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RESUMEN [Pseudo]Apolodoro nos informa acerca de una tradición mitológica que algunos asociaban a la historia de la ofrenda humana que los atenienses enviaban periódicamente a Minos. La tradición incluye ele- mentos que nos remiten a una amplia gama de aspectos sumamente relevantes de la religión griega, ta- les como la estrecha relación entre las expresiones cultuales y las competiciones atléticas, la extendida convicción de los estados helenos al respecto de la utilidad práctica de las consultas oraculares (incluso conociéndose casos de inoperancia), o el carácter liminar de los rituales de expiación. Palabras clave: Androgeo, Geresto, Jacinto, mitos de expiación, pharmakoi. Aegeus, Minos, Hyakinthos and Geraistos: on a fragment of [Pseudo]Apollodorus’ Bibliotheca ABSTRACT In this paper we examine a fragment of [Pseudo]Apollodorus pertaining to a mythological tradition linked to the story of the human offering, which was sent by the Athenians to Minos. This tradition contains el- ements refering to a wide range of highly important aspects of the Greek religion, such as the relation- ship between cult expressions and athletic contests, the conviction on the usefulness of oracular consul- tations (notwithstanding attested cases of unfulfilled predictions), and the liminal character of the atonement myths. Keywords: Androgeus, Geraistos, Hyakinthos, atonement myths, pharmakoi. SUMARIO: 1. Introducción. 2. Una transgresión en la Atenas del rey Egeo: el asesinato de Androgeo. 3. Una situación apocalíptica: guerra, hambre, peste y muerte. 4. En busca de la salvación: el sacri- ’Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones 2011, 16, 7-31 ISSN: 1135-4712 http://dx.doi.org/10.5209/rev_ILUR.2011.v16.1 Egeo, Minos, Jacinto y Geresto: a propósito de un fragmento de la Biblioteca de [Pseudo]Apolodoro Manuel ARJONA PÉREZ FECYT Universidad Nacional y Capodistria de Atenas 1 [email protected] 1 Este trabajo ha sido realizado gracias a la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación, a través del Programa Nacional de Movilidad de Recursos Humanos del Plan Nacional de I+D+I 2008-2011. El autor quiere dejar constancia de su agradecimiento a los doctores M. Valdés Guía, M. delAmor López Jimeno y F. Marco Simón, así como a los especialistas que componen el Consejo de Redacción de la revista 'Ilu, por sus correcciones y sugerencias sobre determinadas cuestiones tratadas en el presente artículo. Cualquier error de- tectable en las páginas que siguen es responsabilidad exclusiva del autor.

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  • RESUMEN[Pseudo]Apolodoro nos informa acerca de una tradicin mitolgica que algunos asociaban a la historiade la ofrenda humana que los atenienses enviaban peridicamente a Minos. La tradicin incluye ele-mentos que nos remiten a una amplia gama de aspectos sumamente relevantes de la religin griega, ta-les como la estrecha relacin entre las expresiones cultuales y las competiciones atlticas, la extendidaconviccin de los estados helenos al respecto de la utilidad prctica de las consultas oraculares (inclusoconocindose casos de inoperancia), o el carcter liminar de los rituales de expiacin.Palabras clave: Androgeo, Geresto, Jacinto, mitos de expiacin, pharmakoi.

    Aegeus, Minos, Hyakinthos and Geraistos:on a fragment of [Pseudo]ApollodorusBibliotheca

    ABSTRACTIn this paper we examine a fragment of [Pseudo]Apollodorus pertaining to a mythological tradition linkedto the story of the human offering, which was sent by the Athenians to Minos. This tradition contains el-ements refering to a wide range of highly important aspects of the Greek religion, such as the relation-ship between cult expressions and athletic contests, the conviction on the usefulness of oracular consul-tations (notwithstanding attested cases of unfulfilled predictions), and the liminal character of the atonementmyths.Keywords: Androgeus, Geraistos, Hyakinthos, atonement myths, pharmakoi.

    SUMARIO: 1. Introduccin. 2. Una transgresin en la Atenas del rey Egeo: el asesinato de Androgeo.3. Una situacin apocalptica: guerra, hambre, peste y muerte. 4. En busca de la salvacin: el sacri-

    Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones2011, 16, 7-31

    ISSN: 1135-4712http://dx.doi.org/10.5209/rev_ILUR.2011.v16.1

    Egeo, Minos, Jacinto y Geresto:a propsito de un fragmento de laBiblioteca de [Pseudo]Apolodoro

    Manuel ARJONA PREZ

    FECYTUniversidad Nacional y Capodistria de Atenas1

    [email protected]

    1 Este trabajo ha sido realizado gracias a la financiacin del Ministerio de Ciencia e Innovacin, a travsdel Programa Nacional de Movilidad de Recursos Humanos del Plan Nacional de I+D+I 2008-2011. El autorquiere dejar constancia de su agradecimiento a los doctores M. Valds Gua, M. del Amor Lpez Jimeno y F.Marco Simn, as como a los especialistas que componen el Consejo de Redaccin de la revista 'Ilu, por suscorrecciones y sugerencias sobre determinadas cuestiones tratadas en el presente artculo. Cualquier error de-tectable en las pginas que siguen es responsabilidad exclusiva del autor.

  • ficio de pharmakoi. 5. Honrar a un monstruo, honrar a un dios. 6. La Tumba de Geresto. 7. La ofren-da adecuada. 8. Explotando un mito. 9. Conclusin.

    FECHA DE RECEPCIN: 20 DE 05 DE 2010FECHA DE ACEPTACIN: 15 DE 11 DE 2010

    1. INTRODUCCIN

    En el tercer libro de la Biblioteca de [Pseudo]Apolodoro (III, 15, 7-8) encontra-mos un relato sobre la larga guerra que enfrent a Minos y a los atenienses, un con-flicto que estall al poco tiempo de que el rey Egeo hubiese instaurado las fiestas delas Panateneas en el tica. El mitgrafo cuenta detalladamente cmo se desencade-n el enfrentamiento. Androgeo, el hijo del monarca cretense, haba llegado a Atenaspara participar en las competiciones atlticas que se iban a desarrollar durante las ci-tadas fiestas. La victoria del joven despierta, no obstante, la envidia de sus rivales enlos agones o bien del propio Egeo, lo que a su vez provoca que los unos o el otro tra-men alevosamente la muerte del extranjero. La noticia del asesinato de Androgeollega a Minos, quien busca venganza en forma de una expedicin militar contra la Gre-cia continental. Minos no tarda en ocupar Mgara recurriendo a un ardid que consti-tuye un lugar comn de la mitologa helena: el conquistador seduce a la hija del diri-gente local, y esta ltima, movida por el amor, traiciona familia y patria. Por el contrario,Minos no logra imponerse de forma tan fcil sobre los atenienses. Y es as que:

    Como la guerra se prolongaba y no poda aduearse de Atenas, [Minos] rog aZeus que castigara a los atenienses. El hambre y la peste2 afligieron a la ciudad yentonces los atenienses, obedeciendo a un antiguo orculo, primero sacrificaron alas hijas de Jacinto, Anteide, Egleide, Litea y Ortea, sobre la tumba del cclope Ge-resto; Jacinto haba venido de Lacedemonia y habitaba en Atenas. Al no servir denada el sacrificio, consultaron al orculo cmo podran librarse, y el dios les res-pondi que diesen a Minos la satisfaccin que l escogiera. Por eso le enviaron emi-sarios y le permitieron que pidiese satisfaccin. Minos orden enviar inermes sietemuchachos y otras tantas muchachas para alimento del Minotauro (trad. de M. Ro-drguez de Seplveda, Ed. Gredos, Colec. Biblioteca Clsica, Madrid, 1985).

    En este artculo vamos a centrar la atencin en el anlisis del fragmento aqu plas-mado, puesto que comprende una interesante y enjundiosa tradicin, por nosotros mar-cada en cursiva, que parece constituir un injerto en la historia general, ampliamen-te difundida, de la ofrenda humana ateniense a Minos. El punto de insercin de dicha

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    2 El trmino en griego antiguo que aparece en el texto de [Pseudo]Apolodoro es . La traducinque tradicionalmente se ofrece de esta palabra es peste, si bien su significado puede extenderse a cualquierpandemia. A efectos de nuestra investigacin, esta circunstancia no tiene repercusiones sustanciales.

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    tradicin (que en lo sucesivo denominaremos Tradicin G) es la consulta mntica for-mulada por los atenienses, la cual es (cosa extraa!) doble en el texto de [Pseu-do]Apolodoro. En efecto, aqu se nos habla de un antiguo orculo, que no tiene re-sultado, seguido de un segundo orculo, que conducir a la solucin final del problemapara los atenienses. La repeticin de una interpelacin oracular, bien porque la pri-mera respuesta fuera malinterpretada, bien porque sta resultara completamente ine-ficaz, no es una trama comn. No se trata, para ser exactos, de un unicum, tal y comosospecha P. Bonnechere3, puesto que Tucdides menciona un caso semejante4. Cons-tituye, sin embargo, una circunstancia atpica, sobre todo en un contexto mitolgico,y esto nos pone sobre aviso de la existencia de un acoplamiento de un elemento su-plementario en la leyenda de la ofrenda ateniense. El carcter de anexo de la Tra-dicin G tambin queda de manifiesto al comprobar que, si se suprime su contenido(es decir, la seccin que hemos marcado en cursiva) del resto del relato arriba repro-ducido, la lnea temtica troncal de este ltimo no queda afectada en lo ms mnimo.Una confirmacin ms de nuestras sospechas es el hecho de que, si cotejamos la na-rracin de [Pseudo]Apolodoro con los relatos de la historia ofrecidos por Plutarco yPausanias, vemos que ni el queroneo ni el lidio recogen la Tradicin G. Plutarco y Pau-sanias s mencionan, en cambio, los otros componentes del mito5.

    Con todo, lo ms sobresaliente de la Tradicin G es la maestra con la que se in-serta en el relato general y sobre todo la lgica interna de su desarrollo narrativo. Enlas pginas siguientes nos proponemos evidenciar ambos aspectos, y para ello vamosa analizar una serie de elementos que son aludidos por [Pseudo]Apolodoro y que con-sideramos especialmente relevantes.

    2. UNATRANSGRESIN EN LAATENAS DELREY EGEO:ELASESINATO DEANDROGEO

    [Pseudo]Apolodoro relata que Androgeo, el hijo de Minos, lleg a Atenas con elobjetivo de participar en los juegos atlticos organizados durante las Panateneas. Estosignifica que el joven cretense tena derecho al asilo que consuetudinariamente am-paraba, por un lado, a los extranjeros de noble cuna que se desplazaban a otras tierras(en virtud de la antiqusima institucin de la xenia)6 y, por otro, a los competidores,theoroi y/o espectadores que acudan a cualquiera de los grandes juegos atlticos quese celebraban con periodicidad en la Grecia Antigua (en virtud de la ekecheria o las

    3 P. Bonnechere, Le sacrifice humain en Grce ancienne, Athnes-Lige, 1994, p. 80.4 Th., II, 47, 4.5 Plu., Thes., XVss.; Paus., I, 27, 9-10. Vase, por el contrario, los testimonios de Diodoro (XVII, 15, 2),

    Higino (Fbulas, 238), Esteban de Bizancio (s.v. ) y Harpocration (s.v. ), as como enla Suda (s.v. ). En todos ellos es evidente un conocimiento de la Tradicin G, aunque, quizs, conciertas diferencias respecto al relato de [Pseudo]Apolodoro. As, Higino apunta que slo una hija de Jacinto fuesacrificada.

    6 Al respecto, Ph. Gauthier, Symbola. Les trangers et la justice dans les cits grecques, Nancy, 1972, pp.18-27.

  • spondai panhelnicas)7. Pese a ello, Androgeo es asesinado por los adversarios a losque haba derrotado en las Panateneas8, o, indirectamente, por Egeo.

    El homicidio de Androgeo constituye, por consiguiente, una doble transgresin.Nos consta que los delitos de este tipo e importancia trascendan el mbito de la jus-ticia de los mortales y adquiriran dimensiones divinas, puesto que en la Antigedadse consideraba que los dioses eran los garantes de la observancia de los dos principiosaludidos, la xenia y la ekecheria. En efecto, que la violacin del precepto de la xeniasupona una infraccin seria y que acarreaba el castigo divino, es algo que podemosver, por ejemplo, en el mito sobre las consecuencias del asesinato de fito a manos desu anfitrin Heracles: el semidis, aquejado por una misteriosa enfermedad, acude pri-mero a Neleo y a Defobo, y finalmente consulta a la Pitia en busca de una expiacinque le permita purificarse de su culpa o miasma9. Por otra parte, en un fragmento dePlatn se seala igualmente que todo aqul que provocaba la muerte a un participan-te en unos juegos atlticos, incluso de forma involuntaria, incurra en una falta grav-sima. Para borrar su afrenta el culpable deba ir a Delfos y ser purificado por el or-culo. Una vez perdonado por los dioses, quedaba automticamente absuelto ante lajusticia humana10.

    Para Atenas, las consecuencias del asesinato de un inocente que gozaba de pro-teccin divina se adivinan fatales. No faltan paralelos al respecto en la mitologa he-lena. Con un miasma semejante cargaron los potnios cuando, ebrios, quitaron la vidaa un sacerdote de Dioniso; o los locrios, dado que su adalid yax, aunque no mat aCasandra, sacerdotisa de Atenea, la forz para que se desprendiese de la estatua voti-va de la diosa en Troya. Unos y otros sufrirn duras represalias11. Las calamidades quese ciernen sobre el tica a raz de la muerte de Androgeo se manifiestan en un prin-cipio bajo la forma de una expedicin militar decretada por Minos contra los respon-sables de la muerte de su hijo. Sin embargo, la amenaza no tarda mucho en adquirirdimensiones an ms graves.

    3. UNA SITUACINAPOCALPTICA: GUERRA, HAMBRE, PESTEYMUERTE

    En la produccin literaria del periodo geomtrico y arcaico encontramos ya algu-nas alusiones a personajes como Minos, Androgeo o Egeo, as como pasajes concer-

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    7 M. Dillon, Pilgrims and Pilgrimage in Ancient Greece, London-New York, 1997, p. 28.8 Pausanias (V, 2, 4-5) cita, pero no cree, una tradicin protagonizada por dos jvenes eleos, Filanto y Lam-

    po, que viajaron a Istmia con el objetivo de concursar en las competiciones gmnicas locales pero que fueronasesinados, antes de llegar a su destino, por los que habran de ser sus rivales en dichos juegos atlticos.

    9 Vase Hom., Od., XXI, 13-30; D.S., IV, 31, 4-5; Apollod., Bibl., II, 6, 2; Paus., X, 13, 8. Sobre el mias-ma, vase R. Parker, Miasma. Polution and purification in early Greek Religion, Oxford, 1983.

    10 Pl., Lg., 865a-b. Vase, en cambio, D., XXIII, 53ss. sobre la ley ateniense, que, en cualquier caso, casti-gaba al asesino que actuaba con premeditacin.

    11 Sobre los potnios, Paus., IX, 8, 2; sobre los locrios, Lyc., Alejandra, passim y Apollod., Ep., V, 22 y VI,20-22.

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    nientes al tributo humano que los atenienses se haban visto obligados a pagar, otro-ra, al basileus cretense12. No obstante, las referencias concretas ms antiguas relati-vas a la guerra entablada entre Minos y los atenienses son, a nuestro conocer, bastan-te posteriores: adems de un comentario de Platn en el que se sugiere un enfrentamientoblico, cabe remitir a sendos fragmentos de Diodoro y Plutarco13. Sea como fuere, sonnumerosas las obras antiguas en las cuales se subraya cun vasto era el imperio de Mi-nos, que englobaba todo el Egeo: vanse por ejemplo las menciones de Baqulides,Herdoto y Tucdides14. As pues, en el relato de [Pseudo]Apolodoro subyace la ideade que Atenas se enfrenta a una amenaza extrema, toda vez que se enfrenta a un ene-migo temible15.

    Con todo, [Pseudo]Apolodoro apunta que Minos se ve incapaz de reducir a losatenienses, por lo que se remite a Zeus para que ste le preste ayuda divina. Que elmonarca cretense eligiese al Crnida como el destinatario de sus ruegos resulta total-mente lgico. En efecto, una de las competencias del dios era precisamente el resta-blecimiento de la justicia en aquellas situaciones en que esta entidad quedaba vulne-rada16. Adems, resulta que el asesinato de un extranjero de noble linaje constituye,como hemos dicho, una seria afrenta contra la institucin de la xenia, competenciade Zeus Xenios17. En fin, resulta obvio que si alguna divinidad puede estar (pre)dispuestaa beneficiar a Minos, sta es, sin duda, su propio padre18, a la vez que abuelo del des-venturado Androgeo. Consecuentemente no nos puede extraar que el Crnida acce-da a los deseos del monarca cretense en detrimento de los atenienses, y eso a pesarde que stos ltimos lo honraban a su vez como Polieo19.

    As las cosas, el tica es asolada primero por la guerra y despus por el hambrey la peste. Los castigos aplicados por Zeus encajan a la perfeccin con las competen-

    12 Las primeras menciones a Minos y Ariadna aparecen en la Odisea (XI, 321-325 y 568-571). En la obrapseudo-hesidica El Catlogo de las Mujeres o Eeas (vase fr. 145 MW) se alude a Androgeo. En la Ilada (I,264-265) Teseo aparece ya como hijo de Egeo. Baqulides (XVII) se refiere al viaje de Teseo desde Atenas aCreta y Safo (fr. 206 PLF) alude a la liberacin de los catorce jvenes atenienses por parte de Teseo. Sobre elregistro literario y las representaciones de Teseo y el Minotauro en el periodo arcaico, T. Gantz, Early GreekMyth. A Guide to Literary and Artistic Sources, Baltimore-London, 1993, pp. 259-271 y H.J. Walker, Theseusand Athens, Oxford, 1995, pp. 15-20.

    13 Pl., Lg., 706a-b; D.S., IV, 60 y 61; Plu., Thes., XV.14 B., XVII, 20-29; Hdt., I, 171 y III, 122; y Th., I, 4. Sobre la imagen de los primeros imperios martimos

    en Herdoto y Tucdides, E. Irwin, The politics of precedence: first historians on first thalassocrats, en R.Osborne (ed.), Debating the Athenian Cultural Revolution: Art, literature, philosophy, and politics 430-380BC, Cambridge, 2007, pp. 188-223.

    15 Vase tambin Apollod., Bibl., III, 1, 3.16 Al hilo de la cuestin, cabe apuntar que los cretenses consideraban a Zeus como el autor de sus leyes (Pl.,

    Lg., 624 a). Sobre Zeus y la justicia, H. Lloyd-Jones, The justice of Zeus, Los Angeles-London, 1971.17 Para Zeus como protector de los extranjeros, vase por ejemplo Hom., Od., VII, 177-181; IX, 269-271;

    y XIV, 402-406. Por otro lado, en la Ilada (III, 349-354) vemos que Menelao alza sus preces a Zeus para su-plicarle que le permita castigar a Paris, alegando que el troyano que le haba robado a su esposa legtima: condicho acto, el invitado haba violado claramente las normas ms bsicas y sagradas de la hospitalidad.

    18 Sobre este parentesco, Hom., Od., XI, 568-571; Hes., El Catlogo de las Mujeres o Eeas, fr. 140 MW;B., XVII, 20.

    19 La bibliografa del culto a Zeus Polieo en Atenas la compendia M. Valds Gua, La constitucin de lareligin cvica en Atenas arcaica (Parte Tercera), 'Ilu 11 (2006), p. 269.

  • cias que los antiguos griegos atribuan a esta divinidad. En efecto, Zeus era conside-rado (especialmente bajo los eptetos Ctonio y Meliquio) como un dios agrario, pro-piciador de la abundancia de alimentos20. Por tal razn, cualquier comunidad que per-da su favor se arriesgaba a enfrentarse a una esterilidad agraria o a los desastres delas cosechas21. La otra represalia que sufren los atenienses es la peste, una enferme-dad que era enviada habitualmente por Apolo22, aunque tambin por Zeus23.

    En realidad, lo que se despliega aqu es un tpico ms del imaginario heleno:el trinomio guerra (), hambre () y peste (). En multitud de obrasantiguas se manifiesta una clara conciencia de que estos tres males se relacionabanentre s. As, que los episodios blicos provocaban hambrunas es algo que explici-ta Tucdides cuando alude a la stasis de los corcirenses, y Pausanias cuando hablade la Primera Guerra Mesenia24. El par guerra y peste aparece no ya slo en obrasde contenido mitolgico como la Ilada, sino tambin en narraciones de aconteci-mientos histricos: son famosos los fragmentos de Tucdides en los que se descri-be la peste que asol el tica durante la Guerra del Peloponeso25. En fin, el do for-mado por la peste y el hambre surge asimismo en los textos de Hesodo, Sfocles yHerdoto26.

    Numerosos mitos retratan situaciones de miasma que son causadas por el asesi-nato de un inocente y que son castigadas por los dioses (Atenea, Dioniso, etc) mera-mente con plagas27. La coyuntura ateniense, en la que se combinan tres grandes ma-les, constituye no obstante una circunstancia realmente excepcional, liminar, quetransciende cualquier remedio humano. As pues, los atenienses tienen razones msque suficientes para acudir a un orculo y consultar los designios divinos. La expia-cin que se disponen a aceptar se adivina extrema, en consonancia con el crimen co-metido y la grave situacin que atraviesan.

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    20 Sobre Zeus Ctonio y su culto entre los agricultores, vase Hes., Op., 465-467. Es posible que Zeus Cto-nio fuera ya venerado durante el periodo protogeomtrico en el Himeto, tal y como sostiene M.K. Langdon, ASanctuary of Zeus on Mount Hymettos [Hesperia Suppl. XVI], Princeton, 1976, pp. 79-95 (aunque I.S.Lemos, The Protogeometric Aegean. The Archaeology of the Late Eleventh and Tenth Centuries BC, Oxford2002, p. 222, expresa sus dudas al respecto). Sobre Zeus Meliquio o Meiliquio, Th., I, 126, 6. Sobre su culto,N. Cusumano, Zeus Meilichios, Mythos 3 (1991), pp. 19-47 y G.V. Lalonde, Horos Dios: an Athenian Shri-ne and Cult of Zeus, Leiden-Boston, 2006, passim.

    21 X., Ath., II, 6. Sobre la traduccin de este fragmento vase H. Frisch, The Constitution of the Athenians.A philological-historical analysis of Pseudo-Xenophons treatise De re publica atheniensium, Kbenhaun,1942, p. 249.

    22 Tal y como vemos en Hom., Il., I, 8-67 y Apollod., Bibl., II, 5, 9.23 Tal y como sostiene Hesodo (Op., 243) y recuerda Esquines (III, 135). En la versin sobre la muerte de

    Androgeo transmitida por Plutarco (Thes., XV) se apunta que la esterilidad y la peste fueron enviadas por undaimon.

    24 Th., III, 85, 2; Paus., IV, 13, 5.25 Hom., Il., I, 8-67; Th., II, 49-54 y 59; III, 3, 1; VI, 12, 1 y 26, 2. Sobre situaciones de guerra y peste en

    el Peloponeso, Th., V, 41, 2.26 Hes., Op., 243; S., OT, 22-30; Hdt., VII, 171, 2. Tambin Plu., Sobre Isis y Osiris, XLVII (= Moralia,

    370 b).27 As lo vemos en los casos de los potnios y los locrios a los que nos hemos referido anteriormente. Va-

    se Paus., IX, 8, 2 y Apollod., Ep., V, 22 y VI, 20-22.

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    4. EN BUSCADE LA SALVACIN: EL SACRIFICIO DE PHARMAKOI

    La decisin de los atenienses de recurrir a la ayuda divina, plasmada en un anti-guo orculo, resulta congruente. En periodos crticos, una consulta mntica constitu-a una prctica recurrente: as lo ilustran, verbigracia, los testimonios de Herdoto,Plutarco y Pausanias en los que se narra cmo los quiotas, los lacedemonios, los pot-nios y los cleonios, al sufrir epidemias, solicitaron el consejo de Apolo a travs de laPitia28. Pausanias nos informa asimismo que los figaleos consultaron el orculo deDelfos para librarse de una hambruna y que fito acudi a la misma sede para encon-trar una solucin a la guerra y la peste que asolaban en su poca toda la Hlade29.

    En el relato de [Pseudo]Apolodoro, un antiguo orculo insta a los atenienses aadoptar una solucin que, segn la mitologa helena, era aplicada en situaciones ex-traordinarias: el sacrificio de uno o varios pharmakoi. En efecto, segn otra leyendarecogida por Licurgo, los atenientes se remitieron al orculo de Delfos durante la gue-rra que los enfrentaba a Eumolpo, en busca de un consejo que les diera la victoria.Como respuesta, la Pitia les anunci que deban inmolar a una de las hijas de Erec-teo30. De igual manera, Pausanias cuenta que un orculo asesor a los atenienses elsacrificio de uno de los hijos de Heracles cuando el tica, gobernada entonces por Te-seo, se vio inmersa por primera vez en una guerra contra un enemigo peloponesio, Eu-risteo31. Filcoro tambin transmite una versin de la muerte de Aglauro segn la cualla hija de Ccrope decidi inmolarse al conocer que un orculo de Apolo haba ase-gurado que los atenienses venceran en la guerra contra Eumolpo si uno de ellos seofreca como vctima propiciatoria32.

    Segn la Tradicin G las vctimas elegidas por los atenienses para lograr la catar-sis fueron las cuatro hijas de Jacinto, un hroe, ste, que proceda de Lacedemonia.Las muchachas encajan a la perfeccin con las caractersticas comunes que Brem-mer atribuye a los scapegoats (literalmente, chivos expiatorios) helenos: se tratade figuras marginales, tanto por su origen (son extranjeras), como por su sexo (sonmujeres) y su edad (se entiende que son jvenes)33. Subyace adems la idea de que lashijas de Jacinto no estaban casadas, es decir, que eran vrgenes, puras. Por lo tanto eran

    28 Hdt., VI, 27; Plu., Sobre la msica, XLII (= Moralia, 1146 b-c); Paus., IX, 8, 2 y X, 11, 5.29 Paus., VIII, 42, 5-7 y V, 4, 6.30 Lycurg., Leoc., 98. Por el contrario, Eurpides (Ph., 852ss.) atribuye la profeca a Tiresias. El dramaturgo ate-niense retoma la historia en su Erecteo, obra que ha llegado hasta nosotros de manera muy fragmentaria: R.Kannicht (ed.), Tragicorum Graecorum Fragmenta, Vol. 5.1, Gttingen, 2004, fr. 349-370. Vase adems unanoticia de Demarato (FGrH 42, F 4) en la cual se dice que el sacrificio se realiz en honor a Persfone. En fin,Higino afirma que el sacrificio de la hija de Erecteo fue exigido por Poseidn (Fbulas, 46), si bien hace refe-rencia igualmente a unos orculos (Fbulas, 238).31 Paus., I, 32, 6-7. Tambin sobre esta historia E., Heracl., passim. Aqu la accin se desarrolla durante el rei-nado de Demofonte.32 Philoch., FGrH 328, F 105. Sobre el sacrificio de jvenes pharmakoi, vase en general J. Larson, GreekHeroines Cults, Wisconsin, 1991, pp. 15 y 101-103; P. Bonnechere, Le sacrifice humain ..., op. cit., pp. 79ss.;U. Kron, Patriotic Heroes, en R. Hgg (ed.), Ancient Greek Hero Cults, Stockholm, 1999, pp. 78-83.33 J.N. Bremmer, Scapegoat Rituals in Ancient Greece, (reeditado) en R. Buxton (ed.), Oxford Readings inGreek Religion, Oxford, 2000, pp. 271-293.

  • idneas para limpiar un situacin de impureza, de miasma. Adems, los nombresque tienen algunas de ellas, registrados cuidadosa y deliberadamente por [Pseu-do]Apolodoro, dan a entender que eran vctimas valiosas, por su belleza (Anteide esla floreciente, la florecida, Egleide es la resplandeciente, la radiante) y suporte (Ortea es, quizs, la correcta, la erguida o la bien compuesta). Se ase-mejan, pues, a los con los que los oferentes deban agasajar a las divini-dades, tal y como recomendaba la norma sacrifical reflejada por autores como Aris-tteles34. El objetivo perseguido es la redencin del tica, un propsito que quizs seevidencia en el nombre de la cuarta joven, Litea (quizs la salvadora)35. Llegamosa discernir, en fin, semejanzas importantes entre las figuras de Androgeo y las hijasde Jacinto. En efecto, el uno y las otras son jvenes, extranjeros en suelo tico, de buenporte36 y encuentran la muerte a manos de los atenienses aun cuando eran inocentes.

    Pero por qu fueron sacrificadas las hijas de Jacinto en concreto?. Preliminar-mente hemos de apuntar que este personaje mitolgico fue conocido bajo dos mani-festaciones diferentes. Mientras que en una adoptaba la apariencia de un adulto bar-bado37, en otra se mostraba como un joven que fue amado por Apolo y que muri deforma trgica, transformndose su sangre en la flor homnima38. Es posible que al-gunas leyendas postulasen que Jacinto fue criado por la mismsima rtemis, diosade la vida salvaje, de la flora y la fauna, y protectora de infantes y adolescentes39.Numerosos investigadores ven en la figura de Jacinto una divinidad antiqusima dela vegetacin relacionada con el ciclo de la regeneracin anual: un smbolo del poderde la naturaleza que es capaz de superar una situacin crtica, la muerte/ el invierno,y reaparecer inaugurando una nueva poca de fertilidad, a saber, la primavera/ el ve-rano. As, Nilsson, seguido de Mellink y Dietrich, equiparan a Jacinto con Zeus al con-siderar a ambos como representaciones del Divine Child que fue criado por divini-dades vinculadas a la fuerza generadora de la Tierra40. En virtud de esta interpretacinresulta totalmente lgico que el dios de la vegetacin Jacinto tuviera, como postula-

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    34 Fr. 101 Rose (=Ath., XV, 674 f).35 Es posible que el antropnimo est relacionado con el adjetivo verbal del verbo .36 Androgeo vence en las competiciones de las Panateneas, por lo que se adivina su excelencia fsica.37 Paus., III, 19, 4.38 Vase entre otros Eurpides (Hel., 1468-1473) y el mismo [Pseudo]Apolodoro (Bibl., I, 3, 3 y III, 10, 3).

    Sobre la transformacin de la sangre del joven Jacinto en flor, Ovid., Met., X, 162-219. M. Moreno Conde(Flor y ritos de infancia en la antigua Grecia: azafrn, narciso y jacinto, en R. Olmos, P. Cabrera y S. Mon-tero Herrero (coords.), Paraso cerrado, jardn abierto. El reino vegetal en el imaginario religioso del Medi-terrneo, Madrid, 2005, pp. 125-145) subraya que las referencias ms antiguas conservadas hasta nosotros re-lativas a la transformacin de la sangre de Jacinto en flor se remonta al s. IV a.C.

    39 Numerosos documentos se refieren al culto de rtemis Jacinttrofa en Cnido: entre ellos una inscripcinincisa en uno de los muros del Tesoro de los Cnidios en Delfos (. Bourguet, Fouilles de Delphes, III, 1, Pa-ris, 1929, no. 308). Vase al respecto G. Pugliese Carratelli, Epigrafi di Cos relative al culto di Artemis in Cni-do e in Bargylia, PP 42 (1987), pp. 110-123. Se ha sostenido que este culto pudo haber existido tambin enTaranto, otra colonia lacedemonia: G. Pugliese Carratelli, Artemis Hyakinthotrophos a Taranto?, PP 55 (1989),pp. 463-469.

    40 M.P. Nilsson, The Minoan-Mycenaean Religion and its survival in Greek Religion. Second Revised Edi-tion, Lund, 1950, pp. 556ss; M.J. Mellink, Hyakinthos, Utrecht, 1943, passim; B.C. Dietrich, The Origins ofGreek Religion, Berlin-New York, 1974, pp. 13ss.

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    ba la Tradicin G, una hija llamada Anteide, la florecida. Se antoja igualmente con-gruente que, ante un contexto de muerte y destruccin, los atenienses sacrificaran unamuestra del poder engendrador de Jacinto que creca en suelo tico, con la esperanzade que dicho acto propiciara la superacin de la crisis: un ejemplo ms del tpico parspro toto que rega la prctica votiva de los antiguos griegos.

    Determinados estudiosos tambin subrayan que la figura de Jacinto estaba vin-culada a los ritos de iniciacin con que los y las acreditaban sutransicin a la madurez, muriendo definitivamente como infantes y renaciendocomo y 41. En numerosas ocasiones se ha sealado que losritos de iniciacin helenos contenan, de hecho, elementos que remitan al mbito fu-nerario42.

    El culto a Jacinto est atestiguado en numerosas regiones de Grecia. En Lacede-monia (esto es, la patria de Jacinto, tal y como puntualiza la Tradicin G) se celebrabanlas fiestas de las Jacintias43. En el marco de estas festividades el hroe era honrado conun ritual, el , que se desarrollaba en el propio santuario de Apolo de Amiclas44.Como explica Pettersson, la denominacin de la ceremonia remite al mbito temticode la contaminacin y la posterior expiacin que conduca a la purificacin. Seguramenteel ritual tambin se relacionaba con los conceptos de transicin y muerte, ya que se re-alizaba a travs de una puerta de bronce ubicada a la izquierda del altar de Apolo, lugarde enterramiento del propio Jacinto. Cabe aadir que durante las Jacintias se cantabanpeanes, probablemente en honor de Apolo45. Los lacedemonios entonaban estas com-posiciones no slo en eventos de carcter sacro, sino tambin en contextos blicos46. Lospeanes eran cantados asimismo por todas aquellas comunidades griegas que sufran unaplaga, a fin de implorar la ayuda divina (por lo general la de Apolo)47. De todo lo dichose sigue que los peanes estaban vinculados a momentos crticos en los que la cotidiani-dad y el orden quedaban trastocados48. Brul ha subrayado los paralelismos que exis-ten entre los elementos que integran las Jacintias lacedemonias y las Panateneas ticas49,esto es, las festividades que, a decir de [Pseudo]Apolodoro, fueron fundadas porEgeo50 y mancilladas por la muerte de Androgeo.

    41 H. Jeanmaire, Couroi et Courtes, 1939, pp. 526-531; A. Brelich, Paides e Parthenoi, Roma, 1969, espe-cialmente pp. 141-148.

    42 La bibliografa al respecto es ingente: baste citar aqu las obras de M. Eliade, Rites and Symbols of Ini-tiation: The Mysteries of Birth and Rebirth, London, 1958, p. XII; A. Brelich, Paides e Parthenoi, op. cit., p.33; y R. Seaford, The tragic wedding, JHS 107 (1987), pp. 106-130.

    43 Herdoto (IX, 7-11), Tucdides (V, 23, 4-5) y Ateneo (IV, 139 d-f), entre otros autores, se refieren a ellas.44 Paus., III, 19, 3.45 X., HG, IV, 5, 11.46 Plu., Lyc., XXII, 3-6.47 Lo vemos en la Ilada de Homero (I, 472-474) y en el Edipo Rey de Sfocles (4-5).48 M. Pettersson, Cults of Apollo at Sparta. The Hyakinthia, the Gymnopaidiai and the Karneia, Stockholm,

    1992, pp. 9-41.49 P. Brul, Ftes grecques: priodicit et initiations. Hyakinthies et Panathnes, en A. Moreau (d.),

    Linitiation. Tome I. Les rites dadolescence et les Mystres, Montpellier, 1992, pp. 13-38.50 En cambio Helnico de Lesbos (FGrH 4, F 39), Androtio de Atenas (FGrH 324, F 2) y Aristteles (fr.

    637 Rose) atribuyen su fundacin a Erectonio.

  • Al parecer los compatriotas de Minos que vivan en el periodo clsico tambin rin-dieron culto a Jacinto: una inscripcin de mediados del s. V a.C. atestigua que en Cno-sos se celebraban unas fiestas llamadas Jacintias51. Desgraciadamente no sabemos sidurante los festejos se desarrollaban rituales apotropaicos o de transicin, ni si se tra-taba de una expresin cultual de gran antigedad. Por lo que atae al tica, una ins-cripcin del s. I d.C. (IG II2, 1035, lnea 52) descubierta en la Acrpolis ateniense men-ciona un altar llamado Jacintion. Algunos investigadores, como Larson, prefieren noavanzar ninguna hiptesis arriesgada sobre la ubicacin de este recinto sagrado52; encambio, otros especialistas sostienen que el Jacintion se levantaba muy cerca del lu-gar de hallazgo del testimonio epigrfico, en un monte del que hablaremos ms ade-lante.

    Por el momento volvemos al mbito mitolgico para hacernos eco de la observa-cin de Bremmer relativa a la presencia de elementos florales/vegetales en numero-sos relatos sobre vctimas expiatorias53. Este componente se manifiesta doblementeen la Tradicin G, dado que en ella se nos habla no slo de Jacinto, sino tambin desu hija Anteide (literalmente, la florecida)54.

    En el texto de [Pseudo]Apolodoro se mencionan, pues, a las hijas de Jacinto, . En el lxico de Harpocration y en la Suda, las hijas de Jacinto, , son denominadas Jacintidas55. Ahora bien, Mellink conside-ra que las Jacintidas pudieron haber sido consideradas originalmente, no como lashijas de Jacinto, sino como sus nodrizas o asistentes, mticas o reales. Como apoyo asu hiptesis, la investigadora se remite al ejemplo de las Dionisiadas de Esparta, queno eran las hijas de Dioniso, sino las vrgenes que lo honraban participando en las com-peticiones de dromos dedicadas al dios del vino56.

    En este punto cabe apuntar que otra tradicin antigua, recogida (y parcialmentetergiversada?) por Eurpides en su obra Erecteo, narraba cmo las hijas de Erecteo pa-saron a denominarse Jacintidas una vez que stas se inmolaron voluntariamente paraque Atenas se alzase vencedora en su guerra contra Eumolpo57. Fanodemo nos apor-ta ms informaciones sobre esta versin, al explicar que el nombre adoptado post mor-tem por las muchachas se deba al hecho de que su sacrificio tuvo lugar en un montellamado Jacinto58. Determinados investigadores ubican precisamente en este altoza-

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    51 ICr I, 8, 4a, lnea 17. Para su comentario y traduccin, H. van Effenterre y F. Ruz, Nomima. Recueildinscriptions politiques et juridiques de larchasme grec, I, Paris, 1994, no. 54.

    52 Vase J.L. Larson, Greek Heroine ..., op. cit., pp. 102 y n. 8, 153-154.53 J.N. Bremmer, Scapegoat Rituals , op. cit., pp. 271-293.54 Nos preguntamos asimismo si el nombre de Litea, la cuarta hija de Jacinto, podra evocar en la mente de

    los antiguos griegos una especie de seta llamada litars que es citada por Hesiquio (s.v. ).55 Harp., s.v. ; Suda, s.v. .56 M.J. Mellink, Hyakinthos, op. cit., pp. 58ss. Sobre las Dionisiadas, Hsch., s.v. .57 C. Collard, M.J. Cropp y K.H. Lee (eds.), Euripides. Selected Fragmentary Plays. Vol. I, Warminster,

    1995, Erechtheus, fr. 370, 73-74; R. Kannicht y S. Radt (ed.), Tragicorum Graecorum Fragmenta, Vol. 5.1,Gttingen, 2004, Erechtheus, fr. 370, 73-74.

    58 Phanod., FGrH 325, F 4. Vase tambin Suda, s.v. y Phot., s.v. . En general so-bre el tema, E. Kearns, The Heroes of Attica, London, 1989, pp. 201-202.

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    no el altar Jacintion citado en la inscripcin del s. I d.C. arriba aludida (IG II2, 1035,lnea 52). En opinin de estos estudiosos, el recinto sacro estara dedicado no slo aJacinto, sino tambin a las Jacintidas. Posteriormente expondremos sus hiptesis re-lativas a la identificacin del Monte Jacinto con una colina que nos es ms conocidabajo otro apelativo.

    Unas Jacintidas aparecen mencionadas, asimismo, en una inscripcin tica de fi-nales del s. V a.C. que contiene parte de un calendario sacrifical59. En el epgrafe seestipula concretamente que se deban consagrar ciertas ofrendas en honor a las Jacin-tidas el noveno da de un mes cuyo nombre, por desgracia, no ha llegado hasta nos-otros. A partir de varias lucubraciones, Robertson (autor que pone nfasis en la iden-tificacin de las Jacintidas aqu nombradas con las hijas de Erecteo) llega a la conclusinde que la ofrenda se desarrollaba en Esciroforin. De hecho, el duodcimo da deeste mes se celebraban en Atenas las fiestas de las Esciras, a saber, el marco en el cualse conmemoraba la guerra de Atenas, liderada por Erecteo, contra Eumolpo. En lo con-cerniente al sacrificio en honor a las Jacintidas, Robertson habla de un rito ligado a unculto de fertilidad y del ciclo agrario: temticamente, estara relacionado con las Es-ciras, un festival de la siega. La entrega de presentes a unas heronas/ninfas tendra lu-gar en verano, durante el ltimo mes del ao ateniense: es decir, en un periodo de tran-sicin 60.

    En fin, ciertos ecos de la Tradicin G plasmada por [Pseudo]Apolodoro resuenanigualmente en un fragmento de Heladio que se ha conservado gracias a la labor reco-pilatoria de Focio de Constantinopla61. En efecto, el autor del s. IV d.C. apuntabaque los atenienses eligieron por primera vez pharmakoi a raz de la peste desencade-nada por la muerte de Androgeo el cretense. Ahora bien, Heladio no explicitaba losnombres de estas primeras vctimas expiatorias; y adems, al hablar de la costumbrede cariz apotropaico establecida en Atenas desde aquel entonces, fijaba en dos, y noen cuatro, los pharmakoi elegidos.

    5. HONRARAUN MONSTRUO, HONRARAUN DIOS

    Pero volvamos a centrarnos en la Tradicin G tal y como aparece plasmada por[Pseudo]Apolodoro. El mitgrafo dice, lo hemos visto, que los atenienses sacrifica-ron a las cuatro hijas de Jacinto. Sera de esperar que las jvenes hubieran sido con-sagradas a Androgeo, puesto que las desgracias que afligan el tica se desencadena-ron a raz de la muerte del hijo de Minos. Sin embargo, para sorpresa nuestra el personajeagasajado es otro. La noticia resulta an ms extraa por cuanto que Androgeo con-

    59 Inscripcin Agora I, 7577, cara B, lneas 16ss. Al respecto, L. Gawlinski, The Athenian Calendar of Sac-rifices: A New Fragment from the Athenian Agora, Hesperia 76 (2007), pp. 47-53.

    60 N. Robertson, Religion and Reconciliation in Greek Cities: the Sacred Laws of Selinous and Cyrene, Ox-ford, 2009, pp. 170ss. y 208ss. Tambin id., Athenas Shrines and Festivals, en J. Neils (ed.), WorshippingAthena. Panathenaia and Parthenon, Wisconsin-London, 1996, pp. 52ss.

    61 R. Henry, Photius. Bibliothque, Vol. VIII, Paris, 1977, p. 182 ( 279, 534a).

  • 62 Sobre el altar en el Falero, vase Paus., I, 1, 4; sobre el heroon en el Cermico, Amelesgoras de Atenas,FGrH 330, F 2 (= Hsch., s.v. ).

    63 Hellanic., FGrH 4, F 88.64 Hesodo (Th., 140 y 501-506) apunta que los cclopes que nacieron de la unin de Urano y Gea fueron

    los forjadores de los rayos de Zeus. Istro (FGrH 334, F 71) los considera como los primeros seres que fabri-caron armas de bronce. En fin, [Pseudo]Apolodoro (Bibl., I, 1, 2; I, 2, 1) narra que los cclopes regalaron a loshijos de Cronos las poderosas armas con las que stos vencieron a los titanes: los rayos de Zeus, el yelmo deHades y el tridente de Poseidn.

    65 Pi., Fr. 169a, 7 Snell; B., XI, 77; Pherecyd., FGrH 3, F 12.66 N. Robertson, Religion and Reconciliation, op. cit., p. 208.

    taba con un altar en el Falero y con un heroon en el Cermico62. La ofrenda tampocose realiza en honor de Zeus, la divinidad con la que tericamente los atenienses deb-an reconciliarse para librarse de la peste y el hambre que los atenazaba. El ser al queson inmoladas Anteide, Egleide, Litea y Ortea es un enigmtico cclope de nombreGeresto. Quin es este personaje? Y por qu el homenajeado es l?.

    En un principio, la presencia de un cclope en el relato parece concordar con la l-gica general de la Tradicin G, en la que domina lo liminar, lo marginal, lo extraordi-nario. En efecto, hasta ahora hemos visto que a) el contexto de la historia, a saber laconcomitancia de guerra, hambre y peste, constituye una situacin extrema; b) la so-lucin a esta crisis es buscada a travs de una consulta a un orculo, punto de contac-to entre lo humano y lo sobrehumano; c) el remedio recomendado constituye una ac-cin radical, drstica, el sacrificio de varias muchachas; y d) las vctimas elegidas serevelan igualmente como figuras marginales de la sociedad ateniense, puesto queson hijas de un extranjero. Con los elementos del mito que acabamos de mencionar seacomoda plenamente el hecho de que la inmolacin de las jvenes se celebrase en latumba de un ser perteneciente a una raza que resida y actuaba en mbitos limtrofes.Semejante caracterizacin es vlida para los tres grupos de cclopes que distingue He-lnico63, a saber: a) los mismos dioses, entendindose como tales a Bronte, Est-ropes y Arges, los hijos de Urano y Gea que mencionan Hesodo, Istro y Apolodoro64;b) los constructores de murallas, de fuerza sobrehumana, que son aludidos por Pn-daro, Baqulides y Fercides entre otros65; y c) los temibles compaeros de Polifemoque son descritos en la Odisea. No obstante, si profundizamos en las caractersticasde los componentes de cada una de estas estirpes nos encontramos con que ningunade ellas mantiene relaciones estrechas con posibles procesos de purificacin y/o re-generacin, los objetivos que persiguen los atenienses.

    Cierto es que los cclopes de los dos primeros grupos son retratados como perso-najes industriosos y aprovechables; pero tal cosa no implica que tambin fueran con-siderados como exclusivamente benignos. Robertson sostiene que, en general, los nom-bres de los cclopes (Bronte, Estropes, Arges, Geresto) are [] redolent of storm:they personify the threat of bad weather66. En virtud de esta visin, se podra deducirque los atenienses sacrificaron a las hijas de Jacinto (esto es, una pequea muestra delpoder generador de la naturaleza) en honor de un daimon de las inclemencias porquesuponan que as lo calmaran y aseguraran la prosperidad del resto del acopio huma-no y alimenticio del tica. Pero una ofrenda a una criatura semejante resulta, en nues-

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    tra opinin, una accin algo inconexa con el problema concreto al que se enfrentanlos compatriotas de Egeo en la Tradicin G: las calamidades que estos ltimos afron-tan no son las tormentas, sino la conjuncin de la guerra, la peste y el hambre.

    De los cclopes del tercer grupo tenemos una imagen an ms negativa, la ilustra-da en el libro noveno de la Odisea. En la obra homrica estos personajes son seres quelindan entre lo humano y lo salvaje. De ellos se nos dice que residan en las montaasde su isla, que se dedicaban a la recoleccin (pero no al cultivo) de frutos y al pasto-reo de cabras, y que vivan sin someterse a ley alguna. Su comportamiento inclua ac-ciones reprobables, hasta tal punto que el propio Polifemo no tiene reparos en saciar suhambre engullendo a dos compaeros de Odiseo67. Con esta imagen se aviene la na-rracin de [Pseudo]Apolodoro, en la que otro cclope, Geresto, ha de quedar satisfechosi sobre su tumba se derrama sangre humana, en este caso la de cuatro jvenes. Por otrolado, merece ser aadido que, de igual manera que encontramos semejanzas entre lashijas de Jacinto y Androgeo, podemos ver similitudes entre los comportamientos in-hospitalarios de Egeo/los atenienses y Polifemo: si los primeros matan a Androgeo,un joven extranjero, el segundo (y por extensin sus congneres) asesina a dos nave-gantes tacos. En ambos casos se produce una violacin de la institucin de la xenia.Ahora bien, no vemos ninguna razn por la cual los atenienses coetneos de Egeo po-dran haber considerado que un sacrificio en loor de un cclope de la estirpe de Polife-mo restituira el antiguo orden y propiciara la regeneracin de la vida en el tica. Enconsecuencia, para avanzar en nuestras indagaciones no nos queda ms remedio quedescender de lo genrico a lo individual y centrar la atencin en el propio Geresto.

    La identidad de este ser da pie a numerosos interrogantes. Aparte de la cita de[Pseudo]Apolodoro, los nicos testimonios en los cuales se menciona explcitamen-te un personaje mitolgico llamado Geresto son dos lemas de Esteban de Bizancio68.Aqu se apunta que Geresto y sus hermanos, Tnaro y Calauro, fueron unos vstagosde Zeus: descubrimos por consiguiente un vnculo familiar entre un Geresto y la di-vinidad que castiga a los atenienses por la muerte de Androgeo. El problema que sur-ge es que Esteban de Bizancio no describe a Geresto, Tnaro y Calauro como cclo-pes, y adems no vincula a Geresto con el tica. Bien al contrario, el lexicgrafosostiene que el nombre de este Geresto fue aplicado a una kome (comarca) de Eubeadonde se alzaba un santuario de Poseidn. Y en efecto, ya en la Odisea se dice queNstor, Diomedes y Menelao sacrificaron en la playa de Geresto numerosos toros paraagradecer al dios del mar la proteccin que les haba dispensado durante su viaje deretorno desde Troya. Fuentes posteriores describen este lugar como un importantepuerto de la costa sudeste de Eubea, y certifican la existencia en l de un santuario li-minar, dispensador de asilo, que estaba dedicado a Poseidn Gerestio69.

    67 Para una interpretacin de la imagen de los cclopes dada en la Odisea, segn la cual Polifemo constitu-ye una excepcin a la norma, vase R. Mondi, The Homeric Cyclops: Folktale, Tradition, and Theme, TA-PhA 113 (1983), pp. 17-38.

    68 St. Byz., s.v. y .69 Hom., Od., III, 165-185; Th., III, 3, 5; E., Cyc., 290-296; Ar., Eq., 561; X., HG, III, 4, 4; Scyl., 58; Str.,

    X, 1, 2 y 7.

  • Es acertado pensar que un antropnimo Geresto gener un topnimo Geresto?.El sufijo sto(s) al final del trmino indica un origen prehelnico de este ltimo70. Laterminacin aparece tambin en palabras antiqusimas como Lcasto, Festo, Caristo,Disto, Anflisto, Macisto. Todas ellas corresponden a lugares que, en muchos casos,dieron nombre a hroes epnimos mticos. Es decir, los topnimos generaron antro-pnimos, y no al revs como sostiene Esteban de Bizancio71. Ahora bien, en el Ety-mologicum Magnum la palabra Geresto (que aqu designa el topnimo euboico) seasocia al verbo , a saber, honrar, ofrecer un regalo, consagrar, ce-lebrar un sacrificio72. En este mismo lxico se alude igualmente a un pequeo asen-tamiento de Arcadia denominado Gerestion. La palabra Gerestion se relacionaaqu con el sustantivo , vinculable lgicamente al verbo y tradu-cible como regalo (hecho en contextos cultuales, fnebres, de hospitalidad, etc) oincluso como privilegio. En Gerestion de Arcadia, aade el Etymologicum Mag-num, Zeus fue envuelto en paales73. Nos encontramos en consecuencia ante unatergiversacin etimolgica que pudo haber nacido por la similitud de los trminos / / , y que quizs fue reforzada por el hecho de que enGeresto y Gerestion se celebraban actividades cultuales74.

    Existen de hecho numerosas palabras que etimolgicamente son vinculables al tr-mino Geresto y que remiten a la esfera religiosa, aparte del ya mencionado Geres-tion75. As, una inscripcin tica de finales del s. V a.C. da constancia de un culto a las (IG II2, 4547). Estas ninfas aparecen mencionadas en eltestimonio epigrfico junto a otras divinidades natalicias y curotrficas, como Leto,rtemis Loquia e Ilita76. Por otra parte, en el Etymologicum Magnum se apunta queen Gortina de Creta se crea que unas ninfas llamadas Gerestiadas criaron a Zeus cuan-do ste era un infante77. Las Gerestias, a su vez, eran unas competiciones celebradasen Geresto de Eubea por todos los autctonos, en honor a Poseidn y en conmemo-racin de unos eventos que ocurrieron en invierno (o durante una tormenta)78. Geras-tios/Gerestios es el nombre de un mes que est atestiguado en los calendarios de Cosy Calauria, as como en los de Trecn y Esparta/Lacedemonia, las poleis de origen de

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    70 F. Rodrguez Adrados, Hacia una teora de la ciencia toponmica, Revista Espaola de Lingstica 32.1(2002), p. 45.

    71 Esta inversin es muy comn en la obra de Esteban de Bizancio. As, Caristo en Eubea y Lcasto enCreta, dos asentamientos citados en la Ilada (II, 539 y 647), parecen haber dado nombre respectivamente a loshroes Caristo y Lcasto, y no al revs, tal y como pretende el lexicgrafo (s.v. y ).

    72 EM, s.v. .73 EM, s.v. .74 Debemos subrayar, no obstante, que en griego antiguo el nominativo del sustantivo Geresto aparece

    en [Pseudo]Apolodoro como una palabra proparoxtona; en los lemas de Esteban de Bizancio como una pala-bra proparoxtona u oxtona; y en la entrada del Etymologicum Magnum como una palabra oxtona.

    75 Excluimos aqu el estudio pormenorizado de los antropnimos que contienen la partcula Geres-/Geras-: su enumeracin y dispersin geogrfica no aportan datos suplementarios a la cuestin que nos atae.

    76 J.L. Larson, Greek Nymphs. Myth, Cult, Lore, Oxford, 2001, pp. 132-134; M. Dillon, Girls and Womenin Classical Greek Religion, London-New York, 2003, pp. 24-25.

    77 EM, s.v. .78 Sch. Pi., Ol. XIII, 159 a y b.

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    Teseo y Jacinto respectivamente79. Trmphy parece identificarlo (al menos en Espar-ta) con nuestro enero/febrero80. Podra deducirse que en cada uno de estos mbitos ge-ogrficos el mes inclua unas fiestas que se designaban Gerastias/Gerestias. Por des-gracia desconocemos qu tipo de celebraciones seran stas. Lo nico que podemosdecir es que, segn Ateneo, en Trecn el mes de Gerestios inclua unas fiestas (ima-ginamos que las Gerestias), de inversin, en las que amos y esclavos intercambiabanpor un da sus papeles en la sociedad81.

    En que medida se relacionan todos estos datos entre s?. Lerat82 sostiene que Ge-resto fue originalmente un trmino que designaba un lugar de Eubea, sede de un san-tuario de Poseidn. El topnimo habra dado nombre al hroe Geresto, un genio depromontorio tal y como lo caracteriza el investigador francs. Este personaje mito-lgico, un hijo de Zeus segn la tradicin transmitida por Esteban de Bizancio, pudohaber sido identificado en la antigedad con el cclope Geresto que cita [Pseu-do]Apolodoro. Por su parte, las ninfas Gerestiadas de Creta y las Gerests del ticaseran divinidades protectoras de la regeneracin y la infancia que habran vivido engrutas o bosques. Similares a ellas habran sido las nodrizas que previsiblemente seencargaron de cuidar a Zeus en Gerestion de Arcadia. Segn Lerat estas ninfas no ten-dran ninguna relacin con el topnimo/antropnimo Geresto, dada la inexistenciade elementos comunes en las caractersticas/competencias atribuibles a las primerasy al segundo. En fin, las posibles fiestas Gerastias celebradas durante el mes de Ge-rastios/Gerestios en Cos, Calimna, Trecn y Lacedemonia, al marcar el inicio de laprimavera, podran haber estado relacionadas con el campo de actuacin de las Ge-restiadas y las Gerests. Lerat no descarta, sin embargo, que las fiestas hubieran teni-do alguna vinculacin con Poseidn Gerestio.

    Mellink83 considera sinnimos los dos eptetos que caracterizan a las ninfas en lainscripcin ateniense IG II2, 4547, a saber, y : la segunda ep-clesis (natalicias) estara simplemente aclarando el significado de la primera. En vir-tud de esta hiptesis, los trminos y designaran lo mismo.Teniendo adems en cuenta que, segn el Etymologicum Magnum, Gerestion de Arca-dia fue un lugar donde Zeus fue criado y que las Gerestiadas de Creta fueron unasninfas nodrizas, Mellink plantea otro silogismo, que Geresto fue un nio recin naci-do. Ahora bien, a esta figura infantil le habra sobrevenido la muerte, por lo que ha-bra sido enterrado. En otras palabras, Geresto y Jacinto no sera ms que dos mani-festaciones de una misma figura, la del Divine Child que simboliza la regeneracin

    79 Para Cos, M. Segre, Iscrizioni di Cos, Roma, 1993, inscripciones ED 45A.1; ED 58.6; ED 62 (A).4; ED145(A).41; para Calauria, IG IV, 841, lnea 12; para Trecn, Ath., XIV, 639 c; y para Lacedemonia, Th., IV,118-119.

    80 C. Trmpy, Untersuchungen zu den altgriechischen Monatsnamen und Monatsfolge, Heidelberg, 1997,passim.

    81 Ath., XIV, 639 c. En Trecn, una inscripcin que es fechada en torno al 148 a.C. menciona a unos Ge-restiastas, posiblemente una fratra (IG IV, 757b, l. 12).

    82 L. Lerat, Geraistos et les Geraistai, RA 25 (1946), pp. 196-203.83 M.J. Mellink, Hyakinthos, op. cit., pp. 56-69.

  • tras la muerte. Son identificables, por lo tanto, con el propio Zeus, cuyo(s) lugar(es)de nacimiento y sepultura enseaban con orgullo los cretenses84. Para Mellink, el cul-to a un dios-nio (un ser que estaba vinculado al ciclo de la vida y la muerte y quecontaba con la asistencia de jvenes nodrizas) se podra haber transmitido desde Cre-ta (donde se crea que unas ninfas Gerestiadas criaron a Zeus), a Lacedemonia (dondeJacinto se acompaaba de las Jacintidas) y al tica (donde las Jacintidas habran sidoconsagradas a Geresto). En esta ltima regin, existira un lugar que era identificadocomo la Tumba de Geresto y que estara ubicado sobre (o se asemejara a) una colina.

    Para Ervin85, Geresto es principalmente un topnimo predorio que pudo habersido aplicado, incluso con pequeas variaciones como Gerestion, a distintas reali-dades geogrficas. La investigadora cree, de hecho, que las ninfas Gerests de la ins-cripcin tica IG II2, 4547 tambin pudieron haber tomado su nombre de un topni-mo afn86. Adems, identifica a las ninfas Gerests con las Jacintidas y las Erectedas.Ervin localiza la Tumba de Geresto en el Monte Jacinto e identifica este ltimo conla llamada (por los arquelogos) Colina de las Ninfas en Atenas, all donde exista unsantuario dedicado a estas divinidades menores87. La hiptesis Tumba de Geresto yJacintion en Monte Jacinto/Colina de las Ninfas es secundada por expertos comoWycherley, Culley y Robertson. Robertson subraya adems que la Colina de las Nin-fas fue tambin la sede de un santuario de Zeus, por lo menos, en el s. IV a.C. ElCrnida parece haber sido adorado aqu bajo la epclesis Meliquio, es decir, comoun dios agrario, propiciador de la fertilidad 88. A tenor de lo expuesto, se podra infe-rir que este cerro del asty de Atenas habra albergado un buen nmero de santuariosde divinidades agrarias, curotrficas y apotropaicas que quedaban vinculadas entres con lazos mticos: el hroe/dios de la vegetacin Jacinto (homnimo del monteateniense y propietario de un santuario ubicado probablemente all mismo) tuvo unashermosas y florecientes hijas (unas ninfas que tambin eran honradas en esta colina),las cuales fueron sacrificadas a Geresto (un ser imponente, que era familiar o asistentede Zeus, y cuyos restos descansaban en una tumba que pudo haberse alzado en el Mon-te Jacinto), para lograr que el Crnida (adorado como Meliquio en la Colina de lasNinfas) librase de la peste y la hambruna a los ciudadanos de Atenas89.

    Como se aprecia, cada una de las hiptesis planteadas hasta ahora viene a aportar unenfoque nuevo, diferente, al estudio de los datos disponibles. De todas ellas, la propuesta

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    84 Con relacin a la Tumba de Zeus vase Istro (FGrH 334, F 48). Calmaco (Himno I, 8) desconfa dela veracidad de la leyenda. Sobre la cuestin A.B. Cook, Zeus. A study in ancient religion, Cambridge, 1914,Vol. I, pp. 157ss.; B.C. Dietrich, The Origins of Greek Religion, Berlin-New York, 1974, pp. 15-16, n. 78.

    85 M. Ervin, Geraistai Nymphai Genethliai and the Hill of the Nymphs, Platon 21 (1959), pp. 146-159.86 Como apoyo a su hiptesis, Ervin remite a ejemplos como el de las musas/ninfas Ilisadas de Atenas, que

    se denominaron as a partir del ro Iliso. Vase Paus., I, 19, 5.87 Tal y como atestigua la inscripcin IG I3, 1065, del s. V a.C.88 R.E. Wycherley, Minor Shrines in Ancient Athens, Phoenix 24 (1970), p. 287; G.R. Culley, The Restora-

    tion of Sanctuaries in Attica, II. The Structure of IG II2, 1035 and the Topography of Salamis, Hesperia 46(1977), p. 286 y n. 14; N. Robertson, Religion and Reconciliation, op. cit., pp. 199-200, 206-212; J.L. Lar-son, Greek Nymphs, op. cit., p. 131; G.V. Lalonde, Horos Dios, op. cit., pp. 42-46.

    89 La pregunta que surge inmediatamente a raz de este enfoque es cundo se forjaron estos lazos mticos.

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    de Mellink es la nica que, al considerar a Geresto como un doble de Zeus, permiteatribuir una cierta lgica a la realizacin por parte de los atenienses de un sacrificio enhonor de Geresto con el fin de contentar a Zeus, severo castigador de los ticos por lamuerte de Androgeo (pues al ofrecer vctimas expiatorias al cclope, de forma indirec-ta se estara agasajando al Crnida). Por nuestro lado, ya hemos apuntado que nos pa-rece muy convincente la caracterizacin de Jacinto y las Jacintidas como daimones pro-piciatorios de la regeneracin, teniendo en cuenta su nombre y las distintas informacionesexistentes sobre el culto del primero, principalmente en Esparta. En lo concerniente aGeresto, la mencin de su tumba como el lugar donde se le conmemoraba nos lleva aconsiderarlo como una divinidad ctnica, ligada al mbito de la muerte. Sin embargo,dada su condicin de cclope, nos mostramos menos propensos a creer que el campode accin de Geresto englobara tambin la esfera del renacimiento tras la muerte o dela regeneracin anual de la Naturaleza. La razn por la cual Geresto aparece en la Tra-dicin G(eresto) sigue constituyendo el gran enigma que se esconde tras el relato de[Pseudo]Apolodoro. No queda ms que reconocer que, con los datos actualmente dis-ponibles, la nica manera de avanzar en la interpretacin de esta historia es arriesgarsea andar en el terreno movedizo de la concatenacin de conjeturas.

    6. LATUMBADE GERESTO

    En este mosaico en el que se adivinan figuras mitolgicas sobre paisajes helenoshay, adems, una tesela que parece desentonar en el espacio donde se la ha encajadohasta ahora. Nos referimos a la supuesta existencia de un cclope (o de su tumba) enel tica. En efecto, no tenemos constancia de ninguna otra tradicin que sostuvieraque un ser de esta estirpe vivi, actu o muri en Atenas. Cierto es que los muros dela Acrpolis fueron erigidos en tcnica ciclpea y que este aparejo, utilizado en ml-tiples construcciones de Grecia, se llam as porque se crea que los cclopes fueronsus inventores90. Sin embargo, la tradicin popular consideraba que los muros pro-tectores de la Acrpolis ateniense fueron obra, concretamente, de los pelasgios Argo-las e Hiperbio91.

    Las fuentes literarias suelen situar a los cclopes en distintas regiones del Pelopo-neso92 y, sobre todo, en Eubea y en las zonas afectadas por la colonizacin euboica,como Sicilia93. El historiador del s. III a.C. Istro ubicaba a los cclopes en Eubea, con-cretamente en un lugar llamado Teuquon: estos seres inventaron all las armas de bron-

    90 Vanse los casos de Micenas (E., HF, 943-947 e IA, 152, 265 y 1500-1501; tambin Paus., II, 16, 5) yTirinto (Apollod., Bibl., II, 2, 1 y Paus., II, 25, 8).

    91 Pausanias (I, 28, 3) comenta que poco se saba de ellos a excepcin de que procedan de Sicilia. El he-cho de que los cclopes tambin fueran los habitantes mticos de esta isla no significa que Argolas e Hiperbiodeban ser identificados, a su vez, como cclopes.

    92 Vase supra sobre su participacin en la construccin de las murallas de Micenas y Tirinto.93 Sobre Sicilia, Th., VI, 2 (en donde se hace alusin a poetas anteriores al propio Tucdides que ubicaban

    a los cclopes en esta isla) y Str., I, 2, 9, entre otros.

  • ce94. Por su parte, Cayo Julio Solino afirmaba que Briareo (un centimano segn cier-tas tradiciones pero un cclope segn otras95) reciba culto en Caristo96, ciudad euboicacuya chora englob seguramente la cercana kome Geresto. En fin, basndose en unfragmento de Estrabn (X, 1, 10), A. Mele ha deducido que dentro de los lmites ge-ogrficos de Eubea circul una leyenda que sostena que Admeto fund un santuariode Apolo en la zona central de la isla, en conmemoracin del asesinato de los cclo-pes a manos de Apolo97. A tenor de todo lo dicho hasta ahora, resulta totalmente des-cabellado pensar que, en la imaginera helena, la Tumba de Geresto citada por [Pseu-do]Apolodoro pudo haber sido localizada en la kome Geresto de Eubea?. La descripcinde Eurpides de este paraje euboico como un entorno casi inaccesible98 nos remite denuevo al campo temtico de lo marginal que domina en la Tradicin G. En efecto, sia un mbito marginal (un orculo) se dirigieron los atenienses para buscar la respuestaa sus problemas; y si en un mbito marginal (por su edad, procedencia y condicin so-cial) se ubican las vctimas elegidas para expiar el miasma, por qu no concebir queel sacrificio de las hijas de Jacinto se realiz en un territorio igualmente marginal?.

    En varios relatos sobre pharmakoi se habla del exilio o expulsin de stos ms allde los lmites territoriales de la ciudad que los eliga99. En la propia leyenda sobre laofrenda humana a Minos vemos que finalmente los atenienses se vieron obligados aenviar a las vctimas expiatorias del asesinato de Androgeo a la lejana isla de Creta,allende del mar. De igual manera, las muchachas que los locrios ofrecan a Ateneapara redimirse de la culpa de yax partan de Grecia Central rumbo a Troya en un bar-co que atravesaba el Egeo100. Asimismo tenemos constancia de una categora de phar-makoi, los peripsemata, que eran introducidos en el mar (pero sumergidos en el aguao embarcados en botes?) en el marco de un ritual de expiacin oficiado cuando va-rias adversidades afligan una comunidad101. En Lucade, el pharmakos era arrojadoal mar desde un precipicio y luego se le recoga en una barca para expulsarlo, prefe-rentemente vivo, fuera de los lmites del territorio de la ciudad102.

    Consideremos por un momento la posibilidad de que el cclope Geresto de la Tra-dicin G fuera, en efecto, el mismo personaje que Esteban de Bizancio retrata comohijo de Zeus y hroe epnimo de la kome Geresto en Eubea. En tal caso, en el frag-mento de [Pseudo]Apolodoro se podra estar insinuando que los atenienses, al sufrirdistintas calamidades, centraron inicialmente su atencin en buscar un remedio alos castigos que les enviaba exclusivamente Zeus, es decir, la peste y la hambruna,

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    94 Istro, FGrH 334, F 71.95 Hes., Th., 147-153 y Demetrio de Caltide, FGrH 85, F 4.96 Cayo Julio Solino, Coleccin de hechos memorables, XI, 6.97 A. Mele, I ciclopi, Calcodonte e la metallurgia calcidese, en V.V.A.A., Nouvelle Contribution ltude

    de la socit et de la colonisation eubennes (Cahiers du Centre Jean Brard, 6), Naples, 1981, p. 22. Tambinid., Il commercio greco arcaico. Prexis ed emporie, Napoli, 1979, p. 37 y n. 78.

    98 E., Cyc., 290-295.99 As, para Abdera, Call., Fr. 90 Pfeiffer; Diegesis, II, 29-40.

    100 Tal y como apuntan Licofrn (Alejandra, 1141-1173) y [Pseudo]Apolodoro (Ep., 6, 20-22).101 Phot., s.v., ; Suda, s.v., .102 Str., X, 2, 8-9.

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    sin tener quizs conocimiento de que ambos males, pese a tener un origen divino, ha-ban sido instigados por el propio Minos. El primer orculo al que se habran remi-tido los atenienses podra haberles instado a dar satisfaccin al hijo del Crnida.El consejo sera, por lo tanto, acertado. Sin embargo, los atenienses podran haberlomalinterpretado y, en vez de contentar a Minos, se habran prestado a realizar sacri-ficios en honor de Geresto, otro de los vstagos del Crnida. Tal vez la Tradicin Gcont con un prlogo, hoy perdido, en el que se postulaba que los atenienses ha-ban asesinado (con anterioridad a Androgeo) a Geresto y que, al ser castigados porZeus, atribuyeron errneamente sus males a esta accin. Los atenienses se habrandado cuenta de su interpretacin errnea de la respuesta mntica solamente al ver queel sacrificio en la Tumba de Geresto no haba servido de nada. De ah que repitiesenla consulta.

    Al hilo de todo lo dicho, quisiramos agregar, en primer lugar, que no debe pro-vocar sorpresa la existencia de una tumba de un cclope en la sede de un santuario dePoseidn (en el caso euboico, de Poseidn Gerestio): como atestigua Pausanias, enel santuario del dios del mar que se alzaba en Istmia haba un altar dedicado a estascriaturas103. Igualmente es interesante comprobar que en el Athis de Filcoro (FGrH328 F 30) y en la Constitucin de los Atenienses atribuida a Aristteles (, 3-8)queda de manifiesto que el enclave euboico de Geresto constitua una posicin limi-nar en relacin a Atenas y, sobre todo, un punto geogrfico de referencia para meca-nismos importantsimos de proteccin de la vida poltica de los habitantes del tica.A partir de estos relatos sabemos que todo ciudadano ateniense condenado al ostra-cismo (por temerse que su enorme influencia provocase una situacin extrema de gue-rra civil) haba de abandonar la polis en un periodo de unos diez das desde que laasamblea hubiese decidido su expulsin. Hacia el este, el punto ms cercano a Ate-nas en el que poda instalarse era, precisamente, Geresto104. La ciudad expulsabafuera de sus lmites al principal representante (de nuevo nos encontramos con el con-cepto del pars pro toto) de lo que se adivinaba como una posible amenaza, con el finde prevenir una transgresin del orden establecido. El ciudadano que era elegible enun proceso de ostracismo constitua una figura que se encontraba en una posicin li-minar, en tanto y cuanto que posea, tal y como apunta Plutarco en sus biografas deTemstocles y Arstides, una gran fuerza () y una superioridad () quele haca ser desigual () al resto de los habitantes de la zona105.

    103 Paus., II, 2, 1.104 Sobre estas delimitaciones geogrficas concernientes al ostracismo, T.J. Figueira, Residential Restric-

    tions on the Athenian Ostracized, GRBS 28 (1987), pp. 282-305 (reeditado en T.J. Figueira, Excursions in Epi-choric History. Aiginetan Essays, Maryland, 1993, pp. 173-196). Sobre el periodo cronolgico en el cual seaplic la medida del ostracismo, vase H. Heftner, Ende und Nachleben des Ostrakismos in Athens, His-toria 52 (1) (2003), pp. 23-38 y E. Giugni, Problemi cronologici relativi allostracismo alla luce di nuovi ri-trovamenti di Chersonesos Taurica, Firenze, 2004. Sobre el ostracismo en general, S. Brenne, Ostrakismos undProminenz in Athen. Attische Brger des 5. Jhs. v. Chr. auf den Ostraka, Wien, 2001.

    105 En la Constitucin de los Atenienses (, 6) se apunta que el proceso de ostracismo poda ser usadocontra todo ateniense que poda parecer , enorme. En la Poltica de Aristteles (V, 3, 1302b) se

  • 7. LAOFRENDAADECUADA

    La Tradicin G termina con el reconocimiento de que la situacin de los atenien-ses no mejor en lo ms mnimo tras el sacrificio de las hijas de Jacinto en la Tumbade Geresto. Como apuntamos en la introduccin, en la mitografa griega no encon-tramos muy a menudo una confesin sobre la ineficacia total de un asesoramiento ora-cular. De hecho, podemos contrastar las palabras de [Pseudo]Apolodoro con la ver-sin del mito sobre las consecuencias de la muerte de Androgeo que transmite Diodoro(IV, 60-61). Segn el historiador siciliano, la peste y la esterilidad de los campos afec-taron no slo al tica, sino a toda Grecia. De ah que las comunidades helenas se re-mitieran en conjunto al orculo de Apolo y luego, a instancias de ste, a aco, el hijode Zeus y Egina. Los sacrificios realizados por aco produjeron el cese de la pesteen la Hlade con la nica salvedad del tica, pues la culpa de esta ltima zona exigade una expiacin ms rigurosa. Es decir, en el relato de Diodoro las indicaciones di-vinas se revelan fructferas, aunque su resultado no fuese global. En la Tradicin Glas esperanzas atenienses de una solucin a los males que se ciernen exclusivamentesobre el tica quedan frustadas por completo. Se hace necesaria una nueva consultaal orculo para dar con el remedio definitivo.

    En el fragmento de [Pseudo]Apolodoro podemos ver, a pesar de todo, que la Tra-dicin G se imbrica con lograda armona con el colofn de la historia sobre la ofren-da humana por la muerte de Androgeo: a saber, el envo de jvenes atenienses a Cre-ta. En efecto, a lo largo del relato del mitgrafo descubrimos un crescendo cuantitativoy cualitativo (por lo que se refiere al status social) de las vctimas entregadas para laexpiacin del miasma. As, en una primera fase (retratada por la Tradicin G) se sa-crifican a las hijas de un extranjero, que son cuatro. En una segunda fase (aludida tam-bin por [Pseudo]Apolodoro) se manda a Creta a los vstagos de ciudadanos atenienses,en un nmero de catorce. Y en una ltima fase (la leyenda ms difundida), se suma alos catorce (o trece) un personaje ms, que es Teseo, un hroe, un hijo del rey ate-niense106. Si la hiptesis anteriormente planteada sobre la ubicacin de la Tumba deGeresto en Eubea fuese, adems, correcta, entonces tambin podra observarse un cres-cendo topogrfico en el que gradualmente los pharmakoi eran alejados an ms de lacomunidad que aspiraba a la purificacin: quizs aqu surgiese la idea de que cuantoms patente resultaba la expulsin de los individuos que cargaban con la culpa co-lectiva, mayores posibilidades tena la comunidad afectada de asegurarse el resulta-do deseado. Encontramos, en fin, un paralelismo en las caractersticas del receptorde los sacrificios, pues tanto el cclope Geresto como el Minotauro cretense son cria-turas marginales, semihumanas y antropfagas.

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    transmite la idea de que el ostracismo constitua un mecanismo excepcional, un remedio extremo a circuns-tancias que, en realidad, deban ser prevenidas, evitadas con antelacin, mediante otros procedimientos. En lamisma obra se habla de los condenados al ostracismo como individuos que haban acaparado un poder enor-me (de nuevo encontramos el trmino ) y una supremacia () sobre el resto.

    106 Diodoro dice (IV, 61) que Teseo se encontraba en la segunda tanda de jvenes enviados a Creta. Por elcontrario Plutarco (Thes., XV) apunta que el hroe form parte de la tercera ofrenda humana al Minotauro.

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    8. EXPLOTANDO UNMITO

    Al igual que ocurre con el resto de los mitos helenos, la Tradicin G conformaun relato que, al ser ubicado en un contexto histrico, deja de revelarse como una sim-ple produccin esttica y se vislumbra como un poderoso instrumento con mltiplesutilidades prcticas. Pues al servicio de los intereses atenienses resultaba sin duda id-neo, por su poder conmovedor y simpattico y su capacidad de difusin y transmisin,para ejemplarizar, aleccionar, encumbrar y justificar. As, la funcin ms evidente dela Tradicin G parece haber sido la plasmacin de un modelo de conducta para los ha-bitantes del tica, un paradigma del buen ciudadano o meteco que, en momentos denecesidad, no duda en anteponer el bien general de la comunidad al suyo propio. Y enefecto, la actitud heroica de las hijas de Jacinto es recordada y expuesta como un ejem-plo a imitar por Focin despus de la destruccin de Tebas en el 335 a.C.107

    Asimismo resulta evidente la explotacin propagandstica de la Tradicin G y, engeneral, de toda la historia sobre la ofrenda humana a Minos, con vistas a la(auto)glorificacin ateniense. De hecho, y a pesar de que se reconoce la aberracinque supone el crimen de Androgeo, origen de los males del tica, el relato encumbrala valenta y la excelencia militar de los atenienses, en tanto y cuanto que fueron ca-paces de hacer frente a las tropas del hegemn del momento, Minos. nicamente losestragos que provocan los castigos divinos (y no los humanos) les llevan a rendir plei-tesa al cretense. Adems, se contrasta la probidad, aunque sea impuesta, de las hijasde Jacinto (al fin y al cabo, stas consienten en ser sacrificadas en beneficio de la co-munidad en la que residen) con la laxitud tica de la hija del rey de Mgara (una jo-ven que no haba dudado en sacrificar patria y familia en beneficio propio)108. Enuna primera fase, el ensalzamiento podra quedar atemperado por la condicin no ate-niense de las vctimas inmoladas, las hijas de Jacinto, pero luego se manifestara ple-namente, en una segunda fase, cuando la ofrenda humana viniese a quedar constitui-da completamente por los hijos e hijas de los mismsimos ciudadanos ticos.

    La Tradicin G tambin pudo haber sido utilizada para justificar el nombre del de-mos tico Lusia, tal y como se infiere de una informacin de Esteban de Bizancio109.El lexicgrafo comenta que Lusi o Lusia, una hija de Jacinto, dio nombre a esta de-marcacin territorial de la tribu de los Oineis. La genealoga plasmada por Esteban deBizancio lleva a identificar la herona epnima Lusia con la Litea de [Pseudo]Apolodoro.En cuanto al demos Lusia, ste es situado por J.S. Trail en el valle de Cefiso110. A. Meleparece contemplar la posibilidad de que el supuesto sepulcro de Geresto, un heroon,se hubiese alzado en el demos Lusia111. Por el contrario, E. Kearns considera invero-

    107 D.S., XVII, 15, 2.108 Esta comparacin queda acentuada por la estrecha relacin familiar que una a Egeo, rey de Atenas, y a

    Niso, rey de Mgara. [Pseudo]Apolodoro (Bibl., III, 15, 5-8) y Pausanias (I, 19, 4) nos informan que eran her-manos o hermanastros.

    109 St. Byz., s.v. .110 Sobre Lusia, J.S. Traill, The Political Organization of Attica. A Study of the Demes, and Phylai, and their

    Representation in the Athenian Council, Princeton, 1975, p. 49.111 A. Mele, I ciclopi, Calcodonte ..., op. cit., p. 21.

  • smil la etiologa de Esteban de Bizancio: en su opinin, resulta ms que cuestiona-ble que la circunscripcin hubiera tomado su nombre de una nica hija de Jacinto, porcuanto que sta difcilmente pudo haber tenido entidad cultual propia fuera de la t-trada de hermanas112.

    A ms de esto, la Tradicin G ha sido considerada como un mito etiolgico queexplicara la instauracin en Atenas de un culto a las Jacintidas113. El problema quesurge aqu es que en el texto de [Pseudo]Apolodoro no se afirma que se hubiera fun-dado culto alguno a raz del sacrificio celebrado sobre la Tumba de Geresto. Por elcontrario, en el Erecteo de Eurpides s que se plasma de forma clara cmo, una vezacontecida la muerte de las Jacintidas, es decir, de las hijas de Erecteo, la diosa Ate-nea orden a los atenienses la consagracin, en honor de las jvenes, de un temenosque haba de tener la consideracin de baton. En el recinto sacro deban realizarseasimismo sacrificios anuales de toros. Adems, grupos de muchachas haban de eje-cutar danzas conmemorativas. Excepcionalmente, cuando la ciudad se encontraba enguerra con algn enemigo, las Jacintidas deban recibir libaciones de agua y miel.Como hemos apuntado arriba, contamos tambin con una inscripcin de finales dels. V a.C., que alude a ciertas ofrendas en honor de las Jacintidas, y con otro epgrafedel s. I d.C., que cita un altar Jacintion. El escollo que se plantea aqu quedara auto-mticamente superado si en la concepcin de los antiguos atenienses, las Jacintidasque eran hijas de Jacinto y que murieron en poca de Egeo, y las Jacintidas que eranhijas de Erecteo y que se inmolaron en poca de la guerra contra Eumelo, constitu-an, a efectos cultuales, las mismas entidades a adorar, y eso a pesar de que a efectosnarrativos estaramos ante una disyuntiva cronolgica (pues en la secuencia de la mo-narqua mtica ateniense el reinado de Erecteo precede al de Egeo en varias genera-ciones).

    Es importante subrayar, por otro lado, que la historia general de la ofrenda huma-na a Minos engloba un buen nmero de acciones mticas que sirvieron de aitia a ri-tuales ticos. As, la consagracin en honor a Apolo que realiz Teseo antes de partirrumbo a Creta dio origen, en opinin de los atenienses, a la celebracin de una pro-cesin anual de doncellas atenienses que tena como meta el Delfinion local114. De for-ma anloga, la parada en Delos que hicieron Teseo y sus compaeros cuando retor-naban a Atenas desde Creta fue considerada como el germen de la theora anual quelos atenienses enviaban a Delos, probablemente ya en poca de Soln y sin duda al-guna en los periodos clsico y helenstico115. En fin, los honores que Teseo rindi

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    112 E. Kearns, The Heroes of Attica, op. cit., pp. 102, 181-182.113 Sobre esta interpretacin, vase U. von Wilamowitz-Moellendorff, Der Glaube der Hellenen, I, Berlin,

    1931, p. 106.114 Vase Plu., Thes., XVIII, 1-2. Al respecto, C. Calame, Thse et limaginaire athnien. Lgende et cul-

    te en Grce antique, Lausanne, 1990, p. 143; R. Parker, Polytheism and Society at Athens, Oxford, 2005, pp.208-209.

    115 Pl., Phd., 58a-c y X., Ap., IV, 8, 2. Vase C. Calame, Choruses of Young Women in Ancient Greece, NewYork-London, 1997, pp. 108-109; R. Parker, Polytheism and Society at Athens...., op. cit., pp. 81-82; V. Chankows-ki, Athnes et Dlos lpoque classique. Recherches sur ladministration du sanctuaire dApollon dlien, Pa-ris, 2008, pp. 86-106.

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    tras su retorno a Atenas a los comandantes de su barco, Naustoo y Feacio, devinie-ron, a decir de los atenienses, en las Cibernesia, unas fiestas vinculadas a la navega-cin116.

    Muchos de los elementos de la Tradicin G nos remiten, adems, a los llamadosmitos de iniciacin: entre ellos, la alusin a unas jvenes que asumen la obliga-cin de prestar un servicio a la comunidad en la cual residen, la presencia de elemen-tos florales, o la indicacin sobre la muerte colectiva del grupo de doncellas. El pro-tagonismo de un ser monstruoso, que en nuestro caso no es otro que un cclope, tambinencuentra paralelos en varios relatos de este tipo117. Creemos que no nos equivocamossi incluimos la historia sobre el sacrificio de Anteide, Egleide, Litea y Ortea en el se-gundo o en el tercer subgrupo de la clasificacin propuesta por Graf para los mitosde iniciacin118. El tercer subgrupo de Graf corresponde, de hecho, a los mitos deiniciacin que, in the ancient documentation, are not connected with rituals at allbut are being read by modern scholars as having an initiatory background [which] be-longs to the prehistory of these myths119. Y en efecto, en el texto de [Pseudo]Apolodorono tenemos (lo hemos visto) ninguna referencia explicita a la institucin de un ritualcuyo fundamento hubiese sido la inmolacin de las hijas de Jacinto. Por otro lado,las semejanzas entre el mito de las Vrgenes Locrias y la Tradicin G nos impulsar-an a considerar esta ltima como un purification or atonement rite que quizs ha-bra evolucionado hasta conformar un mito de iniciacin: una categora de construc-ciones mticas que Graf rene en su segundo subgrupo.

    Finalizamos el presente apartado sobre los usos de la Tradicin G planteandouna ltima hiptesis. En otro estudio120 nos referimos a la posibilidad de que Atenashubiese controlado, a partir del periodo clsico y en los momentos en que su talaso-cracia era indiscutible, el puerto de Geresto en Eubea. Uno de estos momentos qui-zs empez tras la conclusin de la guerra que, entre el 476 y el 469 a.C., enfrent aAtenas con Caristo. Es entonces cuando un grupo de clerucos ticos pudo haberse ins-talado en la zona. En caso de admitir tal supuesto, cabra preguntarse si los atenien-ses utilizaron la Tradicin G para justificar precisamente este dominio, alegando queen tiempos del reinado de Egeo ellos ya haban rendido honores al personaje hom-nimo (y fundador mtico?) del enclave euboico. Como apunta Th. Figueira121, los me-canismos de justificacin de la hegemona ateniense del periodo clsico recurrieronampliamente al uso de construcciones y reelaboraciones mitolgicas para alcanzar susobjetivos. As lo vemos, verbigracia, en el caso de la apropiacin de Esciros (476-475

    116 Philoch., FGrH 328, F 111 (= Plu., Thes., XVII, 6-7). Sobre estas fiestas, R. Parker, Athenian Religion:A History, Oxford, 1996, pp. 314-315 e id., Polytheism and Society at Athens..., op. cit., p. 410 y n. 95, p. 475.

    117 Al respecto, A. Brelich, Paides e Parthenoi, op. cit., pp. 37 y 89, n. 113.118 F. Graf, Initiation. A concept with a troubled history, en D.B. Dodd y C.A. Faraone (ed.), Initiation in

    Ancient Greek Rituals and Narratives. New Critical Perspectives, London-New York, 2003, pp. 3-24.119 F. Graf, Initiation, op. cit., p. 15.120 M. Arjona Prez, Eubea e imperialismo ateniense: un acercamiento a aspectos religiosos, en J.M. Cor-

    ts Copete et al. (ed.), Grecia ante los Imperios, en prensa.121 Th. Figueira, Colonization in Classical Period, en G.R. Tsetskhladze (ed.), Greek Colonisation. An Ac-

    count of Greek Colonies and other settlements overseas. Volume II, Leiden-Boston, 2008, pp. 454ss.

  • a.C.), una empresa respaldada por un pretexto mitolgico que contiene varios ele-mentos tambin presentes en la Tradicin G. En efecto, segn transmite Plutarco, elorculo de Delfos haba instado a los atenienses a que localizaran la Tumba de Teseoen Esciro y a que transportaran los restos mortales del hroe al tica; una cosa que nopudo hacerse hasta que la isla fue conquistada por Cimn, dado que con anterioridadlos autctonos, inhospitalarios y salvajes, haban impedido a los atenienses la bs-queda de las reliquias122. Por otro lado, no fueron pocas las historias proatenienses quereivindicaban una precedencia de los habitantes del tica en la instauracin de cul-tos a hroes y conceptos divinizados. Pausanias se hace eco de algunos de estos rela-tos123, y de ah que destacase a los atenienses, entre todos los helenos, por su mayorcelo religioso124.

    9. CONCLUSIN

    A partir de este mosaico, en el cual discernimos cuatro mbitos (tica, Creta,Lacedemonia y Eubea), cuatro protagonistas principales (los atenienses, Minos, Ja-cinto y Geresto) y cuatro jvenes invitadas (Anteide, Egleide, Litea y Ortea) perodel que apenas conseguimos extraer certidumbres, nosotros hemos intentado vislum-brar ciertas lneas de sntesis que, creemos, permiten la combinacin lgica de algu-nos elementos presentes en el relato de [Pseudo]Apolodoro. No se nos escapa que anquedan muchas cuestiones por esclarecer. Para desentraar algunas de ellas no quedaotra que esperar al descubrimiento de nuevos documentos epigrficos y/o papirceosque arrojen luz al respecto. As, por ejemplo, desconocemos de qu fuente o fuentesse sirvi el autor de la Biblioteca para informarse sobre lo que nosotros hemos lla-mado la Tradicin G. Diodoro apunta que Focin aludi a la inmolacin de las hijasde Jacinto en uno de sus discursos125. Esto permite pensar que la historia era ya cle-bre antes de las dcadas centrales del s. IV a.C. Pero cundo fue gestada concreta-mente y a raz de qu evento?.

    La concomitancia de un conflicto blico, una peste y una escasez agraria retrata-da en el relato mitolgico encuentra un paralelo histrico en la situacin extrema a laque se enfrentaron los atenienses en el 430-429 a.C., cuando los peloponesios, durantela Guerra Arquidmica, asolaron las cosechas del tica y una plaga merm la pobla-cin de Atenas. La identificacin del mtico caudillo de los atenienses Egeo como res-ponsable de los males del tica, por incurrir en una accin impa y provocar las re-presalias de un poderoso enemigo meridional, recuerda, igualmente, la acusacindirigida hacia la persona de Pericles por sus conciudadanos cuando stos le conside-

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    122 Plu., Thes., XXXV, 5 XXXVI, 2 y Cim., VIII, 3-6.123 Vase as el caso de Heracles en Maratn (I, 15, 3 y 32, 4) o de Anfiarao en la Oropia (I, 34, 2), en lo con-

    cerniente a la primera prctica, esto es, a la divinizacin de personajes con poderes sobrenaturales. Sobre ladeificacin de nociones como la Piedad, el Pudor, la Fama o el Impulso vase Paus., I, 17, 1 y 24, 3.

    124 Paus., I, 17, 1 y 24, 3.125 D.S., XVII, 15, 2.

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    raron el principal fomentador de la poltica que desencaden la guerra contra los pe-loponesios y le atribuyeron la culpa primordial de sus penurias126. Por otro lado, el he-cho de que en la Tradicin G se postulase que unas jvenes de estirpe lacedemoniase prestaron a ser sacrificadas para lograr la redencin de los atenienses nos lleva apensar que esta tradicin podra haber sido ideada en un momento en que era conce-bible que los espartanos y los atenienses mantuviesen relaciones amistosas.

    La enigmtica Tradicin G es uno de los numerosos mitos helenos que han llega-do hasta nosotros incidentalmente como anexos de relatos que gozaron de mayor fama.Aunque [Pseudo]Apolodoro se limit a transmitir nicamente los detalles ms bsi-cos de esta leyenda, un anlisis de su contenido nos ha llevado a abordar una ampliagama de aspectos sumamente relevantes de la religin griega: entre ellos, la popula-ridad que tenan los orculos, aun cuando era conocida la posibilidad de que sus con-sejos resultasen ineficaces, o la multiplicidad (pero en el marco de una evidente ho-mogeneidad) de los mitos y los rituales de expiacin, o incluso la gran difusin delos cultos a divinidades menores vinculadas al ciclo regenerativo de la Naturaleza.El estudio del testimonio de [Pseudo]Apolodoro tambin nos permite apreciar la enor-me complejidad de las elaboraciones mitolgicas helenas, unas construcciones en lasque a menudo afloran nociones y entidades ambivalentes127 y fronteras geogrficas,pero tambin temticas, permeables128.

    126 Vase al respecto, Th., II, 59-65; D.S., XII, 45, 1-5; Plu., Per., XXXV, 3-4.127 Vese, en nuestro caso, la confusin de personajes como las Jacintidas/Erectedas/Gerestiadas, o los an-

    tropnimos/topnimos Geresto o Jacinto.128 Pues los mrgenes del marco de accin espacial y facultativa de seres como Jacinto y Geresto quedan

    diluidos.