Tambores en la noche

57
TAMBORES EN LA NOCHE (Trommeln in der Nacht) COMEDIA

description

es una obra de teatro escrita por el poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht en 1919 que fue puesta en escena por primera vez el 29 de septiembre de 1922 en el Teatro de Cámara de Múnich. La obra, además de señalar el inicio de la connotada carrera de Brecht, marcó también un hito en la historia de la literatura y el teatro alemán, desatando una gran polémica en la opinión pública debido a que su contenido giraba en torno a la problemática sociedad de la postguerra y a la insurrección en Alemania. Fue la primera obra de teatro que puso en escena los conflictos sociales no resueltos tras la primera guerra mundial. Inicialmente, Brecht había titulado esta obra como Spartakus («Espartaco») para referir así directamente al Levantamiento Espartaquista de comienzos de 1919 en Berlín. Sin embargo, finalmente aceptó el consejo de llevarla a escena con un título menos teñido políticamente y optó entonces por Trommeln in der Nacht.

Transcript of Tambores en la noche

Page 1: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE(Trommeln in der Nacht)

COMEDIA

Page 2: Tambores en la noche

.lie Balicke, SU madre

PERSONAJES' -t

ANDREAS KHAGLER—" AKTXIA BALICKE_Balicke, su padre

—Friedrich Murk, s

u

prometido

Page 3: Tambores en la noche

’ Uabusch, periodista DOS HOMBRESManke,

Page 4: Tambores en la noche

camarero del bar Picadilly Manke el de

Page 5: Tambores en la noche

las pasas, s

u

hermano, camarero Glubb,

Page 6: Tambores en la noche

tabernero El HOMBRE BORRACHO.Bulltrott

Page 7: Tambores en la noche

er, vendedor de periódicos Un obrero.La

Page 8: Tambores en la noche

ar, campesino Auguste, Marie, prostitut

Page 9: Tambores en la noche

as Una sirvientaUNA MUJER DE LOS PERIÓDIC

OS.

Los hermanos Manke son interpretados por el mismo actor.

COMENTA

Page 10: Tambores en la noche

RIO PARA LA ESCENA

Esta comedia se representó en Munich, siguiendo las indicaciones de Caspar Neher, con los siguientes decorados: detrás de unos peíneles de cartón de unos dos metros de altura, que figuraban las paredes de una habitación, estaba pintada, de un modo infantil, la gran ciudad. Unos segundos antes de aparecer Kragler brillaba siempre la luna roja. Los ruidos estaban suavemente sugeridos. En el último acto, un gramófono tocaba la Marselle- sa. El tercer acto, si no produce un efecto ligero y musical,

Page 11: Tambores en la noche

acelerando el rit-mo, puede suprimirse. Se recomienda colgar en la sala carteles con letreros como «No ponga esos ojos tan románticos».

Page 12: Tambores en la noche

PRIMER ACTO

(ÁFRICA)

En casa de los Balicke.

(Habitación oscura de cortinas de muselina. Al atardecer).

Balicke.—(Se está afeitando ante la ventana). Hace cuatro añqs que lo dieron por desaparecido. Ya no volverá. Los tiempos son condenadamente inseguros. Todo hombre vale su peso en oro. Hace ya dos años, hubiera dado mi consentimiento. Vuestro maldito sentimentalismo me engañó entonces. Ahora pasaría sobre el cadáver de quien fuera.

SEÑORA BAUCKE.—(Ante la fotografía de KRAGLER en la pared, vestido de artillero). Era un hombre tan bueno. Un hombre tan infantil.

Balicke.—Ahora se estará pudriendo.SEÑORA BALICKE.—¡Si volviera!

Balicke.—Del cielo no vuelve nadie.Señora Balicke.—¡Por todos los ejércitos celestiales, Anna se tiraría al

río!BALICKE.—Si dice eso, es una gansa, y todavía no he visto a ninguna gan- sa tirarse al río.

Señora Balicke.—De todas formas, no hace más que vomitar.Balicke.—¡No debería comer tantas zarzamoras ni tanto arenque en

escabeche! Ese Murk es un buen chico, habría que dar gracias a Dios de rodillas.

Señora Balicke.—La verdad es que gana dinero. ¡Pero comparado con el otro! Se me llenan los ojos de lágrimas.

Baucke.—¿Con el cadáver? Te lo digo yo: ¡Ahora o nunca! ¿A quién espera, al Papa? ¿O es que tendría que ser un negro? Estoy harto de tanta novelería.

Señora Balicke.—¿Y si vuelve ese cadáver que se está pudriendo, como tú dices, del cielo o del infierno...? Me llamo Kragler... ¿Quién le dirá entonces que es un cadáver y que su novia está en la cama de otro?

BAUCKE.—¡Se lo diré yo! Y ahora dile a esa pobre desgraciada que estoy harto, y que hay que tocar (la marcha nupcial y que su hombre es

J\ i r!

Page 13: Tambores en la noche

92 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

Murk. Si se lo digo yo, nos inunda de lágrimas. ¡Y haz el favor de encender la luz!SEÑORA BALICKE.—Voy a buscar el esparadrapo. Siempre te cortas cuando no hay luz.

Balicke.—Cortarse no cuesta nada, pero la luz sí. (Llama). ¡Anna!Anna.—(En la puerta). ¿Qué quieres, padre?Balicke.—¡Hazme el favor de escuchar a tu madre y de no gimotear

en el día de tu boda!Señora Balicke.—¡Ven aquí, Arma! Padre dice que estás tan pálida

como si no durmieras ninguna noche.Anna.—Pues sí que duermo.Señora Balicke.—Mira, así no puedes seguir eternamente. Ya no

volverá nunca más. (Enciende velas).Balicke.—¡Ahora volverá a llorar lágrimas de cocodrilo!Señora Balicke.—¡Karl! ¡Y ahí está Murk, que es un hombre

trabajador y llegará lejos!BALICKE.—¡Ya ves!

Señora Balicke.—Y, evidentemente, tienes que darle el sí, por el amor del cielo.

Balicke.—¡De modo que no organices ninguna tragedia!Señora Balicke.—¡Tienes que aceptarlo, por el amor del cielo!Balicke.—(Furioso, ocupado con el esparadrapo). Sí, maldita sea,

¿crees que se puede jugar con los chicos como se juega al balón? ¡Hay que decir que sí o que no! ¡Levantar los ojos al cielo es una imbecilidad!ANNA.—¡Ssí, papá!

Balicke.—(Enternecido). Bueno, ahora adelante con tus sollozos, las compuertas están abiertas, solo tengo que ponerme el salvavidas.

Señora Balicke.—¿Es que no quieres nada a Murk?Balicke.—¡Eso es sencillamente inmoral!Señora Balicke.—¡Karl! Bueno, ¿qué pasa con Friedrich, Anna?Anna.—¡Pues sí! Pero si ya lo sabéis, y tengo tantas ganas de

vomitar.Balicke.—¡Yo no sé nada! ¡Te lo digo yo, el otro está muerto y

putrefacto, y no le queda un solo hueso entero! ¡Cuatro años! ¡Y ni un signo de vida! ¡Y su batería entera que explota! ¡Por los aires! ¡En pedazos! ¡Desaparecido! ¡Bueno, sería una proeza decir a dónde fue a parar! ¡Es solo tu maldito miedo a los fantasmas! Búscate un hombre y no necesitarás tener miedo de noche a los fantasmas. (Dirigiéndose a Anna, generoso). ¿Eres una mujercita valiente o no? ¡Vamos, ven aquí!

(Suena la campanilla).ANNA.—(Asustada). ¡Es ÉL!Balicke.—¡Entretenlo fuera y prepáralo!

Page 14: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 93

SEÑORA BAUCKE.—(En el umbral, con el cesto de la ropa). ¿No tienes nada para lavar?

Anna.—Sí. No. No, creo que no tengo nada...Señora Balicke.—Pero si es ya día ocho.

ANNA.—¿Día ocho ya?Señora Balicke.—¡Naturalmente que día ocho!Anna.—¿Y si fuera dieciocho?Baucke.—¡Basta de cháchara en la puerta! Ven aquí.

SEÑORA BALICKE.—¡Bueno, a ver si echas algo a lavar!

(Sale).Balicke.—(Se sienta y pone a Anna en sus rodillas). ¡Mira, una mujer

sin marido es un absurdo que ofende a Dios! Está bien, echas de menos al chico que se llevaron al Ejército. Pero ¿qué sabes ahora de él? ¡Nada en absoluto, cariño! Al morirse se ha convertido en un muñeco de feria. Durante tres años se ha ido embelleciendo; ¡si no estuviera muerto y bien muerto, sería muy distinto de lo que crees! ¡Además está podrido y no tiene ya buen aspecto! No tiene ni nariz. ¡Y tú lo echas de menos! ¡Pues búscate otro hombre! ¡Es la naturaleza, comprendes! ¡Te despertarás como una liebre en un campo de coles! ¡Todavía tienes los miembros sanos y buen apetito! ¡Eso sí que es algo que no ofende a Dios!

Anna.—¡Pero si no puedo olvidarlo! ¡Nunca! ¡Tratáis de convencerme, pero no puedo!

Baucke.—¡Cásate con Murk y él te ayudará a olvidarlo!ANNA.—La verdad es que le quiero, y un día le querré solo a él, pero to-davía no es así.

Balicke.—Bueno, él te convencerá, solo necesitas algunos poderes, y para eso no hay como el matrimonio. ¡No te lo puedo explicar, todavía eres demasiado joven! (Le hace cosquillas). Entonces: ¿de acuerdo?

Anna.—(Se ríe mimosa). ¡Ni siquiera sé si Friedrich quiere!Balicke.—¡Mujer, decídete!Señora Balicke.—Por favor, entre en la sala, ¡haga el favor de pasar,

señor Murk!Baucke.—¡Bueno, Murk! ¡Vaya, parece usted un ahogado!Murk.—¡Señorita Anna!Balicke.—¿Qué le pasa? ¿Se ha llevado un susto? ¿Por qué tiene la

cara tan pálida, hombre? ¿Es por los disparos que se oyen en el aire de la tarde? (Silencio). Bueno, Anna, ¡atiéndelo tú! (Sale deliberadamente con su mujer).

Anna.—¿Pero qué te pasa, Friedrich? ¡Estás de verdad muy pálido!Murk.—(Husmeando). ¿Seguro que necesita el tinto para celebrar

el compromiso? (Silencio). ¿Ha estado alguien aquí?

Page 15: Tambores en la noche

94 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

(Acercándose a Anna). ¿Ha venido alguien? ¿Por qué estás tan blanca como el papel? ¿Quién ha estado aquí?

Anna.—¡Nadie! ¡No ha estado nadie! ¿Qué te pasa?Murk.—Entonces, ¿por qué tanta prisa? ¡No me engañes! ¡Bueno, si

él quiere! ¡Pero en esta taberna no voy a celebrar mi compromiso!ANNA.—¿Quién habla de compromiso?

Murk.—La vieja. ¡El ojo del amo engorda al caballo! (Da vueltas inquieto). Bueno, ¿y si fuera así?

Anna.—¡Parece como si a mis padres les importara algo! ¡Dios sabe que no les importa nada! ¡Ni un comino!

Murk.—¿Cuándo hiciste la primera comunión?ANNA.—Solo quiero decir que te lo imaginas demasiado fácil.MURK.—¿Ah sí? ¿Es por el otro?

Anna.—Yo no he dicho nada del otro.Murk.—¡Pero está ahí y anda por ahí y da vueltas por ahí!

ANNA.—Aquello era muy distinto. Era algo que tú nunca podrás com-prender, porque era espiritual.MURK.—Y lo que hay entre nosotros, ¿es camal?

Anna.—¡Entre nosotros no hay nada!Murk.—¡Ahora sí! ¡Ahora hay algo!

ANNA.—¿Tú qué sabes?Murk.—¡Pronto cambiarán las cosas!

ANNA.—Eso es lo que tú te crees.Murk.—¡Pero si voy a pedir tu mano!Anna.—¿Es eso una declaración?Murk.—No, la declaración vendrá luego.

ANNA.—Al fin y al cabo, tienes una fábrica de cestas.Murk.—¡Eres una carroña! ¿Tampoco se olieron nada esta noche?Anna.—¡Ay, Friedrich! ¡Duermen como marmotas! (Se estrecha

contra él).Murk.—¡Nosotros no!

ANNA.—¡Granuja!MURK.—(La atrae hacia sí, pero la besa sin convicción). ¡Carroña!

ANNA.—¡Calla! ¡Ahí va un tren por la noche! ¿Lo oyes? A veces tengo miedo de que él vuelva. Me recorre la espalda un escalofrío.

Murk.—¿Esa momia? De ese me encargo yo. Pero hazme caso: ¡tiene que desaparecer! ¡No quiero un fiambre en la cama entre los dos! ¡No aguanto a otro a mi lado!

Anna.—¡No te enfandes! ¡Vamos, Friedrich, perdóname!Murk.—¿El santo Andreas? ¡Un fantasma! Cuando nos casemos

estará tan muerto como después de su entierro. ¿Te apuestas algo? (Se ríe). Yo sí te lo apuesto: un hijo.

ANNA.—(Esconde el rostro contra él). ¡TÚ, no digas eso!Murk.—(Alegre). ¡Claro que lo digo! (A la puerta). ¡Pasa, madre!

¡Buenas, padre!

Page 16: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 95

Señora Balicke.—(Cerca de la puerta). ¡Ay, hijos! (Solloza). ¡Así, tan de repente!BALICKE.—¿Un parto difícil, eh?

(Todos se abrazan conmovidos).

Murk.—¡Mellizos! ¿Para cuándo es la boda? ¡El tiempo es oro!Balicke.—¡Por mí, dentro de tres semanas! Las camas están ya

listas. ¡Madre, la cena!Señora Balicke.—Enseguida, enseguida, hombre, pero déjame tomar

aliento. (Sale apresuradamente). ¡Así, tan de repente!Murk.—Dejadme que os invite esta noche a un trago en el Bar

Picadilly. Yo soy partidario de un compromiso inmediato. ¿Tú también, Anna?

Anna.—¡Si no hay más remedio!Balicke.—¿Por qué no nos quedamos aquí? ¿Para qué ir al Bar

Picadilly? ¿Tienes la cabeza de requesón?Murk.—(Intranquilo). Aquí no. ¡Aquí, de ninguna manera!BALICKE.—¿¡Y eso!?Anna.—¡Murk es tan raro! ¡Vamos al Bar Picadilly!Balicke.—¡Esta noche! ¡Es jugarse la vida!Señora Balicke.—(Entra con la Sirvienta y empieza a poner .la mesa).

¡Sí, chicos! ¡A veces ocurre lo inesperado! ¡A la mesa, señores!

(Devoran).

Balicke.—(Levantando su vaso). ¡A la salud de los novios! (Chocando los vasos). Los tiempos son malos. La guerra ha terminado. ¡Esta carne de cerdo tiene demasiado grasa, Amalie! La desmovilización trae el desorden, la codicia y una inhumanidad brutal a nuestros oasis de pacífico trabajo.

Murk.—¡Por las cestas de municiones, salud! ¡Salud, Anna!Balicke.—Las vidas ambiguas se multiplican, los turbios caballeros

de industria. El gobierno es demasiado tibio con los buitres de la revolución. (Despliega un periódico). Las masas, excitadas, carecen de ideales. Lo peor, sin embargo, aquí puedo decirlo, son los soldados del frente, aventureros embrutecidos, desmoralizados, que han perdido la costumbre de trabajar y no respetan ya nada. Verdaderamente una época difícil, en la que un marido vale su peso en oro, Anna. No lo dejes escapar. ¡Tratad de superar las dificultades, pero siempre entre los dos, siempre venciendo los obstáculos, salud! (Da cuerda al gramófono).

Murk.—(Se seca el sudor). ¡Bravo! Quien es hombre sale adelante. Hay que saber usar los codos, llevar botas de clavos y mirar adelante, sin volver la vista atrás. ¡Por qué no, Anna! También yo empecé por abajo. Chico de los recados, talleres

Page 17: Tambores en la noche

96 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

de mecánica, una chapuza aquí, una chapuza allá, algo aprendido aquí, algo allá. ¡Toda Alemania se ha hecho así! ¡No siempre con guantes, pero siempre trabajando duro, Dios lo sabe! ¡Y ahora estamos arriba! ¡Salud, Anna!

Page 18: Tambores en la noche

97 TEATRO COMPLETO DE BERTOUT BREC-~

(El gramófono toca «Imploro al poder del amor»),

Balicke.—¡Bravo! Bueno, ¿qué te pasa ahora, Anna?Anna.—(Se ha puesto de pie y se queda con el resto medio vuelto).

No lo sé. Todo va tan deprisa. Quizá no sea bueno, madre, ¿no?

Señora Balicke.—¿Pero qué es eso, niña? ¡Qué pava eres! ¡Alégrate! ¡Cómo no va a ser bueno!

BALICKE.—¡Sentaos! ¡O dale cuerda al gramófono, ya que estás de pie!

(ANNA se sienta. Pausa).

Murk.—¡Bueno, salud! (Choca su vaso con el de Anna). ¿Pero qué tienes?

Balicke.—Y eso del negocio, Fritz, lo de las cestas de municiones, pronto será agua pasada. Todo lo más, unas semanas de guerra civil, ¡y luego se acabó! Tengo un plan que, .sin bromas, es de lo mejor: cochecitos de niño. La fábrica está, en todos los sentidos, en su mejor momento. (Coge a Murk del brazo y tira de él hada el fondo. Descorre las cortinas). El nuevo edificio dos y el nuevo edificio tres. Todo duradero y moderno. ¡Anna, dale cuerda al gramófono! Esa música siempre me emociona.

(El gramófono toca «Deutschland, Deutschland über alies»),

Murk.—¡Mirad, hay un hombre en el patio de la fábrica! ¿Quién será?

Anna.—Es tan horrible, oye. ¡Me parece que está mirando hacia arriba!

Balicke.—¡Probablemente es el vigilante! ¿De qué te ríes, Fritz? ¿Qué estás murmurando? ¡Qué pálidas están estas mujeres!

MURK.—Se me está ocurriendo una idea rara, sabes: espartaquistas. ,Balicke.—¡Qué tontería, aquí no hay! (Sin embargo, aparta el rostro,

desagradablemente afectado). De maneraque ¡eso es la fábrica! (Se sienta a la mesa, Anna corre las cortinas). ¡La guerra me ha traído fortuna! Estaba al alcance de la mano y por qué no cogerla, hubiera sido demasiado absurdo. La hubiera cogido otro. ¡El vivo al bollo y el muerto al hoyo! ¡Mirándolo bien, la guerra ha sido una suerte para nosotros! Tenemos nuestras cosas en lugar seguro, ordenadas, repletas, confortables. Podemos fabricar cochecitos de niño con toda tranquilidad. ¡Sin prisa! ¿No estás de acuerdo?

Murk.—¡Totalmente, papá! ¡Salud!Balicke.—Y vosotros podéis fabricar niños con toda tranquilidad.

Ajaja- jajá.

Page 19: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 98

Sirvienta.—¡El señor Babusch, señor Balicke!Babusch.-—(Entra arrastrando los pies). ¡Muchachos, estáis bien

atrincherados contra el aquelarre rojo! Espartaco se moviliza. Se han roto las negociaciones. ¡Dentro de 24 horas, la artillería disparará sobre Berlín!

Balicke.—(Con la servilleta en el cuello). Maldita sea, ¿es que esos tipos no están contentos?

Señora Balicke.—¿Artillería? ¡Aydiosaydiosaydiós! ¡Qué noche! ¡Qué noche! ¡Me voy al sótano, Balicke!

Babusch.—En los barrios del centro todo está aún tranquilo, pero, según dicen, quieren ocupar los periódicos.

Balicke.—¡Qué! ¡Estamos celebrando un compromiso matrimonial! ¡Tenía que ocurrir en un día así! ¡Están totalmente locos!

Murk.—¡Todos deberían ir al paredón!Balicke.—Quien no esté contento, ¡al paredón!Babusch.—¿Te has prometido tú, Balicke?Murk.—¡Babusch, mi novia!Señora Balicke.—Así, tan de repente. ¿Pero cuándo empezarán a

disparar?Babusch.—(Estrecha con fuerza las manos de Anna y de Murk).

Espartaco ha acumulado una enorme cantidad de armas. ¡Chusma que trabaja en la sombra! ¡Vaya, conque Anna! ¡No dejéis que os detengan! ¡Aquí no vendrán! ¡Éste es un hogar tranquilo! ¡La familia! ¡La familia alemana! My home is my

castle.Señora Balicke.—¡En unos tiempos así! ¡En unos tiempos así! ¡Y en

el día de tu compromiso! ¡Anna!Babusch.—¡Muchachos, las cosas se están poniendo

condenadamente interesantes!BALICKE.—¡Para mí no! ¡Para mí en absoluto! (Se pasa la servilleta

por los labios).Murk.—¿Sabe una cosa? ¡Venga con nosotros al Bar Picadilly! ¡Un

compromiso matrimonial!Babusch.—¿Y Espartaco?Balicke.—¡Esperará, Babusch! ¡Les disparará en la barriga a los

otros, Babusch! ¡Vente con nosotros al Bar Picadilly! ¡A arreglarse, mujeres!

Señora Balicke.—¿Al Bar Picadilly? ¡Esta noche! (Se sienta en una silla).

Balicke.—Antes se llamaba Bar Picadilly. ¡Ahora se llama Café de la Patria! ¡Friedrich nos invita! ¡Qué importa que sea esta noche! ¡Para qué hay coches! ¡Andando, arréglate, vieja!

Page 20: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 99

Señora Balicke.—¡No daré un paso fuera de esta casa! ¿Qué te pasa, Friedrich?

Anna.—¡Querer es poder! ¡Friedrich lo quiere!

(Todos miran a MURK).

Murk.—Aquí no. Aquí de ninguna manera. ¡Quiero, quiero música, y luces! ¡En un local muy elegante! Aquí está tan oscuro. Me he puesto un traje bueno a propósito. De modo que, ¿qué pasa, suegra?

Señora Balicke.—No lo comprendo. (Sale).

Page 21: Tambores en la noche

1100 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

Anna.—¡Espérame, Friedrich, enseguida estaré lista!Babusch.—Están pasando cosas increíbles. Todo el orquestrión va a

saltar por los aires. ¡Lactantes, organizaos! Por cierto, la libra de albarico- ques, blanditos, dorados y jugosos, cuesta diez marcos. ¡Holgazanes, no os dejéis provocar! ¡Por todas partes, cuadrillas siniestras que silban, metiéndose los dedos en la boca, en los cafés iluminados! ¡Tienen por bandera lo que llaman su propia vagancia! ¡Y en los salones de baile baila la alta sociedad! ¡Bueno, a la salud de los novios!

Murk.—Las señoras no necesitan cambiarse. Ahora todo da igual. ¡Con esas ropas resplandecientes solo se llama la atención!

Balicke.—¡Exacto! En estos tiempos austeros. Los trapos más viejos bastan para esa chusma. ¡Baja enseguida, Anna!

Murk.—Nos adelantaremos. ¡No os cambiéis!Anna.—¡Bruto! (Sale).Balicke.—En marcha... ¡Con trompetas al Reino de los Cielos! Tengo

que mudarme de camisa.Murk.—Nos sigues con madre. Y a Babusch nos lo llevamos, como

señora de compañía, ¿eh? (Canta). Babusch, Babusch, Babusch galopa por el salón.

Babusch.—¿No podría olvidarse de esa aleluya miserable y hampona de jovencito alocado? (Sale con él del brazo).

Murk.—(Sigue cantando afuera). Chicos, quitaos los dedos de la boca, que ahora viene la bacanal. ¡Anna!

Balicke.—(Solo, enciende un cigarro). ¡Gracias a Dios! Todo se queda en casa. ¡Qué trabajo! ¡A esa hay que meterla en la cama a la fuerza! ¡Con su amor ridículo por un cadáver! Me he sudado toda la camisa limpia. ¡Ahora que pase lo que quiera! Palabra de honor: cochecitos de niño. (Sale). ¡Mujer, una camisa!

Anna.—(Afuera). ¡Friedrich! ¡Friedrich! (Entra rápidamente). ¡Friedrich!MURK.—(En el umbral). ¡Anna! (Seco, inquieto, como un orangután de brazos colgantes). ¿Vas a venir o no?

Anna.—¿Pero qué te pasa? ¿Por qué pones esa cara?MURK.—¿Vienes o no? ¡Sé muy bien lo que me digo! ¡No finjas! ¡Las cosas

claras!

Anna.—¡Sí, claro que sí! ¡Vaya una novedad!Murk.—Bueno, bueno. No estoy tan seguro. Durante veinte años he

andado tirado por buhardillas, helado hasta los huesos, y ahora llevo botines, ¡mira! He sudado en la oscuridad, a la luz del gas, me lloraban los ojos, y ahora tengo sastre. Pero todavía me tambaleo, sopla el viento por abajo, un vientecillo helado sopla por abajo y los pies se le quedan a uno fríos por abajo. (Se dirige a Anna, pero no la toca y se queda vacilante ante ella). Ahora el tumor crece. Ahora corre el tinto- rro. ¡Ahora estoy aquí! Bañado en sudor, con los ojos cerrados, apretados los puños hasta que

Page 22: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 101

las uñas se me clavan en la carne. ¡Se acabó! ¡Seguridad! ¡Calor! ¡Fuera el mono! ¡Una cama que sea blanca, ancha, blanda! (Al pasar junto a la ventana, mira afuera rápidamente). Ven aquí: abriré los puños, me sentaré al sol en mangas de camisa, te tendré.

Anna.—(Precipitándose hacia él). ¡Tú!MURK.—¡Eres una lanzada!

ANNA.—Ahora me tienes.

MURK.—¿Sigue sin venirte?

BABUSCH.—(Desde afuera). ¡Bueno, que es para hoy! ¡Aquí está vuestra señora de compañía, chicos!

MUKK.—(Da cuerda otra vez al gramófono. Una voz empieza otra vez a implorar al poder del amor). Soy el mejor de los hombres, cuando me dejan. (Sálen los dos juntos).

Señora Balicke.—(Entra apresuradamente, vestida de negro, y se arregla ante el espejo la capota). La luna tan grande y roja... Y

esos chicos, ¡ay Dios! Bueno... Esta noche podremos rezar otra vez para dar las gracias.

(En ese instante aparece un hombre en la puerta, con uniforme azul oscuro de artillero y una pequeña pipa).

El hombre.—Me llamo Kragler.SEÑORA BALICKE.—(Se apoya en la mesa del espejo mientras le tiemblan

las rodillas). Dios mío...Kragler.—Bueno, ¿por qué me mira como si fuera algo sobrenatural?

¿También usted ha tirado el dinero en coronas de muerto? ¡Es una pena! Me presento con todo respeto: me he establecido en Argelia como fantasma. Pero ahora mi cadáver tiene un hambre de lobo. ¡Comería gusanos! ¿Pero qué le pasa, mamá Balicke? ¡Qué canción más idiota! (Para el gramófono).

SEÑORA BALICKE.—(Sigue sin decir nada, limitándose a mirarlo).Kragler.—¡Por lo menos no se desmaye! ¡Aquí tiene una silla! Voy a

traerle un vaso de agua. (Se dirige canturreando al armario). Todavía conozco esto bastante bien. (Echa vino en un vaso). ¡Vino! ¡Nieren- steiner! ¡La verdad es que, para ser un fantasma, estoy bastante vivo! (Atiende a la señora Balicke).

BALICKE.—(Desde afuera). ¡Ven de una vez, vieja! ¡Marchons! ¡Ya estás

bella, angelito! (Entra y se queda estupefacto). ¿Y esto?

KRAGLER.—¡Muy buenas, señor Balicke! ¡Su mujer no se siente muy bien! (Trata de hacerle beber vino, pero ella aparta la cabeza horrorizada.

(BALICKE lo contempla inquieto durante un rato).

Page 23: Tambores en la noche

102 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

Kragler.—¡Vamos, beba! ¿No quiere? ¡Enseguida se sentirá mejor! No pensaba que me recordarían tanto. ¡La verdad es que vengo directamente de África! España, una trampa con pasaporte y todo el resto. Pero: ¿dónde está Anna?

Baucke.—¡Deje en paz a mi mujer, por el amor de Dios! La va usted a emborrachar.

KRAGLER.—¡Entonces no!

SEÑORA BAUCKE.—(Se refugia en BAUCKE, que sigue de pie). ¡KARL!

Balicke.—(Severo). Señor Kragler, si es usted el que pretende ser, ¿puedo pedirle que me diga qué se le ha perdido aquí?

Kragler.—(Sin habla). Oiga, he sido prisionero de guerra en África.Balicke.—¡Maldita sea! (Se dirige a un armarito de la pared y bebe

aguardiente). Está bien. Eso es muy propio de usted. ¡Maldita porquería! ¿Pero qué es lo que quiere? Mi hija se ha prometido esta noche, hace menos de 30 minutos.KRAGLER.—(Vacila, un tanto inseguro). ¿Qué quiere decir?

Baucke.—Que ha estado usted cuatro años fuera. Ella lo ha esperado cuatro años. Lo hemos esperado cuatro años. Y ahora se acabó, y ya no tiene usted nada que hacer aquí.

(KRAGLER se sienta).

BAUCKE.—(No muy firme, inseguro pero esforzándose por conservar la compostura). Señor Kragler, tengo compromisos para esta noche.KRAGLER.—(Levanta la vista). ¿Compromisos...? (Distraído). Sí...

(Vuelve a ensimismarse).

Señora Balicke.—Señor Kragler, no se lo tome tan a pecho. Hay tantas chicas. Las cosas son así. ¡Hay que ser fuerte en la adversidad!

KRAGLER.—Anna...

BALICKE.—(Brusco). ¡Mujer! (Ella se dirige a él titubeante, y él, firme de pronto, dice). ¡Bueno, basta de sentimentalismos, marchons!

(Sale con su mujer. La SIRVIENTA aparece en el umbral).

KRAGLER.—HUM... (Sacude la cabeza).Sirvienta.—Los señores se han ido. (Silencio). Los señores se han ido al

Bar Picadilly a celebrar el compromiso matrimonial.

(Silencio. Viento).

KRAGLER.—(Levanta la vista haría ella). ¡Hum! (Se pone en pie lenta, pesadamente, contempla la habitación, anda mudo y

Page 24: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 103

encorvado, mira por la ventana, se vuelve y sale lentamente silbando, sin su gorra).

Sirvienta.—¡Oiga! ¡La gorra! ¡Se le ha olvidado la gorra!SEGUNDO ACTO

(PIMIENTA)

Bar Picadilly.

(Al fondo una gran ventana. Música. En la ventana, una luna roja. Cuando se abre la puerta: viento).

Babusch.—¡Id pasando al zoológico, chicos! ¡Hay luna para todos! ¡Viva Espartaco! ¡Adefesios! ¡Vino tinto!

Murk.—(Entra con Anna del brazo, se quitan los abrigos). Una noche de novela. ¡El griterío en el barrio de los periódicos, el coche de los novios! Anna.—No puedo quitarme una sensación de náusea. Me tiembla todo el cuerpo.Babusch.—¡A tu salud, Friedrich!Murk.—Aquí estoy en mi casa. Es condenadamente incómodo a la larga, ¡pero de lo más fino! ¡A ver qué hace la vieja generación, Babusch! Babusch.—¡Está bien! (Bebe). ¡Y a ver qué hace la joven! (Salen).Anna.—¡Dame un beso!Murk.—¡No seas loca! ¡Nos está mirando medio Berlín!ANNA.—Da igual, me da igual cuando quiero algo. ¿A ti no?

MURK.—En absoluto. Y a ti tampoco.

ANNA.—Eres un grosero.

Murk.—¡Lo soy!ANNA.—¡Cobarde!

(MURK hace sonar la campanilla, entra un CAMARERO).

MURK.—¡Atención!

(Se inclina sobre la mesa, derribando vasos, y besa a ANNA con violencia).

Anna.—¡Tú!Murk.—¡Váyase! (Sale el Camarero). ¿Soy un cobarde? (Mira bajo la

mesa). Ahora no necesitas hacer piececitos.Anna.—¿En qué piensas?Murk.—¡Y él será tu señor!2

BALICKE.—(Entrando con BABUSCH y con la SEÑORA BAUCKE). ¡Ahí están!

¡Camarero!

Anna.—¿Dónde os habíais metido?

Page 25: Tambores en la noche

104 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

Señora Balicke.—Hay una luna tan roja. Me trastorna verla tan roja. ¡Y

otra vez se oyen gritos en el barrio de los periódicos!BABUSCH.—¡Lobos!

Señora Balicke.—¡Procurad no separaros!BALICKE.—En la cama, Friedrich, ¿eh?

Anna.—Madre, ¿no te sientes bien?Señora Balicke.—¿Cuándo pensáis casaros?Murk.—¡Dentro de tres semanas, mamá!Señora Balicke.—¿No hubiéramos debido invitar más gente al compro-

miso? Nadie lo sabe. Y tendría que saberse.Baucke.—Bobadas. Nada más que bobadas. ¿Solo porque aúllan los

lobos? ¡Que aúllen! ¡Hasta que sus lenguas rojas les cuelgen entre las corvas! Entonces les pegaré un tiro.

Babusch.—Murk, ¡ayúdame a descorchar esta botella! (A él, en voz baja). Está aquí, ha llegado con la luna. El lobo y la luna. De África.

Murk.—¿Andree Kragler?Babusch.—El lobo. Fue mala suerte, ¿no?Murk.—Está muerto y enterrado. ¡Corra las cortinas!Señora Balicke.—Tu padre ha venido entrando cada dos puertas en una

taberna. Tiene una sopa descomunal. ¡Qué hombre! ¡Capaz de emborracharse a muerte por sus hijos!

ANNA.—Sí, pero ¿por qué lo hace?

Señora Baucke.—No me preguntes, niña. ¡No me lo preguntes! Todo está patas arriba. Es el fin del mundo. Tengo que tomarme un kirsch, niña.

Balicke.—Eso es culpa de esa pasa roja de ahí, madre. ¡Corre las cortinas! (El Camarero corre las cortinas).

Babusch.—¿Lo ha entendido ya?Murk.—Estoy dispuesto a todo. ¿Él ha estado ya en su casa?BABUSCH.—Sí, antes.

MURK.—Entonces vendrá aquí.

Balicke.—¿Conspirando ante una botella de vino? ¡Instalaos! ¡Se va a celebrar el compromiso! (Todos se sientan en tomo a la mesa). ¡Vamos! No tengo tiempo de cansarme.

Anna.—¡Uy, el caballo! ¡Qué divertido fue! En pleno asfalto, allí se que-dó. Friedrich baja, el caballo no quiere seguir. Y en medio del asfalto, el caballo. Tamblando. Pero tenía los ojos como grosellas, muy blancos, y Friedrich le pegó en los ojos con el bastón, y el caballo dio un salto. Como en el circo.

Balicke.—El tiempo es oro. Aquí hace un calor del demonio. Otra vez es-toy sudando. Ya he empapado hoy una camisa.

Señora Balicke.—¡Acabarás en la miseria si sigues así con la ropa!Babusch.—(Devora ciruelas secas que se saca del bolsillo). Una libra

de alba- ricoques cuesta hoy diez marcos. Bueno. Escribiré un

Page 26: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 105

artículo sobre los precios. Y así podré comprarme albaricoques. Si el mundo se acabara, escribiría un artículo al respecto. ¿Pero qué harán los otros? Me sentiré como un pez en el agua si el barrio del Zoológico vuela por los aires. ¡Pero vosotros!

Murk.—Camisas, albaricoques, el barrio del Zoológico. ¿Qué pasa con la boda?

Balicke.—Dentro de tres semanas. La boda dentro de tres semanas. Hugh. El cielo es testigo. ¿Estamos todos de acuerdo? ¿Todos de acuerdo en lo de la boda? ¡Pues adelante, pareja!

(Chocan los vasos. Se ha abierto la puerta. KRAGLER aparece en ella. Las velas tiemblan con menos fuerza en el viento).,

Baucke.—Vaya, ¿por qué te tiembla el vaso? ¿Lo mismo que tu madre, Anna?

(ANNA, que está sentada ante la puerta, ha visto a KRAGLER Y se ha quedado absorta, mirándolo fijamente).

Señora Baucke.—¡Jesús, María y José! ¿Por qué te quedas así, niña?MURK.—¿Qué viento es ese?KRAGLER.—(Roncamente). ¡Anna!

(ANNA lanza un grito ahogado. Todos se vuelven y se ponen de pie de un salto, tumulto. Al mismo tiempo).

Balicke.—¡Diablos! (Bebe un trago de vino). ¡El fantasma, madre!SEÑORA BALICKE.—¡Jesús! Kra...Murk.—¡Que lo echen! ¡Que lo echen!

(KRAGLER se. ha quedado un rato en el umbral, balanceándose: tiene un aspecto sombrío. Durante el pequeño tumulto se acerca bastante deprisa, pero pesadamente, a ANNA, que es la única que sigue sentada, con la copa temblándole ante la cara, le quita la copa, se inclina sobre la mesa y la mira fijamente).

BALICKE.—Está borracho.MURK.—¡Camarero! ¡Esto es un allanamiento de morada! ¡Échenlo

fuera! (Se dirige hacia la pared y descorre de golpe la cortina. Luna).

Babusch.—¡Cuidado! ¡Todavía está en carne viva bajo la camisa! ¡Y le quema! ¡No lo toquéis! (Golpea con el bastón en la mesa). ¡No armes escándalo! ¡Vete tranquilamente! ¡Ordenadamente!

ANNA.—(Se ha levantado entretanto de la mesa y abraza a su madre). ¡Madre! ¡Ayúdame!

Page 27: Tambores en la noche

106 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

(KRAGLER da la vuelta a la mesa y se dirige hacia ANNA vaci-lante).

Señora Balicke.—(Todo casi al mismo tiempo). ¡No mate a mi hija! ¡Irá a la cárcel! ¡Jesús, la va a matar!

Balicke.—(Alzando la voz, desde lejos). ¿Está borracho? ¡Pobretón! ¡Anarquista! ¡Recluta! ¡Pirata! ¡Fantasma arrugado! ¿Dónde ha dejado su sudario?

Babusch.—Si te da un ataque, se casará con ella. ¡Callaos la boca! ¡Es él el perjudicado! ¡Vosotros fuera! Dejadle que suelte su discurso. Está en su derecho. (A la Señora Balicke). ¿No tiene corazón? Ha estado cuatro años fuera. Es una cuestión de corazón.

Señora Balicke.—¡La chica apenas se sostiene, está pálida como el papel!

Babusch.—(A Murk). ¡Pues mírele a él la cara! ¡También Anna la ha visto! ¡En otro tiempo era como miel y manzana! ¡Y ahora es un dátil podrido! ¡No tenga miedo!

(Salen).

Murk.—(Saliendo). Si se refiere a celos, yo no los tengo. ¡Ja!BALICKE.—(Se queda aún entre la mesa y la puerta, un poco borracho,

con las piernas torcidas, una copa en la mano, y dice mientras tanto). ¡Esa ruina! ¡Con cara de elefante decrépito! ¡Está totalmente acabado! Qué falta de vergüenza.

(Se va, y no queda más que el CAMARERO ante la puerta de la derecha, con una bandeja en la mano. «Ave María» de Gounod. Va disminuyendo la luz).

Kragler.—(Al cabo de un rato). Se me ha borrado todo de la cabeza, solo me queda el sudor, ya no entiendo nada.

ANNA.—(Coge una vela, se levanta sin poder dominarse y le alumbra el rostro). ¿No se te comieron los peces?

KRAGLER.—No sé qué quieres decir.Anna.—¿No volaste por los aires?Kragler.—No logro entenderte.Anna.—¿No te dieron un tiro en la cara?KRAGLER.—¿Por qué me miras así? ¿Tan mal aspecto tengo? (Silencio.

Mira por la ventana). He venido a ti como un jamelgo viejo. (Silencio). Tengo la piel como los tiburones, negra. (Silencio). Y antes era de leche y de sangre. (Silencio). Y además sangro continuamente, la sangre, sencillamente, se me va...

ANNA.—¡Andree!KRAGLER.—Sí.Anna.—(Se dirige hacia él vacilante). Ay, Andree, ¿por qué has estado

fuera tanto tiempo? ¿Te han retenido con cañones y sables? Y ahora ya no puedo ir hacia ti.

Page 28: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 107

Kragler.—¿He estado realmente fuera?Anna.—Al principio estuviste mucho tiempo conmigo, tu voz era

entonces todavía fresca. Cuando iba por un pasillo, rozaba tu cuerpo, y en el prado me llamabas desde detrás del arce. Aunque habían escrito que te habían dado un tiro en la cara y te habían enterrado a los dos días. Sin embargo, un día todo cambió. Cuando iba por el pasillo, estaba vacío, y el arce guardaba silencio. Cuando me enderezaba en la pila de lavar, todavía veía tu cara, pero cuando tendía la ropa en el prado ya no la veía, y durante todo este tiempo no he sabido qué aspecto tenías. Pero hubiera tenido que esperarte.

Kragler.—Te hubiera hecho falta una fotografía.Anna.—Tenía miedo. Hubiera tenido que esperar, a pesar de ese

miedo, pero soy mala. Suéltame la mano, todo es malo en mí.Kragler.—(Mira hacia la ventana). No sé qué dices. Pero quizá sea la

luna roja. Tengo que pensar qué significa. Tengo las manos hinchadas, con membranas, no tengo nada de fino y rompo los vasos' al beber. Nunca podré hablar bien contigo. En la garganta tengo un lenguaje de negro.

ANNA.—Sí.Kragler.—Dame la mano. ¿Crees que soy un fantasma? Acércate a mí,

dame la mano. ¿No quieres acercarte?ANNA.—¿Quieres que te dé la mano?Kragler.—Dámela. Ahora no soy ya un fantasma. ¿Miras otra vez mi

cara? ¿Es de piel de cocodrilo? Tengo mal aspecto. He estado en el agua salada. ¡Es solo la luna roja!

ANNA.—Sí.Kragler.—Cógeme también la mano. ¿Por qué no me la aprietas? Acer-

ca tu cara. ¿Es algo malo?ANNA.—¡No! ¡No!Kragler.—(La agarra). ¡Anna! ¡Una ruina, eso es lo que soy! ¡Con el

cuello mugriento! ¡Cuatro años! ¿Me quieres a mí, Anna? (La sacude y ve al Camarero, y lo mira inclinándose hacia adelante y con sonrisa irónica).

Camarero.—(Desconcertado, deja caer la bandeja y tartamudea). Lo importante es... que ella... tenga todavía... que tenga todavía su azucena...

Kragler.—(Con Anna entre los brazos, suelta un relincho). ¿Qué ha dicho? ¿Su azucena? (El Camarero sale apresuradamente). ¡Quédese, lector de novelas! ¡Se le ha escapado algo! ¡Azucena! ¡Le ha ocurrido algo! ¡Azucena! ¿Lo has oído? ¡Tanto le ha impresionado!

ANNA.—¡Andree!KRAGLER.—(La mira, encorvado, después de soltarla). ¡Dilo otra vez, esa es tu voz! (Se dirige haría la derecha). ¡Camarero!

Page 29: Tambores en la noche

108 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

¡Venga aquí, hombre!Babusch.—(Bajo el dintel). ¿Qué risa carnal es esa? ¿Una risa de «color

carne»? ¿Cómo se sienten?Señora Balicke.—(Detrás de él). ¡Anna, hija mía! ¡Nos preocupas!

(Al lado llevan un rato tocando «La peruana»).

Balicke.—(Entra deprisa, algo más sobrio). ¡Siéntense! (Corre la cortina, se oye ruido de hierros). Ha traído con usted una luna roja y detrás de usted los fusiles del barrio de los periódicos de Bab. Hay que contar con usted. (Vuelve a encender todas las velas). ¡Siéntese!

Señora Balicke.—¿Pero qué cara pones? Otra vez me tiemblan las pier-nas. ¡Camarero! ¡Camarero!

BALICKE.—¿Dónde está Murk?Babusch.—Friedrich Murk está bailando el boston.Balicke.—(Amortiguadamente). ¡Haced que se siente! Si se sienta,

estará ya medio convencido. Sentado no hay patetismos. (Fuerte). ¡Sentaos todos! ¡Silencio! ¡Cálmate, Amalie! (A Kragler). ¡Siéntese también, por el amor del cielo!SEÑORA BALICKE.—(Le quita el CAMARERO de la bandeja una botella de kirsch). Tengo que tomarme un kirsch, si no, me muero. (Se acerca con la botella a la mesa).

(Se han sentado la SEÑORA BALICKE, BALICKE Y ANNA. BABUSCH ha estado yendo de un lado a otro para hacer que se sienten. Ahora empuja a KRAGLER, que se ha quedado en pie perdido, para que se siente en una silla).

Babusch.—Siéntese, no tiene las rodillas muy firmes. ¿Quiere un kirsch? ¿Por qué se ríe así?KRAGLER.—(Vuelve a ponerse de pie. BÁBUSCH lo obliga a sentarse. KRAGLER se queda sentado).

Balicke.—¿Qué quiere usted, Andreas Kragler?Señora Balicke.—¡Señor Kragler! Nuestro emperador ha dicho: ¡hay que

ser fuerte en la adversidad!ANNA.—¡Quédate sentado!

Balicke.—¡Tú calla! ¡Déjalo hablar! ¿Qué quiere usted?Babusch.—(Se pone de pie). ¿A lo mejor un trago de kirsch? ¡Diga!Anna.—¡Piensa un poco, Andree! ¡No digas nada antes!Señora Balicke.—¡Me vas a llevar al cementerio! ¡Cállate de una vez!

¡No entiendo absolutamente nada!Kragler.—(Quiere ponerse de pie, pero Babusch lo obliga a seguir

sentado. Con seriedad). Si me lo preguntáis, la verdad es que no es tan fácil. Y no quiero un kirsch. Porque hay cosas demasiado importantes.

Page 30: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 109

Balicke.—¡Déjese de historias! Diga lo que quiera. Y luego lo echaré a la calle.

Anna.—¡No! ¡No!Babusch.—¡La verdad es que debería beber algo! Está usted

demasiado seco. ¡Todo irá mejor entonces, créame!

(En ese momento, FRIEDRICH MURK entra por la izquierda, bailando con una prostituta llamada MARIE).

SEÑORA BALICKE.—¡Murk!Babusch.—Hasta el genio tiene sus límites. ¡Siéntese!Balicke.—¡Bravo, Fritz! Demuéstrale a ese hombre lo que es un

hombre. Fritz no tiembla. Fritz se divierte. (Aplaude).MURK.—(Sombrío, ha bebido, deja a MARIE y se acerca a la mesa). ¿No

se ha acabado aún esta maldita comedia?BALICKE.—(Lo arrastra hacia una silla). ¡Cállese!Babusch.—¡Siga hablando, Kragler! ¡No deje que lo interrumpan!Kragler.—Tiene las orejas deformes.Anna.—Fue aprendiz de engrasador.MURK.—Y tiene un huevo en la cabeza.

KRAGLER.—¡Que se vaya!

MURK.—Y le golpearon en la cabeza.

Kragler.—Tengo que tener mucho cuidado con lo que digo.Murk.—Así que tiene un huevo espachurrado en la cabeza.Kragler.—Sí, me dieron golpes en la cabeza. He estado fuera cuatro

años. No podía escribir cartas. No tenía ningún huevo en la cabeza. (Silencio). Han pasado ya cuatro años, tengo que tener mucho cuidado. No me has reconocido ya, todavía vacilas y no te das cuenta aún. Pero estoy hablando demasiado.

Señora Balicke.—Tiene el cerebro totalmente seco. (Sacude la cabeza).Balicke.—Entonces, ¿le han ido mal las cosas? ¿Luchó por el

Emperador y por el Imperio? Lo siento por usted. ¿Quiere usted algo?

Señora Balicke.—Y el Emperador ha dicho: hay que ser fuertes en la ad-versidad. ¡Beba un poco! (Le acerca el kirsch).

Balicke.—(Bebiendo, persuasivo). ¿Aguantó usted la lluvia de granadas? ¿Como si fuera de acero? Eso es ser valiente. Nuestro ejército ha hecho cosas grandiosas. Fue heroicamente a la muerte, con la sonrisa en los labios. ¡Beba usted! ¿Qué quiere? (Le ofrece una caja de cigarros).

Anna.—¡Andree! ¿No te han dado otro uniforme? ¿Sigues llevando tu viejo uniforme azul? ¡Ese ya no se lleva!

Señora Balicke.—¡Hay tantas mujeres! ¡Camarero, otro kirsch! (Le alarga el kirsch).

Baucke.—Tampoco aquí hemos hecho el vago. Bueno ¿qué quiere?

Page 31: Tambores en la noche

110 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

¿Está usted sin un céntimo? ¿En la calle? ¿Su patria le va a regalar un organillo? Eso no puede ser. Esas cosas no pueden volver a ocurrir. ¿Qué quiere?

Señora Balicke.—¡No tenga miedo, no tendrá que andar por ahí con ningún organillo!

Anna.—¡«La noche está tormentosa y alborotada la mar», oh!Kragler.—(Se ha puesto de pie). Como me doy cuenta de que aquí no

tengo ningún derecho, te ruego desde lo más hondo de mi corazón que seas mi compañera.

Balicke.—¿Qué parloteo es ese? ¿Pero qué dice? ¡Desde lo más hondo de mi corazón! ¡Mi compañera! ¡Qué forma de hablar es esa!

(Los otros se ríen).Kragler.—Porque nadie tiene derecho a nada... Porque no puedo vivir

sin ti... Desde lo más hondo de mi corazón.

(Grandes risas).

Murk.—(Pone los pies en la mesa. Frío, irritado, borracho). Se hundió simplemente. Lo pescaron. Con la boca llena de barro. ¡Mire mis botas! ¡En otro tiempo tenía unas como las suyas! ¡Cómprese unas así! ¡Y vuelva! ¿Sabe usted lo que es?

Marie.—(De pronto). ¿Estuvo usted en el ejército?Camarero.—¿Estuvo usted en el ejército?Murk.—¡Cierren el pico! (A Kragler). ¿Lo pilló la apisonadora? A muchos

los pilló la apisonadora. Está bien. Nosotros dejamos que nos apisonaran. ¿Ya no tiene cara? ¿Eh? ¿Quiere que le regalen una? ¿Quiere que los tres lo equipemos? ¿Es que se arrastró usted por nosotros? ¿Todavía no sabe lo que es?

Babusch.—¡Vamos, cállense!Camarero.—(Se adelanta). ¿Estuvo usted en el ejército?Murk.—No. Soy de los que tienen que pagar por vuestras heroicidades.

Se ha roto la apisonadora.Babusch.—¡Déjese de teatro! ¡Es repugnante! En definitiva, ganó usted

dinero, ¿no? ¡No mezcle sus botas en esto!Baucke.—Ya ve, de eso es de lo que se trata. Ahí está la madre del

cordero. No es ningún teatro. Es política realista. Eso es lo que nos falta en Alemania. Es muy sencillo. ¿Tiene usted medios para mantener una mujer? ¿O tiene membranas entre los dedos?

Señora Balicke.—¿Oyes, Anna? ¡No tiene nada!Murk.—Estoy dispuesto a casarme con su madre, si la tiene. (Se pone

en pie de un salto). Sencillamente, es un cazador de dotes de lo más común.

Camarero.—(A Kragler). ¡Hable! ¡Diga algo!Kragler.—(Se ha puesto de pie, temblando, se dirige a Anna). No sé qué

decir. Cuando solo nos quedaba la piel sobre los huesos y teníamos que llenamos de aguardiente para poder pavimentar

Page 32: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 111

las carreteras, a menudo no teníamos más que el cielo de la noche, pero eso era muy importante, porque en abril había estado contigo entre los matorrales. Así se lo dije a los otros. Pero caían como moscas.

Anna.—Como caballos, ¿no?Kragler.—Porque hacía mucho calor y no parábamos de beber. Pero por

qué te hablo siempre del cielo de la noche, no quería hacerlo, no sé...

Anna.—¿Nunca dejaste de pensar en mí?Señora Balicke.—¡Oyes como habla! ¡Como un niño! ¡Al oírlo se siente

vergüenza ajena!Murk.—¿No me podría vender sus botas? Para el museo del ejército.

Le doy cuarenta marcos.Babusch.—Siga hablando, Kragler. Está diciendo lo que hace falta.Kragler.—Tampoco teníamos camisas. Eso era lo peor, créeme.

¿Puedes imaginarte que eso pueda ser lo peor?Anna.—¡Andree, que te están oyendo!MURK.—Entonces le ofrezco sesenta marcos. ¡Véndamelas!Kragler.—Vaya, ¿ahora te avergüenzas de mí? ¿Por qué están todos

junto a la pared, como en el circo, mientras el elefante se hace pis de miedo? ¡Y sin embargo no saben nada!

Murk.—¡Ochenta marcos!Kragler.—No soy un pirata. ¡Qué me importa a mí la luna roja! Lo que

pasa es que no puedo abrir los ojos. Soy un pedazo de carne y llevo una camisa limpia. ¡No soy un fantasma!

MURK.—(Se pone en pie de un salto). ¡Bueno, pues cien marcos!Marie.—¡Debería avergonzarse hasta el fondo de su alma!Murk.—¡Y el muy cerdo no quiere dejarme sus botas por cien marcos!KRAGLER.—Anna, alguien habla ahí. ¿Qué voz es esa?MURK.—¡Tiene usted insolación! ¿Podrá irse a casa solo?Kragler.—Anna, la voz dice que no hay que pisotearlo.Murk.—¿Estamos viendo ahora su cara?Kragler.—Anna, ¡ha sido Dios quien lo ha hecho!Murk.—¿Es usted realmente? ¿Pero qué quiere? ¡Es usted un cadáver!

¡Apesta ya! (Se tapa las narices). ¿No tiene el menor sentido de la limpieza? ¿Quiere que lo pongan en un tabernáculo porque se tragó todo el sol africano? ¡Yo he trabajado! ¡He sudado, hasta empaparme de sangre las botas! ¡Míreme las manos! ¡Usted cuenta con todas las simpatías, porque se dejó pegar, pero yo no le pegué! ¡Usted es un héroe, pero yo soy un trabajador! Y esa es mi novia.

Babusch.—¡También sentado, Murk! ¡También sentado es un trabajador! Kragler, ¡la historia del mundo sería distinta si la Humanidad se sentase más sobre el trasero!

Kragler.—No puedo ver nada en él. ¡Es como la pared de un retrete! ¡Garrapateada de obscenidades! ¡No puede evitarlo! Anna,

Page 33: Tambores en la noche

112 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

¿quieres a ese, quieres a ese?

(ANNA se ríe y bebe).Babusch.—¡Eso se llama parar un golpe con el corazón, Kragler!Kragler.—¡Eso se llama morderse de asco una verruga! ¿Lo quieres?

¿Con esa cara verde de nuez verde? ¿Vas a rechazarme por él? Lleva un traje inglés y el pecho relleno de papeles y tiene sangre en las botas. Y yo solo tengo mi viejo traje todo apolillado. ¡Dime que si no puedes casarte conmigo es por mi traje, dímelo! ¡Lo prefiero!

Babusch.—¡Pero sentaos! ¡Diablos! ¡Ahora empieza la cosa!Marie.—(Aplaude). ¡Así es él! ¡Y ha bailado conmigo haciendo que me

avergonzara, porque me metía la rodilla en el vientre!Murk.—¡Cierra el pico! ¡Qué aspecto tienes! ¿No tienes un cuchillo en

la caña de la bota para cortarme el cuello, ya que en África te salieron ampollas en el cerebro? ¡Saca tu cuchillo, que estoy hasta el cuello, y córtamelo!

Señora Balicke.—¡Anna, cómo puedes oír esas cosas!Balicke.—¡Camarero, tráigame cuatro vasos de kirsch! Ya todo me da

lo mismo.Murk.—¡Cuidado con sacar el cuchillo! ¡Haga un esfuerzo para no com-

portarse aquí como un héroe! ¡Iría a la cárcel!Marie.—¿Estuvo usted en el ejército?Murk.—(Furioso, le tira un vaso). ¿Por qué no estuviste tú?Kragler.—Ahora he vuelto.MURK.—¿Y quién te ha llamado?Kragler.—¡Áhora estoy aquí!MURK.—¡Puerco!ANNA.—Tú cállate.

(KRAGLER hunde la cabeza entre los hombros).Murk.—¡Bandido!Kragler.—(En voz baja). ¡Ladrón!MURK.—¡ Fantasma!Kragler.—¡Tenga cuidado!Murk.—¡Tenga cuidado usted con su cuchillo! ¿Le molesta? ¡Fantasma!

¡Fantasma! ¡Fantasma!Marie.—¡Es usted un puerco! ¡Es usted un puerco!Kragler.—¡Anna! ¡Anna! ¿Qué hago? Atravieso vertiginosamente un

mar lleno de cadáveres: no me ahogo. Ruedo hacia el sur en oscuros vagones de ganado: no me pasa nada. Ardemos en un homo de fuego: yo mismo ardo con más fuerza. Uno se vuelve loco al sol: no soy yo. Dos se caen a un pozo: yo sigo durmiendo. Disparo contra los negros. Como hierba. Soy un fantasma.

Page 34: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 113

(En ese instante, el CAMARERO se precipita a la ventana y la abre. La música se interrumpe bruscamente, se oyen gritos excitados: «¡Ya vienen! ¡Calma!». El CAMARERO apaga las velas. Entonces se oye fuera «La Internacional»),

Un hombre.—(Aparece en la puerta de la izquierda). Señores, les pedimos calma. Les rogamos que no abandonen el local. Han estallado disturbios. Se lucha en el barrio de los periódicos. La situación es confusa.

Balicke.—(Se sienta pesadamente). ¡Espartaco! ¡Sus amigos, señor Andreas Kragler! ¡Sus siniestros compañeros! ¡Sus camaradas, que rugen en el barrio de los periódicos y huelen a asesinato e incendio. ¡Fieras! (Silencio). ¡Fieras! ¡Fieras! ¡Que por qué sois fieras: porque devoráis carne! Tenéis que ser exterminados.

Camarero.—¡Por vosotros! ¡Qué habéis devorado carne hasta hincharos!

Murk.—¡Dónde tiene el cuchillo! ¡Sáquelo!MARIE.—(Se acerca a él con el CAMARERO). ¿Quieres callarte?

Camarero.—¡No es un ser humano! ¡Es una bestia!Murk.—¡Cierra la cortina! ¡Fantasma!Camarero.—¡De manera que deben ponemos contra el paredón, el

paredón que hemos construido con nuestras propias manos y detrás del cual vosotros os llenáis de kirsch el cuerpo!

Kragler.—Ésta es mi mano y éstas son mis venas. ¡Cortádmelas! Cuando yo reviente, sangrarán.

Murk.—¡Fantasma! ¡Fantasma! ¿Qué eres en realidad? ¿Tengo que esconderme yo porque tengas puesta esa piel de africano? ¿Y porque rujas en el barrio de los periódicos? ¿Qué culpa tengo de que estuvieras en África? ¿Qué culpa tengo de no haber estado yo en África?

Camarero.—¡Tiene que recuperar a su mujer! ¡Es inhumano!Señora Balicke.—(Delante de Anna, furiosa). ¡Están todos enfermos! ¡To-

dos tienen algo! ¡Sífilis! ¡Sífilis! ¡Todos sifilíticos!BABUSCH.—(Golpea con el bastón en la mesa). ¡Eso es el colmo!

Señora Balicke.—¡Quieres dejar en paz a mi hija! ¡Quieres dejarla en paz! ¡Hiena! ¡Puerco, so puerco!

Anna.—¡Andree, no quiero! ¡Me vais a matar!MARIE.—¡Tú eres el puerco!Camarero.—Eso es inhumano. Tiene que haber una justicia.Señora Balicke.—¡Ni una palabra! ¡Lacayo! ¡Miserable, tráeme un kirsch,

me oyes! ¡Haré que te despidan!Camarero.—¡Es una cuestión de humanidad! ¡Nos afecta a todos! Tiene

que recuperar a...Kragler.—¡Quítate de ahí! ¡Estoy harto! ¡Qué es eso de humanidad!

Page 35: Tambores en la noche

114 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

¡Qué quiere esa vaca borracha! He estado solo y quiero tener a mi mujer. ¡Qué quiere ese arcángel vinoso! ¿Quieres regatear con su bajo vientre como si fuese una libra de café? ¡Si me la arrancáis con garfios, solo conseguiréis despedazarla a ella!

Camarero.—¡La estáis despedazando!MARIE.—¡Sí, como a una libra de café!BALICKE.—Y de dinero, ni un céntimo.Babusch.—¡Le saltáis los dientes a golpes, y él os los escupe a la cara!Murk.—(A Anna). ¿Por qué tienes aspecto de leche vomitada y te dejas

lamer por él con los ojos? ¡¿Pones cara de estar haciendo pis en un campo de ortigas?!

BALICKE.—¡Eso dices de tu novia!Murk.—¡Novia! ¿Es mi novia? ¿Es esa mi novia? ¿No me está vomitan-

do ya? ¡Él está otra vez aquí! ¿Le quieres? ¿Te baja flotando, esa nuez verde? ¿Sientes el deseo de unos muslos africanos? ¿Es de ahí de donde sopla el viento?

Babusch.—¡Sentado en una silla no hubiera dicho eso!ANNA.—(Acercándose cada vez más a KRAGLER, contempla a MURK

asqueada. En voz baja). Pero si estás borracho.Murk.—(La atrae haría sí bruscamente). ¡Enséñame la cara! ¡Descubre

los dientes! ¡Puta!KRAGLER.—(Levanta a MURK sencillamente en alto, los vasos tintinean en

la mesa, MARIE no hace más que aplaudir). ¡No puede sostenerse muy bien, salga afuera y vomite! Ha bebido demasiado. Se va a caer. (Lo empuja).

Marie.—¡Dale! ¡Ay, dale!Kragler.—¡Déjalo! ¡Ven conmigo, Anna! ¡Ahora te quiero a tí! Él ha que-

rido comprarme las botas, pero yo me quito la chaqueta. Una lluvia helada me ha atravesado la piel y la tengo roja, y ahora se me agrieta al sol. Tengo la cartera vacía y ni un céntimo. Te quiero, feo como soy. Hasta ahora no me llegaba el alma al cuerpo, pero ahora voy a beber. (Bebe). Y ahora nos vamos. ¡Ven!

Murk.—(Totalmente hundido, con los hombros caídos, se dirige a Kragler y le dice, casi tranquilo). ¡No beba! ¡Todavía no lo sabe todo! Déjelo estar. Yo estaba borracho. Pero usted no lo sabe todo todavía. Anna (totalmente sereno), ¡díselo! ¿Qué vas a hacer? ¿En tu estado?

Kragler.—(Sin escucharlo). ¡No tengas miedo, Anna! (Con el vaso de kirsch). ¡No te pasará nada, no tengas miedo! Nos casaremos. Siempre me han ido bien las cosas.CAMARERO.—¡Bravo!SEÑORA BALICKE.—¡Miserable!

Kragler.—¡A quien tiene conciencia, los pájaros le cagan en el tejado! Y a quien tiene paciencia, al final se lo comen los

Page 36: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 115

buitres. Es una lucha.ANNA.—(Se da cuenta de pronto, y se derrumba sobre la mesa).

¡Andree! ¡Ayúdame! ¡Ayúdame, Andree!Marie.—¿Pero qué le pasa? ¿Qué pasa?

KRAGLER.—(La mira asombrado). ¿Qué pasa?Anna.—¡Andree, no sé, me siento tan mal, Andree! No puedo

decirte nada, no me preguntes. (Levanta la vista). No puedo ser tuya. Dios lo sabe. (Kragler deja caer el vaso). Y además, Andree, te ruego que te vayas.

(Silencio. En la habitación de al lado se oye preguntar al HOMBRE de antes: «¿Qué pasa?». El CAMARERO le responde, hablando desde la puerta de la izquierda).

Camarero.—El enamorado de la piel de cocodrilo, llegado de Africa, ha esperado cuatro años, y su novia tiene todavía su azucena en la mano. Pero el otro enamorado, el hombre de los botines, no la deja libre, y la novia, que sigue teniendo su azucena en la mano, no sabe por cuál decidirse.

Voz.—¿Y nada más?Camarero.—También la revolución en el barrio de los periódicos

desempeña un papel y luego hay un secreto que tiene la novia, algo que el enamorado de África, que ha esperado cuatro años, no sabe. La verdad es que todavía no hay nada decidido.

Voz.—¿No han tomado ninguna decisión?Camarero.—Todavía no hay nada decidido.Balicke.—¡Camarero! ¿Qué chusma es ésta? ¿Es que hay que beber

vino rodeado de chinches? (A Kragler). ¿Ha oído ya? ¿Está contento? ¡Cállese la boca! El sol era fuerte, ¿no? Para eso era África. Lo dicen los libros de geografía. ¿Y usted fue un héroe? Estará en los libros de historia. Pero no figurará en el libro mayor. Y por eso el héroe volverá a África. Punto. ¡Camarero! ¡Acompañe a este tipo!

(El CAMARERO tira de KRAGLER, que lo acompaña lenta y pesadamente. A su izquierda va MARIE, la prostituta).

Balicke.—Una farsa. (Le grita a Kragler, porque el silencio pesa). ¿Quería carne? ¡Esto no es una subasta de carne! Llévese su luna roja y cánteles algo a los chimpancés. ¡Qué me importan sus palmeras datileras! No es usted más que un personaje de novela. ¿Dónde está su partida de nacimiento? (Kragler ha salido).

Señora Balicke.—¡Llora lo que quieras! ¿Pero qué te pasa, quieres lle-

Page 37: Tambores en la noche

116 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

narte de kirsch hasta rodar bajo la mesa?Balicke.—¿Pero qué cara tiene? ¡Está más blanca que el papel!Señora Balicke.—¡No, mírala, pobre niña! ¡Cómo se te ocurre, ya está

bien!

(ANNA se sienta tras la mesa, en silencio, casi envuelta en las cortinas, rencorosa, con un vaso delante).

Murk.—(Se acerca y huele el vaso). ¡Pimienta, qué asco! (Ella se lo quita despreciativamente). ¡¿Ah sí?!... Por todos los diablos, ¿qué haces con esa pimienta? ¿No querrás también un baño de asiento caliente? ¿Habrá que hacerte andar derecha? ¡Qué asco! (Escupe y tira el vaso al suelo).

(ANNA sonríe. Se oyen ametralladoras).

Babusch.—(Junto a la ventana). Ya empieza, las masas se rebelan. Espartaco se levanta. Sigue la matanza.

(Todos se quedan de pie tensos, escuchando).TERCER ACTO

(CABALGATA DE LAS VALQUIRIAS)

Una calle del barrio de los periódicos.

(El muro rojo de ladrillo de un cuartel, desde arriba, a la izquierda hasta abajo, a la derecha. Detrás, a la luz descompuesta de las estrellas, la ciudad. Noche. Viento).

Marie.—¿Pero adonde vas?KRAGLER.—(Sin gorra, con el cuello levantado y las manos en los bolsillos del pantalón, entra silbando). ¿Qué es esa palmera roja?

Marie.—¡No corras tanto!Kragler.—¿No puedes seguirme?Marie.—¿Crees que te persiguen?Kragler.—¿Quieres ganarte algo? ¿Dónde está tu habitación?Marie.—Eso no está bien.

KRAGLER.—Bueno. (Quiere seguir).Marie.—Tengo algo en los pulmones.Kragler.—¿Y por qué tienes que seguirme como un perro?MARIE.—Péro tu...

Kragler.—¡Chist! ¡Eso está borrado! ¡Lavado! ¡Tachado!

Page 38: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 117

Marie.—¿Y qué vas a hacer hasta mañana por la mañana?KRAGLER.—Hay cuchillos.

Marie.—Jesús, María y José...Kragler.—Tranquilízate, no me gusta que chilles así, también hay

aguardiente. ¿Qué quieres? Puedo probar a reírme, si eso te divierte. Dime, ¿te dieron un revolcón en la escalera antes de tu primera comunión? ¡Olvídate! ¿Fumas? (Se ríe). ¡Vamos a seguir!

Marie.—Están disparando en el barrio de los periódicos.Kragler.—Quizá hagamos falta allí. (Salen los dos. Viento).

(Dos HOMBRES van en la misma dirección).

UNO.—Creo que es mejor aquí.EL OTRO.—Quién sabe si allí podremos... (Orinan).UNO.—Cañones.El Otro.—¡Diablos! ¡En la Friedrichstrasse!UNO.—¡Donde mezclaba usted metilo falsificado!El otro.—¡Esta luna basta para volverte loco!UNO.—¡Cuando se ha vendido bajo cuerda tabaco sucio!El otro.—¡Sí, he vendido bajo cuerda tabaco sucio! ¡Pero usted ha

amontonado hombres en ratoneras!UNO.—¡No sé de qué le serviría decirlo!El otro.—¡No me colgarán solo!Uno.—¿Sabe usted lo que han hecho los bolcheviques? ¡Enséñeme las

manos! ¡No tiene callos! Pif, Paf. (El otro se mira las manos). Pif, Paf. ¡Ya huele usted mal!

El OTRO.—¡Ay, Dios!UNO.—¡Va a estar muy bien si consigue volver a casa con su

sombrero hongo!El otro.—¡También usted lleva sombrero hongo!UNO.—Pero abollado, amigo mío.El otro.—También yo puedo abollármelo.UNO.—Ese cuello duro es peor que una soga enjabonada.El otro.—Yo lo empapo de sudor, ¡pero usted lleva botines!UNO.—¡Y esa barriga!El OTRO.—¡Y su voz!

UNO.—¡Su mirada! ¡Su forma de andar! ¡Su porte!El otro.—Sí, eso hará que me cuelguen de un farol. ¡Pero usted tiene

cara de haber hecho el bachillerato!UNO.—-¡Yo tengo una oreja estropeada, con un surco de bala, señor

mío!El OTRO.—¡Maldita sea! (Salen los dos. Viento).

Page 39: Tambores en la noche

118 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

(Entra ahora por la izquierda toda la Cabalgata de las Valqui- rias: ANNA, como si huyera. Junto a a ella, con capa de etiqueta pero sin sombrero, MANKE, el CAMARERO del Bar Picadilly, que se comporta como si estuviera borracho. Detrás de ellos viene BABUSCH, arrastrando a MURK, que está borracho, pálido e hinchado).

Manke.—¡No piense más! ¡Se ha ido! ¡Se lo ha llevado el viento! ¡Quizá el barrio de los periódicos se lo haya tragado ya! Están dis-parando por todas partes, en los periódicos pasan toda clase de cosas, precisamente esta noche, y hasta puede que lo fusilen. (Hablando convincentemente a Anna, como borracho). Se puede escapar uno cuando disparan, pero también se puede no escapar. En cualquier caso: dentro de una hora no lo encontrará ya nadie, se deshará como un papel en el agua. Tiene la luna metida en la cabeza. Corre detrás de cualquier tambor. ¡Vaya! Salve a quien era, no, es, su amado.

Page 40: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 119

BABUSCH.—(Se pone de un salto ante Anna). ¡Alto la Cabalgata de las Val- quinas! Adonde van, hace frío y sopla el viento, y él habrá ido a parar a alguna tasca. (Imita al Camarero). Él, que esperó cuatro años, pero a quien ahora no hay quien lo encuentre.

Murk.—No hay quien lo encuentre, nadie. (Se sienta en una piedra).Babusch.—¡Y miren a ese!MANKE.—¡Qué me importa! ¡Regálenle un abrigo! ¡Pero no pierdan tiem-

po! ¡El, que esperó cuatro años, corre ahora más deprisa de lo que esas nubes pasan! ¡Desaparecerá más rápidamente de lo que desaparece ese viento!

Murk.—(Apático). Ese ponche tenía color artificial. ¡Y ahora que estaba todo listo! El.ajuar formado, el apartamento alquilado. ¡Venga a mi casa, Bab!

Manke.—¿Qué hace usted ahí de pie como la mujer de Lot? ¡No estamos en Gomorra! ¿Le impresiona ese miserable borracho? ¿No puede hacer otra cosa? ¿Es por el ajuar?

Babusch.—¿Pero qué le importa a usted eso? ¿Qué le importan las nu-bes? ¡Usted es camarero!

Manke.—¿Que qué me importa? ¡Las estrellas se salen de su órbita cuando a un hombre le deja indiferente una infamia! (Se lleva las manos al cuello). También yo salgo despedido. ¡También a mí me agarran del cuello! No hay que ser mezquino cuando un hombre está con el alma en un hilo.

Babusch.—¿Pero qué dice? ¿Con el alma en un hilo? ¿De dónde se lo saca? Le digo una cosa: habrá quien brame como un toro en los periódicos antes de que amanezca. Y será esa chusma que cree que ahora puede saldar viejas cuentas.

Murk.—(Se ha puesto de pie, lloriquea). ¿Por qué me arrastras de un lado a otro con este viento? Tengo ganas de vomitar. ¿Pero por qué huyes? ¿Qué pasa? ¡Te necesito! No es por el ajuar.

Anna.—No puedo.Murk.—Ya no me tengo sobre las piernas.Manke.—¡Siéntate! ¡No eres el único! Son golpes duros. Al padre le da

un ataque y esa cangura borracha llora. Pero la hija baja al barrio. Para buscar a su enamorado, que ha esperado cuatro años.

Anna.—No puedo.Murk.—Ya tienes hecho el ajuar. Y los muebles están en las

habitaciones.Manke.—El ajuar está plegado, pero la novia no llega.Anna.—Mi ajuar está comprado, lo he puesto en el armario, prenda por

prenda, pero ahora no lo necesito. La vivienda está alquilada y las cortinas están ya colgadas y no faltan las alfombras. Pero ha llegado uno que no tiene zapatos y solo una chaqueta, llena de polillas.

Manke.—¡Y el barrio de los periódicos se lo ha tragado! ¡La taberna lo espera! ¡La noche! ¡La miseria! ¡Es un paria! ¡Sálvelo!

Page 41: Tambores en la noche

120 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

Babusch.—Todo eso es un drama: El ángel de las tabernas del puerto.Manke.—¡Sí, el ángel!MURK.—¿Y tú quieres bajar? ¿A la Friedrichstrasse? ¿Y no hay nada que pueda

detenerte?ANNA.—No sé.Murk.—¿No? ¿No quieres pensar aún en «lo otro»?ANNA.—No, no quiero ya.MURK.—¿No quieres ya «lo otro»?Anna.—¡Es la soga que tengo al cuello!MURK.—¿Y no te sostiene?ANNA.—¡Ahora se ha soltado!Murk.—¿No te importa tu hijo?Anna.—No me importa.Murk.—¿Porque ha llegado ese que no tiene ni chaqueta?Anna.—¡No lo conocí!MURK.—¡No es ya él! ¡No lo conociste!ANNA.—Estaba ahí en medio, como un pobre animal. ¡Y vosotros le golpeabais

como a un animal!MURK.—¡Y él lloraba como una vieja!ANÑA.—Y él lloraba como una mujer.Murk.—¡Y se largó y te dejó aquí plantada!Anna.—¡Y se fue y me dejó aquí plantada!MURK.—¡Él se acabó!ANNA.—¡Y él se acabó!Murk.—Se fue...ANNA.—Pero cuando se fue, y había acabado...Murk.—No quedó nada, absolutamente nada.Anna.—Quedó tras él un remolino y una pequeña corriente que era muy

fuerte y más fuerte que todo, y ahora me voy yo y ahora vengo y ahora todo ha acabado, para nosotros, para él y para mí. Porque, ¿dónde está? ¿Sabrá Dios dónde está? (Mira tranquilamente a Manke y le dice con suavidad). ¡Vuelva usted a su bar, se lo agradezco, y llévelo a él allí! ¡Y usted, Bab, venga conmigo! (Y sale corriendo por la derecha).

MURK.—(Graznando). ¿Adonde va?Babusch.—Ahora se ha deshecho la Cabalgata de las Valquirias, mucha-

cho.Manke.—El amante ha desaparecido ya, pero la amada corre en pos, en

alas del amor. El héroe ha caído, pero su ascensión a los cielos está ya dispuesta.

Babusch.—Pero el amante tirará a la amada al arroyo y preferirá descen-der a los infiernos. ¡Es usted un romántico!

Manke.—Ella se pierde ya, apresurándose hacia el barrio de los perió-dicos. Se la ve aún como una vela blanca, como una idea, como una última estrofa, como un cisne embriagado volando sobre las aguas...

Babusch.—¿Qué va a pasar con esta pradera borracha?

Page 42: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 121

Murk.—Yo me quedo aquí. Hace frío. Cuando haga más frío aún, volverán. No sabéis absolutamente nada porque no sabéis nada de lo otro. ¡Dejadlos correr! ¡No aceptará a las dos! A una la dejó y son dos las que lo persiguen. (Se ríe).

Babusch.—¡Ella desaparece ahora, por Dios, como una última estrofa! (La sigue, caminando pesadamente).

Manke.—(Le grita). ¡En la destilería de Glubb, en la Chaussée-strasse! ¡La prostituta y él andan por la destilería de Glubb! (Una vez más abre los brazos, solemnemente). La revolución se los traga, ¿se encontrarán?

CUARTO ACTO

(LLEGA LA AURORA)

Una pequeña taberna.

(GLUBB, el tabernero, vestido de blanco, canta con su guitarra «La balada del soldado muerto». LAAR y un hombre sombrío y borracho le miran fijamente los dedos. Un hombrecito cuadrado, llamado BULLTROTTER, lee el periódico. MANKE, el CAMARERO, hermano del MANKE del Bar Picadilly, está bebiendo con AUGUSTE, prostituta, y todos fuman).

Bulltrotter.—¡Quiero aguardiente y no soldados muertos, quiero leer el periódico y para eso necesito aguardiente, porque si no no lo entiendo, maldita sea!GLUBB.—(Con voz fría y vidriosa). ¿No está cómodo aquí?

BULLTROTTER.—Sí, pero hay una revolución.

Glubb.—¿Para qué? En mi local la escoria se encuentra cómoda y Lázaro canta.

El hombre borracho.—Yo soy la escoria, tú Lázaro.Un OBRERO.—(Entra y se dirige al mostrador). Buenas, Karl.

Glubb.—¿Tienes prisa?El obrero.—A las once en la plaza de la Intendencia.GLUBB.—Hay un montón de rumores.

El obrero. En el apeadero está desde las seis la división de cazadores de la guardia. En el «Adelante» todo está tranquilo aún. Hoy nos haría falta tu Paul, Karl.

(Silencio).

Manke.—Aquí no se suele hablar de Paul.El obrero.—(Paga). Hoy no se hace lo que se suele. (Sale).Manke.—(A Glubb). ¿Y en noviembre se hacía lo que se solía? Debería

usted tener una estaca a mano y en los dedos sensibilidad.

Page 43: Tambores en la noche

122 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

Glubb.—(Frío). ¿Desea algo el señor?BULLTROTTER.—¡Libertad! (Se quita la chaqueta y el cuello).

Page 44: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 123

Glubb.—Está oficialmente prohibido beber en mangas de camisa.Bulltrotter.—Reaccionarios.Manke.—¡Ensayen la Internacional a cuatro voces, con trémolo! ¡Liber-

tad! ¿Eso quiere decir que si un hombre lleva los puños de la camisa limpios, ese hombre tendrá que limpiar lavabos?

Glubb.—Va a romper el mármol, que es de madera.Auguste.—¿Es que los que llevan los puños de camisa blancos no

deben limpiar lavabos?Bulltrotter.—¡Vas a ir al paredón, muchacha!AUGUSTE.—Entonces los de los puños blancos tendrían que hacer el favor de

taponarse el culo.

Manke.—Auguste, eres una ordinaria.Auguste.—Avergonzaos, puercos, habría que arrancaros los intestinos

y colgaros con ellos de los faroles, a vosotros los de los puños. ¡Señorita, hágame una rebaja, que hemos perdido la guerra! ¡Que no hagan el amor si no tienen cuartos, ni hagan la guerra si no saben! ¡Quite los pies de la mesa delante de una dama! ¿Por qué tengo que oler sus pies sudados, so pelagatos?

Glubb.—No tiene los puños blancos en absoluto.El hombre borracho.—¿Qué es eso que arma tanto estrépito?MANKE.—¡ Cañones!

El hombre borracho.—(Pálido, hace una mueca a los otros). ¿Qué es eso que hace tanto ruido?

(GLUBB corre a la ventana, la abre de golpe, se oye pasar a los cañones por la calle. Todos se acercan a la ventana).

Bulltrotter.—Es el regimiento de los Abejorros.AUGUSTE.—Jesús, María y José. ¿Adonde van?

Glubb.—¡A los periódicos, mujer! ¡Son lectores de periódicos! (Cierra la ventana).

Auguste.—Jesús, María y José. ¿Quién hay en la puerta?

(KRAGLER, tambaleándose como si estuviera borracho y vacilando sobre los pies, aparece en el umbral).

Manke.—¿Estará poniendo un huevo en la puerta?AUGUSTE.—¿Quién eres?

KRAGLER.—(Sonriendo torvamente). ¡NADIE!

Auguste.—¡Pero si le corre el sudor por el cuello! ¿Tanto has corrido?El hombre borracho.—¿Tienes diarrea?Kragler.—No, no tengo diarrea.MANKE.—(Se dirige en diagonal hacia él). Bueno: ¿qué barbaridad has

hecho, chico? Esa cara la conozco.

Page 45: Tambores en la noche

\124 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

Marie.—(Aparece detrás de él). No ha hecho ninguna barbaridad. Yo lo he invitado, Auguste, no tiene dónde meterse. Ha estado en África. Siéntate.

(KRAGLER sigue de pie en la puerta).

MANKE.—¿Prisionero?

MARIE.—Sí, y desaparecido.

Auguste.—¿También desaparecido?Marie.—Y prisionero. Y entretanto le robaron su prometida.Auguste.—Entonces ven con mamá. Siéntate, artillero. (A Glubb). ¡Cinco

kirsches dobles, Karl!

(GLUBB sirve cinco vasos, y MANKE los pone sobre una

mesita).

GLUBB.—A mí me robaron la semana pasada la bicicleta.

(KRAGLER se acerca a la mesita).

Auguste.—¡Cuéntanos algo de África!

(KRAGLER no responde, pero bebe).BULUTROTTER.—Suéltalo. El patrón es rojo.

GLUBB.—¿Qué soy yo?

BULLTROTTER.—Rojo.

MANKE.—Repórtese, señor mío, aquí no hay nadie rojo, por favor.

BULLTROTTER.—Bueno, pues entonces, no.

AUGUSTE.—¿Y qué hiciste allá abajo?

Kragler.—(A Marie). Dispararles a los negros en la tripa. Pavimentar carreteras... Entonces, ¿son los pulmones?

Auguste.—¿Cuánto tiempo?KRAGLER.—(Siempre a MARIE). Veintisiete.

MARIE.—Meses.

AUGUSTE.—¿Y antes?

Kragler.—¿Antes? Estuve metido en un agujero lleno de barro. Bulltrotter.—¿Y qué hacíais allí?KRAGLER.—Apestar.

Glubb.—Vaya, podíais haraganear a voluntad.Bulltrotter.—¿Y en África, cómo son las hembras?

(KRAGLER guarda silencio).

AUGUSTE.—No sea ordinario.

Page 46: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 125

BULLTROTTER.—Y cuando volvió a casa, ella no estaba en casa, ¿eh? ¿Seguro que había pensado que iría todas las mañanas al cuartel, a esperarlo con los perros?

KRAGLER.—(A MARIE). ¿Le parto la boca?GLUBB.—No, todavía, no. Pero puedes hacer que toque el orquestrión,

eso sí.KRAGLER.—(Se levanta vacilante y saluda militarmente). A LA ORDEN. (Se

acerca al orquestrión y lo hace funcionar).BULLTROTTER.—Sentimentalismos.

AUGUSTE.-—-Solo tiene los sentimientos de un cadáver; se ha sobrevivido a sí mismo.

GLUBB.—Sí, sí, sí, sí. Le han hecho una pequeña injusticia. Pero la cubrirá la hierba.

BULLTROTTER.—Vaya, ¿no es usted rojo? Glubb, ¿no se hablaba antes de un sobrino?

GLUBB.—SÍ, se hablaba. Pero no en este local, desde luego.BULLTROTTER.—No, no en este local. En la Siemens.GLUBB.—Poco tiempo.BULLTROTTER.—-En la Siemens, poco tiempo. Allí era tornero. ALLÍ fue tor-

nero poco tiempo. Allí fue tornero hasta noviembre, ¿no?EL HOMBRE BORRACHO.—(Que hasta ahora no ha hecho más que reírse,

canta).Mi hermano es ahora un despojoY yo por poco me muero.

En noviembre yo era rojoPero estamos en enero

GLUBB.—Señor Manke, este señor no quiere molestar a nadie. Ocúpese de ello.

KRAGLER.—(Ha agarrado a AUGUSTE Y da saltos con ella de un lado a otro).«Un perro entró en la cocinaPara robar como hay Dios.Cogió el cocinero un hachaY al perro lo partió en dos».

EL HOMBRE BORRACHO.—(Estremecido de risa). Tornero poco tiempo.GLUBB.—¡Por favor, no me rompa los vasos, artillero!MARIE.—Ahora está borracho. Ahora se siente mejor.KRAGLER.—¿Se siente mejor? Consuélate, hermano cuba de

aguardiente, y di: todo eso no existe.AUGUSTE.—Bebe tú también.El HOMBRE BORRACHO.—¿No SE hablaba DE un sobrino?KRAGLER.—¿Qué es un puerco a los ojos de Dios Nuestro Señor, herma-

na prostituta? No es nada.EL HOMBRE BORRACHO.—No en este local.

Kragler.—¿Y por qué? ¿Se puede suprimir al ejército o a Dios? ¿Puedes suprimir las torturas, señor rojo, y las torturas que los hombres enseñaron al diablo? No puedes suprimirlas, pero puedes vender aguardiente. ¡Por eso, bebed y cerrad la puerta, y no dejéis entrar el viento, que también tiene frío, y poned maderas!

Bulltrotter.—El patrón dice que te acaba de ocurrir una pequeña injusti-

Page 47: Tambores en la noche

126 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

cia, pero que la cubrirá la hierba, eso dice.Kragler.—¿Crecerá? ¿Ha dicho injusticia, hermano señor rojo? ¡Qué pa-

labra esa, injusticia! No hacen más que inventar palabritas y lanzarlas al aire, y entonces pueden volver a echarse y entonces crece la hierba. Y el hermano mayor le parte la boca al pequeño, y el gordo roba la leche más gorda, y la hierba crece estupendamente.

El hombre borracho.—¡Y el sobrino! ¡Del que no se habla!Kragler.—«Vinieron los otros perros Para cavarle la tumbaY pusieron una lápida Escrita con mucha zumba:Un perro entró en la cocina...»

Y, por eso, poneos cómodos en este pequeño planeta, hace frío aquí y está un poco oscuro, señor rojo, y el mundo es demasiado viejo para que puedan venir tiempos mejores y el cielo está ya alquilado, amigos míos.

Marie.—Entonces, ¿qué podemos hacer? Dice que quiere ir al barrio de los periódicos, que es allí donde hay que ir, pero, ¿qué pasa en el barrio de los periódicos?

Kragler.—Un coche se dirige al Bar Picadilly.Auguste.—¿Va ella en él?Kragler.—Ella va en él. Tengo el pulso completamente normal, podéis

sentirlo. (Extiende una mano, mientras bebe con la otra).MARIE.—Se llama Andree.

KRAGLER.-—Andree. Sí, me llamaba Andree. (Sigue tomándose el pulso distraídamente).

Laar.—Eran sobre todo pinos, pequeños.Glubb.—Ahora se les abre la boca hasta a las piedras.Bulltrotter.—¿Y tú lo vendiste, bobo?Laar.—¿Yo?Bulltrotter.—¡Ah, el banco! Interesante, Glubb, pero no en este local.Glubb.—¿Estáis ofendidos? Pero podéis dominaros. Bueno, ¡pues

entonces dejaos dominar! Estáte quieto cuando te arranquen la piel, artillero, porque si no se te partirá y es la única que tienes. (Sin dejar de ocuparse de los vasos). Sí, estáis un tanto ofendidos, os han matado con cañones y sables, cagado un poco y vomitado un tanto. ¡Y qué!

Bulltrotter.—(Señalando los vasos). ¿Todavía no están limpios?El HOMBRE borracho.—¡Lávame señor, para que me vuelva blanco!

¡Lávame para que me vuelva blanco como la nieve! (Canta).

Mi hermano es ahora un despojoY yo por poco me muero.En noviembre yo era rojoPero estamos en enero.

Glubb.—Ya basta.Auguste.—¡Cobardes!

Page 48: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 127

Mujer de los periódicos.—(Entrando). ¡Espartara está en el barrio de los periódicos! ¡Rosa la Roja está hablando al aire libre en el Zoológico! ¿Hasta cuándo van a durar los alborotos del populacho? ¿Dónde está el ejército? ¿Diez pfennige, señor artillero? Dónde está el ejército, diez pfennige. (Sale, porque nadie le compra).

Auguste.—¡Y sin Paul!KRAGLER.—¿Silban otra vez?

GLUBB.—(Cierra el armario y se seca las manos). El local está cerrado.Manke.—¡Venga, Auguste! ¡No va por tí, pero venga! (A Bulltrotter). ¿Y

usted, señor? Dos marcos sesenta.Bulltrotter.—Yo estuve en Skagerrak, y aquello tampoco fue una

noche de bodas.EL HOMBRE BORRACHO.—(Pone el brazo alrededor de MARIE).

Despreciable pero buena

Cruza con ella la mar serena.

Kragler.—¡Vamos a los diarios!

«Un perro entró a la cocinaRara robar como hay Dios.Cogió el cocinero un hachaY al perro lo partió en dos».

(LAAR se dirige tambaleante hacia el orquestrión, arranca el tambor y sale redoblando detrás de los otros).

Page 49: Tambores en la noche

128 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

QUINTO ACTO

(LA CAMA)

Puente de madera.

(Griterío, gran luna roja).

Babusch.—Debería irse a casa.Anna.—Ya no puedo. Paxa qué, he esperado cuatro años con una foto-

grafía y he aceptado a otro. Tenía miedo de noche.Babusch.—Ya no me quedan cigarros. ¿No va a volver a casa?ANNA.—¡ Escuche!Babusch.—Rompen periódicos y los tiran a los charcos, insultan a las

ametralladoras, se disparan en los oídos y creen que están haciendo un nuevo mundo. Ahí viene otro montón de ellos.

ANNA.—¡Ahí está él!

(Con los que se acercan se produce una gran confusión en las calles. Surgen tiroteos en muchas direcciones).

Anna.—¡Ahora se lo diré!Babusch.—¡Le taparé la boca!Anna.—¡No soy un animal! ¡Voy a gritar!Babusch.—¡Y yo sin cigarros!

(De entre las casas salen GLUBB, LAAR, el hombre borracho, las dos mujeres, MANKE, el camarero de la taberna, y Andreas KRA-GLER).

Kragler.—Estoy ronco, estoy harto de África. Me voy a ahorcar.Glubb.—¿No podrías ahorcarte mañana y venir ahora con nosotros a los

periódicos?KRAGLER.—(Mira fijamente a ANNA). Sí.Auguste.—¿Has visto una aparición?Manke.—¡Oye, se te han puesto los pelos de punta!GLUBB.—¿Es ella?Kragler.—Sí, qué pasa, ¿por qué os detenéis? ¡Ai paredón con vosotros!

¡Adelante, adelante, siempre adelante!ANNA.—(Va a su encuentro). ¡Andree!El hombre borracho.—¡Menead las piernas, que el amor llama!Anna.—Andree, espera, soy yo, quiero decirte algo. (Silencio). Quiero

llamarte la atención sobre una cosa, espera un poco, no estoy borracha. (Silencio). Y no llevas gorra, hace frío. Tengo que decirte algo al oído.

KRAGLER.—¿Estás borracha?Auguste.—¡Ahora lo persigue su novia, y su novia está borracha!Anna.—Sí, ¿qué dices? (Da unos pasos). Tengo un hijo.

Page 50: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 129

(AUGUSTE se ríe estridentemente. KRAGLER vacila, mira de soslayo al puente, da unos pasos torpes, como si estuviera aprendiendo a andar).

Auguste.—¿Debes de creer que estás soñando?KRAGLER.—(Con las manos en las costuras del pantalón). ¡A la orden!MANKE.—Tiene un hijo. Tener hijos es asunto suyo. ¡Ven ahora!Kragler.—(Rígido). ¡A la orden! ¿Adonde?MANKE.—Se ha vuelto loco.GLUBB.—¿No estuviste alguna vez en África?Kragler.—Marruecos, Casablanca, barraca 10.ANNA.—¡Andree!KRAGLER.—(Escucha). ¡Escuchad a mi novia, la muy puta! ¡Ha venido, está ahí,

con la tripa hinchada!Glubb.—Un poco anémica, ¿no?Kragler.—¡Chist! Yo no fui, yo no he sido.Anna.—¡Andree, que hay gente!Kragler.—¿Se te ha hinchado la tripa de aire o es que te has vuelto

puta? Yo estaba fuera, no podía cuidarte, estaba echado en la mierda. ¿Dónde estabas echada tú mientras yo estaba echado en la mierda?

Marie.—No debería hablar así. ¿Qué sabe usted?Kragler.—¡A ti querría verte! Ahora estaría echado donde debo estar,

tendría viento en el cráneo, tendría polvo en la boca y no sabría nada. Pero quería ver antes esto. No me ha sido fácil. He comido orujos. Eran amargos. He salido arrastrándome a gatas de mi agujero lleno de barro. ¡Fue gracioso! ¡Qué puerco! (Abre mucho los ojos). Un espectáculo, ¿eh? ¿Con entrada gratis? (Coge terrones de tierra y ¡os lanza a su alrededor).

Auguste.—¡ Detenedlo!Anna.—¡Tíraselos, Andree! ¡Tíraselos! ¡Aquí!Marie.—¡Quitadle a esa mujer, que la va a matar!Kragler.—¡Idos al diablo! ¡Tenéis todo lo que queríais! ¡Abrid la boca! No

hay otra cosa.Auguste.—¡Bajadle la cabeza! ¡En la mierda esa cabeza! (Los hombres su-

jetan a Andree contra el suelo). ¡Y ahora haga el favor de esfumarse, señorita!

Glubb.—(A Anna). Sí, ahora váyase a casa, el aire de la mañana hace daño a los ovarios.

Babusch.—(Aplaude mientras atraviesa el campo de batalla hacia Kragler y le explica, mordiendo su cigarro estrujado). Ahora sabe dónde le aprieta el zapato. Es usted Dios y acaba de hacer tronar. En cuanto a esa mujer, está embarazada, no puede quedarse sentada en esa piedra, las noches son frías, quizá pueda usted decirle algo...GLUBB.—Sí, quizá puedas decirle algo.

(Los hombres dejan levantarse a KRAGLER.Reina el silencio, sopla el viento, dos HOMBRES cruzan

Page 51: Tambores en la noche

130 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

apresuradamente).

UNO.—Tienen la casa de Ullstein.El otro.—Y la artillería se dirige a Mosse.Uno.—Somos demasiado pocos.El otro.—Muchos no han llegado aún.Uno.—Demasiado tarde.

(Pasan).

AUGUSTE.—¡Ahí lo tenéis! ¡Acabad de una vez!Manke.—¡Tiradle la respuesta a la cara, a ese burgués y a su puta!Auguste.—(Quiere arrastrar a Kragler). ¡Ven con nosotros a los periódicos,

chico! Te crecerán otra vez las agallas.Glubb.—¡Déjala en paz en su piedra! A las siete pasa el metro.

AUGUSTE.—Hoy no funciona el metro.El hombre borracho.—¡Adelante, entremos en el hosanna!

(ANNA se ha levantado otra vez).

Marie.—(La contempla). Blanca como la pared.GLUBB.—Un poco pálida y un poco delgada.

Babusch.—Se está estropeando.Glubb.—Solo lo parece, es que la luz no favorece. (Contempla el cielo).Auguste.—Ahí vienen de Wedding.Glubb.—(Frotándose las manos). Tú también viniste con los cañones. ¡A

lo mejor eres uno de ellos! (Kragler guarda silencio). ¡No dices nada, eso es prudente! (Dando vueltas a su alrededor). Tienes la chaqueta algo desteñida y, en conjunto, estás algo pálido, un poco deshilacha- do. Pero eso no importa mucho. Quizá solo sean un poco desagradables tus zapatos, que crujen. Pero puedes darles grasa. (Olfatea el aire). Desde luego, desde las once se han hundido algunos cielos estrellados y los gorriones se han comido a algunos salvadores, pero menos mal que aún estás ahí. Solo tu digestión me preocupa todavía. De todas formas, aún no te has vuelto transparente a la luz, al menos se te ve.

Kragler.—¡Ven aquí, Anna!Manke.—«¡Ven aquí, Anna!».Anna.—Eh, vosotros, ¿dónde está la estación del metro?Auguste.—Hoy no hay metro. Hoy no hay estación de metro, ni trenes, ni

tranvías en todo el día. Hoy hay calma en todas partes, los trenes están detenidos en todas las vías y caminaremos de un lado a otro como seres humanos hasta esta noche, querida.

Kragler.—¡Ven aquí conmigo, Anna!Glubb.—¿No quieres acompañamos todavía un poco, hermano artillero?

(KRAGLER guarda silencio).

Glubb.—Algunos de nosotros nos hubiéramos bebido aún unos aguar-dientes, pero tú te opusiste. Algunos nos hubiéramos ido a gusto a

Page 52: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 131

la cama, pero no tenías cama y por eso tampoco nos fuimos a casa.

(KRAGLER guarda silencio).

ANNA.—¿No quieres ir, Andree? Los señores esperan.MANKE.—¡Hombre, decídete de una vez!Kragler.—Tiradme piedras, pero me quedo aquí: puedo darles hasta la

camisa, pero poner la cabeza en el tajo, eso no quiero hacerlo.El hombre borracho.—Qué tendrá que ver el culo con las Témporas.Auguste.—¿Pero pero pero y los periódicos?Kragler.—No hay nada que hacer. No me dejaré arrastrar a los periódi-

cos en mangas de camisa. Ya no soy un borrego. No quiero reventar. (Saca su pipa del bolsillo del pantalón).

Glubb.—¿No es eso un poco actuar como un pordiosero?Kragler.—¡Hombre, te dispararán un tiro en pleno pecho! ¡Anna! ¿Por

qué me miras así, maldita sea? ¿Tendré que defenderme también de ti? (A Glubb). A ti te mataron un sobrino, pero yo.tengo otra vez a mi mujer. ¡Anna, ven!

GLUBB.—Creo que podemos seguir solos.AUGUSTE.—Entonces, todo eso, África y los demás, ¿era mentira?Kragler.—¡No, era verdad! ¡Anna!Manke.—El señor ha estado gritando como un corredor de Bolsa, y ahora

quiere irse a la cama.KRAGLER.—Ahora tengo a mi mujer.

Page 53: Tambores en la noche

132 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

Manke.—¿La tienes?Kragler.—¡Ven aquí Anna! No está intacta, no es inocente, ¿fuiste de-

cente o tienes un diablo en el cuerpo?Anna.—Un diablo, sí, eso es lo que tengo.Kragler.—Eso es lo que tienes.Anna.—Aquí dentro está, la pimienta no sirvió de nada y mis caderas es-

tán estropeadas para siempre.Kragler.—Sí, así es ella.Manke.—¿Y nosotros? Empapados de aguardiente hasta el alma y llenos

de palabrería hasta el ombligo, pero los cuchillos que tenemos en las zarpas, ¿de quién son?

KRAGLER.—Son míos. (A ANNA). SÍ, así eres.Anna.—Sí así soy.Auguste.—¿Seguro que no gritaste: «¡A los periódicos!»?KRAGLER.—Sí, grité. (A ANNA). ¡Ven aquí!Manke.—Sí, gritaste, y eso te devorará, muchacho. Gritaste: «¡A los pe-

riódicos!».Kragler.—Y me voy a casa. (A Anna). ¿Tendré que empujarte?Auguste.—¡Puerco!ANna.—¡Déjame! Disimulé ante mi padre y mi madre y me acosté con un

mozo.Auguste.—¡Puerca tú también!KRAGLER.—¿Qué hiciste?Anna.—Compré cortinas con él. Y dormí con él en la misma cama. Kragler.—¡ Cállate!Manke.—¡Hombre, me ahorco si vacilas!

(Al fondo, gritos lejanos).

Auguste.—Y ahora están atacando a Mosse.ANNA.—Y a ti te olvidé por completo, a pesar de tu fotografía con pelos y señales.KRAGLER.—¡ Cállate!Anna.—¡Te olvidé! ¡Te olvidé!Kragler.—Me importa un pito. ¿Tendré que ir a buscarte con un cuchillo?Anna.—Sí, ven a buscarme. Sí, ¡con un cuchillo!MANKE.—¡Al agua con esa carroña!

(Se echan sobre ANNA).

Auguste.—Sí, quitadle a ese ser.Manke.—¡Agarradla por el cuello!Auguste.—¡Metedla bajo el agua, a esa embaucadora!ANNA.—Andree.Kragler.—¡Soltadla!

(Solo se oye jadear. A lo lejos, cañonazos sordos e irregulares).

Page 54: Tambores en la noche

TAMBORES EN LA NOCHE 133

MANKE.—¿Qué es eso?

AUGUSTE.—Artillería.

Manke.—Cañones.Auguste.—Que Dios se apiade de los que están allí. ¡Explotarán como

peces!KRAGLER.—¡Anna!

(AUGUSTE corre con la cabeza baja hacia el fondo).

BULLTROTTER.—(Aparece al fondo, sobre el puente). Maldita sea, ¿dónde estabais?

GLUBB.—Tiene que ir al retrete.

Manke.—¡Miserable! (Sale).Kragler.—Ahora me voy a casa, mi querido cisne.Glubb.—(Ya en el puente). Sí, todavía tienes cojones.KRAGLER.—(A ANNA). Silban otra vez, cuélgate de mi cuello, Anna.

Anna.—También yo quiero largarme.Glubb.—Pero mañana temprano te ahorcarás en el retrete.

(AUGUSTE ha desaparecido ya con los demás).

Kragler.—Tú irás al paredón, amigo.Glubb.—Sí, la mañana trae muchos olores, muchacho. Algunos,

desde luego, se pondrán a salvo. (Desaparece).Kragler.—¡Casi os ahogasteis con las lágrimas que derramasteis por

mí, y yo solo me he lavado la camisa con vuestras lágrimas! ¿Tendrá que pudrirse mi carne en el arroyo para que vuestras ideas suban al cielo? ¿Estáis borrachos?

Anna.—¡Andree! ¡No importa!Kragler.—(Sin mirarla a la cara, da vueltas agarrándose el cuello).

¡Estoy hasta aquí! (Se ríe rabioso). No es más que teatro.Tablas, y una luna de papel y, detrás, la carnicería, que es lo único verdadero. (Vuelve a dar vueltas, con los brazos colgando hasta el suelo y recoge el tambor de la taberna). Se han dejado el tambor. (Golpea en él). El semiespartaquista o La fuerza del amor. El baño de sangre en el barrio de los periódicos o Todo el mundo se siente bien en su pellejo. (Levanta los ojos, parpa-dea). Con pancarta o sin pancarta. (Redobla). Suena la gaita, los pobres mueren en el barrio de los periódicos, las casas se les caen encima, amanece, están echados como gatos ahogados en el asfalto, soy uncerdo y ese cerdo se va a casa. (Toma aire). Me pondré una camisa limpia, todavía conservo el pellejo, me quitaré la chaqueta y me engrasaré las botas. (Se ríe malignamente). El griterío habrá pasado por completo mañana por la mañana, pero mañana por la mañana yo estaré en la cama, reproduciéndome para no

Page 55: Tambores en la noche

134 TEATRO COMPLETO DE BERTOLT BRECHT

extinguirme. (Redobla). ¡No me miréis con esos ojos tan románticos! ¡Usureros! (Redobla). ¡Acaparadores! (Riéndose con todas sus ganas, atragantándose casi). ¡Cobardes sanguijuelas, cobardes! (Se le atraganta la risa, no puede más, se bambolea, arroja el tambor contra la luna, que era un farolillo, y tambor y luna caen al río, que no tiene agua). Borracheras y niñerías. ¡Ahora viene la cama, la cama grande, blanca y ancha, ven!ANNA.—¡Ay, Andree!

KRAGLER.—(La lleva hacia el fondo). ¿También tu sientes calor?Anna.—Pero si no llevas chaqueta. (Le ayuda a ponérsela).KRAGLER.—Hace frío. (Le pone el chal alrededor del cuello). ¡Ahora ven!

(Se van el uno junto al otro, sin tocarse. ANNA, un poco retrasada. En el aire, alto, muy lejos, un griterío blanco y salvaje: viene del barrio de los periódicos).

KRAGLER.—(Se detiene, escucha de pie, le pasa a ANNA el brazo por los hombros). Han pasado cuatro años.

(Salen, mientras continúa el griterío).