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El giro lingstico y su incidencia en el estudio de la comunicacin periodsticaAlbert ChillnUniversitat Autnoma de Barcelona Departament de Periodisme i de Cincies de la Comunicaci 08193 Bellaterra (Barcelona). Spain

Resumen El artculo plantea la necesidad de que los estudiosos de la comunicacin meditica en general y de la comunicacin periodstica en concreto incorporen a sus reflexiones tericas y a sus investigaciones aplicadas los decisivos corolarios derivados del llamado giro lin gstico, verdadera revolucin copernicana de la filosofa, la hermenutica y la epistemologa contemporneas, herederas de la consciencia lingstica inaugurada por Humboldt y Nietzsche. Despus de exponer los rasgos esenciales de tal giro identidad sustancial entre pensamiento y lenguaje, naturaleza pragmtica, logomtica y retrica del lenguaje, cuestionamiento de las relaciones entre diccin y ficcin, el autor examina su posible incidencia en el replanteamiento de los estudios sobre comunicacin periodstica, necesitados de urgente revisin crtica. Palabras clave: lenguaje y comunicacin, retrica, pragmtica, giro lingstico. Resum. El gir lingstic i la seva incidncia en l'estudi de la comunicaci periodstica L'article planteja la necessitat que els estudiosos de la comunicaci meditica en general y de la comunicaci periodstica en concret incorporin a les seves reflexions teriques y a les seves investigacions aplicades els corollaris decisius derivats de l'anomenat gir lin gstic, vertadera revoluci copernicana de la filosofia, l'hermenutica i l'epistemologia contempornies, hereves de la conscincia lingstica inaugurada per Humbold i Nietzsche. Desprs d'exposar els trets essencials d'aquest gir identitat substancial entre pensament i llenguatge, natura pragmtica, logomtica i retrica del llenguatge, questionament de les relacions entre dicci i ficci, l'autor examina la seva possible incidncia en el replantejament dels estudis sobre comunicaci periodstica, necessitats d'urgent revisi crtica. Paraules clau: llenguatge i comunicai, retrica, pragmtica, gir lingstic. Abstract. The linguistic focus and its place in the study of journalistic communication This article points to the need to unite the disciplines of journalistic writing and journalism into a single renewed discipline, journalistic communication, wich would integrate language sciences and literature into journalism. The renewed focus on linguistics which has existed in philosophy for some time could enrich this new discipline. The arti-

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cle contradicts the pretensions to objectivity of conventional journalistic writing. It evokes the tenets of both classical and modern Rhetoric as a discipline to encourage the production of texts which would be both expressive and denotative. Key words: Journalistic communication, rhetoric, linguistic focus, objectivity, journalistic style.

A la memoria de Jos Mara ValverdeSi no hubiera lenguaje, no podra conocerse lo bueno ni lo malo, lo verdadero ni lo falso, lo agradable ni lo desagradable. El lenguaje es el que nos hace entender todo eso. Meditad sobre el lenguaje. UPANISHADS

Desde sus inicios, los estudios sobre periodismo han padecido un notorio retraso con respecto a otras reas de la investigacin comunicativa, en general muy atentas a las contribuciones diversas y enjundiosas procedentes de disciplinas consolidadas como la Sociologa, la Historiografa, la Politologa, la Semiologa y, en menor grado, hasta la Antropologa y la Filosofa. Mientras que la incorporacin de los enfoques propios de tales disciplinas ha permitido a otras reas de la investigacin en comunicacin avanzar con paso brioso, el campo concreto de los estudios periodsticos exhibe desde hace dcadas un andar renqueante y reumtico, atribuible en buena medida al pertinaz descuido de las aportaciones ms significativas provenientes de disciplinas sociales y humansticas tales como la Lingstica en sus diferentes ramas, la citada Semiologa, la Filosofa del Lenguaje, la llamada Nueva Retrica y, en general, el ancho y fecundo campo de los Estudios Literarios, amn de las ciencias sociales antes aludidas. Al menos en Catalua y en Espaa, el lugar concreto que los estudios periodsticos ocupan dentro de los estudios sobre comunicacin se ha ido definiendo de modo titubeante y problemtico, tanto en lo que hace a la definicin de su objeto de estudio propio como, muy principalmente, en lo relativo a su misma constitucin terica y metodolgica como disciplina de vocacin cientfica. A qu se debe tal precariedad? En primer y destacado lugar, a mi entender, a una improcedente escisin del campo estudiado y de los enfoques tericos y metodolgicos invocados entre, por un lado, saberes aplicados y, por otro, saberes tericos. Una escisin basada, ntese bien, no en razones de pertinencia y rigor que son, al cabo, las que a una disciplina cientfica le corresponde invocar, sino en la extendida creencia de que existe una distincin tajante entre los saberes aplicados apropiados para pensar y ensear la prctica periodstica y los saberes tericos

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de procedencia multidisciplinaria que cultivan las mal llamadas ciencias de la comunicacin1. Tal desatinada escisin inicial ha sido el embrin a partir del que ha nacido y medrado el actual desconcierto acadmico. Concebidos como un conjunto de saberes aplicados esto es, de vocacin normativa, prctica e instrumental los estudios periodsticos han ido siendo absorbidos por la llamada Redaccin Periodstica, una disciplina pseudocientfica bifronte su otro rostro, nacido hace pocos aos, es la denominada Periodstica2 que ha ido jibarizando el campo diverso y complejo del periodismo realmente existente hasta dejarlo reducido a mero repertorio acrtico de habilidades prcti cas encaminadas a la produccin seriada de textos periodsticos. En trminos generales, parece sensato afirmar que la etiologa de los males que aquejan tanto a la Redaccin Periodstica como a la Periodstica hay que buscarla en un abanico de creencias pseudocientficas sobre la naturaleza del periodismo y de su correspondiente enseanza. Profesadas a pies juntillas por muchos cultores de la disciplina, tales creencias fueron acuadas hace ya dcadas por sus padres fundadores, y ms tarde repetidas hasta el cansancio por varias levas de sucesores confiados. Tales creencias han alimentado, por ejemplo, la hegemona apenas contestada de los enfoques prescriptivos y preceptivos, empeados en dictar normativamente cmo debe ser el periodismo, en vez de analizar y describir por va inductiva su compleja diversidad; o la enseanza universitaria de la comunicacin periodstica entendida por algunos como mera formacin profesional de tercer grado, reducida a instruccin acrtica e irreflexiva acerca de un cuerpo de tcnicas y prcticas profesionales obedientemente emuladas; o el estupefaciente recelo con que muchos docentes de la Redaccin Periodstica todava con1. Represe bien en que el mismo nombre del Departament de Periodisme i Cincies de la Comunicaci de la UAB consagra tal tpico estril. Hoy sabemos que las palabras nunca son inocentes, y menos aun aqullas que el rito y el uso convierten en rutinarias. La esterilidad de la escisin entre saberes prcticos y saberes tericos a la hora de estudiar la comunicacin periodstica considerada como parte de la comunicacin meditica en general fue uno de los puntos bsicos de acuerdo surgidos en las Primeres jornades sobre continguts acadmics i docncia a la llicenciatura de periodisme, organizadas entre el 9 y el 20 de marzo de 1998 por el Departament de Periodisme i Cincies de la Comunicaci de la UAB. Digo mal llamadas ciencias de la comunicacin porque no se trata, de hecho, de ciencias, sino en todo caso de disciplinas cientficas Historia de la Comunicacin, Sociologa de la Comunicacin, Antropologa de la Comunicacin, etctera derivadas de ciencias cabalmente consideradas: la Historiografa, la Sociologa, la Antropologa et alt. 2. Cabe aadir que, aunque nacida hace slo algunos aos, la llamada Periodstica se ha ido configurando como una versin maquillada y travestida de la vieja Redaccin Periodstica, caracterizada en realidad por similares enfoques, carencias y creencias, pero adornada con una terminologa en general altisonante y huera, falaz simulacro de cientificidad. Con su nimo expansivo, que en pocos aos ha pretendido incorporar a su jurisdiccin enfoques y mtodos propios de otras disciplinas sin reconocer las deudas que ha contrado con ellas, la Periodstica ha vendido el saco de trigo antes de haberlo cosechado, y ha conseguido apretar mucho menos de lo que pretenda abarcar.

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templan la teora, vista a menudo como una suerte de logomaquia abstracta, abstrusa y yerma, intil a la hora de formar periodistas profesionales; o, en fin, la consiguiente anemia crtica y conceptual que con algunas honrosas y meritorias excepciones aqueja a buena parte de las investigaciones realizadas en este campo. A favor de la Comunicacin Periodstica En realidad, el conjunto de saberes, habilidades y actividades que integran el campo diverso y complejo del periodismo realmente existente se caracteriza por su tenor reflexivo, cultural y hasta intelectual: el comunicador, el periodista son deberan ser, cuando menos profesionales intelectuales que ejercen su cualificada tarea en la denominada industria de la cultura3. Sostenida por toda una tradicin de autores de gran fuste crtico como Max Weber, Antonio Gramsci, Jos Ortega y Gasset, Joan Fuster o Manuel Vzquez Montalbn, por citar slo algunos nombres relevantes, la concepcin del periodista como trabajador intelectual de la industria cultural debe movernos a replantear desde la raz la falaz pero extendida escisin entre teora y prctica. En vez de definir el periodismo como un oficio eminentemente prctico, caracterizado por el dominio de un repertorio de habilidades tcnicas aptas para capturar la realidad o lo que pasa en la sociedad y luego reflejarlo objetivamente en ese ntido espejo que supuestamente son los medios de comunicacin, cabe concebirlo como una profesin intelectual cuya esencia interpretativa hace inevitable la integracin dialctica de la cultura y la capa cidad de discernimiento crtico, por un lado, y de las habilidades expresivas y tcnicas, por otro4.3. Vase, al respecto, la obra de Jordi Berrio y Enric Saperas Els intellectuals, avui, Barcelona, Institut d'Estudis Catalans, 1993, passim. A modo de ejemplo, la concepcin que un autor como Lloren Gomis tiene del periodismo como interpretacin sucesiva del presente es plenamente congruente con esta vindicacin del periodista como profesional intelectual. Como es notorio, tal vindicacin ha encontrado su mejor adalid en el profesor Hctor Borrat, quien ha expuesto su posicin en diferentes artculos; as, por ejemplo, en el reciente Comunicacin periodstica especializada: narracin y anlisis de la historia inmediata social, poltica, econmica o cultural desde las ciencias sociales, ponencia presentada a las Primeres jornades sobre docncia..., ya aludidas. 4. Ntese bien que no decimos que el periodista ideal debera integrar ambas facetas, sino que todo periodista, siempre y necesariamente, ejerce una tarea que ana idea y ejecucin, reflexin y prctica, cultura y tcnica. Esto es como decir que todo periodista y todo medio de comunicacin, al interpretar la realidad y representarla mediante enunciados narrativos y argumentativos de diversa ndole, recurre forzosamente a una cierta teora y una cierta cultura profesional, amn de una visin del mundo hecha de ideas ms o menos formadas y, sobre todo, de creencias de mero sentido comn que es, a no dudarlo, el ms comn de los sentidos. Pensar, por ejemplo, que la realidad es algo externo y dado, y que el periodista se limita a reproducirla mediante el auxilio de habilidades prcticas y tcnicas que hacen innecesaria y hasta enojosa su formacin crtica y cultural es, mal que nos pese, una difundida creencia profesional que revela premisas tericas latentes, a menudo desconocidas por el creyente y por eso mismo profesadas a pies juntillas.

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Aceptada esta premisa, procede vindicar la constitucin de una disciplina cientfica dedicada a estudiar el campo diverso y complejo del periodismo realmente existente, a la que parece pertinente denominar Comunicacin Periodstica5. A modo de esbozo de partida, tal disciplina deber erigirse sobre las siguientes bases. I. La enseanza y la investigacin universitarias de la Comunicacin Periodstica realmente existente aconsejan vivamente que la disciplina que denominamos Comunicacin Periodstica supere las carencias y las creencias obsoletas sobre las que se asientan tanto la Redaccin Periodstica como la Periodstica. Ello supone el abandono de los envejecidos enfoques prescriptivos y preceptivos, en favor de una actitud nueva de carcter analtico y descriptivo, semejante a la que desde hace dcadas prevalece en otros campos de conocimiento. En tanto que disciplina acadmica, la Comunicacin Periodstica debe buscar un conocimiento a la vez crtico, cultural y aplicado. Lejos de limitarse a emular los tpicos al uso sobre la naturaleza del periodismo, la Comunicacin Periodstica debera, en tanto que enseanza de rango y responsabilidad universitarios, (a) describir y analizar lo que es, (b) proponer lo que podra ser y (c) en ltimo pero no menos importante lugar postular lo que debera ser. II. A diferencia de la Redaccin Periodstica y de la Periodstica, el objeto de estudio y docencia de la disciplina que propugnamos debe ser el periodismo esto es, la comunicacin periodstica en cualesquiera medios, soportes, gneros o estilos considerado como una mediacin cultural de elevada complejidad conceptual, expresiva y tcnica. Una mediacin cultural esencial entre las que componen las industrias culturales de nuestro tiempo, caracterizada por (a) su naturaleza a un tiempo intelectual y tcnica, (b) el tenor colectivo de su produccin y de su recepcin, (c) su diversidad discursiva, expresiva y estilstica, (d) su condicin no de mera prctica, sino de praxis que inevitablemente conjuga en un todo inextricable la comprensin y la interpretacin con las habilidades expresivas y tcnicas6 y (e) su ineludible responsabilidad social. Lo que se propone es, en sntesis, considerar el periodismo como cultura y no como mero know-how instrumental, reducible a un repertorio de frmulas, tcnicas y recetas de oficio.5. El apelativo Comunicacin Periodstica surgi hace un lustro, cuando los integrantes de la por entonces denominada Unidad de Redaccin Periodstica del Departament de Periodisme i CC de la C de la UAB acordaron acuar una nueva denominacin para la unidad. Tal cambio no obedeci, como pudiera pensarse, a un mero prurito terminolgico, sino a la conviccin de que era y es preciso redefinir el campo entero y diverso de los estudios periodsticos como parte integrante de los estudios sobre comunicacin, e invocar para su estudio enfoques tericos y metodolgicos multidisciplinarios. 6. Sobre la distincin entre prctica y praxis, vase Jos Ferrater Mora, Diccionario de filosofa de bolsillo. Madrid: Alianza Editorial, 1983, p. 633-634. Acerca de la inevitable y deseable vinculacin entre teora y prctica en la praxis, me remito a la obra clsica de Antonio Gramsci Introduccin a la filosofa de la praxis. Barcelona: Pennsula, 1976, passim.

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III. Con el fin de abordar tan complejo y diverso objeto de investigacin y docencia, la Comunicacin Periodstica est llamada a invocar saberes crticos y culturales procedentes de disciplinas consolidadas: por un lado, de las llamadas Ciencias Sociales, tales como la Sociologa, la Historiografa, la Antropologa o la Politologa; y por otro, del campo extenso y fecundo de las antiguas pero de ningn modo viejas Humanidades, entre las cuales destacan, por su capacidad de iluminar nuestro campo, la Lingstica, la Retrica y los Estudios Literarios en sus diferentes ramas, la Semiologa y la Filosofa del Lenguaje. Si bien se mira, la Comunicacin Periodstica puede establecer relevantes puentes de unin entre aquellos saberes sociales y estos saberes humansticos. As, por ejemplo, las aportaciones procedentes del paradigma sociocomunicativo son con frecuencia conjugables con otras provenientes de la Lingstica Textual, la Pragmtica, la Filosofa del Lenguaje o la Retrica. Al armonizar enfoques y disciplinas en apariencia tan dismiles, la Comunicacin Periodstica puede jugar cartas genuinamente innovadoras, y hasta desarrollar perspectivas y mtodos propios enriquecedores para otros campos de reflexin e investigacin. No se trata, por tanto, de que la disciplina importe saberes con servil papanatismo, sino de que los incorpore y adapte crticamente a sus propsitos singulares. IV. En tanto que disciplina de vocacin cientfica, la Comunicacin Periodstica debe erigirse terica y metodolgicamente sobre cimientos firmes. As, junto a la invocacin crtica de saberes procedentes tanto de otras disciplinas comunicolgicas cuanto de disciplinas sociales y humansticas ya aludidas, me parece impresdincible que tal cimentacin se nutra muy principalmente de los decisivos corolarios derivados del llamado giro lingstico, uno de los hechos cardinales en la Filosofa, las Ciencias Sociales y las Humanidades del presente siglo. En las prximas pginas me propongo, primero, exponer en qu consiste y en qu trminos se ha dado en el campo filosfico la denominada toma de consciencia lingstica o giro lingstico, y despus, revisar crticamente en qu y de qu modos diversos su plena asuncin enriquecera decisivamente la docencia e investigacin sobre Comunicacin Periodstica, en concreto, y sobre el ancho campo de la Comunicacin Meditica, en general. I. La toma de consciencia lingstica Desde hace casi doscientos aos, la llamada toma de consciencia lingstica o giro lingstico ha discurrido como una suerte de tradicin relegada, eclipsada por la gran tradicin formalista-estructuralista que principia con Ferdinand de Saussure y los formalistas rusos y checos, y desemboca en buena parte de los lingistas de nuestros das. Se trata, como se ver, de un tema complejo y

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decisivo de hecho, para muchos, el tema ms importante de la filosofa7, que no es posible tratar en su integridad aqu; s que podemos, no obstante, exponer los trminos bsicos de la discusin, imprescindible para nuestros propsitos. Si para la tradicin dominante el lenguaje se concibe como un instrumento ciertamente complejo, pero herramienta y vehculo al cabo que permite expresar el pensamiento previa y autonmamente formado en la mente, la tradicin relegada considera que pensamiento y lenguaje, conocimiento y expre sin son esencialmente una y la misma cosa. Tal intuicin fundamental la formul por vez primera el filsofo Wilhem Von Humboldt en 1805, en sus cartas a Wolf. En su obra Lenguaje y realidad, Wilbur Marshall Urban alude as al descubrimiento de Humboldt:Como para Locke, tambin para Humboldt el lenguaje y el conocimiento son inseparables. Pero lo importante para l est en que el lenguaje no slo es el medio por el cual la verdad (algo conocido ya sin el instrumento del lenguaje) se expresa ms o menos adecuadamente, sino ms bien el medio por el cual se descubre lo an no conocido. Conocimiento y expresin son una y la misma cosa. Esta es la fuente y el supuesto de todas las investigaciones de Humboldt sobre el lenguaje. 8

As pues, el lenguaje no es meramente el vehculo o la herramienta con que damos cuenta de las ideas previamente formadas en nuestro magn: stas se forman slo en la medida en que son verbalizadas. A la sombra de las revolucionarias ideas de Humboldt sobre la identidad entre lenguaje y pensamiento, la otra tradicin lingstica a que aludamos lneas antes proseguida sobre todo por Nietzsche, pero tambin, en el siglo XX , por autores como Ernst Cassirer, Martin Heidegger, Ludwig Wittgenstein, Edward Sapir, Benjamin Lee-Worf, Mijail Bajtin, Hans Georg Gadamer, George Steiner o Jos Mara Valverde, entre otros ha cado en la cuenta de algo esencial: que no hay pen-

7. As, de acuerdo con el argumento con que Wilbur Marshall Urban abre su magna obra Lenguaje y realidad (Mxico, FCE, 1952, p. 13): El lenguaje es el ltimo y el ms profundo problema del pensamiento filosfico. Esto es verdad, sea que nos acerquemos a la realidad a travs de la vida, o a travs del intelecto y la ciencia. 8. W.M. Urban, op. cit., p. 20. Sobre el pensamiento de Humboldt y su alargada sombra en el pensamiento posterior, son bsicos tambin, entre otros, Ernst Cassirer, Filosofa de las for mas simblicas. I. El lenguaje. Mxico: FCE, 1971; y Hans Georg Gadamer, Verdad y mto do. Salamanca: Sgueme, 1993. Dos autores de expresin castellana han hecho contribuciones significativas a esta general toma de consciencia lingstica: Octavio Paz, sobre todo en su ensayo El arco y la lira. Madrid: FCE, 1992; y el maestro Jos Mara Valverde, a lo largo de su valiosa obra completa. Por su parte, George Steiner ha hecho incursiones sugerentes en el tema que nos ocupa, entre ellas Extraterritorial (Barcelona, Barral, 1973), Despus de Babel (Madrid, FCE, 1990), Lenguaje y silencio (Barcelona, Gedisa, 1982) y Presencias rea les (Barcelona, Destino, 1991). Sobre la relacin entre la consciencia lingstica y el esclarecimiento de las relaciones entre periodismo y literatura, vase Albert Chilln. Literatura i periodisme. Valncia: Universitats Valencianes, 1993.

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samiento sin lenguaje, sino pensamiento en el lenguaje; y que, a fin de cuentas, la experiencia es siempre pensada y sentida lingsticamente. De acuerdo con Valverde, se trata de[...] algo elemental y perogrullesco para todos una vez que se cae en ello, pero que la cultura no ha empezado a reconocer conscientemente hasta el siglo XIX, en un proceso que todava est extendindose entre pensadores y escritores. Se trata, simplemente, de que toda nuestra actividad mental es lenguaje, es decir, ha de estar en palabras o en busca de palabras. Dicho de otro modo: el lenguaje es la realidad y la realizacin de nuestra vida mental, a la cual estructura segn sus formas sus sustantivos, adjetivos, verbos, etc.; su sintaxis, tan diversa en cada lengua; sus melodas de fraseo.... La realidad, entonces, no es que como se suele suponer entre muchas personas cultas haya primero un mundo de conceptos fijos, claros, universales, unvocos, y luego tomemos algunos de ellos para comunicarlos encajndolos en sus correspondientes nombres; por el contrario, obtenemos nuestros conceptos a partir del uso del lenguaje. Ciertamente, casi nadie suele ocuparse de ello, porque solemos dar el lenguaje por supuesto, como si fuera natural, lo mismo que el respirar [...].9

Conocemos el mundo, siempre de modo tentativo, a medida que lo designamos con palabras y lo construimos sintcticamente en enunciados, es decir, a medida que lo empalabramos10. Ms all de la percepcin sensorial inmediata del entorno o del juego interior con las sensaciones registradas en la memoria, el mundo adquiere sentido slo en la medida en que lo traducimos lingsticamente; de otro modo, slo sera para nosotros una barahnda incoherente de sensaciones tctiles, olfativas, visuales, acsticas, gustativas suscitadas por el entorno ms inmediato aqu y ahora. El lenguaje es, como en la clebre parbola con que Kant da inicio a su Crtica de la razn pura, el aire que el pjaro del pensamiento precisa para elevarse por encima de la mera percepcin sensorial de lo inmediato; el pjaro topa con la resistencia del aire, pero es sta, justamente, la que le permite volar. Pensar, comprender, comunicar quiere decir inevitablemente abstraer y categorizar lingsticamente: transubstanciar en palabras y enunciados las percepciones provenientes de la realidad externa y las sensaciones y emociones9. VALVERDE J.M. (1993).Nietzsche, de fillogo a Anticristo. Barcelona: Planeta, p. 28. Valverde ha sido, sin duda, el pensador que ms ha hecho por extender esta consciencia lingstica en nuestra cultura. Sus inquietudes al respecto comenzaron ya con su tesis doctoral Guillermo de Humboldt y la filosofa del lenguaje. Madrid: Gredos, 1955. 10. Otro romntico, el poeta alemn Heinrich Von Kleist, reflexion ya acerca de ello en Sobre la gradual puesta a punto de los pensamientos en el habla (publicado en Quimera, n. 30, Barcelona, Montesinos, 1982, trad. de Jos Mara Valverde). Empalabrar y empalabramiento son neologismos acuados por Llus Duch en sus relevantes reflexiones acerca de la naturaleza logomtica del lenguaje. Vanse, al respecto, Mite i cultura, Barcelona, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 1995; Mite i interpretaci, Barcelona: Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 1996; y la reciente La educacin y la crisis de la modernidad.Barcelona: Paids, 1997.

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procedentes de la realidad interna, y en seguida articular esos sonidos significantes en enunciados ms complejos. La intuicin fundante de Humboldt fue perfilada y ahondada dcadas ms tarde por Friedrich Nietzsche, quien aadi a la anterior una nueva intuicin fundamental: que, adems de inseparable del pensamiento, el lenguaje posee una naturaleza esencialmente retrica; que todas y cada una de las palabras, en vez de coincidir con las cosas que pretenden designar, son tropos, es decir, alusiones figuradas, saltos de sentido que traducen en enunciados inteligibles las experiencias sensibles de los sujetos. En los apuntes para el Curso de Retrica que imparti en 1872-73, Nietzsche escribi:[...] lo que se llama retrico como medio de arte consciente, estaba activo como medio de arte inconsciente en el lenguaje y su devenir, ms aun, que la retrica es una continuacin de los medios artsticos situados en el lenguaje, a la clara luz del entendimiento. No hay ninguna naturalidad no-retrica en el lenguaje, a que se pudiera apelar: el propio lenguaje es el resultado de artes puramente retricas. La potencia que Aristteles llama retrica, de encontrar y hacer valer en cada cosa lo que influye y causa impresin, es a la vez la esencia del lenguaje: ste se refiere tan escasamente a la verdad como la retrica; no quiere ensear, sino transmitir una excitacin y percepcin subjetivas a otros. El hombre, al formar el lenguaje, no capta cosas o procesos, sino excitaciones: no transmite percepciones, sino copias de percepciones. [...] No son las cosas las que entra en la conciencia, sino la manera como nos relacionamos con ellas, el phitann. La plena esencia de las cosas no se capta nunca. [...] Como medio artstico ms importante de la Retrica valen los tropos, las indicaciones impropias. Todas las palabras, sin embargo, son tropos, en s y desde el comienzo, en referencia a su significado11.

Llegado a este punto, a Nietzsche le fue posible abordar radicalmente el modo en que el lenguaje da cuenta de la llamada realidad. Eso que alegremente llamamos realidad objetiva no es sino un lugar comn, un acuerdo intersubjetivo resultante del pacto entre las realidades subjetivas particulares. Instalados en el plcido y ufano sentido comn, convenimos en creer y afirmar que existe una Realidad objetiva; y en seguida, sentada esa premisa de opinin (dxa), nos apresuramos a convenir tambin que es posible conocerla inequvocamente, establecer la verdad. Tal silogismo verosmil tiene en nosotros un efecto indudablemente consolador: separa Objeto de Sujeto, y afirma que ste es capaz de establecer la Verdad con maysculas sobre aqul. Tal es la creencia comn: que ah afuera existe una Realidad dada, objetiva, externa e inamovible, y aqu adentro unos sujetos capaces de reproducirla mediante el pensamiento y de comunicarla mediante el lenguaje.11. Nietzsche en Valverde, op. cit., p.30-31. Existe una traduccin al castellano de este curso de retrica, incluida en NIETZSCHE , F.(1974). Libro del filsofo. Madrid: Taurus. Utilizo la traduccin del propio Valverde porque es, a mi juicio, muy superior a la de la antologa citada. Acerca de la compleja y revolucionaria concepcin de Nietzsche sobre el lenguaje, puede leerse el excelente ensayo de Enrique Lynch Dioniso dormido sobre un tigre, Barcelona, Destino, 1993.

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Pero Nietzsche, agudamente consciente de la identidad entre pensamiento y lenguaje y de la naturaleza retrica de ste, puso en entredicho la creencia vigente de verdad. No, desde luego, negando la existencia de la realidad, sino afirmando que el conocimiento que de ella es factible tener es siempre imperfecto, tentativo: se lleva a cabo partiendo de sensaciones que hacen sentido slo en la medida en que son transubstanciadas lingsticamente. De manera que nuestro conocimiento de esas realidades externas y de nuestras realidades internas es siempre un tropismo, un salto de sentido, una genuina e inevitable traduccin. En Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Nietzsche aplic su bistur a la diseccin de la idea vigente vigente tambin hoy, queremos decir de Verdad:Ahora se fija lo que en lo sucesivo ha de ser verdad, esto es, se inventa una designacin de las cosas uniformemente vlida y vinculante, y la legislacin del lenguaje da tambin las primeras leyes de la verdad; pues aqu surge por primera vez el contraste entre verdad y mentira. [...]. Qu es, pues, la verdad? Un ejrcito mvil de metforas, metonimias, antropomorfismos; en resumen, una suma de relaciones humanas, potica y retricamente elevadas, transpuestas y adornadas, y que, tras largo uso, a un pueblo se le antojan firmes, cannicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metforas que se han desgastado y han quedado sin fuerza sensorial; monedas que han perdido su imagen y ahora se toman en cuenta como metal, ya no como monedas. Seguimos siempre sin saber de dnde procede la tendencia a la verdad, pues hasta ahora slo hemos odo hablar de la obligacin que plantea la sociedad para existir: ser veraces, esto es, emplear las metforas usuales; o sea, expresado moralmente, la obligacin de mentir segn una firme convencin, de mentir en rebao, en un estilo vinculante para todos12.

De manera que afirmar la existencia de una Realidad objetiva sobre la cual es posible establecer una Verdad inequvoca no deja de ser, si bien se mira, una consoladora creencia de sentido comn, tercamente sostenida por doctos y legos. Tal creencia participa de la esfera de la opinin comn (dxa), no del conocimiento filosfico y cientfico (episteme), inevitablemente relativo y relativizador, cauto, sometido a enmienda constante excepto cuando se mira religiosamente a s mismo13. Y, en tanto que creencia, se apoya, parafrasean12. Nietzsche en Valverde, op. cit., p. 33, 34 y 35. 13. Entiendo aqu creencia, distinguindola de idea, en el sentido en que lo hace Ortega y Gasset en Ideas y creencias. Madrid: Espasa-Calpe, 1968, p. 18-19: Estas ideas bsicas que llamo creencias ya se ver por qu no surgen en tal da y hora dentro de nuestra vida, no arribamos a ellas por un acto particular de pensar, no son, en suma, pensamientos que tenemos, no son ocurrencias ni siquiera de aquella especie ms elevada por su perfeccin lgica y que denominamos razonamientos. Todo lo contrario: esas ideas que son, de verdad, creencias constituyen el continente de nuestra vida y, por ello, no tienen el carcter de contenidos particulares dentro de sta. Cabe decir que no son ideas que tenemos, sino ideas que somos. Ms an: precisamente porque son creencias radicalsimas, se confunden para nosotros con la realidad misma son nuestro mundo y nues-

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do a Aristteles en la Retrica, en lo verosmil (eiks), esto es, en la opinin ms generalizada o habitual, compartida por la mayora14. As pues, si no existe una Realidad objetiva cognoscible verdaderamente, debemos por ello caer en un desesperado nihilismo? En absoluto: no existe una realidad ni una verdad, pero s mltiples realidades particulares, mltiples experiencias, de cuya puesta en comn surge ese gnero de acuerdos que denominamos verdades. Y cada experiencia particular est hecha en gran parte de palabras sta es la gran leccin de los poetas, vivida sobre todo con y en palabras; ellas hacen inteligibles las imgenes recordadas o imaginadas, las sensaciones y los instintos, el hervidero confuso y gaseoso que conforma la vida mental no lingstica. De acuerdo con la clebre hiptesis Sapir-Whorf:We dissect nature along lines laid down by our native languages. The categories and types that we isolate from de world of phenomena we do not find there because they stare every observer in the face; on the contrary, the world is presented in a kaleidoscopic flux of impressions which has to be organized by our minds and this means largely by the linguistic systems in our minds. We cut nature up, organize it into concepts, and adscribe significances as we do, largely because we are parties to an agreement to organize it in this way an agreement that holds throughout our speech community and is codified in the patterns of our language. The agreement is, of course, an implicit and unstated one, but its terms are absolutely obli gatory; we cannot talk at all except by subscribing to the organization and classification of data wich the agreement decrees15.

No existe una sola realidad objetiva externa a los individuos, sino mltiples realidades subjetivas, innumerables experiencias. Y estas realidades subjetivas mltiples e inevitables adquieren sentido para uno y son comunicables para los dems en la medida en que son verbalizadas: engastadas en palabras y ver tebradas en enunciados lingsticos. Los lmites del mundo de cada cual son definidos primordialmente por los lmites del lenguaje con el que, en el que cada cual aprehende, vive el mundo, su mundo16. La experiencia, ms all de la simple pero imprescindible percepcin sensorial, es sobre todo aunque no slo experiencia lingstica. No existe intetro ser, pierden, por lo tanto, el carcter de ideas, de pensamientos nuestros que podan muy bien no habrsenos ocurrido. 14. Me remito a cualquiera de las ediciones de calidad de la Retrica. La concepcin aristotlica de lo verosmil es muy bien explicada por Roland Barthes en La retrica antigua, prontuario recogido en La aventura semiolgica. Barcelona: Paids, 1993, p. 85-161. 15. LEE WHORF Benjamin, Science and Linguistics (1940), artculo incluido en Language, Thought and Reality. Cambridge: MIT Press, 1956, p. 157. Al respecto vase tambin la obra anterior de su maestro Edward Sapir, Language. An Introduction to the Study of Speech (1921), publicado en castellano: El lenguaje. Mxico: FCE, 1954. 16. Tal es el sentido de la famosa proposicin 5.6. del Tractatus Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein : Els lmits del meu llenguatge signifiquen els lmits del meu mn. Barcelona, Laia, 1989, p. 130.

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rrupcin drstica entre subjetividad y objetividad, esto es, entre el aqu aden tro subjetivo de cada uno y el ah afuera intersubjetivo de todos, precisamente porque existen tantas realidades como experiencias individuales, y porque la vida mental de todos habita dentro de ese medio a la vez ntimo y social que es el lenguaje. As, de acuerdo con Cassirer,Para Humboldt el signo fontico, que representa la materia de toda formacin del lenguaje es, por as decirlo, el puente entre lo subjetivo y lo objetivo, porque en l se combinan los elementos esenciales de ambos. Pues, por una parte, el fonema es hablado y en esa medida es un sonido articulado y formado por nosotros mismos; y por la otra, en cuanto sonido escuchado, es una parte de la realidad sensible que nos rodea. De ah que nosotros lo aprehendamos y conozcamos como algo interno y externo simultneamente; como una energa de lo interno que se traduce y objetiva en algo externo17.

La comunicacin es, vista as, el acto de poner en comn las experiencias particulares mediante enunciados, con el fin de establecer acuerdos intersubjetivos sobre el mundo de todos, el conjunto de mapas que conforman la cartografa que por convencin cultural llamanos realidad. Y la cultura, la paulatina decantacin de esos enunciados lingsticos e icnicos, que en la medida en que son colectivamente asumidos van formando un humus, un sedimento comn para uso consciente e inconsciente de todos. Tal sedimento es la tradicin cultural que empapa a los individuos de modo inevitable, lo sepan o no, lo quieran o no18. I.1. Del significado al sentido De la consciencia lingstica se desprende una distincin imprescindible pero harto infrecuente entre los conceptos de significado y sentido, que a mi entender tiene importantes consecuencias para el estudio semntico de los productos mediticos. Pero antes procede una aclaracin. El concepto clsico de significado, manejado habitualmente por la lin-

17. CASSIRER, op. cit., 1971, p. 34. 18. As, en palabras de Llus Duch, op. cit., 1997, p. 52: A menudo de forma soterrada, la tradicin, como contenido y tambin como diversidad de formas expresivas, contina manteniendo su presencia activa en el momento actual. No debe olvidarse que la tradicin, a lo largo de la historia, ha sido un insustituible factor estructurador de la humanidad del hombre a partir de los estratos ms profundos de su propia arqueologa. Adems, resulta un hecho harto conocido que ni el contenido ni las formas expresivas de la tradicin humana poseen posibilidades infinitas, sino que slo dispone de las que corresponden a un ens fini tum capax infiniti , es decir, a un ser que se ve obligado a someterse a un incesante proceso de clasificacin de los nuevos datos y circunstancias que irrumpen en su horizonte fsico y mental. Sobre la importancia de la tradicin, y sobre su naturaleza eminentemente lingstica, ha reflexionado brillantemente George Steiner en Antgonas. Una potica y una filosofa de la lectura. Barcelona, 1966, passim.

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gstica y la semitica estructuralistas, padece in nuce un defecto congnito: designa el contenido semntico referido cannicamente por el significant e lo denotado, al cual se le aade, a lo sumo, algn otro u otros contenidos subsidiarios lo connotado. Cesare Segre resume as esta concepcin: El trmino connotacin se contrapone a denotacin porque designa cualquier conocimiento suplementario respecto al puramente informativo y codificado de la denotacin19. Al concebir, desde Saussure, el signo como rigurosamente arbitrario, se postula la existencia de un significante uncido a un significado cannico y fijo, independiente de las circunstancias y el contexto de la comunicacin. Semejante concepcin esttica del signo es plenamente congruente con la lingstica saussuriana, para la que la Langue abstracta y normativa es el verdadero objeto de la Lingstica cientfica, no as la Parole concreta, siempre inabarcable en su diversidad de manifestaciones, siempre fluida y cambiante, incesantemente renovada por los hablantes en sus incontables intercambios lingsticos. De las limitaciones de esta concepcin muy extendida todava entre universitarios y educadores da cuenta el esfuerzo que desde la Lingstica y la Semitica contemporneas se ha hecho para vindicar la importancia del receptor o destinatario en la complecin del significado: la reciente Pragmtica a p a rece como la disciplina susceptible de completar lo que Semntica y Sintaxis las dos facetas tradicionales de la Lingstica dejaban intocado. Los signos son codificados por el emisor mediante significantes cuyos significados van ms all de las meras convenciones lxicas: al decodificar, el receptor el lector in fabula de Eco colabora decisivamente en la creacin del significado final, pues aplica a los signos que recibe sus propias expectativas, hbitos y creencias, amn de una retahla de condicionantes derivados del cotexto, del contexto y de la circunstancia en que se produce el acto de comunicacin20. Para la Pragmtica, en fin, la legendaria frase de la Lingstica tradicional El gato bebe leche es algo ms que una articulacin sintctica de signos cuyo significado literal es que un mamfero felino digitgrado ingiere por su gaznate el fluido alimenticio y blanco con que es amamantado: en un contexto y circunstancia precisos, y ante un interlocutor siempre concreto, puede ser una19 SEGRE Cesare, Principios de anlisis del texto literario, Barcelona: Crtica, p. 59. Vase, as mismo, ECO ,Umberco, (1977). Tratado de semitica general. Barcelona: Lumen, 1977, p. 110-114. 20. Sobre la pragmtica y su aplicabilidad a los estudios sobre comunicacin, vanse: AUSTIN, Jonh (1962).How to do things with words. Oxford: Clarendon Press; SEARLE, John (1969). Speech Acts. Cambridge: Cambridge Univ. Pres; LEECH Geoffrey, (1983). Principles of Pragmatics. Londres-Nueva York: Longman; LEVINSON, Stephen, (1983). Pragmatics. Cambridge:Cambridge University Press; SCHMIDT, Siegfried J, (1990). Teora del texto. Problemas de una lingstica de la comunicacin verbal. Madrid: Ctedra; 1977; ECO Umberto, (1981). Lector in fabula, Barcelona, Lumen, 1981; o REYES Graciela, (1990) . La pragm tica. Barcelona: Montesinos.

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contrasea de espas o una lrica y crptica invitacin a los humores del lecho. El significado real connotado, siempre concreto, puede ser muy diferente del significado literal denotado21. Y aqu es menester afirmar con nfasis que el hiato que separa el significa do cannico de un signo del sentido de un enunciado concreto constituye un territorio semntico de extrema complejidad e importancia, justamente el espacio de la comunicacin humana efectiva. Un dinamismo semntico donde confluyen y entran en dilogo las intenciones y expectativas de los agentes comunicativos ya no puede hablarse de papeles fijos de emisor y receptor, sino de turnos de habla, las convenciones semiticas y, en ltimo pero no menos importante lugar, el contexto y la circunstancia concretos en que cada enunciado se produce cooperativamente. Pero, como probablemente se teman Saussure y sus epgonos, el estudio del sentido de esa gran porcin de significado que va ms all de la denotacin no se compadece con formalizaciones fciles y expeditivas. En rigor, si el significado es convencional, fijo y, pues, verificable y hasta cuantificable por los hacendosos analistas del discurso, el sentido desborda cualquier intento de contabilidad: aunque se apoya en la articulacin de los significados convencionales, es complejo y enormemente verstil, una suerte de fluido incesantemente creado y recreado por el dilogo de enunciados que establecen los interlocutores22. Hasta el punto de que el sentido es slo aprehensible cualitati vamente, mediante el auxilio de operaciones interpretativas cuya diversa complejidad va desde el guio en la charla cotidiana a los intrincados vericuetos alumbrados por la hermenutica filosfica. Tal inevitable aprehensin cualitativa del sentido se debe an a otro hecho esencial: a diferencia del significado, concebido como un concepto fijo, hipercodificado, abstracto y por as decirlo inmaterial y asensorial, el sentido es mutable, hipocodificado, concreto y tambin por as decirlo material y sensorial. Nos hallamos, como es notorio, no ya en el territorio ideal de la langue, sino en el muy real y complejo de la parole, con su estimulante diversidad.

21. La Pragmtica, sin embargo, presenta como novedosa una idea que la longeva Retrica formul con mucha mayor precisin y detalle, por cierto, hace aproximadamente veinticinco siglos. Al respecto, es muy til la obra de Bice Mortara Garavelli, Manual de retrica, Madrid: Ctedra, 1991; as como el clsico de Chaim Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca Tratato de la argumentacin. Madrid: Gredos, 1989. Hace pocos meses fue publicada una valiosa y sugerente aplicacin de la retrica al estudio de la informacin periodstica: Elvira Teruel Planas. Retrica, informaci i metfora. Bellaterra: UAB/UJ/UV, 1997. Se trata, a mi juicio, de una obra que debe contribuir de modo significativo a la imprescindible renovacin de los estudios sobre comunicacin periodstica. 22. Acerca de la naturaleza dialgica de la comunicacin lingstica, entendida como incesante intercambio de enunciados, son ya clsicas las reflexiones del gran Mijail Bajtin en Esttica de la creacin verbal (Mxico, Siglo XXI, 1985) y Teora y esttica de la novela (Madrid, Taurus, 1989).

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I.2. De la langue a las paroles Los signos tienen significados convencionalmente atribuidos, de ah la existencia de los diccionarios y de los repertorios sgnicos especializados; pero los enunciados reales que los hablantes producen y reproducen incesantemente, en cambio, adquieren sentido dialgicamente, en el acto mismo de la comunicacin. Un sentido que depende del modo en que los interlocutores, habitantes de su medio lingstico hablan el lenguaje, son hablados por el lenguaje piensan y sienten lo que dicen en el contexto y circunstancia precisos en que hablan (y a la luz, claro es, de los sentidos previamente acuados y sedimentados en su cultura): articulan enunciados cuyo significado cannico es continuamente teido y constreido por figuras y tropos que capturan la experiencia sensorial y sensible de los hablantes23. La misma reverberacin semntica de la palabra sentido nos ofrece las pistas necesarias: el enunciado se oye se sent, en lengua catalana y se siente; no slo se entiende su significado convencional y abstracto, sino que se com prende su significado concreto hic en nunc, la sutil textura de motivos, actitudes, intenciones, efectos y, en fin, matices conceptuales y sensoriales que conforman su sentido. Por fin, la palabra sentido nos trae una ltima acepcin: se siente ante, por, contra o con algo o alguien, el sentido nace y se crea en neta socialidad, en coloquio permanente muy, pero que muy pragmti camente. Y ste es el momento de recordar que, desde sus orgenes, la Retrica afront los problemas, las tcnicas y las situaciones de comunicacin relacionados tanto con el sentido de los enunciados como con las condiciones de la enunciacin. Tekhn capaz de producir textos eficaces, pero tambin delicada y aguzada herramienta de anlisis de los enunciados producidos, la Retrica iluminaba mediante su extenso repertorio de figuras y tropos las muy diversas posibilidades semnticas del decir y del decirse humanos. Hoy sorprende el olvido al que durante siglos fue relegada, y aun ms la condescendencia con que los semiticos y los analistas del discurso de la hora presente hablan de ella como un mozalbete infatuado que, ignorante de su ignorancia, insiste en menospreciar la sabidura de sus mayores. En el mejor de los casos, los enfoques pragmticos hoy en boga apuntan tmidamente en una direccin que la antigua pero de ningn modo vieja Retrica desarroll amplsimamente durante siglos de modo, en mi opinin, mucho ms comprehensivo. La bsqueda del sentido de los enunciados medi23. La idea nietzscheana acerca de la naturaleza retrica del lenguaje ha dado lugar en aos recientes a algunas magnficas investigaciones sobre el papel decisivo que las metforas juegan en el modo de vivir, concebir y comunicar de los individuos. Pienso, en particular, en la relativamente reciente pero ya clsica obra de George Lakoff y Mark Johnson Metaphors We Live By (1980), ttulo mal traducido en la versin castellana: Metforas de la vida coti diana. Madrid: Ctedra, 1991. Por otra parte, la antes aludida obra de Elvira Teruel Retrica, informaci i metfora es, sin duda, una iluminadora aplicacin de la consciencia retrica al estudio de la comunicacin periodstica.

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ticos y periodsticos cuenta, as, con un auxiliar de inestimable utilidad, capaz de identificar y de explicar su dinamismo semntico. Un auxiliar, adems, capaz de afrontar las diversas dimensiones de tales enunciados: la invencin y el hallazgo de los argumentos y de los temas (inventio), la disposicin de las partes del discurso (dispositio), los sutiles rasgos de estilo y expresin con que ste se encarna (elocutio), los variados modos en que puede ser puesto en juego (memoria y actio); en fin, nada menos que la entera configuracin temtica, sintctica, semntica y pragmtica de los enunciados realmente existentes, de esas incontables paroles tan temidas por la plana mayor de los lingistas y semilogos de nuestro siglo. I.3. Naturaleza logomtica del lenguaje Conviene sealar que la concepcin usual de significado en ltima instancia deudora de la carencia de consciencia lingstica descansa adems en una creencia previa muy extendida entre doctos y legos, convertida ya en ufano sentido comn, acerca de la naturaleza lgica del lenguaje: la que piensa la palabra exclusivamente como logos, es decir, como concepto abstracto, racional, referencial, asensorial y denotativo. Una creencia que es, como dira Nietzsche con palabras antecitadas, una de esas ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metforas que se han desgastado y han quedado sin fuerza sensorial a fue de usarse como moneda corriente. En cambio, la idea de sentido que aqu proponemos se apoya en una concepcin logomtica del lenguaje, esto es, en la consideracin de que la palabra humana, radicalmente y sin remisin, es a la vez logos y mythos: palabra que ana concepto abstracto e imagen sensorial, razn y representacin, denotacin precisa y connotacin sensible, referencia analtica y alusin sinttica, efectivi dad y afectividad 24. El sentido comn suele considerar el lenguaje no slo como mero vehculo o instrumento de comunicacin capaz de encapsular los pensamientos previamente formados en la conciencia, sino como una suerte de articulacin lineal y monodimensional de sonidos abstractos, una especie de cadena formada por eslabones enlazados. Reducido a esta imagen muy antigua, por cierto, pero reforzada en nuestra poca por la hegemona del paradigma estructurolgico el lenguaje es visto como mero vehculo transportador de conceptos, cual tren de mercancas que mediante sus vagones contenedores (significantes) transporta diversos contenidos (significados). La relacin que se establece entre tales significantes y significados s lgica, esto es, unvoca y precisa: sgnica. Ntese bien que tal concepcin lgica del lenguaje descuida su naturaleza logomtica: el hecho decisivo de que las palabras no son meros signos lmpidos y netos, unvocos, sino antes que nada smbolos alusivos, sugerentes y poli-

24. Tal concepcin logomtica del lenguaje ha sido elocuentemente expuesta y defendida por Llus Duch a lo largo de sus obras publicadas en los ltimos aos, ya citadas.

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smicos, equvocos. Al concebir el lenguaje como retrico, Nietzsche nos dice no slo que la palabra es expresin y representacin en vez de reproduccin, sino tambin que tal expresin tiene inevitablemente un carcter figural, es decir, metafrico-simblico: la palabra es siempre tensin entre el concepto unvoco (logos) y la imagen equvoca (mythos), expresa siempre de modo figurado: imperfecto, incompleto, alusivo, borroso. Por su naturaleza eminentemente simblica, el lenguaje a un tiempo revela y oculta, alumbra, insina y oscurece: hay una zona de borrosidad y de claroscuro inevitable entre las palabras y su sentido25. En palabras de Octavio Paz:Cualquiera que sea el origen del habla, los especialistas parecen coincidir en la naturaleza primariamente mtica de todas las palabras y formas del lenguaje.... La ciencia moderna confirma de manera impresionante la idea de Herder y los romnticos alemanes: Parece indudable que desde el principio el lenguaje y el mito permanecen en una inseparable correlacin... Ambos son expresiones de una tendencia fundamental a la formacin de smbolos: el principio radicalmente metafrico que est en la entraa de toda funcin de simbolizacin. Lenguaje y mito son vastas metforas de la realidad. La esencia del lenguaje es simblica porque consiste en representar un elemento de la realidad por otro, segn ocurre con las metforas. La ciencia verifica una creencia comn a todos los poetas de todos los tiempos: el lenguaje es poesa en estado natural. Cada palabra o grupo de palabras es una metfora. Y asimismo es un instrumento mgico, esto es, algo susceptible de cambiarse en otra cosa y de trasmutar aquello que toca: la palabra pan, tocada por la palabra sol, se vuelve efectivamente un astro; y el sol, a su vez, se vuelve un alimento luminoso. La palabra es un smbolo que emite smbolos. El hombre es hombre gracias al lenguaje, gracias a la metfora original que lo hizo ser otro y lo separ del mundo natural. El hombre es un ser que se ha creado a s mismo al crear un lenguaje. Por la palabra, el hombre es una metfora de s mismo.26

As pues, en tanto que simblico, el lenguaje no slo nombra y designa, sino que alude y sugiere. No es slo concepto racional, sino imagen y sensa cin. Es posible que la terca confusin entre lenguaje y escritura sea la causa de la concepcin del lenguaje como mera articulacin significante, a modo de esas ristras de palabras que emanan de los personajes pintados en los frescos romnicos o en las vietas del cmic. Pero el lenguaje es, en realidad, algo mucho ms complejo y diverso: adems de sonidos suscita imgenes, texturas, colores, olores y sabores; no es simple lnea acstica monodimensional, sino una suerte de medio sensorial tridimensional 27 compuesto de estratos lbiles;25. Acerca de esta decisiva cuestin, resulta sumamente sugerente la observacin que Duch hace a propsito de la palabra con que el idioma alemn expresa la nocin de smbolo: Sinnbild, vocablo compuesto a partir de Sinn (sentido) y Bild (imagen). DUCH Ll., (1996). Mite i interpretaci. (1992) op. cit, p. 91. 26. PAZ Octavio. El arco y la lira. op.cit., p. 34. Las citas entrecomilladas por Paz corresponden a la obra citada de W.M. Urban Lenguaje y realidad. 27. Un medio concebido como medio-ambiente, no, como es habitual, como medio-instru mento.

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no es slo razn, sino tambin imagen y sensacin: figuracin. Ms all de las designaciones precisas, los sentidos que las palabras suscitan tienen una marcada carga sensible e intuitiva, hasta el punto de que en la propia naturaleza logomtica del lenguaje reside toda posibilidad de desplieque de sus diversas facultades y funciones. Siguiendo a Ernst Cassirer28, podemos decir que la entraa densa y diversa de las palabras contiene todas las posibilidades de la diccin humana: la ciencia, la filosofa, el sentido comn, el arte, la poesa, el mito... Y, siguiendo aqu nuestra propia y vacilante intuicin, aadiremos que es en las entretelas mismas del lenguaje donde arraiga y se agazapa la ficcin: que toda palabra, toda diccin es, siempre y necesariamente, ficcin inevitable, insoslayable fabulacin. I.4. De toda diccin considerada como inevitable ficcin Al afirmar que la naturaleza del lenguaje no es slo lgica sino logomtica, es decir, a un tiempo abstractiva y figurativa, estamos reivindicando que las palabras son, amn de designaciones abstractas, imgenes sensoriales: que el lenguaje, por decirlo de modo elocuente, tiene una naturaleza audio-visual. La Lingstica y la Estilstica ortodoxas suelen reconocer, a lo sumo, que existe una figura retrica llamada imagen, emparentada con la metfora y la sinestesia, pero no que las palabras son tambin imgenes. Represe, no obstante, en que las palabras no son imgenes icnicas, como las generadas por los medios de comunicacin y las tecnologas de nuestro tiempo, sino imgenes mentales29. El vocablo imagen es, a no dudarlo, menos transparente y ms complejo de lo que a primera vista parece: en latn, imago significa a la vez /imagen/ e /idea o representacin mental/; tambin en latn, idolum vuelve a significar /imagen/; y en griego, idea quiere decir /imagen ideal de un objeto/30. Aunque no es aceptable el recurso trillado a las etimologas fciles para desentraar el asunto que nos ocupa, nos hallamos ante una encrucijada repleta de insinuaciones y sugerencias. Esa imago latina que es a un tiempo /imagen/ e /idea o representacin/, no nos da acaso la clave para desentraar la cuestin que tratamos de elucidar? No es cierto acaso que las palabras, por su naturaleza logomtica, por su tensin inevitable entre abstraccin y sensorialidad, tienen una dimensin inevitablemente configuradora, imaginaria? Y no se desprende de ah acaso que al empalabrar la realidad, los sujetos no hacen sino imaginarla? Este es, a mi juicio, el hecho decisivo, derivado de esa concepcin nietzscheana acerca de la naturaleza retrica del lenguaje sobre la que venimos reflexionando: que al hablar, al decir, los sujetos inevitablemente ideamos, a saber,28. Me remito a su obra, ya citada, Filosofa de las formas simblicas. I. El lenguaje, 1971. 29. Acerca de la distincin entre imagen icnica e imagen mental, es esclarecedor el libro de Romn Gubern La mirada opulenta. Barcelona: Gustavo Gili, 1987, cap. 1 y 2. 30. Gran diccionario de la lengua espaola. Barcelona: Larousse, 1996.

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imaginamos la realidad que vivimos, observamos, evocamos o anticipamos; que toda diccin humana es, siempre y en alguna medida y manera variables, tambin ficcin; que no es que uno de los modos posibles de la diccin sea la ficcin junto a la llamada no ficcin y sus gneros, pongamos por caso, sino que diccin y ficcin son constitutivamente una y la misma cosa; y que, en todo caso, la tarea reflexiva y analtica para el estudioso consiste en discernir cules son los grados y las modalidades en que esa ficcin constitutiva de toda diccin se da en los intercambios comunicativos. Es necesario, no obstante, aclarar el alcance de la idea de ficcin que manejamos, no sea que nuestro razonamiento coseche no slo incomprensin, sino hasta indeseable y airado rechazo. Confinada a los mbitos de la literatura, por un lado, y de la mentira y el engao, por otro, la idea de ficcin ha sido maltratada tanto por la teora literaria ortodoxa como por el sentido comn general: sea relegada al mbito positivo de la creacin artstica, sea al negati vo de lo falso31. Tales restricciones de la nocin de ficcin han entorpecido considerablemente no ya slo la reflexin epistemolgica y esttica relativa a esta cuestin crucial, sino tambin, de modo ms concreto y palpable, la teora literaria32, por una parte, y los estudios sobre comunicacin, por otra. Pues no basta con decir que existen enunciados literarios y mediticos, de un lado, y actos de habla engaosos o mentirosos, de otro, caracterizados todos ellos por el cultivo de la ficcin; ni es aceptable distinguir paladinamente entre aquellas ficciones buenas y estas otras malas, como suele hacer el ufano sentido comn. En vez de echar mano una vez ms de los clichs al uso, es preciso reconocer en primer lugar que, de modo necesario e inevitable, todo acto de diccin es tambin un acto de ficcin; en segundo, que los actos de ficcin en que incesantemente incurrimos al hablar nos permiten aprehender y expresar de modo figural esto es: imaginativo y retrico todas esas cosas que damos en llamar realidad; y por ltimo, que tal conviccin no debe movernos a aceptar una suerte de relativismo nihilista, en virtud del cual todo conocimiento sera mera ilusin solipsista, sino a distinguir con esmero los grados y las maneras en que la ficcin empapa nuestros actos de habla.31. Tal restriccin de la nocin de ficcin, muy extendida y expansiva, ha sido rebatida en las ltimas dcadas por crculos restringidos de pensadores postestructuralistas, como Thomas Pavel y Lubomir Dolezel, interesados en la reflexin acerca de la llamada ficcionalidad, esto es, acerca de las modalidades ficticias de la diccin humana. Pero no me parece que hayan llevado la reflexin iniciada hasta sus ltimas y decisivas consecuencias. Al respecto, vanse las obras de Thomas Pavel, Univers de la fiction. Pars: Editions du Seuil, 1988; Lubomir Dolezel, Truth and Authenticity in Narrative, Poetics Today, I, 4, 1980, p. 7-25; y, tambin, el volumen colectivo de R. Barthes, L. Bersani, Ph. Hamon. M Riffaterre y I. Watt Littrature et ralit. Pars: Editions du Seuil, 1982. Mucho antes que estos autores, Jos Ortega y Gasset escribi pginas perspicaces sobre la cuestin en Ideas sobre la novela. Madrid: Revista de Occidente. 32. Es iluminador, al respecto, el ensayo de Constanzo Di Girolamo Teora crtica de la litera tura. Barcelona: Crtica, 1985.

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As, aunque no puedo ni quiero desarrollar aqu esta cuestin capital, me parece imprescindible distinguir provisionalmente varias modalidades de enunciacin segn sean los grados y maneras en que los afecte esa insoslayable cuota de ficcin a que nos referimos. La ordenacin de tales modalidades de enunciacin dibujara, de un lado, una banda vertical imaginaria que ira de la mayor referencialidad posible a la mayor fabulacin posible, es decir, considerara el estatuto gnoseolgico de los enunciados producidos; y de otro, una suerte de banda transversal que integrara los enunciados segn su ndole formal y expre siva, esto es, considerara su estatuto esttico. (a) Enunciacin facticia33 o ficcin tcita, propia de los enunciados de vocacin veridicente, en los que la dosis de ficcin estara reducida al mximo, es decir, sera aqulla implcita y no intencional, inherente a la condicin lingstica de tales enunciados. La enunciacin facticia exige, para serlo, un pacto de veri diccin entre los interlocutores, comprometidos a entablar un intercambio fehaciente. En este tipo de enunciados cabra distinguir, a su vez, dos tipos: (a.1) la enunciacin facticia de tenor documental, caracterizada por su veracidad y su alta verificabilidad as, eventualmente, en actos de habla como la afirmacin y la constatacin, o en gneros periodsticos y mediticos como la informacin, la crnica, el reportaje y el documental. (a.2) la enunciacin facticia de tenor testimonial, caracterizada por su veracidad y su escasa verificabilidad. A modo de ejemplo, es el modo de enunciacin propio de libros de memorias, dietarios, epistolarios, relatos de viaje, retratos y semblanzas y, en fin, de la gama entera de la llamada literatura testimonial. (b) Enunciacin ficticia o ficcin explcita, caracterstica de los enunciados de vocacin fabuladora, en los que la dosis de ficcin sera explcita e intencio nal, y estara presente en grados y maneras variables, ms all de la cuota de ficcin inherente a la condicin lingstica de tales enunciados. La enunciacin ficticia exige, para serlo, un pacto de suspensin de la incredulidad entre33. Segn el Gran diccionario de la lengua espaola (op. cit., 1996), el trmino castellano facticio refiere, en su primera acepcin, algo que est hecho de una manera artificial a imitacin de la realidad natural, mientras que para el Diccionari manual Pompeu Fabra (Barcelona, Edhasa, 1987), la palabra catalana factici designa algo que no s una creaci natural, no natural, de convenci. Aunque algunos matices de sentido las separan, ambas definiciones coinciden en sealar el carcter artificial y convencional de una imitacin res pecto de la realidad tomada como referencia. A mi juicio, el adjetivo facticio podra recibir una acuacin complementaria, como designacin de los enunciados de vocacin veridicente, y sustituir as con ventaja la falaz y periclitada expresin no ficcin. Ntese que un enunciado facticio es una construccin de sentido que no reproduce ni calca la realidad, sino que la representa por medio de convenciones lingsticas. En lo facticio existe ya, pues, una con-figuracin, se da esa inevitable cuota de ficcin tcita inherente a todo acto de diccin. Un enunciado ficticio, en cambio, es aqul en que no existe vocacin veridicente, sino fabulacin explcita y deliberada a veces en busca de una verdad esencial que trascienda la mera veracidad de los datos comprobables.

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los interlocutores. En este tipo de enunciados cabra distinguir, a su vez, al menos tres tipos: (b.1) la enunciacin ficticia de tenor realista, caracterizada por la bsqueda de una verdad esencial destilada por medio del cultivo de la verosimilitud refe rencial, esto es, por su carcter representativo y mimtico respecto de un mundo posible reconocible para el interlocutor (por ejemplo, el Pars de la Restauracin, o el Chicago de la Gran Depresin). Este sera el caso del relato, la novela y el cine realistas, de Flaubert a Rossellini pasando por Chejov y Hemingway. (b.2) la enunciacin ficticia de tenor mitopotico, caracterizada por la bsqueda de una verdad esencial destilada por medio del cultivo de la verosimilitud autorreferencial, esto es, no por su carcter representativo y mimtico respecto de un mundo posible concreto y reconocible, sino por su apelacin a esas otras realidades interiores, propias de la imaginacin, la fantasa, el sueo o el ensueo. Tal sera el caso del mito y la leyenda, as como del relato, la novela y el cine fantsticos, de Poe a Kubrick pasando por Lovecraft y Tolkien. (b.3) la enunciacin ficticia de tenor falaz, caracterizada por su bsqueda deliberada de la mentira, el engao, la tergiversacin, el encubrimiento o, en fin, cualquiera de los sutiles matices incluidos en la nutrida gama de la falsedad y la mendacidad, tan bien expresada por San Agustn en De Mendacio: Una mentira es la enunciacin premeditada de una falsedad inteligible34. Desde un punto de vista no esttico sino epistemolgico, lo que diferencia la ficcin falaz de la ficcin artstica es que en sta los interlocutores conocen y disfrutan de los trminos del intercambio, mientras que en aqulla uno de ellos desconoce que se le da gato por liebre. En la enunciacin falaz, por tanto, no se da pacto alguno de suspensin de la incredulidad, sino una explotacin deliberada de la credulidad de uno de los interlocutores35. Conviene observar, antes de proseguir, que caso de ser aceptada y afinada esta propuesta permitira superar dicotomas obsoletas y oscurecedoras, como la burda pero consoladora distincin clsica entre las categoras de fic cin y no ficcin, o la todava ms burda distincin entre ficcin y realidad, apoyada en una incomprensible pero extendida confusin entre el plano34. Acerca de la crucial cuestin de lo falso y lo verdadero en los enunciados lingsticos, me parece esencial la exposicin que George Steiner desarrolla en Despus de Babel. Aspectos del lenguaje y la traduccin. op.cit., 1990, en especial el captulo III La palabra contra el objeto. La definicin de San Agustn est recogida en la pgina 251 de esta obra. 35. Esta propuesta es todava, a no dudarlo, precaria y balbuciente. Pretende, sobre todo, poner en entredicho la acomodaticia y falaz divisin tradicional entre ficcin y no ficcin, y llamar la atencin sobre la necesidad de reformular los conceptos desde la raz. Para ello, ser necesario explorar minuciosamente las contribuciones que a la elucidacin de este territorio proceloso brindan la Filosofa del Lenguaje, la Pragmtica y el Anlisis del Discurso.

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epistemolgico la ficcin y el plano ontolgico la realidad. Si bien se mira, no nos es dado hablar de la realidad ms que a travs de sus representaciones y expresiones: la cuestin verdaderamente crucial estriba, ms bien, en dilucidar el carcter de las diversas modalidades de representacin y expresin, no en contraponerlas abruptamente a una supuesta realidad que, de hecho, no podemos conocer ms que a travs de ellas. Adems, la aceptacin de tal propuesta implica no slo cuestionar la vigente identificacin de la idea de ficcin con la idea de falsedad, sino reconocer que en la ficcin constitutiva de la diccin humana reside esa inslita capacidad generadora de conocimiento que slo el lenguaje posee; un conocimiento que es, ntese bien, no slo representacin (mimesis) sino muy singularmente creacin (poiesis). Como razona George Steiner en Despus de Babel,El lenguaje es el instrumento privilegiado gracias al cual el hombre se niega a aceptar el mundo tal y como es. Sin ese rechazo, si el espritu abandonara esa creacin incesante de anti-mundos, segn modalidades indisociables de la gramtica de las formas optativas y subjuntivas, nos veramos condenados a girar eternamente alrededor de la rueda de molino del tiempo presente. La realidad sera (para usar, tergiversndola, la frase de Wittgenstein) todos los hechos tal y como son y nada ms. El hombre tiene la facultad, la necesidad de contradecir, de desdecir el mundo, de imaginarlo y hablarlo de otro modo36.

Esa capacidad poitica del lenguaje, esa facultad no slo de representar la experiencia, sino de crear y hacer sentido est enraizada en la misma entraa de las palabras. En Presencias reales, Steiner elucida as esa decisiva cuestin:El lenguaje mismo posee y es posedo por la dinmica de la ficcin. Hablar, bien a uno mismo o a otro, es en el sentido ms desnudo y riguroso de esta insondable banalidad inventar, reinventar, el ser y el mundo. La verdad expresada es, lgica y ontolgicamente, ficcin verdadera, donde la etimologa de ficcin nos remite de forma inmediata a la de hacer. El lenguaje crea: por virtud de la nominacin, como en el poner nombre de Adn a todas las formas y presencias; por virtud de la calificacin adjetival, sin la cual no puede haber conceptualizacin de bien o mal; crea por medio de la predicacin, del recuerdo elegido (toda la historia se aloja en la gramtica del pretrito). Por encima de todo lo dems, el lenguaje es el generador y el mensajero del maana (y desde el maana). A diferencia de la hoja, del animal, slo el hombre puede construir y analizar la gramtica de la esperanza. [...] Creo que esta capacidad para decirlo y no decirlo todo, para construir y deconstruir espacio y tiempo, engendrar y decir contrafcticos si Napolen hubiese mandado en Vietnam hace hombre al hombre37.

El lenguaje mismo posee y es posedo por la dinmica de la ficcin. Puede acaso decirse mejor?36. STEINER, (1981). op. cit., p. 250. 37. STEINER, George, Presencias reales. op. cit., p. 74 y 75.

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II. Incidencia del giro lingstico en el estudio de la Comunicacin Periodstica A mi entender, el aludido giro lingstico ha impregnado ya el estudio de la comunicacin meditica, en buena medida gracias a las fecundas contribuciones derivadas de la Sociologa del Conocimiento. Pero es menester aadir que tal impregnacin ha sido parcial e insuficiente: por un lado, porque, a pesar de haber incorporado la consciencia lingstica a su ncleo terico, los enfoques sociocognitivos no la han llevado a sus ltimas y decisivas consecuencias, especialmente en lo que hace a la comprensin nietzscheana de la naturaleza retrica y logomtica del lenguaje38; y por otro, porque tales enfoques han sido poco tenidos en cuenta por los estudiosos de los textos y de los enunciados comunicativos, ms atentos por lo general a concepciones hiperformalistas ajenas a la tradicin relegada que en estas pginas vindicamos. Dentro del ancho y diverso territorio de los estudios sobre comunicacin meditica, los estudios sobre periodismo han padecido en especial esas carencias y esas creencias. Como deca al principio de este artculo, la hegemona de los enfoques prescriptivos y preceptivos, la desconfianza de la teora, la consiguiente anemia crtica y conceptual y, en fin, la primaca del mero sentido comn profesional han lastrado gravemente su desarrollo. Es sensato afirmar que, salvando contadas excepciones, la toma de consciencia lingstica no ha llegado todava a ellos, y que tal carencia es uno de los motivos responsables de los males que hoy aquejan a este campo. Como veremos a continuacin, la plena asuncin del giro lingstico por parte de investigadores y docentes alumbrara valiosos corolarios, susceptibles, a mi entender, de suscitar un replanteamiento epistemolgico, terico y metodolgico de los estudios sobre periodismo, en la lnea de la disciplina cientfica la Comunicacin Periodstica que en este artculo vindicamos. En las pginas que siguen intento esbozar en sus lneas bsicas algunos de estos corolarios, plenamente consciente de que son todos los que estn pero ni mucho menos estn todos los que son y de que aun esos pocos que estn merecen mayor y ms sutil ahondamiento. Ser tarea de los estudiosos de la comunicacin periodstica espero enmendar y completar esta tarea apasionante en los aos por venir. II.1. Primer corolario: la retrica de la objetividad como ritual expresivo Los formalistas rusos fueron los primeros que, en su bsqueda de un estudio cientfico de la literatura en concreto y del lenguaje en general, plantearon la38. En la obra de esta corriente sociolgica que ms influencia ha ejercido en los estudios sobre comunicacin, el clsico de Peter L. Berger y Thomas Luckmann The Social Construction of Reality (1966), esta consciencia lingstica es bien palpable, aunque, a mi entender, sus autores no la llevan a sus ltimas consecuencias, especialmente por lo que se refiere a la naturaleza retrica del lenguaje.

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necesidad de reemplazar los criterios de valor que hasta entonces se venan utilizando para estudiar la literatura de corte normativo e impresionista por el estudio sistemtico de su presunta esencia, ms all de obras, autores, gneros y tendencias concretos: as se inici la bsqueda de la denominada literariedad (literaturnost)39. Este propsito llev a los formalistas a conjeturar la existencia de una diferencia neta entre dos presuntos tipos de lenguaje: el lenguaje potico y el len guaje prctico. Algunos aos despus, los estructuralistas agrupados en torno al Crculo Lingstico de Praga, con Jan Mukarovsky en cabeza, formularon de manera explcita el principio de desviacin de la lengua literaria con respecto a la lengua estndar 40. El concepto de desviacin cart, dira el poeta Paul Valry ha ejercido una gran influencia en el pensamiento literario del siglo XX; a l se debe, por ejemplo, la concepcin de la obra literaria como artificio lingstico, que ha llevado a tantos investigadores a examinar el artefacto literario en s, considerado como una modalidad lingstica desviada y elevada, sustancialmente distinta a otras manifestaciones de la palabra. Sin embargo, a pesar de su indudable xito en crculos acadmicos ortodoxos, el concepto de desviacin muestra grietas a poco que se lo someta a revisin terica: (i) primero, porque no todas las supuestas desviaciones anacolutos involutarios, por ejemplo tendran, caso de existir, carcter literario (y, a la inversa, porque algunas obras de inequvoca intencin literaria, como las novelas de Marguerite Duras o Miguel Delibes, mostraran un grado de desviacin muy bajo, a veces incluso inexistente);

39. Fue Roman Jakobson quien expres con precisin este propsito: El objeto de la ciencia literaria no es la literatura sino la literariedad (literaturnost), es decir, lo que hace de una obra dada una obra literaria. Sin embargo, hasta ahora se podra comparar a los historiadores de la literatura con un polica que, proponindose detener a alguien, hubiera echado mano, al azar, de todo lo que encontr en la habitacin y an de la gente que pasaba por la calle vecina. Los historiadores de la literatura utilizaban todo: la vida personal, la psicologa, la poltica, la filosofa. Se compona un conglomerado de pseudodisciplinas en lugar de una ciencia literaria, como si se hubiera olvidado que cada uno de esos objetos pertenece respectivamente a una ciencia: la historia de la filosofa, la historia de la cultura, la psicologa, etc., y que estas ltimas pueden utilizar los hechos literarios como documentos defectivos, de segundo orden. Citado por Tzvetan Todorov, ed., Teora de la literatura de los formalistas rusos. Buenos Aires. Siglo XXI, 1970, p. 25-26. Acerca de los intentos de definicin de la literariedad, son iluminadores los ensayos de Constanzo Di Girolamo Teora crtica de la literatura (op.cit., 1985), de M. Marchescou El concepto de literariedad (Madrid, Taurus, 1979) y de Dolors Oller Virtuts textuals (Barcelona, UAB, 1990). Sobre el modo en que este debate afecta el estudio de las relaciones entre periodismo y literatura, puede leerse el captulo I del libro de A.Chilln Literatura i periodis me, op. cit., 1993. 40. MUKAROVSKY, J (1932). Lenguaje standard y lenguaje potico, artculo incluido en Escritos de esttica y semitica del arte. Barcelona: Gustavo Gili, 1977, p. 314-315.

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(ii) despus, por el hecho decisivo de que la desviacin no sera, en todo caso, patrimonio de los textos de intencin literaria, sino que estara presente, en realidad, en cualquier acto de parole, fuese oral o escrito; (iii) por ltimo, sobre todo, a causa de una objecin capital, sin duda la ms importante de todas las citadas: cmo determinar un hipottico grado cero del lenguaje idealmente neutro y estndar, en el que gramtica y estilo sean sinnimos? No ser, ms bien, que el concepto de lengua estndar esconde una idealizacin platnica, y que la parole se caracteriza, precisamente, por su multiplicidad de usos, estilos y registros? En la distincin falaz entre lengua estndar y literaria vemos sutilmente reproducida, una vez ms, la previa dicotoma de Saussure entre langue y parole, tan influyente en el estructuralismo del siglo XX. Di Girolamo expresa esta reserva con precisin y perspicacia41:Nadie creer que tal lengua (natural) exista, haya existido o pueda existir alguna vez. Ms bien se tiene la sensacin de que la lengua estndar representa una suerte de fantasma instrumental convocado en contraposicin a la lengua literaria. La lengua estndar se define, en suma, como lengua no literaria, pero ni la lengua estndar ni, en consecuencia, la lengua literaria son definidas en ningn momento.

Ntese, no obstante, que la falaz distincin entre lenguaje potico o litera rio, de un lado, y lenguaje prctico o estndar, de otro, no slo oscurece la cabal consideracin del hecho literario42, sino que pervierte desde la raz la comprensin de la autntica naturaleza de la comunicacin periodstica.41. Constanzo DI GIROLAMO, Teora crtica de la literatura. op. cit, p. 32. Visto el problema con perspectiva, parece claro que la distincin entre lenguaje prctico y lenguaje esttico fue consonante con algunas corrientes ideolgicas de signo idealista influyentes en la poca en que fue formulada, las cuales consideraban el arte como una esfera autnoma de expresin, desprovista de cualquier funcin cognoscitiva o representativa: tal era, al fin y al cabo, la doctrina wildeana del arte por el arte, y tales las ideas que animaron varios movimientos de las vanguardias histricas. Cabe aadir que la dicotoma lengua estndar/lengua litera ria fue matizada por la llamada teora de las funciones lingsticas. As, las primeras reflexiones sistemticas sobre las funciones del lenguaje, que Roman Jakobson hizo pblicas en 1921, hacan hincapi en la distincin, todava rudimentaria, entre las funciones referencial y esttica. Aos despus, en el clsico Lingstica y potica, el propio autor mejor significativamente su propuesta inicial, a la cual incorpor las de Malinowski (1923) sobre la funcin ftica, Bhler (1950) sobre la funcin conativa y Carnap (1934) sobre la funcin metalingstica. Estamos de acuerdo, sin embargo, con la crtica que Di Girolamo hace a la teora de las funciones lingsticas: El precio de la teora de Jakobson es la divisin vertical del corpus de las obras literarias, y, llevada al extremo, la definicin de una escala de poeticidad arbitraria e inaceptable (op. cit., p. 51). Vase JAKOBSON Roman, (1975). Ensayos de lingstica general. Barcelona: Seix Barral, p. 347395. A este respecto, es importante tambin la obra clsica de K. Bhler Teora del Lenguaje. Madrid: Revista de Occidente, 1950. 42. Hoy parece un despropsito hablar de estilo literario qu tienen en comn, digamos, los estilos de Borges, Azorn, Joyce, Lezama Lima, Garca Mrquez y Beckett?: sabemos que la actividad literaria cobija y alienta mltiples prcticas expresivas, en ltima instancia tantas como autores y hasta obras singulares dentro de cada autor.

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Y ello porque, al consagrar el apelativo estilo periodstico para designar un supuesto modo expresivo oral y escrito caracterstico de todas las modalidades del periodismo realmente existente43, el sentido comn profesional sedimentado en los llamados libros de estilo y en las prcticas de los comunicadores le ha asignado las aptitudes cognitivas y los rasgos expresivos que supuestamente caracterizan el lenguaje prctico o estndar. A saber: una forma de diccin meramente referencial, denotativa e instrumental, exenta de desviacin esttica o artstica de nuevo, la pregunta pertinente es: respecto de qu?, capaz de reproducir la realidad y, pues, como herramienta estilstica idnea para hacer ejecutiva la sacrosanta doctrina de la objetividad. Una doctrina enraizada, como hemos visto, en el hegemnico mito del objetivismo, con su falaz distincin tajante entre el sujeto que aprehende y el objeto (la realidad) aprehendible44.43. Aunque muy difundida y usada por periodistas y libros de estilo profesionales, la expresin estilo periodstico se desmorona cual castillo de arena a poco que la sometamos a revisin crtica: no existe un supuesto estilo caracterstico de la comunicacin periodstica en su conjunto, sino una muy heterognea y compleja diversidad de estilos y registros, distintos tanto en lo que hace a su fisonoma expresiva como a sus aptitudes comunicativas: qu tienen que ver los estilos del redactor de teletipos de agencia y del cronista taurino, del crtico de cine y del informador cientfico, del reportero de investigacin y del columnista de opinin? Y tampoco resolvemos el problema si trocamos la expresin estilo periodstico por la ms manejable estilo informativo: qu homogeneidad guardan entrevistas de declaraciones y de personalidad, informaciones de situacin y reportajes de enviado especial, crnicas parlamentarias y noticias de acontecimiento? La claridad, apuntaremos muchos. Y no sin razn, pues la claridad es junto con la pre cisin uno de los dos requisitos que toda expresin periodstica debe cumplir. Pero al decir esto apenas sealamos los principios que todo enunciado periodstico ha de respetar, de ningn modo caracterizamos el complejo juego de procedimientos compositivos, recursos expresivos y tcnicas narrativas y argumentativas que concurre en los diversos enunciados periodsticos. Es necesario, pues, abandonar para siempre el apelativo estilo periodstico, y sustituirlo tanto en la praxis docente como en la profesional por una panoplia de denominaciones, aptas para aludir con precisin a las diversas maneras expresivas de la comunicacin periodstica realmente existente. Para ello me parece indispensable que los estudios periodsticos dejen de una vez en la cuneta los enfoques normativos y prescriptivos, tan habituales an, y opten por enfoques de tenor analtico y descriptivo, capaces de dar cuenta inductivamente de los distintos y cambiantes estilos periodsticos, y de sus interacciones con, por un lado, las tambin distintas y cambiantes institucionalizaciones expresivas esto es, con los gneros y subgneros del periodismo considerados como tipos de enunciados relativamente estables, y por otro, con las singulares lgicas de autor. 44. Tanto el sentido comn profesional, sedimentado en los llamados libros de estilo, como una parte significativa de los estudios acadmicos sobre periodismo han venido consagrando desde hace dcadas la denominada doctrina de la objetividad periodstica, destilacin del cuerpo de creencias y supersticiones que integran la cultura profesional de los comunicadores pblicos. Tal doctrina, a su vez, no es ms que la aplicacin a la parcela concreta de la actividad periodstica de un mito mucho ms extendido, que Lakoff y Johnson denominan mito del objetivismo. Para estos autores: El mito del objetivismo ha dominado la cultura occidental, y particularmente la filosofa occidental, desde los presocrticos hasta hoy. La consideracin de que tenemos acceso a verdades absolutas e incondicionales sobre el mundo es la piedra angular de la tradicin filosfica occidental. El mito de la objetivi-

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Se nos objetar con razn que, a estas alturas del cambio de siglo, son ya pocos los profesionales y los estudiosos que defienden explcitamente tal doctrina de la objetividad, dado que ha crecido la consciencia sobre su carcter sofstico, sobre el hecho de que se trata, en realidad, de un ritual estratgico45 y, aadimos nosotros, un autntico ritual expresivo. Y dado, adems, que entre algunos influyentes estudiosos espaoles del periodismo con Nez Ladeveze a la cabeza, sin duda el ms riguroso de todos ellos se ha extendido en los ltimos aos la consciencia de que todo periodismo es, inevitablemente y desde la raz, interpretacin de la realidad. Represe, no obstante, en que tal consciencia sociocognitiva sobre la naturaleza interpretativa del periodismo es todava, a pesar de sus valiosas aportaciones, parcial e incompleta: viene a decirnos que los comunicadores no pueden prescindir de sus particulares ideologas, sentimientos, actitudes y, en resumen, de su weltanschauung, y as mismo que su tarea est constreida por mltiples condicionamientos relativos a las rutinas productivas, a la cultura profesional imperante y, entre otros factores ms, al extendido uso de las formas y procedimientos expresivos que componen la retrica de la objetividad. Una retrica en cuya urdimbre estilstica se condensa y expresa con notable eficacia y capacidad persuasiva no slo el mito del objetivismo considerado en general, sino muy singularmente el mito de la objetividad periodstica. Pero a quin sirve tal sutil falacia, podemos preguntar ahora? E.B. Phillips apunta una sugerente explicacin: a las empresas comunicativas, a los mismos periodistas y en ltimo pero no menos importante lugar a una gran parte de sus audiencias:El estilo de la informacin objetiva y la norma de la objetividad son como el cemento que une a la empresa periodstica. Profesionalmente, organizacionalmente y personalmente, la norma capta mejor el espritu del oficio y los hbitos mentales del periodista. Y la norma parece ser compartida por las audiencias heterogneas y masivas46.

El llamado estilo periodstico, pues, es expresin consecuente de la cultura profesional que Garbarino, uno de los adalides del fecundo newsmaking, ha caracterizado con buen tino:[...] un inextricable amasijo de retricas de fachada y astucias tcticas, de cdigos, estereotipos, smbolos, tipificaciones latentes, representaciones de roles, rituales ydad ha florecido tanto en las tradiciones empiristas como en las racionalistas, que en lo que a ello se refiere, solamente difieren en sus explicaciones de la manera en que alcanzamos las verdades absolutas. Lakoff y Johnson, op. cit., 1991, p. 238. 45. As la define Gaye Tuchman en su sugerente e influyente La produccin de la noticia. Barcelona: Gustavo Gili, 1984, passim. 46. PHILLIPS, E.B. (1977). Approaches to Objectivity: Journalistic ws. Social Science, citado por MONTERO, M.D., (1993). La informacin periodstica y su influencia social. Barcelona:U.A.B., 1993, p. 56.

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convenciones, relativos a las funciones de los media y de los periodistas en la sociedad, a la concepcin de los productos-noticia, y a las modalidades que dominan su confeccin. La ideologa se traduce luego en una serie de paradigmas y de prcticas profesionales adoptadas como naturales47.

No obstante, a pesar de su indudable perspicacia, los enfoques sociocognitivos no se deshacen, a mi juicio, del equvoco primordial a que venimos consagrando toda nuestra reflexin: la terca falta de comprensin acerca de la genuina naturaleza retrica del lenguaje, y del modo en que ste es puente o bisagra entre sujeto y objeto, pensamiento y realidad.48 En realidad, ya lo he dicho antes, existe una ntima sintona entre la representacin y lo representado, la forma y el fondo, el estilo y el contenido. No es que, dada una cierta realidad objetiva, haya diversas maneras y estilos de referirla, sino que cada manera y estilo suscita y construye su propia reali dad representada: la realidad representada por las noticias que public el diario The Kansas Star en los das sucesivos al crimen mltiple que en 1959 acab con la familia Clutter en Holcomb (Kansas) no es la misma realidad representada que la evocada a partir de los mismos hechos por el escritor Truman Capote en In Cold Clood (A sangre fra, 1965), un riguroso reportaje de investigacin escrito mediante procedimientos y recursos de procedencia novelstica.47. GARBARINO, A. La normalizzazione dei giornalisti. Ipotesi sugli esiti della socializzazione professionale negli apparati dell'informazione, citado por WOLF, Mauro, (1987). La inves tigacin de la comunicacin de masas. Barcelona: Paids, p. 215. 48. Incluso el ms agudo de los estudiosos actuales del periodismo, Nez Ladevze, incurre en tal equvoco. Nez es un autor culto y crtico, pertrechado con firmes conocimientos lingsticos y literarios que aplica de modo solvente y con frecuencia sugerente a sus anlisis de la comunicacin periodstica. A l se debe, en buena medida, la superacin crtica de los obsoletos enfoques normativos y prescriptivos aludidos, as como una lcida consciencia acerca del ca