El Filósofo

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El filósofo La evolución de la ciencia a través de los tiempos ¿Cómo surge la ciencia? pág. 7 Grecia: tierra de pensadores pág. 16 La educación en la Edad Media pág. 29 El siglo de la ciencia pág. 38

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Revista de divulgación científica realizada por estudiantes de la FCFM de la UANL.

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El filósofoLa evolución de

la ciencia a través de los tiempos

¿Cómo surge la ciencia?

pág. 7

Grecia: tierra de pensadores

pág. 16

La educación en la Edad Media

pág. 29

El siglo de la ciencia

pág. 38

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índicePRÓLOGO

MISIÓN

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HISTORIA DE LA REVISTA4CAPÍTULO 1: ORÍGENES DE LA CIENCIA5

¿Cómo surge la ciencia?

Orígenes de la ciencia

Aportes científicos del mundo antiguo

Egipto: inicio de las ciencias

CAPÍTULO 2: LA CIENCIA ENTRE LOS GRIEGOS

Viaje a través de Grecia

Grecia: tierra de pensadores

La civilización griega

La medicina en la Grecia antigua

CAPÍTULO 3: PERIODO MEDIEVAL

El medioevo inicial y primeros años de la Edad Media

La Edad Media no estuvo tan mal

Ciencia y religión durante la Edad Media

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La educación en la Edad Media29

CAPÍTULO 4: LA CIENCIA MODERNA

La consolidación de la ciencia

La batalla por el cálculo: Newton vs Leibniz

Avances científicos del siglo XX

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prólogo“La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también

en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica.”

-Aristóteles

Estimado lector, gracias por adquirir nuestro primer ejemplar de la revista El Filósofo. En esta primera edición 2014, nos hemos dedicado a darle artículos y publicaciones de la calidad que se merece. El esfuerzo de nosotros como estudiantes y buenos investigadores se evidencia en este ejemplar. Esperamos seguir publicando nuestra revista por muchos años para que los trabajos queden plasmados en la historia de nuestra facultad.

El Filósofo está constituida por una serie de investigaciones basadas en temas rela-cionados al área de la ciencia y su historia. Todas nuestras investigaciones han sido hechas por estudiantes de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas cuyos nombres podrán apre-ciar en cada artículo publicado en nuestra revista. También están incluidas las investigaciones de profesores invitados de nuestra facultad*.

Nuestra misión es identificar, producir y difundir investigaciones relacionadas con las áreas mencionadas anteriormente dejando entre abierto su opinión para un libre debate y está claro que no somos poseedores de una verdad absoluta. A parte de generar un espacio para la difusión de investigaciones de estudiantes universitarios y profesores. El propósito principal de la misma es fomentar la investigación que es una herramienta fundamental para desarrol-larse en el ambiente laboral y el promover la lectura que es la herramienta principal para ob-tener el conocimiento, mismo que nos permite desarrollarnos en forma personal y colectiva.

Es así como les invitamos a que disfruten de nuestra revista, obtengan conocimiento y que el mismo sea útil y relevante en sus vidas.

-Equipo El Filósofo

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El Filósofo no es responsable de las opiniones y enfoques vertidos por los autores de los materiales publicados en ella, respetando de esta forma la libertad de expresión de los autores. Para asegurar la mayor cobertura posible los artículos publicados, los mismos son propiedad intelectual de sus autores y de la revis-ta, y pueden ser utilizados por ambos, citando siempre la publicación original. Los artículos pueden utilizarse libremente para usos educativos, siempre que se cite el autor y la publicación, con su dirección electrónica exacta. En todo caso deberá comunicarse el uso y pedirse autorización a los editores de la revista. No se permite la reproducción o copia del archivo y su posterior publicación en otro sitio Web, a menos que se disponga de la autorización expresa de la revista.

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misiónEl Filósofo ofrece un espacio en papel para dar a conocer los resultados de las investigaciones en el área de la ciencia y su historia basados en otras publicaciones científicas, registros históri-cos o bien en nuestros propios procesos.

Además buscamos que el lector obtenga conocimiento útil, lo incitamos a la aplicación del mismo y recalcamos como en la frase dada al principio de esta página que el conocimiento por si solo de nada sirve cuando no se aplica en la vida diaria, a su vez fomentamos el difundir y compartir el conocimiento ya adquirido.

Áreas de interés de la revista: El desarrollo e historia de la ciencia, pasado, presente y futuro. Los estudios de las organizaciones, su relación con la ciencia, los grupos sociales vinculados a las actividades en ciencia y aplicaciones, las relaciones con los espacios educativos, políticos, económicos, sociales y culturales. La comunicación de la ciencia a través de las publicaciones científicas y de los medios divulgativos. El estudio de personalidades relacionadas con el desarrollo de la ciencia. El conocimiento popular que se tiene sobre la ciencia y el comportamiento del mismo a partir de él. La creación e investigación de la ciencia así como las nuevas tendencias a nivel mundial.

Durante las primeras semanas del curso “Metodología científica” se les fue propuestos a es-tudiantes de las diversas carreras de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas el investigar todo aquello lo relacionado con la ciencia, entiéndase por esto su historia, avances y posibles tendencias. Es así como surgimos nosotros como una revista de carácter científico en el prim-er semestre del año 2014 Con el propósito de promover el estudio y la investigación, somos nosotros un grupo de estudiantes de nivel superior quienes nos encargamos de la edición, la selección de artículos y así mismo asumimos la responsabilidad de presentar información verídica y de buena calidad.

historia de la revista

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CAPÍTULO 1ORÍGENES DE

LA CIENCIA

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¿Cómo surge la ciencia?por Carlos Oceguera Vázquez

Como es complicado hablar de historia del universo o de la humanidad, también lo es hacerlo sobre la historia de la cien-cia. Pero, ¿por qué tiene que ser así?

Existen tres principales problemas sobre la historia de la ciencia. El primero de ellos es cómo periodizar. La period-ización forzosamente es un esquema que se construye a partir de los acon-tecimientos que ya han ocurrido, lo que implica que todas las personas tengan una interpretación diferente. Es decir, uno no puede llegar y decir “este es mi esque-ma de periodización, y a partir de aquí se adjuntarán los sucesos que vengan”, sino que los mismos sucesos son los que determinan la forma en que se periodizarán.

El segundo problema es el adecuado registro histórico de los acontecimientos importantes. En el caso de la ciencia y su metodología, muchos de sus elementos fueron ideas que no se plasmaron en papel o no se conservan sus datos ac-tualmente. Aquí es importante resaltar el concepto de divulgación pública como sinónimo de hacer ciencia. La ciencia es

válida porque circula a través de todo público que quiera emitir opiniones so-bre ella. Es por eso que a lo largo de la historia han existido autores que apor-taron cosas muy relevantes a la ciencia pero que no son conocidos debido a la poca influencia que tuvieron sobre sus contemporáneos y sobre las genera-ciones siguientes.

El tercer problema es que hay diferen-cias muy grandes entre hacer ciencia y reflexionar sobre cómo se hace ésta. La metodología sobre los pasos que un científico debe hacer para hacer un de-scubrimiento o inventar algún artefac-to, es relativamente nueva. La mayoría de los científicos a lo largo de la histo-ria reflexionaron muy poco sobre cómo lograron sus avances; muchas veces decían “esto es así por este motivo” y no se detenían a explicar cómo pensa-ron para llegar a sus conclusiones. Esto es así porque los seres humanos de-sarrollamos una conciencia práctica, no teórica o metodológica, que nos permite hacer muchas cosas, pero nos complica mucho la tarea de explicar por medio del lenguaje las operaciones que hemos

realizado para hacer esas cosas.

Por todo esto, el tratamiento de la ciencia en su desarrollo histórico tiene como objetivo ayudar a comprender la construcción de la ciencia y del pens-amiento científico como experiencia humana, sin necesidad de la influencia de dioses y demonios.

Ahora bien, ¿cuándo comienza la cien-cia? Obviamente la respuesta se vin-cula necesariamente con la idea que se tiene sobre la misma ciencia, ya que no se puede buscar algo sin tener una idea clara de lo que se busca, porque de otro modo no encontraremos nada.

A manera general, podemos definir la ciencia como la actividad que consiste de observar, analizar, relacionar e interpretar los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor para alcanzar algún objetivo relacionado con una necesi-dad que le surge a la sociedad. De esta manera, la observación de los cielos y del aparente movimiento del Sol a lo largo del firmamento al vincularlos con la aparición de alimentos en el suelo,

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tos de la historia, los seres humanos llegaron a pensar que la naturaleza actúa de manera caprichosa y voluntar-ia, imposible de entender para nosotros, y cuyo conocimiento estaba reservado a los dioses. En otros casos, como la fuente de estos cambios permanecía desconocida, la ignorancia llevó a pen-sar a la gente que existían fantasmas o seres sobrenaturales que provocaban esos cambios. Estos seres imaginarios poseían una cualidad humana que la llevaban al extremo y eran capaces de actuar sobre el mundo de manera direc-ta, ya que podían dominar las fuerzas de la naturaleza. Para satisfacerlos, los humanos recurren a diferentes formas de conjuro, como sacrificios u ofrendas animales, o ruegos e invocaciones.

De esta manera surge el fenómeno de contigüidad metonímica, en donde las personas establecen relaciones concre-tas entre fenómenos y correlacionan de manera arbitraria los hechos para llegar a conclusiones inadecuadas, algo así como una superstición o una cábala. El ejemplo más claro de esto es la danza de la lluvia: si al estar bailando cierta danza aparece la lluvia de forma re-pentina, la imaginación humana vincula estos hechos de manera causal, de tal manera que cada vez que se quería con-seguir el preciado líquido únicamente hacía falta bailar.

No existe una clara diferencia entre lo que llamamos religión y ciencia. La ac-tividad humana enfocada a éstas no era definida y muchas veces la misma per-

permitió crear la agricultura hace aprox-imadamente 12,000 años. Esta agri-cultura era una ciencia aplicada, aún y cuando sus propios usuarios no tenían una idea de lo que es ciencia. Es cierto que existían elementos mágicos (como la creencia de que los dioses intervenían en el proceso), pero se trataba de mod-ificar parte de la realidad para alcanzar el objetivo final: solucionar la necesidad básica de la alimentación para una gran cantidad de personas, eliminando las contingencias de la naturaleza, reduci-endo los riesgos y la incertidumbre.

Se puede decir que la agricultura fue la primera actividad científica de la hu-manidad, ya que se requería en cierta forma clasificar a las plantas, además de un conocimiento sistemático sobre el ciclo vital de las mismas. También se necesitaba una relación entre el ciclo vital de esas plantas y el ciclo general de la naturaleza misma, lo cual implica-ba conocimientos en astronomía y una construcción de los movimientos cícli-cos del Sol y las estrellas.

Ahora centrémonos en el problema de los objetivos de la actividad científica: algunos ponen énfasis en la “búsqueda de la verdad” o en la idea de que la cien-cia es propia de la naturaleza humana. Sin duda, es necesario tener un cerebro muy desarrollado como el humano, en especial un lenguaje, para poder hacer ciencia, pero esto no es el motor de la ciencia. Tampoco lo es la búsqueda de la verdad, puesto que cada persona tiene su “propia verdad”. Lo que siempre ha estado presente en la actividad científi-ca es el dominio de la realidad que nos rodea en busca de un beneficio para la humanidad. Éste parece ser el verdade-ro objetivo de la ciencia.

La actividad científica comienza con la observación detallada y el registro re-spectivo de los cambios que suceden en los fenómenos u objetos que estamos observando. Estos cambios los podem-os notar en el crecimiento de los ani-males y plantas, en los ciclos día-noche del cielo, en los cambios de condiciones climáticas, etcétera. Algunos de estos cambios parecen regulares y entendi-bles; otros parecen formarse repentina-mente o al azar. En diferentes momen-

sona se dedicaba a ambas cosas. Este hecho planteó el primer problema para el desarrollo de la ciencia como actividad institucional en las sociedades: quién podía tener la verdad y quién podía de-cidir sobre ello. Como en casi todas las actividades humanas, el núcleo de este problema solía estar en el ejercicio del poder y el conocimiento es la principal fuente de poder. Conocer permitía en cierta medida anticipar el futuro y esto daba un poder especial a quien era ca-paz de hacerlo.

Uno de los acontecimientos más impor-tantes en el desarrollo de la humanidad, incluso antes que la agricultura, es el paso de las comunidades nómadas a las sedentarias, es decir, el establecimien-to en asentamientos estables. Estos asentamientos comenzaron a diversifi-car las actividades de sus habitantes y obligaron al desarrollo de una división más específica del trabajo. Esta división, además, obligó a la especialización de las personas en ciertas tareas, y es aquí donde aparecen aquéllos destinados a desarrollar el conocimiento como su única obligación.

Para quienes piensan que las matemáti-cas son la expresión más perfecta y acabada de la ciencia, ésta se originó formalmente en Babilonia hace más de 4,000 años. Esta civilización se de-sarrolló a partir de diversos pueblos que ocuparon la región conocida como Mesopotamia, en lo que hoy es Irak, desde hace más de 7,000 años. Aquí se empezó a usar una serie de diversos

Tabla Babilónica Plimpton 322

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símbolos estilizados para representar las cosas y las palabras. Se trataba de la llamada escritura cuneiforme, donde mediante un estilete se hacían marcas en tablillas de arcilla que luego eran co-cidas. La escritura y la matemática na-cen al mismo tiempo y se puede decir que una no puede existir sin la otra.

Las matemáticas funcionaban más o menos de la siguiente manera: existían símbolos que representaban la uni-dad y el número diez; luego, el siste-ma se hacía sexagesimal (en función del número 60) donde la posición se convertía en el elemento clave para la comprensión del número. Los signos de operación (suma, resta, multiplicación y división) no existían como tal, sino que debían interpretarse en función de su posición y deducir de allí el tipo de op-eración en juego. Esto era un problema de percepción visual, ¿por qué compli-carse la vida si es tan fácil utilizar los signos de + y –?

Obviamente la respuesta se debe a que

los signos no estaban inventados, pero esto nos conduce a la siguiente reflex-ión: si en la actualidad los signos nos parecen de naturaleza elemental y tan sencillos de comprender y utilizar, ¿por qué no se le ocurrió a ningún científi-co babilonio inventar tal cosa? Esto se debe a que para hacer ciencia no sólo son necesarios científicos muy inteli-gentes o sabios, sino poseer diferentes elementos muy importantes: capacidad para ver y resolver problemas y desafíos donde otros no los ven, una mente cre-ativa para hacer innovaciones acepta-das por la comunidad, exigencias de un medio que requiere la solución de cierto problema para poder avanzar.

La ciencia es un proceso de construc-ción colectiva, y si se hubiera dado el caso de que un babilonio descubriese la originalidad de estos símbolos, no hubi-era sido suficiente, sino que este cono-cimiento habría tenido que pasar por la aceptación social de la innovación. Sólo después de que la comunidad científica acepta el valor de un descubrimiento

o invento, éste se incorpora al cono-cimiento. Se considera como primer vestigio de escritura el código de Ham-murabi, y en él se especifican cinco tipos de expertos:

1. Los observadores de pájaros, que tenían la facultad de pre-decir el futuro a través de ellos.

2. Los médicos y exorcistas.

3. Los adivinos.

4. Los escribas, personas instru-idas capacitadas para leer, es-cribir y hacer cálculos.

5. Los astrólogos.

El código de Hammurabi es uno de los primeros intentos de clasificar el com-portamiento humano individual y col-ectivo. Al igual que todos los códigos que surgieron después, se trata de una mezcla de sistemas clasificatorios con el objetivo de formar una organización de las tareas de la gente.

Los babilonios estaban convencidos de que los dioses transmitían sus inten-ciones a través de distintos medios: marcas de nacimiento en la piel, la forma que adquiría el humo en las ceremonias religiosas, la conformación de los órga-nos de los animales sacrificados, etc. La principal tarea de los adivinos era pre-decir el futuro en asuntos militares. Aquí es donde aparece una noción funda-mental en todo pensamiento científico: la naturaleza no actúa de manera aza-rosa, sino que tiene un orden específico, un método. Es decir, hay determinismos que se imponen a los seres humanos. Aunque la mayoría de estos determin-ismos se encuentran atribuidos a seres sobrenaturales, la sola idea de que los acontecimientos están encadenados es ya un principio de metodología. Esta idea de un orden que puede ser predicho fue la base de la construcción de la cien-cia en el mundo occidental.

Otra de las aportaciones importantes de los babilonios fue que la autoridad es-tablecía patrones o medidas específicas y oficiales de longitud, peso y volumen. Esto quiere decir que la ciencia debe ser un asunto oficial en toda sociedad, es una cuestión del Estado y su regulación y utilización no puede dejarse al libre

juego de la comunidad.

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Orígenes de la ciencia

por Héctor Aguilar Cantú

Primero que nada hay que saber que es la ciencia en sí. La ciencia es el modelo o patrón de ciertos compor-tamientos de la realidad que se utili-za el método científico para confirmar que estos modelos sean ciertos con la realidad. También se dice que son conjuntos de conocimientos basados en observaciones en ciertos compor-tamientos del mundo que nos rodea.

El origen de la ciencia se dice que se remonta a la época clásica, donde hacían acto de presencia el imperio Griego, el antiguo Egipto y el impe-rio Romano. Estos imperios fueron la base a muchas de las tecnologías que existen hoy en día. Por ejemplo en Egipto se caracterizaba mucho en la filosofía, el arte y algunos cono-cimientos de cultivo, por otro lado el imperio Griego se caracterizaba más en la religión, la literatura y musicales.

En la antigua Grecia tuvo sus grandes filósofos que ayudaron a formar lo que hoy en día se conoce como el método científico. Aristóteles fue uno de los primeros sino el primer filosofo que estuvo en el área de la física como su enfoque principal, igual Platón se dice que se involucró de manera enorme en el área de la filosofía. Es-tos filósofos ayudaron a fomentar los diferentes tipos de ciencias que exis-ten hoy en día, como son las ciencias formales, las naturales y las sociales.

- Las ciencias formales son aquellas las que buscan el en-tender de las cosas a base de la deducción. Esta suele tra-bajarse con objetos creados por los hombres para alcanzar el objetivo que es observar el mundo como es.

- Las ciencias naturales son aquellas que estudian la na-turaleza en base en el modelo científico basándose en las matemáticas y la logística, estas son parte de una ciencia más básica o una ciencia ded-icada en la naturaleza o en la realidad.

- Las ciencias sociales son aquellas disciplinas que bus-can entender y analizar los seres humanos en la socie-dad. Estas buscan con la ayu-da de la filosofía tratar con el comportamiento y las activ-idades que se vive o se vivió en las sociedades.

Se decía que algunos de estos filó-sofos estuvieron en viajes por todo el mundo para entender y aprender ciencias, uno de estos lugares se decía que era Egipto que gozaba de una gran riqueza de conocimientos como en las matemáticas, geometría, arqui-tectura, medicina e química.

El área más fuerte de Egipto eran las matemáticas ya que en estas se vi-eron por primera vez los símbolos básicos de las matemáticas como la suma, las restas, multiplicaciones y divisiones. Le seguía la geometría que enseñaban las unidades de distancias, esto le ayudo a los escribas (funciona-rios de Egipto) a registrar cosas que se llegaban a necesitar en el imperio como la cosecha, censos de la po-blación y registros de importación y exportación.

A la derecha:Digital Universe 07

http://www.utepprintstore.comEl Filósofo 9

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Aportes científicos del mundo antiguopor Isabel Pérez Arellano

Este pequeño artículo pretende dar un esbozo «histórico» de algunos de los conocimientos de la Antigüedad. Pero, si nos fijamos en la definición de la pa-labra historia, que sería el registro de los hechos pasados, comprobamos que esta sencilla y escueta explicación nos condiciona en nuestra tarea recopilato-ria a que quede un registro, unos restos, para poder establecer si en determina-do momento y lugar existió una ciencia o no.

Así como el no recordar algo o no con-ocerlo no significa que no exista, el que en determinadas civilizaciones o épocas todavía no hayamos encontrado res-tos tecnológicos no implica que no tu-viesen ciencia, siendo que cuanto más nos remontamos hacia atrás, mayor es la dificultad para encontrar vestigios. Si consideramos que el hombre tiene una antigüedad de siete millones de años, tal como afirman los antropólogos ac-tuales, estamos ante una empresa muy difícil. Si queremos acotar un poco más el campo y hablamos de lo que sería el Homo Sapiens, estaríamos hablando de 200.000 años de historia, de los cuales la historia conocida abarcaría, siendo generosos, unos 10.000 años, es decir, que no sabemos qué estuvo haciendo el hombre durante al menos 190.000 años. Y todo lo que vemos en nuestro mundo es fruto, fundamentalmente, de avances científicos llevados a cabo en los últimos ciento cincuenta años. Así que la posibilidad de desarrollo científ-ico en civilizaciones del pasado no la podemos descartar. Tiempo para que se diese hubo de sobra.

Por tanto, hay que ser cautos al hablar de lo que otras civilizaciones de la An-tigüedad pudieron conocer respecto a la ciencia, sin dejar de mencionar que existen algunos indicios en distintas civilizaciones y épocas que permiten en-trever que tal vez sí hubo ciencia desar-

rollada tal como nosotros lo entendem-os. Si vemos, por ejemplo, las pirámides de la meseta de Gizeh, tenemos que suponer que existió tecnología en Egip-to para poder construirlas. Si nos vamos a la India, vamos a ver que hay distintas menciones a los vimanas, dentro de los Vedas, los Puranas, el Mahabhara-ta, incluso hay un tratado de máquinas militares que se escribió en el siglo XI, el Samarangana Sutradhara, en donde se describen estos aviones voladores, hechos de metal y que tenían fuel a base de mercurio. Es decir, ideas que pueden ser como las de Leonardo, anticipo de lo que serán nuevos descubrimientos o que también pueden estar hablando de descubrimientos hechos en la Antigüe-dad.

Una de las cosas que en el último siglo hemos comprendido es que la historia es cíclica, es decir, no se trata de una historia lineal, como se podía pensar en los siglos XVIII y XIX, con la Ilustración, una historia de progreso continuo, sino que las civilizaciones aparecen, nacen, crecen y mueren y descubrimientos

propios de una época se olvidan con la caída de esa civilización hasta que otra civilización vuelve a redescubrirlos.

La palabra ciencia es de origen latino, scientia, y significa saber, conocimiento, de manera similar a la palabra griega so-phos, cuya traducción es sabiduría, con-ocimiento. Griegos y romanos tuvieron mentalidades distintas. Los griegos tenían una mentalidad más abstrac-ta, más racional, de ahí ques sophos, la sabiduría, se entienda como un cono-cimiento amplio y un tanto de elucu-bración mental, mientras que scientia, la ciencia, adquiere un aspecto empíri-co, material, propio de los romanos que, entre otras cosas, se destacaron como constructores de obras públicas y que tenían una visión más pragmática de la vida.

Si analizamos los hechos conocidos de la ciencia en la Antigüedad, podemos destacar algunos rasgos sobresalientes de distintas civilizaciones. Así, por ejem-plo, de Egipto nos sorprende su gra-do de avance en medicina, que influyó posteriormente en la tradición médica griega y romana, y que está recogido en textos como el papiro de Ebers, el papiro de Kahun, el papiro de Berlín y el papiro Smith. Los egipcios tenían Casas de la Vida donde los médicos estudiaban dis-tintas especialidades; había oftalmólo-gos, dentistas, traumatólogos, ciru-janos. Sus métodos de observación

Papiro de EbersEl Filósofo10

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y diagnóstico eran refinados y tenían una técnica médica muy desarrollada; hacían trepanaciones y operaciones de cirugía importantes. Conocían la causa y sintomatología de muchas enferme-dades, entre ellas, de tipo digestivo y ginecológico; tenían medicamentos an-ticonceptivos, laxantes, y un gran aban-ico de farmacopea vegetal y mineral, algunos de cuyos remedios todavía es-tán en uso. Tenemos que recordar que Hipócrates, el llamado padre de la me-dicina para Occidente, estudió en Egipto, donde adquirió parte de su saber.

La civilización que se desarrolló en Mes-opotamia tuvo como característica más destacada la observación del cielo y los registros astronómicos detallados. Fue un conjunto de pueblos muy metódicos, expertos en clasificarlo todo. Esto que-da reflejado en las tablillas de escritura cuneiforme que se han encontrado. Nos han quedado diccionarios del acádico al sumerio, del sumerio al eblaíta, con listas de palabras y sus definiciones; quedan listados de problemas matemáticos que se hacían en los colegios, tablas de mul-tiplicar, etcétera. Sumerios y babilóni-cos fueron muy buenos astrónomos y confeccionaron un registro de planetas y estrellas, de sus diferentes posiciones y sus movimientos durante milenios, observados desde lo alto de los zig-urats. Se trata de una astronomía de posición, tratada aritméticamente, de manera que eran capaces de establecer cuándo iban a aparecer los eclipses so-lares y lunares, y dónde iban a estar los planetas situados en cada momento. Posteriormente se llamará «caldeos» a

los astrólogos de la Edad Media, con-sultados por papas y reyes, en recuerdo de esa sabiduría de la civilización mes-opotámica. Además, toda la civilización mesopotámica atesoró grandes cono-cimientos matemáticos. Numeraban las matemáticas en base sexagesimal, es decir, en base 60.

Nosotros estamos acostumbrados a utilizar un sistema decimal, y el sistema sexagesimal nos puede parecer extraño; sin embargo, ha llegado hasta la actu-alidad. Nuestra medida del tiempo, los minutos, los segundos y los grados de los ángulos, es herencia suya.

Los hindúes fueron también grandes matemáticos, capaces de medir cifras que incluso para nosotros son enormes. En sus cronologías nos hablan de mil-lones de años, y para poder trabajar con semejantes cantidades tenían un siste-ma de numeración decimal posicional, basado en el empleo de nueve cifras y en la existencia del cero, sistema que es el que nosotros, a través de los árabes, hemos recogido. Los romanos, cuando escribían un diez escribían una X, para el once añadían un palito, para el doce añadían otro, y así se iban agregando las cifras, lo que hacía que los números grandes fuesen muy largos; por ejem-plo, el 683 era DCLXXXIII. Si tuviése-mos que multiplicar 1327 por 1743 en números romanos, el resultado sería extremadamente largo, lo cual hacía del cálculo una ardua tarea. Sin embargo, los hindúes utilizaban una numeración posicional, donde el 2 es un dos, pero si lleva otra cifra a la derecha, por ejemplo,

un cero, se convierte en un veinte; ese mismo dos puede ser un doscientos, es decir, que cada número tiene un valor en sí y tiene un valor referente a la posición que ocupa.

Si nos referimos a los chinos, vemos que fueron una civilización tecnológica. Tu-vieron muchos conocimientos, pero no se preocuparon de explicar las leyes que regían esos descubrimientos sino que los aplicaron. No formularon ni una sola ley física. De los chinos nos ha llegado la imprenta de tipos móviles, el papel, la pólvora, la brújula, los relojes, la tec-nología del hierro y del acero, el timón o la correa de transmisión.

*Tomado de: http://filosofia.nueva-acropolis.es/2012/aportes-cientificos-del-mundo-antiguo/#.U34Izvl5OSq

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Egipto: inicio de las cienciasA lo largo de la historia de la humanidad, diferentes civilizaciones han alcanzado increíbles logros en diferentes áreas del conocimiento. Además, artefactos y utensilios que para nosotros hoy lu-cen arcaicos e inútiles, en la época en la que fueron inventados revolucionaron la forma de vida.

La civilización egipcia, además de con-formar una de las más antiguas, logró desarrollar ampliamente las ciencias. Aún en la actualidad se pueden apre-ciar los vestigios del gran progreso que tuvo en su época de apogeo, el Egipto faraónico, tal como las grandes pirámides que aún se mantienen en pie.

Por su importancia en los hallazgos pos-teriores de otras civilizaciones, como la griega, pues según algunas crónicas in-cluso los sabios griegos iban a Egipto a perfeccionar y ampliar sus conocimien-tos, haremos un recuento del desar-rollo de las ciencias y del conocimiento científico en las matemáticas y la me-dicina.

Entre todas las ciencias que desarrollar-on los egipcios, en la que más avanza-ron fue en las matemáticas. En el papiro Rhind vemos cómo llegaron a dominar la suma, resta, multiplicación y división,

sin necesidad de memorizar tablas de multiplicar. También resolvían ecua-ciones con una incógnita y solucionaban problemas prácticos bastante comple-jos, además de problemas y ecuaciones que en la actualidad podrían ser resuel-tos por un estudiante de secundaria. Asimismo, el denominado Teorema de Pitágoras tiene su precedente en Egipto.

La necesidad de volver a marcar los límites de los terrenos y de poder cul-tivar, no solo cuando bajara el nivel del agua del Nilo después de las inunda-ciones anuales, impulsó el desarrol-lo de la geometría y los instrumentos de medición para el cálculo de áreas, volúmenes e incluso del tiempo. La uni-dad de longitud más corriente fue el codo, que es la distancia entre el codo y el extremo del dedo medio de una per-sona. Fue durante la tercera dinastía que esta medida de 52.3 cm, recibió el nombre de codo real.

En cuanto al área de la medicina, los egipcios tuvieron avances impresion-antes para su época. El papiro de Lahun es un tratado de ginecología de lo más avanzado que incluye otros conocimien-tos sobre matemáticas. Sin embargo, lo más asombroso no es su contenido,

pues ya tenemos otros muchos ejem-plos de los avances egipcios en difer-entes materias, sino su antigüedad: se cree que data del año 3.000 a.C. Por este papiro y otros, conocemos que los médicos egipcios sabían cuáles eran las enfermedades más comunes en las mu-jeres y cómo tratarlas de modo efectivo. No solo los avances en el área médica son dignos de admiración, sino también el cuidado que prestaban los médicos egipcios con su higiene y la forma en la que podían llegar a ser lo suficiente-mente sabios, como para conocer los males existentes en esa época.

Existen más áreas en las cuales los egipcios resaltaron, como la química, arquitectura, y la geometría. Por esta razón en particular, la cultura egipcia fue muy importante para el desarrollo de la humanidad. En su tiempo llegó a ser una potencia mundial y ha influenciado al mundo desde entonces. No cabe duda que esta civilización dejo un gran legado a la humanidad.

*Bibliografía: “La ciencia del antiguo Egipto”. http://www.redsafeworld.net/news/la-ciencia-del-antig-

uo-egipto/

por Héctor Aguilar Cantú

Pirámides de Giza Canales de riego y terrenos de cultivo Antecedentes de cirugía plástica

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CAPÍTULO 2LA CIENCIA ENTRE

LOS GRIEGOS

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Grecia: tierrapor Roberto Abraham Ramírez García

Euclides fue un matemático (325 - ca al 265 a.C.) que fue reconocido por su libro “Los elementos”, también fue un líder de equipo que trabajaba en Alejandría que ayudaron a trabajar en las obras.

La obra más importante (“Los elemen-tos”) fue una sino la más grande obra científica conocida en el mundo en aquel entonces, esta obra está compuesto de trece libros, en estos libros se descri-ben algunos métodos matemáticos de aquella época. Las nociones en aquella colección de libros eran simples opera-

ciones matemáticas y algebraicas sim-ples, en estas se describe por ejemplo que una línea recta puede ser dibuja-da con dos puntos y que esta línea se puede extender indefinidamente en una línea recta.

Los primeros 4 libros tratan sobre geometría plana, del 5 al 10 hablan so-bre razones y proporciones y por último los libros del 11 al 13 hablan sobre la geometría de los cuerpos sólidos. Esta obra no solo fue usada en matemáticas y geometría, además fue un poderoso

instrumento de razonamiento, química, física y astronomía.

Aristarco fue un astrónomo y matemáti-co (310 a.C. – 230 a.C.) pasó la mayoría del tiempo en Alejandría, fue la primera persona conocida que propuso el mod-elo heliocéntrico del Sistema Solar, de esta también pudo deducir cual era la distancia entre el Sol y la Tierra. Se basó en los conocimientos en la famosa y emblemática Biblioteca de Alejandría, de esta dedujo varias cosas desde por qué se toma 24 horas en girar la Tierra sobre su propio eje para que pase un día.

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Aristarco formulo la teoría heliocéntrica completa que decía que mientras el Sol es el centro del todo el sistema solar.

Arquímedes fue un físico, ingeniero, as-trónomo y matemático griego (287 a.C. a 212 a.C.), es considerado como uno de los científicos más importantes de la antigüedad. Entre sus avances de la físi-ca se encuentra fundamentos en estáti-ca y explicación del principio de la palan-ca. También es reconocido por haber diseñado maquinas incluyendo armas de asedio y el tornillo de Arquímedes.

de pensadoresEratóstenes fue un matemático, as-trónomo y geógrafo griego que vivió del año 276 a.C. a 194 a.C. Se dice que fue un discípulo de Aristón de Quios, de Lisarías de Cirene y del poeta Calimaco. Trabajo en la famosa librería de Alejan-dría donde paso su vida entera traba-jando. A Eratóstenes se le atribuyeron muchas cosas pero lo que se le recon-oce mas es la esfera armilar, esta esfera podía determinar la circunferencia ter-restre.

Hiparco fue un astrónomo, geógrafo y matemático griego que vivió los años

190 a.C. a 120 a.C. Sus obras más nota-bles son el que haya podido establecer el sistema de 24 horas en el día como un estándar para todos, el cuándo iban a pasar los equinoccios y un poco más de precisión en la distancia entre la Luna y la Tierra. También hizo una de las pri-meras clasificaciones de estrellas donde se contenían las coordenadas de más de 1080 estrellas, entre estas también pudo clasificar algunas por sus magni-tudes y su grado de brillo.

Gracias a estos pensadores que dedic-aron todas sus vidas en las áreas de las matemáticas, geografía, astronomía y física si no lo hubieran hecho, todavía estaríamos en la edad medieval. Estos avances que hicieron sobre esas áreas fueron las bases a inventos mucho más complejos que estaban por venir en las siguientes décadas. También hicieron que el mundo pudiera hacer grandes avances en la tecnología y seguir ad-elante, por estos motivos se les consid-eraba a los griegos como algunos de los grandes de las ciencias.

Escuela de Atenas, de Rafael

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La civilización griegapor educachile

Los griegos constituyen uno de los fun-damentos culturales de la civilización occidental. Entre sus logros podemos señalar el desarrollo de la democra-cia como sistema político, el aporte al pensamiento filosófico, científico, y sus reflexiones y creaciones artísticas.

¿Quiénes fueron los griegos? Una interesante respuesta la entrega el historiador M.I. Finley en su texto Los griegos de la antigüedad: “El pueblo de habla griega, emigrando hacia el sur, allá por los albores del segundo milenio antes de Cristo, casi seguramente con anterioridad al año 1900, entró en la península que andando el tiempo hab-ría de llamarse Grecia. Fuese cual fuere el nivel de su cultura cuando sus gen-tes realizaron esta entrada, lo cierto es que, a partir de entonces, contribuyeron a configurar la técnicamente avanzada civilización del período de la Edad del Bronce, que se suele denominar Micéni-co (1400-1200) y que tuvo sus centros principales en el Peloponeso -la parte sur de la Grecia continental- en sitios como Micenas, Argos y Pilos. El reciente desciframiento de su escritura silábica -conocida por el nombre de “Lineal B”-

ha puesto en claro que, al menos en los palacios, su lengua era una forma arca-ica del griego. Los griegos nunca se lla-maron a sí mismos, en su propio idioma, «griegos»; esta denominación proviene del término con que los romanos los designaron: graeci. En la época micéni-ca (a juzgar por los monumentos hititas contemporáneos) parece que eran con-ocidos por el nombre de aqueos, uno de los varios nombres que se les da aún en los poemas homéricos, la más antigua literatura griega que se ha conservado.

Durante el transcurso de la llamada Edad Oscura, o quizás al acabar ella, el término “helenos” reemplazó constan-temente a todos los demás, y Hélade pasó a ser el nombre colectivo que se aplicaba al conjunto de los griegos. Hoy en día, Hélade es el nombre de un país, como Francia o Italia. En cambio, en la antigüedad, no había nada parecido a esto, nada a lo cual los helenos pudiesen referirse como a “nuestro país”. Para ellos, la Hélade era esencialmente una abstracción, igual que en la Edad Me-dia, la cristiandad, o “el mundo árabe” en nuestros tiempos, pues los griegos antiguos nunca estuvieron todos unidos

política y territorialmente.

La Hélade se extendió por un área enorme, que abarcaba, hacia el este, el litoral del mar Negro, las zonas costeras del Asia Menor y las islas del mar Egeo, la Grecia continental en el centro, y, ha-cia el oeste, la Italia del Sur y la mayor parte de Sicilia, continuándose luego por las dos riberas del Mediterráneo hasta Cirene, en Libia, y hasta Marsella y algunas localidades costeras de Es-paña. A grandes rasgos, esta área venía a formar como una gran elipse, cuyo eje mayor era la longitud del Mediterráneo, con el Mar Negro como prolongación; una elipse muy aplastada, puesto que la civilización griega se desarrolló y flore-ció al borde del mar y no tierra adentro.

Todos aquellos griegos tan diseminados por lejanos confines tenían concien-cia de pertenecer a una cultura común: ‘siendo nosotros de la misma raza y de igual idioma, comunes los altares y los ritos de nuestros dioses, semejantes nuestras costumbres’, decía Herodoto (VIII, 144).”

Esta civilización se desarrolló a lo largo de varios siglos y para conocer sus dis-tintos momentos se la ha dividido en períodos. Sus orígenes se remontan a finales del tercer milenio a. de C., primer período que se denomina época arcaica. El siglo V (conocido como el siglo de Pericles) y el IV a. de C., fueron de máxi-mo florecimiento y se conocen como las épocas clásica y helenística.

Desde el siglo VII a. de C., los griegos establecieron colonias a lo largo de una extensa región del Mediterráneo, lo que les permitió entrar en contacto con vari-adas culturas, hecho que enriqueció el helenismo como expresión cultural. En este contexto de relaciones culturales, los griegos conquistaron Asia Menor, donde entraron en contacto con los persas, lo que les permitió establecer un vínculo con el milenario Oriente, de donde extrajeron una serie de elemen-tos importantes para su bagaje cultural. Hay que mencionar que todo esto ocur-

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rió gracias a las llamadas Guerras Médi-cas (enfrentamiento bélico entre las po-lis griegas y los persas).

En el plano cultural, los griegos han hecho un gran aporte a la civilización occidental. Para ellos, el hombre era “la medida de todas las cosas”, el centro del Universo, y fue esta mirada antropocén-trica la que pasó a formar parte de la cultura universal llamada “occidental”.

M.I. Finley, respecto de la filosofía grie-ga escribe: “la religión griega tenía ya una larga historia cuando se escribieron las obras en que hoy podemos leer las primeras referencias a ella: la Ilíada, la Odisea y la Teogonía de Hesíodo. No así la filosofía griega: la clase de indagaciones sobre la naturaleza del universo iniciadas por los filósofos jonios de Mileto a comienzos del siglo VI fue algo enteramente original. A partir de entonces, siguieron los griegos dedicándose con ahínco a la filosofía hasta finales de la Antigüedad.

¿Qué es el mundo? ¿Qué es el hombre? Semejantes preguntas no eran nuevas, pero antes las respuestas a ellas habían sido míticas. Leyendas que tenían a menudo un carácter genealógico similar a éste.” (M.I. Finley. Los griegos de la Antigüedad).

De esta manera, la filosofía griega, que buscó una explicación racional de las cosas, reflexionó inicialmente acerca de las preguntas fundamentales del ser humano, y sus respuestas complemen-taron las que se habían propuesto desde las diversas explicaciones religiosas del mundo antiguo; sin duda alguna, esta cultura significó un importante aporte al posterior desarrollo del pensamiento occidental.

Los griegos dejaron grandes nombres en todas las ramas del saber: Hipócrates en la medicina; Heródoto, Tucídides y Jenofonte en la Historia; Esquilo, Sófo-cles y Eurípides en el Teatro.

Pero uno de los más importantes aportes históricos del mundo griego fue, sin duda, su experiencia política. Atenas, una de las ciudades más importantes de la península Balcánica, implementó a lo

largo de su historia una serie de siste-mas de gobierno que actuaron como antecedentes del sistema democrático. Para ello, los griegos crearon en dis-tintas épocas de su desarrollo una serie de instituciones que se fueron perfec-cionando a lo largo de su historia.

La primera forma de gobierno fue la monarquía, que se estableció en las antiguas civilizaciones minoica y micénica y en las primeras polis de la península griega. Este tipo de gobierno fue sustituido por otras formas: primero la aristocracia, después la tiranía y por último la democracia.

En la Atenas del siglo VII a. de C. se in-staló un gobierno aristocrático, en el que el Concejo Real fue substituido por el Areópago. Esta institución correspondía al órgano supremo de gobierno, forma-do por todos los que eran y habían sido arcontes, que eran personas encarga-das de las distintas tareas del gobierno, todas ellas, pertenecientes a la aristoc-racia ateniense.

Después de una época en que legisla-dores como Dragón y Solón permitieron la consolidación de la oligarquía, en el si-glo VI predominó la tiranía como forma de gobierno.

Ésta fue la expresión de los deseos populares de librarse del poder de las oligarquías, que los habían dominado durante décadas. Así, a finales del siglo VI a. de C. se logró implementar la democracia en Atenas, gracias a la obra de gobernantes famosos como Clístenes y Pericles.

Las principales instituciones del gobier-no ateniense eran:

- La Asamblea Popular o Ekklesía, en la que participaban y podían ejercer el derecho a voto los ciudadanos varon-es mayores de 18 años. Este órgano de poder fue uno de los más importantes de la democracia ateniense, sin embar-go, las mujeres, los extranjeros y los es-clavos no podían participar en ella. - El Consejo de los Quinientos o Boulé, que ejecutaba las decisiones que adoptaba la Ekklesia.

- El Arcontado, órgano colegia-

do de gobierno (de varios integrantes), formado por nueve arcontes. Los tres primeros se repartían las funciones que antes correspondían a los reyes y cor-respondían al arconte rey, encargado de los asuntos religiosos; el arconte pole-marco, que dirigía los ejércitos; y el ar-conte epónimo, que velaba por los dere-chos de las familias, además de dar su nombre al año (por este motivo se de-nominaron “anárquicos” o “anarquías” los años que no tuvieron arcontes epónimos). A partir de las reformas de Solón, los arcontes no tenían que per-tenecer necesariamente a la clase de los aristócratas, pero sí tenían que ser elegidos entre los ciudadanos ricos.

- El Areópago, ejercía las funciones judiciales, resolviendo los casos de es-pecial gravedad, como los homicidios; además, controlaba a los magistrados.

A partir de estas instituciones, cada una con una función específica, se comienza a desarrollar, de alguna u otra manera, la idea de la independencia de los pode-res del Estado.

Es importante resaltar el carácter limit-ado de esta democracia, si se piensa en que solo podían participar los hombres mayores de 18 años. Sin embargo, y a pesar de aquello, los atenienses inaugu-ran este tipo de gobierno participativo que consideraba la discusión y el inter-cambio de ideas como fundamento para sus relaciones políticas y sociales.

A modo de síntesis sobre la organi-

Pablo en el Areópago

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zación social de Atenas se puede decir lo siguiente: En Atenas, y en la mayoría de las polis de la Hélade durante la épo-ca clásica, los habitantes se dividían en Ciudadanos (los únicos que gozaban de todos los derechos); Metecos o extran-jeros, dedicados a actividades como la artesanía y el comercio; y Esclavos, que eran quienes llevaban a cabo los tra-bajos más pesados en la agricultura, la minería o en los hogares de los sectores más pudientes de la ciudad. Los niños y las mujeres se concentraron en los es-pacios privados y no participaron de las decisiones de orden político.

El desarrollo de los griegos en ciudades independientes (llamadas Polis) incen-tivó en ellos un fuerte individualismo, pero también una marcada valoración por el hombre, lo que los llevó a desar-rollar y destacarse en una serie de re-alizaciones, las cuales se convirtieron en un verdadero legado para el mundo occidental. Entre ellas se destaca:

- El Arte: en esta actividad se plasmó claramente el ideal griego de “nada en exceso”, ya que por ejemp-lo, en la arquitectura no hubo grandes construcciones monumentales, pero si una serie de edificios públicos vincula-dos a la vida cotidiana en las ciudades. En estas construcciones fue común el uso de las columnas con distintos esti-los (Dórico, Jónico y Corintio). También la escultura tiene un lugar destacado y en ella se aprecia el valor que tenía para los griegos el ser humano, el cual se repre-senta generalmente desnudo y armóni-co en su composición anatómica. Entre los principales escultores del mundo griego se destacan Fidias y Mirón.

- La Filosofía: el “amor a la sabiduría” comenzó en los griegos,

como la búsqueda por encontrar la sus-tancia básica de que está compuesto el Universo (Por ejemplo, para Tales era el agua, en cambio para Anaxímenes era el aire). Durante el período Clásico, los filósofos se dedicaron a reflexionar so-bre el hombre (período antropológico), destacándose las figuras de Sócrates, Platón y Aristóteles. Sócrates planteó el conocimiento de uno mismo para ser más sabio y virtuoso. Fue acusado de corromper a la juventud, por lo que fue condenado a beber cicuta. Platón fue discípulo del anterior. Planteó la exis-tencia de una serie de elementos ide-ales que debían regir la conducta de los hombres. Aristóteles fue discípulo de Platón, pero a diferencia de su maestro, no fue idealista sino que realista.

- El Teatro: esta actividad surge en el período Clásico griego y está es-trechamente ligada a las festividades religiosas en honor al dios Dionisio (dios del vino y de las fiestas). En este tipo de actos, al aire libre, se desarrol-laron Tragedias, las cuales eran obras de desarrollo algo tenso y que termina-ban en un desenlace trágico, en donde se destacaron autores como Sófocles (autor de “Edipo Rey”), Esquilo (autor de la “Orestíada”) y Eurípides (autor de “Las Bacantes”). También las Comedias cumplían un rol importante, ya que en ellas se caricaturizaba a la sociedad y a la política griega, cumpliendo un sentido opuesto a la tragedia.

- Las Ciencias: a pesar de que los griegos, en algunas áreas, no fueron creadores, si se dedicaron a establecer algunos teoremas, como el de Pitágoras en Matemática. En el caso de la Medici-na, esta nació en Grecia debido a que Hipócrates consideró que las enferme-dades no se asociaban a prácticas mági-

cas sino que a causas de tipo natural.

- La Historia también tiene un papel destacado en Grecia, surgiendo como investigación y ya no como un simple relato de acontecimientos. Sus principales exponentes fueron Heródo-to y Tucídides.

- La Democracia: tal como se ha explicado más arriba, el principal aporte político al mundo Occidental fue el de-sarrollo del sistema democrático en la polis de Atenas. De acuerdo a Pericles, quien es considerado el principal expo-nente de este régimen, en Atenas…“Dis-frutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. En cuanto al nombre, puesto que la admin-istración se ejerce a favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la de-fensa de sus intereses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acced-er a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo.” (Extracto del dis-curso fúnebre de Pericles en honor a los caídos en las Guerras del Peloponeso. En Tucídides. La Guerra del Peloponeso).

- Los Juegos Olímpicos: Consti-tuían la fiesta religiosa más importante en el mundo griego, en la cual, desde las distintas ciudades, acudían sus repre-sentantes para competir en carreras, lu-chas, lanzamiento del disco, entre otras pruebas. A pesar de que han cambiado demasiado con el tiempo, su origen está en la civilización griega.

Juegos Olímpicos en la Antigua Grecia

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Viaje a través de Greciapor Héctor Aguilar Cantú

Desde el inicio de los tiempos el poder ha estado en las manos de la civilización más fuerte, pero todo tiene un inicio y un fin, y las civilizaciones antiguas no son la excepción. Comencemos nues-tro recorrido con el imperio más basto y poderoso de la antigüedad, Babilonia.

Es impresionante ver lo que una perso-na logro y también como por descuido de una cayó, nuestro formidable imperio ha caído a manos de los medos y persas, nuestro siguiente imperio.

Medo-Persia en su hambre de conquis-tar todo el mundo conocido en aquel entonces, se topo una civilización flo-reciente y sin esperarlo esta civilización tomo el poder como imperio del mundo antiguo, la civilización de la que hablo es la antigua Grecia.

Antes de que los griegos pasaran la es-tafeta a la roma. Como imperio mundial lograron alcanzar la inmortalidad con algunas de sus aportaciones para la humanidad. En el apogeo de esta civili-zación hubo muchos hombres que hic-ieron aportaciones útiles para la ciencia y el arte, en este breve escrito nos en-focaremos en Tales, Platón, Aristóteles y Pitágoras.

Imaginemos que estamos fuera de nuestra casa, estamos situados en el 350 o 300 a.C., en la antigua Grecia. Mi-ramos como el sol se esconde a lo lejos y pequeños luceros aparecen en el negro firmamento. Miramos al cielo nocturno y parece que los fulgores de la noche se mueven sobre nosotros.

Cierto día, mientras te paseas por las plazas, escuchas a cierto hombre que dice que la Tierra gira alrededor del Sol, contrario a todo lo que te han enseñado, un loco...

Este loco, resulta ser Tales de Mileto, el fue el primero en proponer un mod-elo heliocéntrico para la estructura de nuestro sistema solar. Como su idea era contraria a las creencias de la época se le dijo que lo negara o pagaría las conse-

cuencias. Y podemos decir que acepto a regañadientes.

Sigues caminando por la plaza y ves a lo lejos un hombre de pie hablándole a un grupo de jóvenes, nos acercamos.

-¿Quién es ese hombre?, pre-guntas a un joven que esta maravillado con su maestro. - Es el maestro Platón.

Parece que este hombre, Platón, sabe de lo que esta hablando, argumenta que existen dos mundos: el sensible y el de las ideas. Este personaje, mas que aportaciones a la ciencia exacta hizo aportaciones a los campos de la psi-cología, la ética, la política, entre otros; dejando todo escrito en sus famosos tratados a través de los cuales podemos aprender y saber como el veía el mundo y su interpretación del mismo.}

Ahora, nos ponemos a platicar con el alumno que nos respondió anterior mente, su nombre es Aristóteles. Este filósofo creció para convertirse en un gran personaje de la historia universal. Si nos ponemos a platicar con el, encon-tramos que sostiene la idea de la gener-ación espontanea y el principio de la no contradicción.

Además vemos que este personaje cla-sifico mas de 500 especies de peces y otros animales y dejo cerca de 200 trat-ados en los cuales se conservan sus pensamientos y teorías.

Nuestro último personaje se dice que ha viajado por Egipto y ha aprendido algo en sus viajes, es Pitágoras del que hablo. Pitágoras hizo aportaciones en varios campos en matemáticas la dem-ostración del famoso teorema de la rel-ación de los lados del triángulo rectán-gulo. Halló en música las relaciones entre números enteros que producían acordes agradables al oído. Fue uno de los primeros en defender la forma es-férica para la Tierra, y el que se dio cuen-ta por primera vez que la estrella matu-tina y la vespertina eran una misma, el planeta Venus. Creó una escuela filosó-fica con gran dedicación a la matemáti-ca, entre otras cosas.

Aquí termina nuestro viaje a través de un pedazo de la historia de nuestro mundo.

*Nota del autor: los personajes no fueron contem-poráneos, para efectos mas didácticos y entretenidos decidí hacerlo de esta manera.

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Discusión en el Ágora

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La medicina en la Grecia antiguapor Carlos García Gual

Macaón y Podalirio, que atienden a los heridos griegos en la guerra de Troya, son los dos primeros médicos griegos cuyo nombre conocemos. La Ilíada los recuerda como «dos buenos médicos» en el ejército del rey Agamenón. Son hijos del famoso Asclepio (en latín Es-culapio), más tarde venerado como dios de la medicina, y héroes muy apreciados tanto por su valor guerrero como por su servicial saber quirúrgico. El médico, llamado iatrós en griego, es, en efecto, según Homero, «un hombre que vale por muchos» (Ilíada, XI, 514), y está cal-ificado socialmente como demioergós, «servidor público», al igual que el adivi-no, el maestro carpintero o el recitador de poemas. Se trata de un oficio acred-itado y sabemos que médicos itiner-antes circulaban por la Grecia arcaica. Ya en pleno siglo VI a.C. conocemos el nombre de un famoso médico viaje-ro, Demócedes de Crotona, que, según cuenta Heródoto, acabó sus días en la corte del rey persa Darío I. Pero la figura que marca con su magisterio y sus es-critos la etapa que llamamos «técnica» o «científica» de la medicina griega es la de Hipócrates, que vivió más o menos entre 440 y 360 a.C. En su isla natal de Cos fundó la escuela profesional que llevaría su nombre y donde compuso los primeros «tratados hipocráticos», que son el origen del Corpus hipocrático, una variada colección de casi sesenta textos médicos que formaron una biblioteca pionera especializada en la teoría y la práctica de la curación.

El Corpus recoge y examina, con una perspectiva metódica y racional, numerosos datos sobre enfermedades y aspectos varios del arte médico: anatomía, fisiología, ginecología, patología, epidemiología y cirugía. En ellos se pone énfasis en la observación minuciosa de los enfermos y sus dolencias, y se atiende mucho a la dieta y el régimen, lo que no es sorprendente en una ciencia en la que la farmacología es muy elemental y la cirugía interna desempeña un papel muy limitado.

Es importante la atención a lo que llamaríamos medicina preventiva y, sobre todo, a la evolución del proceso enfermizo, a los síntomas que permitan conocer sus crisis, dar un pronóstico y orientar la mejoría.

Esa concepción de la physis o naturale-za como un conjunto de fenómenos que el estudio debe explicar mediante razones y experimentos es común a los primeros filósofos, los sofistas y los discípulos de Hipócrates. Por ello escri-ben esos textos en prosa clara y sencil-la, contando sus experiencias e inter-pretando los hechos según una teoría crítica que los abarca y explica, sujeta a discusión científica. El médico in-tenta curar tomando conciencia de las causas de la enfermedad y expone el método efectivo para enfrentarse a ella. Aquí surge una medicina empírica y racional, sin ningún elemento mágico ni lastre religioso, en claro contraste con tradiciones médicas mucho más antiguas, como la china o la egip-cia. Si es muy difícil valorar con criterio actual el nivel científico de esta medicina –que ignora los mi-crobios, la circulación de la sangre o la química moderna–, no deja de ser ejemplar la orientación metódi-ca y objetiva que caracteriza a esta téchne iatriké, el oficio de la curación.

Frente a esta terapéutica metódica y racional (la de escuelas médicas como la de la isla de Cos; la de la costa de Cni-do, en Asia Menor, o la de Crotona, en la península Itálica) aparecen en Grecia otros lugares donde se practica una me-dicina religiosa en torno a los santuarios del divinizado Asclepio. Allí se promete a los enfermos un tipo distinto de cu-ración, que actúa milagrosamente por la intervención del dios sanador. Impul-sados por su fe, los enfermos acudían a los santuarios y se sometían a cier-tos cuidados y ritos purificatorios, que solían incluir baños y rezos, y especial-mente la incubatio, es decir, el dormir de noche sobre el suelo del recinto sagra-

do, donde les llegaba, en sueños, la voz divina que los aconsejaba o sanaba.

Es asombrosa la fama del culto de Asclepio y de sus santu-arios –en Cos, Epi-dauro, Atenas y otras ci-

udades– desarrollada a partir del siglo V a.C. y aumentada en época helenística. Asclepio, hijo de Apolo, era un dios benévolo y de aire compasivo. Las ruinas de algunos santuarios atestiguan su prestigio y su riqueza, como sucede con el de Epid-auro, con su magnífico teatro. Por otra parte, las inscripciones conservadas en forma de breves exvotos de los enfer-mos agradecidos, como los llamados

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mento hipocrático», que precisa los de-beres del médico para con su maestro y su familia, y, por otro lado, los del médi-co con los enfermos. El futuro médico jura solemnemente –por Asclepio y sus hijas Higiea y Panacea– «respetar a su maestro como a su padre, compartir con él sus bienes, atender a su familia y enseñar a sus hijos la medicina, si qui-eren aprenderla, así como a otros dis-cípulos, y a nadie más». Por otro lado, se compromete a ejercer el oficio guardan-do las normas: no dar veneno ni reme-dios abortivos –ni aunque lo soliciten los pacientes–, no revelar secretos de los enfermos, abstenerse de relaciones sexuales en las casas que se visiten, no hacer operaciones quirúrgicas si no son especialistas...

Los hipocráticos cuidan mucho la rel-ación de los médicos con los enfer-

mos; consideran que la buena dis-posición anímica del paciente ayuda a su pronta curación. Les importa mucho el prestigio propio, esa buena fama que el juramento menciona como premio de los cumplidores, frente al castigo de infamia de los otros. Recor-demos que quienes practicaban la medicina no tenían un título oficial, sino que debían ganarse la estima de sus clientes –los médi-cos son los únicos extraños que penetran en los hogares ajenos–,

y la confianza era fundamental a la hora de fijar sus honorarios. Algún

texto aconseja no comprometerse tratando a enfermos desahuciados, de

muerte segura. El médico trata a per-sonas libres y a los esclavos por igual. Sólo en un pasaje Platón advierte que el médico debe explicar bien las causas de sus males a los libres, lo que no es preciso con los esclavos: a éstos basta darles las órdenes y las medicinas, sin explicación.

Hipócrates no dejó su firma en ninguna de las obras del Corpus, aunque muchas llevan el sello de la escuela de Cos. El único texto del que conocemos a su au-tor es el titulado Sobre la naturaleza del hombre, que escribió Pólibo, yerno de Hipócrates. Este tratado es famoso por una teoría que se suele atribuir a toda la escuela hipocrática: la de los cuatro humores. Se trata de cuatro líquidos

presentes en el cuerpo: sangre, bilis, bilis negra y flema, cuyo exceso o falta determina la salud. Unos pocos textos del Corpus se escribieron en la isla veci-na de Cnido, donde existió una escuela médica rival. Acaso, como es frecuente en escuelas científicas, se trabajaba en equipo y los asociados no se preocup-aban por dejar su firma en los respecti-vos textos.

Algo después, la tradición médica cobró una nueva perspectiva en Alejandría. Allí,

en el Museo, destacaron Herófilo de Calcedonia y Erasístrato de Ceos, que progresaron en los conocimientos de la anatomía y el sistema nervioso, influi-dos por estudios del filósofo Aristóteles (inventor de la anatomía comparada) y por sus propios análisis, ya que en Alejandría se practicaron disecciones de cuerpos humanos. En Grecia no se hacían, por respeto a prejuicios religio-sos. Los griegos diseccionaban sólo an-imales, especialmente cerdos y monos, pero allí diseccionaron cuerpos vivos de condenados a muerte, para observar mejor el funcionamiento de la sangre y los órganos internos.

En Alejandría y en Roma hubo diversas corrientes médicas, con distintas bas-es filosóficas: metódicos, empíricos, neumáticos, eclécticos. Pero todas que-daron superadas por la amplia obra y fama de Galeno de Pérgamo, que vivió en el siglo II d.C. Galeno escribió muchí-simos libros, tuvo una carrera de inmen-so éxito y fue médico de varios emper-adores romanos, de Marco Aurelio a Septimio Severo. Sus obras fueron co-piadas y comentadas durante siglos por griegos, romanos, árabes y cristianos, y el nombre de Galeno ha quedado como sinónimo del médico por antonomasia.

Los grandes avances de la ciencia médi-ca a partir del siglo XVI, especialmente en los dos últimos siglos, merced al de-sarrollo de la química y de la farmacia, hacen que la antigua medicina helénica nos parezca muy alejada de la actual. Y, sin embargo, esa concepción racional de la medicina representa una hazaña de indudable valor en la historia de las ciencias, y en el tratamiento y cuidado del ser humano.

El Filósofo 21

iámata de Epidauro, testimonian múl-tiples y pintorescas «curaciones» mila-grosas del dios.

Parece que los sacerdotes de esos tem-plos de Asclepio se llevaban muy bien con los médicos hipocráticos, y puede que algunos les enviaran a pacientes que creían incurables. En cambio, al-

gunos hipocráticos –como el autor de La enfermedad

sagrada, sobre la epilepsia– re-

c h a z a n rotun-

d a -

m e n t e por charla-

tanes e impo-stores a curanderos,

magos y brujos que se ofrecían como portadores de remedios mágicos.

El aprendizaje de la técnica médica es-taba ligado a un estrecho vínculo per-sonal entre discípulos y maestros, tanto en las escuelas como en la vida profe-sional. De ahí el interés histórico de un documento como el denominado «jura-

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CAPÍTULO 3PERIODO

MEDIEVAL

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Durante la Edad Media la ciencia no se desarrolló porque nadie deseaba de-sarrollarla, con excepción de algunos grupos pequeños. ¿Para qué servía la ciencia si el objetivo principal de la vida era ganarse el cielo? Si todo lo que ocurría en el mundo era el plan de Dios, ¿para qué intentar enmendarlo?

Sin embargo, sí podemos destacar al-gunos acontecimientos ocurridos en este periodo que duró alrededor de 1,000 años. Esta época se caracteriza porque el proceso de “hacer ciencia” se hace más lento, debido a las lim-itaciones que imponía la Iglesia, pero no por ello deja de mostrar una gran cantidad de descubrimientos e inven-tos, que poco a poco conducen a una nueva forma de entender el mundo.

Uno de los primeros trabajos destaca-

dos del medioevo fue el desarrolla-do por Isidoro (560-630), obispo de Sevilla, quien elaboró una antología de 19 tomos donde reunió todos los conocimientos de la época. En su tra-bajo, llamado Etimologías, se observa una técnica permanente, que consiste en presentar un término en su origen etimológico y luego exponer sus defi-niciones de significado, concluyendo con ejemplos tomados de los textos bíblicos.

Por otra parte, encontramos los de-sarrollos científicos en el mundo ára-be que, aunque históricamente se ha visto distanciado del mundo occiden-tal, siempre encontró una manera de entrar en él.

Brahmagupta (598-660), quien vivió en la India, publicó en 628 un libro

donde se resumen los conocimientos astronómicos de la época. Su mayor aporte fue la aplicación de métodos algebraicos a la solución de problemas astronómicos.

Abu Musa Ja-Bir Ibn Hay Yan (721-815), mejor conocido en Occiden-te como Geber, vivió en Irak. Fue un alquimista que trabajaba en los pro-cedimientos para la producción de tinturas. Su principal aporte científico es que trataba de explicar o metodizar todo lo que hacía, es decir, no dejaba al azar sus conocimientos, sino que los sacaba a la luz.

Geber también modificó la teoría griega de la existencia de cuatro ele-mentos básicos en la composición del universo (tierra, agua, aire y fuego), añadiendo dos más (azufre y mer-

El medioevo inicial y primeros años de la Edad Media tardíapor Carlos Oceguera Vázquez

Interior de una escuela del siglo XVI

El Filósofo 23

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curio). Estos elementos producen el al-iksir (“elíxir”) y es el predecesor de la idea de una sustancia mágica capaz de transformar las cosas, lo que en la época se conocía como piedra filoso-fal. Esta idea de piedra filosofal se ba-saba en la conjetura desarrollada por Aristóteles de la transformación de los elementos a partir de sus fusiones, las que al transformar la materia cambi-an sus cualidades primarias. Podemos inferir que ésta es la premisa de lo que hoy conocemos como fusión nuclear, proceso que utilizan las estrellas para formar energía, y que la ciencia trata de desarrollar para producir energía limpia y prácticamente ilimitada.

Al-Hazan-Ibn-Al-Haytain, mejor conocido como Alhazen, nació en 965 en lo que hoy con-ocemos como Irán. Trabajó principalmente en el cam-po de la óptica, construy-endo una cámara oscura y espejos parabólicos. Se opuso a la idea de Ptolomeo de que la luz era una sustancia emit-ida por los ojos de los seres humanos, y sos-tuvo que la luz en reali-dad provenía del Sol y que entra a los seres humanos por los ojos, la cual es la concepción correcta.

Los árabes siempre buscaron el dominio de las fuerzas de la natu-raleza a través de la magia e hicieron grandes esfuerzos de reflexión sobre esto. Este dominio de los aspectos concretos de la vida cotidiana hizo que los científicos y sabios occidentales se interesaran en el conocimiento árabe.

Alfonso, quien llegó a ser rey de Cas-tilla, nació en 1221 en Toledo, España. Fue un notable astrónomo, histori-ador, poeta, jurisconsulto y codifica-dor. Bajo su mando se desarrolló la escuela de Toledo, donde se impulsa-ron las traducciones del árabe al es-pañol de numerosas obras científicas

y filosóficas.

A pesar de que la sociedad medie-val despreció el conocimiento, la vida siempre termina por imponer su pro-pia lógica. Las enfermedades en las personas comenzaron a proliferarse por todo el mundo y los monjes, por razones filosóficas y éticas, debían en-contrar algún remedio. Fue así que en el siglo VI los benedictinos comenza-ron a estudiar las obras de Hipócrates y Galeno, reavivando la medicina. E v e n - t u a l -

m e n t e , en Saler-no, Italia, se desarrolló una escuela de medicina en el siglo IX, la cual contaba con una excelente reputación por la calidad de sus egresados. Para varios estudiosos, esta escuela representa el primer antecedente de las universi-dades modernas.

En 1224 se fundó la universidad de Nápoles con el objeto de formar a los funcionarios del Estado, y en 1231 se

reconoció a la universidad de Saler-no como la única que podía conceder grado en medicina.

En el siglo XI aparece la universidad de Bolonia, que para muchos es la prim-era universidad de la Era Moderna, y en 1150 se funda la de París. A fines de este siglo se crea la universidad de Oxford en Inglaterra, y en 1209 un grupo de alumnos descontentos de ésta funda la correspondiente en Cambridge. Así, poco a poco fueron apareciendo muchas más, aunque desde sus inicios el funcionamiento estuvo perturbado por distintos tipos de conflictos.

En términos generales, la en-señanza básica se impartía

entre los 14 y los 20 años. Luego, entre los 20 y los 25 se enseñaba medici-na y derecho. La teología era la doctrina máxima y se llegó a establecer los 35 años como la edad mínima para alcanzar el doctorado en esta rama.

La educación básica era de tipo libresco y las clases eran comentarios

de libros establecidos ofi-cialmente. También, los co-

mentarios de los maestros, convertidos en notas de clase,

se copiaban y se hacían circular. Las copias difundieron el cono-

cimiento de la época y lo llevaron desde sus estrechos límites hasta dimensiones desconocidas en ese en-tonces.

Es interesante el hecho de que se pro-dujeron aportes significativos al tema del método en una zona marginal del mundo de la época. Por ejemplo, en la universidad de París, se prohibió la lectura y discusión de las obras aris-totélicas. Entonces comenzó una re-definición del método científico y la creación de una nueva forma de “hac-er ciencia” cuya plena aceptación duró

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casi cuatro siglos. Paradójicamente, la prohibición produjo conocimiento.

Dos de sus principales representantes fueron Robert Grosseteste y Roger Bacon.

Robert Grosseteste, también conoci-do como Grosetesta, nació en 1175 en Suffolk, Inglaterra, y se educó en Ox-ford y en París. Fue designado Cancill-er de la universidad de Oxfordy obispo de Lincoln, diócesis a la que pertenecía Oxford. Grosetesta tenía tres princip-ios fundamentales que rigieron su vida: la importancia fundamental de la cura de las almas y de allí la necesidad de hacer todo lo posible por lograr ese objetivo, una concepción de la Iglesia como institución, y la convicción de que la Iglesia debía estar por encima del Estado en los asuntos ter-renales.

Grosetesta fue el fun-dador de la tradición del pensamiento científico en Oxford, ya que unió las tradiciones experi-mental y racional del si-glo XII puso nuevamente en marcha la ciencia con carácter experimental. Con fundamento en Aristóteles, estableció la idea de que el conocimiento de los hechos físicos se obtenía a partir de los datos de los sentidos y que por medio de los procedimientos de la abstracción se llegaba a los principios generales.

Grosetesta sostenía que el primer paso para llegar al conocimiento era determinar los principios que pert-enecen a todas las cosas. Es decir, adoptaba la posición griega de análisis y síntesis. Según él, debían coleccio-narse casos del fenómeno que se es-taba estudiando y anotar los atributos comunes; de esta manera, se deter-minaban las comparaciones de modo que se podía introducir cierta sospe-

cha de causalidad.

Grosetesta también planteó la idea de que “la naturaleza actúa siguiendo el camino más corto posible”, de mane-ra que entre varias demostraciones posibles siempre será preferible la que obtiene una respuesta utilizando el menor número posible de supues-tos e hipótesis. Su teoría de la ciencia se basaba en la distinción aristotélica tradicional entre conocimientos de hechos y el conocimiento de la razón de ese hecho.

R o g e r B a c o n , nacido en Ilchester, Somerset, alre-dedor de 1220 y fallecido en Oxford en 1292, adoptó en un inicio la con-cepción platónica del universo; sin embargo, se sintió atraído más tarde por las ideas matemáticas, físicas y médicas de Aristóteles. De este modo, intentó resolver una de las preguntas más importantes del medioevo tardío: la aceptación del concepto griego del

mundo y la ciencia sin la metafísica correspondiente.

Básicamente, lo que Bacon intentaba hacer era desarrollar las matemáticas y la física en el punto en que habían sido dejadas por los griegos aban-donando su cosmovisión. También, escribió una gramática griega, la cual demostraba su interés por la lectura directa de los clásicos y no a través de las traducciones árabes. Bacon no hacía distinción entre ciencia de la na-turaleza y ciencia mágica u oculta. Sin embargo, su idea de tomar la magia por su interés de dominar el mundo natural, es quizá uno de los primeros

intentos por exponer la importancia del experimento científico como

una forma de dominio del mun-do.

En su Opus Majus, Rog-er Bacon sostiene que la ciencia experimental que él propone tiene tres grandes prerrogativas con respecto a las otras ciencias:

1) Llegar a conclusiones por medio de experi-

mentos.

2) El experimento per-mite añadir a la formulación

de la ciencia deductiva nue-vos conocimientos.

3) La experimentación lleva a descubrir nuevos campos del saber.

En ese mismo apartado, Bacon insiste en la importancia de desarrollar las matemáticas como fundamento de las ciencias, y lleva adelante la em-presa de matematizar la física, con el objetivo de darle mayor validez.

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La Edad Media no estuvo tan mal

por Héctor Aguilar Cantú

Parecía ser que un imperio tan des-piadado y agresivo como el romano nunca tendría fin, pero la historia nos muestra lo contrario porque podem-os ver que los romanos fueron con-quistados y divididos entre las tribus bárbaras. Es aquí donde da comienzo la edad media, que es el tema que va-mos a abarcar en este artículo.

Hay varias cosas que podemos re-calcar acerca de esta época de la historia de la humanidad: la igno-rancia del pueblo, la dictadura de la iglesia romana apostólica y el miedo a la misma; gracias a estos factores el conocimiento científico se vio es-tancado, pero a pesar de esto hubo varios hombres que poniendo aparte sus miedos causados por la iglesia, decidieron seguir cultivándose para desarrollar nuevos y mejores cono-cimientos científicos, en este articu-lo vamos a hablar de tres de estos héroes del conocimiento.

El primero de estos personajes es Juan Duns Escoto. El era un mon-je que tenía un peculiar interés en la ciencia, abordaba la teología como una ciencia práctica, interesada en cuestiones teóricas sólo en la me-dida en que éstas se plantean como fin el salvar almas a través de la rev-elación. Argumentó que mediante la fe una persona puede conocer con absoluta certeza que el alma es in-corruptible e inmortal; la razón puede argumentar con verosimilitud la ex-istencia de tales cualidades del alma, pero no puede probar que existan con exactitud.

Nuestro segundo personaje es Wil-liam de Ockham, también era hom-

bre religioso, era un franciscano y su mente fue atraída a la ciencia y a la filosofía, pero estas siempre en-focadas a la verdad inequívoca de la existencia de un Ser supremo y om-nipotente. Sostenía que era necesario considerar la observación de individu-os existentes porque la ciencia “real” requiere centrarse en individuos o acontecimientos existentes.

A diferencia de los últimos dos perso-najes, el siguiente no era un hombre religioso y fue uno de los hombres mas ilustres que la humanidad a tenido el placer de conocer, a lo largo de su vida estuvo interesado en la ciencia y la na-turaleza, situación que lo llevó a desar-rollarse como pintor, escultor, inven-tor y dibujante. Este personaje del que hablamos es Leonardo de Vinci, Italia. Leonardo es recordado por crea-ciones como La Virgen de las Rocas, La última cena y La Mona Lisa. Sin embargo, aportó un sinnúmero de conocimientos a la humanidad. En el campo de la anatomía estudió la cir-culación sanguínea y el funcionamien-to del ojo. Realizó descubrimientos en meteorología y geología, conoció el efecto de la Luna sobre las mareas, anticipó las concepciones modernas sobre la formación de los continentes y conjeturó sobre el origen de las con-chas fosilizadas.

A la edad media también se le con-oce como edad oscura, por el es-tancamiento que tuvo el conocimiento en esa época a causa del papado, pero con este articulo resaltamos a varios personajes que complementaron un poco la ciencia y como ellos, hay mas hombres que en esta época hicieron aportaciones útiles para la ciencia.

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Hombre de Vitruvio, de Leonardo Da Vinci

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Ciencia y religión durante la Edad Media

por Carlos Gálvez

Si tomáramos un grupo de perso-nas al azar, y les preguntáramos qué es lo que saben acerca de la Europa de la Edad Media, lo más seguro es que escucharíamos casi la misma respuesta. Pensar en la Edad Media es pensar en las cruzadas, la peste, la leyenda del rey Arturo y una po-blación reconocida no precisamente por ser unos eruditos.

Todo esto llevado de la mano de la gran protagonista de esta época, la única Institución capaz de hacer ret-roceder las hordas de Atila el huno, bendecir príncipes, reyes y empera-dores ( a su servicio, claro está), y or-denar la reconquista de Tierra Santa; pero también condenar y castigar cualquier a científico, filósofo o reli-gioso que se atreviera a cuestionar sus dogmas: La Iglesia Católica.

Observando todo esto Karl Marx pronunció su célebre frase ‘’La re-ligión es el opio de los pueblos´´ observando cómo éstas, dando un efecto aletargante a su portador, lo llevaba a una lenta, pero continua espiral descendente hacia la miseria.

Nadie que observe el desarrollo científico y tecnológico de la Europa Medieval se atrevería a cuestionar los argumentos de Marx; de hecho, los únicos avances tecnológicos de gran importancia registrados en la Europa Medieval son rueda hidráuli-ca en el año 800 y el molino de vien-to en el 1100. Todo estudio científi-co que se atreviera a contradecir a la Biblia y a los dogmas que la Iglesia decretaba, se enfrentaban a la de-strucción de sus obras, ser llevados

a juicio, y no en pocas ocasiones, a la muerte.

Pero sin darse cuenta, Marx, cae en un sesgo, al no tomar en cuenta el desarrollo de la religión en otras na-ciones en la época medieval, como el caso de China y Arabia; pero en esta ocasión centraremos nuestra atención en el pueblo musulmán de la Edad Media.

Hacia el año 600, el pueblo árabe no pasaba de ser un puñado de pas-tores nómadas asentados en medio del desierto. Para mediados del año 700 se habían expandido por todo el Medio Oriente, el Norte de África y España. Pero la expansión musul-mana sólo fue el motor de arranque para la revolución cultural que se acercaba.

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Representación de Sócrates ‘Sughrat’ en manuscrito árabe del siglo XIII

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Contrario al rito católico, en el que sólo el clero estaba autorizado a leer la Biblia, cada musulmán era en-señado a leer desde temprana edad, y el acceso a manuscritos griegos y latinos y su posterior estudio, unido a la influencia del pensamiento chi-no, indio y persa, llevaron a formar al pueblo culturalmente más avanzado de su época.

Esto es una clara diferencia con la Europa medieval en la que la re-ligión, lejos de incentivar la lectura y la búsqueda del conocimiento, llevó al pueblo a una época de ignorancia y retraso científico, no por causa de la religión o de la Biblia en particu-lar, sino específicamente al hecho de que la autoridad religiosa tomó un rol que no le correspondía.

Curiosamente, la tendencia de las dos culturas se vio invertida casi en el mismo tiempo. Mientras en Europa la Iglesia Católica perdía su poder político y militar, así como su autoridad en temas científicos, el Renacimiento y su pensamien-to ilustrado cobraba cada vez más fuerza, mientras que el pueblo mu-sulmán se vio sumido en una oscuri-dad intelectual que aún prevalece en nuestros días.

Pero ¿qué fue lo que sucedió?, ¿cómo podemos explicar este cam-bio tan radical? Las siguientes gráfi-cas nos ayudarán a entender de una manera sencilla este proceso. La primer gráfica nos muestra el de-sarrollo científico y religioso de la Europa Medieval. Observamos que mientras el poder eclesiástico au-

mentaba, el desarrollo de la ciencia y la tecnología fue pobre y escaso; sin embargo, a medida que la auto-ridad papal era cuestionada, viendo su apogeo durante la reforma prot-estante, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, al igual que las artes, vieron un crecimiento sorprendente, dando inicio al renacimiento.

En la segunda gráfica observamos, el desarrollo científico y religioso del Pueblo Árabe durante la Edad Media. Se observa que la expansión de la religión musulmana se llevó de la mano con un crecimiento cultural, científico y tecnológico en el pueblo árabe. Pero a medida que la religión se sintió amenazada por el pensamiento de los grandes filósofos y científicos árabes, decretó una serie de leyes que perseguían y condenaban al movi-miento científico y cul-tural. De esta forma, prácticamente fueron coartados y desestimados en el mundo islámico de entonces, así como en los estudios artísticos, científicos y filosóficos.

El principal problema que han teni-do estas religiones, tanto el cris-tianismo como el mundo musul-mán es, que en el momento que han visto su poder amenazado de alguna manera por el libre pens-amiento, llámese ciencia, filosofía, arte, etc., usaron todo lo que tenían en sus manos para detenerlos, y sin darse cuenta, terminaron ce-gando los ojos de las personas que con su verdad pretendían iluminar. Albert Einstein mencionó alguna vez: “La ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega”, asi-mismo Isaac Newton, al descubrir muchas de las leyes que rigen el

comportamiento del Universo, lejos de cuestionar la existencia de Dios, encontró que éstas eran obra de un diseño inteligente, reafirmando aún más su fe.

La religión no es el opio de los pueb-los, ni la ciencia enemiga de la re-ligión; cuando son llevadas correct-amente de la mano de Instituciones que lejos de afirmar su poder sobre las personas, busquen guiarlas hacia

un estado de bienestar; lejos de ser enemigas, la ciencia y la religión se convierten en grandes aliadas que, sin darse cuenta, desde un enfoque distinto, ambas han tenido la misma meta: hacer de este mundo un mun-do mejor.

*Tomado de: Gálvez, Carlos. “Ciencia y religión durante la Edad Media”. http://www.itsondixit.org/?p=1137

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La educación en la Edad Mediapor Mariano Cardenera

El cristianismo con su poder divino se había encargado de transformar el mundo antiguo en mundo nuevo, y pronto hizo sentir su influjo por to-das partes y en todas las cosas. La educación y la instrucción recibieron grande impulso, y presentaron nueva faz conforme con el destino presente y futuro del hombre.

No faltó quien pretendiese que donde está la fe la ciencia es inútil; pero no hallaron eco semejantes doctrinas, porque contaba la Iglesia con muchos hombres distinguidos que al aban-donar el paganismo conservaban la afición a los estudios científicos, y porque los padres de la Iglesia de mas renombre, como san Clemente de Ale-jandría, san Crisóstemo, san Gregorio Nacianceno, san Agustín, san Gerón-imo y otros, defendían con todo su poder los fueros de la ciencia.

La escuela de Alejandría y las de los catequistas, de que ya hemos habla-do en los artículos respectivos, vienen en apoyo de esta aserción. Más en el primer periodo del cristianismo la ed-ucación pagana marchaba al nivel de de los cristianos próximamente.

Las cosas sin embargo no podían per-manecer largo tiempo en semejante estado, pues el espíritu del Evangelio penetraba en la sociedad, y a medida que se extendían sus saludables doc-trinas, las escuelas y establecimien-tos paganos debían someterse, por fin, a la cultura cristiana. A pesar de todo, semejantes establecimientos se hubieran sostenido por mas largo ti-empo, y la transformación se hubiera verificado de distinto modo, sin la em-igración de los pueblos.

Desde el siglo IV hasta el VI fueron in-undadas por los bárbaros casi todas las provincias romanas. Reinaba la desolación por doquiera; a los males que procedían de fuera se agregaban los que eran efecto de las particiones del imperio, de las guerras contra los usurpadores, de impuestos insoport-ables y de la manera de recaudarlos.

Las necesidades, del presente, la in-certidumbre del porvenir, que a todos angustiaba, entorpecían los progresos de las ciencias aun en los intervalos de la paz. La escasez del tesoro pú-blico no permitía a los emperadores sostener los establecimientos de ed-ucación; los pueblos carecían de los medios necesarios de atender a tales servicios y las escuelas desapare-cieron insensiblemente.

Sin embargo, los hijos de los cristia-nos debían instruirse en la religión, y los que aspiraban al estado eclesiásti-co debían prepararse también para su carrera. Esta necesidad, a que se agre-gan las pacificas relaciones de los bár-baros con los cristianos después de las primeras contiendas, contribuyó a que los intereses de la civilización estuvieran en manos del clero desde el siglo IX hasta el VI. Este orden de cosas, que fue un bien inmenso, per-judicó sin embargo al progreso de las

ciencias, porque todas las escuelas se impregnaron del carácter teológico, los conocimientos humanos se mod-ularon en un todo a la fe de la Iglesia, y se estableció completamente el des-potismo intelectual. Todas las ciencias se redujeron altrivium y al quadrivum, de que hablaremos con más extensión en los artículos respectivos; es decir, se redujeron a la gramática, la dialéc-tica, la retórica, la música, la aritméti-ca, la geometría y la astronomía, que constituyeron la instrucción del occi-dente por largo tiempo.

El influjo del cristianismo disponía a pensar en las cosas del cielo, a pene-trarse del espíritu de amor y a avanzar en el terreno de la verdad. La Iglesia con su disciplina destruía insensible-mente las costumbres brutales, ha-ciendo que el espíritu predominase a las fuerzas y agilidad del cuerpo. To-das estas circunstancias y el espírito caballeresco que se desarrolló más tarde, contribuyeron en gran manera a los progresos de la civilización en aquella época.

Durante este tiempo se ensanchaba la instrucción en las escuelas sobre todo,

Escuela de Alejandría San Benito y sus discípulos

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en las del orden de san Benito, y par-ticularmente en Irlanda, Escocia e In-glaterra. La reputación de las escuelas de Irlanda se extendió por todas par-tes, de suerte que acudían muchos alumnos del continente a instruirse en ellas en la Biblia. Los conventos de Escocia e Inglaterra participaron pron-to de la misma gloria, de suerte que mientras crecía la barbarie en otros países, se refugiaban las ciencias a los conventos de las islas Británicas.

Por el mismo tiempo el obispo de Mea, Crodegando» sujetó al clero a una regla parecida a la de san Benito, la cual facilitó extraordinariamente la creación de escuelas. Por este medio Carlomagno y aun sucesores pudieron establecerlas, no solo en los conventos, sino donde quiera que se hallase un clero numeroso especialmente en la residencia de los obispos.

Persuadido Carlomagno de que el poder de los estados se funda en la moralidad y la inteligencia de loa súb-ditos, se ocupó en civilizar a estos. Logró despertar en muchos puntos, la necesidad de una instrucción supe-rior, y tiene derecho, por este y otros resultados no menos brillantes de sus esfuerzos, a que se le considere como el restaurador de las ciencias en la Europa occidental. Llamó a la corte a los hombres más distinguidos de su

época, procuró instruirse él mismo, y en medio de los grandes cuidados del imperio se ocupaba también en los trabajos científicos; hizo un ensayo de gramática de su Idioma, y formó unas tablas astronómicas que fueron la admiración de Alcuino. En sus viajes inspeccionaba las escuelas e inter-rogaba a los niños, demostrando en su conducta que no aspiraba con esto a una vana gloria.

Carlomagno fundó en sus estados tres especies de establecimientos de instrucción: escuelas para el pueb-lo, escuelas superiores y seminarios de música. En las escuelas populares aprendían los niños a leer, escribir y contar. Teodulfo, obispo de Orleans, hizo establecer escuelas de esta clase en todos los pueblos de sus diócesis, disponiendo que la enseñanza fuese gratuita, a fin de que hasta los más pobres pudieran adquirir la instrucción necesaria a los ciudadanos.

De los establecimientos superiores, el mas antiguo es la escuela de la corte (Schola Palatina). Este establecimien-to, anterior a Carlomagno, no principió a florecer hasta el tiempo de Alcuino, llamado a Francia por el renombre que había adquirido y que había llegado a noticia del emperador.

Alcuino eligió hombres capaces de el-evar la institución, pero no introdujo nuevos métodos ni ensanchó la en-señanza. Los seminarios destinados a formar cantores para las iglesias, se crearon en Mez y Soisson, poniendo al frente de estos establecimientos a Teodor y Benito, hombres aventaja-dos en la música, y que fueron indica-dos al emperador por Adriano.

Luís el Piadoso siguió el ejemplo de su ilustre progenitor, pero carecía de la firmeza necesaria para hacer prev-alecer su voluntad sobre la del clero; así que se entibió el celo de éste y de-saparecieron insensiblemente o que-daron reducidas a elementales todas las escuelas que profesaban las siete artes liberales, hasta el siglo VIII, en el cual recibieron las ciencias nuevo im-

pulso con la elevación de Hugo Capeto al trono.

En Alemania, donde Bonifacio había preparado los espíritus, obtuvieron excelentes resultados los esfuerzos de Carlomagno. Prosperaron primero las escuelas de los conventos y lu-ego quedaron mucho más atrás que las de las catedrales. En los siglos IX y X ningún país de la Europa occiden-tal contaba tantos abades y obispos sabios como Alemania; en ninguna parte se exigían tantos conocimientos a los eclesiásticos, y en país otro al-guno se interesaba más la nobleza por los progresos de las ciencias.

En tiempo de Othon, las relaciones con Italia sostuvieron el impulso que se había dado al saber, y desde su ti-empo empezó a estudiarse el griego. Solo Inglaterra podía compararse ventajosamente con Alemania en aquella época, porque cuando parecía abandonada en Alemania la idea de Carlomagno de ilustrar a la masa del pueblo, la realizó Alfredo el Grande en Inglaterra, de que son una prueba ev-idente los progresos de la lengua na-cional bajo su gobierno.

No duraron sin embargo largos años aquellos dichosos tiempos, ni para uno, ni para otro país. Sustrajéronse los conventos de la vigilancia de los obispos, y desde entonces, a medida

Coronación de Carlo Magno por el Papa León III Alcuino y clérigos ante Carlomagno

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que se enriquecían, se introdujo entre los monjes una vida poco a propósito para los estudios, perdieron insensi-blemente la afición a las ciencias, y sus escuelas decayeron completamente. Las de las catedrales no tuvieron mejor suerte, sobre todo desde que los canónigos de Treveris rompieron el lazo canonical con aprobación del obispo. Seguido generalmente este ejemplo, se dispersaron los canónigos y desaparecieron sus escuelas.

Esta decadencia fue acaso también debida en parte a la fundación de las universidades, a la actividad que em-pezaba a experimentarse en las ciu-dades, para la cual eran ya insuficien-tes las escuelas de aquella época.

A medida que se desarrollaban las relaciones sociales y políticas de los pueblos, y que se conocía la civilización de otros países, no podía satisfacer la instrucción de las escuelas eclesiásti-cas. Entonces, con la participación de los príncipes y magnates, se reunieron hombres ilustrados y jóvenes entusi-astas que no pertenecían al clero, con objeto de suplir a lo que faltaba en las escuelas de éste.

Algunas de las escuelas fundadas por estas sociedades existían ya en los si-glos XI y XII, pero solo obtuvieron priv-ilegios en el siglo XIII, como la escuela de medicina de Salerno, la de derecho

de Bolonia y la de teología de París. En estas escuelas fue ampliándose gradualmente la enseñanza, hasta la fundación de las universidades, que hicieron grandes servicios en todos los países y acabaron con las antiguas escuelas.

Los franciscanos y dominicos estab-lecieron también escuelas en la edad media para los aspirantes a la orden, y otras distintas para cuantos querían frecuentarlas. Escribieron también algunas obras superiores a las em-pleadas hasta entonces, y como, sus escuelas estaban en las ciudades, quedaron desiertas las de los bene-dictinos, aunque las de estos eran su-periores.

Desde el siglo XII se establecieron es-cuelas en los pueblos bajo la vigilan-cia de las autoridades locales. Estas escuelas sin embargo no diferían gran cosa de las de los conventos, pues que estaban reducidas al estudio de me-moria, a causa del grande precio de los libros y el papel. El maestro, auxiliado a veces por los discípulos de mayor edad, recitaba la lección hasta que la mayoría la aprendía de memoria y la explicaba después bien o mal.

Cuando disminuyó el precio del papel, se adoptó el método del dictado. En suma, no diferían estas escuelas de las del clero sino en la forma exteri-or, y servían asimismo, por lo común, para formar eclesiásticos. Decidida la creación de una escuela, se construía un edificio, se fijaba la dotación del maestro y la retribución de los niños, y se nombraba un rector de entre el clero, y la autoridad civil no se cuidaba más de la escuela. Entonces el rector nombraba auxiliares pertenecientes también al clero, y estos eran los en-cargados de la enseñanza.

En el siglo XIV los discípulos de más edad viajaban para frecuentar diver-sos establecimientos, y esta costum-bre, que al principio tuvo por objeto adquirir una educación más esmera-da, degeneró por último en una vida vagabunda; así que estas escuelas

destruyeron las de los conventos sin contribuir en nada a los progresos de las ciencias. La educación de la masa del pueblo en aquellos tiempos era casi nula. Los estudios clásicos intro-dujeron después cierta libertad de es-píritu, y con ella cambios notables en la educación y enseñanza, los cuáles bajo el influjo del cristianismo prepa-raron los progresos del porvenir.

Tal es el ligero bosquejo del estado de la educación durante la edad media en Europa. No concluiremos sin embargo sin hacer mención honorífica de Lotar-io y de los papas Eugenio II y León IV, que hicieron tan grandes esfuerzos, aunque infructuosos, en Italia por la creación de escuelas, y sin recordar el influjo de la cultura de los árabes y del imperio de oriente y de nuestra patria en la civilización de Europa occidental durante la edad media por más que consagremos artículos especiales a este asunto en el Diccionario.

*Tomado de: Carderera, Mariano. “La educación en la Edad Media”. http://www.e-torredebabel.com/pedagogia/educacion-en-la-edad-media.htm

Imagen del Museo della Scuola Salernitana. En Épica de Nicómaco: Universitá di Bologna

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CAPÍTULO 4LA CIENCIA MODERNA

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Se pensaba que en la época moderna la iglesia romana no tendría el mismo poder que tuvo en la Edad Media, pero no fue así. Al contrario, la iglesia siguió tomando parte importante en el gobi-erno de la Europa de aquellos tiempos. Algunos podrían decir que en compara-ción con la época medieval –estereoti-pada bajo una sombra de su oscuridad y estancamiento que en realidad no la caracterizó completamente–, la época moderna arrojó muchísimos más pen-sadores e inventos. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que algunos de estos pensadores surgieron para con-trariar las ideas de la iglesia y perman-ecieron firmes a pesar de que su pens-amiento iba en contra de lo que la iglesia romana aceptaba como correcto. La ig-lesia romana tenía reglas muy estrictas en cuanto a las prácticas e ideas que consideraba incorrectas, en ocasiones, llevando al pensador hasta la muerte.

Analicemos el caso de Giordano Bruno; este hombre sostenía que el universo es infinito. Para la iglesia romana, esta idea era de lo más absurda y abomina-ble, ya que la iglesia romana aceptaba como correcto que la tierra era el centro del universo y unos cuantos cuerpos ce-lestes giraban alrededor de ella. ¿Cómo alguien podía poner en tela de juicio la autoridad de la iglesia? Un universo in-finito podía dar pie a la idea de vida en otros lugares, lo que atentaba contra la idea geocéntrica de la iglesia. Pero para

Bruno, la religión y su idea no estaban peleadas, sino que se complementaban de una manera romántica y perfecta. Si tenemos un Dios infinito, el universo es infinito. De cierta manera, la iglesia limitaba el poder del Eterno con su ig-norancia.

Bruno viajo por varias partes de Europa pregonando su manera de ver el univer-so, pero en todo lugar, a causa del miedo a la autoridad religiosa, era rechazado. En verdad no era algo difícil de creer. Déjame plantearlo de esta manera: ima-gina que te paras en el centro del uni-verso y lanzas una flecha. Ahora hay dos opciones: que la flecha caiga al vacío, comprobando así que el universo es infinito, o que la flecha choque con una especie de barrera o pared. Si ocurriera la segunda opción, nos colocaríamos sobre esa pared y lanzaríamos otra fle-cha, y sucedería una de las dos opciones anteriores. Sea cual sea la alternativa que toque, en ambas se ve que nuestro universo es infinito.

Bruno fue condenado a muerte por la iglesia romana por no negar sus ideas. Condenar a alguien porque piensa dif-erente a ti no se oye tan “moderno”, ¿verdad? Pero esta forma de proceder no solo estaba presente en las ideas, sino también en las prácticas. Por ejem-plo, algunos procedimientos, como las autopsias, eran repulsivas para la igle-sia. Sin embargo, Gabriel Falopio hizo

sus estudios a pesar de ese rechazo. Su interés por el cuerpo humano y su fun-cionamiento pudo más que su miedo por la iglesia, y gracias a sus estudios anatómicos, hoy una parte del cuerpo femenino lleva su nombre.

Así como hubo ideas que la iglesia ro-mana rechazaba, hubo otras ideas que sí aceptó, como la cacería de brujas. La iglesia romana quería acabar con el ene-migo de las almas –Satanás– matando a todas sus seguidoras. Al inicio, la ig-lesia se valía de la acusación de alguien para condenar a otra a la hoguera o a la muerte por ahogamiento. Sin embargo, cuando algunos comenzaron a con-siderar esos métodos como bárbaros, comenzaron a inventar otras formas para identificar a las brujas. Uno de ellos, Heinrich Kramer, escribió un libro sobre cómo identificar brujas, creo yo que con la esperanza de salvar a unas cuantas inocentes. Y es que si te preguntas qué pasaba con las personas que morían y obviamente no eran brujas, te digo que la iglesia se manejaba por algo así: si eres bruja, el fuego de la hoguera no te quemará; si eres inocente, tendrás un lugar en el cielo. Absurdo a mi parecer.

A pesar de la ignorancia de la iglesia, la ciencia logró encontrar el camino para avanzar y expandirse. Es un ejemplo claro de que si buscas la verdad, ésta siempre sale a relucir.

La consolidación de la ciencia

por Héctor Aguilar Cantú

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La batalla por el cálculo: Newton vs Leibniz

por Ricardo Gaytán Ortiz

La disputa de Newton y Leibniz por la invención del Cálculo pudo comenzar como un plan creado por ellos mismos.

¿Quién no conoce a estas alturas la famosísima disputa que mantuvieron Newton y Leibniz sobre la autoría de la invención del Cálculo? Es un tema muy conocido que desde que comenzó, en la segunda mitad del siglo XVII, ha sido motivo de enfrentamiento entre los se-guidores de ambos contendientes. La Historia ha dejado a estos dos brillan-tes matemáticos como los inventores y primeros desarrolladores de lo que hoy conocemos como Cálculo Diferencial y Cálculo Integral.

El análisis de los textos que se conserv-aban de aquella época, incluyendo la correspondencia entre ellos mismos y con otros matemáticos, dejaba más o menos clara la historia. Por resumir un poco, se sabe que los dos desarrollaron el Cálculo de forma independiente. Fue

Newton quien lo hizo antes, pero fue Leibniz quien lo publicó primero. Con-tando con que Newton y Leibniz hablar-on sobre ello en su correspondencia antes de que este último publicara, la disputa era de esperar. Hubo acusa-ciones de plagio entre ellos, adeptos de los dos que los defendían a muerte ata-cando al contrario, en general hubo una trifulca entre Inglaterra (Newton) y Ale-mania (Leibniz) en la que se luchaba por quedarse con la autoría de la invención de esta importantísima rama de las matemáticas.

La cuestión es que hace pocos años, en 2007 concretamente, se encontraron algunas cartas recibidas por New-ton que no se conocían hasta la fecha. El remitente principal de estas cartas era Leibniz, habiendo también dos que fueron escritas por Johann Bernoulli. Esta correspondencia revela que esta disputa entre Newton y Leibniz por la invención del Cálculo fue en principio

una estrategia ideada por ellos mis-mos, que comenzó por parte de Newton como un plan para vengarse de Johann Bernoulli (a quien Leibniz califica como mediocre en una de las cartas) por no hacer público que la autoría de la resolu-ción del problema de la cadena colgante correspondía a Newton. Todos los det-alles de la misma, así como los extractos fundamentales de las nuevas cartas, se pueden consultar en When Lions Battle, el artículo de Tasaday que comentaba antes.

¿Qué ocurrió?

La costumbre de Newton de no publicar inmediatamente sus trabajos le causó más de un problema en torno a la pri-oridad de algún descubrimiento, pero la disputa más famosa la sostuvo con Leibniz.

En el año 1684, el profesor y diplomáti-co alemán Gottfried Wilhelm Leibniz publicó un trabajo matemático en la revista Acta Eruditorum en el que se anunciaba “un nuevo método para los máximos, los mínimos y las tangentes, que no es obstaculizado por las canti-dades fraccionarias, ni irracionales, así como un notable tipo de cálculo para esto”, es decir, un trabajo acerca de lo que hoy conocemos con el nombre de cálculo diferencial. Dos años después publicó, en esa misma revista, las bases de lo que conocemos hoy como Cálculo Integral.

Aunque Leibniz fue el primero en publi-car un trabajo sobre cálculo, quien prim-ero desarrolló estos temas fue Isaac Newton durante los años 1664 a 1666. Por entonces, Newton era estudiante del Trinity College de Cambridge e in-ventó lo que él llamó las fluxiones, que no eran otra cosa que un conjunto de reglas con las que también podía calcu-lar máximos, mínimos y tangentes sin

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que las cantidades fraccionarias o irra-cionales supusieran ningún obstáculo.

En 1669, cuando Newton contaba 27 años, ya ocupaba una cátedra de matemáticas en Cambridge, pero cuan-do realmente saltó a la cumbre de la fama fue en 1687, año en que publicó su libro Principia Mathematica, obra que, según algunos, es el mayor libro científico jamás escrito. En ella expli-caba las leyes que rigen el universo, y deducía matemáticamente desde los flujos de las mareas hasta las órbitas de los planetas. Con esta obra, Newton se convirtió en el símbolo vivo de la nueva ciencia y en un semidiós de los ámbitos científicos. A partir de ahí, lo hicieron diputado, Director de la Real Casa de la Moneda y presidente de la Royal Society (organismo inglés integrado por los más prestigiosos científicos).

Los hechos de las disputas New-ton-Leibniz fueron, básicamente, los siguientes:

Newton describe en un manuscrito de 1669 su método de las fluxiones; este manuscrito circuló entre los miembros de un selecto grupo de matemáticos británicos, pero no se publicó.

Mediada la década 1670-1680, Leibniz

descubrió prácticamente los mismos métodos de Newton, y en 1676, duran-te una misión diplomática a Londres, vio una copia del manuscrito de Newton. Y poco tiempo después, recibió dos cartas de Newton en las que éste le desvelaba algunas ideas sobre las fluxiones. (Un análisis minucioso de los trabajos de Leibniz, no obstante, permite deducir que su descubrimiento fue independi-ente de sus contactos con Newton.)

En 1684, Leibniz publicó su primer tra-bajo sobre Cálculo Diferencial, pero en ninguna parte del mismo mencionaba a Newton; ni tan siquiera decía que había visto un manuscrito de éste.

Así las cosas, muchos matemáticos in-gleses acusaron abiertamente a Leibniz de plagio, hasta tal punto que apare-cieron tales acusaciones incluso en la revista de la Royal Society, en un artícu-lo en el que se decía que lo único nuevo del trabajo de Leibniz consistía en uti-lizar una notación diferente.

Leibniz se quejó a la Royal Society por haber autorizado que desde las páginas de su revista se le acusara de plagio.. La royal Society respondió organizan-do una comisión que investigara los derechos de prioridad. Su informe final, publicado en 1713, daba toda la razón

a Newton, sugiriendo claramente que Leibniz no había tenido idea del cálculo hasta 1677, o sea, mucho después de haber recibido las cartas de Newton y haber visto sus manuscritos. Tan duro veredicto, sin embargo, perdía toda su fuerza cuando se vio que el presidente de la Royal Society era precisamente Newton. Pero, el toma y daca continuó y pronto apareció en el continente un panfleto acusador contra Newton. El panfleto era anónimo, pero se supo más tarde que había sido escrito precisa-mente por Leibniz.

Evidentemente, los dos habían com-etido errores: Newton, por no publicar debidamente sus descubrimientos, y Leibniz, por no haber reconocido desde el principio su contacto con los docu-mentos de Newton y no haber compar-tido así la autoría del descubrimiento, que él sabía que debía ser compartido. En todo caso, este asunto acabó siendo una vergüenza para Newton, Leibniz y todo el mundo académico.

Actualmente, toda la comunidad cientí-fica otorga a ambos el honor de haber descubierto el cálculo. Sin embargo, en la actualidad se siguen las notaciones que usaba Leibniz para simbolizar difer-enciales e integrales.

Isaac Newton y la descomposición de la luz blanca El Filósofo 35

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Avances científicos del siglo XIX

por Autor desconocido

En el siglo XIX Europa pasa de ser un mundo rural a ser un mundo indus-trial urbano; los europeos pasan del taller artesano a la fábrica, del tra-bajo manual a la mecanización.

El desarrollo de las matemáticas y de las ciencias físico naturales, per-mitió tras el trabajo de laboratorio, su aplicación a principios prácticos, observándose una colaboración cada vez más estrecha entre ciencia e industria. Gracias a ello, se crearon numerosos tipos de máquinas que se convirtieron en el instrumento básico del desarrollo de la industria.

Los descubrimientos son insepara-bles del método científico basado en el experimentalismo y en el lab-oratorio, así como de la creación de instituciones específicas como las Universidades o los centros espe-cializados de investigación (Royal Society inglesa, Ecóle Polythecnique francesa ... )

La aplicación de la máquina de va-por, ya inventada en el siglo ante-rior, a medios de locomoción per-mitió la invención del barco de vapor (1807) y de la locomotora (1814) que hicieron más rápido y más bara-to el transporte de personas y de mercancías facilitando el comer-cio internacional y los movimientos migratorios. Ya desde los primeros años del siglo XIX hubo inventores que trataron de aplicar la máquina de vapor al motor de un vehículo, sistema que fueron perfeccionando a lo largo del siglo, hasta conseguir a finales de siglo la salida a la venta del primer automóvil (1885)

Ya durante el siglo XVIII, algunos

científicos habían hecho experimen-tos con la electricidad, pero su uso como fuente de energía a gran es-cala solo fue posible muy avanzado el siglo XIX, gracias a diversos inven-tos tecnológicos: ladinamo (1866), los transformadores (1880), la hulla blanca (1890).

Muy avanzado el siglo XIX se de-sarrolló una nueva industria que permitía fabricar productos has-ta entonces desconocidos o poco utilizados. Se trata de la industria química.

• De la destilación de la hulla se obtenía gas para el alumbrado.

• Los ácidos clorhídrico y sulfúrico y la sosa se utilizaban en el blanqueado de tejidos

• Del refinado del petróleo se obtenían diversos productos además de gasolina.

• La industria farmacéutica, que hasta entonces se había lim-itado a extraer productos de las plantas con métodos tradicionales, comenzó a sintetizar productos me-diante métodos químicos.

Este siglo también supuso un avance en las tecnologías de la información con los inventos del telégrafo y códi-go Morse (S. Morse 1836) y el telé-fono (G. Bell 1876).

Durante el siglo XIX fue en el cam-po de la física en el que ocurrieron las transformaciones más radicales, la termodinámica se incorporaría como disciplina de la Física. Ya en 1780 Laplace y Lavoiser presen-tan una memoria sobre el calor.

Barco de vapor

Locomotora

Automóvil

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Fourier presenta su teoría sobre la transmisión del calor en 1822. Car-not formula el segundo principio de la termodinámica (1824). Mayer y Joule establecen el calor como fuen-te de energía. Boltzmann, Maxwell y Gibbsdesarrollan la teoría cinética del calor, que estadística y prob-abilísticamente deduce las leyes macroscópicas de la termodinámica. Clausius introduce la entropía como medida de la degradación energéti-ca de un sistema. También durante este siglo Oersted, Volta, Ampère y Faraday estudian los fenómenos eléctricos y magnéticos, que reciben una formulación unificada con las ecuaciones de Maxwell (1864), que serían corroboradas por los trabajos sobre ondas electromagnéticas de Hertz (1886).A finales del siglo XIX Maxwell y Bolztmann formulan la mecánica estadística.

La revolución industrial hace apa-recer una nueva orientación de la ciencia: la investigación industrial, orientada a la consecución de pat-entes, como contraposición a la in-vestigación académica, orientada a la publicación de artículos científi-cos. Entre 1875-1880 Basf, Hochst y Bayer establecen laboratorios de investigación. Algo más tarde aparecerían laboratorios industria-les relacionados con temas físicos, por ejemplo los de Eastman Kodak (1886),Standard Oil (1890), General Electric (1900, fundada por Edison en 1876

El espectacular avance realizado por la física durante el siglo XIX llevó a pensar a muchos a finales de este si-glo que la Física había encontrado su frontera y que a partir de entonces el trabajo de los físicos se reduciría a refinar las teorías existentes para ajustar cada vez mejor las teorías a las observaciones. Sin embargo las tres primeras décadas del siglo XX fueron un periodo revolucionario para la Física, del que surgiría lo que se conoce como Física moderna.

En Biología destacan la actividad

científica de Pasteur, centrada en el estudio de los microbios, el desar-rollo de métodos de esterilización y la aplicación del principio de vacu-nación para combatir las enferme-dades, y la obra de Darwin, creador de la teoría sobre el origen de las es-pecies por selección natural que rev-olucionó el pensamiento científico y filosófico a partir de la segunda mit-ad del siglo XIX en el mundo entero.

Debemos mencionar también a Mendel (1822-1884) por sus leyes que explican el mecanismo de la herencia.

Una de las cuestiones más polémi-cas suscitadas en este siglo fue la discusión sobre la hipótesis de la generación espontánea, formulada a partir de la existencia de fenómenos como la fermentación y la putrefac-ción

En Ciencias Sociales destacan las aportaciones de Marx y Engels cuya obra supuso el inicio de la explicación de la historia y la sociedad a partir de bases económicas. La segunda mit-ad del siglo asistió a la aparición de dos nuevas ciencias: la sociología y la psicología. La sociología se con-figura en las obras de Comte sobre todo, de Durkheim y Max Weber. La psicología adquiere importancia a partir de Sigmund Freud inventor del psicoanálisis.

Una figura verdaderamente notable en la historia de la ciencia de este siglo es Marie Curie (1867-1937), primera mujer en Europa que re-cibió su doctorado en Ciencias, así como la primera mujer que recibió dos premios Nobel, de Física en 1903 y de Química en 1911. Inves-tigó sobre los rayos uránicos y el ra-dio y descubrió el primer elemento radioactivo, el polonio. Escribió un “Tratado sobre la Radioactividad”.

*Tomado de: http://85.152.37.8/recursos/mujeres/

archivos/sigloxix/avances_cientificos_del_siglo_xix.

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Charles Darwin

Thomas Alva Edison

Sigmund Freud

Marie Curie

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El siglo de la cienciapor José Manuel Sánchez Ron

Ese es, naturalmente, el siglo XX. Se dirá que no es sólo el siglo de la ciencia, que así mismo es el siglo de la democracia y de los derechos civiles, seguramente las tres grandes aportaciones que lo defin-en. Muy plásticamente queda esto refle-jado en el recuerdo que el libro nos trae de la designación por la revista “Time”, en su número del 31 de diciembre de 1999, del “personaje del siglo”: fueron finalistas Einstein, Roosevelt y Gandhi, buenos modelos, respectivamente, de esos tres movimientos, y el ganador, el elegido como personaje representativo del siglo, fue Einstein.

Se decía en la justificación de esa elec-ción: “¿Cómo será recordado el siglo XX? Por la democracia, sí. Y también por los derechos civiles. Pero el siglo XX será recordado, sobre todo, por sus estremecedores avances en ciencia y tecnología”. Y se añade lo que el mismo Einstein había dicho: “La política es para el momento. Una ecuación es para la eternidad”.

Fiel a este planteamiento, el profesor Sánchez Ron, a quien debíamos ya otras luminosas incursiones en el campo de la historia de la ciencia en que milita, nos ofrece aquí la panorámica del siglo desde este punto de vista, de cómo la ciencia “ha contribuido de forma deci-siva, esencial, a que el siglo que ahora termina sea como ha sido”.

El conocimiento científico, dice, es im-prescindible para comprender el siglo XX; la misma democracia y el disfrute de los derechos civiles deben mucho a hechos -información, salud pública, condiciones de vida, etc.- que la cien-cia ha puesto a disposición de la so-ciedades. No se puede culpar al autor, siendo como es, además, físico teórico,

de haber dedicado una gran parte de su obra a los de-sarrollos de la físi-ca, porque es cier-to que la física ha dominado, tal vez hasta la irrupción de la biomedicina, la más amplia zona de los avances científicos del siglo que han repercuti-do en la vida del hombre. No sólo las espectaculares aportaciones de la relatividad, sino de la física cuántica que ha alterado el rumbo tanto de la ciencia como de la misma sociedad: células fotoeléctri-cas, transistores, fisión nuclear, modelos atómicos, mecánica cuántica, física del estado sólido...

De estos y otros capítulos que han esmaltado el trans-currir de este ti-empo se nos hace un relato en el que se conjuga la doble condición de histo-riador y científico, pero también de ameno narrador, de Sánchez Ron, que nos va describien-do cada una de las conquistas de la

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ciencia como quien detalla las vicisi-tudes de una his-toria política, bélica o social, con sus estrategias, escar-amuzas, ocupación de territorios o re-pliegues, algo a lo que en este tema no estamos muy acostumbrados.

De las guerras ha tenido también que hablar, por supues-to, ya que el sig-lo XX ha padecido dos muy grandes que algo deben a la ciencia. Precis-amente se llamó “guerra de la quími-ca” la I Guerra Mun-dial, cuando hasta entonces la ciencia no había atraído la atención de los ejércitos, aunque sí la tecnología. En ella se suscitó el interés por la ob-tención de abonos que permitiesen mantener la capaci-dad agrícola, así como la utilización de gases irritantes o venenosos.

Y de la II Guerra Mundial puede de-cirse que fue gana-da gracias al radar, aunque la terminó la bomba atómica. Indudablemente, la energía nuclear es uno de los de-sarrollos científ-ico-tecnológicos característicos del siglo XX, y en cuan-to a la química, está presente en tantos problemas medio

ambientales que acucian a los científi-cos, incluso como simples ciudadanos: efecto invernadero, contaminación de la atmósfera y de las aguas, lluvia ácida, agujeros de ozono, desertización, etc.

Ya en las últimas décadas del siglo se produce una auténtica revolución pro-tagonizada por la biología molecular que marca el comienzo de una nueva era científica, desplazando a la física de altas energías del lugar hegemónico que entonces ocupaba. Todos los re-cursos y descubrimientos de la biología molecular y de las ciencias biomédicas, antibióticos, trasplantes, estructura del ADN, biotecnología e ingeniería genéti-ca, genoma humano y problemas aún abiertos, llenan un territorio privilegia-do.

¿Peligroso? El autor no ha querido sus-traerse a la acusación que a menudo se hace a la ciencia de acarrear grandes riesgos a la humanidad. Habla repetid-amente de la ambivalencia de la ciencia, cuya utilización nociva ha empañado la imagen que muchos poseen de ella. Pero no hay que olvidar que “el albed-río biológico, moral y ético es atributo de las personas, no de la ciencia ni del método científico”. Si hubo científicos de primera línea que, pese a su sensi-bilidad moral y acreditado valor cívico, contribuyeron a la construcción de la bomba de hidrógeno, puede entenderse por el atractivo que para ellos tiene la buena investigación a veces por encima de otras consideraciones. ¿Debemos re-pudiar una actividad de la que tanto he-mos recibido, como es la ciencia, debido a los riesgos que en ocasiones entraña? Su respuesta es, contundentemente, no. “Y no porque defienda que la razón científica esté por encima de la razón humana, sino porque creo que aquélla ha servido y sirve de manera espléndida a ésta”.

Confío en que así quede reflejado en este breve y apresurado apunte de una historia fabulosa y, por añadidura, ex-celentemente contada.

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El filósofo