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El héroe discreto de Mario Vargas Llosa: El héroe discreto narra la historia paralela de dos personajes: el ordenado y entrañable Felícito Yanaqué, un pequeño empresario de Piura, que es extorsionado; y de Ismael Carrera, un exitoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora en Lima, quien urde una sorpresiva venganza contra sus dos hijos holgazanes que quisieron verlo muerto. Ambos personajes son, a su modo, discretos rebeldes que intentan hacerse cargo de sus propios destinos, pues tanto Ismael como Felícito le echan un pulso al curso de los acontecimientos. Mientras Ismael desafía todas las convenciones de su clase, Felícito se aferra a unas pocas máximas para sentar cara al chantaje. No son justicieros, pero están por encima de las mezquindades de su entorno para vivir según sus ideales y deseos. Viejos conocidos del mundo vargasllosiano aparecen en estas páginas: el sargento Lituma y los inconquistables, don Rigoberto, doña Lucrecia y Fonchito, todos moviéndose ahora en un Perú muy próspero. Un libro lleno de humor, con elementos propios del melodrama, donde Piura y Lima ya no son espacios físicos, sino reinos de la imaginación poblados por los personajes del gran escritor que es Mario Vargas Llosa. Vargas Llosa regresa de un viaje procedente de la ficción histórica (El sueño del celta ) para arribar brillantemente a la pura ficción, contándonos historias de sencillos personajes cuyas vidas transcurren paralelamente en Lima y Piura, una pequeña y bella ciudad, la primera que Francisco Pizarro fundó en Perú en 1532.

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El héroe discreto de Mario Vargas Llosa:

El héroe discreto narra la historia paralela de dos personajes: el ordenado y entrañable Felícito Yanaqué, un pequeño empresario de Piura, que es extorsionado; y de Ismael Carrera, un exitoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora en Lima, quien urde una sorpresiva venganza contra sus dos hijos holgazanes que quisieron verlo muerto.

Ambos personajes son, a su modo, discretos rebeldes que intentan hacerse cargo de sus propios destinos, pues tanto Ismael como Felícito le echan un pulso al curso de los acontecimientos. Mientras Ismael desafía todas las convenciones de su clase, Felícito se aferra a unas pocas máximas para sentar cara al chantaje. No son justicieros, pero están por encima de las mezquindades de su entorno para vivir según sus ideales y deseos.

Viejos conocidos del mundo vargasllosiano aparecen en estas páginas: el sargento Lituma y los inconquistables, don Rigoberto, doña Lucrecia y Fonchito, todos moviéndose ahora en un Perú muy próspero.

Un libro lleno de humor, con elementos propios del melodrama, donde Piura y Lima ya no son espacios físicos, sino reinos de la imaginación poblados por los personajes del gran escritor que es Mario Vargas Llosa.

Vargas Llosa regresa de un viaje procedente de la ficción histórica (El sueño del celta) para arribar brillantemente a la pura ficción, contándonos historias de sencillos personajes cuyas vidas transcurren paralelamente en Lima y Piura, una pequeña y bella ciudad, la primera que Francisco Pizarro fundó en Perú en 1532.

Leyendo este libro no puede uno menos que celebrar nuevamente la acertada decisión del Premio Nobel peruano hace una década de abandonar la política para dedicarse exclusivamente a la literatura. Si hay un “pez en el agua” en la figura del novelista no es el que dio título a aquellas memorias que narraron su fracasado intento a la presidencia de su país, sino el que se mueve con agilidad y destreza en el enorme océano literario de su hermosa y a la vez directa y sencilla prosa.

Vargas Llosa recicla en esta novela los nombres de personajes que han poblado libros anteriores. Entre ellos, volvemos a encontrar aquí a Don Rigoberto, sin sus cuadernos y menos fogoso que en su versión anterior; a doña Lucrecia y a Fonchito, todavía en una relación de madrastra e hijastro, sin las connotaciones libidinosas de su previo contexto; y a Lituma, quien regresa promovido a sargento de la policía de Piura, un papel más aburrido que el cabo del ejército que combatía ferozmente al Sendero Luminoso.

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Sin embargo, en esta vuelta los personajes repetidos aparecen en papeles accesorios, mientras que los protagonistas —Felícito Yanaqué e Ismael Carrera— se roban el show, montando ambos un festín de carisma y encanto que terminan por dejar poco espacio a los demás en el proscenio.

El primero de los componentes de esta trama dúplex, Felícito Yanaqué, es un modesto empresario, dueño de un negocio de transporte en la ciudad de Piura. Se aproxima a los 60 años, tiene una esposa de mucho tiempo, dos hijos adultos y una joven y atractiva amante. Un día se levanta para ir a trabajar a su empresa y, al salir de su casa, encuentra pegada en la puerta una nota firmada con la figura de una arañita. Su contenido no es más que un aviso de que debe comenzar a pagar una mensualidad de $500 para garantizar su protección. De lo contrario...

Felícito se dirige a la estación de policía y comparte la carta con el sargento Lituma, quien no le hace mucho caso. Esta visita a las autoridades no hace más que irritar a los chantajistas, quienes le dejan una segunda nota y otra y otra, advirtiéndole que su visita a la policía va a empeorar su situación y que lo mejor para su propio bien sería cesar la resistencia y pagar la mensualidad.

Felícito había prometido a su padre en el momento de su muerte que nunca se dejaría pisotear por nadie. Y para él todo podía negociarse menos eso.

En capítulos alternos, Vargas Llosa relata la historia de Ismael Carrera, un rico hombre de negocios, dueño de una compañía de seguros en Lima, también con dos hijos, pero viudo hace algunos años. Sus dos hijos son unos malvados y quienes los conocen les llaman “las hienas”.  La mano derecha de Ismael en su exitosa empresa es Don Rigoberto, viudo en primeras nupcias y casado con Lucrecia en segundas. Rigoberto tiene un hijo de su primer matrimonio, Fonchito, a punto de trasponer su adolescencia.

Los hijos de don Ismael están tan ansiosos de heredar al padre que expresan su deseo de que el viejo se muera de una vez. Este se entera y fragua un ingenioso plan para frustrar los deseos de sus hijos. Rigoberto se mantiene leal a su jefe en medio de toda esta contienda y vive en pura tensión por las amenazas de las hienas.

Entre bronca y estrategia para ayudar a Ismael, Rigoberto le cuenta el estado de cosas a Lucrecia cada noche en la cama y, entre una actualización y otra, los cónyuges se van excitando y ya podemos imaginar cómo termina cada sesión informativa.

No hay duda de que Vargas Llosa es un fabuloso narrador. El héroe discreto es uno de esos libros que, una vez que se comienza a leer no puede abandonarse. Y es que, cuando más tensa está la trama, se termina el capítulo y hay que terminar el capítulo alterno de la otra historia a toda prisa para continuar y saber qué pasa.

Si hay algo importante que criticar en esta novela es que el intento de entrecruzar y enlazar ambas historias al final no satisface plenamente a un lector exigente. El libro merece mejor manera de estructurar ese fallido vínculo y lograr un tejido más sólido.

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Si el atormentado Felícito renuncia a esa herencia moral de su fallecido padre y cede ante los extorsionistas, o si las indolentes y avariciosas hienas heredan a su millonario padre Ismael, son desenlaces que valen la pena averiguar. En una deliciosa trama como esta no hay lugar para la decepción