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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 66 (2007), 141-164 El acercamiento teológico de Hans Urs Von Balthasar a la doctrina espiritual de Isabel de la Trinidad. La índole trinitaria de la vida y misión cristianas SANTIAGO GARCÍA ACUÑA Facultad de Teología «San Dámaso» (Madrid) «Quienes más aman a Dios son los que más saben de él y, por tanto, es preciso prestar- les atención» H. U. VON BALTHASAR, Sólo el amor es digno de fe Siguiendo la estela de la teología de la misión de Adrienne von Speyr (1902-1967), Hans Urs von Balthasar publica en 1950 un extenso trabajo centrado en la figura y misión de Teresa de Lisieux (1873-1897) 1 . Dos años después (1952) ve la luz una pequeña obra, Elisabeth von Dijon und ihre geistliche Sendung 2 , en la que Bal- thasar pretende, como el mismo título del libro indica, mostrar la 1 H. U. VON BALTHASAR, Therese von Lisieux, Geschichte einer Sendung, Hegner-Bücherei y Summa-Verlag (Olten, 1950). Versión española: Teresa de Lisieux. Historia de una misión, Herder (Barcelona, 1957). 2 BALTHASAR, Elisabeth von Dijon und ihre geistliche Sendung, Jakob Heg- ner (Köln-Olten, 1952). En este trabajo seguiremos la versión francesa de esta obra, que fue revisada y corregida por el propio autor, y en la que éste introdujo ciertos matices respecto del original alemán: ID., Élisabeth de la Trinité et sa mission spirituelle, Seuil (París, 1960).

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 66 (2007), 141-164

El acercamiento teológico de Hans UrsVon Balthasar a la doctrina espiritualde Isabel de la Trinidad. La índoletrinitaria de la vida y misión cristianas

SANTIAGO GARCÍA ACUÑA

Facultad de Teología «San Dámaso»(Madrid)

«Quienes más aman a Dios son los que mássaben de él y, por tanto, es preciso prestar-les atención»

H. U. VON BALTHASAR,Sólo el amor es digno de fe

Siguiendo la estela de la teología de la misión de Adrienne vonSpeyr (1902-1967), Hans Urs von Balthasar publica en 1950 unextenso trabajo centrado en la figura y misión de Teresa de Lisieux(1873-1897) 1. Dos años después (1952) ve la luz una pequeña obra,Elisabeth von Dijon und ihre geistliche Sendung 2, en la que Bal-thasar pretende, como el mismo título del libro indica, mostrar la

1 H. U. VON BALTHASAR, Therese von Lisieux, Geschichte einer Sendung,Hegner-Bücherei y Summa-Verlag (Olten, 1950). Versión española: Teresa deLisieux. Historia de una misión, Herder (Barcelona, 1957).

2 BALTHASAR, Elisabeth von Dijon und ihre geistliche Sendung, Jakob Heg-ner (Köln-Olten, 1952). En este trabajo seguiremos la versión francesa de estaobra, que fue revisada y corregida por el propio autor, y en la que éste introdujociertos matices respecto del original alemán: ID., Élisabeth de la Trinité et samission spirituelle, Seuil (París, 1960).

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misión espiritual de Isabel de la Trinidad (1880-1906). Según Bal-thasar, a diferencia de lo que sucede en los textos de la pequeñaTeresa, cuya teología de la misión se descubre con dificultad alestar plegados sus escritos hacia la reflexión sobre sí misma y sobresu propia vida, en Isabel el paso de la biografía a la objetividadteológica de su misión espiritual es mucho más sencilla. Diferentesen la forma de comunicar la propia misión, la una más personal yla otra más separada de sí, sin embargo, Teresa e Isabel, desde laperspectiva del contenido de sus misiones, son dos figuras que, enla mirada de Balthasar, se integran polarmente, pues la esperanzateresiana en la salvación de todos los hombres 3 y la concepciónisabelina de la «predestinación» fluyen, a la vez que son expresión,de un profundo hermanamiento espiritual y teológico. Para subrayareste hecho, Balthasar quiso editar juntos sus estudios sobre las dossantas carmelitas bajo el título Schwestern im Geist. Therese vonLisieux und Elisabeth von Dijon (1970) 4.

En su acercamiento a la figura de Isabel de la Trinidad, Baltha-sar deja a un lado los datos biográficos de la santa para concentrartoda su atención sólo donde él considera que se encuentra el núcleode la misión sobrenatural con que Isabel fue agraciada por Diosdentro de su vocación carmelitana en favor de la Iglesia y para lahumanidad. Este centro no es otro que el contenido doctrinal de lospensamientos espirituales de Isabel de la Trinidad. «Predestinación»,«infinitud», «adoración», «alabanza» y «servicio» constituyen, se-gún la mirada teológica de Balthasar sobre los escritos de Isabel 5,los cinco grandes núcleos temáticos relativos a la revelación cristia-na, que, a partir de su vida totalmente entregada a la contemplacióny adoración de Dios en el misterio de Jesucristo, objetivado en la

3 Cf. BALTHASAR, «¿Qué podemos esperar?», en Tratado sobre el infierno.Compendio, Edicep (Valencia, 1999), 78-72; ID., Schwestern im Geist. Theresevon Lisieux und Elisabeth von Dijon, Johannes (Einsiedeln, 1970) 316-320.

4 Cf. BALTHASAR, Unser Auftrag. Bericht und Entwurf. Einführung in dievon Adrienne von Speyr gegründete Johannesgemeinschaft, Johannes (Einsie-deln, 1984).

5 Los textos de los escritos de Isabel de la Trinidad serán citados según laversión castellana de la edición crítica de sus obras completas preparada porConrad de Meester, O.C.D.: ISABEL DE LA TRINIDAD, Obras Completas, Espiri-tualidad (Madrid, 1986).

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Palabra de la Sagrada Escritura, le fue concedido profundizar yclarificar por la luz, la fuerza y la vitalidad del Espíritu Santo, enorden a trasmitir a la humanidad tanto el amor extremo y concretoque Dios-Trinidad tiene hacia cada persona en su singularidad pro-pia como la vida divina en la que todo hombre es llamado a vivirpor gracia de la Santísima Trinidad.

1. LA VIDA CRISTIANA: VIVIR EN LA TRINIDAD

Isabel, viviendo su entrega a Dios en el Carmelo de Dijon, hapuesto de relieve en sus escritos espirituales la misión cristiana, co-mún a todos los bautizados, en la hondura de su origen, en la riquezade su contenido, en la universalidad de su alcance y en la grandeza desu altura. Todo cristiano, aunque de acuerdo, ciertamente, con la cir-cunstancias existenciales de cada uno, ya dentro de una vida activaen el mundo, ya en el espacio de una vida entregada a la contempla-ción, ya en el estado de consagración religiosa, sacerdotal o laical,tiene como misión ser «alabanza de gloria de la Santísima Trinidad».Pero la misión tiene su arché, su principio fontal y vivificante, en eldon. La tarea cristiana, lo que los bautizados deben vivir, tiene suorigen permanente en la sobreabundancia de gracia que librementeles es otorgada por la Trinidad. Con mayor precisión, la misma dona-ción divina contiene la misión y se convierte, en cuanto acogida porel hombre al que interpela, en misión para éste. Todo imperativo cris-tiano, en este caso la tarea misionera, nace de un indicativo: de losbienes espirituales con que la Trinidad colma al bautizado.

El «espíritu» contemplativo y adorante de Isabel, alimentándosede la enseñanza viva de san Pablo, sobre todo de su Carta a los Efe-sios (Ef 1, 4-6) y de la Carta a los Romanos (Rm 8, 29-30), comoseñala Balthasar 6, fija su mirada en el don primero de la Trinidadpara todos y cada uno de los hombres. Este don no es otro más queel designio eterno de la Trinidad, o sea, el misterio de la predesti-nación. La eterna y divina elección 7, en donde enraízan todas las

6 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 43.7 Para Isabel el misterio de la predestinación es el misterio de la elección

divina. Cf. ISABEL DE LA TRINIDAD, «El cielo en la fe», en Obras Completas, 110.

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gracias con las que la humanidad es históricamente enriquecida porDios, conforma a priori una estructura existencial para la vida hu-mana determinada por el ritmo formal de eflujo (egressus-exitus) yde reflujo (regressus-reditus) desde la Trinidad, con la Trinidad,hacia la Trinidad y en la Trinidad. «El creyente vive de la eleccióneterna, que, antes de haber puesto los fundamentos del mundo, es-tablece en Jesucristo su futura creación, su predestinación a la iden-tidad con la imagen del Hijo, su redención por la sangre de Cristoy su presencia delante de Dios en la pureza y en la santidad. Elcreyente vive a partir de esta elección y, a la vez, tendiendo a ella,en un ciclo que surge en la «eternidad-sin-comienzo» del Dios tri-nitario y refluye hacia ella, sin que su caminar por la temporalidadle haga salir de esta elección que funda todo» 8. Tanto la vida comola misión del cristiano encuentran su fundación y justificación dog-máticas en el misterio de la predestinación.

La predestinación es comprendida por Isabel desde la revelaciónen Jesucristo, más allá de toda reducción racionalista, como la con-descendencia originaria, eterna, libre y permanente de Dios Trini-dad hacia el hombre, en la que se basa toda providencia divina, osea, la entera oeconomia salutis. Según Balthasar, esta comprensióndel mysterium praedestinationis como «suma del evangelio» haceque Isabel asuma la realidad de la elección eterna como el «puntocentral», la «idea eje», el «calidoscopio», el «punto determinante»,«lo esencial», el «único pensamiento necesario» en torno al cualella estructura, elabora y hace girar toda su doctrina espiritual sobrela misión cristiana, confiriendo a ésta una coherencia sin fracturasy una solidez compacta.

El comienzo de la Carta a los Efesios, tan querido y meditadopor Isabel, expresa el contenido de la predestinación de todos y cadauno de los hombres desde su inicio premundano (protología) hasta suconsumación final (escatología), englobando el orden de la creación,el desorden del pecado y el orden de la redención, dentro del misterioeconómico-trinitario: «Antes de la constitución del mundo se produ-ce nuestra elección como hijos y esto “en Cristo” (por tanto en el Hijohecho hombre), “por medio de Jesucristo”, que es designado como

8 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 49-50.

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“el amado” por antonomasia. La elección “en Él” apunta a que sea-mos “santos e inmaculados en su presencia” (la de Dios Padre), loque sólo será posible si “encontramos en Él la salvación por su san-gre, el perdón de los pecados” [...]; este plan es descrito como plan de“amor”, de la “plenitud de toda bendición espiritual”, de la “gloriade la gracia”, pero no como algo ciego, sino de un amor que escondeen sí “toda sabiduría e inteligencia”: el amor libre como gracia esidéntico con el Logos que abraza el mundo y su historia. Este desig-nio, que primero permanece como misterio, tiende a producir, pormedio de la diligente actividad (oikonomia) de Cristo, la “plenitud delos tiempos”, en la cual “todo será recapitulado en Cristo como ca-beza”» 9. También en la Carta a los Romanos se expone el objeto dela predestinación del Padre respecto de los hombres: «reproducir laimagen» de su Hijo, para que Éste sea el «primogénito entre muchoshermanos»; entre el principio y el final de la predestinación están lahumanidad creada en el devenir del mundo y cada hombre singularen el tránsito de su historia, y es ahí, en el decurso del tiempo exis-tencial humano, donde irrumpe el kairos de Dios, que san Pablo des-cribe en sus grandes hitos: «A los que predestinó, a ésos también losllamó; y a los que llamó, a ésos también los justificó; a los que justi-ficó, a ésos también los glorificó» (Rm 8,30). Este proceso sólo en-cuentra su sentido entre el alfa y el omega que Dios encierra en laidentidad: la propia Trinidad es el «seno», la «salvación» y la «glo-ria» de todo hombre. El misterio de la predestinación es la voluntaddel Dios-Trinidad de comunicar «todo lo que Él es y todo lo que tie-ne». El don de Dios es Dios mismo 10.

La eterna elección del hombre, en Jesucristo, por parte de laTrinidad, para hacerle partícipe de su misma vida divina mediantesu conformación esencial con el Hijo, es decir, en cuanto hijos delPadre en el Hijo, constituye un designio que contiene en sí el lla-mamiento divino y la misión cristiana con que la Trinidad agraciaa los hombres. Pero se trata de un misterio que ha permanecido

9 BALTHASAR, Teodramática, 2: Las personas del drama. El hombre enDios, Encuentro (Madrid, 1992), 76. Cf. ISABEL DE LA TRINIDAD, «Últimos Ejer-cicios», en Obras Completas, 146-147.

10 Cf. ISABEL DE LA TRINIDAD, «El cielo en la fe», en Obras Completas, 116,119.

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escondido desde siglos y generaciones en Dios, y que sólo ha sidorevelado al hombre en Jesucristo, de tal modo que en Él la pre-destinación eterna se comunica efectivamente en cuanto llamada ymisión. Vocación y misión «en Jesucristo» son revelación de laelección desde toda la eternidad con la que Dios ha predestinado alhombre a vivir su propia vida trinitaria. Para el Hijo, el misterio dela predestinación eterna y su realización en los hombres constituyenla voluntad del Padre en relación a su misión y a su envío al mundo.Por eso, «el mismo Hijo en la tierra no quiso tener en sí al Padrede otro modo que haciendo constantemente su voluntad» 11. A esterespecto se pregunta Isabel: «¿Qué ha dicho [el Hijo al Padre] alentrar en el mundo? «Los holocaustos no te agradan ya; entonces hetomado un cuerpo. Heme aquí, oh Dios, para hacer tu voluntad»(Heb 10,5-7). Durante sus treinta y tres años esta voluntad fue de talmodo su pan de cada día que en el momento de entregar su almaen las manos de su Padre podía decirle: «Todo está consumado»(Jn 19,30). Sí, todos vuestros deseos, todos, han sido cumplidos. Poreso «Yo os he glorificado en la tierra» (Jn 17,4). En efecto, Je-sucristo, hablando a sus apóstoles del alimento que no conocían,les decía «que era hacer la voluntad del que le había enviado»(Jn 4,34). Por eso podía decir también: «Yo no estoy solo. El queme ha enviado está siempre conmigo, porque hago siempre lo quele agrada» (Jn 8,29) 12. El cumplimiento de la voluntad del Padre porparte de Jesucristo es la revelación y la realización históricas delmisterio de la predestinación. En la vida de Jesucristo la eleccióneterna se manifiesta como llamada y vocación.

Por y en Jesucristo, el misterio de la predestinación se convierteen interpelación personal que el hombre puede escuchar. La llamadaeterna llega al oído de cada hombre. Todo somos llamados por elHijo, pues todos pertenecemos al número de los electos, a aquellopara lo que fuimos elegidos antes de la creación del mundo: «llama-dos a recibir el sello de la Santa Trinidad» 13. «“Mira que estoy depie a la puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y me abre la puer-

11 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 139.12 ISABEL DE LA TRINIDAD, «El cielo en la fe», en Obras Completas, 112.

Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 139-140.13 ISABEL DE LA TRINIDAD, «El cielo en la fe», en Obras Completas, 110.

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ta, yo entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).¡Dichosos los oídos del alma suficientemente despierta, suficiente-mente recogida para escuchar esta palabra del Verbo de Dios!» 14.Jesucristo nos llama por nuestro propio nombre, como a María Mag-dalena en el Sepulcro, dándonos a conocer el amor que Dios tienepor nosotros (1 Jn 4,16), y con ello nos hace conscientes de nuestroser llamados desde la eternidad 15. La interpelación que Jesucristonos dirige es la llamada del amor eterno de Dios hacia nosotros.

El conocimiento del amor de Dios que Jesucristo nos otorgarequiere de nosotros que creamos en él: ¡Sólo el amor es digno defe! 16 Jesucristo nos llama a creer en el amor que Dios nos tiene y,por ende, a ser creyentes en Él. La posibilidad de conocer el amorde Dios y la capacidad para responderle con una fe integral se lasconcede al hombre el mismo amor revelado en Jesucristo. «Fe, es-peranza y caridad (fe en sentido integral) son experimentadas comolos dones vivos de Dios que comienzan en la eternidad, como algoque jamás nosotros podremos realizar por nosotros mismos, pero delos cuales Él nos hace entrega, tomándolos Él mismo del tesorode su gracia, a fin de que nosotros seamos capaces de responder anuestra vocación y a nuestra predestinación eternas» 17.

La respuesta a la vocación de Dios en Jesucristo con una fe ínte-gra, es decir, con una fe que todo lo espera y todo lo ama en relaciónal amor de Dios, es el fundamento de la vida cristiana en el hombre.«Fe, caridad y esperanza contienen en ellas mismas la verdad en tan-to que vida, con otras palabras, en tanto que realmente realizada ensu totalidad: el cumplimiento de lo divino y de lo eterno para noso-tros, el cumplimiento del sacrificio del Hijo en nosotros, y, al mismotiempo, nuestra asimilación a su imagen. El sacrificio no es un ele-mento secundario al lado de la fe, sino que constituye la realizaciónde la predestinación eterna en nosotros por la fe, gracias a la cual loeterno deviene presente en nosotros. Ello consiste en habitar en el

14 ISABEL DE LA TRINIDAD, «El cielo en la fe», en Obras Completas, 103.15 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 89.16 El amor como única realidad en base a la cual se puede tener fe, cons-

tituye la idea eje en torno a la cual BALTHASAR ha escrito su obra Sólo el amores digno de fe (1963).

17 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 52. Cf. ídem, 69.

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ciclo que comienza por la presciencia y que, por la glorificación,desemboca en su origen; para san Juan, en esto no solamente radicala actitud cristiana fundamental, sino también el signo temporal de lapredestinación: “Quien habita en Él no peca jamás. Quien peca no loha visto ni conocido jamás”» (1 Jn 3,6) 18.

Isabel comprende la vida cristiana como vida vivida en el ciclodel misterio de la predestinación, cuyos extremos, presciencia —elconocimiento eterno que Dios tiene de nuestras personas— y glori-ficación —nuestras personas en la gloria de Dios—, se identificande forma efectiva, quedando cerrado el círculo de nuestra eleccióndivina por el cumplimiento que Jesucristo hace de la voluntad desu Padre. La fe integral nos introduce en esa vida, que es la vidamisma de la Trinidad hacia nosotros. La vida cristiana consiste envivir dentro de la esfera de la infinitud, que es Dios, abierta paranosotros en Jesucristo. La morada del cristiano, su patria, es larealidad infinita, ilimitada y eterna de Dios, la profundidad inson-dable de la Trinidad, el abismo sin fondo de la divinidad 19. Por esoen Isabel «la vida cristiana aparece como una constante y cotidianapenetración más profunda en esos abismos. La marcha clara y va-liente hacia lo que le precede no impide, más bien supone, que, alperder completamente el pie, el hombre se deje deslizar en el abis-mo del amor. El alma está “sobre el camino del abismo”, sobre una“pendiente de amor”, pues ese amor, respuesta al amor de Dios, seencuentra ya al momento más allá de la finitud. Imagen de Dios enrazón de la revelación divina, el alma es puesta en presencia de Élpor la gracia e invitada a responder adecuadamente del amor; he ahíla causa por la que el alma encuentra el infinito en ella misma.Existe en el alma ese “sendero del abismo” por el cual ella se dirigehacia el lugar donde el Infinito la encuentra. Pero “mi abismo inte-rior” no es un segundo infinito al lado de Dios, diferente a Él, sinoante todo el abismo de la impotencia, expresión de la finitud en sudesesperanza ante el infinito de Dios» 20.

Vivir el abismo de nuestra finitud, de nuestra debilidad, de nues-tra nada, de nuestro pecado en el abismo de la insondable Trinidad,

18 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 54-55.19 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 89ss.20 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 92-93.

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o sea, abismados en el océano del amor misericordioso de Dios, es lopropio de la vida cristiana. La vida de la Trinidad constituye el espa-cio vital y la vida misma del cristiano. Isabel es consciente de queuna vida en la vida de Dios, que se adentra continuamente en la pro-fundidades abismales de su amor trinitario, requiere de ella y de todobautizado, a la vez que les capacita para ello, un morir a uno mismoy al mundo a fin de vivir sólo en el horizonte de la infinitud y de laeternidad divinas 21. Balthasar recoge un buen número de textos deIsabel en los que expresa que el «morir cada día» de la doctrina exis-tencial cristiana de san Pablo (cf. 1 Cor 15,31), comprendido por él ala luz de la palabra de Jesucristo —«Quien quiera seguirme, tome sucruz y se niegue a sí mismo»—, es propio de la vida cristiana de todobautizado. Esta exigencia del don de Dios, que puede parecer austera,sin embargo es «“de una suavidad deliciosa cuando se fija la miradaen el término de esta muerte que es la vida de Dios puesta en lugar denuestra vida de pecados y de miserias”» 22.

El «morir cotidiano» a sí mismo, que dispone para ser abismadomás profundamente en el misterio del amor trinitario, tiene comonúcleo, según Isabel, «un desasimiento de todo lo que no es Dios»,lo que significa estar solo con «el Solo» (solus cum Solo). No se tratade «una separación exterior de las cosas exteriores» 23, y mucho me-nos de una despreocupación por el prójimo, sino del recogimiento enel seno de Dios. Es el silencio, la soledad, la paz y el reposo interio-res en la Trinidad silenciosa y tranquila, «Soledad infinita». Descan-sar en la paz del amor de Dios más allá de todo temor, sobre todo delmiedo al contacto con el mundo externo, a las dificultades interiores,a la muerte y a la perdición, abandonándose confiadamente en el

21 «“Voy siguiendo mi carrera” (Flp 3,12), decía san Pablo. Así tambiéndebemos nosotros descender cada día por este sendero del Abismo que es Dios.Dejémonos deslizar por esta pendiente con una confianza toda llena de amor.“Un abismo llama a otro abismo” (Sal 41,8). Es ahí en lo más profundo dondese efectuará este encuentro divino, donde el abismo de nuestra nada, de nuestramiseria, se encontrará cara a cara con el Abismo de la misericordia, de la in-mensidad del todo de Dios. Es ahí donde encontraremos la fortaleza para morira nosotros mismos y, perdiendo nuestro propio rastro, seremos cambiados enamor. “Bienaventurados los que mueren en el Señor”» (Ap 14,13) (ISABEL DE

LA TRINIDAD, «El cielo en la fe», en Obras Completas, 96-97).22 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 61.23 ISABEL DE LA TRINIDAD, «El cielo en la fe», en Obras Completas, 98.

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abismo del misterio de Dios, que sobreabunda en gracia, dejando atrástodo supuesto apoyo y seguridad basados en esta tierra y en las cosassensibles 24. Es el cumplimiento del mandato de Jesucristo: «Perma-neced en mí» (Jn 15,4), glosado por Isabel de la siguiente manera:«Permanecer en mí no sólo unos instantes, algunas horas pasajeras,sino “permaneced...” de un modo permanente, habitual. Permaneceden mí, orad en mí, adorad en mí, amad en mí, sufrid en mí, trabajad,obrad en mí. Permaneced en mí para presentaros a cualquier persona,a cualquier cosa, penetrad siempre cada vez más en esta profundidad.Ésta es verdaderamente “la soledad adonde Dios quiere atraer al almapara hablarle”» 25. El descanso constante del bautizado en Dios y ensu amor no lo aleja de los demás; no produce en él una vida acósmi-ca, vacía, separada del mundo, despreocupada de los hombres, quesobrevuela la realidad concreta e histórica de la humanidad. Todo locontrario: «el amor hacia el prójimo se sitúa en las entrañas del amorde Dios». Más aún, «“¡El apóstol que tiene influencia sobre las almases el que permanece siempre en las fuentes del agua viva! Pues en-tonces él puede verterla abundantemente a su alrededor sin que jamássu alma se vacíe, ya que está en comunicación con el Infinito”» 26.

2. LA MISIÓN DE LA VIDA CRISTIANA: TRANSMITIR Y COMUNICAR

2. LA GLORIA DE LA TRINIDAD

Todos y cada uno de los hombres hemos sido elegidos por laTrinidad para vivir en Ella, abismados en las profundidades de suamor. La elección se ha convertido en llamada con la revelación delamor trinitario en el misterio del Verbo encarnado. Quienes, apoya-dos y sostenidos por el don gratuito de la llamada de Dios en Jesu-cristo, responden a ella con una fe creyente y confiada en el amorde Dios manifestado a la humanidad, quedan enraizados, edificadosy asegurados en la «Soledad infinita», en la vida íntima de la Tri-nidad: viven en Cristo y Cristo vive en ellos, de tal modo que en elHijo participan de su vida de amor al Padre en el vínculo recíproco

24 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 82-86, 90-97.25 ISABEL DE LA TRINIDAD, «El cielo en la fe», en Obras Completas, 98.26 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 103.

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del Espíritu Santo. Esta unión vital con Jesucristo, que introduce alcristiano en la vida de amor de la Trinidad y comporta la inhabita-ción de la Trinidad en él, también lo incorpora existencialmente ala misión salvadora de Jesucristo a favor de la humanidad entera. ElHijo hace al cristiano partícipe de la misión que el Padre le enco-mendó, tomándolo así al servicio del Dios eterno, que quiere quetodos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdadcomo hijos adoptivos suyos. «Es a la luz de esto como Isabel ve suvocación de carmelita: “Virgen, desposada con Cristo en la fe, madreque salva las almas y que multiplica los hijos adoptados por elPadre, los coherederos de Jesucristo [...]”» 27.

Isabel de la Trinidad tiene conciencia clara, y así lo enseña a losdemás, de que la misión cristiana de todo aquel que vive en Je-sucristo, que para ella adquiere —en base a la llamada propia ypersonal que Dios le dirige— una concreta y especial modulacióncarmelitana, se encuentra dogmáticamente fundada y justificada enel misterio de la predestinación divina, en el designio salvador deDios hacia los hombres. En este misterio encuentran justificacióntodos los esfuerzos subjetivos de Isabel de crecer en la oración, enla contemplación y en la búsqueda de comunión personal con laPasión de Jesucristo. Para ella, «el misterio de la predestinación seconvierte de ahora en adelante en el horizonte de su vida, su puntode partida y su acabamiento pleno, en la regla que conforma todossus pasos particulares y concretos, la estructura donde se ordenantodas las instrucciones —tanto teóricas como prácticas— y todoslos esfuerzos particulares de la Iglesia, en el estímulo decisivo detodas las resoluciones y de todos los sacrificios» 28.

El cumplimiento de la predestinación de Dios respecto de loshombres pasa por la instauración de todo en Jesucristo; con otraspalabras, por la inclusión de todo lo que es terrestre en el mundoceleste 29. La proposición «Instaurare omnia in Christo» condensapara Isabel el contenido de la misión cristiana del bautizado. Baltha-sar en su obra sobre Isabel de la Trinidad cita las tres primeras es-trofas de la oración-poesía Instaurare omnia in Christo compuesta

27 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 72. Cf. ídem, 180-181.28 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 43.29 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 57.

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por la santa como fruto de su meditación personal sobre la Cartaencíclica E supremi apostolatus cathedra de Pío X, promulgada el3 de octubre de 1903. En esas estrofas, que son las primeras de laplegaria, Isabel fundamenta la misión de restaurar todas las cosas enCristo en el misterio de la predestinación 30. En las siguientes tresestrofas, Isabel centra sus pensamientos en la misión. Para cumplirla voluntad del Padre, apoyado y guiado por los pasos del Hijo,cuyo alimento es hacer la voluntad de su Padre, el cristiano tieneque restaurar en Cristo la tierra y los cielos. Esto conlleva configu-rarse con Jesucristo, que para el cumplimiento de su misión a favorde los hombres se santificó a sí mismo: «Por ellos, Padre, yo mesantifico» (Jn 17,19) 31. La misión empeña seriamente al misionadoen el camino de la santidad. El cristiano debe «abandonarse sin re-servas a la Palabra, en toda su plenitud y su profundidad para sersantificado por Ella» 32.

«“Instaurare omnia in Christo [...] Para que yo realice personal-mente este plan divino, una vez más viene san Pablo a ayudarmey me va a trazar un programa de vida: Caminad en Jesucristo, medice, enraizada en Él, edificada sobre Él, asegurada en la fe..., ycreciendo cada vez más en Él por la acción de gracias (Col 2,6-7)”.“Caminar en Jesucristo” quiere decir salir de sí, perderse de vista,quitarse de sí mismo para entrar más profundamente en Él cadaminuto que pasa» 33. La vía ascética y la vía mística, en cuanto queenraízan al cristiano en Jesucristo, son los manantiales de la vitali-dad necesaria para realizar la misión cristiana. La tarea confiada alcristiano requiere de éste el esfuerzo por conformarse y adecuarse,con la gracia divina, tanto a Jesucristo como al don recibido de lamisión, y exige, sobre todo, no considerar nunca la misión personalcomo una cosa de la que uno es dueño y que cae bajo el propiopoder, sino como algo que pertenece a Jesucristo y que sólo puedeser realizado como don por participación. La colaboración que elcristiano debe dar a la misión de Jesucristo no es un acto libremente

30 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 41-42.31 Cf. ISABEL DE LA TRINIDAD, «Poesías», en Obras Completas, 380-381.32 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 78.33 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 59-60. Cf. ISABEL DE LA TRINIDAD,

«Últimos ejercicios», en Obras Completas, 164.

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imaginado, independiente, arbitrario, sino que debe corresponder ala revelación de la Palabra 34.

Para Isabel, «permanecer inmaculada y pura delante de Dios es,desde el principio, estar de pie o de rodillas en la silenciosa entregay disponibilidad receptiva de María, la madre de Jesús, y de Maríade Betania, con la totalidad de su ser abierto a la Palabra recibida.Su misión es la contemplación de la fuente, a fin de dirigir hacia laIglesia las aguas que de ella fluyen» 35. La vía mística, contempla-ción adorante de la Trinidad, también para el cristiano que peregrinahacia la casa del Padre en medio del mundo 36, al igual que la ascé-tica, supone un abandono de esta tierra, del mundo, para vivir en laesfera del eterno amor de Dios. Este abandono del mundo no sig-nifica en la espiritualidad de Isabel un desentenderse del prójimo yde sus necesidades. Todo lo contrario. Es la unión mística con laTrinidad la que permite al cristiano actuar, desarrollar y realizar sumisión cristiana en el mundo a beneficio de la humanidad entera 37.En realidad, el santo es un hombre del más-allá; lo que hace queél habite en la tierra no tiene otro sentido que hacer penetrar en elmundo, como por una ventana abierta, una pequeña cantidad de lasrealidades y del aire del más-allá» 38.

Desvincularse de la tierra para vivir abismado en el amor trini-tario no aleja del prójimo. La relación con los demás se acrece alquedar radicada profundamente en el amor, vínculo de la unidadconsumada. «Puesto que el amor del prójimo se sitúa en el seno delamor de Dios, es claro que la experiencia de infinitud realizada porIsabel no es acósmica, vacía y extraña respecto del mundo. Ésa noes ni mucho menos una mística natural o panteísta, que, afligida porlos límites del finito, se esfuerza impacientemente en destruirlos,evadiéndose de un mundo carcelario en una huida sin rumbo haciaun pretendido infinito divino» 39. En contraste con la mística pagana,la experiencia mística cristiana, por su estructura cristológica, que

34 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 35, 73-74, 77.35 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 89. Cf. ídem, 103.36 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 100.37 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 92.38 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 95.39 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 103.

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le hace seguir la lógica de la encarnación, de la pasión y de la eu-caristía del amor divino en Cristo 40, es una mística de la infinituden la que lo infinito irrumpe en lo finito: el amor de Dios en el amorde los hombres 41. Para realizar la misión de irradiar y comunicar elamor salvífico de Dios a los demás, el cristiano debe estar comple-tamente lleno de la Trinidad por la comunión mística con Ella 42.

Como señala Balthasar, en la doctrina espiritual de Isabel seencuentra «el antiguo concepto de la contemplación difusiva de sí,tal como la conocen ya los Padres del desierto y Dionisio, pero quesólo en la época actual, gracias a la gran Teresa [Teresa de Ávila]y a la pequeña Teresa [Teresa de Lisieux], ha revelado toda su di-mensión interior de acción apostólica» 43. De tal modo que, paraBalthasar, el Carmelo, en la enseñanza espiritual de las tres santascarmelitas, «posee el antídoto contra la tentativa pusilánime y an-siosa de adaptación al mundo, a saber: la certeza de que la contem-plación pura, con todas sus exigencias de muerte espiritual, es laayuda más eficaz que puede ser aportada a la Iglesia militante. Porla razón de que el alma que se olvida de sí misma para penetrar enla infinitud de Dios, como no encuentra en la infinitud ningunabarrera, puede reencontrar el alma hermana y socorrerla» 44.

Según la doctrina espiritual de Isabel de la Trinidad, la misióndel cristiano hacia el mundo sólo puede ser vivida en la Iglesia ycomo Iglesia, es decir, dentro de la comunidad y comunión eclesia-les; porque la misión cristiana tiene su fundamento y justificaciónen la predestinación, y su fuente constante e inagotable de realiza-ción en la inhabitación de la Trinidad en el creyente. Isabel noconcibe la predestinación del cristiano y su inhabitación en la vida

40 En el misterio de la Eucaristía, «el sacrificio del Esposo se ha hecho in-separable del de la Esposa: La Iglesia que ofrece al Padre el sacrificio del Hijo,a cambio, recoge del Padre la vida del Inmolado y la recibe en sí, permitiendode ese modo al Padre inmolarla junto con el Hijo. La Iglesia no podría hacerla ofrenda del Hijo, no podría aceptar la unidad del misterio de la comunión enla única carne, si ella no estuviera dispuesta a estar suspendida de la cruz conÉl como su propia carne. Isabel quería realizar el sacrificio de su vida en elmisterio de la Misa» (BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 163-164).

41 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 105.42 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 101-102.43 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 102.44 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 102. Cf. ídem, 132-133, 140-141.

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de Dios desde una perspectiva individualista. En los escritos deIsabel, aunque ella no lo haya expresamente tematizado, todos suspensamientos convergen en un punto, a saber: el carácter social dela totalidad del misterio cristiano. «La idea de la predestinación esmantenida por ella en razón de su carácter social, no individual; lospredestinados primordialmente —en Cristo— son la Iglesia y elmiembro de la Iglesia, pero éste en cuanto que está incorporado ala Iglesia. También la idea de inhabitación por la gracia es el pre-supuesto de tal visión social; en la gracia no existe ningún yo so-litario con un destino privado separable del de los demás; por elhecho de la inhabitación de Dios en la persona por la gracia, ésta—permaneciendo como persona— es insertada misteriosamente enuna sociedad. La gracia puede universalizar el yo sin caer por elloen el panteísmo o en el pancristismo. Esto es manifiesto en el mis-terio de la Madre de Dios, símbolo real de la Iglesia, mediadora detodas las gracias y Esposa “inmaculada y sin tacha” —pero que, poranalogía con ella, acontece en todas las otras almas en gracia— [...]En la misma medida en que el yo íntimo es “habitado” por la Tri-nidad divina, que es aún más interior —Deus trinus interior intimomeo—, aquél es a la vez abierto a la Iglesia y a la comunión de lossantos. [...] El Solus cum Solo plotiniano no ha logrado de ningúnmodo dar a esta intuición su plena eficacia, pero allí donde el Solus,entendido cristianamente, desvela la sociedad trinitaria, la conse-cuencia deviene inevitable. Es aquí, en fin, que el anuncio de lapredestinación eclesial se vincula con el anuncio de la gracia ecle-sial; las dos realidades son asociadas y, por la luz inmensa quedifunden, sumergen al alma en una adoración más profunda y en unservicio agradecido» 45.

El servicio del cristiano a la humanidad, ligado a la predestina-ción y, por tanto, al servicio de Jesucristo hacia todo hombre, es elapostolado del amor de Dios 46. Éste es posible porque, abismado enel amor eterno de la Trinidad, el creyente «no es el espectadorextraño de un advenimiento que se despliega delante de él; graciasal lumen gloriae, él mismo es capacitado para participar en el acon-

45 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 148-149.46 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 178.

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tecimiento eterno de las procesiones divinas, es decir, en el amoreterno de Dios-Acontecimiento» 47. Isabel comprende el serviciocristiano en su esencia trinitaria, o sea, como difusión e irradiacióndel amor divino a todos y cada uno de los hombres. «La gloria deDios [...] es la gloria del amor irradiante y gratuito. El amor es elcorazón de la vida trinitaria —y en torno a este amor gravita lo quees creado y redimido—: la efusión generosa y magnánima de símismo en el seno de la vida divina» 48. El servicio cristiano comotestimonio (:K>OG>7=;) del amor trinitario es alabanza de éste y,consecuentemente, de la Trinidad. Por eso, para Isabel, la consagra-ción de un cristiano al servicio de Dios a favor de los hombres, quepor participación y en comunión con la Trinidad puede el creyenterealizar, es condición para ser en verdad Laudem gloriae, Alabanzade la gloria de Dios, que es el esplendor radiante de su amor.

La gracia divina asocia al cristiano, según el designio de Dios,a la gran obra de la redención llevada a cabo por Jesucristo. Isabelsabe que hacerse servidor del prójimo, y servirle en analogía alservicio dado por el Hijo encarnado a la entera humanidad, es algoque tiene su condición de posibilidad en la comunión del cristianocon el amor trinitario, pues únicamente éste puede dotar al creyentede la fuerza y de la potencia para realizar el querer de Dios para contodos y cada uno de los hombres. «Ella sabe que la fuente origina-ria, el “arché” de todo amor, tiene su trono en lo más íntimo de suser, que sólo el amor la une a Dios, que el amor de ella hacia Dios“la atrae, la arrastra hacia sus criaturas”» 49, haciéndola capaz dedonar el amor de Dios al prójimo sin perderlo.

El cristiano «recibe la gracia para colaborar en el servicio cum-plido por el Hijo, su gracia es fruto del servicio y, por esa razón,germen de un nuevo servicio. Y porque la gracia es la luz de Diosen las criaturas, este servicio es desde el comienzo doble: serviciohacia Dios como «alabanza de la gloria de su gracia», y serviciohacia los hombres como irradiación corredentora. Cuanto más puroes el servicio hacia Dios, más intenso es el servicio en el mundo.[...] La gracia es una participación en los sentimientos de Dios, en

47 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 172.48 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 177.49 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 177-178.

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la generosidad interior de la efusión trinitaria» 50. En base a la en-señaza de la santa carmelita de Dijon, Balthasar afirma que toda laobra cristiana es la fecundidad de la gracia de Dios en el hombre.«La idea de la fecundidad de la gracia está en la base de la idea deservicio» 51.

En la doctrina espiritual de Isabel, «el amor al servicio de Dioses también al mismo tiempo un servicio hacia la obra de Dios, lasalmas» 52. Se trata de un servicio que no cesa con la muerte, pues,al tener su origen en Dios y por fundamento la predestinación, es unservicio celeste. La difusión del amor trinitario en el mundo, quenace constantemente de la vida contemplativa, al igual que ésta, es«terrestre únicamente porque primero es celeste, y puede por estarazón permanecer sin cambios después de la muerte, tanto en suacto interior como en su irradiación exterior» 53. La misión cristia-na, cuyo contenido consiste en el apostolado del amor, es la mismapara la iglesia militante que para la iglesia triunfante. Desde estaperspectiva se entiende la enseñanza de Isabel, aprendida del Librodel Apocalipsis, de que «el cielo, la eterna “alabanza de gloria”, esservicio» 54.

La consagración de uno mismo a la Trinidad, en el ofrecimientode Jesucristo al Padre por el mundo, trasforma todo el ser del hom-bre en «alabanza de gloria» y en servicio, en orden al cumplimientoen la entera humanidad del querer eterno de Dios, o sea, de su pre-destinación divina. «Es esta consagración de amor que, para Isabel,confiere el carácter ministerial a su existencia» 55. Isabel concibeel ministerio como una realidad eclesial que tiene como esencia elamor divino. El amor trinitario, manifestado en Jesucristo —Hostiasacerdotal— y comunicado por el Espíritu, «a través de todas lasformas de la vida de la Iglesia, realiza su oficio sacerdotal» 56. Isabelconsidera la vida cristiana toda entera, en cuanto inhabitada por laTrinidad y partícipe de su amor, como un ministerio sacramental. El

50 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 183.51 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 182.52 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 179.53 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 182.54 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 183.55 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 186.56 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 187.

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creyente, en su servicio de Dios al mundo, es sacramento sacerdotaldentro de la Iglesia.

3. MARÍA, LA MADRE DE JESÚS,3. TIPO Y FIGURA DE LA VIDA CRISTIANA MINISTERIAL

El ministerio sacerdotal ínsito a la vida y misión cristianas,consistente en ser alabanza de la gloria de la gracia divina e irradia-ción del amor de Dios hacia los hombres, en el que comulgan tantoel sacerdocio ordenado como el sacerdocio real de todos los fieles,tiene en María, como enseña santa Isabel de la Trinidad, su perfec-ta realización humana. María, la Virgen sacerdotal, es prototipo devida abismada en el amor de la Trinidad y de su difusión en servicioal prójimo. Porque en ella, la llena de gracia, todo es «inmaculadoy puro delante de Dios», su persona y su vida entera constituye unfuego ardiente, capaz de encender a los demás en la adoración, enla glorificación y en el servicio de Dios Trinidad 57.

La espiritualidad cristiana de Isabel, centrada en el misterio dela Trinidad económica —la Trinidad misma en cuanto que se comu-nica libremente a los hombres—, es de lleno una espiritualidad cris-tológica y pneumatológica, pues la Trinidad se revela en Jesucristo—con el cumplimiento por su parte de la misión que el Padre leencomendó respecto de todos los hombres— por el Espíritu Santo,Espíritu de la misión, que introduce al bautizado en el misionadopor el Padre —Jesucristo— y lo hace partícipe de su misión, siendotambién, como maestro interior, el explicador del misionado y de sumisión 58. Mas, a la vez, se trata de una espiritualidad profundamen-te mariana y eclesial. La revelación de la Trinidad en Jesucristoobtiene en María, célula originaria de la Iglesia, la respuesta justa,plena y sustitutiva (en nombre de todo el género humano) que larevelación misma reclama de la humanidad entera 59.

57 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 36.58 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 165-168.59 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 73. Balthasar ha expresado con

frecuencia la dimensión eclesial del «sí» perfecto y prototípico de María a laobra de Jesucristo, para ello, véase: S. GARCÍA ACUÑA, La decisión cristiana. La

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«Después de Jesucristo, y con la distancia que hay de lo infinitoa lo finito, existe una criatura que fue también la grande alabanzade gloria de la Santa Trinidad. Ella respondió plenamente a la elec-ción divina de que habla el Apóstol; ella fue siempre “pura, inma-culada, irreprensible” (Col 1,22) a los ojos del Dios tres vecessanto» 60. María, acogiendo, guardando y correspondiendo al don deDios, sin separarse en nada del ámbito de la predestinación, llega aser, en la distancia ya señalada arriba, la criatura que transparentasin igual tanto la luz, la simplicidad y el amor de Dios como el sa-crificio martirial de Jesucristo, convirtiéndose en la mediadora másvisible y mejor dispuesta para recibir a todos aquellos que habitanen el exterior —alejados de Dios—. Así, la que está encerrada enDios es la que abre a los demás en relación a Dios; la que perma-nece en Dios es la que atrae a los pródigos hacia Dios; la que esperfecta deviene la norma de amor para todos aquellos que viven eninjusticia respecto de Dios 61.

María, radicada en la palabra de Dios, en fiel correspondenciaa ella y en total disposición de servicio hacia la voluntad salvíficauniversal de Dios, nos muestra la realidad del cristianismo sin de-formaciones y oscuridades. Ella nos enseña y trasmite tanto la vidacomo la misión cristianas en su pureza, integridad y universalidad.Vivir cristianamente es vivir en la fe, en la esperanza y en el amorde aquel Dios que con todo empeño y seriedad quiere la salvaciónde todos los hombres (1 Tm 2,1-4). La misión cristiana consiste enel empeño, como participación y comunión con el obrar de Jesucris-to, por la salvación de todos los hombres, creyendo y esperando enel amor de Dios manifestado de forma extrema en la cruz.

La espiritualidad mariana de Isabel muestra la esencial dimen-sión eclesial del cristianismo. En la vida y en la misión cristianasno hay nada personal que no tenga carácter social. Para Isabel,como ya quedó señalado anteriormente, «en la gracia no existe nin-gún yo solitario con un destino privado que pueda ser separado delos otros; por el hecho de la inhabitación de Dios en ella por la

fundamentación de la ética cristiana según el pensamiento de Hans Urs vonBalthasar, Edicep (Valencia, 2002) 482ss.

60 ISABEL DE LA TRINIDAD, «Últimos Ejercicios», en Obras Completas, 169.61 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 73.

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gracia, la persona —permaneciendo como tal— es misteriosamenteintroducida en una sociedad. La gracia puede universalizar el yo sincaer con ello en el panteísmo o el pancristismo. Esto queda mani-fiesto en el misterio de la Madre de Dios, símbolo real de la Iglesia,mediadora de todas las gracias y Esposa «inmaculada y sin man-cha»; pero que es algo que adviene, en analogía con ella, en todasaquellas almas que están en gracia, especialmente en aquellas quese han consagrado definitivamente a Dios mediante votos» 62. Elcristianismo, radicado en la sociedad trinitaria del Padre, del Hijoy del Espíritu Santo, es inseparable e irreduciblemente personal ysocial. Permaneciendo en su yo, el cristiano, sin embargo, no se per-tenece, socializado trinitaria y eclesialmente, vive en Jesucristo paraDios y, por Él, para el prójimo.

Jesucristo se da y ama a cada uno en particular, bendiciéndolocon sus gracias. Sin embargo, esto es para que cada cristiano a suvez, correspondiendo a los dones recibidos, se entregue a Jesucristopor su Iglesia y por todos sus intereses. Esta desapropiación de unomismo, en Jesucristo, en orden a la Iglesia, hace que Isabel consi-dere la Iglesia como «“la ley de Dios” en el interior de la cual viveel cristiano, más aún, la esposa de Cristo y su cuerpo en el que losmiembros se mueven conforme a su naturaleza» 63, a saber: la san-tidad del amor y la luz de la verdad.

«La vida cristiana como asimilación y meditación de la palabra,como adoración permanente de la gracia actual, como servicio a fa-vor de la Iglesia y, a la vez, como servicio de la Iglesia misma, seríaincomprensible e irreal sin María, la madre del Señor. Para Isabel,María es el signo de reconocimiento al que mirar para vivir y pensarrectamente, el arquetipo de la fe amante a la que ella se abraza contodo su amor filial. En María, Isabel reconoce la gran objetividadsilenciosa que es su ideal, la sublime función de la mujer cuando ella,en calidad de esposa, cristiana e Iglesia al mismo tiempo, se sitúajunto a su Esposo de dolores» 64. María es modelo de recogimientointerior, de escucha de la palabra; la perfecta adoradora del amor deDios que se prodiga en el ejercicio de la caridad hacia el prójimo.

62 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 148.63 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 186-187.64 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 190.

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«María une la acción a la contemplación, por eso es el prototipo de lasimplicidad que la fe produce mediante el paso de sí mismo haciaDios» 65. La simplicidad permite aunar todas las potencias del creyen-te para «“ocuparlas” en el “solo ejercicio del amor”», de modo que elcristiano «puede ser una alabanza perfecta de gloria», que tambiénprosigue su loa a Dios «a través de todas las cosas» 66. Y como «“launidad es el trono de la Santa Trinidad”», la persona unificada porla fe en Jesucristo se convierte en trono de Dios 67.

Desde lo señalado arriba, se comprende la hondura de las afir-maciones de Isabel sobre la simplicidad contenidas en su tratadoespiritual El cielo en la fe: «“[...] Es la simplicidad la que rinde aDios honor y alabanza, la que presenta y ofrece las virtudes. Des-pués, penetrándose y trascendiendo su ser, penetrando y trascen-diendo todas las criaturas, encuentra a Dios en su profundidad. Ellaes el principio y el fin de las virtudes, su esplendor y su gloria.Llamo intención simple la que no mira sino a Dios, dirigiendo todaslas cosas a Dios”. “Es ella la que coloca al hombre en presencia deDios, la que le comunica luz y valor, la que le hace vacío y libre detodo temor hoy y en el día del juicio”. “Ella es la tendencia interior”y “el fundamento de toda la vida espiritual”. “Ella pisotea la natu-raleza perversa, da la paz, impone silencio a los ruidos vanos quese levantan en nosotros”. Es ella la que “aumentará de hora en horanuestra semejanza divina. Y después, dejando de lado los interme-diarios, nos transportará a la profundidad donde Dios habita y nosdará el reposo del abismo. La herencia que el Señor nos ha prepa-rado en la eternidad nos la dará la sencillez. Toda la vida de losespíritus y toda su virtud consisten, juntamente con la semejanzadivina, en la simplicidad, y su reposo supremo en la altura tambiénse realiza en la simplicidad”. “Y siguiendo la medida de su amorcada espíritu posee una búsqueda de Dios más o menos profunda ensu propia profundidad”. El alma simple, “elevándose en virtud de sumirada interior, se concentra en sí misma y contempla en su propioabismo el santuario donde ella es tocada”, con un toque de la Tri-

65 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 191.66 ISABEL DE LA TRINIDAD, «Últimos Ejercicios», en Obras Completas, 145.67 Cf. ISABEL DE LA TRINIDAD, «Últimos Ejercicios», en Obras Completas,

146, 147, 148, 153.

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nidad santa. Ella ha penetrado así en su profundidad “hasta su fun-damento, que es la puerta de la vida eterna”» 68.

Isabel encuentra en María «la imagen perfecta de la simplicidaddivina en el mundo, imagen que significa al mismo tiempo la ausen-cia de imágenes y la más sublime concreción» 69. La representaciónsobre la tierra a través de una criatura de la vida y la luz del Sersimple de Dios la tenemos en María. Por ello, María fue para Isabella puerta de entrada a la Trinidad. El cristiano, nos enseña Isabel ensu espiritualidad mariana, uniéndose espiritualmente a María, tipo yfigura de la Iglesia, es introducido místicamente en la relación deMaría con las tres divinas personas de la Trinidad, de modo que enél toda la Trinidad, que se dona y entrega, está en acción 70.

La vida y la misión del cristiano se encarnan en la relación deéste con la Iglesia, en cuanto Esposa de Jesucristo, sin manchani arruga —personalizada en María— con la que el Esposo consti-tuye el gran misterio de la «una sola carne» (Ef 5,31), pues somoscristianos en la medida en que somos miembros de la Iglesia. En elmagnum mysterium del amor esponsalicio de Cristo hacia la Iglesia,por el que ésta queda preparada como esposa santa y responde afir-mativamente en libertad al Esposo con un amor de total entrega a él,el cristiano, sin dejar de ser él mismo, es «expropiado» de sí mismo,de modo que puede «“no vivir ya para sí mismo” (2 Cor 5,15), a finde vivir para el que ama, pues “ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí”(Gál 2,20), “Dios mismo brilla en nuestros corazones” (2 Cor 4,6).“Todos nosotros, con el rostro descubierto, reflejando la gloria delSeñor, nos transformamos en su imagen, cada vez con más gloria,según es propio del Señor, del Espíritu”» (2 Cor 3,18) 71.

4. CONCLUSIÓN

Sirva a modo de conclusión un amplio texto de H. U. von Bal-thasar. En 1955, cinco años después de la aparición de su libro

68 ISABEL DE LA TRINIDAD, «El cielo en la fe», en Obras Completas, 106-107.69 BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 193.70 Cf. BALTHASAR, Élisabeth de la Trinité, 194-195.71 BALTHASAR, Sólo el amor es digno de fe, Sígueme (Salamanca, 41995) 113.

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sobre Teresa de Lisieux y tres respecto de su trabajo sobre Isabel dela Trinidad, Balthasar publica la obra La oración contemplativa.Se trata, sin duda alguna, del escrito balthasariano más profunda eintensamente influido por la espiritualidad contemplativa de las dossantas carmelitas. Las enseñanzas espirituales de la pequeña Teresay de Isabel configuran, aunque no sean citadas explícitamente,muchas de las reflexiones propias que el teólogo suizo ha dejadoobjetivadas en las páginas de ese libro, cuya composición, segúnel propio Balthasar, tuvo su impulso inmediato en los comentariosescriturísticos de Adrienne von Speyr. En él se puede leer el si-guiente texto en el que se concentran los pensamientos que han sidoexpuestos a lo largo del presente artículo:

El cristiano «como nunca puede ser la Persona de la Iglesia,tiene que concienciarse de que sólo le toca prestar un servicio repre-sentativo. Él no es más que el criado, la sierva; sólo la Iglesia es“esposa” y “señora”. Y si la Iglesia misma se designa sierva delSeñor, la servidumbre del individuo será doblemente inferior engrado. Sin embargo, hay que prestar a esta distancia el servicio:actuar con la propia persona por la “persona” de la Iglesia, comosierva y siervo que se es, para entrar en el papel de la Esposa. Y elSeñor en su gracia, yo diría en su ceguera, pasa por alto la diferen-cia, se deja “engañar”, toma al arrojado en el suelo como si lecorrespondiese el trono de la “única Paloma”, de la “Esposa sinmancha ni arruga”. Y forma parte del servicio perfecto del indignoservidor ser del beneplácito del Rey. No adornándose exteriormentey recomendándose con dengues y melindres, que aquí no hacen alcaso. Tampoco agitándose interiormente y pretendiendo saber másy mejor que el Señor, sino dejándose elegir con profunda reverenciay temor. “Hágase en mí según tu palabra” es la respuesta de la“Sierva” constituida en Iglesia y predestinada ciertamente a ellodesde toda la eternidad. El arrobamiento de repente en el pecho deDios, la catarata de gracia que se vierte como sin sentido sobre losque no están preparados, la tremenda soledad en que se ve la asíenaltecida, elegida para Esposa, sin apoyos, sin analogías, sin pun-tos de comparación, el destino absolutamente único de ser madredel Dios eterno y en esta exposición ante cielos y tierra tener queresponder por ambos y por todos sus habitantes con la conciencia de

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la indivisible y libremente asumida responsabilidad: es lo que hayque aguantar en la contemplación. Quizá sólo durante un momentorelampagueante, que por milagro no es mortal. Así estaba Maríasola y nadie podía ayudarla. Porque era el prototipo de la Iglesia.Algo de esto tiene que experimentar todo contemplativo, una vezsiquiera cuando jura fidelidad a la Palabra de Dios y una sumisiónincondicional. Pero también quizá más veces, porque el Esposo seinclina siempre sobre la Esposa como por vez primera. Entonces,luego, en un segundo momento, viene la indicación a la Iglesia:“Mira, también tu prima Isabel”. En la Iglesia no hay soledad sincomunidad, sin corazón, sin amor. Dios lleva a los solitarios unosa otros, de formas muy variadas, en la oración misma y en el apos-tolado, en la vida diaria, en la liturgia, en el puesto de trabajo, enla familia, en la amistad y en los encuentros pasajeros, que puedencomunicar fuerzas para años. Dirige a los solitarios unos a otros,pues llevan todos en su existencia la imagen de la Virgen-MadreIglesia y en ella se reconocen. Están insertados en la Esposa, llevanen su vida el sello del Esposo. La Iglesia no están junto a ellos, estáen ellos» 72.

72 BALTHASAR, La oración contemplativa, Encuentro (Madrid, 1985), 67-68.