El Cerebro Como Holograma

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M24 El cerebro como Holograma Cómo y dónde se almacenan los recuerdos? Se creía que cada recuerdo (como el recuerdo de la última vez que viste a tu abuela o el de la fragancia de una gardenia que oliste a los dieciséis años) tenía una posición específica en algún lugar de las células cerebrales. Esos rastros de los recuerdos se llamaban engramas.  En 1946 el neurofisiólogo Karl Lashley realizó unos experimentos en su búsqueda incesante de los complicados mecanismos causantes de la memoria. En ellos adiestró a ratas en varias tareas, como recorrer un laberinto, por ejemplo. Después, les eliminaba quirúrgicamente varios trozos del cerebro y volvía a someterlas a prueba. Su propósito era extirpar literalmente la zona del cerebro que contenía el recuerdo de la habilidad para recorrer el laberinto. Descubrió sorprendido que no conseguía erradicarlo, extirpase lo que extirpase. A menudo resultaba perjudicada la capacidad mo triz de las ratas, que se movían a trompicones por el laberinto, pero sus recuerdos seguían pertinazmente intactos incluso cuando les habían quitado trozos enormes de cerebro. Si los recuerdos ocupan posiciones específicas en el cerebro del mismo modo que los libros ocupan posiciones específicas en los estantes de una biblioteca, ¿por qué no les afectaban los saqueos quirúrgicos de Lashley? La única respuesta parecía ser que los recuerdos no estaban ubicados en sitio s específicos del cerebro, sino que estaban extendidos o distribuidos  de algún modo por todo el cerebro. La eliminación de una gran parte del cerebro podía hacer que la memoria de un paciente se hiciera imprecisa en general, pero nunca nadie había salido de una operación con una pérdida de memoria selectiva.  Ni siquiera la eliminación de una parte del lóbulo temporal creaba un vacío en los recuerdos de una persona.

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M24

El cerebro como Holograma

Cómo y dónde se almacenan los recuerdos?

Se creía que cada recuerdo (como el recuerdo de la última vez que viste a tu abuela o el dela fragancia de una gardenia que oliste a los dieciséis años) tenía una posición específicaen algún lugar de las células cerebrales. Esos rastros de los recuerdos se llamaban

engramas. 

En 1946 el neurofisiólogo Karl Lashley realizó unos experimentos en su búsquedaincesante de los complicados mecanismos causantes de la memoria. En ellos adiestró aratas en varias tareas, como recorrer un laberinto, por ejemplo. Después, les eliminabaquirúrgicamente varios trozos del cerebro y volvía a someterlas a prueba. Su propósito eraextirpar literalmente la zona del cerebro que contenía el recuerdo de la habilidad pararecorrer el laberinto. Descubrió sorprendido que no conseguía erradicarlo, extirpase loque extirpase. A menudo resultaba perjudicada la capacidad motriz de las ratas, que semovían a trompicones por el laberinto, pero sus recuerdos seguían pertinazmente intactosincluso cuando les habían quitado trozos enormes de cerebro.

Si los recuerdos ocupan posiciones específicas en el cerebro del mismo modo que loslibros ocupan posiciones específicas en los estantes de una biblioteca, ¿por qué no lesafectaban los saqueos quirúrgicos de Lashley?

La única respuesta parecía ser que los recuerdos no estaban ubicados en sitios específicosdel cerebro, sino que estaban extendidos o distribuidos de algún modo por todo elcerebro.

La eliminación de una gran parte del cerebro podía hacer que la memoria de un pacientese hiciera imprecisa en general, pero nunca nadie había salido de una operación con una

pérdida de memoria selectiva. Ni siquiera la eliminación de una parte del lóbulo temporal

creaba un vacío en los recuerdos de una persona.

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Una de las cosas que hace posible la holografía es un fenómeno llamado «interferencia». Lainterferencia es un patrón de entrecruzamiento que se produce cuando se cruzan entre sídos o más ondas, como las ondas del agua. La organización compleja de crestas y senosque resulta de dichas colisiones se conoce como «patrón de interferencia».

Cualquier fenómeno de ondas similar puede crear un patrón de interferencia, como lasondas lumínicas y las ondas de radio. La luz láser es especialmente buena para crearpatrones de interferencia.

La tridimensionalidad no es el único aspecto extraordinario de un holograma. Si cortamospor la mitad un trozo de película holográfica que contiene la imagen de una manzana y lailuminamos con láser, descubriremos que ¡cada mitad contiene la imagen entera de lamanzana! Y si dividimos ambas mitades una vez más y otra y otra, sigue siendo posiblereconstruir la manzana entera en cada trocito de película (aunque las imágenes se vuelvenmás borrosas a medida que los trozos van siendo más pequeños). A diferencia de lo queocurre en las fotografías normales, cada pequeño fragmento de película holográficacontiene toda la información grabada.

Ésa fue precisamente una característica que por fin ofrecía una vía para entender cómoestaban distribuidos los recuerdos en el cerebro, en lugar de ocupar una posición concretaen el mismo.

Los recuerdos no es lo único que el cerebro puede procesar de forma holográfica, tambiénlos centros visuales del cerebro resistían sorprendentemente la excisión quirúrgica. Traseliminar hasta el 90 por ciento de la corteza visual de una rata (la parte del cerebro querecibe e interpreta lo que el ojo ve), Lashley descubrió que la rata todavía podía realizar

tareas que requerían una compleja destreza visual. De manera similar, la investigacióndirigida por Karl Pribram, neurofisiólogo, reveló que se puede cortar hasta el 98 por cientode los nervios ópticos de un gato sin que su capacidad para llevar a cabo tareas visualescomplejas quede afectada seriamente.

Si el cerebro procesaba imágenes mediante una especie de holograma interno, un trozomuy pequeño del mismo bastaría para reconstruir la totalidad de lo que veían los ojos.

Lo único que quedaba por saber era qué tipo de fenómeno ondulatorio podría estarutilizando el cerebro para crear los hologramas internos.

Se sabía que las comunicaciones eléctricas que tienen lugar entre las células nerviosas delcerebro, o neuronas, no ocurren solas. Las neuronas son como pequeños árboles conramas; cuando un mensaje eléctrico llega al final de una de esas ramas, se irradia haciafuera como las ondas en un estanque. La concentración de neuronas es tan densa que lasondas eléctricas —igualmente un fenómeno ondulatorio en apariencia—, al expandirse, seentrecruzan constantemente unas con otras.

Cuando Pribram lo recordó, comprendió que con toda seguridad las ondas eléctricascreaban una colección caleidoscópica y casi infinita de patrones de interferencia y queéstos a su vez podrían ser lo que confería al cerebro sus propiedades holográficas. Elholograma había estado allí todo el tiempo, en el carácter de frente de onda de la conexiónde las células del cerebro.

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La holografía explica también cómo puede el cerebro almacenar tantos recuerdos en unespacio tan pequeño. Lo interesante es que los hologramas poseen también una capacidadincreíble para almacenar información. Se pueden grabar muchas imágenes diferentessobre la misma superficie cambiando el ángulo desde el cual los dos rayos láserimpresionan la película holográfica. Una imagen grabada de esa forma se puede recuperar

simplemente iluminando la película con un rayo láser con el mismo ángulo que el de losdos rayos originales. Se ha calculado que, con ese método, ¡en 2,54 cm2 de película sepuede almacenar la misma cantidad de información que en cincuenta biblias!.

Crear la ilusión de que las cosas están situadas donde no lo están es la característicaesencial del holograma. Como hemos mencionado ya, cuando miramos un holograma nosparece que tiene extensión en el espacio, pero si pasamos la mano a través de él,descubrimos que no hay nada.

El holograma es una imagen virtual, una imagen que parece estar donde no está y no tienemás extensión en el espacio que la imagen tridimensional que vemos de nosotros mismoscuando nos miramos en el espejo. Al igual que la imagen del espejo está situada en elazogue que cubre la superficie trasera del espejo, la situación real de un holograma estásiempre en la emulsión fotográfica de la superficie de la película que lo registra.

Georg von Bekesy, fisiólogo ganador del premio Nobel, aporta otros datos que demuestranque el cerebro es capaz de engañarnos haciéndonos creer que procesos internos tienenlugar fuera del cuerpo.

En opinión de Pribram, el trabajo de Bekesy es compatible con la visión holográfica yarroja luz adicional sobre la forma en que los frentes de onda que causan la interferencia

—o las fuentes de interferencia de vibraciones físicas, en el caso de Bekesy— capacitan alcerebro para localizar experiencias fuera de las fronteras físicas del cuerpo. Según él, eseproceso podría explicar también el fenómeno del miembro fantasma, o la sensación queexperimentan algunas personas con miembros amputados de que sigue estando presentela pierna o el brazo que les falta. Muchas veces esas personas sienten calambres, dolores uhormigueos extrañamente realistas en esos apéndices fantasmas; pero quizá lo queexperimentan es el recuerdo holográfico del miembro, que sigue grabado todavía en lospatrones de interferencia de sus cerebros.

Para demostrar que Pribram estaba equivocado, Paul Pietsch, biólogo de la Universidad deIndiana, concibió una serie de experimentos y eligió salamandras como sujetos de losmismos. Había descubierto en estudios previos que podía eliminar el cerebro de unasalamandra sin matarla y, aunque el bicho permanecía en un estado de estupor mientras lefaltaba el cerebro, su conducta volvía a ser completamente normal en cuanto se le reponía.

Su razonamiento consistía en que si la conducta alimenticia de una salamandra no seencontraba ubicada en ningún sitio específico dentro del cerebro, no debería importar laposición del cerebro en la cabeza. Si importaba, demostraría que la teoría de Pribram eraincorrecta Entonces cambió los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro de unasalamandra, pero descubrió consternado que la salamandra, en cuanto se recuperó,reanudó enseguida su alimentación normal.

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Cogió otra salamandra y le volvió el cerebro del revés. Cuando se recuperó, también sealimentó normalmente. Cada vez más frustrado, decidió recurrir a medidas más drásticas.En una serie de más de 700 operaciones, cortó los cerebros en rodajas, los sacudió, losbarajó, los menguó y hasta los picó, pero en cuanto volvía a colocar lo que quedaba delcerebro en las cabezas de sus desventurados sujetos, su conducta siempre volvía a la 

normalidad.

Con lo cual queda demostrado que los recuerdos no se encuentran localizados en una zonaespecífica del cerebro.

Existe una forma matemática de convertir cualquier patrón, por complejo que sea, en unlenguaje de ondas simples. Asimismo dichas ondas pueden transformarse otra vez en elpatrón original. En otras palabras, al igual que la cámara de televisión convierte unaimagen en frecuencias electromagnéticas y un aparato de televisión convierte esasfrecuencias otra vez en la imagen original. Jean B. Fourier, matemático francés, ensenócómo hacer un proceso similar utilizando las matemáticas. Las ecuaciones que desarrollópara convertir imágenes en formas de onda y otra vez en imágenes se conocen como «lastransformadas de Fourier».

Las transformadas de Fourier posibilitaron convertir la imagen de un objeto en una nubeborrosa de patrones de interferencia sobre una placa holográfica. Permitieron tambiénidear la forma de volver a convertir dichos patrones de interferencia en la imagen delobjeto original.

De hecho, la característica especial del holograma del «todo en cada parte» es una de lasconsecuencias que se producen cuando una imagen o un patrón se traducen al lenguaje de

formas de onda de Fourier.

Durante finales de los años sesenta y principios de los setenta, varios investigadorescontactaron con Pribram para informarle de que habían obtenido indicios de que elsistema visual funcionaba como una especie de analizador de frecuencias. Y como lafrecuencia es una medida del número de oscilaciones que experimenta una onda porsegundo, eran indicios vehementes de que el cerebro podría estar funcionando como unholograma.

Animado por la idea de que la corteza visual no respondía a los modelos sino a lafrecuencia de las diversas ondas, Pribram empezó a evaluar de nuevo el papel que jugaba

la frecuencia en los otros sentidos.

El fisiólogo y físico alemán Hermann von Helmholtz había demostrado que el oído era unanalizador de frecuencias. Investigaciones más recientes revelaron que el sentido delolfato parecía estar basado en las llamadas «frecuencias ósmicas». El trabajo de Bekesyhabía demostrado claramente que la piel es sensible a las frecuencias vibratorias e inclusoprodujo algún indicio de la posible intervención de un análisis de frecuencia en el sentidodel gusto.

Pero quizá el descubrimiento más asombroso de todos los que desveló Pribram fue el quehizo el científico ruso Nikolai Bernstein; hasta nuestros movimientos físicos pueden estarcodificados en el cerebro en un lenguaje Fourier de formas de onda. En la década de 1930,

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Bernstein vistió a varias personas con mallas negras y les pintó puntos blancos enhombros, rodillas y otras articulaciones. Luego, les colocó contra un fondo negro y lesfilmó mientras hacían diversas actividades físicas, tales como bailar, andar, saltar, dargolpes con un martillo y escribir a máquina.

Cuando reveló la película, sólo aparecieron los puntos blancos, moviéndose arriba y abajoy cruzando la pantalla en distintos movimientos fluidos y complejos.

Para cuantificar sus hallazgos, analizó según Fourier las diversas líneas trazadas por lospuntos y las convirtió en un lenguaje de formas de onda. Se quedó sorprendido aldescubrir que los movimientos ondulatorios contenían pautas ocultas que le permitían

predecir el siguiente movimiento hasta en menos de una pulgada.Pribram se dio cuenta de que si se llevaba el modelo holográfico del cerebro a suconclusión lógica, se abría la puerta a la posibilidad de que la realidad objetiva —el mundode las tazas de café, de las vistas de montaña, de los olmos y las lámparas de mesa—podría no existir siquiera o, al menos, no existir de la forma en que creemos que existe.

¿Era posible —se preguntaba— que fuera verdad lo que los místicos han estado diciendodurante siglos y siglos, que la realidad es maya, o ilusión, y que ahí fuera no hay sino unainmensa sinfonía plagada de formas de onda, un «dominio de frecuencias» que setransforma en el mundo tal y como lo conocemos, solamente después de que nos entre por

los sentidos?

Al examinar la obra de un especialista en física llamado David Bohm, Pribram se quedóanodado. No sólo encontró la respuesta a su pregunta, sino que descubrió además que,según Bohm, el universo entero es un holograma.