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BASILISCO El segundo nivel d e integración d e la evolución biológica. Faustino Cordón Sobre la idea d e cierre categorial e n lingüistica. Francisco Abad Nebot L a función dl léxico político en Tácito. Inés lllán Para una ontotogia de la norma jurídica. Manuel Atienza La teoría d e sistemas como paradigma d e las ciencias sociales. Ram ón G. Cotarelo Sobre jergas d e gremio e iniciación en el gran tronco /acoüeo. Fernando'Sánchez Dragó Luces y sombras d e l krausismo espariol, José Luis Calvo Buezas Filosofía. Luis Javier Alvarez El XV Congreso d e Filósofos Jóvenes. José María Laso Prieto FILOSOFÍA, CIENCIAS HUMANAS, TEORÍA DE L A CIENCIA Y DE L A CULTOR]

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BASILISCO

El segundo nivel de integración dela evolución biológica.Faustino Cordón

Sobre la idea de cierrecategorial en lingüistica.Francisco Abad Nebot

La función delléxico político en Tácito.Inés lllán

Para una ontotogiade la norma jurídica.Manuel Atienza

La teoría de sistemas comoparadigma de las ciencias sociales.

Ramón G. Cotarelo

Sobre jergas de gremio einiciación en el gran tronco /acoüeo.Fernando'Sánchez Dragó

Luces y sombrasdel krausismo espariol,

José Luis Calvo Buezas

Filosofía.Luis Javier Alvarez

El XV Congresode Filósofos Jóvenes.José María Laso Prieto

F I L O S O F Í A , C I E N C I A S H U M A N A S , T E O R Í A D E L A C I E N C I A Y D E L A CULTOR]

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SUMAMIO

EL BASILISCO / NU MER O 3 / JULIO-AGOSTO 1978

A R T Í C U L O S

, EL SEG UN DO NIVEL DE INTEG RAC IÓN DE LA EVOLU CIÓN BIOLÓG ICAFaustino Cordón ¡4

S O B R E L A ID E A D E CI E RRE CA T E G O RI A L E N L I N G Ü I S T I CAFrancisco Abad Nebot ¡12

LA F U N C I Ó N D E L L É X I CO P O L Í T I CO E N EL P RO L O G O D E L OS ANNALES D E T Á C I T OInés Ulan Calderón ¡11

P A R A U N A O N T O L O G I A D E LA N O R M A J U R Í D I C AManuel Atienta ¡37

C O L A B O R A C I O N E S

LA T E O RÍ A D E S I ST E M A S CO M O P A RA D I G M A D E LA S CI E N CI A S S O CI A L E SRamón García Cotarelo ¡46

T E A T R O C R I T I C O

SOBRE J E R G A S D E G R E M I O E I N I C I A C I Ó N E N E L G R A N T R O N C O J A C O B E O

Fernando Sánchez Drago ¡51

H I S T O R I A D E L P E N S A M I E N T O

LUCES Y S O M BRA S D EL K RA U S I S M O E S P A Ñ O L

José Luis Ca lvo Buezas 56

L É X I C O

FILOSOFÍA

Luis Javier Aharez 65

N O T A S

EL X V C O N G R E S O D E F IL Ó SO F O S J Ó V E N E S

José Marta Laso Prieto ¡67C R I T I C A DE LIBROS

E P I F A N Í A O N T O L O G I C A D E D E SC A R T ESAlberto Hidalgo ¡83

EL E S CÁ N D A L O D E LA F I L O S O F Í A E S P A Ñ O L AJosé MarM Laso Prieto ¡85

LA ÓPTICA D E N E W T O N B A J O EL P R IS M A D E K U H NAlberto Hidalgo ¡89

EL BASILISCO. Vilosofá. Ciencias Humanas. Teoría de la Ciencia y de la Cultura.

Dire ctor: GUSTAVO BUENO MARTÍNEZ. Director-Gerente: GUSTAVO BUENO SÁNCHEZ. Secretarios de Redacción: PILAR PALOP JONQUERES.MIGUEL ÁNGEL Q UINTA NUIA . Consejo de R edacción: JUAN RAMÓN ALVAREZ. LUIS JAVIER ALVAREZ. GUSTAVO BUENO MARTÍNEZ. GUSTAVO BUEN O SÁNCHEZ. JUAN CUETO ALAS. JOSÉ MANUEL FERNANDEZ CEPEDAL TOMAS R. FERNANDEZ RODRÍGUEZ. PURIFICACIÓN GIL

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ARTÍCULOS

CÉLULAS YASOCIACIONES DE

CÉLULASE l segundo nivel de integración

de la evolución biológicaFAUSTINO CORDÓNM a d r i d

n este artícxilo voy a procurar exponer delmodo más sumario (abstracto) posible eltema principal del volumen II , dedicadoal estudio del «origen, naturaleza y evolución de las células y asociaciones de células», de La alimentación, base de la biologíaevolucionista (Historia natural de la acciór(¡y

experiencia), volumen en el que actualmente estoy trabajando y a cuya redacción espero dar cima antes de |naño. Me es un gratísimo deber agradecer al profesbrGustavo Bueno la generosa aper tura de su espí r i tu ^uele ha l levado a interesarse por el volumen I y a pedirmeeste anticipo del II . Me parece que una rara cualidad cjüedistingue al verdadero espír i tu crí t ico es ésta del esfuerzo por dominar todo t rabajo ant iguo y a mayor abundamiento nuevo, procurando descubr i r objet ivamente loque en él haya de posit ivo entre la ganga de debilidadese imperfecciones, inherentes a todo lo humano y*. m,|scuando intenta penet rar denodadamente en lo desconocido en lucha contra el propio prejuicio (1) .

Los niveles de integraciónenergético-material en laorganización del universo

Una de las ideas rectoras de nuestro trabajo es la deique, no solo en los seres vivos, sino en lo inorgánico, la

Nota de la Redacción: Hemos creído conveniente señalar con un aster isco aquellos términosutilizados por el autor de este artículo que alcanzan en su obra el carácter de fecnicismos.Remitimos al lector , por nuestra par te, ai vol. I de La alimentación base de la hiolog/'a evolucionis-ta (Madrid, Alfaguara 1978) y, en particular, aal Glosario que ocupa las páginas 641 a 664.

( I ) El prof. Bue no, a quien no he tenido el gusto de conocer personalmente hasta este año,tuvo para con mi trabajo (cuando no hacía sino iniciar la dirección en que ha persistido desdeentonces) la misma abierta actitud con ocasión de la publicación, en 1954, de mi primer libroInmunidad y automultiplicación proteica. Por lo demás, la detenida y meditada recensión delp r o f eso r B u en o (.Theoria, 9, 153-158, 1955) fué el único eco publico que el libro despertó enEspaña.

realidad está estructurada en lo que denorninamos *nive-les de integración energético-material , que quizá podríandesignarse más expresivamente como niveles de individualización energéticomaterial . En ciencia y, en particular , en biología se habla cada vez más, desde hace unatreintena de años, de niveles; ahora bien, lo que sueledenominarse así son grados o est ra tos de agregación es

paciales que el hombre aprende a dist inguir y qué leayudan a orientarse en la, al parecer, inextr icable complejidad de la naturaleza. En un punto cualquiera deluniverso y s in movernos de é l pero aumentando progresivamente e l d iámetro del ámbi to considerado y de susrelaciones, el observador, de tanto en tanto y por saltosbruscos, se va encontrando, por así decir lo, con un número de pisos de conjuntos, p isos que se cont ienen losunos a los otros como un juego de cajas de dist into tamaño. De este modo, dentro del marco de lo inorgánico,en la Tierra podemos dist inguir pisos de agregación estratif icados que van desde la energía radiante a las galaxias. Desde la perspectiva que la realidad ofrece al hombre, desde nuest ro planeta , se van dist inguiendo muy

distintos niveles, deslindados con r iqueza creciente porel entrenamiento analí t ico en que sobresalen (en mi opinión, excesivamente) las ciencias experimentales modernas. La física y la química (que, en sus diversas ramas, seocupan de estados de agregación de la realidad que vandesde lo inf ini tamente pequeño al tamaño de los quemaneja e l hombre) d is t inguen muchos niveles ent re losque podemos recordar los de la energía radiante, losfotones, las partículas elementales, las órbitas de ellasdentro del átomo, los átomos, las agrupaciones especialesde átomos dentro de la molécula, las moléculas, lasmoléculas complejas o macromoléculas,_ las asociacionesde moléculas, los agregados de moléculas caracterizados

por su estado f ísico, los conjuntos interactuantes deestos agregados ( los sistemas dispersos, los mecanismos,etc . ) . Dentro de ot ro margen de tamaños —desde laTier ra , como un todo, a l hombre- , la geología dis t ingue

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planetas, astros, sistemas solares, astros con movi

Todos estos llamados niveles tienen ciertamente enmú n e l hecho de que e l hom bre ha pod ido dis tinguir

ue se refieren, ciertamente, a agregados bien definidos

sin duda , están trabados e ntre sí po r vínculos cuya

el' átom o, las agrupaciones especiales de átomos dentr o de las moléculas, las macro-

En principio, y con las reservas a que obliga, no sólo la limitación de la ciencia actual sino

sólo se pu eden incluir la energía radiante, ios fotones, las partículas elementales , los

reservamos e l nombre de niveles de integración energético-material o abreviadamente de niveles (6).

Lo s n iv e le s d e in t eg rac ió n b io ló g ico s

Después de esta sumaria introducción referente a

los niveles inorgánicos pasemos a considerar paralelamente los niveles biológicos, cuyo desentrañamiento yestu dio com pet e a la biología evolucionista. De e stosniveles no tenemos más conocimiento que la forma particular que ellos adoptan en la Tierra, de mod o que , bajoel supuesto plausible de que hayan podido organizarse,sobre la evolución de lo inorgánico, en otros cuerposcelestes qu e ofrezcan condiciones homologas a las de laTierra, el hecho significa una indudable limitación. Encambio, a diferencia de lo que sucede con eLniv<i?Liikwn>tegración energético-material superior de lo inorgánico,el mole cular, (y, a may or abund amien to, con los inferiores a él —átomos, partículas elementales, fotones, ene rgía radiante—), los niveles biológicos han ido surgiendo,escalonadamente (los superiores sobre la evolución delos inferiores) en sucesivas etapas evolutivas, cada una delas cuales es el antecedente y clave de la inmediata posterior (superior), de las cuales la primera fue un procesode evolución conjunta de una determinada masa delnivel molecular en el seno del mar primitivo (7); elhecho significa que los antecedentes completos de laevolución de lo inorgánico de que surge el primer nivelbiológico y la evolución de todos y cada uno de los niveles biológicos se ha prod ucid o y sigue prod uciénd ose enla Tierra, hecho que los pone virtualmente ál alcance dela investigación científica, y favorece en cambio extraordinariamente la consideración evolucionista de los nive

les biológicos respecto a los inorgánicos.

Sea como fuere, la diferenciación de niveles puramente descriptiva.ha tenido especial boga en biología yse ha realizado de modo igualmente indiscriminado queen las ciencias físico-químicas. Baste una enumeración,ciertamente incompleta, de los niveles que los biólogosencuentran en el seno de un ser vivo superior, de unanimal. Desde el nivel molecular a la célula pueden distinguirse niveles intermedios como son, el conjunto demetabolitos y el de enzimas, el sistema de macromolécu-las que forman la trama de la cél|ula (proteínas, ácidos,nucleicos, l ipoides, polisacáridos), los organelos que se

distinguen en el soma celular (retículo endoplásmico, mi-crosomas, centrosoma, nucléolo, mitocondrias, cloroplas-tos, cromosomas, vacuolas, etc.) , las grandes partes delsoma celular (membrana, protoplasma, núcleo) y las célu-

,. 1 De es te mo do , el origen y mantenimien to de tod os los niveles, en cuanto efectos cinutu-íaticiales que son de los n iveles genuín os, brindan datos insu stituibles para el conocimiento deés to s , y, a la inversa, su conocimiento profundo corresponde a las grandes ciencias (teóricas yano meramente descriptivas) que se ocupan de los verdaderos niveles de integración. Por ello ala químico-física corresponde el estudio de los sistemas dispersos, de la cosmofísica, etc.; y, pore l lo , el hombre puede conocer (desde su nivel de integración superior, a la Tierra, a los astros,a las galajtias).

(7) Se trata, de hecho, de la inflexión, producida en un espacio limitado (la biosfera primordial) del sentido del cambio que, durante un prolongado perícxlo, está experimentando el nivelmolecular en la Tierra. En toda la masa planetaria y, en concreto, en su corteza, el nivelmol ecula r (como los demás niveles inorgánicos) experimen ta un constante y general aume ntode entropía, esto es, una desintegración y nivelación de la energía química potencial. En una

zona c oncre ta de la superficie terrestre se dieron, en un mo men to dado, las condiciones (laprimera la condensación de una masa de agua) para que parte de la energía química liberada endicha desintegración general de moléculas endergónicas se aplicara a revertir en un espaciocon cret o (la biosfera) el sentido de la transformación y se iniciara, en él, un proceso conjuntode evolución molecular ascendente. Este proceso, de genuína evolución del nivel molecular(que culminaría en el surgimiento de la primera vida), puede considerarse la primera etapa dela evolución biológica.

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las en toda su variedad. Desde la célula al animal (o, ensu caso, el vegetal) se distinguen variadísimos tejidos, losórganos, los sistemas de órganos, y en fin, los individuosvegetales y anúnales y sus especies y grupos axOnómicosisuperioresTTot último, a partir de los individuos animales y vegetales, los ecólogos distinguen «niveles de organización de la materia» como son, poblaciones, comunidades, ecosistemas (en los que pueden diferenciarse

varios niveles hasta llegar a los de máxima amplitud obiomas) y, en fin, la ecosfera. A la vista salta que losniveles de esta larga serie (que podría ampliarse, y, enalgunas porciones de ella, diferenciarse de otro modo)son tan heterogéneos como los inorgánicos y pueden clasificarse en los mismos tres tipos.

En el primer tipo de niveles señalado, el de los meramente descriptivos o establecidos artificialmente, sepodrían incluir (al menos tal como los conocemos actualmente) muchos de los niveles biológicos enumerados, yde manera definitiva algunos como: el sistema de las ma-cromoléculas que constituyen la trama de la célula, lasgrandes partes de la céltila, las categorías taxonómicas(excepto la de especie) de células, vegetales y animales,los tejidos, las comunidades, las poblaciones. En el segundo tipo de niveles, el de los que designan agregadosbien definidos y cuyos miembros se encuentran en alguna forma de relación regular recíproca pero mediantevínculos cuya naturaleza es incoherente con la de ellos,hay que contar casi todos los restantes niveles biológicos,entre ellos: el conjunto de metabolitos de una célula, idde enzimas, el conjunto de organelos, el de órganos, elvege tal, los ecosistem as y la ecosfera. En fin, nos qu edael tercer tipo de niveles, el de los constituidos pormiembros relacionados entre sí mediante un vínculo establecido directamente por ellos mismos, de modo que

su propia naturaleza es la del vínculo (en nuestra terminología, la naturaleza física de cada nivel de organismoes la de su estímulo peculiar) y, así, por una parte, losmiembros de estos niveles son genuinos individuos y,por la otra, están conectados directamente al todo enevolución del que son a la vez agentes y resultado inmediato; pues bien, entre todos los «niveles» biológicosseñalados, sólo corresponden a este tercer tipo de niveles (el de los genuinos niveles de integración energético-material) la célula y el animal a los que hay que añadir elindividuo protoplásmico, primer nivel biológico intermedio entre el molecular (el superior de los inorgánicos) yel celular (el segundo, por consiguiente, de los biológi

cos).

Me parece indudable que los genuinos niveles de integración energético-material (energía radiante, partículaselementales, átomos, moléculas, individuos protoplásmi-cos , células animales) tienen una destacadísima significación científica, tanta que cada uno de ellos le corresponde ser el objeto genuino de una de las grandes cienciasexperimentales (que se ocupan de las relaciones constantes que se producen dentro de cada nivel, esto es entreent ida des hom ogén eam ente activas y surgidas coetáneamente hasta ocupar determinados ámbitos del universo(8)) y que el conjunto de ellos marca la línea ineludible,

el argumento principal, de la ciencia evolucionista (que

(8) A la vista salta que ai ascender de un nivel al inme diato supe rior el ámbito que éste ocup;en el universo es forzosamente menor que el ámbito ocupado por el infer ior , ya que este n ivcsirve de base sine qua non del super ior .

se ocupa de las relaciones entre cada dos niveles consecutivos y, en particular, de cómo cada uno ha surgido yse mantiene sobre el proceso conjunto del nivel inmediato inferior —madurado a lo largo de su historia evolutiva— a fin de, mediante la comprensión progresiva deesta interacción dinámica pero ordenada históricamenteentre los distintos niveles, ir ganando una interpretaciónen lo posible unitaria y coherente del conjunto de la rea

lidad objetiva).

La unidad esencial del proceso de cadanivel de seres vivos dentro de la unidadsuperior que consti tuye la evoluciónb io lóg ica

Excusado es decirlo, que a la biología evolucionistale compete un fragmento muy determinado de la evolución cósmica y que transcurre en un lugar delimitadísimo

del universo (la biosfera terrestre): a saber el estudio delos tres niveles superipres de integración (protoplásmico,ce lu lar y , an imal). Nu estro l ibro La alimentación, base de

la biolo^a evolucionista se ocupa, pues, del estudio sucesivo de estos tres niveles: el volumen I, del origen, naturaleza y evolución de los seres vivos del primer nivel deintegración biológico, a saber, de los individuos proto-plásmicos; el volumen II, del origen, naturaleza y evolución de los seres vivos del segundo nivel de integraciónbiológico, a saber, de las célidas; y, en fin, los volúmenesIII y IV estudian el origen, naturaleza y evolución de losseres vivos de tercer nivel, a saber, de los animales (ydentro de ellos, como culminación de la evolución ani

mal, del animal autótrofo, del hombre). El tema de cadauna de estas tres partes principales de la obra posee unagran unidad en cuanto que se ciñe al estudio de un nivel(o , dicho de otro modo, de la etapa de la evoluciónbiológica por él presidida, etapa que se extiende desde elsur gim ient o d e los prim eros seres vivos del nivel hastaque aparecieron los primeros seres vivos del nivel inmediato superior) sobre la base, principal siempre y muchasveces única, del estudio de cómo se originan (ontogénesis) y de cómo se mantienen instante a instante en términos del proceso del resto de la realidad (naturaleza) losseres vivos actuales del nivel, bien libres, bien formandomeras asociaciones, bien constituyendo el *soma de unser vivo del nivel inmediato superior. Sea como fuere, elestudio de un nivel ofrece una gran coherencia interna ydifiere cualitativamente del estudio de los demás; se tratade como todo un ámbito de la realidad (la biosfera terre stre ) se va elevando conjunta y progresivamen te alnuevo nivel de relaciones (de *conciencia), sobre la basede la evolución previa del nivel inferior. Para todos losindividuos de cada nivel es común, por definición, elnivel de integración energético-material, esto es la naturaleza del campo físico sustrato de su individualidad (loque denominamos su *organismo); también es la mismapara todos ellos, la naturaleza de las acciones *somáticasque, necesariamente, han de realizarse siempre por actividad cooperante de individuos del nivel inmediato infe

rior; y, en consecuencia, también es común para todoslos individuos del nivel la naturaleza básica del *alimento(de la fuente energética que utilizan para subsistir) y, engeneral, la del *medio gue les conduce al alimento (por

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ier ram ente un n ivel puede d ilatar la b iosfera más allá del ámbito que logró ocupar .elediato anter i or porque dentro de él, sus individuos encontraban las condiciones que

uie ren para vivir; pero ha de hacerlo por la creación d e biosfera para este nivel inferior qu esu base mism a (creando intrasomátic amente las condicion es que tal nivel inferior necesita

Ah ora bien, la unidad temática, íntima y excluyem e,que constituye el esmdio de cada nivel (10) no impide elhecho de que el estudio global de los tres niveles biológicos configure, a su vez, otra unidad temática de nivelsuperior, que es el objeto de la biología evolucionnista.En efecto, se trata de la investigación del curso de ungran proceso único que ha transcurrido, a lo largo de unenorme número de años (11) , dentro de un mismo ámbi

to de la realidad (la biosfera te rrestr e (12), proceso en elque se diferencian cuatro grandes procesos sucesivos delos que fueron protagonistas respectivamente el nivelmolecular y cada uno de los tres niveles biológicos(*protoplásmico, *celular y *animal). Es obvio que cadaacto prepara para el siguiente que resulta ininteligible sinel conocimiento esencial o sumario del anterior (sin él,pueden observarse los resultados, las manifestaciones deun nivel, pero no entender a éste por su origen y portanto la verdadera naturaleza de sus individuos —por asídecirlo, se pueden describir los artefactos que producensus individuos, no entender, en cambio, a éstos, a losagentes—). En definitiva, toda biología evolucionista (por

tanto la nuestra) tiene que ser estructurada forzosamenteen tres partes dedicadas a exponer, en orden obligado,cada uno de los grandes actos en que se ha cumplido laevolución de los seres vivos en la Tierra.

Cada uno de los tres actos posee, como se ha dicho,unidad interna: tiene un principio bien definido (el origen del nivel correspondiente), un término igualmente

j)reciso (el surgimiento del nivel inmediato superior), yun desarrollo (que cubre ima de las etapas de la evolución biológica) que conduce, desde el principio al fin, através de unas fases también definidas, en sus líneasgenerales, por el proceso conjunto de la evolución biológica, de modo que son bastante paralelas en los tres

grandes actos o etapas. Así, los individuos de cada unode los tres niveles biológicos surgieron como heterótro-fos, esto es aprovechando para alimento la materia *en-dergónica acumulada en sus somas por los individuos delnivel anterior; en segundo lugar, el perfeccionamientodel heterotrofismo condujo al aprovechamiento al máxim o de esta provisión limitada, y el hech o, a su vez,determinó que algunos individuos del nivel, sumamenteevolucionados, se adaptaran al autotrofismo propio delnivel, esto es, a la utilización de xma conveniente formade energía extrabiológica en presencia, para la producción de alimento extra conveniente; asimismo el perfeccionamiento del autotrofismo puede conducir a la constitución de asociaciones biológicas entre los individuos delnivel, lo que, a su vez, abre la posibilidad de que unadeterminada asociación se adapte a vivir sobre un tipo dealimento en presencia, hasta entonces inaprovechado —asaber, la materia viva organizada hasta el nivel mismo—lo que, por la complejidad de tal alimento, exige un

(10) T an ín tima qu e, n o lo o lv idemos, las grandes ciencias exper imentales (de las cuales elejemplo más def in ido y concluso tal vez sea la química dedicada al n ivel molecular) que hanllegado a constitu ir impresionantes construcciones teór icas cerradas en si mismas se ocupan desendos n iveles de in tegración. Y, también, que resulte s iempre arr iesgadísimo extrapolar demodo puramente formal las conclusiones obtenidas enun nivel, a o tro .

(11) Hoy es imposible da tar con un grado de aproximación razonable no ya el or igen delproceso ( ia in iciación de la pr imera etapa de evolución de moléculas endergónicas en el senodel mar pr imitivo que culminar ía en el surgimiento del pr imer protoplasma) sino el or igen delprotoplasma, el de la célu la e, incluso , el del animal. Sólo puede af irmarse que se trata de unproceso in in terrumpido que se hubo de in iciar mucho antes de la época en que se datan los

pr im eros fósiles , unos 600 millones de años.

(12) La b iosfera es una capa de agua líquida, en ín timo in tercambio con la atmósfera y elsuelo , donde surge y se mantiene continuamente la v ida (de un modo que hay que entenderhistór icamente) como el gobierno, desde sucesivos n iveles de acción y exper iencia, de laenergía liberada en procesos de transformación química (molecular) gobernados por el n ivelinfer ior b io lógico , por el protoplásmico.

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nuevo modo de acción y experiencia: ef surgimiento delser vivo de nivel inmediato superior sobre la culminación evolutiva de las asociaciones dichas de individuos denivel anterior —íntimamente cóóperaníes páfa aprove-char el alimento nuevo—; seres vivos que, en consecuencia, surg en —a semejanza de c om o hicieron los primigenios del nivel anterior— como heterótrofos; y se repiteel ciclo.

Situación y carácter del nivel celulardentro de la evolución biológica

No obstante, a pesar de este carácter cíclico de lossucesivos niveles, el proceso conjimto de la evoluciónbiológica muestra , por su par te , una unidad super ior dedesarrolló progresivo. Según esto, a cada uno de los tresactos (al de la evolución protoplásmica, al de la evolución celular, al de la evolución animal) le corresponde uncierto carácter que marca su impronta sobre la corres

pondiente par te de la biología evoluc ionis ta . De acuerdocon ello, el volumen I de nuestra obra, que versa sobreel origen, naturaleza y evolución de los individuos proto-plásmicos y de sus asociaciones, esto es, sobre el origende toda la evolución biológica, tiene cierto camcter básir<'co , es el planteamiento de' lo qu e, para nues tra naturalezade hombres, se irá especificando _de_modo cadaxez máspíiaso en las etapas sucesivas. El volumen II , que voy aglosar , ' -«s tudia lo que podemos considerar e l nudo dr^^mental áe tóda~ la: evolu ción biológica; en efecto, la ev olución celular constituye la rampa evolutiva, recorridapor un modo de acc ión y exper ienc ia propio de l segundonive l biológico (de gobierno de l agua) , que condujo

desde el modo de §acción y §experiencia protoplásmico( d e . gobierno de moléculas) al modo de acción yexperiencia animal. En fin, los volúmenes III y IV se dedicarán a lo que merece considerarse el desenlace de laevolución biológica, la evolución del tercer nivel biológico (el animal), no sólo porque el individuo autótrofo deeste nivel, el hombre, sea el protagonista actual de laevolución biológica, sino por el hecho de que hay razones fundadas (que se desarrollarán con detalle en el volumen IV, como conclusión de toda la obra) para admitir

. qu e él es el ser vivo definitivamente superior d e la evo lución biológica terrestre (13), que —sin transformaciónde su naturaleza biológica esencial— será el protagonistadel resto de ella en que irá conquistando (a través de

quien sabe qué trastornos y conflictos) el manejo en provecho propio de todos y cada uno de los niveles de larealidad, mediante una comprensión cada vez más rica yprofunda del proceso integrado de la evolución cósmica.

Así, pues, el rasgo distintivo, el provecho principal,que puede derivarse del estudio del origen, naturaleza y

(13) Señal emos d e paso que hay razones casi inapelables para pensar que en cualquier astro énque las condiciones del proceso del n ivel molecular hayan permir ido, como en la Tierra, ei.desarrollo de la evolución biológica, esta ha tenido que transcurr ir forzosamente a lo largó 'delos tres sucesivos niveles de in tegración, protoplásmico, celular y animal; y ello como consecuencia de que todo el universo 'exper imenta un proceso (básico del b iológico) de evolucióncósmica que, en todos los puntos del cosmos, recorre (cier to que sin isbcronía) la in tegraciónsucesiva de los mismos niveles de in tegración inorgánica.

Claro que, según las circunstancias, puede diferir mucho (en un grado difícil de precisar) las•manifestaciones estructurales de los n iveles b iológicos,pero creo que habrán de darse sucesivamente los tres, def in idos por los mismos modos de acción y exper iencia y con una individualidad sustentada por organismos, respectívaménte, de la misma forma de energía que los delos tres n iveles de seres v ivos terrestres.

evolución de las células y asociaciones de células (en unapalabra, del nivel biológico intermedio), tema del volumen I I de La alimentación, base de la biolopa evolucionista,es e l de enfrentamos dos veces con un proceso de tantointerés científico como es el surgimiento, sobre la evolución conjunta de lo inferior, de un nivel de la realidad;de un nuevo modo de acc ión y exper ienc ia (dicho deotro modo, de un nuevo nivel de conciencia). En efecto,por una parte, el volumen II dedica su Sección Primera,al estudio lo más racional, concreto y detallado que me,ha sido posible, de cómo se produjo, sobre la evoluciónconjunta del nivel inmediato inferior (el protoplásmicoestudiado en el volumen I) , el surgimiento de las primeras células, esto es, el origen filogénico de la célula, enuna palabra al estudio del salto evolutivo del primernivel biológico al segundo; por lo demás, el conocimiento de este proceso de origen es necesario para comprender la ontogénesis de cada célula y la naturaleza mismade ésta (14). Por otra parte, la Sección Tercera del volumen, dedicada a la evolución de las células y asociacionesde células, termina con el estudio de una asociación de

células adaptadas a vivir de alimento propio ya de animal, alimento' cuya utilización está fuera del alcance deuna célula aislada y exige la actividad coordinada de células íntimamente cooperantes; la evolución de esta asociación, en su adaptación progresiva a su alimento pecuUar,inició un nuevo salto de nivel, el último de la evoluciónbiológica, desde el nivel celular al animal, salto cuya precisión final corresponde a la Sección Primera delvolumen III , pero cuyas fases iniciales se estudian ya ene l vo lumen I I .

En consecuencia, el volumen I, dedicado al nivelprotoplásmico, constituye la base indispensable para de

sarrollar (y estudiar) el II, dedicado al nivel celular; y,análogamente, el volumen II sienta la base necesaria delvolumen III , dedicado al nivel animal. Esto nos puededar idea de las exigencias de rigor de la ciencia evolucionista, comparadas con las de la ciencia experimental: sonlas de ésta potenciadas, por así decirlo, un grado más. Enefecto, el estudio evolucionista de un nivel (por ejemplo,del protoplásmico) tiene que irse apoyando y satisfacertodos los hechos experimentales conocidos relativos alnivel; pero luego, además, la interpretación evolucionista(histórica, integradqra y dinámica) conseguida ha de contrastar su validez con una piedra de toque radicalmentedistinta, a saber, por su capacidad de dar cuenta detallada, causal, del surgimiento de lo cualitativamente distint o , superior, y así irse abriendo camino, paso a paso, penosamente, hacia el objetivo final de la ciencia: la concepción unitaria del cosmos, entender lo particular (¡ymuy principalmente los focos de acción y experiencia y,en tre ellos," nuestra individualidad humana!) en término sdel todo (del universo en evolución) y viceversa. En concreto, el volumen II ha de servir de contraste (y plantearnuevas preguntas) al I» y darle su pleno significado biológico; y lo mismo habrá de ser el III respecto al II .

(14) Los *indivÍduos, que constituyen los niveles de integración surgieron por primera vezcomo resultado culminante de la evolución conjunta del n ivel inmediato infer ior y se mantie- '

nen, en cuanto individuos que son, en trance permanente de desapar ición, ya que se aplican encada acto como un todo indivisib le, de modo que vivir es una sucesión densa de actos d iscretosde surgimiento y aniquilación. Todos estos surgimientos incesantes, a lo largo de las eras y delos individuos, se producen siempre forzosamente sobre e! n ivel infer ior , en su culminaciónevol utiv a, po r lo que la .filogénesis de tod o nivel, la ontogé nesis de cada un o de sus individuos(por d iferenciados que aparezcan) , y su mantenimiento instante a instante, son, de hecho, elmismo proceso que no difiere de un caso a otro sino por la circunstancia histórica (de laestirpe, del individuo) en que se cumple.

EL BASILISCO

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En e l marco de un ar t ículo no puede exponerse con

el. biológico inferior, del nivel protoplásmico. T eng o,

Excusado es decir que esta cuestión del surgimiento

alimentación, base deal tratar, en su Sección Primera,

e r viwo tuvo que produ cirse a partir de una evolución

to, a partir de la evolución con junta de una masa de

nal qu e —a expensas de la disminución de la masa

tem po ral d e sus moléculas) un campo físico unitario,

organismo protoplásmico, sede

Imp ulsa ndo , com o luego habrán de hacer los seres vivos de los tres niveles, el aumen toeral de entr opía e n los niveles inorgánicos en la Tierra, para derivar parte de esta energía a

A la luz de lo que h oy representa el material molecular en evolución (a saber el conjunto

asociación devino una unidad, capaz de sostenerse por supropia acción y experiencia.

Pues bien, en la Sección Primera del Volumen II,ha podido estudiarse el segundo salto de nivel biológico(el surgimiento del nivel energético-material celular apar t i r de l protoplásmico) de un modo mucho más r icoen datos y más concreto de lo conseguido al analizar elprimer salto de nivel que acabamos de recordar. El

hecho es perfec tamente expl icable porque se ref ie re a unproceso más próximo, en todo un grado, a nues tro propio nivel de acción y experiencia; por la misma razón, elsiguiente y último salto de nivel biológico (desde el nivelcelular al animal) es susceptible de ser entendido con ungrado de precisión todavía mayor. (Sin duda, parte de loque se aprende en el análisis de cada salto de nivel posee—por la coherencia general de la realidad- carácter general y es aplicable, pues, a los demás niveles, de modoque lo conseguido en e l es tudio de l surgimiento de lnivel celular contribuirá a interpretar mejor el surgimiento del nivel protoplásmico). Sea como fuere, lacomprensión del surgimiento de la célula (y por tanto de

la naturaleza esencial de ésta, entendida por su origen)sólo resulta posible sobre una comprensión suficiente dela naturaleza y evolución del nivel protoplásmico; de estemodo, su capacidad de servir de base a una primera interpretación racional del surgimiento de la célula, parecepr ob ar qu e la línea genera l de pensamiento seguida en e lVo lum en I es correc ta , (de l mismo m odo , digamos depasad a, qu e la validez del pen sam iento que se está desarrollando en el Volumen II se contrastará muy principalmente por su capacidad de servir de base para entender el surgimiento y la naturaleza de los individuos deltercer nivel de integración biológico, de los animales).

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Dado que e l margen conveniente para es ta comunicación está ya tendido más de lo admisible, paso a daruna idea sumarísima de las fases sucesivas que nuestrainterpretación distingue en el surgimiento del nivel celular, fases que, por su carácter, parece que tienen quedarse en la misma secuencia en el surgimiento de losdemás niveles biológicos; en particular, podemos adelantar que del mismo modo se entiende el origen del nivelanimal (17) .

El proceso evolutivo que nos ocupa (como una asociación de individuos protoplásmicos adquirió organismo,esto és, un campo físico unifícador de la actividad deellos) es un proceso corto en el que culminó la evolución paulatina de una determinada asociación. Esta evolución es el antecedente directo del surgimiento que nosocupa; se trata de la evolución de una asociación de individuos protoplásmicos a la que las circunstancias coetáneas llevaron a adaptarse a un alimento fuera del alcancede tod o individ uo protoplásmico, pero q ue por la ac tividad cooperante de los individuos de la asociación podíatransformarse en alimento protoplásmico: en una palabra

a una asociación adaptada al primer alimento celular. Setrata de la asociación que se estudia en la Sección Tercera de l Volumen I áe La alim entación, base de la hiolo^aevolucionista con la designación de asociación heterótro fade individuos protoplásmicos . Contras ta lo mucho quehemos podido rastrear de esta asociación (de su situaciónen la evolución del nivel protoplásmico y del progresoevolutivo de ella misma) (18) con la mera inducción,hecha al estudiar el origen del nivel protoplásmico, deque el proceso de maduración evolutiva de la masa ancestral de moléculas endergónicas en el seno del mar primitivo hubo de culminar en la formación de asociacionesde moléculas y éstas a su vez elevarse a constituir los in

dividuos protoplásmicos primigenios (19).

Como introducción indispensable a la exposición sumaria del surgimiento del organismo celular (del nuevonivel energético-material) voy a recordar las líneas principales de la evolución de la asociación heterótrofa deindividuos protoplásmicos, que se estudia en el Capítulo13 del Volumen I. En esta evolución se distinguen trespro longados pe r íodos :

1) La nueva asociación se inició por la adaptaciónde una asociación de individuos neoheterótrofos (20) alaprovechamiento de un t ipo de a l imento has ta entonces

inaprovechable (restos de asociaciones de individuos protoplásmicos autótrofos, más complejos que tc -aminoácidos) mediante la adaptación de *individuos protoplásmicos bordéales a una actividad digestiva e inversión de lascorr ientes metaból icas genera les ;

2) Establecimiento de una corriente dirigida de aguadesde la boca de la asociación y que sale por los poros,

(17) N os re ferimo s en particular al origen fílogénico (esto es al surgimiento de los primerosseres v ivos de u n nivel), pe ro pode mos señalar, de pasada, que, dada la homología entre^ filogénesis y ontogénesis, las mismas fases suce^jivas se^deben producirse en el rápido proceso desurgimiento de la individualidad de cada ser! viyo,^en que culmina un previo desarrollo de unaasociación de seres vivos de nivel inmediato inferior.

como resultado de la integración de innumerables efectos parciales que antes no se sumaban y que, al hacerlo,tienen la ventaja de favorecer el ingreso hacia la boca dela asociación del alimento, propio ya de la futura célula,al que se ha adaptado la asociación.

3) Formación, sobre la cara interna de la asociación,de una película lipoidea que determina dos porciones de

agua: una capa fina entre la cara interna de la asociacióny la película (capa que es la sede de los sucesivos mediosde los individuos protoplásmicos) y la masa interior deagua delimitada por la película que queda protegida poresta de cambios químicos y de movimiento (y que, así,quedó en condiciones de constituirse el sustrato materialdel esbozo del estímulo celular, del que luego se diferenciaría el organismo celular).

Pues bien, cuando la asociación heterótrofa de individuos protoplásmicos adquirió al fin esta estructura—con que culminó la evolución del nivel protoplásmico,tal como se desarrolló en el Volumen I— quedó en condiciones de experimentar el proceso, en nuestra opiniónrápido, del que surgiera, sobre ella, el nuevo nivel de integración energético-material: la primera célula. En estainflexión evolutiva se han podido distinguir tres moment o s , que probablemente han de darse en e l mismo ordenen el surgimiento de los tres niveles biológicos, momentos que se han estudiado sucesivamente en los tres primeros capítulos del Volumen II que constituyen su Sección Primera dedicada al origen fílogénico de las primeras células. Co n la me ra enunciación de los tres mom entos y de su significación terminamos este arduo trabajode síntesis:

(18) V éanse 1citada.

; Capítulos 11 y 13 (páginas 463 a 518 y 575 a 620) del Volumen I de la obra

(19) Vo lum en I, Par te Primera, Capítulo 2, páginas 171 a 173. El proceso de constitución delindividuo protoplásm ico se expone en las páginas 173 a 178.

(20) Individuo s que aprovechab an con independen cia rf-aminoácidos resultantes de la descomposic ión espontánea de materia l "protoplásmico muerto.

Primer momento: de surgimiento del esbozado del estímu-lo celular: 'Dado que el núcleo inicial del medio de todoser vivo (en la filogénesis y en la ontogénesis) es el alimento, el esbozo del estímulo propio de la futura célulatuvo que ser una alteración del ambiente hídrico de laasociación heterótrafa, causada por efecto de la actividadde unos individuos de la asociación (provocada de algún

modo por alimento propio de la célula), y que, al incidiren los medios de los otros individuos coasociados, puedaser percibida por ellos para que respondan al unísonode inpdp conveniente establecido por su acción y expe

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ne r un alcance mayor y transmitancia con más rapidez

En la asociación heterótrofa, ancestral de la célula,

Segundo m omento: de surgimiento del esbozo de acción ce -El esbozo físico de lo que será estímulo celular no

Tercero y último momento: surgimiento del organismo ce -y con ello del nivel celular. El hecho de que, ante

ecuen cia, constituiría ento nces la ventaja se

e pu eda pr opon erse) a la diferenciación del organelol es tím ulo celular —a saber, de la película lipoidea me

om o corresp onde al hecho de que in icialmente todo medio se reduce al alimento que

dúos restantes especializados al principio en amortiguarel estímulo para mantenerlo entre los márgenes de intensidad conv eniente . Pues bien, el límite al que tendía elperfeccionamiento de esta diferenciación parece quehubo de ser que la segunda porción se especializara enreaccionar a todo estímulo celular restableciendo un determinado campo de pH, frente al que adquirieran significación cada vez más matizada los distinto s estím ulos

celu lares .

Este campo físico (circunscrito a la masa hídrica interior dicha de la asociación), campo, pues, de la misma na-turaleza que el estímulo celular (un campo de gradientesdeterminados de pH) es el organismo celular, *unidadde acción contrapuesta, mediante el estímulo celular(unificador de los estímulos del nivel inferior), al *todoen evolución. Me parece que al llegar aquí nos encontramos con la inflexión principal, con el hecho crucial, enque se manifiesta una ley general de toda la realidad quepreside y da cuenta de toda la evolución: a saber, cuand o , de nivel en nivel, se origina uno de estos campos físicos circunscritos (*organismos) que es el resultadodirecto de la evolución y que, como tal, está enfrentadocontinuamente con el efecto más integrador de ésta (asaber, el estímulo del nivel correspondiente, en nuestrocaso el estímulo celular) parece imponérsenos que talresultado pasivo se convierte en agente, (esto es, en unfoco de ^acción y *experiencia) de un nivel de integración energéticomaterial superior a los anteriores; nivelque —en cada individuo— se realiza en una sucesión deactos , en cada uno de los cuales aplica un *euanto delibertad que le permite resurgir continuamente influyendo sobre el todo en evolución, en concreto, sometiendoel entorno a medio, esto es, organizándolo en cauce cadavez más eficaz de energía ambiental (de alimento) hacia

s i mismo, que , de es te modo, desde e l momento deconstituirse pasa a ser el protagonista de la evolución alque, desde entonces, le corresponde la iniciativa en laconducción de la evolución, iniciativa que siempre tienela férrea limitación de mantener en su^plenitud evolutivael nivel inferior del que continuamente ha de surgiraqué l .

Nos encontramos, pues , an te la historia natural de laacción y experiencia (si se quiere, de la conciencia) en sussucesivos niveles de estratificación, de los que el animal(y, dentro de este, el hombre) constituye la forma másalta. Basta enunciar el tema para entender que es el objeto genuino de la biología, que sólo puede ser abordad o , en función del todo, esto es por la biología evolucionista (22). Tal es, en consecuencia, el papel esencial queen la comprensión de la naturaleza nos ofrece el estudiode los niveles de integración, que surgen continuamenteunos de otros —en un dinamismo incesante— en un proceso (mantenido por el todo) de estímulos y organismos,que de hecho gobiernan y permiten entender en cada caso , la estratificación de los somas, de los medios y de losam bie nte s respectivos. Dich o en breves palabras, la delimitación rigurosa de los niveles de integración nos descubre el proceso de surgimiento de la capacidad de experimentar de la naturaleza en cada uno de ellos, que no

es sino la otra cara de su propiedad de ser experimentada, ambivalencia de aspectos propia del universo en todaconcepción r igurosamente monis ta .

(22) Y, mutalU mutandu, de toda la realidad inorgánica, por la ciencia evolucionista.

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ARXICULOS

SOBRE LA IDE A DECIERRE CATEGORIAL

EN LINGÜISTICAFRANCISCO ABAD N EBOT

V a l l a d o l i d

I . I n t r o d u c c i ó n

n oportunidades anteriores hemos intentado llamar la atención de los filólogos

profesionales acerca de conceptos operativos que podían iluminar los estudios me-talingüísticos y metaliterarios, en particular la Historia de la ciencia del lenguajey el concepto (y método subsiguiente) de

la literatura. Aquí vamos a referirnos en concreto a laidea de cierre categorial en cuanto se trata de una nociónfundante o constituyente de ámbitos de estudios delimitados .

Ya habíamos apuntado {vid. Historia de la lingüísticacomo historia de la ciencia, Valencia, 1.976) que para lateoría general del lenguaje constituye el cierre categorial

e l concepto de signo lingüístico; concepto inseparable delde sistema (idiomático), pues es la delimitación de formasen los continuos del significado y del significante la queordena en tensión estructural el sistema de la lengua.Cada lenguaje natural es un sistema de signos, un espacio o red de tensiones estructurales, y esta idea delinstrumento comunicativo humano es la que ha presididoel desarrollo fecundo de la Lingüística en nuestro siglo.

Además, y considerando a la ciencia como entidad—objetiva-lógica e histórico-social a la vez— apuntamostambién en nuestro trabajo anterior que la serie de losestudios de gramática (española) deriva de la construc

ción de Andrés Bello, quien concibió a la gramáticacomo teoría sincrónica, inmanente, y lingüístico-funcio-nal del idioma; así como la tradición de los estudios defilología, instaurada sobre la categoría (del establecimiento) del sentido literal, procede del Mió Cid de don Ra

món Menéndez Pidal, y la de los de historia lingüística,de sus Orígenes (entendiendo por historia lingüística, almodo de Coseriu, la superación integradora de la falsaantinomia entre sincronía y diacronía).

Pero ahora nos ocuparemos, pr imeramente , de pre

cisar algo más la concepción de la Lingüística comoTeoría del Signo (idiomático). No vamos a recorrer todoel programa de la ¡dea de ciencia desde la teoría del cierre categorial, tal como puede seguirse en el libro reciente de este título de G. Bueno; nos detendremos enlo más esencial. No obstante, tesis como la de que lasciencias se han constituido a partir de los oficios artesanos encontrarían —creemos— suficiente apoyatura probatoria en Lingüística; efectivamente, ha podido decirseque la tradición secular de estudios sobre el idoma haconsistido o bien en instrumental de finalidad filológica,o bien en conjunto normativo de reglas para «hablar yescr ib ir correc tamente» .

El paso, por otra parte, del estructuralismo a la gramática generativa, podría interpretarse como un desbordamiento de la categoría idomática central «sistema designos» por la de «producción de signos».

I I . Rea l idad ca t egor i a l de l a s l enguas

Gnoseológicamente, partimos del «materialismo lógico», esto es, de la concepción de un orden lógico de

lo s hechos, de su organización en categorías. Lo dado delo real, los datos de que dispone el lingüista, es el conjunto de actos locutorios concretos, orales u escritos; laidea de ellos como decursos producidos por la movilización dé un sistema de signos es la que dará lugar a la

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Quijote, las Soleday lo hace por operaciones combina

articulaciones. Es esencial en una—ha escrito G. B u e n o - «la presencia de ciertas

características entre los términos..., y de un sisoperaciones tal que la composición de términos

En Lingüística, la «composición» de los «textos»figuras y de signos; precisé

Prolegomena de Hjelmslev, t i tulado «Signos

Hjelmslev diferencia como tarea preliminar un signo

s , la solución que las lenguas naturales dan a la antino

tad o d el alcance human o. La cita de Hjelmslev,

r su finalidad, primera y principalm ente un sistema de

m ero es il imitado y prefer iblemente , r igurosamente

figuras...

un pu ñad o de figuras y cambiando el orden co ns

prim era y principalmen te sistemas de signos; per o

emiológico según el cual todo idioma es un medio otru m en to comunicativo, perspectiva preferida así

ismo por los praguenses y, en general, por cuantos se

Buen o, Idea de eiemia desde la teoría del cierre eaíegorial. Santander, 1976, p. 41.

p. c i t. , p. 68 .

ocu pan de la naturaleza cultural de la lengua. Hjelmslev,como venimos viendo, t iende a entender la según suconstitución interior de sistema semiótico, esto es, sistema formal (de transmisión informativa); de ahí las precis iones que hace .

Toda lengua es un sistexadi articulado de figuras. Eneste sentido las articulaciones serían tres (5), frente a la

conocida idea martinetiana de dos articulaciones lingüísticas: debe superarse la ceguera de Martinet para lo semántico. Por e l procedimiento de la conmutac ión e l texto co«?í^¿í«é'j se «desarticula» en «monemas»:

como panes

vende panes

come panes

comió panes

come panes

come flanes

come panes

come pan

: com-

-e

pan-

-e s

« T o d o signo —desde el Texto infinitamente extensohasta el elemental Monema— lo es por ser asociación deu n significante y un significado: éstos son porciones textuales (de expresión y contenido, respectivamente) quesurgen y existen sólo por la «proyección» de un planosobre e l otro» (6) .

A su vez, la línea de la expresión se articula en«figuras»: fonemas; el contenido también en figuras: losmorfemas, dominio de la «Gramática» (7). Consecuentem en te , «parece necesario pos tular - a l lado de una 1 Articulación del texto en signos (sobre todo, monemas), yparalela a la II Articulación de la expresión en figuras(con preferencia , fonemas)— una «III Art iculac ión» de lco nte nid o en figuras (prefe rente men te, morfemas). La IIArticulación es el dominio, ya tradicional, de la Fonología; esa III Articulación postulada sería el dominio de laGramática, pero también quizá de la Semántica léxica,. . ;en fin, k I Articulación resulta ser un ámbito no del

todo extraño a lo que se ha dado en l lamar Morfo(fo)nolo-gía» (8).

+ PX+ /71 I ^ J

Marcas de pedrero. Catedral . Santo Domingo de la Calzada,

(5) Interp retamo s o parafraseamos aJ .A . Mart ínez, Homiiaje a Alanos, I, Oviedo, 1977, p.p.

165-192: p.p. 166-168.

(6) Esta cita, ibid., p. 166.

(7) Ibid., p. 172.

(8) Ibid., p.p. 167-168.

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Concluiremos estos párrafos apuntando por nuestracuenta que quizá las unidades de la III Articulación seanel «m orfema» y la unidad-eje d e cada campo semán tico:e l a rchisemema.

I I I . Invariantes metahistóricas en la ciencia

l ingüist ica

Establecido el concepto de Lingüística como Teoríade la articulación de figuras y signos queda claro queésta se inicia, stricto sensu, con Saussure; todo lo anteriordebe considerarse como técnicas artesanales. Ahora bien,la historia d e nue stra disciplina, ha pasado en su de sarro llo desde entonces (desde comienzos de siglo) por distinto s ep isod ios qu e —si nue stra perc epci ón' es exacta—cumplen y ejemplifican en la historia de un saber concreto la sistemática de Kuhn {La estructura de las revolu-ciones científicas). Vzsemos a. ihistr^xlo.

Como sabemos, se llama camino hacia la ciencianormal al período anterior a que exista un paradigmaaceptado por la comunidad investigadora. La inseguridadrespecto a cuál sea ese paradigma en la historia de la reflexión lingüística se revela en el hecho descrito porGeorges Mounin: según sea el punto de vista adopta,do,la ciencia del lenguaje habría nacido cinco siglos antes deJesucristo, o en 1816 (Bopp), 1916 (Saussure), 1926(Troubetzkoy) ó 1956 (Chomsky); incluso podría decirse(habrá algunos que lo digan) que ha nacido en Franciacon Lévi-Strauss, Barthes y Foucault ó Lacan (9). Nohace aún mucho, Víctor Sánchez de Zavala, por su parte,se pregunta si nuestra ciencia «verdaderamente llega a

serlo» (10).

En los períodos de ciencia «normal», la comunidadde estudiosos sabe cómo es el objeto estudiado, y siempre se mueve en la dirección de trabajo que cree relevante. La Lingüística contemporánea, en su etapa estruc-turalista en sentido estricto, sabe que el instrumento comunicativo es sistemático, organizado, estructurado, ypara demostrarlo movihza sus afanes indagatorios, biensea en el aspecto fónico (fundamentalmente los praguen-ses) gramatical (monografías con el título de morfosintaxisestructural) o semántico (Pottier, Coseriu, Rod'ríguezAdrados). Los tipos de tareas en estos períodos normales

pueden reducirse a tres. Se pretende información precisade valor intrínseco (por ejemplo, y refiriéndonos ahorasiempre al estrurturalismo, se describen gran número desistem as fonológ icos de len guas alejadas gen ética ; y/otipológicamente); en segundo lugar los investigadoresinten tan reajustar totalmen te teorías y hechos (no sólofonología, también gramática y semántica estructurales:«La morfosintaxis estructural —declaró Pottier— está naciendo. Sus métodos se inspiran directamente en los dela fonología»); finalmente, se reformula el paradigmaglobal , teniendo en cuenta hechos pre ter idos a l comienzo (Jakobson afirma con resolución: «Es preciso que revisemos la interdependencia de diversas estructuras en elinterior de una misma lengua»; Alvar asume este pro-

(9) G. Mounin , Clefs pour la linptistiqus, París, 1968, p. 23.

(10) Cfr. R.SM.L.. 2, 1972, p . 455 .

gr am a en cu ant o a las diferenciaciones diasistemáticas deíndole geográfica o sociológica; Lázaro, en lo referente alidioma utilizado en su función poética).

Los estudios intraparadigmáticos se detienen muyconcretamente en una solución que desean justificar conla posible exhaustividad. Lo que hacen no es sino tratarde pro bar , em píricamen te, lo que —de mo do intuitivo—

quizá se hubo señalado antes muchas veces. Que la índole efectiva, de una lengua histórica concreta es diasiste-mática se demuestra en el estudio del mismo Alvar sobreel habla de Las Palmas; Lázaro, por su parte, pruebafehacientemente con el arte mayor castellano aquella tesis praguense de 1929 que aseguraba que la obra artísticaes una estructura funcional, y en ese mismo estudio, oen el del diseño constructivo del Lazarillo, demuestraqu e en la pieza literaria la forma induce los contenidos.Chomsky sabe que su designio teórico radica en darcuenta , opera t ivamente , de hechos absolutamente entrevistos :en la tradición de la «lingüística cartesiana», y loaduce de manera explícita en varios pasajes de Aspectos:«La razón fundamental de esta defectuosidad de la gramática tradicional es una razón más técnica. Aunque secomprendía perfectamente que los procesos lingüísticosson, en cierto sentido, «creativos», se careció hasta hacemuy poco de los medios técnicos para expresar un sistema de procesos recursivos» (11). Que los indicadoressintagmáticos de la base «pueden ser considerados comoele me nto s —de— contenido elementales de los que sonconstruidas las interpretaciones semánticas de las oraciones reales» es hallazgo de Port-Royal; lo encuadran en elmarco teórico generat-ivista Katz y Fodor (1963, etc.)(12 ) . También desde «la Grammaire genérale et- raisonnéese ha subrayado que las estructuras latentes a las que seatribuye universalidad pueden ser muy distintas de las

estructuras patentes de las oraciones tal como aparecenen la realidad» (<J^.

Sab emo s as? ftiismo, cóm o un paradigma determ ina,en su in ter ior , varias tradiciones de ciencia norm al. -Enlingüística creo que éstas se resuelven en lo que podemos llamar modelos «estrechos» o «reduccionistas» ymodelos ampliamente comprehensivos . Unos , los pr imeros , atentos sólo a la modalidad más homogénea de lalengua; los segundos, de mayor adecuación empírica, seproponen dar cuenta de las variantes dialectales y de registro. Ejemplos de lingüistas de este último grupo podrían ser, para el estructuralismo, Jakobson o Martmet;

y para la gramática generativa W. Labov (que ha sabidoasumir, integrándolas, las dos direcciones —geo y socio-lingüística, y coincidente de alguna manera con el paradigma chomskyano— de su maestro Uriel Weinreich) o,entre nosotros, Víctor Sánchez de Zavala.

Los modelos teóricos, aunque abstracciones, sonineluctables para el conocimiento. En general, el pensamiento científico hace de la artifícialidad de la abstracción instrumento cognoscitivo (14). Como con total clarividencia ha señalado Coseriu (la cita, aunque algo larga,es ejemplar) «la lingüística, más que otras ciencias, por la

(11) Aspectos de la teoría de la sintaxis. Madrid, 1971, p. 9.

(12) Ib id . , p .p . 112 , 205 .

(13) Ibid., p. 113.

(14) Cfr . Manuel Sacr is tán , Introducción a la Lógica y al análisis formal, Barcelona, 1964, esp .

p. 16. • '

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form e con la abstracción y no se qu ede en ella,

La crisis de un paradigma se produce cuando no ese dar respuesta a los contraejemplos qu e se le

Teoría del lenguaje y linpltstka general, Madrid, 1967, p.p, 16-17. Y antes

a cosa es dudar de su ineluctabiJidad teórica como condición necesaria de to do

mp ro bar verda des generales y principios constantes en la multiplicidad, fragmentariedad y

oponen. La revolución científica lo desplazará de lascreencias de los investigadores a favor de otro. Esto es loque motiva la índole dicontinuista de la historia de la lingüística. El desarrollo del saber teórico se logra a costade «saltos». La gramática de tradición grecolatina se ocupaba muchas veces , normativamente , de cómo debían serlos prod ucto s lingüísticos; el historicismo decim onón icosupuso una ruptura en ese sent ido, apegado como es tabaal devenir histórico de las lenguas, ruptura que continúala mod ern a lingüística al subrayar su condición descrip t iva y no prescr ipt iva -y, en otro sent ido, su autonomíao inmanent ismo—. Discont inuidad, por e jemplo, entrelos m od elos estructural y generativista, indicada formalm en te p or Ch omsky: «D e hecho, se podr ía carac ter izarbrevemente las teorías sintácticas que han surgido en lalingüística «estructural» (taxonómica) moderna comoteorías basadas en el presupuesto de que las estructuraslatentes y patentes son, en realidad, una y la misma.. . Laide a cen tral de la gramática transformacional es que son ,en general, distintas, y que la estructura patente vienedeterminada por la repetida aplicación de ciertas operaciones formales llamadas «transformaciones gramatica

les» a objetos de naturaleza más elemental» (16).

Pero dec imos que a l momento revolucinar io de sustitución excluyente de un paradigma por otro se llegatras haberse evidenciado la incapacidad del primero paradar cuenta de los sucesivos contraejemplos que se le hanido oponiendo y, en genera l , después de haberse revelado su insatisfactoriedad en cuan to a la adecuación em pírica que ofrece. Así se ve en los argumentos chomskya-nos contra la doctrina empiricistica: «La consideracióndel carácter de la gramática que se adquiere, la degradación y limitadísima extensión de los datos disponibles, ' laso rp re nd en te uniformidad de las gramáticas resultantes y

su ind epe nd enc ia respecto a inteligencia, motivación oes tado emotivo en grandes extens iones de var iac ión dejan poca esperanza de que mucha de la estructura delenguaje pueda ser aprendida por un organisníp inicial-mente no informado respecto a su carácter general»(17) . O por poner otro caso, cuando Urie l Weinre ichpubl icaba en 1963 su On the semantic structure of languagelo hacía ante la irresolución de la semántica usual paraexplicar cómo se articulan o amalgaman los significadosen e l decurso hablado; lo importante , propuso, es averiguar «cómo es capaz el hablante de construir frases dotadas del significado querido valiéndose de su saber—por informulado que sea— de lo que significan las

palabras o los morfemas de su propio idioma» (18).

Caracterizan a los momentos de crisis la proliferación de tendencias (piénsese en las diversas maneras polémicas de encarar hoy el crucial problema de lo semántico ), el rec ur so a la filosofía —Chom sky fundam entaempíricamente en el lenguaje su concepción de la natu-

(16) Aspectos, p. 18.

(17) Ibid., p. 56.

(18) Segú n interp reta V. Sánchez de Zavala, Hacia una epistemología del lenguaje, Madrid, 1972,p. 7 5 .

(19) Co mp . este testim onio suyo; «La capacidad human a fundamental es la capacidad y la necesidad de autoexpresión creadora, la necesidad de libre control de la propia vida y del pensamiento en todos sus aspectos. Una proyección particularmente importante de esta facultad esla utilización creadora del lenguaje en cuahto libre instrumento de pensamiento y expresión...Discurriendo por este camino se puede llegar realmente a constituir una ciencia social en laque determinado concepto de organización social se halle vinculado a un concepto sobre lanaturaleza humana, que esté debidamente c imentado empíricamente y que de a lguna maneraincluso lleve a juicios de valor sobre la forma de sociedad a adoptar, cómo deberú cambiar, ycómo habría de ser reconstruida». Vid. Sobre política y lingüística, Barcelona, 1971, p.p. 27-28.

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ra leza humana, y de acuerdo con és ta e fec túa unas concretas opciones políticas (19)— y el debate sobre los fundamentos: diecinueve páginas del estudio de Víctor Sánchez de Zavala «Qué es y qué debe ser la semántica estructural» (20) están dedicadas a «los requisitos epistemológicos de la semántica», y sus Indagaciones praxiológi-cas (Madrid, 1973) incluyen apartados como estos: «Teoría, sistema y modelo»; «El lenguaje natural y las condi

c iones de la teor ía correspondiente». Chomsky, por supa r te , abunda . (Aspectos) en consideraciones sobre «teorías descriptivas y explicativas» o en torno a procedimientos evaluativos de gramáticas: «Por una parte, lagramática puede ser justificada sobre bases extemas deadecuación descriptiva —podemos preguntarnos si formula correctamente los hechos de la lengua, si predicecorrec tamente cómo entenderá e l hablante na t ivo idea l i zado oraciones arbitrarias y da correctamente razón de labase d e este logro—; po r otra parte, una gramática pue deser justificada.sobre bases internas si , dada una teoríalingüística explicativa, se puede mostrar que esta gramática es la gramáticajnás altamente valorada permitida porla teoría y compatible con los datos lingüísticos primarios

dados . En este ú ltimo caso, se presenta, una base fundamentada para la construcción de esta gramática, y está,por tanto, justificada sobre bases imucho más empíricas»(21) .

Las revolucion es, parte n g eneralm ente de científicosjóvenes; los mayores muestran con frecuencia sus reservas o franca'hostiHdad (es el caso de Ho ck ett an te losgeneirativistas, o de Carlos Otero frente a ios semantistas«heterodoxos») . Por su par te , eminentes es tudiososeuropeos se han mostrado, en efecto, reservados ante lasinnovaciones chomskyanas. Para Adrados la gramáticagenerativa es más una «notación o simbolización» que

una teoría independiente (22). Alarcos opina que «talesexposiciones.. . no añaden prácticamente nada nuevo a loque ya sabíamos» (23) y de Coseriu ha podido escribir ,en acertadas palabras, Víctor S. de Zavala (24): «En realidad, la evolución de las ideas de este lingüista constituye un verdadero enigma, que acaso -s i no fuese por e lrespeto y agradecimiento que se le deben— justificaríauna indagación psicológica y de sociología de la ciencia.Vemos, en efec to, que par t ió de unos puntos de vis taentroncados direc t ís imamente con Von Humboldt y conel creador de la praxiología lingüística (aunque él no lallamase de este modo) (25), y que desde ellos previo contoda lucidez lo que habría de hacerse para superar las est recheces de l es t ruc tura l ismo; es to es , que era menester

dar cuenta rigurosa del fenómeno del hablar en relacióncon la lengua, de la actividad humana del lenguaje. Perodesde semejante posición, tan distante y hasta escépticacon respecto al estructuralismo, ha retrocedido.. . a enfoques estructuraliscas más o menos originales, pero:decididamente encerrados dentro de es te apr isco; y,como era de prever dado tan extraño cambio, agui joneasiempre que encuentra ocasión a la lingüística generati-vo-transformatoria, cuya necesidad él hahía previsto, y de

(20) Hacia una epíStemolog¿3..., p.p. 119-2^8- .

(21) Aspectos, p. 39 .

(22) F.R. Adrad os, hingüística estructural, Madr id, I, 19 69, p.p. .11-12.

(23) E. Alarcos Llorach, Estudios de gramática funcional del español, Maflrid, 1970, p. 10.

(24) Hacia una epistemología..., p. 244.

(25) En nota añade: «Me refiero, naturalmente , a K.Bü hIer» .

cuya efectiva puesta en marcha es posible que únicamente le separase la falta de una preparación lógico-formal yde teoría de la ciencia como la que ha tenido Chomsky(preparación prácticamente imposible de alcanzar en unaEuropa depauperada inte lec tua lmente . . . en los años inmedia tamente pos ter iores a 1945)» (26) .

En general me parece que las polémicas entre de

fenso res de un paradigma ant iguo y otro nu evo se reducen un p oco , y creo que ineluctablem ente, a diálogos desordos por lo siguiente: los primeros achacan a los segu nd os inexactitud y rudim entarieda d empírica, teórica oambas a la vez, y no se dan cuenta de las implicacionesteoréticas de fondo que tiene lo postulado por éstos. Adrados carga en el debe de los generativistas «ingenuidades» y «falta de problematismo» (27); a Pottier le parecela semántica de Katz-Fodor «muy rudimentaria y bienpo co original» (28); y actitudes semejantes se observanen la polémica que enfrentó a Lakoff y McCawley deuna parte, y Katz de otra, a raíz del artículo del primeroInstrumental Adverbs and the Concept of Deep Structure(29) .

IV. F ina l

Enlazando con nues tro párrafo segundo, podr íamosapuntar qué espació lógico delimita a la Ciencia li teraria,cual es —también— su cierre categoría!. Aun a reservasde poder lo hace en otro t rabajo, lo suger iremos aquí endos pa labras .

La obra de arte verbal es el resultado de la conformación u organización formal de dos sustancias: la len

gua en la que está escrita y el fondo de pensamiento quevehicula. Su elocución (estilo) y su disposición (estructura) const i tuyen un espesor de signos, al decir de R. Bar-thes; para la crítica formalista, constituye el cierre cate-gorial el conjunto de la forma del contenido (disposicióno estru ctura ) m ás la forma de la expresión (elocución oestilo) (30). Ahora bien; este análisis no agota lo li terar io , qu e se halla impre gnad o y de algún m od o «refleja»el transfondo histórico-social en que ha surgido. Entonces, para la crítica de contenido constituirá el cierre cate-gorial la idea de «conjunto histórico» o estructura, talcomo —por ejemplo— la ha expuesto Maravall teórica yapl icadamente (Teoría del saber histórico, Madrid, 1967;

La cultura del Barroco, Barcelona, 1975).

p 6 ) Otr o autor que me parece prodigiosamente cerca -e n co ncre to- de ios semant istas generativos es Pottier. Compruébese en estas aserciones que tomamos de su artículo «Structuressyntaxiques e t uni tés sémant iques» (TraLiLi, VIH, 1970, p.p. 241-245): «La finalidad delmensaje lingüístico es la expresión de una substancia semántica... Esta substancia se remédelaconstantemente en el transcurso de la emisión y de la recepción... Para transmitir esta substanciael emisor debe someterse a formas sintácticas en número finito para cada lengua... Las eíéc.clones posibles contribuyen a la manifestación del significado (preferencia por las subordinadas,por las adjetivaciones, por los enunciados nominalizados...)... La progresión semántica explica laprogresión sintáctica». Y comp. el esquema en que sistematiza sus concepciones (loe. cit.-, pág245 ) con el que Jerro ld Katz da para los semantistas generativos («Interpretativ e semantics vsgeneradve semant ics», Foundations efLanguage, (Dordrecht-Boston), 6, 1970, p. 231.

(27) Cfr., entr e ot ros lugares, «La nueva lingüística y la comprensión de la obra literaria»Cuadernos Hispanoamericanos, (Madrid) , 238-240, 1969, p.p. 55-70.

(28) cfr ., «La gramm aire générative et la linguistique», TraLiLi, 1968, p.p. 8-25.

(29) E n su traba jo Lakoff expresaba — apoyado en argumentos empíricos— la fragilidad delconcepto de estructura profunda: si para dos frases se han propuesto distintas estructuras

—venía a decir— y sin embargo muchos de siis comportamientos (restricciones selectivas, etc.)son sem ejan tes, es que tienen una fundamental identidad más «profunda». Cfr-, ampliam ente,F. Dubois Charlier, «La semántique générative: une nouvelle théorie linguistique?», Latigages(París) 27, 1972, p.p. 5-77.

(30) Cfr .'par a un a perspectiva amplia de problem as F. Lázaro «The Literal Message» , CriticalInquiry, Winter 1976, p.p. 315-332.

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ñsxicüím

LA FU N C IÓ N DEL LÉXICOPO LÍTICO E N EL PROLOG O

D E LOS ANNALES D ETÁCITO

INÉS ILLAN CALDERÓNO v i e d o

1 exord io de un d iscurso (1), pronun ciadoante un público presente o el de una obrade historia que se dirige a un lectorausente, es algo más que una convenciónretórica. Responde a instancias muy ínti-

,mas del escritor al que generalmente en;el momento inicial del acto de escribir ,

en cambio, se nos mostrará él mismo actuando por

Tácite Antiales livres l-Ul, París, Les Belles Lettres, 1974. La traducción, en cambio es

sido: G. Waljer , The Annals of Tacitus, Manchester , 1960; Goodyear, Tacitus,Tacitas, Oxford, 1958; E. Koestermann, Tacitus Amalen, He i de l be rg ,

F . R . D. Goodye a r , Tht Annals of Tacitus val. l(Ann. 1, 1-54), Cambridge, Univ. Press,

De inu. 1, 15, 20 exordium est oratio animum auditoris idonee comparans ad reliquamonem: qu od eueniet si eum beniuolum, attentum docilem confecerit y ?art. 29 y 30; QUINT.

4, 1, 73 y 10, 1; cf. también sobre el exordio, Lausberg, Manual de retórica literaria,263-288, y sobre los prólog os en la Literatura Latina cf. T. J^anson,

prose Prefaces, Studies in Literary convetions, Stockhom, 1964; A.D. Leeman, OrátionisAmst e rda m, 1963 ; M. Mazza, Storia e ideología in Livio, Catania , Bonanno, 1966; E. Ti-

Essai sur la pensée morale de Salluste a la lamiere de ses prologues, París, Klinclísieck, 1974 yexordium que nos ocupa y de gan interés por su análisis de los

cf A.D . Leeman, Structura and meaning in the prologues ofTacitus, Yale Cla-cal Stud ies, 23 , Cambridge, Univ. Press, 1973.

razones que explican la necesidad del exordio, parte deldiscurso ora tor io e his tór ico, que , desde un punto devista estrictamente lógico y para la economía del relatoresulta, las más de las veces, superfino.

Los prólogos de Tácito a sus obras son bien ilustrativos de es to que dec imos. En e l los podemos seguir 'e lproceso hacia la madurez del escritor en el doble sentidode independización de los cánones retóricos tradicionalesa es te respec to y de paula t ino abandono de las formasencubr idoras de l «yo» de l narrador (3) .

En el Dialogus de oratoribus, su primera obra. Tácito,por una parte, justifica su decisión de escribir , s imulandoque lo hace a instancias de otro, Fabius lustus y, porotra, oculta su responsabilidad diciéndonos que él se limi ta sólo .a record ar y repro du cir una conversación so breese tema que tuvo ocasión de escuchar, siendo joven.Dice que, de otra manera, no se atrevería a hablar, portemor a las críticas que pudieran hacérsele sobre su capacidad o su criterio.

En e l Agrícola nos habla también de las dificultadesde escribir pero esa dificultad no está tanto en él comoen las circunstancias de su tiempo y por eso se ve en lanecesidad de disculparse y de solicitar la comprensióndel lector por su proyecto de narrar la vida de un hombre honrado en tam saeua et infesta virtutibus témpora.Aquí , a dife renc ia de l Dialogus, él se decide a hablar pors í mismo aun s iendo consc iente de que lo hará inconditaac rudi t/ece y el sentimiento de inseguridad que pareceser inherente al acto de escribir es anulado por otro sentimiento más fuerte: el deseo de dar testimonio de la felicidad del presente frente al miedo y la servidumbre dela época anterior, la t iranía de Domiciano. Su memoria,

que ningún temor ni ningún poder han s ido capaces de

3) c f . E . Nor de n , Die Antike Kunstprosa, Stuttgart, Teubner, 1971 que sitúa la prosa de Tácito^en la quere lla tradicional aticista/asianista. i

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anular (4) se va a expresar con palabras propias, aunquesiga siendo todavía tímido en el empleo de la primerapersona del singular y utilice más el plural sociativo o late rce ra pe r sona : mihi narraturo; petissem; ut sic dixerimf r en te a legimus; dedimus; perdidissemus; nostra potestate;nunc demum redit animus; corpora nostra; superstites sumus;non tamen pigehit. La prim era per son a del singular aparece expresa una sola vez y no en nominativo sino en dati

v o mihi y otras dos veces en formas del subjuntivo:quam non petissem incusaturus (1,4) y.a i sic dixerim (3,4).

En las Historias, Tácito ya no recurre a ninguna forma de ocultación ni disimulo de su «yo» sino que desdela primera línea se nos presenta, a sí mismo y el tema atratar, expresando al mismo tiempo las razones que leha n llevado a hacerlo. El uso de la prim era perso na delsingular es constante (initium mihi; mihi Galba Otho,Vitellius... cogniti; non a bnuerim ; seposui; opus adgredio r;destinatam componam), no recurr iendo en ningún momento a la primera del plural ni a cualquier otra forma deenmascaramiento; se atreve incluso a darnos datos sobresu persona (mihi Galba , Otho , Vitellius nec beneficio nec

iniuria cogniti. Diagnitatem nostram a Vespasiano inchoa-tam, a Tito auctam, a Dom itiano longius prouectam nonabnuerim) (5) datos que sirven a la vez para justificarse ypara dar al lector razones que le hagan confiar en élcuando nos declara su intención de ser objetivo de la exposic ión de los hechos que se propone contar . Pero curiosamente aquí Tácito, aunque no nos diga nada sobrelas dificultades que él experimenta al escribir , ni mencione su incapacidad o torpeza, como hizo en sus obras anteriores, inconscientemente quizás, nos comunica de alguna manera esos sentimientos al identificar su propiaobra, como narrador, con los hechos o la historia narrada. En el comienzo del cap. II cuando caracteriza a laépoca que se propone his tor ia r como opimum casibus,atrox proeliis, discors seditionibus, ipsa etiam pace saeuom,esas determinaciones y esos juicios se refieren también asu tarea como historiador ya que la palabra que utiliza esopus y n o tempus o aetas o res. C on opus adgredior pareceexpresar tanto la complejidad de esos tiempos como ladificultad de su tarea de escritor. Ambas cosas se adecuante identifican.

En los Annales, su última obra (la Germania carecede prólogo) el prólogo es muy breve y^se limita a presentarnos su proyecto y a decirnos qué será objetivo yno se dejará llevar ni de la cólera rii de la parcialidad.Sólo utiliza la primera persona del singular.

El exordio, aunque no aporte nada esencial a la na -rratio, s in embargo, prec isamente porque supone unaruptura de las propias resistencias y un intento de comunicar cuanto antes al lector los hechos y las ideas másimportantes , es quizás e l lugar de l discurso que puedeser más útil s i queremos saber cual es el punto de vistabajo el que el historiador va a enfocar la realidad, cuálesson sus conceptos o ideas dominantes y cuáles tambiénlos recursos formales con los que va a estructurar li teral-ria m en te esta realidad. (6).

4) TAC. Agr. 2,4 memoriam queque ipsam cum uoce perdidissemus, si tam in nostra potestate esset

obliuisci q uam [acere.

5 ) T A C . Hist. 1,4-5.

6) Cf. Tiffou, op. cit. y Leeman, Structure... p. 167 ss. para quien el prólogo puede ser definidocom o t í tulos extensos pu diendo mostrar varios grados de independencia de la narratio, tantoen su relación estruc tural con lo que sigue como en su pensam iento; y en ese sentido el Agri-cola y las Historias son estnicturalmente independientes de la narratio mientras el de los Anuale s estf. unido a la narratio propiamente dicha por un pasaje de transición (cap. 2-15).

Teniendo en cuenta lo que antecede , nues tro propósito ahora es estudiar en él prólogo y los cuatro capítuloss iguientes de los Annales, el léxico político referente alos cargos y funciones públicas. En este estudio que formará parte de un proyecto más amplio -el análisis deeste léxico en los historiadores romanos que han relatado e l Pr inc ipado de Tiber io, es to es . Táci to, Veleyo Pa-térculo y Suetonio— pretendemos analizar cual es la es

tructura y función que ese léxico tiene en esta parte deldisc urso . N o se trata, po r tanto, de descubrir y analizarsólo los rasgos distintivos —semas— de cada término aisl ado (cónsul, praetor, imperium, patres, senatus, etc.), nitampoco de un análisis histórico-jurídico de éstos, sinode ver los como e lementos const i tuyentes de unidadessignificativas más amplias, tal como se presentan en lanarratio tacitea.

Se trata de ver cuáles son las relaciones dialécticasinternas, la lógica especial concreta con la que se organiza ese conjunto de eventos-datos que en el relato analís-t ico de Táci to y más concre tamente en su prólogo, sepresentan, teniendo en cuenta e l código en que Táci to se

expresa, esto es, el género histórico analístico tal comoera definido por la retórica tradicional y la de su tiempoy los desaju stes d e ese código, manifestados a través derecursos estilístico-formalés, que entendemos como formas de expresión de las contradicciones y antagonismosideológicos de los grupos que intervienen en el procesohis tór ico concre to que e l narrador hace obje to de re la to;un relato que, en el caso del taciteo no es una mera descripción sino una representación, una mimesis (7).

El léxico que estudiaremos es un léxico técnico,pero no neutro, que t raduce las re lac iones de orden económico, social y político entre los diversos ordines e ins

tituciones en que se basa la organización política delPrincipado. Ese léxico en la época de Tiberio y de Tácitono es nuevo sino heredado de una larga tradición. Creado y fijado en la etapa histórica anterior del Principado,a través de sucesivas alteraciones de su significado, pasaa convertirse en la forma de expresión de las nuevas relac iones rea les que se producen entre e l princeps y losd e m á s ordines. El momento acotado para su estudio esarbi t ra r io pero responde a un cr i te r io concre to y a unarealid ad: la de ser el mo m ent o d e cambio y estabilizaciónpol í t ica de l nuevo régimen implantado por Augusto, vis to desde la perspectiva temporal e ideológica de un histo ria do r senatorial que, aunq ue adaptado a la nueva si

tuac ió n pol í t ica representada por N erva y Tra jano es uncrítico implacable de los orígenes del Principado; un historiador cargado de toda la tradición historiográfica y a lavez distorsionador de ella, en cuya obra, desde el Dialo-gu s a los Annales, asistimos al proceso de descubrimientoy profundización por parte del escritor, de la interrela-ción estrecha entre estructura política/moral individual.

Ese lenguaje y esa terminolo gía jurídico-polítíca em pleada, aunque es estable sin embargo parece escapar alpropio control de l his tor iador , en e l sent ido de que contiene contradicciones profundas que él mismo hace presentes de modo consciente o inconsciente. El historiadorsabe, en efecto, cual es su propósito y expresa su obje-

7) Sobre el concepto de historia fenoménica y de historia como representación cf G. Bueno•S.eUquias y reíalos, El Basihsco, n° 1 (1978), p . 5-16; sobre el concepto de « distorsión» y «dis-íúncionamiento» en la obra literaria cf. F. Vernier, ¿£j posible una ciencia de b .literario?, Ma drid, Akal, 1975 y sobre la relación entre rasgos estilísticos y sistema conceptual cf L Silva, Elestilo literario de Marx, Madrid, s. XX I, 1975, p. 116 ss.

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t ivo: escribir de los últ imos días de Augusto y del Principado de T ibe r io , sine ira et studio, pero la realizaciónconcre ta parece desbordar es te proyec to .

Para nuestro estudio y para el estudio de cualquierotro aspecto de la realidad histórica antigua que se pretenda hacer sobre los textos y más si son li terarios, porque así eran concebidos por quienes los realizaron y por

la tradición posterior, es preciso definir previamente elproyec to de l his tor iador ya que e l texto , como observaA. Michel, aparece como «el lugar en que interfierenuna ideología y una situación» (8).

La investigación de los significados de este léxicotendrá un carác ter global , entendiendo por ta l e l intentode abarcar todos los recursos formales posibles que hautilizado Tácito en la organización del material o datos

e que disponía. De ahí que para nosotros tenga importancia no sólo ni principalmente la firecuencia mayor o

enor de una palabra sino el lugar que ocupa en la est ruc tura de l re la to pues como parece ser compar t ido por

odos los estudiosos de la lengua en cualquiera de susanifestaciones, cada palabra puede cambiar y de hecho

ona o grupo que la emplea sino también según el conexto real o formal en que se encuentra; las palabras, en

o que este término tiene en la retórica antigua (9), re

transformación de su significado real. En definitiva el uso«enfático» no es más que una forma operativa de indicaros desajustes o disfuncionamientos que en la realidad se

o», según e l modo de percepción/dis tors ión de un his oriador que es al mismo tiempo crít ico de la historio

El procedimiento que seguiremos para el análisisserá el de ir viendo a lo largo de los diferentes capítulosque tengan una unidad semántica o formal —por ejemp l o , el Prólogo o el advenimentio de Tiberio, las campañas de Germánico, el proceso de Sejano, etc.— cual esel uso y la si tuación en que se hallan esos términos objeto de estudio pues lo que interesa no es el significado enabstracto de éstos sino su significado para Tácito y cómoéste los hace significar aquello para lo que no estabanautor izados (10) .

A partir de ese recorrido lineal sobre el texto ext raeremos los conceptos y té rminos-e je sobre los que seorganiza en cada caso un conjunto de términos, paraposter iormente comprobar s i se dan coinc idencias en susignificación o, si por el contrario, hay interferencias, variaciones o contradicciones entre ellos.

Nuest ra ta rea será , pues , t ra ta r de comprender , conuna lectura atenta del texto y mediante su análisis , esa

8) Cf. A. Michel, Les textes et l'histoire en Qu'est-ce qu'itn texte?, París J. Corrí, 19 75, p. 89 ss.

9) Sobre la figura del «énfasis» en la retórica antigua, cf Leeman, orationis ralio, p. 30; 300;3 47 .

10) De algunos de estos términos, ta les conio princeps, senatus, auctoritas, etc. se han hechoestudios exhaustivos y parece que ya nada nuevo puede decirse de ellos. Cf. la bibliografía sobr e princeps en Paulys Keaiencyclopédie de r Classichen Allertarnswissenschaft, Stuttgart, 1954 y enAustieg und Niedergang de Romiscben Welt, Berl ín, De Gruyter , 1974 y 75 así como el l ibro deA. M a gde l a i n , Auctoristas principis, París, Les Belles Lettres, 1947 y el de J. H eilego uarc'h, L Ívocabulaire Latín des relations et des partís politiques sous la Képublique, Paris, Les Belles Lettres,1 9 6 3 .

relación presente pero oculta que se da siemprg en lapa labra en t re pensamiento /mundo ex te r io rpor una pa r t ey entre visión individual/visión colectiva por otra. Cuando esa palabra que se intenta comprender es la palabrade Táci to , un autor que como his tor iador supo captarcon una penetrac ión extraordinar ia lo que había de t rásde las apariencias de los «hechos» y como escritor supoir también al otro lado de las palabras para devolvérnos

las en todos sus sentidos, la tarea del f i lólogo se encuentra plenamente justif icada pero también llena de dificultades (11) .

Cuando el historiador o el f i lólogo moderno se acerca a un texto de historia antigua para conocer en él y através de él cualquier aspecto del pasado que allí se encuentre escr i to , no puede de jar de tener en cuenta la doble función que el discurso histórico tenía entre los antig u o s : proporcionar una información ajustada a la realidadpero adornar és ta de forma be l la y de modo que aparezca como cercano a la poesía y sea convincente (12). Tácito no es una excepción. El, quizás en mayor medida que

otros historiadores latinos, al escribir su obra, pretendealgo más que narrar unos hechos; intenta también establecer una relación de simpatía con el lector y, porqueconoce e intuye la capacidad del lenguaje para sugerir , laexplota a l máximo. Los Annales y dentro de ellos sus primeros capítulos, en tanto que obra de «historia» sonpara nosotros un documento que nos remite a una rea l i dad extralingüística, pero en tanto que obra li teraria noson sólo expresión de ese algo exterior sino que t ienenuna realidad autónoma, sometida a unas leyes determinadas , las del género li terario concretos en que se inscribe.Es dentro de esa construcción artíst ica, formando partede ella , donde se encuentran incluidos los datos que nosinteresa conocer: el léxico de las insti tuciones polít ico-

administrativas romanas durante el período del Principado de Tiberio. Creemos que un estudio así enfocado enel que lo importante y lo previo sea esa reflexión sobreel texto para ver, mediante un análisis lo más exhaustivoy coherente posible, como dice Tácito acerca de esosconceptos y eventos que é l se lecc iona de l pasado, puedeaportar más luz al conocimiento de esa parcela concretade la historia que si se limitara a extraer de su obra simplemente lo que dice sobre es ta cues t ión (13) .

11) Lo que se ha interpretado como ambigüedad y dificultad de Tácito, no es en realidad otra

cosa que la ambigüedad propia del lenguaje , de la palabra , que é l no ha querido en ningúnmomento ocul tar sino, por e l contrario , manifestar . Cf R. Barthes, Critica y verdad, Bue nosAi re s , s. XXI , 1 972, p. 55 ss.; T. Todorov, Peetique en Eu'est-ce qne le structuralisme?, París,Seui l , 196 8; D.M . Pippidi , Autorur de Tibere, Roma, «L'Erma» di Brestschneider 1965 p. 56:«relév er les contradict ions interieures d 'une oeuvre com me cel le de Taci te c 'esc encore-et de lamaniere la plus eff ícace-contribuer a preciser son contenu de veri té»; V. Erl ich, Russian For-malism, The Hague, Mouton, 1969, p. 205-6: «i t i s hazardous to draw sociological or psyco-logical conclusions from the work cf Litterature before examinig closely its structural proper-t ies: what may seem on the surface to be a manifestation of reality may at closer runge turn autto be an esthetic formula, superimposed on this reality. Since whatever segment of iife findse xpre ss i on in art is always deflected by the «convention», the first task of the literary critic isto determine the angle of this deflection>,. E. Arcaini, Principes de linpiistique appliquée, París,Payot , 1972 p. 161 Nota: A propósi to de Matoré y su método dice Mit terand (Les mots /raneáis, Paris, P.U.F., 1963): «es arriesgado para la sociología y para la lingüística deducir delexamen de las palabras la menor hipótesis sobre las estructuras de la realidad no lingüística,mi e n t ra s se ignore las leyes específicas que ordenan la organización de las palabras mismas»;Puente Ojeda, Ideología e historia: el fenómeno estoico en la sociedad antigua, Madrid, s. XXI,1 9 7 4 , p . 222-5: «nosotros al estudiar la historia antigua solo tenemos textos escritos, ideológicos , nos falta el otro extremo, la realidad, de ahí que necesitemos profundizar mucho en elanál isis de esos textos y supl i r esa ausencia de datos concretos reales».

12) Cf. Cíe. De or. 2 , 56 Historia uero testis temporum, lux u eritatis, u ita memoriae, magistra

uitae, nuntia uetustatis, qua uoce alia nisi ora toris immo rtalitati commendatur? ibid. 2,51-64;Q V I N T . Inst. 10,131 est enim próxima polis et quodam modo carmen solutum est et scribitur adnarrandum non ad probandum totumque opus... ad memoriam posteritatis et ingenii forman campo-nitur: ideoque et uerbis remotioribus et liberioribus figuris n arrandi taedium euitat; M. Rambaud,Cicerón et l'histoire romaine, París, Les Belles Lettres, 1953; S. Mazzarino, II pensiero síoricoclástico, Bari, Laterza, 1 974 ; L. Perrero, Rerum scriptor: Saggí sulla storiografia Romana, Roma,«L'Erma» di Brestchneider, 1970.

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Ajinque , como antes di j imos , nues tro propósi to seaanalizar en el exordium de los Annales las funciones delléxico pol í t ico empleado, hemos ampliado ese contexto alos cuatro capítulos siguientes por considerar que formancon él una unidad temática ya que no son sino el desarrollo de lo que se encuentra indicado y anticipado enlas breves líneas que constituyen el exordium propiamente dicho (cap. 1) (14). Es dentro de esa unidad donde

trataremos de descubrir y describir las relaciones de dependencia mutuas que se dan entre cada uno de los e le mentos de esa unidad. Las conclusiones a que podamosllegar en nuestro estudio, serán válidas únicamente referidas a esa situación concreta y sólo la ampliación delanálisis a los seis primeros libros de los Annales y, pos teriormente a toda la obra de Tácito y a los otros historiadores mencionados, podrá confirmarlas o anularlas.

Lo pr imero que nos encontramos a l leer e l Prólogode los Annales es la enunciación de unos hechos que serefieren a la historia de Roma desde los reges hastaAugusto, sin que aparezca el sujeto de esa enunciación.

Sólo al f inal del capítulo se hace presente ese sujeto paradec irnos muy escuetamente su propósi to: escr ibir unascuantas cosas ííobre los últimos días de Augusto y sobreel Principado de Tiberio. Su decisión de escribir es presentada como condic ionada y como consecuencia (indeconsilium mihi) de un estado de cosas determinado —lavisión deformada de la historiografía de época Julio-Claudia— que él pretende modificar oponiendo su voluntad de l iberada de tradere... sine ira et studio a la falsificación de la verdad característica de esa época y motivada por el odio, el temor y la adulación.

En el reducido espacio li terario que va desde el Ur-

bem Román., habuerehs&ts. quorum causas procul haheo se_va produciendo im doble acercamiento a lTector : por unaparte se pasa de unos acontecimientos lejanos en eltiempo a los recientes y, por otra y simultáneamente, de

. la interpretación distorsionada de éstos por los historiadores anteriores a la interpretación que él afirma ajustada a la realidad por estar l iberada de prejuicios.

El capítulo, que como observa Leeman (15) está domin ado p o r una ún ica idea: la de la .Historia como tema

[para la historiografía, po dem os dividirlo convencional-menté para su análisis en tres partes estrechamente relac ionadas :

1.1 Los EVENTOS del pasado.1.2 La INTERPRETACIÓN o presencia de esoseventos en la historiografía anterior a Tácito.

1.3 La apar ic ión de l HISTORIADOR, Táci to, comomodificador de esa historia distorsionada.

13) Quizás gran par te de los errores de in terpretación de los h istor iadores modernos ai analizar los textos de histor ia antigua se deben a no haber sabido distinguir estos dos aspectos. Cf .

para un análisis de las formaciones ideológicas de la antigüedad Puente Ojea, op. cit. y tambiénd e l mismo au to r Ideología e historia: la formación del cristianismo como fenómeno ideolózico, Madrid ,

"s. XXi, 1974; igualmente para las cuestiones relacionadas con la ideología y la li teratura, cf .C . R o d r íg u ez , Teorii e historia de la producción ideológica: las primeras literaturas burguesas,Madrid , Akal, 1974; F. Vernier , op. cit.; Macherey, Peur une theorie de la prodttcíion litteraire,París , M asp er o , 1 9 7 4 , p . 123-181; Althousser , N. Poulantzas, etc. . Vara una crítica del fetichismo literario, Madrid , Akal, 1975, A. García Calvo, Lalia, ensayos de estudio lingüístico de la sociedad, M ad r id , s . XXI , 1 9 7 3 .

14) Leeman en su estudio ya citado sobre los Prólogos de Tácito , extiende el de los Annaleshasta el cap. 15 englobando por tanto todo lo referente a las noticias sobre Augusto; nosotros,aun estando de acuerdo con Leeman en que esos capítu los son un desarrollo del pr imero, s inembargo hemos acotado para este estudio sólo los cinco pr imeros ya que es a par tit de éstecuando Tácito in icia el relato del Pr incipado de Tiber io .

15) Goo dyea r y Sym e aceptan la d ivisión del capítu lo en dos par tes: una referente a la h istor iade Roma y otra a la h istor iograf ía; Leeman, Structure... p. 196 ss., en cambio, rechaza esta división por entender que todo el capítu lo es una unidad representada por el antagonismo libertasi

La tran sic ión de 1.1 a 1.2 está marcada po r la partícula W y de 1.2 a 1.3 por inde (16).

Estos tres conjuntos significativos tienen una mismaestructura simétrica. Así en 1.1 el proceso que comienzaco n reges culmina en Augusto qui cuneta... fessa nomineprincipis sub imperium accepit. Paralelamente en 1.2 elproceso de la historiografía que tiene por objeto al vetus

populus Romanus, tras una serie de sucesivas desviacionesde su objeto, culmina en Tácito. Augusto recibe todaslas cosas fessa, el historiador tiene detrás de él una dobletrad ició n de /objetivid ad y de parcialidad. En 1.3 Tácitopresenta pr imero los eventos que van a ser obje to de surelato: pauca de Augu sto et extrema tradere, mox Tiberiiprincipatum et cetera y luego la forma en que va a hacerlo , sine ira et studio.

El narrador. Tácito, se presenta desde el principiocomo un mero regis t rador de los hechos , de ahí e l usocasi exclusivo del modo indicativo (sólo una vez el subj u n t i v o : deterrerentur), la ausencia de adjetivación que ex

prese un juicio de valor positivo o negativo y el escasoempleo de la subordinac ión (qui... accepit; doñee... deterrerentur; postquam occiderant). El tiempo verbal empleadoen la narración es casi exclusivamente el perfecto (habue-re; instituit; ualuit; cessere; accepit, mem orata sunt; defuere;compositae sunt) sólo una vez aparecen el imperfecto (su-mebantur), el pluscuamperfecto (occiderant) y e l presente(babeo).

El léxico es fundamentalmente de contenido políticoen 1.1 y psicológico y moral en 1.2 y 1.3. En estas breves líneas del exordium aparecen acumulados prácticamente todos los té rminos que pre tendemos es tudiar . Asíe n :

L l rexconsulatusdictaturaedecemuiralis potestastribunorum militumnomine principis

libertasdominatiopotentiaarmaimperiumconsulare ius

1.2 uéteris populi Romaniprospera ueladuersa metusclaris scriptoribusdecora ingenia

1.3 Principatusira

1 La frase que inicia los Annales es un hexámetro yademás una reminiscencia de Salustio. Así parece Tácitoquerer mostrar su deuda y su dependencia de la t radición cultural historiográfíca romana. Pero Tácito, al cont ra r io que Sa lus t io, lo que ha considerado per t inente noes el hecho de la fundación mítica de Roma sino su forma de organización política. Nos habla de reges no deTroiani: (17). /

16) Según Goodyear , op. cit. p. 88 , Tácito , no dice explícitamente que la liber tad de expresiónpara el h istor iador depende de la liber tad política sino que vuelve abruptamente a dar un resumen de la h istor iograf ía romana. Pero pronto causa y efecto son claramente suger idos por píscente adulaíione deterrerentur.

Par a Leeman , Structure... p. 194 sed n® es aquí una mera partícula de transición sino que signif ica «pero, s in embargo», lo que supone el reconocimiento por par te de Tácito de que la h istor ia de la libertas republicana f rente a dominatio es un tema attactívo pero ya tratado.

17) SALL. Caí. 6,1 . Para la d iscusión de las d iferentes in terpretaciones que se han dado enes te h ex ámetr o , c f Go o d y ear , op. cit. p . 89-91.

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Salustio: Urbem Romam... condidere atque habuere ini-tio Troiani.

Táci to: Urbem Romam a principio reges habuere.

A continuación dice: libertatem et consulatum L. Bru-tus instituit sin establecer una relación causal aparenteentre ambos eventos. Las dos frases aparecen yuxtapuestas , separadas por un silencio, una elipsis , que el lector

ha de colmar. Lo que en realidad está presente son lasrelaciones antitéticas:

V-) C O N C R E T O / A B S T R A C T O , e x p r e s a d a p o r : re -(18).

2^) I N D E F I N I C I Ó N / P E R S O N A L I Z A C I Ó N , e xpresada por la oposición singular/plural: regesjBrutus.

No le interesa especificar el número o nombre délos reges, éstos están ahí como algo indiferenciado, perosí, en cambio, considera pertinente, cuando se refiere ala alteración o modificación cualitativa de la historia de

Roma, darnos el nombre de las fuerzas que han producido y concretado ese cambio que, para Tácito, están representadas por un individuo, L. Brutus. Podríamos objetarle que no es históricamente exacto que fuera Brutussólo el que estableció la l ibertad y el consulado en Roma

lo que le interesa es hacer presente la relación dialécticaentre e l es tado pr imit ivo representado por los reges y libertas (como negación o subversión de ese estado) consu-

(como síntesis surgida de esa relación).

Libertas y consülatus se instauran como resultado deuna acción llevada a cabo por un sujeto personal, L. Bru

tus, acción que no aparece como victoria o conquista,sino como el establecimiento y ordenación de algo previamente alcanzado, de ahí el uso de instituit referido enzeugma a consülatus y libertas.

El sistema de relaciones podría representarse así:

reges reges habuere

libertas I consülatus Brutus instituit

La frase libertatem et consulatum ... instituit es paralelaa la que inicia el capítulo, enfatizando así el contraste

profundo entre ambas formas políticas, como ya observaLeeman (19)-

Viene a continuación la mención de otra forma política, la dictadura, que aparece en plural: dictaturae (com o antes el plural de reges) y como sujeto de un verboen pasiva: sumebantur, que además es la única forma narrativa en imperfecto que se da en el capítulo. Sumebantur se opone a habuere e instituit en cuanto a voz: pasiva/activa; t iempo: imperfecto/perfecto; número: plural/singular. La excepcionalidad del recurso a la dictadura coincide con la excepcionalidad formal del imperfecto. Este,

frente a las demás formas de aoristo-perfecto no es meramente descriptivo de una situación sino que expresa lapermanencia más o menos declarada de esa forma política; deja abierta la posibilidad de continuación de éste enel futuro. La relación lógica entre los hechos que se logra mediante el uso de las formas del perfecto (al mantener el equívoco entre temporalidad-causalidad) es rotapor la presencia de ese imperfecto que aparece comoalgo imprevisto y también sin un fin previsible. Con los

perfec tos se ha expresado s implemente un recuerdo,pero al pasar al imperfecto el acento recae no tanto en elrecuerdo como en la durac ión y en e l sent imiento queesa durac ión produce (20) .

El sintagma ad tempus vendría a reforzar ese sentido de «inacabado», de ahí que nos inclinemos a aceptarla inte rpre tac ión de Goodyear para quien la noc ión de«corta duración» está implícita pero no expresa, comodef iende en cambio Koestermann.

Frente a las demás formas en activa y con expresión

del suje to, sumebantur, en cambio, presenta la accióncomo proceso, sin indicación del sujeto-agente, comoalgo que es ajeno y a la vez real y que escapa al controldel sujeto, de la misma manera que al comienzo del capí tulo, aunque con otro recurso l ingüís t ico -e l contenido semántico de «posesión» del verbo habuere—, se resalta también esa misma idea. El plural dictaturae coincidente con el plural de la forma reges incide en lo mismo.

Al referirse a la decemuiralis potestas, al consulare iustribunorum militum y a la dominatio de Cinna y Sylla,utiliza la forma negativa: ñeque... ñeque; non... non parapasar de nuevo a la afirmativa al mencionar la potentia d ePompeyo y Craso y las arma de Lépido y Antonio.

Dominatiolpotentiajarma son presentados, igual queante s libertas y consülatus, como resultado de decisioneso actos individuales —de ahí que aparezcan en el textocon una determinación en genitivo— precisamente porser los hitos fundamentales de la historia del Estado rom a n o .

No puede considerarse quizás casual, ni motivadosólo por una razón cronológica, el hecho de que dominatio ocupe el lugar central de la narración, destacándoseen ella , además, mediante la anáfora de no n (frente a ñe que... ñeque y et) y la ausencia de verbo (frente a ualiut)

p a r a decemuiralis potestas y consulare ius y cessere para potentia, arma). No son s implemente unos acontec imientosmás o menos importantes de l pasado de Roma lo que enel texto aparece reseñado sino la relación dialéctica quese da entre ellos y la continuidad de esto tal como hasido y es vivida en el presente por el propio Tácito (21).

Es significativo que no se dé, en cambio, ninguna indicación cronológica concreta ni explicación causal alguna entre las distintas etapas de la historia de Roma queen el texto aparecen; estos hechos parecen estar fueradel t iempo y, por tanto, susceptibles de repetirse en elf u t u r o .

18) Lihertas'úene aquí el sentido de «libenad política» identificada con la forma republicanade gobierno. Cf. Ch. Wirszubski, Libertaí as a political idea at Rome during the tale republic anderaly principate, Cam bridg e, Univ. PresSt̂ 19Ó0, p. 160 ss.

19 ) Dp. cit., p. 192 y 196 ss.

EL BASILISCO

20) Cf. R. Barthes, Le degTé zero de l'ecriíure, Paris, Seuii, 195 3, p. 46 ss. y H. Weinrich, Estructura y furíción de tos tiempos en et lenytaje, Madrid, Gredos, 1968.

21) Cf. el prólogo del Agrícola y el de las Historias y también Leeman, Structure... o. 193.

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El proceso de la historia romana, desde los reges aAugusto, que es lo que const i tuye e l núcleo aparente deia sustancia del contenido que intenta comunicar, talcomo es representado en el texto, discurriría en dost i empos :

A) REGES/LIBERTAS-CONSVLATVS(hahuere)¡(Brutus imtituit)

B ) L I B E R T A S - C O N S V L A T V Sdictaturaetribunicia pot.trib. militum ius

D O M I N A T I Opotentia

- P R I N C E P S

Dominatiojpotentiajarma, como formas no marcadassusceptibles por tanto de significar otra cosa, se oponena libertas-consulatus (como antes libertas a reges) y P R I N CEPS es la nueva síntesis de consulatusjdominatio (comoa n t e s consulatus con respecto a reges ¡libertas).

N o e stán indicadas las diferen tes etapa s, si las hu bo ,de l p roceso reges— consulatus. El paso de la tiranía a la libertad se produce como un salto cualitativo sin gradua-l ismos aparentes . En cambio, e l paso consulatus— domina-tio— princeps, aparece visto como un proceso gradual preparado por unas condiciones previas que lo iban hacien

do pos ib le : iu s consulare tribunorum militum, decemuiralispotes as e n t r e consulatus-dominatio, —formas todas ellas dela legalidad constitucional— y luego potentia, arma, entredominatio-Princeps.

La expres ión in Augustum cessere, por lo raro de sucons t rucc ión (in +nombre personal) , viene a subrayartambién la novedad que supone e l Pr inc ipado de Augusto .

La construcción de los contenidos, uno el. aparente :la enunciación de los hechos ocurridos en el pasado dentro de un l ímite espacio- tempora l de terminado y otro,más ocul to pero también presente : e l proceso de ins tauración y luego de paulatina anulación de libertas-consula-tus, se potencia con el paralelismo de las expresiones.

Así vemos cómo la estructura sintáctica de las frases1 y 2 con las que inicia el Prólogo, coinciden con la última, 7:

1°) Son oraciones transitivas, frente a las centrales,3 , 4, 5, 6 intransitivas.

2°) El sujeto en 1, 2 y 7 es personal: reges, Brutus,Augustus qui... frente a 3-6 cuyo sujeto es unsustantivo abstracto: dictaturae, decemu iralis po-testas, consulare ius, dominatio, potentia, arma. Lasustantivación de los contenidos reales es siempre rota en el texto por una intervención personal, sean los reges, Brutus o Augustus.

Otros rectursos expresivos que contribuyen a potenciar el co ntras te en tre las partes ex tremas (1 , 2, 7) y lascentrales (4, 5, 6) son las distintas formas de negaciónempleadas y las indicaciones temporales.

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Las formas ñeque o no n no tienen como función simem en te el negar una frase o miem bro de frase, sino

qui cuneta... fessa accepit. El valor enfático queñeque ultra biennium, ñequ e diu,

está reforzado por la presencia de et también{et Pompei Crassique potentia) y por el imperfecto

Todo este conjunto se opone a la vez a lihertatem eten cuanto que con cada

a d e esas frases se significa u na disminu ción Q limitalibertas-consulatus y a qui cuneta... suh imperium

en cuanto que éste significa la anulación o nega

Libertas-consulatus

D I S M I N U C I Ó N h - • A N U L A C I Ó N

Dictadúrae, dec. pot.ius cons. trib. mil.dominatio, potentia,arma.

La oposic ión entre :

qui cuneta nomine principis

sub imperium accepit.

dictadúrae,dec. potestasconsulare ius.,potentiaarma

/ P R I N C E P S

ad tempus (2 )ñeque ultra bienniumnon diunon longacito

n qui cuneta nomine principis... accepit. Es decir, mientrasu e dictaturae, dominatio se caracterizan por su- ocasiona-

urbeñ Romam/cuncta fessa

reges habuere/Augustus princeps accepit

Con los reges entra Roma en la historia, con Augustose inicia una nueva etapa. Pero los reges «tuvie

princeps

(2 3).

ad tempus esté , como di j imos antes,

Después de esta breve exposición de la historia política de Roma, Tácito pasa a referir la representación ointerpretación de estos hechos por parte de los historiadores . Dis t ingue t res per íodos:

1°) A la antigua república romana, caracterizada por lains taurac ión de la libertas y por las contradicciones y luchas de ella derivadas (prospera uel aduersa), cor re sponde

una his tor ia contada por claris scriptoribus (24).2°) En la épo ca de Aug usto {qui. cuneta... fessa... accepit),n o n defuere decora ingenia. El valor enfático e irónico dela li totes , anuncia ya el paso siguiente que se va a producir también ba jo Augusto: doñee gliscente adulatione de-terrerentur. Ese cambio que va desde el non defuere adeterrentur, está marcado en el texto mediante el recursoa la litotes y la utilización por contraste del término fuerte y expres ivo deterrerentur.

3°) A partir de Augusto, la correspondencia que sedio hasta ese momento entre los hechos y las palabras

sobre esos hechos {claris scriptoribus; decora ingenis) va aser alterada por la intervención de dos elementos perturbadore s : e l MIEDO que actúa como inhibidor de la libertas de expresión, produciendo como consecuencia el falseamiento de los hechos {res falsaé) y e l ODIO, sent i -sent imiento contrar io p^ro igua lmente per turbador . Elempleo de la pa labra compositae en relación con odiis haceresaltar el contraste y la rup tura de la armonía que . seprodujo en la historiografía de ese momento, entre larealidad y la interpretación de esa realidad (25).

J . J . Hartmann (26) parece intuir este significadocuando, al discutir este pasaje, opina que en la lecturacompositae debía estar oculto un vitium, y por tanto que

habr ía que corregir en corruptae.

La tendencia generalizada entre los historiadoresantiguos de motivar su decisión y su proyecto personalde escribir historia, basándose en su propia experiencia yen las circunstancias de su tiempo (cf el caso de Salus-tio) es un reconocimiento implícito, sistematizado en categorías psicológicas y políticas, de la relación dialécticaentre individuo/clases sociales, entre obra literaria/realidad extraliteraria.

Como consecuencia de esa situación {inde) aparece

el proyecto del escritor Tácito. Su expresión programática: sine ira et studio corresponde a l odium y el metus anterio res superá ndo los med iante su negación y viniendo aexpresar así todo un sistema de representación que creala «ilusión de la conformidad» de la ¡dea con la realidad

23) Cf. Leeman, Structure,.. p. V)A. Para éste la concepción de una transición gradual pateceestar omn ipresen te en todo el prólogo y también- eso determina su forma. Sin embargo no haysolo progresión sino también re t roceso. Roma habría vuel to a la e tapa de dominatio perman e n t e en sus comienzos: urbem Rottiam... hahuere.

So br e la concepció n cíclica de la historia en Tac. cf G oody ear, Tacitus. Oxford, 1970 y delmismo autor; Cyclic development in History. A mu on Tacitas A nn. 3,55,5; Eulletin of ClassicalSludies, n" 17 (1970) p. 101-106, y P. Delpuech, Urgm tihm ¡mperii falis: Tacile et la fin del'Empire, Actes du IX Congies Ass. G. Budé , Paris, Les Bel les Let t res, 1975.

24) Se gún M . Gra n t , The ancient Historiaos, London, ^X'eidenfeId and Nicolson, 1970, p. 292la defensa de los historiadores augusteos del prefacio de los AnnaJes hay que entenderla como

dirigida a Livio. Pero el estilo y la manera de Tácito contrasta íiierteraentecon el de éste.25) Para G oody ear no fue la represión lo que disuadió a los historiadores sino e l crecimientode la adulalio; cuanto más adulación más dificultad para un historiador honesto de decir lave rda d .

26 ) AnaUcta Tacitea, Leiden, Brili, 1905, p. 162.

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(27 ) . El historiador antiguo, en efecto, es consciente dela separación o ruptura qufe existe entre la realidad y laspalabras sobre esa realidad, de ahí su deseo y su intención de ajustarías, en un proceso ininterrumpido, tratando de avanzar y aproximarse a ese ajuste; pero las razones de esa desviación las achaca a causas o, más bien, amotivos psicológicos: ira, studio, amore, metus, odio o polít icas: libertaslno libertas.

Si, como decíamos al principio, era posible percibirla relación de semejanza que el narrador establecía entreAu gusto y Tácito como representantes ambos de formasinnovadoras en la política y en la historiografía, hay sinembargo algo también que los diferencia y es que mientras que Augusto aparece s implemente como heredero oreceptor de una situación {cuneta fessa... sub imperiumaccepit), el historiador, en cambio, se presenta como heredero de una situación historiográfica de parcialidadpero consciente de ella y dispuesto a modificarla, circunstancia que le identifica, en cambio, a otro personajeinstaurador de una forma nueva en la historia de Roma:Brutus. Así el capítulo que comenzaba con la menciónde Brutus como instaurador de la libertas y el consulatusse cierra con la aparición del «yo» del historiador que seafirma como reinstaurador de la objetividad en la historia. De este modo, aunque lejanos en el tiempo y diferen tes po r su jpapel en la historia real, se aproximan enel texto y se identifican estos dos nombres: Brutus¡Taci-tus y estos dos conceptos: libertad en la realidad/objetividad en la representación de ésta. De esta forma tambiénla relación pasado/presente se interfiere. En Tácito la reflexión sobre libertasldominatio está siempre referida a unpresente que se extiende y refleja en el pasado. Las reli-quiae, los documentos que él utiliza, son construidos deacu erdo con esta idea eje dominan te (28).

El capítulo II es un desarrollo de los conceptos y delos hechos que en el I estaban simplemente esbozados.Pueden dis t inguirse también en _él- tres unidades diferentes de contenicio militar, político y psicológico, indicado

ras, de las relaciones temporal-causales que produjeron laconsolidación del poder de Augusto, seguidas de la referencia a las provincias:

1^) Antecedentes militares inmediatos de la llegadaal poder de Augusto .

2*) Acumulación de poderes en él, en su calidad de

princeps.

3^) Explicación psicológica de los hechos anteriores.

27) Cf. F. Vernier , op. cit. p. 92: «se llama realista a toda obra de ane que parece conforme ala idea que uno se hace de la realidad. Así, de una parte, esta idea está ligada a la situación ded a s e , de otr a par te, ios sistemas de representa ción, la ilusión de la conformidad están igualmente ligados a todo un aprendizaje estético segregado del sistema ideológico».

28 ) Cf. TAC. Hisí. 1,1,2 nam post conditam urbem octin^entos et ui^nti priorís aeui annos m ultiauctores rettulerunt, dum res populi Kom ani memo rabantur parí eloquentia ac libértate; postquambellatum apud Aclitum atque omnem potentiam ad unum conferri pacis interfuit, magna illa ingeniacessere; simul neritas pluribus modis infracta, primum inscitia rei publicae ut alienae, mox ibidineadsentandi aut rursus odio aduersus dominantis... La relación BrutusITacitas estaría dentro de lafígyra llamada énfasis, es decir, una manera de expresión indirecta; forma indirecta de expresión que desde el comienzo de su obra de escritor Tac: elige. Así para Leeman, oraiionis ratio,347 Agrícola y Materno son Táctico, Vespasiano es en cierta forma Trajano, Nerón quizás loque Táci to temía en e l emperador f i lóheleno Adr |ano».

En esa relación BrutusITacitus comunicada consciente o inconscientemente por Táci to, tendríamos expresada la intuición de esa analogía de que habla Mouloud ihas cOncias de estructurasy el conocimiento racional en Dialéctica y estructuralism o, Buenos Aires, Orbelus, 1969, p. 31) :«en tre los lenguajes ve rdade ramen te activos que renuev an las estructu ras pensables y formidables a la medida de las realidades sobre las cuales actúa y la actividad del hombre en la historiaque engend ra y renuev a las instimciones, los códigos, los signos».

En P ) la llegada de Augu sto es presentada comoconsecuencia de la desaparición de la escena política deuna serie de personajes que podrían haber sido sus oponentes: Bruto y Casio , Pompeyo, Lépido y Antonio.

Ese cansancio que antes mencionó en 1 {fessa... accepit) es ahora explicado y plenamente justificado, mediante la eniuneración acumulativa de los hechos que lo han

p r o v o c a d o :

Bruto et Cassio caessisnulla publica armaPompeius... oppessusexuto Lepidointerfecto Antonio

y la consecuencia de esto: que sólo queda Augusto comodu x de las ¿artibus lulianis (29).

En 2^) lo que se nos ofrece es una explicación de loque significa en realidad nomine principis, explicación queno se hace mediante la definición jurídica o histórica del

término, sino mediante la presentación de los actos y laconducta de Augusto , portador ahora de ese t í tu lo:

A) pósito triumuiri nomine (30) apariencia de costi-consulem se ferens tucionalidad.

B) ad tuendam plebemtribunicio iure contentum

C) populum donis, annonacunetas dulcedine otiipellexit

modestia y paterna-lismo.

demagogia

Pero estos hechos van a ser inmediatamente negados por sus contarlos. Así a A) y B) se opone insurgerepaulatim y munia senatus, magistratuum legum in se trahe-re y a. C) se opone nullo aduersante, cum ferocissimi cecidi-ssent y ceteri nobilium... seruitio promptiores (31).

Esta inversión de la situación, esta negación de lasapariencias es reflejada también por la transformación delos sentimientos que se experimenta con respecto al pas a d o : tuta et praesentia quam uetera et periculosa mallent.El cambio que supone Augusto es tan profundo que losromanos , los nobiles, llegan a preferir el presente al pasad o . Pero esos sentimientos no responden en realidad a

un a transformación de la mentalidad tradicional del nobi-lis romano sino que son simplemente expresión bien delagotamiento de unos individuos que se sienten impotentes para modificar el nuevo estado de cosas instauradopor e l princeps, bien de la aceptación pasiva e interesada

29) La frase postquam... malknt como bien observa Goodyear, op. cit. p. 101, es de una extensión inusitada en Tac. y representa el acaparamiento gradual del poder del senado y el pueblopor pa r t e de Augus t o .

30 ) Se gún Gre na de (Essai sur les origines du Principas, París, Boccard, 19 61, p. 39): «le fameuxpósito triumuiri nomine consulem se ferens et ad tuen dam plebem tribunicio iure contentum, ne designe pas les érapes de'une evolution constitutionnelle á trois termes: lepoque triumvirale, Tépo-que consulai re e t l ' époque du t r ibunat , coriespondant a 43-32, 32-23 e t 23 e t les annéessuivantes. II dessine avec une intention de satíre mal dissimulée léevolution d"une propagandadont les thémes se sont enchevétrés et ont interferé entre eux au lieu de se succéder et de sederruiré. Tacite vise l 'affectation de vigilance republicaine conjuguée avec la prétention déraa-

gog iqu e d e défen se de la plebe par laquella Octava a reüssi a don ner le change sur ses pro jetsveritables au moment oü il s'emparair de tout l 'appareil de l 'Etat».

31) Las tergiversaciones e imprecisiones cronológico-histórícas que se encuentran en estecap.-cf. Goodye a r , op. cit. p. 102-105, creemos que pueden explicarse en el sentido que lohace Syme, es decir, como una reflexión del historiador sobre la consolidación del poder, independ ientem ente de los nombres y las formas que éste toma.

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{quanto quis seruitio promp tior opihus et ho-extollerentur ac nouis ex rebus aucti).

El proceso de adaptación de las provincias se produñeque... illum rerum statum abnue-

(32).

De spu és de presentar en P ) y 2^) los hechos refe

cum ferócissimi... cecidissentopibus et honoribus extollerenturnouis ex rebus aucti

1 ablat. absoluto(pósito triumu. nomine)

— 1 orac. de part.(consulem se ferens)

al referirse a las provincias:

suspecto senatus populique imperio

inualido legum auxilio

Trataremos de analizar ahora cómo está lingüística

También en este plano están claramente diferencia

a) Hasta nullo aduersante, es decir, en toda la narra

n d e po de res (las divisiones 1^ y 2^ del conte nido ),

ubi, con oraciones cuyo núcleo verbal lo consti

b ) Desde cum... cecidissent hasta mallent, es decir, lo

c) Aparición del modo indicativo para narrar la si{abnuebant; turbabantur).

En a) tenemos una serie de oraciones distribuidas

ablativ o abso luto 2 orac. nom inales: adj.-l-sust.caessis) (nulla publica arma; P: oppressus)

Ablat. absolu to 1 orac. nom .: sust .+ad j.inerfecto Ant.) (Caesar dux reliquus)

Cf. la observación de Goodyear a propósito de rer:im statum iop. cit. p. 107) en el sentidoqu e Tác ito no po día hacer caso omiso de un térm ino básico y muy usado en la ideología del

suspecto... inualido van, según Goodyear , op. cit., p. 107, enfatizadas y conec

Lo in teresant e para Leeman, Structure..., p. 190 ss-, en la articulación en tre el cap. 1 y 2 espost-quam, esp ec ia lmen te exutoque Lepido interfecto Antonio ne

quidem partibus nisi Caesar dux re liquus, que es una versión ligeramente ampliada deLepidi atque Antonii arma in Augustum cessere. Hay una relación estrecha

re el cap. 1 y 2 . Tácito parece sugerir que la h istoria de la dominatio en Roma empieza ya

1 oración subordinada con indicativo: ubi pellexit,constituida por tres miembros, en gradación creciente,de los cuales uno engloba a los otros:

militemlpopulum

cunctos

2 orac. de infin. histórico: insurgere paulatim; In setrahere, con la misma estructura interna que la anterior.En este caso es senatus el término que engloba a losotros dos:

magistratuumllegum

senatus

El orden palabras en esta enumeración no es casual

ni arbitrario, sino que responde a un proceso lógico y deacuerdo con la realidad: senatus es el órgano del que surgen las autoridades y del que emanan las leyes, de ahíque aparezca citado en primer lugar. Igualmente en laenumeración anterior, la sucesión de los términos mili-temí populuml cunctos responde a lo narrado anteriormente:A u g u s t o c o m o dux reliquus ha de captarse primero a losso ldados (militem donis); como p rotec tor de la plebe {adtuendam plebem) debe tener satisfecho al pueblo {populumannona) y como pacificador y salvador debe hacerque todos disfruten de los beneficios de esa paz {cunctosdulcedine otii).

1 Ablativo absoluto: nullo aduersante, con el que secierra la enumeración y sirve a la vez de introducción alas oraciones siguientes de cum -t- subjuntivo.

La aceleración del ritmo sintáctico, lograda fundamentalmente mediante la ausenciade nexos entre las distintas oraciones y la sensación de monotonía producidapor la repetición continua de la misma estructura oracional, son recursos formales que tienden a imponer yhacer presenteslos contenidos que se comunican: el cambio cualitativo que supone Augusto y que es resultadode la acumulación de una serie de circunstancias monótonamente repetidas que llegaron a concretarse y resol

verse en la desaparición definitiva de sus oponentes.

La transición a los indicativos narrativos de c) sehace mediante una l i to tes (ñeque... abnuebant^ que confíe-re a todo el párrafo un valor enfático-irónico muy acusad o . La explicación de los hechos referentes a lasprovinciae viene indicada también mediante formas deexpresión paralelas a las encontradas en a): un ablativo^so\\¡xo, suspecto... imperio, desarrollado por la oraciónde relativo: quae... turbabantur y por los tres miembrosen ablativo: uilambitulpecunia.

Lo que se narra en el capítulo es la llegada de

Augusto y sus pr imeras medidas como dux-consul peroestos eventos no están simplemente presentados sino valorados y explicados subjetivamente, de ahí el recursofrecuente a formas metafóricas aunque se trate de metáforas ya lexicalizadas (oppressus, exuto, dulcedine otii, pelle-

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xit, insurgere, trahere, extollerentur) y a explicaciones causales, resultando así que lo importante, lo que se ponede relieve, es el sentimiento consciente del cambio quesupone la presencia de Augusto, tanto para las instituciones políticas romanas como para la moral pública.

Toda la organización lingüística del texto está orientada a hacer evidente el significado del régimen repre

sentado por Augusto y la evidencia que adquirimossurge no de la definición jurídica o política dada por elhistoriador sino del contraste entre los términos y losconceptos que en el texto se presentan dialécticamenteenfrentados y opuestos:

1) PRESENCIA/AUSENCIAAúgustus dux reliquuslalii duces

2) ACUMULACIÓN/VACIOcónsul, trib. pot., senatus,

leges, magistratus . I eadem uocabula

3) AUTORIDAD/SERVIDUMBREinsurgere; trahere in selseruitio promptior

4) ACTIVIDAD/PASIVIDADse ferens; ad tuendam plebem;pellexit; in se trahere . I nullo aduersante

Al mismo tiempo se produce la identificación entrelos conceptos que hasta entonces eran antitéticos: nobi-litas—seruitium.

La vinculación entre opes et honores, ambos comoatributos de los nobiles no es nueva, pero sí es nuevo en

cambio que sea por medio de seruitio como se produceen estos momentos la relación.

Así es como, sin dar de él una definición, aparececaracterizado el Principado. Este, por obra de Augusto,dux reliquus y cónsul ha surgido de un VACIO-el producido pof la muerte de otros-y se mantiene gracias también a otro vacío-el de las instituciones tradicionales quepoco a poco van perdiendo su sentido al ser asumidassus funciones por uno sólo, el PRINCEPS.

Es curioso observar, no obstante, cómo son presentadas con funciones sintácticas distintas: populus, miles,

por im lado y senatus magistratus, leges, por otro. Éstosúltimos no son nunca objeto directo y pasivo de una ac-cióii realizada por Augusto, sino que aparecen siempreen genitivo dependiendo de un sustantivo abstracto: mu-nia, imperio, auraritia, auxilium, tal vez para atenuar así,mediante el recurso a la abstracción, algo que sería penoso admitir abiertamente: la dependencia directa del senad o , las magistraturas o las leyes, de Augusto.

Mediante íTíííw»? que sirve de transición al cap. III,Tácito pasa a referirse a la política seguida por Augustopara asegurar su régimen y la continiúdad de éste recurriendo para ello al apoyo (subsidia) (35) de personas re

lacionadas con él por vínculos familiares (Marcellus, soro-ris filius) o militares y familiares (Agrippa... bonus miliiiaeet uictoriae socius y luego tamhiéa gener).

35) Cf. Rss geslae, 1,1 rem publicam dominatione factionis oppressam in libertatem uindicaui.

2 6 "• • •• — -

Al final del capítulo se hace mención a la situacióngeneral en el interior {domi res tanquillae) j en el exterior{bellum ea tempestate nullum nisi aduersus Germanos supe-rerat) como antes en el cap. II se había referido a lasprovincias.

En esta ocasión Tácito, presenta el régimen de Augusto designándole con laTñisma palabra que utilizó al refe

rirse a Cinna y Sulla: dominatio (36). Y, de la misma manera que Augusto llega a ser princeps al desaparecer de laescena política sus oponentes y quedar él como dux reliquus, igualmente la llegada de Tiberio es consecuenciadel proceso de desaparición paulatina, fortuita o no, desus rivales: Ñero solüs e priuignis erat. Es pues un vacío loque viene a colmar también Tiberio, el sucesor deAugusto.

Lo que se dice en este capítulo tiene como finalidaddemostrar, con ejemplos y hechos concretos, el significado real de lo que en el anterior se había enunciado sólode una manera general'a propósito de la usurpación de

poderes de Augusto. Así vemos cómo la designaciónpara el desempeño de una función pública es realizadaexclusivamente por Augusto. El pontificatus, la aedilitas,el consulafiii,_\QS imperatoria nomina, .son. todos términos abstractos, vados de contenido, que Augusto aplica apersonas de su confianza para que le sirvan así de instrumento en la realización de sus propios fines. Con esta intención, el pontificatus y la curulis aedilitas son concedidos a C. Marcellus, admodum iuuenis y el consulatus pordos años a Agripa, ignobilis loco, pero buen militar. Estaconcesión está expresada mediante el verbo extulitempleado metafóricamente (igual que el siguiente, auxit)Y el ablat. instrumental:

ignobilem-extulitpontificatü

Sólo al referirse a C. y Lucio utiliza el término concreto cónsules (como sujeto de un infinitivo pasivo) enlugar del abstracto consulatus, quizás para poner así derelieve la falta de contenido real del término: cónsules, enefecto, está aplicado a unos niños que aún no han abandonado \3L praetexta. Esta contradicción entre la apariencia y la realidad está claramente expresada en la antítesis;specie recusantis flagrantissime cupiuerat y, sobre todo, alfinal del capítulo, cuando al aludir a la situación anteriorse la define como tranquillae porque los nombres de lasmagistraturas continúan siendo los mismos, siendo ambasafírinaciones inmediatamente desmentidas y reducidas asu verdadera significación:

Domi res tranquillae, está en contradicción con la.í^rmación que se, hace._dconiien.zo4el capítulo sigut é : uerso ciuitatis statu nihil usquam prisci et integri moris,contradicción que está marcada paradójicamente mediante la partícula conclusiva igitur y, en cuanto a eadem ma-gistratuum uocabula está claro que son sólo los nombreslos que son los mismos y que sus significados eran desconocidos, al no quedar nadie o muy pocos que hubieranvisto la república (37).

Paradójicamente son estas palabras antiguas, lasnaismas (eadem,Mocabula), pero vaciadas de su contenido,

36) Cf. P. Ceausescü, Vimaff d'Augmte chez Tacite, Klio, .1974, p. 183-198.

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las que para Tácito constituyen los verdaderos subsidia

dominationi y las que, de hecho, contribuyeron al mantenimiento del Principado, al creer en las conciencias (38)la ilusión d e qu e nada había cambiado. La gran intuiciónde Augusto como pr imer princeps, su gran acierto fué,quizás y adernás, el haber conservado incólume lo esencial del lenguaje político del uetús populus Romanus (39).P e r o , como contrapartida, esta pervivencia del lenguajefavoreció durante un tiempo la conservación del recuerdo de los viejos tiempos y con él también el deseo, exper imentado más o menos intensamente por numerososromanos, de resucitar ese pasado sentido como más lib r e , ün pasado en el que los nombres correspondían alas cosas. Si es difícil y requiere un largo proceso anularla memoria colectiva, aún cuando se cambien las estructuras del poder y se modifique el lenguaje, esta dificul-

37J La yuxtaposición en asíndeton domi res tranqitiílae íadem mapitratuum uocabuia pareceimplicar una relación causal en tre ambas; los eadem uocabuia parecen subsumir la contradicciónr ea l ex is ten te en t r e tranquillae y uerso áuitatis statu.

Es in teresante resaltar a la vez que la expresión domi res tranquillae so lo ocurre en Tac, eneste pasaje (cf. SALL. Cat. 16,5 tutae tranquillaeque res omnesj como si con ello Tac. quisierapo ne r de reli eve lo insólito y contradic torio de ese mome nto histórico y la dificultad de defin ir lo ; de ah í su recurso a ^^K término tranquillae pero para hacerle significar algo distinto a lohabitual en él.

38) Las conciencias de los nubiles se en tiende, ya que la plehs y los otros sectores de la sociedadpodían tener o tras tazones para aceptar de peor o mejor grado, tal es tado de cosas. Pero sobreesto Tac. no nos dice nada. Cf. A. La Penna, Sallustio e la «rívoluzime» romana, Milano, Feltri-nelli , 1973.

39) Esta in tu ición y comprensión de Augusto de la impor tancia del lenguaje le l levó a ejerceruna hábil política cultural y literaria para la que contó con el apoyo o al menos la no oposición,

de los mejores escr itores de su tiempo.

'40 ) Sob re la interrelació n entre lenguaje y sociedad cf. A. García Calvo, op. cit.. G. Matoré,La méthode en lexicolo^ie, Par is , Did ier , 1953; J . D ubois . Le vocabulaire politique et sociale enfranco^ de 1868 a 1812, París, Larousse, 1962 , y J. Stalin, El marxismo, la cuestión ?iai i"ital i lalingüistica, Madrid , Akal, 1977.

tad se hace aún mayor cuando el lenguaje se mantiene elmismo, porque «las palabras tienen, en efecto, el poderde crear nuevos hechos pero también el poder de conservarlos» (40). En este sentido puede que no sea casualel que en el Prólogo se encuentren mencionados casi todas las magistraturas romanas. La presencia de esos nombres prepara e l enunciado s iguiente , eadem magistratuumuocabuia, de modo que el contraste entre las dos situa

ciones se haga más evidente.

El capítulo IV que sirve de conclusión {igitur uerso'ciutatis statu) a lo que se ha dicho en los anteriores, int roduce además a lgunos e lementos nuevos que completan la visión del Principado de Augusto esbozada en losanteriores. Estos elementos nuevos no son en definitivamás que la manifestación a otros niveles del vacío creadopor la presencia de Augusto en la mora l entendida ,comoco nj un to de circunstancias políticas y en la información.

En cuanto a la primera sólo se dice que no quedónada de la antigua, pero a ésta se la califica con los adje

t ivos prisci e integri y se la pone en relación con la nuevaque queda definida sólo con una sola noción: exutaaequalite. Es la pérdida por parte de todos y más quepérdida la renuncia o despojamiento de esta aequalitas y,su contrap artida, la depen dencia del pinceps, lo que caracteriza a la nueva moral.

En el capítulo anterior al referirse al régimen deAugusto lo había hecho con la palabra dominatio, aquí,en cambio, emplea princeps pero en geni t ivo dependiend o d e iussa y en relación con omnes y aequalitas. Princepsse opone a omnes al haber renunciado éstos a la aequalitas igual que antes en el capítulo III, los ceteri nobiliumpor medio de l seruitio podían elevarse y tener acceso a

los cargos y a las riquezas.

A l priscus mas es pues la exuta aequalitas y los iussaprincipis lo que se opone , pero , al 'mism o tiempo, la aceptación de esta situación es la que proporciona la seguridad en el presente, seguridad cuyo único apoyo es lape r sona de Augus to : dum Augustus ualidus seque et domumet pacem sustentauit. La estructura de la frase formadade tres miembros en oposición gradual creciente {se-do-mum-pacem) y destacada por el pohsíndeton contribuyemu y eficazm ente a expresar esta sensación de plenitudque Augusto infunde .

Pero a la situación reinante cuando Augusto eraualidus se opone la actitud de esas mismas personascuando és te es senex. Es ahora cuando se pone de manifiesto el significado real de esa paz y tranquilidad a qu eantes se aludía. Así res tranquillae o pacem sustentauit sondesment idas por bellum que es deseada o temida por algunos como resolución de la inquietud e inseguridad Xz.-

temes.Tranquillae significa, pues aquí «apariencia detranquilidad», no «tranquilidad». De la misma manera elotium que se mencionaba en cap. 2, 1 {dulcedine otii pe-llexit), es sentido ahora como algo negativo y a lo que seintenta oponer , aunque en vano, los bona libertatis. Endefinitiva, el finis de Augusto se identifica con spes nouaey estas spes nouae hasta que lleguen a concretarse y resol-

verse con el advenimiento de Tiberio, se manifestarán enforma de palabras que expresan, ya los deseos y temoresde una minoría crítica de ciudadanos que se plantea alternativas a la situación que el final de Agusto provoca

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(hona libertatis in cassum disserer; bellum pauescere, cupere)ya la ausencia de temor o deseo de la pars multo máximade éstos que se limita a aceptar pasivamente los hechos ya manifestar sólo uarm rumoribus su opinión sobre cadauno de los posibles gobernantes, designados ahora con lapa labra dóminos y no principes. La enumeración de estosrumores ocup a una gran extensión en la narración: prácticamente todo el capítulo IV, que presenta en estilo

ind irec to los comentarios en torn o a Agripa y Tibe rio yel V, en el que se indican los comentarios y conjeturassobre la muerte de Augusto.

Esos rumores no son más que formas degradadas dela información y significan la ausencia de cauces más ordenados por los que es ta pueda expresarse , suponiendopor tanto, nó un conocimiento objetivo de la realidadsino una incertidumbre y una ignorancia. Son formasvacías que se difunden en el vacío y que sirven sólo paradar expresión a los sentimientos o a la intuición pero nopara actuar eficazmente sobre la realidad. La variedad yconsiguiente indeterminación de los rumores está destaca

da en el texto por la presencia de diversas formas deexpj-esión d e la indefinición: pauci, plures, alii, pars,quídam, que sustituyen a los nombres concretos degrupo o c lase : nohiles, equites, plebs, amici, etc. En lugarde los órganos regulares de discusión y decisión política,c o m o senatus o comitia, funciona este elemento nuevoque es la fama o el rumor que no t iene ningún poder dedecisión.

A los eadem uocabula magistratuum del capítulo III ,formas sin contenido que habían perdido su capacidadreferencial ya que designaban a unos magistrados sinatribuciones, corresponden ahora estos rumores, palabraspo rtado ras de^ un sentido y un co ntenid o concreto comotales, pero privadas de su capacidad para actuar. En definitiva lo que aquí queda reflejado es la anulación o almenos la degradación de dos de las funciones del lenguaje : la referencial o comunicativa y la actuativa o práctica.El vacío que la senectus y la impotencia de Augusto provoca se colma únicamente con palabras también vacías eimpoten te s .

La enfermedad y la muerte de Augusto, que senarran en el capítulo V, si bien no eran algo inesperado,sin embargo aparecen también rodeadas de misterio.Existe la sospecha expresada por algunos: quidanl, d eque ha sido asesinado por su esposa y se hacen conjetu

ras sobre los motivos que pueden haber justificado el recurso a esa forma de muerte (41).

La muerte de Fabio Máximo, que había acompañadoa A ug ust o a visitar a Agripa, es igualmente m isteriosa. Elnar rad or se limita a presentar los rumores y las versionesqu e circulab an en tonces en .torn o a esos hechos pero sinafirmar ni negar su veracidad {dubium an quaesita morte;utcumqu e se ea res habuit; ñeque satis com pertum est) bienporque efectivamente no le haya sido posible llegar a unconocimiento obje t ivo de esos hechos , bien porquequ ier e conscie ntem ente, median te la manifestación d e suignorancia e inseguridad como historiador, hacer partici

par al lector en esta atmósfera de confusión, haciéndoseél mismo cómplice de ella. En estilo indirecto se expresa

41) Para las cuest iones de tipo iiistóríco que plantea este capítulo y el siguiente, cf. Go odyear,op . cit. p. 125-130.

el contenido de los rumores que hacen referencia a lascualidades o características de los futuros domini, pre sentados por el narrador de forma que aparezcan las diferencias entre ellos pero, sobre todo, de forma que elfu turo princeps-dominus se presente con los rasgos quevan a definir no tanto su carácter como su actuación política, su principado. En efecto, superbia, saeuitia, ira, si-mulatio, etc. serán lo que provoque y condicione el se-

ruitium y la amenaza de desgarramiento del Estado. Endefinitiva, lo que Tácito comunica implícitamente y aello no es ajeno el recurso al término regnatrix, un ha -pax, junto con la utilización del asíndeton y luego el etsiguiente con valor intensivo: huc et prima ab infantia-esel significado real de la elección de Tiberio para princeps,es la contradicción entre los deseos y previsiones queexpresan esos rumores y la realidad que se impone. El do -minus Tiberius aparece así como la imposición de lo nonecesar io. El dominus que seguirá a Augusto llega al poder como algo que ocurre más allá de lo previsible ydeseado. Si Augusto había tomado el poder activa y fatalmente después de todas las cosas fessa, la situaciónahora se invierte y es Tiberio el que accede pasivamente(congestos consulatus, triumphos; eductum ) imponiéndosesobre las contradicciones de una realidad conocida o intuida por la pars multo máxima pero que sólo ha sabidoreaccionar ante ella con palabras que serán acalladas conel advenimiento de Tiber io.

A estos rumores, sospechas, conjeturas, temores,pondrá fin únicamente la noticia de la muerte de Augusto y al advenimiento de Tiberio, noticia que se presentas imul táneamente (eadem fama tulit). Blfinis Augusti (4,2)significa en realidad excessus Augusti y las spes nouase ad quir i rán también un contenido concre to: que Ti . Neróne ra dueño de l pode r (rerum potiri Neronem ) y por tanto

que las previsiones de la mayoría han sido frustradas.

Augusto había llegado al poder después del cansancio d e un a guerra civil . Tiberio después de un largo período de paz en el que habían reinado el cansancio, laacomodación resignada a la nueva situación y la ignorancia colectiva. El final de Augusto y el principio de Tiberio son simultáneos en el t iempo pero coinciden tambiénen algo más: en el misterio que los envuelve. La muertede Agripa Postumo a l comienzo de l re inado de Tiber io(primum facinus noui principatus fuit Postumi Agrippaecaedes, cap. 6,1) es paralela a la de Fabio Máximo en losfinales de Augusto y resuelve la ambigüedad de ésta dándole todo su sent ido.

Estas son algunas de las pauca et extrema que Tácitose propuso contar sobre Augusto -ya que e l re la to continuará luego en los caps. 9-10—, pero no es en realidadde la persona de Augusto de quien nos ha hablado sinode los orígenes y desarrollo de esa nueva forma de organización política de la sociedad romana que él, nomineprincipis inauguró, mostrándonos al mismo tiempo o,más bien insinuando, los fundamentos sobre los que sebasaba ésta y que hicieron que el sistema del Principadose mantuviera vigente aun mucho después de desaparecido su fundador.

Este es el sentido que parece tener, en el conjuntoque const i tuyen los Annales, el Prólogo y los cuatro capítulos sobre Augusto. Los datos seleccionados —sólo losrefe ren tes a la superestructura ideológica y po lític a- el

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léxico empleado, la forma en que está organizado y est ructurado és te , t ienden a hacer evidente, por una par te ,el significado de esa forma nueva y compleja que es elPrincipado y, por otra, cuáles eran los sentimientos y laact i tud del pueblo romano —de un sector del pueblo romano, el representado por la nobilitas— con respecto aé s t e ; sentimientos que Tácito, contemplador lejano deesos eventos y su registrador, parece compartir .

La forma en que está presente en el Prólogo de losAnuales la historia de Roma de ese período nos revelabien las contradicciones internas de la realidad a la quesu texto alude. Limitándonos al léxico de las insti tuciones polít icas hemos intentado ver mediante el anális is delas relaciones entre los distintos términos y de éstos conlos demás elementos de su entorno, cual es el s ignificadoy el sentido de éstos dentro de la unidad significativaque constituyen los capítulos iniciales de los Annales.Las conclusiones a que creemos haber l legado, con carácter provisional hasta que el anális is se extienda al conjunto de los seis primeros l ibros de los Annales y a otroshistoriadores, podrían sintetizarse así:

1^) Este léxico ocupa un lugar central dentro deeste conjunto narrativo. Todos los recursos l i terarios queel historiador utiliza, tanto en el plano del léxico (metáforas lexicalizadas, formas nominales, hapax, palabrasde util ización excepcional como íranquillae res, etc.)como en el de la construcción, (paralelismos, antítesis ,litotes, anáforas) tienden a destacarlo y llamar la atenciónsobre él . La acumulación de estos términos precisamenteen el exordium, no es casual y quedará aclarada, más tarde su intención y su sentido con la expresión eadem ma-gistratuum uocabula.

2*) Los lexemas que en este conjunto ocupan el primer p lano son : consul-consulatuslprinceps-principatus¡sena-tus. Es en torno a ellos y en relación con ellos como sedefinen y adquieren sentido los demás, configurados todos ellos en torno a los conceptos de seruitiumllibertas!dominatio.

CONSVLATVS aparece tres veces, una de ellas s ituado en un tiempo anterior a Augusto y con significadodistinto al de las otras dos:

a) Antes de Augus to, consulatus se opone a reges yes la forma en que se organiza y constituye la libertas,como resultado de la intervención de una voluntad individual que se nombra: L. Brutus. Es al mismo tiempo untérmino que, de alguna manera, engloba superándolos adictaturae, decem uiralis potestas, consulare ius tribunorummilitum y dominatio,potentia, siendo todos estos determinaciones sucesivas de él pero sin l legar a anularle.

b) Durante el Pr incipado de Augus to, consulatus esun ins t rumento en manos del princeps, una condición queéer» otorga a unas personas determinadas, aunque noreúnan las cualidades idóneas para el desempeño de estaÜiat ' ión (ignobilem loco... geminatis consulatibus extulit) yaparece además cargado de un sentido peyorativo porencontrarse formando par te de una enumeración de cua

lidades negativas aplicadas a Tiberio, cualidades negativasque son vistas paradójicamente como favorecedoras de ladesignación para futuro princeps (congestos iuueni consulatus, triumphos).

CONSVL, aparece dos veces, una en que se definecomo la nota o cualidad esencial del princeps (consulem seferens) y otra en que, igual que consulatus, es una cualidad atr ibuida por éste a los principes iuuentutis Gayo yLucio (destinan cónsules... flagrantissime cupiuerat).

PRINCEPS es un t í tvdo (nomine principis) complejo ycontradictorio, definido por las relaciones siguientes:

1)

2)

princepsI reges(aunque sus funciones son formalmente lasmismas.

dux (luilianis partibus)

cónsul {consulem se ferens) •princeps

( C o m o du x es presentado por Táci to , como cónsul sepresenta él mismo) .

3) consulatus •

dictaturae •dominatio •potentiaarma

princeps

(Puede asumir todas esas funciones)

4) princeps I omnesiussa /tmpenum / sermtium

También des ignado indirectamente y en sent ido peyora t ivo como dominus (imminentis dóminos uarüs rumori-bus differebant; subsidia dominationi) y su casa como reg-natrix (eductum in domo regnatrice).

SENATVS, aparece dos veces, en ambas definidopor notas negativas: por su inoperancia y ambigüedad(suspecto senatus populique imperio) y por su pasividad luego ante el princeps (munia senatus... in se trahere nulloaduersante).

DICTATVRAE-DECEMVIRALISPOTESTAS-TRIBMILITVM CONSVLARE IVS, se caracter izan por serde durac ión l imi tada y s e oponen a DOMINATIO-PO-TENTIA-ARMA en el sent ido de que es tas úl t imas apa

recen con determinaciones personales (Cinna, Sulla, An-tonius, Lepidus).

PONTIFICATVS y AEDILITAS CVRVLIS , soncargos que suponen un privilegio otorgado por el princeps c o m o subsidia dominationi. Se aplican a un iuuenis.

T R I B V N I C I V M I V S - T R I B V N I C I A P O T E S T A S ,es , c o m o cónsul, un atri tuto que se artog2i el princeps. Iustribunicium, que en el texto aparece en ablativo, instrumental, se aplica al ejercicio real y activo de ese poder(ad tuendam plebem tribunicio iure contentum) mientras quepotestas tribunicia f i ínciona simplemente como un tí tulosin implicar la puesta en práctica de ésta (consors tribuni-

ciae potestatis adsum itur).

REX se opone a consulatus pero no es tá empleadoen sent ido peyorat ivo.

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APÉNDICE

1. 1 VRBEM Romam a principio reges habuere ; liber-

tatem et consulatum L. Brutus instituit. Dictaturaead tempus sumebantur; ñeque decemuiralis potestasultra biennium, ñeque tribunorum militum consulareius diu ualuit. Non Cinnae, non SuUae longa domina-tio ; et Pempei Crassique potentia cito in Caesarem,Lepidi atque Antonii arma in Augustum cessere, quicuneta, discordiis ciuilibus fessa, nomine principia subimperium accepit. 2 Sed ueteris populi Romani prospera uel aduersa claris scriptoribus memorata sunt;temporibusque Augusti dicendis non defuere decora

ingenia, doñee gliscente adulatione deterrerentur. Tibe-rii Gaique et Claudii ac Neronis res florentibus ipsispb metum falsae, postquam occiderant recentibusodiis compositae sunt. 3 Inde consilium naihi paücade Augusto et extrema tradere, mox Tiberii principa-tum et cetera, sine ira et síudio, quorum causas proculhabeo.

2. 1 Pos tqua m , Bru to et Cassio caesis, nulla iampublica arma, Pompeius apud Siciliam oppressus, exn-

toque Lepido, interfecto Antonio, ne lulianis quidempartibus nisi Caesar dux reliquus, pósito triumuirinomine, consulem se ferens et ad tuendam plebemtribunicio iure contentum, ubi militem donis, popu-lum annona, cunctos dulcedine otii peliexit, msurgerepaulatim, munia senatus, magistratuum, legum in se'trahere, nuUo aduersante, cum ferocissimi per aciesaut proscriptione cecidissent, ceteri nobilium, quantoquis seruitio promptior, opibus et honoribus extolle-rentur ac, nouis ex rebus aucti, tuta et praesentia quamuetera et periculosa mallent. 2 Ñeque prouinciae illumrerum statum abnuebant, suspecto senatus populiqueimperio ob certamina potentium et auaritiam magistratuum, inualido legum auxilio, quae ui, ambitu,postremo pecunia turbabantur.

3. 1 Ceterum Augustus subsidia dominationi Clau-dium Marcellum, sororis filium, admodum adulescen-tem, pontificatu et curidi aedilitate, M. Agrippam,ignobilem loco; bonum militia et uictoriae socium,geminatis consulatibus extulit, mox, defuncto Mar-cello, generum sumpsit; Tiberium Neronem et Clau-dium Drusum priuignos imperatoriis nominibus auxit,integra etiam íum domo sua. 2 Nam genitos Agrippa

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Gaium ac Lucium in familiam Caesarum induxerat,

necdum posita puerili praetexta, principes iuuentutisappellari, destinan' cónsules specie recusantis fla-grantissime cupiuerat. 3 V t Agrippa u it a. concessit,Lucium Caesarem euntem ad Hispanienses exercitus,Gaium remeantem Armenia et uulnere inualidum morsfato propera uel nouercae Liuiae dolus abstulit, Dru-soque pridem exstincto , Ñero solus e priuignis erat,illuc cuneta uergere : filias, collega imperii, consorstribuniciae potestatis adsumitur omnesque per exercitus ostentatur, non obscuris, ut antea, matris arti-

bus, sed palam hortatu. 4 Nam senem Augustumdeuinxerat adeo uti nepotem unicum, Agrippam Postu-mum, in insulam Planasiam proiecerit, rudem sanebonarum artium et robore corporis stolide ferocem,nuUius tamen flagitii compertum. 5 At hercule Ger-manicum, Druso ortum, octo apud Rhenum legioni-bus imposuit adscirique per adoptionem a Tiberioiussit, qxiamquam esset in domo Tiberii filius iuuenis,sed quo pluribus munimentis insisteret. 6 Bellum eatempestate nullum nisi aduersus Germanos supererat,

abolendae magis infamiae ob - amissum cum QuintilioVaro exercitum quam cupidine proferendi imperii autdignum ob praemium. 7 Domi res tranquillae, eademmagistratuum uocabula; iuniores post Actiacam uic-toriam, etiam senes plerique inter bella ciuium nati;quotus quisque reliquus, qui rem publicam uidisset ?

4. 1 Igitur, uerso ciuitatis sta tu, nihil usquamprisci et integri moris : omnes, exuta aequalitate,iussa principis aspectare, nulla in praesens formidine,

dum Augustus ae tate ualidus seque et domum et pacemsustentauit. 2 Postquam prouecta iam senectus aegroet corpore fatigabatur aderatque finis et spes nouae,pauci bona libertatis in cassum disserere, plures bellum pauescere, alii cupere. Pars multo máxima immi-nentes dóminos uariis rumoribus differebant : 3 trucemAgrippam et ignominia accensum, non aetate ñequererum experientia tantae moli parem ; Tiberium Neronem maturum annis, spectatum bello, sed uetere atqueÍnsita Claudiae familiae superbia; multaque indiciasaeuitiae, quamquam premantur, erumpere. 4 Hunc

et prima ab infantia eductum in domo regnatrice;congestos iuueni consulatus, triump hos ; ne iis quidemannis quibus Rhodi specie secessus exulem egerit ali-

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quid quam iram et simulationem et secretas liftidinesmeditatum. 5 Accederé matrera muliebri impotentia :seruiendum feminae duobusque insuper adulescenti-bus qui rem publicara interira preraant quandoquedistrahant.

5. 1 Haec atque talia agitantibus grauescere uali-tudo Augusti et quidam scelus uxoris suspectabant.Quippe ruraor incesserat paucos ante raenses Augus-tum, electis consciís et comité uno Fabio Máximo,Planasiara uectum ad uisendum Agrippam; multasillic utrimque lacriraas et signa caritatis spemque exeo fore ut iuuenis penatibus aui redderetur. 2 QuodMáximum uxori Marciae aperuisse, illam Liuiae. Gna-rum id Caesari; ñeque multo post exstincto Máximo,dubium an quaesita morte, auditos in funere eius Mar

ciae gemitus semet incusantis quod causa exitii mantofuisset. 3 Vtcuraque se ea res habuit, uixdum ingres-sus lUyricum, Tiberius properis matris litteris accitur;ñeque satis compertura est spirantem adhuc Augus-tum apuc? urbem Nolam an exaniraera reppererit.

4 Acribus namque custodiis domum et uias saepseratLiuia, laetique interdum nuntii uulgabantur, doñee,prouisis quae tempus monebat, simul excessisse Augus-tum et rerum potiri Neronem fama eadem tulit.

1.1 La ciudad d e Roma la mvier on aJ principio los rey es'; la libertad y el consulado los estableció Lucio feruto-. Las dictaduras se adoptaban ocasionalmente^; la autoridad de los decémviros no estuvo env igor mis de dos años ni tampoco la potestad consular de los tribunosmilitares". No fué larga la dominación de Cinna, nn© fué la de Sila'^;igualmente el poder de Pompeyo y también el de Craso pasó pronto amanos de César; las armas de Lépido y de Antonio a Augusto^, e l cual,con el nombre de Principe, recibió, bajo su poder supremo todo loexistente, agotado por las discordias civiles'. 2 Pero los éxitos y los fracasos del viejo pueblo Romano han sido historiados por escritores ilustres y, en cuanto a la época de Augusto, no han faltado notables talentos para narrarla hasta que, con los progresos de la adulación, fuerondesviándose. La historia de Tiberio y de Gayo y la de Claudio yNerón, falsificada por el miedo mientras estaban ellos en su apogeo,fué compuesta , después de su muerte , a l dictado de odios recientes.3 De ahí mi propósito de relatar unas cuantas cosas de Augusto y sólode sus últimos momentos y luego el Principado de Tiberio y lo demás,sin odio y sin parcialidad, sentimientos cuyos morivos me resultan lejan o s .

2.1 Después de que, con la muerte violenta de Bruto y Casio, nohabía ya ejército republicano, que Pompeyo fue aplastado junto a Sicilia y que, e liminado Lépido y muerto Antonio, no le quedaba ya al partido Juliano otro jefe que César, abandonó éste e l t í tulo de triúmviropresentándose como cónsul y declarando que se contentaba con el poder tribunicio para la defensa del pueblo. Tras seducir a l soldado conrecompensas, al pueblo con repartos de trigo, a todos con las deliciasde la paz, se fué creciendo poco a poco y empezó a arrogarse las prerrogativas del senado, de las magistraturas, de las leyes, sin que' nadiese le opusiera, siendo así que los más intrépidos habían caído en laguerra o en las proscripciones y el resto de los nobles eran ascendidosen riquezas y honores en función de su disposición a servirle y, enri

quecidos con el cambio de régimen, preferían el présente y su seguridad a la incertidumbre del pasado. 2 Tampoco las provincias se oponían a este estado d e cosas dado que les resultaba peligroso el gobiernodel senado y el pueblo a causa de las rivalidades de los grandes y lacodicia de los magistrados y que no encontraban apoyo en unas leyes

que eran perturbadas por la violencia, las intrigas y en definitiva por eld in e ro .

3.1. Por lo demás, Augusto, para apoyar su dominación, enaltecióa Claudio, hijo de su hermana y apenas un adolescente , con el pontificado y la edilidad curul y a Marco Agripa, de origen oscuro pero buenmilitar y compañero de su victoria, con el consulado por dos años yluego, a l morir Marcelo, le hizo su yerno; a Tiberio Nerón y ClaudioDruso, sus hijastros, los dísunguió con el tí tulo de imperator y eso estando aún completa su familia. 2 En efecto a Cayo y Lucio, hijos de

Agripa, los había hecho entrar en la familia de los Césares y sin haberdej ado aún la toga infantil los nom bró P rincipes de la Juv entu d y losdestinó al consulado cosa que había deseado ardientemente aunqueaparentase no quererlo. 3 Cuando Agripa abandonó esta vida y una vezque a Lucio, cuando marchaba a los ejércitos de Híspanla, y a Gayoque volvía de Armenia gravemente herido se los llevó una muerte fata lmente prematura o ta l vez una artimaña de su madrastra Livia , y quepor haber muerto Druso tiempo atrás sólo le quedaba de sus hijastros,Nerón, todo se concentró en él; pasa a ser su hijo , su colega del poder,su asociado en la potestad tribunicia y es presentado ostentosamenteante todos los ejércitos, ya no —como antes— con las oscuras artes desu madre, sino con recomendación, a las claras. 4 Livia en efecto habíasometido de ta l manera al ya decrépito Augusto que éste re legó a laisla de Planasia a su único nieto. Agripa Postumo, muchacho desprovis to , desde luego de cultura y estúpidamente orgulloso de su fortalezafísica pero al que no se le podía achacar ningiina infamia. 5 En cambio,a Germánico, hijo de Druso, lo puso al frente de ocho legiones junto

al Rhin y ordenó a Tiberio adoptarle , aunque tenía Tiberio un hijo yacrecido, para así apoyarse en más defensa. 6 No quedaba por aqueltiempo guerra a lguna, a no ser contra los germanos y ésta más porborrar la infamia del e jército perdido con Quintilio Varo que por ifiade extender el imperio o por sacar alguna ventaja que mereciese lapena. 7 En el interior estaban las cosas tranquilas, las magistraturas conlos mismos nombres; los más habían nacido después de la victoria deAccio y la mayoría de los viejos en medio de las guerras civiles: ¿cuántos quedaban que hubieran visto la república?.

4.1 Así pues, al haberse producido la transformación del Estado,no quedaba ya nada de la antigua e íntegra tradición política: todos,des em bar azad os d el espíritu de igualdad,- estaban pendien tes de lasórdenes del príncipe, sin e l menor temor por e l presente mientrasAugusto, en el vigor de la edad, pudo sostenerse a sí mismo, a su casay a la paz. 2 Cuando su edad ya avanzada se vio fatigada además por elagotamiento físico y el final se veía cercano y nuevas esperanzas, sólounos pocos hablaban —inútilmente— de los bienes de la libertad; losmás temían una guerra , otros la deseaban. Una parte , con mucho lamás numerosa, difundía sobre los amos que se venían encima, rumoresdiversos: 3 Agripa era im salvaje exasperado por la postergación y nipor su edad ni por su experiencia política estaba a la altura de tan grave carga; Tiberio Nerón era ya maduro por los años y probado en laguerra pero tenía la vieja soberbia hereditaria de la familia Claudia ymuchos indicios de crueldad que, aunque procurara reprimirlos, le salían al exterior. 4 Además —decían— se había educado desde la primera infancia en una casa hecha para reinar; se le había colmado ya en sujuve ntud , d e consulados y triunfos; y ni siquiera en los años pasados enel exilio de Rodas con apariencia de retiro, había alimentado en suinterior otra cosa que odio y simulación y secretas fantasías. 5 A eso seañadía su madre, con la falta de control típica de las mujeres: habríaque estar sometido a una mujer y , encima, a dos muchachos que oprimirían al Estado hasta que llegara el momento de desgarrarlo.

5.1 Mientras se difundían estos comentarios y otros por el estilo,comenzaba a agravarse la salud de Augusto y algunos sospechaban uncrimen de su esposa. En efecto, había cundido el rumor de que pocosmeses antes, sin saberlo más que algunos elegidos y acompañado solamente por Fabio Máximo, Augusto se había hecho llevar a Planasia avisitar a Agripa y que allí había habido por ambas partes muchas lágrimas y muestras de afecto y con ello la esperanza de que el muchachopudiera ser devuelto a los Penates de su abuelo. 2 Esto Máximo lohabría revelado a su esposa Marcia y ésta a Livia; que llegó a conocimiento de César; que, muerto Máximo no mucho después y cabiendola duda de que fuera de muerte provocada, se habían oido en su funeral los gemidos de Marcia acusándose de haber sido la causa de la desgracia de su marido. 3 Como quiera_gue fuera este asunto. Tiberio fuellamado por can a urgente de su madre, cuando apenas había entrado enel Iliricó; no se sabe con certeza si Augusto todavía estaba con vida ohabía ya exhalado su espíritu , cuando Tiberio le encontró en la c iudad

de Ñola. 4 En efecto, Livia había colocado una estrecha vigilancia entorno a la casa y por los caminos y se publicaban partes oprimistas hasta que, tomadas previamente las medidas que la ocasión requería , unmis mo comunicad o dio cuenta de r fa llecimiento d e Augusto y de queTiberio se hacía cargo del poder.

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E N T O R N OAL ARTICULO DE

INÉS ILLANEL BASILISCO

esvunimos, por considerarlo de interéspara muchos lectores, la temática del debate que se abrió en la sesión del Consejo de Redacción de EL BAS ILISCO trasla lectura que la profesora Inés lUán hizo

de . su  trabajo.

1. ¿En qué m edida y po r qué razones sería op ortu noconsidera r a EL BA SILISCO como cauce del r igurosotrabajo de Inés lUán?. El artículo se ocupa de Tácito (unhistoriador, no un filósofo) y desarrolla un análisis bril lante, sin duda, pero mantenido en términos f i lológicos—no «filosóficos»—. Y entonces, ¿en qué medida una revista que no quiere ser meramente enciclopédica, sino filosófica, pu ed e acoger un trabajo que, al parecer, e¿ denaturaleza más bien filológica (científica, categorial)?.

Evidentemente, e l debate susci tado en el marco

(práctico) de un Consejo de Redacción no era otra cosasino un episodio del debate s iempre abier to en torno alas «cuestiones de demarcación» entre las ciencias y lafilosofía. Qu eda ría referido este d ebate a un caso concreto y preciso, un caso que encierra sus propios problemas (como todos los casos particulares) y que no seríaposible resolver acudiendo a esquemas o criterios abstractos, por otra parte indispensables. Pero será precisodesarrollar esquemas o criterios mediante su aplicación alcaso particular . Porque sólo cuando estos desarrollos sonposibles y mínimamente satisfactorios, cabrá hablar decriterios operatorios y válidos. Cualquier criterio no essino una fórmula hueca hasta tanto no muestre suaptitud para discriminar, es decir , para establecer, nosólo las l íneas de demarcación, sino también las l íneas deinterferencia que subsisten entre los recintos demarcados(incluso que se perfilan a consecuencia de la mismademarcac ión) .

Si en muchas ocasiones —en situaciones similares ala presente— no se suscitan debates de la índole delnuestro, esto es debido no tanto a que la aplicación delos propios criterios sea obvia, sino a que se da por juzgada posit ivamente la aplicación, en virtud, acaso (mu

chas veces), de motivo tan rutinarios como oscuros. Supongamos que una metodología s imi lar a la que presideel trabajo de Inés I l lán se hubiese aplicado a un texto deSéneca o de Aristóteles, incluso en el supuesto de quetal texto tuviese una temática paralela a la del texto deTáci to: hubiera bastado, probablemente, e l nombre deSéneca, o el de Aristóteles, para dar por resuelto el problema de la demarcación. Los nombres de Séneca o deA ristó teles justif icarían la inclusión de los hipotéticostrabajos en una revista de f i losofía; pero el nombre deTácito parece, en el contexto, exigir una justif icaciónmás explícita, pese a que la asociación que suponíamosdada entre los textos de Séneca o de Aristóteles denu est r o ejem plo y la Filosofía fuese me rame nte, por de

cir lo así , metonímica, una «asociación por contigüidad».Y es este t ipo de asociación el que preside acaso muchasveces la división del trabajo «académico». Séneca, Aristóte les, —o Kant , o H e g e l- son asignados, desde luego,a los profesores de Filosofía; Tácito, como Sófocles —oShakespeare o Byron— son asignados a los filólogos, alos gramáticos. Y siempre parece haber algo de «intrusismo», o de diletantismo, cuando un profesor de f i losofía habla de Sófocles, o cuando un filólogo habla deAristóteles. A mayor abundamiento, el trabajo f i lológicode un fi lólogo sobre un texto de Tácito debiera parecerex tem po rán eo en vma revista de Filosofía.

2 . Pero, por otro lado, y sin perjuicio de las disociaciones impuestas por los conceptos clasif icatorios académicos (qu e no son, desde luego, gratui tos ni meram entesubjetivos, sino dotados de una abstracción que contienesu p rop ia dialéctica), subsiste la impresión de qu e el tra-

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bajo sobre Tácito que nos ocupa encierra un indudableinterés filosófico —es ya una prueba la atención con quese siguió su lectura— aún cuando las claves de su interéspermanezcan en la penumbra. Si apelamos al criterioabstracto que nos es habitual al efecto, diríamos que losconceptos por medio de los cuales se desenvuelve estetrabajo filológico (categorial) están atravesando porIdeas filosóficas (1). Y podrían ser precisamente estasIdeas que se abren camino a través de los conceptoscategoriales aquello que suscitaría el interés de un círculode personas dedicadas profe.sionalmente a la filosofía.Pero la apelación a este criterio general obligaba aplantear inmedia tamente es tas dos cues t iones :

a) La presencia de Ideas en los conceptos categoría-Íes puede considerarse como universal; luego solamentes i r e conocemos modos diversos de esa presencia, podremos también hablar de análisis categoriales que ofrezcan(como el que nos ocupa) un interés filosófico más inmediato o explícito que otros. En la hipótesis opuesta, cualquier análisis conceptual debiera ofrecer un interés simi

lar para la filosofía —lo que equivaldría prácticamente arecaer en el enciclopedismo—.

b) Supuesto que en los conceptos del trabajo quenos ocupa se realicen Ideas de especial relevancia filosófica, será necesario determinarlas —no bastaba con postularlas, fundándose en el interés psicológico que nadiepone en duda .

3) Ad a) La diversidad de modos puede ser establecí-da según diferentes tipologías, partiendo del supuesto incluso de que todo concepto encierra un interés filosófico . Pero parece que e l concepto de entropía, de la Física,

encierra un interés filosófico mayor que el concepto deAmperio; o e l concepto de Signo, en Lingüística, más queel de diptongo —y esto sin olvidar qu e «en tropía » y «signo» están re-definidos conceptualmente enlas correspondientes ciencias y que es un grave error confundir la dimensión filosófica que sin duda poseen estos términoscon su dimensión conceptual (error en el que tantas filosofías han incurrido, a consecuencia, muchas veces, de ladesatención al formato categorial que es preciso otorgara conceptos semejantes o, lo que es equivalente, a lapre tens ión de f i losofar sobre de terminados conceptos a lmargen de sus desarrollos categoriales).

Para nuestros efectos, sería suficiente distinguir los

modos de realización genérica (es decir, la realización deuna Idea en un conceptci considerado como muy similara otro dado y previamente analizado) de los modos derealización específica; los modos de reahzación inmediatay los modos de realización mediata (es decir , dada através de terceros conceptos); los modos de realizacióndirecta y los modos de realización oblicua.

El trabajo que nos ocupa realizaría, en el desarrollode sus conceptos. Ideas filosóficas, tanto de un modo inmedia to o expl íc i to, como de un modo rec to (no obl i cuo). Y ello, no sólo en virtud de que los propios términos del texto de Tácito ya dan pie para ello, sino por

que el análisis que de éstos términos se nos ofrece gira,en gr an m ed ida , sobre esas mismas Ideas —si bien el usoque de las misma él hace, no sea tanto el de la reflexión

(1) Véase la sección Léxico de este mismo núme ro, ar tículo Filoíofía de Luis Javier Alvarez.

filosófica, cuanto el del ejercicio de las tareas del análisisfilológico. Cab ría decir acaso qu e mu chas Ideas son aquímás bien ejercitadas (aunque inmedia tamente y de modono obl icuo) que representadas, sin que por ello su eficaciacon-formadora sea menor .

4) Ad b) Sin excluir otras, la Idea que, atravesandolos conceptos del trabajo considerado, sería por sí sola

suficiente para suscitar nuestra atención, sería la Idea dela Verda d —y, más exactam ente, una constelación deIdeas que, especialmente a partir de supuestos marxistas,vienen girando en torno a la Idea de Verdad: Conocimiento, Conciencia, Factores determinantes de la limitaciónde la conciencia, Falsa conciencia, Conciencia interesada.Conciencia individual y conciencia de clase. Ideología, Superestructura, etc. Evidentemente, el f i lólogo podrá llevar acabo una lectura —incluso una lectura crítica— sin necesidad de regresar hacia la representación explícita de lasIdeas de esa constelación, o de la constelación de estasIdeas ; pero también será pos ible s imultáneamente entend e r (intus-legeré) este artículo a la luz de la constelaciónde Ideas de referencia.

5) El exordio del texto de Tácito expondría una concepción de la Verdad que, por cierto, parece compartida,de hecho, por la autora del trabajo que analizamos. Es,por otro lado, la concepción clásica (la verdad comohomoiosis o adaequatio entre las representaciones que laconciencia se hace de una realidad y la realidad misma).Se diría también que esta concepción de la verdad estáenmarcada en un contexto «racionalista» que incluye uname todología crítica por relación a la leyenda y al mito:la primera frase de Tácito, reminiscencia de Salustio, nohabla de Troiani sino de reges. Además, se expone unadoctrina sobre las causas que desvían la conciencia de su

capacidad de representarse a la realidad: son las pasiones,el miedo o la adulación, aquellas causas que aparecencomo deformadoras de aquella capacidad —por ejemplo,lo s rumores que se extendieron en la última época deAugusto, tan agudamente analizados por Inés Illán. Diríamos que la conciencia es sobreentendida como unaconciencia verdadera, pero susceptible de estar perturbada por causas que la de terminan eventua lmente comoconciencia falsa. Por eso Tácito, que quiere representarse la realidad de la historia romana («los hechos») talcomo sucedió, nos declara que está en disposición de hacer lo, porque su ánimo se encuentra sine ira et studio.Esto no quiere decir que el juicio sobre sí mismo seacertero; Tácito está también, a su vez, sometido a condicionamientos capaces de inclinar a su conciencia hacia repres enta cion es no impuestas po r «los hechos» —y el trabajo que analizamos nos señala muchos de estos condicionamientos—. Pero señalándolos, no apelaría necesariamente a una Idea de verdad distinta a la que atribuímosa Tácito, sino que, más bien, sería la misma Idea aquellaque sería aplicada eventualmente a la crítica del propioTácito. Que la autora comparte lo que llamábamos «Ideaclásica de verdad» podría deducirse de la estructuraciónfundamental que ofrece del texto de Tácito: a) Hechos{historias), b) Historias, c) proyecto de Tácito, definiblecomo un intento de conseguir la adequatio entre b) y a).

Esta teoría de la verdad de la conciencia no implicaría necesariamente, por cierto, (aunque tampoco la excluiría) una concepción gnóstica de la conciencia —unaconcepción de la concienc ia puramente especulativa que

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estableciese, qu e aquello qu e mo vió a Tácito a conocer la

historia rom ana fuese la pur a voluntad de co nocimientode la realidad, la voluntad d e atenerse «al puro registrode los hechos», al margen de toda pasión y parcialidad,por tanto, como si (fenomenológicamente al menos) Tácito se considerase situado, en el momento de querer escribir sine ira et studio, más allá del mundo real (de loshechos), en una «quinta dimensión» neutral, en un éteírolímpico libre de toda valoración. Por supuesto que ellono fue así, y el estudio de Inés lUán nos ilustra ampliamente al respecto. Pero lo que queríamos decir es que,no ya efectivamente, pero ni siquiera fenomenológicamente (intencionalmente) sería preciso atribuir a Tácitouna «conciencia de implantación gnóstica», una autocón-cepción gnóstica de su situación como historiador. Laconcepción de la verdad que le atribuimos es comparti-ble con una aütoconcepción mundana, de implantaciónpolítica, de su situación como historiador. Tácito quiereser neutral, imparcial, cierto —pero según una definiciónde parcialidad, que sólo puede establecerse supuestoun marco material muy preciso: el de unas determinadasconvicciones morales en tomo a la República romana yla libertad que ella comportó (libertad que habría germinado en la época de los reyes, que floreció en la República y que se marchitó en el Prteíjgjado). Sefíáfaiestas con

vicciones republicanas —un mod o de entender"la libertadaquel lo q ue movió la voluntad de Tácito c om ^his tor iac ^\ 'Ser ía la « verd ad de_las virtude s republic anas», la'<libertas»,

aque llo qu e haría posible conocer fielmente ío qu e haocu rrid o, p orq ue sólo la libertad confiere aquella indepe ndenc ia individual de juicio que p erm ite ma nte ner a la conciencia inmune (libre) de toda sumisiónia intereses de terce

ras personas particulares, inmune de toda parcialidad, que

adopta e l punto de v is ta ajeno («alienado») del Príncipe,po r e jem plo , e n lugar de adoptar el pun to de vista de laviríud política, entendida como esencia de la propia sociedad. Resulta ser a su vez el conocimiento exacto de larealidad fundamental, necesario para el restablecimientode la libertad, para la crítica de las falsas representaciones movidas por la adulación o por el miedo. En resolución: la imparcialidad de Tácito no implicaría una conciencia de neutralidad absoluta (en el sentido de la Wert-freiheit), sino, por el contrario, la adhesión a los ideales yvalores de la época republicana (tal como eran percibid o s , naturalmente, por su clase gestora). Una parcialidadpolítica que, sin embargo, es interpretada como propie

dad del todo auténtico de Roma. Como historiador. Tácito no se habría sentido atraído por cualquier tipo de paradigma de conciencia gnóstica (el paradigma pirrónico,po ng am os p or caso), po r un paradigma de conciencia intemporal, sino por el paradigma de la conciencia representada por los claros scriptores de la República, cuya tradición el quiere restaurar. Si cabe decir que Tácito seautoconcibe como un innovador en His tor ia comparablea Bruto, ¿no sería preciso atribuirle el deseo de restaurarla misma República romana como marco «en indicativo»necesario para llevar a cabo su innovación?. La concienciainteresada (cuando se trata del interés por la libertad, según unas determinaciones históricas o unas condicionespolí ticas similares a las del orde n senatorial) lejos de

mostrársenos como un obstáculo para la verdad, se nosmanifiestan condiciones de la misma, incluida su recu-rrencia: de ahí cabría deducir la dimensión apelativa delpropio lenguaje de Tácito en la medida en que su texto

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contiene una apología implícita de la libertas y una condenación de la dominatio.

En cualquier caso, parece que tendría sentido decirque es sólo desde la concepción clásica de la Idea deverdad desde donde puede darse por sobreentendida laecuación entre Ideología (en el sentido de la falsa conciencia) y la valoración implícita en el uso de esas formasmetafór icas —oppressus, exutus— que Tácito utiliza al hablarnos de la llegada de Augusto, según sabemos por elanálisis de Inés Illán.

6. Ahora b¡en: la concepción clásica de la verdad, enla que Tácito estaría envuelto, acaso no está enteramenteadaptada al análisis de la propia obra de Tácito. En efect o , aunque los Anales (como toda obra histórica) se consideren como «representaciones» (relatos, narraciones,interpre tac iones) de c ier tos hechos, lo cierto es que taleshechos, en cuanto pretéritos, no existen (lo que en otrasciencias puede parecer más oscuro, en la ciencia históricaes más patente) y, por tanto, es imposible contar conello s co m o «verificadores» o «falseadores» d e las corr es

pondientes proposic iones representa t ivas . Suponemosque los hechos históricos, en sentido gnoseológico, sonla s reliquias; por consiguiente, los relatos no serán tanto«representaciones» de una historia real (las res gestae) uti-lizable, sino la construcción e interpretación de los «he-,chos» históricos, la constatación de relaciones que enrriodo alguno pudieron, no ya ser conocidas, sino ni siquiera realizadas por los mismos protagonistas de la historia de referencia, puesto que los términos de la relación se encuentran muchas veces en épocas posteriores.Esto significa que cuando analizamos críticamente la obrade u n historia dor y la reconstru imos, nuestras «referencias» gnoseológicas no son los «hechos» (el contraste

en t re los Anales de Tácito y la historia romana efectiva)sino las reliquias, y en particular, tratándose de análisisfilológico, los otros escrito res (Salustio, po r ejem plo) . Elcriterio de verdad que de ahí resulta no será el clásico(remozado por la doctrina tarskiana de la verdad) sinoaqu él qu e tom a la verdad como identidad sintética establecida entre términos diferentes (entre diferentes reliquias) a través de operaciones cuya eliminación pudieraser pedida en nombre de la objetividad de aquella identidad. Y nos parece que este criterio gnoseológico deverdad se ejercita muy puntualmente —aunque no se re-presente (incluso aunque se representase con fórmulas delcriterio clásico)— a través de la propia metodología delestudio de la profesora Illán. En efecto, diríamos, ante

t o d o , que es te es tudio se mueve , no tanto, evidentement e , en la comparación o contraste de unos textos («proposiciones») de Tácito y unos hechos (la historia romana),cuanto en la comparación o contraste (para decirlo al 'modo de los lingüistas) entre unos significantes (las palabras latinas) y unos significados (para cuyo entendimientoes preciso suponer dados otros contextos de experienciadel «presente» político, religioso, etc.) . La inseparabilidad entre es tos dos órdenes no quiere dec ir que no seandisociables esencialmente, porque para ello sería suficiente apelar a la composibilidad de los elementos delorden de los significantes según un ritmo diferente al dela composibilidad de los elementos del orden de los sig

nificados. La disociación entre el orden de los significantes (o si se quiere, del «plano de la expresión») y el orden de los significados del «plano de los contenidos»)Implicaría, sencillamente, el reconocimiento de diferen

tes estratos tanto en el orden de los significantes (estratos de las desinencias verbales, estrato de las secuenciassintácticas, el énfasis, etc.) como en el orden de los significados (constelaciones semánticas, religiosas, económicas). Sólo porque los elementos de un estrato dado enun orden pueden aparecer compuestos cpn diferentes estratos del otro, parece posible hablar de una oposición(no dicotómica o metafísica) entre significantes y signifi-cados. Por supuesto, el análisis de los diferentes estratosen los cuales cabe distribuir los términos del texto —losestratos de la «sustancia del contenido» o los de su «forma», las campañas de Tiberio, o los infinitivos— es tareacientífica, nunca enteramente agotada, dada la complejidad del propósito. Es la propia riqueza del análisis deltrabajo de Inés Illán la que nos notifica que es posibleinvestigar todavía más y la que nos hace esperar los resultados de sus propias anunciadas investigaciones.

Ahora bien: el texto de los Anales tal como se nosofrece analizado aquí, aparece, ante todo como la obra deun escritor al cual, a su vez se le atribuye una nítida conciencia de su individualidad (atribución que es posible,por supuesto, no sólo porque la categoría semántica deindividuo está disponible en nuestro presente lingüístico,cu an to po rq ue Inés Illán nos mu estra su efectividad enel «orden de los significantes» del texto en virtud de suargumentación filológico-estilística que considera no sólo

los efectos retórico lingüísticos de ocultación y ligadosPlpr ejemplo a la captatio benevolentiae, como los efectosdé* autoexhibición: verbos en primera persona del singular, contraposiciones significativas sutilmente advertidas

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entre p lura les —reges— y Singulares —Bru:tus—). Esta atribución, que podría parecer trivial entendida al margende las coordenadas retóricas o bien gnoseológicas —oque incluso podía entenderse en el contexto de ciertashipótesis histórico culturales, nada claras por cierto, quenos hablan del ascenso de la conciencia individual en laépoca del helenismo, o incluso desde coordenadas onto-lógicas, como las constituidas por la oposición sociedad

política/individualismo moral— encierra un significadosuperabundante cuando, por lo menos, se la consideradesde una perspectiva gnoseológica. Pues esa «individualidad» atribuida al autor del texto podría también, en todo casó, interpre tarse com o un reconocim iento ejercitati-vOj. por parte de la autora del estudio científico del texto,de la naturaleza ^-operatoria inicial de su propio estudioen tanto reconoce una individualidad en Tácito como escritor, similar a la suya propia.

La misma doctrina clásica de la verdad podría estardesempeñando una función en este reconocimieto: Tácito , en cuanto individuo —que además se nos dá categori-zado como un individuo movido por la voluntad de co

nocer la verdad, por tanto, como un sujeto muy próximoa un sujeto gnoseológico— se encuentra en posición análoga, ante determinados hechos históricos, a cualquier otroindividuo similar a aquél, por tanto, al menos en la medida en que son individuos pertenecientes a sociedadesdotadas de instituciones cuya comparación no es disparatada (incluso llevan el mismo nombre o significante: «dictaduras», «senados», «príncipes», «reyes»,. . .) y con caracteres comunes —adulación, rumores, miedos,. . .— dis-ptiestos a representárselos adecuadamente. Tratándose,l<«íes, del análisis científico de una realidad del tipo de%^_ Anales de Tácito —cuyo exordio se nos ha presentadoCpino ajustado a un formato «metodológico», cuasigno-

S^ológico (incluso se nos dice que el exordio «no aporta"áada esencia a la narratio»), —nó parecerá nada extemporáneo comenzar por e l reconocimiento de una iñdivi-iaiítlidad que está en la fuente (operatoria) de esa<<reali-^ í l textual». Y aún diríamos que ese reconocim iento esihevitable en una primera aproximación analítica -digafaos, la quese mueve en el plano fenomenológico del ejesemántico—. Pero lo cierto es que en el decurso del análisis, la individualidad operatoria que comenzaba por seratrib uida al autor del texto (a Tácito) resulta claram entecomprometida , porque es esa misma individualidad (almenos, fenoménica) aquello que el estudio intenta formalmente re-construir. El campo material del análisiscientífico jresulta estar constituido tanto por los términos

del texto y de los textos pertinentes de otros autores—digamos, los «datos»— como por las propias operacionesque Tácito hubo de ejercitar para organizar los «datos dequ e dispon ía» —la interp retaci ón de los «términos » co-ino «datos», puede adscribirse, al menos en parte, a laconcepción clásica de la verdad. Son, de este modo, laspropias operaciones (fenoménicas por tanto) de Tácitolas que vienen a parar en algo así como efectos de otrascausas o estructuras puestas a la luz por el propio trabajode análisis, de In és Illán. Hab laríam os (según n uestrostérminos) de un regressus, a par t i r de l p lano ^ ope ra to r ioinicial, hacia un plano °í-operatorio, desde el cuál el propio Tácito dejará ya de aparecersenos como un indivi

duo-operatorio, en sentido gnoseológico (digamos, consciente de operaciones similares a las del sujeto gnoseológico que lo analiza) para mostrarse como un resultado deotras estructuras causales que no son, aquí, por cierto,

de índole naturalista (biológicas, por ejemplo) sino lin-güístico-cultural (digaifios: situadas en un plano <Ki en elque se organizaría esa «lógica especial concreta» de losAnales). El regressus al que nos conduce el trabajo de InésIllán marcharía, no tanto por el camino del ordinarioanálisis ideológico (el análisis de la «ideología de clase»de Tácito, etc.) cuanto por el camino del análisis estilístico, camino que se cruza muchas veces, sin duda, con

el del análisis ideológico o sociológico, necesariamentegrosero cuando no pasa por el camino filológico. Este camino nos remite a las líneas de determinadas estructurasal margen de las cuales la actividad de Tácito es inexplicable y, a la vez, a estructuras de las cuales el propioTácito sería insconciente, al no mantener (se nos dice) elcontrol» de la propia terminología y lenguaje utilizado,aún dentro de un código más o menos preciso. Es ciertoque e l té rmino de inconsciencia tampoco podemos entender lo aquí como denotando un órdén d icotómicamenteopuesto a l orden de la conciencia (al modo de los psicoanalistas, por ejemplo). Más bien ensayaríamos entre esto s t é rminos {conscientelinconsciente) la relación propia delo s conceptos conjugados, de suerte que lo que es incons

ciente sé nos dé como una relación (diamérica) entrediversos estratos o niveles de conciencia. Tácito, comoescritor, se mueve en ciertos niveles de conciencia similares a los de un científico que lo analiza al cabo de veinte siglos (pongamos por caso: Tácito tiene algúnítipo deconciencia del código analístico, conoce a Salustio, y loha leído de un modo no absolutamente diferente a comolo podemos leer nosotros). Pero él no es el autor de suobra —al menos si «autor» quiere decir «causa adecuad a » . La mano de Tácito está movida también por estructuras supraindividuales (y entre ellas contaríamos la propia concepción clásica de la verdad, a partir de la cual esInés Illán quien nos da cuenta, de hecho, de tantas sime

trías internas al texto del exordio, en sus tres partes consabidas) de las cuales él no tuvo siempre el mismo tipode conciencia. Muchas de ellas son aquellas que el análisis de Inés Illán nos pone de manifiesto.

¿Dónde situar la acción de estas estructuras que hemos alineado, gnoseológicamente, en el género de est ruc tu ras << 2?, ¿Son estructuras psicológico-cerebrales, es-triicturas qu e se organizan en «la men te» d e Tácito?.¿Son, a la vez, sociales o son culturales (significando: queel nivel de realidad «psicológico cerebral», inevitabíe-por supuesto, sólo pudiera alcanzar una función casualcuando va insertado en otros círculos de estructuras supraindividuales precisas, que fuera necesario aislar e

identif icar frente a otro s círculos de estructura s, pongamos por caso , los ordines, los grupos, las clases sociales,etc.)?i

6. Muchos más pimtos seguiríamos suscitando—píieío los anteriores bastan, creemos, para dar al lectoruna imagen (para bien o para mal, eso es otra cuestión)del .espíritu del Consejo de Redacción de esta revista, susospecha en particular, acerca de cómo el desarrollo deun análisis categorial tan rico como el presente, no sóloofrece un material en el qu e evide ntem ente han de poder estudiarse las propias formulaciones de la Idea deVerdad, sino que también nos ofrece la situación deaquello que, en mayor o menor medida, está a su vez

configurado por ima determinada formulación dé esaIdea de Verdad, en este caso presumimos, por la quehemos llamado «concepción clásica» de la Idea de Verdad .

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ARTICUWS

PARA UNA ONTOLOGIADE LA NORMA JURÍDICA

MANUEL ATIENZAMadrid

1. Hablar de «ontología de la norma jurídica» no resulta algo inusitado cuando sehace desde concepciones jurídicas decuño metafísico, que irían desde el iusna-turalismo tradicional hasta filosofías del

derecho de inspiración fenomenológica oexistencial. Frente a estas posturas esbastante conocida (y, en parte, explicable) la actitud delos iusfilósofos analíticos (partidarios de la lógica formalo del análisis del lenguaje ordinario) de rechazo totalhacia cualquier tipo de aproximación ontológica ometafísica (gen eralm ente no se suele hacer diferenciasentre estos dos términos) en el campo jurídico. Es decir,que por el momento ontología y análisis, en la teoría delderecho y de la norma jurídica, son términos irreconciliables.

Por lo que se refiere a las concepciones materialistas delde rec ho , la situación con respec to a la ontología (tal

como ocurre en el nivel general de la filosofía marxista)es ambigua, yla aceptación o no de una ontología jurídicadepende de la «lectura» de Marx elegida, de la filosofíaque se considere compatible con el marxismo, etc. Noconozco, sin embargo, ningún planteamiento ontológicoim por tant e h echo en la teoría del derecho desdepresupuestos materialistas, y tampoco creo que puedahablarse de una teoría jurídica materialista rigurosa. Tales insuficiencias es posible que tengan que ver con lainfravaloración del elemento jurídico-normativo en latradición marxista.

Me parece, por lo tanto, que puede significar una

cierta novedad intentar un análisis ontológico de lanorma jurídica (análisis, por supuesto, más bien ápro-ximativo y casi diría «de tanteo») a partir de una ontología m aterialista, es decir a parti r de una ontología que noquepa confundir con la metafísica tradicional), ni tam

poco pueda descanarse como un discurso sin sentido.Para decirlo con mayor precisión, el objetivo de estetrabajo es el de mostrar la relevancia que pueda tener laontología materialista de Gustavo Bueno trasladada alcampo de la norma jurídica. Esta relevancia se manifiesta

en mi opinión, tanto en un sentido crítico, negativo,como en un sentido explicativo, positivo (pero no menoscrítico). Así, desde el primer punto de vista, pienso queeste tipo de análisis permite mostrar que el rechazo haciacualquier planteamiento ontológico en este terreno (elcaso, por ejemplo, de los analíticos) también implica unatoma de posición de carácter ontológico (en el sentido,por ejemplo, de que estas concepciones de la norma jurídica son explicables — reducibles— a partir de categorías ontológicas); o incluso señalar las «insuficiencias»ontológicas de concepciones de la norma que se autoca-lifican de ontológicas o metafísicas. Y, desde el segundopunto de vista, me parece que es posible esbozar, a partir de estos planteamientos, una interesante clasificaciónde las teorías de la norma, asi como aclarar (o, al menos,plantear correctamente) algunas cuestiones teóricas deindudable relevancia.

1.2. N o se trata de efectua r en estas páginas unasíntesis de la concepción materialista de la ontología deGustavo Bueno (1), pero aún dándola por conocida haréalguna que otra referencia a la misma con objeto de queresulte más comprensible la exposición.

La ontología es entendida por Gustavo Bueno comouna disciplina filosófica que se articula en dos planos distintos: el de la ontología general, y el de la ontología especial. En el plano de la ontología general (del «ser en

(1) Para ello he tenido en cuenta: Gustavo Bueno. Ensayos maleriatistas, Turus, Madrid , 1972;y Vidal Peñ a, voz «Ontolosía» en el Diccionario de filosofía contemporánea, dir ig ido por M.A.Quintanilla, Sigúeme, Salamanca, 1976.

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general» en terminología tradicional) el materialismo sig

nifica, ante todo, la crítica a la tesis (metafísica) de launicidad del ser. La idea de materia otológica general(M) significa que la realidad no es armoniosa ni estánunca clausurada. La materia ontológica general no es laúltima y definitiva realidad ante la cual las diversas formas de lo real (de la ontología especial) se convierten enapariencias, ni cabe tampoco la reducción de M a alguno(o a la reunión) de los géneros de materialidad. Se tratamás bien de un concepto negativo y crítico por lo queno se puede hablar de «la» materia en general como de«algo positivo y determinado (. . .) Hablar de la «realidaden general» consistiría en decir que «no hay tal cosacomo la realidad en general»: la idea de «realidad en ge

neral» sería metafísica». Resumiendo: «la idea ontológicageneral es (...) la crítica de todo intento de substanciali-zación del mundo» (2).

Ahora bien, el planteamiento ontológico de lanorma jurídica que se va a ensayar aquí está hecho,sobre todo, desde el plano de la ontología especial. Es •

decir, lo que se va a intentar, fundamentalmente, esmostrar como se entiende, que es lo que significa, lanorma jurídica desde cada uno de los géneros de materialidad (o regiones del ser). Por lo demás, ontología general y ontología especial son dos planos distintos perocone xion ado s e ntre sí , lo que significa que la man era de

entender la norma en el plano de la ontología especialpuede depender de (y condicionar) la concepción que setenga de la ontología general.

Los tres g éneros de materialidad (M ,, M2 y M3) olos tres niveles en que se estructura el mundo (aproximadamente se corresponden con los «tres mundos»popperiarios, aparte de otras conexiones con diversos sistemas filosóficos, como por ejemplo, con el de N. Hart-ma nn ) (3) son inconmensurables entre sí . Es decir: nopueden reducirse los unos a los otros. Por eso, GustavoBueno considera que en el plano ontológico especial elmat erialism o se opone a las tesis que reducen algun(os)género(s) a otro(s). Se habla en este sentido de reduccio-nismo o formalismo, en cuanto que «la reducción de al-

(2) Vidal Peña, oirá citada, pp. 353 y 360.

(3) Cfr. Gustavo Bu eno , obra citada, pp. 435 y ss. .

gún género o géneros a otro u otro significa que se anula

la significación material que poseen, para verlos como«formas» (4).

2.L «Primer Género de Mater ia l idad (Mi) es unaexp resió n q ue intenta cubrir la dimensión ontológica enque se configuran aquellas entidades (cosas, sucesos, relaciones entre cosas.. .) que se nos ofrecen como constitutivos del mundo físico exterior ( . . .) En el PrimerGénero de Mater ia l idad se disponen, en conjunto, todaslas realidades exteriores a nuestra conciencia, o si se prefiere, tod as las cosas qu e se aparec en en la exterioridadde nuestro mundo, sin que eso signifique afirmar que seagoten en esa exterioridad» (5).

La dimensión M, permite dar cuenta, me parece, deciertos aspectos de las normas jurídicas (precisamente desus aspectos extemos) Q;ÜS. usualmente se considera constituyen algo así com o el sop ort e material de la nor mapropiamente dicha . Es ta dimensión es , por e jemplo, laqu e se es tá considerand o cuando se habla de la prom ulgación como de uno de los elementos esenciales de lanorma jurídica; es decir: una norma sólo existe cuandose exterioriza a través de algún lenguaje, bien sea escrito , oral, etc.

En la definición tradicional de costumbre jurídica

aparece con claridad la existencia de un elemento «material», que sería el uso o la repetición de conductas, perten ecie nte s al prime r gén ero de materialidad. Pe roademás, como es bien sabido, para que exista una costumbre jurídica se exige también la presencia de un elemento «espir i tua l», la opinio o el animus, de naturalezapsicológica y que, como luego veremos, pertenecería alsegu ndo gén ero d e mater ia lidad, a M2 (6) .

(4) Vidal Peña, obra citada, p . 356 . Emplearé, s in embargo, la expresión reduccionismo, pueshablar de «formalismo» en el sen tido del tex to puede resu ltar confuso ten iendo en cuenta lautilización de este término en contextos jurídicos, en los que «formalismo» vendría a significaruna posible reducción del derecho (y de ¡a norma) a lo que luego se llamará M.i.

( 5 ) G u s tav o Bu en o , obra citada, pp. 292^ y 293.

(6) Cu and o se crítica esta caracterización de la costum bre jurídica por considerar que «estosresortes psicológicos (...) resultan insuficientes para una clara diferenciación entre uso social ycost um bre jur íd ica» creo que se está apuntando a la necesidad de considerar también un sentí-do de c¿ijetividad.en las costumfareSijurídicas, es decir, su significación en M (véase Elias Díaz,Sociolos'tt y filosofih del Derecho, Taurus. Madr id ,1971 , p . 34) .

Este sentido de objetiv idad , es decir , de en tidades que de alguna manera se imponen a loshom bre s q ue están por encima de .sus conciencias s in tratarse, meram ente de objetos «exter-

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Por otra parte, Mi también cubre el momento de la

En la teoría del derecho, la corriente del llamado

aplicadas por los

el derecho no consiste en absoluto en reglas, sino úni

También existe una tendencia a reducir el derecho aI y a negar, o en todo caso a infravalorar, el elemento

erecho no sería sino el reflejo, en el nivel superestruc-

en te ha sido la reducción del derech o conjuntam ente

ompaginar con la consideración del derecho (o de la

fuertes y rígidos:

s y de presiones morales, de causarnos daños morales, pero que siempre - a la post re-menaza con la eventualidad de una violencia física; ese poder, por tanto, físico, brutal, que

—como veremos— funciona también brutalmente, ese poder que no es de nadie, que no es hu

l, com o la borrasca o e¡ terremoto, com o la gravedad que em puja en su vueloa masa exanime del astro, ese poder es el «poder social». Y «el poder social» funciona en la

coacción que es «el uso» (J . Ortega y Gasset. El hombre y la gente, tomo 2. Revista de Occid en te , M ad r id 1^ ed. 1972, pp. 83 y 84) .

Desde planteamientos en par te or teguianos, Recasens Siches ha def inido a la norma jur í

una norma jur íd ica encama un tipo de acción humana que, después de haber sido vivida

(...). Ahora bien, esas significaciones que fueron construidas, fabricadas, por unos hom

la de los objetos ideales ( .. .). Todo p ensamiento cr istalizado,, objetiv izado, tomado apar te

ntemporal, es idéntico a sí mismo, es decir , cor^tituye una entidad autónoma, apar te, objetiva» ÍL. Recasens Siches, Tratado general de filosofía del derecho, Porrúa. México, 1975, pp. 108.

(7) Tomado de John Finch, Introducción a la teoría del derecho ( 'trad. de F. Laporta). Labor, Barelona, 1977 p . (el subrayado es míol.

La conocida expresión de Homes de que « .. . las profecías sobre lo que los tr ibunales

harán de hecho, y no otra cosa más pretenciosa, es loque yo designo con el término derecho»(cf . por ejemplo, J . Finch, obra cicada, p . 224) presenta entre o tros problemas, el que nopare ce esta r def in iendo el derecho, s ino más bien la «ciencia» del derecho. .

( 8 ) To mad o d e A . R o ss , Sobre el derecho y la justicia í trad . de G. Carr ió) , Eudeba, Buenos Aires,y ed. 1974, p . 72, nota.

entidades objetivas, como entidades pertenecientes a M3no es en absoluto ajena a la obra de Marx. Pero sobretodo esto se volverá más adelante.

Entre los autores iusnaturalistas tampoco faltanejemplos de caracterización del derecho (y de la norma)como entidad Mi. Me parece que este es el caso de losautores partidarios de la «naturaleza de la cosa» comoconcepto que permitiría identificar lo jurídico, siempre ycuando la «naturaleza» se interprete en un sentido empírico y no en sentido finalista o, en general, ríietafísico(9) . Sin ir más lejos, creo que esta concepción puedeencontrarse en el Marx pre-juvenil, para el cual la «verdadera ley» no puede ser un producto arbitrario, sinoque es expresión de la «naturaleza de la cosa» entendidoeste término, como aclara el propio Marx, no en sentidoidealista, sino en sentido naturalista. Y de ahí que, porejemplo, Marx admita en alguno de estos escritos la posibilidad de verificación de las normas jurídicas (10).

Y siguiendo con el iusnaturalismo, la crítica que tantas veces se ha hecho a estos autores (a partir de Hume)acusándoseles de incurrir en la famosísima «falacia naturalista» tiene, en mi opinión, un sentido ontológico muyc laro. Es decir, cuando se afirma la imposibilidad de derivar enunciados normativos a partir de enunciados fácti-cos es porque se contemplan como iia*eductibles el mundo de los hechos (Mi) y el de las normas (M2 o Ms).

Es imposible agotar todas las teorías que tienden areducir el derecho (y/o la norma) a Mi. Como afirmaciónmuy general (y por lo tanto imprecisa) puede decirseque esta tendencia nos la encontramos en todas las concepc iones sociologistas que se caracterizan por reducir elderecho (y la norma) al plano de la eficacia. Sin embargo,

es preciso señalar que las posturas sociologistas aparecenmuchas veces impregnadas de psicologismo (cabría hablar en este sentido de reducción del derecho a Mi yM2). Y, por otra parte, es claro que existen considerablesdosis de metafísica y ambigüedad en el empleo por partede los juristas de términos como «realidad», «vida»,«concreto», e tc . Valga como ejemplo (entre muchosotros) el caso de C. Schmitt, defensor en el ámbito juríd ico de un «pensamiento de orden concreto» que puedeinterpretarse en sentido metafísico o en sentido fáctico;en esta segunda interpretación, cabría hablar de una reducción del derecho a Mi (11) .

(9) Entre los autores (predom inanteme nte alemanes) de esta tendencia, lo usual es, s inembargo, la in terpretación de la «naturaleza» en sentido metaf ísico . Cfr . E. Garzón Valdés.Derecho y -yiaturaleza de las cosas». Análisis de una nueva versión del derecho tiatural en el pensamiento juftUico alemán contemporáneo, 2: tomos, U niversidad N acional, de Córdoba (Argentina) ,i97l.:'

Sin embargo, una concepción metafísica de la norma jurídica (en el plano de la ontologíageneral) es compatible con una postura reduccionista en el ámbito de la ontología especial) .

( 0) En uno de los escr itos de esta época, Marx consideraba que la apropiación de leña caídade los árboles no podía ser un supue sto de hu r to pues (a d iferencia de io que ocurr ir ía, ' porejemplo, con la leña cortada) la cosa íqjropiada no formaba ya parte del árbol (es decir, de suesencia) . Por eso, una ley que tip if icaba tales conductas como delito , pensaba Marx, no podíaser derecho, s ino simple arbitr io (cfr . Kar l Marx, Scritti politici giovanili (a cura de L. Firpo),Einaudi, T or ino , ^"950, reimpresión 1975, pp.- \11 y ss.).

Esta in terpretación es aplicable no sólo a los escr itos de Marx a propósito de lo debatessobre la ley contra los hur tos de leña, s ino en general a toda la producción de Marx de estaépoc a \ í8 4 243) . Véase," Ricardo Guastin i, Marx. Dalla filosofa del diritto alia scienza dellasocietá, U Mulino, Bolog na, l"974.

( íl) Según Schmitt, el pensamiento de orden concreto «ve en el derecho, sobre todo, elorden de la v ida que se realiza en el ser , que se renueva condnuamente en la ejecución viva».Además de esta concepción, Schmitt d istingue un pensamiento norniativista que ve en el derech o , sobre. ' todo, la regla o norma impersonal y abstracto general ( reducción por lo tanto a M.i) ;y u n p en samien to decisionista que ve en el derecho, sobre todo, el acto de voluntad o mandatodel legislador ( reducción a M:) Véase, K. Larenz, Metodolos'a de la ciencia del derecho (trad. deE. G imb emat) , Ar ie l , B ar ce lo n a , f¡>()(>, p. í5 , nota 55.

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2.2 . «Segundo Género de Materialidad (M2): recogea todos los procesos reales dados en el mundo como«interioridad», es decir , las vivencias de la experiencia

interna en su dimensión, precisamente, interna» (12). «AM2 per tenecer ían también los contenidos que , no s iendode la exper ienc ia propia , son mencionados como interio-ridades ajenas» (13).

Son muy numerosas las teorías de la norma jurídicaqu e , tota l o preferentemen te , ent ienden a la mismacomo ent idad M2, e inc luso puede encontrarse a lgúnejem plo de teor ía que reduce tod o e l derecho a M2.

Entre estas últimas, puede destacarse la de Pe-trazhitsky. Según este autor, «la naturaleza específica delos fenómenos del derecho, de la moral y de la estética ysus diferencias mutuas (...) radican no ya en la esfera intelectiva, sino en la esfera emocional, impulsiva». El derecho como «clase específica de fenómenos reales» comprende «aquel los sent imientos é t icos cuyas emocionestienen carácter atributivo». Y una de las consecuencias ala que llega Petrazhitsky es la de negar, en cierto modo,carác ter normativo a l derecho: «los hombres a t r ibuyen dehecho, en todo momento, a s í o a otros obl igac iones detipo jurídico y cumplen obligaciones y ejercitan tales derechos no ya porque esté así escrito en el código civil ,etc . , s ino porque los empuja a ello su conciencia juríaicaintuitiva» (14) .

«apoya , dentro de nuestra conciencia, fundamenta lmentesobre el concepto de verdad, justicia e igualdad en ladistribución y en la igualación de los hombres y de las

cosas») (15) .Algo parec ido ocurre con Stucka quien, aún conci

biendo e l derecho como una forma de la re lac ión económica (Mi) se ve en ocasiones forzado a admitir el elemento jur ídico normativo entendiéndolo como un acto devoluntad del Estado y por lo tanto comouna creaciónconsciente de la clase dominante, como una entidad M2(16) . . . .

El caso de Pasukanis es ciertamente más complejo.Por una parte polemiza con los autores anteriores a losque acusa de psicologismo o sociologismo, y trata, frentea ellos, de efectuar un cambio en la concepción marxista

del derecho que le l leva a «desarrollar una investigaciónmás formal y lógica que histórica» (17), es decir una investigación que se sitúa, sobre todo, en el tercer génerode materialidad (M3). Sin embargo, por otra parte,Pas uk anis co nsidera como; «célula primaria del tejidojurídico» no a la norma, sino a la «relación jurídica»(18), y sigue concibiendo al Estado como un «instrumento construido voluntariamente por la clase dominante» ya la norma como un «mandato» que garantiza la institución de la propiedad (es decir , como entidad M2).

La concepción del derecho de Petrazhitsky tuvo una

gran influencia en algunos de los juristas soviéticos de lapr imera época y, espec ia lmente , en Reisner . Es te autor ,intentando armonizar ps icologismo y marxismo niega e lcarác ter normativo de l derecho y reduce e l mismo a laconjunción de Mi (e l derecho cómo «resul tado de lasrelaciones económicas y en particular de las relacionesde producción») y M2 (e l derecho como ideolo§a que se

(12) G.. Bueno, obra citada, p . 293.

(13) V. Peña, obra citada, p. 357. .

(14) Véase U. Cerroni, El pensamiento jurídico soviético ( trad . de V. Zapatero y M. de la Rocha) ,Cuadernos para el d iálogo, Madrid , 1977, p . 55 ( los subrayados son míos) . Es claro el aspectometaf ísico d e es ta concepc ión, que llega a admitir , por ejem plo, la existencia "de un derecho«para con Dios».

Es in teresante señalar que Petrazhitsky in terpreta la palabra «interés» empleada por lossucesores de Iher íng (es decir por la jur isprudencia de in tereses) como «deseo de una cier taventaja», como «algo in ter ior , psicológico» (cfr . U. Cerroni, ohra citada, p. 58) . Por lo demásiel conceptojde in terés puede in terpretarse no sólo en este sentido (como entidad M2) sino,también compjFactpr causal, es 'decir , como entidad fáctica per teneciente a Mi, o como «interese s ideales » como ideaos generale s y abstractas (perte necie ntes a M?.). Véase, al respecto , K.Lar ez , obra citada, pp. 64 y ss .

( i5 ) U . C er r o n i , obra citada, pp. ól y 62. (el subrayado es mío). La crítica fundamental de

Éerroni a este autor consiste en que «al reducir el derecho a mero fenómeno ideal, no lograexplicar su conexión con las d iferentes relaciones de producción y , al mismo tiempo, tiene quereducir lo a derecho in tuitivo, es decir , a fenómeno sobre el que la ciencia tiene muy poco quedecir; es una forma de la psicología irracional antes que una forma de la realidad hJstórico-po-sitiva» (obra citada, p. 64) .

Según Cerroni, la concepción del derecho de Rejsner abre el camino «a una resurreccióndel derecho.natural» (p . 60) .

{j6) «En definitiva, el concepto clave de la normación coactiva como rasgo distintivo deldere cho sabe ser unas veces admitido y otras negado; y caso de ser admitido, debe ser reducido a fenómeno de conciencia». (U. Cerroni, obra citada, p. 70) . Sobre Stuchka puede versetamb ién J .R . C ap e l la , Introducción a «L a función revolucion aria, del derecho v el Estado» d e , P . I .Stucka, Edicions 6 , Barcelona, Í969, reproducido en Materiales para la en tica de la fHosojja delEstado, Fohtanella, Barcelona, 1976.

( 1 7 ) ¡ u - C er r o n i ; obra citada, p. 79. «En ésta línea Pasukanis liega a afirmar que en la sociedadburguesa moderna «la máquina estatal opera efectivamente como impersonal «voluntad general» , com o «autor idad de derecho», etc. ( . .. ) . Estas - y análo gas- af irmaciones desmontan estrepit osam ente él" análisis de Smchka, anclado en ¡a concepción del Estado (y de la norma)como mero instrumento quer ido e « inventado» por la clase dominante, concepción claramenteimpotente f rente al Estado de derecho y al Estado que recaba su soberanía del sufragio univer

sal» (U. Cerroni, obra citada, pp. 84 y 85). Sobre Pasukanis puede verse también^ \% de V.Zap a te r o a E .B . Pasu k an is , Teotia general díl derecho y marxismo. Labor, Barcelona,' 1976

(18)í Segú n P asukan is, «la relación jurídica entre los sujetos e s sólo la otra cara de la relaciónque se estable ce entre los^ productos del trabajo conver tidos en mercancías». Y el «derechocom.O-CGSjtairo-de--n&"fmásí> 'ño^S--<ím^ qu e una abst racc ión falta de vida» (U: Cerro ni, obracitado, p. 86, nota 53.

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Finalmente (y para acabar con este pequeño excur-sus sobre juristas soviéticos) Vysinskij , aún siguiendouna línea más normativista que la de los autores anteriores (19), sin embargo concibe también a la norma jurídica como una entidad M 2, es dec ir como «un ac to devoluntad del Estado entendido como fuerza subjetiva»cuyo contenido, por otra par te , vendr ía de terminado porde terminadas condic iones económicas (20) .

Creo que también puede inte rpre tarse como concepción que considera preferentemente a la norma (y, encierto modo, al derecho) como entidad M2, el positivismo jur ídico de Bentham y Aust in, cuyos precedentesmás claros podrían encontrarse en Hobbes y, más atrás,en e l voluntar ismo medieval .

Concre tamente , para Aust in, en e l derecho exis tentres e lementos fundamenta les : mandato, deber y sanc ión,que es tán inseparablemente conectados entre s í y queimplican en realidad la misma idea, por lo que el derecho puede considerarse como un agregado de normas o

mandatos. Pues bien —afirma Austin— «con cada una deestas expresiones se da a entender directa o indirectamente un deseo concebido por a lguien a l que se une undaño que será inflingido o aplicado en el caso de que eldeseo no sea cumplido» (21) . Resumiendo, la norma seent iende fundamenta lmente como una ent idad M2 a laque está conectada un elemento Mi (la aplicación de lasanción) .

Algo parecido cabría decir de las teorías psicológicasdel derecho de Bierling o de la escuela del derecho lib r e . Así , Bier l ing considera que «derecho, en sent ido jur ídico, es todo lo que los hombres que conviven en una

comunidad cua lquiera reconocen mutuamente como norma y regla de esta vida en común», mientras que lanorma la def ine como «expres ión de un querer que espera de otros su realización» (22).

El subjetivismo es aún más acusado en el movimiento del derecho libre cuyos representantes (influidos porfilosofías como la de Schopenhauer, Nietzsche o Berg-son) consideran a l derecho como un producto de la voluntad y t ienden a pr ivi legiar , ante todo, e l momento dela decisión judicial. Así, para uno de sus representantes,H. Isay, la decisión judicial, en oposición a la norma ge-

(19) Vysinskij def ine el derecho como «un conjunto de reglas de la conducta humana establecidas por el poder estatal en cuanto poder de la clase que domina la sociedad, así como de lascostumbres y de las reglas de convivencia sancionadas por el poder del Estado y aplicadascoercitivamente con la ayuda del aparato estatal, con el fin de tutelar, consolidar y desarrollarlas relaciones y el ordenam iento ventajosos y favorables a la clase dominante» (U. C erroni,obra citada, p. 93) .

(20) U. Cerron i, obra citada, p. 96. Según Vysinskij, «el error de los normativistas consiste (...)en que, al def in ir el derecho como conjunto de normas, se limitan a este elemento, concibiendo a la misma norma como algo cerrado, en sí y de por sí explicable ( . . .) . No ven en elderecho la expresión de la voluntad de la clase dominante en la sociedad ( . . .) no ven que la leyy el derecho agotan su contenido en condiciones económicas de producción determinadas, quedominan en la sociedad» (U. Cerroni, obra citada, pp. 95 y 96) .

(21) Cfr . J . Finch, Introducción a la teoría del derecho (citada) p. 104 (los subrayados son míos).

Las críticas de Hart al modelo imperativista de Austin están hechas, en mi opinión, precisamente desde el tercer género de mater ialidad (M.i) . Asi, Har t considera que el enunciado deque una norma existe «alude a algo más que a la mera relación de causa-efecto entre un acontecimiento y otro (nivel Mi) . Har t exige además, para que pueda af irmarse que una normaexiste la aceptación in terna de la misma, pero este «aspecto in terno de las normas» no debe- e n su opi ni ón - confundirse con un problema de sentimientos (no es algo reducible a M:) .N o hay, según H art, contradicción «en decir que la gente acepta cier tas normas pero no exper imenta sentim ientos de compulsión». Véase, H. Har t, El concepto de derecho ( trad . de G.Garr ió) , Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1963: las citas están tomadas de J . Finch, obra citada,p p . 127, 128 y 129.

( 2 2 ) c f r . K . ia r en z , obra citada, p. 54 (el subrayado es mío).

neral, es un «querer» que «como tendencia se funda enun sent imiento va lora t ivo» (2 3).

Hay también una reducción a M2 en las obras de losau tor es del realismo psicológico com o K. Illum o ,K.Olivecrona según los cuales, una norma es vigente cuando resulta aceptada por la «conciencia jurídica popular»(24) .

Concre tamente , Ol ivecrona cr i t ica la concepción deautores como Aust in que consideran a las normas jur í dicas como mandatos u órdenes procedentes de l soberano (del Estado). Para Olivecrona, pensar esto es puiromis t ic ismo, pues to que «e l Es tado no impar te órdenes(.. .)• Solamente el Estado en un sentido metafísico, comoun verdadero Dios sobre la t ie r ra , puede ser concebidocomo ordenando o expresando su voluntad a t ravés delas normas jurídicas». Las normas jurídicas son más bien,en su op in ión , imperativos independientes. Son declaraciones impera t ivas , pero «no se las puede def inir comoórdenes de nadie . Quienes las proyectaron o quienes ac

tuaron como legisladores formales no han obrado en lamanera en que lo hace una persona que ordena Los le gis ladores son, por lo común, tota lmente desconocidospara la mayoría de quienes deben aceptar las leyes; éstossólo tienen ante sí declaraciones imperativas desvinculadas de los legis ladores , que pueden haber muer to c ienaños atrás» (25). Sin embargo, a pesar de su crítica alvoluntar ismo, Olivecrona s igue def iniendo la norma entérminos de M2, es dec ir , como ent idad predominantemente psicológica, subjetiva. Ello le l leva, entre otrascosas, a negar a las normas un sentido de permanencia,lo que hace a su concepción claramente insuficiente paraexpl icar de terminados aspec to de l derecho (26) .

Én «Sobre el derecho y la justicia», Ross intenta,precisamente, una síntesis del realismo psicológico y delrealismo conductista, pero hay motivos para pensar queRoss s igue en ^st^ escrito siendo psicologista, en cuantoque l iga e l concepto de derecho vigente a de terminados

(23) Cfr . K. Larenz, obra citada, p. 77. En el movimiento del derecho libre se incluyen autorescomo Bulo, Ehrlich y Kantorowicz.

(24) Según Ross, estos autorses encuentran «La realidad del derecho en hechos psicológicos.Una norma es v igente si es aceptada por la conciencia jur íd ica popular . El hecho de que tal regla sea también aplicada por los tr ibunales (es decir , su consideración como entidad Mi) es, deacuerdo con este punto de vista, der ivado y secundar io; es una consecuencia normal de la conciencia jur íd ica popular que determina también las reacciones del juez. El cr iter io efectivo noes la aplicación como tal, s ino el factor determinante que está detras de ella» (A. Ross, Sobre el

derecho y la justicia, cit., p. 69 —los paréntesis son míos—). Y añade Ross «La objección principal al realismo psicológico es que la conciencia jur íd ica es un concepto que per tenece a lapsicología individual. Al ligar el derecho vigente a la conciencia jurídica individual, esta ramadel realismo hace del derecho un fenómeno individual que se halla en el mismo plano que lam o r a l » {obra citada, p. 70) .

Ross considera también como antecedente de esta concepción a la escuela h istór ico-romántica de Savigny y Puchta. Sin embargo, esto quizás r io sea del todo acer tado, pues paraSavigny la ley no es producto de una voluntad entendida en términos psicológicos, s ino másbien producto de un «pensar racional» . En este sentido, me parece que tiene razón Larenzcua ndo, en con tra de cier tas in terpretaciones, rechaza la posibilidad de incluir a Savigny entrelos par tidar ios de una teor ía subjetiva de la in terpretación, que busca, sobre todo, descubrir lavoluntad psicológica del legislador (cfr. k. Larenz, obra citada, p. 30 nota) .

(25) K. Olivecrona, El derecho como hecho, Depalma, Buenos Aires, 1959, pp. 31 y 29.

(26) «Una n orma solam ente existe como el contenido de una noción de un ser humano. Ninguna noción de esta índole está presente en forma permanente en la mente de nadie. El imperativo sólo aparece en la mente en forma intermitente, y por cier to la s ituación no var ía por elhecho de que las palabras imperativas se expresen en forma escr ita. El texto escr ito -en símismo simples rasgos en el papel- tiene la función de provocar cier tas nociones en la mentedel lector , y eso es todo» (K. Olivecrona, obra citada, p. 32).

Me parece in teresante señalar que el no poder explicar la permanencia de las normas jur i-d icas es uno de los puntos cr íticos que Hart d ir ige la concepción de Austin (cfr . H. Hart, Elconcepto de derecho, citado, cap. IV) .

La concepción de la norma de Olivecrona es, claramente, una consecuencia de la ontologíade Hágerstrom y su cr ítica a la metaf ísica. Este y otros muchos puntos contenidos en este trabajo en relación con los autores realis tas son producto de la lectura de la tesis doctoral de LHier r r o so b r e e l realismo jurúiico.

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obligatoriedad de loS jueces (27).

Sin embargo, en «Lógica de las normas» Ross daun a definición de norm a, jurídica que hace pensar en lamisma como en una entidad Ms. Según Ross, las normasjurídicas deben distinguirse de los directivos personales(por ejemplo, de los mandatos) pues estos últimos están

ligados «a la específica situación de contacto personalentre el que habla y el que escucha». Por el contrario,cuando se trata de directivos jurídicos (directivos impersonales o cuasi mandatos), de normas propiamente dichas, el directivo se concibe «no como un acontecimiento en la vida de un individuo, sino como un estado decosas que existe independientemente de la reacción del indi-viduo que está sujeto al directivo, es to es , independientemente de la efectividad del directivo en relación con él( . . .) necesitamos el concepto de «norma» para expresar-e l hecho soc ia l , independientemente de cómo reacc ionecualquier individuo, de que el directivo es generalmenteefectivo entre los miembros de un grupo social. Aparte

de que un directivo jurídico o convencional sea efectivocon respecto a los individuos A, B o C, puede ocurrirque sea efectivo en conjunto con respecto a los miembros de la sociedad. En tal caso, el directivo le parecerá aun individuo algo dado y que existe independientemente de sureacción a él» (28).

Con ello pasamos a considerar a la norma jurídicacomo ent idad Ms .

2.3 . «Tercer Género de Materialidad (M.^). Denotamos con esta expresión a objetos abstractos —es decir,i io exteriores (pertenecientes a la exterioridad del

mundo) , pero tampoco, de ningún modo, inte r iores—,tales com o el espacio proyectivo reglado, las rectasparalelas ( . . .) . Pero también pertenecen al Tercer Géneroentidades no esenciales, sino individuales y concretas,empíricas, aunque ya irrevocables, como son todas lasrealidades idas en la medid a en que su ser actual ya noper tenece a l Pr imer Género (César no es una par te de lmundo físico actual) ni del Segundo (César se distinguede los pensamientos psicológicos sobre César) •(^).«M3» alude a una dimensión no «exterior» ni «interior»:e l mundo de los objetos abstractos, el mundo de los conceptos como «objetividades ideales» que son, sin embarg o , tan materiales como las realidades aludidas por losOtros dos géneros . Eminentemente , e l mundo de la lógica y la matemática, pero también de otras abstraccionesreguladoras de l conocimiento, como pueden ser lo desdela lange de Saussure hasta la idea de «imperativo categórico» como reguladora de relaciones inórales ( . . .) . La entidad de tales objetos no es física, desde luego, perotam po co «men tal» o «in terior». Si los conceptos son«productos de la mente», son en todo caso, unos productos a los que es esencial el ser pensados, precisamente , como independientes de su producción (la idea de su«validez objetiva» eso significa). Pensar contenidos

(27) Esta es la in terpretación de E. Bulyn£Ín, '1?f i»^ concepto de vigencia de AlfRoss, «Revista delcolegio de abogad os de La Plata», 1963. Textualmente, af irma Ross «De acuerdo con esto , unorden jur íd ico nacional, considerado comoun sistema vigen^ de normas, puede ser def in idocomo el conjunto de normas que efectivamente operan en el espír itu del juez, porque este lasvive como sociaimente obligator ias y por eso las obedece» (A. Ross, obra citada, p. 34).

(28) A. Ross, Lógica de las normas ( trad . de J . Hierro) , Tecnos, Madrid , 1971, p . 96. (Lossubrayados son míos) .

(29) G. B u e n o , obra citada, p. 302.

«M3», es pensar los como no neces i tando ser pensados pornadie» (30) .

Inmedia tamente nos surgen supues tos (apar te dealgunos ya insinuados) de teorías que consideran a lano rm a jurídica (total, o parcialmente) co mo una en tidadM 3. A estas concepciones del derecho (generalmentenormativistas) se las suele denominar «formalistas» pues

se entiende que al reducir el derecho (la norma) a entidad abstracta, ideal se están olvidando de la «materia».Las críticas del «segundo» Ihering a la jurisprudenciaconceptualista a la que reprocha el vivir en el «cielo delos conceptos» tiene precisamente este sentido. Y algoparecido ocurre con muchas de las críticas dirigidas al«formalismo» kelseniano. Pero el formalismo kelseniano(y sus críticos) merecen quizás un pequeño comentario.

,En mi opinión, aunque su postura en este punto nosea del t od o clara (3.1), Kelse n co ncibe a la norma comoun acto de voluntad, como un mandato (es decir , comouna ent idad predominantemente M2), mientras que lo

que define en término de M3 es propiamente la reglade derecho o proposición jurídica. Lo que Kelsen concibe como entidad M3, no es tanto el derecho (la norma)como la ciencia del derecho, el discurso sobre el derec h o . «L^ regla de derecho —afirma Kelsen— es, en laciencia jurídica, el equivalente de la ley causal en la ciencia de la naturaleza. Es el instrumento mediante el cualla ciencia del derecho describe su objeto, constituido porlas normas jurídicas creadas y aplicadas en el marco deun orden jurídico. La regla de derecho es un acto de conocimiento, en tanto que la norma jurídica es un acto devoluntad» (32) .

Si se despoja de su sentido metafísico, la idea de leyde Santo Tomás como producto de la «razón» parecealudir a este tercer género de la realidad, es decir que lanorma se considera como una ent idad eminentementeobjetiva (objetiva en el sentido de que existe con independencia de que haya sido pensada por alguien, sin sertampoco meramente , una ent idad Mi) : es te , c reo, es e lsentido de la afirmación de los intelectualistas medievales (entre ellos Santo Tomás) de que «una cosa es buenay por eso Dios la quiere». Por el contrario, los volunta-ristas medievales (no menos metafísicos que los anteriores) representan una línea más subjetivista, tendente aconfigurar a la norma como entidad M2, y de ahí queantepongan la voluntad a la razón en su explicación de laley natural: «Dios quiere una cosa y por eso es buena»(es ley). En realidad, estas dos concepciones de la ley,

(30) V. Peña, « t e r i/auis, p . 357.

(31) Me ref iero , como en seguida se verá, a la d istinción entre norma jur íd ica y proposiciónjur ídica Una cr ítica sobre el uso dé esta d istinción en Kelsen puede verse, entre o tros, en: AlfR o s s , Sobre el derecho y la JiíSticia, ciz., p. 10, C. Niño , Notas de Introducción al derecho. 1.La definición di <^derecho» y de «norma jurídica». Astra, Buenos Aires 797.5. pp. 76 y 77 y E.B u ly n g in , Sobre la estructura lógica de las proposiciones en la ciencia del derecho. «Revista jurídicade. Bue nos Aires», IV, 1961. En este ú ltimo trabajo , Bulyngin considera que la razón de queKelsen atr ibuya a las proposiciones carácter normativo (este es uno de los motivos de cr ítica)es la necesidad de distinguir las ciencias normativas de las ciencias sociales.

(32) H. Kelsen, La teoría pura del derecho, Eudeba, Buenos Aires, 1965, p . 47.

La teor ía egológica del derecho de C. Cossio , para la cual el derecho es «conducta eninterferencia in tersubjetiva» entiende a la norma jur íd ica como un «concepto apto para mentarla conducta». Es decir , que Cossio entiende por norma jur íd ica lo que Kelsen denomina

proposición jur íd ica (Cfr . C. Cossio , La teoría egológica del derecho y el concepto jurídico de libertad,2^ edición, Abeledo-Perrot, Buenos Aires) .

Según Calsamiglia, «Kelsen distingue entre norma y proposición jurídica con el objeto dedota r de objetiv idad a la proposición jur íd ica. Kelsen no pretende la neutralidad del derecho y suposible objetividad. Lo tínico que pretende es señalar que la ciencia jurídica es objetiva y neutral y que'las proposiciones jurídicas describen objetivamente las normas jurídicas (A. Calsamiglia, Kelsen y la

^crisis de la ciencia jurídica, Ariel, Barcelona, 1977, p . 74) .

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del derecho, t ienen una amplia t radición: El «raciona

l ismo» de Santo Tomás t iene sus precedentes en la concepción de la ley de Aristóteles o de los estoicos y sucontinuación ,en la mayoría de los autores de la escuelaespañola, en Grocio (donde el concepto de razón se seculariza) y en Leibnitz. Y la concepción de la ley comovoluntad (como ent idad predominantemente M2) se re monta quizás a los sofistas y a los epicúreos, y despuéspasa, a través de los voluntaristas medievales (fundamenta lmente , Duns Scoto y Ockam), a Hobbes (donde la l eyse convierte en voluntad del soberano, a Rousseau (33) yal posi t ivismo jurídico (Bentham, Aüst in, etc .) (34).

Más recientemente, la contraposición existente en elproblema de la interpretación de las normas jurídicasent re l a teon'it subjetiva y la teoría objetiva, creo que obedec e tam bién a estas dos diferentes concepciones de lanorma: como ent idad M2 (teoría subjet iva), o como ent idad M.Í (teoría objetiva). Así, para los primeros (Winds-,cheid o Bierl ing) interpretar una norma consiste en averiguar la voluntad psicológica del legislador, mientrasque para los segundos (Binding, Wach o Kholer) interpretar una norma quiere decir averiguar la voluntad «razonable» del legislador, es decir, la razón jurídica contenida en la ley (35).

Eviden temente , t ambién se s itúan prefe rentemen teen el nivel M3 las concepciones logicistas de la norma

jurídica (36). Una de las definiciones más claras y acer

tadas de la norma desde el punto de vista lógico, es, enmi op inión , la dada po r Alcho urron y Bulyngin. Para estos autores, normas son los «enunciados que correlacionan casos con soluciones», siendo las soluciones elementos que constan de una acción (contenido normativo) a laque se antepone un carác te r normat ivo u operador deón-t ico, mientras que los casos pueden ser: individuales (esdecir, s i tuaciones o acontecimientos local izables espacio-temporalmente), o genéricos (abstracciones o «clases»que pueden incluir un número i l imitado de casos individuales). Resumiendo, la norma se define como una ent idad M3, aunque los elementos de la norma caigan —opuedan caer— en el ámbito de Mi (37)

Pero no hace falta ser partidario de la lógica formalpara definir a la norma jurídica como ent idad M3. También entre los defensores de una iusfílosofía analíticapero que arranca de la consideración de los lenguajesordinarios nos encontramos con caracterizaciones de lanorma jurídica que ponen de manifiesto una concepciónontológica semejante. Tal es el caso, por ejemplo, de C.Niño quien cons idera que una norma jur ídica «no es unacosa o un hecho observable en principio», sino que lasnormas deben cons iderarse como té rminos «teór icos»(de l mismo modo que «e lec t rón», «campo magnét ico»,«inconsciente», etc .) , «porque si bien no hacen referencia a datos observables, se usan, de acuerdo con deter

minadas reglas de correspondencia, cuando aparecenciertos datos empíricos» (38).

(33) Pero el concepto de «voluntad general» de Rousseau í la ley se entiende com expres iónde la voluntad general) podr ía , en cier to modo, considerarse como una entidad Mj. La voluntad general , no es sólo voluntad de los individuos asociados o de Ja mayor ía , s ino que t ienetambién un sentido objetivo: es la voluntad que t iene por f inalidad el bien de todos . No es deextrañar , pues , que se haya considerado a la «voluntad general» como el pr incipal antecedentedel «imp erativo categór ico» kantiano que, evide nteme nte, es una entidad M J.

(34) Estas dos concepciones del derecho natural (de la ley) han s ido pues tas de manif ies to,en t r e o t r os , por H . We lze l , Introducción a la filosofa del derecho ( trad. F . González Vicen) ,Aguilar , 2» ed. , 1974.

El sentido metaf ís ico de ambas tendencias , incluyendo a los autores pos it ivis tas( recuérdese la cr í t ica de Olivecrona) no of rece dudas . Hay, s in embargo, una diferencia importante entre los intelectualis fa y los voluntar is tas medievales pues ta de manif ies to por Welzel:los pr imeros admiten la exis tencia de una ley eterna, mientras que, para los segundos , lo únicoque es eterno es el legis lador (Cfr . H. Welzel , obra citada, p. 75) .

(35) Cfr . K. Larenz, obra citada, pp. 30 (nota 4) y 47: «la teor ía» «objetiva» de la interpretación no dice solamente que la ley, una vez promulgada, puede adoptar para otros , como cualquier palabra hablada o escr i ta , un s ignif icado en el que no había pensado su autor —esto ser íauna perogrullada—, s ino que dice, además, que lo jurídicamente decisivo no es la significacióndada por el autor , s ino una s ignif icación «objetiva» que hay que determinar independientemente de aquella , y que es inmanente a la ley» {Ibidem, p'. 47) .

(36) No es és te , s in embargo, e l caso de von Wright que al tener que dis t inguir las normasjurídicas de las leyes de la lógica (entidades M.i), considera a las primeras (a las «leyes del Estado», como él las l lama) como prescr ipciones , como entidades predominantemente M2. «Lasleyes de la lógica no pretender hacer que la gente piense cor rectamente como puede decir sede las leyes del Es tado que pretenden hacer a la gente p r (x:eder de una manera determinad a.Las leyes de la lógica suminis tran un patrón por el que juzgan si la gente piensa cor rectamenteo no (...) .

r A un segundo t ipo imponante de normas, dis t intas de las reglas , l lamaré prescripciones oradiaciones. Ya nos hemos encontrado con un subtipo de dichas normas: las leyes del Es tado.

(...) las prescripciones son dadas o dictadas por alguien. «Dimanan» o t ienen su «or igen»en la voluntad de un dador de normas o, como también diremos, una autor idad normativa.Van, además, des tinadas o dir igidas a algún agente o agentes , a quien l lamaremos su¡eto(s)norma tivo(s) . Pu ede d ecir se normalmente q ue la autor idad q ue da la norma quiere que e! suje-to(s) adopte una cier ta conducta. La emis ión de la norma puede entonces decir se que manif ies ta la voluntad de la autor idad de hacer que el sujeto(s) se compor te de una manera deter m inada» Í G.H. von Wr igh t , Norma y acción. Una investi^ción lógica (trad. de P. García Perre

ro) , Tecnos , Madr id, 1970, pp. 24, 26 y 27) .

(37) C. Alchourron y E. Bulygin. Introducción a la meíodologh de las ciencias jurídicas y sociales,-Astra , Buenos Aires , 1974.

(38) C . Niñ o , Notas de Introducción al derecho, t. 1 icit.), pp. 84 y 85.

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Me parece interesante resaltar el sentido ontológicobastante preciso de estas dos últimas concepciones que,por otra parte, se califican expíícitaménte como nó-ónto-lógicas . Así , Alchourron y Bulygin pre tenden rompercon una larga tradición en la filosofía jurídica que concibe a las normas como entidades ideales (sentidos o significados) y consideran qu e su tratamien to de la norma«en u,n nivel puramente sintáctico (...) no significa nece

sariamente un preju2gamiento acerca de su status ontológico» (39). Mientras que, para Niño, el que las normasjurídicas sean inobservables no debe implicar corisiderar-las «como obje tos per tenec ientes a presuntos re inosontológicos que están más allá de la experiencia de lossent idos» (40) .

Pero también en textos como «La ideología alemana» es posible encontrar una explicación del derecho, dela norma jurídica, como algo que, en cierto modo, esindependiente de la voluntad de los hombres , es dec ir ,como una ent idad Ms. El f ragmento que reproduzco acontinuación creo que servirá para mostrar que una interpretación materialista de la norma jurídica no debecontemplar a és ta , únicamente , como ent idad per teneciente al primer o al segundo género de materialidad,sino que en las normas jurídicas (en el derecho) es posible descubrir también un sentido de objetividad, esdecir, su materialidad alcanza también al tercer género.Por otra par te , me parece que es te texto puede servircomo crítica de muchas concepciones «marxistas» delderecho, y de muchos críticos dé Marx:

«La vida material de los individuos, que en modoalguno depende de su s imple «voluntad», su modo deproducción y la forma de intercambio, que se condicio

nan mutuamente, constituyen la base real del Estado y semantienen como tales en todas las fases en que siguensiendo necesarias la división del trabajo y la propiedadprivada, con absoluta independencia de la voluntad delos individuos. Y estas relaciones reales, lejos de sercreadas por el poder del Estado, son, por el contrario, élpoder creador de él. Los individuos que dominan bajoes tas re lac iones t ienen, independientemente de que supoder deba const i tui rse como Estado, que dar necesariaTmente a su voluntad, condicionada por dichas determina-,das relaciones, una expresión general como voluntad delEstado, como ley, expresión cuyo contenido está dadosiempre por las relaciones de esta clase como con lamayor claridad demuestran el derecho privado y el derecho penal. Así como no depende de su voluntad idealistao de su capricho el que sus cuerpos sean pesados, nodepende tampoco de ellos el que hagan valer su propiavoluntad en forma de ley, colocándola ai mismo tiempopor encima del capricho personal de cada uno de ellos(. . .) , La expresión de esta-voluntad condicionada por susintereses comunes es la ley ( . . .) . Y lo mismo ocurre conlas clases dominadas, de cuya voluntad no depende tampoco la existencia de la ley y del Estado. Por ejemplo,mientras las fuerzas productivas no se hallen todavía losuficientemente desarrolladas para hacer superfina lacompetencia y tengan, por tanto, que provocar constantemente ésta, las clases dominadas se propondrían lo

(39) C. Alc hou rron , y E. Bxilygin, Qbra citada, p .2 4 .

( 4 0 ) C . N in b , obra citada, p. 85.

imposible si tuvieran la «voluntad» de abolir la competencia, y con ella el Estado y la ley» (41).

La consideración del derecho (de las normas jurídicas) como entidades Ms nos la encontramos también en«El Capital», lo que muestra que es algo consubstancialal marxismo. Concretamente en el l ibro I de esta obra,Marx expl ica que , en un de terminado momento de desa

rrollo del capitalismo, la ley que limita la duración de lasjornada de trabajo tiene un carácter necesario, es decir ,se impone incluso contra,los intereses y la espontaneidadde los pro pio s capitalistas (42)

3. Uno de los puntos fundamenta les de una ontolo-gía materialista de la norma consiste, precisamente, enreconocer un sentido de objetividad a la norma, pero sincaer por ello en una concepción metafísica. Es decir , elque una norma jur ídica pueda contemplarse como unaentidad Ms no tiene nada que ver con la postulación deun «ser permanente», de un «ser último y constitutivode las norma», o cosas por el estilo. Frente a estas concepciones ontológicas (y más exactamente metafísicas) lascríticas de los iusfilósofos analíticos resultan enteramenteper t inentes , aunque , por otra par te , se hayan excedidoen su rechazo a cualquier t ipo de ontología.

La substancialización de la norma, del derecho,bien sea bajo la forma de una ley eterna, de un legislador tmiversal o sencillamente a partir del reconocimientode unas bases en sí mismas objetivas y permanentes es,según creOy loque permite calificar de metafísica a unadeterminada concepción. Se trata, por lo tanto, de unacaracterización que se mueve, fundamentalmente, en elplano de la ontología general: por eso los autores meta-físicos propenden a admitir la existencia de una realidad

última de las cosas (de las normas) ante la cual las diversas form as d e lo real (las norm as existentes) se conv ierten en simples apariencias o, en todo caso, a considerarqué estas reciben su validez de aquella. En consecuencia,una concepción metafísica de la norma jurídica puede ono ser reduccionista en el nivel de la ontología especial(43) .

Parece también necesario (antes de dar por conclm-do este trabajo) hacer alguna referencia sobre la pertinencia o no de una concepción del derecho de carácternormativista, es decir , de una concepción que considerea la norma como el componente fundamer^táí del dere- •

c h o . En mi opinión, resulta muy claro qjre la teoría deldel derecho ha alcanzado sus mayores ífesarrollos precisamente e'n su dirección normativista^^ pero lo cierto esque casi nunca han faltado críticos/á esta concepción delos ju rídico , ni le faltan tampo co ^ n el mo me nto p resente .

(41) Marx-Engels, La ideologút alemana, Coedición Pueblos Unidos (Montevideo) y Gríjalfao(Barcelona) 5^ ed., 1974, pp. 386 y 387.

(42) C. Marx, El Capital, libro I, cap. 8, parr. 5, 6 y 7, cornado de R. Guastini, Alcune tappe delpensiero di Marx sulk Stato, «Problemí áel socialismo», n'* 16/17, 1973. He aquí la exposiciónde Guastin i: «La pr imera fase del capitalismo, el capitalismo naciente, está caracter izada por la 'produ cción de plusvalía, absoluta metf iante la prolongación de la jornada laboral. Este méto dode explotación lleva, s in embargo, al agotamiento y a la extinción precoz de la fuerza de trabajo , comportando altos costes para el capital: El capital es inducido, más bien, por su propio interés, a una jornada laboral normal. Es el Estado quien, encarnando este in terés objetivo y general de toda.Ia clase capitalista, incluso contra el interés y la espontaneidad del capitalista individual, in terviene para regular la jomada laboral, mediante leyes coercitivas para la,limitacióndoT tiempo de trabajo. La limitación legal de la jornada laboral constituye un impulso enormepara el capita l para, pasar de la producció n de plusvalía absoluta a Íá"^r5ducc ión de plusvalíarelativa» {óbra'cttada, p. 493). • -• .

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Un ejemplo reciente de esta actitud, y que se apoyaen planteamientos estructuralistas nos lo ofrece Hernández Gil. En su opinión, existen tres concepciones fundamentales del derecho: la iusnaturalista, la histórica-socio-lógica y la normativista. -La prim era se basa en la postu lación de un derech o natural que está antes y por encim ade los derechos positivos (es decir, se trata de una concepción claramente metafísica) (44); la segunda consiste

en la reduc ción del derech o a entidad M i y en ocasionestambién a M2 (45); y la tercera (que es la que aquí nosinteresa especialmente) significa «en su manifestaciónmás acabada» la reducción del derecho a lógica,.a formade la que se abstrae su contenido, es decir a M3 (46).

Como alternativa a estas tres concepciones e intentando es tablecer , a l mismo t iempo, las correspondenciasen e l derecho de la lengua y el habla (en sentido estruc-tura l is ta ) , Hernández Gil toma par t ido por una concepción que relega la norma a un segundo plano y erige ensu lugar a la relación como e lemento pr imigenio de lo jurídico. En su opinión, las normas «corresponden más

bien a la zona del habla; son versiones de algo previoconstituido por las relaciones jurídicas; en estas y no enlas normas aparece el correlato de la lengua (...). Lasnormas son mensajes o discursos referidas al Derecho;consis ten en un hablar de l Derecho» (47) .

Resul ta c laro que Hernández Gil intenta buscar la«especificidad del derecho» en el nivel M3 (este es elsignificado ontológico de la langué), pero al estableceruna correspondencia de la langue con las relaciones, noresulta ya claro cual es el sentido que atribuye a las normas a las que quizás siga entendiendo (en parte) comoentidades Ms, pero ent idades cuya «obje t ividad» es

menor que la de las relaciones jurídicas de las cuales«dependen». Por otra par te , y s in considerar otros

(43) Como ejemplo de concepción que admite (más bien confusamente) estos t res nivelesonto lógic os, pe ro des de planteamientos claramen te metafísicos, puede citarse la de López Calera, en IM estructura lógico-real de la norma jurídica, Editora Nacional, Madrid, 1969.

El sentido político y filosófico conservador de esta concepción no ofrece dudas»... la obediencia al ser implica conocimiento de la naturaleza de las cosas, pero no bajo el prisma elemental e insuficiente del conocimiento científico o empiriológico, sino bajo la perspectiva deuna metafísica transcendental y realista (...). Cuando se constata (...) la injusticia, la inquietud y

los males de la humanidad, se puede descubrir y concluir que el fallo de esta crisis no ^s,xá. sinoén la ausencia de este sentido realista-ontológico en la estructuración de las normas, que sehacen simplemente como un producto de unas técnicas sociales (...). Esta desconexión con elser mismo, con la naturaleza trascendente, es ya el presupuesto más dramático de la actualcrisis del derecho (...). La cuestión de la obediencia al ser e implícitamente el problema del conocimiento metafísico, del ser no aparencial de las cosas, es tema que preocupa en el ámbitodoctrinal. Porque, en definitiva, cada vez es más amplia la conciencia de que el mundo jurídiconecesita unas bases objetivas y permanentes sobre las que estructurarse (...). Cuando la naturaleza d e las cosas no se respeta, el mismo o rden social aparece inseguro y la opinión púb lica o!os brotes revolucionarios se presentan en seguida y con'facilidades» í.obra citada, pp. 135, 136y 137).

(44) N o com parto la afirmación de Herná ndez Gil de que esta concepción «en térm inosamplios puede llamarse filosófica», que supone (partiendo de un cierto cientificismo) la identificación de metafísica y filosofía (A. Hernández Gil, Problema epistemológico de la ciencia jurídica, Civiras, Madrid, 1976, p. 135).

(45) Tam poc o me pa rece acertado incluir aquí, sin ninguna puntualización, la concepción delmateria l ismo h istórico y del neomarxismo.

(46) Estas tres concepciones se corres pond en, aproxim adame nte, con las grandes tendencias(ideológicas) de la cultura jurídica, analizadas por Elias Díaz en Le^lidad-Legitimídad en el socia

lismo democrático (cap. Vil), Civitas, Madrid, 1977. Según E. Díaz, podrían reducirse a las siguientes; el iusnatiiralismo, que consiste en la sustitución ilegítima de lo histórico por lo natur a l ; el historicismo y el sociologismo que consisten, respectivamente, en tomar la aparienciapor la realidad y lo particular por lo general; y el formalismo que consiste en tomar el concepto por la cosa, por la realidad.

(47) ' A. He rná nde z Gi l , obra citada, pp. 150 y 152.

muchos problemas que plantea es ta teor ía (entre otros e lde que se presenta como algo «sin desarrollar»), creoque la principal objeción con la que se tropieza es queresulta difícil pensar que puede determinarse una realidad (por ejemplo, una relación) como jurídica sin referencia a a lguna norma. Hernández Gil pone como e jemplo de e lementos jurídicos que preceden a las normas: la .«voluntad», e l «consent imiento» o «e l consent imiento

de comprar y vender», pero me parece que es tos (yotros) elementos sólo tienen sentido jurídico por suconexión con algunaís) norma(s). Son las normas las quedan sentido jurídico a estas entidades (lo que las con^vierte en «objetos» jurídicos), más bien que al contrario.

En mi opinión, una concepción, según la cual elderecho consis te fundamenta lmente , pero no exclus ivamente , en normas , una concepción que t iende a contemplar en el derecho no a las normas aisladas, sino a conjuntos coordinados de normas , y que pre ter ide dar cuenta de la variedad de normas existentes en los ordenamientos jurídicos modernos, así como la diversidad defunciones que , por lo tanto, pueden cumplir ta les normas , puede muy bien seguir l lamándose normativista sinnecesidad de ser reduccionista (en el plano de la ontolo-gía especial) ni metafísica (en el plano de la ontología genera l) .

En efecto, en el plano de la ontología especial, lanorma jur ídica puede contemplarse como una ent idadexterna , como una ent idad Mi, no sólo en cuanto queuna norma exige ser expresada (exteriorizada) en algúnlenguaje, sino también en cuanto que la «vocación» delas normas es la de traducirse en conductas (de los ciudadanos o de una clase específica de estos: los jueces).Igualmente, resulta evidente que las normas jurídicas tie

nen, generalmente, su origen en un acto psicológico,volitivo de uno o varios individuos y provocan determinados sent imientos de aprobación, desaprobación, e tc .(son, en definitiva, entidades M2). Pero las normas jurídicas también son, y en diversos sentidos, entidades obje t ivas , ent idades que , de un modo u otro es tán porencima de lo que puedan pensar o querer sus emisores osus des t ina tar ios , y que tampoco pueden reducirse a objeto s M I (es decir, son entidades M3): Resulta claro, pore jemplo, que la forma lógica de una norma (e l que pueda representarse como una correlación entre un caso yuna solución) no dependen de la voluntad ni de los deseo s d e nad ie; e ' incluso tienen carácter necesario (son

independientes de las intenciones de los hombres) determinados contenidos normativos, si bien (es preciso insistir en ello) no se trata de una necesidad en abstracto,de una necesidad atemporal y aespacial, s ino de una necesidad en relación con determinadas estructuras, conde te rminados modos de producc ión , etc.

Y finalmente, en el plano de la ontología general, sepu ed e tam bién ser normativista, y reconoc er —comoqueda dicho— una dimensión de objetividad en las normas, sin necesidad de substaacializar las normas existentes , de postular su continuidad o su aceptación incondi-cionada. Precisamente, podemos decir que el plano de laontología especial no agota la realidad de las normas,porque las normas podrían ser otras y diferentes decomo son y porque, en definitiva, las normas podrían(s in duda en un mundo muy diferente de l que nosotrosconocemos) de jar de exis t i r .

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COlABOmCIONES

LA TEORÍA DE SISTEMASCOMO PARADIGMA DE LAS

CIENCIAS SOCIALESRAMÓN G A R C Í A COTARELO

Madrid

I N T R O D U C C I Ó N

esulta hoy un lugar común afirmar que lasciencias sociales están en una situación de

crisis. La crisis se define aquí, como en•medicina, como aquel momento en elproceso de una enfermedad en el que lacuestión es decidir si el organismo será ono capaz de sobreponerse a la enfermedad (1). El momento actual en las cien

cias sociales :es uno d e ellos, existie ndo , incluso, pesimistas que ya vaticinan la solución negativa de la crisisy extienden de antemano certificado de defunción a lasciencias sociales, a favor de su mutación en tecnologías.Curiosamente, es el propio tema de la crisis de la teoríasocial (más bien que de la «ciencia» social), a causa de lainconexión o el desfase entre la teoría y la praxis, el nú

cleo de reflexión de toda la teoría crítica. Pero esta reflexión apunta necesariamente a un campo extra-académicode acción que no es de nuestro cuidado en este momento (aunque sí se volverá sobre ello en la conclusión), yaq u e , lo que de inmediato nos interesa, es el orden de lasciencias como disciplinas académicas. Para algunos autores la crisis en las ciencias sociales no tiene solución posible en tanto éstas no acepten las bases teóricas de unade sus «tendencias» y se identifiquen con ella; por ejemplo , los postulados del marxismo (2). Para otros autores,la crisis es general y afecta a todas las dimensiones posibles de las ciencias sociales, quienes no serán capaces desuperarla si no es a través de un cambio de la importan-

(1) Para un exam en de' la crisis y de su función en la teoría social, vid. prime r capítulo de Jür-gen H a b e r m a s , Legitimationsprobleme im Spatkapitalismus, Suhrkamp, Frankfun, 1974.

(2) Por ejemplo. Alan SwingeWood, TAarx and Modem Social Thsory, MacMillan, Londres,1 9 7 5 .

cia q ue se con ced e a ía concep ción teórica, básica (3). N oobstante , como ha demostrado Thomas Kuhn, e l hechode que las ciencias sociales se encuentren en una situació n de crisis —es decir, en u na situación caracterizadapor una multiplicidad de escuelas competitivas, cada una

de las cuales propone soluciones completamente diferentes— lejos de ser un mal síntoma, es un signo claro desalud, puesto que implica la búsqueda de un campo común nuevo, un estadio preparadigmático, en el que ya seha de formular el paradigma futuro que dirigirá a la ciencia en su investigación (4). No es difícil admitir que talha sido la situación en todas las ciencias sociales en losúltimos años, especialmente de la ciencia política comola más retrasada en el proceso de institucionalizacióncientífica académica. Los paradigmas anteriores se hanmostrado inadecuados para resolver una cantidad creciente de problemas y la comunidad científica considerala posibilidad dé adoptar uno nuevo. De hecho, comoexplica Kuhn, hubiera sido ya imposible romper con elparadigma legal-formal anterior si no hubiera habidootro distinto en proceso de preparación (5). Este paradigma que se ha venido desarrollando cada vez más enlos últimos años es la Teoría de Sistemas, que aparecehoy como una concepción del mundo —nada menos-capa:z de alcanzar una redefinición de todas las cienciassociales: sociología, ciencia política, antropología, derec h o , economía, e tc .

En este artículo trataré de examinar la posibilidad deque la Teoría de Sistemas se convierta realmente en unparadigma unitario de las ciencias sociales. Con este fin.

Hein eman n , Lo n d r es , 1 9 7 2 ,3) Cfr . Alyin Gouldner , The Corning Crisis of WeslernV. 3 4 1 . • . :

(4) Cfr . Thomas S. Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, Uníversity of Chicago Press,C h icag o , 1 9 7 0 .

(5) Ib id . , pp . 77 y ss . '

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comenzaré por presentar las razones a favor de la adopción de la Teoría de Sistemas (TS) como paradigma nuevo ; en segundo lugar, revisaré brevemente los argumentos que se han esgrimido contra esta actitud; en últimolugar extraeré algunas conclusiones provisionales sobreeste asunto explicando por qué la TS no puede alcanzareste status que pretende y por qué, a mi juicio, tampocoes posible resolver la crisis de las «ciencias» sociales.

I . LA TEORÍA DE SISTEMASCOMO PARADIGMA

No cabe duda de que la TS se presenta hoy comouna alternativa viable frente a otras teorías generales cuyaaplicación en las ciencias sociales no ha sido muy útil.Bertalanffy es categórico en este terreno: la teoría de sistemas es «la reorientación del pensamiento y de la concepción del mundo, productos de la introducción de«sistema» como un paradigma científico nuevo (en con

traste con el paradigma analítico, mecanicista, unilateral ycausal de la ciencia clásica)» (6). Esta capacidad de presentarse como una alternativa válida es característica propia de la TS en cuanto esta tiene la posibilidad de integrar una serie de corrientes metodológicas de procedencia diversa, como el modelo conductista del estímulo/respuesta, el método funcional, el modelo de input-outputde los economistas, ciertos aspectos de las teorías de laformulación de decisiones, la tradición pluralista anglosajona en lo cultural, así como una serie de conceptos yteorías de la sociología maxweberiana (7). El rasgo sobreel que se edifica la posibilidad de una Teoría General deSistemas (TGS) viene dado por la importante función

que cumplen las similitudes observables en todo tipo desistemas, similitudes incorporadas a la TS con el nombrede isomorfismos estructurales. Al ser, en realidad, elcampo en el que se articulan estos isomorfismos, la TSpresenta una imagen de corte seccional a lo largo de unaserie de disciplinas científicas clásicas: «para tomar unejemplo simple, una ley exponencial de crecimiento sepuede aplicar tanto a ciertas células bacterianas, como apoblaciones de bacterias, de animales o de seres humanos , así como al propio progreso de la investigacióncientífica» (8). En calidad de contexto dentro del que esposible articular, con criterios científicos, diversas disciplinas, con el fin de aumentar su capacidad explicativageneral, la TS incluso llega a proponer la existencia deuna concepción sistemái:ica de la metafísica, de modoque «si se plantean cuestiones últimas, se pueden darrespuestas últimas (aunque hipotéticas) por medio de generalizaciones de la Teo ría G eneral d e Sistemas. Estasteorías hipotéticas últimas constituyen la metafísica desistemas» (9).

Hasta ahora el carácter interdisciplinar de la TS. Sinembargo, es claro que si la pretensión de la TS de constituir un paradigma nuevo para las ciencias sociales sebasará únicamente en su carácter complejo y en su inten-

(6) Ludwig van Bertalanffy, General Systems Theory, Penguin, Harmondswortho, 1971, p . XIX.

(7) Fried helm Huf en, «Verfas-sungstheorie und Systemcheo rie», en Archiv des offeníltcheii

RechlS". vol. 100 , nr. 2, junio de 1975. Tubing a. Pp. 19 3-238.

(8) Bertalanffy, op. cit., p. i2.

(9) Erwin Laszio, Introducíion lo ~ys'if^ Phibsophy, Gordon and Breach, Nueva York, 1972,p. 2 9 5 . • "

to de reflejar realidades complejas, ello no resultaría suficiente. Además de configurarse como un cuerpo deconocimiento muy complejo, la TS también pretende sercapaz de ofrecer explicaciones satisfactorias para algunosproblemas, hasta ahora no resueltos, o mal resueltos, enlas ciencias sociales. Entre estos problemas —que la TSasegura resolver más satisfactoriamente que los paradigmas anteriores^ se encuentran las cuestiones de la teleología en la sociedad humana, las del equilibio, el cambio y la evolución. La explicación ofrecida para estosproblemas es también válida, según la TS, para la cienciaen general; además de esto, la TS pretende resolveracertadamente algunos venerables problemas, peculiaresde las ciencias sociales, siendo el más importante de ellosel del significado. La TS sostiene ser capaz de dar cuentade las acciones subjetivas significativas de un modo científico y de dar una representación correcta de la interre-lación entre las estructuras reales y las conceptuales.

En relación con la teleología, no es preciso profundizar en el laberinto del viejo debate filosófico entre de-

terminismo y libre voluntad para ver que se trata de unade las dificultades más graves con la que ha tropezadotradicionalmente cualquier formulación científica de lavida humana social. Como señala Bujarin —posiblementeel primer, pero no el último, teórico marxista que adoptó una perspectiva de TS— la diferencia entre la cienciay la metafísica es la que se puede encontrar entre la explicación causal y la teleológica de los fenómenos: «incluso si los hombres pudieran regularlo todo conscientemente e incluso si todo se cumpliera en la sociedad exactamente como desean esos hombres, aún necesitaríamosuna explicación de los fenómenos sociales y no una teleología, una consideración de las causas de los fenóme

nos (...). Y por este motivo, no hay diferencia ningunaen este aspecto entre las ciencias sociales y las cienciasque se ocupan de la naturaleza» (10). Con todo, la concepción teleológica ha sobrevivido a todo tipo de críticasy ha venido encontrando partidarios, tanto en formas diversas de historicismo como en el funcionalismo que, aldar cuenta de las relaciones entre función y estructura,no ha conseguido librarse de una u otra manifestaciónteleológica (11). De hecho, la TS pretende haber superado al funcionalismo, entre otras cosas, en la medida concreta en que asegura prescindir de las explicaciones te-leológicas (12). Como es sabido, la TS fundamenta estaseguridad en la elaboración de conceptos prestados de lacibernética, especialmente el de retroalimentación, que

constituye la base para la noción de mecanismo autorre-gulado. La idea de los mecanismos capaces de regular yplanificar su propio comportamiento sobre la base delefecto que el comportamiento ejerce sobre el medio elimina la necesidad de trascendencia en la explicacióncientífica convirtiendo a esta explicación en inmanente alpropio f enómeno.

(10) Nicolai Bukhar in , Historkal Maíerialism, Russel and Russell, Nueva York, 1965, p. 29.

(11) Para una bu ena crítica de los inconvenien tes teleológico s del historicismo y del funciona- .l ismo, cfr . Nicos Poulantzas, Poutoír polilique et classes sociales, vol. 1., Maspero, París, 1971,especi alme nte p p. 58-59 y p . 77, etc. Poulantzas da una visión estructuralista del marxismo quele emp ar en ta co n la TS .

(12) En este sentido no es casual que algunos autores funcibnalistas, como Parsons, hayanadoptado recientemente un punto de vista y una terminología muy af ines a la TS. Cfr . TalcottPar so n s , Politics and Social Strncíure, Free Press, Nueva York, 1969, especialmente los doscapítu los pr imeros. Habermas también señala que, en sus Working Papers, Parsons, en efecto,trata de encontrar una relación entre la TS y la teoría de la acción. Cfr. J. Habermas, op. cit.,p. 14 .

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En relación estrecha con el anterior se encuentra el

ble que los sistemas preserven su identidad en el cursodel tiempo, las ciencias sociales han recurrido tradicio-nalmente a dos tipos de respuestas: la primera, que postulaba la inmovilidad absoluta de todo lo existente—identifícable, en líneas generales, con las tendenciasconservadoras— coincidía con algún tipo de visión par-

menideana de la naturaleza; la segunda, que subrayaba lanec esid ad de cambios revolucionario^-' — identificable conlas tendencias progresivas— partía, mas bien, de una concepc ión heracliteana (13). La TS pre tend e haber resu eltoesta dualidad incorporando los conceptos de equilibrio ycambio. La noción de retroalimentación (feed-back) t ieneaquí, tanibién, una función esencial. De este modo, elcambio aparece liberado de los inconvenientes de la teleología. El circuito de retroalimentación (feedback loop),que es una condición constitutiva de todo sistema abierto , ayuda a mantener los estados homeostáticos por medio de los cuales el sistema se adapta al medio y se transforma en consonancia. Por otro lado, la TS deriva el circuito de retroalimentación de una necesidad científica: elfuncionamiento de la segunda ley de la termodinámica.Todo sistema tiende a generar entropía; como lo explicaLessnoff: «La entropía total del universo aumenta decontinuo, hasta que alcanza el máximo. Esta es una leyqu e d escribe un a secuencia histórica única —la historiade la entropía universal— pero que, no obstante, se puede corroborar por medio de instancias particulares» (14).Según la segunda ley de la termodinámica, la mera existencia de un sistema es ya una garantía contra el azar;más allá de un cierto grado de entropía no es posibleningún sistema. En este sentido, el equilibrio sistémicoes dinámico; el sistema genera negentropía con el fin decontrarrestar la entropía. El concepto y, hasta cabría de

cir , la amenaza de la entropía da una notación positiva ala supervivencia del sistema y evita las implicaciones te-leológicas. En otros términos, la TS trata de dar cuentadel equilibrio explicando el mantenimiento del sistema através de su capacidad de adaptarse al cambio.

No es este el lugar para examinar detalladamente elcomple jo conceptual e laborado por Eas ton para darcuenta de las posibilidades de estabilidad y cambio en lossistemas; será suficiente mencionar que, en el modeloeastoniano, la causa del cambio no es solamente el funcionamiento apacible del circuito de retroalimentación,

tes niveles del proceso necesidades-demandas-decisionesde autorid ad; tales pu ede n ser —para po ner sólo algunosejemplos— la sobrecarga de demandas, algún tipo de disfunción estructural, como escasez de «porteros» (gate-keepers) alternativos, mala regulación deliflujo de demandas a causa de tma distorsión de los mecanismos culturales, canales de comunicación, procesos de reducción,e tc . , etc. , (15). No hay duda de qu e, en cualquiera deestos casos, el sistema reaccionará de un modo o deo t r o , ya por medio de readaptac iones , o por medio derevoluciones , «jacquer ies», e tc .

(13) Para un examen interesante de las concepciones parmenideana y heracliteana, así como..una consideración de las relaciones entre las dos y el marxismo, cfr. Robert Tristam, «Onto-• logy and Theory: A Comment on Matx ' s Anaíysis of Some of the Probiems», en The Sociolo-

j iVa/Rmeii - , vol . 25, Nr. 4, Keele , nov. '1975. Pp 759-777.

(14) Michael Lessnoff, The Structure of Social Science, George Alien and Unwin, Londres, 1974.P. 5 0 .

.(15) Gfr. David East on, A Systems Anaíysis ofPolitical Life, John Wiley and Sons, Nuev a York ,1 9 65 , Passim. .

Tras explicar las cuestiones del equihbrio y el cambio , la TS asegura ser igualmente eficaz en la explicaciónd e la evolu ció n y la historia. P ara hacerlo , la TS utilizaalgunos conceptos prestados de las teorías estructuralis-tas, especia lmen te los de sincronía y diacronía. N o seránecesario detenerse en este aspecto, por cuanto apareceya contenido en lo que se ha expuesto hasta ahora. Bastará con recordar que, al conservar la dicotomía sincróni-

co/d iacró nico , la TS asegura po seer una plataforma explicativa dual: puede .explicar una estructura en su evolución en el curso del t iempo o puede concentrarse en lasrelaciones estructurales en un momento específico.

De gran interés también es la aplicación de la TS alos problemas específicos de las ciencias sociales, esto es,los problemas relacionados con el significado, la intencionalidad y la consonancia entre las estructuras reales ylas conceptuales . El problema con que han t ropezado t ra-dicionalmente las ciencias sociales es el de saber cómo sepuede dar cuenta de la esfera subjetiva, esto es, comoreconciliar la separación kantiana entre objeto y sujeto

con una perspectiva que tome en consideración la condición subjetiva de toda dimensión humana. Una de lascríticas que hoy se hacen al conductismo más extremo esqué ha olvidado la dimensión significativa de la interacción social y ha reducido el comportamiento humanó a lame ra conducta ; observable . La TS pre ten de haber superado este inconveniente del conductismo con la incorporación del significado como una categoría inmanente al sistema. Niklas Luhmann piensa que el significado dependede la capacidad para mantener el nivel más elevado decomplejidad del sistema (16), cuestión que, a su vez, estáíntimamente relacionada con la de la comunicación, espec ialm ent e en la med ida en que la comunicación no es,como suele creerse «en la vida cotidiana y en el conoci

miento pre-científico, un proceso de transferencia de significado e información, sino una actualización múltipledel significado» (17). Es decir, en otras palabras, el significado es el resultado de la comunicación, que es una categoría estructural del sistema. Es en esta función específica de la comunicación donde la TS trata de alcanzar elnivel de la subjetividad con el fin de hacerla accesible ala form ulac ión científica. La com unicació n es, al mism otiempo, mecanismo y modo de tra.nsferir información einformación es la base de la acción significativa. Así, poreje m plo , D euts ch, en una interpretación más- cibernéticade la TS explica la función esencial de la información enla constitución del sistema por medio del carácter doble

de la propia información: «la información tiene una realida d física, «m aterial»; la información es transmitida,siempre; por procesos material-energéticos; sin embargo,no está sujeta a las leyes de conservación de la materia.La información se puede crear o destruir, aunque no sepuede crear de la nada o des truir comple tamente convirtiéndola en nada» (18). La comunicación como el recipi en te d inámico del funcionamiento de los sistemas y lainformación como el modo en que se interrelacionan lasdiferentes partes —individuos, grupos, etc.— y, al propiotiempo, se relacionan con las estructuras, definen el nivelde la conciencia humana. Por lo tanto, en términos ci-

(16) Niklas Luhmann , «Sinn a is Grundbegri f í der Soziologie», en Luhmann-Habermas, Theoriider Gesellschaft oder Sozialtechnologie, Suhrkamp, Frabkfurt, 1971, p. 97.

(17) Ibid., p. 42.

(18) Karl W.,.Deutsch, Th e Nerves of Government, The Free Press, .Nueva York, 1966. P. 84.

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bernéncos , «La conciencia se puede definir . . . como unacolec ción de retroalimentacion es y mensajes secundariosi n t e r n o s . Mensajes secundarios son mensajes acerca de los

cam bios en el estado délas partes del sistema, "esto es,acerca de los mensajes primarios. Mensajes'primarios so nlos que se mueven a través del sistema a consecuencia dela interacción de éste con el mundo exterior» (19). Noes preciso comentario ninguno a esta explicación clara dela consti tución de la conciencia a partir de la informaciónsobre las re laciones ent re e l s i s tema y el medio. Vemos,por tanto, que, al definir la conciencia como una categoría inmanente al sistema, la TS trata de integrar la esferade los significados subjetivos en la explicación científica.

La últ ima pretensión de la TS con relevancia especial para las cuestiones peculiares de las ciencias sociales

se refiere a la posibil idad de co ordinar — e, incluso, dehacer coincidentes— a los dos niveles de la realidad y dela teoría, de forma que, así , la TS sea descriptiva y explicativa al mismo tiempo. Esto es posible, en primer lugarpor medio del empleo de i somorf ismos, que resul tanesenciales en la construcción de modelos con el f in derepresentar la realidad y comprobar las hipótesis. En estesentido, para rnuchos autores, la TS se encuentra ya ensituación de establecer una jerarquía de aplicabil idad decriterios científicos, como la universalidad de las leyes, lareproducción, e tc . Van Gigch, por e jemplo, d ivide larealidad —y, consecuentemente, la teoría también— entres t ipos de sistemas: «duros», «blandos» y «éticos».Los primeros son los sistemas de las ciencias físicas, a loscuales es posible aplicar los métodos tradicionales de la

(19) I bid., p. 98. -

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ciencia. Los otros dos t ienen un carácter conductista,están vivos y experimentan cambios con el medio (20).

IL CRITICAS A LA T E O R Í ADE SISTEMAS

La TS se ha venido cri t icando desde diversas perspectivas. Una de las críticas señala el carácter amplio dela TS, subrayando su naturaleza difusa y sosteniendo quesu supuesto básico, esto es, que el todo es dist into y superior a la suma de las partes, no se puede reducir acomprobación empír ica y , por lo tanto , no es una proposición científica (21). Esta crítica, que pudiera ser válidadesde un punto de vista metodológico, o lvida la pecul iaridad de las ciencias sociales, peculiaridad que no resideen la metodología, sino en la parte substantiva del objetode investigación. Por otro lado, la prueba de que el todoes dist into y superior a la suma de las partes la proporciona la teoría de la organización (22) y se puede dedu

cir , asimismo, de las consideraciones anteriores acerca dela función constructiva de la información y la comunicación. Evidentemente, con relación a la transferencia simbólica de signif icados, esta comunicación no se puedereducir al orden de análisis de las ciencias naturales; tales , precisamente , la razón por la que la TS pretende serun paradigma de las ciencias sociales.

Otra crítica habitual hace referencia a la falta de clar idad en la dist inción entre funcionalismo y T§. La TS,viene a decirse, únicamente ha evadido los viejos problemas funcionalistas, sin proporcionar solución ninguna eneste campo. Esta crí t ica, sin embargo, parece basarse en

un malentendido desde el momento en que, contrar iamente al funcionalismo, la TS no subraya la importanciade la dinámica estructura-función, explicando la necesidad de la últ ima en términos de la supervivencia de laprimera, sino, más bien, la de la dinámica sistema-medio,en la cual ninguna de las categorías es esencial ya que elproblema principal aquí (esto es, la determinación de loslímites del sistema) sigue siendo, en gran medida, unasunto de acuerdo convencional previo en las cienciassociales.

Las críticas más frecuentes se refieren a la capacidadde la TS para resolver problemas concretos, cuestionan

d o , con ello, su carácter paradigmático. Así, algunos crít icos señalan, por ejemplo, que la preocupación con elequilibrio y el cambio al mismo tiempo, resulta lógicamente incoherente: o bien damos pr ior idad al cambio enla sociedad y entonces el equilibrio carece de sentido, obien damos prioridad al equilibrio y el cambio pasa a seruna categoría secundaria. Otros crí t icos acusan a la TS deun conservadurismo inherente. Esta crí t ica, en parte, esNherencia de la crítica tradicional al funcionalismo y, en

(20) John P, van Gigch, Aplied General Syslems Theery, Harper and Row, Nueva York, 1974,p p . 146 y ss.

(21) Para un buen exam en de la actitud en contra de la TS, v id. Ernest .sta tem en t T h e wh ole is mo re than th e sum of íts parrs*>>7~eíí̂ 3tu ir. JLazat

R o sen b er g ( C o mp . ) , Ihe Latiguage of Social Research, The Free Press, Glencoe, 1955. P^.5 1 9 - 5 2 7 .

(22) Vid- , p . e¡ . Anatole Rapoport y William J. Ho rvath , «T houghts on Organization Theory»,en Walter Buckiey (Comp.) Modem Systems Research for the Behavioral Scientist, Aldine, Chicago , 1 9 6 8 .

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parte, descubre, también, una preocupación nueva. AsíHufen sostiene que la TS se ocupa, sobre todo, de lalegitimación del poder corno éste es y, como tal, no esotra cosa más que un instrumento de dominación de carácter tecnocrático, que elimina la posibilidad de discutirla legitimidad de decisiones en el sistema político (23).

Más consistentes son las críticas que cuestionan la

pretensión de la TS de ser capaz de explicar el significado de las acciones sociales. En este sentido, Allport estajante: «Después de todo, la persona humana es, al mismo tiempo, el observador y el intérprete de los sistemas.Este hecho fastidioso ha venido molestando en ios últimos tiempos al fundador del Movimiento Operativo,P.W. Bridgeman. ¿Podemos, en nuestra condición decientíficos, vivir subjetiva men te e n nue stro sistema, y tener, al mismo tiempo, una visión objetiva de él?»(24).Incluso si no todos los críticos comparten esta posiciónextrema, hay poca duda de que ésta es la dimensión dela TS más abierta a la crítica. Por cierto que no resultaevidente que los modelos cibernéticos den una pauta

aceptable de explicación de interpretación de los significados subjetivos. Es cierto que el flujo de información ycomunicación en un sistema permite operar con categorías simbólicas pero las diferencias entre las «máquinasde aprendizaje» y los «procesos de aprendizaje» de losseres humanos son esenciales. Por lo demás, cabe tenerque la similitud, caso de lograrse, como se verá másabajo , tan sólo puede conseguirse por medio de la reduc-ción del proceso humano. No es este el lugar para examinar en detalle las cuestiones originadas por la cibernéticay la TS en relación con los problemas del significado.Bastará con señalar que, en efecto, hasta el momento, lateoría no ha ofrecido una explicación convincente de laautoconcienc ia .

Otras críticas señalan a la no menos espinosa cuestión de la complejidad. Si el significado es una categoríarelacionada con la posibilidad de mantener e, incluso, repro du cir — es decir , dar cuenta de la variedad, no es enabsoluto evide nte q ue la TS. haya conseguido trasponerla barrera que supone la Ley de la Variedad Requeridade Ross Ashby (25). Sin duda, esta ley afecta únicamentea la constitución de modelos de una TS que pretendeconvertirse en Teoría General de la Sociedad, puedeprescindir del modelo, pero, si se toman en consideración su constitución cibernética epistemológica, únicamente podrá hacerlo descuidando sus facultades explica

tivas.

I I I . C O N C L U S I Ó N

Tras haber examinado los argumentos a favor y encontra de la TS, conviene terminar recordando, para hacer justicia, qu e la TS n o pre ten te remplazar a la me todología científica tradicional (en lo relativo a los criteriosde validación científica, comprobación de hipótesis y lenguaje comunicativo neutro) sino, más bien, integrar esta

Í23) Fiedhelm Hufe n, loe. cit ., p . 234.

(24) Gordon W. Allpor t, «The Open System in Personality Theory», en Walter Buckley (Ed.)O p . cit. , p. 3 4 8 .

(25) Cfr. Ross Ashby, An Introduction to Cybsmetks, University Paperbacks, Londres, 1971-,especialmente, pp. 202 y ss .

metodología en el contexto de una interpretación ipásgeneral, esto es, de una concepción. Conviene recordar,también, que no es preciso que el paradigma de respuesta satisfactoria a todos los problemas que se planteen.Será suficiente si redefine el campo científico, orienta lainvestigación y permite el ejercicio práctico de la cienciacomo una «actividad de resolver rompecabezas» (26).

Tomando todo lo anterior en consideración (especialmente que, como tal, la TS no pretende ser una teoría acabada, sino, más bien, una concepción general) parece razonable suponer que, desde el punto de vista formal, la TS puede, en efecto convertirse en el paradigmade las ciencias sociales entendidas como un quehacer disciplinario académico. Pero únicamente esto. Más allá delcarácter eficaz o no dp los argumentos a favor o en contra, hay una crítica final y última a la TS que extrae elproblema del ámbito estrictamente académico y que,además, se ha de formular en un orden metateórico. Elloes que, en principio, la TS parece un intento de formali-zación de la dialéctica con eliminación de la componente

materialista por la vía de la construcción lógica. En términos más simples, la TS aparece como una reconstrucció n formal —y políticam ente inocua— de la dialéctica.Que esto es así nos lo demuestra una breve ojeada a lavalidez de las críticas. La mayoría de estas críticas resultaformal; pero lo importante es que las dos verdaderamente consistentes: la del significado y la de la complejidad,apunten directamente a las tareas que una teoría social ycrítica y dialéctica tiene que resolver y puede hacerloúnicamente a través de su vinculación con el proceso revolucionario de emancipación. En materia de significa^ción y complejidad, laTS muestra su aspecto más endeble y ello no casualmente sino, como se ha dicho, porser una formalización de la dialéctica. La TS difícilmente

va a desplazar a aquello que quiere substituir; difícilmente va a convertirse en paradigma de una teoría socialauté ntica :(no estrictamen te académica).

P e r o , si esto es así y las críticas son justas, lo ciertoes que, de momento, la contracrítica, o proposición alternativa, también ha resultado inviable. Inviable en el aspecto fundamental con que se iniciaba este trabajo: el dela crisis de las ciencias sociales. En este aspecto, la teoríacrítica, como se decía al principio, parte de la crisis de lateoría social como desfase entre la teoría y la praxis.Como soluc ión propone la unidad de la teoría y la praxis. Pero esto no es propiamente la solución, sino un

enunciado que presenta los siguientes problemas escalon a d o s , con los cuales cerramos el trabajo, y quedandoellos abiertos a debate:

a) el enunciado «unidad de teoría y praxis» es contradictorio, si se emplea la concepción histórico materialistade praxis, como condición teórica del hacer.

b) - la «unidad» es, más bien, un proceso en el t iempo que un ser y, como todo proceso, incluye su negación, o sea, en este caso, «desunión» o «desfase», peroc o m o parte componente de la unidad.

c) el proceso, como tal proceso de vinculación teó-rico-práctica, no es teorizable más que ex post facto; por

el lo , la teoría -como la libertad alemana de que hablabaM a r x - únicamente aparece a t iempo de asist ir a su funeral .

(26) Cfr , Thomas S. Kuhn, op. cit , , pp . ^5 y ss . •

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TEATRO CRITICO

SOBRE JERGAS DE GREMIOE INICIACIÓN EN EL GRAN

TRONCO JACOBEOFERNANDO SÁNCHEZ DRAGOM a d r i d

icen los estudios históricos que en Galicia, y muy especialmente en la provinciade Pontevedra, todos los canteros del paístenían constituida una asociación secretaen la cual se hacía uso de un lenguaje

misterioso [.. .] D enom inaban a este idioma latín dos canteiros o verbo das arginas; y

en él transmitían de generación en generación el arte detallar la piedra, en la cual ios obreros gallegos teníanfama de maestros. Por la forma misteriosa que empleaban, fue calificada dicha asociación de masónica» (1).

Morrón : pra cubicar muriar xidavante j da argina,xeres interbar o -verbo das arginas ¡ xejorrumeando explicas esdeeglase ¡ dadellastadaria e xeras enenvestar moxe xido. //Cando anisques solóte polo deundo a ¡ murriar como artina,xera jalrruar toi com- / pinches, o nobis verbo si xeres te or- /meand o aprecio, os do gichoficienes e nen- / te de xerian

perreamente os lapingos / e buxos. // Xilón, nexo agiote;xilón, nexo chuma r; / xilón, nexo esqueirar; xilón, xidocabancar; / xilón, xido entileger; xilón, xido vay, xilón / xidomurriar (2). Juro que no es chacota, inocentada ochan güí, sin o volapuk de canteros y germanía de pon te-vedreses. ¿Quién fué antes: Rajuela o la gallina? Ah,chafarrinones de chanfaina manchando la pechera delchorra charro. Oh, jabatos trasconejados y jodidos porjáquimas, jabalinas o jábegas manejadas por jíbaros conjipijapa enjaula dos en jabalcones. ¡Evohé, Javaloyes! Sem e esp errig an ios put isterio s y chafanjardan las jimelgasrespondiendo de que el susodicho párrafo en verbo dasarginas chanelase como sigue: «mu chacho, para aprend erbien el oficio de cantero necesitas saber el idioma en el

q u e se exp hcan las leyefe d e la talla de la piedra. Cu and o

f l) Ballesteros Cur iel, Ju lio .— Verbo das arginas. Jeríifi-lattii de los canteros. Pontevedra, 1919.páj>, 33.

(2) B alle stero s ICuri'el, op. cit.

salgas solo por el mundo a trabajar como cantero, hablarás con tus camaradas de oficio nuestra lengua, si es quequieres te estimen y no te traten mal los señores y losmaestros . Hombre: no serás ladrón. Hombre: no serásbebedor . Hombre: no serás embustero. Hombre: serás

car i ta t ivo. Hombre serás ins truido. Hombre serás veraz .Hombre serás trabajador». Este heptálogo, como las tablas de Moisés, también se conserva en piedra. Faltan lostres prim eros mand amientos: los referidos a la Divinidad. Lógico. Se trata de un código para andar por elmundo sin descalabros excesivos. La traducción no esmía (3). Nadie me ha enseñado el latín de los canteros,aunque al parecer existió una gramática de tan raro coliche . La tuvo —escrita a mano— cierto clérigo apellidadoVanden, si bien luego desmintió el rumor (con inusitadavehemencia) otro hombre de sotana: Nicolás Bezares,párroco de Mori l las .

Todo son misterios en este terreno virgen de la

dialectología hermética peninsular. Ei investigador, algoperplejo, chapotea en viscosos lodazales que ora se leantojan travesuras de Cela, ora macabreces de Póe (esegentilicio Vanden.. .) , ora películas de Hitchcock. Elmanuscrito número 7.209 de la Biblioteca Nacionalcontiene, entre otras cosas, una carta ológrafa del eclesiástico en cuestión. Dice don Nicolás: «yo atribuyo queeste dialecto sigiloso lo habrán tomado de los vizcaínospor ejercer estos provincianos el mismo oficio que loshavitantes de esta comarca [...] El método de vida deestas gentes es el siguiente: los varones, cumpliendoquince años poco más o menos, siguen a sus padres,parientes o vecinos para el aprendizaje de canteros y

muchos de carpinteros.. .»(4). El abuso de demostrativosy los errores ortográficos, dignos de Guillermo Brown,

(3) Ballesteros Cur iel, op. cit.

(4) Bezares , Nicolás .— Laíín dos mfíteiros. 1843,

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más añaden que quitan al encanto literario de esta joyaepistolar, fechada seis lustros antes de la Comuna.Nótese la espléndida l i tote dialecto sigiloso y cargúese lode vizcaíno en la cuenta de una época y un país que— vaya usted a indagar la razón— solía tomar a los talespor banastas de trapero, estuche de gato con botas yzurrón de lo maravilloso. Aunque quizá no anduvieratan descaminado el bu eno de don Nicolás, pues en la

jerga abundan los términos de origen éuskaro «y también en menor medida, los vocablos de ascendencia francesa, latina, catalana, griega, sánscrita, arábiga, portuguesa y bretona» (5). Los vizcaínos —según reconoce elmaccarthyano historiador V. de la Fuente— eran ademáslos únicos españ oles que po dían tratar de tú a los leren-ses en esto de la cantería (6).

Mo rillas perten ece a la provincia de Ponteved ra. Enella —y sob re to do en C aldas de Rey y el valle de Cu ntís— se encuentra el foco difusor del verbo das arginas,que algunos prefieren llamar monserga (7). AseguraBallesteros Curiel que más de veinte mil gallegos, sin

contar a (8) leoneses y asturianos, conocían lá jerigonzaen 1919. Nadie, que yo sepa, se ha preocupado deponer al día este censo. Los picapedreros de Pontevedrasiguen siendo los más hábiles de Galicia. Muchos residenen Santiago, ciudad «donde nunca han dejado de tenertrabajo los canteros y albañiles» (9). Entre los cuales,además, «se ha observado cierta especie de masonería.Sin que sepan los otros lo que están diciendo, se apoyanmutuamente y se recomiendan y favorecen de un modomuy marcado» (10). Reza, en gallego, un refrán lerense:sete xastres fan un home, ¡ sete peneireiros outro, / un canterohome e medio / e pra dous, fáltalle poco. Y otro, en castel lano: los canteros valen oro, / los carpinteros la plata, / ces-teros y zapateros ¡ es moneda que no pasa (11).

. Nin gú n indicio, sin emb argo, autoriza a pensar q ueel verbo das arginas se inventó en Galicia y menos aún enPontevedra. Consta que es muy antiguo y que todas lasjergas de mester localizadas hasta ahora en la penínsulale deben algo (12), pero el análisis lexicológico obliga a

buscarle coordenadas lingüísticas aún más amplias. Lamonserga no nació en sus baluartes históricos: llegó aellos.. . Y entonces, ¿quién la trajo?, ¿de dónde vino?.Ballesteros Curiel, único investigador al que cabría ti ldard e relativo especialista en este asunto, formula hipótesistan audaces que casi suenan a insolencia. «Aún hoy

—dice- se ignora quienes fueron los primitivos pobladores de España [...] Los últimos descubrimientos hanprobadola existencia de una raza antiquísima que tallabala piedra y trabajaba el bronce [...] ¿Será una ligerezasupone r que e l verbo das arginas proc*ie de e l la? (13) .Y, resucitando a Estrabón (la única agarradera firme que

(5) id . ; y B^íiesteros Cur i el, )., op. cil., págs. 49 y 50 .

(6) Fuente, Vicente de la.— Historia de las sociedades secretas, antiguas y modernas en España yespecialmente de la francmasonería, s.f., t . 1**, pág . 39-

(7) Ballesteros Cur iel, op. cit., pág. 46 .

(8) Bali ester os Cu riel , £>/> «>.

(9) V . de la Fuen te, op. cit., t. 1°, pág. 39.

(10) V. de la Fue nte, op. cit.

(11) Lis Qui ben , Víctor .— La medicina popular en Galicia, Pontevedra, 1949.

(12) Ballesteros Cur iel, op. cit., págs. 40 y 41 .

(13) id . , págs. 129 y 130.

• ten em os para bucear en nues tra cuna), califica devasco-íbera a dicha raza, la asienta en Galicia, la suponeposter iormente aherrojada o des terrada por otros gruposétnicos y concluye que en tanto se borraban sus instituciones, «una colectividad o asociación recogió aquelidioma antiguo [. . .] para transmitirnos misteriosamente elsecreto dé la piedra» (14).

Si abuso de las citas es para que no se me imputenexageraciones en terreno tan abonado a ellas. Recaiga laresponsabilidad (o el coraje) en otras espaldas. Por lodemás, evidentes barreras cronológicas me han impedidoestrechar lazos con el señor Ballesteros Curiel. Ignoro,pues, si este individuo gustaba de evocar espíritus conun velador de tres patas o tenía la costumbre de taconearvestido de blanco por los cementerios. Más bien parecesensato filólogo de provincia adscrito a la escuela pidalia-na . Tam po co veo a Estrabón pisaverdeando entre gr imo-r ios y jorguinas .

Como diría nuestro erudito: ¿será ligereza suponer

que el arte de la cantería nace en las estribaciones pirenaicas y desde ellas, a lo largo de un eje que grosso modose hará jacobeo, avanza lentamente hacia una tierra depromisión —Galicia— en donde echa espectaculares raíces y alcanza definitivo desarrollo?. Esta hipótesis tienela ventaja de conciliar los requerimientos de la cordura,los datos de la historia y las creencias de la mitología.

Es lógico que surjan artesanos de la piedra en lugares donde piedra hay para dar y tomar; y lo es tambiénel" que esos artesanos emigren en busca de aglomeraciones demográficas necesitadas de arquitectura civil y reli

giosa. De nada sirven los materiales de construcción o lahabilidad en manejarlos sin príncipes que levanten castillos, obispos que deseen iglesias, burgueses que demanden techo o vehículos que exijan calzadas. En una palabra: en claves urbano s. N o po día haberlos —y no loshubo— en aquella glacial, salvaje y escabrosa cordillera.Pero, ¿y en Galicia? ¿Por qué el éxodo se detuvo allí? .Los espíritus pedestres disponen de un argumento asombrosamente razonable: el mar. Y no un mar cualquiera,s ino e l Tenebroso por antonomasia .

Por lo que hace a la historia, es evidente que la rutaen cuestión corre paralela a la seguida por el arte románico en particular y por las líneas de fuerza de una determinada cultura (francesa, germánica y mediterránea) engeneral. Tan tril lado por canteros parecía estar ya en laAlta Edad Media ese camino que la arquitectura cristianani siquiera hizo por hurtarse a él. En sus flujos y reflujos , yéndonos más a trás , sugiere Charpent ier que pudoaprender Europa a ut i l izar e l mortero (15) . Es te inventoromano permitía construir bóvedas. Tras ellas vino todolo demás .

Mitológicamente, el tránsito de los canteros pirenaicoshac ia el finisterre armon iza el Jacq ues d e los com pag-

(14) id . , págs. 40 y 41 .

(15) C harpent ier , Loujs .— Les Jacques et k myst'ere d^Compostelle.Vzxh 1971, pág. 137.

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nonnages con el Yago de Compostela, la pata de oca delo s agotes con el crisma de los cristianos, el perpetuummobile de Jerusalén con el cauto sedentarismo d e Rom a,la altiva apuesta salomó nica con la efectiva construc ciónde un Templo capaz de acoger sin cicaterías ni partidismos a cuantos se profesan sedientos de espiritualidad.

Pero la hipótesis también se apoya en argumentosmenos abstractos y ambiciosos.

Dijimos que sólo los canteros de Vizcaya igualabany aún superaban a los gallegos en el ejercicio de un artecuyos polos españoles coinciden con los dos extremosdel cantábrico. En realidad, y por lo que hace a sunúcleo más oriental, los artesanos de mayor prestigio novenían (ni vienen) de Vasconia, sino del minúsculo vallesantanderino de Trasmiera. Donde, por cierto, iba a acuñarse otra algarabía para uso exclusivo de alarifes,maestros, compañeros y neófitos: la. pantoja (16).

Prez de esa comarca, y de aquél gremio, fué nadamenos que Juan de Herrera , e l enigmático (y emblemá

tico) autor del monasterio escurialense. ¿Por qué Antonio Machado lo imagina masón, por persona interpuesta,en su controvertido elogio al joven meditador José Ortega yGasset?. «Corónente, dilecto / de Sofía arquitecto. /Cincel, martillo y piedra / y masones te sirvan; lasmontañas / del Guadarrama frío / te brinden el azul desus entrañas, / meditador de otro Escorial sombrío».Intuiciones de poeta.. . Juan de Arfe, en una octava notan ambagiosa, diría «Más otro sucedió, y tomó la mano/ no menos que el hoy célebre arquitecto. / Este fuéJuan de Herrera, trasmerano» (17). Y de la Villa de Ca-margo, a mayor abundamiento.

Por extraño que pueda parecer no escaseaban lostítulos y timbres de nobleza entre aquellos obreros,man uales. Suele citarse el caso de Juan González deAcebedo, que tuvo dos hi jos Pres identes de l Consejo deCastilla , un tercero Merino Mayor del Valle y el benjamín ascen dido a gob ernad or del Principado de Asturias.Los cuatro pusieron el mingo en los Santos Lugares eintervinieron como puntas de lanza en más de una ordenmilitar (18). Estirpes así no se han agotado, pero malviven y poco a poco degeneran en la cazurra España dehoy, cuyos habitantes ha mucho que prefirieron la vergüenza barata del plástico a la eternidad y hermosura dela piedra. Dudoso negocio. Los maestros trasmeranos —ala fuerza ahorcan— están volviendo al camino, aunque noprecisamente como romeros del Apóstol. Bastantes hayya instalados en la América británica, que no les regateabloques de granito ni l ibertad de inspiración (19). Cuchicheos en pantoja galvanizan las canteras gringas, mientrasnuevas generaciones de cincel y martillo —criadas conhabichuelas dulces— se disponen a salvar los últimospelos del lobo. ¿Bendecirá alguien lo que Machadohubiera def inido luterana prole? España, sea corno fuere,pierde otra verdad y otro bocado de aquél famoso patrimonio que la retórica de los gobiernos y la voracidad deunos empresar ios con pa tente para desmanes ha reduci

do a la patética condición de esqu eleto enj ahelgado.Mejor. Al hoyo con los cadáveres de esta penínsulamaldita. Dése tierra sin titubeos al ángel de las alas rotas.Don't they kill horses?.

El verbo das arginas y la pantoja son las germanías degremio más ricas y más antiguas, pero no las únicas queen estado comatoso aún se tartajean por las estribaciones

del Cantábrico. Los tejeros, canteros (u orguinos) y goxe-ros asturianos conservan en su almario (y en sus bocas) laxtriga, tan castiza que ya el poeta clerizángano del Librode Aleixandre hubo de dedicarle medio tetrástrofo hilvanado con el vidrioso español y remisa ortografía del due-cento: «este girgonz que traen por las tierras e por calles/ non se contrabandiccos entre los menestrales / »(20) . Los goxeros o hacedores de banastas proceden de losvalles de Peñamellera y sólo transmiten su algarabía a losaprendices. Los tejeros o tamargos, menos desconfiados ycasi siempre oriundos de Llanes rara vez ponen trabas ala curiosidad del filólogo. Aún hoy, o anoche, «algunascasas comerciales fundadas en México por personas delOriente asturiano exigen a sus vendedores llaniscos que

sepan la x/riga» (21). Acaso no es la primera vez queeste dialecto cruza los mares.

En Miranda, a muy pocos kilómetros de Aviles, losca ldereros no han olvidado e l bren de sus mayores.¿Alude ese ronco monosílabo al material que tales artesanos reservan para sus obras más bellas o se trata, comoalgunos investigadores aseveran, de una clave cronológica referida nada menos que a la Edad del Bronce. ' . Dicho de otro forma: ¿vinieron los caldereros con los celtasy traían ya, o forjaron entonces, esta germanía inextricable? Sus voces nos devuelven al Génesis, a la estirpe deCaín, a los herreros y alquimistas, a los secuaces de Kaliy en definitiva a los gitanos, que con tanto celo preservan su caló. Pero el tema excede aquí al ámbito de losoficios, vuela, es ya asunto de raza, exige un capítuloapar te . . .

¿Dónde queda el román paladino? ¿Dónde el éuska-ro y el gallego? ¿Dónde los dialectos lerdos de la plebe:el baturro, el r ibereño, la galiparla, el pejino, el bable, elsayagüés...? Farfolla, guirigay y trápala, frufrú con el cualsuele el pueblo fablar a su vecino. Y vehículos para laverdad de los porqueros. La otra, la de los agamenones,pide claves, jeroglíficos, recodos, aduanas, adverbios disfrazados de nombres propios, sílabas heridas, génerosepicenos , s inécdoques que son metonimia de una pro-lepsis, irrepetibles trampantojos de sibilantes y guturales,haches parlanchínas, iotacismos, triptongos gangosos, ul-tracor reccio nes cacofónicas y paronom ásticas ortoépicamente pronunciadas con zazosas apofonías que acurrándose no hacen sino elidir predorsales licuantes e implosivas con la sola finalidad de sincopar la sobresdrújula alquiebro ar t icula tor io de l fonet ismo sandungueramenteinterdental proferido con húmeda lasitud por una experta lengua de trapo. Así los ciegos en general (22) (Sábatosabe) , los cesteiros de Mondariz, los tejeros de Tomiño(que hablan la . jalleira), los barquilleros de Parada del Sil ,

(16) Sojo y Lomba, Fermín .— Los ffiaesíros canteros de Trasmiera, Mad rid, 1935 , pág. 10.

(17) id. pág. 13.

(18) id. pág. 19.

(19) id. pág. 120.

(20) Llano Roza de Arapudia, Aurelio .— «Dialectos» jergales asturianos - Vocabulario de la xíri-la y el brott. O v ied o , 1 9 21 .

(21) Llano Roza de Ampudia, op. cit.

(22) B allesteros Cur ie! , op. cit., pág. 132.

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Marcas de P edrero. San Juan 'de los Reyes. Toíedo.

los afiladores que todavía anuncian su presencia soplando(como los pastores albaneses) en la flauta pánica de dieznotas y los mil y un gremios ambulantes cuyos miembros , año tras año, se lanzan a España y al mundo desdelos municipios aurienses de Nogueira de Ramoin, Perei-

ro de Aguión, Paderne, Esgos y Madada (23). Todosellos, y aun otros, se entienden en harallete, indiscutidalengua franca de quienes ejerciendo un oficio no deseano env idian clientela fija, sino estar a la que salga. Son p aragüeros, sogueros, cedaceros, buhoneros, cesteros, segad o r e s , churreros, músicos, heladeros, cordoneros, pañ e r o s , «nacetros, xabarreadores, arreadores, viveleiros, gobernadores, xingreiros, follateiros y sus guezos y mutilas, además de los que vivien de la caridad pública, como losbomas y panarras, y de quienes como los lapetas dispone n sin emp acho de los bienes ajenos» (24). ¿Lapetas,bornas, panarras, guezos y mutilos? ¿Quién da razón deestos voquibles, escritos (o impresos) en 1953? Sólo deltercero hace mención el diccionario: panarra vale por in

dividuo candido y perezoso. Cabe suponer a lapeta triviali-zación de lapita, aunque resultaría más bien arduo establecer conexiones semánticas entre los rateros de la provincia de Orense y los invictos rivales de los centauros.Co nfieso mi ignorancia^ respe cto a las demás voces tran scritas en cursiva. Y mi curiosidad, que acaso alquienpueda resolver. Pero una y otra carecen aquí de importancia. La tiene, en cambio, constatar en qué medida ycuan poco t iempo puede empobrecerse la nómina de unpaís cuyos picaros y artesanos ambulantes se dejan guindar por el señuelo del salario fijo, mínimo, vital, con escala móvil y etcétera. Ya nuestro país adelante, ya tenemos millones de proletarios adscritos a la gleba de la

u r b e . Los nómadas aventureros y venturosos de unpasado aún presente son ahora sedentarios obreritos contelevisión, butaca de skay para saborear los programas,zapateros que desde el aparato se le brindan y ratonerafacilitada por el Ministerio de la Vivienda en algún azufroso punto de los barrios periféricos. O bien —lo quecasi asusta más— emigrantes que viajan a campos yertosde la yer ta Europa ̂ du s tr ia l iza da para regresar un lus trode spu és, p or la Virgen, a M oró n de la Frontera y airearen el café de la plaza un mechero electrónico y dos paresde calzoncillos for executive imitando piel de leopardo.Nómadas y emigrantes o la cochambre que va de ayer ahoy.. . Con espanto me entero de que en los macizos argelinos del Hoggar y el Tassili , relativamente cerca de la

(23) Ram ón y Fernández Oxea, Jos é.^ . O báralkte (jerga dé los sfieios ambulánles ile Iti pn/timiijde Orense), en Revist a de Diaicctolojíía y Tradicion es Po pulares, t. IX, cuad. I '* y 2**, 1965, pág.1 8 5 .

(24) id. págs. 188 y 189.

ciudad donde en estos momentos 'le doy a la miáquina,varias tribus de tuaregs han decidido autoextinguirse porel drástico sistema de la abstención sexual. Vivir (o sea:caminar y comerciar) les parece absurdo en el contextode un Sahara surcado por camiones diesel. Tuvieronabuelos, pero no tendrán nietos. Lo de creced y multiplicaos, se conoce, es derecho exclusivo de quienes ceden al chantaje de la sociedad tecnológica. Ese futuro ya

ha comenzado. Y no trae el corazón antiguo que ciertoescritor le imaginara. Hace unos años yo mismo vi centenares de camellos muertos en la desolación sin orillas delSahel. ¿Por la sequía.' ' Sí, por todas las sequías...

El barallete es o fue esperanto jacobeo, cenismo debabel, germanía de patriarcas, truhanes, ribaldos, lapetas,peregrinos, pecadoras y macarras. Pero que nadie lo con-;fun da con un argot de cautiverio y malandrines. «Su uso— dice el erudito o curioso que con más ahínco se adentró por él— corresponde exclusivamente a los iniciados[...] a quienes se ganan la confianza de xabarreadores ygobernadores . Poner es te ins trumento de re lac ión en

manos ajenas equivale a traicionar las leyes de a parafu-sa . Eso lo inutilizaría de cara al futuro [...] Los vendedores ambulantes suelen lanzar a los profanos tremendasmaldic iones en barallete (25).

Junto a é l , la pantoja, el bron, la xiriga, el verbo dasarginas... Como Clemente XII , también yo creo que sólorecurre al sigilo quien desea esconder algo. ¿Gremiosque dedican sus horas libres a la gaya invención de lenguajes cifrados? ¡Prodigioso desatino! Ni los albañilesdel Bernabeu ni los picapedreros del Valle de los Caídosni los trabajadores de los Altos Hornos, ni los mecánicosde la Pegaso han sentido hasta ahora la necesidad de reunirse los fines de semana para jugar a guardias y ladron e s . La razón es obvia: hoy todo el mundo puede conocer los llamados secretos de l oficio. Incluso existen universidades laborales, escuelas de adiestramiento y demás cofias franquistoides. El sistema tradicional de maestros yaprendices se ha derrumbado y, con él, los artesanos hanperdido sus señas de identidad. O sea: la conciencia. Nosaben lo que son. Ni podrán saber lo dentro de un mecanismo industrial que con tanto encono separa al hombredel fruto de su trabajo. El menestral hacía obras. El proletario fabrica objetos. Hoy, en época de gregarismos, sefundan sindicatos. Ayer, en trance de individualidades,bastaba la reserva-mental para enfrentarse con éxito a lasagresiones de la sociedad. Suena casi a herejía sostener

que los gremios resultaban invulnerables gracias a la vocación aristrocrática de quienes en ellos se inscribían. Det o d o s : los adeptos y los neófitos. Había conciencia declan, que no de clase, y el prójimo allá se las entienda.¿Puede compararse la autor idad de un maestro a la de unprofesor o jefe, la obediencia de un aprendiz a la de unalumno u oficial? Aquellos artesanos eran grandes señor es , mientras sus descendientes no pasan de galopines.Había truco, claro, pero muy sencillo. Se cifraba entransmit i r iniciáticamente unos saberes enseñados o adquir idos en la noche oscura de la humanidad. Los secretosde la piedra, del hierro, del bronce: ¿no son las edadesen qu e suele dividirse la prehis toria? O dicho de formamenos mostrenca: los respectivos instrumentos de lastres únicas revoluciones absolutas organizadas por elhomo sapiens...

(25) id . , pás .-190 .

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HISTORIA DELPENSAMENTO

LUCES Y SOMBRASDEL

KRAUSISMO ESPAÑOLJOSÉ LUIS CALVO BUEZAS

O vi e d o

L El marco de su desenvolvimiento

1 krausismo españ ol n ecesita aún ser pro fundamente revisado, para que el juiciosobre él sea justo y equilibrado; esta necesidad de revisión afecta al krausismocomo sistema filosófico y como movimiento cultural.

En el paraninfo de la universidad de Madrid y porinfluencia de los krausistas españoles se colocaron estaspalabras de inspiración evangélica: «Veritas liberabitnos» . Esta expresión resume gran parte de su pensamiento y de su actitud vital; la verdad nos hará libres,gustaban ellos de repetir , por eso buscaron ansiosamentela verdad, como el mejor camino hacia la libertad. Peroeste deseo fue como un grito, a la vez esperanzado y angustiado, dentro del marco turbulento de nuestro sigloXIX, por lo que es allí donde ha de ser analizado.

Los krausistas españoles fueron hijos dé su siglo.Sobre ellos vemos gravitar la historia, pues nunca el

hombre y todo lo que él crea se ve exento de esa fuerzaque modela, condiciona, estructura y da inteligibilidad alo que en ella se realiza. El hombre y todas sus obras sonen buena parte fruto de ese lento y complicado tejer,que es el paso del t iempo; la historia nos hace y entpk aformar parte de nuestro mismo ser, abre caminos o cierra posibilidades.

Los s iglos XVIII y XIX fueron escenar io de numerosos cambios en la vida europea y española. La Ilustración fué, a grandes líneas, el esquema mental del pensamiento burgués que basaba sus posibilidades en elaumento del comercio, el crecimiento de la población, lacrisis de la sociedad estamental, las revoluciones políticas, las transformaciones económicas y los cambios ideológicos que desembocaron en las sucesivas revolucionesindu striales. To do esto estaba pidien do a gritos nuevasestructuras sociales. El pensamiento ilustrado fué el fru

t o , el aglutinante y el hilo conductor de gran parte de laactividad humana que llevó a cabo aquellas transformaciones. El hombre ilustrado se lanzó soñador tras la cultura, idolatró la razón, confió ciegamente en la bondadnatural de su naturaleza, se afianzó mediante la libertadformal y se hermanó fácilmente con todos los demáshombres en el sueño utópico de la conquista de unaetapa nueva y feliz para la humanidad. Por eso, la ideade progreso mediante la ciencia, la técnica y la libertadfué la fibra más profunda de aquella mentalidad cultista.

España, en cambio, estuvo en buena parte ausentede este proceso y si algunos destellos llegaron hasta ellano fueron ni tantos ni tan fuertes como para poner enmarcha el amplio movimiento cultural correspondiente.El aislamiento que España sufrió durante varios siglos nopodía por menos que dejar en ella profunda huella. «Laciencia, dice Sanz del Río, no llegó a ser bajo Felipe IIcrítica, polémica e indagadora como en los demás pueblos» (1). Así quedamos privados de las influencias delsiglo de las luces.

Ortega y Gasset hace un diagnóstico certero de estatriste realidad. «El siglo de las luces, dice, es el de la cul

tura o cultivo de las masas populares, es en suma un siglo educador.. . Cuanto más se medita sobre nuestra historia más clara se ve esa desastrosa ausencia del sigloXVIII. . . La misma idea de cultura, cuando ha sido predicada en el siglo XIX, iba teñida de signo adverso, contrael cual se defendía toda porción arcaica del país. Este hasido el tr iste sino de España, la nación europea que se hasaltado un siglo insustituible» (2).

Con un siglo de retraso los krausistas españoles, caballeros andantes de nuestro siglo XIX, quisieron montarse en el último vagón del tren que España ya habíaperdido y aminorar así las funestas consecuencias de esta

(1) Sa nz del Río , J . : líitrodlicdón a la H istoria Universal de G. Weber , que él cradujo . Impr .Díaz y Cía. Madr id , 1853, p . 5 .

(2} Ortega y Gasset, J . : El espectador (El siglo XVIII español) Espasa-Calp¿*. Madrid, 19*15.p. 6 2 2 .

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perdida cultural , pero tal intento resultó desfasado delproceso europeo, inspi rado en el ideal ismo decadente yllevado a cabo en situaciones muy conflictivas. A pesarde todo, el movimiento cultural que pusieron en marchafué muy fecundo.

2 . Los desajustes de la presenciadel krausismo en España

A mediados del siglo XIX se hace presente el krausismo en España, tras los viajes y las estancias de Sanzdel Río en Heidelberg, su retiro prolongado en I l lescas yla presentación oficial que l levó a cabo Sanz del Río,como Rector, en el discurso inaugural del curso académico de 1857-58 en la Universidad de Madrid. La eleccióndel krausismo para ser importado a España, aunque posteriormente fué fecunda, presenta claros desfases, analizada en su entorno. Cuando está naciendo todo el pensa

miento f i losófico moderno, que t iene como nota comúnla reacción contra el idealismo, Sanz del Río se inspiróen Karl Christ ian Friedrich Krause, idealista alemán desegundo orden, muer to en 1832 y cuyo pensamientoperv ivía, en el seno de algunas universidades alemanas,belgas y holandesas. Así Krause gana una batalla despuésde muerto y, frente al rechazo que Europa hacía en esemomento del idealismo europeo y de sus secuelas, España lo acepta con vivo entusiasmo.

El desfase de esta elección originó otro mayor: Lafalta de sincronía entre las corrientes de pensamiento,incipientes unas y plenamente vigentes otras, que impregnan Europa y España en la segunda mitad del siglo

XIX. Si echamos una ojeada a lo que ocurre en Europa,mientras Sanz del Río conoce y asimila el krausismo nosdamos cuenta de e l lo rápidamente . En 1840 Proudhonescr ibió Que es la propiedad. Comte en 1842 hace públicosu Curso de filosofía positiva. 1843 es el año en el queSanz del Río va pensionado a Alemania por el gobiernoespaño l . La sagrada familia de Marx y Engels sale a laluz en 1844, simultaneando la fecha con la pubHcaciónque Balmes hace en España de El catolicismo comparadocon el protestantismo. 1845 ve la luz La ideología alemanade Marx y El ún ico y su propiedad de Stiner. En 1848Donoso Cor tés pronuncia su famoso discurso En defensade la dictadura, mientras que Marx y Engels lanzan el

Manifiesto comunista. Entre tanto , y unos años después,en España se da una importación, expansión y encarnación del pensamiento krausista .

No vamos a cont inuar esta enumeración, que podíaser mucho niás amplia, pues lo único que pretendemosmostrar es que los caminos que seguían España y Europaeran muy diversos, pero con la implantación del krausism o , al menos de momento, se alejaron más, aunque estaimplantación funcionó curiosamente como puerta abiertaa la modernidad y sirvió para un mayor acercamientoposterior . Por tanto, inicialmente, con la presencia delkrausismo entre nosotros no solo se dio un desfase de

tiempo con relación a la marcha que seguía Europa, sinotambién otro de orientación y de perspectiva.

Es necesario también echar una ojeada a las fuerzassociales que en este momento pugnan por e l control del

país, pues a ellas en buena parte se debe la pujanza y laposterior ruina del krausismo. España entonces está sumida en los intentos de reiteradas consti tuciones y cuartelazos, las duras consecuencias de la revolución industr ial , el sentimiento de frustrada impotencia colectiva, lapérdida sucesiva de nuestras colonias, la resistencia a lapérdida de privilegios de las clases dominantes, el individualismo de la ascendente burguesía, la cerrazón de

buena parte de los escolásticos y el peso secular del tradicionalismo. Entre tanto el pueblo bajo sufrirá durantemucho t iempo aún la t r i s te real idad del abandono. Añosmás tarde describirá esta tr iste si tuación Unamuno conrealismo sobrecogedor: «Vivimos en un país pobre ydonde no hay har ina todo se vuelve mohína. La pobrezaeconómica explica nuestra anemia espir i tual; las fuerzasmás frescas y juveniles se agotan en establecerse, en lalucha por el destino. Pocas verdades más hondas que lade que en la jerarquía de los fenómenos sociales, loseconómicos son los primeros principios, los elementales»(3 ) .

El alejamiento de estos dos planos sociales es otrode los desfases con el que hubo de habérselas el Krausism o , pero es significativo que las fuerzas de todos estosfenómenos fueran las que se montaron en el carro delkrausismo, hicieran de él su esquema legit imador y formaran una dif ícil simbiosis que puso en marcha un movimiento cultural mucho más fuerte, amplio y profundo delo que cabía esperar .

3 . El r igor y la aper turaen el krausismo

El krausismo como sistema filosófico era inflexible,riguroso, totalizante y cerrado, tal cual los fueron losin ten to s de l idealismo alemán y las escuelas nacidas ensu entorno. Su r igor especulativo, junto con el panen-teismo y la religiosidad mística de la que estaba revestid o , fué lo que cautivo a Sanz del Río, pues conectabacon sus ansias vitales profundas de hombre religioso,tozudo y en el fondo inseguro. Tan profundamente calóen Sanz del Río esta forma de pensamiento que a elladedicó toda su vida y anota en su diario la fecha de sudefinitiva adhesión al krausismo, como si se tratara de unnuevo bautismo o una nueva regeneración. En sus Memo-

rias científicas inéditas e scribió: «El día 2 8 . de m arzocom enc é a pensa r según el realismo racional» (4). Éstedía no sólo era para Sanz del Río importante porqueaceptara el pensamiento krausista como verdadero, cosaque ya había sucedido ocho años antes, sino sobre todoporque le hizo esquema definit ivo de su pensar y miraral mundo. En adelante mirará al mundo y la historia através de ese esquema y sus discípulos por el orificioque Sanz del Río abriera.

Para el sistema krausista el punto de partida de todoel saber es el yo, haciéndose así tr ibutario del momentohistórico en que nació, aunque permuta el yo ideal porel yo real . El yo real , tomado como punto de partida,(3 ) Unam uno , M. de : Sobre el marasmo actual d e España. Obras selectas. Pléyade. Madrid (sinf echa ) p . 95 .

(4) Sanz del Río, J . ; Memorias científicas. Manuscr itos inéditos depositados en la Real Academiade la His tor ia de Madr id. Carpeta ser ie A, n" 21, foi . 1 vto.

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servirá de fundamento de la unidad subjetiva de toda laciencia. Pero el proceso racional ascendente, que mediante el análisis realizamos, nos conduce a un Ser, quees todo el ser —panenteismo—, en el que todo está in-

' m er so y que es el ser de to da realidad. En este Seradquieren todas las cosas su lugar adecuado, el debidoaju ste y la perfecta arm onía. E ste ' Ser confirma la verdadobjetiva de la ciencia.

La unidad, así conseguida, será la unidad subjetiva yobjetiva de todo el saber. Este Ser Realísimo es Dios,quien con sólo su ser posibilita, funda y da armonía a todo lo existente. El es la condición formal de la cienciamisma. «Todas las ciencias, escribe Sanz del Río, nos llevan por su discurso natural e infinitas leyes al conocimiento de Dios, el criterio de nuestros juicios, el nortede nuestra voluntad, la piedra angular que no puede serremovida en nuestro espíritu, sin que tiemble y vengaabajo tod o el edificio intelectual y hum ano » (5). Co nestas bases y siguiendo un proceso analítico y sintético,que dan nombre a las dos partes de su sistema metafísi-

co, los krausistas llegaron al convencimiento racional yemotivo de estar en posesión de la única perspectiva válida para captar la verdad de todo. De aquí nació el rigorracional y la inflexibilidad emotiva que en parte caracterizó la presencia del fenómeno krausista en España.

Pero , junto a este rigor, el krausismo trajo una éticaq u e , aunque en sus raíces era bastante rígida, se presentaba como atrayente, universalista, humanitaria y estimulante y qu e sirvió de sustrato pa ra que se "unieran m uchos hombres y de aglut inante de un amplio movimientocultural mucho más abierto que lo que cabía esperar. Lamáxima de su moral era «obrar el bien por y sólo por elbien». Y su actitud universalista queda reflejada en loque Fernando de Castro escribe en su testamento:. . .«Encima de la parte que corresponda a la cabeza (en elféretro) se pondrá una cruz roja, y al pie de ella estas palabras: Charitas generis humanis» (6). El gran motor dela primavera cultural que apareción con la presenciakrausista en el país no fueron las disquisiciones abstractas y metafísicas, sino la vida ejemplar de muchos krausistas, su sencillez, su austeridad, el espíritu de sacrificioy el amor a la ciencia. Aquí radica la apertura del fenómeno cultural krausista.

En las disputas en cuestiones especulativas, sobretodo con eclesiásticos, aparecía la inflexibilidad del siste

ma, pero fué el aroma de su ética y su apertura a Europalo que hizo más atrayente al krausismo y lo que le sirvióde esquema legitimador de las nobles aspiraciones queen el pueblo estaban vivas y reprimidas. Pocos dje ioskrausistas d e la primera y segunda generación fueronverdaderos conocedores de la filosofía, sino más bienprofesionales diversos que, no llegando en muchos casosa alcanzar las disquisiciones intrínsecas del sistemaskrausista, se sintieron atraídos a formar filas en este movimiento y a poner sus realizaciones prácticas bajo su pat roc inio.

Desde su ética tomaron conciencia del mal de España, se

alistaron a los planteamientos progresistas y defendieron

(5) Sanz dei Rio , J . : Discurso inaugural del curso académico 1857-58. Impr . Nacional. Madr id ,

1857, p . 35 .

(6) Castro , F . de: Memoria testamentaria. Lib .E. Martínez. Madr id , 1874.

en todo el espíritu de armonía. Por sus aristas inflexibleschocaron, y tenían necesariamente que chocar, con otrasfuerzas presentes y profundamente arraigadas en el país.Segú n O rteg a y Gasset «el em peñ o no fructificó po rqu enuestro catolicismo, que asume la representación y laresponsabilidad de España ante la Historia Universal,acertó a ver en él la declaración del fracaso de la culturahispánica y, por tanto del catoHcismo como poder cons

tructor de pueblos. Ambos fanatismos, el religioso y elcasticista, reunidos pusieron en marcha aquella hueste dealmogávares eruditos que tenían plantados sus castrosante los desvanes de la memoria étnica.» (7).

Nosotros, sin quitar la razón a Ortega y Gasset,vemos tres fanatismos en juego, el católico, el casticista yel krausista, debatiéndose en aquella pugna feroz que tanalto levantó las espadas.

Miedo nos dan los hombres que se sienten poseedores de la verdad, más que buscadores y poseídos porella, y este miedo se convierte en pavor de los que se

sienten poseedores de la verdad absoluta, porque laretienen, la marcan con caracteres individuales, la hacenintrasferible y tratan de imponerla, de talmodo que estándisp uest os a morir o lo que es pe or , incluso a matar, pordefender su verdad.

El krausismo puso d e manifiestola pe ren ne vida de nuestro pueblo.

La España^^dél siglo XIX, tras largos siglos de som-noliencia, seguía ávida de cultura y estaba necesitando laap ertu ra a nuevos y más amplios caminos. Por eso con lasola espoleta del krausismo gran parte de las diversasáreas del saber se pusieron en marcha movidos más sushombres por ansias que por razones. Un pueblo conrico pasado como el nuestro, conserva durante muchotie m po la vida, aunque sea de mod o latente. Si los Krausistas conmovieron al país, esta misma eclosión en causalidad circular les estimuló haciéndoles exclamar, llenosde júbilo y con voz profética: «Florecerá la tercera etapade la humanidad; habrá pasado de acá a allá largotiempo; nosotros los hijos de hoy habremos dejado estavida natural, pero reviviremos en el espíritu y en el corazón de aquella humanidad verdadera.. . Seamos hoy fieles

a nuestro destino; este es nuestro cielo presente» (8)Estas son las palabras finales de El ideal de la humanidadpara la vida, con las que Sanz del Río anunciaba la meta,tras la cual ellos hicieron tantos esfuerzos.

En España, por tanto, bajo la costra de la indiferencia latía unapotente vida, con peligro de hacerse presente de forma tumultuosa, como de hecho sucedió, porreacción a la inactividad y al costreñimiento anterior.N o se explica de otro mo do la aparición de aquélproceso histórico, difícilmente parable, que da pie paraconsiderar a Sanz del Río padre de la modernidad española. Fueron necesarios muchos factores adversos para

frenar este movimiento y la concurrencia de varias fuer-

(7) O rtega y Gasset, J . : Obras completas. Rev. de Occidente. Tomo I . Madr id . 1946, p . 212 .

(8) Sanz tlel Río , J . : £ / ideal de la humanidad para la vida. Madrid, 1860, p. 289.

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zas para que, una vez desangrado, pudiera ser controlad o .

Esta lección que con ocasión del krausismo españolnos da la historia es de gran elocuencia y nos sirve paravalorar en sus justos límites lo que el krausismo aportó:formó una simbiosis con la tradición de un pueblopreñado de posibilidades y ansioso de nuevas realizacio

nes .

5. El krausismo español enseñó mucho,pero ap rend ió poco .

Ante la conciencia del mal de España, originaria dela que luego manifestó la generación del 98, el krausismo vio como principal remedio la cultura, en clara continuidad con el esquema de la Ilustración.

Con solo su presencia se multiplicaron en el país loscírculos de estudio, la reforma universitaria, las conferencias dominicales, especialmente para mujeres, los seminarios, como complemento de la tarea realizada en lasclases, y múltiples instituciones educativas. En estesentido la tarea de los krausistas es suficientementeconocida y sobre todo la de Giner de los Ríos, «elSócrates español», que con sus geniales intuiciones prácticas se constituyó en paladín de la reforma educativa yasí evitó q ue las elucub raciones abstractas de Sanz delRío no quedaran estériles. Ante la situación de España lepreguntaban sus discípulos sobre las cosas que cambiaríasi llegara a gobernar y él con voz franciscana respondía:

cosas, apenas ninguna; hombres, hombres son los quehacen falta. En este sentido todos los krausistas hicieronsuya una de las máximas de Sanz del Río: «La corrupciónde los vicios vendrá de la ilustración de los pueblos» (9).

Defendieron a ultranza la libertad de cátedra, cos-tándoles incluso la expulsión y el destierro, y no sedoblegaron ante los intentos de control ideológico delpaís como la ley Moyano de 1857 y las presiones delminis t ro Oro vio en 1866 y 1867. Tod os es tos acontecimientos sirvieron de hilo conductor para que Giner delos Ríos, en su destierro en el Castillo de Santa Catalinade Cádiz, gestara la idea, ya acariciada hacía tiempo por

los krausistas, de fundar «una Institución Libre de Enseñanza ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partidos políticos; proclamandotan solo el principio de la libertad y la inviolabilidad dela ciencia y de la consiguiente independencia de suindagación y exposición respecto a cualquier otra auto ridad qu e la de la propia conciencia del profesor, únicoresponsable de su doctr ina», como quedó expresada enel artículo 15 de los estatutos de la Institución. Estaexperiencia educativa, con ser la más importante y conocida, no fué la única, pues estuvo seguida de otrasmu chas, nacidas del mism o espíritu, como la Jun ta d eAmpliación de Estudios y de Investigaciones Científicas,el JMuseo de Historia Natural, la Residencia y el Instituto de Reformas Sociales. Tanta fué la influencia de

(9) Sanz del Río, } . : Manuscritos inéditos. Serie A, n° 23. Papeles poUlkos. Mílxima 58.

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estas instituciones en nuestro país que cuatro, al menos,de nuestros Premios Nobel —Echegaray, Ramón y Cajal,Juan Ramón Jiménez y Severo Ochoa— se educaron otuvieron estrechísimas relaciones con ellas.

Aún más, la tan conocida y gloriosa generación del9 8 , que a veces se la presenta como nacida por generación espontánea, reconoce su deuda con el espíritu

krausista. Así lo expresa Azorín, corazón de aquellageneración: «Gracias al espíritu que en ellos (loskrausistas) se ha formado existen en España muchas cosasbuenas que sin ellos no existirían. . . Su espíritu hadete rmi nad o e l grupo de escr i tores de 1898» (10)

Pero junto a esta inmensa labor educativa, y sin queesto reste a la misma mérito alguno, es necesario recono cer qu e el krausismo estuvo ausente y falto de aten ción a muchas situaciones reales, vivas, angustiosas yurgentes que estaba viviendo el país; su espíritu cultistales jugó en esto una mala pasada. En este sentido nuestraaf i rmación de que enseñaron mucho pero aprendieronpoco de ciertas situaciones que estaban presentes yope rando fue r temente en su en torno .

Ellos tuvieron clara conciencia de que la educacióncondiciona el cambio social, pero tuvieron mucho menospresente la concomitancia de cambio entre los factoressociales y culturales y olvidaron prácticamente la incidencia que todo cambio social t iene sobre la cultura ysobre el sistema educativo.

Nuestra tesis al respecto es la de que el krausismo,importado a España, se encarnó en ella, pero por laestrechez de su esquema ideológico no asumió la realidad espa ñola e n si misma, aun qu e fué influyente en las

áreas de la vida nacional que caían bajo su esquema.¿Qué hizo el krausismo español frente a la convulsiónsocial de nuestro siglo XIX, sino repetir su idea abstracta de armonía? ¿Cómo pudo estar tan ausente de las graves consecuencias de la revolución industrial en nuestropaís.'' ¿Qué eco suscitó en su ética individualista lalegitimación de la autoridad o el nacimiento de lasnaciones europeas, con la problemática que todo estotrajo consigo?.

Los krausistas españoles, en general, no se acercarona la vida real para aprender sino para enseñar y tan sóloaquel lo que en los l ibros se puede aprender . Mucho más

abiertas que sus enseñanzas fueron sus ejemplares actitudes éticas que se levantaron ante el país, y aún hoy serecuerdan, como símbolos cargados de energía y que lesmereció el ser llamados por sus enemigos «textos vivos»de sus enseñanzas. (11) Nunca un enemigo puso a susrivales tí tulo más justo y honroso. Esto mismo hizoescribir a los que les conocieron: «Unos son los quellevan la ley en los labios; son los que dicen. Otros losque llevan la ley en el alma; son los que sienten. Deestos son los krausistas» (12).

(10) A2or ín . Boletín de Ici Imtiíucmí Libre de Enseñanza. Tomo XLVI, 1922, p . 529 .

(11) Ad qui ere ma yor relieve el apelativo de «textos vivos» por habe rles sido impue sto por elque más duramente les atacó entre sus contemporáneos. Con ello quiso Ortí y Lara poner engua rdia a la nación contra la doctrina que estos homb res practicaban en su vida real y cotidiana,aún habiéndoseles prohibido enseñar como maestros en el país. ¡Tal era la fidelidad que estoshom bres guardaban entre ios pr incip ios y sus vidas! .

( 1 2 ) D o m in g o . M .: Bolelín de la histicucíón Libre de Enseñanza. N " X LV I .

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APÉND ICE: TEXT OS KRAUSISTAS

E N T U S I A S M O D E S A N Z D E L R I O

P O R E L S IS T E M A K R A U S I S T A

Sr. D . F. de P. Canalejas.

Mi querido amigo: Me regocija verdaderamente yme anima la carta de V. Andando, como ando, por gustoy profesión, en largos y cortos viajes por este mundo delpensamiento, confieso francamente (para mí) que he hallado un norte fijo, un punto claro y firme; y aunque aveces m e extraño , yo mism o de atreve rme a pensar esto,cuanto más miro y remiro en ello, más me aferró en mimanía vocacional. Y si en este examen, de concienciadejo a un lado causas, influencias, intereses, circunstancias, preocupaciones objetivas y subjetivas —y la más ín

tima dé éstas, el amor de la propia opinión—^ si me pongosi cabe decir, enteramente en razón de mi libertad, entonces, no sólo me afirmo en la seguridad y claridad demi pensamiento, sino que hallo que este mismo estadode libertad racional, con que procuro probar por estelado mi pensamiento, es precisamente la forma internade este mismo pensamiento y es su testimonio y pruebaadecuada. Y repensando sobre este estado de mi conciencia, hallo que mi convicción filosófica de hoy, enesta forma concertada interior (en que se muestra inmediatamente por cualquier aspecto en que se reflejé), noes ya una mera convicción teórica o ideal, sino que sobrees to , y aún para ello, es una convicción de conciencia ra cional, en razón de mi ser y realidad. Y esta reflexión seconfirma cuando bajo ella reconozco todas las particularidades, o diferencias o relaciones ulteriores, o estadosanteriores de mi espíritu, con ojo positivo, seguro, aunqu e gene ral estimándolos en lo que valen, y en lo que novalen, sabiendo el camino para rehacerlos o enderezarlosreconociendo que este camino debe comenzar ab ero, yno desanimándome por ello de hacerlo, ni ocurriéndomesiquiera que para ello pueda faltarme o sobrarme tiempo , a lo cual ya ha previsto y provisto el pensainientoque me guía, mostrando con irrisistible verdad, en tal razón, que el tiempo real es el que hace de sí y da de sí lacosa, y en este caso yo mismo (el Objetivo real Yo, y enrazón de ello el subjetivo individual yo), pensando mi ver

dad en mi testimonio y sobrepensándola en la razón, queeste mismo testimonio implica e indica, pero no pruebani da a priori, ni define: la razón de absóluife realidad yverdad.

Más este examen de conciencia, aunque verdaderoen sí cuanto cabe serlo —como hecho-testimonio de conciencia— y aunque para mi absolutamente verdadero, yel único en mí dado y posible, y por lo mismo inomisiblee insustituible, por ningún otro pensamiento, ni aún porel pensamiento de lo real-absoluto, no es todavía el pensar mismo en sí, ni la verdad misma en sí, bajóla, que yopienso y reflejo en mi —en reflexión racional— este testimonio que me doy de mi ciencia; y aunque mi testimonio es esencialmente (verdaderamente) según ella, o es refle-• xivo en razón de ella, ni es ella misma, ni es el pensarmismo de ella, ni este pensar es aquel testimonio en mi

convicción filosófica, pero ni la llena, ni la prueba, ni lasatisface, ni la sustituye, ni menos la excluye, antes bien

(y en esto prueba otra vez ad ungem que es testimoniode verdad) la busca con positivo, inextinguible, seguroentusiasmo racional (no con entusiasmo de la fantasía, ycon cierta esperanza de verdad, sin que a ello obste lacerteza, igualmente absoluta, de que en esta vida y camino de la inteligencia el andar es eterno, infinito; bastaque sepa que no es ya el andar áe\ Judío errante, ni el vagar aventurero, frivolo y egoísta de la fantasía, ni el movedizo ir y venir, sin norte ni rumbo, ni principio ni fincierto, del entendimiento y el idealismo abstracto. EstoBasta, y aún sobra para la seguridad de mi convicción ypara animarme en mi camino.

Otro afán y anhelo íntimo despierta en mí esta convicción (que como hombre debo principalísimamente aK r a u s e , vir plañe divinus, y de que debo dar aquí testimonio); el de comunicarla con algunos espíritus bien dotados para el caso y dispuestos y libres de intereses uocupaciones preferentes, o de ideas enteramente hechas,cerradas (que hayan acabado su historia intelectual). Ye s t o , aunque es más difícil de lo que parece, por la rareza actual de tales espíritus; por la dificultad de que unindividuo se ponga tan en claro y libre y propio consigo,como én parte (y a lo menos para entender y pensar enrazón pura, y razón del entendimiento, y razón de la fantasía, y razón de la historia misma y de la naturaleza, aúnen nuestra individualidad, todo ello en unidad y ecuaciónorgánica de pensamiento y en absoluta libertad) es necesario para el fin; y porque yo mismo, aunque cierto yclaro en mi convicción, estoy aún poco ducho en mostrarla al interlocutor, según su individual racionalidad;todas estas graves dificultades, juntas con la imposibilidad, en mi estado de salud, de hacer grandes esfuerzos,no me retraen de probar el camino con tal o cual amigo;seguro como estoy, por lo demás, que esta doctrina debeaún por largo tiempo vivir latente y arraigándose, y aunque se trasluzca al público (sobre todo el examen críticoriguroso de doctrinas diferentes) no debe ni puede hablar directamente en público, y menos en el nuestro. Es

muy fuerte, muy delicada y muy profunda para esto; sería viciada y corrompida, no entendida; y además no lonecesita, bastándose a sí misma en la conciencia de unhombre, como en la de dos, como en la de mil . Tiende,sin duda, a ser doctrina pública, pero informa racional, ypor sus pasos, y no de otro modo. Más esta relación exte-rior no la preocu pa, llevando, como lleva, en su propiaverdad y vida su tiempo y su ulterior fecundidad. Losamigos saben ya bien esto, y obrarán conforme a ello enadelante, sin hacer gran caso del relámpago brillante delAteneo (que fué hijo más bien de una precipitación, quepropósi to del iberado) .

(«Cartas inéditas», publicadas en 1874 por Manuelde la Revilla. Medina y Navarro S.A. Madrid, 1874)

Carta de Sanz del Río a Canalejas.

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CATA LOGO DE DEBERESDE LA ETICA KRAUSISTA

1) Debes conocer y amar a Dios, orar a El y santificarlo.

2) Debes conocer, amar y santificar la naturaleza, el

espíritu, la humanidad sobre todo individuo natural, espir i tual y humano.

3) Debes conocerte, respetarte, amarte, santificartecomo semejante a Dios y como ser individual y socialj u n t a m e n t e .

4) Debes vivir y obrar como un todo humano, conentero sentido, facultades y fuerzas en todas tus relaciones .

5) Debes conocer, respetar, amar tu espíritu y tucuerpo y ambos en unión manteniendo cada uno y ambos puros, sanos, bellos y en concertada armonía.

6) Debes hacer el bien con pura entera voluntad, ypor los buenos medios .

7) Debes ser justo con todos los seres y hombres yconsigo mismo, en puro y entero respecto al derecho,

8) Debes amar a todos los seres y a tí mismo conpura y constante inclinación. Debes vivir en Dios y bajoDios vivir en la Razón, en la Naturaleza, en la Humanidad, con ánimo dócil y abierto a toda vida, a todo gocelegítimo y a todo puro amor.

9) Debes buscar la verdad con espíritu atento y di

ligente, por motivo de la verdad misma.

10) Debes conocer y cultivar en tí la belleza, comola semejanza a Dios en seres limitados y en tí mismo.

11) Debes educarte con ánimo dócil para recibir entí las influencias bienhechoras de Dios y de tus semejantes en doctrina, consejo y ejemplo y ejercer semejanteinfluencia con tus semejantes y los venideros.

12) Debes hacer el bien, no por la esperanza, nipor el temor, ni por el goce sino por su propia bondaden Dios, entonces sentirás en tí la esperanza firme en

Dios y vivirás sin temor, ni egoísmo y con santo respetoy conformidad ante los decretos divinos.

13) Debes cumplir su derecho a todo ser, no por tuutilidad, sino por la justicia.

14) Debes procurar el bien y la perfección de todoslos seres y de tus semejantes no por el agradecimiento ola retribución de parte de ellos y respetando siempre sulibertad y al que bien te hace vuélvele el bien colmado.

15) Debes ser social no por tu utilidad, ni por elplacer, ni por la vanidad, sino para reunirte con todos los

seres en amor y mutuo auxil io ante DIOS.16) Debes estimarte y amarte no más que estimas a

los otros hombres, sino lo mismo que los estimas a ellosbajo Dios .

17) No debes ser orgulloso ni egoísta, ni perezoso,ni falso, ni hipócrita, ni servil, ni orgulloso, ni vengativo,ni colérico, ni atrevido; sino modesto, circunspecto, moderado, aplicado, verdadero, benévolo, leal, amable ypron to a pe rdonar .

18) Renuncia de una vez al mal y a los malos medios , aún para el buen fin; nunca disculpes ni excuses en

tí , ni en otros, el mal a sabiendas. Al mal no opongasmal, sino sólo bien, dejando a Dios el resultado.

19) Así, combatirás el error con la ciencia, la fealdad con la belleza; el pecado con la virtud; la justicia conla justicia; el odio con el amor; la pereza con el trabajo;la vanidad con la modestia; el egoísmo con la nobleza desentimientos y la moderación; la mentira con la verdad;la provocación con la severidad y la igualdad de ánimos;la malignidad con la tolerancia; la ingratitud con la generosidad; la censura con docilidad y la reforma, la venganza con el perdón. De este modo combatimos el mal conel b ien, prohibiendo todo otro medio .

20) Si en el cumplimiento _de estos deberes te encuentra el accidente exterior o la desgracia qué nos tocan frecuentemente en nuestra limitación, no le opongasel enojo ni la pusilanimidad ni la inacción; sino el ánimofirme, el esfuerzo perse veran te hasta vencer el mal exterior, si es posible, con la ayuda de Dios o la resignacióntranquila y la confianza en la bondad de Dios, sino puedes aquí vencer la desgracia en esta vida.

(Sanz del R ío, J.: Ética. Manuscritos inéditos. C arpeta, n° 20, Serie, A)

EL CULTO KRAUSISTA PORLA CIENCLV

Ab rién dos e para nosotros hoy las puertas de laCiencia, no se nos cierran las puertas de la sociedad; entramos en un santuario del gran templo, como cuandoent ram os en el sanmario de la Justicia o en el santuariode las Leyes; y lo significa el involuntario respeto conque nos acercamos a su recinto, para escuchar a los quehablan en nombre del espíritu que allí reina, y recogerlas bellas inspiraciones que despierta en nosotros su voz

solemne, y que, pasando con viva y recreadora efusióndel pensamiento a la palabra, nos revelan el fondo realde nuestra naturaleza, simpática con toda verdad, bondady belleza en la vida. Durante algún tiempo este lugar, silencioso y desierto, ha estado guardado por el Genio titular de nuestra Institución; ¡qué no se hizo tan gran fábrica solo para recibir muchos hombres en ella, sino paraser digna morada de una idea divina, y señal visible deque esta idea vive entre nosotros y quiere ser por todoshonrada y cultivada, como es honrada la idea del derecho ep el templo de la justicia, la idea del poder en eltemplo de las leyes, la idea de la unidad social en el trono de los Monarcas!

A este culto y honor de la Ciencia damos hoy nuestro espíritu y ánimo, y hasta la compostura y hábito exterior, con intención unánime, con diferentes afectos e impresiones. La sociedad acude a ofrecernos su leal y reani-

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mador testimonio; los padres de familia nos acompañancon su corazón; los poderes públicos con respetuosa benevolencia; los maestros, reunidos hoy por primera vezen plena Universidad, abren su espíritu a bellas esperanzas y paternales amores, y lo preparan a nuevos esfuerzos de estudio y apostolado científico; los jóvenes asociados ya a nuestras tareas, vienen a confirmar su vocaciónintelectual, y a respirar otra vez el aire puro de estos lu

gares, a los que volverán frecuentemente en su carreraulterior una mirada respetuosa y agradecida. Aquelloso t ros , que traen aquí la ofrenda de sus primeros deseosy confían su destino a la Ciencia, cuyo espíritu recibencon fe viva y entera, contemplándolo presente en el lugar que los reúne, en el concurso que les acompaña, enlas palabras que escuchan, en los premios que ven repartir y que alientan su emulación naciente, esos recogenhoy preciosos tesoros de devoción científica, de nobleentusiasmo, de firme voluntad; y pasada esta hora solemn e , desvanecida la grata emoción del suceso que nos junta a todos en común sent imiento y deseo, queda encendida en ellos una chispa de celo estudioso hasta la nuevasolemnidad y hasta el fin de su carrera.

(Sanz del Río, J .: Discurso inaugural del curso1857-58 en la Universidad Central. Imp. Nacional.Madrid, 1856) .

I D E A D E G I N E R D E L O S R Í O SS O BR E L A U N I V E R S I D A D

Levantar, a la vez, el alma del pueblo entero, así ensu parte sana como en la enferma, inmoral y pervertida,no solo por esa propaganda y difusión intelectual, sinodespertando en ella el sentido del ideal que nos emanci

pa de la vulgaridad y da gusto y sabor humano a la vida.Ese goce, sea de la poesía, en el arte y en la naturaleza,del campo, los viajes y excursiones, las colonias, los juegos y demás ejercicios (nobles) corporales —nobles digo,no los toros y el tiro de pichón— lo lleva al alcance detodos , no con la condescendenciagubernamental y benévolo para con el subdito, inferior ydistante de él en conocimiento, o en moralidad, o enfortuna, sino con la conciencia del hermano para con elhermano, que sin acepción de personas, reparte como elsol luz y calor a unos y otros, que obra en caridad, que ala vez es rigor de justicia y pone en ello su alma entera.Y con todo, recibe harto más que lo que pone en edificación moral, paz interior, régimen de sí propio, intensificación de la persona, florecimiento ideal del espíritu.

Ni para aquí. El conocimiento de las <fosas y el gocehonrado de ellas, no son el hombre todo. Cultivan soloen él la actividad contemplativa, receptiva, pasiva, si puede así decirse; que la construye el ideal, no la atléticamoral, la disciplina de la acción, la rapidez en las decisiones y en el golpe de vista, la tenacidad heroica en el propósito, la prudencia en la elección de los medios, el tactopara combinarlos, el valor sereno en la contrariedad, lahumanidad en la lucha, la dignidad y la humildad en lavictoria.

En tal obra de educación social l ibre, la Universidadcontemporánea no se cierra en solo iluminar y recrearlas almas, sino que aprovecha esto mismo y todo, paramover a la fecundidad de una vida más eficaz, más llena

de energía y buenas obras, más honda, más útil , más noble , más armoniosa. Y para que este su nu evo misterioexterior, abierto y expansivo, sirva al para a su obra másíntima, en la formación de sus propios hijos, comoaprendices de esa vida, lo va tomando sobre sí en todaspartes, no mediante una sola de sus fuerzas, el cuerpodocente, sino toda ella , vuelta por la realidad a la concepción orgánica española. Maestros y discípulos, a des

pecho de los reglamentos, se juntan al menos en mediode la sociedad, al aire libre, en un solo cuerpo y unalma, donde cada cual da su parte para el f in común;obra, por una parte, de la serenidad, de la reflexión, y laexperiencia, y, por otra, del brío y del empuje inicial dela idea y la honrada alegría de la vida.

Esto parec e, por todas las señales, qu e quiere serhoy la Universidad; no sé si a tanto aspiró nunca, ni lofue en sus mejores y más expiendidos tiempos. Así t iende a ser, no solo una corporación de estudiantes y sabios, sino una potencia ética de la vida.

(Giner de los Ríos, F.: Obras completas. Tomo II.La Universidad española. Ed. La lectura y Espasa-Calpe,Madr id , 1916-36) .

E L E S P Í R I T U R E L I G I O S O YS U A L E J A M I E N T O D E L A I G L ES IA

PROFESIÓN RELIGIOSA.— Dec la ro de mi propiavoluntad y escribo de mi puño y letra, que, habiendo vivido durante mis últimos años en el fuero interno de miconciencia fuera de la Iglesia Romana, de la que fui digno y bien intencionado sacerdote, si me aparté de Ella,no fué por ambiciones frustradas ni por licenciosidad devida (que dentro de Ella bien se puede tener y medrar);sino al contrario, por no ser ambicioso, por tener en mímás fuerza las ideas que los honores e intereses mundanales, y por dar a mis acciones una regla de justicia y demora l más permanente , universa l y humana.

Declaro que semejante cambio se obró en mí premeditadamente, por grados, hasta llegar a una firme ytotal convicción; sin ira y sin odio contra dicha IglesiaRomana; antes bien, respetándola por haber sido un díasu sacerdote, por haber sido la Religión de mis Padres yser todavía la de mi Patria .

Declaro y pido, si durante un período de mi exis

tencia ha podido haber contradicción entre mi idea y mivida, que me perdonen todos aquellos a quienes mi conducta haya parecido menos digna, y sepan mi propósitode que en estos últimos momentos toda sea verdad y deque no haya nada de ficción ni disimulo a las puertas dela mue r te .

§ L O Q U E D I S P O N E A C E R C A D E S U F U N E RAL Y ENTERRAMIENTO.— Dec la ro que quie ro se ren ter rad o en la forma q ue acuerden mis testamentarios,p e r o religiosa y cristianamente, en el sentido más ampliamente universa l y humano; porque es mi deseo morir enla comunión de todos los hombres , c reyentes y no creyentes, pues a tanto obliga el eterno y amoroso vínculode la caridad y humanidad sobre este Mundo y Tierra.El mandar que mi cadáver sea enterrado sin acompañamiento de clero, no quiere decir que yo desconozca seruna obra de misericordia y un acto de religión enterrar a

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Quiero, por tanto, que desde el acto de la muerte

Charitas generis humani.

S e. me vestirá con la toga de catedrático simplemen

e .

Es mi voluntad que no se invite por esquelas ni den otro mod o a mi enterramiento; y que se me l levé

Ruego y encargo a mis albáceas que, en el sit io de

se lea por alguno de ellos esta mi Memoria Testa

inspirados por su lectura, quisiere añadir algunas

ut ad o a mis restos mortales, como acto de" expansión

Declaro, por último, que quiero ser enterrado en ellugar en que lo está mi compañero y amigo Sanz delRío y a su lado.

(Castro, F, de: Memoria testamentaria. Librería deE. Mart ínez , Madrid, 1874) .

C E M E N T E R I O C I V I L

Desgraciadamente hasta el momento que escribo estas líneas no se han realizado mis esperanzas. Hay cementerio civil además del católico es verdad, pero por elmodo que aquel se ha establecido y por la proporción denuestro pueblo, ¡qué sentido tan inhumano y anticristiano tiene esta clasificación!. En el civil se da tierra a ateosracionalistas, protestantes, judíos, a todos menos a los

católicos, el cementerio de estos es el de los buenos ypiadosos, el otro el de los malos y apestados. Por estome repugna que mis huesos vayan a parar a él, pero másme repugna que vayan a parar al otro, si para ello he de

morir mintiendo, y así si continúan ías cosas en elmismo es tado, es mi voluntad que me ent ie r ren en e lcementerio civil poniendo sobre mi tumba una cruz y esta inscripción: «Amaos los unos a los otros», y deseo vivamente que mis amigos católicos, sobre todo aquellosque amo con toda mi alma, como ellos me aman a mí, apesar de mis creencias, porque son verdaderos y sinceroscristianos, sepan que el disponer esto pesan en mí ánimo

por igual y tanto el dictado de mi conciencia que memanda dec larar mi fe , como e l que me ordena venerar lareligión católica en que nací y me eduqué, no consintiendo que vaya mi cuerpo a profanar ritos y ceremonias, aque me asocié con espíritu sincero un día, que respetarémientras viva , y que quiero respe tar después de muer to.

Sería inútil que yo tratara de expresar todo lo quepor mi alma había pasado durante esta larga conferencia.Por encima de las varias impresiones que me había producido, sentía de un lado un gran bienestar al ver descargada mi conciencia del enorme peso que por tanto tiempo la abrumara; y de otro una inmensa alegría un gozo

indecible, al observar como había salido a salvo de estapeligrosa crisis de cariño de la inseparable compañera demi vida. No se me ocultaba que habría de tener más deuna dificultad al poner en práctica todos y cada uno delos planes que habíamos trazado para resolver las cuestiones que presentíamos habrían de ocurrir , pero me sostenía y alentaba el convencimiento de que todos tendríansolución, porque aquella intimidad y penetración tan necesarias para la vida de familia, si por una parte habíanminado, de otra habían echado raíces más profundas ennosotros, puesto que había desaparecido aquel secretoque yo había guardado con mi mujer en materias de religión, y habíamos afirmado ambos ciertos principios quevenían a constituir una finalidad común, real, viva y efec

tiva con esto, con nuestro mutuo e inigualable cariño,con la bondad y discreción de mi mujer, y con la ayudade Dios todo era pos ible .

(Azcárate, G. de: Minuta de un testamento. LibreríaVictoriano Suárez. Madrid, 1876).

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LÉXICO

FILOSOFÍALUIS JAVIER ALVAREZ

Oviedo

n primer lugar, la filosofía es un conjuntode doctrinas, de teorías.

«Theorein» en griego es echar una mirada, considerar. La Filosofía considera,echa miradas sobre cosas, sean objetos,sean actitudes, sean otras teorías.

Las teoría:^ reflexionan sobre multitud de cosas que,

cosas incorpóreas —sobre t o d o -

Esto ya lo vio con cláíridad casi definitiva Platón

una unión que no las confunde sino que las distinLas cosas enclasadas dentro de una misma Idea

o y sabem os que las ideas como "tales viven en tre las

La filosofía de Platón estudiaba Ideas como lo Uno,

—entre otras- esas Ideas, pero los lugares de estudio

han cambiado y han aumentado de número desde lost iempos de Pla tón, porque también ha cambiado yaumentado e l número de cosas y sobre todo de teor íasque contiene el mundo. Las ideas están realizadas en lasciencias (naturales, formales, sociales y humanas), y enlas prácticas (la política, las artes, los lenguajes, lasrelaciones económicas, religiosas, éticas, lúdicas...) tantocomo en las cosas mismas «con bulto».

Ante todo, las Ideas se manifiestan y concretan enlos conceptos de las ciencias y esos conceptos, a su vez,sólo tienen entidad como partes o aspectos de Ideas másamplias, que traspasan la propia ciencia en cuestión.

El «ohmio» es un concepto de la teoría de la electricidad que se engloba en el concepto más ancho de«fuerza». -Pero ese concepto también tiene vida, endiferentes grados de elaboración, en muchos otros sitios:«fuerzas sociales o políticas», «fuerzas productivas», las«líneas de fuerza» de la teoría gestaltista de lapercepción, y hasta en los hombres «forzudos» existe elconcepto de fuerza de alguna manera.

Eso quiere decirse que la «fuerza» es también unaIdea, que cruza muchos dominios de la realidad. Y tareade la filosofía ha sido y es «teorizar», echar miradas yreflexionar sobre ese tipo de hechos y cosas. Determinará, por ejemplo, en qué sentido pertenecen a la mismaIdea o clase la «fuerza» de un boxeador profesional y lade un grupo de presión política.

En definitiva la filosofía ofrece unos- saberesespecíficos, pero casi todos ellos versan sobre otrossaberes. En general, la filosofía es un saber deesegundo

g r a d o » .Por tanto la Filosofía no es sólo crítica radical de

cualquier «teoría» o «visión del mundo»; no sólo desha-

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ce sofismas, denuncia falsas pretensiones de verdad enlas religiones históricas o en otros sistemas totalizadoressobre el mundo ( ideologías) , s ino que además const ruyeun Corpus dé verdades nuevas.

N o sólo hace el camino («regressus» ) hacia la disolución de los contenidos de conciencia —cualesquiera queestos sean—, en la frontera misma con el escepticismo(teórico, que no práctico, el cual es imposible sino esejercido y cancelado a la vez a través del suicidio). Tambié n hace —de hecho— el camino de vuelta («progre-ssus») y vuelve a colocar de la mejor manera posible—de la más verdadera— las piezas del mecano de la realidad. (Lo que ocurre es que las piezas del mecano de lareal idad son incontables. No porque sean muchas opocas sino porque decir su número exacto es un pecadofilosófico: equiva le a traspasar una barrera d e seguridad yperderse en el dogmatismo metafísico). Esto es una delas más firmes consecuciones de la filosofía. Se puedendecir muchas verdades sobre las cosas y las Ideas, perono se puede decir la Verdad. «Sobre lo que no sesabe, más vale callarse».

Pero la f i losofía no es sólo un conjunto de . doctrinassobre ideas, cosas y teorías. No es solóla más radical delas crít icas a toda concepción global deí mundo y a todaIdea interconceptual de las prácticas humanas (polít icas,éticas, artísticas, económicas, científicas). Es también, ellamisma, u na práctica. La práctica, en prim er lugar, deunos hombres, de unos especialistas: los f i lósofos. Perotamb ién la práctica de cualquier h om bre en algunas circunstancias determinadas: el juez que ha de decidir frecue ntem ente si la inter rupción del embarazo se t rata deun homicidio o no. El dir igente polít ico que decide—en un m om en to dado— rechazar la vía parlamentaria

para promover una revolución, (o al revés) . El arqui tectoque decide romper con una tradición artíst ica y técnica yem pre nd er otr o camino.. . To do s ellos -están aplicando— aún tal vez sin sa,berlo— Ideas filosóficas. Porque todoel mundo en una sociedad urbana, desarrollada,tecnifica-da, t iene «ideas» y es, po r lo tanto , f ilósofo mund ano enalguna medida. Pero sobre todo, las Ideas le t ienen á él .Porque, como decíamos, las Ideas se manifiestan a travésde teorías pero están y aparecen en la historia de lahumanidad .

La filosofía resulta casi indisociable de los cuerpos-humanos y de su conservación como organismos, l i teralmente. Hagamos desaparecer de un plumazo una f i lo

sofía y surgirá otra inmediatamente. Hagamos desaparecer toda filosofía de un plumazo (si ello fuera posible)y la probabilidad misma de existencia de lo que l lamamos civil ización se desplomará. (Otra cosa es que alguiendes ee qu e tal ocurra —y trabaje p or ello—, lo cual es yaen si mismo una posición fi losófica). Aún más: desaparecerá la posibil idad de distinguir la existencia propia deorganismos humanos de cualquier ot ro modo de existencia o cosa.

Vemos, pues, que la practicidad de la f i losofía lejosde ser débi l , es t remenda. Pero esto no siempre se supocon la claridad actual. Antes se suponía que, por ejem-

plo,la filosofía podía servir y ayudar a la mejor gestiónpolít ica del Estado. Pero no se sabía tan bien como hoyque cualquier Estado, cualquier sociedad, t ienen su f i losofía, confiésenlo o no.

Por eso hay cantidad de f i losofías, o por lo menoshay varias. Los f i lósofos profesionales pueden estar deacu erdo en m uchas cuest iones —como, por ejemplo, en

' qu e los lengua jes formalizados de las ciencias t ienen suslimitacio nes y que un metalengu aje formal sobre todometalenguaje formal resultaría inconsistente (Teoremade Gódel) ; o en que desde hace t iempo al imentarse concarne de otros hombres no es necesario ni deseable ( locual parece menos abstruso pero acaso más discutible) .Pero no podrán estar de acuerdo sobre, por ejemplo,cual es la mejor forma de Estado y sociedad, porque dehe ch o exis ten varios Estados y sociedades con tradicto -r ias.

y co m o la filosofía —además de un a crítica y de unsaber sustantivo— es una practica, existen también filosofías contradictorias. Pero todas ellas, además, de conocerel mundo, lo t ransforman.

Porque Ideas f i losóficas son la Idea de «Mundo»,qu e regula nuest ras concepciones y modelos posibles deluniverso cosmológico, o la Idea de «Conducta», que

discr imina lo que cabe enten der y lo que no por«sent imientos», pasiones, vida inter ior , e tc . E Idea es la .«lucha de clases» o el «modo de producción» (no sóloeconómico, s ino también cul tural ) que según Marx sonel motor de la historia. . .

De siempre lai filosofía ha sido práctica y ha transformado el mundo, aunque pretendiera lo contrar io . Lo queocurre es que ahora lo sabemos mejor , y en la medidaen que ese saber lo se populariza, la filosofía se pone enlínea con las prácticas, la científica, la artística, la ética, laeconómica, la polít ica.

Así que la practicidad de la filosofía tiene variossentidos: ayuda al juez a decidir , al arquitecto a tomar elcamino estético y tecnológico más fecundo, al polít ico aobtener éxito (no siempre inmediato) con su estrategia.Pero este no es más que el sent ido más externo de supract icidad.

La fi losofía es práctica porque remueve los obstáculos de una visión del mundo estrecha: la de la familia, élgrupo, la clase social, el estado, o el sexo del que filosofa.Remueve los obstáculos de la subjetividad a cualquiernivel para que las estructuras verdaderas de las cosas

; —las Ideas— aparezcan. Y lo hace, p or ejem plo, a travésde la pedagogía y la polémica.

Pero aún hay otro sentido de la practicidad de lafilosofía, el más profundo: que la contemplación de lasIdeas (Platón) posibilita al filósofo para colocarse a lacabeza de la historia e indicar el camino de su transformación práctica, que la praxis, las culturas y los Estados t i enen en t r e manos .

Filosofía materialista no significa, entonces, que tratasólo de objetos f ísicos o del lenguaje («dentro» del lenguaje, Wittgenstein), sino que, asumiendo sus l imitaciones, sabe que algunas de las contradicciones filosóficasno podrán resolverse satisfactoriamente más que en el

ca m po mi sm o de la praxis científ ica, art íst ica, polít ica,e t c . P e ro q ue sin su exis tenc ia —la de la filosofía— laspráctic as se desvanecen y la transformación de la realidadse vuelve i lusoria.

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NOTAS

EL X V CONGRESO DEFILÓSOFOS JÓVENES

JOSÉ MARÍA LASO PR IETOO v i e d o

el 26 al 29 de Mar2o de 1978 se ha celebrado en Burgos el XV Congreso de Filósofos Jóvenes para abordar el tema general de Filosofía y poder. El Comité organizador estuvo compuesto por los profe

sores Luis Martín Santos, presidente; Celia Amorós, vicepresidente; y Luis Oroz-co en funciones de Secretario. Era de esperar una eficiente organización del Congreso ya que, como se recordará, el profesor Martín Santos es ya un veterano enestas lides, pues en su día fue un eficaz organizador delos célebres simposiums, realizados también en Burgos,sobre el pensamiento de Karl R. Popper y Henri Lefeb-vre .

Para la inauguración del Congreso estaba prevista lautilización del gran marco histórico-artístico constituidopo r el antigu o Monasterio de San Juan. Sin embargo, lafalta de_ calefacción adecuad a oblig ó a inaugu rar el C on

greso en la contigua Casa de la Cultura, menos interesante estéticamente pero más confortable.

Sin más ceremonia, durante la mañana del día 26,Acción y pasión en

poder. Para Trías, el amor, la muerte y el

nte los cuales fracasa el entendimiento, pues no hay solución racional antes estos misterips. El conocimiento yla verdad existen en función de estos tres grandes temas.Respecto al poder, el profesor Trías se remite al análisisrealizado por Hegel de la dialéctica del amo y-del esclavo. Y se pregunta ¿Qué es lo que funda el poder paraHegel? ¿Qué es lo que determina el dominio del Señor?.Hegel da una respuesta: el Señor es Señor porque haarriesgado su vida en la batalla, ha vivido el peligro, hapuesto a prueba su vida. Así se funda el dominio delamo sobre el esclavo. La muerte es lo que constituye al

Señor, lo que le hace verdaderamente un amo. Sinembargo, dando un giro de noventa grados a su argumentación, para abandonar definitivamente el tema delpoder, el profesor Trías sostiene que.. . «si haber dadomuerte a otros y morir uno mismo es el origen del po

der, la muerte es el señor mismo que funda el Señorío yla servidumbre. Ahora bien, se pregunta, ¿cuál es el sentimiento más fuerte?. En un versículo de El cantar de loscantares se dice: el amor es más fuerte que la muerte.¿Quién tiene razón? ¿Hegel o Salomón? ¿Cuál es el verdadero poder?. El profesor Trías deja pendiente la respuesta y se lanza a un amplio estudio del amor que, partiendo del Hegel juvenil y de un estudio exhaustivo dela dialéctica del amor-pasión en Tristán e Isolda, se remite sucesivamente a Sthendal, Ortega y Gasset, Proust,etc . Únicamente le faltó citar a André Maurois paracompletar el ciclo convencional de los habituales tratadistas del amor. Concluye considerando que el amor-pasión está infravalorado en la literatura filosófica. ¿Qué es

la pasión?, se pregunta. ¿Es una negación de la acción,como sostenía Spinoza?. Trías sostuvo que hay que pensar la actividad desde el apasionamiento. La pasión no essólo padecer, sufrir , s ino que el mismo lenguaje revelaque tiene un contenido positivo. Así se dice, tengo pasión por la música, el arte, la mujer, etc. Una personaapasionada ostenta un valor positivo por sí misma. Lavehemencia no es pura incandescencia, sino sustantivi-dad .

Al finalizar su disertación Trías señaló que teníaconciencia de que no iba a quedar redonda su reflexión.Y efectivamente, así fué. Aunque logró afortunadas metáforas literarias le faltó rigor filosófico sistemático. Desp u é s , en el coloquio, tuvieron lugar varias intervencionespara plantearse los problemas de la intersubjetividad pasional y su relación con determinadas categorías estéticasmuy habituales en la hteratura amorosa. Se le reprocha

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no haber tocado sino tangencialmente el tema del poder.R es po nd e qu e para hacerlo requeriría haber profundizado más en algunos preconceptos, como el de pasión, yq u e , entre tanto, «en términos de Gustavo Bueno, sólopuede ofrecer su taller de filosofía». El autor de estareseña expresa su sorpresa por el hecho de que, al analizar con amplitud el fenómeno de la pasión, no haya tratado de la pasión política cuya importancia en la proble

mática humana no es inferior a la pasión amorosa y tienemucha más relación con el tema del Congreso. Para ilustrarlo se remite a los análisis de Gramsci sobre la pasiónpolítica, como «pasión organizada de modo permanente,como impulso inmediato a la acción que nace en el terreno permanente y orgánico de la vida económica, perohaciendo entrar en juego sentimientos y aspiracionesen cuya atmósfera incandescente el mismo cálculo de lavida humana individual obedece a leyes diferentes de lasque rigen el interés individual». Trías admite que la omisión era importante, ya que reconoce la gran relevanciahumana de la pasión política, habiéndole por ello resultado muy sugerente la cita de Gramsci.

Para el congresista Palett, la intervención de Trías leha resultado más sugestiva que coherente. Consideramuy sugerente el planteamiento de Laso sobre la pasiónpolítica. Cree que en los autores marxistas, con excepción de Gramsci, no se estudia la pasión política y sinembargo en dirigentes como Stalin o Fidel Castro laambición política constituye auténtica pasión.

A la hora lorquiana de las cinco de la tarde el profesor Castoriadis desarrolló su ponencia Nuevas ideas acercadel poder. Resultó una violenta requisitoria contra elmarxismo, tanto en el plano de la explicación de los orí

genes de la explotación humana como en el de su supuesta inoperancia para dar una adecuada explicaciónteórica de los procesos de burocratización desarrolladosen los Estados socialistas actuales. Castoriadis, apoyándose en las tesis del profesor Marvin Harris acerca delorigen de los Estados prístinos, sostuvo que, contrariamente a una conocida tesis marxista, la explotación humana no surge con el desarrollo de la productividad, y laconsiguiente posibilidad de apropiarse del plusproducto,sino de la institucionalización del dominio de un gruposobre otro. Según este griego francófono, «el origen delpoder se halla en un proceso de socialización del núcleopsíquico del individuo. Es una violencia ejercida sobreeste núcleo, condición de la apertura del individuo al

mundo». Afirma también, que la teoría del plusproductoqueda refutada por el hecho de que en todo tipo desociedad humana se ha dado una superabundancia relativa alimenticia que en las sociedades acalcas permitía vivir trabajando sólo un promedio de tres horas diarias.

En el coloquio se producen varias intervenciones enque se critica a Castoriadis por haber proporcionado unavisión dogmática del marxismo, para mejor refutarlo, ypor su coincidencia en esta actitud con los «nuevos filósofos». Castoriadis rechaza esa coincidencia ya que, a sujuicio, los «nuevos filósofos» no son nuevos ni filósofos.Finalmente interviene Laso haciéndole la critica por utilizar conceptos o categorías «blandos» que, por su generalización excesiva, no determinan con precisión el campo temático .

Después se desarrolló un Seminario sobre Espaciosde poder a cargo de Fernando Alvarez Uría, Julia Várela y

García Santesmases. Desde posiciones comunes foucaul-tianas, aunque con diferencias apreciables de enfoquepersonal, trataron de algunos de los espacios concretosen que el poder se ejerce: escuela, cárcel, asistencia social, ejército, etc. Según ellos, estamos asistiendo a unaespecie de psiquiatrización general represiva. Esta psi-quiatrización masiva no responde a una enfermedad generalizada sino a una imposición social: el Estado está

interesado en que exista una proliferación de poderesque refuercen el carácter coercitivo de la sociedad. Porotra parte, la escuela es un elemento básico para obtener, ya desde la infancia, la futura disciplina de la manode obra necesaria para el desarrollo del capitalismo. Losorígenes de esta utilización disciplinaria de la escuela seremontan ya al trienio liberal con las experiencias de laEscuela Mutua —inspirada en los precedentes de Franciae Inglaterra— que basándose en monitores lograba resultados disciplinarios que luego resultaron muy útiles en elcuartel y la cárcel.

En el coloquio subsiguiente tiene lugar un animado

debate en el que intervienen varios congresistas señalando que los análisis sectoriales del poder, realizados desdeuna perspectiva foucaultiana, no tienen por qué contraponerse a los de Marx, Gramsci, etc., sino que, en todocaso, los complementan. Sin embargo, el análisis fou-caultiano, al efectuar una serie de planteamientos dispersos, implica el riesgo de perd er la globalidad d e unexamen conjunto de la sociedad.

S E G U N D A J O R N A D A :S A V A T E R , S A D A B A , P O L L A N Y U G A L D E ,L E F O R T , R U B E R T D E V E N T O S

El día 27 se abrió la sesión con un Seminario dedicado a l tema Discurso ético y antropológico sobre el poder, a.carg o de Fern ando Savater, Javier Sádaba, Tomás ¡Pollány J.A . Uga lde. Aclararon, de entrada, que no se tratabade un Seminario, en el sentido tradicional, ya que nihabían realizado una investigación en común ni se dabaentre ellos homogeneidad ideológica. Simplemente setrataba de un grupo de amigos con algunos puntos decoincidencia. Comenzó la exposición Fernando Savater,realizado un avance de su trabajo Panfleto contra el todo,

que acaba de obtener e l premio MUNDO. Real izó unabri llan te disertación contra la idea de totalidad. Esdecir, contra la coerción del poder. Según él en lassociedades primitivas el Todo del poder se identifica con eltodo social. Y esa totalidad era legitimada por un pasadomítico. Más tarde, en las sociedades cristalinas modernas,la Conciencia individual se integra como parte del Todo.Vemos, por e jemplo , en Rousseau , como e l indiv iduo,un todo en sí mismo, pasa a un Todo mayor: la sociedad.La Revolución Francesa, preparada por esta ideologíatotalitaria, subrayó aún más la totalidad que las monarquías tradicionales. La Historia permite, pues, verificarun avance progresivo de esa imagen del poder. Cada

nueva revolución organiza totalidades más totales y absolutas. Las revoluciones consagran, pues, el imperio de lasociedad política sobre la realidad social, descubrimientoque ya nos hizo Marx.. . Savater establece después unadistinción entre poder y dominio. El poder no es malo

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en sí por instaurar la autoridad y la jerarquía. El mal procede de que el individuo cede su propio dominio alpoder.. . Es necesaria, pues, una revolución contra el Tod o , para potenciar los grupos, las personas y las peculiaridades. Hay que quitarse de la cabeza la idea de las revoluciones sociales, concepción de origen astronómicoque ha dado por resultado la realidad agobiante y gregaria de la totalidad... Con distintas variantes —Sádaba apoyándose en la función del lenguaje, Pollán en el origen

del Estado en las sociedades prístinas, Ugalde en el papelde mediación de los chamanes y jefes rituales— los demás miembros del Seminario coincidieron con Savateren la distinción entre «dominio» y «poder» y en las soluciones propuestas .

En el coloquio se produce un vivo debate. Un congresista critica el método del Seminario ya que, a su 'juicio, los ponentes no coincidían en su concepción delpoder. Pide también un mayor rigor epistemológico enla utilización de conceptos como el de clase dominante. Elautor de este trabajo plantea a Savater si, para evitar serdefraudados por revoluciones sociales que no superan el

mero g iro as tronómico de re torno a l mismo punto conuna posición invertida, puede ofrecer una alternativaestratégica de lucha contra el Todo que no sea meramentedefensiva. Contesta Savater que siente defraudarle, peroqu e su estrategia es me ram ente defensiva.

La ponencia de Claude Lefort, la filosofía política enFrancia, se mantuvo en la línea más clásica de los actuales politólogos franceses. Se centró en un análisispormenorizado de las ventajas e insuficiencias de las demo cracia s com tem porá neas para llegar, finalmente, a laconclusión de que no exite una alternativa superior deorganización política. Por último citó a su amigo Casto riadis, propug nand o un tipo d e sociedad q ue sea capazde replantearse permanentemente e l problema de la justicia. En general esta conferencia, pronunciada con el énfasis y la pedantería de que hacen gala algunos autoresfrancesas, decepcionó a los congresistas.

La última ponencia del día 27, fué la del profesorXavier Rubert de Ventos , t i tu lada Meditación sobre el po-der. Se extendió particularmente en el estudio de dostipos psicológicos: el reaccionario y el enamorado comodos seres opuestos al deseante y al revolucionario. Segúnél, «tanto el reaccionario, que mira al pasado, como elenamorado, que disuelve al mundo, ayudan al desarrolloy a la elaboración de la filosofía crítica». Esta conferenciatuvo ante todo un carácter literario, de evidente calidad,logrando brillantes metáforas artísticas y un refinadoto no irónico que agradó mucho a los congresistas, porcon tras te con la plúm bea y mo noco rde exposición delfrancés Lefort.

T E R C E R A J O R N A D A :L A S O , R U I Z P O R T E L L A , L A B I C A , D U Q U E ,R O M Á N R E Y E S .

La sesión del día 28 se inició con la ponencia deJosé María Laso, titulada Perspectiva actual de la concepcióndel pod er en e l pensamiento de Gram sci. Comenzó

señalando que, en un Congreso de filosofía, dedicado ala temática del poder, parecía apropiado dar a conocerlas concepciones de Gramsci no sólo por tratarse de ungran especialista en el tema, sino también debido a sucondición de pensador marxista muy original, nada dogmático y muy actual. La ponencia constaba de tres vertientes, por otra parte bien delimitadas en la trayectoriadel filósofo de la praxis: una primera sobre los Consejosde fábrica de Turín, otra centrada en torno a la creación

del Partido Comunista de Italia; y una tercera basada enlo s Cuadernos de Cárcel, en la que Gramsci elabora másprofu ndam ente los conceptos de «hegemonía» y «bloquehistórico». A lo largo de esta trayectoria la concepcióngramsciana de la conquista y función del poder no eshomogénea, sino que va evolucionando condicionada porla necesidad de afrontar la solución de los problemas quesucesivamente plantea la lucha debelases.

En la primera etapa Gramsci, sin desvalorizar la misión de partidos y sindicatos —que debían desempeñar lafunc ión de orientación política y elaboración teórica(partidos) y de educación proletaria (sindicatos)— conce

día sin embargo gran atención a los Consejos obreros, yaque consideraba que en ellos se daba el germen de unauténtico poder proletario, de tipo autogestionario, posibilitándose la aparición de una democracia obrera asam-blearia donde los trabajadores creasen directamente laestructura del futuro poder que sustituyese al Estadoburgués. Así, inspirándose en el análisis concreto de lasexperiencias de un movimiento surgido a consecuenciade las iniciativas de las masas trabajadoras, Gramsci considera que el Estado socialista existe ya potencialmenteen las instituciones de la vida social caractarísticas de laclase obrera explotada. El objetivo de los Consejos seríaliquidar toda distinción entre poder político y económi

co , luchando por la emancipación y autonomía de los trabajadores considerados en su unidad, como productores,los cuales serán, simultáneamente, administradores yadministrados. Se trataría de creaciones revolucionariasque partiendo del lugar de trabajo, y hundiendo sus raíces en el mom ent o de la producc ión, constituirían representaciones obreras emanadas directamente de lasmasas con un mandato imperativo y siempre revocable.Para Gramsci e l par t ido no es la clase y, precisamente porello, la potencialidad de los Consejos deriva de que pueden constituir el órgano imificador de la clase en el lugarde la producción, superando la escisión productor!ciudadanosobre la que la burguesía reproduce su dominación.

Tra s el fracaso del mo vim iento consejista - a causade su aislamiento en la región de Turín y a las vacilaciones del ala derecha del Partido Socialista— Gramsci centraría su atención en la fundación del Partido Comunista.En esta etapa las tesis centrales de Gramsci sobre losConsejos se mantienen, peiro enriqueciéndose al integrarse en una síntesis más amplia, en una estrategia política global. Así, gradualmente, Gramsci irá evolucionando desde la concepción de la «vanguardia obrera de losConsejos» a la de «partido de vanguardia». Con este propósito elabora una serie de textos teóricos sobre la función dirigente de dicho partido, ai que pasará a denominar El Principe Moderno, a partir del estudio en la cárcel

de la obra de Maqúiavelo. En efecto, Gramsci consideraque el moderno Príncipe no es ninguna figura individual,sino un ente colectivo que agrupa a los sectores másconscientes de la clase ascendente. Gramsci concibe al

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partido de la clase obrera como un «intelectual colectiv o » , ya que figuras geniales como Marx, Engels o Lenínsólo' se dan excepcionalm ente, debien do ser sustituidos,como elaboradores teóricos, por ese «intelectual colectivo» que es e l par t ido.

En su etapa carcelaria Gramsci profundiza en losconceptos de hegemonía y bloque his tór ico. Para Gramsci la clase dominante no mantiene exclusivamente su dominio por medio de la coerción estatal, s ino también mediante la hegemonía ideológica. Es decir, mediante la dirección intelectual y moral alcanzando el consenso de lasdemás clases. Por otra parte, el concepto de bloque his-tórica es mu y operativ o. Por tal no entiend e Gram sciexclus ivam ente una alianza de clases, sino tam bién- uncomplejo, determinado por una situación histórica dada,y constituido por la unidad orgánica de la estructura y lasuperestructura fraguada por la hegemonía de la clasedir igente . Actualmente e l nuevo bloque his tór ico emergente, dirigido por la clase trabajadora, se basa en la función que los intelectuales orgánicos —que se han sumadoa la posición de los trabajadores— desempeñan en la crea

ción de la hegemonía política e ideológica de una clasetrabajadora mucho más amplia que en el pasado, al comprender nuevas profes iones prole tar izadas .

Desde esa perspectiva, Gramsci profundiza más queLenin en valorar la importancia del consenso de las clases explotadas y, en consecuencia, matiza también más lafunción social del Estado sin limitarla a la de constituirun mero ins trumento repres ivo y «Consejo de Administración» de la clase dominante. De ahí también queGramsci comprenda mejor que Lenin —aunque en es tese dio una interesante autocrítica por la impronta «excesivamente rusa» de que se había impregnado la Interna

cional Comunista— la necesidad de una estrategia revolucionaria específica, para las sociedades desarrolladas, quepermita romper mejor e l amplís imo consenso que enellas ha obtenido la burguesía. Por lógica inversión, elloimplica que, con el nuevo bloque histórico emergente, elproletariado logrará un consenso todavía más amplio enel que la hegemonía de la clase obrera prepare las condiciones precisas para el nacimiento de una sociedad regula-da en el que desaparezca la función represiva del Estado.

En el coloquio se suscitaron diversas intervencionesacerca de l concepto de hegemonía , tendentes a prec isarsu operatividad en la aplicación a la actual problemática

política. También se planteó, por un congresista, si eracorrecta la aplicación que Roger Garaudy efectuaba delconcepto de «nuevo bloque his tór ico». En su contes tac ión. Laso se remit ió a la c r í t ica qu^Giorgio Napol i tanoefectuó acerca de la aplicación por Garaudy del concepto , por considerar que incurría en un reduccionismo me-ca.nicista al prescindir de sus elementos supérestrüctura-les y limitarlo al componente económico de una alianzadé clases.

A continuación estaba programada la ponencia deRamón Garc ía Cotare lo sobre Disolución del poder como

fin de la revolución. Sin embargo, por causas de fuerzamayoir, el profesor García Cotarelo no compareció.

A las 12,30 Ruiz Portella desarrolló su ponenciaFundación imaginaria del Estado. Comenzó señalando quesu propósi to era analizar el poder socialista —expresión

de por sí algo ambigua que conviene concretar— en ladoble perspectiva de la teoría revolucionaria marxistade su realización fáctica «tal y como se expresa en losEstados totalitarios comunistas actuales». Sin embargo,en abierto contraste con su supuesto propósito inicial, nodesarrolló la perspectiva teórica y se lanzó exclusivamente a un feroz ataque contra los Estados socialistas actuales. Según Ruiz.Portella, aunque no es fácil explicar lalógica y la naturaleza de estos Estados totalitarios, se ha

af i rmado genera lmente que e l poder comunis ta es laexpresión de los intereses de la casta burocrática y adopta las formas precisas para que ésta imponga su pesadam an o sob re la población q ue sufre su tiranía. Para elponente , es ta concepción t iene mucho de verdad, peroincurre en una reducción excesiva. Lo que diferencia alpríncipe totalitario del príncipe déspota no es la utilización del terr or y la represión contra sus enemigos, sinoel hecho indudable de que el régimen totalitario no puede permitir que nadie permanezca indiferente. En esesentido efectúa un contraste entre el régimen franquistay los Estados en él denomina «comunistas». Según RuizPortella, «resulta beneficiado el régimen franquista», ya

q u e ést e no reprim ió al sector de la población que p ermanecía pasivo mientras que en las dictaduras comunistas nadie escapa al terror o a la represión».

Seguidamente, apoyándose en cifras y datos deSolyenitsyn, Ruiz Portella intenta impresionar al auditorio acerca de la magnitud de la represión realizada por elrégimen -soviético que —según dichos datos— ha ocasionado más de 60 millones de víctimas. No obstante, apa rtir de 195 6, se pu ede com prob ar una cierta liberali-zación del régimen que, en la práctica, no es más que lasustitución del terror por formas de represión más selectivas. Para Ruiz Portella, en estos regímenes totalitariosla a rbi t ra r iedad es un componente importante , pero, enla repres ión , n o se la pu ede llevar hasta el extremo. P oreso la repres ión debe ser complementada por e l papelintegrador de la ideología. Así se produce una interrela-

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etc. En definitiva —para Ruiz Portella— la causa de

enraizada y basada ontológicamente en el propio ser

La disertación de Ruiz Portella sorprendió, hasta

cter d e una pon encia filosófica para retro trae rno s

Congreso para la liber-

cuyas vinculaciones con la C.LA. fue

en to de fuerte tensión polémica en el Congreso y apara dar la debida amplitud al coloquio, una parte

erv ino p rim ero Francisco Jos é Martínez para impugr el q ue se calificase de « nue va clase- social dom inan

ia de rigor y por su desprecio de los hechos histó

bié n convince nteme nte su metafísica transcendente.o sentido intervienen también Josefa C orde ro

Finalm ente interviene José María Laso. Comienza

po r que la necesaria discusión transcurriese en

osofía. Y ello no debía constituir obstáculo para efec

tuar algunas puntualizaciones concretas. Así, por ejemplo , era inadmisible que el ponente rehusase deliberadamente la concreción histórica y no obstante insistiesecon énfasis en el denominado «terror rojo» sin exponercomo éste había sido engendrado —durante la guerracivil rusa— por el terror blanco previo. En ese sentidocita a Víctor Serge (El año I de la revolución) nada sospechoso de simpatía por el actual régimen soviético. Precisamente, en una fase inicial, los revolucionarios adole

cieron de ingenuidad poniendo en libertad inmediatamente a los ministros del Gobierno Provisional, y a varios generales zaristas, bajo la palabra de honor de nohacer de nuevo armas contra el poder soviético. Palabraque después violaron para ensañarse seguidamente en larepresión contra los «rojos». Desgraciadamente, comohabía advertido Lenin, hasta ahora no había sido posibleefec tuar las revoluciones sociales con los proce dim ientos de un Colegio de señoritas. Por ello, aún siendo partidario de la abolición de la pen a de mu erte, pued e h asta.cierto punto comprenderse la represión revolucionariapor razones de «salvación pública» en el sentido jacobino de la expresión. Ello no justifica los excesos de la

represión stalinista, aunque esta debe insertarse en sucontexto histórico: revolución, guerra civil, intervenciónde catorce países imperialistas contra la joven repúblicasoviética, amenaza y agresión nazi, guerra fría, etc. Lasoafirma también que Ruiz Portella es muy dueño de considerar ineluctable la división de la sociedad en clasesantagón icas, per o ello no pued e conducirnos a los demása abandonar la aspiración de que la humanidad logre unaforma más justa y racional de organización social en laqu e desaparezca la explotación del hom bre por el homb r e . Considera también que aún admitiendo que el marxismo no ha desarrollado plenamente una teoría delEs tad o —a causa de otras prioridades— esta laguna hacomenzado a colmarse. Y precisamente, sobre la naturaleza del Estado soviético desde una perspectiva marxista,existen ya valiosas aportaciones que van desde la concepción de Trostki, sobre el Estado obrero degenerado, alas de Charles Bettelheim, Coletti , EUeinstein, Poulant-zas, etc. Por último critica la falta de rigor que supone lautilización de la categoría de «Estado totalitario», muydesacreditada ya en la denominada «ciencia política», yque entraría de lleno en lo que, en la terminología deGustavo Buno, cabe calificar de concepto «blando» debido a que, por su excesiva generalidad, pretende englobara los regímenes fascistas y socialistas conjuntamente y nodefine con precisión el campo temático. Tanto la intervención libertaria de Palett como la marxista de Laso

fueron muy aplaudidas y ello constituyó un auténticotest de la polarización política del Congreso hacia ambascorrientes ideológicas. En su contestación, Ruiz Portellareconoce que no cabe un diálogo auténtico ya que lasdos posiciones no pueden ser conciliadas. Admite también que la categoría de «Estado totalitario» puede constituir un concepto «blando», pero —con pretensión dehacer un chiste, que no encuentra eco en el auditorio—le parece evidente que «su actuación es más bien dura».

A las cinco de la tarde intervino el profesor Geor-ges Labica, autor del libro Estatuto marxista de la filosofíay colaborador habitual de la revista Dialectiques con una

amplia reseña sobre el tema de El marxismo -y el poder.Comenzó señalando que en lugar de leer su ponencia enespañol prefería desarrollarla en francés con la finalidadde tener mayor flexibilidad para abordar temas conexos

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como el de la dictadura del proletariado, el eurocomu-nismo, e tc . Advier te que é l modelo h is tór ico concre toque Marx utilizó para sus análisis políticos, de la luchade clases, fué el francés. Considera que actualmente elterreno en el que se desarrolla esa lucha es el de lademocracia. En realidad ello tampoco constituye unanovedad, ya que en la Grecia clásica se planteaba también el problema de la isonomia: igualdad ante la ley eigualdad real. Entonces se denominaba isónomos a quie

nes gozaban de derechos iguales. Esta contradicción entre derec hos formales y derech os efectivos preocupó aMarx a todo lo largo de su vida y una buena parte de lamisma se dedicó a reflexionar sobre la lucha de clases enFrancia. Es poco conocido que el primer libro que sepropuso Marx escribir fue uno dedicado a la Convenciónen el contexto de un proyecto más amplio de Historiade la Revolución Francesa. También dedicó gran atención a la Revolución de 1848 «como expresión de la esperanza de fraternidad general en el tiempo de las ilusiones» . Estas se frustraron rápidam ente de bido a que elproyecto de cada clase era contradictorio. Por ello el realismo político de Marx le llevó a tratar no del triunfo ini

cial de la Revolución, sino de la derrota que en Junioexperimentó el proletariado parisién ya que en ésta semanifestó su carácter contradictorio.

Este se manifestaba en el hecho de que la Repúblicade 1848 era semejante a una cebolla constituida pornumerosas capas que acababan en cogollo constituidopor la dictadura bonapartista. En esa cebolla la capaconstituida po r la República social de los obreros n o seadaptaba a la igualdad formal del proyecto republicano-burgués, a pesar de que cuando se produce el fenómenorevolucionario el lenguaje que se emplea es el de la

Revolución anterior: Libertad, Igualdad y Fraternidad.De spu és aparecía la República democrát ica pequeño-bur-guesa —que tenía el poder en la Asamblea Nacional— yde la que derivará poste riorm ente la República netam ente burguesa y parlamentaria. Esta Repúbhca no era capazya de asimilar la defensa del derecho al trabajo y a la insurrección frente a la tiranía.

En este sentido Labripla señalaba, acertadamente,

que e l Manifiesto Comunista constituía la negación de laigualdad, pero sólo de la igualdad juirídica de la Democracia vulgar, pues ya Marx había señalado también quela conquista de la Democracia equivalía a la constitucióndel proletariado en clase dominante. Desde esta perspectiva la dictadura del proletariado a la que se remitíaGramsci, equiparándola al concepto de hegernonía de laclase obrera, constituye la más alta expresión de laDemocracia. En definitiva, el profesor Labica exponeque se proponía resaltar en su ponencia el sentido contradictorio que desde distintas perspectivas de clase adquiere la Democracia. Así, por ejemplo, estadísticasrecientes sobre los impuestos en Europa Occidental de

m ues tra n qu e Francia —el país de la supuesta ig ual da d-merecería el primer puesto-en la desigualdad tributaria.

Marx meditó también detenidamente sobre las experiencias de la Comunne de París en un célebre trabajo.Más tarde-Lenin , en su obra El Estado y la Revolución escrita en vísperas de la Revolución de Octubre, analizabaen profundidad el problema de la hegemonía de la claseobrera . La «Comunne» se presentaba como una república que no sólo se proponía abolir la monarquía sino todaforma de dominación. Por ello acentuaba términos comosuprimir, abolir , destruir, etc., para expresar la intenciónde destruir un tipo determinado de Estado inicialmente ydespués todo tipo de Estado. Así se planteaba comoperspectiva la sustitución del Parlamento por la representación comunal, la autonomía local y el gobierno delas masas por sí mismas. Estas enseñanzas derivadas de lalucha de clases en Francia incrementaron después elacervo común del movimiento obrero . Empero e l dramamás considerable experimentado por éste es que elpoder que se instaura en Rusia en 1917 no correspondíaa la teorización realizada por Marx de la lucha de clasesen Francia. Se han efectuado muchos análisis acerca delas causas determinantes de estos fenómenos de burocrá-tización. Se hacen siempre referencias a las condicionesdesfavorables. Sería, quizás, más interesante comprobarlas rectificaciones que hizo Lenin a las tesis de Marx.

Lenin no era el cocinero que aplicaba las recetas deMarx para hacer un buen pastel. Las cosas no sucedieroncomo se hubiese querido: se realizan siempre sobre labase de las condiciones concretas existentes.

Respecto a la dictadura del proletariado la cuestiónesencial estriba en comprobar quien la ejerce: la claseobrera o su partido de vanguardia. Lenin considerabaque, en las condiciones del atraso ruso, hasta que la claseobrera adquiriese mayor madurez política, era inevitableuna cierta delegación de poderes del proletariado a supartido. En ese sentido podía considerarse la delegaciónsi no positiva si indispensable. En sus últimos meses de

vida Lenin estuvo muy preocupado por el peligro deburocratización en el partido y el Estado soviético. Seguía considerando a és te como un Estado obrero perodeformado por un proceso de burocratización. Sin em-

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poder, aunque cont inué, es

Simultáneamente con la ponencia de Labica se desalló , en una sala contigua, un Sem inario dir igido p or

Naturaleza yEl profesor Duque comenzó señalando que iba a

cosmos, es decir , como una ordenación(logos),

(alétheia)

m o en esta concepción el po de , reflejo d e la orde na

physis permite una estratif icaciónrígida: esclavos, comerciantes, guerreros y sacerdo

ente . Naturaleza y hom bre se escinden en dosenfrentadas y la ordena ción «mundial» es

extrínseca al mundo. Por consiguiente, el con

poder como dominio: dominio que se

la economía abierta (de «cow-boy») de transformaciónilimitada de bienes en mercancías, para susti tuir la poruna economía que l imi te la producción a aquel lo natural-mente necesar io .

Y, des pu és de este am plio periplo f i losófico, qu e enmuchos aspectos podr ía suscr ibi r Zubir i , e l profesorDuque se plantea, casi sin transición, el problema de laseventuales al ternat ivas. Así va desechando sucesivamentelas que considera no viables para, f inalmente, propugnarsolu cion es ecologistas ya qu e, citando a Ma rio G aviria,sólo hay dos disyuntivas: vivir sucios o morir l impios.Sin embargo, dice, por últ imo, que se ha esforzado enprobar «utópicamente» (¿. ' ' ) que hay otra solución másrazon able: «Pero la consecución de mi propuesta pasanecesariamente por un cambio radical: la destrucción dela idea de poder como dominación, y la consecución deuna sociedad no consumista, contraria a la actualmenteimpuesta. . . Soy conscinte de que tal propuesta es, ho yutópica. Sin embargo, ya he mostrado que tanto los nuevos caminos de la ciencia como los movimientos populares de base apuntan en esa dirección. Todavía querría

añadir que esta utopía es, si no racional, al menos razonable. Y me apoyo para ello en la obra del gran arquitecto y diseñador de Berkeley Chr istopher Alexanderque muest ra , desde planteamientos de estét ica y psicología social distintos de, pero convergentes con, los nuest r o s , la posibil idad de construcción de ciudades descentralizadas, siguiendo el modelo matemático de la teoríade los semirretículos, y en las que el contacto directo yla participación colectiva en las tareas de gobierno (ayuntam ient o a bier to) , si po r una par te apuntan a una sociedad más l ibre, por otra exigen la aniquilación del esquerra actual de la ciudad como «árbol» (un punto del quesürgein ramifícadameñ te los. dem ás): claro trasunto de lasrelaciones de dominio hoy vigentes.

En el coloquio, la congresista Elena Ronzón objeta aDuque la contradicción «formal» existente entre el modelo de naturaleza propugnado «actualmente», como unorg anis m o interrelacionad o (que l levaría a ente nde r elpoder de ot ra forma) , y el modelo de sociedad propuesto : constituye un esquema de sociedad, en cuanto abstracto que contrapone a lo «histórico», no en su relacióndialéctica, «sino lo sistemático como correlativo de lo histór ico». El profesor Duque no t iene inconveniente enaceptar esa contradicción. Después se pasa a un turno deintervenciones sobre la función, en la sociedad futura, de

las asociaciones de vecinos y las demás formas de organización que el ponente def iende. Preguntado acerca dequienes serían los agentes de esa revolución. Duque responde: «No lo tengo claro, pues es un asunto problemático. Quizás las clases encuadradas en los partidos polí t icos, el asambleismo de base, las agrupaciones de vecin o s , los sindicatos, etc». Otro congresista le objeta quefunción pueden desempeñar los par t idos pol í t icos en unasociedad sin clases y Duque acepta que la objección eracorrecta. Por su parte, Gustavo Bueno (júnior) se refir ióal modelo que el ponente había detallado de sociedadfutura (el propu esto por A lexander) y le objetó que enese modelo seguía habiendo coches (sólo se perfeccionaban los aparcamientos) y una buena parte de los defectos

de la sociedad que pretendía cambiar el ponente. Buenoconsideró también utópica su postura de prescindir delos partidos polít icos como agentes del cambio, puesconstituir una asociación de,amas de casa a nivel mundial

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La ponencia de Gabriel Albiac fué la última que sePosiciones es -

ante los nuevos filósofos franceses, adquirió poste¿Nuevos filósofos ó nuevos inquisidores?.

ante esta prole de lamentables epígonos que ento

Marx no será así, s ino un viejo y malévolo pequeño-

{El Capital, en particular) cuya tesis central - l a

hasta el punto final de la suprema consecuencia con

reador de l Gulag. . .

Ante tan grotescas acusaciones, Albiac señala que,«C om o la desvergüenza y la frivolidad hayan pod idoalcanzar tales cotas no es algo nuevo. O, al menos, no loes para nosotros que hubimos de sufrir la infancia delcolegio religioso y hoja parroquial que el fascismo noshabía reservado; para nosotros que supimos de nuestros

sórdidos bachilleratos de universo de sotana, merced alos insignes textos de «Edelvives», del «desmesuradoorgullo contra Dios» que explicaba el pensamiento de talo cuaí autor considerado heterodoxo.. . En consecuencia.

para Albiac, «porque ha sido mucho y muy doloroso elesfuerzo para salir de los tiempo s oscuros, y po rqu e aúnno acabamos de salir de ellos, juzgo hoy intolerableguardar silencio ante la burla macabra de la que los alevi-nes neofascistas de la Editorial Grasset se creen autorizados a hacernos obje to».

E ironizando se define, «Y como quiera que, a pesar

de todos los pesares, sigo considerando, como el viejoestera, que «lo nuevo apesta», pondré mis cartas puessobre la mesa , desde e l pr imer momento, para dec ir ,sencillamente, que si hoy hablo aquí contra los nuevosinquisidores, lo hago explícitamente desde dos presupuest o s : en tanto que filósofo y en tanto que marxista-leni-nista. . .»Y, culminando la ironía en sarcasmo, agrega:«Contempladlo, he aquí la nueva derecha . Han venido asusurrarnos la nueva melodía de la decepción, del desengaño. Viejos héroes cinematográficamente cansados porla larga (¡!) lucha militante nos dicen haber sido los autores del cataclismo cósmico de Mayo.. . ¡Hicieron Mayo!¿Quienes. ' ' ¿Tal vez Bernad-Henri Lévy, que escribehoy indolentemente su apacible cantinela para ovejas

descarriadas, fue el engañado coloso que «hizo» esta tremenda travesura roja?.. .»Albiac no se deja impresionarpor el supuesto pasado protagonismo revolucionario delos nuevos ideólogos de la derecha francesa... «Tal vezporque pensamos entonces a lgo que , aparentemente , noparece haber pasado por la cabeza de Lévy, Lardreau,Jambet , Clavel , e tc : que Mayo de 1968 lo hicieron (en elsentido más fuerte que pueda darse a la palabra) lasmasas populares, y, ante todo, la clase obrera francesa,q u e , a través de sus propias formas de lucha y orga.niza-c ión , supo hacer la más grande huelga de toda la histoiriade l movimiento obre ro» .

Después, insistiendo en la falta de rigor y el marcado oportunismo que caracteriza la producción de algunosde los «nuevos filósofos», prosigue Albiac: A lo largo delas inacabables páginas de este bodrio inmenso, recargado de pretenciosidad literaria, que es el l ibro de Lévy,no hemos podido rastrear más que tres citas textuales deMarx, por lo demás correspondientes a otros tantos escritos de Juv entu d.. . N i una sola referencia a El Capital,en todo un texto que tiene como único punto de mira laliquidación teórica de los análisis de El Capital. Es, desde luego, éste un modo de proceder suficiente no yapara descalificar intelectualmente una obra, sino pura ysimplemente para hacer morir de sonrojo a su autor, siaún le queda capacidad para tal cosa.

Seguidamente, después de una refutación exhaustivade la acusación que Lévy hace a Marx de naturalismoevolucionista finaliza con una mordaz distinción entreamos y servidores: «Miradlos envejecer. Ellos que pensaron po de r firmar el acta de defunción d el socidismo,apenas son ya más que el recuerdo de su oropel teórico.El viento de la Historia barre con nuestros Angeles,como si se tratara de una vulgar bandada de langosta. Es,un espectáculo, pero no sufráis: ellos, cierto, no sonAves Fénix, pero si lo son sus amos. Aún no se habránreducido a polvo y crujir de dientes, cuando ya los sem-piternos, los Dorian Gray que preservan su juventud-a

través del escalofriante alejamiento prematuro de sus humildes servidores li terarios habrán encontrado la carnede cañón con que cubrir la brecha; y el vacío no durarájamás más allá del destallo de una fracción de segundo.

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Los intelectuales burgueses podrán ser cretinos, es suderecho. La burgues ía no. Por eso no canteremos vic to^ria ante sus tumbas li terarias.. .».

La ponencia de Albiac, tuvo una buena acojida entre"los congresistas, tanto por su contenido como por la finaironía —o el sarcasmo, según los casos— que caracterizósu exposición. No obstante, en el coloquio, interviene

Ugalde señalando que Albiac ha elegido el adversariomás débil: B.H. Lévy. Le parece que hubiese sido másinteligente centrarse en Glucksmann o en la críticaanarquista del marxismo. Le responde Albiac precisandoque Glucksmann requeriría , por su mayor rigor, unacrítica especial. Tampoco ha querido amalgamar los:«nuevos filósofos» con los anarquistas, pues estos últi-

. mos const i tuyen un movimiento ser io que merece todossus respetos. Por su parte Palett , aún elogiando la.calidad de la ponencia, considera inadmisible que en ella sehaga la apología de la dictadura del proletariado, despuésde las tristes experiencias de los países que la han aplicad o . Albiac, en su contestación, advierte que no se puedeidentificar el concepto de dictadura del proletariado conalgunas malogradas experiencias históricas concretas. Asu juicio, se trata de un concepto que sólo tiene sentidofrente al concepto de dictadura de la burguesía. Final-*'mente . Garc ía Santeanases e logia la ponencia por haberroto con las grandes generalizaciones universales. Sinembargo, si el staiinismo y el evolucionismo economicis-ta han predominado his tór icamente en e l movimientoobrero no basta con su crítica, sino que es preciso plantear estrategias revolucionarias alternativas.

En la sesión clausura tuvo lugar un vivo débate derivado de que un sector de los congresistas, en posicionesorganizativas más o menos nihilistas, pre"fen3ía que iio

se eligiese tema ni vicepresidente para él 'próximo Coii-greso. En sentido contrario, a esa actitud intervinieronSavater, Sádaba, y el autor de esta reseña. Finalmentefué elegida Sevilla , como sede del próximo Congreso, ye l profesor Fernando Quesada vicepres idente . Comotemas fue ron propues tos : LA DIALÉCTICA; IMAGEN,S Í M B O L O Y REALIDAD; EL PESIMISMO EN FILOSOFÍA; VIDA Y FILOSOFÍA; MUERTE Y FILOSOFÍA; F I L O S O F Í A C O M O P R I N C I P I O D E L A P S I C O L O G Í A ; L O S M E D I O S D E C O M U N I C A C I Ó N y S I NTEMA. Por úl t imo, en la votac ión, obtuvo una granmayor ía e l de IMAGEN, SÍMBOLO y REALIDAD.

Siguiendo la tradición de los Congresos anteriores alfinal de la sesión de clausura se propusieron las líneasgenera les de un Comunicado o Declarac ión de l Congreso . Con ese propósi to Gustavo Bueno-( júnior) propusola inclusión de un punto que apoyase la aplicación delprincipio de autodeterminación al pueblo saharaui y lalucha liberadora del Frente Polisario. Por su parte Gabriel Albiac propuso la denuncia de las formas de continuidad del poder franquista, las Umitaciones a la libertadde expresión, que ha quedado bien evidenciadas en elcaso de Els Joglars, y la denuncia de la actuación impunede las bandas fascistas. Por último Josefa Cordero propuso que en comunicado se hiciese mención de AlfredoDeaño, se apoyase el esfuerzo del pueblo canario por ellogro de su autonomía, y la denuncia del centralismo evidenciado en la política estatal de centrales nucleares. ElComité organizador de l Congreso quedó responsabi l izado de la redacc ión de l Comunicado y esperamos poder

ofrecerlo íntegro en nuestra próxima reseña que aparecerá en la revista SISTEMA.

Como balance final, consideramos que el Congresono puede considerarse negativo: asistieron bastantes máscongresistas que a los anteriores y, sobre todo, muchosjóvenes. Aunque fallaron figuras del «renombre» dePoulantzas, Foucault, Biagio De Giovanni, etc. —y sus

sustitutos: Castoriadis, Lefort, Ruiz Pottella , etc. tuvieron menos altura qué la prevista— el Congreso reflejóde alguna manera algunas de las corrientes actuales de lafilosofía. Ade más tamp oco se trataba de repetir la experiencia de la Mesa Red ond a del pasado año , a base de

; grandes figuras, aunque en algunas reseñas se ha lamentado su ausencia. Creemos también, que, contra lo quealgunos pretenden, las discu;siones fueron interesantes,ágiles y respetuosas mutuamente dentro de la discrepancia. Esta última no siempre se da en las reuniones filosóficas, como hemos tenido ocasión de comprobar en el ciclo de homenaje a Alfredo Deaño, desarrollado enMadrid, donde han proliferado los elentos irracionales y«pasotas». En todo caso, forzando la crítica estimaríamosque el fallo fundamental del Congreso estribó en la faltade tiempo suficiente para desarrollar con amplitud el coloquio , deb ido a l p ropós i to del p res idente -prof e sorMartín Santos— de que todas las sesiones fuesen plena-rias para evitar que se solapasen. En ese sentido es muydifícil lograr siempre un equilibrio adecuado entre contrapuestos intereses. Esperamos no obstante que lapróxima publicación, por la Editorial Akal, de Madrid,de un volumen en el que se recojerán las actas del Congreso, confirme esta valoración.

Aunque sin estar previsto inicialmente en el programa del Congreso, causó gran impacto en el desarrollo

de l mismo la presentac ión de EL BASILISCO. Una granproporción de congresistas se suscribieron, o compraronejemplares, y en su gran mayoría, apreciaron positivamente la calidad de la revista.

Finalmente, todos los interesados por la filosofíaquedaron convocados a l XVI Congreso de Fi lósofos Jóv e n e s , a celebrar en Sevilla a partir del Domingo de Resurrección de 1979, bajo la presidencia de la profesoraCel ia Amorós , con e l tema genera l de IMAGEN, SÍMB O L O y R E A L I D A D .

C R I T I C A D E L A C R I T I C A C R I T I C A

Este tí tulo, irónico y burlesco, util izado inicialmentepor Marx y Engels , para denominar la obra que despuéssé consagrar ía como La Sagrada Familia, dirigida contraBruno Bauer y otros «hegelianos de izquierda» agrupados en to rno-a \& Allgemeine Literatur-Zeitung, puede r e sultar adecuado, como epígrafe, para englobar una revisión crítica de algunas de las reseñas que sobre el XVCongreso han aparecido en algunas publicaciones periódicas.

Ya el año pasado, en nuestra reseña del XIV Congreso (1) señalábamos que «puede constatarse que losCongresos de Filósofos Jóvenes no han sido muy afortu-

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Es de lamentar que Vidal Beneyto haya incurrido enuna posición semejante a la que el pasado año criticábamo s en Alfons Qu intk Es decir, en una reducción caricaturesca de los debates del Congreso a una maniqueacontienda entre marxistas y libertarios más propia de un«western» que de un Congreso de filosofía. En larealidad de los debates, las posiciones fueron mucho másmatizadas y menos homogéneas. Por ello ninguna corriente ideológica pudo monolíticamente apuntarse el

triunfo, ni nadie se planteó el Congreso como una batalla ideológica deliberada. Tampoco cabe plantearse, conun mínimo de objetividad, una supuesta inferioridad delos representantes marxistas en el Congreso, salvo que setenga sólo en cuenta el aspecto cuantitativo. Claro quetambién en ese sentido podría interpretarse la afirmaciónde Vidal Beneyto de que «los ponentes marxista no dieron el peso». En el piano cualitativo sus ponencias tuvieron una buena acojida, así como sus intervenciones,en los coloquios, que suscitaron, en algunos casos, losaplausos del auditorio. En justicia, lo mismo cabe afirmarde las que, desde distintas perspectivas, podrían ser calificadas de libertarias. Ello no debe constituir obstáculo

para reconocer que la representación marxista podría haber sido más amplia, si se hubiesen cumplido las previsiones iniciales. En estas figuraban Nicos Poulantzas,Biagio de Giovanni —del Instituto Gramsci— RamónGarcía Cotare lo , Jacobo Muñoz, José J iménez, Thiebaut ,etc . que a última hora no comparecieron por diversas razones . Con esto ser rompió el equilibrio de tendenciasprevisto en el programa inicial y a ello contribuyó considerablemente también el bloque monolítico constituidopo r C astoriadis, Lefort y Ruiz Portella, que se caracterizó por un virulento antimarxismo, sin que ello quepaidentificarle con posiciones genuinamente libertarias. Porel contrario, las relaciones entre ponente marxistas y libertarios genuinos no sólo fueron correctas sino inclusoamistosas y dialogantes. Varios comentaristas parecencoincidir en considerar que la presencia de ese bloquemonolítico aportó muy poco, o resultó negativa, para eldesarrollo del Congreso. En consecuencia sería interesante conocer si —como afirma Santos Amestoy— VidalBeneyto fue responsable de esa presencia: («Pepín Vidalque hacía pasillos, era tenido por el principal gestor de lavenida de los franceses»), o por el contrario, comosostiene Vidal, el «mérito» le corresponde a Luis MartínSantos.

Si a la reseña de Vidal Bene yto se le pueden efectuar

puntualizaciones críticas sin que por ello se menoscabeun esfuerzo bien logrado de síntesis global del Congreso,no puede decirse lo mismo de la reseña publicada enC A M B IO 16. Se t rata de un breve comentar io p lagadode inexactitudes y que, por su total falta de rfgor, parece'ser coherente con la superficialidad que caracteriza a estarevista. De ello es también sintomático tanto el tí tulocomo el subtítulo de la reseña: El Congreso de la decepción.En Burgos los filósofos españoles pasaron mucho frío. (6),como el calificar frivolamente a Rubert de Ventos yTrías de «enfants terribles» de la filosofía española contemporánea que —según CAMBIO 16— «con su brillantez literaria hicieron de Hegel una conversación de alco

ba que alivió en parte el espíritu decepcionado de lospens adore s reunidos» . Al parecer , para CA M BIO 16 esa

(6) «Filósofos. El C ongreso de la decepción. En Burgos, los filósofos españoles pasaron muchofr ío» . Reseñ a sin f irma publicada en CAMB IO 16, N» 332 del 16 de Abril de 1978.

supuesta decepción se debió a la ausencia de lo que califica d e «cabezas pensantes» y concreta: «Ni Javier M u-guerza, joven padre de los analíticos, ni Gustavo Bueno,vate de los marxistas, ni Agustín García Calvo, el másbrillante de los libertarios ibéricos, asistieron a las últimas sesiones». Esta preocupación por la ausencia degr an de s figuras parece constituir la obsesió n de algunoscomentaristas. En ella incurre también Vidal Beneyto,quien excluye a Muguerza y a García Calvo y mantenien

do a Gustavo Bueno, amplía la relación de estrellas deprimera magnitud filosófica a Sacristán, Carlos París,Puente Ojea , Jacobo Muñoz, Fernández Buey y Cast i l ladel Pino. Con esto demuestran ambos comentaristas sudesconocimiento total de la finalidad de los Congresosde Filósofos Jóvenes. Por consiguiente, no puede sorprender e l burdo f inal de la reseña de CAMBIO 16 enel que, con evidente tergiversación de los hechos se dice : «Los col oqu ios, calificados poi: Aibiac de «blandos»,no llevaron a ninguna parte, pero revelaron un desparpajo nuevo: las interpelaciones a los pensadores veníanprecedidas del «Oye, tío... Es esa, sin duda, otra manerade pensar. Entre tanto, los filósofos jóvenes españoles

parecen lejos de «pesar» tanto como los «noveaux philo-sophes» franceses.

Sin la pretensión de seriedad de otras publicaciones,sino en plena concordancia con su tradición humorística,tiene indudable gracia la reseña del Congreso publicadaen la CODORNIZ (7) . Tanto la i lus trac ión , con un d ibujo de Alfredo, como el texto titulado «Kronica de laKultura», de Anselmo Iglesias, logran un buen reflejojoco so d el Cong reso. Por el contrario, en la misma publicación y con el título de «Intelectuales a gogó»aparece un breve comentario al Congreso firmado porMáximo en el que este asegura: «No diré una palabrasobre el particular porque una vez se me ocurrió escribir

que había contradicción en los términos de lá expresión«filósofos jóvenes» y uno de ellos insultó a mi inteligencia y a la suya replicándome que no había entendido enabsoluto lo que yo había querido decir». Así sólo demuestra Máximo que desconoce el origen de la denominación del Congreso y su significación actual.

La crónica de Javier Sádaba, publicada en TR IU N FO con el título de Loi jóvenes, los nuevos y los otros, constituye un cuadro impresionista bastante logrado del desarrollo del Congreso. Así, por ejemplo, su cáustica críticaa la aportación francesa («Uno tiene la impresión de queles atrae más la sopa castellana que otra cosa») o una

cierta crítica genérica al marxismo combinada con unabe né vo la com pren sión hacia los «nuevo s filósofos» franceses. Más errónea es su alusión a las galaxias («Alguienhabló de galaxias. Unos estarían en una y otros en otra.Es ciertamente, una buena defensa situarse en una galaxia inexpugn able. La pena es que es demasiado buena.S QI O le sirve a él, lo cual es decir tanto como que no sabemos para quien sirve»), ya que confunde el sentido desu mención en el coloquio de Ruiz Portella. Las galaxias—por lo menos astronómicamente— nunca son inexpugnables, pues, por sus dimensiones, desbordarían todo posibilidad de defensa eficaz. Simplemente, con la utilización de la metáfora, se quiso concretar gráficamente, ladistancia cósmica que a muchos congresistas nos separadel ponente Ruiz Portella. Por el contrario, nos parece

(7) « Krónica d e la Kultura» por Anselmo Iglesia. LA COD OR NI Z N ° 1861 de 2-4-78.

(8) «Los ¡óvenes, los nuevos y los o tros» por Javier Sádaba. TR IU NF O N ? 793 de 8-4-78.

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Fernando J . Soler publ ica en la revista OPINIÓNuna amplia reseña del Congreso. Su caracterización

En estas intervenciones parecía no existir la hipo

Esta serie de Congresos, que se vienen cele

Con el título de «El comunicado final», y en la secEl mensaje del náufrago de la revista POR FAVOR

(10) , publica Fernando Savater su acostumbrado comentario anual al Congreso. En esta ocasión mucho más breve, pero no menos mordaz que en las anteriores: Así comienza puntualizando: «Todos los años hay un Congresode'Filósofos Jóvenes: como casi todos los años vamos losmismos, lo de «jóvenes» nos va pareciendo cada vez mascoña y quizás algún día nos animemos a susti tuir la palabra por otro calif icativo menos transitorio. Hace unoscuantos años se cambió la palabra «Convivencia» por lade «Congreso», que parecía más seria, más adecuada ysobre todo menos sarcástica ante las diversas exhibiciones de ferocidad que solíamos dar los energúmenos all í

congregados. Y sin embargo, convivir , lo que se diceconvivir , pues convivíamos y convivimos, mientras queló de jóvenes ya va siendo perentoriamente falso.. .». Yseguidamente, con su jocosidad habitual, alude a unasdeclaraciones del profesor González Alvarez: «Aunquetodavía lo sería más si hubiésemos de hacer caso al Sr.González Alvarez, i lust re promontor io teór ico de la Universidad Complutense e inigualable manager de docenasde catedráticos de insti tuto, quién, según me cuentan,escribió el otro día en EL ALCÁZAR que los f i losofítosreunidos en Burgos no eramos representat ivos. Hombren o , representat ivos propiamente dicho no somos, porquepara representar bien hay que l levar muchos años representando, como algunos goliardos f i losóficos de la peor

ralea que yo me sé, y nosotros todavía somos algo jóvenes, un poquito más que si fuéramos pasantes del teólogo complutense.. .» Finalmente con su mordacidad característica alude, quizás con una cierta razón —en esta etapa en que ya se han abierto otros cauces de expresión,aunque con l imitaciones obvias—, a la ingenuidad e ineficacia de los Comunicados f inales de cada Congreso;«Porque han de saber ustedes que todos los años se daun comunicado f inal , un ingenuo papeli l lo en el que conmucha seriedad se protesta airadamente contra los másdiversos males del mundo: la detención de los Joglars yla represión en Camboya, el problema polisario y la si -tuación colonial de las Canarias, los miles de parados y los

residuos del Movimiento, la falta de unidad de la iz-

s filósofos espanoiesí>, de Fernan do J. Soler. Revista O PI NI ÓN N** 79 (10) «El Comu nica do final», de Fernando Savater. Revista POR FAVO R, N'> 198 de 17 Abril19 78 .

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quierda y el exceso de unidad de la derecha.. . etc. Porúltimo, se plantea con sarcasmo: «¿Y a quién enviar eldic ho so com unicado? ¿La prensa? ¿El Cong reso? ¿Lapropia Corona?. A todos, lo mejor es enviar lo a todos. . .¿Es ésto lo que el poeta l lamó divino tesoro, o hay calif icativos más duros y exactos?».

Por su par te , e l d iar io COMBATE, órgano de

L.C.R., publica una reseña del Congreso firmada por A.Ferrán bajo el t í tulo de «Del stalinismo al antimarxismo»(11 ) . Su autor pretende, de entrada, puntual izar : «Novoy a realizar una crónica exhaustiva de las diversaspon enc ias, cosa que otro s compañ eros, ya han realizado.Quisiera, por el contrario, detenerme para reflexionarbrevemente sobre la si tuación actual de la f i losofía enEspaña». Sin embargo, en la práctica, no realiza tan interesante reflexión, sino una disertación sobre las distintasvariantes del marxismo. Comienza con una acertada caracterización de los Congresos de F.J. «como recintos deun filosofar contrario al oficial, que encontraba en estoscertánienes ciertos balones de oxígeno con los que respirar frente a la retórica oficialista», para pasar después a

(11) «X V Congre so dé Filósofos Jóvenes. /Del stalinismo al antimarxismoi'. Por A. Ferrán.COMBATE N» 106 de 20 de Abril de 1978. '

la caricatura fácil : «Recordando aquella época (Santiago,Ov ied o, M adr id), p ienso que el dogmat ismo esclerót icode un cierto marxismo inquisitorial , más propio de catecúmenos que de f i lósofos, dominaba en muchos de losparticipantes. . . marxistas y posit ivistas lógicos iban de lamano, relegando al ter reno de lo secundar io , de lo i r re-lev ant é, de: lo «li terario» c ualquier afirmación de ruptu radionisíaca con lo existente. Cualquier transgresión de la

lógica dominante era vista como algo propio de empedernidos pequeño-burgueses. Al discurso de la s inrazónse le pretendía curar con las matemáticas y a los heterodoxos con la teología política stalinista-lukacsiana». Sinembargo, ahora, A. Ferrán t iene una preocupaciónopuesta: «Pues bien, mucho me temo que podemospasar del anatema cerril del stalinismo en filosofía, al stalinismo a la inversa. Si antes los críticos, los disidentes,los heterodoxos —fuer^ cual fuera su crítica— eran agentes de la reacción.. . ahora se tacha al propio marxismo deser él mismo el causante de la contrarrevolución. Ahorase confunde al propio marxismo con él Gulag. Se pretende, pues, hacer un cont inuo histór ico entre Marx y lainquisición burocrática de los países del Este, acallando,castrando, cualquier voz marxista, no stalinista o social-d e m ó c r a t a » .

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Seguidamente A. Ferrán, después de elogiar la po

en te las pon encias de E. Trías y X.R . D e Vento s. La

Por su parte Ignacio Aranaz, pública en el diarioIN (12), sendas entrevistas con Ru bert De

la revis ta PU N T O Y CO MA , publ ica ,El

de una renovación y la f irma A.M. AC , una

Finalmente, el diario EGIN (13), publica también

joven del Congreso,e tantas confusiones origina a algunos comentaristas.

«Encu esta a cuatro jóvenes filósofos» por Ignacio Aranaz. Diario EGIN d el 5. 6, 7 y 8 de

«El Congr eso va hacia cauces no marxistas». Entrevista a Martin Santos. EGI N del 1-4-78

Mas riguroso hubiese sido decir que la filosofía académica y la filosofía munda na son los

masiada importancia. Hace 16 años a alguien se le ocurrió que había que hacer otra filosofía que no fuera laacadémica y pensó en un nombre que no asustara y queengendrara un cierto sentimiento paternalista. Ahora notendría sentido cambiarlo; no apunta a la juventud denadie sino a un Congreso que mantiene una cierta trayectoria en la filosofía española». Menos correcta es surespuesta a la pregunta ¿Qué peculiaridades ha tenido

este año el Congreso?: «Si pienso en los dos anteriores,veo que eran mucho más marxista que hoy. El marxismodaba un grupo mayori ta r io y mejor preparado. El añopasado se notaron ya otras corrientes. Hoy el marxismoya no es el marco del Congreso, hay una sociología nomarxista, hay continuas referencias a Foucault, el Congreso va hacia cauces no marxistas». Curiosa respuesta,ya que , como miembro de l Comité organizador , e l profesor Martín Santos es el principal responsable de queeste año hayan predominado esas corrientes. En estesentido, nuestra participación ininterrumpida en seis Congreso s consecut ivos —tres más que la de Mart ín Sa nt os -nos lleva a la convicción de que éstos no reflejan conexactitud las corrientes reales existentes en el campo filosófico. Más bien cabe afirmar que el predominio deuna: corr ien te , en de terminado Congreso, es producto deuna rara combinación de azar y planificación. El azarinterviene según las ofertas de ponencias y seminarios,que más o menos fortuitamente se reciben, y en las posible s jnc om pa rec en cia s —debidas a mú ltiples causas—que hacen variar sensiblemente lo programado inicial-mente. La planificación depende de una actitud selectivay de l iberada que eventualmente pueda adoptar e l Comité organizador o en la presión que, en la fase preparator ia , pueda e jercer coordinadamente un grupo de congresistas habituales. Sin embargo, generalmente, la posiciónque caracteriza a los organizadores es pluralista y tenden

te a que todas las tendencias filosóficas actuales esténequi l ibradamente representadas en e l Congreso.

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CRITICA DE LIBROS

EPIFA N ÍA Y ON TOLO GIAD E DESCARTES

ALBERTO HIDALGOO v i e d o

I enterarse del arresto de Galileo por parre de la Inquisición romana en abril de1634, Descartes escribe alarmado al «inevitable» padre Mersenne para que retire

de las prensas su tratado Le Monde. Seexpresa ya con la misma ambigüedad eironía que tan acertadamente ha sabido

s Meditaciones Metafísicas con objecciones y respuestas (1).

ciertas y evidentes, no de

«benebene latuit» como justificación a su estrategia de

«quamvis hypothetice a se illam proponi simularet»,

«te nd ré qu e usar mi ingenio» . N o me cabe la

Medita-sobre tan vidriosos temas metafísicos como Dios y

De ahí que resulte obligado admirar la paciente y

Respuestas de Descar

Meditaciúnes Metafflicas con objeciones y respuestas. Introducción, traducción

Por otra parte, he querido abundar en esta imagende «filósofo enmascarado», propiciada por Máxime Le-

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roy, al objeto de destacar el giro que Vidal Peña imprime a esta ya desleída interpretación «psicologista» en elprólogo a su noiagnífica versión. V. Peña, en efecto, ejercita una cierta Aufgehoben dialéctica de esta semblanza «ala vez afilada y fugitiva», no plegándose a un esquema decontraposición mecánica que hace ingenuamente de un«Descartes bienpensante» la antitesis del «enmascarado»(como si eso barriera algún enigma), sino disolviendo elcontenido mismo del «enigma», e l yo psicológico, con elabrasivo crítico de la filosofía. En las Meditaciones, comoen otros escritos coloquiales de Descartes, la anécdotaperso nal c ede imp erceptib leme nte su pues to a la argu

mentación. Es, por eso, un mérito de V. Peña enmarcarprontamente la «interioridad» del padre de la filosofía«moderna», su «verdadero yo», en el contexto de su filosofía. Y lo que esa filosofía nos revela es que el «yo»en particular se desvanece en el proceso de establecerverdades objetivas de carácter general. Parece lícito entonces concluir que «si Descartes ha creído lo que ha escrito, el misterio del 'hombre Descartes ' dejaría de serun tema cartesiano importante» (18).

Consumado este engarce, se enfrenta V. Peña ventajosamente con la tarea de ofrecer una interpretación delCogito que por «trascendental» peca de atrevida, pero

está exenta de aburrimiento. En realidad, asistimos a lagozosa epifanía ontológica de un Descartes liberado de latediosa carga de su «subjetividad» que, a ÍMét áe filósofotrascendental, se apresta a asumir las tareas de «conciencia universal» o, incluso, de «Espíritu Absoluto» hegelia-n o . D e e s te m odo lo que enmascara Descartes y V. P eñanos descubre, no es la simple aventura corporal de ungenti lhombre , s ino e l sentido trascendental de su filosofía. El «argumento ontológico» implicado en la cuestiónde l círculo cartesiano, la interpretación laica del Dios delos filósofos en términos de «verdades matemáticas», elracionalismo que preside la evidencia de identidades yprop orcio nes como fundamento de la propia «deducción-

intuición» matemática, van desgranando las cuentas deuna letanía confirmatoria que humillaría sin remedio a laseñora Geneviéve Rodis-Lewis. Sin embargo, un ruborhiper crítico impid e a V. Peña extremar las conclusiones.

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Cada cuenta desgranada en pro de la interpretación«trascendenta l» del Cogito ha sido acrisolada por unacortés polémica, apuntalada con una cita oportuna, aquilatada por mil reticencias y titubeos y, finalmente, expedida con un fardo de condicionales. Esta «exquisita prudencia» (¿cartesiana?), que le preserva de errores y devora en alusiones cualquier falta de omisión, no le permite natura lmente desdeñar la cuest ión del voluntarismocartesiano. Pero, al integrarla con derecho propio en elcuadro de su interpretación, el vuelo del razonamientotrascendental se desmaya mucho antes de llegar a Hegel;en Kant o tal vez, más exactamente, en Espinosa. La con

clusión final, si clara, no parece tan «personal», ni tan«atrevida»: «Descar tes ha t ra tado de probar - t rascen-dentalmente— que nuestra conciencia racional está justificada» (58). Pero «su racionalismo halla conscientemente un techo en la voluntad de Dios, que al propio tiempo lo limita y lo confirma. Lo limita, porque Dios no meha hecho perfec to y , por tan to , no puedo conocer todo;lo confirma porque, si bien Dios no ha querido que loconozca todo, sí ha querido que lo que conozco lo conozca bien» (39).

N o d ebe m os, sin emba rgo, dejarnos engañar po r laspalabras. Si en verdad se ha producido ya en Descartes

la «inversión teológica» de que hablara Gustavo Buenoen su día (2), el Cogito pasaría a ocupar la posición deD i o s . Entiendo que Vidal Peña haya «dicho claramente»que este movimiento conduce a la conciencia filosófica aun inexcusable supuesto crítico idealista. Pero no ent iendo por qué ese idealismo no puede quedar desbordado,cuando se continua la «inversión» hasta el final sin incurrir por ello en «realismo ingenuo». Para seguir utilizando términos rancios, hasta que la omnipotencia limitativade Dios se encarne en las realidades objetivas de la materialidad, de cuyo tejido brota el propio Ego trascenden-tal. Pero esto es ya nuestra «fábula», que en nada afectaa la de Descartes, a la postre tan convincentemente con

tada por Vidal Peña.

(2) Ensayo sobre las categorías de la economüt política, Ed. La gaya ciencia, Ba rcelona, 1972.

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El profesor Abellán dedica la primera y fundamentalparte de la obra que reseñamos a una visión sintética delo que califica de «Panorama de la Filosofía españolaactual (1939-1975)». Para lograr esa síntesis, Abellánelude, acertadamente, plantearse los «ineludibles problemas» de «qué es filosofía», de la existencia o inexistencia de una «filosofía española» que puede denominarseespecíf icamente ta l , y de que pueda entenderse por e l

té rmino «actua l». Considerando e l reducido volumen desu trabajo prefiere lógicamente partir de unas afirmaciones dogmáticas de las que se sirve muy operativam en te para delimitar su campo tem ático. Así parte d elaño 1939 en que parece claro que «El hecho básico deaquél momento, es que durante los t res años de guerra(de 1936 al 39) se produjo la inmensa sangría de laem igra ción , qu e afectaba de m od o radical̂ a la filosofía,has ta e l punto de producirse prác t icamente un des ier toen el campo filosófico». En la exposición del profesorAbe llán jresu lta también deb idam ente clarificado que esedes ierto no pu do ser fecundad o po r el «escolasticismo»de los que fueron, bajo el franquismo, ocupando las

cátedras vacantes: los Eulogio Palacios, Sánchez deMuniain, Calvo Serer, Millán Puelles, González Alvarez,Alcorta, BofíU, Todolí, Muñoz Alonso, Carreras Artua,etc. que —según Abellán— «son representantes de diversas tend enc ias tom istas, suaristas,- agustinistas, qu edie ron —y qu e dan— un aire de profun do mediavalismoa nue stros «claustros». ¡Y 'nunc a me jor em pleada estapalabra de resonancias conventuales!». Constituye sinduda una buena caracterización de la por algunos denominada «Escuela de Astorga».

Menos peyorativa es la valoración de otras tendencias intelectuales que, no obstante su origen falangista,

mostraron luego un talante liberal. Especialmente de laagrupada en torno a la revista Escorial, dirigida porDionisio Ridruejo, y con figuras tan significativas comolas de Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar, Luis Rosales,Luis Felipe Vivanco, etc. El profesor Abellán consideraigua lme nte qu e ese grup o —al qu e sitúa en el «falangism o liberal»— se ampliarár des pu és para constitu ir unmovimiento de esplritualismo cristiano de inspiraciónor teguiana en cabezado por Xab ier Zubir i y en e l queentra rán figuras com o Julián M arías, Jos é Luis Arang ureny J . R of Carbal lo.

Es de lamentar que, en esta apretada síntesis, elprofesor Abel lán reduzca a un desproporc ionado mínimo

espacio el análisis del movimiento estudiantil de 1956que convulsionó la institución universitaria, aunque reconozca que en él tuvo su origen la revista Theoria q uebajo la dirección de C arlos París ^ Miguel SánchezMazas constituyó el primer movimiento serio de filosofíade la ciencia qu e se pro du jo en la postguerra. Entran doen la consideración de las actividades más típicasdel movimiento de 1956 e l profesor Abel lán es t ima quela primera que debe subrayarse es una preocupación yuna atracción desusada por las ciencias sociales y a laq u e , seg ún él, no es ajena la labo r realizada, a par tir de1948 , por l a Revista del Instituto de Estudios Políticos yaqu e hasta 195 6, junto con Javier Con de trabajaba Juan

José Linz y en la revista escribían E. Gómez Arboleya yE. Tierno Galván. Sin embargo, más discutible resulta suafirmación de q ue « De estos tres nom bres saldrá la pléyade de sociólogos q ue hoy trabajan en 'España conplena dedicac ión, desde Amando de Miguel has ta e l

grupo que constituyó la experiencia C.E.I.S.A. De estegrupo han salido especialistas hoy pertenecientes adistintos campos de las ciencias sociales...» y cita a Castilla del Pino, Elias Díaz, García San Miguel, SalvadorGiner , Ramón Tamames, Car los Moya, Mart ínez Cuadrado, Eloy Terrón, Vidal Beneyto, e tc . De hecho en e lpro feso r Ab ellán se da u na tendencia excesiva a trazarconexiones entre los dis t intos grupos de pensadores

teniendo sólo en cuenta la perspectiva del desarrolloinmanente de sus ideas o de los cauces, más o menosinstitucionalizados, que discurren a través de centros deinvestigación. Boletines informativos, revistas, etc.

En ese sentido constituye una desmesurada reducción —quizás explicable por razones del casi inevitableesqu em atism o a que le obliga su esfuerzo de s ínte s is -con side rar qu e «una gran corriente de intelectuales (que)se sintieron atraídos por el marxismo o por tendenciasmuy próximas al mismo (es decir, para Abellán los quehan sido calificados de «dialécticos», grupo en el quelato sensu cabrían todos los que no son analíticos»)

encontrar ían su órgano de expres ión en e l Boletín Infor-mativo del Seminario de Derech o Político de la Universidadde Salamanca, dirigido por Tierno Galván uno de losrepresentantes más eminentes de es ta tendencia». Ytodavía más que , seguidamente señale ; «Poster iormente ,a raiz de la expulsión universitaria del profesor Tierno,aquella revista fue sustituida por otro Boletín de CienciaPolítica; éste de la cátedra de Carlos Ollero, en Madrid.»Aunque, acer tadamente , lo mat ice después agregando:«Hoy podemos decir , quizá por pr imera vez , que e lgr up o a dqu iere una difus ión más ampha e independ ienteen la revista SISTEMA, cuyo primer número apareció enen ero de 1973.» Es indudable que aún va lorando como

corresponde en justicia, la gran labor realizada en esesent ido por la revis ta Sistema ésta no pudo aglutinar elconjunto de los «dialécticos» que, según el propio Abellán estarían constituidos por.. . «los que de algún modosiguen las orientaciones de Manuel Sacristán, Castilla delPino, El ias Díaz , Gustavo Bueno, dentro de España; o deF. Fernández Santos, Manuel Ballestero e Ignacio Sotelo,si hablamos de los que viven fuera».

Nos parece buena -dentro de los l ímites ya señalados de su esfuerzo de síntesis— la matizada caracterización que realiza de los «analíticos» como opuestos alos «dialécticos»: «Se engloba dentro de esta generalísim a deno min ació n de «analíticos» a tod os los qu e de

algún modo se sienten atraídos por el neopositivismo dela filosofía anglosajona. Dentro de ellos habría, sinembargo, que dis t inguir a l menos muy c laramenteaqu ellos qu e —y son mayoría— se preocup an de unmodo fundamental por las cuestiones de lenguaje (yasean lenguajes científicos, axiomatizados, etc., o los problemas y la lógica del lenguaje ordinario) o los quet ienen una predominante preocupación por los temas dela filosofía de la ciencia.» Y cita a Javier M ugu erza, Jo séH ie rro , Jesús M oster ín, Manuel Garr ido, V. Sánchez deZavala, Francisco Gracia, Carlos París, M. SánchezMazas, Miguel Boyer, Pedro Schwartz y las revistasTheoria y "Teorema, así com o la labor de p ion ero desem

peñada por Tierno Galván. En es te sent ido consideramostambién muy per t inente su observación de que «paraev itar cua lqu ier simplificación en la inter preta ción deesta división entre «analíticos» y «dialécticos», que pornecesidades didácticas hemos establecido,» conviene

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nol íticos sin grietas. Entre el grup o d e O viedo , cenn tor no a Gustavo Buen o, el equipo «Com uni

Es también ilustrativa su mención a los historiadores

Cuadernos Salmantinos de Filosofía.mp oc o om ite a los fenomenólogos Ru ber t Candan,

Esta primera parte tiene un II capítulo destinado a

Sorprende —hasta el punto de constituir una

Diccionario de filosofía contemporánea (Salamanca,

un trabajo específico, qu e de mo me nto parece difícil

"Kiste

es tudio que conozco es e l de Pedro Ribas , El Congreso deFilósofos Jóvenes, Z O N A A B I E R T A , n° 3, 1975; páginas219-222». (2) Causa todavía mayor perplejidad este desconocimiento s i cons ideramos que:

I.—El profesor Abellán asistió personalmente a la XConvivencia (de la que fué ponente) celebrada en Santiago de Composte la (1973) y a l X/ Congreso realizado en

Madr id . (1974) .

2.-Los profesores F. Ferrer y R. Beneyto publ icaron sobre el tema un trabajo en la revista Teorema de lacual debe presuponerse que el profesor Abellán esasiduo lector. (3)

3. —Por nuestra parte publicamos en la revista Siste-ma la reseña de los Congresos XIII y XIV (4) ¡Y elprofesor Abel lán es miembro de l Conse jo Edi tor ia l ycolaborador habitual de esta importante revista!

(2) José Luis Abellán, Panorama de la Filosofía Española Actual. Espasa Calpe^ S.A. Pag. 97.

(3) F. Ferrer y R. Beneyto , Las VIH Convivencias de Filósofos Jóvenes. TEOR EM A N" 2 , Ju n io1 9 7 1 .

(4) José María Laso Pr ieto , "El XIU Congreso Nacional de Filósofos Jóvenes», SISTEMA, núm. 14julio 1976, págs. 131 y sigs. e ídem, "El XIV Congreso de Filósofos Jóvenes", núm. 20, septiembre de 1977. Págs. 97 y sig . de SISTEMA.

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4.—Numerosos comentaristas coinciden en considerar que los Congresos de los Filósofos Jóvenes constituyen anualmente uno de los más importantes acontecimientos filosóficos acacecidos en España. ¡Cuando no elún ico !

5.— Aunque e l «Panorama» pretende abarcar e lperíodo 1939-75, en él figuran sin embargo datosposteriores y el libro ha sido publicado en Febrero de1 9 7 8 . En ese sentido sólo le es excusable no haberhecho referencia a la reseña publicada en el n° 1 deEL BASILISCO (5), que coincide con su fecha de aparición. Sólo una peculiar amnesia filosófica, hacia lossectores más renovadores de la filosofía española permiten comprender que José Luis Abellán siga calificandoa estas reuniones de «Convivencias» cuando desde el XICongreso (1974) pasaron a denominarse, más propiam e n t e . Congresos y a que afirme su celebración «durantelos últimos veinte años» cuando el que acaba de tenerlugar en Burgos (Marzo, 1978) ha sido el XV.

Tampoco resul ta coherente que tras tanto lamentarla inexistencia de una Historia de la filosofía española—que refleje adecuadamente los resultados de la actividad filosófica desarrollada en el país— el profesorAbellán no se detenga mínimamente en el análisisy valoración del Diccionario de Filosofía contemporánea quecon tanta eficacia ha dirigido el profesor Quintanilla.Para quien le haya prestado un mínimo de atención, esteDiccionario filosófico, a pesar de sus limitaciones, constituye una importante aportación de las nuevas promociones filosóficas que se han movido en torno a losCongresos de filósofos jóvenes. Resulta paradójico que,en una revista no especializada como TRIUNFO, elprofesor Carlos París dedicase al Diccionario mucho más

espacio, y una mejor valoración, que la que Abellán ledestina en una obra específicamente destinada a estatarea. Tampoco cabe justificarse en ese sentido alegandoel redu cid o vo lumen de la obra de Abellán, ya que consu Pensamiento español 1939-1973 (6) el profesor EliasDíaz ha demostrado bien que se puede compaginar debidamente un esfuerzo de síntesis con la necesaria rigurosidad. Es de esperar que el profesor Abellán colmaráestas inadmisibles lagunas en su próxima Historia críticadel pensamiento español (en cuatro volúmenes) que élmismo califica de «larga» y en la que, al parecer, llevatrabajando varios años.

La segunda parte de la obra que reseñamos estádedicada a unas «Notas sobre el exilio filosófico de1939» en el que ha refundido el capítulo que figuraba alfrente de su libro: «Filosofía española en América 1936-l§6jS» (Madfídi. 1967). En ellas, además de proporcionaruipf: idea general sobre el exilio intelectual antifranquista,se refiere con más amplitud al estrictamente- filosófico:José Gaos, Recasens Siches , María Zambrano, GallegosRocafull, Alvarez Pastor, Serra Hunter, Joaquín Xirau,R o uf i^ Parel la, Eduardo NicoU, Doming o Casanovas,Eugenio Imaz, Juan David García Bacca, Medina Echevarr ía .-Eeira ter Mora, e tc . , con ju ic ios muy ponderadosqué lamentamos no poder valorar debidamente por l imi

taciones de espacio. Únicamente hacemos la excepción

(5) José María Laso Pr ieto , «Notas inéditas sobre el Congreso de Barcelona». «EL BASILISCO», núm. 1 . Págs. 100 y sig .

(6) Elias Díaz, Pensamiento español 1939-1973. Edicusa. Madrid 1974.

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de recoger ^por que contrasta abier tamente con lasmalévolas imputaciones de Jorge Sem prún - l a fuertevaloración que el profesor Abellán hace de la obra deW enc esla o Roces ,al señalar: «Es imposible dejar demencionar, en este repaso de las traducciones más.importantes del Fondo (de Cultura Económica), la laborinfatigable de Wenceslao Roces, que, además de lasLecciones sobre la historia de la filosofía (1953), la Fenomenología del Espíritu (1966), ambas de Hegel, y numerosasotras obras, ha realizado la enorme empresa de traducir

los cuatro tomos de El problema del conocimiento en lafilosofía y en la ciencia moderna, de Cassirer. Con todo, loque le ha hecho más famoso a Roces ha sido su magnífica traducción de El Capital de Marx (1946)»

Completa la obra una tercera parte titulada «Filosofía y Sociedad». En ella, además de reproducir una conferencia que con el título de «Filosofía española y sociedad» pronunció el profesor Abellán en el Instituto «LuisVives» de filosofía, se proporciona una excelente síntesisde la «Polémica sobre la enseñanza de la filosofía en losestudios superiores». Sin duda una de las mejores, entrelas varias realizadas, acerca de esta ya clásica controversia

filosófica qu e en su día mvo lugar entr e los profes oresBueno y Sacristán. Polémica que, por otra parte, a pesardel tiempo transcurrido, no ha perdido actualidad, comoasí pudo comprobarse en el XV Congreso de Filósofos.Jóvenes celebrado el pasado año en Barcelona.

Es de lamentar, por el contrario, que el profesorAbellán no se haya detenido en analizar la actividad de laSociedad Española de Filosofía o de las que, eyentualmen-te , pu eda n existir, con carácter regional 'o local, a sem ejanza de nuestra Sociedad Asturiana de Filosofía.

No queremos omit ir la mención del lúcido prólogo

del historiador exiliado —durante largos años— D. Vicente Lloréns. Constituye una magnífica introducción altema ya que lo inserta debidamente en el contextogeneral del desarrollo de la cultura española y de lasangría que para ésta supuso tanto la represión inquisitorial como las emigraciones políticas. Sólo nos restarecomendar la lec tura de és ta -no obstante sus lagunas-interesante obra del profesor Abellán. Con nuestra crítica no hemos pretendido otra cosa que ser coherentescon la misión trituradora -en el sentido dialéctico deltérmino— que El Basilisco ha asumido desde su presentación. Ahora bien, el trabajo del profesor Abellán hasoportado la prueba en grado suficiente para servir a lafinalidad a qu e, sin duda , su aut or le había destin ado. Esposible que no aporte mucho a los profesionales de lafilosofía, pe ro pu ed e ser de gran utilidad para qu e unpúblico culto tome contacto con el panorama acmal de lafilosofía española.

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excepción hecha de las Cuestiones abiertas, añadidas alfinal d el Libro 111°, qu e en verda d, incu rren e n flagranteespeculación, «fingen hipótesis» y se aleja de la sobriedad observacional y del rigor matemático, que caracterizaba los Principia e incluso los dos primeros libros ópticos. Ahora bien, aún siendo exacto que Newton retrasala publicación de la Óptica para eludir controversia conHooke, ¿hay alguna posibilidad de mostrar dependencias

reales entre los contenidos materiales (observacionales yteóricos) de la obra y esta circunstancia psicológica? ¿Habría alterado la hipotética disputa la corrección de lasapreciac iones de Newton sobre los co lores , pongamospor caso?. Ni Manuel, ni mucho menos Solís —admirador distante— se dejarían «coger» por tan burda objec-ción. Sin embargo, arrumbada la barrera positivista entre«contextos de justificación» y «contextos de descubrimiento», parece lícito fundirlos, al objeto de medir la capacidad absorbente del «enfoque psicológico». Solismismo se encarga de proyectar sus «focos» en otradirección inmedia tamente . Con Bernard Cohén subrayaen el parágrafo segundo de su prólogo el carácter «objet ivamente incompleto de la Óptica en fuerte contrastecon los Principia, y recuerda que la comunicación deNewton «deja a los demás la tarea de realizar ulterioresinvestigaciones sobre lo que resta». Pero el hech o deque el parágrafo cuarto consista en im análisis dialógico—gnoseológicamente relevante, sin duda— de la controversia entre Isaac y Robert, en la que entre 1672 y 1676intervienen también Pardies, Huygens, Lucas y Linus,parece indicar que las relaciones (intelectuales) entreCarlo s y "Frank son má s intensas q ue las de un sim ple«coqueteo terminológico».

Más s\istantiva me parece la deuda con Kuhn. «A lavista» consta la estancia de Carlos Solife en Princeton, laintrod ucci ón «N ewto n's Optical Paper» a la compilaciónde Cohén, las ideas diseminadas en los capítulos nueve ydiez de La estructura de las revoluciones científicas, la distinción, en fin, entre «ciencias clásicas» y «ciencias baco-nianas». Sin embargo, elude escrupulosamente la utilización del término «paradigma» y se dosifica consobriedad el de «revolución científica», ambos tan característicos de la metodología kuhniana, digamos ingenua.Pese a ello creo que la estrategia de la introducción estáconfecc ionada conforme a pautas kuhnianas. Porq ueSolis no t ra ta tan to , aunque pueda parecer lo , de poneren en t red icho e l «hypothesis non fingo», a la manera de

Cohén cuando examina nueve significados diferentes deltérmino «hipótesis», cuanto de reinterpretar el significado de «teoría» en este contexto, en la medida en queofrece un índice de una «mutación de paradigmas».Q uie re l levarnos a l convencimiento de que New ton es táejecutando ya en sus primeros escritos sobre óptica (porencima de sus elipsis y de sus reservas mentales) un cam-bio tal de perspectiva respecto a las «hipótesis mecani-

cistas» de los cartesianos que forzosamente ha de conducir al mutuo desconcierto de los disputantes. La controversia se prod uce y repro duce sin zanjarse, porq ue enella se ventila un problema de «comunicación» (de «inconmensurabi l idad», d ir ía Feyerabend) en tre dos marcosconceptuales, diferentes. Solis parece vislumbrar, no obsta nt e, algo más : «Se argu me nta —nota lúcidamente—desde posiciones epistemológicas diversas, mientras sedisputa acerca de un problema científico, con lo que ladiscrepancia es especialmente escurridiza» (44). Lástimaq u e , tras advertir ese carácter «escurridizo», se limite ainformarnos de que «teoría» se opone a «h¡pó|es¡s» enla te rmi nolo gía newtoniana, del mism o m odo que lamatematización de las ciencias clásicas como produ cto "deun «ascenso inductivo» se opon e a mera «actividadbaconiana» en la jerga de Kuhn. Porque esa constataciónde la existencia de «patrones distintos de valoración»(48) no explica por completo por qué Newton se atrinchera, como bien observa Solis, «en los argumentoscientíficos, donde se siente absolutamente seguro y tienela certeza de ganar» (44) ¿Qué le puede otorgar esa segu rid ad , sin o el prop io « camp o material» de Ja cienciaen cuestión?. Lo que está en juego son los términos materiales de la óptica, las relaciones que permiten y las opera-ciones ejecutables y no sólo las normas o «reglas de aceptación» de una teoría o de validación de un experimentumcrucis. La cuestión no es sólo pragmática, sino también

sintáctica y semántica. Carlos Solis, así pues, pone eldedo en la llaga, pero se deja desviar por una «autoridad» ajena. En buena lógica, no pueden imputársele entonces las estrecheces que el prisma de Kuhn impone sobre la Óptica de Newton. Máxime cuando en muchas notas sus análisis «internos» "van mucho más allá en la dirección, de aquí apunto, de lo que la «introducción»permite conjeturar. De ahí que, una vez saldadas lasdeudas ¿por qué no romper con los acreedores? .

Una última observación bibliográfica. Me pareceque los grandes ausentes en la selección de Solís se

alinean entre los cultivadores de la «sociología de laciencia». El hecho resulta sorprendente, si se repara enqu e K uh n pert ene ce, aunque sólo sea marginalm ente, al *mismo «colegio invisible». Cierto que la obra de BorisHessen (3), por ejemplo, no arroja luz sobre los logrosexplicativos de los Principia de Newton. Pero p iensoque la tecnología del siglo XVII y la economía industrialtienen tanto derecho a figurar entre los factores determinantes de la obra de Newton como su tor tuosa personalidad . N o ig noro que Me rton y los suyos valoran negativamente la proclividad de Kuhn hacia el análisis «inter-nalista», ni que, recíprocamente, los metodólogos kuh-nia no s tildan de «superficiales» y «groseros» a los sociólogos puros. Quizá por eso no estaría de más preguntar

por los motivos de fondo. ¿No se deberá a que «similiasimilia repellunt»?.

(3) B. Hessen: The Social and Economic Rooís of Neu'ton's «Principia». Editado por Robert S.Cohén , Howard Fes t i g , 1971 (1=* edición, 1931).

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