El kerigma en el tríptico de Aparecida

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El kerigma en el tríptico de Aparecida Ambientación. En una reunión de artistas, un declamador muy famoso deleitaba a los demás recitando trozos de poetas y dramaturgos maravillosos, empezando por Pablo Neruda, Shakespeare y otros. Un sacerdote estaba allí y en un momento de descanso le preguntó si podía declamar el salmo 23 sobre el pastor. El declamador le respondió: Claro que puedo y lo voy a declamar pero, como condición, después de que yo lo declame también usted lo declamará. El sacerdote, extrañado por la propuesta, aceptó. La declamación del artista fue preciosa, entusiasta. Una lluvia de aplausos cerraron su presentación. Luego fue el turno del sacerdote. Declamó el mismo salmo 23 sobre el pastor. Al terminar, no hubo aplausos, sólo un silencio muy grande, un silencio especial, diríamos espiritual. Tal vez de algún ojo se escapó una lágrima. Pasados unos instantes el declamador se levantó y dijo: "Ustedes acaban de presenciar algo muy grande". Yo declamé el salmo sobre el pastor porque conocía muy bien las palabras, pero él conocía al pastor. 1.- ¿En qué consiste la diferencia entre la declamación del artista y la del sacerdote? El Kerygma en el tríptico de Aparecida - 1 -

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El kerigma en el tríptico de Aparecida

Ambientación.

En una reunión de artistas, un declamador muy famoso deleitaba a los demás recitando trozos de poetas y dramaturgos maravillosos, empezando por Pablo Neruda, Shakespeare y otros. Un sacerdote estaba allí y en un momento de descanso le preguntó si podía declamar el salmo 23 sobre el pastor. El declamador le respondió: Claro que puedo y lo voy a declamar pero, como condición, después de que yo lo declame también usted lo declamará. El sacerdote, extrañado por la propuesta, aceptó. La declamación del artista fue preciosa, entusiasta. Una lluvia de aplausos cerraron su presentación.

Luego fue el turno del sacerdote. Declamó el mismo salmo 23 sobre el pastor. Al terminar, no hubo aplausos, sólo un silencio muy grande, un silencio especial, diríamos espiritual. Tal vez de algún ojo se escapó una lágrima. Pasados unos instantes el declamador se levantó y dijo: "Ustedes acaban de presenciar algo muy grande". Yo declamé el salmo sobre el pastor porque conocía muy bien las palabras, pero él conocía al pastor.

1.- ¿En qué consiste la diferencia entre la declamación del artista y la del sacerdote?2.- ¿Qué significa la frase “yo conocía muy bien las palabras pero él conocía al pastor”?3.- ¿Qué quería decir la gente cuando afirmaba que “Jesús hablaba con autoridad”?

I.- ¿Qué es el Keryma?

El verbo kerysso, que en el NT únicamente se aplica a los apóstoles, no significa propiamente "predicar", exponer una doctrina, enseñar o hacer una exhortación, sino "proclamar un hecho". Esto queda evidente en el relato de la elección de Matías. Allí Pedro afirma: «Uno de los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que fue

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llevado de entre nosotros al cielo tiene que ser con nosotros testigo de su resurrección.» (Hch 1,21-22).

El objeto directo del verbo proclamar o el contenido del sustantivo kerigma no es otro que "el evangelio" (cfr. 1Tes 2, 9; Gal, 2,2; Mc 1, 14; 13,10; 14,9; Mt 4, 23; 9, 35; 24,14; 26, 13); o Cristo Jesús (cfr. 1Cor 1, 23; 15,12; 2Cor, 1,19; 11, 4); en Lc preferentemente es el reino de Dios, (Lc 8,1; 9,2; Hch 20,25, 28,31; también en Mt 4,23; 9,35; 24,14) la vida, pasión muerte y resurrección de Cristo. Por eso, en su sentido más amplio el Kerygma abarca todo el ámbito pastoral de la palabra: evangelización, misión, catequesis, catecumenado, testimonio, diálogo y compromiso caen bajo su arco significativo (cfr. C. Floristán Teología práctica, Salamanca 1993, pp. 359-419). Sin embargo, el concepto se reduce a la dimensión o momento de la acción misionera en el que se manifiesta el núcleo mismo del misterio cristiano: la persona de Jesucristo muerto y resucitado.

En la forma que se presenta en el NT ordinariamente contiene un esquemático compendio de la vida, muerte y exaltación de Cristo. Tiene por tanto un componente de relato histórico, inserta a Jesús en la historia, partiendo de su humillación y preexistencia, y llegando a su resurrección y exaltación lo anuncia como el acontecimiento definitivo y escatológico. Los discursos de Pedro en Hechos pueden ser las mejores muestras de la forma de presentar el kerigma como proclamación de la irrupción del señorío o el reinado de Dios en la resurrección de Cristo, proclamación que se acompaña con signos, sucesos y acciones que lo manifiestan como algo nuevo, un nuevo orden, una situación distinta llena de abiertas posibilidades sorprendente (cfr. Hch 2,14-41).

- Rasgos del Kerygma:

El Kerygma: Es un relato cuyo objeto es en último término todo el conjunto de la revelación

divina cuyo condensado y núcleo se encuentra en el misterio pascual. El kerigma presupone la palabra de Dios y está vinculado a todo lo que esta palabra ha revelado de la actividad salvífica de Dios en el pasado, presente y futuro. Pero el punto central de este relato es la persona y obra de Jesucristo, la palabra de Dios encarnada.

Es un relato vinculado siempre a la historia de salvación. El kerigma se vacía de Espíritu y deja de servir a la palabra de Dios cuando se mengua o se anula esta vinculación a la historia de la salvación. Queda así protegido de toda idealización y de toda desencarnación y atemporalidad. No puede prescindir de lo singular e irrepetible del acontecer histórico, pasado y presente.

Es íntegro. Tal relato implica que el Kerigma de por sí es siempre íntegro: no ha de omitir ni añadir nada. En cuanto relato-acontecimiento, es cumplimiento de un mensaje. El que lo porta habla como embajador de Dios, condición que excluye todo modo autónomo o autocrático de hablar. El kerigma prohíbe al portador la imposición de valoraciones y exigencias propias, o su rebaja. El anuncio no es, pues, un acto

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original creado por el mensajero, sino que su presencia y palabra es siempre instrumental, subordinada. El kerigma está al servicio a la palabra de Dios que es quien habla en el acontecimiento.

Es actualización. Si "en el kerigma se da la presencialización y actualización de la palabra divina, dado que esta palabra es para el hombre palabra de la verdad y palabra de salvación, no puede permanecer en el pasado, sino que debe ser traída constantemente al presente y dicha a cada uno de los hombres" (CFT t. III "Predicación", p. 515). Sin embargo, la tarea indudablemente muy difícil de anunciar el kerigma, la palabra de Dios, al hombre de la moderna sociedad masificada y técnica exige como presupuesto ineludible poseer un conocimiento realista y objetivo del hombre y de su entorno. Pues, sólo cuando las múltiples exigencias de la palabra de Dios vayan acompañadas, por parte del predicador, de una voluntad sincera y fraternal de convivir y conllevar las angustias, problemas y dudas del hombre actual, podrá el mismo predicador abrigar la esperanza de que los hombres vuelvan a ser capaces de oír con ánimo pronto y bien dispuesto la palabra de Dios (cfr. Kerygma en Vicente Mª Pedrosa - Jesús Sastre - Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios "MC", Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001).

II.- El Kerygma en el Tríptico de Aparecida.

El tríptico, regalado por el Papa Benedicto XVI a los obispos en Aparecida, presenta de manera programática a Jesús, Camino, Verdad y Vida, acompañado de diversas escenas bíblicas con acento latinoamericano.

Esta forma de presentar el Evangelio es muy antigua en la vida de Iglesia. Ya desde el s. XV circulaba la llamada “Biblia Pauperum” o “Biblia de los pobres” que era una edición popular de textos bíblicos acompañados con muchas imágenes que iban enseñando sobre los misterios de la vida del Señor. Los primeros evangelizadores presentaban los contenidos de la fe en catecismos con muchas imágenes, como el famoso Catecismo de Fray Pedro de Gante, que daba a conocer los misterios de la vida de Jesús de manera muy llamativa para los indígenas.

La obra posee tres cuerpos: en el centro, una gran imagen de Jesús resucitado y sobre ella una pequeña pintura del Padre y el Espíritu Santo. La columna de la izquierda está encabezada por Santo Toribio de Mogrovejo; la escena de las bodas de Caná; el encuentro de Jesús con sus primeros discípulos y el milagro de la multiplicación de los panes. La columna derecha en su esquina superior presenta a Santa Rosa de Lima; el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús; la venida del Espíritu Santo a los apóstoles en Pentecostés y san Juan Diego evangelizando.

El retablo cerrado muestra a la izquierda el escudo papal y una dedicatoria que dice “Sean discípulos y misioneros de Jesucristo. Para que vuestros pueblos tengan vida en Él, Benedicto XVI, Aparecida 13 de mayo de 2007”. Y en su parte derecha, la

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imagen de nuestra Señora Aparecida. Todo él expresa el contenido teológico y programa pastoral de la V Conferencia. Así el conjunto del tríptico desarrolla el lema del encuentro: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn 14,6)”.

2.1.- La escena central del tríptico.

Esta imagen sintetiza el lema de Aparecida: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn 14,6)”. Y manifiesta la exigencia misionera actual: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,18-19).

Más arriba hemos dicho que el Kerygma proclama el hecho de la persona de Jesucristo, muerto y resucitado para salvarnos. Pero esa proclamación no proviene de un conocimiento teórico de lo sucedido sino que posee un carácter experiencial (cfr. 1Cor 15,3-11): se trata no solo de ser anunciador sino también, y fundamentalmente, testigo.

De manera gráfica, esa es la esencia del tríptico de aparecida, el Kerygma es proclamado en el cuerpo central del mismo donde se presenta a Cristo muerto y resucitado manifestando su señorío universal a los discípulos de ayer y de hoy representados por discípulos y discípulas de diversa raza y condición, garantizando así no solo la continuidad de la proclamación sino además el testimonio porque «La transmisión de la fe, que brilla para todos los hombres en todo lugar, pasa también por coordenadas temporales, de generación en generación. Puesto que la fe nace de un encuentro que se produce en la historia e ilumina el camino a lo largo del tiempo, tiene necesidad de transmitirse a través de los siglos […] El pasado de la fe, aquel acto de amor de Jesús, que ha hecho germinar en el mundo una vida nueva, nos llega en la memoria de otros, de testigos, conservado vivo en aquel sujeto único de memoria que es la Iglesia» (Papa Francisco, Lumen Fidei, 38).

En esta escena central, el Kerygma es presentado como memoria y actualización del hecho central de nuestra fe: la muerte y resurrección de Jesús. La muerte y la experiencia de la resurrección de Jesús en lo que se refiere a los testigos iniciales constituyen un hecho del pasado, pero la puesta en escena de discípulos con características latinoamericanas nos reporta al elemento actualizador del kerygma. La eficacia salvadora de la muerte y resurrección de Jesús trasciende el tiempo y alcanza a los hombres y mujeres también de hoy y de mañana. De igual manera, el anuncio kerygmático se prolonga en el tiempo por el mandato y la promesa de Jesús: “Yo estaré con ustedes hasta el final de la historia” (Mt 28,20).

La relación con la historia de la salvación y el conjunto de la revelación divina se evidencia con la presentación del Padre y del Espíritu en la parte superior de la escena central, completando así la presentación de la Santísima Trinidad y las diferentes escenas bíblicas de los cuerpos izquierdo y derecho.

Las escenas bíblicas presentan al Kerygma como palabra y acontecimiento, ligan la proclamación de la Buena Nueva de la Muerte y Resurrección de Jesús con la

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Historia de la Salvación y manifiestan el elemento experiencial del kerygma y la revelación. La finalidad del kerygma es propiciar el encuentro con Cristo que conduce a la fe y a la conversión para llegar a ser, a través de la experiencia del encuentro con el resucitado y el don del espíritu, proclamador autorizado del pregón de la salvación.

2.2.- Las escenas bíblicas del lado izquierdo.

Las escenas de Caná, de la Pesca Milagrosa y la Multiplicación de los panes tienen en común que son signos precursores o fortalecedores de la fe de quienes ya han tenido ese encuentro inicial con Jesús pero todavía no están convertidos del todo pues “aún no han vivido la experiencia pascual”. Todos son signos reveladores y van abriendo el entendimiento de los discípulos para que lleguen a la comprensión de quien es Jesús. Constituyen un encuentro procesual con Jesús a través del cual les va revelando su personalidad de Hijo del Hombre e Hijo de Dios.

De la conversión del agua en vino se dice explícitamente eso: «Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.» (Jn 2,11). En Juan este signo marca el inicio del lenguaje de la fe con relación a los discípulos y en el tríptico al ponerlo como primero de la serie coloca los otros dos en esta misma perspectiva. Para confirmar esto baste simplemente citar las palabras de Pedro a Jesús «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes» (Lc 5,5). La acción indica un gesto de confianza, elemento fundamental de la fe que implica abandono confiado en la palabra firme y fiel del Otro (cfr. Papa Francisco, Lumen Fidei, 10).

La escena de la multiplicación de los panes une el kerigma a la realidad de aquellos a los que se les anuncia la salvación en Jesucristo y le da la posibilidad de ser aceptado por los oyentes. Pues, sólo cuando el predicador posee una voluntad sincera y fraternal de convivir y conllevar las angustias, problemas y dudas de los hombres, es posible que estos sean capaces de oír con ánimo pronto y bien dispuesto la palabra de Dios. Es decir que para hacer efectiva y entendible su proclamación el cristiano heraldo ha de estar atento a la situación personal, social, económica y política de los hombres en la sociedad concreta que escucha su clamor.

La actualidad y eficacia del kerigma exige la asunción de la realidad social en la que se proclama. Y si hablamos de credibilidad, la opción preferencial por lo pobres se impone como una actitud fundamental y de primer orden para quien proclama el kerigma (cfr. Aparecida 98.146.152).

2.3.- Las escenas bíblicas del lado derecho.

Las escenas de Emaús, Pentecostés y la de los ‘discípulos latinoamericanos’ evangelizando, nos colocan en la realidad postpascual iniciada con la resurrección de Jesucristo, reforzada por la donación del Espíritu Santo y actualizada por

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autoconciencia de la Iglesia que se descubre a sí misma en la Misión y están unificadas por la realidad del testimonio.

Los discípulos de Emaús y los que están reunidos en Jerusalén testifican en primera persona el acontecimiento de la resurrección: « se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan.» (Lc 24,33-25).

Las escenas de Pentecostés y la de los ‘discípulos latinoamericanos’ forman los extremos de un arco que convierte en realidad lo expresado en Hch 1,8: «Recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los extremos de la tierra.» La venida del Espíritu Santo sobre los doce y demás discípulos, entre los que se contaban también muchas mujeres, marca el inicio de su testimonio sobre el acontecimiento Jesús que hace presente el reinado de Dios y marca la apertura efectiva de la salvación para todos los que aceptan su predicación.

La unión de los primeros testigos con los testigos actuales latinoamericanos manifestada en estas tres escenas tiene en común que los evangelizadores son laicos. Ni Jesús ni sus discípulos eran sacerdotes, ninguno de ellos pertenecía a la tribu sacerdotal y en la última escena del lado derecho, la única no bíblica, tampoco aparece ningún miembro de la jerarquía, solo laicas y laicos evangelizando. Esto nos dice algo fundamental: la fuerza del testimonio y del anuncio kerygmático en la actualidad recae sobre los laicos.

Sin embargo, no debemos malinterpretar esto pues los otros dos componentes del Pueblo de Dios, sobre quienes recae la tarea misionera, aparecen también en el tríptico: el elemento Jerárquico está representado por la presencia de San Toribio de Mogrovejo y el escudo papal de Benedicto XVI y la Vida consagrada por Santa Rosa de Lima.

2.4.- Un Kerigma con impronta mariana.

Se ha vuelto común escuchar en reuniones pastorales y actividades misioneras el pregón: «Una Iglesia sin María, no es Iglesia todavía». El tríptico de Aparecida parece también enfatizar eso. La presencia de María al inicio y en la actualidad de la vida de la Iglesia tiene múltiples atestaciones en él: María está presente de manera evidente en la escena central sobre el monte Calvario junto a la cruz de Jesús, en las Bodas de Caná, como la Madre de Jesús, y en la escena de los discípulos actuales, en el acontecimiento guadalupano atestiguado por el Nican Mopohua como «Madre del verdadero Dios por quien se vive». Pero además, por el testimonio bíblico, sabemos que está presente en Emaús y en Pentecostés. Finalmente, cerrando el tríptico, lo está también en la imagen de nuestra Señora Aparecida.

La Iglesia, fiel a la revelación neotestamentaria y a la Tradición, pone de relieve a Jesús como autor y consumador de la salvación pero sabe también que esta

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proclamación no está completa sin la inclusión de María como colaboradora en la obra del salvador y en la obra de la Iglesia, que es la continuadora de esta obra en el tiempo.

Boaco, 18 de enero de 2014.Lic. Carlos José Obando B.

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