El mito de la cultura de masas

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Trabajo de sociología de la comunicación.

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El mito de la cultura de masas

por

Arthur Asa Berger Broadcasting & Electronic

Communication Arts Department, San Francisco State University

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Talón de Aquiles (*) (http://www.uniacc.cl/)

Año 2 - Número 1, Otoño 1996. Este artíclo apareció originalmente en el número de julio-agosto de 1993 de la revista Society, de la Rutgers University (New Jersey). Talón de Aquiles agradece la gentileza del profesor Berger, del director de Society -el prof. Irving I. Horowitz- y de la Editorial Transaction por la autorización para publicar la tradcción realizada por el prof. Edison Otero B. (*) Talón de Aquiles es una publicación de carácter académico, editada por Talón de Aquiles Ltda., Dr. Manuel Barros Borgoño 451, Teléfono (52 -2) 2352916, Fax (52-2) 2360378, Santiago, Chile.

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“Las tensiones y ansiedades de la sociedad estadounidense han sido generadas y exacerbadas en gran medida por una distribución injusta y brutalmente distorsionada del ingreso, especialmente desde 1980, con los segmentos más pobres de la sociedad perdiendo terreno de hecho y gran cantidad de gente no ganando ninguno. Es la política, no la cultura popular, la que es más responsable de la desorganización social, y serán las decisiones políticas las que conduzcan al mejoramiento de la situación, no la cultura popular o los medios de comunicación. “

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El autor sostiene que las críticas realizadas a la cultura de masas (cultura americana) por intelectuales europeos (Rosemberg, Adorno o Anders) que califica como ”desclasados”, teóricos o elitistas, que añoran tiempos pasados, que denigran del hombre común, y que están resentidos con la sociedad moderna igualitaria por el trato que les dispensa no acorde a su prestigio intelectual, ya están superadas; a ello han colaborado sucesos recientes como la caída del comunismo, que hacen que surjan nuevos planteamientos por parte de los críticos de los medios de comunicación y de la cultura americana.

La cultura de masas, cultura popular para el autor, es aquella a la que se accede fácilmente y que es disfrutada por grandes cantidades de personas, incluye no sólo las obras producidas por los medios de comunicación de masas sino también la “conducta colectiva” y “diversos aspectos de la vida cotidiana”, como por ejemplo, la moda. Al contrario de lo afirmado por los “teóricos” en el sentido de que la cultura popular y los medios de comunicación generarían automáticamente cultura de masas y llevarían al desarrollo del hombre-masa, la experiencia americana e incluso la experiencia de los medios de comunicación en paises totalitarios del Este demuestra que las personas se forman opinión, y ésta, no uniforme sino diversa, difiere de la que trata de inculcar la propaganda oficial.

Considera que la teoría hipodérmica o teoría de la “bala mágica” y planteamientos próximos a ella, están hoy en día superados; los postulados de “que los medios no sólo afectan o dan forma sino que de hecho determinan la conciencia de los individuos”, y que “los mensajes de los medios son interpretados esencialmente del mismo modo por todos y generan respuestas directas, más o menos automáticas e inmediatas”, han quedado obsoletos, hoy se piensa que los espectadores crean sus propias interpretaciones ante los mensajes que reciben, “aunque los medios de comunicación influyan en grandes cantidades de personas, puede afirmarse que los efectos no son universales y que nadie es afectado de la misma manera.”

La cultura de masas, cultura popular para el autor, al contrario de lo afirmado por autores como Adorno, no se “come” a la cultura de élite, estudios de caso así lo han demostrado, no es cierto “que en la medida en que la gente se vuelve más y más expuesta a la cultura popular, pierde su interés por las artes de élite así como su habilidad para disfrutarlas”.

Los medios de comunicación estadounidenses, sometidos a las leyes del mercado, compiten entre ellos diferenciando sus contenidos, por tanto no se puede hablar de uniformidad en los medios ni de homogeneización de la sociedad por éstos, más que una sociedad de masas americana uniforme y

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homogénea, culturalmente hablando, lo que existe es un pluralismo cultural que trata de satisfacer las necesidades de las subculturas propias de los diferentes grupos sociales existentes, cohesionados éstos por lazos de tipo racial, religioso, de origen o procedencia, etc. (“Muchos grupos étnicos fueron arrojados a la olla a presión que es la sociedad estadounidense pero no se convirtieron en una masa homogénea uniforme. Mantuvieron sus identidades, incluso aunque vinieron a buscar su lugar en los Estados Unidos y a realizar, o tratar de realizar, el sueño americano.”)

Los medios de comunicación de masas nunca han llegado a crear esa única conciencia colectiva de la que se suponía como sociedad monolítica, más bién han colaborado “a reforzar los valores que ya tenemos -tales como el individualismo, la igualdad y el logro”.

Los actuales investigadores de lo social apuntan que la sociedad estadounidense moderna es una sociedad en la que “el arte de élite y la cultura popular ya no son vistos como cosa distinta y en que el eclecticismo y la fragmentación son la norma”, pero esta fragmentación ha de entenderse como cultural, es decir, de coexistencia de múltiples subculturas dentro de una sociedad multicultural en la que prevalecen por encima de todo unos valores que tienen su raíz en la propia formación de los EE.UU. como nación.

Cájar (Granada), a doce de enero de 2004. Fdo. José Pino Díaz.

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Arthur Asa Berger Broadcasting & Electronic Communication Arts Department, San Francisco State University El Mito de la cultura de masas Las `irrefutables' denuncias de la cultura de masas estadounidense -y de la sociedad estadounidense, indirectamente- hechas por intelectuales europeos desclasados y sus seguidores, ya no tienen la misma resonancia que tuvieron hace unos treinta o cuarenta años. Los estadounidenses se habituaron a amamantarse de exitosos hombres de la cultura europea con acento germánico (u otros), quienes nos explicaban como éramos totalidades descentradas, vivíamos vidas fantasmales frente a la pantalla, nos alienábamos respecto de nosotros mismos y la sociedad, perdíamos nuestras almas, y cosas como esas. Por supuesto, algunos estadounidenses todavía miran a los pensadores y filósofos europeos con cierta difusa obse-cuencia. Los estadounidenses todavía se ven a sí mismos como huérfanos espirituales, como hijos e hijas que abandonaron a su madre intelectual y sus tierras paternas, en un desesperado pero inútil intento por escapar de la historia o, más precisamente, de la conciencia histórica (aunque, probablemente, la mitad de los historiadores del mundo viven en los Estados Unidos). Intelectuales y profundos pensadores estadounidenses en materias culturales doblan ahora sus rodillas primeramente ante los teóricos culturales franceses. La mayoría de los conceptos e ideas de crítica cultural derivan de autores como Roland Barthes, Jacques Lacan, Claude Levi-Strauss, Jean Baudrillard, Jacques Derrida - uno puede seguir y seguir con ésto- con ocasionales rusos, búlgaros, italianos, y otros. Los franceses nos explican que hemos creado en los Estados Unidos, con nuestro inocente e inimitable estilo, una sociedad postmoderna y que estamos ahora tratando de imaginarnos con exactitud qué significa y si es buena o mala. Por estos días, los críticos de los medios de comunicación y de la cultura estadounidenses no parecen tan seguros como antes. Tal vez la caída del comunismo y las muchas preguntas que surgen ahora respecto del marxismo han contribuido a ese sentimiento. En los años '50, sin embargo, muchos intelectuales y otras personas interesadas en los medios de comunicación, la cultura y la sociedad, aprendieron y fueron adoctrinados por la jerga de los críticos culturales de Alemania y sus seguidores. En su ensayo "El Mundo Fantasmal de la TV" (incluido en Mass Culture: The Popular Arts in America, publicado en 1957), Günther Anders sostenía : "El consumo masivo moderno es la suma de desempeños solitarios: cada consumidor, un trabajador empleado sin pago en la producción del hombre-masa". Esto conduce, agrega él, a la creación de hormigas producidas masivamente, que no desean renunciar al mundo pero "quieren estar seguros de no perderse la más brillante migaja del mundo como imagen en una pantalla". Al final, diciéndolo (pero sin querer decirlo sin duda) predice que los estadounidenses perderán su capacidad para hablar. "Puesto que la caja

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receptora habla por nosotros, nos priva gradualmente del poder del habla, transformándonos así en dependientes pasivos". Theodor W. Adorno, presente en el mismo libro con el ensayo "La Televisión y los Patrones de la Cultura de Masas", sugiere que "la cultura popular ya no está limitada a ciertas formas como las novelas o la música bailable, sino que se ha apoderado de todos los medios de expresión artística". Para Adorno, los medios de comunicación son todopoderosos. Describe la cultura contemporánea de masas como repetitiva, insoportable y omnipresente y sugiere que estos aspectos "tienden a desarrollar reacciones automatizadas y debilitan la fuerza de la resistencia individual". Finalmente, agrega, la gente no sólo pierde su capacidad para ver la realidad tal como es sino que también pierde su capacidad para experimentar la vida. En la introducción al libro, Bernard Rosenberg formula una lista de 'cargos' contra la cultura popular, los medios de comunicación de masas y la cultura de masas. Lo que sigue es una lista de adjetivos y frases descriptivas que Rosenberg usa en su breve introducción de nueve páginas titulada "La Cultura de Masas en Estados Unidos". Reunidos en un collage o 'pastiche' -estilo postmoderno, dicen- los términos tomados del ensayo forman un argumento que procede de un modo parecido a ésto: "En las culturas de masas la gente se vuelve deshumanizada, insípida, llevada por la ansiedad; es explotada, engañada, abandonada, envilecida y sus vidas son estandarizadas, vulgarizadas y manipuladas por la cultura de masas, que es una amenaza a nuestra autonomía, y esta situación es exacerbada por cosas como la ficción anémica, películas vulgares, dramones patéticos, creando en el público una angustiosa vida vacía de sentido y trivializada, así como alienación (respecto del pasado, del trabajo, de la comunidad y, posiblemente, de uno mismo), la que lleva a esa horrorosa realidad, el hombre-masa. La cultura masiva es papilla y caldo cultural que cretiniza nuestro gusto, brutaliza nuestros sentidos (pavimentando el camino al totalitarismo), de modo que todo lo que nos gusta es kitsch". Obviamente, a Rosenberg no le gustan la cultura popular, los medios de comunicación o la cultura de masas. La hipótesis que se ofrece dice así: "Si uno puede arriesgar una formulación positiva particular (en la forma de una hipótesis) esa sería que la tecnología moderna es la causa necesaria y suficiente de la cultura de masas. Ni el carácter nacional, ni el orden económico, ni el sistema político, tienen fuerza final en este asunto". Parece que tenemos en nuestras manos un argumento en favor del determinismo tecnológico. Rosenberg y otros enfrentaban una situación trágica: la cultura de masas era intolerable pero tampoco podía ser contenida. Vale la pena notar el uso que Rosenberg hace del término `moderna'. Muchos críticos de los medios de comunicación, de la cultura y la sociedad de masas que ellos creen que los medios generan, parecen tener nostalgia de algún período del pasado, anterior al desarrollo de la tecnología moderna, cuando las cosas eran mejores. Podríamos preguntar: ¿de qué modo y para quiénes?. Hace veinte años, en un libro llamado Cultura Pop, sugerí que es muy difícil definir la cultura popular y diferenciarla de otros tipos de cultura. ¿Es la cultura no popular lo contrario de la

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cultura popular? ¿O lo es la cultura de elite? ¿O la 'alta' cultura, lo que significaría que la cultura popular es 'baja'? ¿u otra cosa? ¿La cultura de elite, no debe ser popular? Sugerí que la cuestión importante no era por qué la cultura popular es impopular sino para quiénes es impopular la cultura popular. Sabemos que la cultura popular es extremadamente popular para un gran número de personas que ocupan gran cantidad de tiempo viendo y escuchando noticias, comerciales, comedias, dramas, concursos, partidos de fútbol y otras transmisiones deportivas, programas de conversación, etc. Mi respuesta era que, en esencia, el disgusto de los 'elitistas' por la cultura popular venía de su disgusto por el hombre común. Atacan su gusto y sus preferencias porque no pueden expresar abierta y directamente su desdén por las masas. Uno puede sentir que "el pueblo es una gran bestia" pero ya no puede decirse. Había también un lánguido resentimiento de muchos intelectuales europeos y algunos americanos sintiendo que no había, en nuestra sociedad burguesa igualitaria, concordancia entre el prestigio y el estatus que merecían. Cultura popular no popular. La cultura popular y la cultura de elite no son tan diferentes excepto, tal vez, en los extremos del espectro de las artes: la lucha profesional, de un lado, y Finegan's Wake de Joyce, por el otro. Si Hamlet es transmitido por una red televisiva, ¿ello representa la cultura popular (puesto que, presumiblemente, millones ven la obra) o la de elite (puesto que es una obra de arte clásica)?. Los críticos postmodernistas han adoptado la postura de que la cultura popular no difiere significativamente de la cultura de elite y, en años recientes, el desarrollo de lo que ahora es llamado `crítica cultural' ha capacitado a los críticos para ocuparse de todos los géneros, formas, niveles y clases de arte. La cultura popular es justamente lo que dice que es, cultura (el término operativo) que tiene amplia llegada y es disfrutada por grandes cantidades de personas. Comprende las artes públicas, géneros convencionales y otras obras producidas por los medios de comunicación, pero también la conducta colectiva y diversos aspectos de la vida cotidiana, y de este modo incluye pasatiempos, modas y otros fenómenos que no son específicamente mediados pero son influidos con frecuencia por los medios de comunicación, o están conectados con ellos. La cultura estadounidense, en el sentido antropológico, es en su mayor parte cultura popular. Por supuesto, mucho de nuestro compromiso con la cultura popular está basado en el `consumo' de artes populares y de los medios de comunicación que los transmiten. En promedio, los estadounidenses emplean más de tres horas diarias viendo televisión, varias horas diarias escuchando radio, y más horas leyendo diarios, revistas y libros. Mucho de lo que escuchamos, leemos o vemos, implica arte popular o géneros de `arte público' que son transmitidos por, y en diferentes grados, conformados por los diversos medios de comunicación. Si uno emplea tres horas al día leyendo novelas clásicas y otras tres horas oyendo música clásica, ¿está `consumiendo' cultura de elite? ¿O son sólo la cultura popular y los medios de comunicación los que están siendo consumidos?

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Los teóricos a los que nos referimos creían que la cultura popular y los medios de comunicación generarían automáticamente cultura de masas y llevarían al desarrollo del hombre-masa, los habitantes cretinizados, deshumanizados, caprichosos, amantes del kitsch, desindividualizados, de las sociedades de masas que los conducen al totalitarismo. En los argumentos de los elitistas tempranos está implícito el supuesto de que los medios de comunicación afectan a todos más o menos de la misma manera. Los individuos que viven en las sociedades de masas eran vistos esencialmente aislados o atomizados y, de este modo, eran altamente susceptibles a los mensajes de los medios. Esta teoría de que los medios no sólo afectan o dan forma sino que de hecho determinan la conciencia de los individuos se acerca mucho a lo que se habitúa a llamar la teoría `hipodérmica' o la teoría de la `bala mágica', teoría que ahora está ampliamente desacreditada y considerada simplista. Se piensa que los mensajes de los medios son interpretados esencialmente del mismo modo por todos y generan respuestas directas, más o menos automáticas e inmediatas. En su obra Psicología de las Multitudes, Gustave Le Bon describe cómo las multitudes son influidas por las obras teatrales: "Las multitudes sólo son capaces de pensar en imágenes y de ser impresionadas sólo por las imágenes. Sólo las imágenes las aterrorizan o atraen y se convierten en motivos para actuar. Por esta razón, las representaciones teatrales, en las que la imagen se muestra en forma más claramente visible, siempre tienen una enorme influencia en las multitudes. Toda la audiencia experimenta las mismas emociones al mismo tiempo y si estas emociones no se transforman de inmediato en acción, es porque ni el más inconsciente de los espectadores puede ignorar que es víctima de ilusiones, y que ha reído o llorado con aventuras imaginarias". Para Le Bon, como para los teóricos de la aguja hipodérmica que vinieron después, la gente reacciona de la misma manera a una obra dada (léase `estímulo', si uno desea ser reduccionista). El desarrollo de las teorías de las respuestas del lector, en años recientes, han vuelto de cabeza este argumento y sugieren que los individuos, cuando ven una película o una representación, o leen un libro, ayudan a crear la obra, por decirlo así. Así, Wolfgang Iser, en su artículo El Proceso de la Lectura: Una Aproximación Fenomenológica, argumenta que una obra tiene dos polos: uno `artístico', creado por el artista (o quienquiera que esté implicado en hacer el texto) y uno `estético', que implica la realización de la obra, la que es cumplida por el lector o el telespectador. Los textos necesitan ser realizados por los lectores y esta realización está asociada a "la disposición individual de cada lector". Hemos ido desde una visión acerca del modo cómo la gente responde a los textos, que afirma que cada uno recibe el mismo mensaje, a una visión que sugiere que los individuos crean sus propias interpretaciones. Pero, no se necesita ir tan allá para cuestionar la validez de las teorías hipodérmicas.

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En un artículo en The San Francisco Chronicle (9 de Febrero, 1985), Tom Parker escribió: "El estadounidense promedio está expuesto a 1.600 mensajes comerciales por un medio u otro. De estos, el usuario repara en ochenta y sólo doce obtienen algún tipo de respuesta, usualmente negativa". Así, captar la atención del público y exponerlo a textos mediales no significa obtener el control de sus mentes. Las cosas no son tan simples como los teóricos hipodérmicos piensan que son. Cuestiones como la raza, la religión, la edad, el origen étnico, el género, la educación, los valores, la personalidad y una multitud de otras variables afectan las decisiones sobre qué medio ver o escuchar así como la respuesta a los contenidos transmitidos por los medios. Aunque esto no significa que los medios de comunicación no influyan en grandes cantidades de personas, puede hacerse el argumento de que los efectos no son universales y que nadie es afectado de la misma manera. La cuestión que surge es si la cultura de masas existe de hecho o, incluso, si es que puede existir. Por supuesto, hay países como los Estados Unidos, en que la gente dispone de una gran cantidad de medios de comunicación, pero ¿es ésto lo mismo que cultura de masas? Las sociedades de Europa del Este, antes bajo el puño de Rusia y los partidos comunistas nacionales, estuvieron sujetos a cuarenta años de gobierno totalitario y a propaganda continua, y a medios de comunicación rígidamente controlados, pero la gente no lo pensó dos veces para abandonar a los comunistas cuando descubrieron que el Ejército Rojo no invadiría sus países. Cultura Popular versus Cultura de Elite. De acuerdo a Adorno y otros teóricos de la cultura de masas, la cultura popular "desaloja" a la cultura de elite y en la medida en que la gente se vuelve más y más expuesta a ella, pierde su interés por las artes de elite así como su habilidad para disfrutarlas. Esto suena plausible, en teoría, pero en la práctica no opera así. Un estudio de caso, en el que la mayoría de las personas tiene alguna experiencia, pone a prueba la teoría. Pensemos en la comida rápida y, en particular, en las hamburguesas de Mc Donald, uno de los símbolos más importantes de la cultura estadounidense. Siguiendo la teoría, puesto que la comida de los Mc Donald es rápida y relativamente barata, la cadena desplazará a los restorantes que son tecnológicamente menos avanzados y que suponen elección individual (delicatessens, cafeterías, restorantes tradicionales, restoranes de colonias étnicas, y otros). Y, finalmente, siguiendo la lógica de los teóricos elitistas, sólo quedarán en los Estados Unidos y en el mundo entero los Mc Donald y restorantes similares, porque la gente habría perdido su gusto por la `buena comida'. De hecho, los restorantes de comida rápida no dejaron fuera del negocio a los otros restorantes. La gente usa los restorantes de comida rápida para sus propios propósitos y no pierden su gusto por otros tipos de comida. Con frecuencia, ocurre justamente lo contrario. En el área de San Francisco, por ejemplo, ha habido una explosión de restorantes Thai y así como otros grupos étnicos se establecen en los Estados Unidos, otras comidas típicas se vuelven cada vez más populares.

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En un ensayo que escribí hace treinta años, titulado "La Hamburguesa Evangélica", sugerí que la dinámica de los restorantes de hamburguesas Mc Donald era similar al protestantismo evangélico y que los Mc Donald se extenderían por el mundo entero. Mucha gente pensó que estas ideas eran simplemente ridículas. Sugerí también, chistosamente, que los Mc Donald implicaban `hamburguesamiento' y funcionaban de modo de convencer a la gente de que eran de clase media porque tenían acceso rápido a la carne. El argumento de que la cultura popular destruiría las así llamadas artes de elite no se ha vuelto verdadero. En el artículo ya citado, Tom Parks afirma: "Cada día los estadounidenses publican 125 nuevos libros. Hay quince nuevas obras de ficción, ocho nuevos libros infantiles, veinte libros de sociología y economía y seis libros de historia. Hay cinco libros de referencia, ocho o nueve de medicina, nueve de filosofía o psicología, quince sobre ciencia y tecnología y seis sobre religión. Los estadounidenses compran casi 5 millones de libros por día". El número de libros publicados en los Estados Unidos continúa creciendo y unos 50.000 son publicados cada año. Por supuesto, un gran número de estos libros son desechables -romances, novelas sin valor y otros semejantes- pero un gran porcentaje de obras de los así llamados `géneros de elite' -novelas serias, poesía, piezas dramáticas y otros- son obras de tercera clase o peores. No es la forma de arte lo que cuenta sino el artista. En años recientes, los libros cómicos se han transformado en novelas visuales, como nueva evidencia de que las viejas definiciones de lo que es arte y de lo que no lo es, ya no se aplican más. Homogeneidad y Uniformidad. Los teóricos de la cultura de masas asumen que, de algún modo, los medios de comunicación son uniformes y así pueden realizar su tarea de destruir la individualidad y convertir a los estadounidenses en hombres-masa. Esto lo que se ha llamado, a veces, la hipótesis de la `homogeneización'. Pero una mirada a los medios de comunicación muestra que hay mucha competencia por ganar la atención del público, tanto en un medio dado (televisión o revistas) como entre los medios. Las redes están batallando continuamente por los telespectadores. Por supuesto, la mayor parte de lo que transmiten es desecho altamente convencional, pero incluso los géneros convencionales pueden hacerse bien de vez en cuando. En el mundo de las revistas existe una diversidad increíble. Hay magazines para cada interés especial concebible y para algunos que no lo son. Además de aquellos que se publican regularmente, hay un inmenso número de `zines', pequeñas revistas especializadas que cubren desde la ecología al zen, publicadas por individuos o grupos. Ahora que los computadores y las impresoras láser están disponibles para mucha gente, es fácil y barato publicar los propios `zines'. De modo que hay aquí una buena razón para cuestionar el supuesto de que los medios están homogeneizando la sociedad o que, no obstante, pueden `movilizar' a la gente para generar una sociedad de masas. En vez de encontrarnos en los Estados Unidos con una sociedad de masas (y lo mismo se aplica a muchos otros países), hallamos justamente lo opuesto, lo que puede ser descrito como pluralismo cultural pop, con gran cantidad de subculturas y grupos produciendo sus propias publicaciones, haciendo sus propias películas, transmitiendo sus propios shows de radio y televisión. Esto no significa, sin embargo, que estos grupos se vean a sí mismos apartados de la cultura estadounidense.

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La Cultura de Masas y la Olla a Presión. Se plantea la cuestión de si ha habido cambios fundamentales en la sociedad y la cultura estadounidenses en las últimas décadas y si, siendo así, qué rol han podido jugar los medios de comunicación. Si los medios de comunicación son tan poderosos como los elitistas creen, ¿cómo explicamos el hecho de que la sociedad estadounidense tenga tantas subculturas y grupos basados en factores que van desde la raza, la religión y la etnicidad hasta la persuasión política y la geografía? No nos hemos empobrecido con estas entidades sociales diversas. Más bien, nos hemos enriquecido. La geografía urbana es útil para entender lo que los Estados Unidos eran en los años '30 y '40. Las ciudades estadounidenses de entonces (y hoy en día, igual) estaban divididas en enclaves o ghettos con población predominantemente italiana, judía, negra, irlandesa o china. En aquellos días, estos grupos producían frecuentemente publicaciones escritas en sus idiomas originarios y dirigidas hacia sus particulares intereses de grupo. Pareciera que el cuento de la olla a presión era más una teoría de lo que algunos analistas creían que ocurría (o querían que hubiese ocurrido) que una descripción de lo que los Estados Unidos eran hace cincuenta o sesenta años o incluso hoy, en muchos casos. Muchos grupos étnicos fueron arrojados a la olla a presión que es la sociedad estadounidense pero no se convirtieron en una masa homogénea uniforme. Mantuvieron sus identidades, incluso aunque vinieron a buscar su lugar en los Estados Unidos y a realizar, o tratar de realizar, el sueño americano. Los proponentes de la tesis de la sociedad de masas argumentarían que aunque los Estados Unidos puedan no estar unificados ahora, lo fueron a causa de la exposición de los inmigrantes y otros a medios de comunicación ubicuos y poderosos. Si los medios son tan poderosos como se supone que sean, ¿cómo resistieron los primeros estadounidenses el convertirse en una sociedad de masas? ¿Y por qué no seguimos siendo una sociedad de masas? Puede argumentarse que los medios de comunicación ya no son tan efectivos, como una vez lo fueron, en unificar a los estadounidenses y proporcionarles un marco común de referencia, un consenso y una conciencia nacional. Sin embargo, los estadounidenses están expuestos a más medios de comunicación que antes. Dedican una gran cantidad de tiempo a ver televisión, el medio más poderoso. Las grabadoras de video permiten grabar otros shows y verlos después. El desarrollo de la televisión por cable aumenta el número de canales disponibles e, incluso, están desarrollándose nuevas tecnologías que en el futuro cercano los ampliarán hasta 500. Es cosa aparte lo que todos esos canales transmitirán -esencialmente los mismos viejos géneros que hay en las películas y la televisión, con una mezcla ocasional de géneros, como MTV o canales con un único tipo de programas, tales como las nuevas estaciones. La existencia de una sociedad dividida en muchas subculturas, caracterizada por el pluralismo cultural popular (alguien pudiera decir 'anarquía') sugiere que los medios de comunicación no son tan poderosos como creyeron alguna vez algunos teóricos de

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las comunicaciones. Sugiere también que la noción de unos Estados Unidos como una inmensa olla a presión era más una ilusión que una realidad. Aunque los diversos grupos en la olla a presión puedan no ser derretidos, todavía están en la misma olla. Las sociedades están siempre evolucionando, de modo que sería incorrecto argumentar que no ha habido cambios en los Estados Unidos. La pregunta es si estos cambios señalan tendencias radicales nuevas para nuestra sociedad o son más evolutivos. Se dice frecuentemente que los Estados Unidos son un país que experimenta revoluciones continuamente y de esta manera los cambios forman parte de lo constante, y no de los acomodos excepcionales que hacemos en la manera de vivir. La noción de un cambio continuo difiere de la perspectiva conservadora que argumenta que la cultura y la sociedad estadounidenses han permanecido igual desde sus inicios. En los Estados Unidos, lo que sea lo constante lo es en el proceso de cambio y evolución. La pregunta es: ¿cuál es la naturaleza de los cambios y cómo se relacionan con las continuidades en la sociedad y la cultura? El Mito del Monolito. Paul Jerome Croce ha argumentado que la cultura de masas ha perdido su habilidad para conformar consenso. Sugiere que esta declinación es una causa fundamental de lo que él percibe como un país crecientemente polarizado. Escribe: "A través de su popularidad, los productos de la cultura de masas conforman el gusto, establecen propósitos y valores y definen la clase de gente que la mayoría de la gente piensa que deberían ser". Este consenso se ha roto ahora, agrega, y nos encontramos en una sociedad post-cultura de masas en la que la cultura de masas se "ha metastasiado, con individuos que todavía siguen estilos apartados, pero haciéndolo en manadas divorciadas de un estándar masivo único". Es cuestionable que hallamos tenido alguna vez un "estándar masivo único" o que los medios de comunicación hallan tenido el poder que, se sugiere, tuvieron para dar forma a una sociedad. Nunca fuimos tan "unificados" como piensa Croce. Los medios de comunicación tienden a reforzar los valores que ya tenemos -tales como el individualismo, la igualdad y el logro. Los medios tienden a reflejar las sociedades en que se hallan aunque, por supuesto, también las afectan. Siempre ha habido un gran monto de conflicto en la sociedad estadounidense, entre clases, razas, áreas geográficas o grupos religiosos. La existencia de gente que arde con "apasionada intensidad" y pertenecen a subculturas, a grupos que atacan éste o aquel aspecto de la sociedad, no es nada nuevo. Los Estados Unidos tienen una larga historia de comunidades utópicas y grupos fundamentalistas, como los abolicionistas del siglo XIX. Todavía hay 40.000 personas que viven en comunas. Los medios de comunicación reflejan los cambios que van ocurriendo en una sociedad en un momento dado. Pueden agregar ímpetu y acelerar las cosas, pueden establecer agendas, pueden incrementar el conocimiento y mostrar cosas que a muchos no les gustan, pero nunca tienen, como se pretende, la capacidad de uniformarnos. Los Estados Unidos nunca estuvimos unidos en el grado en que se cree, tal vez con la excepción de nuestros valores. Así, los medios de comunicación han sido atacados por no hacer lo que no hacen y no podían hacer. Hay muchas otras razones para quejarse de los medios de comunicación pero la acusación de que ya no unifican más la sociedad puede ser desechada como un arrebato ocioso.

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Si los teóricos postmodernistas están en lo correcto, los Estados Unidos son una sociedad en la que el arte de elite y la cultura popular ya no son vistos como cosa distinta y en que el eclecticismo y la fragmentación son la norma. Lo que todo esto sugiere es que la estadounidense es una sociedad en que la diversidad se celebra, en que las diferencias son aceptadas como parte del esquema de las cosas. Más bien que girar aparte, todo se va mezclando y, con todo, los diferentes grupos aún son capaces de mantener sus identidades. De hecho, esa es la historia de los Estados Unidos, un país de inmigrantes al que la gente llegó en busca del sueño americano. Los diversos grupos pueden tener versiones diferentes de este sueño, tomar caminos diferentes para realizarlo y ser diferentes en muchos sentidos, pero todavía subsiste un comunidad detrás de todas estas diferencias. Puede hallarse evidencia de esto en una reciente encuesta a estadounidenses de origen latinoamericano. Se descubrió que desean asimilarse a la sociedad estadounidense. Creen que hay demasiada inmigración y que los residentes deberían aprender a hablar inglés. Como grupos, estos estadounidenses no son tan unidos como se cree. El informe establece que "una gran mayoría de latinoamericanos nacidos en los Estados Unidos hablan mejor el inglés que el español" y hay un alto grado de alfabetismo inglés, incluso entre inmigrantes nacidos en el extranjero que prefieren hablar inglés. En su informe Voces Latinas, el Registro Político Nacional Latino concluye: "Los resultados debieran desalojar toda noción de que sus actitudes políticas los separan de la mayoría de la población estadounidense o los definen como un grupo de intereses monolíticos". Esta investigación sugiere que los Estados Unidos son verdaderamente una sociedad multicultural en la que existen diversas subculturas. Pero la multiplicidad cultural no significa fragmentación o alienación. Más bien significa un tipo diferente de coexistencia. Los medios de comunicación y la cultura popular no nos han convertido en una sociedad de masas (camino al totalitarismo) ni en una sociedad a la que "no se le puede hallar su centro". http://www.uniacc.cl/talon/anteriores/talonaquiles3/ Talón de Aquiles AÑO 2 - NÚMERO 1 Arthur Asa Berger: El Mito de la Cultura de Masas Patrice Bouchet:No se asuste, Monsieur de Fontenelle Ricardo López: Irresponsabilidad ilustrada Reseña: Una otra mirada, Mario Berríos y Walther Kohan Reseña: Killing Time, La biografía de Paul Feyerabend Reseña: Mentes Creativas, Howard Gardner Joshua Meyrowitz:La Teoría del Medio de Comunicación Mario Aliaga: Imágenes y Voces: Una mirada a la Mujer Medieval Andre Stoll:Los Usos de la Antigüedad en la Europa Moderna Talón de Aquiles, Año 2 - Número 1, Otoño 1996.

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TALÓN DE AQUILES

TALON DE AQUILES es una publicación académica editada por UNIACC (http://www.uniacc.cl/). Aparece dos veces al año y está dedicada principalmente a los temas de la comunicación y las ciencias sociales. Posee un Comité Editorial conformado por figuras de renombre internacional, así como por especialistas nacionales. Surgida en 1995, incluye habitualmente artículos originales, traducciones de artículos relevantes publicados en revistas extranjeras, y reseñas sobre las publicaciones más recientes en el área. Se ha convertido en referencia obligada para los alumnos y los especialistas, tanto en nuestro país como en el extranjero. Director: Edison Otero Bello Editor Edición Electrónica: Oscar Aguilera F. [email protected] Editor Edición Regular: Juan Simón Valdebenito B. Representante Legal: Rodolfo Zuloaga Meneses Comité Editorial Manuel Acevedo Universidad de Buenos Aires Baruch Arensburg Universidad de Tel Aviv Arthur Asa Berger San Francisco State University, USA Fernando Flores Universidad de Lund, Suecia Gastón Gómez Lasa Sociedad Platónica Internacional Jorge Jiménez E. Fundación Fullbright Edmundo Magaña Instituto Iberoamericano de Cultura, Amsterdam Rodolfo Malverde Maison des Sciences de l'Homme, París Mario Orellana R. Universidad de Chile Augusto Parra M. Universidad de Concepción André Stoll Universidad de Bielefield Talón de Aquiles es una publicación de carácter académico, editada por Talón de Aquiles Ltda., Dr. Manuel Barros Borgoño 451, Teléfono (52 -2) 2352916, Fax (52-2) 2360378, Santiago, Chile.