El Estado y los tambores de guerra que resuenan en Occidente

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El Estado y los tambores de guerra que resuenan en Occidente Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) El Estado y los tambores de guerra que resuenan en Occidente Enviado por fernán el Mié, 12/02/2015 - 23:21 Foto portada: Página 1 de 5

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Catorce años después del atentado del 11S en Nueva York, el Estado-guerra, que parecía estar en unsegundo plano, ha sido nuevamente activado. Marx afirmaba en su libro El dieciocho Brumario deLuis Bonaparte que la historia se repite, la primera vez como tragedia, pero la segunda como unalamentable farsa. F. Hollande ha reaccionado imitando en todo momento a G. Bush: hadefinido los ataques terroristas como "un acto de guerra", ha cantado el himno nacional y acontinuación ha emprendido una guerra lejana para castigar a los supuestos responsables,finalmente ha reforzado la seguridad interna mediante un estado de emergencia apoyado en unareforma de la constitución. Contemplar la estrategia del presidente francés produce ciertamente laextraña sensación de algo ya conocido. Por supuesto hay diferencias. Al Qaeda es ahora el Isis,Afganistán ha sido sustituido por Siria. Ocurre, sin embargo, que la 'reaparición' del Estado-guerrapuede convertir la farsa en más trágica que la propia tragedia.

La estrategia del presidente francés produce ciertamente la extraña sensación de algo ya conocido

Desde Hobbes sabemos que el Estado es una convención por la cual renunciamos a laautodeterminación a cambio de seguridad. Aceptamos esta obligación a la sumisión por miedoa la muerte y por deseo de tranquilidad, ya que racionalmente consideramos la Vida como biensupremo. Por eso el miedo está en la base del pacto sobre el cual se construye la soberanía. Hay queaclarar, sin embargo, que no se trata del miedo ineficaz y arbitrario consecuencia de un conflictopermanente, sino de un miedo eficaz causado por la pena impuesta por el soberano. De aquí que lasoberanía deba ser necesariamente absoluta, lo que significa que el poder siempre es Uno y que, enúltima instancia, consiste en poder matar. Evidentemente, esta concepción de la soberanía ha tenidoque ser históricamente matizada puesto que conducía al poder a un callejón sin salida. El Derecho,la división de los poderes, la participación democrática, la articulación espacial, son diferentesmaneras de asentarlo. La desabsolutización del Estado ha sido, a pesar de todo, muy relativa.

Los hombres, por miedo a la muerte, se refugian bajo la tutela del Estado ¿pero qué pasa cuandoese Estado se muestra incapaz de proteger a sus súbditos como sucedió el 11 de septiembre del

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2001, o como ahora recientemente en París? Pues que el Estado aparece como un artificio incapaz ydébil frente a lo imprevisible, como un rey desnudo aunque trate de vestirse con los armamentosmás sofisticados. Los atentados son un fracaso del Estado, de todos los Estados.

La dimensión absoluta del acontecimiento 11S del 2001, el ataque al corazón del Imperio, nosdejaba ante una radical desfundamentación del orden. Desfundamentación del orden porque sufundamento, el poder, era simplemente nada. Los atentados de París, y los que por desgraciapuedan seguirles, implican más bien una erosión continua del orden. Con todo la reacción ha sido,como decíamos al principio, la misma. Hollande-Bush, erigido en el gran gendarme de lapatria, ha puesto en marcha el Estado-guerra para librarnos del miedo al miedo. Ha tenidolugar una inversión tanto de Hobbes como de Clausewitz. Contra Hobbes: el Estado-guerra no nacepara poner fin a la guerra sino para desplegarla. Contra Clausewitz: la guerra no es la prolongaciónde la política mediante otros medios, sino que la política misma es guerra.

Tomar partido es preguntarse aquí y ahora: ¿cuál es tu guerra?

La "guerra contra el terrorismo" se presenta, pues, como una fuga hacia adelante en nuestronombre y para salvarnos. Esta reacción antinihilista –contra el nihilismo fundamentalista– cargaobligatoriamente con un cúmulo de contradicciones y efectos que conllevan aún más debilidad. Nose trata sólo de que el Estado-guerra tenga que paralizar el metro o cerrar las escuelas como estosdías en Bruselas, lo que contribuye a extender aún más el pánico y a reconocer un enemigo interior.Se trata de que en su propia esencia es incapaz de hallar una salida a la marcha hacia adelante quenos impone. El Estado-guerra declara la guerra en nombre de la paz, mata en nombre de laVida, y desconoce que su origen es una derrota infligida, pero que sabe utilizar muy bien.

Sólo la teología puede permitirle justificar su autoconstitución. Por eso el Estado-guerra da un pasoatrás en la historia, y se reteologiza. Es el Uno. Ahora ya puede construir su enemigo y escoger a supueblo. El enemigo es el Mal. La guerra contra el terrorismo será la "lucha del Bien contra el Mal"como después del 11S afirmó Bush. La efectividad de este relato –"Occidente es atacado por lafuerzas del Mal"–, compartido actualmente por la mayoría de los jefes de Estado, es enorme.Consigue que la legalidad y la legitimidad se unifiquen; implica un proceso de indiferenciación queconfunde el Otro, cada vez más, con el enemigo; culmina en un nuevo contrato social queestablece la igualdad –paradójica– entre seguridad y libertad. Hacer frente al terrorismo, endefinitiva, crea un pueblo unido por el miedo, un pueblo de 'futuras' víctimas que se acurruca bajo laprotección del poder. Separarse de esta unidad política supone quedar estigmatizado. Mediante estadespolitización generalizada, gobernar se simplifica a corto plazo, aunque la sociedad del miedo nosea precisamente la que más conviene a una sociedad moderna basada en la interconexión deflujos. En el periódico español más importante, un conocido escritor nos advertía recientemente: "Elhecho es que, como dijo la semana pasada el jefe del servicio interno de inteligencia de Alemania,nos enfrentamos a 'una guerra terrorista mundial'. Hay que tomar partido. No es hora de seguirbañándose en las aguas tibias del buenismo".

El futuro que nos espera son más guerras y más atentados. El precio de la protección es la muerte

De acuerdo, tomemos partido, y salgamos entonces de la dualidad engañosa guerra/paz,militarismo/pacifismo. Tomar partido es preguntarse aquí y ahora: ¿cuál es tu guerra?, la preguntaque estuvo en el arranque del movimiento contra la invasión de Irak desarrollado durante el año2003 en Barcelona. Responder a ¿cuál es tu guerra? implica posicionarse contra el Estado-guerra,que no es simplemente un estado de excepción permanente, sino una verdadera máquina desimplificación y de muerte hacia adentro –sobre sus propios ciudadanos– y hacia afuera –sobreotros países–. En el año 2003 encabezaba el capítulo de un libro mío con esta cita que creíaexplicativa: “Unos cuantos hemos montado una fiesta fastuosa en una hermosa y lujosa casa. Fuera,una multitud harapienta nos observa a través de las ventanas. Algunos intentan entrar a la fuerza,otros se sienten tan agraviados que se matan lanzándose contra los cristales.” I. Rogovky–Presidente del Instituto para el Desarrollo Organizacional de Israel– La Vanguardia, 20 deNoviembre del 2001. Ahora me doy cuenta de su total insuficiencia. Durante estos años hemos vistoal Estado-guerra, en tanto que alianza contra el terrorismo formada por los principales Estadosoccidentales, dedicarse a destruir directa o indirectamente a todos aquellos Estados –Irak,Afganistán, Libia, Siria... y si pudieran Irán y Rusia– que suponían un freno a su geopolítica de

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dominación, y de consiguiente expropiación de los recursos naturales. Hemos conocido losdocumentos de Wikileaks referentes a Irak y Siria. Hemos visto como se financian y utilizan losgrupos armados procedentes de la desarticulación de los ejércitos pertenecientes a paísespreviamente destruidos. Francia, desde el año 2012 es el segundo país, después de Arabia Saudí,que más armas les ha vendido. En el fondo, sabemos muy poco de lo realmente sucede.

Pero lo que vemos, y ya sabemos, no deja lugar a dudas. El futuro que nos espera son más guerras ymás atentados. El precio de la protección es la muerte –incluso de aquellos a los que se se pretendeproteger–. Este es el círculo infernal en el que estamos encerrados. Mero reflejo de uncapitalismo desbocado y, a la vez, magnífica forma de control político de las poblaciones. El Estado-guerra no es más que un dispositivo capitalista de producción de orden mediante la gestión del caosque él mismo crea. La figura del terrorista es un simple constructo político útil. El mayor éxito delEstado-guerra consiste en haber convertido la muerte en inminente e inmanente a la propiarealidad. Por eso aceptamos la sociedad del miedo. Sin embargo, este mismo éxito puede constituirtambién su gran fracaso. La muerte que causa el terrorismo siempre será vivida como gratuita yabsurda. Al localizarse en un tiempo y en un espacio, aumenta si cabe su carácter inexplicable. Loinexplicable hace enloquecer, y abre un vacío existencial. Surgen entonces las preguntas que lavida cotidiana escamotea: ¿por qué aguanto este trabajo de mierda si puedo morircualquier día? ¿Qué es la vida para mí? ¿Cuánto tiempo hace que no pienso de verdad? Estaspreguntas y muchas más cuestionan el Estado-guerra, si bien apuntan mucho más lejos ya que, enúltima instancia, remiten a una interioridad común. A una fuerza de dolor que el poder quiereconformar como opinión pública, es decir, como un conjunto manipulable de vidas amenazadas ehipotecadas.

La bifurcación ante la que estamos es clara: politización de la existencia o servidumbrevoluntaria. No hay más. La subversión del Estado-guerra consiste en luchar porque la guerra no seacapturada –y puesta al servicio del Estado–. Somos nosotros quienes tenemos que decidir cuál esnuestra guerra –contra qué luchamos– y cómo nos oponemos.

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Pie de foto: Bombardero del ISIS contra la ciudad de Kobane, en el Kurdistán sirio.Edición impresa:

Info de la autoría: filósofoSección principal: La PlazaPosición Media: Cuerpo del artículoCompartir:

Licencia: CC-by-SAAutoría: Santiago López Petit

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