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Nuestro país es un nicho de vida de valor incalculable, eso lo sabemos y es por que lo amamos tanto, sin embargo, dar un vistazo por el vecindario no es malo de cuando en cuando, se puede aprender mucho, no sólo para ver sino para entender… los cómo y los por qué de los métodos de conservación que son aplicados para el rescate y preservación de la rica biodiversidad de otros países...

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ESPECIAL VIDA EN SUDAMÉRICA:

PARQUE NACIONAL IGUAZU, plétora naturalKREI KARI, el espíritu de la selva

RURRENABAQUE, puerta de entrada a la amazoníaRÍO YACUMA, entre pirañas y caimanes

EL PULSO DE LA NATURALEZA, corazón de piedra

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24Parque Nacional Iguazú, plétora natural.Con temperaturas que sobrepasan los cuarenta grados se reproduce un ambiente igual al de un invernadero...

KREI KARI, el espíritu de la selva. Los Aché, fueron una cultura indígena de cazadores y recolectores originarios del Alto Paraná, Paraguay. Que hoy están al borde de la extinción...

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RURRENABAQUE, puerta de entrada a la amazonía.Bolivia generalmente es reconocida sólo por sus alpacas y habitantes aymará en el inhospito altiplano, pero oculta tambien una geografía profundamente verde...

RÍO YACUMA, entre pirañas y caimanes.La Amazonía Boliviana es un territorio salvaje y peligroso, donde sólo algunos pueden sobrevivir, es tan profundo que sólo el dosel del bosque es visible desde el aire...

92PULSO DE LA NATURALEZA, CORAZÓN DE PIEDRAEn tiempos que ya me parecen lejanos, cuando iniciaba mi andar llevando sobre mis hombros la causa irrenunciable de la conservación de la naturaleza...

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EditorialNuestro país es un nicho de vida de valor incalculable, eso lo sabemos y es por que lo amamos tanto, sin embargo, dar un vistazo por el vecindario no es malo de cuando en cuando, se puede aprender mucho, no sólo para ver sino para entender… los cómo y los por qué de los métodos de conservación que son aplicados para el rescate y preservación de la rica biodiversidad de otros países.Tenemos la fortuna de ser casi vecinos –a nivel continental- de los mayores reservorios naturales del planeta, tanto que han sido considerados invaluables para la salud del planeta, son en esencia y en primera instancia los principales generadores de oxígeno para un planeta que hoy por hoy se encuentra muy enfermo.Entonces no sólo se trata de publicar para “ver y conocer” especies exóticas en lugares remotos y atractivos para una aventura, sino que hablamos de comprender el valor y el rol de la madre naturaleza para nuestra subsistencia global, muy a menudo nos resguardamos en nuestra estrecha faja de tierra, tranquilos e incluso despreocupados por lo que sucede en el resto del mundo, nos conmueve una fotografía publicada en alguna red social que nos muestra dramáticamente como pende de un hilo la sobrevivencia de los rinocerontes blancos o los gorilas espalda plateada, o los osos de anteojos, nos dicen que quedan pocos y sus hábitats son destruidos, pero les

damos un me gusta y lo compartimos y … bueno eso es todo… puede no ser nuestro problema… pero no es así, necesitamos que este mundo siga vivo en cada rincón, por lejano que nos parezca o distante de nuestra realidad.Siempre diseminamos este mensaje, hay que hacer algo cualquier cosa, pero no podemos -ni lo haremos- decir que hacer, cada uno sabe su realidad y lo que puede o quiere hacer.Pero un buen comienzo es conocer lo que hay más allá de nuestros jardines o patios traseros –hablando en sentido figurado- un mundo de bellas historias nos esperan, conocerlas es quererlas, por ende, es querer conservarlas.Este material es sólo la punta de un iceberg natural, bajo el agua de la imaginación hay un mundo… no… un universo de vida, un bioma tan gigantesco que nos tomaría varias vidas para descubrirlos en su estado más puro.Los invitamos a dar un vistazo al este nuevo especial de Revista BIOMA, titulado vida en Sudamérica en honor a nuestro slogan de siempre “Vida al sur de la Tierra”

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on temperaturas que sobrepasan los cuarenta grados se reproduce un ambiente igual al de un invernadero, con ello la vida crece y se desarrolla en las más exóticas formas, colores y tamaños.Luego de un vuelo con escala en Buenos Aires, llegamos a Foz de Iguazú (que en lengua nativa Guarani, significa “agua grande”). Ahí el ambiente transmite esa sensación sofocante de falta de aire típica de las zonas tropicales, con lluvias que sobrepasan los 1.700 mm. de precipitación solo en verano. Pero lo más significativo es el porcentaje de humedad que sobrepasa el 50 %.Estas mismas lluvias nos confunden por un momento, se dejan caer con tal fuerza que parecen anunciar un verdadero diluvio, pero unos metros mas allá el sol brilla con toda su fuerza sobre la tierra arcillosa. “Aquí siempre es igual, llueve torrencialmente sobre la cabeza y al minuto siguiente el sol brilla” nos comenta Arley nuestro guía en Foz.Tras un merecido descanso después del viaje, preparamos el programa para la visita al Parque Nacional Iguazú S.A. que curiosamente en este país, a diferencia del nuestro, la administración de este parque queda a cargo de privados. Ciertamente esto permite una adecuada administración y perfecta conservación. Por eso el Parque Nacional Iguazú fue registrado como Patrimonio Mundial natural de la humanidad por la UNESCO en noviembre de 1986.

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Esta remota zona, tiene como alma las magnificas Cataratas de Iguazú, que convergen con Argentina y Brasil. Pero sin menos preciar la sublime presencia de las Cataratas –que por cierto recomendamos plenamente ya que es un lugar digno para visitar antes de morir- nuestro interés se centra en el hábitat que alberga a una innumerable cantidad de biodiversidad, una flora y fauna que basta con verla desde el aire para entender su importancia a nivel global.El día siguiente comienza temprano con la misma temperatura que parece no bajar de los 31º Celsius a toda hora, auque sea de noche. Pero nada como un buen desayuno al mejor estilo brasileño… frutas, jugos y más frutas. Nos desplazamos en una Van hacia el parque, cuando aun no son las nueve de la mañana el calor sigue con nosotros, tras una media hora llegamos al acceso del Parque Nacional, hablamos con una bióloga a cargo quien nos comenta y entrega información acerca de los proyectos que se están llevando a cabo en cuanto a la conservación de algunas especies, como el Yaguareté (como se le conoce en lengua Guarani) o jaguar (Phantera onca).

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El Parque Nacional Iguazú contempla 185.262,5 hectáreas de selvas prístinas con un perímetro de 420 kilómetros de los cuales 300 kilómetros corresponden a límites naturales representados por cursos de agua y en tanto los sectores que pertenecen a los dos países poseen, juntos, cerca de 225 mil hectáreas. Existe en el interior del parque operadores turísticos y un hotel, estos son parte de la concesión por quince años de la empresa que administra estas tierras, licencia que le entrego el IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales, algo así como nuestro Ministerio del Medio Ambiente). Vale decir que estos operadores son parte del atractivo del Parque si es que busca más medios de esparcimiento aparte de la belleza escénica.Sin esperar mucho nos dirigimos en el mismo vehiculo al borde de un mirador que es donde parte un sendero que desciende casi hasta la base de las cataratas, siempre por el lado de Brasil. No a mucho andar se pueden observar monos Caí (Sapajus apella) que hacen de los árboles que se descuelgan cerca de las Cataratas su hábitat. La abundante capa verde de flora permite albergar a un sin numero de insectos y arácnidos de considerable tamaño (entre 23 y 40 mm) como la araña de la Seda Dorada (Nephila clavipes) que teje una de las redes de mayor tamaño conocido y su seda es mas fuerte y flexible que el Kevlar o el Acero de alta tensión.Las Cataratas son alimentadas por el río Iguazú, que es sin duda el protagonista principal en la simbiosis con la vida salvaje de toda la zona, además de

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tratarse de un espectáculo único de soberbia presencia. En el ámbito de la biodiversidad el Parque esta desarrollando en estos momentos planes de manejo para la protección de especies en peligro de extinción e identificación de nueva diversidad biológica, hoy existen 257 especies de mariposas, 18 de peces, 12 de anfibios, 41 de serpientes, 8 de lagartos, 3 de quelonias, 348 de aves y 45 especies de mamíferos.Al caminar por estos bosques estacionales semideciduales es posible verse rodeado por la abundante flora pluvial subtropical que es producto del efecto mesotérmico blando tremendamente húmedo y calido. En palabras sencillas este es un ecosistema que permite posar los pies sobre un gigantesco manto verde de incalculable valor como banco genético para el futuro. El planeta requiere de grandes zonas protegidas como estas que permitan seguir solventando la producción de oxigeno, contrarrestando los efectos del calentamiento global. Sin mencionar el importante rol que cumplen estas selvas en la conservación del equilibrio natural en la vida de los animales y las plantas, conocer estos nichos biológicos en todo el mundo nos permite comprender su valor y ser más observadores con lo que nos rodea aquí, en nuestro propio país.

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Los Aché, fueron una cultura indígena de cazadores y recolectores originarios del Alto Paraná, Paraguay. Que hoy están al borde de la extinción, sólo quedan un reducido grupo heredero de tradiciones y centenarias costumbres que se perderán para siempre. El calor del sol cae con la misma fuerza e intensidad, con que la lluvia del monzón estacional golpea las hojas de la palmera del Pindó, pero a pesar de eso, los últimos representantes de la etnia Aché, caminan sigilosamente y en fila india con sus arcos y un puñado de flechas de madera de Alecrín en las manos, rodeando los manchones de selvas aisladas que aun quedan, separados algunos por kilómetros de extensas praderas secas, en busca de Coatíes, monos Capuchinos, Jabalís y Armadillos, especies que cada día son más difíciles de encontrar.Por tal razón no hay manera de predecir como será el resultado de la caza, antes del final del día. Cada diez o quince días recorren por estas planicies más de una hora en vehículo y otras tantas a pie para llegar a lo que en una época sólo fueron interminables océanos

verdes de frondosas selvas atlánticas interiores.De estatura baja y con marcados rasgos orientales. Los Aché que estuvieron hasta hace unos años, dispersos en cinco grupos en el este de Paraguay. Los Aché de Ñacunday que vivían en un estado silvícola (sin contacto con el hombre blanco) en la selva del distrito del Naranjal, alto Paraná, Paraguay. Debieron abandonar su tradicional forma de vida por la imparable deforestación intencionada, y los “Yame” u hombres blancos, comenzaron a cambiar su historia, ante su inocente mirada.Aun se les puede oír hablar en su lengua original, el Aché, además de los sonidos vocales con que imitan el canto de permite acorralar a la presa, mientras dos de ellos agitan estrepitosamente las lianas, para amedrentar y hacer salir a los monos y coatíes de sus escondites, en tanto los restantes ubicados en distintos ángulos llevan sus arcos a la tensión máxima, esperando el segundo en que las miradas se enfrentan, la del cazador y su presa, la adrenalina explota, en segundos todo sucede. Aché

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Son pocas las posibilidades de tener éxito y mucha la necesidad de llevar alimento de regreso.Y el ciclo de la supervivencia de las especies se manifiesta, los animales caen desde las alturas, mientras algunos aun vivos, mordisquean las flechas para desprendérselas, todos corren agitados en lo que parece un caos y en un acto que parece cruel los cazadores los golpean contra los árboles para terminar con el dolor. Pero es una regla natural, matar para vivir. Es una premisa para estas personas, desde las épocas en que sus ojos sólo sabían de selva, acto que les permite perpetuar sus genes como uno más de esta compleja mecánica de vida y muerte. De regreso donde las mujeres que además han recolectado el palmito que es la médula de las palmeras Pindó (Arecastrum romanzoffianum), llevan las presas a un costado de la fogata, ahí los depositan uno a uno sobre las llamas para sacarles el pelaje, luego un anciano cuidadosamente extrae las entrañas del animal, que se cocinaran en las brazas del fuego, incluyendo las colas que servirán de bocadillo, nada se debe perder. Ya que los cuerpos enteros de los animales se llevaran a la comunidad donde serán compartidos. En un bioma como el de las selvas casi extintas del Paraguay, la vida animal ha jugado por siglos un papel esencial en el delgado hilo de la existencia de estas etnias. El Coatí o coatí de cola anillada (Nasua nasua), es omnívoro, se alimenta de invertebrados ricos en proteínas además de frutos. Por costumbres arborícolas, tienen una articulación reversible en su tobillo lo

que lo hace tan hábil para desplazarse por las altas ramas como su vecino territorial, el mono Capuchino marrón (Cebus apella), convirtiéndose en todo un desafió de coordinación y habilidad con el arco y la flecha para cazarlos. Pero los suelos también ofrecen un sitio para encontrar el alimento necesario, como el Armadillo gigante (Priodontes maximus) o tatú, que con su armadura natural requiere una flecha de Alecrín más dentada y reforzada, al igual que el jabalí o chancho de monte que a pesar de su estado de casi extinción de las selvas, los Aché hoy los crían en corrales domésticos, evitando que sólo sea un recuerdo de los ancianos. Cuando ya cae el crepúsculo y el Nambuchí o lechuza de cara blanca esgrime su mirada rapaz. Sin sentir cansancio ni por el calor, ni por las interminables caminatas por la selva, el grupo más meridional de los Aché, se sienta en un claro a comer Palmitos y beber tereré, un sumo de mate y hierbas con agua fría para apagar la sed, mientras la temperatura aún no desciende, conversan en su lengua natal lo que fue la animada aventura de cacería. En lo profundo y más antiguo de su mística expresión de arte, la caza, era una metáfora de la íntima vinculación ideológica que giraba en torno a sus principales actividades. Siempre los ancianos y buenos cazadores lideraban y mantenían el equilibrio del grupo y fueron quiénes salvaguardaban los ritos y esencia Aché, en los tiempos de la vida en las selvas, y aun hoy, aparecen talladas en madera las imágenes de los animales. Por que al matar un animal todos lo lloraban, como un familiar

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más, aquéllos que eran personas en la vida se volvían criaturas después de la muerte, hombres y animales poseían una condición compartida. En su yo interno, en su ser, esta identificación se veía en las costumbres, como el “bykua re”, en que durante el embarazo de una mujer, los hombres traían carne que cazaban con la idea de encontrar un nombre conveniente para el hijo, La mujer cocinaba la carne para los hombres, guardando una cantidad pequeña para ella y aunque generalmente la madre escogía un nombre principal para el hijo, este se basaba en la rareza de la comida o el tamaño del animal. También antes de eso realizaban el “Mata jó”, que era un baño ritual de la liana “Mata” (con poderes medicinales y antisépticas) que daba fuerza a mujeres que esperaban bebe y a todos que formaban parte de parentesco grupal antes y después del parto. Pero como el inicio de la vida la muerte no era ajena en las creencias ya perdidas, ser Aché era ser persona y esto se extendía hasta más allá de las fronteras de la vida, al morir un integrante de la familia era sepultado pero luego de eso, toda la tribu abandonaba el lugar debido a que ya no les pertenecía, creían que en la muerte los coatí asumían la responsabilidad por el

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“ove”, el espíritu del difunto, subiendo árboles invisibles para transportar el ove a los cielos. Al observarlos, los Aché, hoy de piel más curtida y bronceada, que contrastaría con la pálida blancura que lucían sus antepasados a la sombra de los árboles. Antes de abandonar el monte, no padecían de calor ni sed, “la selva lo daba todo, era mi casa”, cuenta con nostalgia Lucas Piragi, primer cacique, mientras observamos hasta donde alcanza la vista las praderas hoy sembradas. Una frase, que refleja claramente la importancia que tenía para estos grupos humanos su hábitat, en su estado de nómadas dentro de la selva. Su hogar; las copas de los árboles eran su cielo, las plantas húmedas su vertiente de agua, las palmas y tubérculos daban el complemento vitamínico, los animales las proteínas y grasa necesarias para el desarrollo de la fuerza y la habilidad, inclusive hasta los gusanos obesos como el Chakaacho, el Pichú y el Buchú que se alimentan de las palmeras y árboles son parte también del menú, o así mismo las cañas de azúcar que brindaban calorías casi como golosinas extraídas de una gran despensa natural.La caza mayor de mamíferos, que los Aché acostumbran desarrollar, no producía un trastorno ecológico, al

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menos no directamente en la gran diversidad biótica de la selva, su suelo, sus hojas, sus luces y sombras no son capaces de ocultar esta riqueza que aparentemente pasa desapercibida, que camina, repta y vuela, por doquier. Las mariposas son uno de los moradores más llamativos y coloridos de este medio ambiente, sin más y por docenas, se posan en cada lugar que pueden, buscando agua para absorber las sales y minerales con su probóscide extendida, palpando las superficies incluyendo el lente de la cámara. En tanto las hormigas de casi un centímetro de largo caminan apresuradas en busca de alimento extendiendo sus dominios con la arquitectura que caracteriza sus comunidades, montículos con forma de volcán de los cuales entran y salen cortándoles el paso a las orugas velludas, que con sus urticantes pelos, evitan ser aperitivo de las aves en su camino a las plantas altas, para más tarde buscar donde mutar.Este magnifico nicho de vida, debe compartir su indómito estado con miles de hectáreas de siembras de soja, maíz, patatas entre otros. La tala sistemática de los bosques por parte de privados desde los inicios de la colonización, han llevado a instancias como en el 2004, en que los Aché de la colonia Chupapou, Curuguaty, estuvieron casi en pie de guerra ante la inminente invasión de sus bosques, por personas que pertenecían a la federación nacional campesina, lo que obligó a sus caciques y a casi un centenar de nativos de esta comunidad, a movilizarse y estar dispuestos a defenderse con sus rudimentarias armas a cualquier precio para proteger las selvas, que significan

la continuidad de todas sus familias.Ciertamente se trata de un pasado triste y cuestionable desde todos los puntos de vista, por la manera en que se determinó su futuro, un recuerdo que debiera ser borrado de la memoria colectiva de Paraguay. Desde las primeras expulsiones de las selvas en 1959 en que se denunciaron genocidios, se expuso a la opinión publica la existencia de los Aché, aunque ya se les conocía someramente desde casi doscientos años atrás, aun así rehuyeron las miradas por mas de un siglo. Pero los Aché fueron victimas no solo de las enfermedades contraídas por los contactos externos forzados de sus “protectores”, en que murieron centenares en casi ocho años (1970-1978), sino por algo más incomprensible aun; la caza humana y la esclavitud. Hasta 1970 no era delito matar Guayakies, como se les denomina en forma despectiva a los Aché. Tanto así que se realizaban expediciones de caza para capturar a los niños y criarlos como sirvientes, mientras sus padres eran asesinados.En medio de estas circunstancias los Aché “Wa” de Ypety e Yvytyruzu fueron percibidos como endo y exo antropófagos, la creencia de poder absorber una fuerza espiritual, ajena, que se manifestase físicamente como un don o una extensión del ser motivaba actos que para el pensamiento civilizado, no tienen explicación. Pero la realidad es que hay pocas maneras que podrían dar a entender las razones reales de esta expresión de la conducta humana. Esto diferenciaba a los Aché en dos grupos que compartían un pasado

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común pero una cosmología distinta, este mundo es muy fragmentariamente conocido, pero da cuenta de una riqueza simbólica muy poderosa. El grupo del norte radicaba su fe en una deidad dual andrógina, Mberendy; que en sentido etimológico. “Mbe” o “mbue” significa cosa, algo, y “rendy”, llama o fuego. Sus variaciones: Mbuerendy, Mwerendy, Mbaerendy: cosa encendida o luminosa, algo incandescente que les proporcionaba los beneficios de la selva como el alimento pero también custodiaba la vida y deambulaba en derredor de los que morían, para rescatar la parte que quedaba de ellos, y transformarlos en un nuevo ser viviente indicándoles otras características de la vida. Pero no se trataba de una entidad única y creadora sino, sino un cuidador, un ser dotado de intereses y pasiones que lo asimilaban más a la naturaleza humana. Hoy, distintamente progresan con otras creencias más alejadas de aquellas milenarias. A comienzos de la década del setenta, los Aché del Ñacunday, comenzaron a entrar en pánico, ante la desaparición de sus bosques y el avance de la frontera agrícola. Esto causo una crisis, dejándolos sin un espacio vital donde vivir, cazar y recolectar. Esta crisis fue el motivo por el cual hace más de treinta años atrás este grupo tomó coraje al superar su miedo al hombre blanco y aceptar las labores de contacto y evangelización que duraron cinco años por parte de la familia de Rolf Fostervold, su esposa Irene y sus hijos Lual y Bjarne, para vivir y poder poseer un sitio propio y seguro (puerto Barra), que les podía salvaguardar sus derechos humanos básicos, sus tierras

abarcan hasta ahora una superficie de seis mil hectáreas. Fue para ellos un proceso de contacto difícil y lento, lleno de riesgos y enfermedades como el paludismo, pero luego de siete encuentros en las selvas y la confianza delicadamente asegurada, se produjo la salida del bosque que fue en dos grupos, primero llegaron un grupo de veinte personas el 20 octubre de 1976 y después de un mes y medio el restante, nueve personas, haciendo un total de veinte y nueve personas. “Hay sesenta niños que estudian de acuerdo con los parámetros del programa de educación nacional hasta noveno grado”, según explica Lilian Colman, profesora de la pequeña escuela de puerto Barra, cada integrante de las treinta y cuatro familias es participe de una u otra manera en el proceso “civilizatorio” del cual al estar tan organizado y bien autogestionado, pone en una notoria ventaja a los Aché de puerto Barra con respecto a sus símiles de otras comunidades.En torno a estas enseñazas, todavía conservan el aprendizaje de su lengua primigenia junto con el español, en los que colaboran traductores y antropólogos invitados por los misioneros, evitando así la transculturización con el Guarani, que es la segunda lengua oficial del Paraguay, entre ellas existe una gran similitud, incluso que caen en mezclas lingüísticas como “Guar-aché”, la cual tratan de evitar que los niños aprendan. El Tupí Guarani es la raíz etnolingüística a la que pertenece la clasificación familiar del Aché, Sus orígenes son enigmáticos como los varios aspectos de esta cultura. Existen cuatro grupos

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lingüísticos del sur y el norte basados del Aché: Aché Ypety, Yvytyruzu, y Ñacunday Aché (que también se llaman Ypety Aché, Aché Gatu, el Yñaro). Los Yvytyruzu también se llaman Irollani y por último el Curuguaty. Estos grupos raramente, tenían relaciones pacíficas entre sí. En el mes de abril se celebra el día del indígena en Paraguay, y en discretas actividades nacionales, queda de manifiesto como los últimos reductos de los pueblos originarios, se debaten por respirar el aire de los nuevos tiempos, por que ya no hay espacio para las ancestrales formas de vida. Tanto así que un medio escrito de Asunción denuncia como otras etnias sufren la falta interés de sus jóvenes por conservar su herencia viva. Sin mencionar que las grandes cooperativas e industrias del agro, ocupan zonas cada ves mas amplias en el cultivo de la soja, el maíz, trigo, canola, el algodón y la industria de la madera, impulsadas todas por leyes e incentivos especiales del gobierno para los inversionistas, como la ley Maquila. Paraguay, un país de 407.000 km2 de tierras que están siendo explotadas al extremo de sacrificar las selvas vírgenes, que además de contener biomas ricos de vida, cuentan historias milenarias de culturas y etnias tan frágiles y valiosas como el más delgado hilo de vida existente.

Los Aché son sin duda alguna un grupo humano en extinción, hoy no quedan más de mil cuatrocientos integrantes. En Paraguay no existe ningún grupo indígena, que este ajeno a los contactos externos o menos aun, que viva en estado silvícola en las selvas, por que estas ya casi no existen. Y a pesar de que puedan salir adelante como pequeñas comunidades organizadas, ellos a cada paso van olvidando, tal ves conciente o inconscientemente sus tradiciones mas profundas y arraigadas en sus genes como cazadores y recolectores mantenidas por siglos en las calurosas selvas orientales. Y que hoy no son nada más que una muestra alegórica y colorida de lo que en una remota época fue. Los Aché, fueron una cultura indígena de cazadores y recolectores originarios del sector de alto Paraná, Paraguay. Que hoy están al borde de la extinción. Hoy sólo queda un pequeño grupo heredero de tradiciones y costumbres que se perderán para siempre.

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“V ive como si fueras a mor ir manana...Aprende como si fueras a vivir siempre...”

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olivia generalmente es reconocida sólo por sus alpacas y habitantes aymará en el inhospito altiplano, pero oculta tambien una geografía profundamente verde, posee una de las áreas biológicas protegidas más importantes del mundo y su punto de partida es el poblado de Rurrenabaque (susi-e-nabaque, “arroyo de patos” en legua Tacana).Rurrenabaque es un pequeño pueblo que se encuentra separado de su contraparte San Buenaventura por el generoso río Beni. Rodeados por una tupida selva sub tropical, a Rurre -como llaman sus habitantes-, se puede llegar en avión los cuales aterrizan en una pista de césped, tras unos 45 minutos de vuelo desde La Paz. Pero por tierra tambien es posible llegar, pero se trata de una experiencia de casi dos días. Estos dos puntos que han sido explotados turísticamente ya hace mas de veinte años, son cuna de diversas culturas que confluyen con territorios indígenas reconocidos, por ejemplo la cultura Tacana, la del Pilón lajas Tchiman-Mosetén, la de San José de Uchupiamonas, los pueblos Lecos y Aguachiles de Apolo y Larecajas, por nombrar algunas. Estos grupos etnicos precolombinos, ha convivido con comunidades de origen quechua de más de 300 años y sobrevivido gracias a los preciados tesoros naturales heredados de la selva boliviana, “Todo este sector que comprende Rurre, el Beni y el Madidi existen al menos cuarenta y dos culturas además de la Tacana” con un cigarrillo en sus manos me cuenta Rafael dueño del hotel Oriental.

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Cuenta una leyenda que cuando Atahualpa entrando en la ciudad de Cajamarca cayo en la trampa de Pizarro, donde fue capturado y encarcelado en una celda de piedra, este les dijo a sus captores que si era liberado les prometía llenar la habitación hasta la altura de su cabeza estando de pie con oro de diferentes rincones de su imperio, pero cuando los españoles no cumplieron y lo juzgaron con falsos cargos ejecutándolo finalmente, sus seguidores trajeron al río Beni parte del inmenso tesoro para ocultarlo, llevándolo en canoas las que se hundieron en las zonas mas profundas de este, para ser custodiado por una serpiente de dos cabezas, que según los mas antiguos habitantes de las tribus se le puede ver desplazándose por el también serpenteante río.Estas historias y su magico paisaje a atraido el truismo de todo el mundo. En la calle Avaroa, su principal avenida las agencias turísticas promueven el lugar con expediciones a las Pampas y a la Selva del Parque Nacional Madidi. En Rurrenabaque, los viajeros de todo el mundo se mezclan con los habitantes autóctonos, preparando sus aventuras por tres días o más, el dólar y el euro son las únicas divisas además del boliviano moneda local, que se aceptan hasta en la más humilde tienda. Un lugar carismático y fresco, de calles amables en que todos saludan, gran cantidad de motos conducidas por hombres y mujeres de toda edad y que son el sonido característico de su vida diaria.En varios sitios del pueblo se puede apreciar la fabricación de Catrayas (canoas) para el traslado de personas y especies, se trata de una tradición

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heredada de las culturas que las tallaban de un tronco en una sola pieza, algunas llegan a medir hasta 18 metros de largo por algo más que un metro de ancho, la madera de palo María (Calophyllum brasiliense), el Mara (Cedrelinga catenaeformis) o Ochoo (Hura crepitans) son especiales por su capacidad de soportar la constante humedad y la densidad necesaria para lograr la flotabilidad requerida. “Comencé con una plantación de Cacao (Theobroma cacao) y Copuaçu (Theobroma Grandiflorum), y mi único bien era mi catraya, la que después desarme entera para hacer una parte de mi casa, para quedarme a vivir acá gracias a Dios” comenta don Rene Carrasco, con un lápiz en la oreja midiendo los asientos de una de las tantas canoas que ha armado desde que se radicó en Rurrenabaque hace 20 años, antes de aquello la explotación turística de los bienes naturales y la herencia cultural era un tema poco conocido. Hoy el cuidado de cada unos de estos recursos esta siendo planteado como “turismo sustentable”, el cual apunta a la preservación de las tradiciones con estudios y agrupaciones de tierras comunitarias de origen y la conservación de los recursos naturales, como la identificación de especies en eminente peligro de extinción, catastro y estado de salud de las poblaciones y la calidad biótica del medio ambiente.Con una breve caminata por las orillas del Beni se pueden apreciar una variedad incontable de mariposas muy pequeñas y otras tan grandes como la palma de la mano, mientras al otro la lado de la rivera, tucanes y loros, se

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cambian de árbol condimentando más este ambiente lleno de color y sabor. La tarde comienza a caer y los colores dejan de ser los mismos, los verdes más pasteles y el río se convierte en un espejo del cielo, las catrayas siguen su cruce de Rurrenabaque a San Buenaventura, mientras otros con la familia entera regresan a sus casas ubicadas río arriba, con ellos llevan su antigua escopeta ya que hacia el norte, los leopardos son tanto temidos y respetados como mantenidos a raya por las familias que han hecho de los alrededores de los 18.957 km2 que corresponden al Parque Nacional del Madidi su hogar.La riqueza biótica que existe es infinita, plantas medicinales utilizadas por las tribus que aun viven dispersas en la espesura de la selva, cuentan en su lista a fuertes alucinógenos, hojas que al masticarlas sueltan químicos cicatrizantes capaces de cerrar heridas abiertas, otras utiles para simples dolores de estomago o también como poderosos venenos que han sido estudiados por científicos de diferentes ramas de la medicina y por prestigiosas fundaciones para la investigación de enfermedades de todo el mundo. Además variedades de especies animales que están todavía en proceso de identificación y estudio, como es el caso de algunas aves endémicas del Madidi como la Palkachupa (Phibalura flavirostris boliviana) que en lengua quechua significa “cola bifurcada” o

como el caso de una especie de mono lanudo o mono Rosillo (Lagothrix cf. Canatschudii) se trata de grandes primates de al menos 7 u 8 kilos, color gris, de pelaje suave y rojizo. Así también el mono Titi, Luchachi o Luca Luca (Callicebus aureipalatii) que se encuentra en la zona de San Buenaventura e Ixiamas, fue recientemente reconocido como una especie nueva para la ciencia.Así es Rurrenabaque y sus alrededores, que parecen no terminar en otra tonalidad que no sea verde. La mejor orientación del ecoturismo basado en el aprovechamiento sostenible de la biodiversidad, es la clave de estos lugares, estos parques nacionales y reservas están catalogados como uno de los veinte mejores destinos turísticos del mundo.

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“La distincion de las formas especif icas y el no estar ligadas entre si por innumerables (eslabones) de transicion es una dif icultad

muy evidente”

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ENTRE PIRAÑAS Y CAIMANES

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a Amazonía Boliviana es un territorio salvaje y peligroso, donde sólo algunos pueden sobrevivir, es tan profundo que sólo el dosel del bosque es visible desde el aire.Aterrizamos en un avión Fairchild, en una pista de pasto en medio de una tupida selva. A una hora de vuelo desde La Paz perece un viaje corto, pero es la única manera de llegar a Rurrenabaque, por tierra tomaría veinte horas.Rurre es un poblado ubicado a orillas de Río Beni donde terminan los Andes tropicales y comienza la Selva Amazónica (229 m.s.n.m.), y es la puerta de entrada al gran Madidi, el área con mayor diversidad de aves en todo el mundo.Temprano un Land Rover Santana nos espera para llevarnos por un camino sin pavimentar a cien kilómetros hasta Santa Rosa de Yacuma, ahí el río Yacuma es flanqueado por selvas y se presenta ante nuestros ojos con cocodrilos tomando el sol en su rivera opuesta. El río Yacuma esta ubicado en el municipio de Santa Rosa del Yacuma, al sur oeste de los ríos Beni y Mamoré (14º6’52”S. 66º46’47”O.).Desde un claro zarpamos en unas Catrayas (largas canoas a motor), navegamos por tres horas bajo un sol implacable, hasta un refugio en medio de la selva.

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El río tiene un color marrón que no permite ver su fondo ni lo que oculta, crece en los meses de junio a septiembre, hasta dos o tres metros. En los meses de marzo a mayo las aguas bajan. Los animales conocen este ritmo natural, estos dramáticos cambios ya son parte de los ciclos de vida y muerte en el Yacuma.

Uno de los grandes habitantes del río es el Caimán negro (Melanosuchus níger) que puede llegar a medir hasta 6 metros, aunque sólo divisamos al costado de la canoa individuos de 4 o 5 metros de largo. Las hembras depositan

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sus huevos en cúmulos de hojarasca y tierra, deposita de entre 30 a 75 huevos que tapa amorosamente con las patas traseras, incubándolos 12 semanas.Este depredador comparte su hábitat con cocodrilos americanos (Crocodylus acutus), -por su distribución geográfica en las Américas- los cuales vemos tomando el Sol con sus fauces abiertas regulando su temperatura interior, por lo que son más lentos, pero en la noche nos aprestamos a salir a observarlos con linternas, ahí bajo el manto de la noche son más activos y peligrosos. Compartiendo también estas playas de la rivera del río, a los Capibaras (Hydrochoerus hydrochaeris) –el roedor más grande del mundo-, se les ve trasladándose en grupos de cinco individuos liderados por un macho (80 kg.), las hembras son ligeramente más grandes que ellos. Bueno con 4 crías una vez por año, hay que tener más espacio para gestarlas alrededor de 150 días.Vemos también muy cómodas bajo el sol a una familia de tortugas fluviales (fam. Dermatemydidae), que se apilan sobre pequeños troncos en la corriente, algunas alcanzan hasta 45 cms. La nidada de estas tortugas ocurre durante la temporada de lluvias, cuando el Yacuma se desborda, aprovechando la oportunidad para desovar sin apenas salir del agua.El monótono sonido del motor de la catraya perturba la quietud de los alrededores espantando a una fauna alada muy inesperada, Manguaris (Euxenura manguari), Gallaretas (Fulica leucoptera), Garcetas blancas grande (Ardea alba), y Guacos comunes

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(Nycticorax violacea) se posan por doquier. Los flamencos rosados o patos cucharos (Platalea ajaja) se posan en las orillas para filtrar su alimento con su pico en forma de cuchara, por su lado los Cormoranes (Neotropical, Phalacrocórax brasilianus) se arrojan al agua, son aves exclusivamente acuáticas y no poseen un plumaje graso, si se mojan no pueden volar, en tanto se nos cruza como una flecha el Martín pescador (Alcedo atthis) recogiendo los peses que se acercan a la superficie para luego posarse en una rama.Los Gavilanes acanelados (Parabuteo unicinctus) sobrevuelan las copas de los árboles buscando pequeños monos, crías de aves y peces, su mirada, aguda y fría cae sobre su objetivo y una ves capturado su pico arqueado y sus garras especialmente diseñadas para rasgar la carne hace el resto del trabajo.Hay un personaje el cual esperábamos conocer de cerca, la Piraña roja (Pygocentrus nattereri) su nombre proviene del Guaraní que significa pez diente o cortador. Ellas hacen honor a su fama, en una encarnizada lucha de cardúmenes con otros peces, el agua parece hervir mientras se alimentan frenéticamente.Amanece sobre el río, la bruma y la luz que nace se confunden con la bulliciosa espesura de la selva en las pampas, que aloja en las copas de los árboles a una gran comunidad de primates, como los monos Chichilos (Cebuella pygmaea), que se descuelgan y saltan de rama en rama. Monos Silbador o Capuchino (Cebus apella) que se mueven de hasta veinte individuos por el dosel y el

mono Aullador o Jaula rojo (Alouatta seniculus), ellos se ven solos o en grupos de hasta 16, alimentándose de pequeños frutos maduros, hojas tiernas y complementan su dieta con invertebrados.El río Yacuma, es un nicho ecológico, tiene una extensión de 631.453 hectáreas, pero no es parque ni reserva pese a la relativa cercanía con el Madidi uno de los biomas más diverso y rico del mundo.Junto con el río la zona de las Pampas también son un paisaje insólito en estas tierras, hectáreas de terreno pantanoso son un nicho de vida, hogar de la Anaconda boliviana (Eunectes murinus), conocida por su inconmensurable tamaño e impresionante habilidad de matar por constricción y tragar a sus presas enteras.Pero a pesar de esta rica variedad biótica (2.800 especies sólo en Bolivia), hay hasta cinco clases que están en peligro de extinción, la generación de un proceso de conciencia para el manejo sostenible de las especies es la clave para la conservación de la vida silvestre de todos los países. La biodiversidad del planeta pende de un delgado hilo que se tiende a cortar con facilidad y los lugares que aun rebozan de vida, deben continuar así. La naturaleza no evolucionó por millones de años para que en unas pocas décadas sea explotada indiscriminadamente. Revista BIOMA 2016

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Corazón de piedra...En tiempos que ya me parecen lejanos, cuando iniciaba mi andar llevando sobre mis hombros la causa irrenunciable de la conservación de la naturaleza, tuve la oportunidad de caminar por vez primera, sobre los relieves montañosos del Monumento Natural Pichasca, ubicado al interior de la ciudad de Ovalle en la provincia del Limarí.Fue un día muy especial, puesto que aunque me desempeñaba como Guardaparque, en el Parque Nacional Bosque Fray Jorge, había sido invitado por el Jefe regional del departamento de Áreas Silvestres Protegidas de esa época, Señor Carlos Noton, a presenciar las enormes osamentas de un reptil prehistórico que habían quedado al descubierto, producto de un aluvión provocado por las intensas lluvias de un promisorio invierno.Al llegar al lugar del hallazgo emplazado en una profunda quebrada, la inmensa

vertebra parecía esconderse de la vista, incrustando sus líneas óseas entre rocas eternas, como si no quisiera revelar su milenario secreto pero gradualmente, ante la insistente exploración visual la críptica osamenta se mostró en toda su dimensión, trayendo hasta el presente los remotos indicios de un mundo perdido.Es muy difícil describir las sensaciones que se generan en un momento como ese pero por decir lo menos, me sentí extremadamente pequeño y efímero… Como si fuera poco, este increíble hallazgo se sumaba a la riqueza de vestigios petrificados de la flora del Cenozoico presentes en ese extraordinario lugar.En plena montaña semiárida se revelaba una increíble historia. Dispersos en abruptos relieves yacían formas de piedra que parecían ser de otras latitudes, dando pie a una intrigante pregunta… ¿De dónde

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vinieron estos vestigios que nos hablan de bosques gigantes, en una tierra que a duras penas sostiene menudas plantas que han aprendido a convivir con la implacable radiación solar en medio de largas ausencias de agua?. Los fragmentos vegetales petrificados de Pichasca y las osamentas de su fauna extinta, revelan sorprendentes eventos naturales que hoy nos cuesta dimensionar. Aunque parece increíble hace millones de años, grandes bosques primigenios cubrían nuestra región formando parte de un paisaje cuyo suelo se estremecía al paso de grandes reptiles prehistóricos.Algunos árboles de esa lejana y desconocida época, fueron abruptamente sepultados por aludes de agua y barro, generando las condiciones necesarias para su petrificación; la ausencia de oxígeno en la impenetrable cripta de barro y piedras del terciario, retardó la descomposición del tejido vegetal, dando tiempo a los minerales para introducirse lentamente en las células

tomando su molde, originando así las más insuperables réplicas en piedra. De esta manera la forma de sus ramas y troncos ha perdurado con el paso del tiempo, para relatarnos una historia de paisajes inimaginables.Al observar desde lo alto la sobrecogedora panorámica, cuesta aquilatar la magnitud de tales eventos, sin embargo al remover el suelo reseco de este ambiente de secano, entre cactáceas, varillas y carbonillos, emergen desde el subsuelo grandes réplicas de troncos petrificados que dan cuenta de los antepasados de estos arbustos del semiárido y su ancestral… corazón de piedra.

Texto: Mario Ortiz LafferteRevista BIOMA 2016

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