueden negarse a dar elvisto bueno a un proyecto cinematográfico, aunque lo más probable es quepropongan cambios que normalicen el contenido y el valor de un proyectocomercial. Uno de los efectos importantes del control textual de la merca­dotecnia es la multiplicación de las sociedades corporativas que surgen de lapromoción cruzada y de los tratos en materia de comercialización. Los vín­culos potenciales de los especialistas del mercado con los minoristas puedenser indexados a partir del grado de comerciabilidad que se le encuentra a unproyecto cinematográfico. Una mayor comerciabilidad no sólo significa quehay más elementos de la película compatibles con la publicidad, sino que tam­bién comporta más asociaciones con corporaciones de bienes de consumo yservicios. Y cuando proliferan los intereses corporativos. el menor signo defracaso en taquilla «hace estremecer Wall Streel» (McChesney, 1999. pág. 39),Yamenaza la credibilidad de la mercadotecnia ante sus clientes más impor­tantes. Sin embargo, cuando todo está dicho y hecho. los proyectos que si­guen careciendo del respaldo de los especialistas del mercado pueden llegara hacerse de todos modos si la película encuentra a un ejecutivo de estudioo a un gran inversor que lo guíe a través del sistema. También es cierto queson muchas las salidas con las que cuenta Hollywood en asuntos de exhibi­ción, y los majors pueden depender siempre de las reservas en bloque y la li­citación a ciegas,la red segura del oligopolio, de modo que hasta las pelícu­las «que no tienen éxito» puedan producir eventualmente algún beneficio.

Además del filtro selectivo que utiliza la burocracia de la mercadotecniapara determinar qué tipo de películas se hacen y qué contenido dotará a lapantalla de comerciabilidad, los ejecutivos de la mercadotecnia también de­ciden cuándo y dónde se va a exhibir una película. Parten de una estimaciónaproximada de sesenta días para la fecha de estreno de la película, que cal­culan una vez saben la fecha en que recibirán la copia final, la fecha más cerca­na en que pueden proyectar la película a los medios de comunicación, y cuán­to tardarán éstos en empezar a hacer publicidad de la película. Una vez quehan hecho eso, analizan la competencia a la que tendrán que enfrentarse enesas fechas y realizan los ajustes de agenda necesarios antes de decidir la

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primera fecha de estreno para la exhibición nacional (Lukk, 1997, pág. 3).Antes de que se estrene una película, los especialistas del mercado inun­

dan el espacio público con tráilers, carteles, televisión y anuncios en la pren­sa; todo lo cual fragmenta las imágenes clave de una película y las conden­sa en simples imágenes que se utilizarán para atraer a la gente a la sala decine así como a las subsecuentes ventanas de exhibición (Wyatt, 1994, pág.131). Las ediciones del viernes y el sábado del New York Times son escapa­rates de los estrenos en sala de Estados Unidos, en buena medida porque losespecialistas del mercado creen que «es un periódico nacional que puede po­sicionar la película tanto para los públicos regionales como para los críti­cos» (Lukk, 1999, pág. 27). Los anuncios en la prensa escrita de gran difu­sión y las revistas especializadas también destacan los atributos visuales dela película. En el 2001, las distribuidoras majors planificaron reducir la in­versión en los anuncios en prensa escrita, que les suponían un gasto de 900millones de dólares anuales sólo en periódicos (Friedman, 2001, pág. 1), Yampliaron la de la promoción y publicidad televisiva, que de hecho ya era elcanal dominante para la mayor parte de la mercadotecnia cinematográfica.Ello era debido, en buena parte, al crecimiento de los canales nacionales decable y a la superposición de redes de publicidad nacionales en los merca­dos locales, donde la publicidad en los periódicos se consideraba redundan­te. El cable ha aumentado especialmente la habilidad de los especialistas delmercado para designar y escoger sus objetivos de público, especialmente detelevisión musical, que ofrecen una tremenda flexibilidad para posicionarpelículas entre el segmento clave de los especialisIas del mercado que va delos hombres de 14 a 24 años (Wyatt, 1994, pág. 44-52). También se ha con­vertido en algo axiomático que los especialistas del mercado cinematogréficocompren espacios en las cadenas televisivas las noches de los jueves. Segúnlos publicistas, ésa es la noche de la semana en que se congrega un mayornúmero de público cinematográfico potencial frente a la televisión, y cuan­do el mayor grupo susceptible de comerciabilidad (hombres jóvenes y sol­teros) decide en primera elección una película para el fin de semana (Lukk,1997; Litman, 1998, pág. 41).

Las decisiones acerca del número de copias también son importantes duorante el último esfuerzo promocional de la exhibición de un filme. Junto alpresupuesto de publicidad, las copias suelen aumentar un 50 % los costes demercadotecnia del valor total de una película. Desde la perspectiva de la mer­cadotecnia, la inversión está justificada porque más copias significa másoportunidades de que se cuelguen carteles y de que el título de una películaocupe el espacio disponible de las marquesinas, a modo de valla publicitariaque anuncia la llegada de un nuevo producto. Las estrategias de estreno, porconsiguiente, suelen incluir la consideración de un volumen de copias opti-

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mista como parte de un evento de mercadotecnia por sí mismo junto con lapublicidad y otras promociones. Los distribuidores majors suelen optar porun estreno amplio de unas 1.000 a 2.000 copias que van, entre otras, a 100salas de Los Ángeles y a ochenta en Nueva York. Los estrenos masivos hanllegado a suponer «unos tres cuartos del total de los ingresos en taquilla»(Lukk, 1997, pág. 6-7). En contraste, los distribuidores especializados utili­zan un método llamado plataformar que consiste en estrenar copias en unastres-cinco salas clave en Los Ángeles y Nueva York para crear expectativasobre la película y luego «plataformar» sus películas a otras ciudades (Lukk,1997, pág. 6; Wyatt, 1994, pág. 110). Una de las principales estrategias a lahora de llevar películas no comercializables al mercado es una saturación decopias de la misma película para asegurarse de que la película «pueda re­caudar tanto dinero como sea posible antes de que (el proverbial) boca aboca acabe con las posibilidades de la película en taquilla» (Lukk, 1997,pág. 7), con lo que se permite una recuperación más rápida de los costes deproducción (Balio, 1998a, pág. 59). Obviamente, la saturación es un meroejercicio de control del distribuidor majar sobre lo que se ofrece y lo que seescoge.

Tras la fecha de su primer estreno nacional, los largometrajes de ficciónde Estados Unidos tienen al menos nueve oportunidades de recuperar su in­versión: las salas de cine de Estados Unidos, durante cuatro meses a partirdel estreno en el país; las salas de cine extranjeras (4 a 18 meses), el circui­to de vídeo de Estados Unidos (6-30 meses); los circuitos extranjeros de ví­deo (9-24 meses); la televisión por cable de Estados Unidos (12-36 meses);las cadenas de televisión de Estados Unidos (36-60 meses); las cadenas detelevisión extranjeras (48-60 meses); la segunda televisión por cable de Es­tados Unidos (66-72 meses); y la venta de la misma a los canales indepen­dientes en Estados Unidos (Gershon, 1997, pág. 40) Este florecimiento deformatos y ubicaciones ha supuesto un período de bonanza para Hollywood.Hace tan sólo un cuarto de siglo, la compra directa del consumidor en la UEyen Estados Unidos era una opción que se canalizaba únicamente a travésde la asistencia a una sala de cine. A finales de los noventa, suponía sólo el31,3 % del gasto, la televisión de pago el 34%, la compra de vídeo un20,4 % Yel alquiler de vídeo el 14,2 %. Calibrado a partir de las mismas sa­lidas, por ejemplo, el gasto inglés en películas creció un 750 % entre 1981 y1997. Los ingresos de las salas de cine son apenas una pequeña fraccióncuando se comparan con los de venta y alquiler de vídeo (Durie y otros,2000, págs. 15-17; Hettrick, 2001).

El sistema de exhibición se ha modernizado a lo largo de los noventa conla globalización de las multisalas, ya en sí mismas sujetas a desarrollos enlas franquicias de restaurantes de comida rápida y la aglomeración del mero

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chandise a partir del crecimiento de las zonas de tiendas, ya que suelen serlas tiendas locales las que financian las mismas salas. Esta convergencia deespacio con otros sectores minoristas también se da en el ámbito de los sis­temas de gestión, y la propiedad en manos de cadenas está desplazando a laindependiente, de modo que los productores-distribuidores de Hollywood seestán interesando de nuevo por las salas de cine (Litman, 1998, pág. 18, 33;Blackstone y Bowman, 1999). Hasta los noventa, Europa Occidental, queseguía siendo la joya de la corona de Hollywood en términos de ingresos in­ternacionales, había vivido un declive en el número de pantallas y entradas.El número de salas se redujo un60 % entre 1960 y 1990, mientras que el to­tal de las entradas en Europa Occidental cayó de 2.900 millones a 564 mi­llones a medida que las actividades de ocio alternativas y las maneras de verlas «películas» se multiplicaban. La tendencia no revertió hasta 1997, cuan­do las entradas en la Unión Europea subieron a 758,5 millones (Durie yotros, 2000, págs. 10-11). Esta reversión fue alimentada, en parte, por los1.650 millones de dólares invertidos en la construcción de nueve salas sóloen Gran Bretaña, la mayoría de las cuales fueron financiadas por empresasestadounidenses, la United Cinemas International (una UTE de la MCA y laParamount), la Wamer Bross y la AMe. En lugar de ofrecer suficientes pan­tallas que permitan selecciones diversas de todo el mundo (o incluso delmismo país), las multisalas han alentado a los distribuidores a buscar múlti­ples espacios para cada película dentro de un complejo. Pueden hallarse ex­cepciones menores: las treinta pantallas del Star City de Birmingham in­cluían seis dedicadas a Bollywood (Durie y otros, 2000, págs. 10-11, 153;Younge, 2000). En Estados Unidos -donde, tal como dijo Michael Barker,presidente de Sony Pictures Classics, «antaño eran los franceses los que es-.taban en boga, ahora son los latínoamericanose-i-, se dedicaron 400 panta­llas a las películas en lengua española «<España Promocionará», 2000).

Antes, lo habitual era que los públicos internacionales tuvieran que es­perar seis meses a que las películas estadounidenses llegaran a sus pantallas,pero se convirtieron en cuatro semanas a lo largo de los noventa, y se gene­ró una mayor presión en el espacio que pertenecía a los materiales locales(Short, 1997). Pese a que en Europa se suelen ridiculizar las multisalascomo el «frente de los blockbuster americanos» que han socavado las sali­das independientes (European Audiovisual Observatory, 1998), Valenti serefiere a ellas como «cómodas y limpias» (1993, pág. 148). El interés de losespecialistas del mercado por lo que ocurre en realidad dentro de esos «fren­tes cómodos» nos proporciona el trasunto del capítulo 6.

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Mercadotecnia de apoyo y otros

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El mismo señor Yalenti raramente pisa una sala decine. En calidad de capitoste que vela por los interesesde unos estudios majors, pasa buena parte de su tiem­po acosando a su gobierno y a los gobiernos extranje­ros para que emprendan más acciones que restañen eldrenaje de ingresos de Hollywood debido a la pirate­ría cinematográfica. A finales de este mes viajará denuevo con un grupo de dignatarios financieros queacompañarán al secretario de comercio de EstadosUnidos, William Daley, a Asia. un semillero de falsifi­caciones y de hurto del copyright,

«Hollywood Incredible Turkey Machine», 1999

El constante estruendo de la mercadotecnia de apoyo rodea el poder ylos centros de lucro de distribución, mercadotecnia y exhibici6n. La merca­dotecnia de apoyo está íntimamente relacionada con el esfuerzo de ventas y,por lo tanto, se intensifica durante las saturaciones cíclicas de estrenos.También está consagrada a limpiar la imagen corporativa, especialmentecomo respuesta a los ocasionales titulares de periódico acerca de los abusosdel cartel de Hollywood para con los niños y las mujeres, la última megafu­sión o la amenaza de una huelga laboral. En cierto modo, todos los ejecuti­vos de los medios de comunicación, las revistas gremiales, la mayoría de loscríticos cinematográficos, muchos estudiosos del cine y los informativos delos medios de comunicaci6n son defensores de la industria cinematográfica.Además, aparte del singular papel que desempeña Valenti como conquista­dor de culturas, la mercadotecnia de apoyo se deja en manos de los especia­listas del mercado profesionales, cabilderos y firmas de relaciones públicaspara promocionar el conocimiento y la aclamación de la industria y sus ac­tividades. La mercadotecnia de apoyo pretende crear una imagen positiva dela marca, aclamación popular y apoyo político plural para los distribuidoresmajors de Hollywood. La firma o marca registrada es una forma de equidadsimbólica que puede ser acumulada mediante la mercadotecnia de apoyo re­gular, dando a los distribuidores majors una «ventaja de marca registrada»sobre los recién llegados. El valor de la marca de un estudio también se vereforzado por cada empresa de publicidad y cada campaña publicitaria, porel hecho de que las estrellas aparezcan en televisión, por tráilers, marquesi­nas, carteles y paneles 'a la entrada de los cines, y los productos asociados(Litman, 1998, págs. 32-33). El mejor tipo de mercadotecnia de apoyo co­nocida para generar aclamación popular se da con la publicidad, la promo-

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ción y la cobertura de los medios en los espectáculos del gremio (es decir.los festivales de cine) y ceremonias de entrega de premios. La ceremonia deentrega de premios más celebrada. los Osear, tiene lugar anualmente y estáorganizada por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.Entre los festivales anuales importantes hay que citar los de Santa Mónica.Cannes, Montecarlo, Berlín. San Sebastián, Sundance, Toronto, Telluride yel de Hamptons. A lo largo del año. esos festivales de la mercadotecnia sa­can a la luz pública los nuevos estrenos y ofrecen un punto de encuentropara que productores y distribuidores acuerden y cierren los tratos pendien­tes. Actividades de mercadotecnia de apoyo similares incluyen los premiosdel Film Information Council a «la película mejor comercializada del mes».

La mercadotecnia de apoyo toma un giro más disciplinar cuando organi­zaciones comerciales poderosas como la AFMA y la MPAA ejercen un ca­bildeo político. contribuyen con millones de dólares a la influencia de losprincipales partidos políticos. y establecen relaciones internacionales a tra­vés de esfuerzos comerciales corporativos e imperiosos. especialmente en lalucha corporativa transnaciona1 contra la piratería (véase el capítulo 4). LaAFMA trabaja para compañías independientes de cine y televisión que ha­cen y distribuyen películas en lengua inglesa por todo el mundo. La AFMArepresenta a 150 compañías de veinte países, incluidas New Line, Miramax,Polygram, King World, Saban Pictures International, HBO Enterprises,NBC Enterprises, Endemol, Capitol Films, Intermedia y Kushner-Locke.Tal como hemos visto, la organización comercial más importante es laMPAA. La mayor parte de los ciudadanos de Estados Unidos sólo saben dela MPAA por su sistema de clasificación. que también es una forma de mer­cadotecnia de apoyo. En cuanto característica mercadotécnica del embalaje.final de un filme. una clasificación comunica algo acerca del contenido de lapelícula. pero su función de publicidad de apoyo básica es reforzar la idea deque la industria es capaz de autorregularse. El sistema de clasificación de laMPAA invita a la gente a pensar que la industria tiene códigos éticos y sigueideales nobles, como proteger a los niños de las influencias perniciosas.

Mientras que las actividades demercadotecnia de apoyo refuerzan tantoel elogio del público popular como el apoyo político formal a la hegemoníanacional e internacional de Hollywood. se han montado campañas rivales na­cionales y panregionales en apoyo de los sistemas de promoción y distribu­ción diseñados para controlar la NICL. Por ejemplo. el National Screen Ins­titute of Canada se asoció con la Cultural Enterprises Intemational, con baseen Toronto, para lanzar el programa «Going to Market», que pretendía «in­crementar los conocimientos en mercadotecnia y acuerdos de los producto­res canadienses (y) situar a los guionistas. directores y productores cana­dienses en la cima de los mercados internacionales [oo.) mediante una

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estrategia específica y relacionada con los festivales» (Binning, 1999 a, pág. 2).En Europa, mientras la década de los noventa asistió a una reducción de las ci­fras de exportación y una disminución aún mayor de los mercados de EstadosUnidos, ya de por sí recelosos ante la importación (Finney, 1996, págs. 145,140), los cines nacionales intentan políticas que refuercen la distribución y lamercadotecnia en sus países de origen. Francia, el enemigo eterno de los Es­tados Unidos en el GAlT y en la OMC en cuestiones de protección cultural,ofrece en la actualidad incentivos financieros y fiscales para la compra de pe­lículas locales y facilita su estreno, siempre y cuando se asuma la plena res­ponsabilidad y los fondos se destinen en realidad a asegurar la circulación dela película dentro de un período específico. Tiene una cuarta parte de la cuotadel mercado nacional, gracias a una serie de estrategias, pero sigue bajo el do­minio de Hollywood porque los diez distribuidores más importantes del paísson de propiedad estadounidense. Los alemanes ofrecen préstamos libres deintereses para ayudar a financiar, distribuir, copiar y publicitar, e incluso haymecanismos municipales que se encargan de ello. Italia concede «préstamos abajo interés» para ayudar a la distribución local y la penetración en el extran­jero (KPMG, 1996, págs. 68-69, 87,138; Finney, 1996, pág. 146). Gran Bre­taña, que no ha tenido tanta ayuda como otros países europeos, se tuvo queenfrentar a una situación en la que la mitad de los sesenta y nueve filmes pro­ducidos en 1994 no se habían estrenado aún al cabo de dos años. El Gobier­no español ha emprendido una serie de iniciativas con un ojo puesto en la eli­minación del sistema de cuotas de exhibición de Estados Unidos, que incluyeun programa de subvenciones al cine español, y otro en la promoción de lascoproducciones entre España y Latinoamérica. El plan de Audiovisual Deve­lopment and Promotion of Cinematography recompensa a las asociacionescon proyectos comercialmente orientados como el Ibermedia, un fondo crea­do por Iberoamericana de Chile para apoyar el desarrollo de coproduccionesen todo el mundo de habla española (<<España Promocionará», 2000).

Titanic atrajo la atención respecto de un fenómeno que se había estado de­sarrollando silenciosamente a lo largo de una década: una coalición entre dosestudios, la Paramount y la Fox, para dividir la distribución nacional y global(European Audiovisual Observatory, 1998). Se formaron entonces alianzasregionales para ofrecer algunos programas de mercadotecnia de apoyo y fon­dos para desarrollar la distribución paneuropea. La European Film Promotion(EFP), por ejemplo, fue fundada en 1997 para ayudar a vender el cine europeoen el mercado audiovisnal internacional. Comprende veinte organizaciones depromoción y exportación de dieciocho países europeos," y tiene sus cuarteles

2. Las organizaciones miembros de la EFP son la Austrian Film Cornmission, el BritishCouncil, el DanishFilm Institute, la Export-Union des Deutschcn Filme, Film FundLuxem­

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generales en Hamburgo, en unas instalaciones pagadas por la German FederalGovernment Commissioner for Cultural Affairs and the Media. Su principalactividad hasta la fecha ha sido un evento itinerante llamado «Shooting Stars»,en el que nuevos directores y actores de los países miembros viajaban a festi­vales internacionales de cine, de Berlín a Posan, para exhibir la diversidad desu producción cinematográfica por toda Europa y promocionar sus propiasobras y carreras mediante su exposición a la prensa internacional y a los com­pradores.

Respaldando la alianza EFP está el programa MEDIA, que se lanzó du­rante los primeros años de la década de los noventa con la pretensión de ha­cer que la producción cinematográfica europea fuera regionalmente cohesi­va en interés de la rentabilidad, aun siendo también sensible a las culturaslocales -un intento de mezclar comercio y cultura a través del intercambiode medios de comunicación dentro de la UE mediante nuevas formas de dis­tribución, en lugar de mediante las coproducciones internacionales-, Losprimeros cinco años asistieron a una financiación anual por debajo de loscostes de producción de un superventas de Hollywood. MEDIA 11, más sus­tancioso (405 millones de dólares), estuvo vigente de 1995 al 2000, y apor­tó un interés especial por la distribución, el desarrollo y la formación ade­más de la circulación global de los textos europeos, En cuanto al primerMEDIA, se privilegió la producción intelectual y las películas de éxito ten­dían a viajar sólo dentro de su comunidad lingüística de origen, a diferenciade sus rivales de Hollywood, MEDIA 111 (MEDIA PLUS) pretendía inter­venciones similares. Su presupuesto de 355 millones de dólares está justifi­cado en la ayuda a la creación de 300.000 nuevos puestos de trabajo en elsector audiovisual de la UE entre el 2001 y el 2005 a través de una conjun­ción de éxito de mercado y subvención pública, junto a e-Europa, una ini­ciativa de Internet (Theiler, 1999, pág. 570-571, 576; «European Commis­sioner», 1999; Stern, 1999 y 1999-2000).

En Asia, se formó una alianza regional con una estructura distinta peroobjetivos parecidos a través de la labor de la fundación Network for the Pro­motion of Asia-Pacific Cinema (NETPAC).3 La NETPAC (www.pacific.

bourg, Finnish Film Fund, Aanders Image, Greek Film Centre, Holland Film. Icelandic FilmFund, Instituto de Cine (ICAA) de España, Instituto do Cinema, Audiovisual E Multimédia(lCAM) de Portugal. Irish Film Board, Italia Cinema-Italian Cinema Promotion Agency,Norwegían Film lnstitute, Swedish Film Institute, Swiss Film Center, Unifrance Film Inter­national y Wallonie-Bruxelles Images.

3. La NETPAC incluye los siguientes participantes: Alpha Film (Turquía). Asia PacificMedia Center-Annenberg Center en la Universidad de California del Sur, Asian Film Centre(Sri Lanka), China Film Impon & Expon Corporaríon, Choijiv Nergui (Mongolia), Cinema­ya: The Asian Film Quarterly (Nueva Delhi), Daily News Newspaper (Tailandia), Expon &

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net.sg/siff y www.asianfilms.org)sefundóenI994eincluyeacríticos.ci­neastas, organizadores de festivales y comisarios, distribuidores y exhibido­res, y educadores. La NETPAC se centra en ayudar a los nuevos directoresa promocionar su obra en el mercado audiovisual internacional. Empezó conuna serie de conferencias patrocinadas en parte por la UNESca, que le ayu­dó a construir su red de participantes y establecer Asian Films Centres portodo el mundo. Su presencia aumenta con su participación en Asian FilmFestivals y las conferencias que ha organizado junto a ésta en la India, Japón,Hawai, Rotterdam, Singapur, las Filipinas y Corea. Mientras la NETPACdiseña los materiales educativos y coordina el intercambio internacional nocomercial para dar a conocer la obra panasiática (en efecto, una contraparti­da para el Hollywood global), también conduce a la mercadotecnia promo­cional y de apoyo a través de programas como «The Asian Film DiscoverySelection», que comercializa paquetes de películas asiáticas con un tema co­mún (por ejemplo, directoras de cine asiáticas, documentales asiáticos ocine joven asiático).

Todos los esfuerzos anteriormente citados en el sentido de apoyar pro­gramas subvencionados por el Estado, de servicio público o comerciales(pero sin ánimo de lucro) se han ofrecido como fuente de distribución defondos ajena al oligopolio de distribución hollywoodiense, en primer lugarproponiéndose en primera instancia para lograr ayuda financiera y ayudatécnica a bajo coste para los pequeños productores nacionales. No obstante,en la medida en que la política neoliberal amenaza el mundo de los fondospúblicos, las garantías políticas tradicionales para la producción y distribu­ción de los proyectos cinematográficos carentes de capital están desapare­ciendo, determinando una tendencia hacia la dependencia de fondos de in­versión capitalistas. Cuando el capital financiero toma posesión del libro decuentas, como en Hollywood, tiende a elevar el poder de los distribuidorescomerciales de gran alcance. Ello es debido a que los bancos consideran quelos distribuidores, que les ofrecen una lista de películas candidatas, sonapuestas más seguras que los pequeños productores de cine, que les presen­tan sólo una película (justo lo contrario de los criterios del Estado tradicio­nal y de los fondos públicos). Cuando el dinero que solía salir de los pro-

Film Promotion (Pakistán), Films from the South Film Festival (Noruega), Fribomg Interna­tional Film Festival (Suiza), Hong Kong Arts Center, International Film Festival de Rótter­dam, lntemational Forum for New Cinema (Alemania), Japan Film Library Council, KelabSeni Filem de Malasía. Korean Motion Picture Corporation, Melboume International FilmFestival. Mowelfund Film Institute (Manila), Protishabda Altemative Como Center (Bangla­desh), Pusan Intematicnal Film Festival (Corea del Sur), Singapore IntemationaJ Film Festi­val, Sub-Commission on the Arts (Filipinas), Taiwan Film Cenrer, The Japan FoundationASEAN Cultural Center. Vietnam Cinema Association y el Vietnam Cinema Department.

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gramas públicos empieza a evaporarse, el poder textual cambia a los distri­buidores quienes, como hemos visto, traducen la presión de los bancos porver los números en criterios de mercado para financiar películas. Como dijoun inversor canadiense: «Los distribuidores son las vacas lecheras, los quepagan los préstamos son ellos» (Binning, 1999, pág. 23). Los proyectos in­dependientes, que carecen de capital y de participaciones, salen perdiendo.

De ahí que la lógica permanente de la política audiovisual de la VE estéen la actualidad orientada hacia lo comercial y lo lucrativo: favorece clara­mente los amplios y existentes intereses que pueden seguir explotándose.Para los artífices de la política de la VE, las razones para pasarse a los crite­rios de mercado no eran nada ambiguas: en 1999 las salas de cine de la VEseguían llenas de películas de Hollywood, con una ocupación del SO % de laprogramación. Del otro 20 %, sólo el 5 % eran importaciones de otros paí­ses europeos. Viviane Reding, la comisaria europea clave, proclamó que elMEDIA PLUS aseguraría «la producción audiovisual europea que ya noestá basada en su inventiva y originalidad, y en el reflejo de nuestra diversi­dad cultural, sino que se propone resueltamente ganarse al público europeoy el del resto del mundo»: La táctica consistía evidentemente en concentrar­se en la distribución cinematográfica y en la mercadotecnia más que en laproducción (Theiler, 1999, págs. 570-571, 576; «European Commissioner»,1999; Reding citado en «Circulation», 1999; Stern, 1999 y 1999-2(00). Eseempujón que pretende desplazar, o por lo menos sincronizar la inversión­distribución del sector público con proyectos comerciales a mayor escala, senutre del impulso de varios países miembros de la VE, como España (don­de las películas nacionales en el año 2000 supusieron el 9 % de la exhibiciónen salas de cine), que esperan subirse al carro para obtener una participaciónmayor en la inversión privada en el cine nacional y la coproducción interna­cional. La organización gremial Federación de Asociaciones de ProductoresAudiovisuales de España (FAPAE) y el conglomerado multinacional de lastelecomunicaciones y el entretenimiento Telefónica, han formado alianzascon representantes de unas cien empresas mediáticas de Latinoamérica yEspaña para llevar a cabo conversaciones sobre coproducción audiovisualiberoamericana, cuyo fin último es hallar las estrategias que les permitanllegar a los estadounidenses de habla española. La orientación de este grupoqueda reflejada en el comentario de un especialista de mercado brasileño:«No deberíamos terminar como siempre, atacando las distribuidoras majorsde Hollywood. Es mejor aprender de ellas, no atacarlas» (citado en «Distri­buidores apuntan», 2(00).

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La respuesta de los estudios de pantalla

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Para el público estadounidense, el ruin y verdepersonaje principal de la nueva película de la Univer­sal Pictures, El grinch (How the Grincb Stole Christ­mas, R. Howard. 2000) no requiere presentación. Sinembargo.fuera de Estados Unidos.la mención al grinchsuele suscitar un «¿Quién?», y no están hablando delos residentes de Whoville.

BRUCE ORWALL, 2000, pág. B 1

Hemos planteado toda una serie de cuestiones que los estudios de panta­lla deberían abordar desde la perspectiva histórica, interpretar y criticarcomo parte neurálgica de su labor. Y, sin embargo, la expansión de la mer­cadotecnia en el Hollywood global y la sincronización de las estrategias dedistribución a todo el mundo sólo son un elemento fragmentario de lo que seaborda en los estudios de pantalla. Naturalmente, no hay que recurrir a unestudioso del cine para que nos hable de la gran influencia que ha cobrado lamercadotecnia en el mundo del cine; está lo bastante claro cuando uno ve aMeg Ryan y a Tom Hanks tomándose un café en el Starbucks o utilizandolos e-mails AüL para enamorarse. Resultaba curioso ver al doctor Malignode Mike Myers tramando la destrucción de Austin Powers sobre una taza decafé Starbucks, y es difícil pasar por alto a John Travolta tumbado panzaarriba sobre el mostrador del Krispy Kreme de Primary Colors y musitandoentre dientes «No debería comer tantos glazed treat», y a Danny, un traba­jador del Krispy Kremer diciéndole: «Bueno, ya sabes, algo hay que comer»(Herman, 2000, pág. 48) La lista es como sigue: en The faculty (The Faculty,R. Rodríguez, 1998), el reparto lleva vestuario de Tommy Hilfiger; en Un

papá genial (Big Daddy, D. Dugan, 1999), de la Columbia, aparecían tantosaparatos audiovisuales de la Sony que podría ponerse con ellos un negociominorista de electrodomésticos; Matt Damon y Ben Affleck compartenDunkin'Donuts en El indomable Will Hunting (Good Will Hunting, G. V.Sant, 1997), Tom Cruise hace carreras con un paquete de Sweet'n'Low so­bre el muslo de Nicole Kidman en Días de trueno (Days ofThunder, T. Scott,1990), E. T, lava las piezas Reese con cerveza Coors ... Y, ciertamente, tam­poco es preciso que nadie nos indique que los personajes y el argumento deuna película inundan las tiendas de juguetes, tiendas que realizan descuen­tos por compras grandes, las tiendas especializadas, las librerías, las tiendasde música y los parques temáticos. Más allá de lo obvio, ¿qué pueden decir­nos los estudios de pantalla acerca de los efectos de la mercadotecnia sobresus primordiales objetos de interés, los textos fílmicos?

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Uno de los autores que ha abordado esta cuestión es Justin Wyatt (1994).Su obra es una tentativa de reconciliar la historia de la incursión de la mer­cadotecnia en el mundo de la cinematografía con una narrativa humanistaque preserve tanto la presencia en su condición de autores de los cineastasindividuales como la experiencia estética de los espectadores. Esta concep­ción econoestética de la mercadotecnia fílmica ofrece un punto de partidaúnico desde el que registrar los efectos textuales de la mercadotecnia asícomo su significado histórico. Wyatt concibe el high-concept como una ca­tegoría estética distinta engendrada durante el período «posclásico» de lahistoria del cine. Fue un momento en que una nueva diferenciación ortodo­xa del producto dio a los cineastas más oportunidades de hacer películas in­dividuales de calidades distintas y aspectos diferentes, incluso en momentosen que el oligopolio de los distribuidores majors estimulaba la homogenei­zación de la línea de productos (Wyatt, 1994, pág. 104). Wyatt reinscribe laconcentración y la conglomeración como condiciones, más que como corta­pisas, de la posibilidad estética. Desde dicha perspectiva histórica, percibeel ascendente de la «expresividad industrial», es decir, del uso autocons­ciente de las convenciones de la mercadotecnia que prima la «expresión delautor» característica de las convenciones del cine de arte y ensayo (1994,págs. 60-64). La infiltración mutua de estos modos expresivos se convirtióen una condición general de la cinematografía después de los años sesenta.

De todas las fórmulas que surgieron de esta alquimia estética, el high­concept fue la que más se caracterizaba por una «estructuración coherente yrepetida de [...] sus elementos alrededor de las posibilidades de mercadotec­nia de un proyecto» (Wyatt, 1994, pág. 64). La «expresividad industrial» dela mercadotecnia determinó su fórmula con la concepción de una película encuanto «exceso» formal motivado por puros intereses comerciales. Este«exceso» está ahí donde haya un «vacío en la motivación (artística) de laobra» (Wyatt, 1994, pág. 28), es decir, donde haya una preponderancia delos elementos fílmicos que sean prescindibles para hacer que la historiaavance o para establecer un estilo acorde con la historia. Wyatt distinguecuidadosamente entre este tipo de exceso comercialmente motivado y losexcesos narrativos del melodrama (\994, pág. 34). Cuando se utiliza el «ex­ceso» con fines comerciales, la concepción estética de sus elementos está alservicio de mejorar la comerciabilidad de la película; por ejemplo: la deco­ración exagerada, ambientes con alta tecnología o cualquier otro efecto es­pecial que distorsione la percepción de un conjunto de elementos formales ynarrativos por lo demás consistentes y coherentes (Wyatt, 1994, pág. 24).Las estrellas son otro de los componentes que se suele utilizar para el exce­so comercial, especialmente cuando su presencia en una película viene de­terminada más por su «condición de taquillera» que por consideraciones na-

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rrativas no comerciales o estilísticas. La denominación high-concept parauna película permite a la lógica del mercado dictar las elecciones estéticasde la misma. En sus palabras: «Dado que el exceso representado en las pelí­culas de high-concept no viene determinado por una visión personal, la ló­gica del mercado es claramente la autora del estilo». «Exceso» es, en defi­nitiva,la firma de la autoría corporativa (Wyatt, 1994, págs. 34-36).

Dicho modo de «expresividad industrial» no le sería de ninguna utilidada la mercadotecnia si los elementos comercializables de una película, sus«excesos», no fueran proclives a un tratamiento por parte de la publicidad dela misma película y de la comercialización asociadas. Wyatt detalla nume­rosas maneras por las que un contenido fílmico comercializable va de lostextos fílmicos a los textos de la mercadotecnia a través de toda una seriede puntos comerciales. Por ejemplo, la música y la imagen se pueden extraerde una película y disponerla de nuevo en módulos «separados de la narrati­va», y luego trasladados a la televisión como videoclip musical que promo­cione la película (1994, págs. 40-44). Los «excesos» modulares reaparecentambién bajo otras formas mediáticas y promocionales, entre las que se in­cluyen la radio, los tráilers, carteles artísticos, Internet, publicidad en laprensa escrita, promociones cruzadas y productos asociados. A medida queestos módulos de mercadotecnia han pasado a estar ampliamente disemina­dos a través de la distribución nacional y global, han empezado a integrar loque Gary Hoppenstand (1998, pág. 232) llama el «entorno de una película»más allá de la misma. La exteriorización de estos módulos de «exceso» esuna parte integral del high-concept y de la mercadotecnia cinematográficaen general. No obstante, los módulos no tienen únicamente una función eco­nómica, porque cuando estos elementos comercializables penetran en el es­pacio público también afectan la experiencia estética del espectador. Maxi­mizando los «puntos de contacto con la película», multiplican los «posiblessignificados» que uno puede deducir de «la narrativa de la película» (Wyatt,1994, pág. 46; véase también Hoppenstand, 1998, pág. 232). Wyatt sugiereque este proceso no sólo amplía las posibilidades textuales sino que, en rea­lidad, potencialmente puede aumentar el placer del espectador ante la pelí­cula. Sostiene que la mercadotecnia, especialmente los videoclips musicalesde promoción, crean unas influencias intertextuales que, como dice BarbaraKlinger, «no pueden quedar circunscritas dentro del sistema textual», sinoque revierten sobre una zona de interpretaciones en competencia más allá dela narrativa fílmica (citado en Wyatt, 1994, págs. 44-45).

El método econoestético acoge una mayor apreciación de la compleji­dad textual de las películas de high-concept, y defiende su valor en cuantoobjeto de estudio. En este sentido, la mercadotecnia amplía la experienciadel espectador de cine así como las experiencias relacionadas con la música

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popular, con comer fuera de casa, con el cuidado de los niños, la educación,con llevar ropas de marca y así sucesivamente. La descripción que Wyatthace de los imperativos industriales y corporativos que motivan los «exce­sos» de la mercadotecnia en las películas y en otros ámbitos del consumocultural también nos invita a verlas, y a los encuentros intertextuales rela­cionados con ellas, en cuanto emplazamientos del debate intertextual acercade los significados.

Centrándose en las dimensiones estéticas de la mercadotecnia fílmica,dicha perspectiva modera las críticas de las predilecciones textuales de lamercadotecnia (¿se trata realmente de una cuestión de gusto o, presumible­mente, de significados ambiguos?) y distrae la atención respecto del papelque juega la mercadotecnia en la defensa del cartel de distribución. Además,el método econoestético trae al primer plano la producción textual dentro deunas condiciones fílmico-industriales estrictamente definidas, soslayandolos esfuerzos coordinados de grandes conglomerados del entretenimiento yla información por anexionar el consumo cultural y elevar los criterios demercado acerca de la manera de interpretar el valor de la cultura (Schiller,1974 y 1989; Miller, 1987; Maxwell, 2(01). Finalmente, en la elaboraciónde este método econoestético, Wyatt critica la metodología de estudios deaudiencia de la industria basándose en aspectos técnicos pero no cuestionael problema fundamental de la vigilancia en la atención que los estudios enmercadotecnia dedican a los sentimientos, los deseos, la memoria, los gus­tos, lo que no agrada y otras características de conducta asociadas a la expe­riencia del espectador de cine (Litman y Ahn, 1998, pág. 180; De Silva,1998, pág. 145). Litman y Ahn también han criticado el hecho de que Wyattvincule los conceptos económicos con las perspectivas estética y de merca- .dotecnia, que, según sostienen, establecen presunciones altamente cuestio­nables acerca del espectador dentro de un modelo económico por lo demásmuy útil. El estilo podría ser identificable en el contenido fílmico, pero suatractivo no se puede medir. Si el impacto y la significación de los elemen­tos textuales «parecen residir en la mente del espectador», tal como afirmanLitman y Ahn, entonces dichos factores no se corresponden con los criteriosobjetivos que predecirán el éxito de taquilla de una película. Después detodo, el éxito de una película es relativo a cuántas entradas se han vendido,no a la calidad del filme percibido en cuanto proyección estadística de lo quepiensa o le gusta al público. No hay pruebas empíricas para esta arriesgadajugada, sólo indicadores poco fiables tales como las estrellas, los directoresy los críticos (Austin, 1989).

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Conclusión

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«El alto riesgo sólo está en las mentes de las per­sonas. Todo el mundo cubre la inversión vendiendo. Ycuando uno da en el blanco, los beneficios pueden lle­gar a ser del 500 %», dice Sanjay Bhattacharya, vice­presidente. U1V Motion Pictures (Bollywood) ... SiBollywood sabe cómo manejar esta cuestión, el Holly­wood de los miles de millones de dólares puede encon­trar todavía un competidor duro y verdadero.

SHANKAR AIYER, 2000, pág. 78

El oligopolio de la distribución ha demarcado un espacio de creci­miento laboral para los publicistas en el Hollywood global, Los publicis­tas trabajan por enormes sumas de dinero para decir a sus clientes lo queuna audiencia probable quiere de una película, lo que desea en relacióncon ella, y lo que piensa de ella y de sus estrellas, director, efectos espe­ciales, estudio, género y así sucesivamente. Parte de la creciente inversiónen mercadotecnia pretende descubrir cómo hacen los publicistas su traba­jo: llevar a la gente a ver las películas de sus clientes. Analizar o dar unasegunda opinión acerca de la estrategia en mercadotecnia de un distribui­dor -hasta llegar al punto de tratar los éxitos o los fracasos de una pelí­cula como noticias en sí mismas-, se ha convertido en una característicacomún del periodismo del info-entretenimiento. Naturalmente, a los me­dios de comunicación del entretenimiento no les resulta fácil representarel fracaso inmanente de su propia industria sin contribuir al mito románti­co perpetuado por la misma industria del cine: correr riesgos les hace pa­recer osados y «glarnourosos». La confusión en los estudios de pantallacontribuye a la persistencia del mito: Wyatt (1994) piensa que la merca­dotecnia funciona y se muestra maravillado ante las hazañas de los magosde tal disciplina; Litrnan cree que no, y sólo suscribe un refrán popularacerca de la publicidad: funciona la mitad de las veces, pero nadie sabequé mitad (véase Litman y Ahn, 1998, pág. 180; De Silva, 1998, pág.145). El mito se perpetúa más si cabe dado el secretismo con que la propiainvestigación de la industria en materia de eficacia de la mercadotecnia sesalvaguarda como información reservada, que se disemina públicamente através de los reportajes periodísticos sobre el seguimiento masivo y cons­tante de la mercadotecnia y su consabida y urgente modificación, con loque indica una falta universal de confianza en el poder de cualquier ideaconcreta de la mercadotecnia. Todo ello sobre el telón de fondo del man­tra de los ejecutivos: «La mercadotecnia sólo es un instrumento».

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Este instrumento demostró que El cabo del miedo (Cape Fear, M. Scor­sese, 1991) no dio buenos resultados en las previews, pero la película acabósiendo su película más lucrativa; y los estudios Iambién fueron negativos enel caso de Stuart Little, a pesar de que fue «un gran negocio» (Willens,2000, pág. 20). El error garrafal más notorio, según el saber popular de la in­dustria, fue la predicción de que ET, el extraterrestre (E. T. The Extra-Te­rrestrial, S. Spielberg, 1982) no interesaría a nadie que tuviera más de cua­tro años. Los estudiosos de mercado de Columbia propusieron que sepusiera punto final a la producción del filme (Andrews, 1998, pág. 1). Y, na­turalmente, también existe el famoso fracaso de New Cake, que sigue gene­rando el suficiente malestar interno y shadenfreude (placer derivado de lasdesgracias de los demás) externo como para impedir que los publicistas to­men las decisiones finales en cualquier industria.

Cuando los publicistas se equivocan, y se puede sostener que se equivo­can la mayor parte de las veces, se ponen de manifiesto los inestables ci­mientos en que está basado el conocimiento del mercado. Los publicistas lohan intentado todo «menos enchufar el público a una máquina» (Klady,1998, pág. 9). Saben que las personas que responden a los cuestionarios noson francas; guardan silencio acerca de los placeres que, como espectador,les hacen sentir molestos; y que los niveles de no respuesta --es decir, la ro­tunda resistencia a los estudios sobre el público- son demasiado altoscomo para determinar hallazgos estadísticos con autoridad. Tal como dijoun investigador, predecir el éxito de una película es como «mandar un co­hete a un planeta distante. Si te equivocas aunque sea medio grado, acabasen otra galaxia» (Klady, 1998, pág. 9). Como respuesta, los ejecutivos demercadotecnia tienen siempre un chivo expiatorio favorito a mano en la so­beranía del consumidor quien, con el boca a boca, apoya o destruye rebel­demente una película. Naturalmente, hay un problema con esta visión delpúblico como aquel que detenta el poder. Los ejecutivos del cine deciden loque se hace y 10 que se exhibe, no el público, y no hay un solo ejecutivo enHollywood que, bajo la presión de la casa matriz y de los fmancieros, hagauna película carente de los elementos que estén acordes con su capacidad decomercializar, publicitar, promocionar y así sucesivamente. En suma, la feen la mercadotecnia -por más que sus estudios sean persistentemente erró­neos y la publicidad sólo funcione la mitad de las veces-tiene efectos rea­les: en la pantalla, en la manera en que avanza la producción de Hollywood,en las disposiciones que guían el trabajo dentro del sector de la distribuciónde la NICL, y en la racionalización burocrática de 10 que Todd Gitlin (1983)ha llamado la ciencia de la anticipación.

La presencia social de la mercadotecnia también ha creado problemas enlos estudios de pantalla: a los escritores que todavía ven un muro formal en-

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tre el cine de arte y ensayo y el comercio los ha hecho ininteligibles; los quetratan la producción y la distribución como reinos laborales autónomos (unaparte «creativa» y la otra «de negocios») están desconcertados ante la infil­tración de las presiones económicas de la distribución y la percepción selec­tiva de los especialistas del mercado en la fase de la producción. La merca­dotecnia ataca dichas presunciones al dar suma importancia, dentro de lastareas creativas de pre y posproducción, a lo que Oliver Stone da en llamar«el negocio orientado al producto» en las partes «creativas» de la prepro­ducción y la producción cinematográfica. Si bien es cierto que siempre hahabido tensiones entre los creativos y la gente de la mercadotecnia (Wyatt,1994, pág. 157), éstas apenas son más relevantes que las disputas ritualesentre los «creativos» publicitarios y los especialistas del mercado. La co­mercialización se cuestiona sólo retóricamente, mientras que el verdaderocombate es el que se libra respecto de cuáles son las ideas que mejor fun­cionan para crear comerciabilidad, éxito comercial y para conseguir la apro­bación de los bancos. La percibida o ilusionada esperanza de independenciade la cultura respecto de la economía política está cada vez más perjudicadapor la creciente presencia de la mercadotecnia en el proceso de narracióncontemporáneo.

Este capítulo ha mostrado cómo se cultiva la solidaridad en tomo a losintereses comerciales y cómo se reproduce mediante las continuadas e in­tensas relaciones comerciales de los bienes de consumo y las empresas deservicios, el oligopolio de la distribución y tillamiríada de operaciones de mer­cadotecnia. Dicha relación es tan sólida que crea, por sí misma un sistemade valores en el que la calidad de una película, aparte de las cuestiones téc­nicas, viene determinada por el potencial comercial y la comerciabilidad, loque Wyatt llama la «imagen, el gancho y el texto». Este sistema de valoresse transmite mediante el nexo de la preproducción, la producción, la distri­bución y la exhibición. El oligopolio de la distribución precisa del enrique­cimiento y la legitimidad de la mercadotecnia y extiende la burocracia mer­cadotécnica a lo largo de la NICL. Garantiza la preponderancia de los textoscomercializados en el currículo cultural y la exposición a los signos comer­ciales en el espacio social que se produce alrededor de un entorno de mer­cadotecnia cinematográfica. Como sombrío contraste, las preferencias de lagente en el Hollywood global, las interpretaciones populares o intelectualesdel valor de una película apenas influyen en lo que aparece en la pantalla (ymucho menos en lo que se hace) mediante la cifra del público, un construc­to edificado a partir de, y conocido a través de, los discursos institucionalesdel Estado, la academia y la industria del cine. Dediquémonos ahora a la es­pectral presencia de este público.

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6. Públicos

El entretenimiento es unode los mercados más pu­ros del mundo, Si a la gente no le gusta una película ouna grabación no irán a verla o no la comprarán. Elhecho de que la industria norteamericana del entrete­nimiento haya tenido tanto éxito en todo el mundo esmuestra explicita de la calidad y el atractivo de lo queestamos creando.

ROBERT SRAVE, presidente de New LinePictures, citado en Weinraub, 1993, pág. L24

Hemos partido del problema inicial del imperialismo cultural, para pasardespués por el proceso de trabajo que da sentido y valor a las películas, lasleyes que las controlan y la mercadotecnia que las promociona. En este ca­pítulo, nos centraremos en el objetivo de dichos procesos -los espectado­res- a través de tres lentes: primera, cuando se interpretan en el discursocrítico; segundo, dividiéndolos entre ciudadanos y consumidores; y, tercero,en calidad de objetos de vigilancia. Nuestras tres lentes se convierten en lastres instancias primarias para definir la audiencia cinematográfica: la indus­tria, el Estado y la crítica.

Nuestro punto de partida es la provocación de que el público es artificial,una criatura de esas distintas instancias citadas que influyen sobre su crea­ción. Muchos de los debates existentes en tomo al público son síntomas deansiedad: quejas que abogan por una trayectoria munificiente hasta los be­neficios y lamentan el cambio que se ha operado en la emisión televisiva ha­cia el cable e Internet, o la pesadumbre del debate cívico en Estados Unidosque pone en correlación la experiencia de ver películas duras con la crecien­te violencia y con la deserción de los miembros de las Asociaciones de Pa­dres de Alumnos. Dichos miedos están tan vivos hoy en día como cuando laPayne Fund Studies de los años treinta inauguró la ciencia social del pánicode masas respecto de la juventod. Eran pánicos instigados, tanto entoncescomo ahora, por la iconofobia académica, religiosa y familiar frente a losgrandes grupos de personas comprometidas con la cultura popular y aparen-

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temente más allá del control del Estado y de la clase dominante. Ya enton­ces, las películas estaban conectadas con las apuestas y con las carreras decaballos en varias formas de critica social, y la emergente disciplina de lapsicologfa, cuya obsesión por la vista y el cine ocupó a los profesores, arre­metió contra ellas por considerarlas materia prima. A la vez, los reformado­res sociales contemplaban las películas como un foro potencial para la ele­vación moral; si la pantalla podfa volver locos a los jóvenes, también podíasuscitar la responsabilidad social (Austin, 1989, págs. 33-35).

Hoy en día, las industrias de pantalla, el Estado y los crfricos trabajan apartir de datos empfricos similares, pero con fines muy distintos. Cuando lee­mos que los ciudadanos norteamericanos pasaron 9,3 horas al día utilizandodistintos medios de comunicación de entretenimiento, que las previsioneseran que iba a aumentar hasta 10,4 horas por día en el 2004 (Veronis Suhler,2(00) y que los ingresos en salas de cine habían aumentado casi el 60 % des­de 1990 (Valenti, 200lc), no se trata de simples cifras. Son índices y augu­rios de la oportunidad, la trivialidad, la docilidad, la violencia y el fanatis­mo, dependiendo de la posición desde la que los leamos.

Esta compleja trayectoria puede llevar a una industria que siempre quie­re regular su propia conducta y utilizar al Estado para regular la de los de­más a tener que tomar decisiones difíciles. Tomemos en consideración losdilemas a los que se enfrenta Valenti respecto de la censura:

La violencia es más difícil de catalogar que la sensualidad. O hayo nohay copulación. O hayo no hay retorcimientos sinuosos. Pero es difícil cali­brar las gradaciones de la violencia. ¿Cómoequiparara John Wayne llegan­do a las playasde Iwo Jima y segandola vida a 2.000personascon un tipo alque le están haciendo unajel/atio? Es muy complicado.

VALENTI citado en Svetkey, 1994,pág. 32

Existe una razón para esta actividad hipercrítica: el público cultural noes un grupo tan especffico dentro del orden social en cuanto emplazamientoprincipal de ese orden. Los públicos participan en la práctica creadora desentido más global (aunque local), comunitaria (aunque individual) y con­sumidora de tiempo de la historia mundial. El concepto y la ocasión de cons­tituir un público son vfnculos que se establecen entre la sociedad y la perso­na, pues la experiencia del espectador implica la interpretación solitaria asícomo la conducta colectiva. Los ejecutivos de la producción invocan al pú­blico para medir los éxitos y reivindican conocer lo que la gente quiere. Sinembargo, no son los únicos que prestan atención al público. Los reguladorestambién lo hacen, con el fin de administrar, los partidarios de la psicologfa

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con el objetivo de generar pruebas, y los grupos de presión con el de cam­biar los contenidos. De abí la relación con el pánico que suscita la educa­ción, la violencia y la apatía supuestamente generadas por la pantalla y ruti­nariamente investigadas por el Estado, la psicología, el marxismo, elneoconservadurismo, la Iglesia, el feminismo liberal y otras instancias.

Dichos grupos consideran a los públicos en su calidad de consumidores,estudiantes, delincuentes, votantes o idiotas. Y sus perspectivas precisan loque Harold Garfinkel dio en llamar en 1964 el «memo cultural», una figuramítica «que produce las características estables de la sociedad actuando enconformidad con las alternativas preestablecidas y legitimas de acción queproporciona la cultura común». Las «racionalidades propias del sentido co­mún [...] de las situaciones del aquí y abora» que la gente utiliza quedan eclip­sadas por esta categorización condescendiente (Garfinkel, 1992, pág. 68).Cuando la industria, sus críticos o sus reguladores invocan al público encuanto categoría, se convierte inmediatamente en dicho «memo». Tomemosen consideración la historia de Cocodrilo Dundee (Crocodile Dundee, P. Fair­man, 1986), la película importada más popular de la historia de Estados Uni­dos. La Paramount, la compañía de distribución estadounidense, operó conuna visión particular de los espectadores de Estados Unidos cuando cortócinco minutos de la versión australiana para contribuir al ritmo de la pelícu­la, y con ello suprimió segmentos escénicos y alteró la mezcla de sonido paradestacar el diálogo y concentrarse en la pareja heterosexual (Crofts, 1989,págs. 129, 137, 141). Los cambios estaban basados en una visión bastante pa­temalista del público estadounidense. A la inversa, la promoción de la pelí­cula que hizo el Gobierno australiano estaba basada en la exhibición de todasesas escenas de exteriores, que habían eliminado en la otra versión, con la in­tención de captar a turistas potenciales. Es evidente que distintas concepcio­nes de los públicos generan versiones radicalmente distintas de una película.

Muchas de las películas no hollywoodienses se proponen cambiar a losmemos de la audiencia y convertirlos en un público de pensadores más alláde sus hogares; participantes de mente cívica en un sistema político y socialasí como en una economía de consumo. Se espera de las cinematografías na­cionales de Europa, Asia, el Pacífico, Latinoamérica y África que ganen es­pectadores y los formen de modos que complementen el sector orientado allucro. La función de entretenimiento es secundaria a la de proporcionar loque el mercado comercial no entrega «de manera natural». Se estimula a lospúblicos no sólo a ver y a consumir sino también a actuar de otro modo, aser «mejores» personas de lo que son en su estatus «memo» en cuanto es­pectadores de Hollywood.

¿Qué ocurre cuando el público recibe el producto? Hace ciento cincuen­ta años se daba por sentado que los públicos eran activos, dado su compor-

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tamiento totalmente imposible de disciplinar e implicado en los aconteci­mientos culturales. No obstante, la generalización de la educación en Occi­dente a lo largo del siglo XIX, junto con la emergencia de una crítica litera­ria y de la psicología, modificaron la retórica crítica acerca de las audiencias(Butsch, 2000, pág. 3) Yse aproximaron al «memo» de Garfinkel. Desde laaparición de los medios de comunicación de masas son muchos los esfuer­zos que se han dedicado a evaluar los componentes activos versus pasivosde sus públicos. Ello es debido a que los textos populares-culturales son«símbolos del tiempo» (Hartley, 1987, pág. 133). El pretendido mal empleodel tiempo se ha convertido en parte integral del deseo de controlar la vidadiaria. La filosofía comunitaria y la sociología denostan el individualismorampante, el egoísmo secular y la ausencia de responsabilidad civil. Un pú­blico presunt~mente activo se compara con la supuestamente inactiva au­diencia de la pantalla:

No somos felices cuando vemos la televisión, a pesar de que la mayoríade nosotrospasa muchas horas a la semanahaciéndolo,porque sentimosqueestamos «a la espera» en lugar de estarrealmente viviendo durante esos ratos.Somos más feÚces cuando nos enfrentamos con éxito a los desafíos del tra­bajo, de nuestras vidas privadas, y de nuestras comunidades.

ROBERT BELLAH Y otros, 1992,pág. 49

Algunas veces las críticas son de algún género en particular (por ejem­plo, el cine de acción y aventuras es estúpido y los ta/k shows trivializan lasnoticias de actualidad, mientras que los dramas que se desarrollan en tornoa un personaje tonifican la fibra moral y el «verdadero» periodismo informaal electorado). Y ello suscita a menudo la crítica de género, tal como Miche­le Mattelart explica:

(...] en el tiempo cotidiano de la vida doméstica [...] la discriminaciónfundamental de los roles de sexo está expresada (...] La jerarquía de valoreshalla expresión a través del valor positivo adjudicado al tiempo masculino(definidopor la acción,el cambio y la historia) y el valor negativoque se ad­judica al tiempo femenino que, pese a su riqueza potencial, está implícita­mente discriminado en nuestra sociedad, interiorizado y vivido a través deltiempo banal de lo cotidiano, la repetición y la monotonía.

~ATTELART, 1986, pág. 65

Los melodramas, las soap operas y los talk shows se consideran inferio­res porque se asocian (contradictoriamente) tanto con la pasividad corno con

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lo muy emotivo. Dichas críticas tienen defensores tanto entre la izquierdacomo en la derecha, y trascienden tanto las ciencias sociales como las hu­manidades.

En contraposición a estas données, una tradición activa de la audienciaseñala carencias en la observación de Garfinkel acerca del memo cultural.En lugar de hacer profecías, afirma que los públicos son tan listos y capacesque burlan las instituciones del Estado, la academia y el capitalismo que pre­tenden controlarlos y medirlos a ellos y a sus interpretaciones. En ciertomodo, dicha posición se remonta a una venerable tradición que procede dela teoría literaria, tanto de la estética de la recepción del viejo hombre del na­zismo Hans Robert Jauss (1982) como de la filosofía de la intrincada rela­ción entre escritor y lector en la confección del sentido del viejo hombre delmarxismo Jean-Paul Sartre (1990) (Mattelart y Mattelart, 1998, págs. 119­120, 123). En la cultura de pantalla, la idea se generalizó realmente con eldesarrollo de la noción de codificación-descodificación, textos abiertos ylecturas atípicas (1972) de Umberto Eco a mediados de los años sesenta.Todo ello tuvo una continuidad en los sociólogos Frank Parkin (1971) YStuart Hall (1980), en-la izquierda, y en la derecha con el funciona1ista delos usos y las gratificaciones Elihu Katz (1990).

Estas réplicas se revelan contra las críticas a la pantalla por no haberdado entidad a la maquinaria de la gente en cuanto aparato populista quesubvierte el patriarcado, el capitalismo y otras formas de opresión (o restaimportancia a la tensión de las divisiones sociales, dependiendo de la opi­nión de cada uno). Se considera que la pantalla es subversiva o consoladoraporque, casi independientemente de su contenido, su producción es desco­dificada por las audiencias a partir de su propia situación social (Seiter,1999). Se parte de que la audiencia activa es débil en el ámbito de la pro­ducción cultural, pero fuerte en cuanto comunidad interpretativa. Pensemosen las habilidades específicas de los seguidores de culto. Construyen cone­xiones parasociales e imaginadas con las celebridades o los actantes,* quecumplen con las funciones de un amigo o sirven como espacios para pro­yectar o evaluar esquemas que dan sentido a la interacción humana. Ademásde adorar el texto, las audiencias de culto domestican a los personajes, sa­cándolos del contexto de la historia y citando sus tendencias e inclinacionescomo parte de un mundo de seguidores que está abierto a los otros a travésde concursos y clasificaciones. Las referencias a las escenas favoritas, la ac­titud de los actantes, o las cualidades de las estrellas, catalizan recuerdos.

* Aclantes: según L. Tesniere, los actantcs son los seres o las cosas que. en calidad dealgo y de la manera que sea, incluso a título de simples figurantes y del modo más pasivo,participan en el proceso. (N. de la t.)

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Las secuencias y las tendencias dejan de articularse a partir del tiempo de lapantalla, se conforman y se disponen de nuevo contradiciendo sus propiascircunstancias sociales (Leets y otros, 1995, págs. 102-104; Harrington yBielby, 1995, págs.102-104, 110; Eco, 1987, pág. 198). Porlodemás, estosgéneros despreciados que hemos citado anteriormente se han recuperado:las películas de acción de Hong-Kong son carnavalescas y los ta/k showsabordan cada vez más temas excluidos del debate público.

La mediación de la producción de Hollywood por parte de las culturasautóctonos ha sido particularmente importante en la calificación de las tesisdel imperialismo cultural. La historia que cuenta Michel Foucault (1998,pág. 193) de un psicólogo blanco que visita África es muy ilustradora porcómo detalla los distintos sistemas estéticos: cuando el investigador pide alos espectadores locales que vuelvan a contar el relato que se les ha proyec­tado en la pantalla, se centran más en el «paso de la luz y las sombras a tra­vés de los árboles» que en el interés que él pueda tener en los personajes yel argumento. Un estudio sobre la televisión de Economist de 1994 señalaque la política cultural está siempre tan localizada en su primer y último mo­mento que los «enlaces electrónicos» del drama exportado son «poco con­vincentes» (Heilemann, 1994, SURVEY 4). En su estudio acerca de la re­cepción de la soap opera televisiva Dalias en Israel, Japón, y EstadosUnidos, los funcionalistas conservadores Tamar Liebes y Katz (1990, págs.3-4, v) establecen tres requisitos previos para comunicar con éxito la ideo­logía norteamericana: el texto debe contener información pensada para pro­mocionar Estados Unidos en el extranjero y debe ser descodificado segúnfue encriptado, e introducir la cultura receptora en cuanto norma. Hallaron«sólo algunas mentes inocentes» entre los diferentes grupos culturales quediscutían el programa; por el contrario, una variedad de marcos interpretati­vos les condujeron a una multiplicidad de lecturas. Por lo tanto, necesitamosevitar cualquier percepción de que la transmisión del material norteamerica­no está extraído de un libro de texto USA sobre la teoría de las comunica­ciones emisor-mensaje-receptor. La adaptación siempre implica de antema­no la trasformación por parte de la cultura local, y una creciente concienciade la naturaleza heterogénea y conflictiva de la misma cultura de EstadosUnidos (Schou, 1992, págs. 143-145).

En la actualidad, dicha actitud de audiencia activa puede ser el aspectomás visible de los estudios culturales. En 1999, Virginia Postrel escribió unartículo de opinión para el periódico financiero estadounidense de derechasWall Street Journal dando la bienvenida a la investigación de la audienciaactiva, y describiéndola como «profundamente amenazadora para las pers­pectivas tradicionalmente izquierdistas sobre el comercio» porque, en suopinión, la idea de consumo activo de los medios de comunicación por par-

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te de los seguidores está muy relacionada con la soberanía del consumidortan apreciada por la derecha. Postrel escribe que <dos expertos de los estu­dios culturales están traicionando la causa izquierdista porque están apo­yando al enemigo corporativo e incluso formando a los estudiantes licencia­dos que acabarán haciendo estudios de mercado» (Postrel, 1999). Gitlindefiende que algunos sectores de los estudios culturales están efectivamen­te en sintonía con la economía neoclásica y la derecha: «Lo que quiere, com­pra o pide un grupo se convierte ípso Jacto en la voz del pueblo. La oferta seha engranado con la demanda» (1997, pág. 32). En palabras de HerbertSchiller, la relación de oposición directa que suele trazarse entre la econo­mía política (las cuestiones de producción) y la teoría de la audiencia activa(los asuntos de interpretación) presume que la fragmentación de los nichosdel público y las respuestas anula la concentración y el alcance del podereconómico en la cultura de masas: es decir, que el pluralismo garantiza ladiversidad (1989, págs. 147-148, 153). Aunque ¿cabe creérselo? Tal vez un«interés compartido en un espectáculo (televisivo) es un fin en sí mismo yraramente conduce a ninguna acción más allá de ese interés, ningún propó­sito político más amplio» (Butsch, 2000, pág. 291).

Los estudios de pantalla nos hablan de hombres que se identifican conmujeres en los melodramas, de mujeres que se identifican con las accionesmasculinas de los héroes, de nativos americanos que se identifican con lospioneros del Oeste; en definitiva, de la sala de cine en cuanto sede de un car­naval casi en la misma medida que en calidad de máquina, donde los espec­tadores trascienden la escoria de sus existencias habitualmente sociales ypsicológicas (Stam, 1989, pág. 224). El vínculo crucial entre las teorías deltexto y la condición de espectador --el que abjura de los extremos del memo.y su opuesto- puede surgir de la especificación de la ocasionalidad, esemomento en que el espectador pasa de ser «el hipotético receptor del dis­curso fílmico» a ser miembro de una «audiencia plural, social». Pues ése esel momento en que puede haber sorpresas (Hansen, 1994, pág. 2). El análi­sis que Jacqueline Bobo hace de las espectadoras de raza negra de El colorpúrpura (The Color Purple, S. Spielberg, 1985) muestra cómo ver la pelícu­la y discutirla las remontó a la novela de Alice Walker y invocó su expe­riencia histórica de modos insólitos en la cultura dominante; algo que tienepoco que ver con el desprecio que mereció la película a los críticos. Esasmujeres «cribaron las partes incongruentes de la película y reaccionaron fa­vorablemente a los elementos con los que se podían identificar» (Bobo,1995, pág. 3). Asimismo, el vídeo-realizador gay asiático-caribeña-cana­diense Richard Fung (1991) habla de la búsqueda de genitales asiáticos en eltan demonizado género de la pornografía; una perspectiva que no se halla enlas denuncias convencionales del pomo y su impacto sobre las minorías. Y

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cuando Jo Ellen Shively (1992) volvió como investigadora a la reserva en laque había crecido, se encontró con que sus compañeros nativos americanoshabían seguido con su costumbre de leer relatos del Oeste de un modo rela­tivo a los octantes y no político, poniéndose del lado de los cowboys y no delos indios en virtud de la posición narrativa, no de la raza. ¿Debemos consi­derar que eso constituye una falsa conciencia, o la capacidad de interpretarlas películas a través de las historias de su mundo así como a partir del hori­zonte de la vida personal?

Ninguna de las dos opciones parece la adecuada. Tal como defendimosen el capítulo 1, la divergencia mundial de las interpretaciones y los juiciosde los espectadores de cine no es reductible a una elección entre la falsaconciencia o la polisemia. La especificidad histórica es un antídoto valiosoante cualquier lectura textual o sintomática; nos previene respecto de los en­cuentros entre gustos distintos, pese a que la NICL regula las distinciones enla fusión de los rasgos importados de la cultura popular y la labor culturalautóctona.

Meaghan Morris pule, pone en escena y critica el dilema de esta posturaen su relato de cómo se veía The Lucille Ball Show en la televisión austra­liana de los años cincuenta. Esta aislada imagen de la mujer huyendo delcontrol palriarcaltuvo efectos dramáticos en el entorno familiar de Morris:su madre y su hermana se deleitaban con él, mientras que su padre se mar­chaba. Pero el programa era también un signo de economía política y diplo­macia: representaba el reasentamiento de la cultura geopolítica australianaal margen de Gran Bretaña y respecto de Estados Unidos. Ciertamente, lapantalla se presta a las nociones de localismo, resistencia y feminismo, yopera utilizando «el placer subversivo de las espectadoras» con el fm deproducir un compromiso activo tanto con el texto como con la familia. Sinembargo, eso puede convertirse en una coartada de los críticos para la espe­culación social. Cuando la teoría académica cita a «la gente» como soportedomótico de sus propias preocupaciones deberíamos empezar a sospechar,porque cuando «la gente» se convierte en un texto más que leer O interpre­tar, siempre se opta por la propia práctica de lectura del crítico. Lejos de serfuente de información, la gente ha sido extrañamente metamorfoseada endelegado que concede el sello populista al propio relato del crítico (Mortis,1990, págs. 15-16,21 -23). La descodificación atípica por parte de los segui­dores se ha convertido en una manera de hacer que el producto final de lasindustrias de la cultura sea isomorfo de la política anticapitalista, antipa­lriarcal y antirracista de un profesor.

Como reacción tanto al memo como a los modelos de la audiencia acti­va, Alee McHoul y Tom O'Regan (1992) critican la idea de que «instanciaslocales» de gente que «se suma» o «rechaza» las interpretaciones dominan­

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tes preferidas por los productores globales «garanticen ningún tipo de afir­mación acerca del significado textual». Por el contrario, ellos proponen un«análisis discursivo de las cadenas televisivas, las tecnologías de intercam­bio textual, los circuitos de efectividad comunicacional y textual, las tradi­ciones de exégesis, el comentario y la práctica crítica de un actor particu­lar». En otras palabras, debemos centramos en la «recepción» específica deun texto por parte de una comunidad, pero no porque revele algo esencialacerca de las propiedades de los textos de pantalla o su probable recepciónen otra parte o en otro tiempo. Sólo podemos discernir Unas «líneas genera­les» de interés que se aplican a casos específicos «relativos a una inspecciónlocal y poco sistemática» (McHoul y O'Regan, 1992, págs. 5-6, 8-9). Lapantalla es un instrumento de instrucción y respuesta que varía con el lugar,el tiempo, el género y el público (O'Shea, 1989, págs. 376-377). En opiniónde Justin Lewis: «La experiencia de espectador es una práctica cultural y,como todas las prácticas culturales, no sólo implica "hacerlo" sino "las ma­neras de hacerlo"» (1991, pág. 49).

Para aquellos de nosotros que hemos sido educados para hablar en pú­blico o para el discurso leavisite? ya sea sobre deportes, arte, política, lite­ratura, amigos o televisión, las evaluaciones de los seguidores no tienennada de necesariamente nuevo o socialmente subversivo. Aunque eSO tam­poco equivale a decir, por otra parte, que los antipopulistas estén en lo cier­to con su infantilización de tos públicos. Tal como sugiere Pierre Bourdieu,«la televisión patemalista-pedagógica» no está «menos opuesta al uso ver­daderamente democrático de los modos de circulación de masas que la es­pontaneidad populista y la circulación demagógica de los gustos populares»(1998, pág. 48). Dan Schiller (1996, pág. 194) propone una vía más allá deestas antinomias tan torpes. Hay que hacer un esfuerzo por no pensar la pro­ducción de pantalla en oposición al consumo, por no considerar que una deellas es una práctica «productiva» y la otra no, y que una de esas prácticasgana siempre de calle a la otra. Por el contrario, la labor de los empleados depantalla constituye un momento de la actividad laboral y el trabajo de lospúblicos de las pantallas otro. En lugar de decidirse ya sea por la interpreta­ción activa o por la recepción pasiva, la labor de los miembros del públicoincluye la autocomprensión, pero esa labor no puede ni debe ser conceptua­lizada al margen de sus trabajos de cada día, del trabajo de los demás a1lle­var la televisión hasta ellos o, tal como discutiremos posteriormente en estecapítulo (véase «Supervisión»), del modo en que dicha labor puede ser ex-

l. Según el diccionario websrer. Leavis fue uno de los teóricos más influyentes del si­glo xx y ser Ieavisitees seguir su manera de leer y comentar los textos. Todo cuanto da enllamarse critica práctica o lectura detenida del texto es deudora de su perspectiva.

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plotada a través de las redes de supervisión del consumidor de los estudiosde mercado (véase también Maxwell, 2001).

El ciudador

El diente sabe con precisión lo que es atractivo yvalioso f...' Es la ciudadanía local eligiendo su propiovoto, no la industria cinematográfica americana.

VALENTI, 1993, pág. 147, 149

Jack Valenti está cobrando conciencia de la dificultad de distinguir en­tre ciudadanos y consumidores. Esta sección de nuestro libro pretende ayu­darle a establecer tan compleja diferencia. Nos conducirá al núcleo de la bi­furcación dellaissez-faire entre Hollywood y lo contrario, entre públicos encuanto ciudadanos y consumidores. No vamos a ahondar en la cuestión decómo se han utilizado históricamente los términos «ciudadano» y «consu­midan>, pero sí vamos a explicar detalladamente determinadas racionalida­des que movilizan dichos términos en las batallas culturales transnacionales,cuestionando las afirmaciones que se hacen en su nombre y reconociendo ala vez su necesidad.

Entre el ciudadano y su logocéntrico doble, el consumidor, existe una re­lación complicada. El ciudadano es una figura apergaminada procedente deun pasado remoto. El consumidor, por el contrario, es ingenuo, una criaturadel siglo XIX. Cada uno de ellos le hace sombra al otro, el tema nacional ver­sus (¿o es en cuanto?) el tema racional. Todos sabemos de la popularidad dela que goza el consumidor entre los economistas neoliberales y policywonks: se dice que el mercado opera como respuesta a este agente dotado deraciocinio y perfecto conocimiento, negocia entre los proveedores alternati­vos y las demandas de él o ella, y así es como se paga un precio apropiado acambio de los productos deseados. El consumidor se ha convertido en unagente mágico, carente de sexo, de edad y de principios de valor social enuna multitud de discursos e instituciones desde entonces. Pese a que no es­tán determinados en esta racionalidad por orígenes nacionales, los consumi­dores son fugitivos de la cultura nacional y estimulados por preferencias in­dividuales.

¿Qué hay del otro lado de nuestro pareado, del lado del ciudadano, recu­rrentemente invocado en Europa contra las peticiones de libre mercado deEstados Unidos? El ciudadano también ha experimentado una importanterecuperación a lo largo de la última década. Los teóricos sociales y los artí­fices de la política le han conferido el estatus de agente mágico del cambio

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histórico. Más fácil de identificar que la clase, y más fácil de movilizar encuanto justificación de la actividad del Estado, la ciudadanía se ha converti­do en emplazamiento de la esperanza para una izquierda que había perdido,aunque actualmente ha recuperado, su alternativa al capital internacional.Abordaremos a continuación el sentido que adquiere este cambio en el con­texto del cine y de la televisión.

Hay dos visiones de la ciudadanía de pantalla dominantes en la acade­mia, la política pública y el activismo social. A sus propias y distintas ma­neras, cada una de ellas es un modelo de efectos en el sentido de que ambasasumen que la pantalla sí le hace alguna cosa a la gente, y la ciudadanía seconcibe como condición de miembro del público que puede ser un «memo»,que abjura tanto de la responsabilidad interpersonal como de la cultura na­cional. El primer modelo, dominante en Estados Unidos y exportado a todoel mundo, deriva de las ciencias sociales y se aplica típicamente sin tomar enconsideración el lugar. Vamos a llamarlo el modelo de efectos nacional, oMEN. Es universalista y psicológico. El MEN ofrece análisis y crítica decuestiones cruciales de la ciudadanía como la educación y el orden cívico.Contempla la pantalla como una máquina que puede tanto pervertir comodirigir al ciudadano-consumidor. Dado que entra en las mentes jóvenes porósmosis, tanto puede capacitar para como entorpecer el aprendizaje. Y tam­bién aboca al ciudadano a la violencia a través de imágenes y narrativasagresivas y misóginas. El MEN se halla en un amplio abanico de lugares, in­c1uidos laboratorios, clínicas, cárceles, escuelas, periódicos, revistas de psi­cología, cadenas de televisión y estudios de las productoras cinematográfi­cas y departamentos de publicidad, informativos de actualidad, regulacionespara la clasificación de programas, ponencias en congresos, debates parla-,mentarios y pánicos morales relativos al estado de nuestra juventud y al es­tado de nuestra sociedad civil (véase Buckingham, 1997 y Hartley, 1996).El MEN está encarnado en la pantomima de los medios de comunicación alo largo de Estados Unidos después del tiroteo en el instituto de Columbine,en el debate donde se cuestionó el papel que desempeñan las imágenes vio­lentas (no las armas de fuego ni la masculinidad heterosexual blanca) en lacreación de ciudadanos violentos. También es evidente en el pánico que ge­nera el impacto de los anuncios de publicidad televisiva en el entorno o enla política.

La segunda perspectiva acerca de la ciudadanía de pantalla es un mode­lo de efectos global, o MEG. El MEG, utilizado originalmente en un discur­so no estadounidense, es específico y político allá donde el MEN es univer­salista y psicológico. Mientras que el MEN se centra en la cognición y laemoción de los sujetos humanos individuales a partir de la experimentaciónreproductible, el MEG toma en consideración el conocimiento de la cos-

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tumbre y el sentimiento patriótico exhibido por el sujeto humano colectivo,la base de la cultura nacional. En lugar de la psicología, le interesa la políti­ca. La pantalla no te hace una persona bien o mal educada, un salvaje o unapersona autocontenida, en lugar de eso te convierte en un sujeto nacionalbien informado y leal o en un espectador engañado que carece de elementospara apreciar las costumbres locales y la historia. La pertenencia cultural, nola integridad psicológica, es la piedra de toque del MEG. En lugar de me­dir las respuestas electrónicamente o a partir de la conducta, como su equi­valente nacional, el MEG valora el origen nacional de los textos de pantallay los temas y estilos que incorporan, con una atención especial por los gé­neros dramáticos, las noticias, los deportes y las actualidades, de los que sesupone que contribuyen a la construcción de una nación. Los partidarios delMEG sostienen que los ciudadanos locales deben controlar las redes de emi­sión locales porque son las únicas en las que pueden confiar en calidad dereporteros leales en caso de guerra, mientras que, si se trata de ficción, sólolos productores localmente sensibles apoyan narrativas que son fieles a latradición y a la costumbre. Ese modelo se halla en los discursos del impe­rialismo cultural, en las conversaciones de la vida diaria. en la política rela­tiva a la emisión y a las telecomunicaciones, en las organizaciones interna­cionales, en los periódicos, la herencia, la diplomacia cultural, la planificaciónposindustrial del sector de los servicios y los cines nacionales. La enumera­ción de la autenticidad nacional en los textos de pantalla a través de la pro­piedad proporcional ha sido una práctica común en países preocupados porproteger sus economías culturales nacionales de las importaciones extranje­ras. El MEG favorece la «creatividad, no el consumismo», tal como afirma lainiciativa de la UNESCO «Pantallas sin fronteras» (Tricot, 2000).

Centrémonos ahora en los problemas de dichos modelos. El MEN sufrede todos los inconvenientes del razonamiento ideal típicamente psicológico.Cada una de las, generalmente caras, pruebas de laboratorio de los efectosde los medios de comunicación, basadas en, según acostumbran a decir, «unagran universidad del Medio Oeste», se contrapone a un experimento similar,con resultados opuestos. A medida que los políticos, los que conceden lassubvenciones y las lumbreras que sostienen jeremiadas reclaman cada vezmás estudios que prueben que la pantalla te vuelve estúpido, violento y apá­tico ---<:l todo lo contrario-, los académicos se alinean en la artesa para darrienda suelta al desprecio que sienten por la cultura popular y la vida coti­diana y su crematística avidez de dinero público. En cuanto a la MEG, suconcentración en la cultura nacional: (a) niega la naturaleza potencialmenteliberadora y placentera de las distintas interpretaciones de lo popular; (b) ol­vida la diferenciación interna de la audiencia; (c) valora las frecuentementeopresivas y/o no representativas burguesías locales en nombre del manteni-

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miento y desarrollo de la cultura nacional; y (d) ignora las realidades demo­gráficas de su «propio» terreno.

En cuanto añadimos un poco de historia, espacialidad y política a lasMEN/MEG, se toman más complicadas. El consumo y la ciudadanía manotienen una relación dinámica con los discursos de la izquierda y de la dere­chao Se considera que el ciudadano-consumidor se construye y se corrompea la vez a través de la cultura popular. A un lado del debate, se parte de queel ejercicio de elección mediante la compra garantiza el funcionamiento de­mocrático de una sociedad movida por el mercado, puesto que, al fin y alcabo, las industrias de la cultura no hacen más que proporcionar lo que de­sea el público consumidor. También se supone que tiene efectos sobre elcambio social; por ejemplo, la cadena de restaurantes Denny's es objeto deboicot por parte de algunas personas de izquierda en Estados Unidos debidoa sus prácticas de contratación racistas. Muchos de estos activistas tambiénutilizan los servicios telefónicos a distancia Working Assets porque da untanto por ciento de sus beneficios a causas izquierdistas. En determinadosmomentos, los miembros de la izquierda que plantean su resistencia anteuna política autoritaria pueden suscribir las ideologías del individualismo li­beral y de la libre elección, mientras que en otros pueden destacar las cues­tiones laborales por encima de las de consumo en las luchas por la justiciacolectiva. Las eras en las que se construye una nación viven un desfase pa­recido entre ciudadano y consumidor, según el momento histórico y la ubiocación geográfica. Por ejemplo, los proyectos de modernización basados enel Estado en Latinoamérica entre los años treinta y los sesenta utilizaron losmedios de comunicación de masas -las canciones en Brasil, la radio en Ar­gentina y el cine en México-- para convertir a las masas, recién emigradasa la ciudad, en ciudadanos (Martín-Barbero, 1993). Asimismo, los noventatrajeron una oleada de liberalización de los medios de comunicación de ma­sas, generalmente debido al «Consenso de Washington» y en parte a la reac­ción ante el clientelismo y el dirigismo de los Estados autoritarios de las úl­timas décadas. En lugar de la construcción de ciudadanos, la nueva lógica delas industrias de la cultura es la construcción de consumidores. Néstor Gar­cía-Canclini señala que este cambio en el énfasis del ciudadano al consumi­dor se vincula en ocasiones al cambio de la dependencia de Latinoaméricarespecto de Europa y de Estados Unidos: «Nosotros los latinoamericanosaprendimos presumiblemente a ser ciudadanos a través de nuestra relacióncon Europa; nuestra relación con Estados Unidos, sin embargo, nos reduci­rá a consumidores» (2001, pág. 1). Y, en nombre del consumidor, se esbo­zan ideas de lo nacional popular; la elección del consumidor se convierte enuna excusa para el ajuste estructural de políticas impuestas por institucionesinternacionales de crédito que reivindican la privatización de los medios de

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comunicación. Naturalmente, el consumidor también está cifrado en los cál­culos de Hollywood y está sujeto a intenso escrutinio, tal como explicanuestra siguiente sección.

Vigilancia

El señor Louden, que está dirigiendo un esfuerzojunto con la unidad de ciencias de la conducta del FBIpara crear archivos empíricos sobre los asesinos enserie. los violadores y otros criminales, dijo que la lis­ta de las películas de Mcllermott podia resultar útilcomo parte de la reconstrucción psicológica. «Hayque contemplar la totalidad". comentó. "y las prefe­rencias cinematográficas de una persona, cuando sedetallan así, pueden resultar relevantes." (Louden seestá refiriendo a la lista de OVO y videos de Ama­zon.com que deseaba obtener un hombre detenido porhaber matado a tiros a siete personas en una oficinasuburbana de Boston.)

PAMELA O'CONNOR, 2001, pág. C4.

El interés de la industria por el público ha asistido a la emergencia. apa­rentemente conflictiva, del paradigma bajo el signo de Foucault que consi­dera que el momento contemporáneo es una transformación electrónica deuna larga historia de la vigilancia en la modernidad, desde el diseño de laprisión panóptica de Jeremy Bentham hasta la mirada omnicomprehensiva yla internacionalización de la seguridad en los centros comerciales y el cinevirtual nacional de nuestros días (Denzin, 1995).

El ethos conductor del fracaso inmanente/inminente tiene un curiosoefecto colateral en la visión del público que tiene Hollywood. Los especta­dores de cine se perciben a la vez como los árbitros últimos del éxito de unapelícula. Buenos o malos, los filmes son juzgados en taquilla. Con todo, talcomo vimos en el capítulo 5, los estudios de la mercadotecnia cinematográ­fica tratan a los espectadores como a amenazas potenciales, que hay quecontrolar y no respetar. Los públicos son, después de todo, las causas de lademanda de incertidumbre; se les puede imputar así cierto frenesí de Holly­wood. En este sentido, los técnicos en mercadotecnia utilizan a los especta­dores como chivos expiatorios de los fracasos de la industria a la vez queproporcionan soluciones aparentes para su control. Dicha percepción de lospúblicos motivó que los primeros artífices del cine y los encuestadores deopinión desarrollaran formas rudimentarias de estudios de audiencia: los có-

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micos del cine mudo calibraban las películas a partir de las carcajadas (la co­media sigue siendo sometida a más pruebas que cualquier otro género), losestudios recopilaban las opiniones del público en las «tarjetas idiotas», yGeorge Gallup monitorizaba las opiniones del público con máquinas de te­levotación durante la emisión de la película «<Lemen>, 1999). Hoy en día, lapresunción de que los públicos son una fuerza de trabajo indómita que ha­bría que domesticar para el consumo justifica la creciente y sibilina vigilan­cia a la que la mercadotecnia cinematográfica somete los sentimientos, opi­niones, amores y odios de la gente en una búsqueda de conocimiento acercade la experiencia del espectador mucho más intensa, e incluso justificadamoralmente.

Si bien hay excelentes estudios acerca de las investigaciones sobre el pú­blico cinematográfico, se han escrito muy pocos acerca de cómo dichas ac­tividades forman parte de un sistema de vigilancia más amplio. Tal vez seaconsecuencia de que se centran escuetamente en la forma y los resultados delos estudios de pre y posproducción, los grupos muestra elegidos, los gru­pos de consumidores, las pruebas de pantalla previas al estreno y el segui­miento de la audiencia y de la taquilla. La interpretación econoestética delhigh-concept de Wyatt (1994), por ejemplo, se basa en las mismas presun­ciones, no sometidas a examen alguno, acerca de la experiencia del especta­dor que sostienen los mismos técnicos de mercadotecnia cinematográfica.Wyatt da por sentado que la audiencia debe percibir la marca de la merca­dotecnia en la diferencia de una película con el fin de establecerla en cuan­to «producto diferenciado»; por lo que debe percibir también la marca de lamercadotecnia en el parecido de una película respecto de las otras con el finde minimizar la incertidumbre de las ventas en taquilla. La vigilancia anidaen el inestable fundamento de su paradójica presunción. La probabilidad deque una audiencia perciba la diferencia y/o la similitud sólo puede suponer­se tras una encuesta de los gustos, las preferencias y las habilidades de lagente para articular opiniones acerca de la variedad y la calidad.

Litman y Ahn (1998, pág. 193) confirman que la mayoría de los estudiosutilizados por la industria del cine están basados en «la incertidumbre acercade las preferencias del público», lo que «precisa del desarrollo de una a menu­do vaga "imagen de la audiencia" que determina considerablemente la toma dedecisiones en los estadios económicos del negocio del cine». Así, además de lavigilancia, la evaluación de un público parte de una interpretación preescritadel carácter colectivo de una audiencia probable (es decir, las acciones quesólo cobran sentido en cuanto conductas de mercado en una historia de la ra­cionalidad económica). Los técnicos en mercadotecnia emprenden medidas devigilancia no para descubrir algo nuevo y maravilloso acerca de la infinitud dela diversidad, las identificaciones y la creatividad. sino para clasificar a la gen-

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te según identidades de mercado predeterminadas con propensión a que leguste determinadas películas o elementos de las películas y compre determi­nado tipo de productos y servicios. Lo mejor que los técnicos en mercadotec­nia pueden hacer en estas condiciones es poner en relación elementos fílmicoscon los hábitos de consumo probables -es, después de todo, por lo que paganlos bancos y los inversores varios que quieren que sus marcas aparezcan ins­critas en la colocación del producto-, vendiendo la película y las mercancíasasociadas en un concepto integrado de mercadotecnia.

No obstante, los profesionales de la mercadotecnia afirman con ello unamanera de juzgar y vender una película mejor que la intuición, la intensidadde las emociones que suscita un proyecto muy personal o la saturación ab­soluta de las salas de cine. La confianza de la que hacen gala los especialis­tas del mercado es fruto de su recurso a la investigación por encuesta a lahora de dotar sus decisiones y recomendaciones de un aura de seudociencia.La mayoría de los ejecutivos de los estudios que utilizan en la actualidad lasinvestigaciones de la mercadotecnia consideran que dicha hubris es útil,dado que proporciona a la mercadotecnia la función disciplinaria inmediatade dar la lata a directores y productores no cooperadores para hacer que«presten atención a esos detalles que arrojan las pruebas de audiencia queno les apetece escuchar» (Willens, 2000, pág. 20). Si un distribuidor majorquiere cambiar una película, empuña los estudios de mercadotecnia hasta elpunto de manipularlos en apoyo de su propio punto de vista. En palabras deldirector Andrew Bergman, «si la prueba da malos resultados, el estudio en­tra en pánico», y el frenesí de Hollywood se abate sobre el director. Sin em­bargo, añade Bergman, «si sale bien dicen "Esto no significa nada" y el es­tudio reclama enardecidamente que se realicen los cambios de todosmodos» (citado en Willens, 2000, pág. 11). Hay aquí signos que señalan elterreno común entre espectadores y cineastas opuestos a la vigilancia delconsumidor, un tema sobre el que volveremos en la conclusión. Consideranque la vigilancia diseñada para afmar su película forma parte de la «estupi­dización del negocio». Para los pocos disidentes, como Stone y Coppola, alos que no les importa el principio básico de someter la película a una pro­yección final de prueba frente a las audiencias, el problema surge, en pala­bras de Stone, cuando el proceso de someter la película a pruebas amenazacon reducir el hacer películas a un «negocio orientado al producto» que so­cava la integridad de una película y convierte al director en un mero «en­granaje de la máquina» (citado en Willens, 2000, pág. 20). Con todo, haymuchos -si no más- engranajes de la máquina que, a cambio de unas ven­tas agresivas y bien financiadas y de los esfuerzos de distribución de los dis­tribuidores, entregan felizmente su película al escrutinio de los estudios deaudiencia y a las peticiones del distribuidor.

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Existen pequeñas empresas que cumplen con la labor subcontratada devigilancia para las divisiones de mercadotecnia de un distribuidor. Por ejem­plo. los ejecutivos en mercadotecnia de Gramercy contrataron a treintaagencias de publicidad distintas para la promoción de Cuatro bodas y unfu­neral. Cada una de las agencias recurrió a archivos procedentes de bases dedatos en las que habían almacenado independientemente un volumen de in­formación sobre el consumidor recopilada para trabajos anteriores. Su pre­tensión era identificar a otros publicistas cuyas carteras de clientes pudieranestar en consonancia con la idea que tenía la Gramercy acerca del públicoprobable para Cuatro bodas... (Lukk, 1997). Contrastando la informaciónderivada de anteriores esfuerzos de vigilancia del consumidor, dichas agen­cias hallaron detallistas con los que Gramercy formó alianzas para promo­cionar los productos del otro (floristas. agencias de viajes, líneas aéreas. ca­feterías especializadas. tiendas de novias).

La campaña de ventas puede implicar a docenas de empresas. pero sólouna gran compañía de estudios de mercado está dedicada por completo alexamen del público cinematográfico. El National Research Group (NRG)domina con eficacia este sector de la industria. y tiene contratos en exclusi­va con todos los distribuidores majors y la mayoría de las compañías másimportantes de la segunda categoría. Como dijo Mark Horowitz (1997). pro­ductor de Poli de guardería (Kindergarten Cap. I. Reítman, 1990) y El pro­fesor chiflado (The Nutty Professor, T. Shadyac, 1996) refiriéndose a los es­tudios del NRG. «todo el mundo en la industria. los que realmente están enel juego. los tienen en cuenta».

Las oficinas del NRG están ubicadas en Hollywood en «barrios preten­didamente anónimos, con pasillos claustrofóbicos, muchos cristales opacosy todo el aspecto de ser tapaderas de la CIA» (<<Lemer», 1999, pág. 18). ElNRG proporciona estudios de seguimiento que ponderan el conocimiento defuturos estrenos, los visionados previos y posteriores de los grupos muestraelegidos. análisis de los mercados exteriores y valoran el atractivo de unapelícula en términos que pueden aplicarse a las ventas en vídeo u otras pan­tallas de exhibición. También analizan el atractivo de los títulos de las pelí­culas y cómo funcionan los anuncios publicitarios en televisión y los anun­cios en prensa de las películas (Kiady, 1998. pág. 9). Los precios de estosservicios van de los 15.000 dólares por una proyección de prueba hasta los500.000 que se cobran por el servicio de estudio de mercado completo paralas películas de gran presupuesto. Tras crear una buena impresión en su pri­mer cliente, Coppola, en la prueba de pantalla de Apocalypse Now (Apo­calypse Now, 1979). la NGR cobró mayor notoriedad cuando, como conse­cuencia de las conclusiones que habían sacado sobre Atracción fatal (FatalAttraction, A. Lyne, J987) la Wamer Bross cambió el final de la película

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para el público de Estados Unidos. El NRG ha reunido su propia base de da­tos de consumidores que relaciona la asistencia del público con «todas laspelículas de majors estrenadas desde 1982, con referencias cruzadas a losactores, director, taquilla, género, estudio, país, o con cualquier otro índiceimaginable» «<Lerneo>, 1999, pág. 18).

Unas 2.000 personas trabajan a tiempo completo para el NRG en Esta­dos Unidos, aunque el grueso de los preparativos de vigilancia lo llevan acabo entrevistadores sin experiencia contratados a tiempo parcial. El escri­tor Preston Lerner «<Lerner», 1999) siguió a estos «reclutadores- para co­nocer a fondo su trabajo. Descubrió que erraban por «centros comercialessuburbanos y multisalas de cine blandiendo eternamente sus tablillas sujeta­papeles» y buscando a sujetos susceptibles de ser entrevistados. Los reclu­tadores habían sido instruidos para reunir a un grupo que se correspondieracon la audiencia probable más amplia de la prueba de pantalla. Esta estadís­ticamente correcta prueba a la que se somete la película ante el público seobtenía supuestamente «tironeando», como acertadamente escribió Lerner,«del corazón de la curva de Bell», Pero como los salarios de estos jóvenestrabajadores dependían del número de gente a la que reclutaran, eran «evi­dente y comprensiblemente reticentes a rechazar a los candidatos a las pro­yecciones de prueba». Por lo que comprometieron seriamente los protocolosestadísticos que se esperaba que siguieran. Para cerciorarse definitivamentede que las 550 personas que esperaban ser entrevistadas compartían atribu­tos con la presunta audiencia de la película, se exhortó a los reclutadores aque se aseguraran de que los reclutados tuvieran entre 17 y 49 años, no tra­bajaran en la industria del entretenimiento y la información, y hubieran vis­to al menos dos de la siguientes películas: Scream: vigila quién llama (Scre­am, W. Craven, 1996), Scream JI (W. Craven, 1997), Juegos salvajes (WildThings, J. McNaughton, 1998), Mimic, Un hombre lobo americano en Pa­ris (An American Werewolf in Paris, J. Landis, 1997), Sé lo que hicisteis elúltimo verano (1 Know What You Did Last Summer, J. Gillespie, 1997) yAlien resurrección (Alien Resurrection, J-P. Jeunet, 1997). Aparentemente,estas películas guardaban cierta analogía con las pruebas de pantalla. Aso­ciándolas con las pruebas de pantalla, tal vez el NRG pudiera afirmar mejorel posicionamiento de un filme. El flyer que dieron a los reclutados decíaque la película se titulaba Falsas apariencias (The Whole Nine Yards, J.Lynn, 2000), y la describía como «una película escandalosamente tenebro­sa» protagonizada por Bruce Willis en una «lucha a vida o muerte con con­secuencias desastrosas aunque hilarantes». Al final de la película, empezó eltrabajo de los reclutadores. Los entrevistadores distribuyeron un cuestiona­rio de dos páginas entre la gente a la que habían acorralado en la sala de ciney que les preguntaba, entre otras cosas: «¿Qué clasificación daría a la pelí-

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cula? ¿Qué piensa del final? y ¿Dónde se sintió confuso?», Posteriormentese formó un pequeño grupo muestra elegido a partir de estos sondeos de laaudiencia para aclarar las respuestas a la encuesta (Lerner, 1999, pág. 18).Además de estas proyecciones de prueba especiales, el NRG realiza entre­vistas telefónicas a unas 400 personas de distintos lugares de Estados Uni­dos tres veces por semana para establecer el conocimiento que existe de lapelícula y si es elegida como primera opción (Klady, 1996, pág. 3).

Hoy en día, el NRG contribuye a planificar la mercadotecnia de la mayo­ría de las películas majors de Estados Unidos y Europa. Los únicos desafíossignificativos en el dominio que el NRG ejerce en el campo del público cine­matográfico no surgen del negocio tradicional de los estudios de mercado.Liebennan Research intentó, aunque en vano, quedarse con la cartera declientes del NRG a mediados de los noventa, y ni siquiera la venerable GallupOrganization ha podido competir con el NRG, a pesar de que relanzó su Mo­tion Pictures Division en 1994, pasados catorce años (Klady, 1994, pág. 1).

El nuevo contrincante en el campo de la vigilancia de la audiencia esMovieFone, una operación de espionaje al consumidor propiedad de laAOL-Time Warner que-se disfraza de servicio telefónico que ofrece infor­mación. sobre horarios de los cines y vende localidades. De acuerdo con supretensión de realizar predicciones sobre los ingresos de taquilla, MovieFo­ne ha amasado una vasta base de datos sobre las preferencias de los espec­tadores y sus hábitos de consumo a partir del volumen de dos millones dellamadas semanales que recibe su servicio en veintiocho áreas metropolita­nas estadounidenses. Un ejecutivo de MovieFone fue incapaz de ocultar supredisposición al espionaje: «Sabemos quiénes son las personas que nos lla­man», dijo, «y hemos formulado pruebas para monitorizar sus preferencias».(citado en Klady, 1996, pág. 3). El número de llamadas con solicitudes quese recibieron en este servicio se reflejó después en la venta de entradas, y deeste modo se ha convertido en una estratagema de vigilancia para la predic­ción de los movimientos de la audiencia (Sreenivasan, 1997; para una inter­pretación benigna, véase Orwall, 2001).

Otros contrincantes están en el negocio de la vigilancia del consumidoren Internet, donde el NRG ha empezado a desarrollar sus estudios junto concompañías filiales como Nielsen Media y NetRatings. Una de ellas es la Ho­llywood Stock Exchange (HSX). Ya en el año 2000, la HSX había registra­do 570.000 usuarios, la mayoría hombres jóvenes con poder adquisitivo,que comerciaban con acciones de películas y bonos de estrellas. Cada pelí­cula o estrella con la que se comerciaba en ese portal tenía un valor en fal­sos H-dólares. Los grupos de música también son objeto de comercio. HSXparte de un precio inicial basado en las actuaciones o ventas en el pasado, yluego permite que el comercio determine las fluctuaciones del precio, que

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sigue como si se tratara de los índices de Wall Street. Los informes que sepublican en Advertising Age describen el sucedáneo del comercio que se daen HSX: «StarBond» de Piper Perabo presentaba una «tendencia al alza»por encima de los 1.100 H-d6lares, mientras que El bar Coyote (CoyoteUgly, D. McNally, 2000), una película en la que aparece Perabo, se cotiza­ba a 30 H-d6lares, mucho menos que Space Cowboys (Space Cowboys, C.Eastwood, 2000), que estaba en 50 H-d6Iares; el StarBond de Winona Ry­der supera a Eastwood, y ninguna de las dos estrellas consigue alcanzar los2.218 A-d6lares de Kevin Bacon, etc. (Friedman, 2ooob, pág. 24). «HSXfue concebido como un juego que le sacara partido a la obsesión del públi­co con las cifras de taquilla», dijo uno de los fundadores, aunque el verda­dero plan de HSX consiste en vender pronósticos basados en «la informa­ción que se ha recogido a partir de la gente que frecuenta el portal» (Bates,2000, pág. CI). El éxito de HSX en la predicción de éxitos, por lo demás im­predecibles, como El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Wilch Project,D. Myrick y E. Sánchez, 1999) todavía no ha convencido a los distribuidoresmajors de que vale la pena confiar en sus servicios. Uno de los elementos quemás duda siembra es el perfil estadístico de sus usuarios, la mayoría hombresaficionados al cine mayores de veinte años, con una renta nacional media deunos 53.000 dólares. No obstante, algunos ejecutivos cinematográficos síhan mostrado su interés. Tal como se preguntaba un periodista en Los Ange­les Times, «tal vez sea cierto que los hombres jóvenes y ricos son los que dic­tan las normas de la cultura pop» (Bates, 2000, pág. CI).

La ironía que subyace en el problema que tiene la industria cinemato­gráfica con cómo «conocer» a las audiencias puede contribuir a atenuar laspreocupaciones sobre las actividades de vigilancia que tienen lugar en elHollywood global. En este sentido, sin embargo, es importante recordar quelos principales usuarios de la información de la mercadotecnia y de su fun­cionamiento son las grandes multinacionales del entretenimiento. Aunquegenera muchas anécdotas divertidas sobre metidas de pata y resbalones, lajugada consistente en predecir el paradero y los deseos del público no cons­tituye ninguna broma para ellos. Piden a todos cuantos trabajan para ellosque defiendan sus bienes en mercadotecnia, ya estén basados en la barrerade entrada de la diferenciación del producto, una lucrativa unidad de merca­dotecnia o alguna otra empresa altamente capitalizada en la que participe lamercadotecnia o los estudios de tal disciplina. Ello crea una presión cons­tante sobre los ejecutivos y los investigadores de mercadotecnia para que re­definan sus técnicas y desarrollen nuevos métodos de recolección de datos ybases de datos más grandes. En definitiva, los especialistas del mercado seenfrentan a la vez a dos desafíos estructurales. Tienen que esforzarse por su­perar la enclenque reputación de la mercadotecnia cinematográfica y a la

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vez satisfacer la inflexible demanda de las corporaciones de una mayor ymás apropiada información sobre la vida de las personas. Estas presiones es­tructurales conducen inexorablemente a los estudios de mercadotecnia a zo­nas de vigilancia aún más amplias e invasoras.

Las empresas de mercadotecnia han optado por algunas estrategias dis­tintas para avanzar en la recopilación y el análisis de la información. La in­dustria informática ofrece nuevos dispositivos de rastreo que han superadolas estrategias tradicionales de la mercadotecnia por su capacidad invasora ysu mendacidad. Por ejemplo, nuevas técnicas de espionaje han surgido deSilicon Valley, ocultas en un chisme que elimina los anuncios publicitariostelevisivos y automáticamente graba los programas que desea ver el televi­dente. El trasunto reside en que el dispositivo está conectado a Internet parapermitir que los servidores, TiVo y ReplayTV, recopilen la información re­lativa a cada una de las elecciones, cambio de canales y evasión de la publi­cidad. Además de reunir una enorme base de datos de información sobre elconsumidor, este particular dispositivo de vigilancia es capaz de concretarlas identidades y las acciones de los televidentes individuales (Lewis, 2001,pág. 40; Rose, 20ü1bl. Como HSX y MovieFone, estas operaciones de vigi­lancia ocultan sus actividades de espionaje ofreciendo lo que parece un re­galo o un servicio a bajo coste; un juego, un directorio de servicios o algunamanera de mejorar la experiencia del televidente. Cada uno de los intercam­bios aparenta favorecer las necesidades del consumidor, aunque en realidadno es más que un señuelo para que los usuarios generen información perso­nal, que la compañía transforma después en un estudio de mercado de supropiedad. Efectivamente, crean un mercado laboral de información invo­luntario cuya fuerza de trabajo pueden explotar subrepticiamente en benefi­cio de su empresa. Cuando Internet y la tecnología digital entran en juego,los medios de comunicación de entretenimiento siempre obtienen más deuno de lo que uno obtiene de ellos (Raphael, 200 l l. La grabadora de vídeopersonal, que inicialmente fue blanco de los odios de las cadenas de televi­sión que temían por sus calificaciones, ha sido metamorfoseada por ellas enuna fuente de información del consumidor con la que seducir a los anun­ciantes (Rose, 2001b),

Las principales empresas de mercadotecnia, las establecidas, explotandesde hace tiempo esta fuerza de trabajo informativa. Naturalmente, el NRGofrece proyecciones previas al estreno gratuito de largometrajes de Holly­wood a cambio de los datos y las opiniones del espectador. Al igual queotras empresas de estudio de mercado tradicionales, ha pretendido avanzaren sus técnicas de vigilancia asociándolas a un amplio abanico de estrategiascomerciales. Dichas estrategias son conservadoras si las comparamos conlas de las empresas de Internet, que se centran en la actualización del hard-

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ware de rastreo y del software analítico existente para revalorizar sus yaatestadas bases de datos. También han intentado establecer alianzas estraté­gicas y acuerdos de licencia cruzada que contribuyeran a su causa, en oca­siones incluso invirtiendo en empresas no tradicionales, como ha hecho lacasa matriz del NRG.

Ninguno de estos esquemas está a la altura de la escala y el espectro delos cambios que han derivado de las estrategias de concentración y conglo­meración en la industria de la vigilancia del consumidor. A medida que lasgrandes empresas de mercadotecnia llegan a un punto límite de la renova­ción interna y del crecimiento, empiezan a comprar a sus competidores y afundir bases de datos, software y acuerdos de licencia para crear corpora­ciones más grandes. Creciendo, las empresas de mercadotecnia aspiran aobtener mejores resultados de su labor de vigilancia. Una estrategia que secorresponde con una pauta de treinta años de intensa colaboración en la in­dustria global del entretenimiento y la información. La concentración en elnegocio de los estudios sobre el consumidor crea servicios de vigilancia glo­bal a una escala suficientemente grande y con la variedad necesaria para res­ponder a las peticiones de las corporaciones transnacionales, cuyos negociosabarcan intereses entrelazados en los medios de comunicación, el entrete­nimiento y las industrias al por menor. La vigilancia del consumidor de laglobalización ha tenido como consecuencia niveles de capitalización sinprecedentes en los estudios de mercado de su propiedad, y uno de los con­glomerados multinacionales creció hasta dominar este ámbito en los noven­ta. Esa corporación multinacional resulta ser la casa matriz del NRG.

El NRG ilustra el sector de la vigilancia de la NICL, y no sólo por el sin­gular papel que han desempeñado las pruebas de pantalla y el rastreo al quese han sometido las preferencias del espectador cinematográfico. Más im­portante aún, el NRG forma parte de una red de vigilancia más amplia pro­piedad de la empresa holandesa Verenigde Nederlandse Uitgeversbedrijven(VNU) o United Dutch Publishers. En realidad, el NRG es sólo una de lasdiecisiete filiales dedicadas al estudio de mercado operadas por el MarketingInforrnation Services Group (MIS) de Estados Unidos, también de la VNU.La VNU se ha granjeado con el tiempo el prestigio de ser un importante pro­veedor de información comercial para informes profesionales, revistas gre­miales, directorios y ferias comerciales, y editores de directorios telefónicosy revistas de consumidores en Europa, Japón, Sudáfrica y Puerto Rico. Poseevarios servicios de datos financieros, una distribnidora cinematográfica enHolanda, donde está creando una red de canales de televisión, y la mayor edi­tora de revistas de consumo en la República Checa. Sus operaciones de estu­dio de mercado se extienden por Norteamérica y Europa, y detenta el 85 % dela ORG-MARG, la compañía líder de estudios de mercado en la India. Entre

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sus revistas más notables están Editor & Publisher Magazine y las que pu­blica la filial norteamericana de la VNU, la BPI Communications, Holly­wood Reponer, Adweek y Bil/board, entre otras. La BPI también organiza losClio Awards, que celebran y promocionan la buena voluntad respecto de laindustria de la publicidad «<VNU», 2000; <<VNU NV», 2000).

Hacia el año 2000, VNU USA se convirtió en líder del negocio de la in­formación y de los proveedores de servicios en todo el mundo, en buena me­dida debido a su control de las principales compañías de vigilancia comer­cial y del consumidor en Norteamérica. La adquisición en 1997 por parte delNGR de VNU USA de Saatchi & Saatchi vino seguida en 1999 de la com­pra por 2.500 millones de dólares a Dun & Bradstreet de Nielsen Media Re­search (medición de audiencia de televisión e Internet) y una participaciónmayoritaria en Nielsen NetRatings (medición de los usuarios de Internet),con lo que consiguió el liderazgo de las compañías de rastreo de la audien­cia y del consumidor de cine, televisión e Internet. En el año 2000, comoparte de un acuerdo anti-fideicorniso posterior a la compra de las dos Niel­sen, la VNU vendió Competitive Media Reporting -el mayor servicio derastreo de publicidad en Estados Unidos y líder en la vigilancia del uso deInternet- a la cuarta compañía más importante del mundo en estudios demercado, la Taylor Nelson Sofres, que ya dominaba el rastreo de los mediosen Europa, especialmente a través de las operaciones de su Tellex, inglesa,y de la francesa TNS Secodip (Tomkins, 2000, pág. 24). Poco después, laVNU completó su absorción del viejo imperio Nielsen con la compra por2.300 millones de dólares de la A. C. Nielsen Corporation, líder mundial enla vigilancia y el análisis de la conducta del consumidor (Elliot, 2000, pág.C7). Entre las participaciones en compañías especializadas en vigilancia quesiguen en manos de la VNU están Claritas, Scarborough, Spectra y la Na­tional Decision Systems. Finalmente, como símbolo de su creciente riqueza,VNU USA firmó el mayor contrato de arriendo de una propiedad en la ciu­dad de Nueva York en 1999 para albergar su cuartel general en un antiguocentro comercial del East Village, un trato que incidentalmente «reportócerca de 9 millones de dólares en incentivos fiscales de la ciudad y del Es­tado» (Kanter, 1999, pág. 1).

Filiales VNU USA:• A. C. Nielsen Corporation.• BiIl Communications Inc.• BPI Communications Inc.• NetRatings lnc (54%).• Nielsen Media Research Inc,

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Productos y servicios de VNU USA:A. C. Nielsen Corporation-vigilancia y análisis de las ventas y de la con­

ducta del consumidor.AdmanlAMS-servicios de contabilidad y de software para agencias de publi­

cidad.Aireheek International Ltd.-forum online para apoyo de la industria radio­

fónica, Irlanda.Bill Communieations lne.-conglomerado (comida, bebidas, servicio de via­

jes de negocios, servicios de conferencias, detalle, artículos de deporte).BPl Communieations Ine.-de revistas de cine y música (p.e., Billboard, Ho­

llywood Reporter, Adweek) organiza los Clio Awards.Broadeast Data Systems (BDS): OperationslSales and Marketing-rastreo de

emisoras de radio .Cloritas Ine.-Estudios de mercadotecnia (geodemográficos).Competitive Media Reporting (vendida a Taylor Nelson Sofres PLC en el

2000)-planificación y compra de medios de comunicación; traeking depublicidad y compra.

Entertainment Marketing Serviees-promociones en puntos de venta; pro­ductos de entretenimiento al por menor (a través de la EMS) y POS trae­king de vídeo, música y libros (a través de VideoScan, SoundScan,SoundData y BookScan).

HCIA-Saehs-estudios de mercado del cuidado sanitario.lnteraetive Market Systems (IMSIMRP)-planificación y compra de medios

de comunicación; traeking de publicidad y venta; mercados MRP, pro­ductos IMS; empresas inglesas, canadienses y estadounidenses.

Intermedia Advertising Solutions (IAS)-Internet traeking de publicidad yventa.

MediaPlan-servidor de tecnología para planificadores de medios de comu-nicación y mercadotecnia.

National Decision Systems-estudios de mercado geodemográficos.NetRatings Ine. (54 %)-estudios sobre usuarios de Internet.Nielsen Media Researeh Ine.-estudios de mercado e información sobre tele­

visión.PERQIHCI Researeh Corporation-planificación y compra de medios de co­

municación; traeking de publicidad y venta.Retail Marketing Systems (RMS)-estudios geodemográficos de segmenta­

ción de mercado.Searborough Researeh-investigación de la conducta del consumidor a me­

dida o generalizada.Speetra Marketing Systems Ine.-estudios geodemográficos.SRDS-información sobre el mercado de los medios electrónicos y de imprenta.

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Trade Dimensions/NRB-estudios geodemográficos.Vídeo Monitoring Services ofAmericalVMS-sumarios de los contenidos de

los programas de las televisiones locales y nacionales.VNU Consumer Research Services-investigación de la conducta del consu­

midor a medida o generalizada.

En una tendencia que sin duda seguirá, la VNU estableció en el 2000una alianza estratégica con Equifax, una maniobra que extendió su red de vi­gilancia a nuevas zonas. Equifax es una agencia de calificación que reúneinformación personal relacionada con la deuda individual, los ingresos y lascompras de ciudadanos de toda América y Europa. La compañía determinala solvencia de cientosde millones de personas en las transacciones realiza­das a través de tarjeta de crédito, préstamos, cheques y seguros. La relacióncon Equifax empezó cuando la VNU le compró la National Decision Sys­tems en 1996. Esta participación en los productos de mercadotecnia y licen­cia cruzada de la vigilancia al consumidor no sólo dio a la VNU «una de lasbases de datos más sólidas de la industria», en palabras del entonces presi­dente de la VNU MIS:Convirtió la VNU en una de las pocas empresas queofrecían una fuente única para la predicción de la «conducta demográfica yfinanciera y del estilo de vida de los consumidores» (<<Equifax», 2(00).

Antes de la compra de la A. C. Nielsen Corp., la VNU ya había obteni­do un trato con la compañía para que le ayudara a globalizar y fortalecer suactividad principal, los estudios de audiencia de entretenimiento. La comprade la A. C. Nielsen Corp. el año 2000 puso en manos de la VNU un domi­nio sin competencia del rastreo de las ventas en taquilla, a través de Enter­tainment Data Inc.,filial de la A. C. Nielsen Corp, y en el negocio del estu­dio del consumidor global, terreno en el que la A. C. Nielsen tiene operacionesen cien países. Las adquisiciones ampliaron aún más la red de vigilancia dela VNU ofreciéndole «una fuente única de observaciones completas sobrelos consumidores» para el distribuidor de vídeo doméstico, el comercio sub­sidiario y el consumidor de medios de comunicación (<<VNU and A. C. Niel­sen», 1999). La alianza inicial con A. C. Nielsen se formó para comerciali­zar el VideoScan de VNU, que proporciona rastreo de puntos de venta devídeo y OVO a los distribuidores de vídeo doméstico, y se les atribuye el he­cho de que los distribuidores hayan aceptado el formato OVO. La vigilanciade A. C. Nielsen de ventas realizadas en establecimientos de venta a gran es­cala, drugstores y tiendas de comestibles, lo que incluye información y aná­lisis del panel de consumidores de su propiedad, se sumaba así a los infor­mes de VideoScan de las compras en las tiendas al por menor especializadas,la venta directa por correo e Internet. VideoS can también es la principalfuente de información de la industria del vídeo para Billboard. Hollywood

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Reporter, Video Business, Video Week, New York Times, Los Angeles Ti­mes, Wall Street Journal y otras publicaciones gremiales y de consumidores«<VNU and A. C, Nielsen», 1999). La VNU ya había integrado previamen­te la vigilancia del consumidor a sus revistas gremiales para vender infor­mación sobre los aficionados al deporte y atletas amateurs a través de unade sus compañías filiales,BiIlCommunication (Sports Trend Inf., de la BiIl,unaempresa de estudios de mercadotecnia que rastrea la venta al por menor de losartículos deportivos y vende datos sobre el consumidor a los suscriptores yanunciantes de la revista Sporting Goods Dealer, también propiedad de la BiD).

La historia del NRG revela que los estudios de mercadotecnia cinema­tográfica están ubicados en una economía política más amplia de vigilanciadel consumidor, en la que el horizonte se amplía con la creciente concen­tración y conglomeración de industrias del entretenimiento en Estados Uni­dos y Europa. La idea de «cuanto más grande, mejor» de la VNU no eliminalos problemas inherentes al conocimiento del espectador cinematográfico.Sin embargo, la VNU contribuye a la construcción de un Hollywood globalal responder a la demanda de los conglomerados del entretenimiento queahora se ven obligados a concebir la labor de hacer cine dentro de un con­cepto de mercadotecnia integrada, que incluye las principales ventanas de ex­hibición (estreno en sala, vídeo doméstico, redes locales de televisión por ca­ble, de libre acceso e Internet) además de la grabación musical y la edición,las promociones cruzadas y los productos asociados en colaboración con ven­dedores, restaurantes y cualquier otra promoción de la industria del entreteni­miento y el ocio. En Malasia, por ejemplo, la vigilancia al estilo de EstadosUnidos permite la continuidad de los textos estadounidenses en el prime-timetelevisivo; tienen menos audiencia que los programas nacionales, pero lapauta de consumo de sus seguidores de cIase dominante es más poderosa quelos gustos de los espectadores corrientes (Karthigesu, 1998, pág. 50).

Finalmente, es importante señalar que, en el presente, la globalizaciónde los estudios de audiencia se financia todavía en buena parte gracias a lavigilancia masiva de la población de Estados Unidos. Es decir, que mientrasque las grandes multinacionales corporativas están globalizando el negociode la vigilancia del consumidor, la mayor parte de la inversión que se reali­za en el estudio del público cinematográfico sigue centrada en los especta­dores norteamericanos de cine. Ello es consecuencia, en parte, de las noexistentes o, donde sí existen, vergonzosas medidas en favor del control dela información por parte de las empresas de Estados Unidos, que palidecensi se las compara con las mucho más comprehensivas medidas de proteccióncontra la vigilancia de la Unión Europea (Maxwell, 1999). Esa tendencia ala vigilancia del público norteamericano refleja también la falta de oportu­nidades de negocios para las empresas de estudio del público cinematográ-

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fico de fuera de Estados Unidos Los estudios de audiencia requieren de unagran inversión difícil de justificar en los pequeños mercados cinematográfi­cos nacionales, y son literalmente inexistentes en todos, salvo en algunospequeños enclaves urbanos de las regiones pobres de Asia, Europa del Este,Latinoamérica y África. Hay que tener en cuenta que, para la mayoría de laspelículas inglesas y habida cuenta de los costes, es simplemente más rentableesperar hasta el estreno de la película para juzgar su potencial comercial,dada su comparativamente pequeña audiencia nacional (Andrews, 1998,pág. 1). En contrapartida, la cifra de la población espectadora de cine en Es­tados Unidos garantiza un mejor rendimiento de las inversiones en el estu­dio de la audiencia cinematográfica y en el estudio del consumidor en gene­ral. De este modo, la población de Estados Unidos funciona como valiosofactor productivo para los majors, y como estudio de mercado de las multi­nacionales corporativas como la VNU, hasta la exclusión de los demás com­petidores. Constituye otra instancia en la que los distribuidores majors pue­den explotar las economías a escala para comprar y acumular informaciónsobre el consumidor, algo que no pueden permitirse la mayoría de los com­petidores independientes o no estadounidenses. Es comprensible que estascondiciones políticas y económicas contribuyan a explicar por qué la vigi­lancia del consumidor global en general, y los estudios sobre el público ci­nematográfico en particular, concentran sus actividades de espionaje en lapoblación estadounidense.

Conclusión

Nuestras películas y programas de televisión sonrecibidos hospitalariamente por ciudadanos de todo elmundo.

JACK VALENTI, citado en Gershon,1997, pág. 47

Si la VNU es un indicador de lo que está por venir, podemos predecirque la vigilancia del consumidor seguirá la tendencia hacia una mayor con­centración de control corporativo sobre la infraestructura del consumo. Y,con su apetito voraz por la innovación de las técnicas de «conocimiento» delos espectadores de cine, el constructo que la industria tiene de la audienciaseguirá siendo ascendente, y absorberá buena parte de los discursos despo­litizados sobre la audiencia activa así como la visión desarraigada del ciu­dadano trotamundos y buscador de gangas. Ambas conciben a las personascomo ciudadanos del mercado cuyos trabajos de interpretación, juicio y dis-

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frute, etc., se explotan sin gran resistencia (hasta ahora) en el mercado deltrabajo informativo creado y regulado por el estudio del consumidor al ser­vicio del Hollywood global. Teniendo todo eso presente, llamamos la aten­ción una vez más respecto de la mercadotecnia integrada que depende de losestudios que rastrean el hábito de ir al cine, los gustos del consumidor, el há­bito de ver la televisión, el uso de Internet, la información financiera, deta­lles, conducta y creencias de las personas. Se cuenta con que esta infraes­tructura para la vigilancia esté en condiciones de converger con las recientesinnovaciones tecnológicas en la transmisión en telecomunicaciones digita­les de cine y televisión. Representan el MEN, pero en cuanto herramienta decontrol, que no de crítica. Allá donde el Estado y los críticos ven a los pú­blicos como memos que necesitan protección, los especialistas del mercadolos consideran unos memos que están reclamando su explotación. El resul­tado de todo ello es un régimen de vigilancia que produce el MEG como re­acción política negativa y el DEM como reacción psíquica negativa. Encada uno de los casos, la audiencia es un significante drásticamente exten­dido, en el que se proyectan fantasías de consumo.

TiVo y ReplayTV (¿el trabajo inerte de la audiencia activa?) apenas hanempezado a experimentar con nuevos modos de rastrear el hábito de ver latelevisión a través de Internet (el trabajo dinámico de las audiencias que elcapital ha hecho aúnmás productivo). Los majors, por su parte, están consi­derando un formato cinematográfico electrónico que pueda descargarse yproyectarse digitalmente. Aunque prever el declive de la proyección cine­matográfica tradicional es algo por lo que la gente se gana la vida, una pe­queña industria, las recientes transmisiones de directo a sala vía satélite hanconvencido a un buen número de empresas del mundo de la distribución enHollywood de la necesidad de crear departamentos ejecutivos que estudieny hagan un seguimiento de esta nueva tecnología. Mientras que los distri­buidores esperan ahorrar millones de dólares en la producción de copias, elenorme coste de transformar aunque sea parcialmente las salas de cine tra­dicionales, así como el problema más grave de que los hackers puedan rom­per los códigos encriptados que se supone que protegen la transmisión porsatélite de la piratería, ha marcado la ñrme determinación de Hollywood ha­cia la bósqueda de métodos aún más complejos de control del copyright.

Ante el advenimiento de la transmisión digital de películas, los especta­dores deben esperar que la industria altere subrepticiamente las imágenespara la colocación digital del producto y la colocación del mensaje, igualque los aficionados a los deportes tienen que atenerse ya a los insertos digi­tales en los acontecimientos deportivos televisados. Lo harán mientras nadase oponga a la persistencia de la concepción que la industria tiene del públi­co en cuanto ciudadanos de mercado. En este escenario, los espectadores ve-

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rán escenas en las que se habrán colocado digitalmente marcas registradas,representaciones del producto digitalmente alteradas y otras características«que propicien la colocación del producto» como telón de fondo y puedanser localizadas para encajar con parajes determinados, enfocadas al públicolocal con menciones incidentales a los comerciantes locales. Un miembro dela audiencia activa saldrá del cine y se encontrará con la tienda o con la mar­ca que acaba de aparecer en la película y, según el sueño de los especialistasdel mercado, ese espectador estará bien predispuesto a comprar algo (natu­ralmente, ésta se celebrará como la acción voluntaria de una mente inde­pendiente). La comercialización y los productos asociados podrían cons­truirse en tomo a la flexibilidad de esta transmisión digital. La industria dela vigilancia del consumidor está reuniendo la información geodemográficaque precisa para ello. Cineastas como Lucas están experimentando con lossistemas de transmisión digitales.

Mientras la ciudadanía cultural de los espectadores esté representada através de la visión que los especialistas del mercado tienen de la audiencia-y el derecho que dicta que «un dólar, un votos-e- es más que probable quesiga ocurriendo. A los que se cuestionan la influencia de la mercadotecniaen las películas, por no hablar de la comercialización de todo ello, esta pers­pectiva les resulta horrible. La siguiente cuestión es si la mercadotecnia ylos discursos relacionados con la audiencia seguirán influyendo en el modoen que se hacen las películas, y la respuesta tiene mucho que ver con cómoimaginamos la sociedad en la que queremos vivir. Ello debería constituiruna lección perdurable para los estudios de pantalla: la promiscuidad delmedio señala cada día y de todas las maneras posibles hacia lo social y susdesigualdades. La pantalla es tres cosas en una: una grabadora de la reali­dad (el acontecimiento pro-fílmico espontáneo); unfabricante de la realidad(lo planificado y el acontecimiento montado); y parte de la realidad (ver lapelícula como acontecimiento social de un sábado por la noche, un acto deprotesta contra los estereotipos sexuales, racionales o religiosos, o un lugardonde ser analizado por las pautas del deseo de uno). El MEN y el MEO seaplican tanto al ciudadano como al consumidor, categorías de la audienciaque son tan reales y determinadas, lamentablemente, como la gente cuyasvidas pretenden describir a la vez que atraer hacia la división del trabajo deHollywood. El MEN y el MEO son probablemente imposibles de demoler,tan arraigados están en el centro del discurso público, académico, mediáticoy gubernamental. Pero, al menos, se pueden leer como lo que son: signos deuna actividad que pretende el control, no fuentes de verdades empíricas.

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Conclusión

Tras un viaje de cincuenta años, la industria cine­matográfica norteamericana se subió a la cima de unamontaña desde donde el faro de su pantalla plateadamandaba rayos de luz, color y alegría a todos los rin­cones de la tierra.

WILL HAYS, 1938, citado en Grantham,2000, pág. l

¿Qué sentido tiene decir que no a los barcos nu­cleares norteamericanos cuando hemos dicho sí, milveces sí, al caballo de Troya de la cultura norteameri­cana, al que hemos llevado a rastras a través de laspuertas de la ciudad y hasta nuestras mismas salas deestar' La MGM es más poderosa que la C/A l .. .} To­dos nosotros, poco a poco, nos vamos convirtiendo enmuñecos de ventrflocuo para otra sociedad. Estamos

- perdiendo nuestra autenticidad. nuestra originalidad,y convirtiéndonos en ecos.

Australian Weekend Magazine, citado enPendakur, 1990,págs. 16-17

The Washington Family. el gran óleo que EdwardSavage realizó en Filadelfia en 1796. captó hábilmen­te la visión que Washington tenía de la sede del impe­rio. En él vemos a la familia sentada alrededor delmapa de la ciudadfederal con el ancho río Potomac ensegundo plano. Washington apoya su brazo en el hom­bro del joven George Washington Parke Custis. El chi­co, símbolo de la nueva generación, apoya su mano so­bre un globo terráqueo.

KENNETH BOWLING, 1991,pág. 208

Mientras El grinch (How the Grinch Stole Christmas, R. Howard, 2000)imperaba en las salas de cine de Estados Unidos a finales del 2000, los flá­neurs de la República Popular China podian comprar versiones dobladas osubtituladas del OVO de Guijingling a 1,20 dólares el ejemplar; y copias pi­rateadas del vídeo anticorrupción del Gobierno, Lije and Death Choice. Am­bos discos se podían visionar en tecnología fabricada en factorías propiedaddel Estado. (El uso ilegal del formato se popularizó después de que se ven­dieran más copias pirateadas de Titanic que legales, más caras, en una pro-

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porción de 25 millones contra 300.000 ventas [Smith, 2000a].) La mismasemana del robo del Grinch, la Screen Actors Guild de Hollywood anuncióque los sueldos de sus miembros sólo habían subido un 1,3 % el año ante­rior, a pesar de la expansión de la economía norteamericana y las astronó­micas cifras que se les pagaban a las grandes estrellas (Kiefer, 2000). En lamisma ciudad se revelaron dos acuerdos monetarios más. La MPAA pre­sentó un estudio que mostraba que el copyright contribuyó más a la econo­mía de Estados Unidos que cualquier otro sector industrial, con 79.650 mi­llones de ventas en el exterior (McClintock, 2000a). Y con el copyright desu famoso ratón a punto de expirar, la Disney le dio dinero a Trent Lott parasu reelección el mismo día que el líder republicano del Congreso y el com­pañero de viaje del Klan presentó un proyecto de ley que ampliaba el con­trol de la Disney sobre su roedor durante otros veinte años (Bromley, 1999).Algunos meses después, AüL-Time Warner estaba atareada emitiendo ór­denes de cese de las actividades contra los jóvenes seguidores de los librosde Harry Potter de todo el mundo que habían tenido las agallas de crear pá­ginas web sin el permiso de los propietarios de los derechos, que estabanpreparando el lanzamiento de una muy lucrativa película sobre las emocio­nantes aventuras del joven héroe (Ingram, 2001).

Más tarde volveremos sobre el tema de Harry Potter. Por ahora, diga­mos que, como de otras instantáneas mencionadas anteriormente, se des­prende de ello un claro mensaje: el significado de la globalización para lapantalla varía entre la preocupación por el flujo cultural dominado por Nor­teamérica, según los principios del imperialismo cultural, la expansión in­ternacional de la producción capitalista y los conglomerados, y los intentospor gobernar la caótica y escindida circulación de los signos a través de lasculturas. La propiedad está concentrada en un número decreciente de corpo­raciones cada vez más grandes. Lo que antes eran mercados nacionalmentedominados para la televisión terrestre ha sufrido grandes cambios. Compa­ñías como la Disney están en posición de producir películas, promocionar­las a través de un amplio abanico de filiales, proyectarlas en una cadena desu propiedad y generar réplicas televisivas -por no hablar de los CD, ma­teriales de lectura, juguetes e indumentaria con la marca-, y todo ello conla mirada puesta en los beneficios externos (que pueden empequeñecer fren­te a la condena de Marguerite Duras, quien dijo de EuroDisney que era un«Chernobyl cultural») (McChesney, 1999, pág. 4; Duras citada en Van Maa­nen, 1992, pág. 26). Todo ello es intencionado, buena parte de ello lo facili­tan (formalmente) políticos democráticamente responsables, y nada de elloes «necesario». Puede invertirse o cambiarse.

Naturalmente, algunos teóricos se muestran optimistas ante dichas inno­vaciones, e insisten en la capacidad de las audiencias para negociar los tex­

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tos, u ofrecen estrategias de negocio multicultural, con lo que pasan a ser unsegmento del transnacionalismo estadounidense que está extendiendo susdominios. Otros se centran en las finanzas multinacionales: los estudios deHollywood han sido recientemente propiedad francesa, japonesa, canadien­se o australiana y se fijan cada vez más en las audiencias multiculturalespara diseñar sus éxitos. Pero, a la vez que surge esta aparente diversidad, losmétodos de la comunicación, asociación y representación política están con­vergiendo (Jacka, 1992, págs. 5, 2; Jameson, 1991, págs. xiv-xv; Reeves,1993, págs. 36, 62; Srebemy-Mohammadi, 1996, págs. 3-8). Hollywood seha embarcado en una concienzuda campaña que consiste en gastar más quela competencia. Mientras que el coste medio de los largometrajes en Fran­cia, Gran Bretaña, Australia e Italia apenas creció entre 1990 y 1997 (se que­dó muy por debajo de los 10 millones de dólares), el coste medio de un lar­gometraje en Estados Unidos ascendió de 26 millones de dólares en 1990 a39 millones en 1996 y 53 millones en 1997. En 1999, Hollywood gastó8.700 millones, un total que superaba con mucho los costes sumados de to­das las demás cinematografías nacionales (European Audiovisual Observa­tory, 1998; «Film Production and Distribution», 2(00).

A los críticos del discurso del imperialismo cultural que se inspiran enlas máximas ingenuas de Pollyanna debería haberles sido concedido un pa­réntesis especial en la cúspide del nuevo siglo, mientras Hollywood expor­taba su fugitiva mirada NICL al Sudeste Asiático. El entorno thai y los acti­vistas prodemocracia publicaron el arrogante expolio de que fueron objetocuando la Fox estaba haciendo La playa (The Beach, Danny Boyle, 2000)en Maya Bay, una parte del Parque Nacional de las islas Phi Phi. Los esce­narios naturales se crearon a golpe de excavadora a finales de 1998 hastaque se ajustaron a la fantasía del idilio tropical de los productores. Pagaronpor ello al Gobierno con una donación a la Royal Forestry Department y unacampaña en colaboración con la Autoridad Turística de Tailandia para vin­cular la película a una promoción del país. Mientras tanto, la siguiente vezque sopló el monzón se derrumbaron las deterioradas dunas de arena de laregión, sus defensas naturales contra la erosión habían sido destruidas porlas excavadoras de Hollywood. Todo ello a la vez que el director Boyle afir­maba que la película estaba "fomentando la sensibilidad medioambiental»de la población local que, supuestamente, estaba «por debajo» de los nive­les estadounidenses de «conciencia del entorno» (Justice for Maya Bay In­ternational Alliance, 2(00). Buena parte de Tomb Raider (Tomb Rider, S.West, 2001) se rodó en Angkor Wall, las ruinas de un templo camboyano depiedra arenisca del siglo IX. Poco después, se rodaron en ese lugar otras cua­tro películas de Hollywood. Los productores buscaban terrenos nuevos y ba­ratos (sólo pagaban 10.000 dólares diarios por rodar en una de las maravi-

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llas del mundo, el dinero iba a parar a una compañía petrolífera que heredólas funciones del departamento de conservación medioambiental como con­secuencia de una privatización; y la gente del cine tuvo incluso a los milita­res a su servicio para que les abrieran carreteras). El Gobierno buscaba pro­moción para la producción de cine concertada con Tailandia (con el eslogande «dos países, una película local» y «Destino Tailandia») y publicidad tu­rística que mostrara que el suyo era un país seguro en su encamación post­khmers rojos. Los críticos temían la destrucción de los tesoros de la anti­güedad del país de manos de los visitantes y la asociación de las ruinas conla hiperviolencia de Tomb Rider (el Estado permitió que los extranjeros lle­varan armas --algo que normalmente va en contra de la ley- para garanti­zar que la actriz Angelina Jolie se sintiera segura) (Seno y Reap, 2001; Ro­senberg, 2001; «Movie Shoot», 2000; «Tough Girl», 2000). Mientras tanto,los activistas, actores y directores coreanos se estaban afeitando las cabezas,manifestándose en las calles e iniciando huelgas de hambre para protestarpor el trato que su Gobierno había firmado con Estados Unidos para rebajarlas cuotas de pantalla, y relacionaban la decisión con la experiencia del im­perio japonés (Kim, 2000, págs. 364-365).

La globalización se presenta como algo real, una sensación que tras­ciende el tiempo, el espacio y la nación de que estas mismas categorías es­tán en peligro. (Se cuestiona nuestro sentido temporal; pensemos en el páni­co generado por la perspectiva de que los ordenadores puedan contemplar ladiferencia entre 1900 y el 2000). Ese espacio también se convierte en unconcepto problemático respecto de la NleL, dado que los puestos de traba­jo se los quedan las personas en virtud del precio y la docilidad y no a partirde un criterio local. Y las naciones se sienten amenazadas por el control cor­porativo, en la medida en que élites no elegidas y remotas desplazan o ins­truyen a los políticos localmente «responsables». En cada una de las cate­gorías, el corolario cultural es claro. El tiempo se manipula en concierto conlos intereses del capital global, el espacio se rompe en pedazos y los vínculossociales tradicionales se ven comprometidos por la propiedad basada en elbeneficio y no en el municipio. En el ámbito político, económico y de clase,todo eso puede conducir a «un fatalismo social y económico y a una insegu­ridad crónica». Las democracias parecen incapaces de pactar con las fuerzaseconómicas (Held y otros, 1999, pág. 1).

Sin embargo, los contrapoderes siempre funcionan. El sector textil, lostransportes por vía marítima y la agricultura siguen siendo masivamentesubvencionados en todo el mundo. Estados Unidos, supuestamente el máxi­mo representante del libre comercio y la competencia leal, tienen cientos demedidas anti-dumping que bloquean las importaciones cuando los preciosestán «injustamente» establecidos, y mantiene un tratado semisecreto con

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Japón para restringir la venta de acero, mientras que la VE sigue firme en sunegativa a importar carne de vaca genéticamente modificada. Las accionesde Seattle en 1999 y Washington en el 2000 en contra de los escritorzue­los del «Washington Consensus» es de lo más ilustrativa. Los defensores delmedioambiente, los sindicatos y los grupos de consumidores han creadoproblemas a la globalización tal como la ha definido la nostra neoliberal.Todo ello llevó a Economist, voz destacada en el mundo de los negocios, aadmitir que «la globalización no es irreversible» (<<Storm Over Globaliza­tion», 1999).

Bourdieu postula un modelo de cultura mundial que sigue en la bipola­ridad de la Guerra Fría, si bien sin sus ramificaciones políticas, sus corola­rios militares y sus aislamientos económicos. Su visión del conflicto acercade la cultura mundial opone Estados Unidos a Francia: el dogma dellaissez­[aire yuxtapuesto al nacionalismo cultural. Este conflicto propio del Siglode las Luces entre mónadas anómicas e identidades colectivas contrapone elindividualismo burgués a la unidad colaboradora, y las reencarnaciones de laDepresión y de la doctrina soviética penden sobre cada uno de los modelos.Bordieu reclama una perspectiva premarxista y hegeliana del debate, unmodo democrático que favorece al Estado no como una ayuda a la acumu­lación de capital ni como totalitario, sino como la expresión de la voluntadpopular que se contempla a sí misma colectivamente y no atomísticamente,y opera bajo el signo del interés general en lugar del egotismo singular(Bourdieu, 1999, pág. 20). Ese conflicto ----<le estructura y capacidad de in­tervenir, del capital y el Estado intrincados en la producción y el simbolis­mo de la cultura- requiere un análisis a partir de la economía política mez­clada con los estudios culturales. La piedra de toque crítica de esta labor es.la siguiente: en una era de cine y televisión globalizados, la idea de que losespacios audiovisuales deben ser responsables ante los espectadores locales,así como ante los remotos accionistas, es de lo más convincente. Pero¡,cuánto cabe esperar del ciudadano y consumidor ideales cuando, por pri­mera vez, el comercio entre corporaciones excede el que se realiza entre Es­tados; la liberalización ve cómo enormes monopolios capitalistas convergeny colaboran; los textos de pantalla están pensados para trascender los lími­tes lingüísticos y otros límites culturales; la diversidad textual es un mito; laproducción cultural no es independiente del Estado; y, finalmente, muchosde nosotros vivimos en sociedades que niegan o limitan nuestra reivindica­ción de ciudadanía y consumo? ¿Significa eso que las nociones de ciudada­nía y consumo son irrelevantes a la hora de discutir la responsabilidad, la so­beranía y la democracia relativa a las industrias de la cultura?

No exactamente. Teóricos como George Yúdice (2000) y García-Can­clini (2001) han elaborado modelos alternativos de ciudadanía y consumo

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que mejoran las críticas de izquierda al uso del imperialismo cultural (el he­cho de que los habitantes de las zonas rurales de todo el mundo vean espa­cios dramáticos televisivos estadounidenses les convertirá en granjerospatateros de Idaho) y las invectivas acerca de los hábitos de compra social­mente responsable (comprar papel higiénico que respete el medioambientey pollos de granja transformará el mundo, rollo a rollo y alita a alita). Yúdi­ce sostiene que tal vez ya no sea posible hablar de ciudadanía y democraciasin tomar también en consideración el consumo. Las prácticas del primermundo -tales como la persecución judicial de la discriminación en los lu­gares de trabajo privados- y las prácticas de Latinoamérica -por ejemplo,la necesidad de ir más allá de las elecciones del consumidor individual en lapolítica cultural para considerar la colaboración de grupos locales, negociostransnacionales, instituciones financieras, medios de comunicación y orga­nizaciones no gubemamentales- pueden combinarse. García-Canclini semuestra de acuerdo y, pese a que reconoce que la toma de posesión privadade las funciones culturales del Estado ha «agravado los problemas ya exis­tentes del desarrollo inadecuado y la inestabilidad de nuestras democracias»(2001, pág. 2) y amenaza la sociedad civil de Latinoamérica, también creeen la necesidad de ampliar las nociones de ciudadanía para incluir el consu­mo de sanidad, vivienda y educación.

Yúdice y García-Canclini proponen un federalismo regional que promo­cione un espacio mediático específicamente latinoamericano, que el Estadoestablezca cuotas para las producciones latinoamericanas en las salas decine, emisiones de radio y programación televisiva, la creación de la Fun­dación para la Producción y Distribución de Medios de Comunicación La­tinoamericanos, y políticas diseñadas para fortalecer las economíaslatinoamericanas y regular el capital extranjero con el fin de promover una ciu­dadanía que aliente la multiculturalidad y democratice la relación entre lanación y el Estado (Yúdice, 1995).

García-Canclini (1996) critica la generalización del desprecio neoliberalpor el Estado en cuanto árbitro inapropiado de la regulación y el control.Sostiene que el mercado y la sociedad civil no son lo mismo, con lo que de­safía los supuestos de la economía neoclásica que afirman que el libre mer­cado es el que mejor sirve a los intereses de la sociedad en general. Ello nosignifica un retomo a las críticas de los comentaristas culturales de izquier­da en el sentido de que la cultura transnacional pervierte las tradiciones pu­ras e ingenuas. En realidad, sus (1990) teorías de lo híbrido clausuran estetipo de análisis. Tampoco provocan quejas más aristocráticas acerca de quela diseminación masiva corrompe el arte elevado. Por el contrario, se oponea los artífices de las políticas neoliberales y a autores como Mario VargasLlosa, quien afirma que el libre mercado permite finalmente que los pro-

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duetos culturales producidos en la periferia al estilo de Como agua parachocolate (A. Arau, 1992) se diseminen por todo el mundo. García-Cancli­ni defiende en cambio que, sin restablecer el nacionalismo, tiene que haberuna intervención crítica del Estado, una intervención que reconozca que «lacultura es demasiado importante como para abandonarla exclusivamente ala competencia entre mercados internacionales» (1996, pág. 155). Yúdice(2000) afirma que la creación de bloques comerciales regionales/continen­tales organizados a partir del intento de moderar el dominio audiovisual nor­teamericano y proporcionar un espacio a la expresión cultural local fuera delos marcos de referencia nacionales debe implicar una asociación de lo pú­blico/privado, e incluir la participación de organizaciones no gubernamen­tales, el Estado y la industria.

Dicha estrategia para crear un espacio mediático alternativo difiere delmodelo europeo de una cultura audiovisual panregional en un aspecto funda­mental. Rechaza la lógica permanente de la política cultural audiovisual de laUnión Europa consistente en la privatización y la expansión de los grandescomplejos industriales ya existentes. Vimos en el capítulo 3 cómo la directi­va «Televisión sin fronteras» liberalizaba las industrias nacionales y fomen­taba la aparición de conglomerados paneuropeos de televisión por cable, ali­mentando así las arcas dé Hollywood a unos niveles que superan con mucholas disposiciones por tratado en materia de coproducción. También señala­mos que, aunque las coproducciones cinematográficas facilitaban la colabo­ración y distribución paneuropeas, lo hacían a través de consejos de adminis­tración exclusívistas y enfocados al arte y ensayo que privilegian el talentoartístico que se halla por encima de la línea sin preocuparse por los estánda­res laborales que están por debajo y la apertura de la toma de decisiones. Esmás, la existencia de la NICL invalida la ecuación de Estados Unidos con elentretenimiento y Europa con la educación. La globalización del trabajo cul­tural hace del cine de arte y ensayo un género efectivamente euroamericanoen términos de trabajo, finanzas, mercadotecnia y gestión, por no mencionarque buena parte de Hollywood está en manos de extranjeros (Lev, 1993). Laaparente discontinuidad con intereses anteriores, cuando la Unión Europeatenía una personalidad primordialmente económica, nos puede llamar a en­gaño: una noción de la soberanía cultural secunda las preocupaciones res­pecto de Estados Unidos, pero con ello apoya también al capital monopólicoeuropeo y los Estados más amplios dentro de sus propios muros (Burgelmany Pauwels, 1992). Existen, pues, muchas y buenas razones para mostramosescépticos ante el modelo de espacio audiovisual europeo, así que, ¿qué pue­de aprender de él una estrategia alternativa del espacio audiovisual?

Tal como ejemplifica el caso de las coproducciones, la provisión estatales clave para el mantenimiento de una cultura audiovisual diversa a través

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del trabajo local, nacional y regional. Tal vez la alianza Estado-capital másproductiva ha sido la estipulación de que Canal Plus gaste el 60 % en obraseuropeas a cambio de su posición de privilegio en el mercado de la televi­sión de pago. Este apoyo ha dado a Francia la industria cinematográfica na­cional más potente de Europa, lo que sugiere que dicha política debe ampliarla larga historia europea de programación televisiva en interés público, y ex­tender su filosofía basada en el ciudadano de las ondas públicas (donde per­manece aún) a los nuevos conductos de los medios de comunicación, el ca­ble y el satélite. Con la convergencia digital de la telefonía y la televisión,dichos conductos tienen el potencial de convertirse en portales de la expre­sión pública, más que en autopistas para que Hollywood despegue en buscade la NICL. Todo ello es ahora de una gran importancia, a medida que la po­lítica europea en convergencia se enfrenta a las presiones de Estados Uni­dos, la OMC y la OECD para que liberalice su política. Tal como sugiere unrepresentante de la OECD, «no habrá necesidad de separar los reguladoresde emisión y los de telecomunicaciones» bajo la convergencia tecnológica.Dado que las políticas en materia de telecomunicaciones en competencia yla propiedad extranjera son históricamente menos restrictivas que en la emi­sión, es importante que la reforma legal dote al interés público y al accesouniversal de normas de convergencia con las iniciativas políticas (Harcourt,1998, pág. 442).

Las recientes fusiones han subrayado la urgencia de estas cuestiones. En1999, las fusiones y las adquisiciones en Europa ascendieron a un total de1.300 millones, con lo que se habían triplicado desde 1997. Buena parte deestas actividades consistieron en fusiones en telecomunicaciones, como laOPA hostil por un valor de 179.000 millones de dólares que lanzó la com­pañía inglesa Vodafone a su rival Mannesmann en el 2000. Los conglome­rados globales emergentes en materia de telecomunicaciones como Vodafo­ne, Vivendi y la Telefónica española han estado adquiriendo productores decontenidos para posicionarse con vistas a la convergencia televisiva y tele­fónica a través de Internet (Hopewell, 2(00). Detrás del desencadenamientode las fuerzas de mercado a través de la privatización y la liberalización estála promesa de una revolución tecnológica y el acceso universal a la expre­sión participativa. Además, como ha señalado Shalini Venturelli, la liberali­zación no ha garantizado la democratización de la expresión en la mismamedida en que ha facilitado la «concentración de propiedad» (1998, págs. 56­58). Vivendi (Universal) tiene intereses en el sistema paneuropeo de ca­ble/satélite del Canal Plus (49%) y BSkyB (25 %) Yuna alianza con el ser­vicio telefónico sin cable más grande del mundo, Vodafone AirTouch. Conello se amplía el potencial del portal de Internet multiacceso Vizzavi, pro­piedad de Vivendi, a unos 80 millones de suscriptores. A menos que la

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Unión Europea actúe para cortar esta tendencia hacia la convergencia y laconcentración, no habrá lugar para políticas del servicio público como laque apeló a Canal Plus para acudir en apoyo de la industria cinematográficanacional (Goldsmith, 2000; James y Dawtrey, 2000).

Hay que ser muy cautelosos al afirmar que la burguesía factótum localde la industria no determina excesivamente la política cultural. Con un ojocrítico puesto en las posibilidades y las limitaciones del modelo de la UE,García-Canclini (200 1) afirma que la propuesta de un espacio audiovisual esbuena para Latinoamérica, porque su particular manera de ser multiculturaly moderna es muy distinta tanto de la europea como de la estadounidense: lalatinoamericana da prioridad a la solidaridad por encima del sectarismo. Deeste modo, la multiculturalidad evita el separatismo que, en su opinión, esjustu lo que ocurre en Estados Unidos y en Europa. Por el contrario, se dauna hibridez que cancela esa lucha de cada uno por sí mismo; los zapatistasen Chiapas, por ejemplo, relacionan sus reivindicaciones regionales con lanación y la gIobalización, y organizan una crítica inclusiva de la moderni­dad que trasciende la promoción de los intereses locales aislados. García­Canclini lo atribuye a la hibridación étnica y a las identidades nacionales deLatinoamérica, una forma de modernidad particularmente irregular que in­cluye complicadas mezclas de tradición, modernidad, posmodernidad, yvincula el continente de modos que no se dan en Europa, porque Latinoa­mérica está dominada casi por completo por la lengua española (con la no­table aunque cambiante excepción de Brasil). La unidad orgánica de estalengua ha sido crucial, por ejemplo, para el éxito global y pancontinentalde la telenovela, que Ve cómo los emplazamientos de producción, el trabajoy las referencias intertextuales se extraen del continente entero, proporcio­nando un precedente para una conexión latinoamericana más amplia en tér­minos tanto de significación personal como cultural (Mato, 1999, págs. 248­249; Mazziotti, 1996).

Como una política cultural de resistencia depende tanto de dichas cone­xiones orgánicas, acaba entrando en conflicto con el chauvinismo de las cul­turas nacionales y sus guerras fronterizas. Por lo tanto, hemos intentadomantener nuestra teoría del imperialismo cultural alejada de la atracción his­tórica que siente por el Estado-nación, que fue resistente en su momento, en­tre la década de los cincuenta y la de los sesenta. Dicha dialéctica nos remi­tió, en cierto modo, a una fuente fundamental de cultura: el trabajo. Talcomo ya instamos en el capítulo 1, la teoría del imperialismo cultural nece­sita una modificación para que pueda darcuenta de su pérdida de cachet in­telectual (hay que añadir que, si bien ha perdido su aura de modernidad en­tre los académicos, ha ganado partidarios diplomáticos y políticos). Nuestrarespuesta consiste en volver a la persona en cuanto trabajador, pero no en

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cuanto categoría idealista de identidad. Hemos establecido una perspectivapolítica y ética sobre el trabajo y su alienación en un modelo de ciudadaníay consumo que nos permite cuestionamos el papel de los Estados y los mer­cados en la ampliación o la contención del poder del Hollywood global. Di­cho modelo de ciudadanía, sugerimos, debe abordar la cuestión de los tra­bajadores sin domicilio fijo, con todo el desposeimiento que se le supone adicha condición. La ciudadanía asume el control gubernamental de los dere­chos y las responsabilidades. ¿Cabe aplicarlo también a cuando está operan­do la NICL y parece que las únicas alternativas son la liberalización o la pro­tección de los medios de comunicación burgueses? ¿Desde dónde apela unoen calidad de persona insatisfecha con el silenciamiento de la tradición dra­mática local propia a través de las importaciones televisivas, pero desmora­lizada por la representación de las minorías étnicas y sexuales o de las mu­jeres que presentan los así llamados dramas de pantalla nacionales o losinformativos de las cadenas de televisión? Al principio hemos visto la lenta~ue ahora es rápida- disolución del proteccionismo cultural en la panta­lla. Difícilmente parece un lugar efectivo donde luchar por la ciudadanía,cuando dichos efectos de la globalización son fruto de una configuracióncompletamente nueva de la fuerza de trabajo global. Los esfuerzos del mo­vimiento obrero por superar el chauvinismo nacional que haya entre sus fi­las serán cruciales al respecto (Wasko, 1998, págs. 183-186).

Las audiencias también están realizando su labor. Al oponemos al do­minio del Hollywood global sobre la NICL, y con ello a las condiciones yposibilidades del trabajo cultural en el mundo entero, pretendemos articularuna política cultural materialista sobre la base del mismo supranacionalismoque proponen García-Canclini y Yúdice, Dicha política se hará extensiva alconsumidor con el fin de comprender las necesidades de cualquier númerode circunscripciones normalmente excluidas o marginadas de las discusio­nes formales sobre comercio, trabajo o consumo cultural. Nuestra políticarepresenta por consiguiente una narrativa de la experiencia del espectadorde cine distinta de la que se ha cerrado en tomo a la estrecha identidad ins­titucional disciplinada por la propiedad intelectual, constituida en narrativasde mercadotecnia en cuanto audiencia con gustos que se avengan con loscriterios de mercado, e inconsciente de la vigilancia que la rodea.

La política que separa la propiedad intelectual (PI) de los intereses cor­porativos quita la piedra angular del control que el Hollywood global ejercesobre los recursos para hacer y ver películas. Esa política empieza con losproblemas prácticos que socavan y debilitan el cerco corporativo en tomo ala propiedad intelectual: 1) el mero hecho de dar prioridad a la ley de copy­right no consigue asegurar los derechos en calidad de monopolio porqueomite el giro hacia la ley de la marca registrada que han realizado las indus-

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trias basadas en licencias (como la televisión); 2) el copyright es mucho másdifícil de hacer respetar en los llamados mercados emergentes; y 3) el copy­right tiene problemas para operar eu las nuevas arenas de la distribución sincomprometer seriamente la intimidad del usuario. Podemos hallar más pun­tos débiles en el fundamento liberal que informa ya la reforma política; oapuntalar estipulaciones progresistas acerca del derecho moral contra elcontrol corporativo o dotar a las corporaciones de un rostro humano. En pri­mer lugar, la cuestión de cómo ganarse la vida artísticamente se sostienesólo accidentalmente mediante el copyright. Las más de las veces, el copy­right implica la renuncia firmada a los derechos morales según la doctrinadel trabajo bajo contrato. Segundo, la evocación actual del copyright está re­lacionada con formas de legislación que garanticen personalidad legal a lascorporaciones que se convierten en «autoras» en el acto de la transferen­cia contractual. Finalmente, no hay equidad en el comercio de la PI porquela resbaladiza y realpolitik transferencia de las disposiciones sobre derechosmorales de autoría privilegia los regímenes orientados a la propiedad (que eslo que permitió que, finalmente, Estados Unidos firmara la Convención deBerna). En definitiva, los argumentos a favor de los derechos morales fun­cionan bien dentro de los estrechos ámbitos de los derechos tributarios ads­critos al trabajo creativo (por ejemplo, que no puede ser «distorsionado» sinla aprobación de su autor y que la autoría debe atribuirse siempre); no obs­tante, por definición, los derechos morales son incapaces de negociar losmodos cotidianos en que las relaciones PI están sujetas a las transferenciascomerciales inherentes al «derecho labora!».

Tal vez lo que necesiten las comunicaciones y la política cultural sea unaperspectiva más matizada sobre la cuestión de la propiedad. En lugar de de­dicamos a las cuestiones de la propiedad que se hallan en el nivel de la pro­ducción, ¿por qué no empezar con el acto de consumo? Los actos de consumogeneran propiedad de una miríada de maneras distintas. Aprovechándose delos derechos limitados que conlleva la proyección de un programa sujeto acopyright, se pueden proyectar vídeos superventas dentro de los límites dela casa de uno, o en ámbitos educativos sin ánimo de lucro. Sin embargo, laderogación de los derechos de primera venta (discutida en el capítulo 4) creapropiedad digital en el mismo acto de consumo; este acto transitorio de pro­piedad lo utilizan las industrias del copyright como autorización para insta­lar tecnologías de rastreo en el ordenador personal de cada uno. Es evidenteque el copyright trasciende los parámetros espacio-temporales de la propie­dad de maneras específicas.

En lugar de reciclar interminablemente ideales de propiedad enraizadosen la posesión, sugerimos que la política cultural cambie el debate hacia unreconocimiento de paquetes de derechos del consumidor. En lugar de pro­

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teger las instancias de creación (derecho a poseer) a través de la fantasma­górica evocación de la autoría bajo la ley del copyright, la política debe pro­teger los derechos a consumir (que son los derechos clave que están en la lí­nea de fuego en la reciente legislación DMCA). Ello conllevaría considerardetenidamente el dominio público y el uso justo, no sólo en cuanto subpro­ductos diseñados en cierto modo para compensar los posibles excesos de laPI, sino a un nivel mucho más fundamental que nos asegura que tenemosderecho a hacer cosas con los textos, no simplemente el derecho a renunciara ellos en el acto de la creación (que es lo que hace el copyright por derechoconsuetudinario). Establecer una serie de derechos morales para el acto delconsumo (que sugieren que tal vez estamos libidinosamente conectados conlos actos de nuestro consumo) en lugar de para la ubicación de un acto ori­ginario de creación, podría avanzar un buen trecho hacia la conceptualiza­ción de la extensión del uso justo en el entorno informativo actual. Estasnuevas herramientas nos alejan de la evocación tradicional del uso justocomo forma de subsidio que se concede a los propietarios de copyright(véase Ginsberg, 1997b) y nos aproxima a una forma de subsidio a los usua­rios, cuya labor en cuanto audiencia es explotada por los estudios de mer­cado que protegen los resultados de sus encuestas en calidad de PI, nadamenos.

Dado que los estudios de mercado conciben las audiencias como unafuerza de trabajo indómita que necesita domesticación, los usuarios puedenreivindicar una compensación al trabajo que han realizado bajo la forma deuna extensión del uso justo que refrena los derechos monopolistas, en lugarde constituir una simple excusa para «robar». Además, los derechos de losusuarios utilizarán de nuevo el dominio público y lo alejarán de su concep­tualización en cuanto progenie vilipendiada de la PI (Caín para el imperati­vo comercial de Abel) que traza muros separadores entre discretas áreas deconocimiento y el uso público, o se utiliza como peaje del público para con­ferir derechos de propiedad privada en la autoría. En lugar de eso, debemosreconocer que el dominio público debería concebirse como «una estratage­ma que pennite que el resto del sistema trabaje dejando que la materia pri­ma de la autoría esté disponible para que la utilicen los demás» (Litman,1990, págs. 968-969). En otras palabras, el dominio público debe ser el te­rreno constitutivo en el que descanse la creatividad, y no su remanente. Estaidea está en el corazón de la iniciativa OSI (iniciativa abierta de la fuente).Para conseguir esta reorientación en el discurso legal de Estados Unidos, laElectronic Frontier Foundation (EFF) está ya subvencionando continuos de­safíos legales a la DMCA. Proporcionando apoyo financiero y estratégico alos demandantes que despliegan argumentos legales basados en la OSI enlos casos que aparecen ante el circuito de tribunales menores, la EFF inten-

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ta contrarrestar la DMCA y otros intentos de concentrar la propiedad inte­lectual en manos corporativas. Un analista de la industria mostraba su preocu­pación ante el hecho de que «forzando al Gobierno a defender la ley una yotra vez» la EFF plantea «un desafío mucho más serio en su batalla por añr­mar sus derechos a la propiedad intelectual en el ciberespacio que el que su­ponen una pandilla de chiquillos intercambiándose música por Internet»(Sweeting, 2(01).

Consideremos aún dos perspectivas más sobre el establecimiento de unmayor control por parte del consumidor sobre el copyright: el uso en cuan­to acto de habla y en cuanto leyes laborales. Mientras que «la jurisprudenciaque se desprende de la Primera Enmienda de Estados Unidos ha definido losderechos de los lectores de un modo sólo incidental» (Cohen, 1996, pág.1.(03), ha habido reivindicaciones continuadas de la necesidad de limitar elpoder del copyright para interrumpir los imperativos democráticos de la es­fera pública a través de la garantía constitucional de la libertad de expresión.Melvin Nirnmer, por ejemplo, defendía en 1970 que el «mismo acto de ha­blar atañe al copyright», de modo que el copyright estaría sujeto a violacio­nes si el acto de copiar apoyara una «contribución única a un diálogo públi­co progresista» (págs. 1.193, 1.197). Pese a que lo que tenía en mente era unescenario en el que las fótografías sujetas a copyright de la masacre de MyLai podían ocultarse al público crítico, Paul Goldstein (1970) utilizó el in­tento de Howard Hughes para impedir que Random House publicara su bio­grafía (creó una fachada corporativa que compró los copyrights de los artícu­los escritos sobre él) para reivindicar que las infracciones del copyrightdeberían ser excusadas cuando redundan en el interés general del público.

Los teóricos de los medios de comunicación y del derecho de la izquier­da suelen equiparar los derechos relacionados con el copyright de los crea­dores de información con las formas de habla (véase, por ejemplo, Braman,1998, pág. 81) O mantienen que el mismo copyright es una regulación delhabla (Benkler, 1999, pág. 446). Algunos sugieren que la ley del copyrightse refiere a los actos de habla y no a los derechos de propiedad objetivadosen determinadas obras (Rotstein, 1992, págs. 739-742). También están losque defienden que la refundición del derecho a la libertad de expresión conlos derechos de propiedad -incluso en su modalidad progresista- simple­mente recapitula las ortodoxias de lo público Ylo privado y de los bienes pú­blicoslbienes de consumo inscritas en la ley de la PI (Coombe, 1996, págs.239,241,247). Con todo, lo que estamos indicando es una reorientación delos derechos de propiedad (que refuerza la NICL) hacia los derechos labo­rales. Este movimiento fundamental de alejamiento de la política de propie­dad a la política del trabajo reconoce que, para que el uso justo y el dominiopúblico cobren sentido. el trabajo de la audiencia tiene que reconocerse

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como una forma de acto de habla. Julie Cohen (1998, págs. 1.038-1.039) se­ñala que «leer está íntimamente conectado con el habla», y que por lo tantoes proclive a ser objeto de protecciones constitucionales. Hartley añade queleer como manera de responder a los medios de comunicación es una prác­tica muy cercana al habla, en el sentido de que es «una tecnología universalde la comunicación, aunque todavía no un atributo previo de las personas»(1996, págs. 119, 66). Lo que sugerimos es que, al igual que el habla, la lec­tura merece protección.

La ecuación de los derechos humanos básicos con los derechos a la lec­tura es más que una mera majestuosidad retórica. Bajo los estrictos progra­mas de annonización planteados por las centrales eléctricas de la OMC enNorteamérica y en Europa Occidental, Venturelli advierte:

Los derechosa la comunicación y los derechoshumanostal como quedanreflejados en la polftica en materia de comunicación y en la política socialpueden ser impugnados sobre la base de que actúan como constrictores delcomercioa través de un conjuntode requisitosno comercialesdel interéspú­blico ya sea en infraestructura o en contenido.

VENTURELLI, 1997,pág. 63

Siguiendo los preceptos de la libertad de expresión, la política en mate­ria de comunicación debe pensarse a sí misma al margen de las formas tra­dicionales de derechos de PI, con el fin de proteger formas de creatividadque simulen la «producción de contenido mediático periférico al abanico depreferencias, con lo que promoverá un acceso equitativo a las preferencias ylas opiniones divergentes en la sociedad» (Van Cuilenburg, 1999, pág. 204).Sin embargo, la DMCA recorta la protección a la libertad de expresión condisposiciones en contra de la elusión de la ley que dicta que los consumido­res no pueden usar estratagemas o servicios pensados para burlar los siste­mas de gestión del copyright (como el de las marcas al agua). La única ma­nera en que los propietarios corporativos de productos sujetos a copyrightpueden regular esas posibles infracciones es monitorizando todo el terrenode consumo de los medios de comunicación. Como tales, las políticas an­ti-elusión de la ley plantean una significativa invasión de la intimidad asícomo del uso justo. La política cultural debe desvincular la ampliamente ex­tendida aceptación corporativa de los programas de gestión de derechos queamenaza sectores significativos de uso, y empieza a «contemplar los límitestecnológicos incorporados en las capacidades de monitoraje de los propieta­rios de copyright» (Cohen, 1996, pág. 988). Defendiendo que se garanticetecnológicamente el anonimato de los usuarios de medios de comunicación

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con el fin de evitar una determinación forzada de las prácticas de su audien­cia dentro de una forma prescrita de política de afiliación, Cohen señala:

La lectura es una asociación intelectual.pura y simple. Como tal, es pro­fundamente constitutiva de la identidad en cuanto asociación interpersonaldirecta. Existen razones para conceder unaprotección aúnmayora la lectura,además. La asociación interpersonal y la afiliación a un grupo son, por defi­nición, expresiones voluntarias de un propósito o interés común.

COHEN, 1996,pág. 1.014

Para modificar el lenguaje generalmente individualista de estos derechos,la política cultural puede inspirarse en un informe de la UNESCO de 1996 yen la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de la ONU. Our CreativeDiversity señala que uno de los desafíos posteriores al GATI es el manteni­miento de un «equilibrio entre los países que exportan copyright y los que loimportan» (Pérez de Cuéllar, 19%, pág. 224). Defmiendo una esfera inter­media de los derechos de la PI entre los derechos individuales de autor y eldominio público nacional/internacional, Our Creative Diversity sugiere quedeterminadas culturas merecen derechos de PI en cuanto grupos (Pérez deCuéllar, 1996). No resulta pues sorprendente que la protección de la autoríacolectiva (específicamente respecto del folclore) ni se planteara en la reuniónde enero de 1997 de la OMC en Ginebra, ni que, cuando los países del tercermundo apoyaron dicha protección en una reunión conjunta de la UNESCO yla WIPO ese mismo año, se encontraran con la oposición de los delegados es­tadounidenses e ingleses. En palabras de Kirster Malm:

Cuando el delegado estadounidensedijo que, dado que la mayor parte delfolclore que se explotaba comercialmente era de Estados Unidos, los paísesdel tercer mundo tendrían que pagarle mucho dinero a Estados Unidos si sepactaba una convención internacional. El abogado hindú señor Purim res­pondió que ése era ya el caso a partir de las convenciones existentes y que,por cierto, todo el folclore de Estados Unidos menos el de los amerindiosha­bía sido importadode Europa y de África [...] Así que el dinero tenía que ir alos propietarios originales de ese folclore.

MALM, citado en Smiers, 2000. pág. 397

Uno de los casos actuales relativos a la clausura de una de las forrnas co­lectivas del folclore moderno ilustra la poderosa correlación del consumo yel acto del habla; la controversia en tomo a Harry Potter, a la que ya nos he­mos referido anteriormente,

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Después de la agresión de la AOL-Time Warner contra los seguidores ylos propietarios de los portales de Internet, estos últimos se pusieron en piede guerra. La formación de portales tales como www.potterwar.org.uk ywww.harrypotter-warnercansuemyarse.co.uk, de oportuno nombre,* vinoseguida del Proyecto «Defense Against The Dark Arts» (DADA) (www.dprophet.com/dada/) que instaba a boicotear las mercancías asociadas a lapromoción de la película y la misma película de Harry Potter (aunque, cu­riosamente, los libros no). El DADA sugiere que la Wamer Bross debe re­parar de algún modo a los seguidores de Potter, «ya sea a través de una do­nación sustanciosa a la UNICEF o entradas para el estreno para los mismosseguidores a los que amenazaron; nos gustaría que la Wamer Bross salieracon un plan que mostrara lo mucho que lo sienten». En su campaña paraconseguir apoyos para una próxima batalla constitucional, el DADA descri­bió el control por parte de las corporaciones como sigue:

Existenfuerzas oscuras que se han puestoen marcha, más siniestras in­cluso que El-Que-No-Se-Puede-Nombrar, porqueesas fuerzas oscuras se es­tánatreviendo a arrebatar algo tan básico, tan humano, querozael asesinato.Nos están arrebatando nuestra libertad de expresión, nuestra libertad de ex­presarnuestros pensamientos, sentimientose ideas,y están arrebatándonos ladiversiónde unlibro mágico.

Pese a que la AOL-Time Wamer ha dejado ya de expedir cartas de man­dato de cese de actividades -sin duda disuadida por la tremenda publicidadnegativa que estaba generando la protección de su marca registrada-, elcaso Potter es parte de una larga serie de medidas corporativas que van des­de los portales de La guerra de las galaxias hasta Los Sipmson, Star Trek yExpediente X (véase Tushnet, 1997). En consonancia con sus actividades delicencia, la AOL-Time Warner está aplicando y registrando 2.000 marcasregistradas relacionadas con Harry Potter (Demarco, 2001, pág. 4). Es evi­dente que el acorralamiento de las palabras asociadas con esas novelas haacarreado un silenciamiento de la expresión del consumidor.

Además de la conceptualización del consumo como forma de expresión,que está protegida bajo la mayoría de las formas de provisión constitucionaldemocráticas, la política cultural debe reconocer que todo acto de consumoes un acto de autoría, o un acto que somete a un proceso de hibridación losparámetros tradicionales de una autoridad controladora singular. En otraspalabras, todo acto de autoría «que se dé en cualquier medio es más procli-

* Wamercansuernyarse significa, de un modo más o menos literal, «La Wamer puededemandar mi trasero» (N. de la t.)

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ve a la traducción y a una nueva combinación» que a un espurio acto origi­nal (Litman, 1990, pág. 966). Ya hemos mostrado en qué falla la ley de la PIa la hora de reconocer colectivamente las obras de autoría colectiva como elfolclore, que son textos en flujo constante, asegurados sólo a través de loscontextos de su uso y las formas de vida constituidas por sus significados.Irónicamente, podemos utilizar el lenguaje restrictivo de las iniciativas afi­nes a la corporación para corroborar nuestra reivindicación del trabajo queimplica el consumo. En el capítulo 4 discutimos la postura del equipo nego­ciador de Estados Unidos en la conferencia de la WIPO en 1996, que afir­maba que existe una reproducción inherente a todo acto de transmisión di­gital. Efectivamente, eso convierte a todos los usuarios de los mediosdigitales en escritores; en palabras de Pool, «para leer un texto almacenadoen una memoria electrónica, hay que abrirlo en la pantalla: de modo que unoescribe para leerlo» (citado en Van der Merwe, 1999, pág. 311).

En más de un sentido, la idea del trabajo que implica el consumo plan­tea irónicamente una revisión de la teoría del trabajo de Lock (que tradicio­nalmente sostiene la idea romántica de autoría) y la reorienta hacia la visiónsocialista de los derechos de propiedad obtenidos mediante el acto de sumarel trabajo de uno (Boyle, 1996, pág. 57). Pese a que dichas conceptualiza­ciones del trabajo han apoyado la explotación de los trabajadores, dado quelos salarios transfieren el derecho de propiedad del trabajador al empleador,también han dado primacía a las formas de trabajo creativo que hacen que laobra de un autor sea de él o de ella. Concebir un uso público más abiertocomo una suerte de salario simbólico para los usuarios sería una de las ma­neras de elaborar el dilema de los derechos de monopolio, a pesar de que re­capitularía la fundación de intercambio de propiedad en cuanto origen de lastransacciones mediáticas.

Podemos, pues, estudiar el tema más a fondo. Basándose en estudios delas prácticas subculturales, Aoki se refiere «al derecho de la audiencia a gra­bar». Señala que, centrándose en la dinámica y fluida naturaleza de la tex­tualidad (con sus audiencias en cuanto colaboradoras en igual medida en elacto creativo), se puede «diluir la condición de propietario de los interesesprotegidos por copyright». Dicha perspectiva, que se basa en «los textoscomo actos de expresión, va a empezar a crear un espacio para la considera­ción judicial de las producciones culturales "grabadas" y un mayor respetopor los valores de la libertad de expresión» (Aoki, 1993b, págs. 826-827).Mientras que Aoki reconoce que dicha reconceptualización puede introdu­cir imperativos comerciales en la regulación de la expresión, la comprensióndel consumo de los medios de comunicación en cuanto red colaboradora enel proceso de trabajo productivo nos acerca bastante a una definición másamplia del «uso justo»,

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Jane Ginsberg (1997a) ha indicado que las formas tradicionales del usojusto privilegian determinados tipos de usuarios y permiten la redistribucióndel valor adjunto por copyright de estos usuarios. Cambiar la dirección deluso justo hacia los usuarios corrientes (quienes, por lo demás, sufren de unainfantilización en calidad de memos tanto por parte de los académicos comode las culturas gubernamentales por ser supuestamente incapaces de «man­tener una distancia crítica, una postura escéptica o razonar, o poder integrar,comparar o triangular los discursos mediáticos con otros elaborados en dis­tintas instancias institucionales» [Hartley, 1996, pág. 59]), conllevaría unreconocimiento de la naturaleza efímera de la lectura y no de la ubicaciónestablecida de la autoría. Normalmente, como señala Wendy Gordon (1982,pág. 1.653), el uso justo no ha sido extensivo a los «usuarios corrientes»,dado que «el interés público prestado por los segundos autores (creadores detrabajos poco originales o usuarios especializados que utilizan materialesde dominio público) es susceptible de ser más sólido que el interés prestadopor los consumidores corrientes». Este prejuicio recapitula la adhesión delcopyright al autor en cuanto principio funcional exclusivista que impide lalibre circulación y la recomposición de la producción cultural. La autoríaproporciona el terreno común para las leyes que sostienen que los listadosde los números telefónicos no pueden estar sujetos a copyright por parte delos editores de las guías telefónicas -porque no hay prueba de que haya ha­bido un trabajo que ellos hayan realizado «con el sudor de sus frentes» (véa­se Feist Publications lnc. versus Rural Telephone Service Co., 499 US[1991])--, y protecciones estatutarias de las bases de datos de las empresasde estudio de mercado como «obras literarias» sujetas a copyright, con to­dos los beneficios de propiedad de la autoría.

A medida que la tecnología, como los «sistemas fiables» y el «manito­raje de los derechos de gestión» que abordamos en el capítulo 4, empieza asuplantar la función tradicional del copyright (que incluye una significativa,aunque subdesarrollada, evocación del uso justo), la maniobrabilidad legaldentro de la esfera estatutaria se irá tornando aún más complicada: «Cadauna de las copias de una obra digital se convertirá en su propia cabina depeaje» (Benkler, 1999, pág. 422). Naturalmente, siempre habrá piratas in­formáticos, que serán los últimos guardianes de un viejo sistema que reco­noce algunas formas de dominio público y uso privado.

«La tendencia a restar valor al dominio público --escribe Boyle- es unfenómeno mundial» (1996, pág. 130), La política pública diseñada para con­trolar el capital en conocimiento ofrecido en alquiler por parte de los mono­polios en lugar de un acceso consensuado al conocimiento basado en un sis­tema de archivos públicos representa, tal como señala Frow (2000), «unaerosión aún mayor del dominio público», Mientras que el dominio público

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ha significado tradicionalmente el abyecto detritus de los materiales no su­jetos a copyright, sus raíces, que se remontan al feudalismo europeo (comolos originales campos públicos, tierras escasas reservadas para el uso públi­co), enmascaran el hecho de que «el conocimiento en realidad aumentacuando es compartido» (Frow, 2000, pág. 182). Yochai Benkler reivindicados propuestas políticas junto con estrategias abiertas y cerradas de la fuen­te en informática que pueden sostener válidamente el dominio público y re­sistir su cerco: «Identificar o sostener una serie de bienes de uso público enlos recursos necesarios para la producción y el intercambio de información,y un cambio en las políticas de distribución desde el bajo coste o la libre re­cepción hasta el acceso ubicuo a la infraestructura necesaria para la produc­ción y la diseminación de la información» (2000, pág. 576). El modelo demercado teorizado por Napster recuerda a un grupo paritario de usuarios in­tercambiando información, y los derechos de los usuarios con base en Inter­net puede concebirse utilizando una perspectiva basada en los servicios queparta de una red de mercado de recursos compartidos. Reunir a los usuariosen grupos que comparten recursos, en lugar de concebirlos como usuarios in­dividuados que consumen en actos privados singulares, amenaza claramen­te tanto la existencia del copyright como la de las empresas intermediariasde distribución que han mediado entre los artistas tradicionales y los consu­midores.

En momentos en que el comercio digital ha cambiado el modo en queconsumimos comprimiendo el espacio y el tiempo tradicionales de los ser­vicios de interacción (y los intermediarios del campo de la distribución ha­bían apuntalado su reivindicación en el espacio existente entre ellos), unapolítica cultural que privilegie la recepción en calidad de acto de labor crea­tiva puede contribuir a fracturar el apuntalamiento del copyright en el autor,a la vez que estimular la proliferación de respuestas a nuevas formas estéti­cas. Para utilizar las palabras de John Perry Barlow (s. f.), una política deltrabajo (que da prioridad al hacer) y no a los objetos (que favorece el tener),conceptualiza de nuevo la interacción mediática en cuanto conducto «en unmundo hecho cada vez más de verbos que de nombres».

Nuestra reclamación de una teoría del trabajo del consumo que inviertalas libertades negativas que han sido garantizadas por la NICL está basada,en parte, en los actos de vigilancia a los que se somete a los usuarios de me­dios de comunicación. Ya hemos mostrado, en los capítulos 5 y 6, cómo losespectadores son alienados de su trabajo en su condición de sujetos de losestudios de mercado. El trabajo de las audiencias, propiedad de los estudiosde mercado y protegido por leyes de la PI corporativas, niega a los sujetosde la investigación el acceso a sus mismos actos de expresión que constitu­yen la labor de recepción. Como las radios y las televisiones a las que apo-

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ya, el estudio de mercado estructura la diversidad de la actividad del usuariosegún tipos sospechados o probables de «audiencia», para los que los mis­mos consumidores se convierten en el producto.

Los especialistas del mercado de Hollywood se enfrentan a conexionesengorrosas y arbitrarias entre lo que piensan que es la gente, como miembrosde una audiencia sospechada, y la historia personal de la gente elaborada porsí misma en calidad de espectador de cine. Al plantearse esta contradicción,la mercadotecnia cinematográfica identifica algunas formas de crear asisten­cia al cine, pero la conjetura desempeña un papel muy importante en la de­terminación de cuáles son esas formas, y la monitorización constante de losespectadores de cine trabaja para perfeccionar dichas conjeturas. De ellas sedesprende un importante dilema ético. Pese a que se equivocan con regulari­dad, los técnicos en mercadotecnia deben confeccionarse unas imágenes pre­concebidas de las audiencias que se correspondan con las necesidades de sucliente, y para ello deben probar, analizar e interpretar los hábitos del espec­tador de cine. Hay que señalar, en este proceso, la ausencia de un ethos derespeto hacia las experiencias del espectador de cine que no se ajustan a lasversiones preescritas de la conducta de la audiencia probable. Incluso cuan­do la responsabilidad se la adjudican al consumidor soberano, los técnicos enmercadotecnia siguen basándose en nociones preescritas de quién es uno.Avanzar un poco más en esta problemática ética puede ayudar a localizarpuntos de partida adicionales para una política cultural innovadora.

Imaginemos un encuentro en el que los técnicos en mercadotecnia sehallaran frente a frente con la gente que presumen conocer, en lugar de los ha­bituales encuentros de vigilancia preescritos y automatizados. Aquí los par­tidarios de la visión corporativa de la película y de su audiencia pueden te­ner que reconocer lo irreconocible, es decir, un espectador de cine no sujetoa norma alguna e impredecible o una inefable experiencia de espectador decine. Dicho encuentro podría exponer la deficiencia que subyace en la vo­luntad con que la mercadotecnia pretende conocer la conducta de la audien­cia. Los técnicos en mercadotecnia sólo pueden limitarse a proyectar susombra estadística sobre una audiencia prefabricada, nada sustancial. Lagente puede reírse de esos adivinos corporativos y preguntarse cómo puedenevitar reírse de sí mismos. Ese encuentro tal vez podría revelar cómo prefa­brican las audiencias los técnicos de mercadotecnia y cómo les exigen res­ponsabilidad por la elaborada descripción que inspira su vigilancia. El en­cuentro sería abundante en recursos para un despertar ético y político.Aunque también podría brindar a los técnicos en mercadotecnia la oportuni­dad para apelar a la autoridad moral que se desprende de alguna de las dosfuentes institucionales: desde su posición de servidores de una legítima (porahora) operación financiera o desde los protocolos, neutros desde el punto

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de vista de los valores, de su técnica de investigación. Tal vez un giro tex­tual pudiera ayudarnos a imaginar dicho encuentro.

Al principio de Magic Town (W. Wellman, 1947) se corre la voz de queel «Instituto de Opinión Pública», dirigido por Lawrence «Rip» Smith(Jimmy Stewart), va a cerrar el negocio. Uno de los oficinistas rezonga:«Sacarle la opinión a la gente, ¡qué manera tan descabellada de ganarse lavida!», «Un momento», le dice un cliente, «hay montones de tipos que se hanforrado con eso. Mira la Gallup. ¿Sabes? Hay grandes corporaciones que pa­gan una fortuna por saber lo que tú y yo pensarnos». «¿De verdad?», dice eloficinista, perplejo. Sabemos que sí, porque en ese momento la suerte de Ripcambia cuando lee una carta de un antiguo compañero del ejército que le ha­bla de Grandview, una ciudad en la que las opiniones reflejan a la perfecciónlas de la nación en materia de sexo, ingresos, partidos políticos y otros mar­cadores demográficos. «Voy a hacerme de oro con esto», se exclama Rip.

Al día siguiente, Rip se baja del tren en la estación de Grandview. Sepresenta como un corredor de seguros de Hartford porque «la gente de estepueblo no puede saber lo que estamos haciendo aquí, hay que tener unatapadera. Tarde o temprano se van a cohibir, yeso es fatal», Mientras paseala mirada por la plaza del pueblo, se entusiasma diciendo: «El momento enque Colón vio tierra por primera vez debió de ser como éste». Rip se acercaa uno de los lugareños y comenta: «Lo sé todo de él. Está casado, tiene 1,7hijos, de sus ingresos gasta 11,2 en el alquiler, 23,5 en comida, 17,2 enropa». El socio de Rip, Ike, le interrumpe. «Pobre tipo», refunfuña. «No esmás que una serie de fracciones. Debería dejar de comportarse como un serhumano». En su opinión, él nunca lo había hecho. Transcurren las semanas.Rip se gana la confianza de la gente con su «dedicación al equipo de balon- .cesto» y sus cómicos flirteos con Mary Peterson (Jane Wyman), la editorasuplente del periódico local. Mientras tanto, Rip ha estado recopilando se­cretamente las opiniones y los pensamientos de todo el mundo; sólo sus so­cios y su antiguo compañero del ejército saben lo que está haciendo.

La implicación personal de Rip empieza a amenazar el estudio. Ike sepregunta si Rip no se estará acercando demasiado a Mary: «¿A que te gus­taría mandarlo todo a paseo?». A lo que Rip le responde que no ha estadotrabajando toda su vida para «mandarlo todo a paseo» en ese momento:«¿Qué tipo de débil mental te crees que soy?». En el baile del pueblo, su co­lega del ejército insinúa que Rip debe de estar «peleándose a brazo partido»con su conciencia. «No te preocupes por mi conciencia», le espeta Rip. Lavida es una carrera de ratas, le dice, pero al menos él va en cabeza. Rip dejael baile para telefonear a Ike, quien le dice que los resultados de la vigilan­cia son perfectos; se están haciendo ricos. Justo entonces, Mary entra en eldespacho buscando preocupada a Rip, que se ha marchado disgustado del

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baile. Mientras le busca, ve una hoja con tabulaciones que le revela el juegoengañabobos al que se está dedicando Rip. Monta en cólera. Mary descuel­ga el teléfono y oye a Rip diciendo: «Sabré controlar a la chica Peterman».

Rip sale de la habitación del fondo y se enfrenta cara a cara con Mary,más que renuente a aceptar que ella actúe como catalizador de la concepciónética de sus propias acciones: «Tenemos que trabajar en secreto», le dice, yañade fríamente: «No le hacemos daño a nadie, ¿verdad?». Rip no advierteque le está rompiendo el corazón a la chica y su conducta es aún más hipó­crita cuando intenta impedir que Mary escriba un artículo que expondrá sudecepción ante la gente de Grandview. Ahí llega Rip a su punto límite. «Nopuedes ir por ahí diciéndole a la gente que es especial», dice, «ni siquiera aesta gente. Es malísimo». Rip es incapaz de ver su mendacidad como unaforma de violencia. Por el contrario, cruza el límite de matar al pueblo en lapersona de su mensajera. Intenta convencerla de que lo que va a matar es la ino­cencia del pueblo; un juicio piadoso basado en la autoridad moral de su cien­cia social. Mary defiende una orientación moral distinta, que sea abierta ysolícita sin ser piadosa y explotadora: lo único que ella matará si escribe esla capacidad de Rip para explotar la inocencia. Quitándole la máscara decordialidad y solidaridad al investigador, ella crea las condiciones para eldespertar ético y político del pueblo.

Llegados a ese punto, la historia de Magic Town se cierra en tomo a laautoridad representativa inscrita en la identidad institucional de Rip: el cien­tífico social demostrarla que tenía razón. El artículo de Mary transforma elpueblo. Las opiniones «son nuestra principal exportación», declara el alcal­de de Grandview. «No pensamos seguir regalándolas.» Así que construyencasetas donde especificar las opiniones que se recopilan, cada una de lascuales remite a una referencia bibliográfica para asegurarse de que la gentediga cosas inteligentes. Periodistas, turistas y buscadores de casas de la granciudad invaden las calles del pueblo mágico; los precios de las propiedadesse disparan. La especulación por los proyectos de construcción de centroscívicos y escuelas se multiplica. Rip pasa sus últimos días en Grandview bo­rracho y agitado, mientras no deja pasar la oportunidad de repetirle a Maryque ella es la culpable de haber convertido Grandview en un circo. Final­mente, Rip se marcha del pueblo, las encuestas espontáneas de Grandviewfracasan y el pueblo se convierte en el hazmerreír de toda la nación. Al final,Rip regresa, confiesa su amor a Mary, y salva al pueblo de sí mismo. «Ma­tamos un pueblo», le confiesa Mary cuando comprende que Grandview po­dría seguir viviendo como antes si no hubiera conocido el plan de Rip.

Magic Town introduce grupos de población que pueden ayudarnos aimaginar las características de una política cultural que reconfigure el con­sumo y la vigilancia del consumidor para la nueva política de la ciudadanía

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CONCLUSiÓN 275

sugerida anteriormente por Yüdice, Están aquellos que, permaneciendo enla inocencia, devienen vulnerables a los protocolos de los estudios de lamercadotecnia. Mientras sigan en la ignorancia de que les están vigilando,se les puede utilizar como fuentes de información para la industria de la vi­gilancia del consumidor. Como tales, sus identidades son interpretadas yjuzgadas a partir de unos esquemas morales determinados por los criteriosfinancieros y los de la búsqueda estadística. «Viven», por decirlo en térmi­nos del lamento de MagicTown, mientras siguen funcionando para el estu­dio. En cuanto cobran conciencia de su condición de estar sujetos a vigilan­cia, están muertos para sus investigadores.

En nuestra opinión, ésta es una muerte beneficiosa, dado que crea nue­vas condiciones de posibilidad para la política cultural. Podemos concebir,por ejemplo, una política que prohíba la explotación de la inocencia por par­te de los métodos de vigilancia del consumidor. La revelación total de todoslos emplazamientos de los estudios sobre la audiencia y el consumidor ofre­cerá inmediatamente un poco más de libertad. El ciudadano se halla en lacasa del consumo. La gente puede decidir implicarse en el estudio, pero alhacerlo lo convertirá en una forma de vigilancia mucho más laxa. Puestoque sabemos de la siempre expansiva red de vigilancia que abarca múltiplesemplazamientos de consumo cultural, dicha política deberá tener un come­tido más a amplio. Imaginemos, pues, que todos los rastreos de puntos deventa requirieran el permiso del comprador; que no se pudiera vender o re­copilar información sobre compra de CO, vídeos y OVO sin consentimien­to. La carga del coste adicional de divulgación recaería en el vendedor y elespecialista de mercado, igual que el gravamen por los costes añadidos delcontrol del uso justo de información personal y de la imposición de sancio­nes a los infractores, con cuyo total probablemente bastaría para reducir ra­dicalmente el incentivo comercial y para limitar seriamente el crecimientodel sistema de vigilancia expuesto. En este contexto, la política actual de laUnión Europea respecto de la protección de datos personales en el comercioglobal de datos sería instructiva, particularmente respecto de cómo tiene éxi­to, y dónde fracasa, en la creación de maneras de comprender los compro­misos supranacionales con la ciudadanía y a la vez llegar a acuerdos con lalógica comercial de la política audiovisual de la Unión Europea. De entreesos acuerdos, son importantes los que defienden el derecho a conocer a losvigilantes, a corregir los propios datos, y a ser informado cuando se extraeinformación personal con fines de vigilancia al consumidor (Maxwell,1999).

Prohibir la explotación de la inocencia es sólo un primer paso en estepanorama político. Si la gente cobra conciencia de las dimensiones de lavigilancia al consumidor, puede que quiera participar en mayor medida en

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la economía que generan sus resultados, forjando así un pequeño puenteempresarial entre ciudadano, consumidor y trabajador. Puede que la gentequiera iniciar sus propios negocios de información personal, como hicie­ron los conciudadanos de Grandview, encuestándose unos a otros y ven­diendo ellos mismos la información. Los estudios majors han hecho causacomún recientemente con NRG y otros especialistas del mercado para ana­temizar a uno de estos empresarios de la opinión cinematográfica, HarryKnowles. Al parecer, Harry formó una red de personas que se infiltrabanen las proyecciones de prueba y luego filtraban críticas de la película rea­lizadas por ellos en su página web, www.ain't-it-cool-news.com (Lemer,1999). Los especialistas del mercado se quejan de que Harry corrompe suproceso de búsqueda. Pero tal vez lo que provoque su cólera sea que Harrynos está diciendo que escuchemos a nuestros amigos, no la versión que laindustria tiene de las audiencias (la versión de Harry en Magic Town). Paraesta fracción de especialistas del mercado a tiempo parcial y de encuesta­dores, unas directrices que les asegurara los recursos adecuados para com­petir con especialistas mayores del mercado y con el Estado podrían con­vertirse en características de nuestra política. Naturalmente, su capacidadde vigilar a nuestros vecinos estará sujeta al mismo escrutinio y a los mis­mos compromisos éticos que rigen para las grandes empresas: ni secretosni engaños, normas sólo para la participación y gravamen proporcional delos impuestos.

Dado que estas políticas de la pequeña empresa estimulan la socializa­ción de la economía de la vigilancia y de la revelación de las opiniones, re­quieren de una investigación aún más severa (véase Maxwell, 1999). Re­querirán, como mínimo, de una crítica radical de los principios liberales quesubyacen en los derechos concedidos a los propietarios de la información re­copilada a través de la vigilancia así como las extremadamente limitadas li­bertades de las protecciones de la intimidad basadas en los mismos modelosde propiedad. Dicha crítica tendría que someter a prueba si una mayor de­terminación personal respecto de la línea que existe entre información pú­blica y privada supondría una mejora de las prácticas actuales de los auto­matizados y fríos encuentros de vigilancia. Aquí, en teoría, el desengañosufrido por la traición de una confianza o una amistad podría minimizarse;los especialistas en mercado a escala humana escucharlan y verían la vio­lencia de su mendacidad. Pero ¿cómo evita esta teoría de una pequeña libe­ración de la vigilancia la recapitulación de la gobemabilidad y la disciplinaen otra forma, aparentemente más humana (Maxwell, 1996a)? En la prácti­ca, dichos especialistas del mercado podrían seguir sintiéndose atraídos porla autoridad moral que se desprende de su búsqueda técnica o de los hono­rarios y las instrucciones que reciben de sus clientes. Nuestra política tiene

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CONCLUSIÓN 277

que esforzarse en incorporar un principio de cooperación y solidaridad queestimule al estudioso del mercado a título individual a cultivar una perspec­tiva ética más amplia acerca de la información personal, minimizando así elatractivo que ejerce sobre él la pureza metodológica o el dinero. Dicho prin­cipio podría desprenderse de la propuesta de García Canclini de socializar elconsumo y promocionar la colaboración de circunscripciones entre un buennúmero de campos sociales y culturales (ya hemos mencionado la salud, lavivienda y la educación, pero añadiremos ahora la comunicación). EstadosUnidos ofrece a la audiencia una protección mínima de la intimidad compa­rada con la de la Unión Europea, y Microsoft y otros se están asociando enrégimen de cabildeo para poner feroces cortapisas a la responsabilidad de­mocrática de las prácticas financieras mediante la estrategia habitual: dejaque cuidemos de ti creando software e incluyéndolo en tu sistema. Sus so­cios en la autorregulación corporativa de Estados Unidos están en su mayo­ría de acuerdo, y el Partido Republicano nunca deja pasar la oportunidad deridiculizar las salvaguardas europeas (Simpson, 200la; Sykes y Simpson,2001; Simpson, 20ülb; Bridis, 2001).

Con las modificaciones teóricas y las notas sobre política e historia queofrecimos en el capítulo 1, también podemos iniciar la articulación de unapolítica cultural desde el seno de la crítica al imperialismo cultural. En pri­mer lugar, hay que preservar una infraestructura local que estimule el deba­te público acerca de la cultura nacional, independientemente de que estaapelación se realice en nombre de una herencia regresiva, liberadora o in­ventada. Y hay' que preservarlo como espacio para el habla conducida y es­timulada localmente y para la disensión sobre asuntos locales (Baker, 2000).Además, la atención debe pasar de estar exclusivamente enfocada en la tex- .tualidad y en la identidad nacional a centrarse en la NICL, siempre que ex­ploremos la mediación cultural y la adaptación a las preferencias culturalesdel cliente. Es evidente que la naturaleza contradictoria del comercio de ide­as puede no contribuir a una mano de obra cultural dócil, y que cualquier po­lítica que articulemos debe resistirse a las presiones de las multinacionalescorporativas culturales para que los mercados laborales culturales naciona­les se adapten a la NICL.

Si repensamos los vínculos entre ciudadano-consumidor-trabajo, nues­tro panorama político modificaría las cendiciones que llevan a los especia­listas del mercado a ocultar y profundizar en su complicidad con los distri­buidores majors y sus empresas matrices corporativas. Para ello habría quearticular los deseos y las necesidades de las circunscripciones de creadoresde cine, espectadores y otros, reduciendo así la autoridad representativa delos distribuidores majors, de las grandes empresas de mercadotecnia, losbancos y los ejecutivos de mercadotecnia de los estudios. Cabe imaginar a

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los trabajadores culturales buscando puntos de alianza con la mercadotec­nia, por ejemplo, para aumentar la presencia de la mano de obra en el dis­curso público, para llamar la atención sobre las condiciones laborales y elproceso de alienación, y para basarse en la experiencia de la mercadotecniacon el fin de revitalizar la relación entre hacer cine e ir al cine. Dicha políti­ca convierte la actual vigilancia en un solo sentido que se ejerce sobre losespectadores en un modo de socialidad que suscita conciencia de las dife­rencias existentes entre los valores que invierten los trabajadores de la in­dustria cinematográfica en hacer películas y los valores que esta gente derivade la experiencia de ir al cine. De este nuevo funcionamiento de la merca.doteenia cinematográfica y de sus operaciones de vigilancia podrá surgiruna perspectiva ética más amplia de las necesidades, los valores y los deseosde cada circunscripción. Potencialmente, puede poner punto final a las dife­rencias entre las identidades institucionales de productor y consumidor, yofrecer en cambio una visión del trabajo cultural en términos de esfuerzosinterdependientes en la producción, distribución y consumo que confierenvalor y sentido al mundo. Dicha política tendría que asegurar un cierto nivelde subvenciones y de libertad legal para organizar colectivamente nuevasinstituciones, tanto en el ámbito nacional como a través de las redes interna­cionales. También debería ser consciente de los problemas a los que tienenque enfrentarse las nuevas identidades que están saliendo a la luz y que pre­tenden ganarse un reconocimiento; especialmente de la resistencia dentro ydesde las circunscripciones establecidas por la NICL que pueden reaccionarante la percepción de una amenaza silenciando lo que aún está por venir.

Cuando el Gobierno de Estados Unidos (2000) ofreció a la üMC una es­trategia para liberalizar la pantalla, en realidad estaba proponiendo algunoslímites al comercio libre. Su concesión a los críticos estaba basada en dis­posiciones tanto de los GATS como del GATT acerca de las «medidas ne­cesarias para proteger la moral pública», Hollywood hizo gala de un deseosimilar de dispensar su bondad desnatada cuando los estudios ganaron uncaso en el Tribunal Supremo de México en marzo del 2000 contra una pro­visión de la Ley Cinematográfica Federal que disponía que los largometrajesimportados se subtitularan, en lugar de doblarse, sobre la base de que, de locontrario, se les discriminaba negativamente en contra de veinte millones demexicanos que no leen por cuestiones de edad, problemas de visión o alfabe­tización (Tegel, 2000). Este desvelo por el público nos remite al inicio de laintroducción y a la moral del pánico y las panaceas conjuradas por los críti­cos de la era del cine mudo, los sociólogos de la Payne Fund de la era de laDepresión y los etnógrafos de posguerra que crecieron en el reino positivistade los psicólogos y los estudiosos de la comunicación, a través del MEN, ylos expertos culturales, a través del MEG (abordados en el capítulo 6).

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CONCLUSIÓN 279

La cultura tiene una autoridad moral que constituye el terreno en el quese lidia contra el neoliberalismo. Es un espacio un tanto ambivalente comopara que lo ocupe la izquierda, dadas las conexiones entre la «moral públi­ca» y la religión/superstición, la opresión de las mujeres, el racismo y los lí­mites a la libertad de expresión. Aunque también es un espacio del que hayque apoderarse, como han señalado los debates éticos que se han mantenidoa lo largo de los últimos dos años acerca de los límites a las patentes y a ladisponibilidad de los medicamentos para el VHI/SIDA a unos precios ase­quibles. Las cuestiones éticas como el uso justo, la vigilancia del público depantalla y el comercio justo comparados con los salarios de los trabajadoresde la pantalla son, todas ellas, cuestiones que deberían plantearse bajo la rú­brica de la moralidad. Nos ponen en guardia respecto de los aspectos más si­niestros de la «Tercera Vía», esa cortés amalgama de conciencia social ysentimiento precapitalista que modera su conservadurismo redistributivocon el liberalismo cultural y un compromiso con la inversión en capital hu­mano que tanto les gusta a los «progresistas» neoliberales (Burbach, 2001,pág. 148).

El nuevo Hollywood ha abordado una variedad de complejas tendenciasque han inhibido la adecuación de nuestra reflexión política. Hemos preten­dido dirigirnos a los espectadores cuyas identidades rivalizan con las que segeneran para y acerca de ellos por parte del Hollywood global. Con ello, he­mos partido de un espectador con intereses amplios que tiene en cuenta losproblemas éticos y políticos de la economía política contemporánea de lacultura: la americanización de la producción, la distribución y la exhibicióncon su persistente visión de esferas separadas de trabajo y consumo; la bu­rocratización de la política nacional y la privatización de la política global..el impacto de los mercados no regulados, incluida la televisión; el dominiodel «Consenso de Washington»; la generalización del NICL; la co-opción dela política nacional cultural resistente por parte de la burguesía y del mismoHollywood; la armonización del copyright bajo el evangelismo neoliberal;el poder continuado de la audiencia estadounidense en cuanto objeto de lamercadotecnia; y la fuerza de la lógica de la MEN/MEG respecto de la ciu­dadanía y el consumo. Nuestra crítica del comercio de pantalla también hatenido que vérselas con la preeminencia del valor de cambio defendido porla PI, una relación que disfraza o desplaza el trabajo en bien de los fetichis­mos del texto, la interioridad y la autoría, por más que, sólo en Estados Uni­dos, se pirateen cada día 270.000 películas (Valenti, 200Ic).

En la introducción, planteamos dos cuestiones: ¿es Hollywood global yen qué sentido? Y ¿cuáles son las implicaciones de este dominio? Aquí es­tán nuestras respuestas. Sí, Hollywood es global, en el sentido de que vendesus mercancías en todos los países, a través de un sistema global de copy-

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right, promoción y distribución que usa el NICL para minimizar costes ymaximizar los beneficios. Lo que de ello se desprende es la necesidad decentrarse en la NICL, y en la infraestructura global del intercambio textual,con el fin de que el mundo del cine y de la televisión sea más representati­vo, inclusivo y múltiple en sus fuentes y en sus efectos. Conocer más a fon­do el «funcionamiento» de Hollywood no nos hará exactamente libres, peropuede dar lugar a que planteemos nuestra resistencia a la NICL e imagine­mos condiciones y posibilidades alternativas, más saludables, para nuestrapropia labor cultural y para nuestros hermanos y hermanas que realizan tra­bajos culturales en todas partes.

En marzo de 2001, recién beneficiado por la dudosa legitimidad de unaselecciones que le hicieron presidente, George Bush hijo anunció sus priori­dades en materia de política comercial. Favorecía la liberalización del co­mercio sobre la base de tres ventajas putativas que redundarían en bien del«pueblo americano» (un detalle por su parte incluir a Latinoamérica y a Ca­nadá). La primera consistía en incrementar las oportunidades de trabajo ylos ingresos por exportaciones. La segunda era la «libertad», porque la «li­bertad económica crea hábitos libres y los hábitos libres crean expectativasde democracia». La tercera era «la seguridad de nuestra naciónx que se ha­bía visto amenazada a lo largo de la última mitad de siglo por «el proteccio­nismo hostil y el socialismo nacional» «<USTR 2001», 2001). Estamos deacuerdo con Bush. Las exportaciones deben tener una distribución equitati­va de los ingresos entre los trabajadores que han creado el producto y losservicios que se solicitan. La libertad y la democracia deben existir en la po­lítica del lugar de trabajo, tanto en Estados Unidos como entre sus socios. Y,efectivamente, hay que plantear una resistencia al bienestar corporativo aexpensas de políticas en contra del trabajador y al fascismo. ¡Ahí está la pie­dra de toque de los principios filosóficos! La tarea consiste ahora en orien­tar el comercio mundial y alejarlo de su actual política de distribución paraaproximarlo a un reparto equitativo de la riqueza. En la expansión planifi­cada del TLC en el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), Esta­dos Unidos convenció a las otras naciones para que permitieran que la AüL­Time Wamer, Microsoft, IBM y otros se sentaran en la mesa (Anderson,2001). De acuerdo con el compromiso de Bush ante los «americanos», el co­rolario de estimular la participación en los negocios también comporta elafianzamiento de la representación laboral.

En el momento aciago de la despedida, regresamos a esa figura ambigua,el trabajador de Hollywood. Cuando tomamos en consideración el pasado, elpresente y el futuro que se proyecta de California, y especialmente de LosÁngeles, el importe de la riqueza creada debe dar que pensar antes de que la­mentemos el desplazamiento de puestos de trabajo hacia el extranjero:

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CONCLUSIÓN 281

Impacto económico de la industriacinematográfica y televisiva

2003P2002P2001 P2000'199919981997

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Figura 21. Fuente: Entertainment Industry Development Corporation, 200 l.

Sin embargo, dichas cifras encubren tanto la explotación de la técnicacomo de la experiencia de los trabajadores. Las historias que detallamos acontinuación representan la fuerza de trabajo utilizada y luego descartada, yreemplazada por otros en algún otro lugar, que constituyó la sustancia de lasatractivas y limpias columnas descritas en la figura 21.

Con este ánimo, ponemos punto final con algunas palabras de trabaja­dores desempleados como consecuencia de la NICL. Hablan los trabajado­res que se hallan por debajo de la línea de producción.

He sido miembro de la I. A. T. S. E. Local 705 durante los últimos 20años. Durante 14, también fui propietario de una pequeña empresa en la in­dustria del entretenimiento. Se supone que estoy viviendo el Sueño America­no. Aunque, por el contrario, tras 20 años de trabajo duro estoy a punto de vi­vir la Pesadilla Americana. No dejo de oír hablar de potenciales pueslos detnabajo. Desgraciadamente, están en Canadá o en Australia.

JEAN ROSONE, lATSE Local 705

Mi marido y yo llevamos 20 años trabajando en la industria cinematográ­fica. En la actualidad estamos considerando seriamente la posibilidad de ce­rrar las puertas. perder nuestromodesto hogary enfrentarnos a la quiebra. Espara volverse locos que, producción tras producción. se solicite de nuestra

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compañía que proponga presupuestospara trabajos que, finalmente, se reali­zan fuera del país.

JENNtFER E. MANus, Sticks-and Stones Studio

La industriadel cine es unafuerzaeconómica impulsoraen California. Eldinero que se invierte en películas se filtra a nuestra comunidad creandopuestos de trabajo en las industrias paralelas y proporcionando ventas e in­gresos fiscales.

GARY JACKSON, presidente,Jackson Shrub Supply

A pesar de que somos pequeñosempleadoresen la industria del entrete­nimiento,nos hemos visto obligadosa reducir nuestro equipo en un 10% Yaanticipar que habrá que realizar recortes mayores, de un 25 %, necesariosenel futuro inmediatosi no se aborda este problema.

RAYMONO CLARIDGE, presidente,C. P. Enterprises

En su primera temporada de vuelta a California, Expediente X gastó328.494.740en alquileresy gastos no sustituibles, Yotros 168.000.000 de dó­lares en manufacturas y gráficosde nuestras compañías. Nuestra compañíaemplea entre 95 y 125 personas con salarios que son muy variables. No po­demos permitirnosperder ni un solo EPISODIO.

GREGG H. BtLSON, Jr., ejecutivo de VP/CFO,IndependentStudio Services, Inc

Durante los últimos 12 meses, Omega ha experimentadouna caída signi­ficativa en sus ingresos. Además, las cifras del primer cuarto del año 1999son un 10% inferioresa las de 1998.Normalmente los estudios tienen varioslargometrajesen producción durante la primavera. En la actualidadestamostrabajando sólo en un largometrajede producción estadounidense, y Omegaestá trabajandoen estrecha colaboracióncon el decoradordel plató para con­trolar los costes.

BARRY P1LCHARD, VP/GeneralManager,Omega Cinema Props

Mi volumen de negociosha experimentadoa lo largo del pasado año unadisminuciónde 500.000.000de dólares en ingresos que ha tenido como con­secuenciadespidos y la consideraciónde un downsizing permanente.

fRANK UCHALIK, presidente, ALPHAMedical Resourees, Inc

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CONCLUSIÓN 283

He perdido tres películas en cuatro meses con productores con los que ha­bía trabajado durante años. Los únicos ingresos que he tenido durante los pri­meros cuatro meses de 1999 han sido 1.800 dólares.

DAVID LEWIS. director de fotografía. de 53 años de edad

Durante 24 años he trabajado en diseño de vestuario y los años buenos heingresado entre 80.000 y 120.000 dólares. El año pasado perdí dos trabajosque se fueron a Canadá. En enero trabajé tres días en un spot publicitario yeso es lo único que he hecho desde marzo del año pasado. Tenemos miedo dellegar a perder nuestra casa.

BETTY PECHA MADDEN

Intento mantenerme a flote, pero es duro porque ya debo mucho dinero.Lo que descubro es que hay mucho trabajo que se marcha a Canadá o a otroestado. Cuando vendo algo, tengo que recortar el precio de un 50 a un 60 %.

JESSE HURTADO, propietario, Prima Equipment (iluminación)

Fuente: Departamento de Comercio (2001, pág. 13) (véase también «Ru­naway Production: an Opinion», 2000).

Hollywood está sin duda operando a escala global. El impacto puede lle­gar a ser visible en la pantalla, pero también lo perciben en sus cuerpos laspersonas que realizan el trabajo.

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Índice analítico y de nombres

Abel, Richard, 39Advertising Age, 196,242Adweek,245Affleck, Ben, 216Ahn, Hoekyuhn, 193,197,219,220,237Aíyer, V. Shankar,220Akerman,Chantal, 121Aksoy, Asu,79, 119Alejandro Magno. 97Alerta máxima, 139Algo para recordar, 200Alien resurrección, 240Altman, Rick, 160Allen, Woody, 98Amenábar, Alejandro, 137Amenaza fantasma, La, 166, 177, 179,

202,205American Federation of Labor-Council

of Industrial Organizations (AFL­CIO), 53,76, 109

American Film Institute, 91, 105American Film Marketing Association

(AFMA), 12. 111,211

American Medical Association (AMA),22,25,29

Americanización, 33, 39, 52, 279Ángeles de Charlie, Los, 82Angelopoulos, Theo, 121Annaud, Jeen-Jacques, 140Aoki, Keith, 156, 165, 166, 169, 170,

183,269AOL-Time Warner, 62, 91, 188, 241,

254,268,280Apocalypse Now, 239Apted, Michael, 78Arkin, Alan, 92Armageddon, 177,203Astaire, Fred, 51Astérix y Obélix contra César, 126-130Atracciónfatal,239Audiencias, 24,25,27.28,50,197,226,

227, 238. 242, 250. 254. 255, 262,264,269,271,272,276

Australian Weekend Magazine, 253Autor, 9, 24, 29, 46, 91. 122. 127, 130,

151, 152, 156-159. 162, 164, 166,

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336

167, 173, 174, 181-184, 186, 189,198,217,218,258,263,264,267­271,279

Aziz, Tariq, 61Azul,121

Bacon, Kevin, 242Bahá'u'llah,34Bailando con lobos, 200Baker, C. Edwin, 120Bar Coyote, El, 242Barber, Gary, 140Barker, Michae1, 209Barlow, John Perry, 271Barrera invisible, La, 106Bart, Peter, 135Barzman, Ben,97Batman, 128Baudelaire, Charles, 33, 39Bean: lo último en cine catastréfico. 141Bellah, Robert, 226Ben Hur, 80, 97Benk1er, Yochai, 271Bennett, Tony, 155Bentharn, Jeremy, 236Bergman, Andrew, 238Berlín Occidente, 45Berry, John, 97Bettig, Ronald, 188Bezos, Jeff, 109Bhattacharya, Sanjay, 220Big Daddy, 216Bilson, Gregg H. Jr, 282Bi//board, 245Bimbaum, Robert, 140BJade2,98BJues Brothers 2000, 84, 132Bobo, Jacqueline, 229Bourdieu, Pierre, 231, 257Bow1ing, Kenneth, 253Boyle, Danny, 255Boyle, James, 158,269,270Brando,Marlon,98

EL NUEVO HOLLYWOOD

Broce, David, 102Burton, Richard, 103Bush, Ckorge,hijo, 280Bush,Ckorge,padre, 34

Caballero sin espada, 106Caba del miedo, El, 221Cahiers du Cinéma, 122, 127Carneron, James, 103Canadian Business, 69Canal Plus, 67,115, 135-142, 145,260,

261Capri,43Carne trémula, 125Carolco, 132, 138-140Caso Bourne, El, 99Chacal,132Chaikovski, Pyotr, 50Chao, Jackie, 140ChicleenRun: evasión en la granja, 205Chytilova, Vera, 99102 dálmatas, 20055 días en Pequín, 97Ciudadanos, 31, 35, 38, 44, 53, 101,

107, 144, 211, 223, 224, 232-235,247,249,250

Claridge, Raymond, 282Clase, 23, 25, 28, 29, 44, 45, 49, 51, 58,

59, 75, 76, 88, 106, 109,201,224,233,248,256

Cleopatra, 97Clinton,Bill,86,112, 175, 186Clooney, George, 98Cocodrilo Dundee, 225Cohen, Julie, 266Colón, Cristóbal, 65, 66, 273Color púrpura, El, 229Comercialización, 14,33, 89, 134, 164,

189,203-205,218,222,251Comercio de servicios, 54, 57Comisión MacBride, 48, 49Como agua para chocolate, 259Comunidad europea (CE), 121, 130

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ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES

Con faldas yola loco, 44Connery, Sean, 74Conrad, Joseph, 124Consejo de Europa (COE), 120-123Consumidor, 19,20,41,47,49,53,55,

67,70,114,148,149,151,155,157,162, 165-167, 181, 190, 191, 197­199, 205, 221, 223-225, 229, 232,233, 235-241, 243-251, 257, 258,262, 263, 265, 266, 268, 270-272,274-278

Coppola, Francis Ford, 137, 238, 239Coproducción, 14, 32, 65, 66, 78, 99,

112-118, 120, 121, 126, 131, 133,135,137-141,143-145,192,215,259

Copyright, 14, 45, 57, 59, 69, 89-91,108, 145, 148-176, 179-189, 210,250,254,262-266,269-271,279

Coronation Street, 96Cosby, am, 81Costner, Kevin, 98Cox, Kevin, 170Cronos, 78Cruise, Tom, 216Cuatro bodas y un funeral, 141, 198,

200,204,239Culp, Robert, 81Cunningham, Stuart, 23Custis, George Washington Parke, 253

Daily Express, 44Daisey, Mike, 109Daley, Williarn, 210Dalias, 228Dama de Shanghai, La, 44Damon, Matt, 216Dassin, Jules, 97Dawson Creek, 205De Laurentiis, Dino, 93, 132De Niro, Robert, 139Del Toro, Guillermo, 78Depardieu, Gérard, 65, 113, 129,200Diálogo financiero global, 53, 58-60, 76

337

Dios de trueno, 216DiCaprio, Leonardo, 98Dick Tracy, 128Dinosaurio, 160Disney, 22, 43, 80, 89-91, 93, 95, 140,

141, 160-162, 168, 172, 193, 195,203,254

Disney, Walt, 197Distribución, 11, 15, 18,27,28,32,39­

42, 48, 52, 53, 65, 79, 89, 90, 92,114, 117-119, 121-125, 127-129,131, 133, 134, 137-143, 145, 148­153, 155, 161, 163, 164, 167, 170,174, 175, 178-180, 183, 186, 187,189-199, 201, 203-205, 211-222,225, 238, 250, 258, 259, 263, 270,271,278-280

Doce monos, 132Dolce vita, La, 90Domestic Effects Model (DEM), 195,250Donaldson, Roger, 742600:The Hacker Quarterly, 185Douglas, Michael, 138Downing, John H., 31Dragones y mazmorras, 99Driver, Minnie, 131Due South, 84Dune, 99Duras, Marguerite, 254Durkheim, Émile, 72Dyer, Richard, 25Dyke, Greg, 95

E.T.. el extraterrestre, 221Eastwood, Clint, 97, 242Eco, Umberto, 227Economía neoclásica, 12, 14, 27, 53, 67,

69,229,258Economía política, véase también

NICL, 13,25,28,29,32,71, 119,156,222,229,230,248,257,279

Economist,36, 106,228,257Editor & Publisher Magazine, 245

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338

Eigth and a HalfWomen, 121Eisner, Michael, 39,118,160,161,171Elizabeth, 124, 141Emperador y sus locuras, El, 72-77,89,

91,99,104,150,184,192,250,269,275,281

Equipo a la fuerza, 140Érase una vez en América, 139Esperando un respiro, 201Esllido,23, 29, 35,40,41,49,60-62, 69,

71,76,78-80,90,92,93,98,104,113,134-137, 145, 155, 172, 173, 189,191, 214, 222-225, 227, 233, 235,245,250,253,256-259,261,276

Estrellas, 22, 26, 97, 98, 101, 104, 108,124, 127-130,138-140, 143, 144,192,200,204,217,219,220,227,241, 242, 254

Estudios de pantalla, 13,20,22-26,28,29,216,220,221,229,251

Expediente X, 268

Faculty, The, 216Falsas apariencias, 240Featherstone, Mike, 32, 33, 52Fellini, Federico, 51, 97Film and Te1evision Action Committee

(FTAC), 65,106,107,111Film Cornmissions, 23, 84,101,102,212FinancialTimes, 73Finney, Angus, 194Flash Gordon, 101Ford, Harrison, 98Foucault, Miche1, 181,228,236Franco. Francisco, 44Franney y Zooey, 151Freeman, Morgan, 131Frow, John, 119, 151Fu1lMonty,113,194Fung, Richard, 229

Gable, C1ark,43Gaines, Jane, 164

EL NUEVO HOLLYWOOD

Gallup, George, 237Gandy, Osear, 27Gangs ofNew York, 98García-Canclini,Néstor,257-259, 261, 262Garfinkel, Harold, 225-227Género, 24, 25,27,45, 71, 79,98,103,

105, 117, 122, 126-130, 159, 160,165, 203, 220, 226, 228, 229, 234,237,240,259

Gere, Richard, 98Ghost Dog: el camino del samurai, 137Gibson, Mel, 124,205Ginsberg, Jane, 91, 264,270Gitlin, Todd, 221, 229Gladiator, 142, 147G1obalización, 14,27,28,31-33,38,48,

51-53,61,62,66,68,73,75,78,111, 139, 169, 170,244,248,254,256,257,259,261,262

Godard, Jean-Luc, 191Godzilla, 160, 163, 177,205Going to tbe cinema, 23, 24Goldeneye, 117Goldstein, Paul, 265Goldwyn, Samuel, 44Golodner, Jack, 53Gordon, Wendy, 270GQ,205Gramsci, Antonio, 80Gran dictador, El, 44Greenaway, Peter, 121Greenspan, Alan, 109Grinch, El, 216, 253Grossberg, Lawrence, 13, 14Guback, Thomas, 12Guber, Peter, 140Guerra de las galaxias, La, 95, 98, 179,

205,268Guerra de/os Rose, La, 139

Hair, Arthur, 179Hall, Stuart, 227Hamelink, Cees, 58

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ÍNDICE ANALÍnCO y DE NOMBRES

Hanks, Tom, 216Hard Rain, 131Harry Potter, 254, 267, 268Hartley, John, 154, 189Hawn, Goldie, 171Hays, WiIl, 42, 79, 253Heckman, Carey, 181Herida, 194Hermanos Coen, Los, 141Hilfiger, Tommy, 216Hil!, John, 9, 127Himpele, Jeffrey, 29Historia del Bronx, Una, 139Historia verdadera, Una, 137Hitchcock, Alfred, 79Hobsbawm, Eric, 31Hollywood Reporter, 245, 247-248Hollywood Sign, 126Hombre lobo americano eRParís, Un, 240Hoop Dreams, 203Hoover, Herbert, 42Hopkins.Anthony, 113Hoppenstand, Gary, 218Horowitz, Mark, 239Hotel del millón de dólares, El, 124Hughes, Howard, 265Hunter, Ian, 181Hurley, Elizabeth, 110Hurtado, Jesse, 283Hussein, Saddam, 39Huston, John, 90, 91, 97, 1m

ISpy, 81Imperialismo cultural, 14,3 I -33,35,37,

39,41,43,45-53,55,57,59,61,63,106, 108, 135, 192, 223, 228, 234,254,255,258,261,277

Indomable WilI Hunting, El, 216Instinto básico, 138Isla de las cabezas cortadas, La, 138

Jackson, Gary, 282Jacob, GiIles, 45

Jacob, Preminda, 29Jauss, Hans Robert, 227JFK: caso abierto, 113, 139Johansen, Jon, 185Jolie, Angelina, 256

Jorobado de Notre Dame, El, 89Jóvenes peligrosos, 132Joy Luck Street, 96Juana de Arco, 99Juegos salvajes,240Juez Dredd, El, 101Jungla de asfalto, La, 90, 91,149

Kartozian, BilJ, 196Karyo, Tcheky, 200Katz, Elihu, 227, 228Keynes, J. M., 102Kidman, Nicole, 216Kieslowski, Krysztof, 121King Kong, 160Kissinger, Henry, 31Klaus, Vaclav, 99Klinger, Barbara, 218Know1es, Harry, 276Kracauer, Siegfried, 44Kurz, Otto, 154Kusturica, Emir, 121

l.amhadal, 158Lang, Jack, 47, 143Lash, Scott, 32Lawrence de Arabia, 97Le Monde, 126Lee, Christopher, 92Leno,Jay,I08Leone, Sergio, 139Lemer, Prestan, 240Lescure, Pierre, 135Lewis, David, 283Lewis, Justin, 231Ley del látigo, La, 92Liberace, 50Liebes, Tamar, 228

339

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340

Lije and Death Choice, 148,253Lindsay, Vachel, 24Lista de Schindler, La, 135Litman,Barry, 197,219,220,237,264,269Llamaradas, 194Los Angeles Times, 242, 248Losey, Joseph, 97Lott, Trent, 254Lave, Lave, Lave (Puyar lshq Aur Mo-

habbat), 144Lucas, George, 95, 98, 176, 251Lucille Hall Show, The, 230Lury, Celia, 159

Madden, Betty Pecha, 283Maddows, Ben, 90Magic Town, 273-276Maheu, Jean, 48Malcolm X, 200Malm, Kirter, 267ManOMan,95Manus, Jennifer E" 282Mañana nunca muere, EI,1I8, 200Marido ideal, Un, 142Marshall, Meryl, 107Máscara del zorro, La, 205Matar a un ruiseñor, 106Matrix,94, 177Mattelart, Michele, 20, 42, 47, 49, 51,

78, 105, 226, 227Mayer, J.P., 24M'Bow, Amadou Mahtar, 48McCallum, Rich, 95Mclloul, Alec, 230, 231Mehruji, Dariush, 151Melville, Herman, 45Memorias de un hombre invisible, 139Men in black: hombres de negro, 205Mensaje en una botella, 140Menzel, Jiri, 99Meshes in the Afternoon, 202Metallica, 163Mexican, The, 104

EL NUEVO HOLLYWOOD

Mickey Mouse, 172Milchan, Amon, 1t 3, 1391492: la conquista del paraiso, 65Millea, Michael, 99, 100Miller, Harris, 108Mimic, 78, 240Mineta, Norman, 112Misión, La, 65Misión imposible, 100, 102Misión imposible 2,94, 147Mists ofAvalan, 99Mitterrand, Francois, 136,137, 168Miyoshi, Masao, 52Modelo de efectos global (MEG), 233-

235,250,251,278,279Mora, Philippe, 92Moran, Albert, 9, 95, 193Moretti, Nanni, 137Monis, Meaghan, 230Molion Picture Associalion (MPA),

148, 151, 163, 166, 168-172, 175,178-181,185-189

Motion Picture Assocíation of America(MPAA), 11, 12, 20, 42, 88, 111,149, 162, 177, 180, 181, 183, 185,211,254

Molion Picture Export Associalion ofAmerica (MPEA), 40, 41

Mucho ruido y pocas nueces, 200Mundo perdido, El, 160Murdoch, Graham, 144Murdoch, Rupert, 13,50,104,105,135,

142Mussolini, Benito, 41, 96Mutual Film Company, 131, 132, 140Myers, Mike, 216

Nader, Ralph, 76Nakayama, Thomas, 26, 27Nationa1 Research Group (NRG), 239­

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ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES

Nichols, Mike, 132Nimrner, Melvin, 265Norma Rae, 106Nostramo. 124Notting HUI, 141Novia a la fuga, 141'N Sync, 110Nueva división internacional del trabajo

cultural (N1CL), 14, 15, 32, 50-52,55,60,62,63,66,75,79,82-85,89­93,95,99, 108, 110-115, 122, 123,131, 132, 143, 145, 149-151, 158,169, 170, 172, 178, 188, 192, 193,211, 221, 222, 230, 244, 255, 256,259,260,262,265,271,277-281

Nuevo orden internacional de la infor­mación (NWICO), 48-50

Nuit et Jour, 121

o Brother!, 141O'Cormor, Pamela L., 236O'Regan, Tom, 230O'Too1e, Stan1ey, 93Ophuls, Marcel, 174Organización Mundial del Comercio

(OMC), 21, 52-58, 60, 111, 112,164,169,170,172,173,175,186,188,212,260,266,267,278

Orlando, 142Orwall, Bruce, 216Our Creative Diversity, 267Ovitz, Michael, 140

Paciente inglés, El, 101, 117Pacino, Al, 147Pactar con el diablo, 147«Pantallas sin fronteras», 49, 234Park, Robert, 14Parkin, Frank, 227Parque jurásico, 135, 160Pasolini, Uberto, 194Patriota, El, 132,200Payback, 141

341

Peckinpah, Sarn, 103Peplum, 128, 129Perabo, Piper, 242Petruzzi, Colleen, 9, 195Pilchard, Barry, 282Pill, Brad, 98, 104Plan sencillo, Un, 132Playa, La, 255Pocahontas, 43Poder de uno, El, 139Pelan, Dana, 9, 63Poli de guarderia, 239Política cultural, 23-26, 28, 60, 95, 96,

99, 130, 144, 189, 190, 228, 258,259, 261-263, 266-268, 271, 272,274,275,277

Popular Mechanics, 206Postre1, Virginia, 228Powdermaker, Hortense, 24Premiere, 205Pretty Woman, 139Primary Colors, 132,216Privacidad, véase VigilanciaProducciones fugitivas, 81-83, 97, lOO,

103, 105, 107Profesor chiflado, El, 239Programas MEDIA, 124-126, 130, 145,

213,215Propiedad intelectual, véase también

Copyright, 32, 39, 40, 57, 59, 90,148,155,180,192,262,265

Proyecto de la bruja de Blair, El, 242Ptak, John, 113Pulp Fiction, 201, 202

¡Qué verde era mi vallel, 44Quinto elemento, El, 122Qua Vadis?, 97

Rabinovitz, Jonathan, 181Raíces, 106Ramsaye, Terry, 66Reding, Viviane, 215

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342

Redstone, Summer, 141, 196Reeves, Keanu, 140Relic, The, 132Return ofCaptain Invincible, The, 92Reuther, Steven, 140Rey de la comedia, El, 139Rey león, El, 161Reyes del mambo tocan canciones de

amor. Los, 139Reynolds, Burt, 126Ricketson, Sam, 182Ries, Al, 200Riff-Raff, 194Roberts, Julia, 104Robins, Kevin, 119R(JCky,l06Rompiendo las olas, 125Rosone, Jean, 281Rossen, Robert, 97Rousse1et, André, 137Ryall, Tom, 127, 128Ryan, Meg, 216Ryder, VVinona,242

Salinger, J.D" 151Salvar al soldado Ryan, 132, 177Samuelson, Pamela, 180Sanai, Darius, 199Sander, Scott, 179Saporito, BiIl, 164, 188Sartre, Jean-Paul, 227Saunders, David, 154, 181, 182Scarlet Pimpernel, The, 99Scorsese, Martin, 98,139,221Scott, Ridley, 65Scream 2, 240Scream: vigila quién l/ama, 240Screen Digest, 16,20,21, 115, 116, 121,

125,133-135Schiller, Dan, 231Schiller, Herbert, 52. 229Schultz, Clifford, 188Sé lo que hicisteis el último verano, 240

EL NUEVO HOLLYWOOD

Secretos y mentiras, 125Señor de los anillos: la comunidad del

anillo, El, 202Ser o no ser, 447 Up, 78Sexto sentido, El, 140Shakespeare, William, 45Shanghai kid: del este al oeste, 140, 147Shaye, Robert, 223Shively, JoEllen, 230Show de Truman, El, 78Si Boy, 51Sillq'sons, Los, 28, 77,268Sinatra, Frank, 39Sindicatos,28, 71-73, 78, 80, 82, 85, 86,

89,98,101,109-112,171,257Sirinelli, Pierre, 91Slater, Christian, 131Sleepy Hollow, 140Srnith, Adam, 73Snipes, VVesley, 98Southpark: más grande, más largo y sin

cortes, 141Space Cowboys, 242Spears, Britney, 110Spielberg, Steven, 132, 135,197,221,229Sporting Goods Dealer, 248Sports lllustrated, 57Stallone, Sylvester, 101Star Trek; 268Steiger, Rod, 126Stewart, Jirnmy, 273Stone, Oliver, 222, 238Stone, Sharon, 98Streeter, Thomas, 164, 172Stuart Little, un ratón en lafamilia. 204,

205,221Sucedió una noche, 43Superman 2, 101Sussman, Peter, 112Swyngedouw, Erik, 118Taylor, Elizabeth, 103Tecnología, 26, 27, 31, 33, 34, 39,41,

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ÍNDICE ANALÍTICO y DE NOMBRES

45-48.62.69.72,74,77,79,80,84,86, 104, 107-109, 128, 132, 136,143, 145, 148, 149, 151-153, 156,157,160,162,166,171,172,175­181, 183-185, 187-190, 192, 195,204.217,231.243

«Televisión sin fronteras», 56, 58, 123,139, 144, 259

Terminator, 2: el día del juicio, 138

Thornpson, E, P" 164Time, 206Titaníc, 16, 103-105, 147, 176, 197,

202,212,253Tomb Raider, 255Tortugas ninja, Las, 77Trampa, La, 177Transparencia narrativa, 12,41,52,129Tratado de Libre Comercio de América

del Norte (TLC), 61,104,107,111,112,174,175,280

Tratado general en comercio de servi­cios (GATS), 57, 186, 187,278

Tratado general en precios y comercio(GATT), 52-56, 58, 61, 111, 135,172-175,212,267,278

Travolta, John, 216Trout, Jack, 200TV Guide, 206Tywker, Torn, 137

Uchalik, Frank, 282Últimos días de Pompeya, Los, 44Underground,121Único testigo, 78Unión Europea (VE), 17, 18,22,55-59,

100, 101, 114, 121, 130, 134, 144,149,248,259,260,275,277

Vnited Nations Educational, Scientificand Cultural Organisation (UNES­COl, 20, 48, 49, 56, 186,214,234,267

U\'GS de la ira. Las. 44Valenti, Jack, 9, ¡ 1, 12,70, 79, 84, 1¡ 3,

343

133, 149, 156, 163, 166, 168, 172,177, 179-183,224, 232, 249, 279

Van Darnrne, Jean-Claude, 197Vanify Fair, 206Vargas Llosa, Mario, 258Yariety, 134Venturelli, Shalini, 55, 57, 158,260,266Verhoven, Paul, 113Video Business, 248Video Week, 248Vigilancia,54, 177,179,219,223,236-245Vigilantes de la playa. Los, 93Vignon,lean-Paul, 126Virus, 132Vivendi, 67, 135,136Vogue, 206Von Trier, Lars, 121Vorhaus, Bemard, 97

Walker, A1ice, 229Wall Street Journal, 31, 228, 248Wanger, Walter, 41-44Washington, George, 253«Washington Consensus», 60, 99, 257Washington Family, The, 253Wayne, John, 224Weir, Peter, 78Welles, Orson, 44, 97Wenders, Wirn, 11, 12, 124Who Wants ro be a MilIionaire?, 96Wilson, Michael, 97WilIis, Bruce, 240Wired,206Woods, Tiger, 110Wyan,Ju~in,I92,203,217-220,222,237

Wyrnan, Jane, 273

X-Men, 128

Yeoh, Michelle, 200Yüdice, George, 9, 257-259, 262, 275

Zeta Jones, Catherine, 98

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¿Por qué t iene ta nto éxito Hollywood ? Ha arrasado con casi todaslas de más cinematog rafías naciona les e n s u pro pio terre no yha extingu ido literalmente e l cine extran jero e n Estados Unid os .Hollywood, pues, parece om nipo tente.

El prese nte libro llena e l vacío dejado por los análisis tex tua les e nsu estudio de esta hegemo nía y a borda. e n ca m bio, la po líticaec onómica y cultura l pa ra su brayar los factores mate ria les - la ssubvenc iones gube rn a me nta les encubie rtas a la industriacinematográf ica norteamericana , las limitaci ones a l copyright.diseñadas para evitar el libre flujo de informac ión- y extende rseacerca de es ta a pa ren te victoria cre at iva . Los autores muestra n ,cómo el Hollywood contem poráneo se ha transformado a s í mismoa travé s de la reub icaci ón geog rá fica de la pro ducción cu lt ura ly s u relación con los mercados mund iales pa ra lograr un a lca ncey una influe ncia mayore s . El libro tamb ié n examina las á reascla ve de la mercadotecnia. la dist rib uc ión y la exhibición. la s pie­dr as a ngu la re s del aparato industrial global.

"El libro má s s uge re nte qu e he le ído nunca acerca de Hollywoodcomo industria .' Ed Buscome

Toby Mi lle r e s pro feso r de l Departamento de Estud ios Cine ma ­tográficos de la Universidad de Nueva York y autor de TechnologiesofTruth 119981 y The Avengers (1 9971. Rich a rd Maxwel l e s profe­sor asoc iado de Es tudios Medi áticos en e l Quee ns Colleg e , enNueva Yo rk , y edito r de Cul tu re Works: The Political EconomyofCulture . Nitin Govil y Jo hn McMurria e stán te rm inan do sus doc­torados e n e l Depa rtamento de Estudi os Cinematográficos de laUnivers idad de Nueva Yo rk.

www.paidos .com

ISBN 84-493-1757-6

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