El Hombre, El Libro

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Discurso Completo de José Manuel de la Sota en el Lanzamiento de su libro Quiero y puedo.

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Amigos y amigas,Señoras y Señores

En primer lugar, quiero agradecer la presencia de todos ustedes aquí, esta noche. El lanzamiento de un libro es siempre un acto que se justifica por sí mismo. Pero me gustaría que la simbología de esta noche trascendiera ese significado. Que sea éste un momento para expresar ideas. Y que sea también, un acto de compromiso con el futuro de nuestra querida nación Argentina. “Quiero y Puedo” no es una biografía personal. No es una biografía política.

Es un desahogo sincero y profundo de un hombre que, por más luchas y dificultades que he pasado en la vida;

Por más luchas y dificultades que he visto que atravesó nuestro país; Soy un hombre que cree –cada vez más– en nuestra Argentina y en un destino feliz para nuestro pueblo.

Soy un hombre que cree cada vez más en la política, porque sé que sin política no hay camino, no hay salida. Soy un hombre que cree –cada vez más– en la fuerza de las ideas, porque sé que sin nuevas ideas no existe una nueva política. Y sin una nueva y verdadera política, no existirá la nueva Argentina que tanto queremos. Una Patria de hermanos donde valga la pena estudiar, donde todos puedan trabajar, donde vengan a invertir y donde podamos volver a ahorrar y progresar. Mis amigas y mis amigos,

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Vivimos un momento decisivo en la vida de nuestra nación. Estamos, una vez más, en una encrucijada histórica. Esta vez, con un poco menos de perturbación política y dramatismo social, pero con igual carga de problemas y conflictos acumulados. No podemos entonces perder la oportunidad de luchar de forma pacífica –pero profunda– por los grandes cambios que la sociedad argentina pide, quiere y puede realizar. Las próximas elecciones presidenciales son el gran momento para que eso se torne realidad. No podemos engañarnos con un continuismo mediocre y repetitivo, ni con una alternativa vengativa y retrógrada. En el momento actual, proliferan algunos consensos falsos y casi idiotas entre las propuestas de los diversos candidatos, que en algunos casos parecen consejos de libros de autoayuda... Pero no serán esos consensos hipócritas y vacíos los que nos guiarán por el camino correcto. Y sí lo serán las ideas nuevas, corajudas y acertadas. Están los que dicen que a la Argentina le basta con volver a la normalidad. Y sí, claro, es importante volver a la normalidad. Pero no basta. La vuelta a la normalidad debe ser apenas la primera etapa de un proceso de reconstrucción política y social que pide cambios institucionales profundos. ¡Bastante profundos!

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Están los que dicen que en la Argentina basta con dar continuidad a todo lo que está haciendo el actual gobierno.

Y es importante, sí, continuar algunas cosas que están funcionando bien. Pero es más importante cambiar rápidamente el montón de cosas que está haciendo muy mal el kirchnerismo. Repito: existe una peligrosa encrucijada frente a nosotros. Y, más que nunca, no podemos equivocarnos. Nadie puede negar que en los últimos años hubo algunas conquistas reales. Pero el miedo de perder lo que conseguimos, no nos puede condicionar y obligar a conformarnos y aceptar lo poco que tenemos.

Los argentinos nos merecemos más, mucho más. Ahora bien, el deseo profundo de cambios no puede llevarnos, erróneamente, a escoger como supuesta solución para los problemas de hoy, el mismo modelo económico que ayer nos llevó a la tragedia. La Argentina puede y quiere más. Quiere un cambio acertado. Pero ese cambio no va a ser producido por los errores del presente ni por los errores del pasado.

Mis amigos y amigas, Lo que la Argentina nos pide, más que nunca, es la construcción de un nuevo modelo de nación.

Y eso es lo que debemos elegir este año.

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O sea, más que elegir una persona vamos a elegir un país.

Tenemos que elegir un nuevo modelo de nación que traiga nuestro resurgimiento político, social, económico, financiero, industrial, cultural y tecnológico. Y para que construyamos este nuevo modelo de nación, necesitamos reestructurar el Estado como agente de una estrategia propia de desarrollo nacional. Una estrategia de desarrollo nacional basada, sobre todo, en la ampliación de las oportunidades económicas y educativas. En la cual, el motor del crecimiento pase a ser la ampliación de oportunidades para aprender, trabajar y producir. Repito : ¡aprender, trabajar y producir! Un modelo de desarrollo nacional que sustituya el ritmo de crecimiento espasmódico y vacilante que tuvimos en los últimos años. Y que no tenga por estímulo, como hoy, la distribución privilegiada de recursos para grupos de empresarios amigos del poder. Al contrario, hay que poner al Estado del lado de todos los luchadores que quieren aprender, crecer, trabajar y producir.

Un modelo de desarrollo en el que los esfuerzos para la reducción de la desigualdad no se agoten en programas de transferencia de renta, necesarios pero insuficientes, porque están mal planeados y mal distribuidos. Un modelo de desarrollo en que los recursos públicos no se evaporen en el hervidero de la corrupción, ni se pulvericen en servicios públicos de mala calidad que humillan y desesperan a los ciudadanos que pagan sus impuestos y que merecen una calidad acorde con su esfuerzo.

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Necesitamos una estrategia de desarrollo nacional apoyada en una planificación a largo plazo, con un Estado moderno y eficaz que sea el conductor e inductor de ese proceso. Ésta es la única forma de que salgamos del viejo círculo vicioso, del eterno péndulo entre ortodoxia económica y aventurerismo económico, que se abate sobre nosotros como una cruel fatalidad. Ortodoxia económica neoliberal como fue la de Cavallo y Menem, brevemente continuada por la flaqueza, mediocridad e incompetencia de De la Rúa. ¿Quién sabe si no sería este modelo el que Macri querría traer de vuelta? Y el aventurerismo económico, que nos viene imponiendo, a lo largo de los años, y aún nos intenta imponer hoy, el kirchnerismo. ¿Quién sabe si no será eso lo que Scioli quiere continuar?

Tenemos que acabar con este péndulo maléfico que destruye nuestra economía, que masacra nuestro tejido social y que tritura, despiadadamente, nuestros sueños. Ahora hemos sufrido primero las maldades de uno, y luego los errores del otro. Es hora de que acabemos con este Boca-River económico, que no tiene ni las glorias ni el talento de nuestro fútbol, sino apenas los vicios y los fracasos de nuestras políticas públicas, ya viejas y superadas.

Mis amigos y amigas,Tanto la ortodoxia económica como el aventurerismo económico son incapaces de cambiar las estructuras y las estrategias básicas de la producción. Para mantenerse y alternarse entre sí, estas dos corrientes superadas, impiden también cambios institucionales, capaces de perfeccionar nuestra democracia y de mejorar nuestra forma de gobernar.

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Cada una a su manera, impone pálidas políticas sociales compensatorias, porque no quiere que la fuerza del pueblo irrumpa con su energía descomunal en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Sólo nos libraremos de ese dúo maléfico cuando hagamos en el mediano y largo plazo, cambios institucionales profundos. Cambios que solamente serán posibles con mucho diálogo y con la construcción de consensos consistentes y duraderos, que involucren a todos los sectores de la sociedad, sin excepción. Pobres y ricos, patrones y obreros, profesores y estudiantes, industria y campo, artistas y científicos, políticos y empresarios, jóvenes y viejos, clases medias urbanas y clases medias rurales, interior y capital. O sea: estos cambios sólo vendrán con más y más democracia. Y sólo hay un camino para lograr más democracia. Ese camino es la revigorización profunda de las instituciones.

Pero debemos tener una cosa bien clara: la regeneración institucional que necesitamos va más allá del imprescindible y necesario fortalecimiento de nuestras instituciones tradicionales –significa, también la creación de nuevas instituciones. ¡Necesitamos, fundamentalmente, de una profunda innovación institucional! El mundo asiste hoy a una crisis de la democracia representativa en los moldes tradicionales en que se ha mantenido durante siglos. El mundo pide más y mejor democracia. Democracia más moderna y eficiente, capaz de representar e incorporar las nuevas clases sociales, y de dar respuestas más rápidas a los problemas y las exigencias del mundo actual. Con el mundo digital, los gobiernos son evaluados diariamente por los ciudadanos, no cada 4 años como tradicionalmente se hacía en cada elección. Y este mundo nuevo exige instituciones nuevas.

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La crisis mundial muestra que el andamiaje institucional de las sociedades modernas no puede reducirse a la democracia representativa tradicional, la economía de mercado clásica y la sociedad civil pluralista convencional. Son tres bastiones importantes que han funcionado como palancas del progreso y de la justicia social, pero que necesitan ser modernizados, renovados y complementados. El mundo globalizado e interconectado nos pide una imaginación institucional creativa. Es hora de que sustituyamos el proceso de decisión cerrado –la vieja tradición del Estado que fascina, hace siglos, a ideologías de derecha e izquierda– por un proceso decisorio abierto, que envuelva a todas las instancias del Estado y de la sociedad en la construcción de nuevas soluciones colectivas. Necesitamos tener un compromiso profundo con toda una serie de innovaciones institucionales –económicas y políticas– capaces de crear un Estado fuerte, rico y generador de igualdad. Un Estado que no sólo “asiste”, sino que más bien invierte, produce, coordina y organiza. Este Estado no es enemigo de la economía de mercado –al contrario, es la condición sine qua non para una economía de mercado justa y verdaderamente democrática y competitiva. En suma: necesitamos iniciar un movimiento decisivo de profundización de nuestra democracia, para que podamos tener un estado fuerte en una sociedad fuertemente democratizada. Una democracia capaz de reducir las desigualdades, de ampliar las oportunidades para todos y promover un amplio y verdadero productivismo inclusivo.

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Mis amigas y amigos. Si cuento con el apoyo de ustedes, de los partidos de mi base política, y de amplios sectores de la sociedad, tengo la disposición, la energía y las propuestas para disputar y vencer en la carrera presidencial, aunque algunos encuestadores todavía piensen que no podré.

Lo mismo decían en 1998 en Córdoba cuando empecé mi campaña hacia la gobernación y no era el favorito en las encuestas. Hoy voy por mi tercer mandato no consecutivo, y cada vez he ganado por más diferencia de votos. Les aseguro que tengo el coraje y la libertad suficientes para liderar el gran proceso de cambio que la Argentina necesita. En el momento oportuno, además de un programa de gobierno presentaré un Plan de Metas concreto y sustantivo, para que cada argentina y cada argentino, puedan exigirme después su plena ejecución. Pero ya puedo adelantar sus objetivos a corto, mediano y largo plazo. Todo comienza con la implantación de instrumentos que garanticen la estabilidad monetaria. Que amplíen la lucha por la disminución de las desigualdades sociales y que implanten, por primera vez en la Argentina, un productivismo inclusivo, capaz de crear oportunidades para aprender, trabajar y producir. Y todas las correcciones a la economía serán realizadas sin provocar una recesión, sin disminuir el empleo y sin hacer que los trabajadores, los asalariados y los más pobres sean los que paguen la cuenta. Tenemos que recuperar la capacidad del Estado para ahorrar y para invertir.

Para eso es preciso, por un lado, una amplia reforma tributaria. Por otro, una alianza sólida y transparente del Estado con las empresas privadas.

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La filosofía de mi reforma tributaria se resume en una frase muy simple: impuestos más bajos, mejor distribuidos y mejor cobrados. O sea: justicia fiscal, con sentido social y transparencia. Justicia fiscal para las empresas serias y productivas; Justicia fiscal para las provincias, con correcciones profundas al actual sistema de coparticipación; Y justicia fiscal, por encima de todo, para los ciudadanos. En suma: justicia fiscal dirigida al desarrollo y al crecimiento, y no al ahogo y la recesión. En términos objetivos, les adelanto que mi compromiso es hacer, en los próximos 4 años, una reducción del 30% en la presión tributaria general. Puedo delinear, de forma bien sucinta para no cansarlos más, otros puntos fundamentales de nuestro Plan de Gobierno. Son éstos: - Modernización de las relaciones entre capital y trabajo en Argentina. - Redefinición de las formas de financiamiento interno de nuestra estrategia de desarrollo. - Plan de autoabastecimiento energético. - Reorientación de nuestra política industrial - Implantación de un moderno y efectivo proyecto estratégico para nuestra agricultura, ganadería e industrias agroalimentarias.

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- Búsqueda de una posición más privilegiada para la Argentina en la división internacional del trabajo. - Implantación de una gobernanza ambiental y una gobernanza electrónica. - Mejora de la calidad de la enseñanza para formar y capacitar a nuestros jóvenes en sintonía con las nuevas necesidades del mundo moderno. Que el futuro de nuestros hijos vuelva a comenzar en las aulas de nuestras escuelas, colegios y universidades. - Fuerte inversión en investigación e innovación para recuperar la competitividad de los productos argentinos e insertarnos en sectores de vanguardia en el mercado regional e internacional. - Mejora de la seguridad ciudadana, en especial frenando el crecimiento galopante que el narcotráfico viene teniendo en casi todo nuestro territorio. - Ampliación, modernización y unificación de los programas sociales para disminuir la pobreza, erradicar la miseria y acelerar el ascenso social de millones de argentinos. Porque la verdadera inversión social no puede buscar perpetuar una situación de dependencia, sino que debe estar basada en cinco ejes, destinados a estimular el progreso personal y social:

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La protección de la familia, dando garantías de alimentación y salud,

en especial a quienes están en situación de

extrema pobreza.

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Educación de calidad para niños, jóvenes

y adultos.

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Capacitación profesional para jóvenes.

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Garantizar el primer empleo para los jóvenes.

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Concentrar los subsidios al empleo y a la

producción para dinamizar la economía.

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Mis amigos y mis amigas,Ya dije que hay consensos falsos y casi idiotas en la política argentina de hoy. Pareciera que los candidatos son iguales y tienen las mismas propuestas. Parece que son iguales en la pequeñez de sus vivencias políticas o en la mediocridad y conformismo de sus realizaciones administrativas. No hay osadía, no hay ideas nuevas y apasionantes. No hay propuestas a la altura de las necesidades y los desafíos que la Argentina enfrenta hoy, y los que va a enfrentar, aún más, en el futuro. Sin ninguna soberbia, pero también sin ningún miedo o recelo, les digo : ¡No soy igual, ni tengo las mismas propuestas! No soy igual porque vengo del alma profunda de las luchas populares, he nacido y me he criado en el combate por las libertades democráticas.

No soy igual

Porque nunca me sometí a los gobernantes de turno, ni aún a los de mi propio partido.

No soy igual

Porque siempre estuve al lado de los más pobres y los más vulnerables.

No soy igual

Porque habiendo sido víctima del terrorismo de estado, ya perdoné y lograré la unión de todos los argentinos, recuperando la amistad social perdida por culpa de la mala política.

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No soy igual

Porque ya he sido testeado y aprobado en el gobierno de una de las más productivas,prósperas, críticas y libertarias provincias de Argentina, mi querida Córdoba. Porque en esta carrera presidencial, soy la única voz y alma política del interior de la Argentina. No soy igual, porque he probado, al frente del gobierno de Córdoba, que es posible gobernar al lado del pueblo y con transparencia. Cuando la Argentina ya sufría en carne propia una tributación altísima, rebajé un 30% los impuestos en Córdoba, y fuimos los únicos que hicimos eso en nuestra historia reciente. Ésa es la garantía de que bajaré un 30% la presión fiscal. Yo lo hice . Los otros candidatos NO. Cuando la educación se deterioraba en todo el país, construí 500 nuevas escuelas, y cuidé de la calidad de la enseñanza de nuestros hijos. Cuando las puertas de las oportunidades se cerraban para nuestros jóvenes, movilicé los recursos del Estado y del sector privado para garantizar que 130 mil jóvenes tuvieran la oportunidad de su primer empleo. Cuando la inflación y los bajos salarios corroían el poder de compra de las familias, creamos el boleto educativo, para que alumnos, maestros, profesores y no docentes tuvieran transporte gratuito hasta sus escuelas, colegios y universidades. Y el próximo primero de mayo, voy a extender este beneficio a todos los trabajadores cordobeses, con la creación del Boleto Obrero Social, que va a permitir que ellos reduzcan a la mitad los gastos de transporte a su lugar de trabajo.

Hicimos todo esto sin descuidarnos tampoco de la calidad de la gestión, de la modernidad administrativa, de la transparencia y del combate a la corrupción.

Por eso es que Córdoba es hoy la provincia Argentina con más premios nacionales e internacionales en el área de transparencia.

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Por eso es que Córdoba tiene algunas de las experiencias más exitosas de gobierno abierto, con el uso de internet para la participación ciudadana y el control de las acciones gubernamentales.

Por eso es que Córdoba tiene, hoy, la más moderna ley de defensa ambiental de Argentina.

Por todo eso Córdoba tiene una política social cristiana que antepone al hombre y sus derechos por encima de todo.

Mis amigas y amigos, Para que quede aún más claro todo que dijimos esta noche, resumo en un decálogo sencillo lo que nos diferencia de un candidato como Scioli, que dice ser la continuidad de todo lo que está ahí. Y de otro candidato, como Macri, que dice ser la negación de todo lo que hay. Escucho un coro de millones de argentinos diciendo:

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1. No, al continuismo mediocre. Y No, a una alternativa retrógrada y vengativa que ya sufrimos.

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Sí, a un gobierno innovador que traiga un nuevo modelo de desarrollo nacional.

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2. No, al gobierno del aventurerismo económico. Y No, también a un gobierno de la ortodoxia económica neoliberal.

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Sí, a un gobierno que traiga estabilidad con crecimiento y con justicia social.

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3. No, al gobierno que quiere estatizar todo. Y No, también, a un gobierno que quiere privatizar todo.

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Sí, a un gobierno que haga una alianza transparente y productiva entre sector público y privado.

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4. No, al gobierno de baja calidad institucional. Y No, también, a un gobierno de la inmovilidad institucional.

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Sí, a un gobierno que abra un gran debate nacional para que se promueva una innovación institucional profunda.

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5. No, al gobierno del asistencialismo clientelista que somete y degrada.Y No, también, a un gobierno de la insensibilidad social.

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Sí, a un gobierno que traerá una nueva política social, con transferencia de renta, capacitación y productivismo inclusivo.

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6. No, al gobierno cerrado y autoritario. Y No, también, a un gobierno narcisista, puro marketing publicitario.

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Sí, a un gobierno abierto, participativo e inclusivo. Humilde y que sepa escuchar a su pueblo y decirle la verdad.

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7. No, al gobierno gris, nebuloso, lleno de capas, sospechas de corrupción y subterfugios. Y No, también a un gobierno de falso moralismo, tan sospechado como el actual.

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Sí, a un gobierno serio, independiente, transparente y fiscalizador.

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8. No, al gobierno de la baja calidad de los servicios. Y No, también, al gobierno del maquillaje.

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Sí, a un gobierno de la eficiencia y de la calidad de los servicios públicos.

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9. No, al gobierno de los salarios artificiales comidos por la inflación. Y No, también, a los gobiernos del ahogo salarial.

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Sí, a un gobierno de la estabilidad y la valorización del salario.

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10. No, al gobierno del presente incierto. Y No, también, al gobierno del trágico pasado económico.

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Sí, a un gobierno del futuro prometedor.

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Mis amigas y amigos, Sé de las dificultades y los desafíos que implica gobernar un país como la Argentina. Pero me siento preparado para esta gran empresa. Sé que, antes de nada, se necesita madurez, humildad, experiencia, independencia y equilibrio. No nos mueve la vanidad, o la sed de poder. Nos mueve el pulso profundo de mi corazón, que late igual al de la mayoría de los argentinos, clamando por el cambio. Me mueve el sueño, la fe, la esperanza. Me mueve la certeza de que la Argentina puede recuperar su espacio en el mundo. Me mueve la certeza de que la Argentina puede escribir una nueva historia de diálogo, solidaridad y tolerancia. Me mueve la certeza de que un nuevo tiempo se puede abrir para la Argentina, desde el momento en que nos unamos y realicemos el gran papel para el cual, nuestra patria querida y su pueblo amado, están destinados.

¡Dios bendiga a la Argentina!