Dossier – Isabel la Católica

37
DOSSIER 55 56. Religiosidad y justicia. El testamento Carmelo Luis López 62. La gran frustración. Los herederos María Dolores Cabañas 70. Un problema sin resolver. Tragedia morisca Soha Abboud-Haggar 78. Letras, música y modales. La educación José-Luis Martín 85. La biblioteca. La joya más valorada Nicasio Salvador Miguel I SABEL LA C ATÓLICA Retrato de Isabel la Católica, hacia 1500, atribuido a Juan de Flandes (Madrid, Palacio Real, Patrimonio Nacional). Hace 500 años murió Isabel la Católica. La mítica reina castellana y su esposo, Fernando de Aragón, marcaron el nacimiento de la España moderna, con unas fronteras que han perdurado y una proyección internacional decisiva en los siglos siguientes. Sin embargo, una serie de tragedias frustró los planes de Isabel para la sucesión, mientras la conquista de Granada quedaba deslucida por el problema morisco. Cinco especialistas analizan las luces y las sombras de su legado. El legado

Transcript of Dossier – Isabel la Católica

Page 1: Dossier – Isabel la Católica

DOSSIER

55

56. Religiosidad yjusticia. El testamentoCarmelo Luis López

62. La gran frustración.Los herederosMaría Dolores Cabañas

70. Un problema sinresolver. Tragedia moriscaSoha Abboud-Haggar

78. Letras, música ymodales. La educaciónJosé-Luis Martín

85. La biblioteca. La joya más valoradaNicasio Salvador Miguel

ISABEL LA CATÓLICA

Retrato de Isabel laCatólica, hacia 1500,

atribuido a Juan deFlandes (Madrid,

Palacio Real,Patrimonio Nacional).

Hace 500 años murió Isabel la Católica. La mítica reina castellana y su esposo, Fernando de Aragón,marcaron el nacimiento de la España moderna, con unasfronteras que han perdurado y una proyección internacionaldecisiva en los siglos siguientes. Sin embargo, una serie de tragediasfrustró los planes de Isabel para la sucesión, mientras la conquistade Granada quedaba deslucida por el problema morisco. Cincoespecialistas analizan las luces y las sombras de su legado.

El legado

Page 2: Dossier – Isabel la Católica

56

Con la misma minuciosidad que aplicó en su vida, Isabel la Católica quisoponer orden tras su muerte. CARMELO LUIS LÓPEZ desgrana las disposicionesde su testamento, en el que decide sobre sus posesiones, organiza su entierroy apunta soluciones para los problemas que augura a sus sucesores

EL TESTAMENTOReligiosidad y justicia

Page 3: Dossier – Isabel la Católica

Los cuchillos que, según el cu-ra de Los Palacios, traspasaronel alma de la reina Isabel fue-ron tres: la muerte de sus hijos,

el príncipe don Juan (1497) e Isabel(1498), reina de Portugal, y la de su nie-to, el príncipe don Miguel, heredero delas Coronas de Portugal, Castilla y Ara-gón (1500). A partir de estos aconteci-mientos, la decadencia física de la rei-na fue patente.

En 1501, enfermó en Granada y nopudo acompañar y despedir a su hijamenor, Catalina, que embarcaría en La-redo rumbo a Inglaterra, para casarsecon el Príncipe de Gales. Tampoco asis-tió en 1502, postrada por sus dolenciasen Madrid, al reconocimiento de los de-rechos sucesorios de su hija Juana y desu nieto, Carlos, por las Cortes de Ara-gón. Sus sufrimientos aumentaron alconstatar el desequilibrio mental de suhija y heredera Juana, sobre todo a par-tir de sus arrebatos de demencia en Al-calá de Henares y en Medina del Cam-po, en 1503, después de que diera a luzal infante Fernando.

Después de la marcha de Juana a Flan-des, en marzo de 1504, pasaron los Re-yes la Semana Santa en Medina. Cayeronenfermos de tercianas y se hicieron ro-gativas por su salud en las iglesias y mo-nasterios de Castilla y Aragón. Don Fer-nando se recuperó, pero la reina no. Pe-dro Mártir de Anglería puso de mani-fiesto la hidropesía que sufría, consu-mida por la fiebre, sin tomar apenas ali-mento y sólo bebiendo agua. Para ÁlvarGómez de Castro, estaba enferma a cau-sa de una úlcera que se produjo en laGuerra de Granada por montar en ex-ceso a caballo. Estas dolencias, adverti-das por sus contemporáneos, pudieranser síntomas de una enfermedad car-díaca, que sería la que causó su muer-

te. El 12 de octubre, otorgó su testa-mento, al que añadiría el codicilo del día23, falleciendo en Medina del Campo el26 de noviembre.

El testamento de Isabel la Católica esuno de los documentos que mejor po-nen de relieve la eminente talla moral ypolítica de esta gran reina. En él estánpresentes el sentido religioso de su vi-da, los logros de su reinado, la correc-ción de actos contrarios al buen regi-miento, con la explicación de por quélos había consentido, la línea de actua-ción política que deseaba para sus rei-nos y hasta la preocupación por el pro-blema de la sucesión en la persona desu hija Juana. Si hubiera que resumirloen dos palabras, éstas podrían ser: re-ligiosidad y justicia.

Las disposiciones testamentarias, pa-ra su mejor comprensión, se concretanen cuatro apartados: cláusulas de otor-gamiento testamentario, legados ymandas piadosas, deseos respecto a suenterramiento y encomendaciones fa-miliares.

Fe en RomaEn el primer grupo –exposición testa-mentaria– se pone de manifiesto un pro-fundo sentido religioso, haciendo pro-fesión de fe en las enseñanzas de la Igle-sia de Roma. Posteriormente, confía sualma en las manos de Cristo, agrade-ciendo los muchos favores, mercedes ybeneficios que ha recibido de la graciadivina e invoca a la Virgen y a los san-tos que considera sus abogados, a losque tiene especial devoción, para queintercedan ante Dios por ella.

Deja constancia de la humildad de laReina, que dispone que sea amortajada,con el hábito franciscano, que sus exe-quias sean sencillas y que se depositesu cuerpo en una sepultura baja, sin es-cultura alguna, excepto una losa con susletras esculpidas en ella, requiriendoque se emplee el exceso que se tuvie-ra previsto gastar en limosnas para los

57

CARMELO LUIS LÓPEZ es profesor titular de Historia Medieval, UNED, y director de la Institución Gran Duque de Alba, Ávila.

Fernando e Isabel en una miniaturadel Chronicarum narrationes, un

manuscrito conservado en elMonasterio de El Escorial.

El pintor Eduardo Rosales interpretócon grandilocuencia historicista,

propia del XIX, los últimos momentosde Isabel la Católica (Madrid, Museo

del Prado).

Page 4: Dossier – Isabel la Católica

pobres y en comprar cera para alumbraral Santísimo Sacramento en las iglesiasque menos recursos tuvieran.

Elegía como lugar de enterramiento elMonasterio de San Francisco, de La Al-hambra de Granada, ciudad de su pre-dilección, ya que consideró siempre suconquista como uno de los mayores lo-gros de su reinado. Su cuerpo deberíaser trasladado allí después de su falleci-miento y, en el caso de que no pudierahacerse de inmediato, disponía que sedepositara provisionalmente en el Mo-

nasterio de San Juan de los Reyes de To-ledo, o en el de San Antonio de Sego-via o, si no fuera posible en éstos, en elmonasterio franciscano más próximo.Debería de cumplirse esto así, salvo si sumarido estableciera en su testamento quequería ser enterrado en otro lugar, en cu-yo caso la Reina dispone que se trasla-dara su cuerpo al lugar donde él eligie-ra, esperando de la misericordia divinaque, igual que iban a estar juntos en elsuelo, estuvieran juntos en el cielo.

Tiene un recuerdo para sus hijos

muertos, disponiendo que se constru-ya un sepulcro de alabastro para su hi-jo, el príncipe don Juan, en el Monas-terio de Santo Tomás de Ávila, y ordenaque se traslade el cuerpo de su hija pre-ferida, la reina de Portugal, doña Isabel,a La Alhambra de Granada para ser en-terrado junto a ella.

Encarga a sus testamentarios el pagode todas las deudas que tuviese en elmomento de su fallecimiento, para loque les autoriza a vender todos sus bie-nes, excepto los ornamentos de su ca-pilla, que deja a la Catedral de Granada,las joyas que le habían entregado sus hi-jos, ordenando que se las devuelvan, olas joyas que deseara su marido comorecuerdo de ella. Si no eran suficientessus bienes para el pago, deberían sercanceladas con las rentas del Reino delprimer año de su muerte o con las delReino de Granada.

Finalmente, después de pagadas todassus deudas, establece una serie de man-das piadosas: 20.000 misas por su almaen iglesias y monasterios observantes;vestir a 200 pobres; redimir a 200 cau-tivos; un millón de maravedíes para ca-sar doncellas pobres, otro millón paralas que, siendo tales, quisiesen entrar enreligión y limosnas para la Catedral deToledo y el Monasterio de Nuestra Se-ñora de Guadalupe.

Disposiciones de gobiernoLas disposiciones políticas constituyenuna serie de importantísimas recomen-daciones –muchas de ellas se corres-pondían con acuerdos adoptados en lasCortes de Toledo de 1480– para el buengobierno de la Corona de Castilla: queel número acrecentado de oficiales pa-ra algunos cargos se redujera al que es-tablecía el uso y costumbre antiguos;que se cumplieran las disposiciones queprohibían entregar a extranjeros las al-caldías y tenencias de alcázares, castillosy fortalezas y los oficios que llevaranunida jurisdicción; y que no se propu-siera al Papa a extranjeros para ocuparlos arzobispados, obispados, abadías,beneficios eclesiásticos y cargos en losmaestrazgos de las Órdenes y en el prio-razgo de San Juan.

Mostraba la Reina una especial preo-cupación por la recuperación de la ju-risdicción y patrimonio reales, que ha-bía cedido como mercedes a la noble-za con motivo de las guerras de suce-

58

Los pesares de la Reina

Crea vuestra alteza que es tan grandeel peligro para la salud de la reina,

nuestra señora, llevar la vida que lleva conla señora princesa, que cada día tememosestas recaídas, y quiera nuestro Señor quetodo vaya mejor de lo que nos tememos.Y no le debe extrañar esto a su alteza, puesel estado en que se encuentra la señoraprincesa es tal que no sólo da mucha pe-na a los que la conocen y quieren, sinotambién a los desconocidos, porque duer-me mal, come poco, y a veces nada, estámuy triste y bien flaca. Algunas veces no

quiere hablar, de manera que tanto en es-to como en algunas otras cosas se perci-be que está trastornada, su enfermedad es-tá muy avanzada... de manera que, ade-más de todo el trabajo y responsabilidadque habitualmente tiene la reina nuestraseñora, esto recae a menudo sobre ella.Nos pareció que debíamos dar cuenta detodo esto a vuestra señoría para que sobreello provea y nos aconseje... (Vicente Ro-dríguez Palencia, Isabel la Católica en laopinión de españoles y extranjeros, I, Valla-dolid, 1970).

En El milagro de la multiplicación de los panes y los peces, de Juan de Flandes, la reina Isabelaparece representada a la izquerda, en actitud orante (hacia 1496-1504, Madrid, Palacio Real).

Page 5: Dossier – Isabel la Católica

sión y de Granada. Por ello, establecíaque se anularan las concesiones reali-zadas de alcabalas, tercias, pechos y de-rechos, así como que se recuperasen losmaravedíes situados sobre las rentas re-ales por los préstamos para la guerra deGranada, evitando que pudieran con-vertirse en juro de heredad. Sería inte-resante encontrar la relación, firmadapor la Reina, de aquellas mercedes deciudades, villas, lugares y fortalezas, querevoca porque se concedieron contra suvoluntad, y que anula en el testamen-to. Asimismo, suprime cualquier uso,costumbre y prescripción por los que losgrandes caballeros pudieran impedir quelos vasallos apelaran de sus justicias an-te la reina y sus chancillerías.

En este apartado se incluyen, también,dos disposiciones testamentarias que de-muestran hasta qué punto se preocupóla reina por el cumplimiento de sus pro-mesas y juramentos: la primera, cuandoordena que se devuelvan a la ciudad deSegovia los lugares y vasallos que se ha-

bían concedido a los marqueses de Mo-ya, entregando a éstos otros lugares y va-sallos, de similar importancia y cuantía,en el Reino de Granada; asimismo, man-da que se averigüe si podían los reyes ha-cer merced a dichos marqueses de la vi-lla de Moya con sus términos y jurisdic-ción, ya que habían jurado no dar ni ena-jenar la tierra y el término de Segovia, ymás estando en “cabo e frontera del rey-no”, y si se les pudo hacer relajación deljuramento; en caso de que pudieran ha-cerlo, se quedarían los marqueses con lavilla, y en caso contrario se les debía deconceder en el Reino de Granada otra vi-lla y tierra, lugares y vasallos, semejantesen valor al de la citada villa.

La segunda disposición, cuando revo-ca y anula cualquier confirmación de lamerced de ciertos lugares y vasallos enla tierra de Ávila, realizada por Enri-que IV a don García Álvarez de Toledo,duque de Alba, y que ella había juradotornar y restituir a la ciudad de Ávila –po-siblemente se refiriera al juramento que

59

EL TESTAMENTOISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Un documentomuy estudiado

Del testamento se conservan dosejemplares originales: uno, en el

Archivo General de Simancas y, el otro,en la Biblioteca Nacional. Son nume-rosos los editores que han publicado es-te importante documento: Antonio Ni-colás, en el Boletín de la Sociedad Cas-tellana de Excursionistas en el año 1904;Gómez del Mercado, en el año 1943;Vázquez de Parga, en 1969, publicadopor la Dirección General de Archivosy Bibliotecas; Luis Suárez Fernández, en1992, publicado por el Ministerio deCultura y la Comisión del V Centena-rio del Descubrimiento de América; y,en 2001, el magnífico estudio de Vi-dal González Sánchez y su edición fac-símil, publicados por el Instituto deHistoria Eclesiástica “Isabel la Católi-ca” del Arzobispado de Valladolid.

Monasterio de San Juande los Reyes, donde

estuvo temporalmenteenterrada Isabel (ilustración

de Miguel Sobrino).

Isabel pidió ser enterrada enSan Juan de los Reyes hasta elel traslado definitivo delcuerpo a la ciudad de Granada

Page 6: Dossier – Isabel la Católica

hizo en 1468 de devolver loslugares y vasallos concedidospor Enrique IV, lugares de losque su hermano Alfonso había or-denado en 1465 que se quitaranlas señales de jurisdicción im-puestas por el conde de Alba–;pero, para no perjudicar los de-rechos de los herederos, les con-cede en el Reino de Granada sa-tisfacción y equivalencia de dichoslugares y vasallos.

Ordena a sus sucesores que con-serven dentro de la Corona y patri-monio real el marquesado de Vi-llena y la ciudad de Gibraltar consu fortaleza, vasallos, jurisdicción,tierra, términos, rentas, pechos y de-rechos, porque el señorío de dichaciudad constituye uno de los títulosde soberanía de los reyes de Cas-tilla y de León. Asimismo, incorpo-ra a la Corona de Castilla el Reinode las Islas Canarias y todas las tie-rras descubiertas y por descubrir enlas Indias Occidentales, ya que ha-bían comenzado a ser descubier-tas y conquistadas con la finan-ciación de sus reinos y con el es-fuerzo de los naturales de ellos.

Y, finalmente, hace una serie de re-comendaciones a sus hijos, los príncipesJuana y su marido Felipe: les pide queno cesen en la conquista de África y enla lucha con los infieles; que favorezcana la Santa Inquisición en la labor de per-seguir a la herética pravedad; que guar-den los privilegios, franquezas y liber-tades de las iglesias, monasterios, pre-lados, órdenes, hidalgos y a las ciuda-des, villas y lugares del reino; que obe-dezcan a su padre don Fernando, ha-ciéndole el honor que se merece; quevivan en amor, unión y concordia, con-servando el patrimonio real, adminis-trando rectamente justicia a sus vasallos,recaudando con especial cuidado lasrentas reales, guardando las leyes, prag-máticas y ordenanzas hechas en su rei-nado y mandando consumir los oficiosacrecentados.

La preocupante sucesiónEstablece e instituye por heredera uni-versal de todos sus reinos y señoríos asu hija Juana. Fija de forma minuciosa elorden y prioridad en la sucesión de losreinos, ajustándose a lo dispuesto en lasPartidas (Partida II, Título XV, ley II)

que establecen que heredaran el reinolos que vengan por línea derecha, y que,si no hubiera hijo varón, heredaría el rei-no la hija mayor; y, si falleciese el hijomayor antes de que heredase, si dejasehijo o hija, que lo heredara aquél oaquélla y no otro ninguno. Según esto,en primer lugar, correspondería la su-cesión a Juana y a sus hijos: Carlos, Fer-nando, Leonor e Isabel –aún no habí-an nacido las infantas María, en 1505,y Catalina, en 1507–; en segundo lugar,a su hija María, reina de Portugal, y a sushijos e hijas: el príncipe Juan de Portu-gal e Isabel, la futura emperatriz; y, entercer lugar, a su hija Catalina, Princesade Gales, y sus legítimos sucesores, yaque aún no había nacido María Tudor.

Y, finalmente, una importante dispo-sición testamentaria que había consul-tado con algunos prelados y nobles quedemuestra el conocimiento que tenía laReina del estado mental de su hija, quepropiciaría un posible manejo por sumarido, Felipe, en contra de los intere-ses del Reino. Establece la Reina que su

marido, el rey don Fernando,rigiera, administrara y gober-

nara sus reinos y señoríos, has-ta que Carlos cumpliera los 20años de edad, en una serie desupuestos.

Otras mandasEn este apartado final, se hanreunido unas mandas hechas enfavor de personas muy especia-les para la reina: al rey don Fer-nando le concede, además de losmaestrazgos de las Órdenes Mi-litares que tenía mientras viviera,diez millones de maravedíesanuales, situados en las alcabalasde los maestrazgos de Santiago,Calatrava y Alcántara, así comola mitad de las rentas que pro-porcionaban las Islas y Tierra Fir-me del Mar Océano que hastaentonces se hubieran descubier-to. Ordena que se entreguen a sunieto, el infante Fernando, has-ta “que se acabare de criar”, dosmillones de maravedíes cadaaño. Dispone que, si al mo-mento de su muerte no se hu-bieran finalizado de pagar las

capitulaciones matrimoniales habidasentre su hija María y el rey de Portu-gal, así como las de su hija Catalina conel Príncipe de Gales, se cumpliera supago. Ordena que, cuando fallezca suhija María, los cuatro millones de ma-ravedíes que tenía situados sobre lasrentas de la ciudad de Sevilla, se con-sumieran y tornaran a la Corona Real.Pide al Rey y a sus hijos que honren yconcedan mercedes a sus criados, en es-pecial a los marqueses de Moya, al co-mendador don Gonzalo Chacón, a donGarcía Laso de la Vega, comendadormayor de León, a Antonio de Fonsecay a Juan de Velázquez.

Finalmente, nombra como albaceastestamentarios al Rey, a fray FranciscoJiménez de Cisneros, arzobispo de To-ledo, a Antonio de Fonseca, su contadormayor, a Juan Velázquez, contador ma-yor de la princesa doña Juana, a frayDiego de Deza, obispo de Palencia, ya Juan López de Lizárraga, su secreta-rio y contador; y disponiendo para me-jor custodia que su testamento fuera de-positado en el Monasterio de Nuestra Se-ñora de Guadalupe, debiéndose hacerdos copias que se guardarían en el Mo-

60

Isabel la Católica con sus tres hijas mayoresIsabel, Juana y María, en una ilustración delMarcuello. A sus pies, el autor de la obra.

Page 7: Dossier – Isabel la Católica

nasterio de Santa Isabel de Granada, yen la Catedral de Toledo, donde podíaser consultado por todos.

El codicilo finalEl codicilo, otorgado el 23 de noviembre,también contiene disposiciones impor-tantes y significativas para conocer la per-sonalidad de la Reina. En primer lugar,Isabel se angustiaba al pensar que en lainstauración que había realizado de lamonarquía autoritaria, en el control delestamento eclesiástico, en la reforma delclero y en la incorporación de los maes-trazgos de las Órdenes Militares, pudierahaber transgredido el principio de justi-cia que obligaba a todo buen gobernan-te. Por ello, disponía que se examinaranlos títulos que tenía el arzobispado deSantiago, que había manifestado que veíalesionados sus derechos por las continuasintromisiones que realizaban los alcaldesmayores del reino de Galicia, juzgandoen primera instancia, y que impedían alprelado que nombrara alguacil ejecutor.

Respecto al obispado de Palencia, or-dena que se averigüe a quién corres-ponde nombrar corregidor y justicias enla ciudad, así como el cobro de deter-minados impuestos.

Que se determinara si la fortaleza deRabé pertenecía a la jurisdicción delobispado de Burgos o a la regia. Y, engeneral, disponía que se devolviera a losprelados e iglesias la jurisdicción de to-das aquellas fortalezas para las que ella

había nombrado alcaides sin tener au-torización apostólica, nombramientosque había realizado para conseguir lapacificación de sus reinos en los prime-ros años de su reinado.

Respecto a las medidas sobre la re-forma de los monasterios, recomiendaa los reformadores que no excedieranlos poderes que se les había concedi-do para evitar escándalos y daños. Ymanda que se examine detenidamen-te si lo recaudado por los conceptos decruzada, jubileo y subsidio para la con-quista del Reino de Granada se habíaempleado para lo que había sido con-

cedido, así como si las rentas de lasÓrdenes Militares, de las que había si-do nombrado maestre-administrador elRey, se empleaban en lo que estable-cían los estatutos.

En segundo lugar, hay tres disposi-ciones en las que la Reina se cuestionala legalidad de determinados impuestos–alcabalas, servicios, montazgos y diez-mos de la mar– sobre los que ordenaque se realice una investigación para co-nocer el origen y licitud de los mismos.En el caso de que fueran ajustados a de-recho, se deberían moderar, pero, si nolo fueran, ordena que cese inmediata-mente su recaudación y que se reunie-ra a las cortes para que se determinarasu sustitución por otros tributos justos.

Y, por último, debe destacarse en es-ta síntesis la disposición relacionada conlas Islas y Tierra Firme de las Indias Oc-cidentales, en la que establece que suprincipal intención fue la conversión desus habitantes a la fe católica, enseñar-les buenas costumbres y dispensarles untrato idéntico al de sus restantes súbdi-tos, ordenando a sus herederos que asílo hicieran y cumplieran con las si-guientes palabras: “e que éste sea suprinçipal fin, e que en ello pongan mu-cha diligençia e non consientan nin denlugar que los yndios, vezinos y mora-dores de las dichas Yndias e Tierra Fir-me, ganadas e por ganar, reçiban agra-vio alguno en sus personas ni bienes,mas manden que sean bien e justamen-te tratados; e, si algund agravio han reçe-bido, lo remedien e provean”. ■

61

EL TESTAMENTOISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Misal de los Reyes Católicos, obra de Francisco Flores (Granada, Capilla Real). La Reinadispuso en su testamento que se hicieran 20.000 misas por su alma y se vistiera a 200 pobres.

Luto en Valladolid

El sábado siguiente, día de San Andrés,a treinta del mes de noviembre de mil

quinientos cuatro, los dichos señores Pre-sidente, oidores y otros oficiales de la men-cionada audiencia, junto con los regidoresy caballeros de esa villa salieron de la ca-sa de la audiencia y fueron a Santa Maríala Mayor, donde se había alzado el cadal-so y puestas las hachas (de cera) y atavia-do como ya se ha dicho. Y el dicho señorObispo dijo la Misa Mayor pontifical consus ornamentos y vestiduras de negro, yallí llegaron las ordenes de la villa, todascon sus velas en las manos, y dijeron mi-sa cada una en su capilla. Y acabada la mi-sa, cada orden subió encima del estrado ydijeron su responso. Y ese día predicó FrayJuan de Ampudia, fraile profeso de la or-

den de San Francisco de esa villa, el temafue: Elisabet cunpleti sunt dies según está es-crito en el capítulo veintinueve del Evan-gelio de San Mateo. En este sermón hablómuy altamente tanto del tiempo pasado,como del presente y del porvenir, todo elloaplicado a las obras y vida de la gloriosareina de España...

Acabadas de decir todas estas misas y lamisa mayor, todos los mencionados seño-res, en el orden que ya se ha dicho se vol-vieron a la casa real, donde su señoría man-do que todos los presentes y ausentes fue-sen a las tres del mediodía, sin luto, a alzarlos pendones por la reina Juana, nuestra se-ñora (A. de la Plaza Bores, Exequias por Isa-bel la Católica y proclamación de Juana la Lo-ca en Valladolid, 1970).

Page 8: Dossier – Isabel la Católica

Cuando la reina Isabel muereen 1504, el problema de lasucesión, que se había inicia-do con la temprana muerte

del príncipe heredero Juan en 1497, se-guía sin resolverse y fue causa de ines-tabilidad hasta que su nieto Carlos deGante, el hijo de la reina Juana, llegóa España en 1517.

Durante este intenso período, en elque la gobernación se hace muy difícily en el que se van alternando las re-gencias de Fernando el Católico y delcardenal Cisneros con el reinado de Jua-na y Felipe I el Hermoso, parecía quetodos los esfuerzos de los Reyes Cató-licos tendentes al fortalecimiento de laautoridad real y la construcción de unEstado centralizado se iban a derrumbar.La nobleza, que desde 1480 había vistolimitada su acción política, ve de nue-vo la oportunidad de intervenir en losasuntos públicos y de incrementar sufortuna y su poder.

Los dos períodos críticos del inicio ydel final del reinado de Isabel tienenmuchas analogías, ya que algunas de lasdisposiciones y decisiones que se adop-taron en el primero están en la base delos problemas que se plantearon des-pués en el segundo.

El acceso al trono de Isabel se habíaproducido tras una grave crisis que de-sembocó en guerra civil cuando, tras la

muerte del rey Enrique IV, se enfrentaronsus partidarios, encabezados por su ma-rido Fernando de Aragón, y los que de-fendían los derechos sucesorios de su so-brina, conocida como Juana la Beltrane-ja, apoyada por Alfonso V de Portugal.

Aquellos hechos marcaron fuertemen-te a la joven Reina, quien procuró hastalos últimos días de su vida asegurar la su-cesión para que no se repitieran las ten-siones y mantener la paz de sus reinosy la continuidad de su política. Tras sutriunfo, el esfuerzo de la acción del go-bierno de Isabel y Fernando se centró,entre otros asuntos, en el fortalecimien-to del poder real, el mantenimiento de lapaz, el engrandecimiento de sus reinos yla defensa de la legitimidad monárqui-ca. Y para que sus logros perduraran, erafundamental asegurar la sucesión. Nun-ca olvidó la Reina que su camino haciael trono castellano había sido largo y pe-noso y procuró poner las bases para que

hechos similares no volvieran a repetir-se. Hay que tener presente, por tanto, to-das estas circunstancias para entender lasdecisiones de Isabel en relación con lasucesión y su sufrimiento al ver que to-dos sus planes se desbarataban.

Consideraba la Reina que una ampliadescendencia le permitiría realizar unapolítica matrimonial que consolidase suposición internacional, cuyo principal ob-jetivo era contener a Francia y contar conun heredero idóneo que concentrase to-dos los reinos. Sin perder de vista estosobjetivos, Isabel planificó cuidadosa-mente el matrimonio de sus cinco hijos.

Para conseguir la alianza con Portu-gal, se utilizó el matrimonio de las prin-cesas Isabel y María con el heredero por-tugués; para asegurar la alianza con Bor-goña y la casa de Austria, el doble ma-trimonio de Juan y Juana con Margaritay Felipe, respectivamente; en el caso deInglaterra, por medio de la unión de Ca-talina primero con el príncipe Arturo y,tras la muerte de éste, con Enrique VIII.

Los designios de la muerteNada hacía presagiar que la Reina nofuese a tener una sucesión tranquila. Pe-ro la muerte irrumpió en su casa de for-ma violenta entre 1497 y 1500 y desba-rató sistemáticamente todos sus proyec-tos en relación con la sucesión.

El 4 de octubre de 1497, murió en Sa-lamanca don Juan, el único hijo varón delos Reyes. Había sido jurado príncipe he-redero de Castilla y Aragón en 1480 y1481, respectivamente, y, unos meses

62

Mª DOLORES CABAÑAS GONZÁLEZ

es catedrática de Historia Medieval,Universidad de Alcalá de Henares.

La política de alianzas matrimoniales para asegurar la sucesión de losterritorios unidos por los Reyes Católicos se desmoronó tras la muerte desus hijos Juan e Isabel y de su nieto Miguel. La locura de Juana fue el últimogolpe. María Dolores Cabañas recuerda la amargura de la soberana

La gran frustración de la Reina

LOS HEREDEROS

Los Reyes Católicos, en una capitular de unmanuscrito del siglo XV (Valladolid, Bibliotecadel Palacio de Santa Cruz).

Page 9: Dossier – Isabel la Católica

ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

63

Felipe el Hermoso y Juana, príncipes herederos de Castilla y Aragón, tras la muerte del primógenito Juan y del nieto de los Reyes, Miguel.

Page 10: Dossier – Isabel la Católica

antes, había contraído matrimonio conMargarita de Austria en una gran cere-monia celebrada en la Catedral de Bur-gos. Cuando el príncipe, que nunca ha-bía gozado de buena salud, enfermó gra-vemente, los reyes estaban camino dePortugal para entregar en matrimonio alrey Manuel a su hija la infanta Isabel.

Ante la alarmante noticia de la dolen-cia de don Juan, Fernando tuvo el tiem-po justo para llegar a ver morir a su hi-jo, y a su angustia por esta pérdida, sesumó la de tener que comunicar la ma-la nueva a su mujer: “El Rey tenía horroren el ánimo que no permitía revelar tandolorosa nueva a la Reina. Caían las lá-

grimas por la cara que mostraban laaflicción paterna”.

Las múltiples manifestaciones de do-lor por la pérdida de aquel a quien Pe-dro Mártir de Anglería calificó de “es-peranza de España entera” fueron la ca-ra opuesta de los festejos celebrados conmotivo de su nacimiento. Conocemos larelación de honras fúnebres, el luto quevistió la corte durante cuarenta días, losfunerales en Salamanca, en cuya cate-dral se instaló un túmulo con el féretro,y el traslado del cuerpo a Ávila, para serenterrado en el convento dominico deSanto Tomás, donde descansa bajo elsarcófago de mármol que sus padresmandaron esculpir al florentino Dome-nico Fancelli.

Dios se lo llevóLa Reina aceptó la desgracia con resig-nación: “El Dios mío y Señor mío nos lle-vó el fruto que por su piedad nos habíadado: de sufrir es con ánimo bueno, há-gase su voluntad”. La muerte del prínci-pe desvaneció la ilusión de los Trastámarade conseguir la unidad de España y lacontinuidad de la dinastía, que sólo unhijo varón podía asegurar, pues la pri-mogénita –llamada también Isabel y apunto de casarse con el heredero del tro-no portugués–, no podría heredar la Co-rona de Aragón, cuyas leyes sucesoriasimpedían que recayera en una mujer.

Isabel centró entonces su esperanzaen la viuda del príncipe Juan, que es-taba embarazada y a la que se enforzó“en consolarla y darle placer como si na-da perdiera, y de su preñez está bue-na, bendito Dios, y esperamos de su mi-sericordia que el fruto que de ella saldráserá reparo y consolación de nuestro tra-bajo”. Pero la muerte de su marido ha-bía afectado tanto a Margarita que per-dió al hijo que esperaba.

Se complicaba la sucesión al trono. Deacuerdo con el derecho castellano, a fal-ta de varón o de descendencia del mis-mo, la Corona pasaba a la primogénitaIsabel, que, por otra parte, era la favo-rita de su madre por la similitud de susgustos, y que, además, era reina de Por-tugal, por haber casado en segundasnupcias, inmediatamente después de lamuerte de su hermano, con el rey Ma-nuel. Sólo había que esperar que tuvie-ran un hijo, que uniría bajo su cetro Cas-tilla, Aragón y Portugal.

Pero no cesaban los problemas. En

64

Capitulaciones matrimoniales del príncipe Juan con la archiduquesa Margarita de Austria. Juanmurió poco después y Margarita perdió al hijo que esperaban (Madrid, Fundación Casa de Alba).

Proclamación de Juana

El martes siguiente, tres de diciembrela trajeron cuando la llevaban cami-

no de Granada para enterrarla. El Cabil-do salió para recibirla y, debido a que ha-bía muchos lodos, el Cabildo fue a reu-nirse al Monasterio de San Juan de los Re-yes, y de allí salió con la Cruz y las Órde-nes de la ciudad y las de fuera, que son lasde San Bernardo y la Sisla. Los frailes deSan Juan de los Reyes salieron con la Cruz,y fueron delante hasta el centro de la Ve-ga, y allí la recibieron, y el clero y el Ca-bildo, junto con todas las Órdenes,espe-raron junto a la Puerta del Cambrón, don-de estaba puesta una tumba, y allí el ca-bildo rezó un responso. A continuaciónCaballeros y Regidores tomaron la tum-ba en hombros y la llevaron a San Juan delos Reyes, donde la pusieron en un cadal-so que estaba en el coro sobre cinco gra-das y donde el Cabildo ofició la Vigilia.Al amarecer del día siguiente el Cabildo

celebró Misa de Requiem, y después se lallevaron a Granada.

Después ese sábado a las Vísperas izaronpendones por la Reina doña Juana, hija deaquella Reina, de la siguiente manera: ElCorregidor y Ayuntamiento juntos envia-ron una petición al Cabildo para que sa-liese, y salieron con capas de brocado y concruces de la Iglesia y parroquias a la Puer-ta del Perdón. Salió a su vez Don Pedrode Castilla, Corregidor, con una ropa reza-gante forrada de martas, caballero a la bri-da en un caballo armado y el Pendón enla mano con las armas de Castilla y León,y así fue hasta las Cruces, y de allí entróel Cabildo con él hasta el Altar Mayor, yallí se hizo la parada, y Don Pedro y los Ca-balleros y el Ayuntamiento se fueron parael Alcázar, y se quedó el Cabildo, y puso elpendón sobre la Torre del Atambor, y allíestuvo hasta que se rompió.

Page 11: Dossier – Isabel la Católica

este momento se manifestó la ambiciónde Felipe de Borgoña y de Austria, es-poso de la infanta Juana, que empezó atitularse príncipe de Asturias, título des-tinado a los herederos de la Corona, loque provocó el disgusto y la preocupa-ción de los reyes, que solicitaron la pre-sencia urgente de su hija y de su mari-do en la corte para formalizar la sucesión.

El 29 de abril de 1498 la ciudad de To-ledo recibió con júbilo a los reyes dePortugal y, acompañados por una grancomitiva de notables encabezados porFernando e Isabel, las Cortes les pres-taron juramento en la catedral comopríncipes herederos de Castilla: “Fue elcabildo a recibir a los reyes de Portu-gal Don Manuel y Doña Isabel (...) to-caron como cincuenta trompetas, saca-buches y chirimías, y quince pares deatabales, y así vinieron a la Iglesia, en laque se les hizo un recibimiento comoa los Reyes de Castilla (...) y después vi-nieron los Caballeros del Reino, y jura-ron a los Reyes de Portugal por Prínci-pes de Castilla (...) y asimismo vinieronlos Procuradores de las ciudades…”

Desde allí estaba previsto que se di-rigiesen a Aragón para ser jurados porlas Cortes de este reino que habían sidoconvocadas en Zaragoza el 25 de mayo.Pero las cosas no fueron tan sencillas.

Ya había habido que garantizar a lossúbditos portugueses, que veían con re-celo su unión con Castilla, un estatutojurídico especial para asegurar que el go-bierno de Portugal lo desempeñasensiempre naturales de ese reino. Toca-ba, también, solucionar la herencia enAragón, las Cortes de Zaragoza se resis-tían a reconocer como heredera a Isa-bel. La situación se desbloqueó al acep-tar Isabel y Fernando el acuerdo de que,si la princesa tenía un hijo, éste sería elRey, pero si tenía una hija la Corona deAragón recaería en sus padres, es de-cir, en don Manuel y doña Isabel.

La esperanza de MiguelEl 24 de agosto de 1498, cuando la prin-cesa estaba todavía en Zaragoza, dio aluz un niño, Miguel, pero ella murió co-mo consecuencia del parto ese mismodía. Las Cortes de Zaragoza, que toda-vía seguían reunidas, juraron inmedia-tamente a Miguel, con la salvedad deque si Fernando el Católico tenía otrohijo varón, éste sería el heredero y nosu nieto, y las castellanas le juraron co-

mo príncipe de Asturias en enero de1499. El rey de Portugal accedió a quesu hijo se educase con sus abuelos ma-ternos e Isabel volcó sus cuidados en es-te niño, sobre el que recaerían todos losreinos de España y las tierras que se aca-baban de descubrir. Pero Miguel murióantes de cumplir dos años, cuando es-taba en Granada con su abuela.

El cronista Bernáldez relata: “El prime-ro cuchillo de dolor que traspasó el áni-ma de la reina doña Isabel fue la muer-te del príncipe. El segundo fue la muer-te de doña Isabel, su primera hija, reinade Portugal. El tercero cuchillo de dolorfue la muerte de don Miguel, su nieto,que ya con él se consolaban. E desde es-tos tiempos vivió sin plazer la dicha rei-

na doña Isabel, muy nescesaria en Cas-tilla, e se acortó su vida e su salut.”

Entonces, los derechos dinásticos re-cayeron sobre Juana, la tercera hija delos Reyes, casada con Felipe, archidu-que de Austria y conde de Flandes, quese convertiría en rey consorte de Casti-lla cuando Juana ascendiese al trono.

Las relaciones de Isabel y Fernandocon la Casa de Austria atravesaban lospeores momentos. Durante la etapa de latruncada sucesión portuguesa habían te-nido serios enfrentamientos con su yer-no, que se consideraba con derechos so-bre la herencia castellana, a lo que seunía la predilección de Felipe por Fran-cia. Por otra parte, empezaron a llegar aCastilla noticias sobre la extraña conducta

65

LOS HEREDEROSISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

El rey Manuel I de Portugal se casó primero con Isabel y, tras la muerte de ésta, con suhermana María, con la que aparece al pie de Cristo (Oporto, Iglesia de la Misericordia).

Page 12: Dossier – Isabel la Católica

de Juana y el mal comportamiento de sumarido hacia ella, lo que llevó a los Re-yes a enviar, en 1498, una misión diplo-mática, en la que participó el superior deSanta Cruz fray Tomás de Matienzo, pa-ra investigar la situación. Efectivamente,Juana vivía aislada en un ambiente hos-til, sin dinero, descuidaba a menudo susobligaciones religiosas y sufría agudas cri-sis nerviosas, provocadas por los celosy los enfrentamientos con su marido.

Los Reyes Católicos mandaron avisara Juana al mismo tiempo que aceleraronlas negociaciones para casar a sus hijas

Catalina y María con Arturo de Gales yManuel, el viudo rey de Portugal, res-pectivamente, con la intención de queestos matrimonios neutralizaran la fran-cofilia de Felipe. Querían que los ar-chiduques flamencos se trasladasen ur-gentemente a España para ser juradosen Cortes y, por otra parte, educar enla tradición de este país a los dos hi-jos que entonces tenía el joven matri-monio: Leonor (1498) y Carlos (1500),que era el heredero universal.

Isabel y Fernando tuvieron que espe-rar dos años hasta conseguir que se tras-ladaran a Castilla, a causa del embarazoy nacimiento de la tercera hija de Juana,a quien llamaron Isabel; a los conflic-tos cada vez más violentos entre ésta ysu marido, que llegó a negarle el poderde representarla en las negociacionesentre Francia y España, con la excusa deque antes tenía que consultar a sus pa-dres; o a las condiciones exigidas porFelipe, como el compromiso matrimo-nial de Carlos, de pocos meses, con Clau-dia, la hija de Luis XII de Francia, que ase-guraba al archiduque sus bue-nas relaciones con París.

Finalmente, el 29 de enerode 1502 los archiduques deAustria pisaron suelo espa-ñol en Fuenterrabía. Desdeallí se dirigieron a Toledo,donde, el 22 de mayo, las

Cortes de Castilla prestaron juramento aJuana como heredera de la Corona, sibien se oyeron voces que recelaban desu marido Felipe, heredero consorte,que no hablaba castellano ni mostrabainterés por conocer las costumbres delreino y, ni siquiera, vivir en él.

Después se dirigieron a Aragón acom-pañados sólo por Fernando, pues Isabelya se encontraba enferma, para ser ju-rados por las Cortes reunidas en Zara-goza y por primera vez, en contra de latradición, el 27 de octubre de 1502, unamujer fue reconocida heredera de aque-

llos Estados. Fernando tuvo que regre-sar urgentemente a Castilla ante la agra-vación de la enfermedad de Isabel y de-jar que Felipe presidiera las Cortes, pe-ro éste ni siquiera esperó a que termi-naran las sesiones y partió pocos díasdespués dejando la presidencia en ma-nos de Juana.

Todos se reunieron después alrededordel lecho de Isabel, en espera de una su-cesión que parecía inminente. Sin em-

bargo, la recuperación de ésta permitióa Felipe regresar a Flandes a través deFrancia, con quien se había firmado unatregua; Fernando a su vez pudo volvera Zaragoza, desde donde afrontó losproblemas de la revuelta del Rosellóny el resurgimiento francés en Nápolesy obligó a Juana, debido al avanzado es-tado de su embarazo, a permanecer,muy contrariada, junto a su madre en Al-calá de Henares, donde residía Cisneros.Allí nació, el 10 de marzo de 1503, el in-fante Fernando, futuro emperador delSacro Imperio Romano-Germánico.

El empeño de los reyes por retener aJuana, su sucesora, y que los herederosse instalaran en España, empeoró la si-tuación mental de ésta, temerosa de quequisieran apartarla de su marido. La in-sostenible situación y los enfrentamien-tos constantes con su hija minaron la de-licada salud de la Reina, que empeora-ba por momentos, al punto de que losmédicos que la atendían escribieron alRey: “Crea vuestra alteza que es tan gran-de el peligro para la salud de la Reina,nuestra señora, llevar la vida que llevacon la señora Princesa, que cada día te-memos estas recaídas (...) Y no le debeextrañar esto a su alteza, pues el estadoen que se encuentra la señora princesaes tal que no sólo da mucha pena a losque la conocen y quieren, sino tambiéna los desconocidos, porque duerme mal,come poco, y a veces nada, está muy tris-te y muy flaca”.

Insolencia y desacatoEl momento más dramático se vivióen La Mota de Medina, donde Isa-bel acudió enferma desde Segoviapara calmar la crisis nerviosa de suhija, dispuesta a emprender de cual-quier manera el viaje a Flandes, co-mo ella misma explica en una car-ta: “Y a esta causa yo vine aquí conmás trabajo y prisa y haciendo ma-yores jornadas de que para mi sa-lud convenía. Y aunque le envié adecir que yo venía a posar con ella,rogándola que se volviera a su apo-sentamiento, no quiso volver ni darlugar a que le aderezasen el apo-sentamiento hasta que yo vine y lametí. Y entonces ella me habló tanreciamente, de palabras de tanto de-sacatamiento y tan fuera de lo quehija debe decir a su madre, que siyo no viera la disposición en que

66

“El estado en que se encuentra laprincesa Juana da mucha pena: duerme mal,come poco o nada y está triste y flaca”

Juana, entre Fernando e Isabel,perdió pronto la razón. Suestado amargó los últimosmeses de vida de su madre.

Page 13: Dossier – Isabel la Católica

67

LOS HEREDEROSISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Constelación de reyes

1490

Alfonsode Portugal Isabel (1470-1498)

Fernando el Católico(1452-1516)

Isabel la Católica(1451-1504)

Miguel (1498-1500)

1497

1469

Manuel I de Portugal

1497

Margarita de AustriaJuan (1478-1497)

Felipe el Hermoso

1496

Juana (1479-1555)

Carlos I (1500) Fernando I (1503)

1500

Manuel I de Portugal María (1482-1517)

Isabel de Portugal (1503)

1501

Arturo, príncipe de Gales Enrique VIIIde Inglaterra

1503

Catalina (1485-1536)

María Tudor (1516)

Page 14: Dossier – Isabel la Católica

ella estaba, yo no las sufriera en ningu-na manera”.

La realidad de la demencia de Juanase imponía e Isabel era consciente deque esa locura podía acarrear su inca-pacidad y que la continuidad de la di-nastía estaba en peligro. Y ni siquierahabía conseguido que le mandaran des-de Flandes a su nieto Carlos para sereducado en las costumbres españolas.

Juana, finalmente, impuso su voluntady embarcó hacia Flandes en la primave-ra de 1504. No volvería a ver a su madre,que murió el 26 noviembre de ese año.Poco antes, en octubre, había firmado–como hemos visto en el artículo ante-rior– un testamento y un codicilo, en elque tuvo en cuenta los problemas su-cesorios que se iban a plantear a sumuerte. En él, además de estipular quesus territorios se gobernaran de acuerdoa sus usos y costumbres, y que los ex-tranjeros no ocupasen oficios de la Co-rona destinados a ser desempeñados por“naturales del reino”, dejaba a Juana co-mo heredera, “conformándome con loque devo e soy obligada de derecho, or-deno e establezco e ynstituyo por mi uni-versal heredera de todos mis regnos (...)a la princesa doña Juana, archiduquesa

de Austria, duquesa de Borgoña, mi muycara e muy amada hija primogénita (...)e reciban e tengan a la dicha princesadoña Juana por reina e señora natural,propietaria de todos los mis reinos e tie-rras e señoríos e alzen pendones por ellafaciendo la solemnidad que en tal casose requiere (…) e fagan luego juramen-to e pleito omenaje en forma, según cos-tumbre e fuero de España”.

Tiempo de regenciasA Felipe se le debía otorgar lealtad co-mo marido de la Reina, es decir, comorey consorte, pero aseguraba que, si fue-ra necesario, el poder lo tuviera Fer-nando como regente, tal y como se lohabían pedido las Cortes de Toledo de1502, cuando ya se conocían los pro-blemas mentales de Juana: “Ordeno emando que cada e quando la dicha prin-cesa mi hija no estoviere en los dichosmis reinos o después que a ellos vinie-

re en algún tiempo aya de ir e estar fue-ra de ellos, o estando en ellos no qui-siere o no pudiere entender en la go-vernación de ellos, que en cualquier delos dichos casos, el Rey mi señor rija, ad-ministre e govierne los dichos mis rei-nos e señoríos (...) por la dicha prince-sa fasta en tanto el infante don Carlos minieto, hijo primogénito heredero de losdichos príncipe e princesa, sea de edadlegítima, alo menos de veinte años cum-plidos para los regir e governar”. Y es-pecificaba aún más al pedir a la prin-cesa y a su marido: “que siempre seanmuy obedientes e subjetos al rey, mi se-ñor, e que no le salgan de obedienciase mandado, e lo sirvan e traten e acatencon toda reverencia e obediencia”.

Tras la muerte de la reina Isabel, Cas-tilla vivió una grave crisis, pues la su-cesión al trono planteó serios problemas,no achacables al deseo de Fernando deconservar su poder sobre Castilla, sinoa la debilidad política de la heredera,que no consiguió hacerse con el controldel reino y favoreció que afloraran denuevo las ambiciones de los diferentessectores de la nobleza.

El Rey, de acuerdo con la voluntad deIsabel expresada en el testamento, co-

municó oficialmente la muerte de la Rei-na, ordenó que se alzasen pendones porJuana, la nueva soberana, y dejó claroque él era el gobernador. Las crónicas,como la escrita por Colmenares, se ha-cen eco de esta situación: “… hizo el reylevantar en Medina estandartes por suhija la reina doña Juana, propietaria deestos reinos, y por el rey don Felipe sumarido; admirable imitación de su abue-lo, el infante don Fernando, intitulán-dose, como él gobernador”.

Las Cortes, reunidas en Toro en ene-ro de 1505, tras oír el testamento, reco-nocieron a Juana como reina de Castillay recibieron el juramento de Fernandocomo gobernador y administrador de losreinos. Lucio Marineo Sículo escribe: “ElRey muy prudente don Fernando, des-pués de la muerte de la Reina, hechassus obsequias, mandó luego venir a Cor-tes casi todos los Grandes de Castilla, deLeón, de Granada… Estaba a la sazón la

dicha doña Juana con su marido don Fe-lipe (...) en el condado de Flandes. A loscuales, haciendo saber la muerte de laReina Doña Isabel, entre tanto que vi-niesen tomó la gobernación y cuidadode sus reinos en Castilla y de los otros,por ruego de la Reina Isabel y consen-timiento de los caballeros y procurado-res de las ciudades”. Al mismo tiempo,los mismos procuradores acordaron ensesión secreta –tras conocer un informesobre la demencia de Juana que su mis-mo marido se había ocupado de comu-nicar– que, si Juana estaba enferma, Fer-nando fuese el regente permanente.

La confrontaciónInmediatamente surgieron las opinionesde quienes pensaban que Juana tenía to-dos los derechos sucesorios y ningunoFernando, de acuerdo con lo estipuladoen el momento de llegar al trono los Re-yes Católicos y, por tanto, se apresura-ron a apoyar a Felipe. El enfrentamien-to entre suegro y yerno era inevitable:los dos competían por el poder con ar-gumentos a su favor que les permitiesengobernar; uno se apoyaba en el testa-mento de la Reina difunta, el otro en sucondición de marido de la Reina actual.

68

En 1517, Carlos, el hijo de Felipe y Juana,pisó España. Con él se produjo el cambiodinástico de los Trastámara a los Austria

La princesa Catalina fue casada en 1501 conArturo, príncipe de Gales, y, tras su muerte,con el futuro Enrique VIII, en 1505.

Page 15: Dossier – Isabel la Católica

Fernando pretendía que Juana y Feli-pe “se estuviesen holgando allá, en Flan-des, y que enviasen acá al príncipe donCarlos, mi nieto, para que yo le hiciesecriar acá y que supiese la lengua y cos-tumbres, y al llegar a la edad marcada enel testamento de su abuela tuviese ha-bilidad para gobernar (...) y así no en-trarían extranjeros en la gobernación”.

Por el contrario Felipe, que tenía elrespaldo de Francia, pedía el aplaza-miento de cualquier decisión hasta queél y Juana llegasen a Castilla. Sus con-sejeros estaban propiciando la formaciónde un bando nobiliario que le apoyasea cambio de prebendas políticas: un nu-meroso sector de la nobleza, que habíavisto rechazadas sus demandas de ma-yor protagonismo político y no aceptóel autoritarismo de los Reyes Católicos,vio la oportunidad de conseguir sus as-piraciones, como relata Anglería: “Abier-tamente proclaman que sus antepasadospor este camino reunieron y aumenta-ron su patrimonio, afirmando que siem-pre hay ganancia cuando muchos andandesacordes acerca del mando”.

La desilusión de Fernando ante estasituación explica su alianza, contra todopronóstico, con Luis XII de Francia y sumatrimonio con Germana de Foix, la so-brina de éste, en marzo de 1506. Con-siguió el apoyo del rey francés para go-bernar Castilla frente a Felipe, a cambiodel compromiso de designar herederodel Reino de Nápoles al hijo que tuvie-ra con su nueva mujer, pero, de no te-ner descendencia, el título retornaría ala Corona francesa.

Un mes después de esta boda, Jua-na y Felipe regresaban a España y Fer-nando, después de varias negociacio-nes con su yerno y cansado de la acti-tud de la nobleza que le había aban-donado, se retiró a sus estados arago-neses el 27 de junio de 1506, fecha enque termina su primera regencia: “Siem-pre fue mi fin hacer lo que he hechoy posponer mi particular interés por elbien y paz del reino y por sostener enpaz esta heredad que yo, después deDios, he hecho con mis manos, la cual,si yo tomara otro camino, fuera des-truida para siempre (…) había pensa-do que después de treinta años de tan-ta familiaridad y amor mostrarían mássentimiento de mi partida”.

Previamente había acordado con Fe-lipe declarar incompetente a Juana para

gobernar y que él ejerciera exclusiva-mente el poder. Las Cortes de Vallado-lid, reunidas en julio en 1506, recono-cieron al marido de la Reina como go-bernador en su nombre y a su hijo Car-los como heredero, si bien se negaron aincapacitarla.

Locura cuestionadaSe abrió entonces un duro debate entrequienes apoyaban la propuesta de Feli-pe de encerrar a Juana y los que no es-taban dispuestos a consentirlo, que em-pezaron a considerar que la locura de laReina había sido una invención de su pa-dre y su marido para reinar en su lugar.

La repentina muerte de Felipe el 25 deseptiembre de 1506, que sólo le permi-tió gobernar tres meses, abrió de nue-vo el debate sobre la enfermedad de Jua-na y surgieron violentos enfrentamientosentre las diferentes facciones nobiliarias.Cisneros, Cardenal Primado y Cancillerde Estado, el hombre más respetado,presidió la Junta que se constituyó parala gobernación de Castilla y solicitó al reyde Aragón que regresara para asumir denuevo la regencia del reino. Fernandono atendió esta solicitud de inmediato:viajó primero a Italia para atender a sus

asuntos de Nápoles y no regresó hasta el21 de agosto de 1507, para gobernar Cas-tilla en nombre de su hija Juana, a quienél mismo, en el otoño de 1509, recluyóen el castillo de Tordesillas.

En su matrimonio con Germana deFoix, Fernando no tuvo hijos y cuandomurió el 23 de enero de 1516, su nieto,el futuro Carlos V, se convirtió en rey deAragón, pero no de Castilla, pues en es-te reino el título lo tenía su madre, Jua-na, por lo que quedaba limitado a go-bernar en su nombre. Cisneros, que ha-bía sido designado regente por Fernan-do, le explicó los pormenores de la si-tuación, pero, en un acto que ha sidoconsiderado un golpe de Estado, Carlosse hizo proclamar en Bruselas, el 14 demarzo de 1516, rey de Aragón y Casti-lla, conjuntamente con la Reina, lo queprovocó el malestar de las Cortes y delConsejo de Estado.

Cuando el 8 de noviembre de 1517murió Cisneros, Carlos, el nieto flamen-co de los Reyes Católicos, el hijo de Jua-na y Felipe, acababa de pisar suelo es-pañol. Fue él, finalmente, el heredero y,con él, se produjo el cambio de dinastíaque tanto temía la reina Isabel: de la ca-sa Trastámara a la de Austria. ■

69

LOS HEREDEROSISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

El emperador Maximiliano de Austria, su hijo, Felipe el Hermoso, y su esposa, María de Borgoña,en la fila superior. Abajo, los nietos, Fernando, Carlos y María (Viena, Kunsthistorisches Museum).

Page 16: Dossier – Isabel la Católica

Esta ciudad de Granada es ma-yor en población del que pen-sar se puede; el palacio muygrande y más rico que el de

Sevilla”, decían los Reyes Católicos enuna carta escrita a los pocos días de latoma de la ciudad, mientras en Castillay Aragón se organizaban ceremonias re-ligiosas de acción de gracias y festejosprofanos, con músicas, corridas de torosy regocijo general. La alegría llegó a Ro-ma, con una carta de los Reyes al Pa-pa: “Este reino de Granada, que sobre780 años estava ocupado por los infie-les, en vuestros días y con vuestra ayu-da se haya alcançado el fruto que lospontífices pasados tanto desearon y ayu-daron”. El autor de esta cita, N. H. Hill-garth, añade que en la Ciudad Eterna secelebraron oficios religiosos y sonadas

fiestas a expensas del cardenal Borgia,que pocos meses después sería Papacon el nombre de Alejandro VI.

Si los vencedores vieron la toma deGranada como “el más señalado y bie-naventurado día que nunca jamás en Es-paña ha habido”, los musulmanes la per-cibieron como “una de las catástrofesmás terribles sucedidas al Islam”. Losgranadinos difícilmente podían sentir lagenerosidad de las Capitulaciones y, sinembargo, pocos vencidos recibieron tra-to tan benévolo. Las concesiones de losReyes Católicos eran tan generosas co-mo imposibles de cumplir y su magna-nimidad estaba, probablemente, más im-puesta por la prisa en lograr la capitu-lación nazarita, que por un propósito ra-zonado de cumplir todo lo prometido.

Las Capitulaciones convertían a todoslos granadinos –unos 300.000, según La-dero Quesada– en súbditos de la Coro-na; se les garantizaba la libre práctica desu religión, la propiedad, la libertad

de comercio, la retribución de sus tra-bajos, la inviolabilidad de domicilio, laamnistía por las acciones de guerra o de-litos anteriores a los acuerdos, el respe-to a los helches –cristianos convertidos alIslam–. Incluso se les permitió crear suspropios concejos, como el que funcionóen Granada, aunque su campo de ac-tuación se redujera a beneficencia, hi-giene, infraestructuras, etcétera.

A los habitantes de la capital se les exi-mía durante tres años del pago de tri-butos para que se recuperasen de losquebrantos provocados por el asedio.Quienes lo desearan podían trasladar-se a África, permitiéndoseles vender susposesiones y llevarse cuanto poseyeran,salvo armas y caballos, por motivos deseguridad, y el oro y la plata, por razo-nes económicas. A quien pretendieraabandonar Granada, pero no quisieratrasladarse a África, se le proporciona-rían los oportunos permisos para esta-blecerse en otros lugares de Castilla.

70

SOHA ABBOUD-HAGGAR es profesora delDepartamento de Estudios Árabes eIslámicos, U. Complutense, Madrid.

Traje de casa de muchacha morisca, según eldibujante alemán Weiditz, hacia 1525.

Urgiéndoles terminar la guerra y eufóricos por la victoria, los ReyesCatólicos firmaron compromisos muy generosos. Soha Abboud muestraque a la inicial voluntad de cumplirlos sucedió la necesidad perentoria deasimilar a aquella minoría, una fuente de problemas y un peligro ante laactividad corsaria y otomana en las costas mediterráneas

TRAGEDIAMORISCA

Un problema sin resolver

Page 17: Dossier – Isabel la Católica

71

Bautismo de mujeres musulmanas, por FelipeVigarny. Las Capitulaciones inicialmentegarantizaban la libre práctica de su religión(Granada, Retablo de la Capilla Real).

ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Page 18: Dossier – Isabel la Católica

Los Reyes trataron de cumplir suscompromisos, pese a las dificultades queentrañaba el gobierno de una poblaciónque nada hizo por integrarse, sino que,por el contrario, rumiaba su resenti-miento y esperaba la resurrección islá-mica, gracias a una intervención oto-mana o egipcia, que la mayoría hubie-ra estado dispuesta a apoyar.

Íñigo López de Mendoza, conde deTendilla, en el gobierno, fray Hernando

de Talavera, en la política religiosa, yel secretario real, Hernando de Zafra, enla organización del territorio, debierondesenvolverse con tacto y paciencia, tan-to que hasta 1499 no se produjeron enGranada problemas de importancia. Másaún: “Los musulmanes de Orán queda-ron tan impresionados por las condi-ciones concedidas a Granada que, en1494, ofrecieron la sumisión a Castilla sise les daba el mismo trato”.

“No cabe duda de que los Reyes norebajaron a la ciudad de Granada, si-no que la mantuvieron como en lo al-to de un monte, dotándola de una se-lecta administración”, escribió Tarsiciode Azcona, y la mejor demostración esque permanecieron en Granada seismeses y, a lo largo de la siguiente dé-cada, en sendas estancias, sumaron másde un año y decidieron erigir allí la ca-pilla real y el mausoleo para su eter-no descanso.

Pese al inicial cuidado por parte delos vencedores en eliminar asperezas,los granadinos más pudientes emigra-ron. Entre ellos, veinte meses despuésde su capitulación, el rey Boabdil, quehabía recibido un gran territorio en LasAlpujarras, pero al fin prefirió afincar-se en Marruecos. Ya le había precedi-do su tío, El Zagal, que se estableció elTlemcén hasta su muerte, en 1494. Y,con ellos, sus allegados. Al parecer, enlos traslados a África se respetaron lasCapitulaciones. Una comisión de nota-bles musulmanes colaboró con las nue-vas autoridades en la tasación de losbienes de los emigrantes y en los im-puestos que debían satisfacer; el tras-lado hasta la costa africana fue gratui-to durante los tres primeros años y lue-go, barato. Incluso existen casos de gra-nadinos emigrados a Marruecos queoptaron por retornar ante la dureza de

72

Una familia morisca del reino de Granada a principios del siglo XVI, por Weiditz. En losprimeros años tras la conquista, los musulmanes recibieron buen trato de los Reyes Católicos.

Simpatías mudéjares

Isabel fue consciente desde su infancia delhecho diferenciador musulmán. Había

vivido en la Corte de su hermano, Enri-que IV, que tenía gran simpatía hacia mu-chas cosas árabe-andalusíes: había adoptadosu modo de vestir, sus comidas, su forma desentarse y de cabalgar. Cuenta José-LuisMartín, en Enrique IV, que sus enemigosle acusaban de montar a la jineta, como losárabes, y no a la brida como era habitual en-tre los cristianos, asunto que irritaba a al-gunos porque ese “ejemplo era seguido pormuchos de los nobles”. Isabel vivió en eseambiente simpatizante con lo andalusí ycomprensivo con “la imagen del otro”, queestaba viva en la literatura y en la culturapopulares.

No es de extrañar que mostrara cierta in-clinación y aprecio por las manifestacionesculturales de origen mudéjar, como obser-

va Ladero Quesada en Isabel y los mudéjaresde Castilla. Según revelan las cuentas de laReina y el inventario de sus bienes, en la vi-da cotidiana solía usar piezas de vestido deestilo mudéjar. Ella y sus acompañantes seponían camisas o alcandoras, labradas y bor-dadas o con adornos y guarniciones de pa-samanería que solían representar letras ára-bes; utilizaba tocas de camino, llamadas al-maizares o alharemes, que protegían la pieldel viento y del sol; vestía quezotes, sayos mo-riscos, marlotas y almolafas –vestiduras tala-res para las diversas estaciones– y alborno-ces y capellares, mantos con sus capuchones,a modo de abrigo o sobretodo. Utilizaba cal-zas moras, cómoda babucha andalusí de as-pecto ancho y arrugado, aparte de borceguíesy botas de marroquinería. De marroquine-ría eran también las almohadas, cojines, gua-damecíes de pared; parte de sus joyas, armas

blancas y guarniciones de caballo era de ori-gen granadino. Esto por no hablar de las co-midas y de sus postres: buñuelos, mante-cados, almojábanas, almendrados, polvo-rones, alfajores, alfeñiques, almíbares, to-rrijas, mazapanes y turrones, típicos dul-ces andalusíes. Y, por supuesto, asistía a tor-neos y fiestas en los que los caballeros dela Corte montaban caballos árabes a la jine-ta y utilizaban con destreza el arco y la lan-za al estilo árabe.

Además, tuvo la percepción directa de lasminorías mudéjares esparcidas por las po-blaciones castellanas que ella frecuentaba:Madrigal, Arévalo, Medina del Campo, Ávi-la, Segovia, Valladolid... Allí escucharía sumúsica, presenciaría sus fiestas, oiría a susrecitadores, conocería sus condiciones de vi-da y, progresivamente, se enteraría de su im-portancia económica.

Page 19: Dossier – Isabel la Católica

la vida y del clima que allí hallaron. Esepermiso de retorno evidencia el deseoy esperanza de los Reyes de que fueraasimilada aquella población trabajado-ra e industriosa.

Si esto último es evidente, también loes que las facilidades para la emigraciónse debían al principio enunciado por elconocido refrán: “A enemigo que hu-ye, puente de plata”. Suponían las nue-vas autoridades que quienes optaran porirse serían los más ofendidos, los más di-fíciles de asimilar, los musulmanes másacérrimos. El historiador Bernard Vin-cent tiene claro que lo pactado “no im-pedirá a Isabel, a Fernando y a sus re-presentantes actuar para deshacerse, lomás rápido posible, de todos aquellosque suponían cualquier amenaza”.

Lenta asimilaciónAunque la paz duró hasta finales de1499, el deterioro de las Capitulacionesya se percibía en 1495. La predilecciónmostrada por los Reyes estaba acompa-ñada por la esperanza de una rápidaasimilación y ésta no avanzaba conpaso firme. Sus bases deberían serreligiosas, sociales y políticas y enninguno de esos capítulos se ad-vertían progresos sustanciales.Los mudéjares seguía viviendo,vistiendo, comiendo, hablan-do, trabajando, gobernándose yorando según sus costumbresy leyes y de acuerdo con el Is-lam. Excepcionales eran los ca-sos de moriscos asimilados.

Si eso contrariaba la políticade los Reyes, mayor era aún laimpaciencia de quienes temían,políticamente, a esa poblacióntan numerosa como inquietan-te; de los fundamentalistas re-ligiosos, que clamaban contraesa tolerancia, bastante más ge-nerosa que la mostrada por elIslam con las poblaciones cris-tianas sojuzgadas; y de los bui-tres que aguardaban impacien-tes la oportunidad de apode-rarse de los despojos de losvencidos. “El hecho fue queaun respetando la letra de lascapitulaciones, ya en 1495 co-menzó a alterarse gravementeel espíritu de las mismas, al exi-gírseles a los mudéjares unascontribuciones o servicios

extraordinarios, lo que volvería a repe-tirse en 1499”, escribió Cortés Peña enMudéjares y repobladores.

Simultáneamente, se fueron aveci-nando en el territorio granadino nue-vos pobladores –cuarenta mil entre1485 y 1495–, que llegaban con la es-peranza de encontrar fértiles tierras pa-ra establecerse o con el ánimo de ha-cer rápida fortuna. Los problemassurgieron de inmediato: los recién lle-gados no obtuvieron los mejores lotes,propiedad de los nativos, ni podían, engeneral, competir con sus laboriosidady destreza. Por tanto, sus rendimien-tos fueron inferiores y la envidia fo-mentó quejas y calumnias contra los

mudéjares, sobre los que recayeronpaulatinamente mil presiones.

Se les permitía vender, pero no com-prar, se les fue recluyendo en barrios se-parados, se les despojó de las armasblancas, se les obligó a prestar serviciosno remunerados. Al tiempo, se fomen-tó su segregación de los cristianos,creando mercados distintos, prohibién-doles que contrataran los servicios demusulmanes y que comprasen en lasmismas tiendas. Todos estos factores ori-ginaron un nuevo éxodo morisco haciaÁfrica en 1495 y, “como sucedió con losjudíos, aquí también se incrementaronlos problemas sobre los bienes que po-dían sacar, las aduanas por las que

deberían salir y la organización de losviajes. Revisando las cuentas del teso-rero Morales, que llevó cargo de toda la

tesorería de los musulmanes, constaque los Reyes cobraron a éstos, sincontar el repartimiento anual, en-tre 1495 y 1503, 451.544 marave-díes”, según Tarsicio de Azcona.

El santo alfaquíLas presiones sobre la poblaciónislámica tocaron el nervio cuan-do se les trató de convertir alcristianismo. El interés en esaconversión era comprensible:constituiría el gran paso para laasimilación, eliminaría el peligrode sublevaciones y de compli-cidades con las correrías berbe-riscas que acechaban las costasmediterráneas de la Península;calmaría a los cristianos más in-tegristas y cuadraba plenamen-te en los ideales de expansiónde la fe cristiana que tenían losReyes. De la cristianización seencargó a fray Hernando de Ta-lavera, confesor de la Reina, quefue nombrado arzobispo de Gra-nada. Sus métodos, basados enla caridad, en la comprensión, elestudio de la cultura y costum-bres de los musulmanes, le hi-cieron famoso y tan querido porellos, que le llamaban “el santoalfaquí”, pero proporcionaban

73

TRAGEDIA MORISCAISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Un ángel inspira a los Reyes Católicos la idea de la cruzadacontra los musulmanes, en una ilustración del Rimado de la

Conquista de Granada, de Marcuello.

La presión de los nuevos pobladorescristianos, en busca de fortuna rápida,fomentó calumnias contra los mudéjares

Page 20: Dossier – Isabel la Católica

pocas conversiones, aunque fueran per-manentes.

Consciente de que el Islam impreg-naba todos y cada uno de los actos delcreyente, Talavera trataba de que losconversos abandonaran sus prácticascotidianas tradicionales y adoptasen losmodelos cristianos: “Es menester quevoz conforméis en todo y por todo a labuena y honesta conversación de losbuenos y honestos cristianos y cristia-nas en vestir y calçar y afeitar y en co-mer y en mesas y en viandas guisadascomo comunmente las guisan y en

vuestro andar y en vuestro dar y tomary, más que mucho, en vuestro hablar,olvidando cuanto pudiérades de la len-gua arábiga y haciendola olvidar y quenunca se hable en vuestras casas...”.

Pero si pedía eso, también exigía queno hubiera distinciones entre cristianosnuevos y conversos, prohibía que se lesofendiera, denunciaba presiones, con-tribuciones y menosprecios, pues todoesto obstruía las conversiones. Esa polí-tica molestaba a muchos y sus quejas ydenuncias llegaban hasta los Reyes. Isa-bel y Fernando se presentaron en Gra-

nada en septiembre de 1499 y tuvieron,inicialmente, un gesto complaciente: exi-mieron a los mudéjares de las limitacio-nes suntuarias que les afectaban pero,como ya había ocurrido en 1495, se lesimpuso el duro tributo de 7.200.000 ma-ravedíes, el doble de lo que exigían alos mudéjares de Castilla. No fue eso lopeor. Aunque se desconocen sus con-versaciones con el obispo Talavera o susimpresiones sobre la marcha de la cris-tianización, es evidente que no queda-ron conformes y antes de que termina-ra el año fue llamado a Granada Fran-

cisco Jiménez de Cisneros, arzobispo deToledo y también confesor de la Reina,para que acelerase el proceso de las“conversiones”.

Sublevación y conversiónCisneros abandonó la evangelizaciónlenta y libre de fray Hernando de Tala-vera y comenzó a bautizar por medio depresiones y sobornos. A los descen-dientes de los helches se les obligó abautizarse, con el pretexto de que no es-taban incluidos en las Capitulaciones.Los inquisidores trataban de hallar

orígenes cristianos en todos los musul-manes para incluirlos en ese grupo y sunegativa significaba la prisión o el des-tierro. Cisneros llevó la provocación alAlbaicín, uno de los barrios donde ha-bían sido concentrados los mudéjares, yconvirtió su mezquita en iglesia, bajo laadvocación de Santa María de la O.

Todas esas triquiñuelas jurídicas, pre-siones y vulneración de las Capitula-ciones crearon un clima de tan alta ten-sión que bastó un pequeño incidentepara iniciar los gravísimos disturbios dediciembre de 1499. Al parecer, varios al-guaciles penetraron en el Albaicín y de-tuvieron a una muchacha, a cuyos gri-tos se congregó gente en la calle y en eltumulto pereció un guardia: “... Y le-vantáronse y barrearon las calles y sa-caron las armas que tenían esconcidas yfisieron otras de nuevo y pusieronse entoda resistencia”.

La sublevación fue sofocada en unospocos días por el conde de Tendilla conla eficaz ayuda del obispo Talavera. Pa-ra escapar de las previsibles represalias,millares –5.000, según unas fuentes,50.000, según otras– de granadinos op-taron por bautizarse, tanto que Cisneros,para ponerse a la altura de la deman-da, se inventó el sistema del bautismopor aspersión... Probablemente sólo setrata de una figura retórica, pues los bau-tizados fueron inscritos como tales uno

74

Revuelta en Las Alpujarras

Cabía temer que en socorro de los mu-déjares sublevados acudieran sus corre-

ligionarios de las ciudades corsarias nortea-fricanas o el propio Imperio Otomano, quese enseñoreaba de la mitad del Mediterráneo.Incluso cundió el temor a una nueva invasiónmusulmana de la Península.

Por tanto, era urgente sofocar el levanta-miento y, para lograrlo, ni escatimaron re-cursos ni los medios más brutales, como elempleado por el conde de Lerín, que rindióla fortaleza de Laujar, en la zona del Andarax,tras volar con pólvora una mezquita en la quese hallaban refugiados “multitud de moris-cos, con sus hijos y mujeres”.

En la campaña se distinguió Gonzalo Fer-nández de Córdoba –ya conocido como elGran Capitán tras su victoriosa primera cam-paña de Italia– . Él fue el vencedor, en ene-ro de 1500, de la batalla de Guéjar, las más

dura de la breve guerra. Al acercarse las tro-pas de Fernández de Córdoba a esa villa, sehallaron ante un amplio terreno descubiertoy recién arado; cuando los cristianos estabanatravesándolo, los musulmanes abrieron lasacequias y lo inundaron, dificultando el mo-vimiento de los caballos, que “se hundían has-ta las cinchas”. Entonces, emboscados en lasalturas, aparecieron centenares de ballesteros,cuyos tiros se cebaron en los empantanadosjinetes. Salvado ese trance, los cristianos al-canzaron los muros, tendieron las escalas y esfama que Gonzalo fue el primero en escalarla muralla y abrir el camino a sus soldados.

Y si Fernández de Córdoba se hizo temerpor los levantados, parece que también logrósu admiración por su caballerosidad y dotesdiplomáticas, pues los sublevados pidieronsu intervención para negociar las condicionesde la capitulación.

Gonzalo Fernández de Córdoba, el GranCapitán, fue llamado para sofocar larebelión de Las Alpujarras en 1500.

Cisneros abandonó la evangelizaciónlenta de Hernando de Talavera y bautizópor medio de presiones y sobornos

Page 21: Dossier – Isabel la Católica

a uno –según ha demostrado LaderoQuesada–, lo que significa una cuida-dosa individualización.

Cisneros, feliz por su éxito, escribióel 4 de enero: “... Esto de la conversiónva de bien en mejor, porque sus alte-zas, como cristianos príncipes, lo hantomado tan a pechos que esperamosque redundará el fruto que por todanuestra religión cristiana se desea”. Lavisión musulmana era diametralmenteopuesta. El historiador magrebí del si-glo XVII al-Maqarri se queja en Nafhal-Tib, una de las pocas crónicas ára-bes que se conservan sobre este pe-ríodo, de que “los cristianos violaronsus promersas e infringieron cada unade las cláusulas hasta obligar a todoslos musulmanes a bautizarse. Los sa-cerdotes obligaron a todos los cristia-nos que se habían hecho musulmanesa renegar de su nueva religión, y no só-lo si ellos mismos renegaron del cris-tianismo pero incluso si lo había hechoalguno de sus abuelos”.

Ese descontento hacía fermentar la re-vuelta en Las Alpujarras y la sierra de Gá-dor. A la cabeza de los descontentos es-taba Omar ibn-Ummayya, de una fami-lia notable. Los pueblos de la serra-nía se sublevaron, causando tal alar-ma que no sólo se puso en campa-ña el conde de Tendilla, sino que lle-gó en su apoyo Gonzalo Fernández

de Córdoba y hasta el propio Rey acu-dió desde Sevilla a sofocar la rebelión.La contienda apenas duró tres meses,pues los sublevados carecían de mediospara prolongar más su resistencia, pe-ro la pacificación fue sólo aparente y unaño después rebrotaba la sublevación enla serranía de Ronda.

El final de las CapitulacionesLa esperanza de la convivencia pacífi-ca y, a la larga, la absorción total de lapoblación islámica se convirtió en unaquimera. En consonancia, los Reyes dic-taron una batería de leyes destinada aterminar con el problema por la fuerza.La más impopular a los ojos contem-poráneos es la quema de libros musul-manes, ordenada en octubre de 1501por los Reyes. La orden, que algunossuponen sugerida por Cisneros, se re-fería a los ejemplares del Corán, sus co-mentarios, interpretaciones y otros li-bros piadosos; por lo que respecta a

Cisneros, se sabe que no estaba en Gra-nada, pero que, por su mediación, sesalvaron numerosos códices antiguos,que fueron a parar a la Universidad deAlcalá.

Mayor trascendencia tuvo, sin embar-go, el ultimátum que recibieron los mu-sulmanes en febrero de 1502: conver-sión o expulsión. Se bautizaron en masa.Evidentemente, la mayoría no contabacon grandes recursos para emigrar y, an-te el incierto futuro, optaron por bauti-zarse para capear el temporal. Otros,percibiendo el bautismo como una ce-remonia puramente formal, que no mar-caría sus vidas, se convirtieron atraídospor las ventajas fiscales que suponía.Muchos de los dirigentes de las comu-nidades musulmanas tuvieron un cálcu-lo estratégico: había que aguantar allí,aguardando la reacción islámica. Asílo recomendaba, en 1503, un mufti deOrán, que escribía a un amigo grana-dino recomendándole que fingiera su

75

TRAGEDIA MORISCAISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

La Crónica de Hispania, por Diego de Valera en1482, cubre desde los romanos hasta Álvaro deLuna, y tuvo mucho éxito durante sesenta años.

La Virgen del Pilar ordena al apóstolSantiago que ayude a los ReyesCatólicos a conquistar Granada.Marcuello, el autor del Rimadode la conquista..., se retratójunto a la escena.

Page 22: Dossier – Isabel la Católica

conversión a la espera de la llegada deapoyo otomano. Entre estos se encon-traba, sin duda, el dirigente rebeldeOmar Ibn Ummayya, que se bautizó co-mo Fernando de Granada.

¿Cuántos se marcharon en ese éxo-do que comenzó en 1492, se activó apartir de 1496 y, sobre todo, tras la or-den de conversión forzosa 1502 y de lasdisposiciones posteriores? Bernard Vin-cent calcula que entre 1492 y 1510, almenos cien mil musulmanes optaronpor abandonar el antiguo emirato na-zarí y establecerse en el Norte de Áfri-ca. Eso significa que en dos décadasemigró un tercio de la población mu-sulmana; más de treinta pueblos fueroncompletamente abandonados y el con-de de Tendilla exclamaba con amargu-ra: “El reino se vacía como un huevoque está en ascuas”.

El problema musulmán había termi-nado. Comenzaba el problema morisco,nombre por el que se designó a aque-llos conversos o cristianos nuevos y que,según Ricardo García Cárcel, aparecedocumentalmente por vez primera en1521, aunque coloquialmente ya se uti-lizara antes, sobre todo como adjetivo,por ejemplo “fiestas moriscas”.

En cuanto a los Reyes Católicos, no tu-vieron escrúpulos en incumplir no sólo

las Capitulaciones –que consideraronpapel mojado tras las sublevaciones– si-no sus promesas de febrero de 1500 alos sublevados en Las Alpujarras, a losque decían en una carta: “Sabemos quealgunos os han dicho que nuestra vo-luntad era de mandaros, tornaros y ha-ceros por fuerza cristianos; y porquenuestra voluntad nunca fue, ha sido, nies que ningún moro se torne cristianopor fuerza, por la presente os asegura-mos y prometemos por nuestra fe y pa-labra real, que no habemos de consen-tir ni dar lugar a que ningún moro setorne por fuerza cristiano...”, como re-coge Gregorio Marañón.

“Ya lo serán sus hijos”Más aún, Fernando estaba plenamentesatisfecho: “Mi sentimiento, y también elde la reina, es que hay que bautizar a losmoros; si no son cristianos ya lo seránsus hijos o sus nietos”. Bien conocidas alrespecto son las llamadas “profecías” deYusuf Benegas, imán de una mezquitagranadina: “... Si el rey de la conquistano guarda fidelidad, ¿qué aguardamos desus sucesores? Todavía digo, hijo, que iráen aumento nuestra caída...”.

Otra ley lesiva para los moriscos fuela de septiembre de 1502, que les prohi-bía moverse de sus lugares de residen-cia. Aunque se les permitía negociar conlos otros reinos peninsulares, los per-misos eran tan difíciles de conseguirque el comercio granadino fue muy

perjudicado. Sin duda, la medida pre-tendía tanto evitar la contaminación mu-sulmana en esos viajes comerciales, co-mo acentuar el control policial, que se-ría mucho más efectivo sobre poblacio-nes totalmente sedentarias. Pese a la res-tricción de movimientos, en estos añosse sabe que fue continua la emigraciónclandestina de los mudéjares, que se ju-gaban la vida por huir a África.

Para evitar esa sangría y para que secumplieran las leyes establecidas, hu-bo toma de rehénes y para acelerar laasimilación o, por lo menos, para que lopareciera, se prohibió a los moriscos sutradicional manera de vestir y el de-sempeño de ciertos trabajos. Todo ellodeterminó que hacia 1506 se diera porterminada la “cristianización” del áreagranadina. Pese a lo cual, dos décadasdespués se dictaría otra batería de nor-mas complementarias, que arrasaron ca-si todo lo que quedaba de la cultura mo-risca: se proscribe el árabe hablado o es-crito, la tenencia de cualquier libro enesa lengua, la posesión de objetos re-lacionados con la cultura o religión is-lámicas –ropas, joyas y adornos–, la cir-cuncisión, la forma tradicional de sacri-ficar las reses. La teoría de “si ellos noson cristianos sinceros, sus hijos o susnietos lo serán” se demostraría errónea:Ibn Ummayya, el sublevado alpujarreñocontra Felipe II, en 1568, era nieto deaquel Omar Ibn Ummayya, sublevadoen 1500 y bautizado con el nombre de

76

Fray Hernando de Talavera, arzobispo deGranada y confesor de Isabel, prohibió que seofendiera y presionara a los moriscos.

Músicos moriscos en una ilustración de Weiditz. La traición a las promesas hechas y lascoacciones empujaron a los musulmanes a la rebelión en Las Alpujarras y la sierra de Gádor.

Page 23: Dossier – Isabel la Católica

Fernando de Granada. La expulsión delos moriscos, en 1609, fue la clamorosamuestra del fracaso de la conversión,aculturación y asimilación forzosas.

Con razón se quejaba un anónimopoeta mudéjar de Algeciras, recogidopor al-Maqarri en Azhar al-ryiad:

“Ay qué pena por estas mezquitas quefueron cercadas y convertidas por los in-fieles en lugares impuros, después dehaber sido impolutas.

Ay de estos minaretes en los que aho-ra repican sus campanas en lugar de oír-se Allâh Akbar.

Y ay de aquellas florecientes ciudades,convertidas en tenebrosas por el invasorinfiel.

Y en lugares seguros para los adora-dores de la cruz, después de terminarsetoda algarada.

Hemos quedado reducidos a la con-dición de esclavos, ni siquiera somospresos que esperan la liberación, ni mu-sulmanes que puedan con su voz testi-ficar por Allâh”.

Pero volvamos a la Granada del finaldel reinado de los Reyes Católicos.¿Quién determinó las líneas políticas se-guidas durante esos diez o doce añosque sellaron el destino de los musul-manes, primero y de los moriscos, des-pués? La opinión sobre la generosidadincumplible de las Capitulaciones es ca-si unánime: la tomaron los Reyes, im-pacientes por terminar aquella guerraque ya duraba una década, que estabaempeñando económicamente al reino yque causaba importantes perturbacio-nes de tipo humano: levas, muertes, de-serciones. En la euforia del triunfo pen-

saron que podrían cumplirlas y toma-ron medidas para que así fuera. Bastóuna década para mostrar las dificultadesde la asimilación de los mudéjares y lascontradicciones que las libertades reli-giosas y materiales encerraban tantorespecto a los otros musulmanes de losreinos peninsulares –20.000/25.000 enCastilla; en el reino de Aragón, más de80.000; y algunos millares en Navarra–como frente a la cuestión judía y al pa-pel de la Inquisición.

La larga mano de Fernando¿Quien decidió las presiones sociales yfiscales, las recompensas a los colabo-racionistas, los bautizos bajo amenazay la alternativa conversión o expulsión?.Evidentemente, ni fue Talavera, ni fueCisneros; sus consejos y opiniones ten-drían influencia, pero aquella era unacuestión de Estado que sólo decidíanlos reyes. El cambio parece obra delecléctico Fernando de Aragón. Domín-guez Ortiz no tiene duda: “El papel deD. Fernando era ya claramente predo-minante (...). El papel personal y polí-tico de doña Isabel estaba en clara de-cadencia. La muerte del príncipe donJuan, en 1497, había sido para ella ungolpe durísimo (...). La princesa Jua-na, casada con Felipe de Borgoña, acu-saba ya su enfermedad mental con sín-tomas inequívocos. Eran demasiadaspesadumbres para una mujer con gransentido familiar y no dominada, comosu marido, por la pasión de la políticainternacional. Isabel murió en 1504, ca-si a la vez que Hernando de Zafra, elsecretario que había llevado todo el pe-so de la organización del reino grana-dino (...) y en 1507, el arzobispo Tala-vera, totalmente anulado por sus ene-migos. Era el fin de una generaciónmuy ligada a Granada. En adelante, losasuntos de este reino, ocuparía un lu-gar muy secundario en la mente de donFernando”.

Pero hay otras opiniones. Hillgarth,después de recordar que los mudéjaresdel Reino de Aragón no habían sido for-zados a bautizarse por Fernando el Ca-tólico, escribe: “Una actitud general deintolerancia animaba a Cisneros e Isabel(...). Fue ella la que soltó a Cisneros so-bre Granada y quien decidió no repu-diarlo o limitar el castigo por la revueltadel Albaicín, sino exigir la conversión ma-siva como precio del perdón”. ■

77

TRAGEDIA MORISCAISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

El cardenal Cisneros endureció las presiones contra los moriscos, pero la decisión la habíatomado el rey Fernando, que asumía protagonismo a medida que Isabel entraba en decadencia.

Page 24: Dossier – Isabel la Católica

Coinciden cuantos les conocie-ron en alabar la buena edu-cación que habían recibidolos hijos de los Reyes Católi-

cos, de la que Isabel se había preocu-pado directamente, dándoles buenosmaestros “de vida y de letras”, que en-señaran a cumplir el papel de rey alpríncipe don Juan y de reinas a sus hi-jas Isabel, María, Juana y Catalina. De es-ta última comentaron Luis Vives y Eras-mo de Rotterdam, dos grandes huma-nistas que la conocieron, que era “un mi-lagro de erudición femenina”. Y no só-lo habían sido educados para la cultura,sino también para brillar en los salones.De Juana y Catalina existen testimoniosque las califican como excelentes bai-larinas, y de todos ellos, que tenían bue-na cultura musical y podían tocar uno ovarios instrumentos.

Para la educación del Príncipe contóIsabel con los llamados Regimiento oEspejo de Príncipes, cuyo modelo es el es-

crito por santo Tomás de Aquino paraHugo de Lusiñán, rey de Chipre. Este gé-nero didáctico-literario fue seguido enla Península por personajes como JuanGil de Zamora, Álvaro Pais o Francesc Ei-ximenis, que pretendieron elaborar unadoctrina sobre los deberes de los reyespartiendo de la Sagrada Escritura, de losfilósofos de la Antigüedad –Aristótelespor encima de todos– y de los ejemplosde los príncipes famosos: si buenos, pa-ra imitar; si malos, para rechazar.

También fueron dedicadas a la edu-cación de los príncipes obras como ElConde Lucanor, de Don Juan Manuel,o la Disciplina clerical, de Pedro Al-fonso de Huesca, en las que a través deldiálogo entre maestro y discípulo seabordan cuestiones de educación y for-mación. No menos interesantes son elDoctrinal de Privados, en el que el mar-qués de Santillana explica qué hizoÁlvaro de Luna y nunca ha de hacer elheredero de la Corona, Enrique IV, pa-ra cuya educación escribió los Prover-bios de gloriosa doctrina y fructuosa en-señanza, en los que el poeta ponía en

boca del rey Juan II consejos y doctri-na sobre amor y temor, prudencia y sa-biduría, justicia, paciencia y honesta co-rrección, sobriedad, castidad, fortaleza,liberalidad y franqueza, verdad, con-tención de la codicia y de la envidia,gratitud, amistad, reverencia paternal,vejez y muerte, partiendo de la Ética deAristóteles y de los Proverbios de Sa-lomón, a las que se unen las enseñan-zas sacadas “de las vidas y muertes delos virtuosos varones” gentiles y cris-tianos, entre los que no faltan el Cid, elconde Fernán González o Fernando III,a los que bien podrían unirse los per-sonajes biografiados en Los claros va-rones de España y en Generaciones,semblanzas y obras de reyes, preladosy caballeros escritas respectivamentepor Hernando del Pulgar y Fernán Pé-rez de Guzmán.

Educación musicalDedicado a Enrique IV está el Vergel dePríncipes, escrito por Rodrigo de Aré-valo quien, partiendo una vez más deAristóteles, aconseja al Príncipe practicar

78

JOSÉ-LUIS MARTÍN es catedrático de HistoriaMedieval, UNED, Madrid.

LETRAS,MÚSICA YMODALES

La educación de los hijos

La reina Isabel cuidó mucho la formación del príncipe Juan y sus cuatrohermanas. José-Luis Martín detalla las lecturas, la educación musical y los valores morales y religiosos que les inculcaban sus preceptores

Los Reyes Católicos, representados en laportada de Vita Christi, impreso en 1502.

Page 25: Dossier – Isabel la Católica

79

ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Los Reyes Católicos, con el príncipe Juan y las princesas Isabel y María, al pie de la Virgen de la Misericordia (Burgos, Monasterio de Las Huelgas).

Page 26: Dossier – Isabel la Católica

el generoso y noble ejercicio de las ar-mas, para el que sirve de entrenamien-to la caza, y dedicarse al cordial, alegrey artificioso ejercicio de melodías y mo-dulaciones musicales, a la música, entrecuyas virtudes figura la de purificar y cu-rar el corazón humano de muchas pa-siones y vicios: a los tristes hace alegres,a los temerosos osados y a los airadosmansos; da salud corporal, amansa lasfieras, ayuda a soportar los trabajos y

fatigas corporales y, por último, hacehuir a los demonios y los expulsa de loscuerpos poseídos.

El hijo de los Reyes, don Juan, dedi-có una parte de su tiempo a la música:en sus aposentos había toda clase de ins-trumentos musicales: órgano, clavicém-balo, clavicordio, vihuelas de mano y dearco o flautas “y en todos estos instru-mentos sabía poner las manos”. Entre susservidores había músicos de tamboril,

dulzaina, arpa y rabel, tocado éste porun tal Madrid, natural de Carabanchel,“de donde salen mejores labradores quemúsicos, pero éste fue muy bueno”.

No faltaban al alrededor del Prínci-pe ministriles que tocaban sacabuches,chirimías, cornetas y trompetas, todos“muy hábiles en sus oficios y como con-venían para el servicio y casa de tan al-to príncipe”, según su maestro Gonza-lo Fernández de Oviedo, quien recuer-da que a don Juan le gustaba cantar ycomo no lo hacía tan bien como habríasido menester, a la hora de la siesta ha-cía acudir a palacio al maestro Juan deAnchieta con algunos mozos de capi-lla “y el Príncipe cantaba con ellos doshoras o lo que le placía”.

Sus hermanas, las infantas, también tu-vieron buena educación musical y cons-ta su destreza con clavicémbalo y cla-vicordio, así como con la vihuerela.

Espejo de educaciónEn verso, y dirigido a Isabel y Fernan-do, se publicó durante su reinado el Re-gimiento de Gómez Manrique, del querecojo el primero y más importante delos consejos dados a Fernando:

Mi consejo principales, gran señor, que leáis,porque sabiendo sepáisdiscernir el bien del mal.Que si la sabiduría es a todos conveniente,

80

Armas y letras

El infante don Juan Manuel, en el Librode los estados, elaboraba un programa

concreto y detallado sobre la educación queconvenía a un príncipe, que debería tenerun ama de familia noble para que el futuroRey no beba leche rahez, y cuando apren-da a hablar y andar se le buscarán compa-ñeros de juegos apropiados; un poco más tar-de, el Rey le nombra preceptores y conseje-ros encargados de enseñarle buenas manerasy costumbres, especialmente en el comer ybeber. A los cinco años se le enseña a leer,con halagos y sin apresuramientos, y se leinicia en las crónicas de los grandes hechosde armas y de caballería; al mismo tiempo,como cualquier otro caballero, el niño se fa-miliariza con los caballos de guerra, a cazar,correr el monte, armarse y cuanto pertene-ce al orden de la caballería.

Dedicará los martes y jueves al estudio;el sábado repetirá y confirmará las leccionesaprendidas, y el domingo tras oír misa ca-balgará y jugará hasta la hora de comer; des-pués de una pequeña sobremesa y una bre-ve siesta, podrá dedicarse a los juegos mi-litares a pie o a caballo hasta la hora de lacena, y se irá temprano a la cama porque eldomingo no se debe trasnochar ni es acon-sejable ir de caza ni leer.

Los lunes, miércoles y viernes el joven ca-ballero se levantará temprano y tras oír mi-sa saldrá de caza vistiendo ropas pesadas paradefenderse del frío, y, para ir acostumbran-do su cuerpo al peso de las armas, llevará enla mano derecha la lanza y en la izquierdaun azor o un halcón para habituar el brazoderecho a herir y el izquierdo a sostener elescudo. Debe, además, llevar la espada,

símbolo de la caballería a la que está desti-nado; ha de probar el caballo lanzándolo detanto en tanto por terrenos bravíos para acos-tumbrarse a los grandes saltos... Y cuandovuelva a casa, tras comer y descansar un po-co, aprenderá a conjugar, declinar, derivar,hacer proverbios o letras, pues ni el leer per-judica a la caballería ni ésta a la lectura, co-mo dirá un siglo más tarde el marqués deSantillana, y, en versos de todos conocidos,Fernán Pérez de Guzmán:

Ciencia y caballeríacuanto a la mundana gloriaesclarecen la memoriacon singular nombradía;esta noble compañíaes muy grande de juntar;pero junta ni ha par,ni precio su gran valía.

Los claros varones de España, de Hernandodel Pulgar, contiene semblanzas de 24personajes de la Corte de Juan II y Enrique IV.

El Doctrinal de Caballeros, de Alonso deCartagena, es una recopilación de normas delsiglo XV sobre la conducta del caballero.

Page 27: Dossier – Isabel la Católica

más a la gran señoríade los que han de ser guíay gobernalle de gente.Como era esperable, no faltaron a los

Reyes obras como el Diálogo sobre laeducación del Príncipe don Juan, escri-to por Alfonso Ortiz en dos libros quese remontan al pecado original, hablande la influencia de los astros y de la ne-cesidad de corregir la naturaleza de losjóvenes mediante una fuerte disciplina,e incluye un capítulo sobre los pasa-tiempos y juegos de los príncipes y con-sejos sobre las amistades que lesconvienen: “Con quién deben los jóve-nes de alcurnia llevar vida y conversa-ción todos los días”.

Aunque no conociéramos la obra deOrtiz, podríamos seguir al Príncipe Juandesde las primeras horas del día hasta elanochecer, gracias al libro de La Cáma-ra Real del Príncipe don Juan y oficios desu casa y servicio ordinario, escrito porGonzalo Fernández de Oviedo, por or-den de Carlos V, interesado en que su hi-jo, Felipe II, tuviera una educación y unacasa semejantes a la que sus abuelos ha-bían proporcionado a don Juan.

Véase cómo “amanece” el Príncipe:cuando se acuesta para pasar la noche,da al camarero la orden del vestido pa-ra el día siguiente y éste lo comunicaal mozo de cámara para que lo tengapreparado. Los mozos de cámara llevanlos vestidos del día y llegan con ellos a

la puerta del dormitorio, guardado des-de fuera por los monteros de Espinosa;el camarero entra con la camisa y cuan-do el Príncipe se la ha puesto, el cama-rero ordena el relevo de los monterospor los reposteros de camas, aunque losmonteros no abandonan el servicio has-ta haber oído al Príncipe hablar con elcamarero, hasta estar seguros de que seencuentra bien.

El camarero ayuda al Príncipe a cal-zarse, toma la camisa usada y envueltaen una toalla la da a quien está a cargodel retrete, alcoba o cámara interior; és-te toma la vela que ha ardido toda la no-che y la retira junto a la camisa, prepa-rando una fuente, un jarro de plata y unatoalla para que el Príncipe se lave; y, sies invierno, tiene aparejado un braseroen el retrete y también durante el al-muerzo, siguiendo las órdenes del ca-marero. De preparar el desayuno se ocu-pan el mayordomo y el veedor, que loentregan al camarero del retrete paraque lo tenga todo a punto a la hora con-venida.

Fuera están, hasta que los llaman, elzapatero y el barbero, encargados decalzar y peinar al Príncipe y de infor-marle de los chistes y dichos del día;mientras lo calzan, dos camareros suje-tan la silla; y hasta que no terminan to-das estas faenas, no entran en la cáma-ra señor ni grande alguno.

Cuando se ha peinado y calzado,

salen el barbero y zapatero, acaba deponerse el Príncipe, con la ayuda del ca-marero, los vestidos que le han prepa-rado, y entra luego el obispo de Sala-manca, su maestro; mientras se prepa-ra el altar, rezan maestro y discípulo,oyen luego misa, estudia una hora a so-las con el maestro, y después almuerzael Príncipe servido por el camarero.

En las arcas del retrete hay libros pa-ra que el Príncipe lea o se los lean, untablero de ajedrez y dos o tres manos depapel con lo necesario para escribir, élo sus secretarios y cronistas, encargadosde escribir la vida y discursos de las per-sonas reales y sucesos del tiempo, conla verdad y limpieza que se requiere, ta-rea en la que el Príncipe habrá de co-laborar para que el cronista pueda es-cribir sin adulación.

Lanzas y cañasLa educación militar y cinegética correa cargo de un maestro de armas, de mo-zos de espuela y de ballesta, monterosy cazadores, que acompañan al Prínci-pe en cacerías y monterías.

Cuando va de camino o interviene enactos de guerra, cuando sale a fiestas,justa el Príncipe, tornea o juega a cañasle precede un caballero con el guión obandera que sirve “para que por elguión le conozcan, vean, aguarden yacaten todos”. Cuando juegan a cañas,lleva el guión uno de los caballerizos,

81

LETRAS, MÚSICA Y MODALESISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Juego de cañas celebrado en honor de Felipe el Hermoso en Valladolid. Este deporte y la caza eran parte habitual de las diversiones del Príncipe.

Page 28: Dossier – Isabel la Católica

persona diestra en montar a la jineta; sa-le el guión delante, tocan las trompetasy así va y vuelve el Príncipe conocidoy se excusan desacatamientos, encuen-tros y otros errores que podrían come-ter por inadvertencia los jinetes.

Junto a las fiestas y torneos caballe-rescos, la diversión principal son las co-rridas de toros a propósito de las cuales,el Libro de la Cámara cuenta cómo laReina mandó que se “afeitaran” los to-ros para reducir los riesgos: “mandó quea los toros en el corral les encajasen ocalzasen otros cuernos de bueyes muer-tos en los propios que ellos tenían yque, así puestos, se los clavasen, porqueno se les pudiesen caer los postizos; ycomo los injertos volvían los extremosy puntas sobre las espaldas del toro, nopodían herir a ningún caballo ni peón,aunque le alcanzasen, sino darle de pla-no y no hacerle otro mal”.

Entre los maestros se cuenta la propiaReina: informada de que el Príncipe –te-nía ocho años– era más propenso a guar-dar que a dar, ordenó hacer un inventa-rio de toda la ropa y distribuirla íntegra-mente el día de su cumpleaños: “los prín-cipes no han de ser ropavejeros ni tenerlas arcas de su cámara llenas de los ves-tidos de sus personas; de aquí adelante,tal día como hoy cada año, quiero quedelante de mí repartáis todo esto porvuestros criados a los que os sirven y a

aquellos a quien queráis hacer merced”.Luego mandó al escribano que fuera

leyendo el inventario y al Príncipe quedecidiera a quién se daba cada pieza. Sidurante el año quisiera hacer alguna do-nación, “mandad al camarero que lo en-víe con uno de la cámara, y cuando selo deis, no se lo digáis primero al que lodais, ni nunca se lo zahiráis ni habléis

después en ello, ni se os acuerde cosaque diereis, ni olvidéis lo que os dieren,con que otros os sirvan, porque estáisobligado en buena conciencia y comopríncipe agradecido a satisfacer y grati-ficar” a quienes os sirven.

Jardín de doncellasAunque socialmente la mujer estaba con-siderada en un plano inferior, tambiénpara las princesas e infantas se escribie-ron espejos y regimientos como la De-fensa de virtuosas mujeres dirigido porDiego de Valera a la primera esposa deJuan II, María de Aragón; a Isabel dedi-ca fray Martín de Córdoba el Jardín delas Nobles Doncellas, escrito despuésde la muerte del príncipe-rey Alfonso en1468, cuando se discutía sobre si Isabel,podía reinar. Martín de Córdoba, firmepartidario de Isabel, pretendía demostrar,contra la creencia general, y de formaque hoy puede parecer pueril pero queen la sociedad medieval no lo era, la su-perioridad de la mujer sobre el hombredesde el comienzo de los tiempos.

Argumentaba el religioso que Adánfue creado del barro y Eva a partir deuna costilla, elemento mucho más va-lioso que el barro; Adán fue creado fue-ra del Paraíso y Eva dentro, y Dios eli-gió la costilla y no la cabeza o un pieporque si la hubiera creado a partir dela cabeza “parecería como que la hacía

82

Isabel la Católica fue una reina viajera,que recorrió a uña de caballo miles de ki-

lómetros por los caminos de la Península.La finalización de la Reconquista, con laconsiguiente ampliación de las fronteras deCastilla, y la ausencia de una capital fija con-tribuyeron a la creación de universidades,iglesias, palacios y edificios civiles disemi-nados por todo el reino, que cambiaron con-siderablemente el paisaje arquitectónico es-pañol. La publicación de Itinerarios de Isabella Católica. 15 rutas de una reina viajera, obraelaborada por más de 30 especialistas, seplantea como guía y lectura complementa-ria para una serie de visitas a los escenariosde la vida de la Reina, donde fue quedandosu impronta.

Profusamente ilustrada, y con excepcio-nales recreaciones históricas de MiguelSobrino de algunos edificios o entornos

modificados posteriormente o perdidos, laobra comienza su propuesta de recorrido enMadrigal de las Altas Torres y continúa porToledo, Ávila,Valladolid, Madrid, Burgos,

Segovia, Cuenca, Córdoba, Granada y Bar-celona, por citar sólo algunos lugares. Encada una de las 15 visitas, se describen losmonumentos u obras de arte vinculados aIsabel o construidos durante su reinado, yse explican sus características técnicas y ar-tísticas. Al estar planteado como una su-cesión de fichas informativas agrupadas concriterio geográfico, el libro está concebidocomo herramienta de consulta en lugar decomo simple lectura lineal. Por esa razón,se acompaña de un glosario de términos ar-tísticos, de una cronología del período y deuna bibliografía complementaria.

VARIOS AUTORES, Itinerarios de Isabel la Católica. 15 rutas

de una reina viajeraMadrid, Acento, 2004,

607 páginas, 32 €

Una Corte errante

El Llibre de les dones, de Eiximenis, es unclásico del moralismo medieval para educar alas jóvenes (Biblioteca de Cataluña).

Page 29: Dossier – Isabel la Católica

señora del hombre, y si la creara de lospies parecería como que la creaba pa-ra sirvienta del varón”, y Dios no quisoque fuera señora ni sirvienta, sino com-pañera: la hizo del costado “porque elvarón ame a su mujer como a socia ycompañera, no la tema como a señorani la desdeñe como a sirvienta”.

Su origen explica que la mujer hablemás que el varón; éste fue hecho de tie-rra, que es materia sorda y no suena na-da, mientras que si pones “dos o treshuesos en una calabaza y la mueves,más ruido y son hacen que nueces enun costal”; debe la mujer conocer su de-fecto de origen y refrenar la lengua, es-pecialmente cuando se trata de una granseñora cuyas palabras suenan por todossus dominios, “y por ende deben ser po-cas y graves”.

Virtudes para una reinaLa segunda parte de la obra está dedi-cada a las “condiciones de las buenasmujeres”, para que Isabel se quede conlas buenas y rechace las malas. Lo queel predicador pide a la futura reina esque sea vergonzosa, piadosa y obse-quiosa.

Sabido es de todos que la mujer esmás vergonzosa que el varón y así de-be ser porque la vergüenza pone lími-tes a los apetitos, cierra los oídos a lasmalas palabras, refrena la lengua y obli-ga a andar y comportarse con mesuray a vivir honestamente, pues a la des-honesta nadie la cree, aunque sea vir-gen, y nadie casa con ella, situacióngrave para todas y de manera especialpara las princesas que “esperan casarcon reyes y príncipes, los cuales, lo pri-mero que pesquisan de la esposa es sies honesta, virtuosa y de compuestavergüenza”.

Ha de ser la Reina piadosa, porque en-tre sus cometidos figuran los de madre,abogada y escudo: madre de su pueblo,abogada ante el Rey para evitar los ex-cesivos impuestos o los castigos exce-sivos, y escudo de los menores frentea los mayores para evitar que los gran-des se coman a los pequeños, comoocurre entre los peces. La Reina ha derecibir bajo su protección a los humil-des labradores, los devotos oradores, losestudiosos maestros y doctores, viudas,huérfanos y pobres sin amparo si, comoes su obligación, quiere parecerse a laReina de los cielos.

De ella se espera que sea servicial poramor a Dios, por compasión del próji-mo y por el interés de su casa; el pri-mero las llevará a defender a la Iglesiay a sus miembros, oír misa y sermones y,en definitiva, a prepararse para la otravida. La compasión las llevará a ocu-parse de enfermos, peregrinos y gentedesconsolada, aunque no es necesarioque lo haga por sus manos sino que ten-ga “limosneros que tengan cargo de aco-rrer a semejantes necesidades”, comen-zando por los propios sirvientes. En sucasa ha de ocuparse del regimiento do-méstico, de su marido e hijos, amando,honrando y sirviendo al primero, yamando y haciendo criar a los hijos porbuenas y honestas amas, “sobre todo ca-tólicas, que cuando les dieren la teta

nombren a Jesús, a la Virgen María y aSan Miguel, para que con la leche be-ban devoción”.

El respeto a sí misma se manifestaráen su corazón, boca y obras: la Reina re-chazará los apetitos desordenados de ri-quezas, honores y deleites, procuraráque de su boca no salgan palabras su-perfluas ni que provoquen la discordia,guardará la modestia en sus gestos y enla forma de vestir, será frugal en el co-mer y beber.

En su rostro no llevará afeites para in-tentar parecer ser más hermosa de loque es y, por lo que se refiere a la ge-neración, “fuera del matrimonio no sepiense, y en el matrimonio para hacerhijos a servicio de Dios, provecho, hon-ra, paz y sosiego del reino”, en el que

83

LETRAS, MÚSICA Y MODALESISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

La princesa Juana fue educada según muchos de los preceptos contenidos en el Jardín de lasNobles Doncellas, obra dedicada a su madre por fray Martín de Córdoba.

Page 30: Dossier – Isabel la Católica

se esforzará para que haya justicia por-que un príncipe sin ella es “como es-pantajo en la viña, como cabeza sin ce-rebro, como ojos sin vista, como cuer-po sin vida”. También deberá ser libe-ral: “no tomar donde no debe, tomar conmesura donde debe y repartirlo o dis-tribuirlo como debe”. Será franca y amis-tosa, recibiendo “a cada uno con buenacara, amigables palabras, dulces obras ysuaves ofertas, según más o menos me-rezcan su estado y dignidad”.

Moral medievalOtras muchas obras ayudan a Isabel aeducar a sus hijas y entre ellas merecela pena recordar el Llibre de les dones es-crito por el franciscano Francesc Eixime-nis a finales del siglo XIV y traducido enrepetidas ocasiones al castellano, lenguaen la que fue utilizado por Isabel

El Llibre de les dones es un clásico delmoralismo medieval, cuyo contenido po-dría resumirse en la frase de uno de sustraductores al castellano: la mujer tema(a Dios), ame (al marido), pierda (la vi-da antes de ofender a Dios), obedezca(al marido), críe (a sus hijos), adoctri-ne (a criados y familiares), cure (a ma-rido e hijos en sus enfermedades), pi-da (ayuda a Dios para realizar su mi-sión), esté (honesta y devotamente en laIglesia), gobierne (su casa con industria),traiga (limpio al marido y a los hijos), re-pose (en casa y no ande con vecinas ymalas mujeres), sea (templada en el co-mer y beber), dé (limosna a los pobres)y persuada a su marido para que sea de-voto y vaya a la iglesia.

También se hallan en esta obra as-pectos positivos: a los doce años, la ni-ña ha de aprender a llevar la casa y en-tender en la hacienda familiar, poco apoco, conforme a su edad y habilidad;también se le ha de enseñar “a leer al-guna cosa cuanto a sus padres les pa-reciere y su buena discreción tasare; ysi su buena habilidad e ingenio fuere ca-paz de alguna gramática, no le dañarátener noticia de ella, porque algunas hahabido que fueron estimadas y aún va-lieron mucho en el servicio de Dios porsus letras, prudencia y buen juicio...”.Y eso a pesar de que los refraneros cas-tellano y catalán, insistían –y aún lo ha-cen– en que “mula que hace hin y mu-jer que parla latín, nunca hicieron buenfin” o “mula que fa ¡ih! i dona que par-la llatí, fan mal fi”. ■

84

Vita Christi

La Reina conoció una de las obras másmodernas sobre la condición de la

mujer, la Vita Christi, escrita en Valenciapor sor Isabel de Villena, hija ilegítimadel maestro de astrólogos, nigromantesy magos, Enrique de Villena. La Vita esbastante más que una obra religiosa y rei-vindica la condición de la mujer frente aquienes, desde la Iglesia, la consideran in-ferior y la humillan, acusándola de ser cau-sa de todos los males, responsable únicadel pecado original.

Tras narrar la vida y pasión de Jesús,describe Isabel una reunión, en el otromundo, entre Eva y Cristo: agradece laprimera que Jesús haya reparado su error

y el daño causado, especialmente, el su-frimiento de la Virgen, que verá morir asu Hijo para reparar el mal hecho en elParaíso, y contesta Cristo manifestandosu perdón, retirando toda culpa de Evay de sus hijas, entre las que se cuenta laVirgen, a la que Jesús pide que, en ade-lante, sea capitana y señora de las muje-res y las guarde y defienda de quienesquieran hablar mal de ellas: “Quienes ha-blen mal de las mujeres caerán en mi ira,porque pensar pueden que mi madre esmujer que ha merecido a las mujeres grancorona y es para ellas salvaguarda tan fuer-te que nadie las puede enojar que a mí nome ofenda”.

Ilustración de Vita Christi, obra piadosa escrita en Valencia por sor Isabel de Villena, quedefiende la condición de la mujer en una reunión entre Eva y Cristo (Madrid, B. Nacional).

Page 31: Dossier – Isabel la Católica

85

No parece que las aficionesde Isabel por la lectura y loslibros se remonten a su mástierna infancia, pues, a lo

que sabemos, su educación en Arévalo,desde la muerte de su padre Juan II , el21 de julio de 1454, hasta el traslado ala corte de su hermanastro Enrique IV,en los últimos meses de 1461, se reali-zó en un entorno reducido y recoleto,en condiciones de cierta penuria eco-nómica y sin la intervención de los pre-ceptores –el obispo Lope de Barrientos,el prior Gonzalo de Illescas y el cama-rero Juan de Padilla– que en su testa-mento había establecido su progenitor.

Más en concreto, la etapa abulense,cuando Isabel cuenta entre tres y diezaños, se caracterizó, de acuerdo con mispropias investigaciones, por una ense-ñanza muy somera en contenidos, sibien cabe distinguir un primer momen-to, hasta alrededor de los siete años, enque la madre, con una implicación máspersonal y con una comunicación asi-dua en portugués, se limitaría a incul-carle algunas normas de buena con-ducta, unas ligeras pautas de compor-tamiento y alguna breve oración. Luego,hacia los siete años, Isabel debió pasara una segunda fase de instrucción, diri-gida por los frailes del convento de SanFrancisco, durante la cual asimilaría, porun lado, nociones esenciales de doc-trina cristiana y, por otro, accedería al

Nicasio Salvador Miguel es catedrático deLiteratura Española Medieval, UniversidadComplutense de Madrid.

ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Culta y buena lectora, Isabel la Católica era además consciente de laimportancia propagandística de los libros. Por ello, estimuló lastraducciones y la creación literaria. Nicasio Salvador recuerda el impulsoque dio a la cultura y describe la valiosísima biblioteca personal de la Reina

La joya más valorada

LA BIBLIOTECA

Ilustración de Introductiones latinae, de Antonio de Nebrija, que aparece impartiendo unalección. (Madrid, Biblioteca Nacional). Nebrija se benefició del patrocinio de la reina Isabel.

Page 32: Dossier – Isabel la Católica

86

aprendizaje de las primeras letras, los ru-dimentos de escritura y las operacioneselementales de cálculo, además de ini-ciarse en la música y la danza. Así lascosas, Isabel, durante el período de Aré-valo, se concentraría casi exclusivamenteen cartillas escolares y compendios deprincipios religiosos, amén de algún cua-derno musical.

En la Corte de Enrique IVSituación bien distinta se plantea durantelos seis años aproximadamente que vi-vió en la Corte de Enrique IV –de finesde 1461 a 17 de septiembre de 1467–,donde, bajo la custodia de la Reina ysiempre integrada en su entorno, hubode continuar su educación que, ademásde reforzar el ejercicio del portugués–dado que en el entorno de doña Juanaesa lengua debía usarse como habitualen el trato diario–, abarcaría, antes quenada, la profundización en la lectura yla escritura, sin abandonar el ahonda-miento en las cuestiones religiosas y de-vocionales. Mas, junto a esa formación,aun cuando las fuentes directas aparez-can cegadas, cabe también deducir queIsabel tuvo que recibir enseguida otracomplementaria, de índole más estric-tamente cortesana, donde la música, elcanto y el baile ocuparían un puestodestacado, mientras que se ejercitaba enla equitación, la práctica cinegética y elaprendizaje de unos cuantos juegos demesa –ajedrez y cartas, singularmente–.Durante estos años, además de desa-rrollar el gusto por los espectáculos ca-ballerescos y las representaciones dra-máticas, la infanta hubo de absorbertambién otros saberes, sobre todo losque, desde la segunda mitad del sigloXIII, se consideraban imprescindibles enla educación de príncipes y nobles, va-le decir, las colecciones de exempla, laliteratura gnómica (sentencias morales)y los tratados conocidos como speculaprincipum. No dudo tampoco de queIsabel se empapara en esta etapa de se-leccionados libros de Historia, así comode diversos textos legales, comentadoso no, y de tratados con biografías fe-meninas, donde encontraría paradigmasde mujeres célebres, a las que podía to-mar como modelo.

Ahora bien, si a tal preparación seagrega que, durante este tiempo, la Cor-te en que vive Isabel era un herviderode ebullición literaria, continuando la

tradición que había impuesto Juan II enla casa Trastámara y que se había ex-tendido a la nobleza castellana, puededarse por seguro que fue entonces cuan-do la futura Reina comenzó a relacio-narse con muchos escritores, a apreciarla literatura, a asimilar los beneficios po-líticos que conllevaba el mecenazgo, adesarrollar sus aficiones lectoras y a to-mar viva conciencia del valor de los li-bros. En suma, en esos años, se plan-taron las raíces más hondas de su edu-cación y se marcaron actitudes y viven-cias hacia el mundo cultural que Isabelmantuvo durante los meses que pasó

junto a su hermano Alfonso –septiem-bre de 1467 a 5 de julio de 1468–, cu-ya Corte, pese a su duración efímera,conoció también una sólida efervescen-cia cultural.

Isabel ya no abandonó su apego a lalectura y los libros, de modo que, si en-tre los autores de la época fue un há-bito muy extendido la dedicatoria de susobras a reyes, príncipes, nobles y altoseclesiásticos, en el caso de Isabel quie-nes se las dirigieron contaban con la cer-teza de que gozarían de su aprecio per-sonal y directo. En tal sentido, por másque resten unas pocas referencias en

Crónica de Juan II de Castilla, de Hernán Pérez de Guzmán. Las Cortes del padre de Isabel y desu hermanastro Enrique IV eran centros de ebullición literaria (Madrid, B. Nacional).

Page 33: Dossier – Isabel la Católica

87

textos anteriores, el primer libro que sele ofrenda, poco después de la jura deGuisando, es el Jardín de Nobles Don-cellas, de fray Martín de Córdoba, al quese sumarían otros muchos hasta sumuerte.

De tahúres a estudiantesEsa afición la concebía Isabel como par-te de un afán integral por la ampliaciónde sus conocimientos, que transmite in-cluso a quienes la rodean, pues, comoresalta Juan de Lucena en su Epístola ex-hortatoria a las letras, “jugaba el Rey, éra-mos todos tahúres; estudia la Reina, so-mos agora estudiantes”. Dechados nota-bles de tales apetencias traslucen, por unlado, el celo por expresarse con exqui-sitez en la lengua habitual, ya que, siHernando del Pulgar asegura que “ha-blaba muy bien”, Marineo Sículo pro-clama que se expresaba graviter et or-nate. En la misma línea está su decisiónde aprender latín en la madurez, ya queno fue hasta 1482, o un poco después,cuando comenzó a enfrascarse en tal len-gua bajo la batuta de Beatriz Galindo.

Debe entenderse, asimismo, que susintereses como lectora y como aprendizde distintos saberes constituyen no másque una fracción de sus vastos interesesculturales, que abarcan desde la arqui-tectura a las artes plásticas; desde la mú-sica a la celebración de acontecimientosreligiosos y profanos; desde su com-prensión de la trascendencia que supo-nía la difusión del castellano a su pre-ocupación por elevar el nivel cultural dela Corte, apoyando el establecimiento enla misma de intelectuales y humanistassobresalientes; desde el acicate para quelos vástagos de la nobleza lograran unailustración provechosa hasta el alientopara que sus hijas, y no sólo el hijo, re-cibieran una educación esmerada. Poreso, Pedro Mártir de Anglería, en una desus cartas a Ascanio Sforza, que, por tra-tarse de una correspondencia privada,confiere mayor garantía a la información,alaba a la Reina como bonarum artiumcultrix (“cultivadora de las buenas ar-tes”) y sustentadora del ludum littera-rium (“la actividad literaria”).

Como consecuencia de la pluralidadde lecturas con las que se enfrentó des-de sus primeros años, Isabel estimulótraducciones y la escritura de las obrasmás varias, tanto en latín como en cas-tellano, con un mecenazgo más intenso

que el de su marido, si bien tal ayuda,al igual que en otras facetas culturales,no siempre fue del todo altruista, ya quenotaba muy bien la capacidad propa-gandística de un texto para transmitirideas o principios sobre un asunto con-creto. En cualquier caso, ese auxilio loejerció desde su más plena juventud,pues, ya nada más trasladarse a la Cor-te alfonsina, encargó a Gómez Manrique,con motivo del decimocuarto cumple-años de su hermano Alfonso (15 de no-viembre de 1467), componer unos mo-mos –espectáculo en que se combina-ban texto, disfraces y música–, en cuya

representación intervino en compañíade sus damas, recitando cada una unparlamento en que ofrecían al mucha-cho como regalo distintos fados, o sea,diversas expresiones de buenos deseoso augurios.

A partir de entonces, Isabel ejerció elmecenazgo durante toda su vida y en lascircunstancias más diversas, desde losmomentos del más tranquilo sedenta-rismo en la Corte hasta en sus despla-zamientos con motivo de operacionesmilitares, fiestas o visitas a ciudades.Tal patrocinio alcanza a los personajesmás diversos: Diego de Valera, Gómez

LA BIBLIOTECAISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Representación de san Juan Evangelista, en una página del Libro de Horas de Isabel laCatólica, que se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid.

Page 34: Dossier – Isabel la Católica

88

Manrique y Alonso de Palencia ocupanpuestos de relieve en la Corte o en la ad-ministración; Ambrosio de Montesino escapellán de la Reina durante un tiempo;Antonio de Nebrija se mueve entre sucátedra de Salamanca y la casa de Juande Zúñiga; Costana, Moner, Núñez yotros frecuentan la Corte como poetas.

Esa variedad explica que el mecenaz-go abarque obras de temática plural, enprosa y en verso: asuntos políticos, co-mo la legitimidad dinástica –el Tracta-tus de Alonso Ortiz–, diccionarios –elUniversal vocabulario en latín y enromance, de Alonso de Palencia–,

manuales para la enseñanza del latín –laedición bilingüe de las Introduccioneslatinae, de Nebrija–, obras devocionales–la traducción, encargada a Montesino,de la Vita Christi, de Ludolfo de Sajo-nia–, tratados históricos –la Crónicaabreviada por Diego de Valera, la Re-lación de los reyes moros de Granadapor Fernando del Pulgar, la Consolato-ria de Castilla por Juan Barba– y poe-mas de la materia más dispar, pues, ade-más de las composiciones en que el fa-vor de Isabel se desprende de las dedi-catorias o del contenido –Antón de Mon-toro, Juan Álvarez Gato, Cartagena,

Tapia, Diego Guillén de Ávila–, no po-cos de los vates del Cancionero de Ren-nert, de hacia 1500, y del Cancionerogeneral, publicado en Valencia en 1511,provienen de la Corte de los Reyes Ca-tólicos. Por fin, ya reina, volvió a en-cargar otros espectáculos de momos, se-gún certifican tanto algunas informacio-nes cronísticas como, en especial, apun-tes dispersos en las cuentas de Gonzalode Baeza, donde se recogen los gastosde los celebrados en Zaragoza, Valenciay Murcia durante el viaje de los monar-cas en 1487 y 1488; de los escenificadosen el campamento real sobre Úbeda, enoctubre y noviembre de 1489; de los re-presentados en Zaragoza y Lérida, entreagosto y octubre de 1492.

La biblioteca de la ReinaEvidentemente, las aficiones lectoras yculturales de Isabel se manifiestan enla constitución de su biblioteca, sobrecuyos fondos, pese a la dificultad de ca-talogarlos por la itinerancia de la Cor-te, restan noticias concretas gracias a tresinventarios elaborados en vida de la Rei-na: uno, de veinte volúmenes, entrega-do en Granada a doña Margarita de Aus-tria, el 29 de septiembre de 1499; otro,de cincuenta y dos tomos, sobre el quese pidió cuentas en 1501 al camareroSancho de Paredes; y un tercero, Librode las cosas que están en el tesoro de losalcáçares de la çibdad de Segovia, enel que constan doscientos uno, registroque, en noviembre de 1503, rotuló Gas-par de Gricio. Estos censos, junto a al-guna noticia complementaria, permitie-ron a F. J. Sánchez Cantón, en un librovalioso (1950), aunque necesitado de re-toques, realizar una reconstrucción ten-tativa de la biblioteca de la Reina que ci-fró en cerca de cuatrocientos títulos.

Con todo, esta cantidad debe tomarsecomo un valor estimativo a la baja, por-que en ninguna de las tres listas figu-ran bastantes libros que la Reina debióposeer, bien porque ostentan todavía elescudo regio –la Memoria de nuestra re-dención, de Sancho Pérez Machuca–,bien porque patrocinó su escritura –laCompilación de leyes, de Alonso Díaz deMontalvo–, bien porque se le dedicaron–las Introductiones latinae de Nebrija–;y, aunque Sánchez Cantón no desaten-dió este principio, apenas lo tradujo ensus resultados, pues, además de otros, ig-nora, por ejemplo, los múltiples poemas

Una página de las Décadas, de Tito Livio, traducidas por el IV conde de Benavente, un hombreguerrero y amante de las artes, próximo a los Reyes Católicos (Madrid, Biblioteca Nacional).

Page 35: Dossier – Isabel la Católica

que se le dirigieron y de los que te-nía que existir copia, posiblemente enforma de cuadernillos o de cancione-ros perdidos.

Además, en esa época la impericia bi-bliográfica de los catalogadores –por másque tanto Gricio como los otros dos fue-ran no poco diligentes– hacía que olvi-daran el carácter facticio de muchos có-dices, e incluso impresos, por lo que losinventariaban de acuerdo con el título dellomo, sin percatarse de que, más de unavez, un volumen podía contener variostextos. Por último, parece muy verosí-mil que hubiera otros libros, de los queno ha quedado noticia, en otros palaciosreales, al igual que se ha perdido algunode los inventariados –como sucede conla Ética de Aristóteles “romanzada porel maestro Diego de Belmonte”.

Otro aspecto a tener en cuenta es elorigen de esos libros, sobre el que pue-de afirmarse que no todos formabanparte de una biblioteca creada por laReina, ya que algunos provienen de lade su padre, cuyas aficiones bibliográfi-cas y culturales son bien conocidas, yhasta varios pueden proceder de ascen-dientes mucho más remotos, por lo quese custodiaban en Segovia, dondese guardaba el tesoro real. En otrosmuchos casos, resulta difícil decidir la

procedencia, si bien, dadas las fechas deaparición de la imprenta y de su intro-ducción en España, es evidente que ca-si todos los impresos tiene que ser de laépoca en que Isabel reinaba, lo que noquiere decir que siempre los adquirie-ra la propia Isabel, ya que una partepuede provenir de regalos o donacio-nes. Pero quedan suficientes noticiasque prueban sus propios encargos.

Así, aunque habían sido los dos “cris-tianísimos reyes” quienes habían enco-mendado a fray Ambrosio de Montesi-no traducir la Vita Christi de Ludolfo deSajonia, considerado el más notorio

tratado espiritual del momento, Isabel–por más que el libro se encontraba yaen los talleres de Stanislao Polono en Al-calá de Henares, donde apareció en cua-tro abultados volúmenes en 1501 y 1502,inaugurando las prensas de esa ciudad–,al menos desde agosto de 1501, desea-ba una copia manuscrita de lujo, bieniluminada con historias y letras de oro,según revelan las cuentas de Gonzalo deBaeza. Si, de esta manera, la Reina po-día ensamblar su piedad con sus gus-tos bibliográficos, otras noticias ates-tiguan sus gastos en libros, pues el 26de abril de 1500 concede a Íñigo de

89

LA BIBLIOTECAISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

La biblioteca de la reina Isabel tenía más de400 títulos. Cancionero de Ambrosio deMontesino, editado en Toledo.

Portada de Rerum a Fernando et Elisabetha..., de Nebrija. El mecenazgo de Isabel abarcódiccionarios, traducciones, obras en verso y asuntos políticos (Madrid, Congreso de los Diputados).

Page 36: Dossier – Isabel la Católica

Mendoza 15.000 maravedíes pa-ra una compra de ejemplares, ysus gestiones para la difusión dealgunos textos, ya que, en 1503,consciente de las dificultades deobtener manuscritos en présta-mo, se dirige a Perafán de Ribe-ra pidiéndole un códice de sanJuan Crisóstomo, para una edi-ción de su comentario a san Ma-teo que se planeaba en Sevilla.

Ediciones de calidadSi pasamos ahora a la factura delos libros, los catalogadores casisiempre la indican, al hacer unadistinción entre los manuscritos,denominados “de mano”, y losimpresos, llamados “de molde”,que constituyen un número me-nor. En el caso de los primeros,se suele determinar la materia es-criptoria –“en pergamino”, “enpapel” o la mezcla de ambos so-portes– y, de vez en cuando, eltamaño: “de a folio”, “de foliogrande”, “de marca mayor”, “depliego entero”, “de a quarto”, “dequarto de pliego”. También en al-gunos casos se precisa el tipo deencuadernación: “en tablas”, “conlas coberturas de cuero colora-das”, “las coberturas de cuero azul”, “lascoberturas de cuero colorado y dos ma-nos de latón”, “guarnecido en cuero ama-rillo”, “con unos asientos de manecillasde plata”; y hasta el estado de la misma:“con unas tablas de cuero coloradas vie-jas”. Muy raramente, sin embargo, se in-dica el tipo de escritura –“de letra góti-ca”, anota Gaspar de Gricio, al citar unmanuscrito del Salterio en verso.

Estos pormenores obligan a recordarque, sobre todo hasta la invención de laimprenta, muchos libros se reputabancomo verdaderas joyas, porque una co-pia implicaba un gasto en materiales–papel, pergamino, tintas– y en perso-nal –copistas, pergamineros, encuader-nadores, iluminadores–, lo que expla-na la minucia con que se recogen talesdetalles en algunos inventarios. Sirvacomo botón de muestra la reseña que

suministra Gricio sobre la encuaderna-ción de una copia en pergamino del Li-bro de las claras e virtuosas mugeres, es-crito por Álvaro de Luna, “con una ca-misa de carmesí pelo, forrado en tafetánazul; y tiene de cada parte un quadro deplata dorado y esmaltado grande, en queestá un escudo leonado, las armas deLuna e quatro veneras de plata doradaa los cantones, e la una venera de la una

parte está suelta, e tiene las charnelase manos de las çerraduras de la mismaplata, con unas veneras e cruzes en dostexillos blancos e corales”.

Por desgracia, los catalogadores noemplearon el mismo esmero para des-cribir la decoración interna, de modoque, si hoy sabemos de las ricas minia-turas que adornaban algunos ejemplaresde la biblioteca isabelina –el manuscri-to de la Crónica troyana conservado en

El Escorial, pongo por caso–, esgracias a su segura identificaciónactual. Hay, con todo, alguna ex-cepción, como la reseña de unacopia del Libro de Sedechías, dela que dice Gricioa: “Tiene alprinçipio nueve ystorias de pin-cel y tiene la primera plana unescudo con un castillo doradoy un capelo colorado ençima, edos ángeles que le tienen, e de-baxo otro escudo”.

Lenguas y materiasAunque a veces no consta, losautores de los censos señalan ha-bitualmente la lengua de escri-tura, sin que se les pase algúnparadigma singular: así, del Uni-versal vocabulario de Palencia seespecifica que está escrito “en la-tín y en romance”. La segundaexpresión –“en romance”– es lausual para los textos en castella-no que suponen la cifra más am-plia, con una profusa selecciónde obras religiosas, empezandopor varias copias de la Biblia yde algunos Padres, a las que sesuma un colmado conjunto deproducciones históricas –las cró-nicas de Alfonso X, Ayala, Pablo

de Santa María, Alonso de Cartagena,Rodrigo Sánchez de Arévalo– y legales–varios fueros y ordenamientos, juntoa las Partidas–, vale decir, libros queaportaban experiencia del pasado y dis-posiciones de gobierno. Asimismo, nopodían faltar textos en que, por su in-sistencia en las cualidades necesarias alos monarcas y sus allegados, se podíanaprender pautas y normas de compor-tamiento, ceremonial cortesano y admi-nistración: de ahí, los manuscritos deejemplarios –Calila e Dimna, Libro delconde Lucanor–, colecciones de sen-tencias –Flores de filosofía, Bocados deoro– y la nutrida sección de espejos depríncipes, entre los que, junto a variosde los más célebres autores, se mencio-nan bastantes textos, casi todos “de ma-no”, no siempre de sencilla identifica-ción.

En este mismo saco hay que incluirlos compendios de biografías femeni-nas, como el Libro de las claras e vir-tuosas mugeres de Álvaro de Luna, alque habría que adicionar al menos eltratado que Martín de Córdoba dedicó

90

Los libros se catalogaban según fueran“de mano” o “de molde”, de pergamino opapel y por su tipo de encuadernación

Breviario de Isabel la Católica (Londres, British Library). Muchoslibros eran joyas, que recogen con minucia los inventarios.

Page 37: Dossier – Isabel la Católica

a la joven Isabel, por más que no cons-te en ninguno de los inventarios con-servados. Otro lote enlaza con las di-versiones cortesanas: así, los tratados ci-negéticos, de los que se citan dos sobremontería y uno sobre cetrería; los librossobre juegos de mesa, entre los que sehalla el dirigido por Alfonso X sobre elajedrez; algún texto de música y danza;unos cuantos de ficción caballeresca;una copia del Cancionero de Baena yvarios poetas cancioneriles –Mena, Pé-rez de Guzmán, Román–, a los que, sinduda, habría que incorporar no pocossin inventariar, pero cuya posesión porla Reina aseguran las dedicatorias. Unconjunto de clásicos en versión caste-llana –Aristóteles, Séneca, Plutarco, Vir-gilio, Plinio–, alguna obra filológica yuna amplia porción de obras religiosascompletan la relación.

Siguen en número los libros escritosen latín, entre los cuales, además de va-rias copias de textos bíblicos y de co-mentarios morales y religiosos –desdePadres de la Iglesia a hagiografías–, tro-pezamos con unos cuantos autores clá-sicos –Tito Livio, Cicerón, Plinio, verbi-gracia–; vocabularios, gramáticas y tex-tos de retórica –desde Prisciano o Do-nato a los contemporáneos Nebrija o Pa-lencia–; y, como recuerdo de días feli-ces, “cinco cartapacios de cuando alpríncipe se mostraba latín”.

Por último, unos pocos libros emplean

el italiano –por ejemplo, la Fiammettade Boccaccio y los Trionfi de Petrarca–,el francés –una versión de Jacobo de Vo-rágine, con unos pocos más–, el catalán–Suma de colaciones–, y, al menos, unoel gallego-portugués, ya que aparecenreseñadas las Cantigas de Santa Maríade Alfonso X.

DispersiónAunque la Reina no menciona la biblio-teca en su testamento, parte de la co-lección debió legarla a la Capilla Real deGranada, donde, en 1526, según el em-bajador Andrea Navaggero, se custodia-ban bienes de Isabel, entre los que citalibros de manera expresa. Pero, en 1591,los ciento treinta volúmenes que allí seguardaban –y que algunos consideran uncuarto inventario– fueron trasladados pororden de Felipe II a El Escorial, graciasa lo cual cabe identificar unas docenasen la actualidad, mientras que unos po-cos pueden localizarse en otras bibliote-cas. De cualquier manera, la fascinaciónde Isabel por los libros, como parte desus inclinaciones culturales, esclarece lasloas mencionadas y otras como la delviajero alemán Münzer, al que parecía“increíble que una mujer pueda enten-der de tantas cosas”, o el lamento del hu-manista Marineo Sículo, quien, a la muer-te de la Reina, pensaba que había desa-parecido la esperanza para “los hombresbuenos y eruditos”. ■

91

LA BIBLIOTECAISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

Funda de encuadernación con las iniciales de los Reyes Católicos. Las encuadernacioneslujosas se consignaban detalladamente (hacia 1474-92, Madrid, Biblioteca Nacional).

LOS REYES CATÓLICOS EN LA AVEN-TURA DE LA HISTORIA

La Aventura de la Historia hadedicado a los Reyes Católicos losdossieres “Isabel la Católica, elcamino hacia el poder” (nº 30), “LosReyes Católicos. Construyendo unagran potencia” (nº 39) y “El nuevoorden de los Reyes Católicos”(nº 53). Otros aspectos de su políticaaparecen también en “Fulgor ymuerte de Granada” (nº 19), “1502.América para la Corona” (nº 42) y“Fernando I. El emperador españololvidado” (nº 58). Sobre susherederos: “Catalina de Aragón, unacastellana en la Corte de SanJaime”, por Mariano González-Arnao(nº 37); “Juana de Castilla, la reinaloca”, por Joseph Pérez (nº 38);“Don Juan, un príncipe para elromancero”, por Miguel Ángel PérezPriego (nº 39), y “La princesa Isabel.Rehén de la razón de Estado”, porAntonio Fernández Luzón (nº 70).

ALVAR EZQUERRA, A., Isabel la Católica. Unareina vencedora, una mujer derrotada, Ma-

drid, Temas de Hoy, 2002.AZCONA, T., Isabel la Católica, vida y reinado, Ma-drid, La Esfera de los Libros, 2002.DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., y VINCENT, B., Historia de losmoriscos. Vida y tragedia de una minoría, Madrid,Revista de Occidente, 1978.FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M., Isabel la Católica, Madrid,Espasa Calpe, 2003.HILLGARTH, J. N., Los Reyes Católicos,1474-1516, Barcelona, Grijalbo, 1984.LADERO QUESADA M. A., La España de los ReyesCatólicos, Madrid, Akal, 1999.MALPICA CUELLO, A. Historia de Granada, Granada,Proyecto Sur, 1996.MARAÑÓN, G., Expulsión y diáspora de los moriscosespañoles, Madrid, Taurus, 2004.MARTÍN RODRÍGUEZ, J. L., Enrique IV de Castilla,rey de Navarra, Príncipe de Cataluña, Hondarribia,Nerea, 2002.PÉREZ, J., Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos,Madrid, Nerea, 1988.SALVADOR MIGUEL, N., “El mecenazgo literario deIsabel la Católica”, en Isabel la Católica. La mag-nificencia de un reinado [Catálogo de la Exposi-ción con ese título], Salamanca, Sociedad Estatalde Conmemoraciones Culturales, 2004.SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Isabel I, reina, Barcelona,Ariel, 2000.VV. AA., “La conquista de Granada”, Historia 16,Madrid, núms. 188, 189 y 190, 1992.VAL VALDIVIESO, M. I., y VALDEÓN BARUQUE, J., Isabella Católica, reina de Castilla, Valladolid, Ámbito,2004.VINCENT, B., 1942, El año admirable, Barcelona,Crítica, 1992.

PARA SABER MÁS