El Imparcial (18-II-1907)

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El Periódico madrileño El Imparcial18 de febrero de 1907

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Page 1: El Imparcial (18-II-1907)

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NUMERO SUELTO 5 'CÉNTIMC» ';*;

DIARIO LIBERAL

FUNDADO POR D. EDUARDO GASSET Y ARTIME

SUPERCHERÍA DImiBlonom tmlsmmm — Oom ommom

ltí6Htloom.—Lo quo hlxo Montupo Rlamm—Lo t/ao h90» Mmui'mm

Recibini'OB y leemos con asombro el si­guiente te legrama del alcalde de Almer ía S r . Pérez Gal lardo.

Almería 17 (1,25 tarde) «Anoche me p id ió el g o b e r n a d o r civi l

que firmara la d imis ión de alcalde de es ta capital pa r a legal izar la s i t uac ión , p u e s dijo había rec ib ido u n a real o rden admi ­t iéndomela. Neguéme á ello y protesté an te d icha au tor idad por habé r seme des t i tu ido l u n d á n d o s e en u n a d imis ión falsa.

PÉREZ G A L L A R D O , alcalde.»

Antes de comenta r este te legrama q u e d e n u n c i a hechos v e r d a d e r a m e n t e inconce­bibles, re f resquemos , a u n q u e es t án b i en recientes , los detal les de lo q u e h a ocurr i ­do con el alcalde l ibera l de Almer ía .

E n el min i s te r io de la Gobe rnac ión , y n o por el conducto deb ido , q u e e s el del gobernador de la provinc ia , se rec ib ió d í a s pasados u n oficio con la d imis ión del al­calde de Almer ía . El señor m in i s t r o , s in consul tar á la au to r idad civil, s in sorpren­derse de que aque l l a d imis ión caye ía co­m o llovida del cielo, n o m b r a u n sflcalda conservador y o rdena que se le dé geses ión del cargo. El alcalde de A l m e r í a n o sal» de su apoteosis. Resu l ta que él no h a di­mitido, siiio q u e le han falsificado con ter-p ^ artes la d imis ión ; protes ta , na tura l ­mente, de la d imis ión falsa y del nombra ­miento, y cuando s in d u d a espe ra q u e && le mantenga en su fuero, se e n c u e n t r a c e n

.que el señor min i s t ro de la Goberna&ióa decide envia r á los t r i b u n a l e s la d imis ión apócrifa, pero resuelve al m i s m o t i empo mantener el n o m b r a m i e n t o de l a lca lde c o n s e j a d o r des t i tuyendo al l iberal y atro-pellahdo de paso , no sólo la ley munic i ­pal, s ino has ta los m á s e lementa les pr in-icipios de la jus t ic ia .

No pa ra ahí la cosa. Sin d u d a el gober-nador h a rec ib ido ó rdenes del Sr. Lacier-va y h a t ra tado ¡qué sa rcasmo! de legalizar

' la situación obl igando al alcalde á q u e haga b u e n a con u n a firma au tén t i ca u n a dimisión á todas luces falsa.

No se nos di rá que somos in t emperan ­tes en la oposición al Sr . M a u r a . Casi ve­nimos s iendo min is te r ia les suyos ; pero este caso de Almer ía es de los q u e cho­rrean sangre , y el no decir lo, el no censu­rarlo, ser ía , m á s q u e benevolenc ia , pun i -!ble compl ic idad . Acaso h a contado con «lia el gobierno—en vista de la suav idad de la crí t ica al uso—para a v e n t u r a r s e á ta­les desmanes .

El caso de Almer í a es u n caso b i en cla­ro pa ra resolverlo con arreglo á de r echo . Pe ro en vez de m a r c a r t e nosot ros el cami­n a ertTseflor min i s t ro , vamos á recordar le 3o qoe h ic ie ron en u n caso idént ico los pre­citos l iberales, los culpables de esos horro­res de que hab la el seflor m i n i s t r o de la .Gobernación.

Era .presidente del Consejo el Sr . Mon­tero Ríos , min is t ro de la Gobernac ión el Sr. García Pr ie to y g o b e r n a d o r civil de

tirando á las cajas, hasta la hora del almuer­zo, en que regresó á Palacio.

Por la tarde, las dos reinas y la princesa Beatriz pasearon por la Casa de Campo.

El Bpy con el príacipe D. Carlos fué en au­tomóvil al Hipódromo á jugar al «golf». Orga­nizóse un partido entre el rey y el duque üe Alba contra el príncipe D. Carlos y el duque de Arióii, ganándola e^tos dos liltimos señores.

Al Hipódromo acudieron algunas distingui­das personas del cuerpo diplomático y de la aristocracia aficionadas al sport del «golf».

Como al salir los jugadores del Hipódromo estaba la Castellana atestada de coches, el rey y el príncipe D. Carlos regresaron por las ca­lles de Bravo Murillo y San Bernardo, plaza de Santo Domingo y calle de la Bola, á Pa­lacio.

La real familia no volvió ya á salir de Pa­lacio.

• a n a t a 4lá

« a BL MaUPiUMNAI. 'ém h a y

LOS ANTIGLIRICALES S2 ITALIi

IMPONENTE "MANIFESTACIÓN POS TSLEGXAFO

(PB HUKtTHO COBBESPONSAI. XBPKCIAI.) Reinal? (9,30 noehe)

La demostración anticlerical de esta tarde, ntotlvada por el aniversario de Giordano Bru­no, ha sido imponente, favorecida por la fes­tividad dominical y por el tiempo espléndido.

A la hora prefijada se organizó en la plaza de Termini la manifestación, que la compo­nían 30© asociaciones republicanas y socialis­tas, anarquistas, masónicas, escolares, obre­ras, agrícolas, y además los garibaldinos y supervivientes de las guerras de la Indepen­dencia.

Dirigían «1 cortejo diez diputadas republi­canos y socialistas.

Todas las asociaciones lleivaban banderas y bandas de música y cuarenta y nueve enor­mes coronas.

E B conjunto formaban en la comitiva unas cuarenta mil personas.

Recorrió la-s principales caites lanzando gritos de ¡Abajo el clericalismo! ¡Abajo el Pa­pado! ¡Viva Giordano Bruno! y ^Viva la li-bertadl

TamMén hubo algunos gritos subversivos. Las música» tocaban entre estruendosas

aclamaciones el Himno á Garibaldi, la Mar-sellesa y el Himno Internacional.

Desde los balcones d'el tránsito, todos ates­tados, se aplaudía á los manifestantes y se contestaba á sus gritos.

Ya en el Campo d« las Flores, desfiló la co­mitiva ante el monumento de Giordano Bru­no. Los que llevaban las coronas, las deposi­taban allí; las banderas y estandartes se incli­naban saludando; las ovaciones se repetían á cada momento.

Después se dirigió la muchedumbre al Ca­pitolio, en cuya escalinata habíase construido una tr ibuna dest-nada á Jos oradores, aunque lo.s discursos estaban prohibidos por las auto, ridades.

La multitud subió, sin embargo, la escali­na ta é invadió tunmltuoaamente la terraza del CapHolio, atropen ando ¿-"ürts gendarmes y eg^ntes d« te policía.

Cuatro diputados pronunciaron sendos dis­cursos, que fueron recibidos con aclamaciones delirantes.

Seguidamente, la manifestación volvió al centro de la capital y allí se disolvió sin más incidentes.

Mientras se veriflcó, la® calles quo condu­cen al Vaticano estuvieron cerradas por filas

•^^¿ñul.^1*l:^^!:i!!55*l*'2L'!® í'i ' . .^„'^^Í!"'^Í': l <*« gendarmes y las tropas^preparadas en los "-—Estábamos, como ahora , en v ísperas de elecciones. Hab ía en Ceuta u n alcalde con­servador, el Sr . Sánchez . In te resaba a l go­bierno r ecupera r el dis tr i to de Algeciras , cuya organización era conse rvadora total­mente; pero como n i n g ú n alcalde d imi t í a , no se hizo el m e n o r cambio , ha s t a el pun­to de tener po r segura su eleccién el s eñor Carranza, candida to conservador , u n a se­mana antes del 12 de Se t i embre . Ceu ta e r a Una de las llaves de la elección d e Alge­ciras.

Un día, al abr i rse el correo oficial, se «ncoiitró el g o b e r n a d o r de Cádiz con u n oficio en que d imi t ía su cargo el alcaide Sr. Sánchez. I n m e d i a t a m e n t e a n u n c i ó po r telégrafo la d imi s ión á Madr id , p i d i e n d o qué s6 n o m b r a r a sust i tuto con u r g e n c i a y p roponiendo al Sr . Cern í . F u é nombra ­do este señor, y cuando se.ídi&ponía á to­m a r posesión, se recibió en el Gobie rno civil u n cablegrama del alcalde d e Ceuta advir t iendo al gobe rnador q u e su dimi-6ión era apócrifa. E n el acto el goberna­d o r puso el caso en conocimiento del se­ñ o r García Pr ie to , min i s t ro de la Gober-maoión, y horas después a q u é l rec ib ía la orden de pasar el tanto de culpa á los tri-^jbtinales, de suspender la toma de posesión del Sr. Cerní y de mantener en la alcaldía de Ceuta al alcalde conservador, que, eni efecto, siguió largos meses en su ca rgo .

Esa era la solucióh jus ta ; eso hizo u n gobierno l iberal; eso lo q u e h a deb ido har cer el gobierno q u e p res ide el Sr . M a u r a .

Apar te resiJetos personales , la solución dictada no es o t ra cosa q u e u n a in to le rab le supercher ía .

cuarteles. En provincias ha habido Innumerableis mee-

tíngs y manifestaciones anticlericales, todos sin el menor desorden.

En "Roma y en otras muchas ciudades, los clericales han publicado alocuciones recha­zando la acusación que se les h a hecho do ser enemigos de la patria, y excitando á los cató­licos á oponerao á la t i ran ía jacobina,

TxDncw.

EL CARDENAL SANCHA, ENFERMO

POK TíLEGSArO fpm irosfTxo couxsroxtAi.)

Toledo 17 (5 tarde) Esta mañana se sintió indispuesto el car­

denal Sancha. Tenía fleUre alta y quejábase de fuertes dolores on todo el cuerpo.

El médico de cabecera fué avisado inme­diatamente y, después de reconocer al prela­do, declaró que éste sufría un fuerte ataque de grippe.

Como la enfermedad no h a de permitir al primado en muchos días ocuparse de los asun­tos de la diócesis, se ha encargado del gobier­no eclesiástico el obispo auxiliar.

Lo más importante de la sociedad toleda­n a han desfilado hoy por el palacio arzobispal. —Leiesma.

MUERTE DE U PRINfiESA CLEMENTINA

fOM TMZEGSArO Viana 17 (8,25 maWana)

La pFiijcesa_^Ctementina de Orleajfts, madre Hel &r(nol»e Femando de Bulgaíiá, murió Ayar repantinaanonte, cuantío los médícoa la Rabian declarado curada a é la fhisíón de pe­cho, que la hahía puesto á las puertasi de la lira«rte.

Mañana debía erapffipder un viajo á Men­tón con su nieto ^lipríncíjie de Sofía.

La octogenaria princesa, después de des­ayunarse ayer mañana, se dirigió á su haW-tóclón, donde cayó desmayada y murió á los |K>cos minutos.

Su testamento se halla depositado en París . ff-iBerfiímann. ^

ssassscsaaasassse:

ILOTAS DE PALACIO La corte vistió ayer de luto. Habíase recl-

Mdo por la madrugada un telegrama comuni­cando el faJlecimíento de la princesa Clemen-tiita de Sajonia Goburgo Gotha, y con arreglo 'i. la etiqueta dispúsose que fuesen guaniaoos dos dfas de luto rijfurosó y uno de alivio, que (empezaron á contarse ayer.

De aquí que los reyes al salir por la mafia-toa vistiesen de negro, produciendo ía con­siguiente extrañeza en quienes no conocían la causa.

La reina Victoria paseó cen su madre pop la Casa de Campo, y el rey, con el coronel Fernández Blanco, fué al Tiro de pichón del Retiro, donde en unión del infante Alfonso de Orleana i del dugue <k Homacbuelos estuvo

UNA DEUDA DE ESPAÑA

POK TSLMGXArP |PB mntsrao coxusroMaAi.)

Burdeos 17 (10,15 noche) Un periódico bórdeles publica una carta

abierta dirigida al ministro de Hacienda, mon-sieur Caillaux, por M. Edmond Lacosfe, quien pretende haber descubierto en archivos espa­ñoles pruebasirrefutables de que España debe á Francia desde tiempos remotos 120 millones.

El denunciador excita al gobierno francés. ¿ reclamar el pago de tan importante canti­dad.—C. .

EL HAMBRE EN CHINA

vechan la exención de derechos concedida pa ra los cereales destinados á las víctimas del ham­bre y acumulan un considerable stock, á fin de revenderle á precios exorbitantes.

Muchas personas hambrientas devoran la corteza de los árboles.—F.

LIBERALES 7 REACCIONARIOS

LAS COALICIONES DE BILBAO POK TELEFONO

( S I KUKSTKO COEKESPONSAI.]

Bilbao 17 (11,23 noche) La Gaceta del Norte, órgano de los clerica­

les, asegura hoy con regocijo que es ya un hecho la unión de los elementos reacciona­rios para las elecciones provinciales.

Confirma abiertamente la intervención deí obispo de Vitoria en los trabajos electorales pkara aunar las voluntades de los católicos, di­ciendo textualmente: «Ha tenido parte princi­palísima nuestro muy amado pre}a;dp. Debe» e« de los prelados, á quienes Dios puso al fren­te de los fieles, acudir á. la defensa del sagra­do depósito de la fe.»

El Liberal, comentando la intervención del obispo, dice: «La verdad es que se necesita ha­ber perdido toda noción de lo que es ©1 gobier­no y la administración de los pueBlo» pa ra consentir que las autoridades eclesiásticas se entrometan en la política has ta el-punto de señalar ellas los que han de ser representan­tes del pueblo.»

Los socialistas bilbaínos han degignado esta tarde como candidato al exoonoejal Pa^-cundo Perezagua, que haca pocos d í ^ ciijn-plió la condena de destierro que por tujurias á un bizcaitarra sufría en Santandeír.-^rMero.

Lunes IB éé Febrers tf« KI07

7^RaO*06 D e 8«»80lltOiÓlt Matáriá, m ^ p e s ^ » a i a a o . ?M«Í9MÍa8, • MMéM tránnsAne U MuestM. ' tw^nftA,!^ ÍA. id .

ü s á ó n p ^ l |l«p«fletMteiMert**< KaáoBcs a « e<«ayá»BáL¿M Id id. id. Toéa la owanaif^waéimmtkj f^xca d^bea dingirae tü

% ÜAES dd Mesonero Bomaiios, SI

MILITARES Y PAISANOS

POM TXZMGXArO FerMl 18 (12.28 madrugada)

A' consecuencia de u n a disputa entre v£ü-rios paisanos y militajies, uno de aquéllos, Ramón López, sacó una navaja y acometió al sargento Fraga; éste cogió entonces una pie­dra y golpeó é hirió en la cabeza á López.

En el barrio de Cánido entablaron viva dis­cusión el paisano Manuel Permuy y el mari­nero cometa Ignacio Caneiro, por bromas de Carnaval. Agrióse la discusión y Caneiro re­sultó con una profunda cuchillada.

En grave estado h a sido conducido en tma camilla á la Casa de Socorro.—C.

LOS ARSENALES

POK TXLEGKAPO Hoi*p«i>«s i u M u d l t * * * — C a n l e n n v e a i i l«

m u « i * ( » « . — L n « o i l i e i » d e l o a m e r -• u d v v e » .

Londree 17 (7,40 maffana) Las últimas correispandencias del Extremo

Oriente recibilas aquí relatan detalles conmo­vedores de los estragos que el hambre causa en vast/is regiones de China.

El doctor Woods, en carta fechada en Tsin-Kian-pu, dice que los habitantes de la comarca deshacen sus casas para procurarse sustento,

'vendiendo la paja y la madera. Diariamente perecen de inanición cente­

nares de personas. uHe visitado—dice el doctor Woods—uno de

los grandes campos de socorro de TsinrKian-pu, donde había unos 300^000 refugiados. El es­pectáculo era espantoso. Me faltan palabras ga ra describirle. El invierno es además terri-

le por la intensidad del frió.» En otra carta interesante, escrita por el

Jesu í ta padre Thomas, se calcula en más de un millón el número de personas hambrientas que hay en la prefectura de Hutschen. Muchas fa­milias acomodadas en otros tiempos, se ven reducidas á comer una ó dos veces al día una mezcla de hojas y raíces.

A estos horrores se suman los a.ctos de ban­didaje da ciertos oogociantes pbinos^ gué «gto-

LOS CISMlTICOS DE PARÍS

EL T E R C E F E S C Í N D A L O POK TELEGÜATO

Paris 17 (7 tarde) Esta mañana, como domingo, hubo misas

rezadas en la capilla cismática de la oalle Le gendre.

En ninguna de ellas hubo incidentes de im­portancia.

Pero al empezar la misa mayor, cuando la Iglesia estaba m á s concurrida, se reproduje­ron con iguales caracteres que el domingo an­terior los alborotos promovidos por los cató­licos.

Los agentes de la autoridad, que estaban ya apercibidos, entraron en el templo y expul­saron de él á los perturbadores.

Estos se quedaron en la calle formando, compacto grupo, y cuando el público empezó á salir se lanzaron sobre él.

Hubo reyertas, golpes y contusiones. Las sen otras huyeron dando g-itos y algunas se desmayaron.

La policía intervino y detuvo á 20 agreso­res.—C. _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

PUEBLOS RIVALES POK TELÉGRAFO

| I > B H U B S T K O C O S E S S P O N S A L )

Ca!.i(e?lán 17 (12,35 tarde) La colisión entre Cervera y Calig empezó

por una terrible paliza que recibió un vecino de este pueblo, á quien los de aquél dijeron: "No te matamos para que cuentes á los de tu lugar que te hemos pegado y sepan que acaba-reuios con todos vosotros, por la zanja que ha­béis abierto cortando ©1 camino.»

Buscando solución al conflicto entífe Calig y Cervera, el gobernador de esta provincia ha llamado al capitán de la Guardia civil de Vi-naroz y á los alcaldes y vecinos influyentes de ambos pueblos.

El capitán h a llegado ya y según referen­cias, manifestado al gobernador que la agre­sión de los vecinos de Calig al juez de Cervera fué brutal. Sobre él cayea'on lo menos qui­nientos con piedras, palos, hachas y navajas, dejando su cuerpo completamente machacado.

í la añadido el capitán que la agresión no se dirigía deliberadamente contra el juez, sino que excitados los vecinos de Calig por noti­cias que habían recibido de haber sido mal­tratado por los do Cervera un convecino suyo, habían jurado vengsírse acabando con el pri­mero de este pueblo que pasara por allí; y que tanto unos como otros van armados has ta los dientes.

Y finalmente, que los sucesos son ajenos á la política y obedecen sil antiguo pleito de la acequia que se disputan ambos municipios. —O.

LA POLÍTICA_EN FRANCIA

POK TXLEGRAFO Lioa r n i n o p e s ú.» « • • i s i « . — T o d o « p i c ­

a n d o . — e . a a c l K u d d « Btv iaud .—üfo-. jg; 'oela«lón C i i a | i « n d i d n .

París 17 (8 noche) Todos los periódicos comentan hoy exten-

samenre los rumores sobre el real ó supuesto conflicto ministerial.

Fl martes defenderá en la Cámara de dipu­tados el ministro de Instrucción pública su proceder político y el mismo día se celebrará el Consejo de ministros.

Si mañana se suscita.se la cuestión en las Cámaias, el gobierno, poniéndose á disposi-

'ción de senadores y diputados, pedirá el apla­zamiento de la discusión hasta el martes.

En d.'cho día se discutirán las interpelacio­nes anunciadas.

El ministro de Cultos, al lecibir hoy á dos ; diputados representantes de la Federación de

comités radicales y radicales-socialistas del Sena, les h a dicho que continuará con su po­lítica de pacificación y que el martes se ex­plicará categóricamente en la Cámara,

Les ha anunciado también el ministro que á consecuencia de las discusiones que hubo en el Consejo de ayer se han suspendido las ne­gociaciones entre el prefecto del Sena y el ar­zobispo de París.—C.

ron TMLEGXAFO Cartaaena 17 (|«,Í0 tarde)

Con motivo de haber sido despedidos ciea obreros de este arsenal, acaba de celebrarse un meeting pa ra recabar de las autoridades el concurso necesario á fin de evitar nuevos despidos.

La concurrencia h a sido extraordinaria. En la reunión se ha dicho que el ministrO;

de Marina h a dispuesto que las reparacionea| en el «Carlos V» se verifiquen en Barcelona' con perjuicio de este arsenal, cuyos créditos, han sido mermados pa ra atender á aquellas.

Los ánimos están muy excitados. El meeting h a terminado con orden •perfec»'

to.—Palacios. Ferrol 18 (12^8 tnadriiflada)

Afírmase que el crucero «Catalufiaj>, que lleva,, veinte años construyéndose en Cartage­na, vendrá á este arsenal p a r a que se ultime aquí su construcción.—^C.

« En el ministerio, de Marina dicen que la

despedida de los obreros viejos del arsenal de Cartagena h a respondido á demandas de la opinión que reclaima la reorganización de 'es arsenales. Algunos de esos obreros no traba­jan desde hace lo menos diez años, por carecer de condiciones físicas.

Entienden los altos funcionarios de Mari­na, inspirados por el ministro, que los olwe-ro9 de los arsenales deben estar en condicio­nes de prever esa eventualidad como ocurre en el extranjero, organizando cajas de socorro. Ya en este sentido hizo algo el Sr. Auñón.

En último caso, el gobierno se hal la dis­puesto á no desamparar á esos trafcaj adores ancianos.

PRESIDIARIOS EVADIDOS Enpoolallat»m da la fugm

Las autoridades de Navalcarnero han tele­grafiado al (j<)bi«rno civil que anteanoche á las doce se escaparon de la cárcel de d^cho pueblo dos penados de Ocaña llamados Dionisio Ló­pez Duque y Justo Pastor Víctor.

Se t r a t a de dos pájaros de cuenta. Dionisio, que es conocido entre la gente ma-

l^aaite por «Ceferinc el Pintor», es hombre de arrestos. Se ha fugado varias veces. Una de ellas en circunstancias verdaderamente nove­lescas.

Seguramente recordarán nuestros leotopes una de las más curiosas y ecrocambolescasoí fu­gas de presidiarios en que tomó par te «Cefe-rino el. Pintor».

Este iba hace años cotí Podro Blanoo, que hoy sufre condena por la muerte de un cochero en la plaza de Matute, y con Dionisio Agreda (a) el ((Moreno» en el coche celular que volvía del Palacio de Justicia á la Cárcel-Modelo.

Al pasar el vehículo por el paseo de Are­neros, ((Ceferino» y «el Moreno», que habían abierto un boquete en el fondo del coche, hu­yeron por éste, sin que fuesen capturados.

El otro fugado de Navalcarnero, Justó Pas-• tor, estuvo couiplicado en el robo de la caja de la Compañía de tranvías, y es muy inteli­gente.

La policía madrileña puede en esta ocasión mostrar su celo y actividad buscando á estos-pájaros, pues no será difícil que hayan veni­do á Madrid.

Aunque el telegrama que da cuenta de la evasión no dice el por qué de encontrarse en Navalcarnero los dos presidiarios, todo hace suponer que habrían inventado alguna histo­ria pa ra su traslado ccm objeto de realizar la fuga. ¡

Palma de Mallorca 17 A bordo del vapor (cBellver», que se diri­

gía á Barcelona, iba un preso, que, al hallarse el "barco á la a l tura de Dragoner, desapareció, y no se le ha encontrado en todo el vapor.

Créese que se echó al mar. Debía cumplir trece años do presidio en Ta­

rragona. Se t ra ta de un pájaro de cuenta, que es l a

tercera vez que se escapa. Se llama Bartolomé Miralles Banza.—Men-

cheta.

Peña-Plata y Vara y en las operaciones reali-zadft.s sebre San Sebastián y Hemani .

Formó parte el Sr. Barraquer, entre otraa vanas , de la oomisión de estudios del ante­proyecto de defensas del territorio que ha da cruzar el ferrocarril d« Noguera-Padlaresa, co­misión que presidió, representando al ramo de Guerra, en las .sesione® celebradas en Par ía soljre el trazado da dicho ferrocarril, el 93 y, el 94. "

Por sus notables y ejstraordinarios t r aba . JOS para la fortificación y artillado de la pla­za de Barcelona se le concedió el 90 la crua blanca de tercera clase del mérito miUtar.

Mandando, de coronel, el 4." de zapadores contribuyó el año 1902 á restablecer el orde^ en Barcelona, sosteniendo vivo tiroteo contra» los huelguistas al frente de las fuerzas á s u l ordenes.

Cuenta el Sr. Barraquer cuarenta y cln« co años y cinoo meses de efectivos servicios y, se hal la en .posesión de las cruces blancas da primera, segunda y teroeira ciase del Mérito militar, roja de primera d é l a misma orden, cruz y placa de San Heraaenegildo, cruz dg oficial de la Legión de Honor de Francia y me* dallas de Alfonso XII, guerra civil y Alíoa* so XIII.

MEETINGS EN BARCELONA POR TELEFONO

Barcelona 17 (10,31 noebe) ff.oM a n t i s o i i d a r l o a

Cerca de las cuatro de la tarde comenzó en eUteatro Condal, que ha estado lleno, el mee­ting anticlerical y de propaganda electoral or­ganizado por lora antisolidarios.

Hablaron los Sres. Giner de los Ríos, Mir y Miró y otros, que censuraron m.ás ó menos abiertamente al Sr. Salmerón.

El Sr. Lerroux pronunció et diseurso-resu-men, de más de una hora de duración. Al de­cir que si el Sr. Salmerón es jefe en Madrid, en Barcelona lo es él, oyéronse aplausos y vivas á Lerroux y mueras á Salmerón.

Numerosas fuerzas d» la Guardia civil y de policía han vigilado el local y los alrededores.

L.»)» a n a i * q n Í K ( a 8 Sin incidentes mencionablos se ha verifica­

do un meeting anarquista en el teatro Onofre, al que ha asistido regular coMCurrencia.

Hubo extraordinaria vigilancia.—2*itewíe.

NOTAS MILITARES NUEVOS GENERALES

ü. Jaaé do Poi»i*aa y iúgai»o Entre los ascensijs firmados anteayer por

su majestad figura el del general de brigada D. José de Porras á general de divisióíi.

Nació el Sr. Porras el 7 de Octubre de 1841. Procede del a rma de infantería, en la que fué nombrado cadete de cuerpo el 20 de Junio die 1857, y promovido al empleo de alférez el 59.

Tomó parte en la campaña de Santo Domin^ go; fué ascendido á capitán por el mérito que contrajo en la batalla de Aleolea, y el 70 in­gresó en el cuerpo de carabineros.

Se batió en la campaña carlista; contra los republicanos en Valencia, en el sitio de Car­tagena y otros diversos hechos de armas.

En 1897 se le confirió el empleo de general de brigada, en el que desempeñó diversos man-dos de brigadas y de provincias, distinguién­dose el 99 con motivo de los sucesos de la huel­ga de obreros de Altos Hornos.

Cuenta el Sr. Por ras cuarenta y nueve años y medio de servicios; hacía el número 6 en su escala, y se halla en p(jseslún de la cruz de Isabel la Católica, encomienda de número de la misma orden, cruz blanca y roja de pri­mera clase del Mérito militar, cruz de Car­los III, gran (3fuz de San Hermenegildo y me-dárTírs'de la guerra civil y de Alfonso XIII.

D. Joat/uln Bafratguof y do Pulg Eli Sr. Barraquer e ra ef coronel comandan­

te de ingenierosi del cuarto cuerpo de ejército, y anteayer fué ascendido por S. M. al empleo de general de brigada.

Nació el Sr. Barraquer el 22 de Octubre de 1845; ingresó en la Academia de ingenieros el 61, y fué promovido al empleo de teniente el 67.

Tomó parte en la última campaña carlis­ta; se distinguió notablemente en la extinción úñ un incendio habido en El Escorial el 72, y proyectó diversas obras de defensa en Cata­luña el 73.

Operando contra los carlistas, entre otros muchos hechos de armas se encontró en el ata­que y toma de la Loma del Cuervo, en la ac­ción de Aizuza y Elcamo, es la ocupacitto de

EXTRANJERO POK TMtEGSAFO

D e a « B V i > l l a i n i e n t o . ~ a o t u u a i f t o s Nueva YopM7

Eí tren eléotrico de lar «New-York Cea¡liíal»v que salió de lesta ciudad á las seis y quinde i » la„tarde pa ra ir á V^ i t e , descarriló ceíCa d0 Bádford-Park.

Ha habido 50 muertos y 40 heridos.—W« I>ecia i>a«i t f i i d e B o r a a f o p d

Londres 17 (7,40 fflaRana) El corresponsal de The Uew York Herald

en Méjico, según despacho de New-York reci­bido polr la Central News, dirigió ál a lmirant* lord Charles Beresford una pregunta acercal del rumor sobre la negativa de ese jefe á acep­t a r el mando de la escuadra del Canal de fal Ma«ucha.

El almirante decl«iró el rumor inejcacto yi añadió:

—De vuelta del Mediterráneo en Londres* declaré que no podría aceptar el mando de la¡ escuadra, en cueetión sin que se realizasen: en ella ciertas, modificaciones. El ministerio de Marina las aprobó y yo acepté el mando antes de par t i r pa ra América.—^F.

Y a n k i s y J a | i o n e a « a Washington 17

El Senado federal adoptó ayer el proyecto de ley sobre inmigración.

Ese proyecto comprende una cláusula qufl prohibe la inmigración de ((Cooliesw ja{>onesea en los Estados Unidos.—Crocfcer.

SL» ( l o a i e i a «la M a r i t a o é o a París 17 (1,30 madrugada)

Según! despacho d e Tejiger, sie h a n conoeB» trado numerosas tropas en Fez, pa ra fonnav el cuerpo de polksía internacional.—G.

B..» T u n a d e V w l l n d o l l d Burdeos 17 (8 noohe)

La T u n a valisoletana h a dadla aqtsí B U concierto ante numeroso público, formado «Di gran par te poar españoles.—Q.

La, B a n e p 4 « d e C a r d n « « I Roma 17 <9 maSaia)

El entierro de Cawlucci se veriñoartt el lunes.

El rey Víotor Manuel estará representad* en las exequias por el conde de Turto, y el go-i biemo por el min<stro de Instrucción púSü-ca.—C.

S c f i e d e d i i e l o s París 18 (I2.S madrugada)

El príncipe Dolgorouky, expulsado de uní' Club aristocrático por sus opiniones liberales, h a desafiado á todosi los miembros de aquéL

-C.

LA LIGA ANTITUBERCULOSA POK TELÉGRAFO

U l a p e u « a a > i o «ii V a l l a d a l l d VaMadolid 17 (II ntobs)

En el teatro de Calderón de la Barca s0 está celebrando una velada á beneficio áei Dispensario antituberculoso que se va á creaü en Valledolid.

El teatro presenta brillantísimo aspecto^ Todas las localidades están ocupadíis, y en las de preferencia se hallan las familias m á s distinguidas de la capital.

Después de una sinfonía, ejecutada por laü orquesta, el concejal-delegado del Ayunta-» miento, Sr. Cilleruelo (D. Pablo), con breves y, elocuentes frases, presenta á D. Ricardo Royo Viüanova, catedrático de la facultad de Medi­cina de Zaragoza y hermano del director de El Norte de Castilla, encsírgado del discurso Inaugrural de la velada.

El Sr. Royo pronunció en pro de la crea­ción de Dispensarios antituberculosos u n a arenga notabilísima, y anunció un donativo de 1.000 pesetas del arzobispo pa ra el que sa t ra ta de fundar.

Los aplausos, que con frecuencia interrum­pieron el discurso, se repitieron al final üe éste.—R. I

PREMIOS Á LABRADORES Y GANADEROS

La Gacela de ayer h a publicado un decreto del ministro de Fomento por el que se distri­buye la cantidad de 50.000 pesetas consignadas en Ios-presupuestos pa ra premios á agriculto-res y ganaderos entre las diversas regioiies agronómicas de España, teniendo en cuenta la clase de cultivos y la imiwrtancia de la gana­dería en cada una de ellas.

Los «Boletines Oficiales» de las provincial publicarán las condiciomes del concurso en el momento que ^e constituiya en cada regían la junta calificadora. Esta se comijondrá de un presidente, que lo será él comisario regio de Agricultura más antiguovdle los que residan en la capitalidad, y cuatro vocales, que varían según la región de que s«*trate."

Autorízase á las Juntass calificadoras parai proponer al ministerio de Fomento la conce­sión de menciones honoríficas y cruces de la orden del Mérito agrícoia p a r a aquellos agri­cultores y ganaderos que s iga» en orden á los premiados. «

Todas las gestiones que originen estos con­cursos hasta la adjudicación de los premios inclusive, deberán veriflcars© por las Jun tas calificadoras antes del día 1." del próximo me» de Noviembre.

LA TEMPERATURA

Ayer lució el sol espléndidamente, lo'qílfc unido á un viento flojo y bonsancible hizo que el día pareciese de pr imavera.

La temperatura máxima fuéade 17j y la mí­nima de 2.

Málaga 17.—MAsima: 19.—'Mínim»: 10,Sb —Buen tiempo.—Sociedad del cltuHu.

tBmatamüaBmemmmmm

j i i i ^

Page 2: El Imparcial (18-II-1907)

mirw^pM xa^mm: MJ37 EL IIFAR&IAI» W Lunes 18 dt febrtrs 181907

REVISTA JJTERARIA JL» resqrrecelén d« nn poeta 4>Ivld»d«.—Fedro

Espinosa.—Eítudio biográfico, biblioeráfico y críti­co, por D. Pr»ncisco Kodríguaz Msríti.—Obr» pre-miaás con raedallft de oro en público certamen por Toto unánime do la Academia Española é impresa á •US expensafc^Madrid, 1907.—461 páginas en folio.

Entre los cultivadores de nuestra historia d terar ia ocupa hace tiempo lugar señaladísi­mo el Sr. D. Francisco Rodríguez Marín, en quen reviven las sales castizas del ingenio na­cional, unidas á la paciencia benedictina y á la p^pRpicacia crítica que se requieren para ir sacando á luz las viejas y gloriosas figuras de tiuéstro panteón literario.

Ha realizado Rodríguez Marín la maravilla de trocaría la erudición, de seca y desabrida dueña cuya conversación solo podía ser grata á los ratones de biblioteca, en agradable y re­tozona musa que hace revivir ante nuestros ojos las escenas y las figuras del tiempo pa­sado y nos habla con tanto saber como donai­re de las vidas de los artiñces de la poesía y la prosa castellana, á menudo olvidados por la acción (le los siglos, que van esfumando imá­genes y dejavido boií"osos nombres y sucesos.

A min (ift estos olvidados ha querido con­sagrar sil i'ilíiino libro,-premiado con medalla de oro por hi, líeal Academia Española. Me refiero ai esiiidio biográfico, bibliográfico y crítico de Pedro Espinosa.

No parí^cerá exageración calificar de olvi­dado al autor de las «Flores de poetas ilus­tres», si se considera lo incompletas que eran hasta ahora sus biografías y la rareza de los ejemplares de sus obras, casi todas las cuales se conservan eñ la Biblioteca de la Sociedad hispánica de América, fundada por el conoci­do hispanófilo Mr. Archer Milton Huntington. Bibliófilos y bibliógrafos españoles de tanta cuenta como Nicolás Antonio, Gallardo, Sal­va, no pudieron ver ejemplares de muchas de esas obras, lo cual se explica por haber sido cortas las t iradas de bastantes de ellas y no haber salido á la venta, distribuyéndolas Es­pinosa entre sus amigos y protectores.

De las tres partes en que se divide la amena y erudita obra de Rodríguez Marín, la más icxtensa, pues ocupa más de las dos terceras partes del libro y al mismo tiempo la más in­teresante para la masa generaj del público que presta algiina atención á los asuntos lite­rarios, es la biografía del poeta antequerano. Sin duda la bibliografía es copiosa, detallada y completa en cuanto cabe y el estudio crítico atinado y revelador de un gusto sdecto educa­do en las buenas lecturas, pero estas dos par­tes de la obra no tienen el atractivo, franco y accesible á todos, que ofk-ece la resurrección de la figura del autor de las «Flores de poetas Ilustres» y la reconstitución histórica del me­dio en que s© formó aquel ingenio que, con ser de segundo orden, en relación á los príncipes de las letras que florecieron en su tiempo, aún tiene importancia suficiente pa ra que a« le haya podido consegrar una tan extensa bio­grafía como la escrita por Rodríguer Marín.

La biografía de Pedro Espinosa es un tró-Kt de historia, un lierazo de época ©n que apa­recen las AcadeTn'as li terarias con sus discre­teos, las escuelas poéticas con súTs varios es­tilo» escritores famoscs y deconocidos con sus oiferentes lances de fortuna, sus amcrios, sus enemistades, sus horas da inspiración y sus momefitos, de envidia. Allí vemos á los huma­nistas que has ta ©n pueblos pequeños conser­vaban el fuego sagrado del Renacimiento y el culto de las letras latiÚ8i.&; vomos las siluetas de los vates que alternaron con Espinosa en el culto á las Musas y á quienes él dio hospi­talidad en su Antología.' Con ellos aparecen, trasmitidos á la posteridad por el mérito d© larguezas, no siempre muy largas, y que les han dado crecidos réditos de fa.ma, los nom­bres de algunos de los Mecenas.de aquolla (turbamulta de poetas, á menudo tan faméli-oos como ingeniosos, dispuestos siempre á po­ner en los cuernos de la luna las prendas del príncipe ó seUor que les hiciera alguna mer­ced. ' Ese tí'ozo de historia, mejor, ese rincón de

los jardines de la historia, desvanece los par­dos celajes de la adusta y tétrica leyenda es-ipañola, forjada por ligerezas y perjuicios ex­traños, en que no «e ve más que un inquisi­dor, un soldado bravonel, un picaro y una tapada. ¡Cuan otra España que esa España falsa, cubierta con n^egras tocas de viuda, ía -nática, impenetrable y esquiva, es la que vé­anos en el libro de Rodríguez Marín! Hay allí una vida fuerte, armoniosa é intensa. En un marco más serio y grande y con una moral taás rígida hay algo de la vida apasionada y culta del RenatJimieíito italiano. Veintiocho años tenía Espinosa cuando se retiró á la er­mita de la Magdalena, cerca de Antequera, to­mando el nombre de Pedro de Jesús. Había amado apasionadamente á la gentil poetisa doña Cristobalina Fernández de Alarcón, la Crisalda de sus canciones, seudónimo ó nom­bre arcádioo. formado, según estilo de la épo­ca, con las primeras sílabas del nombre y ape­llido de la dama. La conoció casada, la cortea jó honestamente en versos innumerables, y cuando ya viuda creyó que iba á recoger el premio de sus ansias amorosas y de su cons­tancia, recibió el gravísimo desengaño de que doña Cristobalina se casara con un estudian^ te, Juan Francisco Correa, que ni siquiera cursaba facultad mayor. Tal vez la dama, como la matrona del cuento, pensó que pa ra lo que ella le quería tenía ol estudiante la baa-taífffe ciencia, sin necesidad de entendérselas con Bartulo y Baldo, con Duns Escoto ó con ¡el águila de Aquino.

A eeite desengaño de amor uniéronse otros ique acaso impulsaron también á Pedro Espi-hosa á buscar en la vida, eremítica un refugio contra ios dolores del mundo. A los veintio­cho años, Espinosa había vivido ya. En Grana-Ba, en Sevilla y en Valladolid, donde se halla­

ba la corte, había conocido á los principales ingenios de la época. Había ya impreso sus ((Flores de poetas ilustres», colección que ve­nía á llenar un vacío, puesto que no había nin­gún libro semejante al ¡(Cancionero general», que recogiese las flores del nuevo Parnaso, inspirado en los ^ s t o s de Italia, como aifu^ Ha otra colección recogió la poesía castellana de tiempo de «los Reyes Católicos. Pero las ((Flores de poetas ilustres» no alcanzaron buen éxito. Los gustos del público iban hacia la no­vela y el teatro; fatigaban ya las colecciones de poesías y Espinosa padeció al mismo tiem­po los desvíos del amor y los de la fortuna li­teraria.

.Sin embargo, Espinosa, á pesar de su amor á la soledad, su pureza de costumbres y su genio humilde, no perseveró en su vida de er­mitaño. Al cabo de algún tiempo, ya ordena-d.%»_el fioeta, como tantos ingenios de la época, le hallamos de capellán de aquel magnífico duque de Medina Sidoniá, D. Manuel Alonso Pérez de Guzmán, que tan espléndidas fiestas diera á Felipe IV en el encantado bosque de Doña Ana, convertido al efecto en selva de le­yenda de hadas. Los últimos años de Espino­sa no estuvieron exentos de amargui'as. El hijo del duque, D. Gaspar, retiró al viejo poeta las mercedes que le había hecho su padre.

No era interesado el autor de las ¡(Flores de poetas ilustres», y m á s que la pobreza en que pasó el final de su vida afligióle la par te prin­cipal que la casa de Medina Sidonia, á la que él- había consagrado tan ardorosos panegíri­cos, tomo en la separación de Portugal y en el intento de apa r t a r á Andalucía de la obe­diencia del rey de España.

Esfti es la vida intensa y rica en emociones espiritfuale», no obstante su sencillez exter'oi*, que nos cuenta con sabia proligidad Rodrí­guez Marín. Podrá decirse que el fondo del cuadro vale más que el personaje, 'pero el buen historiador avalora á sus héroes, y Pedro Es­pinosa ha tenido, al cabo de siglos, la fortuna de que se le dedique un extenso y valioso capí­tulo de nuestra historia literaria, que prepa­ra al público p a r a la lectura de sus obras, pró­ximas á imprimirse bajo los cuidados diligen­tes de Rodríguez Marín.

2. &ÓME2 DE BAaniSO.

EL INCENDIO DE AYER

Tpmm a/mao0ne» daminuldomm-Bom-bofom lomionadomm—Lom pmntalO' nom dol mloaldo.

A las ocho menos cuarto de la mañana de ayer estalló Un incendio en la estación de las Pulgas.

El fuego, que comenzó en un vasto edifi­cio dedicado á almacén de maderas, revistió bien pronto caracteres de importancia.

Acudió todo el servicio de incendios; pero en los primeros momentos los valientes bom­beros pudieron hacer bien poco á causa de no haber en las inmediaciones de la estación bo­cas de riego; mas por fin las máquinas de va­por consiguieron enviar sobre las formidables llamas agua que recogían de un depósito que hay á alguna'distancia.

Él almacén de maderas es propiedad de D. Francisco Arana, y á causa de haber ins­talado otro depósito, hace tiempo tenía alqui­lado parte del edificio á los Sres. D. Toribio Sáinz y D. Santiago Hiera.

El primero tenía depositados allí cristales y harinas, y el segundo cemento.

No hay que encarecer la importancia del fuego con combustibles como la madera y la Ijat-ina.

Todo el personal de incendios de los diez distritos de Madrid, con el material corres­pondiente, hubo de cooperar á la extinción del incendio, rivalizando los bomberos en arro­jo y actividad.

Comenzaron los trabajos por el deirribo de varios tabiques, uno de los cuales cayó muy cerca de los bomberos-. Dos de éstos sufrieron lesiones, por fortuna no graves. Uno de ellos, apellidado Barroso, fué auxiliado en la Casa de. Socorro sucursal de la Latina. • El Sr. Dato dispuso que el herido fuese lle­

vado al benéfico establecimiento en el coche de la alcaldía, gratificándole además con 50 pesetas.

Por cierto que el Sr. Dato, distraído con estos incidentes, no se dio cuenta de que pisa­ba una tabla incendiada, cuyas llamas le ave­riaron el pantalón, en términos de que ni para futuros incendios quedó servible.

El fuego quedó dominado y aislado á las doce. Los tres almacenes fueron completamen­te destruidos por las llamas.

Las pérdidas son de mucha consideración. Solamente en maderas ya labradas han sido pasto de las llamas unos cien vagones, cuyo importe asciende á 100.000 duros.

Al lugar del suceso acudieron el alcalde primero, el gobernador civil y el comisario ge­neral de policía.

Las causas del incendio no se han podido determinar.

En loa almacenes mencionados no queda ningún guarda durante la noche, x solamen­te la Compañía del Norte tiene empleados dos hombres, que ejercen vigilancia uno de día y otro de noche.

El encargado de los talleres de maderas manifestó que había bajado ayer mañana á las siete y media para hacer una requisa, y que al retirarse á las ocho menos cuarto no notó nada, viéndose sorprendido cuando tres cuartos de hora después le participaron que se había iniciado el incendio.

Los primeros en notarlo fueron el guarda de día de la estación y un vigilante de consu­mos, notando que las llanlas salían por la me­dianería, entre el almacén de har inas y el de cristales.

Aunque ninguno Se explicaba la causa, pudo sabel'se, sin embargo, que en el alma­

cén de har inas , en el puso segundo, Había una cocina donde se guisaba durante el día.

Ni es, pues, extraño que alguna enispa des­prendida del fogón hiciera presa en la ma­dera.

LOS AUrOMÓVIlÉS

AlTOIAltTO ATElOFEl-I -ADO Ayer, á la una y media de la tarde, fué

atropellado por un automóvil, en la calle del Barquillo, un anciano de setenta y dos Bfios de ©dad llamado Florentino Ramírez D^égiiM.

El automóvil, después de pasar por encima del cuerpo del anciano, desapareció velozmen­te, ^éro algunas personas que, dando voceü, lo siguieron, lograron divisar el número de! automóvil, y lo hicieron constaj- en la comi­sar ía del distrito.

El anciano atropellado fué conducido á la Casa dé Socorro de la calle del Arco de Santa María por el guardia municipal nikn. 171, Ra­món Moya, auxiliado de algunas de las mu­chas personas que, congregadas en el sitio, del suceso, comentaban lo ocurrido y la ausencia de vigilancia en tan importante vía.

Los médicos de guardia curaron de prime­ra intención al herido, apreciándole, aparte de otras lesiones menos import,antes en diver­sas partes del cuerpo, la fractura completa leí brazo y pierna izquierdos.

Después d© ser asistido, pasó en Una cami­lla á s\i domicilio, calle de Barbieri, núm. 5.

El juzgado instructor de guardia 'ncoó las diligencias del caso.

Del i t tomóvi l nada se ha podido, 6 nada se ha querido averiguar á estas fechas, á pe­sar de haber denunciado el núm«r¡3 alguno» testigos del atropello.

La Efflfliifl lie iiWas máilÉs Anteayer se reunió el presidente de la comi­

sión ejecutiva de la Exposición de industrian madrileñas con los sécretariüs de la ni 'sma y los directores técuieus, y tornaron importantes acuerdos para da r principio inmediatamente á los trabajos que han de quedar terminados en el próximo mes de Mayo.

Entre los gremios de Madrid reina gran en­tusiasmo para cooperar á la obra de la Expo­sición de industrias madrileñas, y la mayor parte de ellos han acordado contribuir con una cantidad que represente un 3 por 100 de la que satisfacen por contribución industrial.

La comisión ejecutiva, además de la coope­ración ya obtenida del Estado y de la conce­sión de terrenos acordada por el Ayuntamien­to, ha acordado dirigirse á las principales co­lectividades ftnancieraá é industriales de Ma­drid para solicitar su concurso para obra tan beneficiosa en todos los sentidos á los intereses del pueblo madrileño.

En las obras próximas á ejecutarse podrá ocuparse desde luego gran número de obreros pertenecientes á los diferentes ramos de cons­trucción.

Hoy mismo se anunciará un concurso para las obras de cerramiento, y para las dei albaflilcría. carpintería, cerrajería y omamen-tación del pabellón central.

La Exposición no sólo será de las indust- ! t r ias de Madrid, sino que extenderá su esfera : de acción á los productos agrícolas de toda la provincia.

La comisión tiene acordado en principio no exigir u ' por las instalaciones que se hagan en los pabellones generales n i por los terrenos que se concedan para instalaciones particula­res retribución alguna, y únicamente pagarán un tanto por pie de terreno aquellas que ten­gan carácter puramente de explotación de ciertos servicios, como restaurants, cafés y es­pectáculos públicos.

Las instalaciones que se proyectan parrhi-t i rán, por las condiciones especiales del terre­no donde se levastaii, dur cierta clase de es­pectáculos que aumeonten los rendimientos de la Exposición, contribuyendo á sufragar sus gastos.

Las instalaciones, una vez terminado el cer­tamen, quedarán á beneficio del AyuntamieU-to de Madrid, para que éste, en años sucesi-,vos, pueda ampliarlas y darlas caracteres ma­yores de permanencia, y crear sobre su base un parque de espectáculos, que tanto necesita la corte.

La comisión ejecutiva tiene ya noticia del proyecto de muchas instalaciones particulares, cuyas obras empezarán con la premura que exige el breve plazo de que se dispone para inaugurar la Exposición.

El ministro de la Guerra ha autorizado á las industrias militares para que tomen parte en la Exposición, y S. M. el rey ha concedido la misma autorización á la Real Fábrica de Tapices. También ha solicitado la comisión de los ministros de Fomento, Hacienda y Gober­nación la autorización necesaria para que con­curran á la Exposición los cuerpos de ingenie­ros de caminos, de mina.s y de montes, la Casa de la Moneda y el cuerpo de Telégrafos.

Todos los proyectos de instalaciones, lo mis­mo de pabellones que las que se instalen en jos que construya la comisión ejecutiva, debe­rán presentarse previamente á la comisión pa­ra que sean examinados por los directores téc­nicos y reúnan las condiciones estéticas que los haga dignos del certamen en que han de figurar.

Todas las solicitudes relacionadas con la Exposición se dirigirán á las oficinas de las mismas, instaladas en la primera casa consis­torial y en el Círculo de la Unión Mercantil.

Muy en breve se publicará el programa convocatoria general .y el reglamento de la Exposición.

Cumplida por el Sr. Maura la oferta que hizo á la comisión,ejecutiva de la Expo.sición de Industrias Madrileñas que se lia de cele­brar en Madrid el mes de Mayo próximo, y obtenida una importante subvención del mi­nisterio de Fomento, en la semana actual principiarán los trabajos de edificación de los pabellones que han de instalarse en el Parque de Madrid.

Los industriales que deseen concesión de terreno para construir pabellones particula­res, podrán solicitarlo de la comisión ejecuti­va que preside el Sr. Aguilera ó de los direc­tores técnicos de la Exposición, que son don Celedonio Rodrigáñez, ingeniero director de parques y jardines municipales, y £). Luis Be­llido, ai-quitecto municipal.

EZ» T I M O Z3S MODA

Aviao á loa Inoautoa Desde hace algún tiempo, uno ó varios in­

dividuos á (juienes busca, la policía, vienen haciendo objeto de explotación un timo que han inventado y del que sin duda tienen la exclusiva.

E.ste que vamos á referir es el quinto ó sexto de la serie y ha sido la víctima la seño­ra de un teniente coronel que desempeña el cargo de ayudante de un capitán general de uno de los cuerpos de ej^ci to de la Penín­sula.

Un sujeto desconocido presentóse ayer en el domicilio de la dama en cuestión y hubo de comunicarle que su esposo, (jue acababa de llegar á Madrid por la estación del Mediodía, habíase roto una pierna al descender del tren, habiéndosele trasladado al Hoispital Militar.

La señora, que no esperaba á su esposo, al oír de labios del desconocido la noticia de la desgracia sufrió un ataque al corazón y per­dió el conocimiento.

El individuo manifestó que para llegar al (ipiri¡cilio había tenido que desembolsar 14 pe-.séíaw en alquiler de un carruaje, oantidadl que le fué abonada.

Repuesta la señora del accidente y á pesar del estado de gravedad en que se hallaba, tras­ladóse en un coche al Hospital Militar de Ca-rabanchel, servicio que, dicho sea de paso, costóle 60 ptísetas.

En el referido establecimiento manifesta­ron á la esposa del militar que la historia ur­dida por el desconocido era completamente falsa.

No hay día que no llegue un nuevo Incauto al Hospital Militar demandando noticias de algún pariente cuyo nombre han tomado los timadores para la explotación del negocio.

¡Ojo. pues, con los explotadores del timo de moda!

TEATRO REAL

ASOCIACIÓN DE LA PRENSA Continúa la animación para la notable fun­

ción que el próximo miércoles ha de celebrar­se en el teatro Real á beneficio de la mencio­nada Sociedad.

Se ha despachado gran número de locali­dades y hay gran expectación por oir la úni-«a representación en (¡matinée» de la bellísima ópera de Massenet, «Manon» interpretada por la excelente soprano Lina Pasini y el pb-odi-gioso tenor Anselmi, t an justamente admira­do por el público madrileño.

También despierta grandísimo interés la intervención en la fiesta de la eminente tiple dramática Gemma Bellincioni, que cantará la gS-andiosa ar ia «Ah! che non giunge il sonno», de la ópera de Weber, «Freischutz».

Hoy 18 se servirán hasta donde sea posible las peticiones de los señores socios y de cuan­tas personas hayan solicitado localidades en el domicilio de la Asociación de la Prensa, San Marcos, 44.

ACCmENTE DEL TRABAJO

ON OBRERO 6RAVEIENTE HERIDO A las tres próximamiente de esta madruga­

d a ha ocurrido u n sangriento accidente del trabajo en la tahona de pan francés estableci­da en la calle de Jesús y María, núrntero 11, lesquina á la del Calvario.

Uno de los obreros empleados en amasar, llamado Francisco Rodríguez, de veintiséis años, fué alcanzado pd? la máquina amasa­dora.

El infeliz recibió gravísimas lesiones en di­ferentes partes del cuerpo.

También sufrió la fractura oconplieta de una pierna y un brazo.

En estado gravísimo fué llevado á la Casa de Socorro de la Inclusa, la más próxima al sitio del suceso.

Allí fué curado tle primera intención. El juzgado no pudo recibirle declaración,

por su estado gravísimo. Se le trasladó al hospital, donde á última

hora agonizaba.

ROBO A U D A Z

En la calle de Carretas, núm. 33, estanco, se cometió esta madrugada un robo.

Dos sujetos, forzando el cierre metálico, in-tradujérense en el estaJ>lecimiento, corriendo la puerta nuevamente para no l lamar la aten­ción en la calle.

El dueño del estanco, Sr. Elias, que habita en el piso entresuelo, notó ruido en la tienda, y al ser visto por los ladrones abrieron éstos precipitadamente el cierre metálico y se die-iron á la fuga.

Perseguido por el dueño, pudo ser detenido

uno de los ladrones, que U5ía los apodos do «el Comerciante» y «el Eiectricieta».

El otro consiguió escapar. Los cacos no pudiei-on llevarse más que

dos billetes dn 2,5 pesetas que encontraron en uno de los cajones del mostradal-.

El detenido fué entregado á la policía y á las cuatro de la madrugada ingresaba en el juzgado.

SECCIÓN DE NOTICIAS Ayer se verificó eñ el Nüevo Club el al­

muerzo con que el Sr. Maura obsequió al mi­nistro de la Gobernación y al gobernador de Barcelona.

El Sr. Ossorio salid anoche para la ciudad catalana.

Según telegrafía el gobernador militar d« Melilla al ministro de Estado, el pretendiente marroquí h a enviado emisarios á las kabilas de la costa del Peñón y Alhucemas pidiendo nuevas contribuciones, que aquéllas se resis­ten á pagar.

Ha.'Sido nombrado alcalde de Sanlúcar de Barrameda D. Leopoldo dol Prado.

Una comisión de la.s principales personali.< dades de Alcoy ha visitado a l ministro de Fo« mentó y le ha invitado para que asista el día 24 á la inauguración del viaducto denominado «Canalejas», próximo á dicha ciudad.

El Sr. González Besada ha contestado que no podrá asistir por las atenciones de su car­go, pero que le representará el director da Obras públicas, Sr. Andrade.

El Sr. Moret continúa mejorando, y ayerte visitaron vari.os amigos, con los cuales se ocu­pó de la reorganización de las fuerzas libera, les en las provinc%s.

Santander 17.—En La Pesiella, partido de Villacarriedo, ha sido muerto un hombre poí una mujer.

Catalina Abascal, que tenía antiguos resen­timientos con su primo Baldomero, esperóle é la entrada de una cabana situada en lo alto del monte Carcena, donde aimbos encerraban el ganado, y le disparó un tiro de pistola que le causó la muerte.

La bala atr^ivesó el pecho de'Baldomero de izquierda á derecha. *

En los primeros momentos fué detenido el marido d© Catalina, el cual declaró que la autora del delito era su mujer.

Captoírada ésta, confesó el crimen. Catalina goza merecidamente faana de bra­

via, pues más de u n a vez h a hecho huir á' hombres valiaiites.—Lasso.

Ha failecido en Guadlx, á los ochenta»y un años de edad, el notario y escribano I). Enrir que López Argüeta y Quintana, padre áel di" ligente corresiponsal telegráfico de EL IMPAR» ciAL en aquella ciudad.

El concejal teniente de alcalde del distrito . de Chamberí, D. Luis Mazzantini, .'eoomisó. ayer gran cantidad de pan falto de peso, que ha sido repartido entre los pobres.

Anoche se celebró en el Círculo de la Unión Mercantil é Industrial el baile de Piñata or­ganizado por el elemento joven de aquella So­ciedad.

La fiesta resultó brillantísima, no sólo por la animación, sino también por las lujosaai «toiletes» que lucieron las señoras y señori­tas que asistieron á la despedida del Car­naval.

1

Madrid sigue padeciendo la epidemia gri­pal que padecen muchos pueblos de Europa y¡ rnuchas ciudades de España. Es grande el nú- ' mero de individuos afectos de formas catarra­les, y es asimismo extraordinaria la mortali­dad que sufre la población por las formas de bronquitis ágíidás,' broncóneúmtínías'T'T'^-'*'"^ monías. Menudean las congestiones viscera­les y algunas localizadas en el cerebro, pro- • duciendo muertes repentinas. La enfermería del aparato digestivo está disminuida propor- • cionalmente, con relación á la del aparato respiratorio.

En los niños sigue el sarampión producien­do muchas invasiones y u n a mortalidad cre­cida. Hay menos difteria.

(De El Siglo Médico.)

En la tablilla de anuncios del Círculo de Bellas Artes se hallan expuestas las condicio­nes de un concurso de dibujos para un cartel anunciador de la Exposición de industrias y productos agrícolas de Madrid y su provincia, que se ha de celebrar en esta corte en los me­ses de Marzo á Octubre de este año.

Há sido recibida por SS. MM. Doña Victo. ria y Doña María Cristina y por SS. AA. doña María Teresa y D. Femando, la eminente pro. tesara doña Matilde Roger de Pascual.

Dicha señora, que posee una magnífica voi de soprano dramática, cantó con suma maes» t r ia el a r ia de «Alda», varias melodías de Schu. mann» y, á petición de S. M. la reina Doña Victoria, a lgunas piezas españolas, que gug- , taron extraordinariamentei & la famUia real,, de cuya amabilidadi quedó muy reconocida dl cha artista.

El gran concertista Sr. Fuster la acompañó Tñagistralmente al piano, y tocó después una «Polonesa», de Paderewski, que fué muy del agrado de SS. MM, y AA.

El voto unánime de médicos y enfermos ha declarado que el mejor ferruginoso, el mejor soportado, es el Hierro Rabuteau en Grajeas, adoptado por los Hosipitales de París .

0mUmtí» 49 )

L SBCRITO D E N l f O

ILas dos hermanas toabían sabido la muer­te de Julia pdr la señora Morland y habían mandado poner unas coronas «n el féretro de la desgraciada muerta, que no haljía podido explicar aquella cosa impártante que tenía gue decir.

¿Sería que había escrito aquella car ta en Hin momento de fiebre?

Esto parecía lo más probable. Nunca es posible saber en díinde paran las

fantasías de un enfermo que lucha ya con las angustias dé la muerte.

Ivona era completamente feliz. Mauricio había vuelto al hotel, é Ivona le

había maniíestado como Magdalena había re­cobrado á su perdido hijo, robado por el con­de Rom^n.

¡Ah, cuan grande esfuerzo había tenido que hacer para decir aquella mentira!

Pero ste t ra taba de la alegría y de la feü-icidad de eu vida.

Tenía conciencia de que al confesar la ver-'dad, no solamente se alejaría de ella el' que Jamaba ciegamente, sino que al hacer esta con­fesión Je har ía el más desgraciado de todos lo.s hombres.

Estaba decidido á marcharse muy lejos, iquizás para no volver jamás, creyendo que su i í no r no ©ra correspondido, porque se puede querer mucho á una hermana y compartir la pena con ella, pero sacrificar toda esperanza Ide felicidad en la vid'a...

Sí... un retraso de media hora en haber ea-erito la car ta y estaba eohajda la suerte y hada Ijodía unirles ya.

Ivona le bahía áicho pálida y. suplicante:

—No habléis más... nunca m á s de esto, Mau­ricio, hay que echar un ve.lo sobre el pasado, pa ra vos y pa ra mí encierra mucha tristeza. No pensemos más que en el porvenir.

El joven había hablado también con Mag­dalena, siendo la entrevista un poco enojosa pa ra una y para otro.

Mauricio, con una delicadeza que había agradecido mucho la condesa, había da;do á entender que no era á él verdaderamente & quien correspondía juzgar los acto» de la her­m a n a de la que había elegido pa ra prometida.

Después se habían dado la mano efusiva­mente.

El joven adivinaba perfectamente la exis­tencia de un misterio en aquel drama que cua­tro anos antes se había desarrollado en aquel mismo salón, pero que era ¿olo concerniente á la condesa y á su marido.

Qué insondable abismo los había separado antes d'e cometer aquella falta la madre do Ar-lette.

Mauricio habla reflexionado mucho soibre esto.

Muchas veces había tenido que reprimirse al vej- la vehemencia del cariño de Ivona para con el (¡niño de su hermana».

Magdalena había acostumbrado á Gustavo á que las llamase tías á las dos.

El niño entretanto no se fastidiaba en su nuevo estado.

Ya no recordaba su ant igua existencia en la Grange-Didier al lado de la anciana Sofía Didier, que tanto le había cuidado.

No, no se acordaba de esto. Aquí estaba mejor, mucho mejor. Veía co­

sas muy hermosas, tenía vestidos de terciope­lo... y lacayos que le sirvieran... carruajes para pasear por el bosque, adonde veía caba­lleros y amazonas que saludábanla, sus tías.

Pero para el que estudiase aquel niño des­apasionadamente los defectos que tenía aho­ra serían seguramente vicios mañana.

Era orgulloso, hipócrita y embustero... ej-a poco agradable para cualquiera que se le acer­case.

Hubiera sido necesario, para modiflcarie, una mano enérgica, que no era seguraitnente kb á«i Mftg«tak'na já 1A ée Ivona.

El menor de sus caprichos era sagrado para ellas y su más insignificante deseo era una orden.

Ya anunciaba ser para los criados un pe­queño tirano que ya les hacía refunfuñar.

¡Ah!, éste era uno con quien no se andar ía muy bien.

Ya conocían su historia. Era un bastardo de la condesa y no había

que tratsÉ-lo de otra manera. Mauricio había sentido por él una profun­

da aversión desde el primer momento. Le había apreciado en lo que valía y ©1 mu­

chacho valía muy poco. Era falso... malo... nunca miraba de frente

é. quien hablaba ó á quien le dirigía la pa­labra.

En una ocasión no pudo contenerse, y dijo á Ivona.

—-Temo que este niño no llegue un día en que haga verter muchas lágrimas á vuestra hermana.

La joven se había puesto muy pálida y en un tono de reproche que no pudo disimular, protestó diciendo:

—¡Oh, Mauricio! El la miró sorprendido.

—¡Qué tenéis. Dios mío!... Qué emocionada parecéis.

—No... no tengo nada... os lo aseguro. * —No me decís la verdud... estáis incomoda­

da conmigo. —No. —¡Ivona'

La joven balbuceó: —.Mauricio... no queréis á ese niño. —Si he de decirlo sinceramente, os confieso

que no tengo ningún motivo pa ra odiarle, pe­ro tampoco lo tengo para quererle particular­mente.

»Vos y vuestra herrftana le mimáis e x ^ e -radaimente.

»E1 niño está lleno de deíecíos que no veis n i queréis ver, y esto es una eqüfvocacláii nuiy grave, excusaMe hasta cierto punto «n tina madre.. . pero no en vos, Ivona.

La joven 1« Intarrampló, diciendo con yoz desfallecida.

—Ya veis cómo tenía razón... no podéis su­frirle.

Mauricio sintió apresársele el corazón. Pero se calló. No era aquel el prñner incidente de este

género que se había realizado. Algunas veces había encontrado enigmá­

tica la actitud de Ivona. En la manera de obrar de la joven había

extrañas contradicciones que no se podía ex­plicar.

La afección que sentía por aquel niño en­contrado hacía quince días después de no ver­le en cuatro años, e ra verdaderamente dema­siada.

Y además veía que Ivona tenía conciencia de este exagerado cariño y que hacía esfuer­zos para no demostrarlo.

¿Por qué esta ocultación? Ahora mismo, en aquel momento, tenía los

ojos llenos de lágrimas. El joven reprimió un gesto de desagrado. Ivona comprendió que quizás hubiera po­

dido despertar alguna sospedha en el a lma de Mauricio, y tembló.

Pero de repente, haciéndose dueña de sí misma, dijo:

—Es quizás verdad lo que decís, Mauricio, pero mi hermana tendría un gran pesar si su­piese que no queríais á su hijo.

Ivona se había acercado á Mauricio en ade­mán suplicante.

Este contestó: —Os prometo que de aquí en •adelante pro­

curaré no tener ninguna prevención contra Hugo... y hasta os prometo hacer lo posible por quererle.

Ivona hizo un ademán de alegría y dio las gracias. ~ —Me alegro mucho por Magdalena, y os agradezco con todo mi corazón la promesa que me habéis hecho.

—Por amor á vos, mi adorada Ivona.

Aquella tarde de verano, en aquel salonci-to tranquiló y apacible, cuya ventana con el estor caído;, daba al jardín del hotel, ©ra un maravilloso sueño de amor que se aparecií»-

áí los ojos dte Ivona y de Mauricio que, sentí , dos uno cerca de otro, se miraban carlflosa-toorte cogidas las manos.

Acaban de ult imar los proyectos definiti­vos.

El matrimonio se verificaría muy pronto. Mauricio había recibido aquella misma ma-,

ñaua el consentimiento de su padre. Sólo quedaba el que Magdalena fijase la

fecha. El joven había dicho cotí voz dulce y vi­

brante: —^Sí... pronto seré1.s mía, y nos iremos lejos..»

muy lejos... porque gs llevaré como un avaro lleva su tesoro... seré vuestro amo y vuestro esclavo... siempre vuestro esclavo. ,

wMi corazón os pertenece... haréis de él lo que queráis y solo vuestro pensamiento será' él que le haga latir.,

-^¡Oh! Mauricio, vuestras palabras me eni" • briagan... yo también os he dado mi alma pa­ra siempre.

)iDe aquí en adelante no viviré más que pa­ra vos .

— ¿Me lo juráis, Ivona? La joven a.poyó su preciosa rubia cabeíaí

sobre el hombro de Mauricio, cerró los párpa­dos y con el seno palpitante (lijo:

—Os lo juro. En aquel momento era sincera. Ya se había encontrado á Hugo y éste estaí-

ba seguro al lado de Magdalena y solo pensa-ha en que Mauricio fuese su esposo.

IndudaMemente, era una grave falta noi confesar aquella desp^racia ocurrida en el pa­sado.

¿Pero no valía esto la dicha de los dos? Mauricio siguió diciendo:

—Quiero llevaros, Ivona, á los países de ex» • tasis y de ensueños. Iremos á Sorrento, á ori­llas del encantador Mediterráneo, y os habla­ré del amor al dulce son de las mandolinata» napolitanas. En la orgullosa ciudad de los dux, Venecia, con sus noches estrelladas, nos deslizareroos en una ligera góndola, silencio-sámente sotee aquella agua que huye coma un sueño. , •

Page 3: El Imparcial (18-II-1907)

Madrid 18 de Febrero de 1907

LETRAS FRflHCESHS

I tal priflja ápe el CDitt ' Francia es una república en que hay reyes. Estos reyes son los Cómicos. Y yo quiero decir dos palabras acerca de nues-

Nros Amos. Estas palabras serán las más ÉMiables posibles, porque la prudencia íacon&eja halagar á los poderosos. Además, íiwrdaderamente, los aotores me encantan, "•or lo que atañe á las actrices, me han jispirado no pocas dulces ilusiones, desde il «Patrón-minette» (¡cuan lejano recuer-

'!), bajo el cual, de ed'ad de catorce años los años más que el caballerito Don Ro­sigo partiendo á la guerra contra Gormar Glorioso), me batí en duelo con compa-

„ hincados en largas ramas de saúco y lien sujetos con cuerdas, por la segunda íugazon del teatro de Tolosa, que tenía inhijo, sargento nlayor en el 9.° regimien-

'íá& línea. . Fuera de broma, yo estimo mucho á los jíómicos, gentes excelentísimas de ordina-ifio, con el corazón ardiente, pronto á los Entusiasmos, con la mano franca, pronta i las amistades y á la piedad, y en los que ^3 vicios ó las ridiculeces proíesionaks

) son más repugnantes ó más grotescas le en los literatos, los abogados ó los iportmen»; y les admiro, porque son la sión, la alegría ó el dolor, la alegría ex­ima ó el dolor excesivo, el amor y el odio

|r la aventura, en una palabra, la exagera-Sción visible y tangible; porque son la ex-jpresión del ideal viviente... ¡Ah! ¡Bien sé flue en Verdad, personalmente, no son, Mlvas raras excepciones, nada de eso: la novela de Scarron, poco á poco, ha mere--icido el título de novela de Furetíere. Cui-Badosos de la familia, de las Tentas dei' Es-Hado, de la probidad y de las distinciones Jhonoríflcas, hace mucho tiempo que las ¡fentes de teatro no siguen por los oami-

ís el Destino de la Estrella! ¡Gozan de la «fianza de los hoteles de primer orden, le, lejos de- guardar sus servicios de pla-ásu llegada, prodigan, por el conti'ario, t-nruolz» en honor de ellos; y no hay en

|afalange uno que se parezca al Brizacier, Alberto Glatigny, al fantástico, subli-

f, imbécil, augusto, pueril y divino Bri-!ier! Toda la caída en la honorabilidad la antigua bohemia alborotadora, ebria K de las venturas nezchianas jle Thés-I, se ha cumplido, se ha precisado en el

ícto, triste y culpable—¡sí, culpable! lenlace del «Capitán Fracasse». ¡Ah!

intas rabietas me ha costado, cuántas as de cólfira me ha arrancado ese

inlace que el altísimo poeta no había •ido y en el que, sin embargo, consin-iu benevolencia! ¡Y cómo be deseado fuese restituido el verdadero desenla-

de la obra, desesperado y soberbio, de-iladcr y confortante, que había concebi-

.Theofilo Gauthier!... Pero si el cómico venido á ser en el bien, «n el mal, en eoeas de la Iglesia y de la Alcaldía, el

ia\ de todoalos demás hijos de vecino, consigue ni conseguirá despojarse de

ts ilusiones con que le iluminan las in-../enoiones de los poetas. Por muy burgués Ique quiera mostrarse en las vulgaridades iiuotidianas, el hombre que entre el ideal

las decoraciones besa muchas noches labios de Julieta no puede dejar enté­lente de ser Romeo;—será siempre un

Romeo, aunque en la prosa del vivir obeso y concejal. Participo de la per-

[eistente alucinación de aquel entusiasta de Iffovincia que oyendo á Ligier, al día si-

' inte de la noche en que éste había lan­íos fieros apostrofes* de Otello, pedir

refresco de grosella en el Café de la Co-idia y exclamaba: «¡Bien rugido, león.hi una palabra: la poesía permanece arrai-ia, una parte de la poesía por lo menos, aquellos que la realizan con vibrantes

ííes, nobles gestos y hermosos trajes. Y bufones, aun cuando sean tétricos y ,'ridos en su existencia de hombres, no

desnudan totalmente de la bufonería que aparecen cada noche en la escena:

>rto estoy de que Geoffroy, después de "ler representado el Viaje de M. Perri-

no recorre sin un sugestivo ambien-cómicó el trayecto de la Magdalena á la istilla en ómnibus. De suerte, que en los itores, en las actrices, á las que hubiera istado á divinizar la propia belleza, la lultitud tiene razón para amar, aclamar exaltar ©ncantos, sublimidades, ternu-I, catástrofes y risas, todo el genio de los stas dramaturgos, de los poetas demiur-

is.

Pero sucede que á las gentes de teatro, Francia por lo menos, no le es suflcien-ser admirados de -ese modo. La gloria expresar á Shakespeare, Gorneille, Mo-

Racine, Hugo, Dumas, Scribe, Emi-Augier, Sardón, Pablo Deroulede y Pa-Ferrier, no les satisface. No se resig-á ser tan sólo la careta y el porta-voz

Eschylo ó de M. Ordonneau; y ya los líérpretes quieren ser inventores. Esto

lio que me enoja y esto es lo que les re-ficho. ^Maldito sea el imprudente que, por vez ¡limera, en vez de decir: «M. XX. haj re-í8&entado primeramente ese papel», tuvo locurrencia de decir: «M. XX. ha creado se papel». De.la idea de crear un papel á idé crear toda la obra había poca distan-b ; así de una frase inexacta ó de un tor-»elogio ha nacido todo el mal. Lo cierto ry lo deplorable—es que en la hora actual » hay un artista dramático. {*), trágico, jmico ó bufo vaudevillesco que no crea m©r el derecho y hasta el debeir de poner ' :o suyo én las obras; y no lo suyo que es (rdaderamente sui/o, esto es, la belleza ó gracia de las actitudes, la expresión del

¡ro, la sonoridad de la voz, la claridad la dicción, la sinceridad, real ó aparen-dte la emoción, la contagiosa franqueza ti buen humor—sino lo suyo literario, suyo que no es del todo suyo. Conservo memoria de haber oído de-

Irme á uno de los más celebrados, cultos inteligentes socios de la Comedia Pran-ea (¡ay! diemasiado culto y demas|ado in-

óligente): «¿No somos nosotros los'colabo-Hdores naturales de los escritores dramá-ícos?» ¡Ah, no, no y no! Consultad desde lego 4 M. d© la Palice, el solo hombre que

Bien pens2i*íis que exceptúo, con algunos otros, ^ todo perfecta Satab Bernbudt, que no ignora nada | ]M lejc* f debuei de lu att«.<^' M.

en todas las cosas tiene siempre razón: él os contestará: «Los actores son actores; los autores son autores». ¡Oh, admirable axio­ma! ¡Oh incomparable apotegma! Sí, los actores son actores y no deben ser otra cosa que actores. Leéis un papel á Taima; ¿cuál es el deber de Taima? Escuchar el papel, comprenderle (ni siquiera es del todo nece­sario que le comprenda), aprendérsele de memoria hasta poder recitarle infalible­mente, conformarse en todo punto con ma­nifestar hasta en los más sutiles matices que el autor le señala, todas las bellezas, todas las fuerzas, todas las gracias por la perfecta adaptación á estas bellezas, á es­tas fuerzas, á estas gracias de todo su ser proteiforme!, porque en esa adaptación está su genio; porque no es propio de un verdadero actor querer ser sublime cuando no lo es su papel. ¿Cuánta estimación guar­daría yo para un artista que, sin renunciar, claro está, á sus cualidades naturales, con­sintiera en una producción diramática me­diocre en no ser mejor que la obra? Pero hace mucho tiemipo que esta generosa acep­tación de la obra, tal cual es, por el intér­prete, que esta noble sumisión del actor al autor, no está de moda; y la carreta galopa delante de los bueyes.

De ahí este desastroso resultado, por el que, no sólo obras pésimas no han podi­do parecer tolerables (lo cual ya es sinies­tro!) sino que, raramente las más califica­das obras maestras son representadas se­gún las intenciones de sus verdaderos crea­dores; y un ilustre veterano de la Comedia Francesa, ha podido escribir un libro ti­tulado: «£/ Tartufo de los cómicos». ¿De modo que hay otro Tartufo distinto del de Moliere?

Otro^ resultado no menos fatal: por un instinto.^ que no se confiesan y reconocen ellos mismos, que ellos mismo® detestarían si de él tuvieran conciencia (porque son personas rectas!), los actores, tan prepon­derantes hoy—no sólo en la Comedia Fran­cesa, sino en todas partes—en cuanto á la elección de las obras, se ven inducidos á preferir á las que son de una belleza, de una novedad personales, propias á atraer especialmente sobre la obra misma la admiración ó la sorpresa del público, las que por lo acostumbrado del plan, lo di-fuminado de los caracteres!, lo vago del len­guaje ofrecen al intérprete fácil ocasión de sobrepasar al autor y de ser admirable y admirado él solo. En realidad, sin que él lo crea, hasta sin que lo sospeche, la su­prema ambición de un artista dramático es conseguir que su teatro logre un millón de francos por entradas con una obra que no valga cuatro sueldos.

Ya oigo, ya oigo la excusa que se ofre­ce. Es preciso considerar que el actor, á quien son otorgadas las admiraciones con­temporáneas, de su propia existencia no deja nada detrás de sí; y es, pues, natural, que cure de participar en la creación, ha­ciéndose un poco autor, él también, para no morir completamente.

Pero lo contrario de eso es la verdad, la verdad palmaria. No os aflijáis, buenas al­mas, con las brillantes reputaciones de los comediantes, metafóricamente extingui­das con las candilejas que las iluminaron. De todas las ¿•lorias artísticas, la del actor es lá que permanece á través del tiempo y se perpetuará hasta el fin de las edades como la más viva, la más grande y->la más indestructible. ¿Por qué? Porque desde que es postuma no puede encontrarse contra ella prueba alguna.

Y no penséis que me estoy divirtiendo en exponer una paradoja. Lo que digo lo pruebo.

Ved lo que ocurre con Homero: Zoilo ha dicho: «¡Oh! ¡Ah! ¡Después de todo, Ho­mero...» Ved el caso de Eurípides; ya sa­béis lo que pensaron después de Aristófa­nes los philogynos. Y Shakespeare, rey del alma inglesa, fué llamado: «¡Este mucha­cho!» por un rey de Inglaterra. Ni un solo genio poético ha podido dejar de ser ne­gado ó discutido en un porvenir próximo ó lejano por los imbéciles y aun por los genios. Boileau,, que ignora Rutzboeuf, cree que todos los poetas de Francia, antes de Villon, no eran sino toscos fabricantes de fantásticas y confusas novelerías; Vol-taire desdeña á Rabelais, sin perjuicio de robarle; Lamartine desprecia á Lafontai-ne; Vacquerie se buvla de Racine; Víctor Hugo es sometido á juicio por nuestro que

otros les pedimos — «nosotros significa aquí, no sólo mis amigos, ni sobre todo yo, insignificante congratulador de los ac­tores, sino tantos y tantos poetas ilustres los unos, ignorados los otros, muchos que sufren (algunos murieron) porque no ha­bía un papel agradable en la obra de sus sueños—nosotros les pedimos, digo yo, qué se ocupen de sus asuntos sin inquie­tarse de los nuestros y sin añadir dema­siada sublimidad á nuestro humilde es­fuerzo por ser sublimes...

Y si nos acusasen de ingratitud, si nos recordasen tantas noches en que su gene­roso talento salva del desastre tal comedia mediocre, les contestaremos doblando la rodilla como conviene cuando se habla á soberanos:

«¡Ah! ¡Cuánto os ?o agradecemos! ¡Ahí (Cuan caritativos de vuestro genio á nues­tra miseria intelectual habéis sido!... Pero, en fin, os tomáis harto cuidado, no se os pide tanto celo protector, y no nos des­agradaría ser silbados por nosotros mis-!mos!»

CatuUe MÜNSÉS.

El movimiento que en buena parte de ?as flamantes letras españolas me tocó iniciar, á pesar de mi condición de «meteco», echada en cara de cuando en cuando por escritores poco avisados, ha hecho que el EL IMPARCIAL me haya pedido las dilucidaciones que hoy ini­cio. Alégrame el que puede serme propicia para la nobleza del pensamiento y la claridad del decir, esta bella isla en donde escribo, esta Isla de Oro, que no es, como supone el Sr. Zeda un limbo; antes bien «es isla de poe­tas, y aun de poetas que, como usted, hayan templado su espíritu en la contemplación de la gran naturaleza americana», como me dice en gentiles y hermosas palabras un escritor apasionado de Mallorca y cuyo nombre es al­tamente estimado en La Época. No me refino á D. Aquiles Fragoso, mt «entusiasta admira­dor»... Me refiero á D. Antonio Maura, presi­dente áel Consejo de ministros de Su Majes­tad Católica.

BUBÉN DAEÍO,

rido amigo Lintillac, quien supeditado á honorables disciplinas, no se atreve á ad­mirar lo que ama; y M. Brunetiere decía á Baudélaire ya bueno, ya malo. Ahora bien, los detractores de los poetas tienen dere­cho á denigrarles porque pueden, sobre la obra que está allí, momia sobreviviente, cadáver siempre ofrecido á la anatomía de la crítica, probar ó intentar probar la ve­racidad de sus diversos decires. Y la subli-midadde Dante, no es aun indiscutible!

Pero todo comediante ilustre, muerto, escapa á las objeciones por el desvaneci­miento de su presencia que podía única­mente autorizarlas. Es para siempre lo que se ha pensado que fué,, puesto que engran­decido en el énfasis de los recuerdos tras­mitidos de generación en generación, no tiene ya que temer que se compruebe la exageración ó la mentira de un juicio me­diante el que flota en la inmortalidad. En una palabra, el proceso ganadoi por el gran actor no puede ser revisado por los Tribu­nales de Casación del porvenir, á causa de que faltan las pruebas. í'i

Un último ejemplo: Cicerón puede ser escarnecido, tratado de aristócrata, de in­soportable charlatán, por el alumno de Li­ceo obligado á traducir una página de las Catilinarias, porque está presente, inmu­table, la página misma. Pero yo desafío á ese estudiante á que afirme que Roscius no era un gran actor trágico—porque no le es dable saber nada de ello.

Así, pues, los cómicos no tienen sola­mente los tumultos enormes de los aplau­sos y las flores arrojadas á susí pies en la escena y los folletones, incensariosi de par peí que difunden al día siguiente de cada estreno en torno del favorito el olor de elo­gios de las imprentas; no tienen solamenr te el o?o de Chile y del Brasil y las Améri-cas, que desenganchan sus carruajes para empujarles en triunfo, y en París, al des­pertar la genuflexión, realmente acogida de los jóvenes portadores de manuscritos, esas tímidas ofrendas; sino que además están seguros del eterno crecimiento de sus renombres de escalón en escalón— cada escalón es un siglo de cien siglos—é lo largo de la escalera de lo infinito.

En cambio de una tan espléndida pros­peridad, á la que no n«s oponemos, QOS-

DILUCIDACIONES

El mayor elogio heclio recientemeate ái laf" Poeisía y á los poetas ha sido expresado en laíigua «aiLgloisajoiia» por un hombufe irasos-peíchable de extraordinarias complacencias con las nuev« musas. Un yanqui. No satod»-mos. Se trata de Teodoro Roosevielt.

Ese presidente de República juzga á. loe ex-moniosos portaliras con mucha mejoai volun­tad quie el fil'ósofo Platón. No soiameate lee corona de rosas; mas sostiene su utilidad para el Estado y pide para ellos la pública estima^ ción y el reconocimieuto nacional. Por esto comprendereis que el terrible cazador es un varón sensato.

Otros poderosos' de la tierra, príucipes, po­líticos, millonarios, maniflestan una plausi­ble deferencia por ©l.-dios cuyo arco es de pla­ta, y por sus sacerdotes ó xi&príesentarites en una tierra cada día más vibrante de automóvi­les... y de bombas. Hay quienes, equivocados, juzgan en decadencia ©1 noble oficio de rimar y casi desaparecida la consoladora vocación de soñar. Esto no es ocasionado por el «sport», boy en creciente auge. Las más ilustres esco­petas dejan en paz á los cisnes. La culpa de ese temor, de esa duda sobre la supervivemcia de los antiguos ideales, la tiene, eoatre nos­otros, una hora de desencanto que, en la flor de su juventud—hace ya algunos lustros—su­frió un eminente colega—he nombrado á Ge-deón,—cuando, entre los intelectuales de su cenáculo, presentó la célebre proposición so­bre «si la forma poética está llamada á des­aparecer». ¡Ah, triste profesor de estética, aunque siempre regocijado y poliforme perio­dista! La forma poética, es decir, la de la ro­sada rosa, la de la cola del pavo ireail, ia de los lindos ojos y frescos labiois de las sabro­sas mozas, no desaparece bajo la gracia del sol. Y en cuanto á la que preocupó siemp-rei'á líricos dómines, desde el divino Horacio á Don Josef Mamerto Gómez Hermosilla, eíla sigue, persiste, se propaga y hasta se revoluciona, con juísto escándalo de nuestro venerable maestro Benot, cuya sabiduría respeto y cuya intransiigencia hasta desoos me inspira de aplaudür. Aplaudamo.s siempre lo sincero, lo conpcietite; y lo apasionado sohr-e todo.

II No. . La forma poética no está llamada á

desaparecer, antes bien á extenderse, á modi­ficarse, á seguir su desenvolvimiento en el eter­no ritmo de los siglos. Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía, dijo uno de los pu­ros. Siempre habrá poesía y siempre habrá poetas. Lo que siempre faltará será la abun­dancia de los comprendedores, porque, como excelentemente lo dice el señor 4e Montaigne, y Azorín mi amigo puede certificarlo, «nous avons bien plus de poetes que de juges et in­terpretes de poésie; il est plus aysié de la faire que de la cognoistre.» Y agrega: «A certaine mesure basse, on la peult juger par les pre-ceptes et par art: mais la bonne, la supreme, la divine, est au dessus des regles et de la raison.»

Quizá porque entre nosotros no es frecuen­temente servida la divina, la buena, la supre­ma, se usa por lo general la «mesure basse.» Mas no hace sino aumentar el gusto por los conceptos métricos. La alegría tradicional tie­ne sus represiQotantes en regocijados versifi­cadores en casi todos los diarios. El órgano serio y grave, el Temps madrileño, tiene en su crítico autorizado, eu su Gastón Des-chamips, vamos al decir, un espíritu jovial que á pesar de tareas trascendentales, no desdeña los entretenimientos de la parodia. No asom­brará mucho al Sr. Villegas que yo prefiera, en este sentido, el talento del Sr. Pérez Zúñi-ga. Cada cual en su especialidad.

Quedamos, pues, en que la hermandad de los poetas no ha decaído, y aun piidiera reno­var algún trecenazgo. Asuntos estéticos aca­loran las simipatías y las antipatías. Las vio­lencias ó las injusticias, provocan naturales reacciones. Los más absurdos propósitos se confunden con generosas campañas de ideas. Mucha parte del público no sabe de lo que se trata, pues los encargados de informarla no desean, en su mayoría, informarse á si mis­mos. El dilentantismo de otros, es poco eficaz en la mediocracia pensante. Una afligente au­dacia confunde mal aprendidos nombres y mal escuchadas nociones del vivir de tales ó cua­les centros .'ntelectuales extranjeros. Los nue­vos maestro;;, se dedican más que á luchar en compañía de las nuevas falanges, al cultivo de lo que los teólogos llaman «appetitus inordi-natus proprite excellentiffi.»

Existe una «élite», es indudable, como en todas partes, y á ella se debe la conservación de una íntima voluntad de pura belleza, do in­contaminado entjisiasmo. Mas en ese cuerpo de excelentes, hé ahí que uno predica lo arí)i-trario, otro el orden, otro la anarquía, y otro aconseja, con ejemplo y doctrina, un sonrien­te, un amable escepi'cismo. Todos valen. Mas ¿qué hace este admirable hereje, este jansenis­ta, carne de hoguera, que se vuelve contra un grupo de rimadores de ensueños y de inspira­ciones, á propósito de un nombre de instru­mento que viene del griego? ¡Cuando, por el amor del griego, se nos debía abrazar! Y ese antaño querido y rústico anfión—^natural y fe­cundo como el chorro de la fuente, como el rui­señor, como el trigo de la tierra,—¿por qué me lapida, ó me hace lapidar, desdo su lieredad, porque paso con mi sombrero de Londres ó mi corbata de París? Y á los jóvenes, á los ansio­sos, á los sedientos de cultura, de perfecciona­miento, ó simplemente de novedad, ó de anti­güedad, ¿por qué se les grita: «¡haced esto» ó «haced lo otro!», en vez de dejarles bañar su alma en la luz libre, ó respirar en el torbellino <Je su capricho? La palabra (¡whim» teníala es­crita en su cuarto de labor un fuerte hombre de pensamiento, cuya sangre no ei-a latina.

Precepto , encasillado , costumbre, clisé.., vocablos sagrados. «Anatema sit» el que sea osado á perturbar lo convenido de hoy, ó lo convenido de ayer. Hay un horror de futuris­mo, para usar la expresión de este gran cere­bral y más grande sentimental que tiene por nombre Gabriel Alomar, el cual será descu­bierto cuando asesine su tranquilo vivir, ó se tire á un improbable Volga en una Riga no as-pirada

PÁGINAS PIRENAICAS

DESAMPARO El presente cuadro, con que por primera vez «e

presenta ante el público el joven escritor - u e l o firma, tiene el trágico ambiente de las tierras hoscas, indejnen-tea y nebulosas que forman los valles orientales del Pirineo navarro. Ahí, en medio de soberbios panora­mas alpinos se desarrolla la vida de un pueblo ator-mentacKi por Ja pobreza, aterido por un culto funeral, más frío que las brumas y los hielos de sus montes te­nebrosos.

En aquellas tierras del Roncal, Salazar y Aezcoa, han nacido músicos famosos; pero no literatos. Por eso permanecen inéditas sus costumbres y sus dramas. Véase cómo un ingenio saturado del ambiente local añade á la contribución del arte literario una nota to­talmente nueva para el lector.

Ifa inoehíi helada y negra, cabalgando ©u hoscos nubarrones, acaba de sumir la monta-fia en un caos de ventiscas y áe estruendo.

En los altos collados de Changoa, siempre brumosos y ceñudos, y ahora cargados de enorme cantidad de nieve, humea un peque­ño y pobre casierío, poco diferente de una bor­da. Por encima dte su puntiaguda cubierta do tablilla, el ramaje desnudo de una haya, tor­turado por el vendaval, traza en. el espacio signos de amenaza. Junto á sus muros ne­gros, en diminuto redil de tapial medio de­rruido se agrupan, formando apretado pelo­tón, unas cuantas ovejas.

La cocina del caserío está alumbrada por teas moribundas y también por las llamas intermitentes de los troncos que arden ©n el hogar. Ambas iluminaciones sangrientas ex­halan humo negro que flota y gira por la es tancia. La redonda campana desciende hasta dos metros del suelo como vertiendo oscuri­dad y frío sobre las losas hendidas y desgas­tadas que soportan los grandes trébedes so­bre el escaño roto y mugriento y sobre un.9. miserable camita parecida á un pesebre que está colocada junto al fuego. En «lia se mue­re poco á poco una niñita escuálida. La avi­zora con fría indiferencia, una anoiana hue­suda, acurrucada en el suelo, delante de un mócete que dormita inmóvil en el rincón del escaño.

Es una noche invernal en que se han con­centrado las violencias y terrores de las tie-. rras bravas y de los cielos inclementes. Se es­cucha el rugido del viento alrededor de la ca-sucha y su silbar lúgubre y doloroso á lo lar­go de la chimenea y por debajo de las cru­jientes puertas. Un continuo estremecimiento) que parece agrandarse al oscilar de las lla­mas, sacude las paredes cubiertas de siluetas monstruosas. Diríase que rondan el caserío legiones de furiosas fieras cuando sólo le en­vuelve algo más terrible en su soledad desam­parada.

La enferm'ta, que ha permanecido largas horas en letargo, abre de pronto los ojos ne­gros y brillantes, y con voz débil, cargada de ternura, llama repetidas veces á su padre, sin que la abuela ni el muchacho la contesten.

—Alta, Alta—vuelve á decir esforzándose cuanto la es posible.—^¿No estás aquí conmi­go? ¿Me has dejado otra vez? Aita, aita, no te vayas... y sacando trabajosamente sus bra-c'tos de entre las revueltas ropas de la cuna, abre y cierra sus pequeñas manos, hazecíllos de menudos huesos.

La vieja, incorporándose un tanto sobre sus rodillas y avanzando su cabeza calva y arru­gada por encima idel rostro de la niña, fija en ella su mirada impasible diciéndola:

—Galla, angelito, y duerme, que ya vendrá tu padre.

La nifiina toma á cerrar los ojos, arru­gando los párpados y apretando neiTíiosamen-te los ptiñitos.

Así se pasa una hora. El caserío parece una nave^erdida en' el Océano tenebroso que lle­vara en su seno, como el mundo, el dolor con­gelado ya de la ancianidad desengañada y el dolor en flor Heno de fragancia de la inocen­cia. Luego se siente lejano el ladrido do un can; á los pocos minutos abrirse la puerta ex­terior del caserío, y en seguida las pisadas de un hombre que entra en la cocina, todo cubierto de meve y empuñando una larga va­ra. Es el amo, Fermín, que vuelve de la aldea á donde bajó por la mañana, exponiéhdose á grandes riesgos, para ver al doctor y decirle que su hijita seguía muriéndose lentamente. El médico ha escuchado de sus labios, un tan­to torpes, los progresos que ha hecho la en­fermedad desde que él vio á la niña, ocho días antes, cuando la nieve aún no había ce­rrado los caminos y luego ha escrito tma re­ceta. Fermín ha comprado la medicina en otro pueblecillo, aún más distante, y ha an­dado muchas horas, salvando cien obstáculos para llegar al fin á su casa, cubierto de sudor, abrumado de fatiga y con el corazón despeda/-zado. Un perro, «Gorri», le ha seguido en sus caminata».

La niñita, sintiendo á su padre, ha vuelto & abrir los ojos. Fermín se ha abalanzado á la cuna, y al ver la casi imperceptible son­risa que dilata los labios finísimos y descolo­ridos del ángel, ha dado gracias á Dios por encontrarla viva. El perro también, colocan­do sus manos:,enlodadas en el borde de tabla de la camita, ha lamido las ropas. El mucha­cho ha descendido del escaño frotándose los ojos. La abuela permanece sobre las losas del hogar con las piernas y los brazos cruzados.

Despójase el m^ontañés de su anguarina; saca luego de la faja una botella oscura, y tomando del basar una Cuchara de palo, se dispone á dar la medicina á la enferma. Esta le dice tristemente:

—<(Aitacho, aitacho», tú no me quieres, por­que te escapas.

—He ido al pueblo á comprarte «chochos», hija mía, y este poco de vino para que te pon­gas buena. Mira que bonito color- tiene.

L'b. niñita sonríe un poco mfrando á su pa­dre. Es lindísima y delicada como un capullo de princesa y en sus mejillas ha extendido la fiebre pétalos de rosa.

A una seña de Fermín, el muchachuelo que le sirve de criado incorpora á la niña, intro­duciendo sus manos regordetas, todo lo más suavemente que puede, por debajo de la al­mohada morena y el padre procura hacerla tomar la dosis, pero el líquido no pasa de la boca y se escurre entre los dientecillos hasta la barba y el cuello. Una tos seca estremece el flaco y diminuto cuerpo y un ¡loro, que es más bien gemido, contrae al fin la blanca carita que coronan mechoncillos de pelo acaraco­lado.

—Dejémosla tranquila, Irigoyen—dice el po­bre padre con desaliento, colocando botella y

cuchara en el escaño.—Echa más leña y qua Dios nos ampare.

La niña, rendida por el esfuerzo. Ha vuelto á quedarse aletargada. Se oye solamente su aliento fatigoso. En sus mejillas relucen dos lágrimas como diamantes y en su frente pe­queñas gotas de sudor recién brotado.

Fermín se sienta en un taburete al lado de la cama y con los codos en las rodillas y la cabeza entre las manos, impotente y rendido, soporta la íragelación de la suerte. Curtida en los pesares, con el corazón ya desecado, co­mienza á roncar la abuela apoyando en la pa­red la torcida espalda y la pelada nuca. El criadillo, vuelto á su rincón, mira con ojos muy abiertos á la enfermita y permanece en medroso silencio y en quietud absoluta.

Las horas de la noche, en vez de pasar unai tras otra, diríase que se han juntado en corro peíananente para girar despiadadas alrededor del caserío. Fuera y dentro se repiten y alter­nan unos mismos ruidos y unos mismos cla­mores alternando con idénticas pausas toda­vía más tristes. Cuando se suspende un iaiata el bramar de la ventisca se oye el mionótono indiferente, burlón cascabeleo de los grillos que viven ¡entre la ceniza del hogar, y el chia ' porroteo de la leña húmeda.

Feímín pasea su imaginación por el erial de su vida. Recuerda á su padre, muetrto trá­gicamente por una avalancha cuando condu­cía su ganado; recuerda á su hermano que el gobierno se llevó á Cuba para hacerle morir en un rincón desconocido; recuerda á su joven esposa que feneció desangrada al daf á luz á' su hija, también en el invierno, cuando los ca­minos de la aldea están cortados y los médi­cos no pueden subir á los caseríos. Luego pien­sa en los últimos cuatro años endulzados por el amor tiernísimo de aquella niñita que le ha hecho sentir inefables dulzuras, que le ha he­cho nacer á otra vida. Piepite eií su interior una y cien veces las frases de cariño que la inteligente criatura invertió par^i él; para él rudo y torpe y desgraciado que comprendía no obstante su precocidad pareciéndole mila­grosa; los nombres amantísimos que le daba; los inocentes reproches que le hacía. PaSrécele sentir en su cara broncínea el contacto de las manecillas de rosa y el alientíllo del ángel entrecortado por la risa juguetona y ligera.

Estremecido de dolor pónese en pie y se in­clina sobre la cuna. Con expresión de angustia miía un momento extático la pequeña y redon­da faz que refleja un manso sufrimiento; lue­go introduce una mano entre la ropa de la cama y la espalda de la niñita, una espaldita húmeda y caliente en la que se perciben todos sus huesecillos y la fatiga de su respiración; coloca su rostro entre la pequeña almohada YÍ la cabecita de la enferma y allí, como pegado á su hija, sintiendo el calor de su calentura y, los latidos disparados de su coirazoncito, co­mienza á notar el dulcísimo consuelo de las lágrimas.

Irigoyen adivina algo de la intensidad da la escena, porque también se ha acercado á la camita y retuerce con sus manos temblorosas las puntas de su blusa.

La niña toma á abrir los ojos y quiere vol­ver la cabeza para besaJr á su padre. Este co­loca sus labios con veneración dolorosa, coa místico sentimiento en los del ángel y recibe el aliento ardiente del capullo.

—«Aitacho))—le dice,—dame la mano y no t» vayas; no quiero qu§ te vayas.

—'Descuida, hija mía, que ya no me iré más. No me separaré de tu lado.

Y la mano de Fermín, callosa y deformada, aprisiona la manecita de la criatura que co­mienza á estsir fría.

Así transcurre otro largo rato. Durante él, Irigoyen renueva las teas y se oye un prolon­gado bostezo de la anciana. El temporal redo­bla BU furia. Las ovejas balan tristemente y, se oyen sonar sus cencdtros estremecidos. Por la chimenea parece que penetra más hielo.

De pronto la moribunda comienza á tem­blar y é agitar sus bracitos abriendo y cerran­do rápidamente los ojos. Su padre acerca más la cuna á la hoguera; la coge ambas manos y trata de infiindirla su propio calor alentando en su cara. Vuelve á calmarse poco á poco y ác cerrarse tranquilamente sus párpados. Píntase en su íindo rostro el reflejo de una sonrisa de su alma y Fermín, que tiene abierto el cora­zón y los sentidos solo para ella, la escucha decir con voz apenas perceptible:

-^¡«Aitacho, aita», cuánto me quieres! Pasa una ihora y otra hora. La madrugada

debe de estar muy corrida. Ruidos extraños que, res'uenan á lo lejos y ecos profundos que se adivinan cerca, en los rincones solitarios de la casa, detrás de las puertas y de las vi gas continúan su salmodia salvaje.

Al cabo de algún tiempo la niña toma & agitarse como un pajarillo bajo las garras de un gavilán. Se la vé mover los bracitos en el aire, iiacer ondular un tanto la revuelta ropa con sus pequeñas piernas. Aparece en su ros­tro un gesto de amargura infinita, de supre­ma angustia. Después entreabre los ojitos, ve­lados ya por una sombra mate, y aprieta con sus dedítos crispados los de su padre, movien­do al mismo tiempo los labios que soJo dejan escapar una especie de gemido. Fermín, arro­dillado é inclinado, echado materialmente so­bre el cuerpecito del ángel, permanece com» en éxtasis de dolor pretendiendo aspirar aque­lla vida que se escapa.

La agonía es casi perceptible. Un alentar más lento y algo ronquinoso; pequeñas sacu­didas, como de aleteo incipiente; inclinaciún de la cabecita sobre el pecihecln inflamado; frío y, rigidez á los pocos minutos.

El padre con el rostro pegado á la almoha-dita y los labios á la cabeza del cadáver conti­núa tiempo, mucho tiempo; cuando al fin se incorpora vé á los pies de la cuna al criadillo, que, postrado también, gimotea amargamente., y á la abuela de pie, con los brazba cruzados, en actitud tranquila y enigmática.

Los tres velan aquel cuerpecillo,muerto sin sacarle de la 'pequeña cama iparecida á un pe­sebre. En ella permanece también la muñaca de trapos, la «moña» que le había hecho Irigo­yen y que la niña quiso acostar á su lado cuan­do se puso enferma.

Diríase que la chiquita está donmida. N» parece su rostro el de un cadáver, culoraado como está por la llama de la hoguera.

Así pasan veinticuatro horas y llega la ma­ñana siguiente. Fermín, qpe ha preparado una sábana y una manta, haciendo un supremo esfuerzo, saca el pequeño cadáver de entre las ropas, lo envuelve en ©1 'lienoz, lo tapa con la lana y con él en los brazos, oprimiéndolo con­tra su pecho, sale del caserío acompañado de Irigoyen, que lleva un azadón y seguido del noble perro. La abuela queda en la 'puerta has­ta perderlos de vista.

Sigue nevando copiosajmente. La imnensa extensión de los montes blancos se funde con las masas informes de las nubes á la luz débil y cenicienta de la mañana.

Los montañeses comienzan á trepar lade­ra arriba, marcando con sus abarcas-ferradas hondas huellas en la nieve. El viento agita los extremos de la fúnebre manta como una ban­dera á medio arrollar y algunas veces descu­bre un piecillo blanco y engarabitado que toca las rodillas de Fermín en dos vaivenes de la marcha.

Al cabo de una hora de camino han ganado una altura desde la que se divisa inmenso i>a-norama á la sazón cortado en parte por la cor­tina bailadora de los copos y los cúmulos de bruma rastrera y pesada que empujados y ro­tos por el viento se precipitan de las cimas á loa collados y barrancos, envolviéndolo todo como en una 'humareda de volcanes. Alia aba-i jo, cual si estuviese sumido en una nevera, se vé el caseríOj, con su tejado negro y anguloso» y en planos inferiores la infinita sucesión d® hayales desnudos y rígidos.

Fsnnín E<Wíe eu el suelo la muerteíjíta y í«h-

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Page 4: El Imparcial (18-II-1907)

Madrl(i.-^Año XkL=Núm. 14.337

¡mando la azada comienza á cavaÉr con brío, primero «n la, niave, luego «n la t ierra húme-fe y olieníe, cubierta por el verdín finísimo •de las alturas. Cuando el hoyo es lo bastante profundo toma en sus brazos el fúnebre envol-itorio, descubre con cuidado la cabecita de la itfúertá, se arredil la á orillas de la fosa y uni­da su frente á la yerta frentecilla permanece ¡algunos minutos en u n postrero deHquio de aínor y d» desconsuelo, en una callada comu-tnió» de aanargura; deepués desciende al hoyo; t iende en él ©1 cuerpecito, diciendo:—«MEH la misma t ierra que t u madr&!», y comienza á ar reglar las tpliegues de la manta; pero antes de que con ella tape d«l todo la redonda cari-" ita, iprecipításe á su lado Irigoyen y rompiendo lá llorar con ^estrépito la be&a etusivamcnt©. 'Aulla el perro entre tanto.

Luego va volviendo FeWnín la t ierra al hue­co y bajo ella desaparece el bulto, mientras ¡fln« el mucliacho, rendido de cuerpo y a t o a , 'solloza echado en la nieve.

Terminada l a obra siéntase también *1 tiombre, por cuya frente corren grandes gotas d«i sudor que «1 viento hiela y mirando flja-•«nente la t ierra removida de la pequeña tum­ba, que va esmaltándose de blanco, aguarda á «jue l a nieve la cubra por completo. Lu«go se vuelve con los brazos abiertos hacia el potoíre ¡huérfano, rapatán de su miserable ganado. El ehico, medio atardido, corre á colgarse del cue­llo die su amo y al calor de la pr imera caricia qu« recibe en siu vida, siente que las lágrimas Be t o m a n bálsfimo en sus ojos y como un dul-for é& miel en l a s entrañas .

' Joaquín Argamasilla ds 1% Cerda,

nNTIGÜÓ VJAQDeRNO

DE ANATOLE FRANGE El Sr. Ruíz Conlreras se ha impuesto la laboí espi­

nosa de trasladar á n-uostra lengua las obras completa» de Anatolo Franee y hasta hoy va realizando su pro-{>ó«it6 coa regularían laudable.

El insigne escritor ftancé» pone ea sus disertaciones y «n sus diálogos una cantidad de eapiritu y de «spiit» capaces de arredrar á traductores menos animosas que ¡el Sr. Contrraas. Aquellas cualidades ha de vivirlas en icistto modo el traductor, reflejarlas é interpretarlas, paia que su labor pueda ser fructífera al nuevo público ique ha de saborear el libro en su nueva forma.

El Sr. Contreras salva generalmente con acierto las Bificultades de un autor tan exquisito, y aqui damos Una muestra de su tlltima traducción, « La Rotisseric de ía reine Pedauque ».

, » * Los primerog TO,yog del sol herían nuestros

fatigados ojos cuando llegamos á la puerta (verde del parque de las Arenas. No nos fué ¡preciso a l i a r el aldabón. Desde tiemipo a t rás pi dueño de l a casa nos haMaj ¡enteegado la llave de la puerta de sus dominios. Antes de ent rar «convinimos en que mi buen maestro se áde-ían ta r t a prudentemente con Anquestü én t re las Bombraa de la avenida, quedándome yo un poco rezagado pa ra observar, si fu«ra preciso, a l fiel Gritón y á los bergantes de la cocina, en caso de que vieran al intruso. Esta previsión, muy oportuna, debía ocasionarme graves con­flictos. Porque, en el momento en que mis dos compañeros acabaron de subir la escalera lle­gando, sin ser vistos hasta mi propia hábita-tAún, &ü la cual habíamos decidido ocultar al ieefior die Aniquetil has ta el momento de la fuga, ¡para tomajr la posta, cuando apenas llegaba lyo ai segundo piso, me tropecé con el señor de Astarac, quien envuelto en u n a bata de da­m a s c o rojo, y teniendo en la mano u n cande-lero do plata, me dijo, como de costumbre, po­niéndome la mano sobre el hombro:

—^Hijo mío, ¿no os sentís más dichoso desde que habéis interrumpido todo comercio con las mujeres, evitando así los peligros que ori­ginan las malas compañías? No, no tenéis que temer de las augus tas hijas del aire, ésas qüe-íreüas, esas pendencias, esas escenas injurio-eas y violentas, t an frecuentes en el t ra to de las criaturas Jivianas. En vuestra soledad os (Ofrecen las hadas, disfrutáis, ¿no es cierto?, (Una paz deliciosa.

Al principio, creí que se burlaba. Bero pronto comprendí, por su aspecto, que no e ra ta l isu intención.

—'Os encuentro oportunamente, hijo mío^— íagregó,—y os agradeceré mucho que tengáis l a bondad de acompañarme un momento á m i taller.

Le seguí. Abrió, con una llave muy larga l a puerta de la maldita habitación, donde yo ihaMa visto salir, poco tiempo antes, resplan­dores infernales. Y cuando hubimos entrado len el LaBoratorio, me rog'ó que avivara el fue­go que languidecía por' falta de combustible. Coloqué algunos leños «n el hornillo, donde se

cocía no sé qué cosa, esparciendo un olor as­fixiante. Mientras él revolvía crisoles y ma­traces con suá misteriosas mezcolanzas, yo, sentado en un banco, donde me había acomo­dado, cerraba, á pesar mío, los ojos. Obligóme á abrirlos para contemplar una vasija de tie­r r a verde, coronada por un chapitel de vidrio, que tenía en la mano.

—Hijo mío—me dijo,—es menester que se­páis que este aparato subiimatotío tiene por nombre aludel. Encierra un licor digno de atención suma, siendo hada menos que el mer­curio de los filósofos. No creáis que debe con­servar siempre su color oscuro. Dentro de po­co se habrá vuelto blanco y trocará los meta­les en plata. Después, debido á mis artes é in­dustria, se Volverá rojo y adquirirá la virtud de convertir la plata en oro. Sería, sin duda, Ventajoso para vos encerraros en este labora­torio, y no salir hasta que estas operaciones terminen; y á lo mimo durarán dos ó tres me­ses. Pero exiglroslo seria imponer una penosa contrariedad á vuestra juventud. Contentaos, pues, por esta vez, con observar los preludios de la obra, echando mucha leña al hornillo.

Después de estas palabras, se abismó de nuevo entre sus frascos y sus retortas. Entre­tanto, yo pensaba en la triste situación á que me habían conducido mi mala fortuna y mi imprudencia.

—¡Ay de mí!—exclamé, echando leña al hor­nillo.—En estos instantes la policía nos anda­rá buscando. Nos llevarán á la cárcel y ahan-donaremos este castillo, donde, á falta de di­nero, disfrutábamos de u n a buena mesa y de Una posición honrosp,. Nunca me atreveré á presentarme de nuevo ante el señor de Asta-rae, quien creé que he pasado la noche en las silenciosas voluptuosidades de la magia, y como mejor hubiera sino pue así lo hiciera. ¡Ay de mí! Jamás volveré á ver á la sobrina de Mosaide ,ia señorita Jaliel, que tan agra^ dablemente me despertaba por la noche en mi habitación. Y, sin duda, me olvidará. Ella querrá tal vez á otro, dedicándole las mismas caricias que á mí. La sola id«a de tal infldeli-dad, me resulta intolerable. Pero al paso que va eí mundo, hay que esperarlo todo.

—Hijo mió—me dijo el señor de Astarac,— no alimentasíeis suficientemente el atanor. Veo que no estáis aún bien penetrado de la excelencia del fuego, cuya virtud es capaz de m;adurar este mercurio, y de producir el ma­ravilloso fruto que muy pronto me será dable «eooger. ¡Echad m á s leña! El fuego, hijo mío, es el elemento superior; ya os lo he dicho mu­chas veces; pero, no obstante, voy á poneros un ejemplo. En un día muy frío del pasado invierno, fui á visitar á Mosaide, á quien en­contré sentado, calentándose los pies en u n brasero, y observé que las partículas sutiles del fuego que se escapaban del brasero eran bastante poderosas para inflar y alzar la hopa­landa del sabio; deduje que, si el fuego hubie­ra sido más intenso, Mosaide se habría eleva­do por los aires, de lo que es digno, sin duda; y que si fuera posible meter en una especie de nave una cantidad determinada de esas par­tículas de fuego, podríamos navegar sobre las nubes tan fácilmente como lo hacemos sobre el mar, visitando á las Salamandras en sus etéreas moradas. A eso dedicaré mis ocios más adelante. Y no desespero de construir u n a de esas naves de fuego. Pero volvamos á nuestra tarea, y echad más leña en el hornillo.

Todavía me retuvo, durante algún tiempo, «tí aquella habitación achicharrada, de donde no veía el momento de escaparme pa ra t r a t a r de reunirme con Jaihel, deseoso de contarle mis desdichas. Por último, Astarac salió del laboratorio y pensé verme, libre de él. Pero frustróse mi esperanza.

—lEl tiemipo—me dijo al retroeeder—está bastante templado, aunque el cielo se halle algo cubierto. ¿Ne os agradar ía dar conmigo un paseo por el parque antes de reanudar la versión de Zozimo el Panopolitano, que os honrará mucho á vos y á vuestro maestro, si ambos l a termináis como la habéis comen­zado?

Le seguí, con pena, por el parque; y él me habló en estos términos:

—'No me desagrada, hijo mío, encontrarme ¡solo con vos, pa ra preveniros á tiempo de un gran peligro que os puede amenazar cualquier día, y aun me reprocho por no habéroslo ad­vertido antes, pues el asunto reviste suma im-portaBcia.

Hablando de esta suerte, me condujo '& la

f ran avenida que llega hasta las ciénagas del ena, y desde donde se ven Rueil y Mont Va-

lerien con su calvario. E ra su paseo favorito, la avenida más pnacticable de todas las del parque, á pesar de algunos troncos de árboles que la obstruían.

—Importa-^prosiguió—ibaceros comprender & lo Qua os expondríais traicionando & vuestra Salamandra. No pretendo interrogaros acer­ca de vuestras relaciones con esa criati ira so­brehumana que he tenido la suerte de daros á

, LOS LUNES DE EL IMPARCÍAL

conocer. Sin duda sentís, ó, al menos, así me lo parece, cierto reparo en hablar de ella. Y vuestro comedimiento es digno de alabanza. Si bien las Salamandras no tienen respecto á la discreción de los amantes las mismas ideas que las mujeres de la corte y de la ciudad, no es menos cierto que los grandes amores las re­quieren, si han de ser inefables, y que sería profanar un hermoso y profundo sentimiento hacer partícipes de él á los demás.

»Pero vuestra Salamandra (cuyo nombre me sería fácil descubrir si yo sintiera esa in­discreta curiosidad), no os ha revelado tal vez una de sus más vivas pasiones: la de los celos. Este sentimiento es común á todas sus seme­jantes. Sabedlo bien, hijo mío; la^ Salaman­dras no se deian traicionar impunemente. Tu­rnan contra el perjuro una venganza terrible. El divino Parac^lso nos refiere un ejemplo que bastará sin duda para inspiramos un temor saludable; y voy á dároslo á conocer:

¡iHabía en la. ciudad alemana de Staufen un filósofo espagírico que sostenía, como vos, relaciones con una Salamandra. Fué bastante depravado para engañarla ignominiosamente con una joven, muy hermosa por cierto. Una •noche. Cenando con su nueva querida y con algunos amigos, los invitados vieron brillar sobre «u cabeza un muslo de líneas maravi­llosas. La Salamandra lo enseñaba para per­suadirles de que no merecía el enigaño de su amante. Después de esto, la visión celeste, in­dignada, fulminó contra el infiel una apople­jía. El vulgo, cuya ignorancia le inclina al error, creyó que se t ra taba de una muerte na­tural ; pero los iniciados supieron de qué mano había partido aquel golpe. Yo os debía, hijo mío, esta advertencia y éste ejemplo.»

Cuento de ladrones Era un hombre viejo, muy viejo; sus ojos,

rayados de sangre, parecían adormecidos eu las cuencas profundas, á& terroso color. Tenía los dedos de las manos escures y audoaos, y la boca sonreía constantemente, con cierta ex­t r a ñ a sonrisa que daba miedo. Yo siempre creí descubrir u n a historia de sombra en el secreto helado de aquellos ojos, donde había, ] por veces, un Tesplaudor de fuego, y otras' ve­ces u n resplandor verdoso como eí limo que se ve en lo hondo de las charcas. Aquel hom­bre murió. Entonces quise saber te historia presentida; y u n a noche, en la casa graiade de Varas, cierta vieja cuentera que sabía bien las crónicas del país, hízome gracia de una narrajción escalofriante y sombría.

Estábamos en la cocina. Ráfagas implaca^ bles arremolinaban la lumbre. Al comenzar su historia, la voz de la anciana fué como la del viento: austera. Sonó quedameníe, con algoi de sibilina, de perverso quizá.

—^Sepa el que me oye cómo ©1 hijo miás¡ mo­zo del leñador de Montesefio era, por aquel entonces, el hombre más temido en todo este arciprestazgo de Varas. Túvosele, a l comien­zo de sus mocedades, por fachendoso y de va­lor; pero las hazañas suyas, que no se creerán andando los tiempos, acaecieron en lo® presi­dios áJ donde fué condenado por mata r á un hombre.

Calló la vieja un instante, dejándose oir el' borboteo del agua en la olla de barro. Las hazañas de que luego habló eran inquietantes y amedrentadoras, como visión de pesadilla, A no contármelas persona de t an ta verdad, yo las hubiera incluido entre ésas que urde el pueblo con el fin de entretener las veladas largas.

—No se sabe de dónde el condenado sacaba fuerzas pa ra romper los hierras y «ecaparse de l a prisión; pero es la verdad que logró h u i r varias veces, t i na de ellas no volvió á la cár­cel. Díjose en el país que un señor muy pode­roso—el señor de Freás, á quien conoce bien el que me escucha—había menester de la fuer­za y de la valentía del presidiario. Este hom* bre, puesto len el trance de temer á la justicia, hízose bandolero, y con otros como él, aanda-ba isiempre fugitivo por los montes, y la vida en todo Varas e ra por aquel tiempo bien aza­rosa. ¡Las fechorías que se cometieron, bendi­to Dios! jRaro e ra el día en que no se encon^ t raba cadáver algún hombre sobre las vere­das 6 eobr© la hierba de los prados!

Y hé aquí cómo una noche sucede algo que da todavía miedo de recordar. Fué que en la casa de Serantellos aparecieron degollados el señor y la señora. Los hijos, que eran enton­ces muy nuevos aún, lloraban, «¡pobriños!», en la cocina. Par t í a las alas del corazón el verlos. ¡Y todo por robar, señor; qué almas! Como no se sabía de los causantes, porque eran numerosas en el país las cuadrillas de bandidos, muchos hombres fueron presos; mas no resultando nada que les denunciase, bien pronto dióles suelta la justicia.

í-í) Lunes 18 de Febrero de 1907

EL CAMPO Y LA CAZA

IOS Eff l ldOSlÉ" LAS PERDICES En el haz de maldiciones que lanzó á la so­

ciedad aquel cazador romántico y geniai que 6e llamó en el mundo D. Lorenzo Milans del ÍBosch, había tres p a r a en esta vida y tres p a r a en la otra, contra quienes quebrantaban el deber impuesto por Dios á los hombres de t rasmit i r á sus sucesores la herencia de sus ¡padres. Maldijo el progreso, que hacía morir ide indigestión á los oentroa y de hambre á. las periferias. Maldijo el vapor, que suprime las testaciones del tiempo y las zonas de la t ierra. Maldijo los caminos de hierro, que acarrean ¡toneladas de caza á los antros desfondadoe de fas modernas Babilonias. Maldijo, en fin, á los guardianes de l a io r tuna pública, que la idejaban perder en sus manos.

Enamorado de la naturaleza, pasó la flor fle su vida cazando é le caballero y estudiando iel asunto, especialmente la riqueza que ofre­cía á España la perdiz. Y apoyado e n volumi­nosa correspondencia y prolijas investigacio-nes, dedujo u n a existeneia de 12 millones de perdices en nuestro territorio. Y de cálculo en cálculo y deducción en deducción concluía «.firmando que sóilo ellas dejaban á su pat r ia u n a riqueza de 100 millones de pesetas al año.

No es fácil seguir al noble g;eneral en sus operaciones logarítmicas y en sus aplicacio-íies catalácticas; pero haya en ello sus más ó sus menos, aplaudirán todos la solicitud ten el trai»ajo y convendrán en la importancia ¿el asunto.

Descanse en pkz ©I buen cazador: que si su iespíritu romántico volviese á chocar con esta iectualidad de la caza, de rebote t o m a r í a á la ¡nada después de ar ro jamos al rostro un nuevo baz de maldiciones...

t á ©stimaciótt de la perdiz en Europa es JCada día mayor. El tiro de los mercadea au-imieota) lal' :peiisecución efe la especie. La deflen-ifle eni M ei trahjero con la veda; aquí, sin ella. Quedaría relegada á los gabinetes de Historia Natural . No hemos llegado aúni é eso, pero itodo se andará , como decía al" reo el alguacil de l a penca.

Los enemigos del hombre son tres, y los de 'la perdiz, cuatro: l a naturaleza, los animales, los homEres y_ las perdices.

Veamos cómo. Los neyáscos las matan de fiambre y las entregan indefensas. Los cam­elos bruscos de temperatura lae son fatales; l as faeiaíaa de primavera las vuelven tísicas. Las sequías extremas las pueblan de parási-•itos, y las inundaolones las ahogan. Pero so­bre todo, las nubes de verano las diezman y los pedriscos las aniquilan. En cuanto los ca­tadores ven cubrirse de nubes recortadas y plomizas t m cielo calino en día de bochorno, auguran daño. Y no marran . Al atardecer sie id'esenoadéna l a tempestad, y si es idie piedra, ¡adiós cría y adiós temporada. La piedra ^rue-ea atollasca á las madres y destroza los nidos-; ly como las tormentas devastadoras coinciden con la nidiflcación, de aquí la inquietud de d<Ml caaiacloipes y el terror de los campesinos. Y

\

no sólo los ramblazos ar ras t ran los nidos, sino que los truenos y las descargas los enhueran.

¡Cuántas veces los pastores y masoveros hal lan perdices muertas con las alas extendi­das cubriendo sus huevos ó amparando á sus pollueios, vivos algunos y en espera de un ca­lor que no les puede d a r ya la madre! •

Las que í e salvan de los hidrometeoros y de los rigores del cielo, han de salvarse también de los peligros de la tierra. Mamíferos, aves y reptiles son otros tantos enemigos del tesoro de la oaza. Culebras y lagartos, erizos y rato­nes, se empican á los nidos y los atacan con repugnante voracidad. El perro salvaje y el faltrero, olfatean y embisten la perdiz por ins­tinto y gula, mejor que el pointer y el perdi­guero por instinío y enseñanza. Las zorras y los tejones, loa gatos cervales y monteses, las ginetas y garduñas devoran la caza menor y se sorben los huevos. De la rapacidad de los rapaces no hay que hablar: ello lo dice. Cuan­tas aves se emplearon en l a caza de altanería, t rabajan por su cuenta con la misma acucia aunque mayor voracidad que en los tiempos do la cetrería medioeval. Y los cuervos y las urracas, perniciosos y mañeros, ni la dejan criar ni vivir.

En esta lucha por la existencia que se des­envuelve en el gran escenario de los seres vi-Sfientes, con sus ataques, defensas, acechos, emboscadas y estratagemas, siempre repetida y siemipre nueva, todos son verdugos y la per­diz víctima. Todos, incluso el hombre, el ser creado ó, imagen y semejanza de Dios, que en la honorable comandita de ratas , cuervos, zo­r ras y culebras destruye á destiempo con la eficacia de una inteligencia superior lo que es gala del campo y emblema de la fecundidad.

El hombre aprisiona la perdiz con el redi-joso buitrón, la estrangula con el lazo, la tor­tu ra con la ballesta, la atrae con el reclamo, la confía con l a enramada, la envisca con el hisque, la encandila con la calderuela, la en­camina al suplicio con l a onda, la obliga al polAiíílo de la muerte con los alares y la chu­chea con orzuelos, cajuelas y sinnúmero de engaños y artificios. Y no sólo la esclaviza sino que_la pervierte. Domesticada y envile­cida, le sirve pa ra que el taacho rete «al cam­po» fingiendo valor y luego cobardía y le atrai­ga arteramente á reñir, y de la hembra pa ra que enamorisque y ciegue al pájaro encelado. Se vale, pues, en el tollo, del amor de las per­dices; en los cebaderos, de su apetito, y en los agíuaderos, de s u sed.

¡Y la llamamos arisca! ¿Qué fuera de ella sin su arisquez y su admirable fecundidad? Si duerme entre los perfumados ramajes, la sor­prende el reptil ó la al imaña; si vuela al cam­po, l a advierte el ave de rapiña que se cierne en las a l tu ras para darle una calada; si canta en un risco, llama al pastor, si descubre una lonigadaí de trigo, da con un cebadero; si apeo­n a á, la aguada, va al peligro; si acude a l reto del perdigacho ó á los dichos de la hembra, la asesina el jaulero: y en días serenos la matan y en los de tempestad muere. Siempre el ries­go, siempre la muerte con el disfraz del amor y los goces del vivir.

^ r o ¡qué mayor peligro que su instinto sui­cida! No Bien termina la corriente del celo, co­mienza á registrar los terrenos frumentarios próximos á la zona montuosa que habita, para disponer la postura y hacer el nido en las siembras tempranas en los cebadales, algarro­bales y trigales adelantados, en cuyos surcos y regueros va depositando los nuevos. Y como las algarrobas se arrancan y las cebadas se siegan por Santa Quiteria, y aun antes en An­dalucía, cuando los pollos no han roto todavía el cascarónj imagínense los profanos la cuen­ta que darán de los nidos los escardadores, se­gadores y demás proletarios campesinos, ave­zados ya á considerar el provecho de los nidos como adehala del jornal.

Quienes hayan cazado codornices verdes en la Mancha, las Castillas y Andalucía durante los hermosos días de primavera, habrán ob­servado la frecuencia con que se vuelan perdi­ces en las tupidas cebadas, t an pandas y re­misas, por los huevos que llevan ó por el nido (tue dejan, que á poco que se sepa t i ra r no se las yerra. Si no hallan sToiibras aprovechan lxis regajones, rehoyos y barrancos para ani­dar, precisamente lo que serán vías de agua en las nubes d© primavera y dé verano. De modo que siempre dan en la flor de hacer la postura donde la exposición y el riesgo son ma­yores.

¡Y floja mafia que se dan en l a rebusca de nidos de perdiz Ips que viven y trabajan en el campo! Sin ser hebraizantes, en eso do des­t ru i r la cría más que á los rigores de la ley Canalejas y del reglamento VadíUo, se atie­nen á las permisiones de Moisés, quien pres­cribía al pueblo de Dios que «cuando topasen Con algún nido de aves con poUoS ó huevos, dejasen ir á la madre y tomasen los pollos pa­ra que les fuese bien y prolongasen sus días.» (Deut 22-6) Cuyo precepto admiten también log cristianos viejos durante la segazón á vista de propietarios, cachicanes y manijeros, que aun suelen decirles cuando topan con un nido, que buena pro les haga.

Fecunda es la perdiz, pero si l a gente do campo sigue añascando los huevo®, pronto ve­rán los cazadores el fin de una raza y los ma­tuteros, el fin de un negocio. Y es lástipia que no se aumente la caza nacional. Porque aun el lobo alioaentado y domesticado pudiera ser­vir para guardar el ganado, como el matutero cazando alimañas y bien recompensado ser­viría pa ra defender y guardar la caza. Así lo entienden los europeos, que gratifican al ali-mafiero con esplendidez y guardan la veda con rigor. Con monomanía, porque palpan los fru­tos de su empeño, Austria-Hungría, Alemania y aun Rusia expiden á los «hallas» de Pa r í s cantidades fabulosas. Sólo Austria remite al año más de 200.000 perdices y Alemania poco menos. Uno de los j^randes traflcantea facturó pa ra los departamentos la Noche Buena, 24 vagones de caza, casi toda extranjera. De Es­paña se recibieron allí 80.000 perdices en año reciente; pero como aliora está probübida la exportación, seguramente se remitirán 100.000.

No insisto más, y á mi tema. Por lo pron­to, la veda; y pa ra conseguir su efectividad, la observancia de las circulares dB 14 de Marzo

Esto, sin embargo, debió servir de ense­ñanza, porque las parroquias de Varas pudie­ron vivir, durante algún tiempo, una vida so­segada. Más tarde el hijo del leñador de Mon-teseño, que ya parecía olvidado de sus malas ar tes y hecho hombre de bien, compró, con do­blas del señor de Freás—todo el mundo lo sabe, —una recua de muías y se metió á arriero. La aldea olvidó sus crímenes, y el muchacho iba viviendo feliz. Cantando tonadas al uso de otras tierras, veíásele salir en algunos ama^ neceres, y llegar por Ja .mañana del otro día jaranero y reidor. Aún mozo cabal, en los si­tios donde se hila y se canta, Jacobo el arrie­ro no era, ni con mucho, despreciado de las mozas, r^só por fin y tuvo hijos; hijas más bien. ,

El tiempo parecía haber borrado ya sus malas obras, cuando de pronto un hombre muere en la Pa rada do Ameixal, y antes de morir cuenta que él, en compañía de otro so­lamente, había sido quien diera muerte, hacía muchísimo tiempo, á los señores de Serante­llos. Como el asesino, por aquel entonces leja­no e ra muy compadre del arriero, comiénzase á sospechar del buen Jacobo y á temer la ven­ganza de los hijos, ya mozos, de aquellos se­ñores. Por eso, siempre que el arriero salía de la aldea, su hija mayor, á la hora del re­greso, escondíase detrás de las matas , allá en la hondonada de Sampayo: el rincón más pro­picio pa ra fechorías de muerte.

Pasó algún tiempo, y nada; pero una no­che, poco antes de amanec^f, oyó algo que la llenó de terror. Como ella, ocultos en la espe­sura, dos hombres aguardaban el paso de su padre, qUe vendría al poco tiempo con su^ré-cua por el camino de Agrolongo. La moza que­dóse espantada. Pensó salirle a l encuentro, pero comprendió que él, sabiendo de la ase­chanza, seguiría con más priesa aún, porque valeroso lo era; pensó hinojarse á los £iés de aquellos dos hombres y ofrecer su vida á cam­bio. Temió darla inútilmente.

Y en esta angustia, tiene de pronto una idea y sale arrastrándose, sin ser vista ni oída, y llega a l puente de San Fiz... Ese puente, que hoy es de pie(fra, era entonces hecho de ta­blas, mal sostenidas por dos troncos de no grande espesor, á las que, un largo razal, ser­vía de pasamanos.

La vieja calló, pa ra atizar el fuego que co­cía las castañas. Olores de madera y de resi­nas ardiendo difundiéronse un instante por el aire. En aquel huelgo dado á la historia vi el pasaje donde se levanta e l puente; y yo, que he pasado por él con temor, recordando la des­cripción de la abuela, no sé cómo nadie lo cru­zaba entonces. Va el río allá en lo hondo, hi­lando el lino de sus espumas en ruecas de pie­dra , y los bordes de aquel tajo ciclópeo de la montaña, son de granito que tiene ar is tas cortantes. Una caída allí, es de salvación im­posible.

La anciana bebió u n trago de vino calenta­do en el rescoldo, y luego de limpiarse la boca con el delantal de lana burda, dijo que á la moza ocurriósele deshacer el Trágil puente. Su padre llegaría, y no pudiendo cruzar el río, había de buscar^ por fuerza, los pásales de Tordoya, gue,son bastante lejos. I r ía en­tonces á su aldea" por otro camino, y libre ya, aquella noche, de la asechanza, p a r a el otro amanecer de Dios tiempo quedaba de pensar. No se le pasó por el pensamiento que el viejo pudiese venir descuidado y caer á lo hondo. Vio en su idea el medio de salvación único, y tal como lo pensó lo hizo.

• Llegando '& esto, la anciana, muy larga­

mente, comenzó á contar cómo la moza se re­t ira á su aldea, ya casi tranquila. El liuracán de la noche parece hablarle con voces llenas de misterio. A lo lejos las estrellas van dejan­do de brillar, y poco á poco una angustia ho­rrible se le enrosca, como una serpiente, al co­razón de la moza, apretando, apretando... Anda ya asustada de una parte á la otra, y va á caer de rodillas con la cara á la luz que nace, y reza: «¡Sálvalo, virgen san ta de Gomesende! ¡Por las siete espadas qUe te t raspasaron el corazón, sálvalo; por las lágrimas que vertiste al pie de tu hijo en la cruz! ¡Sálvalo, virgen mía, aunque no sea inocente, y prometo i r des­calza, con estos pies que siempre llevé calza­dos, hasta tu ermita, el día de tu fiesta!...»

Comienza á sentir cierta inquietud. Su pa­dre ha tenido sobrado tiempo de llegar. Sale, llena de zozobras, y recork-e el camino de Tor­doya, hasta los parales. Sube á una loma y milra: el camino ondula solitario, y va á per­derse sobre la cumbre de otra loma desvaneci­da, azul. Vuelve á su casa, encontrándola tan silenciosa como la dejó. Una ansiedad sobre­humana la fuerza luego á ir por el otro ca­mino, aunque sabe que esto es Inútil. Y enton­ces, llegando á la umbría de Sampayo, vé mu­cha gente, oye voces. Algunas caballerías tris­can mansamente en los valladares olorosos.

Un hombre está tendido soüre un charco del sangre que mancha de rojo la yeíba blanca] por la escarcha de la noche.

Y la vieja, sabedora de grandes secretos! para encender la emoción, calló cuando estai dijo y bebió nuevamente.

—Pues aquel hombre, señor, no era el psf dre de la moza. Era un aldeano de Val verde, que t raía la recua del arriero por tener e<!te precisión de quedarse en Agrolongo. Aún es­taba con vida.

La moza, al verle, no pensó casi en su pa-dre, ni en la t r i s tura de aquel pobire cuerpo acribillado á puñaladas. Un terror sobren* tural le hacía castañetear los dientes. ¿CómiS el extraño había podido llegar hasta allí? Caitj desmayada se acercó al moribundo.

—^¿Por dónde vino?... ¡Diga!... —¿Por dónde había de venir?... Y ella, con angustia mayor, llena el almlj

de un sobresalto espantoso, se acercó más. — ¡Si no puede andarse ese camino hastti

aquí! Ya no hay puente... ¡Le he deshecho ]ri| misma, esta mañana!

El hombre, con voz débil, contó que se h » | bia adormecido sobre u n a de las caballeríj*! Po r el puente de San Fiz venía durmiend»! aún. Mas por allí había pasado; estaba seguJ ro. Poco después, dos hombres le salieron ^ camino.

La gente comenzó entonces á correr hacin San Fiz, dejando, sola con el moribundo, á Itf hija del arriero, que parecía loquear. Taetl bien haSía ido la anciana narradora; y, l l i ^ gando, vieron todos, sobre el abismo, de unifl banda ,á l a otra, uno de los dos troncos qo i^ sostenían el puente. ¡¡Los aldeanos viejos s bían bien que las bestias fian mucho en la i puridad de sus cascos!

Yo, al oir esto, sentí un escalofrío. Y niieflí t ras la lumbre en el hogar se retorcía con ofrfl dulaciones violentas, la vieja, casi aJegílij tuvo una sonrisa enigmática.

—(¿Sabe cómo concluye el cuento? Yo la miré.

—^¿Sabe cómo concluye? Pues el herido mfl«; rió aquella mañana . Pero, antes de morir,' declaró ser el otro de los dos hombres que, eB-cíertp día lejano, habían dado muerte á lof señores de Serantellos.

Cuando la anciana puso fin á su naarracito^ parecía animarse la lumbre, y en sus^Uames,; yo veía labios ansiosos de habla r y ojos coa* | cedores de un secreto inviolable.

Pedro de TOB.

Actualidad extranjera Las reformas de la Ctiina

Los corresponsales de la prensa inglesa {.K alemana vienen hace tiempo hatolaaidio de l a l f trasformaciones "próximas del gran imperio, f has ta llegó á asegurarse hace poco que el «n perador había querido a ten ta r contra su vidí porque su imperio no se reformaba oon la niM pi3ez apetecible. S

Mientras estas cosas se refieren, loa auflfwS tos mandarines opinan que todo ese moviiiafl)a| to es ridículo y contraproducente, y que la ) ^ l cular tranquil idad aventaja siempre a la t r a f l formación más insignificante.

Acaso entiendan también los mandariml que toda modificación en las costumbres aaí cestrales contribuiría á que el conde de Toli» toi les perdiera el hondo afecto que les pro(^ sa, y esta razón abona algún tanto la auguBt* determinación mandarinesca. '

Al sentimiento de inquebrantable sosiega que los anima debe de atribuirse también ni. novísimo reglamento de la prensa, cuyas priii« cipales disposiciones son todas de carácter te^ minantemente prohibitivo y tan concluyent» como estas: j

Queda prohibido censurar los actos de 1 íamilij, imperial.

Queda prohibido protestar, sin razoMj plausibles, ctrntra los actos del gobierno. ¡

Queda prohiMdCi'TptiBilcaf' níSittgsi'|rci;WM| cíales al sosiego público. « j ™

Se prohibe publicar artícTiÍo& contrati»^ la moral de Confucio. -..

Se prohibe divulgar los secretos de ci4j quler indfvTduo y emitir pareceres atíntató rios contra el honor de las personas, -

El despertar del pueblo chino que algUDUMÉi entusiastas irreflexivos predijeron en la époctS ya lejana de l'á" guerra con el Japón, s e t tS muy remoto todavía, sobre todo mientras kdp mandar ines persistan en su quietud iiiq\»j brantabla

B.8.

No se devuelven los originales.—Del COOAS nido de los artículos son responsables sus n s tores.

de 1881 y 2 de Marzo de 1888, singularmente en lo que concierne á la vigilancia de a f e l i o s á quienes por isus antecedentes, por su vida en despoblado ó por eil tráfico de compra-venta de caza á que se dedican, denuncian la 05»-nión y los aficionados. Ahí está el toque, en la viígilancia en poblado. La Guardia civil se sabe de memoria á los dañadores y fácil le es dar con ellos, no cuando siegan la mies, sino cuando meten el grano en las trojes.

A ellos, pues, señor presidente; á ellos, se­ñores ministros de la Gobernación y de Fo­mento; que pa ra la repoblación de la caza—^y mientras repoblamos de ideas modernas el ce­rebro nacional—buenas son las denuncias de los cazadores, la vigilancia de las autorida­des y l a fecundidad de las perdices. ¡A ellos! porque si' no á los cuatro enemigos de la caza menor habrá que añadir la vacuidad de la Administración y la inanidad de las leyes.

Julián 5ETTIEE.

P. S.—SIGUE EL PESCASTE.—^^A propósito del artículo «En días de nieve», me escriben de una población de la sierra de Albarracín. que conozco mucho y quiero más, lo que sigue:

«Lleva usted razón. Las matanzas se ha­cen ahora en los cebaderos de las eras. Un ba-bazorro de la Alagosa mató hace días nueve hermosas perdices de un escopetazo desde la misma puerta de l a masada; dos renteros de Foyuela, 118 en los cebaderos de aquella fin­ca, y anteayer, un posadero compró 70 más en bloque. Esas perd'oes tan bravas acuden aho­ra, heladas, a turdidas y hambrientas, al en­gaño de las eras, donde cualquier mamacallos las asesina. Y como para muestra basta un bo­tón, excusó decirls á qué grado de exterminio se está llegando en una comarca como esta, cubierta por medio metro de nieve petrifi­cada».

Y añade otro amigo: «La nieve es tanta, que esas patirojas que en vano buscan uste­des en otoño, se nos entran ahora por las puer­tas de las masadas. A toda caza se la coge amedrentada. Mi criado mató ayer una^liebre arrojándola un bieldo desde el corral , 'y los dos pastores llevan muer tas 53 perdices junto á las parideras, en donde tuvieron que ence­r r a r dos hatos de lanar sorprendidos por las nevadas».

Lo que me dicen y publico es un dato pa ra que todos midan la inmensidad del daño y calculen lo que estará aconteciendo en las co­marcas nevadas.

Convengo en que las autoridades son im­potentes pa ra imponer el remedio, que al íln y al cabo se t r a t a de fincas particulares; pero ¿y los propietarios cómo no evitan el despue­ble de sus montes, y cómo los masaderos y granjeros no reconocen sus intereses?

Intentemos demostrar en cuatro l íneas có­mo esas doscientas peirdices (y serán ya rrál) muertas en una zona relativamente pequeña, hubiesen realizado de nuevo con su fecundi­dad el milagro del pan y de los peces, calcu­lando, claro es, en el terreno quebradizo de las suposiciones y probabilidades.

Las que ahora se matan haii tDepechado ^ la ba rga de l a cuesta, es decir, se ham l ü » de la caza de otoño y de los peiligro«| diél I viemo, están e « vísperas de la corirónte 1 celo y van derechas á la mdiñcación. Para I efectos de la reproducción cada u n a vale 1

Pues supongamos que de las ^ 0 ases das en un p a r de días por esos tochos, bu sen sucumbido las 50 á los rigoires de la m raleaa y á los t i ros problemáticos de los jti leros. Quedarían 200 pa ra criar. Supomg también u n a mitad hembras y u n a postura i diez huevos por nido (que es poco-, eabifl ' que l a perdiz Toja, la más estéril, pone 1 do menos de ocho á catorce huevos, y que I hay que hacen dos nido®, uno de los incuba el macho) y tendremos 1.000 pe ñas , que con las 200 viejas, darán un efei de 1.200 patirojas p a r a cazadas al desveda!'

Supongamos, por fin, que de esas l.W'" «dos terceras partes», ó sean 800 (y es mw son víctimas en el t rascurso del año co de los accidentes natairales', de las 1 fias salvajes y socialJes y de los cazador»! ley, y aún tendremos 400 pa:sa criar, 200 hembras ofrecerán u n contingente de! pollos que, adicionados á sus 400 padres, 1 marán u n a población a l ada de 2.400 pioosf la temporada de 1908-1909.

Cuya sencilla opeira/Oión repetida eo i les proporciones has ta la pcrimavera de en quinquenios, arrojar ía los' síguientieo 1 tados:

Año 1908-1909.—1.600 perdices, ó seaii teroéras partes pa ra el truculento repaito^i sus cuatro enemigos, y 4.800 perdices y perdigones nuevos pa ra el monte.

Año 1909-1910.—3.200 y 9.600. Año 1910-1911.—6.400 y 19.200.

.Año 1911-1912.—12.800 y 38.400. Al cabo, pues, de un quinquenio se ha

consumido u n a ren ta de 24.850 peírdioes yí roado un capital de 38.400, cifras que el Y al decenio serían, irespectivamenté, 1.612.SI 1.228.800. Y aBata pónganse á estos 1 cuantos repant» se desee, sálvense los > que contengan, barájeseles como guste y ( céneseles cuanto plazca, y siempre se oh' drá u n producto importantísimo y á prin vista incomprensible. A todo me allano, nos á que se discuta la excelenci a de la 1 impuesta per el Estado y sentida por íai ción.

Pues con ser esto el abecé del negoeiod desconoce en un país como España, dOEdíJ caza puede ejercitarse como en ningún 1 de Eujiopa, según reconocía en su libro el 1 logrado príncipe heredero de la ooTOia I Austria.

En cien millones calcUlabaj el geneiral 1 lans las perdices que llegó á haber en 1" de Carlos IV, y en otros cien calculiairía ( quiera las que v<dverían á poblar mi monte® y campiñas en diez años de viv*r4j europea.

Pero ni los cazadofpes abr i rán los ojoej ver claro, ni los propietarios pa ra lleGUlif bolsas.

Y basta de matemáticas.—S.

Page 5: El Imparcial (18-II-1907)

Madrid^-Ais. XU.--Nám. 14.337 EL IIPARCIAL (5) Lunes 18 de Febrero de i907

EL SERI/ICIO OE_£ERROCAñBILES ron TMtEGSAFO

E l l i o i ' R i ' i o <ie G n l i o i n

Villagaroía 17 (3,18 tarde) Viene siendo motivo de general disgusto

desde su implantación, por las dificultades que presenta á los viajeros y á la v ida econó­mica de la comarca, el horario por que des­de 1." de Junio próximo pasado se rige esta .Compañía ferroviaria; disgusto que se ha acentuado m á s al saberse que existe una real orden, dictada recientemente, en la cual se preceptúa el restablecimiento del horario an­tiguo, por considerar absurdo el que ai pre­sente rige.

Las casas que tienen numerosa correspon­dencia se ven en la imposibil idad de contes­tarla á vuelta de correo, á menos de trabajar durante las a l tas horas de la noche.

El servicio de viajeros entre Vil lagarcía y ]a capital de la provincia hácese imposible, puesto que hay necesidad de esperar has ta las cuatro de la madrugada para uti l izar el tí*en-correo, único que comunica entre ambas pn-h! aciones. Peor aún está entre Sant iago y Vi­llagarcía con Vigo.

Hasta los labradores t ienen considerables pérdidas con el i t inerario actual , pues los Lira-ceros que viven en las estaciímes del tránsito no pueden ir y venir en el día,

Gomo se asegura que la Compañía, aun siendo favorable á sus intereses, no puede cumplir la citada real orden, hácese preciso que el ministro d? Fomento tome cartas en el tisunto.—Gil.

L a l i n e a <1«l H o v t e Sssovia 17 (7 laohe)

El alcalde, el presidente de la Cámara de Comercio y los representantes de diversas corporaciones, h a n telegrafiado á los minis­tros de la^pobemación y de Fomento, y á los diputados y los senadores por Santander, para conseguir que se restablezca prontamente el t>;-áflco de mercancías en la l ínea del Norte, que se hal la paralizado á causa de estar in­terceptada la v ía férrea, por desprendimien­tos de terraplenes entre Santander y Reinosa.

En el mismo sentido han solicitado del go­bernador que telegrafíe al gobierno.—Lasso.

mOmiEBAO EOlT&miAL BS ESPAÑA

OFICINAS

REUNIOillES V SOCIEDADES Está noche cont inuará en la;.Real Acade­

mia de Jurisprudencia la discusión de la Me^ moría del Sr. Michelena «Derechos del cón­yuge viudo», haciendo uso de la palabra los Sres. Amoraga y Traver.

—La Universidad Populaf cont inuará esta hoche, á las nueve y media, sus tareas en el Centro Instructivo y Protector de Ciegos, Bar-bieri, 18.

—En l a Sociedad Femento de las Artes con­tinuará hoy lunes, á las nueve y media de la noche, el curso breve de c iencias físicas, á cargo del profesor Sr. Jiménez.

—La Sociedad Española de Higiene cele-tt"ará sesión científica y pública m a ñ a n a mar­tes, á las nueve de la noche, en su local, Mon­tera, 22. El doctor Pérez Noguera tratará de la «Príjfllaxis de la tuberculosis».

—Hoy lunes, á las nueve de l a noche, la Academia médico-quirúrgica española celebra eesión pública en su local. Montera, 22. El se-flor Sanz Blanco expondrá un caso de tumor epibulbar, el Sr. Yagüe uno de cuerpo extra-fio en la frente, el Sr. Royo uno de a n g i o m a

de la l engua y el Sr. Bote l la cuatro de sinusi­tis maxilar.

- -La Sociedad de obreros constructores de carruajes celebrará junta general m a ñ a n a martes , á las seis de la tarde, en la calle de Relatores, 24. •

L O S G A B R I E L E S . —Hay pota gallego, i pta.

LOS SUCESOS LOCALES

¿Dónde está la captara? D. José Flores Vélez denunció en la comi­

sar ia del distrito del Congreso que el día 15, y en el momento de bajar de un «cangrejo» en la Puer ta de Atocha, le fué sustraída la cartera del bolsillo.

Ésta contenía varios documentos y un bi­llete de Banco de 25 pesetas .

E m b r i a g u e z y e s c á n d a l o En la calle de Mesen de Paredes , núm. 61,

produjo un fuerte escándalo Manuel Polo Her­nández, de oficio tal l ista, faltando gravemen­te de palabra á un vecino suyo.

Al ser detenido Polo , cayó a l suelo y se produjo la fractura de u n brazo y contusiones en var ias partes del cuerpo.

L o s v a l i e n t e s c o n t r a l a a u t o r i d a d ^ Un joven de diecisiete años l lamado Luis

García Torres y conocido por «el Aijioñito», sustbajo de un carro en la P laza Mayor un fardo que contenía 50 ki logramos de bacalao.

Al ser detenido por los guardias de S e ^ r i -dad Miguel Alonso y Lucas Escobar, el ange­lito agredió á los agentes de l a autoridad con una navaja de grandes dirnensiones.

((El Antoñito» fué puesto en compañía del arma dicha á disposición del juez de guardia.

Para saber la hora En el teatro de la Zar íue la le fué sustraí­

do el reloj de oro á u n a señora l lamada doña María Jesús Gómez y López, que, en unión de su esposo, presenciaba la función.

Soldado atropel lado En la calle de Alberto Agui lera fué atrope­

llado ayer tarde por el tranvía «cangrejo», nú­mero 36, el soldado del batal lón de cazadores de Barbastro Salvador Pablo Aguado.

Conducido el mil i tar á la clínica de urgen­cia del Buen Suceso le fueron curadas de pri­mera intención dos heridas graves en la car beza y erosiones en var ias partes del cuerpo.

Robo En la calle de Jesús, número 12, piso se­

gundo derecha, domicil io de D. Pedro Martí­nez Zabaiza, se cometió ayer, en ausencia del inquil ino, un robo con fractura de la puerta de entrada.

Lleváronse los cacos 500 pesetas ©n bille­tes del Banco de España, cubiertos de plata, ropas y diversos efectos.

De los autores no se tiene la menor noticia. ¡A b u e n a h o r a , m a n g a s v e r d e s l

Terminadas las fiestas d« Carnaval , duran­te las cuales han podido maniobrar á su an­tojo, detuvo ayer la policía á los «distingui­dos» tomadores ©1 «Isidro», el ((Chirri», el «Bo­rrego chico», el ((Hospiciano ó Pol lo de San­tander)) y i6l ((Nochebuena.»

Todos elloa h a n ingresado en' la Cárcel, dón­de cumpl irán la quincena que por clasifica­ción les corresponde.

L a d r ó n a u d a z Al pasar e n carruaje por la Castel lana,

frente á la tr ibuna de la Gran P e ñ a , doña Má­x ima Martíne¡z Vidal, un sujeto desconocido introdujo la m a n o diestra por u n a de l a s ven­tani l las del coohíe y la arrebató un portamo­nedas que contenía u n a importante cantidad en billetes del Banco.

El cochero detuvo el caballo á las voces de

auxil io de la señora; pero e l ladrón, que se dio á la fuga, h^bía desaparecido ya.

Ea extrañó' que habiendo ayer bastante con­currencia, e n la Castellana, pudiera realizarse un hecho tan escandaloso.

Lo que no es extraño es que la policía bri­l lase por su ausencia, según costumbre.

S u s t r a c c i ó n -

A u n a cambianta l lamada Vioenta Hermi-da Gonz,ález le sustrajo ayer u n muchacho u n saco que contenía 150 pesetas.

El autor del robo no fué habidO'.

SECCiÚN DE ESPECTÁCULOS E S P A Ñ O L . — P a r a dar lugar á que se celebre

en este teatro u n a función á beneficio de los pobres de Madrid, y en. la que representará, autorizada por el Excmo. Ayuntamiento , la compañía s i c -üana del Sr. Grasso, que actúa en el teatro de la Princesa, la función corres-pundiente al 16 martes de abono se verificará el martes de la próxima semana , 26 del co­rriente.

COMEDIA.-7-El estreno de la comedia e n tres actos «Miquetto y su mamá)), anunciada para el martes 19, se traslada al miércoles 20.

Los billetes adquiridos son valederos p a r a el miércoles, pudiendo las personas que no es ­tén conformes con el cambio de fechas devol­verlos á contaduría.

La eminente pianista rusa Morsztyn, que viene á Españ ciertos en Madrid, Barceloma, Zaragoza, Málaga, Córdoba, Sebastián, sie presentará e;n el media el día 26 por la tarde, gunda y últ ima vez en esta c del día 5 de Marzo.

condesa Heleine a para dar cora-Bilbao, Vitoriía, Granada y Saai teatro de l a Co-

y tocará por se-orte len la tarde

LARA.—El jueves próximo se oelebrariT ©1 beneficio de doña Balbina Valve!rde y se es-trenarájan diálogo de D. Jacinto Benavente ti­tulado ((Abuela y nieta».

GRAN TEATRO.—El estreno de la mascarada polít ica en var ias crisis y u n a matchioha, ti­tulada ((¡A la P iñata ! ó la verdadera matchi­oha», se verificará mañana martes , á l a s diez de la noche.

La empresa prepara los estrenos de l a s zar­zuelas en un acto «La Risueña», «La edad de hierro». El estudiante» y ((La Mariflores^.

APOLO.—La empresa de este teatro h a or­ganizado u n a función extraordinaria p a » , el jueves próximo por l a tarde, e n la que consti­tuirá uno de los números del programa la pre­sentación de Mlle. Marguerite con sus cinco leones amaestrados , y los ejercicios acrobáti­cos de Les Platt ier .

P r u é b e s e e n l a s e n f e r m e d a d e s d e l a s « i a s u r i n a r i a s ; m a j a r y a i ó s a c t i v e q u e l o s S é n d a l o s o e n e o l d e s U B Í C M rabri«aB(e*i J . R. KIEI9EL, A . C

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%imm m.\m%k SANTOS DE HOY.—San S imeón , obispo yi

mártir; Santos Máximo, Claudio, Lucio, Sil­vano y Secundino, mártires; Santos M a v i a n o y Eladio, obispos; S a n t a Gaudencia , mártir , y, la Beata Cristina, virgen.

CULTOS.—Se g a n a el jubileo de Cuarenta Horas e n la parroquia de S a n Marcos; á l a s diez fiesta á S a n t a Dorotea, y por la tarde, á las cinco, termina la novena á l a virgen de Lourdes, predicando el señor cura párroco; s e hará procesión de reserva.

La m i s a y oficio son de S a n Francisco do Sales-.

VISITA DE LA COHTK DK MARÍA.—Nues tra Señora de la O en San Luis, de la Expectación e n el Espíritu Santo ó del Perpetuo Socorro e n s u ig les ia ó en la Pontificia.

ISPEQTACUIQS PftíJ* HOÍ THATBO BE AL.—No hay funcidn. BSPAltOIi. — A lai nuera. — (Moda). — Oaia eoa

doa pusrtai mala ei de¡g,uaTdar.—Ualos. OOMBDIA.—A la» nuev*.— Bl 9r. LÓ^M. — Vida y

duUur». P B I N O K S A . O Í A lai nu«T*.— (Duptdida da la aorn»

paftía). —La flglia di Jorlo. L A B A — A 1M oo ho y madia. —iLa aiotea.xiBl «a-

trato d» mi majér,—Loi buhoi (laeción dobla). AFOLO.—A lai ooho y madia»—La mala c«na1>ra.—

Bl nobl» amigo y L»> Plattier.—Loi bárbaros dal No»-ta.—El motsta y UUa. Marsuarita coa lui cinoo laonaa amaaitradoi.

lAUXUflbái—A lai slata—La nsaha da rayai.—SI famoio Oellrón.—Boliamioa. — Bl Dalfía.

ailAM T15ATK0.—A las ooho y media.— I «omisa trcoati.—Bl palaci^da ariatal. —Loa traa goriionai. — Bl palaole da eristal.

FBIGB. — A la» aaia'y tras cuarto».—Vanua-Balón y La Arabia felix. —Ensañanza Ubre,—Vanu»-8al»n y Bl corsé da Veuu».—Mia» Fuil y La Arabia falla.

BSLATA.—Alu sieta—El «orro frigio.—El mafia. —La» pladr»» praoloaa».—Buido da oampanai.

OOUIOO.—Alai aleta.-Laauedajarubla y Cinana-iéítrafo.—Baaar da noTÍa». — El ratón y Oa»tay Pura. ^La chipén.

W9.0V¡fí»aBirCKAi:<.oA.laieaatra da la taida.- i S«B graada» partido»: Primero A 50 tantos: B. Odrlo-zola y Arrato aoatra Azcuénaga y Araraayo.-Sagua-do i áO tanto»: Ituarta'y Teodoro «ontra Arana y Odrioiola.

Ha aa áarsalTaa loa origisaka qaa aoa

4« B L IMVABCUI. á eaiga da Aagd

—jaj!tJ'jh'.i;r::j-T=-TS

DE SÁIZ DE GARLOS I a a e s i * é h s t o s f l i a a s , a u n q u e s u s dolenc ias

sean de m á s de 80 años de an t igüedad y ha­y a n fracasado todos los demás medicamentos . C u r a el dolor de es tómago , las acedSaa, a g u a s die boca, -vómitog, la indigest ión, l a s dispep-

5 aias, estreñimiento, d ian-eas y disenteria, di-Lo recetan I«s médicos de todas las nae io- I latac ión del es tómago, tUcera del e s t ó m a g o ,

oes; 68 iónico d igest ivo y ant igás trá lg ico; I neurastenia gástrica, h iperc ior idna , anemia • t t i*a el 98 por iOO de loa eafermoa del s s t ó - | y c l o r o s i s e o n dispepsia; ias ma^m porque a »

menta el apetito, a u x i l i a l a aoeiAa digest iva , el enfermo c o m e más, digiere mejor y h a y m » y o r asimtlacidn y nutríaióu eompleta. C u p á el mareo del mar. U n a comida abundante se digiere sin dificultad con una cucharada de E U x f t p d s S é i x d e C a p l o S ( de agradable s a . bor, in<rfen8ivo lo mi smo para el en íermo qaa para el que está sano, pudiéndose tomar á la vez que las a g u a s minero-medieinalfla y ea

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t LA SEÑORA

O.INGELESCIDÍPERONAOEPIEBA HA FALLECIDO

EL DÍA 17 DE FEBRERO DE 1907 á i a s t p « s y o u a r t » d e s u t a r d e

aoapuóa de roolblf la bendición de Su Santidad

n . I. p . Su v i u d o D . Anton io P iara , s u s h i jas D.' María , D . ' P i lar , doña

Carmen y D . ' A s c e n s i ó n , h i jo po l i t i co D . Adr ián Piera , madre po­l í t i ca D . María Bal les ter , h e r m a n o s p o l í t i c o s D . Andrés Piera y D.» P i lar M i r a s ,

RUEGAN á s u s a m i g o s que por olvido no h a y a n recibido esciuela se sirvun encomondar su a lma á Dios y asist ir á la conducción del cadáver , que ten­drá lugar hoy lunes 18, á las tres de su tarde, desde la c a s a mortuoria, Paseo do San Vicente, núm. 22, al cementerio de la S a c r a m e n t a l de S a n Lorenzo, en lo que recibirán especial favor.

El duelo se despide en el cemenieréo.

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HA FALLECIDO

el domingo 17 de Febrero de 1907 á las once de la maSana

habiendo recibido todos loa Santos Sacramentoa y la bendición de Su Santidad

B , I. P^

Su desconso lado esposo el I l lmo. Sr. D. Fé-lix de Rújula, su hijo al Il lmo. Sr. D . José, h i ja

J polít ica D.» Andrea V a c a , n ietos D. José y don ¡ J u a n Fél ix , hermano D. OnAtre dei Eseobal , I h e r m a n a s pol í t icas D.« Luisa y D.» Dolores

de Rújula , sobrino, primos y d e m á s par ientes , I ruegan á s u s a m i g o s , que por o lv ido no h a y a n [ recibido esquela de inv i tac ión , se s i r v a n enc«-j raendar su a l m a á Dios y asist ir á la c o n d u c ­

ción del cadáver , que tendrá lugar h o y lunes' 118, á las cuatro de la tarde, desde la casa mor-I tuor ia , Mayor , 84, al cementerio de la Saora-1 mental de S a n Justo, en lo que rec ibirán es-I pecial favor .

El duelo se despide en el cementerio. Se suplica el coche.

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